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WARA: UNA LUZ IMPERECEDERA NUEVOS SONIDOS ENCONTRADOS SON LOS SIGNOS VITALES DE UNA AGRUPACIÓN QUE CONTINÚA UNA SENDA TRAZADA HACE MÁS DE CUATRO DÉCADAS Y QUE AHORA VA EN BUSCA DE SU DESTINO. EN BUSCA DE LA TIERRA DE LOS ATLANTES LA ATLÁNTIDA ES UNO DE LOS MAYORES MITOS VIVIENTES, HABIÉNDOSE INTRODUCIDO EN NUESTRA COTIDIANIDAD A TRAVÉS DE PRODUCTOS CULTURALES, COMO LIBROS Y PELÍCULAS, E INCLUSO EN NUESTRO LENGUAJE. OTRO LUGAR IGUALMENTE MÍTICO, COMO TIWANAKU, TAMPOCO PUDO ESCAPAR DE ASOCIACIONES CON ESE CONTINENTE PERDIDO. 3 8 DOMINGO | 12 de abril de 2015 | año 6 | N° 280 Wara

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Page 1: La Esquina 12-04-15

WARA: UNA LUZ IMPERECEDERANUEVOS SONIDOS ENCONTRADOS SON LOS SIGNOS VITALES DE UNA AGRUPACIÓN QUE CONTINÚA UNA SENDA TRAZADA HACE MÁS DE CUATRO DÉCADAS Y QUE AHORA VA EN BUSCA DE SU DESTINO.

EN BUSCA DE LA TIERRA DE LOS ATLANTES

LA ATLÁNTIDA ES UNO DE LOS MAYORES MITOS VIVIENTES, HABIÉNDOSE INTRODUCIDO EN NUESTRA COTIDIANIDAD A TRAVÉS DE PRODUCTOS CULTURALES, COMO LIBROS Y PELÍCULAS, E INCLUSO EN NUESTRO LENGUAJE. OTRO LUGAR IGUALMENTE MÍTICO, COMO TIWANAKU, TAMPOCO PUDO ESCAPAR DE ASOCIACIONES CON ESE CONTINENTE PERDIDO.

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DOMINGO | 12 de abril de 2015 | año 6 | N° 280

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2 Domingo 12 de abril de 2015

La película es una bitácora de viaje, un diario de rodaje, es también una pequeña lección de cine. Es un do-cumental que se narra en primera persona con la sorpresa de haber co-

nocido a alguien impresionante, un personaje que puede rebasar los límites de la realidad, con una historia extraordinaria que compren-de un backup sorprendente para quien descu-bre a Gabor Bene de la mano del realizador argentino Sebastián Alfie.

Todo comienza en Barcelona (España) cuando Alfie recibe de la Fundación Ojos del Mundo el encargo de realizar un corto sobre la ceguera en El Alto (Bolivia), la única reco-mendación es que este trabajo sea “diferente” a los demás. Desde este momento el realiza-dor se presenta con sus miedos, sus angustias, muestra su lado creativo y despliega su des-treza publicitaria – mundo del cual proviene – para proponer un ritmo narrativo ágil y en-señar que en la película habrá humor.

La intención de filmar con una determina-da cámara, que permita el registro del deta-lle más mínimo, con pretensiones científicas, lleva al director a conocer a Gabor Bene, un hombre que alquila equipos profesionales y que ahora está ciego.

Gabor tiene una vida extraordinaria. Naci-do en Hungría trabajó muchos años hacien-do fotografía para cine, su labor lo llevó por distintos países del mundo, pero durante su

último rodaje en Colombia contrajo una in-fección ocular que se tradujo en un glaucoma que lo dejó ciego.

Con el asesoramiento de su madre, quien trabaja con personas no videntes, Alfie em-prende una de las aventuras más riesgosas para un proyecto audiovisual, invitar a Gabor para hacerse cargo de la dirección de fotogra-fía de su cortometraje en Bolivia. Entendien-do que él tiene una memoria visual, y que si se le brindan los detalles de luz necesarios Ga-bor puede componer una escena es que el di-rector asume el riesgo de incorporarlo a un equipo que tampoco tiene conocimiento de su capacidad diferenciada.

El director de fotografía brindará una se-rie de lecciones de cine, de movimientos de cámara y de iluminación que le brindan al do-cumental un sentido pedagógico. La relación entre Gabor y Alfie también es un componen-te importante en el desarrollo de la película, aquí se destaca el sentido de horizontalidad de trato entre ambos, cuestión que favorece al documental en tanto no se presenta en modo alguno paternalista con el personaje. Con se-cuencias de alto contenido reflexivo sobre las condiciones que sobreviven los no videntes en el altiplano boliviano, con la tristeza del pro-pio Gabor conmovido y angustiado por saber que algunos pueden volver a ver y él no, in-quietantemente lúcida en la resolución de al-gunas escenas que son resultado del diálogo entre unos y otros, este documental brilla con luz propia proponiendo una participación in-clusiva en la sociedad contemporánea.

GaborUNA BITÁCORA DE VIAJE HECHA HISTORIA EXTRAOR-DINARIA, QUE TRASCIENDE COMO LECCIÓN DE CINE

Claudio SánchezCrítico de cine

La vida de Quiroga San-ta Cruz transcurre entre el esplendor y la trage-dia. Fue un esplendor porque en su primera etapa adquirió los fun-damentos estéticos ligados a las artes, la filosofía, el cine y la literatura, de los cuales obtuvo enorme gratificación emocional. Fue también una tragedia porque aquel paso previo, le permitió después proyectar una conducta política contraria al com-plejo sistema político-social de Bolivia, el que fue bastante utópico y prometedor, lo que condujo a su asesinato.

La obra consta de dos partes. En Periplos se presentan conceptos nuevos sobre literatu-ra, con una selección de artículos sobre Umberto Eco; la metáfora del horror de Conrad y Coppolla; Arturo Pérez-Reverte; el teatro en Cochabamba; li-teratura y música; Carlos Fuentes; pintura y litera-tura; y Marguerite Yourcenar. En la segunda parte (Anclajes), se abordan temas como la intercultura-lidad; el pensamiento de Zygmunt Bauman; teo-rías de la comunicación; amistad virtual; culturas juveniles y el Carnaval.

Los cuentos escogidos en la presente antología son una elección que responde a un gusto personal que no tiene un punto de vista histó-rico, generacional ni temático: han sido escogidos entre los cuentos de los libros editados por Escri-tores Unidos, un universo variado y rico de cada autor, creaciones literarias desprendidas de su contexto de época y circunstancias personales.

AUTOR: José Luis Montaño AguilarAÑO: 2010EDITORIAL: Kipus

AUTOR: Xavier Jórdan A.AÑO: 2014EDITORIAL: Kipus

AUTOR: Carlos Rimassa MercadoAÑO: 2011EDITORIAL: Kipus

Marcelo Quiroga Santa Cruz - Esplendor y tragedia

Periplos y anclajes - Ensayos sobre literatura y estudios culturales

Cuentos y cuentos - Antología de Escritores Unidos

BIBLIOFAGIA

DIRECTORAdalid Cabrera Lemuz

EDITOR GENERALJavier Mancilla Luna

EDITOR DE LA ESQUINAMiguel A. Rivera G.

Colaboradores: Víctor MontoyaMarcelo Arduz Ruiz Claudio Sánchez

Diseño: Eusebio Lazo Sumi

Diagramación: Horacio Copa Vargas

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3Domingo 12 de abrilde 2015

Empezar a hablar (o escribir) sobre Wara genera la necesidad de abor-dar dos perspectivas. En primer lugar está la inevitable nostalgia íntimamente relacionada con la dé-

cada de los 70, impregnada por fuertes mati-ces políticos originados tanto en el país como llegados desde latitudes extranjeras. En este contexto, y para encontrar algunos de los orí-genes musicales de Wara, grupos como Deep Purple y Uriah Heep se suman a este vaho, in-fluenciando en el rock ‘nacional’ que se pro-ducía por aquel entonces.

Wara se rebela y abraza la vanguardia. Fu-siona estos sones británicos de rock progresi-vo y psicodélico (con un toque más duro) con música autóctona de los andes bolivianos y lo-gra un sonido reivindicativo que a su vez se hizo carne en su influencia en muchas de las bandas posteriores que, como ellos, decidie-ron ripiar el camino del rock boliviano.

Lo demás es historia. Cada disco posterior a Inca (1973) significó un peldaño más en la escalera al establecimiento de Wara como pio-nero y referente de la música nacional.

La segunda perspectiva se refiere al futu-ro. Wara, con más de cuatro décadas de activi-dad, vuelve a la carga con nuevo disco: Kimsa Qallqu (ocho), dando el octavo paso de una se-rie de 10 discos denominada Hichhanigua Hik-jatata, concebida en 1975 con el lanzamiento de Maya (uno).

Wara se rehace con el mensaje tácito de que el trabajo no está terminado, que pese a que transcurrieron 15 años de silencio en esta serie discográfica, el grupo tiene como pode-rosa generadora creativa a la visión de agru-pación con que nació: la reivindicación de lo indígena a través de la música. Esta labor la está realizando a través de todos su discos, cada vez apoyándose más en contemporáneas sonoridades, arreglos y formas de producción, apostando por jóvenes talentos que dan vistos de que la entidad Wara se aleja paulatinamen-te de un posible final y se proyecta a una nue-va generación y se condensa en mitología del rock nacional.

Pero como la cosmovisión manda, y en su carácter estelar (wara se traduce como estre-lla), el grupo es absorbido por lo cíclico del tiempo y se aferra a razón de ser, a su fusión de rock y folklore, y nos vuelve a traer a los oídos y mente reminiscencias de los 70, con aquella fusión pionera que no se cansa de sorprender y que en esencia sigue siendo vanguardia.

Videoclips, conciertos sinfónicos y acústi-cos son las promesas; plataformas virtuales difunden su trabajo, dando cuenta de un gru-po que se adapta a una coyuntura muy dife-rente a la que los vio crecer y de la que se ten-drán que aferrar para hacer que la luz de esa estrella llegue a más confines del orbe.

“Valentía para interpretar lo imperecede-ro” es la valoración que el comunicador y es-tudioso de la música, Sergio Calero, realizó sobre la obra de Wara, siendo el acercamiento más exacto que se puede tener de este grupo bandera, que trasciende las definiciones y se hace a sí mismo, el ente imperecedero.

Hoy sólo resta disfrutar el presente, quizás olvidar momentáneamente el venerado y ve-nerable pasado que antecede al grupo y volver a dejarse cautivar para encontrar el gusto que tan bien ha sabido añejar Wara. La cita es el 16 y 17 de abril, una oportunidad para que el presente sobrepase al pasado y sea base de un futuro memorable.

Wara: Ocho de diez y la constante perennidadLA VANGUARDISTA ESTRELLA PRESENTA UN NUEVO DISCO, EN LO QUE PODRÍA SER UN RENOVADO AÑO CERO.

Miguel Rivera

La actual alineación de Wara (arriba) y la portada del disco que se presenta este jueves.

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4-5Domingo 12 de abrilde 2015

Eco: Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo

EN SU NUEVA NOVELA, NÚMERO CERO, UMBERTO ECO REFLEXIONA SOBRE EL CHANTAJE EN EL PERIODISMO Y EL FUTURO DE LOS PERIÓDICOS FRENTE A LOS MEDIOS VIRTUALES.

Juan Cruz La Nación - Argentina

LIBROS

Umberto Eco tiene a la entrada de su casa de Milán el periódi-co de su pueblo, que recibe dia-riamente. Cuando le pedimos fotos de su juventud fue a una

computadora, que es el centro borgiano de su aleph particular, su despacho, y encontró las que lo llevan al principio mismo de su vida. Todo lo hace con eficacia y buen humor, rápi-damente; lleva en la boca el tabaco apagado con el que seguramente huye del tabaco.

Tiene una inteligencia directa, no rehúye nada, ni hace circunloquios. Acostumbrado a pesar las palabras, las dice como si le vinie-ran dadas por un ejercicio intelectual que tie-ne su reflejo en los pasillos superpoblados de esta casa que se parece al paraíso de los li-bros. Ya tiene 83 años; ha adelgazado: lleva una dieta que lo alejó del whisky y de otros excesos, así que muestra el estómago achata-do como una gloria conquistada en una bata-lla sin sangre.

Es uno de los grandes filólogos del mun-do; desde muy joven ganó notoriedad como tal, pero un día quiso demostrar que el mo-vimiento narrativo se demuestra andando y publicó, con un éxito planetario, la novela El nombre de la rosa (1980), cuyo misterio, cul-tura e ironía asombraron al mundo.

Desde ese éxito que hubiera envanecido a cualquiera no ha dejado de trabajar, como fi-lólogo y como novelista, y desde entonces el profesor Eco es también el novelista Eco; aho-ra aparece con una nueva novela que le nace desde el centro mismo de sus intereses ciu-dadanos: él se siente un periodista cuyo com-promiso civil lo ha llevado durante décadas a hacer autocrítica del oficio. Número cero pin-ta a un editor que monta un periódico que no saldrá, pero cuya presencia le sirve al magna-te para intimidar y chantajear a sus adversa-rios. ¿Puede pensarse legítimamente en que en ese editor está la metáfora de Berlusconi, el gran magnate de los medios en Italia?, le pregunté a Eco. El profesor dijo: “Si quiere ver en Vimecarte un Berlusconi, adelante, pero hay muchos Vimecarte en Italia”.

Una novela sobre el periodismo. ¿Por qué?Llevo escribiendo críticas del oficio desde

los años 60, además de tener en el bolsillo el carnet de periodista. Escribir sobre cierto tipo de periodismo era una idea que me ron-daba en la cabeza desde siempre. Hay lectores que han encontrado en Número cero el eco de muchos artículos míos, cuya sustancia he utilizado porque ya se sabe que la gente se ol-vida mañana de lo que leyó hoy. Hasta el prin-cipio del libro es muy mío, pues ese episodio en que el agua no sale del grifo era también el principio de El péndulo de Foucault. Por aquel entonces, alguien me dijo que no era una buena metáfora, y la quité; pero ahora me gustó esa idea, el agua que se retiene en el grifo y no sale, y tú esperas que por lo menos salga una gota. Bajé al sótano, encontré aquel primer manuscrito y la volví a usar. Todo es así: en la discusión que hay con Bragadoccio (un periodista clave en la trama de la novela) sobre qué coche comprar, lo que escribo es un listado que hice en los años 90 cuando yo mismo no sabía qué auto quería.

Número cero está llena de referencias al cinismo del editor que pone en marcha un periódico para extorsionar... Tenía en mi mente a un personaje de la

historia de Italia, Pecorelli, un periodista que hacía chantajes y no precisaba llegar a los quioscos: bastaba con que amenazara con di-fundir una noticia que podría ser grave para los intereses de otro. Al escribir el libro pen-saba en ese periodismo que existió siempre y que en Italia recibió recientemente el nom-bre de “máquina del fango”.

¿En qué consiste?En que para deslegitimar al adversario no

hace falta que lo acuses de matar a su abuela o de que es un pedófilo: es suficiente con di-fundir sospecha sobre sus actitudes cotidia-nas. En la novela, aparece un magistrado (que existió en realidad) al que no se descalifica directamente, se dice sólo que es estrafalario, que usa medias de colores. Un hecho verda-dero, consecuencia de la máquina del fango.

El director del periódico que no llega a salir, dice a través de su testaferro:

“Es que la noticia no existe, el periodista la crea”.Sí, naturalmente. Mi novela no es sólo un

acto de pesimismo sobre el periodismo de fango; acaba con un programa de la BBC, que es un ejemplo de buen hacer. Porque hay pe-riodismo y periodismos. Lo llamativo es que cuando se habla del malo, todos los periódi-cos tratan de hacer creer que se está hablan-do de otros. Muchos diarios se han recono-cido en Número cero, pero han hecho como que estaba hablando de otro.

El periodista está retratado también como un paranoico en busca de una historia cueste lo que cueste, y babea cuando cree encontrarlaOcurre cuando Bragadoccio encuentra

la autopsia de Mussolini. Siempre he dicho, también cuando escribía novelas históricas, que la realidad es más novelesca que la fic-ción. En La isla del día antes, describo a un personaje haciendo un extraño experimen-to para descubrir las longitudes; es muy có-mico, y la gente dijo: “Mira qué bonita la invención de Eco”. Pues era de Galileo, que también tenía ideas locas. Si buceas en la

historia, puedes hallar episodios más dra-máticos, más cómicos, y también más verda-deros, que los que puede inventar cualquier novelista. Por ejemplo, mientras busqué ma-terial para Número cero hallé la autopsia en-tera de Mussolini. Y se la serví al personaje Bragadoccio, periodista de investigación, que babeaba mientras la iba utilizando para su crónica sobre la conspiración que se inventó.

Y usted no la inventó, claro.Está en internet, es así. Luego es muy fácil

imaginar que un personaje tan paranoico y tan obsesivo como ese periodista empiece a gozar tanto de la autopsia como de las calave-ras que encuentra en la iglesia de Milán por donde pasa su historia. También en este caso de la iglesia todo es verdadero: he intentado dibujar una Milán secreta, con esas calles, esas iglesias, que albergan realidades que pa-recerían fantasías.

Ahora realidad y fantasía tienen un tercer aliado, internet, que ha cambiado por completo el periodismo.Internet puede haber tomado el puesto

del periodismo malo. Si sabes que estás le-yendo un periódico como El País, La Repub-blica, Corriere della Sera, puedes pensar que existe un cierto control de la noticia y te fías. En cambio, si lees un periódico como aque-llos ingleses de la tarde, sensacionalistas, no te fías. Con internet ocurre al contrario: te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Pien-sa tan sólo en el éxito que tiene en internet cualquier página web que hable de complots o en la que se inventen historias absurdas: tienen un increíble seguimiento de perso-nas que se las toman en serio.

Ya es difícil pensar en el mundo del periodismo que protagonizaban, aquí, en Italia, gente como Piero Ottone¡Pero la crisis del periodismo en el mun-

do empezó en los cincuenta y sesenta, justo cuando llegó la televisión, antes de que ellos desaparecieran! Hasta entonces, el periódico te contaba lo que pasaba la tarde anterior, por eso muchos se llamaban diarios de la tarde: Corriere della Sera, Le Soir, La Tarde, Evening Standard. Desde la invención de la televisión, el periódico te dice por la maña-na lo que ya sabías. Y ahora pasa igual. ¿Qué debe hacer un diario?

Dígalo ustedTiene que convertirse en un semanal.

Porque un semanal tiene tiempo, siete días para construir sus reportajes. Si lees Time o Newsweek, ves que varias personas han contribuido a una historia concre-ta, que han trabajado en ello semanas o meses, mientras que en un diario todo se hace de la noche a la maña-na. Un periódico que en 1944 tenía 4 páginas hoy tiene 64, con lo cual tiene que rellenar obsesivamen-te con noticias repetidas, cae en el cotilleo, no puede evitarlo. La crisis del periodismo es un pro-blema muy grave e importante.

¿Por qué es tan grave?Porque es cierto que,

como decía Hegel, la lectu-ra de los periódicos es la oración de la ma-ñana del hombre

La portada de la edición en español de la nueva novela (arriba); el reconocido escritor y filólogo italiano (derecha).

moderno. Y yo no consigo tomarme mi café de la mañana si no hojeo el diario; pero es un ritual casi afectivo y religioso, porque lo hojeo mirando los titulares, y por ellos me doy cuenta de que casi todo lo había sabido la noche anterior. Como mucho, leo un edi-torial o un artículo de opinión. Ésta es la crisis del periodismo contemporáneo. ¡Y de aquí no se sale!

¿De verdad cree que no?El periodismo podría tener otra función.

Estoy pensando en uno que haga una críti-ca cotidiana de internet, y es algo que ocu-rre poquísimo. Un periodismo que me diga: “Mirá qué hay en internet, mirá qué cosas falsas se están diciendo, reaccioná ante eso, yo te lo muestro”. Y eso se puede hacer tran-quilamente. Sin embargo, se piensa aún que el diario está hecho para que lo lean unos señores viejos -ya que los jóvenes no leen-, que además no usan internet. Habría que hacer un periódico que se convierta no sólo en la crítica de la realidad cotidiana, sino también en la crítica de la realidad vir-tual. Es un posible futuro para un buen periodismo.

En su novela, un editor concibe un periódico que no va a salir, para dar miedo. ¿Es una metáfora de lo que sucede?Y no sólo. Profundizo en la técnica del

dossier. El chantaje consiste en anunciar una documentación, un informe. La carpeta puede estar vacía, pero la amenaza de que existe basta: cada uno tiene un cadáver en el armario o a lo mejor ha tenido una multa por exceso de velocidad hace treinta años. La amenaza de la existencia de un dossier es fundamental. Filósofos ilustres como Sim-mel y otros han dicho que el secreto más po-deroso es el secreto vacío. Además, es una técnica infantil: el niño dice (burlándose]): “¡Yo sé una cosa que tu no sabes!”. Y eso es una amenaza. Muchos de los secretos están vacíos y por eso son mucho más poderosos. Luego vas a ver los verdaderos informes y sólo son recortes de prensa. Se venden a un gobierno y a los servicios secretos o a la poli-cía, llenos de cosas que sabíamos todos, me-nos los servicios secretos.

Número cero es ficción, pero todo se puede verificar en la realidad.Es el periodismo real del que hablo. Los

periódicos especializados en la máquina del fango existen. No todos usan esta máquina, pero existen los que sí, y por una modesta suma de dinero podría dar los nombres.

¿Y cómo se sale del fango?Dando noticias acreditadas. Además, ¿qué

es la máquina del fango? Normalmente se utiliza para deslegitimar al adversario y des-prestigiarlo sobre cuestiones privadas. En la época áurea, si no te gustaba un presidente

de los Estados Unidos, ya fuera Lincoln o Ken-nedy, lo matabas; era por así decirlo un pro-cedimiento honesto, como se hace en la gue-rra. En cambio, con Nixon y con Clinton se produjo una deslegitimación basada en cues-tiones privadas. Uno incitaba a robar papeles, el otro hacía cosas con una chica en su estu-dio. Ésta es la máquina del fango. Aquel juez de Rímini de mi libro (que existió realmente, en otra ciudad) llevaba medias estrafalarias, fumaba demasiado. En realidad, había dicta-do una sentencia que no le había gustado a Berlusconi. Y lo que hizo la maquinaria del exprimer ministro fue buscar su desprestigio a través de episodios menores. Puedes desle-gitimar a Netanyahu por lo que hace con Pa-lestina. Pero si lo acusas, pongo por caso, de pedófilo, entonces ya no estarás funcionando con hechos, sino que estás poniendo en mar-cha la máquina del fango.

Frente a la máquina del fangoLas pruebas, las noticias contrastadas. Al

fin y al cabo, en Italia, Berlusconi fue pues-to contra las cuerdas contando lo que hacía por la noche en su casa. Se podían decir de él cosas mucho más graves, sobre sus conflictos de intereses, por ejemplo. Pero eso dejaba al público indiferente. Y en cuanto se probó que estaba con una menor de edad, entonces se lo puso en dificultades. Como ves, ¡hasta defien-do a Berlusconi! Él ha sido vencido a partir de revelaciones sobre su vida privada.

¿Concibe que un día no haya periódicos?Es un riesgo muy grave porque, después

de todo lo que he dicho de malo sobre el pe-riodismo, la existencia de la prensa es toda-vía una garantía de democracia, de libertad, porque la pluralidad de los diarios ejerce una función de control. Pero, para no morir, el pe-riódico tiene que saber cambiar y adaptarse. No puede limitarse a hablar del mundo. Ya lo he dicho: tiene que opinar mucho más del mundo virtual. Un periódico que sepa anali-zar y criticar lo que aparece en Internet ten-dría una función. En cambio, el diario fun-ciona todavía como si la Red no existiera. ¡Es como si no se ocuparan nunca de su mayor adversario!

¿Es su adversario?Sí. Porque lo puede matar…

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Eco: Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo

EN SU NUEVA NOVELA, NÚMERO CERO, UMBERTO ECO REFLEXIONA SOBRE EL CHANTAJE EN EL PERIODISMO Y EL FUTURO DE LOS PERIÓDICOS FRENTE A LOS MEDIOS VIRTUALES.

Juan Cruz La Nación - Argentina

LIBROS

Umberto Eco tiene a la entrada de su casa de Milán el periódi-co de su pueblo, que recibe dia-riamente. Cuando le pedimos fotos de su juventud fue a una

computadora, que es el centro borgiano de su aleph particular, su despacho, y encontró las que lo llevan al principio mismo de su vida. Todo lo hace con eficacia y buen humor, rápi-damente; lleva en la boca el tabaco apagado con el que seguramente huye del tabaco.

Tiene una inteligencia directa, no rehúye nada, ni hace circunloquios. Acostumbrado a pesar las palabras, las dice como si le vinie-ran dadas por un ejercicio intelectual que tie-ne su reflejo en los pasillos superpoblados de esta casa que se parece al paraíso de los li-bros. Ya tiene 83 años; ha adelgazado: lleva una dieta que lo alejó del whisky y de otros excesos, así que muestra el estómago achata-do como una gloria conquistada en una bata-lla sin sangre.

Es uno de los grandes filólogos del mun-do; desde muy joven ganó notoriedad como tal, pero un día quiso demostrar que el mo-vimiento narrativo se demuestra andando y publicó, con un éxito planetario, la novela El nombre de la rosa (1980), cuyo misterio, cul-tura e ironía asombraron al mundo.

Desde ese éxito que hubiera envanecido a cualquiera no ha dejado de trabajar, como fi-lólogo y como novelista, y desde entonces el profesor Eco es también el novelista Eco; aho-ra aparece con una nueva novela que le nace desde el centro mismo de sus intereses ciu-dadanos: él se siente un periodista cuyo com-promiso civil lo ha llevado durante décadas a hacer autocrítica del oficio. Número cero pin-ta a un editor que monta un periódico que no saldrá, pero cuya presencia le sirve al magna-te para intimidar y chantajear a sus adversa-rios. ¿Puede pensarse legítimamente en que en ese editor está la metáfora de Berlusconi, el gran magnate de los medios en Italia?, le pregunté a Eco. El profesor dijo: “Si quiere ver en Vimecarte un Berlusconi, adelante, pero hay muchos Vimecarte en Italia”.

Una novela sobre el periodismo. ¿Por qué?Llevo escribiendo críticas del oficio desde

los años 60, además de tener en el bolsillo el carnet de periodista. Escribir sobre cierto tipo de periodismo era una idea que me ron-daba en la cabeza desde siempre. Hay lectores que han encontrado en Número cero el eco de muchos artículos míos, cuya sustancia he utilizado porque ya se sabe que la gente se ol-vida mañana de lo que leyó hoy. Hasta el prin-cipio del libro es muy mío, pues ese episodio en que el agua no sale del grifo era también el principio de El péndulo de Foucault. Por aquel entonces, alguien me dijo que no era una buena metáfora, y la quité; pero ahora me gustó esa idea, el agua que se retiene en el grifo y no sale, y tú esperas que por lo menos salga una gota. Bajé al sótano, encontré aquel primer manuscrito y la volví a usar. Todo es así: en la discusión que hay con Bragadoccio (un periodista clave en la trama de la novela) sobre qué coche comprar, lo que escribo es un listado que hice en los años 90 cuando yo mismo no sabía qué auto quería.

Número cero está llena de referencias al cinismo del editor que pone en marcha un periódico para extorsionar... Tenía en mi mente a un personaje de la

historia de Italia, Pecorelli, un periodista que hacía chantajes y no precisaba llegar a los quioscos: bastaba con que amenazara con di-fundir una noticia que podría ser grave para los intereses de otro. Al escribir el libro pen-saba en ese periodismo que existió siempre y que en Italia recibió recientemente el nom-bre de “máquina del fango”.

¿En qué consiste?En que para deslegitimar al adversario no

hace falta que lo acuses de matar a su abuela o de que es un pedófilo: es suficiente con di-fundir sospecha sobre sus actitudes cotidia-nas. En la novela, aparece un magistrado (que existió en realidad) al que no se descalifica directamente, se dice sólo que es estrafalario, que usa medias de colores. Un hecho verda-dero, consecuencia de la máquina del fango.

El director del periódico que no llega a salir, dice a través de su testaferro:

“Es que la noticia no existe, el periodista la crea”.Sí, naturalmente. Mi novela no es sólo un

acto de pesimismo sobre el periodismo de fango; acaba con un programa de la BBC, que es un ejemplo de buen hacer. Porque hay pe-riodismo y periodismos. Lo llamativo es que cuando se habla del malo, todos los periódi-cos tratan de hacer creer que se está hablan-do de otros. Muchos diarios se han recono-cido en Número cero, pero han hecho como que estaba hablando de otro.

El periodista está retratado también como un paranoico en busca de una historia cueste lo que cueste, y babea cuando cree encontrarlaOcurre cuando Bragadoccio encuentra

la autopsia de Mussolini. Siempre he dicho, también cuando escribía novelas históricas, que la realidad es más novelesca que la fic-ción. En La isla del día antes, describo a un personaje haciendo un extraño experimen-to para descubrir las longitudes; es muy có-mico, y la gente dijo: “Mira qué bonita la invención de Eco”. Pues era de Galileo, que también tenía ideas locas. Si buceas en la

historia, puedes hallar episodios más dra-máticos, más cómicos, y también más verda-deros, que los que puede inventar cualquier novelista. Por ejemplo, mientras busqué ma-terial para Número cero hallé la autopsia en-tera de Mussolini. Y se la serví al personaje Bragadoccio, periodista de investigación, que babeaba mientras la iba utilizando para su crónica sobre la conspiración que se inventó.

Y usted no la inventó, claro.Está en internet, es así. Luego es muy fácil

imaginar que un personaje tan paranoico y tan obsesivo como ese periodista empiece a gozar tanto de la autopsia como de las calave-ras que encuentra en la iglesia de Milán por donde pasa su historia. También en este caso de la iglesia todo es verdadero: he intentado dibujar una Milán secreta, con esas calles, esas iglesias, que albergan realidades que pa-recerían fantasías.

Ahora realidad y fantasía tienen un tercer aliado, internet, que ha cambiado por completo el periodismo.Internet puede haber tomado el puesto

del periodismo malo. Si sabes que estás le-yendo un periódico como El País, La Repub-blica, Corriere della Sera, puedes pensar que existe un cierto control de la noticia y te fías. En cambio, si lees un periódico como aque-llos ingleses de la tarde, sensacionalistas, no te fías. Con internet ocurre al contrario: te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Pien-sa tan sólo en el éxito que tiene en internet cualquier página web que hable de complots o en la que se inventen historias absurdas: tienen un increíble seguimiento de perso-nas que se las toman en serio.

Ya es difícil pensar en el mundo del periodismo que protagonizaban, aquí, en Italia, gente como Piero Ottone¡Pero la crisis del periodismo en el mun-

do empezó en los cincuenta y sesenta, justo cuando llegó la televisión, antes de que ellos desaparecieran! Hasta entonces, el periódico te contaba lo que pasaba la tarde anterior, por eso muchos se llamaban diarios de la tarde: Corriere della Sera, Le Soir, La Tarde, Evening Standard. Desde la invención de la televisión, el periódico te dice por la maña-na lo que ya sabías. Y ahora pasa igual. ¿Qué debe hacer un diario?

Dígalo ustedTiene que convertirse en un semanal.

Porque un semanal tiene tiempo, siete días para construir sus reportajes. Si lees Time o Newsweek, ves que varias personas han contribuido a una historia concre-ta, que han trabajado en ello semanas o meses, mientras que en un diario todo se hace de la noche a la maña-na. Un periódico que en 1944 tenía 4 páginas hoy tiene 64, con lo cual tiene que rellenar obsesivamen-te con noticias repetidas, cae en el cotilleo, no puede evitarlo. La crisis del periodismo es un pro-blema muy grave e importante.

¿Por qué es tan grave?Porque es cierto que,

como decía Hegel, la lectu-ra de los periódicos es la oración de la ma-ñana del hombre

La portada de la edición en español de la nueva novela (arriba); el reconocido escritor y filólogo italiano (derecha).

moderno. Y yo no consigo tomarme mi café de la mañana si no hojeo el diario; pero es un ritual casi afectivo y religioso, porque lo hojeo mirando los titulares, y por ellos me doy cuenta de que casi todo lo había sabido la noche anterior. Como mucho, leo un edi-torial o un artículo de opinión. Ésta es la crisis del periodismo contemporáneo. ¡Y de aquí no se sale!

¿De verdad cree que no?El periodismo podría tener otra función.

Estoy pensando en uno que haga una críti-ca cotidiana de internet, y es algo que ocu-rre poquísimo. Un periodismo que me diga: “Mirá qué hay en internet, mirá qué cosas falsas se están diciendo, reaccioná ante eso, yo te lo muestro”. Y eso se puede hacer tran-quilamente. Sin embargo, se piensa aún que el diario está hecho para que lo lean unos señores viejos -ya que los jóvenes no leen-, que además no usan internet. Habría que hacer un periódico que se convierta no sólo en la crítica de la realidad cotidiana, sino también en la crítica de la realidad vir-tual. Es un posible futuro para un buen periodismo.

En su novela, un editor concibe un periódico que no va a salir, para dar miedo. ¿Es una metáfora de lo que sucede?Y no sólo. Profundizo en la técnica del

dossier. El chantaje consiste en anunciar una documentación, un informe. La carpeta puede estar vacía, pero la amenaza de que existe basta: cada uno tiene un cadáver en el armario o a lo mejor ha tenido una multa por exceso de velocidad hace treinta años. La amenaza de la existencia de un dossier es fundamental. Filósofos ilustres como Sim-mel y otros han dicho que el secreto más po-deroso es el secreto vacío. Además, es una técnica infantil: el niño dice (burlándose]): “¡Yo sé una cosa que tu no sabes!”. Y eso es una amenaza. Muchos de los secretos están vacíos y por eso son mucho más poderosos. Luego vas a ver los verdaderos informes y sólo son recortes de prensa. Se venden a un gobierno y a los servicios secretos o a la poli-cía, llenos de cosas que sabíamos todos, me-nos los servicios secretos.

Número cero es ficción, pero todo se puede verificar en la realidad.Es el periodismo real del que hablo. Los

periódicos especializados en la máquina del fango existen. No todos usan esta máquina, pero existen los que sí, y por una modesta suma de dinero podría dar los nombres.

¿Y cómo se sale del fango?Dando noticias acreditadas. Además, ¿qué

es la máquina del fango? Normalmente se utiliza para deslegitimar al adversario y des-prestigiarlo sobre cuestiones privadas. En la época áurea, si no te gustaba un presidente

de los Estados Unidos, ya fuera Lincoln o Ken-nedy, lo matabas; era por así decirlo un pro-cedimiento honesto, como se hace en la gue-rra. En cambio, con Nixon y con Clinton se produjo una deslegitimación basada en cues-tiones privadas. Uno incitaba a robar papeles, el otro hacía cosas con una chica en su estu-dio. Ésta es la máquina del fango. Aquel juez de Rímini de mi libro (que existió realmente, en otra ciudad) llevaba medias estrafalarias, fumaba demasiado. En realidad, había dicta-do una sentencia que no le había gustado a Berlusconi. Y lo que hizo la maquinaria del exprimer ministro fue buscar su desprestigio a través de episodios menores. Puedes desle-gitimar a Netanyahu por lo que hace con Pa-lestina. Pero si lo acusas, pongo por caso, de pedófilo, entonces ya no estarás funcionando con hechos, sino que estás poniendo en mar-cha la máquina del fango.

Frente a la máquina del fangoLas pruebas, las noticias contrastadas. Al

fin y al cabo, en Italia, Berlusconi fue pues-to contra las cuerdas contando lo que hacía por la noche en su casa. Se podían decir de él cosas mucho más graves, sobre sus conflictos de intereses, por ejemplo. Pero eso dejaba al público indiferente. Y en cuanto se probó que estaba con una menor de edad, entonces se lo puso en dificultades. Como ves, ¡hasta defien-do a Berlusconi! Él ha sido vencido a partir de revelaciones sobre su vida privada.

¿Concibe que un día no haya periódicos?Es un riesgo muy grave porque, después

de todo lo que he dicho de malo sobre el pe-riodismo, la existencia de la prensa es toda-vía una garantía de democracia, de libertad, porque la pluralidad de los diarios ejerce una función de control. Pero, para no morir, el pe-riódico tiene que saber cambiar y adaptarse. No puede limitarse a hablar del mundo. Ya lo he dicho: tiene que opinar mucho más del mundo virtual. Un periódico que sepa anali-zar y criticar lo que aparece en Internet ten-dría una función. En cambio, el diario fun-ciona todavía como si la Red no existiera. ¡Es como si no se ocuparan nunca de su mayor adversario!

¿Es su adversario?Sí. Porque lo puede matar…

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6 Domingo 12 de abril de 2015

Me han acusado de varias cosas en la vida, pero hay una que se repite: dicen que soy un acumu-lador. No tanto un coleccionis-ta que persigue objetos raros,

únicos e invaluables, sino alguien que acumula interminablemente revistas, libros, periódicos, películas, tazas para el café, discos, y le cuesta mucho deshacerse de ellos. Cada día es un buen pretexto para llevar algo a casa, para incremen-tar esa recopilación silenciosa. El acumulador nunca tendrá espacio suficiente para sus ob-jetos. Entre éstos y él hay un valor entendido: cada cuarto, cada mueble, cada rincón del ho-gar será ocupado, en principio, por los objetos; así hasta el desborde. Tampoco tendrá tiempo para apreciarlos con justicia: basta que vivan con él. Viene de pronto a mi memoria una casa que habité durante algunos años. En aquel lu-gar apenas había espacio para dormir y, aunque diminuto, para comer. No podía recibir visitas,

no existía lugar para sentarse. La sala, el come-dor, los cuartos, la cocina, todo estaba invadido por libros, diarios, revistas y otras curiosidades sumadas en el camino. Exhortado por un ami-go, una mañana me propuse revisar lo acumu-lado y desechar aquellas cosas que, por alguna razón, ya no necesitara. La agotadora faena co-menzó a las diez de la mañana y terminó a las once de la noche con un resultado frustrante: de entre miles de libros y revistas, sólo pude elegir diez para deshacerme de ellos (y fue doloroso). Esa noche entendí que mi conducta se acercaba al trastorno obsesivo del acumulador.

Para un espectador o un visitante, la mo-rada de un acumulador puede parecer un completo desorden. Sin embargo, quien ha-bita en ese aparente caos sabe perfectamen-te lo que tiene y dónde lo tiene, puesto que pasan meses y años sin que los objetos sean movidos de lugar, creando así una especie de orden en el desorden que da tranquilidad al acumulador. Durante un tiempo me acos-tumbré a leer y escribir en el comedor frente a manzanas, plátanos, peras, latas de jugo, li-bros, recibos de pago, una caja de cereal y un cúmulo de revistas. El comedor estaba frente a una ventana por donde se observaba la ca-lle y se colaba la horripilante música de mis vecinos. A un lado había dos pequeñas mesas de madera que sostenían, ya con mucho es-fuerzo, cuatro torres de libros y una porción irremediable de polvo. Para evitar que caye-ran esas mesas y me asustaran en la noche, tuve que empotrarles una silla que hacía las veces de muleta. Al otro lado, descansaba un mueble color vino atestado de libros infan-tiles: cuentos, novelas y poesía. Finalmente, a mis espaldas había una barra cubierta de azulejos sobre la que yacía todo tipo de pe-riódicos y recortes para algún proyecto de es-critura. Admito que era un desorden, pero yo me entendía y me movía dentro de él.

La pasión de acumularREVISTAS, LIBROS, PERIÓDICOS, PELÍ-CULAS, DISCOS Y LA DELGADA LÍNEA ENTRE COLECCIONAR Y ACUMULAR.

Irad NietoEl Malpensante

El coleccionismo puede ser un arte... o una obsesión.

Las posesiones relajan y tensan al acumula-dor. Cada objeto es una puerta de entrada a un mar de recuerdos. La memoria de una ciudad, un viaje, un regreso; los hechizos del amor y el desamor. Todavía guardo en algún lugar las cartas de una mujer que amé con intensidad; incluso creo recordar el perfume que transpor-taban de una ciudad a otra, el pulso joven de su escritura y la cantidad de sueños que a los dos nos arrastraba. De aquello ni siquiera cenizas quedan, pero no he podido eliminar esas car-tas. Como tampoco tantos libros y revistas que me devuelven, entre recuerdos, en un extraño vaivén, al pasado. Alguna vez visité a una chica en la ciudad de Guadalajara y pasamos un fin de semana inolvidable. A mi regreso, antes de abordar un autobús en la terminal de aquella ciudad, ella me regaló una revista que incluía la colaboración de un ensayista que yo admira-ba. Subí maravillado al camión; en apenas unos minutos devoré aquel ensayo de Gabriel Zaid. Por varios años atesoré la publicación sólo por-que me ligaba a ese momento, a esa persona y a esa noche; era la manera de revivir una felici-dad. El acumulador se estaciona en sus objetos porque en ellos se petrifica también cada ins-tante, cada soplo de vida.

“Cuántas cosas surgen de la memoria una vez que uno se zambulle en la montaña de cajones para empezar a sacar los libros como de una mina a cielo abierto o, mejor dicho, de la noche cerrada”, escribió Walter Benja-min mientras desembalaba su biblioteca. El filósofo, antes de llevar sus libros al silencio de los anaqueles, nos invita a compartir la atmósfera que evocan los libros en un colec-cionista; también en un acumulador, agrega-ría yo. Pero más allá de los libros, para ese tipo de personajes cada objeto porta una evo-cación, un resurgimiento, por eso les es casi imposible abandonarlos. Un acumulador es un viajero en el tiempo.

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7Domingo 12 de abril de 2015

Desde cuando sentí la discrimina-ción racial en carne propia y dejé de creer en la historia oficial de los vencedores, me resistí a com-partir el racismo existente en el

país, donde la mayoría de los indígenas y ne-gros no compartía la mesa del patrón ni for-maba parte de las esferas de gobierno.

Los negros no figuran en los libros oficia-les de historia, aunque desde la época de la Colonia viven en la región subtropical de los Yungas, donde se establecieron como agricul-tores, sin haber olvidado su historia ni su pa-sado. Y, por mucho que no sepan precisar si sus antepasados fueron traídos de Senegal o de otras costas del oeste africano, siguen con-servando la tradición de coronar a su rey en la Bolivia contemporánea, pues, según cuen-ta la leyenda, había un rey entre los negros que fueron empleados como bestias de carga en las minas de Potosí.

Sin embargo, lo patético de esta realidad es que, mientras los afrobolivianos vienen coronando a sus reyes desde 1932, la mayo-ría de los niños bolivianos, que aprendimos a conocer África a través de las historietas de Tarzán, no veíamos en las calles a más negros que a los mestizos, con las caras pintadas con betún y disfrazados con vistosos atuendos, bailando de morenos y tundiquis en las festi-vidades del carnaval.

Cuando los niños veíamos en la calle a un negro de verdad, nos pellizcábamos los bra-zos y decíamos al unísono: “¡Suerte para mí! ¡Suerte para mí!”. En cambio algunos, que con-fundían el exotismo con el racismo y veían a un negro en sus sueños, se despertaban espan-tados y, restregándose los ojos, exclamaban: “¡Enfermedad! ¡Enfermedad!...”.

A medida que fui creciendo, comprendí que el negro no sólo simbolizaba la suerte, sino también la mala suerte y la enfermedad. De modo que en una conversación coloquial, no era extraño que alguien dijera: “pasarlas negra” o “tener la negra”, en lugar de decir: “me encuentro en una situación difícil” o “tengo mala suerte”. Pero la frase que más me golpeó, como convocándome a una re-flexión necesaria, fue la que escuché en boca de una de mis maestras, quien, a tiempo de enseñarnos la fotografía de un minero, dijo: “Este hombre tiene el color de sufrido”. Des-de entonces no he dejado de pensar en que es-tas expresiones de desprecio, que los criollos y mestizos utilizan para referirse despectiva-mente a una persona de tez negra, trasluce una clara discriminación racial.

Ahora entiendo mejor el por qué mi tía, una señora presumida y acomplejada, me aplica-ba las cremas protectoras en la cara y me po-nía un gorro de visera ancha. Claro que no era para cubrirme la piel del abrasante sol del alti-plano, sino para evitar que los vecinos me con-fundieran con “los niños de color sufrido”. Por suerte, a mi tía no se le ocurrió la idea de blan-quearme la piel a la fuerza, como a ese negrito del cuento que murió de pulmonía, de tanto que su ama lo refregaba en leche fría. Ése fue el precio que el negrito pagó por su color.

Con el transcurso del tiempo, y gracias a los sermones de un cura tercermundista, mi tía se fue liberando de sus prejuicios raciales y empezó a entender que el hombre negro no era un castigo divino, ni un ser llegado de las catacumbas del infierno, sino un individuo como cualquier otro, con los mismos dere-chos y las mismas responsabilidades. Apren-dió también a rescatar los valores culturales de ese continente que tanto aportó a la cultura universal; empezó a gustar del jazz, esa músi-ca que tiene su origen en los ritmos africanos, y empezó a leer las poesías de Nicolás Guillén y las novelas de Nadime Gordimer, cuyos tex-tos están inspirados en los mitos, leyendas y relatos que los africanos conservaron en la memoria colectiva y la tradición oral. Mi tía cambió tanto que, además de llamarme ‘Ne-grito’ con cariño, acabó reconociendo que la madre del género humano era negra y vivió

en África, allí donde se encuentran las raíces del árbol genealógico de la humanidad.

Si bien es cierto que mi tía se liberó de sus prejuicios y los afrobolivianos gozan de ma-yor libertad que durante la Colonia y la Repú-blica, es también cierto que algunos sectores de la sociedad, constituidos por los estamen-tos más conservadores de la clase dominante, continúan manifestando conceptos peyorati-vos contra el negro.

El hecho de agitar las banderas de la bio-logía racial y el socialdarwinismo, y plantear la tesis reaccionaria de que los blancos, gené-ticamente, son superiores a los negros, y que debido a su inteligencia ocupan los puestos de preferencia en la cúspide de la pirámide so-cial, es una forma de afirmar que los negros son “brutos” y “pobres” por herencia genética; una mentira universal que rechazo enérgica-mente, ya que ni la pobreza, ni la discrimina-ción racial, ni la división de la sociedad en cla-ses, corresponden a un orden natural de las cosas, sino a factores históricos y económicos que determinaron que lo blanco esté arriba y lo oscuro esté abajo.

En lo que a mí respecta, una vez más, me re-sisto a compartir la opinión de quienes creen todavía en la supremacía del hombre blanco, sobre todo cuando sé que Europa y América tienen una enorme deuda con África, con esa cultura que tanto aportó al patrimonio espiri-tual y material de la humanidad.

Una reflexión necesariaUNA VALORACIÓN DE LA CULTURA AFRO, SU ORIGEN Y SITUACIÓN.

Víctor Montoya Escritor y pedagogo

El tráfico de esclavos fue un negocio rentable.

En la página siete del número anterior de La Esquina, correspondiente al 5 de abril de este año, accidentalmente se omitió el crédito de autoría del artículo relato titulado El Caballero de la Triste Figura, cuyo creador era Víctor Montoya, colaborador habitual de este suplemento. Pedimos las disculpas correspondientes al escritor y a los lectores por esta errata involuntaria.

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8 Domingo 12 de abril de 2015

Es el llamado continente “perdi-do” que según la leyenda en remo-tos tiempos se habría hundido por efecto de un cataclismo. Según la mitología, durante el reparto del

mundo que se diera entre los dioses del Olim-po, a Poseidón (dios de los mares y terremotos) le correspondió el dominio del vasto elemen-to acuático, estableciendo su trono en la coli-na central de la gran isla, donde huyendo de sus pretendientes se había refugiado la her-mosa Clito, con la cual procreó diez hijos, en-tre ellos el primogénito Atlas, en cuyo honor bautizó con su nombre aquellos dominios...

Se dice que en torno a su capital rodeada por tres anillos concéntricos que se conectaban con el océano a través de amplios canales, sus pri-vilegiados habitantes establecieron la primera y más adelantada civilización del planeta, posee-dora de adelantados conocimientos hidráulicos y científicos; pero también se cuenta que Posei-dón la castigó por develar la energía secreta que mueve al cosmos, haciéndola desaparecer con tan sólo agitar su tridente entre las aguas.

En el año 355 a. de C., Platón fue el prime-ro en mencionar que esta isla-continente, más grande que Libia y Asia juntas, “fue devastada por terribles maremotos e inundaciones, sien-do absorbida por las olas en el transcurso de un solo día y de una sola noche”. El filósofo más destacado de la antigüedad se ocupa del tema en dos de sus obras: Timeo, o de la Natura-leza y Crítias, o la Atlántida.

Según el pensamiento antiguo, se situaba al extremo oeste del Mediterráneo, más allá de las columnas de Hércules en el estrecho de Gibraltar, donde se creía que el mundo pla-no se precipitaba en profundos abismos, dan-do cuenta de los osados navegantes que hasta allí llegaban sirenas y monstruos infernales. El mismo Platón dudaba que más tarde se encon-traran rastros de ella, pues más allá era el océano “in-franqueable e imposible de explorar”…

Inicialmente, en el viejo mundo se supuso

tinente perdido se localiza en la altiplanicie boliviana de Aullagas, colindante por el norte con la región de Tiwanaku y por el sur con la montaña Sajama, que se halla íntegramente ta-tuada con líneas más largas y abundantes que las de Nazca (Perú), además de canales de tierra de hasta un kilómetro de ancho.

Por constituir la búsqueda de Atlántida tal vez el mayor mito viviente de todos los tiem-pos, ni ésta ni otras posibilidades se descar-tan, llamando en todo caso que la Real Acade-mia Española haya borrado su nombre en la versión vigésima segunda de su famoso Diccio-nario, aunque mantenga derivados tales como Atlas (cadena montañosa norafricana en alu-sión al primer rey atlante), Atlántides (las hi-jas de Atlas o Pléyades), Atlantes (habitantes de la Isla), Atlanticense (natural de una pro-vincia española), Atlantidense (natural del de-partamento de Honduras), además de los ad-jetivos atlantista (país suscriptor de la Otan), atlantideño, atlantiquense, etc .

La Atlántida es motivo de inspiración en más de 3.000 libros, junto a composiciones musica-les, piezas de teatro u ópera y varias películas. Así titula la epopeya lírica del poeta español Verdaguer, la obra del francés Pierre Benoit, la opereta del británico Sir Gerald Hargreaves, sin olvidar el nombre derivado del vastísimo océa-no que une las costas de Europa, Asia y América y, entre otros ejemplos, las ciudades norteame-ricanas de Atlanta y Atlantic City.

La palabra no es menos tangible que la me-moria o los sueños, y por tanto, las grandes utopías y quimeras no se borran fácilmen-te hasta que el tiempo las extinga de mane-ra natural, sino —por ejemplo— qué habría sido de Troya la ciudad tenida por legendaria hasta que el arqueólogo Heinrich Schlieman probó su existencia. Si alguna verosimilitud le otorgara la descripción de Platón, dejémos-la pervivir entre curiosidades enciclopedis-tas, aunque sólo fuera como simple parábola para advertir a las futuras civilizaciones (¿y tal vez la nuestra?), del peligro de desapare-cer de un día para otro por causas que mu-chas veces intentamos ignorar...

Algo más que etimologías: AtlántidaSU ORIGEN, HUNDIMIENTO Y MIS-TERIO HAN INFLUENCIADO EN EL ARTE Y EN NUESTRA COTIDIANIDAD.

Marcelo Arduz RuizEscritor

que los últimos sobrevivientes de la catástro-fe se habían refugiado —entre otros lugares— en oquedades rocosas y grutas subterráneas de las Islas Canarias, dando origen a los pri-mitivos Guanches, pero con el descubrimiento de América pronto el mito se trasladó hasta la otra orilla del océano.

Más adelante, la teoría se afianza al supo-ner la ciencia que paralelamente al hundi-miento del continente perdido, junto con el desierto del norte africano y otros lugares, hubiera emergido la cordillera de los Andes, bautizada con este nombre en remembranza

de la desaparición de los Atl-antis, es decir los súbditos del gigante Anteo, el último de los emperadores atlantes.

En varios libros, el viajero inglés Jim Allen, tras cotejar durante largos años las descripciones de Platón con fotos satelita-les, lanzó la osada hipótesis de que el con-

Una de las supuestas localizaciones de la Atlántida y su hipotético paisaje.

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