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ARTE QUE REESCRIBE LA HISTORIA MÁS DE UN CENTENAR DE OBRAS DE EDUARDO ESPINOZA SE EXHIBEN EN EL MUSEO NACIONAL, CONFIGURANDO UN TESTIMONIO DE LA HISTORIA CONSIDERADA NO OFICIAL DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX, EN BOLIVIA. LO QUE GALEANO MOSTRÓ Y DEJÓ LA OBRA DE EDUARDO GALEANO FUE MÁS QUE UNA DENUNCIA, YA QUE TUVO EL PODER DE HACER VISIBLE LO QUE PARA ALGUNOS GRUPOS ERA INVISIBLE, Y ASÍ ABRIR LOS OJOS DE PROPIOS Y EXTRAÑOS A UNA CRUDA REALIDAD AMERICANA, QUE PESE AL PASO DEL TIEMPO, RECIÉN HA ESBOZADO UNA REALIDAD RADIANTE Y UN FUTURO SOÑADO. 4 Y 5 6 Y 7 DOMINGO | 19 de abril de 2015 | año 6 | N° 281 Museo Nacional de Arte

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Page 1: La Esquina 19-04-15

ARTE QUE REESCRIBE LA HISTORIA MÁS DE UN CENTENAR DE OBRAS DE EDUARDO ESPINOZA SE EXHIBEN EN EL MUSEO NACIONAL, CONFIGURANDO UN TESTIMONIO DE LA HISTORIA CONSIDERADA NO OFICIAL DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX, EN BOLIVIA.

LO QUE GALEANO MOSTRÓ Y DEJÓ

LA OBRA DE EDUARDO GALEANO FUE MÁS QUE UNA DENUNCIA, YA QUE TUVO EL PODER DE HACER VISIBLE LO QUE PARA ALGUNOS GRUPOS ERA INVISIBLE, Y ASÍ ABRIR LOS OJOS DE PROPIOS Y EXTRAÑOS A UNA CRUDA REALIDAD AMERICANA, QUE PESE AL PASO DEL TIEMPO, RECIÉN HA ESBOZADO UNA REALIDAD RADIANTE Y UN FUTURO SOÑADO.

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DOMINGO | 19 de abril de 2015 | año 6 | N° 281

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2 Domingo 19 de abril de 2015

M ondacca ha resucitado una vez más al espíritu imba-tible de don Jaime, aseme-jado a este frío in-

misericorde de esta “La Paz oculta”.

Don Jaime Sáenz en escena es una co-queta invitación a volver a las hojas de “Felipe Delga-do”, “La noche”, “La Piedra Imán”, “El Aparapita”… una infinidad de “Toc-nolencias”.

“A cierta altura de la calle Chuquisaca había una chingana, donde había un ciego que tocaba el piano, no con las manos, con el alma”.

El ganador del premio al mejor actor en el XIV Festival de Teatro del Siglo de Oro Espa-ñol, El Paso, Estados Unidos y ciudad Juárez, México, con la obra “De Brujas y Alcobiteiras” (1989), interpreta a varios de los personajes paceños recuperados por Sáenz.

Aparece en escena, por ejemplo, don Her-menegildo Fernández, un señor gustoso de la comida picante.

Dicen que hacía comilonas en su casa que duraban tres, cuatro y hasta cinco días con motivo del cumpleaños de la madre, el en-tierro del tío, la confirmación del sobrino, las fiestas patrias, las fiestas de Todos Santos, las fiestas de Carnaval y que la madre molía ají colorado y ají amarillo ¡por arrobas¡ para los picantes y toda la gente caía en la casa de Hermenegildo Fernández.

No exento de humor, la obra nos toca, nos conmueve y nos revela lo que es la ciudad de La Paz y el sentir del personaje nacional.

“Hemos nacido en la altura, estamos bien cerquita del cielo, y eso se percibe cuando uno se distancia del país, no, uno vuelve y se hace carne a lo que dice la Matilde Ca-sazola: ‘con qué cadenas me atas, con qué hiervas me cautivas’. Eso es evidentemente y con Jaime Sáenz nos pasa algo así”, refiere el ganador del concurso “Raúl Salmón De La Barra”, con la obra “Atropos” de Wilder Cer-vantes (1994).

Oculto SaenzAMANTES DEL TEATRO (Y DE SAENZ) TIENEN EN MONDACCA Y SU ‘NO LE DIGAS...’ A UNA CITA OBLIGATORIA.

Juan Cori Periodista

NO LE DIGASTexto: Jaime Saenz

Si te encuentras con la Ninfano le digas que lloradodile que en los ríos me vistelavando oro para su cofredile que en los ríos me vistelavando oro para su cofre

Si te encuentras con la Trinino le digas que sufridodile que en los campos me viste buscando lirios para sus trenzasdile que en los campos me viste buscando lirios para sus trenzas

Si te pregunta la Floraacordándose de mino le digas que me has vistono le digas que la quieroen un rincón del olvido no le digas que la espero

en un rincón del olvido no le digas que la espero

DIRECTORAdalid Cabrera Lemuz

EDITOR GENERALJavier Mancilla Luna

EDITOR DE LA ESQUINAMiguel A. Rivera G.

Colaboradores: Marcelo Arduz Luis Rico Víctor MontoyaClaudio SánchezJuan CoriJuan Carlos Flores

Diseño: Eusebio Lazo Sumi

Diagramación: Horacio Copa Vargas

En palabras de David Mondacca, las obras que han convertido a Sáenz en el pilar “fun-damental de la literatura nacional” y que hoy recorren en su piel por los teatros del país.

Esta travesía, que ya tiene una larga data, y lleva el nombre de la poesía “No le digas...” de Sáenz, se nutre, precisamente, de aquellos tex-tos: “Vidas y muertes”, “Los cuartos”, “La piedra

imán”, “Felipe Delgado”, entre varios más.Conocido como uno de los monólo-

gos más intensos y fuertes, Mondocca lo puso en escena por primera vez en 1998 y en los años sucesivos ha calado con intensidad en los segmentos más jóvenes (y entre ellos me incluyo) de la población amante del teatro.

Sáenz, y con ayuda de Mondacca, re-vive el sentir paceño, de esa La Paz oculta

entre lo oculto, que vive y aflora de noche.Como se dijo, la obra parafrasea esa fa-

mosa cueca del vecino de Sopocachi, “No le digas...”, y que ha sido

adoptada en las notas de Willy Claure en una

exitosa cueca.Con esa habilidad

que posee, Mondac-ca dice: “Si te en-cuentras con don Jaime, no le digas que lo evoco, que me viste cortando re-tamas en su nombre…”.

1. Su obra ha propiciado que Saenz forme parte del paisaje paceño.2. Mondacca revive la mítica figura del escritor con su puesta en escena.

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largo de la historia narrada, donde ellos son los protagonistas principales o secundarios, los encargados de que el cuento o la novela sean verosímiles y el lector se identifique, de un modo consciente o inconsciente, con las acciones, pensamientos y sentimientos de es-tos personajes que, aun habiendo sido crea-dos por la inventiva de un autor, cobran vida propia en las obras literarias, como si de veras existieran en la realidad y estuvieran movién-dose cerquita del lector.

El personaje, independientemente de su edad, raza, sexo y condición social, debe ser, en el mejor de casos, algo más que un sim-ple estereotipo, en el que apenas se recono-cen ciertas características, cualidades y habi-lidades, que comparten los individuos reales y pertenecientes a una comunidad social y cul-tural determinadas. El personaje estereotipa-do, aunque es presentado como un modelo de cualidades y conductas, carece de vida propia y sus acciones tienden a ser maniqueas, ya sea porque representa inevitablemente la “bon-dad” o inconfundiblemente la “maldad”, pero en ningún caso encarnan las virtudes y los de-fectos inherentes a la condición humana.

Por otro lado, para que un personaje llene las expectativas del niño lector, cuya fantasía rebasa todos los límites de la lógica formal, debe liberase de la mano conductora de su au-tor y adquirir vida propia. Sólo así logrará so-brevivir al tiempo y espacio, y, lo que es más importante, logrará quedarse para siempre en el imaginario del lector. Quizás por eso la mayoría de las grandes obras de la literatura tienen un personaje con vida propia, que cap-ta el interés de los lectores y hasta es motivo de devoción, como los personajes que provie-nen de la cantera popular y se mantienen vi-vos gracias a la tradición oral transmitida de generación en generación.

La literatura infantil, como el resto de la literatura universal, tiene su mayor fuerza de gravitación en sus personajes que, lejos de ser simples clichés y criaturas de papel, son seres cargados de sentimientos, deseos, sensacio-nes y pensamientos similares a los que abri-gan los lectores, quienes, gracias a su capaci-dad de ensoñación, los conservan en la mente como si fuesen los eternos amigos de su vida.

Víctor Montoya Escritor y pedagogo

El denominativo de personaje pro-viene de la palabra persona, térmi-no de origen griego, que significaba máscara de actor o personaje tea-tral. En consecuencia, un personaje

típico es una suerte de arquetipo que reúne un conjunto de rasgos físicos, psicológicos, éti-cos y morales prefijados, y reconocidos por los lectores, quienes están acostumbrados a iden-tificarse con los protagonistas que forman parte de su mundo real o ficticio, y que, a su vez, realizan acciones positivas y beneficiosas en provecho de la colectividad.

Si se parte del principio de que es difícil concebir grandes obras sin grandes persona-jes, entonces es lógico deducir que la buena construcción de un personaje es de vital im-portancia en una obra literaria. No es casual que en la mayoría de los libros destinados a los niños, donde los personajes viven en un mundo maniqueo de “héroes/heroínas” y “vi-llanos/villanas”, se advierta que los persona-jes principales, asociados a la belleza, la ino-cencia, la sinceridad y la valentía, encarnan valores éticos y morales que contrastan con la escala de valores que representan los villanos.

Si la temática de una obra está llena de contrastes y conflictos, es imprescindible de-finir al antagonista con todos sus atributos, ya que él, en su condición de opositor, consti-tuirá otro de los protagonistas de la historia narrada. El antagonista, que no siempre tie-ne características humanas, cumple la fun-ción de ser un “antihéroe” enfrentado a los buenos propósitos de su rival que, en este caso, es el personaje principal de la histo-ria, con el cual se identifican los niños por varias razones emocionales y psicológicas, sobre todo cuando el autor logra que el “héroe” de la historia tenga virtudes que simbolicen la bondad, la justicia, las accio-nes positivas, la lucha contra el mal y la bús-queda de la felicidad.

En la literatura existe una clara distinción entre personas y personajes, es decir, en-tre personas reales y personajes litera-rios, tomando en cuenta que la perso-na pertenece al mundo real, mientras

que el personaje es la creación ficticia de un autor, quien le reviste con atributos que le permitan cumplir un rol protagónico dentro

de una historia narrada en cualquiera de los géneros literarios. Incluso en la poe-sía existe, de manera implícita o explíci-ta, una persona que cumple la función de narrador o de oyente imaginario, ya que el personaje es una construcción mental elaborada mediante el lenguaje y la imaginación del autor.

Los escritores, como es natural, con-vierten en lenguaje los elementos que observan y sobre los cuales arman las estructuras de su obra; uno de esos ele-mentos es el personaje central en torno

al cual debe girar el antecedente, el nudo y el desenlace de lo que se quiere trans-

mitir a los lectores a través del len-guaje que, en el caso de la literatu-ra infantil, debe tomar en cuenta el

grado de desarrollo idiomático, intelectual y emocional del destinatario.

Si la principal función de la literatu-ra es de carácter recreativo y no didácti-co, entonces tanto el personaje como el

argumento no tienen por qué trans-mitir necesariamente conoci-mientos escolares, ya que esta función la cumplen los libros de texto dentro del sistema educa-tivo. La literatura destinada a

los niños debe jugar con la fan-tasía de los lectores y arrancar-

les de su realidad cotidiana a través de la magia de la pa-labra y la representación simbólica de las situacio-

nes y cosas, con la inten-ción de transportarlos hacia otros mundos re-creados por el inge-nio del autor.

Los personajes, convertidos en “hé-roes” o “antihéroes” en una obra litera-

ria, son los encargados de atrapar la atención de

los lectores y guiarlos a lo

Los personajes en la literatura infantilESTE GÉNERO LITERARIO DEBE JUGAR CON LA FANTASÍA DE LOS LECTORES A TRAVÉS DE LA MAGIA DE LA PALABRA.

3Domingo 19 de abrilde 2015

La creación de personajes y el uso de estereotipos es una responsabilidad que no debe tomarse a la ligera.

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Espinoza: Acto artístico como acto de pensamiento

MÁS DE 140 PINTURAS DEL COCHABAMBINO EDUARDO ESPINOZA DECONSTRUYEN LA HISTORIA ‘OFICIAL’ DEL ARTE BOLIVIANO.

La Esquina

ARTE

No existe mucha información o referencias acerca de la vida y obra del pintor cochabambino Eduardo Espinoza, al menos en la historia y cultura ‘ofi-

cial’ de Bolivia.Sin embargo, en los ambientes del Museo

Nacional de Arte (MNA), aproximadamente 140 de sus obras son expuestas al público, hasta el 3 de mayo, en una muestra presen-tada como Arte y compromiso social, muestra retrospectiva de homenaje a Eduardo Espi-noza Soto.

UN POCO DE HISTORIAÉdgar Arandia, director del MNA, da

luces sobre las obras y su creador, e in-dica que Espinoza pertenece a la genera-ción del 52, siendo un casi contemporá-neo de Miguel Alandia Pantoja y Wálter Solón Romero.

Explica que si bien la revolución acogió a muchos artistas, él tuvo en aquel entonces una actividad muy corta, ya que tomó una posición ideológica extremista con la idea de que la revolución del 52 iba a fracasar porque no era auténtica.

Indica que posteriormente, en épocas de gobiernos de la oligarquía boliviana, Espi-noza vivió en el exilio en México, llegando a ser buscado como delincuente subversivo durante la dictadura de Barrientos y Ban-zer. Con esta coyuntura se pensaba que el artista cochabambino ya no producía; sin embargo, a través de su pintura retrata esos tiempos como una de las etapas más desga-rradoras que le tocó vivir: torturas, cárcel y represión.

1. La obra Los revolucionarios.2. Espinoza retrata con crudeza a Bartolina Sisa. 3. Esta pintura de la década de los setenta muestra un velorio.4. Interpretación de Espinoza sobre la presentación del cuerpo del Che Guevara.5. El pintor cochabambino.

“Es como un recorrido visual de la histo-ria de Bolivia de la segunda mitad del siglo XX”, manifiesta Arandia, y es que la obra de Espinoza recorre un lapso de más de 50 años. Particularmente, la muestra instala-da en el MNA presenta óleos y acuarelas fe-chadas desde principios de la década de los 60 hasta el año 2010.

La Revolución, la guerrilla del Che, el Ejército de Liberación Nacional, la dictadu-ra banzerista, los gobiernos militares y la etapa democrática son algunos pasajes que se pueden apreciar en los cuadros, pero de un modo particular que le otorga ese “algo” especial al conjunto de su trabajo.

ESE ‘ALGO’ ESPECIAL“Espinoza no pintó panfletos”, sentencia

Arandia, destacando este hecho como la ca-racterística más importante de su obra.

El Director del MNA destaca que el pintor nunca perdió el sentido poético de su obra y que esta muestra rompe las expectativas que algunos podrían haber tenido sobre una exposición con el matiz social tan presente, ya que no presenta los típicos arquetipos del minero forzu-do y el campesino alzando las manos con una picota y un pututu, optando por una representación distinta de las luchas de los movimientos sociales, mostrando a

familias y niños. También destaca la in-f luencia de Picasso y Rufino Tamayo en las obras de Espinoza.

Arandia manifiesta que uno de los as-pectos que más sorprende de sus trabajos es que develan que uno de sus principa-les motivos de su vida fue la pintura, lo que no quiere decir que dejó a un lado la actividad política. Valora que Espino-za conjunciona su arte con su actitud política, siendo un militante compro-metido en la construcción de un instru-mento político para cambiar la sociedad. “Los artistas sabemos que por más que pintemos millones de pinturas no vamos a cambiar la sociedad si no participamos activamente en las luchas políticas”, sos-tiene Arandia, y ratifica que Espinoza ha sido un ejemplo, de conducta intachable, ya que nunca ha cooperado con gobier-nos conservadores y siempre ha sido con-testatario y muy crítico, lo que le ha cos-tado mucho sufrimiento y la omisión de su trabajo de la historia ‘oficial’.

UNA VALORACIÓNAlandia indica que en Latinoamérica,

el costo de saber que uno está en contra de un grupo social que detenta el po-der es caro, lo que le costó a Espinoza su omisión de la historia, donde “élites in-

telectuales eran totalmente colonizadas y al servicio de intereses de un pequeño grupo que hacía la historia y cultura ofi-cial”, sostuvo.

Valoró que con esta gran exposición se está reescribiendo la historia del arte boliviano y se está deconstruyendo la historia ‘oficial’, donde Espinoza no está

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Espinoza: Acto artístico como acto de pensamiento

MÁS DE 140 PINTURAS DEL COCHABAMBINO EDUARDO ESPINOZA DECONSTRUYEN LA HISTORIA ‘OFICIAL’ DEL ARTE BOLIVIANO.

mencionado como un gran pintor de la etapa del 52.

Para el Director del MNA, esta expo-sición es también una “campanada para los artistas jóvenes”, ya que permite ver que el entregar la vida con pasión a la pintura no tiene retorno, y es algo que lo deben tomar en serio, pero no convir-tiendo a la actividad pictórica como lo único importante en la vida. Explica que en el caso de Espinoza, para él eran tan importantes los ideales políticos como su pintura, y eso muestra a la juventud que una obra sólida es fruto de la madurez de ambas cosas. “La única forma de llegar a un lenguaje maduro es siendo maduro como político, cuando se asume con con-vicción una ideología y no se la cambia a cada momento, sino que produce el pen-samiento”, explica.

A su entender, la exposición sirve para que las nuevas generaciones piensen y se-pan que el acto artístico es sobre todo un acto de pensamiento.

Concluye valorando el rol de artista que desempeña Espinoza, ya que para el cochabambino, pintar no fue un negocio. “Ha pintado porque era parte de su nece-sidad espiritual y también era el motor que lo impulsaba en su lucha política”, concluye.

telectuales eran totalmente colonizadas y al servicio de intereses de un pequeño grupo que hacía la historia y cultura ofi-cial”, sostuvo.

Valoró que con esta gran exposición se está reescribiendo la historia del arte boliviano y se está deconstruyendo la historia ‘oficial’, donde Espinoza no está

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6 Domingo 19 de abril de 2015

Una mesa simple, una vieja má-quina de escribir Remington, unas hojas desperdigadas, qui-zás borradores de algún artícu-lo o ensayo. Ese fue el inicio de

Eduardo Galeano, allá en la revista Marcha, por los años sesenta y que terminó siendo si-lenciada en 1974 por la dictadura uruguaya. Exiliado, Galeano tuvo que dejar Uruguay y marchó a vivir a Argentina, donde fundó un magacín cultural de nombre Crisis.

El aire huele a tinta, huele a palabras, huele a Uruguay, y desde el lunes anterior huele a tristeza. El escritor de Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galea-

no ha dejado de existir a los 74 años. Murió aquel

que iba hilvanan-do sucedidos, le-

yendas y cuan-ta cosa haya para reco-no c e r no s . Sus pala-bras tenían m ú s i c a . Por donde iba, andu-

vo contando historias de espantos y de

encantos, vo-ces que fue re-

cogiendo en los caminos y sueños su-

yos de andar despierto,

El hacedor de palabrasGALEANO VISIBILIZÓ A LOS INVISIBLES, LOS PARIAS DE UNA TIERRA USURPADA POR MANO FORÁNEA Y HOMICIDA.

Juan Carlos Flores EscobarEl ojo que escribe

realidades deliradas, delirios realizados, di-ría él. Palabras errantes que encontró; o fue por ellas encontrado: Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memo-ria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable.

Galeano tejió las frases que quieren vi-sibilizar a los invisibles, a los escondidos, a los despreciados, los parias de una tierra usurpada por mano foránea y homicida. Toda América fue contada por él, desde la Patagonia hasta los Estados Unidos. Sus libros fueron traducidos a más de veinte idiomas: Memoria del fuego, trilogía que recupera el pasado indigenista; Las venas abiertas de América Latina; libro de ca-becera de generaciones pasadas y actua-les ref leja una escritura de urgencia. Sus trabajos trascendieron los géneros, combi-nando documental, ficción, periodismo, análisis político e historia. Galeano nega-ba ser un historiador.

Con los huesos viejos, las manos gastadas, pero la mente tan lúcida como al principio, Galeano buscó prolongar la continuidad de sus obras, renaciendo como el ave fénix. Fue una voz incisiva y militante que trató de im-pedir que se olvide la tragedia que asuela

a quienes viven en el más completo sub-desarrollo.

Terminada la dictadura urugua-ya regresó a Montevideo en 1985 y fundó el semanario Brecha. Algu-nos años después presentó El libro

de los abrazos, de contenido más sutil y poético: El propio Galeano definiría de este modo la raíz de esta obra: Creo que

un autor al escribir abraza a los demás. Y éste es un libro sobre los vínculos con los demás, los nexos que la memoria ha con-servado, vínculos de amor, solidaridad. Historias verda-deras vividas por mí y por mis amigos, y como mi me-

moria está llena de tantas personas, es al

mismo tiem-po un libro de “muchos (...) Es un equívoco que

ha fragmenta-do los lazos de

solidaridad, que ha condenado a este mun-

do de finales de siglo a tener hambre de abrazos, a padecer de soledad, el peor tipo de soledad: la soledad en compañía. Es el mismo proceso que se manifiesta con la po-breza.

El mismo año apareció Nosotros deci-mos no. En 1992 publicaba Ser como ellos y otros artículos y un año después Las pa-labras andantes, recopilación de cuentos y ref lexiones ilustrados por el artista brasile-ño José Francisco Borges. Galeano palpó la realidad, la estrujó y luego la derramó en un libro que ya no le pertenece. Casado tres veces, distribuyó su pasión también por su primer amor: el fútbol y lo reivindicó desde la literatura en un libro titulado El fútbol a sol y sombra.

En 1998 Galeano ofreció en Patas arriba. La escuela del mundo al revés, un mundo distorsionado que está a la vista: es el mun-do tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies. Definió un continente que debe seguir saturando heridas, cosiendo injusticias y ex-tirpando discriminaciones.

Galeano convirtió la realidad lacerante de los condenados de la tierra en poesía res-pondona y prosa sencilla y no menos filo-sa, fue coleccionando imágenes y leyendas de un territorio que deseaba -a pesar de los pesares, como él solía decir- consolidar su emancipación y libertad.

Eduardo Galeano, el hacedor de pala-bras, tuvo un compromiso constante con el ser humano y sobre todo una fidelidad endemoniada en esas ideas que condenan el neoliberalismo y que continúan apos-tando por un socialismo real. Deseó recu-perar el pulso perdido, lejos del presen-te en el que el hombre es visto como una mercancía y en el que las utopías han per-dido la visa de ciudadanía.

Ya en la última etapa de su vida, publicó Los hijos de los días: “Y los días se echaron a caminar. Y ellos, los días, nos hicieron. Y así fuimos nacidos nosotros, los hijos de los días, los averiguadores, los buscadores de la vida”. Lamentablemente los días no le alcanzaron para ver publicada su última obra, Mujeres.

Eduardo Galeano residió desde 1985 en su Montevideo natal donde siguió haciendo de su literatura y de su periodismo un com-promiso político hacia los menos que hoy son más. Antes de partir nos dejó un legado a todos los bolivianos, rebautizando El Libro del Mar como El Libro del Mar robado.

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7Domingo 19 de abrilde 2015

Eduardo Galeano está metido en una de las tres carabelas y mira a Cristóbal Colón, que con la mirada perdida, no imagina que su tripu-lación convicta producirá el más

grande genocidio de indígenas para lograr oro y plata para la corona de su Reina.

Eduardo Galeano mira, cómo los españo-les seducen a Diego Huallpa para que les diga dónde encontró esos hilos de plata y es testi-go de cómo se hacen dueños del Sumac Orko.

Eduardo Galeano acompaña a los mitayos al interior de la mina para encontrarse con el Su-pay a quien le otorgan la verdadera propiedad de las abundantes entrañas que, en permanen-te explotación, duraría quinientos años.

Eduardo Galeano ve cómo el Tío de la mina se traga a los indios que caen en los precipicios, son aplastados por los derrumbes y la sangre de sus venas corre por las venas del continente.

Eduardo Galeano es testigo de la decisión de mandar a cazar negros en África para reem-plazar a los indios en el trabajo de la mina de Potosí. Él es testigo, cuando bañándolos insis-tentemente, los indígenas quieren quitarles el color a los esclavos negros en Tumbes.

Eduardo Galeano acompaña a los negros en el largo y rítmico traslado a las minas de Po-tosí y mira cómo el sorojchi los mata a 3.600 metros de altura.

Eduardo Galeano ve crecer el campamen-to minero de Potosí que ya suma veinte mil almas. Brotan nuevos techos al empuje de los aventureros que de todas partes acuden dán-dose de codazos y estocadas en busca de for-tuna fácil.

Eduardo Galeano, a la luz de una vela, vio a Bartolomé Arzans de Orzúa y Vela escribir la historia de Floriana Rosales, virtuosa mu-jer de Potosí.

Un cura recién llegado a Potosí, ve aparecer en los suburbios de la ciudad, una larga pro-cesión de fantasmas escuálidos, las espaldas marcadas por el látigo, y comenta.

“El siglo XX, el siglo del viento, es en-tre otras cosas el siglo del cine”. De esta manera Eduardo Galeano abre el documental dirigido por Fernan-do Birri. “Y en las Américas el siglo y

el cine nacieron de un estornudo. El estornu-do fue la primer película norteamericana y la hizo Thomas Alba Edisson”. Así empieza el do-cumental que fuera estrenado en 1999, y que a decir de su relator pretende ser un noticiero.

Entre 1982 y 1985 Galeano publica la tri-logía Memoria del fuego, compuesta de: Los nacimientos: desde la creación del mundo hasta el siglo XVII; Las caras y las máscaras: siglo XVIII y siglo XIX; y, El siglo del viento: Siglo XX. Sobre el tercer tomo es que se inspi-

Galeano se fue y no sabemos dónde

Galeano: El siglo del viento

LAS MUCHAS “VISITAS” DEL URUGUAYO A BOLIVIA.

Luis Rico Cantautor

ra Birri y trabaja con el escritor uruguayo en una revisión exquisita narrada por Galeano y montada con materiales de archivo, una rea-lización que apela a la memoria colectiva y a esa representación propia del siglo que permi-tió como nunca antes la aparición del cine en la vida de la humanidad.

Por su parte Fernando Birri es llamado el padre del nuevo cine latinoamericano, su con-dición de fundador de la Escuela Internacio-nal de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, y su trabajo como director en este centro de estudios, lo hacen ser uno de los principales pensadores del cine en Amé-rica Latina de finales de los mil novecientos. Con el compromiso de Galeano y la urgencia de Birri es que el documental de ambos se convierte en una pieza clave para poder pen-sar nuestra más reciente historia, la cual se nutre de nacimientos, de momentos en los cuales el personaje animado, Miguel Mármol “un salvadoreño que murió y nació muchas veces”, ocupa la pantalla para reorientar la lí-

nea narrativa saltando entre geografías para presentar capítulos que no podemos olvidar.

Esta adaptación de un libro a la pantalla grande tiene múltiples implicancias. Por una parte está la escritura de un guión cinemato-gráfico donde participa Galeano, y en una se-gunda instancia, que es la que más valor apor-ta, está la presencia del propio autor quién ya en lo escrito se toma la licencia de ponerse a narrar en voz propia lo que el reconoce como la historia del Continente. Este respeto a la ora-lidad que se manifiesta en el documental de Birri es también un reconocimiento a la forma de contar las historias que han permitido en América Latina la supervivencia de los pueblos a través de su transmisión desde los relatos.

Si hay una forma de narrar en nuestro con-tinente es a través de la palabra, por eso, El si-glo del viento recurre a una voz que ya resue-na como guía de un futuro/presente diferente. Con el adiós a Galeano recuperemos la auda-cia de seguir contando esta nuestra historia de tantos nacimientos como días tienen los años.

Claudio Sánchez Crítico de cine

TEXTOS HECHOS DOCUMENTALES PARA PENSAR NUESTRA HISTORIA RECIENTE

- No quiero ver este retrato del infierno- Pues cierre usted los ojos –le aconsejan.- No puedo –dice el cura-, con los ojos cerra-

dos, veo más.Eduardo Galeano se aleja del infierno y lle-

ga a Recife para estar en los ingenios que es-trujan y exprimen cañas y hombres. Viaja a México para mirar las carrozas en las anchas calles de México que apoltronan a los hom-bres de la vida regalona y haragana.

Eduardo Galeano se ha tomado mucho tiem-po y realidades de América Central, vuelve a los inmensos valles interandinos y llega a la

antigua Chuquiago Marka imponentemente llamada nuestra señora de la ciudad de La Paz.

Eduardo Galeano mira a Juana Sánchez, doncella de 18 años que llega a Palacio de Go-bierno para pasar cuatro noches con el gene-ral Mariano Melgarejo sin decir una palabra, para reinar desnuda en la mesa de los ban-quetes mientras el embajador de Chile brin-da con Olofernes y caballo de guerra y fiestas.

Eduardo Galeano llega a las Islas Chinchas y ve las altas colinas. Durante milenios, millones de aves han concluido su digestión en las costas del sur del Perú. Esta es la primera razón para que Chile mire con ambición los inmensos de-siertos de Atacama y Tarapacá territorios que guardan la riqueza que regalan las gaviotas.

Eduardo Galeano escribe la crónica dicien-do: En la guerra del Pacífico, mientras chile-nos, peruanos y bolivianos se sacaban las tri-pas a golpes de bayoneta, Jhon Thomas North, un inglés que saltó al muelle de Valparaíso con diez libras esterlinas y atado de ropa a las es-paldas, hace malabarismos bancarios para comprar los campos de batalla, ricos en salitre.

Eduardo Galeano ha estado muchas veces en Bolivia, los pasados días se fue, no sabemos dón-de. Aquí estamos esperando su regreso para que siga contando la historia que no pueden contar los vencidos.

El escritor en una de sus innumerables y siempre enriquecedoras lecturas.

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8 Domingo 19 de abril de 2015

Voz derivada del nombre del gran caudillo árabe Tarij, que desde el norte de África tendió un puente de dominación sobre el extremo sur de España prolongado durante ocho si-

glos, fundándose entonces aledaña al peñón de Gibraltar la Villa de Tarifa, donde siglos después nació quien se alistaría en la expedición de Al-magro que parte hacia la conquista del entonces inexplorado reino de Chile.

En 1535, luego de fundarse en Paria la pri-mera población española del Alto Perú, la ex-pedición pasa a Tupiza desde donde envía una fracción de 80 hombres al mando del capitán andaluz Francisco de Tarifa, que establece su campamento sobre la altiplanicie a orillas de la laguna de Taxara, mientras el grueso de la ex-pedición cruza la frontera argentina vía Huma-huaca, para continuar bajando hacia el sur e in-gresar por Copiapó a tierra chilena.

Meses más tarde, la patrulla acantonada a los pies de la montaña de Sama, descubre el mag-nífico camino de piedra preincaico que tramon-tando la cordillera era entonces la única vía de acceso al fértil valle chapaco, donde se realiza la

Algo más que etimologías: TarijaEL HABLA POPULAR CAMBIÓ EL NOMBRE ORIGINAL DE TARIFA A TARIJA, TRAS SU FUNDACIÓN EN 1545.

Marcelo Arduz RuizEscritor

primera fundación de Tarija no registrada por la historia, a orillas del río que por lírica remem-branza del que baña tierra andaluza, llamaron nuevo Guadalquivir.

El lugar elegido fue un antiguo asentamiento de nativos churumatas y tomatas, que vieron en los forasteros un amparo ante las feroces tribus de “chunchos” (sinónimo de selvático), que azolaban la región con asaltos y robos; pero pese a todas las previsiones, una década más tarde las hordas lo-grarían extinguir a la entonces naciente villa.

Siguiendo el paso de los años, el 4 de julio de 1574 el capitán Luis de Fuentes y Vargas, en cum-plimiento de la provisión emanada de la Audien-cia de Charcas, con un destacamento de soldados y nativos chichas funda oficialmente la ciudad que lleva el nombre de quien fuera el primer hispano en ingresar a la zona, mudando el patronímico Ta-rifa a Tarija al cambiar en el habla popular de los lugareños la F por la J.

Según consta en carta dirigida por el primer Ayuntamiento de la Villa a la Audiencia de Char-cas, a su llegada a la zona los fundadores hallaron vestigios de haciendas, además de ganado vacuno, cimarrón y porcino disperso por el valle, lo cual

prueba que aquellos territorios fueron antes habi-tados por otros españoles.

Luego de fundarse la Villa, los selváticos exten-dieron sus ataques a las comarcas vecinas, amena-zando en algún momento a la capital misma de Charcas (hoy Sucre), por lo cual el Virrey Toledo se ve forzado a establecer en ella su cuartel general para combatirlos, viéndose forzado a tener que go-bernar desde allí durante cerca de tres años (es de-cir la mitad de su mandato); hecho este tampoco recordado por la historia oficial.

Fracasado el empeño de aplacar a estos indómi-tos guerreros, el Toledo se repliega a su sede, conde-nando a su paso por Cusco a los dos rehenes a mo-rir de frío, recordados con saña como chiriguanos (huano helado), solamente porque de las tres gran-des guerras que afrontara la corona: contra Holan-da, los Chiguagua de México y aborígenes del Cha-co, solamente la última no conseguiría vencer.

Si la Villa de Tarija, antes se llamara San Ber-nardo de la Frontera por representar el último bastión de la civilización, confiándole la misión de contener la invasión de las tribus selváticas; al deponer éstas las armas e incorporarse a la vida contemporánea, recibió el título de “la muy leal y la muy fiel”, similar al que en la otra orilla del océano detenta la Villa de Tarifa, elogio que a ini-cios de la vida republicana se llegaría a confirmar, al decidir por legítima voluntad pertenecer a Boli-via, contribuyendo de esta manera a consolidar la nacionalidad patria…

Uno de los edificios más representativos de Tarija, junto a la Puerta de Jerez, en Tarifa. Nótese que la inscripción coincide de cierto modo con la del escudo tarijeño.

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