la esquina 08-03-15

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EL ARTE CON OJOS DE MUJER UN REPASO POR ALGUNOS ESBOZOS SOBRE EL APORTE ARTÍSTICO DE LOS TALENTOS FEMENINOS, PARA CELEBRAR EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER DESDE LA CULTURA. EL GOYO, UN CASI ANÓNIMO VENCEDOR DEL TIEMPO, SU TIEMPO Y DE LOS CAMINOS DE HERRADURA ADMIRABLE EL VALIENTE ESTAFETA QUE HIZO DE “CHASQUI” IMITANDO LAS HAZAÑAS DEL PASADO IMPERIO DE LOS INCAS. HÉROE ANÓNIMO DIGNO DE SER EXALTADO. ASÍ DESEMPEÑÓ SU PAPEL DE RESPONSABILIDAD EL “GOYO” GREGORIO COLLQUE. 2, 3, 6 Y 7 4 Y 5 DOMINGO | 8 de marzo de 2015 | año 6 | N° 275 Composición: Cambio

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Page 1: La Esquina 08-03-15

EL ARTE CON OJOS DE MUJER UN REPASO POR ALGUNOS ESBOZOS SOBRE EL APORTE ARTÍSTICO DE LOS TALENTOS FEMENINOS, PARA CELEBRAR EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER DESDE LA CULTURA.

EL GOYO, UN CASI ANÓNIMO VENCEDOR DEL TIEMPO, SU TIEMPO Y DE LOS CAMINOS DE HERRADURA

ADMIRABLE EL VALIENTE ESTAFETA QUE HIZO DE “CHASQUI” IMITANDO LAS HAZAÑAS DEL PASADO IMPERIO DE LOS INCAS. HÉROE ANÓNIMO DIGNO DE SER EXALTADO. ASÍ DESEMPEÑÓ SU PAPEL DE RESPONSABILIDAD EL “GOYO” GREGORIO COLLQUE.

2, 3, 6 Y 7

4 Y 5

DOMINGO | 8 de marzo de 2015 | año 6 | N° 275

Com

posic

ión:

Cam

bio

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2 Domingo 8 de marzo de 2015

E l año 1995, Mela Márquez había vuelto al país para fil-mar su primer largometraje, Sayariy. Ella había estu-diado en Roma y se graduó en 1988 del Centro Spe-rimentale di Cinematografía. Su trabajo lo había desarrollado —en su mayoría— fuera de Bolivia.

Sayariy entonces resulta ser también un encuentro personal con lo que conocía de antes, con aquello que le había im-pactado desde siempre, además era una búsqueda propia de aquello que podía ser y tal vez no lo era, la nación de los años 90 fue un lugar con condiciones propias, las heridas del neoliberalismo y el hematoma de lo que fue la relocalización minera (1985) eran —diez años después— el golpe más duro de la democracia con-quistada en 1982.

Los realizadores bolivianos han buscado des-de siempre en lo andino la explicación o el sen-tido de la propia existencia, han habido mu-

chas formas de preguntarse por lo esencial: la vida misma; Jorge Sanjinés es uno de los grandes exploradores de ese mundo que pa-rece estar tan distante, y el propio Jorge Ruiz desde sus documenta-les ha abierto los primeros caminos al encuentro con el Ande desde las pantallas. Esta huella es ineludible en la producción boliviana, y todo aquello que se aparta de esto tiene como punto de partida las necesidades primarias de los realizadores nombrados. Mela Már-quez no se va a alejar de la necesidad de este encuentro. Sayariy se abre con un texto provocador si se toma en cuenta esta no pertenen-cia y la urgencia del reconocimiento de lo que se es: “Estando aquí, sin estar estoy / lejos, lejos de mi campo / acaso queriendo estar de vuelta / sin estar aquí estoy / acaso queriendo estar aquí…”. Blanca Wiethuchter perfila desde aquí lo que será la película.

La anécdota puede ayudar, Cergio Prudencio, con quien Már-quez había decidido trabajar en la música de Sayariy, recomienda que Blanca Wiethuchter ayude con el texto de la voz en off que la película requería, este relato que ya resultaba una exigencia del largometraje tenía que ser trabajado de una forma que se acople a la estructura inicial del filme. Fue entonces que Pru-dencio y Márquez llegaron a la casa de Wiethuchter en la zona de Calacoto en La Paz. La cineasta, al recordar ese mo-mento, dice “me recibió con una ternura que me encantó,

congeniamos desde ese minuto”. Ese día para Márquez está signado por una palabra que recordaría siempre:

regio. Cuando la directora recuerda la etapa de escri-tura de los textos para su película, le viene a la mente

“regio” como una palabra recurrente en el lenguaje de Blanca y logra arrancar una sonrisa que se lle-

na de tristeza y a la vez de una alegría de antes. Wiethuchter decidió escribir los textos

para Sayariy, pero se los hizo de una manera poco convencional, Márquez volvió a Italia

para trabajar en la post-producción y en La Paz Cergio Prudencio junto a Blanca

trabajaban lo que fue la banda sono-ra de la película donde se incluyen

estos 28 poemas que forman un cuerpo único. Este encuentro de

poesía, cine y música permiten reconocer el talento de estos

tres artistas y también son la cúspide del diálogo en-

tre mujeres en el cine bo-liviano. Dos personali-

dades, Wiethuchter y Márquez, sellan en

Sayariy la obra más importan-

te con firma femenina.

Sayariy: firma femenina en el cine nacional LOS TALENTOS DE WIETHUCHTER Y MÁRQUEZ FUNDIERON EN MO-VIMIENTO, A POESÍA E IMAGEN.

Claudio Sánchez Crítico de cine

DIRECTORAdalid Cabrera Lemuz

EDITOR GENERALJavier Mancilla Luna

EDITOR DE LA ESQUINAMiguel A. Rivera G.

Colaboradores: Jorge Miranda Luizaga Juan Cori Ch.Víctor MontoyaClaudio Sánchez

Diseño: Eusebio Lazo Sumi

Diagramación: Horacio Copa Vargas

Mela Márquez fue directora y guionista de esta producción nacional de 1995.

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3Domingo 8 de marzo

de 2015

Kathy S. Leonard, lingüista, catedrá-tica, fotógrafa e investigadora esta-dounidense, es autora de ‘Una reve-lación desde la escritura: entrevistas a narradoras bolivianas’ y ‘Una re-

velación desde la escritura: entrevistas a poetas bolivianas’; dos antologías que registran, sobre la base de entrevistas, la vida y obra de 24 narrado-ras y poetas bolivianas.

¿Qué le llamó la atención de la literatura fe-menina en Bolivia? Pienso que ese carácter sen-cillo, introspectivo y rotundo que brota de los versos y relatos de quienes se sobreponen a los dictados de la censura inoficial y los prejuicios sociales. Kathy S. Leonard, autora de ‘Una revela-ción desde la escritura’, sabe de algún modo que en estas escritoras, de talento innato y virtudes a toda prueba, está concentrada la sabiduría po-pular, pues ellas reflejan la situación concreta de la mujer boliviana —obrera, campesina, ama da casa, intelectual—, a partir de una experiencia individual y colectiva.

Kathy S. Leonard, como pocas investigadoras extranjeras, tuvo la certeza de escarbar la super-ficie de un territorio desconocido para hallar los tesoros que andaba buscando intuitivamente. Así encontró la riqueza cultural de un país mul-tifacético y un hermoso cofre literario que por mucho tiempo permaneció en el silencio y el ol-vido, sobre todo esa parte que corresponde a las artesanas de la palabra escrita, cuyas voces hoy aparecen registradas en dos antologías de indu-dable calidad ética y estética.

Esta amiga de Bolivia y los bolivianos, que do-mina el idioma español como si fuese su lengua materna, puso una piedra fundamental en el tra-yecto de varias escritoras que no siempre cuen-tan con el respaldo de las instituciones culturales ni el beneplácito de sus colegas varones, quienes olvidan con frecuencia considerarlas en las antologías y los textos de e s t u d i o , q u i z á s

porque todavía viven sujetos a los atavismos cul-turales y al prejuicio de que la literatura de las mujeres es “menor” o “peor” literatura que la cultivada por los hombres.

De modo que la elaboración de estos dos vo-lúmenes, que le tomó seis años de investigación y trabajo obsesivo, es un desafío contra los esta-mentos de una sociedad relativamente conserva-dora, donde perviven los resabios de un sistema patriarcal que no siempre supo ponderar la in-teligencia y creatividad femeninas. Por eso mis-mo, esta catedrática de la Universidad Estatal de Iowa en la ciudad de Ames, consciente de su la-bor intelectual y su propuesta emancipadora, no dudó en rescatar del silencio aquellas voces que no siempre encontraron ecos en su entorno so-cial. En tal virtud, rescató lo más representativo de la prosa y poesía femenina actual, puesto que las autoras consignadas brillan con luz propia en la constelación de la literatura nacional; más to-davía, algunas de ellas lograron consolidar obras que poco a poco se van abriendo un espacio me-recido en el contexto de la literatura universal.

El descubrimiento de este cofre literario, que deslumbró uno de los puntos más neurálgicos de su quehacer profesional, hace pensar que por fin halló lo que anduvo buscando a ciegas, a tientas. De ahí que sus palabras cobran vida cuando dice: “Durante mis investigaciones descubrí una gran cantidad de mujeres que escribían y publicaban en Bolivia, tanto narradoras como poetas, la ma-yoría desconocidas en su propio país. Cuando me di cuenta de que no sería posible incluir más que unas cuantas obras en la antología, y como no deseaba pasar por alto a tantas autoras con ta-lento, tomé la decisión de continuar mi trabajo con escritoras bolivianas y producir dos volúme-nes de entrevistas, uno de narradoras y otro de poetas”. Pero algo más, aparte de las entrevistas, hubo la necesidad de incluir en los volúmenes una breve biografía, una ficha bibliográfica, una fotografía y un ejemplo de la obra de cada una de las autoras que integran “Una revelación des-

de la escritura”, dos maravillosos libros que registran la vida y obra de veinticuatro

escritoras de reconocido prestigio en el ámbito de la literatura nacional.

El volumen dedicado a las poetas destaca los nombres de: Yolanda Be-dregal, Alcira Cardona, Matilde Ca-

sazola, Gladys Dávalos, Mery Flores Saavedra, Blanca Garnica, Norma Mayorga de Villarroel, María Soledad Quiroga, Rosario Quiroga de Ur-quieta, Mónica Velásquez y Blanca Wiethüchter.

El volumen dedicado a las narradoras incluye los nombres de: Virginia Ayllón, Velia Calvimon-tes Salinas, Patricia Collazos Bascopé, Elsa Dora-do de Revilla, Beatriz Kuramoto, Beatriz Loayza Millán, Rosa Melgar de Ipiña, Blanca Elena Paz, Martha Peña de Rodríguez, Giovanna Rivero, Roxana Sélum, Alison Spedding y Gaby Vallejo.

Leonard, consciente de que la literatura feme-nina boliviana era poco conocida en el contex-to internacional, decidió ampliar las entrevistas con el fin de abordar temas que resultaran reve-ladores y novedosos. Ella misma nos lo explica en la introducción de los libros: “Pedí a las escritoras que hablaran de su producción literaria respec-to a una variedad de elementos: las limitaciones culturales que hubieran tenido que superar; el efecto que la situación socio-política actual den-tro de Bolivia pudiera haber tenido respecto a su producción literaria; si los varios movimientos femeninos han afectado a su obra; qué relación tienen con otros escritores, hombres, mujeres, dentro de su propio país y en el exterior; si según su opinión hay una diferencia entre el punto de vista literario de hombres y mujeres; y cuáles son los problemas que han encontrado al intentar publicar sus obras en Bolivia. Otras preguntas, de naturaleza personal, tienen el propósito de iluminar o clarificar la producción literaria de la autora. Por ejemplo: ¿De qué manera influyó su niñez en la decisión de ser escritora?; ¿cómo se considera a sí misma como persona y como es-critora?; ¿cómo maneja el papel multifacético de madre-esposa-trabajadora-escritora?; ¿cómo inte-gra su vida familiar a su vida literaria?

Como podrá apreciar el lector, las preguntas planteadas por la investigadora tuvieron el firme propósito de revelarnos el mundo personal y pro-fesional de las autoras entrevistadas; una tarea que no estuvo libre de dificultades, puesto que mientras ella vivía en Estados Unidos, las escri-toras residían en los diferentes departamentos de Bolivia, un hecho que la obligó a viajar tres veces consecutivas al laboratorio de sus investigaciones para culminar su proyecto, que hoy es una suerte de sueño que se hizo realidad gracias a su trabajo tesonero y su amor desmedido por un país don-de encontró las respuestas a sus preguntas, y un gran estímulo para proseguir con sus investiga-ciones en el apasionante campo de la literatura.

Revelación de escritoras bolivianasDOS ANTOLOGÍAS REVALORIZAN A 24 NARRADORAS Y POETAS BOLIVIANAS.

Víctor Montoya Escritor y pedagogo

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4-5Domingo 8 de marzo

de 2015

El GoyoHÉROE DE TITÁNICA TAREA DE VENCER 76 LEGUAS EN SEIS DÍAS, LLEVANDO DE TACNA A LA PAZ LA OCUPACIÓN DE ANTOFAGAS-TA EL 14 DE FEBRERO DE 1879.

Juan Cori Ch. Periodista

HISTORIA

Las fuerzas de artillería de Chile des-embarcaron cerca de las seis de la mañana del 14 de febrero de 1879 en el puerto boliviano de Antofa-gasta. Minutos después, el Blanco

Encalada se dirigió a Tocopilla y Cobija, y el O’Higgins a Mejillones. La toma del puerto boliviano era inevitable.

Ante tal afrenta invasora, el prefecto del Litoral boliviano, coronel Severino Zapata, es-cribe una nota al coronel Emilio Sotomayor, comandante de las Fuerzas de Operaciones, en la que anuncia la inminente salida de “la pequeña fuerza de esta guarnición” rumbo a Cobija “cediendo a fuerza mayor”.

Antes de emprender la caminata y toman-do muy en cuenta la recomendación de Soto-mayor de hacerlos sin armas, el Prefecto del Litoral dirigió a sus compatriotas la siguiente proclama:

Ciudadanos:Enviado por el Gobierno de mi Patria a desem-

peñar la Prefectura de este Departamento, atrave-sando una difícil época, he sabido cumplir con los deberes de mi cargo, unido siempre a mis ciudada-nos. Hoy se ha realizado un atentado incalificable, un escándalo que jamás se presenciará en pueblos civilizados. Sin fuerzas para combatir a los invaso-res, que alentados por nuestra debilidad hacen gala de entereza, usurpando derechos, hollando la digni-dad boliviana, aherrojando a las autoridades, con-sumando, en fin, un hecho que no necesita definirse para ser conocido en toda su monstruosidad, defor-midad e injusticia, ¿qué queda por hacer? Aban-donar el territorio invadido que no es posible de-fender, después de una solemne protesta a nombre de Bolivia, cuyas fuerzas han sido desconocidas a nombre de América, que presencia espantada el ul-traje que recibimos.

Bolivianos:La primera autoridad, a nombre de la Patria,

abofeteada, os llama a que os reunáis en torno del desgarrado pabellón de Bolivia, para repetir nues-tra protesta, único camino que nos deja la suerte.

Las fuerzas chilenas tenían muy claro su objetivo. Desplazaron los buques Blanco En-calada, Almirante Cochrane, Esmeralda, Chacabuco y Tolten, y tomaban sin resisten-cia el territorio patrio.

El comandante general de la Escuadra de Chile, J. Williams Rebolledo, se trasladó en el blindado Almirante Cochrane a Tocopilla, donde dirige al Subprefecto un activo comu-nicado: “Por orden de mi gobierno paso a ocu-

par militarmente este puerto y todo el Litoral boliviano”.

El subprefecto M. Abasto responde que “no teniendo más fuerza armada que cuatro policías de sable, no puedo oponer resisten-cia alguna a la determinación de su nota, apo-yando en la fuerza de cuatro buques, dos de ellos de gran poder. Y me limito a este respec-to a protestar enérgicamente de ataque tan violento, arriando el pabellón de la república en el momento de entregar este oficio al co-misionado por usted”.

La estrategia chilena fue más allá de la agresión armada. Apostó también a generar un ambiente hostil en Bolivia, tratando de volcar a la ciudadanía contra el presidente Hilarión Daza con mentiras.

El súbdito extranjero Dámaso E. Uriburu y Benjamín Vicuña Mackenna crearon la men-tira de que Daza ocultó la información de la invasión porque estaba sumergido en la fiesta de los carnavales.

El escrito de Gastón Velasco, presidente de ‘Acción Marítima’, hizo valer la verdad de los hechos frente a esa abierta agresión chilena en el artículo “Daza no ocultó la noticia de la invasión chilena”, publicado en el matutino Presencia y que lo recopiló Enrique Vidaure Retamoso, en su libro El Presidente Daza.

Éste es el escrito:“El Presidente Daza no escondió ni ocultó

ni un minuto la noticia de la invasión. Tam-poco es cierto que él continuó divirtiéndose en las fiestas del carnaval de ese año trágico, no obstante de hallarse en posesiones de di-cha noticia.

Probaremos y demostraremos que es in-justo ese cargo ominoso”.

La pasión política, el odio, la maledicencia, se han ensañado siempre contra el gobernan-te caído. Con mayor encono fue contra Daza, si en aquel aciago tiempo el país experimen-taba una crisis aguda, hambrunas, sequías, pestes, tremendas calamidades y, por otro lado, la acechanza de los pérfidos vecinos del Mapocho, esperaban el instante o pretexto para ensangrentar nuestro territorio. Ese fue el caso de Hilarión Daza.

Es propicio al momento de reivindicar su memoria y limpiar la mancha que le arrojan los historiadores sin probidad, al menos que-dará incólume en este capítulo de la inicia-ción de la Guerra del Pacífico.

Proviene el error de la intriga que sem-bró el autor chileno Benjamín Vicuña Mac-kenna, con el tenebroso fin de precipitar un colapso político o militar en aquellos días difíciles, mellando el crédito del presiden-te Daza, a fin de desmoralizar la defensa y

descomponer la armonía de la alianza, con su secuela de desastres. Tal fue la intención maligna perseguida. Estos mismos argu-mentos se han infiltrado en las páginas de nuestro material histórico. Por eso la acu-sación es insensata, es innoble, la rechaza-mos. El malévolo chileno, publica a fin de abril de 1879, en la prensa de Santiago, el párrafo que copiaremos a la letra. Hacemos advertir que en esa misma fecha, Daza se encontraba ya en Tacna con su Ejército, en-caminándose al teatro de operaciones. Re-salta el objetivo que perseguía el enemigo de malquistarlo a Daza con el pueblo boli-viano. Transcribimos lo publicado por Vicu-ña Makena: “La noticia de la ocupación por las armas de Chile de la Plaza de Antofagas-ta, que tuvo lugar el 14 de Febrero, no llegó a La Paz, con la tardanza de la larga travesía del desierto y al lento paso de la acémila, sino en alas del vapor y del alambre eléc-trico. En consecuencia, el Presidente Daza tenía conocimiento de lo que pasaba, el jue-ves 20 de febrero, día en que aquella ciudad y en todo Bolivia llamase el ‘Jueves de com-padres’ porque es el comienzo del retozón y en ocasiones desaforado carnaval”.

Hagamos que la verdad ilumine nuestros cerebros, examinando el siguiente itinerario y la tremenda peripecia, el desesperado tran-ce, todo el mecanismo angustioso y heroico que significó vencer la distancia y la forma de recepción del parte bélico acerca del vandala-je consumado por Chile.

Los chilenos asaltaron el puerto de Anto-fagasta el viernes 14 de febrero, dedicándose al saqueo de las casas comerciales, bodegas y casas particulares, ocuparon las oficinas de la Prefectura, de la Policía, de la Capitanía del Puerto, Edificio de Bomberos, Templos, etc.

Sigamos computando los demás días: el sábado 15, la tropa y la rotería se dedicaron al vandalaje, asaltando domicilios de los boli-vianos en busca de botín y bebida.

El domingo 16, a las 4 de la tarde llegó el vapor ‘Amazonas’ de la Compañía Inglesa de vapores, enarbolando la bandera boliviana, que fue cambiada de inmediato por la chile-na. El prefecto Severino Zapata, autoridades y muchas familias bolivianas, tomaron ese va-por para salvarse de la furia de la soldadesca chilena alcoholizada. El ‘Amazonas’ zarpó en las sombras de la noche.

El lunes 17 llegó a Tocopilla, abordo los re-patriados suscribieron un manifiesto de pro-testa. Asimismo en Tocopilla, los diputados por el Litoral lanzaron otro manifiesto.

El martes 18, prosiguió el vapor a Iquique, puerto peruano donde, al saberse la noticia,

el cónsul boliviano mandó un telegrama a Tacna informando escuetamente lo sucedido en Antofagasta.

El miércoles 19, llegó el vapor a Arica; en el muelle se encontraba el cónsul boliviano residente en Tacna, Manuel Granier, que ha-bía viajado exprofesamente a ese puerto para inquirir noticias que el telégrafo desde Iqui-que le había adelantado.

Dicho señor cónsul, al conocer detalles fi-dedignos del asalto de Antofagasta, se preocu-pó en redactar las noticias para el Gobierno y mandar de inmediato a La Paz.

El jueves 20, llamado de ‘compadres’, sa-lía de Tacna el correo extraordinario envia-do por el cónsul Sr. Manuel Granier con los partes y la correspondencia oficial, urgente, encomendadas al estafeta Gregorio Collque, más comúnmente conocido como el ‘Goyo’. Fue el héroe sufrido de esta titánica jornada de vencer 76 leguas en seis días, cruzando los desiertos, precipicios, cumbres cordilleranas, la soledad matadora de la altiplanicie, sin un descanso, sino el precio de acampar solitario.

Bolivia no tenía servicio telegráfico y el único medio de comunicación que podría-mos llamar directo era el camino de Tacora a Machacas.

Admirable el valiente estafeta que hizo de ‘chasqui’ imitando las hazañas del pasado imperio de los incas. Héroe anónimo digno de ser exaltado. Así desempeñó su papel de responsabilidad el ‘Goyo’, Gregorio Collque.

El Goyo venció el siguiente itinerario en seis días:

chero y al estafeta ‘Goyo’ hacia la residencia del coronel intendente Baldivia, situada en la calle Pichincha, donde actualmente se halla edificada la iglesia de los padres jesuitas.

En efecto, allí estaba el Presidente en una reunión carnavalera, acompañado de sus edecanes y amigos de mayor confianza y mu-chas familias invitadas al baile.

La inesperada visita les causó enorme sorpresa.

Fue en la casa de los Baldivia donde se conoció la indignante noticia de la inva-sión chilena.

El cochero Salamanca exigió la urgencia de la entrevista ante la parte gravísima que debía informar el estafeta ‘Goyo’ y entregar la correspondencia del Cónsul de Tacna.

El coronel Baldivia lo hizo pasar a un sa-lón reservado. Es de imaginar la zozobra cau-sada, cuando el Presidente acompañado de sus edecanes recibió la infausta noticia; tras la lectura de oficio y partes; cruzó a prisa el salón principal, encaminándose de inmedia-to al Palacio.

Los invitados, ante la extraña conducta del presidente y edecanes que salían apresurada-mente de la casa, rodearon a ‘Goyo’ Collque, que había quedado en la casa, interrogándole lo ocurrido. Les comunicó cuanto sabía sobre el asalto al puerto de Antofagasta.

Eran las doce de la noche y la noticia se di-vulgaba públicamente en toda la ciudad.

* Con información del libro El Presidente Daza, de Enrique Vidaurre Retamoso

Jueves 20.- De Tacna al pueblo de Palca: 11 leguas:

Viernes 21 De Palca a la posta de Huchusu-ma: 14 leguas.

Sábado 22.- De Huchusuma a la posta de Chulluncayani: 14 leguas.

Domingo 23.- (Carnaval). De Chulluncaya-ni al pueblo de San Andrés de Machaca: 13 leguas.

Lunes 24.- (Carnaval). De San Andrés de Machaca a la posta de Tambillo: 14 leguas.

Martes 25.- (Carnaval). De Tambillo a la ciudad de La Paz: 10 leguas.

Total: 76 leguas.El ‘Goyo’ llegó al Palacio de Gobierno a las

11 de la noche, se presentó a la guardia ave-riguando dónde estaba el Presidente, se en-contró con Anselmo Salamanca, como así se llamaba el cochero de Daza. Fue quien lo lle-vó primero a la casa de don Carlos Frías en la esquina de las calles Yanacocha-Mercado, donde la familia de la señora Margarita Val-divia. En dicha casa festejaban el carnaval en compañía de los siguientes invitados: se-ñora Candelaria Campero de Soria, Edelmi-ra Barrancos de Benguria, Carmen Aguirre de Suárez; las señoritas Castillo, los señores Melitón Cano, Rosendo Estrada e Isaac Ta-mayo. También había estado un breve tiem-po el Presidente con su comitiva, habiendo dejado esa invitación para asistir a otra de su compadre, el intendente de la Policía co-ronel José María Baldivia.

Ante la insistencia de la búsqueda, el señor Rosendo Estrada se prestó a acompañar al co-

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El GoyoHÉROE DE TITÁNICA TAREA DE VENCER 76 LEGUAS EN SEIS DÍAS, LLEVANDO DE TACNA A LA PAZ LA OCUPACIÓN DE ANTOFAGAS-TA EL 14 DE FEBRERO DE 1879.

Juan Cori Ch. Periodista

HISTORIA

Las fuerzas de artillería de Chile des-embarcaron cerca de las seis de la mañana del 14 de febrero de 1879 en el puerto boliviano de Antofa-gasta. Minutos después, el Blanco

Encalada se dirigió a Tocopilla y Cobija, y el O’Higgins a Mejillones. La toma del puerto boliviano era inevitable.

Ante tal afrenta invasora, el prefecto del Litoral boliviano, coronel Severino Zapata, es-cribe una nota al coronel Emilio Sotomayor, comandante de las Fuerzas de Operaciones, en la que anuncia la inminente salida de “la pequeña fuerza de esta guarnición” rumbo a Cobija “cediendo a fuerza mayor”.

Antes de emprender la caminata y toman-do muy en cuenta la recomendación de Soto-mayor de hacerlos sin armas, el Prefecto del Litoral dirigió a sus compatriotas la siguiente proclama:

Ciudadanos:Enviado por el Gobierno de mi Patria a desem-

peñar la Prefectura de este Departamento, atrave-sando una difícil época, he sabido cumplir con los deberes de mi cargo, unido siempre a mis ciudada-nos. Hoy se ha realizado un atentado incalificable, un escándalo que jamás se presenciará en pueblos civilizados. Sin fuerzas para combatir a los invaso-res, que alentados por nuestra debilidad hacen gala de entereza, usurpando derechos, hollando la digni-dad boliviana, aherrojando a las autoridades, con-sumando, en fin, un hecho que no necesita definirse para ser conocido en toda su monstruosidad, defor-midad e injusticia, ¿qué queda por hacer? Aban-donar el territorio invadido que no es posible de-fender, después de una solemne protesta a nombre de Bolivia, cuyas fuerzas han sido desconocidas a nombre de América, que presencia espantada el ul-traje que recibimos.

Bolivianos:La primera autoridad, a nombre de la Patria,

abofeteada, os llama a que os reunáis en torno del desgarrado pabellón de Bolivia, para repetir nues-tra protesta, único camino que nos deja la suerte.

Las fuerzas chilenas tenían muy claro su objetivo. Desplazaron los buques Blanco En-calada, Almirante Cochrane, Esmeralda, Chacabuco y Tolten, y tomaban sin resisten-cia el territorio patrio.

El comandante general de la Escuadra de Chile, J. Williams Rebolledo, se trasladó en el blindado Almirante Cochrane a Tocopilla, donde dirige al Subprefecto un activo comu-nicado: “Por orden de mi gobierno paso a ocu-

par militarmente este puerto y todo el Litoral boliviano”.

El subprefecto M. Abasto responde que “no teniendo más fuerza armada que cuatro policías de sable, no puedo oponer resisten-cia alguna a la determinación de su nota, apo-yando en la fuerza de cuatro buques, dos de ellos de gran poder. Y me limito a este respec-to a protestar enérgicamente de ataque tan violento, arriando el pabellón de la república en el momento de entregar este oficio al co-misionado por usted”.

La estrategia chilena fue más allá de la agresión armada. Apostó también a generar un ambiente hostil en Bolivia, tratando de volcar a la ciudadanía contra el presidente Hilarión Daza con mentiras.

El súbdito extranjero Dámaso E. Uriburu y Benjamín Vicuña Mackenna crearon la men-tira de que Daza ocultó la información de la invasión porque estaba sumergido en la fiesta de los carnavales.

El escrito de Gastón Velasco, presidente de ‘Acción Marítima’, hizo valer la verdad de los hechos frente a esa abierta agresión chilena en el artículo “Daza no ocultó la noticia de la invasión chilena”, publicado en el matutino Presencia y que lo recopiló Enrique Vidaure Retamoso, en su libro El Presidente Daza.

Éste es el escrito:“El Presidente Daza no escondió ni ocultó

ni un minuto la noticia de la invasión. Tam-poco es cierto que él continuó divirtiéndose en las fiestas del carnaval de ese año trágico, no obstante de hallarse en posesiones de di-cha noticia.

Probaremos y demostraremos que es in-justo ese cargo ominoso”.

La pasión política, el odio, la maledicencia, se han ensañado siempre contra el gobernan-te caído. Con mayor encono fue contra Daza, si en aquel aciago tiempo el país experimen-taba una crisis aguda, hambrunas, sequías, pestes, tremendas calamidades y, por otro lado, la acechanza de los pérfidos vecinos del Mapocho, esperaban el instante o pretexto para ensangrentar nuestro territorio. Ese fue el caso de Hilarión Daza.

Es propicio al momento de reivindicar su memoria y limpiar la mancha que le arrojan los historiadores sin probidad, al menos que-dará incólume en este capítulo de la inicia-ción de la Guerra del Pacífico.

Proviene el error de la intriga que sem-bró el autor chileno Benjamín Vicuña Mac-kenna, con el tenebroso fin de precipitar un colapso político o militar en aquellos días difíciles, mellando el crédito del presiden-te Daza, a fin de desmoralizar la defensa y

descomponer la armonía de la alianza, con su secuela de desastres. Tal fue la intención maligna perseguida. Estos mismos argu-mentos se han infiltrado en las páginas de nuestro material histórico. Por eso la acu-sación es insensata, es innoble, la rechaza-mos. El malévolo chileno, publica a fin de abril de 1879, en la prensa de Santiago, el párrafo que copiaremos a la letra. Hacemos advertir que en esa misma fecha, Daza se encontraba ya en Tacna con su Ejército, en-caminándose al teatro de operaciones. Re-salta el objetivo que perseguía el enemigo de malquistarlo a Daza con el pueblo boli-viano. Transcribimos lo publicado por Vicu-ña Makena: “La noticia de la ocupación por las armas de Chile de la Plaza de Antofagas-ta, que tuvo lugar el 14 de Febrero, no llegó a La Paz, con la tardanza de la larga travesía del desierto y al lento paso de la acémila, sino en alas del vapor y del alambre eléc-trico. En consecuencia, el Presidente Daza tenía conocimiento de lo que pasaba, el jue-ves 20 de febrero, día en que aquella ciudad y en todo Bolivia llamase el ‘Jueves de com-padres’ porque es el comienzo del retozón y en ocasiones desaforado carnaval”.

Hagamos que la verdad ilumine nuestros cerebros, examinando el siguiente itinerario y la tremenda peripecia, el desesperado tran-ce, todo el mecanismo angustioso y heroico que significó vencer la distancia y la forma de recepción del parte bélico acerca del vandala-je consumado por Chile.

Los chilenos asaltaron el puerto de Anto-fagasta el viernes 14 de febrero, dedicándose al saqueo de las casas comerciales, bodegas y casas particulares, ocuparon las oficinas de la Prefectura, de la Policía, de la Capitanía del Puerto, Edificio de Bomberos, Templos, etc.

Sigamos computando los demás días: el sábado 15, la tropa y la rotería se dedicaron al vandalaje, asaltando domicilios de los boli-vianos en busca de botín y bebida.

El domingo 16, a las 4 de la tarde llegó el vapor ‘Amazonas’ de la Compañía Inglesa de vapores, enarbolando la bandera boliviana, que fue cambiada de inmediato por la chile-na. El prefecto Severino Zapata, autoridades y muchas familias bolivianas, tomaron ese va-por para salvarse de la furia de la soldadesca chilena alcoholizada. El ‘Amazonas’ zarpó en las sombras de la noche.

El lunes 17 llegó a Tocopilla, abordo los re-patriados suscribieron un manifiesto de pro-testa. Asimismo en Tocopilla, los diputados por el Litoral lanzaron otro manifiesto.

El martes 18, prosiguió el vapor a Iquique, puerto peruano donde, al saberse la noticia,

el cónsul boliviano mandó un telegrama a Tacna informando escuetamente lo sucedido en Antofagasta.

El miércoles 19, llegó el vapor a Arica; en el muelle se encontraba el cónsul boliviano residente en Tacna, Manuel Granier, que ha-bía viajado exprofesamente a ese puerto para inquirir noticias que el telégrafo desde Iqui-que le había adelantado.

Dicho señor cónsul, al conocer detalles fi-dedignos del asalto de Antofagasta, se preocu-pó en redactar las noticias para el Gobierno y mandar de inmediato a La Paz.

El jueves 20, llamado de ‘compadres’, sa-lía de Tacna el correo extraordinario envia-do por el cónsul Sr. Manuel Granier con los partes y la correspondencia oficial, urgente, encomendadas al estafeta Gregorio Collque, más comúnmente conocido como el ‘Goyo’. Fue el héroe sufrido de esta titánica jornada de vencer 76 leguas en seis días, cruzando los desiertos, precipicios, cumbres cordilleranas, la soledad matadora de la altiplanicie, sin un descanso, sino el precio de acampar solitario.

Bolivia no tenía servicio telegráfico y el único medio de comunicación que podría-mos llamar directo era el camino de Tacora a Machacas.

Admirable el valiente estafeta que hizo de ‘chasqui’ imitando las hazañas del pasado imperio de los incas. Héroe anónimo digno de ser exaltado. Así desempeñó su papel de responsabilidad el ‘Goyo’, Gregorio Collque.

El Goyo venció el siguiente itinerario en seis días:

chero y al estafeta ‘Goyo’ hacia la residencia del coronel intendente Baldivia, situada en la calle Pichincha, donde actualmente se halla edificada la iglesia de los padres jesuitas.

En efecto, allí estaba el Presidente en una reunión carnavalera, acompañado de sus edecanes y amigos de mayor confianza y mu-chas familias invitadas al baile.

La inesperada visita les causó enorme sorpresa.

Fue en la casa de los Baldivia donde se conoció la indignante noticia de la inva-sión chilena.

El cochero Salamanca exigió la urgencia de la entrevista ante la parte gravísima que debía informar el estafeta ‘Goyo’ y entregar la correspondencia del Cónsul de Tacna.

El coronel Baldivia lo hizo pasar a un sa-lón reservado. Es de imaginar la zozobra cau-sada, cuando el Presidente acompañado de sus edecanes recibió la infausta noticia; tras la lectura de oficio y partes; cruzó a prisa el salón principal, encaminándose de inmedia-to al Palacio.

Los invitados, ante la extraña conducta del presidente y edecanes que salían apresurada-mente de la casa, rodearon a ‘Goyo’ Collque, que había quedado en la casa, interrogándole lo ocurrido. Les comunicó cuanto sabía sobre el asalto al puerto de Antofagasta.

Eran las doce de la noche y la noticia se di-vulgaba públicamente en toda la ciudad.

* Con información del libro El Presidente Daza, de Enrique Vidaurre Retamoso

Jueves 20.- De Tacna al pueblo de Palca: 11 leguas:

Viernes 21 De Palca a la posta de Huchusu-ma: 14 leguas.

Sábado 22.- De Huchusuma a la posta de Chulluncayani: 14 leguas.

Domingo 23.- (Carnaval). De Chulluncaya-ni al pueblo de San Andrés de Machaca: 13 leguas.

Lunes 24.- (Carnaval). De San Andrés de Machaca a la posta de Tambillo: 14 leguas.

Martes 25.- (Carnaval). De Tambillo a la ciudad de La Paz: 10 leguas.

Total: 76 leguas.El ‘Goyo’ llegó al Palacio de Gobierno a las

11 de la noche, se presentó a la guardia ave-riguando dónde estaba el Presidente, se en-contró con Anselmo Salamanca, como así se llamaba el cochero de Daza. Fue quien lo lle-vó primero a la casa de don Carlos Frías en la esquina de las calles Yanacocha-Mercado, donde la familia de la señora Margarita Val-divia. En dicha casa festejaban el carnaval en compañía de los siguientes invitados: se-ñora Candelaria Campero de Soria, Edelmi-ra Barrancos de Benguria, Carmen Aguirre de Suárez; las señoritas Castillo, los señores Melitón Cano, Rosendo Estrada e Isaac Ta-mayo. También había estado un breve tiem-po el Presidente con su comitiva, habiendo dejado esa invitación para asistir a otra de su compadre, el intendente de la Policía co-ronel José María Baldivia.

Ante la insistencia de la búsqueda, el señor Rosendo Estrada se prestó a acompañar al co-

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A yacucho y la independencia del Alto Perú, del autor venezolano, Orlando Rincones, es una obra que re-lata apasionadamente la etapa final de la indepen-dencia de nuestra patria Bolivia.

Tomando en cuenta los acontecimientos y retor-nar sobre lo ocurrido en Ayacucho (palabra quechua que signi-fica Aya= muerte y k´uchu = rincón) en aquel entonces, es poner luces a los sucesos que provocaron la definitiva independencia de América latina y el surgimiento de un nuevo país: Bolivia, en el corazón de la región sudamericana. Al leer esta obra, en-contré un propósito que hoy en día es de suma importancia y es el de contribuir a la reanimación de nuestras raíces históricas.

Según la Dra. S. De Lorza, quien escribe la introducción de esta obra, parafraseando a Hobsbawm (Hobsbawm, 2004, ‘Sobre la historia’) comenta que “las sociedades contemporáneas son muy disimiles de las del pasado, pero de ellas provenimos… Lo que ayer era una república hoy devino un Estado Plurinacional, concepción que supera ampliamente lo que ya sentimos como anacronismo: la república”. Desde Tiwanaku, pasando por el Tawantinsuyu y la Colonia hasta nuestros días, nuestro Estado Plurinacional es un continuum histórico, en el cual Ayacucho fue su inicio.

Esta obra, fruto de cinco años de investigación nos presenta una mirada distinta a nuestra independencia, de donde nació nuestra patria Bolivia, una mirada que nos coloca más allá de lo local y nos sitúa en el contexto de la Batalla final y definitiva de la independencia del Alto y Bajo Perú de entonces. Pero no solo eso nos relata este hecho, sino que este libro se adentra en lo que lo llama en su primer capítulo: “El oscuro laberinto de la anarquía”, la Lima de 1823.

Ayacucho y la independencia del Alto Perú

Jorge R. Miranda LuizagaDocente y diplomático

UNA OBRA QUE REANIMA NUESTRAS RAÍCES HISTÓRICAS

BALADA EN HONOR DE LAS MUSAS DE CARNE Y HUESO

Nada mejor para cantar la vida,y aun para dar sonrisas a la muerte,que la áurea copa donde Venus viertela esencia azul de su viña encendida.Por respirar los perfumes de Armiday por sorber el vino de su beso,vino de ardor, de beso, de embeleso,fuérase al cielo en la bestia de Orlando,voz de oro y miel para decir cantando:¡La mejor musa es la de carne y hueso!

Cabellos largos en la buhardilla,noches de insomnio al blancor del invierno,pan de dolor con la sal de lo eternoy ojos de ardor en que Juvencia brilla;el tiempo en vano mueve su cuchilla,el hilo de oro permanece ileso;visión de gloria para el libro impresoque en sueños va como una mariposa;y una esperanza en la boca de rosa:¡La mejor musa es la de carne y hueso!

Regio automóvil, regia cetrería,borla y muceta, heráldica fortuna,nada son como a la luz de la lunauna mujer hecha una melodía.Barca de amor busca la fantasía,no el yacht de Alfonso o la barca de Creso.

Da al cuerpo llama y fortifica el sesoese archivado y vital paraíso;pasad de largo, Abelardo y Narciso:¡La mejor musa es la de carne y hueso!

Clío está en esa frente hecha de aurora,Euterpe canta en esta lengua fina,Talía ríe en la boca divina,Melpómene es ese gesto que implora;en estos pies Terpsícore se adora,cuello inclinado es de Erato embeleso,Polymnia intenta a Calíope procesopor esos ojos en que Amor se quema.Urania rige todo ese sistema:¡La mejor musa es la de carne y hueso!

No protestéis con celo protestante,contra el panal de rosas y clavelesen que Tiziano moja sus pincelesy gusta el cielo de Beatrice el Dante.Por eso existe el verso de diamante,por eso el iris tiéndese y por esohumano genio es celeste progreso.Líricos cantan y meditan sabiospor esos pechos y por esos labios:¡La mejor musa es la de carne y hueso!

Envío:Gregorio: nada al cantor determinacomo el gentil estímulo del beso;gloria al sabor de la boca divina.¡La mejor musa es la de carne y hueso!

Rubén Darío

Versos a la mujerEl escritor nicaraguense Rubén Darío dedicó varios versos a la mujer, entre esos, se destaca este poema, que resalta a la mujer real por sobre la imaginación y fantasías que se pueden tejer alrede-dor de ella. Para esto rescata a musas de otros artistas y mitología, empleando comparaciones entre esos seres utópicos y ficcionales frente a la musa real.

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Es tal vez una de las mejores cuen-tistas argentinas. Sin embargo, du-rante décadas, estuvo injustamente relegada a la condición de escritora consorte, de hermana fiel y de ami-

ga incondicional. Y es que Silvina Ocampo vi-vió toda su vida a la sombra de las tres gran-des figuras que la rodearon: su marido, Adolfo Bioy Casares; su amigo Jorge Luis Borges y su hermana, la gran Victoria Ocampo. Sólo en los últimos años de su existencia, la crítica li-teraria comenzó a echar luz sobre esa penum-bra y la reivindicó como una de las grandes escritoras criollas.

Claro que esa vida en las sombras; esa ma-nera suya de existir casi sin ser tenida en cuenta, le permitió construir un universo en el que las palabras y las imágenes —porque también era pintora— tenían vida propia.

EL INICIOSilvina Inocencia Ocampo Aguirre —tal era

su nombre completo— nació en Buenos Aires el 28 de julio de 1903, en el seno de una tra-dicional familia porteña. Era la menor de seis hermanas: la mayor era justamente la emble-mática Victoria. Como era tradición en toda familia aristocrática de aquella época, Silvina fue educada por institutrices y aprendió a ha-blar primero en francés. “Yo no me crié con el español, sino con el francés y el inglés, cuando tenía cuatro años y estaba en París. Los sentía como idiomas ya hechos; en cambio, el español sentía que tenía que inventarlo, que había que rehacer el idioma”, contó una vez.

Por intermedio de Borges, a quien la unió una gran amistad, conoció al Bioy Casares (nueve años menor que ella). Su belleza, según confesó en sus memorias, le resultó “una pu-ñalada”. A ella le bastó verlo para sentirse des-esperada de celos. “Algo había en él peor que su hermosura: sus ojos hundidos bajo unas cejas despeinadas por un viento invisible que reve-laban su desamparo”, escribió. Silvina en eso no era diferente de cualquier otra mujer: po-día resistirse a la salud y a la fuerza; al desam-paro nunca. Poco tiempo después, ese mucha-

cho irresistible publicó ‘La invención de Morel’ (quizás la mejor novela argentina jamás escri-ta) y se casó con ella en el frío invierno de 1940.

Fue en esa época que Silvina comenzó a es-cribir cuentos y, al mismo tiempo, a experi-mentar una misteriosa transformación. Aca-so para ocultar sus ojos “grotescos” (como ella los llamaba) comenzó a usar los típicos lentes oscuros con montura blanca de las hermanas Ocampo que, con el tiempo, se convirtieron en su sello personal. Por esa época también co-menzó a quejarse de su boca que, con los años, según sus propios ojos, se había vuelto “obsce-na”. Para sus amigos, en cambio, Silvina podía ser atractiva de un modo irresistible, pero ha-bía tenido la mala suerte de nacer en una fa-milia donde había mujeres de una hermosura más convencional, casi clásica, como la de su hermana Victoria. Tal vez por eso no le gustaba mostrarse en público con demasiada frecuen-cia y evitaba las reuniones masivas. En cambio, se sentía feliz leyéndole las líneas de las manos a Borges y a Bioy, a quienes llamaba “sus dos debilidades”. Junto a ellos, precisamente, escri-bió la famosa “Antología de la literatura fantás-tica” (1940) y la siempre vigente “Antología de la poesía argentina” (1946).

Su primer libro de cuentos fue ‘Viaje ol-vidado’ (1939), que le dedicó a su hermana Angélica. Pero Victoria lo defenestró. En la emblemática revista ‘Sur’ escribió una crí-tica en la que definió a la obra como re-cuerdos de su infancia tergiversados y puntualizó: “los cuentos son recuerdos en-mascarados de sueños; sueños de la especie que soñamos con los ojos abiertos. Y todo eso está escrito en un lenguaje hablado, lle-no de hallazgos que encantan y de desacier-tos que molestan”. Para Silvina fue un gol-pe durísimo recibir estas palabras. Tal vez por eso la relación entre ambas nunca vol-vió a ser la misma. Hay quienes dicen, in-cluso, que cuando viajaban a Mar del Plata, cada una se alojaba en su casa, y sólo se en-contraban en contadas ocasiones. De todas formas, las personas que las conocieron de verdad aseguran que ambas sentían una mutua admiración y un respeto sin igual.

Pocos días después de la muerte de Victo-ria (ocurrida el 27 de enero de 1979), Silvi-na le dedicó un hermoso poema titulado ‘El Ramo’, que dice: “Yo no te conté nada. Sabías todo. / Reinabas sobre el mundo más adverso / como si no te hubiera lastimado. / Nos une siempre la naturaleza: / el árbol una flor las tardes las barrancas / misterios que no rom-pen la armonía”.

La crítica literaria ignoró a Silvina hasta fi-nales de los 80, sin advertir la complejidad, el humor y la originalidad de su obra, que tam-bién se caracterizó por una crítica tajante a los convencionalismos sociales de la época y a las normas literarias establecidas.

EL DOLORPese a los celos y las numerosas infidelida-

des de su marido, Silvina integró con Bioy el matrimonio literario más destacado de la Ar-gentina. En cierto sentido, los Bioy (como eran conocidos en Buenos Aires) disfrutaban mu-cho juntos. Vivían, como decía Victoria Ocam-po, en una “torre de marfil, si es que alguna vez existió algo así”.

Pero, hacia el final de sus vidas sobrevino el dolor y la tragedia. En sus últimos años, Sil-vina tuvo que soportar una tremenda enfer-medad que no sólo minó su mente, sino tam-bién su cuerpo. Falleció la calurosa tarde del 14 de diciembre de 1994. Trágicamente, vein-te días después, su hija Marta Bioy Ocampo, de 39 años, murió atropellada por un auto-móvil. Bioy Casares las sobrevivió sólo cinco años. Por esas cosas del destino finalmente, fue Silvina la que lo abandonó a él.

El insondable destino de Silvina OcampoA LA SOMBRA DE TITANES DE LAS LETRAS ARGENTINAS, OCAM-PO CONSTRUYÓ UN UNIVERSO DE PALABRAS E IMÁGENES.

La Gaceta

Ocampo y sus famosos lentes, que se convirtieron en su sello reconocible.

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8 Domingo 8 de marzo de 2015

Visto el éxito del que gozan los vi-deojuegos, películas, novelas y series de televisión sobre muertos vivien-tes, cabe desde luego preguntarse por las razones que explican la extraña

atracción que ejercen sobre nosotros esas hordas de cuerpos humanos en evidente estado de des-composición. Sin negar la capacidad de las técni-cas publicitarias para determinar nuestros gustos, en este artículo nos gustaría sugerir que el ‘géne-ro zombi’ también recoge y moldea en la ficción ciertos aspectos especialmente relevantes, y espe-cialmente problemáticos, de la sociedad moderna, y los presenta ante el espectador de una forma que resulta más o menos catártica.

En ese sentido, resulta de enorme interés co-menzar nuestra reflexión apuntando que existe una falla que separa claramente el zombi carac-terístico de la producción cultural moderna de su expresión tradicional. Esa falla se expresa en al menos dos puntos:

Por un lado, el zombi tradicional es un indivi-duo, alguien con nombre y apellidos cuya muerte es puesta en duda cuando varias personas confir-man haber visto al difunto vagar por las inmedia-ciones del lugar donde fue enterrado; por el con-trario, el zombi moderno se presenta siempre en masa, carece totalmente de individualidad.

Por otro, el zombi tradicional es una figura mágico-esotérica, puesto que el término mismo proviene del vudú y por tanto conecta con las tra-diciones nigrománticas, mientras que el zombi moderno es un producto (torcido) del desarrollo científico-tecnológico y de la lucha contra la enfer-medad o la muerte.

Evidentemente el salto entre ambas expresio-nes no es repentino, sino que existen varios ejem-plos de transición entre los cuales podríamos res-catar, por ejemplo, el monstruo de Frankestein, la novela de Mary Shelley. Sin embargo, donde esa evolución gradual se observa con especial clari-dad es en el relato de H.P. Lovecraft Herbert West: Reanimador (1922), que no dudaríamos en consi-derar la primera aparición del zombi moderno.

Lovecraft introduce una sustantiva innova-ción, cuando la acción de su obra se traslada al frente en la I Guerra Mundial, y posteriormente,

cuando la secuela de los experimentos desarrolla-dos al principio de la historia es la aparición de una legión de muertos vivientes, todos ellos mili-tares caídos en el frente.

No debería extrañarnos que esta masa de zom-bis surja de las secuelas de la I Guerra Mundial, puesto que en dicho acontecimiento se funden de forma espeluznante la política de masas y el de-sarrollo tecnológico, que son, como hemos visto, las dos notas características del zombi moderno. Vale especialmente la pena detenerse, además, en la interconexión entre guerra y masa, porque el empleo mismo del término “masa” dentro del vo-cabulario sociológico está estrechamente ligado con la modernización de la guerra y también en su dimensión tecnológica que impulsa la Revolu-ción Francesa.

La masa es en primera instancia un producto de la acción del Estado como agente organizador de la población a la que somete (Masa y poder, de Elias Canetti). La masa adquiere por tanto un ca-rácter bifacético, ya que es herramienta del Esta-do moderno frente al Antiguo Régimen, pero al mismo tiempo es una amenaza potencial a la re-producción de la dominación legal-racional del Estado. Sin embargo, más allá de esa apariencia bifacética, el término “masa” sugiere, dada su eti-

mología físico-natural, la idea de que la multitud de hombres es objeto de medición, de cálculo, de control (mediante la técnica).

A la luz de estas reflexiones, por tanto, podría-mos afirmar que la moderna horda de zombis es a la tríada ciencia-técnica-Estado lo que la masa incontrolable de escobas era al aprendiz de brujo. El “género zombi” interpela, por tanto, al temor a que el Estado (hermanado con la ciencia y con la técnica) pueda ser en último término el que des-encadene la destrucción del orden social del cual forma parte, pero lo hace explicitando al máximo la vinculación de la masa con ciertos elementos in-conscientes de la psicología individual: una masa de zombis parece una pura expresión desenfrena-da de deseo, y en el frecuente afán de los no-muer-tos por morder a los vivos y devorarlos se puede en-trever, si uno recurre al psicoanálisis, un trasunto de los banquetes totémicos y, por tanto, del asesi-nato del padre primordial a manos de sus hijos.

Esta interpelación produce, evidentemente, una sensación ambivalente en el receptor (sea lector, jugador, o espectador), ya que por un lado la idea de dejarse atrapar por la masa puede ser atractiva, pero por otro lado sucumbir a ella im-plica la anulación de lo que uno es como indivi-duo. Ese segundo polo está representado en la fic-ción por los protagonistas, que generalmente no contemplan la rendición como una opción tenta-dora sino que aparecen como individuos heroicos dispuestos a preservarse como tales y que con fre-cuencia triunfan en su empeño.

Así, estos productos culturales operan como mecanismos de reproducción de la ideología do-minante.

Esa reproducción depende, por un lado, del mantenimiento de un campo (el mercado) donde la masa puede desplegarse sin representar un ries-go político; allí, alentados por el grito de guerra de la publicidad (el eslogan), podemos fingirnos muertos vivientes y fantasear con la satisfacción total de nuestro deseo. Pero, por otro lado, los apa-ratos ideológicos del estado tienen que alimentar cierto sentido de la individualidad, tienen que convencernos de que, incluso si formamos parte de esa masa ingente de sujetos que juegan a Hou-se of the Dead, leen The Zombie Survival Guide o ven Dawn of the Dead, en último término conser-vamos nuestra pulcra individualidad y tenemos la responsabilidad de luchar por preservarla frente al riesgo que representa el hombre-masa.

Los zombis y la sociedad modernaREFLEXIÓN SOBRE EL MODUS OPERANDI DE ALGUNOS PRO-DUCTOS CULTURALES.

Miguel LeónRebelión