¿personas o partidos? la percepción del transfuguismo y...

21
1 Título de la ponencia: ¿Personas o partidos? La percepción del transfuguismo y las paradojas de la representación política. El caso español Francisco J. Vanaclocha Bellver Catedrático de Ciencia Política. Instituto de Política y Gobernanza de la Universidad Carlos III de Madrid Javier Lorenzo Rodríguez Profesor Ayudante de Ciencia Política. Instituto de Política y Gobernanza de la Universidad Carlos III de Madrid.

Upload: vuonghanh

Post on 19-Sep-2018

213 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

1

Título de la ponencia:

¿Personas o partidos? La percepción del transfuguismo y las paradojas de la representación política. El caso español Francisco J. Vanaclocha Bellver Catedrático de Ciencia Política. Instituto de Política y Gobernanza de la Universidad Carlos III de Madrid Javier Lorenzo Rodríguez Profesor Ayudante de Ciencia Política. Instituto de Política y Gobernanza de la Universidad Carlos III de Madrid.

2

1.MARCO CONCEPTUAL Y CONTEXTO POLÍTICO

Los viejos y nuevos problemas de la representación política se encuentran en diálogo permanente y son fuente constante de reflexión y análisis sobre aspectos que afectan al corazón de las democracias (Eulau, Wahlke, Buchanan y Ferguson, 1959; Mackie, 2003; Schwindt-Bayer y Mishler, 2005; Rehfeld, 20011a y 2011b). Los fenómenos de transfuguismo, como en España se denominan, constituyen buena prueba de ello: sacan a la luz de forma recurrente contradicciones consustanciales al Estado democrático de partidos y “paradojas” implícitas en la evolución y percepción de la representación política (Pitkin, 1967; Runciman, 2007).

Con independencia de consideraciones conceptuales más sofisticadas

realizadas desde perspectivas jurídicas o politológicas (Márquez, 1992: 24; Arruego, 2005; Vanaclocha, 2009: 112-115; Santolaya Machetti y Corona Ferrero, 2009), en el plano de la percepción de los ciudadanos, que es el que en este estudio nos interesa, el transfuguismo se entiende como aquel comportamiento de un representante que, habiendo sido elegido para su cargo en función de la adscripción a un determinado partido, decide cambiar de opción partidista sin renunciar al cargo que desempeña. Las coordenadas del problema que plantea son sobradamente conocidas (García Roca, 2009; Torres del Moral, 2011).

En la gran mayoría de los contextos democráticos, el representante llega

a serlo –con independencia en principio de cuál sea el concreto sistema electoral que se aplique- en virtud de los apoyos y la mediación prestados por la formación política por la que se ha presentado a las elecciones, esto es, aquella a la que pertenece y a la que se encuentra vinculado por lazos de disciplina o, al menos, si no está afiliado a ella, por un compromiso de lealtad. La situación resultante no deja de ser paradójica. Por un lado, los sistemas constitucionales tienden a concebir la organización y funcionamiento de las estructuras estatales sobre la base de la aportación indispensable de los partidos y, a partir de ello, favorecen de hecho una especie de mandato imperativo de las formaciones políticas sobre sus parlamentarios o representantes electos. Por otro, la acción del partido-organización se sigue encontrando, no obstante, con las limitaciones derivadas de la vigente concepción jurídico-política del mandato representativo, pues se interpreta que los representantes, una vez elegidos, lo son del conjunto de la ciudadanía, del pueblo, de la nación –ni siquiera del electorado-, y pasan a desempeñar una función de naturaleza pública a la que sólo se podrá poner término tras unas nuevas elecciones. Como consecuencia de tal contradicción emerge la polémica sobre la titularidad del escaño o cargo público representativo: ¿resulta admisible que el representante electo pueda abandonar la formación que ha posibilitado su acceso al cargo, sin renunciar a éste? ¿es legítimo que el partido haga valer su posición –su contribución decisiva al éxito electoral obtenido- y reclame para sí el escaño de ese representante, a pesar de que la lógica del mandato representativo blinda legalmente la titularidad personal de dicho escaño? Estas preguntas encuentran respuestas diversas dependiendo del enfoque jurídico, el sistema político, la dinámica partidista, los valores dominantes o las características de la confrontación política del momento.

3

De todos modos, más allá de sus estrictos aspectos teóricos, el transfuguismo cobra realmente importancia política cuando el desplazamiento de la posición partidista del representante termina comportando la modificación relevante del juego de mayorías que sustenta al gobierno parlamentario -a escala nacional, regional o, en sistemas técnicamente próximos, también a escala local- o del que resulta decisivo de cara a emprender actuaciones fundamentales para el cumplimiento de un programa de gobierno (como la aprobación de los presupuestos o de una reforma constitucional). Estos son, pues, los casos que principalmente atraen el interés de políticos, analistas, periodistas y ciudadanos, tanto por sus consecuencias para la viabilidad, la estabilidad o la gobernabilidad de las instituciones afectadas, como por razón de los valores colectivos a los que responde o contra los que atenta (Vanaclocha, 2009: 113).

Los factores que influyen en los procesos de transfuguismo pueden ser

muchos y de diversa naturaleza y peso específico: desde los asociados al tipo y modelo de organización interna de las formaciones políticas afectadas, o la modalidad de liderazgo imperante en ellas, hasta la “ecuación personal” (Cerny, 1990) del tránsfuga; desde las características del sistema de partidos hasta los reglamentos o reglas de funcionamiento y toma de decisiones de la institución de que se trate, pasando por la orientación pragmática o ideológica de los actores políticos; desde el sistema electoral y el propio sistema de gobierno, hasta los valores de la respectiva cultura política y los de las elites partidistas, pasando por la propia estructura social, la dinámica del mercado económico y el arraigo de la cultura de ética pública. Y por supuesto, mención especial merecen factores tales como la disolución o escisión del propio partido político, la ruptura de una federación de partidos o una alianza electoral estable, o la transformación estratégica o refundación de un partido. En todo caso, el transfuguismo tiende a verse propiciado por escenarios políticamente abiertos: aquellos sometidos a tensiones, mutaciones, presiones e incertidumbres en las que el representante electo pueda creerse obligado, atendiendo a sus convicciones, o entender gratificante, atendiendo a sus intereses personales, optar individual o colectivamente por abandonar la formación política en la que se halla encuadrado.

Dentro de los casos de transfuguismo puede distinguirse un amplio

espectro de posibilidades. En un extremo hipotético se situaría el transfuguismo que bien podríamos llamar “íntegro” o “ético”. En un mundo en el que los votantes tienen escasa o nula capacidad de control sobre los candidatos electos (Manin, 1995: 210-214), este tipo de transfuguismo podría constituir un mecanismo potencial, aunque de modesto alcance, de corrección del sistema de representación; algo a lo que recurrir con objeto de contrarrestar la injustificada reorientación programática de un partido, haciéndonos pensar así que “los tránsfugas no son tan malos” (Rubio Llorente, 1999; García Roca, 1998: 77-83), que en su comportamiento puede haber incluso componentes de nobleza, integridad y responsabilidad. En el extremo opuesto se identificarían los casos más polémicos e impactantes mediáticamente, los de transfuguismo “indigno”, “corrupto” u “oportunista”. Serían aquellos sobre los que recae la sospecha o la certeza de que responden a deslealtades interesadas, al soborno, a la compra literal de la voluntad del tránsfuga, y en los que el

4

comportamiento de éste nada tiene que ver con un cambio sincero de convicciones o con legítimas discrepancias partidistas; transfuguismos asociados, pues, a ambiciones personales desmedidas, con una nada infrecuente traducción incluso en el plano económico que rayan o incurren en prácticas de corrupción. No obstante, como antes hemos señalado, entre un extremo y otro existe un amplio abanico de supuestos.

En este contexto conceptual situamos el análisis de la percepción ciudadana del transfuguismo en España. Pero, previamente a dicho análisis, es necesario también destacar los factores que en este país condicionan de modo especialmente significativo el debate y la percepción de los problemas que afectan a la articulación de la representación política, uno de los cuales es, obviamente, el transfuguismo. Esos factores son principalmente tres:

- El sistema de gobierno parlamentario constituye la columna vertebral de la actividad político-institucional española. La Constitución de 1978 lo implantó en el marco de las instituciones estatales y, posteriormente, se extendió a la práctica totalidad de los niveles gubernamentales, tanto territoriales como locales. Quiere decirse que en todos ellos resulta capital el juego de mayorías que posibilita tanto la formación de gobiernos como, en su caso, la sustitución de los mismos por otros de distinto signo político, a través principalmente, de la aprobación de mociones de censura constructivas. - Favorecido inicialmente por la voluntad de los actores que impulsaron la transición española a la democracia de potenciar el papel de los partidos, pero también por la verificable debilidad de la sociedad civil, es un hecho que aquellos monopolizan en la práctica los procesos de producción de gobierno, de representación y de legitimación política. El Estado democrático de partidos posee en España una gran fortaleza y visibilidad institucional que, no obstante, contrasta con el progresivo deterioro de la imagen de los partidos políticos acrecentado fuertemente en los últimos años (Metroscopia, 2011; Delgado, Martínez y Oñate, 1998: 35; Barómetro CIS, Abril , 2005, 2010 y 2012). - En consonancia con lo anterior, desde la transición hasta la actualidad, los principales sistemas electorales aplicados en España han tomado ininterrumpidamente como modelo de referencia el de representación proporcional (fórmula d´Hondt) con listas cerradas y bloqueadas (los sistemas mayoritarios se utilizan solo en elecciones percibidas como de relevancia política secundaria, caso de las del Senado y ayuntamientos de muy poca población). Ello ha potenciado a su vez el enorme poder de los aparatos de los partidos en la selección de candidatos y en los procesos de decisión sobre la continuidad de los representantes. En este escenario, los casos de transfuguismo de diverso tipo no son infrecuentes en España (Santolaya Machetti y Corona Ferrero, 2009), aunque se concentran en el plano de los gobiernos locales y, en términos proporcionales, ni siquiera en este ámbito generan una significativa inestabilidad gubernamental (Márquez, 2007; Reniù, 1996; Magre y Bertrana, 2008). Sin embargo, de forma recurrente saltan a los medios de comunicación casos de transfuguismo que responden a comportamientos calificados de

5

escandalosos o corruptos, originando efectos que tienden a seguir un patrón similar: causan conmoción entre la opinión pública, levantan una oleada de críticas dirigidas contra el partido que se beneficia de dichos comportamientos, tensionan la arena política y suelen conducir a que se reproduzcan las críticas contra el sistema electoral, contra los defectos de la práctica parlamentaria o municipal, o contra los partidos españoles en su conjunto, incorporando en ocasiones solicitudes o propuestas de reforma o de pacto antitransfuguismo. A pesar de ello, ese clima de tensión y crítica termina desapareciendo después de cierto tiempo y pocas veces da lugar a medidas de reforma institucional o a pactos concretos entre partidos1. Y cuando llegan a firmarse dichos pactos, su eficacia deja mucho que desear. Algunos casos de este tipo de transfuguismo originaron ruidosos escándalos, como los de la Asamblea de Madrid (1988 y 1999) o los de los ayuntamientos de Madrid (1989), Las Palmas (2001), Fuengirola (1989), Benidorm (en 1991 y 2011) o Marbella (1999)2. A pesar de ello, la frecuencia de dichos casos ha sido bastante reducida, al igual que su impacto político3, salvo contadas excepciones. Todo apunta a que probablemente, como se ha dicho, “los partidos políticos se sientan cómodos en zonas de ambigüedad, pensando quizás que los costes derivados de su actitud, de su limitada beligerancia contra el transfuguismo, son perfectamente asumibles” (Vanaclocha, 2009: 125). Pero ello no impide que una de las preocupaciones que manifiestan de forma recurrente los actores políticos (y también los actores sociales) españoles sea que la potencial proliferación de procesos de transfuguismo pueda conducir al incremento de la desafección, al empobrecimiento democrático, a la devaluación de las instituciones representativas, todo lo cual viene a depender en gran medida de la percepción que los ciudadanos tengan de dichos procesos y de cómo valoren sus consecuencias. La percepción ciudadana se erige, pues, en factor esencial del impacto que aquéllos causan sobre la comunidad política y, en consecuencia, de la amplificación o atenuación de sus efectos sobre el conjunto del sistema. Se convierte así en la clave de la construcción del transfuguismo como problema y, por consiguiente, de su incorporación a las agendas políticas. Por eso es importante estudiarla.

2.- PREMISAS DEL ANÁLISIS DE LA PERCEPCIÓN DEL TRANSFUGUISMO

1 La principal excepción ha sido el “Acuerdo sobre un Código de conducta política en relación con el transfuguismo en las Corporaciones locales” (véase MAP, 1998), firmado en Madrid, el 7 de julio de 1998, entre el ministro de Administraciones Públicas y los representantes de las doce principales formaciones políticas, en el marco de las “Medidas para el desarrollo del Gobierno Local” -esto es, el llamado Pacto Local- negociadas y tramitadas a lo largo 1998 y publicadas en abril de 1999 (Hernández Lafuente, 1999). 2 Pocos trabajos se han centrado específicamente en casos de transfuguismo en España, pero procede destacar las referencias existentes en análisis como los de Colomer (1990) o Sánchez Herrera (1998), o los contenidos en la obra de Santolaya y Corona (2009). 3 Así lo refleja la Comisión de Seguimiento del Pacto Antitransfuguismo en su acuerdo firmado en 2006 http://www.seap.minhap.gob.es/es/areas/politica_local/cooperacion_local/organos_de_cooperacion/comision_de_seguimiento_del_pacto_antitransfuguismo/comision_de_seguimiento_del_pacto_antitransfuguismo.html

6

En la línea de trabajos desarrollados anteriormente por diversos autores (Delgado, Martínez y Oñate, 1998; Méndez, 2006; Vanaclocha y Lorenzo, 2009) abordamos el análisis de la percepción ciudadana del transfuguismo en España tomando como base una fuente de investigación de sumo interés: una serie seleccionada de tres estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), realizados con similares características en noviembre de 1994, abril de 1997 y enero de 20054. Desafortunadamente, desde esta última fecha las preguntas que centran nuestro interés no han vuelto a ser incluidas en ningún otro estudio opinático del CIS. Por este motivo, y con objeto de continuar el análisis longitudinal, hemos necesitado encargar la realización de una encuesta en 20105, manteniendo los mismos criterios de significatividad y error muestral que los anteriores y también la formulación a los encuestados de la misma pregunta fija, con idéntica redacción y prácticamente las mismas opciones de respuesta (la única diferencia es que no se distingue entre el “no sabe” y el “no contesta”).

La opción que se presenta al encuestado en primer lugar es la de tópica aceptación del comportamiento tránsfuga, mientras la segunda identifica el rechazo al mismo. La ausencia de matices hace que la pregunta formulada reduzca considerablemente el margen de profundización del análisis. Plantea de forma directa al encuestado el dilema entre las dos principales opciones que se le presentan al representante llegado a una situación de enfrentamiento o discrepancia esencial con el partido por el que ha sido elegido. Contempla la 4 Las referencias y ficha técnica de los estudios del CIS son: Estudio nº 2124. Constitución e Instituciones (I). Fechas del trabajo de campo: del 19 al 24 de noviembre de de 1994. Tamaño de la muestra: 2481 entrevistas realizadas. Estudio nº 2240. Ciudadanos ante la política (I). Fechas del trabajo de campo: del 11 al 15 de abril de 1997. Tamaño de la muestra: 2490 entrevistas realizadas. Estudio nº 2588. Representación y participación ciudadana. Fechas del trabajo de campo: del 12 al 18 de enero de 2005. Tamaño de la muestra: 2479 entrevistas realizadas. En estos tres estudios el cálculo del error muestrales de+-2, para el conjunto de la muestra y en el supuesto de muestreo aleatorio simple, y un nivel de confianza del 95,5% (dos sigmas). 5 Estudio sobre la percepción del transfuguismo en España. Fechas del trabajo de campo: del 1 al 10 de febrero de 2010. Tamaño de la muestra: 1340 entrevistas realizadas. Error muestral: ± 2,73% para p=q=0,5 y un nivel de confianza del 95,5% para datos globales. Empresa encargada de realizar el trabajo de campo: Simple Lógica Investigación S.A. Este estudio ha sido financiado en el marco del proyecto de investigación UC3M 2008/191/001, dirigido por Francisco J. Vanaclocha.

La pregunta es la siguiente:

Como Vd. seguramente sabe, en ocasiones sucede que un parlamentario que ha sido elegido en las listas de un determinado partido decide posteriormente abandonar su vinculación con ese partido. En estas ocasiones, ¿qué cree Vd. que debería hacer el parlamentario…?

Conservar su escaño, e integrarse en otro grupo parlamentario.

Renunciar a su escaño para que lo ocupe otro parlamentario del partido en cuyas listas fue elegido

N.S.

N.C.

7

necesidad de formular un juicio sobre la incidencia de la decisión del hipotético tránsfuga en la alteración de las cuotas de poder que los partidos han obtenido en función de las preferencias de los votantes. Requiere, en consecuencia, al encuestado a que se pronuncie sobre el comportamiento que entiende más congruente por parte del representante, forzándole a que revele su interpretación acerca de la lógica que debe presidir la relación de lealtad entre aquel y su partido, en el marco de la aplicación de un sistema electoral concreto, el español, asociado tópicamente al empleo, como hemos dicho antes, de listas cerradas y bloqueadas.

Dada la redacción de la pregunta, carece de relevancia aquí discriminar

entre el transfuguismo por convicción (íntegro o ético) y aquel por corrupción u oportunismo, pues lo que se focaliza es la coherencia del comportamiento del representante una vez que ha estallado su enfrentamiento irreversible con el partido, por la razón que fuere. Por otro lado, formalmente queda al margen de la pregunta toda consideración sobre las consecuencias que pueda tener la conservación del escaño sobre la estabilidad gubernamental o la gobernabilidad, si bien es ingenuo pensar que los ciudadanos responden sin tener en cuenta el alcance y probabilidad de dichos riesgos.

Aclaremos, por último, que aunque la pregunta se refiere en principio a

las opciones de “un parlamentario”, el análisis lo entendemos extensible a la situación de todo cargo público representativo, incluido el desempeñado en órganos de gobierno local.

El análisis realizado de la percepción ciudadana del transfuguismo en España se ha modulado en función de las variables género, edad (seis tramos), ámbito territorial (cuatro tramos), nivel de estudios (seis), estatus socioeconómico (cinco) y autoposicionamiento ideológico (cinco tramos). Las tres primeras variables dibujan una aproximación al perfil sociodemográfico de la citada percepción; las otras tres completan dicho perfil aportando la dimensión socioeconómico-ideológica del mismo.

3. LA PERCEPCIÓN CIUDADANA ASOCIADA A VARIABLES RELACIONADAS CON EL PERFIL SOCIODEMOGRÁFICO

3.1 Edad

Por una parte, la proporción de personas que son firmes partidarias de que el representante renuncie al escaño viene a ser menor en el tramo más joven (18-24 años) y en el de mayor edad (más de 64), incrementándose en los tramos centrales. Dentro de ellos, aquel en el que aparece el rechazo más fuerte tiende a desplazarse hacia edades más avanzadas: en 1994 y 1997 es el tramo de 25-30 años, seguido del de 35-44, pero en 2005 y 2010 es el de 45-54 años, seguido del de 55-64 (véase gráfico 2).

8

Por otra parte, el mayor rechazo al transfuguismo en 1994 y 1997 es

liderado por las personas nacidas en los años 60 (que en 1994 se ubicaban en el tramo de 25-34 años y en 1997 seguían en su mayoría en él o habían pasado al de 35-44 años), pero en 2005 y 2010 toman el relevo los nacidos en los años 50. GRÁFICO 1: OPCIÓN DE RENUNCIA AL ESCAÑO, SEGÚN GÉNERO Y EDAD.

(Media 1994-2010)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del CIS y Estudio específico para 2010

El análisis por tramos de edad apunta, por tanto, a que la actitud respecto al transfuguismo tiende a variar no sólo en función de la edad –es decir, de los valores y actitudes modales correspondientes a un determinado momento del ciclo vital- sino también en función de factores generacionales, esto es, asociables a las mutaciones y efectos del proceso de socialización política o al impacto de los acontecimientos políticos sobre determinadas cohortes demográficas.

Este análisis deja constancia de las notables variaciones existentes en los resultados de las cuatro encuestas estudiadas. Entre quienes optan por que se renuncie al escaño, las diferencias se acentúan, siempre a favor de los hombres, en los tres tramos de mayor edad, y especialmente en el de 65 años o más. Entre quienes optan por que se conserve el escaño, sin embargo, las diferencias entre sexos tienden a fluctuar sensiblemente, incrementándose sobre todo en los tramos de entre 18 y 24 años y de 65 o más, pero también de entre 25 y 34 años y de entre 35 y 44.

En todo caso, lo más llamativo, por relevante, es el alto porcentaje de

mujeres que opta por acogerse al “No sabe”: alrededor del 20% hasta 2005, aunque con tendencia a disminuir, frente a una media de 12,3% entre los

69,7

76,3

78,5

81,2

79,1

73,6

70,0

77,3

75,3

72,4

66,9

59,4

Hombres Mujeres

9

hombres, que tiende también a bajar. El estudio de 2010 refleja un espectacular desplome de estos porcentajes tanto en mujeres (7,6) como en hombres (3,2).

3.2 Género

En la percepción del transfuguismo se aprecia un dimorfismo indudablemente significativo.

Tanto entre hombres como entre mujeres el rechazo a que se conserve el escaño es importante y progresivamente mayor con el paso del tiempo, pero hasta 2005 resulta bastante más fuerte entre los hombres (véase gráfico 2): tres de cada cuatro se pronuncian por ello, frente a dos de cada tres mujeres. En 2010, sin embargo, la diferencia entre los dos porcentajes es tan sólo de 1,4 puntos.

En otro plano, la proporción de población femenina partidaria de que el representante conserve el escaño es, de forma sistemática, algo inferior a la masculina y, aunque las diferencias tendieron a reducirse, en 2010 recuperó el nivel de 1994. GRÁFICO 2: PERCEPCIÓN DEL TRANSFUGUISMO SEGÚN VARIABLE GÉNERO.

(Media 1994-2010)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del CIS y Estudio específico para 2010

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

Conservar su escaño e integrarse en otro grupo

parlamentario

Renunciar a su escaño para que lo ocupe otro

parlamentario del partido en cuyas listas fue elegido

N.S.

13,1

78,5

8,45 10,7

73,8

15,50

Hombres Mujeres

10

3.3 Ámbito territorial El diseño de las muestras utilizadas en los cuatro estudios que se han

utilizado, plantea problemas de validez externa que impiden ofrecer los resultados por comunidades autónomas, permitiendo desagregar los datos en función de tan sólo cuatro ámbitos territoriales significativos6: Andalucía, Cataluña, Madrid y resto de España. GRÁFICO 3: PERCEPCIÓN DEL TRANSFUGUISMO SEGÚN ÁMBITO

TERRITORIAL (Media 1994-2010)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del CIS y Estudio específico para 2010 * En la opción “No contesta”, sólo se computan los datos de los estudios de 1994,1997 y 2005.

6 Los estudios en los que se basa nuestro análisis son representativos únicamente a escala nacional. Dado que su diseño muestral no fue concebido para ser analizado en función de la variable territorial, los datos desagregados plantean problemas de insuficiente validez estadística. No obstante, a la vista del interés que poseen en España los factores territoriales, hemos optado por ofrecer una desagregación por comunidades autónomas en las que se realizaron al menos 300 entrevistas.

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

Andalucía Cataluña Madrid Resto de España

Total

12,2 9,2 11,4 11,2 11,3

67,4

78,5 80,9

71,8 73,3

19,3 11,2

6,8 16,0 14,4

1,2 1,0 0,9 1,0 1,0

Conservar su escaño e integrarse en otro grupo parlamentario

Renunciar a su escaño para que lo ocupe otro parlamentario del partido en cuyas listas fue elegido N.S.

N.C.

11

Prácticamente, en todos los ámbitos territoriales identificados el rechazo de la opción transfuguista es creciente. Las excepciones son las de Madrid en 1997 (baja dos décimas respecto a 1994) y 2010 (baja 2,1 puntos respecto a 2005) y la de Cataluña en 2010 (baja 2,6 puntos). Salvo en estas dos comunidades en las que disminuye, en el resto del territorio se produce en 2010 un fortísimo incremento de la opción favorable a que se renuncie al escaño.

La opción de conservar el escaño evoluciona de forma no siempre decreciente, como puede observarse en el gráfico 4: en Andalucía crece apreciablemente en 2005 y 2010; en Cataluña el porcentaje de 2010 dobla al de 2005; en Madrid crece en 1997 y notablemente en 2010; y en el “resto de España” dicha opción mantiene idénticos porcentajes en 1994 y 1997 y aumenta en 2010. En general, lo que parecía una tendencia a que bajara la opción favorable a conservar el escaño se invierte, y fuertemente, en 2010.

Se advierten significativas diferencias entre los cuatro ámbitos territoriales desagregados. Hasta 2005, Cataluña y Madrid se situaban claramente a la cabeza del rechazo a la opción transfuguista, pero en 2010 lo que identificamos como “resto de España” se situó a su mismo nivel. Andalucía sigue siendo el ámbito territorial con menor porcentaje de rechazo; sin embargo, en 2010 este sube diez puntos respecto al de cinco años antes.

Las diferencias territoriales han sido más notables aún en cuanto a la

proporción de encuestados que toman la opción “No sabe”. Hasta 2005, Cataluña y, sobre todo, Madrid presentaban niveles bastante más bajos y evolucionan hasta alcanzar ese año el 8,1 y el 4,5% respectivamente, en contraste con el “resto de España” y Andalucía, que se situaban alrededor del 20%. En 2010, la citada opción arroja valores más uniformes y solamente Andalucía supera (con un 8,8%) la media nacional (5,4%).

4.- LA PERCEPCIÓN CIUDADANA ASOCIADA A VARIABLES DE ÍNDOLE SOCIOECONÓMICA E IDEOLÓGICA

4.1 Nivel de estudios7

El gráfico 4 refleja con claridad la importancia del nivel de estudios como factor explicativo de la percepción del transfuguismo. La opción favorable a conservar el escaño no ofrece grandes variaciones, aunque sobresalga como techo la media de quienes poseen estudios de secundaria (diferenciados de los de formación profesional). Pero lo que sí queda perfectamente perfilado es que

7 A partir de los datos del CIS se han agregado a la categoría Estudios Superiores, los porcentajes de “Otros reglados”, en el que se recogen aquellos que han cursado estudios de doctorado, posgrados o titulaciones de especial naturaleza como, por ejemplo, Bellas Artes.

12

a mayor nivel educativo, por una parte, se incrementa la proporción de personas partidarias de que el representante renuncie a su escaño y, por otra, tiende a disminuir la de aquellas que manifiestan “no saber” qué contestar. GRÁFICO 4: PERCEPCIÓN DEL TRANSFUGUISMO SEGÚN NIVEL DE ESTUDIOS

(Media 1994-2010)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del CIS y Estudio específico para 2010

El nivel de estudios -se entiende que asociado tópicamente a mayores posibilidades de información y capacidad de reflexión-, emerge por tanto como un factor generador tanto de conocimiento sobre la situación política (justo lo contrario de lo que significa la opción “No sabe”), como de rechazo de los comportamientos tránsfugas. Ello sugiere, a su vez, la hipótesis de que unas mayores posibilidades de conocimiento y reflexión sobre la política tiende a implicar una valoración más negativa del transfuguismo.

4.2 Estatus socioeconómico8

El análisis de esta variable completa y confirma en cierto modo el de la anterior, como se refleja en el gráfico siguiente. 8 La clasificación utilizada de los datos es la empleada por el CIS según la categoría de Feldman, en la que se distingue entre nuevas clases medias y viejas clases medias. En la primera se incluyen los altos ejecutivos y trabajadores de la nueva economía, mientras que en la segunda quedan las clases medias convencionales.

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

Sin Estudios Primaria Secundaria FP Medios Univ Superiores

9,4 9,8 14,1

12,2 10,9 11,3

57,2

73,0 75,1 77,8

82,3 82,9

29,9

17,9

8,2 10,5 5,2 3,7 1,4 0,9 0,8 1,0 1,1 1,0

Conservar su escaño e integrarse en otro grupo parlamentario

Renunciar a su escaño para que lo ocupe otro parlamentario del partido en cuyas listas fue elegido N,S,

13

GRÁFICO 5: PERCEPCIÓN DEL TRANSFUGUISMO SEGÚN ESTATUS

SOCIOECONÓMICO. (Media 1994-2010)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del CIS y Estudio específico para 2010

La opción de renunciar al escaño se sitúa en niveles particularmente

altos entre la clase alta y media-alta, así como entre las denominadas nuevas clases medias, pero especialmente entre las primeras. Sin embargo, ofrece valores por debajo de la media, disminuyendo progresivamente, entre las “viejas clases medias”, los obreros cualificados y los obreros no cualificados. En definitiva, el porcentaje de personas que escogen la opción de que el representante debería renunciar al escaño, aun manteniéndose siempre en niveles altos (superiores siempre al 65%), desciende a medida que lo hace su estatus socioeconómico.

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

Total Clase Alta/Media Alta

Nuevas Clases Medias

Viejas clases medias

Obreros Cualificados

Obreros no cualificados

10,6 10,0 10,9 9,9 12,0 8,8

70,6

80,1 77,8

67,3 66,8 65,6

17,5

7,9 10,4

21,4 20,3 24,6

1,2 2,0 0,9 1,4 1,0 1,1

Conservar su escaño e integrarse en otro grupo parlamentario

Renunciar a su escaño para que lo ocupe otro parlamentario del partido en cuyas listas fue elegido N,S,

14

En términos similares a cómo sucediera en relación a la variable del nivel de estudios, la opción de conservar el escaño sufre oscilaciones poco significativas en los distintos tramos, como apunta el hecho de que los valores más altos tiendan a darse entre los obreros cualificados y los más bajos entre los obreros no cualificados.

Emerge significativamente la alta proporción de quienes optan por el “No sabe”: destaca concretamente el alto porcentaje de personas que la escoge entre las llamadas viejas clases medias, los obreros cualificados y, sobre todo, los obreros no cualificados; contrasta con los relativamente bajos porcentajes que obtiene esta opción entre la clase alta y media-alta y las nuevas clases medias, cuyos valores se sitúan por debajo de la mitad de los de las anteriores categorías.

4.3 Autoposicionamiento ideológico

Esta variable no arroja diferencias significativas entre las cinco posiciones identificadas en el análisis9, si bien lo que sí destaca es la elevada proporción de personas que dicen “no saber” o prefieren “no contestar” acerca de su propia posición ideológica, lo cual supone un factor de distorsión. GRÁFICO 6: PERCEPCIÓN DEL TRANSFUGUISMO SEGÚN

AUTOPOSICIONAMIENTO IDEOLÓGICO (Media 1994-2010)

9 Se utiliza la clásica escala de autoposicionamiento ideológico empleada por el CIS, en la que 1 y 10 representan las posiciones extremas de la izquierda y derecha respectivamente, identificándose como “centro político” la posición 5/6.

15

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del CIS y Estudio específico para 2010

La opción partidaria de renunciar al escaño se mantiene siempre en niveles muy elevados, aunque llama principalmente la atención que la posición más a la derecha obtenga de forma constante los valores más bajos (a excepción de los niveles correspondientes a quienes se acogen a la opción “No sabe” sobre su respectiva posición ideológica). Desde 2005, destaca asimismo el espectacular incremento de dicha opción en posiciones de izquierda y centro-izquierda.

El análisis de la opción favorable a conservar el escaño ofrece oscilaciones de interés menor. En general, los valores más altos los encontramos en la posición de izquierda, seguidos de la de centro-izquierda, mientras el valor más bajo corresponde a quienes manifiestan “no saber” su posición ideológica. No obstante, en 2005 se apunta la tendencia a que sean las posiciones extremas de izquierda y derecha las que ofrezcan los niveles más bajos (por debajo también de los que “no saben” sobre su posición ideológica) y a que aquellos vayan incrementándose a medida que las posiciones se aproximan al centro.

La opción “No sabe” (sobre qué debería hacer el representante) encuentra, con cierta lógica, niveles sustancialmente más altos entre quienes, sobre todo, “no saben” acerca de su posición ideológica. A mucha distancia de estos niveles se sitúan los de los diferentes tramos de posición ideológica, ofreciendo valores más elevados los de quienes se autoubican en la posición de derecha y, a considerable distancia, en la de centro.

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

1 / 2 3 / 4 5 / 6 7 / 8 9 / 10 Total

13,55 12,72 11,29 9,83 11,85 11,42

77,97 77,22 76,70 79,53

71,55 73,56

7,36 9,27 11,44 10,22 14,97 14,12

Conservar su escaño e integrarse en otro grupo parlamentario

Renunciar a su escaño para que lo ocupe otro parlamentario del partido en cuyas listas fue elegido N,S,

16

5.- CONCLUSIONES SOBRE LA PERCEPCIÓN CIUDADANA DEL TRANSFUGUISMO EN LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA

Los fenómenos de transfuguismo poseen un notable componente de “representación simbólica” (Eulau y Karps, 1977), de gesto dramatizado de la colisión entre diferentes intereses y formas de entender la representación democrática. Son buen ejemplo de política entendida como acción simbólica (Edelman, 1971), con impacto especial en el mundo de las percepciones colectivas. Es evidente que los términos en que se manifiesta la percepción del transfuguismo proporcionan claves relevantes sobre el modo en que los ciudadanos conciben la producción y ejercicio de la representación política en el sistema democrático.

-*-

17

GRÁFICO 7: PERCEPCIÓN DEL TRANSFUGUISMO EN ESPAÑA (Media 1994-2010)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del CIS y Estudio específico para 2010

Un fenómeno particularmente llamativo es la alta proporción de encuestados que señalan no saber qué responder a la pregunta. No sucede lo mismo con el porcentaje de quienes (en los primeros tres estudios) toman la opción del “No contesta”, que oscila entre el 1,1 y el 1,4 y carece prácticamente de significación, situándose en márgenes que bien pudiéramos llamar residuales o estructurales. Sin embargo, el nivel del “No sabe” alcanza el 18,7 % de los encuestados en 1994, el 17,7% en 1997 y el 15,7% en 2005, valores altísimos y por ello “sorprendentes”, aunque con clara tendencia a disminuir. Y en efecto, en 2010 se advierte un descenso espectacular: nada menos que hasta el 5,4%.

Resulta singularmente elevada, pues, la proporción de entrevistados que reconocen no poseer elementos de juicio suficientes para pronunciarse por una de las dos opciones planteadas en la pregunta. Intentando encontrar las claves

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

100

1994 (n=2472) 1997 (n=2482) 2005 (n=2479) 2010 (n=1340)

Total

11,6 10,4 10,2 13,1

68,3 70,7 72,7 81,5

18,7 17,7 15,7

5,4 1,3 1,1 1,4

Conservar su escaño e integrarse en otro grupo parlamentario

Renunciar a su escaño para que lo ocupe otro parlamentario del partido en cuyas listas fue elegido N.S.

N.C.

18

de tal fenómeno podrían contemplarse varias hipótesis explicativas: (a) que resulta consecuencia de un ser consciente de la complejidad del problema tratado y de las contradicciones que le afectan en la dinámica del Estado de partidos, lo cual atenaza la posibilidad de decantarse por una u otra opción y, a su vez, puede verse favorecido por la relativa rigidez de los términos en que se formula la pregunta; (b) que responde realmente a la desinformación o alejamiento de la política asociados particularmente a factores tales como tradicionales espacios de género, bajos niveles educativos, determinadas etapas del ciclo vital o estratos inferiores de la escala social; (c) que se considera que cada caso de transfuguismo es singular y no es posible generalizar el rechazo o aceptación del mismo; y (d) que se trata de un indicador de desafección política que emerge con ocasión de la respuesta sobre un problema concreto.

La confirmación de cualquiera de estas cuatro hipótesis exigiría una profundización en el análisis que rebasa con creces el ámbito del presente trabajo. De todas formas, diversos aspectos del análisis apuntan a la existencia de otros factores explicativos, y probablemente más relevantes. El hecho es que dichos índices aumentan especialmente (a) entre las mujeres, (b) entre los mayores de 54 años y, sobre todo, de 65 o más, (c) en el ámbito territorial de Andalucía y el definido como “resto de España”, (d) entre personas con bajo nivel de estudios, (e) entre las “viejas clases medias” y obreros cualificados y no cualificados, y (f) entre quienes no saben o no quieren identificar su propia posición ideológica. Todo ello dibuja un cuadro en el que pasarían a ser particularmente significativos factores tales como el nivel de desinformación política o la falta de formación para descodificar la información política, así como las características de la cultura cívica territorial y las fracturas en la percepción ciudadana asociadas a espacios de género, al ciclo de vida o a la estratificación social. Asimismo, aunque en un plano menos relevante, los superiores niveles de la opción “No sabe” entre quienes se ubican en la derecha ideológica podría sugerir hipótesis complementarias y más arriesgadas, como la de venir reforzada en parte por un componente de rechazo hacia el sistema representativo vigente.

-*-

El análisis realizado revela, ante todo, un fuerte y creciente rechazo de

los ciudadanos a la posibilidad de que el representante conserve su escaño y se integre en otro grupo parlamentario (véase gráfico 1). Dicho rechazo crece progresivamente, oscilando entre el 68,3% de 1994 y el 81,5% de 2010, y se corresponde en principio con la tendencia inversa (decreciente hasta 2005) de quienes se manifiestan partidarios de que se retenga el escaño, que oscila entre el 10,2% de 2005 y el 13,1% de 2010. En cualquier caso, téngase en cuenta para interpretar correctamente la evolución de los referidos valores que el importante incremento de los porcentajes de uno y otro tipo en 2010 son, en gran parte, consecuencia del espectacular descenso de la opción “No sabe”.

-*-

19

En todo caso, lo que queda patente es que la gran mayoría de los ciudadanos españoles, con su rechazo de los comportamientos tránsfugas, reconoce que, en los actuales escenarios electorales e institucionales, el partido es el actor que mejor –el que de modo más coherente- hace efectiva la representación política, aquel al que otorga su confianza y al que responsabiliza. Al representante individual pueden concebirlo como una pieza importante, pero integrada esencialmente en la organización partidista, sin que entiendan justificado que la autonomía de aquel pueda debilitar la identidad o la cuota de poder o representación de ésta.

Las variables aquí estudiadas ponen de relieve, en mayor o menor medida, fracturas de diversa significación en la percepción del transfuguismo con las que se vienen a diferenciar determinados perfiles sociodemográficos. Pero ninguna de dichas fracturas altera la aplastante proporción de quienes entienden que el representante debe renunciar a su escaño antes que optar por conservarlo y cambiar de grupo partidista. Se trata de una tendencia sólidamente arraigada entre los españoles y cuya progresión parece confirmarse con rotundidad en los estudios de 2005 y 2010. Más allá de picos coyunturales, nada parece indicar que ello sea eventual producto del impacto mediático sobre la ciudadanía de casos de transfuguismo particularmente emblemáticos, por perversos. No obstante, habrá que seguir observando la futura evolución, así como profundizar en el análisis realizado.

-*-

Dado que “los ciudadanos son muy críticos con los partidos y que en ellos se focaliza buena parte de las insatisfacciones respecto al proceso de representación política”, el rechazo del transfuguismo puede interpretarse acaso como una de “las contradicciones que los propios ciudadanos manifiestan en sus opiniones” respecto a dicho proceso (Méndez, 2006: 143). Pero cabría una interpretación distinta, no en clave de contradicción sino de coherencia, de sofisticada coherencia. En efecto, la recurrente crítica a la acción de los partidos –tan común en los últimos lustros en la práctica totalidad de nuestras democracias y tan visible en la arena política española- no parece distorsionar ni contradecir la condena al tránsfuga. Y esto es así no solo porque no se entiende que ambas cosas sean incompatibles, sino porque probablemente el rechazo del transfuguismo también conduce a reforzar el discurso de crítica hacia los partidos, pero una crítica que tiene por fundamento el deseo de que los partidos cumplan y hagan valer, con eficacia y coherencia, sus funciones representativas.

En cualquier caso, sabemos que la percepción ciudadana del transfuguismo posee una dimensión evaluativa que alcanza al conjunto del sistema de representación y al Estado de partidos. También que el comportamiento estratégico de representantes y partidos se guía en gran parte por la valoración que esperan obtener entre los ciudadanos y las consecuencias que ella pudiera tener. Quiere decirse que la negativa percepción del transfuguismo entre los españoles es un referente obligado, un elemento concluyente que puede conducir a interpretaciones de diverso signo, pero que necesita ser analizado en conexión con otros factores explicativos del

20

comportamiento político y de la evaluación de las instituciones democráticas, así como con la evolución de los valores de nuestra cultura política10. Parafraseando a André Blais (2006: 121), también aquí podría afirmarse que quizás “impresiona más lo que todavía no sabemos”, esto es, lo que descubramos en los caminos que aún faltan por recorrer. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

§ Arruego, G. (2005). Representación política y derechos fundamentales. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

§ Blais, A. (2006). “What Affects Voter Turnout?”, Annual Review of Political Science, 6: 111-125.

§ Cerny, Ph. G. (1990). The Changing Architecture of Politics, Structure, Agency, and the Future of the State. Londres: Sage.

§ Colomer, J.M. (1990). “Madrid bien vale una sisa”, en El arte de la manipulación política. Votaciones y teoría de juegos en la política española. Madrid: Anagrama, pp. 290-307.

§ Delgado, I., Martínez, A. y Oñate, P. (1998). “Parlamento y opinión pública en España”. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

§ Eulau, H., Wahlke, J.C., Buchanan, W. y Ferguson, L.C. (1959). “The Role fothe Representative: Some Empirical Observations on the Theory of Edmund Burke”, American Political Science Review, 53: 742-756.

§ Edelman, N. (1971). Politics as symbolic action. Chicago: Markaham. § Eulau, H. y Kraps, P.D. (1977). “The Puzzle of Representation: Specifying

Components of Responsiveness”, Legislative Studies Quarterly, 2, 3: 233-254. § García Roca, J. (1998). Cargos públicos representativos. Un estudio del

artículo 23.2 de la Constitución. Pamplona: Aranzadi. § García Roca, J. (2009). “Representación política y transfuguismo: la libertad de

mandato“, en J. Santolaya Machetti y Corona Ferrero, J., dirs, Transfuguismo político: escenarios y respuestas. Pamplona: Civitas/Thomson Reuters, 39-84.

§ Hernández Lafuente, A. (1999). “La génesis y desarrollo del Pacto Local”, en El desarrollo del Gobierno Local (Una aproximación doctrinal). Madrid: Instituto Nacional de Administración Pública, pp. 15-32.  

§ Mackie, G. (2003). Democracy Defended. Cambridge: Cambridge University Press.

§ Magre, J. y Bertrana, X. (2008). “Directivos municipals y tradiciones institucionales en Europa”, Revista de Estudios Locales, CUNAL 107: 20-27

§ Manin, B. (1995). Principes du guvernement représentatif. París: Calmann-Levy.

§ MAP, Ministerio de Administraciones Públicas (1998). Acuerdo sobre un Código de conducta política en relación con el transfuguismo en las Corporaciones locales. Madrid: Instituto Nacional de Administración Pública.

§ Márquez Cruz, G. (1992). Movilidad y lealtad política en Andalucía. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

10 Sobre estos aspectos de especial interés, véase en particular Morán y Benedicto (1995), Montero, Torcal y Gunther (1998) y Torcal (2004).

21

§ Márquez Cruz, G. (2007). Política y gobierno local. La formación de gobierno en las entidades locales en España. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

§ Méndez, M. (2006). “La representación política en España: percepciones de diputados y ciudadanos”, en A. Martínez (ed), Representación y calidad de la democracia en España. Madrid: Tecnos, 117-144.

§ METROSCOPIA (2011). Barómetro Continuo de Confianza Ciudadana. Oleada cerrada el 20 de julio de 2011. Parcialmente publicado en la serie de J.J. Toharia et al., “¿En quién confían los españoles?”, El País, 7, 14, 21 y 28 de agosto de 2011.

§ Montero, J. R., Torcal, M. y Gunther, R. (1998). “Actitudes hacia la democracia en España: legitimidad, descontento y desafección”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 83: 9-49.

§ Pitkin, H. (1967). The Concept of Representation. Berkeley: University of California Press.

§ Rehfeld, A. (2011). “The Concept of Representation”, American Political Science Review, 105, 3: 631-641.

§ Rehfled, A. (2011-b). “Representation Rethought: On Trustees, Delegates, and Gyroscopes in the Study of Political Representation and Democracy”, American Political Science Review, 103, 2: 214-230.

§ Reniù, J.M. (1996). La representación política en crisis: el transfuguismo como estrategia política, en A.J. Porras, El debate sobre la crisis de la representación política. Madrid: Tecnos, 265-290

§ Rubio Llorente, F. (1999). “Los tránsfugas no son tan malos”, El País, 6 de octubre de 1993.

§ Runciman, D. (2007). “The Paradox of the Political Representation”, Politics, 15, 1: 93-114.

§ Santolaya Machetti, P. y Corona Ferrero, J.M., (dirs). (2009). Transfuguismo político: escenarios y respuestas. Pamplona: Civitas/Thomson Reuters.

§ Schwindt-Bayer, L.A. y Mishler, W. (2005). “An Integrated Model of Women´s Representation”, The Journal of Politics, 67, 2: 407-428.

§ Torres del Moral, A. (2011). “Requiem por el mandato representativo”, Revista de Derecho Político, 81: 11-60.

§ Vanaclocha, F.J. (1999). “Los fenómenos de transfuguismo en la nueva política local”, en A. Hernández Lafuente, ed., El desarrollo de la política local (Una aproximación doctrinal). Madrid: Instituto Nacional de Administración Pública, 199-230.

§ Vanaclocha Bellver, F.J. (2010). “Entre lo sublime y lo maldito: luces y sombras del transfuguismo político”, en P. Santolaya Machetti y J. M. Corona Ferrero, dirs., Transfuguismo político: escenarios y respuestas. Pamplona: Civitas/Thomson Reuters, 105-125.

§ Vanaclocha Bellver, F.J. y Lorenzo Rodríguez, J. (2009). "La percepción del transfuguismo entre los ciudadanos españoles", en "Transfuguismo político: Escenarios y respuestas". P. Santolaya Machetti y J.M. Corona Ferrero, (coords). Pamplona: Thomson Reuters, 575-592.