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1 La oposición de derecha en Chile. El caso de la UDI en perspectiva comparada Octavio Avendaño Universidad de Chile [email protected] Ponencia presentada al XXI Congreso Mundial de Ciencia Política. Santiago de Chile, 12 – 16 de julio, 2009

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La oposición de derecha en Chile.

El caso de la UDI en perspectiva comparada

Octavio Avendaño Universidad de Chile [email protected]

Ponencia presentada al XXI Congreso Mundial de Ciencia Política.

Santiago de Chile, 12 – 16 de julio, 2009

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Introducción

El presente documento tiene por finalidad analizar la evolución que ha tenido la oposición de derecha en Chile desde los inicios del proceso de recuperación democrática, centrándose en el protagonismo que fue adquiriendo la Unión Demócrata Independiente (UDI). Específicamente, se intenta relevar la forma en que dicho partido asume la condición de fuerza opositora, en los diferentes escenarios en los cuales se desarrolla la competencia entre los partidos --electoral, social y parlamentario. Se parte del supuesto que los partidos de oposición juegan un papel fundamental para el funcionamiento de las instituciones de representación democrática, como lo vienen indicando desde hace varias décadas quienes se han abocado al estudio de los partidos en las democracias contemporáneas (Dahl [1966], 1976, 1971; Panebianco, 1982; Pasquino, 1997). Rasgo que ha sido reafirmado más recientemente por quienes reconocen también una importante contribución de los partidos opositores a nivel de los procesos de rendición de cuentas (Bartolini, 2000; Diamond y Morlino, 2005; Pasquino, 2005). Por tanto, el estudio de las oposiciones reviste una especial relevancia cuando se trata de comprender el funcionamiento de las instituciones democráticas consolidadas en las últimas décadas. Tomando en cuenta esta última idea, interesa para este documento dar a conocer el impacto que fue generando la acción emprendida por la oposición de derecha durante el período que va desde el restablecimiento de la democracia, en 1990, hasta las últimas elecciones generales celebradas en enero de 2006. Del mismo modo, interesa también destacar las particularidades que tiene el accionar de la UDI durante el proceso de democratización, en comparación con otras formas de oposición efectiva que se dieron durante el mismo período en el Cono Sur. El análisis de la oposición se hace asignando especial centralidad al fenómeno de la competencia, entendiendo por tal la acción que emprenden los partidos destinada a alcanzar el poder, o bien para participar de su distribución (Bartolini, 1999; Wolinetz, 2007). Como lo viene planteando Dahl (1971), la existencia de condiciones que permitan la generación de “contestación” y, por ende de oposición, frente a las decisiones adoptadas por el gobierno, así como las iniciativas emprendidas por los propios partidos (Bartolini, 1999, 2000), se traducen en los principales estímulos para el desarrollo de acciones competitivas entre los diferentes partidos existentes. Los contenidos de este documento tienen un carácter exploratorio. Representan una primera aproximación al tema de las oposiciones, y a una parte de la derecha chilena en particular, con el fin de profundizar en futuras investigaciones sobre estos dos temas. Por ende, las conclusiones son todavía tentativas, apuntando a identificar los factores causales que permitan explicar el éxito de oposiciones efectivas y duraderas a lo largo del tiempo. El documento ha sido estructurado en función de cinco apartados. En el primero se dan a conocer algunos criterios para definir las funciones de la oposición y en especial las distintas arenas en las cuales se desenvuelve. El segundo (II) realiza una breve contextualización, considerando las principales discusiones y condiciones que marcan el inicio de la democratización chilena, luego de la finalización del régimen militar. En el tercero (III) se dan a conocer los escenarios y las formas de acción emprendidas por la UDI, vinculadas con las arenas que la literatura reconoce para la competencia política y el desenvolvimiento de los partidos opositores. En el cuarto apartado (IV) se compara la experiencia de la UDI con la de otros partidos de oposición que tuvieron una especial relevancia durante la democratización argentina y uruguaya, y frente al impulso de reformas de modernización impulsadas en ambos países durante los años noventa. Cabe destacar que esta última comparación no se realiza con otros partidos de derecha, sino con fuerzas políticas de izquierda y centro-izquierda, que lograron aparecer como alternativas a los partidos tradicionales, llegaron al

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poder y, por cierto, se desenvolvieron en las distintas arenas de competencia. El aspecto común entre las tres experiencias comparadas, reside en el hecho de haber llegado a ser la principal fuerza de oposición en sus respectivos países. I.- Relevancia de las oposiciones efectivas

Por parte de la literatura más especializada, la oposición suele ser tratada como un sector residual o marginal dentro del sistema político. No obstante, desde mediados de los años sesenta, a partir de la publicación del clásico trabajo de Robert Dahl ([1966] 1976), se viene insistiendo en el papel que desempeñan las oposiciones para el funcionamiento de las instituciones democráticas. El protagonismo de este sector se reconoce en diversas arenas, que van desde la electoral, el arraigo y los vínculos con organizaciones de la sociedad civil y, finalmente, las decisiones y deliberaciones parlamentarias (Dahl, [1966] 1976; Pasquino, 1997; Wolinetz, 2007). En todas estas arenas, las oposiciones, cuando logran ser asumidas como tal, desempeñan una diversidad de funciones, que van desde la disputa por los cargos de elección popular, el monitoreo de la gestión pública y una acción más efectiva que se expresa en el control y la sanción al interior del parlamento. Al asumir estas funciones, las oposiciones no sólo garantizan capacidad de respuesta y una gestión más transparente por parte del gobierno, sino que además contribuyen al funcionamiento efectivo de las instituciones de representación democrática. Una acción permanente por parte de la oposición, en la definición de las políticas públicas y en la deliberación parlamentaria, presupone el desarrollo y acumulación de una fuerza electoral capaz de disputar y desafiar a los partidos en el gobierno (González, 1999; López, 2005). El desarrollo de estrategias, y el aumento de las adhesiones electorales, permiten reconocer una acción efectiva por parte de los partidos opositores, superando con ello la condición pasiva que les brinda el mero hecho de no estar en el gobierno, o de no formar parte de la coalición oficialista. Permite además reconocer la presencia de sectores con capacidad de presentar y ser identificados como alternativas a los partidos oficialistas, alejando cualquier acción y conducta de tipo colusiva o de cartelización (Bartolini, 2000; Katz y Mair, 2006). Las democracias occidentales han conocido de la presencia de partidos que, durante mucho tiempo, tuvieron la condición de opositores permanentes, sin lograr alcanzar el gobierno, ni estar cerca de ello (Panebianco, 1982; Pasquino, 1997). Sin embargo, las democracias latinoamericanas surgidas de la “tercera ola” han conocido la existencia de partidos y oposiciones desafiantes, que han emergido en épocas de crisis y canalizado el descontento y las nuevas demandas sociales. Además, han sabido aceptar la institucionalidad democrática, e impulsado iniciativas para mejorarla, contribuyendo con ello a su profundización y a una ampliación de las estructuras representativas (López, 2005). Por cierto, muchas de estas oposiciones, como ocurrió en Brasil y Uruguay, se transformaron en fuerza mayoritaria, pudiendo de esta forma alcanzar el gobierno. Si bien estas oposiciones han sido vistas por los electores como alternativas a los partidos tradicionales, no han hecho uso del recurso de la antipolítica o del discurso antipartidos. En tal sentido, difieren de manera considerable del funcionamiento y el protagonismo de los partidos antisistema (Schedler, 1996; Ignazi, 2000; Capoccia, 2002). Por último, estas oposiciones han ido desarrollando una serie de estrategias en términos programáticos y electorales, acompañada de una lucha permanente frente a la concreción de determinadas políticas públicas e iniciativas gubernamentales. Esto les ha permitido canalizar el descontento social y conquistar la adhesión electoral de nuevos grupo sociales (González, 1999; López, 2005). Los hechos coyunturales, como pueden ser algunas situaciones de crisis económica, pasan a ser oportunidades o, simplemente, contextos que permiten reforzar y ampliar el apoyo acumulado previamente por los partidos opositores.

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II.- La democratización chilena y los partidos de derecha

2.1 De la democratización a la modernización económica

Como es sabido, el inicio del proceso de democratización en Chile estuvo marcado por los acuerdos y negociaciones promovidas por los partidos de la actual coalición de centro-izquierda en el gobierno, la Concertación de Partidos por la Democracia, y ciertos sectores que apoyaron el régimen militar. Este tipo de estrategias facilitaron el proceso de transición, y algunas de las iniciativas emprendidas por los gobiernos democráticos que se suceden desde marzo de 1990. No obstante, lograron mantener una serie de resabios autoritarios, algunos de los cuales fueron abolidos posteriormente. A diferencia de las etapas precedentes, desde que se da inicio al proceso de democratización, la conflictividad social ha sido notoriamente baja, o desarrollada al punto de no afectar el desempeño de las instituciones ni la implementación de determinadas políticas públicas (Boeninger, 1997; Fuentes, 1999). Las situaciones de mayor tensión --asumida por los partidos en sus respectivas agendas-- se desencadenaron por los intentos de subordinar el poder militar al poder civil. En efecto, las tensiones cívico-militares llegaron a ser una constante durante todo el primer año del gobierno del Presidente Patricio Aylwin (1990-1994) y en momentos puntuales del resto de su mandato. Algunos de esos conflictos se proyectaron y volvieron a emerger durante el gobierno de Eduardo Frei (1994-2000). Una de las situaciones más tensas vividas durante el gobierno del Presidente Aylwin se registró a fines del primer año, a raíz del movimiento de tropas efectuado por el Ejército con el fin de presionar por las investigaciones que realizaba la Cámara de Diputados sobre irregularidades en esa institución1. Una presión similar se volvió a repetir en mayo de 1993, por la reapertura y aceleración de la misma investigación, que involucraba directamente al General Pinochet2. Durante el mandato del Presidente Frei, las situaciones más conflictivas se registraron en el primer semestre de 1994, a causa de la imposibilidad de deponer al jefe de la policía uniformada. Posteriormente, otros hechos se produjeron durante gran parte de 1995 debido a las dificultades para arrestar al jefe de los aparatos de seguridad del régimen militar; y, entre 1998 y 1999, a causa de la detención del general Pinochet en Londres. La divulgación de informes elaborados por comisiones especiales designadas por el Ejecutivo, así como el aumento de los juicios y la detención de personeros de las Fuerzas Armadas, fue motivo de fuertes críticas tanto de sus miembros --en retiro y activos-- y representantes de los partidos de la derecha --RN y UDI. En diferentes oportunidades surgieron iniciativas de parlamentarios, y de representantes de los dos primeros gobiernos democráticos, destinadas a entregar una solución definitiva al problema de los derechos humanos. Estas iniciativas recibieron no sólo la crítica de los partidarios más incondicionales del régimen militar, sino también de parte de la izquierda de la coalición de gobierno, en especial del Partido Socialista, de la izquierda extra parlamentaria y de organizaciones de derechos humanos. Por ende, los avances y acuerdos más significativos respecto a los esclarecimientos de algunos hechos, y de las reparaciones a las víctimas, se produjeron recién a principios de la presente década. Por otra parte, con menor intensidad pero con un fuerte respaldo mediático, ha tenido lugar un importante debate en términos valóricos, focalizado en aspectos tales como la educación y libertad sexual, planificación familiar --en particular divorcio y aborto-- y mayor garantía para la libertad de expresión a través de la derogación de la censura. Este debate tendió a producir una suerte de

1 En esa ocasión, las actitudes de los partidos de la derecha, Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI), fueron en su mayoría “de una completa lealtad con los militares” (Fuentes, 2006a: 74). 2 Ante este hecho, el propio gobierno dejó en claro que persistir en ese tipo de procesos era perjudicial a las relaciones cívico-militares (Angell, 2005: 104). Sin embargo, en la discusión y el debate público se fue arraigando como idea la imposibilidad de cerrar la transición, que en estricto rigor significaba la consolidación de un sistema democrático marcado por la presencia de una serie de imperfecciones (Garretón, 2000).

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alineamiento entre los sectores conservadores, la derecha política y la Iglesia Católica, cuyas críticas más efectivas se dirigieron fundamentalmente a las propuestas y políticas educativas orientadas a crear programas especiales de educación sexual. O bien frente a las iniciativas, reiteradas en diferentes ocasiones por parte de las autoridades sanitarias, dirigidas a facilitar el acceso a métodos anticonceptivos. En cuanto al modelo económico, ha primado un consenso sobre los aspectos más sustantivos, de parte de los representantes de los partidos de la Concertación, la derecha y las organizaciones empresariales3. En 1993, la plataforma electoral presentada por los partidos de la Concertación, para promover la candidatura presidencial de Eduardo Frei, se planteó llevar a cabo una nueva ola de modernización y de transformaciones económicas. Sin embargo, durante su gobierno (1994-2000), la importancia asignada a la participación del sector privado, el aumento de las privatizaciones y la reconversión de algunas áreas productivas, tendieron al poco tiempo a provocar discrepancias al interior de la propia Concertación. Las discrepancias con los sectores de la derecha, o más proclives a la modernización económica, surgieron de manera más clara con los síntomas de contracción y aumento del desempleo que se comenzaron a registrar hacia fines de la década, específicamente desde 1998, y que se hicieron extensivas hasta aproximadamente el año 2002. Aún así, prevaleció entre los partidos de la Concertación y la derecha la concordancia respecto a temas que, en el sistema de partidos vigente hasta 1973, generaron distancia y disputas significativas, como el de la propiedad privada, el estímulo a la inversión extranjera y la política agraria (Hagopian, 2005: 143). Por el contrario, entre ambos sectores las diferencias se han manifestado en torno al aumento del gasto social, la promoción de reformas laborales, en especial la extensión de la sindicalización entre los trabajadores, las reformas al sistema previsional y el aumento de los impuestos. 2.2 Las discusiones por los legados autoritarios y las imperfecciones del modelo económico

Las mayores disputas producidas desde principios de los años noventa, hasta los inicios de la presente década, han derivado de los intentos de parte de las autoridades de gobierno, y de los partidos de la Concertación, por reformar una serie de contenidos de la Constitución de 1980 y por lograr solución moral y judicial a los problemas de derechos humanos. Desde el punto de vista del funcionamiento de las instituciones, uno de los aspectos más controvertidos, que trajo enormes repercusiones para la representación en la Cámara Alta, fue la presencia de senadores designados. Su presencia alteró la distribución y representación del senado, favoreciendo a los partidos de derecha y asegurando la permanencia de otras instituciones diseñadas durante el régimen militar. En segundo lugar, igualmente controvertido fue el carácter resolutivo y la composición del llamado Consejo de Seguridad Nacional, órgano creado con el fin de “tutelar” el sistema democrático. La presencia de un mayor número de militares, y el poder de decisión de ese Consejo, debilitaban la capacidad deliberativa de los demás órganos representativos. Finalmente destaca la presencia del sistema electoral binominal, que en las elecciones de 1989, 1993 y 1997 tendió a beneficiar a los partidos de la derecha, generando al interior del parlamento la sobrerrepresentación de la segunda mayoría --al permitir triunfar sobrepasando el umbral del 33.3%. De estos tres puntos, solamente los dos primeros fueron derogados por las reformas constitucionales de 2005, manteniendo la vigencia del sistema binominal (Fuentes, 2006b; Huneeus, 2006: 16). Los problemas de derechos humanos desde un principio provocaron situaciones de tensión y de conflicto con el mundo militar, cuestión que en ocasiones se hizo extensiva hacia los miembros del poder judicial y, en otras, hacia los representantes de los dos partidos de la derecha. Las discusiones, propuestas, e intentos de una

3 Durante el primer año se realizaron importantes acuerdos en materia laboral, suscritos entre la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), representantes del empresariado y del gobierno. Con posterioridad a ese tipo de acuerdos la actitud de la CUT fue más crítica y distante respecto a los gobiernos de la Concertación (Roberts, 2002: 23-24). Sin embargo, los consensos generales en materia económica prevalecieron a nivel de los partidos hasta al menos la segunda mitad del gobierno del Presidente Eduardo Frei (1994-2000).

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solución definitiva, sobrepasaron toda la década de los noventa y ocuparon parte de la gestión del Presidente Ricardo Lagos (2000-2006). Con anterioridad al año 2005, los temas relacionados con la presencia de las instituciones derivadas del régimen militar fueron las principales fuentes de división entre los partidarios de su abolición --la Concertación y en ocasiones una facción marginal de RN--, y quienes velaban por su permanencia, como ocurría con la casi totalidad de la derecha. La propuesta por la abolición o por la permanencia de la institucionalidad autoritaria, unido a la asimilación de los problemas de derechos humanos, fueron reproduciendo a lo largo de este período el esquema entre democracia y dictadura surgido a fines de los años ochenta. En el caso específico de la Concertación, se pudo hacer confluir la propuesta gubernamental con la acción parlamentaria. En materia constitucional, la concordancia entre el Partido Demócrata Cristiano (PDC) con los partidos del “polo progresista” --Partido Socialista (PS) y Partido por la Democracia (PPD)-- fue más fácil que, en cambio, la búsqueda de una solución definitiva para el problema de derechos humanos (Fuentes, 1999). La mayoría de los fracasos en materia de reforma institucional y constitucional, se debieron al rechazo sistemático de la UDI, que en las elecciones parlamentarias de 2001 se transforma en la fuerza política más votada, superando a la propia DC. Durante los años noventa, la UDI logró bloquear los diversos proyectos de reforma constitucional que fueron presentados desde el gobierno, amparándose en la capacidad de veto que éste partido adquiría como consecuencia del sistema binominal y de la presencia de los senadores designados (Garretón, 2003: 192ss). La defensa a la institucionalidad autoritaria, por parte de la UDI, radicaba en su sólida coherencia doctrinaria sustentada bajo el principio de la “democracia protegida”. Pero también influían otros hechos relacionados con la organización y la composición del partido, como el carácter cohesionado y centralizado de la organización (Berríos, 2007: 30) y la alta presencia entre sus parlamentarios de personas que desempeñaron cargos en el gobierno militar (Huneeus, 2000: 616-617). Por parte del otro partido de la derecha, RN, su actitud fue más bien ambigua frente al tema constitucional. Entre 1994 y 1996 tuvo lugar una fuerte pugna al interior de este partido, como consecuencia del problema de liderazgo que generaba la coexistencia de dos facciones: una “liberal”, abierta a mejorar los contenidos de la Constitución de 1980, y otra “dura”, que coincidía plenamente con la UDI en su defensa a las instituciones derivadas del régimen militar. La pugna y los conflictos internos se agudizaron cuando la directiva decidió aceptar los contenidos de una propuesta presentada por el gobierno. Un Consejo General efectuado en noviembre de 1995 en la ciudad de Temuco, en el que se impuso la propuesta del sector “liberal”, fue la ocasión en la cual se dio una de las mayores disputas al interior de RN4. Sin embargo, la mayoría de los senadores de RN terminaron votando en contra de las reformas, cuando éstas se discutieron en la Cámara Alta en 1996, desconociendo con ello los acuerdos del Consejo de Temuco. La propuesta del gobierno fue finalmente rechazada, por los votos de la UDI, los “duros” de RN y los senadores designados. Internamente, para RN significó el debilitamiento de la facción “liberal” y pro-reformas (Allamand, 1999: 464). Lo que ocurre en RN, al separarse las decisiones de los parlamentarios con la del Consejo General, tiene importantes efectos desde el punto de vista electoral. Consolida en ese partido una posición similar a la UDI, más de derecha, y continuadora del legado del régimen militar, pero más débil en términos organizativos. De manera que el crecimiento que experimenta la UDI en las elecciones de

4 La aceptación de la propuesta del gobierno, significaba apoyar la eliminación de senadores designados, modificar el Consejo de Seguridad Nacional y el Tribunal Constitucional. La amplia movilización desplegada por el sector de los “duros” para lograr mayoría entre los consejeros nacionales, se fundamentó “en que RN no puede desconocer la labor del régimen militar” (Qué pasa, noviembre 4 de 1995: 25).

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1997, significa el desplazamiento de una fuerza que hasta ese tiempo mantenía la coexistencia de dos facciones, en la cual la reformista pasaba a ser minoritaria5. El hecho que, frente a las elecciones de 1997, la UDI optara por anular la discusión más política asumiendo un discurso menos politizado y sustentado en la “búsqueda de soluciones concretas” no sólo fue una estrategia altamente efectiva. Significó también la posibilidad de redefinir el debate sobre el cual se posicionaban los partidos a la derecha o la izquierda, y al mismo tiempo asegurar --encubriendo el tema-- la defensa de los legados autoritarios. Por otra parte, la crisis económica que abarcó desde 1998 a 2002, ocupó gran parte de la discusión pública de esos años. En las elecciones realizadas en ese período --la presidencial de 1999 y 2000, junto a las parlamentarias de 2001-- los problemas económicos predominaron por sobre las discusiones más políticas. Hasta 1998 el crecimiento económico que alcanzaba tasas promedios cercanas al 7% anual, la inserción internacional y la reducción de la pobreza, facilitaron un amplio consenso sobre el funcionamiento del modelo económico consolidado a fines del régimen militar. En los meses previos a las elecciones de diciembre de 1999, el panorama era absolutamente distinto. El desempleo alcanzaba el 11%, el crecimiento registraba cifras cercanas a cero, se producía un aumento de la conflictividad social, existía una fuerte sensación de inseguridad y aumentaba la evaluación negativa sobre la gestión del gobierno (Angell, 2005: 70-71). La coyuntura de esas elecciones permitió por primera vez identificar diferencias en relación al modelo económico, a partir de los contenidos de los programas electorales del candidato de la Concertación Ricardo Lagos, perteneciente al bloque PS-PPD, y las del candidato de la derecha Joaquín Lavín, perteneciente a la UDI. El programa de la Concertación reconocía los avances en materia de crecimiento y disminución de la pobreza, pero al mismo tiempo las dificultades y la incapacidad mostrada para disminuir la desigualdad social (Lagos, 1999: 2-3). Además destacaba que las limitaciones estructurales del modelo se acentuaban en los momentos de contracción y crisis económica (Ibid: 3)6. Por el contrario, el programa de la derecha consideraba que los problemas sociales eran sólo consecuencia de una mala gestión y no de factores de orden estructural, ni mucho menos de orden externo (Lavín 1999: 1). Ambos programas proponían la ampliación del número de empleos, poniendo hincapié en distintas áreas y unidades productivas, pero diferían al definir el carácter de las relaciones laborales. La Concertación intentó asumir uno de los aspectos más polémicos, en materia económico-social, que había sido excluido anteriormente de los acuerdos con la derecha y el empresariado: la extensión de la sindicalización y de la negociación colectiva7. La derecha, en cambio, sólo se remitió al aumento de la fiscalización y el funcionamiento efectivo de los tribunales laborales (Lavín, 1999: 3). El programa de la Concertación incluía una serie de contenidos relacionados con el mejoramiento de las instituciones democráticas y el mayor énfasis en la participación ciudadana. Retomaba los contenidos de las reformas no aprobadas durante los años noventa, tales como el funcionamiento y 5 Este desplazamiento no fue sólo ideológico sino el resultado de una verdadera “demostración de fuerza” entre los sectores y partidos de la derecha. En este proceso, desde 1989, ha sido fundamental la interferencia de los militares, y de otras formas de presión a través del empresariado y los medios de comunicación. Interferencia que se ha expresado a través de la presión por imponer ciertos candidatos y los criterios para la distribución de los cupos al parlamento. Desde que estallan escándalos de espionaje entre miembros de la derecha, en 1992, queda en evidencia que la interferencia de los militares tuvo por finalidad debilitar al sector más proclive a los acuerdos con la Concertación y sus sucesivos gobiernos (Cavallo, 1998; Allamand, 1999; Angell, 2005; Fuentes, 2006a). 6 De ahí también el énfasis en fortalecer las funciones del Estado, pensando no en un estatismo sino en una adecuada articulación con el mercado, ya que: “cuando se debilita al Estado termina por imperar la ley del más fuerte. Sólo quedan en pie aquellos que poseen medios propios para defenderse y comprar su salud, comprar la educación de sus hijos, la vivienda, la previsión y hasta la seguridad para su familia” (Ibid: 4). 7 Se decía en el programa de la Concertación: “Los sindicatos tendrán mayor capacidad de fiscalizar el respeto de las normas de seguridad y cumplimiento de las normas previsionales (...) Impulsaremos la extensión de la negociación colectiva, con fórmulas adecuadas para los trabajadores de temporada” (Ibid: 7).

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la composición de determinados órganos del Estado, la subordinación de las Fuerzas Armadas, los senadores designados y el sistema electoral (Lagos, 1999: 52-55). El programa de la derecha sólo destacó la importancia de la participación, el voto voluntario y la mayor autonomía y traspaso de recursos para las regiones. El debate político volverá a irrumpir con fuerza en el 2001, no obstante la persistencia de la crisis económica. Fundamental será la nueva intervención de los altos mandos de las Fuerzas Armadas en la definición de las candidaturas al parlamento en las listas de la derecha. 2.3 La intensificación de la competencia

Desde la segunda mitad de los años noventa, la derecha se ve también en la necesidad de asumir acciones destinadas a aumentar la competencia. Inicialmente, la actitud de los partidos de derecha giraba en torno a evitar el doblaje por parte de la Concertación. Pese a desarrollar acciones destinadas a disputar mayor cantidad de cupos a la Concertación, entre los partidos de derecha la competencia se lleva a cabo preferentemente en algunos distritos y en un número menor de circunscripciones senatoriales --consideradas emblemáticas para ese sector. De todas formas, y como lo refleja el siguiente cuadro, va logrando en el transcurso del tiempo disminuir las posibilidades de doblaje de la Concertación y acortar la distancia desde el punto de vista de la votación.

Cuadro 1

Resultados de la competencia en elecciones parlamentarias.

Doblajes realizados por cada coalición, período 1989-2005

Arena legislativa

Año electoral Número de cargos a elegir

Número de distritos o

circunscripciones

Alianza (derecha) dobla

Concertación dobla

Cámara de diputados

1989 1993 1997 2001 2005

120 120 120 120 120

60 60 60 60 60

0 1 1 1 1

11 11 10 4 5

Senado

1989 1993 1997 2001 2005

38 18 20 18 20

19 9

10 9

10

0 0 0 0 0

3 0 1 0 1

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de Garrido y Navia (2005: 171. Cuadro 2) y del Ministerio del Interior. Sitio Histórico del Servicio Electoral: http://www.elecciones.gov.cl/

La intensificación de la competencia, por parte de la derecha, responde en gran medida a tres factores. En primer lugar, las posibilidades reales de llegar al gobierno, que se visualizan por primera vez hacia 1999 y luego en 2005. En segundo lugar, sobresale la emergencia de un nuevo liderazgo que por primera vez se muestra en condiciones de desafiar la proyección de la Concertación en el gobierno, el cual se asocia a uno de los partidos --la UDI-- que hasta las elecciones parlamentarias de 1997 poseía un rol secundario dentro de la coalición de derecha (Angell, 2005; Dussaillant, 2005). A partir de las elecciones de 1997, al interior de la propia derecha, la UDI irrumpe como fuerza hegemónica desplazando el liderazgo ejercido por RN y el proyecto político de quienes ejercían la conducción de este último partido (Joignant y Navia, 2003)8. En tercer lugar, el cambio que se va produciendo en la composición de los senadores

8 El proyecto de la UDI incluía una férrea defensa a la institucionalidad heredada del régimen militar, como garantía de estabilidad y de tutelaje del sistema democrático instaurado desde 1990. Al respecto, Carlos Bombal, que resultó electo senador por la UDI en la circunscripción Santiago-Oriente en los comicios de diciembre de 1997, señaló después de su triunfo: “Planteamos con claridad que éramos contrarios de la modificación de la estabilidad institucional que el país ha

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designados, debido a que desde 1997 las nominaciones corresponden al Ejecutivo electo democráticamente. En marzo de 1990, el primer gobierno democrático se enfrenta a la presencia de ocho senadores designados nominados, como lo establecía la Constitución de 1980, por las autoridades del régimen militar --por un período de ocho años. A partir de 1997 una parte de los senadores designados corresponde a civiles --proclives a la coalición de gobierno-- nominados libremente por el Presidente de la República. Con ello, se comienza a producir un cambio en la “correlación de fuerza”, no sólo entre los senadores designados sino al interior de toda la corporación. Pero a través de las sucesivas elecciones, en las dos coaliciones también se han producido situaciones que han tendido a erosionar tanto la competencia como la lógica de la representación. En el caso de las elecciones de senadores, uno de los hechos más emblemáticos se produjo el 2001, tras la forma de proceder que tuvo la derecha al confeccionar la lista para la circunscripción de la V Región Costa. En esa ocasión la UDI decidió nominar como candidato al Almirante Jorge Arancibia --recién retirado de la armada--, bajo la condición de marginar la candidatura propuesta por RN en esa misma lista. En este caso, se trató de evitar por todos los medios que se produjera competencia entre los candidatos de dos partidos de una misma coalición, y así la UDI asegurara el predominio electoral en esa zona. En las elecciones de ese mismo año, la derecha optó por presentar un solo postulante en cuatro de las circunscripciones que correspondía renovar (Huneeus, 2006: 27). Situaciones como las descrita anteriormente, respecto de la imposición de determinados candidatos, reflejan también la ausencia de normativas tendientes a regular e institucionalizar las elecciones al interior de los partidos y las coaliciones. En el caso de la Alianza por Chile, las tensiones y conflictos que ello conlleva se ha visto reflejados en una serie de episodios relacionados con la definición de los candidatos presidenciales (Angell, 2005). En 1989, RN tuvo que aceptar la imposición que hiciera la UDI de definir a un ex ministro del gobierno militar como abanderado presidencial del sector. Algo similar se produjo posteriormente en 1993, cuando la misma UDI decidió imponer como candidato, en una suerte de convención del sector, al senador independiente Arturo Alessandri. En 1999, las altas posibilidades que tenía el candidato de la UDI, Joaquín Lavín, llevaron al representante de RN a desechar tempranamente la candidatura. En las elecciones de 2005, RN y UDI llevaron candidatos separados transformando la primera vuelta presidencial en una primaria abierta para los electores de la derecha y la centro-derecha.

III.- La acción competitiva y opositora de la UDI

La UDI nace como partido en septiembre de 1983, a partir del impulso de un grupo de personeros identificados con el régimen militar. Parte importante del grupo fundacional provenía del antiguo movimiento gremial, fundado a fines de los años sesenta al interior de la Universidad Católica, había desarrollado una intensa oposición al gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) y ocupado cargos en el gobierno militar (Huneeus, 2000, 2001). En el momento de la fundación de la UDI, en septiembre de 1983, el régimen militar se encontraba conteniendo una intensa ola de movilizaciones y protestas derivadas de la crisis económica, y de las política de ajuste implementada desde el gobierno (Garretón, 1995: 90ss; Huneeus, 2000: 511ss). La razón que llevó a los integrantes del movimiento gremial a crear este nuevo partido fue la necesidad de contener la influencia que tenían en poblaciones y comunas populares el Partido Comunista y la Democracia Cristiana (Soto, 2001: 14ss; Barozet, 2003: 43). A fines de 1987, una vez definida la nueva Ley de partidos políticos por parte del régimen militar, la UDI, junto a otras agrupaciones y partidos de la derecha reorganizados a partir de 1983, confluyeron en la formación de un referente único conocido con el nombre de Renovación Nacional (RN). tenido, que ha sido la clave del desarrollo. Dijimos que íbamos a mantener esto...” (La Época, suplemento “Temas de la Época”, diciembre 14 de 1997: 2).

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Superado el interregno del fenómeno de las protestas, se hizo necesario para la “nueva derecha” el contar con un referente único, con miras al plebiscito de 1988 y el inicio de la transición hacia la democracia. Sin embargo, el objetivo de independencia de RN respecto del régimen militar muy pronto fue vulnerado por los miembros de la UDI al asumir su apoyo incondicional al general Pinochet, como candidato único para el plebiscito de octubre de 1988, por sobre la búsqueda de una candidatura alternativa (Allamand, 1999: 139-147). En abril de ese año, la UDI abandonó de manera abrupta RN, iniciando su propia trayectoria como un partido altamente identificado con el régimen militar9. Con posterioridad al evento del plebiscito, y teniendo como horizonte las primeras elecciones presidenciales y parlamentarias, la UDI y RN dieron inicio a una etapa destinada a enfrentar de manera mancomunada a los partidos de la actual Concertación, y de esa forma contrarrestar el peso electoral de la coalición de centro-izquierda. La trayectoria de los sucesivos pactos y alianzas entre RN y la UDI, que culmina hacia 1999 con la constitución de la Alianza por Chile, estuvo marcada por tensiones y desencuentros entre ambos partidos. En gran medida, las tensiones y conflictos derivaron del constante intento por parte de la UDI por tener la hegemonía de ese sector y, de esa forma, darles continuidad a los legados del régimen militar. Hecho que ha llevado al reconocimiento de dos derechas, dentro de las cuales, hasta 1997, fue posible distinguir un sector de RN --calificado de “liberal”-- más distante del régimen militar y dispuesto a establecer acuerdos --en materia constitucional-- con la Concertación. La hegemonía de la UDI se ha expresado a través de presiones y el uso de otros métodos con los cuales han sido desconocidos los acuerdos iniciales entre ambos partidos. Como se ha señalado, paradigmática ha sido la forma en que la UDI ha impuesto sus candidatos presidenciales, en los sucesivos eventos que van desde 1989, pasando por los de 1993, a 199910. En el caso de las elecciones parlamentarias, el poder de influencia de la UDI en las negociaciones acerca de las listas con RN fue aumentando en la medida en que se incrementó su votación y el número de escaños obtenidos. Con ello, la UDI, tras haber sido un partido con candidatos y con un porcentaje de votación muy inferior a RN en las primeras elecciones, logró asumir condiciones igualitarias, con el consiguiente costo de excluir de las listas conformadas por esos dos partidos a organizaciones menores de la derecha (Siavelis, 2005: 219).

9 Como señalara el líder de ese partido, Jaime Guzmán, en un discurso pronunciado en abril de 1989: “somos orgullosamente partidarios del actual Gobierno. (...) el actual Gobierno es el más realizador que el país ha tenido en el presente siglo. Más aún, estamos ciertos de que 1973 marcará en nuestra historia el giro más hondo y fecundo que Chile haya experimentado...” (Guzmán, 1989: s/n). Respecto de las Fuerzas Armadas y de Orden, sostiene Guzmán en este mismo discurso: “Mientras unos las injurian pidiendo lo que llaman su ‘democratización’ (...) la UDI proclama a mucha honra su gratitud a los Institutos Armados y su firme compromiso con la obra y los conductores del Gobierno cuya culminación se aproxima” (Ibid). 10 En el caso de la elección de 1989, la UDI impuso como candidato a la presidencia al Ministro de Hacienda del régimen militar, Hernán Büchi. Los intentos de la UDI por evitar que prosperara la iniciativa de RN de llevar como candidato a uno de sus principales dirigentes, Sergio Onofre Jarpa, incluyeron presiones del propio gobierno militar (Allamand, 1999: 206). A ello se agrega el hecho de que durante la campaña electoral la mayoría de los recursos derivados desde el gobierno, incluyendo la mayor cobertura en los medios de comunicación oficiales “se centraron en los candidatos de la UDI o en los independientes más caracterizados por su afinidad con el régimen” (Ibid: 210).

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Cuadro 2

Participación de los diputados de la UDI y RN (del período 1989-2001)

en el régimen militar

(en porcentaje %) Cargos de los diputados en el régimen militar

UDI RN

Alcaldes designados Cargos de gobierno Sin cargos

48.3 24.1 27.6

31.4 23.5 45.1

Fuente: Elaboración propia a partir de Huneeus (2001: 38. Cuadro 7).

La ligazón de la UDI con el pasado autoritario no sólo se reconoce en términos ideológicos o, en otras palabras, discursivos. Se reconoce también por la vinculación que han tenido la mayoría de sus parlamentarios, en especial aquellos que postularon y se desempeñaron como tales en el transcurso de los años noventa. Como lo demuestra el cuadro anterior, de los dos partidos más importantes de la derecha, la UDI ha sido la organización que durante los años noventa presentó el mayor número y porcentaje de parlamentarios que había ocupado cargos durante el régimen militar. Significativa es la presencia de parlamentarios que se habían desempeñado como alcaldes y jefes de los gobiernos comunales hasta 1989. Hecho bastante relevante si se piensa que, a diferencia de RN e incluso de otros partidos de la Concertación, parte importante del apoyo y adhesión hacia la UDI ha radicado en el control que ha venido ejerciendo en determinadas comunas y territorios. En su calidad de partido opositor, la UDI ha aprovechado las posibilidades de veto que le ofrece, al interior del parlamento, el sistema de representación de tipo binominal y, hasta el año 2005, la presencia de senadores designados. Es así como ha logrado postergar muchas de las iniciativas de reforma constitucional promovidas por la Concertación, varias de las cuales han sido presentadas en conjunto con el sector “más liberal” de RN (Garretón, 1995, 2003; Allamand, 1999). Pero también la condición de partido opositor se ha visto fortalecida a partir del notable incremento electoral que experimenta desde las elecciones parlamentarias de 1997 (Joignant y Navia, 2003; Berríos, 2007). Ha penetrado en nuevos espacios territoriales, sin dejar de consolidar y afianzar su predominio en aquellos que ha venido controlando desde que se inicia el proceso de recuperación democrática. Finalmente, para explicar el exitoso crecimiento de la UDI de especial relevancia resultan algunas particularidades internas de este partido. En primer lugar, sobresale el hecho de que, pese a estar conformada por una rígida estructura de carácter vertical, la UDI está lejos de ser un partido de carácter personalista (Huneeus, 2001; Picazo, 2003). Aspecto que ha quedado demostrado tras superar la difícil coyuntura de la pérdida de su líder fundador, Jaime Guzmán, en abril de 1991. A ello se podría añadir la capacidad desplegada para promover y hacer emerger nuevos liderazgos, tanto a nivel local como nacional. En segundo lugar, y quizás uno de los hechos más relevantes, la UDI se ha caracterizado por ser un partido altamente disciplinado y cohesionado (Berríos, 2007: 29-30). Fenómeno que se evidencia permanentemente en la coherencia, ideológica y de comportamiento, entre sus dirigentes y parlamentarios. Con esto se distingue de RN, cuya trayectoria ha estado marcada por las divisiones y conflictos internos, así como de las discrepancias y diferencias que han caracterizado a los partidos de la Concertación. 3.1 Orientación ideológica y programática

La UDI se autoidentifica, y es también identificada por el resto, como un partido de derecha. Desde su fundación, en 1983, y posteriormente en el primer Congreso Doctrinario realizado a fines de septiembre de 1991, tres son los principios que sustentan el protagonismo de este partido (Unión Demócrata Independiente, 1991: 1ss). En primer lugar, se autorreconoce como “partido con vocación popular”, lo cual significa que gran parte de su accionar está dirigido a combatir la

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pobreza y la indigencia, y consecuente con ello a integrar a los sectores más postergados. En segundo lugar, se autodefine como “partido de la libertad”, ya que pone hincapié en la defensa de la autonomía y el esfuerzo individual, anteponiéndose a todo estatismo o injerencia del Estado en la vida social. En tercer lugar, plantea ser “un partido con sentido cristiano”. En el cristianismo, de acuerdo a lo afirmado por este partido, se encuentran los elementos orientadores para la participación en la vida pública y, además, los valores que deben primar en el tipo de sociedad a la cual se aspira11. El primer principio fundamenta buena parte de lo que ha sido el trabajo de este partido en territorios y comunas de bajos ingresos, o con una alta población en condiciones de pobreza. De ahí también la importancia que le asigna la UDI a lograr un control directo de los municipios, o la mayor cantidad de gobiernos comunales posibles. El segundo principio se manifiesta en la defensa que hace de la economía social de mercado, y a su vez el rechazo a la conducción económica del Estado12. El tercer principio conlleva la asignación de un lugar preferencial de la familia en la sociedad. Por ende, se rechaza cualquier posibilidad de alteración o desarticulación de los vínculos fundantes de esa unidad, como lo son -de acuerdo a este partido- el divorcio y el aborto. Estos principios han sido reafirmados permanentemente por la dirigencia de la UDI. Además, han sido articulados a la agenda parlamentaria y las plataformas electorales diseñadas para cada una de las elecciones que se suceden hasta el 2005. La reafirmación de estos principios ha significado también asumir la defensa de los legados del régimen militar, ya sea valorando la transformación económico-social impulsada en ese período, que implicó un estímulo al sector privado y una disminución del rol del Estado, y cautelando la vigencia de la institucionalidad definida en la Constitución de 1980. Desde los inicios del régimen militar se venía manifestando, tanto desde el gobierno militar como desde el liderazgo que ejercía Jaime Guzmán, en el gremialismo y luego en la UDI, una suerte de desconfianza hacia la democracia, sobre todo al tomar como referencia la experiencia anterior a 1973. Sin embargo, el propio Guzmán, quien también se desempeñó como redactor de la Constitución de 1980, consideraba necesario establecer un orden político capaz de garantizar libertad -individual- y autoridad. “La democracia como forma de gobierno --decía Guzmán-- no es un fin en sí misma. Es sólo un medio para alcanzar la libertad, la seguridad y el progreso de modo armonioso y simultáneo” (Citado por Cristi, 2000: 43)13. Si la centralidad está puesta en la libertad, y no en la democracia, se hacen necesarias condiciones que permitan cautelar dicha libertad y “tutelar” -o mejor dicho vigilar- a la democracia. En otras palabras, la institucionalidad definida en la Constitución de 1980 tendrá como objetivo central evitar que la democracia, o las situaciones de

11 Por ende, platea uno de sus dirigentes, se hace imprescindible ganar “la batalla de los valores, ante la debilidad espiritual y moral del medio que nos rodea y que se expresa en iniciativas que atentan contra la familia o contra el derecho a la vida...” (Larraín, 1991: 8). 12 Este principio está altamente vinculado a lo que su líder fundacional, Jaime Guzmán, había venido sosteniendo desde principios de los años ochenta. En concordancia con el neoliberalismo de Hayek, “Guzmán pone acento prioritario en la noción de crecimiento económico y en la lucha contra la pobreza. Piensa que ‘la clave en la lucha contra la pobreza reside en el mayor aumento posible del producto nacional” (Cristi y Ruiz-Tagle, 2006: 185). Esto explica la crítica que Guzmán, así como los gremialistas que conforman la UDI, hacen de la función redistributiva del Estado. 13 En las resoluciones del Congreso Doctrinario de 1991 se afirmaba que: “De la auténtica ‘libertad’ en sentido amplio, emanan diversas ‘libertades’, en sentido restringido. En toda sociedad ella se encuentran entrelazadas, implicándose unas a otras. Por una parte, existen libertades culturales (...) A ellas se suman las libertades sociales (...) Junto a las anteriores, se ubican también las libertades políticas, como la electoral y la agrupación de los partidos (... ) Deben mencionarse, asimismo, la propiedad privada, la iniciativa de los particulares y el amplio intercambio de bienes y servicios (...) Por lo mismo, el partido, que quiere ser fiel al más alto valor al que puede servir, no se agota en proclamar su adhesión a cualquiera de estas manifestaciones por separado. Al contrario, está profunda y cabalmente comprometido con todas ellas porque antes se ha definido como partidario de la libertad” (Unión Demócrata Independiente, 1991: 3).

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tensión que de ella deriven, interfieran sobre la libertad, la iniciativa individual, la conciencia de las personas y la propiedad privada. Existe otro importante aspecto que deriva tanto de lo que fue la teoría y la práctica del movimiento gremial hasta 1983, como del propio proyecto político asumido por los militares: el discurso de la antipolítica y la crítica hacia el rol de los partidos tradicionales. Para la UDI la función de los partidos, y de la práctica política en general, es principalmente una “acción de servicio” (Unión Demócrata Independiente, 1991: 5). Como ya se ha dicho, esto se traduce en el esfuerzo desplegado por la UDI hacia las comunas y barrios que concentran la mayor población en condiciones de pobreza (Barozet, 2003: 44ss). A su vez, se traduce en una fuerte crítica hacia el accionar asumido por los demás partidos, el cual estaría sustentado en la disputa ideológica y en la lucha por el poder. Según ha planteado uno de los principales dirigentes de la UDI, al estar orientada hacia el servicio, la política y la función de los partidos es antes que todo acción pragmática, desideologizada y despolitizada (Larraín, 1991: 2ss). No es casual entonces que además de contener las reformas constitucionales, a través de vetos en conjunto con los senadores designados en el parlamento, desde principios de los años noventa la UDI haya utilizado una fuerte crítica hacia el rol de los partidos, y hacia la gestión de los gobiernos democráticos. Para la UDI las agendas gubernamentales de los gobiernos democráticos han privilegiado los temas de orden político-institucional por sobre los intereses y las necesidades reales de las personas (Angell y Pollack, 2005; Dussaillant, 2005). Enfatizando la búsqueda de soluciones concretas, y despolitizando la acción política, la UDI anula la importancia que se le puede asignar a la transformación institucional y a la profundización democrática. A partir de las elecciones parlamentarias de 1997, queda demostrado que la intensificación de la crítica hacia la política tradicional, la mala gestión y la corrupción, significan para la UDI enormes dividendos electorales. En el contexto de crisis, como lo es entre 1998 y 2002, la crítica hacia los partidos tradicionales se hace mucho más intensa y efectiva14. Por último, cabe destacar que la antipolítica, y el discurso antipartidos de la UDI no es el resultado de la acción de liderazgos out-sider ni tampoco de la acción de otros poderes, por más influyente que los “poderes fácticos” sean en la democratización chilena. Pese a insistir en el “tecnocratismo” y en la crítica a los partidos, la ausencia de ese tipo de liderazgos la diferencia de otras experiencias neopopulistas latinoamericanas, o que han estado presentes en algunas democracias avanzadas (Mayorga, 1995; Campus, 2006). La UDI desarrolla todo su liderazgo en la acción política, y al interior del sistema político, por más que dicha organización asuma un discurso crítico hacia la función tradicional de los partidos y promueva una concepción “tutelada” de la democracia. 3.2 Disputa y crecimiento electoral

El crecimiento y la acumulación de un amplio caudal de apoyo electoral es uno de los aspectos más notorios que presenta la UDI desde 1989, lo cual es un rasgo distintivo no sólo respecto de RN sino del resto de las organizaciones que conforman el sistema de partidos en Chile. Los resultados de las elecciones parlamentarias muestran como a nivel de diputados, la UDI pasa del 9.8% en 1989 al 25.18% en el 2001. Esto significa que en poco más de una década, específicamente en doce años, la UDI prácticamente triplicó su votación. Como lo muestra el siguiente gráfico, el crecimiento de la 14 Uno de los encargados de redactar el programa de gobierno de Joaquín Lavín en 1999, el economista Cristián Larroulet, definía el “nuevo estilo” de hacer política promovido por la UDI como “estar, en el terreno, resolviendo problemas” (Ercilla, Nº 3.123, noviembre 1 de 1999: 10). Por su parte el propio Lavín afirmaba: “Política, para mí, significa servicio público, y ojalá más gente buena se dedicara a esta actividad, entendida en ese contexto. Lo que la gente rechaza es la politiquería (...) Chile cambió. Está menos ideologizado, la gente está mucho más informada. Que los partidos políticos sean intermediarios entre la gente y el gobierno, hoy en día ya no es tan así. Por su nivel de información y educación, la gente piensa que casi se puede representar sola” (Ercilla, Nº 3.124, noviembre 15 de 1999: 12).

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UDI va a la par al crecimiento de la Alianza. Hecho bastante significativo ya que en el fondo es este partido el que ha contribuido a cortar las distancias con la Concertación. A su vez, el crecimiento de la UDI coincide con un descenso de la votación de RN, lo cual permite sostener que la UDI ha logrado conquistar parte del electorado que, hasta el año 1997, se había inclinado por la opción “más liberal” dentro de la derecha.

Gráfico 1

Evolución electoral de la UDI y la Alianza por Chile. Elecciones de diputados

1989 - 2005

18,3 16,3 16,813,77 14,22

9,812,1

14,4

25,1822,34

34,1836,68 36,26

44,27

38,72

05

1015

202530

3540

4550

1989 1993 1997 2001 2005

Fuente: Elaboración propia según datos del Ministerio del Interior: http://www.elecciones.gov.cl

Porcentaje RN

UDI

Alianza

El aporte de la UDI al crecimiento electoral de la Alianza se ve mucho mejor reflejado a nivel de la competencia por la presidencia de la República. La UDI, aprovechando los positivos resultados de la elección parlamentaria de 1997, utiliza la misma estrategia discursiva en un contexto mucho más difícil para la Concertación, como lo fue el de las elecciones presidenciales de 1999, marcada por los efectos de la llamada “crisis asiática”. De modo mucho más directo que durante la campaña de 1997, en el contexto de la elección presidencial de 1999 gravitante resulta el posicionamiento y el fuerte liderazgo que venía desarrollando el candidato presidencial de la UDI, Joaquín Lavín. Así, el porcentaje de votación obtenida por la Alianza, o mejor dicho por Joaquín Lavín en las elecciones de 1999, provocan por primera vez una situación real de riesgo para la proyección de la Concertación en el gobierno, obligando a la realización de una “segunda vuelta” que culmina con la estrecha victoria del candidato de ésta última coalición.

Cuadro 3

Elecciones presidenciales 1989-2006

Resultados de la Concertación y la Alianza por Chile

(en porcentaje %) Tercera elección* Cuarta elección Elecciones

presidenciales Primera elección

1989

Segunda elección

1993 1999

Primera vuelta

2000 Segunda vuelta

2005 Primera

vuelta **

2006 Segunda vuelta

Concertación Alianza

55.17 29.40

57.98 30.59

47.90 47.51

51.31 48.69

45.96 48.64

53.5 46.5

* Por primera vez la Alianza por Chile lleva un candidato directamente afiliado a la UDI. ** La UDI y RN se presentaron divididas en la primera vuelta. Acá se considera el porcentaje acumulado por ambos partidos. Fuente: Elaboración propia según datos del Ministerio del Interior: http://www.elecciones.gov.cl

La UDI no logra alcanzar el gobierno en este período. Sin embargo, acumula un porcentaje de votación importante, transformándose en una verdadera amenaza para la Concertación, y supera no sólo el porcentaje obtenido por la derecha hasta las elecciones presidenciales y parlamentarias de

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1993, sino la votación que históricamente tuvo este sector hasta 1973. Volviendo a la competencia parlamentaria, la acumulación electoral de la UDI contribuye a un acortamiento de las distancias entre la Alianza y la Concertación. En este acortamiento, el crecimiento de la UDI coincide con otro fenómeno que se produce al interior de la coalición de gobierno: el descenso de la DC. Como lo han constatado diversos estudios, la UDI no sólo crece arrebatando parte del electorado a RN sino también a la DC (Joignant y Navia, 2003; Berríos, 2007). Esto demuestra que la UDI se logra posicionar a nivel del centro político sin necesariamente moderar los contenidos de su discurso y propuestas programáticas.

Gráfico 2

Evolución electoral de la UDI en relación a la Concertación y el PDC. Elecciones de

diputados 1989 - 2005

26 27,122,3

18,92 20,78

51,4655,4

50,5147,9

51,76

9,8 12,1 14,4

25,1822,34

34,1836,68 36,26

44,2738,72

0

10

20

30

40

50

60

1989 1993 1997 2001 2005

Fuente: Elaboración propia según datos del Ministerior del Interior:

http://www.elecciones.gov.cl

Porcentaje PDC

Concertación

UDI

Alianza

El contexto de la crisis que tiene lugar entre los años 1998 y 2002 favorece considerable el crecimiento de la UDI. Se trata de un contexto en el cual aumenta la incertidumbre y la sensación de malestar por parte de la población, cuestión que canaliza hábilmente la UDI a través de discursos y propuestas con un fuerte hincapié en soluciones técnicas, concretas e inmediatas (Navia y Joignant, 2000; Joignant y Navia, 2003; Angell y Pollack, 2005). Esto le permite consolidar lo acumulado y, por sobre todo, lograr llegar a contextos territoriales que le habían sido hostiles hasta ese momento. Si se toma en cuenta lo que ocurre con los resultados de la competencia presidencial de 1999, es sintomático el hecho que mientras el candidato de la Concertación --Ricardo Lagos-- obtiene una votación regular en las comunas populares --sin que en ninguna de ellas su respaldo fuera aplastante, es decir, sobrepasara el 66%--, los resultados del candidato UDI de la Alianza --Joaquín Lavín-- en las comunas de más altos ingresos --como Las Condes y Lo Barnechea-- sí lo fueron, y en diversas comunas populares su nivel de votación sobrepasó fácilmente el 40% (Moulian, 2004: 82-83)15. A ello se agrega otro importante hecho, que dice relación con la amplia adhesión obtenida por el candidato de la Alianza en el electorado femenino. Por ende, mientras el 51.68% de los votantes masculinos se inclinaron por el candidato de la Concertación, el 55.60% de las electoras femeninas lo hicieron por el de la Alianza. 3.3 Arraigo social e identificación

De acuerdo a los datos de la Encuesta sobre Partidos Políticos Latinoamericanos (1999-2001), la UDI aparece más cercana a grupos de profesionales (Tabla 1). La ligazón con estos grupos puede

15 De acuerdo a lo constatado por Angell y Pollack, en las elecciones de 1999 el candidato de la Alianza “ganó en 9 de las 14 comunas más pobres del país. En 1997 la derecha obtuvo mayoría absoluta en 63 de las comunas más pobres del país; en 1999 Lavín logró mayoría absoluta en 164 comunas” (Angell y Pollack, 2005: 85).

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ser interpretada por su propio origen en el movimiento gremial surgido al interior de la Universidad Católica. Aunque menor, también es significativa la vinculación que logra la UDI con otro tipo de organizaciones sociales, entre las que destacan las empresariales, sindicales y los nuevos movimiento sociales. Respecto de esto último, el nivel de vinculación es similar al que presenta el PDC y muy superior al del otro partido de derecha, RN. Lo anterior da cuenta del sentido transversal, en la identificación y también en la representación, que ha logrado alcanzar la UDI en el transcurso del proceso de democratización. Pese a que se trata de una organización cuya orientación es reconocidamente de derecha, no está ligada sólo a las élites --profesionales y empresarios--, sino también al mundo popular.

Tabla 1

Proximidad con organizaciones sociales

(en porcentaje %) Alianza Concertación Tipo de

organización Proximidad*

UDI RN PDC PPD PS Profesionales 1

2 3 4 5

0 0

50.0 20.0 30.0

0 33.3 11.1 33.3 22.2

0 10.0 10.0 40.0 40.0

0 9.1

63.6 27.3

0

0 25.0 33.3 16.7 25.0

Principales Sindicatos

1 2 3 4 5

10.0 30.0 30.0

0 30.0

44.4 11.1 22.2 22.2

0

0 10.0

0 70.0 20.0

0 54.5 27.3 18.2

0

8.3 16.7

0 33.3 41.7

Sindicatos pequeños

1 2 3 4 5

20.0 50.0

0 10.0 20.0

44.4 22.2

0 22.2 11.1

0 20.0 40.0 30.0

0

9.1 36.4 36.4 18.2

0

16.7 0

16.7 41.7 25.0

Organizaciones religiosas

1 2 3 4 5

40.0 20.0 20.0 20.0

0

0 44.4 11.1 33.3 11.1

0 0

10.0 60.0 30.0

0 36.4 54.5 9.1 0

25.0 8.3

58.3 8.3 0

Nuevos movimientos sociales

1 2 3 4 5

10.0 50.0 10.0

0 30.0

22.2 22.2 44.4

0 11.1

10.0 10.0 50.0 20.0 10.0

0 0

36.4 36.4 27.3

16.7 0

41.7 25.0 16.7

Grupos étnicos minoritarios

1 2 3 4 5

30.0 30.0 10.0

0 30.0

22.2 11.1 33.3 33.3

0

0 30.0 60.0

0 10.0

0 0

9.1 72.7 18.2

8.3 8.3

16.7 41.7 25.0

Asociaciones empresariales

1 2 3 4 5

0 20.0 50.0

0 30.0

0 0

33.3 33.3 33.3

10.0 20.0 20.0 30.0 10.0

9.1 27.3 54.5 9.1 0

33.3 58.3 8.3 0 0

* El valor cercano a 1 significa muy distante, el cercano a 5 muy próximo Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Partidos Políticos Latinoamericanos (Universidad de Salamanca).

Por cierto, los partidos de la Concertación, en particular el PDC y el PS, reconocen un vínculo superior con las organizaciones sindicales. Pero aún así, el nivel de cercanía manifestado desde la UDI no deja de ser importante, sobre todo teniendo en cuenta la adhesión de este partido a la

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economía social de mercado. Lo que la Encuesta no registra es la ligazón que ha tenido este partido con organizaciones locales o barriales. Como se ha indicado, se trata de un hecho altamente relevante considerando el apoyo y la penetración de la UDI a nivel de los sectores populares, en especial, a partir de los eventos electorales de 1997 hasta 2005.

Cuadro 4

Apoyo a los partidos 1995-2004*

(en porcentaje %) 1995

Abril 1996

Marzo 1997

Marzo 1998

Marzo 1999 Sept.

2000 Sept.

2001 Sept.

2002 Sept.

2003 Sept.

2004 Sept.

RN UDI PS PDC PPD Otro Nin/Ind NS/NR

10 4 6

28 10 8

22 12

9 6 6

26 9 7

21 16

9 6 7

25 9 7

12 24

9 7 6

23 8 5

19 19

9 15 10 15 17 7 7

16

10 13 7

15 11 3

16 17

9 20 8

11 11 8

17 17

9 19 8

13 8 7

21 10

8 15 10 8 5

12 27 15

8 15 6 9 8

12 19 21

* A partir de la pregunta: ¿por quién votaría si las elecciones fueran este domingo? Los datos son extraídos del Barómetro aplicado por el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC). Fuente: Berríos (2007: 33. Cuadro 2).

En términos de apoyo a los partidos, el cuadro presentado confirma la tendencia del crecimiento electoral de la UDI. Respecto al apoyo manifestado por los ciudadanos, desde mediados de los años noventa hasta antes de las elecciones de 2005, dicho partidos es el que evoluciona de manera más positiva. El 2001 se registra la mayor apoyo manifestado hacia la UDI, que coincide con los resultados obtenidos en las elecciones parlamentarias de diciembre de ese año, en las cuales se convierte en el partido más votado. Por último, es interesante observar que, a medida que va creciendo el apoyo hacia la UDI, decrece aquel manifestado inicialmente hacia el PDC. 3.4 Influencia legislativa

A medida que va creciendo electoralmente, la UDI logra aumentar el número de parlamentarios y, a su vez, la capacidad de influencia en las discusiones acerca de determinados proyectos de ley. A partir de las elecciones de 2001, la UDI es el partido que aporta más parlamentarios al interior de la Alianza por Chile y en relación al conjunto del sistema de partidos. Con este crecimiento, tanto la UDI como la Alianza aumentaron su poder de veto y la capacidad de fiscalización, frente al Ejecutivo y la administración pública en general.

Cuadro 5

Bancadas de la UDI en la Cámara de Diputados

(en porcentaje %) Coalición/partido 1989 1993 1997 2001 2005 Concertación Alianza UDI

60 40

11.7

58.3 41.7 12.5

58.3 39.2 11.6

51.6 47.5 26.6

54.2 45

27.5 Fuente: Elaboración propia con datos del sitio web del Ministerio del Interior: http://www.elecciones.gov.cl

A raíz de estos avances, la UDI deja de ser el partido que se ampara sólo en el “veto de la minoría”, pudiendo ahora asumir una actitud más ofensiva ante las iniciativas emprendidas por el gobierno. Sin embargo, la productividad legislativa, desde el punto de vista de la promoción de iniciativas legales ha sido irregular a lo largo del tiempo. Además, muy baja ha sido la capacidad de hacer aprobar las propias iniciativas impulsadas por este partido. El aumento del número de cupos por parte de la UDI y la Alianza no necesariamente se ha traducido en un mayor bloqueo a las

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iniciativas del Ejecutivo, ya que éste logra hacer aprobar varios de sus proyectos a través de acuerdos individuales con los parlamentarios de la oposición, o con aquellas facciones más proclives a negociar con la coalición oficialista. A diferencia de RN, la UDI es un partido altamente cohesionado; sin embargo, las permanentes tensiones entre ambos partidos han ido en desmedro de la concreción de ciertas propuestas, facilitando a la coalición de gobierno la aprobación de una serie de proyectos (Toro, 2006). En buenas cuentas, las tensiones que se han producido al interior de la coalición de derecha, como consecuencia del intento de hegemonía por parte de la UDI, han afectado las posibilidades de aprobación de iniciativas legales impulsadas por dicho partido. IV.- La UDI en comparación con otras oposiciones del Cono Sur

A nivel del Cono Sur encontramos en el mismo período dos importantes experiencias opositoras, que difieren claramente en términos ideológicos con la UDI: el Frente Amplio (FA) en Uruguay, hasta antes de llegar al gobierno el 2004, y el Frente para el País Solidario (Frepaso), que se desarrolló en Argentina desde la primera mitad de los años noventa hasta la crisis política de 2001. El FA se transforma desde que se recupera la democracia uruguaya, en 1984, en una clara alternativa a los partidos tradicionales, Colorado (PC) y Nacional (PN). El Frepaso canaliza buena parte de la oposición y el malestar a la política de modernización impulsada por el Presidente Carlos Menem --perteneciente al Partido Justicialista (PJ)-- desde 1989. El Frepaso llega al gobierno en 1999, mediante una alianza conformada con la Unión Cívica Radical (UCR), pero se disuelve como tal luego de su salida del gobierno a fines de 2001. Desde el punto de vista de la competencia, las tres oposiciones han logrado desafiar a las fuerzas políticas oficialistas y más tradicionales, ya sea alcanzando directamente el gobierno o bien penetrando en territorios que hasta ese momento habían sido hostiles para su respectivo sector político. En ocasiones específicas, el crecimiento de tales oposiciones se ha traducido en alternancia política, y también ideológica, a nivel del parlamento como del gobierno. Además, han logrado ampliar la representación al canalizar el descontento de amplios sectores de la población, y por el hecho de alcanzar una identificación más transversal. Esto último se reconoce con facilidad en los casos de la UDI y el FA. Cabe destacar que estos partidos han irrumpido y alcanzado un rol más protagónico en épocas o coyunturas de crisis. En el caso uruguayo, la crisis, que deviene en crisis de los partidos tradicionales, es menos coyuntural y más estructural. Sin embargo, el contexto de una crisis coyuntural, como la de los años 2002 y 2003, favorece significativamente las posibilidades del FA para conquistar finalmente el gobierno. El Frepaso también se hace cargo de situaciones de crisis provocadas, en un primer momento, por el desencanto que genera la política de acuerdos entre el PJ y la UCR a principios de los noventa y, posteriormente, los problemas económicos que enfrenta el gobierno de Menem en la segunda mitad de esa década. La UDI, al igual que el FA, crece previo al desencadenamiento de la crisis económica iniciada en Chile en 1998, pero aprovecha dicha coyuntura para consolidar su estrategia y alcanzar un mayor posicionamiento político y electoral.

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Tabla 2

Tres tipos de oposición en el Cono Sur en los años noventa

Dimensiones Frepaso (Argentina) UDI (Chile) Frente Amplio FA (Uruguay) Programa Énfasis en valores

republicanos: separación de poderes y lucha contra la corrupción. Discurso económico moderado.

Defensa de los legados del régimen militar: transformación económica e institucionalidad política. Defensa de valores conservadores.

Moderación del discurso a lo largo de su trayectoria: de la lucha por el socialismo al “progresismo”. Ampliación del discurso hacia los sectores medios y segmentos más jóvenes.

Fuerza electoral

Crecimiento rápido pero limitado. Debilidad para penetrar en nuevos territorios. Partido minoritario en el parlamento. Llega al gobierno por medio de una coalición.

Crecimiento exponencial desde las primeras elecciones. Capacidad para penetrar en nuevos territorios. Se convierte en partido predominante al interior del parlamento No logra llegar al gobierno.

Crecimiento exponencial desde las primeras elecciones. Capacidad para penetrar en nuevos territorios. Se convierte en partido mayoritario en el parlamento. Logra llegar al gobierno, como fuerza mayoritaria.

Arraigo social Apoyo de sectores medios urbanos. Vinculación con nuevos movimientos sociales.

Apoyo de los sectores altos, de los segmentos más pobres y de la población femenina. Vínculo transversal, con diversas organizaciones sociales.

Apoyo de los sectores medios, populares y segmentos más jóvenes de la población. Vínculo transversal, con diversas organizaciones sociales.

Producción legislativa

Incremento de la producción legislativa con el aumento del número de escaños. Débil capacidad de veto ante excesivo presidencialismo.

Capacidad de veto siendo partido minoritario y luego predominante en el parlamento. Baja producción legislativa.

Incremento de la producción legislativa con el aumento del número de escaños. Capacidad de veto frente a iniciativas del oficialismo.

Fuente: Elaboración propia.

En el caso de la UDI existe un rasgo particular que no se encuentra en las otras dos experiencias opositoras: la presencia del discurso de la antipolítica. Como se ha visto, la UDI concibe a la política como “acción de servicio”, orientada hacia los más pobres. Bajo esta lógica cuestiona a los partidos tradicionales, poniendo un fuerte énfasis en soluciones de tipo tecnocráticas y en responder sólo a las preocupaciones y aspiraciones concretas del ciudadano común (qualunque). Por tanto, hace uso de una retórica cargada de qualunquismo, antipartido y antipolítica, similar a otras experiencias populistas surgidas en las dos últimas décadas en las democracias latinoamericanas y europeas (Mayorga, 1995; Tarchi, 2003; Campus, 2006; Tanaka, 2006). Este rasgo la UDI lo refuerza con su permanente apoyo al legado del régimen militar, ya sea reconociendo los avances en materia económica producidas en ese período, o bien en su defensa a las instituciones derivadas y mantenidas a lo largo del proceso de democratización. Por cierto, el Frepaso y sobre todo el FA se distinguen de manera significativa de la trayectoria y del tipo de recursos que utiliza la UDI para asumir su rol de partidos opositores. No hay en ellos una ligazón con el pasado autoritario. Muy por el contrario, ambos partidos asumen y aceptan las reglas del juego democrático, hecho que en el caso del FA queda en evidencia en los primeros años del proceso de democratización. Además, no hacen uso de la retórica de la antipolítica, ni del discurso antipartidos, por más que ambos intenten aparecer como alternativa a los partidos tradicionales.

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Desde el punto de vista de la constitución de los sistemas de partido, lo notable del Frepaso y del FA ha sido el haber logrado superar el bipartidismo, o la competencia centrada en los partidos tradicionales predominantes, como eran el PJ y la UCR en Argentina, el PC y el PN en Uruguay. Respecto del Frepaso, a mediados de los años noventa aparecía como una clara tercera fuerza alternativa al PJ y la UCR. El FA aparece como tercera fuerza desde los primeros años del proceso de democratización y se transforma en una alternativa viable y capaz de superar a los partidos tradicionales. Pero desde fines de los años noventa, a medida que crece su fuerza electoral logra hacer alinear a los partidos tradicionales, reproduciendo en cierta medida el esquema bipartítico inicial. El crecimiento de la UDI ha tendido a polarizar la competencia reforzando la concentración de la adhesión electoral en las dos coaliciones predominantes desde el inicio de la recuperación democrática. En síntesis, y tal como ha sido presentado en la tabla anterior, las tres experiencias opositoras tienen entre sí resultados distintos a lo largo de su evolución. El Frepaso, podría ser visto como una experiencia fracasada, no obstante los aportes señalados, debido a que a lo largo de su trayectoria fue arrastrando consigo algunas debilidades que, con la caída del gobierno del cual formó parte, afectarán sus posibilidades de proyección al interior del sistema político. La UDI, por su parte, puede ser considerada una experiencia intermedia, que entremezcla el éxito de un notable crecimiento electoral, y una fuerte oposición a los intentos de democratización promovidos desde 1990, pero que no ha logrado conquistar el gobierno pese haber estado muy cerca de ello. Le cabe en ese sentido el rótulo de “oposición permanente”, tal como en el pasado ocurrió con importantes partidos europeos, algunos de izquierda y centro-izquierda (Panebianco, 1982; Pasquino, 1997). Finalmente, el FA puede perfectamente ser considerado una experiencia exitosa. Experimenta un crecimiento exponencial desde que se recupera la democracia, llegando a conquistar el gobierno como fuerza mayoritaria también en el parlamento. Notable en su evolución ha sido la gradual moderación ideológica y programática y el desarrollo de una política de alianzas con organizaciones de centro. Esto le ha permitido ampliar su radio de influencia junto con conquistar el centro político sin perder su identidad de partido de izquierda. V.- Conclusiones En cuanto fuerza opositora, la UDI ha logrado asumir un protagonismo que ha sido decisivo no sólo para ejercer una mayor presión sobre las políticas gubernamentales sino para el devenir del propio proceso de democratización. Desde el punto de vista de la competencia política y electoral, la UDI asume un comportamiento mucho más ofensivo, en relación a la actitud más defensiva asumida inicialmente. En la primera fase de la democratización, la UDI se ampara preferentemente en las ventajas ofrecidas por el sistema binominal; pero transcurrido una etapa, y como reacción a las iniciativas de reformar las instituciones derivadas del autoritarismo, desarrolla una estrategia destinada a ampliar su radio electoral. Esto le permite ir aumentando su poder de influencia, que se incrementó tras los avances electorales que experimenta a partir de las elecciones de 1997. La UDI, y tal como ha ocurrido con otras experiencias opositoras del Cono Sur, entre ellas la del FA antes de su llegada al gobierno, ha presentando otros importantes atributos que han tenido un gran impacto sobre todo a nivel de la representación política. En primer lugar, la UDI se transforma en un partido con capacidad para desenvolverse en múltiples planos, desde lo meramente electoral, pasando por su vinculación con organizaciones sociales y territoriales, hasta la actividad parlamentaria. En términos de Wolinetz (2007) ha sabido combinar la búsqueda de votos (vote-seeking) con la posibilidad de incidir en la definición y reformulación de determinadas políticas (policy-seeking). Además, logra penetrar en nuevos territorios, y alcanzar un reconocimiento e influencia transversal en la población. En segundo lugar, ha logrado establecer una fuerte distancia ideológica y programática con los partidos de gobierno, pese a la existencia de consensos sobre

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cuestiones fundamentales en materia económica. En tercer lugar, supo canalizar el descontento y el malestar que se generó en la población a fines de los años noventa, como consecuencia de la crisis económica que se extendió hasta principios de la presente década. Finalmente, la defensa realizada por la UDI de la institucionalidad autoritaria la hace diferir de otros partidos tradicionales latinoamericanos y, evidentemente, de aquellos partidos que no obstante su postura radical inicial, como el FA, se integraron al sistema político asumiendo un compromiso con la democracia. Sin embargo, el protagonismo de la UDI contribuyó desde 1997 a dinamizar la competencia electoral, logrando poner en riesgo las posibilidades de continuidad de la actual coalición de gobierno. Bibliografía Allamand, Andrés: La travesía del desierto, Aguilar, Santiago, 1999. Angell, Alan: Elecciones presidenciales, democracia y partidos políticos en el Chile post-Pinochet, Centro de Estudios del Bicentenario, Santiago, 2005. Angell, Alan y Benny Pollack: “Las elecciones presidenciales chilenas de 1999-2000 y la consolidación democrática”, en Alan Angell: Elecciones presidenciales, democracia y partidos políticos en el Chile post Pinochet, Centro de Estudios Bicentenario, Santiago, 2005, pp. 67-94. Bartolini, Stefano: “Collusion, competition and democracy”, Journal of Theoretical Politics, 11 (4), 1999, pp. 435-470. ---------------: “Collusion, competition and democracy”, Journal of Theoretical Politics, 12 (1), 2000, pp. 33-65. Barozet, Emmanuelle: “Movilización de recursos y redes sociales en los neopopulismos: hipótesis de trabajo para el caso chileno”, Revista de Ciencia Política, Vol. XXIII, Nº 1, Instituto de Ciencias Políticas, Pontificia Universidad Católica, Santiago, 2003, pp. 39-54. Berríos, Fabiola: “La Unión Demócrata Independiente”, en Carlos Huneeus, Fabiola Berríos y Ricardo Gamboa (Edit.): Las elecciones chilenas de 2005. Partidos, coaliciones y votantes en transición, Catalonia, Santiago, 2007, pp. 29-52. Boeninger, Edgardo: Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1997. Campus, Donatella: L’antipolitica al governo. De Gaulle, Reagan y Berlusconi, Il Mulino, Bologna, 2006. Dahl, Robert [1966]: “Patterns of opposition”, en Robert Dahl (Comp.): Political opposition in Western democracies, Yale University Press, New Haven, 1976, pp. 332-347. ---------------: Polyarchy. Participation and opposition, Yale University Press, New Haven, 1971. Capoccia, Giovanni: “Anti-system parties. A conceptual reassessment”, Journal of Theoretical Politics, 14 (1), 2002, pp. 9-35. Cavallo, Ascanio: La historia oculta de la transición. Chile 1990 - 1998, Grijalbo-Mondadori, Santiago, 1998. Cristi, Renato: El pensamiento político de Jaime Guzmán. Autoridad y libertad, Lom Ediciones, Santiago, 2000.

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