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1 REPUBLICANISMO, CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA Reconstruyendo alternativas para disminuir el malestar global Raquel Pacheco Avilez UNAM-FCPyS La democracia liberal representó para Latinoamérica la vía para transitar de los regímenes autoritarios, lograr la estabilidad política y respeto al Estado de Derecho. Esta democracia se tradujo en el perfeccionamiento de la estructura electoral, dando énfasis a lo procedimental, lo que llevó a pensar que el éxito democrático consistía en garantizar elecciones limpias y transparentes, para ello se invirtieron altas cantidades de dinero que hicieran los procesos electorales más confiables. Sin embargo, y después de que en la mayor parte de la región se cuenta con sistemas democráticos, podemos percibir un incremento en los niveles de malestar de la ciudadanía, debido a que se considera que la democracia no ha cumplido las expectativas en la resolución de problemas económicos y sociales, que se han visto entrampados por la inconsistencia de la estructura democrática traducida en el desprestigio de los políticos, partidos, instituciones y en general de la actividad política misma. Como resultado vemos la ampliación de la brecha entre los ciudadanos y los políticos, que intensifica el descontento y la desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones, que abre la puerta a la inestabilidad. Las implicaciones de este distanciamiento han llevado a replantear el sentido y significado de la democracia, hacia una perspectiva que contenga una idea diferente de ciudadano más allá del enfoque liberal que promueve la individualidad. Cabe hacer mención que el deterioro en la confianza a los partidos políticos, por parte de los ciudadanos, se muestra como el elemento más criticable de la democracia representativa imperante. En este sentido el objetivo de este trabajo consistirá en exponer cómo se ha manifestado este descontento ciudadano hacia la democracia en América Latina. Para lo que considero pertinente como un primer paso abordar la relación que se ha dado entre democracia y malestar global, en la cual podamos identificar el impacto de los procesos de globalización y de las crisis económicas. Que han sido traducidos en los cuestionamientos a la calidad y contenido de la democracia, así como de la posibilidad de incrementar su carácter participativo y deliberativo. Estos elementos nos permitirán llegar a las críticas que se han elaborado sobre las inconsistencias y los vacíos que el liberalismo, sustento de la democracia representativa que impera en la región, no ha logrado resolver. Como una respuesta a esta problemática encontramos el resurgimiento del republicanismo que en su forma contemporánea busca reconstruir el modelo de democracia, fundamentado en la reconsideración de la idea de ciudadano partiendo de la comunidad, participación y bien común. Asimismo se verá de qué forma se plantea la superación de la dicotomía entre lo público y lo privado, a partir de la reconsideración del papel del Estado, que permita frente al predominio del mercado recuperar el espacio de lo público.

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REPUBLICANISMO, CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA Reconstruyendo alternativas para disminuir el malestar global

Raquel Pacheco Avilez

UNAM-FCPyS La democracia liberal representó para Latinoamérica la vía para transitar de los regímenes autoritarios, lograr la estabilidad política y respeto al Estado de Derecho. Esta democracia se tradujo en el perfeccionamiento de la estructura electoral, dando énfasis a lo procedimental, lo que llevó a pensar que el éxito democrático consistía en garantizar elecciones limpias y transparentes, para ello se invirtieron altas cantidades de dinero que hicieran los procesos electorales más confiables. Sin embargo, y después de que en la mayor parte de la región se cuenta con sistemas democráticos, podemos percibir un incremento en los niveles de malestar de la ciudadanía, debido a que se considera que la democracia no ha cumplido las expectativas en la resolución de problemas económicos y sociales, que se han visto entrampados por la inconsistencia de la estructura democrática traducida en el desprestigio de los políticos, partidos, instituciones y en general de la actividad política misma. Como resultado vemos la ampliación de la brecha entre los ciudadanos y los políticos, que intensifica el descontento y la desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones, que abre la puerta a la inestabilidad. Las implicaciones de este distanciamiento han llevado a replantear el sentido y significado de la democracia, hacia una perspectiva que contenga una idea diferente de ciudadano más allá del enfoque liberal que promueve la individualidad. Cabe hacer mención que el deterioro en la confianza a los partidos políticos, por parte de los ciudadanos, se muestra como el elemento más criticable de la democracia representativa imperante. En este sentido el objetivo de este trabajo consistirá en exponer cómo se ha manifestado este descontento ciudadano hacia la democracia en América Latina. Para lo que considero pertinente como un primer paso abordar la relación que se ha dado entre democracia y malestar global, en la cual podamos identificar el impacto de los procesos de globalización y de las crisis económicas. Que han sido traducidos en los cuestionamientos a la calidad y contenido de la democracia, así como de la posibilidad de incrementar su carácter participativo y deliberativo. Estos elementos nos permitirán llegar a las críticas que se han elaborado sobre las inconsistencias y los vacíos que el liberalismo, sustento de la democracia representativa que impera en la región, no ha logrado resolver. Como una respuesta a esta problemática encontramos el resurgimiento del republicanismo que en su forma contemporánea busca reconstruir el modelo de democracia, fundamentado en la reconsideración de la idea de ciudadano partiendo de la comunidad, participación y bien común. Asimismo se verá de qué forma se plantea la superación de la dicotomía entre lo público y lo privado, a partir de la reconsideración del papel del Estado, que permita frente al predominio del mercado recuperar el espacio de lo público.

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Finalmente intentaré dilucidar sobre la alternativa –de ser así- que representa el republicanismo contemporáneo para resignificar las nociones de democracia y ciudadanía en el contexto latinoamericano, con el propósito de combatir y disminuir el descontento global. Por ello, me interesa concentrar el debate en cuestiones teórico-conceptuales y a partir de esta recuperación del republicanismo contemporáneo, intentar formular un primer acercamiento a una teoría normativa sobre la democracia y la ciudadanía. AMÉRICA LATINA: DEMOCRACIA Y MALESTAR GLOBAL El triunfo de la democracia liberal fue declarado hace casi dos décadas, al considerarse que con la caída del Muro de Berlín se cerraba toda posibilidad para los regímenes comunistas y asimismo se abría la puerta de una realización práctica de la democracia en nuevos países, en específico en aquellos que aún tenían características autoritarias como los de Latinoamérica. Esta victoria igualmente significó la consolidación del capitalismo, e incluso se tradujo en el fin de la historia en palabras de Francis Fukuyama y que también fue interpretado como la confirmación del fin de las ideologías, expuesto unas décadas antes por Daniel Bell.1 Esto permitió establecer un único referente para lo económico, político y social, representado en el binomio liberalismo-capitalismo, caracterizado por el predominio del mercado sobre el Estado.2 El triunfo del liberalismo-capitalismo, en palabras de Fernando Quesada, se instituyó como “civilización y, en cuanto tal, como imagen de la Humanidad, que [concedió] a Occidente la prerrogativa de pretender extenderla e, incluso, imponerla al resto del mundo”.3 Y esto es justamente lo que sucedió a partir de la extensión del modelo económico, a través del fenómeno de la globalización que permitió establecer esos lazos interdependientes en las economías para posteriormente tener mayores injerencias en la política y en las culturas de las naciones que recién se inauguraban como democráticas.

1 En El fin de las ideologías, Bell escribe acerca del final de la dialéctica de la historia y la aparición del

pensamiento único, que se va a reflejar en el establecimiento universal de la democracia y de la economía

de mercado, venciendo a la historia y a las ideologías. La caída del muro de Berlín no sólo confirmará

este supuesto sino que significará su expansión a los países que se habían resistido. Bell Daniel, El fin de

las ideologías, Madrid, Tecnos, 1964. 2 Raymond Aron se opondrá a la idea del fin de las ideologías, debido a que consideraba que el hecho de

que predominen las ideas que el liberalismo tiene sobre la libertad, igualdad, ley, participación, etc.,

implica una postura ideológica per se. Por lo cual sería absurdo considerar que se han acabado las

ideologías, y menos si consideramos que ésta también se construye en referencia a otras posturas de

pensamiento. Lo que nos lleva a señalar que el triunfo del liberalismo, puede ser traducido en su

predominio sobre otras ideologías, pero no significa que acabe con ellas. O como lo habría señalado

Clausewitz no se aniquiló al contrincante, solo se le derribó, se le subyugó. Lo cual significa la

posibilidad de levantarse y es justo lo que la recuperación de la tradición republicana, encabezada por el

republicanismo contemporáneo y de corrientes de pensamiento como el comunitarismo o el

multiculturalismo han querido poner en evidencia en los últimos años. Aron Raymond, “On the proper

use of ideologies”, en Ben-David Joseph y Clark Nichols Terry (editores), Culture and its creators:

essays in honor of Edward Shils, Chicago, University of Chicago Press, 1977. 3 Quesada Castro Fernando, Sendas de democracia. Entre la violencia y la globalización, Rosario,

Argentina, Homo Sapiens Ediciones, 2006, pp. 20-21.

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De forma general podemos entender la globalización como un proceso social, fuertemente influenciado por el desarrollo tecnológico, por la creciente rapidez de los transportes y por la revolución informática; que ha dado vida a una verdadera red mundial de conexiones espaciales y de interdependencias funcionales. Esta red pone en mutuo contacto a un número creciente de actores sociales y de acontecimientos económicos, políticos, culturales y comunicativos, que en un tiempo estaban desconectados a causa de las distancias geográficas o de barreras cognitivas y sociales de distinto tipo.4 Samuel P. Huntington sostuvo que para hacer posible la instauración de gobiernos democráticos era fundamental acompañarlos de un modelo económico que fuera compatible, -el capitalista- ya que veía en éste las posibilidades de establecer las vías para el desarrollo económico debido a que, entre otros elementos, promovía un mayor impulso tecnológico,5 pero también generaría la inevitable interdependencia entre las naciones. Por lo que la extensión de la democracia a todo el planeta se volvía una cuestión fundamental para lograr la unidad necesaria que permitiera alcanzar la estabilidad política y social. De ahí que pareciera viable acompañar las transiciones a la democracia6 por las transformaciones a los modelos económicos, basados en el libre flujo de capitales, con la mínima intervención estatal y la extensión de las garantías constitucionales. De esta forma se podría expandir la paz en el mundo, opinión que en su momento resultó sumamente atractiva para algunas naciones en cuyo contexto autoritario predominaba una situación de violencia. No obstante veríamos posteriormente que serán los dueños de esos grandes capitales los mayormente beneficiados. Entre los trabajos sobre transición a la democracia en América Latina, el que tuvo mayor resonancia fue el de O’Donnell, Schmitter y Whitehead, quienes en el tomo dos de su obra Transiciones desde un gobierno autoritario,7 exponen comparativamente a los

4 Zolo Danilo, Globalización. Un mapa de los problemas, Bilbao, Mensajero Editores, 2006, pp. 160-161.

5 Huntington P. Samuel, La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX, Barcelona, Paidós,

1994, pp. 39-40. Existe una extensa bibliografía que trabaja el concepto de globalización, aquí solo

sugiero algunos: Bauman Zygmunt, Vidas desperdiciadas. Los parias de la modernidad, Barcelona,

Paidós, 2005; Dahrendorf Ralf, En busca de un nuevo orden. Una política de libertad para el siglo XXI,

Barcelona, Paidós, 2005; Strange Susan, La retirada del Estado. La difusión del poder en la economía

mundial, Barcelona, Icaria editorial, 2003; Albert Michel, Capitalismo contra capitalismo, Buenos Aires,

Paidós, 1992; Beck Ulrich, ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la

globalización, Buenos Aires, Paidós, 1999. 6 Huntington ubicó a este proceso de transiciones a la democracia en Latinoamérica dentro de la tercera

ola de democratización cuyo periodo fue de 1977 a 1990, teniendo como principales características el

compromiso entre las élites políticas, las elecciones en condiciones de equidad y el abandono de la

violencia. Huntington, op. cit., pp. 32-40.

Un dato que destaca en el contexto de esta tercera ola democratizadora es que en este periodo surgieron

veintinueve partidos políticos, duplicando la cantidad del periodo 1950-1975, cuando sólo existían

catorce. Cabe mencionar que de este incremento de partidos de la denominada tercera ola, en cinco países

no se crearon nuevas fuerzas partidarias: Colombia, Honduras, Nicaragua, Paraguay y República

Dominicana. Ver cuadro completo en Alcántara Sáez Manuel, Partidos Políticos latinoamericanos

¿Instituciones o máquinas ideológicas? Origen, programa y organización, México, Gernika, 2004, p. 92. 7 O’Donnell Guillermo, Schmitter Philippe y Whitehead Laurence, América Latina: Transiciones desde

un gobierno autoritario, Barcelona, Paidós, Vol. 2, 1995.

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casos de Europa meridional, sus perspectivas sobre la instalación democrática en la región latinoamericana, a la cual encuentran con mayores dificultades para su consolidación. Debido al arraigo de la cultura autoritaria y a las condiciones económicas adversas, que agudizan las condiciones sociales y que mantienen abierta la posibilidad del retorno de gobiernos autoritarios. Para estos autores la transición a la democracia se caracterizó por la transformación del marco político-institucional, en particular con el establecimiento de elecciones libres, las cuales abrían la posibilidad de cambios en la relación de las fuerzas políticas, traducida en la idea de alternancia política. Previo al proceso de transición, señalan como fundamental el ejercicio de liberalización política debido a que ésta vuelve efectivos ciertos derechos, que protegen a individuos y grupos sociales ante los actos arbitrarios o ilegales cometidos por el Estado o por terceros.8 Cabe destacar que los procesos de transición no fueron simples y no tuvieron el mismo desarrollo en todos los países. En los extremos tenemos diferentes casos. Por ejemplo, en unos casos fue rupturista (Argentina) en otros institucionalizada y programada (México). En otros países como Paraguay fue el resultado final de otro golpe de Estado. Brasil, Uruguay y Bolivia también tienen sus rasgos propios. Independientemente de los diferentes procesos democráticos, en la mayoría, existió un ambiente optimista, a consecuencia de las grandes expectativas que produjo el ideal de democracia. En este sentido destaca la declaración de Raúl Alfonsín: “con la democracia se come, se cura, se educa”.9 Aunado al consenso de las élites latinoamericanas sobre los prometedores beneficios que ofrecía la democracia, también se dio un respaldo popular a líderes políticos que representaban el imaginario que articulaba la democracia liberal, las reformas del mercado y la integración regional.10 También en estos momentos las relaciones de América Latina con Estados Unidos de América, encabezadas por Bill Clinton, se caracterizaron por un gran optimismo y se hablaba de un mejoramiento en las relaciones económicas y políticas. Una muestra de este ambiente lo encontramos en la realización de la Primera Cumbre de las Américas, en diciembre de 1994, en la ciudad de Miami (Estados Unidos), en la que se hizo mención de la unidad del continente para alcanzar la prosperidad a través de la apertura

8 Individualmente estos derechos son: el habeas corpus, la inviolabilidad de la correspondencia y de la

vida privada en el hogar, el derecho de defenderse según el debido proceso y de acuerdo a las leyes

preestablecidas, la libertad de palabra, de movimiento, y de petición ante las autoridades. Con respecto a

los grupos: libertad para expresar colectivamente su discrepancia respecto de la política oficial sin sufrir

castigo por ello, la falta de censura en los medios de comunicación y la libertad para asociarse

voluntariamente con otros ciudadanos. O’Donnell Guillermo, Schmitter Philippe y Whitehead Laurence,

Transiciones desde un gobierno autoritario. Conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas,

Barcelona, Paidós, Vol. 4, 1996. 9 Alfonsín Raúl, El poder de la democracia, Buenos Aires, Fundación Plural, 1987.

10 Las victorias de los candidatos que apoyaban la instauración del binomio liberalismo-capitalismo:

Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) en Brasil, Eduardo Frei (1994-2000) en Chile, Luis Alberto

Lacalle (1990-1995) en Uruguay, Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000) en México, Carlos Menem

(1989-1999) en Argentina y Alberto Fujimori (1990-200) en Perú. Panizza Francisco, “La marea rosa”, en

Alcántara Sáez Manuel y García Díez Fátima (coordinadores), Elecciones y políticas en América Latina,

México, Instituto Electoral del Estado de México-Sociedad Mexicana de Estudios Electorales-Miguel

Ángel Porrúa, 2008, p. 22.

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de mercados, la integración hemisférica y el desarrollo sostenible. Pero fue solo eso, una mención pues como veríamos años más tarde se reanudarían las relaciones hostiles con Estados Unidos de una gran parte de países latinoamericanos, en buena medida por los malos resultados económicos y por la excesiva intervención en asuntos de política interior. Antes de abordar los momentos de quiebre tanto políticos como económicos que darán consistencia al diagnóstico sobre el declive del binomio liberalismo-capitalismo, y que se verá reflejado en el incremento de los niveles de malestar social, considero pertinente mencionar de qué forma se introdujeron las reformas económicas para América Latina, y que en buena medida van a ser el detonante principal de este descontento generalizado. La forma en la que se reprodujeron las modificaciones en materia económica para Latinoamérica se dio a partir de la implantación del Consenso de Washington,11 que trajo consigo las medidas económicas y que se tradujeron en las formas más agresivas del capitalismo, por los altos costos sociales. A la par se iban desarrollando los procesos de democratización, con la idea de que tanto las reformas económicas como las políticas lograrían sacar de la pobreza y el autoritarismo a la región a cambio de libertades, igualdad, derechos y mejores condiciones de vida.12 Con ello se intentó replicar un modelo económico-político a nivel mundial que como se ha mencionado se había declarado vencedor al liberalismo-capitalismo, traducido en democracia y globalización económica, a través de la apertura de los mercados nacionales a la interdependencia internacional. Quizá lo que en su momento faltó enfatizar es que no sólo se trataba de instaurar un modelo “exitoso” en otras latitudes que no se ajustaba a los contextos tan diversos de la región latinoamericana, sino que también se estaba replicando los defectos que de origen representaba y que posteriormente se harían evidentes en la expansión también global del malestar social.

11

El Consenso de Washington es un término acuñado por John Williamson que tuvo su origen en la

conferencia “Latin American Adjustment: ¿How much has happened?” organizada por el Instituto de

Estudios Económicos Internacionales en noviembre de 1989. En ella se identificaron diez aspectos que

sirvieron de base para definir las reformas de política económica que los países deudores del FMI y BM

debían tener como objetivo. 1) Disciplina presupuestaria; 2) Cambios en las prioridades del gasto público

(de áreas menos productivas a sanidad, educación e infraestructuras); 3) Reforma fiscal encaminada a

buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados; 4) Liberalización financiera,

especialmente de los tipos de interés; 5) Búsqueda y mantenimiento de tipos de cambio competitivos; 6)

Liberalización comercial; 7) Apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas; 8) Privatizaciones;

9) Desregulaciones; y 10) Garantía de los derechos de propiedad. Al respecto Davidson Paul, ¿Qué es

erróneo en el consenso de Washington y qué debemos hacer?, Bogotá, Cuadernos de Economía, No 39,

segundo semestre, 2003 y Guitián Manuel y Muns Joaquim (Directores), La cultura de la estabilidad y el

Consenso de Washington, Barcelona, Colección Estudios e Informes, No. 15, 1998.

http://www.pdf.lacaixa.comunacions.com/ 12

Esta necesidad de llevar a cabo transformaciones estructurales en Latinoamérica respondió a

acontecimientos políticos que mostraron la asfixia de los ciudadanos. En 1988 se cimbró de manera

considerable la estabilidad política en México después del proceso electoral presidencial, que llevaría a

Carlos Salinas a buscar en la gestión de gobierno la legitimidad no adquirida en las urnas. Por otro lado,

la sociedad chilena acababa con la brutal dictadura del general Pinochet. Mientras que en 1989 el

penúltimo experimento populista argentino terminaba en hiperinflación y daba paso a una nueva forma de

populismo encarnada en la figura de Carlos Menem.

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En la práctica la política económica inspirada en el Consenso se centró en algunos aspectos como la liberalización comercial, privatización de las empresas públicas y apertura al exterior. Cabe destacar que temas como la reestructuración del gasto social, el fortalecimiento de las instituciones y su adecuación a contextos regionales o el tema de la equidad, no formaron parte de la agenda. Por el contrario, de los diez puntos del Consenso, dos destacaron en la atención de las propuestas de actuación de los organismos financieros internacionales: la reducción del peso del sector público y la apertura al exterior mediante la liberalización comercial y financiera.13 Entre los efectos del Consenso que se han considerado positivos se encuentran: la reducción de la inflación a solo un dígito en casi todos los países de Latinoamérica. Asimismo se estableció una dura disciplina fiscal que disminuyó el promedio del déficit presupuestario del 5% del PIB al 2% aproximadamente, lo que a su vez redujo la deuda externa pública del 50% a menos del 20% del PIB, en los primeros años de aplicación de este modelo económico. Por su parte, la apertura comercial hizo descender el promedio de aranceles del 40% a casi el 10%, mientras tanto las restricciones no arancelarias afectaron a sólo un 6% de las mismas, en comparación con el 38% a mediados de los ochenta.14 En contraparte a los efectos positivos vemos que la acelerada liberalización financiera no contó con una regulación estatal adecuada lo que descartó el control directo de créditos, se desregularon las tasas de interés, se iniciaron regímenes de inversión extranjera directa y se suprimieron los controles de cambios y de cuentas de capital. Bancos, empresas eléctricas, de petróleo, de telecomunicaciones y las redes viales, así como los servicios de agua y gas se vendieron al sector privado, siendo parte del boom privatizador. Las consecuencias negativas del Consenso se reflejarían apenas unos cuantos años después, entre las que destaca la falta de responsabilidad de los agentes financieros ante las debacles económicas, propiciadas en buena medida por ellos mismos, a causa de los altos niveles de especulación y volatilidad de los mercados, siendo los contribuyentes y ahorradores los principalmente afectados y quienes a su vez tuvieron que asumir los errores de las malas decisiones financieras. A este respecto Ralf Dahrendorf señala que “…desde el principio globalización significó también el fomento de un capitalismo guiado única y exclusivamente por la búsqueda del beneficio y liberado de trabas que podían constituir las corporaciones, la responsabilidad a largo plazo y las obligaciones para con los ciudadanos”.15 Esta indeterminación sobre quién asumirá las consecuencias de la globalización también son producto de lo que Bauman señala como la ausencia de un centro o una oficina de

13

Cfr. Muñoz de Bustillo Llorente Rafael, “Cincuenta años de políticas de desarrollo: situación y

perspectivas”, en Revista Principios, Madrid, Estudios de Economía Política, No. 1, enero, 2005; CEPAL,

Panorama social de América Latina 1997 y 2000-2002, Santiago de Chile, 1998 y 2003.

http://www.eclac.org/ 14

Véase Casilda Béjar Ramón, “América Latina y el Consenso de Washington”, Boletín de Información

Comercial Española, Madrid, Ministerio de Economía, No. 2803, mayo, 2004. 15

Dahrendorf Ralf, En busca de un nuevo orden. Una política de libertad para el siglo XXI, Barcelona,

Paidós, 2005, pp. 36-37.

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control sobre los asuntos mundiales,16 debido a que los Estados-nación concebidos de forma tradicional son rebasados como agente regulador ante las manos del libre juego de las fuerzas del mercado. A este respecto Guillermo O`Donnell17 resalta que el proceso de globalización ha condenado a los Estados a la irrelevancia como uno de los principales actores políticos, al ubicarlo como facilitador de mercados. Esta situación a su vez ha provocado que se genere una visión sumamente restrictiva de la democracia reforzando su faceta procedimental. Las reformas del binomio liberalismo-capitalismo fueron puestas a prueba casi de inmediato. Basta ver los conflictos económicos que se sucedieron después de la aplicación del Consenso. Tenemos el caso de México en 1994, Brasil y Ecuador en 1999 y la quiebra bancaria de Argentina en el 2001, ésta última colapsó las actividades del Mercosur debido a que se vieron afectadas también las economías de Brasil y Chile. Cabe señalar que las crisis económicas no se sucedieron únicamente en la región latinoamericana, y las medidas de rescate que implementó el FMI para estos países fueron similares a las que se aplicaron en Rusia, Turquía y el sudeste asiático en el mismo periodo. La consolidación de los procesos democráticos en Latinoamérica también sufrió un revés, sobre todo al considerar que a partir de 1993, tres años después de haber puesto en marcha el Consenso, catorce presidentes que llegaron al poder en elecciones libres no lograron concluir sus mandatos, como resultado de movilizaciones sociales y masivas protestas callejeras. Esta situación puso al límite la estabilidad política y reavivaron el uso de la violencia, evidenciando la debilidad de las instituciones democráticas como el elemento que permite encausar el descontento social. No obstante, no se produjo un regreso a gobiernos autoritarios, pero si se generaron cuestionamientos hacia los procesos democráticos existentes.

CUADRO 1 Crisis Presidenciales en América Latina, 1978-2008

PAÍS PRESIDENTE ELECTO PERÍODO PRESIDENCIAL DIMISIÓN SUCESOR

BOLIVIA Hernán Siles Suazo 1982-1986 1985 Víctor Paz Estenssoro

ARGENTINA Raúl Alfonsín 1983-1989 1989 Carlos Saúl Menem

BRASIL Fernando Color de

Mello 1990-1995 1992 Itamar Franco

GUATEMALA Jorge Serrano Elías 1991-1996 1993 Ramiro de León Carpio

VENEZUELA Carlos Andrés Pérez 1989-1994 1993 Ramón José Velásquez

Mújica

REPÚBLICA

DOMINICANA Joaquín Balaguer 1994-1998 1996 Leonel Fernández Reyna

16

Bauman Zygmunt, La globalización. Consecuencias humanas, México, Fondo de Cultura Económica,

1999, p. 80. 17

O`Donnell Guillermo, “Hacia un Estado de y para la democracia”, en Mariani Rodolfo (Coordinador),

Democracia/Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para la Democracia en América Latina, Lima,

Perú, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2008, pp. 25-26.

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ECUADOR Abdalá Bucaram 1996-2000 1997 Rosalía Arteaga Serrano

PARAGUAY Raúl Cubas Grau 1998-2003 1999 Luis Ángel González

Macchi

ECUADOR Jamil Mahuad 1998-2002 2000 Gustavo Noboa Bejarano

PERÚ Alberto Fujimori 2000-2005 2000 Valentín Demetrio

Paniagua

ARGENTINA Fernando de la Rúa 1999-2003 2001 Ramón Puerta (I día)

Alberto Rodríguez Saá

BOLIVIA Gonzalo Sánchez de

Lozada 2002-2007 2003 Carlos Mesa

ECUADOR Lucio Gutiérrez 2003-2007 2005 Alfredo Palacio

PERÚ Valentín Paniagua* 200-2005 2001 Alejandro Toledo

ARGENTINA Alberto Rodríguez

Saá* 2001-2003 2001 Eduardo Camaño

ARGENTINA Eduardo Duhalde* 2002-2003 2003 Néstor Kirchner

BOLIVIA Carlos Mesa* 2003-2007 2005 Eduardo Rodríguez Veltzé

BOLIVIA Eduardo Rodríguez

Veltzé* 2005-2007 2006 Evo Morales

*Vicepresidentes o los sucesores nombrados para completar el mandato de los ya mencionados que tampoco concluyeron el periodo presidencial.

FUENTE: Informe Latinobarómetro, Santiago de Chile, Noviembre de 2008, p. 8, en archivo electrónico tomado en http://www.latinbarometro.org Iniciado el siglo veintiuno los resultados macroeconómicos obtenidos han sido más bien desalentadores, observándose entre la población un desencanto ante el estancamiento y en ocasiones un marcado deterioro de la economía, reafirmando así las críticas al modelo económico del Consenso. Encuestas de opinión pública a finales de los años noventa, realizadas por el Latinobarómetro, demostraron que los latinoamericanos sentían que sus economías no marchaban bien, que su calidad de vida era más baja que la de generaciones anteriores y que la pobreza alcanzaba índices sin precedentes. Aunado a ello, el descontento se incrementó a consecuencia de la incapacidad de los gobiernos para resolver los problemas de desempleo, vivienda, salud y de infraestructura en general. Asimismo se registró un deterioro cuantitativo del empleo, generando la desregulación del mercado laboral,18 lo cual trajo consigo que las condiciones de contratación y de seguridad social afectaran la situación de miles de trabajadores. El signo negativo de la flexibilización del mercado laboral radicó principalmente en la creación de empleos de mala calidad, ya sea por su inestabilidad, sus bajas remuneraciones, su falta de protección social o sus condiciones de trabajo inadecuadas. De esta manera, además del aumento en el desempleo registrado en la mayoría de los países, vemos un aumento de la inestabilidad e inseguridad laborales,

18

Cfr., Sennett Richard, La corrosión de carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo

capitalismo, Barcelona, Anagrama, 2004.

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asociadas a la flexibilización de las contrataciones y al peso creciente del empleo informal.19 Esta situación a su vez impactó de forma negativa la credibilidad de la democracia, en lo que respecta a su efectividad y calidad, las grandes esperanzas que años atrás había representado el anhelo democrático, acompañado de una receta económica promisoria, empezaban a derrumbarse. De esta forma se afirmaba que “el contexto de la globalización [había] resultado socioeconómicamente injusta por su carácter jerárquico y su dimensión excluyente de grandes masas, habiendo hecho aumentar la pobreza y las desigualdades, así como lo es por la formación antidemocrática de las fuerzas políticas que la sustentan”.20 En 2002 José Antonio Ocampo, Secretario Ejecutivo de la CEPAL declaraba que las democracias latinoamericanas se habían debilitado como consecuencia de las crisis económicas, veía como principal problema la excesiva volatilidad de los mercados, a consecuencia de la falta de regulación estatal.21 De esta forma se empezaron a evidenciar las fallas del ambicioso proyecto de globalización para América Latina, que incrementaron los niveles de pobreza, desempleo y que ampliaron aún más la brecha social. Lo anterior dio inicio a nuevas movilizaciones sociales como muestra del incremento del malestar social, ocasionado por la incertidumbre ante la falta de respuestas que los gobiernos daban a problemáticas como el desempleo, bajos salarios, pérdida de garantías laborales, aumento de precios, entre otros, que dieron origen a fenómenos como exclusión social, mayores niveles de migración, disminución de la cohesión social y desafección política. La incertidumbre vino acompañada de un desconcierto de la población, que se reflejó de manera más clara en el ámbito laboral, pues como lo señala Viviane Forrester los grandes empresarios, que se han vuelto como fantasmas irreconocibles en este marco de la globalización, toman decisiones que a simple vista parecerían contradictorias. Por ejemplo, ante el incremento de sus ganancias anuncian despidos masivos y esto se debe básicamente a que el simple anuncio tiene una respuesta positiva para sus acciones que cotizan en distintas bolsas.22

19

Cabe hacer mención que el deterioro de las condiciones laborales no fue exclusivo de América Latina,

pues vemos una situación similar en los trabajadores de Europa, especialmente en los países del Este y

también en Asia, como muestra de los efectos negativos del proyecto económico globalizante. 20

Quesada, op. cit., p. 22. 21

Carbajosa Ana, “La crisis económica en América Latina está debilitando la democracia”, Periódico

Este País, Madrid, 21 de mayo de 2002. 22

“El 9 de septiembre de 1999, […]. La firma Michelin anunció que sus ganancias habían aumentado

17%, o sea, casi 2,000 millones de francos, durante el primer semestre de 1999, y que las perspectivas

eran favorables; al mismo tiempo anunció el despido de 7,500 empleados, la décima parte de su plantel,

gradualmente durante los tres años siguientes. Ese día el precio de sus acciones en la Bolsa aumentó

10.56% y al día siguiente 12.53%. ¡Clásico! Los anuncios de despidos fascinan a los accionistas aún más

que las ganancias.” Forrester Viviane, Una dictadura extraña, México, Fondo de Cultura Económica,

2004, p.73.

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En este contexto se incrementa el nivel de incertidumbre, de miedo, de inseguridad respecto del futuro y a la par el de molestia por parte de la población, que ve como unos cuantos, “los dueños del dinero”, controlan el destino de sus vidas, mientras que los gobiernos se muestran incapaces de hacer que impere la ley a favor de la mayoría, de los desprotegidos. Ante lo cual urge recuperar el papel central del Estado como representante de la estructura social que permite reducir los miedos, o como lo expresa Danilo Zolo, el Estado como aquel que puede “reducir el miedo a través de una regulación selectiva de los riesgos sociales y una distribución competitiva de los ‘valores de seguridad’”.23 Sobre todo si consideramos que una de las funciones del Estado estaría en ser un filtro del proceso de globalización, a través de la mediación de las estrategias gubernamentales. A este respecto O`Donnell refiere la importancia del papel del Estado como aquel capaz de re-direccionar la globalización hacia el bien público,24 limitando el predominio de los intereses privados. De acuerdo con Fernando Quesada el triunfo del liberalismo-capitalismo que se fundamentó en el anhelo por alcanzar la libertad, la igualdad, el bienestar y la felicidad, no ha sido más que la persecución de una ilusión, debido a que este proyecto no tiene sustento en la realidad: “la idea de igualdad, ahormada por el liberalismo en una sacralización del individualismo, no rompe con las asimetrías marcadas por la clase social y convierte, al propio tiempo, la supuesta igualdad de oportunidades en un eslogan vacío”.25 La realidad que impera es de un deterioro económico, político, social y cultural que exige de acciones urgentes principalmente de los gobiernos democráticos y más ante el escenario que ha dejado la más reciente crisis económica, que aún no termina por mostrar en su totalidad los efectos negativos. De acuerdo con las proyecciones de la CEPAL habrá un incremento de la tasa de desempleo para 2009 que alcanzará entre el 7,8 y el 8,1, cuando en 2008 este nivel fue de 7,5.26 Este aumento se verá reflejado en la proliferación de empleos informales, que como ya se ha mencionado, no proporcionan seguridades sociales, generando un crecimiento de la incertidumbre y malestar social. Ejemplo del descontento social y que se manifiesta en la incertidumbre sobre la perspectiva de vida, la encontramos en el más reciente Informe del Latinobarómetro (2008), que señala que el 35% de las personas en Latinoamérica considera que la situación económica de su país es mala, representando un incremento de 7% con respecto al año anterior cuando el 28% pensaba que la situación económica era muy mala. Este aumento tiene que ver, como ya se mencionó, con el crecimiento de la tasa de desempleo y con la disminución del PIB en más de un punto porcentual al ubicarse en 4,6 mientras que en 2007 fue de 5,7%.27

23

Zolo Danilo, Democracia y Complejidad, Buenos Aires, Nueva Visión, 1994, p. 80. 24

O`Donnell, “Hacia un…”, p. 40. 25

Quesada, op. cit., p. 19. 26

CEPAL, Balance preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe, Santiago de Chile,

diciembre de 2008. Versión electrónica, consultado en abril de 2009, http://www.eclac.org/cgi-

bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/5/34845/P34845.xml&xsl=/de/tpl/p9f.xsl&base=/tpl/top-

bottom.xsl 27

CEPAL, “Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2008”, en

http://websie.eclac.cl/anuario_estadistico/anuario_2008/esp/index.asp. Consultado en abril de 2009.

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En lo que respecta a la opinión de los ciudadanos sobre la democracia, encontramos que a pesar de que el 63% de los latinoamericanos considera que la esta forma de gobierno le garantiza la libertad para participar en política, el 70% opina que los gobiernos democráticos trabajan en beneficio de grupos poderosos, principalmente económicos, lo que da evidencia del malestar social. A este respecto el 48% opina que desde que llegó la democracia a la región las condiciones de desigualdad social han permanecido igual, esta consideración se refuerza cuando vemos que existen bajas expectativas sobre las posibilidades que la democracia genera para alcanzar mejores condiciones de vida. Por ejemplo, sólo el 25% opina que la democracia garantiza la justa distribución de la riqueza, el 28% que garantiza oportunidades de conseguir trabajo y el 30% que garantiza seguridad social.28 En este sentido, resulta comprensible la desconfianza hacia las instituciones democráticas, sólo el 32% confía en el Congreso/Parlamento y el 21% en los partidos políticos. En este rubro es importante señalar que no han existido grandes variaciones en el nivel de confianza para ambos desde 1996, año en el que el 27% confiaba en los congresos y el 20 % en los partidos políticos. El lapso más crítico de confianza a los congresos fue el 2004 con una cifra de 17% y a los partidos en 2003 cuando la confianza cayó a un 11%. Otro de los efectos negativos de este descontento y que nos recuerda lo señalado por O’Donnell, Schmitter y Whitehead, es que en Latinoamérica aún está presente una cierta afinidad a la cultura autoritaria, pues el 53%29 de los entrevistados por el Latinobarómetro en 2008 optaría por un gobierno no democrático si éste resolviera los problemas económicos, registrando un incremento de dos puntos porcentuales con respecto a 2002 cuando el 51% se inclinaba por gobiernos no democráticos. Entre otras de las problemáticas que se agravarán como consecuencia de la crisis económica actual y que urgen ser atendidas se encuentran la intensidad de los flujos migratorios; el aumento de la pobreza como consecuencia de la inequidad en la distribución del ingreso; la falta de presupuestos más amplios en materia educativa que seguirá manteniendo a Latinoamérica a la zaga en el incremento de la calidad educativa. Aunado a lo anterior vemos que también existe un retraso en el avance en materia de economía del conocimiento, lo cual contribuye a sostener el lazo de dependencia de la mayoría de los países latinoamericanos con respecto a los de la OCDE. Más que un tema de moda la cuestión sobre el deterioro del medio ambiente es una problemática que apremia de medidas urgentes por parte de los gobiernos en coadyuvancia con la población mundial, debido al impacto global que tiene la mayor pérdida de biodiversidad y de bosques; la sobre explotación de los recursos naturales por encima de su capacidad de reposición; la creciente generación de basura y el aumento de contaminación del aire.

28

Ibídem, pp. 82, 93 y 96. 29

Ibídem, pp. 83, 85y 87.

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Y por último la problemática sobre la expansión global de epidemias, que surge como preocupación mundial justo en estos momentos en los que redacto este trabajo, cuando se ha desatado una crisis sanitaria en México con la propagación de un nuevo tipo de influenza, que ha traspasado las fronteras de este país, evidenciando casos en más de 40 países. Sin duda que el control de enfermedades que puedan desarrollar pandemias y como corolario la agudización de la situación económica, es un tema que debe estar presente en las agendas políticas de todos los gobiernos, como un tema de seguridad nacional pero que implica también una preocupación de seguridad transnacional. REPUBLICANISMO FRENTE AL LIBERALISMO En este contexto y después de que desde el año 2000 se viene anunciando las fallas del modelo económico denominado neoliberal, hoy de forma contraria a lo que se anunció en 1989 con la caída del muro de Berlín, se declara la derrota del binomio liberalismo-capitalismo, que ya no sólo evidencia las incapacidades del sistema económico para evitar las recurrentes crisis cíclicas sino que también se han puesto al desnudo los graves efectos sociales, que han traído como consecuencia la desestabilización de los regímenes democráticos. La preocupación sobre las deficiencias de las transiciones a la democracia en América Latina tienen un antecedente en la voz de Norbert Lechner, que en la década de los ochenta del siglo pasado señalaba que este proceso de instauración democrática era contradictorio debido a que existían ciertas restricciones que no podrían ser superadas con facilidad por esta nueva institucionalización: 1) limitación del mercado, hace referencia a las imposibilidades de “democratizar” la discusión sobre un programa de desarrollo económico y social que permita la reducción de la brecha social; 2) restricción de las tradiciones culturales, sostiene que la instauración democrática no limita las formas de “anulación de la reciprocidad” de las relaciones sociales (racismo, sexismo, clasismo, xenofobia) lo que hace imposible una auténtica cultura democrática, 3) creciente privatización de la esfera pública, con el predominio de la esfera económica sobre la política, se permite la creación de monopolios del entretenimiento y la información, que asimismo vienen acompañados del vaciamiento de los horizontes utópicos de sentido.30 Desde esta perspectiva lo que Lechner nos señala es que fueron demasiado ilusorias las expectativas en la democracia especialmente en lo que respecta a la búsqueda de certidumbres, sobre todo si se considera que la política latinoamericana ha tenido una tendencia a “sacralizar los principios políticos como verdades absolutas y a guiar la acción política según planificaciones globales de la sociedad”.31 A este fenómeno lo denomina sobreideologización, que provoca la radicalización de posturas antagónicas disminuyendo las capacidades de negociación sobre proyectos e ideas alternas.

30

Lechner Norbert, “La crisis del Estado en América Latina” y “Los patios interiores de la democracia”,

en Obras Escogidas, Vol. I, Santiago de Chile, Lom, 2006. 31

Lechner, “Los patios…”, p. 425.

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Otra de las críticas se ha centrado en el excesivo énfasis que se le dio a la parte procedimental de la democracia, basado en el supuesto de que el perfeccionamiento de la ingeniería electoral, cuyo objetivo es garantizar la limpieza de los comicios, establecería la base para ejercer la participación política, a través del voto. Ahora vemos que ha hecho falta una consideración que amplíe este sentido de participación política, no únicamente constreñida a los comicios, pues apremia la necesidad de la formación de agendas políticas que tomen en cuenta las demandas emergentes de nuestras sociedades tan complejas. Dentro de las diversas perspectivas teóricas que han elaborado críticas al tipo de democracia imperante, no sólo en Latinoamérica sino en la mayor parte del mundo encontramos las posturas del comunitarismo, multiculturalismo, feminismo, una versión contemporánea del socialismo al igual que del republicanismo. Y es justamente esta última a la que haré referencia, debido a que se ha presentado como una tercera alternativa frente al antagonismo entre liberalismo-socialismo, que pretende a través de la recuperación de ciertas tradiciones republicanas dotar de un nuevo contenido a los procesos democráticos que permita disminuir el malestar social. Cabe mencionar que también se ha planteado la posibilidad de una democracia post-liberal.32 Philippe Schmitter menciona que el descontento con la democracia tiene más que ver con sus características liberales que con su contenido democrático. Veamos cuáles son los elementos liberales que se vuelven problemáticos para la democracia y que serán parte de la crítica del republicanismo contemporáneo e incluso de las otras posturas de pensamiento. También veamos cuáles son los elementos que se contraponen entre el liberalismo y republicanismo. En específico en la base teórico-conceptual y que darán origen a una serie de propuestas no sólo por reinterpretar la idea de democracia, sino también el papel del Estado frente al mercado. Uno de los primeros elementos que distinguen al liberalismo del republicanismo es su noción de libertad, si bien para ambos la libertad es el valor máximo al cuál todos los seres humanos aspiran y por lo que se debe estar en constante lucha. Para el liberalismo la libertad es el ámbito de no-interferencia, de no obstaculización, del que goza la voluntad individual y que manifiesta la independencia respecto de algo, es la libertad negativa. Por su parte la libertad positiva es para algo: una capacidad de autodominio, entendida valorativamente y asociada a la propuesta de un determinado concepto de plenitud humana. A este respecto, Isaiah Berlin señala que la libertad negativa, es concebida como tal debido a que ésta impide la interferencia del Estado en la vida de los individuos.33

32

Desde esta perspectiva podemos considerar el trabajo de Philippe Schmitter quien menciona que ve con

mayor viabilidad la construcción de una democracia post-liberal que sea “menos condescendiente acerca

de los logros de la democracia liberal y retome lo mejor de ella al mismo tiempo que se ajusta a las

exigencias de la escala ampliada de intercambios y comunicaciones que son parte del futuro sistema

global”. Para ello señala debe atender tres tareas fundamentales: “1) el papel de la ciudadanía y el criterio

que define a ésta; 2) los procesos de competencia y cooperación entre (distintos tipos de) representantes;

y 3) los gobernantes y las reglas que usan aquellos para tomar decisiones” Schmitter Philippe, “Un

posible esbozo de una democracia <<post-liberal>>” en Arditi Benjamín (Ed.), ¿Democracia post-

liberal? El espacio político de las asociaciones, Barcelona, Anthropos-Facultad de Ciencias Políticas y

Sociales/UNAM, 2005, pp. 255 y 257. 33

Berlin Isaiah, Cuatro ensayos sobre la libertad, Madrid, Alianza Editorial, tercera reimpresión, 2004.

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En el republicanismo la noción de libertad se presenta como la opción de un tercer concepto, al cual Philip Pettit denomina libertad como no-dominación, que tiene elementos de la libertad positiva en lo que se refiere a la noción de autonomía y elementos negativos al contar con la ausencia de dominación ajena. Para este autor la no-dominación, es “la posición de que disfruta alguien cuando vive en presencia de otros, y en virtud de un diseño social, ninguno de ellos le domina”.34 El ejemplo que utiliza para clarificar esta idea es contraponer la idea de no-dominación con la de servidumbre: es libre aquél que no se encuentra a merced de otro, quien puede llevar a cabo sus elecciones sin la interferencia arbitraria de alguien más. Desde esta postura, los pobres no son ni pueden ser libres. Como podemos ver la libertad como no-interferencia hace alusión al papel del Estado y de su intervención en la vida de los individuos. Para los liberales, a través de lo expuesto por John Locke,35 el Estado es producto de un contrato de individuos que se asocian para crear un poder común que proteja y garantice sus derechos a la vida, la libertad y sus posesiones. De acuerdo con éste, en el acto de constitución de este cuerpo político y la aplicación de la regla mayoritaria, los individuos conforman el poder soberano y la asamblea legislativa, a la cual se subordinan los demás poderes. En suma, son los individuos y no la comunidad histórica los que fundan el Estado. En contraparte desde el republicanismo, en voz de Maquiavelo,36 la formación de un Estado se produce para limitar el poder a través de la constitución mixta, teniendo a cargo el resguardo de los derechos y libertades de la comunidad, que son el garante para combatir el establecimiento de un gobierno arbitrario. Desde esta perspectiva, la libertad es no-dominación de unos sobre otros. En este contexto también cobra sentido la tesis republicana de que los ciudadanos libres hacen las leyes y de que las leyes permiten la libertad. Esto en buena medida debido a que para el republicanismo la ley al estar forjada por la deliberación representa la voluntad de los ciudadanos sobre los asuntos comunes, ya que son los ciudadanos quienes determinan conjuntamente cómo ha de ser la ley, a través de un proceso permanente de revisión y reconstrucción.37 A diferencia del liberalismo en donde la libertad se afirma frente a la ley, siendo ésta un elemento nocivo del Estado pues si bien cumple solo una función de resguardo, se construye a partir de la idea de limitar la libertad. En el republicanismo la libertad se confirma por medio de ley, lo que significa que sin ley no hay libertad, “esto implica que la ley esté ligada analíticamente al concepto de libertad, en lugar de estar subordinada a ella como instrumento exterior y contingente”.38 La noción de ley también está ligada al 34

Pettit Philip, Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno, Barcelona, Paidós, 1999, pp.

77 y 96. 35

Locke John, Segundo tratado sobre el gobierno civil, Buenos Aires, Losada, 2003. 36

Maquiavelo Nicolás, “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, en Maquiavelo Nicolás, Obras

Políticas, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1971. 37

Peña Javier, “Ciudadanía republicana y virtud cívica”, en Bertomeu María Julia, Domènech Antoni y

De Francisco Andrés (compiladores), Republicanismo y democracia, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2005,

p. 249. 38

Peña Javier, ¿Tiene futuro el republicanismo?, en Quesada Fernando (Edit.), Siglo XXI: ¿un nuevo

paradigma de la política?, Barcelona, Anthropos, 2004, p. 127.

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autogobierno, debido a que como expresión de la voluntad ciudadana permite garantizar la libertad. Desde el enfoque liberal los individuos preexisten a cualquier organización social y son más importantes que la comunidad y que el Estado. A éste se le pide que no interfiera con la moral privada de los individuos; al tiempo que se le exige que resguarde y garantice los derechos individuales, incluso frente a los colectivos. Por consiguiente, para el liberalismo, las políticas enfocadas en la consecución del bien común, tienen un límite: los derechos de los individuos. La democracia liberal representó el tipo de gobierno que logró enmarcar estas concepciones, mientras que la república en su forma tradicional se volvió incompatible, debido a la exigencia de un compromiso en, para y de la comunidad, en donde los intereses de los individuos son secundarios. Hasta aquí podemos ir vislumbrando el fondo del debate entre republicanos y liberales, la cuestión de lo individual frente a lo colectivo, que a su vez nos lleva al predominio de intereses individuales por sobre intereses públicos, que trasciende hacia dos objetivos contrapuestos a alcanzar: el bien común o que cada quien sea responsable de lograr sus bienes privados. De acuerdo con Schmitter el predominio del individualismo en lo sustantivo, procesal y metodológico,39 ha generado que los procesos democráticos se enfoquen más en cuestiones pragmáticas y procedimentales. Lo que asimismo influirá en las nociones de ciudadanía y participación política. Para liberalismo la participación política se da principalmente en referencia a lo electoral, al ejercicio del voto contenido en los derechos ciudadanos, lo cual ha sido interpretado como una “visión voluntarista de la participación política”,40 que deja de lado la noción de la deliberación siendo sustituido únicamente por el proceso de selección, en muchas ocasiones de liderazgos o personalidades más que de propuestas. En correspondencia con esta concepción de la participación política el ciudadano liberal es aquel que se involucra poco en las cuestiones político-públicas, pues se encuentra más preocupado por resguardarse en su vida privada, por alcanzar sus metas personales. La mayoría de las veces llega a considerar que tiene como única responsabilidad el hecho de ir a votar y a pesar de ello, y debido al creciente desprestigio de los partidos políticos, decide no ejercer este derecho.41 En contraparte para el republicanismo la participación política se plantea no sólo a través del voto sino también de otras formas más directas, como los referendos, asambleas, consultas populares o los debates públicos. Todo ello teniendo como base la deliberación previa, esto es, la posibilidad de poner a discusión algunas decisiones procurando que éstas miren por el bien común. Esta idea de participación ciudadana

39

Schmitter, op. cit., p. 252. 40

Idem 41

Para Schmitter la visión de ciudadano dentro de la etapa post-liberal de la democracia debe

concentrarse en hacer que éstos vean el ejercicio de sus derechos como algo más deseable y gratificante,

concentra esta posibilidad de ciudadanía en una nueva variante de votación, ya no únicamente de partidos

o candidatos sino de temas y demandas que puedan ser incluidas directamente en las agendas políticas de

los gobiernos. Desde el republicanismo contemporáneo se considera que no abandona la postura

utilitarista de la participación política, basada en el individualismo metodológico sobre los costos-

beneficios.

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está sustentada en la tesis de Maquiavelo, que Lefort traduce como la fortaleza de un Estado en el que “los ciudadanos son capaces de movilizarse para defender sus derechos a participar en los asuntos públicos, para hacer valer sus aspiraciones y sus intereses, y en el que son capaces asimismo de movilizarse para la defensa de la ciudad”.42 Aquí cabría preguntarnos si realmente en el modelo liberal se constriñen estas posibilidades, pues como vemos en la mayoría de las constituciones democráticas vigentes existen otras formas de participación alternas a la electoral. Si bien podemos encontrar otros espacios de intervención de la ciudadanía en contextos democráticos, teniendo como un ejemplo la movilización ciudadana, la crítica al liberalismo se concentra en evidenciar que a través del debilitamiento de las funciones del Estado, como agente regulador de intereses, ha fomentado un mayor predominio de intereses particulares, encabezados por grupos minoritarios básicamente económicos, que hacen más difícil alcanzar una libertad como no-interferencia, una reducción de la brecha social. Un elemento característico de la participación política republicana será la noción de virtud cívica concebida como el “conjunto de disposiciones que pone en acción el buen ciudadano”.43 Estas disposiciones están fundamentalmente enfocadas en la consecución del bien público y del resguardo de la libertad. Al igual que con la noción de ley, la virtud tiene para el ciudadano valor por sí misma, esto es, no se justifica como medio para obtener un fin exterior a sí misma, sino que forma parte de lo que considera una vida digna. En contraparte, Javier Peña señala que la virtud cívica será sustituida en la teoría liberal por la labor del comercio: “una mano invisible armonizaría los esfuerzos de los individuos, cada uno de los cuales persigue su propio interés, en beneficio del conjunto. [Es así como el mercado se constituirá como] el medio más eficiente de utilización y asignación de recursos y de coordinación de las actividades”.44 Otra de las críticas que se le han hecho al liberalismo fue el dotar de amplias libertades al espacio del mercado, esto es, bajo la apelación de la defensa de la libertad como no-interferencia se restringió el espacio de intervención estatal. Lo que a su vez limitó la posibilidad de regulación ante la agresividad del modelo económico representado por el capitalismo, que en específico perjudicó las condiciones sociales de la mayoría de la población en beneficio de unos cuantos. Actualmente vemos que ante las constantes crisis económicas es justamente el Estado a través de sus gobiernos a quienes el mercado acude para su rescate. A este respecto Lefort destaca cómo se muestra en el liberalismo la relación entre política y comercio, que va a estar justificada por la noción de libertad como no interferencia, en donde “…el comercio gana un significado político. A la idea de una constitución que rompe con el modelo de una sumisión de persona a persona entre el más humilde ciudadano y una autoridad única, pero que no excluye la distinción de órdenes, se asocia la idea de una igualdad en el intercambio que disipa la ilusión de una

42

Lefort Claude, El arte de escribir y lo político, Barcelona, Herder, 2007, p. 96. 43

Peña Javier, “Ciudadanía…”, p. 248. 44

Ibídem, p. 240.

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comunidad orgánica”.45 De esta forma el comercio logra escapar a la intervención y vigilancia estatal, pues se concibe como una manifestación natural de la sociabilidad de una nación que incluso puede llegar a traspasar estas fronteras nacionales, que en la actualidad se manifiestan en el fenómeno de la globalización, de la que ya he mencionado algunas consecuencias negativas. Estos elementos de crítica al liberalismo han sido interpretados como una crisis de la política, producto del predominio de lo individual por sobre lo colectivo, en donde, “los Estados y los agentes políticos han sido sustituidos en su función de control y dirección de la sociedad por una red mundial impersonal de procesos de comunicación e intercambio económico que se desarrollan espontáneamente”.46 En este sentido la noción de comunidad y por ende de participación con vista a alcanzar el bien común se ve severamente afectada. Ante ello Manuel Garretón señala que “la desarticulación del Estado-nación, impulsada por las lógicas tecnocráticas y mediáticas, así como el individualismo ligado a intereses de consumo más que a la conformación de sujetos que se reconocen unos a otros en una misma comunidad”,47 han impedido una defensa colectiva ante el poder económico de unos cuantos. Frente las condiciones adversas tanto en materia económica como política “hoy parece indudable que las sociedades democráticas no pueden basarse sólo en un conjunto de instituciones y procedimientos, sino que dependen de ciertas cualidades y actitudes de sus miembros, como la tolerancia, la responsabilidad, la participación y el compromiso con el sistema político. Es decir, que las sociedades democráticas necesitan hoy ciudadanos que se conciban a sí mismos como miembros comprometidos con los asuntos públicos de su comunidad, y no simplemente como titulares de derechos y clientes acreedores a ciertas prestaciones”.48 Ante este escenario el republicanismo intenta construir una alternativa para reconfigurar la idea de ciudadanía y de participación política fundamentada en nociones de virtud cívica y bien común. Asimismo se presenta como una opción para dotar de un nuevo contenido a la democracia representativa imperante, de la cual se menciona “ha incorporado distintos tipos y grados de lo <<indirecto>>”.49 Ante ello el republicanismo contemporáneo busca alcanzar un modelo democrático que fomente una mayor deliberación entre los representantes y los representados, sobre los temas de la agenda política para que no sólo se vean reflejadas sus demandas sino también sean resueltas. A continuación veremos cuál es la propuesta de este republicanismo contemporáneo que intenta revertir el proceso des-democratización, que de acuerdo con Schmitter ha implicado la reducción de las expectativas con que se puede alcanzar objetivos colectivos mediante el ejercicio de poder público y ha creado mayores dificultades para conformar mayorías que puedan superar la resistencia de minorías, sobre todo de las

45

Lefort Claude, op. cit., p. 87. 46

Peña Javier, ¿Tiene futuro…”, pp. 121-122. 47

Garretón Manuel, “Es raro ver a los políticos estudiar”, en Periódico electrónico El clarín, 10 de julio

de 2008. Consultado el 21 de abril http://www.clarin.com/diario/2008/10/07/opinion/o-01776046.htm 48

Peña Javier, “Ciudadanía…”, p. 232. 49

Schmitter, op. cit., p. 251.

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minorías privilegiadas y bien establecidas.50 A este proceso que podríamos denominar como re-democratización, estaría sustentado sobre la base de la tradición republicana pero desde una perspectiva contemporánea, en la que sin duda restaría por ver qué tanto se pueden hacer compatibles ambos modelos. Cabe destacar que como uno de los objetivos fundamentales de esta re-democratización se encuentra repensar el tipo de Estado que las democracias latinoamericanas requieren, partiendo de que la base será la recuperación de principios republicanos como la virtud cívica y el bien común, que devuelvan al Estado su función de regulador de intereses, de filtro ante las consecuencias negativas de la globalización, así como aquel capaz de reducir los niveles de incertidumbre, inseguridad y malestar social. REPUBLICANISMO HOY Un debate abierto para resignificar la democracia y la ciudadanía El resurgimiento del republicanismo presentado como contraparte del liberalismo imperante pero en ocasiones también como complemento de éste, no sólo ha penetrado en el debate sobre conceptos fundamentales de la política como libertad, participación, ley, igualdad, virtud, entre otros. Sino que ha buscado establecer nuevas formas de pensar y entender la democracia, así como la relación que mantiene con la ciudadanía. Sobre todo si consideramos que en América Latina se ha logrado un consenso sobre la preferencia de procesos democráticos frente a los autoritarios. En este sentido, lo que toca ahora para la región es estudiar y analizar sobre la democracia que tenemos y también los ciudadanos que ésta misma genera, con el propósito de replantear las formas en la que se relacionan los gobernantes y los ciudadanos. Sin dejar de considerar el gran reto que esto implica, sobre todo porque nos enfrentamos a contextos sociales de cambios acelerados, que se complejizan por el impacto de problemáticas globales y así mismo por las dificultades locales. En este sentido, vemos que las soluciones no son permanentes, esto es, que existe una constante búsqueda de caminos que permitan dar solución a las demandas tan diversas de nuestros países. En las últimas décadas se ha dado una mayor intensidad en las discusiones sobre los aportes que podría proporcionar la recuperación de la tradición republicana, en relación a los cuestionamientos que se hacen a los procesos democráticos y a la necesidad de creación de espacios de participación ciudadana alternos a lo electoral.51 En este sentido para autores como Ambrosio Velasco y Elisabetta di Castro el acercamiento al republicanismo puede significar la obtención de respuestas a las críticas a la democracia

50

Ibídem, p. 254. 51

El debate se ha centrado básicamente entre liberales y republicanos, en donde los primeros cuestionan

la viabilidad del aporte republicano debido a que consideran que esta tradición no se corresponde con el

contexto actual, con sociedades más homogéneas cuyas demandas son cada vez más diversas. En

contraparte, los republicanos señalan que la recuperación de los valores del republicanismo se presentan

como una opción ante las tareas que no ha logrado resolver el liberalismo, entre ellas se menciona la

justicia social y formación de agendas políticas que reflejen más los intereses públicos.

En la parte del liberalismo contemporáneo ubicamos a John Rawls, Ronald M. Dworkin, Robert Nozick y

Friedrich A. Hayek, entre otros. Mientras que en la corriente del republicanismo contemporáneo se

encuentran John Pocock, Quentin Skinner, Philip Pettit, Maurizio Viroli, Félix Ovejero, entre otros.

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puramente formal que ha encabezado el liberalismo. 52 En específico mencionan la posibilidad que puede representar una reinterpretación del pensamiento republicano en una renovada imagen de la participación ciudadana, idea que va a estar estrechamente relacionada con la noción de virtud cívica. Resultado de la pluralidad de debates en torno al republicanismo han surgido al interior de esta corriente de pensamiento diversas posturas, por ejemplo, para María José Villaverde53 se pueden considerar tres: 1) Republicanismo Neo-aristotélico: fiel a la tradición clásica. Michael Sandel y Charles Taylor; 2) Republicanismo Instrumental: reconstrucción selectiva de la tradición clásica republicana, no obstante mantiene su postura crítica frente al liberalismo. Quentin Skinner, Maurizio Viroli; y 3) Republicanismo Liberal: construir el republicanismo desde el presente, adecuándolo al liberalismo. Cass Sunstein. Otra tipología sobre el republicanismo contemporáneo la encontramos en Félix Ovejero, quien considera al interior de ésta seis posturas: 1) Republicanismo comunitario, Michael Sandel con su texto Democracy’s Discontent; 2) Republicanismo liberal, Philip Pettit con su obra Republicanismo; 3) Republicanismo de plebeyos y aristocráticos, D. Carrithers en el artículo “Not So Virtous Republicans”; 4) Republicanismo participativo, A. Fraser con The Spirit of the Law; 5) Republicanismo defensor de la división de poderes y la Constitución, C. Sunstein con el artículo “Beyond the republican revival”, M. Viroli con una defensa especial del patriotismo en For Love to the Country, D. Miller con el texto On Nationality; y 6) Republicanismo crítico del patriotismo, Jürgen Habermas.54 No obstante las variadas perspectivas que se tienen al interior del republicanismo contemporáneo y de lo contrapuestas que pueden estar en su utilización o comprensión de algunos conceptos, podría señalarse que existen ciertos principios básicos que los unifica. Andrés De Francisco menciona que hay un común denominador republicano: a) énfasis en la libertad como no-dominación, que conlleva la idea de autogobierno y de ausencia de interferencia arbitraria; b) el valor de los procesos deliberativos en la toma de decisiones; c) la primacía de lo público y el valor de las instituciones comunes considerando que la racionalidad en la que se basa el proceso deliberativo es de carácter social; d) el papel de la virtud cívica vista como condición para que se produzca un buen gobierno; y e) el principio de independencia material que permite tanto el ejercicio de la libertad como de la virtud cívica.55 Estos elementos se conjugan en una manera diferente de concebir la política, basada en la recuperación del espacio público como aquel en el que los ciudadanos puedan participar a través de una acción colectiva por la defensa de la libertad y la consecución del bien común. “La noción republicana de la política presupone que los ciudadanos son sujetos capaces de reflexionar sobre sus preferencias, y por tanto que el proceso

52

Velasco Gómez Ambrosio, Di Castro Elisabetta y Bertomeu María Julia (coordinadores), La vigencia

del republicanismo, México, FFyL-DGAPA-UNAM, 2006, p. 8. 53

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democrático no se reduce a establecer un compromiso entre preferencias dadas de antemano, así como tampoco consiste en una comunión en verdades dogmáticas comunes”.56 Implica también un anhelo por alcanzar sociedades más igualitarias, lo que trae consigo el gran reto de encontrar caminos que permitan reducir la brecha social imperante. Cabe señalar que el republicanismo contemporáneo no ha quedado exento de críticas sobre su viabilidad sobre todo porque se considera que la recuperación de la tradición republicana puede ser incompatible con las sociedades tan complejas y heterogéneas como las que tenemos en la actualidad. En esta última parte de este trabajo veremos cuáles han sido los principales cuestionamientos del también denominado neo-republicanismo y cómo se ha planteado la posibilidad de sortearlos para convertirse en una alternativa de resignificación tanto de la democracia como de la ciudadanía. Un primer elemento de crítica al republicanismo contemporáneo es el peligro que representa para el pluralismo, sobre todo cuando se interpreta que éste pretende una idea de república homogénea basada en costumbres generalizadas, lo cual choca con la conformación tan diversa de nuestras sociedades modernas. Para los liberales el proyecto republicano atenta contra la autonomía individual, debido a que está sustentado sobre la base del predominio de los bienes públicos. El trasfondo de esta crítica es el anacronismo en el que puede caer la recuperación de la tradición republicana sobre todo si se tiene en mente la reproducción de la democracia ateniense intentando seguir a Aristóteles o la República Romana descrita por Cicerón. Si bien es cierto que la mayoría de los autores neo-republicanos parten de estas tradiciones filosófico-teóricas, es importante señalar que recurren a ellas, en la mayoría de los casos, con un fin explicativo sobre los orígenes de esta corriente de pensamiento. Más que intentar replicar las formas políticas de esos tiempos, buscan a partir de la comprensión de la historia del republicanismo el camino que les ayude a reinterpretar los conceptos como libertad, ley, igualdad, participación política, virtud, entre otros, intentando sobre todo recuperar el lugar de la comunidad que les ayude a minimizar el predominio del individualismo. El republicanismo contemporáneo no niega el tamaño y la complejidad de las actuales sociedades, estando consciente de la dificultad que implica diseñar modelos universales o globalizantes, sería como caer en los excesos de los que se hablaba cuando se declaró la victoria del binomio liberalismo-capitalismo. Es por ello que pienso que una de las salidas al anacronismo, puede encontrarse en tener como primer plano de acción colectiva el espacio local, debido a que considero que pueden darse mejores condiciones para el acercamiento e interacción entre gobernantes y ciudadanos. Es importante tomar en cuenta que previo a la elaboración o diseño de políticas públicas, que se podrían considerar de base republicana, es necesario transformar la forma de entender la política y la ciudadanía, esto es, trascender el predominio de la visión individualizada de ciudadanos, que otorga prioridad a la consecución de los intereses personales y privados. Este cambio de visión estaría enfocado en fomentar

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Peña J. ¿Tiene futuro…? p. 129.

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una mayor consecución de acciones colectivas que estén encaminadas en alcanzar el bien común, sin olvidar que éste la mayoría de las veces será un anhelo. También implica el establecimiento de compromisos mutuos, de corresponsabilidades, de la exigencia a nuestros gobernantes de que trabajen en función de los intereses públicos y que a su vez los proteja de los intereses de las minorías dominantes. A este respecto Javier Peña señala que la propuesta del republicanismo contemporáneo radica en establecer “una idea de la política y de la ciudadanía, más que un programa político; una visión de la sociedad como ciudad en la que la política ha tener un lugar central como res publica, con independencia de cómo pueda esto traducirse en la práctica”.57 Lo cual no significa que no se preste atención en la necesidad de establecer ciertos modelos que puedan posteriormente ser traducidos en políticas públicas orientadas en principios republicanos. Dentro de la propuesta republicana actual se pone demasiado énfasis en una participación ciudadana que vaya más allá de lo electoral, para lo que se apela a la virtud cívica. Ante ello, lo primero que mencionan los partidarios del republicanismo es que no se trata de entender la idea de virtud como sinónimo de perfección o de santidad. Por el contrario apelan a entenderla como la base de la acción colectiva enfocada en obtener el bien público, es decir, como la conciencia de que la participación colectiva es la fuerza que hace que los gobiernos funcionen en atención del bien público. Así como también el ser virtuosos y por ende un ciudadano que participa colectivamente en la defensa y respeto de las leyes, puede defender las libertades públicas, que son respaldo de las libertades individuales.

…el republicano puede replicar que si es necesaria la virtud política para la salud de la sociedad, incluso de una sociedad liberal, puesto que la “mano invisible” en política funciona aún peor que su homóloga económica… La base de la virtud cívica no es el desinterés, sino la (supuesta) vinculación del interés particular con el común.58

Para el republicanismo es fundamental la participación ciudadana, sin embargo, esto no significa que se promueva un predominio de la vida política para alcanzar la autorrealización de los ciudadanos. En principio lo que se pretende es establecer un equilibrio entre la vida pública y la privada, así como de sus intereses, lo cual no debe confundirse con la pretensión de crear identificaciones culturales o morales. Debido a que para el republicanismo todas las sociedades son libres, ya que están construidas sobre la base de las leyes y las instituciones que los mismos ciudadanos se han dado, quedando abierta la posibilidad para discutirlas y cambiarlas, de ser necesario. Hay negociación y consensos, deliberación y conflictos, pero al republicanismo le interesa poco la moralidad de los individuos, siempre y cuando participen en defensa de la libertad y la justicia para todos. Al intentar desligarse del compromiso con la moralidad de los ciudadanos el republicanismo pretende enfrentar la crítica que le hacen sobre el peligro que

57

Ibídem, p. 136. 58

Ibídem, p. 138.

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representa al intentar conducir la educación de los individuos, y que ha sido traducida como pretensiones de control social que puede llegar a convertirse en una dictadura educativa y hasta ha sido mencionada como un terrorismo estatal a favor de las virtudes. El tipo de educación al que hacen referencia los republicanos no se distancia del fomento de una cultura democrática, ya que en su base está el enseñar a los individuos el respeto a la ley, la buena conducta pública, la exigencia de información, de rendición de cuentas a los gobernantes y un amplio sentido de la corresponsabilidad. No obstante, a pesar de los esfuerzos de los neo-republicanos por desligarse de las cargas valorativas, no han logrado evitar imprimir cierta moralidad a sus presupuestos, por lo que ésta sigue siendo una tarea pendiente del republicanismo contemporáneo, en la que cabría pensar qué tantas posibilidades hay de alejarse totalmente de cuestiones valorativas. Si bien es cierto que el republicanismo corre el peligro de quedar atrapado entre el comunitarismo o una visión renovada del liberalismo, cabe destacar que por un lado, éste se diferencia del primero en su desinterés por el establecimiento de una moralidad pública. Por el contrario lo que pretende es poner en evidencia como natural las capacidades de la acción colectiva de toda sociedad, sin rechazar la autonomía individual. En referencia al liberalismo, a pesar de compartir la defensa del pluralismo y de los derechos individuales, el republicanismo se distancia al tener una perspectiva diferente de la relación que debe darse entre el Estado y el mercado, al señalar el papel del primero como regulador del segundo con el propósito de alcanzar un equilibrio entre los intereses privados y los públicos, con la intención de garantizar ambos. En este sentido, en el que parece que el republicanismo se ubica en una posición de centro, de alcanzar el justo medio, puede entenderse por qué se ha asociado este renacer del republicanismo a la tradición aristotélica. Sin embargo no hay que intentar traslapar dicho pensamiento a nuestros contextos, que como ya se mencionó son de alta complejidad. Es importante entender qué representa esta propuesta contemporánea del republicanismo, hasta dónde es viable, reconocer sus limitaciones pero así mismo darle el crédito como una posibilidad ante el declive evidente del liberalismo. El republicanismo además de aportar un espíritu, representa una posibilidad de pensar diferente la política, las relaciones entre los ciudadanos y sus gobernantes, la democracia. Encarna una capacidad de reinventar las formas de convivencia, de trascender los binomios entre triunfadores y vendedores, poniendo en evidencia que la sociabilidad constituye una tarea permanente por alcanzar la libertad, la felicidad y el bien común. Reconociendo que esto en gran medida sólo puede lograrse a través de una ciudadanía participativa, de la acción colectiva. En lo que respecta a la vinculación entre republicanismo y democracia, la propuesta es ir más allá de lo procedimental que se traduce en lo electoral. Se reconoce el valor de la democracia representativa como la vía por la cual conformar los gobiernos, pero así mismo se tiene en cuenta que la participación ciudadana no debe acabar en el voto, sobre todo porque las demandas y necesidades de la ciudadanía en muchas ocasiones no son atendidas por los representantes. Es por ello, que algunos partidarios del

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republicanismo ven en el fomento de una democracia deliberativa un comienzo para transformar la relación entre ciudadanos y gobernantes. A este respecto Pettit señala como fundamental el establecimiento de un gobierno democrático basado en el imperio de la ley; la división de poderes -idea que recupera un principio básico de la tradición republicana: gobierno mixto- que disminuye el peligro de la concentración del poder, para lo cual resulta fundamental que la toma de decisiones públicas sean disputables. En este sentido se plantea que la democracia deliberativa de base republicana sea en la que los ciudadanos a través de su capacidad de acción colectiva, que no limita su autonomía individual, controlen a los representantes, debido a que cuentan con la permanente posibilidad de disputar las decisiones de sus gobernantes.59 Es importante destacar que la posibilidad de disputabilidad de los ciudadanos hacia los gobiernos no queda constreñida al espacio institucional, ya que como se ha mencionado el republicanismo parte de que existe una naturaleza conflictiva social, que más que controlar es importante regularla. De ahí que se considere la necesidad de un trabajo constante para alcanzar leyes justas, mejores condiciones de convivencia, igualdad y libertad. Y así como no se limita al espacio institucional tampoco lo hace en referencia a los efectos externos, como son los factores globales, principalmente económicos, que han afectado los derechos sociales provocando malestar social. Bajo estos elementos el republicanismo contemporáneo busca ampliar el debate sobre la democracia y la ciudadanía a la que aspiramos, así como también sobre el papel del Estado, en específico frente al mercado. Esta participación estatal quedaría resignificada desde la postura de la libertad como no-dominación, en la que su función será la de garantizar que no haya interferencias arbitrarias de ningún tipo, incluyendo las del poder económico. Esta consideración significaría el comienzo para hacer que los ciudadanos se sientan resguardados incluso frente a aquellas minorías que controlan la economía global, lo que a su vez estaría atendiendo el problema del malestar social. El resurgimiento del republicanismo frente al liberalismo también nos permite, como señala Lefort, “poner en evidencia el vínculo entre la libertad y la ley; mostrar que en una verdadera república los hombres tienen influencia sobre las leyes y que sus disensos, lejos de ser destructores de toda vida civil son engendradores de ella”.60 Con lo que se refuerza la idea de que el disenso y la disputabilidad funcionan como fuerzas creadoras de nuevas formas de sociabilidad, de interacción entre ciudadanos y gobernantes, de recuperación del espacio público a través de la participación y acción colectiva. El carácter de la democracia deliberativa planteada desde el republicanismo contemporáneo es su profundo interés en darle un mayor cariz social, que conlleve una profunda democratización del poder y una mayor socialización de la vida económica. Sin dejar de considerar, como lo ha mencionado Pasquino, que las democracias “siguen

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Pettit, op. cit., pp. 239 y 242. 60

Lefort, op. cit., p. 266.

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siendo experimentos políticos”,61 no están dadas de una manera única, no son inamovibles. Por el contrario, las democracias son ajustables a contextos tan diversos y mejorables en todo momento. La propuesta republicana no se presenta como la solución de todos los males democráticos, sino simplemente como una opción para empezar a pensar en otras alternativas, una vez que se han reconocido las fallas del binomio liberalismo-capitalismo, que han generado los cuestionamientos a la calidad de la democracia en América Latina y que ha estado acompañado del fracaso del modelo económico propugnado por el Consenso de Washington.

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