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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00 L’O S S E RVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt Año LII, número 23 (2.670) Ciudad del Vaticano 5 de junio de 2020 E L RACISMO ES UN PECADO QUE NO PUEDE SER TOLERADO Francisco rezó el rosario el día 31 de mayo en los Jardines Vaticanos por el mundo golpeado por la pandemia de coro- navirus. A la cita espiritual se unieron numerosos santuarios católicos de todo el mundo conectados en directo a través de una gran pantalla. El Papa envió un saludo en español a los santuarios de América Latina. En la audiencia general del miércoles, 3 de junio, el Pontí- fice señaló que el racismo es «un pecado que no podemos tolerar».

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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00

L’O S S E RVATOR E ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Año LII, número 23 (2.670) Ciudad del Vaticano 5 de junio de 2020

EL RACISMOES UN

PECAD O QUENO PUEDE SER

TOLERAD O

Francisco rezó el rosario el día 31 de mayo en los JardinesVaticanos por el mundo golpeado por la pandemia de coro-navirus. A la cita espiritual se unieron numerosos santuarioscatólicos de todo el mundo conectados en directo a través deuna gran pantalla. El Papa envió un saludo en español a lossantuarios de América Latina.

En la audiencia general del miércoles, 3 de junio, el Pontí-fice señaló que el racismo es «un pecado que no podemostolerar».

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L’OSSERVATORE ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Ciudad del Vaticanoredazione.spagnola.or@sp c.va

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ANDREA MONDAd i re c t o r

Giuseppe Fiorentinosub director

Silvina Pérezjefe de la edición

Redacciónvia del Pellegrino, 00120 Ciudad del Vaticano

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página 2 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 5 de junio de 2020, número 23

Las personas son más importantes que la economíaEl Pontífice reza por los pobres de la Amazonia afectados por la pandemia

Ángelus

«Hoy que la plaza está abierta podemos volver, es un placer»:el Papa Francisco ha saludado así a los muchos fieles que,

manteniendo una rigurosa distancia de seguridad, volvieron el31 de mayo a reunirse en la plaza de San Pedro para asistiral Regina Caeli dominical rezado a mediodía por el Pontífice

asomado a la ventana del Estudio privado del Palacioapostólico vaticano. Una cita que faltaba desde hacía tresmeses: de hecho, fue el 1 de marzo, el primer domingo de

Cuaresma, la última vez en la que el Pontífice rezó el Ángelusde la forma tradicional. La semana siguiente, debido a la

pandemia de covid-19, el obispo de Roma eligió hacerlo en laBiblioteca del Palacio para después saludar a los pocos fielesque lo vieron en la plaza a través de las pantallas gigantes.

Desde entonces, la plaza había permanecido cerrada al públicocomo parte de las restricciones implantadas para detener la

difusión del virus y los fieles han podido seguir la cita marianadel domingo a través de los medios. El pasado domingo, las

fuerzas del orden garantizaron el acceso a la plaza conseguridad y velaron por el cumplimiento de la distancia

interpersonal. A continuación, publicamos las palabras quepronunció Francisco comentando el Evangelio de Pentecostés

El Papa vuelve a rezar el Regina Caeli desde la ventana del Estudio privado

Queridos hermanos y hermanas,¡buenoS días!

Ahora que la plaza estáabierta, podemos volver.¡Es un placer! Hoy celebra-mos la gran fiesta de Pente-

costés, en memoria de la efusión delEspíritu Santo sobre la primera Co-munidad Cristiana. El Evangelio dehoy (cf. Juan 20, 19-23) nos remite ala tarde de Pascua y nos muestra aJesús resucitado que se aparece en elCenáculo, donde se refugiaron losdiscípulos. Tenían miedo. «Se pre-sentó en medio de ellos y les dijo:“La paz con vosotros”» (v. 19). Estasprimeras palabras que pronuncia elResucitado: «La paz con vosotros»,se deben considerar más que un sa-ludo: expresan el perdón, el perdónconcedido a los discípulos que, a de-cir verdad, lo habían abandonado.Son palabras de reconciliación yperdón. Y nosotros también, cuandodeseamos la paz a los demás, esta-mos dando el perdón y pidiendoperdón también. Jesús ofrece su pazprecisamente a estos discípulos quetienen miedo, a los que les cuestacreer lo que han visto, es decir, latumba vacía, y que subestiman eltestimonio de María Magdalena yde las otras mujeres. Jesús perdona,siempre perdona, y ofrece su paz asus amigos. No lo olvidéis: Jesúsnunca se cansa de perdonar. Somosnosotros los que nos cansamos depedir perdón.

Al perdonar y reunir a los discípu-los en torno a Sí mismo, Jesús hacede ellos una Iglesia, su Iglesia, quees una comunidad reconciliada y lis-ta para la misión. Reconciliados ylistos para la misión. Cuando unacomunidad no está reconciliada, no

está lista para la misión: está listapara discutir dentro de sí misma, es-tá lista para las [discusiones] inter-nas. El encuentro con el Señor Re-sucitado transforma la existencia delos Apóstoles y los convierte en va-lientes testigos. De hecho, inmedia-tamente después dice: «Como el Pa-dre me envió, también yo os envío»(v. 21). Estas palabras dejan claroque los Apóstoles son enviados aprolongar la misma misión que elPadre ha confiado a Jesús. «Os en-vío»: no es tiempo de encerrarse, nide lamentarse: de lamentarse recor-dando los “buenos tiempos”, eltiempo pasado con el Maestro. Laalegría de la Resurrección es grande,pero es una alegría expansiva, queno debe guardarse para sí mismo, espara darla. Los domingos de Pascuaescuchamos primero este mismo epi-sodio, luego el encuentro con losdiscípulos de Emaús, luego el BuenPastor, los discursos de despedida yla promesa del Espíritu Santo: todoesto está orientado a fortalecer la fede los discípulos —y también lanuestra— en vista de la misión.

Y precisamente para animar la mi-sión, Jesús da a los Apóstoles su Es-píritu. El Evangelio dice: «Sopló so-bre ellos y les dijo: “Recibid el Espí-ritu Santo”» (v. 22). El Espíritu San-to es fuego que quema los pecados ycrea hombres y mujeres nuevos; esfuego de amor con el que los discí-pulos pueden “incendiar el mundo”,ese amor tierno que prefiere a lospequeños, a los pobres, a los exclui-dos... En los sacramentos del Bautis-mo y de la Confirmación hemos re-cibido el Espíritu Santo con sus do-nes: sabiduría, inteligencia, consejo,fortaleza, ciencia, piedad, temor deDios. Este último don —el temor de

D ios— es precisamente lo contrariodel miedo que antes paralizaba a losdiscípulos: es el amor al Señor, es lacerteza de su misericordia y bondad,es la confianza de que podemosavanzar en la dirección indicada porÉl, sin perder nunca su presencia ysu apoyo.

La fiesta de Pentecostés renueva laconciencia de que la presencia vivifi-cante del Espíritu Santo habita ennosotros. También nos da el corajede salir de los muros protectores denuestros “cenáculos”, de los grupospequeños, sin detenernos en la vidatranquila o encerrarnos en hábitosestériles. Ahora elevemos nuestrospensamientos a María. Ella estabaallí, con los Apóstoles, cuando vinoel Espíritu Santo, protagonista conla primera Comunidad de la admira-ble experiencia de Pentecostés, y lerogamos que obtenga para la Iglesiael ardiente espíritu misionero.

Al finalizar el Regina Caeli, el Paparecordó el Sínodo de la Amazonia, quese concluyó hace siete meses, y el DíaNacional del Socorro celebrado por laIglesia italiana. También habló denuevo de la crisis provocada por elc o ro n a v i r u s .

Queridos hermanos y hermanas:

Hace siete meses finalizó el Sí-nodo para la Amazonía; hoy,en la fiesta de Pentecostés,

invocamos al Espíritu Santo paraque dé luz y fuerza a la Iglesia y ala sociedad en la Amazonia, que hasido duramente golpeada por lapandemia. Son muchos los contagia-dos y los fallecidos, incluso entre lospueblos indígenas, que son particu-larmente vulnerables. Por la interce-

sión de María, Madre de la Amazo-nía, rezo por los más pobres e inde-fensos de esa querida Región, perotambién por los de todo el mundo,y hago un llamamiento para que anadie le falte atención sanitaria. Paracuidar de la gente, no para ahorrarpara la economía. Cuidar de las per-sonas, que son más importantes quela economía. El pueblo es el templodel Espíritu Santo, no la economía.

Hoy en Italia celebramos el DíaNacional del Socorro, para promo-ver la solidaridad con los enfermos.Renuevo mi agradecimiento a todosaquellos que, especialmente en esteperíodo, han ofrecido y ofrecen sutestimonio de atención a los demás.Recuerdo con gratitud y admiracióna todos los que, al apoyar a los en-fermos en esta pandemia, han dadosus vidas. Recemos en silencio porlos médicos, voluntarios, enfermeros,todos los trabajadores de la salud ymuchos que han dado su vida du-rante este período.

Os deseo a todos un feliz domin-go de Pentecostés. ¡Necesitamos tan-to la luz y el poder del Espíritu San-to! La Iglesia los necesita para cami-nar juntos y con coraje, dando testi-monio del Evangelio. Y toda la fa-milia humana los necesita, para salirde esta crisis más unidos, y no másdivididos. Sabéis que de una crisiscomo ésta no se sale igual que seempieza: se sale o mejor o peor.Que tengamos el coraje de cambiar,de ser mejores, de ser mejores queantes y de poder construir de formapositiva la post-crisis de la pande-mia.

Por favor, no os olvidéis de rezarpor mí. Buen almuerzo y hastapronto, ¡desde la plaza!

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número 23, viernes 5 de junio de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 3

Mensaje por el 50º aniversario de la promulgación del Rito de la Consagración de las Vírgenes

Mujeres de misericordia expertas en humanidad«Que lo que está sucediendo en elmundo os sacuda: no cerréis los ojos yno huyáis, atravesad con delicadeza eldolor y el sufrimiento, perseverad enproclamar el Evangelio de la vidaplena para todos». Lo escribió el PapaFrancisco en un mensaje, datado eldomingo 31 de mayo y difundido ellunes 1 de junio, con ocasión del 50ºaniversario de la promulgación delRito de la Consagración de lasVírgenes. Hace referencia a lapandemia de covid-19 que ha obligadoa la Congregación para los institutosde vida consagrada y las sociedades devida apostólica a posponer el encuentrointernacional convocado para celebrarla fecha. Publicamos, a continuación, eltexto del Pontífice.

Queridas hermanas:1. Hace cincuenta años la Sagrada

Congregación para el Culto Divino,por mandato de san Pablo VI, pro-mulgaba el nuevo Rito de la Consa-gración de las vírgenes. La pande-

La pandemia nos enseña que es tiempo de

eliminar las desigualdades, de reparar la

injusticia que mina de raíz la salud de

toda la humanidad

mia aún en curso haobligado a aplazar elencuentro internacionalconvocado por la Con-gregación para los Ins-titutos de Vida Consa-grada y las Sociedadesde Vida Apostólica pa-ra celebrar este impor-tante aniversario. Sinembargo, deseo igual-mente unirme a vuestra acción degracias por este «doble don del Se-ñor a su Iglesia» —como os dijo sanJuan Pablo II con ocasión del 25aniversario—: el Rito renovado y unOrdo fidelium «restituido a la co-munidad eclesial» (Discurso a lasparticipantes en el Congreso Internacio-nal del Ordo virginum, 2 junio 1995).

Vuestra forma de vida encuentrasu primera fuente en el Rito, tienesu configuración jurídica en el can.604 del Código de Derecho Canóni-co, y desde 2018 en la InstrucciónEcclesiae Sponsae imago. Vuestrallamada pone de relieve la inagota-ble y multiforme riqueza de los do-nes del Espíritu del Resucitado, quehace nuevas todas las cosas (cf. Ap21, 5). Al mismo tiempo, es un signode esperanza: la fidelidad del Padrepone aún hoy en el corazón de algu-nas mujeres el deseo de ser consa-gradas al Señor en la virginidad vivi-da en su ambiente social y culturalordinario, arraigadas en una Iglesiaparticular, en una forma de vida an-tigua y al mismo tiempo nueva ymo derna.

Acompañadas por los obispos, ha-béis profundizado en la especifici-dad de vuestra forma de vida consa-grada, experimentando que la consa-gración os constituye en la Iglesiaun Ordo fidelium p a r t i c u l a r.

Proseguid en este camino, colabo-rad con los obispos para encontrarserios itinerarios de discernimientovocacional y de formación inicial ypermanente. En efecto, el don devuestra vocación se manifiesta en lasinfonía de la Iglesia, que se edificacuando puede reconocer en vosotrasmujeres capaces de vivir el don de las o ro r i d a d .

2. Cincuenta años después del Ri-to renovado, quisiera deciros: ¡no

apaguéis la profecía de vuestra voca-ción! Estáis llamadas, no por méritovuestro, sino por la misericordia deDios, a hacer resplandecer en vues-tra existencia el rostro de la Iglesia,Esposa de Cristo, que es virgen por-que, a pesar de estar compuesta porpecadores, custodia íntegra la fe,concibe y hace crecer una humani-dad nueva.

Juntamente con el Espíritu, contoda la Iglesia y con todos los oyen-tes de la Palabra, estáis invitadas aentregaros a Cristo y a decirle:«¡Ven!» (Ap 22, 17), para permane-cer en la fuerza dada por su respues-ta: «¡Sí, vengo pronto!» (Ap 22, 20).Esta visita del Esposo es el horizon-te de vuestro camino eclesial, vuestrameta, la promesa que hay que aco-ger cada día. De este modo «podréisser estrellas que orientan el caminodel mundo» (Benedicto XVI, Dis-curso a un grupo de vírgenes consagra-das con ocasión del Segundo Congresodel “Ordo Virginum”, 15 mayo 2008).

Os invito a releer y meditar lostextos del Rito, donde resuena elsentido de vuestra vocación: estáisllamadas a experimentar y testimo-niar que Dios, en su Hijo, nos haamado primero, que su amor es paratodos y tiene la fuerza de transfor-mar a los pecadores en santos. Enefecto, «Cristo amó a su Iglesia: Élse entregó a sí mismo por ella, paraconsagrarla, purificándola con el ba-ño del agua y la palabra» (Ef 5, 25-26). Vuestra vida revelará la tensiónescatológica que anima a toda lacreación, que impulsa toda la histo-ria y nace de la invitación del Resu-citado: “Levántate, hermosa mía yvente” (cf. Ct 2, 10; Orígenes, Homi-lías sobre el Cantar de los cantaresII,12).

3. La Homilía propuesta por elRito de Consagración os exhorta:«Amad a todos y dad preferencia alos pobres» (n. 29). La consagraciónos reserva para Dios sin haceros aje-nas al ambiente donde vivís y en elque estáis llamadas a realizar vuestropropio testimonio en el estilo de laproximidad evangélica (cf. EcclesiaeSponsae imago, 37-38).

Que vuestra consagración virginal,con esta cercanía específica a loshombres y mujeres de hoy, ayude ala Iglesia a amar a los pobres, a re-conocer la pobreza material y espiri-tual, a socorrer a los más frágiles eindefensos, a los que sufren por laenfermedad física y psíquica, a lospequeños y a los ancianos, a los quecorren el riesgo de ser descartados.

Sed mujeres de misericordia, ex-pertas en humanidad. Mujeres quecreen «en lo revolucionario de la ter-nura y del cariño» (Exhort. ap.Evangelii gaudium, 288). La pande-mia nos enseña que «es tiempo deeliminar las desigualdades, de repa-

rar la injusticia que mina de raíz lasalud de toda la humanidad» (Ho-milía en la Celebración de la DivinaM i s e r i c o rd i a , 19 abril 2020). Que loque está sucediendo en el mundo ossacuda: no cerréis los ojos y no hu-yáis, atravesad con delicadeza el do-lor y el sufrimiento, perseverad enproclamar el Evangelio de la vidaplena para todos. La Oración de

autoridad de la caridad, para opone-ros a la arrogancia y prevenir losabusos de poder.

4. En la solemnidad de Pentecos-tés, deseo bendecir a cada una devosotras, así como a las mujeres quese están preparando para recibir estaconsagración y a todas las que la re-cibirán en el futuro. «El Espíritu Pa-ráclito es dado a la Iglesia como

consagración, que invoca para voso-tras los dones multiformes del Espí-ritu, pide que viváis en una casta li-bertas (Rito de la Consagración de lasv í rg e n e s , 38).

Que este sea vuestro estilo de rela-ción, para ser signo del amor espon-sal que une a Cristo con la Iglesia,virgen madre, hermana y amiga dela humanidad. Con vuestra bondad(cf. Flp 4, 5), tejed relaciones autén-ticas, que rescaten a los barrios denuestras ciudades de la soledad ydel anonimato. Sed capaces de pa-rresia, pero mantened alejada la ten-tación del parloteo y del chisme. Te-ned la sabiduría, la iniciativa y la

principio inagotable de su alegría deesposa de Cristo glorificado» (S. Pa-blo VI, Exhort. ap. Gaudete in Do-mino, 29).

Como signo de la Iglesia esposa,que podáis ser siempre mujeres de laalegría, a ejemplo de María de Na-zaret, mujer del Ma g n i f i c a t , madredel Evangelio viviente.

Roma, San Juan de Letrán, 31 demayo de 2020, solemnidad de

Pe n t e c o s t é s .

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página 4 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 5 de junio de 2020, número 23

Desde que comenzaron las

restricciones para frenar

la propagación del virus,

se han intensificado y

fortalecido las iniciativas

de sensibilización e

intercambio y las redes de

comunicación para que la

ayuda llegue a las

personas que la necesitan

América Latina se convierte en epicentro de la pandemia

La Iglesia al ladode los necesitados

Los obispos también hanreiterado suagradecimiento a todos lostrabajadores de la salud ya todos los que han hechoun compromiso valiente yse han sacrificado paraayudar a las personasmás afectadas por laemergencia. Y haninvitado a todos losciudadanos a emprenderesta nueva etapa dereapertura con “seriedad yprudencia yre s p o n s a b i l i d a d ”.

La Organización Mundial dela Salud ha declarado alcontinente americano comonuevo epicentro de la pan-

demia de Covid-19. De los más de 5millones de casos registrados en to-do el mundo, casi la mitad se con-centra en América. La situación enAmérica Latina y los países del cari-be preocupa particularmente a losorganismos internacionales. Allí hanperdido la vida más de 40.000 per-sonas por causas relacionadas con elcoronavirus. Brasil, Perú y Méxicoson los países más afectados y con-centran la mayor parte de los falleci-dos de Latinoamérica y Chile estállegando al límite de su capacidadhospitalaria.

Al igual que en el resto del mun-do, en América Latina la economíatambién está sufriendo daños muygraves como resultado de la pande-mia. Según la Organización Interna-

en la diócesis”. El sacerdote Luis Al-fonso Hernández ha señalado que“esta es la misión de la Iglesia, esnuestra misión, nuestra responsabili-dad, porque entendemos que la cari-dad es el corazón del Evangelio ysin él no habría sentido o razón deser, lo que hacemos es lo que so-mos”.

Desde que comenzaron las restric-ciones para frenar la propagacióndel virus, se han intensificado y for-talecido las iniciativas de sensibiliza-ción e intercambio y las redes de co-municación para que la ayuda lleguea las personas que la necesitan, enparticular los ancianos, los enfermos,las personas en prisión, Las familiasmás vulnerables, los migrantes, lapoblación rural dispersa y los de-sempleados.

En este país, a nivel nacional, laPastoral Social/Cáritas Colombiana(SNPS-CC) está siguiendo tambiéncon profunda preocupación la com-pleja emergencia sanitaria que haafectado de forma particular a lascárceles del país. La Iglesia Católicadesde hace mucho tiempo denunciala crítica situación de las cárceles deColombia, sin que se haya avanzadoen las soluciones prometidas.

Mons. Héctor Fabio Henao, Di-rector del SNPS-CC, ha señalado quela pandemia “ha agravado las condi-ciones de hacinamiento e insalubri-dad ya presentes en estos centros”. Yha hecho un llamamiento de solida-ridad para que la sociedad se sensi-bilice con la situación de las perso-nas privadas de libertad, sus fami-lias, el personal administrativo, losguardias y hacia todos aquellos quetienen la responsabilidad de atendera esta población. “La crisis humani-taria debe afrontarse en las estructu-ras correccionales, con medidas querespeten la dignidad humana y pro-tejan la salud de los reclusos”, traba-jando por la humanización de loscentros penitenciarios, ha apuntado.

En Perú, la Iglesia Católica hapuesto a disposición todas sus es-tructuras, desde capillas, fraternida-des, departamentos pastorales, ofici-nas de acción social, congregaciones,escuelas parroquiales hasta movi-mientos de voluntarios para ayudara los más necesitados, afectados porla pandemia del coronavirus. Monse-ñor Miguel Cabrejos, presidente dela Conferencia Episcopal del Perú,en una entrevista con una emisoraestatal local, invitó al Gobierno acrear alianzas. “Se trata de trabajarjuntos para hacer frente a las emer-gencias”, señaló.

En este país, la crisis generada porel Covid-19 que está arrastrando amillones de personas a una situaciónde pobreza y miseria. Según la ofici-na nacional de procesos electorales,hay aproximadamente 9 millones depersonas en Perú que viven en con-diciones vulnerables y necesitan apo-yo económico.

Los salesianos se han organizadopara ayudar materialmente a los po-bres, que ni siquiera tienen el míni-mo para sobrevivir: “Ya durante las

primeras semanas de cuarentena pa-ra satisfacer las necesidades alimen-tarias surgidas en los diversos cen-tros de acogida y otras necesidadesque surgieron, organizamos inmedia-tamente grupos de emergencia paraayudar a los más humildes y margi-nados que se encuentran en áreas ol-vidadas”, ha señalado el padreHumberto Chàvez, Vicario Provin-cial de la congregación salesiana enLima. “En el delicado momento queestamos atravesando, se ven gestosde solidaridad que muestran la dis-posición a entregarse por el bien delos demás: no nos encerremos en ca-sa con desesperación y preocupa-ción, pensemos, en la medida denuestras posibilidades, en continuarayudando a quienes viven en una

condición difícil, en el sufrimiento”,ha añadido.

En Nicaragua, la ConferenciaEpiscopal ha invitado al régimen y ala oposición de Daniel Ortega acrear un consenso frente a la pande-mia de Covid-19, para evitar una“gran catástrofe humana”, en unpaís marcado por la polarización po-lítica. “Instamos a los gobernantes ya todos los sectores del país a abrirsea alianzas y consensos, a buscar yencontrar alternativas y solucionescomunes que nos impidan nuevascatástrofes humanas” han señaladolos obispos nicaragüenses en unmensaje enviado “a las personas debuena voluntad”. Y han añadido:“Nada es más importante que la vi-da, la vida por encima de todo. Losproblemas que surgen después de lapandemia son muchos”. Tambiénhan subrayado que “lo más impor-tante ahora es proteger la vida y quetodos hagan lo que sea necesario yposible, preservar y proteger la vidade los demás, los más fuertes, losmás generosos y compasivos, apoyara los más débiles, los que tienen ri-quezas que multipliquen sus obrasde misericordia para compartirlascon aquellos que no tienen nada”. Yhan invitado a “todos, sin excep-ción”, a “privilegiar la asistencia a lavida, la vida sobre la economía, lavida sobre los intereses ideológicos”:“repetimos, la vida sobre todo”, hanapuntado.

En Ecuador, los obispos han de-nunciado que aprovechar esta dolo-rosa situación para enriquecerse demanera fraudulenta “es un delitomuy grave”. En una declaración titu-lada “Crisis y esperanza”, los prela-dos subrayan que “la grave crisis desalud ha puesto de relieve los defec-tos endémicos del estado que nuncase han abordado de manera clara ydecisiva”.

En este contexto de fragilidad ydesconfianza, la Iglesia ecuatoriana

cional del Trabajo (Petróleo) y laComisión Económica para AméricaLatina (Cepal), la crisis económicaprovocada por la Covid-19, que sesuma a las grandes dificultades queexistían en la mayoría de los paíseslatinoamericanos, podría provocar11,5 millones de nuevos desemplea-dos en la región este año.

Ante esta situación, las diferentesIglesias locales del continente se hanmovilizado para poner en marchanumerosas iniciativas para ayudar,acompañar y proteger a la poblaciónen este tiempo de pandemia.

En Colombia, en la diócesis deMálaga-Soatá, de Santander, se hanorganizado iniciativas de caridad enla región, como asistencia alimenta-ria, acceso a la salud y búsqueda dealojamiento, que han aliviado parti-cularmente la situación de la pobla-ción vulnerable y migrante.

Los sacerdotes y párrocos de estacircunscripción han promovido cam-pañas de aliento y esperanza, con elfin de promover la solidaridad y lagenerosidad a nivel diocesano y porparte de las parroquias, con el obje-tivo de “que ninguno pase hambre

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número 23, viernes 5 de junio de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 5

ha instado a todos los actores socia-les, políticos y económicos a enfren-tar el presente con “decisión y trans-parencia en la búsqueda del bien co-mún” y a asumir sus responsabilida-des de una “manera clara, consen-suada y ética, dejando de lado losintereses personales o del partido”.Los obispos también han reiteradosu agradecimiento a todos los traba-jadores de la salud y a todos los quehan hecho un compromiso valiente yse han sacrificado para ayudar a laspersonas más afectadas por la emer-gencia. Y han invitado a todos losciudadanos a emprender esta nuevaetapa de reapertura con “seriedad yprudencia y responsabilidad”.

En Chile, la Conferencia Episco-pal ha creado un “Servicio de Acom-pañamiento Espiritual Covid-19” pa-ra ayudar y mostrar solidaridad conlas personas afectadas por la pande-mia, pacientes, familiares y personalde salud, con la intención de aliviar,al menos en parte, El sufrimiento, lasoledad, la angustia y el miedo quetodas las los afectados experimentana diario.

En la diócesis de Valparaíso se hacreado el programa “Acompaña-miento Covid-19”, bajo el lema “EnValparaíso, nadie se salva solo”.

Cada martes se celebrará la “Misapor la pandemia”, además se hanhabilitado números por teléfono yWhatsApp para aquellos interesadosen el acompañamiento espiritual:pueden llamar y recibir una respues-ta a sus inquietudes. El equipo invo-lucrado en la respuesta tiene un sa-cerdote, un diácono, un grupo de re-ligiosos y un grupo de laicos prepa-rados. En Venezuela, los obispos ylas organizaciones de la Iglesia Ca-

tólica que se ocupan de las pobla-ciones indígenas, han expresado susolidaridad y preocupación por la si-tuación de los pueblos indígenas yse han hecho eco de “sus clamores,dolores y angustias”.

A través de un comunicado hansubrayado que se trata de “una si-tuación desesperada que se agravaaún más con la aparición del Covid-

la situación de abandono de los pue-blos indígenas y al nefasto influjo dela explotación minera, con las conse-cuencias de evidentes peligros parael futuro de estos pueblos”.

En algunas comunidades se reali-zan operativos de prevención y seexigen medidas de higiene sin ga-rantizar el servicio de agua potable eignorando además la precariedad

nistro de combustible dificulta la co-mercialización de los productos agrí-colas, pescados y artesanías, intensi-ficando la ya precaria realidad queviven estas poblaciones.

En particular la situación educati-va es alarmante: la falta de combus-tible impide a los estudiantes llegara los establecimientos educativos,mientras que en la mayoría de las lo-calidades no hay electricidad, ni se-ñal de televisión ni de internet. Laactividad minera desbocada produceincursiones violentas y armadas paraoponerse a poblaciones que se resis-ten a ver destruidas sus tierras, susaguas y sus culturas.

Los firmantes del documento,Episcopado venezolano (CEV), Con-sejo Misionero Nacional (COMINA),Red Eclesial Panamazónica (R E PA M )de Venezuela, Obras Misonales Pon-tificias (OMP), Conferencia venezola-na de los religiosos y de las religio-sas (CONVER), Consejo nacional delaicos (CONALAI), exigen “en nombredel Dios de la Vida”, “que se deten-ga esta barbarie”, y “se realice antela Pandemia un plan de atención pa-ra los pueblos indígenas”.

También reconocen “el trabajo si-lencioso y heroico de tantos misione-ros y misioneras quienes enfrentandodificultades inmensas, en medio detantos sufrimientos y corriendo lamisma suerte de nuestros hermanosindígenas, hacen presente el amormisericordioso de Dios que alimen-ta, cura, consuela y restablece la dig-nidad humana”.

19”. La pandemia y el aislamientoque se deriva de ella “viene a pro-fundizar el grave deterioro de lascondiciones de vida de los pueblosindígenas en general y de los amazó-nicos en particular, producto de lasistemática exclusión de sus dere-chos a los bienes y servicios necesa-rios para una vida digna”. El docu-mento subraya que la incertidumbreque genera la Pandemia “se suma a

económica de las familias. Los cen-tros de salud en las comunidades in-dígenas no cuentan con una presen-cia suficiente de personal sanitario ydotación que permita resolver situa-ciones médicas básicas. Además, se-ñalan los obispos, la cuarentenaobligatoria impide a los indígenastrabajar en sus campos o en la pes-ca, reduciéndolos así al hambre, ade-más la falta de transporte y de sumi-

Las Iglesias locales de Honduras y Panamá se movilizan para ayudar a la población

Responsabilidad frente a la pandemiaEn Panamá, losObispos de la Conferencia Epis-

copal se han unido espiritualmente en oración enel Santuario Mariano de Fátima para pedir el con-suelo, la protección y el fortalecimiento de «Nues-tra Señora del Cielo». Y han rezado por las fami-lias, los médicos, el personal de enfermería y losvoluntarios, con un llamado a las autoridades a lagenerosidad. También han pedido a los líderes delas naciones «que actúen con sabiduría, diligenciay generosidad en su ayuda a todos los necesita-dos». Los obispos han participado en la entregade bonos solidarios y bolsas de alimentos a las fa-miliasnecesitadas. «Es una oportunidad para lapromoción y el compromiso social degente debuena voluntad, para que eviten la instrumentali-zación de las necesidades del pueblo, el clientelis-mo y el oportunismo. Estar vigilantes de las actua-ciones de las autoridades es parte del compromisoevangélico, no como ‘piedra en el zapato’, sino co-mo señal y luz que indiquen el camino correcto»,señaló la Conferencia Episcopal. Además, monse-ñor Domingo Ulloa Mendieta, Arzobispo de Pa-namá sobrevoló sobre la Arquidiócesis en helicóp-tero para bendecir a los fieles el día de Domingode Ramos. Fue un emotivo gesto en un momentoen el que no se podían realizar misas con partici-pación física de fieles debido a las restricciones pa-ra detener la propagación del virus. Al inicio de laceremonia, el prelado se detuvo unos minutos enoración, arrodillándose ante el Santísimo Sacra-mento y ante una estatua de Santa María la Anti-gua, Patrona de Panamá. Luego llevó la custodiaen procesión al helicóptero, seguido por dos sol-dados con la estatua mariana. El helicóptero se le-vantó entonces en vuelo y, permaneciendo a bajaaltura como signo deproximidad a la población,voló sobre el territorio. Ulloa exhortó atodos los

panameños a asumir «la propia responsabilidad»en la lucha contra lapandemia, quedándose en ca-sa por su propio bien, el de los demás y por el detodo el país. Y envió un mensaje a los jóvenes queseguían la ceremonia desde sus casas: «Miren a losverdaderos héroes que salen a la luz en estos días,no son los que tienen fama, dinero y éxito, sinolos que se ponen al servicio de los demás, donán-dose a sí mismos. Jóvenes, siéntanse llamados yno tengan miedo de gastar sus vidas por Dios ypor los demás. En realidad, al hacerlo, ganarán lavida misma, porque ella es un regalo que se recibedonándose a sí mismos. La mayor alegría, de he-cho, es amar incondicionalmente, como hizo Jesúsen la Cruz, por nosotros». Finalmente, invitó a re-zar por todos los enfermos y necesitados.

En Honduras, el cardenal Oscar Rodríguez Ma-radiaga, arzobispo de Tegucigalpa, pidió a travésde un mensaje de vídeo que tomen en serio la gra-vedadde esta pandemia y que respeten las medidasrestrictivas, por el bien de todos. Y recordó quesolamente un caso positivo de coronavirus conta-gió a miles depersonas en un solo barrio de la ca-pital. La Conferencia Episcopal del país hallama-do además, a través de un comunicado, a «fortale-cer la conciencia cívicaque obliga a observar lasdisposiciones biosanitarias que protegen la vidadelos hondureños y apoyar el reclamo de sectoresque claman sus derechos a serprotegidos». Tam-bién han señalado que, una vez superada la emer-gencia sanitaria, «el país no puede volver al mis-mo camino de violencia, injusticia, pobreza, co-rrupción, violación de las leyes, consumismo y po-pulismo vergonzante; sino que debe tener actitu-des de esperanza con aportación de ideas, iniciati-vas creativas y justas que permitan enfrentar losdesgastes y pérdidas causados por la pandemia».

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número 23, viernes 5 de junio de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO páginas 6/7

Mensaje del Papa para la próxima Jornada mundial de las misiones que se celebrará el 18 de octubre

La pandemia es un desafío parala Iglesia en salida

Ahora, que tenemos la obligación de mantener la distancia física y de permanecer en casa,estamos invitados a redescubrir que necesitamos relaciones sociales, y también la relacióncomunitaria con Dios. Lejos de aumentar la desconfianza y la indiferencia, esta condicióndebería hacernos más atentos a nuestra forma de relacionarnos con los demás.

«En este año, marcado por los sufrimientos ydesafíos causados por la pandemia del covid-19»,el «camino misionero de toda la Iglesia continúa ala luz de la palabra que encontramos en el relatode la vocación del profeta Isaías: “Aquí estoy,mándame”»: Es lo que escribe el papa francisco enel mensaje —firmado el 31 de mayo, solemnidad dePentecostés— para la 94ª Jornada mundial de lasmisiones, que se celebrará el 18 de octubre.

«Aquí estoy, mándame» (Is 6, 8)

Queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias a Dios por la dedicacióncon que se vivió en toda la Iglesiael Mes Misionero Extraordinariodurante el pasado mes de octubre.Estoy seguro de que contribuyó a

estimular la conversión misionera de muchas co-munidades, a través del camino indicado por eltema: “Bautizados y enviados: la Iglesia deCristo en misión en el mundo”. En este año,marcado por los sufrimientos y desafíos causa-dos por la pandemia del covID-19, este caminomisionero de toda la Iglesia continúa a la luzde la palabra que encontramos en el relato de lavocación del profeta Isaías: «Aquí estoy, mán-dame» (Is 6, 8). Es la respuesta siempre nuevaa la pregunta del Señor: «¿A quién enviaré?»(ibíd.). Esta llamada viene del corazón de Dios,de su misericordia que interpela tanto a la Igle-sia como a la humanidad en la actual crisismundial. «Al igual que a los discípulos delEvangelio, nos sorprendió una tormenta inespe-rada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estába-mos en la misma barca, todos frágiles y deso-rientados; pero, al mismo tiempo, importantes ynecesarios, todos llamados a remar juntos, todosnecesitados de confortarnos mutuamente. En es-ta barca, estamos todos. Como esos discípulos,que hablan con una única voz y con angustiadicen: “p erecemos” (cf. v. 38), también nosotrosdescubrimos que no podemos seguir cada unopor nuestra cuenta, sino sólo juntos» (Me d i t a -ción en la Plaza San Pietro, 27 marzo 2020). Es-tamos realmente asustados, desorientados y ate-morizados. El dolor y la muerte nos hacen ex-perimentar nuestra fragilidad humana; pero almismo tiempo todos somos conscientes de quecompartimos un fuerte deseo de vida y de libe-ración del mal. En este contexto, la llamada a lamisión, la invitación a salir de nosotros mismospor amor de Dios y del prójimo se presenta co-mo una oportunidad para compartir, servir e in-terceder. La misión que Dios nos confía a cadauno nos hace pasar del yo temeroso y encerradoal yo reencontrado y renovado por el don de símismo.

En el sacrificio de la cruz, donde se cumplela misión de Jesús (cf. Jn 19, 28-30), Dios revelaque su amor es para todos y cada uno de noso-tros (cf. Jn 19, 26-27). Y nos pide nuestra dispo-nibilidad personal para ser enviados, porque Éles Amor en un movimiento perenne de misión,siempre saliendo de sí mismo para dar vida. Poramor a los hombres, Dios Padre envió a su HijoJesús (cf. Jn 3, 16). Jesús es el Misionero del

Padre: su Persona y su obra están en total obe-diencia a la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34; 6,38; 8, 12-30; Hb 10, 5-10). A su vez, Jesús, cruci-ficado y resucitado por nosotros, nos atrae ensu movimiento de amor; con su propio Espíritu,que anima a la Iglesia, nos hace discípulos deCristo y nos envía en misión al mundo y a to-dos los pueblos.

«La misión, la “Iglesia en salida” no es unprograma, una intención que se logra medianteun esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca ala Iglesia de sí misma. En la misión de anunciarel Evangelio, te mueves porque el Espíritu teempuja y te trae» (Sin Él no podemos hacer na-da, LEV-San Pablo, 2019, 16-17). Dios siemprenos ama primero y con este amor nos encuentray nos llama. Nuestra vocación personal vienedel hecho de que somos hijos e hijas de Dios enla Iglesia, su familia, hermanos y hermanas enesa caridad que Jesús nos testimonia. Sin em-

bargo, todos tienen una dignidad humana fun-dada en la llamada divina a ser hijos de Dios,para convertirse por medio del sacramento delbautismo y por la libertad de la fe en lo queson desde siempre en el corazón de Dios.

Haber recibido gratuitamente la vida consti-tuye ya una invitación implícita a entrar en la

dinámica de la entrega de sí mismo: una semillaque madurará en los bautizados, como respues-ta de amor en el matrimonio y en la virginidadpor el Reino de Dios. La vida humana nace delamor de Dios, crece en el amor y tiende hacia elamor. Nadie está excluido del amor de Dios, yen el santo sacrificio de Jesús, el Hijo en lacruz, Dios venció el pecado y la muerte (cf. Rm8, 31-39). Para Dios, el mal —incluso el pecado—se convierte en un desafío para amar y amar ca-da vez más (cf. Mt 5, 38-48; Lc 23, 33-34). Porello, en el misterio pascual, la misericordia divi-na cura la herida original de la humanidad y sederrama sobre todo el universo. La Iglesia, sa-cramento universal del amor de Dios para elmundo, continúa la misión de Jesús en la histo-ria y nos envía por doquier para que, a travésde nuestro testimonio de fe y el anuncio delEvangelio, Dios siga manifestando su amor ypueda tocar y transformar corazones, mentes,

cuerpos, sociedades y culturas, en todo lugar ytiemp o.

La misión es una respuesta libre y conscientea la llamada de Dios, pero podemos percibirlasólo cuando vivimos una relación personal deamor con Jesús vivo en su Iglesia. Preguntémo-nos: ¿Estamos listos para recibir la presencia del

Espíritu Santo en nuestra vida, para escuchar lallamada a la misión, tanto en la vía del matri-monio como de la virginidad consagrada o delsacerdocio ordenado, como también en la vidaordinaria de todos los días? ¿Estamos dispues-tos a ser enviados a cualquier lugar para dartestimonio de nuestra fe en Dios, Padre miseri-cordioso, para proclamar el Evangelio de salva-ción de Jesucristo, para compartir la vida divinadel Espíritu Santo en la edificación de la Igle-sia? ¿Estamos prontos, como María, Madre deJesús, para ponernos al servicio de la voluntadde Dios sin condiciones (cf. Lc 1, 38)? Esta dis-ponibilidad interior es muy importante para po-der responder a Dios: “Aquí estoy, Señor, mán-dame” (cf. Is 6, 8). Y todo esto no en abstracto,sino en el hoy de la Iglesia y de la historia.

Comprender lo que Dios nos está diciendoen estos tiempos de pandemia también se con-vierte en un desafío para la misión de la Iglesia.La enfermedad, el sufrimiento, el miedo, el ais-

lamiento nos interpelan. Nos cuestiona la po-breza de los que mueren solos, de los desahu-ciados, de los que pierden sus empleos y sala-rios, de los que no tienen hogar ni comida.Ahora, que tenemos la obligación de mantenerla distancia física y de permanecer en casa, esta-mos invitados a redescubrir que necesitamos re-laciones sociales, y también la relación comuni-taria con Dios. Lejos de aumentar la descon-fianza y la indiferencia, esta condición deberíahacernos más atentos a nuestra forma de rela-cionarnos con los demás. Y la oración, median-te la cual Dios toca y mueve nuestro corazón,nos abre a las necesidades de amor, dignidad ylibertad de nuestros hermanos, así como al cui-dado de toda la creación. La imposibilidad dereunirnos como Iglesia para celebrar la Eucaris-tía nos ha hecho compartir la condición de mu-chas comunidades cristianas que no pueden ce-lebrar la Misa cada domingo. En este contexto,la pregunta que Dios hace: «¿A quién voy a en-viar?», se renueva y espera nuestra respuesta ge-nerosa y convencida: «¡Aquí estoy, mándame!»(Is 6, 8). Dios continúa buscando a quién en-viar al mundo y a cada pueblo, para testimoniarsu amor, su salvación del pecado y la muerte, suliberación del mal (cf. Mt 9, 35-38; Lc 10, 1-12).

La celebración la Jornada Mundial de la Mi-sión también significa reafirmar cómo la ora-ción, la reflexión y la ayuda material de susofrendas son oportunidades para participar acti-vamente en la misión de Jesús en su Iglesia. Lacaridad, que se expresa en la colecta de las cele-braciones litúrgicas del tercer domingo de octu-bre, tiene como objetivo apoyar la tarea misio-nera realizada en mi nombre por las Obras Mi-sionales Pontificias, para hacer frente a las nece-sidades espirituales y materiales de los pueblosy las iglesias del mundo entero y para la salva-ción de todos.

Que la Bienaventurada Virgen María, Estrellade la evangelización y Consuelo de los afligi-dos, Discípula misionera de su Hijo Jesús, con-tinúe intercediendo por nosotros y sosteniéndo-nos.

Roma, San Juan de Letrán, 31 de mayo de2020, Solemnidad de Pentecostés.

FRANCISCO

Camino misionero

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página 8 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 5 de junio de 2020, número 23

A los sacerdotes de Roma el Pontífice pide dejarse sorprender por la gracia del Resucitado y por la fuerza humilde y fiel del pueblo

Profetas de un nuevo futuroCoraje, discernimiento, esperanza para encontrar respuestas creativas a la crisis causada por la covid-19

migo, por correo electrónico o te-léfono, lo que significaba esta im-prevista y desconcertante situa-ción. Así, sin poder salir y tomarcontacto directo, me permitieronconocer “de primera mano” lo quevivían. Este intercambio alimentómi oración, en muchas situacionespara agradecer el testimonio va-liente y generoso que recibía deustedes; en otras, era la súplica yla intercesión confiada en el Señorque siempre tiende su mano (cf.Mateo 14, 31). Si bien ha sido ne-cesario mantener el distanciamien-to social, esto no ha impedido re-forzar el sentido de pertenencia,de comunión y de misión que nosayudó a que la caridad, principal-mente con aquellas personas y co-munidades más desamparadas, nohaya sido puesta en cuarentena.He podido constatar, en esos diá-

tantos inocentes. Es el llantoamargo de Pedro ante la negación(cf. Lucas 22, 62), el de MaríaMagdalena ante el sepulcro (cf.Juan 20, 11).

Sabemos que en tales circuns-tancias no es fácil encontrar el ca-mino a seguir, ni tampoco faltaránlas voces que digan todo lo que sepodría haber hecho ante esta reali-dad altamente desconocida. Nues-tros modos habituales de relacio-narnos, organizar, celebrar, rezar,convocar e incluso afrontar losconflictos han sido alterados ycuestionados por una presencia in-visible que transformó nuestra co-tidianeidad en desdicha. No setrata solamente de un hecho indi-vidual, familiar, de un determina-do grupo social o de un país. Lascaracterísticas del virus hacen quelas lógicas con las que estábamos

El Papa Francisco ha llamado a los sacerdotes deRoma a «anunciar y profetizar el futuro",recordando que la fase después de la pandemiarequiere coraje, discernimiento y esperanza para«establecer un tiempo siempre nuevo: el tiempo delSeñor». Francisco se ha dirigido directamente al clerode su diócesis —al que este año, precisamente por lacrisis sanitaria, no ha podido encontrar como estradición en el período cuaresmal— a través de unacarta que se dio a conocer en la tarde del sábado 30de mayo y que publicamos a continuación.

Queridos hermanos:

En este tiempo pascual pensaba encontrar-los y celebrar juntos la Misa Crismal. Alno ser posible una celebración de carác-ter diocesano, les escribo esta carta. La

nueva fase que comenzamos nos pide sabiduría,previsión y cuidado común de manera que todoslos esfuerzos y sacrificios hasta ahora realizadosno sean en vano. Durante este tiempo de pande-mia muchos de vosotros habéis compartido con-

peranzas, tristezas y angustias de los discípulos deCristo. Nada hay verdaderamente humano que noencuentre eco en su corazón» (Const. past. Gau-dium et spes, 1). ¡Cuánto sabemos de esto! Todoshemos oído los números y porcentajes que día adía nos asaltaban y palpamos el dolor de nuestropueblo. Lo que llegaba no eran datos lejanos: lasestadísticas tenían nombres, rostros, historias com-partidas. Como comunidad presbiteral no hemossido ajenos a esta realidad ni la hemos miradodesde la ventana y, empapados por la tormentaque golpea, vosotros os las habéis ingeniado paraestar presentes y acompañar a vuestras comunida-des: visteis venir el lobo y no huisteis ni abando-naron el rebaño (cf. Juan 10, 12-13).

Hemos sufrido la pérdida repentina de familia-res, vecinos, amigos, parroquianos, confesores, re-ferentes de nuestra fe. Hemos podido mirar elrostro desconsolado de quienes no pudieronacompañar y despedirse de los suyos en sus últi-mas horas. Hemos visto el sufrimiento y la impo-tencia de los trabajadores de la salud que, exte-

nace del Espíritu», nos preguntamos: «¿Cómopuede suceder eso?»; y Jesús nos respondió: «Túeres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?»(cf. Juan 3, 8-10).

La complejidad de lo que se debía enfrentar noaceptaba respuestas casuísticas ni de manual; pe-día mucho más que fáciles exhortaciones o discur-sos edificantes incapaces de arraigar y asumirconscientemente todo lo que nos reclamaba la vi-da concreta. El dolor de nuestro pueblo nos hadolido, sus incertidumbres nos han golpeado,nuestra fragilidad común nos ha despojado de to-da falsa complacencia idealista o espiritualista, asícomo de todo intento de fuga puritana. Nadie esajeno a todo lo que sucede. Podemos decir quevivimos comunitariamente la hora del llanto delSeñor: hemos llorado ante la tumba del amigoLázaro (cf. Juan 11, 35), ante la cerrazón de supueblo (cf. Lucas 13, 14; 19, 41), en la noche oscu-ra de Getsemaní (cf. Marcos 14, 32-42; Lucas 22,44). Es la hora también del llanto del discípuloante el misterio de la Cruz y del mal que afecta a

logos sinceros, cómo la necesaria distancia no erasinónimo de repliegue o ensimismamiento queanestesia, adormece o apaga la misión.

Animado por estos intercambios, os escriboporque quiero estar más cerca de vosotros paraacompañar, compartir y confirmar vuestro cami-no. La esperanza también depende de nosotros yexige que nos ayudemos a mantenerla viva y ope-rante; esa esperanza contagiosa que se nutre yfortalece en el encuentro con los demás y que, co-mo don y tarea, se nos regala para construir esanueva “normalidad” que tanto deseamos.

Os escribo mirando a la primera comunidadapostólica que también vivió momentos de confi-namiento, aislamiento, miedo e incertidumbre.Pasaron cincuenta días entre la inamovilidad, elencierro y el anuncio incipiente que cambiaría pa-ra siempre sus vidas. Los discípulos, estando ce-rradas las puertas del lugar donde se encontrabanpor temor, fueron sorprendidos por Jesús que,poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La pazcon vosotros!”. Mientras decía esto, les mostró susmanos y su costado. Los discípulos se llenaron dealegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo denuevo: “¡La paz con vosotros! Como el Padre meenvió, también yo os envío”. Al decirles esto, so-pló sobre ellos y añadió: “Recibid el Espíritu San-to” (Juan 20, 19-22). ¡Que también nosotros nosdejemos sorprender!

«Estando cerradas, por miedo a los judíos, laspuertas del lugar donde se encontraban los discí-pulos» (Juan 20, 19).

Hoy, como ayer, sentimos que «los gozos y lasesperanzas, las tristezas y las angustias de loshombres de nuestro tiempo, sobre todo de los po-bres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y es-

nuados, se desgastaban en interminables jornadasde trabajo preocupados por atender tantas de-mandas. Todos hemos sentido la inseguridad y elmiedo de trabajadores y voluntarios que se expu-sieron diariamente para que los servicios esencia-les fueran mantenidos; y también para acompañary cuidar a quienes, por su exclusión y vulnerabili-dad, sufrían aún más las consecuencias de estapandemia. Hemos escuchado y hemos visto lasdificultades y aprietos del confinamiento social: lasoledad y el aislamiento principalmente de los an-cianos; la ansiedad, la angustia y la sensación dedesprotección ante la incertidumbre laboral y ha-bitacional; la violencia y el desgaste en las relacio-nes. El miedo ancestral a contaminarse volvía agolpear con fuerza. Hemos compartido tambiénlas angustiantes preocupaciones de familias ente-ras que no saben cómo enfrentarán “la olla” lapróxima semana.

Hemos estado en contacto con nuestra propiavulnerabilidad e impotencia. Como el horno ponea prueba los vasos del alfarero, así fuimos proba-dos (cf. Sirácides 27, 5). Zarandeados por todo loque sucede, hemos palpado de forma exponencialla precariedad de nuestras vidas y compromisosapostólicos. Lo imprevisible de la situación ha de-jado al descubierto nuestra incapacidad para con-vivir y confrontarnos con lo desconocido, con loque no podemos gobernar ni controlar y, comotodos, nos sentimos confundidos, asustados, des-protegidos. También hemos vivido ese sano y ne-cesario enojo que nos impulsa a no bajar los bra-zos contra las injusticias y nos recuerda que fui-mos soñados para la Vida. Al igual que Nicode-mo, en la noche, sorprendidos porque «el vientosopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabesde dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que

acostumbrados a dividir o clasificar la realidaddesaparezcan. La pandemia no conoce de adjeti-vos ni fronteras y nadie puede pensar en arreglár-selas solo. Todos estamos afectados e implicados.

La narrativa de una sociedad de la profilaxis,imperturbable y siempre dispuesta al consumo in-definido fue puesta en cuestión develando la faltade inmunidad cultural y espiritual ante los con-flictos. Un sinfín de nuevos y viejos interrogantesy problemáticas —que muchas regiones creían su-perados o los consideraban cosas del pasado—han copado el horizonte y la atención. Preguntasque no se responderán simplemente con la reaper-tura de las distintas actividades, sino que será im-prescindible desarrollar una escucha atenta peroesperanzadora, serena pero tenaz, constante perono ansiosa que pueda preparar y allanar los cami-nos que el Señor nos invite a transitar (cf. Ma rc o s1, 2-3). Sabemos que de la tribulación y de las ex-periencias dolorosas no se sale igual. Tenemosque velar y estar atentos. El mismo Señor, en suhora crucial, rezó por esto: «No te pido que losretires del mundo, sino que los guardes del Ma-ligno» (Juan 17, 15). Expuestos y afectados perso-nal y comunitariamente en nuestra vulnerabilidady fragilidad y en nuestras limitaciones corremos elgrave riesgo de replegarnos y quedar “ru m i a n d o ”la desolación que la pandemia nos presenta, asícomo exacerbarnos en un optimismo ilimitado in-capaz de asumir la magnitud de los acontecimien-tos (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 226-228).

Las horas de tribulación ponen en juego nues-tra capacidad de discernimiento para descubrircuáles son las tentaciones que amenazan atrapar-nos en una atmósfera de desconcierto y confu-sión, para luego hacernos caer en derroteros queimpedirán a nuestras comunidades promover la

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número 23, viernes 5 de junio de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 9

vida nueva que el Señor Resucitado nos quiere re-galar. Son varias las tentaciones, propias de estetiempo, que pueden enceguecernos y hacernoscultivar ciertos sentimientos y actitudes que nodejan que la esperanza impulse nuestra creativi-dad, nuestro ingenio y nuestra capacidad de res-puesta. Desde querer asumir honestamente la gra-vedad de la situación, pero tratar de resolverla so-lamente con actividades sustitutivas o paliativas ala espera de que todo vuelva a “la normalidad”,ignorando las heridas profundas y la cantidad decaídos del tiempo presente; hasta quedar sumergi-dos en cierta nostalgia paralizante del pasado cer-cano que nos hace decir “ya nada será lo mismo”y nos incapacita para convocar a otros a soñar yelaborar nuevos caminos y estilos de vida.

«Al atardecer de aquel día, el primero de la se-mana, estando cerradas, por miedo a los judíos,las puertas del lugar donde se encontraban losdiscípulos, se presentó Jesús en medio de ellos yles dijo: “La paz con vosotros”. Dicho esto, lesmostró las manos y el costado. Los discípulos sealegraron de ver al Señor» (Juan 20, 19-20).

El Señor no eligió ni buscó una situación idealpara irrumpir en la vida de sus discípulos. Cierta-mente, nos hubiera gustado que todo lo sucedidono hubiera pasado, pero pasó; y como los discí-pulos de Emaús, también podemos quedarnosmurmurando entristecidos por el camino (cf. Lu-cas 24, 13-21). Presentándose en el cenáculo conlas puertas cerradas, en medio del confinamiento,el miedo y la inseguridad que vivían, el Señor fuecapaz de alterar toda lógica y regalarles un nuevosentido a la historia y a los acontecimientos. Todotiempo vale para el anuncio de la paz, ningunacircunstancia está privada de su gracia. Su presen-cia en medio del confinamiento y de forzadas au-sencias anuncia, para los discípulos de ayer comopara nosotros hoy, un nuevo día capaz de cuestio-nar la inamovilidad y la resignación, y de movili-zar todos los dones al servicio de la comunidad.Con su presencia, el confinamiento se volvía fe-cundo gestando la nueva comunidad apostólica.

Digámoslo confiados y sin miedo: «La ley, enverdad, intervino para que abundara el delito; pe-ro donde abundó el pecado, sobreabundó la gra-cia» (Romanos 5, 20). No le tengamos miedo a losescenarios complejos que habitamos porque allí,en medio nuestro, está el Señor; Dios siempre hahecho el milagro de engendrar buenos frutos (cf.Juan 15, 5). La alegría cristiana nace precisamentede esta certeza. En medio de las contradicciones yde lo incomprensible que a diario debemos en-frentar, inundados y hasta aturdidos de tantas pa-labras y conexiones, se esconde esa voz del Resu-citado que nos dice: «¡La paz con vosotros!».

Reconforta tomar el Evangelio y contemplar aJesús en medio de su pueblo asumiendo y abra-zando la vida y las personas tal como se presen-tan. Sus gestos le dan vida al hermoso canto deMaría: «Desplegó la fuerza de su brazo, dispersóa los que son soberbios en su propio corazón.52.Derribó a los potentados de sus tronos y exaltóa los humildes» (Lucas 1, 51-52). Él mismo ofreciósus manos y su costado llagado como camino deresurrección. No esconde ni disfraza o disimulalas llagas; es más, invita a Tomás a hacer la prue-ba de cómo un costado herido puede ser fuentede Vida en abundancia (cf. Juan 20, 27-29).

En varias ocasiones, como acompañante espiri-tual, he podido ser testigo de que «la personaque ve las cosas como son realmente, se deja tras-pasar por el dolor y llora en su corazón, es capazde tocar las profundidades de la vida y de ser au-ténticamente feliz. Esa persona es consolada, perocon el consuelo de Jesús y no con el del mundo.Así puede atreverse a compartir el sufrimiento aje-no y deja de huir de las situaciones dolorosas. Deese modo encuentra que la vida tiene sentido so-corriendo al otro en su dolor, comprendiendo laangustia ajena, aliviando a los demás. Esa perso-na siente que el otro es carne de su carne, no te-me acercarse hasta tocar su herida, se compadecehasta experimentar que las distancias se borran.Así es posible acoger aquella exhortación de sanPablo: “Llorad con los que lloran” (Rm 12, 15).Saber llorar con los demás, esto es santidad» (Ex-hort. ap. Gaudete et exsultate, 76).

«Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros.Como el Padre me envió, también yo os envío”.

Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibidel Espíritu Santo”» (Juan 20, 22).

Queridos hermanos: Como comunidad presbi-teral estamos llamados a anunciar y profetizar elfuturo como el centinela que anuncia la auroraque trae un nuevo día (cf. Isaías 21, 11); o será al-go nuevo o será más, mucho más y peor de lomismo. La Resurrección no es sólo un aconteci-miento histórico del pasado para recordar y cele-brar; es más, mucho más: es el anuncio de salva-ción de un tiempo nuevo que resuena y ya irrum-pe hoy: «ya está en marcha, ¿no lo reconocéis?»(Isaías 43, 19); es el porvenir que el Señor nos in-vita a construir. La fe nos permite una realista ycreativa imaginación capaz de abandonar la lógicade la repetición, sustitución o conservación; nosinvita a instaurar un tiempo siempre nuevo: eltiempo del Señor. Si una presencia invisible, si-lenciosa, expansiva y viral nos cuestionó y trastor-nó, dejemos que sea esa otra Presencia discreta,

del pastor por su oveja perdida y encontrada (cf.Lucas 15, 4-6); con el abrazo reconciliador del pa-dre que sabe de perdón (cf. Lucas 15, 20); con lapiedad, delicadeza y ternura de María en Betania(cf. Juan 12, 1-3); con la mansedumbre, pacienciae inteligencia del discípulo del Señor (cf. Ma t e o10, 16-23). Que sean las manos llagadas del Resu-citado las que consuelen nuestras tristezas, pon-gan de pie nuestra esperanza y nos impulsen abuscar el Reino de Dios más allá de nuestros re-fugios convencionales. Dejémonos sorprendertambién por nuestro pueblo fiel y sencillo, tantasveces probado y lacerado, pero también visitadopor la misericordia del Señor. Que ese pueblo nosenseñe a moldear y templar nuestro corazón depastor con la mansedumbre y la compasión, conla humildad y la magnanimidad del aguante acti-vo, solidario, paciente pero valiente, que no se de-sentiende, sino que desmiente y desenmascara to-do escepticismo y fatalidad. ¡Cuánto para apren-der de la fuerza del Pueblo fiel de Dios que siem-

respetuosa y no invasiva la que nos vuelva a lla-mar y nos enseñe a no tener miedo de enfrentarla realidad. Si una presencia intangible ha sidocapaz de alterar y revertir las prioridades y lasaparentes e inamovibles agendas globales que tan-to asfixian y devastan a nuestras comunidades y anuestra hermana tierra, no tengamos miedo deque sea la presencia del Resucitado la que nostrace el camino, abra horizontes y nos dé el corajepara vivir este momento histórico y singular. Unpuñado de hombres temerosos fue capaz de ini-ciar una corriente nueva, anuncio vivo del Dioscon nosotros. ¡No teman! «La fuerza del testimo-nio de los santos está en vivir las bienaventuran-zas y el protocolo del juicio final» (Exhort. ap.Gaudete et exsultate, 109).

Dejemos que nos sorprenda una vez más el Re-sucitado. Que sea Él desde su costado herido, sig-no de lo dura e injusta que se vuelve la realidad,quien nos impulse a no darle la espalda a la duray difícil realidad de nuestros hermanos. Que seaÉl quien nos enseñe a acompañar, cuidar y vendarlas heridas de nuestro pueblo, no con temor sinocon la audacia y el derroche evangélico de la mul-tiplicación de los panes (cf. Mateo 14, 13-21); conla valentía, premura y responsabilidad del samari-tano (cf. Lucas 10, 33-35); con la alegría y la fiesta

nuestro cuerpo» (2 Corintios 4, 8-10). Participa-mos con Jesús de su pasión, nuestra pasión, paravivir también con Él la fuerza de la resurrección:certeza del amor de Dios capaz de movilizar lasentrañas y salir al cruce de los caminos para com-partir “la Buena Noticia con los pobres, paraanunciar la liberación a los cautivos y la vista alos ciegos, para dar la libertad a los oprimidos yproclamar un año de gracia del Señor” (cf. Lucas4, 18-19), con la alegría de que todos ellos puedenparticipar activamente con su dignidad de hijosdel Dios vivo.

Todas estas cosas que he pensado y he sentidodurante este tiempo de pandemia quiero compar-tirlas fraternalmente con vosotros para que nosayuden en el camino de la alabanza al Señor ydel servicio a los hermanos. Deseo que a todosnos sirvan para “amar y servir más”.

Que el Señor Jesús os bendiga y la Virgen San-ta os cuide. Y, por favor, os pido que no os olvi-déis de rezar por mí.

Fr a t e r n a l m e n t e ,

FRANCISCO

Roma, en San Juan de Letrán, 31 de mayo de2020, solemnidad de Pentecostés.

pre encuentra el camino para so-correr y acompañar al que estácaído! La Resurrección es el anun-cio de que las cosas pueden cam-biar. Dejemos que sea la Pascua,que no conoce fronteras, la quenos lleve creativamente a esos lu-gares donde la esperanza y la vidaestán en lucha, donde el sufri-miento y el dolor se vuelven espa-cio propicio para la corrupción yla especulación, donde la agresióny la violencia parecen ser la únicasalida.

Como sacerdotes, hijos y miem-bros de un pueblo sacerdotal, nostoca asumir la responsabilidad porel futuro y proyectarlo como her-manos. Pongamos en las manosllagadas del Señor, como ofrendasanta, nuestra propia fragilidad, lafragilidad de nuestro pueblo, la dela humanidad entera. El Señor esquien nos transforma, quien nostrata como el pan, toma nuestravida en sus manos, nos bendice,parte y comparte, y nos entrega asu pueblo. Y con humildad dejé-monos ungir por esas palabras dePablo para que se propaguen co-mo óleo perfumado por los distin-tos rincones de nuestra ciudad ydespierten así la discreta esperanzaque muchos —silenciosamente— al-bergan en su corazón: «Atribula-dos en todo, mas no aplastados;perplejos, mas no desesperados;perseguidos, mas no abandonados;derribados, mas no aniquilados.Llevamos siempre en nuestroscuerpos por todas partes el morirde Jesús, a fin de que también lavida de Jesús se manifieste en

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página 10 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 5 de junio de 2020, número 23

En la solemnidad de Pentecostés el Pontífice celebra la misa en la basílica Vaticana

Que el Espíritu nos sane de la carestía de esperanzaLa mañana del 31 de mayo, domingo de Pentecostés,el Papa Francisco celebró la misa en el altar de laCátedra, en la basílica de San Pedro. Publicamos, acontinuación, la homilía que el Pontífice pronunciódespués de la proclamación del Evangelio.

«Hay diversidad de carismas, pero un mismo Es-píritu» (1 Co 12, 4). Así escribe el apóstol Pablo alos corintios; y continúa diciendo: «Hay diversi-dad de ministerios, pero un mismo Señor; y haydiversidad de actuaciones, pero un mismo Dios»(vv. 5-6). Diversidad y unidad: San Pablo insisteen juntar dos palabras que parecen contraponerse.Quiere indicarnos que el Espíritu Santo es la uni-dad que reúne a la diversidad; y que la Iglesia na-ció así: nosotros, diversos, unidos por el EspírituSanto.

Vayamos, pues, al comienzo de la Iglesia, al díade Pentecostés. Y fijémonos en los Apóstoles:muchos de ellos eran gente sencilla, pescadores,acostumbrados a vivir del trabajo de sus propiasmanos, pero estaba también Mateo, un instruidorecaudador de impuestos. Había orígenes y con-textos sociales diferentes, nombres hebreos ynombres griegos, caracteres mansos y otros impe-tuosos, así como puntos de vista y sensibilidadesdistintas. Todos eran diferentes. Jesús no los ha-bía cambiado, no los había uniformado y conver-

Él no somos confeti llevado por el viento, sino te-selas irremplazables de su mosaico.

Regresemos al día de Pentecostés y descubra-mos la primera obra de la Iglesia: el anuncio. Y,aun así, notamos que los Apóstoles no prepara-ban ninguna estrategia; cuando estaban encerra-dos allí, en el cenáculo, no elaboraban una estra-tegia, no, no preparaban un plan pastoral. Po-drían haber repartido a las personas en grupos,según sus distintos pueblos de origen, o dirigirseprimero a los más cercanos y, luego, a los lejanos;también hubieran podido esperar un poco antesde comenzar el anuncio y, mientras tanto, profun-dizar en las enseñanzas de Jesús, para evitar ries-gos, pero no. El Espíritu no quería que la memo-ria del Maestro se cultivara en grupos cerrados,en cenáculos donde se toma gusto a “hacer el ni-do”. Y esta es una fea enfermedad que puede en-trar en la Iglesia: la Iglesia no como comunidad,ni familia, ni madre, sino como nido. El Espírituabre, reaviva, impulsa más allá de lo que ya fuedicho y fue hecho, Él lleva más allá de los ámbi-tos de una fe tímida y desconfiada. En el mundo,todo se viene abajo sin una planificación sólida yuna estrategia calculada. En la Iglesia, por el con-trario, es el Espíritu quien garantiza la unidad alos que anuncian. Por eso, los apóstoles se lan-

de cómo entendemos a Dios. Si tenemos en men-te a un Dios que arrebata, que se impone, tam-bién nosotros quisiéramos arrebatar e imponernos:ocupando espacios, reclamando relevancia, bus-cando poder. Pero si tenemos en el corazón a unDios que es don, todo cambia. Si nos damoscuenta de que lo que somos es un don suyo, gra-tuito e inmerecido, entonces también a nosotrosnos gustaría hacer de la misma vida un don. Yasí, amando humildemente, sirviendo gratuita-mente y con alegría, daremos al mundo la verda-dera imagen de Dios. El Espíritu, memoria vi-viente de la Iglesia, nos recuerda que nacimos deun don y que crecemos dándonos; no preserván-donos, sino entregándonos sin reservas.

Queridos hermanos y hermanas: Examinemosnuestro corazón y preguntémonos qué es lo quenos impide darnos. Decimos que tres son losprincipales enemigos del don: tres, siempre agaza-pados en la puerta del corazón: el narcisismo, elvictimismo y el pesimismo. El narcisismo, que lle-va a la idolatría de sí mismo y a buscar sólo elpropio beneficio. El narcisista piensa: “La vida esbuena si obtengo ventajas”. Y así llega a decirse:“¿Por qué tendría que darme a los demás?”. Enesta pandemia, cuánto duele el narcisismo, elpreocuparse de las propias necesidades, indiferen-

sar de todas nuestras diferencias y miserias, paramanifestarnos que tenemos un solo Señor, Jesús,y un solo Padre, y que por esta razón somos her-manos y hermanas. Empecemos de nuevo desdeaquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíri-tu, no como la mira el mundo. El mundo nos vede derechas y de izquierdas, de esta o de aquellaideología; el Espíritu nos ve del Padre y de Jesús.El mundo ve conservadores y progresistas; el Es-píritu ve hijos de Dios. La mirada mundana veestructuras que hay que hacer más eficientes; lamirada espiritual ve hermanos y hermanas mendi-gos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoceel lugar que cada uno tiene en el conjunto: para

zan, poco preparados, corriendo riesgos; pero sa-len. Un solo deseo los anima: dar lo que han reci-bido. Es hermoso el comienzo de la Primera Car-ta de San Juan: “Eso que hemos recibido y vistoos lo anunciamos” (cf. 1, 3).

Finalmente llegamos a entender cuál es el se-creto de la unidad, el secreto del Espíritu. El se-creto de la unidad en la Iglesia, el secreto del Es-píritu es el don. Porque Él es don, vive donándo-se a sí mismo y de esta manera nos mantiene uni-dos, haciéndonos partícipes del mismo don. Esimportante creer que Dios es don, que no actúatomando, sino dando. ¿Por qué es importante?Porque nuestra forma de ser creyentes depende

nos cura del espejo, de la lamentación y de la os-curidad.

Hermanos y hermanas, pidámoslo: EspírituSanto, memoria de Dios, reaviva en nosotros elrecuerdo del don recibido. Líbranos de la parálisisdel egoísmo y enciende en nosotros el deseo deservir, de hacer el bien. Porque peor que esta cri-sis, es solamente el drama de desaprovecharla, en-cerrándonos en nosotros mismos. Ven, EspírituSanto, Tú que eres armonía, haznos constructoresde unidad; Tú que siempre te das, concédenos lavalentía de salir de nosotros mismos, de amarnosy ayudarnos, para llegar a ser una sola familia.Amén.

te a las de los demás, el no admi-tir las propias fragilidades y erro-res. Pero también el segundo ene-migo, el victimismo, es peligroso.El victimista está siempre queján-dose de los demás: “Nadie me en-tiende, nadie me ayuda, nadie meama, ¡están todos contra mí!”.¡Cuántas veces hemos escuchadoestas lamentaciones! Y su corazónse cierra, mientras se pregunta:“¿Por qué los demás no se donana mí?”. En el drama que vivimos,¡qué grave es el victimismo! Pen-sar que no hay nadie que nos en-tienda y sienta lo que vivimos. Es-to es el victimismo. Por último, es-tá el pesimismo. Aquí la letaníadiaria es: “Todo está mal, la socie-dad, la política, la Iglesia...”. Elpesimista arremete contra el mun-do entero, pero permanece apáticoy piensa: “Mientras tanto, ¿de quésirve darse? Es inútil”. Y así, en elgran esfuerzo que supone comen-zar de nuevo, qué dañino es el pe-simismo, ver todo negro y repetirque nada volverá a ser como an-tes. Cuando se piensa así, lo queseguramente no regresa es la espe-ranza. En estos tres —el ídolo nar-cisista del espejo, el dios espejo; eldios-lamentación: “me siento per-sona cuando me lamento”; el dios-negatividad: “todo es negro, todoes oscuridad”— nos encontramosante una carestía de esperanza ynecesitamos valorar el don de lavida, el don que es cada uno denosotros. Por esta razón, necesita-mos el Espíritu Santo, don deDios que nos cura del narcisismo,del victimismo y del pesimismo,

tido en ejemplares producidos enserie. No. Había dejado sus dife-rencias y, ahora, ungiéndolos conel Espíritu Santo, los une. Launión —la unión de la diversidad—se realiza con la unción. En Pente-costés los Apóstoles comprendie-ron la fuerza unificadora del Espí-ritu. La vieron con sus propiosojos cuando todos, aun hablandolenguas diferentes, formaron unsolo pueblo: el pueblo de Dios,plasmado por el Espíritu, que en-treteje la unidad con nuestra di-versidad, y da armonía porque enel Espíritu hay armonía.

Pero volviendo a nosotros, laIglesia de hoy, podemos pregun-tarnos: “¿Qué es lo que nos une,en qué se fundamenta nuestra uni-dad?”. También entre nosotrosexisten diferencias, por ejemplo,de opinión, de elección, de sensi-bilidad. Pero la tentación estásiempre en querer defender a capay espada las propias ideas, consi-derándolas válidas para todos, yen llevarse bien sólo con aquellosque piensan igual que nosotros. Yesta es una fea tentación que divi-de. Pero esta es una fe construidaa nuestra imagen y no es lo que elEspíritu quiere. En consecuencia,podríamos pensar que lo que nosune es lo mismo que creemos y lamisma forma de comportarnos.Sin embargo, hay mucho más queeso: nuestro principio de unidades el Espíritu Santo. Él nos recuer-da que, ante todo, somos hijosamados de Dios; todos iguales, enesto, y todos diferentes. El Espíri-tu desciende sobre nosotros, a pe-

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número 23, viernes 5 de junio de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 11

Pentecostés organizada por Servicio Internacional para la Renovación Carismática Católica (Charis)

De las grandes pruebasse debe salir mejores

Motu proprio

ASEGURART R A N S PA R E N C I A ,

CONTROL YCONCURRENCIA

P ara asegurar trans-parencia, control yconcurrencia en losprocedimientos de

adjudicación de los contratospúblicos de la Santa Sede ydel Estado de la Ciudad delVaticano, el Papa Franciscoha promulgado —mediante lapublicación el lunes 1 de ju-nio en «L’Osservatore Ro-mano»— un Motu proprioque entrará en vigor dentrode treinta días

El documento —explicaun comunicado de la Ofici-na de prensa de la SantaSede— es el fruto de un tra-bajo sinérgico coordinadopor la Secretaría de Estadoy los diferentes entes de laCuria Romana, entre ellos,el Consejo para la Econo-mía, la Secretaría para laEconomía, la Administra-ción del Patrimonio de laSanta Sede Apostólica y laGobernación del Estado dela Ciudad del Vaticano.

Se trata de un códigoúnico, que supera la regula-ción actual en vigor ante al-gunas realidades determina-das y se aplica ahora a to-dos los entes de la SantaSede y del Estado de laCiudad del Vaticano. Lanormativa se inscribe en lalegislación internacionalmás avanzada en la mate-ria. El principio inspiradordel nuevo texto es la dili-gencia del buen padre defamilia, que desea una ges-tión eficaz y ética de lospropios recursos, que favo-rezca al mismo tiempo latransparencia, el control yun tratamiento equitativode la concurrencia real en-tre cuantos desean estable-cer una relación económicacon los entes interesados.

«La economía mundial—escribe el Papa— y unacreciente interdependenciahan dado lugar a la posibi-lidad de obtener considera-bles ahorros como resultadode la operatividad de múlti-ples oferentes de bienes yservicios». Y añade Francis-co: «Estas posibilidades de-ben utilizarse sobre todo enla gestión de los bienes pú-blicos, donde es aún mássentida y urgente la necesi-dad de una administraciónfiel y honesta, dado que eneste ámbito el administra-dor está llamado a asumirla responsabilidad de losintereses de una comuni-dad, que van mucho másallá de los individuales o delos que se derivan de inte-reses particulares».

Miles de fieles de más de seiscientos países rezaronjuntos, unidos a través de los medios tradicionales ysociales en la gran vigilia de Pentecostés organizada porCHARIS, el servicio único internacional para laRenovación Carismática Católica, nacido hace un añopor voluntad del Papa Francisco. Erigido el 8 dediciembre de 2018 por el Dicasterio para los laicos, lafamilia y la vida, como organismo de comunión, susestatutos entraron en vigor en Pentecostés 2019, cuandola Fraternidad católica de las comunidades carismáticasde alianza, conocida como Catholic Fraternity, y elInternational Catholic Charismatic Renewal Services(ICCRS) cesaron definitivamente su actividad. La citaonline estaba fijada para la tarde del sábado 30 demayo, a las 22 horas de Roma para una vigiliaecuménica en la que intervino también el Pontífice conun mensaje de vídeo en español. Publicamos, acontinuación, la transcripción.

Cuando llegó la fiesta de Pentecostés todoslos creyentes se encontraban reunidos en unmismo lugar. Así comienza el segundo capí-tulo del libro de los Hechos de los Apósto-

les que acabamos de escuchar. También hoy, gracias alos avances técnicos, estamos reunidos, creyentes dediversas partes del mundo, en la vigilia de Pentecos-tés. El relato continúa: «De repente un gran ruidoque venía del cielo, como de un viento fuerte, sonóen toda la casa donde estaban. Y se les aparecieroncomo lenguas de fuego, repartidas sobre cada uno deellos. Y todos fueron llenos del Espíritu Santo» (vv.2-4).

El Espíritu se posa sobre cada uno de los discípu-los, sobre cada uno de nosotros. El Espíritu prometi-do por Jesús viene a renovar, a convertir, a sanar acada uno de nosotros. Viene a sanar los miedos—cuántos miedos tenemos—, las inseguridades; vienea sanar nuestras heridas, las heridas que nos hacemostambién unos con otros; y viene para convertirnos endiscípulos, discípulos misioneros, testigos llenos delcoraje, de la parresia apostólica, que son necesariospara la predicación del Evangelio de Jesús, como lee-mos en los versículos siguientes que sucedió con losdiscípulos.

Hoy más que nunca necesitamos que el Padre nosenvíe el Espíritu Santo. En el capítulo primero de losHechos de los Apóstoles, Jesús dice a sus discípulos:«Esperen que se cumpla la promesa que mi Padre leshizo, y de la cual yo les hablé. Es cierto que Juanbautizó con agua, pero dentro de pocos días ustedesserán bautizados en el Espíritu Santo» (v. 4). Y, en elversículo 8, les dice: «Cuando el Espíritu venga sobreustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimoniode mí en Jerusalén, y en toda la región de Judea y enla de Samaria y hasta en las partes más lejanas de latierra».

Testimonio de Jesús. A este testimonio nos condu-ce el Espíritu Santo. Hoy el mundo sufre, está heri-do; vivimos en un mundo muy herido, que sufre, es-pecialmente en los más pobres, que son descartados,cuando todas nuestras seguridades humanas han de-saparecido, el mundo necesita que le demos a Jesús.Necesita nuestro testimonio del Evangelio, el Evan-gelio de Jesús. Ese testimonio solamente lo podemosdar con la fuerza del Espíritu Santo.

Necesitamos que el Espíritu nos dé ojos nuevos,abra nuestra mente y nuestro corazón para enfrentareste momento y el futuro con la lección aprendida:somos una sola humanidad. No nos salvamos solos.Nadie se salva solo. Nadie. San Pablo dice en laepístola a los Gálatas: «Ya no importa ser judío ogriego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque to-dos unidos a Cristo somos uno solo, un cuerpo solo»(cf. 3, 28), cohesionado por la fuerza del EspírituSanto. Por este bautismo del Espíritu Santo que Je-sús anunica. Lo sabemos, lo sabíamos, pero esta pan-demia que vivimos nos lo ha hecho experimentar deuna manera mucho más dramática.

Tenemos por delante el deber de construir una rea-lidad nueva. El Señor la hará; nosotros podemos co-laborar: «Yo hago nuevas todas las cosas», dice (Ap21, 5). Cuando salgamos de esta pandemia, no podre-mos seguir haciendo lo que veníamos haciendo, y có-mo lo veníamos haciendo. No, todo será distinto. To-do el sufrimiento no habrá servido de nada si noconstruimos entre todos una sociedad más justa, másequitativa, más cristiana, no de nombre, sino en reali-dad, una realidad que nos lleva a una conducta cris-tiana. Si no trabajamos para terminar con la pande-mia de la pobreza en el mundo, con la pandemia dela pobreza en el país de cada uno de nosotros, en laciudad en donde vive cada uno de nosotros, estetiempo habrá sido en vano.

De las grandes pruebas de la humanidad, y entreellas de la pandemia, se sale o mejor o peor. No sesale igual. Yo les pregunto: ¿Cómo quieren salir uste-des? ¿Mejores o peores? Y es por eso que hoy nosabrimos al Espíritu Santo para que sea Él, quien noscambie el corazón y nos ayude a salir mejores.

Si no vivimos para ser juzgados según lo que nosdice Jesús: «Porque tuve hambre y me dieron de co-mer, estuve preso y me visitaron, forastero y me reci-bieron» (cf. Mt 25, 35-36), no vamos a salir mejores.

Y esta es tarea de todos, de todos nosotros. Y tam-bién de ustedes los de CHARIS, que son todos los ca-rismáticos unidos.

El tercer documento de Malinas, escrito en losaños 70 por el cardenal Suenens y el obispo HelderCamara, que se llama: Renovación Carismática y Ser-vicio del Hombre, le marca este camino a la corrientede gracia. ¡Sean fieles a este llamado del EspírituSanto! Me vienen ahora a la memoria las palabrasproféticas de Juan XXIII cuando anuncia el ConcilioVaticano y que la Renovación Carismática atesora es-pecialmente: «Dígnese el Divino Espíritu escuchar dela forma más consoladora la plegaria que asciende aÉl desde todos los rincones de la Tierra: Renueva ennuestro tiempo los prodigios como de un nuevo Pen-tecostés, y concede que la Santa Iglesia, permane-ciendo unánime en la oración, con María, la Madrede Jesús y bajo la guía de Pedro, acreciente el Reinodel Divino Salvador, Reino de Verdad y de Justicia,Reino de Amor y de Paz».

A todos ustedes, les deseo en esta vigilia la conso-lación del Espíritu Santo. Y la fuerza del EspírituSanto para salir de este momento de dolor, tristeza yde prueba que es la pandemia; para salir mejores.

Que el Señor los bendiga y la Virgen Madre loscuide.

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página 12 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 5 de junio de 2020, número 23

En la audiencia general el Papa habla de la oración de Abrahán

No hay que tener miedode discutir con Dios

Abrahán es, por lotanto, el hombre de laPalabra. Cuando Dios

habla, el hombre seconvierte en receptor deesa Palabra y su vida,

en el lugar en el queesta pide encarnarse.

Esta es una grannovedad en el camino

religioso del hombre: lavida del creyente

comienza a concebirsecomo vocación

Incluso «discutir» y «enfadarse» con Diospuede ser «una forma de oración», porque «soloun hijo es capaz de enfadarse con el padre ydespués volver a encontrarlo». Lo dijo el PapaFrancisco en la audiencia general del miércoles 3de junio, que se llevó a cabo en la Bibliotecaprivada del Palacio apostólico Vaticano, sinpresencia de fieles, a causa de la pandemia decovid-19. Continuando con el ciclo de catequesisiniciadas el 6 de mayo, el Pontífice centró sumeditación en la oración de Abrahán.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenosdías!

Hay una voz que resuena de impro-viso en la vida de Abrahán. Unavoz que lo invita a emprender uncamino que parece absurdo: una

voz que lo empuja a desarraigarse de su pa-tria, de las raíces de su familia, para ir haciaun futuro nuevo, un futuro diverso. Y todosobre la base de una promesa, de la que solohay que fiarse. Y fiarse de una promesa no esfácil, hace falta coraje. Y Abrahán se fio.

La Biblia guarda silencio sobre el pasadodel primer patriarca. La lógica de las cosashace suponer que adoraba a otras divinida-des; tal vez era un hombre sabio, habituado aescrutar el cielo y las estrellas. El Señor, dehecho, le promete que su descendencia seránumerosa como las estrellas que recorren elcielo. Y Abrahán parte. Escucha la voz deDios y se fía de su palabra. Esto es importan-te: se fía de la palabra de Dios. Y con su par-tida nace un nuevo modo de concebir la rela-ción con Dios; es por este motivo por el queel patriarca Abrahán está presente en las gran-des tradiciones espirituales judía, cristiana eislámica como el perfecto hombre de Dios,capaz de someterse a Él, también cuando suvoluntad se revela ardua, si no incluso incom-p re n s i b l e .

Abrahán es, por lo tanto, el hombre de laPalabra. Cuando Dios habla, el hombre seconvierte en receptor de esa Palabra y su vi-da, en el lugar en el que esta pide encarnarse.Esta es una gran novedad en el camino reli-gioso del hombre: la vida del creyente co-mienza a concebirse como vocación, es decir,como llamada, como lugar donde se realizauna promesa; y se mueve en el mundo notanto bajo el peso de un enigma sino con lafuerza de esa promesa, que un día se cumpli-rá. Y Abrahán creyó en la promesa de Dios.Creyó y partió, sin saber dónde iba – así lodice la Carta a los Hebreos (cf. 11, 8). Pero sefio.

Leyendo el libro del Génesis, descubrimoscómo Abrahán vivió la oración en la fidelidadcontinua a aquella palabra, que periódica-mente se asomaba a lo largo de su camino.En síntesis, podemos decir que en la vida deAbrahán la fe se hace historia. La fe se hacehistoria. De hecho, Abrahán, con su vida, consu ejemplo, nos enseña este camino, este ca-mino en el que la fe se hace historia. Dios yano es visto solo en los fenómenos cósmicos,como un Dios lejano, que puede inspirar te-rror. El Dios de Abrahán se convierte en “miD ios”, el Dios de mi historia personal, queguía mis pasos, que no me abandona; el Diosde mis días, el compañero de mis aventuras;el Dios providencia. Yo me pregunto y ospregunto: ¿No tenemos esta experiencia deDios? “Mi Dios”, el Dios que me acompaña,el Dios de mi historia personal, el Dios queme guía en mis pasos, que no me abandona,¿el Dios de mis días? ¿Tenemos esta experien-cia? Pensemos un poco.

Esta experiencia de Abrahán es atestiguadatambién por uno de los textos más originales

edad! Este es el Dios de Abrahán, nuestroDios, que nos acompaña.

Así Abrahán se convierte en familiar deDios, capaz incluso de discutir con Él, perosiempre fiel. Habla con Dios y discute. Hastala prueba suprema, cuando Dios le pide quesacrifique al proprio hijo Isaac, el hijo de lavejez, el único heredero. Aquí Abrahán vive lafe como un drama, como caminar a tientas enla noche, bajo el cielo esta vez privado de es-trellas. Y muchas veces, nos sucede también anosotros, caminar en la oscuridad, pero con lafe. Dios mismo detendrá la mano de Abrahánlista para golpear, porque ha visto su disponi-bilidad realmente total (cf. Génesis 22, 1-19).

Hermanos y hermanas, aprendamos deAbrahán, aprendamos a rezar con fe: escucharal Señor, caminar, dialogar hasta discutir. Notengamos miedo de discutir con Dios. Dirétambién algo que parece una herejía. Muchasveces he escuchado a gente que me dice: “Sa-bes, me ha sucedido esto y me he enfadadocon Dios” –“¿Tú has tenido el valor de enfa-darte con Dios?” –“Sí, me he enfadado” –“Pe -ro esta es una forma de oración”. Porque soloun hijo es capaz de enfadarse con el padre ydespués volver a encontrarlo. Aprendamos deAbrahán a rezar con fe, a dialogar, a discutir,pero siempre dispuestos a acoger la palabrade Dios y a ponerla en práctica. Con Dios,aprendamos a hablar como un hijo con su pa-dre: a escucharlo, responder, discutir. Perotransparente, como un hijo con el padre. Asínos enseña Abrahán a rezar. Gracias.

El racismo es un «pecado» que «no podemostolerar»: lo reafirmó el Pontífice dirigiéndose alos fieles de lengua inglesa al finalizar lacatequesis, y manifestando su «granpreocupación» por las violentas protestas que seestán dando en Estados Unidos después de lamuerte de George Floyd. Después, el Papasaludó a los diferentes grupos de fieles quesiguieron la audiencia a través de los medios.

Saludo cordialmente a los fieles de len-gua española que siguen esta catequesisa través de los medios de comunicación

social. Pidamos al Señor que nos concedaaprender a orar con la misma fe de Abrahán,que seamos dóciles y disponibles a acoger suvoluntad y a ponerla en práctica, como hijose hijas que confían en su providencia paterna.Que Dios los bendiga.

de la historia de la espiritualidad: El Memo-rial de Blaise Pascal. Empieza así: «Dios deAbrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no delos filósofos y de los sabios. Certeza, certeza.Sentimiento. Alegría. Paz. Dios de Jesucris-to». Este memorial, escrito en un pequeñopergamino y encontrado después de su muer-te cosido dentro de un vestido del filósofo,expresa no una reflexión intelectual que unhombre sabio como él puede concebir sobreDios, sino el sentido vivo, experimentado, desu presencia. Pascal anota incluso el momentopreciso en el que sintió esa realidad, habién-dola encontrado finalmente: la tarde del 23 denoviembre de 1654. No es el Dios abstracto oel Dios cósmico, no. Es el Dios de una perso-na, de una llamada, el Dios de Abrahán, deIsaac, de Jacob, el Dios que es certeza, que essentimiento, que es alegría.

«La oración de Abrahán se expresa prime-ramente con hechos: hombre de silencio, encada etapa construye un altar al Señor» (Ca-tecismo de la Iglesia Católica, 2570). Abrahánno edifica un templo, sino que esparce en elcamino piedras que recuerdan el tránsito deDios. Un Dios sorprendente, como cuando levisita en la figura de tres huéspedes, que él ySara acogen con premura y que les anuncianel nacimiento de su hijo Isaac (cf. Génesis18,1-15). Abrahán tenía cien años y su mujer,noventa, más o menos. Y creyeron, se fiaronde Dios. Y Sara, su mujer, concibió. ¡A esa