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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00 L’O S S E RVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt Año LII, número 16 (2.663) Ciudad del Vaticano 17 de abril de 2020 Anunciadores de vida en tiempo de muerte

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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00

L’O S S E RVATOR E ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Año LII, número 16 (2.663) Ciudad del Vaticano 17 de abril de 2020

A n u n c i a d o re sde vida

en tiempode muerte

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L’OSSERVATORE ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Ciudad del Vaticanoredazione.spagnola.or@sp c.va

w w w. o s s e r v a t o re ro m a n o .v a

ANDREA MONDAd i re c t o r

Giuseppe Fiorentinosub director

Silvina Pérezjefe de la edición

Redacciónvia del Pellegrino, 00120 Ciudad del Vaticano

teléfono 39 06 698 99410

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página 2 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 17 de abril de 2020, número 16

El Papa preside el Vía Crucis en el Vaticano

Junto a los presos en el camino de la Cruz

El papa Francisco presidió el Vi-ernes Santo la celebración de laPasión del Señor en el altar dela Cátedra de la basílica vatic-

ana y un Vía Crucis histórico, que secelebró en la plaza de San Pedro delVaticano y no en el Coliseo, lugar ha-bitual para esta conmemoración, y alque no acudieron fieles por la emergen-cia del coronavirus. Durante la celebra-ción de la Pasión el Pontífice pidió aDios por quienes sufren con la pan-demia: “mira compasivo la aflicción detus hijos que padecen esta pandemia;alivia el dolor de los enfermos, dafuerza a quienes los cuidan, acoge en tupaz a los que han muerto y, mientrasdura esta tribulación, haz que todospuedan encontrar alivio en tu misericor-dia”, dijo. A continuación el Papa as-istió, en la plaza de San Pedro, con ab-soluto recogimiento a la lectura de lasmeditaciones del Vía Crucis, que narranel calvario de Jesús desde su condena amuerte hasta su sepulcro, mediante cat-orce estaciones en las que la Cruz vapasando de mano en mano mientras dosnarradores leen pasajes del Evangelio.Las meditaciones del Vía Crucis de estaocasión fueron preparadas por 14 inter-nos y colaboradores pastorales delCentro Penitenciario “Due Palazzi” dePadua: cinco prisioneros, una familiavíctima de un delito de homicidio, lahija de un hombre condenado a cadenaperpetua, un agente de policía peniten-ciaria, una educadora de institucionespenitenciarias, un juez de vigilanciapenitenciaria, la madre de un encarce-lado, una catequista, un fraile volun-tario, y un sacerdote que fue acusado yha sido absuelto definitivamente tras 8años de proceso judicial. Todos con-taron con la ayuda de con la ayuda delcapellán Marco Pozza y la voluntariaTatiana Mario.

“Acompañar a Cristo en el camino dela cruz, con la voz áspera de las perso-nas que habitan el mundo de las pri-siones, es una oportunidad para presen-ciar el prodigioso duelo entre la vida yla muerte, descubriendo cómo los hilosdel bien se entrelazan inevitablementecon los del mal”. Con estas profundaspalabras comienza la introducción delas meditaciones del Vía Crucis de esteaño.

“Muchas veces, en los tribunales y enlos periódicos, resuena ese grito: ‘¡ C ru -cifícalo, crucifícalo!’. Es un grito quetambién escuché referido a mí: fui con-denado, junto con mi padre, a la penade cadena perpetua”, se escuchó en laprimera estación. “Me parezco más aBarrabás que a Cristo y, sin embargo, lacondena más feroz sigue siendo la de mipropia conciencia”, resonó en la plazade San Pedro.

Los textos fueron escritos en primerapersona, con acentos incisivos. Pero seeligió no firmarlos: los que participaronen esta meditación querían dar voz a to-dos los que comparten la misma condi-ción. Y así, en la noche del ViernesSanto, en tiempos de pandemia, la vozde uno se convierte en la voz de todos.

El Papa Francisco leyó las oracionesentre las estaciones. Palabras que sonuna mano tendida hacia aquellos que sehan equivocado y buscan oportunidadesde renacimiento. Palabras que son unestímulo para aquellos que realizan unservicio para los demás. “Oh Dios queno nos dejas en las tinieblas y en lasombra de la muerte”, reza en la sép-tima estación. “Oh Dios, que no aban-donas a tus hijos en las pruebas de lavida”, reza en la octava estación. “Pe r -mítenos perseverar en la oscura nochedel juicio” pide en la undécima esta-ción. En esta edición llevaron la cruzdos grupos: uno formado por personalde la prisión y otro integrado por traba-jadores de la Dirección de Salud eHigiene del Vaticano, como los médicosque están luchando en primera líneacontra el coronavirus. El itinerariocomenzó en el obelisco y terminó juntoal crucifijo de san Marcelo, en elsagrado. El papa Francisco portó la cruzdurante la última estación.

Uno de los sanitarios del Vaticano esGiuseppe, enfermero. Pensó que cruzera más pesada, cuando la recibió en laduodécima estación de Maria GraziaGrassi, comisaria de la Policía Peniten-ciaria. Dio un suspiro de alivio y no pormiedo al cansancio. Giuseppe Leddasabe de sufrimiento: al dolor le trata de“tú” después de 43 años de serviciocomo enfermero en la Ciudad del Vat-icano. Sus manos, expertas en hacer quelos que sufren se sientan mejor, sostien-en la cruz en esta tarde del 10 de abril,Viernes Santo. Giuseppe no necesita pa-labras, como cualquier hombre acostum-brado a “hacer”, para comunicar que es-ta noche los sufrimientos de todas lasmujeres y todos los hombres a los queha servido se vierten, a través de susmanos, en esa madera para ser llevadosdurante dos estaciones de la cruz. Lohace en nombre de todos sus colegas,dondequiera que trabajen.

El Obispo de Roma selló las med-itaciones, verdaderos testimonios, con subendición. Pero primero apoyó su frenteen la madera de la cruz que recoge lossufrimientos y esperanzas de todos.Como si dijera: nadie está solo. Espe-cialmente en la noche del ViernesSanto.

Francisco envió un mensaje deagradecimiento a la cárcel de Padua:“Gracias por haber compartido conmigoun trozo de vuestras historia. Dios secuenta y nos habla dentro de una his-toria, nos invita a una escucha atenta ym i s e r i c o rd i o s a ”, escribió el Papa. Yagregó: “Quiero daros las gracias tambi-én porque habéis esparcido vuestrosnombres no en el mar del anonimato,sino de las muchas personas vinculadasal mundo de la prisión. Así, en el VíaCrucis prestaréis vuestras historias a to-dos aquellos en el mundo que com-partan la misma situación. Es consol-ador leer una historia habitada por lashistorias no sólo de las personas deteni-das, sino de todos aquellos que se apa-sionan por el mundo de la prisión. Jun-tos, es posible. Juntos”

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número 16, viernes 17 de abril de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 3

Durante la vigilia la advertencia del Papa contra las guerras, la producción y el comercio de armas y los abortos

Anunciadores de vida en tiempo de muerteA las 21 horas del sábado 11 de abril, el PapaFrancisco presidió en el altar de la Cátedra de labasílica Vaticana, la solemne vigilia pascual.Publicamos, a continuación, el texto de la homilíaque el Pontífice pronunció después de la proclamacióndel Evangelio.

«P asado el sábado» (Mt 28, 1) lasmujeres fueron al sepulcro. Así co-menzaba el evangelio de esta Vigi-lia santa, con el sábado. Es el día

del Triduo pascual que más descuidamos, ansio-sos por pasar de la cruz del viernes al aleluya deldomingo. Sin embargo, este año percibimos másque nunca el sábado santo, el día del gran silen-cio. Nos vemos reflejados en los sentimientos delas mujeres durante aquel día. Como nosotros, te-nían en los ojos el drama del sufrimiento, de unatragedia inesperada que se les vino encima dema-siado rápido. Vieron la muerte y tenían la muerteen el corazón. Al dolor se unía el miedo, ¿ten-drían también ellas el mismo fin que el Maestro?Y después, la inquietud por el futuro, quedabatodo por reconstruir. La memoria herida, la espe-ranza sofocada. Para ellas, como para nosotros,era la hora más oscura.

Pero en esta situación las mujeres no se queda-ron paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras

la esperanza; es una esperanza nueva, viva, queviene de Dios. No es un mero optimismo, no esuna palmadita en la espalda o unas palabras deánimo de circunstancia, con una sonrisa pasajera.No. Es un don del Cielo, que no podíamos alcan-zar por nosotros mismos: Todo irá bien, decimosconstantemente estas semanas, aferrándonos a labelleza de nuestra humanidad y haciendo salir delcorazón palabras de ánimo. Pero, con el pasar delos días y el crecer de los temores, hasta la espe-ranza más intrépida puede evaporarse. La espe-ranza de Jesús es distinta, infunde en el corazónla certeza de que Dios conduce todo hacia elbien, porque incluso hace salir de la tumba la vi-da.

El sepulcro es el lugar donde quien entra nosale. Pero Jesús salió por nosotros, resucitó pornosotros, para llevar vida donde había muerte,para comenzar una nueva historia que había sidoclausurada, tapándola con una piedra. Él, quequitó la roca de la entrada de la tumba, puede re-mover las piedras que sellan el corazón. Por eso,no cedamos a la resignación, no depositemos laesperanza bajo una piedra. Podemos y debemosesperar, porque Dios es fiel, no nos ha dejado so-los, nos ha visitado y ha venido en cada situación:en el dolor, en la angustia y en la muerte. Su luz

Este es el anuncio pascual; un anuncio de espe-ranza que tiene una segunda parte: el envío. «Ida comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea»(Mt 28, 10), dice Jesús. «Va por delante de voso-tros a Galilea» (v. 7), dice el ángel. El Señor nosprecede, nos precede siempre. Es hermoso saberque camina delante de nosotros, que visitó nues-tra vida y nuestra muerte para precedernos enGalilea; es decir, el lugar que para Él y para susdiscípulos evocaba la vida cotidiana, la familia, eltrabajo. Jesús desea que llevemos la esperanzaallí, a la vida de cada día. Pero para los discípu-los, Galilea era también el lugar de los recuerdos,sobre todo de la primera llamada. Volver a Gali-lea es acordarnos de que hemos sido amados yllamados por Dios. Cada uno de nosotros tienesu propia Galilea. Necesitamos retomar el camino,recordando que nacemos y renacemos de una lla-mada de amor gratuita, allí, en mi Galilea. Este esel punto de partida siempre, sobre todo en las cri-sis y en los tiempos de prueba. Con la memoriade mi Galilea.

Pero hay más. Galilea era la región más alejadade Jerusalén, el lugar donde se encontraban enese momento. Y no sólo geográficamente: Galileaera el sitio más distante de la sacralidad de laCiudad santa. Era una zona poblada por gentes

de la lamentación y del remordimiento, no se en-cerraron en el pesimismo, no huyeron de la reali-dad. Realizaron algo sencillo y extraordinario:prepararon en sus casas los perfumes para el cuer-po de Jesús. No renunciaron al amor: la miseri-cordia iluminó la oscuridad del corazón. La Vir-gen, en el sábado, día que le sería dedicado, reza-ba y esperaba. En el desafío del dolor, confiabaen el Señor. Sin saberlo, esas mujeres preparabanen la oscuridad de aquel sábado el amanecer del«primer día de la semana», día que cambiaría lahistoria. Jesús, como semilla en la tierra, estabapor hacer germinar en el mundo una vida nueva;y las mujeres, con la oración y el amor, ayudabana que floreciera la esperanza. Cuántas personas,en los días tristes que vivimos, han hecho y hacencomo aquellas mujeres: esparcen semillas de espe-ranza. Con pequeños gestos de atención, de afec-to, de oración.

Al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro.Allí, el ángel les dijo: «Vosotras, no temáis […].No está aquí: ¡ha resucitado!» (vv. 5-6). Ante unatumba escucharon palabras de vida… Y despuésencontraron a Jesús, el autor de la esperanza, queconfirmó el anuncio y les dijo: «No temáis» (v.10). No temáis, no tengáis miedo: He aquí elanuncio de la esperanza. Que es también para no-sotros, hoy. Hoy. Son las palabras que Dios nosrepite en la noche que estamos atravesando.

En esta noche conquistamos un derecho funda-mental, que no nos será arrebatado: el derecho a

iluminó la oscuridad del sepulcro, y hoy quierellegar a los rincones más oscuros de la vida. Her-mana, hermano, aunque en el corazón hayas se-pultado la esperanza, no te rindas: Dios es másgrande. La oscuridad y la muerte no tienen la úl-tima palabra. Ánimo, con Dios nada está perdi-do.

Ánimo: es una palabra que, en el Evangelio, es-tá siempre en labios de Jesús. Una sola vez lapronuncian otros, para decir a un necesitado:«Ánimo, levántate, que [Jesús] te llama» (Mc 10,49). Es Él, el Resucitado, el que nos levanta a no-sotros que estamos necesitados. Si en el caminoeres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tien-de la mano y te dice: «Ánimo”. Pero tú podríasdecir, como don Abundio: «El valor no se lo pue-de otorgar uno mismo» (A. Manzoni, Los Novios(I Promessi Sposi), XXV). No te lo puedes dar,pero lo puedes recibir como don. Basta abrir elcorazón en la oración, basta levantar un poco esapiedra puesta en la entrada de tu corazón paradejar entrar la luz de Jesús. Basta invitarlo: “Ve n ,Jesús, en medio de mis miedos, y dime también:Ánimo”. Contigo, Señor, seremos probados, perono turbados. Y, a pesar de la tristeza que poda-mos albergar, sentiremos que debemos esperar,porque contigo la cruz florece en resurrección,porque Tú estás con nosotros en la oscuridad denuestras noches, eres certeza en nuestras incerti-dumbres, Palabra en nuestros silencios, y nadapodrá nunca robarnos el amor que nos tienes.

distintas que practicaban varios cultos, era la«Galilea de los gentiles» (Mt 4, 15). Jesús los en-vió allí, les pidió que comenzaran de nuevo desdeallí. ¿Qué nos dice esto? Que el anuncio de la es-peranza no se tiene que confinar en nuestros re-cintos sagrados, sino que hay que llevarlo a todos.Porque todos necesitan ser reconfortados y, si nolo hacemos nosotros, que hemos palpado connuestras manos «el Verbo de la vida» (1 Jn 1, 1),¿quién lo hará? Qué hermoso es ser cristianos queconsuelan, que llevan las cargas de los demás, queaniman, que son mensajeros de vida en tiemposde muerte. Llevemos el canto de la vida a cadaGalilea, a cada región de esa humanidad a la quepertenecemos y que nos pertenece, porque todossomos hermanos y hermanas. Acallemos los gritosde muerte, que terminen las guerras. Que se aca-be la producción y el comercio de armas, porquenecesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abor-tos, que matan la vida inocente. Que se abra elcorazón del que tiene, para llenar las manos va-cías del que carece de lo necesario.

Al final, las mujeres «abrazaron los pies» de Je-sús (Mt 28,9), aquellos pies que habían hecho unlargo camino para venir a nuestro encuentro, in-cluso entrando y saliendo del sepulcro. Abrazaronlos pies que pisaron la muerte y abrieron el cami-no de la esperanza. Nosotros, peregrinos en buscade esperanza, hoy nos aferramos a Ti, Jesús Resu-citado. Le damos la espalda a la muerte y te abri-mos el corazón a Ti, que eres la Vida.

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número 16, viernes 17 de abril de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO páginas 4/5

El Regina Caeli del lunes del Angel

CON EL VA L O R DE LAS MUJERES«Hoy me gustaría recordar con vosotros lo que hacen muchas mujeres, en este tiempo deemergencia sanitaria, para cuidar de los demás. Que el Señor nos dé el coraje de lasmujeres para avanzar siempre». Esta es la oración que el Papa elevó al final de ReginaCaeli el 13 de abril, Lunes del Ángel, en la biblioteca privada del Palacio ApostólicoVaticano. Antes del rezo de la antífona mariana del tiempo de Pascua, el Papa comentóel Evangelio del día (Mateo 28, 8-15) que relata la aparición del Resucitadoprecisamente a las mujeres.

Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!

Hoy, lunes de Pascua, resuena el alegre anuncio de la Resurrección de Cristo. Lalectura del Evangelio (cf. Mateo 28, 8-15) nos cuenta que las mujeres, asustadas,salen apresuradamente del sepulcro de Jesús, que han encontrado vacío; pero Je-sús mismo se les aparece en el camino diciendo: «No temáis. Id, avisad a mis her-

manos que vayan a Galilea; allí me verán» (v. 10). Con estas palabras, el Resucitado confía alas mujeres un mandato misionero hacia los Apóstoles. De hecho, ellas dieron un admirableejemplo de fidelidad, dedicación y amor a Cristo tanto en su vida pública como en su Pa-sión; ahora son recompensadas por Él con este gesto de atención y predilección. Las mujeres,siempre las primeras: María, la primera; las mujeres, las primeras.

Primero las mujeres, luego los discípulos y, en particular, Pedro, ven la realidad de la re-surrección. Jesús les había predicho repetidamente que, después de la pasión y la cruz, resu-citaría, pero los discípulos no lo habían entendido, porque aún no estaban preparados. Su fetenía que dar un salto cualitativo, que sólo el Espíritu Santo, don del Resucitado, podía de-s e n c a d e n a r.

Al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles, oímos a Pedro declarar con audacia,con coraje, con franqueza: «A este Jesús Dios le resucitó, de lo cual todos nosotros somostestigos» (Hechos 2, 32). Como si dijera: «Yo voy con Él. Yo doy mi vida por Él». Y luegodará su vida por Él. A partir de ese momento, el anuncio de que Cristo ha resucitado se ex-tiende por todas partes y llega a todos los rincones de la tierra, convirtiéndose en el mensajede esperanza para todos. La resurrección de Jesús nos dice que la última palabra no es lamuerte, sino la vida. Al resucitar al Hijo unigénito, Dios Padre ha manifestado plenamentesu amor y misericordia por la humanidad de todos los tiempos.

Si Cristo ha resucitado, es posible mirar con confianza cada evento de nuestra existencia,incluso los más difíciles, llenos de angustia e incertidumbre. Este es el mensaje de Pascuaque estamos llamados a proclamar, con palabras y, sobre todo, con el testimonio de la vida.Que esta noticia resuene en nuestros hogares y en nuestros corazones: «¡Resucitó de veras miamor y mi esperanza!» (Secuencia Pascual). Esta certeza refuerza la fe de todo bautizado yanima especialmente a aquellos que se enfrentan a grandes sufrimientos y dificultades.

Que la Virgen María, testigo silencioso de la muerte y resurrección de su hijo Jesús, nosayude a creer firmemente en este misterio de salvación: si se abraza con fe, puede cambiarnuestras vidas. Este es el deseo de Pascua que os renuevo a todos vosotros. Se lo confío aElla, nuestra Madre, a quien ahora invocamos con la oración de la Reina Coeli.

Al finalizar, antes de asomarse a la ventana para impartir la bendición en la plaza deSan Pedro, todavía vacía a causa de las medidas restrictivas impuestas por la emergenciasanitaria, el Papa dirigió algunas expresiones de saludo alabando el valor de las mujeresy recordando los países especialmente afectados por el coronavirus: Italia, EstadosUnidos, España y Francia.

Queridos hermanos y hermanas:

Hemos escuchado que las mujeres dieron a los discípulos el anuncio de la resurre c c i ó nde Jesús. Hoy quisiera recordar con ustedes lo que muchas mujeres hacen, incluso eneste tiempo de emergencia sanitaria, para cuidar de los demás: mujeres médicas, en-

fermeras, fuerzas del orden y funcionarias de prisiones, empleadas de tiendas de artículos deprimera necesidad..., y muchas madres y hermanas y abuelas que se encuentran encerradasen sus casas con toda la familia, con los niños, los ancianos, los discapacitados. A veces co-rren el riesgo de ser objeto de violencia, por una convivencia de la que llevan una carga de-masiado grande. Recemos por ellas, para que el Señor les dé fuerza y para que nuestras co-munidades las apoyen junto con sus familias. Que el Señor nos dé el coraje de las mujerespara avanzar siempre. En esta semana de Pascua me gustaría acordarme con cercanía y cari-ño de todos los países fuertemente afectados por el coronavirus, algunos con gran número decontagiados y muertos, especialmente Italia, Estados Unidos, España, Francia... la lista eslarga. Rezo por todos ellos. Y no olvidéis que el Papa reza por vosotros, está a vuestra vera.Renuevo de corazón mi deseo de Pascua a todos. Permanezcamos unidos en la oración y enel compromiso de ayudarnos unos a otros como hermanos. Que tengáis un buen almuerzo yadiós.

Este no es el tiempo de la indiferencia, de los egoismos y de las divisiones sino de la solidaidad, en el mensaje «Urbi et orbi» a los fieles que lo escuchaban a través de la radio, la televisión e internet

El contagio de la esperanzaLa mañana del 12 de abril, domingo de Pascua, el Papa Francisco presidió,en el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro, la solemne celebraciónde la misa del día, al final de la cual, se acercó al altar de la Confesión paradirigir el tradicional mensaje

Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua!

Hoy resuena en todo el mundo el anuncio de la Iglesia: “¡Jesu-cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!”. EstaBuena Noticia se ha encendido como una llama nueva en lanoche, en la noche de un mundo que enfrentaba ya desafíos

cruciales y que ahora se encuentra abrumado por la pandemia, que some-te a nuestra gran familia humana a una dura prueba. En esta noche re-suena la voz de la Iglesia: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!»(Secuencia pascual). Es otro “contagio”, que se transmite de corazón acorazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia. Es elcontagio de la esperanza: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!».No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas.No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre laraíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y lamuerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transfor-mando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios.

El Resucitado no es otro que el Crucificado. Lleva en su cuerpo glorio-so las llagas indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de espe-ranza. A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la hu-manidad desolada. Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectadosdirectamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y lasfamilias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunoscasos ni siquiera han podido darles el último adiós. Que el Señor de lavida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza aquienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y alas personas que están solas. Que conceda su consolación y las graciasnecesarias a quienes se encuentran en condiciones de particular vulnerabi-lidad, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o vivenen los cuarteles y en las cárceles. Para muchos es una Pascua de soledad,vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocan-do la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas econó-micos. Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sinotambién de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota delos sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación. Enmuchos países no ha sido posible acercarse a ellos, pero el Señor no nosdejó solos. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros de queÉl nos cubre con su mano (cf. Sal 138,5), repitiéndonos con fuerza: Notemas, «he resucitado y aún estoy contigo» (Antífona de ingreso de laMisa del día de Pascua, Misal Romano).

Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza a los médicosy a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidadoy amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces,hasta el sacrificio de su propia salud. A ellos, como también a quienestrabajan asiduamente para garantizar los servicios esenciales necesariospara la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a los militares, que enmuchos países han contribuido a mitigar las dificultades y sufrimientosde la población, se dirige nuestro recuerdo afectuoso y nuestra gratitud.

En estas semanas, la vida de millones de personas cambió repentina-mente. Para muchos, permanecer en casa ha sido una ocasión para refle-xionar, para detener el frenético ritmo de vida, para estar con los seresqueridos y disfrutar de su compañía. Pero también es para muchos untiempo de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el tra-bajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que lacrisis actual trae consigo. Animo a quienes tienen responsabilidades polí-ticas a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos,proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir quetodos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstanciaslo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas.

Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero estásufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús

resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en lasperiferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos her-manos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferiasde cada rincón del mundo, no se sientan solos. Procuremos que no lesfalten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahoracuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamen-tos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria.Considerando las circunstancias, se relajen además las sanciones interna-cionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciu-dadanos una ayuda adecuada, y se afronten —por parte de todos los Paí-ses— las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condo-nando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres.

Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamosnos une a todos y no hace acepción de personas. Entre las numerosas zo-nas afectadas por el coronavirus, pienso especialmente en Europa. Des-pués de la Segunda Guerra Mundial, este continente pudo resurgir gra-cias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió superar las ri-validades del pasado. Es muy urgente, sobre todo en las circunstanciasactuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reco-nozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente. Hoy, laUnión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que depen-derá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la oca-sión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo asoluciones innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los interesesparticulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner adura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas gene-raciones.

Este no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine aquienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la va-lentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediatoen todos los rincones del mundo. No es este el momento para seguir fa-bricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que po-drían usarse para cuidar personas y salvar vidas. Que sea en cambio eltiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a la amadaSiria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en elLíbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos rea-nuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera queles permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la po-blación que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminenlos ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en va-rios países de África.

Este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando nonos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que lle-van consigo el sufrimiento de muchas personas. Que el Señor de la vidase muestre cercano a las poblaciones de Asia y África que están atravesan-do graves crisis humanitarias, como en la Región de Cabo Delgado, en elnorte de Mozambique. Que reconforte el corazón de tantas personas re-fugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que prote-ja a los numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—,que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en lafrontera entre Grecia y Turquía. Y no quiero olvidar de la isla de Lesbos.Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela,orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre acausa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria.

Queridos hermanos y hermanas:Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son

indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas parasiempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotrostriunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Se-ñor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él,que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, di-sipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su díaglorioso que no conoce ocaso.

Con estas reflexiones, os deseo a todos una feliz Pascua.

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página 6 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 17 de abril de 2020, número 16

En una carta a los Movimientos populares el Pontífice lanza la propuesta de un salario universal para los excluidos

Ningún trabajador sin derechos«Tal vez sea tiempo de pensar en un salariouniversal que reconozca y dignifique las nobles einsustituibles tareas que realizan; capaz de garantizary hacer realidad esa consigna tan humana y tancristiana: ningún trabajador sin derechos». Lo haescrito el Papa Francisco en una carta enviada enPascua a los participantes de los encuentrosmundiales de los Movimientos Populares que se hanllevado a cabo dos veces en el Vaticano (2014 y2016) y uno en Santa Cruz de la Sierra, durante suviaje a Bolivia en 2015. Publicamos, a continuaciónel documento pontificio.

Queridos amigos:

Con frecuencia recuerdo nuestros encuen-tros: dos en el Vaticano y uno en SantaCruz de la Sierra y les confieso que esta“memoria” me hace bien, me acerca a

ustedes, me hace repensar en tantos diálogos du-rante esos encuentros y en tantas ilusiones quenacieron y crecieron allí y muchos de ellas se hi-cieron realidad. Ahora, en medio de esta pande-mia, los vuelvo a recordar de modo especial yquiero estarles cerca.

En estos días de tanta angustia y dificultad,muchos se han referido a la pandemia que sufri-mos con metáforas bélicas. Si la lucha contra elCOVID es una guerra, ustedes son un verdaderoejército invisible que pelea en las más peligrosastrincheras. Un ejército sin más arma que la solida-ridad, la esperanza y el sentido de la comunidadque reverdece en estos días en los que nadie sesalva solo. Ustedes son para mí, como les dije ennuestros encuentros, verdaderos poetas sociales,que desde las periferias olvidadas crean solucionesdignas para los problemas más acuciantes de losexcluidos.

Sé que muchas veces no se los reconoce comoes debido porque para este sistema son verdadera-mente invisibles. A las periferias no llegan las so-luciones del mercado y escasea la presencia pro-tectora del Estado. Tampoco ustedes tienen losrecursos para realizar su función. Se los mira condesconfianza por superar la mera filantropía a tra-vés la organización comunitaria o reclamar porsus derechos en vez de quedarse resignados espe-rando a ver si cae alguna migaja de los que deten-tan el poder económico. Muchas veces mastican

bronca e impotencia al ver las desigualdades quepersisten incluso en momentos donde se acabantodas las excusas para sostener privilegios. Sinembargo, no se encierran en la queja: se arreman-gan y siguen trabajando por sus familias, por susbarrios, por el bien común.

Esta actitud de Ustedes me ayuda, cuestiona yenseña mucho. Pienso en las personas, sobre todomujeres, que multiplican el pan en los comedorescomunitarios cocinando con dos cebollas y un pa-quete de arroz un delicioso guiso para cientos deniños, pienso en los enfermos, pienso en los an-cianos.

Nunca aparecen en los grandes medios. Tam-poco los campesinos y agricultores familiares quesiguen labrando para producir alimentos sanos sindestruir la naturaleza, sin acapararlos ni especularcon la necesidad del pueblo. Quiero que sepanque nuestro Padre Celestial los mira, los valora,los reconoce y fortalece en su opción.

Qué difícil es quedarse en casa para aquel quevive en una pequeña vivienda precaria o que di-rectamente carece de un techo. Qué difícil es paralos migrantes, las personas privadas de libertad opara aquellos que realizan un proceso de sanaciónpor adicciones. Ustedes están ahí, poniendo elcuerpo junto a ellos, para hacer las cosas menosdifíciles, menos dolorosas. Los felicito y agradez-co de corazón. Espero que los gobiernos com-prendan que los paradigmas tecnocráticos (seanestadocéntricos, sean mercadocéntricos) no sonsuficientes para abordar esta crisis ni los otrosgrandes problemas de la humanidad. Ahora másque nunca, son las personas, las comunidades, lospueblos quienes deben estar en el centro, unidospara curar, cuidar, compartir.

Sé que ustedes han sido excluidos de los bene-ficios de la globalización. No gozan de esos pla-ceres superficiales que anestesian tantas concien-cias. A pesar de ello, siempre tienen que sufrir susperjuicios. Los males que aquejan a todos, a uste-des los golpean doblemente. Muchos de ustedesviven el día a día sin ningún tipo de garantías le-gales que los proteja. Los vendedores ambulantes,los recicladores, los feriantes, los pequeños agri-cultores, los constructores, los costureros, los querealizan distintas tareas de cuidado. Ustedes, tra-bajadores informales, independientes o de la eco-

nomía popular, no tienen un salario estable pararesistir este momento... y las cuarentenas se leshacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensaren un salario universal que reconozca y dignifiquelas nobles e insustituibles tareas que realizan; ca-paz de garantizar y hacer realidad esa consignatan humana y tan cristiana: ningún trabajador sinderechos. También quisiera invitarlos a pensar en“el después” porque esta tormenta va a terminar ysus graves consecuencias ya se sienten. Ustedesno son unos improvisados, tiene la cultura, la me-todología pero principalmente la sabiduría que seamasa con la levadura de sentir el dolor del otrocomo propio. Quiero que pensemos en el proyec-to de desarrollo humano integral que anhelamos,centrado en el protagonismo de los Pueblos entoda su diversidad y el acceso universal a esas tresT que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo.Espero que este momento de

peligro nos saque del piloto automático, sacudanuestras conciencias dormidas y permita una con-versión humanista y ecológica que termine con laidolatría del dinero y ponga la dignidad y la vidaen el centro. Nuestra civilización, tan competitivae individualista, con sus ritmos frenéticos de pro-ducción y consumo, sus lujos excesivos y ganan-cias desmedidas para pocos, necesita bajar uncambio, repensarse,

regenerarse. Ustedes son constructores indis-pensables de ese cambio impostergable; es más,ustedes poseen una voz autorizada para testimo-niar que esto es posible. Ustedes saben de crisis yprivaciones... que con pudor, dignidad, compro-miso, esfuerzo y solidaridad logran transformar enpromesa de vida para sus familias y comunidades.

Sigan con su lucha y cuídense como hermanos.Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pe-dirle a nuestro Padre Dios que los bendiga, loscolme de su amor y los defienda en el caminodándoles esa fuerza que nos mantiene en pie y nodefrauda: la esperanza. Por favor, recen por míque también lo necesito.

Fr a t e r n a l m e n t e ,

FRANCISCO

Ciudad del Vaticano, 12 de abril de 2020,Domingo de Pascua.

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número 16, viernes 17 de abril de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 7

Carta pontificia al arzobispo de Turín

En el rostro del Hombrede la Sábana Santavemos los rostros demuchos hermanos yhermanas enfermos

«En el rostro del Hombre de la Sábana Santavemos también los rostros de muchos hermanos yhermanas enfermos, especialmente los más solos ymenos cuidados; pero también de todas las víctimasde las guerras y la violencia, de la esclavitud y lapersecución». Lo ha escrito el Papa en una cartaenviada al arzobispo de Turín en la víspera delmomento de oración que el prelado guió frente a lavenerada tela la tarde del Sábado santo, en lacapilla de la catedral.

A su Excelencia ReverendísimaMons. CESARE NOSIGLIA,

Arzobispo de Turín y obispo de Susa

He sabido, querido Hermano, que elpróximo Sábado Santo presidirá unacelebración en la capilla que custodiala Sábana Santa, que, de forma ex-

traordinaria, será visible para todos los que par-ticipan en la oración a través de los medios decomunicación. Deseo expresarle mi más sinceroagradecimiento por este gesto, que responde a lapetición del pueblo fiel de Dios, duramente pro-bado por la pandemia del coronavirus.

Yo también me uno a su súplica, dirigiendomi mirada al Hombre de la Sábana Santa enquien reconocemos los rasgos del Siervo del Se-ñor, que Jesús realizó en su Pasión: «Varón dedolores y sabedor de dolencias [...]. Eran nues-tras dolencias las que él llevaba y nuestros dolo-res los que soportaba [...]. Ha sido herido pornuestras rebeldías, molido por nuestras culpas.El soportó el castigo que nos trae la paz y porsus llagas hemos sido curados» (Is 53, 3.4-5).

En el rostro del Hombre de la Sábana Santavemos también los rostros de muchos hermanosy hermanas enfermos, especialmente los más so-los y menos cuidados; pero también de todas lasvíctimas de las guerras y la violencia, de la escla-vitud y la persecución.

Como cristianos, a la luz de las Escrituras,contemplamos en esta tela el icono del Señor Je-sús crucificado, muerto y resucitado. A Él nosconfiamos, en Él confiamos. Jesús nos da lafuerza para afrontar cada prueba con fe, con es-peranza y con amor, con la certeza de que el Pa-dre siempre escucha a sus hijos que claman a Él,y los salva.

Querido hermano, y todos vosotros, queridoshermanos y hermanas que participaréis a travésde los medios de comunicación en la oración an-te la Sábana Santa, vivamos estos días en íntimaunión con la Pasión de Cristo, para experimen-tar la gracia y la alegría de su Resurrección.Bendigo a Su Excelencia, a la Iglesia de Turín ya todos vosotros, especialmente a los enfermos ya los que sufren y a cuántos los cuidan. Que elSeñor dé paz y misericordia a todos. ¡Feliz Pas-cua!

Fr a t e r n a l m e n t e ,

FRANCISCORoma, San Juan de Letrán, 9 de abril de 2020

Que en las dificultadesla comunión supere las divisiones

Oremos para que el Señor nos dé lagracia de la unidad entre nosotros.Que las dificultades de esta épocanos hagan descubrir la comunión

entre nosotros, la unidad que siempre es supe-rior a cualquier división. La predicación de Pe-dro, el día de Pentecostés, traspasó los corazo-nes de la gente: “A ese a quien vosotros habéiscrucificado ha resucitado” (cf. Hechos 2, 36).“Al oír esto, dijeron con el corazón compungi-do a Pedro y a los demás apóstoles: ‘¿Qué he-mos de hacer, hermanos?’” (Hechos 2, 37). YPedro es claro: “Convertíos. Convertíos. Cam-biad de vida. Vosotros que habéis recibido lapromesa de Dios y vosotros que os habéisapartado de la Ley de Dios, de muchas cosasvuestras, entre ídolos, y otras muchas más...convertíos. Volved a la fidelidad” (cf. Hechos2, 38). Convertirse es esto: volver a ser fieles.La fidelidad, esa actitud humana que no estan común en la vida de las personas, en nues-tras vidas. Siempre hay ilusiones que atraen laatención y muchas veces queremos ir detrás deestas ilusiones. Fidelidad: en los buenos y enlos malos tiempos.

Hay un pasaje del Segundo Libro de lasCrónicas que me llama mucho la atención. Es-tá en el capítulo XII, al principio. “Tras haberconsolidado y afianzado el reino —dice—, elrey Roboán se sintió seguro y abandonó laLey del Señor, y con él todo Israel” (cf. 2 Co-rintios 12, 1). Eso dice la Biblia. Es un hechohistórico, pero es un hecho universal. Muchasveces, cuando nos sentimos seguros empeza-mos a hacer nuestros planes y nos alejamoslentamente del Señor, no permanecemos fieles.Y mi seguridad no es lo que el Señor me da.Es un ídolo. Esto es lo que le pasó a Roboány al pueblo de Israel. Se sintió seguro —un rei-no consolidado—, se apartó de la ley y comen-zó a adorar ídolos. Sí, podemos decir: “Pa d re ,yo no me arrodillo ante los ídolos”. No, quizásno te arrodilles, pero que los buscas y tantasveces en tu corazón adoras a los ídolos, es ver-dad. Muchas veces. La propia seguridad abrela puerta a los ídolos.

Pero, ¿está mal la propia seguridad? No, esuna gracia. Para estar seguro, pero tambiénpara estar seguro de que el Señor está conmi-go. Pero cuando hay seguridad y yo en el cen-tro, me alejo del Señor, como el Rey Roboán,me vuelvo infiel. Es tan difícil mantener lalealtad. Toda la historia de Israel, y luego todala historia de la Iglesia, está llena de infideli-dad. Llena. Llena de egoísmo, de certezas pro-pias que hacen que el pueblo de Dios se alejedel Señor, pierda esa fidelidad, la gracia de lafidelidad. E incluso entre nosotros, entre lagente, la fidelidad no es una virtud barata,ciertamente. Uno no es fiel al otro, al otro...“Convertíos, volved a la fidelidad al Señor”(cf. Hechos 2, 38).

Y en el Evangelio, el icono de la fidelidad:esa mujer fiel que nunca ha olvidado todo loque el Señor ha hecho por ella. Ella estabaallí, fiel, frente a lo imposible, frente a la tra-gedia, una fidelidad que también le hace pen-sar que es capaz de llevarse el cuerpo... (cf.Juan 20, 15). Una mujer débil, pero fiel. Elicono de la fidelidad de esta María Magdale-na, apóstol de los apóstoles.

Pidamos hoy al Señor la gracia de la fideli-dad: de darle las gracias cuando nos da certe-zas, pero nunca pensemos que son “mis” certe-zas y siempre, miremos más allá de nuestraspropias certezas; la gracia de ser fieles inclusoante las tumbas, ante el hundimiento de tantasilusiones. Fidelidad, que siempre permanece,pero no es fácil de mantener. Que Él, el Se-ñor, sea quien la guarde.

Las homilías del PontíficeMisa en Santa Marta

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página 8 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 17 de abril de 2020, número 16

Recuperando las catequesis sobre las Bienaventuranzas el Pontífice comenta la siguiente

La paz hay que buscarla siempre

”Los animo a colaborar con Diosen la tarea de construir la paz de maneraparticular, en estos momentos que estamosviviendo a causa de la pandemia, para que, conun gesto concreto de bien, puedan llevar laternura, la alegría y la paz de Cristo Resucitado

“ El amor por su naturaleza es creativo—el amor siempre es creativo—

y busca la reconciliación a cualquier precio.Son llamados hijos de Dios los que han

comprendido el arte de la paz y la ejercitan,saben que no hay reconciliación sin don de la

propia vida y que la paz hay que buscarlasiempre y de todos modos

«El amor por su naturaleza es creativo y busca lareconciliación a cualquier precio»; por ello «sonllamados hijos de dios los que han comprendido elarte de la paz y la ejercitan», sabiendo «que nohay reconciliación sin don de la propia vida y que»la paz hay que buscarla siempre y de todosmodos». Lo ha subrayado el Papa en la audienciageneral del miércoles 15 de abril. Renovando la citasemanal de la Biblioteca del Palacio apostólicovaticano con los fieles que lo siguen a través de laradio, la televisión e internet —a causa de lasmedidas de distanciamiento social impuestas por lapandemia de covid-19— el Pontífice ha retomado lascatequesis sobre las Bienaventuranzas. Y comentandoel pasaje de la carta de san Pablo a los Efesios (2,14-16) se detuvo sobre la siguiente:«Bienaventurados los que trabajan por la paz,porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo5, 9).

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La catequesis de hoy está dedicada a la si-guiente Bienaventuranza, la de los «quetrabajan por la paz», que son proclama-dos hijos de Dios. Me alegro de que to-

que justo después de la Pascua, porque la paz deCristo es fruto de su muerte y resurrección, co-mo hemos escuchado en la Lectura de San Pa-blo. Para entender esta Bienaventuranza es nece-sario explicar el sentido de la palabra «paz», quepuede ser malinterpretado o en ocasiones banali-zado. Debemos orientarnos entre dos ideas depaz: la primera es la bíblica, donde aparece lahermosa palabra Shalom, que expresa abundan-cia, prosperidad, bienestar. Cuando en hebrerose desea Shalom, se desea una vida hermosa, ple-na, próspera, pero también según la verdad y lajusticia, que se cumplirán en el Mesías, príncipede la paz. (cf. Isaías 9, 6; Miqueas 5, 4-5). Des-pués existe otro sentido, más difuso, por el quela palabra «paz» se entiende como una especiede tranquilidad interior: estoy tranquilo, estoy enpaz. Esta es una idea moderna, psicológica ymás sugestiva. Se piensa de forma común que lapaz es quietud, armonía, equilibrio interior. Estaacepción de la palabra «paz» está incompleta yno puede ser absolutizada, porque en la vida lainquietud puede ser un momento importante decrecimiento. Muchas veces es el Señor mismo elque siembra en nosotros la inquietud para ir a su

encuentro, para encontrarlo. En este sentido, esun importante momento de crecimiento; mien-tras que puede suceder que la tranquilidad inte-rior corresponda a una conciencia domesticada yno a una verdadera redención espiritual. Muchasveces el Señor debe ser «señal de contradicción»(cf. Lucas 2, 34-35), sacudiendo nuestras falsasseguridades, para llevarnos a la salvación. Y enese momento parece que no haya paz, pero es elSeñor el que nos pone en este camino para llegara la paz que Él mismo nos dará.

En este momento debemos recordar que el Se-ñor entiende su paz como diferente a la humana,a la del mundo, cuando dice: «Os dejo la paz,mi paz os doy; no os la doy como la da el mun-do» (Juan 14, 27). La de Jesús es otra paz, dife-rente a la mundana. Preguntémonos: ¿Cómo dala paz el mundo? Si pensamos en los conflictosbélicos, las guerras se concluyen, normalmente,de dos modos: o con la derrota de una de laspartes, o con los tratados de paz. No podemoshacer otra cosa que auspiciar y rezar para que setome siempre esta segunda vía; pero debemosconsiderar que la historia es una serie infinita detratados de paz desmentidos por guerras sucesi-vas o por la metamorfosis de las mismas guerrasen otros modos o en otros lugares. También ennuestro tiempo, una guerra «a pedazos» se com-bate en más escenarios y en diversas modalida-des. Debemos, por lo menos, sospechar que enel marco de una globalización hecha sobre todode intereses económicos o financieros, la «paz»de algunos corresponda a la «guerra» de otros.¡Y esta no es la paz de Cristo!

En cambio, ¿cómo «da» su paz el Señor Je-sús? Hemos escuchado a san Pablo decir que lapaz de Cristo es «hacer de los dos pueblos,uno» (cf. Efesios 2, 14), anular la enemistad y re-conciliar. Y el camino para llevar a cabo estaobra de paz es su cuerpo. Él, de hecho, reconci-lia todas las cosas y pone paz con la sangre desu cruz, como dice en otra parte el mismo Após-tol (cf. Colosenses 1, 20).

Y aquí me pregunto, podemos todos pregun-tarnos: ¿Quiénes son, por lo tanto los «que tra-bajan por la paz»? Esta bienaventuranza es lamás activa, explícitamente operativa; la expresiónverbal es análoga a la que se usa en el primerversículo de la Biblia para la creación e indicainiciativa y laboriosidad. El amor por su natura-

leza es creativo —el amor siempre es creativo— ybusca la reconciliación a cualquier precio. Sonllamados hijos de Dios los que han comprendidoel arte de la paz y la ejercitan, saben que no hayreconciliación sin don de la propia vida y que lapaz hay que buscarla siempre y de todos modos.Siempre y de todos modos: ¡que no se olvide es-to! Hay que buscarla así. Esta no es una obraautónoma fruto de las propias capacidades, esuna manifestción de la gracia recibida de Cristo,que es nuestra paz, que nos ha hecho hijos deDios. La verdadera Shalom es el verdadero equi-librio interior que brota de la paz de Cristo, queviene de su Cruz y genera una humanidad nue-va, encarnada en una hilera infinita de santos yde santas inventivos, creativos, que han ideadosiempre vías nuevas para amar. Los santos, lassantas que construyen la paz. Esta vida de hijosde dios, que por la sangre de Cristo buscan yrencuentran a sus propios hermanos, es la verda-dera felicidad. Bienaventurados quienes van poreste camino.

Y de nuevo, buena Pascua a todos, en la pazde Cristo.

«Con confianza rezamos al misericordioso Jesús porla Iglesia y para toda la humanidad, especialmentepara aquellos que sufren en estos tiempos difíciles»:Lo pidió el Papa al finalizar la audiencia general -en los saludos dirigidos a los diversos gruposlingüísticos conectados a través de los medios decomunicación- recordando que el próximo domingo esla fiesta de la Divina Misericordia. A continuación,las palabras pronunciadas por el Papa antes derezar el Pater Noster e impartir la BendiciónAp o s t ó l i c a .

Saludo cordialmente a los fieles de lenguaespañola que siguen esta catequesis a travésde los medios de comunicación social. Los

animo a colaborar con Dios en la tarea de cons-truir la paz, en cada momento y en cada lugar,comenzando por aquellas situaciones que vivenustedes y con las personas que tienen alrededor;de manera particular, en estos momentos que es-tamos viviendo a causa de la pandemia, paraque, con un gesto concreto de bien, puedan lle-var la ternura, la alegría y la paz de Cristo Resu-citado. Feliz pascua de Resurrección.

Y que Dios los bendiga.