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  • Diseo y composicin: Gerardo Mio

    Edicin: Primera. Noviembre de 2012 Tirada: 500 ejemplares

    ISBN: 978-84-15295-22-8

    Lugar de edicin: Buenos Aires, Argentina

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta obra solo puede ser realizada con la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por la ley. Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algn fragmento de esta obra.

    2012, Mio y Dvila srl / 2012, Pedro Mio

    Pgina web: www.minoydavila.com

    Mail produccin: [email protected] Mail administracin: [email protected]

    En Espaa: P.I. Camporroso. Montevideo 5, nave 15 (28806) Alcal de Henares, Madrid.

    En Argentina: Mio y Dvila srl Av. Rivadavia 1977, 5to B (C1033ACC), Buenos Aires. tel-fax: (54 11) 3534-6430

  • Estudios del Mediterrneo Antiguo / PEFSCEA N 8

    Laura Sancho Rocher / Ana Iriarte / Julin Gallego (comps.)

    LGOS Y ARKH. DISCURSO POLTICO Y AUTORIDADEN LA GRECIA ANTIGUA

  • ProgrAMA

    Consejo de direccin:

    Marcelo Campagno (Universidad de Buenos Aires-CoNICET);

    Julin gallego (Universidad de Buenos Aires-CoNICET);

    Carlos garca Mac gaw (Universidad Nacional de La Plata-Universidad de Buenos Aires).

    Comit asesor externo:

    Jean Andreau (cole des Hautes tudes en Sciences Sociales, Pars);

    Josep Cervell Autuori (Universidad Autnoma de Barcelona, Espaa);

    Csar Fornis (Universidad de Sevilla, Espaa);

    Antonio gonzals (Universit de Franche-Comt, Francia);

    Ana Iriarte (Universidad del Pas Vasco, Espaa);

    Pedro Lpez Barja (Universidad de Santiago de Compostela, Espaa);

    Antonio Loprieno (Universidad de Basilea, Suiza);

    Francisco Marshall (Universidade Federal de rio grande do Sul, Brasil);

    Domingo Plcido (Universidad Complutense de Madrid, Espaa).

  • ndice

    Introduccin ............................................................................. 7

    Lgos potico y poltica en la grecia arcaica,por Adolfo Domnguez Monedero ................................................ 15

    Laconismo frente a retrica. Aforismo y brevilocuenciaen el lenguaje espartano,por Csar Fornis ......................................................................... 49

    La democracia ateniense en el desierto de Lemnos.El Filoctetes de Sfocles y la poltica del dmos,por Julin Gallego ....................................................................... 69

    Las Amazonas no son mujeres, luego no existen,por Violaine Sebillotte Cuchet ...................................................... 103

    Demstenes (I): el discurso demostnico sobre el deber, la concordia social y la financiacin de la guerra (355-346 a.C.),por Laura Sancho Rocher ............................................................ 119

    rkhein ka rkhesthai en las Polticas de Aristteles,por Alice Pechriggl ...................................................................... 159

  • Lgos y Arkh. Discurso poltico y autoridad en la grecia antigua 49

    Csar Fornis / Universidad de Sevilla

    Laconismo frente a retrica.

    Aforismo y brevilocuencia en el lenguaje espartano1

    En De garrulitate (Sobre la locuacidad), un tratado integrado en las Moralia, Plutarco categoriza en tres los posibles tipos de respuesta a la hipottica pregunta de si est Scrates en casa:La primera, la estrictamente necesaria; la segunda, la educada; la tercera, la superflua. En la primera el interpelado respondera casi contra su voluntad y con nimo reluctante: No est en casa. Si se quiere adems imitar el estilo lacnico, se omite en casa para dejar nicamente la negacin, No, como hicieron los espartanos cuando Filipo les escribi para ver si le recibiran en la ciudad, que devolvieron el papel con un No en letras grandes. otro, en cambio, ms corts, respondera as: No est en casa, sino en las mesas de los cambistas. Y si quisiera decir algo ms, aadira, esperando a algunos extranjeros. Pero el grrulo o charlatn, excesivamente locuaz, respondera as: No est en casa, sino en las mesas de los cambistas, esperando a algunos extranjeros de Jonia, en favor de los cuales ha escrito una carta Alcibades, que ahora se encuentra cerca de Mileto con Tisafernes, el strapa del gran rey, el cual ha sido hasta el momento aliado de los espartanos, pero ahora, a instigacin de Alcibades, es favorable a los atenienses, ya que Alci-bades, deseando regresar a la patria, acta para que Tisafernes cambie de idea. Despus, alargando el discurso, recitar entero el octavo libro de Tucdides, inundar de palabras al oyente y no acabar hasta que Mileto haya entrado en guerra y Alcibades haya marchado al exilio por segunda vez (513A-C).

    Plutarco capta prima facie la esencia de lo que se entiende por hablar lacnicamente, en la Antigedad como en nuestros das: el expresarse con concisin, prescindiendo de todo ornato o informacin irrelevante, de una forma que a priori puede resultar un tanto ruda y spera, pero como veremos, y eso no se desprende del pasaje en cuestin, con frecuencia

    1 Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigacin HAR2010-15756/HIST del Ministerio de Ciencia e Innovacin de Espaa.

  • 50 C. Fornis / Laconismo frente a retrica

    rebosante de ingenio, de irona y de un poso de sabidura ancestral2. Debe su nombre a que esta forma de comunicacin oral directa, vigorosa, eficaz, sentenciosa, oracular y a menudo inapelable, sin margen para la rplica, estaba muy arraigada y hasta podra decirse que era natural entre los antiguos lacedemonios tambin llamados laconios o espartanos, dentro de la creencia helena de que las variantes dialectales, y en general lingsticas, obedecen a criterios tnicos, polticos o sociales que definen culturalmente al hablante; de esta forma, la contencin lingstica de los espartanos se correspondera con la prudencia, moderacin y severidad que les caracterizan. Se explica bajo esta luz que Tucdides sienta la nece-sidad de justificar que los embajadores espartanos que solicitaron la paz a Atenas tras el episodio de Esfacteria lo hicieran, contra su costumbre, , con un discurso largo (4.17.2), o de describir a Brasidas como , , , orador nada malo, para ser espartano (4.84.2), un general que, no por casualidad, demostr tener tambin un carcter poco espartano en el curso de sus campaas3. Siguiendo sus pasos, Livio presenta a Nabis excusndose ante Flaminino por haberse extendido ms de lo que es costumbre en su patria (34.31.19). Platn, por su parte, escribe en Las Leyes que (...) , est en la forma de ser laconia preferir siempre lo ms breve (721e). Podramos decir entonces que los espartanos se caracterizaron por una elocuente falta de elocuencia, por una economa de la palabra: No es buen zapatero aquel que calza un pie pequeo con un gran zapato, deca Agesilao de un orador elogiado por saber amplificar temas nimios (Plutarco, Moralia, 208C).

    Efectivamente el laconismo verbal se enmarca en una conducta lace-demonia presidida por la austeridad en todos los rdenes, hasta el punto de que tambin hoy aplicamos el calificativo de espartano a quien rechaza las comodidades y muestra desdn por las posesiones materiales: as, en la alimentacin destacan las , banquetes comunitarios en los que no se consuman productos exticos ni vino en exceso (Jenofonte, Repblica de los lacedemonios, 5; Polibio, 6.48.3; Ateneo, 141a-c, 432d; Plutarco, Vida de Licurgo, 12; Moralia 218D), sino el famoso caldo ne-gro, a base de vsceras de cerdo, sangre, vinagre, sal y unas raras hierbas aromticas, que causaba repugnancia en quienes no haban crecido a orillas del Eurotas (Plutarco, Vida de Licurgo, 12.7 = Moralia 236F); en

    2 Sobre la eficacia de la braquiloga practicada por los espartanos puede consultarse Celentano (1987; 2000; 2004; 2006); Birgalias (1999: 165-184).

    3 Cf. especialmente Francis (1991-93).

  • Lgos y Arkh. Discurso poltico y autoridad en la grecia antigua 51

    la indumentaria Tucdides nos dice que los espartanos fueron los pri-meros en usar vestidos sencillos (1.6.4) y Jenofonte que los espartanos no se atavan con vestidos suntuosos, sino con el perfecto estado fsico de su cuerpo (Repblica de los lacedemonios, 5.7); la construccin se caracteriza por la pobreza de los materiales y la parquedad de ornamento de los edificios pblicos y privados (incluidos los templos), pues una pequea rtra o ley de Licurgo prescriba que todas las viviendas tuvie-ran el techo trabajado con hacha y las puertas con sierra, sin ninguna otra herramienta (Plutarco, Vida de Licurgo, 13.5-6; Moralia 189E; 227B), lo cual implica naturalmente que se construan en madera4; luego tenemos tambin prohibiciones atribuidas igualmente al mtico legislador como la de acuar y atesorar moneda (Jenofonte, Repblica de los lacedemonios, 7.5; Plutarco, Vida de Lisandro, 17.4-5), la de dejar annimas las tumbas (Plutarco, Vida de Licurgo, 27.3) o la de practi-car actividades banusicas, las retribuidas, por ser indignas (Jenofonte, Repblica de los lacedemonios, 7.1-2; Plutarco, Vida de Licurgo, 24.2). Todos estos rasgos conforman lo que se conoce como espartana, trmino que no solamente se refiere a los hbitos alimenticios, sino a lo que hoy llamaramos el modo de vida espartano, cuyo objetivo era homogeneizar socioeconmicamente a los ciudadanos, obviamente en apariencia, a travs de un conjunto de restricciones sobre la exhibicin y el uso de la riqueza privada. Es as que Tucdides puede aseverar que en Esparta por norma general los de mayor fortuna no mantienen grandes diferencias con la masa (1.6.4). No es cuestin de insistir ms sobre el clebre rigorismo espartano. Pero s conviene subrayar que estas y otras costumbres fueron percibidas como virtudes inherentes a Esparta y al espartiata, a ese peculiar licurgueo que habra de convertirse en modelo de inspiracin para la posteridad, eso s, modelo deformado como consecuencia de un proceso continuado de distorsin e incluso invencin del pasado que fue acertadamente bautizado por Franois ollier como le mirage spartiate, el espejismo espartiata5.

    La renuncia espartana a la oratoria exuberante y persuasiva, tan querida de los griegos, y particularmente de aquellos que habitaban Jonia y Asia Menor, se plasma perfectamente en el episodio en que los exiliados samios solicitan la intervencin de Esparta contra el tirano

    4 Plutarco contina diciendo que no hay nadie con tan poco gusto ni tan estpido como para, en casa humilde y vulgar, meter camas con patas de plata, mantas de prpura, copas de oro, etc. En el siglo IV Jenofonte (Agesilao, 8.7) subraya la simplicidad de la morada de todo un rey como Agesilao II.

    5 Ollier (1933; 1943).

  • 52 C. Fornis / Laconismo frente a retrica

    Polcrates en una larga y recargada disertacin, solo para ser apercibidos en un determinado momento por los foros Herdoto dice arcontes de que a esas alturas ya han olvidado el comienzo y no comprenden el resto (Herdoto, 3.46.1; Plutarco, Moralia, 232D); escarmentados, los aristcratas samios se presentan a una segunda audiencia en la que se limitan a mostrar un saco vaco y decir que falta la harina, pero incluso as los espartanos objetan que la palabra saco () est de ms, no obstante lo cual autorizan la ayuda militar (Herdoto, 3.46.2).

    Testimonios como este de Herdoto muestran a los espartanos ms preocupados por los actos que por las palabras. En Tucdides vemos claramente la contraposicin entre discursos y hechos, encarnados los primeros por los atenienses y los segundos por los lacedemonios. As, tras la cada de Platea, los tebanos exhortan a los espartanos a que den a la Hlade una prueba ejemplar de que no propondrn certmenes de palabras, sino de hechos ( ); cuando estos son buenos, unos pocos bastan, pero si son err-neos, discursos adornados con bellas frases sern solo velos para ocultar la verdad ( ) (3.67.6). Previamente, en el discurso con el que trataba de evitar el estallido de la guerra del Peloponeso, Arquidamo II asevera que los espartanos no se dejan arrastrar por el placer de orse elogiados cuando la gente les urge ayuda si ello les conduce a peligros que consideran into-lerables (1.84.2); coincide en este punto su adversario poltico, el belicoso foro Estenelaidas, quien declara no entender los largos discursos de los atenienses, que se alaban largamente a s mismos, pero no rebaten las injusticias que cometen contra los aliados de Esparta (1.86.1). De las palabras de ambos, rey y magistrado, puede inferirse que los espartanos no aprenden a hablar con halagos para luego fracasar en los hechos: son eficaces, honestos, no se andan con zarandajas. La versin contraria nos llega en el epitphios lgos de Pericles, donde el Primer Ciudadano afirma que las palabras no son para los atenienses un obstculo para la accin, sino que se dejan informar por ellas antes de emprenderla (2.40.2)6. En tal sentido camina igualmente la ancdota contada por Esquines en el Contra Timarco (180-181): cuando los espartanos iban a aprobar en la Aplla la propuesta de un hombre de conducta infame, mas extraamente elocuente, un gron censur a los presentes y vaticin que Esparta no durara mucho si escuchaba la voz de semejantes consejeros, por lo que

    6 Richer (2001: 43-44), que remarca la importancia que en Esparta se conceda a los hechos sobre las palabras.

  • Lgos y Arkh. Discurso poltico y autoridad en la grecia antigua 53

    pidi a otro hombre, orador mediocre pero distinguido en valor y justi-cia, que repitiera la misma proposicin de la mejor manera que pudiera, a fin de que los lacedemonios votaran el discurso de un hombre honesto, sin prestar odo a las palabras de hombres cobardes y viles.

    Ms frecuentemente, este desdn por la dialctica y el discurso florido aparece asociado a una idea que goza an de cierto predicamento, la del entumecimiento intelectual, casi el analfabetismo de los espartanos. As por ejemplo, los annimos Disso Lgoi (90 F2.20 D-K) aseguran que los lacedemonios no consideraban beneficioso instruir a sus hijos en las letras y en la msica ( [ ] ); el rtor Alcidamas (apud Aristteles, Retrica, 1398b14) se expresa en parecidos trminos en cuanto a su disposicin al discurso intelectual razonado, en especial el escrito ( ); incluso Aristteles (Poltica, 1338b12-14) reconoce que durante su proceso formativo los jvenes espartiatas sufran penosos ejercicios destinados a embrutecerlos, en la creencia de que as se fomentaba entre ellos el valor y el coraje. Se suele sealar tambin un pasaje del Panatenaico (208-209) en el que Iscrates parece opinar, aunque segn nuestro criterio solo lo parece, que los lacedemonios eran escasamente aptos para la bsqueda y asimilacin de conocimientos, y que estaban ms atrasados en educacin y filosofa que los brbaros enemigos de grecia, pues ni siquiera conocan las letras ( )7. En suma, los espartanos son el paradigma de la , la ignorancia.

    Pero tal concepcin, proveniente por lo general de hostiles fuentes atenienses de finales del siglo V y primera mitad del IV, es un estereotipo refutado por la evidencia literaria y epigrfica y alimentado en buena medida por una crtica moderna que ha tendido a identificar escritura y oratoria con democracia, dejando que Esparta juegue un ominoso papel tanto en el plano poltico como en el cultural8. Desde luego ha ayudado

    7 El pasaje en cuestin se inserta en un dilogo sobre modelos educativos entre el maestro de retrica y un discpulo suyo: como este defiende las costumbres espartanas como las ms hermosas, aqul representa el papel contrario y presenta esas costum-bres como brbaras, pero ms tarde (239-240) queda claro que Iscrates ha buscado palabras ambiguas para aparentar que aborreca a quienes en realidad admiraba (cf. Boring 1979: 44-46). En realidad Iscrates no se caracteriz precisamente por ser una voz antilaconia, y algunos han pensado ms bien lo contrario a tenor de los elogios al pasado y las virtudes de Esparta desgranados en algunos de sus discursos. En nuestra opinin, el rtor observ el ksmos espartano a travs de prismas muy diferentes y en funcin de las circunstancias histricas de cada momento, a las que demostr adaptarse bien, lo cual impide etiquetarle como laconizante stricto sensu.

    8 Cartledge (1978); Boring (1979); Birgalias (1999: 153-163); Millender (2001).

  • 54 C. Fornis / Laconismo frente a retrica

    el que los espartanos fueran ciertamente poco dados a poner por escrito su pasado, sus tradiciones o sus reflexiones de cualquier tipo, labor que dejaron a otros, como por cierto hizo Scrates, notorio laconizante. No se nos ha conservado la obra escrita de ningn espartano ms all de unos pocos fragmentos de Tirteo y Alcmn, los lricos arcaicos (y eso dando por buena la no del todo segura cuna espartiata de ambos), mientras que de poca clsica apenas tenemos noticia de lo que parecen haber sido ante todo panfletos polticos a cargo de Lisandro, Pausanias y Tibrn9.

    No debe extraar, pues, que esta imagen de erial cultural cuando menos manuscrito, ya que los espartiatas cultivaron con destreza la m-sica, la danza, el canto y la poesa trascendiera a la Antigedad misma para empapar, de la mano de Plutarco, a todo el pensamiento moderno occidental, incluso si, en tanto el liberalismo decimonnico no descu-bri para el mundo occidental las bondades de la democracia ateniense y depur en gran medida este rgimen de las connotaciones de desorden y de volubilidad de las masas que llevaba aparejadas, fue Esparta quien mejor encarn las virtudes de la civilizacin griega. As, en el siglo XVI, Montaigne deca que los espartiatas eran hombres de accin que no necesitaban de bellos discursos, mientras dos siglos ms tarde, el abate Mably los imaginaba descansando de sus trabajos en las escuelas, donde se les enseaba menos a discurrir, como nosotros, sobre las virtudes, que a practicarlas, un Mably que, por cierto, justifica el empleo de une sainte violence por parte de Licurgo en la transformacin sociopoltica de Esparta, ya que para l la elocuencia no promueve cambios radicales. Si Voltaire escribi en el artculo luxe del Dictionnaire philosophique (1764) que el lujo de Atenas produjo el esplendor del arte, la filosofa y la cultura, mientras Esparta tan solo unos cuantos capitanes, rousseau se pregunta si vale menos el legado de esta ltima que los mrmoles que Atenas nos ha dejado y aconseja, homenajeando a Montaigne, emular no al gran pueblo que saba comme bien dire, sino a su rival, que saba comme bien faire. Lejos de considerarla un demrito, en su laconofilia rousseau hace que la parquedad en el lenguaje y en general la escasez de conocimientos formen parte intrnseca de las virtudes inherentes al espartiata, como de alguna forma sucede con el buen salvaje tan ingenuo y simple como bondadoso y puro. Esta percepcin de Esparta queda tambin plasmada en la Encyclopdie, ese smbolo de la Ilustracin que compendiaba los conocimientos de su poca, en los artculos sobre

    9 En el Helenismo y poca romana contamos con referencias, por lo general oscuras y breves, a algunos escritores menores de supuesto origen espartano, sobre los cuales vase Boring (1979: 55-61).

  • Lgos y Arkh. Discurso poltico y autoridad en la grecia antigua 55

    la Antigedad debidos al Caballero de Jaucourt, en los que Esparta es esta repblica bien superior a la de Atenas: si en esta se aprenda a hablar bien, en Esparta se aprenda a actuar bien (...) si la moral y la filosofa se explicaban en Atenas, ellas se practicaban en Lacedemonia.

    Sin embargo, la braquiloga o brevilocuencia espartana no denotaba una carencia de cosas que decir, sino una renuncia a dejarse seducir por los hipnotismos de la comunicacin10, que privilegiaba la forma sobre el contenido. Aunque el espartano de poca clsica no mostraba un nivel cultural similar al ateniense porque su sistema educativo no tena los mismos presupuestos y objetivos que este y, por tanto, no alentaba a cultivar actividades intelectuales, el conjunto de la poblacin ciudadana poda leer y escribir, y parece que tambin las mujeres y parte de las clases dependientes. Plutarco (Vida de Licurgo, 16.10; Moralia, 237A) nos indica que los espartiatas reciban una instruccin literaria elemental ( ); Platn, por boca de Scrates (Protgoras, 342d), va mucho ms all y seala que algunas mujeres tenan incluso una buena formacin filosfica. La elite del Estado, por otra parte, tena un conocimiento ms profundo de las artes literarias11. Puede decirse por tanto, con Cartledge, que la espartana, aunque educativa en sentido amplio, debe ser mejor entendida como una forma de socializacin destinada a generar hombres aguerridos, disciplinados y obedientes, no intelectuales o pensadores12, sin que se puede obviar, como veremos, que Esparta fue un lugar donde la cultura oral estaba mucho ms arraigada que la escrita. Precisamente a tal fin se ha puesto igualmente en valor la impronta de una sociedad militarizada como la espartiata sobre su forma de expresin verbal recordando que la impe-ratoria brevitas, la concisin expresiva en la emisin y transmisin de las rdenes de mando, era propia del lenguaje militar13. Es Demetrio, en Sobre el estilo (7; cf. 241), quien relaciona directamente la braquiloga de los espartanos con su carcter dominador y su vehemencia, porque las rdenes se dan de manera escueta y breve, como hace el amo con el siervo, mientras los ancianos, dbiles fsicamente, tienen excesivo verbo y lo prolijo paraliza el vigor. Por consiguiente, expresarse lacnicamente

    10 La expresin es de Del Corno (1996: 20).11 Los testimonios que impugnan ese supuesto analfabetismo espartiata estn recogidos

    en Birgalias (1999: 161 n. 2).12 Cartledge (1978: 28). Birgalias (1999: 369) llega a una conclusin parecida: por

    agg hemos de entender ms bien el conjunto de la influencia social que trata de formar a los jvenes y no una enseanza escrupulosamente detallada.

    13 Mortara Garavelli (1991: 289-290).

  • 56 C. Fornis / Laconismo frente a retrica

    no significa en puridad hablar poco, sino condensar al mximo las ideas con el mnimo de recursos lingsticos, tal y como explica gregorio Nacianceno a su nieto Nicbulo:

    Ser lacnico no es, como piensas, no escribir ms que algunas palabras, sino decir muchas cosas en algunas palabras. Por ello sostengo que Homero es conciso y Antmaco prolijo. Cmo? Juzgando la extensin en funcin de los hechos narrados y no del nmero de palabras (Eps-tolas, 54).

    Que efectivamente esta forma de expresarse era practicada diligen-temente por los espartiatas durante su educacin lo confirma ya en el siglo IV Heraclides Pntico, en su Constitucin de los lacedemonios (8)14. Pero es Plutarco, siglos ms tarde, quien nos aporta ms informacin en su descripcin de la agog recogida en la Vida de Licurgo, donde re-cuerda que, al ser interrogados, los nios deban construir su respuesta con fundamento y sintetizndola en lenguaje breve y conciso si no queran sufrir el castigo de que el , el joven supervisor del grupo, les mordiera el pulgar (18.5), para ms adelante insistir en que los nios aprendan a usar un discurso que combinaba mordacidad con gracia y condensando mucho pensamiento en pocas palabras (19.1); el de Queronea no oculta su admiracin, que acompaa de un curioso smil: Lo mismo que la incontinencia sexual generalmente produce esterilidad, as la incontinencia verbal hace el discurso vaco e inspido (19.2); haba sido Licurgo, hombre de pocas palabras y sentencioso, () (19.6), quien haba obligado a sus conciudadanos a adquirir este inteligente hbito desde su ms temprana niez (Moralia, 510E). Por tanto, la eleccin de este tipo de comunicacin directa y concisa es el resultado de la educacin y el aprendizaje, y por extensin de las leyes e instituciones imperantes en la plis de los lacedemonios. Es una rudeza verbal estudiada, aprendida y cultivada, como lo era el control de los pathmata, los estados de nimo o sentimientos del hombre (el miedo, la risa, el pudor, el amor, el sueo, etc.), con los que el ciudadano debe vivir en armona para alcanzar y formar parte del ekosmon o buen orden.

    La cristalizacin ltima de esa verbalizacin condensada fruto de la experiencia o del saber y aplicable en mltiples situaciones es el , es decir, el aforismo o mxima, en el que los lacedemonios se mostraron especialmente versados; aunque muchos apcrifos, otros

    14 Cito de la edicin de Mller (1848: 211).

  • Lgos y Arkh. Discurso poltico y autoridad en la grecia antigua 57

    de dudoso origen y algunos puestos en boca de ms de una persona, los espartanos encapsulan perfectamente toda la fuerza y el significado del parlamento lacedemonio y llegaron a ser tan celebrados por su mordacidad, ingenio y en ocasiones brutal franqueza que pasaron de la tradicin oral a la escrita; as, como muy tarde en el siglo IV en el anterior Herdoto ya recurre a ellos con frecuencia existieron coleccio-nes de los mismos (Aristteles, Retrica, 1394b35), que contribuyeron de manera decisiva a la leyenda crecida en torno a la ciudad del Eurotas. Testimonio fiel de esta literatura gnmica son dos opsculos integrados en las Moralia de Plutarco, el primero con los apotegmas ms famosos de los espartanos, (346 correspondientes a 68 hombres ilustres, ms 72 annimos), y el segundo con los de las espartanas, (40, de los cuales 30 annimos)15. Junto a estos tratados de carcter monogrfico del erudito de Queronea, obras compilatorias como las Historias Varias de Eliano o el Florilegio de Estobeo este ltimo comprende un han re-cogido asimismo un gran nmero de apotegmas laconios. Adems de ser un exponente del proverbial laconismo verbal, las sentencias ponen de manifiesto toda una filosofa, una forma de entender la vida. Dota-dos siempre de un propsito edificante, buena parte de los apotegmas tienen como tema las virtudes militares de los espartiatas, pero otros muchos versan sobre su rectitud moral, su sentido de la ciudadana, su sabidura, su autocontrol, etc. Uno de los ms conocidos, por cierto, atribuido tanto a Antlcidas (Moralia, 192B = 217D) como a Plistonax (Moralia, 231D; Vida de Licurgo, 20.4), es el que responde a la recrimi-nacin de un ateniense sobre el dficit educativo de los lacedemonios: Tienes razn. Somos los nicos griegos que no hemos aprendido nada malo de vosotros. Algunas de estas frases lapidarias han trascendido mucho ms al ser popularizadas por el cine o la televisin, ligadas para siempre al coraje blico y el sacrificio hasta la muerte demostrado por Lenidas y sus trescientos en el desfiladero de las Termpilas: as, la de Dineces, que a un aliado de Trquide que exclam que los persas eran tantos con sus flechas taparan el sol responde que as combatirn a la sombra (Herdoto, 7.226.2; en Plutarco, Moralia, 225B es Lenidas el autor de la rplica), no menos jactanciosa que la del propio rey agada

    15 Un tercer tratado se consagra a los llamados Instituta Laconica, con 42 ancdotas sobre las antiguas costumbres de los espartanos ( ). En otro opsculo Plutarco recoge las Mximas de reyes y generales ( ), muchos de los cuales son lacedemonios y repiten los ya incluidos en la coleccin ad hoc.

  • 58 C. Fornis / Laconismo frente a retrica

    ante la exigencia de Jerjes de que entregaran las armas: ven a cogerlas (Plutarco, Moralia, 225D)16.

    otro ncleo importante est constituido por las arrogantes rplicas espartanas a Filipo II de Macedonia, especialmente despus de la batalla de Queronea, como por ejemplo el consejo puesto en boca del rey Arquidamo III de que mida su sombra para comprobar que no haba crecido despus de la batalla (Moralia, 218E-F), o el dictum Dionisio en Corinto (Demetrio, 102; 241; Cicern, Epstolas a tico, 9.9.2; Disputaciones Tusculanas, 3.27; Quintiliano, 8.6.52; Plutarco, Moralia 511A), advertencia metafrica sobre los vaivenes de la fortuna que dej honda huella en la tradicin por lo prodigiosamente que sintetizaba el fracaso del ambicioso tirano siracusano Dionisio el Joven, quien, desterrado de su ciudad, acab sus das como maestro de escuela en la metrpoli17; como el Macedonio insistiera amenazador con que si invada Laconia, los expulsara, los espartanos replicaron escuetamente , si, enfatizando el condicional (Plutarco, Moralia, 511A).

    Las mximas de las mujeres espartanas suelen ser recordatorios de normas o costumbres que los varones de su familia deben respetar, entre los cuales es clebre el mandato proferido en el acto de la despedida de los maridos e hijos que marchan a la contienda, supuestamente acuado por gorgo, la esposa de Lenidas (Moralia, 241F): , o esto [el escudo] o sobre esto (en alusin a la manera en que los cuerpos de los cados eran llevados de vuelta a la patria)18, o bien ilustran sobre su obligacin de engendrar ciudadanos modlicos, como aquel ms tarde atribuido a Cornelia, la madre de los graco, e incluso representado en las vidrieras del Memorial Hall de la Universidad de Harvard que cuenta cmo, a una mujer jonia que se vanagloriaba de la riqueza de sus vestidos, una espartana le mostr a sus cuatro hijos perfectamente criados al tiempo que afirmaba he aqu los productos de una mujer de bien (Moralia, 241D); no faltan tampoco las que nos hablan de su coraje: Una mujer espartana tena cinco hijos en el ejrcito y esperaba

    16 Las dos palabras, en griego , estn inscritas en el monumento erigido en 1955 por el Estado heleno, a mayor gloria de Lonidas, cerca de las Termpilas, en la carretera que une Atenas con Tesalnica.

    17 Sobre esta famosa expresin proverbial, Celentano (2002).18 Otra versin es con artculo dorio en lugar del demostrativo y ep ms acusativo:

    , o l o sobre l. En calidad de exemplum, el mandato tuvo gran vitalidad cuando menos desde el Helenismo hasta poca bizantina (casi siempre como dilema sobre el valor guerrero, aunque en otras ocasiones tiene un valor moral), ya que lo en-contramos en Valerio Mximo, Sneca el Viejo, Libanio, Ausonio, Estobeo (que quiz lo toma de Aristn de Ceos, filsofo peripattico del siglo III a.C.), etctera, y a veces tambin atribuido a personajes histricos (vase Hammond 1979).

  • Lgos y Arkh. Discurso poltico y autoridad en la grecia antigua 59

    noticias de la batalla. Llega un hilota y ella le pregunta temblando. Sus cinco hijos han muerto. Vil esclavo, te he preguntado yo eso? Hemos obtenido la victoria. La madre corre al templo y da gracias a los dioses (Moralia, 241B-C).

    Todos estos ejemplos ponen de relieve otra de las caractersticas esenciales del apotegma, la de que se vierte desde una posicin de supe-rioridad, en la que el hablante hace uso de una gran habilidad cognitiva y verbal que le permite imponerse a su interlocutor; tiene en este sentido el aforismo una vertiente agonstica que no solo aflora ante grandes personajes o en momentos cruciales, sino en todo tipo de situaciones, ya que, como hemos dicho antes, se cultiva y est siempre presente en la vida del ciudadano espartano, afanado en imponerse en el agn, ya sea deportivo, blico o de cualquier otra ndole19. El discurso prolijo, por el contrario, como recuerda Herdoto (3.46.1), es propio de las personas muy necesitadas de ayuda; tambin Demetrio (7.241) alude a la excesiva extensin de splicas y lamentos. Quiz por estas razones y no nica-mente porque quisieran complacer a sus interlocutores los lacedemonios recurrieran a la en la mencionada embajada de paz durante la guerra del Peloponeso (Tucdides, 4.27.2) o en el desesperado intento de Nabis por captar la benevolencia romana (Livio, 34.31)20.

    Al margen de los apotegmas, cuya recopilacin es ajena a los espar-tanos, la brevedad lacnica tuvo su manifestacin escrita en un gnero estrechamente vinculado a la oralidad como es el epistolar, dado que la carta se puede entender como un medio de comunicacin verbal entre dos interlocutores lejanos. Si bien el material literario preservado es bastante escaso apenas algunos mensajes atribuidos a espartanos conocidos o desconocidos y de dudoso origen y autenticidad, permite comprobar que el breviloquio espartano es tambin aqu en principio un lugar comn que deja transpirar el carcter y la tica del autor, aunque con el paso del tiempo acabar por aludir exclusivamente a la forma externa, al cmputo del exiguo nmero de palabras, hasta adentrarse en lo cmico, como cuando el annimo autor de Sobre lo sublime (38.5) y Estrabn (1.2.30) recurren para ilustrar lo que es una hiprbole a un ejemplo extrado de la comedia: poseer como tierra un campo ms pequeo que una epstola lacnica21.

    19 Celentano (2002: 30; 2004: 268; 2006: 365) incide especialmente en lo que llama la naturaleza tendencialmente agonstica del breviloquio espartano.

    20 Sobre los apotegmas laconios, Ollier (1943: 21-54); Tigerstedt (1974: 16-30); Del Corno (1996: esp. 11-26).

    21 Sobre la epstola lacnica, Celentano (1990).

  • 60 C. Fornis / Laconismo frente a retrica

    Por tanto, los testimonios antiguos son coincidentes en mostrar a los hablantes lacedemonios parcos en palabras, ciertamente, pero tambin, como ha expresado bien Maria Silvana Celentano, estos aparecen ca-racterizados por una gran seguridad en s mismos, que se traduce en una aproximacin comunicativa agresiva, sin posibilidad de rplica por parte del interlocutor. De hecho, las pocas y esenciales palabras son el espejo de su eficiencia psicofsica, de la costumbre de tener bajo control todas las situaciones, de la capacidad de elaborar estrategias adaptadas a las diversas ocasiones, de la habilidad para escoger el momento oportuno, el kairs, en suma, de su comportamiento como perfectos ciudadanos soldado per-tenecientes a una comunidad cerrada, como la de Esparta, con un grupo hegemnico numricamente muy limitado y continuamente expuesto a las amenazas internas y externas a la plis22. Esto sucede incluso cuan-do no estn en una situacin favorable o dominante. As por ejemplo, en el relato tuciddeo de la campaa de Esfacteria, en 424, uno de los espartiatas que se haban rendido en la isla responde con amarga irona a la pregunta maliciosa de uno de los aliados de los atenienses acerca de si los que haban cado eran autnticos : la flecha sera un instrumento valiossimo si pudiera distinguir a los valientes ( ) (4.40.2); ms all de resaltar el carcter aleatorio de la muerte en combate, la frase contempla una racionalizacin de su fracaso a travs de una perspicaz reivindicacin del tradicional modo de combate hopltico y del thos que le es propio, aqul en el que s es posible demostrar bravura en el cuerpo a cuerpo, en tanto que l haba quedado a merced de peltastas, honderos y lanzadores de jabalina que cobardemente le hostigaban emboscados entre las rocas.

    La brevilocuencia es asumida como propia por los laconfilos atenienses, aquellos que, como forma de definirse poltica y socialmente con respecto al conjunto del dmos, adoptan los smbolos visuales y las costumbres de los espartiatas, muy en particular el cabello largo, pero tambin la sobriedad en el vestir, en la alimentacin y en general en to-dos los rdenes de la vida. Para estos admiradores de Esparta la mesura verbal, al igual que la lentitud en emprender una accin, entraba dentro de la , la moderacin, a la par que la sensatez y la solidez mental, una virtud asociada estrechamente a los espartanos debido a su templanza, autocontrol y a la educacin que reciban; el cultivo de la sophrosne entraa, no lo olvidemos, una superioridad moral23 y no es

    22 Celentano (2004: 264).23 Casi siempre es as, aunque en el discurso puesto por Tucdides en boca de los corintios

    en vsperas de la guerra del Peloponeso (1.68-71), el exceso de prudencia tiene conno-

  • Lgos y Arkh. Discurso poltico y autoridad en la grecia antigua 61

    balad que en poltica se nos presente estrechamente asociada al antiim-perialismo y a la oposicin a la democracia24.

    De ah que en el Protgoras (342a-343b) Platn presente a Scrates crtico con quienes se limitan a emular a los espartanos solo en vestir un manto corto, cubrirse con cuero las manos, rasgarse las orejas de tantos golpes como reciben y ejercitarse continuamente en el gimnasio, como si fuera esto lo que les hace ser los primeros entre los griegos, cuando en realidad laconizar (), es decir, ser laconio, es dedicarse a la sabidura () ms que a la gimnasia ()25 y ello se advierte en una particular disposicin mental, de la que la brevi-locuencia () es un exponente conspicuo, pues encierra una sabidura ms antigua, oracular y genuina que la prolija y embaucadora de los sofistas. La virtud poltica es aquella que se ensea en Esparta, no la emanada de los sofistas. A este propsito el filsofo establece la conexin con las sucintas pero inapelables sentencias dlficas ( ), acuadas por los legendarios Siete Sabios, entre los cuales haba un espartiata, Quiln; segn Platn, estos hom-bres fueron admiradores apasionados y discpulos de la educacin la-cedemonia, como queda probado por las palabras breves y memorables ( ) pronunciadas por cada uno de ellos. Tal era realmente el carcter de la antigua : la brevedad lacnica ( ). recordemos que Ptaco de Mitilene, otro de los Siete, exhortaba a combatir con arco y flechas al hombre malvado, aquel cuyo corazn albergaba un pensamiento ambiguo que se traduca en palabras vacas y falsas (fr. 34 D.).

    Varios siglos despus Plutarco retomar el argumento de esta antigua y venerable tradicin filosfica y sapiencial con vnculos dlficos en Sobre la locuacidad:

    Entre los antiguos ( ) los hablantes sentenciosos ( ) eran admirados, y sobre el templo de Apolo Ptico los anfictiones inscribieron, no la Ilada y la odisea o los peanes de Pndaro, sino concete a ti mismo, nada en exceso y dada la fianza, acecha la desgracia, admirando, como hicieron ellos, lo rotundo y sencillo de la expresin que alberga en una pequea extensin un bien forjado senti-miento. Y no es el dios mismo propenso a la concisin y la brevedad en

    taciones negativas si degenera en lentitud de actuacin frente a la ateniense.24 Rawson (1969: 19-24). Sobre la como virtud vinculada a los espartanos,

    Humble (1999; 2002).25 La frase encuentra eco aprobatorio en Plutarco, Vida de Licurgo, 20.16.

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    sus orculos, sin que se le pueda llamar Loxias, porque evita ser prolijo antes que oscuro? (Moralia, 511A).

    Naturalmente, en estas recomendaciones al grrulo el polgrafo beo-cio haba invocado el ejemplo espartano justo en el pasaje anterior:

    Igual que los celtberos templan el hierro enterrndolo en la arena y eliminando luego la masa terrosa, as el discurso de los lacedemonios no tiene escoria, sino que, despojado de toda superficialidad, se templa con vistas a su completa eficacia (Moralia, 510F).

    Tampoco Diodoro Sculo deja de reparar en cmo, aun en su con-cisin y laconismo, estas tres mximas dlficas, que l atribuye en ex-clusividad a Quiln, acogen los principios fundamentales para una vida mejor y constituyen el tesoro ms preciado de todos aquellos depositados en el santuario (9.10).

    Pero regresemos al pasaje del Protgoras. La prueba de que digo la verdad y la educacin lacedemonia da frutos excelentes en temas de ciencia y discurso ( ), contina Platn por boca de Scrates, es que, si uno habla con el ms vulgar de los lacedemonios, encontrar que, en medio de un dilogo que puede resultar mediocre, disparar de repente una palabra sorpren-dente, breve y llena de sentido ( ), como un terrible lanzador de dardos ( ), de modo que su interlocutor parezca un nio a su lado26. De nuevo Plutarco abundar por dos veces en esta metfora de la palabra como dardo, que evoca la homrica palabra alada27: en Sobre la locuacidad (Moralia, 510E), explicando que el filsofo ateniense elogia a la gente parca en palabras y los compara con hbiles lanzadores de jabalina a causa de su lenguaje conciso, slido y compacto, y en la Vida de Licurgo (19.5), donde afirma que la frase lacnica, en apariencia breve, consigue perfectamente su propsito y se agarra al pensamiento de los oyentes. Al final, Platn no puede sino concluir que, por ms que traten de negarlo y de fingirse ignorantes, los lacedemonios aventajan en sabidura a los dems griegos ( )28. De esta forma, la superioridad de los lacedemonios, contra lo que puede

    26 Platn armonizara as, segn Richer (2001: 33-35), la competencia retrica si no intelectual y militar de los lacedemonios.

    27 Celentano (2004: 265-266).28 Richer (2001: passim) ha demostrado que esta caracterizacin platnica de Esparta

    como un pueblo de filsofos no es tan descabellada como en principio cabra esperar y podra tener verosimilitud histrica; cf. tambin Birgalias (1999: esp. 167-173).

  • Lgos y Arkh. Discurso poltico y autoridad en la grecia antigua 63

    parecer, es intelectual antes que militar. La asociacin entre lacedemo-nios y filosofa aflora tambin en la definicin misma de filsofo que da Platn en su Carta VII (340d), cuya capacidad de raciocinio debe correr en paralelo a su sobriedad de comportamiento, mientras que en el Banquete (209c-d) Diotima explica a Scrates que es ms deseable la descendencia intelectual de hombres como Licurgo, cuyos hijos (pre-ceptos) salvaron grecia (de los persas), que la puramente carnal, ya que a travs de la sabidura poltica se puede alcanzar el verdadero conocimien-to29. Frente a esta Esparta que expresa su saber con pocas palabras, otro dilogo platnico, Las Leyes, define a Atenas como , amante de la palabra, y , que habla mucho (641e)30.

    La misma contraposicin entre el conocimiento sofstico y el sofro-nstico que encontramos en el Protgoras platnico es hecha por el escita Anacarsis en las Historias de Herdoto, donde asegura que en su viaje a grecia encontr a los griegos enfrascados en todo tipo de estudios, pero solo con los lacedemonios se poda mantener una conversacin coherente (4.77.1); el pasaje admite tambin el significado de que los griegos no tienen tiempo para ocuparse de la sabidura verdadera, como de hecho s hacen los lacedemonios31.

    Exista por tanto una larga tradicin que entroncaba el laconismo verbal con la sabidura arcaica y pragmtica, aquella que tiene por ob-jeto al hombre ms que a la phsis y que se fundamenta ante todo en la cotidianidad del buen sentido32, tradicin consistente a la sazn con esa imagen arcaizante que proyecta Esparta, como Estado y como sociedad. Frente a lo superfluo y artificioso, Esparta alzaba lo esencial; frente a lo aparente, lo autntico. Lo que ocurre es que esa tradicin no encontr acomodo en las lneas maestras del pensamiento griego, quiz porque, como interpreta Dario del Corno a propsito de las sentencias esparta-nas, son el corolario simblico de un mito en la distancia, cuando en la suplantacin de los recursos concretos de la mtis no haba intervenido an la majestad metafsica del lgos33.

    Por lo dems, es reconocida la influencia lacedemonia sobre escuelas de pensamiento como la cnica y la estoica ms controvertidamente

    29 Rawson (1969: 62).30 Para un anlisis de Esparta en Las leyes, Powell (1994).31 As Tigerstedt (1965: 80); cf. Rawson (1969: 20 n. 2).32 Birgalias (1999: 167-169).33 Del Corno (1996: 20).

  • 64 C. Fornis / Laconismo frente a retrica

    sobre la pitagrica34, fundamentalmente en costumbres, hbitos de conducta y expresin verbal. Los cnicos, que cuando menos simpa-tizaban con la austeridad, el primitivismo y los rasgos comunitarios de la forma de vida espartana, ms acorde con la naturaleza, aunque probablemente reprobaran su militarismo, hicieron de la mordacidad y el sarcasmo armas con las que mostrar su disconformidad con el mundo que les rodeaba. El cinismo admiraba, idealizndolo, ese saber prctico y arcaico de los lacedemonios que no precisa de largos estudios y medi-taciones, por lo que no es extrao que varias respuestas celebradas por su sabidura sean atribuidas a la vez a cnicos y a espartiatas35; es muy posible incluso que la secta del perro, preocupada por la enseanza de la virtud prctica, est detrs de la codificacin de los apotegmas lacedemo-nios como un corpus ms o menos permanente de exempla36. Tampoco resulta extrao que los estoicos buscaran referentes para su doctrina en la virtud austera y rgida practicada en la Esparta tradicional, as como en la aceptacin de los designios y en el dominio de las emociones y de las pasiones humanas, que forman parte de la caracterizacin del espartiata37. Ms all de un Zenn del que Digenes Laercio recuerda varias ancdotas abogando por una seca simplicidad y brevedad en el lenguaje (7.18; 20), los estoicos ciertamente privilegiaron la , la concisin, y la introdujeron entre las , amplian-do el catlogo de Teofrasto, que contemplaba la correccin lingstica (), la claridad (), la conveniencia () y el ornato (). Por entonces, el laconismo verbal y escrito era ya estudiado y practicado, bien como tipo de discurso, como cualidad elocutiva o como tropo o figura38. Como formula con acierto Celen-tano, La largusima tradicin de estudios retricos ha reconocido al breviloquio laconio un valor absoluto, universal; ha buscado identificar los rasgos fundamentales y favorecido su reutilizacin, prescindiendo de historizaciones cronolgico-situacionales: los laconismos de elementos cargados de comunicacin lingstica se transformaron en doctos tpoi estilsticos de la comunicacin literaria39.

    34 Sobre esta compleja cuestin, Ollier (1933: 197-206); Tigerstedt (1965: 230-233); Powell (1994: 282-283); Richer (2001: 50-52).

    35 Vase Ollier (1943: 3-20).36 Ollier (1943: esp. 46-53); Rawson (1969: 87).37 Rawson (1969: 90).38 Celentano (2000: 202; 2006: 369).39 Celentano (1990: 111).

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    Esparta, en definitiva, se nos presenta como el paraso de la antire-trica no en vano Cicern (Bruto, 13.50) deca no haber odo jams de un orador espartano, pero tambin como el santuario o reducto de un saber arcaico, verdadero y prctico, nada especulativo, un saber ya perdido que se expresaba de forma eficaz, directa, sin sutilezas ni ambages, y que se remontaba a una poca casi grafa y eminentemente oral. A este respecto cabe recordar que, si bien los espartanos sintieron un respeto y obediencia ciega por la Ley (Herdoto, 7.104.4; Platn, Hipias Mayor, 285B), nunca llegaron a dotarse de leyes escritas, y las que tenan no eran numerosas. La brevilocuencia aparece asociada a la legislacin en un apotegma del semilegendario rey euripntida Carilo: A aquellos que usan pocas palabras les basta con pocas leyes (Plutarco, Moralia, 189E = 232C; Vida de Licurgo, 20.1; Estobeo, 43.73). Preci-samente este carcter grafo contribuy a la imagen de inmutabilidad y de perfeccin tanto del ksmos espartano como de su mtico demiurgo, Licurgo, al que se atribuy prcticamente todo el material legislativo emanado del engranaje estatal lacedemonio durante siglos. Tambin, obviamente, colabor en la perpetuacin de la oligarqua. De crculos laconfilos debe proceder el apotegma que relata cmo, a la pregunta de un hombre de por qu no estableci una democracia en Esparta, Licurgo le objeta que primero instaure l una democracia en su propia casa (Plutarco, Moralia, 189E = 288D; Vida de Licurgo, 19.3). Ms an, el ordenamiento constitucional lacedemonio, la famosa gran retra, no solo difiere de las dems politeai en su carcter oral, sino tambin en su brevedad: en pocas y oscuras palabras, acordes con su origen oracular, condensa el funcionamiento de la vida poltica espartana (Tirteo, fr. 3 = Diodoro Sculo 7.12.8; Plutarco, Vida de Licurgo, 6.1-2, 10). La palabra misma parece derivar del verbo , con lo que significara lo dicho, en sentido oracular, inapelable, ineludible.

    No quisiera concluir sin hacer referencia al silencio, un complemento de la concisin verbal, como ya sentenciara Licurgo (Estobeo, 35.9), y que tiene un espacio privilegiado en el ksmos espartano. El silencio remite al espacio filosfico-sapiencial y sobre todo religioso: tiene un uso ritual, sacro, inicitico40. Pero adems en Esparta es un codificado y verstil canal de control social y poltico, pues la ausencia de palabras en absoluto significa ausencia de comunicacin. Ephraim David ha demostrado cmo, dependiendo de la situacin, el silencio puede for-mar parte del respeto esperado de los disciplinados nios y jvenes, o

    40 Celentano (2004: 271; 2006: 368).

  • 66 C. Fornis / Laconismo frente a retrica

    ser una expresin de reconocimiento hacia la dignidad y autoridad de los ancianos, o forzar el secreto y la censura, o ahogar la intervencin popular en la Asamblea41. De hecho, la brevedad del apotegma puede ser vista como la ruptura de un silencio por necesidad, dando la sensacin de que quien lo pronuncia ha sabido emplear ese silencio previo para la reflexin42. As lo explicita Plutarco en De garrulitate: Ese lenguaje sentencioso que les es propio, esa agudeza acompaada de flexibilidad en sus respuestas, es el fruto de un profundo silencio (Moralia, 510F). Con este interesante pero no precisamente lacnico tratado de Plutarco abrimos este trabajo y con l lo cerramos.

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