desastres naturales, tragedia y reaccion

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Ante la tragedia y la angustia: ¿Qué esperar y que hacer? Por : Wilfredo G. Santa, M.D. Especial para Escenario …9/11/2001 El Dr. Santa es autor, productor de un programa radial y siquiatra de Caguas.

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Las tragedias, los desastres y los eventos inesperados nos acechan en todo momento, son parte del efecto de La Fuerza de lo variable, lo incontrolable y lo repentido, que son parte del funcionamiento normal del Universo en que vivimos (ver libro Las Ocho Fuerzas Universales q nos Controlan,publicado aqui mismo). Asi que debemos comprender esas fuerzas y como reaccionar a ellas.

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Ante la tragedia y la angustia: ¿Qué

esperar y que hacer?

Por : Wilfredo G. Santa, M.D. Especial para Escenario …9/11/2001

El Dr. Santa es autor, productor de un programa radial y siquiatra de Caguas.

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Los desastres son eventos extraordinarios rápidos y dramáticos, que perturban dramáticamente nuestra vida cotidiana, originan consecuencias negativas como pérdida de vidas humanas, lesiones físicas, daño o pérdidas materiales que provocan gran sufrimiento.

Estos eventos pueden ser de inicio lento o repentino y sin ninguna advertencia. Pueden ser causados por el hombre (guerras, incendios, contaminación química, disturbios civiles, etc.) o naturales (terremotos, maremotos, inundaciones, tornados, etc.).

El evento traumático que todos acabamos de pasar no concluye con el evento físico del desastre, ahora se avecina el comienzo de una larga y difícil tragedia individual para muchos que ni siquiera estaban cerca de allí, es ahora donde se inicia lo que se denomina "el segundo desastre", que requiere igual atención que el primero. Este "segundo desastre" está constituido por la experiencia de adaptación de todos los afectados a condiciones repentinas que alteraron en cuestión de minutos su estilo de vida rutinaria del ambiente natural de las ciudades principalmente afectadas ya jamas sera el mismo, la desintegración de la comunidad y de las familias por los daños y las muertes, por su posible ubicación en refugios diferentes o por estar algunos en hospitales por tiempo indefinido, perpetua el desastre por un periodo largo de tiempo.

Es en estos días que se avecinan en donde a nivel individual se empieza a entrar en la realidad de las pérdidas que se han sufrido, especialmente la de los seres queridos, y a plantearse la posibilidad mental del cambio, a menudo radical que acaba de ocurrir en todo lo que hasta ayer era el proyecto de vida personal de todas las personas afectadas sobrevivientes.

Por lo tanto vivir una situación de desastre afecta el equilibrio psicofisiológico, y el stress que resulta de ello provocará crisis personales a corto y a largo plazo. En primer lugar es importante comprender que los síntomas de stress físico o psicológico que aparecen después de una situación de desastre, no necesariamente convierten a estas personas en "enfermos" y que estas manifestaciones pueden ocurrir a cualquier ser humano cuando los estímulos o demandas del medio sobrepasan la capacidad de resolverlos o adaptarse a ellos.

Los estudios, descripciones e investigaciones acerca de la respuesta humana ante eventos de estrés de gran intensidad coinciden en que hay una afectación en diversos grados según particularidades del caso, que incluye a todo el equilibrio de la estructura psicológica.

En los desastres de mayor magnitud, suele ocurrir de forma conjunta la experiencia de un trauma psíquico individual y un trauma colectivo.

Respuesta emocional más frecuentes en las situaciones de desastre

Las conductas iniciales o de impacto, pueden ser de huida (correr, sacar a otras personas, alertar a otros, dar órdenes). Estas respuestas pueden durar minutos u horas después del desastre y son conductas adaptativas que tienen como objetivo salvar la propia vida y la de los demás. Así, vemos personas que aún horas después continúan con gran actividad física, sin dormir, sin sentir apetito, dando instrucciones y organizando a otros. En estas primeras horas vemos una tendencia a la solidaridad y ayuda mutua entre los afectados.

La descripción de muchos eventos de desastre, señala que otra parte de las personas pueden permanecer aturdidas, perplejas, asombradas y su tendencia es a la inmovilidad o petrificación (no pueden moverse o hablar) y presentan una limitación para ordenar su pensamiento y evaluar la situación que les permita ejecutar o decidir conductas con un fin determinado, algunos autores han denominado a esta reacción como conducta de "zombi". Con frecuencia estas personas salen de éste estado después de unas horas, con una crisis de llanto, lamentos o gritos.

Un mínimo porcentaje de la población presenta cuadros de desorganización total, alucinaciones o delirios (cuadros psicóticos) y con frecuencia éstos tienen algunos antecedentes de desajuste emocional o padecimientos orgánicos previos. Las reacciones de agresividad o de agitación, son mucho menos frecuentes ante eventos de gran estrés, de lo que popularmente se cree.

Durante los primeros días es importante ir valorando las respuestas emocionales y grado de adaptación a la situación. Existe una tendencia a estar en grupo y a comentar las experiencias personales de forma repetida, lo cual en ocasiones puede permanecer mucho tiempo, pero que es beneficioso para la asimilación del evento sufrido. Otras personas

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mantienen silencio, prefieren no hablar de lo sucedido y aún cuando se puede considerar como una respuesta normal ante la pérdida (cuando no está afectado su funcionamiento general) parecerá que estas personas tardan más tiempo en asimilar el cambio que su vida ha sufrido.

Otra etapa ante estas situaciones se ha denominado negación o bloqueo del impacto, en la que podemos observar esfuerzos por evitar pensamientos o estímulos que recuerden lo sucedido. Este es un recurso psicológico para disminuir una tensión extrema y es importante que el personal que atiende a las víctimas de desastre recuerde que hay necesidades emocionales importantes de satisfacer, para que puedan asimilar el evento vivido.

En esta etapa, algunos sufren de un olvido de los sucesos, este puede ser un olvido temporal de horas o días. La necesidad de seguridad se ve amenazada por el grado de desorganización y limitaciones materiales (aglomeración, falta de alimentos, incomodidades, etc.) que se pueden presentar durante los primeros días y algunas personas que inicialmente respondían de manera adecuada empiezan a presentar síntomas en ésta etapa.

Algunas manifestaciones como dificultades del sueño, irritabilidad, pesadillas, sentimientos de culpa (por haber sobrevivido o no haber salvado a otros seres queridos) pueden iniciar pocas horas o días después del evento traumático y perdurar por meses y hasta por años. Esta fase se ha denominado de intrusión. Se caracteriza por una invasión de pensamientos o imágenes del evento.

Los sentimientos de tristeza, preocupación, aflicción, recuerdos del evento y una marcada ansiedad por el temor de que se pueda volver a repetir, pueden dar origen a cuadros depresivos. Algunos de éstos síntomas son producto del desastre mismo y otros son producto de la desorganización social que impide a las víctimas reiniciar en un corto plazo su nueva vida. El desenlace de esta etapa debería ser el de poder encontrar un sentido a la experiencia y poner en marcha el recurso de autoeficiencia en contra de la desesperanza.

Una cuarta fase o etapa en los procesos de pérdida o impacto emocional se denomina penetración y se caracteriza por el dominio cognoscitivo del evento, o sea, la incorporación a los esquemas mentales de una nueva interpretación de la realidad para que tenga sentido. Las personas ya logran identificar sentimientos, pensamientos e imágenes de la experiencia. Les es

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posible recordar cosas que se habían olvidado, hablar de ellas, expresar lo que sentían y lo que sienten en la actualidad.

La quinta y última etapa se denomina consumación o resolución, y es el proceso psicológico más importante de los días y semanas (a veces meses y hasta años, si no se atiende) posteriores a un desastre. Consiste en la evaluación correcta de la nueva situación, la aceptación de la pérdida (de familiares, vivienda, trabajo, vecindario, etc.) y la resolución de la crisis con un nuevo proyecto de vida, lo cual estará íntimamente relacionado con el apoyo familiar, social y laboral que le permitan el reajuste final.

Esta es la etapa que permite la incorporación de esa experiencia a la vida de cada afectado y nos permite reconocer los mecanismos o estrategias para llevar adelante ese nuevo proyecto de vida.

Un elemento que debe considerarse de primer orden posterior a los eventos de desastre, es laestructuración de planes y proyectos sostenidos integrales y efectivos de atención y reinserción de la población a un nuevo proyecto de vida, en los casos que así se requiera. Pero sobre todo es importante que después de un desastre las personas más preparadas en brindar ayuda digan presente sin perder de vista que todos somos igualmente vulnerables a los efectos de una tragedia como la ocurrida ayer.