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UN MAESTRO DE LA PROVOCACIÓN EL CHILENO ROBERTO BOLAÑO SUPO DESAFIAR A LOS LITERATOS DE SU ÉPOCA, JUSTIFICANDO SU A VECES ARROGANTE ACCIONAR CON PRODIGIOSAS OBRAS, CONSIDERADAS HOY COMO NUEVOS CLÁSICOS Y REFERENTES DE LAS LETRAS LATINOAMERICANAS. LA METAMORFOSIS DE VÍCTOR MONTOYA “YA ME HABÍA SUCEDIDO ANTES, PERO ESTA VEZ MI SUEÑO ME REVELÓ LO QUE FUI EN MI ANTERIOR VIDA O LO QUE SERÉ DESPUÉS DE LA MUERTE: UN CANGREJO ERMITAÑO CONTEMPLANDO EL MUNDO DESDE SU MUNDO. LO ÚNICO QUE NO COINCIDÍA ERA EL LUGAR DE MI RESIDENCIA Y LA FORMA ESTÚPIDA COMO PERDÍ LA VIDA”. 3 4 DOMINGO | 20 de julio de 2014 | año 5 | N° 242 gq.com

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Page 1: La Esquina 20-07-14

UN MAESTRO DE LA PROVOCACIÓN

EL CHILENO ROBERTO BOLAÑO SUPO DESAFIAR A LOS LITERATOS DE SU ÉPOCA, JUSTIFICANDO SU A VECES ARROGANTE ACCIONAR CON PRODIGIOSAS OBRAS, CONSIDERADAS HOY COMO NUEVOS CLÁSICOS Y REFERENTES DE LAS LETRAS LATINOAMERICANAS.

LA METAMORFOSIS DE VÍCTOR MONTOYA

“YA ME HABÍA SUCEDIDO ANTES, PERO ESTA VEZ MI SUEÑO ME REVELÓ LO QUE FUI EN MI ANTERIOR VIDA O LO QUE SERÉ DESPUÉS DE LA MUERTE: UN CANGREJO ERMITAÑO CONTEMPLANDO EL MUNDO DESDE SU MUNDO. LO ÚNICO QUE NO COINCIDÍA ERA EL LUGAR DE MI RESIDENCIA Y LA FORMA ESTÚPIDA COMO PERDÍ LA VIDA”.

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DOMINGO | 20 de julio de 2014 | año 5 | N° 242gq

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2 Domingo 20 de julio de 2014

Durante su travesía sostuvo va-rios encuentros con pueblos originarios, unos amables, otros belicosos, los más, mie-dosos al hombre blanco. La

expedición avanzó lentamente, muchas di-ficultades retrasaban la marcha: “octubre de 1.883: Allí estaba a su frente ese Gran Chaco, teatro de tanto reveses y catástrofes. Allí estaba como apocalíptica serpiente, cu-jas centelleantes ondulaciones veíamos, ese Pilcomayo, elemento ya casi fantástico para la popular imaginación. Más atrás, rotos esos telones de nubes, estaría el Paraguay, ese pueblo de los valientes. Al centro de esos bosques seculares, estarían las temidas tri-bus, como leones que cuidan su guarida…”.

Sangre, pasión, fuerza, aventura, cons-tancia y amor a la patria fueron su derro-tero de este caballero de la otredad tem-prana, de este jinete quijote, de este poeta que encontró misterios renacidos, albas boreales, paisajes recién nacidos, pueblos llenos de vida y candor. Todo su viaje fue visto con órfica condición humana. Su tra-bajo literario es un tratado poético de la exploración, una memoria perdurable de los tiempos vividos forjando esta patria.

En su errante caminar al sureste, en el mes de octubre pierde de vista al Pilcoma-yo; luego de varios días de sed y desespe-ración lo reencuentran. Azorado, escribe: “Puede decirse verdaderamente que el Pil-comayo es la desesperación del explorador: es un Proteo que a menudo varía de fondo, de caudal, de color. Esta vez lo encontramos de aguas completamente verdes, pesadas, de movimiento nulo en la superficie, con fuer-te corriente en su fondo, según decían, y en-cajonadas en riberas muy estrechas, poco al-tas, vestidas de un monte casi impenetrable erizado de arbustos raquíticos, espinosos…”.

El Dr. Campos nació en el Potosí de 1.829, estudioso del derecho, creció con alma chaqueña —quien sabe por qué— resuelto, corajudo y tranquilo, conocedor de los pueblos de la cuenca, de sus cir-cunstancias telúricas, de sus vientos pam-peanos, de sus sequías o inundaciones.

Apasionado enamorado del chaco, Daniel Campos escribió en este diario de viaje la úl-tima epopeya del chaco, buscando vías de co-municación por la cuenca del Pilcomayo: “La

ancha playa del gran río internándose a los flancos de tenues nubéculas bañadas de

resplandores; el Pilcomayo echando sus aguas al espacio azul que todo

lo inunda; destacándose finalmente en am-

bas riberas, sel-vas inmen-

sas que parecen flotar en el éter purísimo de un cielo transparente, y donde á intervalos el copo de las palmeras, agigantadas por una ilu-sión de óptica, se lanzan airosas al seno de lo inmenso, de lo infinito. ¡Qué océano de fulgo-res, que visiones soñadas para los sentidos; que arrobamientos para el alma!...”.

Días antes que sus heraldos proclamen su victoria, todo era estupor, intriga, filos de la nada; todo era “un sol de aurora, débil al principio, como gigante en su cuna, em-pezaba a encender sus vibradores rayos. Ca-davéricos, silenciosos, la llama de la fiebre en los ojos y cruzándonos miradas ya som-brías como nuestro destino, ya tristes un adiós anticipado, emprendimos la jornada. Diríase que era un desfile de la muerte”.

“Aquel día lunes, 12 de noviembre de 1.883, veríamos en breve la capital del Paraguay...”. Un cazador paraguayo de nutrias los encon-tró, tres meses había durado la travesía impo-sible. Los valientes exploradores llegaron al límite de sus condiciones físicas y mentales. Daniel Campos había logrado sus propósitos, había completado la ruta del Pilcomayo. Sus escritos iniciales salieron con el nombre: “Ex-pedición boliviana de 1.883. Informe del doc-tor Daniel Campos”.

He aquí sus impresiones de “La Asun-ción”: “Conforme avanzábamos, la capital se nos presentaba más clara y detallada. El primer golpe de vista ofrece un cuadro seductor. Circún-

denla suaves colinas, coronadas de na-ranjos, descollando con intermitencias, es-beltos palmeros. Alzanse rectas las torres de sus iglesias…”.

Daniel Campos: epopeya en el Pilcomayo (II)UNA TRAVESÍA POR EL CHACO FUE LA SEMILLA DE UN POÉTICO DIARIO QUE REFLEJA LA CRUDEZA DE LA REGIÓN.Luis Mérida CoímbraPoeta y cineasta

DIRECTORAdalid Cabrera Lemuz

EDITOR GENERALJavier Mancilla Luna

EDITOR DE LA ESQUINAMiguel A. Rivera G.

Colaboradores: Luis Mérida Coimbra Víctor Montoya

Diseño: Eusebio Lazo Sumi

Diagramación: Horacio Copa

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3Domingo 20 de julio

de 2014

Le preocupaba seriamente esa grave enfermedad que desde hace tiempo le venía afligiendo. Un problema hepáti-co le cercenaba su vida lentamente y aunque le habían programado una ci-

rugía de trasplante, para mejorar su afección, su vitalidad se veía ya deteriorada. Sus amigos más allegados cuentan que en los últimos eventos a los que asistió era posible notar en él la incerti-dumbre por irse sin terminar su último proyec-to, quizá el más ambicioso de su vida artística: 2666. Como mal lo presagiaba y tras estar varios días en coma, el 15 de julio murió, llevándose consigo el final de su novela, pero dando lugar para convertirse en una de las joyas literarias de mayor valor en Latinoamérica.

Hoy se habla de Roberto Bolaño como el fe-nómeno de Sudamérica, a pesar de que la glo-ria artística lo acompañó muy poco en vida, su muerte lo catapultó a los grandes escenarios de la literatura. Considerado por algunos como el mejor escritor de su generación y un punto de referencia para los nuevos escritores, de él hoy se recuerda su habilidad para reprochar la li-teratura de su época, un maestro de la provo-cación que se atrevía a desafiar “las vacas sa-gradas” y a elogiar las nuevas producciones de

los jóvenes escritores. Vale la pena recordar un poco de la persona de Roberto Bolaño, de su vida y algo de su obra.

LOS DETECTIVES SALVAJES, EL PRODUCTO DE UNA MANO PRODIGIOSASe deleitaba con la poesía y en su larga carre-

ra nunca la olvidó, pero sabía que le era más fa-vorable la prosa con la que podía ganar premios y sobrevivir. Los primeros reconocimientos lo-cales ya predecían el nacimiento de un gran ar-tista y sobre todo de una gran obra. Una mano prodigiosa que efectivamente en 1998 publica-ría Los detectives salvajes, novela que inmediata-mente ganó el favor de la crítica y unos cuantos meses después sería congratulada con el Rómu-lo Gallegos, uno de los premios más importan-tes de la narrativa hispanoamericana. Hablar de Los detectives salvajes es necesario para entender la importancia que se le ha dado a Bolaño en la li-teratura de América Latina. Desde la publicación de esta novela se empieza a revelar ampliamen-te su gran ingenio, la agudeza de sus términos y el tratamiento efectivo de los temas, mientras muchos empezaban a citarlo como la nueva pro-mesa de Latinoamérica. Natasha Wimmer, una reconocida traductora estadounidense, y quien asumió el reto de convertir algunas de las obras de Bolaño al inglés, se refería a él como una fi-gura conocida sólo por un círculo pequeño que “sólo pudo romper la barrera de la popularidad después de la publicación de este libro”.

EL FENÓMENO BOLAÑOUno de sus más cercanos amigos, su editor

Jorge Herralde, manifestaba que en Bolaño se había creado un perfil de persona arrogante, que nunca abandonó ese carácter altivo y que muchas personalidades de su tiempo no lo so-portaban y constantemente lo reprochaban. En un homenaje póstumo a Bolaño, Herral-de revive una de esas acostumbradas pullas a otros escritores que se hacían comunes en él, el objeto del ejemplo era Isabel, la hija del ex presidente chileno Salvador Allende.

La crítica a sus textos fue certera, se refe-ría a ella como la “escribidora”, porque según Bolaño, le faltaba mucho a su obra para llegar a ser una escritora. Según cuenta Herralde, la respuesta de Isabel Allende fue inmediata: se ensañó contra Bolaño y en su réplica, publica-da en un periódico chileno, reprodujo todo so-bre la altivez y la prepotencia de Bolaño. Cosa curiosa, porque sólo consiguió herir su per-sonalidad y su carácter, mas no le fue posible atacar su figura artística, esa que sigue viva y que se ha convertido en todo un fenómeno.

El 15 de julio se cumplieron 11 años de la muerte de Bolaño, y ahora más que nunca es leí-do, criticado y elogiado. En Estados Unidos exis-te una epidemia de este autor, la traducción de sus libros al inglés han propagado ese frenesí por su narrativa. Es más, el fenómeno Bolaño se ha propagado no sólo en América sino en el mundo; sus obras más importantes: 2666, Noc-turno de Chile, Putas asesinas y Estrella distante, ya se han traducido a varios idiomas y muchos es-critores coinciden en que la lectura de Bolaño es un referente obligatorio para todos aquellos que sienten inclinaciones por las letras.

El humo de su cigarrillo aún no se desva-nece, todavía sigue allí, suspendido en la at-mósfera. Y como mencionó Herralde en el dis-curso proclamado en su funeral, “sus libros nos acompañarán y permanecerán: el triunfo es pues de la literatura a la que tan intrépida-mente Roberto consagró su vida”.

Los 11 años del fenómeno Bolaño”EL HUMO DE SU CIGARRILLO AÚN NO DESVANECE, TODAVÍA SIGUE ALLÍ, SUSPENDIDO EN LA ATMÓSFERA”

Revista Alrededores

1. Bolaño, el referente de una generación.2. Los detectives salvajes fue la obra que consagró al escritor.

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4 Domingo 20 de julio de 2014

Ya me había sucedido antes, pero esta vez mi sueño me reveló lo que fui en mi anterior vida o lo que seré después de la muerte: un cangrejo ermitaño contemplando el mundo

desde su mundo. Lo único que no coincidía era el lugar de mi residencia y la forma estúpida como perdí la vida. Todo lo demás, como en los mejores cuentos de mutantes y metamorfosea-dos, era similar a mi vida cotidiana y al modo de experimentarme a mí mismo.

El sentirme un poco extraño, como casi to-dos quienes leen estas líneas, no es extraño para nadie, sobre todo, si partimos del criterio de que cada individuo, indistintamente de su origen, raza y sexo, se ha sentido alguna vez diferente a los demás, así esta sensación sólo sea el producto de la imaginación.

Volviendo a lo que pensaba referirles, debo anticiparles que no soy un bicho raro, sino apenas un hombre cuya vida está situada en el límite exacto donde se juntan la realidad y la fantasía, y donde uno es capaz de repetir a viva voz el soneto de Quevedo: “Retirado en la paz de estos desiertos,/ con pocos, pero doctos libros juntos,/ vivo en conversación con los di-funtos,/ y escucho con mis ojos a los muertos”.

Vivía, como suele suceder en la dimensión onírica, cerca de una playa tropical, debajo de las piedras de coral, asediado de algas marinas y grandes colonias de invertebrados nadando en derredor. Aunque mis enemigos acudían en bandadas a explorar los territorios de mi dominio, no abandonaba la concha ni aun es-tando en los parajes rocosos que me servían de refugio, pues hasta en los vericuetos más insondables, en las cuevas y pequeñas oqueda-des, me acechaba el peligro y la muerte.

Cuando la brisa se arrastraba sobre la arena y los bañistas se retiraban de la playa, trepaba por los pináculos rocosos que se levantaban for-mando una pirámide submarina, sobre las que nadaban en apretadas formaciones miles de pe-ces que, a la luz del poniente y en las aguas color turquesa, parecían criaturas deambulando en un paisaje enigmático, casi paradisíaco.

En la isla, sobre la arena todavía tibia, abandonaba la concha, amarraba un cinturón de hierba alrededor de mi tronco y trepaba ha-cia las ramas del cocotero. Arrancaba el fruto y lo dejaba caer sobre la arena, le quitaba las fibras una por una, desde el punto donde se encontraba el ojo del coco. Luego hacía una abertura con mis pinzas, raspaba la pulpa y me la comía a mi regalado gusto. Después me

metía en la concha con la misma lentitud con que la abandonaba y, arrastrándome sobre mi abdomen, volvía hacia el fondo rocoso de mi guarida, donde no llegaba el ruido de las agitadas olas, salvo el siseo de los otros cangrejos que poblaban esos ám-bitos poco iluminados del mundo marino.

Así viví en el sueño, hasta la última vez que salí a la superficie, ansioso por comer la pulpa refrescante de un coco. Me arras-tré por la arena húmeda, dejando mis hue-llas allá donde no llegaban las olas. Trepé al cocotero, corté un fruto con mis pinzas y lo dejé caer sobre la arena. Después me dispuse a bajar retrocediendo, hasta que de pronto perdí el equilibrio y, dando vol-teretas en el aire, me descalabré mortal-mente. Mis pinzas se quebraron con un ruido sordo y mi cabeza se partió cual un cántaro de barro. Ahí permanecí inmóvil, de espaldas, mirando el cielo por entre las hojas del cocotero.

Al despertar, las piernas separadas y los brazos cruzados, sentí un dolor intenso en la nuca y la espalda. No me pregunten el moti-

vo de tal dolor, lo desconozco, pues lo cierto es que en el sueño, donde me transformé en cangrejo ermitaño, existe un misterio hasta hoy desconocido por los psicoana-listas y aficionados a la interpretación del subconsciente humano. Si algo recuerdo, a plan de forzar la memoria, es que el sueño lo experimenté después de una tremenda borrachera. Sin embargo, ésta no es la úni-ca ni definitiva explicación, sino apenas un detalle que nos aproxima al porqué del do-lor que sentí a tiempo de abrir los ojos.

En realidad, para quienes aún tengan dudas, el cangrejo ermitaño de mi sueño era una alegoría de mi vida, debido a que forma parte de mi personalidad más ínti-ma. Soy arisco con los desconocidos y casi nunca salgo de mi escritorio, donde, con el transcurso de los años, logré establecer un ámbito hecho a mi manera, con los perso-najes de la realidad y los fantasmas de la imaginación. La soledad, que para algunos es un fatal castigo, en mi caso constituye una hermosa compañera, con quien con-vivo día a día, brazo a brazo, sin otra es-peranza que la de evitarme un sueño en el que se me acabe, así nomás, la libertad de haber elegido una vida apartada de la superficialidad y la hipocresía. No, no se imaginen lo peor, ya que una vida hecha de quietud y silencio es también un modo de alcanzar la felicidad a costa de crecer hacia adentro y no hacia fuera. No soy el primero ni el último en experimentar la satisfacción que produce una vida de anacoreta, pues hay algunos que la ejercieron y la ejercen por oficio o afición, ahí tenemos al Asterión de Borges, quien, ante las acusaciones de soberbia, misantropía y locura, decía: “Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo núme-ro es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera”.

Cangrejo ermitaño“EN EL SUEÑO, DONDE ME TRANS-FORMÉ, EXISTE UN MISTERIO DESCO-NOCIDO POR LOS PSICOANALISTAS”.

Víctor MontoyaEscritor y pedagogo

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