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MARIO CONDE: EL TEMOR AL VACÍO “EL ARTISTA DEJA ENTREVER UNA ESPECIE DE HORROR VACUI (‘MIEDO AL VACÍO’, CARACTERÍSTICA DE LA ESTÉTICA DEL BARROCO), PUESTO QUE SUELE RECARGAR SUS COMPLEJAS COMPOSICIONES CON IDEAS SURGIDAS DEL SUBCONSCIENTE MISMO”. LA MITOLOGÍA DE LA GEOGRAFÍA ANDINA ACCIDENTES GEOGRÁFICOS NOTABLES DEBEN SUS NOMBRES A MITOS DESARROLLADOS POR LOS ANTEPASADOS QUE POBLARON ESTAS REGIONES. ALGUNOS DE LOS CERROS MÁS RECONOCIDOS DEL PAISAJE NACIONAL NO ESCAPAN A ESTAS HISTORIAS, LAS QUE MÁS QUE UN GÉNESIS TAMBIÉN POSEEN UNA ENSEÑANZA. 3 4 DOMINGO | 27 de julio de 2014 | año 5 | N° 243 elias-blanco.blogspot.com

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Page 1: La Esquina 27-07-14

MARIO CONDE: EL TEMOR AL VACÍO“EL ARTISTA DEJA ENTREVER UNA ESPECIE DE HORROR VACUI (‘MIEDO AL VACÍO’, CARACTERÍSTICA DE LA ESTÉTICA DEL BARROCO), PUESTO QUE SUELE RECARGAR SUS COMPLEJAS COMPOSICIONES CON IDEAS SURGIDAS DEL SUBCONSCIENTE MISMO”.

LA MITOLOGÍA DE LA GEOGRAFÍA ANDINA

ACCIDENTES GEOGRÁFICOS NOTABLES DEBEN SUS NOMBRES A MITOS DESARROLLADOS POR LOS ANTEPASADOS QUE POBLARON ESTAS REGIONES. ALGUNOS DE LOS CERROS MÁS RECONOCIDOS DEL PAISAJE NACIONAL NO ESCAPAN A ESTAS HISTORIAS, LAS QUE MÁS QUE UN GÉNESIS TAMBIÉN POSEEN UNA ENSEÑANZA.

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DOMINGO | 27 de julio de 2014 | año 5 | N° 243el

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2 Domingo 27 de julio de 2014

En circunstancias muy especiales, tuve la suerte de conocer a Don Luis Alberto Ballón Sanjinés, más cono-cido por el cariñoso apelativo de ‘Pepe’, que le daban sus amistades.

El afortunado encuentro tuvo lugar en una de esas largas y lúgubres noches con que está muy salpicado el historial de la nación, con matonaje a doquier, porque así lo decidían los mandones de turno.

Más o menos a las 9:00 de la noche del 23 de noviembre de 1967, caí en un señuelo que me prepararon los avispados secuaces del sistema represivo, cuyo ingenio para todo lo malo era asombroso.

Tres sujetos me echaron el guante y me condujeron a las dependencias que por enton-ces tenía el celebérrimo DOP en los bajos de la Prefectura de La Paz, donde también se dis-ponía de un “cuartito azul” para las “caricias” que daban los verdugos a sueldo.

Después de esa salutación, más que hacer-me ingresar, los bravucones cancerberos casi me hicieron aterrizar con empellones y un par de patadas en la oscura y gélida cuadra donde estaban apiñados otros que más antes habían corrido la misma suerte.

Era la caza de brujas que se había desatado contra todo sospechoso de ser “rojo extremis-ta” o haber’ tenido relación con la guerrilla de Ñancahuazú, cuyo corolario fue el asesinato del comandante Ernesto Che Guevara.

Mi aterrizaje fue frenado por un cuerpo acurrucado en el piso, como tantos otros que aún no podía distinguir. A gatas y a tientas, llegué hasta una de las paredes, sobre la que apoyé mi magro cuerpo, sentado sobre el hú-medo y frío suelo.

Cuando mis pupilas se familiarizaron con la oscuridad, percibí que el tétrico habitáculo estaba totalmente “copado” y que el silencio imperante allí, sólo interrumpido a intervalos por el rugir de los coches subiendo la empi-nada calle Ayacucho, era señal inequívoca de que todos estaban en vigilia, rumiando la in-cógnita de su futuro.

En situaciones como ésa es fácil perder la noción del tiempo, pero, he ahí que la recupe-ré con una solitaria campanada del reloj del vecino Congreso Nacional, que también en-tonces tenía una mayoría adocenada de “ho-norables”.

El intenso frío que sentía me indujo a ten-tar suerte y, muy tímidamente, alargué mi mano izquierda, que a poco dio con un bul-

to, que se movió y me dijo muy quedo: “Hola, amigo. Apéguese para compartir la manta”.

Ni pensarlo dos veces. Al cabo de un rato, sentí una tibieza reconfortante, pese a que las dos mantas —una sobre el piso y otra de tapa— apenas cubrían la mitad de mi cuerpo, porque conmigo ya sumaban tres quienes for-mábamos ese bollo humano.

A decir verdad, había tenido una enorme suerte. Por un lado, aquella imborrable invita-ción y, por otro, que estábamos en un sitio pri-vilegiado, pues, más o menos a las 3:30, uno de los esbirros abrió sigilosamente la puerta y lan-zó una baldada de agua fría. Quienes pagaron el pato fueron los compañeros que estaban en el centro del antro.

Muy oscuro aún, pero ya presagiando el al-bor del día y que mi anfitrión estaba también despierto, me presenté y le di las gracias, que las esquivó tan discretamente como era su forma de ser. Me animé a preguntarle su nombre y me dijo llamarse Luis Alberto Ballón, “pero mejor dime Pepe, porque así me llaman mis amigos”.

De esa manera tan sencilla y tan espontá-nea. Don Pepe Ballón me abría de par en par el preciado cofre de su amistad y, sin propo-nérselo, me daba una imperecedera lección de lo que ‘significa ese valor que no admite nada de aritmética y, por eso mismo, es exi-gente en todas las demás asignaturas.

Mi cautiverio duró sólo seis días, pero no así el de Don Pepe y de Mario Arrieta, quien integraba el “trío de las mantas”.

Allí también estaban, entre otros, Gonzalo López Muñoz, los médicos Alcides Alvarado, Javier Quiroga y el actual fiscal de distrito de Santa Cruz, Ángel Mayrnura.

En aquella sucursal del DOP (División de “Orden” Político) no se acostumbraba dar ni

agua a los “alojados”, de manera que quien no tenía parientes en La Paz, como era mi caso, quedaba a merced de la voracidad de los carce-leros, quienes para la compra de un empare-dado pedían el triple de su valor real.

Así, a poco de mi “enchirolamiento”, se evaporaron las escasas reservas que portaba, fruto de mi incipiente periodismo. De ello, Don Pepe se percató muy pronto, tal vez por el crujir de tripas cuando en las noches com-partíamos las mantas.

Para él, fue una constante preocupación el hacerme participar, al igual que a Mario y otros, de lo que le caía. Y, como si eso fuera poco, algunas fugaces partiditas de ajedrez, juego en el que realmente era un maestro, todo adosado con su conversar pausado, deli-cado y profundo que le denunciaban su don de gente y su gran caudal intelectual.

De allí para adelante, quedó labrada una gran amistad con ese magistral caballero, que se mantuvo incólume pese a los largos años de exilio a que se le obligó. Su retorno, me de-paró la suerte de un abrazo prolongado, que se repetía cada vez que lo visitaba en la im-prenta de la UMSA, la cual dirigió con gran profesionalismo y esmero.

La última vez que compartimos fue en un banco de El Prado paceño, casi tres años atrás, ocasión en la que le comuniqué de mi inmi-nente viaje a estas llanuras grigotanas, donde lo noticia de su deceso estremeció mi espíritu.

Pero, como si él mismo me susurrara al igual que en aquella noche en el DOP, me di cuenta de que Don Pepe Ballón no ha muer-to, sino que está en las alturas que se merece y que sirve de faro no sólo a quienes lo cono-cieron y trataron sino también a aquellos que creen en la justicia, la solidaridad y la amistad.

Pepe Ballón, el paradigmaBONDAD, DESINTERÉS Y LEALTAD SON LOS VALORES QUE RECUERDAN TODOS LOS QUE LO CONOCIERON.

Antonio Miranda Solís El Deber (1997)

Pepe Ballón, retrato de Gustavo Lara (1992).

DIRECTORAdalid Cabrera Lemuz

EDITOR GENERALJavier Mancilla Luna

EDITOR DE LA ESQUINAMiguel A. Rivera G.

Diseño: Eusebio Lazo Sumi

Diagramación: Horacio Copa Vargas

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En el panorama actual de las artes vi-suales, hay quienes pretenden asu-mir que la pintura ya no es una for-ma válida de expresión. La sentencia que descalifica a la pintura y su pro-

ducto: el cuadro, (realizado en cualquier técnica pictórica), descansa sobre el postulado que re-chaza la producción de objetos que tengan por fin último el de ser asimilados por la codicia del coleccionista, un fenómeno palpable en el mar-co de la ideología del consumismo que anima al sistema capitalista, dentro de este proceso se desvirtúa el carácter espiritual y de expansión de la conciencia del arte, al ser apreciado éste sólo como objeto suntuario y decorativo, deve-nido muchas veces en un producto de consu-mismo más en el mercado.

Sin embargo, en tiempos donde las narrati-vas significativas se encuentran radicalmente condensadas en los medios de comunicación masivos, (internet, prensa escrita, televisión etc.), la pintura aún puede ser uno de los medios más eficaces de los que se vale el artista para plantear problemas de representación, narrati-vas simbólicas, discursos filosóficos, contextos políticos, históricos y críticas a la realidad. La pintura no ha perdido su esencia, esa magia, llá-mese el poder que ejerce para profanar mundos y emancipar conciencias colectivas, renovándo-se constantemente en el intelecto y a través de los pinceles de los pintores que practican su ofi-cio con las más altas aspiraciones, con la fiel de-voción en las posibilidades que ésta ofrece.

Dichas virtudes las podemos encontrar en la obra de Mario Conde Cruz (La Paz, 1956), sin duda el representante más importante del Neobarroco contemporáneo en nuestro país. Sin ser exclusivamente ilustrativas, sus crea-ciones coquetean con el surrealismo y atraen la mirada tanto por la excelente manufactu-ra como por el virtuosismo técnico que ejer-ce en la difícil técnica de la acuarela, pero el despliegue de recursos académicos que se ma-nifiestan en el acabado meticuloso de las figu-

El neobarroco contemporáneo en la acuarela de Mario CondeCRÍTICO E IRREVERENTE, EL ARTISTA TIENDE A EVOCAR LAS COSTUMBRES ANCESTRALES ANDINAS.

Harold Suárez Llápiz Crítico e investigador de arte boliviano

ras representadas, no es lo que totaliza la fas-cinación que producen, habría que agregar los intrincados discursos temáticos que emergen de sus inquietudes y obsesiones personales que van a influenciar su obra de manera determi-nante. Su espíritu bohemio de artista, se refleja en una obra que parece nutrirse del contacto con la otra realidad: aquella que se revela vi-vencial, que se puede percibir en la misma ca-lle, del poder socio-económico, político y hasta religioso, (Conde suele cuestionar el poder que ejerce la jerarquía eclesiástica), aspectos que conforman para él una sociedad cada vez mas atormentada. Todo lo mencionado lo transmi-te con humor mordaz, sátira e ironía. Es que si bien es irreverente y crítico con lo que sucede en su entorno, al mismo tiempo evoca constan-temente las costumbres ancestrales andinas, tratando de rescatar principalmente la identi-dad cultural de manos del implacable avasalla-miento tecnológico, mediante símbolos e imá-genes que dejan entrever que el sincretismo religioso es también una constante en la ma-yor parte de sus creaciones.

Las impactantes composiciones neobarrocas de sus acuarelas se asemejan a collages que pa-recen reciclar fragmentos o retazos de lienzos memorables de los grandes maestros del arte universal. Todo medio de expresión resulta ser útil a un artista que tiene mucho que decir. Es más, incluso hasta parece que Conde deja en-trever cierto temor al vacío cuando trabaja cada una de sus acuarelas, una especie de horror va-cui (el denominado ‘miedo al vacío’, caracterís-tica de la estética del barroco ), puesto que suele recargar sus complejas composiciones con ideas surgidas del subconsciente mismo: desde ani-males como dragones, elefantes, rinocerontes, aves, felinos, hasta comunes insectos. Además Conde utiliza como recursos plásticos extrava-gantes objetos frutos de sus vivencias, que acla-ro, sólo en ciertas ocasiones saturan las piezas.

El dibujo es portentoso y de impecable eje-cución; por su carácter realista resulta ser el andamiaje principal que sostiene una obra esencialmente figurativa. Por otro lado, su acua-rela rompe esquemas al dejar en evidencia su preocupación más por la forma que por el color, quizás para otorgar más relevancia a la natura-leza de una pintura que privilegia la temática de la obra misma ante el tecnicismo puramente académico, ( sin duda que en esto coadyuva su exquisito dibujo). Finalmente hay que destacar el hecho de que Mario Conde es uno de los es-casos artistas que han dedicado prácticamente toda su vida a trabajar de manera exclusiva la técnica del agua.

1. Una obra cargada de simbolismos.2. Un rinoceronte es el protagonista de esta acuarela de Conde.

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Nuestros antepasados cuentan que en tiempos inmemorables, cuando la orografía de los An-des estaba en formación, exis-tía una montaña de la cordi-

llera, que se disputaba el cetro de la belleza para coronar sus nevadas cumbres. Ese gi-gante ciclópeo protagonizó un gran malestar en la naturaleza, que conmovió al Cosmos, pues clamaba ser la más bella e imponente en toda la cordillera de los Andes.

Esa gran montaña se llamaba Khunu, era la más alta del mundo y por ser tan gran-de era extremadamente orgullosa. Sin duda era muy hermosa, pues tenía la forma de un cono perfecto y se la podía distinguir desde muy lejos. Con desmedida arrogancia pelea-ba con todas las montañas que estaban a su alrededor, por considerarse la más bella de todo el territorio.

Esa lucha por la hegemonía de la belleza era principalmente contra otra montaña muy be-lla que se llamaba Illa Mama. Ésta, además de su hermosura, también se caracterizaba por su humildad y gratitud hacia el ordenador del universo, por haberla creado y poder alegrar la vida de todos los habitantes de esta región.

Pero la impertinencia de Khunu rebasó los límites, y el entonces el ordenador del universo (el Apu Mallku más poderoso) se vio obligado a restaurar la armonía y casti-gar la insolencia y el falso orgullo de Khunu. Tomó su honda (qorawa), puso en ella una gran piedra de oro y la lanzó con tal fuerza que cuando dio en el blanco, Khunu se par-tió en dos. La parte superior de la cumbre de esa montaña, aún llena de nieve, salió volan-do, hasta caer en la cordillera occidental. Al lanzar el proyectil, el Apu Mallku dictó una sentencia que decía: ¡Sarjama!, que en ayma-ra significa ¡Vete!

Desde aquella época, la base de la montaña se quedó al lado de la humilde y hermosa don-cella Illa Mama (Illimani), y la montaña que perdió su cima hoy se la conoce con el nom-bre de Mururata, que en aymara significa descabezado. La parte superior que voló por los aires, cayó en la Cordillera Occidental, y recibe el nombre de Sajama, como un recuer-do de la sentencia emitida por el ordenador.

De este relato mitológico se puede inferir que no sólo existen montañas masculinas, sino también femeninas, una de ellas es el Illimani, que en realidad se llama Illa Mama, que sig-nifica montaña generadora de energía fe-menina, un talismán. Su contraparte o montaña con energía masculina es el Illa Apu (Illampu). Entre ambos generan el equili-brio energé-

tico para todos los habitantes de este territorio. Además, la montaña femenina ha servido de inspiración a numerosos artistas plásticos que en sus obras inmortalizan a esa gran montaña que hoy protege a la ciudad de La Paz.

Y para que nada pase al olvido y todos pue-dan conocer esa historia, no solamente las

Geo-mitología andina del cielo y de la tierraEL ORIGEN DEL SAJAMA, MURURATA Y DE LA ILLA MAMA (ILLIMANI)

Jorge R. Miranda LuizagaDocente y diplomático

montañas quedaron como testimonio, sino también la honda, pues se convirtió en una constelación de estrellas conocida como Qu-rawa. La piedra de oro también quedó en el firmamento, como parte de la constelación de Escorpio, estrella que conjuntamente con el Tata Inti aparece siempre por encima del Illimani al despuntar el alba. Así, se quedó en el cielo el gran arma de los habitantes de los Andes y la piedra de oro Kori Qala, conoci-

da como estrella Antares de color oro, la Kori Qala de los andinos.

1. El Illimani es una montaña femenina, de acuerdo a su mitología de origen.2. El Sajama, nevado que domina el paisaje del altiplano orureño.

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