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TATUAJES EN LA PIEL DE LA FICCIÓN LA TINTA EN LOS CUERPOS DE PERSONAJES LITERARIOS TAMBIÉN TIENE HISTORIAS QUE CONTAR, PUESTO QUE EL ARTE CORPORAL (SEA DE PERSONAS REALES O IMAGINARIAS) ES UN ELEMENTO QUE VA MÁS ALLÁ DE LO ESTÉTICO, ES UN ELEMENTO CULTURAL DETERMINANTE. CONDORITO: UN NEXO ENTRE CHILE Y BOLIVIA A TRAVÉS DEL HUMOR NÉSTOR TABOADA TERÁN CUENTA CÓMO CONOCIÓ AL FAMOSO PEPO, CREADOR DE CONDORITO Y TODO AQUEL UNIVERSO HUMORÍSTICO. ADEMÁS RESCATA LA MEMORIA DEL PERSONAJE BOLIVIANO EN ESA TIRA CÓMICA: TITICACO, QUIEN CON SUS OCURRENCIAS TAMBIÉN HIZO REÍR A MILES DE LECTORES. 8 DOMINGO | 25 de mayo de 2014 | año 5 | N° 234 4 - 5 whiskerino.org

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Page 1: La esquina 25-05-14

TATUAJES EN LA PIEL DE LA FICCIÓNLA TINTA EN LOS CUERPOS DE PERSONAJES LITERARIOS TAMBIÉN TIENE HISTORIAS QUE CONTAR, PUESTO QUE EL ARTE CORPORAL (SEA DE PERSONAS REALES O IMAGINARIAS) ES UN ELEMENTO QUE VA MÁS ALLÁ DE LO ESTÉTICO, ES UN ELEMENTO CULTURAL DETERMINANTE.

CONDORITO: UN NEXO ENTRE CHILE Y BOLIVIA A TRAVÉS DEL HUMOR

NÉSTOR TABOADA TERÁN CUENTA CÓMO CONOCIÓ AL FAMOSO PEPO, CREADOR DE CONDORITO Y TODO AQUEL UNIVERSO HUMORÍSTICO. ADEMÁS RESCATA LA MEMORIA DEL PERSONAJE BOLIVIANO EN ESA TIRA CÓMICA: TITICACO, QUIEN CON SUS OCURRENCIAS TAMBIÉN HIZO REÍR A MILES DE LECTORES. 8

DOMINGO | 25 de mayo de 2014 | año 5 | N° 234

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2 Domingo 25 de mayo de 2014

Ahora que se celebran los 205 años del Primer Grito Libertario de América en contra de la Colonia española, y que ponemos los ojos sobre la ciudad de Sucre en Boli-

via, resulta importante entender el lugar que ocupa hoy la Capital del Estado dentro de la cartografía cinematográfica nacional.

Definitivamente fuera de los ejes de la pro-ducción, con tan sólo algunos ejemplos de es-trenos comerciales de largometrajes a nivel nacional durante los últimos diez años, sin presencia en las pantallas y ausente de las re-visiones anuales que reconocen el trabajo de los realizadores en Bolivia, Sucre no forma parte de un movimiento actual que esté tra-bajando a nivel de largometrajes. Sin embar-go, y valga un apunte necesario, en la Capital se realizan cortometrajes de muy alta calidad que permiten reconocer una corriente de jó-venes que reflexiona desde la imagen en mo-vimiento sobre sus realidades.

A pesar de esta situación tan adversa en el panorama de la producción local, la Capital es la sede de un importante acontecimiento internacional. El Festival Internacional de De-rechos Humanos en Sucre, que en 2014 llega a su décima versión y que se realizará entre el 28 de julio y el 3 de agosto, es un espacio que desde su creación ha ido logrando sus objeti-vos de manera sistemática hasta convertirse

en una institución que además genera polí-ticas públicas de acción en favor del audiovi-sual boliviano.

A la cabeza de Humberto Mancilla, el Fes-tival ha ido ganando relevancia internacio-nal y se ha convertido en un escenario ideal para poder ver lo mejor de la producción ci-nematográfica especializada en la temática de los derechos humanos desde los más di-versos enfoques. Siendo el Festival miembro de la Red de Festivales de Derechos Humanos con sede en Holanda y miembro fundador de la Red Social de Cine Social y Derechos Humanos de América Latina y el Caribe, es esta instancia cultural un representante de los bolivianos más allá de nuestras fronteras, como una institución que puede ya ser deno-minada de gestión internacional.

Esta iniciativa privada que es apoyada por diferentes instancias de gobierno cuenta con el respaldo internacional, pero todavía es de-masiado tímida la participación de la empresa privada, la cual podría involucrarse de modo más comprometido con la cultura en este su nivel formativo y de difusión de contenidos marginados dentro de las programaciones ha-bituales de televisión o de salas de cine.

Bolivia cuenta con un destacado Festival internacional de cine, nuestro país participa desde diferentes espacios en la defensa y re-conocimiento de los derechos humanos, no sólo como una vocación política de Estado, sino también como un compromiso ciudada-no con la realidad.

Sucre y su décimo festival de cineLA CAPITAL ES SEDE DE UNO DE LOS ENCUENTROS CINEMATOGRÁFICOS MÁS IMPORTANTES DEL PAÍS.

Claudio SánchezCrítico de cine

Willy Flores escribe sobre la publicación: “Mamani ha deambu-lado compilando la poesía de comunidad en comunidad. Y hoy con composiciones solemnes, nuevamente, nos devela su poesía íntima dedicada a la Madre Tierra y los elementos vitales que la componen”. De esa forma, a través de versos en aymara y español, el autor plasma aspectos propios de la identidad ancestral, mediante una inspiración telúrica y un lenguaje que transporta al lector hacia paisajes altiplánicos y lacustres, propios de la región altiplánica nacional.

El texto presenta un amplio panorama del poder patriarcal y sus representaciones, analizándolo desde sus diferentes facetas partiendo de temas como el género, la sexua-lidad, colonialidad del poder, travestismo, el género desde la Constitución Política del Esta-do, el diagrama biopolítico de la sexualidad, las opresiones del cuerpo homosexual, la moral y la condición de posibilidad de la homosexualidad en el Estado.

Este trabajo busca plantear algunas re-flexiones sobre los derechos y las resisten-cias de las mal llama-das minorías sexuales, esbozando consideraciones en torno a los sa-beres y prácticas jurídicas, la relación entre los derechos humanos y estas minorías y la posibi-lidad del “derecho a tener derecho” en el actual contexto histórico-político nacional, además de la configuración de una nueva estética de la existencia de las subjetividades homosexuales.

AUTOR: Clemente Mamani LarutaAÑO: 2013EDITORIAL: Eco print

AUTOR: Rosario Aquim ChávezAÑO: 2014EDITORIAL: Rincón ediciones

AUTOR: Rosario Aquim ChávezAÑO: 2014EDITORIAL: Rincón ediciones

Pachakutxa

Patriarcado y género

Derechos o resistencias

BIBLIOFAGIA

DIRECTORAdalid Cabrera Lemuz

EDITOR GENERALJavier Mancilla Luna

EDITOR DE LA ESQUINAMiguel A. Rivera G.

Colaboradores: Claudio Sánchez Juan Cori Ch. Jorge Mansilla Torres

Diseño: Eusebio Lazo Sumi

Diagramación: Horacio Copa

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3Domingo 25 de mayo de 2014

E n el siglo XIX, la poesía era ma-teria de aparición cotidiana en los periódicos de Estados Unidos. En los años ochenta del siglo XX convencí al Baltimore Sun de que

me permitiera escoger un poema semanal para publicarlo en sus páginas. Cuando le pregunté al redactor jefe por qué el perió-dico había descontinuado dicha práctica 60 años antes de mi llegada, dijo que revi-sar y clasificar todas las contribuciones re-cibidas era una tarea demasiado exigente. Tenía toda la razón. Yo recibía 300 contri-buciones a la semana. Pero el experimen-to sorprendió a los redactores, quienes no tenían la menor idea de que tanta gente se dejara conmover tan apasionadamente por este sospechoso arte.

Pienso que la poesía es una especie de antimateria que está en todas partes y que, omnipresente pero inadvertida, le hace oposición al lenguaje de nuestra cultura de consumidores. Ésta es una convicción exal-tada y hay muchos buenos poetas que no llegan a considerar su arte una fuerza tan poderosa. Pero, como le gustaba decir a mi amigo Jim Gustafson, “te cuento mi chata/ sin querer decepcionarte/ que no se gana plata/ jalándole al arte”, y si no se gana pla-ta tiene que haber otra cosa, algo que no es la plata, y ese “algo” es precisamente todo lo que no es plata, es decir, la mayor par-te de ese inefable y casi indefinible aspecto del mundo que hace que los papás de uno se jalen las mechas. O, como escribió Ted Be-rrigan, gran amigo ya difunto, al margen de Robert Frost: “Algo existe que no ama las paredes/ YO SOY ese Algo”.

Pero los periódicos, aun las publicaciones que, como ésta, dicen estar en la onda, no se llevan muy bien —si es que en absoluto se llevan— con la poesía. La afirmación re-cíproca no es cierta, la poesía se lleva muy bien con los periódicos. En la segunda déca-da del siglo pasado, en 1916, el poeta dadaís-

ta Tristán Tzara dio la siguiente receta para hacer un poema:

Tome un periódico.Tome unas tijeras.Elija en el periódico un artículo de la longi-

tud que quiera que tenga su poema.Recorte el artículo.A continuación recorte cuidadosamente

cada una de las palabras que componen el ar-tículo y échelas en una bolsa.

Sacúdala delicadamente.Ahora saque, uno tras otro, todos los re-

cortes.Cópielos concienzudamente en el orden en

que salgan de la bolsa.El poema se parecerá a usted.Y ahí tenemos a un escritor infinitamen-

te original y de una sensibilidad subyugante, aunque no reconocido por la chusma.

Hay decenas de miles de personas, o

más, que escriben poesía en serio por es-tos días. Hay cientos de talleres literarios en Estados Unidos, innumerables recitales poéticos todas las noches en las Barnes & Noble de la ciudad donde viva el lector y en los cafés de su barrio. La bestia es ubicua. Hay películas acerca de poetas que sobrevi-

ven a punta de enlatados y hay estrellas de cine que son poetas. Hemos visto políticos-poetas, y estoy seguro de que la especie no se extinguirá con Eugene McCarthy. Estoy seguro de que, en uno u otro momento de sus vidas, todos los políticos, al igual que cada uno de los millares de columnistas, redactores de avisos, acróbatas informáti-cos y casi todas las demás personas que ha-yan pasado por una universidad, entraron en contacto con un profesor de poesía o un poeta... y escribieron un poema.

Conque ¿por qué no hay poesía en los pe-riódicos? Se puede sacar poesía de un perió-dico, pero no hay poesía en él. La razón, me parece, es la publicidad, que reivindica como suya la poesía e, implícitamente, todo el po-sible contenido de oposición del periódico. El triunfo de la publicidad en todos los medios, incluso en la prensa, no significa que la reali-dad sea un tris menos espantoso o menos real de lo que siempre ha sido. Lo que pasa es que ahora dispone de menos canales para comu-nicárseles a quienes están más interesados en comprenderla: la gente que vive en ella. Y yo alegaría que la poesía, ya sea hecha a partir de un recorte de prensa o de desvaríos entrecor-tados, es uno de los últimos canales de expre-sión que le quedan.

¿Por qué no hay poesía en los periódicos?UNA REFLEXIÓN SOBRE LA CARENCIA DE VERSOS EN LA PRENSA ESCRITA, Y LA NECESIDAD DE SU EXISTENCIA.

Andrei CodrescuEl Malpensante

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4-5Domingo 25 de mayo de 2014

El tatuaje en la literaturaALGUNOS DE LOS MÁS FAMOSOS TATUAJES NACIDOS EN LOS LIBROS Y ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE ELLOS.

Vladimiro Rivas Escritor

ARTE

De las formas de escritura, nin-guna tan inquietante como el tatuaje, porque al ser su mate-ria y recipiente la piel humana, se vuelve indispensable y única;

desplaza a toda otra superficie, y se trata de una escritura indeleble. El tatuaje no es sólo un ícono: tiene función de escritura, una es-critura que pretende inscribir algo no nom-brado en el cuerpo.

El verbo tatuar viene del inglés to tattoo, voz tomada de la palabra tatau, originaria de Tahití, en la Polinesia francesa. Este vo-cablo, según el filólogo Joan Corominas, en la forma tattow, aparece por primera vez en los Viajes del Capitán Cook (1769), y como tataou en el Viaje alrededor del mundo del francés Bouganville, del mismo año. Signi-fica, según el diccionario de la Academia, “grabar dibujos en la piel humana, introdu-ciendo materias colorantes bajo la epider-mis, por las punzadas o picaduras previa-mente dispuestas”.

Esa remota costumbre es censurada por Goethe en su Máxima 104: “Eso de pintarse o tatuarse el cuerpo es un retroceso a la ani-malidad”. No es difícil refutar por la lógica y la experiencia este espanto burgués del escri-tor alemán: los animales ni se han pintado ni tatuado nunca, y el estadio animal del hom-bre no es susceptible de retroceso: lo acom-paña en su vida cotidiana, en el comer, el de-fecar, agredir y vivir el sexo. Sorprende que un hombre de la curiosidad intelectual de Goethe, en vez de escandalizarse, no se haya

preguntado qué lleva a los hombres a marcar su cuerpo con tatuajes.

Otro de los más famosos, inquietantes y maravillosos tatuajes que ofrece la literatura, consta en la Historia verdadera de la conquis-ta de la Nueva España de Bernal Díaz del Cas-tillo, en sus capítulos XXVII y XXIX.

Es la historia de dos náufragos españoles, Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, capturados por los mayas de la península de Yucatán poco antes de la llegada de Cortés. A pesar de su condición de náufragos, los dos destinos difieren. Al llegar Cortés, Aguilar se escapa de la tribu que había pretendido adop-tarlo y se une a las fuerzas de su capitán. Gon-zalo Guerrero, en cambio, pese a las súplicas de los emisarios, se niega, pocos años después a reintegrarse a su ejército. Ya no saldría nun-ca de la tribu que lo había adoptado porque era irreductiblemente otro: se había casado y había engendrado hijos, acaso los primeros mestizos de América española. Pero, sobre todo, llevaba escrita en la piel su nueva con-dición. He aquí sus palabras: “Hermano Agui-lar: Yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénen-me por cacique y capitán cuando hay guerras; idos con Dios, que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas. ¡Qué dirán de mí desde que me vean esos españoles ir desta manera! Y ya veis estos mis hijitos cuán bonicos son. Por vida vuestra que me deis de esas cuentas verdes que traéis, para ellos, y diré que mis hermanos me las envían de mi tierra”.

Cualquier intento por desarrollar o am-pliar este texto en su lacónica maravilla no hará sino perjudicarlo, pero surge la re-flexión: ¿qué es lo no nombrado en el cuerpo de Gonzalo Guerrero y que esa escritura pre-tende inscribir? No se trata de una escritura

provisional, sino de LA escritura, de la marca según la cual él ha sido inscrito en otra cul-tura, distinta de la suya. No basta, para apro-piarse del otro, la escritura metafórica, es de-cir, el cambio de peinado, de vestimenta, de modales, ritos de cortesía y hasta de lengua: hace falta una escritura real en el cuerpo: el tatuaje. Y es lo que los mayas de Yucatán ha-cen con el soldado español.

El tatuaje significa, como ilustra la histo-ria precedente, cambio de cultura en quien lo usa. Puede significar también profunda diferencia cultural de origen. Tal es el caso del hombre tatuado por excelencia: el salva-

je Queequeg, el arponero de ese libro que es en sí mismo una imagen tatuada del mun-do: Moby Dick de Melville. Procedente aris-tocrático de una isla imaginaria, esta encar-nación de la “otredad” salvaje se aparece en la penumbra a los ojos no tan inocentes del luterano Ismael, el narrador, “como sobrevi-viente de mil batallas de la guerra de Trein-ta Años”, tan tasajeada se ve su piel. Pero no son heridas sino marcas de una escritura in-deleble. La descripción de Melville es muy viva: “El cubrecama”, escribe, “era uno de esos formados por retazos, lleno de cuadra-dos y triángulos abigarrados y multicolores. Y ese brazo tatuado con un interminable la-berinto cretense en el cual no había dos par-tes que tuvieran el mismo matiz (cosa que, imagino, se debía al hecho de haber expues-to el brazo al sol y a la sombra sin método alguno, con la manga de la camisa recogida a diferente altura en cada ocasión), ese bra-zo, decía, parecía una tira de ese mismo cu-brecama hecho de retazos”. La suerte hará que el buen salvaje y su contrario terminen compartiendo la cama esa primera noche de Nantucket y que estrechen una amistad que sólo la catástrofe final podrá romper. En el caso de Queequeg coinciden la escritura real y la metafórica: el tatuaje es la escritura, la marca de que él ha sido inscrito desde su na-cimiento en una cultura determinada. El ta-tuaje de Queequeg lo distingue del hombre civilizado, lo hace “otro” por nacimiento. Usado por un occidental dentro de su cultu-ra puede significar marca de la infamia.

La literatura francesa ofrece dos ejemplos célebres: la flor de lis en el hombro de Milady, esa mujer fatal, esposa de Athos en Los tres mosqueteros, la adúltera y traidora a Francia descubierta por D’Artagnan en la intimidad y más tarde decapitada por la solidaridad mas-culina de los mosqueteros. Milady ha sido doblemente desleal: a su esposo y al Estado francés. Al final, un rayo iluminará en la os-curidad nocturna el hacha levantada por el verdugo sobre el cuello de la desdichada.

El otro consta en El padre Goriot de Bal-zac. Uno de los huéspedes de la burguesa “Maison Vauquer” —escenario central de la novela— es el ex-presidiario Jacques Collin, conocido como “Burla a la muerte”, agente y banquero de los presidiarios, pobres y ri-cos, cuyo dinero coloca, conserva y admi-nistra hasta que logren evadirse. Es el delincuente capitalista. Las dos letras blancas sobre fondo rojo en la piel son descubiertas de un golpe por la señorita Michonneau, descubrimien-to por el cual ella se gana tres mil

1. Moby Dick es una historia que ha motivado a numerosas personas a tatuarse motivos referidos a la novela.2. Queequeg, personaje de Moby Dick, es un ficcional ser humano conocido por ser poseedor de numerosos tatuajes.3. De la piel del protagonista de El hombre ilustrado, de Bradbury, emergen 18 historias de forma multicolor.4. Una máquina de tatuar, herramienta que escribe historias en la piel.

francos. Descubrir un tatuaje en el otro es revelar una identidad social infamada por un pasado inconfesable.

La estrecha vinculación entre el tatuaje y la cárcel —y el sexo como evasión— palpita en la literatura mexicana con El apando de José Revueltas. El Albino, escribe Revueltas, “tenía tatuada en el bajo vientre una figura hindú —que en un burdel de cierto puerto indostano, conforme a su relato, le dibuja-ra el eunuco de la casa, perteneciente a una secta esotérica de nombre impronunciable, mientras Albino dormía profundo y letal sueño de opio más allá de todos los recuer-dos- que representaba la graciosa pareja de un joven y una joven en los momentos de hacer el amor y sus cuerpos aparecían ro-deados, entrelazados, por un increíble rama-je de muslos, piernas, brazos, senos y órga-nos maravillosos -el árbol brahamánico del Bien y del Mal— dispuestos de tal modo y con tal sabiduría quinética, que bastaba dar-le impulso con las adecuadas contracciones y espasmo de los músculos, la rítmica oscila-ción, en espaciado ascenso, de la epidermis, y un sutil, inaprehensible vaivén de las cade-ras, para que aquellos miembros dispersos y de caprichosa apariencia, torsos y axilas y pies y pubis y manos y alas y vientres y ve-llos, adquiriesen una unidad mágica donde se repetía el milagro de la Creación y el co-pular humano se daba por entero en toda su magnífica y portentosa esplendidez”. Las contorsiones del tatuaje configuraban la danza del vientre, objeto de excitación se-xual para sus espectadores, los reclusos de Lecumberri, y medio de seducción de muje-res, en especial de Meche, mujer del Albino. Tal era su prestigio. Pues la incisión, como anota Lacan, tiene precisamente la función de ser para el Otro, de situar en él al sujeto, señalando su puesto en el campo de las rela-ciones del grupo, entre cada uno y todos los demás. Y, a la vez, tiene de manera evidente una función erótica, percibida por todos los que han abordado su realidad.

Kafka inventó metáforas de intolerable crueldad y nadie como él ha hecho una críti-ca radical del poder, es más, inventó el anti-poder en narraciones como La metamorfosis. “En la colonia penitenciaria” es una pesadi-lla, una cruel metáfora acerca del peso del poder sobre el individuo. En la abstracta y

genérica penitenciaría del título se ha inven-tado una máquina de tortura que escribe en la espalda del condenado la disposición que él mismo ha violado y, después de destrozar la carne de la espalda, lo lleva a la muerte en medio de vómitos, dolores sin término y efusiones de sangre. La escritura en el dorso es infamante: el condenado no tiene tiempo ni energía de exhibirla en sociedad porque se la lleva a la tumba, manchado y marcado hasta la muerte por la falta escrita en su piel. Como la ejecución se hace en público, éste llega a enterarse del delito cometido por la víctima. Cuando el investigador pregunta si el condenado –al que no se le ha dado ningu-na oportunidad de defenderse- conoce la sen-tencia, el oficial –que además es juez y verdu-go- responde que no, pero que ya la sabrá en carne propia, es decir, en su carne tatuada y lacerada por el poder.

La novela de aventuras, particularmen-te la inglesa, ofrece muchos ejemplos de personajes tatuados que arrojan un senti-do más que novedoso al tatuaje: afirmar, en una época anterior a la fotografía el “yo estuve allí”, esto es, en las lejanas tierras donde es costumbre, como Queequeg, mar-carse la piel. Pero este tipo de tatuaje, reba-jado a mera visión del turista, no entraña mayor riesgo ni compromiso.

Finalmente, Ray Bradbury inventa en el prólogo de El hombre ilustrado un personaje de cuya piel emergen los cuentos del libro. Tal hombre hace honor al título: trae escritas en la piel 18 historias maravillosas en colores sulfurosos como los del Greco, prados amari-llos y ríos azules, montañas, estrellas, soles y planetas, voces y gestos, los de las historias que conforman el libro. Bradbury subraya en el prólogo la distinción entre el tatuaje y la ilustración, y el hombre de Wisconsin que muestra su cuerpo al narrador-personaje es efectivamente un hombre ilustrado, un mu-seo ambulante. Con el hombre de Wisconsin el escritor norteamericano ha llevado el ta-tuaje literario a un plano en que la escritu-ra metafórica y la real se confunden en una sola unidad. Ese hombre es, en suma, un tex-to, o mejor, una serie de textos: no se llama siquiera Gonzalo Guerrero, ni Queequeg, ni el Albino, ni Milady, ni Collin (o Vautrin), sino El hombre Ilustrado, esto es, el Hombre Tatuado, el Hombre Texto. ¿No es acaso esta la meta suprema de la literatura: inventar-se un hombre que sea el personaje a la vez que el texto, un texto de textos? ¿No fue ésa acaso la aventura espiritual de Cervantes al inventar a ese Alonso Quijano que habló con la voz de Amadís, de Tirant lo Blanc, de Or-

lando Furioso, de Palmerín de Ingla-terra, de los Caballeros de

la Mesa Redonda, que habló, sí, con la voz

de ellos pero para superarlos, para

trascenderlos?

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4-5Domingo 25 de mayo de 2014

El tatuaje en la literaturaALGUNOS DE LOS MÁS FAMOSOS TATUAJES NACIDOS EN LOS LIBROS Y ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE ELLOS.

Vladimiro Rivas Escritor

ARTE

De las formas de escritura, nin-guna tan inquietante como el tatuaje, porque al ser su mate-ria y recipiente la piel humana, se vuelve indispensable y única;

desplaza a toda otra superficie, y se trata de una escritura indeleble. El tatuaje no es sólo un ícono: tiene función de escritura, una es-critura que pretende inscribir algo no nom-brado en el cuerpo.

El verbo tatuar viene del inglés to tattoo, voz tomada de la palabra tatau, originaria de Tahití, en la Polinesia francesa. Este vo-cablo, según el filólogo Joan Corominas, en la forma tattow, aparece por primera vez en los Viajes del Capitán Cook (1769), y como tataou en el Viaje alrededor del mundo del francés Bouganville, del mismo año. Signi-fica, según el diccionario de la Academia, “grabar dibujos en la piel humana, introdu-ciendo materias colorantes bajo la epider-mis, por las punzadas o picaduras previa-mente dispuestas”.

Esa remota costumbre es censurada por Goethe en su Máxima 104: “Eso de pintarse o tatuarse el cuerpo es un retroceso a la ani-malidad”. No es difícil refutar por la lógica y la experiencia este espanto burgués del escri-tor alemán: los animales ni se han pintado ni tatuado nunca, y el estadio animal del hom-bre no es susceptible de retroceso: lo acom-paña en su vida cotidiana, en el comer, el de-fecar, agredir y vivir el sexo. Sorprende que un hombre de la curiosidad intelectual de Goethe, en vez de escandalizarse, no se haya

preguntado qué lleva a los hombres a marcar su cuerpo con tatuajes.

Otro de los más famosos, inquietantes y maravillosos tatuajes que ofrece la literatura, consta en la Historia verdadera de la conquis-ta de la Nueva España de Bernal Díaz del Cas-tillo, en sus capítulos XXVII y XXIX.

Es la historia de dos náufragos españoles, Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, capturados por los mayas de la península de Yucatán poco antes de la llegada de Cortés. A pesar de su condición de náufragos, los dos destinos difieren. Al llegar Cortés, Aguilar se escapa de la tribu que había pretendido adop-tarlo y se une a las fuerzas de su capitán. Gon-zalo Guerrero, en cambio, pese a las súplicas de los emisarios, se niega, pocos años después a reintegrarse a su ejército. Ya no saldría nun-ca de la tribu que lo había adoptado porque era irreductiblemente otro: se había casado y había engendrado hijos, acaso los primeros mestizos de América española. Pero, sobre todo, llevaba escrita en la piel su nueva con-dición. He aquí sus palabras: “Hermano Agui-lar: Yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénen-me por cacique y capitán cuando hay guerras; idos con Dios, que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas. ¡Qué dirán de mí desde que me vean esos españoles ir desta manera! Y ya veis estos mis hijitos cuán bonicos son. Por vida vuestra que me deis de esas cuentas verdes que traéis, para ellos, y diré que mis hermanos me las envían de mi tierra”.

Cualquier intento por desarrollar o am-pliar este texto en su lacónica maravilla no hará sino perjudicarlo, pero surge la re-flexión: ¿qué es lo no nombrado en el cuerpo de Gonzalo Guerrero y que esa escritura pre-tende inscribir? No se trata de una escritura

provisional, sino de LA escritura, de la marca según la cual él ha sido inscrito en otra cul-tura, distinta de la suya. No basta, para apro-piarse del otro, la escritura metafórica, es de-cir, el cambio de peinado, de vestimenta, de modales, ritos de cortesía y hasta de lengua: hace falta una escritura real en el cuerpo: el tatuaje. Y es lo que los mayas de Yucatán ha-cen con el soldado español.

El tatuaje significa, como ilustra la histo-ria precedente, cambio de cultura en quien lo usa. Puede significar también profunda diferencia cultural de origen. Tal es el caso del hombre tatuado por excelencia: el salva-

je Queequeg, el arponero de ese libro que es en sí mismo una imagen tatuada del mun-do: Moby Dick de Melville. Procedente aris-tocrático de una isla imaginaria, esta encar-nación de la “otredad” salvaje se aparece en la penumbra a los ojos no tan inocentes del luterano Ismael, el narrador, “como sobrevi-viente de mil batallas de la guerra de Trein-ta Años”, tan tasajeada se ve su piel. Pero no son heridas sino marcas de una escritura in-deleble. La descripción de Melville es muy viva: “El cubrecama”, escribe, “era uno de esos formados por retazos, lleno de cuadra-dos y triángulos abigarrados y multicolores. Y ese brazo tatuado con un interminable la-berinto cretense en el cual no había dos par-tes que tuvieran el mismo matiz (cosa que, imagino, se debía al hecho de haber expues-to el brazo al sol y a la sombra sin método alguno, con la manga de la camisa recogida a diferente altura en cada ocasión), ese bra-zo, decía, parecía una tira de ese mismo cu-brecama hecho de retazos”. La suerte hará que el buen salvaje y su contrario terminen compartiendo la cama esa primera noche de Nantucket y que estrechen una amistad que sólo la catástrofe final podrá romper. En el caso de Queequeg coinciden la escritura real y la metafórica: el tatuaje es la escritura, la marca de que él ha sido inscrito desde su na-cimiento en una cultura determinada. El ta-tuaje de Queequeg lo distingue del hombre civilizado, lo hace “otro” por nacimiento. Usado por un occidental dentro de su cultu-ra puede significar marca de la infamia.

La literatura francesa ofrece dos ejemplos célebres: la flor de lis en el hombro de Milady, esa mujer fatal, esposa de Athos en Los tres mosqueteros, la adúltera y traidora a Francia descubierta por D’Artagnan en la intimidad y más tarde decapitada por la solidaridad mas-culina de los mosqueteros. Milady ha sido doblemente desleal: a su esposo y al Estado francés. Al final, un rayo iluminará en la os-curidad nocturna el hacha levantada por el verdugo sobre el cuello de la desdichada.

El otro consta en El padre Goriot de Bal-zac. Uno de los huéspedes de la burguesa “Maison Vauquer” —escenario central de la novela— es el ex-presidiario Jacques Collin, conocido como “Burla a la muerte”, agente y banquero de los presidiarios, pobres y ri-cos, cuyo dinero coloca, conserva y admi-nistra hasta que logren evadirse. Es el delincuente capitalista. Las dos letras blancas sobre fondo rojo en la piel son descubiertas de un golpe por la señorita Michonneau, descubrimien-to por el cual ella se gana tres mil

1. Moby Dick es una historia que ha motivado a numerosas personas a tatuarse motivos referidos a la novela.2. Queequeg, personaje de Moby Dick, es un ficcional ser humano conocido por ser poseedor de numerosos tatuajes.3. De la piel del protagonista de El hombre ilustrado, de Bradbury, emergen 18 historias de forma multicolor.4. Una máquina de tatuar, herramienta que escribe historias en la piel.

francos. Descubrir un tatuaje en el otro es revelar una identidad social infamada por un pasado inconfesable.

La estrecha vinculación entre el tatuaje y la cárcel —y el sexo como evasión— palpita en la literatura mexicana con El apando de José Revueltas. El Albino, escribe Revueltas, “tenía tatuada en el bajo vientre una figura hindú —que en un burdel de cierto puerto indostano, conforme a su relato, le dibuja-ra el eunuco de la casa, perteneciente a una secta esotérica de nombre impronunciable, mientras Albino dormía profundo y letal sueño de opio más allá de todos los recuer-dos- que representaba la graciosa pareja de un joven y una joven en los momentos de hacer el amor y sus cuerpos aparecían ro-deados, entrelazados, por un increíble rama-je de muslos, piernas, brazos, senos y órga-nos maravillosos -el árbol brahamánico del Bien y del Mal— dispuestos de tal modo y con tal sabiduría quinética, que bastaba dar-le impulso con las adecuadas contracciones y espasmo de los músculos, la rítmica oscila-ción, en espaciado ascenso, de la epidermis, y un sutil, inaprehensible vaivén de las cade-ras, para que aquellos miembros dispersos y de caprichosa apariencia, torsos y axilas y pies y pubis y manos y alas y vientres y ve-llos, adquiriesen una unidad mágica donde se repetía el milagro de la Creación y el co-pular humano se daba por entero en toda su magnífica y portentosa esplendidez”. Las contorsiones del tatuaje configuraban la danza del vientre, objeto de excitación se-xual para sus espectadores, los reclusos de Lecumberri, y medio de seducción de muje-res, en especial de Meche, mujer del Albino. Tal era su prestigio. Pues la incisión, como anota Lacan, tiene precisamente la función de ser para el Otro, de situar en él al sujeto, señalando su puesto en el campo de las rela-ciones del grupo, entre cada uno y todos los demás. Y, a la vez, tiene de manera evidente una función erótica, percibida por todos los que han abordado su realidad.

Kafka inventó metáforas de intolerable crueldad y nadie como él ha hecho una críti-ca radical del poder, es más, inventó el anti-poder en narraciones como La metamorfosis. “En la colonia penitenciaria” es una pesadi-lla, una cruel metáfora acerca del peso del poder sobre el individuo. En la abstracta y

genérica penitenciaría del título se ha inven-tado una máquina de tortura que escribe en la espalda del condenado la disposición que él mismo ha violado y, después de destrozar la carne de la espalda, lo lleva a la muerte en medio de vómitos, dolores sin término y efusiones de sangre. La escritura en el dorso es infamante: el condenado no tiene tiempo ni energía de exhibirla en sociedad porque se la lleva a la tumba, manchado y marcado hasta la muerte por la falta escrita en su piel. Como la ejecución se hace en público, éste llega a enterarse del delito cometido por la víctima. Cuando el investigador pregunta si el condenado –al que no se le ha dado ningu-na oportunidad de defenderse- conoce la sen-tencia, el oficial –que además es juez y verdu-go- responde que no, pero que ya la sabrá en carne propia, es decir, en su carne tatuada y lacerada por el poder.

La novela de aventuras, particularmen-te la inglesa, ofrece muchos ejemplos de personajes tatuados que arrojan un senti-do más que novedoso al tatuaje: afirmar, en una época anterior a la fotografía el “yo estuve allí”, esto es, en las lejanas tierras donde es costumbre, como Queequeg, mar-carse la piel. Pero este tipo de tatuaje, reba-jado a mera visión del turista, no entraña mayor riesgo ni compromiso.

Finalmente, Ray Bradbury inventa en el prólogo de El hombre ilustrado un personaje de cuya piel emergen los cuentos del libro. Tal hombre hace honor al título: trae escritas en la piel 18 historias maravillosas en colores sulfurosos como los del Greco, prados amari-llos y ríos azules, montañas, estrellas, soles y planetas, voces y gestos, los de las historias que conforman el libro. Bradbury subraya en el prólogo la distinción entre el tatuaje y la ilustración, y el hombre de Wisconsin que muestra su cuerpo al narrador-personaje es efectivamente un hombre ilustrado, un mu-seo ambulante. Con el hombre de Wisconsin el escritor norteamericano ha llevado el ta-tuaje literario a un plano en que la escritu-ra metafórica y la real se confunden en una sola unidad. Ese hombre es, en suma, un tex-to, o mejor, una serie de textos: no se llama siquiera Gonzalo Guerrero, ni Queequeg, ni el Albino, ni Milady, ni Collin (o Vautrin), sino El hombre Ilustrado, esto es, el Hombre Tatuado, el Hombre Texto. ¿No es acaso esta la meta suprema de la literatura: inventar-se un hombre que sea el personaje a la vez que el texto, un texto de textos? ¿No fue ésa acaso la aventura espiritual de Cervantes al inventar a ese Alonso Quijano que habló con la voz de Amadís, de Tirant lo Blanc, de Or-

lando Furioso, de Palmerín de Ingla-terra, de los Caballeros de

la Mesa Redonda, que habló, sí, con la voz

de ellos pero para superarlos, para

trascenderlos?

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6 Domingo 25 de mayo de 2014

I.- Cada 23 de mayo la pampa le dice al viento que no se olvida del mar-tes del año 65, en que vio correr la muerte republicana y temida detrás de la masa obrera.

- Ya deja en paz esa historia que no va con tu aridez, le dice el viento moles-to, señor de la desmemoria. ¿Por qué la guardas, qué esperas de eso que nadie se acuerda?

- Es que no soy como vos que vas y vie-nes sin rumbo repartido en el vacío, res-ponde la pampa seca que en ese mayo, esa tarde, sorbió angustiada la sangre con que el odio la regó.

2.- En eso interviene el sol con su len-

ta voz de otoño: Alumbré banderas, gritos y vi brillar metralletas. Fueron 27 muer-tos, mineros y unas mujeres, al noroeste de Oruro…

- El viento le dice al sol que no hay que ir por el tiempo cargando penas huma-nas que se vuelven huracanes, que ante la muerte la vida necesita de la amnesia in-dulgente y piadosa.

- Me llamaban Pampa Hilbo y en mí pasó la matanza, dice la amargada tierra. Eran gente de Colquiri, de Caracoles y Kami, proletarios del estaño, rebeldes de sindicato.

3.- El sol reconviene al viento: ¿Qué fue de Radio Vanguardia? Vos llevaste su palabra de denuncia al horizonte. ¿Qué fue de la soldadesca homicida y temeraria?

- Son 49 años y ya no sé qué decir, dice el viento acomplejado. A nadie le importó el hecho, la COB nunca dijo nada y los au-

tores reales, dictadura y embajada, se al-zaron de impunidad.

La pampa muerde el silencio y el sol se nubla un instante. Pronto será medio siglo. Los hijos de aquellos muertos ya deben ser sesentones disolviéndose en el viento, sin nada que recordar.

“Deshilbanado”

Aquel sobreviviente enloquecidorelataba el suceso sin prosapia,lo repetía más como terapiapara quitarse al duende enrojecido. “El 23 de mayo en Pampa Hilbomurieron cien mineros de utopía,ametrallados…“ y se interrumpía con un sollozo, una cerveza, un silbo.. La cantaleta de ese tipo raroacabó en polvo, todo olvido es caro,

por su tono lineal, tan sin matiz.. (En estos años fuera del paísprosigo repitiendo de soslayoque “en Pampa Hilbo, el 23 de mayo…”) (JMT)

* El viernes 23 de mayo se cumplirán 49 años de una matanza del ejército republicano contra inermes mineros en una pampa llama-da Hilbo, al noroeste de Oruro. Los trabajado-res, algunos acompañados de sus familiares, provenían de Colquiri, Kami y Caracoles.

El autor de estos textos grabó aquel episo-

dio porque, en ese año de 1965, era el director de Radio “Vanguardia” de Colquiri. Esa mis-ma noche se retransmitió la grabación de de-nuncia por la red de radioemisoras sindicales mineras de Bolivia. Un día después ocurrió la ocupación militar armada de esa región con la subsecuente represión contra obreros, di-rigentes y radialistas. Sirve para la memoria histórica de los bolivianos.

La pampa, el viento y el sol*UNA MEMORIA VERSIFICADA EN OCTOSÍLABOS Y UN VERSO RECUERDAN LA MATANZA DE HILBO.

Jorge Mansilla Torres (Coco Manto)Periodista y escritor

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7Domingo 25 de mayo de 2014

Pachakutxa

TIEMPO DEL RETORNO

Tu objetivo cósmico renombrado,

tu lógica es muy contabilizada:

mirar el pasado proyectando el futuro,

consolidando el coraje del mar

junto al crecer totoral del oro.

Haces retornar las simbólicas olas,

propiciando los grandes encuentros,

para cambiar el desarrollo cotidiano.

El padre viento hace silbar la quena

y las aves de nuevo cantan

alegremente.

Desenvuelves el marchar del tiempo

rescatando las tradiciones benéficas

estableciendo paredes de reflexión

tejiendo los caminos de pensamiento

haciendo que las piedras de ayer

hablen.

Muy observado tiempo del retorno,

el pueblo quiere escuchar tu discurso

valorando las típicas tradiciones.

Pachakuti aliéntanos con tu sudor

para conocer la identidad de mi raíz.

ETERNA CRUZ CUADRADA

Sagrada y eterna cruz cuadrada.

Ojo lítico de Tiwanaku

Interminable medida del tiempo

Unificas la tierra y el celaje.

Sagrada y eterna cruz cuadrada

de cuatro puntas precursoras,

escoges estrellas de la región,

exhibiendo la historia milenaria.

Sagrada y eterna cruz cuadrada.

Das bienvenida a las admiraciones

vestida de mar entero en totalidad,

otorgándonos la fuerza y el coraje.

Sagrada y eterna cruz cuadrada,

símbolo de bienestar de los aymaras.

Convocas a realizar la reflexión,

Destrozando las maniobras tramposas.

LA FIESTA

La pobreza es la reliquia eterna,

saber vivir demasiado explotado.

De ahí que las plantas florecen

danzando con el crecer semiente

a fin de que no pierda ninguna alegría.

Las agrupaciones saludan al jayma

estrenando los cantares exclusivos

en creciente alegría de optimismo,

a los seres que se alejan corriendo

los va atrapando la música jovial.

En el pueblo natal de ensueños

la anhelada gran fiesta anual

llega con sus propios pies de oro

y abrazos abiertos de plata

repartiendo el álbum de colores en aire.

Se establece el ritmo de danza en la plaza

al vigor de los sones en paredes que se ríen

alumbrando de entusiasmo los corazones

alentando a los pobladores con espíritu

cósmico

enraizando la costumbre de la

reciprocidad.

PUERTA DEL SOL

Fortaleza del planeta tierra

hiciste nacer los tiempos,

monumental pared lítica

eres muy inagotable.

Calendario de los pobladores

posada de las estrellas,

- exhibes el pronóstico central

Sembrando admiraciones.

ISLA DE LA LUNA

Eterno ojo del Titikaka

sagrado aguayo espiritual,

con pies arenal de plata,

eres la piel de la Madre Tierra.

Luna llena del mar,

en el día contabilizas los sueños

de noche controlas los meteoros

cantas mirando el celaje.

Clemente Mamani LarutaNació en Qatavi, la provincia paceña de Los Andes. Es poeta, declamador aymara por naturaleza y facilitador de educación permanente. Desde su infancia participó en las tradiciones rituales de la comunidad y de las cos-tumbres ancestrales originarias de la región, cuya vivencia le dio el sopor-te colectivo para consolidar datos de cultura andina con visión cósmica hacia el porvenir, defendiendo los valores folklóricos nacionales.La presente es una selección de poemas incluidos en su libro Pachaku-txa (2013), de edición bilingue (aymara-español).

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8 Domingo 25 de mayo de 2014

L a pluma de Néstor Taboada Terán es un gran deleite. La composición crónica, de cuento pausado, claro y legible eleva al lector a la imagi-nación real.

Su narración es el camino a una lectu-ra ágil, que no merece pausa. Así es Salva-dor Allende ¡Mar para Bolivia!, que por fortuna (suerte) llegó a mis manos.

Lo fui leyendo entre las paradas del auto-bús, los minutos libres en el escritorio y an-tes de pegar la cabeza en la almohada, que desde que no está ella el sueño está más dis-tante cada noche.

Taboada Terán realiza una serie de cróni-cas en las que detalla sus sucesivos viajes a Santiago de Chile, donde, en una ocasión, se encontró ni más ni menos con el primer pre-sidente socialista Salvador Allende.

El ganador de las elecciones chilenas del 4 de septiembre de 1970 marcó con claridad su destino y el destino de los chilenos, pero éste no fue del agrado de todos.

“Sabemos que el socialismo no se puede establecer de un día para otro por un simple decreto, sino que es un proceso”, estableció Allende al inicio de su mandato que vio en las bayonetas y las botas el freno a su ideal. (El 11 de septiembre de 1973, un golpe de Estado de las Fuerzas Armadas y el cuerpo de Carabine-ros lo despojó de la presidencia).

Entre los relatos, Taboada Terán incorpo-ró su encuentro, en abril de 1970, con René Ríos Boettiger (1911-2000), más conocido por Pepo, el dibujante creador de Condorito y de toda Pelotillehue.

“Condorito era un amigo de la casa. Al me-diodía, después de mis labores en la Universi-dad de Cochabamba, llegaba con el infaltable paquete de diarios y revistas. Y mis hijas, Beba y Varinia, esperaban a Condorito que se halla-ba integrado a la familia con Yayita, Pepe Cor-tisano, Huevo Duro, Ugenio González, Come-gato, Fonola, Don Chuma, Che Copete y Coné. Y últimamente nacido Titicaco, el personaje boliviano con poncho, chulo y ojotas de la pura tierra andina”.

Pero ¿cómo fue que se le ocurrió a Pepo crear a Condorito? Taboada cuenta que una tarde cualquiera el dibujante se quedó miran-do el escudo de su país y fijó su atención en el cóndor de las Cordilleras encaramado astuta-

Taboada Terán, Condorito y TiticacoEL ESCRITOR NARRA EN UNO DE SUS LIBROS EL GÉNESIS DE LA CARICATU-RA DEL EMPLUMADO PROTAGONISTA.

Juan Cori Ch. Periodista

mente al lado de las ramas del olivo. Sí, así na-ció Condorito, “lo sacó del escudo, le puso un taparrabo y un par de ojotas”.

“El pajarraco cacareador de profesión es joven y luce ojos grandes y redondos, viste una chompa roja, pantalón negro con par-ches usualmente blancos en la parte trasera, la cola, lugar ‘donde dicen que se enferma el tordo’”, escribe Taboada.

Junto al pajarraco, nació Pelotillehue, esa ciudad que varía entre un pueblo pequeño y una gran metrópolis, ubicada en Chile, entre los (pueblos o ciudades) de Cumpeo y Buenas Peras (su ciudad antagonista).

Pepo logró fusionar una sociedad real y supo llevar el contexto de la política chilena, local e internacional a los dibujos.

Titicaco, el amigo boliviano de Condorito, es una muestra de ello. Él tiene un carácter amistoso y cada vez que visita Chile pasa a sa-ludar al pajarraco, donde nacen conversacio-nes jocosas que terminaban en plop.

Buena excusa que nos da Taboada Terán para releer las historietas y recordar que la amistad entre los pueblos (Bolivia y Chile) puede ser una realidad.

1. El plumífero protagonista, Condorito.2. Titicaco, el personaje boliviano en la historieta chilena.3. Primer cuadro de una tira cómica en la que aparece Titicaco.4. El reconocible PLOP de la historieta.

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