el joven samurai_ el camino de - chris bradford

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Japón, 1612: tras un año de

adiestramiento en la escuela de

samuráis, Jack se encuentra con

que tiene un gran problema… Está

ocupado preparándose para llevar a

cabo el Círculo de Tres, un antiguo

ritual que pone a prueba el coraje, la

destreza y el espíritu hasta el límite.

 Al mismo tiempo, se ve atrapado en

una batalla constante con otro

estudiante, Kazuki, y su banda.

Sin embargo, debe enfrentarse a un

desafío aún mayor. Sabe que su

 

mortal enemigo —el ninja Ojo de

Dragón- podría atacarlo en cualquier 

momento. Jack posee el secreto

capaz de acabar con él, pero…

¿podrá convertirse Jack en maestro

del Camino de la Espada a tiempo

para sobrevivir a una lucha a

muerte? Segundo volumen de una

trepidante trilogía de aventura y

acción inspirada en un samurái

inglés que vivió en Japón en el siglo

XVII.

 

Chris Bradford

El joven samurai:el camino de la espada

ePUB v1.0

adruki 06.09.11

 

 

Nota:  El joven samurái es una obra deficción que, a pesar de estar inspirada enfiguras, acontecimientos y hechoshistóricos, no pretende reflejarlos contotal exactitud. Es más un eco de lostiempos que una recreación de la historia.

 

Advertencia: No intenten reproducir ninguna de las técnicas descritas en estelibro sin la supervisión de un instructor deartes marciales cualificado. Se trata dellaves muy peligrosas que pueden causar heridas fatales. El autor no se haceresponsable de los daños que puedaacarrear la puesta en práctica de estastécnicas.

 

A mi madre

 

Prólogo

Dokojutsu

apón, agosto de 1612

 —El escorpión negro de la muertees el más venenoso de su especieconocido por el hombre —explicó elninja, cogiendo un gran espécimen deuna caja de madera y colocándolo en latemblorosa mano de su estudiante—.Armado, silencioso y mortífero, es elasesino definitivo.

La estudiante trató en vano de

 

controlar su temblor mientras la criaturade ocho patas, cuyo aguijón brillaba ela penumbra, se deslizaba sobre su piel.

Estaba arrodillada delante del ninjaen una pequeña habitación iluminada por velas y repleta de jarrones de cerámica,cajas de madera y pequeñas jaulas.Dentro de estos recipientes había todauna variedad de pociones venenosas, polvos, plantas y criaturas.

El ninja ya le había mostrado bayasrojas como la sangre, bulbosos pecesglobo, ranas de brillantes colores,arañas de largas patas y manojos deserpientes de negra cabeza: todo ello

 

letal para los humanos.

 —Una picadura de un escorpiónegro y la víctima sufre un dolor insoportable —continuó el ninja,observando el temor en los ojos de sestudiante—. Las convulsiones soseguidas de parálisis, pérdida deconciencia y, finalmente, la muerte.

Con estas palabras, la estudiante sequedó inmóvil, con la mirada fija en elescorpión que subía por su brazo edirección a su cuello. Sin que parecieraimportarle el peligro inminente quecorría su estudiante, el ninja continuócon su instrucción.

 

 —Como parte de tu entrenamientoninjutsu, debes aprender dokujutsu, elarte del veneno. Cuando se te asigne unamisión, descubrirás que apuñalar a tvíctima es sucio, y existe, además, unagran posibilidad de fracasar. Pero elveneno es silencioso, difícil de detectar , si se administra adecuadamente,

infalible.

El escorpión había alcanzado ya scuello, tras colarse en la incitadoraoscuridad de su larga y negra cabellera.Ella volvió la cabeza presa del pánico,con la respiración entrecortada. El ninjano hizo caso.

 

 —Te enseñaré a extraer el veneno dedistintas plantas y animales, y cuálesdebes aplicar a tus armas, mezclar cola comida o diluir en la bebida de tusvíctimas —dijo, pasando los dedos por una jaula y haciendo que la serpienteque había dentro se abalanzara contralos barrotes—. También debesdesarrollar tolerancia hacia los venenos,a que no hay nada que ganar muriendo

 por tu propia mano.

Se volvió para ver a su estudiantealzar el brazo para apartar el escorpión,que se había acomodado en el hueco desu cuello. Sacudió suavemente lacabeza.

 

 —Muchas toxinas tienen su antídoto.Te mostraré cómo mezclarlas. Otras pueden superarse tomando pequeñascantidades de veneno hasta que tcuerpo haya generado una defensanatural contra él. Sin embargo, hay otrascontra las que no existe ningúantídoto. —Señaló un pulpo no mayor que el puño de un bebé; estaba dentro deuna artesa llena de agua—. Por belloque el animal sea, su veneno es ta potente que puede matar a un hombre ecuestión de minutos. Recomiendo usar éste en bebidas como el  sake  y el

 sencha, ya que no tiene sabor.

La estudiante ya no pudo soportar 

 

tener encima al escorpión. Lo apartó deun manotazo y gritó cuando el animal leclavó el aguijón en la mano. En torno ala herida la carne empezó a hincharse deinmediato.

 —Ayúdame… —gimió mientras udolor ardiente recorría su brazo.

El ninja miró sin compasión ningunaa su estudiante, que se revolvía desufrimiento.

 —Vivirás —dijo, cogiendo alescorpión por la cola y devolviéndolo asu caja—. Es viejo y grande. Son lashembras pequeñas con las que hay quetener cuidado.

 

La estudiante cayó inconsciente alsuelo.

 

1

Tabas

 —¡Estás haciendo trampas! —  protestó la niña.

 —¡No, nada de eso! —replicó Jack,que estaba arrodillado frente a shermana en el jardín trasero de la casitade sus padres.

 —¡Sí que haces trampas! ¡Hay quetocar las palmas antes de recogerlastabas!

Jack no contestó: su aspecto de

 

fingida inocencia no engañaba a Jess ni pizca. Por mucho que amara a shermana, una niña delgada de siete añoscon ojos celestes y cabello rubio, sabíaque era inflexible a la hora de cumplir las reglas. La mayor parte de los díasJess era tan inofensiva como unamariposa, pero cuando jugaban a lastabas, se volvía tan estricta y severacomo su madre respecto a las labores dela casa.Jack recogió del suelo las cinco tabashechas con huesos de oveja y empezó denuevo. Eran del tamaño de guijarros pequeños y tenían los bordes alisadosde tantas veces como Jess y él había

 

ugado durante el verano. A pesar delcalor opresivo, los huesos blancos parecían extrañamente fríos en susmanos.

 —¡Apuesto a que no puedes superar mi dos! —lo retó Jess.

Aceptando el desafío, Jack lanzócuatro huesos al suelo. Luego arrojó alaire el quinto hueso, dio una palmada yapartó una taba del suelo antes de coger el hueso que caía. Repitió el procesocon la facilidad que da la práctica, hastaque tuvo los cinco en la mano.

 —Uno —dijo.

Sin dejarse impresionar, Jess

 

arrancó una margarita de la hierba,fingiendo aburrimiento.

Jack volvió a lanzar los huesos,completando la segunda ronda en un par de rápidos movimientos.

 —¡Dos! —anunció antes de lanzar las tabas al suelo. Entonces, tras arrojar una al aire y dar una palmada, cogió lasotras tres antes de capturar el hueso quecaía.

 —¡Tres! —exclamó Jess, incapaz dereprimir su asombro.

Sonriendo, Jack volvió a lanzar lastabas una última vez.

 

En la distancia, el sonido de lostruenos resonaba pesadamente en elcielo oscuro. El aire se volvía densocon la llegada de la tormenta de verano, pero Jack hizo caso omiso del cambiode clima. Se concentró en el desafío derecoger cuatro huesos a la vez.

Jack lanzó la taba al aire y dio una palmada justo cuando se produjo u potentísimo ¡crac! Un fulgor blancohendió el cielo, golpeó la cima de unacolina lejana e hizo arder un árbol emedio de un resplandor rojizo. PeroJack estaba demasiado concentrado eel juego para dejarse distraer. Agarrólas cuatro tabas antes de coger la quinta

 

cuando estaba a un palmo del suelo.

 —¡Lo logré! ¡Lo logré! ¡Cuatroseguidas! —exclamó entusiasmado. — Alzó la cabeza en gesto de triunfo yadvirtió que Jess había desaparecido.

Y también el sol. Nubes de tormentanegras como la brea corrían ahora por un cielo que parecía de fuego.

Jack se quedó mirando anonadado lasúbita ferocidad de los elementos.Entonces fue vagamente consciente deque algo se agitaba dentro de su manocerrada. Parecía que las tabas seestuvieran moviendo.

Vacilante, abrió la mano.

 

Lo que vio lo dejó boquiabierto.Correteando por su palma había cuatrodiminutos escorpiones negros.

Rodearon la taba blanca restante, ysus mortíferas colas golpearon el hueso,inyectando con sus ponzoñosas puntas elletal veneno.

Uno de los escorpiones se volvió ysubió corriendo por su antebrazo. Presadel pánico, Jack se sacudió, haciendocaer a todos los escorpiones a la hierba, echó a correr hacia la casa.

 —¡Madre! ¡Madre! —gritó, yentonces pensó en Jess. ¿Dónde estaba?

 

Grandes gotas de lluvia empezaron acaer y el jardín se cubrió de sombras.Apenas podía distinguir las cinco tabasdispersas sobre la hierba, pero no habíani rastro de los escorpiones ni de Jess.

 —¿Jess? ¿Madre? —gritó con todala fuerza de sus pulmones.

 Nadie respondió.

Entonces oyó el suave canto de smadre que llegaba desde la cocina:

Un hombre de palabras y no de

hechos[ 1 ] es como un jardín lleno de

hierbas y helechos. Y cuando los

hierbajos empiezan a crecer como un

ardín lleno de nieve es…

 

Jack echó a correr por el estrecho pasillo en dirección a la cocina.

La casita estaba envuelta esombras, y tan húmeda como unacatacumba. Un destello de luz se colabaa través de una pequeña rendija en la puerta. Desde dentro, la voz de su madresubía y bajaba como el suspiro delviento:

Y cuando la nieve empieza a caer es

como un pájaro sobre la pared.

Y cuando el pájaro echa a volar 

como un halcón en el cielo será…

Jack aplicó un ojo a la rendija y

 

distinguió a su madre sentada deespaldas a la puerta, con su delantal, pelando patatas con un gran cuchillocurvo. Una única vela iluminaba laestancia, haciendo que la sombra delcuchillo sobre la pared pareciera tamonstruosa como la espada de usamurái.

Y cuando el cielo empieza a rugir 

como un león en la puerta vas a oír…

Jack empujó la puerta, que chirriósobre el suelo de piedra, pero su madreno se volvió.

 —¿Madre? —preguntó—. ¿Meoyes…?

 

Y cuando la puerta empieza a crujir 

como un palo en tu espalda vas a

 sentir…

 —¡Madre! ¿Por qué no respondes?

La lluvia caía ahora con tanta fuerzaque el sonido que producía semejaba elde un pescado friéndose en una sartén.Jack se acercó a su madre. Ella siguióde espaldas, pelando una patata trasotra.

Y cuando la espalda te empieza a

doler como una navaja en el corazón

es…

Jack tiró del delantal.

 

 —¿Madre? ¿Te encuentras bien?

Jack oyó de pronto un grito sofocado procedente de la otra habitación y en esemomento su madre se volvió hacia él, ysu voz sonó agria y rechinante.

Y cuando tu corazón empieza a

 sangrar estás muerto, muerto, muerto

de verdad…

Jack se encontró mirandodirectamente las cuencas hundidas deuna vieja bruja cuya cabellera, gris ygrasienta, estaba cubierta de piojos. Elser al que había confundido con smadre dirigió entonces el cuchillo haciala garganta de Jack; una monda de patata

 

colgaba de la afilada hoja.

 —¡Estás muerto de verdad,  gaijin!

 —masculló la vieja, y Jack sintiónáuseas ante la fetidez de su aliento.

La bruja soltó una risotada mientrasél echaba a correr, gritando, hacia la puerta.

Jack oyó los gritos de angustiadentro de la casa. Irrumpió en lahabitación principal.

El gran sillón donde su padre solíasentarse estaba vuelto hacia lachimenea, donde ardía un fuego. Lasllamas recortaban la silueta embozadade una figura sentada delante de ellas.

 

 —¿Padre? —preguntó Jack con tonovacilante.

 —Tu padre está muerto, gaijin.

Un dedo retorcido en el extremo deuna mano cubierta con un guante negroseñaló el cuerpo del padre de Jack, queacía, roto y sangrante, en un rincón de

la habitación. Jack retrocedió al ver elhorrible destino de su padre, y el sueloempezó a oscilar como la cubierta de u barco.

De un solo salto, la figura embozadavoló desde la silla hasta la ventana. Elintruso sostenía a Jess en sus brazos.

 

Jack creyó por un instante que se ledetenía el corazón.

Reconoció el único ojo de color verde jade que lo miraba a través de larendija en la capucha. La figura, vestidade la cabeza a los pies con el negro

 shinobi shozoku  de los ninjas, eraDokugan Ryu.

Ojo de Dragón. El ninja que habíamatado a su padre y cazado a Jack si piedad y que ahora había secuestrado asu hermana pequeña.

 —¡No! —gritó Jack mientrascruzaba la habitación para salvarla.

Sin embargo, otros ninjas pareciero

 

surgir de las paredes para detenerlo.Jack luchó contra ellos con todas susfuerzas, pero cada ninja sin rostro quederrotaba era sustituido de inmediato por el siguiente.

 —¡En otra ocasión,  gaijin!  —siseóOjo de Dragón mientras se volvía ydesaparecía en la rugiente tormenta—.El cuaderno de bitácora no ha sidoolvidado.

 

2

El cuaderno de

bitácora 

La pálida luz del amanecer sefiltraba por la diminuta ventana y lalluvia seguía goteando, viscosa, deldintel al alféizar.

Un único ojo miraba a Jack a travésde la penumbra.

Sin embargo, no era el de DokugaRyu.

 

Pertenecía al muñeco Daruma que el sensei  Yamada, su maestro de zen, lehabía dado durante su primera semanade entrenamiento samurái en la  Niten

chi Ryu, la Escuela de los Dos Cielos,en Kioto.

Más de un año había pasado desdela4 aciaga llegada de Jack a Japón,cuando un ataque ninja al barcomercante que su padre pilotaba lo habíadejado aislado y luchando por su vida.Jack, el único superviviente, había sidorescatado por el legendario guerreroMasamoto Takeshi, fundador de estaescuela samurái.

 

Herido, incapaz de hablar el idioma  sin amigos ni familiares que lo

cuidaran, Jack no tuvo más remedio quehacer lo que le decían. Además,Masamoto no era de la clase de hombresque permiten que se cuestione sautoridad: un hecho demostrado cuandoadoptó a Jack, un extranjero, como shijo.

 Naturalmente, Jack soñaba coregresar a casa y estar con su hermana,Jess, el único familiar que le quedaba, pero esos sueños a menudo seconvertían en pesadillas en las que sefiltraba su némesis, Ojo de Dragón. El

 

ninja quería el cuaderno de bitácora, laguía de navegación de su padre, acualquier precio, aunque eso significaramatar a un muchacho de la edad de Jack.

El pequeño muñeco de maderaDaruma, con su cara redonda,continuaba mirándolo en la oscuridadcon su único ojo, burlándose de ssituación. Jack recordó el día en que el

 sensei  Yamada le indicó que pintara elojo derecho del muñeco y formulara udeseo: el otro sólo se añadiría cuando eldeseo se hiciera realidad. Jack advirtió, para su desazón, que el deseo no estabamás cerca de cumplirse que a principiosde año, cuando pintó el ojo.

 

Se volvió, desesperado, y hundió lacabeza en el futón. Los otros futurosguerreros podían oírlo sollozar a travésde las delgadas paredes de papel de sdiminuta habitación en la Shishi-no-ma,la Sala de los Leones.

 —Jack, ¿te encuentras bien? — susurró una voz en japonés desde el otrolado de la puerta del shoji.

Oyó la puerta deslizarse hastaabrirse y reconoció los tenues contornosde su mejor amiga, Akiko, y de su primoYamato, segundo hijo de Masamoto.Entraron en silencio en la habitación.Vestida con un kimono de seda de color 

 

crema, con la larga y negra cabellerarecogida en un moño, Akiko se acercó ala cama de Jack y se arrodilló junto aella.

 —Oímos un grito —continuó Akiko,cuyos ojos rasgados estudiaban su rostrocon preocupación.

 —Creímos que podrías tener  problemas —dijo Yamato, un muchachodelgado y de la misma edad que Jack,con ojos pardos y pelo negro y de punta —. Parece que hubieras visto a ufantasma.

Jack se enjugó la frente con manotemblorosa e intentó tranquilizarse. El

 

sueño, tan vivido y real, lo había dejadoaturdido, y la imagen de Jess atrapada permanecía aún en su mente.

 —Soñé con Ojo de Dragón…Irrumpió en la casa de mis padres…Secuestró a mi hermana pequeña… — Jack tragó saliva con dificultad.

Akiko pareció a punto de tender unamano para consolarlo, pero Jack sabíaque la formalidad japonesa le impedíaesas manifestaciones de afecto. Ecambio, le ofreció una sonrisa deconsuelo.

 —No es más que un sueño, Jack — dijo.

 

Yamato asintió.

 —Es imposible que Ojo de Dragóesté en Inglaterra —apuntó.

 —Lo sé —concedió Jack,inspirando profundamente—, pero yotampoco estoy en Inglaterra. Si el

lejandría  no hubiera sido atacado, yame encontraría camino de casa. Ecambio, estoy atrapado en el extremoopuesto del mundo. No sé qué pudo pasarle a Jess. Es probable que yo estéaquí bajo la protección de tu padre, peroella no tiene a nadie. —Las lágrimasnublaron sus ojos.

 —Pero ¿no cuidan a tu hermana en el

 

vecindario? —preguntó Akiko.

 —La señora Winters es vieja — repuso Jack, sacudiendo la cabeza coexpresión de tristeza—. No puedetrabajar y pronto se le acabará el dineroque le dio mi padre. Además, tal vezhaya enfermado, o incluso muerto…¡igual que mi madre! Enviarán a Jess auna casa de trabajo si no hay nadie quela cuide.

 —¿Qué es una casa de trabajo? — quiso saber Yamato.

 —Son como prisiones, pero paramendigos y huérfanos. Tendrá queromper piedras para las carreteras,

 

separar ropa vieja, quizás hasta aplastar huesos para hacer fertilizante. Hay pocoque llevarse a la boca, de modo que lagente acaba peleándose por unos trozosde comida medio podrida. ¿Cómo podría sobrevivir a eso?

Jack agachó la cabeza, abatido.Estaba indefenso y no podía salvar a loque quedaba de su familia. Igual quecuando su padre necesitó su ayuda paraluchar contra los ninjas que habíaabordado su barco. Le arreó un puñetazoa la almohada, frustrado por sincapacidad para hacer nada al respecto.Akiko y Yamato observaron en silenciomientras su amigo expresaba su furia.

 

 —¿Por qué tuvo el Alejandría  quenavegar con esa tormenta? Si el cascohubiera aguantado, no habríamosnaufragado. No nos habrían atacado. ¡Ymi padre seguiría con vida!

Jack aún podía ver el cablemanchado con la sangre de su padre, y aOjo de Dragón retorciéndolo mientrasJohn Fletcher se esforzaba por liberarse.Jack recordó cómo se quedó allí, paralizado de miedo, con el cuchillocolgando en su mano. Su padre,adeando en busca de aire, las venas del

cuello a punto de estallarle, tendiendodesesperadamente las manos hacia él…

 

Furioso consigo mismo por sincapacidad para actuar, Jack arrojó laalmohada al otro extremo de lahabitación.

 —Jack. Cálmate. Ahora estás conosotros, todo saldrá bien —intentótranquilizarlo Akiko. Intercambió coYamato una mirada de preocupación.

unca habían visto a Jack así.

 —No, no saldrá bien —replicó Jack,sacudiendo la cabeza y frotándose losojos en un intento por despejar su mentede aquella visión de pesadilla.

 

 —Jack, no me extraña que duermastan mal. ¡Hay un libro debajo de tfutón! —exclamó Yamato, recogiendo utomo encuadernado en cuero.Jack se lo quitó con brusquedad de lasmanos.

Era el cuaderno de bitácora de s padre. Lo había mantenido oculto bajosu futón ya que en esta pequeñahabitación sin muebles no había otrositio donde esconderlo. El cuaderno de bitácora era su único eslabón con s padre y Jack atesoraba cada página,cada nota y cada palabra que su padrehabía escrito. La información quecontenía era enormemente valiosa y Jack 

 

le había jurado a su padre que lamantendría en secreto.

 —Tranquilo, Jack. Es sólo udiccionario —dijo Yamato, sorprendido por la inesperada agresividad del otromuchacho.

Jack miró a Yamato con los ojos muyabiertos, advirtiendo que su amigo habíaconfundido el cuaderno de bitácora coel diccionario portugués-japonés que eldifunto padre Lucius le había entregadoel año anterior. El que se suponía quetenía que entregar al superior delsacerdote, el padre Bobadillo, en Osaka,cuando se presentase la ocasión. Pero no

 

se trataba del diccionario. Aunque losdos estaban encuadernados en cuero,éste era el cuaderno de bitácora de s padre.

Jack nunca le había contado aYamato la verdad sobre dicho cuaderno,e incluso le había negado que existiese.Y por buenos motivos. Hasta su victoria  reconciliación en la competició

Taryu-Jiai entre escuelas de ese verano,no tenía ningún motivo para confiar eYamato.

Cuando Masamoto adoptó a Jack,Yamato lo despreció al instante. Shermano mayor, Tenno, había sido

 

asesinado, y veía a Jack como un intento por parte de su padre de sustituirlo. ParaYamato, Jack le estaba robando a s padre. Hizo falta que Yamato estuviera a punto de ahogarse para que Jack loconvenciera de lo contrario y sevolviesen aliados.

Jack sabía que era un riesgo hablarlea Yamato de algo tan precioso como elcuaderno de bitácora de su padre, y por otra parte no tenía ni idea de cómo iba areaccionar. Pero tal vez hubiera llegadoel momento de confiarle el secreto a snuevo amigo.

 —No es el diccionario del padre

 

Lucius —confesó.

 —¿Qué es, entonces? —preguntóYamato, con expresión de perplejidad eel rostro.

 —Es el cuaderno de bitácora de mi padre.

 

3

El deseo

Daruma 

 —¡El cuaderno de bitácora de t padre! —exclamó Yamato, en quien laconfusión daba paso a la incredulidad —. ¡Pero si cuando Ojo de Dragón atacóla casa de Akiko negaste saber nada deél!

 —Mentí. En ese momento no tuvemás remedio.

 

Jack no fue capaz de mirar a Yamatoa los ojos. Sabía que su amigo se sentíatraicionado.

Yamato se volvió hacia Akiko.

 —¿Tú lo sabías?

Akiko asintió, con el rostro coloradode vergüenza.

 —No me lo puedo creer —exclamóYamato, visiblemente enfadado—. ¿Por eso sigue volviendo Ojo de Dragón una otra vez? ¿Por un estúpido libro?

 —Te lo habría dicho, Yamato —leaseguró Akiko, intentando calmarlo—, pero le prometí a Jack que lo mantendría

 

en secreto.

 —¿Cómo puede un simple librovaler la vida de Chiro? —preguntóYamato, poniéndose en pie—. Puede quesólo fuese una criada, pero era leal anuestra familia. Jack nos ha puesto atodos en peligro por este… cuaderno.

Yamato miró a Jack con expresióde furia en los ojos. Para horror de Jack,dio media vuelta para marcharse y dijo:

 —Voy a contárselo a mi padre.

 —Por favor, no lo hagas —suplicóJack, cogiendo a Yamato por la mangadel kimono—. No es un librocualquiera. Hay que mantenerlo e

 

secreto.

 —¿Por qué? —exigió Yamato,mirando con disgusto la mano de Jack.

Jack lo soltó, pero Yamato no semarchó.

Sin pronunciar palabra, Jack leentregó el libro y Yamato fue pasandosus páginas, mirándolo pero sicomprender los diversos mapasoceánicos, las constelaciones y susinformes sobre rutas marinas.

Jack explicó el significado de scontenido con voz queda.

 —El cuaderno de bitácora es u

 

libro de navegación que describe lasrutas seguras por los océanos delmundo. La información es tan valiosaque han muerto hombres por ponerle lamano encima a este libro. Le prometí ami padre que lo mantendría en secreto.

 —Pero ¿por qué es tan importante?¿No es un simple libro que señala rutase itinerarios?

 —No. Es mucho más que eso. No essólo un mapa de los océanos. Mi padredecía que era una poderosa arma política. Quien lo posea puede controlar las rutas comerciales entre todas lasnaciones. Esto significa que cualquier 

 

 país con un cuaderno de bitácora ta preciso como éste gobernará los mares.Por eso Inglaterra, España y Portugal loquieren.

 —¿Qué tiene eso que ver con Japón? —preguntó Yamato, devolviéndole ellibro—. Japón no es como Inglaterra.Creo que ni siquiera tenemos una flota.

 —No lo sé. No me interesa la política. Sólo quiero regresar aInglaterra un día y encontrar a Jess.Estoy preocupado por ella —explicóJack, acariciando las cubiertas de cuerodel cuaderno de bitácora—. Mi padreme enseñó a usar este libro a fin de que

 

llegase a ser piloto como él. Por eso,cuando me marche de Japón será mi billete de vuelta a casa. Mi futuro. Siél, no tendré oficio. Por mucho que meguste adiestrarme en el Camino delGuerrero, hay poca demanda desamuráis en Inglaterra.

 —Pero ¿qué te impide marcharteahora? —inquirió Yamato con tonodesafiante, entornando los ojos.

 —Jack no puede irse sin más — intervino Akiko—. Tu padre lo haadoptado hasta que cumpla los dieciséisaños y sea mayor de edad. Necesitaríael permiso de Masamoto-sama. Además,

 

¿adónde iría?

Yamato se encogió de hombros. —A Nagasaki —respondió Jack.

Los dos se lo quedaron mirando.

 —Es el puerto al que nos dirigía mi padre antes de que la tormenta nosdesviara de nuestro rumbo —explicóJack—. Quizás haya allí un barco codestino a Europa, o incluso Inglaterra.

 —¿Tienes idea de dónde estáagasaki, Jack? —preguntó Akiko.

 —Más o menos… Aquí hay umapa. —Jack empezó a buscar entre las páginas del cuaderno de bitácora.

 

 —Está en el lejano sur de Japón, eKyushu —dijo Yamato, impaciente.

Akiko puso la mano sobre elcuaderno, deteniendo la búsqueda delmapa por parte de Jack.

 —Sin comida ni dinero, ¿cómollegarías hasta allí? Tardarías más de umes en llegar caminando desde Kioto.

 —Ya tendrías que haber empezado aandar, de hecho —apuntó Yamato,sarcástico.

 —¡Basta, Yamato! Se supone que losdos sois amigos, ¿recuerdas? —dijoAkiko—. Jack no puede ir caminandohasta Nagasaki. Ojo de Dragón está ahí

 

fuera. En la escuela, cuenta con la protección de tu padre, y Masamoto-sama parece ser la única persona a laque ese ninja teme. Si Jack se marcharade aquí solo, correría el riesgo de que locapturasen… ¡O incluso de que lomataran!

Todos guardaron silencio.

Jack guardó el cuaderno de ruta,colocando el futón encima. Era un pobreescondite para algo tan precioso yadvirtió que tenía que buscar uemplazamiento más seguro para él antesde que Ojo de Dragón regresara.

Yamato abrió la puerta de la

 

habitación para marcharse. Al volversea mirar a Jack por encima del hombro, preguntó:

 —¿Entonces vas a decírselo a mi padre?

Los dos se sostuvieron la mirada. Latensión entre ambos crecía.

Jack negó con la cabeza.

 —Mi padre se tomó grandesmolestias para ocultarlo. A bordo del barco tenía un compartimento secreto para el cuaderno. Ni siquiera el capitásabía dónde lo guardaba. Como hijosuyo, es mi deber proteger el cuaderno —explicó Jack, sabiendo que tenía que

 

conectar con Yamato de algún modo—.Tú entiendes lo que es el deber. Eres usamurái. Mi padre me hizo prometerleque lo mantendría en secreto. Estoyatado a esa promesa.Yamato asintió levemente y cerró la puerta antes de volverse de nuevo haciaél.

 —Ahora comprendo por qué no selo has contado a nadie —dijo Yamato,abriendo los puños mientras su furiafinalmente se consumía—. Memolestaba que no me lo hubieras dicho.Que no confiaras en mí. Puedes hacerlo,¿sabes?

 

 —Gracias, Yamato —respondióJack, dejando escapar un suspiro dealivio.

Yamato se sentó a su lado.

 —Pero no comprendo por qué no puedes decírselo a mi padre. Él podría protegerlo.

 —No, no debemos —insistió Jack  —. Cuando el padre Luchas murió,confesó que alguien que conocía ibadetrás del cuaderno de bitácora y queme mataría para conseguirlo.

 —Dokugan Ryu, naturalmente —dijoYamato.

 

 —Sí, Ojo de Dragón quiere elcuaderno —reconoció Jack—, pero medijiste que los ninja eran contratados por sus habilidades. Alguien lo hacontratado para que robe el cuaderno de bitácora. Podría ser alguien a quieMasamoto-sama conoce. El padreLucius era parte de su entorno, así queno puedo permitirme confiar en nadie.Por eso creo que cuanta menos genteconozca su existencia, mejor.

 —¿Pretendes decir que no confías emi padre? ¿Que crees que podríaquererlo? —exigió Yamato, ofendido por la implicación.

 

 —¡No! —replicó Jack rápidamente —. Estoy diciendo que si Masamoto-sama tuviera el cuaderno de bitácora, podrían asesinarlo como hicieron con mi padre. Y ése es un riesgo que no puedocorrer. Estoy intentando protegerlo,Yamato. Al menos, si Ojo de Dragócree que lo tengo yo, sólo irá a por mí.Por eso tenemos que mantenerlo esecreto.

Jack pudo ver a su amigo sopesandolas opciones y durante un horriblemomento pensó que Yamato, de todasformas, iba a contárselo a su padre.

 —Bien. Te prometo que no diré nada

 

 —accedió Yamato—. ¿Pero qué te hacecreer que Ojo de Dragón vendrá denuevo a por él? No lo hemos visto desdeque intentó asesinar al daimyo Takatomidurante el festival Gion. Tal vez hayamuerto. Akiko lo dejó malherido.

Jack recordó cómo Akiko le habíasalvado la vida aquella noche. Habíavisto al ninja entrar en el castillo de

ijo, el hogar del señor Takatomi, y losiguieron. Sin embargo, Ojo de Dragóvenció a Jack y estaba a punto decortarle el brazo cuando Akiko lanzóuna espada wakizashi para detenerlo. Lahoja corta penetró en el costado de Ojode Dragón, pero el ninja apenas

 

 pestañeó. Sólo la providencial llegadade Masamoto y sus samuráis impidióque el asesino contraatacase. Ojo deDragón escapó saltando los muros delcastillo, pero no sin prometer quevolvería a por el cuaderno de bitácora.

La amenaza del ninja aún acosaba aJack, que no dudaba que Ojo de Dragóregresaría. El ninja estaba ahí fuera,esperándolo.

Akiko tenía razón. Mientrasestuviera en la  Niten Ichi Ryu  estaba bajo la protección de Masamoto. Teníaque aprender el Camino de la Espada siquería sobrevivir y regresar a casa.

 

Aunque no tenía otra opción, la ideade perfeccionar sus destrezas comosamurái lo llenaba de emoción. Se sentíaatraído hacia la disciplina y las virtudesdel bushido  y la idea de empuñar unaespada de verdad era abrumadora.

 —Está ahí fuera —dijo Jack—. Ojode Dragón vendrá.

Extendió la mano y recogió elmuñeco Daruma. Lo miró directamenteal ojo y solemnemente volvió a expresar su deseo.

 —Pero la próxima vez estaré preparado.

 

4

Un grano de

arroz

 —¿Por qué has traído tu espada? — ladró el  sensei  Hosokawa, un samuráide aspecto severo, mirada intimidadora barba afilada.

Jack miró su catana. La  saya  negra pulida brillaba a la luz de la mañana,indicando la afilada hoja que había en sinterior. Sorprendido por la inesperadahostilidad de su maestro de esgrima,

 

Jack acarició el kamon  en forma defénix dorado grabado cerca de laempuñadura.

 —Porque… porque esto es una clasede kenjutsu, sensei  —replicó Jack,encogiendo los hombros a falta de mejor respuesta.

 —¿Lleva catana algún otroestudiante?

Jack miró al resto de la clase, que sealineaba a un lado del  Butokuden, eldojo donde se entrenaban en el Caminode la Espada, el kenjutsu, y en taijutsu,combate sin armas. La sala eracavernosa, su elevado techo panelado y

 

sus inmensas columnas de oscuramadera de ciprés se alzaban sobre lafila de jóvenes aspirantes a samurái.

Jack recordó una vez más locompletamente diferente que era delresto de su clase. Aunque no tenía aúcatorce años, al contrario que muchos delos otros estudiantes, era sin embargo elmás alto, tenía los ojos celestes y unamata de pelo tan rubia que destacabacomo una moneda de oro entre launiformidad de cabellos negros de suscompañeros de clase. Para losaponeses, de piel olivácea y ojos

almendrados, Jack puede que seestuviera entrenando como guerrero

 

samurái, pero siempre sería uextranjero: un  gaijin, como le gustaballamarlo sus enemigos.

Tras mirar a su alrededor, Jack advirtió que ni un solo estudianteempuñaba una catana. Todos llevabasus bokken, las espadas deentrenamiento de madera.

 —No, sensei —dijo, abatido.

Al fondo de la fila, un muchacho deaspecto majestuoso y oscuramenteatractivo, con la cabeza afeitada y losojos entornados, sonrió ante el error deJack, que lo ignoró: sabía que Kazuki, srival, estaría encantado de que pasara

 

vergüenza delante de la clase.

A pesar de haberse familiarizadocon muchas de las costumbresaponesas, como llevar kimono en vez

de camisa y pantalones, inclinarse cadavez que se encontraba con alguien y laetiqueta de pedir disculpas casi por todo, Jack todavía tenía que esforzarsecon la estricta disciplina ritualizada dela vida japonesa.

Había llegado tarde al desayuno esamañana, tras su sueño plagado de pesadillas, y ya había tenido quedisculparse ante dos de los  senseis.

Parecía que el sensei Hosokawa sería el

 

tercero.

Jack sabía que este  sensei  era umaestro justo pero firme que exigíaniveles altos. Esperaba que susestudiantes aparecieran a tiempo,estuvieran bien vestidos y secomprometieran a entrenar duro. El

 sensei Hosokawa no permitía errores.

Se encontraba en el centro de la zonade entrenamiento del dojo, un ampliorectángulo de color miel hecho demadera lacada, mirando a Jack.

 —¿Entonces qué te hace pensar quedeberías llevar una catana cuando losdemás no lo hacen?

 

Jack sabía que cualquier respuestaque le diera al  sensei  Hosokawa seríaequivocada. Había un dicho japonés quedecía: «El clavo que sobresale recibe elmartillazo», y Jack estaba empezando acomprender que vivir en Japón era unacuestión de plegarse a las reglas. Nadiemás en la clase llevaba espada. Jack, por tanto, destacaba y estaba a punto derecibir un martillazo.

Yamato, que estaba cerca de él, pareció a punto de hablar en su defensa, pero el  sensei Hosokawa le dirigió unamirada de advertencia y de inmediato selo pensó mejor.

 

El silencio que cayó sobre el dojo

fue casi ensordecedor. Jack pudo oír lasangre resonando en sus oídos, y smente dio vueltas y más vueltas en buscade una respuesta adecuada.

La vínica respuesta que se le ocurrióera la verdad. El propio Masamoto lehabía presentado a Jack sus propiasdaishó, las dos espadas quesimbolizaban el poder de los samuráis,en reconocimiento por la victoria de laescuela en la competición de Taryu-Jiai

  por su valor al impedir que Ojo deDragón asesinara al daimyo Takatomi.

 —Tras haber ganado la Taryu-Jiai

 

 —aventuró Jack—, pensé que me habíaganado el derecho de usarlas.

 —¿El derecho? El kenjutsu no es uuego, Jack-kun. Ganar una pequeña

competición no te convierte en ukendoka competente.

Jack guardó silencio bajo la miradadel sensei Hosokawa.

 —Yo te diré cuándo puedes traer tcatana a clase. Hasta entonces, sólousarás el bokken.  ¿Comprendido, Jack-kun?

 —  Hai, sensei  —claudicó Jack—.Sólo esperaba poder usar una espada deverdad por una vez.

 

 —¿Una espada de verdad? —bufó el sensei —. ¿De verdad crees que estás preparado?

Jack se encogió de hombros,inseguro.

 —Supongo que sí. Masamoto-samame dio sus espadas, así que él debe pensar que lo estoy.

 —Todavía no estás en la clase deMasamoto-sama —dijo el  sensei

Hosokawa, tensando su presa sobre laempuñadura de su propia espada hastaque los nudillos se le pusieron blancos —. Jack-kun, tienes en tus manos el poder de la vida y la muerte. ¿Puedes

 

manejar las consecuencias de tusacciones?

Antes de que Jack pudiera contestar,el sensei lo llamó para que se acercara.

 —¡Ven aquí! Tú también, Yamato-kun.

Jack y un sorprendido Yamatosalieron de la fila y se acercaron al

 sensei Hosokawa.

 — Seiza  —ordenó, y los dos searrodillaron—. Tú no, Jack-kun.

ecesito que comprendas lo quesignifica llevar una catana. Desenvainatu espada.

 

Jack desenfundó su catana. La hoja brilló, tan afilada que pareció cortar elmismo aire.

Inseguro de lo que el  sensei

Hosokawa esperaba de él, Jack adoptóla pose. Extendió la espada ante él yagarró la empuñadura con ambas manos.Separó los pies, la kissaki al nivel de lagarganta de su enemigo imaginario.

Sintió en las manos, inusitadamente pesada, la espada de Masamoto. A lolargo de un año de entrenamientokenjutsu, su propio bokken  se habíaconvertido en una extensión de su brazo.Conocía su peso, su tacto, y cómo

 

cortaba el aire.

Pero esta espada era diferente. Más pesada y más visceral. Había matadogente. Los había cortado por la mitad. YJack sintió de pronto en las manos ssangrienta historia.

Estaba empezando a lamentar sapresuramiento al traer la espada.

El  sensei, advirtiendo el visibletemblor de la catana de Jack cosombría satisfacción, procedió a coger un único grano de arroz de su inro, la pequeña cajita de madera que llevabaatada a su obi. Colocó entonces el granode arroz encima de la cabeza de Yamato.

 

 —Córtalo por la mitad —le ordenóa Jack.

 —¿Qué? —farfulló Yamato, con losojos muy abiertos por la sorpresa.

 —Pero si lo tiene encima de lacabeza… —protestó Jack.

 —¡Hazlo! —ordenó Hosokawa,señalando el diminuto grano de arroz.

 —Pero… pero… no puedo…

 —Si crees que estás preparado parasemejante responsabilidad, ahora es toportunidad para demostrarlo.

 —¡Pero podría matar a Yamato! — exclamó Jack.

 

 —Esto es lo que significa llevar unaespada. La gente muere. Ahora, corta elgrano.

 —No puedo —dijo Jack, bajando scatana.

 —¿No puedes? —exclamóHosokawa—. Te ordeno, como  sensei

tuyo, que golpees su cabeza y cortes esegrano por la mitad.

El  sensei  Hosokawa cogió lasmanos de Jack y bajó la espada en líneadirecta con la cabeza  expuesta deYamato. El minúsculo grano de arrozcontinuó allí, una mota blanca entre lamasa de cabellos negros.

 

Jack sabía que la hoja cortaría através de la cabeza de Yamato como sifuera poco más que una sandía. Sus brazos temblaron de maneraincontrolable y Yamato le dirigió unamirada de desesperación, el rostrocompletamente vacío de sangre.

 —¡HAZLO AHORA! —ordenóHosokawa, alzando los brazos de Jack  para obligarlo a golpear.

El resto de los estudiantesobservaba con terrible fascinación.

Akiko miraba, temerosa. Junto aella, su mejor amiga, Kiku, una chica pequeña de pelo oscuro hasta los

 

hombros y ojos de color avellana,estaba casi al borde de las lágrimas.Kazuki, sin embargo, parecía estar disfrutando del momento. Le dio ugolpecito con el codo a su aliado Nobu,un muchachote grande con laconstitución de un luchador deminisumo, y le susurró al oído, lo bastante fuerte para que Jack pudieraoírlo.

 —¡Te apuesto a que el  gaijin  lecorta la oreja a Yamato!

 —¡O tal vez la nariz! —coreó Nobu,  una gran sonrisa se extendió por s

rostro gordezuelo.

 

La espada tembló en el aire. Jack sintió que todo el control sobre el armaescapaba de su cuerpo.

 —Y-yo…, yo… n-no puedo — tartamudeó Jack—. Lo mataré.

Derrotado, bajó la catana al suelo.

 —Entonces yo lo haré por ti —dijoel sensei Hosokawa.

Yamato, que había dejado escapar ususpiro de alivio, se quedó inmóvil alinstante.

En un abrir y cerrar de ojos, el sensei  desenvainó su propia espada ydescargó un golpe contra la cabeza  de

 

Yamato. Kiku gritó mientras la hoja seenterraba en el pelo. Su grito reverberó por todo el Butokuden.

Yamato cayó hacia delante, decabeza al suelo.

Jack vio el diminuto grano de arrozsepararse y caer en dos pedazos sobre elsuelo del dojo.

Yamato permaneció inclinado,temblando como una hoja, tratando derecuperar el control de su respiración.Por lo demás, estaba completamenteileso, sin un rasguño. La hoja de laespada ni siquiera le había rozado elcuero cabelludo.

 

Jack permaneció inmóvil, abrumado por la habilidad del  sensei  Hosokawa.Qué necio había sido al cuestionar eluicio de su maestro. Ahora comprendía

la responsabilidad que traía una espada.La elección de la vida sobre la muerteestaba verdaderamente en sus manos.Esto no era ningún juego.

 —Hasta que tengas completo control —dijo el  sensei  Hosokawa, taladrandoa Jack con una severa mirada mientrasenvainaba su catana —,  no tienes lahabilidad para reclamar el poder llevar una espada de verdad. No estás preparado para el Camino de la Espada.

 

6

Fiebre

 — ¡REI, SENSEI! —gritaron.

La cena había llegado a su fin ytodos los estudiantes se levantaron parainclinar la cabeza mientras el  sensei

salía del salón. Masamoto, acompañado por el daimyo  Takatomi, abría elséquito. Cuando pasaron junto a Jack, eldaimyo se detuvo.

 —¿Jack-kun? Supongo que eres tú,considerando que eres el único samurái

 

rubio presente —dijo Takatomi,sonriendo.

 —  Hai, sensei  —respondió Jack,inclinándose aún más.

 —No, no soy tu  sensei  —rioTakatomi—. Sin embargo, me gustaríaque tú, Akiko-chan y Yamato-kun osunierais a mí en la cha-no-yu[ 2 ] en elcastillo Nijo mañana por la noche.

Un murmullo de asombro se extendióentre los estudiantes, todavía inclinados.Incluso la habitual expresión estoica deMasamoto registró sorpresa ante lainvitación sin precedentes. Unaceremonia del té era considerada la más

 

 pura forma de arte, que necesitaba años,si no toda una vida, para ser  perfeccionada. Que un estudiante, ytodavía más un extranjero, fuera invitadoa una cha-no-yu  celebrada por eldaimyo  en persona era un momentohistórico.

 —No he tenido la oportunidad deexpresarte personalmente mi gratitud por haber conseguido detener a DokugaRyu —continuó Takatomi—. Mi preciosa hija nos acompañará. Creo que

a conoces a Emi, pues ha hablado de tien diversas ocasiones.

Jack miró a una muchacha alta y

 

esbelta de largo pelo liso y boca de pétalo de rosa. Ella le sonrió codulzura, exudando tanto aprecio queJack tuvo que inclinarse de nuevo paraocultar el rubor de su rostro. Algo queno pasó inadvertido para Akiko, quehabía levantado la cabeza y visto elsaludo.

 —Takatomi-sama, se sentiráhonrados de asistir —respondióMasamoto de parte de Jack, antes deconducir al daimyo al exterior del Cho-

no-ma y la noche.

Hubo un gran murmullo deexcitación en el aire cuando el sensei se

 

marchó. Los estudiantes formarocorros, todos discutían sobre el Círculode Tres y querían saber quién iba a participar primero.

El  sensei  Kyuzo, su maestro detaijutsu, un hombre pequeñito cuyahabilidad en el combate cuerpo a cuerpoera legendaria, estaba sentado en lacabecera de la mesa, con un rollo de pergamino ante él. Esperaba impacienteel primer participante.

Como era típico del  sensei, cogióuna nuez de un pequeño cuenco y laaplastó con las manos desnudas, comosolía hacer con el ánimo de Jack a cada

 

oportunidad. El hombre despreciaba aJack, y no hacía ningún esfuerzo por disfrazar el hecho de que lamentaba quese enseñara a un extranjero los secretosde sus artes marciales.

Después de un momento devacilación, un muchacho fuerte deanchos hombros y rostro de bronce seacercó al estrado. Cogió el pincel yescribió su nombre en el pergamino.Poco después otros tres estudiantes seacercaron, lo que animó a un firmetropel de aspirantes a hacer colatambién.

 —Vamos —dijo Yamato,

 

acercándose a la creciente cola.

Jack miró a Akiko para que loconfirmara, pero ella estaba ya en lacola. Tendría que haberlo esperado.Akiko no era una chica corriente. Erauna samurái y, al ser la sobrina deMasamoto, llevaba el valor en la sangre.

Se unió a ella en la cola. Cuandollegaron a la cabecera de la mesa, Jack observó a Akiko mientras escribía snombre en el pergamino con una serie detrazos que formaron una misteriosa pautade caracteres kanji  japoneses. Lossímbolos apenas tenían sentido paraJack.

 

El  sensei  Kyuzo miró a Jack por encima del hombro de Akiko.

 —¿Vas a participar en el Círculo? —preguntó el  sensei, haciendo una breve mueca de incredulidad al ver aparecer al muchacho.

 —  Hai, sensei  —respondió Jack,ignorando el desdén de su maestro.Había esperado con los demás en lacola para inscribir su nombre y no iba adetenerse ahora por el antagonismo del

 sensei Kyuzo.

 —Ningún  gaijin  ha formado jamás parte del Círculo —declaró Kyuzo, poniendo deliberado énfasis en el uso

 

del término despectivo para losextranjeros.

 —Entonces ésta será la primera vez, sensei  —dijo Akiko, fingiendo noadvertir su descarada falta de respetohacia Jack.

 —Firma aquí —ordenó el  sensei

Kyuzo—. En kanji.

Jack vaciló mientras miraba el papel. Los nombres de los participantesestaban todos cuidadosamente escritos atinta con los caracteres japoneses.

Una cruel sonrisa cortó los labiosdel sensei Kyuzo.

 

 —¿O quizá no puedes? Lainscripción debe ser en kanji.  Son lasreglas.

Para frustración de Jack, el  sensei

tenía razón. No sabía kanji.  Podíaescribir bastante bien. Su madre habíasido una buena maestra. Pero sólo ecaracteres romanos. Aunque la guía deAkiko, junto con las lecciones formales proporcionadas por el padre Lucius, lehabían permitido hablar el japonés, teníasólo una experiencia limitada con loskanji.  En Japón, la forma de escribir,

 shodo, era una forma de arte igual que elcombate cuerpo a cuerpo y la esgrima.

 

Hacían falta años para dominar latécnica.

El  sensei  Kyuzo saboreó laincomodidad de Jack.

 —Es una lástima —dijo—. Tal vez puedas inscribirte dentro de otros tresaños, cuando hayas aprendido a escribir.¡Siguiente!

Jack recibió un codazo delestudiante que le seguía y supuso quesería Kazuki. Tenía al muchacho encimadesde que llegó a la escuela samurái.Ahora que se había ganado el respeto delos otros estudiantes al derrotar a laescuela rival, la Yagyu Ryu, en la

 

competición de Taryu-Jiai, Kazuki buscaba siempre cualquier excusa paraacosarlo o ridiculizarlo.

 —Yo no me preocuparía,  gaijin  — sonrió Kazuki, firmando su nombre en ellugar donde habría estado el de Jack—.

o estarás por aquí para participar detodas formas.

Jack se volvió hacia Kazuki,mientras sentía que Akiko lo apartaba.

 —¿Qué quieres decir?

 —¿Es que no has oído las noticias? —dijo Kazuki con vengativo placer—.El daimyo Kamakura Katsuro  va aexpulsar a los cristianos de Japón.

 

 Nobu se asomó por encima delhombro de Kazuki. Le hizo a Jack ugesto de despedida con la mano y seechó a reír.

 — ¡Sayonara, gaijin!

 —Va a matar a todos los  gaijin queencuentre en Japón —añadió Kazuki corencor, antes de volverse hacia Nobcon los ojos llenos de triunfo por haber sido el primero en decirle a Jack la malanoticia.

 —Ignóralos, Jack —dijo Akiko,sacudiendo la cabeza con disgusto—. Se

 

lo están inventando.

Pero Jack no pudo dejar de pensar que tal vez hubiera un gramo de verdaden la historia de Kazuki. Kamakura erael daimyo  de la provincia de Edo y elefe de la Yagyu Ryu, la escuela rival de

la Niten Ichi Ryu. Era un hombre cruel yvengativo con demasiado poder. Laimagen que Jack tenía del daimyo era srostro sonriente mientras veía cómo unode sus samuráis decapitaba a un viejomercader de té, simplemente porque elanciano no había oído la orden  deinclinarse. A pesar de las palabras deAkiko, Jack advirtió que Kamakura eramás que capaz de ordenar el exilio y la

 

muerte de los extranjeros.

Si eso era cierto, entonces noimportaría que entrara o no en el Círculode Tres. Su vida estaría en un peligroaún mayor que antes, no sólo por Ojo deDragón y su clan ninja, sino también por Kamakura y sus samuráis.

«Tal vez debería empezar a planear cómo llegar a Nagasaki antes de quefuera demasiado tarde», pensó Jack.Pero primero tenía que averiguar siKazuki mentía o no.

 —¿Adónde vas? —le preguntóAkiko mientras salía con resolución delCho-no-ma.

 

Tras mirar por encima del hombro aKazuki y Nobu, que todavía se estabariendo, replicó:

 —¡A algún lugar lejos de esos dos!

 

7

Randori 

Jack permaneció tendido, incapaz demoverse.

El impacto contra el suelo del dojo

lo había dejado sin respiración.

 —Lo siento mucho —dijo Akiko,mirándolo preocupada—. No pretendíaempujarte tan fuerte.

 —No te… disculpes —respondióJack, jadeando en busca de aire ytratando de no vomitar el desayuno—.

 

Fue… culpa mía… por no caer… bien.

Akiko había lanzado a Jack por encima de su hombro como si fuera usaco de arroz en un movimiento llamado

 seoi nage.  No es que sus notableshabilidades como luchadora fueran algoinesperado. Jack había aprendido prontoa no subestimar nunca a Akiko, despuésde haber sido testigo de cómo seenfrentaba con dos ninjas solamente coel obi anudado de su kimono.

También él era más que capaz decontrolar la caída y tendría que haber aterrizado con seguridad. Sin embargo,Akiko le había dicho algo que había roto

 

 por completo su concentración.

 —¿Qué es lo que has dicho? —  preguntó Jack, sentándose en el suelocon cuidado.

 —Estás inscrito en lascompeticiones para el Círculo de Tres.

 —No comprendo. ¿Cómo es posible?

 —Kiku se ha inscrito por ti — explicó ella, con una sonrisa picara eel rostro—. Le pedí que escribiera tnombre en vez del suyo.

Jack se la quedó mirandoasombrado. Había sorteado las reglas

 

 por él.

Sonrió. Los Dos Cielos volvían aser de pronto una posibilidad. Sentrenamiento tenía ahora un propósitoreal. Y con sólo cinco puestosdisponibles en el Círculo de Tres, sabíaque tendría que trabajar duro para ser seleccionado.

 —¿Por qué os habéis detenido? — exigió el sensei Kyuzo, alzándose sobreJack, taladrándolo con sus sañudos ojosnegros como guijarros.

 —Sólo estoy recuperando el aliento, sensei  —respondió Jack, sonriéndole,incapaz de ocultar la alegría que sentía

 

 por la noticia de Akiko.

El sensei Kyuzo lo miró con recelo.

 —¡Levántate! ¿Está descansandoalguno de los otros estudiantes? ¿Estácansado Kazuki-kun?

El  sensei  indicó con la cabeza a sestudiante favorito, que arrojaba aSaburo al suelo con un devastador  seoi

nage.

 —No,  sensei  —respondió Jack couna mueca.

 —¡Vaya samurái que vas a ser! — escupió el sensei Kyuzo.

Giró sobre sus talones y se dirigió al

 

centro del Butokuden.

 — ¡Yame! —ordenó.

Todos los estudiantes dejaron deentrenar, hincaron una rodilla en tierra yescucharon a su sensei.

 —El taijutsu  es como el aguahirviente: ¡Si no mantenéis la llamaviva, se vuelve tibia! —gritó el  sensei

Kyuzo.

 — ¡HAI, SENSEI!  —gritaron losestudiantes al unísono.

 —¡No seáis como Jack-kun y os paréis simplemente porque estáiscansados!

 

Jack sintió los ojos de todos los deldojo volverse hacia él y ardió de furia.¿Por qué tenía siempre el  sensei  que ponerlo como ejemplo? Había muchosotros estudiantes que no eran ni la mitadde competentes que Jack y varios habíadejado de entrenar mucho antes que él.

 —Si alguno de vosotros ha inscritosu nombre para las pruebas del Círculode Tres, necesitaréis mucha más fuerza yresistencia que esto. ¿Queréis rendiros? —desafió el sensei Kyuzo.

 — ¡NO, SENSEI! —respondieron losagotados estudiantes, la respiracióentrecortada, sus  gi  empapados e

 

sudor.

 —Bien. ¡Entonces es el momento delrandori! —anunció—. ¡Alineaos!

A toda prisa, los estudiantes searrodillaron a un lado del  Butokuden

 para prepararse para los entrenamientoslibres.

 —Durante esta sesión, quiero que practiquéis vuestros nage waza y

katame waza solamente —dijo el sensei

Kyuzo, reuniéndose a las diversastécnicas de agarre y lanzamiento en lasque se habían estado entrenando durantelas últimas lecciones.

 —Kazuki-kun, tú eres el primero.

 

Puedes mostrarles cómo se hace.

Kazuki se puso en pie de un salto yocupó su posición a la derecha de smaestro.

 —Ahora tu oponente será… — consideró el  sensei  Kyuzo, tirándose pensativo del pequeño bigote queasomaba sobre su nariz regordeta- Jack-kun.

Jack lo sabía. No iba a tener mástiempo para recuperarse. Normalmentele gustaba el randori  ya que eraemocionante y suponía un reto. PeroKazuki era vengativo. En losentrenamientos libres, los puñetazos

 

supuestamente se marcaban, las patadasse contenían, los lanzamientos seejecutaban con el debido cuidado y lasllaves se soltaban inmediatamentedespués de que el oponente quedarasometido. Pero a la menor oportunidad,Kazuki aplicaba sus técnicas con todassus fuerzas e ignoraba cualquier peticióde sometimiento.

Con poca capacidad para elegir,Jack se levantó y se colocó a laizquierda del sensei Kyuzo.

 — ¡Rei!  —dijo el  sensei, y  los dosse inclinaron ante él.

 — ¡Rei! —repitió el sensei Kyuzo, y

 

Jack y Kazuki se saludaron inclinándosecomo requería la etiqueta.

 — ¡Hajime! —anunció el sensei, y elrandori comenzó.

Cada uno de ellos corrió para hacer su llave, agarrando las solapas y lasmangas del  gi  del otro en un intento deobtener ventaja.

Como un baile deslumbrante peroviolento, buscaron el dominio. Tiraron yempujaron, giraron y zigzaguearon,tratando de hacer que el otro perdiera elequilibrio, buscando una oportunidad para un empujón o una zancadilla.

Los otros estudiantes observaba

 

ansiosos, Yamato y Saburo apretaban los puños en silenciosa muestra de apoyo,Akiko tiraba ansiosamente de los pliegues de su gi.

Jack, viendo una oportunidad,retorció el cuerpo hacia Kazuki para u

 seoi nage, pero Kazuki reaccionó corapidez, apartó las caderas y lanzó  la pierna detrás de la de Jack para ponerleuna zancadilla.

El movimiento habría tenido éxito siJack hubiera estado desequilibrado, pero aún tenía las dos piernas en tierra,de modo que lanzó su peso contraKazuki, contraatacando con un barrido

 

interior con la pierna.

Kazuki estuvo a punto de caer, perode algún modo consiguió zafar la piernade detrás de la de Jack. Retrocediótambaleándose y Jack presionó sataque.

Demasiado tarde, Jack advirtió quelo habían engañado.

La pérdida de equilibrio de Kazukihabía sido una treta para que Jack sesintiera demasiado confiado y atacara.Ahora fue el objetivo de un empujón desacrificio.

Kazuki rodó hacia atrás, empujandoa Jack encima de él. Al mismo tiempo,

 

clavó el pie en el estómago de Jack,haciéndole dar una amplia voltereta por encima de su cabeza.

Jack no pudo evitar la tomoe nage

de Kazuki. Al aterrizar con fuerza sobresu espalda, se quedó sin respiración por segunda vez ese día. Antes de poder recuperar el aliento, Kazuki se le echóencima y le hizo una presa en el cuello.

 —¡Muy impresionante, Kazuki! — alabó el  sensei  Kyuzo desde el lateral —. ¡A ver si puedes contenerlo para unacuenta de diez!

Kazuki presionó a Jack, envolviendosu nuca con el antebrazo derecho,

 

mientras contenía el brazo derecho delmuchacho bajo su axila. Abrió las piernas y dejó caer todo su peso sobrela caja torácica de Jack, apretando lacabeza contra la de su oponente.

Jack quedó clavado al suelo.

 —¡UNO! —exclamó el sensei.

Jack se revolvió contra Kazuki,tratando de romper su llave, buscandocon la mano libre un modo de agarrar el

i de Kazuki.

 —Olvídalo, gaijin —le dijo Kazukial oído—, ¡es imposible que te suelte!

 —¡DOS!

 

Jack se volvió hacia el otro lado paravolcar a Kazuki. Usó todas sus fuerzas, pero las piernas de Kazuki estabademasiado abiertas y su peso le impedíadescabalgarlo.

 —¡tres!

Jack yació indefenso, sin energías.

 —¡Patético! —se burló Kazuki.

 —¡cuatro!

Inflamado, Jack renovó susesfuerzos. Arrastró los pies hacia las piernas abiertas de Kazuki, acercando elcuerpo a su rival. Trató de atrapar s pierna y volcarlo. Sintiendo el

 

movimiento, Kazuki apartó las piernas.

 —¡Tendrás que intentarlo mejor!

 —¡CINCO!

Jack arqueó la espalda, empujandocon los pies descalzos para formar u puente con el cuerpo. Consiguió crear una abertura entre su espalda y el suelo  empezó a retorcerse contra Kazuki,

liberando la cabeza de la llave.

Kazuki volvió a presionar la cajatorácica de Jack, empujando su cuerpocontra el suelo.

 —Agítate todo lo que quieras. ¡Has perdido!

 

 —¡SEIS!

Frenético, Jack se esforzó todavíamás, pero Kazuki reforzó su presa dehierro.

 —Ahora que tengo tu atención —lesusurró Kazuki al oído—. Tengo noticiasfrescas para ti. A un gaijin  igual que túlo ha mandado quemar vivo el daimyo

Kamakura.

 

8

Rendición

Las palabras golpearon el cerebrode Jack como un puño, y el muchachodejó de debatirse.

¿Era otra de las falsas burlas deKazuki? Jack no había podido hablar todavía con Yamamoto ni ninguno de los

 senseis  para descubrir si los rumoreseran verdaderos o falsos, aunque habíasentido cierto alivio porque ninguno delos estudiantes de la escuela, aparte de

 

Kazuki y sus amigotes, parecía saber nada sobre la declaración contra loscristianos del daimyo Kamakura.

 —¡siete!

 —Dicen que se le cayó la carne atrozos antes de morir, como un cerdo ala brasa. ¡Imagínatelo, gaijin!

La cruel burla de Kazuki fue lo queespoleó a Jack para desquitarse. Duranteun breve momento, vio en un destello latormenta que había hecho naufragar al

lejandría  y al marinero que murióabatido por un rayo. Jack pudo recordar la agonía marcada en la cara del muerto  el asqueroso olor de la carne

 

calcinada. El recuerdo lo llenó de furia un arrebato de adrenalina corrió por s

cuerpo.

 —¡OCHO!

En un movimiento simultáneo, Jack arqueó el cuerpo, rodeó con las piernasla pierna retrasada de Kazuki y agarró lacabeza de su oponente con la manolibre. Sus dedos encontraron las fosasnasales de Kazuki y tiró con fuerza.

 —¡NUEVE!

Kazuki gimió de dolor y dio unavoltereta.

Jack rodó para ponerse encima.

 

Atrapó a Kazuki con una llave sobre el pecho, tendiéndose sobre los hombrosde su oponente y clavando el codo y larodilla a cada lado de la cabeza deKazuki para inmovilizarlo.

Ahora le tocó a Kazuki escuchar lacuenta.

A través de la mata de pelo que se le pegaba a la cara, Jack pudo ver aYamato y Saburo que le daban ánimos. pesar de su cansancio, se permitió unalevísima sonrisa de victoria.

 —Uno —dijo el  sensei, con pocoentusiasmo.

Kazuki estaba inmovilizado y no

 

 podía hacer nada.

 —Dos.

Pero fuera de la línea de visión,Kazuki consiguió liberar un brazo yempezó a golpear a Jack en los riñones.

 —Tres.

Sólo el  sensei  Kyuzo pudo verlo, pero se hizo el tonto mientras Kazukidescargaba otro golpe ilegal.Deliberadamente, el  sensei  refrenó lacuenta.

 —Cuatro…

Kazuki volvió a golpear. El costadode Jack ardía de dolor y se vio obligado

 

a soltar su presa. Tras librarse de Jack,Kazuki contraatacó con fuerza,agarrándolo con una llave asfixiante.

 —Eso no es muy agradable… ¡id a por la cara! —escupió Kazuki, queahora estaba encima de Jack, con u brazo detrás de su cuello y el otro sobresu garganta.

Kazuki unió los brazos, cerrándoloscomo una trampa.

Jack borboteó sorprendido.

Con la laringe oprimida, no pudorespirar.

 

 —Excelente, Kazuki —alabó el sensei  Kyuzo, encantado de ver que s protegido volvía a hacerse con elcontrol.

Ignorando descaradamente laescalada de violencia del randori, el

 sensei Kyuzo se volvió para dirigirse ala clase.

 —Advertid el cambio de la llave ala presa de ahogamiento. Se trata de unamaniobra extremadamente efectiva ygarantizará la rendición de cualquier enemigo.

Envalentonado, Kazuki aumentó aúmás su tenaza, con un brillo sádico e

 

los ojos.

Jack sintió que le aplastaba lagarganta. La cabeza le latía por la presión. Sus pulmones necesitabaoxígeno, la oscuridad asomaba en lascomisuras de su visión y golpeósalvajemente el suelo indicando que serendía.

Kazuki simplemente lo miró,saboreando la agonía de Jack.

Jack vaciló al borde de lainconsciencia.

Pero Kazuki continuó apretando.

Delante de los ojos de Jack 

 

explotaron estrellas y, durante umomento aterrador, el rostro sonrientede Kazuki se metamorfoseó en el de Ojode Dragón. La máscara de un cráneoennegrecido con un único ojo verdedestelló ante él.

Los golpes de rendición de Jack sevolvieron más débiles, y su mano aleteócomo un pez muerto. Entonces, comosurgida de las profundidades de uestanque oscuro, oyó gritar a Akiko:

 — ¡Sensei! ¡Lo está matando!

El sensei Kyuzo observó el tono azulde los labios de Jack con leve interés.

 —Basta, Kazuki —dijo—. Está

 

claro que lo has derrotado.

Kazuki soltó la presa estranguladora el aire volvió a inundar los pulmones

de Jack.

Lo engulló como si fuera agua. En elinstante en que el oxígeno llegó a scerebro, la furia de Jack explotó covenganza. Impulsado sólo por el instintode supervivencia, descargó un puñetazocontra la cara de Kazuki. El puñetazoenvió a su enemigo volando hacia atrás.

 —¡YAME! —gritó el  sensei  Kyuzo,arrastrando a Jack por el cuello de su gi

 para ponerlo en pie.

Su pulgar encontró un punto de

 

 presión en el cuello de Jack y el  sensei

apretó con fuerza. El cuerpo delmuchacho se paralizó inmediatamente por el dolor. Se quedó colgando comoun muñeco de trapo. Para losestudiantes, Jack simplemente parecíaagotado por el randori.  Para Jack, eracomo si el  sensei  Kyuzo hubierainsertado una vara de hierro fundido esu espalda.

 —¿Qué he dicho? —le espetó a lacara el  sensei  Kyuzo con desdéreforzado—. Nage waza y katame waza

solamente. ¿Desde cuándo un puñetazoforma parte de la técnica de llaves?

 

 —¿Desde cuándo… se anima elasesinato… durante el randori?  — replicó Jack con los dientes apretadosmientras luchaba contra los espasmosdel dolor.

Kazuki yacía en el centro del dojo,frotándose el labio roto, el gi manchadode brillantes puntos rojos de su propiasangre.

 —Tienes mucho que aprender —dijoel  sensei  Kyuzo—, siendo el primer  principio el  fudoshin.  ¡Eres demasiadodesequilibrado para ser samurái!

Jack se sintió anonadado, no sólo por la agonía que le infligía el  sensei

 

Kyuzo, sino por la injusticia de todoaquello.

 —Como castigo por tu falta deautocontrol —anunció el  sensei  Kyuzo para que toda la clase pudiera oírlo—,regresarás aquí a la hora de la cena y pulirás todos los bloques de madera deeste dojo.  Y no te irás a la cama hastaque hayas terminado. ¿Comprendes?

 —Pero, sensei, tengo que ir a tomar el té con el daimyo Takatomi esta noche.

El  sensei Kyuzo fulminó a Jack cola mirada, sabiendo que no podíaobligarlo a perder una cita taimportante.

 

 —¡Mañana por la noche, entonces!

 —  Hai, sensei  —replicó Jack,sombrío.

El  sensei  se inclinó hacia delante,clavó su pulgar aún más en el punto de presión de Jack, causándole otrainsoportable oleada de dolor. Se inclinó para susurrarle al oído.

 —No sé cómo inscribiste tu nombre para el Círculo de Tres, pero atiende amis palabras: me encargaré personalmente de que no seasseleccionado durante las pruebas.

 

9

Fudoshin

 —¿Qué es entonces el  fudoshin? — gimió Jack, frotándose el cuellodolorido mientras recorría con s pequeño grupo de amigos las calles deTokyo después de almorzar.

 —No estoy seguro —admitióYamato.

Jack miró a los demás en busca derespuesta, pero Akiko negó en silenciocon la cabeza, al parecer igualmente

 

anonadada. Saburo se frotó la barbilla,reflexivo, pero estaba claro quetampoco tenía ni idea, pues rápidamentevolvió a mordisquear su  yakatori, eltrozo de pollo a la parrilla que acababade comprar a un vendedor ambulante.

 —Significa «espíritu inamovible» —dijo Kiku.

Yori, que caminaba a su lado, asintiócomo si eso lo explicara todo.

 —¿Pero qué significa tener u«espíritu inamovible»? —preguntó Jack.

 —Mi padre dice que el  fudoshin se basa en tomar el control de tusemociones —respondió Kiku—. U

 

samurái debe conservar la calma en todomomento… incluso ante el peligro.

 —¿Entonces cómo se consigue eludoshin?

 —No lo sé… Mi padre es buenoexplicando cosas, pero no enseñándolas.

Kiku le ofreció a Jack una sonrisa dedisculpas. Yori intervino entonces.

 —Creo que el  fudoshin  es un pococomo ser un sauce.

 —¿Un sauce? —repitió Jack,arrugando las cejas, sorprendido.

 —Sí, como un sauce hay que hundir las raíces en el suelo para capear la

 

tormenta, pero también ser suave y ceder contra los vientos para que pase elviento.

 —¡Eso es más fácil de decir que dehacer! —rió Jack—. ¡Sigue intentandoguardar la calma cuando te estáestrangulando y te dicen que estáquemando vivos a los extranjeros… yque tú eres el siguiente!

 —No deberías escuchar a Kazuki,Jack —dijo Akiko, suspirando preocupada—. Sólo se inventa historias para preocuparte.

 —Lo siento —interrumpió Saburo,con expresión sumisa en el rostro

 

mientras engullía el último bocado de pollo—, pero Kazuki tiene razón.

Todos se volvieron a mirar aSaburo.

 —No quise decírtelo, Jack, pero parece que el daimyo Kamakura mató aun sacerdote cristiano. Había un cartelal respecto en la calle…

Saburo guardó silencio cuando vioque Jack se ponía pálido.

Al escuchar la revelación de samigo, Jack sintió que el calor del solde mediodía desaparecía, y uescalofrío le corrió por la espalda comouna lasca de hielo. Así que Kazuki, e

 

efecto, había dicho la verdad. Jack teníaque saber más, y estaba a punto de preguntarle a Saburo cuando, al doblar la esquina para desembocar en una plazagrande, se encontró de pronto con la brillante hoja de una espada samurái.

Sostenida en el aire por un guerreroataviado con un kimono azul oscuro coel kamon de una hoja de bambú, el arcode mortífero metal estaba preparado para golpear. Todos los pensamientossobre Kamura y el sacerdote muerto se borraron de la mente de Jack.

Pero la hoja no iba dirigida a Jack,sino a un encallecido guerrero vestido

 

con un sencillo kimono marrón con elkamon de una media luna y una estrella,que esperaba inmóvil a tres metros de soponente.

 —¡Un duelo! —exclamó Saburo coun gritito de placer, apartando a Jack—.¡Rápido, por aquí!

Una multitud se había congregado para presenciar el duelo. Algunosmiraron a Jack con recelo ycuchichearon algún comentariocubriéndose la mano con la boca.Incluso el guerrero de azul echó unaojeada, distraído del duelo inminente por el extraño espectáculo de u

 

forastero rubio vestido con un kimono.Jack los ignoró. Estaba acostumbrado ala curiosidad que generaba su presencia.

 —Hola, Jack. No esperaba verte por aquí.

Jack se volvió y se encontró a Emi,vestida con un elegante kimono de color verde mar, acompañada por sus dosamigas, Cho y Kai, junto con un madurosamurái. Los dos grupos de estudiantesse inclinaron saludándose.

 —¿Por qué pelean? —le preguntóJack a Emi mientras ella se situaba a slado.

 —El samurái de azul está en s

 

musha shugyo —respondió Emi.

El guerrero que se había distraídocon la presencia de Jack era varios añosmás joven que su oponente, que parecíatener unos treinta años. Su kimonoestaba manchado de polvo y ajado yremendado, y su rostro estaba cuarteado por los elementos.

 —¿Qué es un musha shugyo?  —  preguntó Jack.

 —Es una peregrinación de guerrero.Cuando los samuráis terminan sentrenamiento, recorren en misión todoJapón para poner a prueba su fuerza ymejorar sus habilidades luchadoras. Los

 

guerreros se desafían unos a otros parademostrar quién es el mejor.

 —¡El perdedor puede quedar inconsciente o lisiado, y a veces incluso puede morir! —interrumpió Saburo, codemasiado entusiasmo para el gusto deJack.

 —¿Morir? Parece una forma bastante idiota de ponerse a prueba unomismo.

 —¿Cómo van a saber entonces sison buenos o no? —replicó Emicasualmente.

Jack volvió su atención a los dossamuráis en liza. Se miraban el uno al

 

otro. Ninguno parecía dispuesto a hacer el primer movimiento. Con el calor delsol de mediodía, una gota de sudor corrió por la cara del guerrero vestidode azul, pero no le prestó atención.

 —¿Por qué no ataca? —preguntóJack.

 —Están tratando de ocultar cualquier debilidad que puedan tener — respondió Yamato—. Mi padre me dijoque incluso el más pequeño movimiento puede revelar un defecto en tu técnica delucha, y tu oponente puede aprovecharsede eso.

La multitud, sintiendo la tensió

 

creciente, se había quedado ahoratambién inmóvil. Incluso los niñosguardaban silencio. El único sonido que podía oírse era el tintineo de lascampanas del templo que indicaban el principio de las oraciones del mediodía.

El samurái de azul se agitóincómodo y el polvo se arremolinó en elsuelo. Su oponente, sin embargo, permaneció perfectamente inmóvil, laespada aún dentro de su saya.

Entonces, cuando el resonar de lascampanas se apagó, el samurái mayor desenvainó su catana con un fluido

 

movimiento.

La multitud retrocedió.

El duelo había comenzado.

Los dos samuráis caminaron unoalrededor del otro, con cautela.

De pronto, el guerrero de azul gritó:

 — ¡KIAI!

Empuñando la espada, avanzó haciael samurái mayor. Ignorando esta bravata, el hombre mayor simplementeadoptó una pose amplia, de lado corespecto a su enemigo. Al mismotiempo, alzó su propia espada por encima de su cabeza y la dejó caer tras

 

su cuerpo, de modo que su oponente yano pudo ver su hoja.

El samurái mayor esperó.

 — ¡KIAAIIIIII!

El samurái de azul volvió a gritar,haciendo acopio de todo su espíritguerrero, y lanzó un ataque. Descargó ugolpe de su espada contra el cuelloexpuesto de su oponente, la victoriaasegurada.

 No obstante, el otro samurái siguiósin moverse y Jack estaba seguro de queiba a morir.

Entonces, en el último segundo, el

 

samurái mayor se hizo a un lado,evitando el letal arco de la hoja, y coun breve grito de «¡Kiai!»descargó ugolpe de su espada contra el costadodesprotegido de su atacante.

Durante lo que pareció unaeternidad, los dos samuráis permanecieron inmóviles, cara a cara.

 Ninguno de los dos pestañeó.

Una espada goteó sangre.

Se produjo una perturbadoraausencia de sonido, como si la muertemisma hubiera abotargado los oídos delmundo. Ni siquiera las campanas deltemplo sonaban.

 

Entonces, con un grave gemido, elsamurái más joven se inclinó hacia ulado y se desplomó en el suelo. Scuerpo levantó nubes de polvo querevolotearon como si fueran el espíritdel guerrero en plena huida.

El samurái mayor mantuvo sconcentración un momento más, hastaasegurarse de que el duelo habíaterminado. Entonces se enderezó ylimpió la hoja de su espada con umovimiento que Jack reconoció comochiburi.  Tras volver a envainar sespada, el samurái se marchó sin mirar atrás.

 

 —Supongo que a esto es a lo que el sensei Kyuzo se refiere por fudoshin — susurró Saburo, asombrado—. Esesamurái ni siquiera pestañeó cuando laespada iba en busca de su cabeza.

Pero Jack no le escuchaba. Estabatransfigurado por la sangre quemanchaba el suelo polvoriento. El duelole había recordado lo brutal eimplacable que podía ser Japón. Lanoticia de que la muerte del sacerdoteera cierta significaba que el plan deldaimyo  Kamura para eliminar a loscristianos tenía que ser cierto también.La cuestión era cuánto tiempo lequedaba a Jack en esta tierra violenta.

 

10

El Suelo

Ruiseñor

 —¡Corred! —susurró Akiko courgencia más tarde, aquella noche—.¡Ahí vienen!

Jack salió de su escondite bajo laescalera. Corrió por el pasillo y entró euna habitación con una gran pantalla deseda donde aparecían pintados dosferoces tigres. Oyó un grito detrás yadvirtió que los guardias ya había

 

capturado a Akiko. Ahora vendrían a por él.

Tras abrir la puerta  shoji  al otrolado de la Sala Tigre, observó el pasillo, vio que estaba desierto y echó acorrer. Giró a la izquierda al llegar alfondo, y luego cogió el primer giro a laderecha. No tenía ni idea de adónde iba,a que el castillo del daimyo era  u

completo laberinto de habitaciones, pasillos y pasadizos.

Corriendo de puntillas para hacer elmenor ruido posible sobre el suelo demadera, siguió el corredor dejando atrásdos puertas  shoji  y luego giró a la

 

izquierda. Pero era un callejón sisalida.

Oyó la voz de un guardia y se diomedia vuelta. Pero el pasillo estabavacío.

Jack rehízo sus pasos, deteniéndosedonde el pasillo giraba a la derecha.Entonces prestó atención por si oía elsonido de pasos acercándose.

Silencio total. Con cautela, se asomóen el rincón.

El pasillo carecía de ventanas y sólouna de las lámparas de papel que

 

colgaba de las vigas estaba encendida.Bajo aquella luz fluctuante, pudo ver unasola shoji al fondo del pasillo.

Como no veía ni oía a nadie, salió.

Y sus pies desaparecieron a travésdel suelo.

Dejó escapar un grito mientras caía.Lleno de total desesperación, seabalanzó a un lado y logró agarrarse a la pared. Sus dedos encontraron asidero eun adorno de madera y Jack se aferró por su vida.

Vio alarmado que colgaba sobre uagujero abierto en el suelo de madera.Una trampilla deslizante se había abierto

 

 para atrapar a los intrusos.

Jack escrutó las profundidades. Uconjunto de peldaños conducía a unaoscuridad insondable. Se maldijo a símismo por su apresuramiento. Podríahaberse roto fácilmente una pierna, oincluso el cuello. Aquí tenía todas las pruebas que necesitaba de que era inútilhuir.

Tras recuperar la compostura,retrocedió de espaldas hasta que sus pies volvieron a encontrar suelo sólido.

 —¡Vamos! ¡Por aquí!

Un guardia había oído su grito yahora venían persiguiéndolo.

 

Jack sorteó el agujero y echó acorrer pasillo abajo, pero pudo oír los pasos que se acercaban rápidamente.

 —No está aquí dentro.

Jack avivó el paso, manteniendo uojo en el suelo y el otro hacia delante.Sus perseguidores doblarían pronto laesquina y lo descubrirían.

Llegó al final del pasillo, deslizó la shoji  para abrirla y la atravesó. Cerrórápidamente la puerta tras él.

La habitación rectangular en la quehabía entrado era lo bastante grande para albergar veinte esterillas de paja

 

sobre el tatami. Jack supuso que era unasala de recepción de algún tipo. Alfondo había un estrado de cedro pulido,adornado con un único cojín  zabuton,detrás del cual había un gran tapiz deseda con el dibujo de una grulla evuelo. Por lo demás, las paredes decolor beige estaban completamentedesnudas.

 No había ventanas. No había otras puertas. No había ninguna vía de escape.

Jack pudo oír a sus perseguidorescorriendo por el pasillo.

Estaba atrapado.

Entonces advirtió que la grulla se

 

movía levemente, como capturada por la brisa. Pero sin ventanas ni puertas, algotenía que causar su movimiento.

Jack corrió a inspeccionar el tapizcon más detenimiento. Allí, oculto por lasuperficie de seda, había una alacenasecreta. Sin pensárselo dos veces, Jack entró en ella y tiró del tapiz para ocultar la entrada justo cuando la puerta shoji seabría.

 —¿Pero dónde está? —preguntó unavoz.

 —No puede haber desaparecido — replicó otra voz, femenina esta vez.

Jack contuvo la respiración. Pudo

 

oírlos a ambos recorrer la habitación.

 —Bueno, no está aquí —dijo la primera voz—. ¿Tal vez se dio mediavuelta?

 —Te dije que tendríamos que haber comprobado aquella primera habitación.¡Vamos!

La  shoji  se cerró con un suavesonido deslizante y las voces se perdieron pasillo abajo. Jack dejóescapar un suspiro de alivio. Sí quehabía estado cerca. Si lo hubieracapturado, todo se habría acabado paraél.

En la penumbra de la alacena, Jack 

 

advirtió un estrecho pasadizo que seextendía a su izquierda. Como no lequedaba ninguna otra opción, se volvió se deslizó pegado a la pared. No tenía

ni idea de adónde se dirigía, perodespués de un par de vueltas el pasadizose iluminó, pues una tenue luz se filtrabaa través de las paredes transparentes.

 —¿Dónde puede haber ido? —dijouna voz, junto a su oído.

Jack se detuvo, entonces se diocuenta de que su pasadizo oculto corríaen paralelo a uno de los pasillos principales. Pudo ver las siluetas de sus perseguidores a través de la pared fina

 

como un papel. Sin embargo, como él permanecía en las sombras, ellos eracompletamente ajenos a su presencia,apenas a la distancia de un cuchillo.

 —Intentémoslo por ahí. No puedehaber ido lejos.

Jack oyó sus pies descalzos perderse pasillo abajo antes de continuar por el pasadizo hasta que, para su sorpresa, seencontró con otro callejón sin salida.

Convencido de que el pasadizodebía conducir a alguna parte, Jack  palpó en busca de una puerta. Trató dehacer deslizar los paneles de la pared, pero no se movió nada. Dio un firme

 

empujón para ver si se abría de esaforma. De repente, la sección inferior cedió y fue catapultado hacia el pasillo principal.

 —¡Ahí está!

Jack se puso en pie de un saltomientras la falsa pared volvía acolocarse en su sitio. Corrió lo másrápido que pudo, esquivando a derechae izquierda, por el dédalo de pasillos.Al divisar una estrecha escalera, lasubió de tres rápidos saltos. Cuandoaterrizó en el escalón superior, toda laescalera se recogió hacia arriba, pues el peso de Jack había disparado el fulcro

 

oculto. Desde el pasillo de abajo, laescalera había desaparecidocompletamente en el techo.

Asombrado como estaba por lacuriosa escalera, Jack tuvo la sensatezde permanecer en silencio y quieto.Ajenos a su presencia sobre suscabezas, sus perseguidores pasarocorriendo por debajo.

Al rehacer con cuidado sus pasos, laescalera descendió a su posicióoriginal y Jack recorrió ahora el pasillodesierto en sentido contrario hasta queencontró una puerta que no había probado todavía. Al otro lado había u

 

largo pasillo con un suelo de maderamuy pulida. Terminaba en una puerta demadera que tenía que ser la salida.

Con apenas la longitud de la cubiertade popa de un barco que cruzar, supoque podía escapar del castillo deldaimyo. Jack se dirigió a la salida, perocuando pisó, el suelo de tablas demadera trinó como un pájaro. Trató dealigerar sus movimientos, pero por suavemente que pisara, a cada paso quedaba el suelo cantaba, burlando sintento de fuga.

Pudo oír los pasos que corrían a sencuentro.

 

Jack corrió mientras el suelo cantabaaún con más fuerza.

 —¡Ya te tengo! —dijo el guardia,agarrándolo—. Se acabó el juego.

 

12

Tamashiwari 

 —¡Cuatro horas para una taza de té! —exclamó Jack mientras regresaban a laShisi-no-ma bajo la noche estrellada.

 —¡Sí, qué maravilloso! —comentóAkiko, entusiasmada, malinterpretando por asombro la incredulidad de Jack—.La ceremonia fue perfecta. El daimyo

tiene un don para el cha-no-yu, un raromaestro de  sado.  Deberías sentirteenormemente honrado.

 

 —¡Me siento enormemente dolorido! —murmuró Jack en inglés, todavía colas rodillas lastimadas después de haber sufrido calambres después de la primerahora—. ¡Dios quiera que el té no llegueamás a nuestras costas![ 3 ]

 —Perdona, ¿qué decías? —preguntóAkiko.

 —Decía que aún nos tiene que llegar el té a Inglaterra —tradujo Jack alaponés.

 —¡Tus compatriotas pueden navegar hasta tan lejos, pero no tenéis té!

 —Tenemos otras bebidas —replicóJack, aunque tenía que admitir que la

 

 bebida a bordo de un barco era tambiéun gusto adquirido.

 —Oh, estoy segura de que está bien… ¿pero y al Salón de Té Dorado? —continuó ella—. ¡Pensar que eldaimyo trasladó una vez todo el salón deté al Palacio Imperial para servirle almismísimo emperador! Somos invitadosverdaderamente honrados.Jack dejó que Akiko hablara siinterrumpirla. Los japoneses solían ser muy reservados a la hora de expresar sus opiniones y se alegró de verla tacontenta. Mientras Akiko continuabacomentando la ceremonia con Yamato,Jack pensó en el castillo Nijo y s

 

 palacio interior. Le sorprendían lasmolestias que se había tomado eldaimyo  para protegerse. Takatomiestaba claramente orgulloso de lasnuevas medidas de seguridad que habíainstalado desde el intento de asesinatode Ojo de Dragón. De ahí el desafío queel daimyo  había orquestado parademostrar su efectividad en el juego dela huida.

 —A prueba de ninjas —había dichoel daimyo.

Si así era, razonó Jack, entonces laalacena tras el tapiz de la grulla era ellugar más seguro para ocultar el

 

cuaderno de bitácora. Desde luego, eramucho mejor que un endeble futón o losterrenos de la  Niten Ichi Ryu.  Además,la escuela era el primer lugar donde elninja Ojo de Dragón buscaría. Jack comprendió que no tenía más remedioque apañárselas para conseguir unanueva visita al castillo y ocultar allí elcuaderno.

 — ¡KIAI! —gritó Akiko.

Su puño golpeó el sólido bloque demadera.

Y rebotó…

El golpe pareció enormementedoloroso y Jack dio un respingo por 

 

ella. Akiko se acunó la mano, los ojosllenos de lágrimas, su alegría de lanoche anterior completamenteconsumida por la primera clase del día,taijutsu.

 —¡Siguiente! —gritó el  sensei

Kyuzo, sin el menor atisbo decompasión.

Akiko se arrodilló de vuelta a la fila para permitir que Jack ocupara s posición delante de la pequeña tablarectangular. El cedro era tan gruesocomo su pulgar y parecía imposibledestruirlo con las manos desnudas. Siembargo, el  sensei  Kyuzo lo había

 

colocado sobre dos bloques estables emitad del butokuden y había ordenado acada estudiante que rompiera la tablacon los puños.

Hasta ahora ninguno había logradohacerle ni una muesca.

Jack cerró el puño derecho, preparándose para golpear. Con todassus fuerzas, descargó el brazo contra eltablón de cedro.

Su puño chocó contra el bloque,enviando una sacudida por todo s brazo. La madera ni siquiera se astilló, pero Jack sintió como si todos loshuesos de su mano se hubiera

 

quebrado.

 —Patético —despreció el  sensei

Kyuzo, agitando la mano con desdé para que volviera a la fila.

Jack se reunió con los demásmiembros de la clase, que seacariciaban las manos hinchadas y los brazos doloridos.

 —El hierro está lleno de impurezasque lo debilitan —dijo el sensei Kyuzo,ignorando el sufrimiento de susestudiantes—. A través de la forja, seconvierte en acero y es transformado euna espada afilada como una cuchilla.

 

Los samuráis se desarrollan del mismomodo. Los que desean demostrar queson lo bastante fuertes para ser elegidos para el Círculo de Tres deberán romper tres de estos bloques al mismo tiempo.

El sensei Kyuzo atacó de repente el bloque de cedro, echando hacia atrás scuerpo diminuto y lanzando el puñocontra la madera sin gritar «¡KIAI!».

¡CRACK! El cedro se hendió en doscomo si no fuera más que un palillo.

 —Todos sois simplemente hierroesperando ser forjado para convertirosen guerreros poderosos —continuó el

 sensei Kyuzo sin inmutarse—, y vuestra

 

forja es el tamashiwari, el Juicio de laMadera.

Miró claramente en dirección a Jack.

 —Pero algunos de vosotros tienemás impurezas que los demás —añadiómientras se acercaba a una de lascolumnas de madera del butokuden.

Jack se mordió los labios, decididoa no picar el anzuelo del sensei.

 —Como el hierro, debéis eliminar esas debilidades —explicó el  sensei

Kyuzo, indicando un cojín de paja dearroz atado por un cordón a la columna ala altura del pecho.

 

Lo golpeó con el puño. La columnade madera resonó gravemente bajo lafuerza del golpe.

 —Esto es un makiwara.  Hecolocado estos postes para golpear ecada columna de la sala deentrenamiento. Tenéis que golpearlosrepetidamente para endurecer los huesosde vuestras manos. Es un bueentrenamiento para un samurái. Veintegolpes cada uno. ¡Empezad!

Jack se alineó detrás de Saburo, quea se preparaba para dar su primer 

golpe.

 —¡Uno! —gritó Saburo,

 

colocándose para el puñetazo.

El puño de Saburo chocó con elcojín de paja. Hubo un crujido seguidode un débil gemido cuando su mano seestampó contra la rígida columna.Saburo, con los ojos torcidos de dolor,se hizo a un lado para dejar sitio a Jack.

 —Tu turno —gimió, entre dientesapretados.

 —¡Tres bloques! —exclamó Saburo,que tenía problemas para sostener sushashi  durante la cena esa noche. Agitólos dedos tratando de devolver elmovimiento a su mano magullada—. Mealegro de que seas tú y no yo quien se

 

 presenta al Círculo de Tres. Uno ya es bastante difícil. ¿Cómo demonios se pueden romper tres bloques?

 —¿Crees que el Juicio de la Maderaes duro? Esto es sólo el principio. Nosvan a juzgar en otras tres disciplinastambién —dijo Yamato, soltando scuenco de arroz.

Indicó con un gesto la cabecera de lamesa, donde estaba sentada su maestrade kyujutsu.  La  sensei  Yosa, la únicamujer samurái entre los maestros y sinstructora en el Arte del Arco, parecíatan radiante como siempre; la cicatrizrojo rubí que le cortaba la mejilla

 

derecha se ocultaba discretamente bajosu hermosa melena negra.

 —He oído que el Juicio del Fuegode la sensei Yosa es apagar una vela.

 —Eso no parece tan malo —dijoJack con la mano también abotargadamientras se esforzaba por coger un trozode sashimi del plato central.

 —No, pero para demostrar thabilidad para el Círculo hay quehacerlo con una flecha disparada desdemucha distancia.

Jack soltó su sashimi, incrédulo.

 —A este paso, ninguno de nosotros

 

entrará en el Círculo —observó Kiku.

Jack, meditabundo, recogió su trozode pescado de la mesa. ProbablementeKiku tenía razón. Sus propiashabilidades como arquero era pasables, pero sabía que tenía pocas posibilidades de conseguir esa hazañaen el Juicio del Fuego.

 —¿Sabéis cuáles son los otros dosuicios? ¿Son más fáciles? —preguntó

Jack, esperanzado.

 —El sensei Yamada está preparandoel Juicio del  Koan  —reveló Akiko—.

uestra respuesta a la pregunta se usará para evaluar nuestro intelecto.

 

 —Yori, será mejor que tengascuidado —dijo Saburo, arqueando lascejas con expresión de seria preocupación—. ¡Como eres el rey a lahora de resolver koans, podrían hacerteentrar en el Círculo te guste o no!

Yori levantó la cabeza de su cuencode sopa de miso, con una expresión desorpresa en el rostro.

 —¡Dejad de burlaros de él! — reprendió Kiku.

Saburo se encogió de hombros amodo de disculpa antes de engullir sustallarines.

 —¿Y cuál es la prueba final? — 

 

 preguntó Jack.

 —El Juicio de la Espada del  sensei

Hosokawa —respondió Akiko—. Para poner a prueba nuestro valor.

 —He oído que los otros estudianteslo llaman el Pasillo —añadió Saburo.

 —¿Y eso? —preguntó Jack.

 —No lo sé, pero estoy seguro de quelo descubrirás.

 

13

Origami 

 —¿Puede decirme alguien qué esesto? —preguntó el  sensei  Yamada,señalando un brillante cuadrado de papel blanco a sus pies.

El anciano monje estaba sentado,con las piernas cruzadas, en su posicióhabitual en el estrado elevado situado alfondo del Salón del Buda, con las manostranquilamente colocadas sobre elregazo. Rastros de incienso tejían una

 

cortina de humo a su alrededor y semezclaban con la telaraña gris de s barba, haciéndole parecer un fantasma,como si la más leve brisa pudierahacerlo desvanecerse.

Los estudiantes, sentados también ela postura del semiloto, estudiaron loscuadrados de papel que tenían delantecomo si fueran grandes copos de nieve.

 —Papel,  sensei  —contestó Nobdesde el fondo de la clase, sonriéndole aKazuki en busca de aprobación. PeroKazuki tan sólo negó con la cabeza,incrédulo ante la idiotez de su amigo.

 —Nunca asumas que lo obvio es

 

cierto, Nobukun —dijo el  sensei

Yamada—. Esto es lo que es, pero esmucho más que esto. ¿Qué más es?

Bajo la mirada del  sensei  Yamada,obu guardó silencio. El  sensei  puede

que fuera un anciano, pero Jack sabíaque había pertenecido a los  sohei, lostemibles guerreros monjes de Enryakuji,que fuera en tiempos el monasterio budista más poderoso de Japón. Serumoreaba que el espíritu luchador deaquellos monjes era tan fuerte que podían matar a un hombre sin siquieratocarlo.El  sensei  Yamada dio una palmada yexclamó:

 

 —¡Mokuso!

Indicó así el inicio de la meditacióde la clase. El koan  había sidoestablecido: «Es papel, ¿pero qué máses?»

Jack se acomodó en el cojín de sabuton  en preparación para la

meditación de su zazen. Tras entrecerrar los ojos, redujo el ritmo de srespiración y dejó que su mente sevaciara.

Como cristiano, Jack no conocía lameditación, ni el budismo, antes de sllegada a Japón. Al principio, los procesos y los conceptos le había

 

 parecido difíciles de entender. Secuestionaba si, como cristiano, deberíaaceptarlos tan rápidamente, pero trescosas le habían ayudado a cambiar deopinión.

Primero, cuando trató el conflicto defe con el  sensei  Yamada, el monje leexplicó que el budismo era una filosofíaabierta a todas las religiones. Por esolos japoneses no tenían problemas paraseguir el shintoísmo (su religión nativa), practicar el budismo, e inclusoconvertirse al cristianismo, todo almismo tiempo.

 —Todo son hilos del mismo tapiz — 

 

le había dicho el sensei Yamada—, perode diferentes colores.

Segundo, Jack había descubierto quela meditación era bastante parecida alacto de rezar. Ambas cosas requeríaconcentración, un entorno pacífico y,normalmente, reflexiones sobre la vida ycómo debería ser llevada. Así que Jack decidió que consideraría la meditaciósimplemente como otra forma de rezarlea Dios.

Tercero, durante una meditació particularmente profunda, habíaexperimentado la visión de unamariposa venciendo a un demonio y esta

 

visión le había ayudado a vencer scombate de taijutsu  en la competicióde Taryu-Jiai.

Esto fue la prueba que animó a Jack a abrir su mente a las posibilidades y beneficios del budismo, aunque siguierasiendo cristiano de todo corazón.

A través de la práctica diaria sehabía vuelto adepto a la meditación, y eun abrir y cerrar de ojos su mente seconcentró en el trozo de papel que teníadelante, intentando desvelar el misteriodel koan.  Aunque no obtuvo ningunarespuesta inmediata, no se preocupó.Sabía que la iluminación, el  satori,

 

como lo llamaba el  sensei  Yamada,requería paciencia y una intensaconcentración.

Sin embargo, mirara como mirase al papel, seguía siendo simplemente unahoja de papel.

Una barrita entera de incienso sehabía consumido ya cuando el  sense

Yamada interrumpió la meditación, yJack seguía sin poder experimentar el

 satori.

 — ¡Mokuso yame!  —dijo el  sensei,dando de nuevo una palmada—. Bien,¿tienes una respuesta para mí, Nobu-kun?

 

 —No,  sensei  —murmuró Nobu,inclinando avergonzado la cabeza.

 —¿Alguien más? —invitó el sensei.

Kiku alzó la mano, vacilante.

 —¿Es kozo, sensei?

 —¿Qué te hace decir eso?

 —El papel está hecho de fibras delárbol kozo —explicó Kiku.

 —Una buena sugerencia, pero sigues pensando demasiado literalmente. ¿Y sihago esto?

El  sensei  Yamada cogió su papel ylo dobló varias veces. Al principio le

 

dio la forma de un cuadrado más pequeño, luego fue doblando la hoja e pliegues cada vez más intrincados. Eunos instantes, la hoja plana de papel sehabía transformado en un pájaro pequeño.

Colocó el modelo de papel en elsuelo para que todos lo vieran.

 —¿Qué es entonces?

 —¡Una grulla! —dijo Emi, llena deemoción—. Nuestro símbolo de la paz.

 —Excelente, Emi. Y doblar unagrulla de papel es como hacer la paz:algunos de los pasos son torpes. Al principio, puede que incluso parezca

 

imposible. Pero con paciencia, elresultado es siempre una cosa bella.Éste es el arte del origami.

 —Dejadme reformular mi pregunta para que meditéis sobre ello. Este es elkoan: ¿qué es lo que nos enseña elorigami? Pero primero observadme coatención, para que todos podáis hacer vuestras propias grullas.

El  sensei  Yamada repitió lacompleja combinación de pliegues quecreaban el pequeño pájaro. Eran más deveinte pasos individuales. Cuando el

 sensei  hizo su último movimiento,tirando de las esquinas del modelo para

 

formar las alas, en su mano quedó una perfecta grulla en miniatura.

Sin embargo, en la mano de Jack había un trozo de papel arrugado.

Jack comprendió que el origami eramucho más difícil de lo que parecía.Miró a sus compañeros. Los intentos deYamato y Saburo fueron igualmente baldíos, e incluso el modelo de Akiko parecía ladeado, con un ala mucho másgrande que la otra. El único estudianteque había plegado una grulla a la perfección era Yori, que tiraba de lacola y hacía que las alas del pajarito semovieran.

 

 —Parece que algunos de vosotrosnecesitáis más práctica —observó el

 sensei  Yamada, que seleccionó usegundo trozo de papel y lo colocó anteél—. ¿Quién puede decirme ahora quées esto? —¡Una grulla! —exclamó la clase alunísono.

 —¡Desde luego que no! —advirtióel  sensei  Yamada, para gran confusióde sus estudiantes—. Usad los ojos devuestra mente, no los ojos de vuestracabeza.

Cogió el papel, lo dobló y plegó, ysus dedos lo manipularon con destreza

 

hasta hacerlo adquirir formas cada vezmás complejas. Llenos de asombro, losestudiantes se quedaron boquiabiertos alver el modelo terminado.

 —Esto es claramente una mariposa —dijo el sensei con una sonrisa astuta, yen su mano apareció una réplica de unamariposa, con antenas y todo—. Estanoche, quiero que todos practiquéis parahacer una grulla de papel como os heenseñado. Y mientras lo hacéis, meditadsobre lo que os enseña el origami.

La clase recogió sus papeles y saliódel Salón del Buda.

 —¡Recordad que la respuesta está

 

en el papel! —advirtió el  sensei

Yamada a los estudiantes que ya semarchaban.

Jack, sin embargo, se quedó atrás.Esperó a que todos se hubieran ido, yentonces se acercó al sensei.

 —Pareces preocupado, Jack-kun.¿En qué piensas? —preguntó el  sensei

Yamada, colocando sus modelos de lamariposa y la grulla en el altar al pie dela gran estatua del Buda.

Jack hizo acopio de valor parahablar sobre sus temores personales.

 —Me han dicho que el daimyo

Kamakura mató a un sacerdote cristiano.

 

¿Es verdad?

El  sensei  Yamada asintiótristemente.

 —También yo he oído esa noticia.Es un caso desafortunado.

 —¿Entonces el daimyo  pretendematar a todos los cristianos de Japón? —exclamó Jack, alarmado al oír que losrumores eran ciertos.

 —¿Quién te ha dicho eso? —dijo el sensei Yamada, alzando sorprendido las

cejas—. Según tengo entendido, lamuerte no fue motivada por la religión.El sacerdote sobornó a un funcionario

de la corte y fue castigado por ese

 

delito. Cierto, algo así no ha sucedidonunca antes y el daimyo Kamakura

 parece estar empleando mano duracontra los extranjeros, pero esto no

significa automáticamente que todos loscristianos estén amenazados.

 —Pero he oído decir que el daimyo ibaa expulsar por la fuerza a todos los

extranjeros —insistió Jack—. ¡Y eso meincluiría a mí!

 —No tienes por qué preocuparte — respondió el  sensei  Yamada,sonriéndole cálidamente a Jack—. SiMasamoto-sama pensara que corres peligro, haría lo necesario para

 

asegurarse de ponerte a salvo.

Jack advirtió que el  sensei  Yamadatenía razón y que su idea de escapar a

agasaki por su cuenta había sido unaestupidez, además de completamenteinnecesaria con Masamoto como protector. Pero también era conscientede la estricta jerarquía del gobiernoaponés. Kamakura, como daimyo  de

Edo, era un hombre influyente, y Jack se preguntó si Masamoto tenía suficiente poder para protegerlo de la autoridadsuperior de un alto señor.

 —¿Pero no es un daimyo  más poderoso que un samurái? —preguntó

 

 —. ¿Puede realmente Masamoto-sama protegerme de él?

 —Estamos hablando de Masamoto-sama —dijo el  sensei  Yamada, riendoante la idea—. Además, aunque eldaimyo Kamakura tuviera en mente unaidea tan ridícula, tendría poco apoyo.Los extranjeros son necesarios en Japón,a que potencian buenos negocios.

El  sensei  Yamada se levantó yacompañó a Jack hasta la entrada delSalón del Buda. Desde lo alto de losescalones de piedra, señaló los tejadosdel castillo Nijo.

 —Como eres bien consciente, el

 

señor que gobierna aquí en Kioto es eldaimyo  Takatomi. Pero el daimyo

Takatomi no es sólo responsable de esta provincia. Gobierna Japón como uno delos regentes nombrados y es popular entre los señores samuráis. Le gustan loscristianos y los extranjeros. He oído queél mismo se ha convertido alcristianismo. Así que no permitiría queaquí sucediera nada de eso.

El  sensei  Yamada sonrió y colocóuna mano tranquilizadora sobre elhombro de Jack.

 —Jack, estás perfectamente a salvo.

 

14

Intruso

 —¿Puede decirme alguien qué esesto? —preguntó el  sensei  Yamada,señalando un brillante cuadrado de papel blanco a sus pies.

El anciano monje estaba sentado,con las piernas cruzadas, en su posicióhabitual en el estrado elevado situado alfondo del Salón del Buda, con las manostranquilamente colocadas sobre elregazo. Rastros de incienso tejían una

 

cortina de humo a su alrededor y semezclaban con la telaraña gris de s barba, haciéndole parecer un fantasma,como si la más leve brisa pudierahacerlo desvanecerse.

Los estudiantes, sentados también ela postura del semiloto, estudiaron loscuadrados de papel que tenían delantecomo si fueran grandes copos de nieve.

 —Papel,  sensei  —contestó Nobdesde el fondo de la clase, sonriéndole aKazuki en busca de aprobación. PeroKazuki tan sólo negó con la cabeza,incrédulo ante la idiotez de su amigo.

 —Nunca asumas que lo obvio es

 

cierto, Nobukun —dijo el  sensei

Yamada—. Esto es lo que es, pero esmucho más que esto. ¿Qué más es?

Bajo la mirada del  sensei  Yamada,obu guardó silencio. El  sensei  puede

que fuera un anciano, pero Jack sabíaque había pertenecido a los  sohei, lostemibles guerreros monjes de Enryakuji,que fuera en tiempos el monasterio budista más poderoso de Japón. Serumoreaba que el espíritu luchador deaquellos monjes era tan fuerte que podían matar a un hombre sin siquieratocarlo.El  sensei  Yamada dio una palmada yexclamó:

 

 —¡Mokuso!

Indicó así el inicio de la meditacióde la clase. El koan  había sidoestablecido: «Es papel, ¿pero qué máses?»

Jack se acomodó en el cojín de sabuton  en preparación para la

meditación de su zazen. Tras entrecerrar los ojos, redujo el ritmo de srespiración y dejó que su mente sevaciara.

Como cristiano, Jack no conocía lameditación, ni el budismo, antes de sllegada a Japón. Al principio, los procesos y los conceptos le había

 

 parecido difíciles de entender. Secuestionaba si, como cristiano, deberíaaceptarlos tan rápidamente, pero trescosas le habían ayudado a cambiar deopinión.

Primero, cuando trató el conflicto defe con el  sensei  Yamada, el monje leexplicó que el budismo era una filosofíaabierta a todas las religiones. Por esolos japoneses no tenían problemas paraseguir el shintoísmo (su religión nativa), practicar el budismo, e inclusoconvertirse al cristianismo, todo almismo tiempo.

 —Todo son hilos del mismo tapiz — 

 

le había dicho el sensei Yamada—, perode diferentes colores.

Segundo, Jack había descubierto quela meditación era bastante parecida alacto de rezar. Ambas cosas requeríaconcentración, un entorno pacífico y,normalmente, reflexiones sobre la vida ycómo debería ser llevada. Así que Jack decidió que consideraría la meditaciósimplemente como otra forma de rezarlea Dios.

Tercero, durante una meditació particularmente profunda, habíaexperimentado la visión de unamariposa venciendo a un demonio y esta

 

visión le había ayudado a vencer scombate de taijutsu  en la competicióde Taryu-Jiai.

Esto fue la prueba que animó a Jack a abrir su mente a las posibilidades y beneficios del budismo, aunque siguierasiendo cristiano de todo corazón.

A través de la práctica diaria sehabía vuelto adepto a la meditación, y eun abrir y cerrar de ojos su mente seconcentró en el trozo de papel que teníadelante, intentando desvelar el misteriodel koan.  Aunque no obtuvo ningunarespuesta inmediata, no se preocupó.Sabía que la iluminación, el  satori,

 

como lo llamaba el  sensei  Yamada,requería paciencia y una intensaconcentración.

Sin embargo, mirara como mirase al papel, seguía siendo simplemente unahoja de papel.

Una barrita entera de incienso sehabía consumido ya cuando el  sense

Yamada interrumpió la meditación, yJack seguía sin poder experimentar el

 satori.

 — ¡Mokuso yame!  —dijo el  sensei,dando de nuevo una palmada—. Bien,¿tienes una respuesta para mí, Nobu-

 

kun? —No,  sensei  —murmuró Nobu,inclinando avergonzado la cabeza.

 —¿Alguien más? —invitó el sensei.

Kiku alzó la mano, vacilante.

 —¿Es kozo, sensei?

 —¿Qué te hace decir eso?

 —El papel está hecho de fibras delárbol kozo —explicó Kiku.

 —Una buena sugerencia, pero sigues pensando demasiado literalmente. ¿Y sihago esto?

El  sensei  Yamada cogió su papel y

 

lo dobló varias veces. Al principio ledio la forma de un cuadrado más pequeño, luego fue doblando la hoja e pliegues cada vez más intrincados. Eunos instantes, la hoja plana de papel sehabía transformado en un pájaro pequeño.

Colocó el modelo de papel en elsuelo para que todos lo vieran.

 —¿Qué es entonces?

 —¡Una grulla! —dijo Emi, llena deemoción—. Nuestro símbolo de la paz.

 —Excelente, Emi. Y doblar unagrulla de papel es como hacer la paz:algunos de los pasos son torpes. Al

 

 principio, puede que incluso parezcaimposible. Pero con paciencia, elresultado es siempre una cosa bella.Éste es el arte del origami.

 —Dejadme reformular mi pregunta para que meditéis sobre ello. Este es elkoan: ¿qué es lo que nos enseña elorigami? Pero primero observadme coatención, para que todos podáis hacer vuestras propias grullas.

El  sensei  Yamada repitió lacompleja combinación de pliegues quecreaban el pequeño pájaro. Eran más deveinte pasos individuales. Cuando el

 sensei  hizo su último movimiento,

 

tirando de las esquinas del modelo paraformar las alas, en su mano quedó una perfecta grulla en miniatura.

Sin embargo, en la mano de Jack había un trozo de papel arrugado.

Jack comprendió que el origami eramucho más difícil de lo que parecía.Miró a sus compañeros. Los intentos deYamato y Saburo fueron igualmente baldíos, e incluso el modelo de Akiko parecía ladeado, con un ala mucho másgrande que la otra. El único estudianteque había plegado una grulla a la perfección era Yori, que tiraba de lacola y hacía que las alas del pajarito se

 

movieran. —Parece que algunos de vosotrosnecesitáis más práctica —observó el

 sensei  Yamada, que seleccionó usegundo trozo de papel y lo colocó anteél—. ¿Quién puede decirme ahora quées esto? —¡Una grulla! —exclamó la clase alunísono.

 —¡Desde luego que no! —advirtióel  sensei  Yamada, para gran confusióde sus estudiantes—. Usad los ojos devuestra mente, no los ojos de vuestracabeza.

Cogió el papel, lo dobló y plegó, y

 

sus dedos lo manipularon con destrezahasta hacerlo adquirir formas cada vezmás complejas. Llenos de asombro, losestudiantes se quedaron boquiabiertos alver el modelo terminado.

 —Esto es claramente una mariposa —dijo el sensei con una sonrisa astuta, yen su mano apareció una réplica de unamariposa, con antenas y todo—. Estanoche, quiero que todos practiquéis parahacer una grulla de papel como os heenseñado. Y mientras lo hacéis, meditadsobre lo que os enseña el origami.

La clase recogió sus papeles y saliódel Salón del Buda.

 

 —¡Recordad que la respuesta estáen el papel! —advirtió el  sensei

Yamada a los estudiantes que ya semarchaban.

Jack, sin embargo, se quedó atrás.Esperó a que todos se hubieran ido, yentonces se acercó al sensei.

 —Pareces preocupado, Jack-kun.¿En qué piensas? —preguntó el  sensei

Yamada, colocando sus modelos de lamariposa y la grulla en el altar al pie dela gran estatua del Buda.

Jack hizo acopio de valor parahablar sobre sus temores personales.

 —Me han dicho que el daimyo

 

Kamakura mató a un sacerdote cristiano.¿Es verdad?

El  sensei  Yamada asintiótristemente.

 —También yo he oído esa noticia.Es un caso desafortunado.

 —¿Entonces el daimyo  pretendematar a todos los cristianos de Japón? —exclamó Jack, alarmado al oír que losrumores eran ciertos.

 —¿Quién te ha dicho eso? —dijo el sensei Yamada, alzando sorprendido lascejas—. Según tengo entendido, lamuerte no fue motivada por la religión.El sacerdote sobornó a un funcionario

 

de la corte y fue castigado por esedelito. Cierto, algo así no ha sucedidonunca antes y el daimyo  Kamakura parece estar empleando mano duracontra los extranjeros, pero esto nosignifica automáticamente que todos loscristianos estén amenazados.

 —Pero he oído decir que el daimyo

iba a expulsar por la fuerza a todos losextranjeros —insistió Jack—. ¡Y eso meincluiría a mí!

 —No tienes por qué preocuparte — respondió el  sensei  Yamada,

 

sonriéndole cálidamente a Jack—. SiMasamoto-sama pensara que corres peligro, haría lo necesario paraasegurarse de ponerte a salvo.

Jack advirtió que el  sensei  Yamadatenía razón y que su idea de escapar a

agasaki por su cuenta había sido unaestupidez, además de completamenteinnecesaria con Masamoto como protector. Pero también era conscientede la estricta jerarquía del gobiernoaponés. Kamakura, como daimyo  de

Edo, era un hombre influyente, y Jack se preguntó si Masamoto tenía suficiente poder para protegerlo de la autoridadsuperior de un alto señor.

 

 —¿Pero no es un daimyo  más poderoso que un samurái? —preguntó —. ¿Puede realmente Masamoto-sama protegerme de él?

 —Estamos hablando de Masamoto-sama —dijo el  sensei  Yamada, riendoante la idea—. Además, aunque eldaimyo Kamakura tuviera en mente unaidea tan ridícula, tendría poco apoyo.Los extranjeros son necesarios en Japón,a que potencian buenos negocios.

El  sensei  Yamada se levantó yacompañó a Jack hasta la entrada delSalón del Buda. Desde lo alto de losescalones de piedra, señaló los tejados

 

del castillo Nijo.

 —Como eres bien consciente, elseñor que gobierna aquí en Kioto es eldaimyo  Takatomi. Pero el daimyo

Takatomi no es sólo responsable de esta provincia. Gobierna Japón como uno delos regentes nombrados y es popular entre los señores samuráis. Le gustan loscristianos y los extranjeros. He oído queél mismo se ha convertido alcristianismo. Así que no permitiría queaquí sucediera nada de eso.

El  sensei  Yamada sonrió y colocóuna mano tranquilizadora sobre elhombro de Jack.

 

 —Jack, estás perfectamente a salvo.

 

15

El sensei Kano

Jack cruzó corriendo el patio.

Al llegar a la puerta, deslizó la shoji

 se asomó. Todas las lámparas estabaapagadas, así que resultaba difícil ver nada, pero el pasillo parecía vacío.

En silencio, recorrió el pasillo delas chicas en dirección a la habitacióde Akiko. Cuando llegó allí, descubrióque la puerta estaba ligeramenteentornada. Se asomó a la abertura.

 

Akiko estaba profundamentedormida bajo las sábanas de su futón… parecía que llevaba allí mucho tiempo.

Al verla dormida, Jack fueconsciente de lo agotado que se sentía.Al sufrir de hambre y de falta de sueño,¿podía haber imaginado al intruso?

Decidió que hablaría con Akiko por la mañana, pero ahora la atracción de s propia cama era demasiado fuerte pararesistirla y regresó a su habitaciódando tumbos. Cuando se desplomó esu futón, la mente le daba vueltas.Contempló su muñeco Daruma,deseando poder dormir, y después de u

 

rato sintió que los párpados se le hacíamás pesados.

Podría haber jurado que habíacerrado los ojos sólo durante umomento antes de que Yamatoapareciera en su puerta y el brillante solde la mañana inundara su habitación.

 —¡Vamos, Jack! —dijo Yamato,levantándolo de la cama—. Te has perdido el desayuno y el sensei Kano hadicho que tenemos que reunirnos en el

utokuden  ahora mismo. Vamos arecibir nuestra primera lección en elArte del Bo.

 

Tras dejar atrás el bullicio de laciudad de Kioto, los estudiantescruzaron un amplio puente de maderasobre el río Kamogawa y seencaminaron al noroeste, en dirección almonte Hiei. A pesar de que el verano yahabía terminado, el clima era cálido yseco, el cielo sin nubes, y con la agudaluz de la mañana los templos calcinados,que podían verse dispersos por las pendientes boscosas de las montañas, brillaban como dientes rotos.

La enorme mole del  sensei  Kano,una montaña en sí mismo, avanzaba anteellos, golpeando el suelo a cada pasocon su gran palo blanco de bo.  Como

 

ovejas detrás del pastor, los estudianteslo seguían en dos ordenadas filas, s paso dictado por el rítmico thunk-thunk 

del bastón del sensei.

Como les habían ordenado, la clasese congregó ante el  Butokuden  paraesperar a su nuevo maestro. Jack y losdemás habían estado observando a lostrabajadores madrugadores cavar loscimientos de la nueva Sala del Halcócuando apareció el sensei Kano. Saludóa sus estudiantes con una brevereverencia antes de ordenarles querecogieran un palo de bo de madera deuna pila formada contra la panoplia delas armas dentro del  Butokuden.

 

Entonces salieron de la escuela a pasorápido.

Su maestro no había dicho ni una palabra desde entonces.

Cuando llegaron al pie de lamontaña, el sol estaba ya alto en elcielo. La marcha forzada, combinadacon el polvo del camino, hizo que prontolos estudiantes sintieran sed y calor, asíque la fresca sombra de los cedros fueun alivio bienvenido cuando entraron eel bosque y empezaron a ascender elmonte Hiei.

Mientras serpenteaban por la pendiente, los estudiantes se

 

desplegaron un poco y Jack finalmenteencontró una oportunidad para hablar con Akiko.

 —¿Dónde crees que nos lleva el sensei  Kano? —preguntó con tonocasual.

 —A Enryakuji, supongo.

 —¿Por qué allí? ¿No me dijiste queun general samurái lo destruyó?

 —Sí, el general Nobunaga.

 —¿Y qué queda que se pueda ver? —preguntó Jack.

 —Nada. Aparte de los restos devarios cientos de templos desiertos.

 

Enryakuji ha sido una tumba desde hacemás de cuarenta años.

 —Parece un sitio bastante extraño para llevarnos a entrenar.

Jack se acercó y comprobó que nohabía nadie escuchando antes desusurrar:

 —Por cierto, ¿qué estuvistehaciendo anoche?

Akiko vaciló un instante al escuchar la pregunta. Entonces, manteniendo lamirada fija en el camino, respondió:

 —Estuve haciendo grullas.

 —No, me refiero a justo antes del

 

amanecer —presionó Jack—. Estoyseguro de que te vi fuera de la Shishi-

no-ma. ¡Ibas toda vestida de negro comoun ninja!

El rostro se Akiko se convirtió euna extraña mezcla de incredulidad yalarma.

 —Te confundes, Jack. Estabadormida. Como todos los demás.

 —Bueno, pues vi a alguien… y juroque parecías tú. Pero cuando entré, nohabía nadie.

 —¿Estás seguro de que no loimaginaste? —Ella estudió su rostro co preocupación—. Pareces muerto en pie.

 

¿Dormiste algo anoche?

Jack negó cansinamente con lacabeza y estaba a punto de preguntarlealgo más cuando los estudiantes que losseguían los alcanzaron.

Con el rabillo del ojo, Jack siguióestudiando a Akiko, pero su rostro noreveló nada. Tal vez se había confundidode verdad. Akiko no tenía ningún motivo para mentirle. Pero si no era Akiko,¿entonces quién más pudo haber sido?

¡THUNK!

Los pensamientos de Jack fuerointerrumpidos por el último golpe del palo de bo  del  sensei  Kano contra el

 

suelo. Todos los estudiantes sedetuvieron bruscamente.

 —Cruzaremos por aquí —anunció el sensei.  Su voz era grave y resonante,como si hubieran hecho sonar el gong deun templo dentro de su pecho.

Los estudiantes se acercaron. Jack avanzó con Yamato y Akiko a su lado.Delante de ellos había un barranco quedividía el bosque en dos, con un velozrío debajo. Titilando en las brumashúmedas, los restos de un puente sealzaban sobre el abismo.

 —¿Por dónde cruzaremos,  sensei?

 —preguntó Yamato.

 

 —¿No hay un puente? —preguntó el sensei Kano.

 —  Hai, sensei  —respondió Yamato,divertido por la pregunta—. Pero lo hadestruido.

El  sensei  Kano alzó los ojos alcielo, como si escuchara algún sonidolejano, y entonces dijo:

 —¿Y el tronco?

Un poco más allá del puente,cruzando el abismo, había un pequeñocedro caído, las ramas cortadas, eltronco pelado de corteza.

 

 —Pero sensei —objetó Yamato, covoz temblorosa—, ese tronco apenas eslo bastante ancho para un pie… estácubierto de verdín… y está mojado…alguien podría resbalar y caer fácilmente.

 —Tonterías. Todos cruzaréis por aquí. De hecho, tú, Yamato-kun, serás el primero. Eres el hijo de Masamoto, ¿no?

Yamato se quedó boquiabierto, y srostro palideció.

 —  Hai, sensei  —respondiódébilmente.

 —¡Bien, entonces guía el camino!

 

El  sensei  le dio a Yamato uempujoncito con el palo y Yamato seacercó al borde del barranco. Se detuvoen el filo.

 —¿Por qué no has cruzado todavía? —preguntó el sensei.

 —Lo s-siento…  se-sensei  — tartamudeó Yamato—. Yo… no puedohacerlo.

Jack sabía que a su amigo le dabamiedo las alturas. Había descubierto lafobia de Yamato cuando escalaron lacascada del Sonido de las Plumas en laculminación de la competición deTaryu-Jiai.  El mismo vértigo volvía a

 

derrotarlo.

 —Tonterías. Si es la altura lo que teasusta, simplemente no mires —instruyóel sensei Kano.

 —¿Qué? ¡Cerrar los ojos! — exclamó Yamato, retrocediendo del borde del abismo.

 —Sí. Vuélvete ciego a tu miedo.

Todos miraron al  sensei,sorprendidos. La idea de cruzar eltronco era ya bastante enervante, perohacerlo con los ojos cerrados… ¡era unalocura absoluta!

 —Es perfectamente seguro. Iré yo

 

 primero —dijo el  sensei  Kano,quitándose las sandalias y atándolas a s bastón—. Sin embargo, me sería útil sialguien pudiera mostrarme dónde está eltronco.

Los estudiantes intercambiaromiradas de asombro. El tronco estaba a plena vista. Tras una breve pausa, variosestudiantes señalaron el cruceimprovisado.

 —No tiene sentido señalar —dijo el sensei Kano—. Soy ciego.

Jack, junto con el resto de la clase,se quedó anonadado. El sensei Kano los

 

había guiado hasta el barranco sin guía,  sin una sola petición de dirección.

¿Cómo podía ser ciego?

Jack estudió a su nuevo  sensei

atentamente por primera vez. El enormetamaño del  sensei  Kano dominaba sapariencia, pues era una cabeza más altoque la mayoría de los japoneses. Alinspeccionarlo de cerca, sin embargo,Jack advirtió que los ojos del sensei noeran grises por naturaleza, sino queestaban nublados como si una brumamarina se hubiera colado en ellos.

 —Discúlpame, sensei —dijo Akiko,recuperándose la primera—. El tronco

 

está casi delante de ti, a no más de ocho shaku  delante y doce  shaku  a tizquierda.

 —Gracias —respondió el  sensei

Kano, avanzando confiadamente hasta el borde del barranco.

Su bo  encontró el filo y lo siguióhacia su izquierda hasta que golpeó elárbol caído. Sin un momento devacilación, subió al estrecho tronco.Sosteniendo el palo por delante paraequilibrarse, lo cruzó fácilmente devarias zancadas.

 —Habéis sido testigos de vuestra primera lección —anunció el  sensei

 

Kano desde el otro lado—. Si se ve colos ojos del corazón en vez de con losojos de la cabeza, no hay nada quetemer.

Como en respuesta a la sabiduría desus palabras, un rayo de sol se abrió paso a través del dosel del bosque,suspendiendo un diminuto arco irisdentro del velo de bruma que se alzabasobre el vacío.

 —Ahora es vuestro turno.

 

16

Mugan Ryu

El rugido del río llenó los oídos deJack cuando se acercó al abismo y unatenaza de miedo se apoderó de él.

 No podía ver el barranco que sabíaque se abría ante él como la boca de utiburón. Sin embargo, con cada pasohacia lo desconocido, su confianzacrecía. Después de haber sido monogaviero a bordo del  Alejandría, las plantas de sus pies se aferraban a la

 

resbaladiza superficie del tronco comosi estuviera de vuelta en el penol.

También era consciente de que sin lavista tendría que confiar en sus otrossentidos, y trató de juzgar su avance a lolargo del tronco por los ecos cambiantesdel río que tenía debajo.

Por fin, sus pies encontraron lahierba del otro lado y abrió los ojos,sorprendido por haber conseguidocruzar sin mirar ni una sola vez.

Akiko se acercó ahora al tronco.Cerró los ojos y ágilmente cubrió elabismo con varios rápidos pasos, sequilibrio tan perfecto como el de una

 

 bailarina, haciendo que los intentos detodos los demás hasta ahora parecieratorpes y desgarbados.

Esperaron a Yamato. Pero Yamato pospuso el cruce invitando amablementea Emi a pasar primero. La chica cruzóen un instante, y él se hizo a un lado paradejar paso a los demás miembros de laclase. Saburo avanzó a trompicones, yluego Yori cruzó, seguido de Kiku. Noacabó cruzando a horcajadas sobre eltronco, mientras que Kazuki cruzó simolestarse siquiera en cerrar los ojos.

Al cabo de un rato, no quedó nadiemás a quien Yamato pudiera invitar.

 

 —No te preocupes —exclamó Jack  —. Sólo mantén los ojos cerrados,camina recto y no habrá ningú problema.

 —¡Lo sé! —contestó Yamato,irritado, pero de todas formas permaneció en el extremo del tronco,con el palo temblándole en las manos.

 —Usa los ojos de tu corazón y creeen ti mismo, y entonces no tendrás nadaque temer —aconsejó el  sensei  Kano,que le esperaba en el extremo opuesto.

Yamato cerró con fuerza los ojos,inspiró profundamente y se subió altronco. Con pasitos concienzudamente

 

cortos, empezó a avanzar. A mediocamino, se tambaleó. La clase contuvola respiración, temiendo que cayera.Pero Yamato recuperó el equilibrio ycontinuó su avance, lento como ucaracol.

 —Ya casi has llegado —animóSaburo cuando Yamato estaba ya a pocomás de cuatro pasos del final.

Por desgracia, decirlo fue un error.Yamato abrió los ojos, miró hacia abajo  vio la vertiginosa caída que se abría

 bajo sus pies. El pánico se apoderó desus sentidos. Se apresuró a dar losúltimos pasos y resbaló.

 

Yamato gritó y se abalanzó decabeza al abismo.

Pero, justo cuando Yamato perdía pie, el sensei Kano lanzó su palo de bo,lo cogió por el pecho y lo enderezó ydevolvió a una posición segura. Yamatoaterrizó convertido en un bultotemblequeante sobre la hierba.

 —Abriste los ojos y dejaste pasar almiedo, ¿verdad? —dijo el  sensei  Kano —. Pronto aprenderás a no dejarteamedrentar por lo que ves.

Sin esperar una respuesta, el  sensei

se dio media vuelta y condujo a losestudiantes al interior del bosque.

 

Jack, Akiko y Saburo corrieron aayudar a Yamato a volver a ponerse e pie, pero él los rechazó, entristecido,furioso consigo mismo por haber quedado en evidencia delante de laclase.

 —¿Cómo demonios ha hecho eso el sensei  Kano? —preguntó Jack a losdemás, sorprendido por la velozreacción del maestro de bo—. ¡Esciego!

 —Todo quedará claro cuandolleguemos al monasterio, Jack-kun — gritó desde lejos el sensei Kano.

Los estudiantes se miraron unos a

 

otros, asombrados. El sensei Kano ya sehabía perdido de vista, pero los habíaoído. —Este templo es donde el  sensei

Sorimachi, el fundador de la  Mugan

 yu, la Escuela Sin Ojos, comenzó sentrenamiento —explicó el sensei Kano —. La escuela se basa en la reflexión deque «ver sólo con los ojos es no ver nada en absoluto».

La clase escuchó obediente en filade a dos, los bastones sujetos a su vera.El  sensei  Kano los había traído a ugran patio descubierto que daba a lasruinas del Kompon Chudo, el mayor templo del antaño grande y poderoso

 

monasterio Enryakuji.

La amplia bóveda curvada deltemplo se había desplomado por varios puntos, y las tejas rojas y verdes yacíaesparcidas por el suelo como escamasde dragón caídas. Los huesos rotos delas columnas de madera se alzaban eángulos extraños y las mellas en las paredes derruidas revelaban altaressaqueados y resquebrajados ídolos de piedra. El monasterio estaba muerto etodos los sentidos.

Sin embargo, una luz brillaba en sinterior. El sensei Kano explicó que erala «Luz Eterna». Una linterna encendida

 

 por el sacerdote fundador del templo,Saicho, hacía más de ochocientos años,seguía ardiendo, atendida por un monjesolitario.

 —La fe no se apaga nunca — observó el  sensei  Kano antes de dar comienzo a la lección.

 —Como guerreros samuráis, nodebéis dejaros cegar por lo que veis.Tenéis que usar todos vuestros sentidos para conquistar a vuestro enemigo:vista, oído, olfato, gusto y tacto. Debéisser uno con vuestro cuerpo en todomomento, manteniendo un equilibrio perfecto y una completa conciencia de

 

dónde está cada miembro en relación alos demás.

El  sensei  se volvió hacia Jack, susnublados ojos grises lo mirarodirectamente. El efecto fue inquietante,como si el  sensei  estuviera de algúmodo mirando la misma alma de Jack.

 —Preguntaste, Jack-kun, cómoconseguí salvar a tu amigo sin poder ver.Sencillo. Sentí su pánico. Mi bastón semovió antes de que cayera. Oí su pieresbalar en el tronco y luego su grito, asíque supe exactamente dónde estaba. ¡La parte difícil fue asegurarme de que noaterrizara sobre ninguno de vosotros!

 

Una carcajada se extendió entre losestudiantes.

 —¿Pero cómo pueden utilizarse esashabilidades para combatir a un enemigoque no se puede ver? —preguntóKazuki, escéptico.

 —Lo demostraré —respondió el sensei  Kano, volviendo su miradanublada hacia Kazuki—. ¿Tu nombre?

 —Oda Kazuki, sensei.

 —Bien, Kazuki-kun, intenta robar miinro sin que yo me dé cuenta y será tuyo.

Kazuki sonrió ante el desafío. Lacajita de viaje colgaba libremente del

 

obi  del kimono del  sensei, presa fácilincluso para el más inepto de losladrones.Kazuki se apartó de la fila y avanzó esilencio hacia el sensei. Al pasar junto a

obu, le hizo una seña a él y a otromuchacho, un chico delgado y nervudocomo un insecto palo llamado Hiro, paraque lo siguiera. Kazuki reemprendióentonces su avance, con Nobmoviéndose a su derecha e Hiroto a laizquierda. Todos convergieron sobre el

 sensei  Kano desde una direcciódistinta.

Estaban a cuatro pasos de distanciacuando el sensei Kano hizo girar su palo

 

de bo, cogiendo a Hiroto por el tobillo yhaciéndolo caer. El  sensei  se dio lavuelta, lanzó el palo entre las piernas de

obu, obligándolo a separarlas. Usimple golpe en el estómago derribó alsuelo al sorprendido Nobu. Finalmente,sin pausa, atacó a Kazuki, lanzando sbo  directamente contra la garganta delmuchacho.

Kazuki se quedó inmóvil, dejandoescapar un audible gemido de pánicocuando el extremo del palo se detuvo auna pulgada de su nuez de Adán.

 —Muy astuto, Kazuki-kun,empleando señuelos, pero tu amigo de

 

allí huele a sushi de tres días —explicóel  sensei, señalando la figura caída deHiroto—. ¡Tú respiras tan fuerte comoun bebé dragón, y ese otro chico pisacomo un elefante! —dijo, señalando a

obu, que yacía en el suelo frotándoseel vientre dolorido.

La clase estalló en una risaincontrolable.

 —¡Basta! —interrumpió el  sensei

Kano, poniendo brusco fin a la risa—.Es hora de empezar vuestroentrenamiento o nunca aprenderéis acombatir a ciegas. Separaos unos deotros para que tengáis espacio suficiente

 

 para blandir vuestros bo.

La clase, obediente, se desplegó por el patio de piedra.

 —Primero debéis ser uno con el peso y sentir el bo.  Quiero que todoshagáis girar vuestro palo como hago yo.

El  sensei  Kano empuñó el bastócon la mano derecha, sujetándolo haciala mitad de la vara. Empezó a hacer girar el bo, cambiando de mano en el proceso. Comenzó despacio, y luego fueganando velocidad hasta que el palo fueun borrón a cada lado de su cuerpo.

 —Cuando os sintáis lo bastanteconfiados para hacer girar el bo  entre

 

las manos, cerrad los ojos. Aprended asentir su movimiento, en vez de confiar en vuestra vista para seguirlo.

La clase empezó a hacer girar sus palos. Varios estudiantes se atascaroinmediatamente con sus armas y lasdejaron caer.

 —Empezad despacio. Haced bie primero los movimientos con la mano — aconsejó el sensei Kano.

Para empezar, a Jack le resultódifícil hacer voltear el palo. Agotado por la falta de sueño, sus reaccioneseran lentas y sus movimientos torpes.

Yamato, por otro lado, cogió el arma

 

como si hubiera nacido con ella en lasmanos. Sus amigos ya habían cerradolos ojos.

 —Buen trabajo, Yamato-kun — felicitó el  sensei  Kano mientrasescuchaba el bo de Yamato silbar en elaire. Yamato sonrió, recuperada svergüenza tras el cruce del barranco alser el primer estudiante en dominar latécnica.

Sin embargo, no pasó mucho tiempoantes de que Jack lograra hacer girar asu propio palo, aunque a un ritmo más pausado. Con la práctica continuada, sconfianza creció hasta que se atrevió a

 

cerrar los ojos. Trató de sentir el arma,oírla, notarla, en vez de verla.

Aumentó la velocidad.

El bo  volaba, y cada giro enviabauna vaharada de aire junto a sus oídos.

¡Lo había dominado!

 —¡Ayyyyyy! —exclamó Jack cuandoel dolor brotó en su pierna.

El bo le había golpeado la espinilla  escapó de sus manos, hasta caer 

resonando en el suelo de piedra. Jack cojeó en busca del arma caída.

El bo  giró hasta detenerse… a los pies de Kazuki.

 

Jack se inclinó para recuperarlo, pero antes de que pudiera alcanzarlo,recibió un golpe en la nuca. Miró aKazuki.

 —Cuidado,  gaijin  —dijo Kazuki,dirigiéndole una mirada de burlonainocencia.

El odio entre ellos se avivó y Jack se tensó, listo para pelear.

 —Ni se te ocurra —susurró Kazuki,echando un vistazo para comprobar queel sensei Kano no estuviera cerca—. Nolograrías ni acercarte.

Kazuki detuvo su bo  directamenteante la nariz de Jack, obligándolo a

 

echar la cabeza hacia atrás. Jack retrocedió, y luego fingió dirigirse a laizquierda antes de agacharse y recoger su palo con la otra mano. Pero Kazukiestaba preparado para ello y descargó la punta de su bastón contra los dedos deJack, volviendo a arrojar al suelo el bo

con un claqueteo.

 —Sería mejor que el estudiante alque se le cae continuamente el bo

mantuviera los ojos abiertos hasta quesea más competente —dijo el  sensei

Kano desde el otro lado del patio.

Jack y Kazuki se miraron esilencio, cada uno esperando que el otro

 

hiciera el próximo movimiento.

 —Con los ojos abiertos o cerrados,eres una excusa indigna para ser usamurái —se burló Kazuki entre dientes —. Incluso tú debes darte cuenta de queno le gustas a nadie en esta escuela. Tussupuestos amigos son sólo amablescontigo, porque Masamoto-sama loordena.

Jack se sintió inflamado por laacusación y luchó para controlar su ira.

 —Y al estudiante que sigue hablandohay que aconsejarle que canalice susenergías en una práctica más positiva — añadió claramente el sensei Kano.

 

Pero el daño ya estaba hecho.Kazuki había golpeado un nervioinflamado. Jack no podía negar quehabía algo de verdad en su burla.Cuando llegó a Japón, Yamato sólotoleró su presencia debido a una ordedirecta de su padre. Había hecho falta lavictoria en la Taryu-Jiai  para unirloscomo amigos. Luego estaba Akiko. A pesar de ser su mejor amiga, ellaescondía tan bien sus sentimientos queJack no podía decir si fingía su amistado no.

Tal vez Kazuki tenía razón.

A pesar de la negativa de Akiko

 

respecto a la misteriosa aparición de lanoche pasada, Jack tenía la impresión deque le estaba ocultando algo.

Al ver la batalla interna que sedesarrollaba en el rostro de Jack,Kazuki sonrió.

 —Vete a casa,  gaijin —murmuró evoz baja.

 

17

Plantando

semillas

 — ¡Vete a casa, gaijin!¡Vete a casa,

aijin!¡Vete a casa, gaijin!

 Jack permanecía inmovilizado por 

el miedo en el alto sillón de su padre

mientras veía a Ojo de Dragón blandir 

 su espada, recalcando la frase una y

otra vez haciéndola golpear contra las

aredes de la casita de sus padres.

Como heridas abiertas, las letras rojas

 

chorreaban en vetas carmesíes, y Jack 

advirtió que Ojo de Dragón empleaba

la sangre de su padre como tinta.

 Al oír un roce que se aproximaba,

ack apretó contra su pecho el 

cuaderno de bitácora. Miró hacia

abajo y vio cuatro escorpiones negros,

cada uno del tamaño de un puño, que

recorrían las tablas del suelo y subían

or sus piernas desnudas, con sus

aguijones venenosos chasqueando en la

oscuridad…

 —¿Vienes?

Jack despertó de golpe con la voz deAkiko.

 

Se sentó en el futón y se frotó losojos para protegerse de la brillante luzde la mañana que se colaba por ladiminuta ventana de su habitación.

 —No estoy… preparado del todo…ve tú delante —respondió, la voztemblorosa, mientras apartaba lasmantas. —¿Te encuentras bien? —preguntó elladesde el otro lado de la puerta shoji.

 —Me encuentro bien… sólo estoyadormilado.

Pero Jack distaba mucho de sentirse bien. Akiko lo había despertado de otra pesadilla.

 

 —Me reuniré contigo paradesayunar en la Cho-no-ma  —añadióapresuradamente.

 —Intenta no llegar tarde esta vez — advirtió Akiko, y Jack oyó sus suaves pisadas perderse por el pasillo.

Se levantó, aturdido tras haber soñado con Ojo de Dragón y los cuatroescorpiones. Se preguntó si podría ser una premonición como la mariposa y lavisión del demonio. Pero esa visióhabía sido inducida por la meditación.Esto era una pesadilla, algo más oscuro,más primitivo. Si sucedía de nuevo, se prometió que lo consultaría con el

 

 sensei Yamada.

Jack recogió su futón, guardando cocuidado el cuaderno de bitácora dentrode los pliegues del colchón. Era uescondite demasiado obvio. Necesitabaurgentemente hablar con Emi para queconcertara una nueva visita al castillo.El problema era que nunca podía hablar con ella a solas. Sus dos amigas, Cho yKai, la seguían como si fueran criadas.Además, Jack tenía todavía que abordar el tema sin revelar su verdadero propósito.

A toda prisa se puso su  gi  deentrenamiento, envolviendo la secció

 

superior alrededor de su cuerpo yasegurándose de que la solapa izquierdaquedara sobre la derecha. No quería parecer un cadáver vestido al revés.Luego ató la chaqueta con un obi blancoalrededor de su cintura.

Antes de marcharse a desayunar y desu primera lección del día, Jack atendióa su bonsái, que había colocado en elestrecho alféizar de su ventana. Adorabael diminuto cerezo, un regalo dedespedida de Uekiya, el jardinero deToba. Era un recordatorio constante dela amabilidad que el anciano le habíamostrado aquel primer verano. Loregaba religiosamente, recortaba sus

 

ramas y eliminaba cualquier hojamuerta. El ritual siempre lo calmaba, y pronto las crueles burlas de su pesadilladesaparecieron hasta que fueron pocomás que un susurro en su cabeza.

Esa mañana, varias de las verdeshojas en miniatura del bonsái mostrabaatisbos de marrón dorado y feroz rojo,anunciando la llegada del otoño. Cosólo una estación antes de que las nievesanunciaran las competiciones deselección para el Círculo de Tres, los

 senseis  habían intensificado sentrenamiento, aumentando lacomplejidad de las técnicas yempujando a los estudiantes hasta sus

 

límites. Jack tenía que esforzarse con srégimen.

Tras asegurar su bokken  en su obi,hizo acopio de la energía que necesitaríadurante todo el día.

 —¡Otra vez, la kata  cuatro! — ordenó el sensei Hosokawa.

Los estudiantes golpearon el airecon sus bokken, repitiendo la serie prescrita de movimientos. Habíarealizado cientos de tajos ya esamañana, pero la lección del  sensei  eraimplacable.

Los brazos de Jack ardían decansancio, estaba empapado de sudor y

 

su bokken  parecía pesado como el plomo.

 —¡No, Jack-kun! —corrigió el sensei  Hosokawa—. La kis-saki  sedetiene en el chudan. Estás cortando elvientre de tu enemigo… no intentandoamputarle los pies.

Jack, que habitualmente sobresalíaen la clase de esgrima, tenía problemas para seguir el ritmo. Sus miembrosdoloridos no le respondían y el bokken

seguía resbalando más allá de sobjetivo.

 —¡Concéntrate! —ordenó el  sensei

Hosokawa, acercándose a Jack—. No

 

me hagas volver a recordártelo.

Cogió el brazo con el que Jack sujetaba la espada, alzó severamente elbokken  hasta la altura apropiada. Los brazos de Jack temblaban por elesfuerzo.

 —Estas katas  son la base delkenjutsu —insistió el sensei Hosokawa,dirigiéndose ahora a toda la clase—. Nose puede correr antes de aprender aandar. Es imperativo que asimiléis estosmovimientos para que se conviertan einstintivos, de modo que el bokken  seconvierta en parte de vosotros. Cuandola espada se convierta en «ninguna

 

espada» en vuestras manos, entoncesestaréis preparados. ¡Sólo entoncescomprenderéis verdaderamente elCamino de la Espada!

 — ¡HAI, SENSEI! —gritó la clase.

El  sensei  Hokosawa dirigió a Jack una severa mirada.

 —No olvides tu entrenamiento,Jack-kun. Ya tendrías que haber dominado la técnica básica.

La flecha se desvió del blanco,desapareciendo entre las ramas delviejo pino. Un par de palomas queanidaban entre el follaje gorjearoindignadas y se marcharon volando

 

hacia la seguridad del templo delutsuden.

 —¡Esto es imposible! —se quejóJack, vencido por la frustración.

Al contrario que Akiko, que alcanzóel blanco más lejano con aparentefacilidad, el arco no era algo natural para Jack. Y ahora que la  sensei  Yosahabía duplicado la longitud del alcance,colocando los objetivos al otro lado dela  Nanzen-niwa, ni uno de los disparosde Jack se había acercado siquiera. Sino podía alcanzar el blanco a estadistancia, ¿cómo demonios se suponíaque iba a apagar una vela?

 

Para empeorar las cosas, Kazuki ysus amigos habían estado intentandoavergonzarlo, haciendo comentarios evoz alta cada vez que fallaba.

Al advertir la pugna interna de Jack,su maestra de kyujutsu  se le acercó,estudió con sus ojos de halcón saspecto y advirtió cuál era su problema.

 —Relájate, Jack-kun —instruyó la sensei  Yosa mientras Jack devolvía sarco al bastidor y se arrodillaba en lafila—. Alcanzar el blanco no esimportante.

 —Pero lo es para mí —insistió Jack  —. Quiero poder pasar tu prueba.

 

 —No comprendes —dijo la  sensei,sonriendo cálidamente ante su ansiedad —. Debes abandonar la idea de tener que alcanzar el blanco. Cuando elarquero no piensa en el blanco, entonces puede desarrollar el Camino del Arco.

Jack frunció el ceño, confundido.

 —¿Pero no es más probable quefalle si no pienso en ello? —preguntó.

 —No hay ningún misterio en elkyujutsu, Jack-kun —continuó la  sensei

Yosa, negando con la cabeza—. Comocualquier arte, el secreto se revela através de la dedicación, el trabajo duro la práctica constante.

 

«Pero yo practico duro —quisodecir Jack—, y no parece que mejore.»

Más tarde, ese mismo día, el quintointento de Jack con el origami yacía eel suelo convertido en una pila arrugada.

El resto de los estudiantes estabasumidos en concentración, sentados colas piernas cruzadas en sus cojinesabuton  en el Salón del Buda. Hoy el

modelo al que tenían que dedicarse erauna rana, y todo lo que podía oírse erael delicado roce de incontables papeles.

El  sensei  Yamada había ordenadouna vez más a su clase una meditacióazen  sobre el origami, repitiendo el

 

koan: «¿Qué nos enseña el origami».adie le había proporcionado todavía

una respuesta satisfactoria.

 —Observa cómo lo hago yo, Jack — ofreció Yori, volviéndose para que Jack  pudiera ver sus movimientos.

Jack lo intentó de nuevo, pero sóloconsiguió hacerle un agujero al frágil papel. Maldijo en voz alta en inglés yYori le dirigió una mirada de asombro.Jack sonrió pidiendo disculpas.

 —¿Cómo voy a poder responder alkoan del sensei Yamada si ni siquiera puedo hacer una rana de papel? —dijoJack, cogiendo otra hoja de papel del

 

montón.

 —No creo que importe que puedas ono puedas —respondió Yoriamablemente—. La rana no es loimportante. ¿Recuerdas lo que dijo elsensei Yamada? La respuesta está en el papel.

Yori admiró su propia rana perfectaantes de depositarla en el suelo junto ala perfecta grulla origami, la mariposa yel pez de colores que ya había hecho.

 —Pero sin duda el proceso debeayudar —sostuvo Jack, agitando scuadrado de papel al aire—. De locontrario, ¿por qué nos pondría a hacer 

 

origamis? Parece que hago progresosmuy lentos.

Jack estaba ahora muy preocupadorespecto a sus posibilidades en lascompeticiones inminentes. Sólo habíacinco plazas y si no pasaba ninguna delas pruebas, no se ganaría su puesto eel Círculo de Tres, ni mucho menosaprender la técnica de los Dos Cielos.

 —No juzgues cada día por lacosecha que recolectas —dijo unatranquila voz en su oído.

El sensei Yamada había aparecidounto al hombro de Jack y se inclinó

 para cogerle el papel de las manos.

 

Plegó, dobló y curvó el papel delante delos ojos de Jack, transformándolo en unahermosa rosa en flor.

 —Juzga por las semillas que plantas.

 —Estás teniendo una mala semana,eso es todo —dijo Akiko, intentandoconsolar a Jack durante la cena.

 —Pero hace casi un mes que noalcanzo los blancos del tiro con arco — respondió Jack, separando sin ganas utrozo de sushi con sus hashi antes derecordarse a sí mismo que era un malcomportamiento en la mesa.

 —Es sólo cuestión de acostumbrarsea la distancia —animó Yamato—. ¿No te

 

acuerdas de cómo puntuaste en kyujutsdurante la Taryu-Jiai? No es que no puedas hacerlo.

 —Supongo que tienes razón — concedió Jack, soltando sus hashi—.Pero parece que me he topado con umuro de ladrillo en mi entrenamiento.Incluso en kenjutsu tengo detrásconstantemente al sensei Hosokawa,corrigiendo cada pequeño error. Siembargo, por mucho que lo intente, parece que no hago ninguna mejora.

Pero ya oíste lo que dijo el senseiYamada —recordó Yori—. No juzguescada día por la cosecha que

 

recolectas…

 —Sí, ¿pero qué semillas estoy plantando? —suspiró Jack, enterrando lacabeza en las manos—. Tal vez Kazukitenga razón. No estoy hecho para ser usamurái.

 —No irás a hacerle caso a Kazukiotra vez, ¿no? —exclamó Akiko,exasperada—. ¡Está envenenando tmente! Claro que eres digno para ser samurái. Masamoto-sama no te habríaadoptado, ni te habría invitado a sescuela, si pensara que no lo mereces.Hace falta tiempo para convertirse en uauténtico samurái.

 

Desanimado, Jack se asomó a ladiminuta ventana de su habitación en laShisi-no-ma. El cielo nocturno era unamanta de estrellas. Una pálida luna llena brillaba con luz espectral y robaba decolor los edificios de la Niten Ichi Ryu.

En el horizonte, Jack pudo ver cómose acumulaban nubes de tormenta.Apagaban las estrellas una a una. Las banderas de oración a la entrada delButokuden empezaron a agitarse comolas velas de un navío cuando un vientohelado atravesó el patio descubierto.

Jack empezó a imaginar que estabade vuelta a bordo del Alejandría con s

 

 padre, aprendiendo a navegar guiándose por los cielos. Eso era algo en lo que síera bueno. Ser piloto era natural para él.Podía identificar las estrellas y planetas usarlos para calcular la posición y el

curso del barco, incluso en maresembravecidos.

Estaba destinado por sangre ynacimiento para ser piloto naval, nosamurái.

De repente Jack sintió la presión dela vida en Japón como un muelleenroscado en la boca de su estómago,cada vez más y más tenso, hasta que le pareció que iba a estallar. El dolor de

 

cabeza de hablar en japonés cada día.La rígida etiqueta de la vida japonesa,como si caminara sobre cáscaras dehuevo todo el tiempo. Los lentísimos progresos que hacía en su entrenamiento.La amenaza constante de Ojo de Dragó  la duda de si estaría preparado para

enfrentarse a él a tiempo. El hueco producido por la ausencia de sus padres.Saber que Jess estaba sola, con laamenaza de una casa de trabajocolgando sobre ella…

Perdido en su desesperación, Jack casi estuvo a punto de pasar por alto elmovimiento de varias figuras embozadasque cruzaban el patio de la escuela. A

 

cubierto de las sombras, avanzaron bajoel alero del Butokuden antes dedesaparecer en el interior.

Decidido a descubrir esta vezquiénes eran los intrusos, Jack cogió scatana y salió corriendo de shabitación.

 

18

Irezumi 

 —¿Akiko? ¿Estás ahí? —susurróJack a través de la fina puerta de papelde la habitación de la muchacha.

 No hubo ninguna respuesta. Jack abrió la shoji y se asomó al interior. Novio a Akiko por ninguna parte. Su futóestaba intacto, aunque ya debería estar acostada.

Tal vez había ido al baño, pensóJack, o bien..

 

Cerró la puerta y siguió su camino.Una linterna seguía encendida dentro dela habitación de Yori.

 —¿Yori? —llamó.

El muchachito abrió su shoji.

 —¿Has visto a Akiko?

 —No desde la cena —contestó Yori,negando con la cabeza—. ¿No está en shabitación?

 —No, creo que ha… —Jack secalló, distraído por la vista deincontables grullas de papel que cubríael suelo de la habitación de Yori—.¿Qué estás haciendo?

 

 —Estoy haciendo grullas.

 —¡Eso ya lo veo, pero origamis ela cama! Te tomas demasiado en seriolas lecciones del sensei Yamada — acusó Jack—. Escucha, si oyes volver aAkiko, ¿puedes decirle que he ido alButokuden?

 —¿La sala de entrenamiento? ¡Y túeres quien me acusa de estudiar demasiado!

Yori miró vacilante la catana deJack.

 —¿No es algo tarde para practicar tus katas de espada?

 

 —No tengo tiempo para explicarlo.Tú díselo a Akiko.

Jack se marchó corriendo, simolestarse a esperar la respuesta deYori.

Cuando llegó a la puerta principal,consideró un instante alertar a Yamato ySaburo, pero estarían dormidos y yahabía perdido demasiado tiempo. Losintrusos podrían haberse ido ya cuandotodos llegaran al Butokuden.

Jack cruzó corriendo el patio. Latormenta se aproximaba rápidamente yheladas ráfagas de viento apuñalaron sfino kimono como una hoja de tanto.

 

Tras aplastarse contra la pared delButokuden, avanzó hacia la entrada principal. Asomó la cabeza al marco demadera y buscó a los intrusos.

En la penumbra del gran salón pudodistinguir a varias figuras encogidas,sentadas en círculo dentro del lugar ceremonial. Pero desde lejos fueincapaz de distinguir sus rostros ni deoír lo que estaban diciendo.

Jack corrió a la parte posterior delButokuden, donde las ventanas tras elestrado eran fáciles de alcanzar. Lo mássilenciosamente que pudo, abrió u postigo de madera. Al asomarse,

 

descubrió que podía ver directamente laalcoba.

Jack contó cuatro intrusos en total.Todos llevaban capucha, de modo quesus rostros permanecían en sombras.Tras acercar el oído a la ventana,escuchó:

 —El daimyo Kamakura Katsura va ahacer la guerra contra los cristianos — susurró en la oscuridad una vozmasculina, juvenil pero intensa.

Una ronca voz femenina continuó:

 —Los gaijin son una amenaza paranuestras tradiciones y el orden social deJapón.

 

 —Pero son muy pocos. ¿Cómo pueden ser una amenaza? —preguntó unatercera voz, aguda y fina como una flautade bambú.

 —Sus sacerdotes están difundiendouna fe maligna, convirtiendo con susmentiras a honorables daimyosaponeses y a sus samuráis —explicó la

voz masculina—. Están intentandoderrocar nuestra sociedad desde dentro.Quieren destruir nuestra cultura,controlar a Japón y su pueblo.

 —¡Hay que detenerlos! —exclamóla voz femenina.

 —El daimyo está atrayendo

 

samuráis leales a su causa como preparación para un asalto a gran escalacontra todos los cristianos —explicó la primera voz—. Mi padre, Oda Satoshi,se ha unido a sus filas y jurado fidelidada su justa causa.

 —Los gaijin son el germen de ugran desastre y deben ser aplastados — susurró con veneno la voz femenina.

 —¿Pero qué podemos hacer nosotros al respecto? —preguntó lacuarta sombra.

 —¡Podemos prepararnos para laguerra! —declararon al unísono la vozmasculina y la voz femenina.

 

Jack apenas podía dar crédito a susoídos. Tenía razón. El sensei Yamadaestaba equivocado. La muerte delsacerdote cristiano no había sido ucaso aislado. Sólo había sido el principio. El daimyo Kamakura estabadecidido a matar a todos los cristianosde Japón.

Sin embargo, lo que más le heló lasangre en las venas fue que sabía quiéera el cabecilla de este misteriosogrupo. Reconoció su voz. Era Kazuki,que seguía los pasos de su padre yllamaba a la guerra.

Fuera, empezaron a caer las

 

 primeras gotas de lluvia. El aguacero seconvirtió rápidamente en un torrente ymomentos después Jack estuvo caladohasta los huesos, aterido de frío. Peroestaba decidido a quedarse y a descubrir todo lo que pudiera. Ignorando sincomodidad, se esforzó por escuchar laconversación en marcha por encima delruido de la lluvia, que ahora golpeabacon ritmo insistente el techo delButokuden.

 —Todos los cristianos seráobligados a marcharse bajo pena demuerte —continuó Kazuki—. Puede quealgunos traten de esconderse, peronuestro deber será cazarlos.

 

 —¿Qué hay de Jack? —preguntó lavoz aflautada—. Sin duda cuenta con la protección de Masamoto-sama.

 —El gran Masamoto-sama tienecosas más importantes que hacer que preocuparse por un gaijin. Quiero decir,¿habéis visto a Masamoto-samarecientemente en la escuela? No. Sdeber es para con el daimyo Takatomi.Jack no podría importarle menos.

 —Y sin su samurái guardián cerca —se burló la voz femenina—, ¡no habrá piedra bajo la que el gaijin puedaesconderse donde no le encontremos!

De repente, Jack se sintió muy

 

vulnerable. Había estado tan ocupadoentrenándose para las pruebas, que nohabía advertido la continuada ausenciade Masamoto. Sólo ahora se dio cuentade que el asiento de su tutor en lacabecera de la mesa durante la cenallevaba vacío casi un mes. La última vezque Jack había visto a Masamoto fuecuando el samurái supervisó laconstrucción de la Sala del Halcón.¿Dónde había ido? Si la situación sevolvía seria de pronto, Jack no tendría anadie con autoridad en la escuela quetuviera un interés personal e protegerlo.

 —¡Debemos estar preparados para

 

la llamada a las armas de nuestrodaimyo! —continuó Kazuki—. Ese es el propósito de la Banda Sasori. Todosdebemos ahora jurar nuestra fidelidad aesta justa causa.

 —Necesitaré un poco de luz para elritual de iniciación —exigió la roncavoz femenina.

Jack oyó el sonido de pedernal alser golpeado y un par de chispascentellearon en la penumbra. Umomento más tarde, una pequeñalámpara de aceite ardió como unaluciérnaga solitaria en la cavernosa sala.

Jack se quedó boquiabierto de

 

asombro. La llama fluctuante iluminó elrostro pintado de blanco de unamuchacha. Sus ojos ovalados eran comocarbones encendidos y un par de labiosrojo sangre se abrieron para revelar unos dientes pintados de negro como elalquitrán. Jack la reconoció al instantecomo Moriko, la samurái que habíacompetido contra Akiko en la Taryu-Jiai.Una luchadora cruel y sañuda, que seentrenaba en la escuela Yagyu rival, eKioto. Jack no podía creer que estuvieradentro de los muros de la Niten Ichi Ryu.

 —Eso está mejor —murmuró,cogiendo un tintero y varias hojas de bambú de su inro y colocándolo todo

 

unto a la lámpara. Abrió entonces una botellita de sake y vertió un poco delclaro líquido en una taza. La colocó eel centro del grupo—. ¿Quién seráentonces el primero para el irezumi?

 —Seré yo —dijo Kazuki, abriendola chaqueta y el kimono para mostrar el pecho.

Moriko inspeccionó una de lasagujas, volviéndola despacio sobre lallama. Satisfecha, metió la afilada puntaen el tintero de negra tinta. Con la otramano, tensó la piel de Kazuki sobre scorazón.

 —Esto dolerá —dijo, pinchando la

 

 piel de Kazuki con la punta e insertandodebajo una gota de tinta.

Kazuki hizo una mueca, pero noemitió ningún sonido. Moriko volvió acargar la aguja antes de volver a perforarle el pecho. Continuó de maneralenta y metódica, añadiendo más gotasde tinta al dibujo.

Jack había visto realizar este trabajoantes, con los marineros del Alejandríacuando se hacían tatuar los brazos.Siempre le había parecido que erasoportar mucho dolor para conseguir una pobre imagen de un ancla o el nombrede alguna novia que el marinero

 

olvidaba en cuanto atracaba en otro puerto.

 —Terminado —dijo Moriko, y lanegra rendija de una sonrisa se extendiósobre su rostro.

 —Esta es vuestra marca —anuncióKazuki con orgullo, volviéndose paraque los otros pudieran verlo—. ¡Elsasori!

Jack estaba demasiado aturdido para poder respirar. Tatuado sobre el corazóde Kazuki había un pequeño escorpiónegro… la criatura de sus pesadillas.

Por mucho que sus creenciascristianas intentaran negarlo, la

 

coincidencia de este tatuaje con ssueño era demasiado grande paraignorarla.

Kazuki alzó la taza de sake.

 —Cuando tengáis vuestro sasori yhayáis compartido el sake de esta taza,seréis para siempre hermanos de laBanda del Escorpión. ¡Muerte a todoslos gaijin! —brindó Kazuki, bebiendode la taza.

 —¡Muerte a todos los gaijin! — corearon los demás, jurando su fidelidad  abriendo ansiosamente sus kimonos

 para que Moriko comenzara el irezumi.

Fuera del Butokuden, la tormenta

 

tronó su aprobación.

Jack se estremeció de maneraincontrolable. Se abrazó a sí mismo paradarse calor, apretando el cuerpo contrala pared en un intento de protegerse delimplacable aguacero.

Su mente, como los elementos, eraun remolino de confusión. ¿Qué deberíahacer? Había oído todo lo quenecesitaba de la ceremonia. Japón sevolvía contra los extranjeros. Si alguieno detenía a Kamakura, Jack seconvertiría en un paria. El enemigo.Tenía que decírselo a Masamoto, ¿perocómo podría protegerlo su tutor contra

 

estas fuerzas?

¡Crac!

Una ráfaga de viento alcanzó el postigo de madera, haciéndolo chocar contra el marco de la ventana.Sobresaltado, Jack dejó caer su catana, el arma resonó por el patio de piedra,

hasta desaparecer en la oscuridad.

 —¡ Hay alguien ahí! —gritó Morikodesde dentro.

El pánico creció en el pecho deJack. Buscó rápidamente su arma, pero pudo oír a la Banda del Escorpióacercarse.

 

Dejando atrás su catana, corrió por su vida.

 

19

Luchando a 

ciegas

Jack rodeó corriendo la esquina delutokuden, pero supo que no lograría

cruzar el patio sin ser visto por Kazuki ysu Banda del Escorpión.

Tras echar un vistazo alrededor, elúnico escondite a su alcance fueron lostrabajos de construcción de la Sala delHalcón. Jack corrió y se zambulló en uagujero lleno de agua en los cimientos

 

recién excavados justo cuando variasfiguras salían del Butokuden.

Se asomó al borde enlodado, y viocómo lo buscaban. Los dos primeros sedirigieron al otro lado de la sala deentrenamiento, mientras que otros dos seencaminaban en dirección a Jack. Elmuchacho se hundió más en las sucias profundidades del agujero. Mientras seacercaban, pudo oír el chapoteo de sus pies en el lodo. Se detuvieron al bordede los cimientos inundados.

 —De ninguna manera voy a metermeahí dentro —protestó una voz.

 —¡Ve! —ordenó Kazuki—.

 

ecesitas una excusa para darte u baño.

Jack oyó otras tres pisadaschapoteantes más y se asomó. Sobre élse alzaba la masa de Nobu.

 —No puedo seguir. ¡Me estoyhundiendo! —se quejó Nobu, ajeno a la presencia de Jack justo a sus pies.

 —¡Eres un inútil! Vuelve entonces.

Al darse la vuelta, Nobu resbaló yse tambaleó en el borde.

Durante un momento pareció que ibaa caerse al agujero, pero para alivio deJack el tontorrón recuperó el equilibrio.

 

 —¿Crees que sería uno de los senseis?  —preguntó Nobu mientrasregresaba lentamente junto a Kazuki.

 —No —respondió Kazuki—. ¡U sensei no huiría! Pero fuera quien fuese,tenemos que convencerlo para que seuna a la banda. O si no, silenciarlo.Vamos. Busquemos a los demás.

Jack, tiritando con una combinacióde frío, miedo y furia, esperó hasta estar seguro de que Kazuki y Nobu se habíaido, y entonces salió arrastrándose delagujero. Por mucho que quisieraregresar a su habitación, primero teníaque encontrar su espada. Masamoto le

 

había instruido de que nunca debía caer en manos del enemigo. No podíaarriesgarse a que Kazuki la encontrara.

Jack corrió a la parte trasera delutokuden, pero con la oscuridad y la

lluvia resultaba imposible ver nada.Tanteó con las manos y las rodillas,rezando para que sus dedos laencontraran.

De repente, sintió unos pasos quecorrían tras él.

Le repugnaba dejar su espada, perocomprendió que no tenía más remedioque escapar mientras pudiera.

Jack sintió el golpe una fracció

 

antes de que lo alcanzara con fuerza eel estómago. Retrocedió, jadeando e busca de aire. Esforzándose por no caer,oyó movimiento a su izquierda y sevolvió para enfrentarse a su enemigo.

El problema era que Jack no podíaver. La oscuridad lo envolvía por completo. Pero pudo oír a Kazuki riendoal fondo, y el sonido de piesarrastrándose. Aparte de eso, no teníaotra forma de saber de dónde podríavenir el siguiente ataque.

De la nada, el sonido sibilante de uarma buscó su cabeza. Más por suerteque por habilidad, Jack se puso de lado

 

  esquivó el golpe. Contraatacando aciegas, agitó las manos contra satacante. Falló su objetivo, y sóloalcanzó el aire vacío.

Antes de que Jack pudiera continuar,recibió un golpe en las espinillas. Sus pies cedieron y cayó de boca al suelo.Trató de rodar con la caída, pero sesentía demasiado desorientado. Jack gimió de dolor cuando su hombro chocócon la tierra pedregosa.

 — ¡Yame!  —tronó la voz del  sensei

Kano, deteniendo la pelea.

Jack se quitó la venda, y cerró losojos ante la brillante luz del sol de

 

mediodía. Kazuki estaba arrodillado efila con los demás estudiantes,encantado con la derrota de Jack.

 —Lo siento, Jack —se disculpóYamato, quitándose su propia venda yofreciéndole la mano para ayudarlo alevantarse—. No pretendía golpearte tafuerte. Es que no podía ver dóndeestabas…

 —No te preocupes, estoy bien — sonrió dolorido Jack, poniéndose en pie.

 —Buen trabajo, ambos —alabó el sensei  Kano, que estaba sentado en losgastados escalones del templo deKompon Chudo.

 

Una vez más, el  sensei  Kano habíaguiado a sus estudiantes al amanecer hasta el monte Hei para su lección en elArte del  Bo.  Consideraba que la largacaminata era un buen entrenamiento y elaire de la montaña beneficioso.

 —He oído esquivar tres ataques. Ytú, Yamato-kun, fuiste bien consciente detus inmediaciones. Dos golpes en elobjetivo son dignos de alabanza paratratarse de un primer intento de kumite aciegas, pero, por favor, controla tfuerza la próxima vez. Parece que Jack-kun recibió una buena tunda. Adelantecon los dos siguientes estudiantes.

 

Aliviado de que la sesión de luchalibre hubiera acabado, Jack le entregó svenda a otro estudiante y se arrodilló deregreso a la fila entre Yori y Akiko. Sefrotó el hombro dolorido y gimió cuandosus dedos encontraron un moratón.

 —¿Estás muy mal herido? —  preguntó Akiko, advirtiendo laexpresión dolorida de Jack.

 —No, estoy bien… pero sigo siestar muy seguro de por qué aprendemosa luchar con los ojos vendados — respondió Jack con un susurro- cuandotodos podemos ver.

 —Como expliqué antes, Jack-kun — 

 

interrumpió el  sensei Kano, cuyo agudosentido del oído había detectado elcomentario desde el otro lado del patio —, ver sólo con los ojos es no ver eabsoluto. En mis lecciones, se aprende ano confiar en los ojos para defenderse.En cuanto abres los ojos, empiezas acometer errores.

 —¿Pero no cometería menos erroressi pudiera ver lo que hace mi enemigo? —preguntó Jack.

 —No, joven samurái. Debesrecordar que los ojos son las ventanasde tu mente —explicó el sensei Kano—.Ven aquí a este escalón y te demostraré

 

lo que significa.

El  sensei  le hizo un gesto para quese acercara. Jack se puso en pie y sereunió con él en los escalones.

 —Mírame los pies —instruyó el sensei.

Jack estudió las sandalias de dedosdescubiertos de su maestro y al instanterecibió en la coronilla un golpe con el palo de bo del sensei.

 —Mis disculpas, soy ciego y aveces torpe —dijo el  sensei  Kano—.Por favor, échale un ojo a mi bastón por mí.

 

Jack siguió la punta del bastó blanco, asegurándose de que no fuera a pillarlo de nuevo.

El  sensei  Kano le dio una brusca patada en la espinilla.

 —¡Aay! —exclamó Jack, dandosaltitos hacia atrás.

Todos los estudiantes ocultaron larisa tras sus manos.

 —Lección terminada —declaró el sensei Kano—. ¿Comprendes ahora?

 —En realidad no,  sensei…  —dijoJack, frotándose la espinilla lastimada.

 —¡Piénsalo! Si miras a los pies de

 

tu oponente tu atención se dirigirá a sus pies, y si miras a su arma tu atención sedirigirá a su arma. Así se desprende quecuando miras a la izquierda olvidas laderecha, y cuando miras a la derechaolvidas la izquierda.

El sensei Kano dejó que el mensajecalara. Señaló sus propios ojos sivista.

 —Lo que se contempla dentro nuncadejar de revelarse a través de los ojos.Tu enemigo se aprovechará de esto. Paracombatir sin traicionarte, debesaprender a luchar sin basarte en tus ojos.

Jack soltó su pincel de escribir.

 

Después de su humillación delante del sensei  Kyuzo por no saber escribir kanji, Akiko se había ofrecido aenseñarle los principios de la caligrafía.Cada vez que tenían un rato libre antesde la cena, se reunían en la habitacióde ella y Akiko le enseñaba un nuevocarácter kanji y el orden correcto de las pinceladas necesarias para formarlo.

Akiko miró a Jack, preguntándose por qué se había parado a mitad de laexplicación del carácter usado paraescribir «templo».

Jack tomó aire. Desde sdescubrimiento de la Banda del

 

Escorpión y la pérdida de su espada,ésta era la primera oportunidad quetenía para hablar con Akiko a solas y noestaba seguro de cómo abordar elmisterio de su ausencia la nocheanterior.

 —¿Dónde estuviste anoche? — acabó por preguntar—. No estabas en thabitación.

Ella parpadeó una vez, y su boca setensó visiblemente ante la inadecuadafranqueza de Jack.

 —No sé cómo es en Inglaterra, peroésa no es la clase de pregunta que sehace a una dama en Japón —respondió

 

ella fríamente, y empezó a guardar susútiles de escritura—. Quizá la preguntaque habría que hacer es, ¿dóndeestuviste tú?

 —¿Yo? Estuve en el Butokuden…

 —Eso explicará por qué encontréesto —replicó ella, abriendo la puertade su armario de pared y sacando lacatana de Jack.

Jack se quedó completamenteaturdido, tanto por la rudeza de Akikocomo por la inesperada aparición de sespada.

La noche anterior, cuando oyó los pasos acercarse, corrió de vuelta a la

 

Sala de los Leones con las manosvacías, temeroso de que se tratara deKazuki y su banda. Al regresar a la salade entrenamiento con las primeras luces,no encontró su espada por ninguna parte.Supuso que Kazuki la había encontrado  estaba preocupado desde entonces,

 pues enfrentarse con él al respectosupondría revelar que conocía laexistencia de la Banda del Escorpión.

Sin embargo, milagrosamente, latenía Akiko. La miró, lleno de curiosoasombro.

 —Gracias, Akiko. La he estado buscando por todas partes —dijo,

 

inclinando la cabeza para recibir sespada.

 —Jack, esta espada es tu alma — continuó ella gravemente, ignorando lasmanos extendidas de Jack—. Esimperdonable perder semejante posesión. La vergüenza es aún mayor considerando que fue un regalo deMasamoto-sama y su primera espada.¿Por qué no le dijiste a nadie que lahabías perdido?

 —Fue anoche mismo. Esperaba poder encontrarla. Akiko, por favor, nose lo digas a Masamoto-sama —suplicóJack, mortificado por su error.

 

Akiko lo miró impasible, y Jack no pudo decir si se sentía decepcionada osi lo compadecía por su descuido.Entonces la dureza de su expresión sesuavizó y le entregó el arma.

 —No lo haré. ¿Pero qué estabashaciendo en la parte de atrás del

utokuden?

 No era así como Jack habíaimaginado el derrotero de laconversación. Quería descubrir dóndehabía estado Akiko y si conocía los planes de Kazuki. No esperaba tener queexplicar sus propias acciones.

 —Divisé de nuevo intrusos en el

 

 patio. Pensé que podían ser ninjas queirrumpían en la escuela —confesó,esperando que si era sincera con Akiko,ella lo sería con él.

 —¿Quiénes eran?

 —Eran Kazuki, Nobu, alguien más y,no te lo vas a creer, Moriko de la Yagyu

 yu.

 —¿Moriko? ¿En nuestra escuela? — respondió ella, alarmada ante la idea—.¿Se lo has dicho a Masamoto-sama?

 —Todavía no. Aún no ha regresado, pero tenemos que decírselo. No sólo lode Moriko, sino lo de la Banda delEscorpión de Kazuki.

 

Akiko escuchó con atención mientrasJack describía lo que había oído sobreel daimyo  Kamakura y la Banda delEscorpión.

Tras pensárselo un poco, Akikorespondió:

 —Jack, siempre hay rumores deguerra. De daimyos  amenazando adaimyos.  Ahora estamos en tiempo de paz y no hay ningún motivo para que nocontinúen. Has conocido al daimyo

Kamakura. Es temperamental y ansiosode poder. Masamoto-sama se queja amenudo de que siempre está causando problemas. Pero nunca llegan a nada.

 

unca tiene el apoyo.

 —Eso es lo que dijo el  sensei

Yamada. Pero ¿y si está recibiendoapoyos? —insistió Jack—. ¿Y si…?

 —¡Jack! ¡Estás aquí!

Jack alzó la cabeza cuando Yamatoirrumpió con Saburo en la habitación.

 —Parece que habéis estadoentretenidos los dos —dijo, cogiendo u papel con uno de los intentos de Jack  por escribir kanji —. Pronto será la cena

  todos necesitamos darnos un baño.¿Qué os entretiene?

 —Jack vio a Kazuki en el

 

utokuden  anoche —explicó Akiko evoz queda, indicando a Saburo quecerrara la  shoji  tras él—. Él y algunosotros estaban siendo tatuados por esaMoriko de la escuela Yagyu.

 —¿Moriko? —dijo Yamato,alarmado—. ¿Qué estaba haciendo aquí?

 —Al parecer, Kazuki ha formadouna banda antigaijins.

 —¿Pero con tatuajes? ¡Son la marcadel prisionero! —exclamó Saburo.

 —Solían serlo —corrigió Akiko—.Pero ahora los mercaderes, e inclusoalgunos samuráis, se los hacen comomarca de valentía o como declaració

 

de amor.

Saburo se echó a reír y le dirigió aJack una sonrisa tranquilizadora.

 —Jack, sea lo que sea lo que te preocupe, no tienes que hacerle caso auna banda de convictos y enamorados.

 —No es cosa de risa, Saburo — replicó Jack—. Kazuki va en serio. Mela tiene jurada.

Yamato asintió, pensativo.

 —Parece que Kazuki se cree useñor de la guerra o algo por el estilo.Sé lo que podemos hacer: Saburo y yonos convertiremos en tus guardaespaldas

 

oficiales.

 —Y nos las apañaremos para ver aMasamoto-sama en cuanto regrese — añadió Akiko.

 —¡De todas formas, Jack, deberías preocuparte menos por Kazuki y más por cómo hueles! —se burló Yamato,arrojándole a Jack una toalla—. Venga,vamos a la casa de baños antes de quesirvan la cena. Tengo hambre.

Suspirando de alivio, Jack sesumergió en la humeante agua calientedel ofuro.

Hubo una época en que habría salidocorriendo asustado de un baño. E

 

Inglaterra, se consideraba peligroso para la salud, una forma segura de pillar enfermedades. Pero su estancia en Japó pronto le había hecho cambiar deopinión y ahora el ofuro era uno de los puntos culminantes del día.

Después de haberse frotado ysumergido en agua fría, se introdujo euna gran tina cuadrada de madera coagua caliente. Jack empezó a relajarse.El  sensei  Yamada y Akiko habíadescartado sus temores sobre el daimyo

Kamakura. Tal vez la combinación de lanoche y la tormenta había desorientadosu percepción de toda la situación. Talvez la guerra de Kazuki era poco más

 

que un producto de la imaginación de srival. De cualquier forma, con Yamato ySaburo cuidándolo, debería estar asalvo.

Jack permitió que el agua humeanteaflojara sus músculos, aliviando latensión de su hombro lastimado. Sus preocupaciones empezaron adesaparecer también, como si el calor del baño las disolviera. Después de urato, salió y se secó con una toalla antesde unirse a los otros para cenar.

 —¿Cómo está tu hombro, Jack? —  preguntó Yamato mientras se dirigíacon Saburo al Cho-no-ma.

 

 —Mucho mejor gracias al baño, pero no te preocupes por eso. ¡Medesquitaré en el kenjutsu  mañana! —  prometió Jack, dando a Yamato u puñetazo en el brazo.

Jack puso expresión de dolor fingido todos se echaron a reír.

 —Ha sido un gancho derechodevastador —comentó una voz desdeatrás—. Será mejor que tenga cuidado.

La diversión cesó cuando Kazuki,flanqueado por Nobu e Hiroto, avanzóhacia ellos.

Jack cerró los puños, preparándose para la pelea.

 

Tal vez la Banda del Escorpión eraalgo más que un simple juego. Tal vezKazuki creía de verdad que era un señor de la guerra.

 

20

La Banda del

Escorpión

 —¿Qué queréis? —preguntóYamato, interponiéndose entre Jack y losmuchachos que se acercaban.

Los dos grupos se enfrentaron.

Oscurecía en el patio de la escuela, la única luz procedía de la entrada de

la Sala de las Mariposas. Otrosestudiantes pasaron de largo, ajenos al

 

conflicto inminente. No había ningú sensei  a la vista para ser testigo de la pelea.

La tensión creció mientras Yamatoesperaba una respuesta, retando con losojos a Kazuki para hacer un movimiento.

 —Cenar —dijo Kazuki alegrementecomo respuesta, antes de pasar de largocon sus amigos, riendo.

Durante el mes siguiente, Yamato ySaburo permanecieron cerca de Jack, pero pareció haber poca necesidad deello. Kazuki y su banda ignoraron a Jack como si ya no existiera. Kazuki econcreto pareció más dedicado a

 

entrenarse para la selección del Círculode Tres. Jack lo había divisado variasveces en el  Butokuden, recibiendoclases extra del sensei Kyuzo.

Aunque ninguno de sus amigos decíanada, Jack notaba que estabaempezando a dudar de su historia.

A pesar de que Masamoto habíaregresado a la escuela, Jack no habíaconseguido reunirse con él antes de queel daimyo  Takatomi lo requiriera paraotra misión. Pero con la aparenteamenaza reducida a nada, y puesto queno había visto a Moriko en lasinstalaciones desde entonces, parecía

 

que no tenía demasiado sentido reunirsecon él de todas formas.

 —Voy a dar un paseo —dijo Jack, al pasar junto a la habitación de Yamato ela Sala de los Leones un día—. Necesitoun poco de aire antes de acostarme.

 —¿A esta hora de la noche? — observó Yamato, frunciendo el ceño—.¿Quieres que te acompañe?

A pesar de la oferta, Yamato parecíano tener muchas ganas. Ya se habíaacostado en su futón, fuera hacía frío, yen el Shisi-no-ma se estaba calentito.

 —No, no te preocupes. Estaré bien.

 

Además, Jack necesitaba tiempo asolas para pensar.

Tras salir, deambuló por el patioantes de sentarse en una de las vigas queacabarían por convertirse en el suelo dela Sala del Halcón.

El nuevo edificio estaba tomandoforma rápidamente. Los cimientos yaestaban terminados y las principalescolumnas de madera ya estaban en ssitio. Cuando estuviera terminada, lasala, aunque de la mitad de tamaño queel  Butokuden, sería de todas formas unaadición impresionante a la escuela.

Como todos los demás estudiantes,

 

Jack se preguntaba qué arte marcialimpartirían allí dentro. Eso si aúandaba por aquí para entonces.

Aunque sus temores de una campañaantigaijin  eran supuestamenteinfundados, no podía dejar de advertir que algunos estudiantes parecían menosamistosos hacia él. Siempre se habíasentido aislado por el hecho de ser diferente. Durante su primer año en laescuela, Akiko había sido su únicaaliada verdadera, pero después de svictoria en la Taryu-Jiai  la mayoría delos estudiantes lo aceptaron. Ahora,muchos habían empezado otra vez aignorarlo, mirándolo como si no

 

existiera.

 Naturalmente, podía estar imaginándoselo todo. Se esforzaba cosu entrenamiento y había perdido laconfianza en lograr ser de los cinco primeros en las inminentes pruebas deselección para el Círculo de Tres. Estolo había deprimido, y podía estar distorsionando su percepción. ¿Perotenía de verdad alguna esperanza deentrar en el Círculo e ir a aprender losDos Cielos?

Jack contempló el cielo nocturno e busca de una respuesta, pero esta vez lasconstelaciones familiares que le había

 

enseñado su padre le ofrecieron un fríoconsuelo. Las noches eran más largas yel otoño pronto daría paso al invierno,indicando el comienzo de las pruebas.

 —¡Eh,  gaijin!  ¿Dónde están tusguardaespaldas? —preguntó una voz quehizo que el corazón de Jack diera uvuelco.

Se volvió para mirar a Kazuki. Estoera lo último que necesitaba.

 —Déjame en paz, Kazuki — respondió Jack, bajándose de la viga yalejándose.

Pero otros estudiantes salieron de laoscuridad para rodearlo. Jack miró

 

hacia la Shishi-no-ma  en busca deayuda, pero no había nadie cerca. Akiko,Yamato y Saburo estarían acostados, sino dormidos a estas horas?

 —¿Dejarte en paz? —ridiculizóKazuki—. ¿Por qué no pueden los de tclase dejarnos en paz a nosotros?Quiero decir, ¿qué te crees que estáshaciendo en nuestra  tierra, dándotelasde samurái? Deberías renunciar e irte acasa.

 —¡Sí, vete a casa,  gaijin!  — corearon Nobu e Hiroto.

El círculo de muchachos continuó elcántico.

 

 —¡Vete a casa,  gaijin! ¡Vete a casa,aijin!  ¡Vete a casa,  gaijin! A su pesar,

Jack sintió que su rostro enrojecía dehumillación ante las burlas. Quisodesesperadamente irse a casa, estar cosu hermana Jess, pero estaba aislado euna tierra extraña que no lo quería.

 —¡Dejadme… en… paz!

Jack trató de escapar al círculo, peroobu dio un paso adelante y lo empujó.

Jack chocó con otro de los muchachos,quien lo empujó a su vez. Tropezó con laviga y, al caer al suelo, se agarró alkimono del muchacho, abriéndolo.

 —¡Mira lo que has hecho! — 

 

exclamó el muchacho, dando una patadaa Jack en la pierna.

Jack se dobló de dolor. Sin embargo,no pudo dejar de mirar al pechodescubierto del muchacho.

 —¿Qué? ¿Quieres otra? —preguntóel chico, retirando la pierna paradescargar otra patada.

 —Goro, creo que está admirando ttatuaje —dijo Hiroto con la misma vozfina y aflautada que Jack reconocióahora como perteneciente a la cuarta persona de la ceremonia irezumi.

 —Es magnífico, ¿verdad? Todostenemos uno, ¿sabes? —Hiroto

 

descubrió su propio kimono, revelandoun pequeño escorpión negro. Entonces ledio a Jack una cruel patada en lascostillas.

Volvió a patearlo durante un rato y laBanda del Escorpión rió mientras cadauno de los muchachos descubría sustatuajes y se ponían en fila para golpear también a Jack.

 —¡Dejadlo! —ordenó Kazuki—.Viene un sensei.

Los muchachos se dispersaron.

Mientras yacía allí, temblando couna combinación de dolor, ira yvergüenza, Jack oyó el chasquido

 

familiar de un bastón sobre el patio de piedras y el sensei Yamada se acercó.

Apoyado en su bastón de bambú, el sensei miró a Jack tal como había hechohacía casi un año antes, cuando Kazukilo amenazó por primera vez.

 —No deberías jugar en los sitiosdonde hay obras. Pueden ser peligrosos.

 —Gracias por la advertencia, sensei

 —dijo Jack amargamente, tratando deocultar su humillación.

 —¿Alguien te vuelve a causar  problemas?

Jack asintió y se sentó a

 

inspeccionar las costillas magulladas.

 —Alguien de mi clase quiere querenuncie y me vuelva a casa. La cosa esque yo deseo poder irme…

 —Cualquiera puede rendirse, Jack-kun, es la cosa más sencilla del mundo —advirtió el  sensei  Yamada mientrasayudaba a Jack a ponerse en pie—. Peromantenerte firme cuando todos losdemás esperan que te desmorones, esoes la auténtica fuerza.

Jack miró inseguro a su maestro, pero sólo encontró en él una expresióde completa confianza.

 —Te preguntaría quién fue — 

 

continuó el sensei Yamada—, pero seríade poca consecuencia. Debes librar tus propias batallas, si quieres mantenerteen pie. Y sé que puedes.

El  sensei Yamada acompañó a Jack de vuelta al Shishi-no-ma.  Antes de partir hacia sus propios aposentos, leofreció a Jack un último consejo:

 —Recuerda, no hay fracaso exceptocuando ya no se intenta.

Cuando se marchó, Jack reflexionósobre el consejo del  sensei.  Tal vez elviejo monje tenía razón. Tenía queseguir intentándolo. La alternativa erarendirse, pero eso era exactamente lo

 

que Kazuki quería que hiciera, y no teníaninguna intención de dejar que su rivallo venciera de esa forma.

Contempló la fría luna creciente queflotaba baja en el cielo. Jack jurórenovar sus esfuerzos en elentrenamiento. Se levantaría temprano por la mañana y practicaría con laespada. También le pediría ayuda aAkiko con el arco. Tenía que hacer loque hiciera falta para estar entre loscinco mejores de las pruebas.

Tenía que aprender los Dos Cielos,si no para protegerse a sí mismo de Ojode Dragón, entonces para defenderse de

 

la Banda del Escorpión.

Cuando se volvía para entrar en laSala de los Leones e irse a la cama, Jack divisó a Akiko, toda vestida de negro,que rodeaba la esquina del otro lado del

utokuden.  Corría hacia la puertalateral de la escuela.

Aturdido, Jack supo ahora que no sehabía equivocado respecto a laidentidad de aquel primer intruso. Eefecto, había visto a Akiko aquellanoche.

Jack cruzó corriendo el patio en uesfuerzo por alcanzarla, pero cuandollegó a la puerta ella ya había

 

desaparecido.

Por fortuna, las calles estabadesiertas a esta hora de la noche y, almirar a la izquierda, divisó a una figurasolitaria en un callejón situado al fondode la calle. Tenía que ser ella, ¿perodónde iba y por qué el secreto de lanoche?

Esta vez Jack quería respuestas, ycorrió tras ella.

 

21

El Templo del

Dragón Pacífico

El callejón giraba a la izquierda,luego a la derecha, y Jack salió a u pequeño patio. Pero no vio a Akiko por ninguna parte.

Oyó pasos que se perdían por unacallejuela a su derecha. Siguió el sonidohasta que el callejón desembocó en ugran patio flanqueado de árboles. Anteél había un templo de techo abovedado

 

con compactas tejas verdes superpuestascomo las escamas de una serpiente.Unos escalones de piedra conducían aun par de sólidas puertas de madera.

Jack se acercó con cautela a laentrada. Sobre la puerta había un cartelde madera donde habían tallado elnombre del templo.

龍安寺

 

Reconoció inmediatamente el últimosímbolo como «templo» y trató derecordar los otros caracteres kanji  queAkiko le había enseñado. Le pareció queel primero podía ser «dragón», y elsegundo «paz».

En el cartel se leía Ryoanji.

El Templo del Dragón Pacífico.

Probó con la puerta, pero estabacerrada.

Jack se sentó en los escalones para pensar qué hacía a continuación. Fueentonces cuando advirtió una diminutaabertura en el muro exterior del templo,a un lado de la puerta.

 

El muro estaba construido con una pauta alternada de paneles oscuros decedro y de piedra encalada de blanco.Uno de los paneles de madera noencajaba del todo en la pared. Jack seasomó a la abertura y fue recompensadocon el atisbo de un patio interior. Unaserie de pequeñas piedras cruzaba ucésped bien atendido hasta un porche demadera al otro lado.

Jack introdujo los dedos en laabertura y el panel se deslizósuavemente a un lado. A través de laentrada oculta, se coló en el jardín deltemplo. Tal vez por aquí había

 

desaparecido Akiko.

Cruzó el jardín hasta el porche y losiguió mientras bordeaba un largo yrectangular jardín zen de guijarrosgrises, donde habían colocado quincegrandes piedras negras en una pauta decinco grupos irregulares. Bajo la pálidaluz de la luna, el jardín parecía unacadena de cimas montañosas que seabrieran paso a través de un mar denubes.

El jardín estaba desierto.

A través de un arco al otro lado,Jack divisó un jardincillo de guijarrosmás pequeño, decorado con uno o dos

 

arbolitos pero nada más. Al fondo de usendero de piedra que dividía en dos elardín había un sencillo altar de madera.

Sus puertas shoji estaban cerradas, peroel cálido halo de una vela podía verse através del papel washi  y a Jack le pareció oír voces dentro.

Se apartó del camino de madera y seencaminó al altar. Los guijarroscrujieron bajo sus pies.

Las voces se detuvieron de repente yla vela se apagó.

Jack regresó al sendero,maldiciendo en silencio su prisa por cruzar el jardín de piedra. Se apresuró

 

en llegar al borde, manteniéndose pegado a las sombras. Se ocultó en uhueco cerca de la entrada del altar yesperó.

 No salió nadie.

Después de lo que pareció unaeternidad, Jack decidió arriesgarse aechar un vistazo al interior. Muylentamente, se acercó a la  shoji  y ladescorrió un poquito. Notó una vaharadade incienso recién quemado. Una estatuadel Buda estaba sentada en un pequeño pedestal de piedra, rodeada de ofrendasde fruta, arroz y sake, pero por lo demásel altar estaba vacío.

 

 —¿Puedo ayudarte? —preguntó unavoz autoritaria.

Jack se dio media vuelta, con elcorazón en la boca.

Un monje con una túnica negra y grisse alzaba sobre él. El hombre, demediana edad, era musculoso ycompacto, con la cabeza afeitada yoscuros ojos chispeantes. Jack pensó eechar a correr, pero había algo en el porte de este hombre que sugería que nosería buena idea. Unía las puntas de susdedos como en oración, pero sus manos parecían tan mortíferas como dos hojasde tanto.

 

 —Yo… estaba buscando a unaamiga —tartamudeó Jack.

 —¿En mitad de la noche?

 —Sí… estaba preocupado por ella.

 —¿Corre peligro?

 —No, pero no sé adónde iba…

 —¿Así que la seguías?

 —Sí —respondió Jack, y la culpa logolpeó como un bofetón en la cara.

 —Tendrías que respetar laintimidad, muchacho. Si tu amiga tenecesitara, habría solicitado tcompañía. Claramente no está aquí, así

 

que creo que es hora de que te marches.

 —Sí. Lo siento. Fue un error… dijoJack, inclinándose profundamente.

 —Sólo es un error si lo cometes dosveces —interrumpió el monje, aunque sexpresión continuó siendo implacable —. Los errores son lecciones desabiduría. Confío en que aprendas deéste.

Sin decir otra palabra, el monjeescoltó a Jack de vuelta a la puerta principal y le indicó que se marchara.

 —Espero no volver a verte de nuevo por aquí.

 

Cerró entonces las puertas dobles yJack se quedó solo en los escalones de piedra.

Jack regresó lentamente a la escuela,reflexionando sobre sus acciones. Elmonje tenía razón. ¿Qué hacía espiandoa Akiko? Ella sólo le había mostradoconfianza. Cuando le pidió quemantuviera en secreto el cuaderno de bitácora de su padre, lo había hecho. Él, por otro lado, no había respetado sintimidad y quebraba la suyasiguiéndola. Jack se odió a sí mismo por aquello.

Con todo, las dudas asolaban s

 

mente. Akiko había negado que salía denoche, ¿pero qué estaba haciendo queera tan secreto como para mentir alrespecto?

Cuando regresó a la Sala de losLeones, pasó ante la habitación deAkiko y no pudo evitar echar un vistazoal interior. Advirtió que debía haber seguido a otra persona hasta el Templodel Dragón Pacífico.

Pues allí estaba Akiko, profundamente dormida en su cama.

 

22

Contemplando

hojas de arce

 —Y yo que pensaba que el cerezo eflor en primavera era precioso —dijoJack, contemplando asombrado los arcesmientras paseaban por los jardines deltemplo de Eikan-Do.

Akiko había llevado a Jack y losdemás al templo para ver el momiji

ari, un acontecimiento similar a lafiesta de primavera hanami, pero

 

celebrada en otoño, cuando las hojas delos arces se convertían en un mágicocaleidoscopio de color. Jack se quedóasombrado ante el panorama. La colinaestaba encendida de hojas rojas,doradas, amarillas y naranjas hastadonde alcanzaba la vista.

 —Subamos a la Tahoto  —propusoAkiko, señalando la pagoda de tres pisos que asomaba como una lanza através del dosel de árboles. Cada hojaera tan hermosa y delicada como ucopo de nieve dorado.

 —Glorioso, ¿verdad? —comentóuna voz grave y resonante a sus

 

espaldas.

Todos se volvieron para ver al sensei  Kano, su maestro de bojutsu.  A pesar de ser ciego, parecía que tambiéestaba admirando el panorama.

 —Sí… pero usted no puede verlo,¿no? —preguntó Jack, sin ánimo deofender.

 —No, Jack-kun, pero la vida noqueda limitada por lo que puedes o no puedes ver —respondió el  sensei  Kano —. No puedo ver los árboles, perotodavía puedo apreciar el momiji gari.

Puedo saborear los colores, oler la vidadel arce y sentir el deterioro de las

 

hojas. Puedo oír las hojas caer una a unacomo un millón de mariposas aleteantes.Cerrad los ojos y oiréis a qué merefiero.

Todos lo hicieron. Al principio, Jack sólo oyó una confusa mezcla de sonidos, pero pronto se dividió en un goteo comode lluvia de hojas secas. Entonces,cuando empezaba a disfrutar de laexperiencia, oyó risas.

 —¡Basta! —gritó Kiku.

Jack abrió los ojos y vio a Saburohaciendo cosquillas a Kiku en la orejacon una rama. Ella agarró un puñado dehojas muertas y se las arrojó a la cara,

 

 pero también alcanzó a Yamato. Ecuestión de instantes, todos seenzarzaron en una ruidosa batalla dehojas.

 —Supongo que el tiempo invertidoriendo es tiempo pasado con los dioses —observó con tristeza el sensei Kano, yse marchó, dejando a los jóvenessamuráis muertos de risa mientrasugaban entre las hojas.

Pasaron el resto de la tardeexplorando los grandes jardines deltemplo. Cruzaron puentes de madera yrodearon un gran estanque donde lagente remaba en pequeñas barcas,

 

tocaba arpas koto y admiraba las vistasdel otoño.

Jack divisó a Kazuki y sus amigos euna de las barcas en la otra orilla. Ellosno lo habían visto, pero parecían estar divirtiéndose mucho salpicándose unosa otros para preocuparse por Jack.Entonces Jack vio a Emi cruzando unode los puentes. Por fin tenía soportunidad de hablar con ella a solas.

 —Os alcanzaré luego —dijo Jack alresto del grupo, que se dirigía a u pequeño altar al otro lado del estanque —. Tengo que preguntarle algo a Emi.

Yamato y Akiko se detuvieron.

 

Akiko alzó las cejas con curiosidad, pero no dijo nada.

 —Venga, vosotros tres —llamóSaburo, impaciente—. Cuando hayamosvisto este último altar, podremosalquilar una barca e ir a remar.

Yamato vaciló un momento más.Jack sabía que su amigo todavía sesentía culpable por no estar presentecuando Kazuki y su banda lo atacaron ela Sala del Halcón. No se habíaapartado de su lado desde entonces.

 —Vamos —dijo Akiko,marchándose—. Lo veremos en elcamino de vuelta.

 

 —Estaremos allí por si nosnecesitas —dijo Yamato, siguiendoreacio a Akiko.

Jack vio cómo los dos se marchaba para reunirse con los demás. Con skimono de color miel, Akiko parecíaflotar como una hoja en un arroyo. Jack corrió hacia Emi. Ella estaba en el puente, admirando un arce que colgabasobre el agua como una lengua de fuego.Emi inclinó la cabeza cuando él seacercó.

 —¿Disfrutando del momiji gari? —  preguntó, sonriendo.

 —Sí. ¿Y tú? —respondió Jack,

 

devolviendo el saludo.

 —Mucho. Es mi época favorita delaño.

Jack se volvió a mirar el arcecercano, tratando de pensar qué decir acontinuación.

 —¿Es alguna vez así en tu país? —  preguntó Emi.

 —A veces —respondió Jack,contemplando una hoja caer a través delaire y aterrizar en la superficie delestanque—. Pero la mayor parte deltiempo llueve…

Un silencio embarazoso cayó entre

 

ellos mientras Jack hacía acopio devalor para hablar.

 —¿Puedo pedirte un favor?

 —Por supuesto.

 —¿Puedo volver a visitar el palaciode tu padre?

Ella lo miró, y sus ojos registrarosorpresa.

 —¿Por algún motivo concreto?

 —Sí… Cuando estuvimos para laceremonia del té, me fijé en unos paneles con tigres pintados. Me gustaríavolver a verlos.

 

Jack había pensado cuidadosamenteesta respuesta, pero cuando la dijo ahorala excusa pareció débil, y se retorció por dentro.

 —No sabía que te interesara el arte —dijo ella, y las comisuras de su bocase arrugaron en una sonrisa maliciosa.

Jack asintió.

 —Estoy segura de que puedeconcertarse. Tendría que hablar con mi padre, desde luego, cuando vuelva.

 —Desde luego —coincidió Jack.Entonces oyó risas y se volvió a ver queCho y Kai habían alcanzado a Emi y sereían ocultando sus bocas con las

 

manos.

 —Tengo que irme —dijo Emi,inclinándose antes de reunirse con susamigas y su anciana carabina.

Jack las vio marchar, susurrandoentre sí y mirándolo por encima delhombro antes de estallar de nuevo ecarcajadas. ¿Lo habían oído hablar coEmi??¿O se reían simplemente porquelos habían descubierto a los dos a solas?Tenía que mantener en privado la visitaal castillo para que el cuaderno de bitácora permaneciera a salvo, y noserviría de nada si esas dos empezabaa difundir rumores sobre ellos.

 

El sol empezaba ahora a ponerse;sus rayos dorados chispeaban sobre elagua y brillaban a través de las hojas delos arces como un entramado delinternas de papel. Jack, ausente, abriósu inro, la cajita de madera que le habíaregalado el daimyo Takatomi, y sacó eldibujo que Jess había dibujado yregalado a su padre hacía tres años,cuando zarparon de los muelles deLimehouse hacia el Japón. Ahoraguardaba la imagen consigo comorecordatorio constante de su hermana pequeña.

Abrió el pergamino, arrugado ygastado por el manoseo repetido. A la

 

luz moteada, contempló los retratos desu familia. El vestido de verano de shermana pequeña, la coleta negra de s padre, su propia cabeza dibujada tresveces demasiado grande sobre ucuerpo flacucho, y por fin las alas deángel de su madre.

Un día regresaría a casa, se prometió.

Jack cerró los ojos. Escuchando la brisa en los árboles y las ondas en elagua, casi podía imaginar que estaba eun barco de vuelta a Inglaterra. Estabatan absorto en la idea que casi noadvirtió que el grupo regresaba.

 

Ellos lo rodearon en silencio.

 —Disfrutando de tus últimos días demomijigari, ¿no?

Sobresaltado, Jack se dio mediavuelta para encontrarse no ante Akiko ysus amigos, sino ante Kazuki y su Bandadel Escorpión.

 —¿Te has enterado de que otrosacerdote extranjero ha muerto? — reveló Kazuki, como si estuvierasimplemente comentando el tiempo—.Estaba predicando a sus seguidores paraque obedecieran a la iglesia por encimade su daimyo.  Los samuráis leales locastigaron por su traición prendiendo

 

fuego a su casa, con él dentro. No pasarámucho tiempo antes de que nos libremosde todos los de tu ralea.

 —¡El  gaijinJack debería irse! — dijo Nobu, su barriga temblando arriba yabajo por la risa, claramente encantadocon su burla.

Jack retrocedió, pero lo detuvo la barandilla del puente.

 —¿Estás solo? —rió Hiroto—.¿Ningún guardaespaldas? Creí quehabrías aprendido de la última vez… ¿onecesitas otra patada en las costillas para recordarlo?

Jack no dijo nada, sabiendo que

 

Hiroto estaba buscando cualquier excusa para golpearlo.

 —¿El gato se te ha comido lalengua? —preguntó Moriko, siseando de placer—. ¿O eres demasiado idiota paracomprender?

Jack trató de mantener la calma. Lesuperaban en número, pero esta vezdecidió no dejarse intimidar.

 —A nadie le gustan los  gaijin  — susurró Moriko, mostrándole sus dientesnegros—. Son sucios, estúpidos y feos.

Jack le devolvió la mirada. Estaba por encima de estas cosas.

 

Moriko, frustrada por su falta dereacción, escupió a los pies de Jack.

 —¿Qué tenemos aquí? —preguntóKazuki, arrancándole a Jack de la manoel dibujo de Jess antes de que pudierareaccionar.

Jack se abalanzó contra Kazuki.

 —¡Devuélvemelo!

 Nobu e Hiroto lo cogieron por los brazos y lo sujetaron.

 —Mirad esto, chicos. ¿No ha sidoJack un chico listo? Ha aprendido adibujar —se burló Kazuki, alzando el papel al aire para que todos lo vieran.

 

 —¡Devuélvemelo AHORA, Kazuki! —exigió Jack, debatiéndose paralibrarse.

 —¿Por qué quieres conservar esto?Es terrible. ¡Es como si lo hubieradibujado una niña pequeña!

Jack se estremeció de furia mientrasKazuki agitaba el dibujo delante de snariz.

 —Dile adiós a tu obra maestra,aijin —Kazuki lanzó el dibujo al aire.

Jack vio angustiado cómo el dibujosalía volando con la brisa.

 —¡Mirad! El  gaijin está a punto de

 

llorar como un bebé —chilló Moriko, yla Banda del Escorpión se echó a reír.

Jack apenas oía las burlas. Toda sconcentración estaba enfocada en elfrágil papel que revoloteaba. Se debatiósalvajemente en la presa de Nobu eHiroto mientras su único eslabón coJess desaparecía en el cielo. Se alzó por encima del estanque antes de quedar enganchado en las ramas superiores deun arce.

 —¡Dejadlo en paz! —ordenóYamato, que llegaba corriendo al puentecon Akiko y sus amigos.

Jack sintió una pequeña oleada de

 

alivio. Al menos no estaba solo en estalucha.

 —Soltad a Jack —exigió Akiko,tirando de los brazos de Hiroto.

 —¡Mirad quién es, la novia delaijin! —anunció Kazuki, mirándola de

arriba abajo con desdén—. Haced loque dice. Es justo darles unaoportunidad de pelear. ¡Escorpiones!

A la orden de Kazuki, la Banda delEscorpión asumió la pose de lucha, caraa cara contra los amigos de Jack.Yamato y Saburo aguantaron su terreno, pero Yori tembló cuando un muchachoque le doblaba en tamaño se alzó sobre

 

él. Ignorando a Kiku con una mueca,Moriko se plantó ante Akiko y le siseó ala cara como una gata salvaje.

 —¡Vamos! ¡Haz el primer movimiento! —retó Moriko, mostrandosus dientes ennegrecidos y las uñasafiladas como garras—. ¡Dame laexcusa que necesito para marcarte!

 

23

Rompiendo

tablas

Akiko adoptó la pose, preparándose para defenderse. Sabía por experienciaque Akiko luchaba con saña. Pero justocuando la pelea estaba a punto decomenzar, un bo  golpeó el puente demadera con fuerza tremenda y todos sedetuvieron.

 —¿Tenemos algún problema? —  preguntó el  sensei  Kano—. En u

 

enclave como éste, no tendría que haber ninguna necesidad de alzar la voz.

 Nobu e Hiroto soltaroinmediatamente a Jack.

 —No,  sensei  —respondió Kazukicon voz amistosa—. Jack ha perdido sdibujo y está un poco molesto. Hubo umalentendido, pero ahora todo estáresuelto. ¿Verdad, Jack?

Jack miró a Kazuki, pero había pocomás que pudiera hacer. No tenía ninguna prueba de lo que había sucedido. El sensei Kano nunca podría ver la verdad.

 —Sí —respondió con voz átona, siapartar los ojos de su enemigo.

 

 —Comprendo la situació perfectamente —declaró el  sensei Kano —. Creo que es hora de que todosregreséis a la escuela.

Kazuki indicó a su Banda delEscorpión que lo siguieran y semarcharon sin decir otra palabra.

Jack miró con desesperación eldibujo de su hermana atrapado en lasramas superiores del arce. Incluso cosus habilidades como mono gaviero, eraimposible que pudiera alcanzarlo. Lasramas superiores se romperían bajo s peso.

 —No te preocupes, Jack —dijo

 

Akiko, viendo cómo la pena seacumulaba en los ojos de su amigo—.Yo te lo traeré.

Con sorprendente agilidad, Akiko selanzó desde el puente, impulsándose ela barandilla y agarrando la rama máscercana del arce. Se impelió hasta elsiguiente nivel, luego voló árbol arribarápida como un gorrión. Llegó sin temor a una rama superior, y cogió el papelaleteante.

Con la misma agilidad inaudita,Akiko saltó del árbol y volvió al puente.Le tendió a Jack el dibujo de su hermanae inclinó la cabeza.

 

Jack se quedó sin habla y sóloconsiguió asentir con la cabeza paramostrar su agradecimiento. Los demás parecían igualmente impresionados.

 —Siempre me ha gustadoencaramarme a los árboles —dijo ella, amodo de excusa, y se encaminó hacia laescuela sin mirar atrás.

¿De dónde había salido aquellanotable habilidad de Akiko? A ningunode ellos les habían enseñado esascapacidades en la  Niten Ichi Ryu.  Sagilidad le recordó a Jack a los ninjaque habían volado como murciélagosentre los cordajes del Alejandría, y a la

 

 persona a quien había visto escalar elmuro del castillo como si fuera unaaraña: Ojo de Dragón.

¿Era esto lo que estaba haciendoAkiko en sus salidas nocturnas?¿Aprendiendo habilidades ninjas?

Pero eso era absurdo. Los samuráisodiaban a los ninjas y todo lo querepresentaban, y sin duda los ninjassentían lo mismo hacia los samuráis.¿Qué clase de ninjas querrían enseñar aun samurái sus trucos? La idea en sí eraridícula. Además, sólo los hombres seconvertían en ninjas. Jack descartó laidea.

 

¡CRAC!

El puño de Kazuki se abrió pasoentre la tabla de cedro, rompiéndola edos pedazos.

La clase aplaudió ruidosamente, yaque era el primer estudiante que rompíala madera en los preparativos para las pruebas.

Pero no fue el único que tuvo éxitoen el tamashiwari  esa mañana. Elentrenamiento constante de makiwara

impartido por el sensei Kyuzo a lo largodel mes pasado pagaba sus frutos ya queHiroto, Goro, Yamato y luego Emi yAkiko rompieron sus tablas. Con más

 

tiempo, los estudiantes advirtieron queuna tabla se convertiría en dos, ydespués las tres requeridas para elJuicio de la Madera.

Jack se estaba preparando para sintento cuando el  sensei Kyuzo gritó derepente:

 — ¡REI!

Toda la clase inclinó la cabezacuando Masamoto entró en el

utokuden.  Jack se sorprendió por lainesperada aparición de su tutor.

 —Por favor,  sensei  Kyuzo —dijoMasamoto, agitando una mano—,continuad como si yo no estuviera aquí.

 

Sólo deseo comprobar los progresos para las pruebas.

El  sensei Kyuzo inclinó la cabeza yse volvió hacia su clase.

 —¡Jack-kun, prepárate! —ordenó.

Jack corrió al centro del  Butokuden

  esperó mientras el  sensei  Kyuzocolocaba una tabla de cedro entre losdos bloques fijos. Entonces colocó unasegunda tabla encima de la primera.

 —Pero… —protestó Jack.

El  sensei  Kyuzo lo hizo callar couna mirada terrible.

Jack gimió por dentro. El  sensei

 

Kyuzo había prometido hacer todo loque estuviera en su mano para estropear las posibilidades de que Jack entrara eel Círculo de Tres. Ahora el  sensei

estaba dispuesto a hacerlo fracasar delante de Masamoto.

Jack pudo ver que Yamato y Akikoestaban igualmente escandalizados por esta injusticia, pero no estaban edisposición de decir nada.

La única posibilidad de Jack erademostrar que el  sensei  Kyuzo seequivocaba.

Durante su entrenamiento, Jack habíallegado a comprender que la técnica del

 

tamashiwari  requería algo más quefuerza bruta. Exigía un compromisototal, concentración y enfoque.

Tenía que golpear a través de lamadera, no a la madera.

El poder procedía de su cuerpo, nodel brazo solo.

 Necesitaba condensar su ki, senergía espiritual, y transferirla a travésde su puño al objeto que golpeaba. Y lomás crucial de todo, tenía que creer verdaderamente que era capaz deromper el bloque.

Jack cogió toda la furia, lafrustración y el odio que había sufrido a

 

manos del  sensei  Kyuzo, Kazuki y sBanda del Escorpión, y lo canalizó a los bloques de madera. Con una fuerzaexplosiva que incluso lo sorprendió a élmismo, golpeó la madera con el puño,gritando:

 —¡ KIAIIII!

Con el sonido de un disparo, los dos bloques se rompieron, y las astillasvolaron por el aire.

Hubo un momento de asombradosilencio y luego la clase estalló eaplausos.

Jack estaba eufórico. Un arrebato deadrenalina lo atravesó mientras

 

experimentaba la súbita liberación detodas sus frustraciones. Durante ese breve momento, se sintió todopoderoso.

Cuando los aplausos cesaron, un par de manos continuaron aplaudiendo.

 —Muy impresionante —alabóMasamoto, dando un paso hacia delante —. Has estado entrenando bien a tusestudiantes, maestro Kyuzo. ¿Puedollevarme a Jack-kun un momento?

 —No he tenido la oportunidad dehablar contigo desde hace algún tiempo —empezó a decir mientras caminabaante la obra de construcción de la Saladel Halcón, donde varios carpinteros

 

clavaban tablones y levantaban vigas para el techo. Masamoto y Jack entraroen el santuario del Jardín Zen del Sur  para escapar del ruido.

 —¿Cómo te va como nuevosamurái? —preguntó Masamoto.

Jack, todavía mareado por eltamashiwari, respondió:

 —Muy bien, pero el entrenamientoes más duro de lo que esperaba.

Masamoto se echó a reír.

 —El entrenamiento es fácil. Son tusexpectativas lo que lo hacen difícil — observó—. Debo pedir disculpas por no

 

estar presente mucho este año paraguiarte, pero los asuntos de estadotienen prioridad. Estoy seguro de quecomprendes.

Jack asintió. Asumió que Masamotose refería a la campaña anticristiana deKamakura. Había más informes de persecuciones en Edo, y Kazuki seaseguraba de que Jack fuera conscientede cada uno de ellos. Jack se preguntóahora cuánto se había extendido el problema para requerir gran parte deltiempo de su guardián al servicio deldaimyo Takatomi.

 —La buena noticia es que nos hemos

 

enfrentado a la situación y me verásmucho más el resto del año —dijoMasamoto, y una sonrisa se extendió por la parte limpia de cicatrices de srostro.

 —¿Ha sido detenido el daimyo

Kamakura? —farfulló Jack, incapaz deocultar el alivio en su voz.

 —¿Kamakura? —preguntóMasamoto, y la sonrisa desapareció—.¿Entonces eres consciente del tema?

Miró con intensidad a Jack, lamirada tan penetrante como una hoja deacero. Durante un momento Jack se preguntó si había dicho algo indebido.

 

 —No hay ningún motivo para que te preocupes por esos asuntos —continuósu tutor, indicándole que se sentara juntoa él en el porche que daba al Jardín Ze  un pequeño adorno acuático—. De

todas formas, para aplacar tus miedos puedo decirte en estricta confianza queel daimyo  Takatomi ha requerido misservicios para tratar con… cómodecirlo, los «desacuerdos» respecto algobierno de nuestra nación y quién debeser bienvenido a nuestras costas. Heestado cumpliendo misiones paraestablecer las posiciones de otrosseñores provinciales sobre este asunto.La enorme mayoría está de nuestra parte.

 

o tienes nada que temer.

 —¿Pero y todos los sacerdotes quehan muerto, y la orden del daimyo

Kamakura de matar a todos loscristianos y extranjeros que no semarchen?

 —Puedo asegurarte que eso es sóloel prejuicio de un daimyo.

 —¿Pero no podría extenderse entrelos otros señores? —insistió Jack—.Quiero decir, si lo hiciera, sin duda yocorrería peligro y podrían matarme antesde regresar a casa.

 —¿Regresar a casa? —preguntóMasamoto, alzando las cejas co

 

sorpresa—. Pero éste es tu hogar.

Jack no supo qué responder. Aunqueno podía negar que ahora tenía a Japóen la sangre, Inglaterra era donderealmente tenía el corazón y lo tendríasiempre.

 —Eres mi hijo —afirmó Masamotoorgulloso—. Nadie se atrevería ahacerte daño. Además, ahora eres usamurái, y con unos cuantos años más de práctica no me necesitarás para protegerte.

Masamoto le dio una firme palmadaen la espalda y se echó a reír.

Jack forzó una sonrisa. Masamoto

 

nunca había pedido nada a cambio de samabilidad y Jack sabía que contradecir ahora a su tutor sería lo másirrespetuoso que podía hacer. Le estaríaarrojando al samurái a la cara todaaquella generosidad. Por mucho quequisiera volver a casa y encontrar aJess, Jack le debía a Masamoto la vida, como samurái, también su servicio.

Jack decidió que aprovecharía eltiempo y se dedicaría a dominar los DosCielos. Entonces, cuando demostraraque podía cuidar de sí mismo, le pediríaa Masamoto permiso para marcharse.

 —Comprendo, Masamoto-sama — 

 

dijo Jack, inclinando la cabeza en gestode deferencia—. Tan sólo me preocupaba que la situación escapara alcontrol. Pero estoy decidido a entrar eel Círculo de Tres y aprender los DosCielos.

 —Ése es el espíritu samurái queestoy buscando. Puedo comprender cuánto añoras tu patria —concedióMasamoto—. Pero hice la promesa a lamemoria de tu padre, y el honor de miquerido hijo perdido, Tenno, de quecuidaría de ti. Eres mi responsabilidad.Y estás completamente a salvo.

A pesar de los temores de Jack de

 

que la campaña de Kamakura creciera yni siquiera el gran Masamoto pudieramanejarla, en el fondo sabía que su tutor lucharía hasta el último aliento para protegerlo.

Masamoto se volvió hacia Jack,llevaba la preocupación marcada ahoraen su entrecejo.

 —Me han hecho saber que estásexperimentando algunas dificultades cootros estudiantes de la escuela. ¿Es así?

Jack asintió una vez.

 —Pero no es nada que no puedamanejar —añadió rápidamente.

 

 —Estoy seguro de que no lo es — respondió Masamoto, advirtiendo coorgullo la bravata de Jack—. Siembargo, ahora que he vuelto, dejarémuy claro que no toleraré acosos ni prejuicios en mi escuela. Al mismotiempo, deseo darte un consejo que mesirvió bien en mi juventud.

Jack nunca había visto así aMasamoto. Severo, austero y dominante,sí. Pero paternal… esto era muy distinto.Jack sintió un retortijón de dolor por sverdadero padre.

 —Soy consciente de que es duro ser distinto. La verdad es que está

 

envidiosos de tus habilidades comoespadachín y samurái, pero, si ignorassus pullas, ellos te ignorarán.

 —¿Cómo puedo hacerlo? —dijoJack—. No es que pueda pasar desapercibido.

 —¿Y yo? —preguntó Masamoto,volviéndose para que la masaenrojecida de cicatrices que corría por la parte izquierda de su rostro quedara plenamente visible.

Jack no dijo nada.

 —Aplica el  fudoshin  —instruyóMasamoto, extendiendo la mano ymojando el dedo en el gran cuenco de

 

 piedra del adorno acuático. Trazó una pauta singular sobre su superficie ycontempló las ondas menguar.

 —En vez de permitir que tussentimientos te lleven y te atrapen, dejaque desaparezcan mientras se formacomo letras dibujadas con un dedo sobreel agua. No pueden hacerte daño, amenos que lo permitas.

 

24

Juicio de

madera y

fuego

Una mancha invernal de sol se alzóen el cielo para revelar un mundo blanqueado por la nieve. Los alarescurvados del Butsuden estaban cargadosde nieve en polvo y la escuela semostraba extrañamente pacífica, todoslos sonidos apagados por el brusco

 

cambio del otoño al invierno.

El aliento de Jack se condensabaante él como humo mientras golpeabacon su catana el aire helado.

Todas las mañanas, desde queKazuki y su Banda del Escorpión loatacaron en la Sala del Halcón, Jack sehabía despertado temprano para practicar su kenjutsu en el jardín zen delsur, realizando un ritual de cien tajoscon cada kata  antes del desayuno, talcomo había jurado que haría. El  sensei

Hosokawa podía haberle prohibido usar su espada en clase, pero eso no iba aimpedir que Jack lo practicara en s

 

tiempo libre. Estaba decidido a tener éxito en el Pasillo, no importaba lo quefuera el Juicio de la Espada.

Jack se dirigía luego al Butokuden ygolpeaba la makiwara  cincuenta vecescon cada puño, condicionando sushuesos para el Juicio de la Madera.Golpeaba el poste acolchado taduramente que sus manos seguíatemblando durante el desayuno y teníaque esforzarse por sostener sus hashi.

Por las tardes, después de las clases,se reunía con Akiko en el jardímientras ella perfeccionaba sushabilidades kyujutsu en preparación del

 

Juicio del Fuego. Entre flecha y flecha,ella corregía su pose, guiaba su puntería le obligaba a «olvidar» el blanco. De

vez en cuando Jack incluso acertaba ela diana. Después, cuando tenían tiempo,ella le ponía a prueba con sus kanji y leenseñaba un carácter nuevo.

Una vez, durante estas lecciones nooficiales, Jack sacó a colación el temade su extraordinaria habilidad paratrepar, pero ella lo descartóconsiderándolo algo natural, y se rió desu sugerencia de un entrenamiento ninja terminó la discusión exclamando:

 —No soy más ninja que tú japonés.

 

Jack incluso se unió a Yori en sritual nocturno de hacer grullas de papel, esperando aumentar sus posibilidades en el Juicio de los Koacon el  sensei  Yamada. Ahora yadominaba los diversos pliegues y el proceso del origami  le resultabatranquilizador, aunque por quénecesitaba Yori tantos modelos de papelera algo que Jack no comprendía. Ladiminuta habitación de su amigorebosaba con cientos de pajaritos blancos.

A través de su rutina diaria, la vidade Jack en Japón adquirió un ritmo firme, día a día, ladrillo a ladrillo, la pared

 

invisible que se alzaba en el camino desu entrenamiento samurái empezaba aderrumbarse. Sabía que había mejorado,¿pero sería suficiente para asegurarle ulugar en el Círculo?

Si no hubiera sido por Kazuki y sBanda del Escorpión, se habría sentidocasi feliz con su vida en la escuela. Trasel decreto de Masamoto, Jack ya no fuefísicamente amenazado por ninguno delos miembros de la banda, pero eso noimpidió que se burlaran de él,insultándolo o susurrando «¡Vete a casa,

aijin!»cada vez que se presentaba laoportunidad. Estos eran los ataques delos que Masamoto no podía protegerlo.

 

Y contra ellos tenía que aplicar eludoshin.

Al principio Jack pudo conseguir que las amenazas vacías no le afectaran, pero se volvió más difícil a medida quemás estudiantes empezaron a simpatizar con el punto de vista de Kazuki. Eracomo si en la escuela se estuvieraformando una división entre aquellosque aceptaban a los extranjeros y losque no.

Estaba empezando a preguntarse siMasamoto había sido completamentesincero con él al hablarle de lainfluencia de Kamakura en Japón. A

 

 pesar de su promesa, el samurái habíasido convocado dos veces en las tresúltimas semanas por el daimyo

Takatomi, y Jack se topaba de vez ecuando con estudiantes que discutían lanoticia de que otro cristiano había sido perseguido o desterrado por el daimyo

Kamakura y sus samuráis. Cada vez queesto sucedía, los estudiantes parecíacohibidos por la presencia de Jack, laconversación se interrumpía, poníaexcusas y se marchaban. Jack tenía lasensación de que, aunque alguno deellos todavía lo apreciaba, ya no podía permitirse relacionarse con él. Estabaaprendiendo rápidamente quiénes era

 

sus verdaderos amigos.

Jack, con la espada en alto paradescargar el último golpe de su sesióde entrenamiento, oyó el crujido de lanieve tras él. Se dio media vuelta, medioesperando ver a Kazuki o a alguno desus seguidores.

 —Pensé que te encontraría aquí — dijo Akiko. Estaba envuelta contra elfrío en varias capas de kimono, pero scálida sonrisa fundía el gélido inviernodel aire.

Jack bajó la guardia y envainó laespada.

Akiko contempló la densa capa de

 

nieve que había caído durante la noche.

 —Sabes lo que esto significa,¿verdad?

Jack asintió.

 —Las pruebas para el Círculo deTres.

Esa misma mañana, más tarde, alacercarse a los tres bloques de maderacuidadosamente colocados en el centrodel Butokuden, Jack rezó para que todossus esfuerzos le permitieran superar las pruebas. Necesitaba estar entre loscinco primeros, pero era sólo suerte quela selección comenzara con la seleccióde la más dura de las pruebas: el

 

tamasbiwari.

 Nadie hasta ahora había atravesadolos tres bloques y Jack sabía que sólotenía una oportunidad para hacer bieesta prueba.

La escuela entera ocupaba todo elutokuden  para verlo. Guardaro

silencio cuando Jack se posicionó paragolpear.

Se frotó las manos para darse calor,aunque el sol de la mañana se filtraba através de los ventanales. Tras hacer sus preparativos finales, trató de convocar la energía explosiva a la que habíarecurrido cuando demolió los dos

 

 bloques delante de Masamoto.

El  sensei  Kyuzo, que era el árbitrooficial de la prueba, se hizo a un lado,cruzado de brazos.

 —Cuando estés preparado —dijo,mirando irritado a Jack—. No es quevayas a estarlo nunca —añadió entredientes mientras Jack alzaba el puño.

Jack trató de ignorar el comentario, pero su concentración había quedadodesequilibrada por la distracciódeliberada del sensei. En el fondo de smente estaba ahora implantada la ideade que no estaba preparado, que lacombinación de los tres bloques era

 

demasiado gruesa.

¡thunk!

El puño de Jack chocó contra lamadera. Las dos primeras tablas serompieron, pero la tercera capa decedro aguantó y la mano de Jack sedetuvo bruscamente, enviando unamareante ola de dolor por todo su brazo.

Un murmuro de decepción recorrióel dojo.

Jack se frotó la mano dolorida,furioso consigo mismo por permitir queel comentario del  sensei  Kyuzorompiera su concentración. Fue aquellasombra de duda lo que impidió la

 

ruptura.

Mostró rápidamente sus respetos aMasamoto, que observaba los procedimientos desde la alcobaceremonial con los otros  senseis.  Stutor había regresado esa mañana paralas pruebas de selección y el viaje parecía haberlo dejado cansado eirritable. Tenía la cicatriz inflamada ysacudió despacio la cabeza, claramentedecepcionado por la actuación de Jack,igual que el muchacho estabadecepcionado consigo mismo.

Mientras se arrodillaba junto a lostreinta estudiantes que participaban e

 

las pruebas, Jack vio al  sensei  Kyuzosonreír con maldad.

 —No te preocupes, Jack —dijoAkiko, que también había sido derrotada por el tamashiwari —. Todavía nosquedan tres pruebas más para demostrar nuestra valía.

Sus palabras tranquilizaron a Jack hasta que Kazuki avanzó hacia el retoacompañado por gritos de ánimo.

El  sensei  Kyuzo sustituyó los bloques rotos por otros nuevos, mientrasle susurraba a su protegido algo al oído.

Kazuki asintió una vez, y luegoconcentró su atención en los bloques de

 

madera. Con una firme expresión dedeterminación, atravesó con el puño lostres bloques, lanzando astillas demadera por los aires.

La escuela prorrumpió en un enormevítor mientras Masamoto y su  sensei

aplaudían respetuosamente. Incluso Jack tuvo que admitir que la hazaña eraimpresionante. Kazuki hizo una rápidareverencia a Masamoto, confirmada sreputación como el primer estudiante e pasar una prueba.

El dojo  quedó despejado y se preparó para el Juicio del Fuego de la sensei  Yosa. Colocaron un blanco de

 

tiro con arco en el otro extremo, ycolocaron un alto candelabro de maderadelante con una fina vela blanca encima,de modo que el pabilo quedaba en líneacon la diana.

Los participantes en la prueba se prepararon en el otro extremo del

utokuden, eligieron arcos del bastidor   comprobaron que sus flechas

estuvieran en buen estado.

Jack fue a seleccionar el suyo, peroKazuki, Hiroto y Goro se abrieron pasoa empujones para seleccionar losmejores. El único arco que quedabaestaba muy usado, y no en las mejores

 

condiciones. Jack probó su fuerza y supoal tensarlo que había perdido gran partede su poder.

 —La primera prueba del  sensei

Kyuzo valoraba la fuerza —proclamóMasamoto a los estudiantes reunidos—.La fuerza del cuerpo y la fuerza de lamente. La próxima prueba será dirigida por la  sensei  Yosa y evaluará vuestradestreza y habilidad técnica.

La  sensei  Yosa se puso en pie y sedirigió al blanco; su largo cabello negroondeaba a la espalda del kimono rojosangre. Sostenía en la mano un papelencendido que usó para encender el

 

 pabilo. La vela fluctuó y cobró vida, lallama un diminuto pétalo de luz delantede la diana.

 —Vuestro desafío es apagar la vela —explicó la  sensei  Yosa—. Se os permitirán dos intentos.

 —Buena suerte —le susurró Yamatoa Jack.

 —Creo que necesitaré más quesuerte —respondió Jack, contemplandosu arco.

La distancia de tiro era igual a lalongitud del jardín zen del sur, lo quehacía que el disparo fuera difícil inclusosin el factor adicional de la llama.

 

El primero en intentarlo fue Goro. Elmalestar anterior de Jack por laselección de los arcos quedó templado por la escandalosa actuación delmuchacho. Una carcajada estalló cuandouna de sus flechas falló el blanco por completo y rebotó en una de lascolumnas, casi dándole a la sensei Yosa.

Entonces le tocó el turno a Akiko.

Ella terminó de preparar el arco de bambú y las flechas de pluma de halcóque la sensei Yosa le había regalado everano. Como era la única estudianteque tenía su propia arma, no habíanecesitado pelear por una de la escuela.

 

Se alineó con el blanco, colocó unaflecha en la cuerda y luego alzó el arma por encima de su cabeza. Hizo todo estocon una gracia y elegancia querecordaban a la propia sensei Yosa.

La primera flecha de Akiko atravesóla diana con un golpe resonante, comoun latido.

Hubo un momento de asombradosilencio.

Akiko no necesitó disparar unasegunda flecha. Su disparo había sidotan certero que había cortado la llama por la mitad mientras las plumasapagaban la vela.

 

El  Butokuden  estalló en aplausosextasiados.

La actuación de Akiko dejó a todosen evidencia. Cada participante lointentó, disparando con la mejor de lasintenciones, pero nadie pudo igualar lahabilidad de Akiko. Yamato alcanzó el blanco ambas veces, pero no apagó lavela. La actuación de Kazuki fue másimpresionante, su segunda flecha cortóel borde de la vela y casi la partió por la mitad. Sin embargo, para alivio deJack, la llama permaneció encendida.Incluso Emi, que habitualmente estaba ala par con Akiko, no apagó la vela,aunque alcanzó las dos dianas. Hiroto

 

fue la única excepción. Su segundaflecha cortó el pabilo de la vela,apagando la llama.

Entonces le tocó el turno a Jack.

Con el éxito de Kazuki, Akiko eHiroto en una de las pruebas y por tantocon buenas posibilidades para entrar eel Círculo de Tres, estaba empezando asentir la presión.

Tenía que ser elegido. Tenía quedemostrar su valía.

Tenía que aprender los Dos Cielos.

Recurriendo a todas sus reservas deconcentración, Jack se colocó ante el

 

objetivo. Se concentró en la diminutallama al fondo de la sala, no más grandeque un capullo de rosa. Tensó su arco,moviéndose fluidamente entre cadagesto como le había enseñado Akiko, ysoltó su primera flecha.

Jack hizo una mueca de decepción.La flecha había quedado a un palmo por debajo de la diana. La limitadacapacidad de tensión del arco habíadesviado su puntería. Ajustó su pose para compensar. Concentrándose coatención en la luz aleteante, estaba a punto de disparar su segunda flechacuando recordó las palabras de la sensei

Yosa: «Cuando el arquero no piensa e

 

el blanco, entonces puede desarrollar elCamino del Arco.» Jack finalmentecomprendió lo que quería decir. Estabatan concentrado en la vela aleteante queno había advertido que su cuerpo setensaba.

Dejó de pensar en el blanco, dejó ir su mente y se relajó con el arco. Trasempezar de nuevo, dedicó a cadamomento del tiro toda su atención. Alespirar, soltó la flecha, que recorriótodo el dojo, recta hacia el centro de lallama.

Alcanzó la diana.

Todo el dojo  miró la vela, a la

 

flecha que temblaba levemente sobreella. La llama chisporroteó brevemente algunos de los estudiantes empezaron a

aplaudir, pero su aplauso prematuromurió en cuanto la vela volvió a cobrar vida.

Al instante siguiente, las plumas dela flecha estallaron en llamas, como uterrible presagio.

Jack había fallado la segunda prueba.

 

25

Más que un

trozo de papel

Sentado en un zabuton delante de laalcoba ceremonial del  Butokuden, el

 sensei  Yamada se inclinó hacia delante para escuchar a una chica pequeña decabello marrón oscuro y corto. Lamuchacha que le susurraba al oído eraHarumi, quien, a pesar de su tamaño y para asombro de todo el mundo, habíaroto los tres bloques durante el Juicio de

 

la Madera. Tras dar su respuesta alJuicio del  Koan, hizo una reverencia yesperó el veredicto del  sensei  Yamada;su rostro redondo y pálido era tadelicado como el de una muñeca de porcelana.

Tras unos momentos de reflexión, el sensei Yamada negó resignadamente cola cabeza y despidió a Harumi, quevolvió a la fila.

 —¿No puede nadie proporcionar al sensei  Yamada una respuestasatisfactoria? —preguntó Masamoto,mirando a los participantes en las pruebas que estaban arrodillados ante

 

él. Su indignación ante el fracaso detodos a la hora de resolver esta tercera prueba era notoria, un hecho que senotaba en el enrojecimiento de suscicatrices—. ¿Me estáis diciendo que nohay ningún estudiante en mi dojo  que pueda demostrar intelecto y reflexiódignos de un samurái?

Le contestó un silencio avergonzado.La desgracia de los participantesaumentaba con cada segundo vacío.

Jack agachó la cabeza junto con losdemás. A pesar de que, gracias a Yori,era capaz de hacer una grulla de papel,una rana o un pez de colores co

 

 práctica y facilidad, la solución alenigma seguía escapándosele. Cuando lellegó el turno, la sugerencia de Jack fueque el origami enseñaba paciencia, pero por respuesta el  sensei  Yamada negóreacio con la cabeza.

 —Muy bien. Abro ahora esta pruebaa todos los samuráis que se forman en la

iten Ichi Ryu —anunció Masamoto—,no sólo a los que pretenden entrar en elCírculo de Tres. Bien, ¿qué nos enseñael origami?

Los miembros de la escuela seenvararon, atentos, mientras los ojos deMasamoto recorrían a los estudiantes e

 

 busca de una solución. Nadie se atrevióa moverse, no fuera a ser que el airadoMasamoto creyera que tenían larespuesta. La tensión se volvióinsoportable, y el deshonor manchabaahora a todos los que no habían sidocapaces de responder.

Justo cuando Masamoto parecía a punto de explotar, una manita se alzóentre el mar de avergonzados samuráis.

 —¿Sí, Yori-kun? ¿Tienes unarespuesta?

Yori asintió tímidamente.

 —Entonces acércate y toma parte ela prueba.

 

Yori se acercó con rápidos pasosvacilantes, como un lirón buscando unamadriguera.

 —Por favor, Yori-kun —invitó el sensei  Yamada, su rostro arrugadocálido y acogedor en contraste con latemible expresión de Masamoto—,revélame tu respuesta.

La sala quedó en silencio mientrastoda la escuela se esforzaba por oír las palabras de Yori.

Yori terminó su explicación, cada palabra un secreto al oído del  sensei, y

luego dio un paso atrás e hizo unareverencia. El sensei Yamada lo estudió

 

un momento, retorciendo entre sus dedossu barba gris. Muy despacio, volvió lacabeza hacia Masamoto y asintió unavez, permitiendo que una amplia sonrisamellada se extendiera por su rostro.

 —Excelente —dijo Masamoto, smal humor disipado de inmediato—. Almenos un guerrero que se entrena aquítiene aptitud para pensar como uauténtico samurái. Yori-kun, ilumina atus compañeros con una respuesta dignade la Niten Ichi Ryu.

Yori parecía nervioso. Callado lamayoría de las veces, temblaba bajo la presión de dirigirse a toda la escuela.

 

 —Ten valor, joven samurái. ¡Habla!

La voz de Yori fue un gemido petrificado.

 —Nada es… lo que parece.

Deglutió con dificultad pararecuperar el control de su voz.

 —Igual que un trozo de papel puedeser más que un trozo de papel en elorigami, convirtiéndose en una grulla,un pez o una flor, igual… igual…

 —Un samurái nunca deberíasubestimar su propio potencial paradoblarse y plegarse a la vida —continuóel  sensei  Yamada, haciéndose cargo

 

antes de que Yori se callara, bloqueado —. Esforzarse para ser más de lo que parece, ir más allá de sus límitesobvios.

Yori asintió agradecido, y terminócon voz débil:

 —Esto es lo que nos enseña elorigami.

 —El Pasillo es vuestra última prueba —anunció el  sensei  Hosokawa,caminando por delante de los participantes que permanecíaarrodillados respetuosamente en el suelodel dojo —. Es una prueba de valor,vuestra última oportunidad para

 

demostrar que sois dignos del Círculode Tres. A juzgar por la prueba anterior,todos tenéis mucho que demostrar.

La zona de entrenamiento delutokuden  estaba vacía, y no ofrecía

ninguna indicación de lo que iba asuceder en el Pasillo.

 —Vuestro objetivo es caminar de uextremo del  Butokuden  al otro — continuó el  sensei, indicando una rutaque corría recta por el centro del dojo.

Eso no aparentaba ser demasiadodifícil, pensó Jack, mirando a Yamato,que parecía estar pensando exactamentelo mismo. Pero Akiko les dirigió a

 

ambos un gesto dubitativo con la cabeza,indicando que había definitivamente másen este desafío que un mero paseo.

 —El Pasillo es vuestro Juicio por laEspada, así que debéis llevar vuestrobokken.  Si podéis recorrer el Pasillo yllegar al otro extremo, pasaréis la prueba. Ahora pido a todos los participantes que salgan del dojo.

Jack y los demás vacilaron. ¿Quéhabía tan diferente en esta prueba queles requerían que se marcharan?

 —¡AHORA! —ordenó el  sensei

Hosokawa.

Un momento después, estaban todos

 

en pie y salieron del Butokuden.

 —Esperad en el patio hasta que seos llame —ordenó el  sensei  Hosokawaantes de volver a entrar en el dojo  ycerrar las grandes puertas de madera.

 —¿Qué crees que habrá planeado? —preguntó Yamato mientras esperabatiritando, hundidos en la nieve hasta lostobillos.

Pudieron oír el sonido demovimiento y el roce de multitud de pies.

 —Tal vez está colocando una ruta deobstáculos —sugirió Jack.

 

 —¡O soltando a un tigre devorador de  gaijins!  —rugió Hiroto, riendo coKazuki.

Jack se volvió para enfrentarse aellos, con los nervios a punto de estallar debido a la inminente prueba. El Juicio por la Espada era la última oportunidadde Jack para demostrar su valía. Súnica oportunidad.

 —Ahorra tu energía para el Pasillo —aconsejó Akiko, comprobando quetenía el bokken  asegurado en la cadera —. El  sensei  Hosokawa no nos haestado entrenando tan duramente si buenos motivos.

 

Jack dio un paso atrás y comprobósu propio bokken.

 —¡HIROTO-kun! —llamó el  sensei

Hosokawa desde el interior delutokuden.

La risa de Hiroto se apagó al oír mencionar su nombre, y sus estrechoslabios súbitamente se tensaron. Cruzócon valentía el patio, pero no pudodisfrazar un estremecimiento cuando seacercó a la entrada. En cuanto Hirotoentró, las puertas del  Butokuden  secerraron con un golpe ominoso. Fuera,el resto de los participantes esperaron yescucharon.

 

Durante un rato, no oyeron nada másque el leve sonido de la nieve cayendo asu alrededor desde un cielo frío y gris.Entonces, un retumbante «¡KIAKI!»sonódentro del dojo, seguido por el sonidode lucha y un fuerte grito.

Un momento después se produjo usilencio letal.

Los participantes se miraron unos aotros, aturdidos.

Esperaron, pero no supieron nadamás de Hiroto.

 —¡YAMATO-kun! —llamó el sensei

Hosokawa, abriendo las puertas yrompiendo el silencio.

 

Yamato inspiró profundamente tresveces, luego se dirigió a la salacruzando el patio. Jack le dirigió unamirada para darle ánimos, pero élapenas lo advirtió. Yamato estaba yaconcentrado en el momento,completamente centrado en la pruebadesconocida que le esperaba.

Una vez más, las puertas se cerraron.

El silencio en el interior del dojo

era inquietante, y Jack recordó la calmaque precedía a la más violenta de lastormentas.

De repente el aire se llenó de gritosde kiai, alaridos de combate y el suave

 

golpeteo sordo de los bokken  contra lacarne.

Esta vez, la batalla parecióextenderse antes de que un gran gritogutural explotara en la sala.

Entonces sonó la voz del  sensei

Hosokawa.

 —¡emi-chan!

 —Buena suerte —dijo Jack.

Emi le sonrió cálidamente, pero susojos traicionaban el miedo querealmente sentía.

 —Recuerda lo que decía el cuadroen la Sala del Tigre —añadió Jack,

 

esperando tranquilizarla-: «Si no entrasen la cueva del tigre, no cogerás a scachorro.»

Emi desapareció dentro delutokuden.

 —¿Cuándo estuviste en la Sala delTigre en el castillo Nijo? —preguntóAkiko, con voz levemente forzada—. Nola visitamos durante la ceremonia del té.

 —No. Volví.

 —¿Qué? ¿Solos vosotros dos?

 —Bueno… sí —murmuró Jack—.Quería ver mejor el castillo.

Frunciendo los labios, Akiko asintió

 

cortante y miró al cielo, concentrándoseen los copos de nieve que caían y se posaban sobre el suelo.

Un solo kiai por parte de Emi se oyódentro de la sala y no pasó muchotiempo antes de que se convocara alsiguiente participante. Varios másentraron antes de que el  sensei

Hosokawa exclamara:

 —¡akiko-chan!

Jack le dirigió una sonrisa deánimos, pero ella miró al frente mientrasse dirigía a la entrada. Jack esperó queno estuviera molesta por su segundavisita con Emi. ¿Pero por qué debería

 

estarlo? Sabía que había cosas queAkiko no le contaba a él.

En el patio, la nieve continuócayendo, posándose sobre la cabeza ylos hombros de todos. Jack oyó el kiai

de Akiko varias veces por encima de losgritos de batalla, pero justo cuando seestaba preguntando hasta dónde habíallegado, un ominoso silencio descendiósobre el Butokuden.

El grupo de participantes, cada vezmás reducido, se tensó para oír quénombre llamaban a continuación.

Al final, sólo quedaron Jack yKazuki. Se ignoraron mutuamente, pues

 

la tensión del Pasillo les podía a ambos.

 —¡kazuki-kun!

Kazuki alisó su  gi  y se encaminóhacia la entrada.

 —Buena suerte —dijo Jack, con latensión del momento.

Kazuki miró por encima de shombro, con una sonrisa torva en elrostro.

 —A ti también —respondió, coextraña camaradería—. Lanecesitaremos.

Entonces entró y las puertas secerraron tras él.

 

Por los gritos que siguieron, Kazuki pareció hacerlo bien, pero el cuerpo deJack estaba demasiado entumecido por el frío para preocuparse por si Kazukitenía éxito o no.

 —¡JACK-KUN!

Convocado por fin, trató derecuperar algo de calor para sus huesos.

o sabía si temblaba más por el frío o por los nervios. Agarró la empuñadurade su bokken  en un intento detranquilizarse.

Tras atravesar las puertas del dojo,entró en el Pasillo.

 

26

El Pasillo

Jack no se atrevió a moverse.

A cada lado del dojo  estabaalineados los estudiantes de la  Niten

chi Ryu, y a primera vista parecíaformar parte de una bienvenidaceremonial. Formaban un estrecho pasillo de samuráis que se extendíadesde la entrada hasta donde estabaHosokawa, en el otro extremo de la sala.

En diversos puntos, tras estas dos

 

filas Jack divisó a los otros participantes del Círculo de Tres. Todos parecían haber recibido una severa paliza, algunos se acariciaban losmiembros lastimados o los rostroscubiertos de sangre. Jack vio a Akikohacia la mitad de la sala. No parecíademasiado maltrecha, aunque seagarraba el costado. Dejó escapar ugemido de dolor cuando se movió para poder ver mejor a Jack.

 —Bienvenido al Pasillo —saludó el sensei Hosokawa desde el otro extremode la sala—. Por favor, únete a mí paraque podamos comenzar.

 

Jack dio un cauteloso paso adelante.

 No sucedió nada.

Miró a un lado, y vio a un fornidoestudiante del curso superior. Elmuchacho lo ignoró.

Jack hizo otro movimiento, pero lasdos filas permanecieron inmóviles. Talvez eran sólo un grupo de bienvenida, yla prueba empezaría solamente cuandollegara junto al  sensei  Hosokawa. Jack empezó a caminar hacia el  sensei, peroen el momento en que lo hizo, un grito de«¡KIAI!»estalló tras él.

Jack oyó el sonido de un bokken  alcortar el aire.

 

Lo esquivó por instinto, y la espadade madera estuvo a punto de alcanzarloen el hombro. Jack giró sobre sustalones, desenvainando su propiobokken para protegerse contra cualquier nuevo ataque. El estudiante del cursosuperior había sido el culpable y sedisponía ahora a descargar su espadacontra la cabeza de Jack.

Jack reaccionó, bloqueó el golpe ylanzó su propia espada contra la barrigade su atacante. El golpe dejó almuchacho sin respiración, haciéndolodoblarse por la mitad. Jack le dio unafuerte patada en el costado y el

 

muchacho cayó al suelo.

Pero en cuanto se deshizo del primer atacante, una chica salió de entre lasfilas y lanzó un tanto de madera contrasu estómago. Jack saltó a un lado,detuvo con la mano el ataque de lamuchacha y le arrancó el cuchillo de lamano. Se deslizó hacia su costadodesprotegido, bajando su propia arma eun arco bajo. La muchacha saltó paraevitarla, pero Jack alzó la hoja en elúltimo segundo y la alcanzó en eltobillo. La chica perdió el equilibrio yaterrizó en el suelo convertida en uguiñapo.

 

Un leve rumor advirtió a Jack de uataque por detrás. Dos estudiantes secernían sobre él. Golpearosimultáneamente, una espada a lacabeza, la otra al estómago.

Sin tiempo para pensar, Jack lasesquivó, se agachó entre los dos bokken

  rodó entre sus atacantes. Al pasar,golpeó la rodilla del chico que tenía a sizquierda, haciéndolo tambalearse. Tras ponerse en pie de un salto, Jack continuócon una patada trasera que alcanzó alotro en los riñones, y el chico cayócomo una piedra.

A medida que más atacantes iba

 

saliendo de las filas, Jack continuóluchando para abrirse paso hasta elcentro del Pasillo, repeliendo un ataquetras otro. Todo su entrenamiento extradaba ahora sus frutos. Cada movimientode la espada fluía hacia el siguiente, y elbokken  cortaba el aire en una serie dearcos controlados y ejecutaba los golpescon precisión devastadora.

Pero con cada nueva oleada deataques, Jack se volvía un poco máslento, un poco más débil. Una sensacióde amenaza se apoderó de él cuando sedio cuenta de que no iba a completar elPasillo ileso. El Pasillo no pretendía probar su habilidad con una espada, sino

 

su valor y su espíritu para sobrevivir contra todo pronóstico.

Jack estaba ahora a tres cuartas partes del camino y había alcanzado aKazuki, que tenía una fea herida en lamejilla. Su rival observó los progresosde Jack con ojos sombríos, uno de loscuales estaba medio cerrado. El únicootro participante que había llegado hastatan lejos era Yamato, pero parecía quenadie había alcanzado al  sensei

Hosokawa.

Con el final a la vista, Jack seabalanzó hacia delante, pero una chicaque blandía un bo  le cortó el paso. La

 

chica hizo girar el palo como si fuerauna bailarina y le impidió continuar. Por la forma en que se movía, Jack supo queera rápida como una cobra, y el alcancede su arma le proporcionaba una claraventaja sobre el bokken  de Jack, quieno pudo ni siquiera acercarse. Esquivó yevitó, pero fue incapaz de descargar usolo golpe.

Ella lanzó su bo  con la velocidaddel rayo y lo alcanzó directamente en elestómago. Jack sintió que su interior daba un vuelco. Ella alzó el palo,golpeándolo bajo la barbilla. Vioestrellas y casi perdió el sentido. PeroJack instintivamente alzó su bokken, y

 

consiguió de algún modo desviar lo quehabría sido un golpe fatal contra scuello.

Retrocedió tambaleándose, ycontinuó esquivando sus ataques, peroentonces el palo alcanzó su manoderecha, rompiendo su tenaza, y elbokken  cayó deslizándose por el suelodel dojo.

Indefenso, Jack sólo pudo saltar deun lado a otro mientras ella lo atacabacon el palo. Intentó adelantarla por ulado, pero uno de los estudiantes de lafila lo sujetó por detrás.

La muchacha del bo  sonrió y se

 

lanzó hacia delante para descargar sgolpe final.

En el último segundo, Jack dio u pisotón al pie de su captor,retorciéndose hacia un lado de modoque el bo golpeó a cambio el estómagodel otro muchacho. El chico gritó desorpresa, y soltó a Jack.

Con un fluido movimiento, Jack agarró el hokken  del muchacho y lodescargó con fuerza contra la mano de lachica. El palo de bo  repiqueteó en elsuelo.

Jack la apartó de un golpe con elhombro y cargó hacia el final del

 

Pasillo.

¡Lo había conseguido!

Había recorrido el Pasillo.

Había conseguido completar una prueba.

Magullado y dolorido como estaba,se plantó orgullosamente ante el  sensei

Hosokawa, quien le devolvió la miradacon un gesto satisfecho con la cabeza.Jack sólo podía esperar haberlo hecholo bastante bien para ser seleccionado para el Círculo de Tres. Se inclinó,mostrando sus respetos al  sensei

Hosokawa.

 

Extrañamente, no hubo ningúaplauso por parte de los estudiantes. Elsentimiento antigaijin sin duda no habíallegado tan lejos en la escuela para queno reconocieran este logro. Jack estabaa punto de alzar la cabeza cuando con elrabillo del ojo vio que el  sensei  semovía. Algo silbó en el aire.

 —¿Cuántas veces te he dicho…?

Fue lo último que Jack oyó.

 

27

La selección

 —… ¿que nunca bajes la guardia?

Las palabras resonaron en la cabeza

de Jack tan dolorosamente como elbokken  que lo golpeó en la nuca y loderribó inconsciente al suelo.

El Pasillo no terminaba con el sensei Hosokawa.

El  sensei  Hosokawa era la última prueba.

 

Acariciándose el cuello dolorido,Jack se encontraba ahora con losaspirantes al Círculo de Tres en elcentro del  Butokuden.  Parecía como sitodos hubieran vuelto de la guerra, puesninguno de ellos había escapado ileso.

Mientras el resto de la escuelaesperaba pacientemente en posición de

 seiza  alrededor del dojo, Masamoto ylos  senseis  Hosokawa, Yosa, Kyuzo yYamada estaban sentados en círculodentro de la alcoba ceremonial,discutiendo tranquilamente sobre eldestino de los estudiantes.

El sensei Kano estaba arrodillado a

 

un lado, con su blanco bo  apoyadocontra una columna cercana. Comomaestro visitante de la  Niten Ichi Ryu,no estaba implicado en el proceso deselección, pero Jack advirtió que elhombre escuchaba con atención eldebate en curso.

El proceso de selección pareció progresar sin fisuras, hasta que derepente la discusión se volvió acalorada se alzaron las voces.

 —¡Me opongo! —protestó el  sensei

Kyuzo, golpeando con un puño como unaroca el suelo de madera—. ¡Nocompletó la prueba!

 

Todos los ojos y oídos del dojo  seconcentraron en el sensei que protestaba, a pesar de los intentos de Masamoto

 por poner fin a la disputa, todavía eraclaramente audibles fragmentos de laconversación.

 —Tu opinión es algo parcial — acusó a Masamoto el  sensei  Kyuzo, perdida la discreción por su malestar.

 —¿Puedes decir sinceramente que latuya no lo es? —intervino la  sensei

Yosa.

 —Eso no tiene nada que ver. Elmuchacho fracasó en la prueba. ¡No puedes cambiar las reglas por u

 

individuo!

Masamoto levantó una mano,exigiendo calma.

 —Basta. Si mi voto es contencioso,lo retiro…

Sin embargo, la discusión continuó, pero con tensos susurros que losestudiantes ya no pudieron oír más. Jack se deprimió. El  sensei  Kyuzo había prometido hacer todo lo que estuviera esu mano para impedir que entrara en elCírculo.

 —¿Cuál es tu opinión, sensei Kano? —preguntó Masamoto al maestro de bo

un momento más tarde—. Nos

 

encontramos ante un empate yrequerimos tu voto.

El gran hombre se inclinó haciadelante para dar su opinión. Unosmomentos más tarde, el asunto quedóaparentemente zanjado y los maestrosvolvieron a una discusión más amistosa,aunque el  sensei  Kyuzo seguía pareciendo agrio como el vinagre.

Como un cañonazo, una única palmada resonó en el  Butokuden  yMasamoto anunció:

 —¡Ha llegado el momento!

Toda la escuela se envaró atentacuando los seleccionadores, con sus

 

expresiones de piedra, se volvierohacia los estudiantes. Tras ellos, elkamon  del fénix dorado flotabaorgullosamente sobre las cabezas de los

 senseis.

 —¡Jóvenes samuráis! A todos losque habéis participado en las pruebas,os saludamos.

Masamoto contempló las filas deestudiantes, y el poder de su mirada fuecomo si sus ojos se hubieran posado etodos ellos uno por uno.

 —Hemos consideradominuciosamente vuestras actuaciones dehoy. Los cinco estudiantes seleccionados

 

 para entrar en el Círculo de Tres soaquellos que completaron al menos una prueba y actuaron como samuráis almostrar el auténtico espíritu bushido — explicó Masamoto—. Cuando osllamemos por vuestro nombre, avanzad para recibir vuestra valoración.

Jack se despidió de toda esperanza,tragándose la amarga decepción queahora sentía. Al no haber completadoninguna prueba, comprendió que elCírculo de Tres seguiría siendo un sueñolejano, y la técnica de los Dos Cieloscontinuaría siendo un misterio para éldurante muchos años por venir.

 

 —Emi-chan —convocó Masamoto.

Emi salió cojeando de la fila paraocupar su lugar delante de los jueces,acusando claramente el precio que elPasillo se había cobrado en ella.

 —Has actuado bien. Eres una buenakyudoka  y aunque te asustaste en elPasillo nos impresionó la forma en querecuperaste la compostura a la vista del peligro. Eso requería valor. Siembargo, el resultado general no fue losuficientemente bueno para garantizartela entrada en el Círculo. Estoy seguro deque tu padre estaría de acuerdo en estecaso. Tres contra dos.

 

Emi-chan se inclinó ante los jueces.Mientras Jack la veía regresar a loslados cojeando, se le ocurrió pensar loexigente que debía ser el Círculo deTres, si incluso la hija del benefactor dela escuela era rechazada.

Una sensación de desesperación se posó sobre la escuela cuando los seissiguientes participantes tampococonsiguieron ser seleccionados. Jack,sin embargo, se sintió un poco mejor sabiendo que habían colocado tan alto ellistón.

 —Tadashi-kun —convocóMasamoto.

 

Un muchacho fuerte de anchoshombros y oscuras cejas en forma demedia luna dio un paso adelante. Jack loreconoció como el chico que habíainscrito primero su nombre para elCírculo.

Masamoto asintió una vez.

 —Formidable espíritu, sobre todoen el tamashiwari. Fue una lástima quefueras derribado hacia el final delPasillo, pero no importa. Cuatro a uno afavor. Pasas al Círculo.

La escuela dio un gran vítor. Almenos uno de los participantes eraconsiderado lo bastante bueno. Tadashi,

 

con una amplia sonrisa en la cara, seinclinó para mostrar sus respetos antesde ocupar su puesto en mitad del dojo.

o obstante, la celebración fue breve, pues los siete siguientes aspirantesfueron rechazados en rápida sucesión.

Entonces Masamoto convocó aAkiko.

Ella se acercó al grupo y Jack cruzólos dedos a la espalda, deseándolesuerte en silencio.

 —¿Qué puedo decir? La única queapagó la vela con la primera flecha — dijo Masamoto. Jack pudo ver que la

 sensei Yosa le sonreía a su protegida—.

 

Pero sólo llegaste a la mitad del Pasillo.Parecías algo distraída durante elcombate. En realidad, esperábamos másde ti.

Akiko se mordió el labio inferior, yJack sintió que su propia boca sequedaba seca. ¿Habría desviado satención el comentario casual que habíahecho sobre la visita al castillo coEmi?

 —De todas formas, has demostradotal espíritu bushido y tal fuerza interior en todas las otras pruebas —continuóMasamoto—, que sería injusto por nuestra parte negarte esta oportunidad.

 

Tres a dos a favor. Por favor, reúnetecon Tadashi.

El  Butokuden  se volvió a llenar deaplausos. Akiko se quedó donde estaba,asombrada por la decisión, y tardó unosinstantes en recuperar la compostura,inclinar la cabeza y reunirse coTadashi.

Los siguientes diez participantes,incluyendo, para satisfacción de Jack, aGoro, se unieron al grupo de losestudiantes fracasados que se reunían alos lados. Sólo uno de ellos pasó:Harumi, la pequeña muchacha de la carade muñeca que sorprendentemente había

 

triunfado en el Juicio de la Madera.Ahora quedaban dos puestos.

Llamaron a Kazuki.

Jack vio cómo su rival avanzaba, elgolpe en su mejilla estaba ahora todavíamás hinchado y el ojo completamentecerrado.

 —Una actuación sobresaliente etodos los aspectos. Todos a favor. Pasasal Círculo.

Kazuki era el primer participanteque conseguía una decisión unánime.Había triunfado a los ojos de todos los

 senseis  y, por los aplausos queestallaron por toda la sala, era evidente

 

que la escuela lo veía como favorito para conquistar el Círculo. A pesar de lahostilidad entre ellos, Jack se vioobligado a admitir que Kazuki habíahecho una actuación brillante y semerecía el puesto.

Esto sólo dejaba una plaza y tresaspirantes: Yamato, Hiroto y él mismo.Jack, seguro de su fracaso, rezó esilencio para que Yamato triunfara sobreHiroto.

 —Yamato-kun —llamó Masamoto.

Yamato dio un paso adelante, couna mano en el costado y respirandoentre dientes con cortos jadeos

 

doloridos. Miró aprensivo a su padre.

 —Estoy orgulloso de decir queluchaste como un auténtico Masamoto eel Pasillo, así que ha sido una decisiódifícil. Sin embargo, sin una victoriaclara en ninguna de las pruebas, elcomité votó tres a dos en contra. Losiento, pero no eres uno de los cinco.

Los ojos de Yamato se llenaron dedesazón. Pareció como si quisiera que elsuelo del dojo  lo engullese. Jack no pudo creerlo. Los  senseis  tendrían quehaber estado discutiendo por Yamato, no por Jack. Por eso Masamoto habíadelegado su voto en el  sensei Kano. La

 

decisión debió causarle una gradecepción al samurái.

Yamato agachó la cabeza y cruzó eldojo  para dirigirse a los lados, sfrustración por el resultado era visibleen cada uno de sus cansinos pasos.

Masamoto pronunció entonces elnombre de Jack.

El muchacho se preparó para loinevitable.

 —Jack-kun, tu decisión ha sido muycontrovertida. Mi opinión era que hasmostrado auténtico espíritu bushido

durante las pruebas y por tanto hasdemostrado tu valía para entrar en el

 

Círculo de Tres. Con todo, tuve que ser imparcial en todas las decisiones, sobretodo puesto que eres mi hijo adoptivo, yno llegaste a completar ninguna prueba.

Jack supo ahora con certeza queHiroto lo había derrotado. Sólo quisoacabar con las formalidades para poder reunirse con Yamato en un lado, pero stutor continuó:

 —No terminaste el Pasillo. Pero, por otra parte, nadie llegó al final delPasillo como hiciste tú. El  sensei

Hosokawa se sintió muy impresionadocon tu actuación. Te aprobó, a pesar detu error en el último paso. Pero hubo

 

opiniones en contra. Por tanto,acordamos dejar la decisión final al

 sensei Kano.

Así que los senseis no discutían por Yamato. Había sido por él todo eltiempo. Jack sintió sobre él los grandesojos grises del maestro de bo, y aunquesabía que el anciano no podía ver, supoque el sensei lo observaba con todos susotros sentidos.

 —No necesito recordarte que elCírculo de Tres no es sólo difícil, sino peligroso. Puede incluso ser fatal. Por tanto, no tomamos estas decisiones a laligera. Por contra, aunque el  sensei

 

Kano considera que eres digno, esto essólo a condición de que tomes leccionesextras con él, además de la preparacióque requiera el Círculo.

Durante un momento Jack no estuvoseguro de haber oído correctamente.¿Significaba que había ganado el accesoal Círculo o no?

Entonces los estudiantes empezaroa aplaudir, aunque no con el entusiasmomostrado con Kazuki y los otrosestudiantes triunfadores. Pero a Jack nole importó. ¡Estaba en el Círculo eHiroto no! Karma por la patada en lascostillas, pensó Jack mientras Hiroto se

 

dirigía a los lados del dojo, mirándolocon mala cara.

 —Ahora quiero recordar a todos losaspirantes que no tuvieron éxito que sólo por participar habéis demostrado quetenéis valor para convertiros eguerreros samuráis —reafirmóMasamoto, y lo reconoció personalmente al grupo de los ladosinclinando la cabeza para indicar lasinceridad de su respeto.

Entonces se volvió hacia los cincoestudiantes seleccionados, que estabade pie en el centro de la sala: Tadashi,Akiko, Harumi, Kazuki y Jack.

 

 —Para los cinco que continúan elviaje hacia delante, tengo este consejo.En un combate entre un cuerpo fuerte yuna técnica fuerte, la técnica prevalecerá. En un combate entre unatécnica fuerte y una mente fuerte, lamente prevalecerá porque encontrará el punto flaco en vuestro oponente.Mientras la mayoría de vosotros seacerca a esta comprensión, sólo uestudiante ha abrazado el conocimientonecesario para lograrlo.[ 4 ]

Kazuki se permitió una sonrisa desatisfacción ante la inminente alabanzaque consideraba merecida. Pero lasonrisa se convirtió en una mueca de

 

incredulidad cuando Masamoto anunció:

 —Yori, da un paso adelante. Teunirás a ellos en el Círculo.

Un murmullo de asombro se alzó etoda la escuela y todo el mundo buscó almuchachito. Los estudiantes máscercanos empujaron hacia delante alreacio Yori y éste se acercó al centro,tan sorprendido e indefenso como ucorderillo recién nacido.

 

28

Allanamiento

 —Sigo sin poder creer que tegolpeara mientras estabas inclinado,Jack —dijo Saburo al día siguiente,mientras se relajaban entre lecciones eel Jardín Zen del Sur. Se habían reunidoen el porche de madera que daba alestanque y las piedras de adorno. Elardín estaba ahora cubierto de tanta

nieve que parecía un paisaje eminiatura de nubes blancas y montañasde picos nevados.

 

Jack le dirigió a Saburo una sonrisadolorida y se frotó el cuello donde lohabía golpeado el bokken.

 —El sensei Hosokawa era la última parte del Pasillo —les recordó Akikomientras jugaba a ohajiki  con Kiku,haciendo saltar un guijarro en forma demoneda contra otro en el suelo, ydiciendo luego que había salido fuera—.¿Te inclinarías en mitad de un combate?

 —No, pero tienes que admitir quefue bastante rastrero por su parte.

 —Bueno, sigo sin comprender por qué Jack entró y yo no —murmuróYamato, hurgando tristemente en la nieve

 

con su bokken —. Si me lo preguntáis, esfavoritismo, sólo porque es un gaij…

 —¡Yamato! —exclamó Akiko,mirando a su primo—. Jack llegó máslejos que ningún estudiante en la historiadel Pasillo. Se merece haber entrado.

 —Lo siento —dijo Yamato,ofreciendo a Jack una sonrisa dedisculpa—. Sigo un poco molesto por todo esto.

Yamato apartó la chaqueta de su  gi

de entrenamiento para inspeccionar lamasa de cardenales que se extendía por su costado derecho. Jack advirtió quedebían de haberlo golpeado co

 

muchísima fuerza durante el Pasillo.También reconoció que su amigo estabamuy dolorido por la vergüenza de haber fallado en las pruebas. Jack dejó pasar el insulto y esperó que su amistad noquedara estropeada por este giro de losacontecimientos.

 —Apuesto a que eso duele —dijoSaburo, explorando con un dedo elcostado de Yamato.

 —¡Ayyy! —exclamó Yamato,apartando la mano de Saburo.

 —Eres un bebé grande —se burlóSaburo.

 —¡Bueno, a ver si te gusta!

 

Yamato empezó a golpear a Saburocon los puños. Los demás se echaron areír mientras Saburo retrocedíaarrastrándose por el porche y llegaba ala nieve.

 —¡Olvidas, Saburo, que tuve quesufrir todo ese dolor y entrenamiento para nada! —chilló Yamato, bajando del porche de un salto y agarrando u puñado de nieve antes de plantarla en lacara de Saburo.

 —Déjalo en paz, Yamato — reprendió Akiko, preocupada porque lafuria de Yamato consigo mismo seestaba volviendo desagradable.

 

 —Para ti es fácil decirlo. Jack y túestáis en el Círculo. ¡Pero yo no!

 —No te olvides… de Yori — farfulló Saburo bajo la descargacontinua de golpes y nieve.

 —Es verdad. ¿Dónde está Yori? —  preguntó Kiku rápidamente, tratando dedistraer a Yamato de la escalada de la pelea.

Yamato detuvo su ataque.

 —El geniecillo desagradecido está por allí.

Señaló el pino retorcido que habíaen el otro extremo del jardín, cuyo

 

tronco estaba sujeto por un palo demadera.

Yori estaba sentado bajo una de susramas cubiertas de nieve, tirandoabstraído de la cola de una grulla deorigami, y haciendo que sus alas semenearan. A pesar de sus mejoresesfuerzos por consolarlo, Yori no habíadicho ni una sola palabra desde elsorprendente anuncio en el Butokuden eldía anterior.

 —No seas tan mal perdedor —ledijo Akiko a Yamato—. Yori no había participado y no quería.

 —¿Entonces por qué debería

 

hacerlo? Los  senseis  dijeron quesolamente cinco estudiantes ingresaríaen el Círculo. Hay muchos otrosestudiantes que darían el brazo derecho por una plaza extra. Y yo soy uno deellos —dijo Yamato, soltando a Saburo  quitándose la nieve del kimono co

manotazos furiosos.

 —Pero él pasó una prueba, Yamato.Y, lo siento, tú no lo hiciste.

 —Lo sé —admitió Yamato,desplomándose en el porche—. PeroYori ni siquiera fue evaluado en las pruebas físicas. ¿Cómo saben que está preparado?

 

 —¿Lo estamos alguno de nosotros? —dijo Jack.

 —Bueno, tú no. Tan sólo teaceptaron —se apresuró en recalcar Yamato.

 —Sí. Por eso tengo que recibir formación extra por parte del  sensei

Kano —añadió Jack a modo de excusa.

 —La necesitarás.

 —Tienes razón. La necesitaré. Ynecesitaré tu ayuda también, si estásdispuesto.

 —¿Qué quieres decir? —preguntóYamato, volviéndose para mirar a Jack.

 

 —El  sensei  Kano dijo quenecesitaría un compañero deentrenamiento. Esperaba que fueras tú.

Yamato reflexionó antes deresponder y Jack pensó que iba anegarse por orgullo.

 —Vamos. Sería como nuestrosantiguos días de entrenamiento en Toba —instó Jack.

Reconociendo el gesto por lo queera, su amigo consiguió mostrar unasonrisa medio sentida.

 — Gracias, Jack. Claro que lo haré.¡Sabes que nunca dejaría pasar unaoportunidad para darte una paliza!

 

Más tarde, esa noche, Jack oyó aYori llorar en su habitación. Comodecidió que su amigo necesitabacompañía, llamó a su puerta.

 —Pasa —dijo Yori.

Jack deslizó la shoji y entró. Apenashabía espacio para que estuviera en pie, mucho menos sentado, no sólo porque

el dormitorio era muy pequeño, sino por el hecho de que la habitación de Yoriestaba cubierta de grullas de origami. A pesar de esto, Yori seguía haciendo más,

  había una ansiedad febril en strabajo.

 

Jack despejó un espacio y se sentóunto a su amigo. Yori apenas le hizo

caso, así que Jack decidió ayudarle esu tarea. Sin embargo, después de hacer su quinta grulla, ya no pudo contener scuriosidad.

 —Yori, ¿por qué estás haciendotantas grullas de papel? Has resuelto elkoan.

 — Senbazuru Orikata  —replicóYori, hosco.

 —¿Qué es eso?-preguntó Jack,arrugando el entrecejo con asombro.

 —Según la leyenda —continuó Yori, picajoso porque lo distraía de su trabajo

 

 —, a todo el que haga mil grullas deorigami  una grulla le concederá sdeseo.

 —¿De verdad? ¿Y cuál va a ser tdeseo?

 —¿No lo imaginas…?

A Jack le parecía que sí, pero comoYori no estaba de humor para hablar,dejó correr el asunto. Como laconversación murió, Jack se puso en pie para estirar las piernas y se acercó a laventanita. Contempló el patio y viocómo los copos de nieve flotaban através de la noche. Si tuviera la paciencia para hacer mil grullas, Jack 

 

sabía cuál sería su deseo. El mismodeseo que había pedido al muñecoDaruma.

Pensó en Jess. ¿Qué estaría haciendoahora su hermana pequeña? Esperabaque desayunando con la señora Winters.

o quería pensar en la alternativa.

Como no quería empeorar el estadode ánimo con sus propios pensamientosmelancólicos, Jack regresó a la tareaque les ocupaba. Cogió una hoja de papel para hacer otra grulla más.

El montón de papel origami se agotó pronto, y Yori le dio tranquilamente lasgracias por su ayuda y dijo que

 

conseguiría más al día siguiente. Aunqueno pudo ofrecerle una sonrisa, parecíamenos deprimido por su situación yhabía dejado de llorar, así que Jack semarchó y se fue a la cama. Al abrir la

 shoji  de su habitación, se detuvo eseco.

Habían saqueado su cuarto.

El futón estaba desenrollado yabierto; su kimono ceremonial, el  gi  deentrenamiento y el bokken yacían tirados por el suelo; y el muñeco Daruma y el bonsái habían sido volcados: el arbolito

acía ahora de costado, sus raícesexpuestas y la tierra desparramada por 

 

todas partes.

El primer pensamiento de Jack fueKazuki. Era exactamente el tipo deacción que haría él o uno de losmiembros de su Banda del Escorpión.Escrutó la habitación para ver si sehabían llevado algo. Aliviado, encontrólas espadas de Masamoto bajo elkimono ceremonial y vio el dibujo de shermana bajo la maceta del bonsái, lacaja inro  tirada en un lado. Miróentonces debajo del futón y advirtió quéera lo que faltaba.

Jack salió corriendo al pasillo ahoradesierto y llegó a la habitación de

 

Kazuki y abrió su shoji.

 —¿Dónde está? —acusó.

 —¿Dónde está qué? —replicó uindignado Kazuki, que estaba puliendouna brillante espada samurái negra ydorada que su padre le había regalado por haber sido aceptado en el Círculo.

 —Sabes exactamente a qué merefiero. ¡Devuélvemelo!

Kazuki miró a Jack, el ojo izquierdotodavía hinchado y descolorido por elmoratón recibido durante el Pasillo.

 —¡Sal de mi habitación! —exigió—.¿Qué clase de samurái crees que soy

 

 para ir a robarte nada? Puede que esosea algo que haga un gaijin, pero nuncaun japonés.

Entonces una sonrisa maliciosa seextendió por su rostro al ver la inquietudde Jack.

 —Pero si descubres quién lo hizo,recuérdame que le dé las gracias.

Jack maldijo. A pesar de laarrogancia de Kazuki, al parecer notenía nada que ver con el allanamiento.Tal vez había sido Hiroto, desquitándosede Jack por haberle derrotado en las pruebas. Jack miró el pasillo vacío y sedetuvo.

 

Saliendo de su habitación había unafigura vestida de blanco de la cabeza alos pies. Tenía en la mano el libroencuadernado en cuero.

 —¡Alto! —gritó Jack.

Los oscuros ojos como guijarros dela espectral figura se clavaron en lossuyos. Echó a correr por el pasillo tasilencioso como la nieve que caía ysalió de la Shishi-no-ma.

Jack corrió detrás. Pasó ante lossobresaltados estudiantes que se habíaasomado a sus habitaciones para ver quésucedía, y salió al frío aire nocturno.

Localizó a la figura que cruzaba

 

corriendo el patio y la siguió.

 —¡Devuélvemelo! —gritó Jack,ganando terreno al intruso.

La figura llegó al borde del patio yse lanzó hacia el muro de la escuela.Jack corrió tras el ladrón, y sus manosagarraron la parte inferior de unachaqueta blanca. Tiró con todas susfuerzas, pero recibió una patada en el pecho por sus esfuerzos y cayó a lanieve. Aturdido momentáneamente, Jack sólo pudo ver cómo el intrusocontinuaba escalando el muro con laagilidad de un gato.

Entonces, sin mirar atrás, la figura

 

vestida de blanco desapareció en lanoche nevada.

 

29

El señuelo

 —¿De verdad crees que era Ojo deDragón? —preguntó Yamato mientrasayudaba a Jack a ordenar su habitació —. Ha pasado mucho tiempo desde laúltima vez que se dejó ver.

Jack estaba alisando el dibujo de shermana y quitándole la tierra del bonsáique le había caído encima. Como Jack habitualmente guardaba el dibujoescondido en su inro, quedaba claro que

 

el intruso había llevado a cabo una búsqueda concienzuda en su habitación.

 —Tenía que serlo, pero esta vez haenviado a otra persona. ¡A menos quehaya conseguido que le crezca otro ojo! —replicó Jack con sarcasmo,recordando los dos ojos oscuros que lohabían mirado a través de la rendija dela capucha del ninja.

 —¿Pero quién ha oído hablar jamásde un ninja blanco? Debe de haber sidoun disfraz. ¿Estás seguro de que no erauno de los miembros de la Banda delEscorpión de Kazuki gastándote unaugarreta? Quiero decir, los ninjas

 

siempre van de negro.

 —De noche sí —interrumpió Akiko,que apareció de repente en la puerta,vestida con un kimono de dormir decolor rosa pétalo—. Pero con la nieve,destacarían como si fuera de día. S

 shinobi shozoku  es para camuflarse yocultarse, así que visten de negrodurante la noche, y de blanco einvierno y de verde en los bosques.

 —¿Dónde has estado todo estetiempo? —preguntó Jack, irritado porque no estuvo allí para ayudar.

Ya era muy tarde y, aparte de Yamato  Akiko, los otros estudiantes había

 

acabado por aburrirse y se habían ido adormir. Nadie más que Jack había vistoal ninja blanco. A él no le importaba. Noquería que la gente hiciera preguntas.Incluso le había dicho a Saburo queHiroto había puesto patas arriba shabitación, para no tener que revelar laexistencia del cuaderno de bitácora aotro de sus amigos.

 —Me estaba dando un baño — respondió Akiko, contemplandoasombrada la habitación desordenada—.¿Qué ha pasado aquí? ¿Han robadoalgo?

 —Ojo de Dragón ha regresado — 

 

respondió Jack, recogiendo sus espadas —, y, sí, se han llevado algo.

 —¡No será el cuaderno de bitácora!

Jack negó con la cabeza.

 —No. El diccionario japonés del padre Lucius. El que me dio en Toba. Elque debía entregarle al padre Bobadillaen Osaka cuando tenga oportunidad.Parece que no podré cumplir esa promesa.

 —¿Para qué puede querer llevarsenadie un diccionario? —preguntóYamato, frunciendo asombrado el ceño.

 —No creo que estuvieran buscando

 

el diccionario, ¿no? —preguntó Jack,recogiendo el muñeco Daruma yvolviendo a colocarlo en el alféizar dela ventana junto al bonsái—. A simplevista, el libro del padre Lucius puedeconfundirse con el cuaderno de bitácora.Dejé el diccionario bajo el futón comoseñuelo. Quien se lo llevó no se habríadado cuenta de la diferencia a menosque mirara en su interior. Debíinterrumpirlo en mitad del registro.

 —¿Qué? ¿El ninja estuvo aquídentro contigo? —preguntó un incréduloYamato—. ¿Por qué no lo viste?

 —Debió de estar colgando sobre mi

 

cabeza —contestó Jack,estremeciéndose—. Mira esas manchasde humedad en la pared sobre la puerta.Ahí es donde se derritió la nieve. Elninja debió de estar sujetándose entre laviga y el techo.

 —Es posible —reconoció Akiko—.Los ninjas aprenden desde muytemprano a escalar y realizar acrobacias. Al parecer, les enseñan acolgar de las ramas de los árboles cosólo un dedo.

 —¿Cómo sabes todo eso? —  preguntó Yamato, sorprendido.

 —¿Dónde está el cuaderno de

 

 bitácora entonces si Ojo de Dragón nolo tiene? —continuó Akiko, ignorando asu primo.

Jack vaciló. No podía permitirsecorrer más riesgos con el cuaderno denavegación de su padre y se sintióreacio a contarlo. Cuando visitó coEmi el castillo Nijo, consiguióexcusarse de su compañía con el pretexto de que tenía que ir al excusado.Se quedó solo el tiempo suficiente paraesconderlo detrás del tapiz de la grulla blanca. El cuaderno de bitácora estaba asalvo por el momento. Era el escondite perfecto, pero sólo mientras nadie máslo supiera.

 

 —Jack, puedes confiar en nosotros —insistió Akiko—. Además, podemosayudarte a protegerlo, si sabemos dóndeestá. Ojo de Dragón se dará cuenta muy pronto de que ha robado un señuelo yvendrá a buscar el cuaderno de bitácorade verdad.

Jack los miró a ambos un momento.Eran sus amigos. Sus amigos másíntimos. Tenía que confiar en ellos yAkiko tenía razón. Podrían ayudarle.Pero no se lo diría todo… todavía no.

 —Sabes que mencioné que regreséal castillo Nijo con Emi…

 —Sí —dijo Akiko, fríamente.

 

 —Lamento no habértelo dicho en smomento, pero estoy seguro de que haycosas que tú tampoco me dices a mí — añadió Jack con retintín, permitiendoque la acusación flotara en el airedurante un brevísimo instante—. Daigual, fui solo con Emi por un motivo.He escondido el cuaderno de bitácora eel castillo.

 —¿En el castillo? ¿Pero por quéallí? —preguntó Yamato.

 —El daimyo  Takatomi lo haconvertido a prueba de ninja. ¿Qué otrositio mejor donde esconder el cuadernode un ninja tan insidioso como Ojo de

 

Dragón?

 —Jack, no me creo que hayas hechoesto —replicó Akiko, mirándolo comosi hubiera cometido un crimen terrible.

 —¿Qué quieres decir? —preguntóJack—. Es el lugar más seguro. ¿Por quéte comportas como si hubiera matado aalguien?

 —¡No lo has hecho todavía pero has puesto en peligro la vida del daimyo

Takatomi! —dijo ella, sacudiendoincrédula la cabeza ante la estupidez deJack—. Ojo de Dragón irrumpirá ahoraen el castillo para hacerse con él.

 —¿Y cómo va a pasar eso? Aunque

 

Ojo de Dragón lo intentara, caería en elSuelo Ruiseñor y sería capturado por los guardias antes de que pudieraacercarse al daimyo —discutió Jack—.Además, ¿cómo puede estar el daimyo

en peligro cuando sólo nosotros tressabemos el emplazamiento delcuaderno? A Ojo de Dragón nunca se leocurrirá mirar allí, y desde luegonosotros no vamos a decírselo.

 

30

Manos

pegajosas

 —¿Os cuento un secreto? Erealidad no soy ciego…

Jack lo sabía. El maestro de bo

había estado fingiendo todo el tiempo.Eso explicaba por qué pudo guiar a susestudiantes a las montañas, engañar aKazuki y blandir con tanta habilidad elbo.  Simplemente, engañaba a la gente para que creyeran que era ciego.

 

 —Es que no puedo ver —terminó dedecir el sensei Kano con su voz grave ysonora.

 —No comprendo —dijeron Jack yYamato al unísono. El helado aire delinvierno hacía que su aliento secondensara en grandes vaharadas deniebla.

Habían regresado a los jardines delTemplo de Eikan-Do. Los gloriosostonos rojos y dorados del otoño habíadesaparecido ahora, sustituidos por losesqueletos pelados de los árbolescubiertos de la nieve invernal. Los tresestaban sentados en un banco de piedra

 

unto a un fino puente de madera. Elancho arroyo que pasaba por debajoestaba helado, aunque más allá de la pendiente una pequeña cascada seguíagoteando y corría bajo la superficiehasta el estanque helado situado emitad de los jardines.

 —La gente cree que ver es la percepción del mundo a través de losojos. ¿Pero lo es? —preguntó el  sensei

Kano, señalando con la punta de s bastón la escena que los rodeaba.

Cogió unos cuantos guijarros delcamino y los entregó a cada uno de susdos pupilos.

 

 —Cuando veis una piedra, tambiéla sentís con la mano de vuestra mente.Ver es tanto tacto como vista, pero comoel sentido de la visión es tan abrumador,no sois conscientes de la importanciadel tacto.

 —Pero sin poder ver, ¿cómo seaprende a luchar? —preguntó Yamato.

 —Discapacidad no significaincapacidad —respondió el  sensei,lanzando su guijarro al aire ygolpeándolo con su bastón. El guijarrocayó al estanque y se deslizó sobre ssuperficie—. Sólo significa capacidadde adaptación. Yo he tenido que utilizar 

 

mis otros sentidos. He aprendido aabrirme paso palpando por la vida. Mehe vuelto diestro olfateando el peligro ysaboreando el miedo en el aire. Y me heenseñado a mí mismo a escuchar almundo que me rodea.

El  sensei Kano se levantó y caminóhacia el arroyo.

 —Cerrad los ojos y os mostraré loque quiero decir.

Continuó hablando con ellosmientras se movía, recalcando cada paso con un golpe de su palo bo contrael suelo.

 —En estas sesiones, voy a

 

entrenaros en técnicas de sensibilidad.Vais a aprender a usar todo menosvuestra vista. ¿Podéis señalar ambosdónde me encuentro?

Jack y Yamato levantaron las manos para indicar su posición.

 —Abrid los ojos. ¿Fue correctavuestra suposición?

 —  Hai, sensei  —respondieron ellosal unísono, señalando a su maestro en el puente.

 —Eso esperaba. Si podéis oírme,entonces sabéis dónde estoy. Cerrad otravez los ojos. Aparte de los sonidos quevuestro oponente pueda hacer, no

 

olvidéis el ruido de fondo que tambiéindicará dónde se encuentra. El cuerpohumano crea una sombra de sonido,igual que la sombra de luz proyectada por el sol. Si prestáis atención alagujero en el ruido de fondo, podréisdeterminar la posición de vuestroatacante aunque permanezca en silencio.Así que escuchad los sonidos a vuestroalrededor, y luego decidme adónde mehe movido.

Jack trató de seguir con el oído losmovimientos del maestro de bo, pero,como el  sensei  Kano ahora guardabasilencio, era imposible juzgar su avance.Entonces, Jack trató de concentrarse e

 

los sonidos que podía oír.

La respiración de Yamato.

El tintineo de la cascada.

El lejano rumor de la ciudad.

Un pájaro solitario llamando entrelas copas de los árboles.

Entonces… juraría que había oído elsonido de la cascada desvanecerselevemente.

 —Estás delante de la cascada — dedujo Jack.

 —Excelente. Muy perceptivo, Jack-kun —alabó el  sensei  Kano mientras

 

Yamato y Jack volvían a abrir los ojos —. Comenzaremos con ese ejerciciocada día hasta que podáis reconocer unasombra de sonido en la mayoría de losentornos. Pasemos ahora a las técnicasdel tacto del chi sao.

 — ¿Chi sao?  —preguntó Yamato—.¿Qué quiere decir eso? No es japonés.

 —No, es chino. Chi sao  significa«manos pegajosas» —explicó el  sensei

Kano—. Es una técnica que aprendí deun guerrero chino ciego en Beijing.

Jack le dio un codazo a Yamato ysusurró:

 —El ciego guiando al ciego, ¿eh?

 

Los dos se echaron a reír. Yamato,que al parecer había superado sdecepción por no ser seleccionado parael Círculo de Tres, había pedidodisculpas por su conducta del díaanterior y su amistad había vuelto acimentarse.

 —Podríamos decir que así es, Jack-kun —continuó el sensei Kano, dándolesa ambos un brusco golpe en la cabezacon el bastón por su impudicia—, peroel chi sao  es vuestra puerta paracomprender los aspectos internos de lasartes marciales: sensibilidad, reflejo,tiempo, coordinación y posición. Os

 

enseñaré a deshacer el instinto naturalde vuestro cuerpo para resistir la fuerzacon fuerza y aprenderéis a rendiros a uataque y redirigirlo. Lo más importante,aprenderéis a ver con vuestras manos.Ven aquí, Jack-kun, y colócate frente amí en posición de lucha.

Cuando Jack estuvo situado, el sensei  Kano hincó una rodilla en tierra para que ambos estuvieran más o menosa la misma altura. Entonces extendió lasmanos y palpó la pose exterior de Jack, para poder reflejarla.

 —Quiero que me ataques. Cualquier  patada o puñetazo valdrá. Estás muy

 

cerca, así que deberías poder alcanzar aun viejo ciego.

Jack no estaba tan seguro, pero lointentó de todas formas. Intentó u puñetazo básico a la cara, directo yrápido.

Al instante, se encontródesequilibrado, la mano atrapada y el puño del propio sensei Kano en su kata,los nudillos apretando contra la punta desu nariz.

 —Inténtalo otra vez.

Esta vez Jack dio una patada circular a las costillas, pero antes incluso de quese hubiera movido el  sensei  Kano

 

empujó contra su hombro. Jack tuvo quedar un paso atrás para recuperar elequilibrio. Al mismo tiempo, el  sensei

Kano lanzó un golpe de planodirectamente a un punto de presión en sgarganta, deteniéndose antes dealcanzarla.

Jack tragó saliva, aturdido.

Había perdido antes incluso decomenzar. Era como si el  sensei  Kano pudiera leerle la mente.

 —¿Cómo haces eso? —preguntó,asombrado.

 —Te oigo con las manos. Uso misdedos para sentir dónde está tu poder y,

 

en cuanto empiezas a moverte,contraataco redirigiendo tus energías yluego golpeando —explicó—.Aprenderás esta técnica también. Con eltiempo, podrás interceptar un ataqueantes de que tu oponente hayacompletado un solo movimiento.

El sensei Kano se levantó e indicó aYamato que ocupara su lugar.

 —Para empezar, quiero quesimplemente mantengáis contacto el unocon el otro. Empujad y haced girar vuestros antebrazos en círculo — instruyó el  sensei, guiándolos en susmovimientos circulares iniciales—.

 

Permaneced relajados. Estáis intentandosentir el movimiento de vuestrooponente y encontrar grietas en sdefensa. El principio básico del chi sao

es recibir lo que llegue, escoltar lo quedeje y abalanzarse en cualquier pérdidade contacto.

Jack y Yamato se comportaron cotorpeza al principio y tuvieron queempezar de nuevo varias veces antes deconseguir algún tipo de fluidez.

 — No, no te inclines hacia delante,Jack-kun —instruyó el  sensei Kano colas manos apoyadas sobre los hombrosde los dos muchachos para poder juzgar 

 

su progreso—. La clave del chi sao  esconservar vuestro centro y permanecer relajados. Consideraos cañas de bambúal viento. Permaneced enraizados, perosed flexibles. Entonces creceréis paraser fuertes.

El sol de invierno estaba bajo en elcielo cuando el  sensei Kano puso fin alentrenamiento. Jack y Yamato habíacontinuado con la misma maniobra todala tarde, hasta que Jack pensó que se leiban a caer los brazos, perogradualmente los dos encontraron sritmo y los movimientos circularesacabaron por hacerse más rápidos y más

 

fluidos.

 —Excelente trabajo, muchachos — felicitó el maestro de bomientrasrecorrían los jardines nevados y losriachuelos congelados de regreso a la

iten Ichi Ryu —. Dentro de unascuantas sesiones más, os enseñaré cómoatrapar los brazos del otro y localizar los huecos que podéis atacar. No pasarámucho antes de que hagáis el chi sao

vendados.

 —Nunca podremos hacer eso —bufóYamato—. Ya es bastante difícil ahora, y podemos ver lo que hacemos.

Sin interrumpir el paso, el  sensei

 

Kano se volvió y caminó por el estanquehelado.

 —¡Cuidado! —exclamó Jack.

Hubo un crujido en los bordescuando la superficie absorbió el pesodel  sensei, pero increíblemente el hieloaguantó.

 —Os sorprenderíais de las cosasque se pueden conseguir —gritó el

 sensei  Kano por encima del hombro asus dos asombrados estudiantes- si tasólo tuvierais el valor de creer evosotros mismos y confiar en vuestrossentidos.

 

31

Yuki Gassen

 —¿Cómo te va con elentrenamiento? —preguntó Tadashi.

Estaba sentado junto a Jack y losdemás en los escalones de piedra del

utsuden. Tadashi había sido el primer estudiante en ser elegido para el Círculode Tres y, después de la selección, sehabía presentado educadamente a losotros participantes. Tadashi y Jack seencontraron emparejados en los

 

entrenamientos con espada, y prontoformaron una rápida amistad.

 —Bien, creo —respondió Jack—.Pero el  sensei  Kano es duro. Esperoestar preparado a tiempo.

La primavera estaba ya sólo a doslunas y con ella el florecer de loscerezos que anunciarían el Círculo deTres. Por tanto, los  senseis  habíaempezado a presionar más y más a sus pupilos. Jack y los otros cinco participantes llevaban preparándose para el Círculo más de un mes y, comoJack, cada uno de los participantes habíaadquirido un mentor. El de Yori era el

 

 sensei Yamada. Akiko y Harumi habíaquedado a cargo de la  sensei  Yosa,mientras que Kazuki recibía un intenso plan de entrenamiento por parte del sensei Kyuzo. Además de sus leccionescon el  sensei  Kano, Jack recibíainstrucción con Tadashi bajo el ojovigilante del sensei Hosokawa.

 —¿Y tú, pequeño guerrero? —  preguntó Tadashi, volviéndose haciaYori.

Yori no respondió, sino que continuócontemplando el denso manto de nieveque cubría el patio de la escuela.Tadashi le dio un codazo a Jack y le

 

 preguntó silabeando si Yori estaba bien.Jack asintió, señalándose la cabeza paraindicar que Yori era un pensador  profundo.

 —El sensei Yamada me dijo que nocomiera elefante para almorzar — respondió por fin Yori.

Todos se le quedaron mirando,asombrados por sus palabras. Jack empezó a preguntarse exactamente quétipo de lecciones estaba enseñándole al

 sensei Yamada a su pequeño amigo.

 —¿Cómo va a ayudarte eso en elCírculo de Tres? —preguntó Saburo,con aspecto aturdido—. Es imposible

 

comerse un elefante entero.

 —Precisamente —dijo Kiku,sacudiendo exasperada la cabeza—.¿No comprendes nada de lo que nosenseña el sensei Yamada?

 —Lo haría, si no hablara siempre eacertijos.

 —Le está diciendo a Yori que no se preocupe por todo el Círculo de Tres.En cambio, debería concentrarse en udesafío cada vez —explicó Kiku.Entonces, al ver la cara inexpresiva deSaburo, continuó-: ¡En otras palabras, sirompes una gran comida en piezas más pequeñas, podrás comértela toda si

 

atragantarte como un cerdo!

 —¡Comprendido! —exclamó Saburo —. ¿Por qué no dijiste eso antes?

 —Es un buen consejo —reconocióTadashi—, ¿pero ha descubierto alguiecuáles son los tres desafíos del Círculo?

Todos negaron con la cabeza. Apartede saber que el Círculo se refería a lostres picos más altos de la cordillera Iga,los tres desafíos de Mente, Cuerpo yEspíritu continuaban siendo un misterio.

 —Me parece extraño tener queentrenarnos para algo de lo que nosabemos nada —comentó Yamato, dandouna patada a la nieve del escalón de

 

debajo. Pese a sus mejores esfuerzos por mostrarse alegre, todavía estabaclaramente molesto por no haber sidoseleccionado para el Círculo de Tres.

 —El sensei Yamada me dijo que éseera el tema. Sólo lo desconocidoaterroriza al hombre —reveló Yori, ysus diminutas manos temblaron ante laidea—. Nos estamos preparando para lodesconocido.

Una bola de nieve chocó contra lacara de Jack.

Jack dejó escapar un grito desorpresa, y su mejilla enrojeció de frío.

 —¡Diana! —gritó una voz familiar.

 

Jack se quitó los restos de nieve dela cara y miró a Kazuki, que habíaentrado en el patio con sus amigos.Todos llevaban bolas de nieve y se laslanzaban juguetones unos a otros.

Kazuki se agachó cuando Moriko, lagata salvaje de dientes negros de laescuela rival Yagyu Ryu, le lanzó una bola. Gritó cuando Kazuki la alcanzódos veces seguidas en rápida sucesión.Jack no estuvo seguro ahora de siKazuki le había apuntado adrede o sisimplemente había fallado al tirarle aMoriko. Kazuki y sus amigoscontinuaron bombardeándose.

 

Para su sorpresa, Jack divisó a losdos grandullones primos de Kazuki entreel grupo. Raiden y Toru eran loshermanos gemelos que habían atacado aJack en la fiesta hanami el año pasado.

o sólo parecía que Kazuki estabareclutando a miembros para la Bandadel Escorpión en la escuela rival, sinoque era lo bastante osado para invitar asus estudiantes a los terrenos de la Niten

chi Ryu a plena luz del día.

 —Kazuki, se te ha caído tu inro  — dijo Tadashi casualmente, mientras buscaba por detrás para arrancar utrozo de nieve de un escalón superior yle daba forma de bola a su espalda.

 

Sin pensarlo, Kazuki miró haciaabajo para buscar su cajita de madera.Al levantar la cabeza, advirtiódemasiado tarde que había caído en latrampa. La bola de nieve de Tadashi legolpeó de plano en la cara. Gritósorprendido mientras la mitad de la boladesaparecía en su boca.

Tadashi le dirigió a Jack una sonrisataimada y los dos se echaron a reír.Todos los demás se rieron también,incluso los amigos de Kazuki.

 —¡Atacad! ¡Atacad! —farfullóKazuki, escupiendo nieve.

Lanzados a la acción, los de la

 

Banda del Escorpión lanzaron sus bolasde nieve con tanta fuerza como les fue posible. Jack y Tadashi intentaroesquivar la descarga, pero fue inútil.Estaban completamente al descubierto yvarias los alcanzaron.

Otros estudiantes de la  Niten Ichi

 yu, al ver que empezaba la pelea de bolas de nieve, comenzaron acongregarse en el patio.

 —¡Mirad, tenemos espectadores! — dijo Kazuki, con una sonrisa de placer en el rostro—. ¿Jugamos a Yuki Gassen?

 —¡Tú la llevas! —gritó Tadashi,recogiendo más nieve.

 

Hubo un murmullo de excitacióentre la multitud, que aumentó denúmero cuando se extendió la noticia deuna competición de bolas de nieve.Incluso los hombres que trabajaban en laSala del Halcón soltaron lasherramientas para mirar.

 —¿Cómo se juega a Yuki Gassen?

 —preguntó Jack, viendo cómo variosgrupos de estudiantes empezaban aconstruir por todo el patio murallas denieve hasta la altura de la cintura.

 —El objetivo es capturar el bokken

del otro equipo —explicó Yamatomientras Tadashi empezaba a acumular 

 

con los pies un gran montón de nieve aun par de pasos delante de lasescalinatas del  Butsuden —. Cadaequipo tiene noventa bolas. Puedesesconderte detrás de las murallas denieve, pero si te alcanza una bola, estáseliminado.

Tadashi sacó su bokken y lo colocóen vertical sobre el montículo de nievecomo si fuera un estandarte sin banderaal inicio de una batalla. Al otro extremodel patio, Kazuki hizo lo mismo, y luegoseleccionó a cinco de sus amigos paraformar su equipo. Se agazaparon bajolos aleros cubiertos de nieve del techocasi terminado de la Sala del Halcón.

 

 —¿Quién va a formar parte denuestro equipo? —preguntó Tadashi.

 —A mí puedes descontarme —dijoKiku inmediatamente, dirigiéndose a ulado.

 —Bien, eso deja a seis —dijoTadashi, mirando a Akiko, Yori, Saburo,Jack y Yamato—. Tenemos nuestroequipo.

Todos empezaron a construir sarsenal de bolas de nieve. Prontotuvieron seis montones iguales alrededor de su bokken.

 —¿Preparados? —le gritó Tadashi aKazuki.

 

 —Espera —respondió Kazuki,asomando la cabeza—. Estamosdiscutiendo las tácticas de equipo.

 —¿Cuáles son nuestras tácticas? —  preguntó Yori con voz timorata.

Tadashi estudió el contorno de lazona de batalla. En el centro del patiorectangular había una muralla de nieve ala altura de la cintura. A cada lado habíados muros más bajos, luego un par demontículos y finalmente una paredsemicircular de la misma alturaalrededor del bokken de cada equipo.

Tadashi frunció el ceño.

 

 —Kazuki es listo, ha colocado sbokken  junto a la Sala del Halcón y laobra del edificio nos impide acercarnos por detrás.

El equipo miró su propio bokken,que estaba peligrosamente expuesto a uataque por la parte de atrás.

 —Muy bien, éste es el plan. Yori yYamato podéis quedaros atrás paradefender el bokken.

Yamato estuvo a punto de protestar, pero Tadashi continuó:

 —Necesitamos fuerza eretaguardia, y Yamato, tú pareces ser elmejor lanzador. Saburo y Akiko, ocupad

 

la zona central para cubrirnos a Jack y amí, mientras nosotros lanzamos elataque.

Todos asintieron mostrando sacuerdo y ocuparon sus posiciones paraempezar.

Kazuki y su equipo dieron un gragrito, y luego se dividieron y secolocaron estratégicamente por todo el patio. Nobu y Raiden se quedaron atrás,mientras Goro y Moriko ocupaban elterreno central, dejando a Kazuki eHiroto delante.

 —¿Quién será el árbitro? —gritóTadashi.

 

 —Seré yo —se ofreció Emi,saliendo de la multitud.

Llamó a los dos jefes.

Kazuki y Tadashi se acercaron.

 —Recordad, esto es un juegoamistoso y mis decisiones sodefinitivas —dijo Emi, mirándolos a losdos a los ojos para asegurarse de quecomprendían.

Jack reconoció en ella de inmediatola autoridad natural de su padre.

 —¿Cuáles son los nombres devuestros equipos? —preguntó Emi.

 —Los Escorpiones —declaró

 

Kazuki con orgullo, alzando los brazoshacia el cielo.

Un aplauso leal surgió de los ladosdel patio.

 —¿Y tu equipo, Tadashi?

Tadashi miró a Yamato por encimadel hombro.

 —El Equipo Fénix —respondió, yuna salva de aplausos brotóinmediatamente de la multitud.

Jack vio a Yamato asentirle aTadashi y sonreír. Era una buenaelección, ya que el fénix era el kamon

de la familia de Yamato.

 

 —Ocupad vuestros puestos — anunció Emi, y los entusiasmadosespectadores rugieron su aprobación—.¡El  yuki gassen  comenzará dentro decinco… cuatro… tres… dos… uno!

 

32

Escorpión contr

Fénix

Una andanada de bolas de nievevoló por los aires y Jack se lanzó tras lamuralla de nieve más cercana.

 —¡ELIMINADO! —gritó Emi.

Hubo un gran aplauso por parte de lamultitud y durante un momento Jack  pensó que ya le habían alcanzado.Entonces vio a Saburo quitándose los

 

restos de dos bolas de nieve de la partedelantera de su kimono. Su amigo hizouna inclinación de cabeza medio sentidaantes de retirarse a los laterales.

 —¡Jack! ¡A tu derecha! —advirtióAkiko.

Aprovechándose de la marcha deSaburo, Hiro avanzaba y ahora tenía aJack directamente en su línea de fuego.

Jack se agachó mientras una bola denieve le pasaba por encima de lacabeza. Lanzó dos bolas en respuesta pero falló, golpeando en cambio a losespectadores. Una mezcla de abucheos ysilbidos surgió de entre la multitud. Jack 

 

se retiró tras un montículo de nieve a sizquierda, lanzando bolas al azar mientras corría.

 —¡Van a arrollarnos si no atacamos! —gritó Tadashi por encima de loscrecientes cánticos de los seguidores delEquipo Escorpión.

Con eso, lanzó varias bolas contraMoriko, que avanzaba por la derecha.

 —¡ELIMINADA! —gritó Emi.

Fingiendo no haber oído, Morikocontinuó lanzando bolas.

 —¡ELIMINADA! ¡O interrumpo eluego!

 

Llena de frustración, Moriko le diouna patada a la muralla de nieve máscercana y le mostró los dientes a Emi.Los seguidores del Fénix abuchearon aMoriko por su conducta deshonesta.

 —¡Cubridme! —gritó Jack mientrasechaba a correr para reunirse coTadashi tras el muro central.

Akiko y Yori lanzaron una andanadade bolas de nieve. Tres de ellasalcanzaron a la torpe figura de Raidecuando salía de detrás de su parapeto para dispararle a Jack.

 —¡ELIMINADO! —anunció Emi.

El Equipo Escorpión contraatacó

 

con una andanada de bolas. Un momentodespués, hubo un alarido de dolor desdeatrás.

 —¡ELIMINADO!

 —¡Están usando bolas de hielo! — gritó Yori, con un gran chichóhinchándose ya en su frente mientras setambaleaba hacia los laterales.

Tadashi le dirigió a Jack una miradaincómoda.

 —Y yo que pensaba que esto iba aser un juego amistoso.

Tadashi se irguió y rápidamentearrasó al equipo de Kazuki con varias

 

 bolas. El resto del Equipo Fénix loimitó, pero a pesar de la valienteofensiva, un disparo casual de Kazukieliminó a Akiko. Por fortuna, la bola dehielo le alcanzó el brazo y no la cara.

Ahora sólo quedaban Jack, Tadashi yYamato contra cuatro escorpiones.

Tadashi vio a Nobu intentar pasarlea Kazuki bolas de hielo. Lanzando uataque relámpago, consiguió alcanzar a

obu dos veces por atrás.

 —¡ELIMINADO!

 —Lástima que nosotros noutilicemos bolas de hielo —comentóTadashi, dirigiéndole a Jack una mirada

 

 picara.

 —O bolas de nieve, ya puestos — contestó Jack—. No me queda ninguna.

Con la lucha reducida ahora a trescontra tres, su principal problema era lamunición, cada vez más escasa. Tadashiindicó que sólo le quedaban cinco, perode todas formas le pasó tres a Jack.

Tadashi vio entonces el montón deSaburo junto al bokken y lo señaló. Jack lanzó un disparo contra Kazuki paracubrir a Tadashi mientras zigzagueabahacia las bolas. Tadashi se agachó losúltimos pasos pero fue alcanzado por dos bolas de hielo de Hiroto y Goro.

 

 —¡eliminado!

Tadashi se desplomó molesto en lanieve, luego se levantó y salió del patio.Al hacerlo, le señaló en secreto a Jack dónde se escondía uno de los miembrosdel Equipo Escorpión. Jack asintió,indicando que comprendía.

 —¡Escorpiones! ¡Escorpiones! — cantaban los seguidores del equipo deKazuki.

Jack y Yamato se quedaron ahorasolos defendiendo el bokken  de losFénix, y el pequeño grupito queentonaba a coro «¡Fénix!» corrió peligrode quedar ahogado.

 

Yamato le indicó a Jack que se habíaquedado sin bolas de nieve. Jack señalóla pila de Saburo. Yamato inspiró profundamente y corrió hacia ellas,deslizándose detrás del muro de nievesemicircular mientras una bola le volaba por encima.

Mientras Yamato intentaba pasarle aJack unas cuantas bolas de nieve, Gorolo tuvo a tiro. Salió de detrás del parapeto pero Jack, tras haber sidoavisado por Tadashi, estaba preparado ylanzó una bola contra el escorpión. Lealcanzó limpiamente, pero demasiadotarde. Goro ya había lanzado su bola dehielo contra Yamato.

 

 —¡ELIMINADO! ¡ELIMINADO! — declaró Emi en rápida sucesión,descartando a Goro y a Yamato.

Ahora eran dos contra uno.

Jack se asomó tras la protección desu refugio, tratando de localizar aKazuki e Hiroto. Se habían retiradohasta su bokken y estaban agazapados asalvo tras el muro trasero semicircular, planeando su estrategia para llegar albokken  de los Fénix sin ser alcanzados por Jack.

A Jack le quedaba una bola de nieve.¿Cómo demonios iba a derrotarlos a losdos? Jack echó a correr hacia el montó

 

restante de Saburo, pero una andanadade bolas de hielo lo obligó a ponerse acubierto tras el montículo más cercano.Fue entonces cuando los ojos de Jack se posaron en los restos de una de las bolasde hielo. Oculta dentro había una piedra.Los escorpiones no sólo habían hecho bolas de hielo, sino que ahora eradoblemente peligrosas.

Jack no supo qué hacer. Sólo lequedaba una bola de nieve. Podíaintentar llegar a la pila restante, pero siduda lo alcanzarían y acabaríamalherido. Podía rendirse, pero estabaseguro de que Kazuki lanzaría susletales bolas de hielo de todas formas.

 

O…

Tras asomarse con cuidado al filo desu montículo de hielo, localizó el blanco perfecto. Se agachó cuando una bola dehielo le pasó por encima, agarró un par de puñados de nieve y los apretó en s bola hasta formar una gran bola de hielo propia. Entonces, con todas sus fuerzas,la lanzó con fuerza por encima de lascabezas de Kazuki e Hiroto.

Los seguidores de los escorpionesabuchearon con fuerza el salvaje tiro deJack.

Jack los ignoró. En cambio, viocómo la bola de hielo llegaba hasta la

 

cima del techo de la Sala del Halcón.Sonrió satisfecho cuando empezó arodar lentamente por el techo inclinado.

 —¡Patético! —exclamó Kazuki llenode alegría.

Pero, sin que lo supiera Kazuki, la bola de hielo había ganado velocidadrecogiendo nieve en polvo al rodar.Cuando llegó a los aleros cargados denieve, su impulso hizo que la nieveamasada cayera como una avalancha.Kazuki e Hiroto alzaron la cabeza justoa tiempo de ver una oleada de nieve e polvo que caía con estrépito sobre ellos.En cuestión de segundos, quedaro

 

enterrados hasta el cuello. A medida quemás y más nieve empezó a resbalar por el tejado, acabaron por desaparecer dela vista, para gran alborozo de lamultitud.

Jack salió de detrás de su refugio,corrió hasta el bokken  del EquipoEscorpión y lo alzó por encima de lacabeza en un saludo de victoria.

 —¡Declaro ganador al EquipoFénix! —anunció Emi, sonriendo feliz aJack.

El resto del Equipo Fénix se acercócorriendo y levantó a Jack por los airesentre los aplausos de todos los

 

espectadores.

 —¡Brillante! —gritó Yamato.

 —¡Inspirado! —reconoció Tadashi,dándole a Jack una fuerte palmada en laespalda.

Sin embargo, la celebración fueinterrumpida por las acusaciones delEquipo Escorpión.

 —¡El gaijin hizo trampas!

 —¡Jugó sin honor!

 —No hay nada en las reglas queexija que se apunte con las bolasdirectamente a un oponente —declaróTadashi por encima de los gritos—. No

 

hay ninguna duda, hemos ganadonosotros.

Jack no puedo evitar sonreír mientras veía cómo sacaban a Kazuki eHiroto de la nieve. Había derrotado alEquipo Escorpión.

Pero su sonrisa se desvaneciócuando un airado y avergonzado Kazukigritó para que todos lo oyeran:

 —¡Gaijin,me las vas a pagar con tvida!

 

33

Mushin

 —¡Te voy a matar! —rugió elsamurái.

Jack no supo qué hacer. El súbitoataque lo había pillado desprevenido.

El sensei Hosokawa se había vueltoloco, sus ojos oscuros lo mirabaimplacables, decididos a matar. Loatacaba directamente con una catanaafilada como una cuchilla y Jack advirtió en un abrir y cerrar de ojos que

 

iba a abrirlo como a un cerdo y que sustripas se desparramarían por el suelodel dojo.

Sólo unos cuantos momentos antesJack estaba entrenando con Tadashi en el

utokuden  en preparación para elCírculo, que sólo estaba ya a un mes dedistancia. De repente, surgido deninguna parte, Jack captó un destello deacero y giró sobre sus talones para ver al  sensei  Hosokawa atacarlo con laespada desenvainada.

El  sensei  golpeó con la velocidaddel rayo, y la catana emitió un agudosilbido cuando cruzó el pecho de Jack y

 

se dirigió a su estómago.

Jack, temblando, miró hacia abajo,temiendo lo que podría ver. Pero susentrañas no estaban esparcidas por todoel suelo. Su vientre permanecía intacto.Estaba completamente ileso. Lo únicoque había cortado era su obi.  Elcinturón, cortado en dos, cayó al sueloen un derrotado montón.

 —Estás muerto —declaró el  sensei

Hosokawa.

Jack se tragó la sorpresa, incapaz deresponder. Poco a poco comprendió queeste ataque había sido una implacablelección en artes marciales.

 

 —Pensaste demasiado —continuó el sensei Hosokawa, envainando su espada —. Te permitiste asustarte y eso te hizovacilar. Si vacilas en la batalla, mueres.

El  sensei Hosokawa miró a sus dosestudiantes, asegurándose de quecomprendían la advertencia.

 —P-pero creí que te habías vueltoloco —tartamudeó Jack, recuperando lavoz. Temblaba con una combinación desorpresa y vergüenza por ser víctima deun engaño con la espada delante de snuevo amigo Tadashi. Se sentíamenospreciado—. ¡Pensé de verdad queibas a matarme!

 

 —No, pero la próxima vez el ataque podría ser real —respondió el  sensei

gravemente—. Los tres males delsamurái son el miedo, la duda y laconfusión. Acabas de mostrarlos lostres.

 —¿Entonces no soy lo bastante bueno? ¿Es eso lo que me estásdiciendo? —replicó Jack. Su frustració por su progreso salía ahora a lasuperficie—. ¿Lo seré alguna vez?Parece que siempre hay algo malo comi técnica. ¿Por qué no mejoro?

 —Dominar el Camino de la Espadaes un sendero largo —explicó el  sensei

 

Hosokawa amablemente—. Apresurartesólo precipita tu muerte. Ichi-go, Ichi-e.

¿Has oído esa frase antes?

Jack asintió, recordando lacaligrafía del tapiz del Salón de TéDorado del daimyo Takatomi.

 —Una oportunidad en una vida. Esoes todo lo que se obtiene en una lucha aespada. —El  sensei  Hosokawa miró aJack a los ojos—. Quiero darte esaoportunidad.

Jack agachó la cabeza, avergonzado por su estallido cuando su maestroestaba solamente intentando ayudar.

 —El Pasillo trataba del  fudoshin — 

 

continuó el  sensei  Hosokawa—. Te pusieron a prueba para ver si podíascontrolar tu cuerpo y tu mente bajo la presión de una batalla imposible.Demostraste entonces que eras capaz deudoshin, pero el miedo y la confusió

durante mi ataque ahora te hacen vacilar.Debes aprender a mirar la muerte a lacara y reaccionar de inmediato. Simiedo. Sin confusión. Sin vacilación.Sin duda.

 —¿Pero cómo podía yo saber queibas a atacarme? Me estabaconcentrando en entrenarme coTadashi.

 

 —  Mushin  —declaró el  sensei

Hosokawa.

 — ¿Mushin?

 —  Mushin significa poseer un estadode «ninguna mente».

El  sensei  Hosokawa empezó acaminar de un lado a otro como hacíasiempre que impartía una clase.

 —Cuando un samurái se enfrenta aun oponente, no debe importarle eloponente; no debe importarle él mismo;no debe importarle el movimiento de laespada de su enemigo. Un samurái que posee mushin  no se basa en quémovimiento puede ser el siguiente.

 

Actúa intuitivamente. El mushin  es elconocimiento espontáneo de cadasituación según ocurre.

 —¿Pero cómo voy a saber qué va a pasar en una lucha? ¿Es que lossamuráis tienen que ver el futuro?

El  sensei Hosokawa se echó a reír,divertido por la sugerencia de Jack.

 —No, Jack-kun, aunque pueda parecerlo. Tienes que entrenar tu mente para que sea como agua y fluyaabiertamente hacia cualquier  posibilidad. Éste es el estado mentalideal de un guerrero en combate, dondeno esperas nada, pero estás preparado

 

 para todo.

 —¿Y cómo consigo el mushin?

 —Primero debes practicar tus tajosmuchos miles de veces, hasta que puedas realizarlos por instinto, si pensamiento consciente ni vacilación.Hasta que tu espada se vuelva «ningunaespada».

Jack miró a Tadashi, que permanecíaa su lado en silencio, absorbiendo todolo que se decía. Se preguntó si Tadashicomprendería este concepto de «ningunaespada».

 —No comprendo —admitió Jack,esperando no parecer estúpido—.

 

¿Cómo puede mi catana convertirse e«ninguna espada»? ¿Cómo puede dejar de existir?

 —Tu objetivo es conseguir unidadentre tu espada y tú.

El  sensei  Hosokawa desenvainórápidamente su catana y la mantuvo ealto.

 —Cuando la espada existasolamente en tu corazón y tu mente — dijo el sensei Hosokawa, presionando la punta de su espada contra el pecho deJack, exactamente donde estaba elcorazón—, entonces se convertirá e«ninguna espada». Pues cuando golpees,

 

no serás tú sino la espada en la mano detu mente la que golpee.

Jack comprendió sólo un poco de loque estaba diciendo su  sensei.  Advirtióque el maestro de esgrima le estabaenseñando grandes cosas, habilidadesvitales que necesitaba, pero al mismotiempo el  sensei  parecía estar atándoleun brazo a la espalda. Si era digno delCírculo de Tres y este concepto de«ninguna espada» era tan importante,¿por qué no le permitía el  sensei

Hosokawa entrenar con una hoja deverdad?

 —Pero con todo respeto, si no me

 

 permites usar mi catana, ¿cómo puedohacer que mi espada se convierta e«ninguna espada»?

El rostro del  sensei  Hosokawa sevolvió de pronto duro como una piedra.

 —Cuando empieces a comprender elmushin, entonces te permitiré entrenar con una espada.

Jack se aferró a este nuevo atisbo deesperanza. Ansioso por conseguir elentrenamiento «ninguna mente», preguntó:

 —¿Cuánto tiempo tardaré edominar el mushin}  —Cinco años — respondió el sensei Hosokawa.

 

 —¡Tanto! No puedo esperar cincoaños —desesperó Jack—. ¿Y si meesfuerzo de veras?

 —Entonces necesitarás diez años.

Mortificado por esta ilógicarespuesta, Jack preguntó:

 —Bueno, ¿y si dedico todo mitiempo al mushin}  —Entoncesnecesitarás veinte años.

 

34

Ganjitsu

La inmensa campana del templo, deltamaño de un peñasco, sonó por centésima octava vez, y su grave don

resonó en la noche. Espirales de humode incienso se retorcían en el aire y lasvelas fluctuaban en todos los rinconesdel Salón del Buda como una celestialconstelación de estrellas.

Jack esperaba en silencio con elresto de la escuela mientras el lento

 

 balance del largo martillo de madera del péndulo se detenía.

 —¡BUENA SUERTE PARA ELAÑO NUEVO! —anunció Masamoto.

Vestido con una túnica ceremonialrojo llama de fénix, se hallaba de pieante una gran estatua de bronce delBuda.

La Niten Ichi Ryu estaba celebrandoel Ganjitsu, un festival que celebraba elcomienzo del Año Nuevo. Jack habíadescubierto que los japoneses no locelebraban el uno de enero como lamayoría de los países occidentales, sinosegún el calendario chino, varias

 

semanas más tarde, en previsión de lallegada de la primavera.

Al  sensei  Yamada le tocó el honor de golpear la campana del templo por última vez para indicar la medianoche, yahora se arrodilló ante el altar del Buda para impartir bendiciones sobre laescuela.

Vestidos con sus mejores kimonos,los estudiantes formaban una fila que seextendía por toda la sala como udragón enjoyado. Jack llevaba el kimonode seda color burdeos que la madre deAkiko, Hiroko, le había regalado al salir de Toba. Llevaba el kamon del fénix de

 

Masamoto, bordado con fino hilodorado que captaba la luz cada vez quese movía. Sin embargo, no era nadacomparado con el atuendo de Akiko.Ella tenía una orquídea púrpura en el pelo e iba vestida con un glorioso ychispeante kimono amarillo, verde yazul que parecía tejido con cientos dealas de mariposa.

 —¿Por qué suena la campanaexactamente ciento ocho veces? —  preguntó Jack mientras esperaban en fila para recibir la primera bendición delaño. Los rituales del budismo seguíasiendo extraños para su forma de pensar cristiana.

 

Akiko no respondió. Cuando Jack miró, su atención estaba en otra parte,los ojos lejanos, y su rostro parecía más pálido que de costumbre.

 —¿Te encuentras bien? —preguntó.

Akiko parpadeó y sus ojos volvieroa concentrarse.

 —Sí, estoy bien.

Jack la estudió un instante más. Ellale devolvió la sonrisa en respuesta a s preocupación, pero sus ojos parecíallorosos.

A su lado, Yori pugnaba con lasmangas de su kimono, que le quedaba

 

demasiado grande para su diminutocuerpo. Fue él quien respondió a la pregunta de Jack.

 —Los budistas creen que el hombresufre ciento ocho deseos o pecados. Cocada toque de la campana, se expulsauno de estos pecados y se perdonan losmales del año pasado.

«Qué forma tan curiosa de ser  perdonado», pensó Jack, que había sidoeducado para creer que sólo Dios y sóloCristo tenían el poder de perdonar los pecados. A pesar de su escepticismo, aJack le parecía que podía seguir oyendola campana resonando dentro de s

 

cabeza.

Entonces advirtió que el sensei

Yamadagolpeaba suavemente un gracuenco de bronce mientras marcaba uritmo hipnótico en un bloque de madera cantaba en voz baja a cada estudiante.

Parecía que el cuenco estaba cantando, yla nota rodaba y rodaba en un círculo sifin.

Cuando le llegó su turno de ser  bendecidos, Akiko susurró:

 —Haz lo que yo haga.

Jack había pensado no participar ela ceremonia religiosa, pero comprendióque con la creciente animosidad hacia

 

los cristianos y los extranjerosnecesitaba llamar la atención lo menos posible. Mostrar su disposición aaceptar las creencias japonesas podríaserle favorable. Además, como habíadicho el  sensei  Yamada, las religioneseran «todas hilos de la misma alfombra,aunque de colores distintos».

Jack observó atentamente a Akikocolocar una gran urna llena de arena,coger una barra de incienso de una cajacercana y encenderla con una vela.Colocó el incienso entre el bosque de barras encendidas, y la urna pareció uenorme alfiletero humeante. Akikoinclinó dos veces la cabeza ante el Buda

 

de bronce, dio dos palmadas más e hizouna última inclinación. El  sensei

Yamada llamó a Akiko. Ella se arrodillóante él, inclinó la cabeza una vez más y,luego, le ofreció al monje una orquídeacomo regalo.

Jack advirtió de pronto que no habíatraído ningún regalo para ofrecérselo alBuda. Pero antes de poder hacer nada alrespecto, fue su turno. Sin ninguna otraalternativa, Jack se acercó hasta la urna,una gran vaharada de incienso llenó snariz, y repitió el ritual que había vistohacer a Akiko. Entonces se arrodilló einclinó torpemente la cabeza ante el

 sensei Yamada.

 

 —Lo siento,  sensei  —empezó adecir Jack, inclinándose de nuevo amodo de disculpa—, pero no he traídonada para ofrecer.

 —No te preocupes, Jack-kun.Todavía no estás familiarizado con todasnuestras costumbres —dijo el viejomonje, sonriéndole serenamente—. Elregalo más perfecto que se puedeofrecer es un corazón honrado y sincero.Para mí está claro que eso es lo que hastraído al altar y a cambio te concederémis bendiciones para el año.

El  sensei  Yamada empezó un canto budista que surgió de sus labios y fluyó

 

cálido e hipnótico hasta los oídos deJack:

 Igual que la suave lluvia llena los

arroyos, se vierte en los ríos y se une

en los océanos…

Las suaves palabras se unieron alcontrapunto de la caja cantora y Jack sintió que sus ojos empezaban acerrarse…:

 Asíque el poder de cada instante de

tu bondad fluya para despertar y sanar 

 

a todos los seres…:

Los oídos de Jack resonaban cocada latido del bloque de madera yempezó a vagar, todo su ser vibrandosuavemente…:

 Los que estáis ahora aquí, los que

estuvieron antes, los que aún tienen

que venir.[ 6 ]

Abrió los ojos, la mente calmada yel corazón lleno de una alegríaexpansiva.

 

Su maestro zen inclinó la cabeza para indicar que la bendición habíaterminado. Jack le dio las gracias y selevantó para marcharse, cuando por impulso dijo:

 —Maestro, ¿puedo pedirte algo?

El viejo monje asintió. Recordandoel acertijo de los años del  sensei

Hosokawa, Jack continuó:

 —Tengo que dominar el mushin

rápidamente, pero no comprendo cómocuanto más me esfuerce más tardaré.

 —La respuesta es refrenarse — respondió el sensei Yamada.

 

Jack miró a su maestro, aturdido por otra contradicción más.

 —¿Pero eso no hará que tarde aúmás?

El  sensei  Yamada negó con lacabeza.

 —La impaciencia es un estorbo.Como con todas las cosas, si intentastomar atajos, el destino final no será ta bueno y puede que incluso no sealcance.

A Jack le pareció comprender y el sensei Yamada sonrió, reconociendo elos ojos de Jack el brillo de lacomprensión.

 

 — Más prisa, menos velocidadsamurái.

En el exterior, el patio estaba limpiode nieve y los primeros signos de la primavera podían verse en los capullosen flor de los cerezos. Jack, Akiko y losdemás se dirigieron a la Sala de lasMariposas, donde las celebraciones delGanjitsu continuarían hasta el amanecer.

Dentro de la Cho-no-ma  habíadispuesto mesas con cuencos de sopaozoni  y platos llenos de pegajosos pasteles de arroz blanco llamadosmochi.  Varios grupos de estudiantes ya

 

 participaban en el festín. Un grupito secongregaba en el centro de la salaalrededor de dos chicas y reían coganas mientras golpeaban un volante co plumas con unas palas de madera. Jack advirtió que la cara de una de las chicasestaba cubierta de grandes manchasnegras.

 —¿Qué es lo que pasa? —preguntóJack, sentándose en una mesa libre.

 —  Hanetsuki  —respondió Akiko,sirviéndole a cada uno una taza dehumeante  sencha —. Si no golpeas elvolante, marcan tu cara con tinta.

Un aplauso y más risas surgiero

 

cuando la chica volvió a fallar elvolante y tuvo que sufrir otra rociada detinta.

 —¿Puedo unirme a vosotros? —  preguntó Tadashi, que traía un plato de pasteles de arroz.

Yamato y Saburo se corrieron en susasientos para dejarle sitio junto a Jack.

 —Toma, prueba esto —sugirióTadashi, ofreciéndole a Jack un mochi.

Jack mordió el pastel de arroz.Aunque estaba sabroso, también era muyempalagoso y le costó trabajo tragarlo.Tadashi se echó a reír y le dio una palmada en la espalda para impedir que

 

se atragantara. Jack tomó varios sorbosde sencha para hacer bajar el pastel dearroz.

Tadashi ofreció los pasteles al restode la mesa. Todos aceptaron, aunqueJack advirtió que Akiko no tocaba lacomida. Entonces vio a Kazuki y sBanda del Escorpión sentados en lamesa de enfrente.

Kazuki miró a Jack, pero lo ignoró.Sus amigos empezaron a retirar los platos de la mesa, mientras que Kazukicolocaba una baraja de cartas sobre ssuperficie. Todos se acercaron mientrasél seleccionaba una carta del mazo y

 

leía su contenido al grupo.Inmediatamente, comenzó un frenesí degestos y de gritos estentóreos de unos aotros.

 —¿A qué están jugando? —preguntóJack.

 —A Obake Karuta  —contestóTadashi, terminando su sopa—. Una persona lee pistas y los otros tienen queemparejarlo con un personaje legendarioo un monstruo de una de las cartasvueltas hacia arriba. El jugador queacumula más cartas al final del juego,gana.

 —Jack, voy a enseñarte un juego que

 

deberías probar —anunció Yamato,apurando su sencha —. Fukuwarai.

 — ¿Fuku-qué? —repitió Jack.

Pero Yamato simplemente locondujo a un lugar donde un grupo deestudiantes se congregaba en torno aldibujo de una cara colgada de la pared.Todos se reían de una chica con los ojosvendados que intentaba ponerle una boca a la cara. A juzgar por el sitiodonde había colocado los ojos y lanariz, en la barbilla, no lo estabahaciendo muy bien.

 —Vamos, Jack —animó Yamatodespués de que la chica colocara la

 

 boca en la frente de la cara—, prueba tú.

Yamato cogió a Jack, le vendó losojos y le entregó la boca. Luego locolocó a tres pasos delante de la cara e blanco antes de hacerle dar variasvueltas.

Completamente desorientado eincapaz de ver, Jack se preguntó cómodemonios iba a encontrar la cara, ymucho menos pegar la boca en el lugar correcto.

 —No tiene ninguna posibilidad — oyó decir a Tadashi—. ¡Ni siquiera estámirando en la dirección adecuada!

Fue entonces cuando Jack recordó

 

las palabras del maestro Kano: «Ver sólo con los ojos es no ver nada eabsoluto». Usando las habilidadessensoras que le habían enseñado durantelos dos últimos meses, Jack prestóatención a los susurros de la multitud,uzgando dónde estaba la cara de papel

en relación con los cambios en el ruidode fondo. Se volvió hasta encontrar el punto en blanco entre la cháchara, ydedujo que ahora se encontraba ante la pared. Visualizó entonces mentalmentela cara, dio tres pasos confiados haciaadelante y pegó la boca.

 —Buen trabajo, Jack. Ahora los ojos la nariz.

 

Yamato lo hizo girar de nuevo, ydespués le entregó los otros rasgos. Unavez más Jack «escuchó» la cara, usandosus otros sentidos para juzgar adónde ir.Cuando terminó, un silencio aturdidollenó el aire. Entonces todo el mundoaplaudió.

 —¿Cómo ha hecho eso? —le preguntó Tadashi a Yamato—. Tiene quehaber hecho trampas. Jack, no podíasver, ¿no?

 Negando con la cabeza, Jack sequitó la venda. Delante de él estaba eldibujo de una cara perfectamente proporcionada. El entrenamiento chi sao

 

del sensei Kano funcionaba.

 —La suerte del principiante — explicó Yamato, dándole a Jack ucodazo cómplice. Regresaron a la mesa para reunirse con los demás. Akiko yano se encontraba entre ellos.

 —¿Dónde está Akiko? —preguntóJack.

 —Dijo que no se sentía muy bien yse fue a la cama —respondió Kiku—.Cree que es algo que ha bebido.

 —¿Ha ido alguien a comprobar cómo está? —dijo Jack, recordando lo pálida que estaba durante la ceremonia ysu falta de apetito.

 

Todos negaron con la cabeza.Preocupado, Jack se excusó y se dirigióa la Sala de los Leones.

Akiko no estaba en su habitación.Comprobó la casa de baños y losexcusados. Tampoco estaba allí. Se preguntó si habría regresado a la fiesta.Jack estaba a punto de regresar a la Salade las Mariposas cuando divisó a unafigura solitaria que salía de la escuela por la puerta lateral.

Jack salió corriendo por la puerta ydesembocó en medio de la fiesta.

 

35

Hatsuhinode

Las calles de Kioto estaban llenasde gente de fiesta y cada templorebosaba de fieles. Las entradas detodas las casas estaban decoradas coramas de pino, troncos de bambú ymatas de ciruelo como invitación a losespíritus protectores toshigami para que protegieran la casa, mientras que las puertas habían sido decoradas cocuerdas trenzadas adornadas con tiras de papel blanco para espantar a los

 

espíritus malignos.

Jack divisó a Akiko avanzando por la calle. Aunque era consciente de laadvertencia del monje de que debíarespetar la intimidad de su amiga, ahoramismo le preocupaba más adonde sedirigía si estaba enferma. Jack se abrió paso entre la multitud y trató de alcanzar a Akiko, la siguió por un callejón, cruzóun mercado y llegó a un gran patiorodeado de árboles y repleto de gente.Un grupo de samuráis borrachos chocócon él y perdió de vista a Akiko entre lamasa de fieles.

 —¡Apártate de mi camino! — 

 

farfulló uno de los samuráis, agarrando aJack por la solapa de su kimono.

El samurái se inclinó hacia delante;su aliento apestaba a sake.

 —Un  gaijin  —le escupió a la cara —. ¿Qué estás haciendo aquí? Éste no estu país.

 —Más vale que lo dejes en paz — aconsejó otro de los miembros delgrupo, señalando con un dedotembloroso el kamon  del fénix en elkimono de Jack—. Es de Masamoto. Yasabes, el joven samurái gaijin.

El borracho soltó a Jack como si susropas estuvieran ardiendo.

 

 —Me alegraré cuando el daimyo

Kamakura limpie Kioto, como estáhaciendo en Edo —rugió el samuráiantes de perderse en la multitud con susamigos.

El encuentro impresionó a Jack.Hasta ahora, no se había dado cuenta del peligro que corría al deambular solo por los callejones de Kioto. Estabarelativamente a salvo dentro de losterrenos de la escuela. Fuera, sólo lo protegía la reputación de Masamoto y no podía confiar en que todo el mundoreconociera el blasón familiar de stutor. Tenía que encontrar a Akiko antes

 

de meterse en más problemas.

Jack miró a su alrededor, nervioso, pero la mayoría de la gente estabademasiado enfrascada en suscelebraciones para dirigirle más que unamirada de pasada. Entonces reconociódónde estaba. Delante de él seencontraban los escalones de piedra y eltejado verde arqueado del Templo delDragón Pacífico.

 —¿Por qué me estás siguiendo?

Jack se dio media vuelta.

El rostro ceniciento de Akiko lomiraba en medio de la multitud.

 

 —Kiku dijo que estabas enferma… —contestó Jack.

 —Sé cuidar de mí misma, Jack. Sólohe bebido algo que no me ha sentado bien, eso es todo. —Ella lo estudióseriamente—. De todas formas, me hasseguido antes, ¿verdad?

Jack asintió, sintiéndose como udelincuente pillado con las manos en lamasa.

 —Agradezco tu preocupación — continuó Akiko, aunque no había calidezninguna en su voz—, pero si hubieraquerido que supieras adónde iba, te lohabría dicho.

 

Jack advirtió que había perdido laconfianza de Akiko.

 —Y-yo… lo siento mucho, Akiko — tartamudeó—. No pretendía… Es que…

Las palabras le fallaron y seencontró mirándose los pies para evitar la mirada de Akiko.

 —¿Es que qué? —insistió ella.

 —Es que… te aprecio y me tenías preocupado.

Las palabras surgieron de su bocasin advertencia, y entonces sussentimientos hacia ella brotaron.

 —Desde que llegué, lo único que

 

has hecho es cuidar de mí. Has sido miúnica amiga verdadera. ¿Pero qué hehecho yo por ti a cambio? Lamentohaberte seguido, pero estabas enferma y pensé que podrías necesitar mi ayuda.¿No puedo cuidar de ti yo también aveces?

La frialdad en los ojos de Akiko sederritió y la helada distancia que sehabía interpuesto entre ellos se fundió.

 —¿De verdad quieres saber adóndeiba? —preguntó Akiko en voz baja.

 —No, si no quieres decírmelo — respondió Jack, y se dio la vuelta paramarcharse.

 

 —Pero debería decírtelo. Tienes quesaberlo —insistió Akiko, colocándoleuna mano en el brazo para impedirle quese fuera—. Hoy es el cumpleaños de mihermano pequeño.

 —¿Te refieres a Jiro? —dijo Jack,sorprendido, recordando al alegre niñitodel que se había hecho amigo en Tobahacía más de un año.

 —No, mi otro hermano. Kiyoshi — sus ojos se nublaron al mencionar elnombre—. Tristemente, ya no está conosotros, así que iba al altar a rezar por él. Hoy cumpliría ocho años.

«La misma edad que Jess», pensó

 

Jack, y sintió un retortijón de angustia eel corazón al recordar a su hermana.

 —Lo he echado mucho de menoseste año pasado —continuó Akiko—,así que he estado buscando apoyoespiritual en un sacerdote, uno de losmonjes del Templo del Dragón Pacífico.

Jack se sintió ahora doblementeculpable. Ése era el verdadero motivode sus misteriosas desapariciones.Estaba de luto por su hermano pequeño.

 —Lo siento… no sabía…

 — Tranquilo, Jack —interrumpióella, indicándole con un gesto con lacabeza que le siguiera hasta las

 

escalinatas del templo—. ¿Por qué novienes conmigo al altar y haces una bendición por mi hermano? Luego podemos subir juntos al monte Hiei atiempo para el hatsuhinode.

Akiko se acurrucó junto a Jack paraentrar en calor.

Estaban sentados juntos, al socairede un muro del templo derruido al bordede  Enryuakuji, contemplando K, quequedaba oculto por la bruma de lamañana en el valle. El frío aire de lamontaña los hacía tiritar a ambos, pero por dentro Jack sentía un agradable

 

calor.

Habían visitado el pequeño altar dentro del Templo del Dragón Pacífico.Akiko había hablado brevemente e privado con el monje y luego hiciero

untos sus ofrendas de paz y susoraciones por Kiyoshi. Esta experienciacompartida permitió a Jack sentirse por  primera vez incluido en la vida personalde Akiko. Era como si hubieradescorrido una cortina para revelar udelicado tapiz que, una vez visto, no seolvidaría nunca.

Con las excursiones nocturnas deAkiko explicadas ahora, Jack se sentía

 

de nuevo cómodo con ella. El monje delas manos como cuchillos parecía unaelección extraña para buscar en élconsuelo, pero quién era él paracuestionar esa decisión. Jack seguía preguntándose por las inexplicableshabilidades como trepadora de Akiko, pero tal vez le había dicho la verdad ysiempre había sido buena en eso. Fueracual fuese la explicación, Jack secontentaba con sentirse de nuevo cercade Akiko.

Tras haber subido las empinadas pendientes del monte Hiei, ahoraesperaban el hatsuhinode, el primer amanecer del año.

 

 —El día de Año Nuevo es la llave para abrir el año —explicó Akiko,adormilada. Su aliento se nublaba en elaire helado—. Es una época de nuevoscomienzos. Pensamos en el año pasado,enterramos lo malo y recordamos lo bueno, y luego formulamos nuestros propósitos para el año nuevo. Siempre prestamos especial atención a la primeravez que se hace algo, ya sea la primeravisita a un templo, el primer amanecer oel primer sueño.

 —¿Qué es tan importante de t primer sueño? —preguntó Jack.

 —Predice tu suerte para el año

 

venidero.

Akiko miró a Jack con los ojosadormilados, y bostezó, acusando por fin el cansancio de estar despierta todala noche. Su rostro, aunque todavía pálido, había perdido su mortal palideztras la visita al monje, y su salud parecíaestar regresando con la aparición de unuevo día.

 —Sueña bien esta noche —susurró.

Akiko se acercó más a él y pronto sequedó dormida sobre su hombro.

Jack permaneció sentado en silencio,escuchando el coro del amanecer,mientras los primeros rayos del sol de

 

año nuevo empezaban a calentarlos aambos.

 

36

El Demonio y la 

mariposa 

 Akiko yacía inmóvil al pie de la

montaña.

 Pero no era una montaña que Jack 

udiera reconocer. Un gran cono

volcánico negro surgía del suelo, su

ico estaba rematado de hielo y nieve.

a montaña dominaba el paisaje.

 Jack se hallaba en un sendero de

 

iedra que serpenteaba tortuoso por un

terreno árido hacia el cuerpo tendido

de Akiko, que sostenía una gran hoja en

 su mano izquierda. Entre los dos

correteaban cuatro escorpiones negros

las colas retorcidas y los ojos negros y

brillantes resplandeciendo de malicia.

Un halcón solitario revoloteaba un

cielo vacío, emitiendo un chirrido

lastimero. Entonces uno de los

escorpiones corrióhacia Akiko y alzóla

cola para golpearle en el pecho con su

aguijón.

 — ¡AKIKO! —gritó él…

 —Jack, estoy aquí —fue s

 

respuesta, suave y amable junto a soído.

Jack abrió los ojos.

Las ramas se alzaban sobre ellos eun dosel tan cargado de flores de cerezo blancas y rosadas que cubrían elresplandeciente cielo azul y los protegían del brillante sol de primavera.

Jack se sentó.

Akiko estaba a su lado. Yamato yKiku estaban también presentes,apoyados contra el tronco del árbol yobservándolo con preocupación. Ahorarecordó dónde se hallaba. Era mediadosde primavera y habían ido a uno de los

 

muchos jardines de Kioto para uhanami, una fiesta para ver flores.

Sopló una ráfaga de viento del sur ylas flores cayeron como hojas de té alsuelo. Algunos de los pétalos se posarosobre el cabello de Akiko.

 —No pasa nada. Estabas soñando —le tranquilizó ella, apartando lasflores—. ¿Era el mismo sueño?

Jack asintió, la boca seca de temor.Sí, era el mismo sueño que su primer sueño del año. Se lo había contado aAkiko el día siguiente a Año Nuevo,aunque seguía sin revelarle la parte queella desempeñaba en su visión. En s

 

momento, pidió consejo al  sensei

Yamada y el maestro zen adivinó:

 —La montaña que ves es el monteFuji. Al ser nuestra montaña más alta yel hogar de muchos grandes espíritus, saparición en tu sueño significa buenasuerte. El halcón representa la fuerza yla velocidad de reflejos; mientras que lahoja que describes parece la de la berenjena. Su nombre,nasu, puedesignificar el logro de algo grande. Es u buen presagio para el futuro.

Aunque no creía en sueños deadivinación antes de sus experiencias eJapón, Jack dejó escapar un suspiro de

 

alivio ante la lectura positiva del sensei.

Pero entonces el anciano monjecontinuó:

 —Por otro lado, la presencia de losescorpiones a menudo simboliza un actode traición que impide esa grandeza.Aún más, el número  shi es consideradode muy mala suerte. La palabra «cuatro»también puede significar muerte.

 —¡Tenéis que ver esto! —gritóSaburo, interrumpiendo los pensamientos de Jack.

Saburo llegó corriendo al cerezo eflor seguido por Yori. Señalaba un gracartel de madera erigido en la calle.

 

Todos se levantaron y salieron del jardí para echar un vistazo más de cerca.

 —Es una declaración —explicóYamato para que Jack lo entendiera—.Dice: «Quien quiera desafiarme seráaceptado. Dejad vuestro nombre y lugar en este cartel. Sasaki Bishamon.» —Qué bonito —dijo Kiku con tono sarcástico —. ¡Un samurái en su peregrinacióguerrera y se llama como el Dios de laGuerra!

 —¿Creéis que llegaremos a ver uduelo? —preguntó Saburo, haciendocomo si luchara contra un oponenteimaginario.

 

 —No estaremos aquí —les recordóAkiko mientras otra ráfaga de vientoarrancaba flores de los árboles y cubríael suelo de una alfombra blanca. Lacaída de las flores significaba que por fin había llegado el momento delCírculo de Tres.

Jack se moría de ganas. Pistabadesesperado por descubrir cuáles eralos tres desafíos. Tras haberse entrenadotan duro desde su selección, se sentíacomo una cuerda demasiado tensa y a punto de romperse.

 —Pero acaban de colocar el cartel —insistió Saburo—. Sólo estaremos e

 

los montes Iga unos cuantos días. Seguroque regresamos a tiempo de ver almenos una de las peleas.

Kiku le dirigió a Saburo una gravemirada.

 — Eso, si sobrevive a la primera.

Jack sintió el ataque sin verlo. Lodeflectó limpiamente junto a su oreja,mientras contraatacaba con un revés a lacabeza.

Yamato calculó el movimiento, seretiró para ponerse fuera de alcance ehizo un gesto con la mano en un golpe

 

combinado de bloqueo y cuchillada.Jack lo detuvo, atrapó el brazo y lanzóel puño hacia delante. Yamato se zafó,esquivó el puño y lanzó un martillazocontra el puente de la nariz.

Todo el tiempo mantuvieron contactoel uno con el otro.

Todo el tiempo buscaron huecos ela defensa del otro.

Aunque tenían los ojos vendados.

 —Excelente, muchachos —alabó el sensei  Kano, que estaba apoyadocómodamente en su bastón blanco en uardín lateral del Templo de Eikan-Do

donde tenía lugar la lección de chi sao

 

 —. Pero siento que estáis jugando. ¡Id amatar!

El  sensei  Kano los había estadoentrenando rigurosamente en los preludios del Círculo de Tres y ambosmuchachos se habían vuelto hábiles ela técnica de las Manos Pegajosasademás de en el uso de los demássentidos. Jack podía ahora detectar sonidos-sombra ya fuera en un bosque oen una calleja de Kioto, aunque la tareale resultaba imposible en una habitaciósilenciosa.

Ésta era la sesión final donde Jack tenía que demostrarle al  sensei  Kano

 

que estaba preparado para el Círculo deTres. Se concentró con atención paraseguir con las manos los movimientos deYamato. Los dos estaban tan igualadosque sus ataques eran cada vez másrápidos y se convertían en un borrómientras trataban de vencerse.

Golpe. Bloque. Puñetazo. Evasión.

Jack sintió a Yamato desplazar el peso de su cuerpo, pero fue un segundodemasiado tarde para retirar el pie.Yamato arrastró la pierna adelantada bajo él y Jack perdió el equilibrio. Ladistracción del momento era todo lo queYamato necesitaba. Golpeó a Jack con la

 

 palma abierta en la cabeza y Jack cayóde lado. Sin nada a lo que agarrarse,Jack cayó al agua que les esperabadebajo.

El  sensei  Kano les había instruidoque lucharan en un estrecho puente quecruzaba el arroyo que corría hasta elestanque del templo. Ésta había sido súltima sesión de entrenamiento y ésta súltima prueba.

Yamato había vencido.

Jack había perdido.

Salió a la superficie jadeando. Elarroyo estaba helado en contraste con elcalor del día y Jack volvió a la orilla,

 

temblando como una hoja.

 —Tu equilibrio sigue siendoinestable, Jack-kun, pero de todasformas estás preparado —dijo el sensei

Kano—. Tendremos que concentrarnosen eso cuando vuelvas del Círculo deTres. Te pondré a pelear con el bo

vendado sobre un tronco. ¡Eso deberíaagudizar tus sentidos, o hacer que tesalgan agallas por estar todo el tiempoen el agua!

El  sensei Kano se rió con ganas desu chiste antes de perderse en losardines. Yamato sonrió también y Jack 

supo por qué: su amigo no sólo le había

 

superado en chi sao, sino que era elmejor estudiante de la clase con el bo.

Podía derrotar a Jack en losentrenamientos siempre, aunque éltuviera los ojos vendados y Jack no.

Terminada la última prueba, Jack regresó corriendo a la  Niten Ichi Ryu,seguido por Yamato, para hacer elequipaje para el duro viaje del díasiguiente a la cordillera Iga.

Cuando entraban por las puertas dela escuela, Jack advirtió que Hiroto yGoro acosaban a un niño pequeño delcurso inferior. El los miraba y negaba

 

vigorosamente con la cabeza. Goroempujó al chico con fuerza en el pecho yéste retrocedió tambaleándose y scabeza chocó contra la pared. Empezó allorar.

Jack y Yamato se acercarocorriendo.

 —Dejadlo en paz —ordenó Jack,agarrando a Goro por el brazo.

 —¡Lárgate de aquí,  gaijin!  — advirtió Hiroto, avanzando hacia Jack.

 —No, no lo hará —respondióYamato, interponiéndose entre Hiroto yJack—, y no llames  gaijin  a Jack, amenos que quieras enfrentarte tambié

 

conmigo.

Hubo un momento de silencio y elniño pequeño los miró nervioso,esperando a ver quién hacía el próximomovimiento.

 —Lamentarás haber metido tnarizota en nuestros asuntos —amenazóHiroto, clavando un dedo fino como u palillo en el pecho de Jack. Hiroto lehizo un gesto a Goro y se marcharon.

 —¿Estás bien? —preguntó Jack cuando los dos miembros de la Bandadel Escorpión se marcharon.

El chico se secó las lágrimas,contuvo los sollozos y se frotó la cabeza

 

magullada. Miró a Jack con los ojosrojos de lágrimas, y entonces farfulló:

 —Dijeron que era un traidor, que yano era japonés, que era indigno de ser llamado samurái y que debería ser castigado si renunciaba a mi fe.

 —¿Pero por qué se oponen a queseas budista? —preguntó Jack.

 —No soy sólo budista. El año pasado mi familia se convirtió alcristianismo.

Jack se quedó muy sorprendido por la declaración del chico. Aunque habíaoído rumores cada vez más insistentesde la persecución del cristianismo y la

 

expulsión de los gaijin por todo el país,siempre había asumido que el prejuicioiba dirigido contra los cristianosextranjeros. No había advertido quetambién se extendía a los cristianosaponeses. Si semejante acoso tenía

lugar dentro de la  Niten Ichi Ryu, Jack  podía imaginar lo mal que estarían lascosas en el resto del país. La idea deviajar a pie hasta los montes Iga para elCírculo de Tres ya no era una perspectiva halagüeña: era un riesgo para su vida.

 

37

El desafío del

Cuerpo

La lluvia caía con fuerza, como sifueran clavos.

El camino, removido por los cascosde los caballos y el tráfico pedestre, sehabía convertido en un lodazal quereducía su avance a ritmo de caracol.Los altos árboles a cada lado se alzabahacia un cielo cuajado de nubes negras y bloqueaban gran parte de la luz

 

mortecina de la tarde. Había unacreciente inquietud entre los viajerosmientras atravesaban el boscoso pasoentre las montañas en dirección al pueblo de Iga Ueno, pues los oscuroshuecos del bosque ocultabainnumerables peligros, desde jabalíes a bandas de forajidos.

La columna de estudiantes avanzaba pesadamente, dirigida a caballo por Masamoto y el  sensei  Hosokawa.Aunque sólo seis participantes habíasido aceptados en el Círculo de Tres, sehabía hecho una invitación abierta paraque asistieran sus seguidores. Casi lamitad de la escuela había decidido

 

unirse a la expedición. Muchoslamentaban ahora esa decisión.

De repente algo surgió de entre losmatorrales y voló hacia el  sensei

Hosokawa.

La espada del  sensei  destelló en elcrepúsculo.

Pero se detuvo en seco mientras uurogallo de negras alas pasaba volando.El ave nunca sabría lo cerca que habíaestado de la muerte.

Masamoto se echó a reír.

 —¿Asustado de un pájaro viejo,amigo mío? ¿O estabas pensando e

 

matarlo para la cena?

Jack advirtió que la  sensei  Yosatambién había echado mano a su arma yliberaba con cautela la tensión de sarco y devolvía la flecha a su carcaj. Dehecho, de todos los maestros, sólo el

 sensei  Kano había permanecido ecalma, consciente al parecer desde el principio de que la amenaza erainofensiva.

 —¿Por qué están tan inquietos los senseis?  —preguntó Jack, avivando el paso para ponerse a la altura de Akiko.

o es que él estuviera menos nervioso.A pesar de estar bajo la protección de

 

Masamoto, a Jack le preocupaba quealgún samurái leal al daimyo Kamakura podría tratar de expulsarle de Japón, bien respetuosamente o por la espada.

 —Estamos atravesando territorioninja —susurró Akiko.

En la imaginación de Jack, cadasombra del bosque desarrolló de prontoojos. Captó un movimiento en el bordede su visión, pero resultó ser nada másque el balanceo de una rama. Tras él,Yamato, Saburo, Yori y Kiku, que habíaoído su conversación, mirabanerviosos alrededor, y el pequeño Yoriestaba blanco como una sábana.

 

 —Esta región es la fortaleza de losclanes Iga —continuó Akiko entresusurros—. De hecho, estas montañas proporcionaron refugio contra el intentode destrucción del general Nobunagahace treinta años. Trajo a más decuarenta mil soldados contra cuatro milninjas. Los ninjas todavía sobreviven yen alguna parte de estas montañas está elescondite de Dokugan Ryu.

 —¿Pero cómo sabes todo esto? —  preguntó Jack.

 —Por historias, habladurías, los senseis…  —Guardó silencio y señalóhacia delante—. Mira, casi hemos

 

llegado. Hakuhojo, el castillo del FéniBlanco.

A través de la lluvia y la bruma,Jack vio que el camino desembocaba eun pequeño valle rodeado de montañas.En la distancia, se materializó ucastillo de tres torres de madera blanca  tejados grises. Sin embargo, la niebla

descendió rápidamente, como si fuera elfantasma de una tormenta.

Ya había caído la noche cuandollegaron a las afueras de Iga Ueno y elcastillo era ahora sólo discernible por las linternas que ardían en su interior.

Jack se sintió aliviado al entrar en la

 

seguridad de la ciudad.

El viaje desde Kioto había sido duro, como todos los demás, estaba calado

hasta los huesos, helado y cansado.Tenía la espalda lastimada de cargar cola mochila y le dolían todos losmúsculos por arrastrar los pies por el barro. Se alegraría de llegar a losaposentos del templo, darse un bañocaliente, comer y disfrutar de una buenanoche de sueño.

 —¡Levántate! —ordenó el  sensei

Kyozo, dándole una patada al dormidoJack—. El Círculo de Tres empieza

 

ahora.

Con esfuerzo y los ojos hinchados,Jack se puso en pie. No había dormidoni tres horas cuando el  sensei  habíaempezado a despertar a los participantes. Siguió a su maestro detaijitsu  por el pasillo y entró en eltemplo principal, una oscura habitacióde paneles de madera iluminada por suaves linternas. La sala estabadominada por un gran Buda de maderaque emanaba tal energía espiritual que parecía tener vida propia.

Mientras Jack se alineaba junto a losotros delante del altar, fue saludado por 

 

varias filas de sacerdotes de cabezarapada y ataviados con brillantes túnicas blancas que cantaban un mantra que parecía haber sido cantado desde el principio de los tiempos.

… om amogha vairocana

mahamudra manipadma jvala

ravarttaya hum…

 —Es el Mantra de la Luz —susurróYori, con tono reverente. Estaba junto aJack y tiraba nervioso de una grulla de papel que ocultaba en su mano—. Lafrase contiene la sabiduría del Buda que

 

ayuda a guiar a estos monjes al satori.

Jack asintió y le dirigió a su amigolo que esperaba que fuese una sonrisaconfiada. En realidad, era un manojo denervios y excitación. Después de cuatro pruebas y varios meses deentrenamiento, el Círculo de Tres y sustres desafíos de Mente, Cuerpo yEspíritu les serían revelados.

Una súbita puñalada de dudaatravesó su corazón. ¿Había nublado suicio su impaciencia por aprender los

Dos Cielos?

Estaba muy cansado por el viaje yahora comprendía que su sueño había

 

sido perturbado como truco paradesequilibrar a los participantes en la primera etapa. El desafío del Círculo deTres ya había comenzado.

Buscó a Akiko en la fila. A pesar dela expresión determinada de sus ojos,las oscuras sombras que los rodeabamostraban que estaba demasiadoagotada por el largo viaje. Junto a ellase encontraba Harumi, la otra chica participante, que parecía igualmentecansada. Al fondo estaba Tadashi. Lehizo a Jack un gesto de saludo con lacabeza y alzó un puño cerrado comosigno de ánimo. Kazuki entró entonces yse colocó junto a Jack, pero lo ignoró

 

 por completo.

Guiados por Masamoto, losmaestros entraron y se sentaron a ulado. Entonces los seguidoresestudiantes entraron y se arrodillarotras ellos en cuatro ordenadas filas. Elcántico de los monjes llegó a su fin,apagándose como el sonido de una ola, yel Sumo Sacerdote se levantó parasaludar a la congregación. El rostro delsacerdote era viejo y arrugado, pero scuerpo parecía resistente como una piedra y, como la estatua del Buda,irradiaba una poderosa energía interior.

 —Bienvenido, Masamoto-sama, al

 

Templo Tendai —dijo con la serena vozdel hombre que está en paz consigomismo.

 —Gracias por permitirnos alojarnoscomo tus humildes invitados — respondió Masamoto, inclinando profundamente la cabeza ante elsacerdote—. ¿Puedo presentarte anuestros aspirantes al Círculo de Tres?Ojalá demuestren ser dignos de Mente,Cuerpo y Espíritu.

Hizo un gesto hacia Jack y los demáscon un amplio movimiento de la mano.El sacerdote estudió a los seis jóvenessamuráis, y sus ojos se posaron por 

 

último sobre Jack, quien se sintióhipnotizado por la intensidad de lamirada del anciano monje. Tan profundacomo un pozo y tan infinita como elcielo, era como si el monje fueraconsciente de todo. Jack sintió queestaba mirando a los ojos de un diosviviente.

 —Comenzaremos con el desafío delCuerpo —anunció el sacerdote.

Dio un paso adelante y bendijo acada uno de los participantes co palabras que Jack no comprendió, peroque sentía que tenían gran poder. Cuandoel sacerdote terminó, seis monjes

 

novicios se acercaron con una taza deagua, un cuenco de fina sopa de miso yuna pequeña bola de arroz. Se losofrecieron por turnos a cada uno de los participantes. Advirtiendo lo hambrientoque se sentía, Jack se tomó la sopa y elagua y devoró la bola de arroz ecuestión de segundos.

A continuación les presentaron tres pares de sandalias de esparto, unavestimenta blanca, un cuchilloenvainado, una cuerda, un libro, unalinterna de papel y un largo sombrero de paja que tenía la forma de una quilla de barco invertida. Los monjes ayudaron alos participantes a ponerse la túnica

 

 blanca, les ataron el sombrero a lacabeza y les calzaron un par desandalias en los pies.

Mientras lo hacían, no dieroninguna explicación.

 —¿Para qué es todo esto? —lesusurró Jack al monje que le ayudaba avestirse con aquella extraña mezcla deropa y equipo.

El monje, ocupado en envolver lacuerda en torno a su cintura, alzó lacabeza.

 —Llevas una túnica blanca, el color  budista de la muerte, para recordarte lomucho que te acercarás a los límites de

 

la misma vida —susurró—. La cuerdase llama «el cordón de la muerte». Juntocon el cuchillo, sirve para recordar atodos los monjes novicios su deber dequitarse la vida si no completan s peregrinación, bien ahorcándose oatravesándose a sí mismos.

Como no era monje, Jack se alegróde que esta regla no se aplicara a él.

Completados los preparativos,encendieron las linternas y los seis participantes fueron conducidos aloscuro patio del templo. Había dejadode llover, pero seguía soplando uviento helado y Jack se estremeció

 

involuntariamente.

El sacerdote, resguardado por u paraguas que sostenía uno de losmonjes, los convocó en el centro del patio. Los seis se reunieron, todostemblando en su propia mancha de luz,los rostros tensos y ansiosos.

 —Tenéis que completar un solo díade la Peregrinación de Mil Días que mismonjes tendal   tienen que cumplir como parte de su entrenamiento espiritual — anunció—. Nuestro templo cree que eldesafío es una montaña con lailuminación en el pico. Escalad lamontaña y el satori es vuestro.

 

El sacerdote señaló la oscuridad.Contra el cielo tormentoso, Jack apenas pudo distinguir el oscuro contorno deuna montaña recortada por losrelámpagos.

 —Iréis a la cima del primer Círculode Tres y volveréis, rezando en cada unode los veinte altares marcados evuestros libros —explicó el sacerdote —. Realizaréis este desafío solos. No podéis parar a dormir. No se os permitecomer. Y debéis regresar al templo antesde que la primera luz del amanecer alcance los ojos del Buda de madera.

El sacerdote los fue observando uno

 

a uno, y su mirada pareció penetrar susmismas almas.

 —Si oís a mis monjes completar elMantra de la Luz, entonces es quellegáis demasiado tarde.

 

38

Fuerzas de

flaqueza 

Jack había llegado a su límite.

 No podía continuar. Su cuerpo serebelaba y una desesperación solitariadescendió sobre él mientras escuchabael sonido de sus sandalias de espartochirriando en el lodo.

La lluvia, que había menguado al principio del reto, caía ahora en una

 

cascada torrencial y Jack estabaempapado hasta los huesos. Sus pieseran doloridos bloques de hielo, ssegundo par de sandalias de esparto seestaba desintegrando ya y los músculosle ardían de dolor.

Pero no podía pararse.

 No estaba permitido.

 —Para llegar a la cima, tenéis queescalar una montaña paso a paso —leshabía dicho el Sumo Sacerdote a losseis participantes del Círculo antes decomenzar el desafío del Cuerpo—.Experimentaréis dolor en este viaje, pero recordad que el dolor es sólo u

 

síntoma del esfuerzo que ponéis en latarea. Podéis abriros paso a través deesta barrera.

Pero Jack estaba descubriendo queel dolor era demasiado grande paravencerlo. Llevaba corriendo desde hacíamás de media noche.

Estaba hambriento y débil por elagotamiento; la energía de la exiguacomida se había consumido ya y habíavisitado solamente catorce de los veintealtares a los que tenía que llegar antesdel amanecer.

Jack continuó dando tumbos.

Pero el decimoquinto altar no

 

aparecía por ninguna parte. Sin duda lohabía dejado atrás. Empezó a preguntarse si los Dos Cielos merecíasemejante castigo físico y todo elimpulso de su cuerpo se agotó cuando smente cedió, impulsándole a detenerse.

 —Escalad la montaña y el  satori esvuestro —les había dicho el sacerdote.

A Jack no le importaba ya lailuminación. Todo lo que quería era unacama y estar caliente y seco. Sentía quesu paso casi se había detenido.

Este desafío era imposible. ¿Cómoiba a encontrar el camino a través desenderos montañosos a los que la lluvia

 

convertía en traicioneros, y en la máscompleta oscuridad? De algún modo, seesperaba que cubriera una distanciaequivalente a cruzar el canal desdeInglaterra a Francia, con sólo unalinterna de papel para iluminar elcamino y un diminuto libro dedirecciones para guiarle hasta cada unode los veinte altares.

 No había ninguna posibilidad detomar un atajo, ya que los altares teníaque ser visitados en un ordeestablecido y debía sellar el libro coun bloque de tinta para demostrar quehabía estado allí. Jack deseó tener aalguien a quien seguir y que le animara,

 

 pero cada participante había sidoseparado durante un breve periodo detiempo medido por una barra deincienso encendida. Estaba solo en ssufrimiento.

Sin comer ni dormir, se preguntó sialguien llegaría al altar principal deltemplo antes de que la primera luz delamanecer alcanzara los ojos del Buda demadera.

La desesperación tenía asido a Jack   debilitaba los últimos jirones de s

determinación. Su pie tropezó con algosólido y el muchacho cayó hacia delante.

Jack cayó de rodillas, derrotado.

 

Su linterna, milagrosamenteencendida todavía con el aguacero,iluminó una vieja lápida cubierta demusgo. Toda la prueba, habíadescubierto Jack, estaba cubierta deenterramientos semejantes, cada unomarcando el destino mortal de un monjeque había fracasado en su peregrinación.

Contempló la cuerda que rodeaba scintura y el cuchillo de su cinturón. Éseno sería su destino, por muydesesperadas que se volvieran lascosas.

Jack intentó incorporarse, pero elesfuerzo fue demasiado grande y se

 

desplomó a cuatro patas en al barro. Scuerpo se había rendido.

El Círculo de Tres lo había roto al primer intento.

Jack no tenía ni idea de cuántotiempo había permanecido a cuatro patas bajo la lluvia, pero en lo más profundode su mente oyó la voz del  sensei

Yamada.

«Cualquiera puede rendirse, es lacosa más sencilla del mundo. Peromantenerte firme cuando todos losdemás esperan que te desmorones, esoes la auténtica fuerza.»

 

Jack se aferró a esas palabras comoa un cable salvador. Su  sensei  teníarazón. Debía continuar. Éste era scamino para convertirse en un auténticoguerrero samurái. Su vía rápida paraaprender la inquebrantable técnica delos Dos Cielos.

Jack se arrastró por el barro.

Deseó alzarse por encima del dolor de sus piernas y rodillas.

Tenía que completar el desafío delCuerpo.

Se recordó que esta nocherepresentaba sólo un día de laPeregrinación de los Mil Días que los

 

monjes tendai  tenían que completar como parte de su entrenamientoespiritual. El Sumo Sacerdote les habíadicho que, durante un periodo de sieteaños, sus discípulos corrían elequivalente a la circunferencia delmundo. Sólo cuarenta y seis monjeshabían completado este extraordinarioritual en los últimos cuatro siglos, peroel viejo sacerdote era la prueba vivientede que podía lograrse. Él era elcuadragesimosexto. Si aquel hombre pudo completar mil días, sin duda Jack  podía conseguir uno.

Alzó la cabeza, dejando que la fríalluvia lavara la suciedad de su cara. E

 

la oscuridad, un destello de luz de slinterna reflejó el decimoquinto altar sólo un poco más allá en el sendero.

«No intentes comer un elefante paraalmorzar.»

La frase surgió de ninguna parte yJack se rio por el absurdo dicho que el

 sensei Yamada le había contado a Yori.Pero ahora comprendía.

Al dividir el plato en secciones más pequeñas y tomarlo pedazo a pedazo, talvez podría terminar el desafío. Jack seconcentró en el decimoquinto altar comosu primer objetivo asequible. Unachispa de energía avivó su cuerpo y se

 

 puso en pie. Dio un paso inestable haciadelante, luego otro, y cada paso lo fueacercando a su objetivo deldecimoquinto altar.

Cuando llegó, Jack se regocijó ydijo una pequeña oración. Las palabraslo llenaron de optimismo. Con renovadadeterminación que enmascaraba susdolores y achaques, selló su libro y partió hacia su siguiente objetivo, eldecimosexto altar.

Estaba corriendo. Había roto la barrera del dolor de la que habíahablado el Sumo Sacerdote. Pero nohabía recorrido ni veinte pasos cuando

 

Jack vio dos ojos rojos que lo mirabaen la oscuridad.

Un grito apagado surgió de lademoníaca aparición, que cargó contraél.

 

39

Yori 

Jack apenas tuvo tiempo para evitar los colmillos ensangrentados mientrascorría para ponerse a cubierto.

El jabalí salvaje cargó contra él, lacabeza agachada para atacar. Loscolmillos se alzaron, pero no llegaron aalcanzar la pierna izquierda de Jack por muy poco. El animal pasó de largo antesde desaparecer en la maleza.

Jack se quedó tendido en los

 

matorrales, jadeando en busca dealiento. Escuchó el chillido infernal perderse hasta que fue ahogado por latormenta. En su desesperación por esquivar al jabalí, Jack había dejadocaer su linterna y ésta yacía ahoraaplastada e inútil en el barro, con lallama apagada.

¿Qué iba a hacer ahora? Seencontraba en mitad de la noche y eldenso bosque le impedía ver apenasunos pocos palmos. Sin duda se perderíaen la falda de la montaña si intentabaencontrar el camino en la oscuridad. Y,se recordó, estaba en pleno territorioninja. Sus posibilidades de terminar el

 

reto, mucho menos de salir de lamontaña con vida, eran mínimos.

Como había sido el último en partir,tenía poco sentido esperar a que loencontraran. Si se quedaba quieto,corría el peligro de morir de fríoextremo.

Su situación no podía ser mucho peor. Demasiado cansado para llorar, seirritó. Poniéndose en pie, Jack avanzóhacia el sendero.

 No sería derrotado por estamontaña.

Sobreviviría.

 

Chocó directamente contra un árbol.

Jack maldijo, pero continuó.Recordó la lección que el muñecoDaruma le había enseñado el año pasado en la Taruy-Jiai.  Siete vecesabajo, ocho arriba.

Tras dedicar un momento acalmarse, Jack comprendió que tendríaque estar utilizando las técnicas que el

 sensei  Kano le había enseñado en sentrenamiento sensitivo. Con las manosestiradas, fue palpando y escuchandomientras avanzaba por el bosque.

Por primera vez, Jack empezó aapreciar a lo que el  sensei  Kano se

 

enfrentaba diariamente, y su admiració por el maestro ciego se multiplicó diezmil veces. Para el maestro de bo, la vidaera una pugna constante a través de u bosque negro como la brea, y siembargo lo abarcaba todo a su paso.

Tras haber puesto sus propios problemas en perspectiva, Jack continuóluchando.

Dobló un recodo y bajó por elsendero, y entonces advirtió una luzfluctuando en la oscuridad. Alacercarse, pudo oír un leve gemido.Avivó el paso. Vio una figura tendida eel lodo y reconoció a Yori.

 

 —¿Qué ha pasado? ¿Te encuentras bien? —preguntó Jack, corriendo haciaél.

 —Me atacó un jabalí —gimió Yori,su cara pálida de dolor a la luz de slinterna de papel.

Jack redirigió la luz y examinó a samigo en busca de heridas. Descubrióque Yori tenía un gran corte en el musloderecho. Sangraba mucho y Jack supoque tenía que sacarlo de la montaña loantes posible, si quería tener alguna posibilidad de sobrevivir. Jack searrancó la manga de su túnica y la atócon fuerza alrededor de la pierna de

 

Yori para detener la hemorragia.

 —¿Crees que podrás ponerte en pie?

 —Lo he intentado… No puedo — adeó Yori con los ojos torcidos de

agonía—. Ve y busca ayuda.

 —No puedo dejarte aquí. Ya estástemblando. Tenemos que sacarte de lamontaña ahora mismo.

 —Pero no puedo andar…

 —Sí que puedes —dijo Jack, pasando un brazo alrededor de la cinturade Yori—. Pasa el brazo por encima demi hombro.

Con gran esfuerzo, Jack consiguió

 

volver a poner a Yori en pie.

 —Pero te retrasaré —protestó Yori —, y no completarás el desafío.

 —No puedo ver por dónde voy detodas formas. Perdí mi linterna por culpa de ese estúpido jabalí. Así quenos necesitamos mutuamente. ¿No loves? Juntos tenemos una posibilidad determinar —persuadió Jack, sonriendo para darle ánimos—. Mira, yo tesostendré si tú llevas la linterna parailuminar el camino.

Dieron unos cuantos pasosvacilantes y tropezaron. Yori gimió dedolor cuando cayeron contra un árbol.

 

 —Esto es una estupidez —susurróYori—. Nunca lo conseguiremos a este paso.

 —Lo lograremos. Sólo tenemos queencontrar nuestro ritmo.

Jack apartó el rostro antes de queYori pudiera ver la duda en sus ojos.

El cojo guiando al ciego, pensóJack. Sinceramente, ¿qué esperanzatenían?

Jack y Yori se perdieron.

Tras haber acordado que el caminomás rápido y seguro era seguir la ruta

 

que les habían dado, habían estadohaciendo buenos progresos y les animóel hecho de encontrar los otros cuatroaltares siguientes sin muchos problemas.Pero el vigésimo altar estaba resultandoelusivo.

 —El libro dice claramente que hayque girar a la derecha en la linterna de piedra para llegar al arroyo —dijo Jack.

Exhausto y frustrado, sintió latentación de arrojar la guía. Habíallegado a una encrucijada de cuatrosenderos en el bosque. Sin embargo, nohabía ninguna mención a ningún cruce decaminos en las direcciones que les

 

habían dado.

 —¿Y dónde está la linterna de piedra?

 —¿Quizá la hemos pasado por alto? —sugirió Yori débilmente.

 —Espera aquí —instruyó Jack,dejando a Yori en una roca cercana—.Echaré otro vistazo. Había algunossenderos más pequeños algo más atrás.

Jack rehízo sus pasos y acabó por encontrar la linterna de piedra tras u pila de follaje. Las ramas estaban reciérotas, así que supo que no era uaccidente de la naturaleza que habíaocultado el marcador.

 

 —¡Kazuki! —escupió con disgusto.El tipo de táctica deshonesta que srival emplearía para asegurarse de s propio éxito y del fracaso de Jack.

Impulsado por la ira, Jack corrió devuelta para recoger a Yori.

Para cuando llegaron al arroyodonde se encontraba el vigésimo altar, elúltimo par de sandalias de esparto deJack era un amasijo en sus pies. A cada paso que daba sufría ahora un agudodolor en el pie izquierdo, pero trató deocultar su incomodidad a Yori.

 

 —Coge las mías —dijo Yori,quitándose sus sandalias.

 —¿Y tú?

 —Ya no puedo seguir, Jack.

La cara de Yori era una pálida película de sudor y Jack pudo ver que samigo había perdido un montón desangre.

 —Sí que puedes —replicó Jack,cargando con más peso de Yori a pesar de su propio agotamiento abrumador—.El  sensei  Yamada me dijo una vez queno hay fracaso excepto si no siguesintentándolo. Tenemos que seguir intentándolo.

 

 —Pero ya casi ha amanecido.

Jack miró al cielo. La lluvia habíacesado y el horizonte empezaba ailuminarse. En el valle ahora era visiblela silueta blanquigris del castillo delFénix Blanco.

 —Pero puedo ver el castillo. Hemosvisitado todos los altares y sólo tenemosque llegar al templo. Podemos lograrlo.

o está tan lejos.

Jack sintió a Yori desplomarse esus brazos, flácido como un muñeco detela.

 —No tiene sentido que los dos

 

fracasemos —gimió Yori, la respiraciórápida y entrecortada—. Sigue tú.Completa el Círculo.

En su agotamiento, Jack casi se dejó persuadir por la febril lógica de samigo. El Círculo era su camino a losDos Cielos. El Círculo era la llave. Sehabía esforzado para ello durante todoel año, trabajado demasiado duro paradejarlo resbalar entre sus dedos ahora.Solo, todavía podría conseguirlo.

Jack estudió la cara pálida de samigo y sonrió tristemente. Con susúltimas fuerzas, se cargó a Yori sobrelos hombros.

 

 —El Círculo puede esperar.

 

40

Los ojos del

Buda 

Jack se desplomó en brazos deAkiko.

Una multitud de estudiantes secongregó rápidamente en la entrada principal del templo tratando de ver aJack, cubierto de lodo y cargando a susespaldas a su amigo herido. Dos monjesllegaron corriendo y se llevaron alinconsciente Yori.

 

El sol de la mañana escalaba ya por los tejados del templo, pero aún nohabía entrado en el patio. Jack tiritabaincontrolablemente por el frío.

 —¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde hasestado? —preguntó Akiko, la preocupación marcada en su rostromientras Jack caía de rodillas,demasiado cansado para que sus piesmagullados y ensangrentados losostuvieran—. Nosotros volvimos hacehoras.

Jack no respondió. En cambio, miróa Kazuki, que había aparecido detrás deAkiko. Su rival se había lavado y se

 

había vestido con una túnica limpia.Parecía descansado, como si el esfuerzode la noche no le afectara. Cruzado de brazos, Kazuki observó el guiñapo queera Jack con divertida curiosidad.

Todo el cuerpo de Jack seestremeció, ya no de frío, sino de furia.

 —¡Tu trampa casi mató a Yori! — consiguió jadear.

 —Deliras,  gaijin.  No hice trampas.Terminé el primero porque fui el mejor  —respondió Kazuki, dirigiéndole unasonrisa de desprecio—. Eres tú quiefracasó. No me eches la culpa a mí, patético gaijin.

 

 —¡No ha fracasado todavía! — replicó Akiko, mirando a Kazuki—. Losrayos del sol aún no han alcanzado losojos del Buda. Todavía tiene tiempo.Vamos, Jack.

Akiko, sin importarle que el barromanchara su túnica limpia, empezó amedio cargar medio tirar de Jack hacialas escalinatas del templo principal.

 —¡NO! ¡DÉJALO! —exclamó unavoz.

Akiko se detuvo al instante. Jack alzó la cabeza y vio al Sumo Sacerdotede pie en lo alto de las escalinatas, cosu túnica blanca, las manos extendidas,

 

ordenándoles que se detuvieran. Tras él,a través de las puertas shoji abiertas delaltar, oculto en la sombra, Jack atisbó elBuda de madera.

 —No puedes ayudarlo. Si quierecontinuar en el Círculo, debe completar el viaje solo.

 —Pero no lo conseguirá nunca — suplicó Akiko.

 —Eso tiene que decidirlo él, no tú.Suelta al muchacho —ordenó elsacerdote.

Akiko dejó suavemente a Jack en elsuelo y se retiró con los ojos llenos delágrimas.

 

Jack se quedó arrodillado dondeestaba. Un cansancio aturdidor loatenazaba como si el peso del cieloentero hubiera caído sobre sus hombros.La estatua del Buda no estaba a más decincuenta pasos de distancia, pero por loque a él se refería, podría haber estadoen el otro extremo del mundo. Habíaagotado su último gramo de energía esu desesperada maratón para salvar lavida de Yori.

Dentro, los monjes empezaron acantar el Mantra de la Luz y Jack pudover al resto de la escuela, los senseis y aMasamoto esperando a ver qué hacía. El

 

Sumo Sacerdote llamó a Jack con usimple gesto de la mano, y luego sevolvió y entró en el templo como siesperara que lo siguiese.

Jack no lo hizo.

 No podía.

Simplemente, no le quedaba nada.Esta vez, Jack supo que no era una barrera de dolor que pudiera atravesar.Era como un abismo, un enorme vacíode energía, una sima imposible de saltar.

Kazuki se arrodilló junto a él, couna sonrisa arrogante en el rostro, y lesusurró alegremente al oído:

 

 —Nunca lo conseguirás.

El sol estaba a la mitad del tejadodel templo y Jack pudo verlo arrastrarse por cada teja. Kazuki tenía razón. Haríafalta un esfuerzo sobrehumano parallegar al Buda a tiempo.

Jack miró abatido el suelo que teníadelante. En su mareado agotamiento, viouna hormiga cruzar su camino,arrastrando una hoja que tenía cincoveces su tamaño. La pequeña criatura sedebatía, tiraba, empujaba y se esforzaba, pero a pesar de la enormidad de latarea, no cedía.

«No hay fracaso excepto cuando ya

 

no se intenta.»

Las palabras del  sensei  Yamadaresonaban en su cabeza. Jack alzó lamirada y vio al viejo maestro zemirándolo desde la puerta del templo,los ojos irradiando fe en él.

 —¡Vamos, Jack! ¡Puedes lograrlo! —gritó Yamato, que bajaba corriendolas escaleras, acompañado de Saburo.

 —¡Vamos, Jack! —coreó Saburo.

 —No está tan lejos —animó Akikocon las manos extendidas, deseandodesesperadamente que continuara.

Con un esfuerzo hercúleo y los

 

vítores de ánimo de sus amigos, Jack consiguió ponerse en pie. Avanzótambaleándose, repitiendo el mantra cocasa paso.

 —No hay fracaso excepto cuando yano se intenta. No hay fracaso exceptocuando ya no se intenta. No hayfracaso…

Jack arrastraba un pie detrás delotro, las piernas tan pesadas como si leshubieran atado una bola y una cadena.Caía hacia delante más que andaba, perocada paso lo llevaba más y más cerca.

Estaba ya en las escalinatas deltemplo, y las subía arrastrándose. Sus

 

amigos continuaban gritándole ánimos, pero sus palabras eran un rumor distanteen sus oídos. El único sonido del queera consciente era el cántico monótonode los monjes de túnica blanca. Cuantomás se acercaba, más fuerte se hacía smantra, filtrándose en sus músculoscomo un elixir.

Ahora estaba dentro del templo.

Pero también lo estaba el sol.

Se había alzado por encima de lalínea de las montañas y ahora brillabacon fuerza sobre la pared trasera deltemplo, y sus rayos levantaban motas de polvo en el aire mientras descendía

 

hacia los ojos del Buda.

La escuela, asombrada por elesfuerzo supremo de Jack, estabacompletamente en silencio mientras loveían arrastrarse hacia el altar.

Jack extendió la mano. El soliluminaba los ojos del Buda. Al mismotiempo, los monjes cesaron su cántico.Jack notó la fría sensación de la madera  la lisura del vientre del Buda. Sonrió

 brevemente antes de desplomarse a los pies de la estatua.

 —Nunca podréis conquistar a lamontaña. Sólo podréis conquistaros a

 

vosotros mismos —empezó a decir elSumo Sacerdote, cuando lacongregación regresó al templo despuésdel almuerzo—. El primer desafío delCírculo de Tres ponía a prueba elcuerpo físico, llevándolo a sus mismoslímites. Cinco de vosotros conseguisteisalcanzar el templo antes de que la primera luz del amanecer alcanzara losojos del Buda, demostrando así vuestrodominio sobre el cuerpo.

Jack se tambaleaba en pie, mareado por el agotamiento. Le habían dadocomida y agua y le habían permitidodescansar, pero no pasó mucho ratoantes de que volvieran a despertarlo y lo

 

llevaran de vuelta al templo principalcon los otros cinco participantes.

 —El desafío del Cuerpo deberíahaberos demostrado a cada uno devosotros que la mente dirige al cuerpo.El cuerpo puede continuar adelantemientras la mente sea fuerte.

El sacerdote estudió a cada uno deellos con sus ojos insondables,comprobando que habían comprendidoesta lección vital.

 —Cuando comprendáis esto, nohabrá límites para lo que podéisconseguir. Lo imposible se convierte e posible, tan sólo si vuestra mente lo

 

cree. Esta verdad forma la base delsegundo desafío del Círculo. Pero primero Masamoto-sama desea hablar.

Masamoto se levantó y se acercó asus estudiantes, su pose era orgullosa y poderosa mientras contemplaba a Jack ylos demás.

 —Me siento honrado por tener samuráis tan fuertes en mi escuela. Elespíritu de  Niten Ichi Ryu  arde cofuerza en todos vosotros —agarró elhombro de Jack con el brazo derecho yJack sintió la inmensa fuerza del graguerrero—. Pero hoy ese espíritu ardecon más fuerza en Jack-kun.

 

Todos los ojos se posaron en Jack.

Jack no supo adónde mirar, exceptodirectamente a la cara marcada decicatrices de Masamoto, quien ledevolvió la mirada con orgullo paternal.

 —Jack-kun demostró auténticobushido.  Cuando sacrificó sus posibilidades por un camarada samuráien apuros, mostró la virtud de la lealtad.Al traer a ese mismo samurái desde lamontaña, demostró valor. No sólo seconquistó a sí mismo, sino que tengo laimpresión de que conquistó a la montañaal negarle la vida de Yori-kun.

La escuela se inclinó como un solo

 

hombre, honrando el logro de Jack.

Jack miró alrededor, incómodo por ser el centro de tanta atención. Akiko lesonrió cálidamente, mientras queTadashi, claramente agotado por el primer desafío, tan sólo consiguióasentir brevemente con la cabeza ereconocimiento del logro de Jack. Yorino estaba en la fila. Todavía serecuperaba de su herida, y lo atendía umonje cuyos conocimientos médicoseran famosos. A Jack le habían dichoque Yori necesitaría tiempo pararecuperarse, pero que los signos era buenos y que estaba respondiendo bieal tratamiento de las hierbas del monje.

 

 —Sin embargo, no puede hacerseninguna concesión a la fatiga delmuchacho —intervino el SumoSacerdote, inclinando respetuosamentela cabeza ante Masamoto—. El caminode un monje tendal  es interminable, asíque el desafío de la Mente debe seguir acontinuación.

 

41

La mente sobre

la materia 

La cascada caía tronando desde elsegundo pico más alto de la cordilleraIga, formando una larga cortina de blanco rugiente. A lo largo de los siglos,había formado un estrecho barranco ela montaña, como si algún dios hubieragolpeado la roca con un hacha y lahubiera separado.

Los monjes, estudiantes  y senseis

 

formaban un gran semicírculo en torno alrevuelto estanque que se formaba al piede la cascada. Tenían las manos unidas,rezando en honor de los espíritus de lamontaña y el antiguo kami de la cascada,mientras el Sumo Sacerdote recitaba una bendición budista y esparcía sal como parte del ritual de purificación.

Jack, vestido con una túnica blancanueva, observaba junto con los otrosaspirantes, todos ellos petrificados antela perspectiva del segundo reto. Teníaque colocarse en una gran roca plana bajo la cascada durante el tiempo que elincienso tardara en consumirse, usandosólo el poder de la mente para derrotar 

 

lo físico. Al hacerlo así, se arriesgabaal peligro muy real de morir debido alas gélidas aguas.

Terminados los ritos, el sacerdotellamó a los cinco jóvenes samuráisrestantes para que se alinearan en elsaliente que corría tras la cascada.

Jack, el primero en entrar, mantuvola espalda cerca de la pared de roca,cuidando de no resbalar en la piedracubierta de musgo. Las gotas de aguasaltaban por todas partes y su fina túnicade monje pronto le quedó pegada alcuerpo. El aire frío y húmedo le revivió, pero no sintió ningún deseo de meterse

 

 bajo la helada cascada. Al otro lado pudo distinguir el semicírculo deespectadores, sus formas y rostrosdistorsionados y torcidos por elturbulento velo de agua. Era como siestuviera mirando un asilo del infierno.

Los demás lo siguieron, cada uno deellos mirando con aterrorizado asombroel torrente. Entonces, con un gesto, elSumo Sacerdote indicó que comenzarael desafío. Inclinándose como uno solo,los cinco participantes dejaron atrás elsaliente y entraron al atronador poder dela cascada.

Jack casi se desmayó, superado al

 

instante por el frío aturdidor.

Tuvo que combatir la urgencia deescapar de la furiosa cascada mientrasel agua le golpeaba la cabeza con ladureza del granizo. Trató de resistir lacorriente, pero sus músculos se estabaconvirtiendo en pesados nudos detensión.

Era imposible que pudiera durar eltiempo de una barrita de incienso econsumirse.

Frenético, murmuró el mantra que lehabían enseñado para resistir al frío, pero no sirvió de nada. Estabademasiado debilitado por el desafío del

 

Cuerpo. Su mente se había quedado e blanco, estaba hiperventilando y todo sser se estremecía de manera convulsiva.Fue vagamente consciente de que Hirumihabía salido de la cascada, pues s poder era demasiado grande para que lachica pudiera soportarlo. Jack tambiése sintió ceder.

Desesperado, se aferró al desafío,decidido a vencer al menos a Kazuki.Pero fue inútil. Su cuerpo no podíaaceptar más castigo. Tendría que salir.

Sus pies, sin embargo, se negaron amoverse.

Algo en lo más profundo de su ser 

 

desafiaba a la cascada. Desafiaba a s propia voluntad.

«Lo imposible se vuelve posiblesólo si tu mente lo cree.»

Jack dio un último empujón mental,tratando de despegar su mente del dolor que le helaba los huesos. Convocó denuevo el mantra, pero dudó que ucántico budista fuera a ayudar a ucorazón cristiano. Sin embargo, repitióel mantra más y más rápido hasta que seconvirtió en un círculo continuo de palabras.

 Mi mente es ilimitada un horizonte

 

interminable, un sol que nunca se pone,un cielo que se extiende eterno…

Sorprendentemente, al concentrar smente en el mantra, sintió que su cuerpose transformaba. Con cada giro de lafrase, sus músculos se volvían más blandos y más flexibles de modo que lacascada ya no le hacía daño. Durante u breve instante, el golpeteo del agua pareció tan suave como un manantial de primavera.

Entonces perdió toda sensación.

Lo extraño de este entumecimientofue que perdió también toda

 

 preocupación. Ya no le importaba.Comprendió que el mantra lo habíatransportado a uno de los curiososestados budistas de meditación. Noimportaba cuáles fueran sus propiascreencias, estaba experimentando laextraña sensación de que su conscienciase abría al universo que lo rodeaba.

Perdió toda sensación de tiempo.

¿Se habría agotado ya la barrita deincienso?

Un momento después perdió laconcentración cuando Tadashi, alescapar de la cascada, chocó contra él.La colisión interrumpió su trance y s

 

cuerpo se heló al instante. A pesar desus mejores esfuerzos por recuperar santerior estado de meditación, Jack sevio obligado a renunciar.

 —¿L-lo c-conseguí? —tartamudeóJack, saliendo de la cascada.

 —¡Pues claro que sí, idiotacongelado! —replicó Yamato, riéndoseincrédulo y tendiéndole una túnica seca —. Llevas una eternidad ahí debajo. Elmonje ha encendido ya una segunda barra de incienso.

 —¿A-A-Akiko? —se estremecióJack.

 —Sigue ahí dentro, con Kazuki.

 

Akiko y Kazuki tiritaban dentro de lacascada de agua como fantasmas. Jack se resignó al hecho de que Kazuki lohabía derrotado una vez más, pero esono significaba que su rival tuviera queganar.

«Vamos, Akiko —deseó Jack—.¡Vence a Kazuki!»

Akiko luchaba por conservar elequilibrio en las resbaladizas rocas y elcorazón de Jack dio un respingo cuandoresbaló. Milagrosamente, a pesar delgolpeteo del agua, lo recuperó.

 

Entonces, sin aviso previo, Kazukise desmoronó y cayó.

Dos monjes corrieron a recuperarlo,lo sacaron de la cascada y lo frotarovigorosamente con una gruesa túnica.Cuando Kazuki volvió en sí y se pusotembloroso en pie, la escuela aplaudiósu valiente esfuerzo. Jack se unió a losaplausos, pero más en apoyo de Akiko.Ella seguía aún bajo el torrente, una cola cascada, las manos unidas por delante, los labios elaborandoconstantemente el mantra.

«¿Cuánto tiempo más puedeseguir?», se preguntó Jack.

 

Por toda lógica, la cascada tendríaque haber reclamado ya la vida deAkiko. La barra de incienso se habíaagotado por segunda vez y ahora habíaencendido una tercera. Akiko habíasobrevivido dos veces a la duraciórequerida.

 —¡Sacadla ya! —ordenó el SumoSacerdote, alarmado, mientras la tercera barrita llegaba a su fin.

Akiko emergió entre aplausos detriunfo. Se acercó a Kiku, querápidamente la envolvió en una túnica.Jack corrió a ella e, ignorando laformalidad japonesa, empezó a frotarle

 

las manos para que entrara en calor. Loextraño fue que aunque Akiko temblabalevemente, su cuerpo estaba caliente alcontacto como si hubiera surgido de umanantial volcánico de agua termal evez de una cascada helada.

Jack alzó sorprendido las cejas, pero ella tan sólo le sonrió serenamente.

Tras dejar a Kiku ayudando a Akiko para que se pusiera ropa seca, Jack yYamato se reunieron con el resto de losestudiantes al otro lado del estanque. Al pasar junto al Sumo Sacerdote yMasamoto, Jack no pudo evitar oír loque hablaban.

 

 —Verdaderamente notable —decíael sacerdote—. Esa muchacha ha permanecido bajo la cascada mástiempo que ninguna otra persona que yohaya visto en mi vida. Claramente haaprendido control mental con un gramaestro.

 —Estoy de acuerdo contigo —dijoMasamoto—. Sensei Yamato, has hechoun trabajo notable al entrenar a tusestudiantes.

El sensei Yamato sacudió levementela cabeza., y sus ojos taimados miraroa Akiko con curiosidad.

 —Esta no es una habilidad que yo

 

haya enseñado en mis clases.

 —En ese caso, ella es una samuráide raro talento —alabó el SumoSacerdote.

Se volvió para dirigirse a la escuela,dirigiendo una mirada considerada a losdemás participantes del Círculo. Harumise hallaba ahora a un lado con susamigos, que intentaban consolarla.

 —En la vida a veces hay que hacer cosas que no creemos poder hacer — dijo el Sumo Sacerdote—. Perorecordad siempre que los únicos límitesson los de la mente. Al forzar los límitesde lo que creéis, podéis conseguir lo

 

imposible.

 —Está muchacha es la prueba deque podéis expandir vuestra mente másallá de nada de lo que os creáis capaces.Y la mente, una vez expandida, nuncaregresa a sus antiguas dimensiones.Aprended de este desafío a ser amos devuestra mente, en vez de ser dominados por vuestra mente. Este conocimiento osayudará en gran medida en el desafío delEspíritu de mañana.

 

42

Primera sangre

 —Recibí tu mensaje —dijo Jack,arrojando la nota de papel a los pies deKazuki—. ¿Qué quieres?

Kazuki simplemente sonrió, como ugato cuya presa acaba de caerle en elregazo. Estaba apoyado indiferentecontra el pozo del pueblo. Construido de piedra, con un viejo cubo de maderaatado a una cuerda, era lo único quehabía en la plaza de Iga Ueno, un lugar 

 

rodeado por todas partes por tiendas ycasas de madera de dos plantas.

Las tiendas estaban ahora cerradas,las ventanas con postigos y las puertas acal y canto, ofreciendo poco incentivo ala gente para pasear. Aparte de algúhabitante que volvía a casa a toda prisa para no ser alcanzado por la inminentetormenta, el lugar estaba desierto.

 —No creo que estés solo —dijoJack, echando un vistazo a los callejonesoscuros—. ¿Dónde está tu Banda delEscorpión?

La nota que Jack había encontrado bajo la puerta de su dormitorio después

 

de cenar esa noche exigía un encuentro asolas entre Kazuki y él. Akiko habíatratado de disuadirlo para que no fuera, pero Jack, a pesar de no tener ni idea delo que quería Kazuki, se sentía obligadoa acudir. Si no aparecía, seríaconsiderado un cobarde sin honor.

Además, quería enfrentarse coKazuki por Yori.

Kazuki avanzó un paso hacia Jack,de modo que quedaron mirándose cara acara.

 —No me gustas,  gaijin  —susurróKazuki con ojos sombríos a la luz delcrepúsculo—, y no me gustan las

 

acusaciones de ser un tramposo. Puedoderrotarte fácilmente en el Círculo sitener que recurrir a trampas.

 —¡Descarado mentiroso! Los dossabemos que hiciste trampas —exclamóJack con la sangre ardiendo al recordar a Yori febril en la cama, la piernahinchada al doble de su tamaño.

 —No miento —replicó Kazuki cola voz tensa de indignación—. ¡No hagotrampas y, para que lo sepas, tampocorobo! No me juzgues por tus baremos de

aijin.  Procedo de una familiahonorable. Soy samurái por casta yeducación. No como tú.

 

Escupió las tres últimas palabras ala cara de Jack.

 —Tu acusación delante de la escuelame humilló. Te he llamado aquí paradefender mi honor. Te desafío a ucombate. Rendición o primera sangre.

Jack no respondió inmediatamente.Mientras grandes gotas de lluviaempezaban a caer del cielo tormentoso,siguió mirando a Kazuki, considerandosus opciones.

Jack confiaba en su habilidad para elcombate cuerpo a cuerpo, sobre tododesde el entrenamiento chi sao  del

 sensei  Kano. De hecho, la llegada del

 

crepúsculo tan sólo podía aumentar sus posibilidades de victoria. Por otro lado,Jack sabía que Kazuki se habíaesforzado tanto como él en sus propiassesiones de entrenamiento privadas coel  sensei  Kyozo, y que su fuerza y sushabilidades superiores en taijutsu

significaban que todavía podía tener ventaja. Aceptar el desafío de Kazuki podría resultar fatal, sobre todo en elactual estado de agotamiento de Jack.Sin embargo, echarse atrás sería vistocomo un acto vergonzoso y no se hacíailusiones de que Kazuki no vacilaría ehacer difundir la noticia de unarendición cobarde.

 

En el fondo, ¿tenía otra opción?

Una mirada a los ojos de Kazuki ledijo a Jack que su enemigo pretendíaluchar no importaba cuál fuera srespuesta.

Los relámpagos destellaban en elcielo. El castillo del Fénix Blancoquedó iluminado durante un instante, unaaparición espectral contra el horizonte.Mientras la tormenta rugía furiosa, lalluvia se convirtió en un fuertetamborileo sobre los tejados cercanos, yun viento helado sacudió los carteles detela que colgaban de los aleros de lastiendas.

 

Aparentemente ajeno a la tormenta,Kazuki esperó la respuesta de Jack.

Jack asintió una vez, aceptando.

Kazuki sonrió.

 —¡Alto! —exclamó Akiko,corriendo hacia ellos bajo la lluvia.

Tras ella venían Yamato y Saburo.Aunque Jack había insistido en ir solo,se sintió aliviado al ver a sus lealesamigos.

 —No te fiabas de mí, ¿eh,  gaijin?

 —escupió Kazuki—. No importa, será bueno tener público para eso.¡Escorpiones!

 

Hizo una seña a un callejón oscuro yla Banda del Escorpión se materializóde entre las sombras. Con el corazóentristecido, Jack comprendió que éstano iba a ser una lucha a primera sangre,sino hasta el final.

Se cernieron sobre Jack y susamigos. Hubo una tensa espera, yentonces Kazuki se echó a reír e indicó asu grupo que se retirara y esperase.

 —Esto es un asunto de honor, entreel  gaijin  y yo. No hace falta que nadiemás se implique —dijo, entregándole a

obu su bokken —. Por el nombre de mifamilia, seguiré el código samurái. Nada

 

de armas. Nos detendremos a primerasangre.

Akiko se volvió urgentemente haciaJack y susurró:

 —No lo hagas, Jack. Sabes querompe las reglas durante el randori.

¿Crees que se contentará con primerasangre? Kazuki querrá acabar contigo deuna vez por todas.

 —Acaba de jurar por el honor de sfamilia —replicó Jack mientras leentregaba a Saburo su abrigo—. Seconsidera samurái puro. No romperá elbushido.

 —No lo entiendes, ¿verdad, Jack?

 

¿No recuerdas las piedras dentro de las bolas de nieve? Las reglas no se teaplican. Eres un gaijin.

Jack se sintió molesto por el uso delinsulto por parte de Akiko. Aunquecomprendió que no lo decía con maldad,seguía hiriéndolo profundamente oírlallamarlo  gaijin.  Recordó una vez másque, por muy diestro que fuera en sidioma, por muy bien que conocieraJapón y sus costumbres, por  perfectamente que conociera su etiqueta

  dominara sus artes marciales, por lasencilla razón de que no era japonés denacimiento, siempre sería percibidocomo un extraño… incluso por Akiko.

 

Involuntariamente, el comentario deAkiko espoleó a Jack y reforzó sdeterminación de luchar. Demostraríaque era más samurái que cualquiera deellos.

Jack le dio a Yamato su bokken y dioun paso adelante.

 —¡Destrúyelo, Kazuki! —chillóHiroto mientras Kazuki y Jack sedisponían a enfrentarse bajo la lluvia.

Siguiendo la tradición de una peleaformal, Kazuki se inclinó ante Jack.

Jack le devolvió el saludo. PeroKazuki le había engañado. No esperó aque Jack terminara, y le lanzó una patada

 

directa a la cara. Jack apenas tuvotiempo de reaccionar. Bloqueó la patada, pero la fuerza del impacto lehizo retroceder tambaleándose.

Kazuki se lanzó contra él, tratandode abrirse paso entre la desesperadaguardia de Jack, que lo esquivó,evadiendo el gancho de Kazuki, ycontraatacó con dos puñetazos alestómago. Jack recibió un rodillazo eel muslo por sus esfuerzos einmediatamente retrocedió.

 —¡Vamos, Jack! ¡Puedes con él! — instó Saburo en respuesta.

Jack amagó una patada frontal

 

mientras Kazuki avanzaba hacia él. Latreta funcionó y Kazuki bajó la guardia para bloquearla. Jack pasó a la ofensivacon una cegadora combinación de golpefrontal, puñetazo inverso y puñogiratorio. Alcanzó con este último golpea Kazuki en la mandíbula.

Aturdido, Kazuki retrocediótambaleándose, resbaló en el terrenoenfangado y cayó sin más ceremonias deespaldas.

Yamato y Saburo dejaron escapar ugrito de alegría.

 —He ganado —declaró Jack entreadeos.

 

 —No ha terminado aún…

 —Estás sangrando.

Kazuki se pasó la mano por la boca,un fino hilo de sangre corrió sobre ellaantes de desaparecer rápidamente con lalluvia.

 —Me he mordido la lengua — escupió Kazuki—. Eso no cuenta como primera sangre.

Lanzó entonces un puñado de barro alos ojos de Jack, cegándolo. En esemomento de distracción, Kazuki se pusoen pie y golpeó a Jack en la cara. Lacabeza de Jack resonó y saboreó lasangre de su propio labio abierto.

 

 —Eso cuenta como primera sangre —anunció Kazuki con una risavengativa.

Pero Kazuki no detuvo ahí su ataque.Empezó a golpear a Jack tan rápidocomo pudo. Por instinto, elentrenamiento chi sao  de Jack se hizocargo y se puso en guardia, lanzándosecontra los brazos de su oponente.

Jack sintió los ataques de Kazukimientras lanzaba cada técnica. Esquivócon éxito una serie de puñetazos eintentó un contraataque. Oyó a Kazukimaldecir lleno de frustración ante sinesperada habilidad de luchar si

 

visión.

Esa habilidad incluso sorprendió al propio Jack durante un tiempo, peroentonces recibió en la mandíbula ugolpe imprevisto.

Rota la defensa, Jack empezó asentir pánico. La presión de unaauténtica lucha a ciegas lo abrumócuando otro golpe de Kazuki lo alcanzóen el estómago. Esto no era lo mismoque entrenar con Yamato. Kazukiluchaba de forma diferente y a Jack leresultaba cada vez más difícil predecir sus movimientos.

Jack perdió todo contacto con la

 

guardia de Kazuki. Un instante después,se encontró volando por los aires y cayóen un gran charco.

Kazuki saltó sobre él.

Antes de que Jack pudiera tomar aire, Kazuki lo cogió por el cuello y lemetió la cabeza bajo el agua. Jack jadeómientras su boca se llenaba de barro.Debatiéndose salvajemente, logró sacar la cabeza del charco para aspirar una bocanada de aire. El agua sucia habíalimpiado los restos de barro de sus ojos  pudo ver a Akiko y sus amigos,

mantenidos a raya por la Banda delEscorpión.

 

 —¡Vas a ahogarlo! —gritó Akiko,mientras arañaba a Hiroto paraliberarse.

 —Excelente sugerencia —reconocióKazuki, empujando la cabeza de Jack  bajo el agua.

Jack no pudo oír nada más que elremolino de agua sucia en sus oídos.Recordó la última vez que Kazuki habíaintentado estrangularlo. Si el  sensei

Kyuzo no hubiera detenido el randori

entonces, Kazuki habría seguido presionando hasta hacerle perder laconsciencia.

Esta vez, sin embargo, no había

 

ningún maestro delante.

Kazuki podría matarlo.

«Fudoshin.»

La palabra destelló en su mentecomo un relámpago mientras volvía asalir a la superficie.

Kazuki se reía encantado por svictoria y, empujando con más fuerza,volvió a meter a Jack en el charco unaúltima vez.

«Un samurái debe conservar lacalma en todo momento… incluso anteel peligro.» Las enseñanzas del  sensei

Hosokawa se rebulleron en la mente de

 

Jack.

Debes aprender a mirar la muerte ala cara…

Luchando con su miedo, Jack recuperó el control de sí mismo y, contratodo instinto natural, dejó que su cuerpono se resistiera y se quedó flácido.

Oyó gritar a Akiko:

 —¡Lo has matado! ¡Lo has matado!

Kazuki lo soltó de inmediato,súbitamente consciente de que habíallevado la pelea demasiado lejos.

Jack permaneció inmóvil un segundomás.

 

Entonces, con fuerza, salió delcharco.

Tomando a Kazuki completamente por sorpresa, Jack le dio un codazo en lacara a su rival y se lanzó sobre él. Denuevo al control, agarró con una llave aKazuki por la cabeza, y se la metió bajola superficie del charco embarrado.

 —¡ríndete! —exigió Jack—.¡ríndete, tramposo!

Jack sacó del charco la cabeza deKazuki para permitirle tomar una bocanada de aire antes de volver asumergírsela.

 —Admite que hiciste trampa,

 

Kazuki. ¡Admite que escondiste lalinterna!

Jack lo mantuvo esta vez más tiempoen el agua, pero no liberó su presa.

 —¿Que hice qué? —jadeó Kazuki,esforzándose por controlar su creciente pánico.

 —No me tomes por tonto, Kazuki.Cuéntale a todo el mundo cómo pusisteramas delante de la linterna de piedra.¡Revela que eres un samurái sin honor! —exigió Jack, metiendo la cabeza deKazuki bajo la superficie entre frase yfrase.

 —Yo no… —farfulló Kazuki con la

 

voz ronca y ahogada bajo la presión dela llave—. Yo no hice trampas…. Iba por delante de Tadashi y Akiko duranteese desafío. ¡Es imposible que fuera yo!

 —¡Mentiroso! —dijo Jack,zambulléndolo una vez más.

 —¡JACK, BASTA! —gritó Akiko,zafándose de Hiroto y corriendo paradetener a Jack—. Está diciendo laverdad.

Jack interrumpió su ataque.

 —Pude ver la linterna de piedracuando pasé —explicó Akiko.

Jack la miró y supo que estaba

 

diciendo la verdad. De repente, toda ssuposición quedó destruida. Soltó aKazuki y permitió que Akiko lo apartarade él. Se sentó a mirar aturdido la formatemblorosa de su rival.

Kazuki rodó de costado, tosiendoagua y barro.

 —Tadashi iba delante de ti, noKazuki —continuó Akiko—. Tuvo queser él quien hizo trampas. Eso explicaría por qué, durante el desafío de la Mente,Tadashi chocó contra mí en la cascada.En ese momento, no pensé que fueraintencionado, pero ahora no estoy tasegura.

 

 —Tadashi… también tropezóconmigo —confesó Jack, mientras laretorcida verdad emergía en su cabeza —, pero pensé que fue un accidente.

 —Está claro que no —escupióKazuki, dirigiéndole una mirada cargadade veneno.

Jack se sintió avergonzado ytraicionado. Había acusado a Kazuki dehacer trampas sin ninguna prueba real.Se había precipitado en sacar conclusiones basándose sólo en su bajaopinión de su rival, mientras que habíasido Tadashi todo el tiempo, a quieconsideraba un amigo. Su propia

 

conducta no era mejor que la de Kazuki,que lo discriminaba por ser un gaijin.

 —Yo… lo siento —admitió Jack. Ladisculpa se le atascó en la garganta,cada palabra tan pesada y amarga comoel plomo—. No hiciste trampas. Estabaequivocado.

Kazuki se puso en pie con ayuda deobu y Hiroto. Miró a Jack con una

mirada de desprecio.

 —Eso es,  gaijin.  Estabasequivocado. Pero no te confundas: medesquitaré.

Jack sintió un helado escalofríocorrerle por la espalda, pero

 

extrañamente no fue en respuesta a laamenaza de Kazuki. Fue por la clarasensación de que lo estaban observando.

 —¿Habéis visto eso? —susurróobu, señalando por encima del hombro

de Kazuki hacia un tejado cercano.

Todos se volvieron a mirar en lanoche lluviosa.

 No había nada visible en laoscuridad, ni siquiera el castillo delFénix Blanco.

Un segundo más tarde, un relámpagocruzó el cielo y durante un aterrador momento pudieron ver una figura vestidade negro recortada contra el cielo.

 

El trueno rugió mientras Nobu, cosu cara regordeta tensa de miedo,gritaba:

 —¡NINJAS!

 

43

Huida 

Escaparon en distintas direcciones.

Jack, Akiko, Yamato y Saburocorrieron por la plaza llena de lodohacia un callejón lateral que losconduciría de vuelta al templo. Kazuki ysu Banda del Escorpión tomaron elcamino contrario, dirigiéndose hacia elcastillo. Mientras corrían, Jack alzó lamirada y divisó varias sombras quecruzaban los tejados sobre ellos.

 

 —¡Rápido! —instó Jack—. Son umontón.

Redoblaron sus esfuerzos y casihabían llegado al callejón cuandoSaburo perdió pie y cayó de boca en el barro.

 —¡Continuad! —gritó Yamato a losdemás, mientras se daba la vuelta paraayudar a su amigo caído.

Jack y Akiko siguieron corriendo, yentraron en el callejón en el momento eque un ninja saltaba de los aleros. Almirar por encima del hombro, Jack esperó ver al asesino lanzarse contraellos. Sin embargo, el ninja los dejó

 

escapar y se volvió para cerrar el paso aYamato y Saburo e impedirles huir.

 —¡Nos veremos en el templo! — gritó Yamato, arrastrando a Saburo haciaun callejón distinto.

Akiko empujó a Jack hacia delante.

 —¡Vamos! ¡Perderemos al ninja elas callejuelas!

Giraron a la izquierda, luego a laderecha, después de nuevo a la derecha,antes de entrar en un patio cerrado cosólo un pasadizo a oscuras como salida.

 —Creo que lo hemos dejado atrás —susurró Akiko, mirando por encima

 

del hombro para comprobar si los perseguían.

Jack escrutó los recovecos del patio, pero sólo había un gran cubo de madera

  un arbolillo en una maceta en urincón. Se asomó al negro agujero del pasadizo, donde la lluvia caía a raudalesde los aleros y desaparecía, pero ningúenemigo amenazó con salir de allí.Estaban fuera de peligro y Jack dejóescapar un suave suspiro de alivio.

 —¿Crees que es Ojo de Dragón? — le susurró a Akiko.

Akiko se llevó un dedo a los labios,mientras estudiaba el patio con la

 

mirada.

De repente, dos ninjas sematerializaron en el cielo nocturno,dando una voltereta en el aire hastaaterrizar entre ellos dos.

 —¡CORRE! —gritó Akiko, dandouna patada al ninja más cercano.

Lo alcanzó entre las piernas y elninja se desplomó al suelo con un débilgemido. Girando a la velocidad delrayo, Akiko lanzó una patada de ganchodirectamente a la cabeza del otro ninja.

Pero este ninja, más rápido que scompañero, detuvo el pie de Akiko en elaire. Alzó el otro brazo para romperle la

 

 pierna con un aplastante golpe delantebrazo.

Akiko no vaciló. Saltó, dando unavoltereta trasera, y lanzó el otro pie paraconectar con la mandíbula de satacante.

El golpe lanzó hacia atrás la cabezadel ninja, quien tuvo que soltarle la pierna. Akiko continuó volando por elaire antes de aterrizar hábilmente en elalero.

Jack se quedó clavado en el sitio,anonadado por su agilidad.

 —¡He dicho que corras! —ordenóAkiko por encima de la tormenta.

 

Dos ninjas más aparecieron de pronto en los tejados y empezaron acombatir contra Akiko.

El primer instinto de Jack fuesubirse al cubo de agua y ayudarla, peroel ninja que había recibido la primera patada se había vuelto a poner en pie ycorría a trompicones en su dirección.

Sin vacilar, Jack cogió la maceta de barro y la lanzó contra él. La macetachocó contra la cabeza y el ninja sedesplomó en el suelo, donde yacióinconsciente entre fragmentos de barro.

Jack corrió hacia el cubo, pero estavez el otro asesino le bloqueó el paso.

 

Su única opción era correr pasadizoabajo.

Se zambulló en la envolventeoscuridad, deteniéndose sólo un instante para mirar hacia Akiko, que habíaarrojado a un ninja del tejado, peroahora otro la obligó a saltar de edificioen edificio para escapar. Jack rezó por que sobreviviera.

Entonces huyó.

Jack contuvo la respiración, tratandode permanecer absolutamente inmóvil.

El ninja pasó de largo, ajeno a s

 

escondite en la oscuridad del callejósin salida, apenas visible como unaestrecha abertura entre dos casas. Jack esperó unos instantes más. Entonces,como el ninja no volvió, se permitiórelajarse. Había conseguido escapar desu perseguidor por el momento, ¿peroqué debería hacer ahora?

Se hallaba a salvo oculto en laoscuridad, pero al mismo tiempo estabaatrapado en un callejón sin salida. Siaparecía un ninja, no tendría sitio por donde huir.

Jack se estremeció de miedo y frío.Sobre él, el cielo nocturno era una

 

estrecha franja de nubes de tormentaatrapada entre dos edificiosdesvencijados. La lluvia caía de lostejados al estrecho callejón, y el sonidose repetía en las paredes como sihubiera entrado en una cavernasubterránea.

Volvió a estremecerse, esta vez cola misma inquieta sensación de ser observado que había experimentado ela plaza.

Se dio media vuelta.

Pero sólo el negro vacío del callejósin salida lo recibió.

Con todo, no pudo desprenderse de

 

la siniestra sensación.

Comprobó el pasadizo principal.Estaba desierto.

Tras retirarse a la seguridad delcallejón sin salida, Jack se convenció así mismo de que estaba imaginandocosas, y que era sólo producto de susnervios.

Se abrazó para entrar en calor,esperando que Akiko hubiera escapadotambién de los ninjas. Seríaimpresionante que ambos pudierasobrevivir a esta noche. Aunque sabíaque Akiko podía apañárselas sola, sabíatambién que los ninjas eran implacables

 

en su persecución.

La lluvia menguó y Jack alzó lacabeza, esperando que la tormentaestuviera remitiendo.

La lluvia no había aflojado.

Sólo el sonido que hacía. Como sihubiera una sombra de sonido tras él.

Sus sentidos agudizados tronarouna advertencia. La boca se le quedóseca, el aliento detenido en su garganta.Muy despacio, volvió la cabeza y miróuna vez más hacia la oscuridad delcallejón sin salida.

Allí no había nada.

 

Entonces la oscuridad parecióalzarse y Jack se encontró ante lacapucha sin rasgos de un ninja… cara acara con el formidable Ojo de Dragón.

 

44

Interrogatorio

Un grito silencioso brotó dentro desu cabeza, ordenando a su cuerpo que semoviera.

«¡CORRE! ¡CORRE! ¡CORRE!»,chilló la mente de Jack.

Pero ya era demasiado tarde.

Mientras Jack se volvía paraenfrentarse a su enemigo, Ojo de Dragóhabía golpeado con la velocidad delescorpión. Sus dedos, como espolones,

 

habían alcanzado centros nerviosos delcuerpo de Jack, paralizándolo con cincorápidos golpes sucesivos. Jack quedóindefenso, completamente inmóvil.

 —¿Qué… me has… hecho? — tartamudeó Jack, hiperventilando,mientras una ardiente sensación seextendía por todo su cuerpo, sus brazos sus piernas.

Ojo de Dragón unió los dedos eforma de cabeza de serpiente y presionólas yemas contra la piel sobre el corazóde Jack.

 —Un golpe final a tu corazón tematará.

 

Susurró las palabras al oído de Jack con sádico placer mientras permitía quesus dedos revolotearan sobre sobjetivo.

 —Los samuráis conocen y temeeste acto como la Caricia de la Muerte.

Jack cerró los ojos, mediomurmurando el Padre Nuestro mientrasOjo de Dragón echaba hacia atrás lamano para golpear.

 —Pero puede ser una técnica muchomás sutil que la simple muerte — continuó Ojo de Dragón, quien en vez dematarlo buscó con el pulgar un punto de presión bajo la clavícula de Jack—.

 

También puede utilizarse para infringir un dolor insoportable.

Jack abrió los ojos y chilló en lanoche mientras el ninja aplicaba presiócon la yema del pulgar. La agonía era taintensa que Jack sintió como si uenjambre de avispas hubiera sidoliberado dentro de su pecho. Estuvo a punto de perder el sentido, peroentonces Ojo de Dragón se detuvo y eldolor remitió hasta que ya no fue másque una sensación tintineante, comoagujas bajo la piel.

Ojo de Dragón lo estudió umomento, viendo cómo el dolor 

 

desaparecía de los ojos de su víctima.Jack habría podido jurar que tras lanegra capucha su némesis sonreía antesu sufrimiento.

 —¿Dónde está el cuaderno de bitácora? —susurró Ojo de Dragón.

 —Me lo han robado —gimió Jack,mareado por los efectos secundarios dela tortura.

 —¡Eso era un señuelo! No jueguescon tu propia muerte.

El ninja agarró esta vez el brazoderecho de Jack y presionó en mitad desu bíceps. Una presión increíble seacumuló inmediatamente en la mano

 

derecha de Jack, sus uñas se volvieroafiladas astillas bajo la piel y pensó quesus dedos estaban a punto de estallar.Una oleada de náusea lo asaltó. Pero unavez más Ojo de Dragón se detuvo en elumbral de su consciencia.

 —He torturado a gente antes. Puedohacerte sufrir más allá de loimaginable… y sin embargo no matarte.

Cogió la cabeza gacha de Jack couna mano y lo miró con su ojo único.Jack no pudo ver ni una simple gota de piedad en el alma del ninja.

 —Está en el castillo Nijo, ¿no esasí? —dijo Ojo de Dragón, sin pasió

 

ninguna.

Los ojos de Jack destellaron dealarma. ¿Cómo podía saber eso? ¿Lohabía traicionado uno de sus amigos?

 —No hace falta que respondas,aijin.  Tus ojos me dicen todo lo que

necesito saber. ¿Pero dóndeexactamente?

Agarrando con más fuerza la cabezade Jack, Ojo de Dragón colocó un dedousto bajo uno de los ojos del muchacho otro en su barbilla. El ninja se acercó,

su malévolo ojo verde brilló sobre elrostro de Jack.

 —Vas a decírmelo —dijo co

 

ominosa finalidad.

Un instante después, Jack pensó quele habían clavado en el ojo una barra deacero fundido que le había salido por lanuca. El dolor era más grande que ucentenar de fuegos ardiendo, demasiadogrande para que pudiera emitir siquieraun grito. La tortura lo privó de todas susfuerzas y sólo un débil gemido escapóde sus labios.

Entonces el dolor desapareció.

 —Esto no es nada comparado colos días de impensable agonía quesufrirás si te dejo vivir. ¿Puedes notar esa ardiente sensación en tu cuerpo?

 

Jack asintió débilmente, lágrimastorturadas caían por sus mejillas.

 —Ése es el dolor que te he infligidohasta ahora. Continuará creciendo comoun horno hasta que te vuelvas loco desufrimiento. Sólo yo puedo ponerle fin.Te lo pregunto por última vez. ¿Dóndeestá el cuaderno de bitácora?

El ninja volvió a colocar los dedossobre el rostro de Jack.

 —No, por favor… —suplicó Jack.

Jack sintió que su resistencia sequebraba como un árbol en unatormenta. La única esperanza que lequedaba era que el castillo del daimyo

 

Takatomi era a prueba de ninjas. Aunquesi moría hoy, existía la posibilidad deque su torturador fuera capturado en elacto y castigado por sus crímenes.

 —Detrás… del tapiz de la grulla blanca… en el salón de recepción deTakatomi —dijo Jack, haciendo acopiode las pocas fuerzas que le quedaban.

 —Bien. Ahora dime qué es elcuaderno de bitácora.

Jack parpadeó, inseguro de haber oído correctamente.

 —El diario de navegación de mi padre —respondió, demasiado aturdido para preguntar por qué Ojo de Dragó

 

no sabía qué era lo que pretendía robar.

 —Eso ya lo sé. Mi cliente insiste eque este cuaderno es más efectivo queun asesinato para obtener el poder. Dime por qué.

Jack no respondió.

Ojo de Dragón le dio un bruscogolpe con los dedos para recordarle aJack el dolor que podía infligir. Jack gimió y sintió que su resistencia sedesmoronaba una vez más.

 —Es la llave a los océanos delmundo conocido. La nación que poseaeste cuaderno podrá dominar las rutasde comercio y gobernar los mares. La

 

fortuna del mundo está en sus manos.

A medida que lo explicaba, Jack empezó a comprender el interés cadavez mayor de Ojo de Dragón en el poder del cuaderno de bitácora. El ninja podíaser un asesino contratado, pero no eraningún necio. Consciente ahora de laimportancia de un objeto semejante, Ojode Dragón estaba quizá considerando elvalor del cuaderno para sus propios propósitos.

 —Has sido una gran ayuda —dijoOjo de Dragón—. Pero ahora ya no mesirves de nada. Pero yo mantengo mis promesas, así que te liberaré de t

 

tormento. La Caricia de la Muerte esatroz pero rápida. Puede que ni siquierasientas explotar tu corazón.

El pulso de Jack latió por todo scuerpo, el corazón pidiendo escapar,mientras Ojo de Dragón formaba unacabeza de serpiente con la mano y leapuntaba al pecho.

Esto es, advirtió Jack. Ésta era lacara de la muerte, una máscara negra sirasgos con un único ojo verde. La estabamirando y todo lo que sentía era miedo.Entonces, en el último instantemoribundo, una fina sonrisa cruzó suslabios exangües.

 

 —¿Qué es lo que te hace sonreír,aijin? —preguntó el ninja, sorprendido

 por la bravata de su víctima.

Pero la sonrisa de Jack tan sóloaumentó cuando se dio cuenta de que losesfuerzos de Ojo de Dragón serían en elfondo inútiles. La información básicadel cuaderno estaba protegida por laclave que su padre había diseñado. SóloJack podía descodificarla. Sin la clave para desentrañarlo, el cuaderno eravirtualmente inútil. Un rompecabezas alque faltaba una pieza vital.

Como un cabo a un marinero que seahoga, Jack comprendió que el cuaderno

 

de bitácora podía salvarlo.

 —Mátame y el conocimiento delcuaderno morirá conmigo —declaró,envalentonado.

 —Codificado, ¿eh? —replicó Ojode Dragón, impertérrito—. No importa.Conozco a un criptólogo chino que puede descodificar cualquier cosa.

Con esas palabras, Ojo de Dragógolpeó y la última esperanza de Jack murió en su pecho.

 

42

Dim Mak

El corazón de Jack golpeó contra scaja torácica como si intentara abrirse paso a través del hueso y la carne. Sus pulmones se tensaron y comprimieron,como si una serpiente se hubieraenroscado en su pecho y lo dejara siaire. Se desplomó contra la pared delcallejón y se fue deslizando hasta elgrueso lodo, donde yacióestremeciéndose y jadeando.

 

Ojo de Dragón se agachó paraadmirar su obra.

 —Tienes el mismo tiempo que u pez fuera del agua antes de que tcorazón ceda —declaró, apartándole aJack un mechón de pelo rubio de losojos en un gesto que era casi afectuoso —. Habrías sido un gran samurái,

aijin, pero no puedo arriesgarme a quecumplas un destino semejante. Tal vez eotra vida, ¿eh?

Jack ya no escuchaba. Su respiraciósilbaba en sus oídos como el viento euna cueva y pudo sentir su sangrelatiendo a través de su cuerpo,

 

congregándose alrededor de smoribundo corazón.

Bom… bom… BOM.

Ojo de Dragón giró sobre sustalones. Una enorme figura, grande comoun oso de las montañas, se enfrentó a élen la entrada del callejón sin salida.

 —Apártate, ciego —advirtió Ojo deDragón, mirando el alto bastón blancoque el hombre llevaba en la mano—.Aquí no tienes nada que ver.

Se rio fríamente de su propio humor negro.

 —Huelo a sangre —dijo la figura

 

con disgusto.

A pesar de su desorientación, Jack reconoció la grave voz resonante del

 sensei Kano.

 —No sólo tu sangre, sino la sangrede tus muchas víctimas, ninja. Cómodesprecio a los de tu ralea.

 —Llegas demasiado tarde parasalvar al muchacho —siseó Ojo deDragón, sacando silenciosamente u

 shuriken  de su cinturón mientras elsamurái se acercaba. El ninja lanzó lamortífera estrella de plata contra el

 sensei Kano—. ¡O a ti mismo!

El  shuriken  giró en el aire con u

 

suave silbido.

El  sensei  no tuvo tiempo deesquivarlo. En cambio, colocó el bastódelante de él y la estrella plateada seclavó en la madera, alcanzando un puntodirectamente en línea con su garganta.

 —Predecible —desdeñó el  sensei

Kano.

Lanzó entonces el extremo de s bastón contra Ojo de Dragón,apuntándole al estómago. Atascado en elestrecho pasadizo, la única opción delninja fue aplastarse contra la pared.Apenas esquivó el ataque. Con lavelocidad del rayo, el  sensei  Kano

 

golpeó de nuevo. Ojo de Dragón trató dedesviar el bo, pero la punta lo alcanzóen las costillas. Gimió de dolor yretrocedió tambaleándose.

Los ojos de Jack siguierodébilmente al  sensei  Kano mientras pasaba por encima de él y hacía que Ojode Dragón retrocediera más y más haciael callejón sin salida.

El ninja estaba atrapado.

El bastón era demasiado largo y el sensei Kano demasiado rápido para queOjo de Dragón contraatacara. Jack advirtió que el ninja pronto no tendríaespacio para retroceder y entonces el

 

 sensei Kano podría lanzar los golpes demuerte que acabarían con la vida de senemigo.

Para Jack, sin embargo, la vida seacercaba también rápidamente a su fin.El aplastante dolor en su pecho seintensificaba y su respiración eraentrecortada. Sentía la cabeza a punto deromperse como un huevo. La negruraacechaba en los bordes de sconsciencia y nublaba su visión. Esperótan sólo vivir lo suficiente para ver al

 sensei  Kano derrotar al asesino de s padre, el aparentemente invencibleDokugan Ryu.

 

El  sensei  Kano lanzó su bastócontra la ingle del ninja. Este vez Ojo deDragón saltó al aire, abriendo tanto las piernas que quedó a caballo en laabertura entre los dos edificios. Elbo pasó inofensivo bajo él. Con unaacción imposible, Ojo de Dragón corrióentonces por encima del  sensei  Kanousando las paredes superiores comoasidero.

El sensei Kano lanzó su bastón haciaarriba, pero falló.

Ojo de Dragón correteó como unacucaracha y Jack, en su delirio, sintióque las gotas de lluvia caían sobre él

 

como alfileres metálicos. Los vio caer desde el cielo y los oyó tintinear en elsuelo antes de advertir que eran deverdad. A su alrededor todo el suelohabía quedado cubierto por los afiladosclavos triangulares de los ninjas,diseñados para que una punta siemprequedara hacia arriba.

Ojo de Dragón llegó al final delcallejón y saltó de vuelta al suelo.

 —Vamos, ciego. Veamos cómoluchas al descubierto —retó.

El sensei Kano cargó contra Ojo deDragón. Jack trató de advertirle del peligro, pero todo lo que pudo conseguir 

 

fue un débil gemido. En el últimosegundo, el  sensei  Kano plantó elextremo de su bastón en el barro y saltó por encima de Jack. Aterrizódiestramente en la entrada del callejón,dejando atrás sin problemas todos losletales clavos.

 — Tetsu-bishi, qué poco inspirado —comentó el  sensei  Kano. Jack quisodesesperadamente reírse del fracaso deOjo de Dragón, pero el dolor resultódemasiado grande.

Enfurecido, el ninja lanzó un golpecon la mano abierta contra la gargantadel  sensei  Kano. El samurái lo desvió

 

con su bo, y luego giró el bastón paraalcanzar el torso de Ojo de Dragón.

Sorprendentemente, el ninja no tratóde esquivarlo. En cambio, absorbió elgolpe, atrapando el bastón entre su brazo su cuerpo. Tras pillar por sorpresa al

 sensei  Kano, tiró para que el grasamurái perdiera el equilibrio antes deempujarlo hacia el callejón. El  sensei

Kano permaneció en pie, pero dio u paso de más para recuperar el equilibrio

  su pie retrasado pisó un clavo demetal. El tetsu-bishi  atravesó su finasandalia, clavándose en la carne.

El  sensei  Kano cayó al suelo,

 

dejando escapar un grito de sorpresa.

Ojo de Dragón se lanzó sobre él eun instante. Pisó el bastón, rompiéndoloen dos. Entonces le dio al  sensei  Kanouna patada delantera con todas susfuerzas en la cara. Jack oyó romperse lanariz del sensei y brotar la sangre.

 —¿De verdad creías que podríasderrotarme? —dijo Dokugan Ryu,agarrando la cabeza del  sensei  Kano para exponer su garganta al golpe degracia—. ¿No sabes que en el país delos ciegos el tuerto es el rey?

Con la velocidad de una cobra, elninja descargó el borde de su mano

 

contra la laringe del  sensei  cointención de rompérsela.

A pesar de la desorientación y eldolor, el  sensei  Kano reaccionó por instinto al ataque. Agarró la muñeca deOjo de Dragón, inmovilizó el brazo delninja y le lanzó un golpe a la cara. Elninja esquivó a duras penas elcontraataque, pero consiguió devolver un puñetazo vertical contra el grueso pecho del samurái. La fuerza superior del sensei Kano le permitió absorber elgolpe y consiguió levantarse.

A través de una neblina de dolor agónico, Jack vio cómo los dos

 

guerreros batallaban cuerpo a cuerpo eun letal chi sao. Sabía que el primero ecometer un error sería el que muriese.

La velocidad de los ataques ycontraataques era tal que Jack sólo veíasus brazos como un borrón. Sushabilidades estaban parejas y cadagolpe era recibido por un bloqueo, cadatrampa con un contraataque. Ningunocedió terreno.

 —¡NINJA! —sonó un grito.

Ojo de Dragón miró hacia el pasadizo principal y vio una vanguardiade samuráis del castillo acercándose.Desentendiéndose del sensei Kano, dejó

 

atrás el muro del callejón con u poderoso salto hasta el techo. Tras echar una última mirada a Jack, escupió:

 —No habrá próxima vez,  gaijin.

¡Para ti, al menos!

Un momento más tarde se marchó,una sombra en la noche.

El  sensei  Kano se acercó cojeandoal lugar donde Jack yacía derrumbadocontra la pared.

 —¿Qué te ha hecho ese ninja?

Jack apenas podía respirar ahora. Elmundo era oscuro y lejano, la cara del

 sensei Kano parecía hallarse en el otro

 

extremo de un largo túnel sin luz. Scorazón seguía latiendo con fuerza, perosu ritmo se había reducido a medida quese había ido acumulando la presión. Le pareció que todo su pecho estaba a punto de explotar.

 —Caricia de… la Muerte — consiguió jadear Jack.

 — ¡Dim Mak!  —susurró uhorrorizado sensei Kano.

Inmediatamente, el gran  sensei  pasólas manos sobre el cuerpo de Jack. Trasencontrar lo que estaba buscando, tiróde Jack hacia delante y, con cincorápidos golpes con las yemas de los

 

dedos, golpeó al muchacho en los puntosclave de su espalda y su pecho.

Como un nuevo amanecer de primavera, el cuerpo de Jack cobróvida.

Inspiró profundamente mientras sus pulmones se ensanchaban. La presión desu pecho desapareció como si sehubieran abierto las puertas de una gra presa, y su sangre fluyó por su cuerpo euna riada llena de vida. Su visióregresó y ahora pudo ver el rostro barbudo y manchado de sangre del sensei Kano, que buscaba con los dedosel pulso en el cuello de Jack.

 

 —Estoy bien, puedes dejarlo ya — dijo Jack, agotado, mientras su  sensei

empezaba a masajearle el pecho.

 —No puedo. He de asegurarme deque tu ki fluye libremente.

 —¿Pero cómo sabes lo que hay quehacer?

 —Aprendí el arte negro llamadoim Mak   del mismo guerrero chino

ciego que me enseñó el chi sao  — explicó el sensei en voz baja.

Empezó a trabajar en los miembrosde Jack.

 —  Dim Mak   es la fuente de la

 

técnica ninja de la Caricia de la Muerte.Considéralo el reverso de la moneda dela acupuntura. Mientras la acupunturacura usando puntos de presión y centrosnerviosos, el  Dim Mak  destruye. Tienesmuchísima suerte de haber sobrevivido,oven samurái.

Cogió con cuidado al debilitadoJack en sus enormes brazos, como sifuera un cachorrillo de oso.

Antes de regresar al templo, el grasamurái dedicó un instante a sacar elclavo de metal ensangrentado que lehabía perforado el pie.

 —Probablemente estará envenenado

 

 —murmuró, inspeccionando el tetsu-

bishi —. Tendré que guardar esto para elantídoto.

 

46

El monje de la 

montaña 

Tadashi corrió hacia Jack. Pálido ysudoroso, con los ojos como platos,farfulló algo incomprensible antes dedesmayarse a los pies del muchacho.

Jack miró al traidor inconsciente.Sentía poca simpatía por su antiguocompañero de entrenamientos y falsoamigo: había hecho trampas dos vecesdurante el Círculo de Tres. Se merecía

 

su destino.

Dos monjes llegaron corriendo y pusieron a Tadashi en pie. Uno le echóagua encima para reanimarlo. Elmuchacho escupió, abrió los ojos, legritó a algo invisible y volvió adesmayarse.

Unos susurros febriles estallaron por toda la escuela mientras se preguntabaqué había causado tanta sorpresa yterror en Tadashi durante su desafío delEspíritu.

 —¿Qué demonios hay ahí arriba? — le preguntó Kazuki al Sumo Sacerdote,señalando el irregular pico de la

 

montaña más alta de la cordillera Iga.

El tercer pico se alzaba sobre la pequeña llanura donde se encontrabaahora los aspirantes finales al Círculode Tres, protegidos por un anillo desoldados del castillo del Fénix Blanco por si se producía otro ataque ninja.

 —No te preguntes qué hay en lacima de la montaña, pregúntate qué hayal otro lado —respondió de maneracríptica el sacerdote. Entonces señaló aJack—. Tú eres el siguiente.

Jack dio un paso adelante, peroAkiko lo retuvo, colocando una mano esu brazo.

 

 —¿Estás seguro de que deberíashacer esto?

 —He llegado demasiado lejos paravolverme atrás ahora —respondió. Perola fatiga física y mental de Jack eraobvia en la pesada ronquera de su voz yen el brillo acuoso de sus ojos.

 —Pero estuviste a punto de morir anoche —suplicó ella, apretándoleamablemente el brazo.

Jack, reconfortado por la preocupación de Akiko, respondió:

 —El sensei Kano dice que no tendré problemas. Además, podré descansar todo lo que quiera después de este

 

desafío final.

 —Si lo logras. Ya has visto cómo haquedado Tadashi. Haya lo que haya ahíarriba, no es para los pusilánimes. Noeres invencible, Jack, por mucho quedesees serlo.

 —Puedo hacerlo —afirmó Jack,tanto por su propia tranquilidad como por la de Akiko.

Ella le soltó el brazo e inclinó lacabeza para ocultar sus temores.

 — Ten cuidado, Jack. No pierdas lavida en la prisa por vivir.

 

A Jack sólo le habían dado unatúnica blanca nueva para escalar hasta lacima de la montaña. Había preguntado si podía llevar sus espadas o al menos u poco de agua para el desafío delEspíritu, pero el Sumo Sacerdote lerespondió:

 —Todo lo que necesitas lo llevas yacontigo.

Mientras se encaminaba por elsendero que serpenteaba hasta la cima,fue aplaudido por sus compañeros deestudios, y todos le desearon suerte paraeste último reto de retos. Vio a Yamato,Kiku y Saburo gritándole ánimos y, tras

 

ellos, a Emi y sus amigas saludandoentusiásticamente.

Pasó entonces ante la fila de senseis

  los saludó uno a uno, mostrando susrespetos. El  sensei  Kano no seencontraba entre los maestros. Se estabarecuperando en el templo bajo lasupervisión del monje especializado emedicinas. El maestro de bo no se habíaequivocado al suponer que el clavoestaba envenenado. Cuando limpiaron yvendaron su herida, bebió un antídotomaloliente que el monje había producido. Como resultado, habíaestado enfermo toda la noche. Riendomientras vomitaba por cuarta vez en u

 

cubo cercano, el maestro de bo  leaseguró a Jack que todo esto formaba parte del proceso de purgación.

El último en la fila era el  sensei

Yamada. El maestro zen dio un pasoadelante y le entregó a Jack el origamide una grulla.

 —De parte de Yori —explicó couna alegre sonrisa—. Quería que lollevaras para que te dé suerte. Tambiéquería que supieras que se siente muchomejor y que regresará a Kioto conosotros mañana.

 —Es una magnífica noticia — respondió Jack, aceptando el ave de

 

 papel—. ¿Algún consejo final, sensei?

 —Sigue el camino y no te perderás.

 —¿Nada más? —dijo Jack,sorprendido por la sencilla naturalezade la respuesta del maestro zen.

 — A veces es todo lo que hace falta.

El camino era pedregoso y difícil, ysubía serpenteando en zigzag por lafalda de la montaña. Una roca cedió bajo el pie de Jack y una pequeñaavalancha de polvo y piedra cayó por laempinada cuesta.

Se detuvo a tomar un necesario

 

descanso y se sentó al borde del camino.La tormenta de la noche anterior había pasado y un caluroso sol de primaveracalentaba ahora sus helados huesos.

Sobre él, un halcón surcaba el clarocielo azul y Jack recordó la lectura queel  sensei  Yamada había hecho de ssueño. El ave representaba la fuerza y larapidez de pensamiento. Sin duda, estoera un buen signo.

Al contemplar el ancho valle, Jack  pudo ver a la escuela observándolodesde la llanura. Aquí arriba todo eratranquilo y pacífico, el aire fresco y puro. La vida ganaba una nueva

 

 perspectiva desde esta altura, pensó. Logrande se hacía pequeño, sus preocupaciones desaparecían en ladistancia y el horizonte prometía nuevoscomienzos.

Cuando el  sensei  Kano regresó coél al templo después del ataque ninja,Jack se sintió aliviado al ver que Akikoa estaba allí, sana y salva, junto co

Yamato, Saburo y todos los demás,incluso Kazuki.

Tanto él como el  sensei  fueroconducidos rápidamente al monje de lasmedicinas del templo para que losexaminara. Mientras el  sensei  Kano

 

vomitaba como resultado de la poció purgante, a Jack le administraron usedante para reducir el dolor y ayudarlea dormir. Mientras lo hacía, Jack oyó aMasamoto discutir el ataque con elcomandante en jefe del castillo delFénix Blanco. El comandanteconsideraba que era un ataque del claninja local. Jack murmuró adormilado elnombre de Ojo de Dragón y elcomandante asintió, como si ya losupiera. Le confirmó a Masamoto quelos ataques del clan de Dokugan Ryu se producían a menudo cuando habíadignatarios de visita como el propioMasamoto.

 

Por la mañana, Jack descubrió quese había tomado la decisión unánime decontinuar con el Círculo de Tres.Masamoto había anunciado que ningúclan ninja impediría que la  Niten Ichi

 yu  completara una antigua tradiciósamurái. Bajo guardia armada, Jack ylos tres competidores restantes fueroconducidos al punto de inicio del tercer  último desafío.

Jack miró el irregular pico que sealzaba al cielo como una flecha. Ealgún lugar allá arriba se encontraba eldesafío del Espíritu.

¿Qué había aterrorizado tanto a

 

Tadashi para que regresara hecho utembloroso guiñapo? Jack no podíacreer que el desafío fuera peor quesentir cómo el corazón había estado a punto de reventarle dentro del pecho cola Caricia de la Muerte.

Milagrosamente, había sobrevivido.

Por los pelos.

Todavía le dolía la cabeza y sentíael cuerpo como si le hubieran dado una paliza con varas de hierro. El corazón lelatía dolorido, pero advirtió que tendríaque sentirse agradecido por que siguieralatiendo.

Al mirar en dirección a Kioto, Jack 

 

se preguntó si Ojo de Dragón iba yacamino del castillo Nijo para robar elcuaderno de bitácora. Advirtió quetendría que decírselo a Masamoto, peroentonces recordó que el ninja creía queestaba muerto. Ojo de Dragón no tendría prisa en recuperar lo que siempreestaría allí. Lentamente, a Jack se leocurrió que podría regresar a Kiotoantes de que Ojo de Dragón decidieraactuar, y que aún podría salvar elcuaderno de bitácora.

Reforzado por esta perspectiva, Jack empezó a escalar de nuevo el pico, couna nueva esperanza en el corazón.

 

Ante la entrada de la cueva, Jack vaciló.

Unas cuantas banderas de oracióondeaban con la brisa de la montaña, pero por lo demás la cima estabadesolada y yerma. No cabía duda algunade que el camino conducía a los oscurosrincones de la montaña, pero Jack sesentía reacio a entrar. El agujero negroen la cara de la roca era tan seductor como la boca de una serpiente.

Sin embargo, había llegado hastaaquí. No tenía sentido darse la vueltaahora.

Jack dio un paso hacia el interior. E

 

cuanto cruzó la línea que separa la luz yla sombra, el calor del sol desapareció yfue sustituido por un frío húmedo.

Permitió que sus ojos se adaptaran ala oscuridad y vio que la cueva era uáspero túnel cavado en el corazón de lamontaña. La entrada se perdía en laoscuridad total. Tras echar una últimaojeada al pequeño círculo de luz queindicaba la salida, Jack dobló la esquina entró en lo desconocido.

Durante varios instantes no vioabsolutamente nada. Ni siquiera s propia mano delante de su cara.Combatiendo la urgencia de escapar, se

 

internó lentamente en la oscuridad.

 No tenía ni idea de hasta dóndehabía llegado cuando la pared queestaba usando como guía desapareció derepente. A través de una gran grieta en laroca, Jack atisbó un feroz brillo rojo.Temblando, entró en una pequeñacaverna.

Dejó escapar un grito sobresaltadoante lo que vio.

La gigantesca sombra distorsionadade un ogro se alzó sobre él. Tenía uenorme garrote en la mano.

 —Bienvenido, joven samurái —dijouna voz suave.

 

Jack se dio media vuelta y encontróun monje de túnica azafrán y cabezacalva y redonda, cuello flaco y unasonrisa infantil que alimentaba unahoguera con una rama.

En las llamas había una olla quehervía feliz.

 —Estaba preparando un poco de té.¿Te gustaría probarlo?

Jack no respondió. Todavía estabaconmocionado por la aparición de estehombrecito diminuto cuya sombra parecía tener una grotesca vida propia.

 —Es el mejor  sencha  que se

 

encuentra en Japón —insistió el monje,indicándole que se sentara con un gesto.

 —¿Quién eres? —preguntó Jack,ocupando con cautela su sitio al otrolado del rugiente fuego.

 —¿Quién soy? Una muy buena pregunta que requiere de toda una vida para ser contestada —replicó el monje,echando hojas de té a la olla hirviente —. Puedo decirte lo que soy. SoyYamabushi.

Jack miró al anciano sin reaccionar.

 —Literalmente, significa «el que seesconde en las montañas» —explicó elmonje, atendiendo el fuego—, pero los

 

aldeanos me llaman el Monje de laMontaña. Vienen aquí de vez en cuandoen busca de cura espiritual yadivinación.

Retiró la olla del fuego y sirvió una bebida verde en una sencilla tazamarrón. Le ofreció a Jack el humeante

 sencha.

Aunque no le gustaba el té verde,Jack aceptó la infusión por cortesía.Tomó un sorbo. Sabía amargo. Desdeluego, no era el mejor  sencha que Jack había probado en su vida. Sin embargo,sonrió amablemente y tomó otro sorbo para terminarlo rápidamente. Al

 

contemplar la caverna, advirtió queestaba vacía a excepción de un pequeñoaltar en la roca, rodeado de velasencendidas e incienso.

 —¿Eres el desafío del Espíritu? —  preguntó Jack.

 —¿Yo? Por supuesto que no —rió elmonje, y su risa resonó en las paredesde la caverna con extraños ecos burlones—. Lo eres tú.

 

47

Espíritu de

combate

La taza que Jack tenía en la mano semustió y se derritió como alquitrácaliente en el suelo. Jack miró la masa pegajosa, y luego miró al Monje de laMontaña en busca de explicación.

El flaco monje sonrió serenamentecomo si no estuviera sucediendo nadafuera de lo común. Su túnica azafráahora era de un intenso color naranja y

 

la cabeza, como un limón redondomaduro bajo el sol mediterráneo. Susojos chispeaban como si los hubierarociado con polvo de estrellas y ssonrisa era tan amplia como una medialuna.

 —¿Qué está pasando? —exclamóJack, lleno de pánico.

 —¿Qué está pasando? —repitió elmonje, las palabras lentas y pastosascomo si fueran melaza en los oídos deJack—. Una pregunta muy buena que hayque responder cuando te encuentres cotu hacedor.

La cabeza de Jack daba vueltas. E

 

algún momento durante la conversación,la caverna se había expandido hasta eltamaño de una catedral y sus paredes deroca se contraían y ensanchaban ahoracon firmes contracciones. El círculo develas alrededor del altar se habíaconvertido en un arco iris multicolor quedejaba rastros de luz como fuegosartificiales explotando dentro de lascuencas de sus ojos. El fuego entre Jack  el monje de repente rugió, avivándose

hasta convertirse en un horno al rojo blanco demasiado brillante para poder mirarlo.

Jack se frotó los ojos, tratando deaclarar las locas visiones.

 

Cuando se atrevió a volver aabrirlos, el fuego se había reducido aascuas y el monje había desaparecido.Sólo quedaba la tetera, caída en elsuelo.

¿Qué había sucedido? ¿Le estabaugando su mente malas pasadas? ¿Era

un efecto secundario de la Caricia de laMuerte de Ojo de Dragón?

Jack buscó al monje a su alrededor, pero la caverna estaba desierta.

Akiko tenía razón. Se habíaesforzado demasiado al aceptar estedesafío final. Estaba demasiado agotado para soportarlo y ahora tenía

 

alucinaciones.

Jack recogió la tetera.

El utensilio le chilló y Jack lo soltó,sorprendido. La tetera desarrolló de pronto cientos de patitas negras como umilpiés y huyó llena de salvaje pánico.Antes de que pudiera comprender lo queacababa de ver, un brusco sonido detrásde Jack llamó su atención.

Se obligó a volver la cabeza.

El grito se le atascó en la garganta,incapaz de escapar junto al arrebato deterror y pánico que trataba de abrirse paso al mismo tiempo.

 

Un gigantesco escorpión negro, lo bastante grande para devorar a ucaballo, atravesaba corriendo lacaverna, dirigiéndose hacia él. Jack no pudo moverse de puro miedo. Lacriatura se acercó y examinó a su presa.

 —No es real, no es real, no esreal… —se repitió Jack febrilmente.

Entonces el escorpión alzó una desus poderosas pinzas y atacó a Jack. Logolpeó en el pecho y Jack salió volandocontra el suelo de la caverna.

 —Es real, es real, es real… — tartamudeó el muchacho, pugnando por  ponerse en pie.

 

El escorpión atacó, el aguijó buscaba en el aire el corazón de Jack.

Jack se lanzó a la derecha y elaguijón rebotó en la pared de roca.Volvió a golpear mientras el muchachorodaba por el suelo y conseguíaesquivar a duras penas su puntaenvenenada.

Tras ponerse en pie, corrió hacia laabertura en la pared, pero el escorpiófue demasiado rápido y le bloqueó el paso. La criatura, consciente de que lotenía atrapado, avanzó lentamente,chasqueando las pinzas y sacudiendo elaguijón como una lanza envenenada.

 

Apretujado contra la pared delfondo, a Jack no le quedó ningún sitioadonde huir. Se agachó para coger una piedra con la que defenderse y allí,tirada en el suelo, estaba la pequeñagrulla de papel que Yori había hecho para él.

«Origami.»

«Nada es lo que parece.» Derepente, comprendió que estaba emedio del desafío del Espíritu. El SumoSacerdote les había instruido que fueradueños de sus mentes, en vez de ser dominados por ella.

 No importaba que el escorpión fuera

 

real o no.

Su mente lo creía. Y…

«Igual que un trozo de papel puedeser más que un trozo de papel en elorigami, convirtiéndose en una grulla,un pez o una flor, así un samurái nodebería subestimar nunca su propio potencial para doblarse y plegarse a lavida.» La respuesta de Yori al koan delorigami  destelló claramente, como una bengala, en la cabeza de Jack. Tuvo queesforzarse por convertirse en más de loque parecía, en ir más allá de sus límitesnaturales.

Desafiante, Jack le rugió al

 

escorpión.

La criatura vaciló un momento.

Entonces se lanzó a matar.

Jack rugió con más fuerza, como sifuera un león, y golpeó con el puño.Pero era un puño armado ahora con lasgarras de un león. Apartó la cola delescorpión y Jack golpeó como un gato laespalda de la criatura.

El escorpión se encabritó yretrocedió, pero Jack aguantó, clavandoaún más sus garras en el exoesqueleto dela criatura. El escorpión golpeósalvajemente con su aguijón, y Jack esquivó de un lado a otro para evitar s

 

 punta envenenada.

Cuando volvió a golpear, se lanzócontra la cabeza de la criatura. En elúltimo momento posible, se apartó. Erademasiado tarde, sin embargo, para quela criatura detuviera su golpe. El aguijóse clavó profundamente en su único ojosolitario, un ojo verde sin párpado que brillaba en la oscuridad.

Cegado, el escorpión se giró en ufrenesí de agonía, emitiendo un indignoalarido que resonó por toda la caverna.El grito fue apagado entonces por elsonido de un trueno y el fuego se avivóde nuevo, tan brillante como el sol.

 

El escorpión desapareció y Jack vioque estaba sentado frente al Monje de laMontaña, que echaba incienso al fuego,  cada puñado volvía las llamas de u

 púrpura brillante y causaba densashumaredas de olor a lavanda.

 —¿Quieres un poco? —preguntó,tendiendo a Jack una taza de líquidoamarillento.

Jack se negó a aceptarla, temiendolos horrores que pudiera desatar.

 —Te aconsejo que lo bebas — insistió el monje—. Junto con elincienso, contrarresta los efectos del té.

Jack hizo lo que le decía y en unos

 

instantes notó que el mundo volvía a susdimensiones normales.

 —¿Bien? —preguntó mientras elmonje empezaba a preparar otra olla coagua para una infusión.

 —¿Bien qué? —replicó el Monje dela Montaña, divertido.

Jack estaba empezando a irritarsecon la obtusa actitud del hombre.

 —¿He pasado la prueba?

 —No lo sé. ¿La has pasado?

 —Pero tú eres quien fija el desafíodel Espíritu, sin duda tú decides.

 

 —No. Tú decidiste tu oponente.Conocer tus temores es conocerte a timismo.

Soltó la tetera y miró a Jack a losojos.

 —La clave para ser un gran samuráien la paz y en la guerra es estar libre detemor. Si derrotas a tu némesis, entonceste conviertes en el amo de tus miedos.

Con un gesto, el monje le indicó lasalida.

 —Por favor, tengo que prepararme para el siguiente invitado.

Jack le dirigió al monje una

 

asombrada reverencia mientras sedirigía a la grieta en la pared.

 —Jack-kun —llamó el Monje de laMontaña justo cuando llegaba alagujero.

Jack se detuvo en seco, tratando derecordar cuándo le había dicho al monjesu nombre.

 — Comprende que los quecompletan con éxito el desafío delEspíritu no están libres del temor:simplemente, ya no temen temer.

Jack se encontraba en el centro de la

 

llanura junto con Akiko y Kazuki. El solgolpeaba con su glorioso calor y los tres picos más altos de la cordillera Iga sealzaban majestuosamente sobre ellos ala brillante luz del cielo.

Los estudiantes,  senseis  y monjesdel templo formaban tres círculosconcéntricos alrededor de ellos tres. Auna orden del Sumo Sacerdote, los trescírculos dieron tres palmadas y luegovitorearon a todo pulmón tres veces; susgritos resonaron por todo el valle.

El corazón de Jack se hinchó deorgullo. Lo había conseguido. Contratodo pronóstico, había conquistado el

 

Círculo. Había sobrevivido.

Al volverse a mirar a Akiko, vio queestaba intentando contener las lágrimas,con una mezcla de alivio y placer chispeando en sus ojos. Al bajar de lamontaña tras él, Jack se alegró cuando lecontó cómo había derrotado a sdemonio interior, una horda demurciélagos vampiros, con la ayuda desu espíritu protector, un halcón blanco puro. Jack pensó lo apropiado que eraque un ave de tan veloz belleza y agudoinstinto fuera su guardián. Akiko sesintió igualmente complacida al oír queel espíritu de Jack había tomado laforma de un león.

 

Luego se produjo una tensa espera,mientras Kazuki escalaba al pico yentraba en la cueva del Espíritu. Tardómucho tiempo en salir y Jack, contratodo el espíritu del bushido, deseó esecreto que Kazuki fallara en su últimodesafío. Pero en cuanto se le ocurrióeste pensamiento, su archirrival regresótriunfante. Jack no descubrió cuál era elespíritu protector de Kazuki, aunquesupuso que era una serpiente o algoigualmente venenoso.

 —Jóvenes samuráis, el Círculo estácompleto —anunció el Sumo Sacerdote,dando un paso para reunirse con ellos eel centro del Círculo de Tres—. Vuestra

 

mente, cuerpo y espíritu formarán parasiempre un círculo interminable.

Indicó a los tres que se cogieran dela mano para formar un cuarto y finalcírculo interior. Jack y Kazuki, reacios,se cogieron de la mano y Akiko no pudoevitar reírse de su incomodidad.

 —Pero aunque vuestras mentes ycuerpos han sido reforzados por estosdesafíos —continuó el Sumo Sacerdote —, recordad siempre que lo másimportante para un samurái no es laespada que empuñáis en vuestra mano niel conocimiento en vuestra cabeza: es loque hay en vuestro corazón. Vuestro

 

espíritu es vuestro verdadero escudo. Sivuestro espíritu es fuerte, podréisconseguir cualquier cosa.

 

48

El desafío

Akiko contempló anonadada la propuesta de Yamato.

Estaban de regreso en la  Niten Ichi

 yu, reunidos en la habitación de Jack en la Sala de los Leones. Esa mañana elviaje de regreso desde los montes Igahabía sido relajado, todavía máscómodo por el triunfo en el Círculo deTres y el espléndido sol de primaveraque los acompañó en la vuelta a casa.

 

Jack estaba todavía cansado y sentíadoloridos todos los músculos delcuerpo, pero después del mejor sueñolibre de pesadillas que había tenido emucho tiempo, se notaba rejuvenecido.De hecho, dentro de unos cuantos días seatrevería a volver a entrenarse. Siembargo, el debate que tenían en estemomento lo dejaba helado hasta loshuesos.

Les había contado a Yamato y Akikosu encuentro con Ojo de Dragón y ahoradiscutían qué hacer con el cuaderno de bitácora. Cada vez que se mencionaba elnombre del ninja, el corazón de Jack ardía al recordar los siniestros poderes

 

del asesino.

 —Hablo en serio —insistió Yamato —. Dokugan Ryu cree que Jack estámuerto. Podemos pillarlo por sorpresa.

 —No —replicó Akiko—. No se puede sorprender a un ninja. Estáentrenados para poner trampas. Ojo deDragón sentiría por instinto que algo vamal.

 —¿Y por qué iba a hacerlo? —dijoYamato—. Además, si no lo atrapamosahora, irá de nuevo a por Jack.

 —Deberíamos trasladar el cuadernode bitácora primero —sugirió Jack, deacuerdo con el plan de Yamato—. Esta

 

noche tenemos la celebración delCírculo de Tres en el castillo deldaimyo  Takatomi. Podemosescabullimos durante la ceremonia yocultarlo en otra parte antes de que Ojode Dragón le ponga la mano encima.

 —Eso si no lo tiene ya —dijoAkiko, negando desesperada con lacabeza—. Esto no es un juego deentrenamiento. Es real. El Círculo no teha vuelto de pronto invencible, Jack.Aunque Ojo de Dragón parece serlo.Sigue escapándose cada vez y nadie loha derrotado jamás. ¿Qué te hace pensar que podrás hacerlo ahora?

 

 —Ese es mi argumento: hasta que lomatemos, siempre será una amenaza — argumentó fervientemente Yamato.

 —¿Por qué estáis tan convencidosde esta tonta idea de la trampa? Es uclaro suicidio —dijo Akiko—. Parececomo si tuvierais algo que demostrar.

 —¡Yo sí! —dijo Yamato, cerrandolos puños, la sangre ardiendo en susvenas—. Jack no es el único que quierevenganza. Dokugan Ryu mató a mihermano, Tenno. ¿Recuerdas? Mantener el honor familiar de Masamoto exigeque el ninja muera. Esta es mi mejor  posibilidad para hacerme valer.

 

El malhumor de Yamato, que ta bien conocía Jack de cuando fue sdestinatario, parecía estar consumiendoa su amigo.

 —Cálmate, Yamato —intervinoJack, colocándole una manotranquilizadora en el brazo.

 —¿Que me calme? —explotóYamato, zafando el brazo—. De todoslos samuráis, creí que tú mecomprenderías. Ojo de Dragón asesinó atu padre igual que asesinó a mi hermano.

o se trata sólo de ti y tu preciosocuaderno de bitácora, Jack. Yo tambiésiento dolor. Cada día. Pero no tengo

 

nada que ese ninja aun quiera. ¡Ya me haquitado el único hermano que tenía!

Un tenso silencio cayó sobre lostres.

Jack se sintió avergonzado. Nisiquiera había considerado la situacióde Yamato de esa forma antes. Siemprese había sentido preocupado por s propia situación, elaborando formas para poder volver a casa sin lanecesidad de la protección deMasamoto, preocupado por lo que habíasido de su hermana pequeña, llorando lamuerte de su padre y preguntándosecómo podía defenderse contra Ojo de

 

Dragón. Yamato estaría sufriendo tantocomo él. También había perdido s propia sangre.

 —No pensé… —empezó a decir Jack.

 —Lo siento… —dijo Akiko,inclinando la cabeza.

Yamato alzó la mano en gesto de paze inspiró profundamente para calmarse.

 —Olvidadlo. Lamento haber  perdido los nervios —se inclinó paraofrecer sus disculpas a Jack y Akiko—.

o deberíamos pelear así unos cootros. Sólo deberíamos estar luchandocontra Ojo de Dragón. Él es el causante

 

de todo. Lo ha sido siempre.

 — ¿No creéis que ya es hora de quele hablemos a Masamoto del cuadernode bitácora? —sugirió Akiko.

Jack se arrodilló ante Masamoto, el sensei Hosokawa y el sensei Yamada ela Sala del Fénix, el tapiz verde del avellameante alzándose tras ellos como uángel vengador.

 —Me sentí muy complacido por tactuación en el Círculo de Tres, Jack-kun —dijo Masamoto, soltando su tazade  sencha  y mirando a Jack coadmiración—. Como hijo adoptivo mío

 

que eres, me siento tan orgulloso comose habría sentido tu padre.

Jack tuvo que contener las lágrimasante la mención de su padre y elinesperado afecto mostrado por su tutor.Durante toda su estancia en la escuela desamuráis, Jack había echado de menoslos ánimos y el apoyo que le habríadado su padre. Ya fuera un guiño deaprobación, o un consejo, o tan sólo s padre envolviéndolo en un abrazo tafuerte como el océano. Aquéllos eramomentos preciosos que habían estadoausentes de su vida durante los dosúltimos años.

 

 —Completaste los desafíos delCírculo con las auténticas virtudesbushido  de lealtad, rectitud y valor — continuó Masamoto—, así que ansíoinstruirte personalmente en la técnica delos Dos Cielos.

El corazón de Jack dio un brinco.Finalmente, podría usar las espadas deMasamoto. Por fin le enseñarían aquellahabilidad invencible.

 —Pero ahora vayamos al asunto deesta reunión —dijo Masamoto,adoptando un tono serio—. ¿Hay algoque desees decirme?

Jack se sorprendió ante la pregunta.

 

¿Cómo podía saberlo?

Akiko, Yamato y él habían estadodiscutiendo si presentar o no el tema delcuaderno de bitácora a Masamoto,cuando Jack recibió la llamada paraacudir a la Sala del Fénix para ver alsamurái, y los tres acordaron quedeberían contarle a Masamoto laexistencia del cuaderno. Jack eraconsciente de que las consecuencias podrían ser severas e insistió en queAkiko y Yamato no participaran. Nohabía ningún motivo para que loscastigaran también. Negaría laimplicación de sus amigos, sosteniendoque no tenían conocimiento alguno del

 

cuaderno de bitácora.

Después de las alabanzas yfelicitaciones de orgullo paternal por  parte de Masamoto, una oleada deculpabilidad sustituyó ahora al júbiloque Jack había sentido. Le avergonzabatener que admitirle a su tutor que lehabía mentido.

 —Gracias, Masamoto-sama, por tusamables palabras —empezó a decir Jack, inclinándose profundamente—, pero no las merezco.

Masamoto se inclinó hacia delante,alzando una ceja con curiosidad.

 —¿Por qué no?

 

 —Sé por qué nos atacaron los ninjasen los montes Iga. Fue Ojo de Dragón.Iba por mí. O, para decir la verdad, por el cuaderno de bitácora de mi padre.

 —¿Qué es un cuaderno de bitácora? —preguntó el sensei Hosokawa.

Jack les habló a los tres delcuaderno, describiendo cómo los pilotoslo usaban para navegar, y explicó simportancia para el comercio y la política entre las naciones de Europa.

 —Lo siento, Masamoto-sama, perote mentí —confesó Jack—. El motivo por el que Ojo de Dragón atacó la casade Hiroko en Toba fue por causa del

 

cuaderno. Tendría que habértelo contadoen su momento, pero le hice a mi padrela promesa de guardarlo en secreto. Nosabía en quién confiar y luego me preocupó que si tú tenías el cuaderno, teconvertirías en el objetivo de Ojo deDragón, y no yo.

Masamoto miró a Jack. Su pétreaexpresión revelaba poca cosa, pero Jack advirtió que la cicatriz de su cara habíaempezado a enrojecer. La expresión del

 sensei Hosokawa era igualmente severa.El sensei Yamada fue el único que miróamablemente a Jack, con los ojosencogidos de compasión por la situaciódel muchacho.

 

 —Tendremos que tratar mañana esteasunto —declaró tersamente Masamoto —. Por desgracia, hay un asunto másacuciante que discutir primero.

Jack se preguntó qué podría ser peor que romper la quinta virtud del bushido

mintiéndole a su tutor.

Masamoto asintió al  sensei

Hosokawa. El maestro de esgrimarecogió un gran pergamino enrollado yse lo tendió a Jack.

 —¿Qué es esto? —preguntó Jack.

Los tres samuráis intercambiaromiradas de confusión.

 

 —Es un desafío —replicóMasamoto, como si eso lo explicaratodo.

Jack continuó mirando asombrado el pergamino.

 —Puede que hayas tenido éxito en elCírculo de Tres, pero tu confianza en tushabilidades puede ser errónea — observó sombrío el sensei Hosokawa—.¿Qué demonios te hizo pensar en entrar en un duelo a espada con un samuráidesconocido en su musha shugyo?

Jack miró aturdido al  sensei.  Siduda le estaban gastando una broma. Lasgraves expresiones de sus rostros, si

 

embargo, le dijeron lo contrario.

 —Yo… no me he inscrito en ningúduelo —tartamudeó Jack.

 —Tu nombre está aquí abajo,diciendo ser el Gran Samurái Rubio — respondió el  sensei  Hosokawa,señalando el kanji —. Sasaki Bishamon,el samurái en cuestión, ha aceptado tdesafío. Tienes que estar en el terrenodel duelo antes de la puesta de sol.

Jack permaneció en silencio,aturdido. Esto no podía estar sucediendo. No había apuntado snombre para ningún desafío. No teníaningún deseo de arriesgar su vida

 

entablando un duelo con un samurái sólo para demostrar que sus artes marcialeseran las mejores. Y desde luego nocontra un guerrero que llevaba elnombre del dios de la guerra.

Su única intención era recuperar elcuaderno de bitácora. Eso si Masamotoaún le permitía ir al castillo Nijo estanoche para la celebración del Círculo deTres. Su tutor podía haber suspendido sdecisión sobre el tema del cuadernohasta el día siguiente, pero la amenazaflotaba sobre Jack como una guillotina.

Ahora tenía también que enfrentarsea la perspectiva de un duelo.

 

 —Yo no he escrito esto —insistióJack, suplicando con los ojos—. No puedo luchar contra este samurái.

La mente le daba vueltas, dominada por el pánico. Ese duelo podía terminar con la pérdida de un miembro, o inclusocon la muerte. ¿Quién podía haber hechouna cosa así?

«Kazuki.»

El muchacho había jurado vengarse.Era esto. No obstante, Jack tuvo queadmirar el genio de su rival. Era talimpio, tan propio de Kazuki.

 —Si no fuiste tú, ¿entonces quién? —preguntó Masamoto.

 

Jack estuvo a punto de pronunciar elnombre de Kazuki, pero entoncesrecordó cómo había acusado falsamentea su rival de hacer trampas en elCírculo. Cómo se había equivocado.Podía estar igual de confundido en suicio esta vez y estar sacando

conclusiones basadas sólo en sus propios prejuicios.

Jack miró al suelo y lentamentesacudió la cabeza.

 —No lo sé.

 —En ese caso, nos encontramos anteun difícil dilema —dijo Masamoto,dando un sorbo a su  sencha, pensativo

 

 —. Tu nombre y el nombre de estaescuela han sido vistos en estadeclaración de desafío por todo Kioto.Si te retiras del duelo ahora, no sólotraerás vergüenza sobre ti mismo, sinosobre el nombre de Masamoto y sobre la

iten Ichi Ryu.

 —¿No se puede explicar que fue uerror? —suplicó Jack.

 —No serviría de nada. Tu desafío hasido aceptado.

 —¿Pero no soy demasiado jove para librar un duelo?

 —¿Qué edad tienes? —preguntó el sensei Hosokawa.

 

 —Cumplo catorce años este mes — respondió Jack con esperanza.

 —Yo libré mi primer duelo a lostrece —recordó Masamoto con un atisbode orgullo—. Contra un tal Arima Kibei,un famoso espadachín de entonces.También él colgó un cartel pidiendocontrincantes. Yo era un muchachoimpetuoso en esa época, así quenaturalmente apunté mi nombre. Dehecho, veo mucho de mí mismo en ti,Jack-kun. Por eso, he de admitir, mesiento un poco decepcionado por que nohicieras el desafío; y aún másdecepcionado al descubrir que me has

 

estado mintiendo.

Jack sintió que sus mejillas seruborizaban de vergüenza y ya no pudomirar a su tutor a los ojos.

 —Pero no importa —continuóMasamoto—. Al atardecer debes honrar esta escuela y demostrar que eres u poderoso samurái joven de la Niten Ichi

 yu.

Jack se quedó boquiabierto, lleno deincredulidad.

 —¡Pero si todavía no he entrenadocon una espada de verdad!

 —Tampoco lo había hecho yo — 

 

replicó Masamoto, haciendo un gestocon la mano para quitarle importancia —. Derroté a Arima con mi bokken.

Fue entonces cuando Jack comprendió que no tenía ninguna otraopción. Tendría que luchar contra elsamurái.

 —Parece que finalmente lograste loque querías. Tu impaciencia para usar tus espadas en clase te ha alcanzado — comentó el  sensei  Hosokawa con unasonrisa triste—. Pero yo no me preocuparía demasiado. Te he visto practicando con la catana en el JardíZen del Sur. Tu forma es buena. Podrías

 

sobrevivir.

«¿Podría?», pensó Jack, alarmado por la actitud relajada de su sensei.

Esperaba que sus posibilidadesfueran mejor que eso.

 

49

El duelo

El joven samurái se retorcía en el polvo, y la sangre que borboteaba en scuello cortado se extendía por el terrenode duelo en diminutos ríos.

La multitud gritó y silbó, ansiandomás derramamiento de sangre.

Inquieto por el destino del joven,Jack se encontraba en el borde del ruedoimprovisado por los espectadores,aferrando el pomo de su espada co

 

tanta fuerza que sus nudillos se había puesto blancos y el menuki de metal sele clavaba dolorosamente en la palma.

Al contemplar los ojos del samurái,Jack fue testigo de cómo la vidaescapaba de ellos como la llama de unavela chisporroteante.

 —¡Siguiente! —llamó el formidableguerrero, alzándose victorioso en elcentro del terreno. El samurái en smusha shugyo  iba vestido con uhakama  rojo oscuro y blanco. Blandióen alto su catana y luego la dejó caer  bruscamente, sacudiendo la sangre de soponente de la hoja: chiburi.

 

Yamato empujó a su amigo haciadelante.

 —Te está llamando, Jack.

 —Esto es magnífico, ¿no os parece? —dijo Saburo, mientras se metía en la boca un obanyaki y la corteza del dulcerelleno le resbalaba por la barbilla.

 —¿Cómo puedes decir eso? — exclamó Akiko.

 —¡Vamos a ver un duelo! No creíque volviéramos a tiempo del Círculode Tres.

 —Saburo —dijo Jack, mortificado por la insensibilidad de su amigo—.

 

Estoy a punto de morir.

 —No, nada de eso —respondióSaburo, descartando la idea con unasonrisa jovial—. Masamoto ha acordadocon tu oponente que el combate serásólo a primera sangre. Puede querecibas una cicatriz de batalla, pero note matará.

 —¡Pero ese último duelo también sesuponía que era a primera sangre!

Saburo abrió la boca pararesponder, pero obviamente no se leocurrió nada que decir, así que dio ecambio otro bocado a su obanyaki.

 —Ese retador tuvo mala suerte,

 

Jack, nada más —dijo Yamato, tratandode calmarlo—. Atacó en el momentoequivocado y fue alcanzado en el cuello.Un accidente, eso es todo. No tesucederá a ti.

A pesar de los intentos de su amigo por tranquilizarlo, Jack seguíadubitativo.

 —¡Jack! —llamó una voz familiar, yla multitud abrió paso a un muchacho pequeño.

Yori se acercó cojeando, ayudado por Kiku.

 —Deberías estar en la cama — reprendió Jack—. Tu pierna…

 

 —No te preocupes por mí — interrumpió Yori, apoyándose en lamuleta—. Estuviste presente para mícuando te necesité. Además, tenía quetraerte esto.

Yori le entregó el origami  de unagrulla. Era diminuto, más pequeño queun pétalo de flor de cerezo, pero perfectamente formado.

 —Gracias —dijo Jack—, perotodavía tengo el que me regalaste.

 —Sí, pero éste es especial. Por fiacabé el Senbazuru Orikata. Ésta es lagrulla número mil. La que concede eldeseo.

 

Durante un breve instante, la pequeña ave en la mano de Jack parecióaletear con esperanza.

 —Mi deseo es que pueda protegerte,igual que tú me salvaste la vida — explicó Yori con una miradaesperanzada en los ojos.

Abrumado por la compasión de samigo, Jack inclinó la cabeza y luegoguardó con ternura el pequeño pájaro elos pliegues de su obi.

Masamoto se acercó.

 —¿Estás preparado?

Jack asintió, no convencido del todo.

 

 —No tienes que temer. Tienes mis primeras espadas —le tranquilizóMasamoto—. Te servirán bien.Acuérdate de calcular con cuidado ladistancia entre tu adversario y tú. Tráeloa tu esfera de ataque. Mantenlo fuera.Hagas lo que hagas, no dejes que teatraiga.

Jack inclinó la cabeza, agradeciendoel consejo.

 —Si luchas con valor —dijoMasamoto, en voz baja para que nadiemás pudiera oírlo—, podrás recuperar tu honor y mi respeto.

Masamoto regresó a su posició

 

dominante en la multitud. Jack sintióahora aún más presión para vencer. Lehabían dado una oportunidad pararedimirse a los ojos de su tutor.

El sensei Kano se acercó.

 —¿Cómo está tu pie? —preguntóJack.

El sensei se echó a reír.

 —Eso es lo que me gusta de ti, Jack-kun. Siempre pensando en los otrosantes que en ti mismo. ¿Pero qué hay detu situación? Pronto anochecerá, ¿no?Así que intenta atacar a tu enemigo en elmomento en que el sol moribundo le déen los ojos.

 

Agarró a Jack por los hombros, yluego se soltó, reacio, para dejar paso ala sensei Yosa.

 —Mantén tu centro y conserva elequilibrio. Tengo fe en que sobrevivirás —dijo. Entonces acarició con ternura lamejilla de Jack con el dorso de la mano —. Pero si ese samurái te daña más deun pelo de la cabeza, lo convertiré en ualfiletero con mis flechas.

Todos parecían querer ofrecer consejo a Jack, incluso el sensei Kyuzo,quien, cuando iba a reunirse con losotros senseis, dijo bruscamente:

 —  Ichi-go, Ichi-e.  Sólo tendrás una

 

oportunidad. No hagas que sea la última.

El hombrecillo le dirigió a Jack unamueca torcida, como si le dolierasonreír, y luego se marchó.

Jack no se sintió mejor con elconsejo del maestro de taijutsu, y sedesanimó aún más cuando vio acercarsea Kazuki y su Banda del Escorpión, coMoriko a su lado y sus negros dientesacentuados por su cara blanca como latiza.

Entonces Kazuki dio un pasoadelante y saludó.

 —Buena suerte, Jack-dijo,aparentemente con sinceridad.

 

 —Er… gracias —murmuró Jack,desprevenido por la sinceridad deKazuki. Tal vez no era el responsable dehaber inscrito su nombre después detodo.

Entonces, con rostro serio, Kazuki preguntó:

 —¿Puedo quedarme con tus espadasdespués de que haya acabado contigo?

La Banda del Escorpión echó a reír groseramente, revelando su pequeña broma, y luego todos se marcharon,riendo.

Inesperadamente, Akiko tomó la

 

mano de Jack entre las suyas paraconsolarlo.

 —Ignóralos, Jack. No olvides lo quedijo el Sumo Sacerdote: «tu espíritu estu auténtico escudo.»

 — ¡Fudoshin!  —sugirió Kiku,servicial—. También lo necesitarás parael combate.

 —Y recuerda lo que nos enseñó el sensei  Kano —añadió Yamato—. Losojos son las ventanas de la mente, asíque asegúrate de luchar sin ojos.

 —¿Has comido? —preguntó Saburo,ofreciéndole a Jack un muslito de pollo —. Un samurái no debería luchar nunca

 

con el estómago vacío, lo sabes.

Jack negó con la cabeza, totalmenteasombrado por aquella andanada deconsejos.

En ese momento, Emi se abrió pasoentre la multitud y ofreció a Jack uramillete de camelias rojas y amarillas.

 —Para que te dé suerte —le susurróal oído—. No llegues tarde a lascelebraciones de esta noche.

Akiko se interpuso entre ambos,ofreciéndose amablemente a sujetarle aJack las flores. Emi le dirigió unaeducada sonrisa y se las entregó, aunquesus ojos revelaban malestar.

 

 — Es la hora, Jack-kun —dijo el sensei  Hosokawa, llamándole al lugar donde esperaba el samurái musha

 shugyo, espada en mano.

 —  Mushin  —le susurró al oído el sensei  Hosokawa, después de presentarle formalmente a Jack a soponente.

 —Pero si dijiste que tardaría añosen dominar el mushin  —protestó Jack mientras el  sensei  Hosokawacomprobaba por última vez su espada.

 —Ya no tienes la gracia del tiempo

 

 —respondió, mirando a Jack a los ojos —. Te has entrenado duro y hascompletado el Círculo. Mientras noesperes nada y estés preparado paratodo en esta pelea, el mushin estará a talcance. Que tu espada se convierta eninguna espada.

Con ese último consejo, le entregó lacatana y dejó a Jack a solas paraenfrentarse a su oponente en el centrodel coso manchado de sangre.

De cerca, Sasaki Bishamon parecíaexactamente el dios de la guerra que proclamaba su nombre. En sus brazoseran visibles las cicatrices como largas

 

serpientes muertas y sus ojos eran taduros y despiadados como si hubierasido cincelados en granito. Estaba claroincluso en su pose que este samurái noera un luchador novato. Se había abierto paso por todo Japón librando duelos.

Sin embargo, lo que más alarmó aJack fue el kamon bordado que lucía ela chaqueta del  gi y  la cinta blanca delhombre. Un círculo de cuatroescorpiones negros.

El primer sueño del año destellóante los ojos de Jack y recordó lainterpretación del  sensei  Yamada. Losescorpiones simbolizaban la traición.

 

Cuatro quería decir muerte. Habíaencontrado a la Banda del Escorpión deKazuki, al escorpión en el desafío delEspíritu y ahora el blasón familiar deeste guerrero. ¿Era el samurái mismo elcuarto escorpión?

 —Veo que ya te has vestido para tfuneral. Qué apropiado,  gaijin  —rió elsamurái, señalando el pecho de Jack.

Confuso, el muchacho miró s propio  gi.  ¡En su prisa para prepararse para el duelo, había cruzado la solapaderecha sobre la izquierda, como ucadáver preparado para ser enterrado!¿Por qué no lo había advertido nadie

 

antes?

 —¡Pronto habrá un gaijin menos eel mundo! —gritó alguien en la multitud.

 —¡Que su primera sangre sea laúltima! —chilló otro espectador.

Estos gritos fueron seguidos por unacacofonía de aplausos y burlas, pues losespectadores estaban al parecer divididos entre partidarios y detractoresde los gaijin.

Los gritos se hicieron más fuertes yJack se sintió desorientado por el ruido,el calor y la confusión del terreno deduelo. La cabeza le daba vueltas comouna tormenta por todos los consejos que

 

le habían dado. Empezó a hiperventilar   el  sensei  Yamada, advirtiendo s

 pánico, corrió a su lado.

 —Inspira profundamente. Tienes queconcentrarte en el combate.

 — Sensei, no puedo. Va a matarme.Dime qué hago.

 —Nadie puede darte un consejo mássabio que tú mismo —respondió el

 sensei  Yamada, colocando una manotranquilizadora sobre el tembloroso brazo derecho de Jack, paraestabilizarlo—. Actúa siguiendo elconsejo que le darías a otros. Consideralo que tendría que ser.

 

 —¡Vamos, pequeña comadreja! ¡Ya basta de perder el tiempo! —gritó elsamurái, dando una patada al suelo.

 —No temas temer —replicó Jack si pensar.

El sensei Yamada asintió.

 — Exactamente. Recuerda: estesamurái es de carne y hueso. No esningún Monje de la Montaña.

El aire estaba terriblemente seco.Jack sentía la lengua como si estuvierarecubierta de polvo. Trató de lamerselos labios, pero el miedo parecía haber 

 

 privado a su boca de toda humedad.

La punta de la kissaki  de soponente brilló en rojo dorado a la luzmoribunda de la tarde. Jack hizo uajuste final en su presa de la espada. Lacatana de Masamoto, aunque más pesadaque su bokken, estaba bien equilibrada,el acero afilado y la hoja recta. A lolargo de los meses pasados de práctica,Jack había realizado tantos tajos con elarma que juró que podía oírlasusurrarle.

La calma descendió gradualmentesobre él.

Ya no estaba asustado, sino tenso.

 

Como la cuerda al cuello de uahorcado, podía romperse en cualquier momento, pero ya se había enfrentado asu miedo y lo había dominado durante eldesafío del Espíritu.

Jack recordó las palabras del sensei

Hosokawa: «Los tres males del samuráison el miedo, la duda y la confusión.»Había derrotado su miedo.

Había superado su confusión.

Ahora sólo quedaba la duda.

Jack estudió el duro rostro de soponente. Los ojos grises del hombre norevelaban nada.

 

 No por primera vez, Jack seencontró mirando a la cara de la muerte.

Esta vez, sin embargo, no vacilaría.

Jack advirtió que el samuráiempuñaba su kissaki  un poco bajo,descubriendo un camino al cuello.

Para todos los espectadores, elataque fue tan rápido como elmovimiento fugaz de un pájaro asustado.Jack hizo a un lado la espada delsamurái y golpeó.

La hoja silbó en el aire.

Y falló.

Para el samurái, todo había sido

 

 parte de su plan. Engatusó a Jack couna oportunidad, contraatacó con unaestocada al estómago que empezó en lacaja torácica de Jack y terminó el tajo ela base del vientre.

Un gran grito de angustia surgió deAkiko, Emi y los demás, mientras Jack se retorcía en la espada del samurái.

 

50

Ninguna espada 

Fue pura suerte que Jack consiguieraevitar ser empalado. La hoja habíaatravesado el extremo suelto de su  gi,cortando su chaqueta, pero a un lado,rozando la carne. La espada quedó tacerca que Jack pudo sentir el duro y fríoacero contra su piel.

«¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido!»

Jack se maldijo, pasó de largo a soponente, el  gi  se desgarró en s

 

esfuerzo por escapar. Puso rápidamentedistancia entre él y el samurái.

¿Qué había dicho Masamoto?

 —Hagas lo que hagas, no dejes quete atraiga.

Eso era exactamente lo que acababade hacer.

El samurái miró el torso expuesto deJack, decepcionado.

 —¿Es que los gaijin no sangran?

La multitud soltó una carcajada.

 —¡Pues claro que no! —gritó uespectador—. ¡Los  gaijin son como los

 

gusanos!

La multitud estalló, algunos pidiendoa gritos la sangre de Jack, otrosdefendiendo su honor.

Jack sintió que su furia aumentabaante la impudicia de los espectadores.La mayoría parecía no tener ningunaidea del bushido.  ¿Dónde estaba elrespeto? ¿El honor? ¿La benevolencia?¿La integridad moral de la rectitud?

Recurriendo a su valor, Jack lesdemostraría exactamente lo quesignificaba ser samurái.

Como le había dicho Masamoto,Jack lanzó su furia a las aguas de s

 

mente, dejando que desapareciera entreondas.

Calmó su respiración y consideró sestrategia.

El primer encuentro había sidodemasiado justo.

Sabía que no tendría una segundaoportunidad.

Esta vez esperaría al samurái,deseando que el guerrero entrara en sesfera de ataque. Aunque Jack estabaahora completamente tranquilo por dentro, por fuera daba la impresión deestar inquieto.

 

Dejó que su espada temblara.Pareció intentar una huida, dandovueltas hasta que quedó de espaldas alsol y el samurái tuvo que entornar losojos para verlo. Incluso empezó afarfullar.

 —Por favor… no me mates… — suplicó.

Sasaki Bishamon sacudió la cabeza,disgustado. Hubo abucheos por parte dela multitud y Jack vio cómo Masamoto bajaba la cabeza ante aquellavergonzosa rendición.

 —Eres patético. Vaya con el GraSamurái Gaijin  —escupió el guerrero,

 

 blandiendo su espada—. Es hora de queacabe con tus miserias.

El samurái se acercó con pasoscalculados y lentos, alzando la catana para descargarla sobre Jack, con laclara intención no sólo de arrancar  primera sangre, sino de hacer que fuerala última gota que Jack derramara.

Jack deseó que su mente fluyeracomo el agua.

 Mushin.

 Ninguna mente.

Dejó que los gritos de la multitud se perdieran al fondo.

 

 Ningún sonido.

Dejó que el avance del samurái seinmovilizara.

 Ninguna distracción.

Dejó que la espada en su mano sehiciera una con su corazón.

 Ninguna espada.

El samurái golpeó sin piedad.

El tiempo pareció detenersemientras un conocimiento espontáneodel ataque del guerrero floreció en lamente de Jack.

Sabía exactamente adónde iba a

 

dirigir el samurái su espada- Supocuándo entrar bajo su arco para poder evitarlo. Supo dónde golpear y cuándo.

Jack sabía que la mano de su menteempuñaba ahora la espada.

Actuó intuitivamente.

Con tres rápidos mandobles, elduelo terminó.

Con la misma precisión con la que el sensei  Hosokawa había cortado en dosel grano de arroz, Jack había cortado alsamurái, partiendo su obi, sus pantalones hakama  y la cinta de scabeza…

 

Primero el obi del hombre golpeó elsuelo.

Luego su hakama  cayó en uguiñapo.

Finalmente la cinta de la cabeza delsamurái flotó por el aire, con el kamon

del escorpión cortado exactamente por la mitad.

El guerrero se volvió hacia Jack yrugió, alzando la espada paracontraatacar.

 —¡Primera sangre! —anuncióMasamoto, interponiéndose rápidamenteentre ellos para detener el combate.

 

El samurái parpadeó lleno deincredulidad. Un diminuto hilillo desangre le corría por la frente desde ellugar donde Jack lo había cortado con skissaki.

 —Mis disculpas —dijo Jack,inclinándose para sofocar una sonrisa—.

o quería hacerte daño.

Uno de los espectadores empezó areír.

Entonces otro lo imitó. Y otro.Pronto toda la multitud estalló ecarcajadas, y muchas de las mujeresagitaban sus deditos ante el guerreroderrotado. Lentamente, el samurái se dio

 

cuenta de que estaba completamentedesnudo, su hakama se encontraba ahoraalrededor de los tobillos. El guerreromiró en derredor, mortificado por svergonzosa situación. Tras recoger losrestos de sus ropas, huyó del lugar delcombate.

Jack fue abrazado por sus amigos yun puñado de estudiantes de la  Niten

chi Ryu que corrieron a felicitarlo.

Jack entendió poco de lo que ledecían. Su mente estaba perdida en elmomento del duelo.  Mushin.  Habíadominado el mushin.  O, como mínimo,

 

lo había experimentado. Más importanteaún: durante un breve instante, su espadahabía existido en su corazón. Se habíaconvertido en parte de él.

La espada era verdaderamente elalma del samurái.

La multitud se retiró para permitir el paso a Masamoto y el sensei Hosokawa.

 —Una treta magistral, Jack-kun. Meengañaste —alabó Masamoto—. Si no puedes derrotar a tu oponentefísicamente, entonces hay que engañar smente. Te has ganado mi respeto.

 —Comprendo, Masamoto-sama — respondió Jack, inclinando la cabeza, y

 

dando gracias a Dios por haber sido perdonado por su mentira respecto alcuaderno de bitácora.

Cuando volvió a levantar la cabeza,el  sensei  Hosokawa estaba delante deél. Sus agudos ojos estudiaron a Jack mientras se atusaba pensativo la perilla.Entonces el maestro de esgrima sonrióampliamente, con orgullo.

 —Jack-kun, estás preparado. Me hasdemostrado que comprendes de verdadel Camino de la Espada.

 

51

Kunoichi 

La noche era extrañamente calurosa  la habitación sofocante, lo que hacía

que Jack sudara incómodo mientras susmanos tanteaban en la oscuridad buscando el cuaderno de bitácora de s padre.

El agudo sonido flotante de unaflauta de bambú entrelazado con elvibrante tañido de un  shamisen  podíaoírse desde el lejano Gran Salón del

 

 palacio del daimyo  Takatomo, dondetodos estaban reunidos para celebrar elfinal del Círculo de Tres.

 —¡No está aquí! —dijo Jack, y unanota de pánico se le notó en la voz.

 —¿Estás seguro? —preguntóYamato.

 —Sí. Lo dejé en el saliente superior  —insistió Jack, mientras salía de detrásdel tapiz de seda de la grulla blanca quecolgaba de la pared de la sala derecepción—, pero no está.

 —Déjame mirar —se ofreció Akiko.Se subió al estrado de cedro y se asomóa la alacena.

 

Los tres se habían escabullido de lacelebración, dejando que Saburu y Kik cuidaran de Yori. Su intención erarecuperar el cuaderno de bitácora yregresar antes de que nadie advirtiera sausencia. Masamoto, consciente ahorade la existencia del libro, había pedidoverlo, y le había pedido a Jack que se loentregara a la mañana siguiente. Jack había accedido a hacerlo, aunque nohabía revelado su localización por noenfurecer al samurái.

Pero parecía que llegabademasiado tarde. Ojo de Dragón ya lohabía robado.

 

 —¿Cómo puede haber entrado en ucastillo a prueba de ninjas? —sedesesperó Jack, desplomándose en elsuelo.

 —¡Jack!

Jack fue vagamente consciente deque Akiko agitaba algo delante de scara.

 —¿Es esto lo que estabas buscando? —sonrió ella, agitando en una mano elcuaderno de bitácora encuadernado ecuero, y lo colocó en su regazo—. Sehabía caído al suelo.

 —Eres… —empezó a decir Jack, pero no supo cómo expresar su alivio y

 

su alegría a Akiko.

La música en el Gran Salón llegó asu fin y se pudo oír la llamada de u pájaro.

Un ruiseñor.

La sonrisa de Jack desapareció alrecordar el sistema de alarma único queel daimyo  Takatomi había instalado elos tablones del suelo.

Akiko y Yamato imitaron screciente expresión de horror.

Venía alguien.

 —¡Rápido! Esconde el cuaderno — 

 

instruyó Akiko.

El Suelo Ruiseñor cantaba con cada pisada que se iba acercando.

Jack no tuvo otra elección. Volvió acolocar el cuaderno de bitácora en elsaliente superior y dejó que el tapizvolviera a ocupar su sitio.

En el exterior, el ruido de lostablones del suelo cesó.

El desconocido estaba ante la puerta shoji.

Se miraron unos a otros. ¿Quédeberían hacer? Si era un guardia, podían fingir que se habían perdido;

 

 pero si no lo era, ¿no deberían estar  preparándose para luchar?

La shoji se abrió.

Una figura se arrodilló ante ellos,recortada en el pasillo, con el rostrocubierto por las sombras.

 Nadie se movió.

Jack advirtió que el tapiz aún seagitaba levemente y deseó con todas susfuerzas que se detuviera.

La figura inclinó la cabeza y selevantó.

Una hermosa mujer con un kimonoverde jade y el largo pelo recogido e

 

un alto rodete sobre la cabeza y sujeto por un alfiler ornado entró la habitación.

 —El daimyo  pensó que podríagustaros un aperitivo para vuestra fiesta privada —dijo la mujer amablemente,colocando una pequeña bandeja con unatetera y cuatro tazas de porcelana en eltatami.

Les indicó que se sentaran.

Asombrados, aunque tambiéaliviados, los tres hicieron lo que se lesdecía. Jack vio cómo la criada servíatres tazas de  sencha.  Sonrióamablemente, ofreciendo a Jack la primera infusión; sus ojos, brillantes

 

como perlas negras, nunca dejaban demirarlo.

Jack esperó a que sirviera a losotros antes de beber.

El Suelo Ruiseñor cantó de nuevo ytodos se detuvieron.

La mujer sacó un abanico de su obi,abriendo su negro lomo de metal pararevelar un exquisito diseño pintado amano de un dragón verde enroscado euna montaña brumosa.

 —Hace bastante calor —comentó,agitando el abanico delante de su cara —. Debéis tener sed.

 

Jack, con la boca seca de temor antela llegada del segundo visitante, se llevóla taza a los labios.

La shoji se abrió por segunda vez yentró Emi.

 —Mi padre se estaba preguntandodónde estabais todos —dijo con laexpresión indignada por no haber sidoinvitada a esta reunión privada—.Quiere que… ¿Quién eres tú?

Emi miró a la sirvienta.

 —Tú no trabajas aquí.

Antes de que nadie pudierareaccionar, la mujer le lanzó la bandeja

 

a Emi, derramando el té por el suelo. La bandeja giró en el aire como un gra shuriken cuadrado y golpeó a Emi en elcuello. La muchacha se desplomó,inconsciente.

 — ¡Kunoichi!  —gritó Akiko,rodando para alejarse de la impostora.

 —¡No lo bebas, Jack! —gritóYamato mientras le arrebataba la taza deun manotazo—. ¡Veneno!

Aturdido momentáneamente, Jack sólo pudo mirar el tatami, quedesprendía pequeñas vaharadas de humoacre donde el té se había derramado.

 —¿Ninja? —dijo Jack, asombrado,

 

mirando a la hermosa mujer que teníadelante. Creía que sólo los hombres eraninjas.

La mujer ninja cerró su abanico y sedispuso a golpear con el duro lomo demetal la cabeza de Jack como si usara umartillo.

Yamato se plantó delante de Jack,empujando a su amigo para librarlo del peligro, pero la punta de hierro delabanico lo alcanzó en la sien. Cayó alsuelo y no se levantó.

Poniéndose en pie de un salto, lakunoichi saltó sobre el cuerpo caído deYamato y avanzó hacia Jack. Cuando

 

alzaba la mano para golpear por segundavez, Akiko le arrebató de una patada emedia luna el abanico de la mano.

La ninja inmediatamente contraatacócon una devastadora patada lateral alestómago de Akiko, haciéndola volar  por la sala.

En ese breve momento dedistracción, Jack consiguió ponerse e pie. Al ver que sus amigos yacíaheridos a su alrededor, su furia impulsósu fuerza y pasó al ataque.

La ninja se retiró ante la patada degancho circular de Jack. Esquivómientras se llevaba la mano a la cabeza.

 

El pelo le cayó en cascada por laespalda en una nube negra y un rayo deluz destelló, directo hacia el ojo derechode Jack.

El muchacho retrocediótambaleándose para evitar el afiladoalfiler cuya brillante punta pasó volandoante su ojo.

La ninja le atacó a la cara por segunda vez, pero el golpe saliódesviado.

Jack vio cómo el alfiler de acero pasaba a su izquierda y de repenterecordó la lección del  sensei  Kano«aprende a combatir sin ojos».

 

Sus ojos habían seguido por instintola brillante arma, pero la salvajesacudida de la ninja había sido unatáctica de distracción.

Cuando se volvió hacia ella, lamujer se llevó la palma de la mano a la boca y le sopló a los ojos una nube dechispeante polvo negro.

Alcanzado por una combinación dearena, serrín y pimienta, las lágrimascorrieron por el rostro de Jack.

Todo su mundo se oscureció.

Jack estaba ciego.

 

52

Sasori 

 —¡Akiko! ¡No puedo ver!

Ella se lanzó a protegerlo, y Jack oyó el roce del alfiler y el golpeteosordo de los brazos al colisionar mientras Akiko bloqueaba otro de losataques de la kunoichi. Le pareció oír elruido de Akiko contraatacando con una patada delantera, pues oyó a la mujer retroceder, gimiendo como si le faltarael aire.

 

Los ojos le lloraban como géiseresacres y tuvo que cerrarlos con fuerzacontra el dolor. Sin la vista, sólo podíaseguir los sonidos de Akiko luchandocontra la kunoichi  al otro lado de lahabitación.

 —¡Cuidado! —exclamó Akiko.

Jack levantó la guardia, tratando aciegas de hacer contacto y usar sushabilidades chi sao, pero la kunoichi loeludió. Concentrándose en el sonido desu respiración entrecortada, Jack localizó hacia dónde se movía, peroAkiko saltó entre ellos para interceptar un golpe invisible de la ninja. Ahora

 

Jack no podía atacar por miedo de herir a Akiko.

Tras él, captó el sonido de un suaveroce en el tapiz de seda y una pisada.Entonces sintió que el estrado de cedroen el que se hallaba cedía levemente por el peso de alguien más.

Jack se dio la vuelta, manteniendo laguardia levantada para protegerse lacara.

Sus brazos chocaron con un puñoque apuntaba directamente a su nuca.Permitiendo que su entrenamiento chi

 sao  se hiciera cargo, Jack siguió lacurvatura del brazo de su atacante y

 

lanzó los dedos hacia la garganta. Elataque fue repelido por un bloqueo y ugolpe. Al instante, Jack sintió latrayectoria del contraataque y lo desviócon un bloqueo interior, pasando el brazo por encima del de su atacante ydando un puñetazo a su oponente en lacara.

Alcanzó con fuerza la mandíbula desu atacante.

El contacto fue sólido yestremecedor, pero su oponente tan sólose echó a reír, una risa fría yentrecortada como una sierra oxidadaatrapada en la madera.

 

Jack perdió contacto, pues satacante se alejó de su alcance.

 —Impresionante,  gaijin  —susurróDokugan Ryu—, pero aún másimpresionante es que estés todavía vivo.¡Deberías ser un ninja, no un samurái!

El corazón de Jack dio un dolorosovuelco. La proximidad de Ojo deDragón hizo que todo su cuerpo secontrajera, que sus pulmones setensaran.

 —No te tengo miedo —dijo,haciendo acopio de todo el valor  posible.

 —Claro que lo tienes —replicó Ojo

 

de Dragón, rodeándolo lentamente—.Soy el dolor que se te cuela en loshuesos de noche. El fuego abrasador quearde en tu sangre. Tu peor pesadilla. ¡Elasesino de tu padre!

Ojo de Dragón golpeó con talvelocidad que pilló desprevenido aJack. El ninja alcanzó un punto en la base de su hombro y una llamarada dedolor corrió por todo su brazo derecho.Jack retrocedió, jadeando en busca deaire, sintiendo como si hubieran metidosu brazo en un fuego al rojo blanco.

 —Pero aquí estoy perdiendo eltiempo —escupió el ninja, como si le

 

aburriera torturar a su víctima—. Yatengo lo que vine a buscar.

A través de la agonía, Jack fuevagamente consciente de que podía ver formas, sombras oscuras contra unaniebla gris. El dolor concentró su mente su visión se despejó.

 —¡Sasori, deja de jugar con lachica! —ordenó Ojo de Dragón—.Mátala, y luego mata al gaijin.

Jack parpadeó y logró distinguir através de las lágrimas al ninjaencapuchado a su izquierda contra una pared de aspecto brumoso.

 —No me vuelvas a decepcionar,

 

aijin. Quédate muerto esta vez.

Al oír exactamente dónde seencontraba el ninja, Jack lanzó una patada circular a la cabeza de senemigo.

Su pie atravesó el aire.

Ojo de Dragón había desaparecido.

Una suave exhalación escapó de loslabios de alguien y lo siguiente que Jack oyó fue a un cuerpo desplomarse en elsuelo.

 —¡Akiko! —exclamó.

 No hubo respuesta.

 

 —¿Akiko? —repitió Jack, temeroso por ella.

 —Tu bonita amiga está muerta,aijin —se burló la kunoichi-. Hundí mi

alfiler envenenado en su preciosocuello.

El corazón de Jack se heló, un fríomás agonizante que ninguna tortura queOjo de Dragón pudiera infligirle.

Jack se lanzó contra la asesina deAkiko. Ya no le importaba nada, ya no pensó en lo que estaba haciendo.Solamente golpeó.

La kunoichi  luchó contra svehemente ataque.

 

Sobre la ninja cayeron un golpe trasotro.

El antebrazo de Jack alcanzó sguardia y la kunoichi  perdió su presasobre el letal alfiler, que salió volandohasta el extremo opuesto de lahabitación.

Jack insistió. La ninja empezó aceder bajo la presión. Jack dio entoncesuna patada lateral con todas sus fuerzas,alcanzando de pleno a la kunoichi en el pecho. La ninja cayó hacia atrás,aterrizó duramente en el estrado, y gritó.

 —¡Vamos! —rugió Jack con los ojoshúmedos de lágrimas que escocían no ya

 

 por el polvo cegador, sino por la penade su corazón.

Pero no hubo ninguna respuesta.

Jack se frotó los ojos. Su visión era borrosa, pero al menos pudo ver denuevo.

La kunoichi  yacía inmóvil en elestrado.

 No podía haberla golpeado tafuerte, pensó Jack, no lo suficiente paramatarla.

Se acercó con cautela un paso y ledio una patadita en la pierna. No huboreacción. Los ojos negros de la mujer 

 

eran sombríos y sin vida. Habíadesaparecido su brillo de perla.

Jack le dio la vuelta.

El alfiler de acero sobresalía de sespalda como la cola de un escorpión.Muerta por su propio veneno.

«Sasori», pensó Jack, aturdido. Ojode Dragón la había llamado Sasori.

Escorpión.

Por mucho que intentara negarlo, ssueño se había vuelto realidad.

Cuatro escorpiones.

La banda de Kazuki. El desafío del

 

Espíritu. El guerrero. La kuinoichi.

Cuatro significaba muerte. Pero nohabía sido su propia muerte lo que había predicho el sueño, sino la de Akiko.

Jack cayó de rodillas, sin advertir apenas la devastación de la sala derecepción. Yamato se incorporabalentamente entre los fragmentos rotos delas tazas de té. Emi, con el cuellomagullado e hinchado, seguía simoverse, aunque Jack pudo ver querespiraba.

El tapiz de la grulla blanca habíasido arrancado de la pared, y la alacenaestaba abierta, negra y vacía como la

 

cuenca de un cráneo.

Ojo de Dragón tenía el cuaderno de bitácora.

Jack se arrastró hasta Akiko.

Ella yacía inmóvil en el tatami, couna pequeña mancha de sangre en elcuello donde se había clavado el alfiler.Jack, entre grandes sollozos de angustia,acunó el cuerpo sin vida en sus brazos.

 

53

El Camino del

Dragón

 —¡Y TÚ TE CONSIDERAS UNSAMURÁI!

Masamoto ya no pudo contener sira.

Había mantenido la cabeza fríacuando descubrieron a Jack y los demásen la sala de recepción. Habíaorganizado con calma una partida de

 

 búsqueda para localizar a Dokugan Ryademás de proteger al daimyo. Se habíacontenido mientras disponía el regreso asalvo de los estudiantes a la  Niten Ichi

 yu.  Incluso había mantenido lacompostura mientras Jack explicaba elmotivo por el que había escondido elcuaderno de bitácora en el castillo deldaimyo.

Pero ahora le gritó Jack, que yacía postrado en el suelo de la Sala delFénix. Jack se estremecía con cada palabra que Masamoto murmuraba, cadauna tan afilada como la hoja de unacatana.

 

 —¡Sacrificaste a tus amigos,violaste mi confianza y sobre todo pusiste en peligro la vida del daimyo,todo por el cuaderno de bitácora de t padre!

Masamoto miró a Jack, ardiendo deira acumulada, aparentemente incapaz deexpresar la furia que sentía. Con cadasegundo de silencio, las cicatrices de srostro se volvían más y más rojas.

 —Podría perdonarte la mentira,¿pero cómo puedo pasar por alto esto?¡Convertiste el castillo del daimyo en uobjetivo para los ninjas! —dijo, casi eun susurro, como si le asustara que la

 

violencia de su voz se convirtiera eviolencia en sus manos. Tu deber eshacia mí y hacia tu daimyo. ¡Has roto elcódigo del bushido!  ¿Dónde estaba tlealtad? ¿Dónde estaba tu respeto? ¿Nohabía demostrado con mi tutela que podías confiar en mí?

Masamoto tenía lágrimas en losojos. La idea de que Jack no pudieraconfiar en él, y tal vez no lo respetara, parecía decepcionar enormemente alsamurái.

 — ¡FUERA DE MI VISTA!

Jack estaba sentado en el tronco del

 

viejo pino en un rincón de laanzenniwa. Oculto en la oscuridad, se

 puso a dar patadas al tronco de maderadel árbol, cada vez más fuerte, hasta quelas ramas se estremecieron.

Contempló el cielo nocturno,deseando que lo engullera, pero lasestrellas tampoco le ofrecieron ningúconsuelo. Tan sólo le recordaron losolitario y perdido que se hallaba. Laopinión pública cambiaba en Japón y losextranjeros como él ya no era bienvenidos. No sólo el país dondevivía lo alienaba, sino que se habíaalejado de su único protector. Habíavuelto a Masamoto contra él.

 

 No tenía ningún sitio donde ir yningún sitio donde esconderse.

Ojo de Dragón por fin había puestolas manos en el cuaderno de bitácora desu padre.

Jack maldijo su estupidez. Sfracaso.

Le había fallado a la memoria de s padre, pues el cuaderno ya no era suyo.

Le había fallado a la pequeña Jess, pues había perdido su única herencia, loúnico que podía ayudarle a regresar acasa y asegurar su futuro.

Le había fallado a sus amigos, pues

 

había demostrado ser incapaz de protegerlos.

Jack había perdido todo lo que eramás precioso para él.

Con la cabeza en las manos, elcuerpo estremecido por los sollozos,Jack se preguntó si debería dejar laescuela ahora o esperar hasta elamanecer.

 —No todo está perdido, jovesamurái. No desesperes.

Jack alzó la cabeza, todavíallorando. Ni siquiera había oídoacercarse al anciano.

 

El sensei Yamada estaba apoyado esu bastón y miraba a Jack con afecto y preocupación mientras retorcía pensativo su larga perilla con un dedohuesudo.

 —Una tormenta en la noche, eso estodo —dijo, y la suave amabilidad de svoz pareció aliviar parte de la pena deJack—. Con el tiempo, su furia pasará yte verá como el samurái que eres. Todoquedará perdonado.

 —¿Cómo puede ser? Le hetraicionado —se lamentó Jack. Las palabras herían tan profundamente scorazón que juraría que lo hacía

 

sangrar—. He mostrado mi falta derespeto. He roto su confianza. He idocontra el mismo espíritu bushido por elque él vive.

 —Jack-kun, tú respiras bushido.

El viejo maestro zen posó una manosobre el brazo de Jack y lo palmeóamablemente.

 —Ven conmigo —dijo, guiando aJack para dejar atrás la oscuridad del pino y caminar hacia la pálida luz de laluna—. Un paseo despejará tu mente.

Jack lo siguió a ciegas, como sifuera un fantasma que no estuvierarealmente allí, pero escuchó de todas

 

formas el consejo de su sensei.

 —No puedo aprobar que lemintieras a Masamoto-sama sobre elcuaderno de bitácora, pero hasdemostrado tu honestidad al confesarlo por propia voluntad —empezó a decir elmaestro zen, apartando una piedra delcamino con su bastón—. Fue unadesgracia que escogieras el castillo paraocultar tu precioso libro. No pensasteadecuadamente en las consecuencias deesa decisión.

Jack negó solemnemente con lacabeza.

 —Sin embargo, soy perfectamente

 

consciente de que tu decisión deguardarlo en el castillo no fue hecha comalicia ni con intención de hacerle dañoal daimyo. Tu lealtad hacia tu tutor y trespeto por su vida te llevó a creer quela mentira era más segura que la verdad, el castillo más seguro que la escuela.

Por equivocadas que fueran tusintenciones, estabas intentando protegerlo y cumplir con tu deber. Esoes lo que Masamoto-sama sin dudallegará a comprender.

Cuando llegaron a una de lasgrandes piedras del jardín, el  sensei

Yamada frotó su lisa superficie.

 

 —Eres fuerte como esta roca, Jack-kun. La osadía de tus planes y la fe en tcapacidad para tratar tú solo con los problemas recuerda a la juventud del propio Masamoto-sama. También él eraun espíritu ferozmente independiente.

El sensei Yamada miró con dureza aJack, y al muchacho le resultó difícilsoportar aquella mirada.

 —Por eso sus emociones son tafuertes. Masamoto-sama se ve a símismo en ti. No está furioso. Tienemiedo. Miedo de perder otro hijo anteese demonio de Dokugan Ryu.

El  sensei Yamada acompañó a Jack 

 

a través del patio desierto hasta la Niten

chi Ryu. Cada guijarro reflejaba la luzde la luna, transformando la plaza en ugran océano que parecía ondular mientras cruzaban su superficie hacia elSalón del Buda.

 —¿Crees que has roto el código delbushido?  Jack asintió, demasiadoincómodo para hablar.

 —Bien, te equivocas. Lo queconseguiste esta noche, y en todos losencuentros anteriores con ese ninja,demuestra que eres un samurái más alláde toda duda. Tu valor ante semejante peligro sólo puede ser digno de aplauso.

 

La benevolencia que mostraste a losdemás, junto con la compasión quesientes por tus amigos, es lo que os une,lo que os protege. Es lo que te impulsa aseguir luchando contra todo pronóstico.Es un principio verdaderamentehonorable. La misma esencia delbushido.

Empezaron a subir los escalones de piedra del Salón del Buda, y Jack sesintió consolado por la sabiduría del

 sensei; cada paso que daba parecíacompensar uno de sus fracasos.

 —Siempre has hecho lo queconsiderabas justo. Ésta es la primera

 

virtud del bushido, la rectitud. La bondad de tu corazón es lo único queDokugan Ryu no podrá quitarte nunca.Mientras la poseas, nunca podrá ganar.

 —Pero he cometido un error imperdonable —protestó Jack- y no puedo dar marcha atrás.

 —No existen los errores, jovesamurái.

El sensei Yamada condujo a Jack alinterior del  Butsuden.  El gran Buda de bronce oraba, rodeado de un anillo develas encendidas y las diminutas puntasrojas de las barras de incienso que seconsumían. La campana del templo

 

flotaba inmóvil sobre la cabeza delBuda como una corona etérea, y Jack se preguntó si ciento ocho toques seríasuficientes para absolverlo de sus pecados a los ojos del Buda. Primero, pensó, tenía que responder ante s propio Dios.

 —Los errores son nuestros maestros —explicó el  sensei  Yamada,inclinándose ante el Buda—. Mientraslos reconozcas por lo que son, puedeayudarte a aprender sobre la vida. Cadaerror te enseña algo nuevo sobre timismo. No hay fracaso, recuerda,excepto en no seguir intentándolo. Es elvalor para continuar lo que cuenta.

 

Jack inclinó la cabeza y, en sdesesperación, rezó por la bendición deBuda y de Dios.

El sensei  Yamadale indicó queentrara en una habitación lateral del

utsuden.

 — Puedes verla ahora.

La pequeña habitación estabaencendida con velas. Jack inclinó lacabeza y entró solo. El rico olor aromático de la salvia blanca y elincienso flotaba en el aire a salrededor.

 

Akiko yacía en un grueso futón,vestida con un hermoso kimono de sedacolor crema y oro, delicadamente bordado con hojas de bambú verdeclaro.

Jack se acercó en silencio y searrodilló a su lado.

Parecía dormida. Él le cogió lamano. Estaba fría al contacto.

 —Así que tu primer sueño predijonuestras fortunas —susurró ella. Su vozera ronca pero resistente.

 —Tienes suerte de estar viva — respondió Jack, apretándole la manoafectuosamente.

 

 —El monte Fuji, un halcón y la hojade un nasu —rió ella débilmente—. El

 sensei Yamada tenía razón. Nos trajerotoda la suerte del mundo. ¿Qué más podíamos haber pedido?

«Una explicación», pensó Jack, perolo dejó pasar. Ahora no era el momentode preguntarle por su milagrosarecuperación.

Jack había oído al  sensei Yamada yal sensei Kano, mientras la tendían en elSalón del Buda para que se recuperaratranquila, discutir sobre el dokujutsu, elarte ninja del veneno. Los dos maestrosestaban de acuerdo en que alguien la

 

había ayudado a desarrollar toleranciacontra los venenos ninja. Jack sospechóque el responsable era el monje delTemplo del Dragón Pacífico. Recordócómo Akiko parecía enferma en añonuevo. Le había dicho a Kiku que eraalgo que había bebido y entonces acudiódirectamente al monje en busca deayuda. ¿Había sido causado su estado por intentar conseguir la capacidad pararesistir los venenos? Akiko tenía muchoque explicar, pero por ahora Jack tasólo se alegraba de que estuviera viva.

 —Lo siento muchísimo, Akiko.Tendría que haberte hecho caso. Diga loque diga el  sensei  Yamada, cometí u

 

estúpido error al no…

 —Jack, no fue culpa tuya — interrumpió ella, poniéndoleamablemente un dedo en los labios—.El único error lo cometió Ojo deDragón… al dejarte con vida.

Akiko atrajo a Jack, acercando srostro al suyo.

Sus mejillas se tocaron y Jack sintiósu cálido aliento rozarle la piel. Duranteese breve instante experimentó una paztotal, a salvo en sus brazos.

 —Tienes que recuperar el cuadernode bitácora —le susurró Akiko al oído —. Debes seguir el Camino del Dragón.

 

Glosario japonés

El  Bushido, o «Camino delGuerrero», es un código de conductaaponés similar al concepto de

caballería. Los guerreros samuráistenían que adherirse a siete principiosmorales en sus entrenamientos de lasartes marciales y en el día a día de susvidas.

Virtud 1: Gi. Rectitud.

Gi  es la habilidad de tomar ladecisión adecuada con confianza moral

 

  ser justo y equitativo hacia todas las personas sin que importe el color, laraza, el sexo o la edad.

Virtud 2: Yu. Valor.

Yu  es la habilidad para manejar cualquier situación con valor yconfianza.

 

 

Virtud 3.  Jin.  Benevolencia.  Jin  esuna combinación de compasión ygenerosidad. Esta virtud actúa junto al

i  y disuade al samurái de usar sushabilidades con arrogancia o paradominar.

 

Virtud 4.  Rei.  Respeto.  Reí es unacuestión de cortesía y conductaadecuada hacia los demás. Esta virtudimpli ca tener respeto por todo.

 

Virtud 5.   Makoto.  Sinceridad.akoto se basa en ser sincero con uno

mismo y con los demás. Significa actuar de formas que sean moralmenteadecuadas y hacer siempre las cosas cola mejor habilidad posible.

Virtud 6.  Meiyo.  Honor.  Meiyo  se busca con una actitud positiva en mente,

 

 pero sólo se sigue con una conductacorrecta. El éxito es un objetivohonorable por el que esforzarse.

名誉

Virtud 7.  Chungi.  Lealtad. Chungi

es la base de todas las virtudes; sidedicación y lealtad a la tarea a mano ya los demás, no se puede esperar conseguir el resultado deseado.

 

忠義

Los nombres japoneses normalmentese forman primero con el nombre de lafamilia (el apellido), seguido por elnombre propio, al contrario que en elmundo occidental, donde el nombre sedice antes que el apellido. En el Japófeudal, los nombres reflejaban el estatussocial y las creencias espirituales de una persona. Además, para dirigirse aalguien, se añadía san al apellido de esa

 

 persona (o al nombre propio esituaciones menos formales), comosigno de cortesía, igual que nosotrosusamos señor o señora, y para la gentede estatus superior se usaba  sama.  EJapón, se suele añadir  sensei  tras elnombre de una persona si son maestros,aunque en los libros del Joven Samuráise ha conservado el orden tradicionaloccidental. A los chicos y las chicas seles menciona usando kun  y chan

respectivamente.

bo: palo de madera de combate

bojutsu: el arte del bo

 

bokken: espada de madera

bushido: el Camino del Guerrero

 Butokuden: Salón de las Virtudes dela Guerra

 Butsuden: Salón del Buda

cha-no-yu: literalmente, «encuentrode té»

chi-sao: manos pegajosas (o«pegando manos»)

Cho-no-ma: Sala de las Mariposas

chudan: centro

daimyo: señor feudal

daisho: el par de espadas, wakizashi

 

 catana, que son las armas tradicionalesdel samurái

 Dim Mak : Caricia de la Muerte

dojo: sala de entrenamiento

dokujutsu: el arte del veneno

 judoshin: literalmente «corazóinamovible», un espíritu de calmainquebrantable

 fukuwarai: juego infantil como«clava la cola al burro»

 futón; cama japonesa. Colchón planocolocado directamente en el suelo deltatami, y plegado durante el día

 

 gaijin: extranjero, forastero (términodenigrante)

Ganjitsu: festival de Año Nuevo

 gi: uniforme de entrenamiento

hai: sí

hajime: comenzar 

hakama: ropa tradicional japonesa

 Hakuhojo: el castillo del FéniBlanco

hanami: fiesta de contemplación delos cerezos en flor 

hanetsuki: juego japonés similar al bádminton

 

hashi: palillos

hatsuhinode: los «primeros» delaño (por ejemplo, la primera visita a utemplo en Año Nuevo)

inro: cajita para guardar objetos pequeños

irezumi: una forma de tatuaje

itadakimasu: vamos a comer 

kami: espíritus que en la fe

 shinto están dentro de los objetos

kamon: blasón familiar 

kanji: los caracteres chinos usadosen el sistema de escritura japonés

 

kata: serie prescrita de movimientosen las artes marciales

katame waza: técnicas de agarrecatana: espada larga

kendoka: espadachín

kenjutsu: el arte de la espada

ki: flujo vital o fuerza vital (chino;chi o qi)

kiai: literalmente, «espíritconcentrado». Se usa en las artesmarciales como grito para concentrar laenergía cuando se ejecuta una técnica

kissaki: punta de la espada

 

koan: pregunta budista diseñada para estimular la intuición

kozo: el árbol de papel de mora

kumite: sparring

kunoichi: ninja femenina

kyudoka: arquero

kyujutsu: el arte del arco

makiwara: poste acolchado paragolpear 

menuki: adorno decorativo

mochi: bola de arroz

mokuso: meditación

 

momiji gari: contemplación de hojasde arce

 Mugan Ryu: la escuela de «Noojos»

musha shugyo: peregrinación delguerrero

mushin: estado de «no mente» delguerrero

nage waza: técnicas de lanzamiento

nasu:berenjena

ninjutsu: el arte del sigilo

 Niten Ichi Ryu: La «escuela de losDos Cielos»

 

niwa: jardín

obake karuta: juego de cartasaponés (cartas de monstruos)

obanyaki: dulce relleno de judías

obi: cinturón

ofuro: baño

ohajiki: juego donde se usan piezasen forma de moneda pequeña

origami: arte de doblar papel o papiroflexia

ozoni: sopa tradicional servida eldía de Año Nuevo

randori: entrenamiento libre

 

rei: llamada al saludo

roji: jardín japonés

 Ryoanji: el templo del DragóPacífico

 sado: el Camino del Té sake: vinode arroz

 sakura: cerezo

 sasbimi: pescado crudo

 sasori: escorpión

 satori: iluminación

 saya: vaina

 sayonara: adiós

 

 seiza: sentarse/arrodillarse

Senbazuru Orikata: origami de lasmil grullas

 sencha: té verde

 sensei: maestro

 seoi nage: lanzamiento por encimadel hombro

 shaku: unidad de longitud,aproximadamente igual a treintacentímetros

 shamisen: instrumento musical detres cuerdas

 shi: el número cuatro, o la muerte

 

 shinobi shozoku: la vestimenta delninja

Shishi-no-ma: Sala de los Leones

Shodo: el Camino de la Escritura,caligrafía japonesa

 shoji: puerta deslizante japonesa

 shuriken: estrella arrojadiza demetal

 sohei: monjes guerreros

sushi: pez crudo sobre arroz

taijutsu: el Arte del Cuerpo(combate mano a mano)

Taka-no-ma: Sala del Halcón

 

tamashiwari: Juicio de la Madera,romper madera

tanto: cuchillo

Taryu-Jiai: competición de artesmarciales entre escuelas

tatami: suelo

tempura; marisco o verdurarebozados

tetsu-bishi: clavo de hierro afilado

tofu: pasta de soja

tomoe nage: lanzamiento deestómago

toshigami: espíritus del Año Nuevo

 

wakizashi: papel japonés

washi: arma corta

 yakatori: pollo asado en una espeta

 yuki gasen: batalla de nieve

 yame: ¡alto!

Yamabushi: monje de la montaña,literalmente «el que se esconde en lasmontañas»

 zabuton: cojín

 zazen: meditación

 

Agradecimientos

Una seria muestra de respeto yagradecimiento para las siguientes personas, todas ellas parte vital delequipo del Joven Samurái: CharlieViney, mi agente, por su guía en el proyecto del Joven Samurái a escalamundial y su continua dedicación a micarrera; Shannon Park, mi editor ePuffin, por recoger tan diestramente laespada editora de Sarah Hugues y hacer los cortes y sugerencias necesarios;Louise Heskett, cuya pasión, dedicació  entusiasmo son dignos del mejor 

 

samurái; Adele Minchin y Penny Webber  por lanzar una gran campaña y superar alas masas; y a todos los miembros de lamaravillosa Puffin Books, en particular a Francesca Dow; a Pippa Le Quesnc por su guía y sugerencias; Tessa Girvade ILA por continuar descubriendonuevos países donde vender la serie delJoven Samurái; al  sensei  AkemiSolloway por ser tan generoso partidario de los libros del JoveSamurái (lectores, por favor visiten:solloway.org); Trevor Wilson deAuthors Abroad por su impecabletrabajo al organizar mis sesiones defirmas; Ian, Nikki y Steffi Chapman por 

 

su maravilloso respaldo; el  sensei

David Ansell del dojo Shin Ichi Do por sus excelentes clases y guía; a mi madre por ser mi fan número uno; a mi padre,sin el que estos libros no serían taagudos; y a mi esposa, Sarah, por hacer que todo merezca la pena. Por último, atodos los bibliotecarios y profesoresque han apoyado la serie (¡sois mifuerza ninja secreta!) y a todos loslectores del Joven Samurái: gracias por comprar el libro, leerlo y enviarme e-mails y cartas diciéndome cuánto lohabéis disfrutado. Eso hace que todo elduro trabajo merezca la pena.

 

Origamicómo hacer una

grulla de papel

Cómo hacer una grulla de papel,

or Akemi Solloway (nacido Tanaka) y

obyn Hondow

Comenzar con un gran cuadrado de papel, blanco por un lado y de color por el otro. En todos los diagramas, la partesombreada representa la parte de color ylas líneas de puntos los pliegues.

 

Asegurar que todos los pliegues sorectos pasándoles por encima el pulgar.

Paso 1.  Colocar el papel con la parte blanca boca abajo en la mesa.Doblarlo por la mitad diagonalmente yabrirlo. Luego doblarlo por la mitad dela otra forma y abrirlo.

Paso 2. Darle la vuelta al papel, demodo que la parte de color quede bocaabajo. Doblarlo por la mitad para crear 

 

un amplio rectángulo y abrir. Entoncesdoblarlo por la mitad para hacer un altorectángulo y abrir.

Paso 3. Con la parte de color haciaabajo, unir las cuatro esquinas delcuadrado. Alisar el papel hasta formar un cuadrado pequeño de una cuarta partedel tamaño del papel original.

 

Paso 4.  Doblar las aletastriangulares superiores de los ladosderecho e izquierdo hacia el centro paradarle forma de cometa. Entoncesdesplegar.

Paso 5.  Doblar la esquina superior del modelo hacia abajo, plegar bien ydesplegar.

Paso 6. Coger la esquina inferior de

 

la capa superior y tirar hacia arriba,hasta que tenga forma de canoa. Tirar hacia abajo para que los lados de estaforma de canoa se alisen hasta darleforma de diamante. Aplanar, alisando bien.

Paso 7.  Darle la vuelta al papel yrepetir los pasos 4, 5 y 6 por el otrolado. El papel tiene ahora una forma dediamante plano.

 

Paso 8.  La mitad superior deldiamante es sólida, pero la parte inferior  parece tener dos patas. Doblar la capasuperior de ambas patas hacia la líneacentral.

Paso 9.  Dar la vuelta y repetir el pliegue también en las patas de ese lado.La forma de diamante parece ahora una

 

cometa.

Paso 10. Doblar hacia arriba las dos patas del modelo, alisar muy bien, luegodesplegar.

Paso 11.  Sujetando la pata derechade la forma de cometa, abrir e invertir el pliegue de la pata a lo largo del doblez

 

central. Levantar la pata y colocarladentro de la parte superior de la cometa  luego alisarla. Repetir por el otro

lado.

Paso 12.  Ahora hay dos puntasestrechas que sobresalen. Van a formar la cabeza y la cola de la grulla. Coger la punta de la derecha y doblarla haciaabajo, invertir el pliegue y doblarlo, para formar el pico de la grulla.

 

Paso 13.  Doblar las alas haciaabajo.

Paso 14.  Finalmente, tirar de lasalas y soplar en el agujero de debajo para abrir el cuerpo y completar elorigami de la grulla.

 

«¡Enhorabuena!», dice el  sensei

Yamada. «Una grulla no es fácil dehacer, pero hay que recordar queconvertirse en un auténtico samuráirequiere tiempo.»

Para otros modelos y ayudaadicional, ver el vídeo eoungsamurái.com

 

Créditos: lección de AkemiSolloway Sensei, conferenciante decultura japonesa e hija mayor de unafamilia samurái, sitio web solloway.org ;diagramas cortesía de Robyn Hondow,sitio web origami-fun.com

 

Notas de las

fuentes

Las siguientes notas y hechosaparecen citados en  El joven samurái:

el Camino de la Espada, y sus fuentesson éstas:

[ 1 ] Esta vieja canción infantil, «Uhombre de palabras y no de hechos» seconsidera originaria de una obra de JohFletcher (dramaturgo, 1579-1625,contemporáneo de Shakespeare),

 

llamada  Lover' s  Progress  («Hechos, no palabras», Escena 6, Acto III).

[ 2 ] «Cuando el té se hace con aguaextraída de las profundidades de lamente, cuyo fondo es insondable,tenemos realmente lo que se llama cha-

no-yu».  Toyotomi Hideyoshi (daimyo

samurái, 1537-1598).

[ 3 ]  El té llegó por primera vez alas costas inglesas hacia 1562, traído por comerciantes holandeses, queempezaron a importarlo a Europa e1610. Inglaterra llegó tarde a la modadel té.

[ 4 ] «En un combate entre un cuerpo

 

fuerte y una técnica fuerte, la técnica prevalecerá. En un combate entre unatécnica fuerte y una mente fuerte, lamente prevalecerá porque encontrará el punto flaco en vuestro oponente.» TaiseDeshimaru (maestro budista zen sotoaponés, 1914-1982).

[ 6 ] «Los que estáis ahora aquí, losque estuvieron antes, los que aún tieneque venir», basado en un cánticocurador y una bendición tradicional budista (anónimo).