142296980 analisis de poder control y autonomia en el trabjo docente
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SUMARIO Pág.
Introducción………………………………………………………3 Desarrollo………………………………………………………....4 Poder control y autonomía en el trabajo docente
Reflexión final…………………………………………………….7 Bibliografía………………………………………………………..9
INTRODUCCIÓN
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María Cristina Davini es licenciada en Ciencias de la Educación por la
Universidad de buenos Aires y Doctora en Ciencias Humanas por la Pontificia
Universidad de Buenos Aires y Doctora del Programa de Investigación sobre
Formación Docente del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la
Educación de esta universidad. Es consultora en educación del Programa de
Desarrollo de las Naciones Unidas.
En sus libros y artículos ella a tratado temas relacionados a la formación
docente, la enseñanza y el desarrollo de recursos humanos.
Este libro fue escrito en un período de crisis e inestabilidad tanto económica
como política, durante el gobierno de Carlos Menen. La realidad que aborda no
solo es propia de la Argentina sino que es compartida por varios países de
Latinoamérica afectados por las políticas neoliberales.
En el libro La formación docente en cuestión: política y pedagogía (1995) la
autora Maria Cristina Davini, desarrolla ideas relacionadas a la formación
docente y sus tensiones, lo hace a través de un recorrido histórico de las
diferentes corrientes teóricas responsables de la construcción del rol docente y
del tipo de relación educativa, así como sus fines. Nos muestra las diferentes
tradiciones en la formación docente y como estas viven aún en las prácticas y
son retomadas por actores institucionales a la hora de establecer políticas
educativas, respondiendo al modelo de sociedad que se sostenga y sometidas
a intereses políticos y de grupos de poder. Entre estas tradiciones podemos
encontrar diferencias, pero también puntos en común en sus discursos acerca
de cómo debe ser un docente, siendo estas prescripciones abstractas,
desconociendo e invisibilizando lo que un docente integralmente es, en sus
prácticas y desafíos cotidianos. Esto coloca históricamente al docente en el
lugar de un mero reproductor de un orden establecido, trasmisor neutral,
objetivo, acrítico; para una escuela que también se pretende neutral. El acto
educativo reducido solamente a un acto disciplinador, no a un encuentro entre
sujetos en un acto pedagógico.
DESARROLLO
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Capitulo 2 Poder control y autonomía en el trabajo docente
Este capítulo comienza con una cita a un texto de Foucault, donde este define
que es disciplina, se refiere a ella como un mecanismo de poder, mediante el
cual se llega a controlar a los individuos como unidad mínima en la sociedad.
Controlarlos en lo profundo, hacer de ellos “cuerpos dóciles”, manejables hasta
en sus mínimas expresiones, mediante una red de poder que los va
amaestrando y encauzando hacia el orden establecido. De esta manera el
poder actúa eficazmente, pero de manera sutil y va reproduciéndose y
potenciándose en cada uno de nosotros. Foucault nos plantea que el poder no
es solo un recurso, sino una relación, y que el sujeto esta sometido a diferentes
redes de poder y atravesado por ellas. Estas redes de poder en la situación
pedagógica son muy visibles, por un lado la relación entre sujetos con
diferencias en sus experiencias y jerarquías, pero a su vez en una relación
donde circulan conductas y pautas socialmente aceptadas, desarrollándose en
un ámbito institucional que preestablece y condiciona esta relación, dentro de
complejas redes de control, que afectan y condicionan las prácticas educativas.
La autora al tomar este fragmento nos sitúa en uno de los mecanismos por los
cuales el poder actúa sobre los individuos y en particular sobre aquellos que
serán los encargados de trasmitir al resto las pautas del orden establecido, a
través de la escuela, agente socializador y disciplinador por tradición. Esta
escuela que en su obligatoriedad encierra un poder enorme, ya que es un
pasaje obligado donde cada uno de nosotros tomamos contacto con lo
valorado de nuestra sociedad y las consecuencias de no adaptarse a ello.
Estos mecanismos de poder que creen es posible su eficacia de manera
absoluta, a través de sus prescripciones, desconocen al docente como un
sujeto que hace de intermediario entre éstas y las personas a quienes educan,
ese “poder docente” que le brinda espacios de autonomía a pesar de las
condicionantes.
Son estos espacios potencialmente de autonomía los verdaderos espacios
docentes, donde este toma un rol protagónico y creador, donde su práctica se
convierte en un verdadero trabajo pedagógico, donde el criterio del docente
tiene importancia fundamental, no es puramente una acción mecánica.
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Existe una tensión entre el control social y el desarrollo de la autonomía
profesional docente, la autora plantea que la educación es cosa pública y que
es necesario establecer mecanismos de control legítimos para la misma. La
articulación entre el control social y la autonomía docente es necesaria para
que la educación colabore en la construcción de relaciones democráticas.
Los lineamientos que rigen a la educación desde las pedagogías tradicionales y
desde el currículum que se elaboran a partir de estas, se generan a partir de la
imagen abstracta del alumno, alejado de las realidades subculturales diversas
de donde provienen las poblaciones de las escuelas. Esto genera que las
realidades concretas de los alumnos sean entendidas como carencias, por no
ajustarse al modelo abstracto en el que se inspiran a la hora de elaborar los
planes de estudio y como consecuencia también lo que esto influye para el
fracaso escolar. En esta realidad, un verdadero trabajo pedagógico implicaría la
articulación de los saberes de sus alumnos, propios de su universo cultural y
aquellos que prescribe la instrucción. Esto implicaría del docente una tarea
comprometida, activa, reflexiva para lo que necesita de una formación sólida
que le de herramientas para poder analizar tanto los contextos culturales como
los proyectos políticos donde esta inmerso y desde donde se establecen las
pautas a seguir.
Que pueda producir conocimientos teniendo en cuenta los saberes y realidades
de los sujetos concretos con quienes esta en relación educativa. Esto sería una
alternativa a la tradicional, “el optimismo pedagógico igualador” , que nos
mostraba a la escuela como un lugar donde se hacía de seres diversos,
iguales, aplicándoles una misma fórmula prescripta, homogenizante basada en
la idea abstracta de sujeto. Desconociendo que en cada sujeto la misma
enseñanza produce efectos diversas y que el origen el fin de la educación
debería ser lo diverso y no el desconocimiento de lo que cada sujeto es en sí
mismo. La verdadera labor pedagógica estaría no en hacer al sujeto para la
sociedad, sino en hacer al sujeto un sujeto activo, reflexivo para poder no solo
participar culturalmente en su época sino, también crear bases de
autoconfianza, autovaloración y solidaridad.
En el contexto actual avanzan los proyectos de tecnoburocráticos de control, y
este control fue sacando al docente del lugar de la responsabilidad, junto a la
pérdida de su status social simbólico, al no estar capacitado para afrontar la
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compleja realidad escolar donde esta inmerso. Su rol cada vez más reducido al
de un simple ejecutor de encargos, pautado no solo desde el currículo, sino en
libros que no solo dicen que hacer sino como hacerlo y cuando, dejando al
docente en un lugar pasivo, y generando en estos una “desensibilización
ideológica” que hace que el docente se sienta poco responsable o nada, de los
resultados de su propio trabajo.
El control del trabajo de los docentes no esta sobre la propia tarea pedagógica
y su calidad sino que va dirigida a reducir el poder de los docentes sobre su
trabajo a asegurar que estos cumplan con lo prescripto.
Los espacios de autonomía del docente nos plantea M. C. Davini pueden ser
reales o virtuales, porque en un contexto de descalificación y proletarización del
trabajo y con baja autoconfianza, todos elementos que inciden sobre las
posibilidad creativa, la iniciativa y la formulación de horizontes distintos. La
autonomía virtual o imaginaria, sería aquella que reproduce las tradiciones
escolares de forma acrítica, tomándolas como algo natural y desechando la
posibilidad de que ese espacio se convierta en un espacio de cambio.
Para convertir la autonomía virtual en real expresa la autora que deberían las
escuelas convertirse en espacios de aprendizaje no solo para los alumnos sino
para los docentes, en una verdadera tarea pedagógica donde se elaboren
conocimientos de manera activa teniendo encuenta las experiencias de los
sujeto, de manera crítica y reflexiva. Un docente capaz de articular teoría y
práctica, de reconocer la diversidad cultural y construir un espacio democrático
donde producir conocimiento, pensar y trabajar junto a otros.
Para esto es necesario que la sociedad ejerza su derecho y su deber de definir
controles legítimos, que propicien y estimulen la autonomía real para que sea
posible concretar una buena enseñanza. Se necesita en este control de la
participación y el acuerdo entre organismos de gestión y los actores de la
práctica escolar, entre ellos los propios docentes, participando y
comprometiéndose en la toma de decisiones.
Esto devolvería al docente un rol activo, donde poder actuar de manera real,
junto a otros docentes y poder también junto a la sociedad replantearse los
temas relacionados a la educación, poder reflexionar, analizar y transformar,
incluso aquello que por tradición parece natural.
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REFLEXIÓN FINALTanto el poder, el control como la autonomía son sin duda alguna cuestiones
que atraviesan el trabajo pedagógico, y estas nos afectan, de nuestra actitud
crítica y reflexiva depende como podremos desarrollar nuestro trabajo, el tipo
de docente que seremos. Como Foucault nos plantea el poder no es algo que
solo puede entenderse en una verticalidad, sino que lo entiende como una
serie de relaciones de poder que forman un entramado que nos atraviesa, el
poder esta en todo, y también en nosotros que muchas veces lo reforzamos y
reproducimos aún sin saberlo. Para poder desarrollar un verdadero trabajo
pedagógico es necesario una verdadera praxis, como la entendía Paulo Freire,
donde acción y reflexión, estuvieran siempre juntas, en diálogo. Para esto es
necesario una sólida formación que nos de herramientas para poder hacerlo,
no simplemente conocimientos mecánicos, sino producción de saberes.
Al comprender el poder y como este nos atraviesa, también podemos
encontrarnos con esos espacios potencialmente de autonomía, donde poder
ser protagonistas haciendo una verdadera mediación entre los sujetos y el
currículo, acercándolo a los sujetos concretos, reconociéndolos en su
diversidad. Vivenciando estos espacios como espacios de conocimiento, donde
aprender tanto alumnos como docentes, donde tomar conciencia y poder
transformar el mundo. Para que estos espacios de autonomía sean reales, es
necesario que el docente afronte su responsabilidad, aún teniendo miedos
fundados, debido al control al que responde, pero es de esos mismos miedos
desde donde debe surgir la valentía, como resalta Paulo Freire en la cuarta
carta, dirigida a los docentes, no dejar que nos paralicen.
Para que la educación pueda aportar a la construcción de relaciones
democráticas es necesario el control social, pero un control participativo, donde
los docentes recobren su rol activo a la hora de tomar decisiones y elaborar
proyectos de reforma. No un control que no tenga en cuenta el buen trabajo
pedagógico, sino solo el cumplimiento del encargo, aquel que responde a los
intereses de las clases dominantes.
La pedagogía en nuestra formación es muy importante, nos da oportunidad de
poder hacer un recorrido por distintas teorías y prácticas que a lo largo de la
historia han ido dejando su impronta y viven aún, para poder reflexionar sobre
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ellas y poder entender la lógica en la que surgieron y sus efectos, así como
para poder reflexionar sobre el presente de la educación y sobre nuestras
prácticas.
BIBLIOGRAFÍA
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