proposiciones nº 11

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1 Revista de los residentes del CAMF de Leganés, nº 11, verano 2012 Editorial: DOS ACCIDENTES EVITABLES Las fiestas del XXI aniversario PATRICIA TAPIA, LA MEJOR VOZ DEL ROCK T rabajadora Social REVINDICANDO EL PUNTO DE CRUZ Reportajes De paseo por la Sierra de Madrid LA NASA EN LA CASA DE CAMPO En la pradera de San Isidro VIENDO LA MANO DE DIOS Cultura AMOR POR LA FERIA DEL LIBRO La ciudad de Cervantes Cine: INTOCABLE ” HABLA DE NOSOTROS

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Revista realizada por los residentes del CAMF de Leganés.

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12 Editorial:DOS ACCIDENTES EVITABLES

Las fiestas del XXI aniversarioPATRICIA TAPIA, LA MEJOR VOZ DEL ROCK

Trabajadora SocialREVINDICANDO EL PUNTO DE CRUZ

ReportajesDe paseo por la Sierra de MadridLA NASA EN LA CASA DE CAMPOEn la pradera de San IsidroVIENDO LA MANO DE DIOS

CulturaAMOR POR LA FERIA DEL LIBROLa ciudad de CervantesCine: “INTOCABLE” HABLA DE NOSOTROS

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Manolo BenéitezRecientemente dos compañeros nuestros han sido las víctimas de sendos acci-dentes, teniendo como resultado fractura de fémur en ambos casos.En el primero fue protagonista Fernando Castellanos y tuvo lugar en el Centro Cívico Julián Besteiro, concretamente, en la entrada a la biblioteca del mismo.Esta entrada tiene una escalera de 3 o 4 peldaños con una rampa situada enfren-te de la puerta que, en circunstancias de visibilidad normales, no tiene grandes dificultades, pues la anchura es holgada y la pendiente segura. La cosa cambia cuando es de noche, se reduce la visibilidad, y además se colocan dos papeleras entre la puerta y la rampa, una de las cuales también impedía la apertura total de la puerta, como Fernando asegura que sucedió esa noche: el accidente está servido. Por cierto, estas papeleras fueron retiradas a raíz del accidente y colo-cadas en otro lugar.Creemos que esta rampa es mejorable, ampliándola al menos hasta la mitad de la escalera e instalando una barandilla para hacerla más visible, y que sirva de apoyo a personas con dificultades para andar.El otro accidente ocurrió en unas escaleras con una rampa anexa que están en un pasaje peatonal paralelo a la avenida Juan Carlos I, por detrás de TelePizza. Y el protagonista fue Víctor Calvo.Esta escalera tiene una rampa muy estrecha, con una curva también muy estre-cha y un poco cerrada que, aunque tiene un bordillo que sirve de quitamiedos, la hace bastante peligrosa, sobre todo de noche y para una persona con visión difícil, como es el caso. La solución sería, igual que en la otra, ampliar la rampa hasta al menos la mitad de la escalera. Y añadir una barandilla, pues el bordillo quizá pueda frenar la silla si la rueda lo golpea, pero no tiene la suficiente altura para impedir que la salte, o sea, que no impide el accidente. En el mismo pasaje, y en dirección a ParqueSur, a la altura de las esquinas del restaurante chino y del Jarraskás, existe una rampa gemela a la anterior, con las mismas características. Esperemos que no sea allí el próximo accidente.

La redacciónC. Cobo GonzálezManolo BenéitezAmparo AlmonacidFernando CastellanosAmeba

MaquetaciónEnrique Muñoz

ColaboradoresSebastián RoldánCarmen SoriaPevaÁngel HernándezBelén SánchezAna Belén VelascoCésar VidaurreGabriel López LaraAMFIVIL

Avda. de Alemania, 1428916 Leganés [email protected] en formato digital:www.issuu.com/revistaproposicioneswww.escribiradrede.blogspot.com

In memoriam: Estos días hemos despedido a dos compañer=s que nos abandonaron, Esperanza Rodríguez López y Luis González Valle. Nosotros sabemos bien que la vida es desigual, pero sabemos muy bien que nuestra vida, la que nos tocó, es la única que tenemos. Y que su pérdida es siempre una pérdida. Esperanza nos miraba y no hablaba, ya lo había dicho todo cuando llegó entre nosotros. Y su familia nunca la falló, hasta el último fin de semana. ¿Y de Luis, qué decir? Creaba obras de arena en el taller de Amparo, sabedor de que en la arena está escrita la historia del mundo. Entre las flores de su tumba se podía leer una cinta: “Nunca te olvidaré, cascarrabias”. A su esposa le queda el abrazo de tod=s nosotr=s.

DOS ACCIDENTES EVITABLES

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Me sentí muy cómodo entrevistando a Patricia.–Con el colega había preparado unas preguntas, pero yo siempre hago lo que me da la gana: ¿Por qué vienes a cantar al CAMF?Esto fue lo primero que le pregunté.Y va y me contesta Patricia que “Por qué no”.

Me dejó tieso.Menos mal que lo tenía preparado con el colega.–Vienes a cantar gratis aquí, y tú no cantas gratis por las esquinas de Leganés desde hace muchos años.–Me has pillao, Gabriel. Te lo diré: muchos de vosotros no

podéis venir a mis conciertos y, sin embargo, os gusta mi música. Si yo no vengo al CAMF a cantar, os privo de vuestro derecho a oírme. Y el dinero no es un derecho, es un simple instrumento de convivencia. Vengo aquí porque sé que me vais a escuchar, como voy a cualquier otro lugar, me paguéis o no.Con este rollo tan largo me dejó más tieso que an-tes.¿Y qué le preguntas a una tía que habla así?Empecé a conocer a Patricia Tapia por el año 2004, cuando Mago de Oz estuvo grabando en Ventas Gaia I.En persona, yo sólo conocía a los chicos, a ella no.

Patricia Tapia es una tía muy enrollada, vaya que sí.–“Ponte en pie” es mi canción de Mago de Oz, y mi lema. ¿Es también el tuyo?–Es mi filosofía de vida también, pero no os la voy a cantar hoy. Aquí solo os cantaré temas míos, vengo con mi nueva banda, Khy, y no es cosa de hacer lo que hago con Mago de Oz.Y tocó y cantó aquí con esta banda, Khy, que yo desconocía.Me dijo que Khy, en japo, significa “energía, las buenas energías”.

Me siento más a gusto escribiendo la crónica de Pa-tricia Tapia, que lo de Carina de estas Navidades. Son estilos diferentes. Carina canta canciones románticas y Patricia es una voz del rock. Esperé a Patricia con la camiseta de Gaia III, lo digo por si no salgo en la foto.Me apetece más meter este manuscrito en el blog que en la revista. El blog, Escribiradrede, es más viejo y más mío.El disco de Gaia son tres partes, que yo sepa. Tenía que hablar de Patricia y hablo de Mago.–¿Por qué Mónica, tu hermana, ha dejado Khy?

DePuertasAdentro

Gabriel López Lara

Una “tía enrollada” en nuestro escenario

Momento del recital

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–Ella sigue componiendo conmigo, pero está prepa-rando su tesis doctoral, es bióloga, y no tiene tiempo para todo.–¿Y qué te parece que haya tantos licencia-dos de tu generación en el paro y que, sin embargo, el Presidente del Gobierno no sepa

inglés?–Tú eres un perroflauta, Gabriel, eso no

se pregunta. Pero te diré que me parece muy mal, que es una vergüenza que el Presidente no sepa inglés.–¿Y qué opinas del 15M?–Me parece un movimiento que hacía falta en este país. Tenemos que apren-

der a apoyarnos más unos a otros, esto me enseña a mí el 15M. Nos hacen poco caso los poderosos, hay que ocupar las plazas y tomar la palabra.–Cuando Mago de Oz estuvo firman-do Gaia III aquí, en ParqueSur, vinieron tres músicos del grupo. Tú, Patricia, es-tabas cogiendo los billetes del AVE para la gira de Andalucía, me lo dijo José Andrea.–No soy la recadera del grupo, pero me tocó preparar esa gira, sí.Muchas gracias, Patricia, ha sido un honor hablar contigo.Cómo me gustaría que cuando leas mi artículo vuel-vas a visitarnos.Esta es la tercera crónica que hago para Proposiciones. Y me agota esto de escribir de encargo.Estuve hablando un buen rato con Patricia.Después, con su grupo Khy, nos cantó un montón de temas, tanto de Volver a creer, su primer CD, como

de Irrompible, el segundo.Sonaba muy bien, que Patricia Tapia posiblemente es la mejor voz del rock en este país.Y por supuesto que cantó “Vidas en ruinas”, todo un alegato contra la guerra, su último vídeo.Pero lo mejor fue cuando cantó “Perfecto”.–Me gustan los momentos perfectos –dijo en el escenario,

antes de empezar la canción– y este es un momento per-fecto, con vosotros.Estaba a gusto cantando entre nosotros, se la veía.También me dijo que sus chicos de Mago de Oz necesitaban de un año sabático y que se lo habían tomado.No paré de hablar de ellos.Y al colega le pregunté qué es eso del año sabático.Me contestó que son cosas de los que trabajan.Por eso será que yo no sabía lo qué era, mejor.También me dijo que Fran se casa y que Carlos Mo-hamet... no recuerdo lo que me dijo de Carlos Mo-hamet.

DePuertasAdentro

Gabriel y Patricia

El Salón de Actos con el aforo al completo

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Si os digo Soledad García Martín posiblemente nadie sepáis de quién hablo. Pero a Sole la co-nocemos todos. Y por eso que se me ocurrió

pedirle esta entrevista para Proposiciones, que es-taba nuestra Trabajadora Social en plena tarea de organización de las fiestas del XXI Aniversario del Centro cuando se hizo un esguince de tobillo y la hemos visto venir coja a trabajar estos días.–Sole, ¿no te has can-sado ya de trajinar con nuestros expedientes y nuestros mil proble-mas?–Recién estos días he co-menzado mi año 14 de trabajo en este centro y, re-pasando, tengo que recono-cer que he sido razonable-mente feliz al frente de este departamento. Miro hacia atrás y yo misma no me creo el tiempo transcurri-do, el trabajo realizado, los mil problemas que he tenido que desenredar y los mil recursos que he tenido que gestionar... –¿Pero nunca se te ha ocurrido solicitar más perso-nal para tu departamento?–¡Qué más quisiera una! Pero yo no planifico los recursos, tengo que sacar el trabajo de mi departamento con lo que tengo, o sea, yo misma, y lo hago como buenamente puedo.–Eso de conciliar la vida laboral y familiar parece como que no fuera contigo.–Cipriana, hay momentos del año más agobiantes que otros. Manejar la documentación personal de cada uno de vosotros es muy delicado y exige mucha atención, es de mucha respon-sabilidad... Todo son papeles. A mí me toca cerrar muchos expedientes uno a uno y ordenar carpetas y carpetas de do-cumentación. Así que no me hables de conciliación. Aquí el

trabajo no se termina nunca para una persona sola, cuando no es una cosa es otra, pero es mi trabajo y punto. Y no me hagas hablar más del trabajo, porque trabajar con vosotros es un privilegio, y más en los tiempos que corren. En un centro como este, trabajo es lo que sobra siempre.–Y, por si los residentes no tenemos pocos proble-mas, también tienes que tratar con los familiares.

–Claro, nosotros, en el CAMF, procuramos una atención integral. Lo cierto es que con los familiares tampoco he tenido nunca problemas, nos tratamos bien, hay gente maravillosa y agradecidísima. Por la naturaleza de mi trabajo, estoy en disposición de hacer muchas cosas y de sacar de muchos apu-ros a mucha gente facilitando información externa incluso: vas y lo haces y te sientes bien, aunque siempre hay limitacio-nes, por supuesto, y te gustaría hacer más.–¿Qué cosas de tu trabajo te dan más satisfaccio-nes?–Yo trabajo resolviendo problemas, y el que lo sabe, lo sabe. Me gusta ver a la gente feliz, pero no me gusta presumir de favores. Son muchos los residentes que dependen de mí para cualquier gestión. Luego está que te encariñas con unos y con otros, se van y te hacen polvo, tú notas su ausencia y el Cen-

DePuertasAdentro

C. Cobo González

Trabajadora Social

Soledad García Martín

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tro también. Pero disfruto mucho con las cosas que escribís, la revista, los libros, con los cuentos, con la poesía, con lo que creáis en los talleres de Plásticas, ¡hacéis cosas tan hermosas! Y me gusta que colabo-réis en las actividades del Centro. Cuando organizo

algo y no tiene éxito me llevo un disgusto. Menos mal que las excursiones siempre se llenan.

–Cada vez salimos a sitios más movidos, ¿lo or-ganizas todo tú? –Para mí todos los residentes sois iguales y no puede ser de otra manera, pero las plazas para salir son limita-das y no podéis ir todos a todas partes. Y luego está que unos tenéis más interés que otros por determinadas visitas. Pero sí, todo lo organizo yo, no me da tantos

quebraderos de cabeza como parece.–¿A cuántos residentes recibes cada mañana?–Hay días que tengo la sensación de haber gestionado cosas de los 112 residentes, más alguno de los veinte mediopensio-nistas. Mi puerta siempre está abierta y los problemas no suelen avisar, se presentan y hay que darles solución.Hablamos un rato más. Pregunté a Sole por cosas más personales, anécdotas en su trabajo, cariños es-peciales, pero no conseguí sacar de ella ni una pa-

labra más. Nuestra Asistente Social es una mujer discreta.Pero no quiero terminar la entrevista sin afirmar que a Sole le preocupamos mucho los residentes, no hay más que observar cómo trabaja para des-cubrirlo. Y también, que yo le tengo mucho cariño.

DePuertasAdentro

Sole en su actividad diaria

¡Cómo nos gusta competir a todo el mundo! Debe de ser el colocón que nos provoca la adre-nalina segregada, no tiene otra ex-plicación.

Por más que nos vendan estos días los triunfos de la Roja como la nueva conquista de Amé-rica o algo peor, no creo que ello sea la razón de nuestra afición por la boccia. Desde luego, llama la atención sobre manera que esos

tíos y sus seguidores griten ¡Viva España! en vez de gritar ¡Viva el fútbol! que es lo que les da satisfac-ciones. Ellos deben de jugar a otra cosa, por eso les pagan tanto, son los nuevos ejércitos de pistoleros.

Digo todo esto porque continúa asombrándome nuestra afición a la boccia, que por fin ha vuelto al CAMF. O sea, ha vuelto nuestra imprescindible monitora.

El último fin de semana los de ADIL (Asociación Deportiva de Integración de Leganés) nos invita-ron en el Pabellón Europa a varias competiciones deportivas. Los del CAMF éramos once deportistas y participamos en la Boccia y arra-samos en todas las partidas (en realidad, casi éramos los únicos competidores). Pero también par-

ticipamos en el Slalon y fuimos espectadores de todas las demás competiciones. Un fin de semana divertido, sábado y domingo de risas, de buenas compañías y de nuevas amistades. ¡Y Víctor lesio-nado! el que más disfruta en estas fiestas, después de Juan.

Para rematar el domingo, y después del piscolabis, todo el grupo a tomar café o lo que se nos antojara al Bondillo.

Manolo Benéitez

Juan Prats y sus fans

José García, otro componenete de la boccia

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He escrito esta introducción tan detallada porque suele visitarnos en el taller un personaje-tipo,

señor o señora, que en esto se comportan con parecida perspicacia, al que los compañeros nos hemos acostum-brado en llamar el Pasmao, que ni repara en los/las que nos dedicamos a estas artes, y sospecho que es porque no tiene ni idea de lo que hacemos los que hacemos el punto de cruz.

De lunes a viernes, el taller de Amparo está abierto para todo el mundo. Y por supuesto, también está abierto para el Pasmao y la Pasmá. Su comportamiento es típico, nunca falla, y por eso que nos hace tanta gracia. Solo ve los

pinceles, nunca las agujas, y se queda con la boca abierta, no sabemos si porque no nos ve a la mitad del taller o porque le ha asombrado la mitad que ha visto. Se puede tirar un buen rato comentando con Enrique su cuadro de barcos o de nueces, hablando de perspectivas, mezclas, lu-ces y demás técnicas pictóricas (aunque la mayoría de ellos no entiendan de pintura más allá de lo que te enseñan los guías turísticos), pero tiene justo enfrente a Juan Prats afa-nado sobre su bastidor y a punto de rematar su alfombra, preciosa de color, vivísima, que le ha costado más de seis meses finalizar, mañana sobre mañana, algo así como qui-nientas horas de trabajo puntada a puntada con su aguja... Pues el Pasmao ni caso le hace, y mira que la dichosa ocupa su espacio. A veces el Pasmao se detiene a valorar el cuadro que pinta mi amiga Rosa con su licornio. Su caballete está

justo al lado de mi bastidor. Nunca jamás, pero es que nun-ca jamás un pasmao se detuvo a ponderar mi obra en punto de cruz. Sin embargo, los cuadros que pinta Rosa yo me los sé de memoria por los comentarios que oigo de estos personajes, no necesito ni mirar para saber lo que pinta.

Al Pasmao también habrá que explicarle que el pun-to de cruz es un arte de mucha paciencia, el resultado no es rápido, pues bordar no es como pintar, que con 4 pin-celadas ya se traza algún contorno o aunque solo sea una mancha. También es importante informarles que, si a los del punto de cruz se nos desenhebra el hilo, tenemos que esperar a que la profesora de taller o cualquier ayudante

nos vuelva a enhebra la aguja. Estas pausas, en realidad, son de lo más creativas. Es cuando hablamos y nos conta-mos las últimas novedades.Nuestro trabajo, como veis, se realiza con mucha calma, y es por ello que tardamos tantos meses en dar por ter-minado un diseño. Nos gusta nuestro arte y nos gusta rematar con perfección nuestras obras, los puntos bien dados, los colores bien perfilados, todo en su sitio, pero de lo que más disfrutamos, quizá, es del buen ambiente que se ha creado en el taller, lo mismo da los enfados de Rosa con Kiko, cuando se pone a cantar, que los últimos cotilleos de Isa con algún nuevo enamorado o la última visita de un pasmao o el buen carácter de Amparo, que yo creo que esa es la razón principal del buen rollo que en este taller se respira.

DePuertasAdentro

Ana Belén Velasco

En el taller de Amparo todos creamos objetos bellos, y a los que nos gusta el punto de cruz, lo realizamos sobre un caña-mazo en el que previamente hemos dibujado el diseño que queremos bordar. Consiste la labor en ir contando puntos con hilos de diferentes colores para que el dibujo se vaya concretando. Hacemos, como es lógico, las puntadas diagonales, una encima de la otra, formando una cruz. Hay compañeros que les resulta más fácil hacer medio punto. Dibujan el diseño sin completar la cruz de los puntos, bordando sólo en una dirección. Otros compañeros se dedican a hacer tapices y alfombras sobre bastidores, que es una labor igual de entretenida y muy vistosa.

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Habíamos elegido para la visita un paraíso, los alrededores de Rascafrías, en el corazón de los montes Carpetanos, con el pico de Peñalara al norte y el Puerto de la Morcuera y las cumbres de la Cuerda Larga al sur. Y allá en el frente, o sea, aquí mismo, donde aparcamos y nos bajamos al llegar, el monasterio del Paular. Menos mal que solo estuvimos un rato y que no nos estropeó el día. Queríamos ver en su claustro los 52 cuadros de gran formato que pintara el florentino Vicente Carducho para

contar la historia de los monjes Cartujos, su fundación por San Bruno y los demás hechos relevantes. Carducho pintó estos cuadros entre 1626 y 1632, y tal fue su es-fuerzo que murió al poco de finalizar su obra. La colec-ción original la formaban en realidad 54 cuadros, pero dos se perdieron en Tortosa durante la guerra de Franco y los militares contra la II República. La colección es descomunal. Estas obras maestras de Carducho hay que verlas, pero no en las condiciones que nos tocó sufrir. Las adaptaciones arquitectónicas de acceso al claustro están de vergüenza y otras partes del monasterio son

directamente inaccesibles. Para colmo, el guía del lugar, el hermano Martín, debe de tener algún problema con los cojos, pues rehuyó acompañarnos y hacernos de guía a pesar de estar advertido de nuestra visita desde prime-ros de abril. Fray Martín se lo tendría que mirar eso. Al salir de allí, bebimos del agua que llevábamos de casa, nos sacudimos las sandalias (recuerda, fray Martín: “Y si nadie os recibiere, ni escuchase vuestras palabras, saliendo de aquella casa o ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies.” Mateo,

10:14.) y nos dispusi-mos a pasar un buen día, convencidos de que ningún fraile lo podría impedir.

El día era es-pléndido y nos espera-ba Daniel, un monitor del Centro de Educación Ambiental Puente del Perdón. Este chico era otra cosa, superpre-parado para atender a nuestras demandas de información, sensible y muy competente. Le habíamos solicitado información del lugar,

o sea, del Valle del Lozoya, cuyo corazón visitábamos, y nos proporcionó un relato ameno y a satisfacción. Con Daniel paseamos por el Camino Viejo de Madrid, el que comunicaba el valle con la capital hasta hace apenas cin-cuenta años, el camino de los carboneros, que transfor-maban la madera del monte comunal en carbón para transportarlo hasta Madrid en carro por el puerto de la Morcuera en un viaje de tres días. Este carbón pesa diez veces menos que la madera de la que procede, con lo cual el viaje se hacía diez veces más económico.

Comenzamos el paseo en el Puente del Perdón, lla-

DePuertasAfuera

C. Cobo González, Manolo Benéitez y Amparo Almonacid

Se nos ocurrió en la Redacción de esta revista hacer una visita a la Sierra de Guadarrama en primavera, para poder contaros qué se siente paseando en silla de ruedas por un robledal de montaña. Se lo propusimos a los que organizan estas salidas, o sea, Sole, y al fin lo conseguimos en las fechas por nosotros propuestas de finales de mayo. Nos des-plazamos cinco residentes, casi la redacción de la revista al completo, y nos llevó Javi en la furgoneta del centro, con voluntarios de la Cruz Roja de asistentes.

De paseo por la Sierra de Madrid

Hoja de roble aterciopelada

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mado así porque era el último lugar en que los reos del valle condenados a muerte tenían de-recho a apelar ante los frailes, señores del lugar hasta la Desamortización de Mendizábal y, por tanto, autorizados a ahorcar, que para eso dis-

ponían de una Casa de la Horca a escasos metros de las tapias del monasterio, donde terminaban

sus días los obligados a cruzar este Puente del Per-dón. Los condenados que no lo cruzaban eran por

lo general obligados a abandonar el valle y vivir en el destierro.

Pero el lugar es mucho más que un humi-lladero, es también un lugar sublime, el centro del mundo y de la sierra. Bajo sus arcadas pasa el río Lozoya, cuyas aguas bebemos en Madrid, un río

bravo y generoso. Los monjes tenían montada en la cercana finca de los Batanes una industria papelera que, entre otros pliegos, fabricó los que sirvieron para la edi-ción princeps del Quijote en 1603. Se están recuperando los sotos de la ribera del río de estas talas, a lo que contribuye en no poco el Arbo-reto Giner de Los Ríos y el Centro de Educación Ambiental. Son especta-culares en sus orillas hoy los sauces, los fresnos, los álamos temblones, los lilos, los alisos y los castaños. Había que escuchar el latir de este lugar y algunos nos pusimos hasta de pie, ayudados por las barandas del pretil del puente, para mejor abrazarnos al día.

Cuando nos adentramos con nuestras sillas por el bosque de robles, en una mata –o tranzón o parcela– que había sido talada hacía ya unos años, como talaban los carboneros siempre el monte por aquí, a matarrasa, para que el roble vuelva a crecer de raíz, nuestro guía Daniel nos habló de lo más interesante, de la vida en el valle hasta hace ape-nas cincuenta años, de las cien variedades de manzana aclimatadas en el valle, como los manzanos amarillos del Paular, o de las peras Don Guindo, casi todo des-aparecido, como las 40.000 ovejas que llegaron a pastar en estas cumbres en verano. En el Centro de Educación Ambiental se dedican a recuperar especies vegetales que se pierden y documentar formas de agricultura y de vida de la población del valle que también se pierden. Nues-tro guía, en realidad, es agroecólogo y está entusiasmado con el trabajo que desarrollan en el Centro.

Ellos se sienten un poco los continuadores de los primeros guadarramistas (así llamados, y no alpinis-tas, como ahora se nos conoce a los que nos paseamos por la sierra), que no fueron otros que los profesores y

alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, los primeros en acercarse a estas cumbres con afán científico y depor-tivo, y que abrieron las rutas más pateadas por los sende-ristas en la Sierra de Madrid. La que nosotros seguíamos con nuestras sillas comienza en el Arboreto Giner de los Ríos, uno de los fundadores de la ILE, y termina en lo alto de la Morcuera, en el mirador Bartolomé Cosío, otro de sus profesores. Alumnos de la ILE como Luis Buñuel nunca olvidaron estas excursiones. Suya es, por ejemplo, la leyenda de que en el claustro del Paular está enterrado el piloto yanqui que soltó la bomba atómica sobre Hiroshima, se supone que buscando en el lugar el perdón de sus pecados. Que así lo hico el Tuerto Pirón, el bandolero más afamado de la Sierra de Guadarrama, y de nada le sirvió, pues terminó con sus huesos en la cárcel, aunque hoy es cierto que da nombre a varios es-tablecimientos hoteleros de Rascafrías.

Entre robles furiosos de vida terminamos el pa-

seo con nuestro instructor Daniel. Estábamos a un paso de Las Presillas, el lugar escogido para comer. Teníamos hambre y de los bocadillos que traíamos no sobró sino el pan, y tampoco mucho. Eso sí, para que nos dejasen comer en el chiringuito, tuvimos que prometer que to-maríamos el café.

Y fue allí, rodeados de niños que se bañaban ateridos en las frías aguas del río Lozoya, entre gritos y cuerpos desnudos, donde comenzamos a hablar de las muchas cosas que brillan o palpitan a nuestro alrededor y que nos hacen felices. Y alguien pronunció entonces la frase que titula este reportaje: “Yo quiero pertenecer a este mundo”.

En fin, hay que salir a veces de casa para des-cubrir lo vivos que estamos, y nuestra Sierra de Madrid puede ser un buen lugar para ello, incluido el cámping de Los Batanes en primavera, para pasar allí alguna noche. Pero lo cierto es que la vida fluye por todas partes, no hay más que querer sentirlo y atreverse a gritarlo para pertenecer a este mundo.

DePuertasAfuera

Claustro del Paular y pinturas de Carducho.

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Fueron estos viajes –hasta 6 alunizajes del Apolo, con doce astronautas que pisaron nuestro satélite– unas aventuras que la gente de mi gene-

ración vivimos con gran intensidad cuando éramos niños, marcando un antes y un después en nuestra exis-tencia.

La exposición que íbamos a contemplar abar-caba toda la aventura espacial, con referencias incluso a los logros de la URSS en esta aventura, pues sus astronautas fueron los primeros en salir al espacio. Y el primero de todos, Yuri Gagarin.

Entrábamos a la ex-posición por una réplica de la pasarela que condujo a los as-tronautas del Apolo XVII desde la Torre de control en Cabo Ca-ñaveral hasta la cápsula. Así, en esta pasarela ya comienzas a sentirte un poco partícipe de tamaña aventura. Por esta pasa-rela entramos los visitantes en las galerías donde se muestran las diversas piezas que la NASA ha cedido para la ocasión.

Pudimos contemplar diversos trajes de astronautas, puros marcianos, o las réplicas a tamaño natural de las prime-ras naves espaciales, unos cu-bículos tan pequeños –y convi-vían en ellos hasta tres astronautas– que de solo verlos me produjeron claustrofobia, o uno de los vehículos que rodó por la superficie lunar, más guantes, botas, en total hasta 300 objetos expuestos, siendo la pieza más pequeña una ración de comida deshidratada del tama-ño de un móvil. En la visita tuvimos el privilegio de fa-miliarizarnos con unos utensilios que nos confirmaban el ingenio del hombre para enfrentar esta aventura y que ya en su día Leonardo da Vincci, el gran genio del

Renacimiento, adelantó en alguno de sus dibujos.Siempre asociamos esta aventura con los cono-

cimientos más abstractos de Matemáticas o Física y con cerebros teóricos perdidos en sus cálculos. Nos sor-prende descubrir, de pronto, que algo tan imprescin-dible hoy en día para muchas personas y para todas las madres como son los pañales desechables, fue un invento de esta aventura espacial, pues los astronautas los tenían

que utilizar y para ellos se dise-ñaron. Y lo mismo ocurre con el microondas, que hoy calienta el café de nuestro desayuno y que comenzó calentando la comida de estos intrépidos viajeros.

Más de trescientos as-tronautas han participado en algún viaje espacial, y algunos, como es sabido, hasta perdie-ron su vida en la aventura. Ma-drid, Australia, California se hi-cieron imprescindibles en el se-guimiento de estos viajes, pues recogían la información de las tripulaciones, que centralizaba la NASA.

Y hoy, en 2012, la NASA ha lanzado dos sondas GRAIL que orbitan nuestro satélite, así llamadas por el la-boratorio que las ha construido (siglas en inglés de Laboratorio Interior y Recuperador de Grave-

dad), cuyas mediciones permitirán realizar un mapa muy detallado del campo gravitatorio de la Luna, a la vez que mejorar los conocimientos sobre su composi-ción y los materiales que alberga en su interior. Serán conocimientos muy valiosos para futuras expediciones o estaciones lunares.O sea, por fin vamos a tener alguna información sobre el lado oscuro de la luna. ¿Pero merecerá la pena des-velar el misterio?

DePuertasAfuera

Amparo Almonacid

Hoy mismo MASNATUR nos brindó la oportunidad de, en una excursión a los pabellones feriales de la Casa de Campo, recordar un acontecimiento que conmocionó a la Humanidad: la llegada del hombre a la Luna.

Un viaje a la Luna

Traje de astronauta de las expediciones Apolo.

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A estas horas todavía yo podía moverme con mi silla amarilla sin agobios entre los kioscos y las casetas que ofrecen los típicos productos de estas fiestas, que los tienen, rosquillas, lo mismo da las

tontas que las listas que las de Santa Clara, garrapiñadas, limonadas y esas cosas.

Sigo mi paseo y la policía me permite saltar la barrera que impedía pasar frente al altar, donde se va a celebrar de inmediato una misa al aire libre. Y del altar fui a parar directamente a la entrada de la ermita de San Isidro. Una cola interminable de gente esperaba para llevarse el agua del pozo, una tradición que cada vez entusiasma más a algunos madrileños.

El olor a aceite de los churros, de las gallinejas, de los calamares, etc., y el humo de las barbacoas donde se churruscaba la carne impregnaba todo el aire a mi alrededor. Un poco más delante de donde me encuentro ahora, veo a un barquillero vestido de chulapo, con la ruleta a sus pies gritando: “Pruebe su suerte”. Le pregunto que qué toca y me contesta cantando: “Al rico barquillo de canela para el nene y la nena, que son de coco y valen poco, que son de menta y alimentan, que son de vainilla, qué maravilla, y de limón, quéricosquericosquericos son”.

Continúo y a mis oídos llegan las notas del chotis Madrid. Me acerco y veo a una mujer muy anciana que, sentada la pobre, mueve la manivela de un organillo todavía con buen ritmo y buen humor. Este es mi personaje. Entablo conversación con ella y me cuenta que se llama Salvadora, que toda su vida se ha dedicado

al organillo en las fiestas y kermés de Madrid y que así se ha ganado la vida, que ya quedan muy pocos organilleros que sigan con la tradición y que sería una lástima que se perdiera esta tradición.

El ratito que estuve con ella pude apreciar hasta qué punto la gente se conmovía con el organillo y su música. Los donativos llenaban el plato en lo alto del artefacto.

Continúo el paseo y sin comerlo ni beberlo me encuentro en medio de un grupo de chulapas y chulapos emparejados y bailando un chotis. Independientemente de que cada pareja tenía su estilo, y todos muy vistosos, me llamó la atención una en especial, pues la mujer se movía alrededor del hombre, cogidos de la mano y de la cintura, y ella hacía que este girase sobre sí mismo con un solo pie en el suelo y el otro, el izquierdo, apoyado en la pantorrilla derecha, sin dejar que su pie derecho se saliese de la baldosa. Era el no va más del chotis bien bailado.

Un poco más lejos de allí, no podían faltar esta mañana los típicos puestos de objetos de barro, sobre todo los botijos de un sinfín de formas y colores que nos refrescan todavía la garganta en los veranos.Miro el reloj y ya son las mil, el calor apretaba y el gentío que no paraba de llegar, abarrotando los paseos del par-que con bolsas de comida, neveras portátiles, sillas y me-sas para pasar el día. Cada vez es más difícil moverse. Es cuando me encuentro con los compañeros Enrique y Mi-

guel, que viene asistido por Soraya. Y nos acomodamos en un chiringuito, para refrescarnos con unos pinchos de tortilla y pimiento que nos tomamos a la salud de todos los madrileños y madrileñas.

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C. Cobo González

Eran alrededor de las once de la mañana del 15 de mayo, día de San Isidro, cuando comencé a pasear por el recinto ferial, conocido como La Pradera, junto a la Ermita del Santo, en la ribera derecha del Manzanares.

En la Pradera de San Isidro

Salvadora la organillera de la Pradera de San Isidro.

Chulapos/as bailando un chotis.

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Había quedado con Gabi, al que muchos de vosotros conocéis, en que iríamos a la estación de Atocha en transporte público, por lo que toma-mos el metro en El Carrascal, y llegamos a Getafe

Central. Aquí tocó correr y esto me hizo temer por mi compañero, pues como muchos sabéis va en silla manual, pero al mirar hacia atrás vi con alegría que al-guien venía empujando su silla. Así que tomamos el tren hacia nuestro próximo destino.

El viaje transcurrió con toda normalidad. Apea-dos en Atocha y dado que las distancias son largas para una persona con movilidad reducida, temía de nuevo que pudiéramos llegar tarde al comienzo de la marcha, pero fui grata-mente sorprendido al observar que un joven, quizá de otro país, se acercaba a mí trayendo a buen paso al que ha-bía de ser hasta entrada la noche mi compañe-ro de jornada, Gabi, y de nuevo en mi mente la inconfundible pre-sencia de Dios acom-pañándonos.

Llegados a la calle, nos encontramos con un matrimonio de la Iglesia al que yo conocía de tiempo, el cual se encargó de guiarnos aportando la necesaria ayuda, no sin esfuerzo, pues los dos son mayores, quizá jubilados, hasta llegar al lugar desde donde partiríamos, en el que ya había un nutrido grupo de personas.

Al comenzar la procesión, fueron algunos her-manos los que se turnaron con la manual, hasta que nuevamente un joven, de los que poco o nada les inco-moda un poco de peso, tomó la silla y la condujo hasta la Puerta del Sol, que no es poco si tenemos en cuenta que es una cuesta de considerable inclinación y quizá larga. Durante el trayecto se repartieron folletos, y ma-nifestamos tanto verbalmente como con gestos el moti-vo de nuestra presencia allí, unas diez mil personas, que

no era otro que el de expresar que Cristo resucitó y vive, y de igual modo nosotros/as también viviremos eter-namente con Él si le aceptamos como nuestro Señor y Salvador, que no en vano dio su vida por todo aquel que le quiera recibir. En Sol se levantó la cruz vacía, se pre-sentó una coreografía y se dieron algunos testimonios. Después nos despedimos, no sin antes expresar nuestro agradecimiento a las fuerzas del orden público, que nos acompañaron en todo el recorrido.

Terminado el acto en Km. 0, tocaba ir a la igle-sia y yo había pensado hacerlo en autobús. Pero nueva incógnita: ¿de dónde saldría el que nos llevaría a nues-

tro destino? Pregunta-mos a la policía, otros hermanos teléfono en mano buscaban in-formación, hasta que una hermana bien informada, que para eso son muy hábiles las mujeres, tomó a nuestro amigo Gabi y nos condujo al “Bus” que nos dejaría relati-vamente cerca.

Desde este lu-gar hubo que sortear

no pequeñas cuestas y bordillos. Para ello Dios ya lo había dispuesto todo: un hermano se encargó de Gabi, y a mí me liberó de quedarme colgado una muy buena amiga, que me acompañó durante casi todo el recorri-do. En la iglesia, la adoración, alabanza y predicación fueron muy edificantes y de gran bendición.

Y de vuelta a casa, el colofón: nos acompaña-ron hasta el bus. Y yo me vine en él. Pero a nuestro compañero LE TRAJERON EN COCHE PRIVADO, COMO UN SEÑOR, “para que lo sepa la generación venide-ra, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos” (Salmo 78:6-7).Un saludo y que Dios os bendiga mucho.

DePuertasAfuera

Ángel Hernández

En el artículo anterior de Vida, y dadas las fechas en que salió, hacía referencia a la Semana Santa y la forma en que la vivimos los cristianos practicantes. En este quiero compartir con vosotros, amigos lectores, el modo en que transcurrió aquel 8 de abril, Domingo de Resurrección.

Vida

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Es en este bello escenario donde se abren cientos de casetas, con sus mostradores, siempre demasiado altos para nuestras sillas de ruedas, repletos de toda la oferta editorial, tan-

to nacional como de otros países y lenguas. Es la Feria del Libro, que por quince días ocupa los paseos del parque más emblemático de la capital. Todos sabemos también que alguno de esos días lloverá, pero a nadie le va a importar mucho.

Lo cierto es que no siempre fue así. A esta fe-ria, lo mismo que a sus libros, le gustaba viajar cuando era más joven. Al principio tuvo otra casa donde exponer. Comenzó su existencia en el Paseo de Recole-tos, y nada menos que en el año de 1933, cla-ro está que después de Cristo, o sea, durante la II República, pues antes es muy probable que hubiese fracasado, dada la incultura que todos se empeñaban en cultivar entre los paisa-nos. Esta primera feria tan solo estuvo en Recoletos 7 días, o sea, que fue vista y no vista, para no cansar.

En tan pocos días no se tenía tiempo ni para saborearla, y eso que al principio tampoco había tantas casetas como en la actualidad. Pocos días de feria, pocas casetas y solo durante cuatro años, has-ta 1936. Con la II República cayó también la Feria del Libro, como tantas otras cosas. Volvió a salir a la calle en 1944, en lo que entonces se llamaba Paseo Calvo Sotelo, pero no era lo mismo. Y viajó de un sitio a otro, que si a Sevilla, que si a Barcelona, hasta que en 1967 aterriza por fin en el Parque del Retiro.

En la actual edición, que es la 71ª, se han abierto tan ricamente unas 300 casetas, todas con diferentes títulos y catálogos.

Y para que la feria se anime un poco más, ¡lo cual no le hace falta!, en los 15 días que dura la fies-ta pasan por este escenario de los libros sus autores. Los que más venden son aquí las estrellas, aunque hay sitio para todos. En el primer fin de semana de este año de 2012 firmaron libros sobre sus mostra-dores nada menos que 370 autores.

Este trajín da mucha animación al paseo. Incluso a mí me gusta eso de conocer al autor cuyos libros me han encantado. Y pro-curo hablar con ellos, pero a veces no me en-tienden y se les queda cara de bobos. Me llevo aunque tan solo sea la firmita.

Tanto me gusta la Feria del Libro que un año, en mayo de 2004 –hice una muesca en mi biografía ese día–

conseguí exponer en las casetas un libro escrito por mí, y recién editado. Creo que lo escribí para ese momento. En realidad hubo más razones, pero esta fue una de ellas. Este libro, Ningún rincón prohibido, será lo único que voy a dejar en esta tierra, tan poco hospitalaria, tan dura y tan difícil de explicar. Me apeteció escribirlo y editarlo. Y, después, me apete-ció más todavía pasarme por la Feria del Libro para firmárselo a los que lo compraron, allí, entre árbo-les centenarios y alguna que otra ardilla, que a estos animalitos también les gusta leer, o roer, no sé.¡Me gusta tanto este ambiente!

DePuertasAfuera

Peva

Soy una verdadera apasionada de los LIBROS, y escribo LIBROS con mayúsculas, se lo merecen estos objetos tan entrañables. Cuando la primavera está en su esplendor, florecen un sinfín de ellos, los libros, que parece que salen del mismísimo suelo de Madrid, de la tierra del Parque del Retiro.

Pilar Eva firmando su libro en una caseta de la feria

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Este museo había sido antes convento domi-nico, y de infausta memoria,

pues no solo llegó a ser cuartel de Caballería del ejército de Bona-parte, durante la Francesada, sino que terminó convertido, después de la Desamortización de Mendi-zábal, en la Cárcel de Alcalá, que allí han penado no pocos conde-nados, hasta que se hizo la cárcel de Meco y se cerró este negocio. El edificio quedó hecho polvo. Han tardado en rehabilitarlo más de lo que duró su construcción.

Ahora recoge colecciones arqueológicas muy interesantes, sobre todo de la época de la Ro-manización, o sea, de Complutum, vías, villas y ciudades, junto a los mosaicos de Leda o Aquiles y Pentesilea. Lo que más me llamó la atención fue el pequeño Alto Horno, mediante el cual los romanos, y antes de ellos los cartagineses, extraían el hierro directamente, calentando el mineral. Era la industria militar de la época, un secreto al que no todos tenían acceso.

La Alcalá actual le debe su nombre a los árabes, que la ocuparon ya en el año 711. La Alcalá cristiana, después de ser conquistada por el arzobispo de Toledo, se llamó primero Alcalá de Santiuste, o sea, de San Justo, y a partir del s. XIV Alcalá de Fenares, la actual Alcalá de Henares. Fueron siglos de convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos. La aljama de Alcalá llegó a ser de las más importantes de Castilla.

Cuando los cristianos nos pusimos burros y ex-pulsamos de Castilla a judíos y mudéjares, estuvimos a punto de perder, con todo y mucho de lo que se perdió, a nuestro príncipe de los ingenios, nada menos que al mismísimo Miguel de Cervantes, de familia de ciruja-nos, una profesión exclusiva de judíos en la época.

Porque Cervantes, vaya por dios, era judío, ade-

más de asesino en fuga, ladrón, presidiario, ludópata y, al parecer, nada valiente en la batalla, la de Lepanto, que fue herido junto al palo mayor de la nave, el lugar al que castigaban en la batalla a los que se querían escaquear.

La Casa de Cervantes de Alcalá no se puede visitar en silla de ruedas, no está adaptada. Pa-seamos las calles de la ciudad. Son muy vistosos los balcones de for-ja, pero si te fijas más, descubres numerosas cartelas en puntos es-tratégicos que te van contando la historia de nuestro Siglo de Oro, pues no solo Cervantes o Queve-do y su Buscón tuvieron aquí posa-da, sino que por su Universidad, la que fundara el Cardenal Cisne-

ros, pasaron no pocos de los ingenios que hicieron la crónica de la decadencia de Castilla como imperio, que no otra cosa podían dejar escrita las mentes más lúcidas de esa generación. Me llamó especialmente la atención una, dedicada al jesuita P. Mariana, que puso las bases del Derecho Internacional, o Derecho de Gentes, que se decía, para proteger a los indios de América de la rapa-cidad de los conquistadores, los mismos principios que hoy se manipulan para torturar a los iraquíes o afganos. En fin, los paseos por la historia es lo que tienen.

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Carmen Soria

El día era soleado. Nos esperaba el autobús adaptado de Roncero. Íbamos a visitar el Museo Arqueológico Regional, sito en Alcalá de Henares. Lo primero que llamó mi atención, paseando la ciudad, fue la gran cantidad de balcones enrejados en la calle Mayor. Los herreros de Alcalá debieron de ser artesanos muy competentes, seguro que de origen mudéjar.

La ciudad de Cervantes

Calle Mayor de Alcalá de Henares

La casa de Cervantes de Alcalá

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Esto es lo que le sucede a Philippe, el intocable, que tras un accidente de parapente que lo deja parapléji-co, tiene que utilizar asistentes personales para hacer una vida medianamente normal y digna. Y en una de estas, contrata a Driss para asistirle. Driss es un joven que vive en un barrio marginal de París, con todo lo que eso con-lleva de paro, drogas, peleas y mala convivencia. Driss ha estado ya en prisión por una tontería, pero es un chico muy responsable y humano, vapuleado por vicisitudes familia-res muy complicadas que le hacen estar per-dido. Parece la persona menos indicada para asistir a una persona que necesita tantos cui-dados, pero Philippe lo contrata a pesar de la opinión contraria de todo su entorno.

Y, por supues-to, dos personas tan dispares terminan por enfrentarse. A uno le gusta Vivaldi y al otro el hip-hop más nervioso del momento. Uno está acostumbrado al aburrimiento de la rutina y el otro es todo nerviosismo y velocidad, inclu-so al volante. Uno tiene pautados mil cuidados y el otro los sustituye por irresponsables informalidades. Uno está atado a su silla y a sus trajes y el otro le descubre que tam-poco es para tanto y que el chándal también sienta bien.

Y así comienza la aventura, dos modos de vida tan distintos unidos por la necesidad. Chocarán en no pocas ocasiones, pero terminarán por llegar a entenderse y estar pendientes el uno del otro. Comienza todo con una fuga de la poli para evitar la multa por exceso de ve-locidad y terminarán esa noche fumándose los dos unos porros que, por cierto, alivian a Philippe de muchas de sus ansiedades y dolores.

Philippe disfruta de cada momento con su nuevo asistente, incluso en una estación de esquí deslizándose por las pistas en un patín. Y volverá a volar y a revivir la emoción del parapente, pero ahora acompañado de Driss, que es quien tiene miedo de verdad en la aventura.

Esta relación tan estrecha forja entre los dos una gran amistad, que les hará vivir momentos tan positivos

como inolvidables. Hace de ellos personas felices y con ilusión hacia el mañana, sin olvidar que hablamos de un parapléjico y un marginado de barrio. Lo cierto es que el pa-rapléjico es un triunfa-dor, una persona rica, y el marginado está trabajando porque no le queda más remedio. A pesar de estos dife-rentes estatus sociales, su relación demuestra

que, más allá de las diferencias, están lo valores de soli-daridad, de libertad y de convivencia, que curiosamente enseñará el pobre al rico.

Y el final de la película es de cuento de hadas. Philippe empujará al chico al paro otra vez –“Tú no has nacido para asistir a un neurótico”, le dice–, o sea, a enfrentar-se a sus responsabilidades familiares y sociales, y el chico colocará a Philippe ante sus propios miedos, hasta con-seguir de él que crea en sí mismo, se enamore, vuelva a casarse y forme una familia.Y no olvidéis, queridos lectores, que lo que cuento no es cine, sino un caso verídico y real como la vida misma, convertido en película por unos directores que han sabi-do reflejar las inquietudes de dos personas, tan diferentes y a la vez tan iguales, que intentan encontrarse a sí mis-mas y su realidad.

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Amparo Almonacid

“Intocable” es el título de una comedia que nos hace adentrarnos en la realidad de la vida. Porque ocurre que pasamos de encontrarnos bien, un día, a enfrentarnos al día siguiente a enfermedades o accidentes que pondrán a prueba nuestra forta-leza para sobrellevar el infortunio y salir victoriosos. Los acontecimientos inesperados a veces sacan de nosotros el máximo potencial de amor propio para sobrevivir en tan difíciles momentos.

Cine: La peli más vista del año

Una instantánea de la película

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16 Orquesta del CAMF en concierto, con sus originales instrumentos.