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1 EdP / Escuela de Padres Colegio Dominicos – Valencia / Época V / curso 06-07 / Dirige: Alfonso Esponera, O.P. Tema 6 : Padres e Hijos (Encauzando el carácter) Emociones CÓMO QUIEREN LOS PADRES A LOS HIJOS (Shere Hite) Los padres deben querer a sus hijos, ésa es la norma. Pero algunos padres no se atrevan a re- conocerlo en público. No hay motivos para que una persona tenga miedo de mostrarse afectuosa con sus hijos, hacerles mimos, abrazarles, darles el beso de buenas noches o decirles que les quiere. Son cosas maravillosas; no hay por qué detener las demostracio- nes físicas en cuanto el niño cumple tres o cuatro años. La idea de que se les convertirá en seres blandos es una noción falsa. Los padres que se muestran cariñosos con sus hijos les proporcionan una buena base para la vida. ¿Cuál es el verdadero amor? Ésta es una pregunta que la mayoría de la gente se hace en algún momento. Para muchos, nuestra primera confusión sobre el amor se produce con nuestros padres. Pocas veces o nunca les vemos besarse en la boca durante más de un segundo. La mayoría de los hijos dicen que casi nunca veían a sus padres darse muestras físicas de cariño apasionado, todo lo más un beso en la mejilla. Es mucho más corriente oírles decir que veían a sus padres peleándose que cogidos de la mano o haciéndose carantoñas. En cambio, cuando los adolescentes se enamoran, saben que les apetece algo más que un beso en la meji- lla. Se sienten llenos de pasión. ¿Pensarán entonces que esos sentimientos no son verdadero amor porque el amor verdadero de sus padres ni incluye el deseo físico? ¿Tienen que creer que el deseo y el amor verdadero no pueden ir nunca unidos? ¿Cuáles son exactamente las emociones que los hijos aprenden a identificar como amor? Los niños, de pequeños, se preguntan a menudo si sus padres les quieren. Esa idea de que les quieran es muy confusa para ellos. A menudo, si preguntan a sus padres. éstos les responden: "Claro que te queremos, ¿por qué lo preguntas?". Sin embargo, a veces, los niños no se sienten muy queridos. Al fin y al cabo el mero hecho de que el padre o la madre esté en casa no quiere decir que haya amor. Una joven lo recuerda de forma conmovedora: "No estábamos especialmente unidos. Creo que los dos me querían, pero parecían dar mucha importancia al trabajo y el dinero. Mi padre parecía una persona introvertida. Nunca tuve la impresión de llegar a conocerle bien. Se divorciaron cuando yo tenia 16 años. Ambos se han vuelto a casar y parecen mucho más felices con sus parejas actuales". Es asombroso cuántos niños dicen cosas como "Sé que me quieren, pero es que no lo demuestran". La tercera parte de las jóvenes estudiadas en mi investigación sentían que las querían aunque nunca se lo hubieran dicho francamente: "De niña, tanto mi padre como mi madre me querían, pero nunca me lo decían con palabras. Mi madre no era dada a las muestras físicas de afecto con ninguno de nosotros, pero, en el fondo, sabía lo mucho que me quería". ¿Son puras imaginaciones de la niña cuando ve que en el fondo esa madre la quiere, aunque no sea cariñosa? ¿Cuáles pueden ser los motivos de esa falta de muestras de afecto? Todas esas señales contradictorias que recibe el niño contribuyen a su confusión sobre el amor, una confusión que, muchas veces, se prolonga durante toda su vida y hace difícil que, como adulto, distinga de forma acertada qué relaciones son verdaderamente amorosas y cuáles no.

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EdP / Escuela de Padres

Colegio Dominicos – Valencia / Época V / curso 06-07 / Dirige: Alfonso Esponera, O.P.

Tema 6 : Padres e Hijos (Encauzando el carácter)

Emociones CÓMO QUIEREN LOS PADRES A LOS HIJOS (Shere Hite)

Los padres deben querer a sus hijos, ésa es la norma. Pero algunos padres no se atrevan a re-conocerlo en público. No hay motivos para que una persona tenga miedo de mostrarse afectuosa con sus hijos, hacerles mimos, abrazarles, darles el beso de buenas noches o decirles que les quiere. Son cosas maravillosas; no hay por qué detener las demostracio-nes físicas en cuanto el niño cumple tres o cuatro años. La idea de que se les convertirá en seres blandos es una noción falsa. Los padres que se muestran cariñosos con sus hijos les proporcionan una buena base para la vida.

¿Cuál es el verdadero amor? Ésta es una pregunta

que la mayoría de la gente se hace en algún momento. Para muchos, nuestra primera confusión sobre el amor se produce con nuestros padres. Pocas veces o nunca les vemos besarse en la boca durante más de un segundo. La mayoría de los hijos dicen que casi nunca veían a sus padres darse muestras físicas de cariño apasionado, todo lo más un beso en la mejilla. Es mucho más corriente oírles decir que veían a sus padres peleándose que cogidos de la mano o haciéndose carantoñas.

En cambio, cuando los adolescentes se enamoran,

saben que les apetece algo más que un beso en la meji-lla. Se sienten llenos de pasión. ¿Pensarán entonces que esos sentimientos no son verdadero amor porque el amor verdadero de sus padres ni incluye el deseo físico? ¿Tienen que creer que el deseo y el amor verdadero no pueden ir nunca unidos?

¿Cuáles son exactamente las emociones que los

hijos aprenden a identificar como amor? Los niños, de pequeños, se preguntan a menudo si sus padres les quieren. Esa idea de que les quieran es muy confusa para ellos. A menudo, si preguntan a sus padres. éstos les responden: "Claro que te queremos, ¿por qué lo preguntas?". Sin embargo, a veces, los niños no se sienten muy queridos.

Al fin y al cabo el mero hecho de que el padre o la

madre esté en casa no quiere decir que haya amor. Una joven lo recuerda de forma conmovedora: "No estábamos especialmente unidos. Creo que los dos me querían, pero parecían dar mucha importancia al trabajo y el dinero. Mi padre parecía una persona introvertida. Nunca tuve la impresión de llegar a conocerle bien. Se divorciaron cuando yo tenia 16 años. Ambos se han vuelto a casar y parecen mucho más felices con sus parejas actuales".

Es asombroso

cuántos niños dicen cosas como "Sé que me quieren, pero es que no lo demuestran". La tercera parte de las jóvenes estudiadas en mi investigación sentían que las querían aunque nunca se lo hubieran dicho francamente: "De niña, tanto mi padre como mi madre me querían, pero nunca me lo decían con palabras. Mi madre no era dada a las muestras físicas de afecto con ninguno de nosotros, pero, en el fondo, sabía lo mucho que me quería".

¿Son puras imaginaciones de la niña cuando ve

que en el fondo esa madre la quiere, aunque no sea cariñosa? ¿Cuáles pueden ser los motivos de esa falta de muestras de afecto? Todas esas señales contradictorias que recibe el niño contribuyen a su confusión sobre el amor, una confusión que, muchas veces, se prolonga durante toda su vida y hace difícil que, como adulto, distinga de forma acertada qué relaciones son verdaderamente amorosas y cuáles no.

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Experiencias TARDES CON ADOLESCENTES (Julia Navarro)

Pertenezco a este club de madres que se niega a que su hijo vaya

a una discoteca light LA ADOLESCENCIA ES UNA ENFERMEDAD por la que hemos pasado todos, pero de la que no aprendemos ninguna lección para, cuando tenemos hijos en esa edad, saber abordarla. Al margen de los mil quebraderos de cabeza que los adolescentes provocan a los padres, hay uno que no es achacable a los chiquillos, sino al sistema. Cuando los hijos son pequeños, hay multitud de sitios donde llevarlos para que se distraigan: parques con atracciones adecuadas a su edad, locales habilitados para fiestas infantiles donde disfrutan en las “piscinas de bolas", películas de dibujos, talleres en los museos... El problema comienza a partir de los 12 años. A esa edad ya no pueden jugar en el área infantil del parque de atracciones porque son demasiado altos, y las atracciones de los mayores son peligrosas para ellos; de llevarlos a las piscinas de bolas, nada, y en cuanto al teatro, "pasan" de ver "Los tres cerditos". PERO SI A LOS 12 ES UN PROBLEMA, no les digo a los 14 o los 15, cuando empiezan a reivindicar salir con amigos con el consabido argumento de "a todos les dejan". La verdad es que pertenezco a ese club de madres que se niega a que su hijo vaya a una "discoteca light". Supongo que el hecho de ser periodista y llevar muchos años viendo de cerca la realidad me impide cerrar los ojos y creerme que allí sólo beben refrescos. Sé que las "pastillas" corren como el agua, porque hay críos manipulados por mayores, que se convierten en "camellos" ocasionales. Y me da igual que muchos padres nieguen esa realidad.

DE MANERA QUE TENEMOS UN PROBLEMA los fines de semana. Una vez que se acaba el consabido partido de fútbol y que ya han visto la película de moda, el qué hacer se convierte en una pesadilla. Me dirán que hacer deporte, y se hace, claro, pero no 48 horas: ir a museos, también, pero los talleres son para pequeños; conciertos de música clásica, de vez en cuando; alguna obra de teatro adecuada para ellos... En fin, cada uno se las ingenia como puede, porque faltan actividades organizadas y específicas. Si a alguien se le ocurre algo, que me lo diga. Quienes se niegan, como yo, a dejarlos los fines de semana delante de la puerta de una discoteca, saben de lo que hablo. Personalmente, rechazo el argumento de "otros lo hacen". Creo que muchas veces hay cierta dejación de responsabilidad por parte de quienes se muestran blandos a ese argumento replicarán que lo importante es la confianza en los hijos y cómo sean éstos. Y tienen razón, pero no toda. Es más difícil caerse por un precipicio si uno no

se acerca a él.

¿Qué información hay que darles sobre sexo? Cuándo, a la tierna edad de 6 añitos le pregunté a mi madre de sopetón “mamá, ¿qué es follar?”, recibí como respuesta una explícita bofetada acompañada de un “eso no se pregunta”. Y eso que mi madre no es una puritana ni nada por el estilo… La anécdota viene a cuento para abordar esta complicada cuestión. Los niños como un hecho absolutamente natural, sienten curiosidad y se hacen mil y una preguntas que deben ser contestadas de una manera sencilla y sin evasivas, silencios o “pregúntaselo a tu padre”, como si el señor de la casa fuera una especie de oráculo de Delfos en chándal y zapatillas.Y mucho menos con reprimendas o tortazos de baja intensidad. Cuando llegen a adolescentes si no han recibido información y formación por parte de sus padres o educadores, la habrán recibido de su círculo de amigos, de lecturas, revistas y, por supuesto, del cine. Pero, ¿debemos hablarles de los anticonceptivos y de las enfermedades de transmisión sexual, o hay que delegar en la orientación que van a recibir en la escuela? La Formación es fundamentalmente responsabilidad de los padres. La información que reciben en la escuela no es toda la que necesitan. Desde hace tiempo se observa que las campañas de información sexual se centran en los anticonceptivos y en las enfermedades de transmisión sexual. Pero también se echa en falta una Información de lo que es la sexualidad, de lo que es el deseo, de las pulsiones que nos determinan como humanos, y de lo que es el amor. Creo que no era retrógrada F. Dolto, una psicoanalista francesa, al decir que se estaba enseñando en las escuelas con mayor énfasis la anticoncepción, antes que la maravilla de la concepción humana.

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Sentimientos MADRES QUE QUIEREN DEMASIADO

Para ella será siempre “su niño”, aunque haya cumplido los 40 y haya formado

su propia familia. ¿Qué se esconde detrás de una madre sobreprotectora?

Cada mujer con un hijo—biológico o adoptado—se convierte en una madre única, con un estilo personal de amar, cuidar, enseñar, educar, aceptar y tolerar a ese

hijo con el que establece un lazo de compenetración y del que sabe que un día tendrá que separarse física y emocionalmente. Pero... ¿hay una edad ideal para separarse de los hijos? ¿La

separación se produce cuando se van de casa o cuando ya tienen cierta autonomía? ¿Debería prepararse la madre para este momento?

Hay mujeres que viven esta situación de forma natural, sin traumas. Cuando llega la separación les invade un sentimiento de pena. pero también de satisfacción y alegría. ¿Por que? Pues, porque han aprendido que ser madre es empezar a sufrir pérdidas desde el naci-miento. Al principio, comprenden que su bebé las necesita y se ponen a su disposición física y emocionalmente, en una relación casi mágica. Pero, a medida que el bebé crece, la madre también crece con él y se adapta a otras necesidades. Le trasmite seguridad, pero también le enseña a tolerar pequeñas frustraciones, asumir riesgos y aceptar retos: ella no puede ser el escudo que proteja a su hijo de todos los peligros, él tiene que explorar el mundo por sus propios medios. Acepta así que su hijo no es una prolongación de sí msma, sino una persona to-talmente independiente.

La madre tiene que tener sus propios proyectos personales, sin esperar que su hijo cubra los vacíos afectivos que pueda tener, para no sentirse abandonada ni rechazada si su hijo tiene sus propios intereses. En definitiva, debe adaptarse a las diferentes etapas evolutivas del hijo modificando la relación, hasta que le deja marchar sin traumas, de forma natural, como dos adultos libres.

Pero hay hijos e hijas adultos que viven fuera de casa que dejan una queja muy común: "Mi madre me quiere demasiado, no me deja ser yo mismo y se pone enferma si no puede controlar mi vida, cuando no la llamo todos los días o no la visito a menudo". Este tipo de madre (o padre):

+ Suele ser una mujer angustiada por el temor al abandono y al rechazo de su hijo, si no cumple el papel de abnegada y perfecta madre.

+Está atenta a las necesidades físicas del hijo, pero no se da cuenta de que va creciendo también mentalmente y necesita poco a

poco más autonomía y que le dejen hacer cosas por su cuenta. + Suele tener una personalidad dependiente que necesita controlar, precisamente por ese temor a quedarse sola. + Se siente muy insegura y cree que la única manera de ser una buena madre es estar siempre presente y a disposición de las necesidades del hijo. Sin embargo, ella no se da cuenta de cuáles son en realidad esas necesidades. + En definitiva, el hijo se queja porque a ella le resulta difícil, casi imposible, verlo adulto, cree que sigue siendo "su niño",

Un hijo para cada madre Todas las madres somos un poco dependientes y nos gustaría sobreproteger a nuestra prole de cualquier posible peligro. Pero ser excesivamente dominante o posesiva puede originar esta combinación: Madre dependiente - hijo rebelde Madre invasora - hijo arisco Madre desconfiada - hijo mentiroso Madre insegura - hijo dominante Madre posesiva - hijo inseguro Madre dominante - hijo sumiso Madre sobreprotectora - hijo ansioso Madre preocupada - hijo arriesgado

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¿Cómo resolver conflictos más habituales con nuestros hijos?

Entre 6 y 10 años Entre 10 y 14 años

La opinión de una experta: Isabel Menéndez

"Ésta suele ser la época más relajada y feliz de la infancia"

• La familia ha dejado de ser e! único centro de interés comienza la socialización y la curiosidad por los iguales. Los compañeros cuentan mucho para la propia imagen. Los rechazos son muy dolorosos y si se producen, hay que averiguar por qué. • Hacia los ocho o nueve años ya pueden recibir una pequeña paga y participar en algunas decisiones familiares. Esto les ayuda a adquirir autonomía. • La televisión no hace progresar sus habilidades, porque ante ella el niño es un receptor pasivo. Comentar con ellos progra-mas que ven puede ser formativo. Es conveniente controlar el tiempo y los acontecimientos a los que están sometidos.

"Comienza a fraguarse la conmoción de la adolescencia"

• Empujados por los cambios que aparecen en su cuerpo, empiezan a mostrar interés por el sexo. • Les gusta afirmarse y se oponen con frecuencia a lo que dicen los padres. No les gusta ser criticados porque son muy sensibles a lo que se opina de ellos y tratan de ganarse la aprobación de los que le rodean. Además, comienzan a tener ideas sobre lo que será su vida futura. • A los 13 años se vuelven mas reflexivos y se repliegan sobre sí mismos. Tienen afición a los secretos. Esta edad es la menos feliz. La vida interiores muy importante. Les gusta estar solos. • A los 14 les preocupa mucho su aspecto. Están impacientes por crecer y los padres debemos favorecer su autonomía sin dejar por ello de protegerles.

¿Hay que ayudarle a hacer los deberes? En ocasiones no quiere hacer las tareas que le ponen en cíase o nos pide que le ayudamos. ¿Qué podemos hacer para que sean buenos estudiantes? Un niño que es autónomo en el cuidado de su persona y tolera bien la separación de la familia y diferencia el mundo de la fantasía del de la realidad, está preparado para asumir sus tareas escolares con éxito y sin un esfuerzo excesivo, porque el deseo de agradar a los padres y profesores es un motor suficiente para realizarlo. Si esto no es así, estaría evidenciando un problema de inmadurez psicoafectiva que tiene sus efectos sobre el proceso de aprendizaje. En estos casos, hay que averiguar con ayuda de un profesional las causas de este retraso en el desarrollo, y si es así, los premios o castigos no solucionan el problema. Aprender en estos años supone dejar atrás el mundo de la primera infancia, que es el del juego; esto permite diferenciar entre fantasía y realidad y las distintas maneras de conseguir las cosas en uno y otro mundo. Hacer que los niños asuman peque-ñas tareas, ayuda a establecer esa barrera con lo irreal.

Favorecer la autonomía, la independencia, la integración a su nivel en la vida real le ayudará a dar el salto del pensamiento concreto al pensamiento abstracto que es el mundo de las letras y los números.

¿Hay que hacerle responsable ante nuevos peligros? Las normas sociales y la responsabilidad de sus actos fuera del hogar son retos que tienen que asumir los adolescentes.

¿Debemos advertirles de las consecuencias de actividades que pueden ser peligrosas? La responsabilidad social es importante porque el chico establece relaciones sociales de grupo que potenciarán o inhibirán algunas de sus particularidades. No hay joven que no se enfrente en algún momento con el límite, con la ley. Ahora bien, una cosa es el deseo de traspasar la barrera y otra cosa es gozar con ese salto de tal modo que sea el único modo de gozar. Pero la ley es la ley para todos, y todos estamos sujetos a ella. Creo que las advertencias de los peligros que se pueden encontrar fuera de casa deben ser realizadas sin miedo y sin prejuicios. Lo peligroso hay que situarlo en su lugar, y el chico querrá saber dónde empieza. Es fundamental que se sienta acompañado, pero, no que vaya acompañado. Es evidente, que el primer contacto con el alcohol se produce a una edad cada vez más temprana, ya sea para celebrar el final de curso o el final de una semana de co-legio. Advertir del peligro del alcohol no puede ir acompañado de la demonización de los parques o de los amigos que beben mas que nuestros hijos.