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Coincidencias, rivalidad en el Renacimiento, mitos de la psicología

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Los dos más grandes pintores del Renacimiento compartieron la vida durante los siglos XV y XVI, cuando la cultura surgía en cualquier rincón y en cualquier momento. Rafael y Donatello fueron los otros dos que encumbraron esta época. Y en la historia de los grandes genios cabe también la crónica de sus celos. Leonardo da Vinci era todo un aristócrata: era pulcro, aseado, esmerado en sus ropas; era un hombre universal, y todos tenían la mirada puesta en él. A finales del siglo XV surgió un hombre joven; un artista furioso que arrancaba exquisitas formas al mármol. Era Miguel Ángel Buonarot-ti, quien desde muy joven dio muestras de una gran inteligencia. Pero él era desaseado, sucio, desaliñado, hablaba con muchos exabruptos, era brusco y maleducado y, sobre todo, vestía ropas que hacían pensar que se trataba de un mendigo y no un gran artis-ta. Como se puede ver, Leonardo y Miguel Ángel eran absolutamente antagonistas. A principios del siglo XVI ya Leonardo había reparado en Miguel Ángel. Hacia 1501, el primero contaba con 47 años, mientras que el segundo con 25 ya gozaba de una mere-cida fama. El papa Alejandro VI, el papa Borgia lo había contratado para los trabajos de restauración de la Capilla Sixtina. Para entonces su famoso David ya lucía en su es-plendor. Leonardo, receloso y envidioso, quería entorpecer la carrera de Miguel Ángel, y la oportunidad se le presentó cuando el concejo de Notables Ilustres Florentinos (al cual él pertenecía) se reunió para dilucidar dónde ubicarían la gran obra del escultor. Este auge del joven Miguel Ángel tenía escandalizado a Leonardo, que quiso entorpecer la reunión, pero todos entendían lo que sentía, y sus esfuerzos no prosperaron. La opinión de este Concejo era que la estatua debía estar en una plaza pública para que pudiera ser admirada desde todos los ángulos. La votación tardó varios días, pero hubo unanimidad en colocarla en una plaza pública, con la excepción del voto de Leonardo, que quería que fuese incrustada en un nicho, para que se apreciara solamente el frente de la obra. Leonardo tenía animadversión por los escultores, de ellos decía que “pare-cían panaderos, siempre cubiertos de ese polvo blanco”. Tres años después del David, Leonardo hace la Mona Lisa, para lo cual se basó en una joven de 24 años llamada Lisa Gherardini, esposa de Francesco Bartolomeo del Giocondo, un comerciante florentino que mandó la tarea a Leonardo. En este cuadro se expone la técnica del sfumato, que fue creada por él.

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Jesús vestido de color rosa. En los cuadros antiguos se solía pin-tar al niño Jesús vestido de color rosa. Tanto en cuadros del siglo XVIII como en los del siglo XIX el niño Jesús jamás aparece vestido de azul celeste. “Rosa para las niñas, azul celeste para los niños”; esta convención es tan conocida, que muchos piensan que siempre ha sido así. Pero esta moda nació alrededor de 1920. Y este reparto de colores para los recién nacidos contradice nuestro simbolismo, para el cual el rojo es masculino, y el rosa, el pequeño rojo, es el color de los niños varones pequeños.

Anécdota de un matemático. Cuenta la historia que en el año 1787, cuando Carl Friedrich Gauss tenía apenas 10 años, un alboro-to en el aula del colegio provocó que el maestro, enojado, pidiera a los alumnos que sumaran todos los números del 1 al 100, creyendo que el castigo sería tenerlos a todos ocupados durante un buen rato. A los pocos minutos, Gauss se levantó del pupitre y le entregó el resultado de la suma al profesor: 5050. El profesor, asombrado y se-guramente creyendo que su alumno había puesto un número arbitra-riamente, se dispuso él mismo a hacer la interminable suma. Al cabo de un buen rato, comprobó que, efectivamente, la suma daba como resultado 5050. ¿Cómo hizo Gauss para resolver la suma en tan pocos minutos? Si no se tratara de un problema matemático, segura-mente creeríamos que el joven niño contaba con algún tipo de poder paranormal. En efecto, el poder más brillante a veces se encuentra en la razón. Sucede que Gauss hizo lo siguiente: Como debía sumar los números del 1 al 100, es decir: 1+2+3… 98+99+100, observó por un momento la secuencia de números y descubrió que si sumaba el primero con el último, el segundo con el penúltimo y así sucesiva-mente, obtenía siempre el mismo resultado: (1+100) = (2+99) = (3+98) =… = (50+51) = 101. Luego, y como entre el número 1 y el 100 tenía 50 pares de números, sólo restaba multiplicar por 50 el resultado obtenido: 50 x 101 = 5050. Mas tarde, Gauss aplicaría el mismo principio para hallar la suma de la serie geométrica y muchas otras series.

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La guillotina. Al contrario de la creencia popular, ni su creador fue el médico Guillotin ni se inventó durante la Revolución francesa. La guillotina ya existía más de un siglo antes de que Joseph Ignace Gui-llotin (1738-1814) le legara su nombre. La aportación de este médico y político fue exigir a la Asamblea Nacional Francesa un método de ejecución que evitase el sufrimiento de los reos. Ésta le encargo la tarea al médico Antoine Louis, que cambió la hoja horizontal por una oblicua de 60 kg de peso para un corte más seguro y preciso. El nuevo artefacto se estrenó en París el 25 de abril de 1792, para ser abolida en 1981.

Prohibidos los nombres que perjudiquen a la persona. En Es-paña no se puede llamar a los hijos como a los padres les venga en gana. Existen unos límites regulados en los artículos 54 de la Ley del Registro Civil y el 192 de su Reglamento. Están prohibidos los nombres que perjudiquen a la persona o afecten su dignidad, como Caín o Judas. Respecto a los diminutivos, la ley admite nombres que tengan la misma relevancia que el nombre propio del que derivan, tales como Sandra, Mariola o Lola. Sin embargo, otros como Nacho y Charo no se permiten. También se prohíben nombres que no es-pecifiquen el sexo del poseedor (aunque Trinidad, Consuelo, Cruz, Olvido o Sagrario pueden emplearse para referirse a ambos sexos), y tampoco se podrán imponer nombres simples unidos por un guión, o más de uno compuesto. Por otra parte, se permiten los nombres de origen extranjero, de personajes históricos, mitológicos, artísticos, geográficos. Y en general nombres abstractos o de fantasía, como Libertad o África.

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La historia de las hambrunas en Inglaterra ha sido macabra desde sus tiempos más remotos. A comienzos del siglo VIII una escasez que se extendió hasta Irlanda precipitó a los hombres al canibalis-mo. No fue hasta el reinado de Aethelred, sin embargo, que “una hambruna tal predominó como ningún hombre podía recordar”, desde 1005 hasta el 1016. Los cronistas dicen que pereció la mitad de los habitantes de la isla más grande, aunque muchos de los muertos fueron causados durante las guerras entre Aethel-red y Sweyn el Danés. Este último se vio obligado a retirarse de Inglaterra por un tiempo. Durante los últimos treinta años del

siglo XI, nueve fueron los años de horrorosa angustia y agonía. “Tan grande fue la escasez en 1069 que los campesinos del norte, incapaces de obtener perros y caballos para calmar su hambre, se vendieron a ellos mismos como esclavos para ser alimentados por su amo. Y la tierra entre Durham y York permaneció baldía, sin habitantes o personas que la labrasen durante nueve años, dice Beverly; y otro escritor acusó a los pobres de practicar el canibalismo”.

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Abraham Lincoln fue elegido para el Congreso en 1846, John Ken-nedy fue elegido para el Congreso en 1946. Ambos estuvieron comprometidos con los derechos civiles. Sus correspondientes es-posas perdieron un hijo mientras vivían en la casa Blanca. Lincoln y Kennedy fueron asesinados un viernes y ambos murieron por disparos en la cabeza. Uno y otro fueron sucedidos por hombres apellidados Johnson. Andrew Johnson, quien sucedió a Lincoln, nació en 1808; Lyndon B. Johnson, quien sucedió a Kennedy, na-ció en 1908.

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Nadie ha encontrado una teoría que ayude a entender los ex-traordinarios paralelismos entre la novela “Vanidad”, escrita por Morgan Robertson en 1898, acerca del hundimiento de un lujoso trasatlántico llamado “Titán” y los hechos reales que rodearon el naufragio del Titanic, catorce años después. El mes de la tra-gedia, el número de pasajeros, tripulantes y botes salvavidas, el tonelaje, la magnitud e incluso la velocidad del impacto con el ice-berg, son datos prácticamente exactos a los que el autor cuenta en su novela.

Nueva York tiene 11 letras. Afganistán tiene 11 letras. Ramsin Yuseb (el terrorista que amenazó con destruir las Torres Gemelas en 1993) tiene 11 letras. George W. Bush tiene 11 letras. Nueva York es el estado número 11. El primer avión que se estrelló con-tra las Torres Gemelas fue el vuelo número 11. El vuelo número 11 llevaba 92 pasajeros. 9 + 2 = 11. El vuelo número 77 también se estrelló contra las Torres Gemelas y llevaba 65 pasajeros. 6+5 =11. La tragedia sucedió el 11 de septiembre, o mejor dicho 9/11, o bien: 9 + 1+ 1 = 11. El día es igual al número de emergencia de la policía en Estados Unidos: 911. El 11 de septiembre es el día 254 del calendario, otra vez 2 + 5 + 4= 11. Las explosiones de Madrid sucedieron el día 3/11/2004: 3 + 1 + 1 + 2 +4 = 11. La tragedia de Madrid sucedió 911 días después del incidente de las Torres Gemelas.

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Una baja autoestima es la principal culpable en la generación de conductas no saludables, incluyendo la violencia, depresión, an-siedad y alcoholismo. Esto lo sostienen muchos psicólogos popu-lares. Desde que en 1952 salió al mercado el libro de Norman Vin-cent Peale El Poder del Pensamiento Positivo de Norman Vincent, los libros de autoayuda que van proclamando las virtudes de la autoestima se han convertido en artículos regulares de las libre-rías. El “movimiento de la autoestima” ha encontrado su camino en las principales prácticas educativas. Algunas ligas deportivas adjudican trofeos a todos los escolares para evitar que los com-petidores que pierden se sientan inferiores. Una de las escuelas primarias de California prohíbe que los niños jueguen a las pilladas (la conocemos como encantados o la traes) porque “los niños no se sentían bien con ello”. Por otra parte, Internet está lleno de productos educativos destinados a impulsar la autoestima de los

niños. El libro, Juegos de autoestima contiene 300 actividades para ayudar a los niños a sentirse bien consigo mismos, tal como la repetida afirmación positiva que los destaca como “únicos”. Pero hay una mosca en la sopa: Las investigaciones demuestran que la baja autoestima no está fuertemente asociada a una mala salud mental. En una revisión exhaustiva, Roy Baumeister y sus colegas revisaron más de quince mil estudios que relacionan la au-toestima a casi todas las variables psicológicas imaginables. Ellos encontraron que la autoestima esta mínimamente relacionada con el éxito interpersonal, y no siempre relacionada con el abuso de alcohol o drogas. Además, descubrieron que, si bien la autoesti-ma se asocia positivamente con el rendimiento escolar, un mejor rendimiento en la escuela parece contribuir a una alta autoestima y no al revés. Lo más sorprendente que encontraron fue que la baja autoestima no es ni necesaria ni suficiente para la depresión.

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