capÍtulo ii mariana andersen -...

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CAPÍTULOII MARIANAANDERSEN MarianaAnderseneraunadescendientedeholandeses ypalestinos,unodeesoscrucesétnicosquesedancon frecuenciaenPanamá .Supielnacaradadabamayores- plendorasusrasgosfacialesárabesyasusojosvioletas extraños .Nacidaquinceañosantesdelgolpemilitarde 1968,casinohabíaejercidosuprofesióndemédicopor dedicarsealnegociodeunapoliclínicaprivada .Estacon- venienciaibaenrealidadencontradeunaeducaciónhu- manistaadquiridaenBuenosAires .Suesposoeracomer- cianteimportadordeequiposparalaconstruccióndeca- rreterasyedificiosparaquienhacerdineroeralofunda- mental .Pertenecíaaasociacionescívicassóloparaacre- centarsuprestigiopersonalporencimadecualquiersen- sibilidadsocial . "Soyunhombrepráctico,conlospiesbienpuestos sobrelatierra"',decíaacadamomento .Paraélleerun 49

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CAPÍTULO II

MARIANA ANDERSEN

Mariana Andersen era una descendiente de holandesesy palestinos, uno de esos cruces étnicos que se dan confrecuencia en Panamá . Su piel nacarada daba mayor es-plendor a sus rasgos faciales árabes y a sus ojos violetasextraños . Nacida quince años antes del golpe militar de1968, casi no había ejercido su profesión de médico pordedicarse al negocio de una policlínica privada . Esta con-veniencia iba en realidad en contra de una educación hu-manista adquirida en Buenos Aires . Su esposo era comer-ciante importador de equipos para la construcción de ca-rreteras y edificios para quien hacer dinero era lo funda-mental. Pertenecía a asociaciones cívicas sólo para acre-centar su prestigio personal por encima de cualquier sen-sibilidad social .

"Soy un hombre práctico, con los pies bien puestossobre la tierra"', decía a cada momento . Para él leer un

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Las LUCIÉRNAGASDELA MUERTE

libro de historia, adquirir un cuadro, oír un poema erantonterías. "Lo que este país necesita es plata, mucha pla-ta", agregaba .

En política le importaba quién estuviera en el poder .Con Torrijos acrecentó su fortuna y cuando olfateó queNoriega comenzaba a caerse organizó un comité de "Ciu-dadanos honorables, buenos panameños", que pedían laintervención armada de los Estados Unidos . Su fama demoralista y de defensor de los derechos humanos se en-grandeció. Su carácter agresivo compaginaba con su con-dición de enfermo de hemorroides . Su porte alto y pan-zudo proyectaba la estampa de un millonario tejano deorigen latino, el cual acentuaba con su uso regular de ropade colores encendidos .

A Mariana la decepcionó su proceder falso y machis-ta. Le pedía, por ejemplo, que lo acompañara los domin-gos a misa mientras había pasado el sábado con su amanteoficial . Asistía a la iglesia para que lo vieran sus amigos ;"pues nunca se debe perder la imagen del buen cristiano",proclamaba.

No fumaba ni tomaba licor en público pero lo hacía enun apartamento que poseía en Punta Paitilla, frente al mar.Allí celebraba orgías con mujeres dispuestas a toda clasede placeres .

Mariana, hastiada de su conducta, le pidió el divorcio .Lo firmaron, pero antes él le exigió que renunciara a susacciones en la clínica . Lo hizo y vivió con sus hijos de su

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CAP. ll- MARIANA ANDERSEN

trabajo y de una herencia dejada por sus padres enCuracao, la cual administraba su único hermano .

Ella estaba en contra del gobierno de Noriega pero erapartidaria de que se le buscara a la situación una salidanacional, como los rumanos, que se hicieron justicia consus propias manos . Participaba en las manifestaciones,en los mítines, en los ayunos y vigilias religiosas y seconsideraba una social demócrata de convicción .

Su conocimiento de la realidad argentina, en su paso dela dictadura militar a la democracia, le había dado orienta-ciones para enfocar situaciones similares como la que sedaba en Panamá. Lo importante era salir de Noriega perosin destruir el país, como lo estaban haciendo las sancio-nes económicas impuestas por los estadounidenses .

Educada en un hogar adinerado nunca tuvo relación conlas clases necesitadas . Una muchacha mimada que con-virtió sus caprichos en verdaderas órdenes para sus pa-dres, devotos católicos, que la matricularon en un cole-gio de monjas . Graduada de secundaria la enviaron a estu-diar medicina en Argentina

Para ella fue impactante este primer encuentro con larealidad latinoamericana, lo cual la estremeció de dolor .Fue por eso que comenzó a participar en movimientos deprotestas, especialmente los que realizaban los estudian-tes en contra de los militares en el poder .

En una ocasión estuvo en la cárcel . El ejército los cer-có con tanquetas y cogió presos a los principales diri-

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

gentes estudiantiles . Salió de allí por la intervención deldecano de medicina de la universidad y por cierta presiónque se hizo en las calles por parte de los estudiantes . Todoel período de formación como médico fue pródigo enexperiencias que fortalecieron sus valores .

Cuando llegó a Panamá sus padres notaron el cambioen su personalidad ya que era más afectuosa y se mostra-ba poco inclinada a la vida social de su clase .

Hizo su internado en el Hospital Santo Tomás y pasóun tiempo cumpliendo con sus compromisos, hasta queconoció a su futuro esposo del cual luego no quería nisiquiera pronunciar su nombre .

Los primeros años de matrimonio transcurrieron enarmonía. Un día, sin esperarlo, descubrió que había sedu-cido a su empleada doméstica .

Entonces inició una investigación y comprobó que lle-vaba una vida licenciosa que lo inducía a la obtención desatisfacción sexual con animales . Esto condujo al rompi-miento definitivo y al reinicio de una nueva existencia .Consiguió trabajo en el Hospital General de la Caja delSeguro Social, alquiló una casa de menor costo y el tiem-po libre lo dedicaba a prestar atenciones médicas gratui-tas en un proyecto de consultorio popular especializadoen los Altos de Samaria, en San Miguelito . Para esto ha-bía mandado a diseñar un plano en un terreno que le habíaofrecido el general Torrijos, quien una vez la encontrómientras ejercía su trabajo social .

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CAP.II- MARIANA ANDERSEN

- No me preguntes la historia completa, le dijo a Ale-jandro en el camino de regreso del motel .

-¿Lo amabas?

- Lo quería. Me impresionó su carácter emprende-dor y alcanzaba lo que se proponía. Era un hombre de grancapacidad de trabajo . Lo conocí una noche y a los dosmeses estábamos casados .

-¿Alguna presión familiar?

-Ninguna.

-¿Te arrepientes ahora?

-Un poco. Fue una resolución apresurada tal vez .

- ¿Incompatibilidad de carácter?

- Incompatibilidad en todo. Mis valores son otros .Celebró muchos contratos con el gobierno . Se hizo ricoy se volvió inescrupuloso . Al principio no era así. . . ¿Tepuedo pedir un favor?

-Dime

- ¡No hablemos de esto jamás!

-Está bien . . .

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CAPÍTULO III

MONSIEUR ANDRÉ BARBOUX

Alejandro conoció a Monsieur André Barboux cuandotenía veintitrés años, una mañana de domingo en un cafésituado frente al Parque de Santa Ana, entre el Teatro ElDorado y el Bazar Francés . Un punto de reunión de inte-lectuales, sobre todo de historiadores que se distinguíanpor su sólida cultura y su elegancia en el vestir .

Monsieur André Barboux, que así le gustaba que lo lla-maran, agregaba a la vestimenta una leontina de oro y unbastón gris con empuñadura de plata . Podía tener para eseentonces 42 años de edad y trabajaba de bibliotecario enel edificio de la administración del Canal en el área deBalboa. Era poseedor de una memoria privilegiada que loconvirtió en motivo de referencia en las más ilustres ter-tulias . Muchas veces lo visitaban intelectuales en su casade El Chorrillo, en cuyas paredes colgaban pinturas va-liosas y se levantaban anaqueles con libros bien empasta-

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

dos . A la vista, sobresaliente, había un retrato inmensodel edificio central de la Compagnie Universaille du Ca-nal Interoceanique, construido en la plaza de la catedral .Hombre amable, de sonrisa permanente que acompañabacon un continuo inclinar de cabeza, se ganaba la simpatíade cuantas personas lo trataban .

Las primeras nociones de historia documentada queAlejandro recibió del Canal las escuchó de este negroeducado, orgulloso de su panameñidad . Hablaba del Ca-nal como de una realidad que se adentraba en los oríge-nes de ese eterno luchar por vencer a las fuerzas de lanaturaleza .

- ¡Corinto!, ¡Suez!, ¡Panamá!, exclamaba evocador,son ejemplos de ese destino humano . Corinto junto alPeloponeso con la Grecia Antigua ; Suez a África con elAsia; Panamá a la América del Norte con la del Sur .

Con los ojos hacia el pasado, continuaba :

-Los primeros en visualizar canales para la navega-ción fueron los faraones egipcios, que trataron de usar elrío Nilo para llegar al Mar Rojo . Pero sus esperanzas lassepultó el desierto, bajo las sentencias del oráculo quese oponía a estas empresas .

En el siglo VII antes de Cristo hubo un intento quecostó la vida a más de ciento veinte mil trabajadores porculpa del mandatario Nekko . Luego otro plan del canaldel rey persa Darío Histaspes que tampoco resultó . Si-

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CAP. 111- MONSIEUR ANDRE BARBOUX

guieron los ptolomeos hasta la época de Cleopatra, mastodo fue en vano ya que las arenas se elevaron invenci-bles sobre los sueños de los mortales .

¿Quién fue el genio que materializó estas visiones?¡Ferdinand de Lesseps!, un nombre que Monsieur Barbouxpronunciaba con señalado énfasis .- Estudié algo de Lesseps, le dijo Alejandro .

- Es la historia viva del siglo XIX, contestó . El Canalde Panamá no se puede entender sin el trasfondo de Fran-cia, de Lesseps . Se dieron acontecimientos extraordina-rios como consecuencia del proyecto .

- ¿Cómo la penetración de los Estados Unidos en elCaribe?

- Como la explosión de la Primera Guerra Mundialy la ruina de la burguesía francesa . Todo en Ferdinandfue grandioso : su vida, su trabajo, su muerte . Nació enVersalles en 1805, vivió 89 años y era descendiente deuna familia vasca ennoblecida por Napoleón en el sigloXVI. Alcanzó cimas gloriosas como la construcción delCanal de Suez y abismos sepulcrales como el escándalode Panamá que le trajo humillaciones infinitas . Su cre-do altivo lo sintetizó en este pensamiento : "El hombresólo se vuelve malo cuando tiene temor o hambre" . Tuvocinco hijos con Ágata, su primera esposa, y doce conLouise Heléne Autard de Bragard, la segunda, que sólotenía veinte años y le dio su último vástago cuando élcumplió los ochenta . Fue el héroe victorioso de Europa

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

y en su honor se organizaron infinidad de actos. Su sue-gra era tan bella que sirvió de musa inspiradora aBaudelaire . "Panamá, dijo Ferdinand, era un país hechoespecialmente para seducirlo" .- Fue bautizado por el pueblo -continuó- como

"Le grand francais", "El gran francés", "El gran patriota" .Físicamente, era de baja estatura con una apariencia dediez años menos de los que tenía . Cuando Inglaterra con-quistó el control del Canal de Suez con el apoyo de lafamilia Rothschild, empezó su estrella a hundirse en elvacío. La empresa orgullo de Francia había caído en ma-nos del Imperio Británico y para esa época se publicabatambién la creación de la comisión del CanalInteroceánico por parte del Presidente Grant de los Esta-dos Unidos .

Monsieur Barboux tenía una bibliografía erudita sobreel canal interoceánico y una clasificación de fichas-índi-ce, que lo convertían en poseedor de una verdadera joyahistórica .

Su ilusión era terminar un libro contra la leyenda ne-gra de Francia en lo relativo al Canal . Había profundizadoen la vida de Cornelio Hertz, en la quiebra de la compañíay en los tropiezos del señor Loubet . Hablaba de Andrieux,de la defensa de la República por Ribot, del proceso con-tra Lesseps y sus compañeros de la Triple Alianza, de losataques de los ingleses, de Reinach, como víctima de Pa-namá . En fin, de la Tercera República Francesa a la quehabía dedicado toda una vida de investigación .

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CAP.III-MONSIEUR ANDRE BARBOUX

No obstante, su pasión intelectual no se detenía allí .Incluía la construcción del ferrocarril, una historia que lefascinaba escuchar a Alejandro .

- ¡Qué dramáticos pasajes!, repetía .

Entonces narraba aquello de la compañía ferroviariade Panamá, la Panamá Railroad Company, cuando co-merciaba con los muertos, los metía en salmuera y losvendía a los laboratorios y escuelas de medicina delmundo. Cuando se le suministraba opio a los chinos parasostenerlos en el trabajo y luego se suicidaban por mi-les afectados por la "melancolía", un efecto de las fie-bres palúdicas que hacía que se colgaran de los árbolescon sus propios moños, se ahogaran en los ríos y, lomás común, que se "empalaran" una muerte atroz queconsistía en sentarse sobre cañas afiladas de bambú quelos destrozaban por dentro .

Sus padres estaban enterrados en el cementerio fran-cés, en una ribera del Canal en las afueras del poblado deParaíso .

Recordaba a De Lesseps, nombrado subdirector de laCompañía del Canal Interoceánico y la inauguración delos trabajos a cargo de su hija Fernanda, el primero deenero de 1880 . Asistió el Presidente del Estado Sobera-no de Panamá, Dr. Dámaso Cervera, y el obispo Paúl, dela diócesis istmeña .

El lugar escogido para la ceremonia fue "La Boca",junto al estuario del río Grande, en el extremo del Canal

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LAS LUGIÉRNAGAS DE LA MUERTE

en el mar del sur, donde hoy se eleva el Puente de lasAméricas .

Se lamentaba del fracaso de la compañía y las causasque lo produjeron : falta de organización, ausencia demedidas en el resguardo de la vida de los empleados, lacorrupción en los gastos de los altos funcionarios y lasenfermedades del trópico .

El descalabro produjo una indignación popular en Fran-cia, donde dio como resultado la disolución de la compa-ñía por el Tribunal Civil del Sena, el cual condenó a DeLesseps a cinco años de prisión .

Los ingenieros franceses se equivocaron en la con-cepción de un canal a nivel y se tropezaron con el Cor-te de Culebra, que se elevaba imponente a más de cienmetros de altura sobre rocas poderosas y profundas .Se impuso entonces la empresa estadounidense : doslagos y tres esclusas, Miraflores, Pedro Miguel yGatún .

Monsieur André libró duras batallas en defensa de losderechos humanos y fue famoso el caso de un negro acu-sado de violar a una blanca norteamericana, al que conde-naron a 40 años de trabajos forzados . Pero sucedió que lavíctima desapareció en los abismos de la muerte y tiem-po después la mujer se arrepintió de la acusación, perse-guida por su conciencia . Confesó que ella había provoca-do "el acto" sin que nunca se diera la violencia sexual .Pero ya era tarde . Sólo quedó la leyenda según la cual en

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CAP. III - MONSIEUR ANDRE BARBOUX

la cárcel, que hoy se llama El Renacer, en las noches seescuchan los lamentos de un presidiario que barre eter-namente los contornos del penal . Y que en la carreteraque pasa frente a la institución se aparece una mujer blan-ca que, arrodillada, pide perdón . La han visto casi todoslos habitantes de Gamboa . Es un alma en pena que no tie-ne sosiego por acusar a un inocente .

Maestro Barboux lo llamaban porque el líder negro nosólo era un sabio a nivel de cultura integral, sino un prota-gonista de las luchas libertadoras en la empresa canalera .

La explotación de su posición geográfica ha sido laclave en su formación social de ser panameño, sostenía .El Camino de Cruces en la colonia, el Ferrocarril en elsiglo XIX y el Canal de Panamá en el siglo XX forman latrilogía de acontecimientos históricos que sustentan elcarácter nacional. La población negra no ha estado almargen de esta circunstancia .

Panamá ha sido espectadora de cómo sus riquezas handicho adiós en cuanto a beneficio se refiere . La dignidadde la patria pisoteada, las segregaciones y las humillacio-nes a nuestro pueblo han sido constantes desde 1904, fe-cha del inicio de la construcción de la vía . Trabajadoresexplotados hasta la iniquidad, considerados ciudadanosde segunda categoría, protagonizaron protestas justas quelograron imponerse luego de mucha sangre derramada.

-Monsieur, le preguntaban, ¿de dónde reclutaron tantamano de obra?

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LAs LUCIÉRNAGAS DE LAMUERTE

- De las islas del Caribe . La mayoría fue traída deBarbados, Martinica, Guadalupe y Trinidad . También deSt. Kitts, Santa Lucía, Jamaica, St . Vincent, Grenada,Curacao, Guayana Inglesa e Islas Fortuna . Igualmentede España, Costa Rica, Italia, Cuba, Francia, Argentina,Grecia y, por supuesto, Panamá . Alistados para una obraextraordinaria, se enfrentaban a los peligros inimagina-bles, a un mundo desconocido de lluvias torrenciales,cargado de enfermedades, como la malaria, que obliga-ba al uso excesivo de la quinina . Esta traía como conse-cuencia la sordera, condición física que terminaba entragedia, ya que luego no oían los estallidos de las dina-mitas en las excavaciones ni los pitos de los trenes, loque culminaba con miles de muertos . Los campamen-tos eran cárceles rigurosas : el dilema era entre el traba-jador y la sepultura .

- ¿No trajeron mujeres Monsieur?

-Muy pocas. Martiniqueñas, las primeras que llega-ron; negras robustas, muy hermosas, de enormes glúteos,senos grandes, dientes blancos y cabello crespo corto .Mujeres discriminadas por el sistema de segregación ra-cial, conocido como el "Gold Roll" y "Silver Roll", "Pa-trón de oro" y "Patrón de plata", o, como dicen ahora,"Nómina dorada" y "Nómina plateada", que significa se-paración en materia de moneda y salarios, ocupación, ser-vicios, viviendas, educación y trabajo . En el primero es-taban incluidos europeos y estadounidenses ; en el segun-do, los negros latinos .

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CAP. 111- MONSIEUR ANDRE BARROUX

- ¿Se dieron movimientos de protesta por ello?

-En 1916 se declaró la primera huelga de los traba-jadores del Canal . El gobierno panameño la reprimió in-vocando el cumplimiento del Tratado de 1913 . Los diri-gentes fueron encarcelados y deportados . En 1920 seorganizó otro movimiento similar pero también fue frus-trado por la intervención del gobernador Chester Hardingy el Presidente panameño Ernesto T. Lefevre . Posterior-mente, en 1924, 1946, 1950 y 1954 se afianzaron orga-nizaciones que lograron importantes reivindicaciones .

El 9 de enero de 1964 el hogar de Monsieur y MadameBarboux se convirtió en un reducto fundamental de lasprotestas que se daban en respuesta a la brutal agresiónde la policía y el ejército de los Estados Unidos que, unavez más, masacraba al pueblo panameño .

Todo tuvo su origen en una serie de acontecimientosque se dieron a partir de 1958 con lo que se llamó la"Siembra de banderas" . Un grupo de estudiantes universi-tarios dirigido por Carlos Arellano Lennox "sembraron"75 banderas en el área de la antigua Zona del Canal, lasque fueron recogidas y devueltas sin ningún problema .Eso fue el dos de mayo .

La acción encendió de patriotismo a otros grupos y,siguiendo el ejemplo, el diputado a la Asamblea NacionalAquilino Boyd y el profesor Ernesto Castillero Pimentel,acompañados por manifestantes, se dirigieron a las es-clusas de Miraflores donde enarbolaron la enseña patria .

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

Esta vez fueron reprimidos por las autoridades zoneítas yse produjeron choques violentos que se generalizaron enla línea fronteriza y terminó el enfrentamiento con heri-dos de ambas partes .

El incidente prendió de indignación a las masas al ex-tremo de conducirlas a la Embajada Americana, dondearriaron la bandera de las barras y las estrellas y se insta-ló la panameña. Los sucesos culminaron con la entregade una nota al embajador Joseph Farland, cuyo texto ex-presa: "En reconocimiento a la soberanía titular que resi-de en la República de Panamá, con respecto a la zona delCanal, la bandera panameña se izará en adelante para queflamee junto con la bandera de los Estados Unidos, dia-riamente, en un área conocida como el Triángulo Shaleren la zona del Canal" .

Querían los vecinos aplacar los sentimientos nacio-nalistas que se acrecentaban . Así continuaron las ten-siones hasta que en 1962 el Presidente John F. Kennedydispuso que el pabellón panameño fuera enarbolado enlos edificios públicos de la zona del Canal de Panamá .Pero en 1963 estudiantes y residentes zoneítas se opu-sieron a la orden presidencial y sólo izaban la banderade Estados Unidos . Ante esta realidad, estudiantes pa-nameños se presentaron en el High School con el pro-pósito de izar la bandera y fue allí donde se prendió elfuego de la contienda : el pueblo se lanzó contra lasalambradas que separaban a estadounidenses y pana-meños y alcanzó a penetrar en el territorio ocupado .

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CAP. III - MONSIEUR ANRRE BARBOUX

Luego fue desalojado tras ataque despiadado de la po-licía canalera .

Esta batalla duró tres días y tres noches y se extendió ala ciudad de Colón. El resultado fue de 21 muertos pana-meños, más de 500 heridos y miles de golpeados . Dellado gringo murieron cuatro soldados y resultaron 88heridos .

Alejandro Piamonte se unió a la columna montada porlos esposos Barboux y se defendió con piedras y armasligeras . El ejército estadounidense utilizó fusiles de lar-go alcance, bombas de gases lacrimógenos, carros blin-dados y aviones que no lograron retirar a los patriotas dela línea de fuego .

La contienda terminó con el rompimiento de relacio-nes diplomáticas que dejó una herida que aún permaneceabierta . Cuando se incendió el edificio del BancoAgropecuario, en la plaza Justo Arosemena, de donde sa-caron cadáveres carbonizados, uno de los que se lanzó alrescate junto a los bomberos fue Monsieur Barboux : unaráfaga de metralla le destrozó una pierna y lo incapacitópara siempre .

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CAPÍTULO IV

LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

A las ocho de la noche pasaron frente al Instituto Na-cional en la Avenida de los Mártires donde soldados pa-nameños de la Compañía Machos de Monte los detuvie-ron. Por primera vez dio sus señales completas : MarianaAndersen, médico de profesión. Ni Alejandro ni Federi-co hicieron comentario . Ellos también se identificaron .Llegaron a la casa de madera de dos altos en la calle vein-tisiete y subieron por una escalera hasta el primer piso :una isla de pulcritud en medio de tanta basura que identi-fica a ese sector de la ciudad . Las paredes limpias, el pisoimpecable y una mesa puesta como exigen las comidasformales .

Los esperaban . Él vestía su atuendo característico yella un traje oscuro . El encuentro fue emotivo y charla-ron del pasado, de la familia, de la ausencia de Alejandropor motivo de su trabajo, de los dos tomos que les mos-

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

tró con orgullo y que serían publicados por una editorialfrancesa.

Se sentaron para la cena: los invitados en el centro delcomedor y los anfitriones en los costados. Una jovenmorena les sirvió de entrada un "saos", patitas de cerdococinadas y luego mezcladas con limón, pepino, cebollaen rebanaditas, perejil, sal y picante . El resto del menúconsistía en pescado sancochado, arroz con coco, baca-lao, ñajú y ñame . Brindaron con saril, una bebida refres-cante a la que se le agrega clavitos de olor y jengibre .Como trago fuerte tomaron ron blanco con agua de pipa .

Desde el balcón de un vecino se escuchaba música deNavidad y se veía un arbolito encendido con las típicasluces y unos niños que jugaban con globos . Hasta la salacomedor entraban las voces del barrio bullicioso, margi-nado, donde vivía también gente culta y honorable, muy alcontrario de esa imagen de suburbio apestante que le hanimpuesto . El Chorrillo es mucho más que un barrio ma-loliente y miserable . Es una comunidad de tres mil nove-cientos noventa casas habitadas por veinticinco mil per-sonas . . . caserones de madera edificados en la época de laconstrucción del Canal para ser alquilados a los trabaja-dores de la obra .

- Hay de todo, decía Federico Porter.

Al final de la calle, una cuadra antes de la Avenida delos Poetas, vive la familia Finlay, personas finas en sucomportamiento .

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CAP. IV-LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

Madame Barboux cantó una canción en francés que tra-ducía su esposo: "Los irlandeses llegaron llenos de bríoscon los jamaicanos . Un barco de Cartagena se llevó eldolor de ellos al océano . . ." Los versos evocaban lasexcavaciones del Canal, estrofas, heridas por sentimien-tos que dispersaron las montañas .

Mariana quedó fascinada de la pareja :- En mi vida he conocido gente más bella, dijo a

Alejandro .Charlaban animadamente cuando oyeron unas deto-

naciones .- Eso es por Fuerte Amador, dijo Federico .- Los gringos vienen haciendo prácticas por esos la-

dos, agregó el anfitrión .En verdad, las demostraciones de fuerza se daban para

irrespetar la territorialidad de la nación, con el fin de ha-cerle una guerra sicológica a Noriega que había sumidoal país en un caos .

Un estruendo inusual trastornó la reunión e inmedia-tamente se sintió un estropicio infernal . Eran las prime-ras bombas que caían en las barracas situadas al lado de laCárcel Modelo .

La guerra había comenzado . La confusión se apoderóde la población .

-Esta invasión es un absurdo, dijo Alejandro . Noriegase está cayendo y ellos lo saben . Pero les interesa apode-

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE,

rarse de Panamá y para ello tienen que destruir las Fuer-zas de Defensa. Viene el año 2000 y necesitan un paíssumiso, arrodillado .

Una escuadra de helicópteros convirtió en escombrosel Cuartel Central, un edificio construido en mil nove-cientos treinta y cinco, en la esquina de la calle veintitrésy Avenida "A", planeado para alojar la Comandancia de laPolicía Nacional, la Intendencia y el cuartel del cuerpocon todas sus dependencias . De forma ovalada, en uno desus extremos, contaba con dormitorios y oficinas llenasde luz y bien ventilados . Según el arquitecto Rogelio Na-varro, quien diseñó sus planos en mil novecientos treintay cuatro, "es una estructura de gran duración y simplici-dad en sus líneas" .

La escuadra de helicópteros la componían los BlackHawk, con interceptores de comunicaciones electróni-cas, por microondas y satélite ; los Chinnok, Cobra, Apa-che AH-64, Scout, Sirkosky, y el Super Stallion, silen-cioso transportador de tropas . Fue una hecatombe quepulverizó los edificios . El cielo se convirtió en una in-móvil luz intensamente clara producida por las bengalas .Los misiles trepidaban en una implacable sucesión deexplosiones junto a los racimos de granadas que subían ybajaban de intensidad en un oleaje macabro .

Cohetes y cañonazos, proyectiles y bombas de fósfo-ro destrozaban la sede de la séptima compañía Macho deMonte .

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CAP. IV - LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

La primera compañía de orden público, conocido como"Los Doberman", Los Centuriones, el taller de manteni-miento de mecánica, el G-1 del Estado Mayor, el Bata-llón de Transporte, la Armería, el Departamento de Co-municaciones, la capilla San Jorge, el supermercado ElPaco y las salas de juegos y recreaciones .

Era el diablo mismo metido en los artefactos de de-molición que desprendían miembros y mutilaban los cuer-pos de soldados panameños que, en su mayoría, fueronsorprendidos dormidos . Doscientos quedaron reventadosen ese horno de residuos humanos en que se convirtió elprimero de los ataques de esa noche .

Entonces las calles crujieron, se vistieron de camuflaje,de rostros pintados de negro, de cascos adornados deguirindajos, de torretas de tanques y de águilas mecáni-cas que disparaban con meticulosa precisión .

La gente no sólo se moría de muerte, se moría dehorror. Entraban por todos los flancos los vehículos li-vianos de asalto Hummer de tipos diferentes . El princi-pal, artillado con una ametralladora giratoria calibre cin-cuenta, Browning M2, visores infrarrojos, y un cañónTow. Al unísono transportes de tropas blindados Bradley,tanques M60 con cañón de 115 milímetros, tanquetas,camiones y "trailers" cargados de municiones, que lle-gaban de las bases de Albrook, de Howard, de Clayton eincendiaban la tierra cada vez que lanzaban una carga deexplosivos . La maquinaria era protegida por soldados

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

en traje de combate que marchaban imperturbables . Por-taban fusiles de asalto Mig-A2, algunos conlanzagranadas, pistolas de reglamento M9 o Berete 92E,ametralladoras livianas M60 (GPMG), lanza cohetes de66MM M72 AI y M72 Az .

- Nos van a masacrar, exclamó Mariana .

- Debemos irnos pronto, dijo Federico .

Ya era tarde, no podían salir porque el cerco estabaconsumado . Quedaron atrapados . Madame Barboux miróel reloj y dijo :

- Son las doce y cuarenta y cinco minutos, puede serel último día de nuestras vidas .

- ¡Las oficinas del DENI y la Dirección del Tránsitohan sido atacadas!, gritó una mujer .

Se disparaba a todo lo que se movía .

Entraron en combate las fuerzas terrestres . Equiposblindados despedazaban la cerca y el muro de las insta-laciones militares. La estrategia se consumaba por mar,tierra y aire, perfectamente sincronizada . Enceguecidospor el ataque inesperado, los prisioneros eran obliga-dos a acostarse en el suelo con las manos sobre la nucaamarradas con sogas delgadas de nailon . Luego de ba-lancearlos dos veces para tomar impulso, los lanzabanunos contra otros sobre el descubierto vagón de un enor-me vehículo .

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CAP. IV- LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

Los refugios del cuartel central explotaron por lasondas expansivas de las bombas que penetraban las hon-duras y subían en llamaradas inconmensurables .

En perfecta coordinación con las tropas de infante-ría y los tanques blindados, flotillas de aviones cazasF-18, de techo corredizo abierto, mantenían un ace-cho sostenido sobre los que trataban de escapar de latrampa montada para capturar a Noriega y a los altosoficiales de las Fuerzas de Defensa . Sin embargo, nolograron sus objetivos .

En las alturas, los tripulantes de los bombarderos seenvalentonaban con violentos ritmos y gritos castrensesmientras sobrevolaban como monstruos prehistóricosencima de las personas que corrían sin rumbo, la mayoríaa medio vestir.

Los camiones cargados de tropas se multiplicaban ylas hojas de zinc se elevaban parecidas a cometas remon-tadas por hilos invisibles y furiosos. Las casas viejas ar-dían como hojas secas en verano . Errores de cálculo setomaban en amasijos de carne quemada .

Eran las doce y cuarenta

del día veinte de diciembre,

cuando empezó la invasión

que matara a tanta gente .

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LAS LUGlÉRNAGAS DE LAMUERTE

Era la herida en la opalescente lámpara de maldicio-nes, en las almas en pena de los muertos y la hoguera enlos campamentos del alma que ahogan los podrideros delas humillaciones .

Del cerro Ancón lanzaban fuego sobre el área residen-cial. Soldados panameños subieron a las azoteas de algu-nos edificios altos para responder con sus armas . Se oyóel estruendo de un aparato derribado al estrellarse en lascercanías del cementerio Amador. La respuesta fue bru-tal: los cuerpos quedaron regados por el pavimento .

- ¡Mi hijo!, gritaban las madres .

Muchos corrían hacia Balboa por encima de los heri-dos y los muertos . Los tanques los aplastaban .

-¡Auxilio!, ¡auxilio!

Nadie prestaba auxilio .

La gente era llevada a los campos de concentraciónpreparados en Nuevo Emperador, Fort Davis y el DetentionCenter de Fort Clayton . Era noche de pavor . Los solda-dos panameños tomaban posiciones a lo largo y anchodel barrio a medida que corrían los minutos .

De repente se fue la luz . La oscuridad era total y cre-ció la angustia colectiva. Los incendios se encadenaban .El olor a pólvora era penetrante y el humo cubría el cielo .Conmovían los gemidos de los moribundos . Mujeres yhombres se arrodillaban, imploraban a Dios, caían, se

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Cae . IV-LAS NOCHES DF LA INVASIÓN

golpeaban el pecho. El Chorrillo se convirtió en una piradantesca, en una montaña de lava hirviente . Se ejecutabaun genocidio .

Mariana, Alejandro y Federico trataron de convencera los Barboux para que salieran con ellos .

-Ya iremos -respondieron-- . Ustedes sigan .

Pero no salieron .

Los perros ladraban. Los morteros atravesaban las pa-redes. La gente se tiraba en los pisos creyendo ponerse asalvo de las balas. No había salvación . La muerte llegabacon la velocidad del rayo . El ataque era cerrado . Los com-batientes que se rendían eran fusilados, sobre todo en al-gunas zonas de combate, donde la ceguera y el nerviosis-mo arrasaban con cualquier obstáculo .

"¡Viva la patria!", gritó una muchacha . Cayó muerta . Erauna joven estudiante del Instituto Nacional con una ban-derita en sus manos. La remató un Cobra . Después unatanqueta casi le pasa por encima si no hubieran interveni-do las manos salvadoras de un compañero iluminado porel dolor y la impotencia. El cielo se convirtió en una man-cha negra sobre el barrio .

Los tres lograron alcanzar la Avenida A . Oyeron a susespaldas un estallido aturdidor. Miraron hacia el lugar : elmisil cayó sobre la casa de los Barboux . Una bola de fue-go se elevó diabólica y se llevó los cuadros, las reliquias,

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LASLUCIÉRNAGASDELAMUERTE

los libros de historia del Canal de Panamá, las cosas te-rrenales, las vidas de esos compatriotas que leían aBaudelaire en francés y a quienes encantaba contar la his-toria del poeta nacido en 1821 en París, que escribió "Lasflores del mal" y que murió en 1877 debido a un ataquede parálisis hemipléjica .

El Chorrillo se convirtió en una fosa nauseabunda . Lasvíctimas pringaban de sangre un cielo de lamentaciones .

"Todo comenzó en la muralla del Terraplén de laPesquera, por el cuartel de los Músicos", narraba una vozanónima.

Noventa tanques dejaron regados en el pavimento losprimeros diecinueve cadáveres, casi todos carbonizados .

En el aire, sobre la calle Bocas del Toro, helicópte-ros lanzaban rayos en distintas direcciones . Se dispara-ba a los que corrían presos de pánico . La calle veinti-séis estaba totalmente rodeada de vehículos de comba-te. Se oían explosiones de diferentes magnitudes . Hubouna pequeña tregua porque hacían un llamado a los efec-tivos de las Fuerzas de Defensa para que se rindieran .Estos contestaban con fuego cerrado . Entonces estallóuna bomba que pulverizó varias calles a la redonda . Fueun estrépito demencial . Después siguieron baterías demorteros y luego un incendio gigantesco que se incli-naba hacia la bahía. Se convirtieron en cenizas las callesveinticinco y veintisiete .

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CAP. IV- LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

Un hombre explicaba :

"Yo vi cuando los gringos tiraron una bola plástica decolor verde, a la cual arrancaron algo y la botaron dentrode un patio, pero no estalló . Del recipiente comenzó asalir una espuma que avanzaba, crecía y se metía por to-dos los rincones del lugar. Después prendió y generó uncalor intensísimo . No se trataba de un incendio normal .Esta vez el color era tan fuerte que derritió el oro y lascucharas de comer" .

Hubo asesinatos a mansalva, grupos de policías fueronejecutados cuando ya los tenían arrodillados frente aledificio Veinticuatro de Diciembre . Sólo portaban pisto-las calibre treinta y ocho . Igualmente, en la pista que subeal Puente de las Américas yacían militares panameñosatados de pies y manos con una soga blanca y tenían lascabezas destrozadas .

La gente se enfrentaba a los estadounidenses con in-sultos cara a cara . Un cura de la Iglesia de Fátima mantu-vo la puerta abierta a los que no cabían en el local. Des-pués este sacerdote cremó muchos cuerpos . Las casasque quedaron en pie fueron violentadas en busca de tro-pas enemigas . El terror se encrespaba a medida que pasa-ban las horas . Había cadáveres bajo los escombros de lascasas derribadas. Se calcula que unos 500 civiles murie-ron allí. Soldados estadounidenses llevaban en el brazo"el transponder", un protector electrónico que los detec-taba y los protegía de los ataques aéreos .

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LAS LUCIÉRNAGAS DElaMUERTE

Miembros de los Batallones de la Dignidad habían to-mado posiciones en la Avenida de Los Mártires y mante-nían una lucha estable . Eran milicianos organizados porNoriega para defender al país de la invasión que se temía .En su mayoría se trataba de muchachos pobres de pueblo .

Las Brigadas de la Dignidad tenían nombres como SanMiguel Arcángel, Panamá - San Miguelito ; LiberaciónLatina, Panamá - Chorrillo; Rosa Elena Landecho, Pana-má - Tocumen; Comando Torrijista Dieciséis de Diciem-bre, Panamá - Fuerte Amador ; Patria, Panamá, Arraiján -Chorrera; Indio Nomé, Coclé, Penonomé; Attacara,Herrera; Tomás Gustavo Armuelles, Chiriquí - PuertoArmuelles; Centinelas del Tuira, Darién ; Almirante Cris-tóbal Colón, Bocas del Toro ; Nele Kantule, San Blas ; SipirMarget State, San Blas ; Batallón 205, Coclesito, Río Hato ;Libres de los Santos, Los Santos ; Omar Torrijos Herrera,Veraguas; Omar Colón ; Soberanía, Panamá - Capira ; ElCholo Omar, Chiriquí - David .

Guiados por Federico, los tres pretendían alcanzar laAvenida Ancón para así ingresar a la ciudad . Ninguno seentregó al ejército invasor . Las humillaciones eran muycrueles. Arrodillaban a los civiles, les amarraban las ma-nos por arriba de la espalda y los trepaban a patadas a uncamión. A las mujeres les tocaban las nalgas, los senos yles hacían movimientos soeces tocándose los testículos .

Una granada estalló cerca de ellos, disparada a doscarretilleros que buscaban esconder su carruaje. Los ve-

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CAP. IV- LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

hículos y los hombres saltaron por el aire y quedó sóloun hueco en el suelo .

Cuando llegaron al Cementerio Amador encontraron amuchas personas resguardándose detrás de las lápidas ydentro de las tumbas vacías, las cuales pensaban quizá quehasta allí no llegaría el ataque . Pero igual, los monumen-tos mortuorios se volatizaban convertidos en arena y pol-vo de cemento .

En la pared colindante con los edificios de la HuertaSandoval divisaron un mausoleo de grandes proporcio-nes que estaba abierto por un costado . Veloces, se diri-gieron hacia él . Allí encontraron a dos mujeres y a unniño. En una esquina del improvisado claustro estaba pren-dida una vela que no proyectaba luz al exterior. La mujer,tirada en el piso, se quejaba de dolores de parto . Su ros-tro era de angustia . Resuelta, Mariana se agachó frente aella, la examinó y se percató de la inminencia del hecho .

- Hay que ayudarla en seguida, dijo .

No había ningún instrumento para llevar a cabo latarea. Buscó en su bolso y encontró unas pequeñas ti-jeras de metal para uñas y se dispuso a trabajar . Alejan-dro se quitó el saco y lo colocó debajo de la caderapara que se sintiera más cómoda . La otra mujer se ofre-ció de ayudante .

La embarazada había tenido que huir del multifamiliardonde vivía cargando en brazos a su hijo de dos años .

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

Las contracciones no se detenían a pesar del terror quela acechaba y la doctora trataba en vano de tranquilizarla .Gritaba y se retorcía con cada contracción, las cuales au-mentaban de intensidad a medida que afloraba la cabezade la criatura . En el momento preciso de la expulsión seescuchó una fuepte detonación cercana que sonó al uní-sono con el grito desgarrador de la madre .

No hubo otros contratiempos en el alumbramiento .Mariana recibió al bebé y se lo entregó a la ayudante . Ligóel cordón umbilical con un cordel de zapatos que le faci-litó Alejandro y cortó en la mitad . Minutos después, laplacenta salió espontáneamente y el sangrado cesó .

Más tarde se acercó el sepulturero y los alumbró conuna pequeña linterna; al percatarse de lo ocurrido, ofre-ció su ayuda incondicional . Federico sacó un billete decincuenta dólares y se lo dio a la recién nacida .

Los tres partieron . Antes, la mujer les había agradeci-do con un ademán tierno y una sonrisa que se iluminó ensu rostro lleno de sudor, pero pletórico de una felicidadque rebasaba las circunstancias dolorosas .

Saltaron la muralla del camposanto y llegaron al Jar-dín El Rancho . Federico conocía aquel centro de diver-sión y como experimentado cantinero sabía dónde estabael depósito . Con una barra de acero que había encontradoen el camino forzó el candado de la puerta . Entraron en elcuartico repleto de botellas de licor, escobas, trapeadoresy enseres de limpieza .

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CAP. IV - LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

- ¿Quieren tomar algo?

- No, le respondieron .

Él se tomó media botella de un trago .

Descansaron unos minutos . Las manos, la blusa y elpantalón de Mariana estaban manchados de sangre .

- Vamos, dijo Alejandro .

Al llegar a la calle H y al doblar hacia el Seguro So-cial, una patrulla los sorprendió y los alumbró con unfoco de pila.

- ¡Alto!, se oyó una voz . ¡Arriba las manos!

Con dejo portorriqueño el oficial les preguntó quié-nes eran y ella le contestó que era médico, Alejandro pe-riodista y Federico el guía .

- Está bien -contestó- sin pedirles identificación .

Bajaron los brazos, pero a Federico se le cayó el amu-leto de madera que le había regalado Monsieur Barboux .Al rodar el objeto por una pequeña pendiente corrió trasél. De las sombras apareció un soldado que le disparó aquemarropa y lo dejó tendido en medio de un charco desangre. El inesperado desenlace los paralizó al extremode no poder pronunciar palabra . El militar que los habíaatendido se les acercó y sólo les dijo :

- Lo siento .

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LASLUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

A los pocos minutos de la muerte de Federico pasó uncamión refrigerado dedicado a recoger muertos . Parecíaun carruaje de gallinas degolladas, como esas fotografíasde cadáveres de judíos amontonados en los trenes en laépoca de Hitler.

A pesar de estar familiarizada con la sangre, Marianasintió enormes deseos de llorar al ver a su patria víctimade sucesos salvajes como el que acababa de presenciar .Juró que algún día encontraría los restos de su amigo parasepultarlo como él merecía .

De repente, se les acercó un joven que dijo pertenecera la resistencia del Instituto Nacional y les ofreció lle-varlos a un refugio seguro .

Tomaron por la Calle Monteserín y, en un giro re-pentino, entraron a un edificio de cinco pisos . En elúltimo se encontraron con una serie de cuarticos depuertas reforzadas por gruesos barrotes de hierro, igualque una cárcel de máxima seguridad . Eran habitacio-nes de prostitutas que así se protegían de la clientela,en su mayoría marineros que pasan por el Canal dePanamá.

Era ese Panamá que nos lanzaba el Canal con su cruel-dad única y siniestra, donde se tasaba el amor efímero ;ese Panamá de basura y miseria, pavimento tortuoso, decasas de tolerancia autorizadas ; el Panamá de tabernas ysexo libre, de sábanas sucias, de pasado del marinero en-fermo. En fin, el foco rojo del prostíbulo, la mujer del

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CAP. IV -LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

soldado de encendidas mejillas, la ceba del espía, del pre-sidiario, del humo del cigarrillo en la noche .

Era el Panamá de luces mortecinas, la bazofia de lanaturaleza y también la madrugada desierta, espaciosa,adormecida por los vapores del alcohol y el hedor de lasdefecciones humanas. Centenares de prostitutas de todaslas nacionalidades que vivían en ese sector, un herviderode borrachos, rufianes, ladrones, vendedores de drogas,granujas, la ralea del bajo mundo citadino . Algunas, ensus cuevas, se dedicaban a dormir desnudas, indiferentesa lo que sucedía a su alrededor . Sin embargo, otras cola-boraban con los panameños, como algunas dominicanas,porque según ellas :

- ¡Los gringos jodieron a Santo Domingo!

Por eso prestaron sus habitaciones para que se guarda-ran armas y municiones .

Mariana y Alejandro se recostaron en una cama dondetomaron un poco de café que les brindaron .

Entre las barras se veía a las mujeres de los otros cuar-tos cuando se levantaban para ir a un servicio comunal .Muchas llevaban tatuajes en la piel con nombres y dibu-jos de víboras, diablos y penes de todos los colores ytamaños .

Tan pronto las mujeres se enteraron de que Marianaera médico la llevaron a una de las habitaciones dondese encontraba un soldado raso de las Fuerzas de Defen-

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LAS LUCIÉRNAGAS DELA MUERTE

sa, el cual presentaba una herida grande en la cabeza quetenía signos de infección. Le realizó un minucioso lava-do y le sacó coágulos, pedazos de esquirlas, tierra, etc .,le aplicó alcohol y juntó los bordes con esparadrapo,mientras se buscaba la forma de trasladarlo a un hospi-tal. Al terminar la tarea, Mariana se sintió agotada y ten-sa. Pensó descansar unos minutos y se quedó profunda-mente dormida .

Al llegar un grupo de CODEPADIS (organización deempleados públicos defensores del régimen) en busca demuniciones la despertaron y entonces Mariana y Alejan-dro resolvieron unirse a ellos a pesar de las diferenciasideológicas con estos grupos paramilitares, "pues quienno defiende a su patria de la agresión foránea es un co-barde", por lo cual aceptaron . Además, las circunstan-cias tan cruciales que enfrentaban no les brindaban otrasopciones .

En situaciones dramáticas donde la vida y la patriaestán en juego se abre paso en el ánimo, en forma ins-tintiva, lo que en nuestro máximo estatuto, la Constitu-ción Nacional, se establece: "Que todos los panameñosestán obligados a tomar las armas para defender la inde-pendencia nacional y la integridad territorial del Esta-do" . . . Y lo que el Código Penal dice : "Que el que ejecu-ta un acto para someter la República en todo o en parte aun Estado extranjero, aminorar su independencia o que-brantar su unidad, será sancionando con prisión de quin-ce a veinte años" .

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CAP. IV - LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

Mariana les habló de la urgencia de equiparse de mate-riales indispensables para prestar primeros auxilios . Sedirigieron a una farmacia cercana y obligaron al guardiade seguridad a abrirles sus puertas .

Su primera misión fue hasta la Calle K, donde un ven-dedor de verduras agonizaba . Tuvieron que burlar las alam-bradas eléctricas y las patrullas enemigas, pero cuandollegaron estaba muerto . Se había desangrado y tenía losintestinos fuera del abdomen .

Desde los zaguanes salían heridos que pedían ayuda yun cuadro terrible los conmovió : el peregrinaje de ancia-nos enfermos en sillas de ruedas que vagaban sin ningunadirección .

Acompañados de dos muchachos que portaban un AK47y un M-16, los que les servían de guardaespaldas, vieronun camioncito cargado de enseres domésticos que salíadel barrio Marañón con rumbo a la Avenida Balboa. Lointerceptó un vehículo Hummer y ordenó que detuvierala marcha .

Mientras buscaba el sitio donde estacionarse se oyóuna descarga poderosa que los convirtió en residuos hu-manos. Sus ocupantes eran una familia de campesinossanteños .

Llegaron a la Plaza Porras que estaba colmada de in-fantes de marina que habían tendido alambre de púas a laEmbajada de Cuba. Para resguardarse se metieron en un

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

estacionamiento cerca de la Iglesia Don Bosco . Por laRadio Nacional se enteraban de los combates en El Cho-rrillo, Balboa, la Avenida de los Mártires y la Base Aéreade Albrook . Escucharon que un omnibús de la ruta Pana-má-Chorrera había sido bombardeado desde un helicóp-tero . Allí perecieron veintiséis trabajadores que regresa-ban a sus hogares .

Mientras se sucedían los ataques en diferentes sitiosde la ciudad, comandos especiales del ejército estado-unidense allanaban las residencias de oficiales de las Fuer-zas de Defensa, de personas allegadas a ellos y oficinasgubernamentales en busca de documentos compromete-dores que involucraran el régimen de Noriega .

Al voltear por la Avenida Perú y la calle 36 vieronque un grupo de soldados estadounidenses se introducíapor la fuerza en una casa : dos soldados caminaban ade-lante, cinco a una distancia de veinte metros y diez enposiciones de retaguardia . Se escuchó un disparo con-tra la cerradura de la puerta principal . Entraron y se lle-varon unos envoltorios y al dueño de la residencia espo-sado . La gente del vecindario se limitaba a contemplarla escena .

Frente a la Casa del Periodista vieron venir hacia ellosa un señor, ayudado por dos personas, corriendo en unsólo pie rumbo al hospital Santo Tomás . La otra pierna lependía de un colgajo, pues presentaba una gran herida confractura de tibia y peroné que vertía sangre a borbotones .

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CAP. IV- LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

Poco después se desmayó . Entonces uno de los ayudan-tes arrancó un pedazo de su camisa a solicitud de Mariana,quien hizo un torniquete que paró la hemorragia . Casi in-consciente, lo llevaron a la sala de urgencias del hospitaldonde presenciaron una escena desgarradora. Tendido enuna camilla improvisada, un muchacho adolescente res-pondía a las preguntas del médico y cuando intentaronlevantarlo se empezó a regar la masa encefálica por ungran orificio en la región occipital por donde había sali-do el proyectil y casi inmediatamente entró en coma y alos pocos minutos murió.

Frente al departamento de patología del Hospital San-to Tomás estaba estacionado un carromato refrigeradodel ejército gringo al cual estaban pasando cientos de ca-dáveres envueltos en bolsas plásticas que sacaban de lamorgue . La escena era dantesca y triste ; el olor a muertoestremeció a Alejandro que, pálido y con los ojos muyabiertos, contemplaba la escena .

"Quien escriba esta historia no podrá plasmar el inten-so dolor de quienes perdieron a sus seres queridos y lasgrandes heridas al sentimiento patrio", pensó Alejandro .

Rumores que le llegaban hablaban del heroísmo desoldados rasos y baja oficialidad que peleaban en PanamáViejo, San Miguelito, Tocumen y Fuerte Amador . En estesector tenía su sede el Comité Conjunto, la Junta Combi-nada, la Marina, la Escuela de Hombres Ranas y la UnidadEspecial Anti-Terror (UESAT) .

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

- ¡Qué porquería más grande! -repitió Mariana- .Tanta maldad humana para derrocar a un hombre que ellosmismos formaron . ¡Esto es una mierda!

Amaneció. Por la Avenida Balboa tomaron la ruta ha-cia San Miguelito y en el camino encontraron cientos depersonas carbonizadas .

Mariana, Alejandro y los dos muchachos armados tu-vieron que hacer un alto forzado cuando se encontraronante el gran puente del lugar. Se libraba una sangrientalucha, pues los panameños se atrincheraron debajo y enlos alrededores del mismo .

De pronto, se vio en los cielos, hacia los lados de laVía Ricardo J . Alfaro o Tumba Muerto, una columna deaviones caza, el F-22, bombardero invisible al radar, y elboeing 707 con radar giratorio que cubre 600 kilómetrosa la redonda a una altura de 10 .000 pies . A los pocos se-gundos los estruendos acallaron la respuesta de los de-fensores de su tierra .

Alejandro no pudo soportar tanta barbarie . Salió delautomóvil y se unió al último reducto que hacía un frentesuicida. Desde allí descargó su pistola contra un pesadotanque oruga que lo barrió para siempre. El silencio se-pultó el momento: Mariana corrió hacia donde estaba sucompañero pero ya era tarde . Recogió los pedazos decarne humeante, los echó en una bolsa que encontró jun-to a él y los cargó hacia el vehículo que permanecía soli-tario, porque los dos jóvenes habían desaparecido .

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CAP. IV-LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

Lloraba desconsolada. Se repuso y habló tan alto comopara que la oyera el mundo, pero en realidad era una vozinterior que emergía de lo más profundo de su alma :

- ¡La muerte te ha barrido llevando a cuestas tu no-ción de patria y el acto de vivir recobra su más limpiadignidad. Como los humildes heroicos guerreros de lasmás remotas villas del planeta preferiste ese destino an-tes que vivir humillado por tropas extranjeras! ¡Como aningún ser en el mundo te he amado en esta noche inter-minable y seguiré viva para contar tu historia!

Mariana quedó desorientada y algunos voluntarios delBatallón de la Dignidad San Miguel Arcángel la conduje-ron hasta cercanías del cuartel de la Undécima Zona Mi-litar . Un contingente de tropas organizadas sobre la mar-cha se disponía a contestar el fuego .

Desde las dos de la mañana había comenzado un ata-que aéreo que fue rechazado por los soldados de la insta-lación militar de Tinajitas, que con una artillería livianalograron destruir las posiciones enemigas . Esto ocasio-nó una respuesta sangrienta que duró media hora, comen-zando a las cinco de la madrugada. Los panameños se do-lían de la carencia de fuego antiaéreo . La cohetería caíaequivocada y destruía techos de viviendas .

Por un momento cesó el bombardeo, que luego sereinició. Allí los estadounidenses perdieron una nave aé-rea y hubo otro cese al fuego. A las 9 :30 una embestida

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LAS LUCIÉRNAGAS DE EAMUERTE

poderosa se extendió por los alrededores de Cristo Re-dentor, Villa Lucre y Cerro Viento .

Los nacionalistas, en sus trincheras en las faldas delCerro Tinajitas, detuvieron el avance de la tropaaerotransportada que descendía de helicópteros de doblehélice. En esa ladera se peleó todo el día y al llegar lanoche continuaron los enfrentamientos con heridos ymuertos de ambos lados . Informaron por radio que unvehículo en Paraíso fue hecho pedazos en una embosca-da. Otro convoy, que salió desde Chilibre, quedó destrui-do. Los agresores sufrieron una veintena de bajas .

En este encuentro enviaron el último modelo del heli-cóptero Apache que supera al Cobra, y que fue diseñadopara combatir a los grandes tanques soviéticos . Dos milpanameños con armas ligeras contra los 27 mil invasoresdotados de cañones, misiles, tanques, tanquetas y heli-cópteros de sofisticada invención : El subdesarrollo ter-cermundista contra la tecnología de la guerra espacial deEstados Unidos .

Mariana, con ayuda de la comunidad, levantó una carpaque le permitió atender a los lesionados . Permanecía enesa misión hasta el segundo día cuando el puente de SanMiguelito volvió a ser defendido . El primer enfrentamien-to fue contra una columna de soldados que se desplazabapor la Transístmica desde el corregimiento de Betania .

Una hora después, la aviación gringa saturó de bombaslas colinas de los Andes No . 2 y Ojo de Agua . Iban a ata-

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CAN . IV-[AS NOCHES DE LA INVASIÓN

car los sectores civiles como hicieron en El Chorrillo .Esta información la obtuvo Mariana de aquella periodistaque había visto en el bar de Federico Porter .

También le comentó sobre un acuerdo con los gringos :justamente, hacía tres días que Noriega había mandado adesmontar el potente aparato militar de combate y poreso no poseían defensa antiaérea ni morteros .

- Era una traición de Noriega, concluyó la periodista .

Agregó que estaba perturbada por la muerte de Alejan-dro Piamonte y que ya lo había informado al mundo . Cuan-do hablaban, una bomba cayó en una casa cercana y la gen-te corrió despavorida . Mariana entró al lugar pero su res-piración era dificultosa debido al espeso humo que cu-bría el ambiente . Tirado en el piso y sin conciencia reco-noció a Chencho Batista, paciente que había atendido unavez en sus recorridos por San Miguelito . Era un enfermode tuberculosis. Lo sacó arrastrado de los pies hasta unpequeño patio donde corría el viento despejando la hu-mareda. Aún le sintió el pulso, pero desfallecía rápida-mente . Le dio respiración boca a boca sin importarle lasconsecuencias posteriores . El hombre reaccionó, le apre-tó agradecido las manos y le dijo :

- ¡Gracias, doctora!

No se había reincorporado del drama vivido cuando viocaminar hacia ella a un pequeño grupo de personas queportaban una bandera blanca, presidido por una mujer

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LAS-LUCIÉRNAGAS-DE LA MUERTE

morena. Antes de llegar gritó que necesitaba ayuda ur-gente, pues en esas hondonadas de la comunidad de Ojode Agua había heridos y muertos . Era Donna la que apare-cía en escena en una circunstancia diferente y tras de ellavenía Tincito de la Flor frotándose los ojos, llorando .

-Vamos- dijo Mariana .

Salvando bloqueos llegaron a la entrada del poblado yse internaron en el monte . Las detonaciones eran violen-tas. Fueron detectados y de inmediato comenzó contraellos una persecución implacable . Se tiraron al suelo, searrastraron barranco abajo y en el aire vieron soldados enparacaídas . Encontraron resguardo en el bocado de unacolina y en las paredes laterales de unos peñascos . Losaparatos comenzaron a sobrevolar bajo y a dispararles,cuyos fragmentos les caían al lado . Cada estallido losdejaba con un fuerte zumbido en los oídos, los avionesaparecían y desaparecían, los sentían encima de sus cabe-zas. La impresión era macabra . Un estrépito poderosobarrió todo el área donde estaban acostados, pero se sal-varon por la densidad de los andurriales . Los riscos cau-saban vértigo y rocas, piedras y paredones saltaban enpartículas . Se encontraron frente a un desfiladero y sin-tieron la llegada de la muerte, pero lograron alcanzar unacumbre, cruzaron un prado y rodaron por unas escalinatashasta caer en unos estrechos pasadizos . Se respiraba unvaho de humedad y se estrechaban las profundidades . Acierta distancia de un contrafuerte de rocas oyeron unosquejidos : eran tres muchachos heridos que lograron ha-

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CAP. IV-LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

cer señales con la punta de un fusil en el que habían ama-rrado un pañuelo manchado de sangre . Por doquier en-contraban cadáveres destrozados .

-Ayudémoslos- dijo Mariana .

No hubo necesidad . En pleno cañón donde se encon-traban reventó un mortero con una precisión satánica, lan-zado por un avión de rastreo dotado de rayos láser y com-putadora térmica que registraba la presencia exacta delenemigo .

Entonces los vientos de la muerte cruzaron los her-mosos valles, atravesaron los árboles de pólvora y co-rrieron ululantes por las calles inundadas de lamentos,tristeza y dolor .

El aparato dio una vuelta en picada y disparó contraellos obligándolos a salir del refugio, arrojándose al fon-do de un charco de agua escondido entre los acantilados .En ese recodo descansaron y planearon la retirada . Tincitofue el primero en salir escabulléndose por una planiciede hierbas altas florecidas, pero cuando lograba escon-derse se resbaló por un precipicio de piedras amarillaslogrando superar el traspiés . Se reponía de los golpescuando sintió un quejido cerca de él : miró hacia allá yreconoció aun soldado atrapado con su paracaídas al bordede un desfiladero . Sangraba por la boca y se notabasemiaturdido . Tincito, aterrado por el hallazgo, trató devolver pero las piernas le flaquearon, observando que elmilitar le pedía ayuda indicándole por señas que estaba

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

desarmado . Vaciló un instante hasta que pudo más su sen-sibilidad humana y se le fue acercando aferrando sus ma-nos en la tierra seca, hasta que llegó a la roca que sujetabalas cuerdas del globo de tela inflado por la brisa . Hizo loque pudo pero todo fue inútil . Demasiado peso, sus fuer-zas metidas en un cuerpo de ancho abdomen, cadera cha-ta, nalgas blandas, brazos débiles y piernas delgadas eranel retrato de un maniquí decrépito y sangrante .

Un ruido sorpresivo lo hizo mirar hacia arriba : el heli-cóptero se posó vertical sobre él, aterrorizándolo una vezmás . No sabía qué hacer. Agitó los brazos pidiendo auxi-lio pero no le entendieron . Al instante voló desintegrado .El paracaidista, por rebote de la explosión, también cayóal abismo.

Mariana y sus acompañantes oyeron el estruendo .

- Separémonos, dijo Donna . Nos veremos arriba, enla carretera por donde entramos .

Tomó una botella de ron que llevaba en una bolsa, ladescorchó con los dientes y bebió un trago largo. Leofreció a los demás con un gesto de camadería pero na-die quiso .

Cada uno tomó rutas distintas. Mariana se sumergiópor un sendero que se mimetizaba con los escarpados . Enmedio de vueltas y revueltas logró divisar algunos culti-vos, pero un cielo plomizo era sinónimo de fatalidad . Miróel reloj y la aguja marcaba las 4 :30 de la tarde . Estaba

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CAP. IV-LAS NOCHES DELA INVASIÓN

fatigada y se dispuso a descansar en una ancha hendidurade un cerro arbolado, frente a un extendido horizonte demúltiples colinas verdes . Era el paisaje cordillerano gol-peado por una circunstancia cruel . Recostó su cabeza so-bre el maletín de medicinas y se quedó dormida, soñandocon pájaros de colores que se devoraban bajo un firma-mento anaranjado .

A los pocos minutos la despertó un nuevo enfrenta-miento. Meditó sobre su destino y entendió que ella erala vida en esos instantes porque estaba segura de que ha-bía quedado embarazada. A su alrededor estaba la muerte,que era la guerra en su descarnada realidad .

Vio una ardilla deslizarse por el seco tronco de un ar-busto y en lo alto una bandada de garzas en vuelosincronizado hacia el olvido. Sonrió con un dejo de tris-teza. Los techos de unas casas hundidas en la quebrada letrajeron a la memoria el recuerdo de su madre dulce ymaravillosa. En casa tenía una foto grande y deseó en elalma tenerla cerca para que la ayudara en esta hora dedolor, de desesperanza, que posara sus manos sobre sushombros abatidos porque a ella siempre le preocupaba suporvenir. Pero, ¿qué es el porvenir? No sabía su signifi-cado. ¿Es hacer el bien? ¿Vivir o morir por una causa?Entonces lo había encontrado . Estaba segura de ello .

En esos momentos reafirmó que ella era la vida, comola bocanada de aire caliente que le abofeteaba el rostro,como el aletear de los pájaros, el resplandor de la explo-

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

Sión en el crepúsculo y los indefensos animales que huíande las detonaciones . La muerte estaba del otro lado, erala bestia que arrasaba con todo a su paso . Se acentuabanen sus brazos los arañazos de la maleza y sintió sed yhambre pues no había pasado bocado desde la taza de caféen el apartamento de las dominicanas .

Cayó la noche y meditó en silencio :

"¡Qué guerra más sucia y desigual! ¡Panamá no tieneun solo avión de guerra! ¡Sólo tiene ahora muertos queclaman justicia desde el más allá en una patria abatida ydesolada!" Sintió gran pena y dolor en su corazón . Vio enlo profundo la ciudad titilante donde estaban las guirnal-das, las luces de colores y los regalos de Navidad . Tam-bién se escuchaba el rumor lejano y adolorido de las can-ciones de los niños . Era el resultado de la salvaje agre-sión de la miseria humana, de la invasión de las luciér-nagas de la muerte . . .

Una mezcla inmunda de soldados extranjeros, mari-huana, heroína, cocaína, cerveza, whisky, el vómito de losborrachos, la mierda de los perros, la carne sudada . . . laporquería universal . Todo le parecía un sucio episodioque sacudió la conciencia, que le crispaba el estómago yle anudaba la garganta. Sintió un podrido olor a hospital ya sangre suicida .

Estaba sola y tenía miedo, mucho miedo . Cayó a suspies un ave moribunda y vio pasar una mariposa negra quese perdió en la oscuridad infinita .

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CAP. IV- LAS NOCHES DE LA INVASIÓN

Donna, junto a las otras compañeras, esperaban impa-cientes la llegada de Mariana . La muerte de Tincito lehabía desgarrado el alma que anegó con el resto de licorbebido con angustia y desesperación ; sintió deseos demorir con él porque era lo único que tenía en el mundo .Se tendió boca arriba, sintió un hormigueo en el cuerpo yretumbar en los oídos ; la atmósfera enrarecida tenía sa-bor a boñiga seca y a reptiles en la boca . Un sudor frío lecorría por las sienes y se vio indefensa, solitaria y mise-rable. En su memoria guardaba la imagen de aquel cuerpohinchado, macabro y fofo que reventó la metralla . Se des-plomó, cayó de bruces, pero se levantó violentamente .Volvió a caer y mientras se revolcaba en el suelo, bra-mando como una bestia herida, se mordió los puños y searrancó los cabellos . Gritó con una fuerza sorda, de pozonegro sin fondo, de esputo y pus, mordiéndose la bocahasta sacarse sangre .

- ¡Infames! ¡Asesinos! ¡Malditos sean!

Luego cayó en una postración desolada y pasó la noche .Noche de zancudos y sopor asfixiante, de calor y odio, degallos tristes, de testimonios, de hormigas, de pencas depalmeras lejanas, de herbazales en la mata de monte .

El amanecer mojó el llano enrojecido y los pedazosde selva en la hoyada de los cerros parecían axilas demonstruos apocalípticos . El cielo se llenó de gallinazosque giraban lentamente, sin mover las alas, hasta que selanzaban en picada sobre sus presas .

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LAS LUCIÉRNAGAS DE LA MUERTE

La claridad del día llegó con una bandada de palomasque iluminaron el cielo .

- Vamos, Donna, le dijo una de las compañeras . Des-pierta, has pasado una mala noche . La vida continúa y haymucho que construir .

- La doctora no llega, vamos a buscarla, dijo Donna .

Los ataques aéreos y los combates en tierra iban dis-minuyendo paulatinamente . Muchas personas salieron enbusca de Mariana pero no la encontraron .

- ¡La doctora . . . ¡A la doctora la mataron!, decían unos .

- ¡Se perdió!, decían otros .

- ¡La quemaron con lanzallamas!, agregaba un señorde "Ojo de agua", que dijo haberla visto montaña adentro .

- ¡Se la llevaron para las fosas comunes!, suponía lamayoría. Lo cierto fue que la doctora no regresó nuncamás. ¿Muerta? ¿Desaparecida? Nadie lo sabe . Entoncesse rememoraron pasajes de gente que la conoció, anéc-dotas, verdades a medias, historias inverosímiles de unamujer que se ganó el amor de todos, que se aferraron aella como un símbolo de liberación nacional, como unaestrella luminosa que brillaba por encima de los trastossucios de la historia .

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