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A manera de prólogo Te doy gracias, Yahvéh, de todo corazón, Cantaré todas tus maravillas; Quiero alegrarme y exultar en ti, Salmodiar tu nombre, Altísimo Salmo 9,10 Una tardecita, luego de un rato de oración en un grupito dirigido por la hermana Nelda Etchenique en el que rezábamos con mucho silencio y unción, con nuestras biblias en nuestro regazo y nuestro corazón en Dios, se acercaba el momento de terminar. Una clase empezaba, un rocío nuevo nos iba a impregnar. Así, como de paso, Nelda me pregunta: “¿No te animarías a contar la historia de esta casa?”. Fue como una flecha. No contesté nada..., en ese tiempo no podía. En los meses que siguieron y pasaron nunca olvidé el desafió que Nelda me había sugerido cuando salíamos de ese cuartito, al que yo llamaba “la Tienda del Monte Tabor”, tan bien allí estábamos. Pasó el tiempo, junte coraje. Cuando casi dos años más tarde la llamé a Nelda y ella me dijo que nadie había tomado la posta, un “sí, quiero” salió de mi más profundo interior. ¿Como empezar...? Nelda me sugirió que hablase con la hermana Delia María, del Instituto de Rodríguez Peña 1054. Allí llamé muy despacio, con miedo. Delia María me dijo que sí, era una de las tantas hermanas que por San Isidro habían pasado. Me atendió muy atenta, pero nada más. Le dije que por favor no sintiera que las iba a espiar. Me acordaba de esa oración que dice que “hay que entrar descalzo en el alma de nuestros hermanos” . El Espíritu sopló y le leí una página que el amor por la Casa de San Isidro ya me había inspirado. Delia María me agarró la mano y me dijo: “Nos vas hacer mucho bien a las hermanas” . Así nos hicimos amigas. Esta fue mi primera visita de muchas otras para encontrarme con distintas hermanas y conocer sus historias. 1

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A manera de prólogo

Te doy gracias, Yahvéh, de todo corazón,Cantaré todas tus maravillas;

Quiero alegrarme y exultar en ti,Salmodiar tu nombre, Altísimo

Salmo 9,10

Una tardecita, luego de un rato de oración en un grupito dirigido por la hermana Nelda Etchenique en el que rezábamos con mucho silencio y unción, con nuestras biblias en nuestro regazo y nuestro corazón en Dios, se acercaba el momento de terminar. Una clase empezaba, un rocío nuevo nos iba a impregnar. Así, como de paso, Nelda me pregunta: “¿No te animarías a contar la historia de esta casa?”. Fue como una flecha. No contesté nada..., en ese tiempo no podía. En los meses que siguieron y pasaron nunca olvidé el desafió que Nelda me había sugerido cuando salíamos de ese cuartito, al que yo llamaba “la Tienda del Monte Tabor”, tan bien allí estábamos. Pasó el tiempo, junte coraje. Cuando casi dos años más tarde la llamé a Nelda y ella me dijo que nadie había tomado la posta, un “sí, quiero” salió de mi más profundo interior.

¿Como empezar...? Nelda me sugirió que hablase con la hermana Delia María, del Instituto de Rodríguez Peña 1054. Allí llamé muy despacio, con miedo. Delia María me dijo que sí, era una de las tantas hermanas que por San Isidro habían pasado. Me atendió muy atenta, pero nada más. Le dije que por favor no sintiera que las iba a espiar. Me acordaba de esa oración que dice que “hay que entrar descalzo en el alma de nuestros hermanos”.

El Espíritu sopló y le leí una página que el amor por la Casa de San Isidro ya me había inspirado. Delia María me agarró la mano y me dijo: “Nos vas hacer mucho bien a las hermanas”. Así nos hicimos amigas. Esta fue mi primera visita de muchas otras para encontrarme con distintas hermanas y conocer sus historias.

Introducción

Toda sabiduría viene del Señor y con Él está por siempreEclesiástico 1,1

Si pienso en una casa y su barrio, según su antigüedad, lo hago en tonos sepia… si eso fue en tiempos de mis abuelos. Si con mi imaginación hago pasar las hojas de un calendario, los sepias se van transformando en blanco y negro, para mucho después llegar al color.

Hoy trataré de animarme a ver, junto a ustedes, las cosas con su color: Las santa ritas con sus fucsias brillantes; los vestidos azul marino; los moños blancos y rosas sujetando y adornando las cabezas de las chicas; las pelotas de cuero marrón; las verdes amphelopsis que en el otoño tomaran el color del vino; las banderas color cielo; las papales con su amarillo oro; los gorriones grises.

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¿Y porqué no seguir usando nuestros sentidos, esos que Dios nos regaló? El aroma de los blancos azahares y los jazmines; de los cercos con sus flores de ligustrina, señal que las tardes eran más largas y se podía jugar más tiempo afuera, el de la tierra húmeda con las primeras gotas de la lluvia, sobretodo en una noche calurosa de verano; el de las hojas quemadas en el fondo de un jardín, en un otoño frío.

Pero Dios también nos dio el tacto: La suave piel de un bebe o una amiga y cariñosa caricia. ¡Que distinta la corteza de un limonero gastado por las piruetas de los chicos… de los añosos paraísos de nuestras calles! Las cortezas de nuestros plátanos ¡y la de algún eucalipto! ¿Quién de chico no jugó a sacar sus “cáscaras”, cuanto más largas mejor? O elegir la fruta – como me enseñó mi abuela – por el olfato y por el tacto.

Cuantos sonidos se agolpan a nuestros oídos: El de la lluvia golpeando en nuestros característicos techos de zinc; las brisas en los sauces de nuestra costa; las tormentas que nos hacían rezar a Santa Bárbara, o como decía papá: “No se asusten chicos, es San Pedro que está jugando a los bolos en el cielo”. Los lecheros madrugadores de antaño haciendo tintinear las botellas en los umbrales de nuestros hogares; los cantos de los gallos, el insistente zorzal de las mañanas, los ladridos de los perros. ¡Y cuanto ruido produce el hombre con sus motores y parloteos alegres y lloros sin consuelo!

Así, de esta manera, con mil ejemplos más, pretendo que miremos a nuestro querido Instituto de Cultura Religiosa en San Isidro con todos nuestros sentidos en vivo, para que juntos nos acerquemos más a esta Casa. Con sus mujeres consagradas con el mandato de “Id y Predicad”. A esa Casa de puertas abiertas que hizo mucha trama de nuestra vida y, quizás, los hilos que de allí partieron llegaron lejos, llevando esa Vida a otros más sedientos de ella.

Busquemos primero las raíces de nuestra Casa: Crucemos la histórica Avenida General Paz y dirijámonos – ya en la ciudad de Buenos Aires – a la calle Montevideo 850, sede de la Acción Católica Argentina. Volviendo el tiempo atrás, allá se dictaban distintos cursos de formación: Vida de Jesús, Filosofía, Profesorado de Religión y Moral. etc. y allá nació, el 3 de mayo de 1933, el Instituto de Cultura Religiosa Superior, debido al impulso pastoral del recién nombrado Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Santiago Luis Copello. Más adelante haremos una reseña de la vida de este ilustre prelado, que se une a nuestra Casa no solo por haber impulsado la creación del Instituto, sino porque las dos casas de San Isidro a donde hoy concurrimos pertenecían a su familia.

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Primeros años del Instituto y de la Congregación 1

Alabemos al Señor mientras vivimos, es decir con nuestra obrasArnobio

El Instituto de Cultura Religiosa Superior – que, como dijimos, había nacido en 1933 – fue la respuesta concreta a la inquietud manifestada por socias y dirigentes de las ramas femeninas de la Acción Católica de consolidar su fe mediante el estudio sistemático de las Ciencias Sagradas. Desde el inició aceptó la cátedra de “Exposición del Dogma” el presbítero Dr. Jesús Montánchez, quien poco después habría de quedar como Rector del Instituto hasta algunos años antes de su muerte ocurrida en octubre de 1975.

Gracias al entusiasmo y asidua dedicación del nuevo Rector, la ciencia de Dios se comunicó con tal hondura y tan llena del amor a Jesucristo Divino Maestro, que las alumnas experimentaron que se les abrían horizontes desconocidos y cautivantes. La Teología se hacía cercana a la mujer por primera vez en Buenos Aires y ellas, ansiosas de ese conocimiento y amor a Jesucristo, fueron capaces de asimilarlo y entregarlo a su alrededor con el fervor característico de su espíritu femenino. Fueron estos también los años del cenit de entusiasmo y de fe generados por la celebración en Buenos Aires del Congreso Eucarístico Internacional de 1934.

El centro de estudios tomó tal vida y encontró tan gran respuesta entre las jóvenes y mujeres en general, que pronto se vio la necesidad de darle autonomía y de adquirir una sede propia. Al finalizar una fervorosa e inolvidable novena a la Virgen de Luján, por caminos pocos comunes Ella quiso conseguir esa sede para la obra de su Hijo. A su especial intercesión se atribuyó la generosa donación hecha por la señora Juana González de Devoto de su mansión en Rodríguez Peña 1054 y de los solares adyacentes, donde después se construiría el Ateneo Deportivo y el sector de aulas.

Así fue como en el año 1939 se iniciaron las clases en la sede propia. El entusiasmo y la gratitud se manifestaron de inmediato al comenzar los trabajos para adecuar la casa y acondicionarla como centro de estudios. La capilla se dedicó al Divino Maestro, a quien el Instituto ya se había consagrado y la fiesta del 6 de agosto comienza a ser tradición en la casa.

Poco a poco, sin embargo, algunas de aquellas mujeres que se habían apasionado por la Verdad encarnada en Jesucristo se sintieron atraídas a consagrarle totalmente sus vidas, gestando el núcleo inicial de la Compañía del Divino Maestro, congregación religiosa fundada el 28 de enero de 1943 para impulsar el Instituto de Cultura Religiosa Superior. La madre Natalia Montes de Oca, que había presidido desde sus orígenes la Comisión Directiva del Instituto y alentado la vida de toda la casa, fue designada primera Superiora General. Y al grupo inicial se van sumando otras, ansiosas de servir al Divino Maestro y su apostolado...

1 Para recordar el origen del Instituto de Cultura Religiosa Superior y la Compañía del Divino Maestro, tomé párrafos de un folleto que me facilitaron las hermanas.

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El I.C.R.S. va afianzado su obra y al impulso del lema de Santa Teresa de Jesús, “son gran cosa letras para dar en todo luz”, se amplían los cursos y actividades, tendiendo a iluminar con la Verdad, “que es Cristo”, toda manifestación de la cultura humana. La mística Doctora de la Iglesia, por ser mujer y por su profunda penetración en los misterios de Dios había sido elegida Patrona del Instituto.

En 1956, siguiendo un movimiento eclesial de apertura, el I.C.R.S. abre sus puertas al alumnado masculino. Hombres y jóvenes van integrándose a los diversos cursos, conformándose en el transcurso de los años el estilo propio del Instituto. Profesores y alumnos, religiosas, empleados y amigos de la casa han aunado sus esfuerzos, dando su tiempo y energías con generosa dedicación, para que quienes a ella concurran puedan exclamar: “¡Bueno es estar aquí!” (Mateo, 17,4).

Reseña de la vida de Monseñor Santiago Luis Copello

“Veni Domini Iesu” Lema de su escudo episcopal

El Cardenal Copello nació el 7 de enero de 1880 en San Isidro en el sitio donde hoy se encuentra el Banco Columbia (esquina 25 de Mayo y Belgrano), lugar donde funcionaba el comercio de ramos generales perteneciente a la familia. Sus padres fueron Juan Copello y María Bianchi de Copello y fue bautizado por el presbítero Diego Palma. Fue el tercero de seis hijos. Según recuerda el Cardenal, su abuela materna junto con su madre se dedicaban a formar niños felices.

Cursa sus primeros estudios en San Isidro con la señorita Manuela García. Luego en la Capital, con los padres Bayoneses, en el Colegio San José, ubicado en la calle Azcuénaga, para seguir el bachillerato. De esa época tengo una anécdota: Mi abuelo, José María Pirán, compañero de juegos en San Isidro y luego juntos en el San José, eran vistos por los padres Bayoneses como chicos muy piadosos. Resultado de ello era que los mandasen a la capilla a meditar sobre su vocación sacerdotal. No hay duda que fue Monseñor Copello quien la tuvo, ya que sí mi abuelo, excelente cristiano, la hubiese tenido, hoy no estaría contando esta historia2.

Copello realiza sus estudios sacerdotales en el Seminario Conciliar. En 1896 viaja a Roma a terminar su formación en el Colegio Pío Latinoamericano y el 28 de octubre de 1902 es ordenado sacerdote. Permanece un año más en Roma, donde se recibe de Doctor y Maestro en Teología y, por fin, de regreso a su patria y por ser oriundo de San Isidro, trabaja con Monseñor Juan Nepomuceno Terrero en la Diócesis de La Plata3.En 1918 el Papa Benedicto XV lo nombra Obispo Auxiliar de La Plata, donde entonces ya era Obispo Titular Monseñor Alberti. Fue consagrado en San Isidro el 3 de marzo de 1919, 2 Años más tarde mi abuelo fue el Dr. José María Pirán (1878-1954), a quien sus amigos y nietos llamábamos “Pepino”. Por anécdotas familiares se que él llamaba a su amigo de la infancia “Santiaguito”.3 Como parroquia, San Isidro perteneció a la Diócesis de La Plata hasta 1957.

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en ceremonia oficiada por los Obispos Monseñores Alberti, Terrero y Orzalli. En La Plata deja numerosas obras, entre ellas, el Seminario Metropolitano. Su permanencia es larga y grande su actuación.

Años después es designado Vicario General del Ejército por nombramiento de Pio XI y al poco tiempo, Obispo Auxiliar de Buenos Aires. Deja automáticamente sus funciones en La Plata, amplía el Seminario Metropolitano, inicia las obras de la Iglesia Castrense Nuestra Señora de Luján. Hace construir pabellones en el Hogar Sacerdotal y una casa para capellanes militares. Le sigue la construcción de la Iglesia Regina Apostolorum y Santa Clara. Entre otras cosas se ocupa de la Dirección Central Catequista y gracias a su celo duplica el número del clero. También se inicia la construcción del templo de San Isidro Labrador en el barrio de Saavedra.

En 1932 sucede a Monseñor Botaro como sexto Arzobispo de Buenos Aires. La ceremonia se realiza en la Catedral Metropolitana con la presencia de numeroso público, su clero y el entonces Presidente de la Nación, General Agustín P. Justo.

En el año 1934 se realizó en nuestro país el Primer Congreso Eucarístico Internacional. Se inauguró el 10 de febrero teniendo como sede a la ciudad de Buenos Aires. Fue tan grande el acontecimiento que quienes lo vivieron sienten que trajo nuevos aires a nuestra población. El Espíritu estaba presente y actuaba. Lo que más impresionaba era la presencia masculina, rara en esa época, en las largas filas de hombres confesándose en los parques y la multitudinaria misa realizada para ellos en la Plaza de Mayo llevando antorchas. Es un lindo ejercicio de tradición oral preguntarle a algún pariente o vecino longevo que haya vivido esos días. Así fue como el Dr. Luís María Belgrano, marido de Piruja, me contó de la comunión de los niños.

En ese mismo año Monseñor Copello crea un Colegio para niñas a cargo de las Hijas del Divino Salvador en la Av. Del Libertador y Uruguay, Punta Chica, que luego llevaría su nombre. Luego fue el Instituto Vocacional en el solar de la calle Elortondo en San Isidro.

En 1935 es nombrado Cardenal. ¡El primer Cardenal de América Latina! Y al año siguiente recibe la designación de Primado de la República Argentina. Tras una larga vida dedicada a la Iglesia en nuestro país, en 1956, a la edad de 76 años y fundándose en su salud quebrantada, el Papa Pío XII lo releva de su responsabilidad pastoral. El 26 de mayo de 1959 el Papa Juan XXIII lo llama a Roma para confiarle la Cancillería Apostólica, oficio en el cual siguió sirviendo a la Iglesia como lo había hecho siempre. Falleció en Roma el 9 de febrero de 1967. La Madre Natalia Montes de Oca, fundadora de la Compañía del Divino Maestro, tuvo el consuelo de estar a su lado en sus últimos momentos.

Sus últimas palabras fueron: “Vayamos al encuentro de Jesús y María”.

Como esta reseña ha hablado de los hitos de la vida de un hombre, pero no de sus sentimientos, me gustaría ahora transcribir una poesía que él escribió en memoria de su madre en ocasión de una visita a las hermanas en la casa de San Isidro:

Recordándola

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Desde la eterna Romallegué hasta el umbral de mármol

que hace ocho décadas pisé por vez primera.Suavemente llamo, cual nunca hiciera.Con afecto se abrió la antigua puerta,

pero no me esperaba ella.La vista recorrió la hermosa huerta

de azahares perfumaday las flores que alegraron mi niñez

y florecieron siempre en mi jornada,pero ya no las cultivaba ella.

Llegué hasta el aljibede aguas cristalinas, frescas,que en los días de canícula

con caricia amante y entrañableacercaba a mis labios ella.

Quise saborearla nuevamente:Me pareció que no era

Como la de mi niñez y juventud.Es que no me la daba ella.

Me detuve en el soleado patioY dirigí la mirada hacia las piezas

henchidas de recuerdos.Palpitante el corazón, la pupila alerta,

la detuve en la primera.Pero sonriendo como en su larga vida

no se asomaba ella,mas avivándose ante esta vista

en mi mente su íntimo recuerdo.Sentí que las poblaba nueva vida,

allí había estado la materna abuela,la que partió primera,

el abnegado y laborioso padre,Angelita, de mi espíritu gemela,

tío Luis, el hermano de ella,que sonriente se lo llevó el Señor,Eduardo y Andrés, el primogénito,

Juan y María Luisa, que les dejó postrerala familia buena que había criado ella.

Que al verme partir:- Ven tu también Santiago -

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Natalia Montes de Oca 4

Si el grano de trigo cae en tierra y no muere queda infecundo; en cambio si muere da fruto abundante

Juan 12, 24

Natalia Montes de Oca nació el 9 de noviembre de 1895 en la Ciudad de Buenos Aires. Fue bautizada en la Iglesia San Nicolás de Bari y su primer encuentro con Jesús Sacramentado tuvo lugar el 28 de octubre de 1906 en el Colegio Inmaculada Concepción. Hija de Don Manuel Augusto Montes de Oca y Doña Amelia Ramírez, ella fue la cuarta de cinco hermanos. Su hermana Sara se casó con Emilio Cárdenas con quien tuvo tres hijos: Emilio (casado con 4 hijos); Manuel Augusto (Obispo de Buenos Aires) y Octavio (sacerdote del clero secular). Su hermana Julia murió joven; otra hermana, María Amelia fue religiosa de las hermanas Franciscanas de María y el menor falleció a los siete años en Inglaterra.

Su aguda inteligencia y su delicada intuición femenina, unidas a su natural sencillez y docilidad, hicieron aún más fecunda la herencia de fe que marcó toda su vida y la llevó a dedicarse con exclusividad a las obras de la Iglesia. Desde muy joven se destacó por sus dotes artísticas y su fina sensibilidad la llevó a identificarse con los más desheredados.

Su padre fue un destacado abogado y diplomático a quién Natalia secundó y acompañó permanentemente, tanto en sus tareas como en sus viajes. Vivió una larga temporada en el extranjero con su familia. Tanto ella como sus hermanos y hermanas poseían una sólida cultura, hablando con fluidez varios idiomas. Natalia cultivó sus dotes de escritora, poeta y pintora, siendo de un trato sumamente agradable y encantador

De regreso a su país y apenas fundada la Acción Católica trabajó como dirigente de esta asociación. Se ocupó particularmente de los niños y escribía en la revista, continuando su trabajo secundando a Monseñor Copello. El 28 de enero de 1943, el ya Cardenal emite el auto de erección canónica de la Fundación de la Compañía del Divino Maestro. Uno de sus lemas fue “el Maestro está aquí y Él ha llamado a la que llega”. El 2 de febrero del mismo año el Cardenal recibe los primeros votos de Natalia y de las hermanas Angélica Rufino e Irene Ramírez. Natalia fue nombrada Superiora General, cargo que ejerció desde 1943 hasta 1965. Antes de concluir su mandato en 1965 viajó a Roma y en 1967 acompañó a la hermana Aída López (nueva superiora general) a Roma y Tierra Santa.

Los últimos años de su vida los dedicó a la oración y la misericordia, asumiendo personalmente la atención de algunas personas enfermas con la misma simplicidad y entrega como había consagrado sus virtudes y dones al servicio apostólico.

Quiero decir que el libro “Semblanzas” fue el producto del trabajo y tesón de las hermanas Victorina María Lacaze y María Cecilia Zakowicz, siendo muchas de las entrevistas hechas por la hermana Adelaida Ortiz. Cuando la hermana María Carlota Loza me regaló “Semblanzas” y lo leí, le tomé a Natalia un enorme cariño. Tanto que, para que la

4 Conceptos extraídos del libro “Natalia Montes de Oca, semblanzas de una mujer fuerte”, Publicación de la Compañía del Divino Maestro, Rafaela, febrero de 2001.

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conozcan mejor, se lo he regalado a distintas personas que la han conocido o a otras de San Isidro que no la habían conocido.

Ahora haré una pequeña selección de lo que recogieron las hermanas. Es totalmente subjetiva y no me puedo dedicar a transcribir más párrafos, ya que mi meta está en la Casa de San Isidro. Pero espero de todo corazón que ustedes, que están leyendo estas páginas, deseen conocer más a la Madre Natalia, mujer evangélica excepcional y recurran a “Semblanzas”.

Estos son algunos de los testimonios volcados en “Semblanzas”:

“Me cautivó su modo de recibirme que me hizo sentir ‘a gusto’ y quererla a ella y a la Compañía del Divino Maestro. Para siempre, su mirada tierna y a la vez segura, firme, me ayudó y me alentó a seguir adelante”

“Capté su gran fe, su gran inteligencia y su gran piedad”.

“Vi en Natalia una mujer de Dios y que ‘vivía en Dios’. Cuando hablaba con Natalia notaba que ella miraba a veces más allá como si cotejara con el Señor lo que decía. Me parece que se conectaba con el Señor y vivía como metida en la voluntad de Dios”

“Natalia fue un artista enamorada de Cristo. Mujer en comunión entrañable con el mundo y con los ojos que siempre miraron el misterio”

“Me impresionó por el fuego de su palabra”

“La impresión que me dejó fue la de una persona singular, fina, distinta de las personas que yo conocía y de una gran cordialidad. Me acompañó hasta la puerta tratándome como alguien conocido por ella. Era la primera vez que la veía”.

Ya en su vejez:

“Me impactó su mirada profunda, sus ojos grandes, transparentes. Apenas hablaba, su voz era suave y a la vez muy honda, parecía que le salía de las entrañas, cuando nos dijo: ‘Sean santas’. Estas dos palabras quedaron grabadas en mi corazón. Me pareció ver en ella a una mujer con mucha energía, su físico ya estaba deteriorado por el correr de los años y eso hacía que apareciera con más nitidez la fuerza de su espíritu, ‘llevamos un tesoro en vasijas de barro’”.

“Conocí a la Madre Natalia al entrar en la congregación en el año 1976. Ella estaba retirada y cuidaba a Marta Carlomagno. Fuimos con mi maestra de postulantes y fue un encuentro muy breve. Me pareció una anciana, alrededor de la cual había una gran veneración y respeto. Ella casi no hablaba y lo hacia en un tono muy bajito. Me llamaron la atención sus ojos, no armonizaban con el estado general de su cuerpo. Eran ojos vivos, profundos evocadores de realidades ‘muy altas’, de horizontes insospechados”.

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San Isidro

ISIDRO

En los campos de Madrid...

Vio que los bueyes andabanEntre los surcos ligeros,

Y que los seis compañerosAl lado de Isidro estaban,

Como el carro y los luceros...

Isidro a su dueño mira,Y le dice: ¿Que te admira?

Que aquí sólo al Dios que adoroMe da socorro que imploro

A quien mi corazón aspira…

Y él sabe que fuera de Élotra ayuda no he tenido,ni la quiero ni la pido,

porque quien espera en Élsiempre por Él es socorrido...

LOPE DE VEGA

Isidro fue un peón de campo, un labrador, que tuvo distintos patrones. Nació en Madrid hacia el año 1082 y murió en torno a 1170. Se casó con María Toribia, llamada María de la Cabeza, con quien tuvo un hijo. Se ocupó de su familia, trabajó, rezó mucho y fue muy generoso con los más pobres, aunque él mismo sufría estrecheces. Dicen que hizo en vida varios milagros y cuando murió la gente comenzó a venerarlo. Es uno de los pocos casos que marido y mujer han sido santificados.

Pienso que el nombre de un lugar trae siempre evocaciones, ya sea de tiempos pasados – porque allí hemos vivido, estudiado, visitado y todo esto lo podemos traer al presente – ya sea que en nuestro hoy estamos ligados con ese sitio. O quizás también nos hable de nuestro devenir. Hacer un poco de historia para muchos puede resultar aburrido, pero creo que es necesario. El mirar para atrás nos ayuda a relacionarnos con nuestro presente y proyectar también nuestro futuro.

San Isidro se originó como pueblo en el Pago de Monte Grande, en las famosas chacras de una lengua de fondo que dividiese Juan de Garay en 1580, cuando funda por segunda vez la ciudad de “La Trinidad del Puerto de Buenos Aires”. Tierras moteadas de sauzales, talas, espinillos y durazneros. La situación de la colonia era de pobreza y extrema miseria y esta zona, sumamente alejada de recibir cualquier tipo de asistencia religiosa. Hubo intentos

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para que hubiese aquí una primera capilla, como en otros pagos. Pero, imagínense ustedes, que Buenos Aires a 40 años de fundada tenía solo 1060 habitantes y agregando las chacras vecinas, 91 indios de servicio y 12 muchachos indios. En 1728 la cantidad de habitantes de la ciudad de Buenos Aires y los pagos de Luján, Areco, Arrecifes, de las hermanas, Arroyo de la Costa, Matanza y Magdalena ascendía a 6000.

Es emocionante leer como las autoridades civiles y eclesiásticas de aquellos tiempos, de profunda fe, se dedicaban, a pesar de la gran escasez, a misionar y como comenzaron a levantarse pequeños oratorios y capillas construidos por los hacendados. Desde 1694 existía en el Pago de Monte Grande una capilla provisoria, que había sido levantada por el Capitán Domingo de Acassuso. Años más tarde, este se la dedica a San Isidro, natural y Santo Patrono de Madrid.

Sabemos que San Martín de Tours fue elegido Santo Patrono de Buenos Aires por sorteo. Hay un relato que nos habla de la impotencia y de la fe (o sea, como miraban y esperaban del cielo) de los primeros habitantes: Intentaban sembrar verduras para variar su alimentación, pero las hormigas en el Río de la Plata eran terribles. Así que hacen un sorteo, también en este caso, para elegir un Santo Protector, al cual pasean por la Plaza Mayor pidiendo su intercesión. Así, cuando el Capitán Domingo de Acassuso funda la capilla dándole origen al nombre de nuestro pueblo, se pide que el 15 de mayo, día del Santo, se haga una procesión y que se toquen las campanas dirigidas “al Señor San Isidro”, pidiéndole “el buen suceso de las mieses y cosechas del año”. Creo que es importante que tengamos en cuenta que en 1717 hubo una terrible epidemia de viruela que diezmó la población de la ciudad y sus alrededores e hizo que muriesen los pocos indios puelches y peguenches que quedaban.

El Cabildo nombra Parroquia a la capilla de San Isidro en el año 1730, siendo el 1er.Cura párroco el Dr. Francisco Rendón. Contó para su trabajo apostólico con la ayuda de frailes de distintas congregaciones. La primitiva capilla se ve reemplazada por otra de mayores dimensiones, según los datos que nos deja de ella el Deán Saturnino Segurola en un texto de 1816: “De arquitectura sencilla y de una nave corrida cuyas medidas eran de 7 metros de ancho por 33 de largo. La fachada era alta de muro liso de mampostería, tenía una torre lateral derecha de tres cuerpos terminada en un ‘cupulín’ bulboso”.

El 18 de julio de 1842 nace en San Isidro Camila Rolón, bautizada en nuestra parroquia por el Cura párroco Andrés Bonfiglio. Luego sería la Madre Camila de San José de Rolón, fundadora de la Congregación de Hermanas Pobres Bonaerenses de San José, declarada venerable por Juan Pablo II, en un proceso en el que se la declararía Beata y luego Santa, para lo cual debe comprobarse algún milagro realizado por su mediación. Quiero contarles que familiares de ella han estudiado Catequesis en nuestra Casa siendo muy amigas de las hermanas.

Desde 1857 a 1890 fue párroco el muy querido Diego Palma. En el año 1868 hubo una epidemia de cólera, la siguió en el verano de 1871 la de fiebre amarilla que se inició al sur de la ciudad de Buenos Aires. Mucha gente buscó refugio en San Isidro y no quedó hogar donde hubiese enfermos que nuestro párroco no visitase.

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Volviendo a nuestro templo, con los años y al no ser buena su construcción fue teniendo innumerables problemas. Subsistió un siglo con numerosas refacciones. En 1875, a pesar de su peligroso estado, se le agregó una segunda torre con campana y reloj. De tal manera, la vieja iglesia se mantuvo en pie por otros veinte años hasta que, en 1892, los mismos vecinos solicitaron su demolición y la construcción de un nuevo templo.

Hoy en día nos podemos preguntar porque no se construyó una iglesia de estilo colonial, más acorde con nosotros mismos. Pero no nos olvidemos que era una generación que miraba a Francia. No creo que ningún sanisidrense no se sienta feliz al contemplar “tan bella fabrica”, donde en el interior, sus arcos elevan continuas plegarias al cielo y su esbelta torre ha servido de guía para muchas generaciones de navegantes. La iglesia se construyó con el esfuerzo de todo el pueblo, obteniéndose la enorme suma, para esa época, de $478.814,87. “Hay que dar hasta que duela”. La Comisión Pro Templo estaba formada por activas y distinguidas vecinas, presididas por Mercedes Aguirre de Anchorena. Ella, junto con su esposo, Pedro, donaron la suma de $88.655,50, comprometiendo con su entusiasmo y generosidad a toda su familia. Quiero destacar la humildad de Doña Mercedes, que prohibió a sus hijos que entregasen ninguna foto suya para perpetuarse.

Jacques Dunant y Charles Paquin presentaron su proyecto de iglesia neogótica, que fue aceptado. Sin duda la iglesia de San Isidro fue concebida por uno de los arquitectos más famosos de la época. Dunant, nacido en Zurich, estudió con grandes profesores europeos y, entre muchas obras importantes, construyó en la Exposición de Paris de 1889 algo muy caro a nosotros: El Pabellón Argentino.

La piedra fundamental del nuevo templo se coloca el 29 de septiembre de 1895, bendecida por Monseñor Espinosa. En la víspera de la fiesta de San Isidro de 1898 se abren sus puertas, a pesar de no estar el templo terminado. Las obras continuaron por ocho años más y el 20 de octubre de 1906 se consagró con toda solemnidad. Estuvieron presentes el Obispo de la Plata, Monseñor Juan Nepomuceno Terrero y Escalada, el Obispo titular de Sinia, Monseñor Francisco Alberti, quien fuese párroco cuando se inició la obra. El párroco en ese momento era el Presbítero Pedro Viacava y el Intendente, Don Avelino Rolón, eficaz Secretario de la Comisión Pro Templo.

Una gran pena había enlutado al vecindario: El 13 de julio de 1902 había muerto la señora Mercedes Aguirre de Anchorena. Ella, que con su amor y generosidad había hecho tanto para dar gloria a Dios con la construcción de Templo. La sucedió en la presidencia de la Comisión su hija, la señorita María de Anchorena.

Retrocediendo un poco en la historia, en el último cuarto del siglo XVIII en San Isidro se encuentran 11 casas de azoteas hechas con todo el lujo de la época. Las casas se habían ido construyendo sin trazado alguno, siguiendo las caprichosas líneas de los caminos naturales y lo que siempre fue de primordial importancia, la dirección de las aguas que abrían profundos zanjones. La población del partido estaba ya estaba arraigada. Se puede decir que después de la caída de Rosas comienza una fiebre de construcción. El tren llega en octubre de 1863. ¡Imagínense la felicidad de la población! El pequeño pueblo se acerca a la ciudad.

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Las oleadas de inmigrantes europeos de 1875 en adelante, a pesar de sus problemas de comunicación y distintas costumbres, vienen a una patria promisoria con un valor puesto en el trabajo, dejando atrás sus “terruños” y con gran sentido de ahorro. Fueron italianos muchos de los constructores de nuestra casas. Las casas dejan de ser coloniales parar pasar por italianas, francesas y luego los chalets ingleses.

Para muchas familias adineradas San Isidro fue lugar de veraneo. Sus grandes casas rodeaban la parroquia y se extendían sobre las barrancas. Además de tener los primeros autos, contaban con la proximidad del tren. Recuerdo que mi abuelo, José María Pirán, nos contaba como tomaba un rápido hacia Retiro que paraba solo en Belgrano. En ese tren se juntaba con amigos y en el coche comedor tomaban el desayuno.

Del otro lado del ferrocarril se va extendiendo el barrio de la Calabria. Los salesianos llegan a San Isidro dedicados a la enseñanza de jóvenes. El Colegio dedicado a Santa Isabel de Hungría comienza a erigirse en 1903 y su templo, dedicado a San José, queda terminado en 1927.

En esta comprimida historia de nuestro pueblo no nombré autoridades, muchas de las cuales estuvieron muy unidas a Dios y por consiguiente a la vida de San Isidro. Tampoco a tanta gente buena que con su amor, construyeron familias de fe. Pero sé que, desde la plenitud, ellas nos acompañan en nuestro trajinar, para que, como nuestro patrono, sembremos la Buena Nueva en nuestro andar.

1948: Llegada de las hermanas a San Isidro

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Prestando tu oído a la sabiduría,inclinando tu corazón a la prudencia

si invocas a la inteligenciay llamas a voces a la prudencia,

si la buscas como la platay como un tesoro la rebuscas,

entonces entenderás el temor de Yahvéhy la ciencia de Dios encontrarás.

Proverbios 2

Historia de un regalo

Así es como siento que llegó a mis manos, en calidad de préstamo, pero allí estaba. Y no uno, sino dos. Dos carpetas chicas y alargadas, que por años descansaron en el ropero de la secretaría, escritas con tinta de ambos lados, letra apretada, el papel ya amarronado por los años transcurridos. ¡Que alegría! Primero una hermana, quizás Susana Portela, pero luego, por años con la letra tan de ella, la letra de la hermana Jane: ¡El diario de la comunidad!

En realidad lo que viene a continuación me ha producido tanta ternura. He conocido una congregación por dentro. Es vida, es lucha, es amor de cada día, es entrega que un diario no olvida, es constancia a pesar de tantos cansancios.

Así que, para mí, el meollo de mi escritura está en estas queridas páginas. Por supuesto, al tocarme hacer esto fue mi responsabilidad saltearme cosas para no aburrirlos y hacer puentes que unan. Recordarles que hay un Concilio Ecuménico que nos separa de esos años iniciales, que quizás nombre a muchas personas, pero porque fueron fuerte cimiento de una Casa que acogió a tantas personas como nuestro Dios Padre-Madre quiere y así gustar un poco de Su Sabiduría.

La mayoría de lo que sigue son transcripciones textuales de las entradas correspondientes a cada uno de los días que elegí. Ellas están encomilladas y destacadas en letra itálica. Hay solo algunas acotaciones mías que creí necesario agregar para facilitar la comprensión de algunas partes a los lectores más jóvenes.

Lunes 15 de marzo del año del Señor 1948

¡Oh Yahvéh, Señor nuestro, que glorioso es tu nombre por toda la tierra!Quiero cantar tu majestad que se alza por encima de los cielos

Salmo 8

“El lunes 15 de marzo del año del Señor 1948 se inauguró, con la consiguiente bendición, la casa situada en la Calle 25 de Mayo 337 en esta ciudad de San Isidro. Fue donada por la Srta. María Luisa Copello, hermana de su eminencia el Sr. Cardenal, Dr. Santiago Copello, Arzobispo de Buenos Aires y fundador de la Congregación. Destinada la casa en sus principios para la fundación de un Instituto de Cultura Religiosa Superior, fue

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necesario – sin embargo – utilizarla para el noviciado hasta tanto se constituyese el edificio definitivo”.

“A las 17:55 llegó Su Eminencia, el Sr. Cardenal, acompañado de su comitiva, hallándose presentes numerosos sacerdotes entre los que encontraba el Asesor del Instituto de Cultura Religiosa Superior, Director General, asimismo, de la Compañía, Pbro. Dr. Jesús Montánchez, el Sr. Cura Párroco de San Isidro, Pbro. Pedro Menini, el superior de los Padres Salesianos, hermanas del Instituto San José, algunos docentes, profesores de la casa madre y varias personas de la localidad, que desde el primer momento acompañaron y ayudaron a la comunidad en los preparativos de la instalación de la casa”.

“El Sr. Cardenal comenzó la bendición de las distintas dependencias por la sala de recibo, donde se hallaba también instalada la Sacristía, consistente ‘en un único mueble’ de aspecto sólido y macizo, donde se guardaban todos los elementos de culto”.

“Luego, el Refectorio, digno de describirse por las múltiples actividades que se han de desarrollar en él: Sala de clases, sala de comunidad y además para dormitorio de dos religiosas. Está compuesto por una larga mesa cubierta de hule rojo, rodeada por doce sillas con asiento de paja. Los aparadores de distintos tamaños y alturas, pero igualmente cómodos. Dos mesitas pequeñas para uso de las religiosas que habitarían el lugar. Asimismo dos roperos y dos camas, queriendo simular sofás, cubiertas con las dos colchas marrones que encontramos en la Casa Madre”.

“Pasó luego por las distintas habitaciones y finalmente a la Capilla y al altar, desde donde se dirigió a los presentes. Habló de los recuerdos alegres y tristes que le traían esta casa en la que había pasado muchos momentos de su niñez, recordando a su madre y a su hermana. Terminó alentándonos a continuar la obra comenzada y, puestos todos de rodillas, nos dio su bendición de Pastor”.

“Mientras el cura Párroco Menini fue a buscar el Santísimo para que permaneciese en la Capilla, el padre Montánchez, práctico y prevenido como siempre, reclamaba insistentemente el Corporal, las llaves del Sagrario, las velitas…”

“Cuando el Santísimo llegó, entró por una doble fila compuesta por profesores y novicias sosteniendo velas encendidas, entonando ‘Quédate Buen Jesús con nosotros’ y otras canciones de la comunidad. Hubo mucha emoción que poco a poco se trocó en risas”.

“Quedando en San Isidro la hermana Marta Schnorr como Superiora y Maestra de Novicias, la hermana Susana Portela Lagos como ecónoma y la hermana Aída López como Vicemaestra de Novicias. Novicias hermanas Julia Abal, Inocencia Mercedes, Elsa Abud Yañez, Jorgelina Ragus, Francisca Romlola, Celia Rodríguez Amenabar, Elda Zambón y Adelaida Ortiz”.

Primeras propagandas de actividades y clases ofrecidas en 1948

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Venga a mi el que tiene sed:El que crea en mi tendrá de beber.

Pues la Escritura dice:De Él saldrán ríos de agua viva

Juan 7,38 “Estudio del Dogma Católico y preparación práctica para la enseñanza. Clases dadas dos veces por semana en turnos maña y tarde por la hermana Marta Schnorr”.

“Conferencia en la Biblioteca Popular: ‘La angustia de la mujer moderna’. Viernes 23 de julio a las 19:00, por la hermana. Marta Schnorr. Entrada $1”.

“A las señoras y señoritas que deseen asistir a los oficios religiosos en nuestra capilla: Misa diaria 6:30. Bendición Mayor todos los días después de misa y los domingos y días feriados a las 17:00”.

“Clases de Religión: Lunes 10:30 a 11:30, jueves 18:00 a 19:00”.

“Las hermanas atenderán a las señoras y señoritas que así lo deseen por la mañana 7:30 a 8:30 y de 11:00 a 11:30 y por la tarde 17:30 a 18:10, excepto los días de clase”.

“Lunes y jueves a las 18:00, desde el lunes 15 de noviembre hasta el 20 de diciembre. Temas: ‘La Encarnación del Verbo’, hermana Victorina María Lacaze; ‘La Navidad en la literatura y costumbres en los países de habla inglesa’, hermana Elsa Abud; ‘El marco histórico, político y social del nacimiento de Cristo’, hermana Susana Portela Lagos; ‘Navidad en la literatura española’, hermana Elsa Abud. Las conferencias serán ilustradas con discos, recitaciones y proyecciones luminosas. Entrada $1 y ciclo completo $6”.

1949

De ti mismo proviene Señor la atracción a tu alabanza, porque nos has hecho para ti

y nuestro corazón no hallará sosiego hasta que descanse en ti.

Antífona del Breviario

“A comienzos del año vino, en una de sus frecuentes visitas a San Isidro, la Superiora General, Natalia Montes de Oca. Para entonces la casa había quedado formada de la manera en que perdurara por varios años: hermana Susana Portela Lagos, Superiora; hermana Victorina María Lacaze, Vicesuperiora y las hermanas Clelia Fornoni y Elsa Abud, secretarias. Natalia les habla sobre la importancia de ‘la obediencia y el silencio’, como la Casa se había preparado el año anterior para comenzar realmente ese año 1949 y de la importancia que todas son iguales, como Victorina María que siendo Consejera General no le importa depender de la Superiora local”.

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19 de febrero: “El Santísimo Sacramente expuesto en la capilla de 7:30 a 10:30 AM”

El siguiente aviso colocado en el patio nos da una idea de algunas de las necesidades de la Casa:

¿Quería Vd. ayudarnos a completar nuestra Capilla?

Necesitamos: Un comulgatorio Un reclinatorio Un Vía Crucis Un ornamento blanco Vinajeras Floreros altos Máquina de hacer hostias “ para cortar hostias Una imagen de San José

Me contó Victorina María que con gran esfuerzo habían hecho un cartel para la puerta de calle que decía: “Preparamos Aplazados y Libres, Inglés, Matemáticas, Primarios. Solamente mujeres”. Al rato de ponerlo suena el timbre y con gran ilusión corren suponiendo que sería la primera respuesta. Pero no. Era solo una señora brasileña que no estaba interesada en las clases, sino en el cartel, ¡porque necesitaba hacer uno y quería saber quien lo había realizado!

3 de marzo: “Se presenta una señora italiana que, con sus dos hijas de 9 y 12 años, querían aprender castellano. ¡Gran alegría para toda la comunidad: Son las primeras alumnas que se inscriben y traen los m$n15 correspondientes al primer mes!” Y al día siguiente, todo un hito para la Congregación por donde pasarán tantos alumnos, es la postulante Elida quién les dio la primera clase.

“Hay mucho entusiasmo en el tallercito de Arte, en el que trabaja toda la comunidad, dirigido por la hermana Elsa Abud”.

15 de marzo: “Se cumple un año la fundación de la Casa. Vino de visita Natalia y entre todas le dieron regalos a Susana Portela Lagos, por ser la única ‘sobreviviente’ de la fundación del año pasado. Las hermanas se turnan para hacer retiros mensuales en la Casa Madre y no hay cumpleaños que deje de ser festejado, recibiendo la homenajeada siempre un regalito”.

“La señora Sara Montes de Oca de Cárdenas, hermana de Natalia, dona un Cristo pintado por ella”.

Las hermanas utilizaban temporariamente la casa que habitaba María Luisa Copello (25 de Mayo 327, lindante con la original que tiene el número 337) cuando ella se retiraba a su

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casa de Olivos. Antes de su regreso venían hermanas de la Casa Madre para ayudar a limpiar, encerar y sacar yuyos del jardín. Casi 45 años después, en 2003, Luisa Weiner (que con su marido concurren a los talleres de profundización) me contó que ella, por vivir en el barrio, veía a la señorita Copello caminando hacia la estación con un “canotier” negro en la cabeza, vestida de seda negra hasta el piso, cambiándolo en invierno por tapado de sarga negra, tan especial ya para esa época.

Principios de abril: “Se reciben 2000 volantes y 200 afiches para hacer propaganda. La hermana Susana acompañada por María Elena Caride y la hermana Elsa (acompañada) por Carmen Molino Torre los reparten por negocios y casas particulares. Continúan con el mismo trabajo Victorina María, Clelia y la postulante Élida. Por supuesto van a colegios y parroquias vecinas. Todo se va preparando para comenzar con el curso de ‘Profesorado de Moral y Religión’. La primera inscripta, residente de Tigre, es María Angélica Rovarello”.

20 de abril: “Victorina María comienza un curso de religión para adolescentes”.

Una fecha importante: El 25 de abril de 1949 comienzan los cursos

¡Aleluya! Alaben al Señor todos los pueblos y festéjenlo en todos los países

Porque grande es su Amor hacia nosotros su lealtad perdura para siempre

Salmo 117 (116)

Para la difusión de los cursos las hermanas cuentan que “… fueron ayudadas por María Elena Caride, Marta Tomé, María del Carmen Molino Torre, Luisa Jonachin, Marta Fontenelle, Mabel Goyenechea, Irma Porto, Lola Bernasconi, Adolfina Tomé y otras chicas de la Acción Católica del Tigre, del Ateneo, alumnas y religiosas del Colegio Mall y por la señora Celina V. de Rivero Olazábal. Hubo también un camión de propaganda varias horas en distintos días, que recorrió las calles de San Isidro trasmitiendo la propaganda Carmencita del Molino Torre”.

Con que alegría llegan las hermanas a ese día y yo también siento como si participase en él.

Es impresionante el diario el trajinar de las hermanas para conseguir profesores: “Monseñor Pagliarani, que es Párroco de Tigre, será quién dicte clases en el Profesorado de Vida de Jesús. El padre Huber se inició con sus clases sobre Dogma, seguido del padre Trufini con Filosofía. Al término de las clases se dio la Bendición en la Capilla habiendo concurrido más de sesenta personas. Entonaron con mucho entusiasmo y en Acción de Gracias el Himno del Instituto”.

29 de abril: “Viene Natalia para explicar las Constituciones”. (Reglas de la Congregación)

Por entonces funcionaba a la vuelta del Instituto la “Librería Esquíú” a cargo de un grupo de jóvenes de la Acción Católica, entre los que estaban Emilio Bianchi, Horacio Lynch,

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Enrique Lagos y Cesar Greslebin. La misma, con sus libros y estanterías, fue adquirida por el Instituto quedando a cargo de la hermana Victorina María, quién cariñosamente la llamaba “El Esquiucito”.

Otra fecha importante: Día de la Transfiguración y festejo del Divino Maestro

Pedro estaba todavía hablando cuando unanube luminosa los cubrió con su sombra

y una voz que salía de la nube decía “Este es mi Hijo amado, este mi elegido,

a Él han de escuchar”Mateo 18,5

6 de agosto: “Día del Divino Maestro, con el Sagrario iluminado por dieciocho velas y rodeado de flores se reza la misa de 7:00 y por la tarde una Hora Santa predicada por un sacerdote Salesiano. Asistieron alrededor de veinticinco personas”.

23 de agosto: “Hizo la Primera Comunión la niñita Cecilia Becar Varela, preparada por la hermana Susana. Ella fue la primera de muchos chicos y chicas del barrio que fueron preparados en nuestra Casa. Las hermanas Susana y Victorina María trajeron de la Santería Barra una repisa, un pedestal y una medialuna para la Virgen de Luján”.

“Hay una misión en San Isidro. La organizan los Paulinos y se les pide colaboración a las hermanas. La hermana Victorina María predica con gran fervor en las cuatro esquinas distintas del otro lado de la vía y la hermana Elsa Abud lo hace en el centro de la ciudad, siendo su primera parada a una cuadra del Instituto, pasando todo ‘un calorcito’”.

Los invito a volver su pensamiento atrás, a un San Isidro de casas bajas, donde pocos tenían auto, quizás una familia por cuadra, casi siempre estacionados dentro y los carros de los proveedores circulando. El mayor movimiento eran la salidas de los colegios, el María Auxiliadora, el más antiguo, Nacional, el Comercial y el Número 1 o Escuela Cosme Beccar. Los chicos volvían caminando, a veces con sus maestras. Casi todos eran del barrio o sea que también algunos lo hacían en bicicleta. En la calle Belgrano eran muy pocos los negocios, había algunas grandes casas, entre ellas la de los Rolón con cochera a Martín y Omar, una parte del terreno que hoy ocupa la Galería Greenwich Village

A fin de este año (1949) las hermanas junto al grupo de colaboradoras que figuran abajo realizaron un importante acto en el CASI, cuyo programa transcribimos a continuación.

San Isidro, Diciembre de 1949

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El Círculo de Amigas del Instituto Femenino de Cultura Superior de San Isidro, saluda a Vd. deseándole una Feliz Navidad y se complace en invitarle al estreno del drama en tres actos y un cuadro “… Vino a los Suyos”, que un grupo de señoras y señoritas de la localidad pondrá en escena el 23 de diciembre a las 18 horas en el “Stella Maris”, Martín y Omar 399.

Celina V. de Rivero Olazábal, Raquel M. de del Molino Torre, Elvira A. de Harte, Ema P. de García Estrada, Elida P. C. de Cigorraga, Elena Ester Hoevel de Malbrán, Perla Fernández Long, Angélica S. de Hoevel, Angélica E. de Olivares, Nerea F. de Ebeke, Susana G. de Sastre, Diana F. de de la Serna, Susana y Julieta de la Serna, Diana de la Serna de Arzeno, Susana Clorinda Baratto, Isabel Fernández, María Teresa Villalonga, Lía Doufourq, Aurora Wildner, María Márquez, Silvia Elena Tabeada, Ester Martínez Olivares, Luisa Jouanchin, Marta Tomé, Mercedes de de Herrera, Alicia Ch. de Montes de Oca, Sara Quintín Cárdenas. Adriana Martínez Olivares, Ana María Martínez Olivares, María Adolfina Tomé, María K. de Dolan, Margarita A. de Greña, Juanita B. de Colombo, Ester Videla, Marta Videla, Marta Villalonga Nazar, Ema Manzone, Herminia M. Piazzi, Carmen André, Amalia Silveira, Elena Bianchi di Cárcano, Adolfina M. O. de Tomé, Nora Etchart, María Camila Repetto, María Salomé Doubourg, Dolores Bernasconi, Marta de Fontenelle, Carmen del Molino Torre, Nora Gowland, Maureen Dolan, María del Valle Largade, Marcela V. de Andresen, María Ignacia Porto, Noemí Goyechea, María Elena Caride, Adriana Isla Casares, María Elena Piñero, Irma Peters Castro, Dominga E. de Etchart, Enriqueta K. de Zavalía Lagos, Enriqueta y Carmen Zavalía Lagos, Blanca C. de Longue, Irma Salvatori, Lucía Montes de Oca, María del Carmen Beloso, Lila Carmen Ilvento, Laura P. de Sicardi Lezica, María Teresa G. de Isla Casares, Elena C. de Bianchi di Cárcano, María de las Mercedes Salas, Dorita F. de Pasman, Sara de Vecchia, María Adela Vedia, Sara de Escalada, María Teresa Sackman, Mercedes Ledesma Hoevel, Atalía Olivares, Armanda R de Galeazzi, Carolina Arbelaiz, Elena Madero, Eva Sackman, María Copello, Alicia A. de Allende, María Luisa Cobo Mantilla, Lucía A.C. de Rebollo Paz, Clotilde A.C. de Paillot, Irma M. Victorica Rojas, Elsa Klappenbach, Amalia P. de del Castillo, Elvira Lavalle de André, Lola C. de Belgrano, Matilde V. A. de French, Alice C. de Montes de Oca, María Teresa G. de Urien, Ana B. de Taiana, María Magdalena B. de Noel, Enriqueta M. S. de de Miero, Elvira M. de Monsegur, María Rosa de M. de Ledesma, Celina I. de Yáñiz, Camila S. de Lagarde, María M. O. de Olivares

“… Vino a los suyos”. La historia de un grupo de mujeres que miraron la verdad cara a cara.

“… Vino a los suyos”. Una acusación contra el teatro contemporáneo.

“… Vino a los suyos”. La historia del hambre y la sed del siglo XX.

“… Vino a los suyos”. Se presentará con el siguiente reparto por orden de aparición:

GRACIELA: María del Valle LagardeMARINA: Marcela Vieyra de AndresenCECILIA: Ema Panizza de García EstradaPAZ MARÍA: Martha de FontenelleLUCIANA: Nora GowlandCARMEN GLORIA: Carmen del Molino TorreROSARIO: Maureen DolanMARÍA DE LOS ÁNGELES: Teresita de YañezNOEMÍ: Irene de BrenardiMARÍA Sma.: Martha Sol de BroussonGABRIEL: Dolores Bernasconi de RepettoJOSÉ: Maria Ignacia Porto

¡Cristo ha nacido!!!

(La esperanza de los justos se ha convertido en regocijo)

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¡Que emoción y cuanto trabajo! Los cuadernos nos cuentan que Piruja Belgrano (entonces, María Lydia Caride) “resultó incomparable en su entusiasmo, abnegación, sentido de responsabilidad y eficacia”. ¡Como se rió Piruja a leerle yo estas líneas! Y sigue: “Se trabajó denodadamente en la dura tarea de armar todo, desde el escenario, el transporte de muebles y utilería, así como en la propaganda, mostrándose además – todos – verdaderos magos en el arte de no permitir que se gastara un centavo en la preparación de la fiesta, consiguiendo el auto – que varias veces resultó el del Sr. Cura (el padre Pedro Menini) – y los equipos de ampliación de la Parroquia. Más allá de los problemas lógicos resultantes del gran número de chicos que asistieron – ya que no se cobró entrada – las actrices se superaron dominando totalmente la situación con su interpretación tan ajustada, como cariñosa de sus papeles. Las contribuciones voluntarias sumaron m$n 250”. Esta cifra equivalía a unos US$700 de hoy.

1950

Como un pastor que apacienta el rebaño,su brazo lo reúne,

toma en brazos los corderosy hace rescostar a las madres

Breviario (Isaías 40)

11 de marzo: “La hermana Elsa Abud deja nuestra casa para volver a la Casa Madre . Es reemplazada por la hermana Jane Gibson, siendo ambas chilenas”.

18 de marzo: “Las hermanas Jane y Susana asisten a la misa de cuerpo presente que se dice en la Parroquia por el alma de la Sra. Carolina Arbelaiz, madre del Señor Arbelaiz, Tesorero de la Curia de Buenos Aires”. Agrego que Carolita, hermana de este último, también fue una catequista muy querida en San Isidro.

Cuaresma: “Se cubrieron las imágenes en la capilla con paños violetas. Es una odisea: ¡La comunidad entera tiene que actuar!” Menciona aquí el diario que mensualmente las hermanas tienen retiro con el padre Montánchez.

24 de mayo: “Como en cada solemnidad de la Virgen, se engalana la capilla con motivo de celebrarse el Día de María Auxiliadora, patrona de los salesianos”.

8 de junio: “Día del Corpus Christi. Se celebró con la mayor solemnidad posible. Como la procesión parroquial con el Santísimo Sacramento pasaba por el frente de la casa, se colocaron en las ventanas las banderas patria y pontificia. Las hermanas se adhirieron a la procesión abriendo las puertas y esperando el paso del Santísimo de rodillas y con los velos puestos”.

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21 de agosto: “Terminan las vacaciones de invierno de las alumnas y se reparten entradas para un beneficio organizado principalmente por las señoras Delfina Caprile de Ezcurra, Adelina de Dodero y Elida P.C. Cigorraga”. En estos tiempos leemos en el diario con cuanta generosidad ayudaba la señora de Dodero a la comunidad. Ella y su marido eran los dueños de la casa de música que hasta hoy existe vecina al Instituto.

5 de septiembre: “Con motivo del Año Jubilar está expuesto el Santísimo Sacramento en la Parroquia”.

21 de octubre: “El padre Menini pide especial adhesión para el acto por la declaración del Dogma de la Asunción que se haría el día 23 en el Cine Centenario. En ese día de gran agitación hubo una serie de dificultades, pero todo se soluciona gracias a la bondad y serenidad características del padre Menini, acto que reúne a gente de los dos lados de la vía”.

1 de noviembre: “Su Santidad Pio XII declara Dogma de Fe la Asunción de la Virgen a los cielos”.

25 de diciembre: “La hermana María Luisa tocó el armonio y luego de la misa pasaron a besar al Niño. La alumna María Camila Repetto (Nenunga) trae un postre para la comunidad. Y como en otras oportunidades la Sra. Porto trae helados. Su heladería quedaba en la calle 9 de Julio entre Chacabuco y 25 de Mayo”. Acota el diario que para Navidad hubo días de gran éxito para la librería.

27 de diciembre: “Con la autorización del Cardenal Copello se abre la pared que separa la casa cedida a las hermanas con la de la Srta. María Luisa Copello (o sea el número 327), unificándose ambas casas”.

31 de diciembre: “Llega a la casa la hermana Julia Abal en reemplazo de la hermana María del Carmen, que se va a Rodríguez Peña”.

1951

Que cada uno descubra en el ejemplo de los demás nuevos motivos de amar y hacer el bien

Hebreos 10,24

6 de enero: “La librería “Esquiú”, mimada por todos, hace su último pago a los señores Storni y Lynch. Gran alegría, es nuestra”.

19 de enero: “La señora Adolfina Martínez de Tomé, vecina de la casa, ofrece mandar hielo todos los días, lo que es una bendición del cielo en esos días de calor. Más adelante regalará una heladera para la comunidad, para la cual seguiría enviando hielo”.

13 de marzo: “La señorita Emma Manzone regala una cortina de brocato rojo. Esta cortina servirá para todos los actos que se realicen en la casa”.

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24 de abril: “Las hermanas Victorina Marina y Jane van a Buenos Aires y pasan la mañana íntegra en una librería inglesa eligiendo libros para las alumnas de inglés”.

2 de mayo: “La librería cumple dos años y la comunidad lo celebra con toda la seriedad del caso. Para nosotras ‘Esquiucito’ tiene vida, es un ‘chico’ muy bueno, le hacemos regalos y ‘él’ nos retribuye”.

9 de mayo: “Después de una lluvia torrencial, se llueve todo, Victorina María y Jane suben al techo para quitar ramas y limpiar desagües”.

13 de mayo: “La hermana María Luisa arregla la biblioteca de la Comunidad clasificando los libros y poniéndoles cartelitos correspondientes”.

26 de mayo: “Las hermanas Jane y Victorina María suben al techo provistas de brasero y alquitrán para tapar rajaduras”.

Casas viejas…

¿No es algo así como si sus paredes viejas nos susurrasen otras historias, que no son las nuestras? En este caso la del Cardenal y la de sus familiares. Como si la savia que fuese por sus paredes, testigos de tantas cosas, y continuase así por nuestras ramas y luego será por otras.

Casas viejas de nuestra América joven, donde el barro es su elemento y sustento, sobre todo en nuestra Pampa, tan distinta a la piedra usada en otros lares para durar por siglos. ¡Pero que lindas son! Sobre todo para algunos de nosotros, que vivimos en las casas de nuestros Abuelos: Aljibe, patio y años ha, con chirriante molino de agua helada.

Pero qué difícil mantenerlas: Las manchas, los revoques que con sus humedades comienzan a inflarse cual tímidas velas en el río. Se opina sobre ellas: Vienen de la casa del vecino, son las raíces de los árboles o lo más temido: Hay un caño roto, hay que romper.

Siempre hay un hombre bueno, conocido y recomendado por un vecino. Y que por poco dinero soluciona el problema. ¡Bendito sea Dios!

16 de junio: “Conferencia sobre la Santa Sábana de Turín dada por el Reverendo padre Martino. A las 9AM llega María Camila Repetto (la buena Nenunga) y con ellas traemos como hormiguitas cincuenta sillas de la Biblioteca Popular. Elidita P. de Cigorraga manda flores. A las 17:15 llega Remedios Obarrio de Beccar Varela, una patricia del pueblo, y tras ella, gente y gente. La noche lindísima, una luna preciosa iluminaba el patio que nunca se había visto tan concurrido. La conferencia fue muy interesante y a todos nos gustó mucho. Victorina María le escribe al Dr. José M. Pirán una nota de agradecimiento por el préstamo de las sillas”. ¡Era mi querido abuelo Pepino, que por cuarenta años fue Presidente de la Biblioteca Popular y que – casualidad – había concurrido al Colegio San José con el Cardenal Copello!

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4 de junio: “La comisión de las señoras Amigas del Instituto colocan un maniquí vestido y con la cara de una negra perfecta, para que sirviese de propaganda de una rifa cuyo premio serían alimentos”.

30 de septiembre: “Empezamos a leer en la mesa la vida de la madre María Camila Rolón”.

24 de octubre: “La hermana Victorina María, a pedido de las señoras de la Acción Católica, fue a hablar al Centro de Madres”.

27 de octubre: “En la ciudad de La Plata, Monseñor Solari acordó adaptar el programa de Estudios del Profesorado al exigido en esa ciudad. Al fin de los tres años las alumnas darían un examen general ante un delegado del Arzobispado de La Plata, para que dicha Curia les otorgue el certificado de aptitud para enseñar religión”.

11 de noviembre: “Día de elecciones presidenciales. A las 5:30 se desencadena una tormenta fuertísima y la Casa se llueve por todos lados”.

17 de noviembre: “Día de mucho calor. Las hermanas Susana y María Luisa van hacer visitas par ganar el jubileo y les resultan verdaderamente penitenciales”.

24 de diciembre: “En agradecimiento por lo mucho que hace por la comunidad se le regala a la señora de Dodero un libro y un calendario y a su hija, María, una media de Navidad con muchas cosillas”. Y también: “Para la Navidad ‘El Esquiucito’ le ha regalado a la hermana Superiora un lindo farol de kerosene que estrenamos esa misma noche”.

1952

Bendigo a Yahvéh que me aconseja;Aún de noche en mi conciencia me instruye;

Pongo a Yahvéh ante mi sin cesar;Porque Él está a mi diestra, no vacilo

Salmo 16 (15)

1 de abril: “Comienzan las clases de Inglés y empieza el movimiento de las chiquilinas y bicicletas en la Casa. La hermana María Luisa acompañada por la hermana Susana van a la radio a pasar propaganda para el Instituto en el cuarto de hora que la Acción Católica Argentina le ha cedido en ‘Remember’, una agencia de propaganda que tiene una red de parlantes por las principales calles de San Isidro”.

11 de abril: “Viernes Santo. El Vía Crucis se realizó por la calle desde la Estación hasta la Parroquia”.

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22 de abril: “Elena Bianchi di Cárcano (Lenely), alumna de 3er. Año del profesorado de este Instituto, nos comunica que el 1º de Mayo entrará en las Benedictinas”.

15 de mayo: “Día del Santo Patrono y por lo tanto fiesta en el pueblo No hay clases y hasta el capellán aprovecha para venir a rezar misa más tarde: La misa es a las 7:15 AM”. El mismo día se registra la siguiente entrada: “Comienza la propaganda para la venida del Pbro. Dr. Manuel Moledo, que el viernes 23 de mayo a las 19:30 y con entrada libre disertará sobre ‘La formación intelectual de la mujer’”.

22 de Mayo: “La Comunidad en pleno trabaja en la colocación del toldo que prestaron en la Parroquia”. El patio donde de la casa estaba sin techar, o sea que contaban si o si con la ayuda del toldo.

23 de mayo: “Sol lindísimo, cielo azul intenso. El Santísimo expuesto y mientras dos hacen la adoración, las cuatro restantes se dedican a transformar la Casa, para hacerla un salón de conferencias: Se sacan sillones, la cátedra se pone esquinada y se cubre con un brocato dorado prestado por la Sra. Harte (brocato que siempre aparecerá en nuestras funciones de gala). Las sillas de la Biblioteca van a ser usadas, así que no las pueden prestar. Sí las de la Acción Católica de la Parroquia y alguien consigue 46 más del cine Acassuso. La señoras Dodero, Carrere y Tomé traen las que pueden de sus casas. El camioncito de “Candy” (un barcito de la vuelta) estuvo varias veces en el frente trayendo gentilmente las sillas de la Fundación Anchorena. También hay estufas para caldear el ambiente. Se calcularon más de 300 personas. A las 20:10 llegó el padre Moledo y empezó la conferencia, que fue muy linda, terminando a las 21:45”. Cuando para recordar aquellos años del Instituto entrevisté a Carmen del Molino Torre, ella fue pasando por su corazón tantas cosas, entre ellas que el padre Moledo esa noche había dicho “Comenzó la era del plástico…” Y entre otras cosas, refiriéndose al horario de llegar a misa: “Cuidado con el cumpli-miento, en el llegar antes o después del Evangelio”. ¡Que atención pusiste Carmen, habiendo sido la charla de Moledo cuarenta y ocho años ha…!

24 de mayo: “Somos ayudadas por el señor Grehan, que viene con su auto para llevar el toldo y una alfombra pesadísima a sus respectivos dueños. También un grupo de alumnas de Inglés lleva las sillas a Anchorena y muchas personas vienen a felicitarnos por el éxito de la Conferencia”.

3 de junio: “¡Llueve torrencialmente…!”

4 de junio: “Día feriado. El Presidente toma posesión del mando, día especial para hacer trabajos que no se pueden hacer los domingos, días de guardar o días de clases. Acrobacias para subir al techo con una escalera sobre la mesa”.

5 de julio: “Las hermanas van a distintos lugares a hacer compras, ya que está muy difícil conseguir lo necesario, no pudiendo encontrar leche”.

18 de julio: “A la tarde las hermanas Susana y María Teresa van al Colegio Santa Isabel para entregar al padre Director el nombramiento llegado de La Plata del nuevo confesor ordinario, padre Pérez, S.D.B.”

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27 de julio: “A las 8:00 AM nos enteramos por la señora de la panadería de la muerte de la señora Eva Duarte de Perón, esposa del Presidente de la Nación y que todo estaría cerrado y no habría pan, pero la hermana María Luisa solucionó el problema haciendo cuatro hermosos panes”.

1 de agosto: “¡Gran alegría de la comunidad…! Ante el aviso de Teléfonos del Estado que nos instalarán el teléfono, nos informaron que el número sería 2934”. Recordemos que todavía no existía en San Isidro la central automática con su característica “743” (hoy “4743”) y que para comunicarse había que esperar a escuchar la voz de la operadora preguntado por el número que uno deseaba, en este caso: San Isidro 2934. Escriben las hermanas: “El teléfono nos une más a la Casa madre”.

10 de agosto: “Agustín Giuliani vino a visitar a la comunidad. Era su primera salida de sotana y el muchachito estaba muy contento sintiéndose ya sacerdote”. Cabe recordar la intensa relación que unía a Agustín y a su familia con el Cardenal Copello y la suya y que él finalmente fue un fiel y eficaz sacerdote del Clero Diocesano de San Isidro hasta el día de su muerte, 12 de mayo de 1999.

14 de septiembre: “Día de los Dolores de la Virgen. Termina el Capítulo reunido en Rodríguez Peña al que asisten las hermanas Susana y Victorina María por tener votos perpetuos. Este Capítulo se realiza porque se cumplen los diez años concedidos por Roma a su Eminencia, el Cardenal Copello, para dar dispensas, hacer cambios, nombramientos directos, etc. Es el primer la Capítulo de la C.D.M. Superiora General: hermana Natalia; Vicaria: hermana Angélica; Segunda Consejera: hermana Susana; Tercera Consejera: hermana Victorina María. ¡La Casa de San Isidro tiene dos consejeras!”.

17 de septiembre: “Con gran éxito de concurrencia comienza un cursillo de diez clases ‘El arte de organizar’ dado por el padre Gógala”.

19 de octubre: “La señorita María Laura Rodríguez Alcobendas (Chiqui) trae gladiolos para la Capilla y la orquídea que le había regalado su novio, Enrique Vidal Baztarrica, con motivo de su compromiso”.

27 de octubre: “La hermana Julia va a Buenos Aires a dar examen de ‘Exposición del Dogma’, obtiene sobresaliente con mención”.

21 de noviembre: “Día de la presentación del niño en el templo. A la tarde se festeja ‘el día de la camaradería’ con alumnos de distintos cursos. Todas llevan cosas ricas, hay mantel, candelabros y hortensias en la mesa. Luego unos sketchs muy divertidos. Después Susana, Marta Figueroa y Amalia Lagos presentan un bailecito criollo. Todo entre risas y aplausos”.

3 de diciembre: “Exámenes de Inglés: ¡Demasiada vitalidad en tan reducido espacio!”.

4 de diciembre: “Las hermanas María Luisa y Jane, acompañadas de la señora Dodero, van a la quinta del señor Paillot, para ver en el sitio los personajes del Misterio de

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Navidad. Aunque ya habían oído hablar de la belleza de la quinta, les quedó corta la imaginación, pues la realidad era más linda todavía”. El diario refleja, en este y los siguientes días, la excitación, preparativos y actividades relacionadas con el pesebre viviente y la kermese que se realizarían los días 13 y 14 de ese mismo mes en la Quinta “El Ombú”, generosamente ofrecida por el señor Héctor Paillot y su mujer, Inés Raggio de Paillot.

11 de diciembre: “Las hermanas María Luisa y Susana con un grupo de chicos en el auto del señor Paillot van hacia la quinta. Allí hay otros tantos. Los chicos al verse con un jardín tan lindo y barranca empezaron a correr y rodar a gusto. El alboroto llegó al máximo cuando llegaron los disfraces prestados por el Teatro Colón”.

13 de diciembre: “Sábado, un día espléndido, regalo del Divino Maestro. A las 8:15 viene el joven Galmarini, para ponerse a disposición de la comunidad para hacer viajes a la Quinta. Llevando valijas con libros, cajas con nacimientos, alas, etc. Van también Victorina María y María Mercedes, que se ocuparán del kiosco de la Librería Esquiú en la Kermese. A las 17:15 el ómnibus del Colegio San Isidro Labrador nos viene a buscar. La señora Aurora López ha ofrecido el ómnibus. Natalia va con nosotros. El ómnibus va completo. La quinta está muy bonita. Uno de los kioscos más lindos es de las flores, donadas por el Jockey Club. Es una casita de muñecas rodeada de plantas y flores. Los distintos puestos estaban llenos de público y no faltaba ‘la negra Simona’. A las 18:00 la hermana María Luisa llamó por micrófono a los chicos por grupos para vestirlos. Después de la Adoración de los Reyes, hubo una sorpresa para nosotras y una nota muy delicada y linda para el Nacimiento: Una gauchita trayendo por la brida un petisito negro y un gaucho con todos sus aperos con un hermoso caballo brioso para adorar al Niño y depositar a sus pies un ramo de flores. Gracias a Dios todo queda muy lindo y la bondad del señor y la señora Paillot no tiene nombre”. Todas las personas que entrevisté para escribir estas líneas recuerdan este día con especial cariño y emoción.

14 de diciembre: “Por la tarde continúa la Kermese debido al éxito y que todavía había premios”.

16 de diciembre: “El señor Paillot trae un plano de la Clausura nueva: Seis celdas, un bañito y una pieza grande, mitad Refectorio y mitad Sala de Comunidad”. Como arquitecto, Héctor Paillot no solo ayudó las hermanas del Divino Maestro, sino a muchas otras congregaciones en San Isidro.

25 de diciembre: “¡Navidad…!”

29 de diciembre: “El señor Paillot asiste a la misa de la comunidad y trae una silla como muestra, ya que las encuentra cómodas y livianas. La hermana Susana le manda comprar cinco docenas”.

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1953

Si me amáis, guardaréis mis mandatosJuan 14,15

2 de enero: “Empiezan los trabajos para techar el patio. Hay más obreros que religiosas”.

4 de enero: “Los señores Hector Paillot y Enrique Lagos descuelgan el Cristo de la Capilla, araña y farolitos, preparando todo para la obra”.

23 de febrero: “Con la máquina que había sido limpiada por la hermana Julia, toda la comunidad se dedica a hacer hostias para la Parroquia”.

28 de febrero: “Desde hoy comenzamos a hacer la Adoración a hora fija. Cada una tiene su turno señalado por la Superiora”.

11 de marzo: “Se empieza a llamar a los profesores. ¡Todas son hipótesis!”

14 de marzo: “La Casa cumplirá cinco años de su fundación. Viene la hermana Natalia a visitarnos y le mostramos todas las novedades, que son bastantes”. Quien escribe este diario, entonces, transcribe los versos siguientes:

“A la Casa de San Isidro”

Tan solo un lustro tienes de existencia.¡Oh soberano albergue de las ciencias!

Y a grandes pasos, como gigantese te ve prosperar… ¡Sigue adelante!

¿Recuerdas cuando antaño ni una sillarecibía a la gente de la villa?

Y ¿ni un toldo en el primo patio habíapara darle al corredor frescor de umbría?Y ahora se observa emparrillado airosoque nos dará calor… ¡Pero es hermoso!

Lo que es el llanto de una Superiora.¡Hasta una casa, Santo Dios, mejora!

De la Clausura no digamos nada,ya que no se admira terminada.

De la Comunidad que te engalanaPudiera hablar…, ¡pero no tengo ganas!

Sigue hasta aquí, Verdad esparciendoy que el Amo te siga bendiciendo.

Anónimo Siglo XX

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Y luego agrega: “El anónimo no es tan anónimo, porque todas sabemos que lo escribió la hermana María Luisa Bernaven”.

6 de abril: “Empiezan las clases de Inglés. Este año hay tres turnos a la mañana y cuatro a la tarde”.

11 de abril: “Hoy se colocan los primeros vidrios del patio”.

22 de abril: “La hermana Susana hace un sorteo de las habitaciones de clausura. Se sacan por orden de antigüedad de la Casa, a saber: Susana, Victorina María, Jane, María Luisa, Julia y Rosario”.

6 de mayo: “La hermana Adelaida Ortiz viene en reemplazo de la hermana Julia”.

30 de mayo: “El señor Grehan regala un lindo cuadro de la Cena que se colocará en la biblioteca”.

12 de junio: “La señora Delfina Caprile de Ezcurra (“Chiquita”) viene a proponer que se realicen en el Instituto los “Sábados Culturales”, es decir que cada sábado haya una conferencia o cine o música, etc.”. 18 de junio: “Viene de Buenos Aires la hermana Carmen Susana Campero con una empleada de la Casa Noceto a tomar medidas de los nuevos delantales para las hermanas”.

27 de junio: “Sábado. Desde temprano, movilización. La señorita Angélica Knaar Peuser da una conferencia del ‘Lejano Oriente’ que tiene mucho éxito”.

2 de julio: “Su Eminencia el Cardenal vino a visitarnos y a conocer las nuevas obras”.

5 de julio: “La hermana Natalia da orden que la medalla se use en la solapa y no sujetando el cuello, cuando se use delantal”.

1 de agosto: “Sábado: El programa es la película ‘De París a Bombay’. Las hermanas Victorina María, María Luisa y Jane suben al techo con toldos para tapar los vidrios y oscurecer”. ¡A esta altura podemos imaginar que ellas eran todas unas expertas en trepar a los techos de la Casa!

5 de agosto: “El padre Dan da una clase sobre “Rito Oriental” a las alumnas y dirigentes de la Acción Católica”.

9 de agosto: “El señor Dodero se entusiasma al ver el piano y nos da todo un concierto”. Y sigue: “Estando Natalia viene la señora de Ezcurra que está feliz de encontrarse con ella y exponerle todo su proyecto”.

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12 de agosto: “Cumpleaños de la hermana Jane. La Comunidad le regala ‘La Teología Moral’ de Bufanda”.

1 de septiembre: “María Camila Repetto da examen de ‘Gracia y Pedagogía’ sacando sobresaliente y terminando el Profesorado. Es la primera alumna del Instituto que reúne todos los exámenes”.

19 de septiembre: “Sábado. Concierto vocal de los Gómez Carrillo. Todo el patio lleno de sillas antes de las 18:30. Como la casa es chica y todos se conocen, se perdonan”.

21 de septiembre: “Día de la primavera y de la excursión al Paraná, que se venía organizando. A las 8:00 AM las hermanas Susana, María Luisa, Adelaida y Jane acompañadas de un grupo de alumnas, entre ellas Ethel Etchart, Irma Jofré, Alicia y Delia Galeazzi, María Dodero, Estela Greve, etc., etc., salen del Instituto y se dirigen a la Estación del bajo para tomar el tren al Canal de San Fernando. Más alumnas suben allí y son cerca de 25 sanisidrenses las que suben al barco “Ciudad de San Fernando”. Un grupo grande de 200 de Buenos Aires, de la Casa Madre, con casi todas las hermanas y las postulantes de Mataderos. Hubo algunos percances. Luego de dos horas de navegación en un día precioso se llegó a la Isla Crovetto, una isla grande en que todas pudieron jugar, correr, explorar, sacar fotos, etc.”

22 de septiembre: “Las hermanas Victorina María y Rosario van a Buenos Aires a buscar la estatua de Divino Maestro que hizo Katkov para San Isidro. Las trae el Sr. Paillot” . Las hermanas me han contado que él era tan piadoso que les propuso rezar un rosario en el trayecto.

1 de octubre: “El Cura Párroco Pedro Menini celebra una misa de acción de gracias por cumplirse veinte años desde que se hiciera cargo de la Parroquia de San Isidro”.

Noviembre: “Empezamos el mes de María con toda solemnidad. Cantamos “Venid y vamos todos” encendiendo las velas y a continuación el Rosario y otro canto distinto para cada día al terminar. Además sacamos cada una una flor espiritual”.

7 de noviembre: “A las 9:00 AM el Reverendo padre Martino celebra la misa en la que toman la Primera Comunión dos niñitas preparadas por la hermana Susana: Sarita Nin Mitchell y Margarita Ezcurra. Al acto se le da toda la solemnidad posible, se canta, se les hace rezar la misa y el padre da una platiquita antes de la comunión. Inmediatamente después de la Misa las dos niñas renuevan las Promesas del Bautismo. Una vez terminada la ceremonia ellas y sus familiares pasan a tomar el desayuno, preparado por la hermana Rosario y servido en la Biblioteca. El asiento de cada niñita tiene su arreglo especial de flores y además un paquetito que contiene la figura del Niño Jesús recortado en madera, regalo de la hermana Susana”.

Esta entrada anotada en el diario, así como la que sigue, las he trascripto para recordar la unción y el entusiasmo que ponían las hermanas en ocasión de cada Misa de Primera Comunión.

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5 de diciembre: “La niñita Basavilvaso toma la comunión en nuestra Capilla. El Reverendo padre Astorga S.D.B. recién ordenado celebra la Misa. Las señoras Graciela de Molina y Elvira Montes de Oca de de las Carreras cantan durante la Misa y se ofrecieron generosamente para cantar cuando tengamos Primeras Comuniones”.

El día anterior (4 de diciembre) se registra la siguiente importantísima entrada: “Desde hoy y todos los viernes hasta marzo, a pedido de la Comisión Organizadora del Congreso de Religiosos serán considerados como ‘Día de Oración y Sacrificio’. Después del Rosario se cantará el ‘Salve Regina’ y a las oraciones de la noche se agregará el ‘Veni Creator’. El ‘Ubi Charitas’ y la oración por el Congreso se realizarán diariamente. Además a la noche tendremos colación como los días de ayuno eclesiástico. La Superiora recomendó también que la mejor mortificación que podíamos ofrecer por el éxito del Congreso era dominar los distintos estados de ánimo y mantener, como lo piden las Constituciones, ‘una alegría santamente inalterable”’.

23 de diciembre: “Hoy fue el sorteo de la Lotería Nacional y con él se rifó el surtido de comestibles de la ‘Negra Simona’. Este año el premio cayó en un número sin vender y por lo tanto el surtido (de alimentos) quedó para la Casa”. 24 de diciembre: “Por primera vez desde la fundación de la Casa tenemos Misa de Medianoche. Las alumnas traen cuatro docenas de gladiolos, Susana compra dos más y una alumna del Profesorado completa la séptima. ¡El Altar tapizado en flores!”.

30 de diciembre: “El día más caluroso del año, pero a pesar del calor un gran número de alumnas se reúnen en el Instituto para agradecer a Dios los beneficios del año 1953”.

1954 (Año Mariano)

Proclama mi alma la grandeza del Señor,se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi:Su nombre es Santo

y su misericordia llega a sus fielesde generación en generación.

Cántico de la Santísima Virgen María

5 de enero: “Día de mucho calor. La hermana Susana sale a hacer compras misteriosas para Reyes”. También figura que ese día que: “Se reúnen las señoras de la Comisión y renuncia la Presidenta, la señora de Ezcurra”.

6 de enero: “Las hermanas Susana y Victorina María preparan con las cosas de la rifa tres grandes paquetes para regalarles a las tres personas que trabajaron más juntando

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comestibles y vendiendo números: Señora Adelina de Dodero y señoritas Emma Manzone y Camila Repetto”.

18 de enero: “Desde hoy durante todo el Año Mariano se rezará después del Rosario la plegaria compuesta por Su Santidad Pío XII, de acuerdo al pedido hecho por el Señor Obispo de La Plata”.

20 de enero: “Empiezan nuevamente las clases de la nocturna. La hermana Victorina María dará ‘Moral’, la hermana María Luisa, ‘Dogma’ y la hermana Jane, ‘Liturgia’”.

22 de febrero: “La hermana Susana va a Adrogué. Trae un cacharro de barro cocido para colocar sobre la chimenea, regalo de su hermana Margarita Portela Lagos, traído de Tilcara”

28 de febrero (Domingo): “La Comunidad tiene su día de retiro. Da las pláticas el padre Montánchez”.

3 de marzo: “Empieza el Congreso de Religiosos. Al acto de apertura van las hermanas Susana, Adelaida y Jane”.

8 de marzo: “Todas, menos la hermana Victorina María, vamos al acto en homenaje al Pontífice que tiene lugar en el Luna Park. Resulta algo magnífico, imposible de describir y que nunca se esperaba. La hermana Susana logró ubicarse junto a las hermanas de San José, quienes la trajeron en ómnibus”.

18 de marzo: “La hermana María Luisa arregla los horarios y llama a los padres para el profesorado”.

5 de abril: “Empiezan las clases de Inglés. Este año se han arreglado los horarios de manera que la hermana Jane pueda asistir a las clases del Profesorado. Para poder dar abasto con todas las alumnas las clases de los diversos turnos se redujeron de tres a dos veces por semana”.

6 de abril: “La hermana Adelaida Ortiz se va a la Case Madre. Viene en su reemplazo la hermana Julia Abal. La acompaña la hermana María Argentina Torres”.

8 de abril: “Se reúnen las señoras de la Comisión y fijan la Conferencia del R.P. Azcárate ‘La Vida es un Cántico’ para el 8 de mayo”.

2 de mayo: “Festividad litúrgica del Buen Pastor y quinto cumpleaños del ‘niño’ de la Casa, el rincón más concurrido de la Casa: La pequeña librería. Durante la mañana un cruce y recruce de fluidos de ‘misterio y conspiración’. Todo es tratar de esconder regalos, papeles con idas y venidas. Pero ya sabe la encargada que el ‘Esquiucito’ será el astro del día y que la jornada terminará con regalos del ‘Esquiú’ para la Casa y las hermanas. Siguiendo la tradición, todas se afanan de algún modo. Quien pinta papeles, quien hace multiplicación de paquetes, quien se encierra a escribir un libreto para la fiesta. Al mediodía la Superiora hace entrega de una invitación de la Comunidad a ‘Esquiucito’

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representado por su ‘madre’ hermana Victorina María. Hay un conflicto: ‘Esquiú’ también invita y la Comunidad no tiene inconvenientes de asistir a los dos festejos. ¡Es una auténtica fiesta de la C.D.M.! Primero el homenaje de la Comunidad al Infante. Con cortes musicales se trasmiten los saludos. La Casa se llena de risas. Y luego ‘la madre a su hijito’”.

Con esta simpática cita concluye la historia que surge de estos queridos cuadernos. Como les conté en la primera página de este relato, la invitación de la hermana Nelda fue para mi un real flechazo, ya que nací en diciembre de 1947, o sea que la Casa es nada más que un año más joven que yo. Viví siempre en el empedrado de San Isidro. Las personas que las hermanas conocieron a lo largo de todos estos años fueron y son parte de mi vida. También en ocasiones tocaban a la vida de mi marido, Martín, muy reciente alumno de los talleres de actualización. Y ahora, como siempre, apoyo de mis ojos con problemas, compartiendo vidas.

Las flores…

Señor cuando florece un nuevo díaen el jardín del tiempo,

no dejes que la espiga del pecadovierta en él su veneno.

Himno del Laudes

Leer los diarios de las hermanas ha sonado también en mí como un eco: Las flores, entre tantos aspectos que hacen a la vida diaria de las hermanas.

Las flores parecen acompañarnos desde siempre. Están en nuestras celebraciones adornando la capilla sobre todo en las fiestas de María, llevando sus colores y perfumes para atraer lo bonito y etéreo que de la tierra viene. Que amor se ha puesto en ellas en esta casa. No solo las del florido jardín, las compradas con esfuerzo, también las traídas por vecinos y alumnos. Ellas hacen brotar un profundo sentimiento de alegría, de gratuidad, de éxtasis ante la perfección de la naturaleza. Son muestras de amor, de ofrenda, de que lo estético hace más luminosa nuestra vida.

Hay hermanas que ponen un amor especial en ellas…

El ramo de flores que una novia, con su flamante marido, trae para entregar al Divino Maestro: “Protege Señor el camino que juntos hoy iniciamos… Traemos este ramo porque esta casa nos ha acogido…” Las estrellas federales, que mientras en el hemisferio norte son parte de la alegría de los altares navideños, aquí están con su rojo fuego en Pentecostés. Y así van durando para el mes de junio cuando Jesús nos muestra ese Corazón que tanto amó. Los meses de María con ecos de “con flores a María”, flores blancas de pureza, quizás alguna “tomada” de un jardín vecino, “pero, si eran para la Virgen…” Las retamas sanisidrenses con sus dulce aromas, junto con las margaritas… ¡Que mejor para una comunión…! Los grandes gladiolos que siento que solo lucen cuando están dedicados al Reino del Santísimo: La capilla. Que decir de los jazmines, perfume a verano, chiquitos, en grupo, formando rondas o solos… Aroma a santidad, expresión de amor profundo. Los

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claveles que vinieron de España, llevados allí por un rey moro… Cuantos recuerdos evocan a muchos… Las rosas nunca faltaron a principios de octubre. Sus apretados botones nos hablaban de esperanza, si de belleza con sus distintos tonos y embriagador perfume. ¡Que Santa Rita en el patio, admiración de Monseñor Aguirre…! Los azahares que perfuman la calle de entrada y ya dentro, las hortensias y agapantos en verano. Es como si uno pudiera, por el sentido del olfato, decir en que época del año estamos.

El padre Manuel Moledo vuelve a visitar la Casa

En julio de 1954 el padre Moledo vino al Instituto por segunda vez. Chiqui Vidal Baztarrica lo recuerda muy bien porque ella, que ya conocía a Moledo, viajó en tren y subterráneo a pedirle que diera esa segunda charla en San Isidro. Y Luís María Belgrano, porque, invitado por Edilita Cigorraga, fue la primera vez que vino a nuestra Casa. Han pasado tantos y tan buenos profesores y profesoras en ayudarnos a crecer, que sé que esta es una elección mía. Con ella pretendo que los más viejos, entre los que me incluyo, hagamos un pequeño homenaje a la humilde presencia de Manuel Moledo y que los más jóvenes atisben en pocas líneas al hombre y al sacerdote que nos cautivó.

Nacido en Buenos Aires en 1907 de padres españoles, estudia filosofía en el Seminario de Buenos Aires (pontificio) y el doctorado en Teología en la Gregoriana de Roma. Todas las clases, como era común entonces, en latín, griego e italiano. A su regreso, el Sábado Santo de 1932 es ordenado sacerdote. Luego de pasar por el Bajo de Flores, por Santa Julia de Caballito y otras parroquias, trabaja con los Jóvenes de Acción Católica (JAC), con la Acción Católica Argentina (ACA), funda la Liga de Padres, la Liga de Madres y, en 1953, la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE).

En el profundísimo libro “Escuchando a Moledo” de José Luís de Imaz, leemos que él se describía como “no rígido” y hablando de sus charlas, el autor nos dice: “… él nos brinda su mensaje oral, inserto siempre en el control del tiempo: Cada vez que nos entrega una idea profunda, una de esas ideas constitutivas, lo hace también con sus pausas, las indispensables para que maceremos esas ideas. Y eso lo logra hasta con el empleo de varios sinónimos sucesivos, y por la cadencia de la frase. Además tiene su ‘tiempo’ de entrada al tema, los minutos indispensables para ir calando en su público, la acogida y recepción a cuanto nos habrá de decir”. Y luego: “Se deja guiar por sus intuiciones acerca del público, optando entre alguno de esos caminos en que se abandonó al Espíritu”, para concluir que: “Lo que Moledo hizo a lo largo de toda su vida, es decir, anticipándose al Concilio, fue evidenciarnos lo esencial del Cristianismo”.

Y tal cual: En una de las charlas que Imaz glosa y compila, Moledo recuerda que Jean Guitton escribió que si algún día, por esos azares de la historia, llegaran a desaparecer, llegaran a quemarse todos los Evangelios y solo se salvara de ellos la página sobre los discípulos que iban en el camino de Emaús, nada se habría perdido del Cristianismo, porque ese episodio sintetiza toda la vida de Cristo y su relación con los hombres.

El 24 de junio de 1988 Manuel Moledo renació a la Vida definitiva.

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Vocación

A ustedes, a quienes Dios conoció deantemano y eligió y santificó por el

Espíritu para obedecer a Cristo Jesúsy ser purificados por su sangre.

¡Que la gracia y la paz abunden entre ustedes!1ra Pedro 1,2

Jesús nos invita a hacer de nuestra existencia una historia de Amor, así fueron llamadas las hermanas por un mediador distinto, ya sea un sacerdote, una amiga, un familiar, una compañera de estudios... El Divino Maestro, otro Cristo que aparece en determinado momento de nuestras vidas golpeando nuestro corazón. Cuantas dudas, cuantas veces miro de costado, cuantas postergaciones. ¿Podré vivir en comunidad? O tal vez como Pedro, niégalo que te niégalo, ¡como dirían nuestros antepasados gallegos! Algunas valientes desenvainaron la espada para morir a ellas mismas y averiguar de qué se trataba. Acercándose de a poco o a veces como una zambullida al agua renovadora de tantas cosas vividas.

¿Es esto una vocación o acaso un escapismo? ¿Tengo la edad correspondiente? ¿Y si se me cruza un buen muchacho? ¿Formar un santo hogar? ¿No lo necesita tanto este mundo? ¿Y mi instinto maternal? Si adoro levantar a mis sobrinos y a cuanto chico se me cruza. Y sigo discerniendo. Voy al Santísimo: ¡Háblame Señor mío! Nos gustaría que el Cristo del altar nos tendiese los brazos y nos dijese: ¡A ti te necesito, hija mía! Pero cuando escucho con el corazón estoy en sus brazos y poco a poco algo se ilumina para decir: ¡Si! A veces tímido, otras veces salido con fuerza desde el fondo de nuestro ser.

Hay veces, ¡alabado sea Dios!, que la vocación viene de lejos. Para algunas la duda será que congregación. Unas de entrada dijeron: “Con las chicas de la madre Montes de Oca…”, otras habrán pensado en otras congregaciones. Y ahora creo que como amiga respetuosa, dejo un largo espacio en blanco. No soy yo nadie para seguir jugando al acertijo. Solo sé que en las hermanas sopló el Espíritu para hacer de ellas una historia de amor.

Pasaron los años… El llamado puede ir por esos u otros caminos. Pero de a poco a todas las congregaciones les fue llegando la crisis de vocaciones. Salvo muy pocas excepciones, los conventos se fueron vaciando. También le ha ocurrido al Seminario Diocesano “San Agustín”, donde en nuestra Casa se hacia “cola” en la Librería para comprar los libros de regalos para sus ordenaciones ya que en años llegaban a 10 u 11.

Ahora hay que manejarse en “la escasez”, se ordenan 2 o 3 sacerdotes, por año. En nuestra Casa poblada de hermanas quedan montones de recuerdos de las que por allí pasaron y como cadena nos fueron transmitieron La Palabra y el vivirla. Las hermanas Nelda Etchenique, Susana Chiara y Miriam Marx van y vienen, con gran empuje dando vida a Teología, Biblia y talleres a donde vemos gente afanada y entusiasmada, el río sigue corriendo…

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El barrio

Te den, oh Dios, gracias los pueblos,todos los pueblos te den gracias.

Salmo 66

Dios habita en nosotros. Hizo en nosotros su morada. Aquí estamos con lo que somos. Cristo nos pide que nuestra santidad se mida en relación con otros. Esa medida la hacemos caminando en un barrio, relacionándonos con un pequeño grupo de la humanidad que, a veces sin darse cuenta, espera de nosotros. Nada es descarnado, cuanto más humanos, más cerca de Dios estamos.

El Instituto está en un barrio, allí hicieron su morada las hermanas. Palabras entre papeles viejos quiero compartir, palabras contadas, palabras vividas. La calle 25 de Mayo fue parte del Camino Real, con las salidas de coches hacia lo que hoy es Libertador. El 18 de julio de 1913, con la presencia de los vecinos, se llevó a cabo el ensayo del nuevo alumbrado eléctrico. En 1929 el Consejo Deliberante sanciona una Ordenanza para que los vecinos de las calles Roque Sáenz Peña y 25 de Mayo construyan sus veredas, ya que sus calles han sido adoquinadas. La calle 25 de Mayo fue en un tiempo lejano testigo de las alegrías que producían en los pobladores los corsos de carnaval.

Enfrente de nuestra Casa, en lo que hoy es el reluciente Citibank, cuando llegaron las hermanas había dos chalets ingleses, que años habían sido la pensión Frías con salidas a la calle Chacabuco. Con el correr de los años por allí pasaron la “Alliance”, el Colegio Joaquín V. González y el Colegio San Trinean’s.

La “Antigua Casa Mary” funcionaba en la cuadra siguiente hacia el CASI. En 1960 se trasladó al local que ocupa en la actualidad, el que hasta ese año fue de la familia Dodero incluyendo hasta la esquina que ahora ocupa Juan M. Pasman Propiedades. En los apuntes de las hermanas vimos con que cariño la familia Dodero recibió a la Congregación y cuanta ayuda le brindó.

Al lado, hacía la Biblioteca, por muchos años la casa de la familia Zocchi. Del otro lado, un petit hotel que perteneció a la familia Ramírez, y que desde el año 1957 es el “Club 300”. En la esquina de Belgrano y 25 de Mayo, allí adonde apuramos el paso si venimos de la estación, para no llegar tarde a alguna clase, estaba originariamente la Casa de Ramos Generales de la familia del Cardenal Copello. Cuando llegaron las hermanas era la confitería “Petit Café”, luego por años la gomería de Jesús Fontenla, más tarde el Banco del Buen Ayre y hoy el Banco de la Ciudad de Buenos Aires. Así es un barrio según pasan los años…

Enfrente, sobre Belgrano, los zapateros remendones Totó y Micele, que abrieron su pequeño negocio en el año 1968 y lo vendieron en 2008. ¡Tantas veces recurrieron a ellos las hermanas! También hacia el CASI estuvo un tiempo la fiambrería “del Alemán” que las sacaba de apuros. Las compras en un principio, y cuando se podía, las hacían en lo que por

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muchos años fue el mercado de San Isidro, en la calle Cosme Becar, donde hoy tenemos en su Paseo la capillita de la Virgen de Luján y, arriba de lo que fue el mercado, la Casa Pastoral. En 1961, se abrió el Supermercado Disco y la caminata de las hermanas para aprovisionarse las llevaba hasta a la Av. Centenario. También como almacenes estuvieron el de Sáenz Lamuedra, en 9 de Julio y 25 de Mayo, y a la vuelta, sobre Libertador y Belgrano, la Provisión Rodry.

Otros vecinos “importantes” fueron la joyería Testorelli, lugar obligado para reparar los relojes a cuerda; la heladería Porto, también sobre 9 de Julio, amigos de las hermanas, ¡cuantas veces con su regalos de helados “aligeraban” las tardes de verano!; la mercería La Estrella, por años propiedad de la familia Copello; también en Belgrano estaban las otras tiendas importantes: “Casa Negra” y la zapatería “Olivero”. Aunque hay que recordar que muchas cosas de las pocas que compraban lo hacían en la ciudad de Buenos Aires, viaje fácil en los primeros tiempos dados los buenísimos trenes que nos unían con ella. También recuerdo de ese tiempo los comisionistas que traían cosas desde el centro a San Isidro.

Nuestra casa paterna quedaba a seis cuadras del Instituto. O sea, que este también era mi barrio. Hay tantos negocios que nombraría: la farmacia Perlender con su “boisserie”, espejos y frascos en 9 de Julio y Chacabuco y, cruzando la calle, la librería Marieta atendida por sus dueños. Como dato curioso cuento que frente al Correo, había una casa que vendían disfraces y una sombrerería de señoras, que en 1948 trabajaba más de lo que hoy nos podemos imaginar.

El Correo, en la mitad de la cuadra de 9 de Julio entre Acassuso y Chacabuco, creo que merece que nos detengamos para realizar ese ejercicio de imaginación al que me refería en las primeras páginas. Un edificio importante al que se accedía por dos altos escalones de mármol ¡deformados por su continuo uso! Tantas cosas pasaban por allí, no solo las cartas (simples y certificadas) con los amables carteros que todos conocíamos por sus nombres, sino también los telegramas, documentos, giros, libretas de ahorro postal, etc. Los pisos de pinotea, que se hundían cuando uno entraba, nunca habrían conocido la cera; mostradores de madera y, atrás, vidrios de colores verdes y violetas que alejaban el patio. También tenía un gran sótano, el cuál durante un tiempo sirvió de depósito de bicicletas, pelotas, muñecas etc. que el gobierno del momento repartía para Navidad. Muchos años después mismo edificio se transformó en casa de venta de empanadas, luego – ya demolido – en mueblería y así hasta una casa de deportes.

En 1972, se inaugura el nuevo edificio de Tribunales, imprimiendo en San Isidro una febrilidad muy grande. Las necesidades fueron variando, se crearon nuevos negocios; las compras ya se hacían casi todas aquí, las casas daban paso a pequeños locales, kioscos, casas de fotocopias, regalos, con parquímetros en sus veredas. Y mucho más recientemente la sede de la Municipalidad se trasladó de la calle 25 Mayo a la Avenida Centenario.

Muchos nombres quedaron de lado, pero no quiero hacer una guía de San Isidro y sus negocios, sino tan solo mencionar los que fueron de cierta importancia para las hermanas y el lugar, con el imperturbable mástil y su bandera, por donde todos hemos circulado para llegar a nuestra Casa.

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Testimonios de las hermanas

… andaba Jesús por las ciudades… predicando acompañado de los doce y de algunas mujeres.

De María, por sobrenombre Magdalena, de Juana, mujer de Cusa, de Susana y de otras

muchas que le asistían con sus bienes.Lucas 8, 1-3

Ya conté que al comenzar la tarea de escribir estas líneas mis pasos fueron a la Casa de la calle Rodríguez Peña. Así fue como visité a varias hermanas que pasaron por San Isidro y otras que no. A algunas ya conocía. Quería estar con ellas, escucharlas, verlas, tocarlas, acariciarlas, aunque a veces tan solo con un beso. En otros momentos mis pasos se encaminaron al Hogar Belén de Ituzaingo donde viven otras. De Rodríguez Peña fue desde donde en 1948 ellas partieron hacia San Isidro. En las palabras de una de ellas: “Tan lejos, que había que cruzar la General Paz…”

Al llegar a la Casa una es bienvenida por un retrato de mirada especial: La de la hermana Natalia. En esa casa todo impresiona: Los altos techos, sus parquets, boisseries, la gran escalera con su pasamanos de bronce, “la sala rutilante”, los salones, biblioteca… ¡Que casa la del matrimonio Devoto! A quienes quieran conocerla es una experiencia muy linda, sin dejar de llegar a la Capilla.

Allí pasé muchas mañanas recibida por la simpática secretaria, Gabriela, que llamaba a la hermana con quien me iba a encontrar. Era un estar lindo donde ellas me regalaban vida. Abrieron sus corazones, participé de sus misas, almorcé allí y hasta una tarde dormí un rato de siesta en su enfermería. Así me fui encontrando día a día con ellas. Me contaron algunas cuanto de su formación le debían a la Acción Católica. Me hablaron de Mataderos, la calle Del Corral, donde se hacía parte del Noviciado. Pioneras en las congregaciones sin hermanas legas, podían ser superioras y luego en la portería. Al principio no hubo uniforme, luego traje sastre negro las profesas, azul las temporales. En los primeros tiempos, redecillas para el cabello y en la vida diaria, delantal.

Retazos y Afanes de Vida

Encuentros con las hermanas, encuentros de las que pasaron la mayoría por nuestra Casa. Con algunas charlé más de sus vidas, vocaciones, familias… Con otras, del tiempo que en San Isidro estuvieron. No soy periodista, a veces me pongo metas para estos ratos y no salen, pero lo lindo es que estamos juntas y que lo que me cuentan es con cariño, son pedazos que me entregan y que las escucho.

¿Quien sino ellas son las que hacen de nuestra Casa una casa como la que vivimos, una Casa de puertas abiertas? ¿Quien sino ellas entregaron su vida al Divino Maestro y con su “si” continuo renuevan ese momento?

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No poder dormirse a pesar del cansancio, desvelarse temprano, hay tantas cosas que están detrás de lo que recibimos. Juntas hay que planear reuniones y también salir del paso. Todos sabemos eso: No se puede bajar los brazos, hay que estirar el presupuesto, mantener lo que está, actualizarse, porque ahora la tecnología cambia y rápido… Se necesitan tantas cosas… sobre todo en “Regina Pacis”: Computadoras, material de trabajo, ampliaciones, aunque sean pequeñas, juntar los pesos para pagar los sueldos… Ahora, que son tiempos de inseguridad, hay que tomar tantos resguardos, mamparas y llaves aparecen por todos lados… Necesidades personales… ¡Cuantos apuros! ¡Cuantas cosas postergadas!

Nosotros llegamos y dejamos todo eso en nuestros hogares. Queremos estar, queremos crecer, queremos encontrarnos… Pero tras cada sonrisa de una hermana que nos recibe hay una vida de entrega que hace posible que sintamos… ¡que bueno es estar aquí…!

Jane Mary Gibson

Nació en Valparaíso, Chile, el 11 de agosto de 1920. Tenía tres hermanos. En 1947, a los 27 años, llegó a nuestra Casa y en distintas oportunidades fue superiora casi veinte años. Remitiéndonos a las páginas del diario – que ella redactaba día a día – tenemos una buena idea de su continua actividad en la Casa. Por sobre todas las cosas fue muy querida y recuerdo en especial su sonrisa, sus ojos claros, su tonada, su empuje, su interés por el otro… Fue la primera hermana del Divino Maestro que conocí cuando hace casi cincuenta años vine a esta Casa a tomar clases de inglés. Ahora, gracias a escribir estos recuerdos, tuve la dicha de recoger las cosas lindas que “sus alumnas” decían de ella. Hace muchos años tuvo un derrame cerebral, la he seguido viendo y todavía hoy, cuando me ve, se le ilumina la cara y como desde el más allá me dice “¡Virginia!” Entonces mi corazón reboza. Gracias te doy, Jane, en nombre de todas tus alumnas.

Zulema Galíndez

Nació en 1923 en la capital de Córdoba en una larga familia de doce hermanos, sufriendo a de poliomielitis a los nueve años. Ella y cinco hermanas estudiaron magisterio en el Colegio de la Hermanas del Huerto terminando en el Belgrano, que funcionaba en Montserrat. Una de sus hermanas fue monja escolapia. Su padre influyó para que estudie, facilitando su amor por el estudio el que la casa familiar quedara a solo cinco cuadras de la Universidad, por lo que podía llegar caminando. Era un momento de ayudar al mundo después de la guerra, por lo que se inclinó por la economía.

Su vocación surgió cuando a través de Ofelia, una amiga, conoció a la Madre Natalia. En enero de 1950 entró en la congregación y en 1952 hizo sus primeros votos. Como ecónoma, trabajó en Rodríguez Peña y en San Isidro. Conocí a Zulema en nuestra Casa y a veces lo consultaba a mi marido, Martín, sobre temas de economía, ya que coincidían en sus estudios universitarios. Luego la visité varias veces en la nutrida biblioteca de Rodríguez

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Peña, en la que trabajaba. Ahora partió a un mundo pleno, “sin escasez” como dicen los economistas, a una vida de alegría.

Carmen Susana Campero

Nacida en 1925 en la calle Arenales, a los once años, en la Parroquia del Pilar, toma contacto con Albertina Lanusse y el clima que se vivía en la Acción Católica tras el Congreso Eucarístico Internacional de 1934. Me cuenta que si bien en su casa le enseñaron valores verdaderamente evangélicos, respeto, honorabilidad, trabajo, etc., siendo su padre “liberal”, su madre, en aras de la paz del hogar, evitaba los temas religiosos. A los 15 años dio un examen en el Instituto y conoce – quedando muy impresionada – a Natalia Montes de Oca, pero la muerte de su madre la retiene junto a su padre. Algo más tarde y tras haber pensado en ingresar sin permiso, su padre cambia de actitud y la autoriza a entrar en la Acción Católica y en la congregación. Tras una carta de Natalia a su padre, nació entre ellos un gran entendimiento.

Vivió en nuestra Casa desde 1955 hasta 1969 dedicándose especialmente a la catequesis renovada, dejando atrás – antes que esto ocurriera en otros lados – el método de las preguntas y respuestas. Fue así una de las hermanas más recordadas por quienes en esos años frecuentaron el Instituto. Preparó a niños de familias enteras, de quienes ella recuerda con especial cariño a los Vidal Baztarrica, Palau, Pollitzer, Dithurbide, Ponce de León, Freixas de Morixe, Durini, Agote, Ayerza, Lacroze, Llosa, Beccar Varela, Dahl Rocha, Silveira y muchas más.

Águeda Schafer

Nació en 1928 y decía que era del campo, de la provincia, muy piadosa, que le gustaba leer en vez de limpiar. De una larga familia, ya que eran ocho hermanos y sus padres había criado tres más. ¡Que generosidad! Cuando Águeda tenía nueve años su mamá murió rezando para tener una hija religiosa. Con diecinueve años llega a Buenos Aires – ¡La gran ciudad! – con muchos temores. Habla con Monseñor Gardella, Capellán del Ejército, quien le sugiere la Congregación de las Hermanas Azules o del Divino Maestro. En Rodríguez Peña se encuentra primero con Angélica y luego con Natalia. En esa primera corta reunión queda impresionada e impregnada por esa mujer, por sus ojos, por su mirada. El día que cumple los veinte años la entrevista Monseñor Copello y le dice “Vd. entra de pies a cabeza”. Su papá le insiste que recuerde que es una decisión de por vida. Estuvo en San Isidro solo un mes de postulante. A los días de haber entrado la hermana María Argentina Torres “la pidió” para la casa de Mataderos, donde funcionaba un Jardín de Infantes. Después del Concilio estuvo dieciocho años en La Rioja.

Una mujer muy blanca, de rostro suave, con quien congenié mucho. Primero en Rodríguez Peña y luego en Ituzaingo. Sufría del corazón y era un encanto de persona. Cuento de esta charla porque nos habla de tantas cosas de una vida de entrega. Nos tomamos mutua simpatía y, como mi familia tenía campo, encontramos una expresión, común en “la

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provincia”, que a nosotras nos unía jocosamente a modo de saludo: “Que lo tiró de las patas”. Gracias Águeda

Delia María Espiñeira

Nació en Concordia porque su padre, porteño, había sido poco antes nombrado jefe de impuestos en esa ciudad. Al enfermarse dos de sus hermanas de tifus, el padre clamó por regresar a Buenos Aires. Delia María conoció al Instituto de Rodríguez Peña estudiando en la Escuela de Ciencias Sociales, pionera en el tema. Estos estudios le abrieron nuevos horizontes: Se recibió en 1951 y entró en la congregación el 1 de febrero de 1952.

Ya en 1955 y siendo superiora de San Isidro la hermana Dolores Lessa (Lola), me contó que, cuando la Revolución, sentían como pasaban hojas de cuchillos por las rejas de las ventanas para asustarlas. Entonces el señor Grehan, amigo de la Casa, repartió las formas consagradas entre conocidos actuando de alguna manera como “el primer diácono laico” de San Isidro y luego enterró los vasos sagrados en el fondo del jardín. De esa primera estadía en nuestra Casa, Delia María recuerda que la hermana Victorina María, encargada del “Esquiucito”, lloraba cuando vendía algo que quería mucho, por ejemplo un San José. Le daba pena “perder” las cosas lindas.

Delia María vivió a esta Casa hasta 1959 para pasar luego a Concordia, donde permaneció hasta 1969. Tras un año sabático para estudio (1970), pasa a Hurlingham (noviciado) hasta 1973 y luego nuevamente a San Isidro desde 1974 hasta 1979. De esta etapa recordó con mucho cariño al padre Carlos Franzini, hoy Monseñor y Obispo de Rafaela.

Sus familias las visitaban en San Isidro llevándoles cosas ricas para la Comunidad y asistiéndolas en lo que podían. De la hermana Jane Gibson recuerda las visitas que le hacía su madre viniendo desde Chile. Había hermanas que eran del interior, así que cuando las visitaban sus familiares se alojaban en Rodríguez Peña. Recuerda a la hermana Petrona Segovia como encargada de la Librería en nuestra Casa y a la hermana María Argentina Torres, que hizo un culto de la amistad, conservando muchas amigas que todavía hoy la visitan en Rodríguez Peña. También el viaje que hizo Carmen Susana a Tierra Santa en 1996 junto a Sarita Diehl y Margarita Ortiz de Palacios (Peggy) y un grupo de treinta personas de la Parroquia del Huerto de los Olivos y de Córdoba.

Otro recuerdo, que nos habla de la amistad generada por Jane y de la generosidad de sus amigas, fue el viaje que ella, Sarita Diehl, su hijo Ezequiel e Isabel Chávez hicieron a Escocia en septiembre de 1997. Delia María me trajo el álbum de fotos de ese viaje, en el que podemos verla a Jane en su silla de ruedas tras su derrame cerebral y leer lo siguiente:

18 de septiembre de 1947 entra en la congregación18 de septiembre de 1997 llega a Escocia

La providencia quiso que el mismo día que Janecita dijo “sí” al Señor pisando tierra argentina, sea el que cincuenta años más tarde reafirme ese “si” en la tierras de sus

orígenes

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Adelaida Ortiz

Conoció el Instituto de Rodríguez Peña en unas charlas del Padre Moledo antes de terminar el bachillerato. Sintió la inclinación de entregarse a Cristo desde la primera Comunión. Hizo el camino de discernimiento junto a una compañera del bachillerato que entró en La Misericordia. Me contó lo que le costó separarse de su familia. La hermana Orfilia le dio las constituciones de la congregación, reglas de vida con que se rigen las hermanas, y allí se dijo “esto es para mí”.

Adelaida compartió conmigo muchas cosas, entre ellas su entusiasmo con Jane y Victorina María por los sábados culturales. De allí es que una tarde calurosa de verano la traje en mi auto desde Rodríguez Peña a San Isidro, a visitar a Chiquita Caprile de Ezcurra. Hubo de venir también la hermana Victorina María, pero no pudo, así que nos acompañó la hermana Rosa Sosa, que no estaba tan feliz ya que no conocía a Chiquita. Adelaida, apoyada en su bastón, irradiaba felicidad. Fue una tarde de emociones ya que Chiquita, con sus 94 años, esperaba también a Victorina María. Estaba con ella su hija Anita Ezcurra. Yo había llevado los cuadernos de Jane y les leí partes, entre ellas cuando la nombraba a Anita “una niña tan bonita”, ya que había hecho de Virgen María en el pesebre viviente de un año allá a lo lejos… La hermana Rosa nos contaba de sus experiencias litúrgicas y el clima fue de mucha emoción. ¡El esfuerzo no resultó en vano…!

Volviendo a Adelaida, me contó que en 1974 la hermana María Carlota Loza, que estuvo un año en San Isidro, se ocupaba del Auditórium. En ese año Adelaida era responsable de la Escuela de Artes Visuales. Eran épocas que la Casa se llovía por todos lados, siempre se hacían esfuerzos. Sigue a la hermana Rosa Butazzi como secretaria del Obispado y estando allí Monseñor Aguirre le encarga que se ocupe personalmente del Centro Misional María Madre de la Iglesia, cosa que hizo durante trece años. Más tarde Victorina María le pidió que fuera a Rafaela, lugar donde estuvo ocho años.

Como relaté en las primeras páginas, Adelaida tuvo activa participación en la preparación del libro “Semblanzas” sobre la Madre Natalia. Disfrutaba escribiendo y lo hacía muy bien.

Averiguando sobre el Centro Misional María Madre de la Iglesia, tuve la alegría de dar con Haydeé Luchetti, secretaria del Centro, que queda en la calle Fray Luís Beltrán 2544, Martínez, que me dio su testimonio de Adelaida. Llegó allí en 1977 a pedido de Monseñor Aguirre ante la falta de sacerdotes y ¡allí se quedó por más de trece años…! Vivía sola en la casita del Centro, no obstante lo cual, concurría diariamente a misa de ocho en la Catedral, desayunaba con las hermanas en nuestra Casa, trabajaba en el Obispado durante la mañana, volvía nuevamente al almorzar con las hermanas, para regresar luego a su Centro Misional. Me contó Haydeé que Adelaida formó una Caritas, se daba catequesis, había grupos de Mujeres de Acción Católica… Tanto la quiso la comunidad que cuando cumplió las bodas de oro de sus votos perpetuos, hicieron falta dos combis para llevar a un numeroso grupo a los festejos en Rodríguez Peña. ¡Gracias Haydeé por tu cariño y tu amor en trasmitirme tan lindos recuerdos de Adelaida!

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Hilda Carboni

Nació en Gualeguay, Entre Ríos. En 1950 estaba finalizando en bachillerato y magisterio cuando lo conoce al padre Frossard, que era profesor de religión en el magisterio y comienza a ser su director espiritual. En ese mismo año también fallece su padre. El padre Frossard es quien le habla de la congregación. Conoce la capilla donde está “el dueño de casa” y la frase “el Maestro está aquí y te llama” tiene en ella gran impacto. En 1951 viene a vivir al pensionado “Foyer y Française”. Su familia de traslada a Buenos Aires en 1952 y ella entonces vive con ellos, yendo a trabajar al Ateneo de Rodríguez Peña hasta 1955. Hilda es la hija mayor y tanto su madre como sus hermanos quieren mucho a la Compañía del Divino Maestro.

Entró en la congregación el jueves 9 de junio de 1955, día del “Corpus Christi”. El sábado 11, día de la procesión en la Avenida de Mayo llevada a cabo en medio de un tenso clima desde la Catedral al Congreso, Hilda estaba en Mataderos (entre otras con Lía Torricelli) cuando llegó Adelaida (¡vestida de rojo!) a buscarlas.

Estuvo en nuestra casa de 1981 hasta 1991, ocupándose de la librería. Recuerda con cariño a Betty Villa, que había estudiado catequesis y que trabajó luego junto a ella. Desde 1992 la librería forma parte de las librerías Ágape.

Julita González Aguirre

Vivía en Martínez y era maestra cuando, en 1955, su sobrina Margot Devries (ahora, de Sabaté) la invitó a conocer el Instituto de San Isidro. Hace el profesorado de Religión y Moral siendo el padre Montánchez uno de sus profesores. Allí, me cuenta, “lo empecé a conocer a Jesús”. Al año siguiente entró en la congregación y ya daba a las alumnas los “repasos” de las materias antes de los exámenes. Recuerda como para hablar, cuando estaban en silencio, debían decir “PRO GAUDIO IESU” (por la gloria de Jesús). Después de sus estudios vino a San Isidro donde estuvo desde 1965 a 1975. Pasó en San Miguel los dos años siguientes y desde 1978 hasta 1987 trabajó en La Rioja.

Julita ubica en 1971 el viaje del padre Pedro Oeyen a Chile para estudiar la catequesis de iniciación cristiana llevada adelante por los padres, sin catequistas. A su regreso Monseñor Aguirre aprobó la participación de los padres, pero no la ausencia de las catequistas. De esta iniciativa y tras intenso trabajo de Pedro, Nora Etchart, Julita y otros, surgió en nuestra diócesis el método de la catequesis familiar. Luego los llamaron de otras diócesis, entre ellas Reconquista. Allí Julita conoció al Pbro. Armando Giacuzzi y a la hermana Mada Ayerza, quienes adaptaron el método a la realidad de su diócesis. En San Isidro Julita se ocupó de la librería, de donde recuerda a María Jesús Olivera, siendo también directora de la Escuela de Catequesis.

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Pilar Lostado

Vivía en Hurlingham cuando en 1973 conoció a las hermanas. Entró en la congregación en 1977 y llegó a San Isidro en 1981 junto a un grupo de jóvenes entre quienes estaban Cecilia Demaergasso, María Laura Roger y Malala Bosch. Era entonces director de la Escuela de Catequesis el padre Jordi Catarineu, pero al año siguiente fue nombrado Vicario Episcopal de la Diócesis de Azul. Pilar recuerda que su despedida, en mayo de 1982, coincidió con el trágico hundimiento del crucero General Belgrano. Entonces ella, con solo 23 años, quedó encargada de la Escuela, mientras pasaban por la dirección el padre Alejandro Bunge, que partió a Roma a estudiar Derecho Canónico y el padre Juan Martínez, antes de ser designado Obispo de Resistencia y, transitoriamente, el padre Pedro Oeyen.

Además de su tarea en la Escuela de Catequesis y como muchas otras hermanas de la Congregación (Julita Abal, Rosa Butazzi, Miriam Marx, etc.), ella trabajó en la capilla de Nuestra Sra. de la Ribera, centro misional de la Catedral de San Isidro, junto a Carlos Franzini. En 1983 Pilar tuvo activa participación en la organización de un tercer año para las catequistas nuevas y las que ya habían cursado la Escuela y yo, como alumna de ese curso, recuerdo las materias de Dinámica grupal, Metodología y Catequesis especial.

Ese fue el año en que Monseñor Casaretto volvió de Rafaela para hacerse cargo de nuestra Diócesis, siendo una época de gran entusiasmo entre la juventud, a la que nuestro obispo se había dedicado con tanta predilección. Florecían las vocaciones y Pilar recordó como se preparaban jóvenes de 18 y 19 años para ser asistentes de catequesis familiar. Saliendo a los barrios más alejados, estos jóvenes acompañaban la preparación de chicos del lugar en cursos que se daban, entre otras, en las parroquias de Pacheco, Sagrada Familia (de Carapachay) y Virreyes.

En los años de Pilar en San Isidro se unió al equipo de profesores Andrea S. Ruiz de Welch, quien formó con tanto cariño al alumnado de la Casa (ver más abajo varios testimonios) y Patricia Petit de Murat, a quien Pilar recuerda como una persona que “pertenecía a la Casa” y que siguió tantos años en ella como alguien muy especial.

Luego recordó Pilar a Lelia Morixe de Durini (nuestro primer testimonio), la que, siempre atenta a las necesidades de la comunidad, donaba cada mes bolsas de 50 kilos de harina para los primeros comedores que se formaron en los barrios carenciados. ¡Cuan apreciada era esa harina de tan buena calidad y que odisea buscarla desde San Miguel a los Molinos Morixe de Caballito en algún destartalado camión ofrecido por la gente de los barrios, ¡así como las interminables filas que debían hacer al salir de la fábrica para pasar por la balanza!

Nelda Etchenique

Nació en Colón, Entre Ríos, pero pronto su familia se trasladó a Concordia. En 1954, ya recibida en el magisterio en una escuela pública de La Plata, sintió el deseo de estudiar Derecho, pero también recuerda como muy lindos sus tiempos en la Acción Católica en la

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que tuvo director espiritual y una participación muy activa, ya en Concordia, ya en La Plata.

Cuando manifestó su deseo vocacional, sus padres no fueron muy entusiastas. Pero tenía solo 18 años y entonces decidió esperar. Pertenecía a lo que hoy es la Catedral de Concordia y, esperando su tiempo, trabajaba de maestra en el pueblito de Federal. Conoció a la Compañía del Divino Maestro a través de la concurrencia a sus cursos. Aunque tuvo dudas respecto a que congregación ingresar, pronto la atrajo el carisma congregacional de las hermanas del Divino Maestro.

En 1957 conoció a la Madre Natalia en Buenos Aires e ingresa en Rodríguez Peña, pasando por Mataderos. Hizo sus primeros votos en 1959 en San Miguel, ante Monseñor Aguirre. De nuestra Casa recuerda su paso y múltiple actividad y espiritualidad en las escuelas de Teología y Biblia, talleres diversos, cursos de profundización – incluyendo uno sobre el “Eneagrama” – y grupos de oración junto a las hermanas Delia María, Laura, Miriam, Susana y María Elina.

Ante la decisión de vivir en una zona periférica e insertarse en un barrio, Nelda me contó que conversaron con el padre Carlos Franzini en el Obispado, recorriendo luego distintos lugares con Nana y Susana. Monseñor Casaretto les sugirió entonces esperar para ocupar una casa que estaban por dejar las Hermanas Misioneras Diocesanas. Así fue como ellas vivieron cuatro años en lo que hoy es la Parroquia de Carupá, desde donde venían al Instituto.

De las primeras hermanas que pasaron por San Isidro, Nelda recordó especialmente a Laura Elsa Abud Yañez (que en el diario de las hermanas y en algunos testimonios siempre figura como Elsa Abud). La recordó como un genio de mujer, su estudio de letras, especializada en Inglés, su estadía en la BBC de Londres, el amor en sus poesías, su paso por Antofagasta y su muerte en nuestra Casa en 1998.

Como ya conté al principio, fue en un grupo de oración con Nelda donde ella me hizo tamaña invitación para contar la historia de esta Casa.

Susana Chiara

Conoció el Instituto de Rodríguez Peña haciendo un curso sobre las bienaventuranzas. Vivía en Floresta, donde se relaciona con la comunidad que las tenían allí. Entró en la Congregación el 24 de junio de 1975, día de San Juan Bautista, iniciándose en Floresta y, desde allí, trabajando en Rodríguez Peña. Estuvo también en Hurlingham. Varios períodos fue consejera y secretaria general. Estudió teología en Devoto y vivió en el barrio Manuelita en San Miguel, a siete cuadras de la casa de ejercicios que pertenecía a la congregación.

En 1994 vino a vivir a esta Casa junto con Delia María Espiñeira, Laura Perrini, Lolita Lessa, Nelda Etchenique, Miriam Marx, Elsa Lueje y María Elina Amandule. Fue profesora de la Escuela de Catequesis en los dos turnos. La Escuela de Teología, que comenzó con

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pocos alumnos, fue poco a poco tomando más cuerpo, armándose y trabajando mejor con los profesores, con quienes Susana se reunía mensualmente. En 2001 comienza la Escuela de Biblia y se estabiliza el cuerpo de profesores. Susana me habló de la diversidad del alumnado, tomando cada uno del otro lo que necesita y como vienen buscando conocer y abrirse a nuevos planteos, a libertad para pensar y a la acogida de la casa: “Bueno es estar aquí”.

Charlando con Susana me contó de Delia María, de su actividad y gran entrega y de María Elina, su forma tan linda de trabar relación y el don especial de estar con el otro.

Miriam Marx

Miriam conoció la comunidad asistiendo a unos cursos de Biblia dictados por el padre Enzo Giustosi. Las hermanas vivían en Barrio Parque Quirno y entre ellas estaba Delia María. Miriam vivía entonces en Hurlingham con su familia de seis hermanos (cuatro varones y dos mujeres) y era ex-alumna de Colegio Santa Enea. Ingresó en la congregación el 7 de mayo de 1977. En 1992 llega a la Casa de San Isidro proveniente de Antofagasta, encontrándose aquí con Nelda Etchenique, María Elsa Lueje, Lolita Lessa, Haydeé Alcocer y María Elina Amandule. Dirigió la Escuela de Catequesis (en sus turnos de tarde y noche) y fue coordinadora de la Casa. También trabajó con un grupo de señoras de Nuestra Sra. de la Ribera (parroquia de la Catedral).

Recordó como un esfuerzo mancomunado muy lindo las “peñas solidarias” que se hacían para becar a algunos alumnos. Entonces los familiares venían al Instituto y conocían la Casa para hacerla suya. A la Escuela de Teología se le dio la impronta de hacer un camino como el de Jesús, abarcando lo intelectual y lo afectivo.

Luego se fue al noviciado de Hurlingham y cuando el obispo de Cochabamba, Bolivia, pidió la presencia de las hermanas, allá fue junto a Delia María Espiñeira para evaluar ese camino. Y así fue como allí estuvo seis años con la hermana Adriana (Nana) Curaqueo. Siente que nuestra Casa sirve para el encuentro y la revitalización en el compartir de la vida. También aquí se da el crecimiento y el diálogo.

Miriam me contó cosas de algunas de las hermanas que pasaron por esta Casa. De Victorina María, pilar de los primeros tiempos y que ella conoció en Antofagasta, recordó la forma que animaba y empujaba a la gente hacia delante. Fue directora del Instituto de Rodríguez Peña y la primera postulante de la congregación. De María Argentina, el cuaderno de poemas que escribió y su tesón y amor para ir todos los años a misionar a Córdoba. De Adelaida, que además de escribir tan bien (debo pedir perdón por haber perdido una muy linda poesía que ella me regaló), trabajaba la madera y supo, a pesar de sus años, adaptarse a trabajar con una computadora. De Berna, su afán por la comunidad paraguaya en la Argentina, su gran entusiasmo promoviendo la justicia en lo cotidiano y su visión ecológica en tiempos que no se hablaba tanto de ello. De Nelda, su personalidad fuerte y luchadora que la hizo referente en la congregación, la llevó a ser superiora general en varios períodos y su dedicación y amor al acompañamiento personal. De Haydeé, su dedicación al Auditorio (ahora alquilado), a los medios de comunicación, al arte de la fotografía y sus

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exposiciones, y a los íconos que pintó, obteniendo incluso un premio de la Universidad de la Plata.

Hablando de la hermana Haydeé Alcocer, puedo agregar que la conocimos con Martín cuando yo estaba en la Escuela de Catequesis (1974) y ambos trabajábamos en Caritas parroquial. Cuando se nos ocurrió hacer un audiovisual para presentar lo que era y lo que se hacía en Caritas, que desbordaba el perímetro parroquial ya que venía gente desde muy lejos, ella, con su suavidad y experiencia, supo ayudarnos y nos prestó y sacó fotos especiales. Siempre le estuvimos muy agradecidos y por tener el regalo de tratar con ella.

Vuelta el tiempo atrás…

1960: La Gran Misión de Buenos Aires y mi primer contacto con la Casa

La década del 60 comenzó con un gran movimiento apostólico: “La Gran Misión de Buenos Aires”. En ese momento vinieron al país muchos sacerdotes de España, quienes proyectaron una labor semejante a la que se registra en la historia de la Iglesia. No solo fue “invadida” la ciudad, sino también el conurbano. San Isidro se constituyó en un poderoso motor.

Fue en ese año 1960 que yo conocí realmente nuestra Casa. Éramos una bandada, Inés Constantini, su prima Graciela Storni, María Justa Mercau Saavedra, mi hermana María Mercedes y otras. La mayoría, alumnas del Colegio Cardenal Spínola, teníamos clase hasta las 13:30, por lo que almorzábamos y literalmente corríamos al Instituto. Todas vivíamos a pocas cuadras y veníamos a aprender Inglés con la hermana Jane. Jane era querible y nosotras, con edades de 11 a 13 años, terribles. En fin, todo nos hacía reír, sobretodo la risa tan especial de Inés, que fue la primera que con el Señor se reunió. Jane tenía un cenicero amarillo, por dentro violeta, obra de arte de alguna alumna de cerámica, y se lo ponía delante a la primera que hablara castellano. Y así el cenicero iba girando…

Mi recuerdo de la Gran Misión era que padres dominicos, para nosotros toda una novedad por su ropaje, venían a hablar con Jane ¡y para nuestra delicia interrumpían nuestras clases! Jane estaba muy comprometida con la Misión. En la Catedral había charlas a distintas horas, a las que, para nuestro placer, nos dejaban ir solas. Otro motivo para corretear por las calles a nuestro antojo.

La Gran Misión concluyó con una gran Misa en el Monumento de los Españoles. Fue seguida casi de inmediato por el Congreso Mariano Internacional, que también culminó con una Misa en ese monumento, el que fue cubierto con unas pirámides en las que estaba la imagen de la Virgen de Luján. Eso fue en la preciosa mañana del 11 de noviembre de 1960, día San Martín de Tours, Patrono de la Ciudad de Buenos Aires.

Muy emocionante…

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1962: El Concilio Ecuménico Vaticano II

Cuantos años han pasado. Elegido Papa en 1958, Juan XXIII sintió que tanto tenía que ser aireado. Fue valiente y convocó a toda la Iglesia Católica a un Concilio que se inauguró en 1962. Así lo tomó y llevó a su término Pablo VI y así es como la palabra “aggiornamiento” tomó verdadera dimensión. Esto crea un antes y un después, se anuncia la salvación para toda la humanidad por los méritos de Nuestro Señor. Se abre el Reino para los no bautizados, reformas litúrgicas con todas sus implicaciones, apertura y quien soy para elegir lo que sería la levadura para nuestra Iglesia siempre del Espíritu de Dios. Imaginen como todo esto golpea a una congregación, aún a la Compañía del Divino Maestro que es “de avanzada”. De tantos rincones del mundo llegaron a Roma cosas que habían brotado y que allá maduraron. Todos estos cambios hicieron que llegasen alumnos que de un “antes” había que ponerlos en un “ahora”. La fe de niños debía crecer y pasan los años y todavía algunos están como sorprendidos. Cuantos documentos leímos, cuanto ese Concilio nos regaló.

También en este año se tomó posesión formal de la casa familiar de Monseñor Copello, que es la que lleva el número 327, uniéndola definitivamente con la que allá por 1948 ocuparon las hermanas en el número 337.

1963: La Escuela de Artes Visuales “Regina Pacis”

Tu, que a los artistas concedes inspiración paraplasmar la belleza que de ti procede,

haz que con sus obras aumente el gozo y laesperanza de los hombres

Preces del Breviario

Fines de 1963: La señorita María Marcó y las señoras Betty Puló de Guevara, Aída Sáenz de Albano y Chiquita Caprile de Ezcurra conversan con el Obispo, Monseñor Aguirre, para abrir un taller de arte para la zona. Llaman para dirigirlo a la señora Olga de Tassara, iniciada en el arte en Italia; que completó sus estudios en las escuelas Pueyrredón y de la Cárcova. La señora de Tassara no se conforma con un taller y propone la fundación de una escuela para lograr la formación de profesionales en pintura, dibujo, escultura y grabado capacitadas para lo docencia.

Por consejo del Señor Obispo, las damas mencionadas acuden a las hermanas de la Compañía del Divino Maestro. La hermana Jane, Superiora de la Casa, alcanza la autorización necesaria de la fundadora de la Congregación, hermana Natalia Montes de Oca, para que la escuela funcione en lo que fue la casa natal de Monseñor Copello. Se construyó un aula para el taller de escultura, se buscaron y consiguieron bancos, caballetes, yeso, prensa para grabados, etc. y el 1º de mayo de 1964 la escuela abre sus puertas bajo la advocación de “Regina Pacis”. Solo después de tres años se logrará el aporte estatal.

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En 1989, la señora de Tassara, después de dirigir la escuela durante veinticinco años, se jubila con la esperanza de que quien la suceda pueda concretar la realización del nivel superior de la escuela.

“Tres llamados desde un mismo lugar o ese punto tan fuerte de encuentro”:

Testimonio de la Arquitecta Graciela M. Cesáreo

“Febrero de 1971… El primer llamado comenzaba a golpear con fuerza en las puertas del alma y los sentidos (cuando llama la vocación el encuentro es muy importante e inolvidable). La señora profesora Olga Settembrini de Tassara dirigía la Escuela de Artes Visuales “Regina Pacis”, ella misma con un grupo de mujeres de San Isidro la habían fundado en 1964 y habían conseguido como lugar la casa del Cardenal Copello a través de la Congregación del Divino Maestro. La charla no fue en su despacho, sino debajo de una pérgola que sostenía una parra añeja cargada de uvas. Hablamos de la carrera que me convenía seguir; yo estaba convencida que me gustaba ser decoradora… Ella me dijo: ‘Acá vas a aprender muchas cosas: Dibujo, perspectivas, composición, color, técnicas y oficio en los talleres; de manera que decorar te resultará muy fácil, pero eso será solo una parte, porque además tendrás un título reconocido oficialmente y esto es muy importante para cuando quieras trabajar’. La charla siguió y jamás olvidé toda la orientación que recibí con tan simples palabras. La decisión de seguir un Magisterio de Dibujo y tener mi primer título, al mismo tiempo artístico y docente, fue clave para mi futuro”.

“Diez años después: Al finalizar mi carrera como arquitecta (que no hubiera podido seguir sin esa apertura lograda a través del encuentro con el arte, apertura conmigo misma) el título de docente vino al rescate frente a una realidad laboral que era difícil de resolver. Presenté mi currículum y nuevamente me acerqué a mi querida Escuela de San Isidro. Allí estaba aún Olga Tassara, la rectora, creando un nuevo curso con necesidad de profesores. El segundo llamado fue directo a mi vocación docente; mi inexperiencia le daba a esto un contenido adicional; era un verdadero desafío, pero algo muy fuerte sostenía la decisión… Ese lugar todo lo hacía posible… No podía decirle que no. Fue esta una etapa de gran aprendizaje: Ahora era yo quien conducía a un grupo de alumnos por esos lugares antes recorridos: La casa, la plaza, San Isidro…”

Tras describir vívidamente sus sentires sobre estos lugares en noviembre de 1988, así continúa el testimonio de Graciela…

“Aún recuerdo cuando un año después de escribir esto me despedía del grupo de alumnos del Taller de Dibujo (última cátedra que dejé) y una gran tristeza me invadió en ese instante ante la elección obligada de trabajar para un estudio de arquitectura”.

“Abril de 1995. Un mensaje en el contestador de mi teléfono: La hermana Nelda Etchenique desde el ‘Regina Pacis’ quería hablar conmigo porque tenía ‘algunos problemas’ (¿serán edilicios?, ¿algo para hacer el casa?) y me pidió que me comunicase con ella. Mi casa ahora está a muy pocas cuadras de la Escuela. San Isidro me ligó a sus calles, a su ritmo cotidiano, a sus personajes en mi recorrido de veinticinco años, la loca

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María, don Luisito, el vigilante Garrido, el florista de 9 de Julio y Chacabuco, el mozo de ‘El Cortijo’… El momento no era nada fácil, yo me había alejado de la educación dedicando mi tiempo a la arquitectura, pero no me olvidaba de se lugar; siempre buscaba noticias de su vida, de su historia: Sabía que Olga Tassara se había jubilado y que la escuela tenía un nuevo rector. Problemas en el equipo de conducción desembocaron en un cambio nada fácil de realizar. La reforma educativa había llevado a la Escuela a ser transferida a la jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires (antes daba títulos nacionales) y en poco tiempo obligada a cambiar los planes de estudio. El proyecto de la Escuela, los módulos de capacitación docente, el plantel de cincuenta profesores… Cambios y más cambios. Poco quedaba de la Esuela que dejé en 1990… Tenía ante mi un nuevo desafío: El tercer llamado desde este lugar al que no es posible decirle que no. Entonces la memoria de tanta horas vividas, las experiencias compartidas con los compañeros, la presencia de la obra de ex directivos y profesores fundadores y el conocer el lugar como la palma de mi mano, me dieron fuerza para aceptar”.

“Esas experiencias quedaban entre grandes paréntesis… Tal vez preparando el terreno para una nueva instancia, para el próximo encuentro… Desde el camino cada paso conduce y sirve a la vez, y cada experiencia, cada aprendizaje converge en este punto tan fuerte, donde hoy me es posible devolver parte del bagaje acumulado dentro mío. Todo toma valor y sentido como para desplegarlo en esta mesa del regreso, en este ‘llamado a la devolución’ ahora desde el nuevo rol de directora. La Escuela no es la misma (aunque pocas cosas cambiaron en su físico: La parra sigue allí en simbiosis con su pérgola, la casa del Cardenal… Solo unos coloridos murales nuevos iluminan sus muros) y ahora tengo que ayudar para que todos comprendan como se puede enseñar arte hoy, como formar docentes y artistas en este particular lugar de Buenos Aires, como vincularlos con la comunidad de este San Isidro conocido y vivido cotidianamente…”

Graciela habla entonces de los valores que se tratan de inculcar desde la Escuela y concluye…

“En fin, el ‘ahora’ es lograr que todo funcione en armonía en este ‘sitio’ que no está en Internet, pero que bien se merece más de una página en un libro de ‘Educación por el Arte’”.

1966: El Auditorio

Señor, Dios mío, cuantas maravillas y prodigios has hecho para nosotros.

Nadie se te puede comparar.Sin intento recordar tus obras y

decirlas, no podré enumerarlas.Salmo 40 (39)

En un ejemplar del diario “La Nación” del mes de abril de 1966 podemos leer lo siguiente: “San Isidro: Sobre la ruta que en remotas épocas se conociera como el Camino Real, luego localmente como calle San Martín y que hoy complementa la Avenida Libertador San

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Martín…, se alzaba un rústico tapial que sostenía una modesta puerta de madera que no alcanzaba a despertar la curiosidad de los desprevenidos transeúntes… Ese tapial, construido fuera de línea de edificación actual, limitaba los fondos de una antigua casona, cuyo frente aparece sobre la tercera cuadra de la calle 25 de Mayo, con altos ventanales enrejados… reducto hogareño de la antigua familia Copello… y de su hijo sacerdote, obispo y cardenal… entre cuyas numerosas obras merecen citarse… el Instituto de Cultura Superior, que funciona precisamente en el solar comentado al comienzo de esta nota. En este Instituto se están llevando a efecto, por expresa determinación del Cardenal Copello, nuevas obras ampliatorias para promover mayor comodidad y eficiencia a las actividad culturales que vienen desarrollándose. Para ello se está construyendo, con frente a la Avenida del Libertador, un moderno y amplísimo ambiente, destinado a auditórium, con capacidad para unas trescientas butacas, con el complemento de vestuarios, ‘hall’ de entrada, boleterías, sanitarios y demás comodidades inherentes a una sala de este tipo. El Arquitecto Lorenzo Barra Anesi, autor del proyecto, nos aclara que, en lo posible, el frente habrá de respetar el estilo adecuado al lugar en que realiza la obra… y que el ámbito responderá… a un concepto moderno de la acústica… Además, en bloque aparte se erigirán tres aulas para ofrecer mayor desenvoltura a las clases que se dictan, en especial catequesis y asistencia social, según la orientación adoptada por el Instituto…”

Y luego, en el ejemplar del lunes 2 de mayo de 1966, leemos: “Cálidos auspicios y señalada emoción tuvieron los actos de la bendición por parte del Canciller de la Iglesia Católica, Cardenal Santiago L. Copello, de las obras ampliatorias del Instituto de Cultura Superior, a cargo de las hermanas de la Compañía del Divino Maestro, de la que el primer purpurado es su fundador… A su llegada el Cardenal fue acompañado al estrado del nuevo auditorio por el Nuncio Apostólico, Monseñor Humberto Monzón, por el Subsecretario de Culto de la Nación, Rodolfo Arambarri, el Vicario de la Diócesis de San Isidro, Monseñor Justo Laguna, el Intendente Municipal, señor Juan Miguel Basso y el Secretario de Cultura de la Municipalidad, señor Asterio Marieta, el Párroco de La Merced, de Buenos Aires, Monseñor David Auletta, así como otras representaciones eclesiásticas y civiles que tomaron ubicación en lo que habrá de ser el escenario de la futura sala, obra del Arquitecto Lorenzo Barra Anesi... La concurrencia escuchó, en primer término, las expresiones del Cardenal Copello, entrecortadas por la emoción… Hablaron luego la señora María Dolores B. de Dithurbide en nombre de las madres de las alumnas y la señorita Silvia Mazza, que lo hizo en nombre de las alumnas”.

El Instituto utilizaría intensamente el nuevo Auditórium, pero el mismo se alquilaría también a distintas instituciones que ofrecerían allí sus propios espectáculos, valiendo como ejemplo el Concierto de la Camerata Bariloche que abrió en 1979 un ciclo cultural a cargo la hermana María Carlota Loza.

1973: Bodas de Plata

Los actos celebratorios de las Bodas de Plata de la Congregación del Divino Maestro en San Isidro llevados a cabo el 6 de agosto de 1973 fueron presididos por Monseñor Antonio María Aguirre. Se realizó una misa de acción de gracias y se entregaron los certificados de la Escuela Superior de Catequesis a las promociones 1970, 1971 y 1972. Como parte de los

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festejos se proyectó del audiovisual “San Isidro” preparado por las alumnas de la Escuela de Artes Visuales “Regina Pacis”.

Otros testimonios y recuerdos

Los cielos cantan la gloria de Dios,la obra de sus manos anuncia el firmamento;

el día al día comunica el mensaje,y la noche a la noche trasmite la noticia…

Salmo 19 (18)

Muchas son las voces que con cariño quieren evocar…

Lelia Morixe de Durini

Una tarde me encontré con ella caminando por el centro de San Isidro y como le tengo gran simpatía y hemos compartido muchas Eucaristías, le pregunté si sabía algo del Instituto (como muchos lo llamamos comúnmente). Levantó sus ojos y su bastón hacía el cielo y me dijo que desde muy joven su vida había estado relacionada con él. Así fue como la visité en su casa de la calle Chile. Tan contenta estaba, que cuando por teléfono la llamó una hija le dijo que “estaba muy ocupada”.

Tenía 18 años cuando fue el Congreso Eucarístico de 1934 y tal como he oído de mis mayores, me contó de la impactante Misa de los Hombres que se realizó de noche en la Plaza de Mayo. Me dijo luego que fue alumna regular en Montevideo 850, sede de la Acción Católica, estudiando Profesorado de Religión y Moral que siguió más tarde en Rodríguez Peña. Guarda un gran amor por el padre Manuel Moledo quién, entre otros, fue su profesor. Una estampa que le regaló decía: “Me gastaré y supergastaré por Él”.

Lelia conserva los “carnéts” de cuero bordeaux de aquellos tiempos y sus notas. También se recibió en la Escuela de Asistencia Social. Sé que esto es remontarme a tiempos anteriores de la Casa de San Isidro, pero con ello quiero hacer un homenaje a su fidelidad con la Congregación. En 1953 vino con su marido a vivir a Acasusso (Quintana 1115), tomando enseguida contacto con las hermanas “que tenían grandes necesidades económicas”. Y así es como ella y su marido ponen manos a la obra para organizar en su casa una cena fría, con la ayuda de su cuñada, Ada Sivori de Durini y de Cora van Gelderen. Cuenta que “nos tocó una noche estupenda” que su minucioso marido estuvo cocinando tres días, que hubo rifas y que todo salió muy bien.

Sus hijos hicieron la Primera Comunión en el Instituto, los dos mayores preparados por la hermana Carmen Susana. No le faltaron palabras de cariño para cada una de las hermanas, a alguna de las cuales invitó a su casa de Punta del Este, ya que eran sus amigas.

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Carmen del Molino Torre y Martha de Fontenelle

Gracias al pequeño folleto que invitaba a la obra de teatro ofrecida en 1949 a beneficio de la flamante fundación y que trascribí más arriba, localicé a dos de aquellas “actrices”: Carmen y Martha fueron amigas desde chicuelas.

Llegué a lo de Carmen, una casa en la calle Alsina al 200, en San Isidro, una entrada hacia el centro de manzana, un cartel con letra cursiva anunciaba “lo de Carmen”. Una alfombra perfecta de mohosos ladrillos cubiertos por una camelias rosas preciosas, ya que una planta añosa se apoyaba en la pared. Caminé con cuidado para no pisarlas. Me recibió Carmen y ya estaba Martha. Se que entré a esa casa y me sentí acogida. En la adolescencia, tras enviudar su padre, Martha vivió en lo de Carmen, en la calle Belgrano 380, a una cuadra y media del Instituto (donde hoy está el Banco de la Nación y que también pertenecía entonces a la familia Copello). Me hablaron de aquel acto en el CASI en el que fueron “actrices”, recordando que el ruido de las sillas metálicas casi no dejaba oír las voces y de un cenicero que “voló” y que Monseñor Menini debió atajar.

Martha optó por ir a la Acción Católica y mantenerse en contacto con las hermanas, ya que le atraía el teatro. Gran amistad con la hermana Elsa Abud, autora y directora de la mencionada obra, que también se representó en Rodríguez Peña. Ahora es madre de cinco hijos. Mientras que Carmen se dedico a la cerámica.

La madre de Carmen, que era amiga ya de Natalia, pasó también a serlo de las hermanas que llegaron San Isidro, quienes a menudo iban a su casa a hablar por teléfono. Carmen trajo una caja que guardó su madre y luego ella, de los años 1933 a 1936, cuando su madre cursó estudios de Ciencias Sagrada en la Acción Católica. Adentro estaban los “carnets” de cuero de las distintas materias firmados por Natalia y el párroco del lugar. A Carmen – madre de seis hijos – le gustaba más la cerámica con la hermana Elsa, recordando también la alegría de la hermana Victorina María.

Las dos me contaron de la risa continua y los encuentros con otras chicas en nuestra Casa, así como de pequeños y a su vez grandes recuerdos que las ayudaron a crecer. También de haber visto como cuando Monseñor Copello caminaba por la calle Belgrano, la gente le besaba su anillo. De esa visita surgió un viaje con Carmen al “Hogar Belén” en Ituzaingo para visitar a hermana Jane. Me dijo “quiero tocarla, besarla” y así fue…

Piruja Caride de Belgrano

Piruja, a quien conozco desde siempre y que conoció a las monjas desde que llegaron a San Isidro. Casada con Luís María Belgrano, son padres de cuatro hijos, una de ellas monja benedictina y otro, sacerdote del clero diocesano. Así recordó Piruja la alegría de la hermana Elsa María Abud y de sus hermanas compañeras:

“Toda mi vida tuve el pelo muy lacio, lo que me dificultaba el peinado, así que ¡más de una vez iba a clase al Instituto con ruleros! Pero no como los modernos de ahora. Paso a detallar como eran esos artefactos que costaba bastante armarlos: Se tomaba un pedacito

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de trapo y se lo envolvía con un poco de papel higiénico dejando los bordes para poder atarlos. Luego se enroscaba el pelo y se ataban. Viviendo en la calle Além, tan cerca del Instituto, siempre se me hacía tarde, de modo que me ponía un pañuelo en la cabeza y salía corriendo pareciendo un payaso. Entonces mientras la hermana Elsa nos tomaba alguna prueba, se entretenía en hacer dibujos de mi cara con anteojos y los famosos ruleros o inventando distintos peinados para mi. Tenía bastantes dibujos y los guardaba con mucho afecto pues la quería mucho, hasta que hace pocos años haciendo limpieza los tiré, de lo cual me arrepiento porque ahora los podría tener María Virginia para este libro. Eso nos demuestra la alegría de las monjas”.

Maureen Dolan de Grehan

Maureen fue uno de los tantos encuentros lindos que me llevó este recorrido, un vagabundear entre personas sugeridas por otras y por las hermanas del Instinto, desde ya sopladas todas por el Espíritu, y que en este caso, como en otros, había relación con mi familia o conmigo desde muy antiguo. Muy emocionada que yo fuese nieta de José María Pirán, fundador del San Isidro Club (SIC), Maureen perteneció a una larga familia de nueve hermanos, hijos de Mary Kehoe y Juan Dolan.

Su madre fue muy amiga de la hermana Natalia. Así que ya iban a Rodríguez Peña. Para la familia, que vivía en Beccar, fue una gran alegría la venida de las hermanas a San Isidro. “Llegar al Instituto de 25 de Mayo nos producía un gran bienestar. La forma como éramos recibidas, uno llegaba a su casa. El trato con las hermanas no era como con monjas clásicas, no nos presionaban”. Allí se encontraban con amigas, “era como ir al Bar Suizo, sin tener plata”. Aclaro que el Bar Suizo, en la esquina de Libertador y López y Planes, duró mucho tiempo como punto de reunión de jóvenes.

Cuando tenía once años se preguntaron con Tita André “si los monseñores dormirían”. Fue cuando espiaron por las persianas de la casa de Luisa Copello, hermana del Cardenal, ¡y vieron a este durmiendo su tranquila siesta!

Delfina Caprile de Ezcurra (Chiquita)

Tiene tantos recuerdos ya que esta Casa fue para ella, como para muchos de nosotros, parte de su vida. Me contó de las reuniones musicales de los sábados a la tarde en tiempos del patio de techo abierto, del trabajo de Ema Manzone para ayudar a las hermanas y de “la negra Simona”, una muñeca de trapo que se colocaba en un negocio de la calle 9 de Julio, frente a la Municipalidad. Los negocios donaban alimentos y luego se hacía una rifa. Una vez el premio le tocó a ella y llegó a su casa, para alegría de todos, empujado por dos chicos en un carrito de metal.

Sus hijos tomaron la comunión en la Casa, participaron de pesebres y, en fin, siempre estuvieron relacionados con las hermanas agradeciendo el aporte cultural que trajeron a San Isidro.

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Hablando de aquellos años recordó que alojó en su casa a dos de los padres dominicos que en 1960 vinieron a San Isidro con motivo de la Gran Misión de Buenos (que recordé más arriba), contándome ellos se quedaron muy impresionados en cuanto al apostolado que en Buenos Aires y sus aledaños se realizaba. Así que tomaban nota cuidadosa de lo que aquí se hacía, ya que para ellos era novedoso y “provechoso”.

María Laura Rodríguez Alcobendas de Vidal Baztarrica (Chiqui)

Conoció al Instituto con su madre, que estaba en la Comisión que ayudaba a las hermanas en sus comienzos en San Isidro, entre otras cosas haciendo las compras para ellas en el Mercado de Frutos del Tigre, igual que – como se verá más abajo – lo hacía Arturo Llosa. Siendo chiquilinas muchas eran las que daban vueltas por la Casa para encontrarse con otras amigas. A las 19:30 se tocaba la campana para que se fuesen porque a esa hora se cerraban las puertas y se recuerda corriendo con Marta Carrere por miedo a quedarse encerradas, ya que había un dicho muy común es aquella época: “Quien queda o entra en clausura es monja segura”. Esto nos habla del clima de alegría que se vivía.

En 1950 el padre Julio Muñoz del Val, S.D.B. fue su profesor de Filosofía en el Instituto y en 1951, de Catequesis. Entre sus compañeras recuerda a Lenely Bianchi di Cárcano, quien, como vimos en el diario de las hermanas, en abril de 1952 anunció que ingresaría en las Benedictinas. Estudiaba Inglés con Jane junto a, entre otras, Magali Llosa y Cecilia Beccar Varela y me contó cuando llevó la orquídea que para su compromiso le regaló su novio, Enrique Vidal Baztarrica (Coque), para ofrecerla al Divino Maestro. Las hermanas rezaban para que Coque se recibiera de médico y así fue, siendo más tarde el médico de la Congregación.

El 20 de noviembre de 1953 se casó en la Parroquia de San Isidro. Las hermanas pidieron permiso a la Superiora para esperar a los novios, que luego del casamiento fueron al Instituto, dejándoles Chiqui su ramo de novia. Recuerda como las hermanas estaban esperándolos de negro y formadas en fila con sus medallas de plata del Divino Maestro.

En 1950 había fallecido su padre, en tanto que su madre, María Laura Alcobendas de Rodríguez Loredo, falleció en trágicas circunstancias el 16 de junio de 1955. Así fue como la incansable Adelina Dodero se dedicó a ella con todo mientras Jane “arropaba a las dos hermanas menores, Gloria y María Sara”, cariño que ellas devolvieron a Jane en su ancianidad.

Recuerda también Chiqui como James McCloud, Presidente de la entonces IKA (Industrias Kaiser Argentina) y su señora ayudaron a la Comunidad. En esos tiempos los padres Smith, Dolan y Wilson rezaban en el Instituto misa en inglés para la comunidad angloparlante.

Chiqui y Coque tuvieron siete hijos, todos los cuales hicieron la catequesis en el Instituto. Me cuenta como la hermana Carmen Susana fue una “revolucionaria” en cuanto a la catequesis para niños. Así fue como muchos padres, a pesar que sus hijos iban a colegios religiosos, preferían que los preparara Carmen Susana. Como ejemplo de su pedagogía, recuerda Chiqui como en una celebración del Antiguo Testamento en la cual los chicos en

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cuclillas y con el rostro en el suelo representaban al pueblo de Dios en rezando en el desierto alrededor de Moisés, cuando sus padres vinieron a buscarlos se encontraron con que los chicos no se querían ir diciendo “no podemos, estamos orando”. Lo mismo hacían en sus camas ¡usando las sábanas como carpas orantes…!

Inés Tasso de Billoch

Se acordó especialmente de la hermana Elsa Abud, que le parecía robusta, ya “que ellas eran unos fideos”. Elsa enseñaba teatro y si bien Inés nunca actúo, se inclinó por la escenografía. Agradece la vida cultural que le brindó el Instituto, del que tiene los más lindos recuerdos.

Raquel Tasso de Escudero (hermana de Inés)

Me contó que tenía 15 años cuando comenzó a ir al Instituto. Era también muy amiga de la hermana Elsa Abud, quien fue para ella su apoyo espiritual. Desde el principio el Instituto trajo una corriente de aire nuevo a San Isidro y llenó un vació. En palabras de Raquel “había un ambiente de alegría que nos atraía, siendo a la vez agradable y profundo” . Estudió Historia del Arte con la hermana Elsa. Ya casada vivió en Tucumán, Salta, y Jujuy, pero cuando venía a San Isidro compraba en la librería del Instituto libros que no encontraba en otros lugares, por ejemplo para la educación sexual de sus hijos.

Me contó como su novio se jugó por entero, dos veces yendo a hablar con la hermana Elsa pensando que ella (Raquel) podía tener vocación religiosa. “De nada hubiese servido si mi vocación hubiese sido decidida en ese sentido”. En 2004 Inés y su marido llevaban 50 años de casados y eran padres de 5 hijos.

Natalia Benítez Cruz de Fernández Mouján

Fue alumna de la hermana Jane durante los dos años anteriores a su casamiento. Tiene además un lindísimo recuerdo de la hermana Victorina María en la librería. Jane les enseñaba inglés, siendo una de sus compañeras María Marta Lacaze, sobrina de Victorina María. Jane pronunciaba de una forma tan correcta que les hablaba de la librería de la calle Rawson y ellas no entendían a pesar de que quedaba cerca de sus casas en Martínez. ¡Claro, Jane pronunciaba este apellido como “Roson” y hasta que una de ellas dijo “Rauson” no se pudieron entender!

Las hermanas eran muy austeras, pero abrían sus puertas para lugar de reunión de las chicas.

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Magali Llosa de Scuderi

Magali fue preparada junto a un grupo por la hermana Susana Portela. Ese grupo fue el primero en recibir la Comunión en la Casa de San Isidro el 4 de diciembre de 1949. Después fue a clases de Inglés con la hermana Jane, a quién recuerda como muy enérgica y le tenía un gran cariño.

Las hermanas hacían las compras en el Mercado de San Isidro en la calle Cosme Beccar. Para que les saliesen más económicas, su padre, el Dr. Arturo Llosa, les compraba las verduras y frutas los sábados por la mañana en el Mercado de Frutos del Tigre. La madre de Magalí, Antoinette (Toinette) Dedyn, una persona de espíritu muy fino, colaboraba en los sábados culturales. Magali recuerda las conferencias: “Veinte poemas de fe y libertad” y “de París a Bombay”, ambas con el patio lleno y también como la señora Elvirita Montes de Oca de de las Carreras cantaba en esas reuniones, así como en las misas de la Parroquia. De ella le habían contado a Magali que era una persona de buen criterio, a quién recurrían muchas madres. Lejos estaban los tiempos que las psicólogas cubriesen esas necesidades.

Mercedes y Mariana, sus dos hermanas menores, también recibieron la Primera Comunión en esta, nuestra Casa.

Lía Helena Zocchi de Galmarini

Por una equivocación y con mucha emoción llegué a Lía Helena. Equivocación de un número de teléfono, emoción porque su madre era Lita M. R. de Zocchi, conocida en la Parroquia de la Catedral por su trabajo incansable. Lía me contó que teniendo ella 13 años y siendo muy tímida – ya que venían del interior por razones de trabajo de su padre – vivieron dos años (1954 y 1955) en la casa de sus abuelos, lindante con 25 de Mayo 337. Pero fue la hermana Jane, que le daba clases de Inglés, la que la puso bajo su protección. Unos días antes de la revolución de 1955 golpearon en su casa a las cinco de la mañana. Eran algunas hermanas y el Sr. Grehan que querían darle a su madre formas consagradas por miedo a que fueran profanadas. Su madre se hizo muy amiga de la Sra. de Dodero, que ya era como parte del Instituto. Luego también vivieron allí otros Zocchi, primos de Lía Helena. Recordando esos años, María Florencia Zocchi, compañera mía de colegio, me contó que como las puertas de las casas no se cerraban y eran parecidas, ¡más de una vez se encontró con un sacerdote en la sala de su casa esperando a alguna de las hermanas!

Mónica Tomé de Argibay (textual)

“Paso a contarte algo de mis escasos recuerdos de ‘las hermanas del Instituto’, como entonces las llamábamos. Algo que me quedó muy grabado es el hielo que todos los santos días se les llevaba desde mi casa. Se ve que no tenían heladera o que les funcionaba con el hielo que se les llevaba. María Susana, una de mis hermanas, era la encargada del acarreo. Llevaba una bolsa bien llena con pedazos de hielo sacados de ollas que mamá ponía en el congelador para que fuera mayor cantidad. Y lo recibían por un portón de chapa que daba sobre la Avenida Libertador, en ese entonces a media cuadra de nuestra

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casa que quedaba frente a lo que hoy es el Obispado. Mi gran intriga y curiosidad – a mis siete, ocho o nueve años – era mirar hacia adentro, hacia la clausura. Otro recuerdo es en las fiestas de Navidad, cuando mis hermanas mayores ayudaban en la Librería y yo debía ordenar unas tarjetitas que seguramente iban adherida a los paquetes de regalo. Eran azules las unas y coloradas las otras…”

Adolfina Tomé

Una de las hermanas mayores de Mónica es Adolfina. La visitamos en Azul, Provincia de Buenos Aires, donde trabaja como secretaria de Monseñor Emilio Bianchi de Cárcano. Aprovechamos para almorzar juntos en nuestro camino hacia la Abadía Trapense de Nuestra Señora de los Angeles. Adolfina formaba parte de una nutrida familia de nueve hermanos. Ellos vivían en una casa que lindaba con el Instituto, hoy departamentos y negocios construidos por Ezcurra. Llegaron a la par de las hermanas y fue Monseñor Pedro Menini quien las presentó. Novedad de una congregación sin hábito, ya que las de tantos años en San Isidro – María Auxiliadora, Vicentinas (Santa María y Hermanitas de los Pobres (Asilo Marín) – los usaban.

Con Adolfina nos perdemos en charlas de los vericuetos del barrio, ya que estuvieron allí desde 1948 hasta 1960, siendo la familia Tomé muy amiga y buenos vecinos de las austeras hermanas.

Susana Santone de Galeazzi

Conoció nuestra Casa en el año 1958. Una de las primeras clases que atendió recuerda que Monseñor Devoto dijo: “Vds. saben que los Reyes Magos no existieron y no eran tres”. Así era como se progresaba en los estudios de Biblia, que primero nos sorprendían y luego los hacíamos nuestros. Recuerda que poco dinero tenían las hermanas en su comienzo hasta para el alimento. Un día Victorina María le mostró una bolsa de zapallos que les había llevado alguien amigo con campo, eso era lo que tenían para alimentarse hasta que llegasen nuevas sorpresas de gente querida. ¡Así eran de pobres! ¡Cuantas comidas frugales!

En el Instituto se daban continuamente cursos de actualización, muchos era los mismos que se daban en Rodríguez Peña. Me habló con cariño de Jane, Victorina María, Julita y Rosa, esta última como catequista de la Ribera y secretaria del Obispado. Sus hijos hicieron catequesis con la tan recordada Carmen Susana y tres de sus chicas estudiaron Catequesis allí. Me contó que todo lo que pasaba en la Diócesis tenía resonancia en 25 de Mayo. Como fundadora de los Grupos de Evangelio y dirigente de la Acción Católica organizó retiros y cursos de capacitación en la Casa de San Miguel perteneciente a las hermanas.

María Clotilde Díaz Saubidet (textual)

“¿1962? Años de Concilio Vaticano II, de los papas Juan XXIII y Pablo VI, de la Encíclica ‘Populorum Progressio’, del documento de Medellín, de cambios en la Liturgia, de

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Catequesis “renovada”, etc. Y en el Instituto de San Isidro, la Escuela Diocesana de Catequesis”.

“Tirando del ovillo de la memoria me aparecen nombres y escenas de la Escuela de esa época en la que, a mi juicio, primaba la esperanza de un mundo mejor. Antes que nada quiero pedir disculpas porque sé que, involuntariamente por supuesto, “saltearé” muchos nombres de personas con las que compartí esos años. Por eso espero que entre muchos podamos armar, piecita a piecita como si fuera un puzzle, la historia del Instituto”.

“Recuerdo a las hermanas: Orfilia, la Superiora, carita redonda, petisita y menuda, pelo corto lacio canoso sujeto con dos hebillitas. Con fama de muy inteligente, trabajaba en el Movimiento Ecuménico (algo nuevo para la época). Blanca, muy amorosa, alta, más bien grandota, de pelo castaño oscuro, organizaba la Escuela de Catequesis. Julita, ¿la de más edad?, encargada de la librería, muy simpática, siempre haciendo chistes. Muy comprometida con la catequesis parroquial (que se daba en el Instituto en unos salones muy lindos entrando por Libertador). Jane, de ojos muy claros, pelo crespo canoso, enseñaba Inglés. Creo que no tenía mucho que ver con la Escuela de Catequesis. Hilda, la más joven, trabajaba con Blanca en la Escuela de Catequesis, muy de avanzada en lo social, años más tarde dejó la congregación y después se casó… y…”

“Y los profesores, en su mayoría sacerdotes y algunos de ellos, después, obispos: El padre Emilio (Bianchi di Cárcano), ¿Antiguo Testamento? El padre Laguna. Los padres Miguel (Catarineu) y Tomás (Von Schulz), habían sido los primeros seminaristas ordenados en la Diócesis. Siempre venían “en yunta” y sus clases eran diferentes a las demás: Nos sentábamos en círculo (toda una novedad) y todas teníamos que hablar. Nos llamaba la atención que venían con los zapatos embarrados (eran “sacerdotes obreros” y vivían en “una villa”). El padre Barrientos nos daba Cristología. Tenía a su cargo una parroquia en Olivos o Vicente López. De pelo oscuro, un poco encorvado, de muy pocas palabras, fumaba muchísimo. Lo recuerdo diciendo “Filipenses 2...”. El padre Pedro (Oeyen) ¿era seminarista o ya estaba ordenado? El padre Enzo Giustozzi, venía desde San Fernando y siempre ponía ejemplos de los que trabajan la tierra con sus manos. El señor mayor cuyo nombre no me acuerdo, bajito, canoso, profesor de Biblia que nos deslumbró con la “Historia de la Salvación”. La profesora Carmen Ladrón de Guevara, psicóloga, llegaba siempre corriendo y nos daba… ¿…?… y…”

“Las clases eran tres veces por semana, a la tarde ¿de 5 a 8? en un salón con ventanas a la calle 25 de Mayo (la calle que en primavera sigue oliendo a azahares). Antes de la clase esperábamos en el patio lleno de plantas con mesitas y sillas de hierro. Y entre clase y clase, café y conversaciones con los profesores en el bar que estaba en un pasillo oscuro. La librería, con piso de madera muy encerada que crujía. La capilla, donde se celebraba misa a la tarde porque la Catedral estaba en obra para adaptarla a la Nueva Liturgia”.

“Mis compañeras de 1º año: Nora Lonné, Elba Ruíz, María Malaver, Lidia Martorel y... Las que ingresaron el año siguiente: Susana Muro, Susana y Graciela Todd, Victoria Doynel, María Delia Cassano, Maureen Grehan, María Clara Fernández Long, Rosario Olivera y…”

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Nora Etchart de Lonné

Le dice Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.Nadie va a al Padre sino por mi”

Juan 14, 6

Cuando esta linda tarea comencé ella fue una de las primeras que visité. Ahora estará en el cielo empujándome para que continúe la historia de esta casa, suya, mía y de tantos otros. Me contó Nora que San Isidro, aunque sin notarlo, necesitaba del aire fresco que traerían las hermanas del Instituto. Ya terminado el Concilio Vaticano II se abrió la Escuela de Catequesis. Nora estudió con el primer grupo que se recibió y me contó que las hermanas estaban llenas de alegría, participando en encuentros, profundizando y “en ebullición”. Nora formó parte del equipo que, dirigido por el padre Pedro Oeyen, redactó los libros de catequesis familiar “Creciendo en la fe con mi hijo” y en la Escuela de Catequesis fue profesora de Metodología.

Quiero recordarla leyendo las lecturas en la Catedral, haciendo, a pesar de los años, un culto de ello. Nora: ¡Lo hacías tan bien…!

Beatriz Ponce de Martínez

A pesar de ser salteña vive desde hace más de cuarenta años en San Isidro. En un tiempo en la Avenida del Libertador frente a los fondos del Instituto. Ella ofreció su casa para que la hermana Carmen Susana – que preparó a uno de sus hijos – hiciese los encuentros de catequesis. En una oportunidad vino de Córdoba enferma y las hermanas la instalaron en la habitación que había pertenecido al Cardenal Copello. Fue alumna de teología, recuerda al profesor Renee Dosin como un laico extraordinario. El gran cariño que la unió a las hermanas la llevó a invitar a la hermana Julita González Aguirre y a Nora Etchart Lonné a Salta para que diesen clases de catequesis.

María Justa Mercau Saavedra

Amiga desde el primer grado del Colegio Cardenal Spínola. Con ella conocí al Instituto a los 13 años en las clases de Inglés de Jane. No es mi historia, es la de ella y aquí va un apretado relato de lo que María Justa me ha contado.

Creo que lo más importante es decir que ella siguió viniendo a la Casa desde aquellos tiempos porque sentía que era “su” casa, en la que podía desplegarse y crecer en las aperturas que el Instituto posibilitaba. Salvo Arte, que siento que lo encontró en la escritura (Así es como guardo sus poesías inspiradas en la vida), ella recorrió tantos caminos en esta Casa. Cursó Ciencias Sagradas estando en tercer año del secundario en 1962. En 1964, mientras estábamos en quinto año, trabajó en la librería, que era mucho más pequeña que lo que es ahora. En los ratos libres de su trabajo tuvo grandes oportunidades de leer. Conoció a los entonces seminaristas Jorge Casaretto, Osvaldo Reggiani y Cesar Chiarella. En 1965 empezó Asistencia Social, contándome que fueron 30 las que comenzaron y solo seis las

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que se recibieron tres años más tarde. Como “práctica” trabajaron con los empleados de la empresa Fate. La asistencia social en las tres áreas, individual, grupal y de desarrollo comunitario.

Ya madre de una numerosa familia, entre 1983 y 1985 estudió Catequesis aprovechando el horario que sus chicos estaban en el colegio. Recuerda a sus profesoras Paula del Bosco y Gloria Alra, la figura de la querida Emilita en la Secretaría y luego Patricia Petit de Murat como Secretaria y Catequista. Cuando en 1985 cursaba el último año nació Nicolás, su séptimo hijo, y sus compañeras le regalaron una medallita para su nuevo y último bebe.

El timbre de la Clausura

Si al Instituto llegábamos ya una vez adentro y necesitábamos hablar con alguna hermana, nos dirigíamos a la puerta de la Clausura. A su lado un timbré blanco servia para anunciar nuestra llegada abajo de el un cartelito prolijo, seguramente hecho por Emilita, nos indicaba con cuantos timbres debíamos llamar a cada hermana. Generalmente cinco o seis era el número de ellas.

A veces salían rápido, algunas con repasador en mano, ya que esa semana la cocina les tocaba, sino contestaba nadie a veces con vergüenza insistíamos, y se abría la puerta y otra cara aparecía, explicando la ausencia de la hermana buscada.

Alicia Emery de Jurado

Empezó a estudiar Derecho en 1965, pero, según me dijo, “no iba con ella”. Por una vecina se enteró de la Escuela Regina Pacis y formó parte de la tercera promoción (año 1969). Las hermanas Jane y Delia María eran el respaldo de la Escuela. Trabajó en la librería con María Jesús Olivera y fue ayudante de cátedra de Cultura y Grabado en 1970. Se casó en 1971 y volvió en 1977, cuando la Sra. de Tassara la volvió a nombrar ayudante de cátedra. Recordó que las primeras clases de Teología organizadas por Delia María se dieron en las aulas de la planta alta de la Escuela de Arte y que una profesora, Virginia Ascui, llevaba a un grupo de alumnas a distintas parroquias, donde en encuentros que se realizaban a la noche o en fines de semana, ayudaban a la gente a trabajar con la Biblia. Así fue como – entre otros lugares – fueron a Olivos, Martínez, Villa Lugano y Villa La Ñata. Recordó con mucho entusiasmo a este último lugar, que pertenece a la Diócesis, por la forma en que fueron recibidas, agasajadas y escuchadas. También me contó que, como la gente no entendía el nombre de la hermana Jane, se golpeaba el pecho y decía. “Jane, como la de Tarzán”. Está en la Casa desde hace más de cuarenta años y ahora es la bibliotecaria de la Escuela de Arte.

Chiquita Di Correto de Arroyo

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Empezó con la catequesis familiar en 1971 y así comenzó a relacionarse con el Instituto cuando sus chicos se preparaban para la comunión. Beba Ansaldo, querida catequista, la conectó con la hermana Julita González Aguirre en la época en que el libro “Creciendo en la Fe con mi Hijo” – escrito por el padre Pedro Oeyen y su equipo – comenzaba a imponerse en las parroquias. Julita era la encargada de la librería y Chiquita la ayudaba a traer piezas del taller de Santa Ana para ser vendidas allí. También recordó los viajes con las hermanas a la Casa de Ejercicios “El Cenáculo” que la Congregación tenía en San Miguel.

Estudió Catequesis en los años 1972 y 1973. De sus profesores de esos años en la Escuela de Catequesis recordó a la psicóloga Teresa Hervaz (Teresiana) como una gran profesora, al padre Barrientos por su sabiduría y fina ironía, al entusiasmo con que el padre Alejandro Bunge daba “Gracia”, al padre Jorge Oesterheld, magnífico profesor de Sociología (luego pasó del clero secular a los Dominicos) y al padre Carlos Avellaneda, profesor con excelencia no improvisada. Chiquita se acercó a estudiar para profundizar la fe trasmitida en su hogar y colegio. Y para tantas de nosotras fue una fuente para calmar nuestras ansias de felicidad, recorriendo nuestro camino con otros con distintas formas de ser, pero con los pies y la mirada puesta en el Reino.

En 1976 comenzó a trabajar como secretaria compartiendo el horario con Emilita Guerrero y continuando como testigo y miembro del Instituto doce años más, hasta 1988. Eran los tiempos en que con Emilita organizaban las charlas que daba a la noche el filosofo Dr. Emilio Komar, seguido por un grupo fiel entre el que había muchos seminaristas. También se organizaban cursos de cerámica y dibujo para chicos. Las paredes escuchan los ecos de las voces de las hermanas que esos años vivieron allí, nos hablan de sus trabajos, de sus afanes e ilusiones para que la semilla se siga esparciendo y así, además de Julita González Aguirre, están Gloria Wichis, Rosa Butazzi, Zulema Galíndez, María Argentina Torres, Petrona Segovia, Hilda Carboni, Haydeé Alcocer, Pilar Lostado. La biblioteca era atendida por Teresita Obarrio de André y por Sarita Olivares.

Recordó a Carmen que por muchos años atendió el bar, más sencillo que el actual. Y también los directores de la Escuela de Catequesis que se fueron sucediendo, dejando cada uno su impronta personal: Los sacerdotes Emilio Bianchi di Cárcano, Pedro Oeyen, Jordi Catarineu, Alejandro Bunge y Carlos Marcelo Pérez Bourdie. En marzo de 1976 Emilio Bianchi fue consagrado Obispo de Azul (Provincia de Buenos Aires) y Carlos Franzini, Obispo de Rafaela (Provincia de Santa Fe) en junio del año 2000.

Teresa Obarrio de André

Teresita fue siempre miembro de la comunidad de la Parroquia de la Catedral, por lo que concurrió a muchos de los cursos que se dictaron en el Instituto. Se remonta a 1964, cuando el padre Paco Ibáñez trajo de España la metodología de revisión de vida “ver, juzgar y actuar”, que derivó en los “grupos de evangelio” que se desparramaron luego por toda la Diócesis. Para ello M.A.C. (Mujeres de Acción Católica) pidió a las hermanas aulas para reunirse y organizar ese movimiento. Así también, otros grupos de Iglesia recurrieron a las

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hermanas para emplear su capilla y aulas en las tempranas horas de la tarde, especialmente cuando la Catedral estuvo en obra para adaptarla a las directivas del Concilio Vaticano II.

Teresita, que trabajó un año en la biblioteca, le dedicó particular recuerdo al curso que se realizó en el Auditorium en 1970 en horario nocturno bajo el título de “Teología fundamental para laicos”, cuyos profesores, entre otros, fueron los entonces presbíteros Emilio Bianchi, Justo Laguna y José Barrientos. ¡Cuantos años, Teresita, guardaste esos apuntes! También se acordó o encontró apuntes de los cursos y charlas del filósofo Emilio Komar, del padre Emilio Giustosi (“Sagradas Escrituras”), de los padres Ducler (1971), Laje (1972, “Fe”), Uriburu (1974) y Chiesa (“Dios nos elije y nos llama”), de Victor Max Wullich (“Cursillo sobre Cine”, 1963), de la hermana Julita González Aguirre (“Misión y Evangelización”) y de las charlas que daba la dirigente de la Acción Católica Gloria Fontecha.

Emilita

Emilita Guerrero, ese es su nombre entero. Estés donde estés ahora, te invito a que como milagro alado vengas a casa, te sientes a mi lado y oigas cómo tantas personas, ya hermanas, ya sacerdotes, ya alumnos o simples paseantes, quieren agradecerte tantas sonrisas que vos nos regalaste.

Trataré de hacer un retrato apretado que vista de colores tus eternos grises, no de tu persona, sino de tu vestimenta. Antes se diría que vestiste siempre de “medio luto”. Facciones de medallón de marfil blanco, flaca como un junco. ¡Un suspiro! Largas polleras grises, por supuesto el mismo tono sería tu saco de lana, blanca la blusa. La época de las fotos de blanco y negro de nuestros álbumes no harían diferencia. Pero ¿como iluminar esas fotos de antaño con tu personalidad toda bondad? Tu pelo lacio, negro primero, luego entrecano, sostenido con uno o dos clipcitos, cortado derechito y bien prolijito. Los adjetivos me salen en diminutivo, ¿no será que Jesús a mi lado me dicta: “Benditos los que tienen alma de niños”?

Delia María me contó que cuando comenzaste a trabajar de secretaria lo querías hacer voluntariamente, pero Jane se negó y una cuenta en el banco te abrió. ¡Bien que la necesitabas! Pilar me dice que en esas “noches de Komar” una blusa de color rosa dejabas asomar y te ponías aros. ¿Aros? le digo. Imposible de imaginar, pero eran solo unas perlitas. A pesar de eso todos te decían “hermana”. Era que el Divino Maestro con vos estaba. Los cuentos de tus “ayunos” brotan en racimos, nunca tenías hambre, nunca querías molestar. Entrar en lo que antes era clausura fue toda una aventura. Al colmo llegaste un día que tomaste un trago de Coca-Cola y luego ibas a comulgar. Por supuesto: ¡Oh gran duda! Y Pilar te dijo: “El Señor va a estar agradecido de encontrarse una burbuja en tu estómago vacío”.

En 1982 mi hermano Marcos (sacerdote desde hace veinte años) concurría como

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seminarista al Instituto. A las pocas clases me dijo: “Te manda cariños la monja más buena”. Yo me dije: “¿Como hace este hermano para evaluarlas tan rápido?”. Era Emilita que a otro más había conquistado. Todos los que con vos se cruzaron ganaron y el que solo se fijó en tus ropajes, perdió.

Beba Ansaldo (textual)

“El Instituto fue para nosotras como el faro encendido que nos guiaba. Éramos un grupo de mujeres jóvenes (entonces, porque estoy hablando de la década del setenta) dedicadas a la hermosa tarea de ser catequistas”.

“De pronto, nos enfrentamos a un desafío revolucionario: La catequesis familiar concebida por del padre Pedro Oeyen. No nos sentíamos en absoluto capacitadas para algo tan importante como acompañar a los padres ayudándolos a crecer en la fe junto a sus hijos. Y aquí aparece el Instituto en la persona de la hermana Julia González Aguirre (siempre será Julita para quienes tuvimos la fortuna de conocerla) que nos invita a reunirnos para preparar cada encuentro y despeja nuestras dudas y temores con humor y experiencia. Junto a ella, Nora Etchart de Lonné, la inolvidable Nora con su serena sabiduría sosteniéndonos en la tarea. Cuando Nora egresó en la primera promoción de catequistas recuerdo que le llevé, a falta de un regalo mejor, un enorme ramo de jazmines azóricos de mi jardín. Lo abrazaba emocionada y le dijimos: ¡Estás casada con la catequesis! Nació entonces una amistad entrañable, como muchas otras que se gestaron entre las maternales paredes del Instituto.

“En mi caso hacíamos catequesis en la zona de Beccar próxima a la Escuela Nº 3 (Libertador y Ayacucho) en nuestras casas. Cubríamos la necesidad del barrio, pues para concurrir a Nuestra Señora de Lourdes, los niños debían cruzar las vías y la Avenida Centenario y muchos padres no podían acompañarlos. La hermana Gloria Wichis asistía con frecuencia a los encuentros con los papás o con los chicos y con generosidad disimulaba y “apuntalaba” nuestras debilidades. También quiero recordar a la hermana María Helena, con su desbordante juventud, su alegría y su capacidad de trabajo y a la dulce Emilita, en Secretaría, procurando resolver todos los problemas. Las primeras comuniones, celebradas en Catedral, culminaban con un chocolate servido en los jardines del Instituto. Para cerrarlo llegaban en bandada los jóvenes seminaristas que rápidamente hacían desaparecer los restos del festejo”.

También quiero agradecer que el Instituto nos abrió generosamente su librería, ayudándonos a adquirir textos a los que de otra manera no hubiéramos podido acceder.

Estos son pequeños recuerdos llenos de amor y gratitud hacia el Instituto de Cultura Superior de San Isidro. Que el Señor bendiga a todos sus miembros”.

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Mi amiga Rosa

El amigo fiel es refugio seguro;el que lo encontró ha hallado un tesoro

Eclesiástico 5, 14

Es temprano en la mañana, ya ha comenzado a clarear, estamos en primavera, al Señor he elevado mis preces. Los gorriones gorjean, las palomas ululan y empiezo a recordar, pero sola no quiero estar. Jesús me manda a mi amiga, para juntas evocar. Si, a la hermana Rosa Butazzi. Ella en Ituzaingo, ahora en el Hogar Belén, yo mi en mi casa en Beccar, que es su casa también. Con mi marido, Martín, iniciamos esta aventura en 1970 en esa iglesia querida de la Catedral, quisimos hijos desde el primer momento, pero ellos se demoraron. Crecimos en el encuentro, crecimos en el darnos.

Y allí Rosa querida, quien llama a Martín “mi amigo”, con quien me inicié en la Catequesis, en la Nuestra Señora de la Ribera, centro misional de la parroquia Catedral. Fui en 1973 su perrita ladera, mientras los días nos volvían grandes amigas. Ella, de Gualeguay, entró en la Congregación en 1958. Allá en sus pagos el padre Frossard le contó del “Divino Maestro” y ella habló con Natalia. Toda su familia sufre de un gran impedimento, sus ojos, su vista. Natalia le abrió las puertas y le dijo que la oración era también un camino, a pesar de sus dificultades. Les cuento que Rosa tiene algo que con los libros no se puede alcanzar: El sabor de las cosas de Dios y gran avidez por ellas. En tantos años que hemos seguido amigas, en cada visita que le hago le cuento de los aires frescos que de las clases del Instituto recibo y ella siempre me pide que le cuente más. Y así juntas nos entusiasmamos. Nos sentimos felices, el Señor está con nosotras.

En febrero de 1966 es cuando llega a San Isidro y por diez años en la Casa de 25 de Mayo estaría. Sus superioras se suceden: hermanas Orfilia Bedarcaz, Victorina María Lacasse y Julita González Aguirre. Su ocupación primordial, catequesis, secretaria del Obispado y tareas domésticas. El primer lugar que al que le toca ir como catequista es Nuestra Señora del Camino, en Boulogne. Allí va el entonces padre Jorge Casaretto, que luego estará en la Ribera. Pero tiene que tomar dos colectivo y eso es oneroso. Al “bajo”, en cambio, ella llega caminando.

La capilla del Perpetuo Socorro de la Ribera, erigida gracias a Tomás Anchorena, que fue generoso como quien realmente tiene su fe en el cielo. No fue solo esa capilla, sino fueron muchas las gracias que al Señor le dio levantando paredes con sus cruces apuntando al cielo. En sus alrededores con Rosa ¡cuantas cosas vivimos! Allí estaban Andreina y Jorge Martín, Josefina Miranda, Esther y Raúl Ogger, Nelly y José Cahe, los Martínez, los Pucci… y así los rostros desfilan, así ellos nos marcan… y de ellos Rosa se interesa y es amiga. Antes la Ribera era la tierra de Monseñor Menini, que rezaba misa bajo la parra cuando no había capilla. Con que amor lo recordaban. Luego sería el padre Jorge Casaretto. ¡Pobres mis curas amigos que lo siguieron ya que la gente con él siempre los comparaba…!

Un día a Rosa la muerde un perro en una pierna. Esta vez “el San Roque, que este perro no me toque” no funciona. En aulas húmedas contiguas a la capilla nos reuníamos. En invierno se hacía de noche y teníamos que dejar cerrado el portón de alambre. En la calle ni un alma y el candado, una lucha. ¡¿Te acordás Rosa como cantábamos “Esta es la luz de Cristo” para darnos coraje?!

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Tengo que parar, no quiero aburrir. Es historia compartida con mi amiga, hermana Rosa Butazzi5.

Elba Ruiz

Como busca la ciervacorrientes de agua,

así me alma te buscaa ti, Dios mío.

Salmo 41

La conocí en 1974, cuando un grupo de mujeres (yo, con 23 años, comenzando como catequista) nos reuníamos con las hermanas Julita, Gloria y Rosa para preparar los encuentros de catequesis familiar. Elba, de hablar pausado, una cara de linda criollita, fue una persona por todos querida. Venía representando al Centro Misional Stella Maris (Catedral), su barrio, tantas veces por ella caminado como amiga, catequista y Ministro de la Eucaristía. Trabajó muchos años en la catequesis del Colegio Nuestra Señora de la Unidad. En una mañana lluviosa de 1987, con Elba y Mariana, nuestra hija de 9 años, saludamos a Juan Pablo II desde el costado de la Autopista Ricchieri.

¡Elba, que unida a nuestra Casa estabas! Tu muerte nos sorprendió y te sorprendió en 1995 a los 71 años.

María José Recondo de Pollitzer: El paso de una familia por nuestra Casa (textual)

“El 5 de noviembre de 1960 hice mi primera comunión en la capillita del Instituto junto con mis hermanos María Luz y Javier. Nos preparó con muchísimo cariño la hermana Carmen Susana. La ceremonia fue muy íntima y emotiva. Más adelante, en los años 1969-70, hice el curso de Catequesis junto a otras cuatro amigas y compañeras del Colegio Santa Inés. Lo cursamos al mismo tiempo que hacíamos 4to y 5to año del colegio, tres veces por semana a la tarde. Nos íbamos directo del colegio, comíamos algo en el barcito del Instituto y nos recibía con alegría la hermana Julita, siempre tan entusiasta. Cursamos María Dahl, Victoria Salas, María Susana Galeazzi, Maia Ramallo y yo.

En 1972-73 hicieron el mismo curso mis hermanos María Luz y Javier, junto con Gabriel Urgoiti. En 1974-75 estudió mi otra hermana, María Cecilia (Titi) junto a Cecilia Galeazzi (también cursando 4to y 5to año del Santa Inés). De esa camada fueron también Celina

5 No quiero dejar de recordar a Ana María Follonier, que por tantos años atendió el Jardín de Infantes de Cáritas. Hoy en día el antiguo barrio con sus barriales, pequeños chalets y casas en hilera hacia el fondo, ha cambiado totalmente. Las madres del Colegio San Juan el Precursor han hecho aulas espléndidas y con su generosidad siguen sustentando todo. Hay también en la calle Martín y Omar un Jardín Maternal, obra que le compete a la Catedral.

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Calviño y Paula Erhard del Campo. Y durante 1977 mi hermana María Constanza (Tata) se preparó con la hermana Carmen Susana para el sacramento de la Confirmación, recibiendo el sacramento en noviembre de ese año.

Creo que desde entonces no quedaron muchos años vacantes en los que hemos realizado algún curso o taller. Muchas veces acompañados por mamá: Chiche Recondo, responsable primera de nuestro paso por el Instituto y principal alentadora de la búsqueda de mayor profundidad en la Fe. De los seis hermanos que somos, cinco hemos pasado por esta casa y nos han acompañado de distintas formas y en diferentes momentos las hermanas que aquí nos esperaban para compartir la Fe y ayudarnos a crecer en ella.

Celina Calviño de Díaz Pumará (textual)

“Recuerdo con mucho cariño mis años de estudio de Catequesis. Pude entrar al Instituto cursando 5to. año del colegio secundario (allá por 1974) y recuerdo cuánto abrió mi cabeza y mi corazón el estudio del Antiguo Testamento y haber aprendido de profesores como el padre Barrientos, el padre Emilio Bianchi, el padre Rotondaro que nos dio Iglesia y me hizo comprender la riqueza y la novedad del Concilio Vaticano II. Cómo no nombrar a Julita que era como el “alma” que recorría todo el Instituto. Y un momento especial fue recibir nuestro título de Catequistas de manos de Monseñor Aguirre que nos dijo ‘sean santas’…”

Susana Barra

Estudiaba Catequesis cuando también yo lo hacía (1973, 1974) y la recuerdo viniendo en el uniforme de colegio. Pero me cuenta que ya de chica ayudaba a la hermanas en la librería en la época de Navidad. Su padre, el arquitecto Lorenzo Barra, además del Auditorio había hecho la casa de retiros que las hermanas tienen en San Miguel y sus abuelos, Anita y Luís Barra fueron dueños de la famosa santería que, ubicada primero en la calle Venezuela y luego en la Avenida de Mayo, llevaba el apellido familiar. De allí venía una vieja relación con el Cardenal Copello, al punto que cuando él venía de Roma se alojaba en casa de los abuelos Anita y Luís. Como anécdota que pasó de abuelos a padres y a nietos, Susana me contó que el Cardenal conocía todas las especies de pájaros de San Isidro, que le traían recuerdos de su infancia, afirmando que en Roma prácticamente habían desparecido por la guerra.

Mercedes Devoto de Sartori (textual)

“Recuerdo con mucho cariño a la hermana Julita por quién entré a la Escuela de Catequesis sin haber terminado el secundario, que teóricamente era requisito.  Mamá (Teresa Devoto) era amiga de Julita y le pidió por mi y pude entrar estando en 5º año.Me encantaba llegar y cruzármela, siempre con una sonrisa y algún chiste para contar.También recuerdo al padre Barrientos, a quién le tenía miedo porque explicaba sin interrupciones, en difícil y… a estudiar… Una vez me hizo una pregunta sorpresa y ante mi

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silencio me dijo que porque no traía mejor un grabador para la clase y me quedaba en casa. Fue muy duro pero aleccionador, desde ese día ni pestañeaba para no perder el hilo”.

”Iba los lunes, miércoles y viernes de 18.30 a 21.30 y teníamos un grupo muy parejo y divertido. Recuerdo dos convivencias que tuvimos, una en la quinta de mis abuelos en Zelaya, todo un día de sol y encuentro, y la otra en el Copello, en el que jugando a ‘Dígalo con mímica’ debíamos representar nombres de calles de la ciudad. En un momento que le tocaba a Julita, el padre Barrientos le sopló al oído una calle para que representara y terminamos muertas de risa ya que la calle era ‘Larrea’. La entrega de diplomas se hizo en el Auditorio y creo los entregaba Monseñor Aguirre o Monseñor Laguna que era el Obispo Auxiliar. Desde ese año 1975 hasta hoy no dejé de trabajar como catequista en el Labardén y algunos años en Santa Inés y Holy Cross”.

”Ahora volví por una escuela con Juan Pablo Berra, y me encantó sentarme en los mismos pupitres, las mismas clases, el patio frente a la Santería donde hacíamos los recreos, el Oratorio. Todo está como antes solo que sin la presencia de Julita que me hizo amar lo que hago y comprometerme con ello. Me encanta ver la cantidad de talleres y opciones que presenta el Instituto y cada semana hay avisos nuevos. Ahora también pintadito y siempre prolijo”.

”Espero que continúe con su misión educativa y brindando distintos espacios”.

Un profesor…

Presta oído y escucha mis palabras,y aplica tu corazón a la ciencia,

porque te será dulce guardarlas en tu seno,y tener todas a punto en tus labios.

Para que esté en Yahvéh tu confianzatambién a ti hoy te enseñaré

Proverbios, 22

He elegido al padre José Barrientos como profesor entre los que tuve en 1973 y 1974 en la Escuela de Catequesis. Porque él pasó a ser amigo mío y también de mi marido. Y fue una amistad de muchos años. Había concluido sus estudios en la prestigiosa Universidad de Lovaina (Bélgica) y era también profesor del Seminario Diocesano, dejando allí grandes huellas entre sus queridos seminaristas. Una persona sumamente culta, con un carácter muy difícil, ya que sufría mucho con sus dolores de espalda. En casa lo tratábamos de riguroso “usted” hasta que mi hermano Marcos llegó al Seminario en 1982. Y como esa camada de seminaristas lo tuteaba, él nos conminó a que así lo hiciéramos, ya que para todos siempre fue Pepe Barrientos.

Me hizo comprender con profundidad el sentido de la Pascua. Él se reía cuando yo, al llamarlo para saludarlo en esa fecha, se lo agradecía. Nos dio Cristología y nos hizo memorizar como centro de esa materia Filipenses 2, 5-11. No le gustaba nada que le hiciéramos preguntas y recuerdo muchos de esos tensos momentos en que alguna se animaba. O cuando él, a modo de provocación intelectual, le respondía con un:

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“Desarrolle esa pregunta hasta sus últimas consecuencias…”. Pero en hilaridad ninguno superó la oportunidad en que una chica muy jovencita le preguntó: “Padre, ¿Qué es eso de la píldora que habla todo el mundo?” (¡Recuerde el lector que estamos hablando de más de 30 años atrás!).

Falleció el 24 de julio de 1999, habiendo sido por muchos años Párroco de Pio X en La Lucila.

Mariam Castro Videla de Huidobro

Su conexión con el Instituto comenzó cuando era chica y concurría a las clases de inglés de la hermana Jane. Siempre las unió un gran cariño. Miembro de la Comunidad del Niño Jesús de Praga, cuando comenzó la catequesis familiar preparó al menor de sus hijos. Luego estudió catequesis en los años 1978 y 1979, entregándole su diploma Monseñor Antonio María Aguirre.

Así fue como conoció los profesores Daniel Uralde (Metodología), padre Pedro Oeyen (Sacramentos), padre Herrera Gallo (Psicología), Magdalena Hermida (Psicología Evolutiva) y también al padre Jordi Catarineu, al padre José Barrientos y a Susana Bustos, entre otros.

Ha trabajado siempre en el Colegio Nuestra Sra. de la Unidad y para ella la catequesis ha sido un camino de vida. Me pidió especialmente no dejar de remarcar la humanidad y el cariño que las hermanas tuvieron con ella y sus hermanas cuando eran chicas.

Tochi Dussaut (textual)

“Mis vivencias de la Escuela de Catequesis del Instituto se remontan al año 1976. El año anterior había fallecido nuestra hija Susana de 19 años, luego de un duro proceso de tres años de enfermedad. Todo el que ha pasado por un dolor semejante sabe lo que la Fe puede llegar a ayudar a sobrellevar esa cruz. Durante todo ese tiempo traté de sostenerme con lecturas y meditaciones sobre el valor del sufrimiento y su fecundidad, asesorada por el querido padre Luís Ramazzo de San Juan Bosco. Puedo decir que se me abrió un mundo de misteriosa Esperanza que no solamente nos sostuvo a toda la familia, sino que me despertó la necesidad de profundizar mi formación y así lo hice ingresando en la Escuela de Catequesis del Instituto”.

“Eran épocas difíciles para nuestro país y encontrábamos en el Instituto un oasis de paz y profunda espiritualidad. Allí mis lecturas se sistematizaron, volví a ocupar un pupitre como alumna y había que estudiar en serio. Tuve grandes profesores entre los que recuerdo al padre Jordi Catarineu, al padre Alejandro Bunge, que nos daba el sacramento del Matrimonio y al padre Juan Martínez, algunos de ellos hoy obispos. Nelly Canale nos enseñaba la Catequesis Especial. Cuántos profesores más cuyos nombres no me vienen a la memoria pero que me han dejado representaciones imborrables”.

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“Todo transcurría en un ambiente de mucha alegría y realmente poníamos lo mejor de cada uno para aprovechar esas valiosas clases. No voy a negar que también pasábamos momentos de nerviosismo cuando llegaba la hora del padre Luís Rivas, experto en Evangelios, quien realmente nos tenía al trote. Me acuerdo que nos hacía buscar textos bíblicos a la carrera. Mientras lo hacíamos se paraba cerca de alguno de nosotros y temblábamos de miedo. Y para qué hablar del día del examen final. Era un volver a vivir nuestra época estudiantil”.

“¿Cómo no acordarme de la amorosa Emilita que estaba en la Secretaría? Y de las hermanas, recuerdo a Hilda, de la Librería, Laura Roger, compañera de colegio de una de mis hijas e hija de un querido médico amigo nuestro, y tantas otras que van pasando por mi memoria. El Instituto siempre fue para mí un lugar de profundo crecimiento personal y cristiano. Recuerdo los cursos de Filosofía del querido Profesor Komar y los de Teología que daba del histriónico padre Luís Montenegro”.

“Siempre que me encuentro con un compañero de aquellas épocas, salen a relucir los recuerdos gratos que nuestro querido Instituto nos ha dejado”.

Patricia Petit de Murat

Patricia llegó a nuestra Casa en marzo de 1981 como alumna a la Escuela de Catequesis y, como ella me dice, “nunca más me fui…” En 1981 y hasta mayo de 1982 fue director el P. Jordi Catarineu, completando el año el P. Alejandro Bunge. En 1984, siendo ella Secretaria, se abrió el turno tarde que era los martes y viernes de 14:30 a 17:00. En 1985 y 1986 se juntaban 54 alumnos en ese turno, así que para dictar clases se utilizaba la Casa Parroquial de la calle Anchorena 469.

La hermana Pilar era como el “Alma Mater” de la Escuela, haciendo el acompañamiento de los alumnos. De carácter muy gracioso, escribió un “sketch” con el nombre de “Carta de Pablo a los Gallegos”, que hizo reír a todos. Patricia tuvo como profesores al P. Luís Riva (Nuevo Testamento), al Hermano Cayetano Luciano Bertelli (Antiguo Testamento), al P. Carlos Franzini (Cristología) y a Gloria Alra y Nora Etchart (Metodología). Recuerda a un laico muy capaz, Fernando Cugliadolo (El Dios Uno y Trino).

Los recreos largos eran momentos de encuentro fraterno. Como nos pasó a todos, me dice: “A veces deseábamos que fuesen más cortos para irnos a casa más temprano, pero lo que se compartía en esos momentos era tan importante que los profesores tenían que ‘arrearnos’ a las clases”.

La presencia de las hermanas en la Casa era muy fuerte. Durante las horas de la mañana, los seminaristas del Colegio Episcopal San Agustín cursaban sus clases en las aulas de Arte y del frente. Para todos, las ordenaciones sacerdotales eran parte de las fiestas anuales: Los seminaristas haciendo las listas de los libros que les interesaban y las continuas visitas de amigos y parientes a la librería a cargo de la hermana Hilda Carboni.

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La Casa era un lugar diocesano. En ella se representaba su espíritu. Y también a través de los profesores de la Diócesis. Durante muchos años el P. Jordi Catarineu celebraba la misa del 31 de diciembre a las 24:00 para recibir el Año Nuevo en comunidad.

En 1984 Patricia es también profesora. Maruca Segura, como laica consagrada y catequista, tenía que ver con lo propio del ser catequista. La hermana Pilar despertaba vocaciones en la Escuela, en la que estuvo muchos años. Así fue que Maruca, que no podía seguir concurriendo, fue reemplazada por Patricia, que siguió dando las clases de Introducción a la Catequesis, Historia de la Catequesis y Catequesis del Adulto.

La Casa tenía lugares “mágicos”. La salita del Cardenal, con sus muebles franceses dorados y tapizados de bordeaux, el gran retrato del Cardenal y en una esquina la vitrina con sus pertenencias: Solideo, roquete, estola, hisopo, cartas… También había en una pared un pequeño cuadro de la familia Copello. Recuerda Patricia como anécdota graciosa como las hermanas “solucionaron” el problema de una gotera debajo de la mesada de la cocina colocando para juntar el agua una preciosa “tasa de noche” de loza (alias “la pelela”) que había pertenecido al Cardenal.

El 1º de junio de 1992 la Escuela Superior de Catequesis de la Congregación se transforma en Escuela Diocesana dependiente del Obispado continuando con el espíritu que le habían infundido las hermanas. Allí estuvo la hermana Delia María Espiñeira como vicedirectora. Cuando ella se fue a la Diócesis de Rafaela la sigue hasta 1998 la hermana Miriam Marx.

En el Instituto la imagen del Divino Maestro es una presencia muy fuerte. “Está aquí y te llama”. Es un lugar de profunda libertad donde cada uno puede expresar lo que piensa y lo que cree desde el lado de la fe.

De su paso por la dirección de la Junta de Catequesis (desde 1981 hasta 1997) entre muchas otras cosas recordó el debate en torno a la formación que debía día darse a los catequistas, estableciéndose diversos niveles, como auxiliares, parroquiales y uno más profundo diocesano. Este último tendría un mayor compromiso de horario y se dictaba en los centros de formación de San Gabriel, del Divino Maestro y, más tarde, en Santa Rosa de Lima de Munro. A partir de 2005 y dado el crecimiento de los lugares de enseñanza en Martínez, Pacheco, Munro, Vicente López y Tigre, la Escuela de Catequesis solo funcionó los jueves por la noche.

Recreo

Que yo en tu amor confío.

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En tu corazón mi corazón exulte.¡A Yahvéh cantaré por el bien que me ha hecho!

Salmo 13 (12)

Según el diccionario de la Real Academia, la palabra “recreo” – del latín “recreare” – tiene dos acepciones: “Crear o producir de nuevo algo” y “Divertir, alegrar o deleitar”. Los recreos del Instituto fueron para mi muy especiales: Media hora, la presencia de las hermanas, de algunos profesores y, ahora, siempre el joven, alto y alegre Director Ernesto Leguiza, el simpático barcito atendido en un ayer por Carmen o quizás otra señora, ahora por Martita y su hijo. Sabiduría de las hermanas: Muchos al unirse a nuestra Casa comentan ¿para que tan largos? No solo sirven para los que de su trabajo vienen apurados, para saciar la sed los días bochornosos, para deleitarnos con alguna cosa rica o para los que nos gusta encontrarnos alrededor de un cafecito, sino también y esencialmente para conocernos y así enriquecernos.

Todo esto se va comprendiendo viviéndolo. Cuantos temas, cuantos intercambios, discusiones, profundizaciones, volver para atrás para ver el futuro más claro, cómo leemos hoy la Biblia, los géneros literarios, las distintas formas de unirnos con Dios (religarnos) con los demás y consigo mismo, como nos sentimos interpelados, los miedos al sufrimiento, al dolor, a la muerte, la finitud, el camino de Cristo, el Reino, un aquí y ahora, pero “no todavía”, el “no instalarse”, la resurrección como culminación del Kerygma, el equilibrio, la valorización bíblica de las mujeres, el “cuanto más humanos somos, más a Cristo nos parecemos”…

Recuerdos del ayer: El padre Barrientos charlando en francés con Ivonne Oeyen (madre del padre Pedro Oeyen) que cursaba la Escuela de Catequesis. Chequeando las características “fichas” con las que el padre Jorge Rotondaro nos daba “Historia de la Iglesia”. La hermana Julita, con su delantal gris azulado, conversando con monseñor Emilio Bianchi o cuidando durante un curso a la hija de mi amiga María Beláustegui, entonces una bebita amorosa (hoy mamá de cuatro chicos) que se quedaba en la secretaría en su cochecito. Así María pudo terminar con Catequesis. Corridas a la librería a hojear libros, dejar encargos...

En tiempo cercanos, el grupo de “muchachos”, que estudiaban para el diaconado, siempre agrupados alrededor del aljibe. Las sorpresas con las exposiciones, ya sean pinturas, esculturas o “collages”, a veces modernos, a veces no, maneras de expresarse del “Regina Pacis”, en las que hasta tuvimos oportunidad de ver bailando tango con todas sus figuras; nos despertaban a otros caminos.

En esos largos recreos nos escuchamos, nos abrimos, nos interesamos por nuestros amores y sinsabores. En una palabra: Estamos para el otro. Como bien dice Etty Hillesum en su diario6: “La más íntima de todas las conversaciones es la conversación sobre Dios”.

Ángela Etcheberry (textual)

6 “The Diaries of Etty Hillesum”, New York, 1941, 1943.

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“Conocí esta Casa siendo muy pequeña ya que mis padres me llevaban a Misa los domingos y me llamaba mucho la atención que se celebrara en un lugar tan pequeño. No me parecía misa porque estaba acostumbrada a grandes templos como el de la Catedral de San Isidro y además escuché allí alguna misa en inglés”.

“Cuando terminé el secundario, trabajando en catequesis de mi Parroquia una amiga me estimuló a hacer el curso de catequista y otra vez entré en la casa con 18 años y me sorprendió otra novedad: Me recibió una hermana de una Congregación sin hábito. Conocía varias de las que se vestían todas iguales; estas eran distintas, lo hacían como nosotros y sólo la diferenciaba una medalla. Recuerdo muchas caras pero sólo el nombre de la hermana Delia María con quién me seguí visitando un tiempo. Siempre recuerdo su cumpleaños, el 17 de abril, y ella el mío”.

“En la librería todo ‘olía a Jesús’, siempre compraba algo que no pensaba, pero que me seducía. La secretarias (¿Emilita?) no eran religiosas, pero se mimetizaban muy bien. La casa siempre estaba reluciente, las carteleras al día con alguna invitación cautivante. Las plantas siempre gozaban de buena salud. Nuestra presencia se registraba dejando una credencial con foto plastificada en un canasto que se retiraba a la salida. Todos cumplíamos con nuestras responsabilidades porque aprender era un valor, casi estaba demás tomar asistencia. Allí conocí más profundamente sacerdotes muy inteligentes que me marcaron mucho, así como buenos profesores que me dieron una linda formación”.

“Siempre que mis obligaciones me lo permitieron hice cursos muy buenos de capacitación. La capilla era un oasis de paz cuando uno corre tanto por la vida, siempre impecable con comodidades ideales para la contemplación y oración. Es uno de los lugares donde siempre volvería”.

“Actualmente soy directora del Colegio Cardenal Spínola y llevo 32 años dentro de las aulas enseñando el valor de la vida como profesora de biología.

Guillermo Ball: Mi experiencia en la Escuela de Catequesis (textual)

“Este pedido de Virginia me propone introducirme en el túnel del tiempo. Más de veinte años ha. Toda una historia. Toda una experiencia. Revivirla, con todo lo que esto implica, ha significado poner en el plano del hoy saberes y sentires no olvidados porque, de alguna forma, integran lo que hoy estoy siendo”.

“Hasta ese entonces, tenía alrededor de cuarenta y cinco años, me autodefinía como un agnóstico que, desde los dieciséis, buscaba respuestas a mis innumerables preguntas. Y “la” pregunta, insistente y constante, se relacionaba con el sentido de la vida. La respuesta llegó y esto, en contra de todas mis expectativas, comenzó a transformar mi vida toda, a punto tal que, entre otros cambios trascendentes, ingresé a la Escuela ¿para qué? No lo sabía”.

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“Con el transcurrir del tiempo se me fue develando el sentido de este nuevo camino. La Escuela fue la primera estación. En ella conocí la nueva Iglesia, la posterior al Vaticano II, que me deslumbró con el nuevo rumbo que proponía; los documentos de Medellín y Puebla que me hablaban de una institución que se acercaba a las personas; la experiencia de la participación en la liturgia (casi un milagro para mi, que solo tenía el recuerdo de la misa en latín), en fin, largo sería mencionar todo lo nuevo para mi”.

“En toda esa etapa recuerdo con especial cariño a dos mujeres; Pilar y Jane que, para mí, fueron las que le dieron a la Escuela una impronta especial; Pilar su alegría y empuje; Jane su ternura. Donde sea que estén reciban mi afectuoso agradecimiento y mi inolvidable recuerdo”.

“Y también un recuerdo especial de aquellos profesores que dejaron su impronta: Edith Muradián me inició en una nueva forma de acercarme a las Escrituras con lucidez y sencillez; Paula del Bosco, con simpatía y fuerza desbordantes, me abrió el horizonte de la Antropología y de la mano de un sacerdote, creo que redentorista y con un maravilloso humor irlandés, nos fuimos a recorrer y gozar de los recovecos del Antigua Testamento”.

“También, y desde el fondo de mi corazón, un Gracias muy grande para todas/os aquellas/os que fueron mis compañeras/os de tres años de compartir la Fe, los cuestionamientos insoslayables y, por sobre todo, el de haberme sentido acompañado en esta aventura con la cual iniciaba una nueva y crucial etapa de mi vida”.

Guillermo Ball, en la primavera del 2008

Stella Maris Arrabal de Acha (textual)

“Estimada Virginia: Cuando me hablaste para reproducir los recuerdos del Instituto del Divino Maestro no podía hilar absolutamente nada (puede ser la bronquitis). Poco a poco se despejó mi memoria y entré en una época de grandes alegrías. El ingreso al Instituto se originó en forma masiva desde la Catedral y otros lugares, donde muchas personas ávidas y muy diferentes nos encontramos en un salón de la casa parroquial, porque no había lugar en el Instituto, turno tarde, martes y viernes de 14:00 a 16:00. Llevábamos nuestro termo gigante de café porque no había kiosco. La Casa del Instituto nos resultaba todavía desconocida. Todas habíamos pasado para realizar la entrevista inicial con el padre Carlos Marcelo, en ese momento director de la Escuela. Tuvimos profesores de la jerarquía de Paula Del Bosco, una tana brillante que nos transmitía enfáticamente los conceptos y la vida a través de su materia (Antropología); Carlitos Franzini, profesor de Mariología, que confesaba su distracción cuando un bebé recién nacido lloriqueaba o mi hija, que jugaba afuera mientras yo cursaba, abría la puerta y decía “mami”, me saludaba y seguía jugando. ‘En el seminario no me pasa’, admitía. Durante esa cursada supe de la importancia de mi nombre, ya que leyendo una encíclica referida a la Virgen (que vergüenza, no me acuerdo el nombre del documento ‘..... Mater’) descubrí que Stella Maris es ‘la que anuncia la luz’. La hermana Delia María muy complaciente y atenta a nuestras necesidades. La hermana Laura, la novicia rebelde, que siempre tenía la palabra oportuna cuando nos escapábamos para arriba sin poner los pies en la tierra, de gran profundidad,

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pero a la vez con mucha realidad, con apertura a la miseria humana como trampolín al Altísimo. Hay momentos que encontramos bisagras que nos ayudan a abrirnos a nuevas experiencias. El instituto fue una bisagra para mí y para muchas de la que compartimos esa experiencia. Un abrazo. Gracias por permitirme ahondar en una época muy gratificante. Stella Maris.

Inés Gregorini de Abrecht (textual)

“¡Hola Virginia…! Bueno, en relación al Instituto decidí ir por sugerencia del padre Alejandro Bunge a Roxana Maggio y a mí. Fuimos las dos y nos anotamos. En ese momento el director de la Escuela de Catequesis era el padre Carlos Marcelo Pérez Bourdie. El horario de clases era los lunes y jueves de 14:30 a 17:00. Estaban en ese momento en la comunidad las hermanas Delia María y Laura, esta última venida de Rafaela, Santa Fe. Viviana Posse, compañera mía, me contactó con el padre Cristian Gramlich, quien me ofreció trabajar en el colegio Marín, cosa que hice desde el 1989 al 1995. El grupo del Instituto era muy heterogéneo y eso me ayudó un montón a ver realidades distintas a la mía. Estudiaba siempre con Roxana Maggio, Viviana Posse y Susana Podestá. Me acuerdo de los padres Ramón Morcillo (Sectas), Miguel Ángel D’Aníbale (Liturgia), Carlos Franzini (Mariología), así como de Kiti Terán, Andrea Welch, Paula del Bosco... Mis prácticas fueron con adolescentes en el colegio Santa Teresita de Florida, con niños en Ntra. Sra. de La Unidad y Catequesis Especial en la Parroquia de la Catedral. Ahora, desde 1995, trabajo en el colegio Santa Inés. Te mando un beso grandote, Inés Abrecht”.

Jasu Chevallier Boutell de Beccar Varela (textual)

“Me pidieron que escribiera un testimonio sobre mi paso por la Escuela de Catequesis del Instituto del Divino Maestro. Estudie Catequesis allí entre los años 1988 y 1990. Elegí Catequesis porque siempre me gustó y además en aquella época estaba en un grupo de jóvenes en la parroquia y también un grupo de misión. En este último me ocupaba de la catequesis de los chicos, por ello cuando llegó el momento de estudiarme decidí por el Profesorado de Catequesis”.

“El Instituto quedaba cerca de mi casa y los horarios iban bien con el trabajo. El primer año lo curse por la tarde y recuerdo que nos anotamos tantas que tuvimos que ir a un salón de la Casa Parroquial de la Catedral en la calle Anchorena porque no había aula en el Instituto en la que pudiéramos entrar. Los otros dos años los cursé por la noche, ya que en ese momento había cambiado de horario de trabajo y comenzado otra carrera. Así es que compartí con muchos los cursos de las distintas materias, especialmente por las noches”.

“Tuve diferentes profesores y profesoras, muchos de ellos sacerdotes y monjas, otros laicos. No los quiero nombrar ya que mi memoria es muy mala, pero tuve materias muy lindas, con profesores muy buenos como Liturgia, Sacramentos, Antiguo y Nuevo Testamento, todo lo relacionado con la Biblia, que me gusto mucho. Me hubiera gustado

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poder profundizar más en algunos temas. El Profesorado me ayudo mucho en el grupo de misión y en los colegios en los que luego trabaje casi diez años”.

Mandy Chevallier Boutell (textual)

“Llegué al Instituto muchos años después de haber empezado a dar Catequesis en Parroquias y en el Colegio Labardén, donde lo sigo haciendo actualmente. Por mis horarios laborales no tuve un grupo fijo de compañeras, sino hasta los dos últimos años en los cuales tuve la gracia de compartir tardes de estudios, clases, cafés, exámenes, trabajos, etc. etc. con excelentes personas que me acompañaron en el caminar de esta tarea tan enriquecedora como difícil también”.

“Quiero expresar a través de estas líneas mi profundo agradecimiento a Andrea S. Ruiz de Welch, quien supo transmitir su pasión, sus conocimientos y su amor por las Sagradas Escrituras. Ella me enseñó a “gustar” de la Palabra de Dios, descubriendo así el mensaje, las enseñanzas y el amor de Jesús. Y es hasta el día de hoy que sigo tomando todos sus ejemplos, oraciones, ejercicios, palabras, gestos y todos lo que ella con tanto cariño me regaló, e intento transmitírselo a mis alumnos. Gracias Andrea”.

Comienzo de clases

Camino por la sombra, hay una brisa agradable, a veces son rachas de viento suave. Me siento liviana, mi espíritu rebosa. Es una tarde de marzo, con sentir de otoño, después del verano bochornoso. Aunque aquí en San Isidro parece sentirse menos, es que nos ayuda el verde, su sombra y sobre todo mirarlo, está por todos lados. Por supuesto el cemento ha ganado camino. Pero yo me abstraigo de él y busco los verdes atrás de un portón viejo o en las calles arboladas y no mutiladas. Otras renovadas, como 9 de Julio, que un día supieron ponerle tilos y plátanos, hoy con sus copas generosas, que ya sus manos verdes se van acariciando en el centro de la calle. También miro los balcones, cuanto amor y dedicación puesto en ellos, de algunos asoman flores.

Me dirijo al Instituto en un primer día de clases, no llevo lápices afilados, eso ya es del pasado. Pero camino contenta pensando en Dios que sostiene a este mundo tan mutable. Y ahora ustedes dirán: Esta mujer con tanto verdor se fue por las ramas...

En fin, el hombre con sus esperanzas, angustias. Sus ideales y sus ideas que van para adelante, hacen asociaciones, incorporan distraídamente a veces lo enseñado, retroceden, se asustan y cometen macanas. Por que si digo que sí a Dios, amo. Pero también trastabillo, hago zancadillas, me achico ante lo grande, me espanto con lo que me toca y le fallo a mi hermano.

Pero hoy con toda mi fe a cuestas, poca o mucha es día de amor y esperanza. Entrar al Instituto encontrarse con el Divino Maestro, nos esta esperando. Alrededor en el patio, gente distinta. Quizás se empiece con una misa o con una celebración. Muchas caras nuevas, otras las de siempre, las que no quieren alejarse. Porque trabajan en parroquias, colegios, van a ser diáconos laicos... unidos todos por el afán de seguir creciendo. Porque

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lo que recibimos de tan diversos profesores, es de esperar que tarde o temprano se hará carne en nosotros. Y las hermanas con sus sonrisas de bienvenidas. Por supuesto no siempre las mismas. Pero desbordadas y alegres con tanta gente reunida y unida.

Cristina Badino de Monsegur (textual)

“Las parábolas de Jesús nos traen la novedad de Dios para un momento preciso de la historia. Sabemos que desde otros momentos de nuestra historia podemos mirar la Palabra y las parábolas para que iluminen nuestro camino. Pero se necesitan personas que transmitan esa novedad de Jesús sin empañarla, que dejen brotar en los oyentes la pasión por sumergirse y lanzarse a gustar del reino en el presente. Que despierten esa cadena de transmisión que hace posible seguir a Jesús desde cualquier punto de la historia. Nelda y Susana supieron cuidar el modo y también ofrecer su casa como espacio de acogida para desplegarlo”.

“Hoy son muchos los que viven y despliegan el seguimiento a Jesús de ese modo particular. Podemos decir que hay un grupo grande que fue rumiando esa novedad de Jesús y haciendo de este espacio del Divino Maestro una verdadera parábola en donde podemos decir que… la Escuela se parece a lo que imaginamos como espacios de enseñanza y lectura atenta de la Palabra, en donde la vida de todos y de cada uno se va mezclando en un intento de hacer dilatar el reino de Dios que Jesús hizo presente. Por todo eso y porque es así en este intento de tener un corazón dispuesto… damos gracias a Dios por todos estos años de la Congregación y de la Escuela”.

Armando Sala (textual) “Ingresé en 1995 con el objetivo de poder interiorizarme en temas propios de nuestra religión que me permitiesen madurar teológicamente. Sin mayores expectativas, tan solo la inquietud de descubrir un mundo hasta ese momento poco conocido por mí, fui sumergiéndome en los distintos temas que nos ofrecían los Talleres programados. Una vez inmerso en el temario me resultaba prácticamente imposible desechar alguno de ellos, de tal forma que en tres años tuve la oportunidad de incursionar en más de 12 ciclos formativos”. “Tal experiencia fue el inicio del descubrimiento de una vocación oculta en mí o al menos desconocida, la que me permitió llegar al Diaconado Permanente. Las materias vistas fueron ‘Liturgia’ (Pbro. M. A. D'Annibale); ‘Nuevo Testamento’ (Hna. S. Chiara); ‘Historia del Pueblo de Dios y Cristología’ (Hna. Nelda); ‘Antropología’ (Lic. S. Couregges); ‘Introducción a la Teología’ (Pbro. S. Argerich); ‘Antiguo Testamento’ (Pbro. J. Beccar Varela); ‘Cristología II’ (Lic. D. Emmerich); ‘Misterio de Dios’ (Pbro. M. González) y ‘Antropología Teológica’ (Pbro. C. Avellaneda)”. “Respecto a ‘La Casa’ tengo los mejores y más gratos recuerdo. Un lugar sumamente acogedor, afectuoso y cordial en el trato personal; no solo por su arquitectura, y en este

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tema puedo hablar como profesional por ser arquitecto desde hace ya 40 años; sino por el valor agregado de la calidez que todas las hermanas aportaban en cada encuentro, sea dictando cursos o en reuniones amigables y sociales o en celebraciones litúrgicas, las que nunca faltaron. Etapa de mi vida que atesoro y valoro de forma singular”.

Estela P. de Acuña (textual)

Para describir con una metáfora cuál es mi experiencia del Instituto del Divino Maestro me gusta pensar en un río y pensar que por un momento se puede detener la corriente. Vivimos en una vorágine, volcados hacia fuera. Hemos perdido gran parte del equilibrio entre lo interior y lo exterior. Buscando redescubrir lo interior, mi espiritualidad, buscando una base firme donde poder apoyarme, llegué a esta Casa. Pero este mundo repleto de movimiento, de aceleración, de ruido no favorece la posibilidad de conectarnos con nuestro mundo interior. De ahí mi necesidad de detener la marcha y buscando un remanso encontré una comunidad que me brindó generosamente, el espacio donde poder compartir mi fe.

Comencé en la Escuela de Teología, seguí en la de Biblia y participo en todos los Talleres que puedo. Creo que es prácticamente una adicción, y siempre ruego que sigan presentándome nuevas y atractivas oportunidades para poder seguir creciendo. Mi búsqueda está marcada por el propósito de depurar la imagen de Dios que nos vamos formando a través del tiempo y descubrir su mundo de gratuidad, que tanto nos cuesta entrever desde la limitación de nuestra condición humana.

A través del estudio y reflexión de la Palabra de Dios, en el Instituto compartimos nuestras teologías, buscamos juntos, hacemos un camino para encontrar un nuevo rostro de Dios que logre transformarnos profundamente a todos. Así el encuentro personal y fundante con Jesús se comparte desde la diversidad, permitiéndonos descubrir un Dios vivo, que nos acompaña, camina a nuestro lado y que es rico en misericordia. Es una experiencia que me recuerda el gozo recién estrenado de las primeras comunidades cristianas: Su experiencia viva y contagiosa, que arranca del encuentro personal transformante con el Señor Resucitado que nos invita a intentar vivir como ellos vivieron. El Instituto provocó en mí el deleite de abrir mi mente y mi corazón en un sincronizado proceso.

Bienaventurado Instituto Divino Maestro, por anunciarnos que Jesús ha Resucitado y vive en medio de nosotros.

Concepción Aranoa (textual)

“Alguna vez escuché que las paredes del Instituto de San Isidro están vivas; seguramente es así. Es que quienes han realizado y realizan su misión en este sitio van dejando soplos de vida, que se entrelaza con la fe de los que llegamos buscando profundizarla. Al caminar

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juntos crece el vigor para ir construyendo una sociedad cada vez más humana. Todo acontece sencillamente. En sus clases, cada tema teológico, por muy elevado que sea, no pierde la simpleza de Nazaret. Es que la CDM se caracteriza por su capacidad de generar familiaridad de inmediato, ese sentirse “en casa” con facilidad y sin exigencias; así también lo hacen los profesores laicos/as que se acercan desde diferentes temas. Acompañan el encuentro un entorno de patios y aljibes, y el aire de perpetua artesanía que mantiene la arquitectura del lugar”.

“Cada uno de quienes pasan por sus aulas puede dar un testimonio de encuentro con Dios. En mi caso, entré al Instituto para comprar un libro de regalo y terminé cursando la Escuela de Teología, después la Escuela de Biblia, y sigo participando de talleres. Recuerdo muy bien el primer día que asistí a clase: la hermana Pilar se refería a la “Dei Verbum”. No olvido el impacto que me produjo vislumbrar un camino teológico en el que se privilegiaran los textos bíblicos. Por entonces hacía más de 20 años que me había apartado de la iglesia. Precisamente, la causa fundamental de mi alejamiento fue la supremacía de leyes, dogmas y doctrinas por sobre el Evangelio. Aunque me alejé de la institucionalidad eclesiástica no renuncié a mi fe ni a la lectura de los textos de los cuatro evangelistas (sobre todo Juan). En tales circunstancias, en aquel primer encuentro con la Escuela de Teología, fue como si la iglesia de la “Dei Verbum” me invitara a una reconciliación”.

“Nada de lo que diga podría transmitir mi experiencia de encuentro en esta casa, sólo una frase puede reflejarla: “El Maestro está aquí y te llama”.

“Pasaron las semanas; en cada clase crecía mi sorpresa. Cuando hermana Susana Chiara inició el camino bíblico y sus claves de lectura, supe que, definitivamente, había encontrado los signos de mi propia fe. Terminó el primer año con Cristología; Ernesto Leguiza nos fue acercando a un “verdadero hombre” tan verdadero que no podía ser otro que el “verdadero Dios”. Un Dios sencillo, sin las ostentaciones que retratan las idolatrías, el Dios que se encarnó en el dolor humano, el que nació en un pesebre y vivió sin un lugar donde apoyar la cabeza, el que murió en una cruz, el mismo que se negó a ser coronado rey, el que no buscó el apoyo de ejércitos sino la amistad de pecadores, prostitutas, publicanos y pescadores. Así, el Jesús-Cristo que ya estaba en mi corazón a modo de íntima fe y oración, se apareció compartido: era también de los otros, en los otros. Pasó el tiempo, y poco a poco fue comprobando que en la comunidad del Instituto, cada día acontecía la iglesia del hijo del Hombre”. “Tres años de la Escuela de Teología, cuatro en la Escuela de Biblia, talleres de profundización, de espiritualidad, en fin: han pasado diez años desde aquel descubrimiento. Llegaron conflictos y dilemas, sucedieron dudas y tropiezos, discusiones y rabietas, pero siempre son muchos más los encuentros que los desencuentros. Sin duda Él es “la luz”, y nosotros sólo podemos facilitarle su tarea; seríamos muy tontos si no lo hiciéramos”.

“Como hace tiempo en Galilea, el Divino Maestro continúa dialogando en la veracidad del corazón de dos o más reunidos en su nombre; maestro mano a mano y sin exclamaciones; maestro verdadero, hermano y amigo de sus discípulos/as que hemos elegido simplemente

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ser comunidad, ser iglesia que da testimonio de su fe al mundo con la mayor sencillez posible”.

José Hamed (textual)

“Mi primer contacto con el Instituto fue allá por el 27 de abril de 1996, y no fue precisamente en la vieja casona de la calle 25 de Mayo, sino en la parroquia de la Purísima, en la ruta 197, Pacheco, donde nos habían cedido un lugar para el dictado del curso de Teología para la Escuela de Diáconos. Recuerdo que allí la hermana Susana inició el curso con estas palabras llenas de contenido:”

TU PALABRA ES COMO EL AGUAQUE BAJA, LIMPIA DEL CERRO

SI LA BEBO ME DA VIDASI LA DEJO PASAR MUERO

“Así comenzó mi estudio del Antiguo Testamento, conjuntamente con un grupo de aspirantes al Diaconado. Era un invierno muy duro y un sábado por la mañana nos enfermamos casi todos por el intenso frío del lugar en el que nos reuníamos, hasta la hermana Susana cayó enferma. Eso motivó hiciéramos gestiones para conseguir el dictado del curso en la sede del Instituto, porque allí había estufas”.

“Esa vieja casa de formación nos recibió con mucho cariño, sentimos siempre como nos transformábamos en un grupo de ávidos por la enseñanza de la palabra de Dios. Susana con su dulzura nos paseaba por el antiguo y el nuevo Testamento, conservo como un tesoro las fichas de aquel trabajo que merecieron un 10 de calificación y una mención de Susana escrita al final. Y que decir de Nelda que nos trasmitía su saber con mucha paciencia y hoy diríamos con mucho oficio, todo aquello que es la Cristología. Recuerdo siempre nos mencionaba el libro Jesús de Nazaret de Domenech, nos perseguía con ese libro hasta que mucho tiempo después cayó en mis manos y yo lo devoré por todo lo que me dejó acerca de Jesús. Es justo también recordar a Nana la hermana chilena que nos enseñaba Trinidad o Misterio de Dios como la denominábamos, a la que yo perseguía diciéndole que rezaba por Pinochet, y ella se santiguaba y se iba. Miriam nos enseñaba Iglesia con aquel tono tan amable que recuerdo siempre, también creo recordar nos enseñó San Juan. Era muy didáctica. Al tiempo se fueron Nana y Miriam a Bolivia y nosotros las sentimos mucho porque eran muy queridas en el grupo. Recuerdo también a Silvia Courreges que nos enseñó Antropología Teológica y al padre Enzo Giustozzi con San Pablo. Cuando terminé mi tercer año de Teología, en la Escuela me pidieron hiciera algo así como un cuarto año y ese creo fue la frutilla de la torta. Cursé un taller de Cristología que dictó Ernesto Leguiza que me sirvió para mi formación pastoral y como yo grabé aún recurro a él junto a los apuntes que conservo”.

“Quiero terminar estos pequeños recuerdos de mi paso por el Instituto con una anécdota muy emotiva: Cuando en la celebración Diocesana de Corpus en el Colegio Marín, este año 2007 se iniciaba la procesión hacia el Altar y al pasar los Diáconos Permanentes por el lugar en el que estaban Nelda y Susana vimos como las lágrimas asomaban a sus ojos.

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De alguna manera eran los hijos grandes que habían formado y estaban allí ordenados. Y ellos, saliendo de la fila, las saludaron con mucho cariño. Ese es el Instituto, formador de tantas personas que a lo largo del tiempo fueron pasando por allí para mayor Gloria de Dios y al servicio de su pueblo”.

Inés y Adolfo Motalini (textual)

“No recordamos bien como se inicia nuestra relación con el Instituto, creo que a través de un volante invitando al Curso de Teología. Lo cierto es que aquel 1997 nos encuentra cursando, escuchando, compartiendo, estudiando, pensando y disfrutando todos esos temas que nos inquietaban junto a nuestros compañeros. Una de las cosas que más recordamos fue que a muchos nos sorprendía, y a su vez nos interpretaba, una nueva mirada que flotaba en los docentes en todos los temas que se abordaban: La Palabra de Dios, su Pueblo, el mensaje de Jesús, el Reino, la relación Dios Padre-hijos”.

“Luego de los tres años del curso, continuamos ‘enganchados’ participando de algunos talleres abiertos de los que ofrece permanentemente el Instituto. Al tiempo nos incorporamos a un grupo de oración coordinado por la inefable Nelda. Grupo que con sus vaivenes, altas y bajas, se mantiene con buena salud a lo largo de sus casi 10 años de vida”.

“Nos parece que algo a destacar como nota distintiva del Instituto es el clima de acogida y cordialidad que reina entre todos los que participamos de diferentes actividades y compromisos, mérito sin duda de la presencia sutil de las hermanas que, aunque en forma imperceptible, siempre están presentes”.

“En pocas palabras, para nosotros el Instituto es un espacio donde siempre nos sentimos cómodos y donde encontramos con quienes compartir un comentario, una inquietud o una sonrisa. Un lugar donde recibimos y también podemos aportar. Dicho con otras palabras, y disculpen el lugar común: Lo sentimos como una familia a la que pertenecemos”.

Muchacha de Galilea (*)

Eje de nuestra historia, concibes a nuestro Redentor.

Mujer fuerte, que guiada por su Dios tiene un diálogo tan profundo ese día, que se siente turbada con semejante visita, allá por el día de la Anunciación.

Su Dios, nuestro Dios, se le manifiesta. Ella, inteligente, pregunta. No es la sumisa, quiere saber, y así se realiza ese diálogo perfecto. Modelo para que nosotros podamos concebir un diálogo semejante con nuestros hermanos.

Así es como el deseo de Dios y el de ella se hacen uno.

Muchacha valiente, decide por sí sola. No recurre a rabinos, ni a sabios, ni a ese recto

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muchacho, José, con quien estaba decidida a compartir su vida. Su “si” es el si que va a cambiar la historia y sin duda cambiará su vida. No ahorrándole penas, ni grandes dolores.

Ella es una de nosotros. Nos abre el camino. Hasta a los que son vírgenes y engendrar no pueden, mujeres y hombres, enseña a abrir nuestros corazones para que el niño sea acogido. Ese niño que, creciendo en sabiduría, con su Misterio Pascual nos catapultará a algo nuevo, distinto, que para la mente humana es difícil otear.

Muchacha de Galilea, no se achica ella, se confunde en una caravana de mil polvaredas. Malas dormidas, ojos torvos la miran, y a su prima Isabel visita y allí en su seno, su hijo Juan salta de pura alegría, último profeta que llegaría el día en que por el Reino dará su vida.

Ay José, que difícil comprender como ese vientre iba creciendo como parte de una promesa, en la que no te dieron parte, aunque cuentan que un ángel bueno irrumpió en tus sueños para ayudarte a entender lo inentendible: La maravilla de un Dios encarnado.

Muchachos de su tiempo, Herodes organiza un censo y para Belén parten. José de la línea de David, con sus raíces en la más pequeña de Judá. Caminata dura, María en un asno su vientre estalla no hay para alojarlos y así será como el Rey del cielo en un pesebre nacerá.

Desde Belén se ilumina el cielo, las estrellas brillan. Primero humildes pastores con caras marcadas por noches y soles, luego esos personajes que parecen casi mágicos desde lugares lejanos. Vendrán a adorar al niño Rey del Amor.

Luego se oyen tumultuosos y terribles ecos de que Herodes busca un niño y así es como parten por caminos rocosos a otras tierras. ¡Siempre valerosos…!

Muchacha de Galilea, que en ese viaje creció, porque alegró a sus dos amores en ese camino que no sabemos cuanto duró. Y así fue como retornaron a su pueblo, Nazareth. Cruce de rutas, camino de andantes sedientos de amor.

Muchacha de Galilea, en ese hogar se crece en sabiduría, madre que siempre será jovial y al ser madre nos cuidará. Tendrá sobresaltos, su Jesús es un adolescente capaz y de las cosas del Padre se ha de ocupar.

Madre e hijo, queridos, van a una boda, van a celebrar. Se acaba el vino, la madre pide: ¿Para que tanta agua en las ánforas juntar? No es tiempo de purificaciones, es Dios mismo, que es hombre, y allí está. Transformemos el agua en vino, demos alegría, que es de lo que hoy hay más necesidad.

Y esa madre que contempla el sufrir de su Jesús, respira el aliento de su Hijo, que ella supo guardar. La cruz es levantada. ¡Oh amor tan grande, entrega total! Y desde allí Cristo a través de su amigo la hace madre de todos.

Oh María, que dolor tan terrible, tus entrañas gimen… Pero la fe de María no perece en la cruz, ni queda sepultada bajo la ropa pesada. Estaba viva y firme en ella la promesa: “Su Reino no tendrá fin”. “Muere” con su Hijo, para experimentar en su corazón su propia “pascua”.

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Su rostro se va iluminando cuando se hace noticia que su Hijo ¡ha resucitado…! Nos abre la puerta y ahora nosotros a amar. Que la muchacha de Galilea, transformada en Reina de verdad y por el cantar popular, nos va a ayudar a alegrar.

(*) Reflexión a la que me movió un taller de Mariología dado por Nancy Raimondo en 2006

Lucila y Wenceslao Gómez Caride

Lucía y Wences vinieron de Olivos con ganas de seguir trabajando y así los conocimos en una reunión en que preparábamos las charlas pre-matrimoniales de la Catedral. Fuimos del mismo equipo, nos “entrenábamos” para estar junto a los novios en ese paso grande y nos revitalizábamos estando con ellos en esos lindos encuentros. Compartimos Eucaristías, Navidades, Pascuas, procesiones… Ellos siempre sonriendo, un placer estar juntos.

Una tardecita, cosas de un peregrinar con mismos valores, junto al aljibe de nuestra Casa nos encontramos. Wences transitaba el camino del Diaconado. Yo me asomaba a la Escuela de Teología. Así fue como Lucila lo entregó a Wences, ya que en la Catedral él estaría junto al ambón separado de su mujer por tres escalones, pero como siempre unidos al Cristo Pascual y sin olvidarme de sus cuatro hijos que a su padre también ofrecían. Wenceslao, sábado tras sábado, ha bautizado con esa ceremonia tan llena de signos queridos, empezando con el agua que quien duda que es vida; proclamando la palabra y “desmigándola” para alimentar. Y tantas cosas más. Este matrimonio, como tantos otros, bebió del aljibe, se sumergió en él, para surgir distintos a llevar la Buena Nueva. En palabras de Lucila:

“Me es grato escribir sobre el Instituto porque los recuerdos que tengo son muy lindos. El compartir tres años junto a las mismas personas hace que uno llegue a conocerse bastante bien. Aprendí mucho de los profesores que nos brindaron lo mejor de sí, como también de todo el grupo que formábamos el curso. Adquirí conocimientos y aprendí a profundizar la fe y la espiritualidad en general. Las hermanas dan lo mejor de sí para que uno se sienta como en su casa. ¡Feliz Aniversario!

Annelize Lützeler (textual)

“Hace alrededor de cinco años (escribo esto en octubre de 2008) andaba buscando algo para nutrir mi curiosidad sobre las incógnitas que me planteaban las grandes religiones y en especial la mía propia. Casualmente al salir de misa vi en la cartelera de mi parroquia (Santo Domingo de Guzmán) un anuncio sobre un curso interreligioso que se iba a dar en el Instituto del Divino Maestro. Recomendaban, sin embargo, que antes de hacerlo era conveniente haber estudiado teología. Me dije a mi misma: ‘Mejor voy a averiguar

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personalmente de qué se trata’ y me acerqué a la escuela. Me atendió Ernesto Leguiza que me cautivó al instante con su espontaneidad y cordialidad”. “Como yo venía del protestantismo y me había pasado al catolicismo, temía que no estaba a la altura de los conocimientos requeridos y que, además, me iban a llenar de horas de ‘catecismo’ que no me interesaban, pero en vez de eso Ernesto me dijo: ‘Aquí te vamos a enseñar a romper muchas estampitas’. Debo decir que así fue”. “Después de inscribirme en Teología de 1º año quedé asombradísima de las cosas que me fueron haciendo conocer. Llegó un momento en que no sabía dónde estaba parada pues de las estampitas que yo traía no quedó ninguna en pie. En vez de eso, comencé a armar nuevamente el rompecabezas y me fue gustando cada vez más el cuadro que se estaba formando. Tan impactada quedé que no me conformé con terminar los tres años de teología, sino que me inscribí en Biblia (que son otros cuatro años más) donde estoy cursando en este momento el 2º año”.

“La dinámica grupal que es de uso corriente en el colegio me costó un poco al principio, pero hoy no la quisiera cambiar por otro sistema. Nos obliga a acomodarnos a los demás, a escucharnos y a respetarnos en nuestras diferencias. De paso nos vamos conociendo más en profundidad que, de otro modo, no pasaría de ser un ‘rozarnos por la superficie’. A las hermanas de la Congregación les agradezco su apertura ecuménica; su dedicación a los estudiantes y su acompañamiento en todo lo que hace al quehacer del Instituto. Muchos son los docentes que llevo en el corazón. Sólo para mencionar a algunos (los otros no están excluidos por eso) voy a mencionar a Pablo Álvarez; Enrique Iacobella, Ernesto Leguiza; Susana Chiara; Miriam Marx, Mercedes Niklison, Inés Gramajo, Willy Carbó, Pablo Ferrer, etc. etc. y no me quiero olvidar de Martita que está en el kiosco y que siempre nos atiende con una sonrisa en el rostro. A todos ellos quisiera decirles cuánto les agradezco el haberlos conocido y haber podido compartir con ellos mis inquietudes y necesidades espirituales”.

“La Escuela quedó incorporada a mi vida como parte de mi hogar. Ernesto siempre nos dijo que a él le gustaría que ‘esta casa fuera nuestra casa’ y realmente lo vivo así. Pasó a ser una ‘necesidad’ el tomar contacto con ellos una o dos veces por semana. Tanto es así que ‘curso que se ofrece, curso al que trato de ir’. Mi única problemática es: ¿Qué hago una vez que termine con Biblia? No los puedo apurar a que den más Talleres de lo que puedan organizar. Pero bueno, falta un poquito todavía hasta que ese momento llegue y mientras tanto trato de disfrutar el ‘día a día’ como me sugieren. Creo que Dios ya se las va a ingeniar para que no me falten excusas para ir a verlos y seguir creciendo en el conocimiento y el amor”.

“Por todo esto ¡muchas gracias por lo que son y por lo que comparten con los demás!”

Martín Lagos (textual)

“Aunque parezca increíble, mi primer contacto con esta Casa no tuvo relación ni con monjas ni cursos. Corría el prehistórico año 1960 cuando a la edad de 15 años fui

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reclutado para un ‘regimiento’ (praesidium juvenil) de la Legión de María. Y resultó que el bullicioso grupo quinceañero se reunía – bajo el comando y la infinita paciencia de Silvia Lavallén – en ¡25 de Mayo 337! Dos notables coincidencias: 1) En ese mismo año de 1960, María Virginia – entonces una chica de 12 años y a quien yo conocería siete años después – asistía a clases de Inglés con la hermana Jane, y 2) Uno de los lugares a donde la Legión nos llevaba a trabajar era el primitivo centro misional de la Ribera, centro en el cual mi mujer sería catequista quince años más tarde”.

“Ya casados y dando las charlas pre-matrimoniales en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes (Beccar), un día María Virginia me dijo: ‘Siento que tenemos que estar mejor preparados para hablarles a los novios de los sacramentos: Con María Beláustegui vamos a estudiar Catequesis en el Instituto’. Así, en 1973, comenzó la etapa ‘apasionada’ de mi mujer con esta Casa. En esos dos años de ‘Catequesis’ nació su amistad con tantas hermanas y la especial y duradera amistad que estableció con la hermana Rosa Butazzi mientras caminaban y trataban de catequizar el barrio de la Ribera. En 1981 vendría un tercer año de ‘Catequesis’ y después muchas más cosas hasta la Escuela de Teología en 1997, 98 y 99… El Instituto era ‘su’ lugar y por eso mucho debo apreciar ¡el día que decidió compartirlo conmigo! ¡Tardó treinta años, pero lo hizo! Fue en marzo de 2004 cuando, conociendo mi pasión por la historia, me propuso participar en un taller sobre las religiones monoteístas abrahámicas”.

“A ese taller le siguieron, a razón de dos por año, otros ‘históricos’ sobre las iglesias cristianas orientales, las iglesias reformadas, el ecumenismo, el diálogo interreligioso, la historia de Doctrina Social de la Iglesia, Mariología y otros de espiritualidad y oración. Cuando en 2004 acompañé a María Virginia aquel taller, jamás pensé que iría a muchos de los siguientes. ¿Por qué pasó eso? Porque fui viendo que, fuera cual fuera el tema, los profesores y coordinadores siempre eran excelentes. Mérito de Nelda, Susana y Ernesto. Al correr de la ‘laptop’ me surgen los nombres de Celina Lértora, Norberto Larrosa, Sergio de Piero, Diana Vignoles, Quique Giacovella, Nancy Raimondo, el Rabino Ariel, la hermana Miriam Marx. Debo también destacar el nivel de los que a las clases asistían y las estimulantes discusiones que tuvimos en el largo recreo de media hora, otra buenísima idea de las hermanas”.

“¿Cómo definiría esta Casa? Una lugar de excelencia académica, calidez humana, espíritu evangélico y… ¡un bar atendido por una simpatiquísima señora que se llama Martita…! ¿Qué más podría pedir…?”

Juan Spirito (textual)

“Quería escribir sobre la experiencia de vivir la comunidad del Instituto. Llegué en 2002 y el curso de Biblia para Laicos, fue acercándome a la Palabra y así presentándome a un Dios que además de Creador es Padre. Progresivamente fue transformándose mi mirada, hacia una realidad nueva y más real. Así que empecé a sentirme parte de una comunidad, que desde 1948 va construyéndose con el Espíritu de Dios, intentando al seguirlo, conocer

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y comprender el mundo con una mirada orante y reflexiva, vivida desde la experiencia de la comunión fraterna”.

“A todos los que participan de la comunidad les gusta llamar al Instituto ¨ La Casa ¨, y este nombre nos significa a todos mucho más que el espacio construido. Por eso busqué la palabra Casa, en la Palabra y en encontré signos que seguramente todos vivimos en ella:

Porque toda Casa tiene su constructor, y el constructor de todas las cosas es Dios. (Hbr. 3, 4)

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su Casa sobre roca. (Mt. 7, 24)

No se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la Casa. (Mt. 5, 15)

María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La Casa se impregnó con la fragancia del perfume. (Jn. 12, 3)

En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. (Jn. 14, 2)

Yo estoy a la puerta y llamo el que oye mi voz y me abre, entraré en su Casa y cenaremos juntos (Ap. 3, 20)”

“Cuando sentimos lo que en la Casa vivimos, comprendemos que sólo Dios es su constructor, que la roca de su cimiento nos da equilibrio para dialogar con los desafíos de nuestro tiempo. Que de todos los que se acercan a ella, recibimos la luz del Espíritu. Que la fragancia del resucitado vincula todos sus espacios, que trasciende los muros y comparte a muchos otros con sencillez”.

“Todo esto que descubrimos, nos hace sentir sus habitantes, unidos en la diversidad y reunidos en un lugar ya preparado, que nos impulsa como hombres, mujeres y varones de resurrección, a amar con el amor de Jesús. El que siempre debe ser alimentado y celebrado, así siempre volvemos a la Casa... a reencontrarnos con Dios y los hermanos”.

“Por eso quería también agradecer a todos la posibilidad de hacerme sentir parte de una comunidad, en la que puedo experimentar la renovación de la Iglesia, al beber de la fuente profunda de la espiritualidad de la CDM”.

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La historia continúa: Cada día es una vida

2005: Partida de la hermana Julita González Aguirre

Jesús le respondió: “Yo soy la resurrección y la vida. Él que cree en mi, aunque muera, vivirá”.

Juan 11, 25

Es un martes 15 de noviembre de 2005. Es de mañana, suena el teléfono, me llama la hermana Nelda, para contarme que la noche anterior la hermana Julita partió para encontrarse con el Señor desde el “Hogar Belén” de Ituzaingo. Fue un cáncer. Hasta aquí la crónica. Cuanto hay detrás de cada partida. Internación primero, vivir en un hogar con otras hermanas, me consta que bien cuidadas. Uno está solo en el paso grande, aunque dos hermanas estaban con ella.

Voy al cementerio de San Isidro, se me hace tarde, llevo un ramo de jazmines, con su perfume lindo que mi jardín me ofrece para que a ella le lleve. Llego a las 15:30, todo pasó en un santiamén, por suerte Margot Sabaté, su sobrina, hija y dos nietas, se demoran en el peristilo. También estaba Susana Galeazzi. Margot me acompañó, rezamos juntas, dejo las flores en la bóveda del Cardenal Copello donde descansan otras hermanas que ya han partido. ¡Como las cuidó que hasta allí lugar les dejó!

Cuantos signos, es un martes, tenemos clase, voy con Martín al Instituto, llevo flores a la capilla y tengo el placer de ponerlas en una jarra que me dio Silvia en la Secretaría. Jesús envuelve su pequeño templo, acomodo las flores pensando en Julita. Luego tengo la oportunidad de contarles a nuestros compañeros de Taller de profundización de la activa Julita, por tantos años centro de vida de esta Casa querida. En el recreo nos sentamos con Nelda a recordar y a hacer nuestro duelo, aunque si alguien nos mirara diría “¿de que se ríen?”. Si, del humor que Julita desparramó.

2008: Visita de Monseñor Jorge Casaretto con motivo de los 60 años de la Casa

Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”.Les dijo Jesús: “Yo son el pan de vida. El que venga a mi,

no tendrá hambre y el que crea en mi no tendrá nunca sed”. Juan 6, 34-35

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El 20 de mayo de 2008 las hermanas invitaron a Monseñor Jorge Casaretto al Instituto con un doble motivo: Una charla sobre el documento de “Aparecida” y celebrar con una Eucaristía los 60 años de nuestra Casa en San Isidro. Vinieron especialmente invitadas las hermanas Delia María, Berna y Lía, de la Casa Madre, e invité a Chiqui Rodríguez Alcobendas de Vidal Baztarrica – que vino con dos hijos, Diego y María José preparados para su primera comunión por la hermana Carmen Susana – y Piruja Caride de Belgrano – que vino con su marido, Luís María – cuyos testimonios de aquellos primeros años figuran más arriba.

Monseñor Casaretto resumió el documento aprobado por la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe realizada en Aparecida, Brasil, del 13 al 31 de mayo de 2007. Me gusta compartir con Vds. que las anteriores conferencias generales del CELAM fueron en Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla de los Ángeles (1979) y Santo Domingo (1992).

Más tarde manifestó estar muy contento de participar del aniversario de esta Casa, que tan importante fue para la formación espiritual de San Isidro y también para la divulgación en la Diócesis de San Isidro del espíritu de un hecho tan importante para nuestra Iglesia como fue el Concilio Ecuménico Vaticano II. Citó también la parábola del sembrador y como sabiendo él todo lo que desde esta Casa se había sembrado y se sigue sembrando, no debíamos preocuparnos por las semillas que caen en terreno yermo, ya que con toda seguridad muchas han caído y seguirán cayendo en tierra fértil. Más tarde la hermana Lía Torriceli contó como cuando ella tenía quince años había preparado, en la Parroquia de Santa Julia (en la Ciudad de Buenos Aires), al niño Jorge Casaretto (hoy nuestro Obispo) para su primera comunión y como se había quedado impresionada cuando él entonces le dijo que “quería ser un soldado de Cristo”. Cuando Monseñor Casaretto se enteró de la preparación de esta reseña, me invitó a reunirme con él para volcar algunos de sus recuerdos. Tuvo también oportunidad de charlar con viejas alumnas, con las hermanas Nelda, Susana y Miriam y también con Ernesto y alumnos y alumnas de distintos cursos.

Fue una lindísima oportunidad donde el Obispo se unió a la alegría de la Casa.

Misa de fin de año

Cuando estaban cenando Jesús tomó pan, rezóla bendición, lo partió y lo dio los discípulos

Antífona del Jueves Santo

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Hay una misa en el patio del aljibe. Un gran ramo de Santa Ritas bajo el altar. Es una preciosa tarde de principio de diciembre, como otros años, fin de curso y entrega de diplomas. Esto no es lo que de fondo importa. La Palabra que es proclamada en la Eucaristía, Jesús se da, Jesús nos une de una forma especial. Es que el Divino Maestro durante este año “lectivo”, a través de buenos profesores, la semilla ha esparcido. Y así, en unos mucho, en otros un poco menos, seguro que nuestra vida creció. Cuando uno crece es que más ama. La Palabra se encarnó y eso es que hay más amor. Se notará en nuestras casas, trabajos, parroquias, apostolado en general. Salimos distintos, se han creado lazos grandes. ¡Es tanto lo compartido! No quiere decir que sigamos todos amigos, pero si nuestras vidas se cruzan, y Dios quiera que así sea, un “te acordás” traerá tantos recuerdos agolpados, se abrirá la compuerta y verterá vida. En la celebración estamos gente de distintos cursos, Teología, Biblia y de los Talleres de profundización.

A mi me han tocado misas con Monseñor Aguirre, Pedro Oeyen, Carlos Franzini y Monseñor Casaretto. Todos ellos por distintos motivos han sido amigos o han dejando impronta en mi vida. Otrora en el patio de entrada, la entrega de diplomas en el Auditorio, pero hoy aquí, en este patio apacible con la muda presencia del aljibe, que si lo abriésemos llegarían ecos de los chicos de la familia Copello, voces y afanes de los profesores, las hermanas y alumnos, risas, confidencias, comentarios de clases, tanta vida compartida. Porque el aljibe cumplía la misión de juntar el agua para la vida diaria, pero ahora nos muestra que sabe guardar para que de él, en el Ofertorio nuestro, llevemos todo sin quedarnos con nada. Hoy es el padre Willy Carbó con su juventud. ¡Oh sorpresa cuando nos enteramos que él nació en 1970, año que Martín y yo sellamos en la Catedral nuestra vida unida…! La misa es “despaciosa”, así como es Willy. Su sentido del humor quedará de lado. Las hermanas Nelda y Susana nos animan y contemplan el pan este año amasado. Pan crujiente…, pan crujiente para que alimente. Ernesto Leguiza, profesor-director, se apoya en un marco de puerta, nunca se sienta. Que lindo, Ernesto, que estés con nosotros. Willy con sus profundas homilías, preside la Eucaristía con signos tan lindos, total “Presencia”. Un rato de cielo en un patio. No faltarán los buenos guitarristas que animen nuestro canto, ofrendas, testimonios…

Miro a lo lejos las tipas de Libertador, mecen sus copas perfectas con amarillas florcitas. La palta de la Casa se ha ido tan alta que necesitaríamos alas para tomar sus frutos. La parra, rosales y amarillos cosmos, que manos generosas sembraron. Respiro hondo y digo ¡gracias!

Coplas de Yaraví

Señor, que nuestra vida seacual una quena simple y recta,para que Tú puedas llenarla,

llenarla con tu música.

Señor que nuestra vida seaarcilla blanda en tus manos,

para que Tú puedas formarla,formarla a tu manera.

Señor que nuestra vida sea

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semilla suelta por el aire,para que Tú puedas sembrarla,

sembrarla donde quieras.

Señor que nuestra vida sealeñita humilde y siempre seca,para que Tú puedas quemarla,

quemarla para el pobre.

Historia sin fin

Esta es una historia sin fin. El fin lo pondrá solo Tata Dios, ya que es una historia de Amor. Y el Amor no pasará jamás, así nos han enseñado, ya que en la plenitud celestial, solo encontraremos el Amor. La Fe y la Esperanza serán parte de nuestro caminar aquí, durante nuestra vida, ya sea corta o larga. Como dice nuestro amigo San Juan de la Cruz: A la tarde te examinarán en el Amor.

Les digo que es una historia sin fin ya que el Amor no existe si no lo damos. Y creo que quien pasa por el Instituto recibe la savia necesaria de la vid verdadera. De manera que tarde o temprano, regados por el Agua Viva y la Luz que ilumina, seremos tierra aireada donde fructifique la uva buena. Para que el vino fermentado nos ayude a festejar en el Cielo, en un lugar más grande que aquellas Casas de la calle 25 de Mayo. Y así, hermanas y gentes que pasamos por esas Casas, ante la sonrisa de nuestro Maestro y su atenta Madre, podremos decir: ¡A tus brazos llegamos, Señor!

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