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Guénon, René-Introducción general a las Doctrinas Hindúes. Es su primer libro y como un resumen de su obra posterior

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  • INTRODUCCINGENERAL AL ESTUDIO

    DE LAS DOCTRINASHINDES

    REN GUNON

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  • PRLOGO

    PRIMERA PARTE: CONSIDERACIONES PRELIMINARES

    Captulo I.- ORIENTE Y OCCIDENTE " II.- LA DIVERGENCIA " III.- EL PREJUICIO CLSICO " IV.- LAS RELACIONES DE LOS PUEBLOS ANTIGUOS " V.- CUESTIONES DE CRONOLOGA " VI.- DIFICULTADES LINGSTICAS

    SEGUNDA PARTE: LOS MODOS GENERALES DEL PENSAMIENTO ORIENTAL

    Captulo I.- LAS GRANDES DIVISIONES DEL ORIENTECaptulo II.- PRINCIPIOS DE UNIDAD DE LAS CIVILIZACIONES ORIENTALESCaptulo III.- QU HAY QUE ENTENDER POR TRADICIN?Captulo IV.- TRADICIN Y RELIGINCaptulo V.- CARACTERES ESENCIALES DE LA METAFSICACaptulo VI.- RELACIONES DE LA METAFSICA Y DE LA TEOLOGACaptulo VII.- SIMBOLISMO Y ANTROPOMORFISMOCaptulo VIII.- PENSAMIENTO METAFSICO Y PENSAMIENTO FILOSFICOCaptulo IX.- ESOTERISMO Y EXOTERISMOCaptulo X.- LA REALIZACIN METAFSICA

    TERCERA PARTE: LAS DOCTRINAS HINDES

    Captulo I.- SIGNIFICADO PRECISO DE LA PALABRA "HIND"Captulo II.- LA PERPETUIDAD DEL VDACaptulo III.- ORTODOXIA Y HETERODOXIACaptulo IV.- ACERCA DEL BUDISMOCaptulo V.- LA LEY DE MANCaptulo VI.- PRINCIPIO DE LA INSTITUCIN DE LAS CASTASCaptulo VII.- SHIVAISMO Y VISHNUISMOCaptulo VIII.- LOS PUNTOS DE VISTA DE LA DOCTRINACaptulo IX.- EL NYYACaptulo X.- EL VAISHSIKACaptulo XI.- EL SNKHYACaptulo XII.- EL YOGACaptulo XIII.- LA MIMNSCaptulo XIV.- EL VEDANTACaptulo XV.- OBSERVACIONES COMPLEMENTARIAS SOBRE EL CONJUNTO DE LA DOCTRINACaptulo XVI.- LA ENSEANZA TRADICIONAL

    CUARTA PARTE: LAS INTERPRETACIONES OCCIDENTALES

    Captulo I.- EL ORIENTALISMO OFICIALCaptulo II.- LA CIENCIA DE LAS RELIGIONESCaptulo III.- EL TEOSOFISMOCaptulo IV.- EL VEDANTA OCCIDENTALIZADOCaptulo V.- LTIMAS OBSERVACIONES

    CONCLUSIN

    Apndice documental.- LA INFLUENCIA ALEMANA

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  • INTRODUCTION GNRALE L'TUDE DES DOCTRINES HINDOUES, LibrairieMarcel Rivire, Pars, 1921 (351 pp.). Librairie Marcel Rivire, Pars, 1922 (346 pp.).ditions Vga, Pars, 1932, 1939, 1952 (edicin revisada a iniciativa del autor. El captuloII de la 4 parte, titulado "L'influence allemande", fue eliminado en esta edicin y el IV de la3 parte, "A propos du Bouddhisme", sufri cambios), 1964, 1976, 1983 (320 pp.). LaMaisnie-Guy Trdaniel, Pars, 1987, 1997, 2009, 2014. El libro se divide en 4 partes y 37captulos en su versin revisada.

    Traducciones al espaol: Introduccin general al estudio de las doctrinas hindes, Losada,Madrid, 2004 (trad. de Rafael Cabrera, 318 pp.). Sanz y Torres/ Ignitus, Madrid, 2006(trad. de Pedro Rodea, 326 pp., agotada). Losada, Buenos Aires, 1945 (trad. de RafaelCabrera). Kali-ma, Mxico, 1985. Introduccin General Al Estudio de las Doctrinas Hindus,LC y Ecologic Editora Arg., Buenos Aires, 1988.

    Traducciones al italiano: Introduzzione generale allo studio delle dottrine ind, StudiTradizionali, Turn, 1964 (trad. de Pietro Nutrizio). Adelphi, Miln, 1989 (trad. de PietroNutrizio, 256 pginas).

    Traducciones al ingls: Introduction to the study of the hindu doctrines, MunshiramManoharlal, Nueva Delhi, 1945, 1993, 2000 (351 pginas). Sophia Perennis, Ghent(Nueva York), 2001 (rstica), 2004 (tela) (traduccin de Marco Pallis).

    Traduccin al portugus: Introduo Geral ao Estudo das Doutrinas Hindus, IRGET, SaoPaulo, 2014 (trad. de Luiz Pontual,14 x 21 cm. 225 pp.).

    Traduccin al rumano: Introducere generala in studiul doctrinelor hinduse, Editura Herald,Bucarest, 2006 (Trad. de Daniel Hoblea, 288 pp.).

    Traduccin al hngaro: ltalnos bevezets a hindu doktrnk tanulmnyozshoz (trad.de Baranyi Tibor Imre y Dr. Nmeth Norbert.). Anteriormente se han traducido algunoscaptulos en las revistas Pannon Front, Tradci vknyv y Arkh.

    Traduccin al griego: .(trad. de P. Gravinger).

    Traduccin al rabe: Al parecer, hay una de Saad Al Mouji y Omar Farouq Omar.

    En ruso se han traducido varios captulos en: (Ensayos sobre la Tradicin y la Metafsica).

    LA PRESENTE TRADUCCIN LO ES DE LA EDICIN FRANCESA DE 1987, EXCEPTOEL APNDICE DOCUMENTAL. TRADUCCIN DE ALEXANDER J.

    Este texto digital es de DOMINIO PBLICO en Argentina por cumplirse ms de 30aos de la muerte de su autor (Ley 11.723 de Propiedad Intelectual). Sin embargo,no todas las leyes de Propiedad Intelectual son iguales en los diferentes pasesdel mundo.Infrmese de la situacin de su pas antes de la distribucin pblica deeste texto.

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  • PRLOGO

    Muchas dificultades se oponen, en Occidente, a un estudio serio y profundo de lasdoctrinas orientales en general, y de las doctrinas hindes en particular; y los mayoresobstculos a este respecto, no son quiz los que pudieran provenir de los orientalesmismos. En efecto, la primera condicin que se requiere para este estudio, la msesencial de todas, es evidentemente la de tener la mentalidad requerida para comprenderlas doctrinas de que se trata, queremos decir para comprenderlas verdadera yprofundamente; ahora bien, sta es una aptitud que, salvo muy raras excepciones, lesfalta por completo a los occidentales. Por otra parte, esta condicin necesaria podra serconsiderada al mismo tiempo como suficiente, porque, cuando se cumple, los orientalesno tienen la menor repugnancia en comunicar su pensamiento tan completamente comoes posible hacerlo. Si no hay otro obstculo real ms que el que acabamos de indicar, cmo es que losorientalistas, es decir los occidentales que se ocupan de las cosas del Oriente, no lo hansuperado jams? Y no podra tachrsenos de exageracin al afirmar que, en efecto,nunca lo han superado, cuando se comprueba que slo han podido producir simplestrabajos de erudicin, estimables quiz desde un punto de vista especial, pero sin ningninters para la aprehensin de la menor idea verdadera. Y es que no basta conocergramaticalmente una lengua, ni ser capaz de traducirla palabra por palabra de maneracorrecta, para penetrar su espritu y asimilar el pensamiento de los que la hablan y laescriben. Hasta podra irse ms lejos y decir que cuanto ms una traduccin esescrupulosamente literal, ms arriesga el ser en realidad inexacta y desnaturalizar elpensamiento, ya que no hay verdadera equivalencia entre los trminos de dos lenguasdiferentes, sobre todo cuando estas lenguas estn muy alejadas una de otra, y alejadasno tanto filolgicamente como en razn de la diversidad de las concepciones de lospueblos que las emplean; y es este ltimo elemento el que no podr penetrar jamsninguna erudicin. Se necesita para esto algo ms que una vana crtica de textos que seextienda hasta perderse de vista en cuestiones de detalle, algo ms que los mtodos degramticos y de literatos, e incluso ms que un pretendido mtodo histrico aplicado atodo indistintamente. Sin duda que los diccionarios y las recopilaciones tienen su utilidadrelativa, que no se trata de contestar, y no se puede decir que todo este trabajo sea intil,sobre todo si se reflexiona en que quienes lo llevan a cabo, a menudo seran incapacesde producir otra cosa; pero, desgraciadamente, en tanto que la erudicin se vuelve unaespecialidad, tiende a tomarse como un fin en s misma, en lugar de ser un simpleinstrumento como debe serlo normalmente. Esta invasin de la erudicin y de susmtodos particulares es lo que constituye un verdadero peligro, ya que puede absorber alos que seran capaces tal vez de entregarse a otro gnero de trabajos, y porque el hbitode estos mtodos estrecha el horizonte intelectual de los que se someten a ellos y lesimpone una deformacin irremediable. An no hemos dicho todo, y ni siquiera hemos tocado el aspecto ms grave de lacuestin: los trabajos de pura erudicin son, en la produccin de los orientalistas, la partems voluminosa, es verdad, pero no la ms nefasta; y al decir que no haba nada ms,queremos decir nada que tuviese algn valor, aun de alcance restringido. Algunos, enAlemania principalmente, han querido ir ms lejos y, siempre con los mismos mtodosque ya no pueden aportar nada aqu, hacer obra de interpretacin, aadiendo a ella todoel conjunto de ideas preconcebidas que constituye su mentalidad propia, y con el prejuiciomanifiesto de hacer entrar las concepciones de las que se ocupan en los cuadrosacostumbrados del pensamiento europeo. En resumen, el error capital de estosorientalistas, dejando a un lado la cuestin del mtodo, es el de considerar todo desde elpunto de vista occidental y a travs de la mentalidad de ellos, mientras que la primeracondicin para poder interpretar correctamente una doctrina cualquiera es, naturalmente,hacer un esfuerzo para asimilrsela y para colocarse, tanto como sea posible, en el puntode vista de los que la concibieron. Decimos tanto como sea posible, porque no todospueden lograrlo igualmente, pero por lo menos todos pueden intentarlo; ahora bien, lejosde ello, el exclusivismo de los orientalistas de los que hablamos y su espritu de sistema

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  • llegan hasta llevarlos, por una aberracin increble, al punto de creerse capaces decomprender las doctrinas orientales mejor que los mismos orientales: pretensin que serarisible si no estuviese unida a una voluntad bien determinada de monopolizar en ciertomodo los estudios en cuestin. Y, en efecto, para ocuparse de ellos, no hay en Europa,fuera de estos especialistas, ms que una categora de soadores extravagantes y deaudaces charlatanes a los que se podra considerar como cantidad despreciable, si noejercieran ellos tambin una influencia deplorable desde diversos puntos de vista, como loexpondremos en su lugar de manera ms precisa. Para nosotros, atenindonos a lo que concierne a los orientalistas que se puededenominar oficiales, sealaremos adems, a ttulo de observacin preliminar, uno de losabusos a que da lugar lo ms frecuentemente el empleo de este mtodo histrico al cualhicimos ya alusin: es el error que consiste en estudiar las civilizaciones orientales comose hara con las civilizaciones desaparecidas desde hace largo tiempo. En este ltimocaso, es evidente que est uno forzado, a falta de algo mejor, a contentarse conreconstrucciones aproximadas, sin estar seguro nunca de una perfecta concordancia conlo que realmente existi antes, puesto que no hay ningn medio de proceder acomprobaciones directas. Pero se olvida que las civilizaciones orientales, por lo menos lasque al presente nos interesan, han continuado hasta nosotros sin interrupcin, y quetodava tienen representantes autorizados, cuya opinin vale incomparablemente ms,para su comprehensin, que toda la erudicin del mundo; slo que, si se piensa enconsultarlos, no hay que partir del singular principio de que sabemos ms que ellos sobreel verdadero sentido de sus propias concepciones. Por otra parte, hay que decir tambin que los orientales, que tienen, con razn, unaidea ms bien lamentable de la intelectualidad europea, se preocupan muy poco de lo quelos occidentales, de una manera general, puedan o no puedan pensar acerca de ellos; porlo menos no tratan en manera alguna de sacarlos de su error, y, por el contrario, en raznde una cortesa algo desdeosa, se encierran en un silencio que la vanidad occidentalinterpreta sin esfuerzo como una aprobacin. Y es que el proselitismo se desconoce porcompleto en Oriente, donde por lo dems carecera de objeto y no podra ser consideradosino como una prueba de ignorancia y de incomprehensin pura y simple; lo que despusdiremos mostrar las razones de ello. Para este silencio que algunos reprochan a losorientales, y que sin embargo es tan legtimo, no puede haber sino raras excepciones, afavor de alguna individualidad aislada que presente las condiciones requeridas y lasaptitudes intelectuales necesarias. En cuanto a los que salen de su reserva fuera de estecaso determinado, no se puede decir ms que una cosa: que representan en general aelementos muy poco interesantes, y que, por una u otra razn, no exponen ms quedoctrinas deformadas bajo el pretexto de adaptarlas al Occidente; tendremos ocasin dedecir algunas palabras acerca de ellos. Lo que deseamos hacer comprender por elmomento, y lo que desde el principio indicamos, es que la mentalidad occidental es lanica responsable de esta situacin, que hace muy difcil el papel incluso del que,habindose encontrado en condiciones excepcionales y habiendo llegado a asimilarciertas ideas, quiere expresarlas de la manera ms inteligible, pero sin desnaturalizarlas;debe limitarse a exponer lo que ha comprendido, en la medida que esto puede hacerse,abstenindose cuidadosamente de todo deseo de vulgarizacin, y sin tener siquiera lamenor preocupacin de convencer a nadie. Hemos dicho lo suficiente como para definir con claridad nuestras intenciones: noqueremos hacer aqu obra de erudicin, y el punto de vista en que queremos colocarnoses mucho ms profundo. Como la verdad no es para nosotros un hecho histrico, nosimporta muy poco en el fondo determinar con exactitud el origen de tal o cual idea, que nonos interesa, en suma, sino porque, habindola comprendido, sabemos que es verdadera;pero algunas indicaciones sobre el pensamiento oriental pueden ser motivo de reflexinpara algunos, y este simple resultado tendra, por s solo, una importancia insospechada.Por otra parte, si ni siquiera puede alcanzarse este fin, tendramos todava una razn paraemprender una exposicin de este gnero: la de reconocer de algn modo todo lo quedebemos intelectualmente a los orientales, y acerca de lo cual los occidentales no nos hanofrecido nunca, ni siquiera parcial e incompleto, el menor equivalente. Mostraremos, pues,para comenzar, tan claramente como podamos y tras algunas consideracionespreliminares indispensables, las diferencias esenciales y fundamentales que existen entre

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  • los modos generales del pensamiento oriental y los del pensamiento occidental.Insistiremos enseguida ms especialmente en lo que se refiere a las doctrinas hindes,sobre lo que stas presentan de rasgos particulares que las distinguen de las otrasdoctrinas orientales, aunque todas tengan suficientes caracteres comunes para justificar,en su conjunto, la oposicin general del Oriente y del Occidente. Por fin, con respecto aestas doctrinas hindes, sealaremos la insuficiencia de las interpretaciones que tienencurso en Occidente; hasta deberamos, para algunas de ellas, indicar su absurdidad.Como conclusin de este estudio, indicaremos, con todas las precauciones necesarias,las condiciones de un acercamiento intelectual entre el Oriente y el Occidente,condiciones que, como es fcil ver, estn lejos de haberse cumplido actualmente del ladooccidental: de manera que slo queremos indicar una posibilidad, sin creer de ningunamanera que sea susceptible de una realizacin inmediata o simplemente prxima.

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  • PRIMERA PARTE: CONSIDERACIONES PRELIMINARES

    Captulo I: ORIENTE Y OCCIDENTE

    Lo primero que tenemos que hacer en el estudio que emprendemos, es determinar lanaturaleza exacta de la oposicin que existe entre el Oriente y el Occidente y,primeramente, precisar para ello el sentido que queremos dar a los dos trminos de estaoposicin. Podramos decir, para una primera aproximacin, quizs un poco somera, queel Oriente para nosotros, es esencialmente Asia, y que el Occidente es esencialmenteEuropa; pero esto mismo requiere algunas explicaciones. Cuando hablamos, por ejemplo, de la mentalidad occidental o europea, empleandoindiferentemente una u otra de estas dos palabras, queremos referirnos a la mentalidadpropia de la raza europea tomada en su conjunto. Llamaremos pues europeo a todo loque se relaciona con esta raza, y aplicaremos esta denominacin comn a todos losindividuos que han surgido de ella, en cualquier parte del mundo en que se encuentren:as pues, los americanos y los australianos, para no citar ms que a stos, son paranosotros europeos, exactamente del mismo modo que los hombres de la misma raza quecontinan viviendo en Europa. Es evidente, en efecto, que el hecho de haberse trasladadoa otra regin, o hasta de haber nacido en ella, no podra modificar la raza ni, porconsiguiente, la mentalidad que es inherente a sta; y, aun si el cambio de medio essusceptible de determinar tarde o temprano ciertas modificaciones, stas sernmodificaciones bastante secundarias que no afectan a los caracteres verdaderamenteesenciales de la raza, sino que, por el contrario, hacen resaltar a veces de manera msprecisa algunos de ellos. As es como se puede comprobar sin esfuerzo, en losamericanos, el desarrollo llevado al extremo de algunas de las tendencias que constituyenla mentalidad europea moderna. Se plantea una cuestin aqu, sin embargo, que no podemos excusarnos de indicarbrevemente: hemos hablado de la raza europea y de la mentalidad que le es propia;pero hay verdaderamente una raza europea? Si se quiere entender por tal una razaprimitiva, con una unidad original y una perfecta homogeneidad, hay que respondernegativamente, porque nadie puede negar que la poblacin actual de Europa se formcon una mezcla de elementos que pertenecen a razas muy diversas, y que hay en elladiferencias tnicas bastante acentuadas, no slo de un pas a otro, sino aun en el interiorde cada agrupacin nacional. Sin embargo, no es menos cierto que los pueblos europeospresentan bastantes caracteres comunes que hacen que los distingamos claramente detodos los dems; su unidad, aunque sta sea ms bien adquirida que primitiva, basta paraque se pueda hablar, como lo hacemos, de raza europea. Slo que esta raza esnaturalmente menos fija y menos estable que una raza pura; los elementos europeos, almezclarse a otras razas, sern absorbidos ms fcilmente, y sus caracteres tnicosdesapareceran con rapidez; pero esto no se aplica sino al caso en que haya mezcla, ycuando slo hay yuxtaposicin, sucede por el contrario que los caracteres mentales, queson los que ms nos interesan, aparecen en cierto modo con ms relieve. Estoscaracteres mentales son los que, por otra parte, hacen ms ntida la unidad europea;cualesquiera que hayan sido las diferencias originales a este respecto o desde otrospuntos de vista, se ha formado poco a poco, durante el curso de la historia, unamentalidad comn a todos los pueblos de Europa. Esto no quiere decir que no hayamentalidad especial para cada uno de estos pueblos; pero las particularidades que losdistinguen son secundarias con relacin a un fondo comn al cual parecen sobreponerse:son, en suma, como especies de un mismo gnero. Nadie, aun entre los que dudan quese pueda hablar de una raza europea, vacilar en admitir la existencia de una civilizacineuropea; y una civilizacin no es otra cosa que el producto y la expresin de unadeterminada mentalidad.

    No buscaremos precisar ahora los rasgos distintivos de la mentalidad europea, porqueellos surgirn suficientemente en la continuacin de este estudio; indicaremossimplemente que varias influencias contribuyeron a su formacin: la que ha desempeado

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  • el papel preponderante es sin discusin la influencia griega o, si se quiere, greco-romana.La influencia griega es casi exclusiva en lo que se refiere a los puntos de vista filosfico ycientfico, a pesar de la aparicin de ciertas tendencias especiales, y propiamentemodernas, de las que hablaremos ms adelante. En cuanto a la influencia romana, esms social que intelectual, y se afirma sobre todo en las concepciones del Estado, delderecho y de las instituciones; por lo dems, intelectualmente, los romanos habantomado casi todo de los griegos, de manera que, a travs de ellos, no es sino la influenciade estos ltimos la que pudo ejercerse aunque indirectamente. Hay que sealar tambinla importancia, desde el punto de vista religioso especialmente, de la influencia judaicaque, por lo dems, volveremos a encontrar igualmente en cierta parte del Oriente; hay ahun elemento extra-europeo en su origen, pero no deja de ser en parte, constitutivo de lamentalidad occidental de nuestros das. Si consideramos ahora el Oriente, no es posiblehablar de una raza oriental, o de una raza asitica, aun con todas las restricciones quehemos empleado en la consideracin de una raza europea. Se trata aqu de un conjuntomucho ms extenso, que comprende poblaciones mucho ms numerosas, y condiferencias tnicas mucho ms grandes; podemos distinguir en este conjunto varias razasms o menos puras, pero que ofrecen caractersticas muy precisas, y de las cuales cadauna tiene una civilizacin propia, muy distinta de las otras: no hay una civilizacin orientalcomo hay una civilizacin occidental, en realidad hay civilizaciones orientales. Tendremosoportunidad pues, de decir cosas especiales para cada una de estas civilizaciones, eindicaremos ms adelante cules son las grandes divisiones generales que puedenestablecerse a este respecto; pero, a pesar de todo, encontraremos, si nos fijamos msen el fondo que en la forma, muchos elementos o ms bien principios comunes que hacenque sea posible hablar de una mentalidad oriental, por oposicin a la mentalidadoccidental. Cuando decimos que cada una de las razas del Oriente tiene una civilizacin que le espropia, esto no es absolutamente exacto; slo es verdadero en rigor para la raza china,cuya civilizacin tiene precisamente su base esencial en la unidad tnica. Para las otrascivilizaciones asiticas, los principios de unidad sobre los cuales descansan son denaturaleza muy diferente, como lo explicaremos ms tarde, y esto es lo que les permitecomprender en esta unidad elementos que pertenecen a razas extraordinariamentediversas. Decimos civilizaciones asiticas, porque las que consideramos lo son todas porsu origen, aun cuando se hayan extendido en otras regiones, como lo ha hecho sobretodo la civilizacin musulmana. Por otra parte, ello es evidente, fuera de los elementosmusulmanes no consideraremos como orientales a los pueblos que habitan el Este deEuropa: no hay que confundir a un oriental con un levantino, que es ms bien todo locontrario, y que, al menos por la mentalidad, tiene los caracteres esenciales de unverdadero occidental.

    Llama la atencin a primera vista la desproporcin de los dos conjuntos queconstituyen respectivamente lo que llamamos el Oriente y el Occidente; si hay oposicinentre ellos, no puede realmente haber equivalencia, ni siquiera simetra, entre los dostrminos de esta oposicin. Hay a este respecto una diferencia comparable a la que existegeogrficamente entre Asia y Europa, y en la que la segunda aparece como una simpleprolongacin de la primera; igualmente, la verdadera situacin del Occidente con relacinal Oriente, no es en el fondo ms que la de una rama desprendida del tronco, y esto es loque necesitamos explicar ahora ms completamente.

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  • Captulo II: LA DIVERGENCIA

    Si se considera lo que se ha convenido en llamar la antigedad clsica, y se lacompara con las civilizaciones orientales, se comprueba fcilmente que est menosalejada de ellas, desde ciertos puntos de vista al menos, que la Europa moderna. Ladiferencia entre el Oriente y el Occidente parece que ha ido aumentando siempre, peroesta divergencia es en cierto modo unilateral, en el sentido de que slo el Occidente es elque ha cambiado, mientras que el Oriente, de manera general, permaneca sensiblementetal como era en esa poca que se tiene la costumbre de considerar como antigua, y quesin embargo todava es relativamente reciente. La estabilidad, se podra hasta decir, lainmutabilidad, es un carcter que se le reconoce de buena gana a las civilizacionesorientales, especialmente a la de China, pero es acaso menos fcil entenderse sobre suinterpretacin: los europeos, desde que se pusieron a creer en el "progreso" y en la"evolucin", es decir desde hace ya ms de un siglo, quieren ver en ello un signo deinferioridad, mientras que, por el contrario, nosotros vemos un estado de equilibrio que lacivilizacin occidental se ha mostrado incapaz de alcanzar. Esta estabilidad se afirma, porlo dems, en las cosas pequeas lo mismo que en las grandes, y se puede encontrar unejemplo notable en el hecho de que la "moda", con sus variaciones continuas, slo existeen los pases occidentales. En suma, el occidental y, sobre todo el occidental moderno,aparece como esencialmente veleidoso e inconstante aspirando slo al movimiento y a laagitacin, en tanto que el oriental presenta exactamente el carcter opuesto.

    Si se quisiera representar esquemticamente la divergencia de la que hablamos, nohabra pues que trazar dos lneas que de una y otra parte se fuesen separando de un eje,sino que el Oriente debera estar representado por el eje mismo, y el Occidente por unalnea que partiera de este eje a la manera de una rama que se separa del tronco, comoantes lo dijimos. Este smbolo sera tanto ms justo cuanto que, en el fondo, por lo menosdesde los tiempos llamados histricos, el Occidente nunca ha vivido intelectualmente, enla medida en que ha tenido una intelectualidad, sino de prstamos tomados del Oriente,directa o indirectamente. La misma civilizacin griega est muy lejos de haber tenido esaoriginalidad que se complacen en proclamar los que son incapaces de ver nada ms all,y que llegaran de buen grado hasta pretender que los griegos se calumniaron a smismos, cuando reconocieron lo que deban a Egipto, a Fenicia, a Caldea, a Persia, yhasta a la India. Por ms que estas civilizaciones son incomparablemente ms antiguasque la de los griegos, algunos, cegados por lo que podemos llamar el "prejuicio clsico",estn dispuestos a sostener, contra toda evidencia, que son ellas las que han tomadoprstamos de la helnica y que sufrieron su influencia, y es muy difcil discutir con ellos,precisamente porque su opinin slo descansa en prejuicios; pero ya insistiremos conms amplitud sobre esta cuestin. Es verdad que los griegos tuvieron sin embargo ciertaoriginalidad, pero que de ningn modo es la que se cree por lo comn, y que no consistesino en la forma en la cual presentaron y expusieron lo que haban adoptado,modificndolo de manera mas o menos afortunada para adaptarlo a su propia mentalidad,originalidad muy distinta de la de los orientales, y hasta opuesta a sta en ms de unaspecto. Antes de ir ms lejos, precisaremos que no pretendemos negar la originalidad de lacivilizacin helnica desde ste o aqul punto de vista ms o menos secundario a nuestrojuicio, desde el punto de vista del arte por ejemplo, sino slo desde el punto de vistapropiamente intelectual, que por otra parte se encuentra mucho ms reducido que en losorientales. Esta disminucin de la intelectualidad, este empequeecimiento por decirlo as,podemos afirmarlo claramente con relacin a las civilizaciones orientales que subsisten yque conocemos directamente; y es verosmil tambin con relacin a las quedesaparecieron, segn todo lo que podemos saber de ellas, y sobre todo segn lasanalogas que han existido de modo manifiesto entre stas y aqullas. En efecto, elestudio del Oriente tal como se hace hoy todava, si se quisiera emprender de maneraverdaderamente directa, sera capaz de ayudar en una amplia medida para comprender laAntigedad, en razn de este carcter de fijeza y de estabilidad que hemos indicado;

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  • ayudara tambin a comprender la antigedad griega, para la cual no tenemos el recursode un testimonio inmediato, porque se trata aqu tambin de una civilizacin querealmente se extingui, y los griegos actuales no podran de ningn modo serconsiderados como los legtimos continuadores de los antiguos, de los que sin duda noson ni siquiera los descendientes autnticos. Hay que fijarse bien, sin embargo, en que el pensamiento griego es a pesar de todo,en su esencia, un pensamiento occidental y que se encuentra ya en l entre algunas otrastendencias, el origen y algo as como el germen de las que se desarrollaron largo tiempodespus, en los occidentales modernos. No hay pues que llevar demasiado lejos elempleo de la analoga que acabamos de sealar; pero, mantenida dentro de justoslmites, puede todava prestar servicios importantes a los que quieren comprenderrealmente la Antigedad e interpretarla de la manera menos hipottica que sea posible, y,por otra parte, se evitar cualquier peligro si se tiene en cuenta todo lo que sabemos deperfectamente cierto sobre los caracteres especiales de la mentalidad helnica. En elfondo, las nuevas tendencias que se encuentran en el mundo grecorromano son sobretodo tendencias a la restriccin y a la limitacin, de manera que las reservas que hay queaportar en una comparacin con el Oriente deben proceder casi exclusivamente del temorde atribuir a los antiguos del Occidente ms de lo que en verdad pensaron; cuandocomprobamos que tomaron algo al Oriente, no hay que creer que se lo asimilaron porcompleto, ni apresurarse a concluir que existe identidad de pensamiento. Se puedenestablecer aproximaciones numerosas e interesantes, parangones que no tienenequivalente en lo que se refiere al Occidente moderno; pero no es menos cierto que losmodos esenciales del pensamiento oriental son enteramente distintos, y que, sin salir delos cuadros de la mentalidad occidental, aun antigua, est uno condenado fatalmente adescuidar y a desconocer los aspectos de este pensamiento oriental que sonprecisamente los ms importantes y los ms caractersticos. Como es evidente que loms no puede nacer de lo menos, esta sola diferencia debera bastar, a falta de cual-quiera otra consideracin, para mostrar de qu lado se encuentra la civilizacin que hahecho aportaciones a las otras.

    Volviendo al esquema que indicamos antes, debemos decir que su defecto principal,inevitable por otra parte en cualquier esquema, es el de simplificar demasiado las cosas,representando la divergencia como creciendo de manera continua desde la antigedadhasta nuestros das. En realidad ha habido tiempos de detencin en esta divergencia yhasta ha habido pocas menos alejadas en que el Occidente recibi de nuevo lainfluencia directa del Oriente: nos referimos sobre todo al perodo alejandrino, y tambin alo que los rabes aportaron a Europa en la Edad Media, y de lo cual una parte lesperteneca en propiedad, mientras que el resto haba sido tomado de la India; suinfluencia es muy conocida en lo que se refiere al desarrollo de las matemticas, peroestuvo lejos de limitarse a este dominio particular. La divergencia surgi de nuevo en elRenacimiento, cuando se produjo una ruptura muy clara con la poca anterior, y la verdades que este pretendido Renacimiento fue una muerte para muchas cosas, hasta desde elpunto de vista de las artes, pero, sobre todo desde el punto de vista intelectual; es difcilpara un moderno percibir toda la extensin y todo el alcance de lo que se perdi entonces.El retorno a la antigedad clsica tuvo por efecto una disminucin de la intelectualidad,fenmeno comparable al que haba tenido lugar en otro tiempo entre los mismos griegos,pero con esta diferencia capital: que se manifest entonces en el curso de la existencia deuna misma raza y no ya en el paso de ciertas ideas de un pueblo a otro; es como si estosgriegos, en el momento en que iban a desaparecer enteramente, se hubiesen vengado desu propia incomprehensin imponiendo a toda una parte de la humanidad los lmites de suhorizonte mental. Cuando a esta influencia se agreg la de la Reforma, que por lo demstal vez no fueron del todo independientes, las tendencias fundamentales del mundomoderno se establecieron con precisin; la Revolucin, con todo lo que representa endiversos dominios, y que equivale a la negacin de toda tradicin, deba ser laconsecuencia lgica de su desarrollo. Pero no tenemos que entrar aqu en el detalle detodas esas consideraciones, lo que podra llevarnos demasiado lejos; no tenemos laintencin de hacer especialmente la historia de la mentalidad occidental, sino slo decir loque es necesario para hacer comprender lo que la diferencia profundamente de la

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  • intelectualidad oriental. Antes de completar lo que tenemos que decir a este respecto delos modernos, necesitamos todava volver a los griegos, para precisar lo que no hemoshecho ms que indicar hasta aqu de manera insuficiente, y para desbrozar el terreno, encierto modo, explicndonos con bastante precisin para poner trmino a ciertasobjeciones que es muy fcil prever. No aadiremos por el momento sino unas palabras en lo que concierne a ladivergencia del Occidente con relacin al Oriente: esta divergencia continuaraumentando indefinidamente? Las apariencias podran hacerlo creer, y, en el estadoactual de las cosas, esta cuestin es seguramente de aquellas sobre las cuales se puedediscutir; pero, sin embargo, en lo que a nosotros se refiere, no pensamos que esto seaposible; daremos las razones en nuestra conclusin.

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  • Captulo III: EL PREJUICIO CLSICO

    Hemos indicado ya lo que entendemos por el "prejuicio clsico": es propiamente elapriorismo de atribuir a los griegos y a los romanos el origen de toda civilizacin. No sepuede apenas, en el fondo, encontrar en l ms razn que sta: los occidentales, porquesu propia civilizacin no se remonta en efecto ms all de la poca grecorromana y sederiva de ella casi por completo, se imaginan que as ha debido ser por todas partes, y lescuesta trabajo concebir la existencia de civilizaciones muy diferentes y de origen muchoms antiguo; se podra decir que son, intelectualmente, incapaces de franquear elMediterrneo. Por lo dems, el hbito de hablar de "la civilizacin", de una maneraabsoluta, contribuye tambin en una amplia medida a mantener este prejuicio: "lacivilizacin", entendida as y suponindosela nica, es algo que no ha existido nunca; enrealidad, ha habido siempre y hay todava "civilizaciones". La civilizacin occidental, consus caracteres especiales, es simplemente una civilizacin entre otras, y lo que se llamapomposamente "la evolucin de la civilizacin" no es ms que el desarrollo de estacivilizacin particular desde sus orgenes relativamente recientes, desarrollo que por otraparte est muy lejos de haber sido siempre "progresivo" de manera regular y sobre todoslos puntos: lo que antes dijimos del pretendido Renacimiento y de sus consecuencias,podra servir aqu como ejemplo muy claro de una regresin intelectual, que no ha hechoms que agravarse hasta nuestros das. Para quien quiera examinar las cosas con imparcialidad, es evidente que los griegostomaron verdaderamente casi todo de los orientales, por lo menos desde el punto de vistaintelectual, como ellos mismos lo confesaron a menudo; por mentirosos que hayan podidoser, al menos no mintieron en este punto, y, por lo dems, no tenan ningn inters enello, todo lo contrario. Su nica originalidad, dijimos antes, reside en la manera comoexpusieron las cosas, segn una facultad de adaptacin que no se les puede negar, peroque necesariamente se encuentra limitada a la medida de su comprehensin; es pues, ensuma, una originalidad de orden puramente dialctico. En efecto, los modos derazonamiento, que se derivan de los modos generales del pensamiento y sirven paraformularlos, son distintos entre los griegos y los orientales; hay que tener siempre cuidadocuando se sealan ciertas analogas, por lo dems reales, como la del silogismo griego,por ejemplo, con lo que se ha llamado con ms o menos exactitud el silogismo hind. Nisiquiera se puede decir que el razonamiento griego se distinga por un rigor particular; noparece ms riguroso que los dems, excepto a quienes lo frecuentan de modo exclusivo,y esta apariencia slo proviene de que se encierra siempre en un dominio ms restringido,ms limitado y, por lo tanto, mejor definido. Lo que verdaderamente es propio de losgriegos, en cambio, pero no muy en su favor, es cierta sutileza dialctica de la que losDilogos de Platn ofrecen numerosos ejemplos, y donde se ve la necesidad de examinarindefinidamente una misma cuestin bajo todas sus facetas, tomndola por los aspectosms pequeos, y para terminar en una conclusin ms o menos insignificante; hay quecreer que los modernos, en Occidente, no son los primeros en estar afligidos de miopaintelectual.

    No hay motivo quiz, despus de todo, para reprochar ms de lo debido a los griegosel que hayan disminuido el campo del pensamiento humano como lo hicieron; por unaparte, sta fue una consecuencia inevitable de su constitucin mental, de la que no se lespuede considerar responsables, y, por otra, de esta manera pusieron por lo menos alalcance de una parte de la humanidad algunos conocimientos que, de otro modo, corranpeligro de serle completamente extraos. Es fcil darse cuenta de esto al ver de lo queson capaces, en nuestros das, los occidentales que se encuentran directamente enpresencia de ciertas concepciones orientales, y que tratan de interpretarlas conforme a supropia mentalidad: todo lo que no pueden reducir a formas "clsicas" se les escapatotalmente, y todo lo que reducen a ellas ms o menos bien est, por lo mismo,desfigurado hasta tal punto que lo hacen irreconocible. El pretendido "milagro griego", como lo llaman sus admiradores entusiastas, se reduceen suma a muy poca cosa, o por lo menos, en lo que implica un cambio profundo, este

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  • cambio es una decadencia: es la individualizacin de las concepciones, la sustitucin delo intelectual por lo racional, del punto de vista metafsico por el punto de vista cientfico yfilosfico. Poco importa, por lo dems, que los griegos hayan sabido mejor que otros dar aciertos conocimientos un carcter prctico, o que hayan sacado de ellos consecuenciascon este carcter, cuando no lo haban hecho los precedentes; hasta est permitidopensar que as dieron al conocimiento un fin menos puro y menos desinteresado, porqueel sesgo de su espritu no les permiti mantenerse sino con dificultad y como porexcepcin en el dominio de los principios. Esta tendencia "prctica", en el sentido mscomn de la palabra es una de las que deban irse acentuando en el desarrollo de lacivilizacin occidental y predomina ostensiblemente en la poca moderna; no se puedehacer una excepcin a este respecto sino en favor de la Edad Media, mucho msorientada hacia la especulacin pura. De una manera general, los occidentales son, por naturaleza, muy poco metafsicos: lacomparacin de sus lenguas con las de los orientales suministrara por s sola una pruebasuficiente de ello, si los fillogos fueran capaces de discernir realmente el espritu de laslenguas que estudian. En cambio, los orientales tienen una tendencia muy marcada adesinteresarse de las aplicaciones, y esto se comprende sin dificultad, porque cualquieraque se interese esencialmente en el conocimiento de los principios universales, slosentir un inters muy mediocre por las ciencias especiales, y como mucho puedeconcederles una curiosidad pasajera, insuficiente en todo caso para provocar numerososdescubrimientos en este orden de ideas. Cuando se sabe, por una certidumbrematemtica en cierto modo, y hasta ms que matemtica, que las cosas no pueden serdistintas de lo que son, se vuelve uno por fuerza desdeoso de la experiencia, porque lacomprobacin de un hecho particular, cualquiera que sea, no prueba nunca otra cosa msque la existencia pura y simple de este mismo hecho; como mucho, tal comprobacinpuede servir a veces para ilustrar una teora, a ttulo de ejemplo, pero de ningn modopara probarla, y creer lo contrario es una grave ilusin. En estas condiciones, no hayevidentemente lugar para estudiar las ciencias experimentales por ellas mismas, y, desdeel punto de vista metafsico, no tienen, como el objeto al cual se aplican, ms que un valorpuramente accidental y contingente; muy a menudo no se experimenta, pues, ni siquierala necesidad de extraer las leyes particulares, que se podran, sin embargo, sacar de losprincipios, a ttulo de aplicacin especial en tal o cual dominio determinado, si seencontrara que la cuestin vala la pena. As se puede comprender todo lo que separa el"saber" oriental de la "investigacin" occidental; pero todava se asombra uno de que lainvestigacin haya llegado, para los occidentales modernos, a constituir un fin en smisma, independientemente de sus resultados posibles.

    Otro punto que importa esencialmente sealar aqu, y que adems se presenta comoun corolario de lo que precede, es que nadie ha estado ms lejos que los orientales sinexcepcin, de tener, como la Antigedad grecorromana, el culto de la naturaleza, ya quela naturaleza nunca ha sido para ellos ms que el mundo de las apariencias; sin duda queestas apariencias tienen tambin una realidad, pero slo es una realidad transitoria y nopermanente; contingente y no universal. As pues, el "naturalismo", bajo todas las formasde que es susceptible, no puede constituir, a los ojos de los hombres que se podra llamarmetafsicos por temperamento, ms que una desviacin y hasta una verdaderamonstruosidad intelectual. Hay que decir, no obstante, que los griegos, a pesar de su tendencia al "naturalismo",no llegaron nunca a conceder a la experimentacin la importancia excesiva que leatribuyen los modernos; se encuentra en toda la antigedad, aun occidental, cierto desdnpor la experiencia, que acaso sera difcil explicar de otra manera, si no es viendo en ellaun vestigio de la influencia oriental, porque perdi en parte su razn de ser en los griegos,cuyas preocupaciones no eran metafsicas, y para los cuales las consideraciones deorden esttico ocupaban muy a menudo el lugar de razones ms profundas que se lesescapaban. Es pues a estas ltimas consideraciones a las que se hace intervenir ms amenudo en la explicacin del hecho de que se trata; pero pensamos que hay all, por lomenos en el origen, algo ms. De todos modos, esto no impide que se encuentre ya enlos griegos, en cierto sentido, el punto de partida de las ciencias experimentales tal comolas comprenden los modernos, ciencias en las cuales la tendencia "prctica" se une a la

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  • tendencia "naturalista", no pudiendo una y otra alcanzar su pleno desarrollo sino endetrimento del pensamiento puro y del conocimiento desinteresado. De manera que, elhecho de que los orientales no se hayan adherido nunca a ciertas ciencias especiales, deningn modo es signo de inferioridad por su parte, hasta es intelectualmente todo locontrario; esto es, en suma, una consecuencia normal de que su actividad se haya dirigidosiempre en otro sentido y hacia un fin por completo diferente. Son precisamente losdiversos sentidos en que se puede ejercer la actividad mental del hombre los queimprimen a cada civilizacin su carcter propio, determinando la direccin fundamental desu desarrollo; y esto es al mismo tiempo lo que da la ilusin del progreso a los que, noconociendo ms que una civilizacin, ven exclusivamente la direccin en la cual se hadesarrollado y creen que es la nica posible, sin darse cuenta de que este desarrollosobre un punto puede ser ampliamente compensado por una regresin en otros puntos.

    Si se considera el orden intelectual, el nico esencial en las civilizaciones orientales,hay dos razones por lo menos para que los griegos, en este aspecto, hayan tomado todode stas, nos referimos a todo lo vlido en sus concepciones: una de tales razones,acerca de la cual hemos insistido ms hasta aqu, viene de la ineptitud relativa de lamentalidad griega a este respecto; la otra es que la civilizacin helnica es de fechamucho ms reciente que las principales civilizaciones orientales. Esto es verdad enparticular para la India, aunque, all donde hay ciertas relaciones entre las doscivilizaciones, algunos llevan el "prejuicio clsico" hasta afirmar a priori que es la pruebade una influencia griega. Sin embargo, si tal influencia intervino realmente en lacivilizacin hind, no pudo ser sino muy tarda y debi necesariamente ser por completosuperficial. Podramos admitir que haya habido, por ejemplo, una influencia de ordenartstico, por ms que, inclusive en este punto de vista especial, las concepciones de loshindes hayan permanecido siempre, en todas las pocas, por completo diferentes de lasde los griegos; por otro lado, no se encuentran rastros seguros de una influencia de estegnero ms que en una determinada porcin, muy restringida a la vez en el espacio y enel tiempo, de la civilizacin bdica, que no puede ser confundida con la civilizacin hindpropiamente dicha. Pero esto nos obliga a decir por lo menos algunas palabras sobre loque pudieron ser, en la Antigedad, las relaciones entre pueblos diferentes y ms omenos alejados, luego sobre las dificultades que provocan, de manera general, lascuestiones de cronologa; tan importantes a los ojos de los partidarios ms o menosexclusivos del demasiado famoso "mtodo histrico".

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  • Captulo IV: LAS RELACIONES DE LOS PUEBLOS ANTIGUOS

    Se cree bastante generalmente que las relaciones entre Grecia y la India nocomenzaron, o por lo menos no adquirieron importancia apreciable, sino en la poca delas conquistas de Alejandro; para todo lo que es sin duda anterior a esta fecha se habla,pues, simplemente de semejanzas fortuitas entre las dos civilizaciones; y para todo lo quees posterior, o que se supone posterior, se habla naturalmente de influencia griega, comolo quiere la lgica especial inherente al "prejuicio clsico". sta es una opinin que, comomuchas otras, carece tambin de todo fundamento serio, porque las relaciones entre lospueblos, aun alejados, eran mucho ms frecuentes en la antigedad de lo que se imaginapor lo comn. En suma, las comunicaciones no eran mucho ms difciles por entoncesque hace apenas uno o dos siglos, y ms precisamente hasta la invencin de losferrocarriles y de los buques de vapor; se viajaba sin duda menos comnmente que ennuestra poca, menos a menudo y sobre todo menos deprisa, pero se viajaba de manerams provechosa, porque se tomaba tiempo para estudiar los pases que se atravesaban,y a veces hasta se viajaba justamente slo con vistas a este estudio y a los beneficiosintelectuales que de l se podan obtener. En estas condiciones, no hay ninguna raznplausible para tratar de "leyenda" lo que se nos cuenta sobre los viajes de los filsofosgriegos, tanto ms cuanto que estos viajes explican muchas cosas que, de otro modo,seran incomprensibles. La verdad es que, mucho antes de los primeros tiempos de lafilosofa griega, los medios de comunicacin debieron tener un desarrollo del cual losmodernos estn lejos de tener una idea exacta, y esto de manera normal y permanente,fuera de las migraciones de pueblos que sin duda no se produjeron jams sino de maneradiscontinua y un poco excepcional. Entre otras pruebas que podramos citar en apoyo de lo que acabamos de decir, sloindicaremos una, que concierne especialmente a las relaciones de los pueblosmediterrneos, y lo haremos porque se trata de un hecho poco conocido o por lo menospoco sealado, al cual nadie parece haber prestado la atencin que merece, y del que nose han dado, en todo caso, ms que interpretaciones muy inexactas. El hecho del quequeremos hablar es la adopcin, en torno a la cuenca del Mediterrneo, de un mismo tipofundamental de moneda, con variaciones accesorias que servan de marcas distintivaslocales; y esta adopcin, aunque no se pueda fijar su fecha exacta, se remonta sin duda auna poca muy antigua, al menos si slo se tiene en cuenta el perodo de la antigedadque ms comnmente se estudia. Slo se ha querido ver en esto una simple imitacin delas monedas griegas, que habran llegado accidentalmente a estas regiones lejanas; stees un ejemplo de la influencia exagerada que se ha querido atribuir siempre a los griegos,y tambin de la funesta tendencia a hacer intervenir el azar en todo lo que no se sabeexplicar, como si el azar fuera otra cosa que un nombre para disimular nuestra ignoranciade las causas reales. Lo que nos parece cierto es que el tipo monetario comn de que setrata, que tiene esencialmente una cabeza humana de un lado, un caballo o un carro delotro, no es especficamente griego y podra ser itlico o cartagins, o hasta galo o ibrico;su adopcin necesit sin duda de un acuerdo ms o menos explcito entre los diversospueblos del Mediterrneo, aunque las modalidades de este acuerdo forzosamente se nosescapan. Sucede con este tipo monetario lo que con ciertos smbolos o ciertastradiciones, que se encuentran los mismos en lmites todava ms extensos; y por otraparte, si nadie discute las relaciones continuas que las colonias griegas mantenan con sumetrpoli, por qu motivo haban de discutirse ms las que pudieron establecerse entrelos griegos y otros pueblos? Por lo dems, incluso all donde nunca haya intervenido unaconvencin de la clase de la que acabamos de mencionar, por razones que pueden ser derdenes diversos que no tenemos por qu investigar aqu, y que, por otro lado, sera talvez difcil determinar con exactitud, no est probado de ningn modo que esto impidieseel establecimiento de intercambios ms o menos regulares; los medios fueronsimplemente otros, puesto que tuvieron que adaptarse a circunstancias diferentes.

    Para precisar el alcance que conviene reconocer al hecho que hemos indicado,aunque slo lo hayamos tomado a ttulo de ejemplo, hay que aadir que los intercambioscomerciales nunca se han producido de manera continua sin ir acompaados, tarde o

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  • temprano, de intercambios de otro orden, y principalmente de intercambios intelectuales; yhasta puede ser que en ciertos casos las relaciones econmicas, lejos de ocupar el primerlugar como lo hacen en los pueblos modernos, no hayan tenido ms que una importanciams o menos secundaria. La tendencia a reducirlo todo al punto de vista econmico, yasea en la vida interior de un pas, o bien en las relaciones internacionales, es, en efecto,una tendencia del todo moderna; los antiguos, inclusive occidentales, con excepcin quizde los fenicios, no consideraron las cosas de esta manera, y los orientales, todava hoy,tampoco las consideran as. sta es la ocasin de repetir lo peligroso que es siemprequerer formular una apreciacin desde el propio punto de vista, en lo que se refiere ahombres que, encontrndose en otras circunstancias, con otra mentalidad, situados deotro modo en el tiempo o en el espacio, con seguridad no se colocaron nunca en estemismo punto de vista, y ni siquiera tenan razn ninguna para concebirlo; tal error es, sinembargo, el que cometen muy a menudo los que estudian la antigedad, y ste estambin, como lo dijimos al principio, el que nunca dejan de cometer los orientalistas.

    Volviendo a nuestro punto de partida, no se est autorizado, en absoluto, por el hechode que los ms antiguos filsofos griegos hayan precedido en varios siglos a la poca deAlejandro para concluir que no conocieron nada de las doctrinas hindes. Para citar unejemplo, el atomismo, largo tiempo antes de aparecer en Grecia, fue sostenido en la Indiapor la escuela de Knada y luego por los jainistas y los budistas; puede ser que haya sidoimportado en Occidente por los fenicios, como lo dan a entender algunas tradiciones,pero, por otra parte, diversos autores afirman que Demcrito, que fue uno de los primerosentre los griegos en adoptar esta doctrina, o por lo menos en formularla claramente, habaviajado por Egipto, Persia y la India. Los primeros filsofos griegos pueden hasta haberconocido, no slo las doctrinas hindes, sino tambin las doctrinas budistas, porque noson sin duda anteriores al Budismo, y, adems, ste se difundi pronto fuera de la India,en las regiones de Asia mas vecinas a Grecia, y, por tanto, relativamente ms accesibles.Esta circunstancia fortalecera la tesis, muy sostenible, de los prstamos tomados,ciertamente no exclusivos, pero s importantes, de la civilizacin bdica: as se explicara,en particular, el hecho de que la mayora de los filsofos fsicos no hayan admitido msque cuatro elementos en lugar de cinco. Lo curioso en todo caso es que los parangonesque se pueden hacer con las doctrinas de la India son mucho ms numerosos y mspatentes en el perodo presocrtico que en los perodos posteriores; en qu se convierteentonces el papel de las conquistas de Alejandro en las relaciones intelectuales de lospueblos? En suma, no parecen haber introducido, en cuanto a influencia hind, ms quela que se puede sealar en la lgica de Aristteles, y a la cual aludimos antes en lo que serefiere al silogismo, as como en la parte metafsica de la obra del mismo filsofo, para lacual se podran sealar tambin semejanzas demasiado precisas como para serpuramente accidentales. Si se objeta, para salvaguardar a pesar de todo la originalidad de los filsofos griegos,que hay un fondo intelectual comn a toda la humanidad, resulta, como mnimo, que estefondo es algo demasiado general y demasiado vago para suministrar una explicacinsatisfactoria de semejanzas precisas y claramente determinadas. Por lo dems, ladiferencia de mentalidades va mucho ms lejos, en bastantes casos, de lo que creen losque nunca conocieron ms que un solo tipo de humanidad; entre los griegos y loshindes, particularmente, esta diferencia era de las ms considerables. Semejanteexplicacin slo puede ser suficiente cuando se trata de dos civilizaciones comparablesentre s, cuando se desarrollan en el mismo sentido, aunque independientemente una deotra, y producen concepciones idnticas en el fondo, aunque muy distintas en forma: estecaso es el de las doctrinas metafsicas de China y de la India. Aunque sera tal vez msplausible, aun en estos limites, ver ah, como est uno obligado a hacerlo por ejemplocuando se comprueba una comunidad de smbolos, el resultado de una identidad detradiciones primordiales, suponiendo relaciones que pueden remontar por lo dems apocas mucho ms remotas que el comienzo del perodo llamado "histrico"; pero estonos llevara demasiado lejos. Despus de Aristteles, las huellas de una influencia hind en la filosofa griega sevuelven ms y ms raras, si es que no faltan por completo, porque esta filosofa seencierra en un dominio cada vez ms limitado y contingente, cada vez ms alejado de

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  • toda intelectualidad verdadera, y porque este dominio es, en su mayor parte, el de lamoral, refirindose a preocupaciones que han sido siempre completamente extraas a losorientales. No es sino entre los neoplatnicos donde se vern reaparecer influenciasorientales, y es ah donde se encontrarn en los griegos por primera vez ciertas ideasmetafsicas, como la del Infinito. Hasta el momento, en efecto, los griegos slo habantenido la nocin de lo indefinido, y, rasgo eminentemente caracterstico de su mentalidad,acabado y perfecto eran para ellos trminos sinnimos; para los orientales, por elcontrario, es el Infinito lo idntico a la Perfeccin. Tal es la diferencia profunda que existeentre un pensamiento filosfico, en el sentido europeo de la palabra, y un pensamientometafsico; pero ya tendremos ocasin despus de insistir ms ampliamente sobre elparticular, y estas pocas indicaciones bastan por el momento, porque nuestra intencin noes la de establecer aqu una comparacin detallada entre las concepciones respectivas dela India y de Grecia, comparacin que encontrara adems muchas dificultades en lascuales no piensan los que la consideran demasiado superficialmente.

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  • Captulo V: CUESTIONES DE CRONOLOGA

    Las cuestiones relativas a la cronologa son de las que ms apuran a los orientalistas,y esta dificultad est generalmente bastante justificada; pero se equivocan, por una parte,en conceder importancia excesiva a estas cuestiones, y, por otra, en creer que podrnllegar, por sus mtodos ordinarios, a obtener soluciones definitivas, cuando no llegan enefecto sino a hiptesis ms o menos caprichosas, sobre las cuales, por otra parte, estnlejos de ponerse de acuerdo entre s. Hay sin embargo algunos casos que no presentanninguna dificultad real, al menos cuando se consiente en no complicarlosintencionadamente con las sutilezas y las argucias de una "crtica" y de una "hipercrtica"absurdas. Tal es especialmente el caso de documentos que, como los antiguos Analeschinos, contienen una descripcin precisa del estado del cielo en la poca a la cual serefieren; como el clculo de su fecha exacta se basa en datos astronmicos ciertos, nopuede admitir ninguna ambigedad. Desgraciadamente, este caso no es general, y hastaes casi excepcional, y los otros documentos, los documentos hindes en particular, noofrecen en su mayora nada de ello para guiar las investigaciones, lo que, en el fondo,prueba simplemente que sus autores no tuvieron la menor preocupacin por "estableceruna fecha" con objeto de reivindicar la prioridad que fuere. La pretensin de originalidadintelectual, que en buena parte contribuye al nacimiento de los sistemas filosficos, es,hasta entre los occidentales, cosa muy moderna, que ignoraba todava la Edad Media; lasideas puras y las doctrinas tradicionales nunca constituyeron la propiedad de tal o cualindividuo, y las particularidades biogrficas de quienes las expusieron e interpretaron sonde importancia mnima. Por lo dems, incluso para China, la observacin que hicimoshace poco no se aplica, a decir verdad, ms que a los escritos histricos; pero stos son,despus de todo, los nicos para los cuales presenta verdadero inters la determinacincronolgica, puesto que esta misma determinacin no tiene sentido ni alcance ms quedesde slo el punto de vista de la historia. Hay que sealar, por otra parte, que, paraaumentar la dificultad, existe en la India, y sin duda tambin en ciertas civilizacionesdesaparecidas, una cronologa, o ms exactamente algo que tiene la apariencia de unacronologa, basada en nmeros simblicos, que no hay que tomar de ningn modoliteralmente por nmeros de aos; no se encuentra algo anlogo hasta en la cronologabblica? Slo que esta pretendida cronologa se aplica exclusivamente, en realidad, aperodos csmicos, y no a perodos histricos; entre unos y otros no hay confusinposible, si no es por efecto de una ignorancia bastante grosera, y sin embargo estamosobligados a reconocer que los orientalistas han dado demasiados ejemplos de semejanteserrores. Una tendencia muy general en esos mismos orientalistas es la que les lleva a reducir loms posible, y a menudo hasta ms all de toda medida razonable, la antigedad de lascivilizaciones de que se ocupan, como si se sintieran molestos por el hecho de que talescivilizaciones hayan podido ya existir y estar en pleno desarrollo en pocas tan lejanas,tan anteriores a los orgenes ms remotos que se pueden asignar a la actual civilizacinoccidental, o incluso a aquellas de las que procede directamente; su prejuicio a esterespecto no parece tener otra excusa que sa, que es en verdad muy insuficiente. Por lodems, este mismo prejuicio se ha ejercido tambin sobre cosas mucho ms cercanas alOccidente, en todos los aspectos, que las civilizaciones de China y de la India, e inclusivelas de Egipto, Persia y Caldea: es as como se han esforzado, por ejemplo, en"rejuvenecer" la Qabbalah hebraica de manera que se pueda suponer en ella unainfluencia alejandrina y neoplatnica, cuando fue lo contrario sin duda lo que se produjoen realidad; y esto siempre por la misma razn, es decir, nada ms porque se haconvenido a priori que todo debe venir de los griegos, que stos tuvieron el monopolio delos conocimientos en la antigedad, como los europeos se imaginan tenerlo ahora, y quefueron siempre, como estos mismos europeos pretenden serlo en la actualidad, loseducadores y los inspiradores del gnero humano. Y, sin embargo, Platn, cuyotestimonio no debera ser sospechoso en la circunstancia, no ha temido aseverar en elTimeo que los egipcios llamaban "nios" a los griegos; los orientales tendran todava hoymuchas razones para decir lo mismo de los occidentales, si los escrpulos de una

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  • cortesa quiz excesiva no les impidiesen a menudo llegar hasta ah. Recordamos sinembargo, que esta misma apreciacin fue formulada precisamente por un hind que oaexponer por primera vez las concepciones de ciertos filsofos europeos, y que estuvo tanlejos de maravillarse por ellas que declar que stas eran "ideas buenas" todo lo mspara un nio de ocho aos! Los que piensan que reducimos demasiado el papel desempeado por los griegos,haciendo de ellos casi exclusivamente una funcin de "adaptadores", podran objetarnosque no conocemos todas sus ideas, que hay muchas cosas que no han llegado hastanosotros. Eso es cierto, sin duda, en algunos casos, y principalmente en la enseanzaoral de los filsofos; pero lo que conocemos de sus ideas no es de todos modosampliamente suficiente para permitirnos juzgar del resto? La analoga, nica que nossuministra el medio de ir, en cierta medida, de lo conocido a lo desconocido, no puedesino darnos aqu la razn: y, adems, segn la enseanza escrita que poseemos, hay porlo menos fuertes presunciones para creer que la enseanza oral correspondiente, en loque tena precisamente de especial y de "esotrica", es decir, de "ms interior", fue, comola de los "misterios" con la cual debi tener muchas relaciones, ms profundamenteimpregnada an de inspiracin oriental. Por aadidura, la misma "interioridad" de estaenseanza no hace ms que garantizarnos que estaba menos alejada de su fuente ymenos deformada que cualquier otra, porque estaba menos adaptada a la mentalidadgeneral del pueblo griego, sin lo cual su comprehensin no hubiese requerido,evidentemente, una preparacin especial, sobre todo una preparacin tan larga y tandifcil como lo era, por ejemplo, la que estaba en uso en las escuelas pitagricas. Por otro lado, mal les vendra a los arquelogos y los orientalistas el invocar contranosotros una enseanza oral, o incluso obras perdidas, puesto que "el mtodo histrico"que tanto estiman tiene por carcter esencial no tomar en consideracin ms que losmonumentos que tienen a la vista y los documentos escritos que tienen entre las manos; yah es precisamente donde se manifiesta toda la insuficiencia de este mtodo. En efecto,hay una observacin que se impone, pero que se pierde muy a menudo de vista, y que esla siguiente: si se encuentra, para cierta obra, un manuscrito cuya fecha se puededeterminar por un medio cualquiera, esto prueba que la obra de que se trata no esciertamente posterior a esta fecha, pero eso es todo, y ello no prueba de ningn modo queno pueda ser muy anterior. Puede muy bien suceder que se descubran despus otrosmanuscritos ms antiguos de la misma obra y, por lo dems, si no se descubren, no setiene el derecho de concluir que no existen, ni con mayor razn que no han existidonunca. Si ello existe todava en el caso de una civilizacin que ha durado hasta nosotros,es, por lo menos verosmil que, lo ms a menudo, los manuscritos no sean entregados alazar de un descubrimiento arqueolgico como el que se puede hacer cuando se trata deuna civilizacin desaparecida, y no hay, por otra parte, ninguna razn para admitir quequienes los conservan se crean obligados un da u otro a deshacerse de ellos en beneficiode los eruditos occidentales, tanto ms cuanto que puede darse a su conservacin uninters sobre el que no insistiremos, pero acerca del cual la curiosidad, aun decorada conel epteto "cientfico", es de muy poco valor. Por otra parte, en lo que se refiere a lascivilizaciones desaparecidas, estamos obligados a darnos cuenta de que, a pesar detodas las investigaciones y de todos los descubrimientos, hay una multitud de documentosque forzosamente no encontraremos jams, por la sencilla razn de que fueron destruidosaccidentalmente; como los accidentes de este gnero fueron, en muchos casos,contemporneos de las mismas civilizaciones de que se trata, y no forzosamenteposteriores a su extincin, y como todava podemos comprobar accidentes parecidos entorno a nosotros, es extremadamente probable que lo mismo debi producirse tambin,poco ms o menos, en las otras civilizaciones que se han prolongado hasta nuestrapoca; incluso hay ms probabilidades de que haya sido as, puesto que ha transcurrido,desde el origen de estas civilizaciones, una sucesin ms larga de siglos. Pero an hayalgo ms: hasta sin accidente, los manuscritos antiguos pueden desaparecer de manerapor completo natural, normal en cierto modo, por desgaste puro y simple; en este caso,son reemplazados por otros que necesariamente son de fecha ms reciente, y que son losnicos cuya existencia se podr comprobar en lo sucesivo. Podemos formarnos una idea,en particular, por lo que sucede de manera constante en el mundo musulmn: unmanuscrito circula y es transportado, segn las necesidades, de un centro de enseanza

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  • a otro, y a veces a regiones muy alejadas, hasta que est tan gravemente daado por eluso que quedar casi fuera de servicio; se hace entonces una copia tan exacta como esposible, copia que ocupar desde entonces el lugar del antiguo manuscrito, que seutilizar de la misma manera, y ella misma ser reemplazada por otra, cuando a su vez sedeteriore, y as sucesivamente. Estas sustituciones sucesivas pueden sin duda ser muyenojosas para las investigaciones especiales de los orientalistas; pero los que se dedicana ellas no se preocupan de este inconveniente, y, aun si las conocen, no consentiran conseguridad por tan poca cosa en cambiar sus costumbres. Todas estas observaciones sontan evidentes en s mismas que no valdra quiz la pena el formularlas, si el prejuicio quehemos sealado en los orientalistas no los cegara hasta el punto de ocultarlesenteramente esta evidencia. Ahora, hay otro hecho que apenas pueden tener en cuenta, sin estar en desacuerdocon ellos mismos, los partidarios del "mtodo histrico"; es el de que la enseanza oralprecedi casi por todas partes a la enseanza escrita, y que fue la nica en uso duranteperodos que pudieron ser muy largos, aunque su duracin exacta sea difcilmentedeterminable. De manera general, un escrito tradicional no es, en la mayora de los casos,ms que la fijacin relativamente reciente de una enseanza que al principio se transmitioralmente, y a la cual es muy raro que se le pueda asignar un autor; as pues, aunseguros de estar en posesin del manuscrito primitivo, de lo cual quiz no hay un soloejemplo, hara falta todava saber cunto tiempo haba durado la transmisin oral anteriory sta es una cuestin que arriesga permanecer lo ms a menudo sin respuesta. Estaexclusividad de la enseanza oral ha podido tener razones mltiples, y no supone porfuerza la ausencia de escritura, cuyo origen es con seguridad muy lejano, por lo menosbajo la forma ideogrfica, de la cual la forma fontica no es mas que una degeneracincausada por una necesidad de simplificacin. Se sabe, por ejemplo, que la enseanza delos Druidas permaneci siempre exclusivamente oral, aun en una poca en la que losgalos conocan con seguridad la escritura, puesto que se servan corrientemente de unalfabeto griego en sus relaciones comerciales; as, la enseanza drudica no dej ningunahuella autntica, y como mucho se pueden reconstruir con ms o menos exactitudalgunos fragmentos muy limitados. Sera sin embargo un error creer que la transmisinoral alter a la larga la enseanza; dado el inters que presentaba su conservacinntegra, hay por el contrario fuertes razones para pensar que se tomaban lasprecauciones necesarias para que se mantuviese siempre idntica, no slo en el fondo,sino hasta en la forma; y se puede comprobar que este mantenimiento es perfectamenterealizable, por lo que acontece hoy todava en los pueblos orientales, para los cuales lafijacin por medio de la escritura no acarre nunca la supresin de la tradicin oral ni fueconsiderada como capaz de suplirla enteramente. Hecho curioso, se admite comnmenteque ciertas obras no fueron escritas desde su origen, se admite principalmente para lospoemas homricos en la antigedad clsica, para las canciones de gesta en la EdadMedia; por qu motivo, pues, no quieren admitir la misma cosa cuando se trata de obrasque se refieren, no ya al orden simplemente literario, sino al orden de la intelectualidadpura, en las que la transmisin oral tiene razones mucho ms profundas? Esverdaderamente intil insistir ms sobre el particular, y, en cuanto a estas razonesprofundas a las cuales acabamos de hacer alusin, no es aqu el lugar de desarrollarlas;tendremos por lo dems la ocasin de decir algunas palabras luego.

    Queda un ltimo punto que querramos indicar en este capitulo; y es que, si a menudoes difcil situar exactamente en el tiempo cierto perodo de la existencia de un puebloantiguo, lo es algunas veces casi tanto, por extrao que esto pueda parecer, situarlo en elespacio. Queremos decir con esto que ciertos pueblos pudieron, en diversas pocas,emigrar de una regin a otra, y que nada nos prueba que las obras que dejaron losantiguos hindes o los antiguos persas, por ejemplo, hayan sido todas compuestas en lospases donde viven en la actualidad sus descendientes. Ms todava, nada nos lo pruebaaun en el caso en que estas obras contengan la designacin de ciertos lugares, losnombres de ros o de montaas que conocemos todava, porque estos mismos nombrespudieron ser aplicados sucesivamente en las diversas regiones en que el puebloconsiderado se detuvo durante el curso de sus migraciones. Hay ah algo muy natural;los actuales europeos no tienen a menudo la costumbre de dar a las ciudades que

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  • fundan en sus colonias y a los accidentes geogrficos que en ellas encuentran, nombrestomados a su pas de origen? Se ha discutido a veces la cuestin de saber si la Hlade delos tiempos homricos era la Grecia de las pocas ms recientes, o si la Palestina bblicaera realmente la regin que todava designamos con este nombre; las discusiones de estegnero no son quiz tan vanas como se piensa por lo comn, y la cuestin se puedeplantear, aun cuando en los ejemplos que acabamos de citar es muy probable que debaser resuelta por la afirmativa. Por el contrario, en lo que concierne a la India vdica, haysobradas razones para responder negativamente a una cuestin de este gnero; losantepasados de los hindes debieron, en una poca por lo dems indeterminada, habitaruna regin muy septentrional, ya que, segn ciertos textos, sucedi que el sol recorri elhorizonte sin ocultarse; pero cundo dejaron esta morada primitiva y al cabo de cuntasetapas llegaron desde all a la India actual? stas son cuestiones interesantes desdecierto punto de vista, pero que nos contentamos con sealar sin pretender examinarlasaqu, porque no entran en nuestro asunto. Las consideraciones que hemos tratado hastaaqu no constituyen ms que simples preliminares, que nos han parecido necesarios antesde abordar las cuestiones propiamente relativas a la interpretacin de las doctrinasorientales; y, para estas ltimas cuestiones, que son nuestro objeto principal, todava nosfalta sealar otro gnero de dificultades.

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  • Captulo VI: DIFICULTADES LINGSTICAS

    La dificultad ms grave para la interpretacin correcta de las doctrinas orientales, es laque proviene, como lo indicamos ya y como queremos exponerlo sobre todo en lo queseguir, de la diferencia esencial que existe entre los modos del pensamiento oriental ylos del pensamiento occidental. Esta diferencia se traduce naturalmente por una diferenciacorrespondiente en las lenguas que estn destinadas a expresar respectivamente estosmodos, de donde nace una segunda dificultad, que proviene de la primera, cuando setrata de verter ciertas ideas en las lenguas del Occidente, que carecen de trminosapropiados, y que, sobre todo, son muy poco metafsicas. Por lo dems, esto no hacems que agravar las dificultades inherentes a cualquier traduccin, y que tambin seencuentran, aunque en grado menor, al pasar de una lengua a otra que le es muy vecinafilolgicamente lo mismo que desde el punto de vista geogrfico; en este ltimo caso, lostrminos que se consideran como correspondientes, y que tienen a menudo el mismoorigen o la misma derivacin, algunas veces estn muy lejos, a pesar de esto, de ofrecerpara el sentido una equivalencia exacta. Esto se comprende con facilidad, porque esevidente que cada lengua debe estar particularmente adaptada a la mentalidad del puebloque hace uso de ella, y cada pueblo tiene su mentalidad propia, distinta con ms o menosamplitud de las otras; esta diversidad de mentalidades tnicas slo es mucho menorcuando se consideran pueblos que pertenecen a una misma raza o corresponden a unamisma civilizacin. En este caso, los caracteres mentales comunes son sin duda los msfundamentales, pero los caracteres secundarios que se les superponen pueden dar lugara variaciones que son todava muy apreciables; y hasta podra uno preguntarse si, entrelos individuos que hablan una misma lengua, en los lmites de una nacin que comprendeelementos tnicos diversos, el sentido de las palabras de esta lengua no se matiza ms omenos de una regin a otra, tanto ms cuanto que la unificacin nacional y lingstica es amenudo reciente y un poco artificial: no sera nada extraordinario por ejemplo, que lalengua comn heredara en cada provincia, tanto en el fondo como en la forma, algunasparticularidades del antiguo dialecto al cual se vino a sobreponer y al que reemplaz mso menos completamente. Sea como fuere, las diferencias de las que hablamos sonnaturalmente mucho ms sensibles de un pueblo a otro: si puede haber varias manerasde hablar una lengua, es decir, en el fondo, de pensar sirvindose de sta, hay sin dudauna manera de pensar especial que se expresa normalmente en cada lengua distinta; y ladiferencia alcanza en cierto modo su mximo para lenguas muy diferentes unas de otrasdesde todos los puntos de vista, o aun para lenguas emparentadas filolgicamente, peroadaptadas a mentalidades y a civilizaciones muy diversas, porque las aproximacionesfilolgicas permiten mucho menos seguramente que las aproximaciones mentales elestablecimiento de verdaderas equivalencias. Por estas razones, como lo dijimos desde elprincipio, la traduccin ms literal no es siempre la ms exacta desde el punto de vista delas ideas, muy lejos de ello, y por esto tambin el conocimiento puramente gramatical deuna lengua es del todo insuficiente para dar la comprehensin de ella. Cuando hablamos del alejamiento de los pueblos, y, por consiguiente, de sus lenguas,hay que hacer notar que ste puede ser un alejamiento en el tiempo as como en elespacio, de manera que lo que acabamos de decir se aplica igualmente a lacomprehensin de las lenguas antiguas. Ms todava, para un mismo pueblo, si aconteceque su mentalidad sufra en el curso de su existencia modificaciones notables, no slo sesustituyen trminos antiguos en su lengua por trminos nuevos, sino que tambin elsentido de los trminos que se mantienen vara correlativamente a los cambios mentales,a tal punto, que en una lengua que ha permanecido casi idntica en su forma exterior, lasmismas palabras llegan a no responder ya a las mismas concepciones, y se necesitaraentonces, para restablecer su sentido, una verdadera traduccin que reemplazase laspalabras que sin embargo estn en uso todava, por otras palabras diferentes; lacomparacin de la lengua francesa del siglo XVII con la de nuestros das suministrara deello numerosos ejemplos. Debemos agregar que esto es verdad sobre todo para lospueblos occidentales, cuya mentalidad, como lo indicamos antes, es extremadamenteinestable y cambiante; y adems hay todava una razn decisiva para que tal

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  • inconveniente no se presente en Oriente, o por lo menos se reduzca estrictamente almnimo: y es que existe una demarcacin muy clara entre las lenguas vulgares, quevaran por fuerza en cierta medida para responder a las necesidades de uso corriente, ylas lenguas que sirven para la exposicin de las doctrinas, lenguas que estninmutablemente fijadas, y que su destino pone al abrigo de todas las variacionescontingentes, lo que, por lo dems, disminuye todava ms la importancia de lasconsideraciones cronolgicas. Se habra podido, hasta cierto punto, encontrar algoanlogo en Europa en la poca en que el latn se empleaba por lo general para laenseanza y para los intercambios intelectuales; una lengua que sirve para tal uso nopuede ser llamada propiamente una lengua muerta, sino que es una lengua fijada, y estoes precisamente lo que constituye su gran ventaja, sin hablar de su comodidad para lasrelaciones internacionales, en las que las "lenguas auxiliares" artificiales que preconizanlos modernos fracasaron siempre fatalmente. Si podemos hablar de una fijeza inmutable,sobre todo en Oriente, y para la exposicin de doctrinas cuya esencia es puramentemetafsica, es que en efecto estas doctrinas no "evolucionan" en el sentido occidental deesta palabra, lo que hace perfectamente inaplicable para ellas el empleo de cualquier"mtodo histrico"; por extrao e incomprensible que pueda parecer ello a losoccidentales modernos, que quisieran a toda costa creer en el progreso en todos losdominios, es sin embargo as, y, si no se reconoce, est uno condenado a no comprendernunca nada del Oriente. Las doctrinas metafsicas no tienen que cambiar en sufundamento, ni que perfeccionarse; pueden slo desarrollarse bajo ciertos puntos de vista,recibiendo expresiones que son ms particularmente apropiadas a cada uno de estospuntos de vista, pero que se mantienen siempre en un espritu rigurosamente tradicional.Si acontece por excepcin que no sea as y que se produzca una desviacin intelectual enun medio ms o menos restringido, esta desviacin, si es verdaderamente grave, no tardaen tener por consecuencia el abandono de la lengua tradicional en el medio en cuestin,donde se la reemplaza por un idioma de origen vulgar, pero que adquiere a su vez ciertafijeza relativa, porque la doctrina disidente tiende de manera espontnea a colocarsecomo tradicin independiente, aunque evidentemente desprovista de toda autoridadregular. El oriental, aun saliendo de las vas normales de su intelectualidad, no puede vivirsin una tradicin o algo que haga las veces de ella, y trataremos de hacer comprender enlo que sigue despus todo lo que es para l la tradicin bajo sus diversos aspectos; ahreside, por lo dems, una de las causas profundas de su menosprecio por el occidental,que se presenta muy a menudo ante l como un ser carente de todo vnculo tradicional. Para retomar ahora bajo otro punto de vista, y como en su principio mismo, lasdificultades que acabamos de sealar especialmente en este captulo, podemos decir quetoda expresin de un pensamiento cualquiera es necesariamente imperfecta en s misma,porque limita y restringe las concepciones para encerrarlas en una forma definida quenunca puede ser completamente adecuada, ya que la concepcin contiene siempre algoms que su expresin, e incluso inmensamente ms cuando se trata de concepcionesmetafsicas, que deben siempre tener en cuenta lo inexpresable, porque corresponde a suesencia misma abrirse sobre posibilidades ilimitadas. El paso de una lengua a otra, porfuerza peor adaptada que la primera, no hace en suma ms que agravar estaimperfeccin original e inevitable; pero cuando se ha llegado a asir en cierto modo laconcepcin misma a travs de su expresin primitiva, identificndose tanto como esposible a la mentalidad de aquel o aquellos que la pensaron, es claro que siempre sepuede remediar en una amplia medida este inconveniente, dando una interpretacin que,para ser inteligible, deber ser un comentario mucho ms que una traduccin literal pura ysimple. Toda la dificultad real reside pues, en el fondo, en la identificacin mental que serequiere para llegar a ese resultado; hay algunos, con seguridad, que son por completoincapaces, y se ve cmo ello supera el alcance de los trabajos de simple erudicin. staes la nica manera de estudiar las doctrinas que puede ser realmente provechosa; paracomprenderlas, se necesita por decirlo as, estudiarlas "desde dentro", mientras que losorientalistas la han limitado siempre a considerarlas desde fuera. El gnero de trabajo de que se trata aqu es relativamente ms fcil para las doctrinasque se han transmitido regularmente hasta nuestra poca, y que tienen todava intrpretesautorizados, que para aquellas cuya expresin escrita o figurada es la nica que hallegado hasta nosotros, sin estar acompaada de la tradicin oral extinguida desde hace

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  • largo tiempo. Es muy penoso que los orientalistas se hayan obstinado siempre endescuidar, con un prejuicio involuntario tal vez por una parte, pero por lo mismo msinvencible, esta ventaja que se les ofreca a ellos, que se proponen estudiar lascivilizaciones que an subsisten, con exclusin de aquellos cuyas investigaciones seocupan de las civilizaciones desaparecidas. Con todo, como ya lo indicamos antes, estosltimos, los egiptlogos y los asirilogos por ejemplo, podran sin duda evitarse muchasequivocaciones si tuvieran un conocimiento ms extenso de la mentalidad humana y delas diversas modalidades de las que es susceptible; pero tal conocimiento no seraprecisamente posible sino por el estudio verdadero de las doctrinas orientales, queprestara as, al menos indirectamente, inmensos servicios a todas las ramas del estudiode la antigedad. Slo que, para este objeto que est lejos de ser el ms importante anuestros ojos, no habra que encerrarse en una erudicin que no tiene por s misma sinoun inters muy mediocre, pero que es sin duda el solo dominio en que se pueda ejercersin demasiados inconvenientes la actividad de los que no quieren o no pueden salir de losestrechos lmites de la mentalidad occidental moderna. Tal es, lo repetimos una vez ms,la razn esencial que hace los trabajos de los orientalistas totalmente insuficientes parapermitir la comprehensin de una idea cualquiera, y al mismo tiempo completamenteintiles, si no es que nocivos en ciertos casos, para un acercamiento intelectual entre elOriente y el Occidente.

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  • SEGUNDA PARTE: LOS MODOS GENERALES DEL PENSAMIENTO ORIENTAL

    Captulo I: LAS GRANDES DIVISIONES DEL ORIENTE

    Hemos ya dicho que, aunque pueda oponerse la mentalidad oriental en su conjunto ala mentalidad occidental, no es posible hablar sin embargo de una civilizacin orientalcomo se habla de una civilizacin occidental. Hay muchas civilizaciones orientalesclaramente distintas, y cada una posee, como lo veremos ms adelante, un principio deunidad que le es propio y que difiere esencialmente de una u otra de estas civilizaciones;pero, por diversas que sean, no obstante todas tienen ciertos rasgos comunes,principalmente en el aspecto de los modos de pensamiento, y esto es precisamente lo quepermite decir que existe, de manera general, una mentalidad especficamente oriental. Cuando se quiere emprender un estudio cualquiera, siempre es oportuno, para ponerorden en l, comenzar por establecer una clasificacin basada sobre las divisionesnaturales del objeto que se va a estudiar. Por ello, antes de cualquier otra consideracin,es necesario situar las diferentes civilizaciones orientales unas con relacin a las otras,atenindonos por lo dems a las grandes lneas y a las divisiones ms generales,suficientes por lo menos en una primera aproximacin, puesto que no tenemos laintencin de entrar aqu en un examen detallado de cada una de estas civilizacionestomada aparte. En tales condiciones, podemos dividir el Oriente en tres grandes regiones quedesignaremos, segn su situacin geogrfica con relacin a Europa, como el CercanoOriente, el Oriente Medio y el Extremo Oriente. El Cercano Oriente, para nosotros,comprende todo el conjunto del mundo musulmn; el Medio Oriente est esencialmenteconstituido por la India; en cuanto al Extremo Oriente, es lo que se designa comnmentebajo este nombre, es decir China e Indochina. Es fcil ver, desde el principio, que estastres divisiones generales corresponden a tres grandes civilizaciones completamentedistintas e independientes, que son, si no las nicas que existen en todo el Oriente, por lomenos las ms importantes y cuyo dominio est mucho ms extendido. En el interior decada una de estas civilizaciones se podran marcar subdivisiones, que ofrecen variacionescasi del mismo orden que las que, en la civilizacin europea, existen entre pasesdiferentes; slo que aqu no se podran asignar a estas subdivisiones lmites que sean losde las nacionalidades, cuya nocin misma responde a una concepcin que es, en general,extraa al Oriente.

    El Cercano Oriente, que comienza en los confines de Europa, se extiende no slosobre la parte de Asia que es la ms vecina a sta, sino tambin, al mismo tiempo, sobretoda el frica del Norte; comprende pues, a decir verdad, pases que, geogrficamente,son tan occidentales como la misma Europa. Pero la civilizacin musulmana, en todas lasdirecciones donde se ha extendido, ha conservado los caracteres esenciales que tiene desu punto de partida oriental; y ha impreso estos caracteres a pueblos extremadamentediversos, formndoles as una mentalidad comn, pero no, sin embargo, hasta el punto dequitarles toda originalidad. Las poblaciones bereberes del frica del Norte no se hanconfundido nunca con los rabes que viven sobre el mismo suelo y es fcil distinguirlas,no slo por las vestiduras especiales que han conservado o por su tipo fsico, sinotambin por una especie de fisonoma mental que les es propia; es cierto, por ejemplo,que el kabilio est mucho ms cerca del europeo, por ciertos aspectos, que el rabe. Noes menos cierto que la civilizacin del frica del Norte, en lo que se refiere a la unidad queposee, es, no slo musulmana, sino inclusive rabe en su esencia; y adems, lo que sepuede llamar el grupo rabe es, en el mundo islmico, el que tiene una importanciaverdaderamente primordial, puesto que en l naci el Islam, y que su lengua propia es lalengua tradicional de todos los pueblos musulmanes, cualesquiera que sean su origen ysu raza. Al lado de este grupo rabe distinguiremos otros dos principales, que podemosllamar el grupo turco y el grupo persa, aunque estas denominaciones no sean quiz deuna rigurosa exactitud. El primero de estos grupos comprende sobre todo a los pueblos deraza mongola, como los turcos y los trtaros; sus rasgos mentales lo diferencian

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  • grandemente de los rabes, lo mismo que sus rasgos fsicos, pero intelectualmentedepende en el fondo de la intelectualidad rabe; y por lo dems, desde el mismo punto devista religioso, estos dos grupos rabe y turco, a pesar de algunas diferencias rituales ylegales, forman un conjunto nico que se opone al grupo persa. Llegamos pues aqu a laseparacin ms profunda que existe en el mundo musulmn, separacin que se expresapor lo comn diciendo que los rabes y los turcos son "sunnes", mientras que los persasson "chies", estas designaciones provocaran algunas reservas, pero no tenemos por quentrar aqu en estas consideraciones. Agregaremos nada ms que los persas presentan,tnica y mentalmente, afinidades mltiples con los pueblos de la India; por lo dems, lagran mayora de los musulmanes indios, as como ciertas poblaciones del Asia central, seadhieren al grupo persa a la vez por su origen y por su lengua habitual, aunque el gruporabe tenga tambin ms all del Golfo Prsico cierto nmero de representantes. Segn acabamos de decir, puede verse que las divisiones geogrficas no coincidensiempre estrictamente con el campo de expansin de las civilizaciones correspondientes,sino slo con el punto de partida y el centro principal de estas civilizaciones. En la India,los elementos musulmanes se encuentran un poco por doquiera, y an existen en China;pero no tenemos que preocuparnos de ello cuando hablamos de las civilizaciones deestas dos regiones, porque la civilizacin islmica no es ah autctona. Por otra parte,Persia debera unirse tnic