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1 TEMA 4. EL GRUPO POÉTICO DEL 27 A TRAVÉS DE ALGUNOS DE LOS PRINCIPALES AUTORES Y AUTORAS: SALINAS, CERNUDA, ALBERTI, LORCA Y LAS SINSOMBRERO 1. La Generación del 27: caracterización general. 1.1. Contexto sociocultural 1.2. Denominación, nómina de autores y rasgos más característicos. 1.3. Etapas en la trayectoria del grupo. 2. Las obras poéticas de algunos autores significativos: 2.1. Pedro Salinas 2.2. Luis Cernuda 2.3. Rafael Alberti 2.4. Federico García Lorca Tanto por la dilatada nómina de sus miembros como por la calidad extraordinaria de su producción, la Generación del 27 constituye una de las cimas de la literatura, las artes y la actividad intelectual españolas. Cuando se atisban ya los fastos del primer centenario, la estela de sus admiradores no cesa de incrementarse, el volumen de la investigación crítica sobre ella ha alcanzado proporciones ingentes y sus integrantes son referente continuo de lo mejor de nuestra cultura contemporánea. Así pues, pretender abarcarla en los límites estrechos de este tema es un objetivo fallido de antemano; justo es reconocer que lo que sigue es apenas una aproximación modesta y plena de lagunas, concebida para sortear las exigencias de un programa concreto de estudios de bachillerato, que solo tendrá utilidad real en la medida en que despierte la curiosidad del estudiante por acercarse a los autores y conocer de primera mano su legado. 1. La Generación del 27: caracterización general.- Aunque Generación del 27 acabó por ser la denominación más extendida de un grupo muy nutrido de poetas que publican lo más significativo de su obra entre 1925 y 1935, la realidad es que en torno a ellos se constituye un movimiento más amplio que abarca todas las disciplinas del arte y del saber : cineastas como Luis Buñuel, pintores como Salvador Dalí, músicos como Manuel de Falla, novelistas como Max Aub, toreros como Ignacio Sánchez Mejías, científicos como Severo Ochoa, dramaturgos, escultores…. Además, por lo significativo del hecho, debemos reseñar que, entre la pléyade de grandes nombres, la crítica está actualmente reubicando los de multitud de mujeres que habían sido postergadas en las nóminas en beneficio de sus colegas varones y cuya obra se ha revelado de calidad idéntica o, incluso, superior a la de muchos de ellos: la novelista Rosa Chacel, las pintoras Maruja Mallo, María Blanchard, Margarita Manso o Ángeles Santos, la filósofa María Zambrano, la dramaturga y ensayista María Teresa León, la autora de literatura infantil Elena Fortún, la traductora Consuelo Berges, la escultora Marga Gil Roësset… son buenos ejemplos de las Sinsombrero, jóvenes inquietas a quienes nos referiremos más adelante y que enriquecen el panorama espléndido e inédito por muchas razones de la cultura española inmediatamente anterior a la Guerra Civil. 1.1. Contexto sociocultural: Suele asociarse la Generación del 27 a la España de la Segunda República y reconocerse a sus miembros como algunos de sus máximos exponentes. El hecho cierto es que el telón de fondo sobre el

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    TEMA 4. EL GRUPO POÉTICO DEL 27 A TRAVÉS DE ALGUNOS DE LOS PRINCIPALES AUTORES Y AUTORAS: SALINAS, CERNUDA, ALBERTI, LORCA Y LAS SINSOMBRERO

    1. La Generación del 27: caracterización general. 1.1. Contexto sociocultural 1.2. Denominación, nómina de autores y rasgos más característicos. 1.3. Etapas en la trayectoria del grupo.

    2. Las obras poéticas de algunos autores significativos: 2.1. Pedro Salinas 2.2. Luis Cernuda 2.3. Rafael Alberti 2.4. Federico García Lorca

    Tanto por la dilatada nómina de sus miembros como por la calidad extraordinaria de su producción, la Generación del 27 constituye una de las cimas de la literatura, las artes y la actividad intelectual españolas. Cuando se atisban ya los fastos del primer centenario, la estela de sus admiradores no cesa de incrementarse, el volumen de la investigación crítica sobre ella ha alcanzado proporciones ingentes y sus integrantes son referente continuo de lo mejor de nuestra cultura contemporánea. Así pues, pretender abarcarla en los límites estrechos de este tema es un objetivo fallido de antemano; justo es reconocer que lo que sigue es apenas una aproximación modesta y plena de lagunas, concebida para sortear las exigencias de un programa concreto de estudios de bachillerato, que solo tendrá utilidad real en la medida en que despierte la curiosidad del estudiante por acercarse a los autores y conocer de primera mano su legado.

    1. La Generación del 27: caracterización general.-

    Aunque Generación del 27 acabó por ser la denominación más extendida de un grupo muy nutrido de poetas que publican lo más significativo de su obra entre 1925 y 1935, la realidad es que en torno a ellos se constituye un movimiento más amplio que abarca todas las disciplinas del arte y del saber : cineastas como Luis Buñuel, pintores como Salvador Dalí, músicos como Manuel de Falla, novelistas como Max Aub, toreros como Ignacio Sánchez Mejías, científicos como Severo Ochoa, dramaturgos, escultores…. Además, por lo significativo del hecho, debemos reseñar que, entre la pléyade de grandes nombres, la crítica está actualmente reubicando los de multitud de mujeres que habían sido postergadas en las nóminas en beneficio de sus colegas varones y cuya obra se ha revelado de calidad idéntica o, incluso, superior a la de muchos de ellos: la novelista Rosa Chacel, las pintoras Maruja Mallo, María Blanchard, Margarita Manso o Ángeles Santos, la filósofa María Zambrano, la dramaturga y ensayista María Teresa León, la autora de literatura infantil Elena Fortún, la traductora Consuelo Berges, la escultora Marga Gil Roësset… son buenos ejemplos de las Sinsombrero, jóvenes inquietas a quienes nos referiremos más adelante y que enriquecen el panorama espléndido e inédito por muchas razones de la cultura española inmediatamente anterior a la Guerra Civil.

    1.1. Contexto sociocultural:

    Suele asociarse la Generación del 27 a la España de la Segunda República y reconocerse a sus miembros como algunos de sus máximos exponentes. El hecho cierto es que el telón de fondo sobre el

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    que se proyecta, en la mayor parte de los casos, su producción es ese; pero sus carreras artísticas se inician un poco antes, en los estertores de la monarquía de Alfonso XIII, cuya caída celebraron con entusiasmo.

    El devenir de España en los años que precedieron a la Guerra Civil es bien conocido. Con el golpe de Primo de Rivera suele considerarse agotado el régimen de la Restauración, aun cuando las expectativas puestas por algunos en que resolviese los problemas del país se vieron pronto frustradas. Su final acabó siendo el de la monarquía que lo había avalado junto con los grandes terratenientes e industriales. En medio de una gran tensión social, y tras la victoria en elecciones municipales y provinciales de las fuerzas republicanas, el 14 de abril de 1931, se instaura la Segunda República. El apoyo de un pueblo hastiado de corrupción, injusticia y falta de libertad favoreció el cambio de sistema, pero las tensiones entre quienes pretendían acelerar los cambios y quienes, al contrario, se aferraban a los viejos modos no desaparecieron. La radicalización creciente de todas las posturas culmina con la sublevación del ejército en julio de 1936 tras la victoria del Frente Popular en las elecciones celebradas pocos meses antes, algo intolerable para las oligarquías. La Guerra Civil arrasa el país durante tres años de cruento conflicto y desemboca en una prolongada y férrea dictadura.

    Por otro lado, los años de formación de los integrantes de nuestro grupo coinciden con el desarrollo en buena parte de Europa de los movimientos de vanguardia que se convertirán -en diverso grado, dependiendo del movimiento y del autor- en uno de sus referentes. El término vanguardias, de origen francés, designa una serie de corrientes que se suceden a un ritmo vertiginoso y logran su mayor repercusión entre las dos guerras mundiales. Sus rasgos más característicos son:

    a) La pretensión de crear obras de inequívoca novedad. b) El empeño por romper con todo el arte anterior, en especial el de corte realista ya que reivindican

    su autonomía total respecto a la realidad. Por eso recalan en la abstracción y el símbolo, explorando otras formas de conocimiento, complementarias o ajenas a las de la ciencia y la filosofía.

    c) La búsqueda de nuevas técnicas expresivas, negando las convencionales y sin rehuir la excentricidad puesto que desprecian los gustos burgueses y utilizan cualquier pretexto para escandalizar con su descaro e, incluso, mediante el empleo de un lenguaje violento muy provocador.

    d) Suelen tomar distancia también del Romanticismo y proclaman abiertamente su antisentimentalismo. Sin embargo, los vanguardistas, con sus actitudes polémicas y vitalistas, con su rechazo abierto de la sociedad establecida, con su sentimiento de superioridad ante el mundo mediocre que los rodea, acaban por coincidir en los modos con los artistas románticos que tanto denostaban.

    e) Atrincherados en esos planteamientos, los movimientos de vanguardia se alejan del gran público -por el que no sienten ningún interés- y concretan sus propuestas en diversos manifiestos (declaraciones formales de principios e intenciones que se recogen en documentos firmados por los seguidores de una determinada corriente), suscritos por quienes se comprometen en cada caso a llevarlas a la práctica. En todos late la idea de que es preciso acabar con la tradición cultural y, sobre todo en los surrealistas, de que la revolución estética ha de ser el preludio de otra más amplia de carácter moral y social.

    Es notorio que casi todos los -ismos triunfan primero en el terreno de las artes plásticas para pasar después a la literatura. De hecho, hay algunos que no tienen transcendencia alguna en el ámbito de la escritura, lo cual nos permite reducir aquí su elenco a los siguientes:

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    1) El FUTURISMO fue fundado por el italiano Marinetti en 1909, fecha en la que se publica en París el Primer

    manifiesto futurista, donde se proclama la ruptura total con el pasado y se exalta el esplendor del mundo moderno, en particular por los inventos y progresos técnicos que lo acompañan (el tren, el avión, la electricidad…), dejando a un lado las cuestiones más humanas y sentimentales. Para conseguir su ideal de presentar las palabras en libertad y un estilo dinámico, hacen caso omiso de las reglas de puntuación, abogan por la supresión de adjetivos… El balance de esta vanguardia -que acaba inspirando el discurso fascista de Mussolini- es el de un movimiento rico en teorías muy llamativas, pero pobre en resultados literarios. Su mayor aporte fue la incorporación de nuevos temas a la poesía y la herencia de algún poeta ruso como Maiakovski (1893-1930).

    2) El CUBISMO literario fue creado por el francés Guillaume Apollinaire en 1913 como derivación del pictórico. Su punto de partida es la descomposición de la realidad para recomponerla mediante la simultaneidad de planos y el collage. Se otorga importancia a la disposición tipográfica visual y espacial de las palabras como revela su gusto por los caligramas, cuyos versos dibujan un objeto. El poeta se desdobla para distanciarse de su propia intimidad porque el cubismo quiere ser un movimiento antisentimental, da gran importancia a los objetos y coincide con el futurismo en la defensa de todo lo que acarrea la modernidad.

    3) El DADAÍSMO se da a conocer en el café Voltaire de Zurich, en 1916, cuando la ciudad suiza acogía a gran número de artistas refugiados de la Primera Guerra Mundial. Su más celebrado impulsor será el poeta rumano Tristan Tzara (1896-1963). El objetivo de los dadaístas era crear situaciones caóticas desde el punto de vista intelectual que reflejasen el caos político, social y moral provocado por la guerra. Mediante la espontaneidad, el azar y el absurdo, expresan un deseo de liberación que va más allá de la lógica, la moral y el buen gusto. Entre sus principales señas de identidad se encuentran, por ejemplo, la escritura automática o el collage. El dadaísmo fue tal vez el –ismo más provocador y rebelde, y abrió paso al surrealismo al permitir que se trazasen nuevos caminos para la expresión artística. De hecho, algunos de sus seguidores más significativos acabarán por sumarse en París a las huestes de la nueva corriente.

    4) El EXPRESIONISMO se desarrolla desde principios de siglo y tuvo particular rendimiento en Alemania y Austria, entre 1905 y 1930. En pintura se distingue por los colores agresivos, la convulsión de líneas, las formas fracturadas, las ondulaciones…; pero pronto pasó a aplicarse a otras artes como la literatura, la música o el cine; en todas ellas culminó un fecundo recorrido. La literatura expresionista muestra preferencia por temas como la opresión, el terror, la miseria, el sexo, la deshumanización del mundo, su enorme crueldad… y refleja la influencia de las teorías de Freud irritando muchas veces a un público que no estaba preparado para ver la transformación degradante de la realidad o su caricatura exagerada. Para los expresionistas, el arte clásico -que había optado siempre por idealizarla- era hipócrita, y no permitía mostrar el sufrimiento y la violencia de la vida moderna. Eran profundamente antiburgueses y muchos debieron exiliarse con el triunfo del nazismo o comprometerse política y socialmente a la vista de las circunstancias históricas que les tocó vivir. Aunque hay una narrativa muy valiosa de este corte (F. Kafka) que usa el monólogo interior, construye personajes que pasan por algún momento crítico… el expresionismo literario es también muy potente en el teatro (B. Brecht) y en la poesía. En cualquiera de los tres géneros, la imagen es el recurso que usa con más eficacia: imágenes simples, concretas, capaces de evocar el perturbado mundo interior del artista, acorde con la miseria material y humana del período de entreguerras.

    5) El SURREALISMO es, sin duda, el movimiento de vanguardia más importante, surgido, en buena medida, del hartazgo producido por los atrevimientos del dadá, de quien heredará el espíritu subversivo y rompedor. El primer manifiesto surrealista apareció en París en 1924, firmado por André Breton (1896-1966), y hubo otro en 1930. Más allá de pretender la apertura de vías inexploradas por el arte anterior, este nuevo –ismo proclamó su afán por cambiar la vida. Para ello quería acceder a una realidad más alta (sur-réalisme: lo que está por encima de la realidad) y misteriosa que se encuentra en el subconsciente. El arte había de llegar allí para liberar al individuo (como propugnaba Freud) de los impulsos reprimidos por las convenciones morales y sociales; al mismo tiempo debía combatir la alienación provocada por el sistema burgués. Los surrealistas realizan así una síntesis de psicoanálisis y marxismo muy original. Como método para acercarse al subconsciente proponen la escritura automática (escribir al dictado del pensamiento con ausencia de todo control ejercido por la razón y al margen de preocupaciones estéticas o éticas). El resultado es un lenguaje ilógico, pero cargado de sugerencias y evocaciones. Recurren a la imagen visionaria, que no está basada en la razón, sino en la

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    asociación libre e inesperada de palabras e ideas y muestran predilección por el mundo de los sueños. Su afán provocador inspiró gran número de obras en las que el humor negro se convertía en útil mecanismo de crítica social, trasgrediendo todo tipo de convenciones. El influjo del surrealismo, en especial en lo que se refiere a la escritura automática (emparentada con nuevas formas del monólogo interior o el flujo de la conciencia de la novela moderna) y a la creación de nuevos tipos de imágenes o metáforas oníricas, desvinculadas de la realidad, ha sido de suma importancia en toda la literatura posterior.

    En España se tiene pronto noticia de todas estas novedades gracias a la labor de una serie de autores vinculados al novecentismo. Entre ellos destacan R. Cansinos Assens, Díez Canedo y Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), autor de las originales greguerías, un género que incluía textos por lo general brevísimos en los cuales se proponía un juego conceptual o metafórico para suscitar la risa o la reflexión filosófica del lector. Como se habrá observado al cotejar las características de los –ismos con las de los seguidores de Ortega, las coincidencias entre ambas tendencias son múltiples, sin embargo, hasta el final de la Primera Guerra Mundial no se registra la constitución en nuestro país de un grupo organizado como vanguardista. El momento decisivo para ello se produce con la llegada en 1918 a España del poeta chileno Vicente Huidobro (1893-1948), procedente de Francia, y padre del CREACIONISMO, una nueva vanguardia caracterizada por el uso de imágenes desvinculadas de cualquier lazo con la realidad, en las cuales la relación entre el signo y su referente sea arbitraria, ilógica, que el poeta crea de la nada para sorprender y emocionar al lector. La imagen creacionista por excelencia es la múltiple, la que puede aludir a tantas realidades diversas que no se ajusta a ninguna y por eso alcanza el ideal de autonomía artística. El creacionismo contará entre sus seguidores con Gerardo Diego y Juan Larrea, miembros destacados del 27, y será la base del –ismo más genuinamente hispano: el ULTRAÍSMO. El ultraísmo es un movimiento ecléctico, que toma elementos cubistas, dadaístas y futuristas, vanguardias con las que comparte el ansia de experimentación y el rechazo de la tradición clásica. Según el manifiesto Ultra de 1919, su literatura se basa en la metáfora y pretende captar la realidad mediante percepciones fragmentarias e imágenes ilógicas que solo cobran sentido a través de la intuición, nunca sometidas a criterios racionales. No tuvo una vida larga, pero contó entre sus seguidores con el poeta argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), quien lo llevó al otro lado del Atlántico. Según decíamos, este enfoque novedoso de la actividad artística tuvo una gran influencia en el grupo de autores que nos ocupa, aunque no todos los –ismos repercuten de la misma manera en sus respectivas obras. En términos generales, no cabe duda de que el que deja una impronta mayor es el surrealismo que, de otra parte, inicia en 1926 un proceso de rehumanización, dando cabida a las emociones, la angustia y la rebeldía que siente el escritor frente a la sociedad moderna. Su huella se percibe en la libertad imaginativa y formal y en el uso creciente de imágenes irracionales, visionarias, sin un significado nítido, pero con una enorme carga emotiva.

    1.2. Denominación, nómina de autores y rasgos más característicos:

    Aunque, como ya hemos señalado, la denominación de Generación del 27 para el amplio elenco de artistas de que venimos hablando es la que parece haberse consolidado, se han empleado otras como Generación de la amistad o Generación del 25, que ponen respectivamente el énfasis en la cercanía que había entre sus miembros o en una fecha en la que muchos habían dado ya muestras de su talento. También ha habido quienes evitan el término generación y, ciñéndose al grupo principal de escritores, prefieren emplear la fórmula menos comprometida de grupo poético. Sea como fuere, en el ámbito literario, estamos refiriéndonos a un conjunto de autores cuya obra provoca un florecimiento excepcional de la poesía en castellano. La fecha de 1927 evoca el primer acto importante en el que todos participan: un homenaje en el Ateneo de Sevilla a Góngora con motivo del tricentenario de su muerte. Reconocían

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    así su admiración por un poeta barroco cuyas obras mayores -relegadas durante siglos por su dificultad- se esclarecen y difunden a partir de las ediciones hechas con pulcritud filológica por Dámaso Alonso. Góngora es, sin duda, uno de los referentes de este grupo que desde el principio mostró una coincidencia en gustos e inquietudes que los diferenciaba de otros autores del momento. Ciñéndonos, pues, a partir de aquí al grupo de poetas que justifica este tema, según indicábamos al comienzo, la lista de sus integrantes es muy amplia, aunque los manuales escolares ofrecen una serie más reducida de nombres: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y Rafael Alberti. Menos generalizada está la inclusión en ella de Manuel Altolaguirre y Emilio Prados; también se discute la pertinencia de añadirles a Miguel Hernández o, incluso, Pablo Neruda, como hacen algunos obviando motivos fundados para dejarlos al margen de este movimiento.

    Capítulo aparte merecen las escritoras pertenecientes al grupo de Las Sinsombrero, cuyo interés adelantábamos al comienzo de este tema. Dicho apelativo engloba a las artistas e intelectuales de la Generación haciendo referencia a una anécdota protagonizada por varios de sus componentes 1 que un día se quitaron el sombrero en público como un símbolo de rebeldía y libertad escandaloso para quienes lo observaron. Todas tienen trayectorias personales muy importantes y reclamaron su derecho a participar en la vida cultural y social del país. Buscando respuesta a sus variadas inquietudes, impulsaron y frecuentaron el Lyceum Club Femenino de Madrid, la primera asociación que puede considerarse feminista de nuestro país, muy polémica desde el inicio de su andadura y clausurada de manera fulminante en 1939, cuando sus instalaciones fueron ocupadas por la Sección Femenina de la Falange. Aunque Las Sinsombrero comparten con sus compañeros varones las características generales del grupo que presentaremos enseguida y pese a que se advierten significativas diferencias entre ellas, parece acertado afirmar que aportan una mirada nueva y generalmente progresista sobre la sociedad de su tiempo, que confinaba a las mujeres en el consabido rol de esposas y madres. Conscientes de esto, en las obras pictóricas y literarias de nuestras artistas menudean los personajes femeninos fuertes e independientes, capaces de imponer su presencia en espacios donde hasta ese momento solo se permitía la de los hombres. Si arriba nombrábamos a pintoras, pensadoras, novelistas, dramaturgas…, distinguiremos a continuación a algunas de las poetas más reconocidas, quienes, en la mayor parte de los casos, compaginaron su dedicación a la poesía con su interés por diversas artes, ejerciendo un polifacetismo compartido por otros miembros de la Generación: Concha Méndez (también editora), Ernestina de Champourcín, Carmen Conde, Josefina de la Torre (también cantante y actriz), María Cegarra, Lucía Sánchez Saornil, Margarita Ferreras. Finalizada la guerra, muchas corrieron la misma suerte que los demás integrantes del grupo y partieron hacia un exilio que fue en buena parte responsable de que su memoria se perdiese. Así pues, cotejando las trayectorias de todos los autores y autoras que hemos mencionado en los párrafos anteriores, se advierten una serie de rasgos cohesivos que afectan a lo biográfico, a lo ideológico y a lo estético:

    a) Tienen unas edades próximas: Salinas, el mayor, nació en 1891 y Cernuda y Alberti, los más jóvenes, en 1902. Tienen una formación muy completa, cultura literaria y curiosidad intelectual. Además provienen de familias acomodadas que facilitan su dedicación a la poesía.

    b) La mayoría mantuvo actitudes liberales en lo político y su apoyo a la República, con cuya labor cultural se habían implicado, durante la Guerra Civil.

    1 Según Maruja Mallo, que cuenta el episodio, se trataba de Lorca, Dalí, Margarita Manso y ella misma.

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    c) La Residencia de Estudiantes, en Madrid, propicia el encuentro y la amistad sincera entre los miembros del grupo. Ligada a la Institución Libre de Enseñanza, acoge eventos de todo tipo: conferencias, conciertos, exposiciones…. En ella estuvo también alojado un tiempo Juan Ramón Jiménez, antes de ser colaborador directo de su organización.

    d) Además de participar de forma conjunta en actos tan significativos como el ya mencionado homenaje a Góngora, publican textos en diversas revistas, algunas de las cuales son fuente imprescindible de información sobre esta etapa de nuestra historia cultural: Litoral, Gallo, Carmen… Tienen especial interés en este sentido La Gaceta Literaria y la Revista de Occidente -fundada por Ortega en 1923-.

    e) Comparten el afán modernizador de la poesía, tal como recoge la Antología de Gerardo Diego, publicada en 1931, donde se plasman sus hallazgos estéticos. Reconocen igualmente como maestros a Juan Ramón Jiménez y a Ortega y Gasset.

    f) Crearon un lenguaje generacional, a pesar de las diferencias personales. Conceden gran importancia al estilo, a las metáforas y defienden la autosuficiencia del arte, independiente de problemas morales, sociales o personales.

    g) Admiran a un tiempo lo clásico y lo moderno y ese raro equilibrio entre tradición y vanguardismo es su seña de identidad más característica. El grupo aúna lo tradicional y lo renovador, lo popular y lo culto, el interés por la literatura española y por las europeas. Conocen la poesía clásica castellana y las nuevas corrientes vanguardistas y combinan todas estas influencias en creaciones de rotunda singularidad:

    • Entre los clásicos cultos prefieren a Manrique, Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Quevedo, Lope y, por encima de todos, Góngora por su poderoso dominio de la metáfora.

    • De la literatura popular aprecian los poetas de Cancionero, el Romancero y las cancioncillas tradicionales de Gil Vicente, Lope o el mismo Góngora. Así, viejos metros (seguidillas, villancicos, canciones paralelísticas…) y recursos folclóricos (repeticiones, paralelismo, diminutivos…) cobran nueva vida en textos de Lorca, Alberti o Diego.

    • De los autores más próximos en el tiempo a ellos, su interés se centra en Bécquer, Rubén Darío y, de modo particular, Juan Ramón Jiménez. El moguereño que más admiración les produce es el seguidor de la poesía pura de P. Valéry, el Juan Ramón que había luchado por hallar la poesía desnuda. Este planteamiento los seduce a todos por más que su poso sea más evidente en Guillén, Salinas o Diego. La depuración de la forma, la precisión expresiva, el tono intelectual… son elementos muy característicos al respecto.

    • De las vanguardias se adopta la búsqueda de lo novedoso, original y provocador, el ingenio e, incluso, el tono humorístico. También proviene de ellas el uso en completa libertad de la métrica, la puntuación, la selección de temas y el de imágenes sin conexión alguna con la lógica o el mundo de lo real. Así, en los primeros títulos del grupo podemos encontrar rasgos dadaístas o futuristas (Alberti, Diego o Salinas), en sintonía asimismo con los postulados de La deshumanización del arte. No es ajeno a este rasgo el hecho de que muestren gran interés por el cine y los objetos más representativos de la sociedad moderna como corresponde a su talante jovial, cosmopolita, y provocador.

    h) Entre sus temas predilectos se encuentran: el amor, la angustia existencial, el compromiso social, el paso del tiempo, la muerte, la vida moderna y la gran ciudad. Quienes emprendieron

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    el camino del exilio después de la guerra añaden su reflexión sobre esa realidad y la añoranza de la patria perdida.

    En definitiva, es esta inédita mezcla de elementos tan diversos y de tan diversa procedencia la que otorga a la Generación del 27 el sello de rotunda novedad que la individualiza como corriente en la historia de nuestra literatura.

    1.3. Etapas en la trayectoria del grupo:

    Atendiendo a la amplia nómina de autores incluidos en el grupo y a la fuerte personalidad que caracteriza a cada uno de ellos, es difícil trazar un recorrido, jalonado en etapas bien diferenciadas, que englobe las trayectorias individuales de todos. La mayor parte de la crítica acepta, no obstante, que con el fin de la guerra el grupo como tal puede considerarse disuelto: la muerte de Lorca y el exilio de la mayoría mientras solo unos pocos permanecen en España impide aquella proximidad en el trato que había propiciado la cohesión de sus propuestas. Así pues, suelen distinguirse tres etapas en la trayectoria de los poetas del 27:

    a) Etapa inicial o de juventud (hasta 1925 o 1927): algunos se han dado ya a conocer con la publicación de sus primeros títulos y están en plena búsqueda de un estilo propio. Se notan tanto la influencia de las vanguardias (Diego) -es este el momento de una poesía más deshumanizada-, como la de la lírica tradicional (Lorca, Alberti, Diego), o la de la poesía pura juanramoniana.

    b) Desde 1928 hasta finales de los años treinta: todos han publicado a estas alturas textos significativos y se ha consolidado su imagen como grupo de poetas jóvenes y brillantes. Con el influjo del surrealismo llega también la progresiva rehumanización de sus planteamientos para acoger la angustia, la rebeldía del poeta o la realidad social. Esta nueva lírica, humanizada, encuentra su órgano de expresión en una nueva revista, Caballo Verde para la Poesía, fundada por Pablo Neruda y Vicente Aleixandre. Se percibe ahora con mayor nitidez el afán aglutinador de varias tendencias que apuntábamos como seña de identidad del grupo: lo culto y lo popular, lo vanguardista y lo tradicional. Con la Segunda República su compromiso social se acentúa (Rafael Alberti es un claro ejemplo) y casi todos se colocan de su lado cuando estalla la guerra. En el frente, algunos escriben una poesía de circunstancias, ceñida a la realidad cotidiana de una lucha incierta y despiadada.

    c) Tras el final de la guerra puede considerarse, por tanto, deshecho el grupo: Lorca ha sido asesinado; Salinas, Guillén, Cernuda y Alberti se exilian y convierten ese motivo en tema recurrente de muchos de sus versos; Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego quedan en España por diferentes motivos y se convierten en el punto de partida de la poesía de posguerra, una poesía que refleja la angustia existencial y las preocupaciones éticas y, luego, sociales que surgen ante la nueva realidad nacional.

    2. Las obras poéticas de algunos autores significativos.- Aunque, como ya se ha repetido, la calidad literaria de todos los autores mencionados hasta el momento -y de otros muchos que no aparecen en la nómina reducida que suelen recoger los manuales- es sobresaliente, nos detendremos brevemente en cuatro que pueden considerarse buen ejemplo de lo que da de sí este grupo poético: Pedro Salinas, Luis Cernuda, Rafael Alberti y Federico García Lorca.

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    2.1. Pedro Salinas (1891-1951):

    Nace en Madrid en 1891 y fue profesor de literatura en diversas universidades, entre ellas la de Sevilla, donde tuvo como alumno a Luis Cernuda, con el tiempo amigo y compañero de generación poética. En 1932 fundó la revista Indice Literario y entre 1933-1936 actuó como secretario general de la Universidad Internacional de Verano de Santander. Con el estallido de la guerra partió hacia Estados Unidos y permaneció en tierras americanas ejerciendo la docencia universitaria hasta su muerte en Boston en 1951. Sus restos fueron trasladados a San Juan de Puerto Rico y allí reposan.

    Suele señalarse que Salinas (quien escribió también algunos relatos, obras de teatro y ensayos de crítica literaria muy importantes) es autor de una poesía intelectual, concebida como un diálogo que el poeta entabla con el mundo o con la amada para lograr acceder a la esencia de las cosas. En su trayectoria se distinguen tres etapas:

    a) Durante la primera se manifiesta seguidor ferviente de las vanguardias, sobre todo del futurismo, que admiraba aquellos objetos representativos de la sociedad moderna, pero así mismo, evidencia una profunda admiración por Rubén Darío y por la poesía pura de Juan Ramón Jiménez. Los títulos más relevantes de este período son Presagio (1923), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931).

    b) En la segunda predomina el tema amoroso: el amor aparece como una fuerza prodigiosa que ordena y da vida al mundo. Es la correspondencia entre lo más esencial y auténtico de los enamorados, el tú y el yo que dialogan más allá de lo superficial o anecdótico, más allá de la sociedad. El lenguaje se vuelve conceptual y denso a pesar de su aparente simplicidad. Utiliza paradojas, juegos de ideas, metáforas ocurrentes… en una especie de nuevo conceptismo. Las obras que representan esta etapa de madurez son: La voz a ti debida (1933) Razón de amor (1936), y Largo lamento (1939) y constituyen una trilogía que ha otorgado al autor el reconocimiento como poeta del amor de su generación. A través de esos tres títulos que provienen de tres fuentes bien conocidas (el primero, de la Égloga III de Garcilaso; el segundo, de un poema anónimo del siglo XIII; y el último, de la rima XV de Bécquer) Salinas explora el sentimiento amoroso desde que nace de forma inesperada y gozosa hasta que la pasión se extingue; solo queda entonces nostalgia y resignación ante la imposibilidad del reencuentro. Están inspirados en un episodio de la biografía sentimental del propio poeta y revelan un conocimiento profundo de la tradición literaria tamizada por la influencia de las vanguardias.

    c) La tercera etapa incluye las obras que escribe en el exilio (que, fundamentalmente pasó en los Estados Unidos, con una estancia de tres años en Puerto Rico, donde reposan sus restos): El contemplado (1946) es un diálogo con el mar de Puerto Rico; Todo más claro y otros poemas (1949) muestra su desagrado ante una sociedad deshumanizada y combina el tono trágico con lo humorístico; sin embargo, Confianza (1955), publicado con carácter póstumo, recupera un tono optimista y de profundo agradecimiento por lo vivido.

    La poesía de Salinas combina lo intelectual, como apuntábamos arriba, con lo sentimental: intenta ahondar en las emociones, pero vividas como una experiencia intelectual, no pasional. Aunque en sus primeros poemarios parece apoyar la estética deshumanizadora de los novecentistas, cuando adopta un discurso próximo al futurismo, transmite la sensación de que encuentra en los objetos cotidianos indicio de que esconden un sentido oculto y transcendente, a la manera de los simbolistas sin acercarse nunca al decadentismo. Suele subrayarse que Salinas utiliza un estilo antirretórico (lenguaje familiar y

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    cotidiano, imágenes sencillas, ritmos ligeros, versos cortos, sin rima o asonantados) y que acude con frecuencia la ironía para distanciarse de los temas que aborda. Con todo, estudios muy recientes apuntan a que tal vez sea necesario reinterpretar su poesía a la luz de lo que parecen revelar algunos documentos inéditos sobre la relación entre la vida y la literatura de un poeta que intentó entenderse a sí mismo a través de ella, puesto que -según quienes le conocieron de manera más estrecha han certificado- tenía la sensación de ser un sujeto con una personalidad múltiple y una imagen pública que distaba del individuo inseguro, dubitativo y temeroso que aparecía en la intimidad. Además de ser un defensor de los valores más elevados de la cultura europea, intentó contener el dolor del exilio y el sentimiento de profunda soledad que lo acompañó durante esa etapa final de su existencia, pero no logró evadirse totalmente del sufrimiento de un mundo sumido en la desolación.

    2.2. Luis Cernuda (1902-1963):

    Nació en Sevilla en 1902 y fue alumno de Pedro Salinas en la universidad de su ciudad natal. Más tarde se trasladó a Madrid y, luego, como lector universitario, a Toulouse. Durante la guerra manifestó su apoyo al gobierno republicano y, cuando esta concluyó, se exilió, primero en Inglaterra y luego en Estados Unidos y México, donde murió en 1963. Los estudios sobre su obra suelen ver en ella abundantes ecos de la personalidad atormentada y solitaria que parece haberlo caracterizado.

    Un primer acercamiento a la poesía de Cernuda revela su carácter intimista y romántico, muy influida por poetas franceses, alemanes e ingleses, de un lado, y clásicos españoles como Garcilaso o Gustavo Adolfo Bécquer, de otro. Su temática gira en torno a la idea de que el mundo es un choque permanente entre los anhelos del ser humano y las trabas sociales, como queda plasmado en el título bajo el que reúne su obra en 1936: La realidad y el deseo. Este volumen irá aumentando y englobando el conjunto de sus escritos hasta que lo da por cerrado poco antes de morir; la versión definitiva se publica en México en 1964, un año después de su fallecimiento. Son varias las claves que se deben tener en cuenta para leer a Luis Cernuda. La frustración de sus aspiraciones íntimas desemboca en un sentimiento de soledad, en el ansia de encontrar un mundo diferente, en una búsqueda del amor y la belleza. Su estilo camina hacia la depuración, hacia la expresión densa, intensa y sentimental por diversos senderos: si hasta los años treinta se suma a las tendencias de la época (poesía pura, neotradicionalismo, vanguardismos, Surrealismo) a partir de Invocaciones (1934-1935) su principal inspiración serán los románticos alemanes y la poesía inglesa. La obra de Cernuda adquirirá con los años un tono reflexivo y esto lo llevará a rechazar las exageraciones emotivas, los excesos ornamentales y la musicalidad muy marcada, buscando un discurso aparentemente objetivo en el cual el yo se parapeta con frecuencia tras un personaje distinto de sí mismo. Su lenguaje se aproxima entonces a la lengua hablada, casi coloquial, usa el versículo, pero mantiene intacta la capacidad de sugerir. Teniendo en cuenta lo dicho hasta aquí, muchos estudiosos consideran que la poesía de Luis Cernuda constituye un conjunto muy ligado a su propia biografía y donde resulta difícil distinguir etapas. Otros, sin embargo, apuestan por trazar una línea divisoria en 1936, año en el que aparece la primera edición de La realidad y el deseo; y, finalmente, algunos diferencian en su evolución cuatro fases sin dejar de notar la unidad profunda de todos sus escritos. En un intento por armonizar estos criterios podríamos mostrar esquemáticamente la trayectoria de Luis Cernuda de la siguiente manera:

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    § Poesía anterior a la Guerra Civil: a través de los primeros libros se advierte una evolución desde una sencillez que se aproxima a la poesía pura, pasando por el Surrealismo como vía para mostrar la protesta frente a un mundo que coarta al poeta, hasta el intimismo romántico de quien se siente único y diferente, condenado a sufrir por la imposibilidad de satisfacer su deseo. Podrían verse dos momentos en esta etapa: a) Sus inicios están representados por Perfil del aire (1924-1927) y Égloga, elegía y oda (1927).

    En el primero se encuentran textos breves, sencillos, que él mismo consideró reflejo de un joven aislado y melancólico que se proyectaba sobre los ambientes nocturnos y las atmósferas otoñales. Es notable la influencia de Juan Ramón Jiménez y la tendencia a usar un lenguaje abstracto propio de la poesía pura. El segundo título está inspirado por la lírica de Garcilaso y presenta una naturaleza radiante y luminosa mientras ejercita su técnica escribiendo tres textos pertenecientes a tres géneros líricos tradicionales.

    b) Tras su estancia en Francia, Cernuda descubre las posibilidades del Surrealismo, aunque el suyo es un surrealismo muy atenuado. La crisis personal que padece en esa época se traslada mediante un lenguaje sin reglas que le permite proclamar su homosexualidad y su necesidad de encontrar el amor. Un río, un amor (1929) y Los placeres prohibidos (1931) representan esta etapa. Donde habite el olvido (1934) supone, sin embargo, el reencuentro con Bécquer y el empeño por indagar en el subconsciente desde la desolación que lo invade tras un doloroso fracaso sentimental. Suele definirse este poemario como neorromántico y a partir de aquí la literatura romántica alemana se convertirá en su nueva vía de inspiración, como se advierte en Invocaciones.

    § Poesía posterior a la Guerra Civil: después de 1936 Cernuda, según se ha dicho, presenta todas sus obras como secciones dentro de un gran libro, La realidad y el deseo: a) Las nubes (1937-1940) es un poemario marcado por las circunstancias históricas, uno de

    los mejores sobre la experiencia de nuestra Guerra Civil. Su exilio en Inglaterra y Estados Unidos enriquece su conocimiento de la literatura en inglés y lo orienta hacia una poesía más sobria, contenida y meditativa.

    b) La soledad y el destierro son el tema principal de las obras que escribe desde entonces. Antes de viajar a América termina Como quien espera el alba (1941-1944), donde utiliza el monólogo dramático en segunda persona, muy característico de esta etapa. Vivir sin estar viviendo (1944-1949) y Desolación de la Quimera (1962) rezuman intimismo y una actitud romántica acordes con su amargura, fruto de una acusada conciencia del paso del tiempo y de la añoranza por la patria lejana, a la que, sin embargo, en muchas ocasiones dirige duros ataques por haberlo condenado al destierro y a la marginación.

    En definitiva, estamos ante la obra de uno de los poetas más significativos de su generación y cuyo legado continúa siendo referencia obligada para explicar la historia de nuestra poesía contemporánea.

    2.3. Rafael Alberti (1902-1999):

    Nació en Puerto de Santa María (Cádiz) en 1902, pero en 1917 se trasladó a Madrid con su familia y abandonó los estudios para dedicarse a la pintura. En 1925 se le concedió el Premio Nacional de Literatura -junto a Gerardo Diego- por Marinero en tierra. Frecuentó la Residencia de Estudiantes y la amistad de Lorca, Dalí y Buñuel, quienes se alojaban allí. En 1931 ingresó en el Partido Comunista y puso su talento al servicio

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    de esa causa. Fundó las revistas Octubre y El mono azul y durante la guerra fue secretario de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Tras la victoria franquista, salió de España para vivir un prolongado exilio en Buenos Aires y Roma, del que solo regresó tras la muerte del dictador, en el año 1977. En 1983 recibió el premio Cervantes y murió en 1999.

    La fecunda vena poética de Alberti –quien también tiene una interesante trayectoria como dramaturgo- se caracteriza por la variedad de estilos y temas (existenciales, políticos, personales y hasta humorísticos), por el dominio de la métrica y de otras cuestiones de tipo técnico. Al mismo tiempo, al igual que ocurre con Lorca, suele señalarse como uno de sus rasgos distintivos la capacidad para combinar lo tradicional y lo vanguardista con gran naturalidad. En su poesía pueden distinguirse cuatro etapas:

    a) Sus libros iniciales revelan un marcado interés por la poesía neopopular: Marinero en tierra (1925) es un homenaje nostálgico al mar de su infancia y la bahía de Cádiz. La amante (1926) y El alba del alhelí (1927) insisten en una serie de elementos tradicionales como el estilo nominal, los paralelismos, sencillez léxica, exclamaciones, diminutivos…, pero Alberti los enriquece reinterpretándolos a la luz de las vanguardias. El tono puede parecer a veces alegre y hasta burlón aunque detrás de esa apariencia suele esconderse un halo de tristeza o de melancolía.

    b) Esa influencia vanguardista se acentúa en los años siguientes: Cal y canto (1929) mezcla un cierto gongorismo con el lenguaje de las vanguardias y así, por ejemplo, contiene algunas composiciones clásicas muy barrocas y, junto a ellas, novedosos poemas futuristas. Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1929) homenajea a algunos artistas del cine mudo y al mundo feliz de la infancia o las viejas amistades perdidas y añoradas. Sobre los ángeles (1929), por su parte, suele considerarse su mejor libro; está escrito en versos cortos y versículos y expresa angustia ante el caos en que vive el hombre contemporáneo. De nuevo encontramos una combinación brillante de tradición y vanguardia y la alternancia entre estrofas populares de arte menor con versículos surrealistas.

    c) La poesía comprometida políticamente de Alberti arranca con Con los zapatos puestos tengo que morir (1930), donde el Surrealismo sirve de molde a los ideales revolucionarios. Más directos serán los libros publicados durante la Segunda República. Se trata de una literatura combativa, de denuncia de la injusticia y la opresión. Durante la Guerra Civil, Alberti es uno de los escritores más activos dentro del bando republicano y compone una poesía de urgencia, para animar a los milicianos o satirizar a los enemigos, aunque encuentra en ella espacio para lo más íntimo y personal, para expresar cómo vive el poeta esa terrible experiencia. Los textos más significativos de esta época se recogen en El poeta en la calle (1931-1936).

    d) En el exilio continuó escribiendo de manera regular: Entre el clavel y la espada (1941) expresa su amargura después de la derrota y revalida a través del título el doble compromiso de su lírica: el social y el personal, dando cabida a la expresión de lo íntimo. La sátira política protagoniza sus Coplas de Juan Panadero; Retornos de lo vivo lejano (1948-1956) rememora su infancia y juventud; Baladas y canciones del Paraná (1953-1954) hablan de la nostalgia de su país y cantan la naturaleza y la vida argentinas. A la pintura (1945-1952) o Roma, peligro para caminantes (1968) introducen, a su vez, motivos tan diferentes como su devoción por el arte pictórico -que también cultivó- y su fascinación por la capital italiana en donde se instaló en 1963 para vivir la etapa final de su exilio. Entre sus últimos títulos destaca Fustigada luz (1980), donde el autor,

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    casi al final de su trayectoria, proclama su deseo de recuperar la luz, la inocencia primera sin perder de vista la realidad del presente en el que desea reconstruirse como poeta.

    2.4. Federico García Lorca (1898-1936):

    Nació en Fuentevaqueros (Granada) en 1898 y desde muy pronto se interesó por la música y la pintura además de la literatura. Entre 1919 y 1928 estuvo en la Residencia de Estudiantes, donde entabló una estrecha amistad con Salvador Dalí y Luis Buñuel. En 1929 viajó a Nueva York y, desde allí, casi un año después, a La Habana, para regresar a España en junio de 1930. La impresión que le produjo el descubrimiento de la ciudad y del mosaico de culturas que conoció en su periplo cambió para siempre su literatura. Fue estrecho colaborador de las instituciones republicanas y, en ese contexto, fundó y dirigió la compañía de teatro La Barraca, que llevó hasta lugares remotos de la geografía hispana nuestro teatro clásico. Son los años en los que consolida también su propia carrera como dramaturgo. Recién producida la sublevación franquista, fue detenido en Granada y fusilado en un paraje próximo en agosto de 1936, sin que, hasta la fecha, sus restos mortales hayan podido ser recuperados.

    Lorca es un excelente poeta y dramaturgo. En esta última faceta abordaremos su figura en el tema correspondiente al teatro anterior a la Guerra Civil. En cualquier caso, su obra presenta gran coherencia temática ya que incide siempre en las mismas cuestiones: el amor, la frustración y el destino trágico, que aborda cuando habla de sí mismo y, sobre todo, a través de la larga serie de tipos marginados, abocados a la soledad y la muerte que pasean por sus textos. Por eso se ha considerado la poesía de Lorca dramática en el doble sentido de la palabra: porque es teatral y trágica. Teatral, en tanto que el poeta se expresa a menudo a través de personajes; y trágica porque refleja fatalismo, muestra al individuo en conflicto contra un destino adverso. Junto al motivo del destino aciago, aparece el deseo imposible de satisfacer, muy presente, por ejemplo, en Poeta en Nueva York o el Romancero gitano. Mejor que ningún otro miembro de su generación, Lorca representa la mezcla de tradición y vanguardia que señalábamos como su rasgo distintivo: combina la técnica con la inspiración; lo culto con lo popular; la métrica clásica y popular con el verso libre y el versículo; poderosos símbolos e imágenes visionarias de filiación surrealista -aunque nunca practicó el automatismo de esta corriente que tanta huella deja en una parte de su producción-. En su trayectoria poética pueden distinguirse dos etapas:

    a) La primera se extiende hasta 1928 y se caracteriza por la mezcla que acabamos de apuntar entre lo tradicional y lo culto, lo popular y la modernidad. Libro de poemas (1921), Canciones, Poema del cante jondo, Suites (escritos entre 1921 y 1924) y el Romancero gitano (realmente titulado Primer romancero gitano, fue compuesto entre 1924 y 1927) son los libros que corresponden a este período. El último tiene un éxito inmediato de público y crítica y da al autor una celebridad infrecuente entre quienes se dedican al oficio de la poesía. Lorca exalta ahí la dignidad de un pueblo marginado y abocado a un terrible sino, junto con la visión de una Andalucía trágica y mítica, mediante un estilo que engarza historias legendarias y una estrofa tradicional con metáforas irracionales y grandes dosis de simbolismo.

    b) La segunda etapa recoge la influencia surrealista, que se manifiesta en imágenes audaces, en la actitud rebelde y de protesta, así como en el predominio del verso libre y el versículo. El ya aludido Poeta en Nueva York refleja su experiencia norteamericana, coincidente con el crack, la caída del mercado de valores estadounidense que tuvo consecuencias planetarias. La ciudad simboliza una civilización materialista y mecanizada, un mundo que destruye lo humano, la libertad, el contacto con la naturaleza y las personas. La esclavitud, la dependencia

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    creciente de las máquinas… se suman en ese contexto al motivo intimista habitual en el poeta, el de su propia frustración. Sus últimos grandes títulos son el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935), una de las mejores elegías castellanas y escrita a raíz de la muerte del torero -gran amigo de los del 27- en la plaza; el Diván del Tamarit, poemario en el que se recuperan elementos de la poesía arábiga clásica; Seis poemas galegos, escritos en gallego para homenajear la vieja lírica galaico-portuguesa; y los Sonetos del amor oscuro, once textos compuestos en sus últimos años y que, de nuevo, demuestran su habilidad para ensartar en un molde clásico una retórica extraordinariamente moderna con la que logra expresar de forma magnífica el dolor y el gozo amorosos.

    Varios libros de la segunda etapa que acabamos de reseñar fueron publicados con carácter póstumo. En general, la crítica especializada ha reiterado la dificultad de establecer una diacronía exacta de la poesía lorquiana, ya que ni siquiera los títulos que salieron a la luz en vida del autor lo hicieron de acuerdo con el orden en el que habían sido compuestos. A esto se suma su peculiar modo de trabajar, difundiendo a veces de manera informal, en encuentros con sus amigos, algunos poemas antes de decidir su inclusión en determinado libro, con lo que existen múltiples variantes de muchos de ellos. * * * Si hubiera que concretar los hallazgos fundamentales del grupo de poetas de la Generación del 27 en un par de notas perceptibles en las obras individuales de sus miembros, tal vez habría que destacar su uso personalísimo de la imagen como recurso retórico y las innovaciones en el terreno de la métrica. La imagen se convierte con ellos en base sustentadora de la expresividad poética. Así se explica su admiración simultánea por Góngora y las vanguardias. Al igual que hacen estas últimas, son capaces de crear imágenes sorprendentes, sin relación lógica alguna entre el mundo real y el poético, pero cuya capacidad de sugerir es inmensa. En lo que concierne a la métrica, incorporan con carácter definitivo a la lírica castellana el verso libre y el versículo, con el único precedente en este aspecto de la obra -también única- de Juan Ramón Jiménez. Asimismo, demuestran las posibilidades que encierra el empleo de un lenguaje moderno dentro de estrofas tradicionales. Ambos extremos se exploran en los libros de cualquiera de los autores mencionados en páginas anteriores: las décimas, los romances, los sonetos… se codean con el verso libre o el versículo de manera natural en la producción de Diego, Alberti, Guillén, Lorca… evidenciando que el único límite que puede tener un poeta es el de su talento. Y pocas veces, insistimos, en nuestras letras se ha dado la feliz coincidencia de tantos artistas talentosos como los que en poco más de diez años de actividad conjunta escribieron esta página ineludible de nuestra historia cultural.