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El método hipotético-deductivo: I. EL MÉTODO DEDUCTIVO: Podemos definir el método deductivo como aquel método que partiendo de unas premisas teóricas dadas llega a unas conclusiones determinadas a través de un procedimiento de inferencia o cálculo formal. El paso de las premisas a la conclusión o conclusiones se realiza a través de ciertas reglas lógicas específicas (por ejemplo, la regla del modus ponens o procedimientos silogísticos derivados de ella) o de ciertos procedimientos matemáticos. Pondremos algún ejemplo: Todos los cisnes son blancos. Kuki es un cisne. La conclusión es que Kuki es blanco. Como se ve en el ejemplo la verdad de la conclusión se encuentra dentro ya de las dos premisas iniciales. Esta es una de las críticas que se hace al método deductivo: que es tautológico o, en otras palabras, que la información que se obtiene a través de él es una información repetitiva contenida en las premisas que usa. Otro problema que plantea el método deductivo es cómo introduce en sus premisas información empírica. En el ejemplo, el dato de que todos los cisnes son blancos ¿cómo se obtuvo? ¿qué método se usa para introducir datos de la experiencia en las premisas? Téngase en cuenta que en la definición de la deducción expuesta más arriba no entra para nada ningún procedimiento de introducción de datos empíricos. Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente muchos autores sostienen que el método deductivo, tal cual, no es el método de las ciencias naturales pero sí el método de las ciencias matemáticas que, aparentemente, no hacen referencia a la experiencia inmediata. Uno de los usos más habituales de la deducción es cuando se intenta resolver un problema de matemáticas. Pongamos un ejemplo:

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El método hipotético-deductivo:

I. EL MÉTODO DEDUCTIVO:

Podemos definir el método deductivo como aquel método que partiendo de unas premisas teóricas dadas llega a unas conclusiones determinadas a través de un procedimiento de inferencia o cálculo formal. El paso de las premisas a la conclusión o conclusiones se realiza a través de ciertas reglas lógicas específicas (por ejemplo, la regla del modus ponens o procedimientos silogísticos derivados de ella) o de ciertos procedimientos matemáticos. Pondremos algún ejemplo:

Todos los cisnes son blancos.

Kuki es un cisne.

La conclusión es que Kuki es blanco.

Como se ve en el ejemplo la verdad de la conclusión se encuentra dentro ya de las dos premisas iniciales. Esta es una de las críticas que se hace al método deductivo: que es tautológico o, en otras palabras, que la información que se obtiene a través de él es una información repetitiva contenida en las premisas que usa.

Otro problema que plantea el método deductivo es cómo introduce en sus premisas información empírica. En el ejemplo, el dato de que todos los cisnes son blancos ¿cómo se obtuvo? ¿qué método se usa para introducir datos de la experiencia en las premisas? Téngase en cuenta que en la definición de la deducción expuesta más arriba no entra para nada ningún procedimiento de introducción de datos empíricos.

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente muchos autores sostienen que el método deductivo, tal cual, no es el método de las ciencias naturales pero sí el método de las ciencias matemáticas que, aparentemente, no hacen referencia a la experiencia inmediata.

Uno de los usos más habituales de la deducción es cuando se intenta resolver un problema de matemáticas. Pongamos un ejemplo:

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El ángulo A de un triángulo mide 40º, el ángulo B mide 60º ¿cuánto mide en tercer ángulo?

Es claro que la resolución del problema se resuelve con los datos expresados en las premisas y conociendo los procedimientos pertinentes con los que operar con esos datos. No se introduce elementos de la experiencia sensible de ningún modo.

El método deductivo siendo básicamente un método lógico-matemático no es, por ello, un método de resolución mecánica de los problemas. La creatividad, el análisis y la reflexión humana son elementos imprescindible para el uso de este método.

II. EL MÉTODO INDUCTIVO:

Se puede definir la inducción como el método de investigación que partiendo de observaciones particulares llega a leyes generales. Veámoslo de nuevo con un ejemplo:

Un ornitólogo europeo estudia a los cisnes, realizando múltiples observaciones de cisnes llega a la conclusión inductiva de que como todos los cisnes que ha visto son blancos todos los cisnes que existen son blancos.

En el ejemplo el investigador observó un número grande pero finito de cisnes y de esa observación particular (particular quiere decir que no es general, i.e., que no vio a todos los cisnes del mundo) sacó una ley general que es aquella que afirma que todos los cisnes (tanto vistos como no vistos) son de color blanco.

Este método, a diferencia del deductivo, permite introducir elementos de la experiencia en el conocimiento pero ha recibido innumerables críticas por parte, sobre todo, de autores empiristas, especialmente por parte de Hume.

El problema que plantea la inducción, según Hume, es que, precisamente, la idea de que de observaciones particulares pueden inferirse leyes generales es errónea. Una observación particular, por muy amplia que sea, siempre será particular y por lo tanto no englobará a todo; afirmar que todos los cisnes son blancos porque todos los que has vistos son blancos es tan falaz como que un europeo medieval, sin contacto con los pueblos africanos, afirmase que todos los hombres son de tez blanca. El salto de la experiencia particular a la ley general ésta justificado por el hábito o la costumbre nunca por la ciencia. Para que podamos inferir de la experiencia

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una ley general sería preciso que el número de observaciones fuese igual al número de casos posibles, algo, por lo común, imposible (en el ejemplo que hemos visto el ornitólogo tendría que observar todos los cisnes presentes pasados y futuros para afirmar que todos los cisnes son blancos).

Para terminar una curiosidad zoológica: todos los cisnes no son blancos, de hecho hay una raza de cisne de color negro pero no se encuentra en el ámbito europeo sino en Australia; durante siglos los europeos pudimos decir que todos los cisnes eran blancos por una sencilla razón: no habíamos descubierto Australia.

El Cisne Negro (Cygnus atratus) es oriundo de Australia. Es común al oriente y occidente del continente, ausentándose de la sección árida central y del húmedo norte. También es residente en Tasmania, criando en varios lugares en esta isla al sur del continente. No es un ave migratoria pero se desplaza grandes distancias, cientos de kilómetros, de acuerdo a la abundancia de alimento.

Fue introducido en Nueva Zelanda, donde se reprodujo de tal forma, que se volvió una plaga. Se controló la súper multiplicación y ahora existe una colonia de unos 60,000 allí. Desde que se descubrió en 1697, el Cisne Negro ha sido el favorito de los estanques ornamentales de Europa, y más tarde de América. A pesar de su popularidad no se ha introducido a la fauna salvaje en ninguno de estos continentes.

Habita en los lagos, aunque se le puede ver en cualquier depósito de agua, incluyendo la costa marina y ocasionalmente en el mar lejos de tierra. Demuestra preferencia por los lagos donde puede alcanzar con su largo cuello la vegetación acuática en el fondo, una profundidad de un metro.

III. EL MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO:

El método hipotético-deductivo es según muchos epistemólogos (Popper, Bunge etc.) el método propio de la ciencia. Vulgarizándolo mucho se puede decir que aúna los métodos inductivos y deductivos. A continuación intentaré hacer una descripción de sus fases.

III.A.FASES DEL MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO

III.A.1. Observación: el investigador observa un hecho sobre el que desea encontrar una explicación o elaborar una ley.

Un antropólogo observa que en los alrededores del ecuador los nativos de esas tierras suelen tener una piel más obscura que los oriundos de zonas más cercanas a los polos. Una vez hecha esta observación se pregunta ¿por qué es esto así?

III.A.2. Construcción de hipótesis: tras hacer la observación de un hecho o de una regularidad el investigador busca una explicación si no existe ninguna en el corpus aceptado de la ciencia, así construye una hipótesis. El investigador construye una teoría o ley que explique los hechos observados,

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para la construcción de esta hipótesis debe tener en cuenta numerosas limitaciones que trataremos más adelante. Esta es, quizás, la parte más importante, creativa y compleja del método hipotético-deductivo.

El antropólogo del ejemplo anterior establece una hipótesis para explicar el color obscura de piel de los habitantes del ecuador: los habitantes del ecuador están expuestos a más horas de sol que los habitantes de las zonas templadas como consecuencia su piel ha sido obscurecida por el sol. Otro antropólogo establece otra hipótesis diferente a la de su compañero: los nativos del ecuador poseen unos rasgos genéticos diferentes a los habitantes de las zonas templadas que les hace tener un color de piel más obscura, este rasgo genético hace a los habitantes del ecuador más resistente al calor y a los enfermedades de la piel propios de su zona.

III.A.3. Deducción de las consecuencias de la hipótesis: el investigador una vez elaborada una hipótesis explicativa debe de sacar las consecuencias empíricas y teóricas de esta hipótesis. En otras palabras debe preguntarse ¿si mi hipótesis fuera cierta qué ocurriría?

El primer antropólogo llega a las siguientes conclusiones: si es el sol el que hace que la piel de los habitantes del ecuador sea obscura entonces: a) los niños de los habitantes ecuatoriales tendrán el mismo color que los niños de los habitantes de las zonas más cercanas a los polos; y b) a un habitante de zonas templadas que pase un tiempo suficiente en el ecuador su piel se le obscurecerá como la de los indígenas.

El segundo antropólogo llega a las conclusiones de que: a) los niños recién nacidos tendrán una piel aproximadamente tan clara o tan obscura como sus progenitores independientemente de la zona en la que nazca; y b) las persona de tez blanca que vivan en el ecuador tendrán mayores problemas de adaptación climática y de salud dérmica que los nativos.

III.A.4. Contrastación empírica de las consecuencias deducidas: en este paso el investigador vuelve a la experiencia para analizar si sus predicciones sobre lo que debe ocurrir, según su teoría, son ciertas o no.

Los antropólogos del ejemplo analizan los nacimientos de niños en el ecuador, los cambios de tonalidad de piel y la adaptación física de los blancos desplazados a esa zona.

(esquema del método hipotético-deductivo)

Mundo de las HIPÓTESIS DEDUCCIÓNTeorías

Mundo de la OBSERVACIÓN CONTRASTACIÓNExperiencia

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III.A.5. Conclusiones de la contrastación: simplificando podemos decir que esencialmente hay dos posibilidades tras la contrastación empírica: que la experiencia concuerde con las predicciones de la hipótesis o que no concuerde. Si los datos empíricos están en acuerdo con las predicciones de la hipótesis esta queda momentáneamente corroborada no obstante, el científico no debe quedarse ahí sino que debe intentar realizar nuevos experimentos para volver a corroborar su hipótesis o, llegado el caso, refutarla. Que una hipótesis haya sido corroborada por un número N de experiencias no significa que sea verdadera sino solo que hasta ese momento no ha sido refutada; la verdad científica es una verdad en construcción y no absoluta. Como pasaba con la inducción no sabemos si experiencias futuras (N+1) mostrarán a la hipótesis como falsa. Este carácter abierto de la verdad científica es, según muchos autores, un rasgo esencial que muestra a la ciencia como una disciplina tolerante y en continua construcción.

El filósofo analítico ingles B. Russell puso un ejemplo, que se hizo famoso, para mostrar lo erróneo de suponer que las hipótesis científicas tienen un valor de verdad absoluto, es el llamado caso del “pollo de Russell” : Un pollo observa que el granjero va cada día a darle de comer, y construye una hipótesis según la cual esta conducta es una ley universal que se repetirá indefectiblemente. Podríamos decir que el pollo ha "extrapolado" sus observaciones en una teoría, y que cada comida la justifica un poco más. Un buen día, sin embargo, aparece el granjero y, en vez de darle de comer, le retuerce el pescuezo al pollo. Millones de pollos probablemente hayan construido una hipótesis como esta y se han visto igualmente defraudados. ¿Están equivocados los pollos? Si es así ¿en qué?

La segunda posibilidad es que la hipótesis no concuerde con la experiencia en este caso podemos decir que existen, a su vez, otras dos posibilidades: que la hipótesis sea abandonada o que la hipótesis sea reconstruida con la

ayuda de una explicación “ad hoc”. Veamos en primer lugar qué ocurre cuando una predicción de una hipótesis está en contradicción con la experiencia y esa hipótesis, por lo tanto, es abandonada. Nos encontramos, en este caso, con el hecho de que mientras que una teoría científica solo puede ser verificada (dada como indiscutiblemente verdadera) con un número infinito de experiencias basta solo una experiencia contradictoria para que la teoría se muestre como falsa.

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Esta percepción del progreso científico fue bautizado por el filósofo K. Popper como falsación. El filósofo austriaco consideraba que lo propio del método científico era, efectivamente, no el ser verificable sino el ser falsable por la experiencia, las teorías más resistentes a las contrastaciones empíricas serían las adoptados por los científico y las que no resistieran esa contrastación deberían ser abandonadas. El criterio de demarcación, entre lo que es ciencia y lo que no lo es, es que la ciencia puede falsarse empíricamente y lo que no es ciencia no. Esta idea no implica que lo no científico sea falso o inútil (téngase en cuenta que dentro de lo no científico entran disciplinas como la política, la poesía, la religión etc.) sino simplemente que son conocimientos o percepciones de la realidad ajenos a la contrastación científica y por lo tanto ajenos a la racionalidad científica.

Un científico cree que una persona sufre una enfermedad desconocida por la exposición a un virus indeterminado; otra persona creyente piensa que esa misma persona sufre la enfermedad por un castigo divino. Mientras que el científico puede falsar su teoría (si en un análisis de sangre no hay rastro de virus su hipótesis sería falsa) la persona religiosa nunca vería falsada su teoría ya que sería necesario para ello una declaración de Dios diciendo que no ha castigado a la persona enferma esto es, a todas luces, no contrastable empíricamente.

Sin embargo, en contra de lo que defendía Popper, puede suceder que una hipótesis sea refutada por la experiencia y que sin embargo los científico no la abandonen. Las motivaciones pueden ser varias y no podemos analizarlas todas pero las más usual es que, cuando una hipótesis ha sido corroborada por un número elevado de experiencias y solamente falsada por una o muy pocas experiencias los investigadores tienden a despreciar esas experiencias contradictorias o a formular una hipótesis explicativa “ad hoc”. Hipótesis “ad hoc” significa literalmente hipótesis “para esto”. En el contexto de la filosofía de la ciencia significa una hipótesis que sirve para justificar datos empíricos que no están de acuerdo con la teoría que mantenemos. En otras palabras es una hipótesis auxiliar que nos permite seguir usando la hipótesis principal a pesar de que los datos de la experiencia nos la muestran como falsa. Popper considera que el uso de hipótesis “ad hoc” en ciencia debe ser nulo o mínimo.

Observaciones de la órbita de Mercurio a través de muchos años demostraron que su perihelio (punto en el que un planeta está mas cercano al Sol) gira 43" de arco más por siglo de lo prevista por la mecánica clásica de Newton. Esta discrepancia llevó al astrónomo Urbain Le Verrier a pensar que existía un planeta aún más cerca del Sol, al cual llamaron Vulcano, que perturbaba la órbita de Mercurio. Ahora se sabe que Vulcano no existe; la explicación correcta del comportamiento del perihelio de Mercurio se encuentra en la Teoría General de la Relatividad.

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III.B. ELECCIÓN ENTRE HIPÓTESIS:

Una vez llegado a este punto debemos plantearnos ¿cómo se elige entre diferentes hipótesis que explican un mismo hecho? ¿cuáles son los rasgos propios de las hipótesis de la ciencia? Existen varios criterios para seleccionar hipótesis y considerarlas como científicas, algunos se pueden deducir de lo que ya hemos dicho:

III.B.1. Posibilidad de contrastación empírica: Por todo lo visto anteriormente es claro que para que una hipótesis sea considerada científica es necesario que pueda analizarse sus consecuencias de modo empírico y riguroso. Este rasgo es esencial ya que podemos construir infinidad de hipótesis que no tengan basamento empírico alguno ni posibilidad de tenerlo.

Volvamos al ejemplo anterior de la persona aquejada de una enfermedad extraña la hipótesis de que un espíritu la posee no es contrastable empíricamente de ninguna manera por lo tanto no es una hipótesis científica.

III.B.2. Posibilidad de matematización: los resultados experimentales y las mismas hipótesis tienen que poder ser traducidos al lenguaje de las

matemáticas. Las matemáticas, por su carácter objetivo y claro, es el lenguaje propio del método científico. No a todas las disciplinas científicas se les exige un mismo grado de matematización de sus resultados.

III.B.3. Amplitud explicativa de la hipótesis: puede darse el caso de que dos hipótesis expliquen con igual exactitud un mismo hecho a traves del lenguaje matemático en este caso ¿cuál elegir? Los

científicos tenderán a adoptar las hipótesis que tengan un mayor campo explicativo es decir, que expliquen un mayor número de fenómenos.

Las leyes de Kepler (1571-1630) permitían predecir el movimiento de los astros sin embargo, la teoría de Isaac Newton (1643-1727) explicaba no solo el movimiento de los planetas sino los fenómenos de movimiento de caída libre en la Tierra. Esta fue la razón por la que las leyes de Kepler fueron abandonadas por la teoría de la gravitación universal de Newton nacida en 1685.

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III.B.4. Coherencia con el corpus científico: las hipótesis deben ser coherentes con el resto de hipótesis ya contrastadas por la experimentación.

Entender, por ejemplo, que la construcción de las pirámides de Egipto fue realizada por los atlantes es una hipótesis que no tiene coherencia con los conocimientos históricos actuales, no es una hipótesis científica.

III.B.5. El principio de economía o la navaja de Occam: este principio hace referencia a un razonamiento basado en una premisa muy simple: en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta. En su forma más simple, el principio de Occam indica que las explicaciones nunca deben multiplicar las causas sin necesidad. Cuando dos explicaciones se ofrecen para un fenómeno, la explicación completa más simple es preferible. Si un árbol achicharrado está caído en tierra, podría ser debido a la caída de un rayo o debido a un programa secreto de armas del gobierno. La explicación más simple y suficiente es la lógica —mas no necesariamente la verdadera— según el principio de Occam. En el caso de árbol, sería la caída del rayo.

Para explicar la órbita de los planetas tenemos principalmente dos opciones:

Suponer que los planetas orbitan alrededor del sol en órbitas fijas y elípticas. Unas leyes simples nos permitirían predecir la posición de todos los cuerpos celestes.

Suponer que los planetas giran alrededor de la Tierra. Para mantener esta teoría habría que suponer cosas como que el tipo de movimiento de los planetas es diferentes en cada uno de ellos, la necesidad de epiciclos para explicar sus retrocesos etc.

Entre estas dos teorías la ciencia escogerá la más simple y que necesite menos supuestos auxiliares, en este caso la teoría heliocéntrica. “La Naturaleza goza de la simplicidad”.

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LA ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD SEGÚN EL

PSICOANÁLISIS DE SIGMUND FREUD:

Datos biográficos:

Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia (en la actualidad, Příbor en la República Checa). Fue el mayor de seis hermanos (cinco niñas y un niño). Tenía además hermanastros de un matrimonio anterior de su padre. Cuando todavía era un niño, su familia se trasladó a Viena a causa de los disturbios antisemitas.

Pese a que Freud provenía de una familia de pocos recursos, sus padres se esforzaron para que obtuviera una buena educación. Ingresó en la Universidad de Viena a los 17 años, donde cursó sus estudios a pesar de que también había antisemitismo en Austria. En 1877, abrevió su nombre de Sigismund Schlomo Freud a Sigmund Freud. Los primeros años de Freud son poco conocidos ya que destruyó sus escritos personales en dos ocasiones, la primera vez en 1885 y de nuevo en 1907. Luego, sus escritos posteriores fueron protegidos cuidadosamente en los Archivos de Sigmund Freud, a los que sólo tenían acceso Ernest Jones (su biógrafo oficial) y unos pocos miembros del círculo cercano al psicoanálisis. El trabajo de Jeffrey Moussaieff Masson arrojó alguna luz sobre la naturaleza del material oculto.

En 1886, Freud se casó y abrió una clínica privada especializada en desórdenes nerviosos, donde empezó su práctica para tratar la histeria (la conoció por medio de Charcot, en su viaje a Francia) y la neurosis utilizando el método catártico de Josef Breuer en pacientes. Más tarde abandonó este método en favor de la asociación libre. Observó que podía aliviar los síntomas de sus pacientes recostándolos en un sofá y animándolos a que expresaran lo primero que les venía a la mente. Comenzó desde ese momento a desarrollar los fundamentos del psicoanálisis.

Tras publicar algunos textos sobre sus investigaciones, Freud fue designado profesor en la Universidad de Viena en 1900. Comenzó a incorporar personas que se sumaron al movimiento psicoanalítico que empezaba a definirse. Freud tenía poca tolerancia hacia los colegas que disentían de sus doctrinas teóricas, y algunos se separaron eventualmente. Los ejemplos más conocidos son Carl Jung y Wilhelm Reich.

En 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi, Freud (judío) escapó con su familia a Inglaterra con ayuda financiera de su paciente y familiar, Marie Bonaparte. Al cruzar la frontera alemana se le exigió que firmara una declaración donde se aseguraba que había sido tratado con respeto por el régimen nazi (a pesar de haber sufrido arresto domiciliario).

Freud estaba enfermo de cáncer oral, tuvo 33 intervenciones quirúrgicas a partir del año 1923, falleció en 1939 a causa de una sobredosis de morfina inyectada por un colega a petición del mismo Freud, que no podía soportar los dolores producidos por el cáncer que sufría en la boca.

Las teorías de Sigmund Freud y el tratamiento que daba a sus pacientes causaron un gran revuelo en la Viena del s. XIX y el debate sobre las mismas continúa en la época actual. Sus ideas son a menudo discutidas y criticadas, y muchos consideran su obra como más bien perteneciente al campo del pensamiento y de la cultura en general. Además, existe un amplio debate sobre si el psicoanálisis y los tratamientos asociados a él pertenecen al ámbito de la ciencia.

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La división de opiniones sobre Freud se puede resumir de este modo; por un lado, sus seguidores más convencidos le consideran un gran científico de la medicina que descubrió importantes verdades sobre la psicología humana; y por otro, sus críticos lo ven como un filósofo que replanteó la naturaleza humana y nos ayudó a derribar tabúes, pero cuyas teorías, como ciencia, fallan en un examen riguroso.

Biografía extraída íntegramente de Wikipedia; “Sigmund Freud”

La estructura de la personalidad:

Según Freud la personalidad humana surge del conflicto entre nuestros impulsos instintivos tendentes a la agresividad y a la búsqueda del placer, por un lado, y los límites sociales que se les impone por otro. La personalidad se construye como un intento de conciliar estas dos instancias buscando la satisfacción de nuestros instintos sin ser víctimas de los sentimientos de culpa o castigo. Para explicar este conflicto Freud construyó unos conceptos teóricos que interactuaban entre sí: el ello, el yo y el super-yo. Estos conceptos no tienen que considerarse como poseedores de una verdad objetiva sino más bien como herramientas útiles para la comprensión de la dinámica de nuestro psiquismo.

El Ello:

Freud, desde el paradigma antropológico del darwinismo, asumió que las motivaciones básicas del hombre no podían ser diferentes a las de cualquier otro animal: autoconservación, agresividad y reproducción; no obstante, estas motivaciones no aparecían tal cual en nuestra vida social, como sí que aparecen en el resto de animales, sino que quedan ocultas, por conveniencias culturales, a un nivel

inconsciente. El ello es ese depósito inconsciente de nuestra energía psíquica primaria que busca la satisfacción de esos impulsos biológicos primitivos. Obviamente el ello actúa movido por el principio del placer: busca la satisfacción de nuestros deseos. Pensemos en un niño que en un supermercado coge una bolsa de patatas la abre y empieza a comérsela para vergüenza de su madre; está actuando movido por el principio del placer, busca la mera satisfacción de la necesidad biológica de alimentarse.

Los impulsos del ello son innumerables sin embargo podemos agruparlos en dos grandes instintos primarios: Eros y Tánatos. El impulso de Eros tiende a la reunión de elementos dispersos en una unidad mayor por esto también se le denomina impulso de vida ya que la construcción de nuevas realidades es su meta principal. Por su parte, el impulso de Tánatos busca la disolución de una unidad en un conjunto de elementos más pequeños, se le denomina también impulso de muerte. Para Freud estos impulsos están presente incluso en algunos procesos inorgánicos de la naturaleza (atracción-repulsión, cristalización-disolución, etc.). El deseo de formar una familia, de pertenecer a un grupo social, de construir algo puede ejemplificar el impulso de Eros; por contra el deseo de desintegrar una realidad social o de romper con las ataduras culturales que nos constriñen pueden ejemplificar a la perfección el impulso de muerte.

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Es importante subrayar que Freud no hace una consideración ética de estos dos impulsos, toda vez que este tipo de consideración no es pertinente al pertenecer estos impulsos a una realidad amoral como el ello. Eros no es bueno como Tánatos tampoco es malo, estas consideraciones carecen de valor y fundamento. ¿Acaso el deseo de un hombre de cuarenta años de permanecer bajo la tutela de su mamá es algo bueno? ¿Acaso el deseo de independencia en un joven es malo? Vemos que estas consideraciones carecen de sentido en sí mismas y las valoraciones morales se sitúan a un nivel muy diferente que las valoraciones psicológicas.

Además Freud subraya que ambos impulsos se retroalimentan y dependen entre sí. Por ejemplo, un león desea cazar una presa, para ello necesita matarla y digerirla (Tánatos) pero la finalidad de esta acción no es la destrucción en sí sino que quizás sea el mantenimiento del propio organismo o incluso alimentar a las crías (Eros).

El yo:

A medida que el niño va creciendo va también aprendiendo que sus deseos chocan con el mundo real; esto fuerza al niño a readaptar sus deseos a ese mundo real a través del principio de realidad. Así se construye el yo consciente en el primer año de vida del sujeto, el yo que creemos que somos. Este yo es la parte visible de nuestra personalidad pero las raíces profunda de nuestra identidad permanecen en el lado inconsciente de nuestro psiquismo. Todas las motivaciones conscientes no son más que motivaciones inconscientes transformadas por el super-yo para que el yo pueda conservar incólume su autoconcepto. Un ejemplo típico es el amor sexual; a pesar de la poesía, el arte que lo ensalza, o los sentimientos tan nobles que alimenta, desde la perspectivas psicoanalítica el amor tiene un origen inconsciente en el impulso de la autoperpetuación que aparece en todos los seres vivos; la creación simbólica asociada al amor (la ternura, el afecto, la fidelidad) no son más que velos con los que encubrir su motivación primaria, biológica e incluso fisiológica. El yo se complace en considerar que sus sentimientos se basan en principios nobles y no en un mero impulso de satisfacción instintivo.

Los elementos inconscientes son lesivos para el concepto que de sí mismo posee el yo, por esta razón esos elementos inconscientes son reprimidos y no surgen a la conciencia más que en ocasiones puntuales como sueños y actos fallidos. Los procesos de libre asociación o la interpretación de los sueños del paciente son metodologías terapéuticas propias del psicoanálisis.

El super-yo:

Más tarde en el proceso de desarrollo, a los cuatro o cinco años, el individuo empieza a desarrollar ideales de comportamientos que nos dicen no sólo como debemos de actuar para satisfacer los impulsos del ello (principio de realidad del yo) sino como deberíamos de comportarnos. Así el sujeto va interiorizando y creando una conciencia moral que va más allá de la adecuación práctica de su conducta a la realidad. El super-yo genera un “ideal del yo” que intenta de imponer al propio yo efectivo.

El super-yo nace de las exigencias culturales que pesan sobre el sujeto desde su más tierna infancia. La sociedad en su conjunto, pero sobre todo los padres del niño son los que construyen dentro de él esta instancia psíquica. Sentimientos como los de culpa o satisfacción moral son generados en el super-yo cuando este es satisfecho en sus exigencias.

Las exigencias del ello (principio de placer) y del super-yo (ideal moral de yo) están en franco conflicto la resolución de este conflicto es tarea del yo que debe mediar entre las exigencias biológicas encarnadas por el ello y las exigencias sociales representadas por el super-yo. En este cruel conflicto la posición del yo es siempre comprometida e inestable: por un lado el ello acosa al yo con exigencias perentorias que precisan

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satisfacción inmediata, por otro lado, el super-yo reprime esos impulsos e incluso las motivaciones ocultas tras las “nobles” acciones del yo. La salud mental es ese equilibrio inestable entre estas dos potencias.

Neurosis y psicosis:

Cuando se produce el inevitable conflicto entre el ello y el super-yo el yo puede resolver este conflicto de un modo sensato y socialmente admitido o puede no hacerlo. Cuando no se resuelve este conflicto de un modo apropiado surge una patología mental; el yo, en este caso, puede identificarse unilateralmente con las exigencias del super-yo o, por contra, con las exigencias del ello. En un caso se produce la neurosis y en otro la psicosis.

Por neurosis Freud entendía un abigarrado número de patologías mentales que tienen como nexo común que una conducta patológica afectada de estados de profunda culpa, miedo o ansiedad. El lavarse repetitivamente las manos puede ser un ejemplo de esta conducta neurótica que pretende “purificar” de un modo simbólico los aspectos del ello que el yo se afana en ocultar para satisfacer al super-yo. El miedo a los espacios abiertos puede tener el mismo origen: el deseo de proteger al yo ideal de un choque contra el mundo real que le produciría angustia y ansiedad. Otros trastornos como los depresivos pueden caer bajo esta amplia etiqueta de “neurosis” toda vez que en estos trastornos el sujeto desarrolla una continua baja autoestima y un continuo sentimiento de culpa: el super-yo domina la vida psíquica del enfermo mostrándole de continuo su alejamiento de lo que “debería ser” según los estrictos criterios del yo ideal del super-yo.

Por psicosis Freud entendía aquellos trastornos en donde el sujeto se exiliaba de la realidad y construía otra diferente a la realidad socialmente admitida. El psicótico tiene alucinaciones y no ve la realidad tal cual nosotros la vemos sino distorsionada por las exigencias del ello que al final llevan al enfermo a un estado de desconexión total con la realidad social y a un profundo sentimiento de soledad. Según el psicoanálisis las psicosis sobreviene cuando el enfermo se ha tenido que enfrentar a hechos dramáticos y frustrantes que le han empujado a cortar sus nexos con la realidad, es decir a abandonar el principio de realidad del yo en aras del principio de placer. El sufrimiento del enfermo psicótico llega cuando percibe la exclusión social y afectiva que conlleva su ruptura con la realidad ordinaria de tal manera que una construcción irreal del mundo que debería satisfacer plenamente al ello desconectado con la realidad se convierte en una pesadilla.

Los niños pequeños tienen episódicos comportamientos neuróticos (fobias, angustias, etc.) y psicóticos (amigos invisibles, alucinaciones, etc.) pero estos desajustes son normales en cualquier desarrollo psíquico. El equilibrio entre las exigencias del ello y del super-yo es difícil y alcanzarlo es un proceso complejo con muchos escollos intermedios.

Mecanismos de defensa (extraído íntegramente del manual de Psicología Myers):

La ansiedad, decía Freud, es el precio que pagamos por la civilización. Como miembros de grupos sociales debemos controlar nuestros impulsos sexuales y agresivos y evitar mostrarlos. Pero a veces el yo teme la pérdida del control en su lucha interna entre las exigencias del ello y del super-yo, y el resultado es una nebulosa oscura de ansiedad desmedida, que nos deja el sentimiento de intranquilidad sin saber cuál es la causa. En esos momentos, según Freud, el yo se protege a sí mismo con mecanismos de defensa. Estas tácticas reducen o reorientan la ansiedad de diversas maneras, pero siempre distorsionando la realidad. Veamos seis ejemplos.

La represión elimina de la conciencia los pensamientos y los sentimientos que despiertan la ansiedad. Según Freud, la represión subyace a todos los otros

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mecanismos de defensa, cada uno de los cuáles oculta impulsos amenazantes y los mantiene alejados de la conciencia. Para él, la represión explica por qué no recordamos el deseo que sentíamos por nuestro progenitor del otro sexo en la infancia. Sin embargo, también creía que la represión suele ser incompleta, que los impulsos reprimidos afloran en los símbolos oníricos y en los lapsus verbales.

Siguiendo con la teoría de Freud, también luchamos contra la ansiedad mediante la regresión, es decir, con el retorno a una etapa más temprana del desarrollo infantil. Por tanto, es posible que cuando un niño se siente ansioso por los primeros días de colegio haga una regresión a la etapa oral y empiece a chuparse el pulgar. Los monos jóvenes, cuando están ansiosos, regresan al regazo de su madre o de u sustituto. También los estudiantes universitarios de primer año pueden extrañar la seguridad y la comodidad de su hogar.

En el tercer mecanismo de defensa, la formación reactiva, el yo disfraza de manera inconsciente los impulsos inaceptables y aparecen como sus opuestos. En el camino hacia la conciencia, la frase inaceptable “lo odio” se convierte en “lo quiero”, la timidez se vuelve osadía y los sentimientos de inferioridad se transforman en fanfarronería.

La proyección disimula los impulsos amenazantes atribuyéndoselos a los demás. Por tanto, “no confía en mí” puede ser una proyección de un sentimiento real “no confío en él” o “no confío en mí mismo”. [...]

El mecanismo conocido de la racionalización sucede cuando generamos inconscientemente una justificación para poder ocultarnos a nosotros mismos los motivos reales de nuestros actos. Es así que los bebedores habituales pueden decir que beben con sus amigos “para ser sociables”. [...]

El desplazamiento, siguiendo a Freud, desvía los impulsos agresivos o sexuales hacia un objeto o una persona que es psicológicamente más aceptable que el que despiesta los sentimientos. Los niños que temen expresar enojo contra los padres pueden desplazar este sentimiento pateando a su mascota. Los estudiantes molestos por un examen pueden descargar su malestar contra un compañero.

Todos estos mecanismos de defensa funcionan de manera indirecta e inconsciente y reducen la ansiedad al disimular los impulsos amenazantes. Así como el organismo se defiende inconscientemente contra la enfermedad, así también, creía Freud, el yo se defiende inconscientemente contra la ansiedad.

imágenes:

http://cwx.prenhall.com/bookbind/pubbooks/morris2_la/chapter11/medialib/summary/SMO444FA.GIF

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/41/Sigmund_Freud%2C_New_York_Times%2C_1922.JPG

fuentes:

Myers, David G.; PSICOLOGIA; Editorial Médica Panamericana.

Wikipedia; “Sigmund Freud”

http://www.robertexto.com/archivo1/teoria_psico_perso_1.htm

http://www.robertexto.com/archivo1/teoria_psico_perso_2.htm

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FRAGMENTO DE “ÉTICA PARA AMADOR” DE FERNANDO SAVATER

Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas,esas hormigas blancas que en África levantan impresionanteshormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dadoque el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la corazaquitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve decaparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejorarmadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros sederrumba, por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantesles gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos ahacer). En seguida, las termitas-obrero se ponen a trabajar parareconstruir su dañada fortaleza, a toda prisa. Y las grandeshormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salena defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Como nipor tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, secuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible sumarcha, mientras las feroces mandíbulas de sus asaltantes las vandespedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y seocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierrandejando fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, quesacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecenacaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que sonvalientes?

Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homerocuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, queespera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, elenfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es másfuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace porcumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a susconciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor esun héroe, un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valientedel mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones deveces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿Nohace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de lastermitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico ymás difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre uncaso y otro?

Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldadoluchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar(como la araña que se come a la mosca). Héctor, en cambio, sale aenfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-soldado nopueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras vayanen su lugar: están programadas necesariamente por la naturalezapara cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podríadecir que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguienmás fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen cobarde yle tuviesen por un caradura o quizá le preguntasen qué otro plan se

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le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene laposibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que losdemás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que sesupone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningúnhombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homerocuente su historia con épica emoción. A diferencia de las termitas,decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su valor.

Y así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo:libertad. Los animales (y no digamos ya los minerales o las plantas)no tienen más remedio que ser tal como son y hacer lo que estánprogramados naturalmente para hacer. No se les puede reprocharque lo hagan ni aplaudirles por ello porque no saben comportarsede otro modo. Tal disposición obligatoria les ahorra sin dudamuchos quebraderos de cabeza. En cierta medida, desde luego,los hombres también estamos programados por la naturaleza.Estamos hechos para beber agua, no lejía, y a pesar de todasnuestras precauciones debemos morir antes o después. Y de modomenos imperioso pero parecido, nuestro programa cultural esdeterminante: nuestro pensamiento viene condicionado por ellenguaje que le da forma (un lenguaje que se nos impone desdefuera y que no hemos inventado para nuestro uso personal) ysomos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas decomportamiento, leyendas ... ; en una palabra, que se nos inculcandesde la cunita unas fidelidades y no otras. Todo ello pesa mucho yhace que seamos bastante previsibles. Por ejemplo, Héctor, esedel que acabamos de hablar. Su programación natural hacia queHéctor sintiese necesidad de protección, cobijo y colaboración,beneficios que mejor o peor encontraba en su ciudad de Troya.También era muy natural que considerara con afecto a su mujerAndrómaca -que le proporcionaba compañía placentera- y a suhijito, por el que sentía lazos de apego biológico-Culturalmente, sesentía parte de Troya Y compartía con los troyanos la lengua, lascostumbres y las tradiciones. Además, desde pequeño le habíaneducado para que fuese un buen guerrero al servicio de su ciudady se le dijo que la cobardía era algo aborrecible, indigno de unhombre. Si traicionaba a los suyos, Héctor sabía que se veríadespreciado y que le castigarían de uno u otro modo. De modo quetambién estaba bastante programado para actuar como lo hizo,¿no? Y sin embargo...

Sin embargo, Héctor hubiese podido decir: ¡a la porra con todo!Podría haberse disfrazado de mujer para escapar por la noche deTroya, o haberse fingido enfermo o loco para no combatir, ohaberse arrodillado ante Aquiles ofreciéndole sus servicios comoguía para invadir Troya por su lado más débil; también podríahaberse dedicado a la bebida o haber inventado una nueva religiónque dijese que no hay que luchar contra los enemigos sino poner laotra mejilla cuando nos abofetean. Me dirás que todos estoscomportamientos hubiesen sido bastante raros, dado quien eraHéctor y la educación que había recibido. Pero tienes que

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reconocer que no son hipótesis imposibles, mientras que un castorque fabrique panales o una termita desertora no son algo raro sinoestrictamente imposible. Con los hombres nunca puede uno estarseguro del todo, mientras que con los animales o con otros seresnaturales sí por mucha programación biológica o cultural quetengamos, los hombres siempre podernos optar finalmente por algoque no esté en el programa (al menos, que no esté del todo).Podemos decir «sí» o «no», quiero o no quiero. Por muyachuchados que nos veamos por las circunstancias, nunca tenemosun solo camino a seguir sino varios.

Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. A loque nos diferencia de las termitas y de las mareas, de todo lo quese mueve de modo necesario e irremediable. Cierto que nopodemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también ciertoque no estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y aquíconviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad:

Primera: No somos libres de elegir lo que nos pasa (habernacido tal día, de tales padres y en tal país, padecer un cáncer oser atropellados por un coche, ser guapos o feos, que los aqueosse empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.), sino libres pararesponder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer orebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados,vestirnos a la moda o disfrazarnos de oso de las cavernas,defender Troya o huir, etc.).

Segunda: Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver conlograrlo indefectiblemente. No es lo mismo la libertad (que consisteen elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que seríaconseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible).Por ello, cuanta más capacidad de accción tengamos, mejoresresultados podremos obtener de nuestra libertad. Soy libre dequerer subir al monte Everest, pero dado mi lamentable estadofísico y mi nula preparación en alpinismo es prácticamenteimposible que consiguiera mi objetivo. En cambio soy libre de leer ono leer, pero como aprendí a leer de pequeñito la cosa no meresulta demasiado difícil si decido hacerlo. Hay cosas quedependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo dependede mi voluntad (entonces sería omnipotente), porque en el mundohay otras muchas voluntades y otras muchas necesidades que nocontrolo a mi gusto. Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo enque vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario.Pero, cosa importante, no por ello dejaré de ser libre... aunque meescueza.

En la realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestralibertad, desde terremotos o enfermedades hasta tiranos. Perotambién nuestra libertad es una fuerza en el mundo, nuestrafuerza. Si hablas con la gente, sin embargo, verás que la mayoríatiene mucha más conciencia de lo que limita su libertad que de lalibertad misma. Te dirán: «¿Libertad? ¿Pero de qué libertad mehablas? ¿cómo vamos a ser libres, si nos comen el coco desde la

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televisión, si los gobernantes nos engañan y nos manipulan, si losterroristas nos amenazan, si las drogas nos esclavizan, y siademás me falta dinero para comprarme una moto, que es lo queyo quisiera?» En cuanto te fijes un poco, verás que los que asíhablan parece que se están quejando pero en realidad seencuentran muy satisfechos de saber que no son libres. En elfondo piensan: «¡Uf! ¡Menudo peso nos hemos quitado de encima!Como no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de loque nos ocurra ... »Pero yo estoy seguro de que nadie -nadie- creede veras que no es libre, nadie acepta sin más que funciona comoun mecanismo inexorable de relojería o como una termita. Unopuede considerar que optar libremente por ciertas cosas en ciertascircunstancias es muy difícil (entrar en una casa en llamas parasalvar a un niño, por ejemplo, o enfrentarse con firmeza a untirano) y que es mejor decir que no hay libertad para no reconocerque libremente se prefiere lo más fácil, es decir, esperar a losbomberos o lamer la bota que le pisa a uno el cuello. Pero dentrode las tripas algo insiste en decirnos: «Si tú hubieras querido ... »

Cuando cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somoslibres, te aconsejo que le apliques la prueba del filósofo romano. Enla antigüedad, un filósofo romano discutía con un amigo que lenegaba la libertad humana y aseguraba que todos los hombres notienen más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió subastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. « ¡Para, yaestá bien, no me pegues más! », le decía el otro. Y el filósofo, sindejar de zurrarle, continuó argumentando: «¿No dices que no soylibre y que lo que hago no tengo más remedio que hacerlo? Puesentonces no gastes saliva pidiéndome que pare: soy automático.»Hasta que el amigo no reconoció que el filósofo podía librementedejar de pegarle, el filósofo no suspendió su paliza. La prueba esbuena, pero no debes utilizarla más que en último extremo ysiempre con amigos que no sepan artes marciales...

En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, loshombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida.Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, convenientepara nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Ycomo podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que esalgo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles.De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos yprocurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. Aese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética.De ello, si tienes paciencia, seguiremos hablando en las siguientespáginas de este libro.

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FRAGMENTO DE LA OBRA DE ERICH FROMM “EL MIEDO A LA LIBERTAD”

Cuanto más crece el niño, en la medida en que va cortando los vínculos primarios, tanto más tiende a buscar libertad e independencia. Pero el destino de tal búsqueda sólo puede ser comprendido plenamente si nos damos cuenta del carácter dialéctico del proceso de la individuación creciente.

Este proceso posee dos aspectos: el primero es que el niño se hace más fuerte, desde el punto de vista físico, emocional y mental. Aumenta la actividad y la intensidad en cada una de tales esferas. Al mismo tiempo ellas se integran cada vez más. Se desarrolla una estructura organizada, guiada por la voluntad y la razón individuales. Si llamamos yo al todo organizado e integrado de la personalidad, podemos afirmar que un aspecto del proceso del aumento de la individuación consiste en el crecimiento de la fuerza del yo. Los límites del crecimiento de la individuación y del yo son establecidos, en parte, por las condiciones individuales, pero, esencialmente, por las condiciones sociales. Pues aun cuando las diferencias interindividuales existentes en este respecto parecen ser grandes, toda sociedad se caracteriza por determinado nivel de individuación, más allá del cual el individuo no puede ir.

El otro aspecto del proceso de individuación consiste en el aumento de la soledad. Los vínculos primarios ofrecen la seguridad y la unión básica con el mundo exterior a uno mismo. En la medida en que el niño emerge de ese mundo se da cuenta de su soledad, de ser una entidad separada de todos los demás. Esta separación de un mundo que, en comparación con la propia existencia del individuo, es fuerte y poderoso en forma abrumadora, y a menudo es también amenazador y peligroso, crea un sentimiento de angustia y de impotencia. Mientras la persona formaba parte integral de ese mundo, ignorando las posibilidades y responsabilidades de la acción individual, no había por qué temerle. Pero cuando uno se ha transformado en individuo, está solo y debe enfrentar el mundo en todos sus subyugantes y peligrosos aspectos.

Surge el impulso de abandonar la propia personalidad, de superar el sentimiento de soledad e impotencia, sumergiéndose en el mundo exterior. Sin embargo, estos impulsos y los nuevos vínculos que de ellos derivan no son idénticos a los vínculos primarios que han sido cortados en el proceso del crecimiento. Del mismo modo que el niño no puede volver jamás, físicamente, al seno de la madre, tampoco puede invertir el proceso de individuación desde el punto de vista psíquico. Los intentos de reversión toman necesariamente un carácter de sometimiento, en el cual no se elimina nunca la contradicción básica entre la autoridad y el que a ella se somete. Si bien el niño puede sentirse seguro y satisfecho conscientemente, en su inconsciente se da cuenta de que el precio que paga representa el abandono de la fuerza y de la integridad de su yo. Así, el resultado de la sumisión es exactamente lo opuesto de lo que debía ser: la sumisión aumenta la inseguridad del niño y al mismo tiempo origina hostilidad y rebeldía, que son tanto más horribles en cuanto se dirigen contra aquellas mismas personas de las cuales sigue dependiendo o llega a depender.

Sin embargo, la sumisión no es el único método para evitar la soledad y la angustia. Hay otro método, el único que es creador y no desemboca en un conflicto insoluble: la relación espontánea hacia los hombres y la naturaleza, relación que une al individuo con el mundo, sin privarlo de su individualidad. Este tipo de relación —cuya expresión más digna la constituyen el amor y el trabajo creador— está arraigado en la integración y en la fuerza de la personalidad total y, por lo tanto, se halla sujeto a aquellos mismos límites que existen para el crecimiento del yo.

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Discutiremos luego con mayores detalles los fenómenos del sometimiento y de la actividad espontánea como resultados posibles de la individuación creciente; por el momento sólo deseamos señalar el principio general: el proceso dialéctico que resulta del incremento de la individuación y de la creciente libertad del individuo. El niño se vuelve más libre para desarrollar y expresar su propia individualidad sin los estorbos debidos a los vínculos que la limitaban. Pero al mismo tiempo, el niño también se libera de un mundo que le otorgaba seguridad y confianza. La individuación es un proceso que implica el crecimiento de la fuerza y de la integración de la personalidad individual, pero es al mismo tiempo un proceso en el cual se pierde la originaria identidad con los otros y por el que el niño se separa de los demás. La creciente separación puede desembocar en un aislamiento que posea el carácter de completa desolación y origine angustia e inseguridad intensas, o bien puede dar lugar a una nueva especie de intimidad y de solidaridad con los otros, en el caso de que el niño haya podido desarrollar aquella fuerza interior y aquella capacidad creadora que son los supuestos de este tipo de conexión con el mundo. Si cada paso hacia la separación y la individuación fuera acompañado por un correspondiente crecimiento del yo, el desarrollo del niño sería armonioso. Pero esto no ocurre. Mientras el proceso de individuación se desarrolla automáticamente, el crecimiento del yo es dificultado por un cierto número de causas individuales y sociales. La falta de sincronización entre estos dos desarrollos origina un sentimiento insoportable de aislamiento e impotencia, y esto a su vez conduce a ciertos mecanismos psíquicos, que más adelante describiremos como mecanismos de evasión.

También desde el punto de vista filogenético la historia del hombre puede caracterizarse como un proceso de creciente individuación y libertad. El hombre emerge del estado prehumano al dar los primeros pasos que deberán liberarlo de los instintos coercitivos. Si entendemos por instinto un tipo específico de acción que se halla determinado por ciertas estructuras neurológicas heredadas, puede observarse dentro del reino animal una tendencia bien delimitada. Cuanto más bajo se sitúa un animal en la escala del desarrollo filogenético, tanto mayor es su adaptación a la naturaleza y la vigilancia que los mecanismos reflejos e instintivos ejercen sobre todas sus actividades. Las famosas organizaciones sociales de ciertos insectos han sido enteramente creadas por el instinto.

Por otra parte, cuanto más alto se halla colocado en esa escala, tanto mayor es la flexibilidad de sus acciones y tanto menos completa es su adaptación estructural tal como se presenta en el momento de nacer. Este desarrollo alcanza su apogeo en el hombre. Este, al nacer, es el más desamparado de todos los animales. Su adaptación a la naturaleza se funda sobre todo en el proceso educativo y no en la determinación instintiva. «El instinto... es una categoría que va disminuyendo, si no desapareciendo, en las formas zoológicas superiores, especialmente en la humana.»

La existencia humana empieza cuando el grado de fijación instintiva de la conducta es inferior a cierto límite; cuando la adaptación a la naturaleza deja de tener carácter coercitivo; cuando la manera de obrar ya no es fijada por mecanismos hereditarios. En otras palabras, la existencia humana y la libertad son inseparables desde un principio. La noción de libertad se emplea aquí no en el sentido positivo de «libertad para», sino en el sentido negativo de «libertad de», es decir, liberación de la determinación instintiva del obrar.

La libertad en el sentido que se acaba de tratar es un don ambiguo. El hombre nace desprovisto del aparato necesario para obrar adecuadamente, aparato que, en cambio, posee el animal; depende de sus padres durante un tiempo más largo que cualquier otro animal y sus reacciones al medio ambiente son menos rápidas y menos eficientes que las reacciones automáticamente reguladas por el instinto. Tiene que enfrentar todos los

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peligros y temores debido a esa carencia del aparato instintivo. Y, sin embargo, este mismo desamparo constituye la fuente de la que brota el desarrollo humano; la debilidad biológica del hombre es la condición de la cultura humana.

Desde el comienzo de su existencia el hombre se ve obligado a elegir entre diversos cursos de acción. En el animal hay una cadena ininterrumpida de acciones que se inicia con un estímulo —como el hambre— y termina con un tipo de conducta más o menos estrictamente determinado, que elimina la tensión creada por el estímulo. En el hombre esa cadena se interrumpe. El estímulo existe, pero la forma de satisfacerlo permanece «abierta», es decir, debe elegir entre diferentes cursos de acción. En lugar de una acción instintiva predeterminada, el hombre debe valorar mentalmente diversos tipos de conducta posibles; empieza a pensar. Modifica su papel frente a la naturaleza, pasando de la adaptación pasiva a la activa: crea. Inventa instrumentos, y al mismo tiempo que domina a la naturaleza, se separa de ella más y más. Va adquiriendo una oscura conciencia de sí mismo —o más bien de su grupo— como de algo que no se identifica con la naturaleza. Cae en la cuenta de que le ha tocado un destino trágico: ser parte de la naturaleza y sin embargo trascenderla. Llega a ser consciente de la muerte en tanto que destino final, aun cuando trate de negarla a través de múltiples fantasías.

Una imagen particularmente significativa de la relación fundamental entre el hombre y la libertad la ofrece el mito bíblico de la expulsión del hombre del Paraíso. El mito identifica el comienzo de la historia humana con un acto de elección, pero acentúa singularmente el carácter pecaminoso de ese primer acto libre y el sufrimiento que éste origina. Hombre y mujer viven en el Jardín edénico en completa armonía entre sí y con la naturaleza. Hay paz y no existe la necesidad de trabajar; tampoco la de elegir entre alternativas; no hay libertad, ni tampoco pensamiento. Le está prohibido al hombre comer del árbol del conocimiento del bien y del mal: pero obra contra la orden divina, rompe y supera el estado de armonía con la naturaleza de la que forma parte sin trascenderla. Desde el punto de vista de la Iglesia, que representa a la autoridad, este hecho constituye fundamentalmente un pecado. Pero desde el punto de vista del hombre se trata del comienzo de la libertad humana. Obrar contra las órdenes de Dios significa liberarse de la coerción, emerger de la existencia inconsciente de la vida prehumana para elevarse hacia el nivel humano. Obrar contra el mandamiento de la autoridad, cometer un pecado, es, en su aspecto positivo humano, el primer acto de libertad, es decir, el primer acto humano. Según el mito, el pecado, en su aspecto formal, está representado por un acto contrario al madamiento divino, y en su aspecto material por haber comido del árbol del conocimiento. El acto de desobediencia, como acto de libertad, es el comienzo de la razón. El mito se refiere a otras consecuencias del primer acto de libertad. Se rompe la armonía entre el hombre y la naturaleza. Dios proclama la guerra entre el hombre y la mujer, entre la naturaleza y el hombre. Este se ha separado de la naturaleza, ha dado el primer paso hacia su humanización al transformarse en «individuo». Ha realizado el primer acto de libertad. El mito subraya el sufrimiento que de ello resulta. Al trascender la naturaleza, al enajenarse de ella y de otro ser humano, el hombre se halla desnudo y avergonzado. Está solo y libre y, sin embargo, medroso e impotente. La libertad recién conquistada aparece como una maldición; se ha libertado de los dulces lazos del Paraíso, pero no es libre para gobernarse a sí mismo, para realizar su individualidad.

«Liberarse de» no es idéntico a libertad positiva, a «liberarse para». La emergencia del hombre de la naturaleza se realiza mediante un proceso que se extiende por largo tiempo; en gran parte permanece todavía atado al mundo del cual ha emergido; sigue integrando la naturaleza: el suelo sobre el que vive, el sol, la luna y las estrellas, los árboles y las flores, los animales y el grupo de personas con las cuales se halla ligado

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por lazos de sangre. Las religiones primitivas ofrecen un testimonio de los sentimientos de unidad absoluta del hombre con la naturaleza. La naturaleza animada e inanimada forma parte de su mundo humano, o, como también puede formularse, el hombre constituye todavía un elemento integrante del mundo natural.

Estos vínculos primarios impiden su completo desarrollo humano; cierran el paso al desenvolvimiento de su razón y de sus capacidades críticas; le permiten reconocerse a si mismo y a los demás tan sólo mediante su participación en el clan, en la comunidad social o religiosa, y no en virtud de su carácter de ser humano; en otras palabras, impiden su desarrollo hacia una individualidad libre, capaz de crear y autodeterminarse. Pero no es éste el único aspecto, también hay otro. Tal identidad con la naturaleza, clan, religión, otorga seguridad al individuo; éste pertenece, está arraigado en una totalidad estructurada dentro de la cual posee un lugar que nadie discute. Puede sufrir por el hambre o la represión de satisfacciones, pero no por el peor de todos los dolores: la soledad completa y la duda.

Vemos así cómo el proceso de crecimiento de la libertad humana posee el mismo carácter dialéctico que hemos advertido en el proceso de crecimiento individual. Por un lado, se trata de un proceso de crecimiento de su fuerza e integración, de su dominio sobre la naturaleza, del poder de su razón y de su solidaridad con otros seres humanos. Pero, por otro lado, esta individuación creciente significa un aumento paulatino de su inseguridad y aislamiento y, por ende, una duda creciente acerca del propio papel en el universo, del significado de la propia vida, y junto con todo esto, un sentimiento creciente de la propia impotencia e insignificancia como individuo.