llamada universal a la santidad en el concilio vaticano 11

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Fernando Retamal F., Pbro. Prof. de la Facultad de Teología, U.C. Llamada universal a la santidad en el Concilio Vaticano 11 * LA VOCACIÓN universal a la santidad de vida, enseñada por el Concilio Vaticano n, constituye la sintesis, sencilla y a la vez sublime, de todo su magisterio pastoral, conclusión teórica y principio práctico de la Buena Nueva evangélica aplicada a la vida (1). Tal llamado fluye de la universal voluntad salvadora de Dios (cf. 1 Tim. 2,4-6). "Todos los hombres -nos dice el Concilio- están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia el cual caminamos" (Lumen gentium, 3). La Iglesia, na- cida del Misterio pascual, es realización en el tiempo del designio salvifico de Dios. Asi pues, quienes se incorporan a ella por el baustimo, están llamados a hacer realidad y plenitud su vocación cristificante: "Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre" (Lumen gentium, 11 & 3) (2). En esta enseñanza advertimos el "nova et vetera" del Evangelio (cf. Mt. 13,52), por la reiteración de una doctrina tradicional en nuevos con- textos y más amplias proyecciones. Nuestra reflexión, como señala su mismo titulo, se refiere básica- mente a lo enseñado por el último Concilio; éste, sin embargo, como flo- ración primaveral, será considerado también en algunas expresiones del ( O) Comunicación presentada al VIU Simposio Internacional de Teología, Universidad de Navarra (Pamplona, 22-24 abril de 1987), sobre el tema: "La misi6n del laico en la Iglesia y en el mundo". (1) "Este llamado a la santidad aparece como objetivo peou1iarísimo del magisterio del Concilio y como su finalidad última" (Paulo VI: M.P. "Sanctitas darior" -Prólogo (I9-marzo-1969): A.A.S., 61 (1969), 149--150). (2) Esta enseñanza es reiterada en diversos lugares de la misma Lumen gentium: "Si bien en la Iglesia no todos van por el mismo camino, sin embargo todos están llamados a la santidad y han alcanzado idéntica fe por la justicia de Dios" (n9 32 & 3); "... to- dos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad" (n Q 39); "... todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad" (n Q 40); "Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado" (Nos. 42 & 5).

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Page 1: Llamada universal a la santidad en el Concilio Vaticano 11

Fernando Retamal F., Pbro.Prof. de la Facultad de Teología, U.C.

Llamada universal a la santidad en elConcilio Vaticano 11*

LA VOCACIÓN universal a la santidad de vida, enseñada por el ConcilioVaticano n, constituye la sintesis, sencilla y a la vez sublime, de todo sumagisterio pastoral, conclusión teórica y principio práctico de la BuenaNueva evangélica aplicada a la vida (1).

Tal llamado fluye de la universal voluntad salvadora de Dios (cf. 1Tim. 2,4-6). "Todos los hombres -nos dice el Concilio- están llamadosa esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quienvivimos y hacia el cual caminamos" (Lumen gentium, 3). La Iglesia, na-cida del Misterio pascual, es realización en el tiempo del designio salvificode Dios. Asi pues, quienes se incorporan a ella por el baustimo, estánllamados a hacer realidad y plenitud su vocación cristificante: "Todos losfieles cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos ytan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada unopor su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfectoel mismo Padre" (Lumen gentium, 11 & 3) (2).

En esta enseñanza advertimos el "nova et vetera" del Evangelio (cf.Mt. 13,52), por la reiteración de una doctrina tradicional en nuevos con-textos y más amplias proyecciones.

Nuestra reflexión, como señala su mismo titulo, se refiere básica-mente a lo enseñado por el último Concilio; éste, sin embargo, como flo-ración primaveral, será considerado también en algunas expresiones del

( O) Comunicación presentada al VIU Simposio Internacional de Teología, Universidadde Navarra (Pamplona, 22-24 abril de 1987), sobre el tema: "La misi6n del laicoen la Iglesia y en el mundo".

(1) "Este llamado a la santidad aparece como objetivo peou1iarísimo del magisterio delConcilio y como su finalidad última" (Paulo VI: M.P. "Sanctitas darior" -Prólogo(I9-marzo-1969): A.A.S., 61 (1969), 149--150).

(2) Esta enseñanza es reiterada en diversos lugares de la misma Lumen gentium: "Si bienen la Iglesia no todos van por el mismo camino, sin embargo todos están llamados ala santidad y han alcanzado idéntica fe por la justicia de Dios" (n9 32 & 3); " ... to-dos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, estánllamados a la santidad" (nQ 39); "... todos los fieles, de cualquier estado o condición,están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad"(nQ 40); "Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscarinsistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado" (Nos. 42 & 5).

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magisterio más reciente, que encauzan su germinación "en el campo delpadre de familias".

1. LA SANTIDAD

Como es bien sabido, el llamado universal a la santidad encuentra sulugar central en la constitución Lumen gentium, capítulo V (N°s. 39-42),aun cuando emerge también a través de otros momentos del magisterioconciliar, como una vertebración que le da consistencia y sin la cual noes posible su cabal comprensión (3).

En los textos del Vaticano U no hallamos una explícita definicíón de"santidad", si bien se dan los elementos que configuran su completa des-cripción.

Las notas 2 y 4 del texto finalmente promulgado (provenientes de losanteriores Esquemas preparatorios) señalan importantes puntos de refe-rencia al ser compulsados en sus fuentes. Su contenido fue ampliamenteutilizado en la exposición conciliar (4) .

En los años siguientes, Paulo VI abordó el tema en la audiencia ge-neral del 14 de junio de 1972(5), señalando -sobre la base de S.Th.U-TI, 81,8- que, si bien religión y santidad son dos nociones distintas,no pueden concebirse sino de manera coincidente (6). Esto lleva al Papa

(3) Para el estudio del "iter" de dicho capitulo V de Lumen gentium, a través de losdiversos Esquemas y debates, puede verse nuestro libro: "La igualdad fundamentalde los fieles en la Iglesia según la constitución dogmática Lumen gentium", Analesde la Facultad de Teología (vol. XXX, 1979), Santiago de Chile, 1980, pp. 294-331.

(4) La nota correspondiente en los Esquemas preparatorios expresaba: "Perfectus estille, cui nihil in ordine morali deest; cuius plenitudinis Deus ipse est exemplar Cf.Iac. 1,4: "ut sitis perfecti et integri, in nullo deficientes"; ib. 3,2. -Aparecían ense-guida las referencias a Didaché, 1,4 et 6,2: Funk, Fatres Apostolici, p. 4 et 16 yS. Ignatius M., Ad Eph, 15,2: FlInk, p. 224 (ambas referencias fueron omitidas en el textofinal). "Secundum Origenem, Comm. Rom. 7,7: PG 14,1124 A, perfectio est similitudocum Christo, quando quis" se per omnia Verbo ac Sapientiae Dei ita coaptavit, ut innuIlo prorsus ab eius similitudine decolar haberetur. "Secllndum Ps. -Macarium, DeOratione, 11: PG 34,861, perfectio, qua significatur plena et absoluta puritas a malisaffectiblls per participationem boni Spiritus, omnibus a Domino praeclpihlr. ProS. Thoma, Summa TheoI. lI-II-q. 184,a.3, perfectio per se et essentialiter consistit incaritate, qua secundum totam suam plenitlldinem est de praecepto".La Nota continuaba citando textualmente algunas enseñanzas acerca de la vocaciónuniversal a la santidad: pasaron al texto final (Nota 4) dos referencias a encíclicasde Pío XI v se omitió una citación de S. Francisco de Sales: Introduction a la viedévote, L. í, c. 3.

(5) La Documentation Catholique, año 1972, pp. 609-610. La traducción es nuestra,al igual que en las restantes citas que provienen ele esta publicación.

(6) Enseña el doctor Angélico que su significado etimológico griego revela tanto unsigno de pureza (= "a-gios" = sin tierra) como de firmeza (lo que, defendido porlas leyes, no debe violarse, de donde deriva el "santitum", latino). Según los latinos,lo "santo" pertenece a la pureza ("sanguine tinctus", pues -anota S. Isidoro de Se-villa- la sangre de la víctima era purificación para quienes se asperjaban con ella(Etimologías) .Ambos significados, sigue diciendo el Angélico, convienen a la religión: lo que seaplica al culto divino ha de ser santo; la pureza es necesaria para que el espírihI del

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a concluir diciendo: "para un cristiano que quiera ser auténtico, la secula-rización como programa de vida es una conclusión incompleta, por nodecir inaceptable" (7).

Juan Pablo 11, a su vez, retornó al tema desde la fecunda perspectivade su magisterio, en las audiencias generales del 11 y del 18 de diciembrede 1985 (8).

La santidad de Dios nos aparece en la dimensión de separación detodo mal moral (exclusión radical del pecado) y en la de bondad absoluta:Dios, infinita bondad en Si, lo es también para las criaturas, en la medidade la capacidad óntica de éstas ("bonum diffusivum sui"). El llamado deJesús: "Sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial" (Mt. 5,48),se refiere a la perfección de Dios en sentido moral, a su santidad (exclusióndel pecado y absoluta afirmación del bien moral), y expresa 10 que yaenunciaba Lev. 19,2 ("Sed santos, porque santo soy Yo, el Señor, vuestroDios"), reiterado en 1 Pt. 1,15. La criatura, pues, ha de conformar suvoluntad con la ley moral.

En el Antiguo Testamento, tanto antes del pecado original (Gén. 2,16)como después (Ex. 20,1-20), Dios se revela como fuente de esta Ley moral,como la Santidad misma. En el Nuevo Testamento, Jesús revela de maneragradual, pero con toda claridad, una nueva fase de la santidad divina:Dios es Santo, porque es Amor:

hombre se consagre a Dios (d. Hebr. 12,14: "cultivad ... la santidad, sin la cualnadie verá a Dios"). La firmeza, a su vez, halla en Dios su soporte definitivo, encuanto es primer principio, al cual el hombre ha de adherir establemente (d. Rom.8.38-39: "ni la muerte ni la vida ... podrá separarnos del amor de Dios (manifestado)en Cristo Jesús"). Ambos conceptos, asimismo, convienen a la santidad, por la cualel hombre se consagra a Dios. "Unde -concluye Sto. Tomás- sanctitas non differt areligione secundum essentiam, sed solum ratione. Nam religio dicitur secundum quodexhibet Deo debitllm famlllatum in his qllae pertinent specialiter ad cultum divinum,SiCllt in sacrificiis, oblationiblls et alia huiusmodi; sanctitas alltem dicitur secundumquod horno non solum haec, sed aliarum virtutum opera refert in Deum, vel secundumquod horno se disponit per bona opera ad cultum divinum" (1.c.).Es claro que el doctor Angélico no se refiere aquí a la santidad originada por lainfusión de la gracia santificante, sino a aquella en cuanto es una virtud que observalo que es debido a Dios y así se ordena a su culto.

(7) Ibid. « Nota 5). Esta referencia a la citada enseñanza de Santo Tomás la encontramosreiterada en diversos momentos del magisterio de Paulo VI; por primera vez, en laaudiencia general del 7 de julio de ¡g,65: allí, después de referirse a la santidad como"estado de integridad, originado por la gracia, que permite llamar 'santos' a todoslos bautizados que permanecen fieles a su vocación cristiana", señala que tambiénpuede abarcar: "una actitud moral que tiende siempre a mayor perfección, en bús-queda de una conformidad en continuo crecimiento con el querer de Dios e inclusocon la santidad de Dios". Después de aludir a la doctrina del Angélico, que ya hemosmencionado en la Nota precedente, concluye que la santidad "si bien es algo muyelevado, es también para todo cristiano, siempre imperiosa, siempre posible" (d. LaDocumentation Catholique, año 1965, coIs. 1348-1349). Nuevamente aludirá al citadotexto de la Suma Teológica, al referirse a la santidad constitutiva de la Iglesia: "ellaes sagrada y siempre religiosamente ordenada al culto divino y al respeto de la vo-luntad de Dios" (audiencia general del 4 de noviembre de 1972: La DocumentationCatholique, ai'ío 1972, p. 1003).

(8) Cf. L'Osservatore Romano, edición semanal en castellano: 15-diciembre-1985, pp.3-4 (759-760); 22-dioiembre-1985, p. 3 (771).

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- separación absoluta del mal moral;identificado de manera esencial, absoluta y trascendental, con elbien moral en su fuente, que es El mismo.

De esta eterna voluntad del Bien, brota la infinita bondad de Diospara sus criaturas, especialmente el hombre: la Providencia, por la cualcontinúa y sostiene la obra de la creación; la redención y la justificación,por la cual Dios mismo ofrece su propia justicia en el misterio de la cruzde Cristo y muestra sus entrañas de Padre en las parábolas de la miseri-cordia, especialmente en la del hijo pródigo (Lc. 15,11-32) (9).

Cuanto llevamos expuesto nos introduce de manera directa en laenseñanza del Concilio:

Dios mismo, Amor, es origen e iniciador de la santidad a la que nosllama, por la fuerza de su Espiritu, comunicado a los redimidos en virtuden la Pascua de Jesucristo.

La presencia vivificante del Espiritu de Dios hace posible que el amordivino asuma al amor humano (Rom. 5,5) Y lo haga vivencia de caridad:ella es el don primero e imprescindible, vinculo de perfección y plenitudde la ley, "rige todos los medios de santificación, los informa y los conducea su fin. De aqui que la caridad para con Dios y para con el prójimo seael signo distintivo del verdadero discipulo de Cristo" (... ). "A ejemplosuyo, el supremo testimonio de amor, al cual son llamados algunos, espe-cialmente ante los perseguidores, es el martirio" (Lumen gentium 42 &&1-2). "Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquierestado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y ala perfección de la caridad (ibid. 40 && 1-2).

Con estas expresiones, subrayadas por nosotros, el Concilio quiso en-señar "categóricamente" que la meta abierta a todos no es una santidadmeramente genérica, sino, incluso, la heroicidad en el seguimiento de Cris-to. Esta aclaración había sido solicitada por numerosos Padres durante eldebate en el aula conciliar, temerosos que se presentara un modelo desantidad "de segunda clase" como patrimonio común de los bautizados (10).

(9) En la exposición de su enseñanza, Juan Pablo 11 basa su argumentación en las teo-fanías del Antiguo Testamento, que en el fuego y el resplandor manifiestan la sepa-ración y a la vez la irradiación del "Santo", inaccesibilidad y atracción que en larevelación de Dios en su Hijo Jesucristo asumen características propias, en sintoníacon el "hecho nuevo" de la Cruz.

( 10) Cf. Gaudium et Spes, 38. Son muy numerosos los textos del Vaticano H que serefieren a la caridad como presencia vivificadora del Espíritu en la vida de la Iglesiay de los cristianos, como puede verse en cualquiera de los buenos Indices temáticosdel Concilio.Esta enseñanza la encontramos asimismo con frecuencia en el magisterio de PabloVI: "El amor humano, animado por el amor divino que es la caridad, posee elsecreto de la perfección. El primero y más grande precepto de Cristo es amar aDios y amar al prójimo (ef. Mt. 22,3B; S.Th. U·H, 184,2). Es la santidad que elEvangelio nos enseña y hace posible": audiencia general del 9 de julio de 1975 (LaDocumentation Catholique, año 1975, p. 703. S.C. pro Clericis: Directorium cate-chisticum generale (1l-apr.-1971), n9 64 (A.A.S., 64 (1972), pp. 136-137).En la relación correspondiente al n9 50 de Lumen gentium del último Esquemapreparatorio, se señalaba concretamente:

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n. DIMENSIONES DE LA SANTIDAD CRISTIANA

En la consideración de la santidad, expuesta por el Concilio, nos esdado advertir una doble dimensión: cristocéntrica y eclesial. Al interiorde esta última, nos aparece, además, su connotación escatológica.

A. La santidad es cristocéntrica

Con diferentes expresiones, los Nos.39 a 42, que constituyen el capí-tulo V de Lumen gentium, ahondan en el carácter eminentemente cristo-céntrico de la santidad. Jesucristo, con el Padre y el Espíritu Santo "esproclamado el único Santo" (N° 39), "maestro y modelo de toda perfec-ción, iniciador y consumador de la santidad de vida". La regeneración bau-tismal, que hace al hombre verdadero hijo de Dios, participe de la natu-raleza divina "y por lo mismo realmente santo", es iniciativa divina y nomérito humano. Los bautizados son "seguidores de Cristo" y con la ayudade Dios "han de conservar y perfeccionar la santidad recibida" (N9 40).Los cristianos, pues, son los "de antes conocidos por Dios y destinados a serconformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénitoentre muchos hermanos" (Rom. 8,29); por consiguiente "Quien dice quepermanece en El, debe andar como El anduvo" I Jn 2,6), es decir ="guiados por el Espiritu de Dios y obedientes a la voz del Padre, adorándoleen espiritu y verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con lacruz, a fin de ser hechos participes de su gloria ... cada uno según los do-nes y funciones que le son propios" (N° 41). Si bien el testimonio supremode amor, que es el martirio, es un don concedido a pocos, todos, sin em-bargo, deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres ya seguirlo por el camino de la cruz: los diversos medios de santificación,incluida la práctica de los consejos evangélicos, no tienen otra finalidadque reproducir en cada uno la imagen del Hijo (cf. N9 42). Jesucristo es,pues, no sólo la causa ejemplar y eficiente de santidad para todos los fieles,sino ante todo causa formal de ella: es el sentido de las expresiones pau-linas "revestirse de Jesucristo" (Gal. 3,27), "ser en Cristo Jesús" (l Coro1,4.30; 2 Coro 5,17, etc.) (11). Las últimas líneas del N9 40 reiteran a todoslos fieles el carácter cristocéntrico de la vocación a la santidad:

De caritate heroica. Sermo est de caritatis aliarumque virtutum heroico exercitioquod consistit in fideli, iugi et constanti proprii status munerum et officiorum per-functione (Cf. Benedictus XV, Decretum approbationis virtutum in Causa beatifica-tionis et canonizationis Servi Dei Joannis Nepomuceni Neumann, Episcopi Philadel-phiensis ( ... ), A.A.S., 14 (1922), p. 23 (siguen otras citas de documentos). Caritatemtheologicam in virtutllm christianarum exercitio singlllare prorsus et praeeminenshabere momenhlm (ideoqlle circa ipsam in Causis beatificationis et canonizationisprae ceteris omnibus esse investigandum) egregie explicat PROSPER LAMBERTlNI(Benedictus XIV) qui a pluribus Summis Pontificibus "Magister" hac in re estappellatus ...Hay que notar que en el texto finalmente promulgado de dicho nQ 50 se omitió lamención expresa de la caridad, aludiendo sólo al "praeclarum virtutum christianarumexercitium ... ".

( 11) Juan Pablo H ha retomado esta enseñanza, refiriéndola a Jesucristo, dador del Espí-ritu Santo, signo mesiánico evidenciado en el bautismo en el Jordán y en el misterio

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en cuanto a su entidad misma ("siguiendo sus (= de Cristo) hue-llas y hechos conformes a su imagen") ;

- en cuanto a su actuar ("obedeciendo en todo a la voluntad delPadre") ;

- en cuanto a su motivación más profunda ("se entreguen con todasu alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo").

B. Dimensión eclesial de la santidad

En consonancia con los comienzos de la constitución Lumen gentium,el N' 39 se inicia aludiendo a la "Ecclesia de Trinitate et ad Trinitatem":Cristo, el Hijo de Dios (quien con el Padre y el Espiritu Santo es procla-mado el único Santo), amó a la Iglesia como a su Esposa, entregándosea Si mismo por ella para hacerla santa (... ) y la enriqueció con el dondel Espiritu Santo para gloria de Dios".

La Iglesia es, pues, la concreción en el tiempo del designio salvador,por el cual Dios ha concebido una humanidad que pueda llamarlo "Padre",porque vive de Cristo, de su Palabra y de su Espíritu.

La eclesiología del Vaticano II es básicamente la de una comunión.- La imagen bíblica de la Iglesia, Cuerpo visible de Cristo glorificado,

pone de manifiesto la comunión de vida que se da entre El, Cabeza, ylos miembros. La diversidad de funciones y carismas expresa la riquezade los dones del Espíritu, el cual produce y urge la caridad, unificando elCuerpo por sí y con su virtud y con la conexión interna de sus miembros."Es necesario que todos los miembros se hagan conformes a El hasta elextremo de que Cristo quede formado en ellos" (Lumen gentium, 7).

- La imagen del Pueblo de Dios, redescubierta por el Vaticano IIcomo fundamental constitutivo eclesiológico, expresa la dimensión comu-nitaria y a la vez eminentemente personal de la nueva vida en Cristo.Las características (= "la condición de este Pueblo") corresponden tantoal conjunto del Pueblo de Dios como a cada uno de sus integrantes: ladignidad y libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita elEspíritu Santo como en un templo. Su leyes el nuevo mandato de amarcomo el mismo Cristo nos amó ... y su fin, la dilatación del reino de Dios.Cristo lo instituyó para ser comunión de vida, de caridad y de verdad ycomo Iglesia fuera para todos y cada uno el sacramento visible de estaunidad de salvación (cf. Lumen gentium, 9). En ella se hallan los mediosinstituidos por Cristo para aumentar y fortalecer la nueva vida: dichosmedios -palabras, sacramentos ... - son patrimonio de la Iglesia, comu-nión salvadora en Cristo. Si bien algunos fieles, por el Orden Sagradoquedan constituidos como ministros, es todo el Pueblo de Dios, "jerarquíay laicado", quien participa y es destinatario de la regeneración en Cristoy de los medios que la distribuyen. Se da además la acción directa delEspíritu, gracias actuales y carismas distribuidos "a cada uno según subeneplácito" (l Coro 12,11): a los pastores corresponde discernir y no

----- --~------ --------------pascual: "En este signo, el mismo Jesucristo, lleno de poder y de Espíritu Santo, seha revelado como causa de nuestra santjdad, el Cordero de Djos" (18-enero-19'81):L'Osservatore Romano, edición semanal en castellano = 25-enero-1981, p. 12 (48);Ende!. "Dominum et vivificantem" (18-mayo-1986). noS. 19-24.

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absorber, encauzar y no extinguir los dones verdaderos otorgados paracomún edificación (cf. Lumen gentium, 12; Apostolicam actuositatem,3 & 4).

"Creemos que la Iglesia es indefectiblemente santa" (Lumen gentium,39) y "Madre de Santos" (12): en ella, por notable ana logia con el Verboencarnado, se conjugan la realidad divina, trascendente y la humana,histórica: "... encierra en su propio seno a pecadores y siendo al mismotiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por lasenda de la penitencia y de la renovación" (Lumen gentium, 8 & 3).

El fiel cristiano, llamado a la santidad, es el campo donde se varealizando concretamente la misión de la Iglesia de manera progresiva ydonde hace su aparición la realidad del pecado: es menester no eludiresta verdad ni escandalizarse, sino hacer de ella un motivo de permanenteconversión hacia Aquel que "no conociendo el pecado, vino únicamente aexpiar los pecados del pueblo" (Lumen gentium, 8 & 3) (13).

El conjunto de este Pueblo, pues, y cada uno de sus integrantes parti-cipa en la misión de Cristo, "reino y sacerdotes para Dios su Padre" (Apoc.1,6; 5,9-10). "El Señor Jesús, a quien el Padre santificó y envió al mundo(Jn. 10,36), hace participe a todo su Cuerpo mistico de la unción delEspiritu con que fue El ungido, pues en él todos los fieles son hechossacerdocio santo y regio, ofrecen sacrificios espirituales a Dios por Jesu-cristo y pregonan las maravillas de Aquel que de las tinieblas los ha lla-mado a su luz admirable. No se da, por tanto, miembro alguno que notenga parte en la misión de Cristo, sino que cada uno debe santificar aJesús en su corazón y dar testimonio de Jesús con espiritu de profecia"(Presbyterorum ordinis, 2 & 1).

( 12) "La Iglesia es un rayo de luz celestial proyectado sobre el mundo. Ella es, pues,santa en el plan de Dios y en la economía de gracia de la cual está revestida. Ellaes la "Santa Iglesia" yeso debería bastarnos para buscar la idea primigenia, laimagen ideal en su patria de origen y en su patria final, que es Dios creador, Diosamor y para asociar la santidad de la Iglesia a la belleza con la cual ella se identifica,la más grande belleza que pueda reflejarse en el rostro de la humanidad ( ... ).¿Qué es la belleza, sino una revelación del Espíritu? ¿Y dónde encontraremos estarevelación de manera más intuitiva y beatificante que en la humanidad hecha Cuerpode Cristo y Templo del Espíritu Santo?" (Paulo VI: audiencia general del 20 deoctubre de 1971 = La Dowmentation Catholique, año 1971, p. 1006).

(13) Acerca del pecado en la Iglesia: d. Gaudium et Spes, 43 & 6; Unitatis redintegratio,4 & 6.En medio de un clima de contestación en la Iglesia, después del Vaticano 11, PauloVI se esforzaba por descubrir en su raíz -aunque no siempre la hubiera en susactitudes concretas- una vaga aspiración a la autenticidad cristiana, "sin confun-dirla con un compromiso instintivo con la nueva mitología de un humanismo eco-nómico, erótico y revolucionario" (audiencia general del 20 de octubre de 1971, l.c.(nota 12). El mismo Papa añadía que una cosa es la debilidad inherente a todo serhumano o la falta de formación espiritual, frente a las cuales Jesucristo y su Iglesiaexhiben entrañas de rrtisericordia, y otra, la mediocridad de vida, consciente y res-ponsable, en nombre de la libertad del Evangelio. Se trata en este caso de un con-formismo que busca vivir de apariencias, no de autenticidad humana y cristiana, yterrrtinaba preguntándose: "¿No es esto vaciar la Cruz de su cristianismo?" (audienciageneral del 14 de junio de 1972 = La Documentation Catholique, año 1972, pp.609--610) .

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Los Nos. 10-12 de Lumen gentium se explayan acerca de la participa-ción bautismal de todo fiel cristiano en la misión de Cristo, en la cualel Concilio ha sefialado una triple dimensión, sacerdotal, profética y real(14). Al interior de esta realidad bautismal emerge el llamado universala la santidad, como floración del germen que la regeneración en Cristoha obrado en el fiel cristiano. Esto fue el motivo que indujo a incluir alfinal del N9 11 el texto que hemos recordado al comenzar nuestra re-flexión.

La respuesta a dicha vocación, por la identificación que se va rea-lizando con la imagen del Hijo, adquiere también una dimensión evan-gelizadora y unificadora: "... viviendo conforme a la vocación con quehan sido llamados, ejerciten las funciones que Dios les ha confiado, sacer-dotal, profética y real. De esta forma, la comunidad cristiana se haceexponente de la presencia de Dios en el mundo ... " (Ad gentes, 15 & 2).Esta vida en caridad que supone la santidad cristiana ayuda a compro-bar con gozo la obra del Espiritu fuera de los limites institucionales de laIglesia Católica: ~en los hermanos separados: "los católicos reconozcancon gozo y aprecien los bienes verdaderamente cristianos, procedentes delpatrimonio común, que se encuentran entre nuestros hermanos separados.Es justo y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las obras de virtuden la vida de otros que dan testimonio de Cristo, a veces hasta el derra-mamiento de sangre. Dios es siempre maravilloso y digno de admiraciónen sus obras". (Unttatis redintegratto, 4 & 8; cf. 4 & 9; Lumen gentium,8 & 2; 15. Esta caridad asume el dolor de las divisiones entre los cristia-nos y, en proceso de continua y humilde conversión, se hace camino pararestaurar un dia la plena comunión (cf. Unitatis redintegratto, 6-9).

- También este amor de Dios revela que la gracia obra de manerainvisible en el corazón de todo hombre de buena voluntad (cf. Act. 10,34-35): Cristo murió por todos y la revocación suprema del hombre en rea-lidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer queel Espiritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma desólo Dios conocida, se asocien al misterio pascual" (Gaudium et Spes, 22& 5; cf. Lumen gentium, 16; Ad gentes, 11-12; Nostra Aetate, 2 & 2; passim).

La vida de santificación cristiana, al hacerse progresivamente testi-monio de la presencia de Cristo, asume también una proyección evange-lizadora (15), La Iglesia crece o sufre detrimento en la medida de laautenticidad de los cristianos con respecto a su vocación bautismal: "Estan estrecha la trabazón de los miembros de este Cuerpo (cf. Ef. 4,16),que el miembro que no contribuye según su propia capacidad al aumentodel cuerpo, debe reputarse como inútil para la Iglesia y para si mismo"(Apostolicam actuositatem, 2 & 1).

(14) Los citados nOS.10-12 de Lumen gentium en realidad desarrollan la participación enla dimensión sacerdotal y prafética de los bautizados en la misión de Cristo. Poruna sistematización que no ha dejado de suscitar alguna perplejidad, la participaciónen la dimensión real (especialmente por la vida en caridad y por las obras de apos-tolado) aparece expuesta en el capítulo IV de la misma Constitución, a propósito delos laicos.

(15) Cf. Paulo VI: Exhortación apostólica "Evangelü nuntiandi" (8-diciembre-1975), A.A.S.,58 (1976 ),5-76, especialmente nOS.41 y 76.

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Al interior de esta dimensión eclesial de la santidad, advertimos suconnotación escatológica, que fluye de la naturaleza misma de la Iglesia.A ella se refiere de modo especial el N9 48 de Lumen gentium. El reinoestá ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señorconsumará su perfección (cf. Gaudium et Spes, 39). "La plenitud de lostiempos ha llegado y la renovación del mundo está irrevocablemente de-cretada y en cierta manera se anticipa realmente en este siglo, pues laIglesia, ya aquí en la tierra, está adornada de verdadera santidad, aunquetodavía imperfecta". La mísma caridad para con Dios y el prójimo cons-tituye el vínculo que une a cuantos son de Cristo por poseer su Espíritu.Los que peregrinamos en esta tierra dirigimos la mirada a quienes, hom-bres como nosotros, fueron fiel ímagen de Crísto: su vida nos impulsa abuscar con mayor empeño la ciudad futura y a seguir el camino más se-guro en medio de las vicisitudes de la vída presente. En ellos, Días mismomanifiesta su presencia y su rostro y nos ofrece un signo de su reino (cf.Lumen gentium 50). Entre todos los bienaventurados brilla con especialfulgor la Virgen María, en quien la Iglesia entera admira la imagen delo que ella misma anhela un día llegar a ser. Glorificada en cuerpo y enalma, la Madre de Dios precede al Pueblo cristiano que peregrina e inter-cede por sus combates. Ella es signo de esperanza cierta y de consuelo,hasta que llegue el día del Señor (Lumen gentium, 68; Sacrosanctum conci-lium, 103). La Stma. Virgen María, por su excepcional unión con Jesucristo,constituirá siempre el modelo más acabado de toda santidad y la clavepara comprender el misterio de la Iglesia (16) .

Esta connotación escatológica aparece también integrando los caminosa la santidad, según las diferentes funciones y circunstancias concretasde la vida de los fieles (17) .

( 16) "... la realidad de la Iglesia no se agota en su estructura jerárquica, su liturgia, sussacramentos, sus estatutos jurídicos.Su esencia profunda V la fuente primera de su eficacia santificadora deben buscarseen la unión con Cristo; unión que no podemos concebir haciendo abstracción de laque es Madre del Verbo Encarnado y a quien Jesucristo quiso tan íntimamente unidaa El, para nuestra salvación ( ... ). El conocimiento de la verdadera doctrina católicaacerca de María constituirá siempre una clave para la exacta comprensión del mis-terio de Cristo y de la Iglesia" (Paulo VI: 21 de noviembre de 1964, al clausurar latercera etapa del Concilio Vaticano ]I = A.A.S., 56 (1004), (1014).

( 17) El misterio de los Pastores, que es uno de los elementos claves para su propia santi-ficación, adquiere su plena dignidad en la búsqueda de la gloria de Dios y en lapromoción de la vida divina en los mismos hombres, todo lo cual, por dimanar dela pascua de Cristo, se consumará al advenimiento glo'rioso del mismo Señor, cuandoEl entregue el reino a su Dios y Padre (Presbyterorum ordinis, 2 & 4; cf. Lumengentium, 26, in fine).Los laicos seculares, inmersos en las realidades de orden temporal, en las cuales ypor las cuales han de santificarse: igual que los sacramentos que prefiguran ya elmundo futuro, ellos (= laicos) "quedan constituidos en poderosos pregoneros de lafe en las cosas que esperamos (d. Heb., 11,1), cuando, sin vacilación, unen a lavida según la fe la profesión de esa fe (Lumen gentium, 35 & 2; Apostolicam actuo-sistem, 4 & 5). Otro tanto se afirma de la vocación conyugal: "La familia cristianaproclama en voz muy alta tanto las presentes virtudes del reino de Dios como laesperanza de la vida bienaventurada" (Lumen gentium, 35 & 3).La vida consagrada mediante los consejos evangélicos: "... y como el Pueblo de Dios

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III. SANTIDAD UNA Y MULTIPLE

La vocación a la santidad, puesto que surge de la regeneración bau-tismal, forma parte de la condición misma de todo fiel cristiano.

Ra sido uno de los méritos de la eclesiologia del Vaticano II el señalarlos elementos ontológico-sobrenaturales que son comunes a todos los fie-les, como base para una ulterior consideración de la organicidad y jerar-quia de funciones en el Pueblo de Dios.

La participación en la misión de Cristo -en su dimensión sacerdotal,profética y real- tiene lugar, pues, en virtud de los sacramentos de lainiciación cristiana, en todo fiel: incorporado a Jesucristo, el "Santo deDios" (cf. Lc. 1,35; Jn. 10,36), queda consagrado a Dios y ello confieretodo su sentido al sacerdocio común de los bautizados. Dicha participacióndifiere de manera esencial con aquella otra que se da, también en lamisión de Cristo, en virtud del sacramento del Orden, mediante el cualquien lo recibe queda unido a Jesucristo-Cabeza de su Iglesia, origen denueva vida, y por tanto se hace presencia de la capitalidad de Cristo,ministro de los sacramentos, maestro de la Palabra, pastor del Pueblode Dios.

La vocación a la santidad, por consiguiente, radica en el "esse chris-tianum", común a todos los bautizados, y se ha de actualizar en el "agerechristianum", es decir, en la organicidad de las diferentes funciones ycircunstancias en que cada uno está concretamente insertado en la vidade la Iglesia (18). Tal variedad asi concebida no implica ninguna imper-fección, pues tiene carácter constitutivo del Pueblo de Dios, el cual asumela forma de sociedad humana, orgánica, en su peregrinar terreno. Auncuando se dan oficios y vocaciones objetivamente superiores a otros, noha de establecerse comparación alguna entre las personas singulares encuanto a su personal itinerario hacia la santidad.

Con todo, es cierto que hay condiciones humanas que dificultan enor-memente la vida cristiana, y ésta es la situación de la mayor parte dela humanidad contemporánea, sumida en el subdesarrollo económico: eslabor de la Iglesia y de sus hijos impulsar el mejoramiento de tales situa-ciones de vida y de trabajo que sean dignas del hombre y hagan posibleen cada uno el logro de la vocación a la cual son llamados.

La santidad, pues, es una en su substancia y múltiple en sus expre-siones y en los caminos para alcanzarla, según las legitimas funciones y

(18)

no tiene aquí ciudad pemlanente, sino que busca la futura, el estado religioso, porlibrar mejor a sus seguidores de las preocupaciones terrenas, cumple también mejor,sea la función de manifestar ante todos los fieles que los bienes celestiales se hallanya presentes en este mundo, sea la de testimoniar la vida nueva y eterna conquistadapor la redención de Cristo, sea la de prefigurar la futura resurrección y la gloria delreino celestial" (Lnmen gentinm, 44 & 3; d. 31 & 2).La noción de "christilidelis" (= fiel cristiano) es propia del estadio terreno yperegrinante de la Iglesia y supone su ulterior determinación en la específica fu;-ción, ministerio, carisma, etc., de cada uno en la organicidad del Pueblo de Dios.Esta noción, señala la Comisión redactora de Lumen gentium, no se realiza en losbienaventurados, "quippe qui iam non habeant fidem" (Relación al texto enmendadodel capítulo VII de la Constitución De Ecclesia).

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auténticos carismas que se dan en la Iglesia. Es éste el sentido de la "unasanctitas", que encontramos en los textos conciliares.

La enseñanza del Concilio, al ser suficientemente asimilada por losfieles, habrá de desvirtuar la idea de la santidad como manifestación deuna perfección moral y religiosa excepcional e inaccesible al común delos fieles cristianos y no un camino normal ofrecido a todos y exigible atodos, en nombre de la fidelidad a su bautismo. Paulo VI lamentaba encierta ocasión: "se ha hecho de la hagiografia, el prototipo de la san-tidad" (19) .

Como corolario de lo que exponemos, llegamos a la explícita y formalenseñanza: "Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples gé-neros de vida y ocupaciones (... ), todos los que son guiados por el Espiritude Dios y (... ) siguen a Cristo (... ). Pero cada uno debe caminar sinvacilación por el camino de la fe viva que engendra la esperanza y obrapor la caridad, según los dones y funciones que le son propios" (Lumengentium, 41 & 1; Apostolicam actuositatem, 3 & 2; 4 & 2, etc. (20).

IV. SANTIDAD Y HUMANISMO

El camino a la santidad asume las caracteristicas de la ley de la En-carnación, que son las de la Iglesia, excluyendo cualquier falso dualismo:- la gratuidad del llamado y del don de Dios;- la respuesta personal, libre e insustituible, sustentada con la ayudadivina.

Esta conjunción de la obra de Dios y de la colaboración humana hasido reiteradamente expuesta, para repeler tanto alguna larvada reminis-cencia pelagiana como un nuevo tipo de quietismo (21). A diferencia dela diversidad de funciones, ministerios y carismas otorgados "en la medida

(19) Audiencia general del 14 de julio de 1971 (La Docu11Wntation Catholique, aúo 1971,p. 703). Al beatificar al capuchino fr. Ignacio de Santhia, el mismo Papa expresaba:"Nos complace destacar que su título de perfección no es su singularidad, sino sunormalidad. Junto con mantener -y desde ciertos aspectos acrecentar- el carácterejemplar del santo, la hace más próxima a nosotros y más fácilmente imitable (17-abril-W66) (La Docu11Wntation Catholique, aúo 1966, col. 6S.8). Véase asimismo laimportante alocución que, sobre el tema que nos ocupa, dirigió el Papa Juan Pablo IIal Pontificio Consejo para los Laicos el 7 de junio de 1986 (L'Osservatore Romano,edición semanal en castellano del 19---octubre-1986, p. 20 (680).

(20) Esta responsabilidad aparece formulada en el Código de Derecho Canónico, entre losdeberes/derechos que son comunes a todos los fieles cristianos: canon 210 = "Todoslos fieles deben esforzarse según su propia condición por llevar una vida santa, asícomo por incrementar la Iglesia y promover su continua santificación". Se trata de undeber moral -dentro del ámbito de autonomía y libertad que ha de ser jurídicamenteprotegido en la Iglesia- del cual derivan otros deberes/derechos: v.gr., c. 213(derecho a la Palabra de Dios v a los sacramentos); c. 214 (diversas formas deespiritualidad); c. 217 (congruente formación humana y cristiana), etc., que recibenulteriores especificaciones en la legislación canónica.

(21) Cf., por ejemplo, las catequesis de Paulo VI en las audiencias generales del 14 dejulio de 1971 (La Doclt1nentation Catholique, aúo 1971, p. 703); del 4 de noviembrede 1972 (íbid., 1972, p. 10(3); del 9 de julio de 1975 (íbid., 1975, p. 703).

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del don de Cristo" (Ef 4,7), que es constitutiva de la Iglesia, la respuesta decada uno conlleva la posibilidad de imperfección y de pecado y significa,en definitiva, el único elemento diferencia dar en la comunión de la ca-ridad.

Cualquiera sea la historia de dicha respuesta personal, el funda-mento ontológico de la santidad está presente (la permanencia del ca-rácter bautismal señala precisamente la gratuidad e irreversibilidad dela Nueva Alianza, obrada por Jesucristo en su sangre) y puede revivirexpandiendo su virtualidad. La alusión al pecado personal confiere aldiálogo de la salvación su dramatismo y su esperanza: "Donde abundó elpecado, sobreabundó la gracia" (Rom. 5,20).

La elevación del orden creado es patrimonio de la doctrina católicaque, como sabemos, encontró en el Concilio de Trento su acabada expre-sión dogmática frente a las impugnaciones de los reformadores protes-tantes. El hombre es capaz de obrar meritoriamente para su justificación,colaborando a la gracia divina. Si bien no es causa eficiente de santidad,si es causa dispositiva y meritoria.

"Si se habla de perfección en si misma, la sicologia humana no larechaza, sino que experimenta hacia ella un atractivo especial ... El idealdel superhombre dormita en el corazón del hombre que crece" (PauloVI) (22).

El hombre, en cuanto unidad originaria-persona, conserva y enri-quece su individualidad en el orden de la gracia: sus facultades humanasson progresivamente purificadas de las tareas con que el pecado las atay estimuladas a desplegarse en plenitud de culto a Dios y servicio delprójimo: "El que sigue a Cristo, hombre perfecto, se perfecciona cada vezmás en su propia dignidad de hombre" (Gaudium et Spes.41 & 1). (23). Eneste camino ascensional el hombre eleva consigo al orden temporal, crean-do a su alrededor una progresiva liberación de las ataduras del pecadoen su dimensión social. Es interesante anotar que la Comisión redactorade Lumen gentium acordó -motu proprio- añadir un breve enunciadoque compendia bien tal pensamiento: "... esta santidad suscita un nivelde vida más humano, incluso en la sociedad terrena" (Lumen gentium,40& 2) (24).

(22) Audiencia general del 9 de julio de 1975 (l.c.: nota 21).(23) Esta dimensión aparece también referida a la vida consagrada en la profesión de los

consejos evangélicos, en Lumen gentium, 46 & 2.(24) Recientemente, Juan Pablo II expresaba esta armonía entre el orden humano y el

sobrenatural en el cristiano que tiende a la santidad: "El santo es el hombre auténticocuyo testimonio de vida atrae, interpela y fascina, puesto que manifiesta su expe-riencia humana transparente, colmada por la presencia de Cristo, el Hijo de Dios( ... ). Cristo es el hombre perfecto y la vida cristiana trata de alcanzar en El ladimcnsión total del hombre creado a imagen de Dios y re-creado para la salvaciónen la perfección del amor ( ... ). La santidad conlleva una novedad de vida que,partiendo de una profunda intimidad con Dios, mediante Cristo en el Espíritu, penetratodas las situaciones humanas, tocios los estilos de vivir, tocios los compromisos, todasla relacione con las cosas, con los hombres, con Dios" (Al Pontificio Consejo paralos Laicos: 7-junio-1986 = L'Osservatore Romano, edición semanal en castellanodel 19-octubre-1986, p. 20 (680), col. 4).

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La enunciación de estos temas evocará, sin duda, aquella bella sin-tonia entre la Iglesia y la ciudad de los hombres "perceptible sólo por lafe", que nos ha entregado Gaudium et Spes (N°s.40-45), Yque tantos ejem-plos ha encarnado en la vida de los Santos.

V. LOS CAMINOS A LA SANTIDAD

La organicidad constitutiva del Pueblo de Dios, es la que proporcionael espacio adecuado al desarrollo concreto de la vocación a la santidaden cada uno de los fieles. "Los dones del Espiritu Santo son diversos: sia unos llama a dar testimonio manifiesto del anhelo de la morada celes-tial y a mantenerlo vivo en la familia humana, a otros llama para quese entreguen al servicio temporal de los hombres y asi preparen el ma-terial del reino de los cielos" (Gaudium et Spes, 38).

Numerosos Padres, durante el debate en el aula conciliar acerca deeste tema, solicitaron una explícita mención de los ministerios y situacionesmás caracteristicas en la vida de la Iglesia. Ello originó finalmente elactual N? 41 de Lumen gentium.

a. El texto se refiere ante todo a los obispos, presbiteros y diáconos,así como a los candidatos que se preparan a las Ordenes sagradas (25) :se compendia en esas breves líneas una permanente preocupación de laIglesia, que en los años del post-Concilio ha conocido abundante floraciónde documentos e iniciativas.

La exhortación conciliar señala entre las fuentes de la espiritualidaddel ministro sagrado, el ejemplo de Jesucristo, pastor bueno que da lavida por sus ovejas, la gracia del sacramento del Orden, las labores minis-teriales alimentadas en la contemplación, la comunión jerárquica, espe-cialmente con el propio Obíspo. "Recuerden todos los pastores, que sonellos los que con su trato y trabajo pastoral diario exponen al mundo elrostro de la Iglesia, que es el que sirve a los hombres para juzgar la ver-dadera eficacia del mensaje cristiano" (Gaudium et Spes, 43 & 5) (26).

Una particular consideración ha de requerir en nuestros dias la espi-ritualidad de los diáconos permanentes, quienes han de compatibilizar sucondición canónica y ministerial como clérigos, con situaciones de vidalaical, profesional y conyugal, en las que normalmente viven.

b. El Concilio se diríge enseguida a aquellos laicos llamados por elobispo para dedicarse completamente -ya sea de manera temporal odefinitiva- a las obras e instituciones de la Iglesia, a menudo a travésde una labor profesional específica. A ellos se refieren tambíén la consti-tución Gaudium et Spes, 88 & 2 Y el decreto Apostolicam actuositatem, 22.

(25) Al referirse a los seminaristas que se preparan al ministerio sagrado (después dealudir a los diáconos), el texto los llama clérigos, de acuerdo con la antigua termino-logía canónica, actuahnente en desuso.

(26) El Concilio dedicó mayor espacio a la espiritualidad sacerdotal, en el decreto Presby-terorum ordinis, especialmente en los nos. 12-21. Entre las múltiples iniciativas sus-citadas en el período postconciliar a que nos hemos referido en el texto, no podemossilenciar las Epístolas que el Papa Juan Pablo 1I dirige a los presbíteros del mundoentero, cada año con ocasión de Jueves Santo,

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c. Entre las categorias de los fieles laicos, siguientes destinatariosde la exhortación conciliar, aparecen los esposos y padres cristianos, losque viven en estado de viudez o de celibato, los trabajadores, los enfermos,los pobres, los que sufren en cualquier forma y los perseguidos por causade la justicia: todos ellos son nuevos caminos para las bienaventuranzasevangélicas.

Puede llamar la atención a primera vista el hecho de que no se aludaexplicitamente a los laicos en su peculiaridad, cual es la indole secular(cf. Lumen gentium, 31). Sin embargo, el párrafo final del N" 41 nosmuestra que son ellos los destinatarios de cuanto se ha expuesto: a elloscorresponde hacer manifiesta a todos, "incluso en su dedicación a lastareas temporales", la caridad con que Dios amó al mundo (cf. también:Gaudium et Spes, 43 & 4).

La caridad -cuya plenitud constituye la santidad- "no hay que bus-carla únicamente en los acontecimientos importantes, sino ante todo enla vida ordinaria" (Gaudium et Spes, 38). Es este un camino común enclérigos y laicos, para toda clase deespiritualidades cristianas; con todo,esta exigencia aparece con mayor fuerza en la vocación de los laicos secu-lares cuya misión -y consiguiente espiritualidad- consiste en impulsar,desde dentro de las realidades temporales, la transformación y consagra-ción del mundo a Dios (Lumen gentium, 31, 34; Apostolicam actuositatem,especialmente 2 y 4).

El Concilio no ahorra expresiones de categórica condenación a unafalaz dicotomia entre santidad y vida ordinaria, de particular gravedaden el caso de los laicos seculares, pues atenta contra la identidad mismade su vocación cristiana: "El divorcio entre la fe y la vida diaria de mu-chos, debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestraépoca (. .. ). No se creen, por consiguiente, oposiciones artificiales entrelas ocupaciones profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa,por otra. El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a susdeberes con el prójimo; falta sobre todo a sus obligaciones para con Diosy pone en peligro su eterna salvación" (Gaudium et Spes, 43 & 1). Entrelos elementos de la espiritualidad de los laicos seculares se han de situar,pI' lo tanto, su competencia profesional, ejercida con sentido cristiano, y elrecto juicio de su conciencia debidamente ilustrada (cf. Apostolicam ac-tuositatem, 5) .

Las circunstancias concretas en que se desenvuelve su quehacer coti-diano están menos estructuradas y definidas que en el caso de los clérigosy en el de la vida consagrada, por lo mismo el itinerario de santificaciónde los laicos seculares asume peculiar complejidad: ello implica una cons-tante búsqueda en la fe acerca de los llamados de Dios y una ajustadaponderación de lo que el Concilio ha llamado "los signos de los tiempos",a los cuales la literatura postconciliar ha dado tanto relieve. Esta urgenciaha de llevar al laico a alimentarse en las fuentes auténticas de la vidacristiana: "Solamente con la luz de la fe y con la meditación de la palabradivina es posible reconocer siempre y en todo lugar a Dios, en quien vi-vimos, nos movemos y existimos (Act. 17,28); buscar su voluntad en todoslos acontecimientos, contemplar a Cristo en todos los hombres, próximoso extraños, y juzgar con rectitud sobre el verdadero sentido y valor de las

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realidades temporales, tanto en si mismas como en orden al fin del hom-bre" (Apostolicam actuositatem, 4 & 3) (27).

Por su parte los presbiteros han de escuchar a los laicos con disponi-bílídad y ponderar fraternalmente sus deseos, reconociendo la experienciay competencia que tengan en los diversos campos de la actividad humana,a fin de descubrir junto con ellos los signos de los tiempos (28). Por lo de-más, esta misma actitud forma parte de la vocación del presbitero: " ... ala luz de la fe, nutrida por la lección divina, pueden inquirir cuidadosa-mente los signos de la voluntad de Dios y las mociones de la gracia en losvarios acontecimientos de la vida ... " (Presbyterorum ordinis, 18 & 2).

En verdad, en esta búsqueda, tanto de laicos como de clérigos, secumple el deber de la Iglesia de "escrutar a fondo los signos de los tiempose interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose acada generación, pueda responder a los perennes interrogantes de la hu-manidad" (Gaudium et Spes, 4 & 1). La fe nos indica que el Espiritu deDios llena el universo y conduce el itinerario del Pueblo de Dios: los acon-tecimientos, exigencias y deseos que los cristianos comparten con los de-más hombres, se hacen lenguaje elocuente a los ojos del que cree: "Lafe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la en-tera vocación del hombre" (Gaudium et Spes, 11).

En una época en que la promoción de la mujer constituye un efectivosigno (Ene. Pacem in terris) y suscita actuaciones de diversa indole,también en el seno de la Iglesia no es superfluo añadir que todo cuantoel Vaticano II señala como vocación del fiel cristiano, y especificamentedel laico secular, ha de aplicarse tanto a varones como a mujeres, puestodos son uno en Cristo Jesús (cf. Gal. 3,28; Lumen gentium, 32 & 2) (29).

Esta doctrina que hoy nos parece tan evidente y perentoria se fuegestando trabajosamente en los últimos tiempos. Entre sus inspiradoresremotos hay que mencionar a San Francisco de Sales, con su "Iniciacióna la vida devota", a quien se refiere la enciclica Rerum omnium, de PioXI (26 de enero de 1923), mencionada en la nota 4 del capitulo V de Lumengentium. Un incentivo poderoso a la espiritualidad de los laicos imprimióel movimiento de la Acción Católica, a partir de la confrontación que de-

(27) En la citada alocución al Pontificio Consejo de los Laicos, Juan Pablo JI ha reiteradola importancia del magisterio del Vaticano II, para afianzar este elemento de santi-ficación:"Es importante nutrirnos con las enseñanzas del Concilio, para poder descubrir lapresencia de Cristo en el corazón de todos los hombres, en las expectativas de SllS

culturas, en lo más profundo de las necesidades v de las esperanzas de los pueblos"(l.c., nota 24, col. 2). .

(28) Cf. Presbyterorum ordinis, 9 & 2; Lumen gentium, 37. El Código de Derecho Ca-nónico ve en esta actitud de los pastores un verdadero derecho de los fieles: d. c.212 & l.

(29) En la búsqueda de adecuados cauces de inserción y de apostolado para la mujeren la vida de la Iglesia, son sugerentes las palabras de Paulo VI: "La evangeliza-dora sabe que para la mujer, como para todo ser humano, la santidad constituye lapromoción más fecunda" S.C. para la Evangelización de los Pueblos (Comisión Pas-toral). Documento: "La función evangelizadora. El papel de la mujer en la evan-gelización" (l9--noviembre-1975: Enchiridion Vaticanum, 5, nQ 1574).

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bían asumír cotídíanamente SUS militantes, entre el espíritu del Evangelioy las situaciones de la vida ordinaria.

Es grato recordar asimismo -entre las diversas iniciativas suscitadaspor la Providencia- la figura de monseñor Josemaría Escrívá de Balaguer,quien, al hacer del trabajo profesional una "Obra de Dios" para miles delaicos, ha contribuido poderosamente a preparar tiempos nuevos para laIglesia (30).

En el período postconciliar esta conciencia se ha explicitado en múl-tiples formas de doctrina y de práctica, especialmente en movimientos yasociaciones que surgen en todas partes. Ellos han de ser "verdaderasescuelas de sensibilización y educación en el sacerdocio común de los fie-les, fundado en la vocación bautismal y en la realización de la misma.Así, los laicos, conscientes de su propia responsabilidad, serán más nu-merosos para llegar a su plena madurez cristiana y eclesial" (31). "Entreestas asociaciones, señala el Concilio, hay que considerar en primer lugarlas que favorecen y alientan la unidad más íntima entre la vida práctica yla fe de sus miembros" (Apostolicam actuositatem, 19 & 1).

Aquí se compendia también la insustituible misión de los pastores dela Iglesia. El sacerdote es el educador en la fe y ha de procurar por símismo o por otros que cada uno de los fieles sea llevado en el EspírituSanto, a cultivar su propia vocación de conformidad con el Evangelio, auna caridad sincera y activa y a la libertad con que Cristo nos liberó. Lasasociaciones, la vida litúrgica y toda la estructura eclesiástica han deordenarse a este proceso hacia la madurez cristiana de los fieles, muchosde los cuales son atraidos hacia un más alto grado de vida espiritual(cf. Presbyterorum ordinis, 6 y 9) (32).

(30) "Buscar a Dios en el trabajo de cada día", era el título de una simpática y profundareflexión acerca de la espiritualidad de Monseñor Escrivá de Balaguer, publicada porel cardenal Albino Luciani, un mes antes de ser elegido Papa Juan Pablo I (JIGazzetino, Venezia, 25 luglio 1978).

(31 ) Carta de la Secretaría de Estado de Su Santidad a las 26~ Asamblea General de laConferencia de las Organizaciones Católicas Internacionales: Barcelona, 7-12- no-viembre-1985 (L'Osservatore Romano, edición semanal en castellano, del 2-marzo-1986, p. 9 (117). Allí mismo encontramos esta significativa exhortación: "Estadseguros de que vida espiritual y compromiso social, enraizamiento en la comuniónde la Iglesia y presencia en el mundo, no son realidades opuestas, sino complemen-tarias e indisociables, que hay que vivir en su totalidad, como una doble exigenciade la vida cristiana; sin reducir o excluir una en detrimento de la otra ( ... ). Vuestrasestruchuas, programas, métodos, deben ser como canales que permitan acoger mejory promover vigorosas corrientes de santidad. Vuestras asociaciones deben ayudar acada uno de sus miembros a vivir de modo radical en cristiano ( ... ). Los tiemposfuertes de renovación de la Iglesia Católica y de contribución de los cristianos a lacultura de los pueblos ¿no han sido aquellos que han visto surgir grandes corrientesy auténticos testimonios de santidad?".

(32) Entre los múltiples llamados del Papa Juan Pablo n, su mención a las estructurasparroquiales les confiere nueva proyección: "La Parroquia es una comunidad cuyafinalidad principal es hacer de esa comím llamada a la santidad, que nos llega deJesucristo, el camino de cada uno y de todos, el camino de toda nuestra vida y, a lavez, de cada día" (A la parroquia San José "al Trionfale": Roma, 18 de enero de1981 (L'Osservatore Romano, edición semanal en castellano, del 25-enero-1981,pp. 2. Y 12 (38 Y 48).

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LLAMADA UNIVERSAL A LA SANTIDAD 323

VI. LOS CONCEPTOS EVANGELICOS

El N942, con el que termina el capitulo V de Lumen gentium, se abocaa los diversos medios de santificación: la Palabra de Dios, los sacramentosy la Liturgia en general, la oración, la abnegación de si mismo, el serviciode los hermanos y el ejercicio de las demás virtudes. "La caridad (... )rige todos los medios de santificación, los informa y los conduce a su fin.De ahi que la caridad para con Dios y para con el prójimo sea el signodistintivo del verdadero discipulo de Cristo".

Entre dichos medios se sitúan los consejos evangélicos cuyo origen,considerados en si mismos, proviene de Jesús, el Señor "non praecipiente,sed consulente" (Suárez). Su profesión de manera institucionalizada escamino solamente para los que son llamados a ella, si bien las virtudesque fluyen de tales consejos son patrimonio de todos los fieles, y de allise derivan aplicaciones universales para el uso de los asuntos y de losbienes temporales, con sobriedad, libertad y desprendimiento de corazón,con respeto por la naturaleza y fin de cada criatura.

El tema de la vida consagrada ocupó largamente la preparación deestos textos y originó finalmente el capitulo VI de Lumen gentium.

Se ha evitado la terminologia de los "estados de perfección" (acqui-renda e = los religiosos; acquisitae = el episcopado), en boga en los tra-tadistas anteriores al Vaticano II; se buscó, pues, no inducir al compren-sible error de situar en una perfección o santidad "de segundo orden" aquienes no forman parte de dichos "estados" (33).

Al aprobar las diversas formas institucionalizadas de profesión de losconsejos evangélicos, la Iglesia reconoce en ellos la autenticidad de uncarisma del Espiritu Santo; por eso, ella protege y favorece la indolepropia de los diversos institutos. Su testimonio de renuncia al dinamismode los asuntos seculares manifiesta a la faz de todos la dimensión esca-tológica del Reino, "que no es de este mundo" (Jn. 18,36), tanto más ne-cesaria cuanto es urgente la inserción de los laicos seculares en el dina-mismo de las realidades terrenas, a modo de fermento evangélico.

Los consejos evangélicos, asumidos establemente con un vinculo ju-ridico y en una forma aprobada por la Iglesia, tienden a plenificar laconsagración obrada ya por el bautismo y a asemejar al fiel cristiano quese adentra por este camino a la ofrenda sacrificial de Cristo al Padre, porla salvación de todos los hombres. "Tal estado, aun cuando no pertenecea la estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, de maneraindiscutible, a su vida y santidad" (Lumen gentium, 44 & 4).

VII. CONCLUSION

En esta vocación de cada uno y de la Iglesia entera hacia la santidad,aparece la dimensión más exacta del misterio de la salvación en su es-

(33) Más allá de su tenor doctrinal, el texto de la Constitución en este punto y suexplanación ulterior en el decreto Perfectae caritatis se resienten de cierta im-precisión estructural y terminología, que sólo vendría a clarificarse con la promul-gación del nuevo Código de Derecho Canónico.

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tadio terreno y la más alta meta a la que puede aspirar el corazón delhombre:

"No es intolerable, anacromco ni imposible el destino que la vidacristiana abre ante nuestros ojos: el de la perfección. Siempre anhe-lada, jamás satisfecha de sí misma aquí en la tierra; preocupadasiempre de corregirse y, por 10mismo, siempre humilde, sostenida porla oración y la esperanza, siempre pronta a corresponder al llamadoy a la ayuda de la gracia, siempre dichosa desde ahora en mediode las dolorosas circunstancias de nuestra presente condición.

y la Iglesia con su doctrina -que es la de Cristo; con sus sa-cramentos- que son los del Espíritu, que es Santo y Santificador;con su autoridad pastoral -que es la de la unidad y de la caridad-nos asiste y guía, y en cada paso de nuestro cansado caminar nosseñala el verdadero rumbo, el de Cristo, Camino, Verdad y Vida"(Paulo VI) (34).

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DoRIGA,Enrique, "Semblanza de Jesucristo", Barcelona, 1986, 73 pp.

WESS,Panl, "¿Cómo se llega a la fe?", Barcelona, 1986, 213 pp.

HAEFFNER,Gerd, "Antropología filosófica", Barcelona, 1986, 216 pp.

(34) Audiencia general del 14 de julio de 1971 (La Documentation Catholique, año1971, p. 704).