el viejo almacén del maestro rahoz

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El viejo almacén del maestro Rahoz Hugo Colmenares Ilustraciones de Eddy Díaz El viejo almacén del maestro Rahoz Hugo Colmenares Ilustraciones de Eddy Díaz

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Cuentos para niños. Autor: Hugo Colmenares. Ilustrador:Eddy Díaz

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El viejo almacén

del maestro Rahoz

Hugo Colmenares

Ilustraciones de Eddy Díaz

El viejo almacén

del maestro Rahoz

Hugo Colmenares

Ilustraciones de Eddy Díaz

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Eddy Díaz (Maracaibo, Zulia, 19

66).

Realizó estudios superiores de

Arte y Dibujos Animados

en la Unión Soviética. Cuenta c

on 18 años de experiencia

como diseñador gráfico. Actua

lmente trabaja por su cuenta

como director de arte, hace do

blaje de voces

y se desempeña como ilustrad

or de libros infantiles.

Eddy recibió un galardón en el

Primer Concurso

de Productores Nacionales Ind

ependientes 2005,

organizado por el Ministerio d

e Comunicación

e Información.

Hugo Colmenares (La Grita, Tá

chira, 1952).

Periodista egresado de la Univ

ersidad Central de Venezuela,

UCV. Recibió Mención Especia

l del Premio Henrique Otero

Vizcarrondo, como Periodista M

ás Destacado, diario

El Nacional, 1992. Mención de

Honor en el Premio de

Narrativa Infantil y Juvenil Enk

a de Colombia, 1998, con la

novela “Cayena, la vaca que es

tornudaba”. Galardón

reservado a escritores de los p

aíses andinos y bolivarianos.

Premio Municipal de Literatura

, La Grita, 1998.

Mención en la Primera Bienal

de Literatura Infantil y Juveni

l,

Fundación Gumersindo Torres,

COFAE, Contraloría General

de la República, con el libro de

cuentos “El burro Tandurk

viaja a Marte en bicicleta”. Me

nción en el Premio

Internacional de Narrativa Bre

ve, concedido por el programa

Librería Mediática, Radio Naci

onal de Venezuela, RNV, 2005

.

Escritor invitado de la revista

La Cadena Tricolor,

donde también ha publicado d

os libros para niños.

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PRIMERA DIMENSIÓN

MONTE ÁVILA EDITORES

LATINOAMERICANA

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El viejo almacéndel maestro Rahoz

Hugo Colmenares

Ilustraciones: Eddy Díaz

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1ª edición, 2006© Monte Ávila Editores Latinoamericana, C.A.Apartado Postal 70712, Caracas, VenezuelaTelefax: (58-212) [email protected]

Diseño de la colecciónPedro MancillaDiseño de portadaEddy Díaz

Hecho el Depósito de LeyDepósito Legal Nro. If50020068003010ISBN 980-01-1409-2

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El barcoy las mariposasembrujadas Esa tarde de marzo,

con el sol reverberanteen los tejados,no indicaba de modoalguno que fueraa llover. El capitán demarinería, TobíasReyes, pidió tiempopara ir a dormiren la habitación delsegundo piso, dondehay un ventiladoracuñado con maderossobresalientes de lamampostería, queairea con ruidosinacabables, perodeja descansar conmás calma que en elsopor en salas dela planta baja.

En esa habitacióndel antiguo hotel LosGeranios, según dicenalgunos vecinos, seescuchan voces deseres indudablementeextraños, y luegode cada episodiode fantasmas,queda en el ambienteun aliento de animalabandonado.

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Tobías Reyesno estaba al tantode esas leyendas.Así que subió y setumbó sobre la camadesarreglada por él.Media hora después,en el cuarto seescucharon ruidos,las luces de la callese apagaron y todoquedó sumidoen tensión.

–Toc, toc...

–Adelante, puedepasar–manifestó conacento fatigoso elcapitán Tobías Reyes,quien no se reponíade una extrañapesadilla.

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–¿Qué le sucede, capitán?–preguntó el viejo maestro Daniel Rahoz,quien venía a anunciarle que a las veinte horas zarparían del muellede Puerto Cabello.

–He sentido algo extraño, una opresión o alucinación, algo que no séexplicar, como si estuviera siendo ahogado a las puertas de un hornode fundición de hierro. Debe ser que estaba mal acostadoy no respiraba bien.

Daniel Rahoz encendió unas cerillas para ver el rostro de Tobías Reyesy le dijo, conmovido por su expresión, que aplazarían el viajey, por el momento, solicitaría para él, un médico.

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Jairo, el guía de la excursión,fue a la iglesia. Allí se encontrabael médico Markus Worban,quien al poco tiempo se apersonópara atender al capitán.

Esa noche de verano tropical,el cielo reventó en truenos,relámpagos y lluvia feroz.Las ramas de los árboles sedoblaron, los techos de lascasas quedaron borradosy las pequeñas embarcacionesfueron sacadas del mar.

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Al día siguiente elviejo Daniel Rahozsubió a lahabitación delcapitán Reyes.Juntos se asomarona la ventana y sesintieron seguroscon el día radiante.Al instante seaparecieron Jairoy Markus Worban,el mismo médicoque en la nocheanterior tuvo seriasdificultades pararegresar a la casapor la tormentaque azotótodo el litoral.

–A las diezpodemos partir,la mar está serena–manifestó Jairo.

–Quiero unirmea la excursión–manifestó elmédico MarkusWorban, quien semostraba interesadoy estaba dispuesto,incluso a financiartodos los gastos.

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Tobías Reyes y Daniel Rahozse mostraron complacidos,fueron a cancelar los gastosdel hotel y pidieron comidade reserva para el viajeque duraría tres días.

A la hora acordada, los cuatrohombres estaban en aguasy se distanciabande Puerto Cabello a islaBuenaventura del Sol, endonde, según dicen expertos,están las mariposas máshermosas en formas de alasy colores, que además dejanal vuelo una escarchaperfumada.

De pronto la marse hace hostil y la marejadacomienza a enfurecer,como si de esas aguasemergieran monstruosque hubiesen estadodormidos durante años.El viento se sentíacomo si quisiera castigara quién sabe qué intruso,en esos paisajesque hacía unos minutos,permanecían armónicosy despejados.

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–Anoche soñé esta situación depánico y vi cuando unos pájarosvenían a robarnos los alimentos–manifestó con asombroel capitán Tobías Reyes.

–Esta nave se hundirá, pónganserápidamente los salvavidas–agregó impaciente el veteranodel viaje, Jairo, quien aseguróque en treinta años que llevabahaciendo viajes marítimos, era laprimera vez que se lepresentaban momentos comoel de este momento aciago.

Temor por un naufragio

Las aguas parecían tomar aire,se hundían como si allídesapareciera una ballena gris.Luego el oleaje se batía contrala nave. Los bultos de comida,pertenencias, y el recipientede combustible, flotaban a ladistancia con el riesgo, de serlanzados contra nuestros cuerpos.

–Parece que vamos a naufragar...–dijo en dos oportunidadesel maestro Daniel Rahoz.

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Jairo pidió que nos aferráramos a los tablones que nos servíande asientos y permaneciéramos abrazados, para evitar hundirnosen esas aguas enfurecidas.

–Estamos a orilla de playa de isla Buenaventura del Sol–dijo en tono glorioso Jairo, y nos pidió mantener la calma,sin descuidarnos el uno al otro.

Pensamos que la navegación fue de unas cinco horas y nos habíaalcanzado la noche. Pero, en verdad, el trecho que se haceen una hora y media, se hizo en más de dos horas tensas,por no decir revueltas.

El capitán Tobías Reyes le preguntó al baquiano Jairosi nos manteníamos en la pequeña embarcación.

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–Esperemos unos minutos,ya habrá buen tiempoy buscaremos un lugar seguropara pasar la noche sin temores–manifestó confiado Jairo,mientras procuraba estar al ladodel anciano Daniel Rahoz.

Minutos más tarde, Jairoentendió, como buen veterano,que estábamos lejos deBuenaventura del Sol,mar adentro. Pudo volvera encender el motor fuera deborda y se dispuso a orientarse

ante ese cielo que casi nos tragabaen esta travesía borrascosa.

Tobías Reyes y Jairo conversabande manera franca, porque la ideade ahora era ponernos de regresoa tierra firme, orientarnoshacia Puerto Cabello.

Jairo reorientó la nave e hizo variosrecorridos circulares, y él mismoestiró sus brazos para rescatarlos bultos de comida, objetosde observación y el recipientede combustible.

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–Nos vamos hacia el sur,de regreso... Esas aves vana Puerto Cabello...nos guiamos por ellas.

Quince minutos más tarde vimosunas piedras blancas gigantes.

Fue el médico Markus Worbanquien las avistó. Por primera vezen el viaje hablaba, ya quesiempre estuvo nerviosoy arrepentido de haberse hechoa la mar con nosotros.

–Perfecto, ahora giramosal sureste, no hay dudas deque estamos ante la islaBuenaventura del Sol–dijo convencido Jairo, quien bajóla velocidad y nos miró a todos,como para volvernos a la calma.

–¿Cuál es el propósitode este viaje?–preguntó Markus Worban.

El maestro Daniel Rahozahora sonriente, respondiócomplacido al compañerode navegación y le dijoque se trataba de ir a conocerlas mariposas embrujadasy llegar hasta el encallado barcoTorres Cielo, donde aún ha sidoimposible tomarlo por asaltoy filmar sus ruinas interiorescubiertas por sal y olvidos.

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Tobías Reyes recordóque la noche anteriorhabía vivido en sueños,cual pesadilla, estaexperiencia de marenfurecida, donde vioen terroríficasy asombrosas imágenesoníricas, mariposasembrujadas,con sus aleteos queagitaban las aguas,para evitar la llegadade ellos como curiososy profanadores de susterritorios encantados.Sentía en el sueño,que la mar se los tragaba,que la nave se iba a pique,perdida en lasprofundidades.

–Soñé que el barcoTorres Cielo, una vezque nosotros hubimosvisitado sus ruinas,se hundía, y suscompartimientos dehierros oxidados emitíanruidos y quejidos.Fue cuando despertéasustado, porque penséque iría a una fosa alfondo del mar, a un lugarde donde era imposibleemerger, porque lasmariposas al vuelo hacíanoscuro el ambientee inspiraban temor .

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Daniel Rahoz fueel primero en hacersea tierra, luego bajó elmédico Markus Worban.Jairo y el capitán TobíasReyes, decidieroncontinuar por la orillade playa hacia el Este.Regresaron a los pocosminutos y reconfirmaronque el lugar para acamparmás seguro, eradonde estaban.

Registrado en lacapitanía de puerto

En la distancia la marestaba bañada por rayosenrojecidos a fuego vivo.Lejano atardecer en lamagia de un crepúsculo.Un buque viene desdePuerto Cabello y pasarárelativamente cerca denosotros. Al anochecer,no prenderemos unafogata. Desde este ladode Buenaventura del Sol,podremos observar lasestrellas.

Lagartijas gigantesse asomanentre las piedras.

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Daniel Rahoz se quedóprofundamente dormidosobre el equipajey despertó muchasveces, sobresaltadoy con miedo. Nuestropequeño barco se mecíasuavemente, sus amigosconversaban sobretemas de naufragiosy rescates marinos.

La verdad de toda estahistoria la apuntó elmaestro Rahoz en suCuaderno de NavegaciónNocturna, 2004,que publicóel Centro de EstudiosNáuticos de PuertoCabello y que dirigió,durante más de veinteaños, el almiranteGiovanni Messutti.

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Del Capitán TobíasReyes, tan iguala muchos viajerosy exploradores,se hicieronfotografías, con élo de él. Lo curiosoes que en todas esasimágenes, su rostroy su cuerpo,en especial sus ojos,aparecen borrosos.Las fotografías,intervenidas, obañadas por unaextraña luz que opacasu rostro, y oculta,de manera misteriosa,su figura.

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Tobías Reyes está debidamenteregistrado en la capitanía depuerto desde hace muchos años.Pero verdaderamente y, porestos casos misteriosos, nadiesabe dónde localizarlo. Sólo dannoticias de él exploradoresocasionales, como el caso delviejo Daniel Rahoz, quien estabainteresado en conocer el vuelode las mariposas embrujadasen isla Buenaventura del Sol.

Markus Worban se encaminóal viaje, para al fin poder verde cerca al capitán Tobías Reyes,quien era definitivamente, unaleyenda oculta. Se dice que eraun ser que en algún momentoapareció, entre algunosmisterios difíciles de explicar,a la luz de historias deaparecidos, de seres que vienendel más allá.

Jairo, el ayudante, ya en tierra,al regreso, se perdiódentro del hotel Los Geranios.Al decir de muchos vecinos estejoven había vivido allí hacíamuchos años. Un día se alistóen la Fuerza Naval Militar, yluego de ocupar el grado demaestre mayor, despareció enalta mar, en una tormentamemorable, del año 1968,y se le recordaba aquí porqueera un hombre que más bienestaba ganado, como artista,para el canto lírico.

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Daniel Rahoz y MarkusWorban luego no seexplicaban qué viaje habíanrealizado, qué habíasucedido y por qué el capitánTobías Reyes tenía unamanera extraña, enigmática,difícil de explicar anteellos mismos.

De isla Buenaventura del Sol,sólo recuerda Daniel Rahozque las mariposasembrujadas no permitíanel paso de ninguna personahacia el lado norte de la isla.

–Insistimos en pasar, peroese enjambre de millones demariposas, como cuando hayinvasión de langostas encultivos del África, no nospermitían avanzar.

Markus Worban, por su parte,dice que un año más tarderegresó con otras personasa Buenaventura del Sol,y al amanecer, al otro ladode la isla, había barcos deextrañas figuras que sepodrían calificar defantásticas, y las mariposaspermitieron el paso sólo deél, pero no se atrevió a llegarmás cerca, porque tuvomiedo de no poder regresardel barco Torres Cielo.

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Sentía allí el sopor deagua caliente y azufre,como si en algúnlugar cercanoestuviera por estallarun volcán. Los barcosfantasmas eranalumbrados desdeadentro, como si allíhubiese un festivalde la marina, porquetodo era fulgor, perono se veían personasa lo lejos.

Esa segunda versión,también está en ellibro citado, queescribió precisamenteel mismo maestroRahoz.

La señoraCosbi Zinher

Una tarde, la esposadel médico MarkusWorban, vino a visitaral astrónomo einvestigador DanielRahoz. La señoraCosbi Zinher trajovarios papeles quereafirmaron conprecisión que lasmariposasembrujadas proveníande un barcosiniestrado en losarenales del norte de

Buenaventura del Soly que el capitánfallecido en esa naveera, precisamente, elmismo capitán TobíasReyes, quien aparecíacada cierto tiempoen hoteles y plazasde Puerto Cabelloy acompañaba sóloa hombres ganadospor la curiosidaddel conocimiento,ante el navíoTorres Cielo.

El barco Torres Cielo,según la memoriadel médico MarkusWorban, y como ahoralo revela, con rigurosaprecisión yabundancia deantecedentes hastaahora no revelados, laseñora Cosbi Zinher,allí en esa navedetenida, hayun cargamento demonedas de oro,vinos y piezas decerámica china, peroademás, misteriosque pueden serconocidos, como losantecedentes de suúltimo viaje, loscódigos secretos dela tripulación y losmapas apuntados con

números romanos,que indican el lugardonde hay otrosbarcos sumergidosen esta región,y los porqué del juegodefensivo de lasmariposas. Lasmonedas de orotienen dibujadas ensus caras diosas de lafortuna. Monedas quecircularon, tal vez,en la antigua China.«El barco estáembrujado. Nadie hapodido llegar a suproa y, tal vez, quienlo haga, morirá de unamanera fulminante,como si se cumplierauna sentencia dequién sabe quéocultación marina,donde sólo se esperatener las clavespara llegar a lasprofundidadesy revelar lo que allíse encuentra», segúnnarra Cosbi Zinher.

Daniel Rahozprometió hacerpublicar la historia,cuyos derechoscorrespondena la antropólogaCosbi Zinher.

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Ocho días más tarde del encuentro, la señora Zinher manifiestamediante una carta de su puño y letra, que ha sido objeto depersecuciones, que durante la noche ha vivido situaciones extrañas,que su vivienda, principalmente su biblioteca, ha sidoimpregnada de malos olores, como de animales muertos, y que losespejos de su habitación han sido rotos, pese a que se puedecomprobar que allí no ha entrado nadie.

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No debes tener miedo

Daniel Rahoz, ante esta noticia, visitó a la viuda de Markus Worban,y ya a las veinte horas, en esa casa a orilla de mar, le dijo a la señoraCosbi Zinher que desistiera de publicar su libro y, de esta manera,el espíritu de Tobías Reyes la dejaría en paz.

–Señor Rahoz, ¿cuál es la razón por la que el espíritu del capitán Reyesestá enfurecido conmigo?

El viejo terminó con el agua de la jarra, picó dos trozos de vegetalesy queso de cabra, se limpió la barba con un paño de sobremesa, mirócon insistente profundidad en el espejo que estaba sobre la mesa y dijoa su amiga que allí, en el cristal, junto a las flores y la fotografía delmédico Worban aparecía muy sonriente el capitán Tobías Reyes.

–No debemos tener miedo...–dijo Daniel Rahoz.

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–Veo el rostro del capitán Reyes. Es exacto a la descripción que hacemi esposo en su escrito–respondió la dama. El maestro Daniel Rahozle dijo al capitán Tobías Reyes, mirando al espejo, que el libro donde secuenta sobre las riquezas de su barco, no sería publicado y por lo tanto,él podría ser el dueño eterno de esos objetos que se tragará la sal deltiempo en su propia soledad marina.

Daniel Rahoz regresó a su casa.

La señora Cosbi Zinher llamó al editor y le dijo que temía por su vida,que había decidido, mediante consulta a amistades cercanas,suspender la publicación donde se cuenta la historia del barcosiniestrado, Torres Cielo.

Tres años más tarde, Daniel Rahoz y Cosbi Zinher decidieronir a visitar Buenaventura del Sol, pese a todos los temores.El viaje resultó maravilloso y, en efecto, llegaron hasta el barcoy pudieron entrar a la sala del capitán donde estaba inscritoel nombre de Tobías Reyes.

Al caer la noche la pareja volvió a tierra. Las mariposas danzaban,como si se dejaran llevar por una música, la cual imagino como el Adagio de Tomaso Albinoni.

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A las diez de la nochela pequeña embarcaciónfue puesta de regresoa Puerto Cabello.Mucha gente esperabaen el fondeadero,porque estabanconvencidos de quelos fantasmas del barcoTorres Cielo no nos ibana dejar con vida.

Ahora sí es posiblepublicar el libro deWorban Markus, con unprólogo de Cosbi Zinhery Daniel Rahoz.En el primer escritose contará de dóndeel médico Markus logróla información sobreel barco siniestrado enBuenaventura del Sol.Y en el escrito delmaestro Rahoz,se narrará sobre loshechos mágicos y defantasmas, que rodearonlos dos viajes realizadosa la isla de las mariposasembrujadas.

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El telescopio mágicode Daniel Rahoz

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El sábado celebramos elcumpleaños ochenta y cincodel maestro Daniel Rahoz,quien, luego de compartircon nosotros una torta conrodajas de melocotones,fresas y natilla de búfala,nos contó algunas historiasde cuando él se iba alpáramo El Batallón, con suspoderosos telescopios, adescubrir estrellas y apuntar,en un libro que escribía,sobre misterios lunares,paso de cometas y lluviade extraños objetos en elfirmamento.

El maestro Daniel Rahozvestía siempre con distinciónlondinense: traje negro,sombrero del mismo color,chaleco y corbatín. Separecía a esos personajesmisteriosos de novelasde Julio Verne, como«el elegante y enigmáticoFhileas Fogg...»

La noche del aniversario delastrónomo el cielo estabaabierto. La luna aparecíaentre la hilera de altos pinoscanadienses. El río Surure,manso. Búhos y murciélagoshacían redondillas en susvuelos y regresaban a losárboles de hojas cantarinas.

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–Ayúdenme a subir a la terrazadel planetario. Vamos, ¡confuerza, muchachos! ¡Ya llegué!Acomódense en redondel y unoa uno podrán ir viendo por eltelescopio... Sobre nuestro cenitestá la Constelación de Orión,la más conocida.

No éramos capaces de movernosni de hablar, para no distraer almaestro Rahoz.

Entre tantos niños y adultos elmaestro Daniel Rahoz ordenótraer el gran espejo de suhabitación, y los espejos queestaban en la sala, para retroproyectar la visión deltelescopio en los cristalesy así ver mejor esos lugaresde Marte.

Parecía que estábamos en algúnlugar desconocido y maravilloso.

–Vamos a acercar laimagen del indescifrabley caprichosoplaneta Marte...

–manifestó el anciano maestroDaniel Rahoz, mientras colocabamás lentillas a su poderosoy llamativo larga vista.

–Maestro, ¿es verdad que Martees la cárcel de los espíritusmalignos?–preguntó la niña MaríaAlejandra.

-Nosotros hablamosde astronomía, de hechosverificables–respondióel maestro.

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El anciano sacó una vara mágica, su viejo sombrero de mago y dijoque nos iba a ilusionar con su mirada. Nos pidió que fijáramos nuestraatención en los espejos y aprendiéramos la ubicación de las estrellasy a descifrar el dibujo mitológico de las constelaciones. Luego nosacercamos a los muy antiguos mares de Marte, y empezamos a verel fondo de esos mares, donde había sirenas entretenidas en sus oficiosde hacer collares y una luz verde tornasolada brillaba en la orillade los objetos.

Daniel Rahoz sonreía con el encanto de un abuelo cariñoso, y nos dijo,que realmente estábamos ante lo ignorado de Marte, como laprofundidad de esas aguas. Una hermosa sirena descubría, para nuestroasombro, baúles con estrellas incandescentes. Las ballenas dormíana esa hora. Los viejos dinosaurios arrastraban carrozas formadas porparedes de sal y corales... Tres niños llevaban escarcha a los caballosazules. Un marinero escribía cartas de amor y podíamos leer su letra.

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Hemos recorrido en barcos,hechos con cristales deroca, los ríos naranjados,paseado por puertosdonde la mayoría de loshabitantes son ancianosfelices, entretenidos en elsueño de fantasías, bailes,parques de atraccionesy tiburones que realizanpiruetas a la orillade las aguas.

–Son las cinco de lamañana y vendrá la luz delsol. La magia debe ir adormir–nos dijo el abueloDaniel Rahoz.

Despertamos del sueñomaravilloso. Del espejosalieron ancianoscon rostros luminosos.Nos preguntaron si éramossus nietos o amigos.Daniel Rahoz le pidió a losancianos recién venidosde Marte, que se quedaranalgunos días en casa y noscontaran historias demiedo y realidadesdel planeta rojo.

Sólo el telescopio mágicodel anciano Rahozmuestra los sueños,nos dijimos asombradosy agradecidos.–Ahora, a dormir.

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El viejo almacénde los libros mágicos

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La verdad es que ese día el patriarcalDaniel Rahoz no se sintió muy bienconmigo cuando me vio metido en elcasi olvidado depósito dondeguardaba los libros mágicos, y dondenadie podía andar, salvo su muyvigilado consentimiento, para noahuyentar a algunos fantasmas queallí viven entre muebles antiguos,libros extraños y unas lámparas

que se alimentan con aceitede maíz tostado.

–Niño Esteban, ¿quién loautorizó a pasar al depósito?–me preguntó el dueño del viejoalmacén de libros mágicos, quienpuso cara de ofendido y de querermecorrer de allí para siempre.

No me molesté por ese gesto dehombre de mal carácter y lerespondí de muy buena manera,con las siguientes palabras:

–Don Daniel Rahoz, es que via un abuelito muy, pero muypequeñito, que caminaba conesfuerzo, y me hizo señas paraque fuera a ayudarlo, porqueel Diccionario de los SímbolosSecretos Medievales era muypesado para él.

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Daniel Rahoz, el dueño de lalibrería Cuadratura de Júpiter, medio su mano y me dijo que, deahora en adelante, él sería mimaestro, y me entregó las llavesde la trastienda. Esperó unosdiez minutos, atendió a variosclientes que compraban librossobre poetas místicos deldesierto y cerró el negocio,exactamente a las seis de latarde. Luego me dijo que vinieraa conocer al gnomo DulcidioArola, quien tenía en orden todoslos libros mágicos secretos, que

deben leer los niños, pero queaún permanecen guardados,porque no ha llegado el primerchiquillo curioso a buscarconocimientos maravillosos,referidos a la edad de oro de lahumanidad.

Dulcidio Arola estaba entretenidocon dos elefantes miniaturasque saltaban en sus manos.

–Bienvenido–me dijo DulcidioArola, quien no era más alto queel cuerpo de una naranja china.

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No supe qué responderle,mientras Daniel Rahoz ahorase vestía como un guerreroque custodia castillos celtas y sedisponía con una lámpara aentrar al mundo del libroLos Secretos del Quadrivium,donde están los más elementalesy complejos conocimientos dearitmética, astronomía,geometría y música.

Ya Dulcidio Arola estaba dentrode las páginas, como en unsueño entre jardines. Cada libro,me decía Daniel Rahoz, tiene sumundo interior, maravilloso ysecreto, por eso algunos deestos tesoros, los guardo y sólo

están a disposición de los másinteligentes y curiosos.

–Esteban–me alertaron casi a lamisma voz Dulcidio y DanielRahoz–abre esa página, para quedescubras el verdadero almacénde los libros mágicos.

Un viento suave, una luz celestialazulina y música de campanillasentre lirios, me mostraron eselugar que jamás imaginé. DanielRahoz me tomó de la mano,pasamos sobre un puente,tocamos con delicadeza en unapuerta de una fortaleza, y nosrecibieron una mujer y unanciano, quienes nos dieron labienvenida.

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Ahora el universo de los conocimientos era nuestro, y vimos el desfilede las abejas ante las pirámides; el origen del agua en las selvas;Alejandro Magno dando de comer a los caballos blancos; estuvimosfrente al Árbol de la Ciencia que regaba Adán; pasamos por los huertosde los dioses; subimos para hacer mediciones, con nuestro ingenio,de las cuadraturas en Júpiter y luego pilotamos naves espaciales quefabricaron los egipcios hace millones de años.

Allí pasé varios años, no supe cuántos siglos o milenios, entrela sabiduría y el asombro por lo que descubría entre páginase historias

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Dulcidio Arola ahorase disponía, con elcompositor JuanSebastián Bach,a amasar la harinapara el pan. DanielRahoz y yo íbamosa escudriñar losmuros, para descubrirsellos o clavesocultas que dejaranlos bibliotecarios delolvidado reino de lasmusas Uterpe, de lamúsica; y Urantia,de la astronomía.

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Vuelo de pájarosal atardecer

En la pequeña embarcación, tambaleante por la fuerza de aguas suciasy profundas, iniciamos un recorrido río Abejales arriba, boca este,hasta llegar a los pies de las cascadas del Osorio, río caudaloso,a través del cual llegamos a un lago, por el momento sereno, pero deaguas traicioneras, misteriosas y llenas de leyendas. A ese lugar llegan,todas las tardes, pájaros de plumaje azul tornasolado.

Disponíamos de linternas, cuadernos de apuntes, leños secos para unafogata y dos cámaras fotográficas. Al pie de las rocas, había un manto dearena seca, endurecida y, extrañamente, de color verde oscuro, productode quién sabe qué combinación de minerales y esencias vegetales.

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El viejo Daniel Rahoz estaba depocas palabras y esperabaimpaciente que el sol bajara porAlto de los Duques, el viejopuerto por donde los barcosllevan ovejas y productosagrícolas hacia Nueva Sevilla ySanta Epifanía, en el último marde los pueblos hondos, al nortede las salinas.

–Maestro Rahoz, ¿es la primeravez que viene a este lugar?–pregunté para romper elmutismo del anciano.

–He venido unas treinta veces,para hacer anotaciones sobre elvuelo de pájaros al atardecer.Pero ésta es la primera vez quese siente una atmósfera extraña,como si los espíritus del lugar semolestaran por nuestra visita.

Saqué dos trozos de pany los coloqué sobre unaservilleta. El vino tinto y lasrodajas de queso, con aceitunasy perejil, quedaron a un lado.

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–¿Se siente mal de salud?–le pregunté al anciano.

–Me percibo muy bien–repuso,dibujó una leve sonrisa que metrajo de nuevo la confianza, yagregó: –Los pájaros de plumajeazul tornasolado parece quevienen de la selva amazónicay es por estos días de abrilcuando comienzan a anidarbajo las piedras, en lasprofundidades, huyendode roedores y gavilanes.

Al caer la tarde los pájarosse asomaron entre las ramas,pero no se posaron comode costumbre sobre el lago,ni a rondar por entre las rocas.Nos preguntamos por qué lospájaros rompían su hábitojubiloso. Ya era la hora de losúltimos destellos solares.

Al día siguiente se volvióa repetir la negativa de lospájaros, por lo que optamos porirnos y acampar debajo de unaspiedras gigantes, dondecolocamos las carpas, desdecuyas ventanillas podíamos verespléndidamente la llegadade miles y miles de pájarosque venían del sur.

Era un espectáculo encantador.

Tomamos dos copas de vino.Las aguas se apaciguaron y la

embarcación se defendía,descuidada.

Pasamos una semana deobservación en días de calorintenso. Las aves se ausentabande sus guaridas y ramas a lascuatro de la madrugada, cuandola luna se reflejaba entre laspiedras en la plenitud de todo suencanto, en la distante montaña,entre aguas que, a esas horas,se convertían en cristalesde hielo.

Nosotros también sobresalíamos,sin hacer ruidos.

Las migajas de alimentos quedejábamos al borde de laembarcación eran devoradaspor los pájaros. Ya, a los días,éramos familiares atentos, y lasaves se dejaban ver. Fueentonces cuando pudimos anotarlas figuras del vuelo al atardecer,y confirmar que los pájaroslíderes tenían sus rituales paracuando las hembras colocabansus huevos en lugares de difícilacceso a personas, ratas y avesde rapiña.

Hubo un grupo de pájarosque volaba haciendo la figuradel ocho, de manerainterminable. De pronto sevenían en picada, hasta tocaraguas con sus picos y alas, paravolver a iniciar el ritual del ocho.

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Otro grupo iba de un cerro al otro en formade arco. Un tercer grupo zigzagueaba hastaperderse en lejanos azules, entre arboledasy la brisa.

–Maestro, ¿ha visto que hay un grupo depájaros que da la vuelta al lagoy descansa?

–Sí, los tengo nuevamenteregistrados y son los que tienenpintas rojas en sus cabezas.Son los pájaros más agresivosy guerreros, y los últimosen salir al amanecer.

Tres días más tarde,nuestra pequeñaembarcaciónamaneció llenade pájaros muertos.Nos dedicamosa estudiar el casoy descubrimos queera el producto dela pésimautilización dequímicos en laagricultura deterrenos altos.

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Al día siguiente, cuando nos disponíamos a hacer una de nuestrasúltimas observaciones al amanecer, descubrimos que nuestraembarcación no estaba, porque el cordel con que era sostenida,los pájaros lo habían cortado con sus picos.

Nuestro regreso fue por caminos de la montaña de Osorio.Pese al intenso verano, a nuestros pasos los árboles aparecíancubiertos de neblina.

Por la observación del vuelo dibujado de los pájaros, debimos volver ríoarriba, para descifrar por qué, de acuerdo a la pinta del plumaje, teníanuna figuración en el revoloteo, planeo y acrobacia de esas voladas, quenos tenían mágicamente intrigados.

La pequeña embarcación se perdió aguas abajo.

El libro Vuelo de pájaros al atardecer, relato sobre la vida de aves ensevera extinción, será concluido dentro de cinco meses.Su primera edición, a cargo de la casaGénesis XXI, adelanta versionesen alemán e inglés.

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En los días en que el maestroDaniel Rahoz me encomendórealizar lecturas de su trabajode investigación,contemplando la posibilidadde hacer correcciones,encontré párrafos que meconmovieron. Allí dice que lamagia de los pájaros no estáen su plumaje exótico, ni enlas pintas, ni en el mimetismode su colorido con las hojasde la selva, sino en lasolemnidad con que planean,agrupados, rumbo a lasmontañas más lejanas,donde es casi imposibletener acceso.

Dice en su obra, que lospájaros cabeza negra sonlos más atrevidos en laacrobacia, porque buscanla mayor altura y luego selanzan en picada, comoaviones Pelícano deexhibición, y, casi al tocarel espejo de la laguna,buscan de nuevo altura,realizando círculosascendentes.

Cerré las páginas delmanuscrito y fui a conversarcon el gran maestro DanielRahoz. No fue posibleinterrumpirlo, porqueconferenciaba con unadelegación francesa deobservadores de pájaros quelo visitaba sin previa agenda.

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En la tarde iremosa un café, luegoal cine.

Mientras transcurreel tiempo me pregunto,si es que los pájaros, alamanecer o al mediodía,tienen otra formade vuelo. No lo sé, esposible sea un vueloprofundo, hacia lejanías,donde habita el poderde los espíritus.

Aún, al paso de los años,cuando miro hacia elhorizonte, y el sol seoculta más allá de laspiedras marinas, mepregunto qué ruta ciertasiguen los pájarosmisteriososdel atardecer.

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Este libro se terminó de imprimiren diciembre de 2006,

en los talleres de Gráficas Lauki,situados en la calle Santa Clara,

Edificio Tulipán, piso 1, Boleíta Norte,Caracas, Venezuela.Son 3.000 ejemplaresimpresos en papel glasé

100 gramos.

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Monte Ávila Editores Latinoamericana

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