el mundo de sophia 38

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Revista de difusión cultural de la Fundación Sophia

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Page 1: El Mundo de Sophia 38

Page 2: El Mundo de Sophia 38

Contenidos EL MUNDO DE SOPHIA

2009

Nº 38

DIRECTOR:Francis J. Vilar

JEFA DE REDACCIÓN:Nati Sánchez

REDACCIÓN:Elvira Rey

Felipe AguirreMarina Oliver

FOTOGRAFÍA:Nacho ValentiaÁlvaro V. CarroDiana Hirsch

HAN COLABORADO:Herminia Gis bert

Antonio MaríVíctor Vilar

Catalina SimonetAmparo GarcíaNacho Valentia

Mónica GutiérrezElvira Rey

Fernanado CelliCristina Gavilán

Una publicación de:Fundación Sophiac/ Jaime Ferrer, 3

Palma de Mallorca (Baleares)www.fundacionsophia.com

Telf. 971 72 15 55

[email protected]ó[email protected]

www.mundosophia.comD.L. PM-2099-98

Los artículos firmados expresan únicay exclusivamente la opinión de su

autor, quien se hace responsable dela veracidad y autoría de los

contenidos expuestos.

Pág. 44 Cartas a un joven idealista Sócrates, Platón y el fenómeno griego(1ª Parte)

Pág. 36 ArqueologíaTiahuanaco¿Cuna de las culturas de América del Sur?

Pág. 12 Música¿Por qué estudio música?

Pág. 4 Poesía ZenHaiku-DôEl arte de captar el instante eterno

Pág. 22 HermenéuticaGrecia y los misterios órficos

Pág. 8 El Método PilatesConexión mente y cuerpo

Pág. 16 LiteraturaEl caballero de la armadura oxidada

Pág. 18 ArteArte y Naturaleza

Pág. 26 Karate Shotokan

Pág. 30 Una vida dedicada a...Mateu Forteza, Premio-Sophia 2008

Pág. 34 Para reflexionarLa Soledad

Pág. 40 Noticias, avancesdescubrimientos... y otras historias

Pág. 42 CuentoTras la senda de Buda

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Desde el principio de los tiempos el hombre se ha asomado al mun-do a través de las tres ventanas

del alma, buscando el conocimiento por medio de las tres vías de percepción de la realidad que son los sentidos, la razón y la intuición. En determinadas épocas o lugares predominó uno de ellos sobre los demás. Así, Oriente se ha caracterizado siempre por el extraordinario desarrollo de la Sabiduría intuitiva, como vemos a través del Zen, el Taoísmo, el Yoga y las vías de meditación, etc. Mientras que en Occidente ha predominado, al menos desde el fenómeno griego, el valor del intelecto racional y de la lógica formal, como podemos constatar desde Aristó-teles hasta nuestros días con el desarro-llo del racionalismo y la ciencia empírica.

Así pues, los sentidos, la razón y la intui-ción conforman lo que algunos autores de la moderna psicología transpersonal han calificado como los tres ojos del co-nocimiento, conocidos en las antiguas es-cuelas de sabiduría como la vía del ojo, la vía de la cabeza y la vía del corazón. Cada uno de estos tres ojos de la conciencia nos transmite un conocimiento de distin-ta índole y naturaleza.

Gracias a los sentidos el hombre acce-de al conocimiento del mundo material y de las Ciencias Empíricas, es decir, de aquellos elementos de la realidad objeti-va que podemos conocer a través de las percepciones sensoriales y de la obser-vación sistemática de la Naturaleza. Por medio de la razón el hombre accede a un conocimiento de índole teórico, lógico y conceptual de la realidad, que le condu-ce al desarrollo de las Ciencias Formales, matemáticas, lógica, etc.) y de las Cien-cias Humanas (filosofía, metafísica, hermenéuti-ca, etc.) De esta forma, «el ojo de la razón» es el que potencia en el hombre el desarrollo de la indagación racional y la reflexión filosófica. Y por último, gracias a la

intuición, el hombre accede a un cono-cimiento transensorial y pararracional de la realidad, que le otorga una percepción de índole metafísica, despertando otro tipo de inteligencia que podemos califi-car de espiritual e intuitiva. Es por tanto a través del ojo de la intuición, como el hombre puede cultivar su mundo interior, elevando su conciencia por medio de las diversas técnicas de desarrollo espiritual (yoga, meditación, contemplación, etc), hacia aquellos estados superiores del Ser que conducen a lo que en todas las vías espirituales se conoció como «Ilu-minación» (Satori, Nirvana, Samâdhi, etc.) última etapa que corona el camino de la Sabiduría.

Este triple enfoque del conocimiento que propone el Mundo de Sophia trata de penetrar en el gran misterio de la existen-cia usando los tres ojos de la conciencia, sin despreciar ni descuidar ninguno de ellos. La experiencia nos demuestra que si tan sólo usamos la vía de los sentidos, únicamente alcanzaremos a compren-der los fenómenos de tipo material, en su aspecto superficial y fenoménico; que si usamos exclusivamente la razón, nues-tro conocimiento será al estilo del viejo y gastado paradigma escolástico, donde el racionalismo especulativo y teorético era la cuestión predominante; y que si usamos sólo la intuición, nuestro conoci-miento de las cosas podría degenerar en una visión un tanto utópica e ilusoria de la realidad, más propia de las corrientes superficiales de la «New Age» que de una autentica vía de la Sabiduría.

En suma, podemos decir que a través de los sentidos es como el hombre co-noce el mundo. Por medio de la razón es

como entiende sus leyes y procesos. Y gracias a la intuición y al sentimien-to, es como desvela los misterios del Universo, comprende el sentido de su existencia y se in-tegra conscientemente en el río de la Vida. m

LOS TRES OJOS DE LA SABIDURIA

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Vivir el aquí y el ahora; estar presente en cada acto, en cada gesto; volver al origen de las cosas y buscar el va-

cío para llenarse del Universo entero. Tales consignas inspiraron a los japoneses en su anhelo por desvelar los misterios del cos-mos y de su propio ser. El Zen pretende llegar a una experiencia mental que se co-noce como satori, un estado de conciencia en el que no se necesitan los conceptos para definir la realidad, pues, ayudados por la intuición, ésta se contempla personal-mente. Se trata de una experiencia directa de lo real: «La preparación de nuestra mente para esa conciencia (satori) constituye la prin-cipal finalidad de todas las escuelas de mis-ticismo orientales, y en muchos aspectos, en la propia forma de vida oriental… En la India, en China y en Japón, se han de-sarrollado una enorme variedad de técnicas, de rituales y de formas artísticas tendentes a alcanzar dicha meta». Según Daisetz T. Suzuki, esta idea «es el fundamento no sólo de la filosofía del pueblo japonés, sino que a su vez es lo que el budismo zen ha aportado para el cultivo de la sensibili-

dad artística… Es aquí donde se establece la relación entre el zen y la concepción japonesa del arte… Cuando un arte presenta dichos misterios de una forma realmente profunda y creativa, y remueve hasta lo más hondo de nuestro ser, se transforma en obra divina».

Experimentar el satori era la meta más elevada para un artista, ya que el zen supo imprimir en todas las artes la idea del dô, del «camino», para llegar a esa experien-cia. Un verdadero artista era considerado como tal cuando a través de su obra se podía percibir un destello de lo eterno en el mundo de los cambios continuos, pues implicaba que había penetrado con su vi-sión en el misterio. Como dice Alan Watts: «Muy próximo a la sensibilidad zen se hallaba el estilo pictórico caligráfico que se practica con tinta negra sobre papel o seda y que gene-ralmente combina la pintura con un poema» … el haiku.

Fernando Celli

El haiku es la forma más breve de escribir poesía que se puede encontrar en la litera-tura universal. Son breves sentencias y fra-ses zen escritas en lenguaje poético-simbó-lico, que reflejan perfectamente el carácter nipón: intuitivo, reflexivo, objetivo, sereno, de pocas palabras pero de profundo con-

tenido, ya que sólo ellos pueden cap-tar en 17 sílabas -métrica del haiku-

un elevado sentimiento humano cargado de belleza, de fuerza y de espíritu. «Es la forma poética más natural y más apropiada, y la más vital también, para que el

genio japonés dé libre curso a sus im-pulsos artísticos; por esta razón, quizás, hace

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falta tener una mente japonesa para apreciar plenamente el valor del haiku». La duración de un haiku es la de un suspiro, pues es más importante el sentimiento que las palabras, en especial si alcanza su grado máximo; en tal caso, palabras y descripciones sobran.

Sólo con Ser

ya eStoy aquí,bajo la nevada.

El verdadero valor y la genialidad del poe-ta residen en su habilidad para expresar lo inefable, para ayudarnos a ver más allá de las formas, para mostrarnos la inmutabili-dad en el reino de los cambios, para con-mover nuestro corazón y transformar algo en nosotros: nuestra visión de la realidad, nuestra manera de mirar el mundo.

Un haiku transmite lo que realmente es, sin complicaciones ni rebuscadas descrip-ciones; de ahí su brevedad y su magia: «El silencio lo es todo, y viene automático, natu-ral…» Pretende volver a la sencillez de las cosas, encontrar su sentido e interpretar su lenguaje; el poeta va descubriendo que hasta lo más simple y elemen-tal tiene un profundo significado dentro del conjunto, tiene una historia que contar, y por ello va penetrando poco a poco en su propia idiosincrasia hasta que ésta le es revela-da.

la ley de buda,brillando

en el rocío de una hoja.

Este estilo poético no trabaja con ideas ni se afana en describir un objeto o un ser, sino que «sugiere, entre líneas, mucho más de lo que expresa». Nos evoca imágenes, símbolos que captamos a través de la intui-ción; invita a participar, en vez de dejarnos mudos de admiración y que el poeta se luz-ca. No intenta tampoco cambiar el mundo; busca ponernos en contacto con él, nos lleva de la mano a contemplarlo. Se sirve de las palabras, pero su intención es tras-cenderlas e ir más allá. Utiliza un instante concreto de tiempo y narra los ciclos de la naturaleza, sus procesos y manifestaciones, su causa, su ser.

Si logramos hacer el vacío de que nos habla el zen, si conseguimos parar nuestra mente y dar el gran salto de lo dual a lo uno, de lo que se expresa a lo que realmen-te es, podemos llegar a vislumbrar lo que el poeta vivió en ese momento. Si disfruta-

mos con plenitud toda la belleza que se esconde en su interior, entenderemos

por qué el escritor no es sino un ins-trumento.

cae un pétalo

de la flor del cerezo;Silencio en la montaña.

Alcanzar la maestría en el arte del haiku

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no es tarea fácil. Significa una larga y pa-ciente maduración interior para hacer que de un solo trazo y sin ninguna corrección, la mano ejecute con una técnica altamente depurada las percepciones del espíritu. Es un largo proceso del despertar de los sen-tidos internos, aquellos que nos unen con el Universo. Es una perfecta armonía entre cuerpo, mente y espíritu, ya que el haiku debe encerrar en sí mismo una sensación, un estado de ánimo, una imagen, un desper-tar de la conciencia y una vivencia.

qué agradable y pura

el agua de la montaña

para el peregrino veSpertino.

Tanta espontaneidad, tanta poesía des-bordada emerge gracias al impulso de tres grandes religiones que confluyeron en Ja-pón. La actitud contemplativa y la búsqueda de la armonía con el orden natural fueron estimuladas por el taoísmo. La unión de la ética con la estética, de lo simple con lo metafísico, devino del confucianismo. Tra-tar de liberarnos de todo tipo de límites y ataduras racionales fue la aportación del budismo. Por lo tanto, el haiku es una vía espiritual, un dô, un camino de perfección. Es contemplación, liberación, comprensión, identificación y unificación con la Naturale-za y con nosotros mismos.

obServa cómo tranScurren la vida y la muerte.

el loto ya ha florecido.

Bibliografía:

El camino del Zen (Eugen Herrigel)El Zen y la cultura japonesa (Daisetz t Suzuki)La práctica del Zen (Taisen Deshimaru)El Tao de la física (Fritjof Capra)Zen (Manuela Dunn Mascetti)Haiku-dô (Vicente Haya)Zen y tiro con arco (Eugen Herrigel)El haiku japonés (F. P. Izquierdo)El camino del Zen (Alan Watts)

Resumiendo podríamos decir que estos poemas son la bella manifestación de una experiencia, la simplicidad escrita en ver-sos. El artista -extasiado por una sensación de entusiasmo que le transporta a un ins-tante inmóvil- deja atrás sus creencias y prejuicios personales para ser canal de luz y plasmar aquello que su alma percibe in-tuitivamente, lo comprenda o no la razón, porque va más allá de lo intelectual, más allá de las definiciones. En pocas palabras, es la experiencia del satori, es zen. Expresar nuestros sentimientos, mostrar-nos tal cual somos, abrazar la Naturaleza y vivir con plenitud cada segundo, son emo-ciones que buscan salir de nuestra cárcel interior. Mucha gente encuentra en el haiku una manera de mirar nuestro tiempo, tan material y tecnológico, de un modo más sencillo, más espiritual. m

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Cuentan que cierto día el maestro Basho caminaba por el campo con su discípulo Kikaku, al cual estaba instruyendo. Le decía que hay que proteger la vida y ayudarla, no destruirla, y se quedaron mirando unas libélulas que revoloteaban por el aire. En ese momento su discípulo compuso este haiku:

¡libélulaS rojaS! ¡quítaleS laS alaS y Serán

vainaS de pimienta!el maeStro le reSpondió:

«no, de eSe modo haS matado

a laS libélulaS. di máS bien:¡vainaS de pimienta!

añádeleS alaS y Serán

libélulaS rojaS».

Se considera a Matsuo Basho (1644-1694) el padre del haiku, aunque su origen sea mucho más antiguo y hubiera tenido otro nombre. Él dio un nuevo impulso a la poesía japonesa cuando estaba en decadencia y la volvió a dotar de alma. Fue uno de los mejores poe-tas de la historia porque «vivió la poesía que escribió y escribió la poesía que vivió».

Desde joven se educó como samurai, pero al morir su señor decidió ir a Kyoto para estudiar los clásicos chinos y japoneses. Su pensamiento estuvo muy in-fluenciado por la filosofía confuciana. Descubrió en la poesía una nueva forma de trascender el pensamien-to, de poner en práctica todo lo que había aprendido y a partir de entonces se dedicó a recorrer Japón, dejando sus vivencias le inspiraran. Empezó a ver en la naturaleza a una maestra; sus ciclos le iban desvelando lo que no cambia, lo inmutable y verdadero. «Lo que la naturaleza transmite a través de las estaciones, es la verdad inmutable en forma cambiante». Su ideal era aprender de ella y mostrarla tal cual es: «Aprender quiere decir unirse a las cosas y sentir la interior naturaleza de esas cosas».

Fue un poeta filósofo, un trovador de la belleza que supo estar en el aquí y en el ahora, para expresar a través del haiku «lo que está sucediendo en este sitio, en este momento». Su poesía aún despierta admiración entre los amantes y escritores de haiku, porque escribía y recomendaba seguir «la naturalidad que procede

del corazón». Murió en 1694, en el curso de uno de sus viajes, rodeado de discípulos y amigos, con los que gustaba charlar de filosofía, poesía y religión.

Viendo que se acercaba la hora de su muerte, le pi-dieron que compusiera sus últimos versos de despe-dida, a lo cual respondió: «El haiku de ayer es el poema de despedida de hoy, el de hoy, es el poema de despedida de mañana. No he escrito ningún verso en mi vida que no sea mi poema de despedida. Todo lo que existe es siempre y originalmente la forma del Nirvana. El Buda se despidió con estas palabras y toda su enseñanza está incluida en ellas… Así que repito: ningún verso en particular será mi poema de despedida».

Matsuo Basho, padre del Haiku

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Durante el siglo XX apareció y co-menzó a expandirse un nuevo mé-todo de gimnasia que hoy es una

oferta obligatoria en los gimnasios de todo el mundo: su nombre es Pilates y sus benefi-cios son innumerables. Su creador fue Jose-ph Pilates, nacido en Düsseldorf, Alemania, en 1880. Fue un niño enfermizo que sufría una serie de dolencias como asma, raquitis-mo y fiebre reumática, pero estaba decidido a superar su debilidad física y fortalecerse; por ello se especializó en actividades como culturismo, submarinismo, esquí, boxeo y natación de competición. Además de todo esto, tenía un vivo interés por el kárate y el yoga, que le permitirán combinar ejercicios orientales y occidentales para establecer el concepto mente-cuerpo que subyace en el centro del sistema Pilates. La filosofía grie-ga antigua también le sirvió de inspiración.

En 1912 se trasladó al Reino Unido, donde trabajó como boxeador, artista circense y preparador en auto-defen-sa de detectives. Durante la Primera Guerra Mundial le hicieron prisio-nero a causa de su nacionalidad y le enviaron a la isla de Man, donde ejerció como enfermero en el hos-pital y desarrolló una rutina de en-trenamiento que ayudase a sus com-pañeros de cautiverio a mantener la

Cristina GavilánProfesora de danza y pilates

El método Pilates

,conexion mente y cuerpo

salud. Usando la litera, los muelles de su colchón y su silla, improvisó la creación de los aparatos que iban a convertirse en el «Reformer», el «Trapecio» y la silla «Wun-da», que se encuentran todavía en los estu-dios Pilates. Pensando en los más débiles y enfermos montó sobre las camas un siste-

ma de poleas y cuerdas con los que ejer-citar los músculos y mantenerlos acti-

vos. Con el tiempo desarrollaría un gran número de ejercicios para ser realizados en los aparatos y otros para ser practicados simplemente en el suelo, sobre una colchoneta. Durante este periodo, se extendió

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una devastadora epidemia mundial de gripe, que se cobró cincuenta millones de vidas. Milagrosamente, no hubo bajas por gripe en el campamento de Pilates y el hecho se atribuyó a la buena forma de los hombres. El ejército británico decidió emplear a Pi-lates para ayudar en el adiestramiento de las tropas.

Después de la guerra volvió a Alemania, estableció su residencia en Hamburgo y continuó con su programa trabajando con la policía local hasta que fue reclutado por el ejército. En 1926 decidió embarcarse ha-cia Estados Unidos. Durante el viaje cono-ció a Clara, una joven enfermera que más tarde se convertiría en su esposa. Al llegar a Nueva York creó su primer estudio en Manhattan y en la década de los cuarenta gozaba ya de considerable fama en el mundo de la danza. En los años se-senta muchos bailarines de Nueva York se habían convertido en asiduos visitantes de su estudio, al igual que actores, gimnastas y atletas, cuyas lesiones derivadas del en-trenamiento intensivo les obligaban a pasar largos periodos de recuperación e inacti-vidad. Pilates murió a la edad de 87 años en 1967, pero dejó un legado que continúa beneficiando a muchas personas. En una primera etapa, el propio Pilates bautizó su método con el nombre de Con-trología (Contrology), debido a que recurre al uso de la mente para controlar el cuerpo y su postura, pero buscando el equilibrio y la unidad entre ambos. A través de ejerci-cios que combinan equilibrio y la utilización de todos los músculos, se proporciona fir-meza y estabilidad a la columna vertebral, por lo que se usa mucho como terapia en rehabilitación y para prevenir y curar el do-lor de espalda.

Los movimientos originales ideados por Joseph Pilates eran treinta y cuatro.

A pesar de esto, puede decirse que nunca formalizó su rutina,

puesto que adaptaba tales movimientos a las necesidades de cada persona. Es por ello que muchos de sus seguidores han de-sarrollados su propia versión de la técnica Pilates. Como resultado, aunque los prin-cipios básicos del método no cambian, las enseñanzas en la actualidad varían en estilo y énfasis. Se han creado también otros sis-temas que combinan el Pilates original con distintas disciplinas como el yoga o el tai-chi. Los principios fundamentales que siem-pre deben estar presentes son:

• Concentración• Centralización • Precisión• Fluidez del movimiento• Respiración

Los ejercicios se ejecutan de forma len-ta, pausada, muy consciente de todo lo que ocurre a la hora de llevarlos a la acción, de cada músculo que se está trabajando, del control de la postura, de la respiración, utilizando imágenes sugestivas que ayudan a alcanzar el objetivo indicado. Éste con-siste en crear una conexión mente-cuerpo,

Reformer, una de las máquinas que inventó J.Pilates para sustablas de ejercicios.

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que ningún movimiento se haga de forma automática, que en todo momento haya conciencia. La finalidad es disfrutar con el movimiento, sentirse presente en el aquí y en el ahora, en mente, cuerpo y alma. El nú-mero de repeticiones no es lo fundamental. Es una gimnasia que respeta las limitacio-nes y capacidades de cada individuo, ya que la intensidad puede ser graduada según la persona y sus circunstancias físicas. El resul-tado es un mayor equilibrio y sensación de bienestar general, una sensación de energía renovada, y, por añadidura, un cuerpo más armonioso, coordinado y flexible.

traducido en castellano como «centro de poder» o «centro de energía». Pilates lo sitúa en la parte inferior del tronco, como una faja que rodea toda la zona lumbar y abdominal. La clave del método es el for-talecimiento de esta zona, evitando gestos y compensaciones perjudiciales. Todos los movimientos se inician y se sostienen des-de aquí, y debe utilizarse durante todo el ejercicio, ya se realice éste de pie, en el sue-lo o con elementos.

Hoy en día, el método de este alemán ha conquistado a un gran público que sigue las clases en los estudios y gimnasios con asiduidad y constancia, ya que perciben los beneficios que aporta. En un mundo en el que la velocidad, las obligaciones, las ocu-paciones y actividades múltiples amenazan con desconectar la percepción del indivi-duo respecto a su propio cuerpo, es un buen aliado para centrarse, recordar quié-nes somos y seguir adelante con un poco más de ligereza, alegría y vitalidad. m

J. Pilates en su juventud y a los 81 años.

Otro punto importantísimo en Pilates es la reeducación de la respiración y su in-corporación correcta durante la tabla de ejercicios. El efecto que produce una técni-ca respiratoria adecuada es que el cuerpo se libera de tensiones, mejora la circulación

sanguínea, aumenta la capacidad pulmonar y, por lo tanto, se oxigena del modo ade-cuado, eliminando toxinas mentales -pensamientos circulares- y físicas. Des-pués de una sesión de Pila-

tes, el cuerpo y la mente suelen sentirse vitales y limpios.

No menos destaca-ble en este método

es el concepto del powerhouse,

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Toda persona que ha estudiado un ins-trumento recordará la circunstancia que le condujo a tomar la decisión:

«Quiero tocar la flauta…» Si retrocede-mos en el tiempo hasta ese instante no será difícil evocar la emoción que suponía llegar a interpretar música, o saborear el reto que suponía iniciarnos al mundo de los sonidos, con la incógnita de no saber muy bien cómo nos iría en esa nueva an-dadura. A ese impulso inicial siguió el es-tudio diario en la escuela de música, en el conservatorio, en el colegio o a través de un profesor particular… Poco a poco des-velamos las primeras nociones del lenguaje musical y las primeras partituras; luego lle-garon los primeros logros y las primeras obras interpretadas por nosotros… ¡Ya éramos músicos!

Sin embargo, aunque muchos estudian-tes van progresando y comprendiendo el instrumento de forma cada vez más com-pleta, hay otro gran sector que se rinde. Se sienten angustiados, incluso pueden llegar al trauma, y las estadísticas hablan claro respecto a esta cuestión: el porcentaje de

personas que se desapunta de las clases de música es exagerado, me atrevería a afir-mar que alarmante.

En cuanto a los que llegan a terminar la carrera, hay una cifra considerable que des-pués de recoger el título que les acredita como «pianistas» condenan el piano a un eterno silencio… ¿Tantos años desarrollan-do la disciplina y la constancia tenían como objetivo un trozo de papel?, ¿no resulta una incongruencia?

Cuando alguien pregunta: «¿Por qué to-cas el cello?», la respuesta suele ser muy artística: «Porque me gusta la música, soy muy sensible, me llena de satisfacción»… Pero la realidad revela otra cosa y el día

Dedicado a todos los que dejaron sus estudios musicales.

Catalina SimonetDirectora de la Academiade Música Renacimiento

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que se recibe el diploma se clausura esta etapa con una extraña mezcla de sinsabo-res, sufrimientos y alguna que otra sensa-ción de haber terminado de cumplir una condena... ¿Dónde está el problema?

En primer lugar descartaría que esté en la propia música; de hecho, el placer de escucharla o interpretarla jamás ha sido cuestionado. Tampoco considero que la to-talidad de los alumnos que fracasaron ca-reciesen de aptitudes para tocar un instru-mento -por supuesto siempre habrá una pequeña minoría pero es insignificante en cuanto a la proporción de los que sí pue-den hacerlo-. Yo centraría la cuestión en la enseñanza musical y en su metodología.

El modelo que hemos heredado del si-glo XIX relaciona la formación con resul-

tados concretos, con un número de piezas aprendidas, con exámenes superados… En fin, con niveles. De este modo se conduce al estudiante por unos carriles estrechos de los que es prácticamente imposible sa-lirse. Esta vía lleva incorporada la discipli-na, la voluntad, la sensación de que vamos avanzando con «corrección» por el camino marcado, pero ¿a qué precio? Quiero ma-tizar que hay personas a las que este sis-tema les va muy bien y eso es genial, aun-que restringe la experiencia a una tipología determinada. La alternativa estaría en abrir canales de experimentación para otros caracteres que no pretenden llegar a ser profesionales.

Cuando se invita a un alumno a que im-provise, no pocas veces la respuesta suele ser: «No sé, nunca lo he hecho, sólo sé to-

Dedicado a todos los que dejaron sus estudios musicales.

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produce un desfase que cuesta compen-sar. Quizás ha llegado el momento de unir las dos vías: el estudio oficial clásico y la alternativa de los que han creado su pro-pio sistema de tocar de oído, improvisar y desarrollar la intuición. Estos últimos, por lo general, carecen de una técnica sólida, y por consiguiente, más tarde o más tem-prano, encontrarán un techo que limite sus facultades. Pese a todo, sus aportes reduci-rían el éxodo masivo en los estudios mu-sicales dando posibilidades según las nece-sidades de cada cual y formando músicos más completos que no estén relegados a su instrumento como si fueran burbujas aisladas entre sí.

Afortunadamente, la sociedad está cada vez más concienciada de la influencia de la música en nuestra vida. Parece que ha que-dado demostrado que tal influjo comienza en el vientre materno. Luego, en los prime-ros años, hay que fomentar la imaginación y la improvisación con canciones y sonidos, pues en verdad se trata de experimentar con un lenguaje. Cuando el niño desarrolle la capacidad de alfabetización ya conocerá el sistema musical; incluso puede que quie-ra tocar un instrumento, pero esto no es lo prioritario. Y si decide hacerlo no debe sentir que se le cortan las alas de la creati-vidad; al contrario, necesita percibir la po-sibilidad de volar alto, pues hasta ahora ni

car con partitura y sólo toco las piezas de mi programa». Sin embargo, «hacer música» abarca un mundo muy amplio, con nume-rosas posibilidades y matices. Por ejemplo, no se trata sólo de leer partituras clásicas, también hay buena música contemporánea. Asimismo, la improvisación tiene su propia importancia, al igual que la capacidad de crear acompañamientos a melodías exis-tentes… Hay que experimentar con la ima-ginación, sin duda partiendo de una base técnica que nos permita crear algo estético y entendiendo la música como una expre-sión de nuestras emociones y estados de ánimo. Estos últimos surgen de la melodía de la vida, cuando a los acordes que pro-vocan tensión le suceden los acordes de relajación, generando el movimiento en un eterno diálogo -llamado yin y yang por los orientales-. Como resultado de esa inte-racción vital, el sonido nos envuelve y afec-ta a nuestro cuerpo físico, a nuestra energía y a nuestra psique. La ciencia moderna ha demostrado sobradamente la influencia de la música en todos los planos que constitu-yen el ser humano; de ahí el desarrollo pro-gresivo de la musicoterapia, y en general, el nuevo enfoque de la vivencia musical.

Por desgracia, la enseñanza suele expe-rimentar cierta inercia respecto a la in-corporación de nuevas metodologías y se

La música es una vía deexpresión del ser humano,

al igual que el lenguaje

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todo caso sería una valoración de nuestro trabajo, una parada para afianzar el rumbo. En verdad la vida se mide por nuestra ac-titud en el día a día, no en momentos con-cretos e intermitentes. Quién no disfrute con el hecho de practicar a menudo, con mejores o peores resultados, tiene los días contados como músico. Pronto renunciará y dirá lo que en cierta ocasión me aseve-ró un alumno: «Es que estudiar diez horas para aprender una pieza de un minuto a mí no me compensa». Es fácil suponer que al cabo de unas semanas dejó sus estudios. No tuve tiempo suficiente para reeducarle el concepto que le habían inculcado.

La música es una vía de expresión del ser humano, al igual que el lenguaje. Si todos nos comunicamos hablando y no sólo los grandes oradores, rapsodas o literatos, en la música tiene que haber espacio también para los grandes intérpretes, y para los que no tienen aspiraciones profesionales; estos lo que quieren es tener una vida más plena y sentir la satisfacción de adentrarse en el arte sutil y sugerente del sonido. Creo que el futuro musical está orientándose hacia ello, es cuestión de tiempo y de una menta-lidad abierta por parte de todos los docen-tes. Tal vez no haya que esperar demasiado a la vista de los primeros resultados. Así lo espero. m

la sensación de ridículo ni la timidez han sido ataduras para él -basta observar a los bebés bailando e inventando canciones cuando aprenden a hablar o tarareando melodías interminables-.

Sería un gran paso adelante concebir la enseñanza musical como la unión del corazón y la mente, del conocimiento y la práctica, del repertorio de los grandes maestros y el dominio del instrumento que hemos elegido para expresar lo que somos. En la actualidad disponemos de asignaturas y sistemas como para que así sea. No obstante, la formación musical continúa valorando la búsqueda de una meta, como si sólo pudiéramos triunfar como intérpretes si conseguimos finalizar el programa.

Así, el camino se convierte a menudo en un esfuerzo por conquistar lo que toda-vía no nos sale y acarrea una sensación de frustración que desmoraliza y desmotiva. Y es que la meta se encuentra en el propio camino, no en superar un examen, que en

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Un espejo tiene la propiedad de re-flejar la luz de tal forma que produ-ce una imagen virtual de lo que se

pone delante, de tal suerte que podemos «ver-nos» reflejados en él, identificarnos con ese duplicado e incluso afirmar categó-ricamente «ese soy yo». Hay algunas obras que bien podrían llamarse «libros espejo». Empiezas la lectura y poco a poco te vas identificando con el protagonista. Actúas como él, piensas como él y sientes como él, hasta el punto de llegar a pensar «ese soy yo». ¡Et voilà!, ese es un «libro espejo». A través de sus páginas prestas atención a las actitudes que el personaje adopta mien-tras se desarrolla la trama. Como sucede en el caso de un espejo, en el cual se ven las arrugas que aparecen con la edad o la cara de madrugón de la mañana, con el li-bro puedes percatarte de elementos de tu propio carácter y de tu forma de ser en los que nunca antes habías reparado.

El caballero de la armadura oxidada es ejemplo de toda esta forma alegórica. Con un leve toque de humor y desconflictuan-do una situación existencialmente grave a la par que común, nos muestra a un caballero que para actuar como tal -liberar princesas, enfrentar dragones, ir a las cruzadas etc.-, ha te-nido que vestirse con una ar-madura protectora que se ha ido convirtiendo en su refugio y cárcel. No se la quita en nin-gún momento del día y al mis-mo tiempo le impide mostrar su verdadero rostro y percibir qué les sucede a los demás.

El cuento lleva al caballero a un callejón sin salida. Su familia, que observa ese proceso de enclaustra-miento, le amenaza con abandonar-

lo sí no se libera de ella. Es una paradoja del destino: lo que le permitió conquistar cuanto tiene, ahora le impide mantenerlo. Y cuando decide deshacerse de su protec-ción de metal, ya es demasiado tarde: no puede. «A todos alguna armadura nos tiene atrapados, sólo que la vuestra ya la habéis en-contrado».

Antes que nada hay que aspirar a quitarse la armadura y el protagonista lo desea. Este paso inicial es tal vez el más decisivo e im-portante. Sin él, los demás no existirían. Con ese primer atisbo de conciencia -darse cuenta de la armadura- y el im-pulso de la voluntad -querer liberar-

se de ella- se inicia la búsqueda. Sin ellos la historia y el libro terminaría aquí, convirtiéndose en un drama de los muchos que pueblan los estantes de las librerías y, triste-mente, de la vida.

Sin embargo, nuestro caba-llero se propone encontrar a alguien que le ayude, como en

toda búsqueda, «cuando el alumno está preparado, el maestro apare-ce». A lo largo del libro las pistas

Víctor Vilar

El Caballero de laArmadura Oxidada

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y ayudas se materializan por medio de los distintos per-sonajes que le embarcarán en «un nuevo tipo de cruzada que requiere más coraje que to-das las otras batallas que habéis conocido antes. Si lográis reunir las fuerzas necesarias y hacer lo que hay que hacer, será vuestra mayor victoria»…, la vic-toria sobre uno mismo, el único que puede liberarse de la armadura.

Así el protagonista comienza el duro y empinado «sendero de la Verdad», en el que existen tres castillos, los pasos indis-pensables para llegar a la meta.

El primero, sobrio y solitario, es el casti-llo del Silencio, un momento de introspec-ción para detener las continuas voces que aturden, que juzgan y etiquetan, impidiendo vivir el presente y disfrutar del momento, para vencer el miedo a la soledad, para darse cuenta de que en realidad nunca ha-bía escuchado a nadie… Es en ese silencio donde se puede escuchar al yo verdadero: «he estado aquí durante años… pero ésta es

la primera vez que estás lo suficiente-mente silencioso para oírme».

El nombre del segun-do castillo es Conoci-miento, indispensable para avanzar. Nunca

la ignorancia y la in-consciencia fueron

buenas en esto de conocerse a uno mismo. Se trata de aprender

a diferenciar lo im-portante de lo su-perfluo, a reconocer las motivaciones que dirigen nuestra vida, «ejercitarse en desa-rrollar el potencial al servicio de todos».

El último castillo es el de la Volun-tad y la Osadía. En él, un enorme

y amenazador dragón impide el paso; es el servidor del mie-do y la duda, nombre muy acertado para todo aquello que impide poner en prác-tica lo que se ha aprendido.

El mismo animal fabuloso nos desvela su función en la gran aventura: «Estoy aquí para acabar con todos los lis-tillos que piensan que pueden derrotar a cualquiera simple-

mente porque han pasado por el Castillo del Conocimiento». Y

es que «saber» no basta, hace falta también actuar y así, llevándolo a la prácti-ca, probamos nuestra valía. Es el examen, el ejercicio y la demostración.

La cima de la verdad se encuentra más cerca, al igual que el final del libro… Y en este punto seguro que te preguntas «¿Cómo aca-ba la historia?»

No seré yo, lector, el que lo desvele. Mejor que eso, es que abras sus páginas y te atrevas a mirar en el «libro-espejo». ¡¡¡A ver qué descu-bres!!! m

«A todos algunaarmadura nos tiene

atrapados, sólo que la vuestra ya la

habéis encontrado».

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A veces, cuando estamos ante una obra de arte o un invento relevante, nos invade un sentimiento de ad-

miración ante la genialidad humana y nos preguntamos qué mágico proceso se da en el interior del autor para que algo que no existe llegue a ser. Quizás es la observación de la naturaleza y la necesidad de enten-derla lo que aviva el impulso de recrear su enigmático poder y tomarlo como ejemplo y modelo a seguir. Y es que el modo en que se creó el mundo es en sí mismo un misterio celosamente guardado. En ocasio-nes, esa fuerza inconmensurable a la que llamamos madre Naturaleza concede a al-gunos el privilegio de desvelar parte de sus secretos. Ella es el mayor ejemplo que te-nemos de artista, pues está construyendo la vida de modo permanente y tal es la causa de su unión indisoluble con el arte. Cuanto la humanidad ha aprendido en los últimos milenios ha surgido de su observación directa, lo que la convierte en maestra de vida para nosotros.

Hace tiempo que buscamos una fórmula que permita recrear la belleza que contem-plamos en el cosmos. En nuestra dilatada historia tropezamos con multitud de ejem-plos en los que la aplicación de las leyes naturales ha fundamentado la técnica y la metodología de las construcciones y mo-numentos. La arqueología ha descubierto que el arte de olvidadas civilizaciones no

era fruto del azar y del sinsentido; al con-trario, parece detectarse una necesidad de construir, esculpir o pintar conforme a un concepto del orden, unas pautas que eran necesarias para imitar al demiurgo en su «calidad» y en su «perfección». A pesar de todo, los distintos pueblos han manifestado ideales estéticos muy dispares, por no ha-blar del momento presente.

Al hablar de belleza se plantean dos pos-turas que no se pueden desligar. Por un lado está la visión objetiva, que afecta a los atributos físicos -que como tales, confieren una forma a la materia-. Por otro, tenemos que contar con la perspectiva subjetiva, que origina el sentimiento de agrado o des-agrado en un sujeto concreto. Según esto, podríamos decir que para «comprenderla» necesitamos del conocimiento material a través de la ciencia, y para «sentirla» pre-cisamos de los sentidos y de la intuición -a través de la cual, según Platón, el alma reconoce cuando está ante algo bello-.

«Admirado de la inagotable y desbordante fuerza creadora

de la naturaleza, que se expresa a través de infinitos matices de

formas, colores y sonidos, el hombre sintió la necesidad

de emularla, y quizo también él crear, recrear y expresar

la belleza. Así nació el arte».

Mónica GutiérrezDirectora de la Academia de Arte Renacimiento

La Pirámide Roja de Dashur (Egipto) fue construida por aquellos excelsos constructores recreando en piedra el án-gulo natural.

Francis J. Vilar

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Hay una definición del arte que lo plan-tea como «aquello que es capaz de expre-sar mejor el arquetipo de belleza». Entre las cualidades que se atribuyen a las cosas hermosas están la armonía, la proporción, el equilibrio y la simetría. Ese arquetipo es el que han intentado desentrañar muchos investigadores, científicos y artistas que han estudiado los cánones y las condiciones fí-sicas que hacen que una obra se conciba como algo bello por parte del ob-servador, consciente y/o inconscien-temente. Un celebérrimo ejemplo lo tenemos en los múltiples textos que se han publicado sobre el «número de oro», uno de los más valorados por los artistas para ajustar las medi-das de sus obras. A pesar del miste-rio que le envuelve, ha convivido con la humanidad en todos los tiempos y está extraído de la Naturaleza, que lo utiliza para construir sus genuinos monumentos.

Es una cifra misteriosa: 1,618, y por su sorprendente relación con las cosas bellas fue redefinido por Luca Paccioli -matemá-tico del Renacimiento- como «divina pro-porción» y por Leonardo Da Vinci como «sección áurea». Se representa con el sím-bolo f (fi), correspondiente a la letra griega «phi», en honor a Fidias (500-431 a.C.), el gran escultor del siglo de oro de Pericles. Con un nombre u otro esta proporción ar-mónica se encuentra reflejada en estructu-ras naturales como el cuerpo humano -el rostro, los ventrículos-, en una espiral de ADN o en la concha de un molusco.

Ya en el ámbito humano, las más bellas es-culturas y construcciones arquitectónicas están basadas en las proporciones áuricas.

En Egipto se ha constatado que las dimen-siones de la cámara principal de la Gran Pirámide se basan en la sección áurea y que la arquitectura de algunas pirámides funda-menta su perfección en la aplicación del án-gulo natural -como en el montículo que se forma al dejar caer arena desde la mano-.

Para los antiguos griegos, la sección áurea era el eje fundamental en sus ideales de

belleza y geometría. Ellos creían que la proporción conduce a la salud en los organismos y a la belleza en las formas, y que el entendimiento de esto podía acercarnos más a Dios. Cuando analizamos sus templos nos sorprende el desafío que lanzan a las leyes naturales para provocar una ilusión óptica en su fachada, una ilu-sión capaz de generar determinadas sensaciones en el espectador. Esto se aprecia con claridad en el Partenón, clásico ejemplo de la sabiduría que

poseían sus constructores en el siglo V a.C. En la estatuaria helénica también vemos reflejadas proporciones anatómicamente perfectas, fruto de un notable investigación del cuerpo humano y de la belleza natural.

El uso de la sección áurea es evidente en las obras principales de Leonardo, quien mostró durante mucho tiempo un gran interés por las matemáticas del arte y de la naturaleza. Como el brillante Pitágoras antes que él, Leonardo hizo un trabajo me-ticuloso de la figura corporal, demostrando que las partes fundamentales guardan re-lación con la sección áurea. Por lo demás, la Naturaleza fue para él la mejor escuela. A través de sus manuscritos percibimos su interés científico cuando analiza las co-

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rrientes de agua para luego realizar in-ventos hidráulicos; o cuando estudia una hoja con forma helicoidal que le hace concebir el helicóptero; o en fin, cuando a través del vuelo de los pájaros diseña las alas que le han hecho famoso. Después de Leo-nardo, otros artistas como Rafael y Miguel Ángel hicieron uso de la sección áurea.

Aquellos que habéis disfrutado de pintar o de crear cualquier cosa sa-béis que muchos aspectos del método tienen su fundamento en la naturaleza. El proceso creativo sigue un orden que par-te de la idea y acaba en su plasmación. El monumento más sublime y la cerámica más sencilla empiezan en la mente, idea que ya explicaban los egipcios y que se ve reflejada en el Kybalion cuando enuncia que «todo es mente, el universo es mental».

La formación del arco iris origina la teoría del color: los rayos del Sol, al penetrar a través de las gotas de agua, se descompo-nen en tres colores fundamentales hoy lla-mados «primarios». De la mezcla de estos aparecen los tres «secundarios», que junto con el blanco configuran los siete rayos del arco iris. Es con esta sencilla paleta con la

que el «divino artista» pinta cada amanecer, cada brote de flor, cada paisaje de prima-vera… La construcción mandálica, según la cual las cosas emergen de un punto como hizo el Universo, la vemos reflejada en una flor, en las células, en una gota de agua que ex-pande ondas a su alrededor, en las formas que diseñan unas bailarinas con sus cuer-pos… También se halla en los rosetones de las catedrales, en la construcción de las plazas o en los mandalas de los templos orientales.

Hay, por consiguiente, un número su-ficiente de ejemplos que nos permiten afirmar que el ser humano extrae la sabiduría de la Naturaleza para luego aplicarla. Podemos constatar, asimismo, que existe una unión sólida entre el

arte y el conocimiento, pues si bien el primero es la expresión de nuestro ser interior, no podemos olvidar que se fundamenta en una serie de leyes que le dan coherencia. Y aunque hoy en día parece que la humanidad lo sabe todo

de la Naturaleza, es importante recor-dar que cada persona tiene la oportunidad de redescubrirla por sí misma, ya sea para plasmar lo que aprenda en sus creaciones artísticas o en el monumento que a todos se nos ha encargado: nuestra vida. m

La construcción mandálica, según la cual las cosas emergen de un pun-to como hizo el Universo, la vemos reflejada en una gota de agua que

expande ondas a su alrededor y en las formas que diseñan unas bailarinas

con sus cuerpos…

Retrato del matemá-tico Luca Paccioli, por el pintor Jacobo de Barbari. Fue el autor del tratado De Divina Proportione, cuyas ilustraciones realizó Leonardo.Bajo estas líneas, un ejemplo clásico de cómo representar la cabeza humana según la proporción áurea.

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Invierno

La visita de tu céfiro heladodescolgó de los huesudos árboles

sus últimas hojas secas;ya no susurran sus ramas perladassus viejas ropas cayeron muertas.

Frío invierno, una vez más entre nosotros te has instalado

como a la muerte, te esperábamos sin haberte invitado,

fuera la tierra está vacía, todo lo ha dado, parece inertearriba al sol la luna lo atrapó en un melancólico abrazo

y le susurra cánticos para que no despierte.

De nuevo te hiciste un sitio en mi hogary acunada por una vieja hamaca de monótono y desafinado canto

quedó cautiva del hechizo de tus dedos asciendo con tus lenguas de fuego

y me pregunto a dónde van.

Y entretejiendo el viento juegos de espiral ve cómo el fuego enciende mis pupilas por un trémulo reflejo de oro vestida

cómo el fuego da vida a mis pensamientosen una habitación que parece que respira.

Elvira Rey

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1. ORFEO Y EL ALMA DE LA CIVILIZACIÓN GRIEGA

La figura de Orfeo tiene una importan-cia fundamental en el origen y el desarrollo de la cultura griega. Su doctrina metafísica, inspirada en la «ciencia divina» de los an-tiguos egipcios, junto a ciertos elementos de la tradición chamánica universal, fue la semilla fecunda de la espiritualidad griega. Por eso el culto al amor y la belleza, la ins-titucionalización de los misterios sagrados,

el culto a los dioses y los héroes olímpicos, así como el extraordinario auge que alcan-zó la filosofía y el arte entre los griegos, fue posible en gran medida gracias al orfismo, la corriente espiritual que iluminó el alma de Grecia desde la época arcaica hasta la caída final del mundo clásico. Esta tradición es sin duda el inagotable manantial de mís-tica espiritualidad en el que bebieron sus enseñanzas grandes poetas, filósofos y ar-tistas del mundo griego. Esa civilización ex-traordinaria, que ya varios siglos antes de Pitágoras, de Licurgo y de Homero, tuvo en Orfeo su más divino genio inspirador.

En todos los santuarios de Grecia en los que se mantenía viva la llama de los mis-terios de la tradición Órfica, se celebraba

«¡Observa cómo se agitan en el inmenso universo, como se arremolinan y se buscan esas almas innumerablesque brotan de la gran Alma del Mundo! Ellas van de planeta en planeta y lloran en el abismo la patria perdida… Son tus lágrimas Dionisos ¡Oh gran Espíritu! ¡Oh divino liberador! Recoge a tus hijas desperdigadas y condúcelas al

seno de tu radiante luz». Misterios Órficos. Fragmento.

Francis J. VilarDoctor en Filosofía de la Educación y Miembro Académico de la Escuela Europea de Arqueología, Antropología yEstudios Clásicos

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cada año una fiesta sagrada al llegar la Pri-mavera. Ese momento mágico del calenda-rio en el que Apolo, el «Arquero Divino», retorna a la tierra desde el legendario país de los hiperbóreos, cabalgando sobre el primer rayo del Sol naciente en un carro guiado por blancos cisnes. La Primavera es ese tiempo auroral en el que la naturaleza despierta a la vida llenando el bosque con el alegre trino de los pájaros, mientras el tierno arrullo de las aves invita a los co-razones a cultivar las mieles del amor y la poesía. Ese instante único del año en que los narcisos y las amapolas florecen de nue-vo junto a la fuente Castalia, las liras del templo vibran por sí mismas al ser acari-ciadas por la dulce brisa y los trípodes del dios elevan sus blancas nubes de incienso hacia el cielo azul del Mediterráneo, por-tando en su seno un alegre canto de espe-ranza a la divina inmortalidad del alma. El día del equinoccio, en el momento exacto señalado por los astros, la gran sacerdotisa de Apolo, transfigurada ahora en Mnemosi-ne, la divina musa de la memoria, salía del sagrado tabernáculo y dejaba ver su pálida faz coronada de laurel. Entonces, alzando sus ojos, narraba con voz vibrante el miste-rio del nacimiento y la muerte de Orfeo, el hijo bienamado de Apolo. Su mistérico ver-bo cantaba su amor inmortal por Eurídice, entonando con desconsolados lamentos el heroico descenso de Orfeo a los infiernos para salvar a su amada y su triste fracaso, su muerte a manos de las terribles ménades de Tracia y su apoteosis divina. Desvelaba ante la cofradía presente aquellos secretos tan celosamente guardados por los iniciados como ignorados por la multitud. Llegado el momento propicio, el hierofante convoca-ba por tres veces al divino espíritu de Orfeo, señor de los oráculos y las purificaciones, divino patrón de los iniciados y guía protector de los difuntos en el Más Allá. Orfeo adquirió la dimensión de salvador melodioso de las almas cuya inspi-rada lira de siete cuerdas devolvía al hombre la esperanza, iluminando su corazón con la sublime contem-plación de la armonía universal.

Orfeo fue sin duda el genio ins-pirador de la Grecia heroica y sagrada, el animador de su alma divina. El profundo impulso teúrgico y dionisiaco que supo co-

municar a Grecia, fue trasmitido por ella más tarde a toda Europa. Lamentablemen-te, nuestra época ya no cree en la armonía y la belleza de la vida. Y si a pesar de todo aún conserva una profunda reminiscencia, una sutil e invencible esperanza, se debe sin duda a Orfeo, el hijo de Apolo, el sublime inspirado de las musas. Saludemos en él al gran iniciador de los Misterios Sagrados, al mítico fundador de la música, el canto, la oratoria y la poesía, concebidas por él como «Divinas Artes», reveladoras de la verdad eterna.

2.- EL ORFISMO Y LOS MISTERIOS SAGRADOS EN GRECIA

El poeta Horacio calificó a Orfeo de teó-logo y filósofo, dándole el título de ministro divino e intérprete de los cielos. Sus diver-sos viajes le perfeccionaron hasta tal punto en esta ciencia que ha sido considerado el padre de la teología de la Grecia antigua. Él fue también quien a su regreso de Egip-to, donde obtuvo la iniciación, llevó a Gre-

cia la expiación de los crímenes

Restos arqueológicos del santuario y unarepresentación del dios Apolo

Reconstrucción del santuario de Delfos.

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(Catharsis), el culto a Dioniso (Osiris) y a Demeter (Isis) (Noel, 1991). Ya desde sus remotos inicios, la doctrina de Orfeo ar-moniza en sí misma el culto solar del Dios Apolo con los misterios de Osiris-Dioni-sos. En este sentido, una de las primeras cosas que hizo Orfeo fue reemplazar la orgía dionisíaca, practicada ya desde época arcaica por las sacerdotisas de Tracia, por la catharsis, técnica de purificación espiri-tual enseñada por Apolo. De esta forma el

citaredo pasó a ser el patrón y el símbolo de todo un movimiento a la vez «iniciático» y «popular», conocido por el nombre de «orfismo» (Eliade, 1979). Con el correr del tiempo, en torno al mito de Orfeo y Eurí-dice se fueron instituyendo los principios esenciales del orfismo. Tradición espiritual de corte chamánico y oriental con fuertes influencias egipcias, que enseñaba una ele-vada cosmovisión metafísica cuyos teosófi-cos misterios eran revelados al candidato en el transcurso de la iniciación.

Respecto a su doctrina, a Orfeo se le atribuye una amplia colección de escritos y enseñanzas que forman el extenso cor-pus literario de la tradición órfica. Textos que van desde versos inscritos en unas lá-minas de oro halladas en tumbas de Italia meridional y Creta, hasta inspirados poe-mas, himnos sagrados y un célebre poema épico titulado «argonáuticas órficas». Platón cita una serie de libros atribuidos a Orfeo o a Museo -su hijo o discípulo- referentes a las purificaciones y a la vida mas allá de la muerte. De todo este material destaca una teogonía y una antropología órfica bas-tante peculiares. Los textos inscritos sobre las láminas de oro forman parte al parecer de un libro canónico, una especie de «guía del Más Allá» similar al libro de los muer-tos egipcio o tibetano (Eliade, 1979). De hecho, los fantásticos paisajes que se des-criben en ellas -la fuente, el ciprés blanco, el camino de la derecha, la sed abrasadora del difunto etc.- tienen paralelos con otras mitologías y otras geografías funerarias. Sin embargo, echamos de menos aquellos textos metafísicos que constituyen el eje troncal de la doctrina interna enseñada a los iniciados en sus misterios. No obstan-te, si cotejamos los testimonios de autores antiguos como Empédocles, Esquilo, Platón, Píndaro o Aristófanes, junto a otros docu-mentos posteriores, es posible reconstruir las grandes líneas maestras de la Cosmovi-sión Órfica.

Según la Teología Órfica, siendo de na-turaleza divina, el alma humana (psique) es encerrada en el cuerpo (soma) y por ello la vida encarnada se parece más a la muerte, y la muerte al comienzo de la verdadera vida. Pero esta verdadera vida o «vida espi-ritual» no es un don automático, y el alma tiene que ganarla por propios méritos. Así,

Correspondencia entre los dioses griegos y egipcios:Arriba: Deméter e Isis. Abajo: Dionisos y Osiris.

Representación de las geografías funerarias

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tras la muerte, el alma es juzgada confor-me a sus méritos y a sus faltas, y pasado un tiempo encarna de nuevo. Por tanto, el destino del alma es trasmigrar de vida en vida y perfeccionarse hasta alcanzar la li-beración final. Dentro de este contexto, el orfismo resalta la importancia que tiene la sed del difunto en su viaje por el más allá y el determinante papel que desempeña la memoria y el olvido en la mitología fune-raria. De hecho, beber el agua del Leteo, que es el mítico lago que está situado a la salida del Hades, provoca el olvido de la vida celeste en aquella alma que retorna a la tierra. Así, según dicha teología, el alma imprudente que abrasaba por la sed se aba-lanza a beber en el estanque, se ve obligada no sólo a reencarnar de nuevo en la tierra sino a olvidar su patria celeste y su divino origen. En ese sentido, Pitágoras, Empédo-cles y otros órficos, afirmaban recordar sus vidas anteriores, lo cuál significa que habían logrado conservar la memoria del Más Allá (Eliade, 1979).

En cuanto a la forma de vida que pro-pugnaba el orfismo, arraigó profundamente en ciertos sectores de la sociedad griega, especialmente a partir del S. VI a C, que es cuando cobra gran relevancia entre la co-munidad de los pitagóricos. Sabemos que la vida órfica implicaba la purificación (Ka-tharmoi), la accesis, la katharsis, la anamnesis, la revelación de determinados textos sa-grados (hieroi-logoi) y cierto número de re-glas específicas que incluían entre otras el

régimen vegetariano. Pero a la salvación se llegaba sobre todo en virtud de una «inicia-ción», es decir mediante unas revelaciones de orden cosmológico y teosófico (Eliade, 1979). Según esto, el hombre tiene la po-sibilidad de alcanzar conscientemente la inmortalidad a través de la iniciación a los misterios, pero esta experiencia no es algo que se pueda vivir de forma independiente, sino como la culminación de toda una dis-ciplina espiritual de vida.

En síntesis, podemos decir entonces que Orfeo, sacerdote del culto solar de Apolo y fundador de iniciaciones por excelencia, fue el gran maestro de Sabiduría que estableció en Grecia la institución de los «Misterios Sagrados», dando así origen al orfismo. Una tradición espiritual de carácter místico-teosófico cuyo culto se difundió por toda la Hélade hasta el final del período helenís-tico. Sus Sagrados Misterios se celebraban en todos los grandes santuarios de Grecia, como el de Delfos, Eleusis, Délos, Epidauro, Dodona, Lesbos, Corinto etc. Precisamente, la destrucción del célebre templo de Eleu-sis próximo a Atenas, señala el fin de los Misterios -llamados paganos-, y la caída del Mundo Antiguo Greco-Latino. De esta for-ma, es en el orfismo donde encontramos los principios metafísicos esenciales en los que se inspiraron las doctrinas de Pitágoras y Platón, que fueron sin duda los dos sabios más grandes del Mundo Antiguo. m

Representación de Orfeo y Euridice

BIBLIOGRAFÍA· J. F. M. Noel. Diccionario de mitología universal.Ed. Edicomunicación. Barcelona 1991.· Mircea Eliade. Historia de las creencias y de las ideasreligiosas. Vol. II. Cáp., XXII. Ed. Cristiandad. Madrid 1979.

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intercambios culturales y comerciales con Okinawa. Los historiadores más audaces aventuran que en esta época podrían ha-ber llegado monjes del mítico monasterio de Shaolin, al que imprimió fama inmortal el sabio hindú Bodhidharma, 28º patriarca de budismo. Alrededor del año 527, Bo-dhidharma había introducido en China el Dhyana, sistema de meditación propio de la India, al que se denominó Cha´n y luego Zen en Japón. Además transmitió algún sis-tema marcial propio de los kchatryias (cas-ta de los guerreros) indos, posiblemente el Vajramukti.

En el siglo XII fueron exiliados a Okinawa, provenientes de la isla mayor de Japón, los samuráis del derrotado clan Minamoto, quienes difundieron en la isla las tradicio-nes de combate de estos míticos guerre-ros. A finales del siglo XIV se abrieron totalmente las relaciones con el país veci-no. China envió, a modo de obsequio, para establecerse en Okinawa, un gran número

El Shotokan es uno de los estilos de Karatedô más difundidos por todo el mundo, y fue creado en la isla de Oki-

nawa (sur de Japón) por Gichin Funakoshi (1868-1957). Las primeras influencias que condujeran al nacimiento de las artes mar-ciales de Okinawa penetraron en Japón a fi-nales del siglo VI y principios del VII, en ple-no florecimiento del Wushu chino (palabra que designa las artes marciales en general). Se sabe de una expedición proveniente de China (607?), a partir de la cual se iniciaron

«El objetivo final del Karate-dô no radica en ganar o perder, sino en la perfección del carácter».

Funakoshi Gichin

Antonio MaríCinturón Negro 2º Dan de Kárate Shotokan y Entrenador Regional de Kárate

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de comerciantes, eruditos, artesanos, médicos, sacer-dotes, educadores y maes-tros en Wu-Shu y Taichi. Estos últimos influyeron en el desarrollo del arte marcial okinawense, que se denominaba Tode, «mano china».

Durante los siguientes trescientos años los nipones prohibieron varias veces el uso de las armas a los okinawenses, e incluso se intentó erradicar la práctica del Tode, que comenzó a llamarse simplemente Te, «mano», y se practicó en la clandestinidad. En tres ciudades -Shuri, Naha y Tomari- se desarrolló con fuerza y con característi-cas propias este arte. Surgen así el Shuri-te, Naha-te y Tomari-te, precursores directos de las actuales líneas de Karatedô, como la escuela Shorin (del Shuri-te) y la escuela Shorei (del Naha-te). La escuela de la ciu-dad de Shuri (la escuela Shorin) evolucionó hasta convertirse hoy en día en los estilos Shotokan, Shito Ryu y sus derivados. Por otro lado, provenientes de Naha (la escuela Sho-rei) con una acusada influencia del templo chino Shaolin y el de la ciudad de Fukien, fue transformándose en las modalidades Goju Ryu, Uechi Ryu y las que surgieron de ellas.

En 1891 la prohibición que pesaba sobre las ar-tes marciales en Okinawa había quedado obsoleta y fue retirada. Pronto se in-corporó a los programas de educación física en las escuelas de Okinawa, re-nombrándose como Kára-te («Mano Vacía») para dis-tinguirlo del Tode, una arte originario de China.

Gichin Funakoshi, funda-dor del Shotokan, unió las líneas seguidas por sus dos maestros: Itosu (Shorin, más propio de Okinawa) y Azato (Shorei, de raíz más china). En los años veinte Funakos-hi comenzó a difundir el Kárate en la isla grande de Japón, en Kyoto y en Tokio, lo-grando el reconocimiento y aceptación de las más importantes autoridades del Budô de aquel entonces, como el maestro Jigo-ro Kano, fundador del Judô. Hay que des-tacar la importante difusión que adquirió el Kárate, sobre todo en las universidades. Del contacto con Jigoro Kano, Funakoshi adquirió la indumentaria del Judô -el traje blanco- para el Kárate, añadiendo más tarde el sistema de grados representado por los cintos de colores.

En 1933 se cambió el ideograma kara, que hasta ese momento significaba «China» (dinastía Tang, 618-907), por el de kara que significó «vacío». También se agregó al final el ideograma como «vía espiritual», que-dando por fin la palabra completa: Karatedô. Dô es el mismo carácter que se pronuncia como Tao (o Dao) en chino mandarín. Tao, para la filosofía taoísta, es la unidad de la

Reunión de los maestros Chotoku Kyan, Kentsu Yabu,

Chomo Anashiro y ChojunMiyagi, entre otros, en la ciudad de Naha en 1936.

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que emanan el yin-yang, y es tambien la vía, el camino… El nuevo término reconocía el Kárate de Okinawa como un arte marcial japonés perteneciente al Budô, al igual que el Judô, el Iaidô o el Kendô. En Okinawa, el nuevo significado de Karatedô (Camino de la Mano Vacía) fue reconocido oficialmen-te tres años después (1936) en una famo-sa reunión de los maestros Chotoku Kyan, Kentsu Yabu, Chomo Anashiro y Chojun Miyagi, en la ciudad de Naha.

Yoshitaka Funakoshi (1906-1945), ter-cer hijo de Gichin Funakoshi, en contraste con el padre, que daba mayor importancia a los kata, incorporó el kumite (combate).

Primero desarrolló Gohon kumite (comba-te a cinco pasos), donde el atacante realiza cinco ataques seguidos avanzando, mien-tras el que defiende los bloqueos retroce-de, aplicando un contraataque en la última defensa. Después desarrolló el Kihon Ippon kumite (combate a una técnica), el Jiu Ippon kumite (igual que el anterior pero con mo-vimiento), y por último el Jiu kumite (com-bate libre), establecido en 1935. Yoshitaka también incluyó nuevas técnicas de pierna: Mawashi Geri, Yoko Geri Kekomi, Yoko Geri Keage, Fumikomi, Ura Mawashi Geri y Ushiro Geri.

En enero de 1939, el sensei Gichin Fu-nakoshi inauguró el dojo más grande del mundo, con un letrero en la entrada que decía Shotokan (la casa del Shoto). El dojo «Shotokan» estaba situado en Zoshigaya, Tokio y fue destruido por bombarderos norteamericanos el 29 de abril de 1945, durante la Segunda Guerra Mundial. Shoto

Sobre el kara, el vacío«Así como un espejo liso y limpio refleja sin distorsión, o el valle silencioso se hace eco del más débil sonido, así es como se debería es-tudiar Karatedô, liberándose de pensamientos egoístas y mezquinos. Sólo en una mente vacía y una conciencia limpia se puede entender lo que se recibe. Esto es kara en el Karatedô».

Gichin Funakochi

Chotoku Kyan Kentsu Yabu Chojun Miyagi

Algunos de los grAndes MAestros del KárAte...

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era el seudónimo que utilizaba el maestro cuando era joven y significaba «Olas de Pinos», ya que cerca de su pueblo natal observaba en el monte Tarao (Cola de Tigre) cómo el viento movía las copas de los árboles, en una ondu-lación que evocaba las olas del mar. Por otro lado, el Tigre (además de su relación con el monte Tarao) es el emblema oficial de Shotokan; se basa en un diseño chino clásico que significa «el tigre nunca duerme», sim-boliza el estado de alerta cuando está listo para la acción y la serenidad pacífica de la mente. Concluido el conflicto bélico y tras la reconstrucción del Hombu Dojo, va-rios de los alumnos de sensei Funakoshi re-gresaron para formar la Nipón Karate Kyokai (NKK, Japan Karate Association) que se de-

dicó a unificar los dojos y las universidades con el consentimiento de Funakoshi. En

1956, algunos alumnos tradicionalistas de Funakoshi constituyeron la asocia-ción Shotokai (camino al Shoto). El 26 de Abril de 1957 murió el sensei Gichin Funakoshi. En 1949 se fundó la Asociación Ja-ponesa de Kárate (JKA), que celebró

los primeros campeonatos de Japón en 1957. Esta práctica deportiva se ex-

tendió a Occidente durante la década de 1950. La organización All Japan Karate-do (FAJKO), constituida en 1964, se dedicó a organizar torneos mundiales multi-estilo en 1970. Las mujeres participaron por pri-mera vez en unas competiciones del mun-do en 1980. m

1. El Kárate empieza y termina con Rei (saludo).

2. No utilizar el Kárate sin motivo.

3. Practicar el Kárate con sentimiento de justicia.

4. Antes de conocer a los demás, hay que conocerse a sí mismo.

5. De la técnica nace la intuición.

6. No dejes vagabundear tu espíritu.

7. El fracaso nace de la negligencia.

8. El Kárate sólo se practica en el dojo.

9. La práctica del Kárate es de por vida.

10. Tratar los problemas con espíritu de Kárate.

11. El Kárate es como el agua hirviendo.

12. No alimentéis la idea de vencer, pero tampoco la de ser vencidos.

13. Adaptad vuestra actitud en función de vuestro contrincante.

14. El secreto del combate reside en el arte de dirigirlo.

15. Que las manos y los pies golpeen como un sable.

16. Al franquear el umbral de vuestra casa, diez mil enemigos os esperan.

17. Kamae es la regla para el principiante. Después, es posible adoptar una guardia

espontánea.

18. Los Katas deben realizarse correctamente. En el combate real, sus movimientos

se adaptan a las circunstancias.

19. Tres factores a considerar: la fuerza, la envergadura y el grado técnico.

20. Profundizad en vuestro pensamiento.

LAS «VEintE rEGLAS dE OrO» dE SEnSEi Gichin FunAKOShi

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El Mediterráneo es un mar antiguo y generoso que ha bañado con su sa-biduría el perfil altivo de las costas

mallorquinas. Siglo tras siglo, con la música que crea el rumor de sus olas, los hombres buscaron conquistar altos sueños. Poetas y músicos, fotógrafos y pintores, sintieron que esta tierra les ofrecía el escenario ideal para plasmar su arte. Muchos de ellos pasa-ron como peregrinos, bebieron de su dulce aroma y partieron para no volver. Sin em-bargo, algunos nacieron al calor de su abrazo, crecieron entre sus pinos y encinas, y sintieron nacer a la musa contemplando sus paisajes. Mateu Forteza es un hijo bien amado de Mallorca, a la que

entrelazó su genio artístico en una lar-ga vida de dedicación a la escultura y al dibujo, haciendo de las artes plásticas una forma de expresión y de enseñanza.Nació y creció en las tranquilas calles de Manacor, donde a los doce años impro-visó su primer taller de cometas case-ras que regalaba a los demás niños. Esa inquietud le llevó a conocer a su primer maestro pocos años después, Eusebio Ferrer, un artesano de la madera que le transmitió el oficio al viejo estilo gremial.

En esta etapa de ebullición interior tuvo la oportunidad de conocer de cerca a un ar-tista consagrado que iba a dejarle una hue-lla profunda. Por motivos de salud, Anglada Camarasa pasó un tiempo convaleciente y necesitado de ayuda. Encargado de aten-derle, Mateu Forteza se atrevió a entablar con el viejo pintor catalán largas conversa-ciones sobre su pasión común. Su amistad potenciará la relación de nuestro joven con el círculo artístico de Pollença fundado por Camarasa, la llamada escuela pollensina. Este foco cultural había atraído a muchas figuras importantes del momento, que die-ron a la isla un aire internacional: Santiago Rusiñol, Joaquín Mir, Miguel Gelabert y Dio-nis Bennàssar. Un estilo luminoso, de bri-llantes colores y muy decorativo, alienta a estos autores en sus cuadros y en sus con-versaciones. Para Mateu Forteza, supuso un importante punto de partida para iniciar su itinerario creativo en la capital de la isla.

Cuando él la conoció, Palma de Mallorca era ya una vieja ciudad que había decretado desde antiguo un pacto con el sol, la piedra y el mar. En 1956 nuestro joven soñador se estableció en ella y abrió en la céntrica plaza Mayor su primer taller. Trabajaba con entusiasmo en sus primeros encargos y se sentía feliz, pero algo faltaba, ese «toque de ángel» que hace de la existencia un oasis maravilloso: el amor. Generosa, la vida le hizo un regalo muy especial cuan-do una muchacha se cruzó en su camino. La veía pasar todos los días por la ca-lle y encendía su corazón con su son-

risa y su dulzura. Apenas tres años después, Magdalena se convirtió

en su esposa, y desde entonces ha marchado a su lado como compañera y amiga, inspirando

sus proyectos y custodiando su

Nati Sánchez

El pasado mes de diciembre 2008 la Fundación Sophia hizo

entrega de su premio-homenaje Una vida dedicada a... El galardón recayó en D. Mateu Forteza Forteza por Una vida dedicada a las

Artes Plásticas

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hogar. Dos niños estrecha-ron aún más sus lazos: Toni, que ha heredado su espíritu artístico, y Carmen, cuya dul-ce presencia ha sido para el maestro una alegre canción.

En la década de los años setenta, el éxito de su trabajo le permitió abrir un segundo taller en el barrio de la Ca-latrava, uno de los más anti-guos de la ciudad. En él vie-ron la luz sus más célebres obras y diversos proyectos para impulsar la creatividad de los mallorquines. Un buen

ejemplo de estos es el Grup Dimecres, que fundó con algu-nos pintores para dedicar to-dos los miércoles a recorrer la isla pintando su día a día. Otra propuesta más ingeniosa fue la que ofreció con el grupo Farsa de mimo-pantomima, pensado para comunicar ideas a tra-vés del teatro reivindicativo.

Con este telón de fondo, Mateu Forteza se centró en su más íntima vocación: la escul-

tura. Una a una fueron naciendo las piezas que habrían de consagrarle como maestro del cincel. Sus delicados ángeles, trabaja-dos con suavidad y delicadeza de formas, evocan el silencio de ese sigilo celeste que envuelve lo sagrado. Situados en distintos emplazamientos funerarios de la isla, invitan a quienes los contemplan a acallar los rui-dos interiores y exteriores para serenar el alma. La más hermosa de estas creaciones fue quizás El Ángel y el Alma, en cuyo abra-zo parecen confundirse el cielo y la tierra.Entre sus obras más celebradas se en-cuentra la estatua de sor Francinaina, una religiosa que vivió entre los siglos XVIII y XX, y que fue beatificada el 1 de octubre de 1989 por Juan Pablo II. Para tal conme-moración, se encargó al Mestre Mateu una imagen que aún hoy se venera en el Altar Mayor de la parroquia de Sencelles. Tallada en madera, la escultura refleja el amplio es-tudio histórico que realizó el artista para revelar con realismo virtuoso al personaje.En este acercamiento a la estatuaria sa-cra orienta sus ojos hacia la Se-ñora, la Madre divina que custo-dia al pequeño mensajero entre sus brazos. Contemplemos por ejemplo a la Virgen de la Panada, con su sonrisa antigua y el gesto magnánimo que ofrece a sus fieles el sustento diario. Los drapeados que caen de sus brazos, la pureza de la piedra, la gracia de las manos abiertas… evo-can majestad y respeto.El Mestre Mateu se su-mergió aún más en este ambiente ve-nerable cuando re-cibió el encargo de

Arriba: parte superior de la fachada del Gran Hotel, emble-mático edificio de la ciudad de Palma de Mallorca. Distintos

relieves y esculturas de Mateu Forteza, como este dragón, se conservan en este monumento arquitectónico.

Abajo, derecha: Virgen de la Panada.

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moldear una figura de Cristo para la iglesia de su pueblo natal. Con una dedicación sin-cera buscó arrancar a la piedra algo más que formas, algo que más que una figura huma-na. Él quería plasmar un símbolo, una ima-gen que despertara la devoción de sus con-ciudadanos y que les acercase más a Dios.

El Monasterio de Lluc contiene su apor-tación al relieve histórico. Situado en el co-razón de Sa Tramuntanta, este enclave es el centro espiritual de Mallorca y custodia la antiquísima imagen de la protectora de estas tierras, la Virgen Negra de Lluc. Allí se reunieron todos los municipios mallor-quines y acordaron hermanarse en torno a la efigie sagrada por medio de sus escudos representativos. Tales iconos históricos fue-ron encargados al mestre Mateu, que dedicó largos meses a esculpir los emblemas genui-nos de cada localidad en la popular piedra de Santanyí. Con esta obra, el maestro no sólo manifestó la historia y la tradición de la isla, sino también su homenaje a la concordia y a la convivencia armónica de sus gentes.

Gala de HomenajeLa gala se celebró el 12 de diciembre en la sede de la Fun-dación Sophia en Palma de Mallorca. En el acto se proyectó un vídeo biográfico-artístico del maestro y se realizaron varias representaciones dramatizadas de sus esculturas. El evento

contó con la presencia de su familia, así como de anteriores galardonados como Catalina Valls (����), Jaume Mir (�00�). «Estoy profundamente emocionado con este homenaje», dijo el mestre Forteza

Los presidentes de la Fundación Sophia con Mateu Forteza al recibir el premio.

Mateu Forteza y su esposa Magdalena acompañados de Jaume Mir (izquierda) y

Catalina Valls (derecha)

Todos los actos artísticos de la gala de homenaje están protagonizados por

jóvenes artistas.

Mateu Forteza durante la confección de los escudos de los municipios de Mallorca conservados en la capilla de Lluc.

El Monasterio de Lluc contiene su aportación al relieve histórico.

Allí se reunieron todos los muni-cipios mallorquines y acordaron hermanarse en torno a la virgen sagrada por medio de sus escudos

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Desde aquí podemos desplazarnos a otra faceta de este artista acercándonos a sus gentiles doncellas, efigies de mu-jer que dejan traslucir el espíritu de lo femenino en la suavidad de sus formas. No menos famosos son los dragones que coronan el emblemático edificio del Gran Hotel, en pleno casco antiguo de Palma, o los distintos relieves que jalo-nan las fachadas más insignes de la ciudad.

Aunque ama intensamente la escultura, este artista polifacético abrió también los brazos a otros ámbitos, como la escenogra-fía y la tramoya teatral. En la década de los ochenta colaboró con la puesta en esce-na de la obra El Drac de Eugenio Schuartz con unos magníficos dragones articulados. Sus talleres de maquetas para niños estu-vieron más relacionados con su vocación pedagógica. Sus pequeñas obras multicolo-res surcaban los cielos de Palma, llenando la ciudad de risas y color. Con ellas, Mateu Forteza retornaba al espíritu de su infancia.

Su amor por la tradición se sintió halagado cuando el Ayuntamiento de Palma le enco-mendó la creación de sus gigantes, grandes protagonistas del folclore mallorquín. Así nacieron los célebres «Gegants xeremiers» que salen del zaguán de Cort con su corna-musa y su tambor en las fiestas populares.Ya en el ocaso de su vida, el mestre Mateu ha dedicado estos últimos años a la ense-ñanza, a trasmitir los secretos de la escul-tura a las nuevas generaciones que anhe-lan recoger su legado. Para impulsar esta labor, la Fundación Sophia creó el año 2005 los talleres de escultura bajo su dirección y tres años después sus jóvenes aprendi-ces comienzan a mostrar sus trabajos.

Entre los sonidos intermitentes del cin-cel y a la piedra resonaron los aplausos del público, que fueron convirtiéndose en galardones, como el Primer Premio de Es-cultura del Ayuntamiento de Manacor, el Premio de escultura de la Sala Drac y, so-bre todo, el Premi Ciutat de Palma de 1977.

Mateu Forteza Forteza ha sido un ar-tista entregado a una obra vital y vario-pinta, que ensalzaba lo sagrado y enaltecía lo histórico y lo bello. Pese a su grande-za como maestro de la forma y moldea-dor de sueños, él desea sentirse como un hombre sencillo y humilde, que no ansía otra gloria que la del trabajo bien hecho, henchido de amor y de ilusiones.Secuestrados al silencio de la memoria, he-mos traído hasta el presente viejos recuer-dos, gastadas fotografías, imágenes olvida-das y bellísimas esculturas para rememorar la trayectoria de un hombre que creyó en el arte como expresión del espíritu huma-no. Tras dedicar sus días y sus noches a des-cubrir los misterios de las artes plásticas, tuvo tiempo de abrir un último espacio a la enseñanza, cediendo su conocimiento a la siguiente generación. Apenas sin darse cuenta, se fue convirtiendo en un modelo y una fuente de inspiración que la socie-dad mallorquina nunca podrá compensarle. Sólo nos queda rendirle un sincero home-naje por una vida dedicada al arte… m

Creación de los gigantes xeremiers del Ayuntamiento de Palma de Mallorca.

Durante los últimos años Mateu Forteza ha impartido talleres de escultura en la Fundación Sophia, donde jóvenes valores

han podido descubrir y desarrollar su talento.

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La Soledad

Elvira Rey

Vivimos inmersos en una paradoja: mientras los núcleos de población desarrollan estructuras macrosocia-

les de ocio y entretenimiento, la sensación de soledad penetra sinuosa en nuestras horas. Un día quise detenerme un momen-to para situarme como espectadora ante este fenómeno social en unas gradas ima-ginarias, y por encima del ruido, las luces, la televisión y la prensa, me quedó una sensa-ción extraña. A más ruido, mayor sensación de soledad se apoderaba de mí, y aunque parezca un contrasentido, me invitaba a la búsqueda del silencio, como el sediento busca el agua. Aunque soy consciente de mi pobre capacidad monetaria, nada puede evitar que sueñe con un lugar donde ais-larme para disfrutar de la serena paz de la naturaleza, donde encontrarme a mí misma y emprender lo que llaman la realización personal. Sé que muchos han pensado lo mismo alguna vez como una necesidad casi vital: hallar el silencio. Pero ¿por qué lo bus-camos?, ¿qué esperamos encontrar en él?

Más de un psicólogo dice que estamos solos cuando no mantenemos comunica-ción con otras personas o cuando ésta no es satisfactoria. La experiencia subjetiva de sentirnos solos rodeados de gente suele llevarnos a pensar que no encajamos en un mundo al que, por otro lado, no compren-demos demasiado. Yo he vivido la soledad como una ne-cesidad de respirar, de romper con esos amigos que ya no me enriquecían, con ese trabajo que ya no me motivaba, con esa su-perficialidad de cuyo rostro estaba un poco cansada. En todos estos casos el punto de partida fue un dolor, una insatisfacción, un deseo de cambiar, de cerrar la etapa an-terior, aunque no sabía cómo hacerlo. La soledad ha sido para mí un gozne, un mo-mento de crisis en el que siempre he po-dido dar un paso hacia la madurez, hacia el crecimiento...

He conocido a una tipología de perso-nas que para solucionar su sentimiento de soledad llenan su tiempo con cualquier actividad; se lanzan a citas con gente que no conocen, aunque no tengan nada en co-mún con ellos, buscando ser aceptados y queridos por los demás. Hay otros que se justifican con unos planteamientos algo pe-simistas, que hemos escuchado demasiadas veces: «no me entienden», «cada vez que con-fías en alguien, acaba traicionándote», «sólo te quieren para sacarte algo…»

No obstante, hay muchos que no han es-cogido voluntariamente estar solos como forma de vida y hacen lo posible por su-perar la causa que la origina. Son ya mi-

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llones los inmigrantes obligados a marchar a tierras desconocidas, alejándose de sus raíces y de sus familias. Muy diferente es el sentimiento de aquellos ancianos que por su edad se ven apartados de la marcha de la sociedad e incluso de sus hogares. Otro ejemplo es el vacío emocional de esas ma-dres que han visto a sus hijos salir de casa para emprender sus propios proyectos. Por último, pero quizá más grave, está el aislamiento que nos ocasionan las fallas de nuestro carácter: el egoísmo, la timidez, la vanidad, el autoritarismo…

No es fácil convivir con otras personas, y más si son de distinto parecer, pero pue-de llegar a ser más complicado estar con uno mismo. ¿Por qué tendemos a huir de la soledad? ¿Será porque son pocos los que se encuentran en buena compañía consigo mismos? Desde cierto punto de vista, creo que la soledad es una buena oportunidad de conversar con ese, quien quiera que sea, que vive en nuestro interior. Puede que ésta sea nuestra asignatura pendiente, y que todos los procesos, duros a veces, por los que tenemos que pasar, sirvan para co-nocernos mejor y para saber escucharnos de puertas adentro.

Un día quise indagar en otros testimonios que apoyaran mi reflexión. Para ello bus-qué textos antiguos y modernos que me hablaran de esas voces que revoloteaban en mi pecho. Revolví entre los libros de una biblioteca y encontré que muchos de ellos mencionan a ese ser que se escon-de en nuestro corazón esperando a que le prestemos atención. Leí que tenemos un «instinto del alma» o «sexto sentido» al que escuchamos pocas veces y al que vale la pena atender, porque sabe buscar mejor que nadie los tesoros de la vida: la amistad, el amor, la superación… Otros lo

«La soledad es una granamiga, búscala de tanto en tanto y en ella encontrarás

tranquilidad y reflexión,pero sobre todo te

encontrarás a ti mismo» (Anónimo)

llamaron «el hablante silencioso» y en El Principito leemos que «lo esencial es invisible a los ojos». Sé que esto no está de moda y que muchos no lo entienden, pero he de reconocer que en el mundo hay demasia-das cosas que para mí sobran y que no me acabo de creer.

Amado Nervo, poeta del siglo XX, dice: «…Surgió una voz augusta, nunca jamás oída, una voz de reproche tal vez, tal vez un rumor, más sugestiva y fuerte que todo otro rumor. Era el Yo que en el fondo del alma vive quieto…» ¿Será ese «ser inmortal» del que tantos hablan, esa fuente de entusiasmo, de felici-dad, de juventud, de aciertos y de éxitos? Si todo esto es cierto, ¡qué lástima no haber conocido su existencia mucho antes! m

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Las culturas precolombinas son todavía unas grandes desconocidas en gene-ral. Pueblos como los mayas, los azte-

cas o los incas no están demasiado lejos de nosotros en el tiempo y tenemos un cierto conocimiento testimonial de sus formas de vida. Sin embargo, antes que ellos habitaron aquellas tierras otros hombres de los que no han quedado ni testigos en las crónicas ni textos propios que nos informen del ni-vel que lograron como comunidad huma-na: ¿qué grado de civilización alcanzaron?, ¿cómo eran sus ciudades? La arqueología, a través de los monumentos que va resca-tando, es la única que nos aporta hoy por hoy un pasadizo temporal hasta ellos.

Mientras en Centroamérica se investi-gan enclaves fascinantes como Teotihuacán o los núcleos toltecas, en el sur del conti-nente encontramos la no menos enigmá-tica civilización preinca que desarrolló su sede principal en la ciudad de Tiahuanaco. Está considerada la cultura más longeva de América por sus casi veintisiete siglos de duración, y el punto de partida de pueblos como los aymaras y los quechuas. Se le atri-buye, asimismo, la paternidad de la arqui-tectura sudamericana.

Las ruinas de Tiahuanaco están situadas en el altiplano andino, a 20 km al sur del fa-moso lago Titicaca. Éste se encuentra a una

altura de 3.870 m sobre el nivel del mar, en la actual Bolivia. La ciudad se extiende en un área de unos 1.000 m de longitud y 500 m de ancho, orientada de Este a Oeste y rodeada por un foso. Según el estado actual de las excavaciones podemos enumerar va-rias edificaciones:- El Akapana.- El Kalasassaya.- El Palacio.- El Templete.- El Pumapumku.

El AkApAnA

Este notable edificio tiene una base de 180 por 135 m y 15 de altura, y ahora mis-mo está a menos de la mitad del proceso de excavación. Se trata de una pirámide escalonada de siete pisos con un lago ar-tificial en forma de cruz andina en la parte

Amparo García

Excavaciones de Akapana.

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superior, que simboliza la Cruz del Sur. Se-gún los investigadores, era un observatorio astronómico y estaba orientado hacia el Illimani, la montaña más alta de la Cordille-ra Central con sus 6.462 m de altura. En el lago artificial se reflejaba con diáfana per-fección el cielo estrellado, lo que les permi-tía realizar sus estudios astronómicos.

El kAlAsAsAyA

Al norte del Akapana, en un recinto de 130 x 135 m, con muros de grandes blo-ques de piedra labrada, se construyó este recinto multifuncional cuyo nombre se puede traducir como «Templo de las Pie-dras Paradas». El acceso principal fue eri-gido en la vertiente oriental mediante una escalera monolítica, por donde penetraban los rayos de sol en ambos equinoccios.

Se han detectado pequeñas habitaciones parcialmente subterráneas, siete a cada lado del patio. Tras ellas un muro interior crea nuevos espacios en el interior del re-cinto. Hay que mencionar dentro de este conjunto algunos puntos emblemáticos. Por ejemplo, en la zona suroeste vemos la estatua conocida como el fraile o monolito Ponce. En el muro que ocupa el lado norte hay dos bloques en los que se ha descu-bierto un orificio que imita, a escala y con total perfección, un aparato auditivo huma-no. A través de él, aún en el presente, se pueden escuchar ruidos y conversaciones que se realizan en puntos muy distantes del

patio. A la vez, actúa de altavoz, amplifican-do el sonido para que se escuche a notable distancia.

En el ángulo noroeste nos sorprende la monolítica Puerta del Sol, principal monu-mento de Tiahuanaco. Está labrada en un único bloque de 3 m de alto y casi 4 m de ancho, y pesa nada menos que diez to-neladas. En el centro del dintel se esculpió en bajorrelieve un dios desconocido que el arqueólogo F. Katz describe así: «La cabeza está rodeada de rayos, para indicar que se tra-ta de una personificación del Sol. En el relieve tienen también un papel importante las repre-sentaciones del puma y el cóndor. Lágrimas en forma de puma descienden de los ojos de la fi-gura central, y algunos de los rayos que forman el halo empiezan como cabezas de puma. El

Maqueta general del área arqueológica con las principales estructuras de Tiahuanaco. Al fondo de la fotografía se eleva la pirámide Akapana todavía en fase de excavación.

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Vista panorámica del Kalasassaya, conjunto donde se encuentran los principales monolitos que hoy se pueden contemplar in situ.

Puerta del SolMonolito Ponce

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dios tiene en las manos cetros (rayos) que ter-minan en cabezas de cóndor».

El TEmplETE

Es un edificio semi-subterráneo situa-do al este del Kalasasaya que las investi-gaciones señalan como el más antiguo del emplazamiento. Está a más de dos metros por debajo del nivel del suelo y tiene una plaza cuadrangular, formada por los muros de arenisca roja. Entre los sillares encon-tramos 175 cabezas humanas escultóricas labradas en caliza que han sido objeto de muchos estudios por la gran diversidad de los rasgos raciales que representan. Lo cierto es que todas son diferentes entre sí y que pueden estar representando a mu-chas razas o culturas humanas, lo que nos permitiría conceder a este enclave el so-brenombre de templo de la concordia.

Junto a estelas de menor importancia se alza en el centro una copia del llamado monolito Bennet -por el arqueólogo que lo descubrió- o también Pachamama, de 7,30 m de altura y 20 toneladas de peso.

El pumApumku

La Puerta del Puma es una plataforma piramidal de unos 6 m de altura construida con piedras de unas 100 t cada una. Estaban unidas por abrazaderas de cobre en forma de T, método que permitía un acoplamien-to perfecto de los bloques. Éste y otros as-pectos del trabajo lítico que evidencian los restos arqueológicos, incluyendo enigmas

sin resolver como el que plantea el trasla-do de los bloques grandes, se constituyen en testigos mudos del nivel tecnológico de-sarrollado por los tiahuanacotas.

Otros elementos generales a destacar en lo referente al grado de urbanización al-canzado en Tiahuanaco son los canales de desagüe, en cuya perfección se esmeraron los constructores antiguos, tal y como pue-de apreciarse aún.

Por lo que respecta a la finalidad con que se construyó este enclave y basándonos en lo que están desenterrando las excavacio-nes, se ha concluido que no era un lugar de ocupación civil, sino un centro ceremonial al que acudían los habitantes de los alrede-dores para desarrollar importantes aspec-tos de su vida religiosa.

La datación de la ciudad sigue en proce-so de discusión. Los historiadores sitúan su marco temporal entre el 1500 a.C., aproxi-madamente, y el año 1200 d.C., momento de su colapso definitivo. Este extenso pe-riodo de casi tres mil años se ha subdividi-do en tres etapas:

- Tiahuanaco antiguo.- Tiahuanaco clásico.- Período epigonal o de expansión.

Los incas ya encontraron esta ciudad en ruinas, pero a través de ellos nos llega una leyenda sobre el origen de la cultura

A la izquierda vemos el monolito Pon-ce, que fue descubierto en 1957 a 2,10 metros de profundidad en el interior del Kalasassaya. Está tallado en andesita y mide 3 metros de altura.

La Puerta del Sol, formidable monumento de un solo bloque de piedra andesita que pesa en torno a 10 to-neladas (resulta significativo que la cantera estuviese situada a 80 km). En la parte superior observamos bajorelieves cuya interpretación más reconocida es la que la considera un calendario astronómico.

Lo que vemos sobre estas líneas es la representación de un conducto au-ditivo humano, que tenía la función de amplificar el sonido y a la vez que per-mitía escuchar lo que se decia a una distancia de 50 metros.

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tiahuanacota: «Dicen que carecieron de lum-bre muchos días, y que estando todos puestos en tinieblas y oscuridad, salió de esta isla del Titicaca el Sol muy resplandeciente (...) Donde dicen los incas que el Sol puso aquellos sus dos hijos, varón y mujer, cuando les envió a la tierra para que enseñasen la vida humana a la gente barbarísima que entonces había en aquella tierra (...) Pasado el diluvio del cual no saben dar más razón que decir que lo hubo... se apareció un hombre en Tiahuanaco... que fue tan poderoso que repartió el mundo en cuatro partes y las dio a cuatro hombres que llamó Reyes» (Inca Garcilaso de la Vega).

Hay también quien remonta la antigüe-dad de Tiahuanaco a unos catorce mil años atrás, basándose en el tiempo que ha tarda-do el lago Titicaca en evaporarse hasta su nivel actual, pues se supone que Tiahuanaco estaba en sus orillas. Es una lástima que no hayamos podido encontrar escritura para poder leer su historia, como pasa en otras civilizaciones. Esto ha suscitado en nosotros el anhelo de encontrar entre sus ciclópeos monolitos a sus constructores, a los que nos encantaría conocer e interrogarles so-bre su historia, su ciencia y su sabiduría.m

Templete sem-subterráneo. En el centro descubrimos tres mo-nolitos; el más grande de ellos contiene rasgos humanos talla-dos en relieve.

Cabezas en bulto redondo in-crustadas en el templo del Ka-lasasaya. Algunos autores creen que representan a distintos pue-blos que tenían en el enclave un santuario común. Desde tal perspectiva podría llamarse al lugar templete de la fraternidad o de la concordia.

Entre los restos encontra-mos losas como ésta. Nos muestra el hueco donde se insertaba la abrazadera metálica que las mantenía unidas unas con otras.

Monolito El Fraile, ubi-cado en el templo del Kalasasaya.

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El desierto del Sahara es hoy día uno de los parajes más áridos del planeta. Sin embargo, fue algo muy diferente en el pasado. Nada más y nada menos que los restos fosilizados de esqueletos de antiguas ballenas pueden encontrarse en la región egipcia de Wadi Rayan, en la provincia de Al Fayum, a unos 200 kilómetros de El Cairo. El yacimiento, una de las localizaciones más ricas del planeta en fósiles marinos nos muestra una vez más los secretos tesoros que se ocultan tras el misterioso ciclo vital de la Naturaleza.

Ballenas en un océano de arena

Un equipo internacional de arqueólogos ha confirmado que las ruinas que hoy pue-den observarse en Abu Rawash, cerca de El Cairo, pertenecen a la llamada «pirámide perdida», erigida por voluntad del faraón Dyedefra durante su reinado, en algún pe-riodo aún por especificar de la IV dinastía.

A pesar de que se pensaba que la cons-trucción de esta pirámide jamás llegó a concluirse, parece que según los últimos descubrimientos arqueológicos no fue así. Zahi Hawass, secretario general del Con-sejo Supremo de Antigüedades Egipcias, ha llegado a afirmar que la pirámide pudo al-canzar unas dimensiones comparables a las de la gran construcción del faraón Keops, padre de Dyedefra. En cualquier caso, un documental rodado por el Canal Historia en el que se recogen tres años de exca-vaciones, nos revelará más datos acerca de este nuevo misterio arquitectónico del an-tiguo Egipto. El enigma que sí parece desve-larse con este hallazgo,es el que rodeaba a la leyenda negra popularizada por el griego Herodoto -siglo V a. de C-, en torno a la figura del faraón Dydefra, al que se acusa-ba de traidor y asesino de su progenitor, Keops. Muy al contrario, el gobernante fue un gran constructor que se implicó con gran dedicación en los funerales de su pa-dre, por cuanto se desprende del resultado de los descubrimientos y las investigaciones realizadas por los expertos en las excava-ciones de esta «pirámide perdida».

Descubierta la pirámide perdida de Guiza

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ientos... y otras historias

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Ver para creer. Una coalición internacional de físicos, contratados por el CERN -Cen-tro Europeo de Investigación Nuclear- ha in-vertido 14 años y un presupuesto de 5.000 millones de euros en construir el mayor acelerador de partículas del mundo. La ins-talación, denominada Gran Colisionador de Hadrones, ubicada en las afueras de Ginebra, tiene por objeto hacer colisionar protones a una elevadísima velocidad, con la intención de conseguir recrear las energías que tuvie-ron lugar por última vez, una billonésima de segundo después del Big Bang. Y… ¿después qué?

Según dos científicos reacios al proyecto, poner en juego tales energías podría situar en grave peligro nuestro planeta y quizás incluso, todo el Universo. Al fin y al cabo, hablamos de un experimento capaz de reproducir las condiciones energéticas que se dieron justo al nacer el cosmos. Walter L. Wagner y Luis Sancho, los dos especialistas que han dado la voz de alarma respecto al proyecto, sostie-nen que el colisionador de partículas podría originar un pequeño agujero negro lo sufi-cientemente poderoso como para devorar la Tierra. A pesar de todo, los responsables del artefacto avalan la seguridad de su trabajo. Sin embargo, una fuga de helio ha aplazado su puesta en marcha hasta el verano de 2009.

La finalidad del experimento es analizar las partículas residuales resultantes de estas recreaciones primordiales, para hallar claves que permitan profundizar en el conocimien-to de la masa, la materia, y otras fuerzas que sostienen la Naturaleza.

Jugando a ser Dios

Recientemente, un grupo de arqueólogos ha en-contrado en Skopie (Macedonia) lo que se constituye en el vestigio más antiguo de escritura en la antigua lengua de Macedonia. La tapa de arcilla del objeto, que ha sido datado en unos 4000 años de antigüedad, lleva grabados unos caracteres en forma de signos. Según se cree, este significativo hallazgo puede con-vertirse en fuente importante de estudio por parte de los paleolingüistas ya que se trata del primero de este tipo. Las declaraciones de los expertos no se hicieron esperar; al respecto se pronunció el Dr. Dushko Alek-sovski, paleolingüista profesor y presidente honorario de la Academia Mundial del Arte Rupestre diciendo que el descubrimiento «aporta los primeros indicios de la antigua lengua macedonia en el país». Refiriéndose al posible origen etimológico de la inscripción, añadió: «Este es un artefacto muy raro, el nombre de la diosa Vesta está escrito en ella. Sin embargo, el primer nombre escrito es Bsefa, que más tarde se convirtió en Vesta. Este objeto es el más antiguo escrito en idioma macedonio descubierto en nuestro territorio».

Por razones de seguridad, el lugar preciso donde fue hecho el hallazgo ha sido mantenido en secre-to por el gobierno macedonio; con esta medida se pretende mantener esa región central del país libre de la inoportuna aparición de buscadores de tesoros arqueológicos.

Hallada escritura de hace 4000 años en Macedonia

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Algunos le llamaron Sakyamuni, el «Solitario»; otros Bagavad, el «Bienaventurado»; en las regiones del nortesu nombre era Sugata, «el que vino felizmente». A mí, que tuve la suerte de

tenerle por maestro, me gusta recordarle como Buda, el Iluminado. ¡Qué dichosos fuimos los discípu-los que le acompañamos en esta vida! Y ahora que físicamente no está a nuestro lado, cuán cerca le sen-timos en el corazón. Recuerdo la primera vez que le vi, en la sagrada ciudad de Benarés: su rostro estaba sereno, tranquilo y lleno de bondad y el rocío de la mañana cubría el verde manto que había escogido para dar sus primeras enseñanzas. Poco a poco, hombres y mujeres de todas las edades nos fuimos acercando

al Iluminado y sentados en padmasana a su alrededor escuchamos su mensaje. Así comenzó un tiempo mágico, un periodo que quedaría para siempre en el sagrado libro de la humanidad. Su mensaje encierra dentro de sí mismo el legado más grande y hermoso de amor, dulzura, claridad y verdad que se ha escrito jamás.

Sidharta Gautama logró unir en su persona las mejores cualidades de un príncipe, con la inteligencia de un sabio y la devoción de un místico. Cuentan que cuando vino al mundo una música celestial llenó todos los rincones del planeta, los mudos recobraron el habla y los ciegos la vista. Cada momento a su lado era único y maravilloso. Recuerdo cómo al principio de la peregrinación nos habló de su infancia, de cómo su padre le aisló del mundo en un palacio hermético plagado de lujos y comodi-dades. A los dieciséis años se casó, haciendo que su padre se sintiera tranquilo de que iba a tener un heredero para el trono de Kapilavastu,

en contra de lo que había anunciado la profecía al nacer.

Tuvo un hijo al que llamaron Rajula, que significa «cadena», pero yo pienso que no se ha forjado aún la cadena capaz de contener a un ser tan grande, a un alma tan pura. Así, a pesar de tener a su dispo-sición todas las riquezas y placeres, su corazón no encontraba la paz y empezó a sentir curiosidad por conocer el mundo que había más allá de su cárcel-palacio. Cuando se preparó la salida del príncipe, pidió a su cochero que cambiara la ruta establecida y así, entre calles cotidianas, se encontró con la enfermedad,

la vejez y la muerte, visión que inflamó su corazón de compasión hasta tal punto que sintió la necesidad imperiosa de des-entrañar las causas del dolor.

Cierto día nos encontrábamos con él en los alrededores del monte Gaya, cuan-do vimos a dos ascetas que apenas se podían mantener erguidos realizando sus meditaciones. Me vinieron a la mente aquellos cinco años de ascetismo que Sidharta realizó nada más abandonar el palacio. En su búsqueda de respuestas, efectuó terribles sacrificios corporales, al igual que los dos yoguines que tenía-mos frente a nosotros. Deambuló de un

Tras la senda de Buda(cuento) Nacho Vilar

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lugar a otro sin poseer nada y sin tener para alimentarse, y tal fue su austeridad que más de una vez es-tuvo a punto de morir. Tras haber conocido los extremos de la opulencia y la privación total de lo material, Sidharta definió su doctrina como la Vía del Medio, porque equidista de los placeres y de los extremos ascé-ticos.

Cientos de personas se unieron en vida a sus ideas, desde mendigos que no tenían nada que perder hasta reyes que lo dejaban todo con tal de acompañar al Iluminado.

Hace ya varios años que el maestro nos llevó bajo el árbol Bodhi, donde recibió la iluminación. Lo recuerdo como si fuera ayer: era una mañana de primavera, el viento fresco acariciaba nuestras sienes mientras nos acercábamos a un lugar especial. Buda aceleró el paso dándonos a entender que le ilusionaba regresar a aquel bosque encantado. Su mirada siempre limpia era ahora la de un niño feliz cuando recibe un regalo. Tras largo rato caminando por un hermoso sendero se detuvo ante él, el árbol de la sabiduría: las ramas eran todas diferentes, como lo son las doctrinas de oriente y occidente, pero todas necesitan de un único tronco, el de la sa-biduría una; si están firmemente sujetas a él, es imposible que los vientos y las exaltaciones mundanas puedan romperlas. Allí Buda, cuarenta años atrás, había recibido la Ilumina-ción, allí se le revelaron las Cuatro Nobles Verdades que permiten al hombre liberarse de los periódicos renacimientos conduciendo su alma hacia el Nirvana.

Muchas veces había escuchado las palabras de aquel sabio, pero ninguna me conmovió tanto como aquel día. Y mientras las lágrimas bro-taban por sus mejillas nos dijo: «La vida es dolor; las causas del dolor son la ignorancia y el deseo; la superación del dolor la otorga el co-nocimiento de lo real y el desapego de las cosas materiales; el camino que lleva a la cesación del dolor es el Noble Óctuple Sendero».

Una mañana nos dijo que su tiempo en la tie-rra había acabado y se marchó hacia el bosque en solitario. A las puertas del Nirvana nos espera el gran iluminado, y con una sonrisa en su etéreo rostro trabaja para que algún día to-dos alcancemos la iluminación y nos liberemos de los lazos del dolor y de la muerte. m

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Querido Jorge:

¡Cómo cuesta escribir sobre alguien a quien admiras casi por encima de los de-más filósofos! ¡Qué pobres se quedan las palabras para agradecer a quien te ha ense-ñado tanto! Pienso que es comprometido tratar de sintetizar algunas de las geniales aportaciones de aquel a quien se ha llama-do «el divino Platón». Y es que tal apelativo se lo ha ganado, pues ha trascendido las ba-rreras del tiempo, que todo lo devora, para formar parte del séquito de los inmortales, de aquellos genios que como faros en la noche siguen disipando las tinieblas que os-curecen el universo mental del hombre.

Tanta y tan magnífica fue su producción filosófica que la historia del pensamiento a través de los siglos ha sido, en gran medi-da, reflexión, desarrollo, crítica, contrapo-sición, halago, desaprobación, ampliación y un largo etcétera de la obra de Platón. Me adhiero totalmente a la gran Hipatia de Alejandría, cuando dijo allá por el siglo IV: «Todo lo que buscas, lo encontrarás en Platón»; o al sobrenombre que le dio el gran huma-nista del Renacimiento, Francesco Petrarca,

cuando le llamó «el príncipe de la filosofía»; o a los comentarios de otros filósofos más cercanos como Emerson (siglo XIX): «De Platón vienen todas las cosas que aún se es-criben y discuten entre los pensadores»; o a la muy conocida frase de Whitehead que afirma: «la Filosofía Occidental son meras no-tas a pie de página de la obra del gran filósofo ateniense».

Lo cierto es que todavía hoy, en el siglo XXI, seguimos escribiendo artículos, libros, tratados y tesis sobre el gran «maestro de Aletheia» (maestro de verdad). Por eso, enfrentar este reto me hace recordar una frase del último libro de Giovanni Reale que dice: «Platón es sin más, el mayor de los filósofos que ha aparecido hasta hoy sobre la tierra, y la tarea de quien lo quiera comprender y hacer comprender a otros, aun acercándose progresivamente a la Verdad, no puede termi-nar jamás».

Cartas a un joven idealista

Herminia Gisbert

Sócrates, Platón y el FENÓMENO griego

Busto de Platón

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No podemos comenzar a hablar de Pla-tón sin mencionar a aquel que por siempre ostentará el título de «su maestro» y que se convirtió en el protagonista de toda su obra: Sócrates. Con él se abre una nueva etapa en el pensamiento de la humanidad, puesto que encarna el modelo y paradig-ma del «buscador», de aquel que en pos de sus inquietudes espirituales y de su sed de conocimientos adquiere la ciencia del gran arte de vivir. Sócrates, que nunca se consi-deró filósofo a sí mismo, ha resultado ser el creador de la investigación filosófica por su constante indagación de la verdad y de sí mismo. Buscando al hombre más sabio de su tiempo, se topó con la sorpre-sa de ser él mismo ese hombre, puesto que era el único que re-conocía su ignorancia. Así, hizo de su «solo sé que no sé nada», el punto de partida por exce-lencia de la reflexión filosófica. Su padre, que era escultor, le inspiró que el filósofo debía ser un artesano de la sabiduría, un artífice de las ideas. Y su madre, comadrona de profesión, le en-señó la mayéutica, que en grie-go indica el método de asistir en los partos, sólo que él aplicó esta

ciencia a dar a luz el alma de sus oyentes, a «educir» la naturaleza espiritual que subya-ce en el interior de todo ser humano. De ahí que el término «educación» designe la más divina de las artes, aquella por la que el maestro vivifica las semillas latentes en el discípulo. No añade ni quita nada que no exista, sólo despierta, potencia y trae a la manifestación las cualidades del discípulo que se hallaban dormidas, en estado laten-te, ocultas u olvidadas.

Con Sócrates aprendimos a «dialogar», a intercambiar ideas, a elevarnos por

medio del razonamiento y de las pre-guntas y respuestas, desde los con-ceptos más simples y sencillos hasta las ideaciones más puras y reales, desde las cuales remontarnos has-ta los arquetipos. Con él nos indig-namos con aquellos que comercian con la sabiduría, tergiversándola y

usándola en beneficio propio, com-prendiendo que el conocimiento no se compra ni se vende, que nadie es su dueño, porque es patrimonio uni-versal de todos aquellos que son

Representación de la muerte de Sócrates.

Busto de Sócrates.

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capaces de conquistarlo. Nos enseñó que el sabio se vence a sí mismo, mientras que el ignorante se deja vencer por sí mismo. Nos trasmitió su incansable búsqueda de la areté o conjunto de virtudes que forman el ideal de la excelencia para la cosmovisión

griega: la templanza, el valor, la prudencia, la justicia, la

belleza, el honor, la dig-nidad, el conocimiento... Y lo que es más difícil,

nos mostró con su propio ejemplo lo que significa

ser consecuente con tus propios ideales, a pesar de no ser entendido o siendo critica-do, humillado, calumniado e incluso condu-cido hasta la muerte, como le ocurrió a él. Amante de la virtud como pocos, hizo de ella una auténtica ciencia, cuya base consti-tuirá la semilla de multitud de escuelas de filosofía práctica que se expandirán por Grecia y más tarde por Roma.

Sócrates fue la conciencia de sus conciu-dadanos, el educador y guía espiritual de los jóvenes atenienses y el espejo nítido en donde se reflejaban las envidias, recelos y odios de los políticos corruptos. Y por ser lo que fue, y por decir lo que dijo, le juzgaron y le condenaron. Su injusticia ha acompañado a los que nos consideramos discípulos de la sabiduría durante siglos, pero una vez más reivindicamos la libertad del espíritu humano para exigir el derecho natural de ser hombres conscientes, pen-sadores sin fronteras emancipados de pre-juicios, dogmas cerrados y tabúes estable-cidos; y para proclamar la inmensa fortuna de, como diría Platón, sabernos Dioses, aunque muchas veces lo olvidemos.

El modo en que Sócrates conoció a Pla-tón fue, como suele ocurrir en estos casos, muy curioso. Según nos relata Diógenes Laercio «Sócrates soñó que un cisne se posa-ba sobre sus rodillas y, abriendo súbitamente las alas, levantaba vuelo cantando dulcemen-te; al día siguiente Sócrates conoció a Platón, al que identificó inmediatamente con el cisne que había visto en sueños».

Atenas se convirtió en la capital de la cultura griega y posterior-mente de la romana. Durante el imperio bizantino, ya con ele-mentos medievales, siguió considerándo-se un enclave desta-cado. En la imagen, una reconstrucción de Atenas.

Alegoría de la Aca-demia platónica, con el fundador de esta línea de pensamiento conversando con sus discípulos.

Sócrates fue la conciencia de sus conciudadanos, el educa-dor y guía espiritual de los

jóvenes atenienses...

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Platón contaba entonces veinte años y aun-que su lazo se vio pronto truncado por la muerte, su unión ha quedado inmortalizada para siempre a través de sus diálogos, en don-de el maestro vive en el corazón del discípulo, y el discípulo se convierte en la voz de su maestro.

Los libros de Platón se conocen como Diá-logos por estar planteados a modo de con-versación. Sin embargo, más que hablarte de su obra intentaré darte una breve pincelada de las ideas que fundamentan su pensamiento y, sobre todo, instarte a lo que considero de vital importancia para cualquier «amante de la verdad», que es leer su obra, pues tengo que confesarte que de todos los placeres a los que una persona puede acceder, tal vez sea el mental uno de los más inolvidables y magníficos que conozco.

Lo primero que nos llama la atención al leer los Diálogos es su tremenda vigencia, a pesar de estar escritos hace casi dos mil quinientos años. Es como si se hubieran escrito ayer o como si estuvieran más allá del tiempo, cosa que, por otra parte, da mucho qué pensar: ¿hasta qué punto el hombre, en sus cavilacio-nes, inventa o es original en algo? ¿O más bien, como diría el mismo Platón, alcanza la exce-lencia al elevar su pensamiento al mundo de las esencias -unas e inmutables-, contemplar-las en su «divina locura» y plasmarlas en unos textos para la posteridad? El otro día leí una máxima de Gaudí que me encantó: «La origina-lidad es la vuelta a los orígenes». En el próximo número conoceremos algunos de los grandes mitos que nos legó en sus geniales libros.

Continuará....

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