el mundo de sophia 42

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EL MUNDO DE SOPHIA 1

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Revista de difusión cultural

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Page 1: El Mundo de Sophia 42

EL MUNDO DE SOPHIA 1

Page 2: El Mundo de Sophia 42

2 EL MUNDO DE SOPHIA

6 PARA REFLEXIONAR...

Lo esencial es invisible a los ojos

11 ESCULTURA POÉTICA...

Escriba sentado

12 HISTORIA

La ciencia y el arte delos alquimistasLos fascinantes enigmas de una antigua práctica que se extendió a lo largo de la Edad Media europea, pero que también conocieron otros pueblos: el arte de la trasmutación.

8 JÓVENES ESCRITORES

Duncan y GrahamFundadoras del baile moderno

7 LIBROS, PELÍCULAS...

Contenidos

16 ARTE

Arte, mito y modernidadUna visión del aspecto simbólico del arte a la luz del Romanticismo.

El mundo de Sophia

Page 3: El Mundo de Sophia 42

EL MUNDO DE SOPHIA 3

20 HISTORIA - EGIPTOLOGÍA

Los Faraones de SaisLa Dinastía XXVI constituyó una etapa de grandes contrastes, brotes de es-plendor en medio del inicio del Periodo Tardío de la civilización egipcia.

25 LO QUE ALGUNOS DIJERON SOBRE...El dolor

26 ENTREVISTA

Antonio Velasco PiñaNovelista y ensayista, fundador del grupola Nueva Mexicanidad.

30 ARTE - REPORTAJE

De Atenas a Viena

34 POESÍA Y LITERATURA

Mario Vargas Llosa

36 CARTAS A UN JOVEN IDEALISTA

La Fortuna

FundaciónSOPHIA

· Difusión del pensamiento y el arte de las culturas tradicionales.

· Mecenazgo de artistas.· Promoción del voluntariado.

Revista de difusión cultural

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4 EL MUNDO DE SOPHIA

Vivimos en un univer-so misterioso y fasci-nante, cuyos enigmas son tan inabarcables

como las estrellas que pueblan el firmamento. Somos humanos, y como tales pensamos, razona-mos, observamos y deducimos. Pero lo curioso es que cuantas más cosas entendemos del mun-do que nos rodea, cuanto más nos esforzamos en comprender los cómos, los porqués y los pa-raqués de nuestra propia exis-tencia, más preguntas surgen en nosotros.

El cosmos ha sido, es y será siempre la mansión del gran misterio. Una totalidad orde-nada o «gran orden de lo exis-

tente» —como pensaban los griegos cuando acuñaron la pa-labra Kosmos— en el que la vida se mantiene en un permanente equilibrio dinámico entre dos principios fundamentales, que los venerables sabios taoístas llamaron Yin y Yang, lo femenino y lo masculino, lo negativo y lo positivo, lo receptivo y lo dati-vo, lo intuitivo y lo racional. Dos fuerzas opuestas, pero tan com-plementarias e interdependien-tes que no podrían existir la una sin la otra. Dos polaridades de la energía-una que en la naturale-za se manifiestan a través de las múltiples dualidades: día-noche, frío-calor, húmedo-seco, sol-luna etc., y en la dimensión humana como hombre y mujer

Sin embargo, más allá de todo aquello que podemos observar, analizar, medir y clasificar con nuestro intelecto racional, sub-yace siempre el gran misterio… y el misterio siempre será, por definición, algo femenino que de-safía y pone a prueba nuestra ló-gica y nuestra razón. El misterio es todo aquello que se escapa a nuestra comprensión, porque esta más allá de lo visible, más allá de lo cognoscible y más allá de lo inteligible… el misterio es, en suma, la cara oculta de la vida con rostro de mujer.

Tal vez por eso en el antiguo Egipto la Sabiduría y el Misterio se encarnaban simbólicamente en una diosa, Isis, cuya estatua

EL MUNDO DE SOPHIA

2011

Nº 42

DIRECTOR:Francis J. Vilar

JEFE DE REDACCIÓN:Víctor Vilar

REDACCIÓN Y MAQUETACIÓN:Felipe Aguirre

Elvira Rey

DISEÑO GRÁFICO:Diana Hirsch

HAN COLABORADO:Francis J. Vilar

Herminia GisbertVíctor Vilar

Naty SánchezDaniel CapllonchMónica Gutiérrez

Fernando CelliElvira Rey

Felipe AguirreGina Hernández Amelio

Una publicación de:Fundación Sophiac/ Jaime Ferrer, 3

Palma de Mallorca (Baleares)www.fundacionsophia.com

Telf. 971 72 15 55

[email protected]ó[email protected]

www.mundosophia.comD.L. PM-2099-98

Los artículos firmados expresan únicay exclusivamente la opinión de su

autor, quien se hace responsable dela veracidad y autoría de los

contenidos expuestos.

El Eterno Femenino

Editorial

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EL MUNDO DE SOPHIA 5

del templo de Sais tenía grabada en su pedestal la siguiente ins-cripción: «Yo soy todo lo que es, todo lo que ha sido y todo lo que será… y jamás mortal algu-no ha levantado mi velo».

Es por ello que tanto para los sabios del Antiguo Egipto, como para muchos de los filó-sofos, los místicos, los poetas y los trovadores galantes del amor cortés que en el mundo han sido, la mujer, como perso-nificación del eterno femenino, es el gran misterio por excelencia. Síntesis prodigiosa de las «Tres Gracias»: el amor, la belleza y la vida, el eterno femenino es todo aquello que no podemos alcan-zar a entender con la razón, todo aquello que nos sobre-pasa, que nos encanta, que nos hechiza, nos atrae y nos seduce. El supremo misterio de la vida, que quisieron desvelar con gran ahínco todos los buscadores enamorados de la Sabiduría.

El misterio provoca en nues-tro corazón la fascinación, el asombro y la admiración, por-que vela a nuestros ojos todo aquello que no podemos vivisec-cionar con el afilado bisturí de nuestra lógica racional… que no podemos envasar en conceptos, ni etiquetarlo con palabras exac-tas y fórmulas precisas… como

tanto nos gusta hacer a los hombres.

Por lo tanto, sólo podemos hablar de ello indirectamen-te… dando rodeos… cortejando las ideas con tacto… aproxi-mándose a ellas con sutil elocuencia. Convirtiéndonos en poetas de la belleza, Don Juanes del mis-terio y pintores del amor cortés. Pues solo así es posible esbozar una acuarela que sea capaz de cap-tar el rostro del eter-no femenino a través de las pinceladas so-noras de la metáfora, el símbolo y la alegoría, en el lienzo de la imaginación.

El eterno femenino es el firmamento estrellado y la mis-teriosa luna… la suave brisa que refresca nuestra rostro en una cálida tarde de verano y las diamantinas gotas de rocío que brotan cristalinas de los pétalos de las flores, cuando reciben con lagrimas de emoción el primer beso del sol con la luz del nuevo día.

El eterno femenino es el ru-bor que tiñe de rosa el horizon-

te antes del alba… y el blanco algodonoso que pinta las nubes con el color de la pureza. Es el olor de la tierra fecundada por la lluvia… y el alegre trino de los pájaros en primavera. El verdor aterciopelado de los bosques… y la risueña espuma de las olas que brota cuando el mar abraza a la tierra al llegar a su orilla.

El eterno femenino es el amor y la alegría, la compasión y la ternura, la palabra de aliento que nos impulsa a escalar nues-tros más altos sueños… y la paciencia infinita, preñada de un silencio más elocuente que mil discursos. Es la belleza que he-chiza nuestros sentidos, invitán-donos a abandonarnos al dulce placer de la contemplación… y el misterioso sentimiento que embriaga nuestro corazón, im-pulsándonos a emprender la gran búsqueda del saber, por que el eterno femenino es, en suma,… La vida misma con rostro de mujer. m

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6 EL MUNDO DE SOPHIA

pista guatemalteca. Uno de los pilotos era, nada más ni nada menos, que Antoine de Saint-Exúpery. Una vez llenos los depósi-tos, se dispusieron a continuar ruta hacia el sur, pero tuvieron el infortunio de que una mala planificación de la carga de combustible provocara un acciden-te en el momento del despegue. Pocos lo saben, pero nuestro personaje quedó en coma durante cinco días y tuvo que recu-

perarse durante largos meses después de salir de su estado. Paseó por Antigua Guatemala, la ciudad de las per-petuas rosas… con-templó los volcanes… Posiblemente pasó por el lago Atitlán, y divisó el Cerro de Oro… tal vez él fue el primero en ver a una boa devo-rando a un elefante.

Lo que sí es cierto es que en 1941 se publicó la obra por la que es mundialmente

conocido… El principito. Y allí, en sus primeras páginas, apare-

ce el dibujo de un sombrero… tal vez un monte… qué digo… una boa que se ha tragado un elefante.

Aprendamos algo de todo esto: cuando miremos el mundo que nos rodea, hagámoslo recordando que «lo esencial es invisible a los ojos, sólo puede verse con el corazón».

Mirad la fotografía nuevamente…

¿Qué veis?

Para reflexionar...

Lo esencial es invisible a los ojos...

Muchas personas verán esta fotografía y pensarán por dentro: «es un bello paisaje. Pero al fin y al cabo sólo es un monte». Sin embargo, basta con que sólo una persona vea algo distinto para que se dé el prodigio... es suficiente que uno vea con los ojos de niño…

Según cuentan corría el año 1938 cuando un avión, en la época en que volar era toda una aventura de pioneros, aterrizó para repostar en una

Hay lugares que encien-den nuestra

imaginación… como si tocasen un resor-te escondido en los mecanismos invisibles de la creatividad y de pronto, «¡tachán!»: Se hace la luz. Lo que para unos es una montaña, para otros que ven con la mirada de un niño, se ve claramente a una boa que se tragó a un elefante. Así de fácil, así de magnífico. El espíritu humano puede provo-car este milagro.

Por Víctor Vilar

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lo que algunos dijeron sobre...

Director: Clint EastwoodDrama. 2010. USA.

Justo un año después del estreno de In-victus, el célebre Clint Eastwood, ganador de cuatro Premios de la Academia, se ha propuesto con esta película reavivar el debate sobre qué se encuentra después de la muerte. En Mas allá de la vida, Eastwo-od recurre a una narración fragmentada que focaliza la atención en tres historias unidas por un nexo común: la experien-cia cercana a la muerte; ya sea como superviviente milagrosa de una catástrofe natural, familiar de una persona prema-turamente fallecida o individuo detentor de un extraño poder de comunicación con el más allá. No es la primera vez que East-wood nos habla de la muerte, pero es aquí donde se hace más explícita en el texto y en la historia. Está claro que el director, a punto de cumplir 81 años, tiene un buen puñado de inquietudes sobre las que reflexionar. Lo más remarcable de esta nueva y peculiar aventura cinematográfica de Eastwood es su capacidad para narrar una historia con evidentes tintes sobrenaturales de un modo clásico, sosegado, repleto de matices e incluso plausible para la descreída mentalidad occidental.

Más allá

de la vida

Autor:Sócrates Adamantios

El grecovenezolano Sócrates Adamantios Tsokonas se adentra en la épica y la tragedia, así como en otros motivos artísticos y culturales griegos, para acercarnos a la comprensión de esa sociedad cuyo esplendor

nos asombra aún en la actualidad, a casi tres mil años de distancia. «El objeto de mi trabajo nunca será abarcar ni mucho menos exponer las virtudes de este gran pue-blo del Mediterráneo. Sólo desearía y me contentaría con llevarle al lector una óptica distinta para ob-servar la literatura griega

antigua, de tal modo de incentivar nuestra admira-ción por quienes fueron una de las civilizaciones más relevantes e influyentes de los últimos tres mil años: los griegos».

Una visión moderna de laGrecia Antigua

Autor: Carlos Sanmiguel

Tras un año difícil en que pierde en un accidente a Silvia, su mujer, Marc Beltrán comienza una andadura en la que se irá desdibujando su incredu-

lidad y falta de esperanza en una vida más allá de este mundo, volcado en continuar con la investiga-ción que estaba realizan-do su esposa antes de morir. Con El legado de Osiris, Carlos Sanmiguel recupera el mito de la resurrección del alma en el Antiguo Egipto y lo con-vierte en una emocionante historia de misterio sobre la pervivencia de un dios que parece habitar entre nosotros. Una aventura en la que sus protagonistas se verán obligados a lu-char, por encima de todo, para salvar su alma.

El legado de Osiris

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los fundamentos de todas sus creaciones. Por lo general, vestía con una túnica blanca para que el cuerpo humano luciera en toda su sencillez y hermosura, sin el adorno de leotardos con esco-te o piedras brillantes, como se acostumbraba entonces.

Duncan no dejó ninguna es-cuela ni composición escénica, ya que la improvisación en cada baile era parte de la autentici-dad de su trabajo. Sin embargo, la esencia de su legado revivió el baile, dándole una gran im-portancia al alma presente en el movimiento e inspirando con esto a muchos coreógrafos que decidieron seguir sus pasos.

Uno de ellos fue Michael Fo-kine, quien buscó que el baile se integrara mejor a las otras artes y que recuperara sus formas y cualidades espirituales. Junto con el empresario de los Ballets Rus-ses, Sergei Diaghilev, encontró al compositor ruso Igor Stravinsky para realizar el Pájaro de Fuego, una de las primeras obras primi-tivistas.

En el arte, como en la vida, al ser humano le gustan los retos. Tiene la constante necesidad de saber qué es lo que pasaría si cruzara ciertos límites, ciertas zonas prohibidas. ¿Qué es esta curiosidad? ¿Es la adrenalina de adentrarse en lo desconoci-do? ¿O es un susurro que nos va guiando a través del tiempo recordándonos que lo que cree-mos estar descubriendo, simple-mente lo habíamos olvidado?

A principios del siglo XX, un par de bailarinas norteame-ricanas encontraron una falta de rumbo y dirección en el camino artístico de su período. Enton-ces, escuchando esa voz milena-ria, cada una a su manera y con su método, trató de reanimar el

espíritu del hombre moderno sensible, sentando con esto las bases de la danza moderna.

Varios años antes de que la Primera Guerra Mundial llegara a invadir la tranquilidad de los hogares en Estados Unidos, las primeras consecuencias de la visión industrializada de la vida, ya comenzaban a manifestarse. Ni el progreso de la ciencia ni la aparente simplicidad de los ac-tos cotidianos con la ayuda de la tecnología, parecían ayudar a la gente a sentirse identificada con su entorno.

Isadora Duncan, fue la pri-mera en el ámbito de la danza que manifestó la inconformidad ante la aparente mecanicidad de la existencia y la decreciente fal-ta de importancia que se daba a la religión y la espiritualidad. Ins-pirada en jarrones griegos que observó en el Museo Británico, comenzó a crear coreografías basadas en la visión de la cultura clásica.

La espontaneidad y el con-tacto con la naturaleza fueron

Gina Hernández Amelio

“Ningún artista está

adelantado a su tiempo. Él es su

tiempo; los demás sólo están atrasados.”

Martha Graham

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Jóvenes escritores

Con el tiempo Fokine mol-deó a Vaslav Nijinsky, uno de los mejores primeros bailarines no solo de la compañía sino tam-bién, el tiempo después lo de-mostraría, del siglo XX. Nijinsky fue elegido por Diaghilev como coreógrafo principal para El Rito de la Primavera, obra compuesta por Stravinsky que rompería de-finitivamente con el vocabulario rígido y convencionalizado de la danza.

En esta obra maestra del arte moderno se empezó a cuestio-nar la validez de las reglas mu-sicales, por lo que la interpre-tación no seguía los patrones normales de ritmo, así como de métrica y melodía. Parecían en conjunto un bonche de notas, que de vez en cuando cambia-ban para formar otra serie de armonías irregulares.

Isadora duncan (Izq.), introdujo nuevos aires en la danza con su retorno al

canon estético griego.

Martha Graham (arriba), sentó las bases para la

danza contemporánea tras explorar caminos de expre-sión corporal al márgen de

la técnica clásica.

En este choque de orden y caos aparecía, con pasos del fol-clor ruso, una chica en un rito pagano cuyo propósito, como personaje, era bailar hasta su muerte. El simbolismo de comu-nicarse con una fuerza superior era mucho mayor del acostum-brado en las coreografías mecá-nicas y sin espíritu que presen-taban «los niños bonitos» de Rusia.

Del otro lado del mundo, una contemporánea de Duncan llamada Marta Graham creó la primera es-cuela de danza contemporá-nea. Difundió su creencia en el valor feme-nino de la His-toria a través

del montaje de coreografías ba-sadas en la Biblia, contados desde el punto de vista de las mujeres participantes en los pasajes.

Su técnica consistía en la contracción y la relajación de los músculos, provocando así una mayor impresión de natu-ralidad en los movimientos tra-dicionalmente verticales y estili-zados. Dicha naturalidad era la propia de la mujer, pues en vez de ser vista como un ser eté-reo e inalcanzable como La Be-

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lla Durmiente o Giselle, se conceptualizaba como un ser atado a la tierra, apasionado y complejo psicológicamente, basándose en teorías de Freud.

Uno de sus alumnos más destaca-dos, Pearl Primus, incorporó la técnica Graham a sus propias raíces étnicas, fun-dando así la primera academia de danza

moderna afroamerica-na. Incorporar el pri-mitivismo al arte era una tendencia muy común en el concep-to modernista, pues se creía que los antiguos parecían tener mayor sabiduría de la vida y sus abstracciones que ellos mismos.

En pintura y escul-tura ya se recurría a las culturas polinesias y haitianas para bus-car inspiración; en este caso, se volvía la vista hacia África, donde la improvisación y el baile en círculos eran vitales.

El movimiento de todas las partes del cuerpo, azotar los pies, tener una ligera incli-nación hacia el suelo y hacer un uso asimétri-co de brazos y piernas

eran cánones nuevos para las coreogra-fías que intentaban buscar en las sabidu-rías antiguas respuestas a los problemas modernos. Tiempo después, estos ritmos peculiares sentarían las bases para la mú-sica y el baile del jazz y el rock and roll.

Buscar el conocimiento y la inspira-ción del hombre «civilizado» a través de la visión de pueblos «menos intelectuali-zados». puso en perspectiva el verdadero avance que la racionalidad y el pragmatis-mo habían tenido en el siglo XX. La expre-sión individual y creativa, por encima de la perfección técnica de Duncan y Graham, ayudó a recuperar en los estilos arcaicos la belleza natural y el alma en los movimien-tos que caracterizan a la danza. m

La Consagración de la Primavera, en una reconstrucción de su coreografía original (derecha) y en una representación moderna (izquierda).

«Si buscamos la verdadera fuente de la danza, si vamos

a la naturaleza, encontra-mos que la danza del futuro

es la danza del pasado, la danza de la eternidad y siempre será la misma. El movimiento de las olas, el viento, la tierra, será siem-pre esta eterna armonía».

Isadora Duncan

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Escriba sentadoIV Dinastía (2613-2498). Museo del Louvre, París

Naty Sánchez

T e encontraron en las arenas de Saqqara, inmóvil y silencioso, inmerso en tus tareas milenarias. El primero que te vio quizá se aturdió por tu mirada

inquisitiva, cristal de roca imperturbable que anhela mirar con pupila hu-mana. Ironías del destino, ni un solo jeroglífico se grabó en tu efigie, y ocultando

tu identidad, agigantas tu misterio. Eres el testimonio mudo de los discípulos de Thot, escritor sin palabras de una estirpe de hombres enamorados del saber.

Tu piel de caliza apenas retiene ya el tostado abrazo del sol que bañó tu vida. Nos contemplas impertérrito con distancia secular, escondiendo tus pensamientos con burlona sonrisa de Gioconda. ¿Proteges acaso los herméticos secretos de las

pirámides? ¿Leíste quizá el perdido libro de Thot en su vieja biblioteca? ¿Escuchas el dictado de benéficas enseñanzas

en la Casa de la Vida? No oprimas más tus finos la-bios, no aletargues el silencio…

¡Quién pudiera insuflar espíritu a esta piedra y que el escriba cobrara ímpetu de nuevo! ¡Qué no daría por ver sus ágiles dedos y su cálamo

diligente volar sobre el papiro! ¡Oh arte mile-nario, que haces a los hombres inmortales de-teniendo su imagen en el espacio, embaucando a los señores del tiempo! Gracias por conser-var para la memoria el perfil de estos hom-

bres singulares. Gracias, escultor anónimo, por tu legado generoso,

por haber mediado entre dos puntos de la

Eternidad.

Escultura poética...

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12 EL MUNDO DE SOPHIA

“Sólo hay un medio de com-prender cualquier fenóme-no cultural ajeno anuestra coyuntura ideológica actual, que consiste en descubrir el

‘centro’ e instalarse en él para desde ahí alcanzar todos los valores que rige. Sólo volviéndose a situar en la perspectiva del alquimista llegare-mos a una mejor comprensión del universo de la alquimia y a medir su originalidad».

(Mircea Eliade, Herreros y alquimistas)

Hasta hace poco más de medio siglo mu-chos aspectos y facetas de la ciencia ocul-ta de los alquimistas y de su aplicación eran desconocidos e incomprensibles a nuestra occidental y moderna visión del mundo. Esto explica, en parte, las sucesi-vas malinterpretaciones que había sufrido esta práctica, tan antigua como el hombre mismo, a lo largo del tiempo. Sin embargo, gracias a rigurosas investigaciones, como las que realizaron Mircea Eliade o Carl G. Jung, entre otros, se ha ido redescubrien-do su carácter más científico; y hoy en día se nos presenta en toda su magnitud,

Fernando Celli

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descifrarlo y —en palabras de los mismos alquimistas— las virtudes y pureza nece-sarias para llegar hasta el final del proceso. Se trata de una ciencia asombrosa, por los prodigios que podía obrar en la materia y en el hombre mismo. El alquimista trans-formaba la mater materia, sublimándola y acelerando su proceso de evolución, he-cho que le convertía en un colaborador de la Naturaleza. Según Paracelso, «Lo que la Naturaleza no puede perfeccionar en un largo periodo de tiempo, nosotros lo acabamos en breve lapso con nuestro arte».

Este hecho le provocaba al practican-te una verdadera trasmutación interior, ofreciéndole la posibilidad de tener acce-so a unos conocimientos muy elevados y un despertar de la conciencia a otras rea-lidades que están mas allá del plano físico de existencia, donde la materia le revelaba sus secretos, tras un largo proceso de ini-

ciación y aprendizaje. Como explica C. G. Jung, la alquimia «es un procedi-miento de transformación filosófica, es decir una forma especial de yoga, que persigue también la transforma-ción espiritual».

Los alquimistas de todo tiempo y lugar, tanto si hablamos de China, Ja-pón, la India, Egipto, los países islámi-cos, Grecia o Roma, eran conscientes de que vivimos en un universo fasci-nante y cambiante, en el que la mate-ria se forma y se transforma perió-dicamente. También sabían que todos los seres que lo habitan se hallan en conexión con el todo, interrelacionán-dose e influyéndose mutuamente, tal

«Lo que laNatu-raleza no puede perfeccionar en un largo periodo de tiempo, noso-tros lo acabamos en breve lapso con

nuestro arte».Paracelso

como una gran ventana a la comprensión de otras dimensiones de la existencia.

Los hallazgos que legó la alquimia han sido, sin duda, la base fundamental para el desarrollo de nuestra química experimen-tal. El trabajo de los alquimistas aportó elementos hoy por hoy imprescindibles para la vida; aunque se sabe que perse-guían algo mucho más elevado que una simple «química de los elementos». Lo cierto es que se trata de un tema que despierta poderosamente nuestra curiosi-dad, uno de aquellos misterios que siguen generando preguntas a nuestra mente in-quieta, a nuestra alma de buscador… Sin embargo, hablar de la alquimia es como in-tentar abarcar el inmenso mar, pues, como él, está llena de secretos ocultos y tesoros escondidos, con lugares peligrosos donde podemos encallar, así como paisajes ma-ravillosos dignos de ver. Y hablar de un al-quimista es equivalente a querer describir a un marinero que se aventura al océano, lleno de pruebas, de dificultades que supe-rar en busca de la «Gran Obra».

La alquimia era ante todo una ciencia y un arte, alrededor del cual aquellos que la cultivaban fueron tejiendo ese halo de secreto que la envuelve. Su afán era pre-servar un conocimiento, muy antiguo y sagrado desde sus orígenes, de las manos de quien pudiera profanarlo, haciendo mal uso de él. Esto explica la forma simbólica y casi indescifrable de sus escritos: un len-guaje hermético, esotérico y místico a la vez, saturado de códigos y fórmulas, que permanece velado salvo para aquel que

tiene las claves para

Historia

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14 EL MUNDO DE SOPHIA

Como muestran estos manuscritos,la alquimia fue una práctica muy común en

varias culturas de Oriente y Occidente, y a lo largo de diferentes épocas.

cual lo define hoy nuestra moderna ciencia con el paradigma holográfico. Su labor más ardua con-sistía en encontrar esas relaciones, conexiones y correspondencias en el plano de la materia. De ahí que nos encontremos muchas veces escritos alquímicos donde se asocia por ejemplo un metal con un planeta determinado, con un color, etc.

La materia primordial, la prima materia de la cual surgió todo el universo, y con la cual se creo todo lo manifestado, era uno de los grandes mis-terios que buscaba desvelar el alquimista, pues allí estaba todo contenido «in potentia», antes de ve-nir a la existencia. A esta mater materia la clasifica-ron en cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, aquellos que, en sus diferentes estados, generan todas las formas en nuestro mundo. Además de estos cuatro elementos estructurales, los alqui-mistas nos hablan de la existencia de un «quinto elemento», que actuaba sobre los otros, era el que producía en ellos las transformaciones. Es la famosa quintaesencia, aquello que buscaban ex-traer de la materia a través de todas sus técnicas, es lo depurado, lo refinado, el elixir, especial por-tador del poder curativo de las hierbas, metales y piedras; el espíritu que hay en todas las cosas. El célebre Arnau de Villanova lo expresa en éstos términos: «En la naturaleza existe una cierta ma-teria pura, que descubierta y perfeccionada por medio del arte, convierte en si misma todos los cuerpos imperfectos que toca».

La labor del alquimista se centraba, especial-mente, en tres facetas distintas: por una parte la búsqueda de convertir el plomo en oro, a tra-

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vés de un elemento concreto que se le atribuía la característica de que en su pre-sencia y a través de su contacto, cualquier metal podía ser transmutado en oro. En segundo lugar, el descubrimiento del elixir de la larga vida, que tenía el poder de otor-gar la eterna juventud a aquel que lo be-bía, imaginado como una sustancia capaz de evitar la corrupción de la materia y el desgaste del tiempo. Por último, la búsqueda de la «piedra filosofal», cuyo objetivo era convertir el plomo de nuestra propia materia personal imperfecta, en el oro del espíritu. En palabras de Mircea Eliade, «La alqui-mia no solo se limita a transformar, perfeccionar o regenerar la natura-leza, sino que confiere perfección a la existencia humana, otorgándole salud, juventud eterna e incluso in-mortalidad».

En su laboratorio, lugar sagrado donde experimentaban y trabajaban, era donde se purificaban, morían, se transformaban y renacían las sustan-cias. El maestro alquimista, a veces en soli-tario hasta altas horas de la noche, velando por su obra, otras junto a sus discípulos, les instruía en las fases y transformacio-nes que iba sufriendo la materia: nigredo, albedo, citrinitas y rubedo. La calcinación, la sublimación, la fusión, la cristalización y la destilación eran algunos de los procesos necesarios para realizar la Gran Obra. A través de ellos destilaban y elaboraban misteriosas pócimas que servían como

remedio a las enfer-medades; en la fragua, con el secreto de los fuegos, aceleraban el proceso de los metales. En esos misteriosos lu-gares de transmutación era donde trabajaba el

Arriba: Paracelso(1493 - 1541).Uno de los máscélebres alquimistas del Renacimiento.

Izq.: Ouroboros.Símbolo frecuente en la iconografíaalquímica, relacionado con la consumación del Magnum Opus(la Gran Obra).

alquimista consigo mismo, desarrollando la voluntad, la paciencia y la fe, cultivando las virtudes más elevadas de su carácter. Según Paracelso, «[n]ada ha sido creado como última materia, en su estado final. Todo se crea primero en su prima mate-ria, la materia inicial, sobre la que actúa la alquimia y lo transforma en la materia final».

Nuestra sociedad moderna es here-dera de muchos de los descubrimientos alquímicos del pasado. Los perfumes, las esencias, las técnicas de destilación, el «baño maría» que se utiliza en la cocina, las tinturas, todas las técnicas minero-me-talúrgicas, la forja, los disolventes, la pól-vora, los bálsamos, la aromaterapia, etc., son sólo algunos ejemplos. Sin embargo, hay dos grandes aportes de la alquimia al mundo, quizá los más importantes: como ciencia, el concepto de que todo en la Creación —desde los minerales, las plan-tas, los animales y seres humanos, hasta las estrellas— tiende hacia la perfección, hacia lo Uno; un universo en evolución del cual nosotros formamos parte activa. Y como arte de transmutación, el haber-nos enseñado las claves para alcanzar esa perfección que hay dentro de cada cosa, ya sea en la Naturaleza o dentro de no-sotros mismos. m

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16 EL MUNDO DE SOPHIA

Después de la caída del Mundo Antiguo en Occidente, han sido varios los intentos de reivindi-car el poder simbólico del arte y su relación con la vivencia co-

lectiva de lo sagrado a través del mito. Dos de los más relevantes fueron el Renacimien-to italiano (entre los siglos XV y XVI) y el Neoclasicismo, seguido por el Romanticismo europeo (durante el siglo XIX). El primero de ellos, influenciado por el humanismo florenti-no, centró su esfuerzo en el rescate (a través, principalmente, de las traducciones de Marsi-lio Ficino) de textos filosóficos y herméticos que se habían perdido para la tradición occi-dental. La mayoría de Diálogos platónicos, el Corpus hermeticum, así como varios textos del neoplatonismo alejandrino, trajeron a la Euro-pa del Cinquecento un acervo cultural y filosó-fico que la llevaría a encontrar en el pasado sus propias raíces, además de una gran fuente de producción artística. El segundo, marcado por el pensamiento filosófico idealista, se ca-racterizó por una «grecomanía» imperante (la tendencia a buscar en el pueblo heleno mo-delos humanos y éticos), que repercutió en el desarrollo de los cánones estéticos del arte

«romántico», así como en las ideas filosóficas, no sólo de idealistas como Hegel, Kant, Fichte o Schelling, sino también de figuras singulares como Nietzsche, cuyo eco llegaría hasta el siglo XX. En ambos casos, la historia parece mostrar que el ser humano, una y otra vez, ha sentido la necesidad de reencontrar su origen en los elementos mitológicos que le son pro-pios y de aprehenderlo a través del estudio y la interpretación hermenéutica y filosófica del legado de la antigüedad. Teniendo en cuenta la trascendencia que este período romántico tuvo para el desarrollo del arte, nos deten-dremos un momento a reflexionar acerca de algunos aspectos de ese último gran —y a nuestro modo de ver, inconcluso— intento de construcción de una «mitología viva» a tra-vés del arte, con el fin de entresacar elemen-tos que aporten con-ceptos en el ámbito es-tético de la actualidad.

ArteMito y

ModernidadFelipe AguirreDirector de Orquesta por el Conservatorio de Viena

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EL MUNDO DE SOPHIA 17

El artE y la rEligión

En la Antigüedad, como es bien sabido, la lí-nea imaginaria que separa los ámbitos de la religión y el arte como esferas de valor de la cultura, no estaba tan marcada. Por ejemplo, en un género artístico como la tragedia griega encontramos innumerables elementos ritua-les, tantos más numerosos cuanto más atrás en el tiempo: el concepto de «fiesta sagrada», la procesión ritual, el altar del dios en el cen-tro de la orkestra, etc. Asimismo, una expresión religiosa tan neta del helenismo como el culto de Apolo, era impensable sin la práctica de la música y la poesía de los peanes que revivían escenas mitológicas del dios. Arte y religión estaban, pues, unidas por un concepto que las superaba: el rito, la ceremonia, comprendidos como la «puesta en acción» de determinados «símbolos vivos» que, en ambos casos, cum-plían una finalidad similar: la experiencia de lo sagrado; el reencuentro con la propia esencia, con los demás seres, con la Naturaleza y con la divinidad. Ahora bien, si tenemos en cuenta que, en uno de sus aspectos, el arte puede ser entendido como el medio a través del cuál los símbolos religiosos cobran vida, expresando y haciendo comprensible una realidad intangible a nivel racional, veremos que los siglos pos-teriores a la Época Clásica (que abarcan gran parte de la Edad Media hasta nuestros días) describen —salvo algunas excepciones— una creciente escisión de ambas esferas, demarca-da en gran medida por el racionalismo y la se-cularización del mundo occidental. Dentro de este contexto no es, pues, extraño el hecho de que uno de los ideales del Romanticismo consistiera precisamente en el anhelo de res-tablecimiento de dicha unión originaria entre el arte y la religión.

Ya a finales del siglo XVIII el poeta alemán Novalis lo formuló así: «Poeta y sacerdote

eran uno al principio, y sólo en tiempos pos-teriores se separaron (…) ¿Y no debería el futuro hacer renacer la antigua condición?». El mismo Schiller tra-duce esta escisión al campo de lo humano; según él los hombres modernos «hemos proyectado en los in-dividuos la imagen de la especie… pero rota en pedazos (…) Has-

ta tal punto está fragmentado lo humano, que es menester andar de individuo en individuo preguntando e inquiriendo para reconstruir la totalidad de la especie»1. Otros escritos de este poeta, que apelaban a seguir los modelos éticos de los griegos, sumados a las reflexio-nes de Schelling, que ponían de manifiesto la necesidad de retornar a un pensamiento mito-lógico (en su Filosofía de la Mitología, de 1842), así como el invaluable trabajo de investigación y catalogación de la mitología germana, reali-zado por Jakob y Wilhelm Grimm, derivarían en la necesidad colectiva de «dar vida» nueva-mente a figuras mitológicas.

No obstante, este anhelo no estaba exento de una cierta dicotomía en su relación con la institución religiosa. Al respecto, escribía Schi-ller a Goethe: «Virtualmente encuentro en la religión cristiana todas las tendencias a cuanto hay de más sublime y noble; en cuanto a las diferentes formas que asume en la vida, me pa-recen tan repelentes (...) sólo porque no cons-tituyen sino erróneas representaciones de la que en ella hay de sublime»2. En su reflexión percibían los primeros románticos la escisión de ambas esferas de la cultura, así como el natural anquilosamiento del poder simbólico que toda religión puede sufrir con el paso del tiempo. También Richard Wagner, alentado por la lectura atenta del libro de Schelling, se ha-cía eco de este pensamiento al afirmar que cuando una religión se hace artificiosa, «está reservado al arte el salvar el núcleo sustancial, penetrando los símbolos míticos»3.

Izq.:La Libertad guiando alpueblo, de E. Delacroix (1830). Uno de losemblemas del Romanticismo.

Arte

Una bacante danzando en el tiempo dela vendimia, de L. Alma-Tadema (1880).

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En suma, vemos en todas estas «voces» un ambiente renovador que, ante la imposibilidad de transfigurar las formas religiosas, quiere ver en el arte una nueva forma de religión. Las condiciones, aparentemente, estaban dadas para que surgieran «nuevos profetas», y para que las artes y sus creadores hicieran la gran obra de redención del género humano. En tal punto de los acontecimientos, entró una figu-ra polémica y arrolladora en escena: el joven Nietzsche. Para entonces, frecuentaba la com-pañía de Wagner y antes de sacar a la luz su primer libro4, había pasado muchos días al lado del músico, reflexionando sobre el destino del pueblo alemán. A juzgar por el pensamiento del Wagner de aquella época y las osadas tesis que el joven filólogo publicaría poco tiempo después, podemos imaginar que en sus con-versaciones ocupaba un lugar muy importante el futuro de Europa como simiente para una nueva humanidad. Y es un hecho significativo que en el centro de la discusión estuviera la tragedia griega como modelo para un nuevo

arte: el drama alemán. Pero este no se trataba sólo de un proyecto artístico, sino de una especie de nueva puesta en escena del «dionisismo», del más puro espíritu de la religiosidad grie-ga, esta vez trasladada a una mitología local, con dioses y héroes germanos. La obra de arte que nacía, de nuevo a partir del seno de la mitología, debía convertirse, a su vez, como una forma de «religión». Nietzsche, en su libro, habla claramente de una nueva «edad trágica» para el espíritu alemán, de un retorno a la «fuente primordial de su ser», inspirado en la «alta gloria» de un pueblo, el griego, al que necesita-rían más que nunca ahora que esta-

ban «asistiendo al renacimiento de la tragedia»5. Así, entre el fructífero ambiente artístico y la benévola sustentación filosófica, nacía para Alemania (y, con ella, para Europa) el nuevo concepto de lo trágico. Como si se tratase de un poietes, de un «creador» de mitos de la An-tigüedad, Wagner forjó una «nueva mitología» a partir de leyendas germanas de la Edad Me-dia (Tannhäuser, Parsifal, Lohengrin, etc.), enlaza-das con mitos nórdicos pertenecientes a los Eddas (El anillo de los Nibelungos).

El mito En EscEna

No ahondaremos ahora en el estudio de las obras wagnerianas ni en su indudable reper-cusión artística y estética. Seguiremos, sin em-bargo, el hilo nuestra reflexión destacando el siguiente hecho: a la luz de la numinosidad (es decir el «poder arquetípico») que ostenta per se una figura mítica, el acto de poner en escena símbolos colectivos tan poderosos como, por ejemplo, dioses del antiguo panteón nórdico (Wotan, Frigga, Thor, etc.), o héroes medieva-les «semidivinos» (Lohengrin, Parsifal), podría tener una trascendencia ontológica equivalen-te a la que tuvo la tragedia griega, en tanto acto cercano al ritual. Sin embargo, nuestra visión en perspectiva de más de un siglo nos permite concluir que ni la «obra de arte to-tal» wagneriana, hija de todos los anhelos de utopía estética del romanticismo, ni las figuras divinas que ella encarna, han tenido el alcance religioso que se esperaba, no obstante haber mantenido intactos sus rasgos psicológicos y su influencia «catártica». Hoy en día podemos asistir a una representación del Anillo wagne-riano y constataremos que la aparición en es-cena del dios Wotan no causa en el público ese efecto de «terror sagrado» ante el mysterium

El teatro deDionisos en Atenas,

lugar donde se representaban anualmente de las Tragedias, en el marca de festividades de

culto.

Zeus y Wotan, los principales

dioses del panteón griego y escondinavo,

respectivamente.

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tremendum que sentía el ateniense al ver al imponente Zeus; o la figura de Frigga, que encarnaba uno de los aspectos de la ances-tral Diosa Madre, di-fícilmente despertaría en nuestros especta-dores modernos el amor y la devoción que un griego medio profesaba por Atenea o Deméter.

Y aquí llegamos al planteamiento central de nuestro análisis: la idea de que la representación artística no puede sustituir al acto religioso, pues es, en su aspec-to ideal, una expresión visible del sentimiento místico, un medio a través del cuál el hombre puede acceder a una vivencia religiosa, mas no una vía religiosa en sí. Asimismo, los símbolos que utiliza una representación artística (sean cuales sean) producen un efecto religioso o «místico» en el público, sólo en la medida en que éste tenga un vínculo cognitivo y, princi-palmente, afectivo, devocional y tradicional con aquellos. Su efectividad depende, pues, del mito como un acto vivo, sustentado por la fuerza activa y constante de la práctica religiosa. Así, por ejemplo, lo que movía al griego en su vi-vencia «mística» era un profundo sentimiento sagrado de amor y devoción hacia los dioses, aquellas fuerzas de la naturaleza, la vida y el cosmos, que representaban de forma ideal (W. F. Otto).

Estamos, pues, en pleno, ante los síntomas de un mundo «desmitificado» o «desmagifica-do» (M. Weber), en el que nuestra «conciencia mitológica» y poder imaginativo ha menguado sustancialmente frente al de nuestros antepa-sados (C. Jung), y en el que prolifera el culto a nuevos mitos «descralizados» (M. Eliade) como el «tumulto solidario del deporte, o el fanatismo de las manifestaciones políticas» (H. G. Gadamer)6. Se plantea, entonces, la inevita-ble pregunta: ¿Podremos (o querremos) algún día revertir el proceso histórico que nos alejó de aquel origen que, una y otra vez, parece-mos buscar? ¿No estaremos ahora, de nuevo, allí en ese punto indefinido de los ciclos his-tóricos en el que la voz de nuestra conciencia colectiva (que muchos filósofos y pensadores ya vienen escuchando y poniendo en palabras desde hace décadas) parece llamarnos a ha-

cer un alto en la vertiginosa carrera hacia el «progreso» material y tecnológico, y a echar mano del legado del pasado para «salir del vórtice» y retomar de nuevo la evolución, esta vez desde un punto de vista más humano y espiritual? En respuesta a estos interrogantes, quizá nuestra presente generación de artistas deba ser aún más osada que los románticos, y tomar como fuente de sabiduría no sólo a los griegos sino a todas las grandes culturas que han existido (Egipto, Mesopotamia, China, la India), y en cuyo modelo civilizatorio el arte y la religión han estado, fieles a la naturaleza que les es propia, en función de un fin único: la evolución moral y espiritual del hombre. Y así, si Wagner, el hijo del romanticismo, sostuvo en su momento que «un verdadero arte sólo puede florecer en el terreno de un verdadero hábito moral», que nosotros, en la aurora del nuevo milenio, podamos decir que «un arte verdaderamente nuevo sólo puede nacer en el seno de un mito vivo, de la vivencia real de lo Sagrado». m

1 Schiller, Friedrich. Über die ästhetische Erziehung des Menschen (En: Escritos sobre estética. Ed. Tecnos, Madrid, 1991. Pág. 112.2 Citado por Wagner: R. Wagner, Religión y Arte. (En Sämtliche Schriften und Dichtungen, Band X, C.F.W. Siegel, Leipzig, 1871.)3 R. Wagner, Religión y Arte. (En Sämtliche Schriften und Dichtungen, Band X, C.F.W. Siegel, Leipzig, 1871.)4 El Nacimiento de la Tragedia.5 Nietsche, Friedrich. El Nacimiento de la Tragedia. Alianza Editorial, Madrid, 2007. (pag. 168)6 Gadamer, Hans Georg. Mito y Razón. Paidós Studio, Barcelona, 1997. Pág. 61.

NOTAS

Wotan yBrunhilde en una representa-ción de El anillo de los Nibelun-gos de Wagner.

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Naty Sánchez

Licenciada en Historia y Miembro delProyecto Arqueológico de AmenhotepHuy en Luxor, Egipto.

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El ascenso de los príncipes de la ciudad de Sais a la institución faraónica tuvo lugar en el con-texto de la invasión asiria que padeció Egipto en el siglo VII a.C. Los últimos miembros de la dinastía etíope no pudieron repeler el avance de Assurbanipal y éste acabó por recluirles en Nubia. Sin embargo, los asirios no mostraron interés por permanecer en el país y otorgaron al príncipe Psamético, heredero del difunto Nekao de Sais, el gobierno de algunas ciuda-des del Delta. Desde allí, con suma prudencia y pacífico talante, fue reunificando los nomos del Bajo, el Medio y el Alto Egipto, hasta volver a consolidar un Estado políticamente cohesio-nado. El destino quiso otorgarle un largo rei-nado (664-610 a.C.) en el que desarrollar con prudencia nuevas y audaces estrategias.El principal logro de Psamético y sus suce-sores fue saber armonizar la política interna con las circunstancias internacionales. Egipto no podía permanecer al margen de los suce-sos que acaecían en Oriente (auge y caída de Asiria frente a Babilonia y posterior ascenso persa) y en el Mediterráneo (expansión grie-ga por medio de colonias y desarrollo de las grandes polis). Con genuina perspicacia, supo prever el papel que Grecia jugaría en el futuro y por ello no sólo incorporó sus mercenarios al ejército y permitió el comercio a sus mer-caderes, sino que fundó la primera ciudad ex-tranjera del valle del Nilo: Naucratis. Este pe-queño núcleo fue creciendo y el acercamiento económico dio paso al cultural, cuando los titanes del mundo helénico comenzaron sus peregrinaciones a Egipto en busca de su sabi-duría pretérita. La importancia que los saítas otorgaron a este fenómeno se aprecia en la creación de una escuela de intérpretes en el Bajo Egipto por orden de Nekao II (609-595). Allí aprenderían la lengua griega algunos escri-bas y sacerdotes que a su vez se encargaron de enseñarla a los cuadros administrativos.

Gracias a este centro, personajes como Tales, Solón, Platón y otros muchos lograron con-versar con los sabios egipcios. A otros, como Pitágoras, parece que se les concedió el privi-legio de conocer personalmente los enigmas de la lengua jeroglífica.

En contraste con estas concesiones a lo extranjero, poco frecuentes en la hermética tradición de estas gentes, se inició una intensa campaña de recuperación de los valores in-trínsecos del pasado faraónico. Así estalló un auge creativo cuyos modelos principales se hallaron en los monumentos del Imperio Anti-guo, dando vida a multitud de obras maestras de excepcional belleza. De modo simultáneo, se ordenó la copia y divulgación de numerosos y variados textos, generando la renovación de bibliotecas y centros de estudio. Para ello se popularizó el demótico, un modo de escritu-ra derivado del hierático que pronto se vol-vió oficial. Esto se acompañó de una especial atención regia hacia los templos, que se vieron atendidos con gran interés por la administra-ción central. Tebas, que había sufrido el saqueo más sangriento de su historia a manos de los asirios, nunca logró recuperarse por comple-to, pero sí pudo subsanar daños importantes

Historia - Egiptología

La historiografía moderna, siempre presta a catalogar la historia en etapas mejores y peores, utiliza el término «Baja Época» para caracterizar el tiempo que discurre entre el primer fa-raón saíta, Psamético I, y Alejandro Magno. Términos como

«bajo» o «tardío» son incapaces de recoger el peculiar espíritu con que Egipto entonó su canto del cisne, una melodía que embriagó a los griegos y despertó su respeto por el noble anciano del Mediterráneo.

La diosa Neith, patrona de Sais,

representada en una columna de un templo en Medinet Habu.

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bajo la dirección de las Divinas Adoratrices, a la par que seguir construyendo algunas de las maravillosas tumbas que hoy contemplamos en su necrópolis.

Estos dos rasgos (inclusión de elementos foráneos con el auge de las tra-diciones milenarias) singulariza-ron el siglo y medio en que Sais se irguió como capital. Desde allí la diosa Neith alumbró este afán de sabiduría. La antigüedad de esta divinidad se remonta a épocas predinásticas y su protagonismo varió en los distintos períodos sin que perdiera nunca un papel destacado. Sus distintivos son la corona roja del Bajo Egipto y un escudo con dos flechas cruzadas, con cuyas puntas adormece a los malos espíritus. Entre sus epítetos figuran «la libia», «la terrorífica», «la que amaman-ta cocodrilos» o «Madre de todos los Dioses». Es una de las pocas entidades femeninas que asume el rol creador del universo, que gestó al pro-

nunciar siete palabras: con la primera surgió la colina primordial y ella se colocó encima; con la segunda dio vida a Ra-Amón-Jnum; con la tercera se manifestó la Ogdóada de la ciudad de Hermópolis y con la cuarta el dios Thot vino a la existencia… Como inventora del arte de tejer ofrecía las vendas de la momia dentro del ritual funerario, en el que además intervenía como diosa protectora junto a Isis, Neftis y Selkis; en este ámbito custodiaba en concreto el estómago del difunto en el vaso canopo con la imagen de Duamutef, uno de los cuatro hijos de Horus.

Los vínculos con Atenea no son pocos, lo cual no deja de ser un reflejo de las relaciones con los griegos durante todo este período. El mismo Platón las identifica y parecer estar fuera de duda el origen libio de la Señora de Atenas. El príncipe de la filosofía reproduce en el diálogo Timeo la conversación entre Solón y un sacerdote de Neith en Sais. Si bien so-mos conscientes de que esta narración es una evocación literaria, no deja de recoger un tes-timonio parcial sobre las actitudes de aquellos egipcios hacia los atenienses, además de ejem-plificar el intercambio cultural que se estaba produciendo. En sus líneas hallamos expresada la común devoción por la diosa y una hermosa explicación de la diferencia entre Grecia y el valle del Nilo: frente a la sabia y conservado-ra (en el sentido de saber guardar) tradición de Egipto, la griega se muestra ingenua, por las continúas pérdidas de sus conocimientos a manos de avatares históricos o naturales. Sin embargo, el sacerdote egipcio no hace de menos a los atenienses y se muestra genero-so en elogios respecto a su grandeza como pueblo.

La atención que los reyes de Sais presta-ron a los dioses no se limitó a su patrona lo-cal. En esta época, y muy especialmente bajo los auspicios del faraón Amasis, se alzarán

templos como el de Isis en Philae y el de Amón en Siwa, entre otras muchas construcciones y reformas relevan-tes.

Un rEnacimiEnto dEl artE

El artista saíta estaba enamorado de su más remota tradición y buscó su inspiración en la necrópolis de Menfis y en otros monumentos de los Imperios Antiguo y Medio. Esto

explica que encontremos en sus tumbas tebanas algunos

relieves idénticos en forma

Mapa delbajo Egipto.

Estatuilla de Isis con niño Horus. Una de las piezas

representativas del arte saita.

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EL MUNDO DE SOPHIA 23

Psamético i (664-610)Reunificación de Egipto.Aparición de los griegos en la historia del país.Alianza con Giges de Libia.Alianza con los asirios, que le dan mano libre en Palestina: toma de Ashod.Tropas egipcias apoyan al ejército asirio.Desarrolla la marina y los puertos, se abre hacia el Egeo.Tebas: Shapenupet II se mantiene y adopta a la hija de Psamético Nitocris (656 a.C.). que gobernó la Tebaida hasta 584 a.C.

Nekao ii (609-595)Apoya a Asurubalit contra babilonios y medos. De camino a Harran se encuentra con Josías de Judá en Meggido, le vence y corona a Joaquín, pero no llega a tiempo para ayu-dar a Asiria.Somete Siria y la sublevación de Gaza.Derrota de Asiria ante Nabucodonosor.Derrota egipcia en Karkemish, perdiendo todo lo conquistado en Palestina.Cuatro años después Egipto contraataca.Sigue aumentando la marina: construcción de canal Nilo-Mar Rojo (acabado por Darío I). Herodoto relata un viaje de circunvalación de África, pero con flota fenicia.Fundación de la escuela de traductores.

Psamético ii (594-588)Expediciones a Nubia con ejército griego, cario y fenicio. Amasis dirige a los egipcios.Sigue fomentando la marina mercante.Viaje diplomático a Fenicia (año 4).

DINASTÍA XXVI (SAÍTAS)

aPries (588-568)Papiro arameo de Saqqara: Ascalón pidió ayuda a Apries contra Babilonia.Expedición naval contra Tiro (inaudito en la historia egipcia)Ataque terrestre a Sidón.Gran migración judía a Egipto tras la toma de Jerusalén por Nabucodonosor (586)Conflicto entre los griegos de Cirenne y los libios: estos piden a Apries apoyo militar, que es derrotado. Este ejército vencido se subleva contra el faraón, Amasis es enviado a parla-mentar y proclamado rey.Guerra civil. Apries es derrotado.Tebas: en 586 su hermana Ankhnesneferibra es nombrada Esposa de Amón.

amasis (568-526)Lucha contra Nabucodonosor sin consecuencias.Fomentó la concordia con los griegos. Status de colonia para Naucratis (Per-Merit).Da dinero para restaurar Delfos tras un incendio.Conquista de Chipre.Alianza con Creso de Libia.Alianza con Polícrates de Samos.Alianza defensiva de Babilonia, Lidia y Esparta contra Persia, vencida por Ciro.Amasis muere cuando Cambises prepara la campaña contra Egipto.

Psamético iii (526-525)Fracasa ante Cambises y es ejecutado durante una sublevación.Egipto se convierte en satrapía persa.

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y temática a los existentes en milenarios se-pulcros de Saqqara. Como en el Renacimiento italiano, no se trata de una copia estéril, sino de una interpretación renovada de unos valo-res éticos y estéticos; esto nos permite dis-tinguir a simple vista muchas obras saítas de las anteriores. A instancias de sus gobernantes, despertó un afán arqueológico en escultores, pintores y arquitectos, una imperiosa necesi-dad de conectar con la íntima visión que parti-cularizaba al genio egipcio y lo distinguía de las demás naciones. Desde nuestra perspectiva, su historia es una trayectoria única que con-cluye definitivamente con el cierre del templo de Philae en el siglo VI d.C. Sin embargo, para los saítas las primeras dinastías estaban tan le-jos en el tiempo como están los romanos para nosotros. La diferencia entre el Renacimiento saíta y el europeo estriba en que durante ese lapsus que les separaba de sus modelos el país había conservado con lealtad incansable sus ideas, sus monumentos y sus textos, pese a las pérdidas puntuales provocadas por los vaive-nes históricos. En cambio, los humanistas del Cuatrocento se enfrentaron a mil quinientos años de destrucción de un conocimiento y un sentido de la belleza considerados «paganos» y por tanto, destruidos y proscritos. Por tanto, quizá sería factible hablar de una revitalización y no de un renacer, pues en ningún caso es aceptable decir que al subir de Psamético al trono el paradigma egipcio hubiese muerto.

Una vez más las necrópolis se convierten en excepcional fuente de información. Son destacables tumbas como la de Pabasa, Ibi o Sheshong en Tebas. Las de Menfis se constru-yen con una estructura de pozo que alcanza en ocasiones los 25 m de profundidad, lo que supone un gran ingenio técnico. Una curiosi-dad es que la imitación de los mausoleos se

realice en base a los nombres de sus propie-tarios. Es decir, la tumba tebana del Ibi saíta reproduce elementos de la de otro Ibi antiguo en Menfis, y así en otros muchos casos. No podemos dejar de mencionar la impresionan-te necrópolis de esta época en Oxirrinco, que está saliendo a la luz gracias al esfuerzo de la Misión española dirigida por el profesor Padró y la Societat Catalana d’Egiptologia.

La escultura, impregnada de un hieratismo «juvenil» que sugieren sus formas redondea-das, su pulido deslumbrante y sus expresiones vitales, ha conservado para nosotros ejempla-res extraordinarios. Su perfección ha sido acu-sada de frialdad técnica, pero yo me pregunto si opinaríamos lo mismo en el caso de no ha-ber contemplado nunca las obras del Imperio Antiguo. ¿Vuelve a imponerse el tenaz afán de catalogar las cosas en buenas y mejores? Las manos que dieron vida a estas nuevas estatuas, nunca concebidas como obra de arte en el sentido frívolo de la noción moderna, quisie-ron infundirles el mismo espíritu de heka (ma-gia) que animó a sus predecesoras, pues tenían una funcionalidad religiosa antes que estética. Su genio está precisamente en los matices que a nosotros, observadores de museo, nos per-miten distinguirlas.

Termina aquí nuestro retrato de una época que quiso «ser egipcia» por encima de todo, aunque estuvo dispuesta a conocer a los nue-vos protagonistas de la historia. Gracias a este esfuerzo, la cultura de Nilo se recargó con una savia renovada de la que se nutrieron los pueblos del Mediterráneo en general, y Grecia en particular. Ciudades como Alejandría, con todo el carácter griego que queramos darle, construyó su aureola como foco del saber extrayendo abundantes conocimientos de su anciana anfitriona. Este binomio que unió en peculiar matrimonio a estas dos formas de concebir el mundo y que resumió la urbe de los Ptolomeos tuvo su noviazgo en el Egipto saíta. Aún hoy nos beneficiamos de ello. m

La escritora frente a latumba de

Pabasa (arriba el detalle del portal y los

alrededores).

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el DolorNo hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara y con la frente bien levantada.

Friedrich Nietzsche

Quien se aflige antes de tiempo se aflige

más de lo necesario.Séneca

Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la

actitud con la que afrontes ese sufrimiento.Viktor Franklyn

Toda ciencia viene del dolor. El dolor bus-ca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y

a no volver la mirada atrás.

Stefan Zweig

De cualquier modo que se llame tu espina, acéptala; es compañera de la rosa.

Rabindranath Tagore

El que teme sufrir,sufre de temor.

Proverbio chino

El dolor es inevitable, pero el

sufrimiento es opcional.

Buda

lo que algunos dijeron sobre...

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Apenas son las cinco de la tarde en la bulliciosa Ciudad de México cuando tocamos al timbre de la casa en que nos ha citado don Velasco Piña. Somos acogidos con la genuina hospitalidad mexicana y no tardamos en estar sentados junto a él. Nuestro entrevistado es ya una persona mayor, que actualmente ocupa el cargo de Subdirector de Desarrollo y Política cultural de la Dirección General de Cultura de Coyoacán (México D.F.) y autor de numerosos libros. Antes de comenzar conversamos un poco sobre nuestros mutuos in-tereses por la cultura y la sabidu-ría tradicional. En pocos minutos todos nos sentimos entre amigos.

v¿Nos podría hacer una pre-sentación de sí mismo y hablarnos de qué cosas han ido modelando su vida?

vMi primer maestro fue un compañero que había estudia-do Historia y que luego tuvo la suerte de irse al Tíbet; él fue quien me introdujo en el estudio de esta ciencia con una visión diferente. Sin embargo, mi gran maestra fue Regina, la

dirigente de la parte espiritual del «movimiento» del 68 en México. Soy abogado, he estu-diado leyes y me dedicaba en-tonces a las cuestiones fiscales, pero a partir del 68 mi vida dio un giro radical, gracias a que ella me encomendó la tarea de hacer un testimonio de lo que fue dicho movimiento en su aspecto espiritual. Este fue un larguísimo camino que tuve que recorrer. Lo primero que tuve que vencer fue intentar hacer una memoria personal de lo que había sido ese movimiento y entre las múltiples cosas que aprendí es que la percepción de la realidad es totalmente subje-tiva y personal, y esto es lo que genera todos los conflictos.

v¿Qué significó lo que cono-cemos como «el fenómeno del 68» en México?

vEn el 68 ocurrió en todos los países del mundo un fenó-meno de protesta que sacudió al planeta. Pero esos movimien-tos se extinguieron con la mis-ma velocidad con que se habían generado, de tal forma que un

AntonioVelasco PiñaEscritor einvestigadorPor Daniel Capllonchy Naty Sánchez

Antonio Velasco Piña es novelista y ensayista, fun-dador de La Nueva Mexi-canidad. Entre sus obras de ensayo más intere-santes se encuentran El retorno de lo sagrado y El despertar de Teotihuacán. En lo que a novela se refiere, Tlaclaelel, Regina y La mujer dormida debe dar a luz han sido nota-bles éxitos de venta.

EntrevistaEntrevista

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El Movimiento estudiantil de 1968 en México.

año más tarde había un bajo porcentaje de protesta y no sirvió absolutamen-te para nada. Los gobiernos capitalis-tas decían que fue-ron instigados por los comunistas, y los socialistas decían que era culpa de los Estados Unidos. No sirvió para nada, no cayó ni un solo gobierno y casi cincuenta años después pode-mos entender que el 68 fue una toma de conciencia global. Du-rante varios meses, de marzo a septiembre, la humanidad se dio cuenta de que había una serie de instituciones que estaban mal, y sobre todo de la false-dad de las ideologías políticas y de las mismas instituciones, es decir, que todo era un engaño. Esta toma de conciencia pla-netaria se fue gestando en el inconsciente colectivo de los pueblos para intentar algunos cambios y el más evidente es el desplome de los sistemas comunistas. ¿Por qué vivimos

ese desplome? Porque en el 68 se dieron cuenta de que era una auténtica mentira lo que se vivía en los sistemas socialistas, que no había tal dictadura del proletariado ni tal igualdad, que no era más que una camarilla burocrática y despótica la que estaba controlando el poder, que todo lo demás era «puro cuento» y que no había igualdad para los obreros. Lo maravilloso de esta toma de conciencia fue que veinte años después estos sistemas se desplomaron sin sangre; todos creían que para que cayeran estos gobiernos tenía que haber una revolución, una guerra mundial o algo pa-

recido, y no pasó nada de eso; los poderes se desplo-maron porque to-dos los habitantes de los países eran conscientes de que eran falsos. Lo mis-mo ocurre en los países de Sudamé-rica con las dicta-duras militares, y en España, donde la mayor parte de los españoles pensaban que para cambiar el sistema franquista iba a

ser necesaria otra revolución, otra guerra civil, otro millón de muertos… Sin embargo, sin disparar una sola bala, se des-manteló todo. En México fue un poco diferente, pues había un sistema político increíblemente deficiente pero que tenía con-trolada toda la sociedad, hasta que unos muchachos pensaron que la única forma de cambiar la dictadura era a través de una revolución. Entonces entraron en guerrilla, fueron capturados y asesinados. Varios centenares de jóvenes murieron y no sirvió para nada. En cambio, en el año 2000 hubo una transformación por vez primera en nuestro país, sin llegar a una revolución o un golpe de estado. Estamos lejísimos de haber llegado a la perfección en México o en cualquier parte del mundo, pero por lo menos ya somos cons-cientes de que podemos aclima-tarnos unos a otros, y eso ya es un gran progreso.

Otro aspecto de la repercu-sión del 68 ha sido el incremen-to de la conciencia ecológica. Cincuenta años atrás, todo lo que era producción industrial se consideraba maravilloso por-que era el progreso, la base del desarrollo; si ello implicaba con-taminarlo todo, no importaba, mientras hubiera producción. A partir del 68, los pueblos se empezaron a preguntar sobre la consecuencia de este proceder: la destrucción del planeta.

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vSegún su opinión, ¿dónde nos encontramos dentro de este proceso de cambio? ¿en el 50%?

v¡No! Estamos en el 1%, porque este proceso está encami-nado a conseguir una conciencia planeta-ria que rompa con nuestro sectarismo, nuestro fanatismo, nuestro individualismo, nuestro nacionalismo mal entendido, es decir, que entendamos que todos somos uno, que vivimos la «ilusión de la separación», que aunque estamos en cuerpos separados, el espíritu de la humanidad es uno solo. Además, que el espíritu de la humanidad está conectado con el de la Tie-rra y éste, a su vez, con el del universo entero. Para que esto funcione como concepto nece-sitamos que primero funcione como una realidad operativa, una vivencia que determine toda nuestra conducta perma-nente, si no, es una filosofía muy bella pero sólo teórica.

vEntonces ¿qué podemos ha-cer para ayudar en este proceso?

vHay dos etapas: la prime-

ra, recuperar toda la herencia espiritual de la humanidad, inde-pendientemente de qué cultura o religión se trate. Hace muy pocos años esto era imposible porque si yo era europeo y quería recuperar la tradición, tenía que ir a la India para em-pezar. La recuperación del ente espiritual no consiste en que nos convirtamos en unos erudi-tos de la cultura del pasado. Yo puedo recuperar un instrumen-to de ampliación de la concien-cia como es el yoga practicán-dolo en mi propia casa y esto es algo que antes era imposible. La segunda etapa consiste en hacer una síntesis de todo el

bagaje espiritual del ser humano y dar un paso adelante. No se

trata de recuperar el aspecto formal de una determinada

civilización, porque yo pue-do vestir como un sacer-dote egipcio, ponerme nombre egipcio y ser el mismo hombre de siempre; sino recuperar lo esencial de la tradi-ción egipcia, lo esencial de la tradición griega, de la china, de la hindú…

v¿Qué significa esto de la nueva mexicanidad?

vEn México, como en cual-quier nación, existe una tradi-ción ancestral representada por los guardianes de esa tradición. Estoy hablando en concreto de la tradición indígena, aunque fuera de ella, en México hay ya ochenta millones de personas que no somos indígenas sino el resultado de un sincretismo entre la espiritualidad prehis-pánica y la tradición cristiana y europea. Entonces ha surgido esta corriente de una «nueva mexicanidad» que no pretende oponerse a las raíces antiguas de México, ni tampoco hacer algo totalmente diferente, sino, simplemente estar en nuestro tiempo, en nuestra circunstan-cia, en nuestro ahora, recogien-do siempre lo fundamental del legado indígena y de aquella tradición que está más cerca de nosotros que es la española y cristiana. Al fin y al cabo, el mexicano, en su mayor parte, es fruto de un sincretismo que va más allá de un mestizaje racial.

v¿Y el papel de la juventud?

vLes toca a ellos tomar la antorcha de todo lo que se ha avanzado, que no es poco, en cuando a la ampliación de criterio, búsqueda de caminos y extensión de conciencia. Hace

...recuperar toda la herencia espiritual de

la humanidad,independientemente

de qué cultura oreligión se trate.

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más de cuarenta años, México se encontraba cerrado en un sistema conservador y muy sectario; se ha hecho un gran avance y ahora les toca a los jóvenes dar un pasito más.

v¿Y cree que están por la labor?

vHay de todo. Yo creo que para entender lo que está pasando en cualquier parte del mundo tenemos que compren-der que se están dando simul-

táneamente dos procesos. Uno es que ante nuestros ojos se están desintegrando y viniendo abajo todas las instituciones del pasado, que todas las culturas del mundo están en etapa de decadencia y degradación; hay una disolución y no hace falta ser filósofo ni historiador para darse cuenta de ello, basta con abrir los periódicos y ver lo que está ocurriendo. Simultá-neamente, se está dando un proceso mundial de generar una nueva cultura global que

abarque a la humanidad. En todas partes están surgiendo grupos y personas que se están encaminando a ello. Las solu-ciones que no pueden aportar los gobiernos, vendrán de otros sectores de la sociedad, no de los grandes intelectuales, ni de los grandes científicos, ni de los grandes capitalistas; será la base misma de la sociedad la que irá creando un nuevo futuro con parámetros distintos, con miras distintas, ocupando una escala de valores de carácter espiri-tual.

Sin darnos cuenta ha ano-checido. Aunque no todos los momentos de esta conversación se respiran en el papel, el elixir del encuentro puede beberse entre lí-neas. Para nuestro escritor el mun-do se halla en la puerta de un cambio de paradigma. Nosotros, ciudadanos del siglo XXI, seremos sus creadores. Nuestros actos y nuestros pensamientos presentes conforman el futuro, y lo moldean en la educación de nuestros hijos. ¿Somos conscientes de nuestro protagonismo? Sirva esta entrevis-ta para la reflexión. m

Algunos de los libros más importantes del escritor.

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30 EL MUNDO DE SOPHIA

De Atenasa Viena

Mónica GutiérrezDirectora de la Academia deArte Renacimiento

Más de dos mil años nos distancian de la Atenas de Pericles, la época de máxi-mo esplendor griego. Mu-chos acontecimientos han

sucedido en este tiempo, pero la memoria de esta pequeña ciudad del mediterráneo se ha esparcido por el mundo, haciendo florecer en diferentes culturas su esen-cia. Convertida en maravilla del mundo, ha sido inspiración para Occidente y modelo a evocar, dejando la huella de su grandeza impresa en nuestro arte, en nuestras cos-tumbres e incluso en nuestras palabras y pensamientos. Los griegos del siglo V

nos transmitieron maravillosos textos y obras literarias que invitan a elevarse ha-cia otras realidades. Con su filosofía nos legaron en forma sencilla pero profunda, ideas y conceptos que nos ayudan a com-prender los misterios de la vida, de la Na-turaleza y del hombre. Con su arte nos dejaron un lenguaje en piedra y mármol capaz de trasmitir a través de símbolos el significado de lo esencial a las generacio-nes futuras, plasmando una belleza capaz de sobrecogernos cuando se la contem-pla. Es por eso que al reconocer algún resto de aquella Atenas plasmado en las grandes ciudades del mundo como Roma, Florencia, Paris o Nueva York y proyectar un trocito de la misma a través de sus monumentos, podemos recrear en nues-tras mentes una idea mucho más acabada de los que fue aquella ciudad griega.

En este sentido, Viena destaca de for-ma especial. Situada a orillas del Danubio, se la considerada faro cultural de Europa con un historial inigualable que la con-vierte en una de las urbes más antiguas del continente. Puente entre Europa oc-cidental y oriental, ha recibido y transmi-tido influencias de ambas regiones, junto

El compositor de los valses vieneses:

Johann Strauss

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Arte - Reportaje

con ideas de su propia cosecha. Imposible de definir con un solo adjetivo, podemos decir de ella que es a la vez clásica y ro-mántica, que es el mito de Sisi y Francisco José, cuna del poderoso Imperio austro-húngaro... Acogió en su seno no sólo a grandes músicos como Mozart, Strauss o Beethoven, sino también a literatos, pensadores y artistas. Viena es moderna y contemporánea a la vez, pero la caracteri-za su profunda cultura, expresada a través de su arte. Caminar por sus calles y sus coloridos jardines no sólo despierta las ganas de vivir, también anima a aprender y a descubrir. No es raro percibir en una travesía del casco antiguo, en una iglesia o en una mansión o palacio el aroma del pasado, pues en ella confluyen varias épo-cas y estilos artísticos. La influencia grie-ga está patente por doquier a través de su mitología y las obras de arte neoclá-sico: es «un viaje en el tiempo a través del tiempo» que despierta el interés de conocer éste o aquel personaje, a través de los emblemas en ellos representados, o de rescatar una verdad escondida entre los detalles de un determinado símbolo.

A medida que uno se adentra por las calles del casco antiguo rumbo hacia el Hofburg el castillo de la corte, unas figu-ras de Heracles captan nuestra atención. Cuatro de los doce trabajos del gran hé-roe griego que antaño se extendían por todo el palacio le hacen honor. El León de Nemea, el Cancerbero o la Hidra de Lerna son los primeros con los que nos encontramos. Es la recreación en piedra de las pruebas que Euristeo puso al mí-tico héroe y que al superarlas conquistó la virtud de aquel que se eleva a la condi-ción divina. Al penetrar por los pórticos del castillo hacia la entrada principal, una serie de virtudes personificadas custodian nuestro paso. Se trata de esculturas que a través de sus representaciones alegóri-cas nos hablan de aquellas cualidades que ennoblecen al hombre: la constancia y la fortuna, la justicia y la clemencia, la virtud y la unidad, entre otras.

Continuando con nuestro paseo, por otro lado aparece Niké, la diosa griega de la Victoria, quien se hace presente de forma constante por toda la capital. Con el resonar de su aleteo vuela entre los jardines de los museos, en lo alto de los palacios guiando su carro tirado por ca-

De camino al Hofburg se encuentran varias repre-sentaciones de los trabajos de Heracles.

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ballos y con la corona de olivo de los ven-cedores en su mano derecha, o bien en la encrucijada de las calles donde aparece sola, desafiando el viento con sus alas ex-tendidas.

Como ciudad de la música, en cada parque o fuente están esos artistas de las Musas, capaces de hacernos rozar con sus armonías nuestros más altos senti-mientos. Por un lado, en la entrada del Stadtpark (el parque municipal) la famo-sa estatua dorada de Johann Strauss hijo, con su violín, imagen rodeada de aromas y flores de colores, hipnotizadora para el que la contempla. O a la entrada del Burggarten, donde se puede contemplar la estatua de Mozart en mármol blanco. Y

cómo no, muy cerca de allí, el monumen-to a Beethoven, en bronce solemne, con una representación a sus pies del impre-sionante Titán Prometeo (aquel que en su osadía por robar el fuego de los dioses y haberlo entregado a los hombres fue castigado por Zeus a estar encadenado al monte Cáucaso, donde un águila devoraba

sus entrañas cada día). El escultor parece ha-ber visto en el dios griego una cualidad inequívoca del com-positor: el símbolo de aquel que desafía al destino para dar un poco de esperan-za a los hombres, sin importar sus conse-cuencias. En suma, toda la ciudad parece rendir homenaje a la

grandeza humana, a través de los perso-najes de ciencia, inventores, artistas, pen-sadores, filosofos y políticos del mundo que van apareciendo a nuestro paso.

Esa unión fecunda de Atenas con Viena la vemos de nuevo reflejada en uno de los edificios más emblemáticos y llamativos de la ciudad: el Parlamento. Obra de estilo neoclásico, cuya fachada de columnas nos recuerda a los templos griegos. Con dos rampas de acceso flanqueadas por bustos de filósofos que ennoblecen el amor al conocimiento, la verdad y la justicia, apa-rece delante una inmensa Palas Atenea, la diosa griega de la sabiduría, inspirada en la que Fidias realizó para el Partenón de Atenas. La hija de Zeus, la diosa de los ojos glaucos, con su casco, su escudo y su lanza en una mano y la diosa Nike en pequeño posada sobre la palma de la otra, se erige vertical sirviendo de inspiración no solo a los legisladores austriacos sino a todo aquel que pasa y la contempla; desde su pedestal la patrona de Atenas custodia la ciudad de Viena. Ella misma, en forma de Atenea-Sophia (diosa de la sabiduría), aparece a menudo con diferentes atribu-tos y símbolos, como si de entre las bru-mas del tiempo quisiera decirnos algo. La encontramos o bien en lo alto de uno de sus palacios, portando una antorcha y con una corona de puntas, similar a la famosa Estatua de la libertad; o bien en el interior del Hofburg, más moderna por sus gestos

Tanto en elParlamento

como en diversas calles de laciudad nos

encontramos con NIke, la diosa

griega de lavictoria.

El Danubio

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y facciones y con una pequeña lechuza a sus pies y en la mano el emblema del fue-go, alegoría de ese conocimiento que va pasando a través de los tiempos. Ambas, maravillosas representaciones ideales que nos recuerdan el anhelo y amor a la sabi-duría que ha existido siempre, más allá de su aspecto formal.

Los griegos, a través de sus obras de arte, nos recuerdan que el hombre debe rodearse de belleza para no permitir que el alma olvide su verdadero origen divino. Viena, algunos siglos después, parece ha-ber plasmado esta enseñanza al pie de la letra. Hay cosas que no pasan de moda

y aún provocan pensamientos y emociones in-tensas. Todo ser humano con un poco de sensi-bilidad es capaz de reconocer en cada una de estas estatuas y esculturas la esencia de lo que representa, pues en el arte hay una parte física y estética, y otra de orden

más ético. La primera corresponde a la cien-cia y al conocimiento, aquello que le otorga la armonía y la belleza. Y la segunda, se asocia a la parte que tras-ciende la forma, que no va con las modas y que en un lenguaje de símbolos habla al alma, que también es eterna. Como cuan-do contemplamos un amanecer, cada vez diferente y perfecto, su belleza nos emociona, pues lo que tie-ne de eterno se funde con lo que hay de eterno en nosotros… Como diría un sa-bio:

«El don de poder ver las cosas directa-mente y ver lo que es hermoso y noble en ellas no sujeto a modas es maravilloso, pues describe detrás de las formas lo que hay de-trás de nuestros ojos y se une nuestro ser más profundo con el ser más profundo de aquello que vemos».

Tal vez sea ese el misterio que Viena parece compartir e invita continuamente a descubrir a través de su arte. m

Izqierda:El Museo deHistoria del Arte.

Abajo: las estatuas repre-sentativas de los dos principales compositores que crearon en la capital de la música: Mozarty Beethoven.

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34 EL MUNDO DE SOPHIA

Después de varios años sonando su nombre como fa-vorito, el escritor hispano peruano

Mario Vargas Llosa ha sido pre-miado recientemente con el pri-mer Premio Nobel en español desde el concedido a Octavio Paz en 1990.

Mario Vargas Llosa nació en Arequipa (Perú) el 28 de marzo de 1936. Pasó parte de su infan-cia en Bolivia, estudió Derecho y Literatura en la Universidad Na-cional Mayor de San Marcos de Lima, y trabajó en varios medios periodísticos. Recibió de aquella universidad una beca para seguir cursos de post grado en la Uni-versidad Complutense, en la que también obtuvo el Doctorado en Filosofía y Letras, defendiendo su tesis doctoral titulada García Márquez: lengua y estructura de su obra narrativa, luego publica-

da bajo el título García Márquez: historia de un deicidio.

Fue una figura destacada del espíritu literario del Boom La-tinoamericano, en el que estos novelistas se hicieron mundial-mente famosos por su defensa de la acción política y social,

debido a que sus obras se publicaron en toda Europa.

Es miembro de la Real Academia Espa-ñola, y atesora los dos máximos galardones

internacionales que se conceden en el ámbito de

las letras hispánicas, el Premio Internacional de Literatura Ró-mulo Gallegos, el Premio Cer-vantes, el Premio Ortega y Gas-set de Periodismo y el Príncipe de Asturias. Además, ha sido

investido doctor honoris causa por las universidades de Oxford y Harvard, entre otras.

Desde su época de univer-sitario fue un luchador por lo que creía ecuánime, denuncian-do injusticias políticas y sociales, primero a través del partido co-munista peruano, entonces per-seguido por el gobierno, y des-pués en el partido Demócrata Cristiano.

Por el compromiso que sen-tía con su país, se presentó can-didato electoral por el centro derecha con un programa orien-tado a luchar contra los males endémicos de Perú, como la vio-

Mario VargasLlosa (1936)

Por Elvira Rey

Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, donde Vargas Llosa

estudió derecho y literatura.

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lencia terrorista y la mala situación eco-nómica, pero perdió contra el candidato Alberto Fujimori.

Vargas Llosa es un ciudadano del mundo que hoy tiene casa en las capitales peruana y española, pero lo que más le identifica con esta frase es que allí donde esté, si hay injusticia social se levanta su ánimo de luchador y no duda en denun-ciarla.

Hoy, con 74 años, se estrena como autor de literatura infantil: Fonchito y la luna, y es capaz de viajar al Congo para documentarse para su nueva novela y, de paso, como hiciera tantas veces, denun-ciar la resaca del colonialismo en África. Un espíritu imbatible es aquel que no se aplaca con la edad, como prueban sus pa-labras:

«Me sentiría muy desgraciado si no pudiera trabajar. Con el tiempo se pierden capacidades, me temo que sí, pero hay que mantener la lucidez y el espíritu crítico. Per-der el espíritu es una enfermedad en la que caen muchos escritores. Es como volverse una estatua en vida». m

F R A S E Sw La pasión por la literatura, como los buenos vicios, se acre-cienta con los años, y con el tiempo se descubre que lo im-portante no son los libros que se escriben, sino el hecho de escribirlos, el tránsito hacia el libro.

w Nada enriquece tanto los sentidos, la sensibilidad, los deseos humanos, como la lec-tura. Estoy completamente convencido de que una persona que lee, y que lee bien, disfru-ta muchísimo mejor de la vida, aunque también es una persona que tiene más problemas frente al mundo.

w El genio artístico o literario, no es, en ningún caso, garantía de lucidez política.

w Los pueblos a veces se equi-vocan, y a menudo la pagan caro. Por regla general, los pue-blos tienen los gobiernos que merecen tener, aunque luego se arrepientan.

w Todas las dictaduras, de dere-chas y de izquierdas, practican la censura y usan el chantaje, la intimidación o el soborno para controlar el flujo de informa-ción. Se puede medir la salud democrática de un país evaluan-do la diversidad de opiniones, la libertad de expresión y el espí-ritu crítico de sus diversos me-dios de comunicación.

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36 EL MUNDO DE SOPHIA

Cartasa un jovenidealista

LAFORTUNA

Querido Jorge:

charlando el otro día con una amiga y comen-tando algunas de las situaciones problemáticas por las que están pasando algunos de nuestros seres queridos, yo le decía que llegado a de-terminado punto crucial de la vida, considera-ba necesario alzar los ojos al cielo y pedir un poco de «ayudita» a la Fortuna. Y la verdad es que he estado reflexionando largo y tendido sobre mis propias palabras, nacidas por una parte del amor hacia esas personas que están pasando por circunstancias difíciles; por otra, debido a mi impotencia para ayudarles, pues

por mucho que quiera, no puedo ni debo po-nerme en su lugar. Y por último, repasando mi propia experiencia en donde debo reconocer que sin esa «ayudita», fortuna o buena estrella —como queramos llamarlo—, la vida a veces se puede llegar a hacer muy espinosa.

Y me pregunto ¿qué es la fortuna?; ¿quién es esa misteriosa dama que reparte suertes, colocando a unos en las cumbres más altas, mientras que a otros los derriba hacia los abis-mos más insondables? ¿Existe algún método para convocar la buena suerte? ¿Has-ta qué punto es cierto el dicho de que unos nacen con estrella y otros estrellados? ¿Es el azar, el destino o uno mismo el que otorga las suer-tes?… Estas y otras muchas preguntas se agolpan en mi mente buscando una respuesta que me ayude a entender un poco más el gran misterio que encierra la vida. Y digo «la vida» en general, porque pienso que esas subidas y bajadas en la rueda de la Fortuna, esos éxi-tos y fracasos, alegrías y penurias con las que los seres humanos nos enfrentamos día a día, constituyen el tejido de nuestra existencia.

Vayamos por partes. Ante todo veamos, con ese intuitivo lenguaje que nos concede el mito y basándonos en la modernizada versión

Herminia Gisbert

La Rueda de Fortuna deEdward Burne-Jones.

LAFORTUNA

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EL MUNDO DE SOPHIA 37

de Bucay, el origen de la diosa Fortuna. Según nos transmite la tradición, Fortuna —Tique para los griegos— era la hija predilecta del padre de los dioses, el propio Zeus. Tanto la amaba que no podía estar sin su presencia, así que le encargó una misión de por vida para mantenerla cerca de él. Tal labor consistía en traer cada mañana al Olimpo la divina ambro-sía con la que se alimentaban los inmortales. No obstante, aconteció que una mañana, la diosa no acudió con tan precioso manjar, con la consiguiente desesperación de los olímpi-cos, pues sólo con la am-brosía podían mantener su divino don de la in-mortalidad. Angustiados, buscaron por las distintas esferas del universo a la amada deidad, hasta que la hallaron junto a un pesca-dor que, durante su faena, la había pescado con su red. Los dioses viendo tal contrariedad, ofrecieron al pescador como rescate la concesión de su mayor deseo, cosa que complació al hombre de inmediato. Así, Fortuna fue rescatada del mundo de los hom-bres para volver al monte Olimpo.

Sin embargo, la suerte del pescador se extendió como reguero de pólvora entre los hombres, que a partir de entonces decidieron buscar a Fortuna para apresarla y pedir divino rescate a sus progenitores. Zeus, ante tal in-

conveniencia, y por miedo a que su amada hija volviese a ser secuestrada, de-

cidió dotarla de ciertos dones, con los cuales la protegería de los hombres. Para ello con-vocó a los dioses en singular conclave, para que cada uno

entregase una cualidad a la diosa. Hermes, el de pies ligeros, le otor-gó el don de la velocidad; Artemisa, como buena cazadora, le conce-dió la capacidad del sigilo para que pasara inadvertida; la bella Afrodi-ta le rapó la cabeza por detrás y peinó su mechón delantero con una sofisticada trenza que caía graciosamente por su frente, de esta forma nadie podría agarrar-la por detrás cuando pasara a su

lado; el apuesto y aguerrido Ares le enseñó la estrategia de la gue-rra y a no pisar su propia huella para no ser jamás predecible; Hefaistos confeccionó para ella

un afilado espadín, para ser «más aguda que toda agudeza»… y Dionisos, dios de la em-briaguez, le reveló las virtudes del vino que le permitirían emborrachar a quien la apresara, para escaparse nuevamente dejándole con las manos vacías.

Interesante, ¿verdad?... Pero sigamos tra-tando de descifrar el secreto de la Fortuna a través de sus atributos. Y para ello veamos qué nos sugieren los símbolos con los que se la ha caracterizado a lo largo de la historia, pues muchas han sido sus representaciones icono-gráficas. La más antigua la tenemos en Grecia como diosa Tique, con una corona con los mu-ros de la ciudad, puesto que personificaba el destino de esa polis, rigiendo su suerte y pros-peridad. Sin embargo, la más frecuente y con la que todos la recordamos es con los ojos vendados, puesto que es ciega a la hora de re-partir suertes. Arbitrariamente, a veces otorga sus favores a quienes no lo merecen y los nie-ga a quienes lo merecen. En una mano sujeta la cornucopia o cuerno de la abundancia repleto de dones, y en la otra porta un timón como

Fortuna(Museo Nacional de Historia de Constanţa Rumanía).

Izquierda: Tyche deAntioquía deEutíquides, aprox. 300 a. C.

Centro: Representación romana deFortuna como Ceres.

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38 EL MUNDO DE SOPHIA

símbolo del dominio que ejerce sobre la vida de los hombres. Sus pies descansan sobre un pedestal circular, mostrándo-nos de forma gráfica su gran inestabilidad.

Sin embargo, de entre sus representacio-nes vamos a elegir la que será común a lo largo de toda la Edad Media y el Renacimiento, y que por otra parte, es la imagen más interesante, puesto que considero que es la llave maestra con la que desvelar todos sus secretos. Elegi-remos una de las numerosas variantes con las que se representa la «Rueda de la Fortuna», pues con esta iconografía la encontramos tan-to en uno de los Arcanos Mayores de un Tarot del siglo XV, el Sforza, hasta en el rosetón de fachadas de iglesias y catedrales como la de Saint-Etienne de Beauvois, la de Basilea (siglo XII) o la de Sant Zeno en Verona; pasando por grabados, pinturas y miniaturas.

Así, vemos una inmensa rueda y en su cen-tro, o accionando la rueda con una manivela, se encuentra la misma diosa Fortuna. Serena e impasible, desde su centro dirige el destino de aquellos que se hayan a su merced en la periferia de la rueda, subiendo y bajando por ciclos, o a capricho de la diosa.

De forma similar, en el Arcano X del tarot Visconti-Sforza, datado en el siglo XV, encon-tramos a la Fortuna velada en el centro, mien-tras cuatro personajes están atrapados en la rueda. Al que está subiendo le están creciendo unas orejas de burro, mientras susurra: «go-bernaré». El que está en la cima, con las orejas totalmente crecidas, preside con un cetro en

la mano afirmando: «Yo gobierno». El persona-je de la derecha, que cae perdiendo sus orejas, nos dice: «he gobernado», mientras que en el suelo, soportando el peso de la rueda y humi-llado, se encuentra a gatas la única figura «hu-mana» de toda la composición simbólica: un hombre viejo que dice «no tengo reino».

Como ya sabes, la rueda es uno de los símbolos más anti-guos y más repletos de significados de todos los tiempos. En su aspecto global significa la totalidad de cuanto existe, el universo mismo con sus ciclos y sus fuer-zas centrípetas y cen-trífugas: expansión y retraimiento, unidad y pluralidad, emanación y retorno... Es el cen-tro inmóvil de donde se expande el movi-miento y por ende la

creación. Es el samsara hindú, o rueda del naci-miento, vida, muerte y reencarnación en la que todos estamos atrapados por la ignorancia, y de la que habremos de alcanzar la liberación cuando se extinga el deseo hacia la vida mate-rial. En el centro de la Rueda, la estabilidad, en su periferia el desequilibrio; en el centro la se-renidad, en la periferia la inquietud; en el cen-tro el dominio del que sabe, en la periferia la esclavitud del igno-rante… En el centro, la Fortuna, en la peri-feria los juegos de la vida, o como dirían en Oriente, los jue-gos de Mâyâ, divinidad de la ilusión. Esa vida periférica, superficial, digitada por las cir-cunstancias, en don-de como «hombres-burros» nos hacemos la ilusión de creernos dueños de nuestro destino, cuando en realidad no somos sino sus esclavos. Esa vida que a veces nos da y a veces nos quita,

Derecha: Rueda de la Fortuna. Miniatura del

Hortus delidia-rum (1176-85)

Centro:Fortuna velada en el Arcano X (Tarot Visconti-

Sforza, siglo XV)

Rueda de la Fortuna. Fachada

de la iglesia de Saint-Etienne de

Beauvois, 1130-40

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EL MUNDO DE SOPHIA 39

que a veces nos levanta y a veces nos derriba, que a veces nos alía con «la buena estrella» y otras nos «estrella» contra la dificul-tad, que a veces nos hace sentir como favoritos de la Fortuna y otras como títeres sin cabeza…

Y como siempre, cual nue-vos Aquiles, en nuestras manos está la elección: una vida apasio-nante a la búsqueda de nuestro centro interior desde el que ex-pandir nuestro propio universo, o una vida tediosa y a merced del caprichoso destino circuns-tancial…

Si me estás leyendo, y has llegado hasta aquí, sé que elegi-rás lo mejor. No obstante, por si aún no estás decidido, aquí te entrego algunas llaves mágicas, que he forjado para ti, en la do-rada fragua del amor hacia aque-llos a quienes van dirigidas estas palabras…

clavEs para atraEr la FortUna

1) Usa el poder de tu mente. La mente es como un imán que atrae ideas de su misma natura-leza. Los pensamientos positivos, esperanzados y exitosos cautiva-rán a la diosa y podrás sentir su motivadora presencia cerca tuyo.

2) En la Rueda de la Vida, bus-ca tu propio centro interior y te fusionarás directamente con la diosa. Tú y ella seréis uno, y así podrás dominar las circunstancias periféricas de tu vida.

3) Vive intensamente, pon tus cinco sentidos en todo lo que hagas, disfruta de cada instante, aprende el divino Arte de Vivir en armonía con el universo… y despierta tu conciencia de inmor-talidad… La propia diosa te con-siderará un inmortal y te traerá cada mañana la ambrosía con que alimentarte.

4) Lucha, sueña, esfuérzate por conquistar tus metas, prepá-rate, trabaja como trabajan los ambiciosos, pero sin ambición, brilla con la luz de tu entusiasmo por la vida (entheos: Dios en uno

mismo)… y verás como «la buena estrella» brilla en tu interior, pues hay un misterioso vinculo entre tu luz y la suya.

5) Haz de tus deberes y obli-gaciones tus placeres, pues es bien sabido que se triunfa mejor en aquello que más gusta.

6) Somos los actores princi-pales de nuestra propia historia. Si bien no siempre podemos elegir el papel a representar, sí depende de nosotros representarlo con altura. De igual manera no pode-mos evitar las dificultades y obstá-culos en el camino, pero sí pode-mos elegir cómo enfrentarlos: usa el poder de la Diosa que habita en tu centro.

7) Y por último y no menos importante: «cree firmemente en ella». Existe una oculta ley en la Naturaleza que hace que cuando alguien cree firmemente en algo, aunque no exista, lo crea.

Querido Jorge: no busques la Fortuna, pues es más rápida que tú y no podrás alcanzarla; no sigas sus pasos, pues nunca vuelve a pa-sar por el mismo lugar; no la tra-tes de agarrar por la fuerza, pues es calva y no podrás sujetarla; no te confíes si por un momento la atrapas, porque la embriaguez de tu gozo pasará tan rápido como el tiempo que ella tenga para es-capar, y no le tengas miedo, pues su espadín sólo hiere a quienes temen ser felices por aliarse a ella. Más bien, permanece alerta para verla venir de frente, aprende a reconocer sus pasos aun en la oscuridad y en la sombra; intúyela cuando se acerque, desarrolla tus sentidos sutiles para descubrirla tras el camuflaje con el que se vis-te, espérale en el lugar adecuado y en el momento oportuno, haz con materiales de eternidad un santuario para ella en el centro de tu propio corazón… e invítala a entrar en él, pues se sentirá como en casa ya que está hecho de su misma esencia divina.

Pues…¿no serás tal vez un Hijo de la Fortuna? m

Centro: La rueda

delSamsara.

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