el mundo de sophia 44

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EL MUNDO DE SOPHIA 1 Ni siquiera un dios puede cambiar en derrota la victoria de quien se ha vencido a sí mismo. Buda Las Nanopartículas MALINALCO El crisol de los Guerreros Mexicas El Camino de Santiago Ni siquiera un dios puede cambiar en derrota la victoria de quien se ha vencido a sí mismo. Buda

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Revista de difusión cultural

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Page 1: El Mundo de Sophia 44

EL MUNDO DE SOPHIA 1Ni siquiera un dios puede cambiar en derrota la victoria de quien se ha vencido a sí mismo. Buda

Las Nanopartículas

MALINALCOEl crisol de los

GuerrerosMexicas

El Camino de Santiago

Ni siquiera un dios puede cambiar en derrota la victoria de quien se ha vencido a sí mismo. Buda

Page 2: El Mundo de Sophia 44

Contenidos

Pág. 39 Cartas a un joven idealista La VoluntadHerminia Gisbert

Pág. 5 CienciaLas nanopartículasElvira Rey

Pág. 16 HistoriaMalinalcoEl crisol de los guerreros mexicasDaniel Capllonch

Pág. 8 FilosofíaFilosofía PrácticaElena Machado

Pág. 12 ActualidadEl Espíritu OlímpicoFrancis J. Vilar

Pág. 21 Libros y películas

Pág. 22 OrienteLa vía del ShibumiFrancis J. Vilar

Pág. 32 LiteraturaWalt WhitmanElvira Rey

Pág. 11 Lo que algunos dijeron sobre...Los viajes

Pág. 26 ArqueologíaArqueoastronomíaMónica Gutiérrez

Pág. 36 El Camino de SantiagoNacho Vilar

EL MUNDO DE SOPHIA

2012

Nº 44

DIRECTOR:Francis J. Vilar

JEFE DE REDACCIÓN:Felipe Aguirre

REDACCIÓN Y MAQUETACIÓN:Elvira Rey

Rafel Ballester

DISEÑO GRÁFICO:Víctor VilarJosé Luís Gil

HAN COLABORADO:Francis J. Vilar

Herminia GisbertVíctor Vilar

Daniel CapllonchMónica Gutiérrez

Nacho VilarElena Machado

Elvira Rey

Una publicación de:

Fundación Sophia

c/ Jaime Ferrer, 3

Palma de Mallorca (Baleares)

www.fundacionsophia.com

Tel: 971 72 15 55

[email protected]

redacció[email protected]

www.mundosophia.com

D. L. PM-2099-98

Los artículos firmados expresan única

y exclusivamente la opinión de su

autor, quien se hace responsable de

la vercidad y autoría de los

contenidos expuestos.

Page 3: El Mundo de Sophia 44

EL MUNDO DE SOPHIA 3

Una vez, hace mucho tiempo, cuando el siglo XIX se enca-minaba hacia su última década, y el siglo XX se perfilaba ya en el horizonte como un promete-

dor futuro de esperanza… un hombre tuvo un sueño. Se llamaba Pierre Fredy, Barón de Coubertin. Desde el año 1829 los gobiernos de Francia y Alemania habían estado exca-vando sistemáticamente para descubrir los legendarios monumentos de Olimpia, y en 1881, las ruinas de la antigua ciudad santuario que había sido la cuna ancestral del atletismo y la patria de los Juegos Olímpicos, quedaron por fin completamente desenterradas. Ahora, después de quince siglos envueltas en un si-lencioso manto de soledad y olvido, las viejas piedras de sus amplias calles y avenidas, de sus templos, fuentes y altares, de los pórticos y columnas que sostenían sus majestuosos edifi-cios, de sus relieves con escenas legendarias y de sus estatuas de jóvenes héroes con cuerpos de bronce y mirada de eternidad, surgían de nuevo desde las arenas del tiempo para alzarse vertica-les y desafiantes a la luz del día, como perenne recorda-torio de un sueño de siglos, de una leyenda viviente, de un espíritu intemporal… el Ideal Olímpico. Un ideal lo suficientemente noble, elevado y poderoso, como para perdurar durante más de mil doscientos años, des-de el 884 a C., hasta el año 393 d.C., en el que el em-perador cristiano Teodosio I prohibió la celebración de los Juegos Olímpicos por

considerarlos una festividad «pagana». A partir de ese mo-mento las gentes dejaron de ir a la ciudad sagrada de Olimpia, bajo peligro de excomunión. Sus calles, plazas y edificios, otrora alegres y bulliciosos, estaban ahora desiertos. Sus templos y altares queda-ron abandonados. Muchas de sus estatuas y relieves fueron intencionadamente mutiladas, y en el legendario estadio de Olimpia ya no volvió a escucharse nunca más el clamor de los vítores y aplausos que ensalzaban las haza-ñas de los atletas victoriosos. Sin embargo, la gloria de Olimpia no desapareció para siem-pre, ya que su recuerdo permaneció guardado en algún oscuro rincón de la memoria profun-da de la humanidad. Por eso, quince siglos des-pués, impulsada tal vez por la misteriosa ley del «Eterno Retorno», la antorcha del espíritu olímpico habría de iluminar de nuevo el cora-zón de los hombres, inspirando la celebración de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna. m

Los Juegos Olímpicos

Editorial

La Palestra del Santuario

de Olimpia.

Page 4: El Mundo de Sophia 44

4 EL MUNDO DE SOPHIA

Según una antigua le-yenda, hace mucho tiempo, en la lla-mada Edad de Oro, los hombres vivían

felices en armonía con la na-turaleza. Con el correr de los tiempos comenzaron a hacer mal uso de los conocimientos legados por los dioses y fueron separándose cada vez más de las leyes naturales, provocando grandes males a sí mismos y a las demás criaturas. Los dioses decidieron proteger y guardar «el secreto de la felicidad» de las egoístas manos de los hom-bres. El problema era dónde es-conderlo. Si lo ocultaban dema-siado, los seres humanos jamás lo hallarían y no habría esperan-za para ellos. Por otro lado, si lo dejaban accesible, éstos vol-verían a encontrarlo fácilmente sin reconocer su verdadero va-lor. Después de mucho debatir, se percataron de que a pesar de ser escondido en un recóndito lugar, siempre la astucia de es-tos inteligentes seres lograría descubrirlo. En estas tribula-ciones se encontraban, cuando un dios, tal vez el más sabio, su-girió encerrarlo en un lugar en el que al hombre no se le ocu-rriría buscar, su propio corazón. Afanado en buscarlo fuera de sí, nunca miraría en su propio interior. La historia no concluye aquí. Cuentan que, apiadados de la condición humana, los dioses entregaron a los hombres una llave mágica que le permitiera acceder a tal tesoro. Esa llave fue la Filosofía.

Tal vez esta afirmación les resulte un tanto extraña a los lectores. Más de dos mil años de filosofía y parece que la bús-queda continúa, cómo si ninguna persona la hubiera encontrado; cómo si en esto de la felicidad ningún método fuera universal-mente válido, salvo el que uno es capaz de aplicar por sí mismo.

Desde hace varios miles de años, tanto en Oriente como en Occidente florecieron diver-sas vías filosóficas que intenta-ron descubrir el secreto de una vida feliz. Así nació la «ética», rama de la filosofía que estudia las costumbres del hombre, el cómo ajusta su comportamien-to al medio que le rodea, cómo afronta los problemas y las cir-cunstancias. Hoy en día se le podría llamar la gestión de las emociones, inteligencia emo-cional, fusión mente-cuerpo, u otros tantos apelativos que en definitiva pretenden «actuali-zar» su nombre más riguroso: ética o moral.

Desde Occidente, muchas escuelas post-socráticas se preocuparon por el «ser feliz», aunque esta mira tan alta, era alcanzada por diversos medios. Resumiendo mucho podemos decir que para los estoicos la fe-licidad se encontraba a través de la virtud, entendida como un au-todominio en el que los valores espirituales prevalecieran sobre el cuerpo y sus instintos; para el escéptico, en la epojé, la suspen-sión del enjuiciamiento; los cíni-

cos la encontraban en la libertad

a b s o l u t a

frente a cualquier esclavitud de las cosas; y el epicúreo se sumía en la búsqueda del placer más sublime, como la amistad. Pero si bien todos difieren en cierto sentido del modo en cómo ha-llarla, todos coincidían en el ca-rácter del que la conquistó. Un hombre feliz y sabio se recono-ce por su serenidad, una especie de distanciamiento de los pro-blemas comunes, una ataraxia para con las cosas del mundo y sus vaivenes.

Lo paradigmático es encon-trar en Oriente los mismos re-sultados en el comportamiento de un hombre feliz. Por ejem-plo, desde este aspecto ético, el Taoísmo busca la quietud, en-contrar el fluir en armonía con el Tao, sin que los acontecimien-tos aparentemente buenos o malos, desequilibren nuestro es-tado natural de ser. Desde el Bu-dismo promovieron el desapego de la incesante sed de vida y de poseer que acucia al hombre y nos hace tomar por verdadero lo que en realidad es falso. Las técnicas de meditación y yogas orientales generan también ese estado de quietud.

El estudio de las filosofías y sabidurías de la antigüedad es imprescindible para descubrir las claves que se ajusten más a nuestro carácter. Ellas nos en-señan la ciencia de la Ética. Sin embargo, la vida no sólo es mé-todo, requiere una gran dosis de arte. Depende de cada uno su aplicación y, en definitiva, la bús-queda y el encuentro. Por este motivo no hay varitas mágicas, ni métodos infalibles en esto de la felicidad. El secreto está en uno mismo.m

el Tesoro de la Felicidad

Víctor Vilar Gisbert.Licenciado en filosofía.

Page 5: El Mundo de Sophia 44

Noticias, curiosidades, actualidad...

E n lo pequeño e invisible reside el mis-terio de lo que vemos y hacia lo que nos sentimos atraídos, pues desde el principio de la historia lo enigmático ha movido al hombre. Mientras que

éste ha dirigido los ojos siempre hacia lo gran-de, las macroestructuras y macroedificios, aho-ra ya podemos decir que nos es posible soñar, gracias a una serie de descubrimientos que nos abren la puerta hacia lo diminuto. Es como en-trar en una película futurista, donde nos puede costar un poco no sólo creer, sino admitir que ya forma parte de nuestro mundo.

Las nanopartículas son medidas extrema-damente pequeñas, «nanos», es decir, menores que una bacteria; 80.000 veces inferiores al diá-metro de un cabello humano, o equivalentes a una millonésima parte de un milímetro. Aun-que no estemos acostumbrados a trabajar con estas medidas tan pequeñas, pensemos que la vida celular y la mayoría de reacciones bioló-gicas y químicas que se producen a nuestro alrededor tienen lugar a este nivel. La ciencia aplicada de las nanopartículas («la nanotecno-logía») puede, a partir de aquí, imitar a la natu-raleza en la posibilidad de construir máquinas que influyan sobre el orden de los átomos de manera tan precisa que emule el proceso de creación.

Como es de suponer, todos los campos biométricos, ópticos y electrónicos ven en esta ciencia la posibilidad de manipular las estructu-ras moleculares y de sus átomos, para poder llegar a fabricar materiales, aparatos, máquinas y sistemas poco costosos y con propiedades únicas.

El padre de la «nanociencia», es conside-rado Richard Feynman, premio Nobel de Física, quién en 1959 propuso fabricar productos en base a un reordenamiento de átomos y mo-léculas. Además escribió un artículo que ana-lizaba cómo los ordenadores trabajando con átomos individuales podrían consumir poquísi-ma energía y conseguir velocidades asombro-sas. En vista de todo esto, ya se habla de que la nanociencia nos puede llevar a una segunda revolución industrial en pleno siglo XXI.

A pesar de que las nanopartículas son un invento de la ciencia moderna, se ha encontra-do que ya las utilizaban los artesanos del siglo IX en Mesopotamia para generar un efecto de brillo en la superficie de las ollas. También los mayas las usaban en su bello color azul, un pigmento formado por partículas híbridas de material orgánico (índigo, derivado de las hojas del añil) e inorgánico (un filosilicato que se en-cuentra en algunas arcillas). El resultado es una sustancia extremadamente resis-tente al paso del tiem-po, a las inclemencias climáticas e incluso a la mayor parte de di-solventes químicos y ácidos. También du-rante el Medioevo en-contramos un ejemplo en la coloración del vidrio de las ventanas de las catedrales. Los di-ferentes tonos se obtenían calentando y enfriando el vi-drio de forma controlada.

Las Nanopartículas

Elvira Rey

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6 EL MUNDO DE SOPHIA

No sabemos si sus artistas cono-cían que este proceso conseguiría cambiar el tamaño de los cristales a nivel nanométrico y por tanto su color. También los ceramistas de Manises (Valencia), importaron una fórmula de los musulmanes andaluces con la que conseguían el tan elogiado brillo metálico de sus piezas gracias a una receta que incluía nanopartículas de plata y cobre, disper-sas de forma homogénea en la matriz vítrea del esmalte cerámico. Como último ejemplo, con el acero de Damasco se han forjado, desde la Edad Media espadas duras, resistentes y a la vez capaces de cortar, con su afiladísima hoja, hasta un pelo. Recientes estudios han revelado la existencia de nanotubos de carbono en su composición, producidos por los métodos de forja empleados. Estos nanotubos son unas na-nopartículas con unas propiedades de dureza extraordinarias.

Cuando vimos la película «El Viaje Fantás-tico», en la que una nave mucho más pequeña que una célula humana viajaba por la corriente sanguínea a la caza de células enfermas para inyectarles su dosis de medicina, creímos que era todo fantasía. Podemos afirmar que lo que reflejaba esta película ya no es futurista, sino actual y real. Investigadores financiados por la NASA, comenzaron recientemente un proyec-to que hace realidad estos escenarios futuris-tas. En los viajes al espacio los astronautas es-tán expuestos a una alta dosis de radiactividad una vez que abandonan el paraguas protector del campo magnético de la Tierra. El resultado es que puede alterar su ADN y las células se pueden comportar erráticamente generando cánceres.

Uno de los campos en que las nanopar-tículas tienen mucho potencial es en la me-dicina, especialmente para el tratamiento del cáncer, ya que pueden entregar directamente el medicamento de la quimioterapia a las cé-

lulas cancerosas, sin dañar las células sanas. En el caso de que la radioterapia cause un daño muy grande, las nanopartículas podrían des-truir las células dañadas, y si el daño no es muy

extenso, pueden liberar enzi-mas reparadoras de ADN para intentar recomponer la célula y hacer que vuelva a funcionar normalmente.

También se pueden detec-tar enfermedades en su estado inicial en los que hay baja con-centración de células. Esto se puede entender sabiendo que cada molécula se diferencia de las demás porque emite una luz particular (es como su hue-lla dactilar). Las nanopartículas con forma de estrella (nanoes-trella) son las más indicadas para detectar la presencia de una molécula en particular, ya

que la puede amplificar mucho y así detectar su presencia aunque estén en baja cantidad. Todos recordamos la enfermedad de las vacas locas; en este caso es muy difícil localizar la molécula o proteína causante de la enfermedad porque apenas emite señales ópticas, lo que hace que sea imposible detectarlas. Se introdujeron na-nopartículas de oro con forma de estrella que amplificaban en miles de millones de veces la señal de la molécula defectuosa, con lo cual se podían observar incluso en concentraciones muy bajas. En enfermedades como el Alzhei-mer y el Parkinson también podrían detectarse de forma temprana.

Se están estudiando otras aplicaciones como es utilizar las nanopartículas como re-partidoras de fármacos. Cuando la nanopartí-

Pintura Maya:Pigmento

formado por partículas

híbridas dematerial

orgánico einorgánico.

Nanotubos de Carbono:

Estructuras tubulares cuyo

diámetro es del tamaño del

Nanometro

Richard Feynman, Premio Nobel de

Física

Page 7: El Mundo de Sophia 44

cula se hidrata, aumenta de tamaño y el fárma-co se infiltra en su interior, el cual puede ser liberado por señales térmicas o por cambios de acidez en el medio. Al parecer también se puede manipular el comportamiento de las bacterias para que actúen de modo menos agresivo y así poder prevenir enfermedades.

En cuanto al agua, se podría paliar su esca-sez siendo fabricada molecularmente. Además, el agua usada podría tratarse y reciclarse me-diante filtros físicos de escala nanométrica, ca-paces de eliminar el 100% de bacterias y virus. De este modo, el consumo de agua se reduci-ría, al menos, en un 50%.

Las ventajas de las nanopartículas se apli-can ya en otros campos, gracias a la innovación de nuevos materiales. Es el caso de la cosmé-tica, en la que se dan las aplicaciones contra las arrugas basadas en liposomas que transmi-ten los fármacos a través de la piel o incluso polvos de maquillaje que son nanopartículas que modifican el reflejo de la luz, para impe-dir apreciar la profundidad de las arrugas. En la fabricación de automóviles pueden servir para aumentar su seguridad, por ejemplo, mejoran-do la adherencia de los neumáticos, la rigidez del chasis o eliminando los deslumbramientos y empañamientos en los cristales y cuadros de mandos. El desarrollo de nuevos materiales con propiedades extraordinarias (más fuer-tes que el acero pero con solamente diez por ciento del peso); de otros materiales que no precisan lubricantes y que no se desgastarían con el tiempo.

En el campo de la informática pueden te-ner lugar los ordenadores cuánticos, mil veces más veloces que los actuales procesadores.

En el sector de la alimentación, se pueden utilizar las nanopartículas para mejorar la cali-dad nutricional de alimentos; parece que con el uso de micro frecuencias se pueden crear na-nopartículas que contengan aromas, sabores o colorantes específicos. Esto permitiría que las empresas alimenticias pudiesen programar una bebida según el color o sabor deseado. Tam-bién en los textiles se pueden elaborar fibras para la fabricación de telas con propiedades antimanchas o antiarrugas. En la óptica la pro-ducción de lentes irrayables, etc.

Aunque parece que todo son ventajas, sin embargo, el enorme impacto de la nanotecno-logía puede convertirse en un arma de doble filo. Las nanopartículas manufacturadas tienen propiedades y efectos muy diferentes a los de los mismos materiales en tamaños convencio-nales, lo que puede plantear nuevos riesgos para la salud del hombre, de otras especies y de nuestro entorno. Las nanopartículas se em-plean como vehículo para que los fármacos lle-guen en mayor cantidad a las células deseadas, pudiendo así disminuir los efectos secundarios. Sin embargo, en ocasiones no es fácil diferen-ciar la toxicidad del fármaco de la toxicidad de la nanopartícula.

«Cuanto más se divide a la materia en tro-zos pequeños, más reactiva es y, por lo tan-to, más peligrosa» (Daniel Bloch). Debido a la escala tan pequeña a la que se trabaja en la nanotecnología, se difuminan las barreras que separaban la investigación sobre la materia viva y la inerte. Aquí, la ciencia ha alcanzado un punto en el que las fronteras que separan las diferentes disciplinas han empezado a diluirse, y es precisamente por esa razón por la que la nanotecnología también se refiere a ser una tecnología convergente.

Como consecuencia inesperada, el viejo sueño de unificar las ciencias podría ser po-sible. Lo es a nivel subatómico, atómico y mo-lecular. Pero aquí se rebasa el aspecto estric-tamente epistemológico. Podríamos decir, que la nanotecnología está tocando con la punta de los dedos cuestiones ontológicas. Se despiertan las preguntas sobre la natura-leza de los componen-tes del mundo, materia que en el pasado era especulación filosófi-ca y que queda aho-ra expuesta por los medios tecnológicos más sofisticados. m

«En el campo de lainformática pueden tener lugar los ordenadores cuánticos, mil veces más veloces que losactuales procesadores».

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8 EL MUNDO DE SOPHIA

Elena MachadoLicenciada en Filosofía

ecientemente leía Guía del autoestopista galáctico, una novela de ciencia ficción que en clave de humor realiza una corrosiva crítica de nuestra sociedad. En uno de los capítulos se narra la construcción de un sofisticado ordenador capaz no sólo de abarcar en su memoria todo el saber humano sino, además, de

reflexionar por sí mismo manejando una cantidad de datos inimaginables para una mente humana.

da en que dispongáis de agentes inteligentes, podréis continuar viviendo del cuento hasta que os muráis. ¿Qué os parece?». Ante esta propuesta, los filósofos se mostraron satisfe-chos y vivieron del cuento mejor de lo que lo habían hecho nunca.

Por desgracia, me temo que la novela re-fleja fielmente lo que muchos piensan de la filosofía y de los filósofos. Ésta puede parecer muchas veces algo desapegado de la realidad, un pasatiempo de un grupo de «intelectuales» aburridos que mantienen elaborados debates teóricos que nadie entiende y que de nada sirven. A veces es incluso verdad. No obstan-te… la filosofía ha estado detrás o junto a los más grandes acontecimientos de la historia.

A esta máquina inteligente se le hace la «gran pregunta», es decir, el porqué de la vida, del universo, de todo. Cuando el gremio de los filósofos y demás pensadores se entera de esto, se pone furioso porque considera que la búsqueda de la verdad es patrimonio suyo, y si alguna máquina va y la encuentra, ellos se quedan sin trabajo. El computador les tran-quiliza diciéndoles que iba a llevarle mucho tiempo elaborar la respuesta, exactamente siete millones y medio de años, y que duran-te todo ese tiempo ellos podían liderar todas las teorías acerca de la respuesta; al final él diría: «Mientras sigáis en desacuerdo violento entre vosotros y os destrocéis mutuamente en periódicos sensacionalistas, y en la medi-

Page 9: El Mundo de Sophia 44

EL MUNDO DE SOPHIA 9

Filosofía

Sus elucubraciones teóricas han sido, muchas veces, el paso previo a acontecimientos muy reales y de gran importancia. No se podría entender la Grecia clásica, la evolución del cristianismo, la revolución científica o la revo-lución francesa, ni el pesimismo existencial ge-neralizado tras las dos guerras mundiales, sin la filosofía. Y son pocos ejemplos pero, a la vez, significativos, que tuvieron —y siguen tenien-do— gran repercusión en grupos humanos. La pregunta es, ¿y a nivel individual, tiene algo que ofrecer la filosofía?

Para mí la respuesta es rotundamente afir-mativa. Considero que bien utilizada es una herramienta extraordinaria para trabajar con uno mismo, e incluso, para saber ayudar mejor a aquellos que están a nuestro alrededor. Só-crates, maestro del muy conocido filósofo Pla-tón y considerado muchas veces como el primer filósofo propia-mente dicho, muestra en esta máxima el interés práctico que tuvo la filosofía desde sus inicios: «La filosofía es la búsqueda de la verdad como medida de lo que el hombre debe hacer y como norma para su conducta». Aquí lo que «debe» puede interpre-tarse en clave moral, pero tam-bién es una muy valiosa pauta de vida. Lo que se debe hacer y lo que no, lo que se puede hacer y lo que no, lo que depende de uno y lo que no. ¡Cuánto dolor y cuánta angustia nos pue-de ahorrar saber diferenciar éstas cosas!... y saber vivir en consecuencia. Ya Epícteto, allá por el siglo I d.C., instaba a no olvidar que «si tomas por tuyas las cosas que dependen de otros, no encontrarás más que obstáculos por doquier; te sentirás turbado y acongojado a cada paso y tu vida será una continua lamen-tación contra los hombres y dioses».

A lo largo de su dilatada historia muchos han sido los pensadores que se han decanta-do claramente por la vertiente práctica de la

filosofía, y que han hecho de ésta

un buen lu-gar para

ejercitarse en el difícil «arte de vi-vir». Epicuro, hace ya más de dos mil años, afirmaba que los argumentos filosóficos son vacuos si no mitigan ningún sufrimiento humano. Es algo que ningún filósofo debería olvidar. Buceando en el rico legado que ofrece la historia, y de la mano de un puñado de pensadores, ha surgi-do una forma novedosa de práctica

filosófica: la Philosophical Practice.En la década de los ochenta el alemán

Gerd Achenbach decidió recuperar esa parte eminentemente práctica de la filosofía. Empe-zó a atender a varias personas que no busca-ban curarse de ninguna patología sino com-prender y comprenderse mejor. Achenbach fundó en 1982 la Sociedad Alemana de Con-sultoría y Filosofía Práctica y la Sociedad de Consejerías Filosóficas (GPP), a partir de la cual el movimiento de Consejerías o Consul-torías Filosóficas comenzó a ser difundido a nivel mundial. En una entrevista al Dr. José Ba-rrientos Rastrojo, uno de los pioneros de Es-paña en filosofía aplicada, al preguntarle sobre qué es la orientación filosófica respondía: «es un diálogo entre dos individuos en el que se pretende que el cliente clarifique sus concep-tos y, por ende, su propia vida».

Y es que, ciertamente, todos aspiramos a ser felices, a llevar una vida plena, a sentir-nos realizados y bien con nosotros mismos y con los demás. La dificultad radica en que, por lo general, no sabemos cómo hacerlo. En

Platón, filósofo Ateniense

del siglo IV a.C.

Page 10: El Mundo de Sophia 44

los colegios no se nos enseña cómo afrontar y superar las muchísimas vicisitudes que trae el mero hecho de vivir. Como muy bien dice Alejandro Sanz es una de sus canciones, «vivir es lo más peligroso que tiene la vida». Con suerte, en casa nos regalarán algunas claves vi-tales para ser felices, con buena fortuna algún profesor nos mostrará nuevas herramientas a utilizar en ese gran viaje que es la existencia. Pero no es lo más frecuente, lo habitual en que se nos enseñe matemática, lengua, idio-mas, a cómo comportarnos en la mesa, en público, etc. Con lo cual, ante los golpes de la vida, muchas veces perdemos el eje, nos desorientamos y quedamos como paralizados. Nos podemos sentir como un pájaro dentro de una jaula, que sabe que el mundo de ahí fuera está lleno de maravillas, pero no sabe cómo acceder a ellas.

Ahí es donde puede ser de gran ayuda la filosofía aplicada. No se trata de resolver pro-blemas psiquiátricos o psicológicos, sino de una ayuda para enfocar o reenfocar nuestra vida. Encontrar sentido a lo que hacemos, te-ner una meta y, al mismo tiempo, afrontar el día a día de forma positiva. Hacer del camino hacia la meta algo valioso en sí mismo. Sigue diciendo Barrientos en su entrevista: «Lo im-

portante no es el principio de autoridad que subyace en los filósofos sino la fuerza

de los argumentos de personas que han reflexionado con prudencia. Éstos han pasado por situaciones que guardan similitud con las personas que acuden al gabinete de filosofía». Como muy bien indica Shlomit Schuster, la orien-

tación filosófica no es una terapia alter-nativa sino una alternativa a la terapia.

Incluso empieza a ser utilizada por mu-chas empresas que funcionan con grupos

en los que es primordial el trabajo en equi-po. Esta nueva vertiente de la filosofía puede ayudar a sus miembros a entender mejor su

papel dentro del conjunto y, de este modo, implicarse más en su desarrollo y a sen-

tirse bien con la labor realizada, no puramente con el trabajo individual sino, sobre todo, con el de todo el equipo.

El sabio Sócrates comparaba la vida con el ejercicio de una actividad como la alfare-ría. Para realizar una buena vasija necesitamos estar en posesión de una técnica, de un pen-samiento sistemático, pues la sola intuición no es suficiente. Si esto lo tenemos claro cuando se trata de la ejecución de una vasija, o de un buen traje, o con la construcción de un edifi-cio, ¿por qué aceptamos que dirigir la propia vida, tarea mucho más compleja, puede hacer-se sin ningún criterio, sin una constante re-flexión acerca de las premisas y de las metas? Eso busca la filosofía práctica, que tengamos claras nuestras premisas de vida, qué es acep-table para nosotros y qué no, y hacia dónde nos dirigimos. Nos puede ayudar no sólo a sa-ber que debemos responsabilizarnos de nues-tra propia vida, sino lo más difícil, cómo hacer-lo. Puede contribuir al desarrollo de una visión global, donde cada paso y cada pieza tienen sentido. No sólo eso, si aprendemos a mirar podremos percibir la belleza que puede haber en cada una de las huellas que dejamos al an-dar. Se trata de ampliar nuestra visión, de mirar de forma diferente para encontrar la salida a la jaula que nosotros mismos construimos sin ser plenamente conscientes de ello. La filoso-fía no va a resolver nuestros problemas, hará algo todavía mejor, nos ayudará a resolverlos por nosotros mismos, nos instará a ser, como muy bien cantaban los grandes humanistas del Renacimiento, los artífices de nuestro propio destino.m

Page 11: El Mundo de Sophia 44

EL MUNDO DE SOPHIA 11

Es mejor viajar lle-no de esperanza que

llegar.Proverbio japonés

La felicidad siempre viaja de incógnito.

Sólo después que ha pasado,

sabemos de ella.

Anónimo.

A quienes me preguntan la razón de mis viajes

les contesto que sé bien de qué huyo pero ignoro

lo que busco.

Michel de Montaigne

Un viaje de diez mil kilómetros empieza por un solo paso. Proverbio chino.

Para aprender a rezar, no hay

como viajar por mar.

Proverbio inglés.

El viaje en la tierra es caro, pero incluye un viaje gratis alrededor del sol cada año.

Anónimo.

lo que algunos dijeron sobre...

Los Viajes

Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el

viajero se deja absorberdemasiado por los problemas

de la escalada, se arriesgaa olvidar cual era la estrella

que lo guiaba.Antonie de Saint-Exúpery

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12 EL MUNDO DE SOPHIA

Francis J. VilarPresidente de la Fundación Sophia

Es curioso observar cómo las grandes creaciones del genio humano, aquellas que según afirman los sabios, los filóso-fos y los poetas, fueron inspiradas por

las divinas Musas, no parecen tener realmen-te una fecha definitiva de caducidad. Más bien es como si estuvieran sujetas a la inexorable y misteriosa ley de los ciclos, que hace que todo pase, y todo vuelva. Hoy en día estamos acostumbrados a presenciar, casi siempre por televisión, la celebración de los Juegos Olímpi-cos cada cuatro años. Y no cabe duda que las Olimpiadas constituyen un gran evento inter-nacional de carácter no sólo depor-tivo, sino también político, mediático y social. Realmente, los Juegos Olím-picos modernos llevan celebrándose poco más de un siglo, exactamente desde el año 1896, en el que gracias al trabajo entusiasta de un hombre genial y visionario llamado Pierre de Coubertin, que paseando por las rui-nas de la antigua ciudad de Olimpia, se enamoró de un ideal tan noble como antiguo, que durante más de trece siglos, fue capaz de unir a todos los pueblos y ciudades estado griegas,

para contemplar cómo sus jóvenes atletas, ve-nidos de todas partes del mundo conocido, eran capaces de batirse bajo el sol de Olimpia con un noble espíritu de superación, de valor, de juego limpio y sacrificio personal, que hoy la historia reconoce con el nombre de el «es-píritu olímpico». Un hermoso ideal, que nació hace ya más de 2800 años en el valle sagrado de Olimpia, al noroeste de la península del Pe-loponeso.

La importancia que tuvieron los Juegos Olímpicos entre todos los pueblos de la Héla-de fue tan grande que cada cuatro años, gentes

Reconstruccióndel Templo de Zeus, que se

encontraba enla ciudad

sagrada deOlimpia.

Page 13: El Mundo de Sophia 44

de todos los lugares acudían como peregrinos a la ciudad sagrada de Olimpia para presenciar los juegos de los héroes. Un acontecimiento tan sagrado como espectacular, que se cele-braba en honor a Zeus, el padre de los dioses olímpicos. Allí, en el valle de Olimpia, a orillas del rio Alfeo y bajo la protección del bosco-so monte Cronos, se daban cita la flor y nata de la juventud griega, para demostrar su valor, su fuerza, su velocidad y su destreza, dando lo mejor de sí mismos para poder alcanzar un sueño, una ilusión, un ideal… conquistar la corona de la victoria y convertirse en cam-peones olímpicos… un logro, un triunfo, una hazaña cuya grandeza quedaría grabada para siempre con letras de oro en la memoria de los hombres, en sus propios corazones de at-letas victoriosos y en el pedestal de la estatua que los escultores levantarían con su imagen en la avenida de los templos que conducía al estadio de Olimpia. Pero lo más curioso es que los campeones olímpicos no guardaban para sí sus triunfos. Su única condecoración era una sencilla corona de olivo que el último día de los juegos los vencedores depositaban a los pies de la gran estatua de Zeus, de oro y mar-fil, que Fidias había esculpido en el gran templo del padre de los dioses. Y no sólo eso, sino que a partir de entonces, ese año sería recordado por el nombre del gran campeón de Olimpia que más victorias había conquistado.

Tal fuerza tenía el ideal olímpico, que cuan-do el spondoforos o mensajero divino de Olimpia, que cuatro meses antes de los juegos iniciaba su viaje hacia las cuatro direcciones del espacio para proclamar la Ekecheiria, la «Tregua sagrada de los dioses», a los distin-tos pueblos y naciones de la Hélade. Todas las ciudades de Grecia detenían las guerras y con-flictos, depositaban sus armas en los templos

y marchaban a la ciudad santuario de Olimpia para festejar los juegos de la paz. Pero lo más curioso, es que la tregua no sólo era sagrada para las ciudades y sus ejércitos, sino que todo viajero o peregrino que marchaba hacia Olim-pia, y que a veces tardaría semanas o meses en llegar, era sacrosanto e inviolable, incluso para los ladrones y salteadores de caminos que ja-más se atrevieron a violar la tregua sagrada y ofender al padre de los dioses.

Así pues, hubo un tiempo en el que los hombres rendían culto al valor heroico, a la nobleza, al esfuerzo personal y a la dignidad del espíritu humano. Un tiempo en el cual la distancia se medía por estadios y el tiempo por olimpiadas… De hecho, se cuenta la anéc-dota de que muchas ciudades, derribaban una parte del lienzo de sus murallas, para que los jóvenes atletas de su ciudad, que retornaban a casa invictos, ciñendo la sagrada corona de oli-vo sobre sus cabezas, pudieran entrar por esa abertura, ya que según decían sus propios go-bernantes: «Una ciudad que cuenta con héroes tan nobles victoriosos como ellos, no necesita murallas de pie-

dra para

Imágenes de la ceremonia deencendido de la antorcha, que se realiza en Olimpia semanas antes

de la iniciación de losJuegos Olímpicos.

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14 EL MUNDO DE SOPHIA

...un ideal, un sentimiento, que aunque naciese en Grecia hace más de 28 siglos, pertenece por igual a todos los hombres y a todos los pueblos de la tierra.

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defenderse de sus enemigos». Pero, por des-gracia, el fanatismo religioso, la superstición y la ignorancia, acabaron por destruir la que probablemente fue una de las más bellas ex-presiones del espíritu humano, la ciudad sagra-da de Olimpia y los juegos olímpicos de la paz.

Sin embargo, los nobles sueños del alma, que durante un cierto período de la historia iluminaron las conciencias de los hombres, in-spirándoles los más altos ideales de paz, de justicia, de nobleza, de valor, de auto-supera-ción, de belleza, de concordia y de fraternidad entre los hombres y los pueblos, son, como las estrellas, inmortales. Desaparecen perió-dicamente del firmamento espiritual de los hombres, para reaparecer tiempo más tarde e iluminar de nuevo las conciencias, inspirando en sus almas los más nobles ideales, sentimien-tos y creaciones artísticas. Además, aunque a lo largo de la historia siempre ha habido algu-nos personajes que se esforzaron en ocultar, falsear, manipular o denigrar nuestro propio pasado como seres humanos, las piedras no mienten y su mensaje es tan atemporal y uni-versal como los propios símbolos que yacen grabados en ellas.

Así, hace mucho tiempo, paseando despa-cio bajo la enramada bóveda de los frondosos árboles que embellecen el valle de Olimpia, contemplando en silencio con profunda admi-ración las milenarias ruinas de lo que fue… un hombre tuvo un sueño inspirado. Soñó que el ideal olímpico podía resurgir de nuevo entre las cenizas. Soñó que los hombres y mujeres de todos los países, todas las razas, todas las creencias y todas las condiciones sociales, polí-ticas o económicas, pudieran volver a reunirse cada cuatro años en alguna ciudad de la Tierra, para celebrar los juegos olímpicos de la paz, en los que la juventud de todas las naciones del mundo pudieran demostrar en el estadio su valor, su fuerza, su velocidad, su habilidad y

su destreza, dando lo mejor de sí mismos para honrar no sólo a sus padres, ciudades o países, sino a la humanidad entera.

Después de tan loable esfuerzo, por fin el Barón Pierre de Coubertin pudo ver realizado su sueño. Y así, en el año 1896 se celebró la Primera Olimpiada de la era moderna. La ce-remonia inaugural tuvo lugar en el antiguo es-tadio de Olimpia, en el que, tras más de 1500 años de olvido y de silencio, la antorcha olím-pica volvió a arder de nuevo en la mano de un atleta. En esa primera olimpiada participaron 241 atletas de 14 países, que pudieron demos-trar su valía y su destreza en nueve discipli-nas deportivas. A partir de entonces, el lema «Citius, Altius, Fortius» (más rápido, más alto, más fuerte), y la bandera blanca con los cin-co anillos entrelazados, en representación de los cinco continentes, se fueron convirtiendo

en el símbolo de un sueño, un ideal, un sentimiento, que aunque naciese en Gre-cia hace más de 28 siglos, pertenece por igual a todos los hombres y a todos los pueblos de la tierra, pues, como muy bien expresó el Barón de Coubertin: «Olim-pia y las olimpiadas son símbolos de una civilización entera, superior a países, hé-roes militares o religiones ancestrales». Es por eso que el espíritu olímpico no morirá mientras el hombre camine so-bre la faz de la tierra, pues como dijo el poeta: «Lo que alguna vez realmente fue, es y será siempre». m

El Barón Pierre de Coubertin.

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Daniel Capllonch

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En cuanto al sitio arqueológico, está com-puesto de cinco templos dispuestos para apro-vechar la explanada robada al risco, acrecentada en su día con la laboriosa adecuación de terra-plenes que le dieron más amplitud. En todo el conjunto se puede apreciar una esmerada técni-ca constructiva y las sabias manos de un pueblo que pretendió, como tantos otros, levantar sus mejores monumentos para fines espirituales.

A primera vista, la protagonista es la llama-da «estructura I», por su relevancia arqueoló-gica, antropológica y por ser la insignia de este santuario. Se la compara con otros tantos mo-numentos líticos que alrededor del mundo han sido excavados directamente en la roca como Petra, Abu Simbel, etc., pero parece ser que este es singular en el área mesoamericana. Su sec-ción semicircular, la entrada en forma de boca de serpiente, la lengua bífida tallada en alto re-lieve que sobresale en la puerta a modo de al-fombra y su interior, esculpido en la montaña, con un jaguar y tres águilas presidiendo el volu-men, comunican de modo inmediato al visitante la finalidad mágico-ritual para la cual fue creado por aquellos hombres y mujeres de antaño. Sa-bemos que aquí se celebraban las ceremonias de iniciación de los Ocelotelcuahutli (ocelotel=jaguar y cuahutli=águila), sublimación de las dos vías del desarrollo y realización en el arte de la guerra.

Lo habitual era que cada uno transita-ra las fases de la formación guerrera bajo uno de estos dos aspectos del rol masculino, águila o jaguar, sin em-bargo, en las etapas superiores, algu-nos lograban reunirlos en uno sólo. En ellos se unificaban el cielo (el águila) y la tierra (el jaguar), el día y la noche, el plasmador y el conquistador, la fuer-za conservadora y la progresista, una dualidad dinámica que se armonizaba mediante la iniciación final, voluntad e inteligencia sintetizadas en el guerre-ro sagrado. Durante las ceremonias se

n verdor indómito inunda faldas y laderas, valles y cumbres. El fulgor de su colorido regocija nuestra vis-ta al acercarnos a Malinalco. Este antiguo santuario se erige en los acantilados de un macizo situado al Noroeste del pueblo que lleva el

mismo nombre. Antaño, en este sitio se cono-cían los secretos de los astros, las plantas y tal vez del alma humana, Arcanos de sabidurías hoy olvidadas que al llegar los europeos clasificaron de hechicería y mandaron destruir de inmediato. Su saber se ha perdido casi por completo, o por lo menos eso parece, a juicio de nuestras mira-das profanas que se acercan con respeto para in-tentar levantar un resquicio de su velo. Lo cierto es que en cada casa, en cada calle, en la mirada de las personas que se cruzan en el camino, en su historia, en su aire, en cada rincón del fron-doso bosque subtropical de Malinalco se percibe la potencia vivaz de una naturaleza preñada de vida, por lo que no es extraño que en algunas opiniones Malinalco sea el lugar de la magia… de la transmutación.

Vamos a intentar retratar la inmensidad de este pequeño lugar en unas cuantas líneas. Lo haremos desde dos puntos de vista: uno el ar-queológico, tomando como referencia el templo más emblemático de su composición arquitec-tónica y dejando para futuros escritos el resto de las secciones, no menos interesantes. Por otra parte, echaremos un vistazo desde lo mi-tológico, que siempre guarda, vestidas de sím-bolo, claves no reveladas por el conocimiento racional. En este ámbito nos aventuraremos a proponer algunas hipótesis de interpretación y, disculpándonos desde ahora por las omisiones y errores que seguro se cometen, diremos que no es otra la intención de este artículo que la de compartir la fascinación que ha supuesto para el que escribe conocer Malinalco como una puerta de entrada a la prolífica cosmovisión del México antiguo.

UFachada de la Estructura I, el

Cuauhcalli o «Casa del sol». Edificio excavado en la

roca viva. Abajo a la izquierda se

conserva parte de un guardián del

umbral con forma de ocelote. Aquí se celebraba la iniciación de los

Caballeros Águilay Jaguar.

Panorámica:Vista panorámica del pueblecito de Malinalco. La foto

está tomadadesde lo alto del

sitio arqueológico, que se ubica en el «Cerro de los

Ídolos».

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constataban los grados de los que iban a ser máximos repre-sentantes de las culturas que un día poblaron estas tierras. Allí se celebraban los últimos pasos del tránsito y el nombra-miento final de los verdaderos herederos de una tradición que se pierde en las brumas del tiempo. Hombres como el emperador Moctezuma o el mismo Cuauhtemoc, último dignatario azteca del vasto im-perio que regó esta civilización, fueron iniciados aquí a los gra-dos superiores del sendero de la guerra interior.

Para cumplir su función, y ya que estas cul-turas vivían «mirando al cielo», el templo está orientado con una desviación de medio grado respecto del sur astronómico. Según las inves-tigaciones del arqueoastrónomo José Galindo Trejo, realizadas in situ en la década de los no-venta, si tomamos el eje de simetría que clara-mente marcan las cabezas del águila y el jaguar centrales, la desviación con respecto al sur ver-dadero es mínima. Hay que hacer notar al lector la dificultad que implica calcular, previamente a la construcción, una exactitud tal. Por lo que parece, esta ciencia era conocida por quienes horadaron este santuario en la roca. Esto nos da una idea de su precisión constructiva, pero además nos sugiere que, tal y como ocurre en otros lugares estudiados mediante esta nueva rama de la arqueología, la arqueoastrología, el si-tio posee un objetivo concreto relacionado con el Sol y el solsticio de invierno. Si nos aferramos a los pocos conocimientos que tenemos, des-

de la mentalidad trascendente de estos pueblos, es en este momento cuando el Sol lucha contra las tinieblas en el día más corto del año. Para destacarlo, un rayo de luz iluminaba a la hora exacta de las 12:40 a.m, la cabeza de la escultura de águila que se encuentra en el centro de la sala. Allí era donde se colocaban los aspirantes que iban a recibir su grado e iniciación. Es como si ellos, en un último combate acompañando al astro rey, tuvieran que constatar de esta forma simbólica su nivel ante la jerarquía cultural-social y salir victoriosos. Aunque es tema para otro ar-tículo, hay que mencionar que solamente podían acceder a estas ceremonias quienes habían ven-cido al Nekok Yaotl (el guerrero en sí mismo) en el Yaotlali (la tierra de la guerra sagrada). Esto probaría que al margen del grado social se re-

El autor del artículo junto a una escultura de jaguar de las dos que flanquean el recinto. Detrás, se observa un portaestandarte que guardaba el acceso frontal.

Vista parcial de la Estructura III.Otros muchos edificios completan el conjunto de esta

pequeña ciudad santuario dedicada a los guerreros sagrados.

La zona en la que está incluida la «Casa del sol» se denominaCuauhtinchan, que según los investigadores del INAH puede

traducirse de varias maneras: «la morada de los valerosos y fuertes hombresl», «lugar donde se encuentran los excelsos guerreros

águilas y ocelotesl», «los de ánimo invenciblel» o «los representan-tes del sol en la tierral», etc.

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quería un alto nivel de desarrollo interior pues esta exigencia era condición sine cua non. Hoy día el fenó-meno astronómico no puede apreciarse pues se han colocado techados con visera para proteger la cons-trucción y ésta provo-ca una sombra perpe-tua en el interior del recinto.

Pasemos ahora al aspecto mitológico que de modo velado nos trasmite algunas claves para comprender el origen y función de este emplazamiento. No puede dejar de tenerse en cuenta que el relato que resumiremos a continuación ha pasado por el tamiz condicionado por la corriente religiosa imperante en los últimos quinientos años. Por ello se ha velado mucho más si cabe su verda-dero significado al perderse las claves para su desciframiento. Narra la tradición superviviente que Malinalxóchitl, la luna, era hermana de Hui-tzilopochtli, el sol, divinidad principal entre los aztecas y líder de la peregrinación que este pue-blo hubo de realizar desde Aztlan, el mítico lugar de las siete cuevas. En un momento dado del lar-go viaje, ella fue abandonada por su hermano. El motivo que se cuenta para el fraternal abandono es que esta poderosa hacedora de magia usaba «plantas ponzoñosas» y «artimañas extrañas» devenidas de antiguas artes, con las que vencía a los enemigos o los embaucaba haciéndoles caer en las redes de su influencia. Fue un día cuando se estaba bañando, o durmiendo según la ver-sión, que el gran grupo de Hizilopochtli la habría dejado abandonada a su suerte. Sigue contando la historia que no quedó sola, pues la acompa-ñaron unos cuantos incondicionales. Juntos lle-

garían al sitio de Texcaltépec, que así era el nom-bre anterior de lo que conocemos hoy como Malinalco. La maga se uniría allí con el rey Cimal-cuahutli («escudo-águila») quien depositaría en sus entrañas la semilla de un hijo. El niño nació y se crió en aquellos parajes, bajo los auspicios y enseñanzas de su madre. Cuando el vástago creció y tomó conciencia de la afrenta de la que había sido objeto quien le dio a luz, tomó firme resolución de venganza, empresa que acometió apenas tuvo fuerzas para enfrentarse a su tío, a quien fue a buscar hasta Chapultepec, bosque elevado que forma parte del Distrito Federal de México y que fue primer asentamiento Azteca. Algunas versiones cuentan que acudió el mismo Huitzilopochtli, otras que envió a unos sacer-dotes guerreros al encuentro, pero lo cierto es que Copil, el hijo de la señora de Malinalco, fue vencido, decapitado y descorazonado. Allá don-de cayó su cabeza, brotaron unos manantiales de agua cristalina que dieron vida a su alrededor. El sitio es conocido aún como Acopilco (lugar de Copil). Su corazón, de otro lado, fue lanzado al centro del lago, sobre un roca de tepetate entre los cañaverales. Allí brotó un nopal, encima del cual un águila devorando a la serpiente se po-saría más tarde, augurio fundacional de la gran Tenochtitlán y emblema que ondea en la actual bandera mexicana.

Haciendo una primera lectura de este mito y teniendo en cuenta los aspectos básicos del simbolismo de la cabeza como elemento divino dentro de nuestra anatomía, podemos entender que desde la visión simbólica, en ella se apo-sentan las potencias espirituales al ser la parte más elevada, de forma circular, donde se crean las ideas y residen los sentidos. Muchas culturas realizaban decapitaciones rituales post mórtem con la intención de preservar la esencia más ele-

La lengua de la serpiente sobre el suelo, a modo de alfombra, evoca a Tlatecuhtli o «señora de la tierra». Hace alusión a las fuerzas telúri-cas, la matrizen la que nacen–o renacen es-piritualmente–los seres vivos.

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20 EL MUNDO DE SOPHIA

vada del individuo que había habitado el orga-nismo en cuestión. Los cráneos eran expuestos en los templos o lugares públicos como ahora lo son algunas partes del cuerpo de los santos en las iglesias. La creencia era que su presencia beneficiaba la transmisión de las ideas más ele-vadas que rondaron a estas personas durante su vida. Hay quien argumenta que los Tzompantli (muros de calaveras) poseían una función análo-ga a la descrita.

Hay autores que al quitar los velos con los que se viste la verdad al convertirse en mito, han visto en esta narración el traspaso de una cul-tura matriarcal-lunar a otra patriarcal-solar, pues de modo similar se encuentra en otras culturas. Otros creen que expresa veladamente el olvido o separación por parte del pueblo Azteca de los más ocultos y ancestrales conocimientos de su raza y la continuación de su viaje con «un algo» abandonado en el camino, como si se hubiera perdido la esencia de su sabiduría simboliza-da por Malinalxóchitl. Lo cierto es que, como hemos visto antes, en Malinalco encontramos uno de los más importantes centros de cono-cimiento del área de influencia azteca, por no decir de todo el Anauhac. Así, como última hi-pótesis queremos proponer que lo que revela el mito es la fundación de un centro de iniciación y enseñanza para los pueblos del Cem Anauhac (la totalidad rodeada de agua). Sobre el fruto de Malinalco (Copil), se pondrían las bases para la

fundación y man-tenimiento de la cosmovisión de México. Si el eje de la relación en-tre Malinalxóchitl y Huitzilopochtli se fundamentara en la versión del mito tal como nos ha llegado, donde ella representa «la hechicería», «lo demoníaco» sería incoherente que desde el prin-cipio hasta el final

el santuario-escuela de Malinalco hubiera sido un centro de formación de las élites del mundo azteca y todo el Anauhac. Por tanto, sería bueno que en el futuro pudiéramos profundizar mucho más en la historia y significación de este relato.

Lo cierto es que Malinalxóchitl y su hijo Co-pil forman parte principal de los inicios mitoló-gicos de la gran Tenochtitlan, la metrópoli que dominaría esta parte del mundo en los siglos previos a la invasión europea. Esta ciudad se es-tableció sobre la base de una tradición milenaria que, dejando paso al tiempo nuevo, depositaría lo más trascendente de su legado en las raíces de su nacimiento.

Por último, no quiero concluir estas líneas sin agradecer a Martín de Malinalco el haberme acercado a tantas y tantas cosas de esas que no se pueden encontrar en los libros. Sentados a la luz de una hoguera, con el cielo estrellado por testigo, pasamos horas penetrando el alma sin tiempo de los mexicas, para ir poco a poco des-enmarañando la madeja. El desarrollo metafísico de estos pueblos alcanzó uno de los más altos niveles entre las culturas del mundo antiguo; en su mayor parte parece que se ha perdido para siempre, pero en sus hijos habita todavía el su-ficiente amor por su tradición como para que podamos albergar una esperanza de rescatar su esencia. Santuarios y monumentos como el de Malinalco son testigos elocuentes de su sabidu-ría. m

Acceso a Estructura I:La única puerta del templo está custodiada por dos genuinas figuras: al fondo untambor (huéhuetl) forrado con piel deocelote y frente a nosotros una serpiente de guerra, Izcóatl. Sobre el primero existió an-taño una escultura de guerrero jaguary sobre la segunda aún se aprecia conclaridad el caballero águila.

En el interior del Cuauhcalli hay en la roca excavadas tres águilas (laterales y frontal) y un jaguar. Si tomamos el eje de simetría que marcan las cabezas del águila y el jaguar centrales, la desviación con respecto al sur verdadero es mínima; asimismo, el monumento está conectado con ciertos movimientos del Sol, en especial el Solsticio de invierno, día en que el astro iluminaba parte de la sala.

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lo que algunos dijeron sobre...

Director: Eric Toledano y Olivier NakacheDrama. 2011. FRANCIA.

Tras un grave accidente, Philippe, un rico aristócra-ta, contrata a Driss como asistente y cuidador, un joven procedente de un barrio pobre que ha salido recientemente de prisión —en otras palabras, la persona menos indicada para el trabajo—. Juntos vivirán una historia que marcará para siempre sus vidas. Se mezclarán dos mundos aparentemente incompatibles, dos mundos que van a chocar y van a tener que entenderse mutuamente para dar lugar a una amistad tan demencial, cómica y só-lida como inesperada, una relación singular que genera energía y los hace… ¡intocables!.

INTOCABLE

Autor:Matilde Asensi

El último Catón es un libro que atrapa al lector desde el primer instante en que se lee. Ha conse-guido reunir en un breve espacio toda la esencia

del “secretismo” tan puesto de moda dentro de las novelas históri-co-ficticias apadrinadas por Dan Brawn. La novela nos introduce bajo el suelo de la Ciudad del Vaticano, donde encerrada entre códices en su despacho del Archivo Secreto, la hermana Ottavia Salina, paleógrafa de prestigio internacional, recibe el encargo de descifrar unas extrañas escarifi-caciones aparecidas en el cadáver de un etíope ¿Quién sabe donde conducirá este misterio-so enigma?.

EL ÚLTIMO CATÓN

Autor: Steven Pressfield

Esta novela marca un hito dentro de la literatura histórica, ha sido calificada como una de las mejores narraciones de la prolífica «Batalla de las Termó-pilas», batalla en la cual

se enfrentaron una alianza de polis griegas lideradas por Esparta y el Imperio persa de Jerjes I, durante la se-gunda guerra médica, en agosto o septiembre del 480 a. C. Puertas de fuego nos introduce en el mítico pasado de un pueblo de héroes donde la sociedad, su cultura, su política, su forma de vida y en especial la forma de educar a sus jóvenes se ha convertido en un símbolo de la valentía frente a la adversidad insuperable.

PUERTAS DE FUEGO

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22 EL MUNDO DE SOPHIA

esde mediados del siglo pasado, el hombre de la moderna sociedad occidental ha vuelto su mirada cada vez más hacia las culturas tradicionales de Oriente, bus-cando en sus sabidurías la inspiración necesaria para

poder resolver determinados problemas y cuestiones trascendentes de la vida para las que ni la ciencia moderna, ni la filosofía acadé-mica, ni la sociedad de mercado en la que nos ha tocado vivir, ofrecen respuesta alguna. Fruto de esa búsqueda interior, en el transcurso de las últimas décadas Occidente ha empezado a valorar toda una serie de tradiciones, filosofías y técnicas espirituales que se han ido integran-do de forma paulatina en el tejido de nuestra sociedad, como es el caso del Yoga, el Tai-Chi, el Feng-Shui, la Acupuntura, las Artes Marciales o los diversos sistemas y escuelas de Medita-ción. De todas estas tradiciones orientales no cabe duda que el Zen ejerce una fascinación muy especial sobre la mentalidad occidental. Pero lo curioso es que el Zen no es una doc-trina religiosa basada en un dogma teológico

concreto o en ciertos libros revelados, sino más bien un arte de vivir o filosofía práctica que promueve la meditación como vía de auto-superación personal y de desarrollo espiritual. Las enseñanzas de los maestros Zen no hablan de obtener ningún tipo de salvación, sino de alcanzar por propios méritos la iluminación. En este sentido, el Zen es un camino de bús-queda interior y de perfeccionamiento espiri-tual que promueve la atención consciente, la serenidad interior y la meditación sistemática, como forma de ejercitar el libre albedrío, el discernimiento y la libertad interior, para que a través de su propia experiencia consciente, el hombre pueda encontrar dentro de si mis-mo el sentido de la vida y comprender la res-puesta vital a sus preguntas.

D

La Via

delShibumi

Francis. J. VilarPresidente de la Fundación Sophia

Shibumi es el estado del ser que caracteriza al discipulo que transita la via de la iluminacion.

, ,

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La filosofía Zen enseña por ejemplo que cualquier arte u oficio, incluso las pequeñas tareas cotidianas, si las vivimos con una acti-tud de paciente humildad y tranquilo desapego del fruto de la acción; una predisposición interior a aprender en todo momento y circunstancia las valiosas lecciones que nos trae la vida; y un noble espíritu de superación y perfeccio-namiento constante, pueden llegar a conver-tirse entonces en una Vía o Dô, un camino hacia la iluminación espiritual. La palabra japo-nesa dô proviene del sinograma chino Tao, un término que hace referencia al camino infinito del aprendiz de un arte. Dô implica, pues, un cuerpo de sabiduría y una tradición con una ética y una estética determinadas. Por eso en Japón encontramos un rico abanico de artes que van desde lo estético y ceremonial, hasta la jardinería, la caligrafía o el arte marcial, y que durante largos siglos han sido consideradas como un dô. Artes como la vía de la caligra-fía (Sho-dô), el camino de las flores (Ka-dô) o vía del arreglo floral (Ikebana), el camino de la esencia o vía del Incienso (Ko-dô), la vía del Té (Cha-dô) o de la ceremonia del té (Chanoyu), la

poesía (Haiku), la vía del Guerrero (Bushi-dô), la vía del tiro con arco (Kyu-dô), la vía de la espada (Ken-dô) y las diversas artes marciales como el Karate-dô, el Ju-dô, el Aiki-dô, el Iai-dô, etc.

Dentro de todas estas tradiciones ances-trales, Shibumi es una palabra japonesa que significa equilibrio, armonía, plenitud, sereni-dad, silencio elocuente y también simplicidad, elegancia y fluidez de movimientos. En el arte, el espíritu del Shibumi toma la forma de Sabi, expresándose como elegante simplicidad. Mientras que en el ámbito de la filosofía, Shi-bumi emerge como Wabi, la calma interior, el sosiego espiritual que invade el alma cuando el hombre se haya en perfecta posesión de sí mismo. De esta forma Sabi, que podemos de-finir como simplicidad elegante, y Wabi, la hu-mildad en el éxito, se unen para formar el Shi-bumi, ese estado del ser o cualidad espiritual que caracteriza a aquel hombre que transita el camino de la Sabiduría. De hecho, el Shibumi, aunque es un término bastante utilizado den-tro de la tradición espiritual del Budismo Zen, no hace referencia a ninguna Vía o Doctrina en particular, sino mas bien a una actitud mental, un estado del alma (o estado de ánimo) y una cualidad del carácter.

Según la tradición espiritual que se culti-vaba a las diversas escuelas Zen, Shibumi es el estado del ser que caracteriza al discípulo que transita la vía de la iluminación. Sin embargo, el Shibumi, como el Maat de los egipcios, el

Shibumi es el estado del ser que caracteriza al discipulo que transita la via de la iluminacion.

,,

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Dharma de los indos o el Tao de los chinos, no tiene una única definición posible. Hay que usar varios caminos de aproximación para que la conciencia pueda dibujarse una imagen co-herente de lo que es el Shibumi. Para el que ya lo ha experimentado, hablarle del Shibumi es como describirle el paisaje a alguien que lo conoce perfectamente por haber estado allí. Sabemos que en el camino espiritual, como en la vida, nada puede sustituir a la experiencia directa de las cosas, pero para el que aún no ha estado allí, le sirve de motivación para bus-carlo y también para saber reconocerlo cuan-do lo encuentre. Es como el plano geográfico para el montañero, es obvio que «el mapa no es el territorio», pero sirve para identificar el paisaje conforme te lo vas encontrando a lo largo del camino.

Síntesis sublimada de toda acción, pode-mos decir entonces que Shibumi se manifiesta como simplicidad elegante, perfecta concen-tración, desapego en la acción, humildad en el éxito, serenidad impecable, naturalidad en cada gesto y maestría en la ejecución. Como bien explica Raymond Thomas, «Shibumi es un comportamiento que denota una perfec-ta comprensión. Tener Shibumi es actuar en la vida de una forma “natural” en todas las cir-cunstancias, sin miedo pero sin ostentación, con autoridad pero sin dominio, con modestia pero sin recato». Para la mentalidad tradicio-nal japonesa, Shibumi es pues la actitud perfec-ta que debe conquistar todo aquel que aspira a alcanzar la Iluminación.

En este sentido, el Shibumi es un concep-to tan metafísico y abstracto como elegante

y sutil, ya que hace referencia a un estado del ser muy especial. Un elevado estado de con-ciencia que podemos calificar de «espiritual», ya que engloba en sí mismo a todos los planos de la constitución humana. Es decir que Shibu-mi es a la vez un «estado mental», un «estado emocional», un estado de la «energía vital», un estado «sensorial» y un estado «corporal». Ya que en todo verdadero estado de conciencia superior es la luz del espíritu la que ilumina y polariza todos los demás aspectos de nuestro ser. Lo cual significa que podemos hablar de Shibumi como estado mental o actitud de vida, como estado de ánimo o sentimiento, e inclu-so como estado físico o sensación vital. Pero siempre habrá un aspecto del Shibumi que se nos escapa entre los dedos y que sólo la intui-ción puede llegar a captar.

Shibumi es, ante todo, un estado de con-ciencia interior, que se expresa naturalmente a través de una especial actitud mental ante la vida y la muerte, una forma singular de perci-bir y experimentar la realidad del mundo que nos rodea, un estado del espíritu tan elevado que impregna de luz todo cuanto el discípulo piensa, dice o hace. Por eso el Shibumi, es a la vez un espíritu y una forma, es, en suma, «el secreto del misterioso arte de vivir en armonía con el Cosmos», y por tanto, no es sólo el camino… sino también la manera de recorrer el camino, pues es ese estado del ser que no se puede adquirir, sólo se puede descubrir. Es algo que nos ocurre cuando lo de fuera y lo de dentro se armonizan perfectamente en nuestro cora-zón, convirtiéndolo en un Axis-mundi, una co-lumna de luz capaz de unir la tierra con el cie-

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EL MUNDO DE SOPHIA 25

lo, el pasado con el presente, el pensamiento con el sentimiento, la acción con la intención, al hombre con su dios interior y al tiempo con la eternidad.

Como diría el poeta, Shibumi es encon-trar sin buscar, es saber sin pensar, es sentir sin desear, es reconocer sin mirar, es actuar sin esperar nada, es agradecer sin prejuzgar, es dominar sin controlar, es poder sin ambicio-nar. En suma, Shibumi es ayudar sin empujar, amar sin exigir y enseñar sin obligar. Los anti-guos egipcios le llamaban Iri a la acción divina, la acción perfecta, la acción natural, la acción que está en concordancia con el flujo y reflujo del río de la vida, en armonía con Maat. Cuan-do el hombre actúa de esa forma tan especial, entonces está en Shibumi, o como dirían los egipcios: se halla «bajo la clemencia de Ra», pues sentirse en Shibumi es como navegar por la corriente de la existencia con el viento en la popa, y dejar que las aguas de la eternidad impulsen la barca de nuestro corazón hacia nuestro legítimo destino, mientras el sol de la vida acaricia la piel de nuestra alma inmortal.

Lo cierto, querido amigo lector, es que a través del vuelo de la metáfora hemos querido dibujar con el esquivo pincel de la imaginación la sutil textura de un color del alma cuyos ma-tices son tan inapresables como infinitos. Sin embargo, en honor a la verdad, el Shibumi no es algo muy complicado, ni tampoco tan es-piritual o elevado que esté fuera de nuestro alcance. Todo lo contrario, posiblemente lo

hayamos experimentado fugazmente en algún momento de nuestra vida, aunque no supiéra-mos que se trataba de él. De hecho, si bien es un estado de ánimo maravilloso, no es nada espectacular ni aparatoso. Es un sentimiento de plenitud interior, de calma total, de belleza serena, de gratitud hacia la vida, de sana alegría, de lucidez inspirada y de reconocimiento sin-cero, que te hace sonreír por dentro porque descubres que te sientes en paz con la vida, contigo mismo y con Dios.

Para el sincero buscador de la Sabiduría, Shibumi es el estado de ánimo que aspira a conquistar de forma permanente. Una actitud mental y un sentimiento que va descubrien-do peldaño a peldaño, a medida que va reco-rriendo la vía. Un estado conciencia que es tan natural como necesario, como el agua para el pez, el sol para la flor o el aire para el pá-jaro. Un sentimiento interior tan grato, sere-no y reconfortante que cuando lo perdemos es como sentirse lejos del hogar. Un estado a partir del cual la conciencia puede proyec-tarse hacia otros estados teofánicos aún más elevados, para poder derramar generosamen-te desde allí su cálida energía espiritual hacia los demás. Pues como muy bien enseñaban los maestros de sabiduría de Oriente: «Sólo aquel que ha despertado su propia luz, puede realmen-te iluminar a otros». m

Sentirse en Shibumies como navegar por la

corriente de la existencia con el viento en la popa...

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26 EL MUNDO DE SOPHIA

Mónica Gutiérrez

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La contemplación del mapa celeste, más tarde o más tem-prano, hace surgir en nuestro interior las eternas preguntas que el hombre de todos los tiempos se ha hecho. ¿Quié-nes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?... Como si en ellas estuviesen escritas las respuestas. Des-

de sus orígenes, la humanidad entera se ha sentido atraída por la bóveda celeste, ha mirado al cielo tratando de estructurar el ca-lendario y el tiempo mediante la observación de los astros, ade-más de orientar sus edificios sagrados como respuesta a una permanente necesidad de búsqueda de su lugar en el cosmos.

Actualmente, las luces de las ciudades, las prisas del día a día y la cultura de ocio enfocada en los medios audiovisuales, junto al bombar-deo constante de las nuevas tecnologías, hacen que se vuelvan llamativos, aspectos que anti-guamente siempre fueron normales. Contem-plar hoy las estrellas se torna prácticamente imposible con la contaminación lumínica, que algunos llaman el «cáncer del cielo». Se hace necesario, a veces, ir a un desierto (como el de Atacama en Chile) para poder ver el manto estrellado en toda su plenitud. Los hombres de la antigüedad, sin embargo, no tenían estos problemas, pues en aquella época no había TV, ni reloj. Podríamos decir que el gran «cine» de entonces era la bóveda celeste. La luz natural de la luna y de los astros lejanos alumbraba sus noches y guiaba a los viajeros y navegantes como una brújula perfecta. Medían el tiempo de la cosecha o la siembra por la salida de Sirio o las Pléyades; construían monumentos orientándolos hacia determinadas estrellas, la salida del Sol, los solsticios y equinoccios. Esta relación regía su vida en sociedad y les otorga-ba una visión trascendente de la realidad.

Al desvelar los misterios guardados en los restos de antiguas culturas se agudiza cada vez más el ingenio de muchos científicos, egiptó-logos, antropólogos y arqueólogos, haciendo surgir nuevas tecnologías que proporcionen métodos de investigación más precisos para el estudio del pasado. Hoy, gracias a los avan-ces en la informática, podemos retroceder en el tiempo para indagar en qué posición se encontraban las estrellas en un momento de-terminado y reconstruir el cielo de la época de los Faraones o los Mayas. Dentro de esta línea ha surgido una ciencia que desde las dos últimas décadas se encuentra en continua evolución: la Arqueoastronomía, dedicada en-tre otras cosas al estudio de la orientación de

monumentos y restos arqueológicos, con el fin de poder fechar en un tiempo cronológico su construcción. Su sólo nombre despierta la inquietud del investigador y aúna en un estu-dio comparado dos disciplinas apasionantes que invitan a sumergirnos en el silencio de las arenas del pasado, o alzarnos a las regiones celestes para comprender un poco más sobre el origen del hombre en el Cosmos.

La Arqueoastronomía ha empezado a rela-cionar los conocimientos de hoy con aquellos de hace miles de años. Como bien señala Ro-ber Bauval (autor de El guardián del Génesis), resaltando el valor de esta nueva ciencia: «Exis-te una ciencia que cumple un requisito esencial, permite datar los antiguos monumentos de pie-dra no documentados con una exactitud mayor, dentro de una franja de apenas unas décadas. Es la Arqueoastronomía. La condición de la que depende su buen funcionamiento es que los mo-numentos a estudiar hayan sido orientados con exactitud por sus constructores hacia las estrellas o los puntos de la salida del Sol». Surge así otro elemento de datación además del carbono 14. La astronomía, ciencia exacta que mide con precisión de los patrones cíclicos que se re-piten en el firmamento, se transforma en una herramienta fundamental para la investigación.

Una de las claves de este estudio reside en la exactitud de los equinoccios. El cielo varía de una época a otra y este fenómeno que surge de una lenta oscilación del eje de la Tierra afecta a la declinación de todas las estrellas. Su ritmo, constante y previsible, per-mite un cálculo hacia atrás o hacia adelante en el tiempo en cualquier lugar del firmamento, transformándose en un dato revelador. Lo más sorprendente es que miles de años antes fue-ran estudiados estos fenómenos por Hiparco (astrónomo y matemático griego del siglo II a. C.), ya se aplicaba su conocimiento en calen-

Arqueología

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darios, en la orientación de los monumentos o bajo forma simbólica en los textos. También encontramos alusión a ellos en la mitología de diferentes culturas (mito de Osiris, mitos babilónicos, antiguas tradiciones chinas, mitos mayas, textos de los puranas de la India, cábala hebrea, etc.).

Por todo el planeta encontramos monu-mentos con interés arqueoastronómico. Des-de las enigmáticas construcciones megalíticas, pasando por la ciudad perdida de China en Pequin, hasta los Moais de la isla de Pascua. La orientación perfecta de la Puerta del sol de Tiahuanaco, las líneas de Nazca en Perú, el Panteón Romano o el Templo maya del Sol en Dzibilchaltùn. En España, los Toros de Guisando en Ávila, la Mezquita de Córdoba, los dólmenes de hace 7000 años, los Talayots, Navetas y Taulas en las islas Baleares. También encontramos orientaciones astronómicas en diferentes catedrales como la de Chartres o la de Mallorca. Como en ocasiones ha constata-do la NASA, los conocimientos astronómicos que revelan los precisos cálculos matemáticos con que babilonios, chinos, mayas y egipcios orientaron sus templos, parecen superar lo podemos conseguir hoy con nuestros moder-nos telescopios.

En el «observatorio ritual» de Stonehen-ge nació la ciencia que nos ocupa. Este em-plazamiento fue desde siempre famoso por considerarse un lugar de culto al sol, además de centro ceremonial y funerario con celebra-ciones importantes en ambos solsticios. En

este sentido, Sir Norman Lockyer, astrónomo de Inglaterra del siglo XX, descubrió allí una especial orientación. Asimismo, Gerald Haw-kins del observatorio de Cambridge, deter-minó que podía ser utilizado a modo de un «ordenador megalítico» para calcular eclipses. Según él el hecho de que los menhires estén alineados con las doce direcciones solares y lunares no podía ser casualidad, ya que sola-mente existe la probabilidad de una entre un millón, de que esto ocurra. Desde entonces una infinidad de estudios se han ido realizando sobre este lugar.

Egipto como «EspEjo» dEl ciElo

La idea que mejor define la realidad arqueos-tronómica del país del Nilo se refleja en una frase contenida en el Corpus Hermeticum:

Hacer de la tierra un espejo del cielo fue un ideal práctico y vivencial en el mundo fa-raónico. Su propia geografía plasma un orden celeste difícil de encontrar en ninguna otra cultura. El trazo del Nilo, que coincide con la Vía Láctea, y el recorrido perpendicular del Sol forman una cruz perfecta. Sus templos es-taban alineados con los astros y sus pirámi-des eran un reflejo materializado del orden celeste. Según sus textos más antiguos, estas gigantescas construcciones eran concebidas como un «rayo de sol petrificado», por el que descendían los poderes celestes y por donde el alma del Faraón difunto ascendía para unir-se a las estrellas, como si de una mágica rampa se tratase.

En 1989, dos descubrimientos de mano de Robert Bauval y Grahan Hancock revelaban la idea de que las pirá-mides fueron erigidas en un intento de reproducir en la tierra el mapa del cinturón de

Hermes a asclepio ¿Acaso no sabes, Asclepio, que Egipto es una imagen del cielo, o por hablar con mayor claridad, que en Egipto todas las operacio-nes de los poderes que gobiernan el cielo y obran en él han sido transferidas abajo a la tierra? Pero no, más bien debería decirse que el Cosmos entero mora en esta nuestra

tierra como en su santuario.

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Orión, una de las constelaciones más impor-tantes dentro de las concepciones metafísicas egipcias. En una vista aérea se observó la co-rrelación entre esta constelación y el plano de la llanura. Lo más sorprendente fue constatar que, aunque esa correspondencia era cono-cida y obvia en todas las épocas, se reveló como exacta y especifica sólo en un tiempo concreto: según sus cálculos astronómicos en el 10.500 a. C. En este momento se produjo un acoplamiento perfecto en el que el Nilo reflejaba la Vía Láctea y las tres pirámides las estrellas de Orión con idéntica situación res-pecto al meridiano.

Bauval también descubrió que los con-ductos de ventilación de la Gran Pirámide de Keops, de las cámaras del rey y de la reina, se encuentran orientados en la época de su construcción hacia una serie de astros, Orión y Sirio entre otras. Una última teoría, de John Anthony West, revelaría que en la era de Leo (que se inició en el 10.500 a. C.) se daba el co-rrecto simbolismo donde la esfinge, marcador equinoccial con la mirada a la salida del Sol en cualquier época del año pasada, presente y fu-tura, habría estado en perfecta alineación con su equivalente celeste mientras el Sol perma-necía sobre fondo de la constelación de Leo.

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¿Es coincidencia que Gizeh este presidida por una estatua de león equinoccial y tres pirá-mides dispuestas a lo largo del cinturón de Orión en 10.500 a. C., y estas corresponden-cias funcionen al unísono, como las manecillas de un reloj, con una perfección asombrosa? A raíz de estos hallazgos empezarían a tener más sentido las numerosas alusiones sobre la hipótesis de la Atlántida. Autores como Platón, Kraton, Aristóteles, Homero, Hesiodo, Marce-lino, Procolo, Herodoto, Dioro Siculo, entre otros, hablaron de su posible existencia hace 12.000 años, cuando se produjo el últi-mo hundimiento.

más dEscubrimiEntos

En la ciudad de Machu-Picchu, en las escarpadas montañas del Perú, se encuentra una estructura mono-lítica, dedicada al dios Inti, la famosa Intihuatana. Al prolongar sus lados más largos coincide con la salida del Sol el día del solsticio de ve-rano, estableciendo una clave más para su datación. Por su parte, el complejo piramidal de Teotihua-cán en México continúa siendo un misterio, puesto que las pirámides del Sol y de la Luna y el templo de Quetzalcóatl tienen el mismo planteamiento arquitectónico que Gizeh.

Otro lugar que despierta el interés de la Arqueoastronomía es el Caracol de Chichén Itzá. Similar a un observatorio as-tronómico moderno, construi-do con intención calendárico-astronómica, es un monumento que marca 29 alineaciones ha-cia eventos astronómicos im-portantes, además de coin-cidir con las orientaciones

de Teotihuacán. En este mismo emplazamien-to arqueológico se produce el espectáculo arqueoastronómico más conocido del mun-do maya. En «El Castillo» o «Pirámide de Kukulkán» (calendario solar en piedra de for-ma piramidal de 28 metros de altura que mar-ca la duración exacta del año solar, de sus 365 días, en los equinoccios de primavera y otoño) por medio de un efecto de la luz, la sombra del dios maya Quetzalcoatl, la serpiente em-plumada, desciende a la Tierra ejerciendo la simbólica unión de lo divino y lo humano, del espíritu y la materia.

Todos estos ejemplos reflejan los conoci-mientos, el dominio de la arquitectura y de la astronomía que tenían las antiguas culturas. La Arqueoastronomía está contribuyendo con una serie de datos que hasta hace poco eran casi ignorados, aportando claves fundamenta-les que llevan a una nueva comprensión de la historia. La teoría lineal del progreso materia-lista, que nos hace concebir nuestro momento como el de máxima evolución, desvalorizando lo anterior, se derrumba frente a los recien-

tes descubrimientos científicos. Detrás de estos emplazamientos está escrita

parte de la historia de la humanidad. Ellos responden a una necesidad

que hemos tenido desde siem-pre de comprender nuestro origen, de encontrar nuestro lugar en el cosmos y estable-cer una relación sagrada con un universo que nos tras-ciende.

En un mito muy antiguo se cuenta que Sophia, dio-sa de la sabiduría, «tiene un inmenso corazón, capaz de albergar todas las preguntas y todas las respuestas, to-dos los enigmas y todas las certezas… y que al caer la noche, esconde preguntas en el firmamento de nues-tras almas y después escribe la respuesta en el brillo ar-gentino de las estrellas, a fin de que los hombres busquen

la verdad por todo el univer-so…» Tal vez ésta sea la razón de esa inquietud de búsqueda que habita en nuestro interior y que nos iguala con los hom-

bres de la antigüedad. m

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Poesía

Abandonadas quedaron las blancas horastras la conquista de tierras marchitaspor el luminoso manto de la aurora.

Florecen mis cabellos al son de tu visita se espigan mis dedos donde tu rostro mora.

Palacio de luz, de flores,

de abejas atareadas en dulces laboresuna vez más te muestras tal y como eres

desnuda, virgen y hermosatendida sobre una alfombra

de hierba espléndida, y de tentadoras rosas.

Primavera, sabia esencia femenina prodigas como un manantial tu belleza

descargas en el aire pupilas de viday muestras sin velos tu grandeza.

Un sol encendido de poder recorre montes y llanos

derrite las sombras de los rinconesantes de reposar en tus brazos.

Eterna juventud de pasos risueñosenvuelves el aire con tu perfumado aliento;

mis ojos se pierden en la corola de las amapolasmis párpados son alas de juguetonas mariposasy como vuelo de las palomas elevas mis sueños

ERES LA MÁS BELLA EMANACIÓN DEL DIVINO MISTERIO.

Primavera Por Elvira Rey

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Walt Whitman

Nueva York 1819-1892

El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamen-te cada instante.

Lo que no significa alocadamen-te, sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro, examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgasta-do egoístamente tu capacidad de amar y dar vida...»

En todos resuenan estas pa-labras claras, libres, con alas que imprimen motor a nuestro áni-mo. Puede ser ésta la fibra que conecta la poesía con su autor, y es que como dijo Whitman, el poeta no debe contentarse con escribir unos versos bien for-jados, ha de ser un profeta, un visionario, un bardo, un maestro y un moralista en cuanto que es portavoz del futuro y de la

democracia. Es también un jefe espiritual, porque la edad de la religión ya ha pasado y el poe-ta debe asumir la labor del sa-cerdote. Whitman fue el primer poeta que experimentó las posi-bilidades del verso libre para es-cribir sobre el singular carácter de su nación a la que tanto ama-ba, creando una nueva mitología e ideales para el joven espíritu nacional. Por todo ello se le pue-de considerar como un escritor humanista que persiguió la unión de todos los hombres tanto bajo la identidad de una nación como bajo el sentido de hermandad humana. Esto es lo que singula-riza su obra, que se abre paso después de su valiente ruptura con la poética tradicional, tanto en el plano de los contenidos como en el del estilo, y que mar-có un camino que siguieron pos-teriores generaciones de poetas de su país.

La figura de Walt Whitman es el resultado de los acontece-res de una vida, que fueron for-jando la esencia de aquello por lo que hoy mejor lo conocemos: su poesía. Pero en un principio nuestro literato no tenía certe-za sobre su vocación. Su prove-niencia de una familia de escasos

Elvira Rey

«

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Walt Whitman

Nueva York 1819-1892

recursos económicos sólo le permitió pasar ocasionalmente por la escuela, hecho que com-pensó leyendo de niño con avidez los clásicos y todo lo que caía en sus manos, interesán-dose muy especialmente por Goethe, Hegel y Emerson, quienes se convirtieron lue-go en su fuente de inspiración. Empezó a trabajar primero como maestro iti-nerante, y más tar-de en una imprenta. Allí se despertó su afición por el perio-dismo, que le llevaría luego a colaborar en varios diarios y revistas neoyorqui-nos. Debido a su disconformidad con la línea abiertamente pro-esclavista defendida por el periódico, le tocó vivir la Guerra de Secesión estadounidense, acontecimiento que le impre-sionó profundamente por su crueldad. Dedicó sus servicios como enfermero voluntario en los hospitales militares y escribió sobre su ex-periencia con la enfermedad en un diario neo-yorquino y, doce años más tarde, en un libro titulado Memorias de la guerra. También mani-festó de forma directa su postura claramente abolicionista, lo que le valió que se le cerraran algunas puertas.

Su poesía surge de las preocupaciones esencialmente humanas, del momento y de la eternidad, de la búsqueda de su Yo, de la in-trospección, de la meditación, del diálogo con-sigo mismo, con la naturaleza, con Dios. Su ex-tensa y única obra, Hojas de hierba (Leaves of Grass), es una colección poética que continuó editando y revisando hasta su muerte. Él mis-mo pagó la publicación de su primera edición que recogía sólo doce poemas sin nombre en 95 páginas. Whitman dijo una vez que el libro era lo suficientemente pequeño para ser lleva-do en un bolsillo, lo que inducirá a la gente «a que me lleve con ellos y me lean al aire libre». En un largo prefacio, el autor saluda el adve-nimiento de una nueva literatura democráti-

ca —acorde con el pueblo—, sencilla e irreductible, escrita por un nuevo tipo de poeta afectuoso, potente y heroico, que conduciría a los lectores a tra-vés de la poesía

con la fuerza de su magnética personalidad. León Felipe, autor de la magistral traduc-

ción del «Canto a mí mismo» (The song of my-self), el poema central, nos presenta a Whit-man como un poeta revolucionario y heroico, que va en contra de las absurdas leyes de los hombres y de esa desigualdad humana de su época que continúa vigente en nuestros días. En su poema «Hasta la vista» (So long), el poe-ta dice del libro: «Camarada, esto no es un libro, el que lo toca, toca a un hombre», donde vertió todos sus pensamientos y sentimientos más íntimos. Además contiene «Los dormi-dos», vuelo visionario en el que queda simbo-lizada la vida, la muerte y el nuevo nacimiento; en «Yo canto al cuerpo eléctrico», el poeta no se refiere al soporte físico del alma, sino que es en sí mismo algo sagrado y territorio del espíritu que corresponde a un ideal armóni-co y equilibrado y donde la salud corporal va de la mano de la salud moral; «La cuna que se mece sin fin», en la que un pájaro, la voz de la naturaleza, revela a un niño (el futuro poeta), el significado de la muerte; «Hijos de Adán» y «Calamus» que afrontan de lleno los temas de la amistad y la sexuali-dad; «Redobles de tam-bor», que refleja la preocupac ión

Whitman abrazaba todas las religiones por igual y negaba que una fuese mas

importante que otra.

,

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del poeta por la guerra civil estadounidense. En recuerdo al asesinado presidente Abraham Lincoln, escribió «Cuando las lilas florecían en la puerta del patio» y «Oh, Capitán, mi Capi-tán». Otros poemas son «En el trasbordador de Brooklyn», en el que el autor reúne a todos sus lectores del pasado y el futuro a bordo de un transbordador marítimo, y «Paso hacia la India», que se basa en una visión mística de la unión de Oriente y Occidente paralela a la del alma con Dios, simbolizadas por los medios de comunicación y de transporte. Póstumamente apareció un nuevo ciclo de poemas titulado «Ecos de la vejez», traducido por Jorge Luis Borges, que entró a formar parte de Hojas de hierba.

El amor que sentía por su país no fue co-rrespondido como quisiera, pues fue conside-rado por la literatura americana como el pro-feta sin honor en su propia patria. Mientras tanto, en Europa sí recibió la atención de la crítica que merecía. En Inglaterra, William Mi-chael Rossetti editó una selección de Hojas de hierba y dio a conocer la poesía de nues-tro autor a la escritora Anne Gilchrist, que se convertiría pronto en una gran admiradora suya y publicaría «Opinión de una mujer ingle-sa sobre Walt Whitman». Ella fue arrebatada

por la libertad del verso y la franqueza de sus sentimientos, por la generosidad de espíritu y el intelecto del poeta. Se había enamorado del alma de Walt Whitman, estableciéndose entre ambos una profunda amistad.

Whitman abrazaba todas las religiones por igual y negaba que una fuese más importante que otra. «Adopto cada teoría, cada mito, cada dios y semi-dios. Veo que los viejos mitos, bi-blias y genealogías son ciertos, sin excepción». Dios, para él, es inmanente y trascendente, y el alma humana es inmortal y se encuentra en un estado de constante y progresivo desarrollo.

En «Canto a mí mismo» dice:

Sé que soy inmortal.Sé que la órbita que escribo no puede

medirse con el compás de un carpintero,y que no desapareceré

como el círculo de fuego que traza un niño en la noche

con un carbón encendido.

Soy sagrado.Y no torturo mi espíritu

ni para defenderme ni para que me comprendan.

Las leyes elementales no piden perdón.(Y, después de todo, no soy más orgulloso

que los cimientos desde los cuales se levanta mi casa.)

Charles Chaplin lo

consideró su fuente de

inspiración para sus

películas. En «Tiempos

Modernos», utiliza

imágenes de una de sus

poesías cuando aparece

dentro de la máquina.

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EL MUNDO DE SOPHIA 35

El argumento de ese poema es una gradual universalización de la propia personalidad, del propio «yo» del poeta. Adopta la forma de diálogo con cualquier hombre o mujer en un plano de perfecta igualdad en la vida. Más adelante se introduce al «yo» dialogando consigo mismo, de igual modo que podría ima-ginarse al alma hablando con el cuerpo. La emoción que se des-prende lleva a Whitman a una de sus más hermosas afirmaciones acerca de sus sentimientos de hermandad con la naturaleza.

Dije que el alma no es másque el cuerpo,

Y dije que el cuerpo no es másque el alma,

Y que nada, ni Dios, es másgrande para uno que uno mismo,

Y quien camina una millasin amor,

se dirige a su propio funeral envuelto en su propia mortaja;Y yo y tú, sin tener un centavo,

podemos comprar lo más precioso de la tierra,

Y la mirada de unos ojoso una arveja

en su vaina confundenla sabiduría

de todos los tiempos,Y no hay oficio ni profesión

en los cuales el joven que los sigue no pueda

ser un héroe,Y no hay cosa tan frágil que no sea

el eje de las ruedas del universo,Y digo a cualquier hombre o mujer:

que tu alma esté serena y en paz ante millones de universos.

Y digo a la humanidad: No hagas preguntas sobre Dios,

Porque yo que preguntotantas cosas,

no hago preguntas sobre Dios,(No hay palabras capaces de expresar mi seguridad ante Dios y la muerte)

Escucho y veo a Dios en cada cosa, pero no lo comprendo en

lo más mínimo,Ni comprendo cómo pueda existir algo más prodigioso que yo mismo.

¿Por qué desearía yo ver a Dios mejor que en este día?

Veo algo de Dios en cada hora de las veinticuatro y en

cada momento,En el rostro de los hombres

y de las mujeres veo a Dios, y en mi propio rostro

en el espejo;Encuentro cartas de Dios

tiradas por la calle y con su firma en cada una,

y las dejo donde están porque sé que dondequiera que vaya,

otras llegarán puntualmente,por siempre.

Sin duda, Whitman convierte los diálogos consigo mismo en evocación que resuena en el pe-cho del lector, pues, como él su-giere, las palabras del poeta son universales porque conectan y se reconocen, como delante de

un espejo. En esto vemos a un Whitman revolucionario y va-liente que lleva el mensaje sobre el viento de su espíritu.

Aprovecha el día.No dejes que termine sin haber

crecido un poco,sin haber sido feliz,

sin haber alimentado tus sueños.No te dejes vencerpor el desaliento.

No permitas que nadie te quiteel derecho de expresarte,

que es casi un deber.No abandones tus ansias de hacer

de tu vida algo extraordinario.No dejes de creer que las palabras y

la poesía sí pueden cambiaral mundo.

Pase lo que pase, nuestra esencia está intacta.

Somos seres humanosllenos de pasión,

la vida es desierto y es oasis.Nos derriba, nos lastima,

nos convierteen protagonistas de nuestra

propia historia.

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Por qué aún hoy, en el siglo XXI, miles de peregri-nos llegan has-ta la tumba del

Apóstol en Compostela y más allá, hasta Finisterre, el lu-gar donde en la Antigüedad se creía que terminaba el mundo, donde muere el sol y nace la noche repleta de misterios por descubrir?. Tal vez, al rea-lizar este viaje o ruta mágica, también hay algo dentro de nosotros que muere para dar nacimiento a una nueva etapa.

Todos los peregrinos coin-ciden diciendo que hay un antes y

un después de la ruta jacobea. Con las horas de caminata uno tiene

tiempo para reflexionar, para estar sólo consi-go mismo y disfrutar de esa soledad. El paisaje que nos acompaña permite también que se pueda producir ese cambio. La naturaleza, que a lo largo de los kilómetros es rica en distintos matices, nos lleva desde las altas montañas de los Pirineos, vestidas de blanco en invierno, pa-sando por campos inmensos en los que no se

Nacho Vilar

¿

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atisba el final, hasta los bosques que parecen salir de cuentos de hadas repletos de leyen-das druídicas. Y cómo no, las iglesias, ermitas y monasterios cargados de símbolos nos re-cuerdan que estamos realizando un peregrina-je especial, que puede, si se vive con la actitud adecuada operar dentro de nosotros mis-mos una transmutación o alquimia individual.

Esta ruta es más antigua que el cristianis-mo, se cree que ya en época celta, alrededor del 2000 a. C., comenzaron las migraciones hacia el fin del mundo. Las construcciones fu-nerarias y la rica tradición pagana que se gestó en el norte de la Península nos hacen pensar que las peregrinaciones se iniciaron mucho antes de que Pelagio (en el 813 de nuestra era) descubriera la tumba santa. El caminante marchaba siguiendo el sol por el día y la vía láctea por las noches, indicándonos el sentido original del camino. Muerte y renacimiento, ri-tos de iniciación, esa era la meta de aquellos viajeros y ese el sentido genuino de la ruta.

El camino que ha llegado a nuestros días es aquel que está construido sobre las ruinas de arcaicas tradiciones celtas, ligu-res y priscilianas, con lo que está jalonado de esoterismo, haciendo que se fusione lo sagrado con lo profa-no, lo evidente con lo misterioso, lo visible con lo oculto confiriendo a Santiago un carácter universal y haciendo de él un recorrido dife-rente para todo aquel que decide introducirse en su misterio. Para los peregrinos de antaño, el cami-no era una ruta firme que reco-rrían sin que nada ni nadie pudiera distraer su devoción cristiana. Para otros, aquellos que lo emprendían como una marcha trascendente, el camino se convertía en su razón de ser; a lo largo de las etapas se iban poco a poco venciendo a sí mismos y si marchaban atentos era posible esclare-cer los mensajes, lo que decía cada piedra, cada parte del ca-mino, permitiendo al viajero ir, a la vez que caminando, transformándose internamente. En la actualidad el pe-regrinaje no sólo constituye una expe-riencia de superación o de camaradería y concordia entre caminantes. Si vamos atentos hallaremos distintos símbolos que los antiguos constructores dejaron

como señal de trascendencia, elementos ar-quitectónicos sacralizados que nos van a permitir alcanzar la meta, ya que sin ellos el camino hacia Santiago no sería lo mismo. Nos toparemos con mo-nasterios, albergues de peregrinos y hospitales; pero con «hospitales» no nos referimos a los que cono-

cemos hoy en día, sino que más bien se trata de lugares don-

de se atendía al peregrino proporcionándole cama,

comida, lumbre y ayuda espiritual, siguiendo el lema tan hermoso del hospitalero que es el de «dar posada al pe-

regrino». En ellos el viajero encuentra un lugar donde descansar después de cada etapa, donde compartir viven-cias y reflexiones entre pere-grinos. También llaman la

atención los numerosos puentes emplazados a lo lar-

go de la ruta. Haciendo de punto de unión

y acercamiento a la meta, se ha-cían necesarios sobre todo en la

Edad Media, épo-ca en la que muy

poca gente sabía nadar. A lo largo de las

horas de caminata es muy normal encontrarse

con cruceiros, que tienen un marcado carácter religioso y nos recuerdan la vocación cristiana de la andadura, algunos encierran le-

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El Camino de Santiago deja una huella imborrable en aquel que

lo transita.

yendas y tradiciones, como es el caso de la cruz de Fierro Fonce-badón. En ella los peregrinos de-positan un guijarro traído desde sus lugares de origen, con una frase o leyenda sobre algo de lo que se quieren liberar en el ca-mino. Allí la depositan y con el tiempo va creciendo, permitien-do al peregrino liberarse simbó-licamente de una pesada carga.

Otros objetos, presentes a lo largo de la vía, indican

al peregrino que

está siguiendo la ruta correc-ta. Se trata de señales como la sempiterna vieira, típicamente jacobea, las indicaciones azules de la Unión Europea, otras de bronce incrustadas en el suelo de algunas ciudades, y las famo-sas flechas amarillas. Todos éstos son símbolos que el caminante despierto y atento reconocerá también como alusiones a la vida misma. Son comunes los que nos recuerdan la muerte y resurrec-ción, pues ponen de manifiesto la

necesidad de abandonar ciertos esquemas vitales, que son obso-letos, para asumir otros nuevos. Así como aquellos que invitan al silencio, pues parecen una ad-vertencia de que las enseñanzas son intransferibles y personales y que a los recintos sagrados se ha de entrar con una actitud adecuada para lo que allí se vive.

Llaman también la atención elementos donde se refleja un sincretismo entre el cristia-nismo y las religiones antiguas. En la localidad de Puente la Reina, por ejemplo, encontra-mos en la Iglesia de la Crucifi-xión, un Cristo único y especial ya que la cruz que lo sostiene tiene forma de pata de oca, símbolo de carácter iniciático.

En suma, el Camino de San-tiago deja una huella imborrable en aquel que lo transita. Cuenta la leyenda que en otros tiempos los peregrinos traían a Santia-go una piedra de granito o cal para ayudar a la construcción de la catedral. Los viajeros de hoy también llevan una consigo de la que se liberan al final del periplo. Ésta simboliza las ansias, los ago-bios de la vida cotidiana, el es-trés y los sinsentidos de nuestra sociedad que se ha olvidado de lo importante que es reencon-trarse con uno mismo y con lo que está más allá de nuestra es-fera egoísta. El camino es, como la propia existencia, una escue-la de aprendizaje que permite al caminante reconocerse a sí mismo y darse cuenta de lo que realmente se necesita para ser feliz. Muchos piensan que el ca-mino termina en la Catedral de Santiago; otros que hay que mar-char hasta Finisterre como lo hacían antaño. Yo creo que para el peregrino que realmente se ha transmutado, el verdadero cami-no, el más difícil pero también el que conduce a la felicidad, es jus-tamente el de la vida misma. Así que, como dicen los hospitale-ros: ¡Buen camino para todos! m

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Querido Jorge:

Muchas han sido las definiciones filosóficas so-bre la voluntad a lo largo de la historia, pues, ¿cómo no se iba a ocupar la «ciencia de la ra-zón» de una de las más importantes cuestiones de la existencia? Así, desde Platón y Aristóteles en la Antigüedad clásica, pasando por Tomás de Aquino, Kant o Schopenhauer, hasta Nietzsche, muchas han sido las teorías, explicaciones y re-flexiones respecto a tan valiosa cualidad. Tam-poco podemos olvidar las nuevas corrientes de coaching, inteligencia emocional o autoayuda que se ocupan ampliamente de este tema, por cuan-to que la voluntad es la punta de lanza de otras muchas facultades humanas y uno de los pilares del éxito en la vida… Y eso, por no hablar de los grandes místicos y sabios de todos los tiempos y lugares, que nos dejaron grandes enseñanzas sobre tan divino poder, para que nos sirvieran de brújula interior en el camino que todos an-damos.

Por eso, de las tres posibilidades elegiré para que reflexionemos juntos la última, ya que según mi parecer es la fuente de las demás, por cuanto

que constituye la base y el sustento espiritual de las otras, tanto de aquellas que han sido traba-josamente elaboradas por la razón, como por aquellas otras más sencillas y asequibles, proce-sadas por profesionales dedicados a la mejora humana. Lo que sí podemos decir es que en to-das está impresa la huella de la divinidad, pues están imbuidas de una necesidad «metafísica» por desvelar el secreto de la virtud que tal vez posee más «poder»: su Voluntad.

Según nos habla la Sabiduría intemporal, el Alma del Universo se expande hacia la mani-festación a través de una triple energía divina. Tres rayos en uno que se expresan tanto en el universo visible como en el invisible, en lo gran-de como en lo pequeño, en el cielo como en la tierra, en el macrocosmos como en el mi-crocosmos. Una triple energía que ha sido expresada por todos los sistemas religio-sos como las tres Personas divinas Padre-Madre-Hijo o Caos-Theos-Cosmos, o como llamarían en las distintas religiones: la Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo en

Herminia GisbertVicepresidenta de la Fundación Sophia

Cartas a un joven idealista

VLa oluntad

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40 EL MUNDO DE SOPHIA

Represen-tación de la

Tríada egipcia Osiris-Isis-

Horus , y la hindú Brahma-Vishnu-Shiva.

el Cristianismo; Osiris, Isis y Horus en Egipto; Brahma, Vishnu y Shiva en la India; o dentro de la filosofía, como expuso Plotino en su ánimo por armonizar las distintas formas religiosas en conceptos comunes a todas ellas, como Ser, In-teligencia y Creación.

Lo cierto es que más allá de sus nombres, pa-rece ser que estamos hablando de tres energías derivadas del Uno, que canalizan el impulso de Voluntad, de Amor y de Inteligencia en el plano de lo objetivo, y de la Ley, la Vida y la Forma en el plano de la manifestación subjetiva. Tres Leyes con las que se desenvuelve el universo y también el ser humano.

Comencemos hoy por la primera de esta trina manifestación, por la Voluntad, por aquella con la que se han identificado todos los dioses «Padre» del panteón de las diferentes religiones: Zeus, Júpiter, Brahma, Amón, Odín o Wiraco-cha… todos los dioses que simbolizaban el as-pecto de Padre creador y que por ese motivo fueron también símbolo de esa primera energía de Voluntad-Ley, capaz de poner en movimiento la Creación.

¿Qué es la Voluntad? ¿Cómo se manifiesta en el hombre y cómo puede desarrollarse? ¿El «querer» es obra de la Voluntad, o existen otras energías que también impulsan nuestras accio-nes? ¿Todo deseo hacia el que dirigimos nuestra atención tiene el áureo sello de la Voluntad? ¿Es mi voluntad de ser la que me hace libre o sólo cuando soy libre puedo usar la Voluntad?…

Como en el mito de Teseo, que debió en-frentarse con la bestia en el centro del laberinto, así también tendremos que penetrar en nues-

tros laberintos mentales, para hacer frente a nuestro Minotauro interno, no sin antes agarrar-nos bien al hilo de Ariadna, y ceñir en nuestras sienes el divino regalo de su diadema de Luz, que nos permitirá entrar y salir sanos y salvos de tan crucial prueba, aquella que más pronto o más tarde todo ser humano tendrá que enfrentar para conquistar y llegar a dominar su Centro…

Los grandes sabios nos dicen que ya desde antes del nacimiento, la suprema Voluntad late dentro del feto como late en él la sangre vital de su pro-pia madre, y que venimos a la existencia por nuestra propia «voluntad de vivir». Más tar-de, el propio Ser, encarnado en un pequeño y delicado cuerpo, expresa su voluntad abriéndose paso con dolor para atravesar el estrecho y oscuro útero materno que le separa del día de su vida, para alcanzar la aurora con el primer llanto…

Poco a poco vamos creciendo, rodeándonos de personas que actúan como testigos de esa voluntad ávida de experien-cia y conocimiento, con sus esfuerzos y triunfos, con sus caídas y derrotas, con sus deseos y sus miedos. Apa-recen en nuestro camino algunas personas que se convierten en maestros y mentores, ejerciendo

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de modelos y paradigmas de vida; y otras que nos hieren más o menos inconscientemente, de-jando también su huella profundamente marca-da en el alma. Así, caminando paso a paso, vamos enfrentando encrucijadas, momentos decisivos que sabemos en el fondo de nosotros mismos, que para bien o para mal van a cambiar nues-tra vida, que ya jamás volverá a ser la misma… mientras vamos construyendo una personalidad que, según cada caso, se expresa como vestidura luminosa o como armadura asfixiante a través de la cual vemos el mundo y a nosotros mis-mos…

De esta manera, si vinimos al mundo des-nudos de ropajes personales, con el correr del tiempo nos vamos revistiendo de máscaras o velos que van ocupando un lugar de privilegio en nuestras propias vidas, opacando o enmas-carando en mayor o menor medida nuestro Ser, y, por ende, nuestro auténtica Voluntad de Ser. Casi sin darnos cuenta, vamos levantando en torno nuestro un laberinto de cristal o de dura roca, y así el genuino poder de la Voluntad espiri-tual que hizo su inmersión en nuestra esencia, va revistiéndose de una personalidad que absorbe todo el protagonismo. La usamos para tratar de comprendernos a nosotros mismos, para inter-pretar el mundo que nos rodea… Con ella nos protegemos, con ella nos expresamos, con ella leemos las señales de la vida, con ella amamos y sufrimos… con ella vivimos nuestro presente, y es con ella con la que enfrentamos el pasado y proyectamos el futuro… Y mientras nuestra «voluntad de experimentar y de vivir» nos lle-va a perseguir cuantos deseos se cruzan en el camino en nuestra insaciable búsqueda de felici-dad y anhelo de comprensión, va creciendo pa-ralelamente en nuestro interior un desasosiego profundo y callado, que nos hace estar constan-temente insatisfechos por errar muchas veces, o confundir nuestros objetivos con cuantos jugue-

tes la vida presenta ante nosotros. ¿Es eso lo que realmente anhelamos? ¿Es nuestra

libre Voluntad la que se ha movilizado o han sido nuestros instintos, nues-

tras máscaras o hábitos adquiridos los que nos han impulsado a lan-zarnos hacia tal o cual deseo?... Así, yendo en pos de aquello

que ambiciona-mos —un me-jor coche, una casa más con-

fortable, un trabajo más rentable...— van pasan-do nuestros días con la monotonía de lo inerte y la rutina de lo insustancial, sin que ninguno de nuestros días sea esencialmente distinto al an-terior.

En ese momento, cuando el alma en su ca-minar por el interior del laberinto siente esa sensación de frustración que le oprime el pecho por lo que hubiera podido ser y no es… y con la mayor honestidad de que seamos capaces, hay

que parar el mundo a nuestro alrededor, hacer el vacío interior y tener el valor de escuchar en el silencio de nuestra angustia a la Voz que mora dentro nuestro. Seguramente, allí, en las profun-didades de nuestra conciencia, y posiblemente con un gran dolor únicamente soportable por las almas valientes, escucharás una vocecita que te susurra: observa de qué divina pasta estás he-cho… Siente la suprema Voluntad dentro tuyo… No temas, tú sabes realmente qué debes hacer, atrévete, eres un átomo del gran Demiurgo, un célula viva del Señor de la Totalidad… Sé Tú mis-mo y así Me permitirás manifestarme y tu alma podrá entonar la canción del divino poeta…

«Busca al Guerrero y deja que pelee en ti»Combate a mi lado, Guerrero sublime, combate de

todas tus armas vestido; la selva es oscura, yo vago perdido, y el miedo me hiela y el ansia me

oprime.¡Son muchos los trasgos!, y al pobre viajero lo

invaden continuas angustias y alarmas; combate a mi lado, sublime Guerrero, combate

vestido de todas tus armas.Sé que hay un abismo de horror, escondido muy

cerca: si caigo ¡ya quién me redime! ¡Combate a mi lado, Guerrero sublime, combate

de todas tus armas vestido! (Amado Nervo)

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El querer va haciéndose más libre y autónomo en la medida que lo ejercitas, pues en el mayor de los

«quereres» está la suma renuncia, que no es otra que la ofrenda de ti mismo.

Es justamente ése el momento de enfrentar el «gran desafío», el camino de retorno a casa que comienza con la posesión consciente de tus armas mágicas, la más poderosa de las cuales es la voluntad…

Como su raíz etimológica indica, la volun-tad está íntimamente asociada con el querer, un concepto muy amplio que abarca desde el sim-ple deseo, hasta la intención, el intento, o como dirían los maestros egipcios, el «querer con el corazón», que es algo así como emplearse con toda el alma para conquistar algo. Si bien el de-seo es el gran estimulante de la voluntad, hay una gran diferencia entre ambos que deberemos di-lucidar.

El deseo tiene su raíz en el instinto y su mo-tor en las pasiones y emociones. Sin embargo, el querer asienta sus bases sobre la conciencia activa que busca su realización, moviéndose de-terminadamente por una buena motivación. Por eso el deseo constituye una base de acciones y decisiones muy frágiles y volubles, marcadas con el sello de la superficialidad y el capricho. Mien-tras que el querer, previa valoración de intereses, establece una base sólida donde resistir los em-bates, que tarde o temprano pondrán a prueba nuestra búsqueda.

El deseo es efímero y pasajero, pues desapa-rece en el momento en que lo haces realidad… y es ambiguo, puesto que en su objetivo está su propia muerte… Esto genera en el alma de aquel que, hipnotizado por el brillo fugaz del objeto de su deseo, corre hacia él, un sinfín de contra-dicciones y confusiones que le llevan irremedia-blemente a la insatisfacción y a la ansiedad. Por el otro lado, el querer es premeditado, requiere enfoque y determinación, esfuerzo y estrategia, cualidades que generan en el alma la sensación de ser uno mismo. Como diría William Ernest Henley: ser el dueño de su destino, el capitán de

su alma. Esa sensación siempre va acompañada de un gran poder para realizar aquello que te propones, pues con cada logro aumentas en pro-gresión geométrica tu voluntad, que se multiplica por un factor mayor con cada victoria conquis-tada…

El deseo es tiránico, pues exige una recom-pensa a la que quedas esclavizado. El querer va haciéndose más libre y autónomo en la medida que lo ejercitas, pues en el mayor de los «quere-res» está la suma renuncia, que no es otra que la ofrenda de ti mismo. El querer con el corazón es una acción en donde tu Yo está tan implicado en el acto mismo, que quedas en él disuelto y por lo tanto dejas de ser en lo personal, para convertir-te en un agente colaborador de la propia vida…

El deseo es meteórico y la estela que deja es la de la insatisfacción, puesto que rápidamente se desvanece; mientras que el querer puede llegar a superar los abismos de la tumba, el tiempo y la distancia, pues en su esencia de voluntad pura es eterno y no muere cuando muere el cuerpo…

Siendo —como han apuntado algunos pen-sadores— que el fin del deseo es el deseo mis-mo, no tiene Ser, pues no tiene «la dignidad de lo completo y acabado»; en cambio la voluntad ha sido alabada como la energía motriz más po-derosa del Universo, por encima incluso de la atómica, como apuntó el mismo Einstein…

De ahí que una sea la acción derivada de una elección consciente entre diferentes posibilida-des y de una determinación imparable del Ser interior, y otra muy diferente la acción derivada del deseo, del impulso instintivo, del automatis-mo o del hábito. La una, como diría el filósofo estoico Epícteto, depende de uno mismo y es libre por naturaleza, mientras que la otra forma de actuar es esclava, puesto que está condicio-nada por factores inconscientes y automáticos, que muchas veces, de una triste manera, dirigen nuestras vidas sin que nosotros podamos hacer nada para evitarlo…

Mucho se ha escrito, y mucho podríamos ha-blar de esta divina cualidad, pero deja que hoy, mi querido amigo, te transmita mis secretos, aque-llos que he destilado con paciencia y con amor a lo largo de la vida y que me han dado grandes satisfacciones interiores. Ellos tienen la sencillez de las cosas hechas con el corazón, y el frescor de las claves prácticas para la vida cotidiana; la contundencia de lo válido, por ser útil y dura-dero, y el brillo que imprimió el divino Artífice cuando ideó al ser humano. En ellos te dejo mi regalo. Como diría el gran Machado: «Yo no sé muchas cosas, es verdad, digo tan solo lo que he vivido… Y he vivido…»

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1. Cuenta 1, 2 y 3 y lánzate, cuantas veces sea necesario, al desafío de ser tú mismo… Pue-de que te equivoques y tengas que desandar el camino, pero serán tuyas para siempre las leccio-nes aprendidas que sin duda te serán muy útiles en próximas contiendas. Y de esa manera ejer-citarás también tu capacidad de decisión. Verás cómo la sombra del miedo, siempre presente, se aleja de tu lado…

2. ejerCítate en conquistar pequeñas co-sas cada día. Por pequeñas o insignificantes que parezcan, ellas serán los escalones que te con-duzcan paulatinamente a la cima de tu voluntad. Así, casi sin darte cuenta, irá aumentando tu au-toestima, la confianza en ti mismo y tu poder para enfrentar mayores desafíos. No desprecies las pequeñas cosas del día a día para ejercitar tu voluntad, pues no debes olvidar que inexorable-mente, un cántaro se llena gota a gota de agua…

3. Sé naturalmente esforzado, ponte a prueba periódicamente llevando al extremo tus fuerzas. Así ensancharás tus propios límites y ampliarás tus horizontes concienciales… No coartes tus sueños, no cohíbas tus impulsos generosos, no li-mites tus anhelos del alma. Más bien compromé-tete con todo tu ser… y vive la vida con pasión.

4. no CedaS ante las adversidades. Ellas lle-garán sin duda alguna. Es más, espéralas con tus armas en la mano y una sonrisa en el rostro. Las dificultades son el medio que usa la Naturaleza para que valores la altura de tu misión, agudices tu inteligencia y aprendas a extraer y usar todo tu potencial interior. Cuanto mayores sean los obstáculos y las dificultades, mayor la calidad de tu desafío… y mayor también será la gloria.

5. diSfruta en tu ejercicio de voluntad. Todos tenemos la posibilidad de vivir la vida como un trágico combate o como la más fascinante de las aventuras. Es tuya la elección… Y está demostrado por todas las corrientes neurocientíficas que con alegría en el corazón y sentido del humor hasta lo difícil se hace fácil y lo imposible se hace posible…

6. ejerCita tu mente a través de la meditación y el silencio interior. Enfoque, atención, concentra-ción, auto-observación, templanza y autodominio son claves insustituibles para tu evolución espiri-tual. Recuerda la máxima budista que dice que ni un padre, ni una madre, ni amigo o pariente alguno te harán tanto bien como una mente disciplinada… Y con sólo veinte minutos al día bastará para trans-mutar tu mente en la más luminosa y eficaz de las herramientas.

7. Y por último, SeleCCiona tus objetivos. Si, como decíamos antes, el deseo es el primer esca-lón de la voluntad, es muy importante que aprendas a estimular o descartar los deseos según su natu-raleza. Aquellos que no ayuden en la realización de tus sueños e Ideales, o que sientas en lo más íntimo de tu conciencia que no son legítimos y que te ale-jan o te apartan de tu verdadero Ser, deberás aban-donarlos en pos de aquellos otros que espoleen tu imaginación creadora y hagan estallar tu alma en chiribitas de luz ante la visión de la meta. Cultiva con la imaginación el deseo adecuado… convierte en hoguera las brasas que arden en tu interior.

Todo ello te dará la motivación necesaria para ejercer tu Libre Voluntad, aquella luminosa dádiva que los Dioses creadores insuflaron en tu alma, in illo tempore, para que recordases tu divino origen… m

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