el higo más dulce. chris van allsburg

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EL HIGO MÁS DULCE. CHRIS VAN ALLSBURG. Monsieur Bibot, el dentista, era un hombre muy exigente. Tenía su pequeño apartamento muy bien ordenado y limpio, lo mismo que su consultorio.Si su perro, Marcel, saltaba sobre los muebles, Bibot no dejaba de darle una lección. Excepto el día de la Revolución francesa, el pobre animal no podía ni ladrar.

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  • EL HIGO MS DULCE. CHRIS VAN ALLSBURG.

    Monsieur Bibot, el dentista, era un hombre muy exigente. Tena su pequeo apartamento muy bien ordenado y limpio, lo mismo que su consultorio.

    Si su perro, Marcel, saltaba sobre los muebles, Bibot no dejaba de darle una leccin. Excepto el da de la Revolucin francesa, el pobre animal no poda ni ladrar.

    Una maana, Bibot encontr a una anciana que lo esperaba frente a la puerta de su consultorio. Tena dolor de muelas y le rog al dentista que la ayudara.

    Pero si no tiene cita! dijo l. La mujer dej escapar un gemido. Bibot consult su reloj. Tal vez tena tiempo de ganarse unos cuantos francos ms. La hizo pasar y le revis la boca.

    Tendremos que sacarle la muela dijo con una sonrisa y, una vez que hubo terminado, aadi: Le dar unas pldoras para el dolor.

    La anciana estaba muy agradecida:

    No puedo pagarle con dinero dijo, pero tengo algo mucho mejor.

    Sac un par de higos de su bolsillo y se los tendi a Bibot.

    Higos? dijo l, enfadado.

    Estos higos son muy especiales susurr la mujer. Pueden hacer que sus sueos se hagan realidad. Le gui un ojo y se llev un dedo a los labios.

    Para Bibot estaba claro que se trataba de una loca. Puso los higos sobre la mesa y tom del brazo a la mujer. Cuando ella le record las pldoras, Bibot respondi:

    Lo siento, sas son slo para los clientes que pagan y la empuj hacia la puerta.

    Esa tarde, Bibot sac a su perro a pasear por el parque. Al pobre Marcel le encantaba olisquear los troncos de los rboles y entre los arbustos, pero cada vez que se detena a hacerlo, Bibot le daba un fuerte tirn a su correa. Antes de irse a la cama, el dentista decidi tomar un bocadillo.

    Se sent en la mesa del comedor y se comi uno de los higos que le haba dado la anciana. Estaba delicioso. Era tal vez el mejor higo, el ms dulce, que se haba comido jams.

    A la maana siguiente, Bibot arrastr a Marcel escaleras abajo para el paseo matutino. Los escalones eran demasiado altos para las cortas patas del perro, pero a Bibot jams se le hubiera ocurrido cargar a su mascota: odiaba que su hermoso traje azul se llenara de pelos blancos.

    Mientras caminaba por la acera atestada, Bibot not que la gente se le quedaba mirando. Admiran mi traje, pens. Pero cuando se vio reflejado en el ventanal de un caf, se detuvo horrorizado. Slo tena puesta la ropa interior. El dentista dio la vuelta y se meti corriendo a un callejn.

    Sacr bleu pens, qu ha pasado con mi ropa?

  • Y entonces se acord del sueo que haba tenido la noche anterior: haba soado que estaba justo frente a ese mismo caf, en ropa interior.

    Pero algo ms haba pasado en su sueo, y Bibot se esforzaba por recordar qu. Marcel, acechando desde la sombra del callejn, comenz a ladrar.

    El dentista alz la vista y vio cmo el resto de su sueo se haca realidad. Nadie volte a mirar a Bibot mientras ste corra de regreso a su casa en ropa interior.

    Todos los ojos de Pars estaban fijos en la Torre Eiffel, que se iba inclinando hacia abajo lentamente, como si fuera de goma. Bibot comprendi que la anciana de los higos le haba dicho la verdad, as que no iba a desperdiciar el segundo higo. Durante las siguientes semanas, mientras se iniciaban las obras de reconstruccin de la Torre Eiffel, el dentista ley docenas de libros sobre hipnotismo.

    Cada noche, antes de meterse a la cama, se miraba en el espejo y repeta, una y otra vez: Bibot es el hombre ms rico del mundo, Bibot es el hombre ms rico del mundo.

    Y al poco tiempo, en sus sueos, Bibot era exactamente eso. Cuando dorma, el dentista se vea conduciendo su lancha de carreras, pilotando su avin y viviendo a todo lujo en la Riviera francesa. Noche tras noche era la misma historia. Un da, al anochecer, Bibot tom el segundo higo de la alacena. No podra durar para siempre.

    Esta noche, es la noche, pens el dentista. Puso el fruto maduro en un plato y se dirigi a

    la mesa. Al da siguiente, al despertar, sera el hombre ms rico del mundo. Mir a Marcel y sonri.

    El perrito no lo acompaara en aquella vida, pues en sus sueos Bibot era dueo de media docena de gran daneses. Mientras el dentista abra la alacena para sacar un poco de queso, escuch un ruido como de porcelana que se rompe.

    Se volvi, pero slo para ver cmo Marcel, trepado en una silla y apoyando las patas delanteras sobre la mesa, se coma el ltimo higo. Bibot estaba furioso!

    Persigui al perro por todo departamento. Cuando Marcel se meti debajo de cama, Bibot le grit: Maana te ensear una leccin que no olvidars jams! y luego, enojado y con el corazn destrozado, el dentista se fue a dormir.

    Cuando despert, a la maana siguiente, Bibot se sinti muy confundido. No estaba en su cama. Estaba debajo de su cama. De repente, una cara apareci frente a l: era su propia cara!

    Es hora de tu paseo dijo la boca de aquel rostro. Ven con Marcel.

    Una mano se desliz debajo de la cama y lo atrap. Bibot quiso gritar, pero todo lo que pudo hacer fue ladrar.

    Fin