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Prácticas del Lenguaje I ESB DOCENTES M. Fernanda Karageorgiu Juan Ignacio Fogarini

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Prácticas del Lenguaje I

ESB

DOCENTES

M. Fernanda Karageorgiu Juan Ignacio Fogarini

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Técnicas de estudio...……………………………………………....…………………2 El uso del diccionario La lectura de estudio............................................................................................3 El subrayado y las anotaciones marginales.........................................................4 Clases de palabras.........................………………………………………………….8 Los sustantivos El adjetivo.......................……………………………………………………………...9 Concordancia entre adjetivos y sustantivos La descripción....................................................................................................12 Descripción técnica y literaria Clases de descripción........................................................................................13 Literatura y oralidad………………………………………………………………….16 Los mitos Los mitos latinoamericanos El conflicto y el modelo actancial…...…………………………........…………......17 La exposición oral….……………………………………………………………...…20 Confección de láminas El cuento tradicional o popular.....………………………………………………….21 Morfología del cuento........................................................................................22 El Romance…………………………………………………………………………...31 Origen y características El género lírico El lenguaje poético……………………….…………………………………….........32 Versificación Rima……………………............….……………………………………...................33 La narración…………………................................…………………………...……36 Secuencia narrativa Estructura narrativa............................................................................................37 Clases de narradores Los tiempos verbales para narrar en pasado....................................................38 Acentuación y tildación de palabras..................................................................41 Reglas generales Casos especiales La escritura........................................................................................................44 El cuento moderno La novela...........................................................................................................56 Estructura La verosimilitud Bibliografía…………………………………………………………………………….57

Índice

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El uso del diccionario Otra herramienta esencial para el estudio es el diccionario, porque sirve para aclarar el significado desconocido de algunas palabras, aunque es importante, también, tratar de deducir e sentido de un vocablo por el resto del texto, el contexto. Hay diversas clases de diccionarios. Los normativos, por ejemplo, definen los significados de las palabras; los enciclopédicos incluyen, además, sustantivos propios, denominaciones geográficas e información sobre distintos campos del saber; los bilingües se utilizan para traducir vocablos de otra lengua; los etimológicos detallan el origen de las palabras y los técnicos son específicos para el vocabulario de una disciplina en especial. En el diccionario, cada palabra que se define se llama entrada. Luego sigue, en algunos, la etimología, que consiste en la explicación del origen del vocablo. Por ejemplo, la palabra "diccionario", proviene del latín dictionarium. A continuación, se halla una serie de abreviaturas que indican las características semánticas y morfológicas. Para comprenderlas, los diccionarios incluyen en el inicio un listado de ellas ordenado alfabéticamente. Algunas de las más comunes son:

� (adj.), adjetivo; � (m.), masculino; � (p/.), plural; etc.

Después, vienen las acepciones, es decir, los significados y sentidos que se le pueden dar a una palabra. Las acepciones tienen diferente calidad. Las primeras, por lo general, son las que se atienen a los significados más estrictos. En otras, se señala con la abreviatura fig. -figurado- que se trata de un sentido metafórico o libre. En algunos casos, hay palabras que cambian de significado al ser incluidas dentro de una frase. Algunos diccionarios lo indican escribiendo la frase y sustituyendo la palabra de la entrada por un guión u otro signo equivalente.

Técnicas de estudio

Para buscar una palabra hay que saber que:

� Los verbos están en Infinitivo (terminaciones en -ar, -er, -ir). � Los sustantivos y adjetivos figuran en masculino singular.

� Además de las palabras, también figuran los prefijos, lo cual se indica

con un guión detrás de la partícula. Por ejemplo: pre-.

� De acuerdo con el nuevo orden establecido por la Real Academia Española en 1994, las palabras que comienzan con ch están incluidas en la c y lo mismo ocurre con la II, respecto de la I.

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La lectura de estudio Lectura instrumental El entorno del hombre se encuentra saturado de mensajes que se deben leer: el nombre de una calle, las instrucciones en el envase de algún producto, la publicidad en la vía pública, las revistas, las páginas web, etc. Lectura placentera En todos los casos, se hace una lectura, pero la intención no es siempre la misma. A veces, se busca una información determinada -un número en la guía telefónica, por ejemplo- y no hace falta leer todo. Otras veces, se lee por diversión y, si es una novela de suspenso, se tratará de llegar pronto al final. En conclusión, se lee cada texto de una manera diferente. Lectura de estudio Para estudiar, se debe realizar una lectura de estudio, que se diferencia de otros tipos de lectura, porque tiene corno finalidad recordar los contenidos del texto. Para que esto se cumpla, es necesario tener una actitud activa frente a ese texto y utilizar técnicas de estudio para alcanzar el objetivo de la manera más rápida y eficaz.

Es importante recordar que, no siempre, la primera acepción es la que corresponde al significado que s e busca. Hay que seleccionar la que mejor se relaciona con el texto que la incluye

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La lectura de estudio tiene tres pasos básicos:

� Prelectura. Primero se lee el texto de manera rápida y completa, sin marcar nada en él. Es un paso necesario para interiorizarse del tema general y, para eso, se necesitara la ayuda de todo lo que rodea al texto: títulos, subtítulos, ilustraciones, aclaraciones, Índices, etc.

� Lectura analítica o comprensiva. Consiste en una lectura detenida y

más profunda, en la que se tratará de encontrar las palabras clave de cada párrafo para llegar así a la idea principal. Se utilizará la técnica del subrayado y las anotaciones marginales para jerarquizar la información.

� Poslectura. Es la última etapa. Se realiza un resumen, un esquema,

etc., que ayude a fijar los conceptos extraídos del texto para poder transmitirlos.

El subrayado y las anotaciones marginales El subrayado exige al lector una participación realmente activa y lo ayuda a ver las relaciones que existen entre las ideas del texto. Su función es destacar los conceptos clave. Por eso, no se marcarán ejemplos o frases enteras ni palabras repetidas. Se destaca sólo lo más importante dejando los detalles de lado. Existen diversos tipos de subrayado:

� Subrayado lineal. Consiste en trazar una línea debajo de las palabras clave. Se puede utilizar una sola linea para algunos conceptos y doble línea para otros, o emplear distintos colores para diferenciar las ideas principales de las secundarias.

� Subrayado estructural. Se utiliza en textos que desarrollan una

clasificación. Para las divisiones mayores se usan letras y para las subdivisiones, números. Es muy útil cuando queremos hacer, luego, un esquema.

� Subrayado gráfico. En este caso, se colocan signos sobre e texto o en

el margen. Pueden ser, por ejemplo, un círculo para destacar los detalles de una enumeración, un recuadro para resaltar números, nombres o fechas importantes. En otros casos, se utilizan líneas verticales para marcar párrafos enteros, combinadas o no con otros signos: asteriscos para los muy importantes, signos de interrogación para los que necesitan aclaración o signos de exclamación para señalar datos curiosos.

En muchos casos, los distintos tipos de subrayado pueden combinarse entre sí para lograr una mejor comprensión.

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Anotaciones marginales Son subtítulos que resumen el tema del párrafo y que se colocan en el margen. Resultan muy útiles, porque llaman la atención sobre algún aspecto del texto y facilitan la búsqueda de un punto o de un subtema específico.

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1. Lean el siguiente texto. 2. Hagan el subrayado de las ideas principales utilizando diferentes técnicas. 3. Coloquen notas marginales.

Actividades:

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4. Lean el siguiente texto. 5. Subrayen las ideas principales utilizando las distintas técnicas aprendidas. 6. Coloquen notas marginales.

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Las clases de palabras llamadas también parte de la oración: el sustantivo, el adjetivo, el pronombre, el verbo, el adverbio, la preposición y la conjunción se analizan en diferentes planos descriptivos.

� PLANO SEMÁNTICO: Se ocupa de los significados generales y conceptuales de las palabras y también de las relaciones entre esos significados y la realidad.

� PLANO SINTÁCTICO: Se ocupa de las reglas de relación entre las

palabras. Le interesa qué función gramatical cumplen a partir de esa relación. En este plano las palabras se estudian como clases funcionales, es decir, clases aptas para cumplir ciertas funciones. Por ejemplo decimos que el sujeto es siempre un sustantivo (María canta) o que el núcleo de una construcción verbal es un verbo (leen mucho).

� PLANO MORFOLÓGICO: En este plano interesan las variaciones o

accidentes de las palabras (género, número, tiempo, modo, persona). Sustantivos comunes y propios Los sustantivos comunes (hombre, provincia, país) describen a toda una especie. Los sustantivos propios (Ernesto, Chaco, Argentina) nombran pero no agregan ninguna nota que ayude a su descripción. Sustantivos comunes Concretos y abstractos: Los sustantivos concretos (libro, mesa, tapicera) nombran seres u objetos que tienen existencia independiente. Los sustantivos abstractos (esperanza, llegada, pequeñez) nombran acciones o cualidades como si tuvieran existencia independiente. No existe la blancura. Existen objetos blancos. Colectivos e individuales: Los sustantivos colectivos (bandada, cardumen, muchedumbre) dan una idea de conjunto de cosas, aun cuando se usan en singular. Los sustantivos individuales (pájaros, peces, personas) dan una idea en singular de una unidad.

Clases de palabras: sustantivos y adjetivos

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Sustantivos propios Personales y geográficos: Los sustantivos personales (Antonio, Rocinante, el caballo de Don Quijote) nombran a una persona o cosa determinada para distinguirla de las demás de su misma especie o clase. Los sustantivos geográficos (Toledo, España, América) son los nombres que se utilizan para identificar a las ciudades, los países, los continentes. El adjetivo Existen adjetivos que agregan características al sustantivo y otros que sólo lo modifican. Calificativos : Agregan una cualidad al sustantivo (es un joven estudiante). Epítetos: Expresan una cualidad que ya está presente en la significación del sustantivo (hojas verdes ). Gentilicios : Indican lugar de origen o nacionalidad (turistas argentinos ). Demostrativos: Indican ubicación (este libro, ese lápiz, aquel cuaderno). Posesivos: Indican posesión (mi intención, nuestro propósito, su oportunidad). Numerales: Indican cantidad (tres días, segundo puesto, cuarta parte). Indefinidos: Indican imprecisión, vaguedad (ninguna persona, cierto día).

Concordancia entre sustantivo y adjetivo Los adjetivos se acomodan al género y al número del sustantivo al que modifican, es decir, concuerdan en género y número con el sustantivo. Por ejemplo, si el sustantivo tiene género masculino y número singular, el adjetivo será masculino y singular: libro mágico.

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B) Casos especiales de número:

Actividades:

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B) Casos especiales de concordancia entre el sustan tivo y el adjetivo:

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Describir es representar la realidad mediante palabras. Muchas veces se ha definido como pintura verbal. Si la historia en la narración se desarrolla como un proceso temporal, el contenido de la descripción detiene el transcurso del tiempo para observarlos detalles de un objeto, una persona o un entorno como si de una pintura se tratara. La intención del autor y la finalidad que el autor desea alcanzar con el texto señalan las diferencias entre los dos tipos de descripción. Clases de descripción � Descripción técnica Con ella se pretende dar a conocer las características de la realidad representada: sus elementos, composición, funcionamiento y utilidad. Es objetiva y predomina la función referencial. Características:

• Tendencia a la objetividad • Lenguaje denotativo (abundancia de tecnicismos, adjetivos

especificativos) • Ordenación lógica

Finalidad:

• Definir: con la finalidad de definir se encuentra en diccionarios, enciclopedias, textos didácticos y textos legales.

• Explicar: Para explicar aparece en textos científicos, en manuales de

instrucciones, así como en noticias y reportajes periodísticos.

• Incitar: Pretenden incitar entre otros los anuncios de ventas de pisos o las ofertas de empleo.

� Descripción literaria En la descripción literaria predomina la función estética . La descripción literaria no necesita ser veraz, sino verosímil, es decir, creíble dentro del contexto lingüístico en que se incluye. El autor es subjetivo y manifiesta su punto de vista abiertamente, ya que no persigue el rigor científico ni la exhaustividad, sino destacar aquellos aspectos que considera más relevantes para sus fines. La lógica que rige el orden en este tipo de textos obedece a criterios artísticos propios de cada autor. Esto no quiere decir que sea caótica, sino que se desarrolla según un plan bien estudiado y preciso, aunque muchas veces huya del orden natural. La descripción literaria no suele cultivarse como forma independiente, sino integrada en otras.

La Descripción

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Características: • Lenguaje connotativo • Uso de adjetivos explicativos • Abundantes figuras retóricas

Clases:

• Retrato: Atiende a la caracterización de personajes por sus rasgos físicos y psíquicos.

• Etopeya: Se centra únicamente en el carácter, el pensamiento y los

aspectos psíquicos.

• Prosopografía: La descripción se limita a la fisonomía, constitución corporal e indumentaria.

• Caricatura: Descripción en la que se deforman los rasgos con una

intención crítica o humorística.

• Topografía: Descripción de paisajes o de ambientes. 1) Indicar a qué clase de descripción pertenece cada uno de los siguientes fragmentos: A) Y todo por esa mocosa de enfermera […] No hay más que mirarla para darse cuenta de quién es, con esos aires de vampiresa y ese delantal ajustado, una chiquilina de porquería que se cree que es la directora de la clínica.

Julio cortázar, La señorita Cora B) Otli tenía el pelo corto y erizado, rojo como una zanahoria, y las orejas gachas de soplillo. Era delgado y alto con la piel llena de pecas. Pero éstas no eran los graciosos puntillos que con frecuencia caen tan bien en las narices respingonas de las chicas. Otli tenía todo el cuerpo blanco y marrón como un perro foxterrier; como si se hubiese puesto cerca de un pintor que le pulverizase de marrón en una pared blanca.

Christine Nöstlinger, Filo entra en acción C) No me gusta ni mi cara ni mi nombre. Bueno las dos cosas han acabado siendo la misma. Es como si me encontrara feliz dentro de este nombre pero sospechara que la vida me arrojó a él, me hizo a él y ya no hay otro que pueda definirme como soy. Y ya no hay escapatoria. Digo Rosario y estoy viendo la

Actividades:

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imagen que cada noche se refleja en el espejo, la nariz grande, los ojos también grandes pero tristes, la boca bien dibujada pero demasiado fina. Digo Rosario y ahí está toda mi historia contenida, porque la cara no me ha cambiado desde que era pequeña, desde que era niña con nombre de adulta y con un gesto grave.

Elvira Lindo, Una palabra tuya D) Mi criado tiene de mesa lo cuadrado y el estar en talla al alcance de la mano. Por tanto es un mueble cómodo; su color es el que indica la ausencia completa de aquello con qué se piensa, es decir, que es bueno; las manos se confundirían con los pies, si no fuera por los zapatos y porque anda casualmente sobre los últimos, a imitación de la mayor parte de los hombres; tiene orejas que están a uno y otro lado de la cabeza como los floreros en una consola, de adorno, o como los balcones figurados, por donde no entra ni sale nada; también tiene dos ojos en la cara; él cree ver con ellos, ¡qué asco se lleva!

Mariano José de Larra, La Nochebuena de 1836 E) Tras mi ventana, a unos trescientos metros, la mole verdinegra de la arboleda, montaña de hojas y ramas que se bambolea y amenaza con desplomarse. Un pueblo de hayas, abedules, álamos y fresnos congregados sobre una ligerísima eminencia del terreno, todas sus copas volcadas y vueltas uns sola masa líquida, lomo de mar convulso. El viento los sacude y los golpea hasta hacerlos aullar. Los árboles se retuercen, se doblan, se yerguen de nuevo con gran estruendo y se estiran como si quisiesen desarraigarse y huir. No, no ceden. Dolor de raíces y de follajes rotos, feroz tenacidad vegetal no menos poderosa que la de los animales y los hombres. Si estos árboles se echasen a andar, destruirían a todo lo que se opusiese a su paso. Prefieren quedarse donde están: no tienen sangre ni nervios sino savia y, en lugar de la cólera o el miedo, los habita una obstinación silenciosa. Los animales huyen o atacan, los árboles se quedan clavados en su sitio. Paciencia: heroísmo vegetal. 2) Subrayar con dos colores diferentes los sustantivos y los adjetivos en el fragmento E. TRABAJO PRÁCTICO A partir de la lectura de los fragmentos de Ciudades invisibles de Ítalo Calvino, en grupos realizar las siguientes actividades: 1) Imaginar su propia ciudad invisible 2) Inventar un nombre para la ciudad 3) Hacer una lista con los elementos que componen la ciudad, para ello no olviden utilizar adjetivos. 4) Escribir la descripción 5) A partir de la descripción, dibujar en una lámina la ciudad y copiar la descripción en un recuadro. (Revisar la ortografía antes de pasar)

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LAS CIUDADES SUTILES. 2 Ahora diré de la ciudad de Zenobia que tiene esto de admirable: aunque situada en terreno seco, se levanta sobre altísimos pilotes, y las casas son de bambú y de zinc, con muchas galerías y balcones, situadas a distinta altura, sobre zancos que se superponen unos a otros, unidas por escalas de cuerda y veredas suspendidas, coronadas por miradores cubiertos de techos cónicos, cubas de depósitos de agua, veletas, de los que sobresalen roldanas, sedales y grúas. No se recuerda qué necesidad u orden o deseo impulsó a los fundadores de Zenobia a dar esta forma a su ciudad, y por eso no se sabe si quedaron satisfechos con la ciudad tal como hoy la vemos, crecida quizá por superposiciones sucesivas del primero y por siempre indescifrable diseño. Pero lo cierto es que si a quien vive en Zenobia se le pide que describa como vería feliz la vida, es siempre una ciudad como Zenobia la que imagina, con sus pilotes y sus escalas colgantes, una Zenobia quizá totalmente distinta, flameante de estandartes y de cintas , pero obtenida siempre combinando elementos de aquel primer modelo. Dicho esto, es inútil decidir si ha de clasificarse a Zenobia entre las ciudades felices o entre las infelices. No tiene sentido dividir las ciudades en estas dos especies, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando su forma a los deseos y aquellas en las que los deseos o bien logran borrar la ciudad o son borrados por ella. LAS CIUDADES SUTILES. 3 Si Armilla es así por incompleta o por haber sido demolida, si hay detrás un hechizo o sólo un capricho, lo ignoro. El hecho es que no tiene paredes, ni techos, ni pavimentos: no tiene nada que la haga parecer una ciudad, excepto las cañerías del agua, que suben verticales donde deberían estar las casas y se ramifican donde deberían estar los pisos: una selva de caños que terminan en grifos, duchas, sifones, rebosaderos. Contra el cielo blanquea algún lavabo o bañera u otro artefacto, como frutos tardíos que han quedado colgados de las ramas. Se diría que los fontaneros han terminado su trabajo y se han ido antes de que llegaran los albañiles; o bien que sus instalaciones indestructibles han resistido a una catástrofe, terremoto o corrosión de termitas. Abandonada antes o después de haber sido habitada, no se puede decir que Armilla esté desierta. A cualquier hora, alzando los ojos entre las cañerías, no es raro entrever una o muchas mujeres jóvenes, espigadas, de no mucha estatura, que retozan en las bañeras, se arquean bajo las duchas suspendidas sobre el vacío, hacen abluciones, o se secan, o se perfuman, o se peinan los largos cabellos delante del espejo. En el sol brillan los hilos de agua que se proyectan en abanico desde las duchas, los chorros de los grifos, los surtidores, las salpicaduras, la espuma de las esponjas. (fragmento)

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El empleo del término literatura oral obedece a la necesidad de separar su estudio del de la literatura escrita, patrimonio de las sociedades "letradas" cuya tradición hace uso de la escritura como medio ue comunicación, A la vez, el término, literatura oral, se refiere a la tradición que pasa oralmente, a través de las generaciones, utilizando ese aspecto formal de la narrativa tradicional como son y han sido los mitos, los cuentos, los relatos, las leyendas, adivinanzas, refranes y coplas; o sea, la tradición cultural oral del grupo. Se puede afirmar que la literatura oral constituye U suma de los conocimientos, valores y tradiciones que pasan de una generación a otra, verbalmente, utilizando diferentes estilos narrativos. La literatura oral se conserva en la memoria de los pueblos, es de creación colectiva, por lo tanto anónima; carece de autor, como no es el caso de la literatura escrita; es del pueblo y como tal hace parte de su vida diaria y de su cultura. Por lo tanto, la literatura oral se constituye en fuente de investigación obligada de las tradiciones histórico-culturales de los pueblos iletrados. La literatura nació como algo oral, de ahí la importancia que tiene para nosotros el folklore de los pueblos primitivos, porque es la única forma de conocer su cultura, sus creencias y pensamientos. Los mitos son narraciones creadas hace mucho tiempo para explicar la historia de los pueblos, el origen del mundo, de los seres humanos, las causas de los fenómenos naturales y, especialmente, las relaciones entre los humanos y las fuerzas superiores a ellos: los dioses. Actualmente recurrimos a la ciencia para explicar el universo, pero muchos siglos atrás, esas respuestas se expresaban por medio de mitos que se transmitían de generación en generación en forma oral. Así, los integrantes de una cultura compartían las mismas ideas acerca del mundo: los mitos no sólo enseñaban a vivir y a pensar, también entretenían y unían a quienes los compartían. Cada cultura elaboró sus propios mitos y los transmitió de generación en generación, en forma oral, para que ese conocimiento no se perdiera y para que los integrantes de cada comunidad compartieran las mismas ideas acerca del mundo. Es decir que, además, los mitos unían a la gente y le daban una identidad en la cual reconocerse. Los mitos latinoamericanos Antes de la conquista española, América estaba habitada por muchas naciones indígenas, con rasgos culturales parecidos y diferentes, como sucede con las naciones actuales. Estas culturas tenían sus mitos: sus dioses, sus personajes heroicos, sus animales fantásticos, que protagonizaban hermosas historias.

Los mitos

Literatura y oralidad

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Los mitos latinoamericanos se siguen contando y recreando, tanto de boca en boca como, fundamentalmente, en forma escrita, es decir, en versiones literarias. Muchos escritores latinoamericanos se han inspirado en estas narraciones ancestrales para reelaborarlas literariamente. El conflicto y el modelo actancial En toda narración existe un conflicto que se plantea, se desarrolla y se resuelva. Las historias nos resultan interesantes porque los lectores nos preguntamos cómo se las arreglará el personaje para superar su problema. El conflicto existe porque hay personajes que, de alguna manera, se enfrentan al protagonista e intentan impedirle alcanza lo que desea. Esos personajes son sus oponentes. De hecho, la historia termina cuando el conflicto se resuelve y el protagonista obtiene, o no, lo que deseaba. El protagonista realiza acciones para conseguir algo que quiere, que le resulta valioso: este es su objeto de deseo (puede tratarse de algo enorme, como la libertad, o pequeño, como un objeto querido). A veces, otro personaje es quien le encarga la misión (por ejemplo, un cliente que contrata a un detective privado para recuperar a su mascota). Además, el cumplimiento del deseo del protagonista beneficia a alguien: a sí mismo, a quien se lo encargó, a su comunidad, etc. Pero el protagonista se encuentra con uno o varios personajes oponentes , quienes pondrán trabas para que alcance su objeto: en eso consiste el conflicto . Y puede ser que el protagonista encuentre personajes ayudantes o que tenga que arreglárselas solo.

AYUDANTE PROTAGONISTA OBJETO DE DESEO OPONENTE

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MITO GUARANÍ DEL FUEGO Al principio de los tiempos, solo había neblina y vientos feroces. En medio de ese caos primigenio, torbellino de tinieblas y viento y desolación, Ña-mandú —también llamado Ñande Ruvusú, o Ñande Ru Pa Pa Tenondé (Nuestro Padre Último Primero)— se creó a sí mismo. Inmediatamente después creó la palabra, pues concibió el origen del lenguaje humano e hizo que formara parte de su propia divinidad. Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano, reflexionó profundamente sobre a quién hacer partícipe de su creación, ya que él la consideraba como una porción de amor. Después de reflexionar largamente, creó a quienes serían sus compañeros en la divinidad: a los dioses principales para que lo ayudaran en su tarea creadora. A continuación se realizó la creación de la tierra y fue entonces el momento para que pudiera hacer su aparición el hombre, al que el dios le otorgó la maravilla de la palabra, la cual le permitió —y aún le permite— vivir de acuerdo con su naturaleza. Aunque había creado a Karaí, el dueño de la llama y del fuego solar, y aunque estuviera iluminado por el reflejo de su propio corazón, el Padre Primero no tenía poder sobre el fuego terrenal. Por aquel entonces, los dueños del fuego eran unos seres gigantes, oscuros y malvados, crueles y egoístas, que usaban el fuego para cocinar a los hombres que cazaban. Ñamandú comprendió que no era bueno para los hombres seguir comiendo carne cruda. Además, si podía conseguir el fuego para ellos, podrían sentarse a su alrededor, calentarse en las noches de invierno, iluminarse y contar cuentos. Por eso decidió ayudar a los hombres... Para tener éxito en su objetivo, el Padre Primero convocó a Cururú, un sapo tan verde como la hierba y tan valiente como el corazón del propio Ñamandú. Lo eligió por su oportuno color, por su valentía y porque además era muy bueno atrapando cosas que volaran por el aire. Viajaron juntos hasta las altas montañas donde vivían los gigantes y al llegar, se regocijaron con el color y la danza de las llamas. Entonces Ñamandú tomó aspecto humano y se dejó atrapar por los temibles comegentes mientras Cururú se quedaba muy quieto escondido entre la verde hierba. Los gigantes se alegraron de haber recibido tanta comida sin tener que hacer ningún esfuerzo e inmediatamente armaron una fogata para cocinar al disfrazado dios. Estaban tan contentos con su buena suerte que bailoteaban y palmeaban dando un espectáculo que casi hizo tentar de risa al pobre sapo. Cuando estuvo cubierto por las brasas, el dios aprovechó la distracción de los gigantes, dio una patada y salieron volando cientos de piedritas encendidas. Cururú estaba muy atento, oculto entre la hierba verde, tan verde como él mismo, y atrapó una brasa con su boca sin que los gigantes se dieran cuenta de nada. Inmediatamente, y en absoluto silencio, emprendió la retirada tan contento que casi perdió la brasa en el camino. Al ver la rápida huida de Cururú, el Primer Padre se levantó de la hoguera —por supuesto sin ninguna quemadura— y ante el asombro de los malvados gigantes que recuperaron la compostura en un segundo, salió corriendo del lugar tras Cururú. Cuando ambos se encontraron y estuvieron bien lejos, Ñamandú recobró su aspecto y le pidió al sapo que le fuera a buscar su arco y sus flechas. Entonces encendieron la punta de la flecha con la brasa y la

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arrojaron a un árbol de laurel. El árbol no se quemó porque el fuego quedó atrapado dentro de la madera como un corazón ardiente. Después, el Padre Primero llamó a los hombres y les enseñó cómo hacer fuego: bastaba con cortar un trozo del laurel, realizarle un agujero y hacer girar allí con las manos y con mucha rapidez una flecha para que salieran chispas y con ellas encender hojas y ramas hasta formar llamitas tan coloridas y bailadoras como las de los gigantes. Mientras tanto los comegentes, muy enojados, habían salido a perseguir a los ladrones. Pero esos seres gigantes, oscuros y malvados, crueles y egoístas, que habían usado el fuego para cocinar a los hombres que cazaban fueron convertidos por el dios en unos pájaros negros destinados a comer solo carroña: los cuervos. A partir de entonces, los guaraníes pueden cocinar sus alimentos, reunirse alrededor del fuego, calentarse en las noches del invierno, iluminarse y contar cuentos. Todo, gracias a la preocupación luminosa de Ña-mandú y a la valentía y verde generosidad de Cururú. MITO TEHUELCHE Elal es el dios de los Tehuelches. Se dice que llegó montado sobre un cisne al cerro más lindo y misterioso de la Tierra: el Chaltén. Precisamente, decidió descender en el Chaltén porque en su infinita sabiduría supo que ese lugar merecía su presencia. Permaneció Elal en la cumbre observando las maravillas del paisaje: las otras montañas, los ríos, los lagos. Hasta que se escuchó el rugir de un trueno tremendo. Todo el cielo se vistió de gris; el sol comenzó a ocultarse y una helada espuma blanca comenzó a caer del cielo. En ese momento se presentaron dos temibles aunque hermosos hermanos: Shie, la nieve, y Cokeake, el frío. Estos dañinos hermanos dejaban helados a los pájaros y se convirtieron en un claro peligro para Elal. Asustado, Elal tomó dos piedras y las empezó a golpear entre sí. Shie y Cokeake no se asustaron con esto, pero tanto insistió Elal con sus golpes que empezaron a salir chispas de entre las piedras. Éstas prendieron hojas y ramas secas que Elal había juntado, y se formó un intenso fuego que ahuyentó el frío y la nieve. Mucho tiempo después, el niño dios enseñó a los hombres este simple pero eficaz procedimiento: golpear dos piedras sobre un pequeño montículo de hojas y ramas secas para hacer nacer el fuego y espantar el frío y la nieve. Dicen que, a partir de entonces, los tehuelches ya no temieron a la oscuridad ni a las heladas, sobre todo en las laderas del Chaltén, porque eran dueños del secreto del fuego. Y el fuego es sagrado para ellos porque se los dio su padre creador...

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¿Qué es? La exposición es una explicación clara y ordenada de un tema con el fin de que otras personas lo comprendan. ¿Cómo se organiza? Una exposición oral requiere, por un lado: • Buscar en enciclopedias, libros de consulta adecuados, o en internet, para encontrar la información necesaria. • Leer bien todo lo que se haya recolectado sobre el tema. • Seleccionar la información pertinente • Tomar nota de los datos de forma clara. Luego, estudiar el tema que se presentará, y por otra parte, planificar el modo y el orden en que se desarrollará dicho tema. Confección de láminas En una exposición oral, las láminas deben ser solamente un material de apoyo y por lo tanto no deben contener toda la información a explicar. En general deben contener palabras claves o datos precisos e imágenes que creen un impacto visual, también son útiles los esquemas. Para la confección de una lámina que sea efectiva sigan los siguientes consejos:

� La letra: debe ser legible y de un tamaño considerable para que sea alcanzada por todo el auditorio.

La exposición oral

Materiales de apoyo En algunas ocasiones, disponer de láminas u otros materiales de apoyo visual como mapas, fotos, infografías, etc., puede contribuir a una mejor exposición. Para el momento de exponer El expositor deberá contar con una ficha o ayuda memoria. En dicha ficha, consta el índice u orden de ideas, alguna cita textual que leerá a su auditorio, la bibliografía consultada, etc. Un consejo Para ser claro cuando se expone un tema es necesario que se cuiden las expresiones que se utilizan. Es importante no dar opiniones, ya que la información debe ser objetiva. Otra cuestión importante es la claridad, por eso las frases deben estar bien construidas. Además para clarificar se pueden presentar ejemplos y comparaciones. Un último punto que hay que considerar es que se debe tener en cuenta al destinatario.

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� El color: el color de la letra debe contrastar con el color del fondo, se sugieren colores claros para la cartulina o afiche y oscuros para la letra.

� La información: debe ser presentada a través de palabras claves o frases cortas, no párrafos extensos.

� Imágenes: las ilustraciones o fotografías suelen resultar atractivas y generan un mayor impacto en el receptor. Tampoco deben abusar de ellas.

� Presentación: la lámina debe ser prolija: cuidando que las palabras sigan una misma línea (es recomendable dibujar renglones con lápiz y, luego de escribir, borrarlos), revisando la ortografía y evitando que la misma se arrugue o manche al ser transportada.

Desde épocas remotas, relatos imaginarios, breves y anónimos fueron transmitidos oralmente de generación en generación. Estos relatos tenían dos intenciones, por un lado, entretener al receptor creando en su mente mundos imaginarios; por otro lado, transmitirle una enseñanza moral. A los personajes de estas historias, no se los identificaba con un nombre, sino por el rol que desempeñaban o por su condición, por ejemplo: el leñador, la abuela, el lobo feroz, caperucita roja, e patito feo. Esto se debe a que no interesaba el nombre del personaje, sino el valor moral que representaba (la maldad, la inocencia, la bondad, etc.), ya que, a partir de estos valores, se desprendía la moraleja. Cada personaje personifica un rol: o son muy buenos o muy malos, o muy bellas o muy feas, o muy listos o muy tontos, o muy pobres o muy ricos, o príncipes o mendigos. Muchos padres se los contaban a sus hijos con el fin de indicarles un camino por seguir en la vida. Estos primeros relatos de la humanidad reciben el nombre de cuentos tradicionales o populares, ya que muestran el saber ancestral de un pueblo. Estos cuentos pertenecen a esa clase de relatos que las personas escucharon en la infancia a sus abuelos, quienes a su vez los habían escuchado de los suyos, o del mejor contador de cuentos del pueblo, la aldea... o el barrio. Su origen es remoto y circulaban oralmente, de boca en boca. Así, cada persona introdujo alguna pequeña modificación, acortó o amplió una parte, cambió un detalle por otro. Estos cuentos tradicionales, en general, tienen que ver con deseos profundos de las personas, buenos o no tanto (alcanzar la belleza, dominar a los demás, alcanzar la verdad...), y también con profundos temores (a la muerte, a la miseria, a la enfermedad). En muchas de estas historias, hay elementos mágicos, sobrenaturales, imposibles en el mundo real, pero que el lector acepta con naturalidad.

El cuento tradicional o popular

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La morfología del cuento Vladimir Propp, un formalista ruso, se ha dedicado a investigar las coincidencias de los cuentos a través de una morfología del cuento maravilloso. En su investigación, Propp, formula 31 funciones que equivalen a una relación sistematizada de las acciones que podemos encontrar en las narraciones de transmisión oral, tanto las que derivan de una tradición popular, como las que vienen de una tradición culta. A continuación, veremos las 31 funciones de Propp que, a su vez, se pueden agrupar dentro del esquema básico de la estructura narrativa:

1. Planteamiento (I-VI) 2. Nudo y desarrollo (VIII-XVIII) 3. Desenlace (XIX-XXXI)

Estas son las 31 funciones de Propp: I. Alejamiento: uno de los miembros de la familia se aleja de la casa. II. Prohibición: sobre el protagonista recae una prohibición. III. Transgresión: se transgrede la prohibición. IV. Interrogatorio: el agresor intenta obtener noticias. V. Información: el agresor recibe información sobre la víctima. VI. Engaño: el agresor intenta engañar a su víctima para apoderarse de ella o de sus bienes. VII. Complicidad: la víctima se deja engañar y ayuda así a su enemigo, a su pesar. VIII. Fechoría: el agresor daña a uno de los miembros de la familia o le causa perjuicios. VIII. La Carencia: algo le falta a uno de los miembros de la familia uno de los miembros de la familia tiene ganas de poseer algo. IX. Mediación, momento de transición: se divulga la noticia de la fechoría o de la carencia, se dirigen al héroe con una pregunta o una orden, se le llama o se le hace partir. X. Principio de la acción contraria: el héroe-buscador acepta o decide actuar. XI. Partida: el héroe se va de su casa. XII. Primera función del donante: el héroe sufre una prueba, un cuestionario, un ataque, etc., que le preparan para la recepción de un objeto o de un auxiliar mágico. XIII. Reacción del héroe: el héroe reacciona ante las acciones del futuro donante. XIV. Recepción del objeto mágico: el objeto mágico pasa a disposición del héroe. XV. Desplazamiento: el héroe es transportado, conducido o llevado cerca del lugar donde se halla el objeto de su búsqueda. XVI. Combate: el héroe y su agresor se enfrentan en un combate. XVII. Marca: el héroe recibe una marca. XVIII. Victoria: el agresor es vencido. XIX. Reparación: la fechoría inicial es reparada o la carencia colmada. XX. La vuelta: el héroe regresa. XXI. Persecución: el héroe es perseguido. XXII. Socorro: el héroe es auxiliado.

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XXIII. Llegada de incógnito: el héroe llega de incógnito a su casa o a otra comarca. XXIV. Pretensiones engañosas: un falso héroe reivindica, para sí, pretensiones engañosas. XXV. Tarea difícil: se propone al héroe una tarea difícil. XXVI. Tarea cumplida: la tarea es realizada. XXVII. Reconocimiento: el héroe es reconocido. XXVIII. Descubrimiemto: el falso héroe o el agresor, el malvado, queda desenmascarado. XXIX. Transfiguración: el héroe recibe una nueva apariencia. XXX. Castigo: el falso héroe o el agresor es castigado. XXXI. Matrimonio: el héroe se casa y asciende al trono.

Las doce princesas bailarinas Érase una vez un rey que tenía doce hijas, cada una más hermosa que la otra. Dormían todas juntas en una misma sala, con las camas alineadas y, por la noche, a la hora de acostarse, el rey cerraba la puerta y echaba el cerrojo. Mas por la mañana, al abrir de nuevo el aposento, advertía que todos los zapatos de las princesas estaban estropeados de tanto bailar. Nadie en el palacio podía poner en claro el misterio. Al fin, el rey mandó pregonar que quien descubriese dónde iban a bailar sus hijas por la noche podría elegir a una por esposa, y así sería el heredero del trono. Pero impuso también una condición: quien se ofreciese a develar el misterio perdería la vida si no esclarecía el caso al cabo de tres días con sus noches. Al poco tiempo, se presentó un príncipe, que se declaró dispuesto a intentar la empresa. Fue bien recibido y, al llegar la noche, se lo condujo a una habitación contigua al dormitorio de las princesas, en la que le pusieron una cama. Para que ellas no pudieran escapar en secreto, dejaron abierta la puerta que comunicaba las dos salas. Pero, en un momento, al príncipe le pareció que tenía plomo en los ojos y se quedó dormido. Cuando se despertó por la mañana, se encontró con que las doce muchachas habían ido al baile, pues todas tenían agujereadas las suelas de los zapatos. Lo mismo se repitió la segunda noche y la tercera, por lo cual el príncipe fue decapitado sin compasión. Después de él vinieron muchos dispuestos a tentar la suerte, y todos dejaron la vida en la empresa. En esto, un pobre soldado que había recibido una herida y no podía seguir en el servicio acertó a pasar por las inmediaciones de la ciudad donde vivía aquel rey. Se topó con una vieja que le preguntó adonde iba. —Ni yo mismo lo sé —respondió él y, en broma, añadió: —Me entran ganas de averiguar dónde se desgastan los zapatos bailando las hijas del rey. Así, un día podría subir al trono. —Pues no es tan difícil —replicó la vieja—. Para ello, basta con que no bebas el vino que te servirán por la noche y simules que estás dormido. Luego, dándole una pequeña capa, le dijo: —Cuando te la pongas, quedarás invisible y podrás seguir a las doce muchachas.

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Con aquellas instrucciones, el soldado se tomó en serio la cosa y, cobrando ánimos, se presentó al rey como pretendiente. Lo recibieron con las mismas atenciones que a los demás y le dieron vestidos principescos. A la hora de acostarse, lo condujeron a la antesala de costumbre. Cuando ya se disponía a meterse en la cama, entró la princesa mayor a ofrecerle un vaso de vino. Pero él, recordando el consejo de la anciana, se había atado una esponja bajo la barbilla, y echando en ella el líquido, no se tragó ni una gota. Luego se acostó y al cabo de un rato se puso a roncar, como si durmiese profundamente. Al oírlo, las princesas soltaron grandes carcajadas y la mayor exclamó: —¡He aquí otro que podría haberse ahorrado la muerte! Se levantaron. Abrieron armarios, arcas y cajones, y sacaron de ellos magníficos vestidos; mientras se ataviaban y acicalaban ante el espejo, saltaban de alegría pensando en el baile. Solo la más joven dijo: —No sé. Vosotras estáis muy contentas y yo, en cambio, siento una impresión rara, presiento que nos ocurrirá una desgracia. —Eres una boba —replicó la mayor—. Siempre tienes miedo. ¿Olvidaste ya cuántos príncipes han tratado en vano de descubrirnos? A este soldado, ni siquiera hacía falta darle narcótico; no se habría despertado el muy zopenco. Cuando todas estuvieron listas, salieron a echar una mirada al mozo; pero este mantenía los ojos cerrados y permaneció inmóvil, por lo que ellas se creyeron seguras. Entonces, la mayor se acercó a su cama y le dio unos golpes. Inmediatamente, el mueble empezó a hundirse en el suelo y todas pasaron por aquella abertura, una tras otra, guiadas por la mayor. El soldado, que había visto todo, se puso su capa sin titubear y bajó también detrás de la menor. A mitad de la escalera, le pisó ligeramente el vestido, por lo cual la princesa, asustada, exclamó: —¿Qué es esto? ¿Quién me tira de la falda? —¡No seas tonta! —exclamó la mayor—. Te habrás enganchado las enaguas. Llegaron todas abajo y se encontraron en una maravillosa avenida de árboles cuyas hojas, de plata, brillaban y refulgían esplendorosamente. Pensó el soldado: "Es cuestión de proporcionarme una prueba", y rompió una rama, produciendo un fuerte crujido al quebrarla. La menor volvió a exclamar: —¡Pasa algo extraño! ¿No oísteis un crujido? —Son disparos de regocijo por la pronta liberación de nuestros príncipes —replicó la mayor. Llegaron luego a otra avenida cuyos árboles eran de oro y, finalmente, a una tercera en la que eran de diamantes. De cada uno, el soldado desgajó una rama, siempre con gran susto de la pequeña. Pero la hermana mayor seguía insistiendo en que los ruidos eran disparos de regocijo. Continuaron su camino y no tardaron en llegar a la orilla de un gran río, donde las esperaban doce barquitas y, en cada una, un gallardo príncipe. Cada una subió en su barca; el soldado se sentó en la de la menor. Dijo el príncipe que remaba: —No sé por qué, pero esta barca es hoy mucho más pesada que de costumbre. Tengo que remar con todas mis fuerzas para hacerla avanzar. —Debe ser el tiempo —respondió la princesa—. Hoy está bochornoso, yo también me siento deprimida. En la orilla opuesta se levantaba un magnífico y bien iluminado castillo, desde cuyo interior llegaba una alegre música de timbales y trompetas. Entraron en él, y cada príncipe bailó con su preferida. Y también el soldado participó de la

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fiesta y bailó, invisible. Cuando la princesa menor levantaba un vaso de vino, él se lo bebía antes de que llegase a los labios de la muchacha, cada vez más azorada. Sin embargo, ante sus protestas, su hermana mayor le imponía silencio. Duró la danza hasta las tres de la madrugada, hora en que todos los zapatos estaban agujereados, y se dio por terminada la fiesta. Los príncipes llevaron de vuelta a las jóvenes al palacio de la orilla opuesta; esta vez, el soldado se embarcó con la mayor. En la ribera, ellas se despidieron de sus acompañantes, prometiéndoles volver la noche siguiente. Al llegar a la escalera, el soldado pasó por delante de las princesas y se metió en la cama. Cuando ellas entraron fatigadas y arrastrando los pies, reanudó él sus ronquidos; ellas, al oírlo, se dijeron: —¡Con éste sí estaremos seguras! Se desvistieron, guardaron sus ricas prendas y, dejando los estropeados zapatos debajo de sus camas, se acostaron. A la mañana siguiente, el soldado no quiso decir nada, deseoso de participar de nuevo en las magníficas fiestas, a las que concurrió la segunda noche, y también la tercera. Todo transcurrió como la primera vez: el baile duró hasta que se desgastaron los zapatos. La tercera y última noche, el soldado decidió llevarse una copa como prueba. A la mañana siguiente, llegó la hora de rendir cuentas. Tomó el mozo las tres ramas y la copa y las presentó al rey, mientras las doce princesas escuchaban detrás de la puerta lo que decían. —¿Dónde han estropeado mis hijas sus zapatos? —preguntó el rey. —Bailando con doce príncipes en un palacio subterráneo —respondió el soldado, y relató cómo habían sucedido las cosas, aportando las ramas y la copa como pruebas. Mandó entonces el rey que comparecieran sus hijas y les preguntó si el soldado decía la verdad. Al verse ellas descubiertas y comprender que de nada les serviría mentir, confesaron la verdad. Entonces, el rey preguntó al soldado a cuál de ellas quería por esposa. —Como ya no soy joven, quiero por esposa a la mayor —contestó. Ese mismo día se celebró la boda y el rey nombró al soldado heredero del trono. En cuanto a los príncipes del castillo vecino, permanecieron encantados durante tantos días como noches habían bailado con las princesas. El flautista de Hamelin Había una vez, una pequeña ciudad al norte de Alemania, llamada Hamelin. Su paisaje era placentero y su belleza era exaltada por las riberas de un río ancho y profundo que surcaba por allí. Y sus habitantes se enorgullecían de vivir en un lugar tan apacible y pintoresco. Pero... un día, la ciudad se vio atacada por una terrible plaga: ¡Hamelin estaba lleno de ratas! Había tantas y tantas que se atrevían a desafiar a los perros, perseguían a los gatos, sus enemigos de toda la vida; se subían a las cunas para morder a los niños allí dormidos y hasta robaban enteros los quesos de las despensas para luego comérselos, sin dejar una miguita. ¡Ah!, y además... Metían los hocicos en todas las comidas, husmeaban en los cucharones de los guisos que estaban preparando los cocineros, roían las ropas domingueras de la gente,

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practicaban agujeros en los costales de harina y en los barriles de sardinas saladas, y hasta pretendían trepas por las anchas faldas de las charlatanas mujeres reunidas en la plaza, ahogando las voces de las pobres asustadas con sus agudos y desafinados chillidos. ¡La vida en Hamelin se estaba tornando insoportable! ...Pero llegó un día en que el pueblo se hartó de esta situación. Y todos, en masa, fueron a congregarse frente al Ayuntamiento. ¡Qué exaltados estaban todos! No hubo manera de calmar los ánimos de los allí reunidos. -¡Abajo el alcalde! -gritaban unos. -¡Ese hombre es un pelele! -decían otros. -¡Que los del Ayuntamiento nos den una solución! -exigían los de más allá. Con las mujeres la cosa era peor. -Pero, ¿qué se creen? -vociferaban-. ¡Busquen el modo de librarnos de la plaga de las ratas! ¡O hallan el remedio de terminar con esta situación o los arrastraremos por las calles! ¡Así lo haremos, como hay Dios! Al oír tales amenazas, el alcalde y los concejales quedaron consternados y temblando de miedo. ¿Qué hacer? Una larga hora estuvieron sentados en el salón de la alcaldía discurriendo en la forma de lograr atacar a las ratas. Se sentían tan preocupados, que no encontraban ideas para lograr una buena solución contra la plaga. Por fin, el alcalde se puso de pie para exclamar: -¡Lo que yo daría por una buena ratonera! Apenas se hubo extinguido el eco de la última palabra, cuando todos los reunidos oyeron algo inesperado. En la puerta del Concejo Municipal sonaba un ligero repiqueteo. -¡Dios nos ampare! -gritó el alcalde, lleno de pánico-. Parece que se oye el roer de una rata. ¿Me habrán oído? Los ediles no respondieron, pero el repiqueteo siguió oyéndose. -¡Pase adelante el que llama! -vociferó el alcalde, con voz temblorosa y dominando su terror. Y entonces entró en la sala el más extraño personaje que se puedan imaginar. Llevaba una rara capa que le cubría del cuello a los pies y que estaba formada por recuadros negros, rojos y amarillos. Su portador era un hombre alto, delgado y con agudos ojos azules, pequeños como cabezas de alfiler. El pelo le caía lacio y era de un amarillo claro, en contraste con la piel del rostro que aparecía tostada, ennegrecida por las inclemencias del tiempo. Su cara era lisa, sin bigotes ni barbas; sus labios se contraían en una sonrisa que dirigía a unos y otros, como si se hallara entre grandes amigos. Alcalde y concejales le contemplaron boquiabiertos, pasmados ante su alta figura y cautivados, a la vez, por su estrambótico atractivo. El desconocido avanzó con gran simpatía y dijo: -Perdonen, señores, que me haya atrevido a interrumpir su importante reunión, pero es que he venido a ayudarlos. Yo soy capaz, mediante un encanto secreto que poseo, de atraer hacia mi persona a todos los seres que viven bajo el sol. Lo mismo da si se arrastran sobre el suelo que si nadan en el agua, que si vuelan por el aire o corran sobre la tierra. Todos ellos me siguen, como ustedes no pueden imaginárselo. Principalmente, uso de mi poder mágico con los

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animales que más daño hacen en los pueblos, ya sean topos o sapos, víboras o lagartijas. Las gentes me conocen como el Flautista Mágico. En tanto lo escuchaban, el alcalde y los concejales se dieron cuenta que en torno al cuello lucía una corbata roja con rayas amarillas, de la que pendía una flauta. También observaron que los dedos del extraño visitante se movían inquietos, al compás de sus palabras, como si sintieran impaciencia por alcanzar y tañer el instrumento que colgaba sobre sus raras vestiduras. El flautista continuó hablando así: -Tengan en cuenta, sin embargo, que soy hombre pobre. Por eso cobro por mi trabajo. El año pasado libré a los habitantes de una aldea inglesa, de una monstruosa invasión de murciélagos, y a una ciudad asiática le saqué una plaga de mosquitos que los mantenía a todos enloquecidos por las picaduras. Ahora bien, si los libro de la preocupación que los molesta, ¿me darían un millar de florines? -¿Un millar de florines? ¡Cincuenta millares!- respondieron a una el asombrado alcalde y el concejo entero. Poco después bajaba el flautista por la calle principal de Hamelin. Llevaba una fina sonrisa en sus labios, pues estaba seguro del gran poder que dormía en el alma de su mágico instrumento. De pronto se paró. Tomó la flauta y se puso a soplarla, al mismo tiempo que guiñaba sus ojos de color azul verdoso. Chispeaban como cuando se espolvorea sal sobre una llama. Arrancó tres vivísimas notas de la flauta. Al momento se oyó un rumor. Pareció a todas las gentes de Hamelin como si lo hubiese producido todo un ejército que despertase a un tiempo. Luego el murmullo se transformó en ruido y, finalmente, éste creció hasta convertirse en algo estruendoso. ¿Y saben lo que pasaba? Pues que de todas las casas empezaron a salir ratas. Salían a torrentes. Lo mismo las ratas grandes que los ratones chiquitos; igual los roedores flacuchos que los gordinflones. Padres, madres, tías y primos ratoniles, con sus tiesas colas y sus punzantes bigotes. Familias enteras de tales bichos se lanzaron en pos del flautista, sin reparar en charcos ni hoyos. Y el flautista seguía tocando sin cesar, mientras recorría calle tras calle. Y en pos iba todo el ejército ratonil danzando sin poder contenerse. Y así bailando, bailando llegaron las ratas al río, en donde fueron cayendo todas, ahogándose por completo. Sólo una rata logró escapar. Era una rata muy fuerte que nadó contra la corriente y pudo llegar a la otra orilla. Corriendo sin parar fue a llevar la triste nueva de lo sucedido a su país natal, Ratilandia. Una vez allí contó lo que había sucedido. -Igual les hubiera sucedido a todas ustedes. En cuanto llegaron a mis oídos las primeras notas de aquella flauta no pude resistir el deseo de seguir su música. Era como si ofreciesen todas las golosinas que encandilan a una rata. Imaginaba tener al alcance todos los mejores bocados; me parecía una voz que me invitaba a comer a dos carrillos, a roer cuanto quería, a pasarme noche y día en eterno banquete, y que me incitaba dulcemente, diciéndome: "¡Anda, atrévete!" Cuando recuperé la noción de la realidad estaba en el río y a punto de ahogarme como las demás. ¡Gracias a mi fortaleza me he salvado! Esto asustó mucho a las ratas que se apresuraron a esconderse en sus agujeros. Y, desde luego, no volvieron más a Hamelin.

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¡Había que ver a las gentes de Hamelin! Cuando comprobaron que se habían librado de la plaga que tanto les había molestado, echaron al vuelo las campanas de todas las iglesias, hasta el punto de hacer retemblar los campanarios. El alcalde, que ya no temía que le arrastraran, parecía un jefe dando órdenes a los vecinos: -¡Vamos! ¡Busquen palos y ramas! ¡Hurguen en los nidos de las ratas y cierren luego las entradas! ¡Llamen a carpinteros y albañiles y procuren entre todos que no quede el menor rastro de las ratas! Así estaba hablando el alcalde, muy ufano y satisfecho. Hasta que, de pronto, al volver la cabeza, se encontró cara a cara con el flautista mágico, cuya arrogante y extraña figura se destacaba en la plaza-mercado de Hamelin. El flautista interrumpió sus órdenes al decirle: -Creo, señor alcalde, que ha llegado el momento de darme mis mil florines. ¡Mil florines! ¡Qué se pensaba! ¡Mil florines! El alcalde miró hoscamente al tipo extravagante que se los pedía. Y lo mismo hicieron sus compañeros de corporación, que le habían estado rodeando mientras exigía su pago. ¿Quién pensaba en pagar a semejante vagabundo de la capa coloreada? -¿Mil florines...?-dijo el alcalde-. ¿Por qué? -Por haber ahogado las ratas -respondió el flautista. -¿Que tú has ahogado las ratas? -exclamó con fingido asombro la primera autoridad de Hamelin, haciendo un guiño a sus concejales-. Ten muy en cuenta que nosotros trabajamos siempre a la orilla del río, y allí hemos visto, con nuestros propios ojos, cómo se ahogaba aquella plaga. Y, según creo, lo que está bien muerto no vuelve a la vida. No vamos a regatearte un trago de vino para celebrar lo ocurrido y también te daremos algún dinero para rellenar tu bolsa. Pero eso de los mil florines, como te puedes figurar, lo dijimos en broma. Además, con la plaga hemos sufrido muchas pérdidas... ¡Mil florines! ¡Vamos, vamos...! Toma cincuenta. El flautista, a medida que iba escuchando las palabras del alcalde, iba poniendo un rostro muy serio. No le gustaba que lo engañaran con palabras más o menos melosas y menos con que se cambiase el sentido de las cosas. -¡No diga más tonterías, alcalde! -exclamó-. No me gusta discutir. Hizo un pacto conmigo, ¡cúmplalo! -¿Yo? ¿Yo, un pacto contigo? -dijo el alcalde, fingiendo sorpresa y actuando sin ningún remordimiento pese a que había engañado y estafado al flautista. Sus compañeros de corporación declararon también que tal cosa no era cierta. El flautista advirtió muy serio: -¡Cuidado! No sigan excitando mi cólera porque darán lugar a que toque mi flauta de modo muy diferente. Tales palabras enfurecieron al alcalde. -¿Cómo se entiende? -bramó-. ¿Piensas que voy a tolerar tus amenazas? ¿Que voy a consentir en ser tratado peor que un cocinero? ¿Te olvidas que soy el alcalde de Hamelin? ¿Qué te has creído? El hombre quería ocultar su falta de formalidad a fuerza de gritos, como siempre ocurre con los que obran de este modo. Así que siguió vociferando: -¡A mí no me insulta ningún vago como tú, aunque tenga una flauta mágica y unos ropajes como los que tú luces!

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-¡Se arrepentirán! -¿Aun sigues amenazando, pícaro vagabundo?- aulló el alcalde, mostrando el puño a su interlocutor-. ¡Haz lo que te parezca, y sopla la flauta hasta que revientes! El flautista dio media vuelta y se marchó de la plaza. Empezó a andar por una calle abajo y entonces se llevó a los labios la larga y bruñida caña de su instrumento, del que sacó tres notas. Tres notas tan dulces, tan melodiosas, como jamás músico alguno, ni el más hábil, había conseguido hacer sonar. Eran arrebatadoras, encandilaban al que las oía. Se despertó un murmullo en Hamelin. Un susurro que pronto pareció un alboroto y que era producido por alegres grupos que se precipitaban hacia el flautista, atropellándose en su apresuramiento. Numerosos piececitos corrían batiendo el suelo, menudos zuecos repiqueteaban sobre las losas, muchas manitas palmoteaban y el bullicio iba en aumento. Y como pollos en un gran gallinero, cuando ven llegar al que les trae su ración de cebada, así salieron corriendo de casas y palacios, todos los niños, todos los muchachos y las jovencitas que los habitaban, con sus rosadas mejillas y sus rizos de oro, sus chispeantes ojitos y sus dientecitos semejantes a perlas. Iban tropezando y saltando, corriendo gozosamente tras del maravilloso músico, al que acompañaban con su vocerío y sus carcajadas. El alcalde enmudeció de asombro y los concejales también. Quedaron inmóviles como tarugos, sin saber qué hacer ante lo que estaban viendo. Es más, se sentían incapaces de dar un solo paso ni de lanzar el menor grito que impidiese aquella escapatoria de los niños. No se les ocurrió otra cosa que seguir con la mirada, es decir, contemplar con muda estupidez, la gozosa multitud que se iba en pos del flautista. Sin embargo, el alcalde salió de su pasmo y lo mismo les pasó a los concejales cuando vieron que el mágico músico se internaba por la calle Alta camino del río. ¡Precisamente por la calle donde vivían sus propios hijos e hijas! Por fortuna, el flautista no parecía querer ahogar a los niños. En vez de ir hacia el río, se encaminó hacia el sur, dirigiendo sus pasos hacia la alta montaña, que se alzaba próxima. Tras él siguió, cada vez más presurosa, la menuda tropa. Semejante ruta hizo que la esperanza levantara los oprimidos pechos de los padres. -¡Nunca podrá cruzar esa intrincada cumbre! -se dijeron las personas mayores-. Además, el cansancio le hará soltar la flauta y nuestros hijos dejarán de seguirlo. Mas he aquí que, apenas empezó el flautista a subir la falda de la montaña, las tierras se agrietaron y se abrió un ancho y maravilloso portalón. Pareció como si alguna potente y misteriosa mano hubiese excavado repentinamente una enorme gruta. Por allí penetró el flautista, seguido de la turba de chiquillos. Y así que el último de ellos hubo entrado, la fantástica puerta desapareció en un abrir y cerrar de ojos, quedando la montaña igual que como estaba. Sólo quedó fuera uno de los niños. Era cojo y no pudo acompañar a los otros en sus bailes y corridas. A él acudieron el alcalde, los concejales y los vecinos, cuando se les pasó el susto ante lo ocurrido.

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Y lo hallaron triste y cariacontecido. Como le reprocharon que no se sintiera contento por haberse salvado de la suerte de sus compañeros, replicó: -¿Contento? ¡Al contrario! Me he perdido todas las cosas bonitas con que ahora se estarán recreando. También a mí me las prometió el flautista con su música, si le seguía; pero no pude. -¿Y qué les prometía? -preguntó su padre, curioso. -Dijo que nos llevaría a todos a una tierra feliz, cerca de esta ciudad donde abundan los manantiales cristalinos y se multiplican los árboles frutales, donde las flores se colorean con matices más bellos, y todo es extraño y nunca visto. Allí los gorriones brillan con colores más hermosos que los de nuestros pavos reales; los perros corren más que los gamos de por aquí. Y las abejas no tienen aguijón, por lo que no hay miedo que nos hieran al arrebatarles la miel. Hasta los caballos son extraordinarios: nacen con alas de águila. -Entonces, si tanto te cautivaba, ¿por qué no lo seguiste? -No pude, por mi pierna enferma- se dolió el niño-. Cesó la música y me quedé inmóvil. Cuando me di cuenta que esto me pasaba, vi que los demás habían desaparecido por la colina, dejándome solo contra mi deseo. ¡Pobre ciudad de Hamelin! ¡Cara pagaba su avaricia! El alcalde mandó gentes a todas partes con orden de ofrecer al flautista plata y oro con qué rellenar sus bolsillos, a cambio de que volviese trayendo los niños. Cuando se convencieron de que perdían el tiempo y de que el flautista y los niños habían partido para siempre, ¡cuánto dolor experimentaron las gentes! ¡Cuántas lamentaciones y lágrimas! ¡Y todo por no cumplir con el pacto establecido! Para que todos recordasen lo sucedido, el lugar donde vieron desaparecer a los niños lo titularon Calle del Flautista Mágico. Además, el alcalde ordenó que todo aquel que se atreviese a tocar en Hamelin una flauta o un tamboril, perdiera su ocupación para siempre. Prohibió, también, a cualquier hostería o mesón que en tal calle se instalase, profanar con fiestas o algazaras la solemnidad del sitio. Luego fue grabada la historia en una columna y la pintaron también en el gran ventanal de la iglesia para que todo el mundo la conociese y recordasen cómo se habían perdido aquellos niños de Hamelin.

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El extraordinario desarrollo que tuvieron en España los cantares d gesta se prolongó hasta el siglo XIV, en que se inicia el acelerado proceso de su decadencia, para extinguirse en el XV. Se produce simultáneamente la aparición de un nuevo tipo de poesía caracterizada por su brevedad y continuadora, en gran parte, de aquella tradición épica. Nos referimos a los romances que circularon activamente en el siglo XV entre el pueblo, hasta que en la primera mitad del XVI un buen número de esas piezas, divulgadas oralmente, se recogen impresas en pliegos sueltos o en cancioneros (romanceros), mientras muchas otras pervivieron en la memoria popular, transmitiéndose de boca en boca y de generación en generación, hasta nuestros días, no sólo en la Península, sino también en todo el orbe hispánico. El género lírico El romance es una clase de composición poética y por tanto posee las características generales de los poemas. Éstos son textos que pertenecen al género lírico, uno de los tres géneros literarios, junto con el narrativo y el dramático. Generalmente, los poemas están escritos en verso y, en ellos, el mundo se percibe a partir de una mirada fuertemente subjetiva. En poesía se hace un uso particular del lenguaje, caracterizado por el predominio de la función poética, gracias a la cual el mensaje adquiere valor no solo por lo que dice, sino por cómo está organizado, por la forma especial en que sugiere sentidos más allá de lo que dice. Así, de los tres géneros literarios, el lírico es el más asociado a la música: leer un poema no es retener sólo los significados de las palabras o de las oraciones que vamos recorriendo con la mirada; es también, al mismo tiempo, escuchar sonoridades. En poesía, lo sonoro siempre tiene sentido, siempre significa. Yo lírico o poético Así como en los cuentos hay una voz -el narrador- que relata los hechos, en la poesía hay una voz -llamada yo poético o yo lírico- que emite el mensaje, que “habla” en el poema. En las poesías es muy frecuente la presencia de palabras que refieren a la primera persona (verbos en primera persona del singular, pronombres como yo, mi mío, etc). Pero esto no quiere decir que el poeta siempre esté comunicando sus propias experiencias.

El romance

Características del romance: � Versos de ocho sílabas (octosílabos). � Rima asonante en los versos pares, mientras los impares quedan

sueltos o sin rima. � Serie indefinida de versos.

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El lenguaje poético El lenguaje en una poesía no es el mismo que usamos para comunicarnos cotidianamente. El poeta trabaja con las palabras de un modo particular, ya que juega con sus sonidos y sus significados, con las posibilidades que éstas tienen de conmover, de sorprender, de proponer múltiples interpretaciones. Por eso en la poesía no importa sólo qué se dice, sino cómo se dice y para ello se emplean los recursos poéticos. Algunos de ellos son:

� Imágenes sensoriales: son aquéllas que se perciben a través de los sentidos, pueden ser: gustativas, auditivas, olfativas, visuales y táctiles.

� Hipérbaton: figura que consiste en la alteración del orden sintáctico

tradicional: "De pura honestidad templo sagrado". El orden sintáctico habitual sería: Templo sagrado de pura honestidad.

� Anáfora : repetición de una o varias palabras al comienzo de varios

versos: "Ya tiene menos vigor,/Ya más veces se zambulle/ Ya ve en el agua la muerte/ Ya se acaba, ya se hunde".

� Antítesis: es una figura que consiste en expresar dos emociones o

sensaciones opuestos en un mismo sujeto o que contrapone frases o palabras a otras de opuesto valor semántico: “No es para mal de ninguno/sino para bien de todos.”

� Comparación : establece una semejanza entre dos objetos, uno real y

otro evocado, mediante un nexo: "Como el vaho de un espejo que se frota, la imagen desapareció".

� Metáfora : expresión que supone una identificación entre dos elementos:

uno "real" (los dientes de una muchacha) con otro que llamamos "irreal" o "evocado" por no pertenecer al ámbito de lo que se describe (perlas): "Sus dientes eran blancas y hermosas perlas". Cuando están presentes tanto el elemento "real" como el elemento "evocado", estamos en presencia de una metáfora impura, en tanto que la metáfora pura designa únicamente el elemento "irreal", mientras que el elemento "real" está sugerido, aludido: "Las menudas perlas de su boca".

� Personificación : atribución de cualidades propias de los seres vivos a

objetos inanimados: "Esta campana rota/ Quiere sin embargo cantar". Versificación El verso es una unidad, un conjunto de palabras que se encuentran en una misma línea y que componen el poema. Si los versos se encuentran agrupados, reciben el nombre de estrofa.

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En los poemas, los versos pueden ser más o menos extensos. A la medida de los versos, se la llama métrica, y ésta se calcula contando las sílabas de las palabras que los componen. Para medir las sílabas de los versos, se aplican ciertas reglas: � Si los versos terminan en palabra aguda o monosilábica, se le suma una

sílaba al verso: Al/más/til/vie/nen/po/sar (7 + 1 = 8 sílabas) � Si el verso termina en palabra esdrújula, en cambio, se le resta una

sílaba: Yo/no/sé/de/pá/ja/ros (7-1 = 6 sílabas) � Si termina en una palabra grave, se considera el número de sílabas tal

como resultó: Can/ta/ban/los/ni/ños (6 sílabas) � La vocal final de una palabra con la vocal inicial de la que sigue

constituyen solo una sílaba en la versificación. Es lo que se llama sinalefa: lae/jar/cia/deo/ro/tor/zal (7 + 1 = 8 sílabas)

Rima La poesía juega con los sonidos y con la musicalidad de las palabras. La rima es la repetición de sonidos a partir de la última vocal acentuada de cada verso: � Si coinciden vocales y consonantes la rima es consonante:

"Ni me siento culpable de tu lejos, / ni dejo de fruncir los entrecejos"

� Si sólo coinciden las vocales, la rima es asonante: "Ella sigue en su baranda /soñando en la mar amarga"

� También existen los versos sin rima llamados versos libres o blancos: "Verde que te quiero/ verde"

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ROMANCE DEL PRISIONERO Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados van a servir al amor; sino yo, triste, cuitado, que vivo en esta prisión; que ni sé cuándo es de día ni cuándo las noches son, sino por una avecilla que me cantaba el albor. Matómela un ballestero; dele Dios mal galardón. ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE Un sueño soñaba anoche soñito del alma mía, soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía. Vi entrar señora tan blanca, muy más que la nieve fría. —¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? Las puertas están cerradas, ventanas y celosías. —No soy el amor, amante: la Muerte que Dios te envía. —¡Ay, Muerte tan rigurosa, déjame vivir un día! —Un día no puede ser, una hora tienes de vida. Muy deprisa se calzaba, más deprisa se vestía; ya se va para la calle, en donde su amor vivía.

—¡Ábreme la puerta, blanca, ábreme la puerta, niña! —¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es venida? Mi padre no fue al palacio, mi madre no está dormida. —Si no me abres esta noche, ya no me abrirás, querida; la Muerte me está buscando, junto a ti vida sería. —Vete bajo la ventana donde labraba y cosía, te echaré cordón de seda para que subas arriba, y si el cordón no alcanzare, mis trenzas añadiría. La fina seda se rompe; la muerte que allí venía: —Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida.

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LA MISA DEL AMOR Mañanita de San Juan, mañanita de primor, cuando damas y galanes van a oír misa mayor. Allá va la mi señora, entre todas la mejor; viste saya sobre saya, mantellín de tornasol, camisa con oro y perlas bordada en el cabezón. En la su boca muy linda lleva un poco de dulzor; en la su cara tan blanca, un poquito de arrebol,

y en los sus ojuelos garzos lleva un poco de alcohol; así entraba por la iglesia relumbrando como el sol. Las damas mueren de envidia, y los galanes de amor. El que cantaba en el coro, en el credo se perdió; el abad que dice misa, ha trocado la lición; monacillos que le ayudan, no aciertan responder, non, por decir amén, amén, dicen amor, amor.

ROMANCE DEL AMOR MÁS PODEROSO QUE LA MUERTE Conde Niño por amores es niño y pasó a la mar; va a dar agua a su caballo la mañana de San Juan. Mientras el caballo bebe él canta dulce cantar; todas las aves del cielo se paraban a escuchar, caminante que camina olvida su caminar, navegante que navega la nave vuelve hacia allá. La reina estaba labrando, la hija durmiendo está: -Levantaos, Albaniña, de vuestro dulce folgar, sentiréis cantar hermoso la sirenita del mar. -No es la sirenita, madre, la de tan bello cantar, sino es el Conde Niño que por mí quiere finar. ¡Quién le pudiese valer en su tan triste penar! -Si por tus amores pena, ¡oh, malhaya su cantar!

y porque nunca los goce yo le mandaré matar. -Si le manda matar, madre, juntos nos han de enterrar. Él murió a la medianoche, ella a los gallos cantar; a ella como hija de reyes la entierran en el altar, a él como hijo de condes unos pasos más atrás. De ella nació un rosal blanco, de él nació un espino albar; crece el uno, crece el otro los dos se van a juntar; las ramitas que se alcanzan fuertes abrazos se dan, las que no se alcanzaban no dejan de suspirar. La reina, llena de envidia, ambos los mandó cortar; el galán que los cortaba no cesaba de llorar. De ella nació una garza, de él un fuerte gavilán, juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan par a par.

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La narración es una de las formas textuales más usadas por las personas para comunicarse. Es un texto, oral o escrito, en el que se cuenta una historia. Esa historia presenta una serie de acontecimientos llevados a cabo por personajes (humanos o no) en un tiempo y un tugar determinados. La narración está ligada a las nociones de lugar y de tiempo en transcurso, es decir, los acontecimientos relatados se suceden en un tiempo que avanza, y en un lugar. Los personajes realizan las acciones que hacen avanzar los acontecimientos. Secuencia narrativa Las acciones principales que componen la historia son llamadas nucleares o núcleos. Estas no pueden/altar porque si alguna de ellas no está, se cambia la historia o no se entiende. Las acciones nucleares de una narración están relacionadas entre sí. Esta es la forma como se puede organizar correctamente una narración. Si las acciones de una historia no están correctamente relacionadas, el texto resultante no tendrá sentido. Se conoce con el nombre de secuencia narrativa a las relaciones que se establecen entre una serie de acciones nucleares. Una secuencia es una red de relaciones. En las secuencias narrativas se pueden encontrar básicamente dos tipos de relaciones: la temporal (o cronológica) y la lógica (causa-efecto). Relación temporal y lógica Esto significa que las acciones se suceden en el tiempo: primero esto, luego aquello. Y además una acción produce un efecto lógico: esto, por lo tanto, aquello. En definitiva, la secuencia narrativa es un encadenamiento de accio-nes nucleares relacionadas entre sí temporal y lógicamente. Otros elementos Existen otros elementos en una narración que amplían o desarrollan las ac-ciones núcleo. Pueden suprimirse o se puede alterar su orden sin que se cam-bie la historia. Se trata de los diálogos, las descripciones, los comentarios y las explicaciones. Son importantes porque permiten embellecer el relato y también dar información adicional al lector. Algunos autores los llaman indicios o expansiones.

La narración

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Estructura narrativa En un texto, la trama narrativa tiene como finalidad principal contar algo acerca de alguien. La voz que relata los hechos es la del narrador, que los presenta mediante un punto de vista determinado. La secuencia en estos casos está formada a partir de la siguiente estructura: Clases de narradores Un elemento muy importante es el narrador. Al contar una historia, él organiza los hechos, caracteriza a los personajes, ubica la acción en un tiempo y un lugar. La noción de narrador no debe confundirse con la de autor. El narrador es una categoría de ficción de la que no se puede reconstruir una biografía, sólo relata los hechos y "vive" a través de las palabras. Cuando narrador y personaje coinciden, se habla de un narrador interno o personaje que relata en primera persona, es decir, habla de sí mismo; es el "yo" narrativo. Si se trata del personaje principal, se denomina narrador protagonista , pero, si solo participa secundariamente de los hechos y relata lo que ve que les sucede a otros, se llama narrador testigo . Otras veces, aparece un narrador externo que habla de otros en tercera persona. El tipo más común de narrador externo es el narrador omnisciente , quien tiene un conocimiento global y pleno de todo lo que pasa en la historia. Este tipo de narrador sabe todo y cuenta lo que sienten y piensan los personajes.

(lugar, tiempo, personajes) (problema) su conjunto forma la (solución del problema)

EPISODIO

RESOLUCIÓN

CONFLICTO

MARCO

SUCESO

TRAMA

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Los tiempos verbales para narrar en pasado Gran parte de los textos que escribimos narran hechos reales o ficticios. Para construir una buena narración, es necesario expresar claramente el orden en que se produjeron esos hechos; en otras palabras, qué sucedió antes y qué sucedió después. Una de las herramientas fundamentales para eso es conocer los significados de los tiempos verbales, dado que de ellos depende en gran medida la coherencia temporal de la narración. Los tres tiempos que resultan imprescindibles para poder narrar en pasado son: el pretérito perfecto simple, el pretérito imperfecto y el pretérito pluscuamperfecto del modo indicativo. Observen el siguiente ejemplo:

Nora dormía , cuando Mario tocó el timbre.

Las dos acciones transcurren en el pasado. Sin embargo, existe entre ellas una diferencia. Mientras que en la primera (dormía) percibimos una duración, la segunda (tocó) aparece como un hecho puntual, terminado. El verbo dormir, en este caso, está en pretérito imperfecto , tiempo que sirve para expresar las acciones pasadas en desarrollo . El verbo tocar, en cambio, está en pretérito perfecto simple , tiempo que expresa las acciones pasadas como concluidas . Otros usos importantes del pretérito imperfecto y del perfecto simple • El pretérito imperfecto sirve para expresar acciones habituales , que se repiten regularmente en el pasado. En cambio, cuando nos referimos a una acción única , excepcional, emplearemos el pretérito perfecto simple . El año pasado, me despertaba todos los días a las 7, salía de casa a las 7.50 y entraba al colegio a las 7.45. Pero el 5 de mayo, el despertador no sonó, me quedé dormida y llegué tarde. • El pretérito imperfecto suele emplearse para las descripciones y retratos . La casa era bastante antigua, tenía grandes ventanales y su fachada estaba pintada de gris. Mariela era muy alta, su boca parecía siempre dispuesta a sonreír. Usaba el cabello muy corto. El uso del pretérito pluscuamperfecto Nora dormía cuando Mario tocó el timbre. Él se había olvidado las llaves. La acción que aparece en la segunda oración no puede haber ocurrido al mismo tiempo que las acciones de la primera, sino que ocurrió antes. Por eso, el verbo olvidar aparece, en este caso, en pretérito pluscuamperfecto . El pretérito pluscuamperfecto sirve para expresar una acción pasada anterior a otras acciones pasadas .

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1. Completen el siguiente texto colocando los verbos indicados entre paréntesis en pretérito imperfecto o pretérito perfecto simple, según corresponda. Tomás Alva Edison en el ferrocarril Desde muy joven, Tomás Alva Edison se (sentir)………………… tan atraído por la ciencia que, a los 12 años, con los pequeños ahorros que (poseer)………………, (adquirir)……………. materiales e (instalar) ……………

Actividades:

Pretérito imperfecto Yo amaba, temía, partía Tú/Vos amabas, temías, partías Usted amaba, temía, partía Él amaba, temía, partía Nosotros amábamos, temíamos, partíamos Vosotros amabais, temíais, partíais Ustedes amaban, temían, partían Ellos amaban, temían, partían Pretérito perfecto simple Yo amé, temí, partí Tú/Vos amaste, temiste, partiste Usted amó, temió, partió Él amó, temió, partió Nosotros amamos, temimos, partimos Vosotros amasteis, temisteis, partisteis Ustedes amaron, temieron, partieron Ellos amaron, temieron, partieron Pretérito pluscuamperfecto Yo había amado, había temido, había partido Tú/Vos habías amado, habías temido, habías partido Usted había amado, había temido, había partido Él había amado, había temido, había partido Nosotros habíamos amado, habíamos temido, habíamos partido Vosotros habíais amado, habíais temido, habíais partido Ustedes habían amado, habían temido, habían partido Ellos habían amado, habían temido, habían partido

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un laboratorio en el sótano de su casa, donde (pasar)………………. días y días haciendo experimentos. Pero pasado cierto tiempo, el muchacho se (encontrar)…………………… con un grave problema: el dinero del que (disponer)……………………. no le (alcanzar)……………… para seguir comprando los elementos necesarios para continuar con sus experiencias. Tomás no (estar)……………………. dispuesto a darse por vencido tan fácilmente y pronto (encontrar)……………………… la solución. Cuando se (enterar)………………… de que en el ferrocarril se (necesitar)………………… un chico para vender periódicos y golosinas, (correr)……………………… a ofrecerse y (conseguir)………………………. el empleo. El muchacho (pasar)…………………… por los vagones llevando su mercadería que los pasajeros (comprar)…………………… para desayunar o merendar, porque, entonces, los trenes (carecer)………………………… de vagón comedor. 2. Completen esta segunda parte del texto colocando los verbos entre paréntesis en pretérito imperfecto, pretérito perfecto simple o pretérito pluscuamperfecto, según corresponda. El inventor en tren Con sus nuevas obligaciones, el muchacho, que (empezar)……………………… a trabajar para equipar su laboratorio, no (disponer)……………………. casi de tiempo para bajar al sótano de su casa y continuar sus experimentos. Pronto se le (ocurrir)………………… con esa idea en mente, (decidir)………………………. pedir permiso para trasladar sus instrumentos a la parte trasera del vagón de equipajes. El jefe, que (oír)……………………hablar de las inquietudes de su joven empleado, lo (autorizar)……………………… a hacerlo. Pero el otoño siguiente, una racha de mala suerte (arruinar)…………………. todo. Una noche, al salir de Detroit, Tomás se (distraer)…………………….. vendiendo periódicos en el andén y de pronto (descubrir)………………………. que el tren ya (arrancar)…………………..… El muchacho, que no (oír)…………………… el aviso del jefe de estación, (correr)…………………… y (alcanzar)…………………….. a colgarse de una barandilla del último vagón, pero, al ganar velocidad, el tren lo (arrastrar).…………. y, para salvarlo, un guardafrenos (tener)…………………… que asirlo por las orejas. El accidente le (provocar)………………………. una sordera progresiva. Pocas semanas después, mientras el convoy (atravesar)……………………… una parte de camino que no (ser)…………………….. reparada, los vagones se (sacudir)……………….. mucho y un pedazo de fósforo del laboratorio de Tomás (prender)……………………… fuego al vagón de equipajes. Aunque el fuego (ocasionar)…..………………… pocas pérdidas, el jefe se (enfurecer)………………… tanto que (despedir)……………………….. al chico de inmediato. La carrera de Tomás como empleado ferroviario (terminar)……………………….

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Todas las palabras se encuentran acentuadas y la sílaba que suena con mayor intensidad se denomina sílaba tónica. Algunas palabras llevan tilde , que es la representación gráfica del acento, y para saber cuándo debemos colocarla podemos seguir reglas. Reglas generales de tildación Palabras agudas La sílaba tónica es la última. Llevan tilde cuando terminan en n, s o vocal. Ejemplos: edición, Francés, compás, canción. Palabras graves La sílaba tónica es la penúltima. Llevan tilde cuando no terminan en n, s o vocal. Ejemplos: difícil, Félix, ángel, lápiz, carácter. Palabras esdrújulas La sílaba tónica es la antepenúltima. Llevan tilde siempre, no importa la letra con que terminan. Ejemplos: títulos, módicos, diálogo. Casos especiales de tildación Monsílabos Son las palabras que tienen una sola sílaba. Por regla general no llevan tilde, excepto cuando cumplen más de una función. En ese caso, la tilde permite reconocer su uso.

Acentuación y tildación de palabras

Tildación de monosílabos mi: sustantivo / mí: pronombre personal / mi: pronombre posesivo tu: pronombre posesivo / tú: pronombre personal el: articulo / él: pronombre personal te: pronombre personal / té: sustantivo (infusión) se: pronombre personal / sé: del verbo saber y del verbo ser si: conjunción condicional / si: sustantivo (nota musical) sí: adverbio de afirmación / sí: pronombre personal; de: preposición / dé: forma del verbo dar mas: conjunción adversativa (equivale a pero) / más: adverbio de cantidad.

Tilde diacrítica: señala un cambio de significado respecto de la misma forma no tildada.

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Pronombres enfáticos qué - cómo - cuándo – dónde - quién – cuál - cuánto Son pronombres que tienen un matiz interrogativo o exclamativo, ya sea que formen o no parte de una interrogación o de una exclamación directa. Ejemplos: ¿Cómo estás?, ¡Cómo llueve!, No sé qué hacer, Me asombra ver cuánta gente vino. Pronombres demostrativos ese/esa – este/esta – aquel/aquella (y sus plurales ) Cuando cumplen la función de un sustantivo llevan tilde. Ejemplos: Éste es mi amigo, Ésa es la que quiero Cuando cumplen la función de un adjetivo no llevan tilde. Ejemplos: Este chico es mi amigo, Esa remera es la que quiero eso – esto – aquello Nunca llevan tilde Adverbios terminados en –mente Son adverbios que, en general, derivan de adjetivos. Cuando el adjetivo del que derivan lleva tilde, el adverbio la conserva en la misma sílaba. Ejemplos: común / comúnmente, difícil / difícilmente, atenta / atentamente. Palabras compuestas Se forman a partir de la unión de palabras diferentes. Llevan tilde o no de acuerdo con las reglas generales de tildación. Ejemplos: décimo + séptimo = decimoséptimo (esdrújula, | lleva tilde); río + negro = rionegrino (grave sin tilde). 1. Leer el texto y colocar las tildes que faltan. L uego justificar por qué llevan : Si. Lo que mas me gustaba de las tardes de invierno, eran los riquísimos brownies que hacía mi abuela materna para acompañar el infaltable te de las cinco. Para mi eran un manjar. Todavía se me hace agua la boca cuando me acuerdo. Mas no se hacerlos. ¡Que lástima no haber aprendido! Si ahora quisiera prepararlos, no tengo quien me de la receta.

Actividades:

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2. Colocar la tilde diacrítica donde corresponda. Este lápiz es de el. El jefe lo recibió. Tu auto está roto. Me gusta el te de tilo. No se la respuesta. No le de esa noticia. Si, iré a tu casa. Quiero mas refresco. Tu eres mi amigo. Mi tío llegó ayer. Te lo dijo mas no lo oíste. Estoy seguro de esto. Por ahora no se tomarán vacaciones. Este es mi hermano. Este libro es para mí. Si vas a venir, avísame. 3. Completar las oraciones con los monosílabos del recuadro.

Franz Müller había sido elegido para ejecutar............concierto en............bemol para piano y orquesta..............se desmayó cuando escuchó la noticia, pero rápidamente volvió en................ Es............composición favorita, ¿verdad? Nadie como............para rendir homenaje al virtuoso compositor. 4. Escribir, en sus carpetas, junto a cada adverbio , el adjetivo del que deriva y verificar si deben tildarlos. comunmente - eficazmente - espontaneamente - generalmente - felizmente sabiamente - rapidamente - instantaneamente - timidamente explicitamente - calidamente – absolutamente - dificilmente – completamente 5. Escribir la palabra que se forma a partir de la siguiente unión y tildarlas según corresponda

6. Al siguiente texto, le faltan todas las tildes. Colocarlas y luego expliquen por qué tildaron o no las palabras destac adas. -Si, ya se quien es el que llama. Decile que , si quiere que volvamos a ser amigos, me pida disculpas a mi personalmente, no por telefono -le dijo Mora a su mama. El lio comenzo cuando Mora se entero de que sus compañeros habían ido al cine sin avisarle. Ella no sabia que, en realidad, Ariel se habia comunicado telefonicamente y que le habia dejado mas de un mensaje para invitarla (aun cuando el sabia que su compañera estaria ocupada con otras actividades), mas el hermanito de Mora se habia olvidado de comunicarselo. Aun los chicos no hablaron con ella, pero todos saben que, en cuanto ella se de cuenta de su error , el problema se solucionara .

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El hombre a través del trabajo fue transformando su entorno y también fue transformándose a sí mismo. Este trabajo transformador, creador, estaba fundamentado por necesidades a resolver. Esta necesidad, en un momento muy avanzado del desarrollo humano, fue la de transmitir mediante símbolos sus conocimientos, hábitos y costumbres, creencias, problemas, etc. El perfeccionamiento de este mecanismo de simbolización generó la escritura. Sobre este soporte técnico creado por el trabajo, el hombre continuó explicándose el mundo. La continuidad científica de cada estadio del hombre en relación a sus medios de reproducción estaba garantizada por esta nueva tecnología. Gracias a la escritura el hombre ha transmitido sus orígenes generación tras generación. Con el correr del tiempo, los cambios producidos en la sociedad moderna influyeron en la vida del hombre común y, también, en la literatura. A fines del siglo XVIII, principios del XIX, surgió otro tipo de relato con características diferentes. En éstos, se perdía el anonimato y la intención didáctica. Hizo su aparición el autor individual, el escritor, quien puso énfasis en otros aspectos: el valor estético y los conflictos sociales, económicos, políticos, emocionales, etc. Estas historias, que se conocen como cuentos modernos, se fijaron por escrito, ya que surgieron en otro momento de la historia de la cultura. Algo muy grave va a suceder en este pueblo Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: "No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo". El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: "Te apuesto un peso a que no la haces". Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Y él contesta: "Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo". Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá, o una nieta o en fin, cualquier pariente, feliz con su peso dice y comenta: -Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto. -¿Y por qué es un tonto?

La escritura

El cuento moderno

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-Porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. Y su madre le dice: -No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen... Una pariente oye esto y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero: "Deme un kilo de carne", y en el momento que la está cortando, le dice: "Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado". El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar un kilo de carne, le dice: "Mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas". Entonces la vieja responde: "Tengo varios hijos, mejor déme cuatro kilos..." Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde alguien dice: -¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo? -¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor! Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos. -Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor. -Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor. -Sí, pero no tanto calor como ahora. Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: "Hay un pajarito en la plaza". Y viene todo el mundo espantado a ver e! pajarito. -Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan. -Sí, pero nunca a esta hora. Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. -Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. Hasta que todos dicen: "Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos". Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: "Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa", y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, le dice a su hijo que está a su lado: "¿Viste, mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?".

Gabriel García Márquez Kilómetros de amor En el preciso instante en que Francisco vio por primera vez a Marina Montero, los ojos se le salieron de las órbitas, el corazón le empezó a latir a la velocidad de la luz y la mandíbula inferior se le separó unos diez centímetros de la superior. Pablo, su amigo, fue testigo y diagnosticó que Francisco sufrió un ataque súbito de enamoramiento incondicional y fulminante agravado por un

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cuadro de babeo intermitente. Si Pablo, que estaba con él, no lo hubiera zamarreado, Francisco no habría reaccionado nunca ni habría podido volver a juntar la mandíbula inferior con la superior, lo cual hubiera sido bastante incómodo. Yeso que Marina pasó delante de él sin dirigirle ni siquiera una mirada aunque más no fuera de reojo. Pero eso no le importó a Francisco, que después de varios suspiros, recobró el habla y pudo balbucear solamente dos palabras: -Estoy enamorado. Fue suficiente para que Pablo confirmara su diagnóstico. Lo que era increíble era que "eso" le hubiera ocurrido justamente a Francisco, que era el más medido de todos sus amigos. Nunca gritaba los goles cuando iban a la cancha. Jamás decía una mala palabra. No se desesperaba cuando algún profesor llegaba de improviso con esa expresión maléfica e inconfundible y decía la temida frase: "Saquen una hoja". Era el único que tenía las carpetas prolijas, con las hojas ordenadas y numeradas, y siempre estaba vestido impecablemente, como si acabara de salir de la tintorería. Nadie podía imaginar que ese ser perfecto e inconmovible pudiera perder la razón y convertirse en un fantasma que deambulaba por los corredores de la escuela buscando a Marina sólo para verla pasar. Porque Marina sólo pasaba delante de él y lo ignoraba completamente. A todos les llamó un poco la atención el cambio brusco en la personalidad de Francisco, que empezó a ofrecerse para ir a buscar tizas, borradores, mapas de Asia con división política, globos terráqueos, vasos de agua, aspirinas, trapos de piso, láminas del aparato digestivo de las tortugas, pelotas de fútbol, colchonetas, instrumentos musicales, reglas, transportadores, compases y cualquier otra cosa que necesitaran los profesores y que le diera la posibilidad de salir de clase para acercarse como una sombra hasta el aula de Marina y espiarla por la cerradura. Lo único que consiguió con ese peregrinaje fue averiguar el nombre y apellido de su amada, después de sobornar a uno de los compañeros, el gordo Antúnez, con tres sánguches de milanesa. Quizá fue a causa de ese vagabundeo incesante que Francisco, indiscutido mejor alumno de tercer año y candidato firme a abanderado, se olvidó de la conjugación de los verbos irregulares y de la clasificación de los vertebrados, empezó a confundir las campañas de Napoleón con las de Julio César, cambió de lugar los ríos de Europa y se enredó entre los cálculos pues no podía recordar ni siquiera la tabla del dos. El día en que le preguntó a Pablo por la hipotenusa de los círculos, su amigo comprendió la gravedad de su estado. -No es posible que sigas así -le dijo Pablo, poniéndole una mano en el hombro. -Estoy enamorado -le respondió Francisco con una voz deshilachada, capaz de conmover a un tiranosaurio rex-. Necesito tu ayuda. Era indudable que necesitaba ayuda. No hacía falta que lo dijera. Bastaba mirarlo para darse cuenta: despeinado, ojeroso, demacrado, con la corbata torcida, la camisa arrugada y un zapato de cada color. Fue entonces cuando Pablo comenzó a elaborar un plan de acción para que su pobre amigo pasara de la categoría de piltrafa a la de pretendiente respetable. Basándose en sus profundos conocimientos sobre el tema y en su experiencia de cuatro novias y dos romances frustrados, Pablo le recomendó, en primer lugar, que dejara de errar como un alma en pena por toda la escuela

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acarreando material didáctico y, en segundo lugar, que renunciara definitivamente a espiar a Marina por la cerradura. -Tenemos que conseguir que Marina te mire -le dijo Pablo con la misma seriedad con la que Einstein debe haber explicado su teoría de la relatividad. -Sí -aceptó Francisco, entusiasmado-. Pero, ¿cómo? -En el próximo recreo -prosiguió Pablo, mientras dibujaba un plano para hacer más gráfica la explicación-, vamos a ir directamente hacia ella. Tenemos que interceptarla en el pasillo sur, a la altura de la escalera. Allí hay poco espacio y confluyen los alumnos del primer piso con los de la planta baja. Manteniendo el curso, es inevitable que quedes frente a ella y que tengas oportunidad de decirle algo. El plan era simple: cruzarse con Marina para que Francisco le hablara. Pero Francisco quedó impresionado por la estrategia y por el vocabulario específico y sentía que el plan de Pablo estaba a la altura de la campaña de San Martín para cruzar la Cordillera de los Andes y libertar a Chile y a Perú. Francisco pasó toda la hora contando los segundos que faltaban para que sonara el timbre. El recreo llegó por fin y Francisco empujó a Pablo hasta el pasillo sur, donde esperaron hasta que, en el otro extremo, se asomó Marina, que venía charlando con dos compañeras. -Ahora -le indicó Pablo a Francisco, calculando el momento exacto para que el encuentro se produjera en la parte de mayor tráfico del pasillo, de manera que el tumulto le diera la posibilidad de estar frente a ella el tiempo suficiente como para que se produjera el milagro. Avanzaban con cierta dificultad, porque tal como lo había pronosticado Pablo, había muchos alumnos empeñados en desplazarse en ambas direcciones. Cada vez estaban más cerca. Casi se podían oír los latidos del corazón de Francisco cuando ya sólo los separaban del objetivo tres, dos, un alumno... Blanco perfecto. Francisco y Marina estaban frente a frente aunque ella, que seguía conversando con sus compañeras, no le dirigió ni una mirada de lástima. Durante unos segundos, que a Pablo le parecieron interminables, estuvieron ahí apretujados, sin que Francisco hiciera el menor movimiento para llamar la atención de Marina. Cuando Pablo vio que la mandíbula inferior de Francisco comenzaba a desprendérsele peligrosamente de la superior, decidió intervenir y lo empujó contra ella. El golpe trajo a Francisco de nuevo a la realidad y logró el efecto deseado. Marina lo miró. No fue una mirada inolvidable, ni llena de pasión. Pero una mirada es una mirada y antes de que murieran aplastados, Pablo le dio un codazo a Francisco para que le dijera algo. -Perdón. Ho... ho... la... Soy Fran... fran... cis... co. El discurso de Francisco no fue como los de Demóstenes, ese griego tartamudo que se ponía piedras en la boca para superar su defecto y que llegó a ser el mejor orador de Atenas. Pero fue suficiente para que Marina le respondiera: "No es nada, Francisco", y continuara su camino dando por concluido el encuentro y la conversación. Francisco estaba pálido y temblaba como una hoja. Pablo tuvo que arrastrarlo hasta el baño y mojarle la cara con agua fría para deshacer el hechizo. -Me miró -balbuceaba el pobre-. Y me habló. Pronunció mi nombre. Y fue lo último que dijo porque entró en un estado de letargo por el resto de la mañana.

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A las once de la noche, Pablo estaba profundamente dormido soñando que lo convocaban para jugar en la selección de fútbol cuando sonó el teléfono. Fue a atender como un sonámbulo. -Pablo -dijo Francisco-. ¿Mañana vamos a hacer lo mismo? Pablo no podía terminar de despabilarse y mientras bostezaba una y otra vez, trataba de que su cerebro se despertara para entender lo que Francisco le decía. -¿Qué cosa? -Interceptar a Marina en el corredor para que pueda mirarme -le explicaba Francisco con un entusiasmo admirable considerando la hora en que se desarrollaba esa conversación telefónica-. Como ya sabe mi nombre, porque dijo mi nombre, ahora puedo decirle algo más. Por ejemplo: "¿Cómo te va?", o a lo mejor, "¿Qué tal?", o quizás... Pablo decidió interrumpir el delirio verborrágico de Francisco antes de que amaneciera y para serenarlo y poder regresar a la cama y a sus sueños de fútbol, le dijo con el tono de un experto en la materia: -No, no vamos a hacer lo mismo. Con las mujeres hay que ser creativo porque si no, se aburren enseguida. Lo más importante es el factor sorpresa y, fundamentalmente, la exageración. Eso. La exageración. Tenés que demostrarle que tu amor es lo más grande del mundo, que son toneladas, hectolitros, kilómetros de amor. ¿Entendiste? Entendió. Fue Pablo el que nunca terminó de entender cómo unas palabras dichas a las once de la noche podían desatar una reacción en cadena peor que la que hace explotar a una bomba atómica. Porque algo parecido a eso fue lo que le pasó a Francisco, a quien encontró a la mañana siguiente entre la multitud de alumnos que se agolpaban en la puerta de la escuela, observando un pasacalles GIGANTE. Sí, gigante. Porque no era un pasacalles humilde de esos que van de una vereda a la otra. Éste se extendía de esquina a esquina y en él se podía leer un "MARINA, TE AMO" enorme, grandioso, descomunal, ciclópeo. -¿Qué te parece? -le preguntó Francisco, sonriendo. -¿De dónde sacaste eso? -le dijo Pablo, señalando el coloso de Rodas de los pasacalles. -Lo hice yo -le respondió Francisco, orgulloso-. No dormí en toda la noche preparándolo. Cosí como veinte sábanas y gasté doce litros de pintura. No me digas que no tomé al pie de la letra tus indicaciones. Si con esto Marina no se da cuenta de que mi amor por ella es lo más grande del mundo... Desafortunadamente para Francisco y para Pablo, Marina no se dio cuenta. Porque el lamentable estado de perturbación emocional en el que se encontraba Francisco no le permitió evaluar las fallas de su mensaje. En primer lugar, no estaba firmado. En segundo lugar, en el colegio había varias Marinas. De manera que ese día, Marina Martínez de 1° B, Mar ina Aráoz de 1° C, Marina Villar de 2° A, Marina López de 3° B, Marina Sánchez de 4° C, Marina Bermúdez de 5° A y hasta la profesora de Música, Ma rina Sosa, se disputaron a capa y espada la existencia de un enamorado capaz de tamaña demostración de amor. Pero Marina Montero, de 2° B, no se dio por aludida. Ni siquiera salió a los recreos. De manera que el pobre Francisco, que a pesar de las recomendaciones, ruegos, súplicas y amenazas de Pablo, la esperó en el pasillo sur y sobrevivió misteriosamente a las avalanchas de alumnos, no pudo verla ni una sola vez. Esto le produjo una seria depresión de la que salía intermitentemente para dibujar corazones en la página 67 del libro de Biología.

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-¿Qué voy a hacer ahora? -sollozaba cuando se le terminaron los espacios libres de la página 67 y tuvo que dibujar corazones en la página 68. Estaba tan angustiado que Pablo temió que recayera en el acarreo de material didáctico o en el espionaje de cerraduras, por lo que optó por la única solución que se le ocurrió para que su amigo no perdiera la poca dignidad que le quedaba: lo ilusionó. -Seguramente quedó apabullada por la magnitud de tu amor -dijo Pablo, sin medir las consecuencias de sus palabras. Francisco revivió. -¿Te parece? -preguntó, con los ojos inundados de esperanza-. Entonces, ¿no está todo perdido? Pablo suspiró. No iba a ser fácil su vida de ahí en adelante. -No -respondió-. No está todo perdido. Pero te lo advierto. De aquí en más, nada de locuras. Hay que actuar cerebralmente. ¿Está claro? Francisco lo abrazó y prometió obedecerlo en todo. Durante varios días, el amor de Francisco pareció apaciguarse y no había ninguna manifestación evidente de su amor, aunque ya había llegado a la página 98 del libro de Biología, dibujando corazones entre las ilustraciones de la germinación del poroto, la vejiga natatoria de los peces, las cadenas alimentarias y los ecosistemas en peligro. Por un momento, Pablo creyó ingenuamente que esta leve mejoría era un signo inequívoco de que se le estaban regenerando las neuronas incineradas por el exceso de pasión. Pero no fue así. Y lo comprobó cuando Francisco llegó una mañana eufórico con un papel en la mano. -Es mi oportunidad -gritaba-. El baile. Va a ir al baile. Ella y yo. Es perfecto. A Pablo le costó mucho hilvanar las oraciones de Francisco, pero al leer el papel todo se aclaró. Los alumnos de quinto año organizaban un baile para recaudar fondos para el viaje de egresados y Francisco, gracias a un soborno de una docena de medialunas, había obtenido del gordo Antúnez la información: Marina iba a asistir con sus amigas. -Tengo que aprender a bailar -decía Francisco, acariciando las dos entradas que, por supuesto, ya había comprado para Pablo y para él. No fue fácil enseñarle a bailar, porque Francisco tenía la gracia de un palo de escoba y por más que ensayaban horas y horas, sus movimientos se parecían más a los de una danza ritual zulú que a los de un baile moderno. Pero tampoco era cuestión de pretender convertirlo en Julio Bocca, así que el sábado del baile, a la tarde, Pablo le dijo resignado que lo hacía muy bien y le dio las últimas recomendaciones. -No te vistas demasiado formal. Nada de traje y corbata. Es muy antiguo. Algo más llamativo, más actual. ¿Entendiste? -Sí -respondió él con un brillo indefinido en la mirada-. Te dije que te iba a obedecer en todo. A las diez de la noche, Pablo lo aguardaba impaciente en la puerta del salón en el que se realizaba el baile. Todos los alumnos de la escuela habían asistido, pero de Francisco, ni noticias. A las diez y veinte, Pablo decidió entrar pensando que quizás había llegado antes y su ansiedad le había impedido esperarlo. No estaba. Pablo lo buscó por todos lados y vio a Marina con sus amigas conversando en un rincón. A las once menos diez pensó que su amigo se había arrepentido. En ese momento, un murmullo general recorrió el salón y todas las miradas se

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dirigieron a la puerta. Allí estaba Francisco, o lo que alguna vez había sido Francisco, con un jean andrajoso, botas de cuero con tachuelas, una musculosa de colores flúo, una campera de cuero, anteojos negros y los pelos todos parados con toneladas de gel en los que se destacaba un mechón anaranjado que caía sobre su frente. Un mamarracho, bah. Cuando vio a Pablo, se le acercó caminando como un vaquero del lejano oeste al que le robaron el caballo. Pablo deseó con todo su corazón que la tierra se abriera a sus pies y se lo tragara, pero no tuvo suerte. Francisco lo saludó con un aire triunfal: -¿Qué tal estoy? -Te dije que te pusieras algo llamativo y actual, pero esto es... Francisco no lo escuchaba, porque en ese momento, vio a Marina y fue hacia ella como un kamikase. -¿Bailamos? -le dijo. Marina lo miraba como si fuera un personaje escapado de una película de terror. Todos los que estaban en el salón observaban la escena. La música había cesado y reinaba un silencio capaz de destruirle los nervios a Terminator. -¿Bailamos? -repitió Francisco, ajeno a lo que pasaba a su alrededor. -¡¡¡NOOOOÜ! -gritó Marina, con los ojos llenos de lágrimas y corriendo a esconderse al baño seguida por sus amigas. Francisco se fue desintegrando de a poco. Primero se le cayó la sonrisa, después, los brazos y, por último, el mechón anaranjado. Entonces dio media vuelta y reptó hasta la salida, como un gusano aplastado por un camión. -Francisco -lo llamó Pablo antes de que se perdiera en las sombras de la noche más oscura de su vida. Pero no le respondió. El lunes siguiente Pablo llegó temprano al colegio. Había intentado comunicarse con Francisco todo el domingo, pero nadie atendió el teléfono. Pablo pensó que su amigo no podría soportar el bochorno de regresar a la escuela después de semejante estupidez y había decidido un viaje relámpago a la selva amazónica para ser devorado por los caníbales. Pero no. Llegó puntualmente, con su uniforme impecable y ningún rastro visible de su mechón anaranjado. Obviamente, el tema obligado de esa jornada fue el papelonazo de Francisco durante el baile, pero él soportó estoicamente las burlas y las bromas y no dibujó ni un solo corazón en el libro de Biología. -¿Estás bien? -le preguntó Pablo, preocupado por esa actitud de indiferencia absoluta. -Perfectamente -le contestó. Cuando terminó la cuarta hora, salieron al recreo y exactamente en la mitad del pasillo sur, se toparon con Marina y sus amigas. La multitud que transitaba por allí se detuvo a contemplar la escena, digna de un teleteatro. Los dos se miraron fijamente durante diecisiete segundos y medio, hasta que Francisco, el mejor alumno, el candidato a abanderado, el medido, el que siempre tenia la carpeta prolija y ordenada, rompió el silencio: -Quiero pedirte disculpas por lo del sábado. Me porté como un tonto y te puse en ridículo frente a todos. Solamente quería llamar tu atención porque estoy enamorado de vos. Valiente, Francisco. Como si se encontraran en un partido de tenis, las miradas se dirigieron a Marina.

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-Sólo tenías que ser como sos -murmuró ella, dándole un beso en la mejilla y arrancando los aplausos de todos, los que estaban apretujados en el pasillo, los que se colgaban de la baranda de la escalera y los que de cualquier forma querían presenciar el desenlace de esta historia de amor alocado. Y Francisco y Marina fueron felices. La verdad es que no sé si comieron perdices, pero siguieron dibujando corazones en las páginas del libro de Biología, de Historia, de Matemática, de Lengua y en las de todos los libros, porque les aseguro que hay que dibujar muchos corazones para llenar las toneladas, los hectolitros, los kilómetros de amor que tiene esta historia.

Liliana Cinetto

La maldición La muerta de peor carácter de todo el cementerio era Ana Maidana de Quintana. En vida, Ana había sido maestra y directora de escuela. Al cementerio había llegado hacía sólo un mes y los problemas con ella comenzaron ese mismo día. Tras un breve paseo entre las tumbas, Ana tuvo una reacción inesperada: se puso a gritar enojada. Su enojo se debía a una leyenda que vio en una placa de bronce: ¡José, te fuistes, pero sigues vivo en nuestros corasones! - "¿Fuistesss" -pronunció Ana, exagerando la ese-. "¿Corasssones?" Siguió caminando y a pocos metros otra leyenda llamó su atención: Cristina: te recuerdan tu esposo, higos y nietos. -¿Higos? ¿Los higos recuerdan a Cristina? -dijo Ana, llena de bronca-. ¿Qué higuera da higos con sentimientos? Enseguida la espantó el texto de otra lápida: ¡Querida esposa: nos reuniremos en el más halla y ceremos felices como acá! Pero lo que terminó de ponerla frenética fue su propia tumba en la que había varias placas de bronce. En una de ellas, decía: En memoria de Ana de Quintana, maestra egemplar, que nos encenió todo lo que savemos. Sus ex alunos que tanto la lioran. -¡Ahhhh! -fue el interminable grito de Ana, que les erizó la piel y les puso los pelos de punta a los muertos y a los vivos de diez kilómetros a la redonda. Eran las siete de la mañana. En ese momento, el encargado del cementerio, el señor Héctor Funes, tomaba mate con el sepulturero, señor Héctor Pozos, y el ven-dedor de flores, señor Héctor Clavel. Eran los únicos seres humanos vivos presentes en el cementerio en hora tan temprana y, aunque no podían escuchar el grito de un muerto, sí experimentaron un profundo escalofrío. El fuego del calentadorcito se apagó, los pájaros huyeron de los árboles, y un silencio de sepulcro cubrió la escena. -Un muerto ha entrado en cólera -anunció sombrío Héctor Funes, que después de treinta años de ejercer como encargado del cementerio sabía todo lo que se puede saber sobre los muertos. Héctor Pozos se puso pálido como una lápida de mármol y su vista quedó fijada en la ahora inexistente llama del calentadorcito. Héctor Clavel saltó a su bicicleta y no dejó de pedalear hasta llegar a su casa. Mucho se habló ese día sobre esa desagradable sensación experimentada por

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todos en la ciudad, pero mucho más se dijo en los días siguientes, cuando comenzaron a registrarse extraños sucesos. Un quinto grado completo fue perseguido por un libro de gramática que trataba de morderles la cabeza a los pequeños. A una chica le apareció escrita en la panza la leyenda "las palabras terminadas en aba se escriben con b" Un carnicero, que acababa de escribir un cartel anunciando "Azado espesial", fue atacado por una tira de chorizos que envolvió su cuello como una boa constrictora y trató de asfixiarlo. Un señor en cuya casa había un cartel que decía "Electrisidad", fue perseguido dos cuadras por una plancha voladora que trató de quemarle las nalgas. La ciudad estaba bajo los efectos del pánico. Nadie entendía a qué se debían los ataques paranormales. Los únicos que tenían un plan para intentar remediar aquello eran los héctores. Héctor Funes, Héctor Pozos y Héctor Clavel estaban preocupados porque ya casi nadie visitaba el cementerio. Los pocos que lo hacían, pasaban rápido por la tumba de su pariente y no compraban flores ni dejaban propinas. Hubo fallecidos que fueron enterrados en cementerios de localidades ubicadas a 50 o 100 km de allí. El cementerio de los Héctores se desbarrancaba económica y moralmente. Un día los Héctores compraron pinceles, pinturas y una edición usada de Dudas y errores frecuentes del idioma castellano, un pequeño manual. Durante una jornada completa se dedicaron a corregir los errores en las lápidas y una noche, sin que nadie los viera, acarrearon baldes y una escalera por toda la ciudad hasta corregir todos los carteles con errores. Al principio la gente observó con extrañeza las correcciones en los carteles, pero reaccionó con más temor cuando una maestra jubilada, dijo: -¡Es el fantasma de Ana Maidana de Quintana! Sólo ella podría hacer algo así. Los tres héctores se juramentaron para no contar nunca la verdad. Ana volvió a su tumba y se quedó tranquila. Con el tiempo la gente olvidó los ataques fantasmales y volvió a visitar normalmente el cementerio. Pero para los héctores las cosas ya no volvieron a ser como antes: como contagiados por una maldición (¿la maldición de Ana Maidana de Quintana?), cada vez que veían un error no podían dejar de correr a corregirlo.

Ricardo Mariño

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1) Completar el siguiente cuadro comparativo entre cuentos populares y cuentos modernos:

CUENTOS

POPULARES

CUENTOS

MODERNOS

AUTOR

PERSONAJES

FINALIDAD

TRANSMISIÓN

OTRAS

CARACTERÍSTICAS

La maldición

1. Extraer del cuento todas las palabras escritas con errores que enojaron a Ana. Luego escriban al lado su forma correcta.

2. Explicar qué relación existe entre el apellido y la profesión de cada

Héctor. 3. Escribir las acciones que faltan y colocarlas en orden.

Cuando el fantasma de Ana se enojó: • Los chicos de quinto fueron perseguidos por un libro de gramática. • Los pájaros huyeron de los árboles. • A una chica le apareció escrita una regla de ortografía en la panza.

Actividades:

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• Se apagó el calentador de los empleados del cementerio. • Una tira de chorizos atacó al carnicero por escribir mal un cartel. • • •

4. Señala la opción correcta colocando verdadero (V) o falso (F) y justificar:

a. Los Héctores idearon un plan porque le tenían miedo al fantasma. b. La gente creyó que la corrección de las faltas era obra del fantasma de Ana. c. El plan dio resultado porque Ana volvió a su tumba y nunca volvió a atacar. d. Los tres hombres continuaron corrigiendo los errores del mismo modo toda su vida. Kilómetros de amor

1. Buscar el significado de “piltrafa” y explicar cuál te parece que sería la diferencia entre “una piltrafa” y “un pretendiente razonable”.

2. Completar las opciones ausentes y tachar las que no corresponden:

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3. Completar el cuadro explicando los cambios que sufrió Francisco cuando se enamoró:

Francisco

Antes

Cuando se enamoró

En su aspecto

personal

En la escuela

4. Imaginar el diálogo entre Francisco y Marina una vez finalizado el

secundario recordando cómo comenzó su noviazgo y escribirlo en la carpeta. (El diálogo debe tener al menos cinco intervenciones de cada uno)

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Una novela es un relato ficcional extenso acerca de lo que les sucede a ciertos personajes en cierto lugar, tiempo y circunstancias. Las novelas presentan mayor complejidad y extensión que los cuentos en cuanto al tratamiento de los personajes y la trama. En las novelas aparecen muchos episodios: algunas historias crecen y se ramifican en otras nuevas. Estructura Debido a que poseen una trama compleja, compuesta por varios episodios, generalmente, las novelas están estructuradas en capítulos y/o partes. Los capítulos pueden estar separados por espacios en blanco, numerados o titulados. Hace mucho tiempo, las novelas contenían un pequeño extracto o resumen del contenido de cada capítulo. ¿Realidad o ficción ? La novela crea una ilusión de realidad. Es decir que los lectores participan de un juego, hacen de cuenta que "creen" que esos hechos relatados ocurren en alguna situación posible. Esto ocurre porque las novelas están escritas de modo tal que "todas las piezas encajan", que las cosas que les pasan a los personajes son coherentes y posibles en las situaciones planteadas. Las situaciones planteadas pueden ser de todo tipo: muy parecidas a la vida cotidiana, como en los relatos realistas, pero también situaciones extraordinarias, con eventos que no suceden en el mundo en el que habitamos, pero que resultan coherentes y armónicos para esos personajes en esos mundos imaginarios a los que pertenecen. A esta cualidad de los relatos de presentar los hechos de un modo armónico y creíble se la denomina verosimilitud.

La novela

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Barozoni, Andrea y otros: Lengua y literatura 1, Buenos Aires, Edelvives, 2007. O. de Serrano Redonnet, M. y otros: Literatura – España, Hispanoamérica y la Argentina en sus letras, San Pablo, Estrada, 2004. Iglesias, María Patricia y otros: Lengua y géneros discursivos 1, Buenos Aires, Puerto de palos, 2005. Bouzas, Patricia y otros: Lengua y géneros discursivos 3, Buenos Aires, Puerto de palos, 2005. Ballanti, Graciela: Lengua 7, Buenos Aires, Santillana, 2004. http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/literaturainfantil/cuentosclasicos/hamelin.asp Villa, Eugenia: La literatura oral: mito y leyenda en http://www.flacsoandes.org/dspace/bitstream/10469/821/13/07.%20La%20literatura%20oral.%20Mito%20y%20leyenda.%20Eugenia%20Villa.pdf http://www.materialesdelengua.org

Bibliografía