comentario de texto descartes2000 2001

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Texto 3: R. DESCARTES El discurso del método , Parte IV. ANÁLISIS Y EXPLICACIÓN DEL TEXTO I. OBJETIVO Y PRINCIPIO DE LA REFLEXION DE R. DESCARTES Descartes ha descubierto que todo el patrimonio del conocimiento humano se asienta no sobre cimientos firmes sino sobre arena y barro; busca hallar un nuevo centro de gravedad en donde este edificio en ruinas que es el conocimiento humano se apoye. He aquí el momento crucial en el que se produce un nuevo giro en la historia de la Filosofía: el punto de apoyo será para Descartes la conciencia, el yo, el sujeto. II. LOS MOMENTOS DEL PROYECTO CARTESIANO II.1. El momento destructivo: la duda metódica II.1.1. El significado de la duda cartesiana. La regla de la evidencia exige comenzar por el ejercicio de la duda misma. Conviene hacer las siguientes precisiones en relación ala noción cartesiana de la duda: a) Es epistemológica, metódica y no escéptica. b) No es afirmación ni negación, sino suspensión del juicio ante la posibilidad de error; es crítica. Es una precaución que se toma. La antigüedad tenía, por así decirlo, miedo a la ignorancia, el hombre moderno se pregunta si los conocimientos que se han ido acumulando desde la antigüedad, no serán, en el fondo, sino errores. 1

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Page 1: Comentario De Texto Descartes2000 2001

Texto 3: R. DESCARTES El discurso del método, Parte IV.

ANÁLISIS Y EXPLICACIÓN DEL TEXTO

I. OBJETIVO Y PRINCIPIO DE LA REFLEXION DE R. DESCARTES

Descartes ha descubierto que todo el patrimonio del conocimiento humano se asienta no sobre cimientos firmes sino sobre arena y barro; busca hallar un nuevo centro de gravedad en donde este edificio en ruinas que es el conocimiento humano se apoye. He aquí el momento crucial en el que se produce un nuevo giro en la historia de la Filosofía: el punto de apoyo será para Descartes la conciencia, el yo, el sujeto.

II. LOS MOMENTOS DEL PROYECTO CARTESIANO

II.1. El momento destructivo: la duda metódica

II.1.1. El significado de la duda cartesiana.

La regla de la evidencia exige comenzar por el ejercicio de la duda misma.Conviene hacer las siguientes precisiones en relación ala noción cartesiana de la duda:

a) Es epistemológica, metódica y no escéptica.

b) No es afirmación ni negación, sino suspensión del juicio ante la posibilidad de error; es crítica. Es una precaución que se toma. La antigüedad tenía, por así decirlo, miedo a la ignorancia, el hombre moderno se pregunta si los conocimientos que se han ido acumulando desde la antigüedad, no serán, en el fondo, sino errores. Por eso, no tiene miedo a la ignorancia y sí a algo peor: al error, al engaño. Y justamente para no errar es por lo que entra en la duda.

c) Descartes entra en la duda para no caer en el error, pero siempre con la intención de salir de ahí mediante una certeza. La duda cartesiana, pues, no es tanto un punto de llegada, resultado del cansancio intelectual, como en el escepticismo, como un punto de partida para encontrar después una certeza, una verdad indudable desde la que anularla.

d) En Descartes la duda es el resultado de la aplicación de la primera de las reglas del método, la de la evidencia.

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e) El fundamento de la duda es la libertad humana. Así, si podemos dudar de algo es porque, en último término, somos libres frente a ese algo. Toda duda, constituye un acto de libertad.

f) La duda expresa la finitud, la limitación e imperfección del conocer y del ser humanos. En efecto, un ser perfecto no duda.

II.1.2. Los niveles de la duda

Ha llegado el momento de repasar la ingente cantidad de información que hay tenemos a fin de asegurarnos acerca de cuáles, de entre todos estos conocimientos, pueden ser considerados como verdaderos y cuáles no. De este modo, procediendo metódicamente, comienza por establecer un primer nivel de duda: ¿Son fiables los sentidos como fuente de información y conocimiento?. En algunas ocasiones se ha dado el caso de que, tratándose de algo poco patente y muy alejado, he padecido confusiones. p. ej., ayer saludé a una persona creyendo que se trataba de otra. Pero, claro, que no pueda fiarme de los sentidos respecto a cosas alejadas y poco sensible no quiere decir que no estoy seguro de ciertas cosas, como p. ej., que mis dedos teclean el teclado de la máquina o que el cuadrado tiene cuatro lados. Pero, ¿puedo afirmar con absoluta certeza que esto es así?

Segundo nivel de duda: mientras duermo y sueño las cosas se me presentan como reales; si permanezco en vigilia las casas también se me presentan como absolutamente reales. Entonces, ¿cómo saber, con absoluta certeza, si lo que ahora veo, oigo, etc, es real o producto del sueño?. Aquello sobre lo cual recae la duda es sobre lo que llamamos mundo exterior.

Pero, aunque yo pueda dudar del mundo exterior no significa que un cuadrado deje de tener cuatro lados. Esto es cierto tanto si estoy dormido como si estoy despierto. ¿Es esto así?

Tercer nivel de la duda: la hipótesis del genio maligno. Según esta hipótesis, Descartes se pregunta si no habrá un genio tan astuto como poderoso, que ha puesto todo su empeño en engañarnos; que estamos en el error, incluso cuando contamos y decimos que son cuatro los lados de un cuadrado y tres los de un triángulo. El famoso genio maligno de Descartes es una posibilidad, no una realidad; una hipótesis no una tesis; un artificio, un experimento mental para contrarrestar la inercia del sentido común y probar la fuerza de cada verdad.

Significa que tal vez nuestro entendimiento está constituido de tal manera que se haya condenado a errar siempre, como si se tratara de una máquina defectuosa produce objetos todos ellos defectuosos.

Esta duda extraordinaria, en el fondo, resulta expresión de la certeza que Descartes anda buscando, una certeza absoluta y no relativa, con la que guarda relación. En efecto, cuanto más atrevida sea la duda y más cosas coloque bajo sospecha, tanto más fuerte será la certeza que, en su momento, triunfe sobre ella.

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Ya no se trata de cuestionar el valor de la información obtenida a través de los sentidos, sino la razón y las verdades matemáticas. Descartes, matemático y filósofo, parece decirnos, pues, que la duda filosófica puede relativizar cualquier certeza matemática; que la filosofía, por tanto resulta más fundamental que las matemáticas.

Y es que la hipótesis del genio maligno constituye un ensayo que pone a prueba la capacidad de la razón, de acuerdo con una exigencia típicamente racionalista. Al suponer la existencia de un ser más poderoso que él, cuyo objetivo es engañarle, Descartes ha dudado, con su razón, de su propia razón, mostrando, simultáneamente, las posibilidades y los límites de la razón humana.

Por último, la hipótesis del genio maligno, en un sentido, no comporta peligro alguno, ya que sólo afecta al conocimiento, a la pura teoría, y no a la acción, es decir, a la vida práctica.

III. Momento constructivo

III.1. EL Cogito cartesiano

Descartes está sumido en la más profunda duda, pero he aquí que advierte que hay una evidencia más cierta y segura que la evidencia de las mismas verdades matemáticas, una certeza acerca de la cual nadie podría hacerle dudar. Esta certeza indudable es laevidencia de su propia existencia. En efecto, puedo dudar de todo lo que quiera, pero no puedo dudar de que existo mientras dudo. Así, si dudo, si me engaño, si sueño, por lo menos existo, aunque sea como algo que duda, se engaña o sueña. Para pensar, para dudar, se necesita ser, existir. Por tanto, mi conciencia implica existencia. En consecuencia, existo como una "cosa que piensa". Descartes expresa esa verdad con la famosa fórmula "pienso, luego existo", que no debe ser malinterpretada, pues en ella no encontramos conclusión alguna de ningún razonamiento, sino la intuición de una evidencia. Esta fórmula tiene la virtud y el privilegio de conectar, inmediatamente, el acto de pensar o de dudar, con la certeza de la existencia como contenido necesario de ese acto. Hace surgir, a partir del movimiento mismo del pensamiento y de la duda, y en un instante, el ser y la certidumbre: de ahí la fuerza irresistible de su evidencia.

EL COGITO: Sus dimensiones, las reglas.

Siguiendo el modelo matemático hay que partir de un primer axioma cuya verdad sea evidente. Este principio es el cogito.

Podemos distingur tres aspectos del significado del primer principio:

a. Antropológico.

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El primer principio de la filosofía cartesiana se refiere al hombre. Con ello, formula Descartes el antropomorfismo que caracterizará a la modernidad frente al teocentrismo medieval. La subjetividad aparece como el fundamento del conocimiento y de la moral.

b. Metodológico. El cogito se constituye como el punto de partida de un sistema deductivo.

c. Ontológico. Se presenta resuelto en res cogitans, “una cosa que piensa”.

d. Epistemológico. Es criterio de certeza y fuente de donde emanan los principios de todas las demás ciencias. Es la evidencia misma, modelo de cualquier otra.

EL METODO

1. Definición.- Unas reglas ciertas y fáciels, gracias a las cuales todos lo que las observen exactamente no tomarán nunca por verdadero lo que es falso, y alcanzarán sin fatigarse con esfuerzos inútiles sino acrecentando progresivamente su saber, el conocimiento verdadero de todo aquello de que sean capaces” (Reglas, 4).El método permite: a. Evitar el error, b. Es un ars inveniendi.

2. Todas las reglas del método se resuelven en estas cuatro:

a. Regla de la evidencia.- “No admitir como verdadero cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era”.b. Regla del análisis.- “Dividir cada de las dificultades que examinamos en tantas partes como fuese posible, y cuantas requiriese su mejor solución”. c. Regla de la síntesis. “Conducir ordenamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más faciles de conocier, para isr ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos, y suponiendo un orden aun entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros”d. Regla de la enumeración o comprobaciones. “Hacer en todo momento enumeraciones tan completas, y revisiones tan generales, que estuviera seguro deno olvidar nada”. (Discurso del método)

Las tres sustancias.

4.1.- El yo (Res cogitans).

Pero no es suficiente con deducir ese criterio. Al fin y al cabo, claridad y distinción son dos notas de las que ya se habló en la primera parte del Discurso. El análisis del "cogito" debe proporcionarnos algo más que un criterio de certeza. La primera intuición intelectual, que sirve de punto de partida para toda la nueva filosofía, ha de enseñarnos algo más.

En efecto, todavía en la cuarta parte del Discurso, después de aceptar la evidencia del "cogito" como el «primer principio de la filosofía que andaba buscando», Descartes prosigue su análisis examinando qué es el yo que se descubre en el "cogito": «conocí que yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que no necesita para ser de lugar alguno, ni depende de cosa alguna

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material». El mundo, el propio cuerpo, están aún sometidos a la duda: no sabemos aún con seguridad nada de ellos. En cuanto al yo, queda reducido a razón, a pensamiento, de tal forma que tal vez «si cesase por completo de pensar, cesara al propio tiempo por completo de existir». El yo es pensamiento puro, es una "res cogitans", una sustancia pensante. Y de momento no podemos saber nada más acerca del hombre: la existencia del alma se vuelve más evidente, más fácil de conocer que la del cuerpo.

4.2.- Dios (Res infinita ).

«A continuación, reflexionando sobre el hecho de que dudaba y que, por consiguiente, mi ser no era del todo perfecto, pues advertía claramente que era mayor perfección conocer que dudar, traté de indagar dónde había aprendido a pensar en algo más perfecto de lo que yo era, y conocí con evidencia que debía ser de alguna naturaleza que fuese, en efecto, más perfecta».

Siguiendo el orden en que el pensamiento percibe las verdades, tras la investigación del sujeto del conocimiento, Descartes pasa a demostrar la existencia de Dios, primer objeto del conocimiento. Para ello, parte de nuevo del hecho de la duda: si dudo, soy imperfecto. Pero al mismo tiempo, sé que tengo la idea de perfección. Tal idea no puede salir de mí mismo, luego la ha debido poner en mí alguien que sea en sí mismo más perfecto que yo.

Descartes presenta otras dos pruebas de la existencia de Dios (otra basada en la idea de perfección, y el argumento ontológico) que conviene leer en la parte cuarta del Discurso del Método. Y es que la existencia de Dios tiene una función considerable en la metafísica cartesiana: Dios no puede engañar, pues el engaño procede siempre de algún defecto. De ello se sigue que la luz natural del espíritu es recta, no viciada o perversa, puesto que es creada por Dios.

Solo ahora queda definitivamente fundado el criterio de certeza: no es posible que me equivoque en las cosas que me parecen evidentes porque el error provendría de Dios. La veracidad divina garantiza, pues, el valor de las ideas claras y distintas: lo que concibo claramente es tal como me lo presento. El error no puede tener otra causa que nuestra imperfección, es decir, la falta de claridad en nuestras ideas o la precipitación en nuestros juicios.

4.3.- El mundo (Res extensa).

Ya no nos queda más que demostrar o deducir la existencia del mundo material, del cual, de momento, aún hay que dudar.

Aparte del yo y de Dios (Res cogitans y res infinita), tenemos también ideas sobre las realidades materiales externas, ideas que formamos a partir de sensaciones. Ya antes se dijo que nuestras sensaciones podrían todas ellas ser engañosas. Y sin embargo, sentimos una inclinación natural a pensar que nuestras ideas sobre el mundo material proceden efectivamente del exterior. Si tal inclinación es natural y Dios es creador de nuestra naturaleza, hay que eliminar la dificultad: Dios no puede engañarnos. Por tanto, nuestras sensaciones han de ser válidas, y han de ser reales los cuerpos que las producen: «hemos de admitir que existen objetos corpóreos».

Ahora bien: la esencia de las cosas materiales no puede ser otra que la extensión geométrica. En efecto, las cualidades sensibles son oscuras y confusas, en tanto que la extensión la concebimos «muy clara y distintamente». Así, podemos imaginar la extensión sin cualidades sensibles, pero no podemos pensar estas cualidades sin la extensión.

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En resumen, sabemos que los cuerpos existen por que Dios no puede engañarnos (conocemos con certeza su existencia); y sabemos que su naturaleza consiste en extensión por que es la única idea clara y distinta que de ellos tenemos (conocemos con certeza también su esencia). Queda pues caracterizada la realidad externa como "res extensa" (y, en consecuencia, la física reducida a geometría, como a continuación veremos).

III.1.1 El planteamiento del problema a partir de la formulación del cogito.

Ahora comienzan los problemas de la filosofía cartesiana. Porque sobre esa certeza, que tenía que funcionar como primera piedra del edificio de la filosofía, no se puede edificar nada. La evidencia de la propia existencia resulta un callejón sin salida, que no conduce a ninguna parte. De este axioma evidente no cabe deducir teorema alguno. En su círculo de certeza, el pensamiento, el sujeto pensante, segarantiza a sí mismo como algo real, pero desde ahí no puede fundamentar o deducir nada. Tal es la soledad o cierre absoluto de la conciencia: a ella le resulta imposible aventurar juicio alguno en relación con otra cosa que no sea su propia existencia. Así, el hipotético genio maligno sólo ha sido neutralizado en parte; pues, aunque no puede engañarnos respecto a nuestra propia existencia, sí puede hacerlo con relación a cualquier otra cosa que caiga fuera del circuito de certeza del yo: ¡y son todas, excepto el yo¡.

Cuatro son los temas que se convierten en problema al no quedar garantizados por la evidencia de la propia existencia. Estos cuatro problemas son: el problema de la existencia del propio cuerpo, el problema de la existencia de los otros, el problema de la existencia del mundo y el problema de la validez de las verdades matemáticas.

III.1.2. La solución del problema

Sólo le queda a Descartes una vía si quiere seguir avanzando en su proyecto inicial: el análisis de su propia existencia en cuanto ser pensante, es decir el análisis de lo que es, pensamiento, y del fruto de la actividad de eso que es, las ideas. El problema es enorme, ya que a Descartes no le queda más remedio que deducir la existencia de cualquier otra realidad a partir de la existencia del pensamiento. Asílo exige el ideal deductivo: puesto que la primera verdad, el primer axioma, el fundamento del criterio de certeza: claridad y distinción, es el "yo pienso", de él han de extraerse todos nuestros conocimientos, incluido, por supuesto, el conocimiento de que hay realidadesextramentales.

Antes de seguir adelante con la deducción es necesario detenernos con Descartes para hacer inventario de los elementos con que contamos para llevarla a cabo. Así, vemos que contamos con dos elementos: el pensamiento y las ideas que piensa el yo.

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III.1.2.1. El criterio de certeza

De la formulación del cogito deduce Descartes el criterio de certeza que está íntimamente ligado a las nociones de intuición y evidencia. ¿Cuándo sabemos que hemos intuido una idea? Cuando es clara y distinta. Conocer con claridad una idea es conocerla separada de todas las demás. Conocer con distinción una idea es conocer diferencialmente cada uno de sus componentes, propiedades y atributos.

En este sentido, el cogito es el modelo de toda verdad por la claridad y distinción con que es captado, el la evidencia misma, es, en definitiva, en su vertiente gnoseológica, el criterio de certeza mismo.

III.1.2.2. El análisis cartesiano de las ideas

La expresión "pensamiento" en Descartes tiene una significación muy amplia: nombra cualquier actividad de la mente o de la conciencia, tanto intelectual como volitiva o afectiva. En este sentido, Descartes, puede dividir los pensamientos en ideas, por una parte, y sentimientos, actos de la voluntad y juicios por otra. Las ideas son los hechos de conciencia más simples: son como imágenes que representan cosas; los actos de voluntad y los juicios resultan más complejos, pues, en ellos algún tipo de acción acompaña siempre la mera representación de las cosas.

Las ideas pueden ser estudiadas desde distintos puntos de vista:

l.- según su evidencia.

En este caso las ideas se presentan o bien claras u oscuras ya distintas o confusas. (ver nota anterior sobre el criterio de certeza). En este sentido las ideas no son verdadera ni falsas, propiedad que sólo caracteriza a los juicios. La claridad y la distinción de las ideas constituye en Descartes, el criterio general de verdad, es decir, la normapara identificar o reconocer la verdad como tal. Se formula así: todo lo que veo con claridad y distinción es verdadero. Semejante regla tiene su origen en el cogito del siguiente modo: si esa verdad particular es clara y distinta entonces cabe sostener, con carácter general, que todo lo que sea claro y distinto resultará verdadero. Este criterio garantiza que a toda verdad subjetiva corresponde siempre una verdad objetiva. La función de la regla consiste en asegurar la conformidad de las ideas con las cosas, en adecuar la el pensamiento a la realidad. Ahora bien, aunque es racional ya que justifica la correspondencia entre el pensamiento y la realidad, no es absoluto, siempre podremos dudar, es decir, cabe la posibilidad de que sea objetivamente falsa una idea concebida clara y distintamente por el empeño de un genio maligno.

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En general, Descartes identifica las ideas claras con los conceptos matemáticos y con nociones básicas de la filosofía, como la noción de sustancia: una realidad que existe por sí misma independiente de cualquier otra.

2. Según su origen.

Desde el punto de vista de su origen o procedencia, Descartes divide las ideas en innatas, adventicias y facticias. Las ideas innatas parecen provenir de la propia naturaleza del sujeto; las adventicias son ideas de cosas que parecen existir fuera del sujeto; y las facticias de ficciones o invenciones del sujeto. Descartes como buen racionalista sólo valora las ideas innatas, coinciden con las claras y distintas y son la base del conocimiento.

Así, critica el valor de las ideas adventicias, poniendo en duda que procedan realmente de cosas exteriores al sujeto, o, al menos, que mantengan una relación de semejanza esas cosas. En efecto las ideas adventicias se apoyan en dos razones:

a) Parece "natural" que haya cosas fuera del sujeto.

b) Estas ideas no dependen de la voluntad del sujeto;luego, son producidas en él por cosas extrañas a él.

3. Según el grado de realidad objetiva que representan.

Pero, cabe, por último, otra clasificación de las ideas. Las ideas (aunque todas resulten iguales en cuanto actos de pensamiento) desde el punto de vista del contenido, de la mayor o menor realidad objetiva que representan, pueden dividirse o jerarquizarse según su grado de perfección. Así, la idea de sustancia tiene más realidad objetiva que la idea de accidente; y la idea de una sustancia infinita tiene más realidad objetiva que la de una finita. (Para entender este planteamiento de Descartes, pongamos el siguiente ejemplo: aunque todos los números son, por igual, productos de la mente, es posible ordenarlos en una serie según la mayor o menor cantidad que objetivamente representan). Esta distinción será empleada por Descartes como premisa del argumento que intenta demostrar la existencia de Dios.

4. La idea de dios

Descartes demuestra la existencia de Dios a partir de la idea de Dios, como sucede en el argumento ontológico de San Anselmo. Sin embargo, Descartes introduce una novedad en la demostración, al combinar la idea de Dios con el principio de causalidad, es decir, al considerar la idea de Dios, no en sí misma, sino en relación causal con nuestra finitud.

En rigor, Descartes no se pregunta directamente si existe Dios, sólo se pregunta si existe algo más que uno mismo: se trata, pues, de saber si, entre las ideas que hallo en mi, hay alguna que, de verdad, me remita a una cosa fuera de mí. Por ideas está entendiendo aquí, de acuerdo con la última

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clasificación, las ideas jerarquizadas según su grado de perfección, según la mayor o menor realidad objetiva que representan.

Pues bien, a juicio de Descartes, y ésta es una de las mayores innovaciones de su pensamiento, el principio de causalidad, según el cual, todo efecto ha de tener una causa proporcionada a la realidad del efecto, puede y debe aplicarse a las ideas. Así, a la realidad objetiva o representada de las ideas debe corresponder, como causa, una realidad efectiva; adecuada a la perfección que representan. Quede claro: aplicar el principio de causalidad a las ideas, significa considerarlas como efectos que exigen una causa en consonancia con la realidad objetiva que encierran.

De esta forma, el problema se concreta: se trata, ahora, de encontrar en el sujeto una idea tal que, por vía causal, le lleve a alguna realidad efectiva exterior a él. Para poder resolver el problema mencionado hay que dar un pequeño rodeo que se concreta en una táctica o estrategia de eliminación de todas aquellas ideas cuya causa pueda ser el sujeto pensante.

Enumera, Descartes, seis especies de ideas: la idea del yo, la idea de Dios, ideas que representan cosas corporales o inanimadas, ideas de ángeles, ideas de animales e ideas de hombres. Acerca de las ideas de animales, hombre y ángeles, Descartes muestra, sin dificultad que puede tener sus causa en los contenidos del propio cogito, es decir, éstas no me obligan a extrapolar fuera del yo una causa explicativa de las mismas. Estas ideas se formarían por la mezcla y composición de ideas previas. Estas ideas quedan excluidas porque, al explicarse por mí, no pueden servir, obviamente, para salir del cogito, es decir, para demostrar que existe algo más que el yo. En cuanto a las ideas de las cosas corporales, elaboradas a partir de los sentidos, mal pueden llevar al sujeto a una cosa exterior, porque son ideas oscuras y confusas y porque perfectamente pueden haber sido elaboradas por el yo a partir del conocimiento que tiene de ser él mismo una sustancia.

Solo queda por exclusión la idea de Dios. Entonces se impone reconocer que la idea de Dios en mí (la idea de un ser infinito, perfecto), tomada como efecto que exige una causa adecuada a la realidad objetiva que representa, no puede proceder de mí, dada mi infinitud y mi imperfección (sería una absurda desproporción) y tiene que provenir de Dios mismo: con lo cual queda probada la existencia de Dios.

He aquí, pues, los tres pasos de la demostración:

-primera premisa: tengo en mí la idea de un ser infinito. -segunda premisa: yo soy finito.-conclusión: existe Dios como ser verdaderamente infinito,

que ha puesto esa idea en mí, como su sello o huella.

Hasta donde llega el texto a comentar, Descartes reconoce posibles objeciones a su demostración: la idea de infinito sería una idea negativa, compuesta y derivada, que resultaría de la mera negación lógica de lo finito. Lo infinito, pues, como in-finito.

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Según Descartes, la idea de infinito es positiva y simple, anterior a la de lo finito, pues es la segunda la que se forma a partir de lo primera. Es además clara y distinta, tiene más realidad objetiva que ninguna otra y, por tanto, es la más verdadera y la que menos se presta a la duda y a la falsedad.

IV. Dios en la filosofía de Descartes

Bondad y veracidad de Dios.-

Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes razonará así: Dios existe, y Dios es bueno, por tanto, veraz. Por consiguiente, no puede engañarnos permitiendo que nosotros creamos, como creemos, que existe el mundo, los demás, nuestro propio cuerpo, y que dos más dos suman cuatro; luego, no hay razón alguna para considerar la posibilidad de un genio maligno empeñado en engañarnos, ya que Dios, en su bondad, no consentiría esto.

Dios, garantía de certeza.-

Imprimiendo este giro espectacular a su pensamiento, Descartes se instala en esta certeza desde la cual puede garantizar la realidad del mundo y la objetividad de las evidencias matemáticas. En este sentido, la existencia de Dios funciona, extrañamente, como una certeza de la certeza, o una garantía de la garantía; pero tiene que ser así, en la medida en que la verdad "yo existo" sólo se garantiza a sí misma.

Error inevitable y error evitable.-

Ahora bien, es un hecho que el hombre se equivoca. Entonces, ¿cómo conciliar tal hecho con la opinión de Descartes, según la cual Dios no puede permitir que nos engañemos?. Se impone una aclaración. El Dios de Descartes sólo garantiza que no podemos equivocarnos de derecho, es decir, de manera inevitable. Con Dios se disipan las dudas de aquellos que alguna vez se han preguntado, como Descartes, si su razón no estará hecha de tal modo que , cuando piensan, siempre, sistemática y fatalmente se equivocan. Pues bien, Descartes nos dice que podemos estar tranquilos al respecto, que Dios jamás permitiría eso. Pero Dios, sí permite, naturalmente, que nos equivoquemos de hecho, es decir, de manera, evitable. Sin embargo, esas equivocaciones no son imputables a Dios, sino al hombre, cuando, llevado de su impaciencia o de sus prejuicios, se pone a juzgar las cosas partiendo de ideas oscuras y confusas. Dios, pues, no es responsable de nuestros errores.

CONTEXTUALIZACIÓN

0. El texto

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1.- Introducción.

La lectura del Discurso del Método puede resultar un tanto complicada si uno se atiene al sentido de los términos, la construcción de la frase, los razonamientos y las disgresiones, sometido todo ello a la rigidez de unos cánones propios de la literatura de su época. Sin embargo, el Discurso del Método trata de ir más allá de la simple forma literaria; es un retrato autobiográfico de un pensador, Descartes, y las circunstancias que hubo de atravesar en la búsqueda de un nuevo método basado en la razón, método que a su vez había de dar unidad al conjunto del saber.

El Discurso, tal como se expone en el Prefacio o «Advertencia al lector», consta de seis partes. Tal vez lo mejor sea transcribir dicho prefacio:

«Si este Discurso parece demasiado largo para ser leído todo de una vez, se podrán distinguir en él seis partes. En la primera, se encontrarán diversas consideraciones referentes a las ciencias. En la segunda, las principales reglas del método que el autor ha indagado. En la tercera, algunas otras de la moral que ha obtenido de este método. En la cuarta, las razones por las que prueba la existencia de Dios y del alma humana, que son los fundamentos de su metafísica. En la quinta, el orden de las cuestiones de física que ha indagado y, en particular, la explicación del movimiento del corazón y de algunas otras dificultades que conciernen a la medicina, así como también la diferencia que hay entre nuestra alma y la de las bestias. Y en la última, qué cosas cree él que se requieren para llegar más allá de donde él ha llegado en la investigación de la naturaleza, y las razones que le han hecho escribirlo».

2.- Primera parte

Acabamos de leer en la «Advertencia al lector» que, en la primera parte del Discurso el lector encontrará «diversas consideraciones referentes a las ciencias». En ella explica su diseño, presenta al lector no tanto conocimientos nuevos como la propuesta de un nuevo método de proceder en la investigación del saber. A continuación realiza un balance de las ciencias de su tiempo. Un balance negativo, ya que las ciencias no ofrecen un conocimiento claro y seguro, ni siquiera ofrecen aquello que es útil para la conducta personal. Descartes decide entonces viajar con la esperanza de descubrir la verdad en «el gran libro del mundo». Pero de nuevo descubre diversidad de opiniones y contradicción entre costumbres, mentalidades y pueblos, como también lo había descubierto en los libros. Decide, por último, indagar la verdad en sí mismo, en su propio pensamiento.

3.- Segunda parte.

Estando en un cuartel de invierno disfrutando de una relativa calma, Descartes nos hace partícipes de las reflexiones que le han conducido a elaborar su proyecto: la unidad de la ciencia a partir de un único método de investigación: el método matemático.

Señala cómo las obras de un sólo autor son mejores que las que han sido realizadas por varios; del mismo modo, la ciencia será más perfecta si se elabora con un único método. De ahí el deber de renunciar a diversidad de opiniones que nos han sido enseñadas, a menudo fuente de errores, y en su lugar aceptar sólo las que hayan sido legitimadas por la propia razón. Esta empresa puede quizás alterar el ánimo de algunos,

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partidarios de la tradición; sin embargo no se trata de reformar la enseñanza oficial, ni el orden social establecido, sino sólo de exponer cómo ha llevado a cabo la reforma teórica de su pensamiento.

Por otra parte, ya que no había razón alguna para preferir unas opiniones a otras, ni tampoco para rechazar estas en beneficio de aquellas, Descartes toma la decisión de dudar de forma metódica y provisional, aunque la duda no se hará explícita y universal hasta la cuarta parte del Discurso. No obstante encuentra en la lógica, en el análisis geométrico y en el álgebra los fundamentos de su propio método, resumiéndolo en cuatro reglas que han de observarse a fin de construir con orden los pensamientos: a) regla de la evidencia; b) análisis o resolución; c) síntesis o composición; d) enumeración.

Formulados estos preceptos y siguiendo el orden establecido, Descartes lo aplica en primer lugar a las matemáticas, por ser su objeto el más simple; adaptó el cálculo algebraico y el análisis a la solución de problemas y descubrió así los mecanismos que facilitan su solución (geometría analítica). Concibió entonces el proyecto de fundamentar la ciencia en general, pero, considerándose demasiado joven para acometer tal empresa, lo dejó para más adelante.

4.- Tercera parte.

Tras establecer la duda metódica y provisional para sentar un criterio de verdad firme y sólido, Descartes se detiene aquí. Considera que tal abstención de juicio no puede extenderse también al campo de la acción; la vida cotidiana es un obrar continuo y todo obrar implica una norma. El conjunto de normas que regulan la conducta humana es la moral. Ahora bien, la moral, según Descartes, es una ciencia que presupone a las demás, un conocimiento en el que culmina todo saber. Mientras se construye el edificio del saber, Descartes propone una «moral provisional», especie de «vivienda donde estar cómodamente alojado», basada en unos preceptos mínimos que ya hemos mencionado. La explicación de estas reglas de la moral provisional ocupa casi entera la tercera parte del Discurso.

5.- Cuarta parte.

Como leeremos a continuación las partes cuarta, quinta y sexta del Discurso, nos limitamos a ofrecer aquí un esquema de las mismas:

I.- Búsqueda de un criterio de certeza. 1.- La duda metódica. 2.- La primera evidencia: «cogito ergo sum». II.- La existencia del alma, de Dios y del mundo. 1.- El alma, res cogitans, distinta del cuerpo. 2.- La existencia de Dios: 2.1.- Prueba gnoseológica: la idea innata de un ser perfecto. 2.2.- Prueba de la causalidad: imperfección y dependencia de mi propio ser. 2.3.- Naturaleza y propiedades divinas. 2.4.- Prueba ontológica: la idea de perfección implica existencia. 2.5.- Conocimiento de Dios y del alma. 3.- La existencia del mundo exterior. 3.1.- La veracidad de Dios, garantía de toda evidencia. 3.2.- Dios, fundamento de la verdad de las ideas del mundo exterior.

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6.- Quinta parte.

I.- El mundo material. 1.- La deducción como método de la física. 2.- Plan del «Tratado del mundo». 2.1.- Naturaleza y leyes de la materia. 2.2.- Sobre la luz. 2.3.- Descripción de la Tierra. 3.- La Metafísica, fundamento de la Física.II.- El mundo animal. 1.- Principios explicativos del ser vivo: el mecanicismo. 2.- Ejemplo: el movimiento del corazón. 2.1.- Morfología del corazón. 2.2.- La circulación de la sangre. 2.3.- Los «espíritus animales». 3.- Explicación mecanicista del ser vivo: el animal máquina. III.- El hombre.

1.- Distinción entre el hombre y el animal 2.- El alma y su relación con el cuerpo.

7.- Sexta parte.

I.- Motivos para publicar el tratado. 1.- El bien material y moral de los hombres. 2.- El progreso científico. II.- Motivos en contra de su publicación. 1.- Evitar discusiones inútiles. 2.- Objeciones y respuestas. 2.1.- Puede ser útil a la humanidad. 2.2.- Carácter instructivo de la publicación. 2.3.- Consideraciones relativas a la investigación científica. 2.4.- El progreso de la ciencia requiere comunicación de experiencias.III.- Razones para publicar algunos tratados: la Dióptrica, los Meteoros y la

Geometría.

Situemos ahora a Descartes en el contexto de su época y de lahistoria de la filosofía y digamos que Descartes ocupa un lugar privilegiado en la historia del pensamiento occidental, puesto que él se da, al mismo tiempo, se el fundador de la filosofía moderna y el percursor del racionalismo. Pero desarrollemos por separado esta doble condición de Descartes.

1. Descartes, primer gran filósofo de la Edad Moderna.

Para entender en toda su profundidad esta fórmula, convendrá tener en cuenta que Época Moderna significa aquí el momento en que:

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a. Las ciencias comienan a cobrar nuevo auge y protagonismo al margen de la filosofía, desarrollándose cada una en diversos campos y direcciones, con un cierto peligro de dispersión del saber humano. El método científico, hipotético deductivo se convierte en el camino ideal en la elaboración del conocimiento.

b. La concepción finitista y geocéntrica del universo es sustituida por una concepción infinitista y heliocéntrica, con lo cual, el hombre queda desplazado a los márgenes no sólo del sistema solar sino del Universo, en una posición excéntrica. El humanismo renacentista intentará contrarrestar este hecho.

Descartes responde, en nombre de la filosofía, al reto intelectual de la época moderna, de la siguiente forma:

1. Intenta unificar el conocimiento humano, es decir, intenta fundamentar las distintas ciencias en la filosofía.

2. Y esto mediante un método que sea expresión de la razón, entendida como pura intuición, y que ponga en duda todas aquellas verdades que no resulten evidentes para la intuición.

3. Tal método gira alrededor del yo, que se convierte en el centro de la problemática filosófica, en un doble sentido:

a. El YO es el comienzo metódico, o inevitable punto de partida de la investigación.

b. El Yo es la certeza que esa investigación encuentra y, por tanto, es el nuevo gran tema de la filosofía.

Así que mientras que la filosfía antigua y medieval tiene como objetos casi exclusivos de reflexión los temas del mundo y de dios, la filosofía moderna, con Descartes, descubre como tema propio al hombre, aunque entendido como conciencia. Se trata, justamente, de ese hombre que, como acabamos de decir, ha sido colocado por la física moderna en una posición excéntrica; de esta forma, el hombre, aunque abandona físicamente hablando, el centro del universo, ocupa, por primera vez como Conciencia o YO, el centro de la filosofía, y la filosofía, no se olvide, es universal.

4. Al centrar la investigación filosófica en el Yo, al encerrarse en el Yo, Descartes llega al Idealismo.

2. Descartes, precursor del racionalismo.

El problema que atraviesa a toda la filosofía moderna desde Descartes a Kant, es el epistemologico. La epistemología o teoría del conocimiento es la rama de la filosofía que se ocupa de estudiar el origen, límites y validez del conocimiento; es decir, un saber del saber. Tanto el racionalismo metafísico de Descartes como el empirismo inglés de Hume y el idealismo transcendental de Kant se ocupan de estos problemas ásicos. En fin, su problema es el del conocimeitno: conocemos, sí, pero ¿conocemos cuando decimos que conocemos? ¿Cuál es la estructura del conocer humano?

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Epistemológicamente caben dos posturas: realismo e idealismo. (Caracterización de ambos términos por parte del alumno)

Una vez aclaradas estas posturas epistemológicas, regresemos al contexto histórico. Mientras que en la Europa continental se desarrolla la filosofía racionalista, en Inglaterra lo hace la corriente empirista. Como el racionalismo, la corriente empirista forma parte del Idealismo. Toda la etapa de la historia de la filosofía anterior a Descartes es realista en tanto en cuanto piensa que el entendimiento humano capata directamente la realidad. El giro que le imprime Descartes a la filosofía es, precismente, éste: la captaciónd e las ideas, no la captación de la realidad. Ahora bien, así como el racioanlismo aboca a un innatismo, ya que considera a las ideas claras y distitnas como innatas, el empirismo ingés aborda el problema del conocimiento desde el punto de vista de su origen y formación. Podemos decir que en el racionalismo tiene primacía el aspecto lógico de las ideas, mientras que en el empirismo inglés la tienen el análsis psicológico. Por eso se caracteriza también al empirismo como un psicologismo.

Abundemos acerca de las discrepancias que separan a racionalistas y empiristas, y digamos que no se ponen de acuerdo a la hora de caracterizar la naturaleza de las ideas. En efecto, para el racionalismo las ideas son conceptos lógico matemáticos de entendimiento o de la razón. Para el empirismo, por el contrario, las ideas son imágenes o representaciones psicológicas de la memoria o de la imaginación. Por eso no debe extrañar que, para los racionalistas, el máximo modelo de cientificidad sea realizado por las matemáticas. Los empiristas, por el contrario, entienden por ciencia las ciencias empíricas o naturales.

Como caracteres básicos del racionalismo se señalan los siguientes:

a. Su carácter matemático. b. Su carácter innatista.

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Esquema del texto de Descartes. “Parte IV” del Discurso del método.

Renglones

Cuestiones

0-8 Sitúa la cuestión fundamental: de carácter epistemológico.

8-10 Duda metódica y evidencia.

11-22

11-1616-20

Fases de la duda metódica.

-Hipótesis de la falacidad de los sentidos.-Hipótesis onírica.

20-25 Formulación del cogito

26-36 Res cogitans y dualismo cartesiano.

37-41 Formulación del criterio de certeza.

45-85 Primer argumento para la demostración de la existencia de Dios. Fundamentos: Clases de ideas, principio de causalidad y proporcionalidad entre causa y efecto.

88-117 Segundo argumento para la demostración de la existencia de Dios: El argumento ontológico.

118-171

121-145155

Revisión de los momentos de la duda a partir de la demostración de la existencia de Dios.

-El error-Sentidos, imaginación y razón: la evidencia.

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Temas y Textos

El método

Así, pues, entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, y, no empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello de que es capaz.

__________________________________________________Reglas para la dirección del espíritu, Regla IV (Alianza, Madrid 1984, p. 79).

La intuición

Entiendo por intuición no el testimonio fluctuante de los sentidos, o el juicio falaz de una imaginación que compone mal, sino la concepción [conceptus] de una mente pura y atenta tan fácil y distinta, que en absoluto quede duda alguna sobre aquello que entendemos. [...] Así cada uno puede intuir con el espíritu que existe, que piensa, que el triángulo está definido sólo por tres líneas, la esfera por una sola superficie, y cosas semejantes que son más numerosas de lo que cree la mayoría....

__________________________________________________Reglas para la dirección del espíritu, Regla III (Alianza, Madrid 1984, p. 75-76)

Deducción

Además de la intuición hemos añadido aquí otro modo de conocer; el que tiene lugar por deducción: por la cual entendemos todo aquello que se sigue necesariamente de otras cosas conocidas con certeza. [...] Así pues, distinguimos aquí la intuición de la mente de la deducción en que ésta es concebida como un movimiento o sucesión, pero no ocurre de igual modo con aquélla; y además, porque para ésta no es necesaria una evidencia actual, como para la intuición, sino que más bien reciben en cierto modo de la memoria su certeza.

__________________________________________________Reglas para la dirección del espíritu, Regla III (Alianza, Madrid 1984, p. 76-77).

el «genio maligno»

Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios -que es fuente suprema de verdad-, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y ensueños, de los que él se sirve para atrapar mi credulidad. Me consideraré a mi mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre, sin sentido alguno, y creyendo falsamente que tengo todo eso. Permaneceré obstinadamente fijo en ese pensamiento, y si, por dicho medio, no me es posible llegar al conocimiento de alguna verdad, al menos está en mi mano suspender el juicio. Por ello, tendré sumo cuidado en no dar crédito a ninguna

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falsedad, y dispondré tan bien mi espíritu contra las malas artes de ese gran engañador que, por muy poderoso y astuto que sea, nunca podrá imponerme nada.

__________________________________________________Meditaciones metafísicas, con objeciones y respuestas, Meditación primera (Alfaguara, Madrid 1977, p. 21).

Duda hiperbólica

La duda universal y metódica de Descartes, quien, queriendo encontrar una verdad indudable, duda sistemáticamente no sólo del conocimiento a veces engañoso de los sentidos, de los razonamientos, que a veces no son más que paralogismos o razonamientos aparentes de hecho falsos, de los enunciados analíticos, como son los de las matemáticas, que podemos hacer tanto despiertos como en sueños, sino también de la misma sensación de certeza, de la sensatez de la razón y hasta de la misma evidencia, esto es, de la propia conciencia: no es imposible que Diosle haya creado de modo que se equivoque cuando cree estar cierto, esto es, que Dios sea «perverso»; o por lo menos es posible que exista un «genio maligno», artero, engañador, poderoso y astutísimo, que le está obligando a tener por verdadero lo falso.Descartes llama «hiperbólica» a su duda, precisamente porque se apoya en el supuesto más extremo, exagerado (hipérbole), de que la razón pudiera equivocarse incluso ante la evidencia, lo cual supone, simplemente, el descontrol absoluto de la razón, esto es, la demencia.

Res cogitans

Yo soy, yo existo; eso es cierto, pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que estoy pensando: pues quizá ocurriese que, si yo cesara de pensar, cesaría al mismo tiempo de existir. No admito ahora nada que no sea necesariamente verdadero: así, pues, hablando con precisión, no soy más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, términos cuyo significado me era antes desconocido. Soy, entonces, una cosa verdadera, y verdaderamente existente. Mas ¿qué cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa. [...]¿Qué soy, entonces? Una cosa que piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también, y que siente. Sin duda no es poco, si todo eso pertenece a mi naturaleza. ¿Y por qué no habría de pertenecerle? ¿Acaso no soy yo el mismo que duda casi de todo, que entiende, sin embargo, ciertas cosas, que afirma ser ésas solas las verdaderas, que niega todas las demás, que quiere conocer otras, que no quiere ser engañado, que imagina muchas cosas -aun contra su voluntad- y que siente también otras muchas, por mediación de los órganos de su cuerpo?

__________________________________________________Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Meditación segunda (Alfaguara, Madrid 1977, p. 25-27).

Clases de ideas adventicias

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Se me ofrece aún otra vía para averiguar si, entre las cosas cuyas ideas tengo en mí, hay algunas que existen fuera de mí. Es a saber: si tales ideas se toman sólo en cuanto que son ciertas maneras de pensar, no reconozco entre ellas diferencias o desigualdad alguna, y todas parecen proceder de mí de un mismo modo; pero, al considerarlas como imágenes que representan unas una cosa y otras otra, entonces es evidente que son muy distintas unas de otras. En efecto, las que me representan sustancias son sin duda algo más, y contienen (por así decirlo) más realidad objetiva, es decir, participan por representación de más grados de ser o perfección, que aquellas que me representan sólo modos o accidentes.

__________________________________________________

Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Meditación tercera (Alfaguara, Madrid 1977, p. 35).

Prueba cosmológica de la existencia de Dios

Por «Dios» entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen [si es que existe alguna]. Pues bien, eso que entiendo por Dios es tan grande y eminente, que cuanto más atentamente lo considero menos convencido estoy de que una idea así pueda proceder sólo de mí. Y, por consiguiente, hay que concluir necesariamente, según lo antedicho, que Dios existe. Pues, aunque yo tenga la idea de sustancia en virtud de ser yo una sustancia, no podría tener la idea de una sustancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una sustancia que verdaderamente fuese infinita.

Y no debo juzgar que yo no concibo el infinito por medio de una verdadera idea, sino por medio de una mera negación de lo finito [así como concibo el reposo y la oscuridad por medio de la negación del movimiento y la luz]: pues, al contrario, veo manifiestamente que hay más realidad en la sustancia infinita que en la finita y, por ende, que, en cierto modo, tengo antes en mí la noción de lo infinito que la de lo finito: antes la de Dios que la de mí mismo. Pues ¿cómo podría yo saber que dudo y que deseo, es decir, que algo me falta y que no soy perfecto, si no hubiese en mí la idea de un ser más perfecto, por comparación con el cual advierto la imperfección de mi naturaleza?

Y no puede decirse que acaso esta idea de Dios es materialmente falsa y puede, por tanto, proceder de la nada [es decir, que acaso esté en mí por faltarme a mí algo, según dije antes de las ideas de calor y frío, y de otras semejantes]; al contrario, siendo esta idea muy clara y distinta y conteniendo más realidad objetiva que ninguna otra, no hay idea alguna que sea por sí misma más verdadera, ni menos sospechosa de error y falsedad.

Digo que la idea de ese ser sumamente perfecto e infinito es absolutamente verdadera; pues, aunque acaso pudiera fingirse que un ser así no existe, con todo, no puede fingirse que su idea no me representa nada real, como dije antes de la idea de frío.

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Esa idea es también muy clara y distinta, pues que contiene en sí todo lo que mi espíritu concibe clara y distintamente como real y verdadero, y todo lo que comporta alguna perfección. Y esto no deja de ser cierto, aunque yo no comprenda lo infinito, o aunque haya en Dios innumerables cosas que no pueda yo entender, y ni siquiera alcanzar con mi pensamiento: pues es propio de la naturaleza de lo infinito que yo, siendo finito, no pueda comprenderlo. Y basta con que entienda esto bien, y juzgue que todas las cosas que concibo claramente, y en las que sé que hay alguna perfección, así como acaso también infinidad de otras que ignoro, están en Dios formalmente o eminentemente, para que la idea que tengo de Dios sea la más verdadera, clara y distinta de todas.

__________________________________________________Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Meditación tercera (Alfaguara, Madrid 1977, p. 39-40)

Origen del error

Por todo ello, reconozco que no son causa de mis errores ni el poder de querer por sí mismo, que he recibido de Dios [...] ni tampoco el poder de entender, pues como lo concibo todo mediante esta potencia que Dios me ha dado para entender, sin duda todo cuanto concibo lo concibo claramente, y no es posible que en esto me engañe. ¿De dónde nacen, pues, mis errores? Sólo de esto: que, siendo la voluntad más amplia que el entendimiento, no la contengo dentro de los mismos límites que éste, sino que la extiendo también a las cosas que no entiendo y, siendo indiferente a éstas, se extravía con facilidad, y escoge el mal en vez del bien, o lo falso en vez de lo verdadero.

__________________________________________________Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Meditación cuarta (Alfaguara, Madrid 1977, p. 49).

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ESQUEMA DEL PENSAMIENTO DE RENÉ DESCARTES

PROYECTO FILOSÓFICOFundamentación de un nuevo

concepto de hombre basado en el antropomorfismo humanista y la

nueva ciencia.

Textos: Meditaciones Metafísicas, meditación 1ª. Discurso del método, parte IV.

Textos: Meditaciones Metafísicas, 2ª y 3ª. Discurso del método, parte IV.

ALCANCE DE LA DUDA: Intuición de la primera verdad indudable, modelo de toda verdad y certeza.

ALCANCE DE LA METAFÍSICA: Fundamentación del conocimiento y de la realidad externa.

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Momento Destructivo Momento Constructivo

Duda metódica

Momentos del método: Regla 1: Evidencia.Regla 2: Análisis

Momentos de la duda:1.Falacidad de los sentidos.2. Hipótesis onírica.3. Hipótesis del genio

maligno

Operación de la razón: La intuición.

COGITO ERGO SUM: Principio metodológico, ontológico, epistemológico y antropológico.

Momentos del método: Regla 3: Síntesis.Regla 4: Enumeración

Operaciones de la razón:Deducción.

METAFÍSICAFASE CRÍTICA