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Tanatología Módulo III

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Antología Tanatología Módulo III

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Page 1: Tanatología Módulo III

Tanatología

Módulo III

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ii | Índice

Índice

3.1 El duelo y el manejo de las pérdidas 1

El duelo 1

Duelo racional y duelo emocional 3

Género y duelo 3

Carácterísticas del duelo normal 5

Factores que ayudan a elaborar duelos sanos 8

Duelos patológicos o crónicos 10

3.2 Manejo de pérdidas y duelo 13

Proceso de aceptación 14

Bibliografía 16

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3.1 EL DUELO Y EL MANEJO DE LAS PÉRDIDAS

♦ Resumen y fragmentos del libro: Castro, M. (2008). Tanatología, la Inteligencia Emocional y el Proceso de Duelo. México: Trillas.

EL DUELO

El duelo duele, por tanto, la manera de salir avante es viviendo eso proceso; no se trata de evadirlo sino de enfrentar el dolor que esto conlleva: “Mientras más te amo, más me duele perderte”.

♦ Aflicción: sinónimo de pérdida; privación o pérdida de algo.

♦ Luto: del latín lugere = llorar.

♦ Pena: duelo, del latín dolos=dolor, es la respuesta emocional de la pérdida.

La función del duelo es restituir o sanar; no elaborarlo puede conducir a la persona a duelos no sanos o patológicos. Los duelos pueden ser:

1. Anticipados o anticipatorios: es el que se inicia y después llega la pérdida.

2. El duelo que se inicia en el momento en que se presenta la pérdida.

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En ambos casos, los duelos pueden ser:

♦ Normales. Se llevan a cabo todas las etapas del proceso, sin “atorarse” en ninguna de ellas.

♦ Patológicos o anormales. Se caracterizan por:

-La intensidad: puede ser que la persona no manifieste dolor o, por el contrario, que el dolor le impida vivir.

-La duración: que se exceda de dos o dos años y medio.

Algunos integrantes de la familia ante una situación de muerte, viven en la “conspiración del silencio” y no hablan de ello con el familiar que está enfermo; ej.: cuando María (que se encontraba en fase terminal de cáncer de estómago), pretendía hablar de sus pendientes y preocupaciones, los demás manifestaban que no pasaría nada y que muy pronto se recuperaría y todo estaría bien.

Cuando perdemos a un ser querido, nos desesperamos al darnos cuenta que ya no podemos hacer nada por él; en nuestra sociedad todo está arreglado para evitar que nos enfrentemos a la realidad. Los rituales que se viven ante la muerte tienen como finalidad ayudar a los sobrevivientes a despedirse y a iniciar el duelo.

Otra acción es recetar calmantes para que los deudos no sufran, que ni se enteren de los que está pasando y si alguien suelta el llanto, lo alejan del féretro o la tumba.

A los niños no se les permite asistir a velorios o entierros, ya que se les puede crear un trauma; lo que les ayuda a elaborar el duelo, es precisamente que asistan y se les debe acompañar durante todo el proceso. Ante la conspiración del silencio y la negación de sentimientos, los niños pueden aprender los mismos patrones de conducta de los adultos y repetirlos al crecer.

Con todas estas acciones lo único que hacemos es frenar el proceso de duelo. Se nos olvida que el duelo significa dolor (dolos), y tenemos que enfrentarlo y vivirlo, ya que ésta es la única manera en que podemos salir bien librados de esa batalla.

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DUELO RACIONAL Y DUELO EMOCIONAL

Cuando ocurre la muerte de un ser amado, se nos olvida la diferencia entre la aceptación intelectual y la emocional o afectiva, la cual necesitas expresar las emociones libremente. Esto implica la elaboración de dos duelos: racional y emocional. El duelo racional es más fácil de procesar, ya que algo de lo que estamos seguros es de la muerte.

El miedo exagerado a morir es un no vivir: lo que realmente nos aterra es el dolor y el sufrimiento que conllevan las pérdidas por muerte de nuestros seres queridos; tenemos miedo al sentimiento de desamparo que nos dejan los seres queridos, a sentirnos impotentes ante las lágrimas.

La negación de la muerte empobrece nuestras vidas: el duelo emocional es más difícil de procesar, porque los sentimientos que se viven son desagradables y nos obligan a enfrentar la verdad; lo más sano es experimentar nuestras emociones y sentimientos dentro de una zona de tolerancia emocional, de manera proporcionada sin irnos a los extremos.

Todo duelo no elaborado y no resuelto genera bloqueos emocionales: cuando no permitimos que las lágrimas salgan durante el velorio o el funeral, contenemos la energía; llorar después, solos, no tiene el mismo efecto liberador, ya que el trabajo de duelo se interrumpió y la tensión empleada el contener, se verá reflejada en tensiones corporales o enfermedades. Con las heridas emocionales o espirituales, el proceso de “desinfección” duele, y después “lo que sana mi herida es el tiempo y el cuidado que le dedico”, claro que está presente el elemento “tiempo” que, a pesar de ser tan objetivo, también es muy subjetivo.

GÉNERO Y DUELO.A los varones se les permite experimentar tristeza, miedo o afecto, y mal visto que se enojen o sean

muy alegres; por la educación recibida, es muy común que tapemos un sentimiento con otro.

Para manejar adecuadamente el duelo se requiere:

♦ Aceptar y comprender los sentimientos.

♦ Aceptar lo que se ha perdido es significativo e importante para nosotros.

♦ Aprender a vivir por un tiempo con el dolor y sufrimiento.

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♦ Tolerancia a la frustración desencadenada por la falta de control en nuestras vidas.

♦ Reconocer y aceptar que estamos sufriendo pues esto es un proceso que requiere tiempo y cuidados.

En los varones:

♦ El duelo ilegítimo es aquel en el cual la pérdida no puede ser reconocida abiertamente.

♦ El dolor se puede intensificar y, sin apoyo de nadie, el varón puede sentirse solo y alejado.

♦ Los hombres mayores o viejos empiezan a vivir el duelo de una manera más parecida al de la mujer, ya no está mal visto que se expresen emocionalmente.

Existen tres fases en el proceso de duelo:

Fase I. Manejar temporalmente el dolor, la ansiedad, la confusión inicial. Objetivo: empezar a lidiar con la nueva realidad.

Fase II. Elaborar, trabajar en sí mismo por medio del fortalecimiento y de la confrontación con la nueva realidad, teniendo una gama de respuestas como llorar, hablar, escribir y reconocer que la vida está desorganizada. Objetivo: el despego del ser querido, pero no de las emociones.

Los cuatro estilos que los varones utilizan para sustituir la fase II son:

1. Permanecer en silencio.

2. Engancharse en un duelo secreto, donde viven su dolor.

3. Realizar acciones concretas como refugiarse en el alcohol o las drogas.

4. Involucrarse de lleno en actividades, evadiendo sus sentimientos.

Fase III. Consiste en resolver, reestructurar y reorganizar; se requiere del pensamiento. Objetivo: ajustarse al medio y a las nuevas circunstancias.

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En las mujeres:

Las características propias de las mujeres parecen estar más acordes con lo que se requiere para lograr la elaboración de un “buen duelo”. Su disponibilidad para hablar, compartir y expresar emociones y sentimientos, les facilita esta tarea.

A la mujer se le asume:

♦ Con la necesidad de ser protegida.

♦ Con la necesidad de ser apoyada económicamente por el hombre.

♦ Con menores posibilidades de desarrollo profesional.

♦ Vulnerable y débil.

♦ Sexualmente más pasiva.

Dentro de las diferencias de género, se presentan características específicas entre personas que han logrado desarrollar inteligencia emocional, sin importar el sexo, e individuos que únicamente se han dedicado a desarrollar inteligencia racional.

No olvidemos lo que nos dice Isabelle Filliozat: “El precio que se paga por esconder los afectos es una enorme tensión interna. Una persona fría, al igual que todo el mundo, desea ser feliz. Para calmar la quemazón del sufrimiento, ha optado por enterrar su dolor bajo una capa de hielo, tanto más gruesa cuanto mayor es la angustia interior”.

CARÁCTERÍSTICAS DEL DUELO NORMAL

Para describir las manifestaciones del duelo normal, Lindemann elaboró listas, clasificándolas en sensaciones, sentimientos, cogniciones y conductas.

Sensaciones.

La sensación es la información cruda que el doliente tiene para llegar al sentimiento. Las sensaciones básicas y normales en el duelo son las siguientes:

♦ Vacío Calor y/o frío (oleadas)

♦ Debilidad Tensión

♦ Sequedad Incomodidad (ante el ruido, física)

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♦ Fatiga Ligereza

♦ Insatisfacción Suavidad

♦ Opresión Excitación

♦ Fatiga Falta de aire

♦ Palpitaciones Nerviosismo

♦ Vacío en el estómago Debilidad muscular

♦ Opresión de pecho Opresión en la garganta

Quizá descubramos a pacientes que ni siquiera puedan detectar cuáles son sus sensaciones y tenemos que realizar un trabajo de sensibilización.

Sentimientos.

Manifiestan el dolor psicoafectivo de los dolientes y son:

♦ Tristeza

♦ Soledad

♦ Impotencia.

♦ Shock.

♦ Alivio (si estaba sufriendo mucho).

♦ Insensibilidad (como si no hubiera pasado nada… debe ser temporal).

♦ Miedo

♦ Enojo

A pesar de que estos sentimientos sean normales en un proceso de duelo, debe presentarse atención a su duración e intensidad. Si se hace referencia a un sentimiento de manera exagerada o disminuida puede deberse a:

♦ Que la persona esté tapando un sentimiento con otro.

♦ Que se tenga algún asunto pendiente o inconcluso.

♦ O por un mal hábito.

Si esto ocurre, debe pedirse ayuda psicológica especializada.

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Cogniciones.

Existen ciertos pensamientos naturales en el proceso que son:

Incredulidad: “No puede ser, lo acabo de ver”, “debe haber una equivocación”.

Confusión: pueden manifestar desorganización en sus pensamientos, olvidos y distracciones.

Preocupación: se puede tratar de una obsesión con el difunto; todo el tiempo se piensa como volver a verlo o manifiestan ideas intrusivas o imágenes del fallecimiento sufriendo o muriendo.

Sentido de presencia: se manifiesta al experimentar la sensación de que el fallecido aún se encuentra entre los vivos. “Siento que está ahí, junto a mi cama”.

Alucinaciones: tanto las auditivas como las visuales son normales en el duelo, y pueden manifestarse días o semanas después del fallecimiento.

Todas estas cogniciones pueden llevar al doliente y a quienes le rodean a tener la sensación de que se está volviendo loco.

Conductas

Dentro de las conductas normales en el proceso de duelo se encuentran:

Trastornos de sueño. Trastornos alimenticios.

Conducta distraída. Aislamiento social.

Soñar con el fallecido. Evitar recordatorios del fallecido.

Desinterés por el sexo. Suspirar.

Hiperactividad frenética. Atesorar objetos del fallecido.

Visitar lugares que recuerdan al fallecido. Evitar estos mismos lugares.

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FACTORES QUE AYUDAN A ELABORAR DUELOS SANOS

“Me pertenezco y, por tanto, puedo construirme”

♦ Virginia Satir

Los dolientes desearían encontrar un método para evitar el dolor, que desafortunadamente no existe. Dado que se tienen que vivir los duelos y la única manera de salir fortalecidos es aceptarlos, lo que pretendemos es que los enfrenten con una actitud digna y lo mejor posible. Para ello, es recomendable:

♦ Darse permiso de estar de duelo.

♦ Tener paciencia.

♦ Tener fe o desarrollar la espiritualidad.

♦ Compartir los sentimientos con otros.

♦ Realizar alguna actividad placentera.

♦ Encontrar un espacio expresarse emocionalmente.

♦ No tomar decisiones importantes inmediatamente.

♦ Cuidar la salud.

♦ Pedir ayuda profesional.

♦ El uso de técnicas de relajación.

♦ Mucho descanso.

♦ Escuchar los mensajes del cuerpo.

♦ No ignorar los sentimientos.

♦ Hacer ejercicio.

¿Cómo saber que el duelo se ha llevado a cabo?

El duelo finaliza cuando la persona es capaz de hablar del fallecido sin experimentar el dolor y el sufrimiento que caracterizó el inicio del proceso. Cuando, al recordar a la persona que murió, ya no se presentan las siguientes manifestaciones físicas:

♦ Llanto incontrolable e inconsolable.

♦ Alteraciones del sueño.

♦ Desaparecen las sensaciones como el nudo en la garganta, opresión en el pecho,

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palpitaciones, etc.

♦ La persona es capaz de vislumbrar su futuro aceptando los retos que se le presenten.

♦ Existe interés por la vida

♦ Puede planear su vida futura con alegría

Emocionalmente, podemos observar que la tristeza que se presenta al finalizar el duelo es diferente de la del inicio. Las cicatrices que nos dejan las heridas emocionales no desaparecen, curarlas no significa olvidar, pero al tocarla no duele, aun cuando ha cicatrizado, esa parte queda sensible porque una cicatriz siempre deja una marca. Elaborar un duelo no significa olvidar, sabiendo que no está, podemos continuar la vida con alegría.

Sabrás que elaboraste tu duelo cuando… ♦ Puedas recordar a tu hijo con una sonrisa ♦ Puedas comprender que los comentarios dolorosos que hacen otras personas son

producto de la ignorancia ♦ Puedes ayudar a otras personas ♦ Dejes de temer a los días festivos ♦ Puedas permanecer en la iglesia sin llorar ♦ Te puedas concentrar en algo más aparte de tu hijo ♦ Encuentres algo que agradecer a Dios ♦ Puedas estar solo en tu casa sin que eso te inquiete ♦ Ya no sientas que tienes que ir al cementerio todos los días o todas las semanas ♦ Puedas tolerar el sonido del llanto de un bebé ♦ No tengas que apagar el radio cuando escuches tu música favorita ♦ Encuentres algo que te haga reír ♦ Puedas pasar por el hospital o por esa esquina sin gritar ♦ Ya no te sientas agotado todo el tiempo ♦ Puedas apreciar una puesta de sol, el olor del césped recién cortado, el dibujo en las

alas de una mariposa ♦ Escrito por una madre cuyo hijo murió

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DUELOS PATOLÓGICOS O CRÓNICOS

“Cuando creemos que todo está perdido, hay que recordar que todavía nos queda el futuro”

♦ Anónimo

Esto ocurre frecuentemente con las pérdidas o duelos que no logramos elaborar o los iniciamos pero nos “atorados” en alguna de las fases del proceso. Los factores de riesgo para que un duelo patológico se desencadene pueden ser:

♦ Negar el duelo, esto es, que nunca se inicie

♦ Depresión grave

♦ Abuso de drogas o alcohol

♦ Que se estanque en alguna de las fases del ciclo

♦ Duración anormal

♦ Trastornos psicosociales de integración

♦ Ideas recurrentes acerca de la propia muerte

♦ Frenar el avance hacia una siguiente etapa, lo cual ofrece alguna ganancia secundaria

♦ Ausencia de pena

Los duelos difíciles o patológicos se clasifican en:

♦ Duelo crónico, duración excesiva y no concluye

♦ Duelo ausente, la persona queda atrapada en la negación y no avanza

♦ Duelo congelado, el cadáver no existe o nunca se encontró

♦ Duelo retrasado, su reacción no fue suficiente y después de un tiempo reinicia el duelo

♦ Duelo exagerado, tiene una conducta desadaptativa a través de la exageración o intensificación del duelo

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♦ Duelo enmascarado o reprimido, no expresa sus sentimientos abiertamente, pero se manifiesta de otra manera, posiblemente a través de síntomas psicosomáticos.

Factores que obstaculizan la elaboración del duelo:

♦ Evadir sentimientos, poniéndose caretas de fortaleza.

♦ No compartir con otros nuestros sentimientos.

♦ Aislarse de familiares y amigos.

♦ Recurrir a fármacos.

♦ Abuso de alcohol o drogas.

♦ Victimizarse.

♦ Tomar decisiones importantes.

♦ Ante la muerte o divorcio de la pareja, involucrarnos en relaciones amorosas sin haber concluido el duelo anterior.

♦ Ante la muerte de un hijo, decidir inmediatamente tener otro o realizar un proceso de adopción.

♦ Compara nuestro duelo con el de los demás.

♦ Sentir que estamos fallando a la persona muerta si sonreímos o realizamos alguna actividad placentera.

♦ Presionarnos por lo que nos dicen los demás acerca del tiempo que supuestamente debe durar el duelo.

♦ Adoptar actitudes negativas ante el dolor y el sufrimiento como masoquismo, autocompasión, autismo y evasión.

Pistas de diagnóstico de un duelo complicado:

1. La persona no puede hablar del fallecido sin experimentar un dolor intenso y reciente.

2. Algún acontecimiento relativamente poco importante desencadena una intensa reacción emocional.

3. En la entrevista clínica aparecen temas de pérdidas.

4. La persona que ha sufrido la pérdida no quiere desprenderse de posesiones materiales que pertenecían al fallecido.

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5. Un examen de la historia médica de la persona revela que ha desarrollado síntomas físicos como los que experimentaba en fallecido.

6. Aquellos que hacen cambios radicales en su estilo de vida después de una muerte o que evitan a sus amigos, familiares, actividades sociales.

7. Presenta una larga historia de depresión subclínica, marcada por la culpa persistente y la baja autoestima.

8. Una compulsión a imitar a la persona muerta.

9. El duelo no resuelto puede estimular los impulsos destructivos.

10. Una tristeza inexplicable que se produce en cierto memento de cada año

11. Una fobia respecto a la enfermedad o la muerte se relaciona muchas veces con la enfermedad específica que padeció el fallecido.

12. Conocer las circunstancias que rodean a la muerte puede ayudar al terapeuta a determinar la posibilidad de un duelo no resuelto.

Cuando el duelo no está terminado, emerge un disparador, hay que seguir la emoción hasta llegar a la primera vez en que la experimentamos, pero nunca la llegamos a manifestar. Una vez identificada la experiencia, podemos “curarla” mediante este proceso:

1. Desinfectar la herida, es decir sacar todas las emociones y sentimientos que no fueron expresados y escuchados en su momento.

2. Cerrar la herida verbalizando la vivencia.

3. Encontrar un sentido a lo ocurrido, sin olvidar que, en el momento, el duelo tiene como sentido vivir el dolor.

♦ Material compilado para fines didácticos.

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3.2 MANEJO DE PÉRDIDAS Y DUELO

♦ Documento elaborado por la Médica Familiar Liliana Gómez, del Servicio de Salud Univalle

Cada vez más la ciencia aporta datos sobre la importancia que tiene para la preservación y la recuperación de la salud, el fluir de nuestra vida afectiva y lo necesario que es la vivencia con los otros.

Todo encuentro evoca una cuota de ternura, de compasión, de ensamble, de mutua influencia, de trascendencia y por ende de responsabilidad y compromiso. Pero también significa la posibilidad de enfrentarse con los más temidos fantasmas, quizás los únicos que nos asustan todavía más que el de la soledad: el fantasma del rechazo y el fantasma del abandono.

Nosotros somos co-partícipes para re-significar y cambiar esta situación, en quienes nos siguen y para nosotros mismos. Pensar y repensar lo complejo de la relación entre dos y decidir construir un vínculo trascendente es un gran desafío.

Cada encuentro con otro puede ser bueno, regular o malo, y representa una lección de vida que me conduce a ser lo que soy. Cuando una relación fracasa, es la expresión para decir que ésta, ha dejado de ser nutritiva para alguno de los dos. (No somos para todos todo el tiempo, ni todos son para nosotros todo el tiempo).

A lo largo de nuestras vidas, las perdidas constituyen un fenómeno frecuente. Perdemos no solo a través de la muerte, sino también siendo abandonados, cuando cambiamos, incluso siguiendo adelante con nuestra vida. Estas pérdidas forman parte de nuestra vida, crecemos a través de ellas.

La aceptación de las pérdidas es dolorosa, pues debemos renunciar a lo que ya no está. Y este proceso se denomina elaboración del duelo.

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Elaboración deriva de labor, tarea y duelo deriva de dolor. La elaboración del duelo es el trabajo de aceptar la nueva realidad.

Proceso de aceptación

Quiere decir tiempo y cambio, quiere decir dejar de pelearme con la realidad, que no es como yo quisiera.

La elaboración del duelo implica ser consciente, un darme cuenta y un hacer lo que debo.

Cada uno de nuestros duelos es único e irrepetible. Ayudar en un duelo cualquiera sea su causa, implica conectar a quien lo padece con el permiso de expresar sus emociones cualesquiera que sean. Lo que sigue después de haber llorado cada pérdida, después de haber elaborado el duelo, de cada ausencia, después de habernos animado a soltar, es el encuentro con uno mismo. Y no hay pérdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal.

El sufrimiento está ligado al deseo, al anhelo, y la solución al sufrimiento es dejar de desear.

La pérdida está íntimamente relacionada con la palabra cambio. Vivir esos cambios, es animarnos a permitir que las cosas dejen de ser para que den lugar a otras nuevas. Si voy a aferrarme a lo que creo que tengo, no podre conocer, ni disfrutar lo que sigue. La vida es la continuidad de la vida, más allá de la historia puntual, cada momento se muere para dar lugar al que sigue.

Frente a la vivencia de la pérdida el proceso del duelo se establece para poder seguir adelante en nuestro camino, para poder elaborar la ausencia. Pero en éste camino, que es el de las lágrimas se nos presenta tres senderos: 1. La negación. 2. El sufrimiento. 3. La superación.

1. La negación, es un intento de autoprotección contra el dolor. En la elaboración del duelo hay una etapa normal que incluye un momento de bloqueo de la realidad desagradable, y se establece en los primeros días, pero si se perpetúa es patológico pues se vive en un mundo de ficción, donde lo perdido todavía no se ha ido.

2. El sufrimiento, es la decisión de no seguir avanzando, nos detenemos y nos apegamos a lo que se fue, instalándonos en el lugar del sufrimiento. Sufrir es cronificar el dolor. Es transformar un momento en un estado, es apegarse al recuerdo de lo que lloró, para no dejar de llorarlo, para no renunciar a eso. El sufrimiento siempre es enfermo,

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es como volverse adicto al malestar.

3. El proceso del duelo nos deja solos, impotentes, descentrados, pero sobretodo tristes. El dolor nos conecta con la tristeza, una emoción displacentera normal y saludable. Aunque puede generar crisis, y si se perpetúa desemboca en una enfermedad llamada depresión. El dolor tiene final, el sufrimiento podría no terminar nunca.

El duelo se ha completado cuando somos capaces de recordar lo perdido sintiendo poco o ningún dolor –ausencia-. Cuando hemos aprendido a vivir sin él, sin ella, sin eso que no está. Cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en nuestra vida presente.

Estas son algunas de las sensaciones corporales que sienten los que están de duelo: nauseas, palpitaciones, opresión en la garganta, dolor en la nuca, nudo en el estómago, dolor de cabeza, pérdida de apetito, insomnio, fatiga, sensación de falta de aire, punzadas en el pecho, pérdida de fuerza, dolor de espalda, temblores, hipersensibilidad al ruido, dificultad para tragar, oleadas de calor, visión borrosa, etc.

Y estas son algunas de las conductas más habituales después de una pérdida importante: llorar, suspirar, buscar y llamar al ser querido que no está, querer estar sólo, evitar a la gente, dormir poco o en exceso, distracciones, olvidos, falta de concentración, soñar o tener pesadillas, falta de interés por el sexo, no parar de hacer cosas o apatía, etc.

♦ Material compilado para fines didácticos.

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Castro, M. (2008). Tanatología, la Inteligencia Emocional y el Proceso de Duelo. México: Trillas.

Liliana Gómez, Médica Familiar del Servicio de Salud Univalle, Manejo de Pérdidas y Duelo

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BIBLIOGRAFÍA