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Primer numero del Puño y Estrella

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Sobre las 6:00h de la mañana del 30 de julio de 1910, veía la luz Miguel Hernández Gilabert, cuarto hijo de Vicente Hernández y Encarnación Gilabert, que fueron padres de siete vástagos de los que sólo sobrevivieron cuatro. Miguel conoció la muerte de un hermano mayor y de dos más pequeños que él.

Apenas con tres años, su familia cambia de domicilio y

se van a vivir a la llamada Calle de Arriba, donde se incorpora a la propia vivienda el negocio familiar de compra y venta de ganado y venta de leche de cabra.

A pesar del mito ya desmontado por los biógrafos

actuales, de que Miguel Hernández fue un niño prácticamente sin estudios, habría que considerar que estudió hasta los catorce años, un periodo escolar muy superior al del resto de sus hermanos y de la inmensa mayoría de sus vecinos. De hecho, en

los años ochenta, una estadística local asegura que de los vecinos de la Calle de Arriba sólo consiguen el graduado escolar el 20%, y el 2% accede a estudios superiores.

Esa y no otra es la circunstancia que lleva a Miguel Hernández a ser Presidente de

Juventudes Socialistas de Orihuela. Su nivel cultural es muy superior a la de la mayoría de los militantes de la organización. Miguel Hernández se afilia a la organización en febrero de 1931, con veinte años, y accede a la presidencia en los primeros días del mes de junio del mismo año, presentando su dimisión como presidente en enero de 1932 desde Madrid. Es en la capital donde Miguel quiere establecerse para buscarse la vida como escritor y en diciembre de 1931 llega por primera vez a Madrid en un fugaz viaje, apenas tres meses, que le defraudaría hasta el extremo de intentar abandonar y de escribir el duro poema “Sirvo de afirmación en la aldea”.

En este punto habría que señalar que Miguel Hernández ingresa en las JJSS de la mano

de dos personajes absolutamente contrapuestos en su historia posterior, nos referimos a Augusto Pescador, eminente filósofo exiliado en 1939 y que todavía hoy es u referente en los estudios de filosofía de gran parte de Latinoamérica y al que el socialismo español no le ha reconocido todavía su labor y su prestigio internacional. La otra mano que llevó a Miguel a las filas de Juventudes Socialistas fue Juan Bello Salmerón, quien pasó de ser un radical dentro de la organización a militar y tener cargos importantes en la Falange. Sin embargo, y en su descargo, habría que considerar que fue uno de los pocos oriolanos que dio la cara por Hernández tras la guerra en su periplo carcelario.

Si analizáramos ideológicamente a Miguel Hernández, coincidiendo con su época de

militancia socialista en las Juventudes Socialistas, nos podríamos encontrar con una obra católico conservadora. No hay que olvidar que su magnífico auto sacramental de acervado espíritu católico y de una sorprendente calidad literaria, como llegó a reconocerle Neruda, lo escribe Miguel en 1934.

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¿Por qué se acerca Miguel a JJSS? Porque era nuestra organización el único foco de cultura popular en la ciudad que le vio nacer. El otro polo dedicado a la cultura era el círculo católico, pero allí no estaba bien visto un pastor de cabras.

Habría que considerar, ahondando en la trayectoria ideológica de Hernández, que en 1931 participa en la inauguración del busco a Gabriel Miró que todavía hoy preside la principal plaza de Orihuela, inauguración cuyo principal protagonista fue el poeta fascista Ernesto Giménez Caballero. Un acto que terminó en serio altercado por la soflama fascista del orador.

Sin embargo, el amor por el teatro y la cultura de Miguel, le hace mantenerse en las

JJSS, a pesar de que su “compañero del alma”, Ramón Sijé, anda por derroteros ultraconservadores y de amplia trascendencia católica.

Aun así, tras su primer viaje a Madrid, Miguel ya masculla los “Los hijos de la piedra”,

primera obra de teatro de contenido social que aun sin un compromiso claro, deja entrever una tendencia ideológica que se aceleraría a partir de 1934.

No cabe duda de que su condición social, su contacto con la naturaleza y su proceso

intelectual, está mediatizado hasta su segundo y definitivo viaje a Madrid por la iglesia católica y por su amigo Ramón Sijé (José Marín). Los contactos en Madrid, sobre todo con Pablo Neruda y Maruja Mayo, vuelven radicalmente la tortilla ideológica de Miguel Hernández, hasta el punto de su declaración pública en el poema “sonreídme”, del que Marina Mayoral dice: “no hubo crisis de fe en el sentido estricto. Se trata más bien de apartarse de algo que sometía y desvirtuaba su verdadera naturaleza, y por otra parte, de lograr una sociedad más justa”.

Por lo tanto, la condición ética y estética de Miguel Hernández evoluciona, pero no

cambia. Y si en Orihuela estaba condicionada por Fenoll y Sijé, la influencia del Obispo Almarcha de la que se acuño históricamente, es la ética de Neruda y la estética de Alezxandre, quienes forja en Miguel Hernández a un poeta que comenzó enganchándose en el vagón de cola de la generación de 27.

Pero Miguel era el

poeta del compromiso, hecho de barro y tierra, que poco tenía que ver con la izquierda intelectual y burguesa recriada entre los mármoles y las cristaleras de la residencia de estudiantes. Y cuando llegó la hora de la verdad, los poetas y escritores que servían como icono al Frente Popular, se quedaron puestos de pajarita y corbata en sedes palaciegas del Madrid sitiado. Miguel cogió un fusil y se fue a tomar el cuartel de la montaña, único bastión el golpe fascista en el centro de la ciudad.

Su actitud ruda, campesina, y popular, ya le había hecho ganarse el desprecio de García

Lorca, que no consintió ir a la casa de Vicente Alexandre para despedir el curso del 36 porque “se está Miguel Hernández, yo no voy”. Marchó a Granada y nunca más volvió. Fue asesinado días después por las fuerzas fascistas.

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Es en la Guerra Civil cuando Miguel Hernández pone las cartas bocarriba, deja de ser en

cierto modo pedigüeño, y se compromete ética y estéticamente con la República y la democracia. Y, a riesgo de su vida, demuestra que no es el “felíz epílogo de la generación de 27” a cuyo vagón de cola se había sumado, día tras día y hora tras hora, Hernández va superando con mucho, al resto de sus compañeros, y hace del horror, la represión, la lucha y el compromiso, un compromiso ético y un reflejo estético que no fue nunca superado por ninguno de los intelectuales de la época. Pese a quien pese, como decía Muñoz Molina, y Alfonso Guerra hace unas semanas, “Neruda, todo un premio Novel, a la hora de hacer literatura de la realidad y de la revolución, no le llegan a nuestro Presidente cabrero ni a la altura del betún”.

Aunque no existe ningún documento de afiliación, y sí una ficha de miliciano en donde en el apartado de “Organización” pone “P.C.”, Miguel Hernández se radicaliza y llega incluso a

defender al estalinismo. Su visita a Rusia y, sobre todo, sus vivencias en carne viva en medio de la trinchera, lo convierten, como fue toda su vida, en un radical por el hombre y por la tierra.

Corrió un largo periplo carcelario, y jamás negó (oportunidades no le faltaron) su opción por la democracia y por la República, como se demuestra en todas y cada una de sus declaraciones, así como su negativa a suavizar el mensaje y “cambiar de bando” porque, como él mismo decía “éste régimen (el franquista) nunca podrá hacer feliz a mi patria”.

Mucho se ha escrito de Hernández, se ha mitificado en ocasiones en exceso, pero el tiempo ha puesto en su sitio incluso a aquellos progresistas que en la transición, vestidos de intelectualidad y fila siete, lo tacharon, sin ahondar en sus versos, de poeta panfletario. El tiempo ha dejado claro que aquel hombre que, chorreando pus, dejó de existir un 28 de marzo, con apenas 32 años, aquel joven socialista del año 31 y empedernido demócrata y republicano hasta su muerte, se negó siempre a ser “de un pueblo de bueyes, que soy de un pueblo que embarga, yacimientos de neones, desfiladeros de águilas, y cordilleras de toros con el orgullo en el asta”.

Ni él, ni ningún joven socialista, podemos ni debemos descansar en paz mientras que sus versos sigan siendo un sueño y una denuncia, y no una realidad que haga “más feliz a su patria”.

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Andrés Saborit Colomer nació en Alcalá de Henares (Madrid) en 1889. Hijo de un pintor-decorador, se hizo tipógrafo y periodista, formándose de manera elemental en clases nocturnas. Desde muy joven, formó parte de la Asociación General del Arte de Imprimir, sindicato socialista de tipógrafos, fundado por Pablo Iglesias, antecedente de la UGT y que luego se integraría en ella. Colaboró con Iglesias cuando este fue elegido Concejal del Ayuntamiento de Madrid, afiliándose al PSOE en 1904. Fue colaborador del Fundador del PSOE y la UGT hasta su muerte en 1925, continuando colaborando con Julián Besteiro, su otro maestro. Saborit fue uno de los fundadores de la Juventud Socialista Madrileña (JSM), junto a Mariano García Cortés, Cayetano Redondo, Lucio Martínez Gil, Fermín Blázquez y otros compañeros, siendo además Saborit, García Cortés y Redondo, Presidentes de las Juventudes Socialistas de España (JSE) en diversos periodos. Saborit fue también colaborador de Tomás Meabe en la extensión territorial de las JSE. En 1910 fue elegido Director de Renovación, el órgano de las Juventudes Socialistas, en el mismo año en que la sede del Comité Nacional de las JSE se trasladó de Bilbao a Madrid. En el III Congreso Ordinario de las JSE, celebrado en los Salones de la Casa del Pueblo de Madrid en Octubre de 1912, Saborit fue elegido Presidente de las JSE, siendo reelegido en el IV Congreso Ordinario celebrado en Madrid en Noviembre de 1915. Su mandato como Presidente concluiría en el V Congreso Ordinario, celebrado en Madrid en Diciembre de 1919, donde le sustituiría en la Presidencia de las JSE, José López y López. Entre 1919 y 1921, fue uno de los dirigentes socialistas que se opusieron al ingreso en la Internacional Comunista, tanto en los Congresos de las Juventudes Socialistas como del Partido Socialista. Por estas fechas, Saborit dejaría por cuestiones de edad su militancia en la organización juvenil socialista. En Agosto de 1917 había participado en la Huelga General Revolucionaria, siendo condenado a muerte primero, y luego conmutada la pena por cadena perpetua, estando en la Cárcel Modelo de Madrid y luego en el Penal de Cartagena, junto a sus compañeros en el Comité de Huelga, Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero y Daniel Anguiano, saliendo de la cárcel en 1918 debido a conseguir el acta de Diputado por Asturias en las Elecciones del 24 de Febrero de 1918. De esta manera, Saborit se convertía en el primer afiliado de las JSE que llegaba a ser

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Diputado. Exceptuando el paréntesis que supuso la Dictadura de Primo de Rivera, sería reelegido Diputado en las Elecciones de 1931 y 1933. Destaca también su faceta municipalista. En 1917 fue elegido Concejal del Ayuntamiento de Madrid, cargo que ostentó hasta el final de la Guerra Civil, exceptuando la Dictadura de Primo de Rivera. Fue la que persona que desarrolló el municipalismo socialista, como en 1920, cuando a iniciativa suya, el municipio abrió una información pública para estudiar el problema de la vivienda en Madrid. Al cargo de Concejal le tuvo una especial dedicación. Fue Teniente de Alcalde en el último Ayuntamiento de la Dictadura, proclamando junto con otros compañeros de la corporación la II República desde el balcón del Ayuntamiento. En la tarde noche del 14 de Abril de 1931, habiéndosele encargado interinamente la Alcaldía Presidencia del Ayuntamiento de Madrid, convocó con urgencia un Pleno Extraordinario del primer Ayuntamiento republicano de la capital para elegir el nuevo Alcalde de Madrid. Respecto a otros cargos institucionales, entre 1937 y 1939 fue Director General de Aduanas y Subdirector del Banco de Crédito Local en los Gobiernos de Largo Caballero y Negrín.

Su vida orgánica en el Sindicato y en el Partido fue muy fructífera. En 1914, en el XI Congreso de la UGT entra en la Comisión Ejecutiva como Vocal. En 1916, en el XII Congreso de la UGT accede a una Vicesecretaría. En 1918, en el XIII Congreso de la UGT, continúa en la Comisión Ejecutiva como Vocal. En 1920, en el XIV Congreso de la UGT es elegido Secretario Adjunto, siendo reelegido en el mismo cargo en 1922, en el XV Congreso de la UGT. En 1928, en el XVI Congreso de la UGT, accede a la Vicepresidencia del Sindicato, siendo reelegido en el mismo cargo en 1932, en el XVII Congreso de la UGT. Permanecería como Vicepresidente de la Comisión Ejecutiva de la UGT hasta Enero de 1934, cuando se produce la dimisión de Besteiro en la Presidencia y de todos sus seguidores. Después de la Guerra Civil, volvería a la Comisión Ejecutiva como Vocal, elegido en el I Congreso de la UGT en el Exilio en 1944 y permaneciendo en ella hasta 1950. En 1915 fue elegido miembro del Comité Nacional del PSOE. Fue elegido Vicesecretario del PSOE en el exilio, con Indalecio Prieto de Presidente. Dimitiría de su cargo en 1950. Su última actuación política fue la Presidencia del XXIV Congreso del PSOE en el Exilio, celebrado en Toulouse en 1970. En su faceta periodística, además de fundar Vida Socialista y Acción Socialista, en Abril de 1934, Saborit fundó la revista quincenal Tiempos Nuevos, dedicada a temas municipales. A partir del 15 de Junio de 1935 empezaría a editar el semanario Democracia. En estos medios besteiristas, polemizarían con los caballeristas y sus medios, Claridad y Leviatán, respecto a la táctica que debía seguir el Socialismo en aquel momento, ya que Saborit y el resto de partidarios de Besteiro se habían opuesto a la Revolución de Octubre de 1934 y a la radicalización bolchevique propuesta por el caballerismo. Y sobre todo, destaca el haber sido Director de El Socialista en dos etapas distintas, entre 1925 y 1931, y entre 1948 y 1950. Exiliado tras la Guerra Civil, vivió en París y Ginebra. Fallecería en Valencia en 1980, a la edad de noventa años, habiendo regresado del Exilio en 1977, con su mujer, María Rojo, para vivir en casa de su hija. Su cuerpo sería trasladado para recibir sepultura en el Cementerio Civil de Madrid, junto a los demás dirigentes históricos del Socialismo, sobre todo sus dos maestros, Pablo Iglesias y Julián Besteiro.

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Afortunadamente, a lo largo de la historia, han existido muchísimas mujeres dignas de admiración. Mujeres que dedicaron su vida a luchar por un mundo más justo, mujeres que inventaron objetos que utilizamos a diario, mujeres que escribieron grandes obras literarias y mujeres que hicieron lo que en su momento les estaba vetado: vivir como personas libres.

Desgraciadamente, la mayoría de estas mujeres han pasado al olvido para el conjunto de la población.

Uno de estos casos es el de la socialista María Lejárraga, una escritora brillante que, sin embargo, se vio obligada a publicar sus obras bajo el nombre de su marido, regalándole toda su fama y prestigio. María nació en 1874 en La Rioja pero pasó su infancia en el madrileño barrio de Carabanchel (por entonces pueblo), donde convivió con las miserias humanas en el orfanato donde su padre trabajaba como médico. Aquí fue donde María se empezó a interesar por la infancia y los problemas humanos. Por este motivo, cuando terminó los estudios obligatorios emprendió la carrera de maestra, profesión que compaginó toda su vida con la escritura y la política. A los veintiséis años de edad contrajo matrimonio con un vecino, del que se enamoró perdidamente por su espíritu bohemio y soñador. Este hombre era Gregorio Martínez Sierra, un vividor que firmó obras tan conocidas como Tú eres la paz o Canción de Cuna, ambas escritas por María. Además, esta gran mujer también es autora, entre otros, de los libretos de El amor brujo, El corregidor y la molinera y Las golondrinas. Todos ellos firmados por su marido, ya que era la única forma de conseguir su publicación. Su vida privada también estuvo marcada por la relación paralela que mantenía Gregorio con otra mujer (la actriz Catalina Bárcena), sufriendo María una depresión constante por tener que soportar esta situación y llegando a cometer varios intentos de suicidio. Respecto a su vida publica, y aunque casi no se haya dicho, María fue una de las estrechas colaboradoras de Francisco Giner de los Ríos, creadores junto con otros personajes ilustres de la época, de la Institución Libre de Enseñanza, la cual supuso un avance sin precedentes para la educación y un modelo que continúa hasta nuestros días.

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María fue además una militante comprometida del PSOE, llegando a ocupar el cargo de diputada (una de las primeras de la historia de España) durante la II República.

Fue también durante la II República cuando se cansó de su silencio y se unió al movimiento

en favor del voto de la mujer, junto con otras representantes como la conocida Clara

Campoamor, y cuando empezó a reclamar sus obras literarias como propias. Hechos

ambos por los que la mayoría de los hombres se la echaron encima para acallar sus

pretensiones, no fuera ser que lo de liberarse fuera contagioso y se les pegara algo a

sus propias mujeres.

Finalmente, la Guerra Civil la obligó a exiliarse a Argentina, donde murió en 1974, casi en el anonimato y sin haber recibido ningún tipo de reconocimiento por su labor.

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Indudablemente el festejo taurino lleva asentado en nuestro país muchísimos años y es uno de los eventos que nos caracterizan de cara al exterior y no hablo de tópicos, véase paella, mar y sevillanas. No obstante, no pienso defender la fiesta taurina basándome en criterios como la tradición ya que hay otras tradiciones que son abominables. Lo cierto es que desde mi punto de vista el toreo es un arte, es algo que te estremece, te alegra, te emociona, es un deleite artístico comparable al visionado de una gran película, la percepción de una pintura que transmita o los acordes de una guitarra susurrando en tu oído. Los antitaurinos fundamentan su pretensión de abolir el toreo en el maltrato del animal; pues bien yo considero que jamás puede haber maltrato porque para que ello se produzca el hombre debe tener una posición de supremacía con respecto al toro, y en mi opinión ello no es así. Considero que existe cierta hipocresía en el tratamiento de este debate porque nadie se preocupa de cómo mueren los cerdos en el matadero, ni de la caza de las palomas o perdices...etc, se me puede tachar de demagogo pero asumo el riesgo. Si queremos hablamos de cuestiones ecológicas y de sostenibilidad, si no existiera la lidia, el toro no tendría cabida en nuestro ecosistema, se extinguiría en muy pocos años, ¿es eso amor por el toro? El amor por el toro es darle una vida magnifica en unos páramos excelentes con el cuidado de veterinarios, ganaderos…etc. Otro tema a tratar es la cantidad de empleos que dependen de la fiesta taurina, ¿dónde ubicamos a los ganaderos, veterinarios, empresarios taurinos? ¿cuántos turistas perderíamos si no existiese el toreo? Y ya por último, que pensáis de ese torero/a que se pone delante de un morlaco de quinientos kilos con unos pitones de un tamaño estratosférico y consigue hacerse con él utilizando única y exclusivamente su inteligencia, probándole de una lado, cambiando al otro, sabiendo llevar la suerte de varas en su justa medida y ante todo demostrando una valentía digna de elogio. Nadie obliga a ir a los toros, todo este debate tiene que partir de una cuestión de respeto y libertad; al que no le guste el festejo que no vaya a la plaza, ¡¡faltaría más!! Intelectuales, artistas, eruditos de las letras defienden la fiesta, ¿son todos ellos seres crueles? sinceramente opino que no.

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La llamada fiesta nacional (y digo llamada, porque desde luego no es la de todos) representa una de las manchas dentro del panorama socio-cultural español. Lo que ocurre dentro de una plaza de toros es comparable a lo que ocurría dentro del circo romano: señoras y señores cuyo divertimento consiste en ver matar a un animal indefenso a manos de un hombre viril y fornido (y por supuesto heterosexual y católico apostólico romano).

Este ansia por ver morir a un animal es lo que realmente me horroriza de este bochornoso espectáculo, pues encarna los peores valores que pueden darse en una sociedad avanzada: la violencia y la crueldad. No obstante, por encima del disfrute de la tortura sufrida por el toro, está la propia tortura a la que es sometido. Desde luego no me puedo creer, como los defensores de la fiesta quieren hacer ver, que lo que el toro vive en la plaza es un camino de rosas. El toro sufre. Incluso me atrevería a decir que llora, pues lo que padece el toro es el dolor de las banderillas hasta que el torero le remata y le amputa sus órganos. A menudo, se mitifica el concepto internacional que se tiene sobre la tauromaquia, sin

embargo, creo que ayuda a la imagen rancia que se tiene de España fuera de nuestras fronteras. Mientras este tipo de actos pervivan como centro de las fiestas populares que se llevan a cabo en numerosos pueblos, España seguirá siendo el país de la fiesta y la pandereta, del que solo se conocerá la juerga, la paella y el olé. Por tanto, la sociedad en conjunto debe plantearse (como ya se ha hecho en Cataluña) la eliminación de todas las fiestas, festejos y demás, que tengan como trasfondo el maltrato animal, puesto que la crueldad, la tortura y la violencia no pueden ser, de ningún modo, parte de la Cultura y el Arte.

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Como todos sabéis, el 23 de abril fue el Día del Libro. Éste día, como iniciativa cultural me resulta necesaria a la vez que patética, me explico. No seré yo quien niegue la necesidad de fomentar la lectura y lo útil que resulta promover iniciativas del tipo: “día de (ponga usted lo que considere)” para generar pensamiento (únicamente) en un momento determinado y así levantar a las masas que acuden a la llamada del famoso “día de…”. Más allá de esta ligera crítica, el día mencionado funciona. El libro es el gran transmisor de la cultura, no lo neguemos ni cuestionemos. Cuestionemos sí la accesibilidad que tenemos a él es la suficiente, cuestionemos si lo que leemos nos está aportando la cultura que creemos que nos aporta. Cuestionemos también cómo acudimos a comprar libros “porque es el Día del Libro”.

La Biblioteca: ése edificio ahora llamado Centro Cultural. Las bibliotecas en nuestra Comunidad Autónoma no suspenden en cuanto a su oferta lectiva (variedad de obras, número de ejemplares de cada obra, periódicos…), y otro servicios ofertados como internet o incluso los periódicos de tirada nacional y los gratuitos que se distribuyen en nuestra ciudad; pero sí suspenden en el servicio que prestan: en su ubicación: zonas extra-dotadas (con 2 bibliotecas en 200metros), bibliotecas de las que te echan por querer estudiar, en lugar de leer (en Moratalaz, si no lo digo reviento), bibliotecas muy poco insonorizadas ya que al ser centro cultural se realizan muchas otras actividades, etc. Aprovecho además para criticar el concepto que se tiene en Madrid de “Centro Cultural”. Porque, ¡¡por Dios!! separemos la biblioteca, del centro cultural y del centro cívico. (Y ya, de paso, hagamos el esfuerzo de redefinirlos). Estas tres propuestas en las que se resume el acceso a la cultura en los barrios de nuestra ciudad son muy vagas.

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La República de Senegal (con una superficie total de 197.161 km2) se localiza en el extremo oeste del continente africano, aproximadamente a 1.800 km al sur de las Islas Canarias. Limita al norte con Mauritania, al este con Malí, al sur con Guinea Bissau y Guinea Conakry, y al oeste con la costa atlántica a lo largo de 531 km. Senegal es un país fundamentalmente llano, regado por cuatro grandes ríos: el Senegal, el Gambia, el Casamance y el Saloum. El clima es de tipo subsahariano tropical, distinguiéndose dos estaciones: una seca de noviembre a junio, y la de lluvias de julio a octubre. Los paisajes que podemos encontrar van desde la sabana saheliana al norte hasta el bosque tropical al sur.

En el 2007, Senegal tenía una población 12,2 millones de habitantes, concentrada en las zonas urbanas, especialmente en Dakar, Thiès, Kaolack y Saint Louis. Su población es mayoritariamente joven: el 43% de sus habitantes son menores de 15 años, y solo un 5,4% supera los 65 años. La esperanza de vida al nacer no supera los 55 años, siendo dos años más que la media de África. Es un estado aconfesional con una buena convivencia entre razas, culturas y religiones. Existen en torno a 20 grupos étnicos siendo mayoritarios los Wolof (43%), Peul (24%) Serere (15%) Diola (5%) Mandigas (4%). El 92% de su población son musulmanes, el 5% católicos, 2% animistas y 1% otras creencias. El francés es el idioma oficial, no obstante las lenguas nacionales reconocidas en la Constitución son Wolof, Serere, Dio, Pular, Soninké y el Mandinga.

Senegal ha apoyado la integración de los países francófonos de África Occidental y puede ser considerado como un referente de estabilidad democrática en África Occidental. Senegal es una república en régimen presidencialista que sigue un modelo político-administrativo de corte francés. El presidente de la república es elegido por sufragio universal directo, mediante un sistema mayoritario a dos vueltas y su mandato actual es de 5 años. Su Constitución data de 1963 y en ella se establece la separación de poderes, amplias prerrogativas al Jefe de Estado, reconocimiento del pluripartidismo, y derecho a huelga y asociación. El Presidente determina la política de la república, y nombra al Primer Ministro, que es jefe del Gobierno. El Presidente tiene capacidad para disolver la Asamblea Nacional tras consultar con el Primer ministro y el Presidente de dicha Asamblea, aunque solo podrá hacerlo durante los dos primeros años de la legislatura. Es un sistema bicameral, integrado por una Asamblea Nacional con 150 miembros y un Senado con 100 miembros. Sin embargo, 65 senadores son elegidos por el Presidente de la Republica y el resto por sufragio indirecto. Tiene mas de 60 partidos, si bien la mayoría son marginales. La oposición esta unida en el bloque Coalición Popular por la Alternancia (CPA), formado por 20 partidos, entre los cuales se encuentra el Partido Socialista, la Alianza de Fuerzas del Progreso y la Liga Democrática/Movimiento por el Partido del Trabajo. En el 2007 resultó re-elegido el Presidente Abdoulaye Wade; las elecciones legislativas de junio registraron la más baja participación de la historia de Senegal.

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Territorialmente se organiza de acuerdo con el modelo francés en distritos, departamentos y regiones. Hay 10 regiones administrativas (Dakar, Thiès, Kaolack, Diourbel, Saint Louis, Kolda, Fatick, Louga, Ziguinchor y Tambacounda) que se dividen a su vez en departamentos. Su organización ha heredado una configuración muy centralizada. Las relaciones bilaterales de Senegal con la UE se han enmarcado dentro del Acuerdo de Cotonou, firmado el 23 de junio de 2000 entre la UE y 77 estados de África, Caribe y Pacifico.

Senegal es miembro de la UEMOA (Unión Económica y Monetaria de África Occidental) y su divisa es el Franco CFA (Comunidad Financiera de África). Al cambio, un euro sería igual a 655,96 F CFA. Se estima que el desempleo afecta al 75% de la población, aunque no existen estadísticas fidedignas de empleo. La agricultura sigue siendo poco productiva pese a la alta participación de la población activa en este sector, junto al pesquero. Los bajos rendimientos se deben también a las técnicas de cultivo y al clima. Destacan los cultivos de azúcar, cacahuete, algodón y arroz. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se ha comprometido a financiar un proyecto del plan REVA para el desarrollo de diez polos de emergencia agrícolas, por un valor de 10 millones de euros de financiación, a través del Fondo de Ayuda al desarrollo. La ganadería constituye un subsector importante del sector primario, despuntando las cabañas de ganado bovino, caprino y ovino. La pesca es la principal fuente de divisas del país. El sector secundario representa un 20,6% del PIB, destacando la actividad minera, alimentaria y química. El sector servicios contribuye de forma mayoritaria al PIB (45,4%) y al crecimiento de la economía. Los servicios que presentan mayor dinamismo son el comercio, los transportes, el turismo y las telecomunicaciones que destacan por su buena calidad. Los principales países proveedores de Senegal son Francia, China y Tailandia, ocupando España el séptimo lugar (en 2007). En cuanto países clientes destacan Malí y Francia; España ocupa el quinto lugar.

Su tasa de escolarización es de 76%, muy por debajo de la media en África Subsahariana; mientras que la tasa de alfabetización entre adultos no llega al 50%. La zona del país con mayor peligrosidad, Casamance se producen enfrentamientos continuos entre el ejercito senegalés y el movimiento separatista MFDC (Movimiento de las Fuerzas Democráticas de Casamance). El resto del país puede considerarse como zona segura.

HISTORIA: La historia documentada de Senegal se remonta al siglo VIII cuando formaba parte del Imperio de Ghana. Tras su desaparición surgió el reino Djolof entre el río Senegal y la actual

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Dakar, un territorio que prosperó durante los siglos XIII y XIV. A principios del siglo XVI, comerciantes portugueses establecieron contactos con los reinos costeros que se mantendrían a lo largo de este siglo; sin embargo, los portugueses fueron desplazados por británicos, franceses y neerlandeses. Mas tarde, el primer asentamiento francés se hizo en Saint-Louis en 1659, y la Isla de Gorée en Dakar se convirtió en un importante enclave para el comercio de esclavos en el Atlántico en el s. XVIII. A finales del siglo XIX Francia controlaba el territorio, y Dakar se convirtió en centro administrativo. Durante el período previo a la independencia, Senegal se unió al Sudán francés para formar la Federación de Malí, que obtuvo la independencia en 1960, aunque la federación quedó finalmente truncada dos meses después. Así Senegal se convirtió en una república presidida por Leopold Senghor que sustituyó la democracia multipartidista por un régimen autoritario. En 1973, Senegal y otros seis países crearon la Comunidad Económica del África Occidental. Sin embargo, la economía continuaba estancada y con ella, la popularidad de Senghor que dimitió a favor de su protegido Abdou Diouf. El cual dirigió el país durante los siguientes 20 años, iniciando además la liberalización económica y política, incluida la venta de las empresas y permitiendo la existencia de partidos políticos. En marzo de 2000, el partido de la oposición liderado por Abdoulaye Wade se hizo con la victoria en las urnas y Senegal experimentó su segunda transición al poder pacífico y la primera de un partido político a otro. En Enero de 2001, lo senegaleses votaron una nueva Constitución que legalizó los partidos de la oposición y concedió igualdad de derechos a hombres y mujeres. No obstante, el compromiso de Senegal con la democracia y los derechos humanos se ha consolidado con el tiempo. Además ha desempeñado un papel prominente en la política africana desde su independencia, sirviendo de puente diplomático y cultural entre el Islam y el Africa negra. (La mayor parte de los datos están sacados del Informe de la Oficina Econónmica y Comercial de España en Dakar, actualizada en 2008. Secretaria de Estado de Comercio)

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14 de abril de 1931; 1 de abril de 1939. Ambas fechas marcan un período de tiempo muy concreto del pasado de España. ¿Se tratan de meros hechos históricos? Es más, ¿se trata del pasado, así, sin más? Que es un período que pertenece a un tiempo pretérito no cabe duda, pero el hecho de que pertenezca al pasado no significa que no sea, de alguna manera, parte de nuestro presente, pues parece que nos encontramos atrapados por esos años. Quien tenga unos conocimientos básicos de la historia del siglo XX no podrá equiparar esos hechos a la Guerra de Independencia española contra las tropas napoleónicas o a las

guerras púnicas, salvo que se empeñe en anteponer el pretexto de querer ocultar la trascendencia de esa etapa, intento de ocultamiento que, a buen seguro, estaría relacionado con intereses, creencias e ideas que aún hoy colean en estos primeros andares del siglo XXI. Recordar cada catorce de abril la proclamación de la Segunda República en España no viene a ser similar a la celebración de un santo o de una fiesta que viene marcada en el calendario desde hace décadas. El hecho de que en un régimen democrático como el nuestro no sea recordada esta fecha en el calendario, ni celebrada, ni tan siquiera mentada, aunque sea de refilón en los grandes medios de comunicación, ya es suficientemente sintomático.

Este período has sido tratado sin duda con gran crueldad. A lo largo de cuarenta años se ha intentado borrar de las mentalidades colectivas el inicio de un régimen que marcaría profundamente a una generación de españolas y españoles. Parte de dicha generación fue pasada a cuchillo a partir de 1939, otra se exilió –no sólo físicamente, sino también psíquicamente, que es quizá lo peor- y otra pequeña parte fue adoctrinada por una perversión del concepto de la escuela y la educación o por el miedo, que todo lo puede, menos las acciones hermosas. Pese a la saña empleada, no obstante, no lograron arrancar esa visión de España que es, en esencia, la Segunda República, ni tampoco sus valores. Rabiosos por ello, silenciaron con cárcel, torturas, vejaciones y fusilamientos a aquellas y aquellos que quisieron volver a hacer brotar esa planta llena de hermosas flores y de provechosos frutos para el bien común, para la “cosa pública”, que es, al fin y al cabo, la traducción de la voz latina Res Publica, de la cual derivó el vocablo “república”. Quienes quisieron hacer revivir ese régimen y sus valores no hacían más que un esfuerzo, dependiendo de las vocaciones, valentía –o temeridad, bendita temeridad- y posibilidades de cada cual por restablecer la legalidad, que no era otra cosa que volver a dar la vuelta al mundo para poner recto lo que estaba torcido y del derecho lo que el régimen franquista había puesto del revés. Con la victoria del general golpista y sus acólitos se denominó “nacional” al que había traicionado al gobierno de su país con el indispensable apoyo de dos potencias extranjeras, se llamó “leales a España” a los militares rebeldes que habían incumplido el sumo mandato que, se suponía, regía toda su vocación castrense, éste es, la lealtad; llamaron “guerra de liberación” a una contienda que ellos mismos comenzaron y que desembocó en una de las más fieras y longevas dictaduras europeas occidentales. Calificaron de “eruditos” y “doctos” a auténticos incapaces que ocuparon cátedras de universidad e instituto inmediatamente después de la contienda por lo que entendían que eran “méritos de guerra”.

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Muchas y muchos de los que han estado intentando recordar estos años y de los que hemos querido unir nuestra escasa memoria –debido a cuestiones puramente biológicas como es nuestra juventud- a la de los que vivieron aquellos años, hemos tenido una dificultad adicional por ser socialistas. Nuestro partido y la organización juvenil a la que pertenecemos, Juventudes Socialistas, tuvieron un papel destacado en la transición a la democracia, como tantas otras fuerzas políticas, especialmente de la izquierda. Sin embargo, el ascenso imparable por el apoyo masivo en las urnas del PSOE a partir de 1982 impusieron a la militancia del puño y la rosa un tacto político exquisito, en nombre de la reconciliación nacional y del sentido de Estado aunque también –y en mayor medida diría yo- del olvido. Esta actitud ha permitido a una derecha organizada en política pero sobre todo en los medios de comunicación, buscar nuevos cauces y argumentos para seguir manteniendo viva la historiografía franquista y su visión respecto al segundo período republicano, la guerra civil y la dictadura franquista, así como a una izquierda a la izquierda de la socialdemocracia -representada en nuestro país por el Partido Comunista de España- erigirse en intérprete exclusivo de nuestro pasado democrático, de tal manera que, no sin ciertos matices por otra parte, la memoria histórica de la Segunda República española y del exilio está pasada por el tamiz comunista en buen número de publicaciones, tanto científicas

como de divulgación. Como socialistas este estado de las cosas no debería sorprendernos. Debemos evitar que desde cierta derecha recalcitrante se vuelva al mundo al revés pero más aún, si cabe, debemos estar dispuestos a proclamar en voz muy alta que los socialistas tenemos derecho a nuestra propia memoria, distinta pero a menudo tan cercana a la de buena parte de esa izquierda que del gobierno del Frente Popular pasó al exilio, la cárcel o la fosa común.

Recordar fielmente el pasado y conocerlo en profundidad es el primer paso para comprender el presente, el mundo que nos rodea y estar, por tanto, en mejores condiciones para tejer nuestro futuro. Una vez hecho esto o, en todo caso, mientras llevamos a cabo esto, no podemos dejar de tener presente que el advenimiento de la república en España ha traído consigo un cambio, aires de renovación, de espíritu crítico, de conciencia política, de deseo de superación y de ideales de educación y cultura para todas y todos los españoles. No ha habido período republicano en España en el que sus partidarios, en definitiva, no hayan aspirado al supremo ideal de crear ciudadanas y ciudadanos. Pues sólo considerando a los habitantes de este país como tales se puede mantener viva la llama y, por consiguiente, la República. Ser republicano es, por tanto, asumir un papel activo, o, lo que es lo mismo: el régimen republicano no viene, sino que se trae; no se mantiene, sino que lo mantenemos. Dadas las circunstancias es pertinente crear, de modo consciente, las condiciones para instaurar una república. Y ello pasa, insisto, por crear republicanas y republicanos antes que el propio estado republicano. Si no obramos así, la tan ansiada por tantos Tercera República, si llegara algún día, quedará, a buen seguro, en otro intento fallido y la oración “la historia se repite” volverá a mostrarse en nuestro país como triste tópico y llamada al conformismo. Igualdad, Libertad y Fraternidad.

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Desde su origen el régimen franquista se esforzó por reglamentar la vida de los y las españoles

y españolas, quedando pocos ámbitos de dicha vida fuera de sus aspiraciones totalitaristas. Las

relaciones entre los sexos no formaron parte, desde luego, de las excepciones. La configuración

del “Estado Nuevo” franquista, iniciada ya durante la Guerra Civil, conllevó la conceptualización

de nuevas representaciones del género que dieron lugar a nuevas asimetrías entre hombres y

mujeres.

Al igual que en el proceso de erección de otras dictaduras europeas coetáneas, en el

del “Estado Nuevo” español jugó un papel relevante el recurso a un “pensamiento mítico” y un

“orden simbólico” –en palabras de Giuliana di

Febo- como medio de integración y captura de

consenso social. Aunque la influencia del

fascismo italiano resultó evidente en la

definición de determinados elementos

institucionales y formas represivas del nuevo

régimen, lo cierto es que el pensamiento

mítico legitimador del “Estado Nuevo” español

se fundamentó sobre todo en el

nacionalcatolicismo. En dicho pensamiento se

incluyeron las nuevas representaciones del

género, que en realidad eran producto de la reactualización de otras viejas, de las que se

dedujeron tanto las leyes positivas como los estatutos simbólicos que pasaron a regular las

relaciones entre los sexos y devolvieron a la mujer a una situación subalterna respecto al

hombre. El papel de la Iglesia católica en la configuración del nuevo sistema de género fue, en

consecuencia, decisivo.

Durante la Guerra Civil, los esfuerzos de los sublevados por construir una identidad

propia y antagónica a la del enemigo, que favoreciese la movilización antirrepublicana y la

cohesión del bando pretendidamente “nacional”, contribuyó a la definición del mencionado

pensamiento mítico. Se construyó una alternativa a todas las ideas del imaginario republicano,

incluidas las concernientes a la sexualidad y a las relaciones entre hombres y mujeres. Durante

la II República había entrado en crisis el modelo femenino tradicional y, por consiguiente, había

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sido cuestionado el modelo masculino hasta entonces hegemónico. Con el estallido de la guerra

apareció en el bando republicano la figura –más ficticia que real- de la miliciana, que combatía

en la primera línea del frente al lado del hombre. En oposición a esta estado de cosas, que

evidenciaba los “peligros de la modernidad” y era fruto de “modas extranjerizantes”, en el

bando sublevado se procuró redefinir el papel de hombres y mujeres y “normalizar” las

relaciones entre los sexos de acuerdo con los valores conservadores del nacionalcatolicismo.

De este modo se recuperaron estereotipos anacrónicos de ambos géneros, que debían

de contribuir a la “formación” de los y las jóvenes. Para los jóvenes el modelo era el del

“ascetismo militar” y su “misión” la de defender la religión católica y los valores de la patria a

través de las armas y la “cruzada”. Dicho modelo se encontraba ejemplificado en figuras míticas

de la historia de España como las de don Pelayo, el Cid, Francisco Pizarro, Hernán Cortes, el

Gran Capitán o Ignacio de Loyola. A la mujer se le reasignó la familia y el hogar como espacio

donde debía desarrollar su “misión” en la sociedad: la de “esposa y madre ejemplar”. Isabel I

de Castilla y Teresa de Jesús debían de ser sus referentes. José Pemartín, responsable en esa

época del Servicio Nacional de Enseñanza Superior y Media, propuso en su obra Qué es “lo

nuevo” (1940) la creación de un quinto año de enseñanza media superior consagrado a los

“estudios femeninos y del hogar”, que encauzase “la corriente de estudiantas, apartándolas de

la pedantería feminista de bachilleras y universitarias”. El Fuero del Trabajo (1938), la primera

Ley fundamental del “Estado Nuevo”, estipulaba para las mujeres lo siguiente: “El Estado

libertará a la mujer casada del taller y de la fábrica”.

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Después de la Guerra Civil proliferaron “manuales de formación”, que se dirigieron a los y las

jóvenes. Los manuales de formación femenina tuvieron por objeto divulgar entre las jóvenes el

modelo de mujer tolerado por el “Estado Nuevo”. Predicaban y prescribían las pautas de

comportamiento que todas las mujeres debían seguir para comulgar con el ideal de “mujer

cristiana”. Sus autores eran sobre todo religiosos, pero también médicos, políticos, pedagogos o

mujeres de la Sección Femenina de la Falange Española y de Acción Católica. Su contenido no

sufrió cambios sustanciales hasta finales de los años cincuenta. Su argumentario acudía a

creencias y principios bíblicos y de la tradición de la Iglesia, recogidos en tratados escritos en el

denominado como “Siglo de Oro” español. Algunos de éstos fueron reeditados con cierta

reiteración, como por ejemplo el Institutio feminae christianae de Juan Luis Vives o La perfecta

casada de Fray Luis de León.

Los mencionados manuales de formación definían las identidades masculina y femenina

a partir de caracteres permanentes y predisposiciones innatas. Las del hombre eran el espíritu

de independencia y de dominio, el sentido práctico o la tendencia al análisis. El honor, la

caballerosidad y el valor eran rasgos del “cruzado” y del héroe del glorioso pasado imperial de

la nación que pervivían en todo español. El hombre se encontraba, por consiguiente, capacitado

para asumir el protagonismo en el ámbito público y en el de la historia. En la mujer-tópico, por

contra, convivían fuerza y fragilidad, capacidad intelectual con necesidad de tutela, sensibilidad,

astucia, pureza y tentación. A partir del Génesis y de una concepción diferenciada del castigo

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original -que en el caso de la mujer implicaba el dolor en el parto y la sujeción al varón-

quedaba justificada la subalternidad de la mujer respecto al hombre.

La “misión” patriótica de la mujer era la de la maternidad. El incremento de la natalidad

fue contemplado como una “necesidad nacional”, cuya satisfacción debía permitir superar el

vacío demográfico provocado por la Guerra Civil y, sobre todo, restablecer la potencia de la

nación española. En 1941 un decreto ministerial convirtió en obligatorias para todos los centros

de primera y segunda enseñanza las Escuelas del Hogar, gestionadas por la Sección Femenina,

y destinadas a las niñas y a las jóvenes, con el fin de proporcionarles la formación adecuada

para convertirlas en perfectas amas de casa. En ellas se les enseñaba corte y confección,

puericultura, nociones de “convivencia social”, higiene, nutrición, discernimiento en las compras

y moralidad. Los manuales se transformaron en caja de resonancia de una propaganda dirigida

a la descalificación del trabajo femenino, entendido como amenaza a la feminidad, la

maternidad y la dedicación total de la mujer al hogar. La falta de una profesionalidad adecuada

para la mujer, la exclusión por ley de determinadas profesiones, la excedencia forzosa en caso

de boda, la tutela marital legal o la fuerte discriminación salarial fueron algunos de los

mecanismos disuasorios que operaron en la práctica y que impidieron la integración de la mujer

en el mercado laboral en igualdad de condiciones que el hombre.

La modernización económica y social iniciada a finales del decenio de 1950 afectó solo

tímidamente a las relaciones entre los sexos. La emancipación de la mujer no ha comenzado a

ser una realidad efectiva hasta el presente período democrático. De hecho, la dicotomía de

género y la subalternidad del sexo femenino respecto del masculino quedaron confirmadas por

el tardofranquismo, aunque al mismo tiempo se hicieron menos explícitas en el discurso

ideológico del régimen. El trabajo femenino, por ejemplo, ya no fue condenado enérgicamente,

pero sólo fue admitido como una elección de la mujer impuesta por la necesidad, y nunca como

un medio para su realización personal e individual. Ésta se siguió localizando en la esfera del

hogar y en el ámbito privado. Los manuales de formación continuaron siendo publicados con las

modificaciones pertinentes, si bien, debido al creciente divorcio que entre la norma y el

comportamiento social se produjo en los últimos años de la dictadura, perdieron

progresivamente su efectividad.

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Hace mas de 70 años las balas no tenían tiempo ni de silbar debido a la corta distancia entre verdugo y ciudadano, encubriendo más aun, en el estruendoso silencio nocturno, los fratricidios apartados y cobardes de la “España nacional”. Ocurrió en esa España donde los lienzos huían de las bombas, donde se condenaba a la inteligencia y los poetas morían, unos arraigados en la áspera tierra, otros desarraigados en su exilio. Todos perdimos parte de nuestra cultura, de nuestra historia y nuestro progreso a cambio de una mordaza impuesta, de una persecución sistemática y una depuración de conciencias. Se vejó a los perdedores, cautivos y desarmados durante 36 años dieron con sus huesos en una cuneta, frente a una tapia, patíbulo o tablón de madera en Carabanchel, Ventas u Ocaña.

Mapa de las fosas comunes halladas.

Tras 36 años de dictadura, una transición costosa, una Constitución y 33 años de democracia es en estos últimos años cuando se comienzan a relatar los atropellos del pasado, se empezó a hablar del miedo mirándole a la cara.

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Aun hoy, día a día, se continúa escribiendo la crónica mas negra de nuestra historia reciente a golpe de pala y pincel, desenterrando las biografías silenciadas bajo toneladas de tierra en las cunetas de nuestras carreteras. Es un proceso a contrarreloj; se lucha contra los herederos políticos de las balas del pasado, contra la falta de presupuesto, contra los miedos interiorizados de algunos familiares, el desconocimiento de donde esta su padre, madre, abuelo, abuela… o simplemente la lucha contra el alzhéimer de una generación que poco a poco se va perdiendo y que nos negamos a olvidar.

Recuerdo aquella frase de Jaime Gil de Biedma: “De todas las historias de la Historia la más triste sin duda es la de España porque termina mal”. Peor aun, si como es común, la historia la escriben siempre y solamente los vencedores. La democratización de la vida política exige el resarcimiento y el reconocimiento de aquellos que lucharon por la libertad, la igualdad y la justicia en los momentos mas decadentes de nuestro pasado, exige la democratización de nuestra historia colectiva, servir de medio

para consolidar la paz social para progresar como pueblo, identificar que no solo hubo vencedores y vencidos, sino también victimas y verdugos. Amnistía no es revanchismo sino reconocimiento, no es impunidad sino justicia. Los símbolos franquistas, edificios oficiales, monumentos, esculturas o denominaciones están fuera de todo proceso conciliador. No se cierran las heridas si sigue habiendo rastro de infección, no se puede pasar pagina con la historia a medias. No hemos tenido Corte Penal Internacional para el franquismo. Dentro de nuestras fronteras “La Falange”, pilar del régimen franquista, encarna la desvergüenza, el despotismo y la hipocresía de los que tuvieron el fusil por la culata. Aquellos que repudiaron la Constitución de 1978, la Transición y la posterior democracia se acogen al Estado de Derecho para personarse contra un Juez de la Audiencia Nacional. Debemos, por todo ello y como socialistas, desenterrar las mentiras y calamidades que el franquismo quiso silenciar bajo el suelo, como quien intenta meter el polvo debajo de la alfombra. Exigir el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, consolidad la libertad, la igualdad y el Estado Social y Democrático de Derecho es tarea de todos, no olvidar nuestro pasado y enseñarlo como tal en el futuro. Como dijo Aristóteles “saber es recordar”, nada mas racional, nada mas simple.

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