puño y letra no. 4

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4ta edición de Puño y Letra, la revista de reflexión de la izquierda anticapitalista chilena.

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Page 1: Puño y Letra no. 4
Page 2: Puño y Letra no. 4

EDITO

RIALEn sus manos sostienen un nuevo número de “Puño y Letra”.

Satisfactoriamente vamos caminando a cumplir el principal objetivo trazado por nuestro proyecto, que es constituirse en “la revista de reflexión de la izquierda anticapitalista chilena”. Estos avances se expresan en el ingreso a nuestro equipo de nuevos integrantes, provenientes de expresiones colectivas o individuales de las filas revolucionarias, y en la muy buena recepción que ha tenido en el seno de las izquierdas. Sin duda, un paso más de la larga caminata que debe enfrentar nuestra revista.

En este número daremos énfasis a la situación internacional con artículos sobre las protestas populares en Brasil y el triunfo del nuevo referente “Podemos” de España en las últimas elecciones para las diputaciones europeas. También incluimos una entrevista exclusiva con el intelectual revolucionario Michael Löwy, quien se refiere al marxismo en América Latina, anticapitalismo y ecosocialismo. Mantenemos nuestras secciones permanentes y crecimos en tamaño.

Como equipo, al reconocer la revista como espacio de confluencia de nuestra izquierda, nos hemos autoemplazado a deliberar política de forma mancomunada, a través del espacio editorial y de secciones específicas que comentaremos en su oportunidad. De esta forma, iremos sintetizando nuestra lectura de la realidad.

Al respecto, un somero análisis de la actual coyuntura política nacional.

La pionera y sólida edificación neoliberal chilena, regida bajo una economía capitalista periférica, se comienza a agrietar. El neoliberalismo como “sentido común” que nos tenía sumergidos en las resistencias más precarias al modelo, comienza a diluirse con la aparición intempestiva de un nuevo ciclo político y social, abierto por las movilizaciones del año 2011.

Este nuevo ciclo de conflictividad social ha tenido como protagonista a las luchas por una educación gratuita, pública y de calidad, impulsadas por el movimiento estudiantil, el cual también tuvo la capacidad de erigir demandas transversales como la reforma tributaria, asamblea constituyente y la renacionalización del cobre. Asimismo, corresponde destacar las luchas regionalistas por la descentralización y las demandas ecologistas. Uno de los hitos constituyentes en este nuevo periodo fue la seguidilla de protestas contra el megaproyecto

HidroAysén, que este 10 de junio, y luego de años de batallar, se rechazó definitivamente.

El atomizado movimiento obrero ha tenido una leve reactivación en el último tiempo; aunque de forma disgregada, lo cierto es que se ha hecho eco de su principal condición. En el último año fuimos testigos de importantes batallas laborales, como las huelgas de carteros y portuarios, entre otras. Este nuevo flujo sindical tiene importantes proyecciones para el campo popular, al tratarse de un sector estratégico en el engranaje de la movilización social.

En la otra vereda, parte del bloque hegemónico en el poder, hoy asentado en el ejecutivo, ha modificado su conducta política y, alertado por este nuevo ciclo político, ha comenzado una ofensiva de reformas tendiente a la satisfacción parcelada de ciertas reivindicaciones emanadas desde la calle. Esta bifurcación no es más que una estrategia por mantener la cooptación social y la búsqueda de salidas institucionales a las demandas populares.

Es así como triunfó la “Nueva Mayoría” a través de Michelle Bachelet en las elecciones presidenciales del año 2013, que se envistió con los ropajes de los movimientos sociales. De paso, la derecha tradicional queda como la segunda fuerza política en el parlamento, dando muestra de un “civilizado traspaso de gobierno”. Pero también es importante destacar que en esa contienda electoral primó la abstención, que es una expresión más de la crisis de legitimidad de la actual democracia neoliberal.En tanto, la otra parte del bloque hegemónico en el poder –la derecha-, intenta tensionar las reformas propuestas desde la “Nueva Mayoría”, con el objeto de mantener la política de los consensos y seguir constituyendo al duopolio como única fuente del quehacer político nacional.

Frente al actual escenario, nuestra matriz político-cultural revolucionaria hoy encuentra incipientes espacios de reagrupación. Desde recuperar confianzas perdidas hasta realizar y potenciar acciones conjuntas. Sin suda, esto es aún muy marginal, pero la tarea es seguir apostando por tal reagrupamiento de las y los revolucionarios y la reconstrucción del movimiento popular.

Esperamos seguir contribuyendo como “Puño y Letra” en el debate fraterno al interior de la izquierda anticapitalista chilena.

INDICE

EDITORIAL3La Otra Educación en las Escuelas Zapatistas

Por Marco Álvarez.

Por Martín Mosquera

Por Paola Arroyo de Violeta Rebelde

Por Lucía Vega

Por Paloma Negra

Por Cheron Moretti y Thiago Ávila.

4

RESEÑASEl Estado y la política en la reconstrucción del proyecto emancipatorio

El aborto: la punta de lanza de la lucha de clases

Por un sindicalismo de clase

Segunda estación: a la suerte de la olla raspamos historia

Copa del Mundo y protestas populares en Brasil

Anticapitalismo y Movimientos Sociales. Entrevista exclusiva a Michael Löwy6

910121416

Revista Puño & Letra / Edición Nº4Revista Puño & Letra es una publicación editadaen Santiago de Chile, 2014.

Edición: Equipo Puño & LetraDiseño y diagramación: AGP SurAgradecemos a cada uno de los colaboradores que hicieron posible esta edición.Julio, 2014

LA OTRA EDUCACIÓN

Por Leonardo Jofré

La lucha por la educación: diseñando la estrategia de la emancipación

Lumi Videla: Ejemplo de Revolucionaria

2022 REFERENTE HISTORICO

MOVIMIENTOS SOCIALES

Por Lautaro Videla

Por Luggi Calderón

Por David G. Marcos

Podemos como emergencia democrática18

ECOSOCIALISMO

FEMINISMO

TRABAJADORAS/ES

CULTURA POPULAR

INTERNACIONALISMO

INTERNACIONALISMO

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Page 3: Puño y Letra no. 4

En esta edición nos centraremos en el internacionalismo y como las luchas en Latinoamérica, no solo se centraron en

instaurar el socialismo mediante la vía armada, sino que a medi-da que vamos avanzando cronológicamente en el tiempo, estas demandas abarcan nuevas tácticas, como la incorporación de la lucha en el plano educativo.

Cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) co-menzó la fase pública de su lucha en la víspera del año nuevo de 1994, levantó once demandas: trabajo, tierra, alimentación, techo, independencia, salud, democracia, libertad, paz, justicia y educación. Luego de trece años, habían cumplido esta última demanda, como nunca antes en las selvas de Chiapas. Lo ante-rior, no fue por cooperación del mal gobierno mexicano2, sino que por el trabajo propio, ese que llamamos autogestionado.

El Doctor en Educación y profesor de la Universidad Autónoma de México, Hugo Aboites, señala que el EZLN pasa “del enfrenta-miento directo y armado con el Ejército Mexicano a impulsar la creación de una estructura política (las Juntas de Buen Gobier-no) y, de ellas, surge un pequeño ejército civil que comienza a dar una batalla en torno al conocimiento y la cultura”. Es por esto que la educación para las y los compañeros zapatistas es fun-damental para ir avanzando en la construcción de esa sociedad que muchas y muchos anhelamos.

Las y los Zapatistas decidieron qué educación quieren para sus comunidades en rebeldía, a pesar de que esta tarea no sería nada de fácil. Los comandantes zapatistas dicen que esta nueva educación se debe construir desde abajo, con las personas de las comunidades, comprendiendo y aprendiendo mientras van construyendo día a día.

Son objetivos fundamentales de la bien llamada “Otra Educa-ción”, recuperar las formas de hablar originarias, como el Tzeltal, Tzotzil, Chol, entre otras lenguas indígenas; comprender a todas y a todos dentro de las comunidades en rebeldía; y el más im-portante, bajo mí percepción, considerar practicar los valores culturales de los indígenas.

Al cotejar el oficial modelo educativo chileno con el del EZLN, vislumbramos un camino posible para construir y levantar nue-vas experiencias en educación alternativa, el reflejo anterior son las redes de “Las Escuelas Libres de Chile”, “Colectivo Paulo Freire”, “Colectivo Diatriba” y tantos otros.Nos encontramos cansados y cansadas de la educación formal, lo anterior lo vemos reflejado en las movilizaciones de los estudian-tes secundarios y universitarios que creen que esto de una vez por toda debe cambiar. La consigna del año 2006, era modificar la ley del dictador (LOCE) que la Concertación supo adoptar fraternal-

mente por 16 largos años, obtuvimos la LGE un cambio de nom-bre que en el papel suena bastante alentador, sin embargo surgió un nuevo malestar, que es referente al lucro, nos olvidamos que ese fantasma nos atemorizo desde hace bastantes años.

La educación formal de nuestro país, no considera a las hermanas y hermanos Mapuche, a las y a los pobladores, las y los subcontra-tados, las y los sin casa, las y los sin trabajo, y ahora las y los futuros profesionales endeudados por causa de “los beneficios” de la Con-certación3, para la creación del curriculum nacional4.

Las problemáticas zapatistas, entendidas dentro del plano educa-tivo formal de su respectivo país, tampoco han sido, ni fueron con-sideradas como parte de la educación que se debe impartir dentro de los estados mexicanos. Entonces, esta iniciativa de recuperar la cultura provoca mucho entusiasmo, por sobre todo el uso de sus lenguas Tzotzil, Tzeltal, Tojolabal y Chol, entre otras. Paulo Freire decía que la lectura de la palabra no es ajena a la lectura del mun-do, es por esto que resulta fundamental que las lecciones de clase sean desarrolladas en la lengua nativa, pues es esta la que hablan las y los niños dentro de las comunidades autónomas.

Un estudiante graduado de las escuelas zapatistas mencionaba que “Hablamos nuestra propia lengua. Estamos en resistencia. Nuestra educación nos enseña qué es el neoliberalismo, qué significa ser autónomo. Los maestros del gobierno faltaban fre-cuentemente, porque decían que no se les pagaba bien. Nos tra-taban de decir que solo buscáramos trabajo, que no lucháramos o resistiéramos contra el gobierno. Pero nosotros creemos que hacemos todo para todos. Tenemos que hacerlo juntos.”5

En el programa de estudio de la “Otra Educación” se consideran cuatro áreas fundamentales: Lenguas, que incorpora las lenguas locales y el español; Historia, referida a la región local, la lucha zapatista, México y el mundo; Agro-ecología, en la que se desarrolla el cuidado del medio ambiente mediante prácticas de agricultura; y las Matemáticas6.

Además de los contenidos mencionados, la educación zapatista desarrolla la igualdad de género en la educación, ya que para la construcción de la mujer y el hombre nuevo es necesario con-siderar el respeto entre cada uno de nosotros, en especial ese respeto que las sociedades capitalistas no consideran, que es hacia la mujer.7

Esta “Otra Educación” otorga una posición activa a los estudian-tes, es decir, no solo se les prepara para que conozcan de su len-gua, matemáticas, historia y ciencias (Agro-ecología)8, sino que también se espera que este conocimiento sea una herramienta útil para los quehaceres cotidianos9.

Anterior a la revolución Zapatista, en aquellas tierras rurales mexicanas las escuelas eran de las más pobres, además de ser escasas, se encontraban muy alejadas, sin embargo, ahora las comunidades de las hermanas y hermanos zapatistas han crea-do nuevas escuelas, formando a “promotores de la educación” que es lo homologo al concepto de profesora o profesor para los zapatistas, éstos además son parte de sus propias filas. Lo decidieron de esa forma porque el mal gobierno enviaba a sus docentes con el fin de espiar las acciones de los Zapatistas en las comunidades autónomas.

Los promotores de la educación, como se mencionó anterior-mente son nativos de las comunidades en las que enseñan. Por consiguiente comprenden la lengua nativa, la historia y cultura, esto genera que puedan transmitirlos a las y los niños, en lugar de un profesor externo a la realidad que viven día a día.

Estos promotores son formados por profesionales, una vez que reciben dicha formación pasan a entrenar a otra generación de promotores locales de sus comunidades. Cabe destacar que es importante notar que éstos promotores están aprendiendo al mismo tiempo que sus estudiantes. Es ahí donde cuestiona el modelo educativo formal, donde el do-cente lo sabe todo y existe otro que no sabe absolutamente nada.

En las escuelas, las y los estudiantes no están organizados por grados, ni son evaluados por exámenes escritos ni se les otor-gan las calificaciones finales, que si observamos nuestra educa-ción es esto lo que recibimos, por consiguiente es la orientación de la educación formal. Existen muchos promotores en una co-munidad en particular, las y los niños son separados por edad y nivel de conocimiento. Pero en muchos casos hay solamente un promotor por comunidad y no hay división de estudiantes, sino un solo salón multi-nivel en el que los estudiantes más viejos también le enseñan a los más jóvenes.

También se inserta el concepto de trabajo colectivo, es uno de los principios más importantes de la vida zapatista. Cada uno de los miembros de la comunidad hace un determinado trabajo y los resultados son compartidos, incluyendo la siembra, la edu-cación, entre otros.

Lo anterior, también es traspasado por medio de la práctica que realizan los promotores de la educación hacia sus estudiantes, ya que Carlos Lenkersdorf10 comenta que una vez durante un curso de preparación de maestros, unos jóvenes estudiantes to-jolabanes le solicitaron un examen. Esto le sorprendió, ya que la educación zapatista se basa mediante la oralidad (diálogo) y no incluye una evaluación escrita, accedieron a la propuesta. A la hora del examen, los estudiantes lo desarrollaron de manera

grupal, les explicaron se realizan de forma individual, y esta fue su respuesta “aquí somos veinticinco cabezas que, por supues-to, pensamos mejor que una sola ¿Qué solución de problema se produciría si cada comunero se separase de sus vecinos y compañeros y fuera a su casa a resolver el problema a solas? Nosotros no entramos en competencia los unos con los otros. Los problemas en la vida real son tales que requieren la mejor solución y para esta se recomienda la presencia de la comuni-dad reunida y no del individuo aislado”.

El camino por una educación nueva, libre, igualitaria y popular es el ejemplo de la experiencia del EZLN en base a la construc-ción de un curriculum que considere los valores, cultura, historia y lengua de nuestras comunidades esa la vía por la que se debe transitar, es esta la que realmente debemos alcanzar, donde se levanten nuevas experiencias de educación alternativa. Las y los estudiantes nos están demostrando que son ellos y ellas las que están realizando las transformaciones. Aquella lección nos quedo grabada en el año 2006 con la revolución pingüina, o con cada toma de liceo que nos demuestra una vez más que los cambios no provienen desde arriba. Son estas prácticas las que debemos seguir replicando en cada rincón del país, es por esto que la edu-cación debe provenir desde “ABAJO Y A LA IZQUIERDA.”

1 Militante del Movimiento Libres del Sur, profesor básico en matemática.2 Los zapatistas denominan de esta forma a los gobiernos mexicanos.3 Ahora llamada Nueva Mayoría, lo único nuevo que posee esta agrupación de partidos políticos neoliberales, es que dentro de sus filas se encuentra el Partido Comunista.4 El MINEDUC (Chile) lo define como “Los aprendizajes mínimos de cada nivel…constituyen un ordenamiento temporal de estos aprendizajes en el año”, la información anterior se diferencian concretamente en los contenidos que se deben enseñar en cada nivel; programas de estudios y el tiempo que se le designa a cada conocimiento; planes de estudio. 5 Amber Howard, s/f. 6 Ibid.7 El fiel reflejo, es la utilización de la mujer en espacios de publicidad, donde su figura es significado de un objeto sexual. 8 Se relaciona concretamente a sus propios programas de estudios. 9 Paulo Freire denomino a lo opuesto de esa acción como “educación bancaria” aquella que no hace pensar a los estudiantes, la labor del docente se reduce a depositar su conocimiento dentro de las cabezas vacías de las y los estudiantes, sin que esta información sea procesada con fines prácticos.Estas herramientas son para prever a sus respectivas comunidades mientras asisten a clases, además apoyan económicamente a las y los “promotores de la educación”, ya que éstos no reciben salario de parte de las comunidades autónomas.10 Lingüista mexicano, radicado hace muchos años en las comunidades mayas-tojolabal en Chiapas.

La otra EDuCaCIóN EN Las EsCuELas ZapatIstasPor Luiggi Cabrera¹

La otra EDuCaCIóN

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ECosoCIaLIsMo

El franco-brasileño Michael Löwy es uno de más destacados intelectuales revolucionarios a nivel mundial. Este sociólogo y filósofo marxista es uno de los principales impulsores

de la alternativa Ecosocialista. En esta entrevista exclusiva para nuestra revista “Puño y Letra” dialoga sobre el marxismo en América Latina; sobre los movimientos sociales; el nuevo internacionalismo y el los desafíos del anticapitalismo chileno.

Michael, en tu libro El marxismo en América Latina señalas tres periodos en la historia del marxismo en la región: un “periodo revolucionario”, desde los años 20 hasta mediados de los años 30, en el que sobresalen el aporte teórico de Mariátegui y la experiencia de insurrección en El Salvador, en 1932; un “periodo estalinista”, iniciado a mediados de los años 30 hasta 1959, marcado por la hegemonía soviética; y un tercero que denominas “nuevo periodo revolucionario”, iniciado con el triunfo de la revolución cubana. Continuando con esa clasificación, ¿cómo denominarías la etapa del marxismo en América Latina de los últimos 25 años y cuáles serían sus principales características?

Buena pregunta…Es difícil saber si el periodo revolucionario abierto por la Revolución Cubana sigue hasta hoy, de alguna forma, o si se acabó, luego de 1990 (derrota de los Sandinistas, Acuerdos de Paz en El Salvador). Quizás el futuro nos dará la respuesta. Otra hipótesis es considerar cerrado el capítulo iniciado en 1959 y definir los últimos 25 años como «la batalla anti-neoliberal»: es un periodo en el cual se ensaya, en varios países del continente, salidas del inferno neo-liberal. Una hipótesis más optimista sería hablar de un periodo de «socialismo del siglo 21», pero este es, hasta ahora, más bien un horizonte de esperanzas que una realidad social. Lo que caracteriza este periodo es: 1) la gran dispersión de la referencia marxista, que ya no es limitada a las corrientes «clásicas» de la izquierda; 2) la victoria electoral de la izquierda en la mayoría de los países, pero con una diferenciación muy clara entre los gobiernos social-liberales (Brasil, Uruguay, Chile) y los anti-imperialistas (Venezuela, Bolivia, Ecuador), con varias situaciones intermedias.

En el prefacio a la reedición del libro La teoría de la revolución en el joven Marx, te refieres a las “numerosas lagunas, limitaciones e insuficiencias de Marx y la tradición marxista” y sugieres corregirlas “por medio de un comportamiento abierto, una disposición a aprender y a enriquecerse con las crítica y aportes de otros sectores”. En ese contexto, ¿cómo se expresaría este comportamiento abierto y cuáles son esos “otros sectores” claves para corregir la teoría marxista y sus aportes?

En primer lugar, creo que nosotros, los marxistas, tenemos que estar dispuestos a aprender con los movimientos sociales: sean los más «clásicos», como el movimiento obrero y el campesino,

ANTICAPITALISMO Y

MOVIMIENTOS SOCIALES

“El objetivo del socialismo, explica Marx, no es producir una cantidad infinita de bienes, pero sí reducir la jornada de trabajo, dar al trabajador tiempo libre para participar de la vida política, estudiar, jugar, amar. Por lo tanto, Marx proporciona las armas para una crítica radical del productivismo y, notablemente, del

productivismo capitalista”.

Entrevista exclusiva a Michael Löwy por Marco Álvarez

o los más «heterodoxos» como el feminismo, el indigenismo, las redes de lucha en contra del racismo. Se trata, en estos últimos casos, de problemáticas –las formas no clasistas de opresión– poco desarrolladas en la tradición marxista. Vale la pena también «revisitar» las otras corrientes revolucionarias del socialismo

–incluyendo las que Marx y Engels ya habían «refutado»– como los socialistas utópicos, los anarquistas y lo que yo llamaría «socialistas románticos»: William Morris, Georges Sorel, Charles Péguy. Tenemos también que estar abiertos a los aportes del pensamiento social no marxista, de Max Weber a Sigmund Freud, o de Karl Mannheim a Hannah Arendt, lo que no significa, por supuesto, aceptar todos sus planteamientos.

Pero pienso que la principal insuficiencia de la tradición marxista –aun si se encuentran algunos elementos importantes sobre esta temática en la obra de Marx y Engels– es la cuestión ecológica. Una reflexión marxista en el siglo XXI tiene que darle una importancia central a la amenaza que representa, para la humanidad, el proceso de destrucción capitalista acelerada del medioambiente y de los equilibrios ecológicos (cambio climático); esto implica una revisión de la visión tradicional del «desarrollo de las fuerzas productivas» y del mismo socialismo. El concepto de «ecosocialismo» busca traducir esta nueva visión ecológica y anti-productivista de la revolución socialista.

En Chile, desde 2011, nos encontramos con un fuerte protagonismo de los movimientos sociales, como el estudiantil, los regionalistas, etc. ¿Qué valoración haces de estos movimientos sociales y cuál debe ser, a tu juicio, la relación entre estos y las organizaciones anticapitalistas?

El movimiento de la juventud estudiantil en Chile, y la lucha de los Mapuche, son algunos de los movimientos sociales más importantes de América Latina en los últimos años. Creo que los anticapitalistas deben apoyar sin reservas estas movilizaciones, tratando de impulsar su dimensión antisistémica y haciendo propuestas concretas que se enfrenten con la lógica del capitalismo neoliberal.

Dos de los referentes históricos del marxismo que tú has estudiado a cabalidad son Walter Benjamín y Rosa Luxemburgo. ¿Cuáles serían, en la actualidad, los principales aportes al marxismo de estos dos referentes?

Lo que tienen en común los dos es el énfasis en la lucha de clases como eje central del pensamiento y de la acción marxistas. Rosa Luxemburgo representa una de las formas más radicales de la filosofía de la praxis: es en la acción colectiva, en la lucha, que se desarrolla la consciencia de clase, y la autoorganización de los oprimidos. Por esto, la democracia, es decir, la participación efectiva de la clase explotada en las decisiones, es una condición fundamental del proceso de transformación revolucionaria de la sociedad.

Walter Benjamin se propuso entender la historia «a contrapelo» del punto de vista de los oprimidos. Desde esta perspectiva, rechaza la visión burguesa –compartida por buena parte de la izquierda– de la historia como «Progreso». Para él, la revolución no es la conclusión de una larga evolución «progresista», sino la interrupción de la cadena milenar de la dominación.

Muy pronto publicaremos a través de la nueva editorial “Sylone” el libro Los Trotskismos, de Daniel Bensaïd. Tú militaste junto a este autor en las filas del trotskismo durante muchos años. ¿Cuál es, a tu parecer, el principal legado teórico de Bensaïd?

Son muchos los aportes de Daniel Bensaïd, pero el más importante me parce es su planteo –inspirado por Pascal y por los trabajos del marxista heterodoxo Lucien Goldmann– de la revolución como «apuesta melancólica». Apuesta, porque no hay ninguna certeza del triunfo del socialismo, de la emancipación de los oprimidos; el revolucionario solo puede apostar en un futuro posible, jugándose su vida y su acción en esta esperanza, corriendo el riesgo de la derrota. Y «melancólica» porque hasta ahora los grandes revolucionarios –Rosa Luxemburgo, León Trotsky, Che Guevara, Miguel Enríquez– fueron derrotados y asesinados.

También has escrito bastante sobre el Che Guevara. ¿Dónde crees tú que se encuentra la vigencia de su pensamiento?

Por una parte, en su planteo estratégico: «no hay otra revolución que hacer, o revolución socialista o caricatura de revolución». Por otra parte, en su tentativa, durante su estadía en Cuba, de proponer un camino hacia el socialismo alternativo al modelo soviético, con mayor democracia y un contenido ético comunista. Es un error reducir Guevara al «guerrillero heroico»: fue uno de los pensadores marxistas más importantes de América Latina. Su humanismo marxista tiene su máxima expresión en su internacionalismo, en la convicción de que un comunista tiene que sentir como una agresión personal un golpe que atinge a un luchador en cualquier país del mundo.

Siempre has sido internacionalista. ¿Existe un nuevo internacionalismo? ¿De qué formas se expresa hoy este nuevo internacionalismo?

Me parece que el nuevo internacionalismo, tal como se presenta en movimientos como Vía Campesina, o en iniciativas como el altermundialismo, o en los levantes de los «indignados»,

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sensibilidad, está presente en los escritos de Marx, sin embargo, no ha sido suficientemente desarrollada.

Una reorganización del conjunto de modos de producción y de consumo es necesaria, basada en criterios exteriores al mercado capitalista: las necesidades reales de la población y la defensa del equilibrio ecológico. Esto significa una economía de transición al socialismo ecológico, en la cual la propia población –y no las

“leyes de mercado” o un Buró Político autoritario– decidan, en un proceso de planificación democrática, las prioridades y las inversiones. Esta transición conduciría no sólo a un nuevo modo de producción y a una sociedad más igualitaria, más solidaria y más democrática, sino también a un modo de vida alternativo, una nueva civilización ecosocialista más allá del reino del dinero y de la producción al infinito de mercancías inútiles.¿Cuáles serían, en tu opinión, las principales tareas de las y los militantes ecosocialistas en los países de América Latina?

Participar en todas las luchas y movilizaciones socioecológicas, de los indígenas y campesinos en contra de la furia destructora del agronegocio y de las multinacionales, de la juventud y la población de la periferia por el transporte público gratuito, etc. En el seno de estas luchas contribuirá la toma de consciencia anticapitalista y presentar, a la vez, propuestas concretas y una perspectiva alternativa radical, el ecosocialismo.

Este año se cumplen 40 años de la caída en combate de Miguel Enríquez y hace un tiempo en Francia hablamos sobre la importancia del MIR chileno. Por otra parte, en tu libro El marxismo en América Latina, señalas que el MIR era el grupo guevarista que los trotskistas consideraban más cercano a sus ideas. De acuerdo a dichos planteamientos, ¿cómo recuerdas la relación entre el MIR chileno y las organizaciones de izquierda radical europeas?

Durante los años ‘60 y ’70, había en la izquierda radical de pretensa –no los comunistas «oficiales»– una gran simpatía por el MIR. Los marxistas revolucionarios («trotskistas») consideraban al MIR como una organización hermana, aun cuando pudiera haber una que otra divergencia. Esta proximidad llevó a que varios compañeros –en especial brasileños– de la IV Internacional que se encontraban en Chile se pasaran a las filas del MIR. La caída en combate de Miguel Enríquez fue resentida en Francia como un duro golpe para todos los revolucionarios, suscitando tristeza y rabia; hubo en París una manifestación de calle en que participaron miles de compañeros. Había también cierta ilusión sobre la capacidad del MIR de resistir a la dictadura pinochetista. Hubo en los años siguientes manifestaciones de solidaridad concreta con los miristas exiliados en Francia.

Para finalizar, en nombre de Puño y Letra, la revista de reflexión de la Izquierda Anticapitalista Chilena, podrías referirte a la importancia que en la actualidad adquiere la unidad de las y los anticapitalistas.

Me permito citar un hermoso artículo de José Carlos Mariátegui para el Primero de Mayo del 1924: «Una variedad de tendencias y grupos bien definidos y distintos no es un mal; al contrario, es una señal de un periodo avanzado en el proceso revolucionario. Lo que importa es que esos grupos y esas tendencias sepan cómo actuar en conciliación frente a la realidad concreta del día a día. (…) Que no empleen sus armas (…) para herirse el uno al otro, pero sí para combatir el orden social, sus instituciones y sus crímenes». Es importante constituir, en un primer momento, un Frente Único de las y los anticapitalistas, en base a tareas concretas de la lucha social y ecológica; y, en un segundo momento, tratar de crear, por la convergencia de múltiples corrientes, una Federación Anticapitalista capaz de actuar con una perspectiva de transformación revolucionaria de la sociedad.

tiene un contenido anticapitalista y/o antisistémica. Ya no se plantea, como en los años 60, la «solidaridad» con las luchas del Sur, sino una alianza entre movimientos del Norte y del Sur en contra de sus enemigos comunes: el neo-liberalismo, el FMI, la Banca Mundial, las multinacionales, el imperialismo. Los herederos de las mejores tradiciones del internacionalismo del pasado –los anarquistas, los marxistas de la IV Internacional, los guevaristas– participan en las movilizaciones del nuevo internacionalismo.

Tú eres uno de los grandes impulsores de la alternativa Ecosocialista, el libro ¿Qué es el Ecosocialismo?, recopila varios artículos tuyos sobre la materia. Al respecto, ¿podrías explicar brevemente qué es el Ecosocialismo y cuáles son sus principales fundamentos teóricos?

El ecosocialismo se reclama de la herencia marxista, de la crítica de la economía política capitalista por Marx y del programa socialista. Al mismo tiempo, se disocia de las vertientes productivistas del marxismo –que han predominado en el curso del siglo XX– y rompe con el modelo soviético (antidemocrático y antiecológico) de pretensa “construcción del socialismo”.

Muchos ecologistas critican a Marx por considerarlo un productivista. Tal crítica nos parece equivocada: al hacer la crítica del fetichismo de la mercancía, es justamente Marx quien coloca la crítica más radical a la lógica productivista del capitalismo, la idea de que la producción de más y más mercancías es el objeto fundamental de la economía y de la sociedad.

El objetivo del socialismo, explica Marx, no es producir una cantidad infinita de bienes, pero sí reducir la jornada de trabajo, dar al trabajador tiempo libre para participar de la vida política, estudiar, jugar, amar. Por lo tanto, Marx proporciona las armas para una crítica radical del productivismo y, notablemente, del productivismo capitalista. En el primer volumen del El Capital, Marx explica cómo el capitalismo agota no sólo las fuerzas del trabajador, sino también las propias fuerzas de la tierra, extinguiendo las riquezas naturales. Así, esa perspectiva, esa

EL EstaDo y La poLítICa EN La rECoNstruCCIóN

DEL proyECto EMaNCIpatorIo

Sobre “Marx, el Estado y la política” (Sylone, 2014) de Antoine Artous

Marx, el estado y la política”, de Antoine Artous, es el li-bro que actualmente está en preparación por parte de

la editorial Sylone, para ser editado hacia fines de este año. Este texto es la obra principal de Artous y referencia esen-cial para el pensamiento marxista contemporáneo sobre el Estado y lo político.

Antoine Artous es un autor central del pensamiento mar-xista contemporáneo, todavía sumamente desconocido en nuestro idioma. Intelectual proveniente de la Liga Comunista Revolucionaria -última sección francesa de la Cuarta Interna-cional disuelta en el 2009 en el NPA (Nuevo Partido Antica-pitalista)-, fue un destacado protagonista de la renovación teórica y política del marxismo que caracterizó a esa corriente.

Como escribe Jean-Marie Vincent en el prefacio del libro: “Antoine Artous critica las ilusiones en la que creen algunos de que una democracia directa, una brusca epifanía o ilumi-nación de lo social, sería capaz de arreglar los problemas del poder y la política. Demuestra con mucha pertinencia que no podemos minimizar el problema de la representación, a la vez como problema de la relación entre representados y representantes y como problema de lo que está puesto en escena y configurado en la representación”.

Artous se enfrenta a elaboraciones deficitarias muy asentadas al interior del marxismo. La ausencia de una teoría sistemá-tica sobre el Estado en buena medida se funda, en el joven Marx, en arraigadas concepciones antropológicas como la del ser genérico o el carácter ontológico del trabajo libre para la especie humana. La presunción a la base es que la sociedad humana, superada la división de clases, podría reducir toda conflictividad, y por tanto, toda mediación política, en tanto la esencia del género se expresaría de modo pleno y los vín-culos sociales se universalizarían espontáneamente. El Marx maduro abandona el humanismo de raíz feuerbachiana, pero llega a conclusiones equivalentes por medio de un fuerte optimismo sociológico, por el cual se presume que la clase obrera irá madurando y homogeneizándose por el propio de-sarrollo capitalista. Esta presunción, junto al catastrofismo de

su teoría económica, concluyen en una incapacidad de Marx para percibir el lugar específico de la mediación política en toda su amplitud. Esto conduce, según Artous, a una limita-ción crucial de la tradición marxista: “una subestimación del momento jurídico de la emancipación”. “Esta observación –comenta Daniel Bensaïd- tiene valor de programa de trabajo al momento donde los desastres del siglo obligan a repensar la democracia y donde las metamorfosis aceleradas del de-recho (en particular internacional) ponen en evidencia su re-lación problemática con la esfera de la producción, así como con las fuentes de la legitimidad política”.

A diferencia de otros autores críticos del pensamiento políti-co marxista (Bobbio, Lefort, etc.), Artous logra evitar exagerar la homogeneidad de la obra en cuestión e incurrir, por tanto, en un achatamiento abusivo de sus matices y riquezas. Gene-ra rigurosamente las condiciones para, como dice Jean-Marie Vincent, “hacer hablar los textos de Marx” y encontrar en ellos

“más de lo que han dicho hasta el presente”, es decir, significa-tivas intuiciones sobre lo político y el derecho. Artous mues-tra el movimiento contradictorio del pensamiento de Marx. Por un lado, la afirmación de la política como “un momento estratégico clave” de las luchas por la emancipación, lo que pone en práctica un cuestionamiento a “la abstracción polí-tica moderna con el fin de encastrar (pero no de disolver) la política en lo social”. Pero, por otro lado, este enfoque convive con el célebre pronóstico, de raíz saintsimoniana, de la extin-ción de la política y el Estado en provecho de la “administra-ción de las cosas y la dirección de los procesos de producción”.

Este texto aporta a un programa de investigación que consi-deramos fundamental para reconstruir el proyecto emanci-patorio: desarrollar un concepto democrático de la política, que dé cuenta de su especificidad por fuera de la mitología de la extinción del Estado y la absorción de lo político en lo social. La traducción, por primera vez, de esta obra a nuestro idioma oficia también, para el público local, de introducción a uno de los autores más relevantes del pensamiento marxis-ta contemporáneo.

Por Martín Mosquera

rEsEÑas

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FEMINIsMo

La reproducción, como hecho biológico, es consustancial a la vida humana, a la mantención de la especie y, qué duda cabe,

a la mantención del sistema de dominación de turno. La discusión sobre el aborto en Chile durante las últimas décadas, devuelta tras el reciente anuncio del gobierno sobre su posible despenali-zación, deja al desnudo, entre muchas otras cosas, la falta de pers-pectiva en el análisis sobre la materia.

La discusión sobre si es o no un derecho de las mujeres es solo una parte, algo así como el titular, del asunto. Porque lo que está en el trasfondo del aborto tiene que ver con la diferencia de clases persistente en Chile.

Tibiamente, el actual gobierno plantea la “despenalización” del aborto en tres casos: cuando peligra la vida de la madre, cuando el feto es inviable y cuando el embarazo es producto de una violación.

Ciertamente razones atendibles, dirán los avezados moralistas nacionales. Pero esa “casuística” del aborto evidencia la desvia-ción, presumo que ex profeso, en el modo de abordar la discu-sión. Un Estado que no garantiza derechos sociales, pretende, como constructo perfecto del neoliberalismo, esta vez ser ga-rante de una libertad relativa: el derecho a decidir llevar o no a término una concepción “problemática”. Pero el Estado chileno elude los problemas reales que aquejan a la población feme-nina, que antes de los tres casos específicos por los cuales se les permitiría abortar, se relacionan con la pobreza solapada y a veces muy evidente, en la que viven las mujeres, sometidas a precarias condiciones de trabajo, a explotación horaria por te-ner que cumplir una doble jornada entre el trabajo asalariado y el doméstico, a la permanente violencia de un sistema cultural cuyos valores patriarcales establecen vínculos de dominación y abuso de los hombres sobre las mujeres.

Luego, y dado que la feminización de la pobreza es un hecho archidocumentado y evidenciado a nivel nacional, la discusión sobre el aborto no puede reducirse exclusivamente a tres casos ni a la dicotomía derecho de la madre/derecho del no nato. El tema es más complejo que ese pueril escenario.

Cuando a los pocos días del anuncio presidencial el 21 de mayo, vimos por la prensa la Plaza de la Constitución invadida por gru-pos “provida”, seguramente llegados de los sectores altos de la ciudad y en cómodos vehículos; seguramente con un altísimo

grado de desconocimiento y desconfianza en pisar el centro de la capital; seguramente sin conciencia sobre lo que significa someterse a diario a un sistema de vida altamente desigual ni entender qué implica ser pobre; en ese momento se vislumbra la verdadera cuestión sobre el aborto: hablamos de un asunto de clase. De pronto, en las céntricas calles santiaguinas, vimos reminiscencias de aquello que nunca ha muerto, a diferencia de las vidas que se llevó la dictadura: vimos la lucha de clases expresada en esos jóvenes vestidos de rojo, moviendo globitos a las afueras del Palacio de Gobierno, como si se tratara de un megaevento de esos que la industria de la música acostumbra a realizar so pena del endeudamiento de la gente.

Y es este el asunto probablemente menos llamativo y menos re-levado a la categoría de principal sobre la maniquea, maniaca y manipulada discusión sobre el aborto.

¿Es el aborto un derecho? Desde el punto de vista de la legislación nacional vigente, no. Desde la aspiración de un número creciente de la población, sí, pues se asocia a la concepción liberal, a un de-recho individual, al “yo decido”. Y claro, por muchos años, el aborto en Chile fue una cuestión de índole privada. Y, desde cierto punto de vista, retrotraernos a ese estado de relaciones es deseable en una sociedad verdaderamente laica. Sin embargo, si solo lo de-jamos en la esfera de la vida privada, caemos en la gran falacia liberal de la igualdad. Porque el verdadero tema transversal a la humanidad de todos los rincones del mundo es y será la justicia. Porque nada solucionamos si nos contentamos solo con la despe-nalización del aborto, inclusive si fuera sobre la interrupción del embarazo a secas, sin apellidos. Eso, propio de una cosmovisión individualista, solo aseguraría una decisión “de calidad” a las mu-jeres que posean los medios económicos suficientes para some-terse a procedimientos abortivos seguros.

Por eso este reclamo, genuino y necesario, no puede estar exento del componente político-social esbozado. Porque son las mujeres pobres quienes más sufren las consecuencias, como siempre, de esta prohibición. Son ellas las más criminalizadas, no solo por las instituciones policiales, no solo por las normas legales que pres-criben al aborto como delito; también los profesionales de la sa-lud, los familiares y la sociedad en gran número, las señala con el dedo acusador y las cataloga de “asesinas”, “inmorales”, “desnatu-ralizadas”. El peso de la ley y la religión cae con más fuerza sobre aquellas mujeres que viven en la precariedad, bajo sistemas labo-

rales, domésticos e íntimos de violencia, agravando el castigo de una cultura que las obliga a la reproducción.

Es esta matriz cultural capitalista, obsesionada con la sobrepro-ducción y el sobreconsumo, la que requiere tener una enorme cantidad de mujeres preñadas y pariendo futuras hijas e hijos para el capital. Por eso el neoliberalismo se encargó, desde los años ‘80 hasta nuestros días, de empobrecerlas y pauperizarlas, dificultan-do el camino de su emancipación. Un embarazo, en tales condi-ciones de pobreza, es una circunstancia que profundiza aún más la situación de precariedad vital de esas mujeres. Negarles la posi-bilidad de decidir sobre el aborto, es una muestra de la contradic-ción entre la clase dominante y la clase trabajadora.

Junto con las consideraciones económicas y de clase que se deben incorporar en el análisis de la discusión sobre el aborto inducido, está la persistencia en el tiempo de los roles “histó-ricos” asignados a los géneros. La cultura patriarcal impone a las mujeres una carga moral adicional a la ya “obligatoriedad natural” de parir. Y nuestra sociedad chilena, acostumbrada a naturalizarlo todo, sumisamente asume que no solo es un im-perativo biológico el embarazo y posterior alumbramiento, sino que también, es una cuestión moral. Y en este sentido, el peso de la religión es indiscutible, nocivo y peligroso, pues una mujer que aborta se le considera “desnaturalizada” e inhumana.

El castigo social frente al aborto se vincula a la consabida hipo-cresía de nuestra idiosincrasia, pues le exige a las mujeres cuyos salarios son los más bajos y sus trabajos, los más precarios, ade-más del abandono en que el Estado neoliberal las tiene, además “traigan hijos sanos”.

Diversos datos circulan sobre el tema del aborto, pero más allá de las cifras, que ilustran, pero no necesariamente orientan ni son un motivo suficiente para la argumentación, más allá de los datos duros, lo cierto es que tanto la interrupción del embarazo como su continuación, son asuntos, en cuanto decisiones, de ín-dole privado que una sociedad laica está obligada a resguardar. El nuestro dista mucho de ser un Estado fundado en los princi-pios del laicismo, recordemos que la constitución política que nos rige desde 1980 por el fanático religioso y marianista Jaime Guzmán, quien incluyó como derecho constitucional la protec-ción de la vida del que está por nacer.

Por eso, el aborto no es una cuestión puramente individual, no es un asunto religioso ni moral. Es, ante todo, una cuestión polí-tica, y es por ello que la fanaticada católica, dominante desde el año 1973 en adelante, se encargó de incluir en la más alta norma del país una disposición que, indirectamente, impide la práctica del aborto. Junto con ello, y a propósito de la constitución, en ella también se excluyen como protección del Estado y como dere-chos sociales, todas aquellas cuestiones que son parte esencial en la vida y desarrollo de los individuos y de los pueblos: la salud, la educación, la vivienda, por nombrar solo algunas. La arquitectura jurídica que nos regula en Chile fue cuidadosamente creada para impedir la protección de estos derechos sociales. Y como la salud no es considerada uno de estos derechos esenciales con carácter “social” por esta legislación neoliberal, en caso de que el aborto re-sultara despenalizado en los tres casos que el gobierno promue-ve, las cosas no cambiarían mucho para las mujeres que carecen de recursos económicos.

Abortar o no, en un Estado saludable y fundado en la justicia social, es una decisión privada. En uno como el nuestro, es algo parecido al “rascarse con las propias uñas”, penalizado o no, la máxima chilena es esa, como en la gran mayoría de las situa-ciones de vida. Las mujeres con dinero van a buenas clínicas o al extranjero, las que no lo tienen, se endeudan, se enferman e incluso, algunas se mueren. Esto no es libertad, y claramente tampoco es justicia. Para que el aborto sea efectivamente un de-recho y, por lo tanto, sea fruto de una decisión soberana de quie-nes se lo practiquen, requiere estar garantizado por el Estado, y en consecuencia, debe ser gratuito y seguro. Homologando a la demanda educacional, debe ser un procedimiento “de calidad”, en el amplio sentido del término: buenas condiciones materiales en cuanto al procedimiento clínico, buen trato de parte de los profesionales que intervengan en dicho procedimiento y la dis-tancia de las instituciones religiosas que pretenden imponer su credo, so pretexto de moralidad a toda prueba, por no tratarse de un asunto que esté bajo la esfera de sus atribuciones.

La discusión sobre el aborto, así como las que se refieren a edu-cación, salud, trabajo, afp, debe ser un impulso para levantar el verdadero problema que socaba los cimientos de la sociedad chilena: la diferencia de clases. Que abortar sea una decisión que las mujeres pobres también puedan tomar y que dicha de-cisión sea resguardada por el Estado con la debida protección sanitaria, como un derecho colectivo y social. Sin justicia, no hay derechos, no nos dejemos engañar.

EL aborto La puNta DE LaNZa DE La LuCHa DE CLasEsPor Paola Arroyo Fernández de Violeta Rebelde

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La búsqueda de derechos

Las mujeres, durante toda la historia, han sido explotadas y han luchado por su emancipación. También esto ha sucedido y con-tinúa ocurriendo en Chile. La cultura dominante en nuestro país restringió la libertad de la mujer al hecho de recibir una educa-ción dirigida a la mantención del hogar, a cumplir el rol de esposa y a la crianza de los hijos. Desde muy pequeña se le enseñó a ser servicial y sumisa. Todo esto ha provocado que el machismo se establezca como una práctica permitida y socialmente aceptada, generando abusos, violaciones y múltiples femicidios, cuestiones que, sin embargo, solo han fortalecido el ánimo de lucha en las mujeres en busca de la anhelada emancipación. Mucho se ha es-crito sobre estos temas, sin embargo el avance concreto en mate-ria de género y derechos sociales no es el esperado.

Durante los gobiernos de la Concertación, se esperaba una re-visión y legislación en materias de género, y aunque se avanzó, esos avances no fueron suficientes, pues siguen existiendo las malas prácticas en las empresas: discriminación al contratar mu-jeres, sueldos más bajos para las trabajadoras, desafueros y esca-sa posibilidades de ocupar cargos de responsabilidad. Pero falta mucho para la igualad entre hombres y mujeres.

Mientras, y paralelo al marco institucional, existen proyectos que siguen avanzando y en esto sí que las mujeres han tenido una participación mucho más atrevida: la Lucha de Clases.Con gran asombro para muchos, hoy estamos instaladas en la sociedad como seres capaces y somos una parte importante del sector productivo y económico de Chile. En las empresas las mujeres estamos asumiendo un rol distinto y nos hemos hecho escuchar, y así como lo hemos hecho en las empresas, también realizamos una importante tarea dentro de las organizaciones sindicales, asumiendo cargos de representación.

No hay semilla infértil cuando cae en un terreno cultivado con las manos obreras de un pueblo consciente de su

clase, y esto, lo ha demostrado la historia con las huellas que mujeres y hombres entrelazados fueron forjando en Chile, en distintos terrenos.

Las mujeres y el sindicato

El sindicato ha abierto una puerta de emancipación a las mujeres. La abolición del machismo ya no solo depende de las políticas públicas del Estado, sino además, de la fuerza y confianza que cada mujer genere desde sí misma. Y eso lo han demostrado des-de hace bastante tiempo las líderes sindicales, tras duras luchas en las distintas circunstancia y procesos de su gestión sindical.

Los compañeros: un apoyo fundamental.

Siento una profunda admiración y agradecimiento por los compa-ñeros que han dejado huellas indelebles en nuestra historia, y que murieron siendo consecuentes con el socialismo marxista para construir un mundo distinto. A ellos les debemos mucho, por eso estarán en nuestra memoria Luis Emilio Recabaren, Clotario Blest y “el compañero presidente” Salvador Allende. Tampoco olvidare-mos a Juan Pablo Jiménez y Rodrigo Cisterna, quienes, dispuestos a dar su vida en la lucha contra el capitalismo, fueron asesinados y aún no se hace justicia. Recientemente, el compañero Marco An-tonio Cuadra, cansado de las diarias injusticias cometidas con sus compañeros y viendo que nadie respondía a sus reiteradas denun-cias y reclamos, decidió quemarse para, con este dramático gesto, volver la mirada indiferente hacia el mundo sindical.

Hombres y mujeres luchan por la clase trabajadora y su llamado es el mismo: justicia e igualdad, dos palabras que a pesar de su constante manoseo de la clase política, no han perdido su sen-tido. A pesar de las rutinarias prácticas abusivas dentro de las empresas, cuando ya no es la ley la que prima sino la orden del patrón, cuando los despidos despiadados de los empleadores tienden a encubrir las prácticas antisindicales imposibles de pro-bar en los tribunales porque en el finiquito dirá “necesidades de la empresa”. A pesar de la cesantía, las enfermedades y accidentes laborales, en definitiva, de las violaciones a los derechos huma-nos, la igualdad y la justicia siguen siendo nuestras demandas

fundamentales. Y tanto el Estado como el mundo empresarial son responsables entonces, ¿cómo terminamos con esta interminable lista de abusos? ¿Cómo cambiamos esta amarga historia?

La fuerza de los trabajadores

Cada mañana, cuando nos miramos al espejo debemos entender que ahí está lo primero que necesitamos para empezar a cambiar este sistema político y neoliberal: nosotras mismas, nosotros mismos, como personas: hombre, mujer, trabajador, trabajadora. Si esta-mos conscientes que somos capaces de actuar, ya hemos empezado a avanzar, pues ese es el primer paso, y en el camino buscaremos las ayudas que se requieran hasta llegar a la gran respuesta que buscamos, la UNIDAD. La unidad es la herramienta más poderosa que tiene la clase trabajadora para cambiar este sistema en el que estamos inmersos y opri-midos, la unidad de las organizaciones, ya sea sociales, sindicales, estudiantiles y políticas, todos unidos por las demandas transversa-les, la educación, la salud, la protección de nuestros recursos naturales, la defensa del Pueblo Mapuche, una Asamblea Constituyente para una nueva constitución, vivienda, trabajo, un nuevo sistema de pensiones, entre otras.

Una de las debilidades del movimiento sindical es su escasa participación en organizaciones con representación nacional, como la CUT, lo que no es extraño, pues hoy la CUT Nacional se ha transformado en un ejecutor político de los gobiernos y de los empresarios, más que de los trabajadores; además, priman los acuerdos partidistas, sin considerar a las bases para la toma de decisiones y si alguna vez lo hacen, pocas veces respetan dichas decisiones, por ello es que se han perdido las confianzas, además de constatar en los hechos el poco avance en materia laboral. Las urgentes demandas en materia laboral son: un nuevo código laboral, una verdadera reforma tributaria y un nuevo sistema de pensiones, las que existen desde hace 40 años y sobre las cuales los gobiernos de turnos han discutido superficialmente, sin introducir transformaciones reales, lo que ha aminorado profundamente a la clase trabajadora, debilitando su unidad y, restándole fuerza.

Hoy necesitamos recuperar la CUT de los trabajadores y para los trabajadores, con un rol activo, como un actor social, con exi-gencias en materia laboral, social y económica, en beneficio de todo el País. Recuperar la CUT significa más que reivindicaciones, significa una nueva orgánica, donde los dirigentes no sean parte de un proyecto económico y partidista del sistema dominante, y que prioricen las demandas laborales ante todo, sin intervención de los partidos políticos en las elecciones de nuestros dirigentes, es decir, dejar fuera a los partidos políticos de los fundamentos refundacionales de nuestra Central.

Recuperara la CUT significa volver a considerar a las bases me-diante consulta y participación en Plenarias y votación democrá-tica, en las que sea el trabajador, mediante sus dirigentes, los que decidan sus condiciones laborales, considerando que son los tra-bajadores quienes generan la riquezas en las empresas.

Recuperar la CUT significa respetar los acuerdos adquiridos el año 1988 en la refundación de la Central, después de la dictadura, acuer-dos que hoy cada vez están siendo más olvidados, pero que es una necesidad urgente que se vuelva a considerar la ideología socia-lista marxista, que las y los trabajadores requieren, y por los que no solo soñamos, sino además luchamos esperanzados después de cada elección, confiados en que los que elegimos van a responder a nuestras exigencias y a dar solución a nuestros problemas.

Los dirigentes que en las últimas décadas han encabezado la Central, no solo lo han hecho a través de sus partidos políticos, sino que, además, se deben a ellos, sin ningún compromiso real con los trabajadores, más bien asumen una posición contraria a los fundamentos de los acuerdos y entre ellos, a los propios esta-tutos de la central.

Recuperar la CUT debe ser nuestro objetivo principal para quie-nes coincidimos con un proyecto sindical fundado en una visión

democrática, socialista, de clase, la clase trabajadora.Para que esto sea posible, no son suficientes las consignas, debe-mos ir más allá, debemos movilizarnos, pero además debemos tomar parte en las elecciones de la CUT. Solo depende de los tra-bajadores. Esto significa no seguir votando por los que no han hecho ni van hacer nada más de lo que han hecho, porque es hora de decirles que se les acabó su tiempo, es hora de decir que ya no hay más negociados con los derechos de los trabajadores.

Recuperar la CUT significa decir basta a los que hoy la dirigen y que son parte de las políticas de gobierno. Los profundos cam-bios que necesita el mundo del trabajo no forman parte de las re-formas engañosas e inconsultas con las organizaciones sindicales.

Grandes desafíos tenemos por delante con demandas urgentes, por ello, como trabajadoras y trabajadores, debemos tomar con-ciencia de esta obligación y actuar motivados responsablemente por la consecuencia social que todo dirigente sindical debe tener.

Esperemos que pronto se vayan abriendo nuevas puertas, don-de cada vez más las y los trabajadores vayan desarrollando la ideología revolucionaria y se muestren dispuestos a luchar por los derechos negados, a movilizarse para ganarlos y a tomar las decisiones correctas, cuando llegue el momento.

De eso depende que Chile pueda ser distinto.

por uN sINDICaLIsMo DE CLasEPor Lucia Vega1

1 Presidenta CUT Provincial Valdivia - Región de Los Ríos

trabaJaDorEs/as

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A la suerte de la Olla raspamos historia.

¿Cuál es la identidad cultural de las y los chilenos? ¿A qué llamamos raíces? Ciertamente, somos un pueblo híbrido, una mezcla de espa-ñol/ mapuche/ promaucae/ aymara/alemana, etc., y donde llama-mos “Madre Patria” a un país al que probablemente el porcentaje mayoritario de la población jamás ha viajado o pensado viajar.

Y si tenemos madre, ¿cuál sería el padre? ¿El indígena? Algunos de nosotros diríamos ¡Claro, el mapuche! Pero la verdad es que a lo largo y angosto de esta franja terrestre habitaron un sinfín de pue-blos de los cuales hemos heredado rasgos y características según el lugar del cual somos originarios. Sin embargo, no tenemos una real certeza del inicio aborigen de nuestro árbol genealógico. En-tonces podríamos declararnos unos hijos sin padre, no porque él no nos diera el apellido, sino porque hemos crecido renegándolo y creyéndonos la muerte por ser hijos de español.

Nos han llamado “Jaguares de Latinoamérica” y anduvimos, por ello, inflando el pecho, cuando con suerte sabemos lo que es un jaguar y quienes lo conocen mejor son aquellos pueblos hijos de la América precolombina que lo consideran sagrado e impor-tante. ¿Tenemos nosotros acaso divinizados al cóndor o el hue-mul?, evidentemente no y, en cambio, adoramos al osito Ted, ponemos a nuestros perros Boby o Spike, conocemos a todas las mascotas mundialeras (ninguna cercana a nuestra fauna) y así vamos sumando adoraciones falsas.

La realidad chilensis es que vamos por la vida con ropa prestada: escuchando música gringa en los ‘60, creyéndonos hippies de Woodstock en los ‘70 (con una libertad de mentira decorada con temas de música libre), adoptando y tratando de imitar bandas argentinas en los ‘80, aprendiendo coreografías axé en los ‘90 e instaurando el reggaetón y la bachata por casi 15 años, hasta hoy. Porque en la vida diaria la radio no programa cuecas, ni tonadas ni cantos a lo divino. Y eso sin contar el cuestionamiento de la cueca como baile nacional, cuya procedencia desconocida la remonta, para variar, a España e incluso, con anterioridad, a la población ne-gra traída como fuerza esclava al continente.

Somos un país gris teñido con colores ajenos. No somos todos com-bativos como el indígena, ni todos coloridamente alegres, como otros países del continente. El norte, claramente fusionado con las culturas primigenias y los países vecinos, genera un carnaval lleno de vida, pero chino/zambo/gitano; el sur, cuna de la música y la re-postería, mezclado con alemanes; el centro de impronta campesi-na, orgulloso de un rodeo, mezcla de corrida de toros y cowboys.

La pintura chilena iniciada por figuras de origen italiano y francés, como Cicarelli y Monvoison, influyen notablemente en la visión es-tética del arte en este país, adoptando modelos clásicos y retratan-do figuras de piel en extremo blanca y de rasgos caucásicos. Y has-ta el día de hoy, seguimos creyendo que el modelo de belleza para todos es ese, totalmente alejado de nuestra realidad y genética.

El bogotano Yuri Gómez resumió: “La praxis sincrética que nos resulta de interés, porque de ella gozamos todos, no es esa ori-

ginaria e inextricable que se encuentra en el origen del saber, en el origen del lenguaje y en el origen del tiempo. La fuerza del sincretismo verdaderamente interesante es la influencia que se concreta en el interior del saber de hoy y en su práctica, porque nos hace universales ya que consiste en el esfuerzo humano in-voluntario por reunir lo diferente en cada acto y hacer que el resultado se asemeje a lo no semejante”.

Quizás esa sea nuestra real identidad, la búsqueda constante por reunir lo diferente, las diversas influencias y culturas, hacer-las propias, rebautizarlas, agregar y sacar ingredientes para dar paso a aquello tan “made in Chile” llamado mezcolanza.

Pero es necesario mencionar que este sincretismo cultural no ha sido del todo desfavorable y que la transculturización ha producido buenos productos.

Buscando y buscando donde radicaría la identidad chilena, llego al lugar de la segunda estación del viaje al encuentro de la cultura popular, aquel espacio donde nos podemos reunir todo tipo de gentes, con ideologías dispares o compatibles, con diferentes eda-des y credos; donde se confunden los aromas, donde podemos darnos la libertad de volvernos alegóricos y creativos: LA COCINA.

Y es probable que en la cocina se condensen de mejor manera los elementos, logren convivir, “juntar y pegar”, como dicen en el campo. Pues aquí la mezcla tiene una finalidad y un sentido, lleva además implícito un sentimiento y un camino que traspa-sa barreras generacionales.

Nos estacionamos entre las ollas entonces, para sorprendernos con cuántos ingredientes se pueden contar como propios y cuan-tos han sido adoptados como nuestros a través del tiempo.

Se sabe que Pedro de Valdivia trajo a Chile las bases de la futura alimentación criolla: trigo, cerdos, pollos, bueyes, toros y vacas. Los araucanos proporcionaron las papas, el maíz y los porotos. Estos in-gredientes base se mezclaron y así nacieron nuestros platos más típi-cos. Posteriormente, a fines del siglo XIX, llega la influencia de la gran cocina francesa, que produce un cambio en la cultura gastronómica de la elite nacional y tiene efectos en la cocina popular chilena.

Nuestra cocina varía a lo largo de todo Chile por las diferentes costumbres, culturas, territorios y los climas de cada región del país. Se puede decir que nuestra gastronomía se divide en tres grupos: del norte, del centro y del sur. Se caracteriza por con-tener como ingrediente principal a las carnes: vacuno, pollo, cerdo y pescado; además de acompañamientos de ensaladas, normalmente aliñadas con sal, orégano, comino, ají y merquén, que le dan un toque más sabroso. Sin dejar de lado al arroz, las papas y fideos, como llamamos en Chile a las pastas, llegadas desde Europa, que a su vez llegaran desde Oriente. La gastrono-mía chilena se destaca por su variado sabor y color; acompaña-da de bebidas alcohólicas, como el vino y el pisco.

Para resumir la idea central escojo dos platos. Considerados típi-cos y accesibles a todo tipo de paladar.

EL AJIACO

El Ajiaco es una sopa conocida en toda América Latina, pero sobretodo en Colombia, Cuba, Perú y Chile. Sus orígenes se-rían precolombinos, aunque la primera mención que se ha hecho sobre él, data de 1783. Su nombre hace referencia a la presencia de ají indígena en este plato.

Realizado en base a los restos del asado del día anterior, se dice que este plato es “levantador de muertos”. Típico de afuerino que llega a vivir a la capital es encontrarse con la recomendación de algún buen amigo que te indica que tie-nes dos opciones para conocer la ciudad: el pernil con papas y terremoto, en la Piojera, o el Ajiaco reponedor, en el Mer-cado Central.

Pero más típico es el que nuestras comidas más enarboladas tengan como base la mixtura de ingredientes, un poquito de esto, otro poco de aquello. Volvemos al concepto: la mez-cla, el sincretismo.

Leí por ahí que muy famoso se hizo en tiempos de la Colo-nia el Ajiaco de las Monjas Claras…llega a mi memoria una mujer que conocí en mi época escolar: la tía Clarita (asocio monjas y clara, estudié en colegio de señoritas). Y como ya se notó en la edición anterior, para quien escribe, toda situa-ción, recuerdo y hasta receta, tiene detrás una historia y me detengo en ella.

La ‘tía’ era la cocinera del colegio, se podría decir que sabía preparar de todo lo imaginable. Era de esas señoras que a simple vista tienen cara de cocina. Cara redonda y siempre rosada, pelo corto crespo, cuerpo rechonchito y acogedor, manos pequeñas, pero fuertes. De esas mujeres que uno mira y se imagina haciendo bollos de pan.

Pasó su vida entera cocinando para niñas, se encariñó con todas y cada una, alimentó con amor y dedicación infinita internas. Cocinaba rico, eso lo recuerdo bien. “Sabor a casa” decían mis compañeras. Lloró con nosotras y por nosotras.

La última vez que supe de ella, decían que también lloró, la habían despedido por vieja, así no más, como se termina con un objeto que ya no te sirve y quieres cambiar. ¡Cuántas generaciones pasaron por sus tiernas comidas! Y cuántas otras que no podrán disfrutarlas…

Ajiaco para reponer la fuerza, ajiaco para recordar, ajiaco para continuar el camino.

LA CAzuELA

Quien no ha deseado en un día frío un gran plato de greda con una contundente cazuela humeando como promesa de un momento de placer infinito.

Cuantos no hemos evocado reminiscencias de infancia solo con el mínimo contacto de nuestra nariz con ese inconfundible olor.

Y es que este plato con sabor a campo, tierra mojada, casa de ado-be, se ha convertido en parada obligatoria de cualquier extranjero que pise una picada caminera o restaurante tradicional. Y no solo de aquellos que vienen de paso, sino que es parte fundamental del currículum culinario de toda mujer que se precie de buena cocinera.

Debo asumir que siempre pensé que este era un plato absoluta-mente nacional, sin embargo, investigando para este articulo me he encontrado con múltiples orígenes. Por lo tanto, creo muy ne-cesario, y dado que estamos aprendiendo sobre nuestra comida, elegir bien con cuál historia quedarnos.

Cazuela es un término que proviene de cazo, nombre de un cucha-rón grande usado por los conquistadores españoles.

En cuanto al origen de la preparación, hay quienes dicen que es un plato proveniente de España, mientras que existen versiones en sitúan su origen en el pueblo mapuche, especialmente, si se emplean chuchoca o choclo y carne como ingredientes.

Los mapuche preparaban “corri”, suerte de caldo que lleva papas, zapallo, choclo o chuchoca, porotos verdes, pimentones, quínoa, ají y hierbas silvestres. Lo llamaban “corri ilo” si llevaba carne de guanaco, pudú o huemul, o “corri achagual” si se hacía con aves sil-vestres. A estos corri, los españoles los llamaron cazuela, el nombre que ellos todavía le dan al recipiente –olla para nosotros- donde se preparan estos caldos.

Ahora, en cuanto a la teoría que lo relaciona a España, se comenta que nuestra tan apetecida cazuela sería una copia o derivación de la “olla podrida”, plato introducido por los conquistadores. Además se le atribuye semejanza al Puchero español, cuyos ingredientes serían casi los mismos, variando en la incorporación de garbanzos.

En lo personal, me quedo con la cazuela de mi madre, con harta verdura y color, cuya base es la gallina de campo, alimentada con maíz y pasto, con un toquecito de cilantro, papas frescas y con un caldo amarillo, que huele a las siete maravillas y nunca cambia de sabor, ni con los años, ni con las necesidades. ¿Mano de monja? No… mano de mujer de pueblo. Y el secreto mejor guardado de la familia: la gallina siempre tiene que ser soltera y estar llenita de “injundia”, de esa que te da energía para enfrentar el día y la vida.

Y para despedir el sabroso artículo, dedico estas palabras a las mu-jeres que con ahínco se toman el tiempo de pasar horas entre con-dimentos y loza, Clarita y madres cocineras somos todas quienes sentimos los ingredientes como algo que viene como extensión de las yemas de nuestros dedos. Somos una con la cuchara de palo, con el caldo reposado y con la sal. Somos herencia, somos “merjunje” de afuerino e indígena, somos cazuela, somos ajiaco, somos charquicán y caldillo. La porción perfecta entre obrera y ar-tista, somos entrega y pasión.

sEGuNDa EstaCIóN La CoCINaPor Pamela Negra

CuLtura popuLar

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Cada vez es más claro que la calle es el lugar donde se es-tablecen la política y las grandes transformaciones. En vís-

peras del Mundial, había diferentes categorías de trabajadores y trabajadoras que reclamaban salarios más altos y mejores condiciones laborales, “atropellando” incluso las burocracias sindicales. Mientras el gobierno de Dilma favorece a los agro-industriales y a los donantes futuros de su campaña, los mo-vimientos sociales luchan por viviendas, transporte público gratuito, en contra de todas las violaciones a los derechos hu-manos y contra toda forma de opresión. Cada día se cuestiona más profundamente el modelo de desarrollo brasileño.

#COPAparaQuién? Del mismo modo, existe cada vez más claridad en la gente que el deporte no es lo más importante para la FIFA, los patrocina-dores, constructores y el gobierno. Para ellos, la Copa Mundial no es el fútbol, sino una excusa para sacar provecho, vulnerar derechos y establecer un modelo de ciudad que no cumple con las demandas específicas de la población.

En 2013, el gobierno federal gastó más de mil millones de dó-lares en publicidad -sume que supera el valor de cualquier es-tadio-, tratando de convencernos de que el mega evento era genial para la gente y que las personas que iban a la calle para protestar estaban desinformadas. En intensas campañas pu-blicitarias, el gobierno de Dilma mintió sobre el “legado” del Mundial, manipuló datos para proteger a aquellos que real-mente ganan con todas las violaciones de los derechos que han ocurrido a propósito de este magno evento.

#GolEnContra Irónicamente, el primer gol de Brasil en este Mundial fue en contra, así es como se puede entender el “legado” de la Copa en el país, ya que se trata de uno de los mega eventos más importantes y lucrativos del capitalismo global. Aunque la ganancia sea un importante resultado (sobre todo para los patrocinadores), su principal objetivo es reforzar el avance de la dominación del capital sobre las ciudades, consolidando un modelo privatizador que excluye y hace que la vida en los grandes centros urbanos no sea sostenible para la población de bajos ingresos. En Brasil vemos este proceso en sus 12 ciu-

crisis en los estados y municipios, llegando a casos extremos de endeudamiento, como en Río de Janeiro y Ceará. Por otra parte, la represión a los trabajadores ambulantes informales es una realidad, que se ejerce para garantizar el “derecho” de las grandes empresas a lucrar en el “territorio de la FIFA.”

Los trabajadores muertos en las obras del Mundial. Las condiciones de trabajo en las obras de la Copa del Mundo eran precarias. Sólo en los estadios, 12 personas perdieron la vida cuando el gobierno estaba preocupado por la mejora de los aeropuertos del país. Acerca de estas muertes, se observa la indiferencia del gobierno y las grandes personalidades que participan en el Mundial. Pelé, el día de la muerte del trabaja-dor Fabio Hamilton, dijo sobre lo ocurrido en Itaquerão que “el accidente es normal, son cosas de la vida, puede suceder, fue un accidente, no creo que asuste” y como broche de oro agre-gó que “la manera en que se está administrando la entrada y salida de turistas en los aeropuertos de Brasil, creo que esto es una cosa preocupante “.

Elitización del fútbol.La privatización de los estadios y los contratos con los adminis-tradores permite subir los precios sin medida alguna, lo que, por cierto, excluye a la población de bajos ingresos y les im-pide seguir de cerca el deporte de su corazón, de trabajar en las inmediaciones del estadio o de vivir en las regiones donde se emplazan las obras mundialeras, debido a los altos costos.

Junto con lo anterior, durante este último tiempo hemos asis-tido a una creciente militarización y criminalización de los mo-vimientos sociales en lucha. La Copa ha sido la excusa perfecta para ello. La política de seguridad pública en bancarrota, basa-da en la represión y exterminio de la juventud pobre y negra de la periferia, acumula records de homicidios cometidos por la Policía Militar, herencia de los tiempos de la dictadura. El go-bierno y los medios de comunicación tratan de desacreditar a las personas que van a las calles para protestar contra las viola-ciones de derechos humanos, diciendo que están perjudican-

do a Brasil y que este era el momento para que “los brasileños se unan” para defender a nuestra selección. Y a pesar de toda la represión y la contracampaña del gobierno, las demandas sociales no han podido ser acalladas.

La explotación sexual de mujeres, niños y adolescentes: el otro negocio.En épocas de alto impacto turístico, las mujeres están expues-tas a las campañas de publicidad como si sus cuerpos fueran mercancías. La combinación mujeres-carnaval- fútbol es “per-fecta” para un mega evento que recibe el 83% de los turistas hombres. Explotación sexual y trata de personas tienden a aumentar frente a la pobreza y las promesas de una “vida me-jor”. Sin embargo, la explotación sexual, especialmente de las niñas, ha sido identificada en las proximidades de las obras de la Copa, así como la falta de políticas de protección social, pre-vención y lucha contra este tipo de explotación.

#CopadelasManifestaciones.Estamos ante uno de esos momentos únicos de la historia en los que tenemos la oportunidad de triunfar, que se acumulan fuerzas y se puede unir la población en torno a otro proyecto de sociedad. Estamos ocupando las calles, no para luchar con-tra el fútbol, pero sí en contra del Mundial que los gobiernos, la FIFA, los patrocinadores, los constructores y los principales medios de comunicación dicen que está pasando: la Copa de fiestas, del gran orgullo de los brasileños, del “consenso nacio-nal”. Junto a esta Copa de las élites, repleto de violaciones a los derechos humanos, nosotras y nosotros estamos construyen-do otra Copa, la Copa de las manifestaciones. Es esta Copa del Mundo que dejará un legado de las grandes transformaciones.

dades principales, creando nuevas formas de explotación e intensificándose las ya existentes.

Por otra parte, se realizaron exorbitantes gastos en obras des-tinadas exclusivamente al Mundial, cuyo gasto corresponde aproximadamente a 4 mil millones de dólares en estadios so-brefacturados, con numerosas denuncias de irregularidades y malversación de fondos. Los 12 mil millones de dólares in-vertidos en las obras de la Copa se hacen aún más ofensivos cuando se analiza la situación de salud, educación, transporte y otros servicios públicos. La prioridad del gobierno es com-placer al capital internacional en lugar de atender y solucionar las demandas de la población.

Desalojos, “limpieza” y especulación inmobiliaria.Por lo menos 250 000 familias fueron retiradas de sus hogares debido a las obras de la Copa y trasladándolas para la perife-ria, sin una indemnización adecuada. El gobierno expulsó a la población sin hogar de los principales centros urbanos, en un proceso de “limpieza” que viola los derechos humanos. Existen numerosos informes de desapariciones y detenciones arbi-trarias de estas personas. A ello debemos sumar el hecho de que el mundial ha intensificado la especulación inmobiliaria y aumentado el valor de las viviendas en las grandes urbes. La población de bajos ingresos ha sido empujada a los lugares más marginales y precarios de la ciudad.

Las obras especialmente construidas para este mega evento no sirven a la mayoría de la población, la que sigue teniendo largos viajes –de dos hasta cuatro horas- para ir y volver al tra-bajo. Además, han costado más de lo que se había previsto, alrededor de 8 mil millones de dólares.

Concentración de la riqueza, represión, exención de im-puestos y la deuda.La Copa ofrece grandes beneficios para los constructores, de donde sale la financiación principal de las campañas electo-rales en Brasil, los patrocinadores oficiales y la FIFA. Durante la Copa del Mundo, empresas como Banco Itau, Coca-Cola, AmBev, Hyundai, entre otras, no pagan impuestos. Los efectos de esta política son devastadores, ya que crea una verdadera

“IRóNICAMENTE, EL PRIMER GOL DE BRASIL EN ESTE MuNDIAL FuE EN CONTRA, ASí ES COMO SE PuEDE ENTENDER EL “LEGADO” DE LA COPA EN EL PAíS...”

Copa DEL MuNDo y protEstas popuLarEs EN brasILPor Cheron Moretti¹ y Thiago Ávila2

1 Feminista y militante de Insurgencia (corriente interna del PSol)2 Militante de Insurgencia y del Comité Popular de la Copa

INtErNaCIoNaLIsMo

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AnOMALíA En MATRIx

La crisis ha dejado caer las caretas del régimen, provocando la erosión de todas y cada una de sus instituciones. Los resulta-dos electorales del pasado 25 de mayo en el Estado español señalan que su desgaste ha terminado arañando el terreno electoral, precipitando una crisis del bipartidismo sin prece-dentes. Sus protagonistas, PSOE y PP, han sufrido una pérdi-da superior a los 5 millones de votantes. En consecuencia, la suma de ambos no alcanzaría, por primera vez en su historia, el 50% de los apoyos que les permitiría formar gobierno en unas hipotéticas elecciones generales. Por su parte, Izquierda Unida no despega. La formación se topa con el techo de cristal impuesto por una campaña plana y una cobertura de simpa-tías encorsetada, enfrentándose a una dificultad para cana-lizar el descontento no politizado. Esta primera parte de los resultados darían cuenta de un proceso más o menos lineal y progresivo en el deterioro de los consensos que mantenían la contestación social en un marco exclusivamente destituyente.

Como piedra en el zapato, la irrupción de Podemos ha des-bloqueado un clima escéptico generalizado entre las clases populares. Inmediatamente, han saltado las alarmas en el establishment, cuya respuesta se prepara en dos frentes com-plementarios. El primero, apresurado y casposo, ha consisti-do en criminalizar al proyecto acudiendo a manipulaciones y soflamas descalificadoras de manual. Por el momento, estos ataques no han desplazado el centro de gravedad del proyec-to, sino que lo han conseguido reforzar. En segundo tiempo, los resortes del régimen han puesto en marcha una maniobra de restauración, maquillaje y puesta a punto. La dimisión del Secretario General del PSOE pretende ser el primer mecanis-mo de freno al proceso de pasokización. Su previsible viraje simbólico hacia la izquierda buscará recuperar la percepción de antagonismo y tensión PSOE-PP. De funcionar, esta sería su opción predilecta; recuperando el turnismo de vasos comuni-cantes entre ambos. Sin embargo, la profecía del gobierno de concentración parece ser otra bala en la recámara, invocando fantasmas pactistas de la Transición y haciendo un llamamien-to a la responsabilidad de Estado. Precisamente ha sido éste el espíritu al que se ha hecho referencia en la otra gran tác-tica de regeneración por arriba: la abdicación de Juan Carlos

I. Minada por los diversos escándalos, la corona ya no jugaba el rol conciliador de hace unos años. Felipe VI está llamado a ser el estandarte y piedra angular del proceso de restauración, garante de la unidad territorial frente al proceso soberanista catalán, del que posiblemente hará su particular 23F.

Las vacunas de la denominada “casta” frente al surgimiento de Podemos responden conforme a la tercera ley de Newton: si un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, éste realiza otra fuerza en sentido contrario. Esto es, frente a las reivindicaciones de más transparencia y democracia exigidas por la ciudadanía, el régi-men parece optar por enrocarse y dar su espalda.

EMPEzAMOs A PODER: DE LA InTuICIón A LA EsTRATEGIA

Las cosas no pasan porque sí, las victorias y derrotas poseen factores determinantes. La de Podemos ha sido una victoria parcial, en tanto que ha sido capaz de manejar la tectónica de placas a favor de un terremoto que precipitara escombros de lo viejo para comenzar a levantar algunos cimientos de lo nue-vo. El magma de Podemos fue, sin duda, el 15M.

No sería posible comprender el fenómeno de Podemos pre-tendiendo separar movimiento social y fuerza política en com-partimentos estancos. Todo relato político es una historia de ritmos solapados y, en su recorrido entrelazado, lo social y lo político echan carreras de Scalextric. En 2011, el movimiento 15M desbordó el marco partidista pegando un acelerón social de contestación a la crisis. Su gramática y sus consignas fueron el germen de lo que hoy Podemos llama sentido común. Las experiencias de auto-organización reflejadas en la PAH o las mareas han ido concretando el inicio de los nuevos consen-sos (vivienda, educación, sanidad, etc.). Ahora, Podemos ha cogido el rebufo de las grietas abiertas por estas luchas, pero adelantarlas no sería más que un falso atajo. Hemos pasado de la impugnación intuitiva del régimen a una impugnación estratégica. Tenemos la oportunidad de convertir Podemos en parte importante del intelectual colectivo que vaya trazando el horizonte de ruptura, pero debemos tener en cuenta quién tiene las hipótesis que validarían la estrategia. Esas hipótesis las tienen y las tendrán siempre los movimientos sociales.

“NO ES LO MISMO GANAR EN SENTIDO ELECTORAL (OBTENER uNA MAYORíA ELECTORAL quE PERMITA FORMAR GOBIERNO), GANAR EN SENTIDO POLíTICO (TENER LAS CAPACIDADES Y LOS MEDIOS PARA PO-NER EN PRÁCTICA EL PROGRAMA DE GOBIERNO) Y GANAR EN SENTIDO SOCIAL (CONTAR CON uNA MOVI-LIzACIóN ACTIVA DE LA MAYORíA SOCIAL quE ORIENTE, CONTROLE E IMPuLSE LA ACCIóN DE GOBIERNO Y SOCIALICE LA POLíTICA)”

Miguel Romero

“INFuNDIR ESPERANzA A LA MAYORíA OPRIMIDA Y TEMOR A LA MINORíA OPRESORA, éSE ES NuESTRO COMETIDO.”

William Morris

COnQuIsTAR Qué PODER y PARA Qué

El fenómeno Podemos ha conseguido abrir debates que hasta hoy quedaban reservados a la política-ficción. La convulsión elec-toral podría devolver a la izquierda una llave para conformar gobiernos. En tal caso, estos gobiernos detentarían sólo una parcela del poder político en estructuras heredadas, propias del antiguo régimen. Por tanto, después de una hipotética victoria electoral no debemos quedarnos a esperar el happy ending de un gobierno salomónico y solucionador de problemas. Para Podemos, construir una alternativa de gobierno debe ser construir una forma de sociedad en la que no decidan unos para que otros ejecu-ten. Esto implica una tarea compleja, la de ir ecualizando los desniveles de intervención política, colectivizando las prácticas que servirán como reflejo a las nuevas instituciones.

Todo relato político es una historia de ritmos solapados y construir este relato pasa por comprender el destiempo acompasado de un bonito jazz revolucionario.

INtErNaCIoNaLIsMo

Por David G. Marcos

poDEMos CoMo EMErGENCIa

DEMoCrátICa

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El debate público se ha centrado estos últimos años en lo concerniente a la educación como derecho fundamental.

Es, en definitiva, lo que hemos instalado como estudiantes: la necesidad de un Estado garante de nuestros derechos funda-mentales, donde la educación sea entendida como un derecho social y no como un bien transable en el mercado.

La perspectiva reivindicativa no proviene sólo del pasado 2011, sino que se devela desde el trabajo e impulso del “Mochilazo” el 2001, y, por supuesto, la “Revolución Pingüina” del 2006, am-bos hitos de mayor trascendencia dentro de todo un proceso de acumulación de fuerzas. Se trata de la maduración y enten-dimiento de un actor que demoró años: crecimos desde las caídas, las pequeñas victorias y por supuesto, las derrotas. Hoy, y en vista de dicho proceso, tenemos que ser capaces, como actores organizados, de llevar la lucha reivindicativa a un plano más allá de lo actualmente planteado. De ahí la primera tesis: la cuestión problemática y reivindicativa que hemos enarbolado para la educación, se centra en la gratuidad, comprendiendo, así, el cambio estructural desde un ángulo sesgado o al menos insuficiente.

Sin duda alguna, la lucha por una educación de calidad y gra-tuita con el término del financiamiento privado y del endeuda-miento, es una arista vital, pero sigue centrando la discusión en torno al factor económico, el factor monetario de lo que hemos enunciado como un derecho. Quizás ello fue necesario en su momento no tan sólo por su fin, sino también en tanto genera-ba empatía en nuestro pueblo, pues problematizaba el asunto desde el bolsillo de cada una de nuestras familias; mas hoy es

indudablemente insuficiente al alero de un cambio real, no sólo en el modelo educativo, sino también en el modelo económico y político del país. Hoy, la discusión no debe ser una que siga centrada en absoluto en la educación como un bien transable en el mercado, sino que debe dar un paso más allá y plantear el siguiente debate: qué educación queremos y cómo esta edu-cación alimenta un modelo social que debemos, como pueblo, definir, luchar y defender. Mucho se ha comenzado a hablar, en-tonces, de forjar un verdadero proyecto educativo.

De esta forma, damos luces de la maduración de un proyecto y una lucha sin duda alguna reformista, pero que guarda -en pers-pectiva- un profundo espíritu revolucionario. El primer paso, la gratuidad, ya está superado en torno a la instalación de la de-manda (quedando, por supuesto, todo el camino de la manifes-tación y la protesta para su consecución). Y aquí viene, luego de una larga introducción, la segunda tesis: debemos dejar de en-tender la educación como una herramienta de promoción social

-idea presente en sectores del movimiento estudiantil y bastante generalizada dentro de nuestra sociedad- y dotar de propio con-tenido la respuesta a qué educación queremos y exigirla.

Lo anterior nos lleva inevitablemente a dos ideas fundamenta-les de las cuales debemos “hacernos cargo”. Primero, una que sería llamada por muchos “realista”, donde se nos menciona la meritocracia como fundamento esencial de la vida en sociedad. Lo cierto es que la educación municipal profundiza los ghettos sociales, ghettos que persisten en la reproducción de la situa-ción socioeconómica de cada familia , cuyo punto de partida se encuentra en el liceo, colegio o escuela y se traspasa a la uni-

La LuCHa por La EDuCaCIóN:

DIsEÑaNDo La EstratEGIa DE La EMaNCIpaCIóN

Por Leonardo Jofré R.

MoVIMIENtos soCIaLEs versidad. La única opción de muchas de estas familias son los llamados “liceos emblemáticos” (es, de por sí, triste: le estamos diciendo a cientos de miles de niños y niñas que deben compe-tir por entrar a estos colegios, porque -en gran parte- sólo en ellos les espera un futuro mejor, dejando al resto absolutamen-te relegados de dicha posibilidad), un modelo de Escuela espe-cialmente llamativo para los sectores medios, particularmente lo que podría enunciarse como pequeña burguesía, sectores económicamente incipientes o, si se quiere desde la siutiquería, new rich, colegios que se basan en la selección, colegios que se transforman en enormes máquinas que clasifican, dan estereo-tipos, rotulan y direccionan a sus estudiantes hacia un camino determinado en la vida. Se le entrega –lo que es grave- legiti-midad a la Escuela, y particularmente a estos colegios, como mecanismos de movilidad o ascenso social mediante la idea del “logro”, de la “capacidad”. Así, por una parte, la “meritocra-cia” esconde una pirámide escolar de base ancha y punta ínfima que condena cruelmente a los estudiantes más desfavorecidos, y, por otra parte, hace caso omiso a la condición misma de quie-nes no pueden seguir escalando en dicha pirámide: no hay con-sideración alguna a la realidad particular ni local, la situación socioeconómica como condicionante de la calidad de la edu-cación, la educación no formal (familiar, del círculo íntimo, del círculo de amistades) que entregan valores y virtudes, las cuales siguen estando supeditas al mismo proceso histórico y tópico de cada familia. En lo concreto, no es lo mismo provenir de una familia con problemas de drogadicción, violencia intrafamiliar y delincuencia en una comuna de alto riesgo social, a nacer en una de situación económica e íntima estable. No le podemos exigir a cada estudiante lo mismo. La escuela meritocrática, por supuesto, sí lo hace.

Como segunda idea, un planteamiento que sería considerado por muchos como “ideologizado”: la promoción social como motor de la meritocracia conlleva el asumir de forma “natural” la sociedad de clases, dándole legitimidad a las mismas, y, lo que es aún peor, se vislumbra como una superación (aparente) de su antagonismo irreconciliable. Por medio de la Escuela –como mecanismo promotor- se puede traspasar desde la clase “desfa-vorecida”, explotada, a la explotadora, dominante. En el fondo, llega un punto donde se le otorga validez a que ciertos educan-dos generen una continuidad para el traspaso de explotado a explotador, cumpliendo a cabalidad no sólo la naturalización de clases sociales, sino que a su vez prepara, con capital huma-no, su reproducción, asegurando la coexistencia de ambas.

Junto con esto, en el ejercicio propio de la educación, ésta fun-ciona, en lo interno, como un mecanismo de capacitación para la mano de obra y el capital humano especializado (fruto del sis-tema capitalista imperante, sus condiciones objetivas o el fac-tor económico) y la difusión transversal –imposición, para ser específicos- de formas ideológicas y elementos culturales do-minantes (la función subjetiva, la apelación al sentido común o el factor ideológico). Formas y elementos que, por supuesto, reproducen el statu quo del modelo económico y social capi-talista y aseguran su fortalecimiento a través de la educación como mecanismo de dominación social.

De esta forma, y superando aquella idea de la Escuela merito-crática y la función de la educación capitalista en nuestra so-ciedad (que cruza la educación primaria, secundaria y terciaria como un todo), corresponde que, como movimiento estudian-til, podamos determinar un proyecto que contraponer y salva-guardar en la ofensiva como movimiento social. La idea central es clara: La educación en su conjunto debe responder a un qué queremos como sociedad, no a la idea externa de ella, como una herramienta de promoción social.

La pregunta es, entonces, cómo debemos entender la educa-ción y porqué reviste tanta importancia. Aquí viene la tercera

tesis: es inseparable la educación del modelo de sociedad que queremos construir. Así, como señalaría Durkheim desde su concepto de educación, ésta es “la acción ejercida por las gene-raciones adultas sobre aquellas que aún no están maduras para la vida social. Tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él, la sociedad política en su conjunto y el medio es-pecial al que está particularmente destinado”. Concretamente, dichas exigencias de la sociedad provienen de las condiciones de las mismas y sus consensos. En una sociedad de clases don-de exista dominación, prevalecerá un modelo que tienda hacia la preservación de la misma.

La educación, entonces, debe entenderse de una forma dia-metralmente opuesta. No debe pensarse desde la lógica de la retribución individual, sino que social: lo que con ella cada ser humano aporta a la vida en conjunto, al ser colectivo y no al egoísta. Luchar contra la misma concepción liberal de los dere-chos humanos que se expresan en las aras de la libertad negati-va (la no intromisión, interferencia) y la propiedad. En su esfera privada, que sea un potente instrumento de libertad, para que su capital cultural sea utilizado en provecho del individuo y a la vez del conjunto, para lo cual no es escindible una profunda transformación social que garantice, en definitiva, la fehaciente libertad, desprendiéndose la Escuela de elementos superpues-tos de dominación. Que, como lo vinculaba Hegel, se establezca como una instancia de mediación que sitúe su existencia en-tre el niño que se desprende paulatinamente de la familia, y el mundo del trabajo y la política, esto es, el mundo del Estado y la sociedad. Que sea un elemento propio de lo público, que se prepare y forje al niño, adolescente y joven para la vida en co-munidad. Esto genera, a su vez, una política de reconocimiento: el ser humano interactúa, se diferencia de otros al contacto, se reconoce y conoce como distinto al resto y por ende, particular. Se provee como un ser único. Así, cumple una función vital, a su vez, en el crecimiento individual de cada ser humano.

Por último, y no tan extenso como querría, la cuarta tesis: para poder promocionar un cambio de tan alta trascendencia, asu-miendo que las reformas son globales y requieren de múltiples modificaciones en todo un sistema educativo, debemos abor-dar la temática del acceso irrestricto a la educación superior como un elemento de vital trascendencia, sumada a la cada vez más fortalecida demanda por la democratización. Que toda persona que desee estudiar en una Universidad pueda hacerlo. ¿Por qué? Porque ya no hablamos de la educación como una he-rramienta de promoción social. No queremos una universidad donde se nos cuestione la empleabilidad, donde se nos plan-tee el ya recurrente ¿qué pasaría si todos fuéramos profesiona-les?, donde se trabaje desde la idea de rentabilidad. Porque lo hemos dicho una y otra vez: el cambio en materia educacional sólo podrá ser real cuando sea transformador, y para ser real-mente transformador –y aquí la presión que pone el acceso irrestricto- debe tocar las aristas más profundas de nuestra so-ciedad, basada en su contradicción entre capital y trabajo. Sólo en una sociedad sin explotación, con una jornada de trabajo justa y que dé cabida a todos y todas podrá tener su espacio todo profesional, como también quien no quiera serlo. Es un cambio real, profundo y necesario para la verdadera reconcilia-ción entre todo ser humano. Y porque la educación no debe ser una herramienta de promoción, sino una de encuentro social, de provecho popular y que guarde una relación intrínseca con la anhelada libertad de todo ser humano.

La educación toca las fibras más profundas de nuestra sociedad, develando las vicisitudes más genuinas de la misma. Ahora, el paso debe ser auténtico y al unísono: la educación más allá de su carácter de derecho fundamental, la educación en su conte-nido que devele cuál es el proyecto social de país que queremos construir. Esa es una deuda histórica de nuestro Chile.

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Lumi Videla desde niña fue llena de vida y muy precoz, tanto, que cuando tenía apenas un año no habló con palabras sueltas, sino con frases y a poco andar demostró una particular

empatía con la gente. Su madre, profesora de enseñanza media, igual que su abuelo materno, versado académico de la lengua, influyeron en su actitud de racional independencia, estudio-sa y responsable, su padre, también profesor, y su abuelo paterno médico y diputado socia-lista, influyeron en que su agudeza, sensibilidad y anticipada ilustración se orientara hacia el mundo social y la política revolucionaria. Lumi cursó la Enseñanza Media en el Liceo renovado “Darío Enrique Salas”, que junto a su en-torno familiar contribuyó a que se conformara en ella una jovencita solidaria, humana, gene-rosa, veraz, responsable. Alternaba sus estudios con su actividad gremial estudiantil y la vida social propia de la adolescencia, mientras incrementaba su cultura con una especial afición por la lectura. Entre los 13 y 14 años ya estaba leyendo a Simone de Beauvoir.

Postuló a los 16 años a la carrera de Filosofía y al término de esta, después de 5 años, entró nuevamente a la Universidad de Chile, esta vez para estudiar Sociología. A los 25 años, el 11 de Septiembre de 1973, cursaba el tercer año de esa carrera.

Ella ingresa a la Universidad, al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, en los mismo momentos en que las promesas de Frei y de la Democracia Cristiana iniciaban su Gobierno. El desgaste de ese Gobierno y las huelgas de la educación, junto al intercambio con los jóvenes y académicos del Pedagógico, suman a su actividad estudiantil las esferas de la política, la que se constituiría, con el tiempo, en su objetivo más importante: luchar por lograr una socie-dad más justa y más humana, sin abusos, discriminaciones o explotaciones. Paralelamente a sus actividades estudiantiles y políticas, Lumi se casó y se realizó como madre a los 22 años, y disfrutó a su hijo pequeño 3 años, hasta el fatídico golpe de estado de 1973.

Las posiciones políticas revolucionarias que adoptó Lumi están fuertemente influenciadas por lo que acontecía en Chile, América Latina y el Mundo. Así fue que después de militar algunos años en la Juventud Comunista e influenciada por el triunfo y evolución de la Re-volución Cubana, las luchas de guerrilla y resistencia en América Latina, los avances de los movimientos reformista en la región y la heroica guerra de resistencia del pueblo Vietnamita, marcaron su toma de posiciones, retirándose de esa organización y se sumó a las marchas en contra de la invasión soviética en Checoslovaquia, y a la militancia fundacional del MIR.

Así era Lumi, admiradora también de la lucha liberadora de los negros, de Ángela Davis, de los Panteras Negras, de las luchas contra el Apartheid. Al mismo tiempo que seguía con ad-miración la exploración espacial, gustaba del Rock, de los Beatles y admiraba a la Rinaldi y Ju-lio Sosa. Marcada por una ética intransable, intentaba responder en todos los frentes, como

madre, como estudiante, como militante, como pareja; lo que la llevaba, a veces, a incurrir en sacrificios en los cuales, finalmente, quien resultaba sacrificada era ella.

En su vida política partió con responsabilidades en los espacios estudiantiles del Liceo y la Universidad; integrada al MIR en distintos momentos de su vida, participó del Congreso del año 1967, fue encargada de su Comisión Nacional de Educación Política, estuvo a cargo de una estructura del Regional Santiago, a la vez que creó las primeras organizaciones del MIR en Rancagua.

En los duros momentos del Golpe Militar, Lumi jugó, junto a Edgardo Enríquez, un importan-te papel en la reorganización del MIR para su vida clandestina, arriesgó su vida al extremo en la recuperación de las armas dejadas por los cubanos en su embajada y luego asumió, junto a Sergio Pérez, su compañero, la Dirección Nacional de Organización del MIR en 1974, en el peor momento de la represión.

Lumi fue entre las mujeres que formaron parte del MIR chileno una de sus más, sino la más, relevante dirigente. A su especial compromiso y rigor militante sumó su alto nivel cultural y su sólida formación política, reuniendo en su ser la condición de intelectual y activista, y se distinguió por su compromiso y una ética que nunca dejó espacio a frivolidad de tipo algu-no. Sin embargo, esa dureza la manifestaba consigo misma, con otros siempre fue solidaria, dulce y tolerante.

Sus últimos días, antes de ser secuestrada por la DINA, Lumi viajó a Viña del Mar para reunirse conmigo. Recuerdo que me sorprendió su disposición a correr el riesgo de viajar, mientras, en Santiago sucedían hechos graves que ella no podía dejar de informarme, de manera que es-tuviera preparado para lo que viniera. Lumi me relató la grave magnitud que había adquirido la represión, las precarias condiciones de seguridad en que se encontraban nuestros dirigen-tes, y ella en particular, los duros antecedentes que se tenían sobre la gravedad de las torturas y los silenciosos crímenes que a diario cometía la dictadura sobre nuestros compañeros y compañeras. Y una circunstancia inoportuna: su separación de Sergio, que la tenía viviendo sola en Santiago. En lo profundo de su ser se escondía sin duda la amargura y el dolor. Sin embargo, no había para su forma de ser y sus valores, otra alternativa que volver a Santiago, y así lo hizo, caminó cuesta abajo en Chorrillos, mientras nosotros la veíamos alejarse, desde un balcón, conscientes que podía ser la última vez que la viéramos con vida. Ese 19 de sep-tiembre de 1974 nos despedimos, dos días después sería presa del Guatón Romo y de la DINA.

A los 27 años, Lumi ya era una gran mujer y siempre he pensado que más que una víctima de la Dictadura, fue una Heroína de la Resistencia al régimen de Pinochet.

Lautaro VidelaHermano de Lumi Videla y ex miembro del comité central del MIR chileno.

LuMI VIDELa:

rEFErENtE HIstórICo

Por Lautaro Videla

uN EJEMpLo DE rEVoLuCIoNarIa

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