pañol de la historia

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1 Dirección de Acción Integral Armada Nacional ISSN 1900-3447 Fascículo No. 48

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Fascículo No. 48

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1Dirección de Acción IntegralArmada Nacional

ISSN 1900-3447

Fascículo No. 48

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A los marinos de Colombia se dedica este trabajo de investigación sobre la historia naval, plasmado en crónicas que resumen las hazañas de aquellos que combatieron por todas las causas, navegando cargados de ilusiones y tiñendo el mar con su sangre.

Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, con-virtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado.

Agradezco al señor Almirante Roberto García Márquez, Comandante de la Armada Nacional, la deferencia de mantener la edición de estos resúmenes. Este trabajo desea llevar el mensaje de la historia a aquellos hombres de mar y de guerra, que fueron arrullados por las olas y embriagados con su encanto.

JORGE SERPA ERAZOVicepresidente del Consejo de Historia Naval de Colombia

Presentación

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El presente artículo es tomado del libro es-crito por el Señor Contralmirante (Hono-rario) Julio Cesar Reyes Canal (qepd) “La Fragata “”Almirante Padilla”” en la Guerra de Corea”, Edición Códice Ltda., año 2000, quiero subrayar lo enunciado en la pág. 297, que a la letra dice: “La ARC “Almirante Pa-dilla”, no hizo uso, en ninguna ocasión de originar y difundir noticias en que la Arma-

Apartes de la operación naval “AshcAN”,

-Guerra de corea-Por: Cnesp Mario Rubianogroot Roman (Cn 45-045)

“Hannam University”, Dae-Jeon

Antes de entrar a relatar algunos apartes de esa Operación Naval, les manifiesto que recientemente estuve en viaje personal por ese pequeño país en extensión, pero grande en desarrollo, por su pujante actitud y cultura. En Seúl visité el museo “War Memorial” y en Dae-Jeon, en la Universidad de Hannam, el monumento dedicado a las naciones que participaron en la Guerra por la democracia y reconocimiento a su situación actual (véanse fotos).

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da Real Inglesa, es también maestra. Tal vez esa perjudicial modestia per-sonal e institucional explique en parte por qué sus realizaciones y las de las otras dos fragatas en Corea hayan per-manecido ignoradas y en la penumbra durante medio siglo, tanto en ese país como en la propia patria, desdibujan-do ante la opinión pública la historia real y global de la participación de Colombia en ese conflicto”.

El domingo 13 de mayo de 1951, la fra-gata “Almirante Padilla” recibió la Orden de Operaciones N° 3-51 firmada por el CN-USN Lind-say Williamson, como Comandante del Elemento de Tarea 95.13 (Escolta), a su vez perteneciente al Grupo de Tarea 95.1 (Fuerza aeronaval de 16 navíos, incluyendo el acorazado y el submarino, bien balanceada, con todos los tipos de unidades de combate y conformada por cinco naciones. Algo poco común) , en la cual se daban instrucciones para la realización de una misión estratégica, consistente en reabrir y despejar la ruta “Cigarette”, que era el camino para el control del mar a todo lo largo de las 500 millas de la costa occidental de la península coreana, y luego de coronarla con una misión táctica de un pequeño desembarco no lejos de Pyongyang, la capital enemiga, como una demostración de fuerza; es de anotar que la ruta “Cigarette”, establecida para los des-embarcos del general Mac Arthur en Inchon, el 15 de septiembre de 1950, había sido descuidada por el cambio del énfasis y las urgencias de las operaciones hacia la costa este y se había tornado peligrosa por las minas.

El grupo de tarea estaba constituido así:- GT 95.1, Contralmirante A.K. Scott-Moncrieff, Armada Real Inglesa, a bordo del crucero

pesado HMS “Kenya”. Segundo en comando, Capitán de Navío H. Colquohoun, RN, a bordo del portaaviones HMS “Glory”.

- ET 95.11, Elemento de portaaviones. Portaaviones HMS “Glory”, fragata HMS “Amethyst”, destroyer HMS “Concord”, al mando del Capitán de Navío H. Colquohoun.

- ET 95.12, Elemento de Bloqueo y Apoyo. Cruceros pesados HMS “Kenya” y “Ceylon”, fragata australiana HMAS “Hawea”, destroyer canadiense HMCS “Sioux” al mando del contralmirante A.K. Scott-Moncrieff, RN.

- ET 95.13, Elemento de Escolta. Fragatas USS “Glendale”, “Everett” y ARC “Almirante Padilla”, al mando del capitán de navío Lindsay Williamson, USN

- ET 95.16 Elemento de Barreminas. Barreminas USS “Curlew” y “Mocking Bird”, buques de desembarco USS “Comstock” LS-19 y LST-799 al mando del Capitán de Navío Richard C. Williams.

“Hannam University”, Dae-Jeon

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Al atardecer, el mismo domingo, llegó por código secreto la señal fijando el día “R” para el martes 15 (de mayo), el R-1 para el lunes 14 y la orden de zarpar a las 00:05 esa noche en columna con el USS “Glendale” a 16 nudos hacia el área de consolidación del Grupo entre las islas Taech´on-Do y Soch´on-Do en el extremo suroeste de la península, hacia donde debían converger el resto de los buques aun dispersos en los mares Amarillo, del Japón y en Sasebo. Allá se fondeó a las 07:40 horas del día 15, después de una travesía dedicada a la práctica de comunicaciones visuales y por fonía y de variados zafarranchos.

El Comandante del Elemento de Tarea 95.13, daba órdenes, en donde se incluía a la fragata co-lombiana “Almirante Padilla”, no solo contribuir a escoltar al Elemento principal Portaviones, HMS “Glory” (ET 95.11), sino escoltar a los barreminas (ET 95.16), vigilancia de superficie y antisubmarina, hasta llegar a distancia prudencial de la costa en inmediaciones de Changson-Got. De ahí en adelante desde el día R hasta R+4 el esquema básico de avance no cambió.

El resumen de las actividades día por día fue:- R+1, jueves 17, intercambio con otras fragatas de los sectores de patrullaje cada 3 o 4 horas.

Aparentemente, el Capitán Williamson deseaba alejarles el tedio a sus buques poniéndolos a maniobrar a menudo sin que afectase la misión general de su Elemento de Tarea.

- R+2, viernes 18. Temprano, después de hacer contacto visual con el Comandante a bordo del “Glendale”, se navegó con el hacia las inmediaciones del punto B-2 de la ruta “Cigaret-te” y se fondeó. El crucero HMS “Ceylon” y el destructor HMCS “Sioux”, que se encontra-ban a 2.000 yardas adelante, abrieron fuego sobre la costa.

La “Padilla” estaba ansiosa por disparar, el Segundo Comandante TN Jaime Parra, sugi-rió pedir permiso para probar la batería, el que fue concedido, no solo a la “Padilla” sino a la “Glendale”, asignando blancos por coordenadas a 7.200 y 12.000 yardas costa adentro.Así, a las 12:20 horas del viernes 18 de mayo de 1951, la pieza #2 de la ARC “Almirante Padilla” hizo los primeros 16 disparos de armas colom-bianas sobre el continente asiático. Hizo cuatro impactos sobre el blanco más cercano, mientras que el resultado del tiro sobre el blanco más lejano, no se pudo observar. De todas maneras este fue un hecho memorable de nuestra historia patria.

- R+3, sábado 19. Los barreminas conti-nuaron su paciente trabajo. A las 08:40, el cru-cero “Ceylon” abrió fuego contra la costa. A las

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19:00 horas, la “Padilla” zarpó para relevar a la “Everett” en el patrullaje de las entradas al sur del fondeadero.

- R+4, domingo 20. El día crucial. A las 07:00 horas, en una reunión de Comandantes de Ele-mento, se recibió la Orden de Operaciones “Ashcan”, la cual se resume a grandes rasgos, así:

Desembarco de una compañía en la costa enemiga, apoyo de la artillería de un crucero, dos des-tructores, cuatro fragatas, un LSD, tres barreminas y apoyo aéreo de un portaviones.Las posibles fuerzas enemigas serian una compañía, una batería de morteros de 8” y cañones de 15mm.

El objetivo es la toma de Yonchon-Do a 1.000 yardas de la costa, la consolidación de la tropa y la captura de prisioneros para fines de inteligencia. El tiempo permitido de la operación es de 3 horas, la cual se efectuará en 5 fases: a) Desembarco. b) Avance sobre el objetivo, captura y con-solidación. c) Activo patrullaje. d) Retirada e) Reembarco.

Las ordenes para la artillería, era el de neutralización de las playas antes del desembarco; bombardeo previo de Yonchon-Do; neutralización de los ca-ñones y morteros enemigos reportados por el Servicio de Inteligencia sobre las faldas de la colina 291; bombardeo pre-vio de Sokia-Ni y apoyar las fuerzas de desembarco una vez en tierra y cubrir su retirada.

Después del asalto, la HMS “Amethyst” (por cierto muy famosa fragata que al-gunos años antes tuvo al mundo entero en suspenso varias semanas cuando desde el alto Yangtzé se les escapó a lo largo de 3.000 kilómetros hasta el mar a los ejércitos comunistas chinos de Mao Tse-Tung), dirigirá el fuego de apoyo de las fragatas y destructores con la colaboración de un helicóptero. Los buques no deberán gastar más del 25% de su munición a menos que se encuentre una oposición seria.

La Orden de Operaciones se cumplió con cronometro; la compleja maniobra de los buques a los fondeaderos se ejecutó con precisión y pericia. A las 4 de la tarde, “todos se habían deslizado silenciosos como felinos cautelosos y grises a agazaparse en sus puestos de ataque”, mirando al Este la playa y los villorrios, anclados en arcos concéntricos alrededor del punto “Chester” (Cen-tro Rosa de Maniobras), vértice de los que pronto se convirtieron en letales abanicos de fuego y destrucción.A la hora ordenada se desencadenó el zarpazo simultáneo y colectivo con un ensordecedor bom-

En la plaza de Armas del Ministerio de Defensa Nacional

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bardeo sobre los blancos pre asignados. La marea estaba saliendo y a la “Padilla” le tocó manio-brar pivoteando sobre el ancla, con el fin de mantener el cañón de popa sobre los blancos.

La flota queda muda, contemplando el desembarco y el avance de los Infantes de Marina de su Majestad por entre los incendios y los escombros en Yonchon-Do y Sokia-Ni; transcurridos unos 4 minutos mas, el destino, en otra de sus impredecibles jugarretas, decidió adueñarse del espectáculo y encaramar súbitamente a la ARC “Almirante Padilla” al escenario. El amplificador de fonia en

el puente de gobierno, quebró el ominoso y opresivo si-lencio con una voz clara y fuerte que ordenó:“! Hartford!, ¡Hartford!, este es Small Boy. Destruya mina en la playa marcación ciento setenta grados. Over”

Era “Amethyst”, (ET 95.11) la unidad vecina a babor, además el buque controlador de tiro, como se dijo ante-riormente.

La inquietud del Capitán Reyes Canal, al observar con los binóculos, era como pretender que unos cañones de 3” de esa época, pudieran hacer blanco a kilómetro y me-dio sobre esa bola de medio metro de diámetro; iba con-tra todas las leyes de las probabilidades y contra la orden de no gastar mas del 25% de la munición. Parecía que los anglosajones querían más bien gastarle una broma a los latinos, para rebajar la tensión de los nervios y divertir a 2.000 marineros con un imposible ejercicio de polígo-no para el buque novato. Pero no, ya el CIC (Centro de

Información de Combate, abordo) había confirmado por escrito la orden militar, fría, lacónica, imperativa, sin ningún trazo de humor: “Destruya mina en la playa. Marcación 170°”

El Jefe de la artillería, el TF Alfonso Díaz Osorio, recibió del Comandante la orden de abrir fuego con una expresión de escepticismo que parecía decir: aquí hay para rato, 50 ó 100 salvas y pro-cedió a obtener con calma del radar y del telémetro los datos iniciales para el tiro. Díaz exageró la calma en los preparativos. Cada minuto que pasaba era un siglo para el Comandante. Pasados cinco “siglos” la “Amethyst” resolvió compartir el blanco y abrió el fuego con una salva de sus dos torres dobles de proa de calibre 4.7” que cayó en el agua a 100 metros corta. Cosa curiosa!.

Al fin se escuchó la ansiada orden: “Dos, disparar!” y se vio un tiro perfecto en distancia, pero a dos metros a la izquierda de la mina. La demora empezó a pagar dividendos. El Marinero 1° Pedro Tenjo, Comandante de la pieza #1, se desesperó cuando vio la magnífica secuencia del otro cañón y temiendo que lo dejaran por fuera de la rumba (fiesta), se salió de la casamata y a gritos lanzó su interjección (¡carajo!) y dijo al telefonista: “Repita que estoy sobre el blanco!!!”

Tenjo no sabía que se había cargado un proyectil “trazador” usado en operaciones nocturnas, lo

En el War Memorial (muertos colombianos y con Cr. E. Andrade, Agredef en Corea)

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cual se habría de convertir por prodigio en un maravilloso y singular acierto en esas incompren-sibles circunstancias; ni tampoco lo sabía el Comandante, ni su Oficial artillero. Diez segundos después, se oyó la orden: “!!Uno, disparar!!!”. “Y ese único disparo llevaba el proyectil mágico que unió la boca del tubo cañón con la mina en la playa por medio de una vaporosa serpentina de plata”. La esfera se partió en dos, una mitad voló adelante y levantó una columna de agua y la otra se elevó hacia atrás en la playa.

La tripulación que se hallaba casi toda en cubierta en zafarrancho de combate se inclinaba a uno u otro lado al seguir la trayectoria del proyectil como tratando de llevarlo sobre el blanco y cuando vino el impacto estalló en una ovación.

El Comandante tomó el radioteléfono y con voz casual y pausada envió el siguiente mensaje: “!Small Boy! ¡Small Boy!, this is Hartford. Mission accomplished. Over”.La respuesta fría se recibió a continuación: “Hartford, this is Small Boy. Roger out”. Entendido y fuera. Nada más.A la salida de la ensenada de Yonchon-Do, pasadas las nueve y media de la noche, aún con luz, se recibió a bordo por destellos tres mensajes:

1. De “Amethyst” “Le informo que he pasado la siguiente señal al Comandante de la Opera-ción. Comillas una mina varada en la playa fue destruida por “Almirante Padilla” con tres disparos de tres pulgadas. Descomillas.

2. Del Segundo Comandante del ET, Capitán Williamson: “Muy Bien”.3. Del Comandante del GT, CA Scott-Moncrieff: “Buen Tiro”

Pero a pesar del laconismo de las comunicaciones navales, el extraño espectáculo de soberbia ar-tillería que le había ofrecido la fragata colombiana a 2.000 hombres y 11 buques de 4 naciones ex-tranjeras trascendió inopinadamente mucho más allá del grupo de tarea 95.1. La ARC “Almirante Padilla” emergió de la operación “Ashcan” con un aura de vudú antillano que nunca la abandonó en el cumplimiento de sus misiones en el Lejano Oriente. Tal vez, el Comando del Escuadrón de Fragatas llegó a pensar que los colombianos podían hacer bien cualquier cosa que se les ordenara a juzgar por la actividad incesante y variada a que estuvieron sometidos en los meses subsiguientes.

La noticia de ese impacto recorrió medio mundo con extrema rapidez. Tal vez algún Comandante hizo uso de la prerrogativa de difundir información sobre la guerra, pues al atracar el 23 de mayo en Sasebo al costado de la USS “Everett”, llegaron recortes de un diario de los Ángeles con una corta nota al respecto y días después se recibió oficio del Director de Marina, Capitán Piedrahita, resaltando el magnifico desempeño artillero de la fragata colombiana.

Hasta aquí los apartes de esta Operación Naval denominada “Ashcan”, donde el nombre de Co-lombia se dio a conocer inicialmente antes de la terrestre titulada “Nómada”, que dio renombre al país y de la cual ya se hizo referencia por este mismo medio. Muchas gracias.

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En los meses cálidos de mediados del año 1973, cumpliendo ins-trucciones expresas, sabiamente concebidas del Comandante de la Armada Nacional, Almirante Jaime Parra Ramírez, tres buques de la Armada partieron desde Cartagena con rumbo a los Cayos de Serrana y Roncador en una misión de carácter reservado para transportar e instalar unos elementos de Fibra de Vidrio, magistral-mente diseñados, para dar alojamiento a Infantes de Marina, que defenderían esos territorios colombianos de posibles invasiones. El diseño de esos revolucionarios elementos nació de un traba-jo conjunto auspiciado por Owens/Corning Fiberglas Colombia y la Facultad de Arquitectura de la Universidad de los Andes que

sobresalía como institución de formación, donde algunos de sus más brillantes alumnos lo de-sarrollaron como Tesis de Grado para optar el título de Arquitecto: J.G. Botero; W Goebertus; I. Restrepo; V. Botero. La coordinación de ese ejemplar y arduo trabajo de diseño, utilizando componentes técnicos de última tecnolo-gía, aportados por el nuevo material y de-sarrollados con avanzado criterio estético, tan ligado a la Arquitectura, como expre-sión del arte; por decisión de la Compañía estuvo desde el comienzo bajo mi cargo y responsabilidad. El objeto del trabajo disciplinario con-sistía en desarrollar un elemento básico, que al ensamblarse, permitiera la cons-

Ocupar los cayos serrana y Roncador

Por: Ing. Hernándo Mora González

La decisión del Almirante:

Almirante Jaime Parra Ramírez

APD ARC Almirante Padilla

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trucción de diferentes espacios para dar origen a viviendas, ofici-nas, aulas, campamentos y muchas aplicaciones más. Una vez definido y aceptado en planos el diseño del elemento, se acometió la parte más laboriosa y técnica del desarrollo: investigando primero cómo debían operar las prensas y cómo debía ser la compleja construcción de los pulidos moldes, macho y hembra, con la misma forma y exacta di-mensión del elemento, que consis-tía en una pentagonal cóncava; la

dimensión transversal mayor era de 3.66 mts. por 2.60 mts. Para facilitar el transporte, “encarra-da” y manipuleo, esta dimensión inicial se partió en dos mitades. El elemento debía tener poco peso (al final cada elemento pesaba solo sesenta kilos), para ser transportado por dos o tres operarios; resistente a golpes, impermeable por años y enfrentar exi-tosamente larga vida en diferentes climas, por adversos que fueran; conservando la forma estruc-tural y el color incorporado. Esa tecnología se había desarrollado inicialmente, veinte años atrás, para construir embarcaciones marinas de diferente tamaño y capacidad. Lo que más se valoraba era su resistencia a la corrosión y al desgaste. El material conformado por fibra de vidrio de carac-terísticas físicas y químicas muy sofisticadas que le aportan inmensa resistencia e incorporadas en resina Polyester; probado exhaustivamente como material exitoso frente a la agresividad del mar. Mi padre el General Hernando Mora Angueyra, quien había ejercido desde 1941 a 1944, como Director General de Ma-rina, movido por el afecto a la institución, siempre estuvo al tanto de todo lo acontecido en la vida de la Armada. Tanto la prensa como los medios mili-tares, a los cuales mi familia ha estado íntimamente ligada, se informaron de la decisión del Gobierno de Somoza en Nicaragua, de enviar una ex-pedición militar o civil, que se apropiara de los Cayos Colombianos para reforzar el litigio que se estaba comenzando a promover para desconocer el Tratado Esguerra-Bárcenas de 1928 y el posterior reconocimiento de la soberanía Colombiana aceptada por los Estados Unidos, al ceder la posesión que les daba, en el pasado, la producción del guano en esos Cayos.

TF Alfonso Calero, CF Yesid Pardo y CC Gustavo Delgado Domínguez

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Pero el verdadero origen de esa decisión se encontraba oculto en las actividades del Gobierno Cu-bano de Fidel Castro, Los cubanos que se dedicaron a preparar por años la oposición armada contra Somoza, le susurraron al oído del dictador, que el pueblo Nicaragüense no gustaba de la posesión que Colombia en calidad de poseedora histórica y legal ejercía en el archipiélago de San Andrés y Providencia (hoy estamos amenazados por un fallo adverso de la Corte Internacional de la Haya, sugerido por el gobierno Sandinista, pro-cubano). Mi padre conociendo la obligación impuesta desde siempre a la Armada de proteger y conservar para Colombia el archipiélago, el que había estudiado como pocos colombianos y que, como trabajo de grado de Oficial de Estado Mayor, presentó una completa Monografía sobre el Archipiélago de San Andrés y Providencia, premiado por la Sociedad Geográfica de Colombia; me sugirió que ofreciera a la Armada la utilización de los elementos arquitectónicos que estábamos desarrollando, para alojar al personal de Infantería

de Marina en los Cayos, en mejores condiciones que las carpas que entonces se utili-zaban y fortalecer la defensa necesaria de los territorios apetecidos por Nicaragua. El Director General de nues-tra compañía de Fibra de Vidrio, Reynaldo García Na-vas, destacado por ser gran amigo de las Fuerzas Milita-res; como exitoso hombre de empresa estaba luchando por vincular a Colombia en esa

onda de los nuevos y extraordinarios materiales que beneficiarían al pueblo en todos los campos. Le sugerí, que ofreciéramos gratuitamente el elemento pre-fabricado a la Armada para montarlo en los Cayos. Aceptó de inmediato. Con esa autorización, me entrevisté con el Almirante Jaime Parra Ramírez, prestigioso marino, uno de los más destacados entre los Comandantes históricos de la Armada. Me presenté con pla-nos, fotos, especificaciones y toda la información necesaria para que aceptara las bondades de las casetas de alojamiento que le ofrecía para los Cayos. La única colaboración que la Armada debía suministrarnos era el transporte por mar y sostenimiento del personal que realizaría el montaje; nosotros nos encargaríamos de poner todos los elementos en Cartagena. El Almirante Parra, una personalidad decidida, con inmensas dotes de mando, mentalidad de jefe, de inmediato aceptó agradecido la oferta que le estaba haciendo; la calificó de patriótica:-En cuánto tiempo tenemos los pre-fabricados en Cartagena? -me preguntó.-Corriendo todos los riegos ante esa avasalladora personalidad, contesté: -En dos meses Almirante--Apunte por favor el teléfono de mi ayudante; cualquier dificultad que se origine en la Armada, llámelo y él se comunica de inmediato conmigo.-

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Muchas veces en mi memoria he repasado asombrado, la decisión inmediata, firme, sin más con-sulta que la decisión que le otorga el mando a un Comandante, que contrasta con la tramitología, burocracia y larguísima cadena de mando que diluye la toma de decisiones hoy en las Fuerzas Armadas, que distribuye la responsabilidad entre autoridades civiles y militares y que lleva inexo-rablemente a cometer errores irreparables para enfrentar la guerra que padecemos. Días después me citó en su Comando, me habló sobre la situación militar en los Cayos y la posible desavenencia con Nicaragua; me detalló su experiencia cuando era Marinero en el Cayo Serrana, de la posibilidad de excavar y encontrar lo que él llamó “agua fuerte”. A continuación me hizo la siguiente recomendación: “esta va ser una operación reservada -no secreta- debemos darle la menor publicidad posible, porque podemos pasar de defensores de posesiones Colombianas a invasores de Nicaragua”. La misión se cumplió a los dos meses exactos. En la Compañía habíamos preparado dos conjuntos para cada Cayo, que alojaran entre ocho y diez hombres cada uno. Se construiría con ocho módu-los. Antes de enviarlos a Cartagena los habíamos armado y desarmado en nuestras instalaciones, con el fin de tener absolutamente todo previsto y los problemas técnicos solucionados; llevábamos hasta el último tornillo requerido, los anclajes necesarios y el personal correspondiente, todo so-metido al más riguroso inventario. Se montarían en dos días, en cada Cayo. El Comando de la misión estaba a cargo del Capitán de Fragata Yesid Pardo Téllez (QEPD), que además se desempeñaba como el Capitán del APD “ARC Padilla”, y como Oficiales ingenieros estaban el Capitán de Corbeta Gustavo Delgado Domínguez (QEPD) y el Teniente de Fragata Al-fonso Calero Espinosa. Los Comandantes de los remolcadores eran los Capitanes de Corbeta Fer-nando Pareja y Edgar Mendoza, del Bahía Honda y Bahía Utría, respectivamente El ARC Padilla y el Remolcador No.75 zarparon desde Cartagena rumbo a Cayo Roncador, trans-portando cada uno los elementos arquitectónicos para un Cayo. El Remolcador BAHÍA HONDA, al mando el Capitán Fernando Pareja Valest, me recogió en San Andrés y a pesar de un mar tre-mendamente agitado, con vien-tos muy fuertes que no amainaron en toda la noche, para mi larguísima, con una exactitud impre-sionante, los tres Buques llegaron, al mismo tiempo, frente a Cayo Roncador. El tiempo desafortunadamente no era el mejor para desembarcar. Mar agitado, con los fuertes vientos de la noche anterior, con olas que se rompían llenando de espuma las rocas que rodean esa gran roca que forma el Cayo Roncador, roca desolada, sin ninguna vegetación, azotada per-

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manentemente por vientos que se mueven en todas direcciones, algunas plantas rastreras y un sinnúmero de aves marinas, que seguían produciendo el Guano tan apetecido por los americanos en el siglo XIX, así es Roncador. A media mañana se recibió la orden del Capitán Yesid Pardo de lanzar los botes PT al agua y proceder a desembarcar los ele-mentos pre-fabricados. La razón

de proceder de inmediato se debía a que el Capitán Pardo, tenía la certeza que después del medio-día, las condiciones del mar lo harían imposible. Empezamos a trasladar los primeros elementos del remolcador a la lancha de desembarco. Uno de los cabrestantes falló y el elemento cayó a esas aguas tan agitadas. De inmediato el Capitan Pareja se lanzó al mar en un bote inflable con dos boyas color naranja también inflables. Fueron momentos de intenso dramatismo. Con decisión y valentía se aseguró el elemento antes de que se perdiera en las profundidades y se logró recuperar-lo. Le solicité al Capitán Pareja desembarcar primero con mi equipo de montadores, herramientas y elementos con el fin de escoger y preparar el terreno, para ganar tiempo. El Capitán un poco escéptico del desembarque de los elementos, consideró que yo si podía desembarcar. Llegaron esas lanchas que llamo de desembarco, tal vez eran tres TPO. Poseían poderosos moto-res y buenos motoristas. En ese momento ya acomodado entre la lancha, percibí que el viento se tornaba más violento y las olas se estrellaban contra el casco del Remolcador. Me acompañaban unas diez personas al mando de un Teniente cuyo nombre se me perdió en la memoria. Nos dirigimos a toda máquina directo al Cayo; estábamos a unos doscientos metros, las olas eran inmensas, la lancha se agitaba como una cáscara de nuez; a veces las hélices quedaban en el aire y el motor con un profundo ronquido se aceleraba estruendosamente. Sorteábamos con gran pericia las rocas que iban apareciendo a medida que nos acercábamos al Cayo. Nunca estuve intranqui-lo, confié y lo hice bien, en la pericia y el conocimiento de Oficiales y Marineros. Faltando unos cincuenta metros para llegar al borde del Cayo, una ola inmensa nos levantó varios metros y prác-ticamente nos soltó verticalmente en espectacular caída libre… directo sobre la aguda roca que perforó como mantequilla el casco de la lancha. De inmediato se hundió. Caí en medio de las corrientes que se desplazaban con fuerza y velocidad increíbles, arrastrán-dome mar afuera. Alcancé a ver que las otras lanchas daban vuelta ante el peligro y regresaban a los buques. Algunos de los marinos que me acompañaban en la lancha se dirigieron hacia donde yo estaba y los otros se agarraron de los brazos e hicieron un círculo y en segundos desaparecie-ron de mi vista. El jefe montador, un carpintero, que me gritaba que no sabía nadar, se hundía; la siguiente ola lo sacaba y se apoyaba sobre las rocas, hasta que con un marinero lo agarramos de los brazos. Las olas nos hundían y nos volvía a sacar. El carpintero náufrago, en medio de la

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angustia terrible que nos sometió a todos, extrañamente reclamaba a grito entero la herramienta que se había hundido. Una corriente tan fuerte como la que nos había alejado del Cayo, nos trajo nuevamente contra las rocas que aparecían y desaparecían hasta que finalmente el carpintero, el marino y yo fuimos haciendo pie hasta llegar a la playita de Roncador, que estaba sembrada de pa-los, vigas, y restos de redes de pesca de los grandes barcos pescadores. No sé cuánto duró el susto, pero fue poco tiempo. Las víctimas del naufragio, unos llegaron al Cayo, otros fueron rescatados literalmente por las lanchas y botes que fueron enviados de inmediato para el rescate. Gracias a la pericia de los marinos y su decisión: nada que lamentar. El mar cada vez estaba más bravo. El Capitán Pardo, canceló el desembar-co ese día. Pero era imposible sacar-nos del Cayo. Estábamos condenados a pasar allí todo el resto del día y la noche. El Teniente nos puso a todos a recoger madera y restos de algas secas, hicimos una gran hoguera, que nos permitió secar nuestras ropas, pa-sar la noche a la intemperie y soportar el viento polar que en las noches se abate sobre esa roca que llaman Cayo Roncador por los crujidos que acom-pañan el paso del viento. A la mañana siguiente, mejoraron las condiciones del mar y lograron tender un cable entre una lancha que navegaba al borde del comienzo de las rocas, y la playita. Uno por uno, agarrados del cable, fuimos llegando congelados a la lancha y de allí me trasladaron a la Padilla. El Capitán Pardo con su inmensa sabiduría de marino y asumiendo toda la responsabilidad, abortó (palabra que él utilizó), el desembarco de los elementos en Roncador. Nos dirigimos a Cayo Serrana. En unas horas de navegación el tiempo cambió. Las condiciones del mar eran apacibles, como en Costa Azul: arenas brillantes y finas, palmas de coco en un extremo y en el otro un abandonado y displicente Faro, construido encima de una corroída torre metálica, y a continuación, una pequeña isla de arena separada a cincuenta metros.

El Capitán Pardo y todos los Ofi-ciales de los tres buques colabora-ron con generosidad y entusiasmo al desembarco cuidadosamente planeado. Al día siguiente se ter-minó el montaje del alojamiento, que incluía pozo séptico y tanque de almacenamiento de agua. Esa noche inauguramos el alojamien-to durmiendo en él. Lo hacíamos emocionados y con inmensa satis-

CC Edgar Mendoza, CC Fernando Pareja y CF Yesid Pardo

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facción habiendo vencido tantas difi-cultades desde Bogotá hasta los Ca-yos. Pocos civiles colombianos tienen la experiencia de haber dormido dos noches consecutivas en los dos Cayos más importantes de nuestras posesio-nes marítimas: orgullosamente, yo soy uno de ellos.

Los alojamientos eran confortables y cómodos, lujo merecido para los va-lientes compatriotas que los habitaron y cuya presencia sin duda hizo que Somoza, se olvidara de apropiarlos. Pero aún falta que Ortega y su combo de Nicaragua, insistan en que los pueden apropiar. Algún tiempo después de mi regreso se instaló el alojamiento en Ron-cador, que fue igualmente fácil, al mejorar las condiciones del tiempo. Esta experiencia marinera, tristemente para mí no se prolongó más de una semana. Siempre he vivido agradecido con la ca-ballerosidad de los Oficiales navales, cuyas carreras exitosas y generosas para Colombia seguí en la distancia y los recuerdo con inmenso aprecio, así nunca más nos hayamos vuelto a ver. Todos llevaron a cabo sus actividades con eficiencia y decisión ejemplar, superando las carencias por las cuales aún seguimos penando. Hoy… como entonces, conservo el mayor aprecio por todo lo que signifique nuestra gloriosa Armada Nacional. Así se cumplió la decisión del Almirante. Tiempo después me retiré de la Compañía para lanzarme a una aventura, aún más peligrosa, que la mar; pero afortunadamente exitosa, trabajar en mi propia compañía. El descubrimiento de estas fotos de hace 38 años me han obligado a escribir para los que aún sobrevivimos, estos vitalicios recuerdos.

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