pañol de la historia

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Dirección de Acción Integral Armada Nacional ISSN 1900-3447 Fascículo No. 51

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Fascículo No. 51

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Dirección de Acción IntegralArmada Nacional

ISSN 1900-3447

Fascículo No. 51

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A los marinos de Colombia se dedica este trabajo de investigación sobre la historia naval, plasmado en crónicas que resumen las hazañas de aquellos que combatieron por todas las causas, navegando cargados de ilusiones y tiñendo el mar con su sangre.

Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado.

Agradezco al señor Almirante Roberto García Márquez, Comandante de la Armada Nacional, la deferencia de mantener la edición de estos resúmenes. Este trabajo desea llevar el mensaje de la historia a aquellos hombres de mar y de guerra, que fueron arrullados por las olas y embriagados con su encanto.

JORGE SERPA ERAZOVicepresidente del Consejo de Historia Naval de Colombia

Presentación

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El General Rojas Pinilla y la Armada

Nacional

ANTECEDENTES

Desde la finalización de la guerra civil de los Mil Días (1902), con algunos períodos de relativa calma, el país enfrentó durante la primera mitad del siglo XX una difícil situación de orden público, causada prin-cipalmente por el enfrentamiento entre los partidos liberal y conservador, respaldado este último por los gobiernos de turno, y fue especialmente dura en los campos, en casi todo el país. Con buenas razones se hablaba de la “guerra civil de los siete mil días”. 1

La violencia en general había permeado en tal forma a todo el país que a finales de septiembre de 1949 se dió en una agitada sesión de la Cámara de Representantes en el capitolio nacional, recinto sagrado de la democracia, el vergonzoso episodio de una “balacera” entre varios “padres de la patria”, de resultas de la cual fallecieron dos de ellos y uno más resultó herido. 2

La situación se recrudeció en la década de 1940, y tuvo un hito tristemente célebre el 9 de abril de 1948 con el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá, y los subsecuentes desórdenes, cuyo ori-gen exacto aún no se conoce, pero que causaron enormes pérdidas humanas, y la destrucción de parte del centro de la capital; en otras ciudades se presentaron algunos desmanes que no fueron comparables con lo acaecido en Bogotá.

En su momento el teniente coronel USMC W.F Haussman, agregado naval a la embajada de los Estados Unidos en Bogotá rindió ante sus superiores un detallado informe sobre los sucesos del 9 de abril, en todo el país, en el que se destaca la actuación de la Base Naval ARC “Bolívar”, al mando de los capitanes de corbeta Federico Diago y José D. Santacruz, comandante y segundo comandante de la base respectivamen-te, en el control de la situaciónen la ciudad de Cartagena. 3

Capitán de Navío Ricardo García Bernaldel Consejo de Historia Naval

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Según este informe, la eficaz actuación de la Armada en la ciudad, comenzó por encerrar en la cárcel a la policía, y se tomó el control de la ciudad, con lo que se evitaron los desmanes. Igual actitud tomó en Cali el entonces coronel Gustavo Rojas Pinilla, comandante de la VIII Brigada, actuación que le valió un “5 en conducta” por parte del partido conservador, pero la oposición del partido liberal, el cual más tarde también se opodría a su ascenso a brigadier general, ascenso que en todas formas se llevó cabo, y posteriormente fue ascendido a teniente general.

GOLPE DE OPINIÓN

Cuando el país apenas comenzaba a reponerse de esta hecatombe nacional, el 7 de agosto de 1950 asumió la presidencia de la República el combativo político e ingeniero conservador dr. Laureano Gómez Castro, quien por motivos de salud, en debió alejarse de su cargo, siendo reemplazado por el Primer Designado, dr. Roberto Urdaneta Arbeláez, quien asumió el cargo el 5 de noviembre de 1951.

En la mañana de 13 de junio de 1953 el Presidente titular Laureano Gómez se presentó ante el Presidente encargado Urdaneta Arbeláez, con la exigencia de que destituyera al general Gustavo Rojas Pinilla, a la sazón Comandante General de las Fuerzas Militares. El motivo expuesto por Laureano Gómez para lo anterior fue la denuncia de que en una dependencia militar (organismo de inteligencia denominado “ G2”), el industrial antioqueño Felipe Echavarría Olózaga había sido sometido a torturas y vejámenes, y finalmente incomunicado en una estación de policía. 4

De lo anterior, al parecer se inició una investigación que no dio resultados concluyentes, pero el Presidente titular Laureano Gómez estimaba que había sido responsabilidad del general Gustavo Rojas Pinilla. Sin embargo, la realidad de las cosas indicaba que el motivo más poderoso que tenía para sancionar, y de paso “sacar del camino” a Rojas, era su cercanía con el expresidente Mariano Ospina Pérez. 5

El primer designado Urdaneta se negó aduciendo que en realidad no había un resultado de la investiga-ción que respaldara la destitución del general Rojas, y que hacerlo constituirá una injusticia, sugiriéndole a Laureano Gómez que asumiera la Presidencia de la República, y lo destituyera él mismo. Para facilitar lo anterior , de hecho Urdaneta presentaba su renuncia. Para este momento el general Rojas se encon-traba en un finca en cercanías de Melgar (Tolima) con el plan de viajar inmediatamente a Bogotá si las circunstancias así lo requerían, para lo cual tenía disponible el avión de la presidencia de la República.

Laureano Gómez inmediatamente convocó el Consejo de Ministros, y ante éste declaró que reasumía su cargo. Como primer acto oficial ( y en realidad el único) en esta nueva etapa de su cargo firmó dos decretos: el primero de ellos nombrando como ministro de Guerra al entonces ministro de Obras Jorge Leyva (quien no había ocultado su deseo de tener una posición más fuerte en el gobierno), y el segundo llamando a la re-serva al general Rojas Pinilla, y nombrando Comandante General al teniente general Régulo Gaitán Patiño.

Con este decreto en sus manos Leyva se encaminó al batallón de Ingenieros “Caldas”, acompañado del general Régulo Gaitán y otros oficiales, a hacerse reconocer por esta unidad como ya lo había hecho con

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el batallón “Guardia Presidencial”. En este momento comandaba el batallón “Caldas” el coronel Rafael Navas Pardo, quien ya había tomado contacto y alertado a otras unidades de la guarnición. Para entonces el general Rojas, su esposa y su hija María Eugenia Rojas ya habían regresado de Melgar y se encontraban en el batallón. Rojas no reconoció a Leyva como ministro de Guerra, y más bien dispuso detenerlo, y fusilarlo si se oponía al golpe de estado que en realidad se estaba gestando. 6

El dr. Jorge Serpa Erazo en su biografía del General Gustavo Rojas cita unos apartes de la autobiografía del General Rojas, que describen este crìtico momento:

“ … mandé un pelotón que se alistara para pasar por las armas a los generales Régulo Gaitán, Berrío,y a los coroneles Ospina y Abondano.

“…. Cuando ya estaba por cumplirse la orden María Eugenia mi hija se acercó y me reprochó en esta for-ma: “Papá, ¿ como vas a manchar de sangre tu vida limpia, tu pasado y tu porvenir ¿. Déjalos ir. Mandé entonces que se retirara el pelotón de fusilamiento …

“ … Fui al saloncito donde estaban Gaitán, Ospina, Berrío y Abondano y les reproché su deslealtad … pero de pronto irrumpieron los oficiales del Caldas que iban a fusilar por su cuenta a los traidores… Yo me inter-puse y también María Eugenia. Al rato les dije: sinverguenzas, Váyanse para sus casas y no jodan más”. 7

Una vez firmados los decretos mencionados anteriormente, Laureano Gómez se ausentó del palacio pre-sidencial (al parecer solamente una persona sabía de su paradero), y se negó a recibir siquiera una llamada telefónica, con lo cual en realidad se configuró un vacío de poder, pues Urdaneta Arbeléz insistía en que ya había renunciado, y por lo tanto el Presidente de nuevo era Laureano Gómez.

En la tarde de ese día reinaba una gran incertidumbre; se reunió en el palacio de los presidentes un grupo de polìticos conservadores encabezado por el expresidente Mariano Ospina Pérez, e incluía a Gilberto Alzate Avendaño, Francisco de Paula Pérez, José Gabriel de la Vega, Navarro Ospina y otros …. . 8

Estos jefes insistían ante el ya expresidente Urdaneta Arbeláez que reasumiera la Presidencia de la Repú-blica, encontrando la enfática negativa de éste. Al final de la tarde se presentó allí el general Rojas Pinilla, acompañado de varios oficiales, entre otros del general Alfredo Duarte Blum, y el coronel Manuel Agu-delo. Al igual que los jefes conservadores, ellos insitieron ante Urdaneta que reasumiera la presidencia, recibiendo la misma respuesta.

Así explica el expresidente Urdaneta Arbeláez estos sucesos, en una entrevista publicada en la obra de Arturo Abella:

“ … Cuando estábamos en esta discusión se presentó Rojas y me preguntó: ¿ cual es su última resolución ¿. Le contesté: “la última es la primera: no vuelvo a la presidencia”. Rojas se volvió al despacho donde estaba los demás militares y a los 10 minutos se apareció (Lucio) Pabón Núñez en la secretaría privada y dijo: “ En vista de que al doctor Gómez no se le encuentra, y de que el doctor Urdaneta no asume la presidencia, les informo que el general Rojas acaba de asumir el poder …

“ En ese momento aún no había asumido el poder … Lucio me dijo que asumió la responsabilidad por su cuenta y riesgo … Así es. En verdad el que dio el golpe de estado fue Pabón Núñez …” 9

Por otro lado, la versión del mismo Lucio Pabón Núñez que aportan Silvia Galvis y Alberto Donadío indica que fueron los mismos dres. Ospina y Urdaneta quienes ofrecieron su apoyo al general Rojas para que

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asumiera el poder. Como fuera que hayan sucedido los hechos, el desenlace final, la incruenta toma del poder tuvo un amplio respaldo nacional, especialmente del partido liberal.

El ex presidente liberal Darío Echandía calificó el episodio como un “golpe de opinión”. El general Rojas procedió a conformar su gabinete ministerial, premiando la actuación de Lucio Pabón Núñez con su nom-bramiento como ministro de Guerra.

Para dar un viso de legalidad al nuevo gobierno, la Asamblea Nacional Constituyente (de mayoría “ospi-nista” y sustituto temporal del clausurado Congreso Nacional) por Acto Legislativo del 18 de junio ( 5 días despues del golpe) de 1953 declara en sus artículos 1º y 2º que :

1º El 13 de junio del presente año quedó vacante el cargo de presidente de la República.

2º Es legítimo el título del actual presidente de la Repúbli-ca teniente general Gustavo Rojas Pinilla quien ejercerá el cargo por el resto del peródo presidencial en curso. 10

ROJAS EN EL PODER

Una decisión que adoptó el nuevo Presidente, y que afec-tó a la Armada Nacional fue, en julio de 1953, nombrar al capitán de Navío Rubén Piedrahita Arango, en ese entonces Comandante de la Armada, como Gerente del Instituto de Crédito Territorial, y posteriormente como ministro de Obras Públicas. En el Comando de la Armada fue nombrado a partir del 21 de julio de 1953 el capitán de navío Juan Antonio Pizarro García, quien el 1º de mayo de 1954 entregó el cargo al capitán de fragata ingeniero Jaime Erazo Annexi, primer oficial egresado de la Escuela Naval en desempeñar este cargo.

Relata el en ese entonces capitán de fragata Erazo, que se reunió con el general Rojas, quien le comunicó que tenía intención de modernizar la Armada, para lo cual dispuso que como nuevo comandante de la Ar-mada le presentara un plan con los proyectos prioritarios, tarea que inició con tres proyectos que se habían iniciado, y por alguna razón se habían truncado. Para estos proyectos el general Rojas le dio a la Armada un apoyo especial para continuarlos:

• El muelle marginal en la Base Naval de Cartagena

• La construccion de 3 cañoneros en un astillero en Barranquilla.

• La adquisición de uno o más destructoes.

El nuevo Presidente de la República desde el principio de su mandato tuvo un claro concepto del rol que debían cumplir las Fuerzas Armadas dentro de la sociedad, comenzando por el control del orden público que se hallaba gravemente turbado. Para consolidar los logros hasta el momento obtenidos con la desmo-vilización de varios grupos de guerrilleros le dio un vuelco fundamental a las responsabilidades de las fuerzas, y su equipamiento.

Capitán Reyes Canal

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Se abrió así una nueva era en sus capacidades, en sus disponibilidades presupuestales, y en la imagen pú-blica de la institución. En este empeño constituyó una coyuntura favorable el aumento de los ingesos del sector cafetero que a su vez repercutió en los ingresos del fisco y por tanto en su disponiblidad presupuestal.

Sobre el tema de las asignaciones presupuestales para las Fuerzas Militares por la época anota el ex ministro de Defensa Rafael Pardo Rueda que en el siglo XX se presentaron cuatro “momentos de alto gasto militar”: en 1932 con motivo del conflicto con el Perú; durante el gobierno del general Rojas Pinilla (1953 – 1957); en 1970 a raíz de las tensiones políticas con Venezuela, y en 1987 a raíz del incidente con la corbeta ARC “Caldas”, cuando se aprobó un plan excepcional de adquisición de bienes de defensa por un valor de US $ 503 millones. 11

Al lado de múltiples obras públicas nacionales como el aeropuerto de Eldorado, el Centro Administrativo Nacional (CAN), y muchas otras obras de infraestructura vial y energética el gobierno del general Rojas dejó una notable cantidad de obras de infraestructura para las Fuerzas Militares, específicamente para éstas deben citarse la Escuela Naval de Cadetes ennla isla de Manzanillo, el Centro de Instrucción y Entrena-miento de Tolemaida, el Club Militar de Oficiales, el Hospital Militar Central de Bogotá. Particularmente para la Armada Nacional deben recordarse la cámara de oficiales, el coliseo cubierto, la terminación del muelle y parte de la infraestructura terrestre para el apoyo de los destructores clase “Halland” en la base naval ARC “Bolívar” 12

LOS DESTRUCTORES SUECOS “HALLAND”. 13

Relata el señor almirante Orlando Lemaitre Torres que cuando en agosto de 1952 se afrontó el caso de “Los Monjes”, Colombia solo contaba con dos fragatas; la “Padilla” y la “Tono”, ésta última se hallaba aun en las aguas de Corea y solo regresaría en 1953, por lo cual había una evidente desigualdad con las Armadas de los vecinos Perú y Venezuela.

En 1952 el capitán de navío Rubén Piedrahita, como Director General de Marina había presentado ante el Estado Mayor Conjunto, del cual era jefe el general Gustavo Rojas Pinilla, un estudio sobre el particular, estudio que fue acogido por el Estado Mayor Conjunto.

ARC 20 de Julio. c.a 1958. Fotografía cortesía Reynaldo Muñoz. El buque tiene bandera sueca pues aún no había sido entregado a la Armada de Colombia.

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En 1954, el capitán de fragata Jaime Erazo Annexi, había incluido en la lista de proyectos prioritarios para la Armada que se había presentado ante el general Rojas Pinilla la adquisición de nuevas unidades de guerra, con el fin de por lo menos equilibrar el Poder Naval de la Nación, con sus vecinos. El proyecto fue aceptado por el gobierno y se procedió a la licitación que comprendió a los EEUU y varios países de Europa, para finalmente seleccionar dos astilleros suecos para la construcción de dos destructores de la clase “Halland”. 14

ARC 20 de Julio. c.a 1958. Foto-grafía cortesía Reynaldo Muñoz. El buque tiene bandera sueca pues aún no había sido entregado a la Armada de Colombia.

Los dos destructores, denomina-dos inicialmente “13 de Junio” (construido en el astillero Gota-verken de Gotemburgo) y “20 de julio” (construido en el astillero Kokums Mekaniske Verkstads de Malmoe) 15 estarían dotados de 3 piezas dobles de 120 mm y además 4 torres de 40 mm; equipos de control de tiro y radar de proceden-

cia holandesa; 4 tubos lanza torpedo y un lanza misil a proa; en su época eran los buques más avanzados en las marinas de guerra de suramérica. Posteriormente, durante el gobierno de la Junta Militar,el nombre de “13 de junio” fue reemplazado por “7 de agosto”

Sus otras características fueron: desplazamiento 3.300 toneladas; velocidad 35 nudos. Podrían operar normalmente con 15 oficiales y 140 tripulantes. De acuerdo con los programas preestablecidos el personal viajó a Suecia, Holanda e Italia, a medida que se adelantaban los trabajos. Para adelantar la capacitación y entrenamiento de este personal se configuró el plan FIRPO bajo la dirección del capitán de fragata Jorge H. Berrío Posada. 16

A la caida del gobierno de Rojas Pinilla, el 10 de mayo de 1957, los astilleros suecos suspendieron la cons-trucción de los destructores ( algo similar sucedió en Cartagena con la construcción de la Escuela Naval de Cadetes en Manzanillo) y el gobierno nacional debió hacer grandes esfuerzos para que los destructores fueran terminados, y pudieran viajar a Cartagena; el “20 de julio” al mando del capitán de navío Jorge H. Berrío lo hizo en septiembre de 1958, y el “7 de agosto”, al mando del capitán de navío Orlando Lemaitre Torres, el 19 de enero de 1959. 17

LAS UNIDADES FLUVIALES.

Como uno de los proyectos pendientes de culminar al iniciarse el comando de la Armada por el capitán de fragata Jaime Erazo, estaba la terminación de 3 cañoneros fluviales que estaban en construcción en el astillero de la Unión Industrial en Barranquilla.

Con el apoyo del nuevo gobierno nacional estos cañoneros fueron terminados y entregados a la Armada Nacional que los bautizó como ARC “Riohacha”, ARC “Leticia” y ARC “Arauca”.

ARC “Riohacha”. Fotografía Archivo Armada Nacional .

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Estos modernos buques, que en su momento fueron orgullo de la industria naval colom-biana fueron entregados en 1956, han prestado excelen-tes servicios a la institución; debidamente actualizados, dos de ellos aún (2012) se encuentran en servicio, en los ríos Putumayo y Amazonas. El interventor de su construc-ción fue el capitán de corbeta ingeniero Carlos Parra.

Con el fin de enfrentar la si-tuación de orden público, el gobierno del general Rojas Pinilla determinó que la Armada Nacional debería reforzar su presencia en los ríos, por lo cual se hizo necesario un gran esfuerzo para reforzar las fuerzas fluviales, lo cual constituía una nueva responsabilidad.

Este esfuerzo, que obligó a ampliar notablemente la formación profesional del personal naval y las capacidades técnicas del astillero naval, (plan CUPICA lederado por el capitán de corbeta ingeniero y arquitecto naval Ricardo Azuero Vargas) 18 determinó la construcción de una notable cantidad de unida-des fluviales, especialmente remolcadores, que fueron quedando al servicio de la Armada. Una primera serie, de transportes tonelaje se construyó entre 1953 y 1954, estaba compuesta por las unidades ARC “Mayor Mario Serpa”, ARC “Hernando Gutiérrez” y ARC “Alberto Gómez.

Las principales características de esta serie fueron: Desplazamiento: 70 toneladas; Eslora: 32 mts; manga 6 mts; calado 1 mt; Planta motriz 2 motores General Motors 670 de 260 BHP. Tripulación 1oficial, 11 suboficiales y marineros. Transporte de tropa: 48 hombres armados y equipados.

ALMIRANTE DE LA FLOTA

En la fotografía una ceremonia militar llevada a cabo en la Escuela Militar de Cadetes posiblemente en 1956. De izquierda a derecha aparecen el capitán de fragata Jorge Taua Suá-rez, Director de la Escuela Naval de Cadetes, general Julio Reyes; general Gabriel París ministro de Guerra, te-niente general Gustavo Rojas Pinilla Presidente de la República, capitán de fragata Jaime Erazo Annexi, Coman-dante de la Armada Nacional, general Gustavo Berrío Muñoz, general Alfredo Duarte Blum, atrás el teniente de fraga-ta Máximo Caldas, ayudante del señor comandante de la Armada.Ceremonia Militar en la Escuela Militar de Cadetes. c.a.1955.

Fotografía cortesía de Reynaldo Muñoz.

ARC “Mayor Mario Serpa”, bautizado en memoria de un distinguido ofi cial del Ejército, muerto en los sucesos del 9 de abril de 1948.

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Según el boletín naval No. 30 del 1º de junio de 1955, al teniente general Gustavo Rojas Pinilla le fue con-cedido por el Comando de la Armada Nacional el grado de “Almirante de la Flota” el 9 de mayo de 1955, de allí el uniforme que porta en la fotografía.

Por el año de 1956 un ciudadano antioqueño obsequió al general Rojas un yate de placer de procedencia norteamericana, que tuvo anteriormente los nombres de “Souris” y “Leccamaro”, el general Rojas lo tras-pasó a la Armada Nacional, en la cual prestó servicios durante muchos años como yate de la Presidencia, y de transporte a la Isla Naval en las islas del Rosario, habiendo sido bautizado como ARC “Contralmirante Bell Salter” 19

Por una paradoja del destino, el último contacto del general Rojas con la Armada Nacional fue un episodio para nada agradable. En efecto, el 3 de diciembre de 1958, siendo presidente de la República el dr. Alberto Lleras Camargo se decretó el estado de sitio para debelar una supuesta conspiración contra el Gobierno.

De este delito fueron sindicados además del general Rojas como jefe de la conspiración, los generales Jaime Polanía Puyo y Marco A. Villamizar, y otros oficiales, además de un nutrido grupo de ciudadanos de filiación conservadora. El general Rojas fue detenido en la casa del general Polanía Puyo en Bogotá, y junto con su hijo Carlos Rojas Correa, fueron enviados a Cartagena, en donde se embarcaron en una unidad de la Armada Nacional. 20

La unidad designada para este efecto era la fragata ARC “Capitán Tono”, unidad cargada de años y zde millas, veterana de la II Guerra Mundial y del conflicto en Corea. Su comandante era el capitán de corbeta Fidel Torres Mantilla y el segundo comandante el teniente de navío Benjamín Alzate Reyes. 21

El buque zarpó para fondearse en los alrededores de las islas del Rosario; el general y su hijo fueron alo-jados en el camarote del comandante de la unidad. A pesar de los esfuerzos para darle alguna comodidad, los rigores del mar, la alimentación poco adecuada para su enfermendad de diabetes, y la temperatura del Caribe, resintieron su salud, por lo que el médico de a bordo, teniente Pacheco, después de 19 días de confinamiento recomendó cambiarlo de lugar de detención.

Escogidas para este cambio fueron una casas de propiedad del Banco de la República en las salinas de Galerazamba, a donde fue conducido por vía terrestre el general, bajo la custodia de los tenientes de fragata Miguel Cediel Navarro, Holmes Otero Reyes y Felipe Mantilla Duarte. De este amargo destierro, acom-pañado de su señora esposa, por disposición del Senado de República fueron conducidos el 20 de enero de 1959 a Bogotá para hacer frente a un jucio ante ésta cámara legislativa.

Pero esa es otra historia.

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1 Expresión del periodista John D. Henderson, incluida en el libro “La restauración conservadora” de Rubén Sierra Mejía. Op. Cit. Pag.25

2 El hecho de que congresistas, liberales y conservadores, acudiera armados a los debates era de común ocurrencia hasta el mencionado episodio. Abella Arturo. Op. Cit.Pag. 12

3 García Bernal Ricardo. Op. Cit. Pag. 754 Abella Arturo. Op. Cit. Pag 49, en la que se transcribe un artículo sobre el tema, de la revista SEMANA, DEL 20 de junio DE 1953.5 Ibídem. Pag. 5. En los círculos políticos y en la prensa de entonces ya se hablaba de “ospinismo” y “laureanismo”, y de que el Ejército

era “ospinista”.6 Abella Arturo. Op. Cit. Pag. 347 Ibídem. Pag 458 Ibídem. Pag. 46. 9 Serpa Erazo Jorge. Op. Cit. Pag. 183. La versión de Lucio Pabón Núñez que aportan Silvia Galvis y Alberto Donadío indican que

fueron los dres. Ospina y Urdaneta quienes ofrecieron su apoyo al Arismendi Posada Ignacio. Op. Cit. Pag. 26610 Citado por García Bernal en Op. Cit. Pag.109. Una relación más actualizada de todas las obras se puede encontrar el libro de Jorge

Serpa Erazo mencionado, páginas 239 y 240.11 Lemaitre Torres Orlando. Op. Cit.12 Erazo Annexi Jaime. Op. Cit.13 Román Bazurto Enrique. Op. Cit. Tomo II, Vol. 2. Pag. 68.14 Román Bazurto Enrique. Ibídem.15 Erazo Annexi Jaime. Op. Cit.16 Román Bazurto Enrique. Op. Cit Pag. 68.17 García Bernal Ricardo. Op. Cit. Pag.19519 Con excepción del general Rojas, todos los acusados de esta supuesta rebelión habían sido prontamente liberados.20 Serpa Erazo Jorge. Op.Cit. Pag. 199. El buque fue retirado del servicio en 1962.

REFERENCIAS• Abella Arturo Así fue el 13 de junio. Ediciones Aquí Bogotá. Bogotá, junio de 1973.• Erazo Annexi Jaime. Entrevista concedida a la Cybercorredera, publicada en el Nº 127.• Galvis Silvia y Donadío Alberto. El jefe Supremo. Planeta Colombiana Editorial. Bogotá, 1988.• García Bernal Ricardo. Construyendo una Armada. Armada Nacional. Bogotá enero 2012. • Lemaitre Torres Orlando. Conferencia dictada ante los oficiales de guarnición de Cartagena. 2008. Archivo Armada Nacional.• Posada Arismendi Ignacio. Presidentes de Colombia 1810 – 1990. Planeta Colombiana Editorial. Bogotá, 1989.• Román Bazurto Enrique. Análisis Histórico del Desarrollo Marítimos Colombiano. Armada Nacional, 2005.• Serpa Erazo Jorge. “Rojas Pinilla una historia del siglo XX” Planeta Colombiana Editorial. Bogotá, 1999.• Sierra Mejía Rubén. “La restauración Conservadora”. Reseñado en el fascículo “Lecturas” del diario EL TIEMPO. Octubre 8, 2012.

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El Galeón San José

Para saber qué vamos a tratar, debemos analizar varios he-chos históricos, que concatenados, nos llevarán a deducir la trascendencia que puede tener esta historia. La fecha en que se produce el hundimiento del galeón es el 8 de Junio de 1708.

¿Cuál era la situación política en Europa, para entonces? ¿Cómo vino a parar el San José a nuestras costas? ¿Qué im-portancia especial tenía? ¿Qué era lo que transportaba? ¿Fue localizado? ¿Dónde?

Vamos por partes. En los momentos en que Cristóbal Colón, en su búsqueda de nuevas rutas hacia el oriente, se tropieza con nuestro continente, sus patrocinadores, los Reyes Cató-licos procuraban la unión de España, expulsando a los moros de su territorio y uniendo sus coronas.

Debido al matrimonio de Juana I (la loca) con el Archiduque Felipe de Austria (el hermoso) en 1.496 y, al morir en 1.500 los hermanos de doña Juana, ésta pasó a ser heredera de Castilla y Aragón, residiendo para entonces en Flandes (hoy Bélgica y Holanda). El 22 de Mayo de 1.501 doña Juana y Don Felipe fueron jurados como príncipes de Asturias y luego de Aragón.

Aunque Felipe no logró completar un año como rey de Castilla, debido a su prematura muerte, instituye en España la dinastía de los Habsburgo o la Casa de Austria, estirpe que se prolonga con Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y que termina con Carlos II, quien a falta de sucesor, debido a su impotencia, a su muerte el 1 de Noviembre de 1700, cede su corona mediante testamento a su sobrino Felipe de Borbón, duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, quién con escasos 18 años, se juramenta el 8 de Mayo de 1.701, como nuevo rey con el nombre de Felipe V de España, marcando la entrada de la dinastía de los Borbones a éste reino.

Esto originó lo que se llamó la “guerra de sucesión” que se prolongó por 14 años y que alió a Austria, Inglaterra, Holanda, Portugal, más tarde Cataluña, Valencia y Aragón, contra el resto de España, Francia, Saboya y Baviera; con situaciones a favor y en contra de los contendientes que llevaron, inclusive a que en Septiembre de 1.703, en el territorio español, se reconocieran dos reyes: por los Borbones Felipe V y por los Habsburgo, Carlos III. Todo termina el 11de Abril de 1.712 con la firma de la Paz de Utrecht, cuando se acuerda que en España reine Felipe V, pero cediendo a Carlos de Austria, ya entronizado, desde

Capitán de Navío Carlos Prieto Avila / 34-034

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Septiembre de 1.711, como Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, los Países Bajos Católicos (hoy Bélgica), el reino de Nápoles, Cerdeña y el ducado de Milán; a Inglaterra: Menorca y Gibraltar y a Francia: Terranova y los territorios de la Bahía de Hudson.

Ya llegamos a fechas próximas al tema que nos con-cierne, pero antes, debemos analizar otros factores que tendrán mucho que ver con lo de nuestro interés. Debido al sistema comercial impuesto por España en su comercio con las Américas, basado en el mono-polio a su favor, había aparecido un nuevo estilo de piratería en el Caribe y el Atlántico: los bucaneros y los filibusteros, quienes aparecen gracias al apoyo encubierto de ingleses, franceses y neerlandeses y cuyo objetivo primordial era robar a los barcos españoles que de América se dirigían a la Península.

Esto ocasionó que la corona española ideara sis-temas de protección para el comercio, por lo que a partir del segundo trimestre del siglo XVI se organizan las que se llamaron Armada de Tierra Firme y la de Nueva España. Con las ordenanzas del 18 de octubre de 1564 se disponía que se formaran solo 2 flotas anuales de salida con destino al continente Americano. Para ese entonces, las rutas de ida y vuelta que tomaban las flotas españolas hacia el Nuevo Mundo las regían los vientos y las corrientes marinas.

La flota que partía a finales de abril o principios de mayo se dirigía a Nueva España, y la de agosto a Tierra Firme. Salían del Puerto de Sevilla para luego llegar hasta las costas de África, y de allí proseguir a las Canarias. Luego tomaban rumbo a las Antillanas menores o en algunos casos hasta Trinidad y Tobago, la Isla Dominica o Guadalupe, de donde se dirigían a Veracruz en México, o Portobello en Panamá, haciendo escala en Cartagena. A partir de las Pequeñas Antillas, la flota de Tierra Firme seguía al Cabo de la Vela, y de allí a Cartagena de Indias donde permanecía por unos días, para luego hacer su última escala en Por-tobello o Nombre de Dios y regresar de nuevo a Cartagena de donde se dirigía a la Habana para reunirse con la flota de Nueva España para regresar a Europa, antes del comienzo de la temporada de huracanes.

Cada flota se componía de al menos dos galeones fuertemente armados y dos pataches, así como de entre 10 a 90 naos mercantes. En el galeón más grande, la Capitana, viajaba el Capitán-General, quien comandaba la flota. En un galeón más pequeño, la Almiranta, navegaba el Almirante, segundo en mando. Debido a que estos navíos se hallaban fuertemente armados, eran los que llevaban todo el tesoro de la Corona. Durante la segunda mitad del siglo XVI, al menos 60 navíos formaban los convoyes. Seis o más galeones viajaban usualmente con la flota de Tierra Firme ya que era la que transportaba la mayoría del tesoro (desde Perú). Debido a que se hallaba mejor armado, este convoy vino a ser conocido como los galeones. La flota de Nueva España se terminó llamando la flota.

Entre 1.700 y 1.715, la frecuencia de las flotas, nunca fue una por año, como lo disponían las leyes de Indias, debido a los bloqueos a las costas españolas ejercidos por quienes le disputaban a los Borbones el reino de España, en la Guerra de Sucesión, y al control que, por ese mismo motivo, los ingleses mantenían desde Jamaica sobre la navegación entre Cartagena y La Habana, más al regreso que a la ida, a fin de apoderarse de la plata que se llevara con destino a España. En éste período sólo partió de Cádiz la Flota de 1.706, que llegó a América, pero nunca regresó a España. El Galeón San José participó en éste su primero y único viaje a América, como capitana, junto con su gemelo, el San Joaquín que se desempeñaba como nave almiranta.

En 1.697, se encarga a don Pedro de Aróstegui, la construcción de los dos galeones, en el astillero de Mapil,

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cerca de San Sebastián, obras que se terminan al año siguiente, pero que debido al fallecimiento de don Pedro, son entregados por su hijo Francisco, con un arqueo de 1.037 toneladas españolas para el San José y 1.071 toneladas para el San Joaquín. Tenían los dos una eslora aproximada de 30 metros y manga de 10 metros; cada uno portaba 62 bocas de fuego: 26 de 18 libras, 26 de 10 libras y 10 de 6 libras. Si bien podían considerarse al momento los de mayor desplazamiento de la Armada Española, comparados con los de sus enemigos ingleses, holandeses y franceses, se encontraban en desventaja, por ser éstos más rápidos y maniobrables y tener mucha mejor artillería.

Después de varios aplazamientos, por fin el 10 de Marzo de 1.706, parten desde Cádiz para América cinco navíos de guerra y diez mer-cantes al comande de don José Fernández de Santillana, Conde de Casa Alegre, en conserva con la flota de su sobrino, Don Diego, compues-ta de 16 mercantes, llegando a Cartagena el 27 de Abril. Por múltiples inconvenientes con los comerciantes peruanos, la flota que llega a Por-tobello el 10 de Febrero de 1.708, casi dos años después de su arribo a Cartagena, debe esperar hasta finales del mes, cuando empieza a llegar el

tesoro real a Portobello; en trato con los comerciantes, la acomodación de la mercancía, la distribución de la gran cantidad de viajeros, más de seiscientos entre marineros y pasajeros en cada galeón, quienes por fin des-pués de tantos años de espera, contemplan la posibilidad de su regreso a la metrópoli, llega el mes de Mayo.

Mientras tanto, desde el mes de Marzo, el gobernador de Cartagena don José de Zúñiga, manda informes al Conde de Casa Alegre, sobre la presencia de cuatro buques ingleses merodeando la costa. Eran el Expe-dition de 71 cañones, capitaneado por Henry Long, el Kingston de 60 cañones comandado por el capitán Simón Bridge, el Portland de 50 cañones, bajo el mando del capitán Edward Windsor y por el buque in-cendiario Vulture de 24 cañones, del capitán Brook Crooke.

No obstante los avisos del gobernador, el 28 de Mayo, el Conde ordena el zarpe hacia Cartagena de once mercantes, escoltados por el San José con unos 600 tripulantes y pasajeros, el San Joaquín con 256 tripu-lantes y 404 pasajeros, el Santa Cruz con 300 tripulantes de infantería, la urca Nuestra Señora de la Con-cepción con 140 tripulantes, las fragatas francesas la Mieta con 140 marineros, la Espíritu Santo con 300 tripulantes, el petache de propiedad del rey, Nuestra Señora del Carmen y un aviso vizcaíno.

Aquí existen dos versiones de la batalla; la primera sostiene que el convoy arriba a Cartagena, se aprovi-sionan los buques y a la salida de Boca Chica, avistan los buques ingleses y se sucede el combate. La otra, que el encuentro se produce a la llegada de Portobello. De todas maneras los registros del enfrentamiento lo fijan el día 8 de Junio alrededor de las cinco de la tarde. El San José, nave capitana, se enfrenta al buque de línea Expedition, y cuando se encuentran a distancia de abordaje, inexplicablemente el San José explota, hundiéndose en forma inmediata. Eran las siete y media de la tarde.

Según unas fuentes, se salvaron once personas, según otras, sólo siete, quienes informan al comandante inglés, comodoro Charles Wager: el San José podría llevar entre cinco y siete millones de pesos en plata y oro, sin contar lo ocultado por los pasajeros que podría al menos, doblar lo declarado; la almiranta San Joaquín portaba entre cuatro y seis millones de pesos.

Aunque en los archivos de Sevilla existen algunos registros de la mercancía que podría aforar el San José, la verdad es que, si tenemos en cuenta el carácter de sus pasajeros, la gran cantidad de ellos a bordo y el

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tiempo transcurrido desde el último viaje a Es-paña, así como la enorme necesidad económica de la corona para cubrir los gastos de la guerra, es casi imposible calcular el valor de los tesoros y mercancías a bordo, más cuando según se especula, el Conde, ante la desconfianza que le inspiraban sus subalternos, ordenó acomodar en la nave capitana todo lo que pudiera tener valor para la corona española, habiendo, según dicen otros, aumentado la capacidad de carga, sacrifi-cando la cantidad de cañones.

Lo cierto es que hoy el pecio se encuentra en aguas jurisdiccionales colombianas, cerca de las Islas del Rosario, lugar donde nadie ha puesto en duda, fue la batalla. En Enero de 1.980, la Dirección Marítima de la Armada Nacional, DIMAR, entidad auto-rizada para hacerlo, otorga licencia de exploración por dos años, para búsqueda de especies náufragas, a una empresa norteamericana: Glocca Morra. Esta en el mes de Diciembre de 1.981, mediante el empleo de submarino de exploración Auguste Piccard, localiza un naufragio de madera, que mediante las tomas de video hechas con los aparatos especiales, determinan que tiene las dimensiones aproximadas del San José. La compañía exploradora en Marzo de 1.982 en su informe, reconoce que “en el área licenciada, ningún otro naufragio tenía las características similares al San José “. Posteriormente, en Marzo de 1.983, DIMAR autoriza la cesión de derechos hecha por Glocca Morra a otra empresa de las islas Cayman: la Sea Search Armada, la que continúa con la labor principal de establecer la identidad del naufragio encontrado.

En Septiembre de 1.983, en operaciones en las que participo como inspector, la motonave Heather Express, trayendo a bordo al arqueólogo-oceanógrafo Michael Costin, especialmente estudioso de todo lo relativo al San José, localiza el 7 de Septiembre en las horas de la noche, el buque náufrago, del que se toman videos y hasta donde fue posible, muestras, como pedazos de madera, los que analizados mediante los adelantos tecnológicos del momento, dictaminaron la alta posibilidad de que fuera lo que se estaba buscando. Sin em-bargo, después de ingentes esfuerzos humanos y tecnológicos, como uso de buzos de muy alta sofisticación, la traída de otro buque con equipamiento más apropiado, el Seaway Eagle, se vio la imposibilidad de entrar al naufragio para aclarar cualquier duda sobre su plena identificación.

Después de esto y debido en parte a la falta de legislación clara sobre éste tipo de especies, además de los incalculables intereses económicos que el problema involucra, se han sucedido múltiples alegatos legales y juicios en cortes nacionales e internacionales, los que hasta el momento, tienen embolatado el desarrollo del proyecto que permita sacar esos tesoros, para el bien de las arcas del estado y el aprecio de los aficio-nados a la historia.