olguin sergio - el equipo de los sueños

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Novela juvenil de un realismo, de a momentos, ¡mágico!

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    SERGIO S. OLGUN

    Fotografa de cubierta:Eduardo Rey

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    Sergio S. Olgun, 2004 Editorial Norma, 2004en espaol para todo el mundoA.A. 55550, Bogot, Colombia

    Primera edicin: abril de 2004Quinta reimpresin: agosto de 2006

    Impreso en Primera Clase ImpresoresImpreso en la Argentina - Printed in Argentina

    Armado de tapa: Ariana Jenik y Eduardo ReyDiagramacin: Daniela Coduto

    CC: 19107ISBN: 987-545-159-2

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    ndice

    Primera parte

    1. El chico balanza cuenta su historia ......................................................................... 9

    2. Chico busca chica ..................................................................................................... 20

    3. Gente peligrosa ........................................................................................................ 31

    4. El regalo del Diego .................................................................................................. 40

    5. Demasiado joven para tener prejuicios ................................................................ 44

    6. Con A de Amor ........................................................................................................ 497. El regreso de los muertos vivos ............................................................................. 54

    Segunda parte

    8. Ecos de Babilonia: la gran cacera .......................................................................... 61

    9. La apropiacin de la tierra ..................................................................................... 68

    10. Un amigo en apuros .............................................................................................. 77

    11. La banda del Gato Benito ..................................................................................... 8212. Cuando no se puede ganar, bueno es empatar ................................................. 88

    13. Aparece Mariela ..................................................................................................... 94

    14. Nombres propios ................................................................................................. 100

    15. Los Gardelitos cada da matan mejor ............................................................... 106

    16. Noche buena ......................................................................................................... 113

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    A Luis Chaparro, Daniel Cholakian, Fabio Cholakian,Carlos Prado y Pablo Santos

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    Ellos sern ustedes otra vez,en vidas siempre renovadas,

    nuevos, como nuevo es cada amanecer.

    Ernesto Cardenal

    La pelota no se mancha

    Diego Maradona

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    PRIMERA PARTE

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    1. El chico balanza cuenta su historia

    I

    l ao pasado, cuando todava tena catorce, mi mayor orgullo eran los treskilos de naranja. Porque calcular un kilo lo puede hacer cualquiera pero

    tres kilos es difcil. Cuando algn cliente me peda mi oferta favorita (una de laspocas que tenamos en la verdulera, a decir verdad), o sea, los tres kilos denaranja por un peso, yo tomaba una bolsa grande, iba hasta el cajn y la llenabade naranjas plidas, de un anaranjado blanquecino. Por eso salan un peso. Noeran malas, tenan buen sabor y bastante jugo, a pesar de su aspecto anmico.Bien, llenaba la bolsa y no necesitaba pesarla: yo saba que haba cargado tres

    kilos exactos. Igual pona la bolsa en la balanza para que el cliente pudiera notarmi buen ojo. La mayora no se daba cuenta de la hazaa de la que haban sidotestigos. Algunos pocos que me felicitaban por cargar justo tres kilos, ni diezgramos ms ni diez gramos menos. Y el secreto no estaba en contar la cantidadde naranjas porque las haba de distintos tamaos. El secreto estaba en misbrazos, en todo mi cuerpo que era capaz de sentir perfectamente los tres kilosde naranja. Una balanza humana.

    Ojo: tampoco era que me haba pasado toda la vida vendiendo fruta. Esms: ni siquiera me gustaba comer verduras y excepto bananas y papas entodas sus formas nunca haba encontrado nada que me interesara de unaverdulera. Haca poco ms de un mes que haba empezado a trabajar en laverdulera Mi sentimiento. El sentimiento y la verdulera eran de mi toRoberto, el Turco, como le decan en todas partes. Y a m me decan el Turquito,el Turco Ariel, o el hijo de la Turca. La Turca era mi mam, la hermana de mito. Y no ramos turcos. Mis abuelos maternos eran armenios. A m nunca meenoj que me dijeran turco pero me acuerdo de que cuando mi abuelo viva sepona como loco cuando algn vecino lo llamaba Turco. Insultaba en su

    lengua y deba ser muy ingenioso para insultar porque mi abuela se pona

    E

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    colorada y lo retaba. Tal vez por eso nunca me ensearon a hablar en armenio,para que no entendiera las malas palabras que deca mi abuelo.

    Mi to Roberto siempre haca negocios. Viva haciendo negocios.

    Compraba un terreno, le pona una casa prefabricada y la venda. Compraba unauto todo roto, lo arreglaba, lo pintaba de negro y amarillo y lo pona a trabajarcomo taxi. Cuando le prohiban levantar pasajeros por no tener los papeles enregla, l no se haca problema. Lo volva a pintar de azul, pona en el diario unaviso mentiroso (auto joya, nunca taxi, nunca taxi legal tendra que haberdicho) y lo venda. Tambin compraba linternas por mayor, tijeritas chinas,agujas tailandesas y remeras en el Once. Venda, revenda, compraba,cambiaba. Ganaba plata y perda tambin un montn. Creo que lo que ms loempujaba a hacer negocios era la diversin del desafo ms que la intencin de

    hacerse millonario.Yo no s quin lo convenci de que poner una verdulera era un gran

    negocio. Entre los mltiples intercambios de productos y de dinero, se habaquedado con un local ni grande ni chico ubicado en la Avenida Ejrcito de losAndes. Para m Ejrcito de los Andes es la avenida San Martn que a su vez mito llama Avenida Santa Fe. Es que en Lans, que es donde vivimos se llamaSanta Fe o San Martn. Ejrcito de los Andes pasa a llamarse cuando entrs aLomas de Zamora.

    As que en ese local, ubicado a unas pocas cuadras de una ruta conocidacomo Camino Negro y apenas a tres cuadras de Villa Fiorito, mi to decidiponer una verdulera. Es cierto que en la zona no haba ninguna cerca aunque sia eso vamos tampoco haba video clubes, ni tintoreras, ni veterinarias, nizingueras. Sin embargo, l haba elegido poner una verdulera.

    La explicacin es sencilla dijo mi to mientras se tomaba un vermouthy preparaba el asado, actividad dominical que haba tomado como obligatoriadesde que mi pap se haba ido de vacaciones dejndonos a mam y a mhaca casi dos aos. Las cuatro patas de la alimentacin familiar son: el

    almacn, la carnicera, la panadera y la verdulera. En la zona hay cuatroalmacenes, dos carniceras y tres panaderas pero slo una verdulera chiquitaen la entrada de la villa que tiene pocos productos y caros. Yo tengo un amigoque me consigue buena mercadera del mercado de Turdera y la vamos avender a buen precio.

    Y el kiosquito le dije yo.Y el kiosquito qu? pregunt mi to algo molesto porque su

    comentario no fue coronado con un gesto mo de admiracin.Que la quinta pata de la alimentacin familiar es el kiosco. Golosinas,

    cigarrillos, gaseosas. No te parece?

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    Mi to tom un trago de su vermouth, movi la cabeza negativamente yfue a mover el carbn del asado sin decirme nada. Un gran tipo mi to. Un pococalentn, pero gran tipo.

    II

    A mi vieja le pareci una locura. Que su hermano pusiera una verdulera aunas cuadras del Camino Negro y a unos metros de una villa era ya unaimprudencia. Y que le propusiera que su hijo, o sea yo, la atendiera, era unalocura de marca mayor.

    Escuchame, Amelia deca mi to, el barrio es ms tranquilo que estaesquina y con los brazos haca un gesto que intentaba abarcar tantoCatamarca como Resistencia. Le va a venir bien que se gane unos pesos. Seest poniendo grande y va a querer tener su platita.

    Estudia, Roberto, no va a dejar la escuela.Yo digo que la atienda de tarde.De tarde tiene gimnasia.

    Esos das que no venga. Adems ya terminan las clases.Eso era verdad. Estbamos a fines de octubre y faltaba poco ms de unmes para que se terminara el ao escolar. Con las notas del colegio no tenaproblema. Me llevaba solamente Geografa y para colmo a marzo, por lo que notena nada que salvar ese mes, slo dejar que transcurriera para terminar el yainsoportable noveno grado del EGB.

    Todava no s cmo mi madre me dej ir a trabajar a la verdulera. Con mito quedamos en que yo la atenda lunes, martes y jueves a partir de las tres dela tarde hasta cerrar a las ocho, y los sbados desde las nueve hasta las tres.

    Tambin poda ir los mircoles y viernes, siempre y cuando no tuvieraGimnasia. Me iba a pagar doce pesos por da ms el colectivo y adems podallevarme toda la fruta y la verdura que quisiera para casa. A veces pienso quefue esto ltimo lo que convenci a mi vieja. No tanto ahorrarse la plata decomprar manzanas y tomates (algo que tambin vena muy bien teniendo encuenta su sueldo como vendedora de mercera), sino zafar de tener que ir ella ala verdulera. Odiaba hacer las compras. Y yo tambin.

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    III

    As que el turquito ahora tambin es verdulero me dijo Ezequiel en elrecreo cuando les cont que el lunes empezaba a trabajar.Por ah encontrs tu verdadera vocacin me alent insidiosamente

    Pablo mientras se coma un alfajor sin convidar.Ezequiel y Pablo son mis mejores amigos. Con Pablo somos compaeros

    desde la primaria y a Ezequiel lo conocimos en la nueva escuela, al entrar enoctavo. Siempre andamos juntos. Ezequiel y Pablo son muy diferentes. Ezequiel

    juega en las inferiores de El Porvenir, tiene diez en Educacin Fsica y se llevacuatro materias a diciembre y tres a marzo. Ya tuvo como tres novias y si l

    quisiera podra salir con cualquiera de las chicas de primer ao del polimodal.Bah, con todas no. Carolina nunca se interes en l.

    Pablo en cambio es el bocho, la nota ms baja que tiene es siete, se la pasaleyendo y cuando algn compaero lo apura mal por su aspecto algo desvalido,l lo mira con tanto desprecio que su mirada duele ms que los puos siempredispuestos de Ezequiel. En octavo ao a Pablo lo tenan de punto y se ligvarios golpes. Ni siquiera la amistad con Ezequiel le permita zafar. Pero ennoveno algo cambi. En un cumpleaos de quince, Pablo sac un atado decigarrillos y se puso a fumar. Desde entonces le tienen miedo, sospechan que

    lleva una vida de excesos. Le gritan drogadicto, degenerado y nadie sabe,salvo Ezequiel y yo, que la nica vez que fum fue en ese cumpleaos.

    Yo no soy como Ezequiel ni soy como Pablo. La verdad es que no s muybien como soy. Hay das que me siento fuerte como Ezequiel e inteligente comoPablo. Y hay otros que me siento frgil como Pablo y desconcertado comoEzequiel ante un ejercicio de matemticas. Hasta un ao atrs, que pasara de unestado a otro dependa pura y exclusivamente de lo que me dijera Carolina. Yavoy a hablar de ella.

    La verdad es que los tres somos muy distintos. Para colmo Ezequiel es deRiver, Pablo de Independiente y yo soy de Boca. Aunque hay algo que nos une(adems de la celeste y blanca) y es que los tres somos tambin hinchas de ElPorvenir. Es nuestro club en la Primera B como la Seleccin es el equipo sindiscusin. Los tres vamos sbado por medio a la cancha de El Porve, cada tantotambin vamos a verlo jugar a Ezequiel y siempre nos prendemos en todos lospicados. Con Pablo jugamos juntos desde chiquitos en el patio de su casa y yagrandes seguimos haciendo cabezas con una pelota de cuero algo desinfladatratando de no romper ninguna maceta. Las mejores paredes de mi vida las tir

    justamente con la medianera de la casa de Pablo.

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    Nadie que nos viera por separado pensara que podemos ser grandesamigos. Sobre todo, Pablo y Ezequiel. A veces, yo mismo me pregunto cmopueden pasar las horas juntos un tipo que slo se interesa por entrenar y otro

    que lee historias de hombres convertidos en cucaracha. Sin embargo, ah estn,est o no yo, hablando de ftbol, de algn programa de tele, de alguna pelculaque vieron en video o de las andanzas del ltimo asesino serial descubierto. Talvez porque cuando estamos los tres juntos ni Ezequiel es una mquina de hacergoles, ni Pablo un obseso por los libros, ni yo un pterodctilo charlatn. Al final,voy a terminar creyendo que nos parecemos.

    IV

    Carolina: en octavo ao nos obligaron a compartir el banco con una mujer.A m me toc sentarme con Carolina. Obviamente entonces hubiera preferidosentarme con Pablo. Hubo algunas protestas. Fueron intiles porque no nosdejaron hacer lo que queramos y terminamos compartiendo el destrozadobanco con las siempre molestas mujeres.

    Yo s que esto habla muy mal de m: al tiempo de empezar las clases mesenta ansioso por llegar a la escuela y encontrarme sentado ah, a su izquierda.Me gustaba sentirla al lado mo, su guardapolvo impecable, su pelo queculminaba en una larga trenza.

    Carolina es muy linda pero tambin inteligente. Es una chica que conocemucho de msica, de cine y habla con desprecio de la televisin. Al principio nonos llevamos muy bien. Yo no saba cmo tratarla y creo que fui bastante brutoen varias oportunidades. Pero despus fuimos mejorando, los dos aprendimos asoportar al otro y terminamos el ao casi amigos. En noveno nos dejaron

    sentarnos con quien quisiramos y yo hubiera dado un ojo por sentarme devuelta con ella. Un ojo s, pero no mi honor. Me hubiera comido las cargadas detodos mis compaeros si deca que me quera sentar con una mujer. Mehubieran tratado de maricn. As que me apur a elegir a Pablo comocompaero de banco. Ella se sent con otra chica y nunca ms volvimos acompartir el banco salvo en algn recreo en el que nos buscbamos para haceralgunos deberes de la hora siguiente. Cada tanto se acercaba a mi banco y medeca:

    Ay, Ariel, cmo extrao tus codazos.

    Ojo, yo saba que no quera decirme nada raro. No era una declaracin de

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    amor. Yo saba muy bien de quin estaba ella enamorada. Al principio pensque gustaba de Ezequiel, como casi todas las chicas, pero una vez me dijo que aella Ezequiel le pareca una bestia y no entenda cmo poda gustarle a Vero,

    una amiga de ella que mora por el Gran Equi. Carolina y esto lo descubrenseguida estaba atrs de Pablo. Siempre me preguntaba por l, quera saberqu libros lea, si le gustaba el cine, si escuchaba msica. Yo siempre le deca lomismo:

    Por qu no se lo pregunts a l? Yo no soy su representante.Ella me miraba con ojos de reproche y cambiaba de tema. Pero nunca se

    animaba a preguntarle a Pablo, casi no se hablaban salvo para pedirse un lpizo pasarse una tarea. En el fondo, ella tambin le tena miedo por esa imagen dehombre oscuro que Pablo representaba a la perfeccin.

    La fascinacin de la presa ante una vbora cascabel me explic unavez mi to no me acuerdo por qu. El miedo te paraliza y sents fascinacinante aquel que te est por devorar. Romper con la fascinacin, querido sobrino,es tan importante como destruir el miedo si quers sobrevivir.

    Yo no lo saba pero me estaba dando un consejo que iba a necesitar muypoco tiempo despus.

    V

    La idea de trabajar en la verdulera fue ma, no de mi to. Se lo propusedespus de que me contara su teora sobre las cuatro patas de la alimentacinfamiliar. Mova el carbn del asado con la tranquilidad del que sabe que hacebien las cosas, yo me acerqu y le dije:

    To, me gustara atender la verdulera.

    A los diez minutos, mi to asuma la idea como propia ante mi mam y ladefenda hasta hacerla triunfar. As es mi to. Cuando me pregunt por ququera trabajar, le dije que quera juntar plata para comprarme unacomputadora. Y era verdad pero tambin quera saber qu se senta al trabajar.Quera entrar en el mundo de los adultos, arreglrmelas solo, salir de las cuatroparedes protectoras de la escuela o de casa.

    Para ir a la verdulera me tomaba el 247 en San Martn y me bajaba trescuadras antes del negocio. El colectivo justo doblaba ah hacindome caminarpor el lmite de la villa hasta llegar al local.

    Mi to siempre tena un nuevo negocio que lo estaba esperando y por

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    entonces andaba en negociaciones con la Municipalidad de San Justo paravenderle veinticinco bancos de plaza que haba importado de Alemania. Yoatenda la verdulera en los horarios que habamos arreglado. As que para

    atender el resto del tiempo se consigui a otro pibe. Tena unos dieciocho odiecinueve aos, era ms bien bajo, muy plido y muy narign. Por eso ledecan Pinocho. Tambin tena mucha fuerza y levantaba los cajones de frutacomo si fueran cuadernos. Viva a cinco cuadras de la verdulera, del lado delbarrio, no de la villa. Cuando alguien le preguntaba por sus estudios deca:

    Estoy en quinto.No aclaraba que estaba en quinto grado en la escuela nocturna. Le gustaba

    mucho quinto grado porque ya lo haba hecho dos veces y estaba dispuesto ahacerlo de nuevo al ao siguiente.

    Yo nac para cuchillero deca y clavaba un cuchillo en el centro de unacaja a cinco metros de distancia. Se haba conseguido un grabador enorme quepona a todo volumen con msica de Rodrigo, de la Mona Gimnez y de unmontn de msicos cuarteteros o de bailanta que yo no conoca pero sobre losque me iba a convertir en especialista en poco tiempo.

    Cuando yo llegaba se terminaba el horario de trabajo de Pinocho y, sinembargo, l muchas veces no se iba. Se sentaba encima de unos cajones y sequedaba a charlar conmigo. Hablbamos de ftbol (era hincha de Huracn), demsica y a veces l hablaba de mujeres con un conocimiento que a m me dejabamudo, tal vez porque no tena casi nada para contar. Le iba a hablar de Caro?No tena mucho sentido.

    Eso s, por ms que se quedase conmigo muchas tardes, jams atenda anadie en mi horario, no me ayudaba ni que tuviera a quince personasesperando (a decir verdad, nunca tuve ni quince, ni diez, ni siquiera a cincopersonas a la espera de ser atendidas). Me miraba despachar, ir y venir confrutas y verduras, cobrar, dar vuelto, recomendar productos, desaconsejar elconsumo de alguna hortaliza un poco pasada; me miraba con ojos divertidos y

    satisfechos, como si yo fuera un buen discpulo que aprenda de l el oficio deverdulero.Y algo de razn tena porque los primeros das no cazaba una y si no

    hubiera sido porque Pinocho se quedaba hasta tarde, jams hubiera aprendidoa diferenciar la cebolla de verdeo del puerro.

    En menos de un mes conoca todos los secretos del planeta vegetal ydescubr mi capacidad para calcular el peso de todos los productos, algo quePinocho no saba hacer porque siempre le erraba con sus clculos. Cuando lemostr mi habilidad se encogi de hombros, me mir con algo de desprecio y

    mucho de indiferencia y me pregunt:

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    Y?, cul es la gracia?Lo que nunca aprend bien del todo fue a cortar el zapallo con el serrucho.

    No slo tena que hacer un esfuerzo desmedido sino que era imposible hacer un

    corte parejo. Si alguien me sealaba con la mano hasta donde quera que lecortara, ms o menos poda cumplir. En cambio, cuando alguien me peda, porejemplo, medio kilo de zapallo, siempre cortaba trescientos gramos uochocientos, nunca lo justo. Yo no s para que se invent el zapallo grandehabiendo calabacitas que cumplen la misma funcin en la sopa de verduras.

    VI

    Hubiera sol o lloviera, yo llegaba a la verdulera a las tres de la tarde. Mebajaba del 247 un par de minutos antes, caminaba por el borde de la villa yllegaba al negocio. Saba que ms all estaba el Camino Negro pero nunca ibapor ese lado.

    De Villa Fiorito mucho no vea. Las casillas de madera, de chapa, deladrillo sin revocar que estaban ubicadas sobre el lmite de la villa actuaban

    como un muro que no permita descubrir lo que haba detrs. Cada tanto, unascallecitas estrechas en las que apenas caba una persona y que permitan veralgo ms, pero eso que se vea era como la repeticin hasta el infinito de lascasillas ubicadas en el frente: una hilera abigarrada de viviendas frgiles y feas.Haba mucha gente que se mova por esas calles, que salan a la avenida SanMartn o que entraban y se perdan en el interior de la villa. Haba tambin unpar de negocios, un almacn con publicidades de por lo menos diez aos atrs ynuestra competencia, una pequea verdulera que apenas tena unos cajones defruta pasada y verdura vieja.

    Si alguien me hubiera pedido entonces que le dijera todo lo que yo sabasobre Villa Fiorito hubiera dicho que era un conjunto de casas precarias y quehaba gente que entraba y sala todo el tiempo. Eso era todo.

    Dos cuadras ms all el paisaje cambiaba y la avenida se converta en latpica avenida de barrio, angosta y peligrosa por culpa de los automovilistasque la confundan con una autopista, negocios que promocionaban sus preciosbajos en carteles hechos a mano, una disquera de nuevos y usados quecompeta con Pinocho en ver quin pona la msica de bailanta ms alto, unalavandera, varios kioscos, un puesto de revistas, una carnicera, dos despachos

    de pan, un estudio de abogados que tena un letrero enorme como si fuera un

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    negocio ms.Me gustaba bajar del 247 y caminar esas cuadras, ser parte de ese mundo

    sin que nadie me dijera que era de otro barrio, sentir que si quera poda doblar

    a la derecha y meterme en la villa como uno ms, o llegar a la verdulera yensuciarme las manos con la papa negra, cargar cajones, conversar de lasvirtudes de la zanahoria con las vecinas y despus volver a casa, a la cena frenteal televisor, la comida calentita y rica que preparaba mi vieja. Dormirmepensando en que al da siguiente iba a estar en la tranquilidad de la escuela yluego en el torbellino de Fiorito. Ir y volver. Entrar y salir.

    VII

    Mi to Roberto vena poco a la verdulera. Por lo general apareca en elcamin de un amigo suyo que traa las verduras y las frutas de Turdera.Descargbamos y acomodbamos los cajones. l ordenaba alguna cosa ms porel placer de sentirse dueo del lugar que por necesidad. Pinocho y yo lerendamos el dinero de las ventas los sbados.

    Algunas veces venan Pablo y Ezequiel. Para ellos tambin era unaaventura al punto que anunciaban su visita en el aula y a los gritos para quetodos supieran. La verdad es que no surta mucho efecto porque a nadie lepareca una hazaa muy digna atender una verdulera por ms villa quehubiera cerca. De hecho, algunos compaeros vivan en Caraza o cerca delcementerio de Avellaneda, lugares que se parecan bastante a Fiorito.

    Carolina en cambio estaba ms interesada en m. Le gustaba la idea de quetrabajara. Creo que ante sus ojos pareca ms hombre por no estar todo el damirando la tele o jugando a la pelota con mis amigos. Igualmente su inters

    mayor segua concentrado en Pablo, en sus libros y pelculas. Y el muy taradoapenas la saludaba.

    Cuando venan Pablo y Ezequiel por lo general los sbados nosbamos juntos a verlo jugar a Ezequiel que estaba en la sexta de El Porve, odirectamente a ver la primera de El Porvenir, despus venan a casa o iba a lacasa de alguno de ellos y mirbamos una peli o, cuando bamos a lo deEzequiel, jugbamos con el Sega.

    Al mes de estar trabajando ocurri el comienzo de la historia que quierocontar. Fue as.

    Haca calor. Mucho. Eran esos ltimos das de noviembre en los que el

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    verano ya comienza a hacerse sentir. Eran las cinco y diez de la tarde y no habanadie en la verdulera por lo que sal a la puerta para tomar un poco de aire.

    A lo lejos vena un grupo de chicos de escuela primaria. No les prest

    atencin hasta que estuvieron a unos metros de m. La primera imagen que seme present fue la de Blancanieves y los siete enanitos. En el medio del grupovena una chica alta, casi tan alta como yo, de guardapolvo blanco, con unacoleccin de chicos saltando alrededor que iban de seis a diez aos y que seempujaban, gritaban, pateaban sin que la chica del medio los tomara en cuenta.No pareca de sptimo grado sino un poco ms grande. El guardapolvo lequedaba chico y no estaba tan blanco como el de cualquier Blancanievestradicional. Era rubia, despeinada (desgreada dira mi mam) y cada tanto lemeta un empujn a alguno de los chicos que se le pona delante.

    Cuando llegaba a la altura de la verdulera, sus ojos se cruzaron con losmos. Nos miramos. En estos casos yo suelo sacar la mirada instintivamentepero esta vez no pude. Me qued pegado a sus ojos. Ella tampoco mir paraotro lado. Nos mirbamos serios, no haba sonrisa, ni simpata, nireconocimiento ni nada que justificara que nos mirsemos. Cuando pasdelante de m pude ver que estaba colorada y transpirada como si hubieracorrido, tena las mangas del guardapolvo arremangadas y usaba una polleralarga por debajo de las rodillas. Ah confirm que era muy alta. Y hermosa.Hermosa a pesar de su cara transpirada, de su pelo desprolijo y de suguardapolvo lleno de manchas.

    Una vez que pas, la segu mirando sin poder despegar mis ojos de sucuerpo. Por suerte justo vino una vecina a comprar y el hechizo se rompi.Volv a actuar normalmente. Mentira, nunca ms hasta el da de hoy volv aactuar normalmente. Desde entonces ella est siempre presente y creo que nome levant ni un solo da sin pensar en ella. Incluso en esos primeros das en losque ni siquiera conoca su nombre.

    A la tarde siguiente, a las cinco menos cinco de la tarde yo ya estaba en la

    puerta y rogaba que nadie entrara a comprar. Cinco y cinco divis a miBlancanieves rodeada de sus enanos que venan desde el Camino Negro endireccin a la verdulera. Mi corazn era una batera de rock y no necesitabaamplificadores para que se escuchara por todo Fiorito. Cuando estabanllegando, uno de los enanos se me acerc y me dijo:

    Me regals una naranja?Dud, mi sentido de la responsabilidad fue ms fuerte que cualquier otro

    sentimiento. Le dije tartamudeando:Nnno puedo, no me dededejan regalar la fruta.

    Me mir con cierto desprecio. Se dio vuelta y la mir a Blancanieves. Ella,

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    seria como siempre, se encogi de hombros. Pas delante de m y de reojo dijocasi en un susurro:

    Tacao.

    Y no estoy seguro pero me pareci que un metro ms adelante dijo:Feo y tacao.Yo entr a la verdulera insultndome en espaol, en armenio y en todas

    las lenguas posibles.No puedo ser tan tarado. No, no, no y pate el cajn de duraznos

    consiguiendo un terrible dolor de pie y un montn de duraznos tirados portodo el piso.

    Al da siguiente, la esper de nuevo en la puerta pero esta vez pasaron loschicos solos. Ella no habra ido a la escuela. El viernes, Pinocho se qued hasta

    tarde y no me haba dado cuenta de que ya eran las cinco y diez cuando ellapas por la puerta. Me pareci que miraba hacia adentro. Le ped a Pinocho quese quedara atendiendo un rato, que ya volva. Me puse a caminar detrs deellos. Quera ver adnde iban. Llegaron a la altura de la villa y para misorpresa, Blancanieves entr en la verdulera de la competencia. Al rato salicon una bolsa de la que sac naranjas que reparti entre todos los enanos que laseguan. Avanzaron unos metros ms y doblaron hacia la izquierda por uno delos caminos que llevaban al interior de la villa. Por un momento pens enseguirla tambin all, di unos pasos pero no me anim. Intent meterme peromis piernas no me respondan. Tuve miedo. Me qued ah, quieto, variosminutos, viendo cmo Blancanieves desapareca entre las casitas de madera yotra gente sala y entraba sin notar mi presencia.

    Por varios minutos fui una estatua de sal. Cuando volv a caminar rumboa la verdulera no disfrut de esas cuadras como siempre. Me senta cobarde,desilusionado de m mismo, me despreciaba por no haberme animado a entrar,como si en la villa me pudiera pasar algo malo. Cobarde y prejuicioso. Feo ytacao. Las tena todas en contra. Ah, y enamorado. S, seores, perdidamente

    enamorado, a primera vista, de mi Blancanieves villera.

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    2. Chico busca chica

    I

    sa noche tuve una pesadilla. Soaba que andaba arriba de un elefante enmedio de la selva, el suelo quedaba como al final de un abismo y el

    movimiento del animal me daba ganas de vomitar. El elefante golpeaba con sutrompa todo lo que se le cruzaba y aullaba ms como un lobo que como unelefante. En un momento, chocaba contra un rbol y yo vea que arriba estabaBlancanieves con una mirada aterrada. Yo le peda al elefante que se quedaraquieto pero segua golpeando el rbol para que ella se cayera. Al finalBlancanieves saltaba al abismo y yo me tiraba del elefante.

    Antes de llegar al piso me despert. Encend la luz porque en el fondo dem senta que el elefante andaba todava por la pieza. No vi ningn animal, encambio estaban todas las cosas habituales que me devolvan la paz perdida enla selva: las carpetas de la escuela, la biblioteca, el escritorio, unos ejemplares deOl, la ropa del da anterior sobre la silla, una Ferrari de coleccin que habasobrevivido a mi infancia, un cubo mgico, unas monedas, una Voligoma, elmueco de Boca que me haba comprado mi pap una vez que fuimos a verBoca-Vlez, los psters de Riquelme, de Maradona con la camiseta argentina, deMichael Jordan cuando jugaba con los Chicago Bulls y de Los Caballeros de laQuema. Ms tranquilo apagu la luz y me qued dormido. No recuerdo quso despus.

    Ese sbado llegu a la verdulera media hora tarde. Levant la cortina,saqu los cajones a la vereda y atend a los clientes madrugadores. Pinocholleg al medioda en vez de a las dos que era la hora de su entrada. Fue hasta elalmacn de la esquina, compr fiambre, pan, una gaseosa y nos hicimos unossndwiches.

    Adnde fuiste ayer cuando me dejaste con toda la gente ac? me

    pregunt.

    E

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    A ningn lado se me ocurri decir. Pinocho acomodaba las fetas desalame y queso sobre el pan y luego le pona una capa de mayonesa. Lo cerrabacon suavidad, como si fuera el cofre de un tesoro.

    Me pareci que ibas detrs de una chica.Ms o menos dije o balbuce con la boca llena.Y no te dio cabida porque cuando volviste estabas plido y con los ojos

    afuera.Ni ah.Al rato lleg mi to Roberto e hicimos las cuentas de las ventas semanales.

    Estbamos ordenando todo y yo preparndome para encontrarme con loschicos (nos bamos a la cancha de El Porve) cuando en la puerta de la verdulerapar un patrullero. Bajaron dos policas que entraron mirando como si

    estuvieran por comprar el negocio. Adentro del auto haba quedado otro.Quin es el dueo? pregunt uno que tena una cicatriz debajo del

    ojo izquierdo. Mi to se baj de la banqueta y se adelant unos pasos. Estabaserio, muy serio.

    Soy yo, qu necesitan?Cmo te llams?Roberto.Escuchame, Roberto dijo el otro, yo soy el oficial Chuy y l es el

    cabo Polonio. Te molesta si me llevo algunas cositas para la patrona?Algunas cositas?Unas verduras para el puchero, y unas frutas para los pibes. Comen

    como lampalaguas.Mi to me hizo un gesto para que los atendiera y el polica de la cicatriz me

    empez a pedir: tomates, zanahorias, un par de repollos, pelones, manzanas. Elotro segua mirando las paredes, los cajones, las frutas en exhibicin, hasta quesu mirada se encontr con Pinocho que, recin entonces lo descubr, habatratado de pasar desapercibido detrs de unos cajones.

    Epa, mir a quin tenemos ac: Pinocho. No me digas que ahoratrabajs.S, trabajo dijo y su voz sali distinta a la que le conoca.Y cmo est tu hermano? le pregunt acercndose y con la sonrisa

    del que tiene las mejores cartas del truco.Bien, est bien.Pinocho, te va a crecer la nariz. Nadie est bien en Olmos.El otro polica segua pidindome cosas, yo llenaba las bolsas pero trataba

    de escuchar la conversacin. El polica sonriente se puso a medio metro de mi

    to y le dijo:

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    Escuchame, Roberto, fijate a quin tens trabajando con vos. No sea quete estn robando y no te des cuenta.

    Mis chicos trabajan bien dijo mi to.

    Tus chicos movi la cabeza negativamente como si todo fuera unjuego y mi to hubiera dado la respuesta incorrecta. El cabo Polonio tena losbrazos llenos de bolsas.

    Gracias, Roberto le agradeci el oficial Chuy mientras comenzaban airse. La patrona va a estar agradecida. Si tens algn problema o si necesitsapurar algn trmite ven a vernos a la seccional.

    Subieron al auto y arrancaron lentamente. Mi to golpe sus palmas:Vamos, seores, aqu no pas nada. Acabamos de pagar nuestro

    impuesto a la tranquilidad. Unas frutas y unas verduras es un precio barato, se

    los aseguro. Y vos, Pinocho, cambi la cara que a m me importa cmo laburs ylo que yo pienso de vos. No lo que digan dos mangueros de zanahorias queand a saber si se llaman como dijeron.

    II

    Cuando uno tiene tiempo de planear las cosas, siempre salen mejor. Otodo lo contrario. El lunes yo saba lo que iba a hacer. Alrededor de las cinco mepuse a acomodar los cajones de tomates que haba en la vereda. Por el rabillodel ojo controlaba la llegada de Blancanieves y los siete enanitos. Cuandoestuvieran a la altura de la verdulera, saba bien lo que hara.

    Hey, pibe le dije al chiquito que me haba pedido una naranja elviernes. Me mir y le ofrec una. Se acerc y la agarr. Los otros enanos tambinse acercaron y recin entonces descubr que no eran siete sino cinco: dos

    chiquitas y tres varones. Blancanieves se qued a un par de metros mientras losdems buscaban sus naranjas a las que le mordan la punta, escupan la cscaray chupaban sacndole el jugo.

    Yo saba lo que le iba a decir:Y vos cmo te llams? le pregunt a Blancanieves.Ella tard unos segundos, como si no se acordara de su nombre.Y a vos qu te importa? me contest con su dulce voz. Sigui

    caminando y los enanos la siguieron. Ah descubr la otra cara del amor: el odio.Por un buen rato odi a esa rubia despeinada de guardapolvo descosido. Estaba

    furioso contra m mismo, por andar regalando naranjas, por haber dejado

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    afuera de mi corazn a Carolina cuando era una chica mil veces mejor que esaflaca alta que caminaba con menos gracia que un jugador de rugby. Si hubieratenido ah una foto de esa rubia tonta la hubiera roto en mil pedazos.

    Al da siguiente no pensaba darles nada. Me qued adentro de laverdulera, detrs del mostrador con los brazos cruzados. Vengan a pedir,vamos, vengan, me deca. Pero no me pidieron nada, pasaron por la puerta sinsiquiera mirar, salvo una de la nenas, la ms chiquita que mir para adentro yme sac la lengua.

    Al da siguiente ocurri lo mismo. Yo, detrs del mostrador, y ellos,hacindose los indiferentes, salvo la chiquita que me volvi a sacar la lengua.Esta vez tena una respuesta para ella. Con el cuchillo de cortar el zapallo le hiceun gesto como dicindole que la prxima vez se la iba a cortar. El jueves

    pasaron todos sin mirarme.Che, Turquito me dijo Pinocho, Me parece que vos ands

    enamorado.Ni ah.Entonces dej de dibujar corazoncitos en el papel de las cuentas. No es

    muy de hombres.El jueves a la noche ya no la odiaba, ahora quera tener otra oportunidad

    de hablarle pero no se me ocurra nada. Pens en contarles a Ezequiel y a Pablopara ver si a ellos tenan alguna buena idea, pero no lo hice. Seguro que me ibana decir que me olvidara de ella, que las mujeres son siempre un problema. Meiban a responder aquello que yo ya saba. Tambin saba que las papas fritashacen mal al estmago y no por eso uno deja de comerlas.

    III

    El viernes ocurri algo que no haba imaginado. A la hora queBlancanieves pasaba con su corte de enanos, yo estaba atendiendo a una seoray haba otra esperando. Igual, controlaba la puerta ms que servir a misclientas. Estaba tan desconcentrado que cuando una me pidi un kilo y mediode tomates para ensalada, calcul un kilo cuatrocientos. Y despus confunduna planta de achicoria con una de apio. Cuando el grupito pas por delante dela entrada estaba justamente limpiando la achicoria. No siguieron de largo. Omejor: ella no sigui de largo. Se acerc a un cajn que haba en la puerta, uno

    de duraznos. Tomo un durazno, me mir, la mir dejando sobre la balanza la

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    achicoria sin escuchar a la vecina que me deca te dije apio, Ariel, apio. Nosmiramos, serios los dos. Ella mordi el durazno sin sacarme los ojos de encima,sin ningn otro gesto que el de sus mandbulas sobre la fruta. Se dio vuelta y

    sigui su camino.Lo que ella haba hecho poda interpretarse de muchas maneras, pero

    haba una indiscutible: la desgraciada me haba robado un durazno.El sbado una vez ms Pinocho lleg temprano y fue a comprar pan y

    fiambre para el almuerzo. Estbamos comiendo en la tranquilidad del mediodacuando Pinocho, que miraba en direccin a la puerta, me dijo:

    Tens visitas.Me di vuelta y estaba ella. La sorpresa fue triple: la primera porque no

    esperaba verla un sbado, otra porque era la primera vez que ella entraba en la

    verdulera y finalmente porque tambin era la primera vez que la vea singuardapolvo. Tena puestos una remera negra con frases en ingls y un jeannegro. As, sin la ropa de la escuela, pareca ms grande que yo.

    Sac del bolsillo unas monedas y me dijo:Te debo un durazno, cunto es?Obviamente, me negu a recibir la plata. Ella hizo un gesto con los

    hombros y se dio media vuelta para irse. Cuando lleg a la puerta corr paraalcanzarla.

    No me dijiste cmo te llams.Patricia camin unos pasos y casi sin girar me dijo: Pero me dicen

    Pato.

    IV

    Desde aquel primer episodio con la polica, Pinocho se mostraba un pocoms taciturno. Segua con su rutina, se quedaba ms tiempo de lo que lecorresponda, almorzbamos juntos los sbados, pero haba algo que lemolestaba. Tal vez que nos hubiramos enterado de que tena un hermanopreso (aunque yo sospecho que mi to lo saba y no me haba dicho nada), o talvez que el polica hubiera arrojado un manto de sospecha sobre l. Y la verdades que si haba algo fcil era robarle a mi to. Calcular cunto renda cada cajnde verdura o de frutas era imposible porque muchas se tiraban, ya fuera porquese pudran o porque estaban en mal estado. As que cualquiera de los dos

    hubiera podido pasar diariamente algunas ventas menos. Pero algo me deca

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    que Pinocho estaba siendo absolutamente honesto, que no se quedaba ni con laventa de un puado de perejil.

    La polica pas algunas veces ms. Venan los dos de siempre y un tercero

    que se llamaba Balizas, el ayudante Balizas. Mi to le quitaba importancia, hacachistes sobre el impuesto que pagbamos. A m, en cambio, me molestaba.Cuando me tocaba servirles les daba las frutas, los tomates y las hortalizas mspasados.

    Las clases llegaban a su fin. A diferencia del ao anterior, ese verano noiba a extraar a Carolina. De hecho, Carolina se haba ido desdibujando de mispensamientos como un recuerdo antiguo. No eran las chicas prolijitas y bienpeinadas como Carolina las que me interesaban. Lo mo eran las chicasdesgreadas, o las rubias altas, o las chicas que sonrean poco. O sea, Patricia.

    El ltimo da de clases los chicos de mi ao iban a ir a festejar despus dela escuela. Podra haberle pedido a Pinocho que se quedara todo ese viernespero algo en mi interior me dijo que deba ir a la verdulera. Les dije que nopoda acompaarlos porque tena que ir a trabajar. La mayora me mir concara de lstima. Con Equi y Pablo qued en verme al da siguiente y tomar elhelado que no bamos a compartir esa tarde.

    El instinto a veces te salva. Si en esa ocasin no le hubiera prestadoatencin, tal vez me habra perdido la oportunidad de hablar con Patricia enmucho tiempo.

    V

    Pas por casa a cambiarme. Como haca mucho calor me puse unasbermudas desflecadas que mi mam haba hecho de unos vaqueros viejos, y

    unas zapatillas gastadas que usaba slo para ir a trabajar. Me dej la remeranegra de los Redondos que haba llevado a la escuela. Yo casi no escuchaba alos Redonditos de Ricota pero me gustaba mucho el dibujo de esa remera con eltipo rompiendo las cadenas. Senta que me daba fuerzas.

    Al comienzo casi me arrepent de haber ido a trabajar. Haca mucho calory todo el mundo andaba como zombi. Slo as se justificaba que la seora Irma,una habitual compradora de verdurita para la sopa, se llevara por delante elcajn de manzanas que tena en exhibicin en la puerta. La seora Irma setropez, cay aparatosamente casi sobre el cajn de los tomates, y las manzanas

    corrieron por la vereda, algunas llegaron a la calle y las que no cayeron en la

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    zanja fueron transformadas en pur de manzana por los autos.Contra mi espritu verdulero, que me llevaba a proteger las frutas por

    sobre todas las cosas de la tierra, primero atin a comprobar que la seora Irma

    estuviera con vida, despus a ver si tena fracturas expuestas, posteriormente apreguntarle si estaba dispuesta a levantarse del suelo y finalmente a ayudarla alevantarse. Una vez terminada la Operacin Seora Irma me arroj como unenajenado a juntar las manzanas esparcidas por la vereda. Grande fue misorpresa cuando unos segundos ms tarde tena alrededor de m a todos losenanos juntando manzanas y ponindolas en el cajn. Y Patricia. Ah tambinestaba ella agachada, levantando las manzanas.

    Salvo las que haban sido aplastadas en la calle recuperamos todas lasmanzanas, contando incluso las que se haban cado a la zanja y que yo tir en

    un cajn de basura. Cuando se fueran todos pensaba lavarlas y ponerlas denuevo con las otras manzanas. Si estaban sanas, un poco sucias pero sanas alfin.

    Cuando terminamos de juntar les dije que no se fueran. As, en plural, queno se fueran. Atend a la seora Irma que compr verdurita para la sopa a pesarde los treinta y cinco grados. Una vez que la clienta se fue, les hice seas paraque entraran. Les di una manzana a cada uno de los chicos y tambin le ofrecuna a Patricia que estaba ms transpirada y colorada de lo habitual. Me dijo quelas nicas frutas que le gustaban eran los duraznos y las ciruelas. Le convid undurazno, de los mismos que se haba llevado la otra vez y se puso a comerlo.Haba algo raro en su mirada, o mejor, me miraba como si yo fuera un ser raro.Yo haba comprado una Coca grande fra haca un rato. Les ofrec y todosquisieron. Como no tena vasos suficientes les fui sirviendo en el mismo.Patricia tom con ganas el suyo sin dejar de mirarme raro.

    Puedo saber por qu me mirs as? le pregunt con un tono queintentaba ser divertido. No quera espantarla ni enojarla.

    Por esto me dijo y comenz a desabrocharse el guardapolvo. Por un

    momento pens que iba a hacer un striptease pero eso ocurra slo en laspelculas que con Equi y Pablo mirbamos a escondidas. En la vida real noocurran esas cosas.

    En la vida real ocurran otras igual de sorprendentes. Se sac elguardapolvo y abajo tena puesta la misma remera de los Redonditos que yo.Debo reconocer que a ella le quedaba mejor. A m me iba un poco grande y mehaca ms flaco de lo que era. En cambio ella la llenaba bien. Por primera vezme di cuenta de lo bien que le quedaba una remera a ella. Yo haca que mirabaextasiado el dibujo de los Redondos, pero no miraba el dibujo de los Redondos.

    Te gustan los Redonditos de Ricota? me pregunt con una sonrisa.

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    Dios mo, si seria era linda cuando sonrea era hermosa.Me encantan le contest sin saber bien a qu estaba contestando.Les hizo un gesto a los chicos que ordenadamente comenzaron a salir de la

    verdulera. Ella ya se iba tambin cuando le dije que me gustara verla denuevo.

    Yo paso siempre por ac.No, Patricia, quiero saber si te puedo ver. Si podemos ponernos de

    acuerdo para encontrarnos.Pato.Qu?Que me llames Pato, no Patricia.Pato, nos podemos volver a ver?

    Hmm... no s.Por favor.Bueno, maana a las cuatro de la tarde en la esquina de la disquera.No esper a que le confirmara si poda a esa hora. Se fue sabiendo que yo

    no iba a decir no. Y por supuesto que no le dije que no, aunque eso significabasuspender el helado con mis amigos.

    VI

    Mi vida era mucho ms fcil antes de tener una cita. Desde esa vezdescubr que las citas con chicas te complican la vida. Primero tuve quesuspender el encuentro con el Equi y con Pablo. Adems no les quera decir elmotivo porque lo iban a tomar como una traicin. Les dije que me tena que ir alcumpleaos de una prima, excusa tonta si las hay considerando que mi nico

    to es soltero.sa fue la parte sencilla. Lo difcil era cmo iba a vestirme. Como ya lo

    deca Bilardo: equipo que gana no hay que cambiarlo. Y si mi primer xito habasido gracias a la remera de los Redondos tena que repetirla. Me puse la mismaremera que ya estaba un poco transpirada. Tampoco me cambi las bermudas.S me puse otras zapatillas, unas Nike que me haba regalado mi to Robertopara mi cumpleaos.

    Trabaj toda la maana tratando de no mancharme. A las papas lasagarraba con la punta de los dedos y por suerte nadie compr cebollas. Almorc

    con Pinocho y mi to lleg a las dos para hacer las cuentas. Estuvo un rato con

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    nosotros y despus se fue a las corridas porque no llegaba a la reunin que tenacon gente de la AFA para venderles banderines de jueces de lnea. Los habacomprado en una ganga de la liga birmana que haba sido suspendida por dos

    aos por la FIFA y los birmanos se haban quedado sin partidos oficiales.Esta vez fui yo el que se qued en el horario de Pinocho e igual que l

    cuando se quedaba conmigo, no me pensaba mover de mi asiento si venanmuchos clientes. Tuvo suerte porque no vino ni siquiera uno.

    Te vienen a buscar tus amigos?No. Hoy no.Y qu hacs ac todava?Hmmm, nada en especial.Si no estuvieras tan zaparrastroso pensara que tens una cita con una

    chica.Qu tengo de zaparrastroso?As que tens una cita. Con la rubita esa?Ni ah.Sabs que la rubita es de la villa, no?Y eso qu tiene de malo?Nada. Yo viv ah hasta los trece aos, despus nos mudamos del otro

    lado. Lo nico que te digo es que si ella te quiere llevar adentro de la villa novayas.

    Ni ah.

    VII

    Cuando llegu a la esquina de la disquera, ella todava no haba llegado.

    Y si se haba olvidado? Y si se burl de m y nunca haba pensado en venir?Cunto tiempo iba a esperarla? Me promet que si tardaba ms de dos horasme iba. Tampoco iba a estar en esa esquina hasta la noche, escuchando aRodrigo a todo volumen.

    A los diez minutos apareci ella. Vena sola. Sin ninguno de sus enanos.Tena puestas una pollera de jean y una remera negra, pero no la de losRedonditos sino otra que deca algo as como Punk not dead.Me pareci unmal sntoma que no trajera puesta la remera que nos haba unido. Todo mal,me dije.

    Nos saludamos con un hola y nos pusimos a caminar para el lado de

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    Lans, por la vereda de enfrente a la villa. Le pregunt si todos esos chicos eranhermanos suyos y ella me dijo que slo una de las nenas, que los dems eranvecinos. Su hermana se llamaba Elizabeth y tena ocho aos. Me cont que viva

    con el padre y que su madre haba muerto haca ya cinco aos. Le preguntcuntos aos tena y me dijo que cumpla catorce el 3 de enero. Yo le llevabacasi once meses. Estaba en sptimo grado porque haba repetido quinto. Notena ganas de hacer octavo. La escuela no le gustaba.

    Y qu te gusta?Lo pens bastante y me contest:Nada.Le cont de la verdulera, de la escuela, de mi to, de mis amigos. No le

    cont que mi pap se haba ido de casa haca casi dos aos. Era algo que no

    hablaba con nadie. Ni siquiera con el Equi o con Pablo. Aunque Pablo lo sabaporque ya ramos amigos cuando mi viejo se las tom. Esa vez falt tres das ala escuela y mi mam fue a hablar para explicar. No s para qu porque a partirde ese da la maestra me trataba como si me hubieran cortado un brazo. No mecastigaba como a los dems ni me daba tareas especiales. Cuando fue el da delpadre y la seo habl de los padres ausentes a m se me llenaron los ojos delgrimas pero me las aguant. Pablo me pregunt qu le iba a regalar a mi viejoy yo le dije que nada, que nos haba dejado. No dijo nada y nunca ms volvi asacar el tema.

    Caminamos hasta la avenida General Hornos. Estbamos los dos muytranspirados a pesar de que habamos andado por la sombra. Le propuse tomarun helado y ella prefiri tomar una Coca. Fuimos hasta un kiosco que tenaunas mesas de plstico blanco en la puerta. Compr dos Cocas y nos sentamos.Patricia tomaba la gaseosa de a sorbitos. Yo la miraba y no poda creer quehaba conseguido invitarla a salir. Que esa chica que desde haca un par desemanas me tena loco estaba tomando una gaseosa conmigo.

    Vos vivs por ac? me pregunt.

    Vivo ms para all, en Lans, en Catamarca y Resistencia.Nos volvimos a quedar en silencio. Ella miraba hacia la calle y yo lamiraba a ella. Creo que se estaba sintiendo incmoda porque me pregunt:

    Y ahora vos por qu me mirs as?Se lo deca o no se lo deca? Tena que decrselo.Porque sos muy linda.Qu tarado.En serio.Ya las sombras comenzaban a cubrirnos. Corra un poco de viento. Esa

    noche iba a llover. Ella me dijo que tena que volver a su casa. Comenzamos a

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    desandar el camino. Cuando faltaba una cuadra para llegar al comienzo de lavilla me dijo que quera que la acompaara hasta ah nada ms. Por un lado, mehubiera gustado seguir con ella pero por otro sent la tranquilidad de no tener

    que entrar a la villa.Nos vamos a volver a ver? le pregunt.S.As, a solas, los dos.S, s.Y cmo hacemos?Para vernos?S.Paso por la verdulera y listo.

    Para arreglar y salir?S.La pas muy bien.Yo tambin.Sos muy linda.Vos sos muy alto.Vos tambin sos alta.Me voy.Se acerc, con sus dedos pulgar e ndice me apret las mejillas y me dio un

    beso en los labios. Apenas me los roz pero sent lo mismo que la vez que puselos dedos en el enchufe. Lo mismo no, esto era mil veces ms fuerte. No atin anada. Acababa de pasar mi primer beso y no haba atinado a nada. Ni siquiera abesar. Se dio media vuelta y se fue. Al final pude moverme y la corr.

    Par, par.Qu quers?Me gusts mucho.Aj, chau.

    No me pregunts si tengo novia?Qu vas a tener.Y esta vez s se fue.

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    3. Gente peligrosa

    I

    a segunda vez que nos besamos fue casi llegando a General Hornos.Habamos quedado en vernos nuevamente en la esquina de la disquera.

    Cuando ella apareci me salud dicindome hola y nada ms, ni un beso enla mejilla. Volvimos a repetir el camino y cuando ya llegbamos a la avenidaque divide Lans de Lomas, ella se detuvo debajo de un rbol, se apoy contrael tronco y la bes. Nos besamos.

    Fue un momento difcil. El beso no, el momento previo al beso, las horasprevias, los das anteriores a esa segunda cita. Es realmente injusto que en la

    escuela no te enseen a besar. Tendra que ser una materia obligatoria: cadachico debe besarse con su compaera ms cercana, o con dos, o con tres. Asuno llegara a besar a su chica con cierta prctica y no como llegu yo, tratandode imaginar que esos labios eran una naranja a la que yo deba sacar el jugo.Pero no me fue mal. No estuvo mal ese segundo beso, ni el tercero, ni el cuartoque nos dimos ese da. Despus del cuarto perd la cuenta. Eso s: me acuerdode que estuvieron todos muy buenos.

    Esa segunda cita fue al sbado siguiente de la primera. No supe nada deella desde esa vez hasta el mircoles en que se apareci por la verduleraacompaada de su hermanita. Era la que me sacaba la lengua cuando volvande la escuela. Se vea que se acordaba de mi amenaza de cortarle la lenguaporque la chiquita no entr al negocio, se qued en la puerta mirando cadatanto para adentro.

    Quedamos en vernos el sbado y cuando se iban les regal a cada una unpar de duraznos. Las vi irse hacia la villa comindose las frutas. Yo estaba feliz.Si ella haba vuelto, si habamos hecho una nueva cita, era porque estabainteresada en m. No le pareca un tonto, un tipo horrible, un ser asqueroso.

    Una vez que ca y me di cuenta de que en pocos das nos bamos a volver a

    L

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    ver, me agarr el pnico del beso. Porque aquel primer beso apurado no habacontado con una participacin rutilante de mi parte. El viernes practiqu conuna naranja pero me produjo una reaccin alrgica y esa noche se me

    inflamaron los labios. Por suerte a la maana haba vuelto a la normalidad: niloco hubiera ido a la cita con la boca hinchada.

    Esta vez fuimos a tomar un helado. Nos sentamos en unas hamacas quehaba en la vereda de la heladera. Le habl de mis amigos y le pregunt si ellatena amigas.

    Algunas.Son de la escuela o de donde vivs?Son del barrio. En el grado no tengo amigas. Soy la nica que vive en la

    villa.

    Y eso qu?Se encogi de hombros.Nos les gusta juntarse con villeros.Es una boludez.No dijo nada. Dej pasar un par de minutos como si comer el helado le

    exigiera la mayor concentracin.Y a vos? me pregunt. A vos no te molesta juntarte con villeros?No lo pens, pero no. Me gusta mucho estar con vos, vivas en Fiorito o

    en Honolulu.Vivo en una casa muy fea.La ma tampoco es muy linda.El beso despus de un helado es siempre fro y algo pegajoso, pero sirve

    para saber qu tal estaban los gustos que pidi el otro.

    II

    A partir de entonces nos comenzamos a ver ms seguido. Ella pasaba porla verdulera y quedbamos en vernos. Yo no s si ella vigilaba la entrada otena un sexto sentido pero nunca vena cuando estaba Pinocho. Algo que yoagradeca porque no tena ganas de contarle sobre Pato.

    A quienes les cont fue a Ezequiel y a Pablo. Me miraban incrdulos, comosi les estuviera diciendo una mentira grande como una casa. Finalmente sedespacharon con toda clase de preguntas y de consejos. Ezequiel, que ya haba

    salido con algunas chicas, pona su experiencia a mi servicio para que yo no me

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    equivocara.Con las mujeres uno est en una guerra permanente por sacarles la

    mayor cantidad de ropa. Por eso en verano, la victoria sobre las mujeres

    siempre parece ms fcil fue una de sus reflexiones.Los das de semana eran encuentros ms cortos pero como a esa hora ya

    comenzaba a oscurecer los besos eran menos pblicos. Yo me animaba apegarme ms a ella. Me gustaba sentir la tibieza de su cuerpo junto al mo.Cuando nos besbamos yo la tomaba de la cintura y la traa hacia m. Ellacomenzaba tomndome de los codos, me acariciaba los brazos y ponafinalmente las manos en mi nuca.

    Nos besbamos mucho aunque lo que ms hacamos era caminar.Andbamos derecho por Ejrcito de los Andes, entrbamos en San Martn hasta

    25 de Mayo alejndonos de la verdulera y de la villa. Nunca bamos en sentidocontrario, hacia el Camino Negro.

    Tambin hablbamos. Patricia menos que yo. A m me gustaba contarletodo: los negocios de mi to, las cosas que deca Pinocho, las historias de Pablo yEzequiel, los partidos de ftbol que haba jugado y hasta la aburra hablndolede Boca, de Riquelme, de los campeonatos que ganbamos desde que estabaBianchi. Ella tambin era de Boca pero no era fantica. Incluso me dijo que lecaan bien Chicago y Chacarita. Yo le dije que eso era imposible, que cuando sees de Boca no se puede ser de otro equipo. Entonces ella se encogi de hombros,que era una de sus respuestas favoritas.

    Estbamos hablando del Diego. Yo haba ledo que la FIFA lo iba anombrar el mejor jugador de la historia por una encuesta que se estabahaciendo en Internet. Le estaba contando que con Pablo y Equi habamosvotado desde distintos locutorios y habamos gastado un montn de platacuando de pronto, Patricia me interrumpi.

    Si mi pap quisiera sera millonario.Yo no entenda qu tenan que ver mis gastos de votacin con la posible

    fortuna de su padre.Qu?, adivina los nmeros que salen en la quiniela? le preguntalgo molesto por no haberme dejado terminar mi historia.

    Mi pap lo conoce a Maradona.En serio?Aj. Mi pap naci en Fiorito y vivi toda su vida en la villa. Jugaban

    juntos.A la pelota? pregunt tontamente, como si el Diego fuera a jugar a la

    mancha. No me poda imaginar destino mejor que compartir un partido con

    Maradona. Que el tipo te pusiera un pase o tirar una pared con l. Trat de

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    cambiar mi pregunta por una mejor: Y qu tiene que ver el hecho de que tupap conozca al Diego con ser millonario?

    Mi pap tiene algo que le regal Maradona.

    La camiseta que us el da del partido con los ingleses?No, no es una camiseta.Los botines del da que hizo gatear a Fillol?Es un regalo que le hizo cuando los dos eran chicos. Una pelota.Una pelota cualquiera?No, no es una pelota cualquiera. Se la regal Maradona.Est autografiada?Me parece que no.Y entonces cmo sabs si es de Maradona o lo invent tu viejo?

    Mir, si te vas a hacer el estpido no te cuento ms.Fue nuestra primera pelea. A decir verdad, fue su primer enojo porque yo

    intent amigarnos pero no lo logr. No consegu ni que me siguiera contando dela pelota del Diego ni que me diera un beso ms, ni uno solito en la mejilla. Laacompa hasta el lugar de siempre y me dijo chau sin mirarme. No podadejarla ir as. La llam y no me contest. Me puse a la par y slo me repiti sudespedida. Comenc rogndole que no se enojara pero a la altura de la villa yoya haba comenzado a reprocharle un montn de pavadas que no pensaba deverdad, pero esperaba fueran bien hirientes. Por lo visto lo eran porque antes deentrar a la villa me dijo:

    No te quiero ver nunca ms.Yo me qued quieto, nuevamente convertido en estatua, pensando en que

    me acababa de ocurrir lo peor que me poda pasar: Patricia me dejaba. Unaangustia comenz a correrme por el cuerpo pero no me dur demasiado porquefue aplastada por otro sentimiento: el miedo.

    Tan absorto estaba en las ltimas palabras de Patricia que no me habadado cuenta de que se me haban acercado cuatro flacos. Cuando lo not, ya los

    tena encima, rodendome.As que vos le hacs el novio a Pato me dijo un pibe morocho, msbajo que yo y que debera tener fcil diecisiete aos. Los otros eran todava msgrandes.

    El nene de mam viene a buscar novia a la villa dijo el que estaba amis espaldas. Yo intent caminar pero no me dejaron mover. Tena a uno deellos a cada costado y los otros atrs y adelante.

    Paren, viejo, yo no les hice nada atin a decir.Vos te cres que vas a hacer lo que quers? dijo el morocho y

    agreg: Las zapatillas.

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    Qu?Dale, chiquito, sacate las zapatillas. No me hagas enojar y me meti

    un tortazo en la cara. La gente pasaba por ah pero nadie nos miraba o hacan

    como que no nos miraban o tal vez crean que ramos amigos jugando a darnoscachetazos. Me saqu las Nike y uno de ellos las agarr. Tambin me sacaronlos diez pesos que me quedaban. Antes de irse el morocho me dijo: Y que note vea ms con Pato o te reviento. Ac dijo y seal para el lado de la villasos hombre muerto. Con el Perro no se juega.

    Se fueron y yo me qued descalzo y sin un peso para viajar. No lo pensdos veces y me fui para la verdulera donde deba estar Pinocho. La sorpresaque se iba a pegar cuando me viera llegar porque ese da no me tocaba trabajary adems ya deba estar cerrando.

    III

    Un par de metros antes de llegar, not que a la altura de la verduleraestaba parado un patrullero. Seguro que haban venido a buscar su racin de

    frutas y hortalizas. Entr y vi que adems de Pinocho y los dos policas desiempre estaba tambin mi to. Llegu para el final de la conversacin. Bah,conversacin es una forma cariosa de decir. De hecho, mi pelea con Pato erams dulce que el tono que estaban usando mi to y los policas. Pinochopermaneca callado en un segundo plano y a m nadie me miraba a pesar deque ya haba entrado. Mi to les deca:

    Olvdense. No les voy a dar ni un peso.Roberto, te ests equivocando le dijo el oficial Chuy.No acepto que me vengan a imponer ninguna contribucin voluntaria.

    Hac como tus vecinos, que ninguno se quej le aconsej el caboPolonio.

    Y a partir de hoy tampoco se van a llevar nada de ac. Ni el perejil de laverdurita.

    Est bien. Quisimos ser buenos con vos dijo el cabo Polonio y dej labolsa que ya tena cargada con verduras.

    Y te aconsejo algo dijo el oficial Chuy: Cuid tu negocio y a tuschicos porque no vamos a estar cuando nos necesites.

    No me amenacen grit mi to pero los policas ya se haban ido.

    Pinocho sali de su segundo plano y me mir mudo, sin saber si tena que decir

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    algo o si se quedaba callado.Qu hacs ac? me pregunt mi to ms intrigado que sorprendido.Estaba dando una vuelta por el barrio y me robaron las zapatillas y la

    plata dije mirndome los pies desnudos.Pinocho se puso a acomodar las frutas y verduras de la bolsa que se iban a

    llevar los policas. Sin que mi to lo escuchara me dijo te avis que no temetieras en la villa. Tambin en voz baja le contest que no me haba metidoen ningn lado. No s para qu hablbamos en un murmullo porque mi to nisiquiera me haba prestado atencin cuando me haba visto descalzo. Seguametido en su discusin con la polica.

    Queran venir todas las semanas a cobrar una cuota para darleseguridad a los negocios del barrio me cont y se qued reflexionando: No

    tendra que haber sido tan drstico: el perejil de la verdurita no se le niega anadie.

    IV

    Cada da haca ms calor, las sandas venan cada vez ms grandes, lascerezas cada vez ms rojas, la polica nos tena amenazados, los pibes de la villame tenan amenazado a m y Pato segua sin aparecer. Entre el calor y la malaonda, verdulera Mi sentimiento se haba convertido en una sucursal berretay vegetal del infierno.

    A pesar de que todava faltaban como quince das, la gente ya habacomenzado a prepararse para las fiestas de Navidad y fin de ao. Como yoestaba de vacaciones me pasaba gran parte del da en el negocio. En casa meaburra y adems tena la esperanza de que Patricia apareciera en algn

    momento.Pablo y Ezequiel tambin venan por la verdulera aunque el Equi segua

    entrenndose duro en El Porvenir. Ya que no me encontraban en mi casa,pasaban por el negocio y se quedaban un rato o me arrastraban hasta algnpicado.

    Y si algo me faltaba para completar el cuadro perfecto de la desgracia, unatarde, mientras tombamos un helado en El Piave de Avellaneda, Pablo noscont que lo haba llamado Carolina.

    Aj.

    Me propuso ir al cine. No s cmo se enter de que me encantan las

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    pelculas italianas y me dijo que quera ir al San Martn a verAprile.El cine italiano es un plomo dije para no quedarme callado.El plomo sos vos. Carolina te dijo algo de m, te pregunt algo?

    No me acuerdo ment asquerosamente.Loco, al final todos van a tener su chica menos yo dijo Ezequiel ajeno

    a la tragedia que se desarrollaba en mi corazn. Aunque una chica comoCarolina te la regalo. Siempre leyendo, viendo pelculas raras. Bah, no s paraqu te digo si ustedes dos son almas gemelas.

    S, no? Creo que me est gustando.El cine italiano es un plomo insist pero ninguno me contest, los dos

    estaban atentos a que no se les cayera ni una gota de helado al piso.

    V

    Pato apareci una tarde en la que yo estaba solo en la verdulera. No venacon su hermana. Entr a la verdulera y me salud. Mir las frutas como si fueraa comprar. Se acerc a los duraznos, agarr uno, lo limpi con la mano y lo

    mordi. Fue hasta unos cajones y se sent encima. Yo la miraba hacer.Ya s me dijo, no me digas nada, me mirs porque soy linda.Me gusta tu remera cortita.Hace mucho calor.Ests toda colorada.Es que anduve en el sol.Me gusta tu ombligo. Lo puedo ver ms de cerca?Ni se te ocurra.Me perdons?

    Termin de comer su durazno, busc donde tirar el carozo y recin ah mecontest.

    Jams. Cunto te debo por el durazno?Esa tarde fue la primera vez que nos besamos en la verdulera. A m no me

    gusta mezclar trabajo con mujeres as que despus de media hora le dije quemejor nos viramos ms tarde. Adems, estaba por llegar mi to. Desde que lapolica haba venido por ltima vez, mi to se apareca a eso de las siete y no seiba hasta que bajbamos la persiana. Quedamos en vernos a las ocho en laesquina de siempre. Le cont lo que me haba pasado despus de que nos

    habamos separado la vez anterior.

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    Son unas bestias me dijo furiosa. Ya los voy a agarrar. Ya s quinesson.

    A partir de ese da volvimos a vernos casi a diario repitiendo nuestra

    rutina de caminatas, helados, gaseosas y besos. No importaba que el calor noshiciera transpirar y nos pegara la ropa al cuerpo. Nada detena las ganas deabrazarnos. Me encantaba sentir el olor de su cuerpo, su piel hmeda junto a mipiel. La felicidad de pronto haba vuelto y la verdulera Mi sentimiento ya noera un infierno sino el paraso terrenal, manzanas incluidas.

    VI

    Ese tarde llegaba a la verdulera con retraso. Por suerte Pinocho nuncatena apuro pero igualmente yo iba a paso vivo por las cuadras que meseparaban de la parada del colectivo hasta el negocio.

    Los vi antes de que ellos me vieran. Eso me dio una pequea ventaja. Porsuerte iba por la vereda de enfrente y cuando los cuatro me descubrieron ya leshaba sacado unos cuantos metros. Empezaron a seguirme y casi corriendo

    llegu a la verdulera pero antes de que pasara la puerta tena una mano en mihombro que me detena.El nene de mam le pidi la pelela a su novia dijo el que se haca

    llamar el Perro.Eso no se hace, nenito, te vamos a reventar dijo otro y me hablaba a

    diez centmetros de mi cara. Antes de que llegara el primer cachetazo o mepidieran las zapatillas, apareci Pinocho en la puerta.

    Qu quers, Perro? en la mano tena el cuchillo con el quecortbamos el zapallo.

    Vos no sos Pinocho, el hermano del Parrilla?S y rajen de ac o los corto.Par, negro, con vos no es.Si es con l, es conmigo. Le tocan un pelo y yo les arranco las tripas de

    una cuchillada.Se fueron y a m me volvi a circular la sangre que se haba quedado

    congelada. Entramos a la verdulera y Pinocho me alcanz una botella de Coca,tom por el pico y sent el gusto azucarado que me devolva a la vida.

    Esos te robaron las zapatillas?

    S.

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    Son amigos de tu novia?No s, los conoce.Te dije que no te metas con la villa.

    A vos te conocan.Conocen a mi hermano.Se fue hacia adentro y se puso a acomodar las frutas que ya estaban

    acomodadas. Como para s agreg:Por eso se fueron.

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    4. El regalo del Diego

    I

    a primera vez que fui a la cancha de Boca yo tena siete aos. Fuimos miviejo, un amigo suyo y yo a unos palcos que ya no existen en la

    Bombonera un mircoles a la tarde. El amigo de mi pap haba conseguido esospalcos que eran carsimos. Jugaban Boca y Rosario Central. Yo llev mi camisetacomprada el da anterior pero justo ese da los jugadores de Boca usaron otra,blanca con franjas azul y oro. Mi dolo por entonces era Roberto Cabaas, elnueve paraguayo que tenamos y que era un genio.

    Despus fui muchas veces a la cancha de Boca. Por ejemplo, el da que

    Caniggia le hizo tres a River y el Diego err un penal, yo estaba en las plateasaltas. Y tambin estuve el da que Guerra la cabece con la nuca sobre la hora yganamos tres a dos. Me gustaba ir a la cancha con mi viejo porque laprovechaba esos viajes tan largos de Lans a la Boca, en el 54, para contarmehistorias de su infancia, de la colimba, de sus primeros trabajos. No s por qupero nunca hablaba de esas cosas si no era a la ida o la vuelta de la cancha.

    Todo esto se lo cont a Patricia una tarde en una plaza a la que habamosllegado despus de caminar como dos horas. Nunca supe cmo se llamaba esaplaza chiquita, sin juegos y con muy pocos rboles. Nos sentamos debajo deuno de los pocos que haba. Quera explicarle por qu me pareca tanimportante lo que me haba comenzado a contar de Maradona la tarde que nospeleamos y a su vez no quera llegar al momento en que tena que decirle quemi viejo un da se haba vuelto loco, se haba ido de casa y no haba vuelto ms.No quera entrar en detalles y decirle que mi pap haba mandado algunascartas para decirnos que estaba bien y dando un montn de explicaciones yexcusas que a m no me servan. A mam tampoco pero los dos disimulbamos.Nos alentbamos mutuamente. Y yo no quera hablar de eso con Patricia y a su

    vez quera decirle que su historia me interesaba mucho. Que desde haca aos

    L

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    slo iba a la cancha a ver a El Porvenir y que me haba prometido algo: slo ibaa volver a la Bombonera con mi viejo.

    Por suerte ella no esper a que llegara el momento en que yo le deca que

    mi pap un da tom el auto y se fue con otra mujer para tener ms hijos porah, seguramente. Antes de eso, Pato me cont:

    II

    El padre de Patricia, Luis, vivi toda su vida en Fiorito. Cuando era chico,sus padres tenan una casa del otro lado de la villa, cerca de la estacin detrenes. A unos metros de ah vivan los padres de Maradona con todos sus hijos.La primera imagen que Luis tuvo de Diego fue la de un nene de unos dos aosque se meta en todos lados para jugar a la pelota con los ms grandes. Luistena entonces siete u ocho aos y, como todos los chicos de su edad, nosoportaba a ese pibito que andaba siempre entre las piernas de los jugadores; loempujaban, lo hacan llorar, intentaban sacrselo de encima como quien se sacauna pelusa de la ropa. As fue hasta que Diego o Pelusa tuvo unos tres o cuatro

    aos. Sali a la puerta con una pelota de cuero chiquita que le haba regalado suprimo Beto y se puso a jugar solo. No era una pelota como las profesionales,una nmero cinco, sino ms chica, una nmero uno. Como a medida para suspies de enano.

    El pap de Pato le cont que nunca haba visto nada igual. Que Diego sepasaba todo el da pegado a su pelota y slo se separaba cuando la pateaba lejospero enseguida la iba a buscar. Diego todava no jugaba en ningn equipo. Encambio Luis jugaba en el Estrella Roja, un equipo del barrio que diriga el padrede Diego y que jugaba en las Siete Canchitas contra otros equipos de por ah. El

    pap de Pato era el mejor. Le decan Ral Bernao que era el nombre de unfutbolista de Independiente. l le cont que gambeteaba hasta las piedras quehaba en la canchita. Diego iba con su padre a ver los partidos del Estrella Rojay siempre quera estar cerca de Luis que se haba convertido en su dolo.

    Un da Luis volva de la escuela y vio a Diego a cuatro cuadras de la casa.Estaba con su pelota y alrededor de l haba unos cuantos chicos bastante msgrandes, ms o menos de la edad de Luis, tendran unos doce aos. Se ve queesos pibes se haban cansado de que Diego los bailara porque haban agarradola pelota con las manos y le estaban haciendo un loco, pasndose la pelota

    por arriba aprovechando que eran mucho ms altos. Diego les estaba gritando

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    que se la devolvieran pero los chicos no le hacan caso.Luis se acerc y les dijo que le dieran la pelota. Ellos siguieron como si

    nada. Entonces Luis fue hacia ellos y le meti un cabezazo a uno, a otro una

    patada y le sac la pelota al que la tena. Se la dio a su dueo y sigui peleandohasta que los pibes se cansaron y se fueron. Luis tena mucha fuerza. Diego lomiraba como si se hubiera aparecido el Chapuln Colorado o el Hombre Araa.Se volvieron juntos y en el camino, Diego le pregunt:

    Por qu me ayudaste?Porque lo necesitabas le dijo Luis. Nada ms.Al ao siguiente Diego comenz a jugar con los chicos del Estrella Roja y

    ya no se lo vea con su pelota de cuero chiquita sino que jugaba con las de losotros pibes. Ese ao Luis pensaba ir a probarse a algn club, a Lans o a

    Independiente. Todos decan que tena mucho talento para la pelota y l soabacon ser futbolista profesional y jugar en primera. Fue entonces cuando Luis seenferm. Le subi la fiebre, tena dolores de cabeza. El primer mdico que loatendi no tena ni idea de su enfermedad, pensaron que era una neumona. Loterminaron internando cuando adems de fiebre alta empez a sufrir unosdolores terribles en las piernas. Le agarr parlisis infantil. En el barrio juntaronplata para comprarle los medicamentos y para que los abuelos de Pato pudieranviajar hasta el Hospital Evita y cuidarlo da y noche.

    Despus de muchas semanas, Luis volvi a su casa en silla de ruedas. Losmdicos les haban dicho a sus padres que poda volver a caminar, que en parteestaba en l hacer el esfuerzo y conseguirlo. Lo que no iba a volver a hacer era

    jugar al ftbol. l estaba vivo pero se haba muerto el futbolista que viva en l.No quera comer, no quera salir en silla de ruedas a la puerta, no quera hacerlos ejercicios que le haban dado para recuperarse. A la noche, cuando suspadres no lo vean, se pona a llorar.

    Un da apareci Diego. Luis no quera ver a nadie pero Diego insisti ycon la ayuda de la abuela de Pato, que quera que su hijo se encontrara con

    otros chicos, lo dej ir hasta la cocina donde Luis estaba sentado en la silla deruedas. Diego llevaba con l su pelota de cuero que por entonces ya tena variosgajos gastados y estaba descosindose. Diego se acerc hasta l y le dio lapelota.

    No sabs que estoy paraltico, tarado? le dijo Luis enojado.No te la traje para que juegues. Te la traje para que la guardes.Y qu hago con la pelota sta guardada?Es lo nico que tengo. Por eso te la quiero dar. Cuando juego siento que

    soy como vos, siempre voy a querer jugar como vos.

    Y por qu hacs esto? le pregunt Luis.

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    Y Diego, que tena slo seis o siete aos, le contest con las mismaspalabras que l le haba dicho cuando lo defendi de aquellos chicos. Le dijo:

    Porque lo necesits.

    Nada ms. Se fue. Luis ya no llor todas las noches. Al poco tiempoandaba con muletas y en pocos meses volvi a caminar. Todava renguea unpoco pero sin mayores problemas. Antes de que volviera a caminar, Luis y suspadres se mudaron al otro lado de la villa. Luis no regres a las Siete Canchitasy no se vieron nunca ms con Diego. Pero el pap le cuenta a Patricia que en losmomentos difciles saca la pelota, la mira, la acaricia y siente que sus problemasdesaparecen.

    Segn Pato, todos en el barrio conocen su historia y siempre hay algnpibe o algn vecino nuevo que le pide que le muestre la pelota. Entonces su

    pap la saca del aparador y la pone sobre el mantel para que la miren.

    III

    Una vez me dijo Patricia vino un tano y le ofreci cien mil dlares si

    se la venda. Pero mi pap no quiso. l dice que las ilusiones no se venden. Quea los sueos hay que guardarlos para que crezcan y se cumplan. Y yo le creo.

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    5. Demasiado joven para tener prejuicios

    I

    ay partidos chivos y el de ese sbado era bien chivo. Ezequiel era amigode unos pibes de Crucecitas que jugaban un campeonato barrial en

    Avellaneda. Algunas veces, cuando les faltaba un jugador, lo llamaban para quejugara. Si necesitaban dos, el Equi me llamaba a m. Esa vez le dijeron al Equique iban a faltar tres jugadores para el partido en el Estrella de Echenaguca.As que fuimos con Pablo contentos hacia la canchita.

    Nos tocaba jugar contra un equipo de ese barrio, ah, en Agero, cerca delcementerio de Avellaneda, si no me equivoco. Nosotros ramos nueve: siete

    jugadores, la novia del arquero y el primo del pelado que jugaba de lbero.Cuando llegamos estaban los siete del otro equipo y unos doscientos monos quecerveza en mano nos gritaban a diez centmetros de nuestras caras. Siqueran intimidarnos, lo haban conseguido.

    Ezequiel se me acerc y me dijo al odo gritndome (era la nica manerade poder escucharnos):

    Che, creo que si perdemos por un gol me voy contento.Si nos vamos vivos de ac, prometo abandonar el ftbol.Pero no era un partido cualquiera, eran las semifinales del campeonato

    barrial. En el partido de ida haban ganado los de nuestro equipo por un gol. Osea que con un empate clasificbamos y firmbamos nuestra acta de defuncin.

    El primer tiempo termin empatado y cuando quisimos irnos al vestuariopara descansar unos minutos y refrescarnos, los muchachos de la hinchada nonos dejaron pasar. Nos tuvimos que quedar ah.

    El segundo tiempo empez con todo. Al Equi casi lo parten en dos y elrbitro no cobr ni foul. Por suerte, a los cinco minutos los locales se mandaroncon todo y despus de cien rebotes la pelota entr. Festejaban como si hubieran

    ganado la Copa Intercontinental. Los de la hinchada seguan gritndonos y a m

    H

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    me pegaron con un tetrabrik vaco que tuve la delicadeza de levantar yacercarlo al borde de la cancha.

    Pero los titulares habituales de nuestro equipo no queran perder as que

    cuando los otros volvieron a atacar, nuestro lbero, que nada tena paraenvidiarle en aspecto y actitud a los del equipo contrario, lo agarr con unapatada al nueve de ellos y si no lo quebr fue porque Dios existe y queradivertirse todava un poco ms con nosotros.

    Obviamente, se vinieron todos al humo. A m alguien me peg un golpeen la nuca y me tendra que haber desmayado. O morirme de un infarto, o algosimilar. El rbitro se apur a sacar la roja, cobr penal a pesar de que haba sidotres metros afuera del rea y por suerte los doscientos hinchas se calmaron paraver el segundo gol del equipo faltando un minuto para que terminara el

    partido.Pero no. El idiota que pate el penal lo tir afuera. Nuestro arquero sac

    rpido y se la tir larga a Pablo que estaba jugando de delantero. Lo ponamosarriba porque abajo siempre haca goles en contra. Goles a favor, muy rara vez.Esavez.

    Tom la pelota, la baj con la clase de un jugador ingls, le tir un globo asu marcador como si fuera brasileo, al lbero que lo sali a quebrar le tir uncao como buen argentino y cuando qued solo frente al arquero le meti unchumbazo como un kamikaze japons en Pearl Harbor. Gol. Golazo. Si nohubiera estado pendiente de rezar creo que lo hubiera festejado y todo.

    Nadie grit ese gol. O s, gritaron los del equipo contrario. Eran esosalaridos que deban pegar los soldados de Atila antes de masacrar a un pueblocristiano.

    Los doscientos tipos invadieron la cancha y queran quedarse con nuestrascabezas como souvenir. Un grupejo de cuatro o cinco energmenos lo habarodeado a Pablo y me pareci que estaban dispuestos a cobrarle cadacentmetro que haba recorrido hasta el arco con una buena coleccin de

    tortazos, puntapis y piquetes de ojo. Sin pensarlo dos veces Equi y yo nostiramos sobre la patota y apenas pudimos, entre los dos, mover a uno. Losuficiente como para que Pablo saliera a los piques en busca de la puertamientras nosotros recuperbamos las fuerzas suficientes para pegar mediavuelta y seguirlo en medio de una lluvia de botellas, golpes y escupidas.

    A nadie de los nuestros se le ocurri pasar por el vestuario a retirar losbolsos. Salimos corriendo como locos hacia la calle y nos tuvimos que refugiaren el cuartel de bomberos de Echenaguca que estaba a unos metros del club.Por suerte, los tipos del cuartel se apiadaron de nosotros y consintieron, previo

    pago de treinta pesos (que era toda la plata que tenamos), en llevarnos en una

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    autobomba hasta la avenida Mitre y Beruti. bamos colgados hasta en el techo.No importaba cmo, lo importante era sobrevivir.

    Fuera de la zona de peligro, Ezequiel lo insult a Pablo en todos los

    idiomas occidentales mientras los otros lo felicitaban y le pedan que volviera ajugar con ellos la final. Pero no fue necesario. Nos dieron el partido porperdido. Segn el informe del rbitro por abandono intempestivo del campode juego.

    II

    Desde que Pinocho haba salido a defenderme de la banda del Perro, lospibes de la villa no se haban vuelto a meter conmigo. Es ms: una tarde estabanen la entrada de la villa y no me hicieron nada cuando, sin querer, pas al ladode ellos. Me miraron en silencio y ninguno se anim siquiera a decirme algninsulto, los ojos del Perro tenan la misma mirada asesina que tienen los perrosde la polica en una cancha de ftbol. Yo, por las dudas, siempre iba por lavereda de enfrente a pesar del sol que daba de lleno a la hora que yo llegaba a la

    verdulera y que me haca sentir como si caminara por el desierto del Sahara.Por ms que no se animaran conmigo gracias a Pinocho, tampoco era cuestinde tentar al demonio.

    Y mientras caminaba bajo ese sol que me converta en un carameloderretido, con las pocas neuronas que quedaban en pie me preguntaba: porqu esos pibes me la tenan jurada? Eran amigos de Pato? Eran vecinos?Alguno, el Perro quizs, haba sido novio de ella? Haba muchas cosas que nosaba de Patricia. Cada vez que ella atravesaba la primera lnea de casas de lavilla entraba en una historia que me dejaba afuera, una historia inaccesible para

    m y que, a pesar de m, a pesar de ella, nos alejaba. Tal vez ella no se dabacuenta de eso. Y yo no pensaba que cada vez que tomaba el colectivo hacia micasa yo tambin entraba en un territorio ajeno a Patricia.

    No me animaba a hablar de estas cosas con Pato. Tampoco con los chicos.Quizs hubiera podido hablarlo con Pinocho pero al final se lo cont todo al toRoberto. Estbamos los dos solos. Era casi la hora de cerrar y l haba venidocomo haca siempre desde el da que el cabo Polonio nos haba amenazado. Sehaba levantado un poco de viento y el fresco entraba de a ratos para darnos lasfuerzas mnimas que nos permitieran acomodar los cajones dentro del negocio.

    Sos muy chico.... empez a decirme mi to.

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    Para tener novia? lo interrump.Nunca se es lo suficientemente chico como para negarse a los terrores

    del amor. No, sobrino. Sos demasiado chico para preguntarte tantas pavadas.

    No son pavadas. Son cosas que siento dije mientras me serva un vasode Paso de los Toros que ya estaba demasiado caliente.

    Vos le tens miedo a lo desconocido, como le tenemos miedo todos. Y elamor tiene demasiadas aristas desconocidas, suficientes para que salgamoscorriendo cada vez que sentimos que el corazn late ms fuerte de lo normal.As que trat de diferenciar tus miedos reales a querer, a que te quieran, a lazozobra de no saber si el otro te quiere con la misma intensidad que uno loquiere m to subi los cajones de zapallitos, tom aire y sigui: trat dediferenciar tus temores amorosos de tus prejuicios.

    Prejuicios?Penss que porque vive en una villa es distinta a vos. Y s, es distinta a

    vos pero no slo porque vive en una villa sino porque su mam se muri, tieneuna hermanita, odia estudiar y un montn de otras cosas que no me contaste deella y que vos tampoco sabs. Pero te puedo asegurar que a la hora de tenermiedo, de sentirse feliz, de querer y de sufrir, es exactamente igual a vos. Omuy parecida, tampoco voy a exagerar. Y eso es lo que se mantiene eterno,aunque vivas en una villa miseria, en un palacio, o en el quinto infierno.

    Yo no soy prejuicioso insist, me molestaba que mi to me acusara dealgo que yo no crea ser. Que estaba seguro de que no era.

    Entonces no creas que cuando tu chica entra en la villa se convierte enun ser distinto al que conocs.

    Vos entraste alguna vez en la villa?Mi to vacil.Ac?, en Fiorito? No. Pero te recuerdo que fui yo el que vendi setenta

    chalecos antibalas en Fuerte Apache.No es lo mismo.

    Ya sali el prejuicioso.

    III

    A m me gusta contar. Cuento todo. Es decir, cuento con nmeros. Megusta contar los pasos que hay de mi cama a la heladera, los autos con patente

    terminada en siete, hace aos que cuento los segundos que puedo pasar

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    haciendo pis. Mi rcord es ciento ocho segundos de pis sin parar. Hay quetomar mucha gaseosa para igualar mi marca. A veces pienso que me gustaratrabajar en una central espacial y ser el encargado de llevar adelante la cuenta

    regresiva para el despegue del Challenger o de cualquier otra nave.Tambin me gusta contar con palabras. No puedo parar. Mi mam dice

    que soy charlatn pero no es eso, al menos no es eso siempre. Cada vez que meencontraba con Patricia tena algo nuevo para contarle: las pavadas que mehaban pasado en la verdulera, las cosas que haba vivido de chico, los los quehabamos armado en la primaria con Pablo. Me gusta contar historias. Perohistorias de verdad, de cosas mas o que me contaron. No historias inventadas.Tal vez sea charlatn pero no mentiroso.

    As que apenas pude, les cont a Pablo y Ezequiel la historia que me haba

    contado Patricia. Estbamos en la casa de Pablo jugando con el Sega ycontrolando que sus paps no aparecieran por la pieza porque Ezequiel habaconseguido un jueguito no apto para padres. Como la mam estaba preparandola merienda y en cualquier momento entraba con los vasos y los sndwiches,aprovech para ponerlos al tanto. Pablo larg el Sega y los dos se pusieronserios, como si les estuviera revelando una verdad nica. O una gran mentira.

    El Equi es gallina pero no por eso deja de ser fantico del Diego. Siemprese lamenta por haber tenido slo un ao cuando se jug el Mundial 86, y jura yperjura que se acuerda de todos los partidos de Argentina en el Mundial 90.Para m que los vio despus y se hizo la idea de que los vio en directo. SiEzequiel admira a Maradona, ni que hablar de Pablo, que es de Independiente.Dice que cuando cumpla diecisis se va a hacer tres tatuajes. Uno con la cara desu madre, otro con la cara de un escritor francs llamado Calmus o Capus, oalgo parecido, y el tercero con la cara del Diego. Los tres, ms de una vez, noshabamos imaginado lo que se deba sentir jugar en el mismo equipo queMaradona. Y saber que exista la primera pelota con la que haba jugadoresultaba inquietante.

    Es increble dijo Ezequiel.Y vos la viste? pregunt Pablo.No, para eso tendra que ir a la casa de Patricia y ah est el viejo. Debe

    ser un guardabosques con la hija.Pero estara buensimo ver esa pelota, tocarla, qu se yo, hacer un

    cabeza agreg Pablo.S, estara buensimo dije yo.Los padres de Pablo estaban lejos de la habitacin y sin embargo no nos

    pudimos concentrar en el juego zarpado que haba conseguido Ezequiel. Los

    tres seguamos pensando en esa pelota, soando con ella.

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    6. Con A de Amor

    I

    ue un viernes distinto, el comienzo del fin de semana ms importante demi vida. Faltaban dos das para la Nochebuena y la gente ya estaba bajo el

    efecto fin de ao: sidra, apuro, compras y dejar lo dems para el ao nuevo. Se