marton sandra - calor sureño

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SANDRA MARTON TITULO ORIGINAL: THE GROOM SAID MAYBE!

David Chambers estaba sentado en la fila de atrs de bancos de la pequea iglesia de Conneticut, haciendo todo lo que poda para parecer interesado en la farsa que se estaba celebrando en el altar. Tena la sospecha de que no le estaba saliendo muy bien. Pero cmo le iba a salir de otra manera? Aquello no tena el menor sentido! La novia radiante, el novio nervioso. Aquella cantidad de flores que haba en la capilla, dndole un aspecto de funeral. La msica, el cura. David frunci el ceo y se cruz de brazos. Se sinti como si estuviera presenciando el segundo acto de una comedia de la que ya saba el final. El tercer acto, el divorcio, ya se vislumbraba en el horizonte. -Dawn y Nicholas- dijo el cura, con la voz cargada de emocin. Hoy vais a iniciar la aventura ms maravillosa de vuestra vida. Al lado de David haba una mujer, una mano enlazada al brazo de su marido, en la otra un pauelo. Estaba llorando en silencio. David entrecerr los ojos. Otras mujeres tambin sollozaban, incluida la madre de la novia, que ya era mayorcita como para que le conmoviera ese tipo de cosas. Porque cualquier ser humano que estuviera por encima de los treinta, en especial los que se haba divorciado, ya deban saber en lo que todo aquello acababa. David pens que si alguien se atreva a pedir en alto que se levantasen los que haban perdido la guerra del matrimonio, ms de media iglesia se pondra en pie. -Nicholas- dijo el cura, aceptas a Dawn por esposa? La mujer que haba al lado de David suspir. David la mir. La lgrimas le caan por las mejillas, pero sin dejar la menor marca en el maquillaje. Increble, cmo las mujeres se preparaban para aquellas ocasiones. -En la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza. David se acomod en su sitio, repitiendo en silencio aquella letana. Cunto tiempo iba a durar aquello?. Se senta como si hubiera estado volando tres das de un sitio a otro. Senta las piernas como si se las hubieran cortado por las rodillas, gracias a la hora y media que haba tenido que pasar en el avin que le haba llevado a Conneticut. Adems, los bancos de aquella iglesia eran incomodsimos. Era una iglesia construida en 1720, segn le haba dicho una mujer de pelo canoso. -De verdad?- la haba contestado l. De nada sirvi que le sonriera, porque la seora se haba dado la vuelta, lo haba mirado de arriba abajo y contest: -S, de verdad- con un tono que dejaba claro lo que pensaba de l.

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A lo mejor no tendra que haber ido a la boda. Estaba muy cansado y era demasiado viejo como para fingir que estaba presenciando un milagro, cuando la verdad era que los que estaban frente al altar tenan las mismas posibilidades de triunfar en ese sacramento que llamaban matrimonio, que un pingino en subir a la luna. La novia mir con ojos candorosos al novio. Su sonrisa estaba cargada de promesas. En aquel momento a David se le vinieron a la mente las tres mentiras ms frecuentes de este mundo. Todos los hombres las conocan: 1-Ya te he enviado el cheque. 2-Por supuesto. Siempre te respetar. 3-Confa en m. La primera mentira, por lo menos, la decan los dos sexos. Como abogado que era, David haba pasado ms tiempo del que l hubiera querido, sentado en su mesa, escuchando a los clientes de ambos sexos decirle que cualquiera que fuera la cantidad de dinero en litigio, ya la haban envidado por correo. La segunda mentira, la decan mas bien los hombres. Incluso l mismo la haba dicho en su juventud. El recuerdo le hizo sonrer. Llevaba sin acordarse de Martha Jean Steenburguer aos. Pero se la estaba imaginando como si acabara de estar con ella el da anterior. Martha Jean, de vuelta a casa despus de un ao en el colegio, mirndolo con inters y hacindolo enrojecer. Le haba sonredo durante la fiesta del cuatro de julio y David haba tragado saliva y la haba seguido hasta el granero, donde le dio un beso en los labios. -Me vas a respetar despus- le haba preguntado Martha Jean muy seria. Y cuando l le contest en sentido afirmativo, los dos se metieron entre el heno y ella se lo llev al paraso. La tercera mentira, era una mentira masculina, pero cualquier hombre que hubiera pasado la pubertad saba que cuando una mujer deca confa en m, no tena nada que ver con el sexo, sino con el amor. Eso era lo que la converta en la mayor de las falsedades. Era una mentira que le haba dicho Eva a Adn, o la que le haba susurrado Dalila al odo de Sansn. Seguro que tambin fue lo que le dijo Ginebra al rey Arturo. Confa en m. Cuntos hombres habran hecho eso durante siglos y siglos? Millones probablemente. El matrimonio, en definitiva, solo se lo poda tomar uno a broma. Y no es que l hubiera dejado de salir con mujeres. De hecho, le gustaban bastante. No haba nada mejor en este mundo que compartir la cama durante unas cuantas semanas con una mujer. Pero cuando llegaba el momento de romper, haba que romper. No soportaba los lloros, ni las lgrimas, ni las recriminaciones. Era un hombre que no haca promesas. Todava no haba conocido a una mujer que se hubiera marchado despus de que l hubiera mostrado inters por ella.

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Jack Russel, su socio, del bufete de abogados, deca que era porque lo vean como un reto irresistible. Tambin deca que tarde o temprano David cambiara. Una esposa, segn Jack, tena una influencia muy benfica en un hombre. Llevaba la casa, planificaba las fiestas, ayudaba a entretener a los clientes y se ocupaba de que todo marchara a la perfeccin. David estaba de acuerdo, pero deca que con una buena secretaria y un buen servicio de comidas, se poda conseguir lo mismo, sin tener que preocuparse de dar mayores explicaciones. David suspir y estir las piernas. El problema eran las horas que haba estado viajando en avin. La pareja que estaba ante el altar mereca el beneficio de la duda. La chica era la hija de un amigo. David la haba visto crecer, como tambin haba visto a sus padres divorciarse. De hecho, l era el que se haba encargado de representar a Chase ante el jurado. No haba forma de evitarlo. El matrimonio era un estado antinatural, ideado por las mujeres para sus propios fines y. Bang! Qu ha sido eso? David se levant y mir a su alrededor. Las puertas de la iglesia se haban abierto. El viento las haba impulsado contra las paredes. La silueta de una mujer se form, a la luz del sol de la tarde. La ente empez a murmurar. -Quin es esa mujer?- pregunt a su marido, la mujer que haba a su lado. Por qu no se sienta? Por qu no cierra alguien esas puertas? David suspir, se levant de su sitio y se dirigi hacia la parte de atrs de la iglesia. Estaba dispuesto a hacer su buena accin de aquel da. Annie, cuando lo vio, le dio un beso y le dijo que le haba puesto al lado de una amiga muy querida suya, en la fiesta que iban a dar despus de la boda. -No es una mujer con la que puedas jugar- le dijo, con la sonrisa en sus labios. Se llama Stephanie Willingham y es viuda. Prtate bien con ella, vale? Y por qu no? Hablara con la viuda willingham, la sacara a bailar un par de veces y despus a lo mejor llamaba a Jessica o Helena, antes de marcharse otra vez a Washigon. O lo mejor sera irse a casa pronto, porque tena que leer algunos informes antes del da siguiente. La mujer que haba causado aquella conmocin era la ta de la novia. Ya la haba visto en un par de ocasiones. Era modelo, y por tanto estaba acostumbrada a hacer entradas espectaculares. David la salud con la cabeza, al pasar a su lado. Cerr las puertas, se dio la vuelta y de pronto se encontr frente a la mujer ms hermosa que haba visto jams. Estaba sentada en la ltima fila de la iglesia, igual que l, pero en la parte donde se haba sentado toda la familia del novio. Tena una cara triangular, casi felina en su delicadeza. Los pmulos eran muy pronunciados. Los ojos marrones, la nariz recta y clsica, su boca suave. Tena el pelo oscuro y lo llevaba echado para atrs y recogido en una coleta.

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Con una rapidez inusitada, David se descubri a s mismo deseando agarrarla entre sus brazos y quitarle las horquillas que sujetaban el pelo. En ese mismo instante la mujer lo mir a los ojos. Tena una mirada fra y afilada. Pareca como si le estuviera diseccionando sus pensamientos. No era posible que supiera lo que estaba sintiendo por ella en aquellos momentos. Porque su cuerpo estaba actuando como si tuviera vida propia. Era imposible que ella se diera cuenta. Pero al parecer s se estaba dando cuenta. Lo saba. Estaba seguro de ello, a pesar de que en ningn momento aparto la mirada de sus ojos. Porque de otra manera no se poda explicar su sonrojo, ni la mirada de desprecio antes de girar la cabeza. David se qued paralizado. No poda creerse que hubiera tenido una reaccin tan estpida ante una desconocida, ni tampoco poda recordar a ninguna mujer que lo hubiera mirado con tanto desdn. Estuvo a punto de caminar hacia donde estaba sentada, ponerse en el asiento vaco, y decirle que tena razn, que nada mas mirarla haba querido llevrsela a la cama y que no haba podido evitarlo. Pero pudieron ms las normas sociales. Suspir hondo, se fue hacia su sitio, se sent en el banco y concentr su atencin en lo que estaba ocurriendo en el altar, porque al fin y al cabo era un hombre civilizado. Cuando termin la ceremonia y los novios empezaron a caminar por el pasillo, para salir de la iglesia, David se haba olvidado de la mujer.. Stephanie Willingham estaba en el cuarto de bao del club de campo, mirndose al espejo. Por suerte, no tena el aspecto de una mujer que acabara de hacer el ridculo, algo por lo que deba estar agradecida. Tom aire y lo fue soltando poco a poco. Cunto tiempo tendra que esperar, hasta poder marcharse sin provocar comentarios?. Porque no poda macharse antes de la fiesta sin provocar comentarios. Y los comentarios suponan preguntas. Y las preguntas, respuestas. Y ella no tena respuestas. Porque la forma en que le haba mirado aquel hombre en la iglesia haba sido un descaro. La haba desnudado con la mirada. Stephanie levant el mentn. Despreciable, era la palabra. Pero su propia reaccin haba sido lo peor. Se haba dado cuenta de que la estaba mirando, haba sabido lo que estaba pensando, pero lo que no poda explicarse era el calor que haba invadido su cuerpo. Al acordarse de aquel momento, se sonrojo. Qu es lo que te esta pasando, Stephanie?- se pregunt, mirndose al espejo. Era un hombre atractivo, bastante guapo. Muy masculino, con el pelo echado para atrs y recogido en una coleta, con un cuerpo fuerte y bien formado, con un traje muy del oeste y botas. Botas. Por Dios bendito.

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Pareca Clint Eastwood en Connecticut. Como para echarse a rer. Pero no lo haba hecho. Y eso era lo peor. Porque nada ms verlo su cuerpo se haba inflamado, como una llama que amenazaba con consumirla. Aquello no tena sentido. Porque a ella no le gustaban los hombres. No quera tener ninguna relacin con ellos en su vida. No entenda cmo poda haber tenido una reaccin similar ante un hombre, sobre todo cuando, nada ms verlo, se haba dado cuenta de sus intenciones. El cansancio, era la nica explicacin. La noche anterior haba volado desde Atlanta y se haba levantado muy pronto. Aparte de que haba sido una semana agotadora. Stephanie suspir. Nunca tena que haber aceptado la invitacin para aquella boda. Para empezar, las bodas no eran su fuerte. Nunca le haban hecho mucha ilusin, ni siquiera antes de casarse con Avery, aunque deseaba todo lo mejor para Dawn y Nicholas. Nada ms recibir la invitacin, haba llamado a Annie para felicitarla, intentando ponerle alguna disculpa para no acudir a la ceremonia. Pero Annie no se lo permiti. -Deja de decir tonteras- le haba dicho Annie. Tienes que venir a la boda. Steffie. Dawn y Nicholas se pondrn muy tristes si no vienes. Al fin y al cabo se conocieron gracias a ti. Stephanie sonri, se puso la mano en la cabeza y se aliso el pelo. A pesar de tener algo de razn, haba exagerado un poco. Porque la verdad, ella no los haba presentado. Lo que ocurri fue que cuando se diriga a su casa despus de pasar una semana sola en Cape Cod, tratando de poner algo de sentido a su vida, se le pinch una rueda, justo en medio de una tormenta. Aparc el coche en la cuneta, sintindose una desgraciada, cuando Dawn le ofreci su ayuda. Nick fue el siguiente en aparecer. Le dijo a Dawn que se apartara, y fue l, el que cambio la rueda pinchada, sin apartar sus ojos ni un segundo de Dawn. A los pocos minutos, apareci Annie, justo cuando Nick haba terminado su trabajo. Todos ellos se presentaron y Annie los invit a tomar una taza de chocolate caliente. La sonrisa de Stephanie se fue desvaneciendo. Avery nunca habra sido capaz de entender que se pudieran hacer amigos por una simple coincidencia. Como tampoco haba sido capaz de entenderla a ella misma, desde que se casaron, hasta el momento de su muerte.. -Seora Willingham? Stephanie parpade y se qued mirando al espejo, Dawn Cooper, radiante con su vestido blanco estaba en la puerta. -Dawn- Stephanie se dio la vuelta, se dirigi hacia la muchacha y la abraz. Felicidades, querida. O te tengo que desear buena suerte?. Nunca me acuerdo de lo que hay que decir. -Creo que tienes que desearme suerte- la puerta se cerr, cuando Dawn se dirigi hacia el espejo. Desame suerte, porque creo que la voy a necesitar. -Tendrs toda la suerte del mundo- le dijo Stephanie. El hombre con el que te acabas de casar es el ms.Ests bien, Dawn? Dawn asinti con la cabeza.

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-Estoy bien- le contest. Lo que pasa es que he estado esperando tanto este da, que justo cuando llega me siento como si, como si.-suspir. Seora Willlingham? -Llmame Stephanie, por favor. Porque si no, me siento ms vieja de lo que soy. Stephanie. Ya s que no debera preguntar esto, pero, peroT tambin te pusiste nerviosa el da de tu boda? -nerviosa?- le pregunt Stephanie -Si, ya sabes, un poco picajosa. -Nerviosa- repiti Stephanie, dibujando una sonrisa. La verdad es que no me acuerdo.. -No quiero decir asustada. Ms bien preocupada. -Preocupada-repiti Stephanie tratando de mantener la sonrisa. -Como si sintieras que no siempre ibas a ser tan feliz como lo fuiste ese da. -Bueno.-dijo Stephanie -Oh seora..quiero decir Stephanie, creo que no tena que habrtelo preguntado. -No te preocupes. Slo estaba tratando de recordar. La verdad, ella no se haba puesto nerviosa el da que se cas con Avery. Ni tampoco se sinti asustada. Aterrorizada era como se haba sentido. Aterrorizada y desesperada. Muerta e miedo. Pero claro, aquello no se lo poda decir a aquella chiquilla. -Es que hace tanto tiempo. Siete aos ya, sabes?. Siete Dawn agarr a Stephanie de las manos. -Perdname, por favor. Estoy tan ensimismada que se me haba olvidado que el seor Willinghames decir, que te has quedado viuda. De verdad que no era mi intencin recordrtelo. -No te preocupes, no pasa nada. -Soy una estpida!. Digo las cosas sin pensar. Es una costumbre horrible. Nicky me lo dice constantemente. Algunas veces, empiezo a decir algo, sin siquiera haberlo pensado. Lo siento de verdad, Stephanie. Me perdonas? No tengo nada que perdonarte- le contest Stephanie con amabilidad, sonriendo a la chica. -De verdad? -De verdad. No me extraa que estuvieran tan triste cuando entr aqu. Debe ser muy duro perder a la persona que amas. Stephanie estuvo pensando la respuesta. -Supongo que s- le dijo, al cabo de un minuto. -Me lo puedo imaginar. Si a Nicky le pasara algo.si algo nos separara.-los ojos de Dawn se arrasaron de lgrimas. Se ech a rer, se gir hacia el espejo y sacndose un pauelo del bolso se las sec. Es horrible. Me estoy convirtiendo en la mujer ms llorona de los ltimos tiempos. -Es comprensible- le contest Stephanie.-Hoy es un da muy especial para ti. -S- Dawn se son la nariz. Parece como si me hubiera subido a la montaa rusacoment, sonriendo. Gracias Stephanie. -Por qu?

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-Por haberme escuchado. Supongo que todas las recin casadas se comportan de la misma forma. -Ms o menos- contest Stephanie. Estas segura de que ya ests bien? -S -No quieres que busque a tu madre y le diga que venga a verte? -No, no. Mi madre ya tiene bastantes problemas que resolver hoy. Sal y divirtete, Sabes ya en qu mesa tienes que sentarte? -No. -Pues si no recuerdo mal, mi madre te ha puesto en una mesa muy interesante. -De verdad?- le pregunt Stephanie tratando de mostrar inters. -S. Te vas a sentar con una pareja de Nueva York, unos amigos de mis padres. -Interesante. -Y tambin al lado de mi prima y su marido. El es ingeniero y ella maestra. -Bueno, todos ellos parecen..- empez a comentar Stephanie. -Y al lado de mi to David. En realidad no es mi to. En realidad es el seor Chambers, pero es que lo conozco de toda la vida. Es amigo de mis padres. Es un hombre muy guapo- Dawn empez a rerse. Est todava soltero y es muy sexy para ser un hombre tan mayor. -S, bueno, parece interesante.. La puerta se abri y entraron las dos damas madrinas de Dawn, rindose y provocando mucho alboroto. Stephanie aprovech la oportunidad que se le brindaba. Le dio un beso s Dawn, se arregl un poco el vestido y sali al pasillo. De pronto la sonrisa se le borr de la cara. Annie la haba colocado al lado de un soltern. A pesar de que incluso su matrimonio haba sido un fracaso, Annie tena alma de casamentera. -Oh- haba exclamado, cuando se enter de que Stephanie se haba quedado viuda. Qu triste. Stephanie no haba querido contradecirla. En aquel momento no se conocan lo suficiente. Aunque la verdad, tampoco conoca a nadie lo suficiente como para contar confidencias. A pesar de que ninguno de los que la conocan pensaba que fuera una viuda triste y compungida. La buena gente de Willingham Corners ya tena formada una buena idea de lo que era y la muerte de Avery no haba hecho cambiar su opinin. Porque ninguno de ellos haba tratado de presentarle a ningn posible marido. Aunque pareca que aquellos eran los planes de Annie. Stephanie suspir y se fue hacia la mesa, donde haba colocado las tarjetas con los nombres de los comensales. Decidi que poda aguantar una tarde con el to de Dawn. Seguro que era un hombre inofensivo. Annie era una mujer inteligente. NO haba conocido a Avery, pero saba que muri a los cincuenta y muchos, as que la habra colocado junto a algn hombre ya maduro. Un hombre maduro muy sensual, pens Stephanie. Busc la tarjeta con su nombre, la encontr y la levant. Mesa siete. No estaba mal, pens mientras entraba en el saln de baile. La mesa estara alejada de la banda, as que no tendra que preocuparse por sus odos. Stephanie fue en busca de su mesa. La encontr, apartada en un rincn. La mayor parte de sus ocupantes ya estn sentados. La mujer regordeta y el

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hombre con gafas, tenan que ser la profesora y el ingeniero. Slo faltaba el to David, que aparecera en cualquier momento. El pequeo grupo de la mesa siete levant sus miradas cuando ella puso la tarjeta al lado de su plato. _hola le salud la mujer regordeta. A continuacin, su mirada se apart de Stephanie y sonri de la forma que una mujer sonre cuando ve algo o alguien maravilloso. Y hola a ti tambin- ronrone. -Qu pequeo es el mundo. Stephanie se qued helada. Oy la voz justo detrs de ella. Era un hombre. Su tono de voz era grave y con un cierto aire irnico. Se dio la vuelta poco a poco. Estaba a escasos milmetros de ella. Era un hombre alto, con una cara de ngulos muy bien definidos, ojos azules, como si fueran trozos de cielo. Pareca en verdad Clint Easood, pens sonriendo. Pero sonrer no le iba a servir de nada. Y menos cuando se fij en el nombre de la tarjeta que haba al lado de su plato. -El to David?- pregunt. Stephanie record cmo la haba mirado la primera vez que se vieron. El tono insolente haba desaparecido. -Y la viuda willingham- coment l, mientras le apartaba la silla, para que se sentara. Creo que sta a ser una velada muy agradable.

Stephanie se sent. Qu otra cosa poda hacer?. Todos los que estaban en la mesa los miraban con curiosidad. David Chambers se sent a su lado. Cuando se acomod en su sitio, le roz con la pierna. Stephanie movi su silla tan lejos de l como pudo. David se acerc cuerpo al de ella y coment: -Seora Willingham, he de decirle que no tengo ninguna enfermedad contagiosa. Y no muerdo, si no me provocan. Stephanie se sonroj. Ninguno de los que haba sentados a su lado lo haba odo, aunque estaba segura de que les hubiera gustado, a juzgar por la forma en que la estaban mirando. Pens que tena que decir algo, pero no poda. Tena la lengua pegada al paladar. Se aclar la garganta, se humedeci los labios y justo cuando iba a abrir la boca, el micrfono empez a emitir sonidos, silenciando cualquier conversacin. Los invitados de la mesa siete empezaron a rer concierto nerviosismo. -Podan contratar a algn ingeniero de sonido- coment el hombre con gafas. Sonri, se levant y entendi su mano, para saludar a David. Hola, encantado de conoceros. Me llamo Jeff Blum y esta e s mi esposa, Roberta. -llmame Bobbi- coment la mujer, moviendo sus prpados. Despus se present la otra pareja. Eran unas personas con un aspecto ptreo, con nombres que David pens que eran muy puritanos. -Hayden Crowder- dijo el hombre, extendiendo una mano seca y fra. -Y yo me llamo Honoria- dijo la mujer, sonriendo. Y vosotros cmo os llamis? 8

David Chambers- dijo David, al ver que Stephanie permaneca en silencio. Y la mujer que est a mi lado es.. Stephanie Willingham. Seora de Avery Willingham- contest Stephanie. Y he de decirles que no he venido aqu con el seor Chambers, ni tampoco he elegido yo su compaa. Bobbi Blum mir a su marido. Hayden Crowder mir a su esposa. Los cuatro miraron a Stephanie, quien trataba de no mirar a nadie. Qu bicho la habra picado? Era la cosa ms estpida que haba podido decir, sobre todo cuando el hombre que estaba sentado a su lado haba intentado ser amable con ella. En aquel momento leg el camarero con las copas de champn. -Champn- dijo Honoria Crowder. Yo siempre he dicho que champn es la nica bebida que se debe servir en las bodas. No es cierto Hayden? Hayden Crowder trag saliva. Stephanie vio cmo su nuez se mova arriba y abajo en su delgado cuello. -S querida. -Yo tambin pienso lo mismo- coment Jeff Blum, asintiendo con la cabeza. Verdad que siempre lo he dicho, Bobbi? Bobbi Blum gir la cabeza y sonri perpleja a su marido. -Qu es lo que has dicho, querido? -Que el champn e.lo que la seora Corwder ha dicho que es. -Llmame Honoria- dijo Honoria. De pronto, todos permanecieron en silencio. Stephanie tena las manos en su regazo. Todos haban tratado de decir algo para hace menos tensa aquella situacin, todos menos David Chambers. La estaba mirando. Poda sentir la fuerza de su mirada. Por que no deca nada?. Algn comentario gracioso, por ejemplo. Cundo iba a empezar la banda a tocar? Como si la hubiera odo, el trompetista se puso en pie y empez a soplar su trompeta. - Y ahora- anunci el cantante, demos un clido recibimiento a Dawn y a Nicholas! Los Crowder y los Blum miraron en direccin a la pista de baile. Stephanie suspir. A lo mejor David Chambers tambin estaba mirando a los novios. Poco a poco fue echando la silla para atrs. Aquel era el momento perfecto APRA visitar de nuevo el cuarto de bao. -Se va muy pronto, seora Willingham. Stephanie se qued paralizada. Despus, intent poner una expresin amable y corts, gir su cabeza y mir a David Chambers. -seor Chambers- se aclar la garganta. Seor Chambers, he de decirle que no era mi intencin ser grosera con usted.. -Se est disculpando? -Estoy dndole una explicacin Stephanie se puso en pie. Le prometo que no quise ser grosera. -Y qu intentaba entonces?- le pregunt, sonriendo de una forma que aceler los latidos de su corazn. Por un momento, pens que incluso la iba a besar. -Pues quise dejar claro que usted y yo no venamos juntos.

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-Lo dej muy claro. -Estoy segura de que Annie nos puso juntos con la mejor intencin, pero -Annie? -Annie Cooper, supongo que.. -Viene por la familia del novio? -Conozco al novio y a la novia, seor Chambers. -Pero la ha invitado Annie. -No veo qu inters pueda tener eso ahora. -Yo s- contest David, aunque sin saber bien por qu. Dgame seora Willingham, por qu ha elegido entonces venir invitada por el novio? -Y usted a qu se dedica seor Chambers -No s qu relacin tiene eso con mi pregunta. -Ninguna, slo que me gustara saberlo. -Soy abogado. -Ah, eso lo explica todo. -Explica el qu?- pregunt David, entrecerrando los ojos. -Su tendencia a interrogar a la gente. -le pido disculpas seora Willingham, pero yo no -Debo admitir sin embargo, que prefiero eso a su tendencia a desnudar a las mujeres con la mirada. En ese momento la banda empez a dar las primeras notas de una cancin y Stephanie tuvo que levantar la voz. Honoria Crowder movi una mano y tir su copa de champn, derramando el lquido dorado sobre la mesa. -Oh!- exclam Honoria. Qu torpeza! Bobbi Blum le ofreci una servilleta. La haba salvado la campana, pens Stephanie un tanto histrica. En ese momento apareci el camarero con el primer plato. Los Crowder y los Blum tomaron sus tenedores y atacaron los ccteles de marisco con un fervor que Stephanie pens que tena sus races en su dese de levantarse y salir huyendo de all cuanto antes. Y si ella estuviera en su sano juicio, tena que hacer lo mismo.. Pero no lo hizo. Tom su tenedor y empez a meterse la comida en la boca, porque a lo mejor de esa manera dejaba de meter la pata. -Eso no es cierto. Stephanie levant la cabeza, mir a David y al ver su sonrisa, sinti un escalofro por la espalda. -Qu no es cierto?- pregunt Bobbi Blum. -Que desnudo a las mujeres con la mirada- contest sonriendo y mir otra vez a Stephanie, quien se sonroj. Al menos no de forma indiscriminada. Yo slo me fijo en las mujeres guapas que veo que estn desesperadas por.. La banda empez a tocar de nuevo. Los Crowder y los Blum se levantaron y se fueron a bailar. Stephanie se qued sentada, sin mover un solo msculo. Pens en pegarle una bofetada al hombre que tena a su lado, pero aquello iba a poner en un apuro a Annie.

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Adems las mujeres no hacan ese tipo de cosas. Aunque cuando ella era ms joven, cuando estaba soltera, s que lo hubiera hecho. Steffie Horton le habra pegado un puetazo en la mandbula a David Chambers, que lo habra tirado al suelo. Un temblor le recorri la espalda. Steffie Horton hubiera hecho lo mismo que Stephanie Willingham haba estado haciendo toda aquella tarde. Se habra comportado de forma grosera y habra dicho cosas sin pensar. Era algo que estaba en sus genes. Avery haba estado equivocado en un montn de cosas, pero no en esa. Qu le estaba pasando?. Se estaba comportando de una manera un tanto extraa. David Chambers le haba tendido una mano amable y ella la haba rechazado. Stephanie suspir y gir la cabeza, para mirarlo. -seor Chambers.. Las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. Estaba sonriendo, aunque de una forma muy extraa. En realidad no era una sonrisa. Estaba enseando los dientes. Le record al mastn que tena Avery, cuando la llev a la casa de Oak Hill. -Quera decirme algo? -No- le respondi Stephanie.- nada. David asinti. -Pues entonces yo creo que con esto podemos dar por concluida nuestra conversacin. Tan slo debo aadir que con un poco de suerte no tendremos la desgracia de volvernos a ver nunca ms- coment sonriendo. Se me ha olvidado algo? -Nada. De hecho, no creo que yo lo hubiera expresado mejor. David se puso la servilleta en las rodillas. Stephanie hizo lo mismo -Que aproveche, seora Willingham- le dijo David. -Que aproveche, seor Chambers-respondi Stephanie y se empez a comer las gambas. Cuando terminaron de servir toda la comida, se cort la tarta nupcial. Los Blum y los Crowder slo aparecan muy de vez en cuando, lo suficiente como para probar algunos bocados de los platos que les sirvieron. -Nos encanta el baile- les coment Bobbi Blum. -Y a nosotros tambin- dijo Hayden Crowder, cuando su mujer se sent a su lado. Casi nunca nos quedamos sentados en una boda, est quien est en nuestra mesa, no es cierto, querida? -Cierto- coment Honoria y se puso en pie. David observ a las dos parejas dirigirse hacia la pista de baile, con una sonrisa. A continuacin, apart el plato, ech para atrs la silla y se cruz de brazos. -Bueno- dijo, al cabo de un minuto. Esta va ser una boda que nunca van a olvidar. -Supongo que o- coment Stephanie. En la pista de baile, los Blum y los Crowder formaban un pequeo grupo, mirando la mesa siete como si esperaran que en cualquier momento fuera a aparecer al polica o los loqueros. David se ech a rer.

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Stephanie apret los labios. -A m no me parece gracioso- le dijo y a continuacin se ech ella tambin a rer. David la mir. Se haba sonrojado y sus ojos brillaban de forma especial. Pareca ms joven, ms guapa. En aquel momento se dio cuenta de que no se haba engaado, cuando haba pensado que era la mujer ms guapa que haba en aquella sala. Y l, lo nico que haba estado haciendo durante la ltima hora, era meterse con ella.Estaba como una cabra!. Lo que tendra que haber hecho era sentarse a su lado, presentarse y preguntarle si podan quedar algn da para tomar algo. Tendra que haberle dicho que era la mujer ms guapa que haba conocido.. Todava lo poda hacer. NO era demasiado tarde. -Seora Willingham, Stephanie, con respecto a lo que ha pasado antes..-ella lo mir. David sonri. Me refiero a lo que ocurri en la iglesia. -No pas nada- coment ella. -No me digas eso. T me miraste, yo te mir y. -Seor Chambers. -David. -Seor Chambers- Stephanie se cruz de brazos. Ya s que todo esto no es culpa suya, que todo ha sido idea de Annie. -Es muy probable- contest, rindose. Ella ha sido la que lo ha ideado todo. Saba que usted no estaba comprometida, o me equivoco? -No, soy viuda- respondi Stephanie -Yo estoy divorciado. Seguro que Annie mir la lista de bodas, vio mi nombre, vio el suyo y decidi ponernos juntos. Lo lleva en la sangre, aunque no s bien por qu, si tenemos en cuenta las veces que se ha casado. Stephanie se puso colorada. -Le aseguro seor Chambers, que yo no tengo intencin de volverme a casar. David levant las manos. -poco a poco, seora Willingham. Le aseguro que antes de dar ese paso, preferira pasarme toda la noche bailando con la seora Blum Stephanie intent no rerse. -Yo no le veo nada malo a la seora Blum. -a excepcin de que le pisa los pies a su marido cuando baila- contest David. Y que pesa ms que nosotros dos juntos- Stephanie ri. Te pones muy guapa cuando te res, Stephanie -Seor Chambers. -David. Creo que ya nos hemos insultado lo suficiente, como para tutearnos. -David, a lo mejor hemos empezado con el pie cambiado, pero -Tambin la seora Blum. Stephanie sonri y David sinti que el corazn le daba un vuelco. Tena una sonrisa encantadora. -Creo que lo mejor ser olvidar todo esto. -Es lo mejor, porque todo ha sido culpa ma. -No slo tuya. Yo vi. La forma en que me miraste en la iglesia, cuando fuiste a cerrar las puerta s y pens que, que.-suspir. Lo que quiero decir es que no quise ser tan, tan

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-Mal educada?- le pregunt, de forma inocente. Quisquillosa?. Es esa la palabra que estabas buscando? -Ests tentando demasiado la suerte- le contest ella. Ponindome palabras en la boca. David pens que si por l fuera, le pondra ms que palabras en aquella boca. Se aclar la garganta. -Ah- dijo l, moviendo de lado a lado la cabeza. Yo pensaba que la viuda Willingham iba a disculparse por su comportamiento. Yo crea que la gente del sur era ms educada. -Mi educacin es impecable. Y cmo sabes que soy del sur? -por tu acento. Aunque he de decirte que me gusta. Es muy femenino. -Pues si quiere que yo le responda que me gusta su acento de Montana, seor Chambers. -Montana?- David se puso la mano en el pecho. Dios mo, sabes muy bien cmo insultar a una persona. Yo soy de Wyoming. -Oh! -Oh?. Eso es todo lo que se te ocurre, despus de acusarme de ser de un estado donde hay mas vacas que personas?- sonri. -Disculpa. -Disculpas aceptadas. Adems para tu informacin, yo no tengo acento. Stephanie sonri de forma clida y desenfadada esa vez. Tena acento. Y estaba convencida de que l lo saba. Tena una voz grave, que recordaba a montaas y a espacios abiertos, a un lugar donde el cielo por la noche se cubra de estrellas y los prados se extendan hasta el horizonte. -Te pill. -Qu?. Pregunt ella, parpadeando. -Que has sonredo- le inform, sonriendo l tambin. Has sonredo de verdad. Y yo estoy de acuerdo. -Estas de acuerdo en qu- le pregunt, confundida. -Que hemos empezado la relacin con un mal pie. Stephanie pensaba lo mismo. Pareca un hombre agradable, aquel amigo de Annie, aparte de ser muy atractivo, era evidente que tena sentido del humor No es que tuviera ningn inters por l. Porque a ella no le interesaba ningn hombre. Pero no tena porqu ser grosera. Porque al fin y al cabo, lo nico que haba hecho era mirarla. Y aunque era algo que ella odiaba, ya estaba acostumbrada. Los hombre siempre la haban mirado, incluso antes de conocer a Avery. Aparte de que ella no poda decir que fuera inocente del todo. Porque cuando l la mir, durante un segundo sinti algo especial dentro de ella, algo como. -Stephanie? Levant la cabeza. David la estaba mirando, con ojos oscuros e intensos. -Qu tal si empezamos desde el principio? Le extendi la mano. Stephanie dud unos instantes. A continuacin, con mucha lentitud y mucho cuidado, levant ella tambin la mano y se la estrech.

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-Eso es- coment l, con suavidad. Cerr los dedos en torno a su mano. Tena unos dedos clidos, duros y con callosidades. Aquello la sorpedi. Aunque haba dicho que era del oeste, de llevar botas vaqueras, el pelo recogido en una coleta y unos hombros muy anchos, tena todo el aspecto de ser un hombre muy rico y poderoso. Ese tipo de hombres, no tenan unas manos como las que l tena. David acerc su cabeza a la de ella. Stephanie pens que tena que retirarse, pero no pudo. No poda apartar la mirada de l ni un momento. -Eres una mujer muy guapa, Stephanie. -Seor Chambers. -Pens que ya nos tutebamos. -David- Stephanie se humedeci los labios con la lengua. Vio cmo l observaba el movimiento de su lengua y el mismo fuego que haba sentido horas antes, surgi de nuevo en su interior. David- repiti. Creo, creo que est muy bien que hayamos hecho las paces, peropero. -Deberamos ser sinceros. -Yo estoy siendo sincera. Yo no quiero. -S. T s quieres- le interrumpi, con una voz ronca, que la hizo arder por dentro. Los dos queremos. -No! David pudo sentir la tensin en su mano. Sera mejor no seguir adelante. Tiempo habra para ello. Cuanto ms tiempo pasara desde el momento en que dos personas desearan hacer el amor, ms placentero sera cuando lo hicieran. Lo saba por experiencia. Pero no poda parar. No con aquella mujer. La quera all y en aquel momento. Deseaba estar encima de ella, sentir su cuerpo desnudo en sus manos y en su boca, ver sus ojos arder de deseo mientas la acariciaba y entraba dentro de ella -Ven conmigo- le inst. Tengo el coche fuera. Iremos a un hotel. -Eres un cerdo! Le apart la mano. Para eso has querido hacer las paces conmigo? -No- le contest. Se sinti como si estuviera al borde de un precipicio. Nunca antes haba conocido a una mujer igual. Nunca antes haba sentido tal deseo. Stephanie.. -Deja de llamarme Stephanie!- le grit, echando para atrs su silla. Se haba sonrojado. Ha malgastado su tiempo, seor Chambers. Ya he visto su juego. -No es un juego! Desde el momento que nos hemos visto, te he deseado y t me has deseado. Por eso ests tan enfadada. Porque has sentido lo mismo, pero tienes miedo de admitirlo. -Yo no tengo miedo de nada, seor Chambers. Y menos de hombres como usted. Era mentira. S tena miedo. Se poda ver en sus ojos y en el color de sus mejillas. -Los hombres como usted ven a una mujer y ya estn pensando en cualquier guarrera.- Qu?- le pregunt, echndose a rer. -Y por lo que respecta a lo que yo desee o deje de desear, lo nico que le puedo decir es que es un engredo. Por qu iba a querer una mujer en su sano juicio someterse a un..un.? -Hola chicos, qu tal? Stephanie cerr la boca. Annie haba ido a saludarlos.

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-Annie- dijo David, al cabo de un minuto. Se aclar la garganta. Hola. -Siento interrumpiros- coment Annie, sonriendo-. Ya veo que estabais manteniendo una interesante conversacin. Stephanie mir a David y despus a Annie. -S. Si. Es una boda muy bonita. Annie. Muy bonita- le dijo, sonriendo. Annie retir una silla y se sent junto a ellos. -Entonces he acertado? -Acertado en qu? -con vosotros dos- sonri Annie. Dawn y yo estbamos haciendo las invitaciones y me dijo que a excepcin de Nicky, el hombre ms guapo de la ceremonia iba a ser el to David. Y yo le dije que a excepcin de ella, la mujer ms guapa de toda la ceremonia iba a ser nuestra querida Stephanie. -Annie- dijo David. Escucha un momento.. -As que las dos decidimos poneros juntos en la misma mesa- finaliz Annie. A que ha sido una buena idea? -No- respondi Stephanie. Es decir, estoy segura de que tu intencin era buena, pero. Annie se ech a rer. -Tranquila. Nadie espera que anunciis hoy mismo vuestro compromiso. Pero bueno Staff, por qu te pones tan colorada? Y t David, vaya forma de mirarme. Es que no os lo estis pasando bien? -Nos lo estamos pasando en grande- respondi Stephanie. No es cierto, David? David sonri y se pas una mano por el pelo. -Ms que bien, dira yo- replic l. Disculpadme un momento. Voy a por algo de beber. Queris vosotras algo? -No gracias- respondi Annie. Ya he bebido demasiado. -Un vaso de vino blanco- pidi Stephanie. -Volver en un momento. Maldita sea!, pens David mientras se diriga hacia el bar. Por qu estaba metiendo la pata de aquella manera con Stephanie Willingham? Era una mujer de una belleza salvaje. Pero a pesar de ello, qu ms daba? El mundo estaba lleno de mujeres guapas que les gustaban los hombres como l. A pesar de no saber muy bien la razn. Pero Stephanie tena algo especial. Era su frialdad. O su fogosidad. No saba bien qu. Una mujer no poda mostrar frialdad y fogosidad al mismo tiempo. No poda mirar a un hombre como si quisiera estar en sus brazos y al siguiente instante mirarlo como si fuera a darle un puetazo. Lo mejor que poda hacer era salir de all, montarse en el coche y marcharse a Washington cuanto antes. De pronto, enarc las cejas y sonri. Chase?- dijo. No haba confusin posible. Aquella espalda era la de su amigo Chase Cooper, el padre de la novia. Chase se dio la vuelta, vio a David y extendi su mano. -David- dijo. Los dos hombres sonrieron y se dieron un abrazo. Qu tal estas? -Bien, muy bien. Y t? -Nunca me he sentido tan bien. Qu quieres tomar?

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-Un Whisky con hielo y un vaso de Chardonnay. -No me digas que has venido con una mujer? Ya te has dejado cazar? David se ech a rer. -El vino es para la chica que se ha sentado a mi lado. Y no me he dejado cazar. Ya me cazaron una vez y no creo que vuelva a caer en esa trampa nunca ms. -Haces bien. Te casas con una mujer y al cabo de dos aos te das cuenta de que esa misma mujer se ha trasformado en otra persona. -As es- replic David. Eso del matrimonio es cosa de mujeres- el camarero le dio el vaso de whisky y David tom un trago. Si tienes una buena secretaria, alguien que te haga la casa y una cocinera, Para qu necesitas casarte con una mujer? -Para nada- respondi Chase. David mir hacia la pista de baile. Vio que Stephanie estaba sentada sola en la mesa. Annie se haba ido, pero ella no, lo cual le sorprendi. -Por desgracia- sigui comentando David, hay algo que un hombre necesita y por eso la gente como t y como yo se buscan problemas. -S, pero los dos sabemos cmo resolver ese problema. Llvatelas a la cama y olvdalas. -Estoy de acuerdo. -En qu estis de acuerdo vosotros dos? Los dos hombres se dieron la vuelta. Dawn y Nick los estn mirando con cara de felicidad. -pap- dijo Dawn, besando a su padre en la mejilla. Seor Chambers. Me alegra tanto que estis aqu. Qu pasa, ya no me llamas to David?- le pregunt David sonriendo. Despus le tendi la mano a Nicholas, se dijeron lo que normalmente se deca en esas ocasiones y la pareja, al cabo de los pocos minutos, se march. -Eso es lo nico bueno del matrimonio- dijo Chase suspirando. Los hijos. -Estoy de acuerdo. Yo siempre haba esperado..-se encogi de hombros. Oye Cooper- le dijo sonriendo, en cuanto llevas un rato en el mostrador te pones tristn. Alguien te lo haba dicho? -S- respondi Chase. Mi abogado, hace cinco aos, la primera vez que me tramit el divorcio. Los dos hombres se echaron a rer y David le dio un manotazo en la espalda. -Tendras que darte una vuelta. Hay un montn de mujeres solas por aqu, por si no te habas dado cuenta. -Para ser un abofado, hay veces que incluso tienes buenas ideas. Qu pasa con la que est en tu mesa? Est ya con alguien? -S- respondi David. Ya le he echado yo el ojo encima. Chase sonri. -Vaya pjaro ests hecho. Bueno, no importa. Ver lo que hay por ah. Los dos se despidieron. Chase se fue en una direccin y David en la otra. La pista de baile estaba llena de gente. Los msicos estaban tocando melodas de los sesenta. David se abri paso, sin apartar nunca la mirada de Stephanie. De pronto sus miradas se encontraron y sinti como si una corriente elctrica atravesara su cuerpo. En aquel momento, los msicos dejaron de tocar y la gente empez a aplaudir. La mesa siete estaba justo frente a l. Los Blum y los Crowders estaban all.

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Pero Stephanie Willingham se haba ido.

En la vida haba algo peor que marcharse de Washington un viernes, y era volver un lunes. Todos los polticos que se ganan la vida en el distrito de Columbia se van a pasar el fin de semana a sus casas. Viajar los viernes era una verdadera pesadilla. Las carreteras atascadas, los aeropuertos abarrotados. Los lunes pasaba ms o menos lo mismo. Pero David lo haba planeado todo para evitar aquellos los. Le haba dicho a su secretaria que le sacara un billete de avin para el domingo por la noche. Como no pudo, le dijo que le comprar un billete hasta Boston y que desde all se ira en coche, ya que tan slo se tardaba una hora y media. Un plan muy sencillo, haba pesado. Pero aquel domingo nada iba a ser sencillo. Esa tarde, bastantes horas antes de lo que l haba pensado marcharse de Stratham, David iba en su coche alquilado por la autopista, camino del aeropuerto. Quedaban bastantes horas para que saliera su vuelo y no le apeteca esperar en el aeropuerto. Era algo que nunca le haba gustado, ero menos en aquel momento, con el humor que tena. Decidi intentar tomar el vuelo que sala para Hartford, justo el que haba dicho que no quera, porque sala muy temprano. Era lo que iba a hacer. Irse al aeropuerto de Bradley y tomar ese vuelo. A lo mejor tena que llamar por telfono y preguntar si quedaban todava plazas. Para qu? Bradley era un aeropuerto pequeo. O tena mucho trfico. Cmo iba a estar lleno un vuelo para Washington que sala tan temprano? Cuanto antes llegara all, mejor. No le apeteca lo ms mnimo estar ms tiempo en aquella parte del mundo, Mir el velocmetro y vio que la aguja se acercaba a las sesenta millas por hora. A qu velocidad se poda ir en Connecticut, a cincuenta y cinco o a sesenta y cinco millas por hora? En su tierra, en Wyoming, la gente conduca a velocidades ms lgicas. Lo cual quera decir que uno se pona en la carretera y no haba lmite. Pero all no. -Maldita sea!- exclam, y puso el coche a sesenta y cinco. Haba hecho lo que era de esperar en aquel tipo de ceremonias, aunque se hubiera ido antes de lo normal. Haba brindado con los novios, felicitado a Annie y bebido con Chase. Eso era todo. Si los dems queran quedarse ms tiempo, era su problema. Por otra parte, pensaba que haba estado ms tiempo del necesario en la mesa siete. David se imagin a los Blum y los Crowder comentando las incidencias entre Stephanie y l. Iban a tener tema de conversacin para un mes. La aguja del velocmetro super la marca de los setenta. -Cmo es que se marcha tan pronto?- le haba preguntado Bobbi Blum, con una voz tan dulce que hubiera hecho a un diabtico entrar en coma. David le pregunt si haban visto a Stephanie marcharse. 17

Honoria le dijo que la haba visto salir y David pens que se haba extralimitado con Stephanie. Normalmente no era aquel su estilo. Era un hombre sofisticado, que actuaba de forma sofisticada con as mujeres. Una sonrisa, una llamada por telfono, flores, una caja de bombones. Normalmente no las acosaba, como haba acosado a Stephanie Pero qu ms daba? David afloj las manos en el volante. La viuda de Willingham era una mujer muy atractiva, pero tambin era todo un enigma. Fra por fuera y ardiente por dentro. El prefera a las mujeres ms femeninas. Independientes, pero no demasiado. Seguro que en dos o tres horas no se iba a volver a acordar de ella. De aquellos ojos insondables, de esa boca lujuriosa, de su pelo tan sedoso, de su cuerpo, oculto en aquel traje color albaricoque. Albaricoque. Crea recordar que aquel era el color. No es que se hubiera fijado mucho. Si alguien le hubiera preguntado qu era lo que llevaba puesto, no le habra podido contestar. No era cierto. Hubiera sabido con exactitud qu contestar. Apret el acelerador. Porque su cerebro haba registrado hasta el ltimo detalle de su atuendo, tanto externo, como interno. Incluso recordaba el color de sus medias. De pronto oy la sirena de un coche de polica detrs de l. Mir el velocmetro y jur por lo bajo. Redujo la velocidad y aparc el coche en el arcn. Apag el motor y miro por el espejo retrovisor de nuevo. Hacia l se acercaba un polica, llevaba gafas de sol, aunque el tiempo estaba nublado. David suspir y baj la ventanilla. A continuacin, sin decir una palabra, le entreg el permiso de conducir. El polica lo estudio y se lo devolvi. -Sabe a qu velocidad iba, amigo?- le pregunt, en tono amable. David agarr el volante y respir hondo. -Muy deprisa. -Eso es. -S. -Si. Y no tiene nada que decirme? Alguna excusa, alguna explicacin? -Ninguna que le pueda interesar- respondi David, al cabo de unos segundos. -Intntelo. Est siendo un da muy aburrido- dijo el polica. David lo mir y se ech a rer. -He conocido a una mujer- le dijo. No me gust y yo no le gust a ella, creo. Creo que met la pata. No es que me importe, porque es posible que no la vuelva a ver, pero no me la puedo quitar de la cabeza. Se produjo un silencio y el polica suspir. -Escuche- le dijo. Quiere que le d un consejo?- le pregunt, quitndose las gafas. Olvdela, sea quien sea. Las mujeres slo traen preocupaciones y amarguras. -Tiene razn- respondi David, mirndolo a la cara. -Qu me va a decir a m, que llevo siete aos casado! -Pues los mismos aos que yo llevo divorciado. Los dos hombres se miraron.

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-Conduzca con cuidado, amigo. Ya sabe, la vida es lo ms importante y todo eso David sonri. -Lo har, gracias. -Si los hombres no nos apoyamos unos a otros, las mujeres ganarn la guerra. -Probablemente la ganarn de todas formas- contest David y arranc el coche. Una guerra. Eso es lo que era, una guerra. Hombres contra mujeres. Mejor dicho, machos contra hembras. Era algo genrico a todas las especies. A uno de los sexos le gustaba jugar y el otro se volva loco. David entr en la terminal del aeropuerto, con la bolsa de viaje al hombro Eso era lo que haba pasado entre Stephanie y l aquel da, que haban mantenido una batalla. La conversacin con el polica le haba abierto los ojos. Stephanie Willingham le haba tendido una especie de emboscada desde el momento en que los dos se haban mirado en la iglesia. El haba cometido la estupidez de dejar que sus hormonas pensaran por l, y haba cado en la trampa. Por otra parte, pens, mientras se pona al final de una increble cola para comprar los billetes de avin, la estratagema que haba utilizado aquella mujer, era desconocida para l. Algunas mujeres iban directas al grano. Te hablaban de igual a igual. Te preguntaban si estabas casado, si salas con alguien, o lo que fuera y si les convenca lo que les respondas, te decan lo que les interesaba. A l le gustaban las mujeres as, las admiraba por ser tan directas, aunque tena que reconocer que tambin disfrutaba cuando tena que hacer las cosas a la antigua usanza. Si una mujer se mostraba distante, haca la conquista ms interesante. Pero Stephanie Willingham se haba excedido un poco. A lo mejor, despus de todo, l a ella no le gustaba. No. Una cosa era ser modesto y otra honesto. Porque la verdad era que desde que fue un adolescente no tuvo ningn problema para atraer la atencin de las mujeres. A lo mejor no le gustaban los hombres. Porque cualquier cosa poda ocurrir en un mundo tan cambiante. No. Stephanie Willingham no era esa clase de mujer. Entonces qu haba pasado? Si no le haba encontrado repugnante, ni le gustaban las mujeres. David frunci el ceo. A lo mejor era que todava estaba enamorada de su marido. -Maldita sea- exclam. La mujer que estaba delante de l en la cola, mir para atrs. David se enrojeci. Lo siento, es que no esperaba que fuera a haber tanta cola. -Nunca espere nada- le respondi la seora. Mi esposo siempre deca eso. Si no espera nada, nunca se sentir decepcionado. David sonri. Era un buen consejo, que tena que tener muy en cuenta. Para qu, si no iba a volver a ver a Stephanie Willingham en su vida?

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Aquello resolva el problema. La cola fue avanzando y cuando lleg a la ventanilla donde vendan los billetes, estaba sonriendo. -Seora Willingham? Honoria Crowder dej que la puerta del cuarto de bao de seoras del Stratham Country Club se cerrara. Seora Willingham? Stephanie? Honoria la llam y al no obtener respuesta, mir por debajo de las puertas, para ver si haba alguien dentro de la cabina. Por debajo de la ltima se vean un para de zapatos brillantes. -Se ha ido- le dijo La puerta se abri y Stephanie sali. -Est segura? -Totalmente. El seor Chambers se ha ido. -Lo vio marcharse? -Con estos ojos, Stephanie. Nos estuvo acosando a preguntas y cuando se convenci de que te habas ido, se march l tambin. -Siento mucho haberla molestado seora Crowder. -Honoria. -Honoria- repiti Stephanie. Es posible que mi conducta te parezca extraa. No s cmo explicar la situacin. -No tienes que explicarme nada. Lo cual era mentira. Honoria Crowder hubiera vendido su alma al diablo por saber lo que haba ocurrido entre ellos. Porque haba visto las chispas que haban saltado entre el seor Chambers y aquella mujer. -No es que tenga miedo de l. -Perdn?- dijo Honoria. -De ese hombre, David Chambers- Stephanie se aclar la garganta. No quiero que nadie piense que me ha amenazado, ni nada parecido. -OH, no, no -Es quequepens que era mejor sisi Si qu Stephanie?. Por qu te ests portando como una idiota?. Por qu te escondes en el cuarto de bao de seoras? Stephanie agarr el pomo de la puerta. -Gracias, de nuevo. La puerta se cerr. Honoria Crowder suspir y se lav las manos. A continuacin, volvi a la mesa siete. -Fascinante- dijo Bobbi Blum, cuando Honoria le cont los ltimos detalles, mientras se estaban tomando un descafeinado con un trozo de tarta. -Interesante- la corrigi Honoria. Bobbi se acerc a ella y le pregunt: -No crees que es un hombre guapsimo? -Ms que guapo- le contest. La pena era que Stephanie Willingham no se hubiera dado cuenta. Stephanie se meti en el Ford que haba alquilado, cerr la puerta y arranc el motor. Mir en ambos sentidos por si vena algn coche y ali del aparcamiento.

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No le gustaba marcharse de aquella manera, sin despedirse de Annie, pero si lo hubiera hecho, le habra preguntado la razn por la que se iba tan pronto. Y no le poda contar la verdad, aunque ella hubiera sido la que haba ideado todo. Stephanie frunci el ceo, segn se acercaba a la rampa de salida a la autopista. Disminuy la marcha, mir a la derecha, luego a la izquierda y aceler. Si Annie supiera la forma en que aquel hombre le haba propuesta que hiciera el amor con l. Y que era lo que ella haba tambin deseado desde el momento en que lo vio. Pero cmo se haba atrevido a proponrselo con aquel descaro? Haba sido esa la salida para el aeropuerto?. Era una seal, pero iba tan deprisa que no la haba podido leer. Frunci el ceo y mir el velocmetro. Sesenta millas por hora. Iba a sesenta millas por ahora?. El lmite de velocidad en aquel estado era de cincuenta y cinco millas a la hora. Nunca haba ido a ms velocidad. Nunca. Ni siquiera cuando haba estado de vacaciones. Stephanie levant el pie del acelerador y la aguja se situ en torno a la marca de los cincuenta. Tampoco haba tenido muchas vacaciones en su vida. Record unas que pas en Cape Cod, slo porque su abogado casi la oblig a ello. -Tienes que salir a algn sitio- le dijo, como si se tratara de algo importante, cuando en realidad lo nico que pretenda era librarse de ella. Pero haba accedido, pensando que un cambio de aires le iba a sentar bien. Aunque no haba querido estar mucho tiempo separada de Paul. No porque a su hermano le importara mucho, pero ella se senta obligada a estar a su lado. Tan slo pensar en Paul le haba borrado a David Chambers de la cabeza. Tena cosas ms importantes por las que preocuparse, que no por un hombre con una sonrisa sensual y palabras seductoras. Por fin vio la salida para el aeropuerto. Stephanie disminuy la marca y puso el intermitente. Se diriga al aeropuerto de Bradley, como en principio tena planeado. David sonri a la seorita detrs del mostrador. -excelente- le dijo, sacando su tarjeta de crdito de la cartera. -Dnde prefiere seor, en la ventanilla o en el pasillo? -Pasillo, por favor. As podr estirar las piernas. La seorita sonri y parpade. -Aqu tiene, seor Chambers, que tenga un buen vuelo. Al otro extremo del aeropuerto, Stephanie sonri, mientras se diriga a comprar el billete. Segundos ms tarde la sonrisa le desapareci e la cara. El nico vuelo directo a Atlanta sala cuatro horas ms tarde. -Lo siento mucho, seora Willingham- le dijo la seorita. Lo nico que le puedo ofrecer es un vuelo a Washington, y desde all puede tomar un avin para Atlanta. Me queda un asiento en ventanilla.. -est bien. -Primera clase. Stephanie estuvo dudando unos segundos, pensando que le iba a resultar un poco caro. Seguro que Avery se habra redo de ella.

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-Seora Willingham?- le dijo la seorita. El avin est a punto de despegar. -Est bien, ir en ese avin. El punto de embarque estaba al otro extremo del aeropuerto. No era fcil corren con aquellos tacones. Por suerte, slo llevaba una bolsa. Cuando lleg a la sala de espera, estaba vaca y la puerta de embarque se estaba cerrando. -Espere- grit Stephanie El hombre se dio la vuelta y abri la puerta. -Casi lo pierde- coment el hombre. Stephanie recorri a toda prisa la rampa y sonri a la azafata. -Casi lo pierde- le dijo, cuando entr Stephanie. Asiento tres A, a la derecha. Deme su equipaje y se lo guardar. Stephanie dio las gracias, se sent en su asiento y suspir. Despus se quit los zapatos y estir las piernas. Haba olvidado lo que era viajar en primera clase. Era lo que necesitaba en aquellos momentos. Paz. Tranquilidad. La posibilidad de quitarse de la cabeza a David Chambers. De pronto sinti que alguien se sentaba a su lado y el sonido del cinturn de seguridad. -no me lo puedo creer- exclam una voz masculina. Me voy dos minutos, vuelvo y me encuentro esta sorpresa. Que pequeo es el mundo. Stephanie abri los ojos. No poda ser. David estaba sentado a su lado, mirndola con la misma cara de sorpresa que deba tener ella misma. -Detengan este avin!- grit, pero demasiado tarde.

Algn problema seora? David apart la mirada de la cara de Stephanie. La azafata estaba a su lado, con una sonrisa en sus labios. -Seora? -No- dijo David, antes de que Stephanie pudiera responder. No hay ningn problema.- sonri tambin l, aunque le estaba costando bastante. Estamos bien. -Quiera salir ahora mismo de este avin! -Seora, le ruego que se tranquilice.. -Haga algo para que este avin vuelva ahora mismo a.a. -Le ruego que disculpa a mi esposa.-le dijo David a la azafata, mientras agarraba a Stephanie de la mueca. -Tu esposa. T esposa?. Yo no soy -Ha ido a todos los cursos habidos y por haber, para quitarse el miedo a volarsigui comentando, con tono benevolente. Pero no ha servido para nada. -Eso es mentira!. Todo es mentira. A m no me da miedo volar y t no eres m. -Querida le dijo David sonriendo, mirndola a la cara. Si no te calmas un poco, esta seorita tendr que decirle al piloto que uno de los pasajeros se ha vuelto loco y llamar a tierra para que te recoja una ambulancia, lo mismo que pas la ltima vez. No es verdad, seorita?

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-Eso es otra mentira!. Yo no soy. Stephanie sinti la mano de David apretarle con fuerza la mueca. -Yo no estoy loca- dijo Stephanie, mirando a la azafata. Cree que tengo aspecto de loca? -No respondi la azafata. Pero creo que ser mejor que vaya a hablar con el capitn. -No creo que haga falta, seorita- David mir a Stephanie otra vez. Querida- le dijo, apretando los dientes, si te calmas un poco, te sentirs mejor. No querrs que den otra vez la vuelta y nos lleven a Hartford? Stephanie lo mir enfurecida. Tena razn y ella lo saba. Liber su mano y mir por la ventanilla. -As me gusta. Stephanie volvi la cabeza para contestarle y se encontr la mirada de la azafata. La ltima vez que haba visto una mirada parecida fue el cuatro de julio, cuando Johnny Bullard se haba emborrachado, se haba desnudado en medio de una plaza y haba anunciado a gritos a todo el mundo que era un cohete y que iba a salir disparado de un momento a otro. -No se preocupe, seorita- le coment David a la azafata. Ya se ha calmado. -Est seguro, seor?. Porque si hay algn problema. -No lo habr. Verdad, querida? -No- respondi Stephanie, con tono fro. -Gracias, seora- le dijo la azafata, sonriendo. Sera tan amble de ajustarse el cinturn?. Creo que vamos a tener algunas turbulencias. -Las vamos a tener todos los pasajeros, o slo el hombre que est sentado a mi lado? -No creo que a esta seorita le interesen nuestros problemas personales, querida- le dijo David. Quieres que te ajuste yo el cinturn? -No, a menos que no quieras perder las manos en el intento- le respondi con los dientes apretados, mientras se lo abrochaba ella misma. David mir a la azafata. -Gracias por todo y perdone las molestias. Como ve, ya se ha tranquilizado, seorita.-mir la tarjeta que llevaba en la solapa y sonri-, seorita Edgecomb. Stephanie observ con amargura cmo las piernas de la chica casi se doblaban al ver la sonrisa tan sensual que le haba dirigido. -Muy bien, seor- dijo la seorita Edgecomb. Si me necesita. -No se preocupe, que la llamar. La chica se inclin y le dijo algo al odo. Stephanie no pudo orlo, pero tampoco le interesaba, aunque la sonrisa de David la estaba sacando de quicio. Cuando se quedaron solos le dijo: -Una escena encantadora la que acabas de interpretar. -gracias- le contest, mientras se recostaba en su asiento y cerraba los ojos, pero t eres la que mereces todos los aplausos. -La has convencido de que estoy loca! -Siento decirte, que t eres la que se lo has demostrado, no yo. -Qu es lo que te acaba de decir al odo?. Se ha apenado de ti?

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-No, me ha dicho que sera mejor que te diera alguna medicina la prxima vez que tomos un avin. -Muy generosa. -Yo le he dicho que no saba que ibas a venir conmigo y que tu presencia ha sido una sorpresa muy agradable. -Hgame un favor, seor Chambers. No intente tomarme el pelo, De verdad piensa que soy tan ingenua como para creerme que no me ha seguido hasta aqu? David abri los ojos. -a lo mejor la azafata tiene razn. A lo mejor es que ests como una cabra. O eso, o eres la persona ms engreda que conozco. -Yo ni estoy loca, ni soy engreda. Pero te puedo asegurar que no me gusta que nadie me persiga. -De verdad crees que te he perseguido? -No- contest. Claro que no. Lo que pasa que ha aparecido en el mismo aeropuerto, a la misma hora, y ha comprado un billete para el mismo vuelo, en el asiento al lado del m. Y pretende que me crea que es una coincidencia. Cree que soy estpida o ingenua? David suspir. No estaba dispuesto a seguir con aquella conversacin. Haba sido un da muy duro estaba bastante cansado. Lo que menos le apeteca hacer en aquellos momentos era pelearse con Stephanie Willingham. -Seortia Willingham- le dijo, con voz cansina. Le sugiero que se calme un poco. -Cmo lo hizo, me sigui cuando me fui de la boda? -Seguirla?- se ri de una forma que Stephanie se sonroj. Creo seortia que ha visto demasiadas pelculas de detectives. -Yo no veo pelculas de detectives, ni de ninguna otra clase. -disclpeme seortia Willingham. -Maldita sea!. Deje de llamarme as! -Est bien. Escarlata. Lo que usted quiera. Quiere creer que yo la he perseguido?. Pues piense lo que quiera, pero cllese. -Quiere hacerme creer que ha sido pura casualidad que le sentaran a mi lado en este mismo avin? -Yo no quiero hacerla creer nada. Stephanie lo mir y sonri. -Por lo menos ya vamos consiguiendo algo. David abri un ojo mir a Stephanie. -Si la buna suerte hubiera intervenido, me habra puesto atado a un ala, en vez de esta ahora aqu. -Ja. David puls el botn que pona el asiento recto. No iba a poder descansar, eso estaba claro. La tormenta se estaba acercando por dos frentes. Por el frente de la mujer que estaba a su lado, que no iba a callara hasta llegar a Washington, y por las nubes que se vean a travs de las ventanillas. El avin empez a moverse, como si estuviera encima de un caballo desbocado. -Intente meterse esto en su cabeza, Escarlata- gru l, acercndose a ella. A m me gusta tan poco estar a su lado como a usted le gusta estar al mo.

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As que cierre esa boca tan bonita que tiene y as nos olvidaremos el uno del otro. Qu le parece? -que es lo nico inteligente que ha dicho desde que lo conozco- contest Stephanie. Despus se cruz de brazos e hizo todo lo posible por olvidarse de l. Pero no era fcil. Cmo se poda olvidar de l si cada vez que el avin daba un bote, algo que haca con bastante frecuencia, senta su hombro contra el de ella? El olor de su colonia era desconcertante tambin, un aroma limpio, a cuero y a pino. Lo mir por el rabillo del ojo. Tena un perfil que pareca como si lo hubieran esculpido en granito. Una frente perfecta, una nariz recta, la boca fuete y carnosa, la mandbula prominente. Stephanie se movi incmoda en el asiento. -tiene que quedar un asiento vaco en alguna parte de este avin- coment, enfadada. -No. -No?. Cmo no lo va a haber? -Como se lo digo. Todos los asientos estn ocupados. -Magnifico- Stephanie se cruz de brazos. -Mire, no tardaremos mucho en llegar a Washington. En cuanto lleguemos all, no volver a verme ms en su vida. -Que Dios le oiga. -No voy a discutir, Escarlata- ironiz David. Para serle franco, estoy deseando que llegue ese momento. -Le agradezco que sea franco- le respondi Stephanie. Es lo menos que puede ser. David apret los dientes. Qu haba hecho para tener que soportar a una mujer as?. Era muy guapa, era la verdad. Incluso estaba ms guapa en esos momentos, que antes, donde el entorno le exiga cierto recato. Tena un brillo especial en la mirada, las mejillas enrojecidas y respiraba con tanta fuerza que sus pechos suban y bajaban de una forma que era difcil no fijarse en ellos. Adems, era una mujer bastante inteligente. Pero insoportable, Stephanie Willingham era una mujer malhumorada, lenguaraz y puntillosa. Le recordaba a una yegua que haba tenido unos aos antes. Haba sido un animal precioso, con una melena suave y sedosa, pero ms arisca que un gato salvaje. Sus hombres haban tratado de domarla, pero no lo haban conseguido. Al final tuvo que ser l, el que lo intentara. Le habl con suavidad, le dio de comer en su mano, a pesar de los mordiscos que daba. Le acarici el cuello y en algunas ocasiones, le haba dejado montar. Hasta que una maana, en vez de saludarle ensendole los dientes, la yegua haba ido a su lado y repos su cabeza en su hombro, temblando de placer cuando sinti que l la tocaba. -Y bien? -Y bien, qu? -Nada. -vamos, seorita Escarlata, no se eche atrs ahora- le dijo David, sonriendo. Si quera decirme algo, dgamelo.

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-lo nico que quera decirle es que es el hombre ms arrogante, malhumorado y egosta que he conocido en mi vida. Stephanie se qued sin respiracin, cuando sinti su mano en su mueca. -De verdad? Se lo dijo con una voz ronca. Stephanie no poda casi respirar. De pronto se acord de cuando su abuela estaba todava viva. Cuando tena cuatro aos, la enviaron un verano a vivir con ella. La haban enviado para que aprendiera la diferencia que haba entre la miel que haba en el tarro de su casa y la que sala del panal, que haba en el viejo roble al lado de la casa. -Deja eso, cario!, le haba dicho su abuela, en una ocasin, en la que ella haba separado un trozo de panal y se lo estaba metiendo en la boca. Pero fue demasiado tarde, porque en aquel momento sinti el sabor dulce la miel y el dolor del aguijn de la abeja. Aquella combinacin de placer y dolor, era la misma que senta cuando David se acercaba a ella. No saba lo que hacer, si apartar la mirada o levantarse del asiento y salir corriendo. Para qu iba a correr?. No iba a atreverse a hacer nada en pblico. El avin atravesaba en aquellos momentos la tormenta. La voz del capitn les advirti que se abrocharan bien los cinturones. Las luces se apagaron y se encendieron y se vieron rayos por las ventanillas. En el asiento de atrs una mujer grit de miedo. A Stephanie tambin le daban miedo las tormentas, pero la verdad, ms miedo le daba la tormentosa relacin que haban establecido David y ella. David se abroch el cinturn, sin apartar su mirada de ella. Stephanie sinti un nudo en la garganta. -Veo que le gusta jugar, Escarlata- se acerc un poco ms y le acarici el labio con su pulgar, metindoselo un poco en la boca. Eso es lo que hemos estado haciendo todo el da, jugando. Dejmonos ya de jugar, Stephanie- le dijo y le dio un beso en la boca. Stephanie ni se movi. No pudo ni pensar. Tan slo pudo quejarse de placer y poner sus manos acreedor de su cuello, al tiempo que abra la boca. Las luces del avin se apagaron. El avin subi y baj, como si se hubieran cado por un agujero. Estaban solos en la oscuridad, a merced del cielo. Stephanie no estaba asustada. Se senta segura en los brazos de David, sintiendo los latidos e su corazn. Y cuando l le desabroch la chaqueta y le empez a acariciar el pecho, ella gimi de placer. David empez a besarle el cuello y ella ech la cabeza para atrs Despus le agarr la mano y se la puso en la entrepierna. Lo que estaban haciendo no estaba bien. Era una locura. Ella lo saba. Pero era imposible detenerse. No poda hacer otra cosa que ceder, que dejar que la tocara para calmar su necesidad.. Las luces del avin se encendieron de nuevo. El avin se zarande una vez ms y despus se estabiliz. Stephanie trat de separarse, pero l no la dej. Le agarr la cabeza entre las manos, mientras se oa la voz del capitn asegurando a los pasajeros que ya haba pasado lo peor. Aquello la hizo volver a la realidad.

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-No!-grit Stephanie, golpendole el pecho con un puo. Sultame- le dijo, con la voz temblorosa. David abri los ojos, como si acabara de despertar de un sueo profundo. Se apart y mir la cara de aquella mujer que haba conocido tan slo unas horas antes. Tena unos ojos grandes y brillantes, la boca hinchad a y el pelo alborotado. -Eres despreciable- le acus. -Seorita Willingham.empez a decirle. Seorita Willingham?. Aquel hombre estaba loco. Cmo se atreva a dirigirse a ella con tanta formalidad!. Qu le iba a decir, que senta lo que haba pasado? -Seoras y caballeros- la voz del a azafata interrumpi sus pensamientos. El capitn me ha pedido que les diga que nos acercamos a Dulles y que vamos a aterrizar en pocos minutos. Los pasajeros respiraron ms tranquilos. David se sinti ms reconfortado tambin, aunque nada tena que ver en ello haber sobrevivido a la tormenta. Era un hombre que tena mucha experiencia con las mujeres. Pero nunca antes le haba pasado algo parecido a lo que le acababa de pasar. Si no se hubieran encendido las luces, si Stephanie no se lo hubiera impedido, habran hecho el amor all mismo en el avin, en la oscuridad Haba perdido el control y lo saba. Durante toda su vida haba tratado de controlar cualquier situacin. Tan slo cometi una equivocacin, que fue cuando se cas con una mujer de la que crea se haba enamorado. Cuando el avin toc tierra, los pasajeros aplaudieron y otros silbaron. David se levant, bajo su maletn y se dirigi hacia la puerta. -Seor Chambers?- le dijo la azafata sonriendo. Su esposa no.. -Esa mujer no es mi esposa- le contest David, malhumorado. Dej a la azafata atnita en su sitio y camin hacia la terminal del aeropuerto, tratando de olvidarse de todo lo que le haba pasado en aquel avin.

Por ejemplo, saba que un para de pajarillos volveran a construir el nido, como lo hacan cada primavera. All estaba el macho, con su brillante plumaje, cantndole a la hembra, mientras ella llevaba ramitas al nido. -No s si ser la misma pareja, seora- le haba dicho el jardinero, al verla observar los pajarillos. Podran ser los hijos de los dos primeros que construyeron el nido. Qu ms daba si era una nueva generacin la que estaba reconstruyendo el nido. La escena era conmovedora. Estaba claro que alguien crea en el hogar y la familia. Pero tambin haba otras constantes, que no eran tan placenteras. Por ejemplo, la forma en que la gente de Willingham Coners la miraba cada vez que iba a la ciudad. No es que la miraran de manera diferente a como acostumbraba. Los hombres con sus sonrisas que le ponan la carne de gallina y las mujeres condenndola.

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Aquello iba a cambiar y pronto. Stephanie mir la carta que haba encima de la mesa. Slo haba que esperar a que la gente se enterara. Seguro que se alegraran. Stephanie Willingham, la seora de Avery Willlingham, iba a perder la casa que le daba cobijo y la tierra donde estaba levantada esa misma casa. Iba a perder todo lo que tena. Todo, incluido lo nico que le importaba, lo nico que quera poseer. Debera haberse imaginado que Avery no cumplira su promesa. Nunca haba sido un hombre de palabra, pens Stephanie sonriendo de forma amarga. Pero se haba dado cuenta demasiado tarde. De nada le serva decirse que los documentos que la hermana de Avery haba presentado eran falsos. En ellos se declaraba a Clare Avery la heredera de todo y dejaba a Stephanie sin nada. Los documentos fueron reconocidos como legtimos. Era el ltimo regalo de Avery, que no haca ms que confirmar algo que saba de sobra. Que todos los hombres eran unos canallas. Eran capaces de mentir por conseguir lo que queran. Stephanie se puso la mano en la frente. A excepcin de Paul. Paul era diferente. No porque fuera su hermano. Paul era amable y carioso. Siempre la haba ayudado. Nadie ms lo haba hecho. Ni siquiera su padre, al que nunca haba conocido. Ni su madre, que haba estado siempre ausente. Ni tampoco Avery. El que menos. Stephanie se puso de espaldas a la ventana y mir la taza de caf que sostena en sus manos. Avery, el que pretendi ser el padre que ella nunca haba tenido. Contados sus regalos, las visitas a los especialistas que le haba pagado a Paul, los libros que le haba comprado. Y el mejor regalo que le haba hecho, el que ella crea que con l iba a empezar una nueva vida, para ella y para su hermano. Un ao en el colegio de secretariado Miss Carol -Eso es demasiado, seor Willingham- le haba dicho Stephanie. No puedo aceptarlo -Claro que puedes, querida- Avery le haba puesto el brazo en el hombro, de forma muy paternal. Aprenders a escribir a mquina, a copiar un dictado y despus te dar trabajo en mi empresa. Al or aquello, Stephanie se puso muy contenta. Cmo la haba engaado. Le haba puesto un cebo que no pudo rechazar y despus haba tirado del sedal. Cmo poda haber sido tan ingenua, tan estpida, tan tonta? Sin embargo, ya no importaban las respuestas. Al final, el destino haba sido el que haba decidido. Ella haba sido la que haba firmado un contrato con el diablo. Ella era la nica culpable. Lo mismo que tambin ella haba sido la culpable de lo que haba pasado dos semanas antes, en lo que deba haber sido tan slo un placentero domingo por la tarde. Stephanie cerr los ojos al venrsele a la cabeza aquel recuerdo tan humillante. Las cosas que le haba dejado hacer a un desconocido. Algo que nunca le haba dejado a ningn hombre hacer con ella. Ella saba cmo eran los hombres y lo

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que queran, ya fueran viejos y gordos como Avery o jvenes y apuestos como David Chambers. Sexo, eso era lo que queran. Y el sexo era, era Stephanie sinti un escalofro, a pesar del calor que haca aquella maana. Era sudor. Record la sensacin de ser manoseada, el aliento caliente en la cara y los labios hmedos en su boca, el sabor de bilis en su garganta. Pero con David no haba sido lo mismo. Cuando la bes y la acarici, sinti placer. Recordaba perfectamente su olor, su tacto, su boca, sus besos. -Seora Willingham? Stephanie se dio la vuelta y vio a la seora Cross en la puerta. Llevaba un sombrero de paja en la cabeza y una maleta en la mano. -Me marcho- le dijo. Pens que era mejor que lo supiera. Stephanie asinti con la cabeza. -No se preocupe, lo entiendo. Siento mucho no haberla podido pagar estas ltimas semanas, pero. -de todas maneras no me hubiera quedado en esta casa, tanto si me hubiera pagado, como si no me hubiera pagado- le dijo el ama de llaves. Todo el mundo sabe quin es usted ahora. -Le enviar un cheque, seora Cross- le dijo, con voz clara y sosegada. Tendr que esperar un poco, pero le prometo que se lo enviar, seora. -No se moleste, no quiero nada de usted. La seora cross se dio la vuelta y se march. Stephanie se qued escuchando los pasos del ama de llaves. Cuando oy la puerta cerrarse, apart la silla de la mesa y se sent. Los ojos se le arrasaron de lgrimas. -Esta bien- dijo, y se restreg las manos en la cara. Lo mejor era olvidarse de todo, porque de nada serva preguntarse lo que hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes. Tena que mirar hacia delante y olvidarse del pasado. La vida continuaba y tena que dejar a un lado lo que la gente pensaba, lo que Avery haba hecho, a s como lo que haba pasado entre David Chambers y ella. Aquel hombre ni siquiera mereca un minuto de su tiempo. A pesar de todo su dinero y su encanto, era igual que los dems, un mentiroso y egosta. Stephanie se sec los ojos y levant la carta que haba recibido del abogado. Ya la haba ledo cien veces. Se saba de memoria lo que deca. Estimada seora Willingham, le comunicamos que nuestra cliente, la seora Clare Willingham, nos ha comunicado su deseo de que usted abandone su propiedad antes del martes da trece. -Una fecha muy significativa, no crees?- le haba dicho Clare, cuando la llam por telfono, para comunicarle la noticia ella misma. Stephanie sinti un nudo en la garganta. Se la aclar y ley el siguiente prrafo en silencio.

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Tambin le comunicamos que a partir de esa misma fecha dejar de recibir la cantidad asignada por su marido. Aquella era la frase que la haba hecho temblar. Cuando la ley, supo que estaba perdida. Unos meses antes, haba tratado de defenderse, cuando Clare haba empezado a decirle que sus das en Seven Oaks estaban contados, yendo a ver a Amos Turner, su abogado. -a m me da igual la casa- le haba dicho. Slo quiero lo que es mo por derecho. Avery me prometi que cada mes iba a recibir una determinada cantidad de dinero. -Cunto?- le pregunt Turner, sonriendo. Stephanie tom aliento. -dos mil quinientos dlares. El abogado sonri. -Tiene que tener en cuanta que esa es una cantidad muy alta para una pensin. -No es una pensin. -No?. Entonces qu es? La cantidad acordada por vender su alma.. -No creo que eso tenga ahora importancia alguna, seor Turner. -Debe ser agradable sentirse tan valorada- le dijo, echando la silla para atrs. Stephanie se sonroj, ero prefiri no contestar. Para qu? -Seguro que se ha ganado a pulso hasta el ltimo cntimo- le dijo el abogado. Ella lo mir a los ojos y le asegur que estaba en lo cierto, que se lo haba ganado a pulso. Pero de nada haba servido aquella entrevista. Turner se haba doblegado como un acorden, cuando se reuni con Clare. Seguro que recibi un buen cheque. El juez Parker tampoco hizo mucho por ella. As que se qued sin nada. Sin dinero y sin casa y sin poder pagar los cuidados de Paul. Pero no se poda quedar de brazos cruzados. Al fin y al cabo era la viuda de Avery. Una viuda tena ciertos derechos. Los Willingham eran los propietarios de aquel pueblo, pero no dominaban el mundo. Stephanie se levant. En una de las fiestas que haba dado haba conocido a un abogado. Recordaba que tena su bufete en Washington. Su nombre era algo as como Hustle o Fussel.

Russell. Ese era el nombre. Jack Russell. Record que se lo haba presentado Avery, agarrndola por la cintura y dndole un pellizco en el trasero. Aquel hombre haba estado sonrindola toda la noche. No de la manera que todos los hombres le sonrean. La haba sonredo de forma amable y generosa, con cierto tono de tristeza. -Si este viejo ogro te maltrata, querida- le haba dicho, cuando se despidi de ella, ya en el puerta de la casa. Llmame y vendr a rescatarte. Avery se haba echado a rer de tal forma que le pona la carne de gallina slo de acordarse.

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-No te preocupes- le haba contestado Avery. Yo s como tratar a las chicas como ella. Stephanie trat de olvidarse de aquella escena y se fue a la biblioteca, donde Avery guardaba la agenda de telfonos. Era mejor no pensar en el pasado. El presente era lo ms importante y con un poco de suerte, Jack Russell podra ayudarla a salir adelante. Busc el nmero y cuando lo encontr, levant el auricular. La vida le haba enseado unas cuantas cosas a David. El vino tinto era mejor que el blanco. Los Porsches antiguos eran mejor que los nuevos. La primavera en la capital de la nacin era la poca del ao ms maravillosa. Menos ese ao, pens David, sentado a la mesa de su despacho y mirando por la ventana. Haca buen tiempo, el cielo estaba despejado y los rboles estaban floreciendo. Sin embargo, tena un humor de perros. Todo el mundo se lo haba dicho, incluso su secretaria. Nunca le haba gustado mucho la seorita Murchison. La haba contratado en un momento de debilidad, porque le haba dado pena su aspecto. Era una chica con acn, ms bien fea y con un problema de obesidad. Pero lo que no se haba imaginado era su lentitud escribiendo a mquina, ni que cada vez que encenda el ordenador, se vena abajo todo el sistema. Dejaba de trabajar a las cinco en punto, sin tener en cuenta que haba ocasiones que necesitaba que se quedara una hora ms. El da anterior, despus de tardar toda una tarde en pasar al ordenador dos cartas, se haba quejado: -pero seor Chambers, sabe cunto falta para que termine mi jornada?-porque a las cinco menos veinte le haba pedido que volviera a mecanografiar una de las cartas, que ella haba manchado con chocolate. Aquello fue la gota que colm el vaso Le contest que saba con exactitud cuanto faltaba para que terminara su trabajo e aquella empresa. Que ya poda empezar a buscar un nuevo trabajo. La muchacha se ech a llorar. -No llore, por lo que ms quiera- le haba pedido. Despus haba tratado de recompensarla en cierta medida, pagndola tres meses de sueldo y dicindole que le disculpara, pero que tena un dolor de cabeza que desde haca dos semanas no se haba podido quitar de encima La seorita Murchison, que se haba recuperado nada ms ver el cheque, le haba dicho que si le haba estado doliendo la cabeza durante dos semanas, era porque deba tener algn problema. Y tena razn. Su problema se llamaba Stephanie Willingham. No poda dejar de pensar en ella, ni de noche, ni de da. David gru y se recost en la silla. Se haba comportado como un caradura y l lo saba. A quien se le poda haber ocurrido besarla como la haba besado en el avin?. Estuvo a punto de cometer una locura all mismo, si no se hubieran encendido las luces.

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Por qu?. Slo porque era guapa?. La mitad de las mujeres del planeta tambin lo eran, y no se le haba ocurrido hacer con ellas lo que hizo con Stephanie. A lo mejor necesitaba unas vacaciones. Le gustaba su trabajo, saber que estaba practicando la abogaca en la ciudad ms importante del mundo occidental, pero a veces era demasiado. La gente, lo coches, los madrugones y el trabajo hasta altas horas de la noche, acababan con la salud de cualquiera. -si te gusta vivir al filo de la navaja, David, te gustar trabajar aqu- le haba dicho Jack Russell, cuando le contrat, para trabajar en su bufete. David sonri y le contest que estaba seguro de que le iba a gustar. -No hay sitio ms bonito en el mundo que Washington en primavera- le haba dicho Jack, cuando vio que David se fijaba en los rboles. David le pregunt si no haba estado en Wyoming en esa misma poca del ao. -No- haba respondido Jack. Pero all nieva y hace mucho fro. Nieve, pens David, mirando por la ventana. Probablemente. Las montaas que haba alrededor de su rancho estaran todava cubiertas por un manto blanco, pero estaba seguro de que ya se podan ver los signos de una nueva primavera. Pero quedarse sentado all, mirando por la ventana, no iba a solucionar nada. Tena mucho trabajo por hacer. Y lo ms urgente era encontrar una nueva secretaria. Lo malo era que tena un humor de perros. Haban pasado dos semanas sin ver a Stephanie Willingham y no se la poda quitar de la cabeza. De pronto se levant y se puso a caminar por el despacho. Se fue a una mesa donde haba una cafetera con caf, que l mismo acababa de hacer, no como la guarrera que le preparaba la seorita Murchison. Se sirvi una taza y se sent en uno de los sofs de cuero. Tena que dejar de pensar en tonteras. Durante aquellas dos semanas se haba mortificado pensando en cmo se haba comportado con Stephanie y con lo que hubiera podido pasar si en vez de en el avin, hubieran estado en su casa. Haba llegado el momento de pensar en otra cosa. Lo que necesitaba era una buena dosis de realidad. Unas cuantas horas en el gimnasio. O incluso un fin de semana en su casa de campo. David dej la taza en la mesa, se levant y se fue a la ventana. S. Eso era lo que iba a hacer. Untar de tardes poniendo postes alrededor de la finca, le pondran otra vez en forma. Un poco de trabajo duro, con el que se durara, serva para que un hombre recordara lo que era importante en esta vida. Esa conviccin era lo que le haba llevado a su hogar cada fin de semana, desde que se haba ido a Washington a trabajar. La realidad siempre estaba en el oeste, en su hogar, en Wyoming. Era una desgracia que su esposa, su ex esposa, pensara justo lo contrario. El mundo real, haba insistido Krissie, estaba en Georgetown. Las fiestas, las cenas, los fines de semana en las casas de campo de Virginia, todo lo que a l le asqueaba, a ella le haca feliz. Para Krissie, una tarde agradable en casa, supona rodearse de veinte o treinta amigos. David hizo un gesto con la boca. Cuando empezaron a salir juntos, ella no se haba comportado de la misma manera. En aquel tiempo, a ella le gustaba todo

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lo que l haca, el rancho, montar a caballo, las cenas tranquilas al calor del fuego de la chimenea y despus un poco de msica, y horas y horas abrazados. Todo iba a ser como un cuento de hadas. Qu tonto haba sido. Las mujeres decan lo que a los hombres les gustaba or, para atraparlos. Su mujer le haba mentido y nunca le dijo lo que de verdad le gustaba o disgustaba. Ni tampoco le haba sido fiel. El lo haba tolerado todo. Todo, hasta que un da regres ms temprano del trabajo y se la encontr con otro hombre en la cama. Se divorciaron rpidamente y la recuperacin haba sido larga y dolorosa. Pero se haba recuperado y haba aprendido algunas lecciones. Una de ellas era que no haba que fiarse de las mujeres. Decan una cosa, cuando en realidad queran decir otra. Y el hombre que no tuviera eso muy en cuenta, estaba perdido. David sonri. Eso no quera decir que no le gustaran las mujeres. Le gustaba como olan y como hablaban. Le gustaba la suavidad de sus risas, las formas de sus cuerpos Stephanie tena un cuerpo exuberante. La piel suave como la seda, caliente como el fuego. Nunca antes haba probado una boca igual que la de ella. Una boca dulce, excitante. David apart su mirada de la ventana. Por qu estaba pensando en ella?. Aquello era una locura. El mundo estaba lleno de mujeres. Mujeres que decan no cuando queran decir S. Sin embargo l estaba obsesionado con una que deca eso precisamente Stephanie Incluso haba llamado por telfono a Annie Cooper la semana anterior, y despus de estar hablando un rato con ella, sali Stephanie en la conversacin. Le pregunt si saba algo de ella, dispuesto a soportar las bromas de Annie. Pero no brome, sino que se mostr preocupada. Dijo que no conoca a Stephanie mucho, que slo saba que su marido haba muerto recientemente. -Es para algo importante?- le haba preguntado, aadiendo que si lo era, podra llamarla por telfono. -No- le haba contestado David. No es importante. Annie, algo extrao en ella, no haba hecho ms preguntas. David colg el telfono y sac la carpeta de Rolodex, recuperando la tarjeta del detective privado que la empresa utilizaba algunas veces, antes de darse cuenta de que se estaba comportando como un chalado. David suspir, se sent de nuevo en su mesa y tom un lpiz. Esa vez, en vez de tomar la tarjeta del detective privado, haba abierto su agenda de telfonos. Hizo unas cuantas llamadas y pas algunos das en compaa de media docena de chichas guapas. Las haba sacado a dar una vuelta y despus las haba llevado a su casa. Una a una, claro, pens sonriendo.. Su sonrisa se desvaneci. Despus, a pesar de las promesas en sus ojos, las haba besado, se haba espedido de ellas y se haba ido a casa solo, a dormir en su cama y a soar con la mujer que nunca vera otra vez, que no quera verlo a l nunca mas.. -Maldita sea- dijo, apretando los dientes y partiendo el lpiz en dos.

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-Ser mejor que te tranquilice un poco. David levant la cabeza. Jack Russell estaba en la puerta, sonriendo, con los pulgares metidos en los bolsillos de su chaleco. -Jack- salud David sonriendo. Buenos das. -Lo son- Jack entr en el despacho y se sent en la silla frente a la mesa de David y mir por la ventas. Aunque tambin es cierto que las flores no estn como el ao pasado. -Nada esta como debera estar- contest David. En que puedo ayudarte? -Bueno, para empezar, me podras decir dnde estuviste anoche. -Anoche estuve en..-David resopl. Dios mo, me olvid de la fiesta de los Sller!. Jack, cunto lo siento -No te preocupes. Ya me disculp por ti. Les dije que tenas mucho trabajo. -Te debo una. -Me debes varias. Te he salvado el glteo ms de una vez, estas ltimas emanas. -Es que he estado muy ocupado. -Preocupado dira yo. -Escucha, slo porque me he olvidado de ir a un par de citas -Seis- dijo Jack, indicndoselas con los dedos. Tres cenas, unas copas, una cita en la embajada y una subasta de caridad la semana pasada. -Ya te he dicho que he estado.. -Ocupado. S, lo s- Jack se apoy en la silla y se cruz de brazos. Quin es la joven afortunada? -Lo que tengo que aguantar- contest David, sonriendo de forma forzada. Slo porque soy el nico soltero aqu.. -Merecidamente, segn mi media naranja. May dice que necesitas una mujer. David se ech a rer. Dile a Mary que lo que necesito es una secretaria. Alguien que me lleve mi diario y que pueda mecanografiar ms de diez palabra por minuto. He despedido a la seorita Mucrchison. Te has enterado? -S. Las dems secretarias estn recogiendo algo de dinero. -Seguro que le encantarn las flores, o lo que sea que le manden en estos casos. Diles que yo tambin les dar algo. -Las flores te las van a comprar a ti. Dicen que te mereces un buen ramo por haberla aguantado tanto tiempo. Y ahora qu vas a hacer? -pues contratar a una persona temporalmente. Llamar a la agencia para que nos enve una. -Me refera a ti. Ahora que Murchison no est, supongo que dejars de ir de un sitio a otro como si estuvieras perdido. David sonri y se recost en su silla. -Te conozco Jack y cuando te pones as que porque quieres decirme algo que crees que no me va a gustar, sultalo. Jack se ech para delante y se puso las manos en las rodillas. -Te acuerdas del caso Anderson del ao pasado, en que el viejo muri sin dejar testamento y de pronto aparecieron tres primos suyos con tres testamentos diferentes? -S. Nosotros defendimos al hijo del viejo y ganamos. No me digas que esos primos han contratado a otro abogado!

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-No. No. Es que tenemos un caso parecido. Un hombre muere, dejando a una mujer viuda y sin testamento. Y de pronto aparece una hermana que reclama toda la herencia. -es que quera desheredar a su mujer? Jack neg con la cabeza. -No parece. La mujer se va a quedar sin un cntimo. Me ha llamado hace unos minutos. Su marido era amigo mo. Bueno, en realidad no era amigo, era conocido. Viva a veinticinco millas de donde yo nac. -Y? -Pues que la mujer se ha quedado sin nada. Lo cual al parecer no le sorprende, porque dice que se lo debera haber imaginado. -No haba amor en la relacin, imagino. -En absoluto- Jack se puso en pie y camin por el despacho, con las manos metidas en los bolsillos. Yo la vi. slo una vez, hace ya aos. Lo nico que recuerdo de ella es que pareca muy triste. -Y quieres que la defienda? -Me ha pedido que estudie el caso, para ver si por lo menos tiene derecho a recibir la pensin que su marido le haba asignado. No le hice muchas preguntas, porque podra haber intereses en conflicto. La hermana del marido iba al mismo colegio que Mary. Es decir, que conozca a Clare muy bien- sonri Jack. Es una mujer que no me gusta, pero la conozco. Ese es el problema. -Y por qu no se lo cuentas as a la viuda? -Le dije que la cosa estaba complicada. Cuando se cas, la boda se coment en toda la ciudad. Una chica muy joven, de dieciocho o diecinueva aos, se casa con un hombre de sesenta. Una chica de pueblo, que nadie la conoce, se casa con uno de los hombres ms famosos en la ciudad. -Est claro que la chica dio sexo a cambio de dinero y poder. Esa es la profesin ms vieja del mundo, Jack. La segunda ms vieja, cuando existe un contrato matrimonial de por medio. -La herma del difunto piensa lo mismo que tul que as es como consigui ponerse el anillo de casada en su dedo. Pero tambin dice que su hermano no era tonto, que pagaba por tenerla a su lado, pero que no tena intencin alguna de dejarla nada cuando muriera. -Lo sabe la chica? -Dice que ella no saba nada. Dice que su marido le di