marton sandra - la esposa perfecta

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LA ESPOSA PERFECTA A Proper wife SANDRA MARTON Por complacer a sus allegados, Devon Franklin y Ryan Kincaid se vieron abocados a una boda que ambos rechazaban. Para ellos, seria un mero contrato que podía ser rescindido al cabo del tiempo. Pero lo que en principio fue una mera atracción física se convirtió en una pasión avasalladora que cuestionó el carácter temporal de su matrimonio, ¿Podría ser para siempre?...... CAPITULO 1 SU PELO era dorado como el trigo en verano, sus ojos color violeta como flores silvestres. Por un instante, al verla bajar las escaleras, a Ryan Kincaid se le paró el corazón al pensar que ella no llevaba nada bajo la larga capa de terciopelo roja. Nada, sólo su piel desnuda. La lógica le decía otra cosa. Montano's podía ser la gran tienda de moda en Nueva York, pero, pensó con una sonrisa, no llegarían tan lejos como para organizar un pase de modelos desnudas. Era su forma de llevar la capa, ceñida al cuerpo, lo que creaba aquella ilusión increíble. Se sujetaba la prenda al cuello con ambas manos, de modo que la tela caía abierta a ambos lados, revelando sus largas y esbeltas piernas. Ryan la miraba con aprobación. Era una mujer impresionante. Y ella lo sabía. Era fácil darse cuenta de ello al ver su actitud orgullosa, la mirada de desdén que se dibujaba en su rostro perfecto. Las demás modelos habían sonreído a la multitud de comerciantes, pero ella se movía como una reina, sin dignarse a mirarlos. Pero aquello sólo la hacía más atractiva, pensó Ryan, y su interés por ella creció todavía más. Verse atrapado en los pasillos durante lo que resultó ser uno de los desfiles de moda de «Los viernes en Montano's» empezaba a ser más gratificante de lo que esperaba. Frank, que estaba justo detrás de él, se dirigió a él con tono socarrón. -Vaya, vaya, vaya. ¿Has visto a esa rubia? -susurró y añadió con un suspiro exagerado-: Los sueños de un hombre hechos realidad. Ryan sonrió. -Sueños clasificados X -dijo suavemente. La cantidad de imágenes que se despertaban en su mente era asombrosa, lo que no dejaba de ser extraño. No era un hombre dado a las fantasías sexuales: en su vida había habido bastantes mujeres hermosas como para que fuera más que feliz con la realidad. Pero mirar a aquella chica, mientras descendía por los escalones de la pasarela, excitaba su imaginación. -No te ofendas -dijo Frank-, pero preferiría tomar una copa con ella antes que contigo. Ryan sonrió. -Nada de copas. Yo preferiría llevarla a su casa, quitarle la capa y averiguar lo que lleva debajo. Era un comentario no dirigido a más oídos que los de Frank, pero en cuanto Ryan había empezado a hablar, la música se interrumpió de repente y el murmullo de la multitud cesó. Las palabras de Ryan se oyeron con claridad en medio del silencio. La rubia se quedó helada; entre la multitud se extendió una sonrisa complacida y Ryan se sintió avergonzado. «¿Y ahora qué?», se preguntó. ¿Qué haría? ¿Encogerse de hombros y sonreír? ¿Disculparse? Pero no tuvo opción. La rubia apretó los dientes, se irguió y terminó de bajar las escaleras. Una modelo salió del grupo que se había reunido a los pies de las escaleras, le dijo algo a la rubia y le tendió la mano, pero ella se encogió de hombros y se dirigió a Ryan. Frank se rió. -Adiós, muchacho -dijo, y retrocedió. La chica se detuvo frente a Ryan, estaba pálida y apenas podía contener la rabia mientras lo miraba fijamente. Ryan se aclaró la garganta y luego esbozó una sonrisa que había desarmado a algunas de las mujeres más exquisitas de Manhattan. -Es increíble las malas pasadas que juega a veces la electrónica -dijo. La chica no contestó nada, se limitó a seguir mirándolo llena de furia. Ryan volvió a aclararse la garganta.

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Page 1: Marton Sandra - La Esposa Perfecta

LA ESPOSA PERFECTAA Proper wifeSANDRA MARTON

Por complacer a sus allegados, Devon Franklin y Ryan Kincaid se vieron abocados a una boda que ambos rechazaban. Para ellos, seria un mero contrato que podía ser rescindido al cabo del tiempo. Pero lo que en principio fue una mera atracción física se convirtió en una pasión avasalladora que cuestionó el carácter temporal de su matrimonio, ¿Podría ser para siempre?......

CAPITULO 1SU PELO era dorado como el trigo en verano, sus ojos color violeta como flores silvestres. Por un instante, al verla bajar las escaleras, a Ryan Kincaid se le paró el corazón al pensar que ella no llevaba nada bajo la larga capa de terciopelo roja. Nada, sólo su piel desnuda.La lógica le decía otra cosa. Montano's podía ser la gran tienda de moda en Nueva York, pero, pensó con una sonrisa, no llegarían tan lejos como para organizar un pase de modelos desnudas.Era su forma de llevar la capa, ceñida al cuerpo, lo que creaba aquella ilusión increíble. Se sujetaba la prenda al cuello con ambas manos, de modo que la tela caía abierta a ambos lados, revelando sus largas y esbeltas piernas.Ryan la miraba con aprobación. Era una mujer impresionante. Y ella lo sabía. Era fácil darse cuenta de ello al ver su actitud orgullosa, la mirada de desdén que se dibujaba en su rostro perfecto. Las demás modelos habían sonreído a la multitud de comerciantes, pero ella se movía como una reina, sin dignarse a mirarlos.Pero aquello sólo la hacía más atractiva, pensó Ryan, y su interés por ella creció todavía más.Verse atrapado en los pasillos durante lo que resultó ser uno de los desfiles de moda de «Los viernes en Montano's» empezaba a ser más gratificante de lo que esperaba.Frank, que estaba justo detrás de él, se dirigió a él con tono socarrón.-Vaya, vaya, vaya. ¿Has visto a esa rubia? -susurró y añadió con un suspiro exagerado-: Los sueños de un hombre hechos realidad.Ryan sonrió.-Sueños clasificados X -dijo suavemente.La cantidad de imágenes que se despertaban en su mente era asombrosa, lo que no dejaba de ser extraño. No era un hombre dado a las fantasías sexuales: en su vida había habido bastantes mujeres hermosas como para que fuera más que feliz con la realidad. Pero mirar a aquella chica, mientras descendía por los escalones de la pasarela, excitaba su imaginación.-No te ofendas -dijo Frank-, pero preferiría tomar una copa con ella antes que contigo.Ryan sonrió.-Nada de copas. Yo preferiría llevarla a su casa, quitarle la capa y averiguar lo que lleva debajo.Era un comentario no dirigido a más oídos que los de Frank, pero en cuanto Ryan había empezado a hablar, la música se interrumpió de repente y el murmullo de la multitud cesó.Las palabras de Ryan se oyeron con claridad en medio del silencio.La rubia se quedó helada; entre la multitud se extendió una sonrisa complacida y Ryan se sintió avergonzado.«¿Y ahora qué?», se preguntó. ¿Qué haría? ¿Encogerse de hombros y sonreír? ¿Disculparse?Pero no tuvo opción. La rubia apretó los dientes, se irguió y terminó de bajar las escaleras.Una modelo salió del grupo que se había reunido a los pies de las escaleras, le dijo algo a la rubia y le tendió la mano, pero ella se encogió de hombros y se dirigió a Ryan.Frank se rió.-Adiós, muchacho -dijo, y retrocedió.La chica se detuvo frente a Ryan, estaba pálida y apenas podía contener la rabia mientras lo miraba fijamente. Ryan se aclaró la garganta y luego esbozó una sonrisa que había desarmado a algunas de las mujeres más exquisitas de Manhattan.-Es increíble las malas pasadas que juega a veces la electrónica -dijo.La chica no contestó nada, se limitó a seguir mirándolo llena de furia.Ryan volvió a aclararse la garganta.-Escuche -dijo-, lo siento mucho, pero...-Es usted un cerdo -dijo ella fríamente.Alguien se rió disimuladamente. Ryan, cosa extraña en él, se sonrojó.-Sí. Bueno, yo...La chica se aproximó un poco más. Ryan pudo oler su perfume. «¿Opium? ¿L'Air du Temps?», se preguntó.-¿O es que sólo es un perfecto asno sin dos dedos de frente?La gente volvió a reírse, aquella vez sin disimulo. Ryan tuvo que esforzarse para seguir sonriendo.-Mire, señorita -dijo-, siento...

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-¡No lo siente en absoluto! ¿Por qué iba a sentirlo? Los tipos como usted se creen con derecho a insultar a todos los que tienen que trabajar para vivir, ¿o no?-Señorita -dijo Ryan con paciencia-, ¿no le parece que está exagerando? Estoy tratando de disculparme, pero...La chica se rió, tenía una dentadura perfecta.-Es tan fácil para un cerdo disculparse como para un mandril bailar el minueto.La risa se extendió por la multitud que había a espaldas de Ryan. Frunció el ceño y se acercó a la chica. Era alta para ser mujer, pero él era más alto que ella. Sintió una especie de oscuro placer al ver que ella se sentía lo bastante intimidada como para retroceder.-Tiene razón -dijo suavemente-. No lo siento en lo más mínimo. Estaba disfrutando del espectáculo.Hubo unos cuantos aplausos, y algunos silbidos. Ryan se dio la vuelta y dirigió una sonrisa a la multitud.Devon, que así se llamaba la chica, se sonrojó y maldijo los nervios templados de aquel bruto egoísta, con hermosos ojos verdes y moreno como la noche. Todo el mundo la miraba, pendiente de su réplica.Si hubiera ignorado el comentario, se decía.Si hubiera hecho caso a la modelo que le dijo que no le hiciera caso.Si no hubiera hecho caso al señor Deauville y se hubiera quedado en su puesto, tras el mostrador de perfumes.Pero el director había sido incansable en sus peticiones, apremiándola con sus ojillos rebosantes de preocupación.El desfile de moda semanal empezaba al cabo de cinco minutos, le había dicho. Una de las modelos se había puesto enferma y ella era alta y delgada, así que la ropa le serviría.Devon había tratado de decirle que no, que había sido contratada hacía dos días para vender perfume y no para pasar modelos.Pero razonar con aquel hombre era imposible. El lugar se había llenado de gente y de confusión, y ella todavía estaba pensando la respuesta cuando el señor Deauville la condujo a un vestuario cerrado con llave.-Aquí tenéis la chica que os faltaba.Alguien llamado Clyde, de voz aflautada y la determinación de un perro de presa, la agarró por el brazo y le dijo que se quitara el traje de chaqueta y la blusa de seda y se pusiera el vestido que llevaba en la mano. Finalmente, le colocaron una capa de terciopelo sobre los hombros, de un color tan discreto como un motor de explosión, pero se la puso porque al menos servía para cubrir un vestido que la dejaba medio desnuda.Lo siguiente que supo fue que se encontraba en lo alto de la escalera con un montón de extraños fijándose en ella.-Todo irá bien, nena -le había dicho la misma modelo que un par de minutos después trató de detenerla.Y así había sido en efecto, hasta que aquella especie de hombre de Neanderthal, aquel cerdo con una mirada que probablemente hacía que muchas mujeres estúpidas cayeran a sus pies, había decidido hacerla blanco de sus comentarios.Y ella, como una estúpida, había dejado que aquellos comentarios la afectaran.-¿Y bien?Devon parpadeó. Ryan la estaba mirando con esa sonrisa satisfecha tan particularmente masculina.-¿Y bien qué?-¿Me perdona?-Venga, señorita -dijo una voz masculina-, dígale al muchacho que acepta sus disculpas.-Sí -dijo otro -, dígale que no pasa nada.El hombre de los ojos verdes sonrió.-Ya los oye -dijo suavemente-. Vamos, cariño, un beso y hacemos las paces.Se inclinó, la tomó por la barbilla y acercó la cara, sin dejar de mirarla con aquella maldita sonrisa. Tenía que estar bromeando. pensó Devon con exasperación, tenía que estar...Pero lo miró a los ojos y se dio cuenta de que no estaba bromeando en absoluto.Sin la menor vacilación, se echó hacia atrás, cerró el puño y le dio un puñetazo en la barbilla.«¡Maldita sea!», se dijo Ryan y se echó hacia atrás sacudiendo la cabeza, tratando de disipar el pitido de sus oídos.-¿Ryan?Él parpadeó.-¿Ryan, estás bien? -le decía Frank agarrándole por los hombros-. Por todos los santos, di algo.Ryan se tocó la mandíbula.-Me ha dado un puñetazo -dijo con asombro.Frank sonrió.-Creo que sí.Ryan frunció el ceño.

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-Vale, vale, ya está bien -dijo apartándose de Frank y volviéndose hacia la chica, que no se había movido de su sitio-. He tratado de disculparme, pero usted no ha aceptado mis disculpas. Admito que me he portado como un imbécil, pero si cree que va a marcharse después de pegarme, se va a llevar otra...-Lo siento -dijo Devon con un susurro-, no quería...-¡Señorita Franklin! ¿Qué sucede aquí?Devon se quedó de piedra.-Señor Deauville, puedo explicárselo si usted...El director se volvió a Ryan.-¿Qué ha ocurrido?Ryan volvió a mirar a la chica. Estaba pálida y con los ojos muy abiertos.-No ha ocurrido nada -dijo.El señor Deauville apretó la mandíbula.-Señor, aprecio su caballerosidad, pero si Montano's quiere mantener la disciplina entre sus empleados...-Agradezco su preocupación -dijo Ryan con una educada sonrisa-, pero le aseguro que no ha ocurrido nada. Esta joven y yo hemos tenido un malentendido-Ella le ha dado un puñetazo -dijo una persona que se estaba divirtiendo mucho con la escena.El señor Deauville se puso pálido.-¿Que hizo qué? -lijo y dirigió a Devon una mirada fulminante -. ¡Señorita Franklin!Devon tragó saliva. Dos semanas de patearse las calles buscando trabajo, dos semanas de oír a Betting decide que era una estúpida por buscar un trabajo degradante.-No... no es lo que parece -dijo desesperadamente-. Si me concede un momento...-¿Ha pegado usted a este hombre o no?-Señor Deauville, por favor.-Está usted despedida, señorita Franklin.-Espere un minuto, Deauville -dijo Ryan frunciendo el ceño-. No puede despedirla.-Cállese -le espetó Devon, con el rostro encendido de rabia-. ¿No le parece que ha hecho bastante por hoy? Usted tiene la culpa de todo, usted... estúpido, hipócrita...Ryan sacudió la cabeza apretando la mandíbula.-Escuche, señorita, estoy haciendo lo que puedo para comportarme como un caballero, pero...-¿Y por qué pierde el tiempo tratando de pasar por lo que no es?Ryan la miró a los ojos durante un largo instante, luego miró al director.-La chica me ha dado un puñetazo. Despídala.-Ya lo he hecho -dijo el hombrecillo mirando a Devon con frialdad-. Se lo repito, señorita, está usted acabada.Devon miró a uno y a otro. ¿Pensaban que podían tomarla como terra de discusión sin que estuviera presente?-¿Acabada? -dijo y soltó una pequeña carcajada. Luego, con un gesto desafiante, se quitó la capa y la dejó caer a sus pies-. Es usted el que está acabado, señor Deauville.Antes de que ninguno de los dos pudiera responder, se dio la vuelta y se alejó.Fue el trayecto más largo de su vida. Podía sentir todos aquellos ojos penetrantes, sabiendo lo que veían; el vestido que llevaba era poco más que un par de tirantes de seda negra que sostenían una minifalda de satén.Pero mantuvo los hombros atrás y la cabeza erguida, hasta que, finalmente, encontró la seguridad del vestuario. Entonces se quitó el vestido y los zapatos, se puso su ropa y salió a la calle por la puerta de empleados.Compartía dos pequeñas habitaciones con su madre en un hotel de Times Square. Pero por suerte no había nadie cuando llegó. Bettina debía haber salido de compras, pensó Devon amargamente cerrando la puerta, gastando lo último que les quedaba en una ropa apropiada para la cita que aquella noche tenía con James Kincaid.Se sentó en la cama y se estremeció. ¿Por qué había aceptado acompañar a Bettina aquella noche? No quería, tenía bastante con la última visita. El viejo era un excéntrico, le había dicho Bettina, pero ella se había sentido como una pedigüeña primero, y como un bicho en el microscopio más tarde.Aquella noche sería peor. Bettina andaba detrás de algo. Si dedicara la misma energía a buscar trabajo...«Un trabajo», pensó Devon, «Dios mío, un trabajo».Aquella mañana tenía uno, apenas habían pasado algunas horas y se había quedado sin él.Y allí estaba, en una ciudad extraña, sin dinero y con una madre que pensaba que el trabajo era algo inventado para los idiotas. Y, gracias a aquel cretino que la había insultado en Montano's, estaba sin trabajo.Al menos, había obtenido alguna satisfacción. No había duda de que el puñetazo lo había desconcertado. Aunque no podía creer cómo había podido hacer una cosa así, ella, que no se atrevía a matar a una mosca pero lo cierto era que aquel cretino se lo había merecido.Esbozó una sonrisa. ¡Qué satisfacción al sentir el puño contra la mandíbula apretada de aquel estúpido!Pero la sonrisa desapareció de su rostro.

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-Maldito sea -dijo-. ¡Maldito sea, ojalá acabe en el infierno!-¿Maldito sea quién? -dijo Bettina alegremente, cerrando la puerta detrás de sí.Devon se pasó las manos por los ojos.-Hola, madre. No te he oído entrar.-He ido de compras -dijo Bettina dejando unos paquetes sobre la cama-. Quiero estar guapa esta noche, Devon, y tú también tendrías que estarlo.-No sé por qué vamos -murmuró Devon-. Ni siquiera sé por qué vinimos a esta ciudad.-Porque aquí tenemos familia, por eso. Y la familia siempre ayuda cuando las cosas van mal.-Aquí no tenemos familia y tú lo sabes.-¿Por qué estás de tan mal humor? Espero que no estropees esta noche.Devon suspiró profundamente.-Me he quedado sin trabajo.-¿En serio? -dijo Bettina sin mucho interés-. ¿Te gusta este vestido? Un poco serio, ¿o no? ¿Qué te parece?Devon miró el vestido de seda violeta que su madre había sacado de una de las cajas.-Está... está bien, madre. ¿Has oído lo que te he dicho? Tuve una discusión con un cliente y...-Bueno, no pasa nada. Vender perfume no es mucho mejor que vender jerseys, como hacías en Saks.-Vender no es un trabajo muy atractivo, pero es honrado.-¡No te atrevas a hablarme con ese tono de superioridad! -dijo Bettina con rabia--. Trabajé mucho para sacar la familia adelante, no lo olvides, sirviendo mesas, sonriendo para que me dieran propinas y poder darte la vida con la que yo había soñado... y mucho antes de que llegara Gordon Kincaid para pagar las facturas, no lo olvides, señorita.Había mucho más que eso, pensó Devon. También había una larga cadena de hombres: tío Harry, tío John, tío Phil...-Hice lo que tenía que hacer -dijo Bettina, como si leyera los pensamientos de Devon-. Y todo lo hice por ti.-Yo nunca te pedí nada.-Los sacrificios, la lucha...Devon cerró los ojos. «No quiero escuchar, no quiero.» Había escuchado aquella letanía toda su vida, oyendo los sacrificios por los que había pasado su madre, que había llegado a decirle que había dado su propia vida por el bien de su hija...-Acabarás por darme la espalda, como hizo tu padre.Aquella amarga acusación se clavó en el corazón de Devon como si fuera un cuchillo afilado.Sabes que nunca haría una cosa así, madre.Bettina sonrió.-¡Buena chica! -dijo y se inclinó para darle un beso a su hija, luego miró el reloj-. ¡Qué tarde es! Vamos, cariño, el abuelo Kincaid va a mandarnos su coche, y no podemos llegar tarde. Ponte algo alegre para variar. Y maquíllate un poco, ¿quieres? Tienes pinta de haber estado llorando, ¡por todos los santos!Era mejor que tener el aspecto de que te hubieran dado un puñetazo en la mandíbula, pensó Devon.Pero, ¿por qué lo había pensado? Fuera cual fuera la razón se alegraba de que fuera así.Por primera vez en mucho tiempo, Devon sonrió.

CAPITULO 2POCOS minutos después de las cuatro de la tarde de los viernes, Wall Street empezaba a llenarse de empleados que abandonaban sus oficinas. Los restaurantes y los bares se abarrotaban de clientes que querían comenzar el fin de semana cuanto antes.Ryan y Frank, que habían convertido en costumbre compartir la primera tarde del fin de semana desde sus tiempos en la universidad, ocuparon las últimas banquetas junto a la barra de caoba en el Watering Hole, e intercambiaron un amistoso saludo con Harry, el camarero.-Buenas tardes, caballeros -dijo Harry-. ¿Lo de costumbre?-Sí -respondió Frank, pero Ryan negó con la cabeza-Para mí una Coca-Cola -dijo.-¿Una Coca-Cola? -dijo Frank con una mueca de sorpresa. -¿Qué ocurre, muchacho? ¿Esa dama te ha dañado el cerebro?Ryan se tocó la mandíbula.-Ha sido un buen golpe -dijo- ¿Ha dejado alguna marca?-Una pequeña sombra, ahí.-¡Ay! -dijo Ryan cuando el camarero ponía un vaso de lleno de cubitos de hielo y una botella de Coca-Cola sobre la barra. Tomó un cubito, lo envolvió en el pañuelo y lo apoyó en la mejilla.-Puede que esto ayude, no me apetece explicarle a mi abuelo por qué tengo un cardenal en la mandíbula.

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-Ah, ya comprendo -dijo Frank-. No bebes porque tienes que ir a ver a viejo, ¿verdad?-Exacto -dijo Ryan moviendo la mandíbula con cuidado-. ¿Qué te parece esa mujer? Se pasea medio desnuda, enseñando casi todo y se sorprende porque un tío le dice algo. ¿Qué hay del decoro?-¿El decoro?-Sí, el decoro. Ya sabes, menos escote, falda más larga, enseñar un poco menos...Frank hizo un gesto de asombro.-¿Y me dice eso el hombre que llegó a salir con Miss Noviembre?Frank tenía razón, pensó Ryan con sorpresa. ¿Cuándo le había importado lo que una mujer enseñara? Y si era atractiva, cuanto más enseñara, mejor.Cruzó una mirada con Frank.-Era Miss Diciembre -dijo sonriendo-. ¿No te acuerdas de las campanitas?Frank se rió.-¿Y cómo iba a olvidarlas? -dijo y frunció el ceño al observar la mandíbula de Ryan-. Va a ser imposible disimular eso, más vale que vayas pensando en un cuento que tu abuelo pueda tragarse.Ryan suspiró.-Al infierno. Si me pregunta, le diré la verdad. Seguro que me dice que la chica me dio mi merecido.-El viejo no ha cambiado, ¿eh?-Al contrario que la mujer de la que estamos hablando -dijo Ryan con una sonrisa-, mi abuelo siempre es predecible.Y lo mismo ocurría con la cenas en casa de los Kincaid, penso Ryan mientras Frank se excusaba para ir al servicio.Primero se servían las bebidas en el viejo cuarto de estar. Bourbon para él y agua mineral para el viejo, que había tenido que dejar el whisky siguiendo órdenes de los médicos. Entonces Agnes Brimley, la anciana ama de llaves de su abuelo, los avisaría para que pasaran al comedor para cenar un menú, que había pasado la aprobación de los médicos, consistente en arroz, verduras y pollo. El postre tendría el aspecto, el olor y la textura de jabón en polvo.Después de cenar, el viejo cerraría la puerta, para evitar la desaprobadora mirada de la señorita Brimley, y encendería un puro, el único vicio que aún le quedaba. Luego miraría a Ryan con sus ojos cansados y le daría la lección del mes.La guerra y lo bueno que era el mundo hacía setenta años eran sus temas favoritos. En segundo lugar, vendrían los consejos sobre cómo dirigir Kincaid Incorporated, a pesar de que Ryan llevaba cinco años al frente de la empresa que había fundado su abuelo, una gran empresa con sucursales en todo el país.Pero aquello no era más que un entrenamiento para la lección favorita del abuelo James, una lección que comenzaba con las palabras: «El tiempo pasa, muchacho», y que terminaba diciendo que estaba a punto de cumplir treinta y dos años y que era hora de sentar la cabeza.Ryan sonreiría y protestaría sin mucho énfasis. ¿Qué dirían los grandes tiburones de las finanzas? Ryan Kincaid, el hombre a quien la revista Time había llamado «El llanero solitario», aguantando que le dieran lecciones. Y todo por la más sencilla de las razones, porque quería a su abuelo y su abuelo lo quería a él, aunque el viejo fuera capaz de morirse antes de admitirlo.Su abuelo le había criado a él y a su hermano Gordon después del divorcio de sus padres. Gordon había muerto, así que sólo se tenían el uno al otro.-Bueno, ¿por dónde anda Sharon?Ryan miró a Frank, que había vuelto a sentarse en la bandeja.-¿Qué pasa con Sharon?-No creo que le guste mucho que no pases con ella esta noche, considerando cómo se pone cuando tú y yo salimos solos.Ryan hizo una mueca.-Si no te importa, prefiero no hablar de Sharon.-¿Tenéis algún problema?-Me olvidé de su cumpleaños.-Ya, y por eso fuimos a Montano's.-Sí, pero hay algo más -dijo Ryan suspirando-. Yo creía que nos entendíamos. Ella no quería nada definitivo, ni tampoco yo, pero no deja de hablar de que todas sus amigas se han casado y empiezan a tener hijos.-Supongo que le habrás dicho que eres demasiado joven como para poner un fin a tu vida.Ryan se llevó el vaso a los labios, miró el líquido oscuro y lo volvió a dejar en la barra, sin tocar.-El caso es que no es así.-¿Qué? -dijo Frank horrorizado.-Nos hacemos mayores.-¿Con treinta y dos años? -dijo Frank, y comenzó a sonreír-. Ya te entiendo, te estás adelantando a la lección del abuelo Kincaid acerca de la conveniencia de casarse, sentar la cabeza y producir pequeños Kincaid para hacerle más agradable la vejez.

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-A veces pienso que tiene razón -dijo Ryan frunciendo los labios-. Después de todo, mi hermano murió y no dejó ningún heredero.-Sí, eso fue muy triste.-¿Cómo no iba a ser triste? Gordon se vio atrapado en manos de una Jezabel versión San Francisco.-Bettina Eldridge, ¿no? Ya me acuerdo -dijo Frank suspirando-. Mira, muchacho, esto es América, no pasa nada porque el príncipe heredero no tenga esposa todavía. -¿Por qué no le dices eso al viejo?Ryan pasó el dedo por el borde del vaso.-Mi abuelo se está haciendo viejo -dijo con suavidad- . El tiempo pasa, ¿sabes?-Poniéndote unos grilletes no conseguirás que el reloj se pare -dijo Frank-, pero si crees que sí, ahí tienes a Sharon.Ryan sonrió. Desde los tiempos de Yale, Frank tenía la cualidad de simplificar los problemas.-Gracias, pero no. El matrimonio no es el estado natural del hombre -dijo.-Brindo por eso.-Demonios, no hace falta más que mirar a los Kincaid. Mi madre celebró su decimoquinto aniversario pidiéndole el divorcio a mi padre. Quería hacerse antropóloga. Mí padre se enamoró de su secretaria y se largó con ella un año después. Todavía no sé dónde está. Mi hermano se casó con una mujer a la que sólo le interesaba el dinero...-El matrimonio acaba con todo -dijo Frank.-Mi abuelo no para de decir que su matrimonio fue una delicia, pero, ¿por qué no iba a serlo? Las reglas eran más sencillas. Mi abuela era una mujer chapada a la antigua: amable, dulce, deseosa de complacerlo.Frank suspiró.-Así educaban a las mujeres en aquellos tiempos, muchacho, para que se convirtieran en verdaderas damas: les enseñaban a tocar el piano, a servir el té, a llevarle a su marido las zapatillas y el periódico...Ryan enarcó las cejas.-Estamos hablando de una esposa, no de un perro faldero.-Y con todo eso -prosiguió Frank ignorando el comentario de su amigo-, eran felices y entusiastas.De repente, a Ryan se le ocurrió algo. Vio a la rubia de Montano's y a sí mismo quitándole la capa de terciopelo. La vio desnuda y la acarició. Tenía la piel sedosa y morena, sus senos eran perfectos y sus nalgas suaves...«¡Maldita sea!», se dijo y se bebió el resto de la Coca-Cola de un trago.-Si pudiera encontrar a una mujer así, yo mismo me casaría con ella -dijo Frank.-¿Y quién no? -dijo Ryan sonriendo y después de mirar el reloj se levantó- Has descrito a la esposa perfecta. Pero hace años que no hacen una así, y es lo que le voy a decir a mi abuelo.Sacó un par de billetes de la cartera y los dejó sobre la barra.-Gracias por la charla, amigo, era lo que necesitaba.Frank sonrió con modestia.-Ha sido un placer.-Esta vez, cuando el viejo empiece con el tema de sentar la cabeza, le diré que lo haré cuando encuentre una mujer como la abuela. Entonces me cruzaré de brazos, me echaré hacia atrás y sonreiré.

Como había hecho desde la infancia, Ryan se sentó a la derecha de su abuelo en la mesa del comedor. Pero aquella noche no tenía nada que ver con las cenas de la infancia, ni con las horribles cenas que habían tenido lugar en los últimos años.Ryan frunció el ceño. ¿Qué diablos pasaba?Preparado para el tipo de cena que le había descrito a su amigo, estuvo a punto de caerse de la silla cuando la señorita Brimley entró a paso de marcha con el primer plato.-Ajá -dijo James Kincaid con un gesto de felicidad.Hum replicó Ryan obedientemente, preparándose para lo peor, pero cuando su abuelo descubrió la sopera, un maravilloso aroma le produjo cosquilleo en la nariz.-¿Sopa de langosta? -preguntó con incredulidad.-Sopa de langosta -replicó James.A la sopa siguió un redondo de carne con una guarnición de patatas cocidas salpicadas con nata y una ensalada con salsa de roquefort.-Y un buen clarete para ayudar a que pase -dijo James.Cuando estaban terminando, Ryan se aclaró la garganta.-¿Es que... celebramos algo, abuelo? -preguntó.James levantó la vista del plato. Una extraña sonrisa iluminaba su rostro.-No se me había ocurrido pensar eso, muchacho, pero, sí, supongo que puede decirse que sí.-¿Y qué es, señor?James sonrió y sacudió la cabeza.-No más preguntas por ahora, Ryan. Después del postre hablaremos, te lo prometo.

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Justo en aquel momento, la señorita Brimley abrió la puerta de servicio. La premura de sus pasos era señal inequívoca de que no aprobaba lo que llevaba en la bandeja de plata.-El postre -dijo con frialdad.Ryan se quedó mirando la bandeja que la mujer le ofrecía. Desde que era niño no había visto semejante despliegue de maravillas: bombones, trozos de tarta, pasteles...Miró a la señorita Brimley con los ojos como platos.-¿Eso de ahí son brownies de chocolate blanco?-Sí -dijo la mujer secamente.Ryan fue a tomar uno, pero pensó en los ejercicios de gimnasia que hacía cada mañana y retiró la mano.-Creo... creo que no, gracias.La expresión de la mujer se suavizó ligeramente.-Al menos en esta casa todavía queda alguien que use el cerebro como Dios manda.James dejó escapar una carcajada.-Si lo que quieres es quitarme el apetito, Brimley -dijo tomando una cosa de cada-, siento decirte que no lo vas a conseguir. Trae el café, por favor. Pero café de verdad, no esa porquería de descafeinado que llevas dándome durante años. Y luego cierras la puerta y nos dejas solos.Cuando la señorita Brimley salió, James suspiró y sacó un puro del chaleco.-Excelente cena, muchacho, ¿no te parece?Ryan se levantó y tomó el viejo encendedor de su abuelo, que estaba en mitad de la mesa.-Supongo que eso depende de su definición de «excelente» -dijo con sequedad encendiendo el puro de su abuelo- La mayoría de la gente estaría de acuerdo, pero sospecho que los médicos pensarían de modo muy distinto.-Los médicos -dijo James con desprecio- Querrás decir los curanderos, tocando sus tambores y bailando alrededor del fuego, cuando todos sabemos que lo más que pueden hacer es retrasar lo inevitable.Ryan sonrió.Puede que haya cambiado la dicta, pero tiene el mismo carácter de siempre.James sonrió y dio una larga calada al puro.-Bueno -dijo expulsando el humo-, ¿algo nuevo en tu vida, muchacho?-¿Por qué primero no me dice lo que hay de nuevo en la suya?James cerró los ojos.-¿Y qué iba a haber? Me paso los días tomando pastillas y comiendo papillas.-Esta noche no.-No -dijo James sonriendo- Esta noche, no.-Decía que me iba a explicar a qué se debían estos excesos de colesterol cuando hubiéramos terminado.-No te importa que antes hablemos un poco, ¿verdad?Ryan frunció el ceño. Sin embargo, el tono de su abuelo era relajado. ¿Por qué estaba él tan incómodo?-No, claro que no. ¿De qué quiere hablar?-De lo que te acabo de preguntar, ¿algo nuevo en tu vida?-Bueno, vamos a ver... Hemos decidido comprar esa propiedad de Santa Fe, y la subdivisión de Las Vegas...-¿Cómo te has hecho ese cardenal de la mandíbula?Ryan sonrió.-¿Me creería si le digo que me di contra la mampara de la ducha tratando de agarrar el jabón?-No -dijo James, a hizo un gesto con las cejas-. ¿Te lo hizo algún marido traicionado?-¡Abuelo! -dijo Ryan, y negó con la cabeza- Me sorprende que diga eso. Ya sabe que creo que el matrimonio es sagrado -añadió con una sonrisa.El viejo Kincaid le dirigió una extraña mirada.-Cuento con eso, y sigo esperando que me digas como te has hecho eso.-Suponga que le digo que fue una mujer.-Diría que te lo merecías. De acuerdo, no me digas como ocurrió, supongo que no importa mucho -dijo James Kincaid, y dejó el puro en el cenicero-. ¿Qué más hay de nuevo?-Pues esa subdivisión de Las Vegas...-Sí, sí -dijo James con impaciencia- Estoy seguro de que Kincaid Incorporated va muy bien. Has logrado grandes cosas en la empresa, más que yo, y los dos lo sabemos.Ryan se rió.-Un momento. Esto es demasiado para un solo día, primero esa cena, ahora estos halagos...-Me refería -dijo James interrumpiéndole- a si hay alguna novedad en tu vida privada.-Ah, bueno -dijo Ryan sonriendo, y se sentó-. Directos al grano, ¿no? Lo que quiere saber es si le pedido a alguna chica que se case conmigo.-A «alguna chica», no -le dijo el abuelo sin devolverle la sonrisa- A una mujer que pueda ser una buena esposa.-Una esposa apropiada -dijo Ryan y sonrió.-No veo dónde está el chiste, muchacho.

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-Estaba pensando en una conversación que he tenido con Frank Ross. Se acuerda de Frank Ross, ¿verdad, señor?-Sí, claro. Supongo que tampoco ha sentado la cabeza todavía.-No sé si se da cuenta de lo mucho que ha cambiado el mundo -dijo Ryan con amabilidad- Las mujeres ya no son como antes.-Son igual que antes, siempre ha habido mujeres con las que un hombre debe casarse, el caso es encontrarlas.-Pues cuando encuentre una...-¿Y cuándo va a ser eso?-le espetó James-. Al paso que vas me temo que nunca. Y el tiempo pasa.-Abuelo -dijo Ryan con firmeza-, no tengo ganas de discutir eso esta noche.James lo escrutó con la mirada, luego suspiró y apagó el puro.-Esta habitación está un poco cargada, vamos a la biblioteca.Ryan se levantó.-Deje que le ayude, señor.Siempre le ofrecía ayuda cada vez que veía a su abuelo luchando por levantarse. La respuesta siempre era la misma: «Todavía no estoy en la tumba», decía James.Pero aquella noche la respuesta fue distinta.-Sí -dijo-. Ayúdame, anda.Ryan observó a su abuelo, pero la expresión de su rostro era la misma de siempre. Lo ayudó a ponerse en pie y lo llevó por el pasillo hasta la biblioteca. A pesar de la calidez de la tarde de otoño, la chimenea estaba encendida. James se sentó en su sillón de cueroY suspiró.-Así está mejor. Ahora dame un coñac.Ryan iba a poner alguna objeción, pero se lo pensó mejor. ¿Por qué no iba a beber coñac su abuelo? Teniendo en cuenta lo que había cenado, no suponía un gran cambio. Sirvió dos copas, le dio una al anciano, acercó una silla a la chimenea y se sentó.-De acuerdo, abuelo, ahora vamos a hablar.-¿Hablar de qué? -dijo James asumiendo un aire de inocencia.Ryan frunció el ceño.-Tú ya me has preguntado lo que querías, ahora me toca a mí. ¿Qué pasa?-¿Por qué los jóvenes siempre son tan impacientes?-Abuelo... --dijo Ryan, y su tono era un aviso.-De acuerdo, de acuerdo. Supongo que sabes que mi ochenta y siete cumpleaños está muy cerca.-¿Y se ha hecho un regalo por adelantado? Una comida que haría llorar a sus médicos,-Se trata de mi vida, no de la suya -dijo James mirando a su nieto a los ojos- ¿Recuerdas algo de lo que aprendiste en la clase de religión, hijo?-Pues -dijo Ryan con cautela-, eso depende.-Me refiero a cuando la Biblia dice que un hombre tiene derecho a vivir setenta años -dijo James y sonrió-. Yo ya he vivido bastante más.Ryan también sonrió.-Siempre se las ha arreglado para sacar una gran rentabilidad de sus inversiones, señor.-He seguido esa dieta horrible y no he tomado azúcar, ni grasa, ni sal durante siete años. Los médicos me convencieron de que un hombre de ochenta años que sobrevive a una operación que podría matar a un hombre de cuarenta, tiene que recuperarse a base de tomar comida sana.-Y es un buen consejo.-Hasta ahora, sí.-Venga, abuelo, no irás a tirar la toalla porque estés a punto de cumplir ochenta y siete años dentro de un par de meses.-La semana pasada me hice el chequeo semestral -dijo James con sequedad-. Los médicos me dijeron que pusiera mis cosas en orden.La sonrisa desapareció del rostro de Ryan.-¿Qué quiere decir?-Quiero decir que ni siquiera a base de sopitas puede hacerse que un hombre viva más de lo que le corresponde, y así debe ser. Nadie puede ocupar su sitio en este planeta superpoblado más de lo necesario.-¡Eso son tonterías!-Es lógica, y tú lo sabes. Y antes de que lo preguntes... sí, he pedido la opinión de otro médico, y me ha confirmado lo que dijo el primero. Es tiempo de plegar velas.A Ryan se le hizo un nudo en la garganta. Quería a su abuelo con toda su alma. James había sido su padre afectivo y su mentor profesional. Lo había sido todo para él, la única familia que había conocido. Los años habían pasado, pero de un modo irracional, quería creer que les quedaba más tiempo.-No hay razón para que te pongas así, muchacho. He disfrutado de mi vida, te lo digo en serio, no me arrepiento de nada.Ryan se aclaró la garganta.-¿Y si ve a otro médico, a un especialista?

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-Ya te he dicho que he consultado con otros médicos, son un montón de ineptos. Todos recitan sus encantamientos y leen los posos del café, y están todos de acuerdo.Ryan se levantó y se paseó por la habitación.-Tiene que haber algo que se pueda hacer.-No hay nada.-Seguro que yo puedo hacer algo.-Sí, hay algo que puedes hacer.Ryan se giró sobre la silla.-¿El qué? Dímelo y lo haré.-¿Lo harás?- ¿Puedo contar contigo para que hagas algo que a primera vista puede parecer... difícil?-¿Le he defraudado alguna vez, señor?James sonrió.-No, de ninguna manera.-Dígame lo que quiere y lo haré.James vaciló, luego se aclaró la garganta.-La semana pasada tuve una visita -dijo-. Dos visitas, en realidad. La viuda de tu hermano y su hijastra.Ryan frunció el ceño.-¿Bettina vino a verlo?-Sí, con la hija de su primer marido.-Pero ¿por qué? Quiero decir, hace más de un año que murió Gordon.-Bueno, Bettina estuvo parloteando sobre la familia durante un rato, pero finalmente llegó al tema que le interesaba.-Me la imagino -dijo Ryan con desdén-. ¿Qué quería?-Dinero. No lo dijo. Bettina puede ser muchas cosas, pero no es estúpida. Nunca sería tan obvia.-Es lo bastante obvia. El único que no sabía qué clase de persona es era Gordon.-Pues al final sí se dio cuenta.-¿Qué quieres decir?-No sólo la abandonó, sino que la dejó fuera de su testamento.-¿En serio? -dijo Ryan con un gesto de sorpresa.-Completamente. Dejó su dinero para obras de caridad y la casa de San Francisco me la dejó a mí.-¡Vaya! -exclamó Ryan entre dientes y esbozó una ligera sonrisa-. Y ahora Bettina quiere que hagas algo al respecto.-Lo que quiere, como dijo muy delicadamente, es que recuerde que es una de nosotros.-¡Y un cuerno!James asintió.-Estoy de acuerdo, pero hay otras consideraciones. -¿Qué otras consideraciones? Esa mujer no es buena. Debe haber dormido en cien camas antes de conocer a Gordon.-¿Incluida la tuya?Ryan miró fijamente a su abuelo.-No -replicó apretando los dientes-, la mía no está incluida, pero no fue por falta de esfuerzo, lo dejó bien claro -dijo, y frunció el ceño -. ¿Cómo lo sabe?James sonrió.-Yo tenía setenta y nueve años cuando se casó con Gordon, no estaba como ahora y podía reconocer perfectamente a una mujer como ella.-Gordon no podía -dijo Ryan.James suspiró.-No se trata de que tu hermano no se diera cuenta de cómo es esa mujer, estamos hablando de responsabilidades.-¿Está diciendo que siente simpatía por esa mujer?-No hablo de simpatía, hablo de responsabilidad, y de obligaciones de familia. Esas cosas son importantes, Ryan, seguro que lo sabes.Ryan miró el rostro lleno de arrugas de James, y se fijó en el pequeño pero perceptible temblor de la mano que sujetaba la copa de coñac, y se esforzó por tragarse la ira.-Tiene razón, así que si lo que quiere es decirme que ha decidido cederle a Bettina la casa de San Francisco o incluirla en su testamento, no se preocupe. Puede pacer lo que quiera con lo que es suyo, señor. Y no me debe ninguna explicación.-Pero no lo apruebas.James se rió.-Tan sincero como siempre.Ryan le devolvió la sonrisa.-No cabe duda de a quién he salido -repuso con humor.-Créeme, hijo, no tengo intención de darle nada a Bettina. Nunca me pareció bien que se casara con Gordon.-Pues, entonces no veo por qué...-¿Te he dicho que su hija venía con ella?

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-Sí -dijo Ryan y se levantó para servirse más coñac-. Debe de tener... diecisiete o dieciocho años. La última vez que la vi, en realidad la única vez que la he visto, fue la tarde en que Gordon se fue a vivir a la costa. Trajo a Bettina y a la niña a cenar.-Tu memoria es mejor que la mía, no me acordaba de esa niña.-Porque no hay nada que recordar. La chica se quedó sentada y callada como un muerto, Era alta y huesuda, y llevaba un vestido de volantes que le quedaba fatal.James sonrió.-Te alegrará saber que ha mejorado bastante -dijo.-Sí, supongo que ya ha pasado la edad crítica.-Sin duda -dijo James mostrándole a Ryan su copa vacía y señalando la botella de coñac con la cabeza.Ryan miró la copa y vaciló, luego pensó que todo daba igual. Ya todo daba igual.-¿Qué quiere decir, que ha salido a su madre? -le preguntó a su abuelo.-¿A su madre? No, de ningún modo. Ni siquiera se parecen. Debe parecerse a su padre, es muy guapa -dijo James y sonrió. Bettina iba envuelta en una especie de mono ajustado color púrpura, sólo que dos tallas menos que la suya.Ryan soltó una carcajada.-Como una especie de «Catwoman».-Pero la chica iba vestida como si fuera a tomar el té con la reina. Un traje de chaqueta muy correcto, una blusa blanca con lazo también blanco y el pelo recogido en un moño. Pelo rubio, por cierto.-Probablemente siempre se viste como Bettina -dijo Ryan encogiéndose de hombros-. Pero pensaron que usted sería más amable si la chica venía con un aspecto dulce a inocente.-Puede ser, pero no creo. Era una chica muy callada. Bettina trataba de que interviniera en la conversación, pero ella seguía sentada sin decir una palabra.-Entonces sigue siendo una mosquita muerta.-No sé, lo cierto es que Bettina no paraba de hablar. Decía que Gordon la excluyó del testamento en un arrebato de furia.-¡Eso le gustaría a ella! -replicó Ryan.-De todas formas, no la creí, así que cuando se fueron llamé a mi abogado y le pedí que investigara un poco -dijo James y sonrió fríamente- Gordon la había excluido del testamento deliberadamente. La había sorprendido en la cama con otro hombre.Ryan apuró su coñac, dejó la copa en la mesita y se cruzó de brazos.-¿Llamó a Bettina para decírselo?-No le he dicho nada, Ryan. Primero quería hablar contigo. Mi abogado encontró otra cosa, bastante inesperada. Gordon quería hacer otro cambio en su testamento.-¿Que cambio?-La semana antes de morir, visitó a su abogado. Dice que estaba pensando en la chica.-¿En la hija de Bettina?James asintió.Gordon le dijo a su abogado que Bettina la mandó a un colegio interna en cuanto se casaron porque no quería ocuparse de ella, y él se sentía culpable porque no hizo nada por evitarlo. Dijo que nunca le había prestado atención ni había cumplido con sus deberes de padre adoptivo.Ryan suspiró.-Escuche, abuelo, si quiere seguir pagando los estudios de la chica...-Tiene veintitrés años, Ryan. Acabó el instituto hace cinco años, imagino por qué Gordon estaba preocupado por ella. No se parece en nada a las jóvenes de hoy. No es brusca ni engreída. Supongo que se debe al internado. Es una de esas escuelas antiguas que casi ya no quedan, donde a las chicas se les enseña a ser verdaderas damas. Por lo que dice Bettina, la chica toca el piano, borda y sabe servir el té.Ryan se rió.-Creo que deberíamos presentársela a Frank.-Esto no tiene nada que ver con Frank -dijo James secamente-. ¿Estás oyendo lo que te digo, Ryan?-Por supuesto, señor. Y suena... encantador.También sonaba a que la chica era simple y aburrida, pero no había razón para decirle eso a su abuelo.-Me sorprendió que Bettina eligiera un colegio así para su hija, pero luego pensé que esperaba que hiciera las amistades correctas, que eligiera al hermano de alguna compañera y se casara con él.-¿Y no lo hizo? -dijo Ryan suspirando cuando James sacudió la cabeza- Ya veo. Ya pasó la edad difícil, pero se hizo hogareña y modosita. Pobre Bettina. Todo su plan por los suelos.-Yo no diría que la chica sea «modosita» -dijo James-. Sólo es natural, sin artificios. Modesta y sincera.-Buena, entonces -dijo Ryan tratando de ocultar su impaciencia- Estoy seguro de que encontrará un buen marido tarde o temprano.-Seguro -dijo James, y sonrió.-Abuelo, ¿de qué estábamos hablando? Creo que estábamos hablando de...

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-Mi muerte, de eso estábamos hablando, y de lo que tú puedes hacer para que me sea más fácil. Estaba a punto de decírtelo. Si tú...Alguien llamó a la puerta.-¿Sí? -dijo James con irritación mientras se abría la puerta -¿Qué ocurre, Brimley? ¿No puedes dejarme en paz un momento?-Tiene visita, señor -dijo la señora Brimley sin ocultar su desaprobación.-¿Ya son las nueve? -dijo James suspirando- Ahora entiendo por qué estabas impaciente, hijo, He perdido la noción del tiempo. Creía que nos quedaba otra hora antes de que llegaran Bettina y su hija.Ryan miró a su abuelo.-¿A qué te refieres?-Les pedí que vinieran esta noche, después de la cena.-¿Para qué?-Para que pudieras conocerla.Ryan se mesó los cabellos y se apartó el pelo de la frente.-Señor -dijo amablemente-, me temo que esté algo confuso. Ya conozco a Bettina, ¿no se acuerda?James golpeó con los puños los brazos del sillón.-No me hables así, muchacho. No estoy senil. Es mi cuerpo lo que está envejeciendo, no mi cerebro. No me refiero a Bettina. Me refiero a Devon, quiero que la conozcas.-¿Devon?-No pongas esa cara, por amor de Dios. Sí, Devon, la hija de Bettina, la hija adoptiva de tu hermano.-¿Pero por qué? Mire, si quiere hacer algo por ella, dele dinero... lo que sea.-Lo que quiero, Ryan, es que prometas hacer honor a lo que tengo que pedirte.-Lo haré, ya se lo he dicho, pero qué tiene eso que ver con... ¿Cómo se llama?-Devon. Y tiene mucho que ver con ella. Mira, he pensado en una solución para todos mis problemas.-¿Qué problemas?-Los que me he pasado una hora contándote –dijo James-. ¿Es que no estabas escuchando? Mi preocupación por que te cases con la mujer apropiada.-Ah, eso -dijo Ryan agitando la mano.-Sí, eso. Y ahora ese otro asunto: el deseo de tu hermano de darle a su hijastra todo lo necesario.-Abuelo -dijo Ryan con paciencia-, no entiendo qué tiene que ver una cosa con otra.James sonrió.-Tienen mucho que ver. Tú necesitas una esposa y la chica necesita que la cuiden -dijo-. Es muy sencillo, Ryan. He encontrado la mujer apropiada para ti y quiero que te cases con ella.Aquellas palabras parecieron resonar en toda la biblioteca. Detrás de él, Ryan oyó el crepitar de los troncos, consumiéndose para darles calor.«Así me siento», pensó, «como si el aire de mis pulmones se hubiera consumido».-No puede hablar en serio -dijo.-En toda mi vida he hablado más en serio. Y quiero recordarte que me has dado tu palabra. Te casarás con Devon Franklin.<¿Franklin?», se preguntó Ryan y le dio un vuelco el corazón. -¿Franklin?»-Abuelo -dijo con una voz estrangulada, pero en aquel momento James se inclinó a un lado y miro mas allá de Ryan.-Devon, querida. Entra, por favor, quiero que conozcas a mi nieto.Antes de darse la vuelta, antes de verla, Ryan supo que era ella.Allí, de pie en el umbral de la puerta, estaba la misma rubia maravillosa y con un carácter endiablado que le había pegado unas horas antes en Montano's.

CAPITULO 3RYAN HABÍA oído decir muchas veces que en los momentos peligro el tiempo parece detenerse. A él no le había ocurrido nunca, le gustaba el peligro, gracias a ello había logrado el éxito en los negocios. Cuando las cosas se ponían difíciles, cuando otros hombres se arredraban, lo único que Ryan sentía era excitación, y el tiempo corría más deprisa.Cualquier acción, cualquier gesto o palabra se sucedían con rapidez del relámpago.En aquellos momentos, frente a la modosa, dulce y anticuada muchacha que su abuelo le había elegido como novia, Ryan supo por primera vez lo que quería decir la gente cuando decían que el tiempo parecía detenerse.Se daba cuenta de cada latido de su corazón, oía cada respiración. Ver a Bettina detrás de la chica, moviendo los labios tan despacio que las palabras eran indescifrables.Pero lo más increíble de aquella experiencia era contemplar el torbellino de emociones que cruzaba el rostro de Devon. Primero reconocimiento y luego incredulidad, luego conmoción y, finalmente, horror.Fuera lo que fuese lo que esperaba encontrar en esa casa aquella noche, él era como su peor pesadilla, pero no podía estar más asombrada que él. ¿Devon Franklin sentada frente

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a la chimenea, bordando junto a otras mujeres, charlando educadamente antes de volver a casa para preparar la cena de su marido?Estuvo a punto de reírse. Era más fácil imaginar a Jack el Destripador cantando villancicos en una fiesta de Navidad.Pero también era sencillo ver por qué habían engañado a James tan fácilmente. La chica era un camaleón. Podía adoptar el aspecto que quería. En Montano's era la viva imagen de la sensualidad y la sofisticación: rubia, con el pelo suelto, los ojos brillantes y largas piernas.En aquellos momentos parecía tan casta como una monja lista para hacer sus votos. Llevaba el pelo recogido en una coleta, sin maquillaje y ocultaba su deseable cuerpo bajo un vestido de lana gris que le llegaba por debajo de la rodilla.Y aun así, estaba más guapa que por la tarde.Ryan frunció el ceño. Su belleza no cambiaba la realidad. Era una mujer que había aprendido a conseguir lo que quería por medio de su imagen. No era casualidad que fuera a visitar a un hombre mayor con el aspecto de ser Miss Inocencia.Era un plan patético y obvio. Devon Franklin se había vestido para agradar a su abuelo. James no era sólo un hombre mayor, era un hombre chapado a la antigua que estaba cerca del final de su vida, tenía mucho dinero y un sólo heredero.Bettina y su hija habían visto una oportunidad de oro y no querían desaprovecharla.Un arrebato de ira se apoderó de él. No sólo era un plan ridículo, sino que también era cruel tratar de aprovecharse de un viejo. Pero aquellas mujeres no habían pensado, si alcanzaban a pensar algo, que el nieto de aquel viejo estaba dispuesto a detenerlas.Avanzó con los ojos fijos en ella, saboreando la mirada de temor que pronto reemplazaría al desconcierto en el rostro de Devon.-¡Ryan!La mujer echó a un lado a Devon y se precipitó hacia él, poniéndose de puntillas para abrazarlo.-¡Oh Ryan, que bien! ¡Esperaba encontrarte aquí esta noche! Qué maravilla poder verte después de tantos años.Ryan agarró a Bettina por los brazos y logró que volviera a apoyar los talones en el suelo.-Hola, Bettina -dijo con una seca sonrisa, observando el rostro sonrojado y cuidadosamente maquillado, el pelo teñido y rizado- Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? Pero no has cambiado nada.Bettina se rió.-Qué amable -replicó mesándose el cabello, luego se lo arregló mientras miraba a James-. Hola, abuelo Kincaid. Tienes buen aspecto.-Todavía respiro, si te refieres a eso.Bettina volvió a reírse.-Qué sentido del humor más encantador -dijo alegremente y buscó a Devon con la mano- Ve a darle un beso al abuelo, cariño.Ryan observó con placer que la chica tardaba en reaccionar. Luego se irguió y avanzó hasta el centro de la habitación.¿A quién quería engañar?-Buenas noches, señor -dijo. Su voz era más suave de lo que Ryan recordaba, pero así debía ser, según el papel que estaba interpretando- Gracias por invitarnos a venir esta noche.-Tonterías, cariño -dijo Bettina con una sonrisa tan brillante como una luz de neón-. No hace falta ser tan formal con tu abuelo.Ryan vio un brillo en los ojos de Devon.-No es mi abuelo, mamá.-¿Cómo que no? No seas tonta, claro que es tu abuelo.- Mamá... -dijo Devon bajando la voz, pero con un tono de amenaza.Ryan frunció el ceño. El juego se ponía interesante.-Deja a la chica en paz, Bettina. Que me llame como quiera --dijo James sonriendo y tendiendo la mano-. Ven aquí, muchacha, y deja que te vea.Ryan sonrió. ¿En eso consistía el plan? ¿En contrastar la avaricia de Bettina con la modestia de la chica?Sonrió. Era un plan astuto, pero no lo bastante como para engañarlo.Devon se quedó mirando la mano de James. Quería mirar a cualquier parte menos a los ojos de Ryan Kincaid.«Maldita sea, no es posible.»Bettina no había parado de hablar desde que subieron a la limusina de Kincaid, comentando lo mucho que a James Kincaid le gustaba Devon. No tenía hijas ni nietas y Devon le había impresionado mucho en la cena de la semana anterior, no había apartado los ojos de ella.Devon no dijo nada y Bettina cambió de tema. Tal vez Ryan los acompañara aquella noche, le dijo, y suspiró como una niña. ¿Se acordaba Devon de él? Estaba en casa del abuelo el día en que Gordon las llevó a cenar.Devon dijo que no le recordaba y no hizo más comentarios. ¿Qué sentido tenía decirle a su madre que lo único que recordaba de aquella noche era el deseo de que la tierra se

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abriera y la tragara? Había sido horrible oír el desprecio del anciano cada vez que se dirigía a Bettina, y más horrible había sido ver a su madre arrastrarse ante él, y luego estaba el hermano pequeño de Gordon, que había llegado tarde y se había ido cuanto antes, sin molestarse en mirarla en toda la noche.Se llamaba Ryan, y Bettina no había parado de hablar de él en todo el trayecto. Era atractivo, rico y soltero.-¡Devon!Levantó la vista. Bettina la estaba mirando, sus ojos echaban chispas, pero no dejaba de sonreír.-El abuelo Kincaid está esperando -dijo.Devon tragó saliva y avanzó. Ryan se interponía en su camino. Esperaba que se moviera, pero seguía quieto como un palo, la mirada fría como el acero, así que tuvo que rozarle con el hombro para abrirse paso.-Me alegro... mucho de verlo, señor Kincaid-dijo, y le tendió la mano.-Tienes las manos muy frías, hija -dijo James sonriendo-. ¿Qué es lo que suele decirse, Ryan? Manos frías, corazón caliente, ¿no?-Algo así -dijo Ryan.Devon alzó la vista y vio la sonrisa que se dibujaba en su atractiva boca y el brillo de sus ojos, y se estremeció. Era hora de que alguien hiciera el primer movimiento, y muy bien podía ser ella.-Buenas noches, señor Kincaid -dijo con una voz tranquila, aunque le palpitaba el corazón- Qué desagradable sorpresa.Fue como echar un cubo de agua en una hoguera. Se hizo un silencio instantáneo, y entonces, con la rapidez de una locomotora, Bettina se acercó a Devon.-¿Qué has dicho?Fue Ryan quien respondió.-Ha dicho que ya nos conocemos -dijo con una voz helada. -¿No es cierto, señorita Franklin?-Por supuesto. Esta tarde, en Montano's.Bettina se rió nerviosamente.-No lo entiendo. Devon, eres muy mala, no me lo habías dicho...-No lo sabía. Nadie nos presentó -dijo Devon con una fría sonrisa- No tenía ni idea de que este... caballero era Ryan Kincaid.Bettina miró a uno y a otro.-¿Quieres decir que le has vendido algo?Ryan soltó una carcajada. Devon le dirigió una mirada furiosa y luego se volvió hacia Bettina.-No, madre. No le he vendido nada al señor KincaidJames se aclaró la garganta.-Ryan, me temo que yo también estoy un poco perdido. ¿Cómo es que Devon y tú os conocéis?Ryan sonrió.-Esta tarde he ido a Montano's. La señorita Franklin trabaja a11í, ¿no es verdad?-Trabajaba hasta esta tarde -dijo Devon desafiante-. Me han despedido.-Qué pena -dijo Ryan y, sonriendo, se apoyó en la mesa de su abuelo- ¿Por qué no nos cuenta lo que ocurrió?Devon se sonrojó. ¡Maldito Ryan Kincaid! ¿Es que no la había avergonzado ya bastante?-Señorita Franklin -dijo él con tranquilidad-. Estamos esperando a que nos cuente los detalles. Estoy seguro de que es una historia fascinante.Sonrió, se cruzó de brazos y se apoyó más cómodamente sobre el borde de la mesa.Había adoptado la misma actitud que en Montano's, pensaba Devon, el mismo desprecio y el mismo aire de superioridad. Los brazos cruzados y aquella sonrisa desdeñosa que decía que él era superior al resto de los mortales y sobre todo a meros empleaduchos como ella.-No es fascinante -dijo-, es deprimente. Pensar que un cerdo machista como usted pudo...-¡Devon!-¡Es la verdad, madre! -dijo Devon con furia- ¡Y no pienso suavizar las cosas sólo para complacer a los Kincaid!-La verdad nunca ofende -dijo James con calma-. ¿Por qué no nos cuentas lo que ocurrió, hija?Devon se giró hacia él.-Yo le diré lo que pasó -dijo entre dientes- Yo estaba haciendo mi trabajo y su nieto decidió portarse como un imbécil, eso es lo que ocurrió -se giró hacia Ryan y, mirándolo a los ojos, se cruzó de brazos-. Y como me negué a que me insultara, me despidieron.Ryan sonrió débilmente.-Es asombroso cómo puede cambiar una historia cuando se omiten ciertos detalles -dijo.-El único detalle que he omitido es mi opinión de usted -replicó Devon-, pero prefiero guardármela para mí. No me gustaría que su abuelo se llevara un disgusto.-Qué generosa.-Escuche, usted...

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-Cuidado con el lenguaje, cariño, o romperás esa bonita imagen de Miss Inocencia -dijo Ryan sonriendo con malicia-. De hecho, creo que ya la has roto. Probablemente sea demasiado tarde para salvarla.-¡Devon! -dijo Bettina, que apretaba los puños-. ¿De qué diablos está hablando?Devon miró a Ryan y luego se acercó a su madre.-Está mintiendo. Ya te lo he dicho, estaba trabajando...- Bajaba las escaleras, y no llevaba más que una capa de terciopelo que le llegaba a los tobillos -dijo Ryan con frialdad. Parecía el sueño de todo hombre, y yo dije...-Interesante -dijo con calma.Ryan asintió.- ¿Una capa de terciopelo? -dijo Bettina perpleja-. -¿Llevabas una capa de terciopelo?Devon se sonrojó.-En Montano's hacen un desfile de moda todos los viernes. Una de las chicas se puso enferma y el director me sacó de la sección de perfumería...-La sacó de la sección de perfumería -dijo Ryan sarcásticamente -. Se la echó al hombro, le quitó la ropa, le puso un vestido de seda negro de unos diez centímetros de largo, y cubrió el conjunto con tres metros de terciopelo -dijo y sacudió la cabeza- De verdad, Devon, deberías denunciarlo al sindicato.-... me sacó de la sección de perfumería -prosiguió Devon hablando entre dientes-, me llevó al vestuario de las modelos y casi sin darme cuenta me vi en la pasarela, con aquella capa de terciopelo rojo.-Rojo -susurró Bettina-. Tenías que estar preciosa.-Y entonces este... este hombre dijo algo terrible y yo le oí. ¡Todo el mundo lo oyó! Así que me acerqué a decirle que debía lavarse el cerebro con agua y jabón y... y una cosa llevó a la otra y...-Dijo... -dijo Ryan, dirigiéndose a su abuelo con absoluta tranquilidad-.. dijo que era un asno, un cerdo, un mandril, un cavernícola, ¿o era un hombre de Neanderthal? -dijo y se encogió de hombros- No sé, la verdad es que no lo recuerdo bien.-Dije que era un grosero y era verdad -dijo Devon-. entonces... entonces todo el mundo nos rodeó, se rieron, y... y...-Y yo traté de disculparme -dijo Ryan con una sonrisa inocente.Devon puso los brazos en jarras.-Trató de besarme.-Era una broma.-¡Menuda broma!-Sí, bueno, aparentemente la señorita Franklin no tiene sentido del humor, abuelo -dijo Ryan y puso la mano en la mandíbula-. Porque fue entonces cuando me dio el puñetazo.El silencio inundó la estancia. Entonces, como una sirena en la distancia, Bettina pronunció el nombre de su hija.-Devon -dijo- ¡Oh, Devon, tú no...!Ryan no dejaba de mirar a su abuelo.-¿Ha oído? Esta mujer dulce y modesta me pegó un puñetazo en la mandíbula digno del propio Mike TysonUn brillo imposible de interpretar iluminó los ojos de James.-Sabía que se lo parecería.-Devon -dijo Betting casi en un susurro-. ¿Cómo pudiste?Qué diferente sonaba el incidente en los labios de Ryan Kincaid, pensaba Devon.-¡No fue así! Si lo hubieras oído, si lo hubieras visto...Miró con rabia a las tres personas que tenía enfrente. Bettina la miraba con horror; el rostro de James no tenía la menor expresión, y el maldito Ryan no dejaba de sonreír.-¡Ojalá le hubiera dado más fuerte!Bcttina corrió hacia su hija y la agarró por los hombros.-Es el estrés al que se ha visto sometida, pobre hija mía. Se ha pasado la vida entre gente de cierta clase y ahora...-No busques excusas -dijo Devon con enfado.-Y ahora, por un guiño del destino, se ha visto obligada a relacionarse con gente de clase baja. Oh, qué tiempos más terribles estos que vivimos. ¡Que mi Devon tenga que trabajar de dependienta para traer la comida a casa!Devon se quedó mirando fijamente a su madre. Aquello era una tontería. Había estado tres años trabajando de dependienta para pagarse el apartamento que compartía con una amiga. Era el único trabajo que había podido conseguir. El colegio interno al que la había mandado Betting no preparaba a sus alumnas más que para un mundo estúpido y aburrido que ya no existía.-No -dijo-, eso no es...-No tenía que haber aceptado un empleo así -dijo Bettina con voz temblorosa--. Pero nuestra situación económica es tan desesperada. Oh, si mi querido Gordon no nos hubiera dejado tan inesperadamente. Todos sabemos cómo era, siempre dejaba las cosas para el último momento.A pesar de que parecía una expresión de su cariño, no podía evitar el acerado brillo de sus ojos.

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-Por ejemplo, me dijo más de cien veces que pensaba cambiar el título de propiedad de nuestra casa, para que también figurara mi nombre, pero nunca lo hizo.Ryan dirigió a James una mirada triunfal. Allí estaba la verdadera razón para la repentina aparición de Bettina. Quería la casa y Devon formaba parte del plan para conseguirla.Lentamente, comenzó a aplaudir, con un gesto exagerado y teatral.-Bravo, Bettina. ¡Qué actuación! Digna del mejor teatro de Broadway.Aquello era precisamente lo que Devon pensaba, pero oírselo decir a Ryan era algo muy distinto. Se separó de los brazos de su madre y le dirigió una mirada llena de furia.-Y a ti debían haberte enseñado alguna educación. ¡Deja de insultar, maldita sea!-Ya basta -intervino James con voz autoritaria-. Callaos y así podremos hablar como personas razonables.Bettina abrió su bolso, sacó un pañuelo y se limpió los ojos.-Eso espero -dijo- Ryan eso que has dicho ha sido muy cruel.-Tonterías -dijo James-. Era la verdad. Lo que Gordon hizo lo hizo deliberadamente. Quería dejarte sin un céntimo y eso hizo.-Sólo tuvimos un pequeño malentendido, eso fue todo. Habría vuelto a cambiar el testamento si hubiera podido hacerlo. Gordon me adoraba y no le habría gustado que me quedara sin nada. Y desde luego no le habría gustado que abandonara la casa en la que fuimos tan felices.-Tal vez -dijo James, ignorando el gesto de desprecio de Ryan-, y tal vez no. Lo único que sé es que mi ni nieto murió antes de poder ocuparse de Devon.-¿De mí? -dijo Devon sorprendida.Bettina le dio un codazo en las costillas.-No me sorprende oír eso. A pesar de los problemas que Gordon y yo pudimos tener -dijo, cambiando de táctica-, quería a Devon como si fuera su propia hija.Devon miró a Ryan, que observaba a Bettina como si esperara que la nariz empezara a crecerle de un momento a otro. Pero no podía culparlo. Gordon siempre le había parecido un hombre honrado, pero apenas había llegado a conocerlo. Los veranos los había pasado en campamentos, donde Bettina la envió en cuanto tuvo el dinero de Gordon para pagarlos, y sólo iba a casa en Navidad y Semana Santa.-Gordon quería que su pequeña tuviera lo mejor -dijo Bettina suspirando y limpiándose los ojos de vez en cuando-. Le dolería mucho saber que está viviendo en la pobreza.-Madre, yo no...-Chist, Devon -dijo Bettina con una sonrisa dulce, pero con una fría mirada- Deja que el abuelo Kincaid termine de decir lo que estaba diciendo.James se aclaró la garganta.-Parece ser que uno de los últimos deseos que expresó mi nieto fue cuidar en lo posible de Devon.-Qué bueno era -dijo Bettina alegremente.-De hecho, Ryan y yo estábamos hablando de ello cuando habéis llegado.-¿Cómo? -dijo Devon-. ¿Quiere decir que estaban hablando de mí?James asintió.-Sí. Estábamos haciendo planes para tu futuro, ¿verdad, Ryan?Ryan, que casi había olvidado el sorprendente «último deseo» de su abuelo, lo recordó y frunció el ceño.-Era un plan absurdo -dijo- ¿No le parece, abuelo? James sonrió.-¿Estás seguro, muchacho?-¡Completamente! Y usted también debería estarlo, después de verse amenazado por este despliegue de encanto y dulzura.Devon puso los brazos en jarras y miró a los dos hombres.-¿Qué ocurre? ¡No pueden hablar de mí como si no estuviera en la habitación!Ryan la ignoró.-Preferiría que prosiguiéramos esta discusión en privado, abuelo.James asintió.-Estoy de acuerdo.-¡Ya está bien! -dijo Devon con un gesto de orgullo-. Ya he tenido bastante.-¡Devon! -dijo Bettina, llamando la atención de su hija-. ¡No seas tonta!-Buenas noches, señor Kincaid. Me gustaría darle las gracias por su hospitalidad, pero la verdad es que no creo que haya hecho nada por lo que deba darle las gracias. Madre, te espero fuera.Sin mirar a Ryan, pasó junto a Bettina y no se detuvo hasta llegar al vestíbulo. Se apoyó en la pared y dejó escapar un largo suspiro.¡Qué escena más horrible! El anciano mirándola sin parpadear; Bettina limpiándose las lágrimas de cocodrilo y contando mentiras sobre su deliciosa familia. Y Ryan Kincaid, hablando de ella como si fuera una cualquiera. Era un canalla, un bastardo arrogante e insensible.Dio un grito al sentir que la agarraban por los hombros.-¿Dónde diablos te crees que vas? -le dijo Ryan dándole la vuelta.

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-A cualquier parte donde no tenga que ver la cara de un Kincaid -dijo Devon con furia-. ¡Apártese de mí!-Qué actuación tan maravillosa la tuya, cariño -dijo Ryan con dureza- Eres casi tan buena actriz como tu madre.-¡He dicho que me deje!-Qué virtuosa indignación -gruñó Ryan, sujetándola con fuerza para que no se soltara-. La inocencia ultrajada...-¡Maldita sea! ¡Deje que me vaya! ¡No tiene derecho!-Tengo todo el derecho de] mundo. ¡No creerás que voy a dejar que tu madre y tú engañéis a un hombre viejo y enfermo!-Yo no quiero nada de su abuelo.-Claro que no -dijo Ryan con sarcasmo-. Por eso te has vestido como una monja, por eso le contaste todo ese rollo sobre tu educación privilegiada, como chica bien criada que eres.-Yo no le conté nada.-No. Dejaste que tu madre tu hiciera, mientras tu quedabas sentada bien calladita como una mosquita muerta-Escúcheme, señor Kincaid, me gusta tan poco como yo a usted, así que si me quita sus malditas manos de encima, procuraré que no volvamos a vernos en la vida.-Me parece muy bien, cariño, pero los dos sabemos que tu pequeño cerebro no deja de trabajar pensando cómo mamá y tú podéis exprimir al abuelo ahora que os ha dicho que el pobre Gordon quería que ocuparse de ti.-Mi cerebro está ocupado, sí señor, me dice que darle un puñetazo en la mandíbula fue un gran error. Debería haber elegido una parte más sensible de su anatomía.Ryan la apretó con fuerza, con el rostro ensombrecido por la furia.-Intenta pegarme otra vez y... y...-¿Y qué? -dijo Devon, irguiendo la cabeza con un gesto desafiante-. ¿Me devolvería el golpe? No me extrañaría en un canalla como usted.Ryan la miró a los ojos, lleno de rabia y de furia. Ella tenía razón, nunca en su vida había tenido ganas de pegar a una mujer, pero en aquellos momentos le daban ganas de sacudir a Devon hasta que le temblaran los dientes.La miró de arriba abajo. En su intento por librarse de él, se le había soltado el moño y el cabello le caía sobre la cara como si fuera seda dorada. Sus ojos, incluso sin maquillaje, relucían como los tulipanes en primavera. Y tenía las mejillas sonrosadas y la boca ligeramente abierta.Se le hizo un nudo en el estómago. No recordaba haber estado tan enfadado, ni tan intrigado por causa de una mujer en su vida. Era presa de la confusión y le daba vueltas la cabeza, y al mismo tiempo tenía la respiración entrecortada y tensos los músculos. Sólo había una cosa que podía hacer, tirar de ella y apretarla contra su cuerpo, y lo hizo.-No -dijo ella, pero era demasiado tarde.Ryan la besó de una forma salvaje y dominante. Devon se puso tensa al instante y apretó los labios, pero Ryan insistió acariciándole el pelo.Se retorció entre los brazos de Ryan y gimió.-No -dijo con un susurro, pero Ryan aprovechó el momento para meter la lengua entre sus labios entreabiertos.Sintió la calidez de su boca, su sabor a miel. Y su aroma llegó a él, no el de un perfume como Opium o L'Air du Temps sino algo más femenino y primario. Ella volvió a gemir, y Ryan reconoció su significado. Era la manifestación del deseo de una mujer y, al ver que se abandonaba a su abrazo, le echaba los brazos al cuello y le devolvía el beso, su confusión se transformó en una oleada de pasión.Y se maldijo mil veces.La empujó contra la pared y ella, con la respiración tan agitada como la suya, abrió los ojos, revelando aquellos increíbles ojos violetas. Lo miraba con asombro y Ryan tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no echarse en sus brazos de nuevo.Devon se pasó el dorso de la mano por la boca y tragó convulsivamente.-Eres una persona horrible, Ryan Kincaid -susurró.Ryan tenía un gesto impenetrable.-No lo olvides, tal vez eso os mantenga a tu madre y a ti lejos de mí y de mi abuelo.Se dio la vuelta y se dirigió a la biblioteca. Bettina llegó apresuradamente en aquel momento; fue a decirle algo, pero Ryan pasó a su lado ignorando su presencia.James seguía sentado junto al fuego.-Qué velada tan interesante -dijo.Ryan sonrió.-Es una forma de describirla como otra cualquiera.-¿Y bien? ¿Qué piensas?-Lo que pienso no se puede describir con palabras. No me vengas con tópicos, muchacho. ¿Qué piensas de la chica?

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Ryan soltó una carcajada mientras tomaba la botella de coñac y se servía una generosa cantidad.-Así que, según usted, sería una esposa modelo.-Y lo sigo diciendo.-Debemos haber estado con dos Devon Franklin diferentes.-Si te refieres al hecho de que tiene carácter...-Tiene muy mal carácter, es grosera y mal hablada - dijo Ryan y se bebió de un trago la mitad del coñac que se había servido.-Una mujer que se hubiera quedado callada o hubiera ignorado el incidente no te habría gustado, y lo sabes muy bien.-Es la hija de Bettina.-Muy astuto -dijo James con una sonrisa.-Venga, abuelo, sabe a qué me refiero. Esas mujeres han venido a Nueva York para sacarle el dinero.-Bettina sí, pero creo que la chica no time nada que ver con eso.-Ya -dijo Ryan secamente- Tan seguro como que mi hermano sabía juzgar a las personas correctamente.James dejó escapar un suspiro.-Creo que es hora de decir buenas noches, Ryan. Estoy un poco cansado.Ryan se fijó en el rostro de su abuelo. El agotamiento estaba escrito en sus pronunciados rasgos.-Por supuesto, señor. Le ayudaré a ir a su habitación.-Brimley lo hará -dijo James-. Deja que el dragón se gane su sustento.Ryan sonrió.-Le diré que venga -dijo y se aclaró la garganta-. Siento que la noche no haya resultado como quería.Era una mentira, pero una que no hacía daño.-Eso es verdad. Las cosas importantes nunca son sencillas, muchacho. He vivido lo suficiente como para saber que ésa es una de las pocas verdades de la vida.Momentos más tarde, Ryan se deslizó en su Porsche. Sacudió la cabeza al pensar en lo cerca que habían estado Devon Franklin y Bettina de conseguir su objetivo.Pero el temperamento de Devon lo había echado todo a perder.Aunque, de no haber sido así, tampoco se habría casado con ella. Era capaz de hacer cualquier cosa por su abuelo. Pero casarse con Devon Franklin era demasiado.Ryan se estremeció al encender el coche. Nunca se casaría con ella, al menos no en esta vida. Pisó el acelerador y el Porsche se sumergió en la oscuridad de la noche.

CAPITULO 4LA MAÑANA del lunes no empezó bien.El reloj de Ryan estaba programado para despertarlo a las siete con una música agradable, pero en lugar de eso lo despertó una hora más tarde con algo que parecía fuego de ametralladora.«La última película de aventuras, muy pronto en los cines», decía la potente voz de un emocionado locutor. Ryan se sentó en la cama de golpe.Apagó la radio de un manotazo y trató de recobrar el sentido.«¡Demonios!», pensó frotándose la cara, despertarse de aquella manera era lo último que necesitaba. Su asistenta había vuelto a hacerlo. En su afán por no dejar ni una mota de polvo, siempre andaba desenchufándolo todo y volviéndolo a enchufar, sin la menor idea del pequeño desastre que organizaba.La semana anterior había sido el microondas, que se había puesto en funcionamiento en mitad de la noche; hacía dos semanas el vídeo, que había estado grabando durante toda la tarde programas sin interés de la cadena de televisión local.Bueno, al menos estaba despierto. Cualquier cosa era mejor que la horrible pesadilla que había tenido hacía unos minutos.En el sueño, estaba al final de un pasillo cubierto de flores, el pasillo de unos grandes almacenes. No había nadie en aquel lugar excepto Frank, que estaba a su lado vestido con vaqueros, pajarita, sudadera y zapatillas de deporte.Él iba vestido de esmoquin.¿Qué estamos haciendo aquí? dijo Ryan inclinando la cabeza hacia Frank.Frank le sonrió con tristeza.Tú dirás, amigo, le respondió, pero antes de que él pudiera responder, oyó una música que provenía de detrás de unas escaleras y una mujer vestida con una capa roja se materializó al instante al final de la pasarela¿Quién es? , susurró.Frank suspiró.¿Cómo voy a saberlo? Esto es un sueño.Ryan se quedó mirando la pasarela y frunció el ceño. No podía ver el rostro de la mujer, ya que estaba oculto detrás de un elaborado velo de seda, pero sus gestos le resultaban familiares.Ella se acercó a él lentamente. La capa se abría a cada paso que daba, revelando unas piernas largas y hermosas.

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Frank retrocedió.Espera, no estoy preparado para esto, le dijo Ryan.La mujer se detuvo y se recogió el velo.Espera, dijo él, espera.Era demasiado tarde.Chilló al ver el rostro arrugado y hosco de Agnes Brimley.Con una carcajada nerviosa, apoyó las piernas en el suelo y se quedó muy quieto, respirando profundamente.-Maldita sea -murmuró.Había sido un castigo demasiado duro por reírse de la versión casera de Sharon del pollo al estilo Marengo.Había cancelado su cita con ella del sábado por la noche. La idea de enfrentarse a su amiga y a Devon Franklin en un período inferior a las veinticuatro horas, era una penitencia mayor de la que cualquier hombre podía soportar sólo por el hecho de ser hombre. Pero el domingo, una vez recuperado el equilibrio mental, decidió que era una tontería prolongar más las cosas. Su relación había terminado, y era hora de que ella to reconociera.Por experiencia sabía que los locales públicos eran el mejor lugar para las despedidas. Había menos posibilidades de una escena si se estaba rodeado de extraños, así que había reservado mesa en un restaurante italiano del centro de la ciudad, un lugar apropiado para las comidas de negocios, nada romántico, y llamó a Sharon por teléfono.-No, no, Ryan -dijo ella con un susurro suave y aniñado que sólo le había oído desde la semana anterior, un susurro que sorprendería mucho a la docena de corredores de bolsa que trabajaban a sus órdenes- No quiero salir esta noche, ven a mi casa y haré algo sencillo.Gruñó y se llevó la mano al estómago, donde la sencilla cena de Sharon seguía dando vueltas como si fuera una bola de plomo. Se levantó, fue desnudo al baño, abrió el armario de las medicinas y tomó un tubo de Alka-Seltzer. Espero con impaciencia a que las tabletas se disolvieran en medio vaso de agua y luego se tragó el contenido sin poder evitar una mueca de asco.Pero la cena no había sido lo peor de la noche.Ryan suspiró mientras se ponía la espuma de afeitar. Tomó su anticuada navaja de afeitar y apoyó suavemente la hoja sobre la mejilla.-Ponte ropa informal -le había dicho Sharon, y se había puesto unos vaqueros viejos, zapatillas de deporte, un suéter de lana y cazadora de cuero.A las ocho llamó a su apartamento.Sharon lo recibió con una sonrisa. Iba vestida de un modo aún más informal. Llevaba zapatos de tacón alto y un delantal rojo, y nada más.-Hola -le dijo can una sonrisa muy sensual-. Adivina lo que hay en el menú.Ryan no respondió, pero Sharon no se dejó perturbar por ello. Le echó los brazos al cuello y le dio un beso apasionado.Ryan se libró suavemente de sus tentáculos y dijo que estaba muerto de hambre y comió como pudo algo semicrudo que casi estaba vivo cuando ella se lo sirvió en el plato.Después de cenar, Sharon se sentó sobre sus rodillas, le tomó la mano, la llevó a las cintas del delantal y le pidió que adivinara lo que había de postre.Ryan se quedó en blanco, la puso en pie y le dio una cajita.-Feliz cumpleaños, aunque sea con retraso -le dijo.La cajita tenía un par de pendientes de zafiro, que había comprado el día anterior en Cartier. Pensaba que era un regalo que introducía una nota de buen gusto en su última cita.Pero estaba equivocado.Sintió un nudo en el estómago al ver el brillo en los ojos de Sharon. Una cajita con joyas no era un regalo muy inteligente para despedirse de una mujer que oía campanas de boda. ¿Por qué no se había dado cuenta antes?-Oh, Ryan -susurró Sharon, y antes de que él pudiera decir nada, abrió la cajita- ¡Pendientes! ¡Qué atento!Sharon, evidentemente, creía que podían formar parte de su ajuar de novia.Ryan se aclaró la garganta.-Sharon, tenemos que hablar.-Estoy de acuerdo -dijo ella cerrando la cajita-. Emily y Mark se comprometieron la semana pasada.Ryan no tenía ni idea de quiénes eran Emily y Mark, pero el instinto le decía que aquél no era el momento de preguntar.-Me alegro -dijo-, pero...-Creo que es hora de que nosotros hagamos lo mismo.Allí estaba. La muleta se había apartado y el estoque de matar había brillado por fin a la luz del sol.Ryan trató de esbozar una sonrisa impersonal.-Eres una mujer encantadora, Sharon. Pero cuando empezamos a salir acordamos que...-Eso fue entonces -dijo Sharon con un tono de voz repentinamente frío.Ryan frunció el ceño.

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-Entonces, ahora y la semana que viene... Eso no va a cambiar, y es hora de que lo asumamos.La noche no terminó de la manera civilizada que él esperaba. Sharon le insultó varias veces y le señaló la puerta con un gesto dramático.-Sal de aquí -le gritó.Y él se fue.Se estremeció al recordar la desagradable escena. ¿Por qué insistían las mujeres en cambiar las reglas en mitad del partido?, se preguntó al meterse en la ducha. En los hombres se podía confiar, pero estaba claro que no se le podía pedir coherencia a las mujeres.Bastaba con fijarse en Devon Franklin. En un instante podía hacer que un hombre pensara que era la criatura más atractiva del mundo, y al siguiente era la primera candidata a ser reina de las vírgenes vestales. No podía saberse si era parte del plan de su madre o un peón inocente en sus manos.No lo sabía y no quería saberlo. Lo único que tenía claro era que no quería relacionarse con ella, y su abuelo tendría que aceptarlo, gracias a la actuación de Devon de la noche del viernes.Apretó la mandíbula. Todo lo que tenía que hacer era olvidar que había puesto los ojos en ella alguna vez.Desgraciadamente, no iba a ser fácil.Cerró los ojos y dejó que el agua le mojara. La noche anterior, Sharon, una mujer muy atractiva para cualquier hombre, había puesto en juego todos sus encantos, pero no sabía por qué, ninguno podía compararse con la primera visión que había tenido de Devon, bajando las escaleras en el desfile de Montano's.Aunque lo cierto era que, incluso vestida con aquel atuendo de novicia, con moño y sin maquillar, Devon se las había arreglado para despertar sus sentidos.Ryan gruñó, abrió los ojos y se miró. No sólo había despertado sus sentidos, la sensación iba mucho más lejos.«¡Maldita sea, esto se tiene que acabar!»Giró el grifo de la ducha hacia la derecha con un gesto de rabia y se estremeció al sentir el agua helada. Contó hasta doscientos, luego cerró el grifo y salió de la ducha.Se había dormido, ¿y qué? De todas formas iba a bajar una hora al gimnasio. Media hora de natación y media hora de pesas, y luego otra ducha fría, así acabaría con todas las telarañas que tenía en la cabeza y le confundían.Sintió un dolor agudo, gimió y se llevó la mano al estómago.Desgraciadamente, los efectos del pollo crudo de Sharon tardarían en desaparecer.Lo que necesitaba era trabajar.Cuando llegó al rascacielos en cuyas últimas seis plantas estaba la sede de Kincaid Incorporated y subió al último piso, su humor mejoró considerablemente. Devon y Sharon se convirtieron en un recuerdo. ¿Qué haría Frank aquella noche?, pensaba mientras el ascensor alcanzaba el piso cuarenta. Tal vez pudieran ir al partido de baloncesto.La recepcionista le recibió con la sonrisa habitual. Ryan se la devolvió, saludó con la mano a uno de los empleados y se detuvo en la mesa de su secretaria, una mujer de mediana edad.-Buenos días, Sylvia, ¿qué tal el fin de semana?Sylvia lo miró.-Probablemente mejor que el suyo. ¿Qué le ha pasado en la mandíbula? ¿Le han dado un puñetazo?Ryan se llevó la mano a la cara rápidamente.-No -dijo-, claro que no. ¿Por qué dices esa ...?Frunció el ceño. La puerta de su despacho estaba entreabierta, lo que no era habitual. Frunció el ceño aún más al ver, a través de la rendija, que alguien estaba paseando de un lado a otro por él.-¡Qué demonios! Sylvia, ¿hay alguien en mi despacho?-Sí.-¿Sí? ¿Cómo que sí? Sabes muy bien que no me gusta que...-Lo sé, pero estaba segura de que no había ningún problema. Es su sobrina.Ryan se quedó muy quieto.-¿Mi qué?-Su sobrina -dijo su secretaria, y dejó de sonreír-. Bueno, eso me dijo, señor Kincaid. Me dijo que se llamaba Devon Kincaid y que...-No me pases ninguna llamada en la próxima media hora -dijo Ryan secamente. Entró en su despacho, cerró dando un portazo, se dirigió a su mesa, se sentó y desconectó el teléfono.Devon, que estaba mirando por la ventana, se dio la vuelta.-Ya era hora -dijo- Llevo una hora esperando.Ryan dejó la cartera sobre la mesa, se desabrochó la chaqueta y la miró fijamente.-¿Qué estás haciendo aquí?-Tu secretaria me ha dicho que siempre llegas antes de las nueve, pero...-¡Qué importa lo que te haya dicho mi secretaria!

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Ryan se acercó a ella. Cada rasgo de su rostro era una muestra de su ira.-¿Por qué le has dicho que te llamas Kincaid y que eres mi sobrina?-Lo soy -dijo Devon, sonrojándose un poco-. Tu sobrina política, si prefieres el término exacto.Desde luego tenía el aspecto de ser su sobrina, pensó Ryan furiosamente, asumiendo que parecía salida de un anuncio de Ralph Lauren en el Vanity Fair.Nada de capas rojas ni de castos vestidos. Llevaba una chaqueta de ante claro y una camisa negra de cuello redondo, vaqueros y bolas de cuero. Llevaba el pelo recogido en una coleta anudada con una cinta negra.A Ryan se le hizo un nudo en el estómago. Pensándolo bien, no tenía aspecto de ser sobrina de nadie. Las sobrinas solían ser niñas encantadoras con vestidos de florecitas, pero Devon no se parecía en nada a esa imagen. Los vaqueros realzaban la forma perfecta de sus piernas y bajo la camisa se adivinaban unos senos redondos que presionaban ligeramente la tela. Lo único en lo que Ryan podía pensar era en que con sólo un tironcito desanudaría la cinta negra y aquel hermoso pelo rubio le caería sobre los hombros. Y al pensarlo su expresión se volvió aún más sombría.-¿Y bien? -dijo fríamente- Estoy esperando. ¿Qué es eso tan importante por lo que has llegado a mentir para entrar en mi despacho?-Necesitaba verte, y no me parecía buena idea decirle por qué al dragón de ahí fuera.-Está bien -dijo Ryan, se apoyó en su mesa y cruzó los brazos -, aquí estoy. Dime qué quieres.Devon se sonrojó.-¿Por qué siempre tienes que humillarme? Sabes muy bien por qué estoy aquí. Sólo quieres que te diga porque sabes que me da vergüenza.-Odio estropearte esta pequeña escena, Devon, pero me parece que es casi imposible que sientas vergüenza. Y sigo sin saber de qué estás hablando.Devon observó el rostro implacable de Ryan. No podía comprender cómo un hombre tan atractivo podía ser al mismo tiempo un bastardo semejante.En realidad su arrogancia y su grosería no la sorprendían, había pasado muchos años entre muchas personas de su clase y sabía muy bien cómo eran. Aquel horrible colegio tal vez no le había proporcionado muchas enseñanzas prácticas, pero lo que sí había aprendido era que los ricos se consideraban los dueños del mundo.-Bueno, ¿vas a decirme por qué has venido o prefieres que llame a los guardias de seguridad para que te escolten hasta la puerta?-Eres, sin la menor duda, el más miserable hijo de...-Qué bienhablada, cariño -dijo Ryan. Rodeó su mesa y se sentó en el sillón. Luego se inclinó hacia atrás y apoyó los pies en la mesa-. Voy a terminar por enfadarme si sigues con esa actitud.Devon lo miró como si la horrible posibilidad de que Ryan estuviera diciendo la verdad pudiera ser cierta.-¿De verdad no lo sabes? -dijo después de aclararse la garganta- ¿De verdad no sabes por qué estoy aquí?-No, maldita sea, no lo sé. Y tienes dos minutos para decírmelo antes de que te eche de aquí dándote una patada en tu bonito trasero.Devon se humedeció los labios. Lo mejor era decirlo y acabar de una vez.-Tu abuelo quiere... quiere que nos casemos.Se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta y apretó los puños. Quería reunir valor para afrontar su reacción. ¿Se echaría a reír? ¿La echaría del despacho? ¿Llamaría a los guardias de seguridad?Pero Ryan no reaccionaba. Parecía molesto, enfadado, pero no parecía sentirse como ella, como si el planeta entero se hubiera vuelto del revés.-Maldita sea -dijo Ryan.-¿Maldita sea? -dijo Devon sentándose en una silla-. ¿Te digo que tu abuelo ha decidido hacer de celestina entre nosotros y todo lo que se te ocurre decir es maldita sea?-¿Cómo te has enterado?-¿Cómo crees que me he enterado? Me lo ha dicho mi madre.Ryan asintió.Evidentemente, el abuelo había discutido su plan con Bettina antes de hablar con él. Le sorprendía que James pudiera consultar algo a Bettina, pero, ¿por qué iba a sorprenderse? En realidad, la verdadera sorpresa era que su abuelo hubiera tenido una idea tan peregrina.Gracias a Dios, James había visto a Devon tal como era.-Bueno -dijo Devon. ¿No vas a decir nada? ¿Vas a dejar que tu abuelo y mi madre piensen que pueden arreglar nuestras vidas? Nunca me casaría contigo -añadió rápidamente-, antes preferiría...Tranquila. Es una idea tan muerta como el periódico de ayer.-Tan muerta como... -dijo Devon abriendo mucho los ojos-. ¿Entonces lo sabías?-Mi abuelo me contó algo -respondió Ryan sin darle importancia, y miró a Devon con frialdad- Le dije que era imposible.-¡Menos mal!

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Ryan sonrió.-Me imagino cómo te has tomado las noticias. Ayudar a tu madre a hincar los dientes en el dinero de los Kincaid es una cosa, pero...-¡Eso es mentira!-Habría dado cualquier cosa por ver la reacción de Betting ante la idea de vernos casados con la bendición de mi abuelo. Debía pensar que había ganado la lotería.Devon se sonrojó. El comentario de Ryan había dado en el blanco. Su madre, al decírselo, había gritado con excitación.-De ninguna manera -mintió-, mi madre sólo está interesada en mi felicidad.Ryan sonrió.-Vamos, cariño, ¿a quién quieres engañar? Probablemente os habéis pasado el fin de semana planeando tu nueva vida -dijo y sacudió la cabeza parodiando un gesto de tristeza- Qué pena que mi abuelo no le haya dicho que el trato se rompió antes de que ella y tú lo celebrarais.Devon lo miró a los ojos.-¿Qué quieres decir?-James me contó su idea el viernes por la tarde -dijo Ryan sonriendo fríamente- La rechacé antes de que llegarais.-Mi madre no sabía nada, tu abuelo ha llamado esta mañana.Ryan se irguió en su silla.-Eso es imposible.-Ha llamado muy temprano, a las seis o seis y media. Yo estaba leyendo el periódico, mirando las ofertas de trabajo, cuando sonó el teléfono. Era tu abuelo, y me dijo que quería hablar con Bettina. Cuando ella colgó me dijo... me dijo... ¿Por qué me miras así?-No puedo creerlo - dijo Ryan entre dientes- ¿Cómo ha podido?-Tienes que hablar con él. Tienes que hacer que comprenda que no hay nada que hacer.-Por supuesto que no -dijo Ryan y se levantó de un salto. ¡Tiene que haber perdido la cabeza!-Tiene que llamar a mi madre y decirle que ha sido un error. Ella está... está muy excitada con todo el asunto.-No te preocupes -dijo Ryan sombríamente-. Que yo sepa, éste sigue siendo un país libre, la gente no se casa porque otra gente quiera que se case.Devon sintió que le quitaban un peso de encima. «Excitación» era una palabra que no bastaba para explicar la reacción de Bettina ante la llamada de James Kincaid. «Frenesí» era más adecuada.-Por supuesto que no. Yo sólo... quiero asegurarme de que tu abuelo entiende que... que...-Oh, yo me aseguraré de que entienda -dijo Ryan-. Tiene una fijación, pero no es tonto, Devon. Le dejaré bien claro que no me casaré contigo bajo ninguna circunstancia.-Asegúrate de que sepa que yo pienso lo mismo -dijo Devon.Ryan la observó y frunció el ceño al fijarse en el modo en que se agitaban sus senos con cada respiración antes de volver a mirarla a la cara.-Por otro lado -dijo con una pequeña sonrisa-, no me gustaría dejar pasar la oportunidad de acostarme contigo.Devon levantó la mano con intención de darle una bofetada, pero Ryan la agarró en el aire.-Si eres sincera -dijo-, tienes que admitir que has pensado lo mismo.-Nunca.Ryan le acarició el pelo y le echó la cabeza hacia atrás, de modo que su bello y traicionero rostro quedó frente al suyo.-Sería como los fuegos artificiales del Cuatro de Julio y tú lo sabes. Como lanzar un cohete a la luna.-¡Qué engreído eres! Ya te he dicho que nunca...-Sí que lo harías. Demonios, casi lo hiciste, la otra noche en casa de James. Todo lo que tenía que haber hecho era levantarte la falda y me habrías rodeado con esas bonitas piernas, me habrías suplicado...Devon fue a darle un puñetazo, pero Ryan estaba preparado. Se rió, la agarró por la barbilla y la besó.- Déjame -dijo Devon, apartando la boca.Ryan la estrechó entre sus brazos.-¿Es eso lo que quieres? -le dijo y la besó de nuevo. Pero aquella vez no fue un beso violento. La beso poco a poco, con ternura, dándole pequeños besos que amenazaban con cortarle la respiración a Devon.-Eres muy guapa -susurró Ryan, enterrando el rostro en sus cabellos- Eres la mujer más guapa que he visto en mi vida.-No -dijo Devon, pero su voz era débil y vacilante, y cuando Ryan le apartó el cabello del cuello para besárselo, empezó a gemir.-Abrázame -susurró Ryan.«No», pensó ella, «no, no lo hagas».Pero no pudo evitarlo y le acarició el pecho, le agarró el cuello, y le acarició el pelo.

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-No podemos -dijo- Ryan, por favor...Ryan la besó. Devon sintió su boca fresca y separó un poco los labios, y se estremeció entre sus brazos.El cuerpo de Ryan se estaba poniendo tenso como el acero. Sabía que ella lo deseaba, pero se estaba conteniendo. Era como si nunca hubiera besado a un hombre, como si nunca antes hubiera experimentado las sensaciones que despertaban sus caricias.Pero era una parodia de la inocencia. Lo sabía muy bien. Sin embargo, saberlo no aminoraba el impacto. Respiraba con agitación al abrazarla. El corazón de Devon palpitaba, podía sentirlo contra su pecho. Le acarició la espalda y llegó al trasero, luego ascendió otra vez y llegó a sus senos.La respuesta de Devon fue instantánea y eléctrica. Profirió un gemido débil, era la señal de rendición. Luego apretó la pelvis contra él y se le erizaron los pezones bajo el tacto de su mano.Tenía que hacerle el amor. A11í, en aquellos momentos, en la mesa o en el sofá o en el suelo, donde fuera. No podía pensar en nada más que en el abrumador deseo que sentía.Con un gemido, le quitó la chaqueta.-Devon -susurró.La puerta se abrió en aquel instante.-¡Señor Kincaid!Devon se separó de él al oír la voz de Sylvia. La miró. La mujer estaba perpleja, asombrada, encantada.¿Por qué no iba a estarlo? Devon se dirigió a la ventana. No todos los días entraba una secretaria en el despacho de su jefe y lo encontraba seduciendo a una mujer, aunque, en realidad, las seducciones parecían algo frecuente para él, con un hombre como Ryan Kincaid todo era posible.Pero no con ella. Durante toda su vida la habían tildado de fría. Bettina decía que le faltaba corazón, las chicas del colegio decían que era como un témpano. Y los pocos hombres con los que había salido habían utilizado una palabra mucho más cruel.Pero el tacto de un hombre al que conocía lo bastante como para odiar, la había hecho perder el control. Si la secretaria no les hubiera interrumpido...-Maldita sea, Sylvia -dijo Ryan enfadado- Será mejor que sea importante.-Oh, señor Kincaid, lo siento muchísimo, señor.No parecía sentirlo en absoluto, pensó Ryan. Tenía aspecto de estar esforzándose por contener la risa, pero lo cierto era que no podía culparla. No lo habían encontrado en una situación tan comprometida desde que estaba en la universidad y con dieciocho años lo habían pillado, junto a otros compañeros, en una incursión a las habitaciones de las chicas.-Le he llamado por el interfono, señor, pero debe haberlo desconectado. Y he llamado a la puerta, pero... hum, debía estar ocupado con su, hum, con su sobrina. Y...Sylvia miró a Devon, y Ryan también. Estaba mirando por la ventana. Estaba de perfil, pero se podía ver que estaba avergonzada, y pálida.Pensó en lo sofocado que había estado ese mismo rostro hacía unos minutos. Tan lleno de pasión que había estado a punto de hacerle el amor allí mismo. Sí, le habría hecho el amor si Sylvia no...Respiró profundamente y se mesó el cabello.-Su abuelo está al teléfono. Dice que es importante, así que yo...Ryan hizo un gesto con la mano, como diciendo que no importaba, y tomó el teléfono.-¿Abuelo?Genial, pensó Devon, era genial. No bastaba con tener que soportar a los Kincaid el viernes por la noche, ¿tendría que soportar otra reunión del clan?Pensó que lo mejor era olvidarlo. Se acercó a la mesa de Ryan y tapó el auricular para que James no pudiera oír lo que decía.-Asegúrate de que cambia de idea -le dijo a Ryan.Ryan la agarró por la cintura. Devon lo miró fijamente.-Si intentas algo, gritaré tan fuerte que me oirán en Nueva Jersey.Ryan frunció el ceño.-Espere un momento, por favor -le dijo a su abuelo, luego apoyó el auricular sobre su pecho y miró a Devon-. ¿Dónde te crees que vas?-A cualquier parte donde tú no estés.-Estoy hablando con mi abuelo.-Qué suerte. Asegúrate de decide que no puedo casarme contigo porque estoy prometida a un marciano.-Espero que seáis muy felices -dijo Ryan apretándole la muñeca- Cálmate y espera.Respiró profundamente y volvió a hablar por teléfono.-Abuelo, me alegro de que haya llamado. Devon está aquí.-Qué bien.-La verdad es que está enfadada. Acaba, acaba de saber que... yo sé que es un error, claro...-Por eso llamaba, muchacho. Me equivoqué con respecto a Devon.

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Ryan sintió que le quitaban un peso de encima. Soltó a Devon y la miró haciendo un signo con el dedo pulgar, para indicarle que todo estaba arreglado.-Me alegra oír que lo admite, señor.-Estaba tan preocupado porque Bettina encontrara un modo de apropiarse del dinero que pensaba darle a la chica que no había pensado en algo obvio. Se le puede conceder un fondo de modo que sólo pueda sacar una cierta cantidad de dinero al mes.Ryan sonrió.-Por supuesto.-Así la chica tendrá sensación de independencia. De todas formas, ahora que la he conocido un poco, estoy seguro de que puede defenderse por sí misma.Ryan sonrió aún más.-No es exactamente la muchacha indefensa que pensaba, ¿verdad?-Como te dije la otra noche, Ryan, un poco de carácter no viene mal. Hace las cosas más interesantes.-Me alegro de que las cosas terminen así, señor. Sé que lo hacía por nuestro bien, pero...-Pero no había tenido en cuenta todos los detalles. Sí, ya lo sé. Bueno, pues lo he hecho y creo que es una solución mucho mejor, ¿no te parece?-Por supuesto.-¿Querrás discutir los detalles de la cesión de los fondos con mi abogado y conmigo?Por primera vez en muchos días Ryan se sentía libre y respiraba con tranquilidad. Libertad, pensaba, la libertad.-Por supuesto, señor.-Créeme, Ryan. Es lo mejor. Sé que te estoy presionando.Ryan sonrió.-Abuelo, tienes mi palabra de honor. Me alegra mucho hacer esto por ti.El anciano suspiró.-En ese caso, me gustaría acabar con el asunto lo antes posible.-Sí, a mí también.Cuanto antes saliera Devon Franklin de su vida, mejor.-Así me gusta.-Bueno, ya me conoce, señor. Cuando digo que haré algo, no me gusta echarme atrás.-¿Quedamos esta semana?Ryan miró a Devon. Lo estaba mirando con la cautela que algunas personas reservan sólo para las serpientes de cascabel, pero no le importaba. Podía odiarlo cuanto quisiera porque estaba a punto de salir de su vida.Abrió su agenda y buscó un hueco. ¿Cuánto tiempo llevaría ver al abogado de James y establecer una concesión de fondos? ¿Una hora? ¿Dos?-Estoy libre el viernes por la tarde -dijo al cabo de un minuto- ¿Qué tal a las cuatro?-Perfecto -dijo James, y volvió a suspirar- Debo decir, muchacho, que eres muy comprensivo.Ryan sonrió y dio unos golpecitos en el respaldo de su silla.-Haría cualquier cosa para verlo feliz, señor, ya lo sabe.-Sé que tal vez ahora no lo veas claro, pero estoy seguro de que algún día te darás cuenta de lo que representa este matrimonio.A Ryan se le encogió el estómago.-¿Qué?-Gracias a los fondos, Devon no dependerá en todo de ti. Oh, te alegrará saber que he hablado con Bettina. Está encantada con la noticia -dijo James y se rió-. Sobre todo cuando le he dicho que le cedo la casa de Gordon como una especie de dote pero a la inversa. Ryan se estremeció, como si le sacudiera una corriente eléctrica.-Un momento -dijo-. ¡Un momento! Yo nunca dije que estaba de acuerdo.-¿Qué ocurre? -dijo Devon.Ryan la miró.-Tranquilízate -le dijo.-Estoy muy tranquilo, muchacho. De hecho hacía semanas que no me sentía tan bien.-No, abuelo, no era a ti. Estaba hablando con... -dijo Ryan y se mesó el cabello, que le cayó sobre la frente-. Escucha un momento, abuelo, yo no dije que...-El viernes es un día excelente para casarse. De hecho, yo había pensado en ese mismo día, y he estado pensando en la ceremonia.-Maldita sea, señor...-Lo sé, lo sé. Brimley dice que me he portado como un tirano, pero sinceramente, Ryan, ¿puedes pensar en un lugar mejor para celebrar la boda que la biblioteca de la casa? Brimley puede arreglar los detalles. Habrá champán, canapés, flores...-¡Espere un minuto! ¡Yo no me refería a...!-... nada de fiestas.. Lo comprendo, pero una copa o dos no es nada, ¿no te parece? Ya he hablado con el juez Wiggins. ¿Te acuerdas de él? Dice que estará encantado de celebrar la ceremonia.-Por todos los demonios -susurró Ryan-. ¡Has pensado en todo!

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-Iba a poner un anuncio en el Times, pero esa secretaria tuya, ¿cómo se llama?, me ha dicho que ella se ocupa.-¿Sylvia? -dijo Ryan un poco aturdido-. ¿Sylvia lo sabe?-No quería interrumpirte, hijo. Tuve que decirle por qué la llamada era tan urgente.Ryan se agarró al cable del teléfono como un hombre que se ahoga se agarra al salvavidas.-Abuelo -dijo-, odio estropearte la fiesta, pero...-Sólo una cosa más, Ryan. He visto al médico esta mañana.Ryan se quedó helado. El tono de voz de su abuelo sugería que lo que venía a continuación era importante.-¿Y? ¿Qué ha dicho?James casi soltó una risita.-Dice que es un milagro, que parezco otro hombre. El charlatán no sabe qué pensar, pero yo sé la verdad. Has sido tú al aceptar esta boda el que ha hecho que esté tan bien.Ryan se quedó boquiabierto, luego cerró la boca y gruñó.-Vamos a ver... ¿Se me olvida algo? -dijo su abuelo.-N...Nada -dijo Ryan con voz apagada- , no se te olvida nada.-Excelente. Nos vemos el viernes -dijo James y se aclaró la garganta-. ¿Ryan? Gracias, hijo. Has hecho que los últimos días de este viejo Sean muy, muy felices.La comunicación se cortó.Durante unos instantes, Ryan se quedó sentado en su mesa, helado. Luego se separó el auricular de la oreja y se quedó mirándolo como si el aparato se hubiera convertido en una tarántula de repente.-Demonios -dijo-. ¡Demonios!-¿Qué pasa? -dijo Devon-. Estás igual que si hubieras visto un fantasma. Y no te he oído decide una palabra a tu abuelo de este plan de locos que se le ha metido en la cabeza.Ryan no dijo nada, así que ella se apoyó en la mesa y le amenazó con el dedo.-Llámalo. Dile que no vuelva a hablar con mi madre. Dile que...Dio un respingo cuando Ryan profirió un quejido de rabia. Se levantó, tiró del cable del teléfono, lo desenchufó, arrojó el teléfono al suelo y amenazó a Devon. -¿Quién de las dos le metió esa idea en la cabeza? ¿Tú o tu madre?-¿Qué idea? -dijo Devon esforzándose por no retroceder mientras Ryan se ponía a su lado- ¿De qué estás hablando?.-Espero que te sientas orgullosa de ti misma. Espero que te sientas muy orgullosa. No es normal ver a una madre y a una hija tramar algo tan vil y que les salga bien.-¿Vas a decirme qué pasa?Ryan suspiró profundamente.-Yo te diré lo que pasa -dijo Ryan y esbozó una sonrisa helada y terrible. A Devon se le paró el corazón-. Devuélvele el anillo a tu novio marciano. El viernes por la tarde te casas conmigo.

CAPITULO 5Devon trató de hablar pero no pudo más que proferir un quejido.Se humedeció los labios y tragó saliva, hasta que por fin dijo con voz ronca.-¿Qué... qué has dicho?Aquella sonrisa terrible desapareció del rostro de Ryan. Se metió las manos en los bolsillos, se acercó a la ventana y se quedó mirando hacia la calle.-He dicho que no hay manera de que nos libremos. La boda está en marcha.¿La boda estaba en marcha? ¿Se iba a casar con ella? ¿Iba ella a casarse con él? ¿Se había vuelto loco?-La ceremonia es el viernes a las cuatro -dijo Ryan con una voz seca y resignada.No había duda, se había vuelto loco.Devon se acercó a él y le dio un golpecito en el hombro. Cuando se dio la vuelta, puso los brazos en jarras.-No quiero estropearte la fiesta, pero olvidas un pequeño detalle -dijo, y se golpeó el pecho-. ¡Yo! ¡Yo, maldita sea! El matrimonio es cosa de dos, ¿o es que lo habías olvidado? Yo soy una de las partes en este plan de lunáticos, ¿no te habías dado cuenta?-¿Cómo no iba a darme cuenta? No todos los días a un hombre le buscan la novia.-Deja de llamarme así – dijo Devon con rabia - ¡Yo no soy tu novia!-Todavía no, pero el viernes lo serás.Devon lo observó. Esperaba que se riera o explotara de furia; esperaba que dijera unas cuantas maldiciones, tomara el teléfono, llamara al chalado de su abuelo y le dijera dónde podía meterse la genial idea de la boda.Pero Ryan no hizo nada, simplemente se quedó allí de pie, con el rostro tan impenetrable como el granito. Aquella suerte de resignación la estremeció.-No sé qué está pasando -dijo con voz vacilante-, pero si crees quo voy a aceptarlo...-La idea de casarme contigo me aterra tanto como a ti.-¡Pues llama a tu abuelo! Ryan, cuanto más lejos dejes que vaya todo esto...-Es demasiado tarde.-¿Cómo que es demasiado tarde? ¡Ve al teléfono, maldita sea! Dile a ese chalado que no puede haber boda sin novia.

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-Hay novia -dijo Ryan sombríamente-. Una chica dulce, modosa y anticuada con una disposición quo haría sonrojarse a un rinoceronte.-Métete esto en la cabeza, Ryan Kincaid, no me voy a casar contigo.-No tienes elección.-¿Cómo quo no tengo elección? -dijo Devon dando una patada en el suelo- Por si no te has dado cuenta, no estamos en la Edad Media. Los reyes no le dicen a sus súbditos con quién y cuándo tienen quo casarse.Devon, cálmate y escucha.-No, escucha tú. A lo mejor tú estás acostumbrado a saltar cuando el abuelito dice quo saltes, pero yo...-Nunca he dejado quo me domine -dijo Ryan.-Pero vas a dejar quo te diga con quién y cuándo tienes que casarte.Ryan suspiró profundamente.-No espero que lo entiendas.-Inténtalo.Ryan vaciló.-Mi abuelo se está muriendo.-Oh -exclamó Devon, mordiéndose el labio- Lo siento mucho... Pero quo nosotros nos sacrifiquemos no va a cambiar eso, ¿o sí?Ryan suspiró de nuevo y se dio la vuelta.-Siéntate, Devon -dijo con calma- Tenemos quo hablar de muchas cosas.-Si yo fuera tú, la única persona con la que hablaría sería con el psiquiatra, y lo haría cuanto antes.Se dirigió hacia la puerta apresuradamente, pero no había llegado muy lejos cuando Ryan la agarró de un brazo.-Siéntate, Devon.-¿Para qué?-Ya te lo he dicho, tenemos quo hablar de muchas cosas.Devon se soltó.-No tenemos nada de qué hablar -dijo fríamente.-Mi abuelo ha puesto unos fondos a tu nombre.-Excitante noticia. Desgraciadamente, no quiero ningún fondo a mi nombre. No quiero nada excepto volver a California y olvidar que os he conocido.--Yo he decidido completar ese dinero con una segunda suma quo recibirás después de quo pase algún tiempo.-Mucho más excitante. Maldita sea, Ryan...-Ésas son las buenas noticias -dijo Ryan con calma, como si Devon no hubiera dicho nada- La mala noticia es quo tendrás quo llevar una alianza.-No quiero una alianza, no te quiero y no pienso casarme contigo. La mera idea de casarme contigo es... es...-Créeme, no hay nada que puedas decir con lo que no esté de acuerdo.-Pierdes el tiempo diciéndomelo a mí, díselo a tu abuelo.-Ya se lo he dicho -dijo Ryan encogiéndose de hombros. -Pero no está de acuerdo.-Malditos seáis todos. ¿Cómo puedes quedarte ahí parado y decir eso con tanta calma?-Lo que de verdad quiero hacer -dijo Ryan con una frialdad espeluznante- es darle un puñetazo a la pared. Seguro que así me sentiría mejor, pero no cambiaría nada.La agarró por los hombros y la ayudó a sentarse en una silla.-Ahora respira profundamente para que puedas pensar con claridad y puede que entre los dos se nos ocurra algo para salir de este lío.Devon se le quedó mirando mientras él daba vueltas por el despacho. Estaba lejos de estar tan tranquilo como ella creía. Bueno, aquello ya era algo. Al menos no estaba al borde del precipicio sola.-¿Tu abuelo tiene demencia senil?Ryan se rió.-Está tan senil como un zorro.Devon asintió.-Entonces, ¿se aburre? Tal vez si tú... si pudieras lograr que ocupara su tiempo en algo...No tiene demencia senil y no se aburre, lo que pasa es que se ha empeñado en meterse en mi vida, maldita sea -dijo Ryan y se detuvo. Le daba la espalda y Devon le vio mover los hombros al respirar profundamente varias veces- No dejó de repetirme que lo hace por nuestro bien.-¿Por nuestro bien? -repitió Devon histéricamente, y se puso en pie-. ¿Qué bien me hace a mí? ¡Lo hace por nuestro bien! Sí, como el tipo que llevó a Juana de Arco a la hoguera.Respiró profundamente y se dirigió a la puerta.-Adiós, Ryan. Estás metido en un 1ío, pero no tiene nada que ver conmigo.Ryan alcanzó la puerta al mismo tiempo que ella. La agarró por los brazos, impidiéndole cualquier movimiento.Apártate o doy un grito.Ryan se rió.

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-Perderías el tiempo, nena. Después de lo que ha visto Sylvia, pensaría que tu grito es una muestra de satisfacción.Devon se sonrojó.-¡Eres un cerdo!-No nos salgamos del tema, si no te importa.-No hay ningún tema, al menos que me afecte a mí.Ryan esbozó una sonrisa fría como el hielo.-No.-¿Es eso lo que le vas a decir a mamá?Aquel golpe dio en el blanco. Devon trató de que su expresión no revelara que había sido así.-No sé a qué te refieres.-Venga, Devon. No te hagas la tonta porque no lo eres. James ha decidido que tú y yo haríamos una pareja perfecta y se lo ha dicho a tu madre. Y ya te he dicho que no veo ninguna salida. ¿Qué crees que hará Bettina cuando le digas que has dicho «no»?Devon tragó saliva y Ryan sonrió.-¿Se te ha comido la lengua el gato? Cuando le digas que le has dado la espalda a la oportunidad de su vida, explotará de tal forma que el volcán Krakatoa a su lado parecerá un petardo. Para decirlo sucintamente, se subiría por las paredes.Devon lo miró con gesto sombrío.-Te llamará imbécil, y no parará ni de día ni de noche.Bettina haría algo más que eso, se decía Devon. Le contaría la historia de su vida llena de lucha y sacrificios y la acusaría de volverle la espalda igual que había hecho su padre.-Y nunca dejaría de recordarte que la casa en la que vivía con mi hermano iba a ser para ella, con la única condición de que te casaras conmigo.-No -susurró Devon-, no puedes...-No te dejaría descansar ni olvidar lo que le habrías negado. Y, antes o después, te rendirías y acabarías por convertirte en la señora de Ryan Kincaid.Devon se estremeció.-De acuerdo -susurró-. Supón, sólo para seguir con ese argumento, que mi madre querría que yo... querría que yo... -se interrumpió y tragó saliva-. Supongo... supongo que podría pensar en muchas razones por las que ella podría... obligarme a... a aceptar la oferta de tu abuelo. Pero... pero, ¿por qué hace esto tu abuelo? Sé lo que piensa de mi madre. ¿Por qué iba a querer que yo me casara contigo? -dijo y sonrió- Quizás ha leído Pigmalión demasiadas veces.-Es ese colegio al que fuiste. Cree que te enseñaron a ser una buena esposa.-Me enseñaron todo lo que me haría falta saber si el tiempo volviera doscientos años atrás -dijo Devon amargamente.-Le parece parte de tu encanto -dijo Ryan frunciendo los labios-. Cree que una mujer que no se diera cuenta de que el siglo veinte está a punto de terminar sería una esposa perfecta.-Pues ese viejo reaccionario se equivoca. Le gustaría una mujer sin cerebro, complaciente y sin opinión -dijo Devon irguiéndose en un gesto desafiante-. Yo no soy así.Ella era de otra manera, pensó Ryan mientras la miraba. Era atractiva y guapa, y, aunque se tratara de un fingimiento, había en ella tal inocencia que le hacía desear, que le hacía desear...Frunció el ceño, la soltó y retrocedió.-Ya se lo he dicho.-¿Y?Ryan suspiró y caminó hacia el otro lado del despacho. Frank se habría reído y habría dicho que a los treinta y dos años se era muy joven, pero en aquellos momentos él se sentía más vicio que Matusalén.-Y -dijo Ryan tristemente dejándose caer en su silla- dijo que no importaba, que tenías mucho carácter.Devon se le quedó mirando. Le resultaba más fácil pensar sin tenerlo a su lado, tan cerca que podía ver la barba incipiente de su barbilla, las finas líneas negras que rodeaban sus pupilas verdes.-A ver si lo he entendido -dijo-. Tu abuelo ha decidido que la hija de una mujer a la que desprecia sería una buena esposa para ti porque sabe bordar, servir el té y además insultarte.-Sé que suena extraño...-Suena a locura.-Mira, hay otros factores.-Dime uno.-Mi hermano, Gordon. Dijo que quería que no pasases ningún apuro económico.Devon contuvo un deseo histérico de romper a reír a carcajadas.-¿No te parece que intentar que me case contigo es llevar ese deseo demasiado lejos?-Sí -replicó Ryan-, claro que sí.-¿Entonces?

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-Entonces -dijo Ryan levantándose-, estoy atrapado por la estúpida promesa que le hice a mi abuelo de cumplir con su último deseo, fuera cual fuese.Devon no pudo evitarlo por más tiempo y rompió a carcajadas. Ryan la miró fijamente, con los ojos encendidos.-¿Te parece divertido? -dijo con un gruñido.-No, no es nada divertido. Es... es increíble. Es como una obra de teatro escrita por un loco y dirigida por un idiota.-No es ninguna obra de teatro -dijo Ryan-, es la vida real. Mi vida, maldita sea. Y a no ser que pensemos en algo, vamos a llegar al viernes y tendremos que irnos de luna de miel.Devon dejó de reír. Buscó el respaldo de la silla y se sentó, sin dejar de mirar a Ryan.-Tienes razón.-Claro que tengo razón.-¿Qué podemos hacer?Era una pregunta terrible, pensó Ryan. Suspiró, se encogió de hombros y se sentó.-Déjame pensar.Pasaron diez minutos y siguió allí, con la cabeza apoyada en las manos y sin moverse. Finalmente, levantó la cabeza muy despacio y empezó a sonreír.-¿Qué? - dijo Devon conteniendo la respiración.-Creo que tengo una respuesta. ¿Sabes lo que es un leasing?.La esperanza que había empezado a brillar en los ojos de Devon se disipó.-¿Un qué?-Un leasing -dijo Ryan y abrió el último cajón de su mesa, buscó entre los archivos, sacó un montón de papeles y los dejó sobre la mesa-. Toma, echa un vistazo.Devon se levantó lentamente y se acercó a Ryan. Ryan la observó mientras iba hasta su lado de la mesa y se inclinaba para leer los documentos. El pelo le caía sobre los hombros como tina madeja de seda.Ryan respiró profundamente. No llevaba L'Air du Temps, sino algo mucho más sutil. Olía a rosas, fuera cual fuera el perfume era un olor suave y deliciosamente femenino.Se fijó en su mano, apoyada sobre la mesa para sostener los papeles. Era pequeña, aunque tenía los dedos largos y delgados; tenía un pequeño arañazo en un nudillo, como si se hubiera cortado con una hoja de papel. Se vio abrumado por el deseo de lamer aquel pequeño rasguño.Se echó hacia atrás y frunció el ceño.-Toma -dijo dándole los papeles- Sólo tienes que leer la última página.-Conforme a lo que dice aquí, tienes un Porsche.-Maldita sea, no tengo un Porsche. De eso se trata -dijo Ryan señalando el documento- El concesionario me lo cede por leasing, cuando pase un año tengo que devolverlo. Y nunca más lo tendré.Devon profirió una risita.-Debe haber algo que no entiendo -dijo.Ryan suspiró. Se levantó, tomó la silla que había al otro lado de la mesa y se la ofreció a Devon para que se sentara.-Deja que te explique -dijo y tomó una hoja de papel y una pluma- Mi abogado, que puede ser el tuyo, si quieres, te lo explicará más tarde, pero yo puedo darte una idea general.Devon lo observó mientras escribía sobre las hojas de papel amarillo. Apretó los labios. Era una persona imposible. Tan engreído, tan seguro de sí mismo, tan guapo, tan atractivo.¿Qué habría ocurrido antes si su secretaria no les hubiera interrumpido? ¿Habría dejado que Ryan le hiciera el amor?Tal vez fueran imaginaciones suyas, pero todavía podía sentir el calor de su cuerpo, y recordar la excitación contra su vientre, saborear sus besos.Se sobresaltó al ver que dejaba la pluma sobre la mesa.-Ya está -dijo.Devon se humedeció los labios nerviosamente.-Echa un vistazo y verás -dijo Ryan.Pero ella no podía ver nada, no podía concentrarse en nada que no fuera la proximidad de Ryan.Ryan se levantó y apoyó las manos sobre la mesa, a ambos lados de la silla donde estaba sentada, rozándole el cabello con la mejilla.Devon respiraba con dificultad. Todo lo que tenía que hacer era echar la cabeza hacia atrás, girarla, y la boca de Ryan se apoyaría en la suya.-Bueno -dijo él-, ¿qué te parece?Devon se estremeció y se apartó de él apoyándose en el respaldo de la silla.-No... no entiendo muy bien los escritos legales, Ryan. ¿Por qué no me lo explicas?Es un lenguaje pseudo-legal -dijo Ryan con una risita. Un par de abogados convertirán esto en una jerga indescifrable.Devon respiró con alivio cuando Ryan tomó la hoja, se dio la vuelta y se apoyó en la mesa. Seguía sin entender lo que decía, excepto que se refería a unos fondos y una asignación mensual y a los impuestos correspondientes

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-¿Impuestos? -le preguntó.Ryan la miró.-De acuerdo, alargaré el plazo de ayuda hasta tres años, pero ni un día más. Bettina tendrá que encontrar un modo de mantener la casa por sí sola a partir de entonces.Devon lo miró.-No sé de qué estás hablando.-Maldita sea, ¿no has oído nada de lo que he dicho? -dijo Ryan, y dejó la hoja sobre la mesa y volvió a inclinarse sobre ella- Estoy hablando de] contrato -le dijo y puso la mano sobre el papel -. Uno que no deje nada al azar.-¿Qué clase de contrato? ¿Como va a evitar eso nuestra... nuestra boda?-No puede evitarla, pero definirá los términos para que no haya sorpresas. Hay que establecer todas las condiciones para que no tengas problemas de dinero.-¿Otra vez con eso? Te he dicho que...-Y la transferencia de la casa de Gordon a Bettina.-Maldita sea -dijo Devon poniéndose en pie-. No entiendes lo que te estoy diciendo, yo no...-Y los dos acordaremos -dijo Ryan tranquilamente- revisar nuestra situación al final de un período de seis meses.-¡No seas ridículo! Yo nunca... -dijo Devon-. ¿Qué quieres decir con un período de seis meses?-Pues lo que he dicho. Al cabo de seis meses desde el viernes, mi banco transferirá la cantidad que acordemos a tu cuenta, y nos sentaremos para ver si hay alguna razón para firmar otro contrato por otros seis meses.-Quieres decir, que si James todavía está... todavía está...-Vivo. Sí, eso exactamente lo que quiero decir.-Pero él no va a estar de acuerdo.-No tiene por qué. Quiero que sea feliz, pero no hay razón por la que yo me meta en una pesadilla el resto de mi vida -dijo Ryan, y sonrió- ¿Y bien? ¿Qué piensas?-Pienso que estás tan loco como tu abuelo. Primero parece que times cierto complejo de culpa porque podrías romper la promesa que le hiciste a tu abuelo, una promesa imposible de cumplir. Y ahora sales con un plan para convertir la promesa en una farsa.-Es una cláusula muy lógica que nos permitirá un escape -dijo Ryan con una sonrisa- ¿Qué ocurre, nena? ¿Pensabas que iba a dejar que esto fuera para siempre?-Sólo los tontos creen que las cosas son para siempre. No sé qué piensas de mí, pero te aseguro que no soy tonta.-No, no, yo no creo que lo seas. Por eso estoy seguro de que te darás cuenta de los beneficios de nuestra boda. Todo el mundo gana algo. Bettina consigue la casa, James consigue lo que quiere, y ni tú ni yo tenemos que sentir que estamos hipotecando nuestras vidas.Devon volvió a mirar la hoja de papel. Lo que Ryan decía era muy razonable, asumiendo que pudiera ser razonable que dos personas que se detestaban fueran a casarse.Aunque el contrato del que hablaba Ryan no era un matrimonio exactamente. Sería un... leasing que podía renovarse o no cada seis meses.Se aclaró la garganta y dijo:-En esto no hay nada acerca del... sexo.Ryan siguió con la misma expresión.-No, no hay nada.¿Por qué, de repente, le resultaba tan difícil respirar?, se preguntó Devon.-Creo que deberías incluirlo. Quiero decir, si yo tengo que firmar... si tú y yo vamos a ir adelante con esto...La cesión de la casa, los fondos, la asignación monetaria... todo eso se puede incluir en un contrato -dijo Ryan y sonrió con un brillo en los ojos- Pero no creo que se puedan definir los términos de una relación sexual en un documento legal.-Querrás decir, una relación no sexual -dijo Devon, esforzándose por mirarlo a los ojos- No me voy a acostar contigo, Ryan. Tienes que entenderlo.Rvan esbozo una sonrisa insolente.-¿No?Se acercó a ella con la destreza de un tigre. Devon podía sentir que la sangre le palpitaba en las venas. Pero nunca se corre en presencia de un predador, hay que mantener la posición y hacerle frente.Esperó hasta que Ryan se acercó tanto que podía sentir su aliento y lo miró a los ojos esbozando una sonrisa.-Pobre Ryan -dijo suavemente-. ¿De eso se trata? ¿Necesitas que tu abuelo te busque una compañera de cama? Porque si es eso, no has tenido suerte, antes que contigo, preferiría dormir con una serpiente.Pensó que iba a darle una bofetada, porque la miró con tal furia que el color verde de sus ojos se ensombreció hasta alcanzar el negro. Pero apretó la mandíbula y sonrió. Luego le acarició los labios con un dedo.-Si pensando eso te sientes más segura, sigue engañándote.-No hagas eso -le dijo Devon secamente, apartando la cara de aquel dedo tentador.

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Ryan se rió suavemente.-Para acostarme contigo, no tendría que obligarte a nada, Devon, los dos lo sabemos.-Quieres decir que no puedes obligarme.-Dilo como quieras, es lo mismo. Nunca he tenido que obligar a una mujer a acostarse conmigo, y no pensaba empezar contigo.-Bien, porque no hay otra forma de que yo vaya a acostarme contigo.Ryan la agarró por la cintura. Devon no se opuso ni retrocedió.-¿Me estás desafiando, Devon?¿Lo estaba haciendo?, se preguntó ella con el corazón palpitante. Pensó en cómo la había besado, en lo que había sentido cuando él la había acariciado.-No -dijo. Tenía la respiración agitada-. No te estoy desafiando, sólo he dicho la verdad.Ryan sonrió.-En ese caso -dijo con suavidad-, estarás de acuerdo con la boda. ¿Qué puedes perder?Devon no respondió, pero Ryan pudo leer sus pensamientos en la oscuridad de aquellos enormes ojos azul violeta. Sabía que estaba pensando que no tenía ninguna escapatoria y se preguntó cómo serían aquellos ojos cuando brillaran de felicidad, cómo serían si le quisiera y lo deseara, si el fuera un hombre cuyos besos esperara.La soltó, se dio la vuelta y se dirigió a su mesa.-¿Y bien? -dijo bruscamente- ¿Qué va a pasar, Devon? ¿Lista para la cita del viernes?Lo dijo como si se tratara de jugar al golf, pensó. Respiró profundamente y le dio la única respuesta lógica posible.Le dijo sí.

CAPITULO 6RYAN estaba junto a la tarima rodeada de flores. Frank estaba justo detrás de él. Una música suave sonaba en la lejanía y el juez de paz esperaba sonriente que comenzara la ceremonia.-Frank -susurró Ryan-. Frank, ¿qué estoy haciendo aquí?Frank se llevó su segundo vaso de whisky a los labios.-Buena pregunta -dijo-. Para la que tengo una respuesta mejor todavía. Es tu vida, amigo, ¿por qué me preguntas a mí?Tenía razón, pensó Ryan. Era su vida, y le parecía que había llegado la hora de despertarse y darse cuenta de que todo era un mal sueño.Pero no lo era. Todo era real, espantosamente real. Estaba a punto de casarse con una mujer a la que no conocía, en quien no confiaba, y que no le gustaba.-Ryan.Parpadeó. Se trataba de Agnes Brimley, vestida con un traje estampado y un sombrero con un pequeño velo.-¿Quieres que vaya a ver qué retiene a tu encantadora novia, cariño?“Cariño” era una palabra nueva en el vocabulario de la señora Brimley, pero en ella todo era nuevo aquel día. O al menos era distinto. Estaba muy emocionada, pero tal vez fuera la única de los presentes que no sabía que la boda era una farsa.La vieja bruja había sonreído más aquel día que en toda su vida.Pensó en lo pronto que aquella sonrisa se desvanecería si iba a buscar a Devon y la encontraba encogida en cualquier rincón, oponiéndose a los dragones de Bettina para hacerla salir.-Gracias -dijo con una sonrisa- Ya voy yo.-¿Seguro que prefieres ir tú, Ryan, cariño? -dijo Brimley apretando los labios- Dicen que trae mala suerte que el novio vea a la novia antes de la ceremonia.Ryan frunció los labios.-Devon y yo no corremos ese peligro, señorita Brimley.Ignorando la débil y poca delicada risa socarrona de Frank, Ryan fue en busca de su futura esposa.Betting terminó de pintarse los labios, guardó el pintalabios en el bolso y frunció el ceño al mirar a Devon, que estaba de pie en el lado opuesto de la habitación.-No sé por qué no te has comprado ropa nueva, cariño. No pareces una novia.Devon se dio la vuelta y se miró al espejo.-No, no parecía una novia. La secretaria de Ryan la había llamado hacía dos días y le había dicho que había abierto cuentas a su nombre en Saks, Henri Bendel y las Galerías Lafayette; tenía carta blanca para comprar lo que quisiera, y su madre también.Bettina había saltado de alegría al saberlo, pero su exaltación se había convertido en incredulidad y luego en indignación al ver que su hija no quería ir de compras.-Te vas a casar con un hombre muy rico, y debo añadir que muy generoso -había dicho su madre-. Lo menos que puedes hacer es tener la cortesía de aceptar su generosidad.Devon no se había molestado en replicar a aquel comentario, se había limitado a decir que tenía su propia ropa y sus propias joyas y que no le hacía falta nada de Ryan.-Pero por lo menos podrías comprar un vestido de novia -había dicho Bettina.Devon había pensado en lo emocionante que sería comprar un vestido de novia si se estuviera casando con Ryan porque lo amaba, un vestido ante el cual sus ojos verdes

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brillaran de admiración, un vestido que más tarde le quitaría lentamente mientras su mirada pasaba de la reverencia a la pasión.Se había preguntado qué sentiría al dejar que la desnudara por completo; qué sentiría al dejar que le acariciara los pechos. Se había imaginado el calor que nacería entre sus piernas, el momento febril en que él le acariciara el vientre, la agarrara por la cadera y la penetrara.Y sin ninguna razón aparente, se le habían llenado los ojos de lágrimas.-No quiero comprar un vestido de novia -había dicho con brusquedad, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano, y Bettina había salido del hotel y se había ido de compras sola.En aquel momento, Bettina llevaba un vestido rosa de seda, una pamela del mismo color y unos zapatos de piel de serpiente. Lucía un par de pulseras en un brazo y un reloj de oro en la otra. También llevaba pendientes de oro y se había puesto Chanel número 5.Devon se miró al espejo. Comparada con su madre tenía un aspecto muy pobre. Excepto por el rubor de sus mejillas, estaba pálida y tenía ojeras. Tenía el pelo recogido en la nuca y llevaba un vestido azul muy sencillo.Le dieron escalofríos. No, no parecía una novia, pero ¿por qué iba a parecerlo? No se sentía como una novia, lo único que había hecho era aceptar un matrimonio que era una farsa.Había sido una estúpida al dejar que Ryan la convenciera. Nada más aceptar se había dado cuenta de que era un error, y había querido decírselo, pero era demasiado tarde.Ryan va había hecho algunas llamadas. A su abogado, al abogado de James, al propio James y, finalmente, a Bettina.-Ya está -le había dicho con frialdad y Devon pensó de pronto en lo que debía sentir una mosca cuando se ve atrapada en una tela de araña.Luego Ryan había sonreído con cortesía y le había dicho que esperaba que comprendiera pero que tenía mucho trabajo que hacer. Sylvia, radiante, la había conducido al ascensor y la había acompañado al taxi. Y cuando el taxi llegó al hotel, Bettina la había recibido llena de excitación.Ryan no había vuelto a llamar, ni tampoco lo había visto. El único recordatorio del terrible trato que había aceptado fue la llamada de Sylvia informándola de que tenía crédito en algunas tiendas.Sintió un escalofrío.-No puedo -susurró- ¡No puedo!-¿Has dicho algo, cariño?Se acercó a Bettina, que estaba sentada en el borde de una silla, alisándose las medias cuidadosamente.-He dicho que no puedo seguir con esto.-No seas ridícula, Devon.-¡Debí volverme loca para aceptar casarme con Ryan Kincaid!-Son los nervios. Me acuerdo de la primera vez que me casé...-¿Nervios? Mamá, ¿de qué estás hablando? No soy una novia, me siento como una marioneta, y tú y los Kincaid tiráis de los hilos.-¡Cállate! Estás diciendo tonterías.-Ni siquiera lo conozco -dijo Devon levantando la voz- Y lo poco que sé de él no me gusta.-Tonterías. Ryan es muy atractivo, es rico... ¿Qué más te hace falta saber?-Se supone que el matrimonio es una cuestión de amor, no... no de promesas y contratos.-El matrimonio es siempre una cuestión de promesas y contratos -dijo Bettina fríamente-. La única diferencia de éste es que aquí todo está claro. Ryan te dijo lo que espera de ti y tu que tú puedes esperar de él. Deberías agradecerle su sinceridad.-No es sinceridad, es manipulación -dijo Devon haciendo un gesto con las manos- ¿Cómo he podido meterme en este lío?-¡Devon! Devon, escúchame.-No. Esta vez no pienso escuchar a nadie más que a mí misma.-¿Quieres dejar de comportarte como una estúpida? ¿Quién habría soñado que podríamos conseguir tanto? Un poco de dinero, quizás. Eso es lo más que podíamos esperar, pero hemos conseguido la casa, fondos, una bolo que puede durar lo bastante como para que sea provechosa si juegas bien tus camas, y de repente dices que te vas.-No -gritó Devon-. No...-Escucha a tu madre, Devon.Devon dio media vuelta, Ryan estaba en el umbral de la puerta. Su rostro parecía cincelado en granito.-Sabes que tiene razón. No es el momento de echar a correr.Devon quería decirle que estaba equivocado, que no le debía nada ni a él ni a James Kincaid. Pero tenía un nudo en la garganta. Sabía que sólo conseguiría humillarse ante él, y prefería irse directa al infierno antes que humillarse ante Ryan.Miró a Ryan y él sonrió.-¿Vamos? -dijo él ofreciéndole el brazo.-Vamos -dijo Bettina-. Hagámoslo y terminemos de una vez.

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Devon agarró del brazo a Ryan y dejó que 1a condujera al piso de abajo para convertirla en su esposa.No fue una ceremonia digna de ser recordada.Bettina, que mantenía un gesto adusto, se puso justo detrás de Devon como si quisiera impedirle la salida si se le ocurría marcharse de repente.Frank, todavía perplejo por las noticias que había recibido hacía dos días, se puso al lado de Ryan.-Me pongo aquí para ayudarte a salir corriendo -le dijo a su amigo en voz baja-,si recuperas el sentido por casualidad.Agnes Brimley rompió en sollozos en mitad de la ceremonia, sorprendiendo a todos, sobre todo al juez, que hizo una agradable homilía sobre la unión matrimonial y los gozos de la vida en común antes de fijarse en los rostros de la pareja que tenía ante sí. Entonces se aclaró la garganta y leyó las breves palabras del código civil, y al terminar de leerlas, Ryan y Devon eran marido y mujer.Puedes besar a la novia.Ryan miró a su esposa. El aspecto de Devon era inenarrable; tenía los labios fruncidos en un gesto de desdén y a través de sus ojos le enviaba un mensaje que sólo un tonto no entendería, un mensaje que decía: No te atrevas a tocarme».El día de Montano's lo había mirado del mismo modo. Pero Ryan la conocía mejor que entonces. A pesar de lo que pensaban el uno del otro, sabía que podía lograr que aquella fría mirada desapareciera de su cara pálida y hermosa en un instante. Todo lo que tenía que hacer era estrecharla entre sus brazos, besarla y entonces ella proferiría aquel gemido de rendición que lo volvía loco. Le echaría los brazos al cuello y sus ojos brillarían de deseo.-Tienes que besar a la novia -dijo James con una sonrisa-, para que yo también pueda besarla.Ryan apretó los dientes y agarró a Devon por los hombros. La atrajo hacia sí. Estaba tensa. Su mirada cambió del helado desprecio a la más oscura aprensión. La boca, esa boca de pétalos suaves y rosados, empezó a temblarle y, de repente, Ryan recordó el momento en que Devon le dijo que no estaban en la Edad Media, cuando los matrimonios no eran concertados por los contrayentes.¿Mirarían las novias de la Edad Media a sus novios como Devon lo estaba mirando a él, con aquel miedo terrible a lo desconocido en su mirada? Aquellas mujeres sabían que el final de la ceremonia sólo era el principio, más tarde tendrían que enfrentarse a la noche y al momento en que su amo y señor entraría en la habitación matrimonial y cerraría la puerta con cerrojo.-Maldita sea -murmuró Frank-, besa a la chica y acabemos de una vez.A Ryan le palpitó el corazón, tomó el rostro de Devon entre las manos, la miró a los ojos y, lentamente, se inclinó sobre ella para besarla.Devon, a pesar de todos sus esfuerzos por evitarlo, se estremeció. Fue como si una llamarada le incendiara las venas al sentir el abrazo de Ryan y sus labios sobre su boca. Fue un beso intenso y apasionado. Ryan buscó con la lengua los secretos de su boca. Ella gimió débilmente, el gemido tembló en sus labios y se fue, como si pasara de su boca a la de Ryan.¡Pop! pop El tapón de una botella de champán saltó bajo la experta mano del camarero que había contratado la señora Brimley.Ryan miró a Devon, que se había ruborizado.-Devon... -dijo con suavidad.-Enhorabuena, muchacho -dijo el juez.-Buena suerte, hijo -dijo James-. Sé que has hecho lo correcto.Frank fue más directo.-Amigo mío, creo que estás loco de remate.Ryan volvió a mirar a su esposa. Se había alejado de él cuanto le era posible. La señorita Brimley estaba a su lado, y Bettina también. No paraban de felicitarla y Devon asentía con la cabeza como si las estuviera escuchando, pero Ryan sabía que no era así.Mientras la miraba, vio que sacaba la punta de la lengua y se lamía el labio inferior, donde quedaba una huella imperceptible de sus labios.Se puso tenso como un palo y se preguntó si Frank no tenía razón.A1 anochecer, Ryan metió la llave en la puerta de roble de su casa de tres plantas de la calle Sesenta Este. Devon estaba a su lado, rozándole el hombro.«Casado, estoy casado», pensó Ryan.Era un hecho, pero lo cierto es que no se sentía como un hombre casado. Todo había ocurrido demasiado deprisa, el lunes era un solterón empedernido y el viernes estaba casado.Pero en realidad no estaba casado, no de verdad. Estar casado, ser marido de una mujer, significaba algo más. Si fuera un marido de verdad tomaría a su esposa en brazos y cruzarían así el umbral de su hogar.Devon entró en la casa.-¿Toda la casa es tuya?

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El sonido de su voz le sorprendió. No había hablado con él desde la ceremonia.Ryan dejó la maleta en el suelo y asintió.-Sí.-Es... es muy elegante.-Gracias.-¿Cuántas habitaciones tiene?Ryan tuvo que pensarlo por un momento. ¿Tenía ocho o nueve? Todo dependía de si había que incluir el gimnasio que tenía en el sótano.-Nueve -respondió él frunciendo el ceño. ¿Qué demonios le pasaba?, dijo mientras dejaba las llaves de la casa en la mesita del vestíbulo. No era un vendedor enseñándole su producto al cliente.Se le hacía muy raro verla allí sabiendo que iba a vivir con él durante algunos meses. Llevaba siete años en aquella casa y en todo aquel tiempo no la había compartido con nadie. Muchas mujeres habían dormido allí una noche, tal vez dos, y, en raras ocasiones había pasado con alguna todo un fin de semana.Pero nunca había querido vivir con ninguna. Nunca había querido que nadie viviera en la casa, ni siquiera una asistenta. Tenía asistenta y jardinero, pero no vivían a11í. No le gustaba compartir su espacio con nadie.Pero había firmado un contrato y tenía que compartir la casa con Devon, durante seis meses.Un sudor frío le corrió por la frente. ¿Cómo no había pensado antes en ello? Había estado tan ocupado convenciendo a Devon para que aceptara el matrimonio que no había dedicado ni un minuto a pensar en las cuestiones logísticas.¿Qué sentiría al tener que compartir el desayuno? ¿Al cenar con ella? ¿Discutirían sobre qué programa de televisión tenían que ver, sobre si había que subir o bajar la temperatura de la calefacción? ¿Qué diría ella cuando él tuviera que quedarse a trabajar, o cuando quedara con Frank para tomar algo en vez de volver a casa? ¿Le llamaría diciendo que la cena se quedaba fría, le diría que había estropeado sus planes cuando el ni siquiera sabía si tenía planes o no?El suyo no era un matrimonio verdadero. Ella no tendría el derecho a quejarse de to que él hiciera o dejara de hacer. Tenía que asegurarse de que to comprendía desde el principio.-¿Dónde está la cocina?Ryan la miró. Estaba de pie en el centro del vestíbulo, bajo la gran araña de cristal. La luz de la lámpara caía sobre ella iluminando su pelo con reflejos de plata. Plata y seda, pensó, y ante la idea, apretó los puños.-Ryan, tienes cocina, ¿no?-Claro -dijo Ryan y se aclaró la garganta- Está por ese pasillo.-Voy a hacer café -dijo Devon sonriendo.Así pues había empezado. No querer casarse con él era una cosa, pero una vez que había aceptado, estaba dispuesta a comportarse como una verdadera esposa.-Buena idea. Tenemos que hablar.-Tenemos que establecer las reglas -dijo Devon-. Estoy de acuerdo.Ryan, seguido de Devon, se dirigió a la cocina. Cuando encendió la luz Devon miró a su alrededor. Ryan espero una reacción entusiasta ante el tamaño de la estancia y la multitud de electrodomésticos. Sharon había saltado de alegría, Devon ni siquiera parpadeó.-¿Dónde tienes el café? -le dijo.-En el armario -dijo Ryan-. La cafetera está en esa estantería.Ryan la observó mientras ella ponía el café en el filtro. Sus movimientos eran decididos y eficaces y, cuando el café estuvo listo, trató de no sonreír al ver que llenaba dos tazas y le ofrecía una. Sabía que estaba esperando a que él dijera algo; por alguna razón, las mujeres parecían pensar que hacer una taza de café era uno de los grandes misterios de la vida.-¿Está bueno? -le preguntó Devon.-Sí dijo él y sonrió por fin -. No tan bueno como el que hago yo, pero supongo que será porque no estás familiarizada con esta cafetera.Devon sonrió a su vez.-No, creo que no.-Bueno, supongo que te acostumbrarás.-Sí. supongo que si, pero no creo que importe –dijo y sonrió más-. A mí me gusta como sabe, y probablemente no te vuelva a hacer ninguno más.Ryan frunció el ceño.Tengo una asistenta, pero normalmente no viene m hasta las diez.-Si crees que voy a trabajar en la cocina -dijo Devon-, será mejor que vayas sabiendo que no es así.Era maravilloso ver que las aguas volvían a su cauce. Devon había esperado aquel momento desde que Ryan la había besado justo después de la ceremonia. Hasta el momento de besarla llevaba toda la semana compadeciéndose de sí misma.

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Pero, gracias a él, eso se había acabado. Aquel beso, aquel despliegue de dominio machista, lo había cambiado todo.¿Qué se creía? ¿Que había conseguido una mujer para que desempeñara el papel de esposa durante seis meses? ¿Una mujer que le hiciera la comida, le planchara las camisas y se acostara con él? Le había dicho que nunca había obligado a ninguna mujer a acostarse con él, pero no había mencionado las muchas a las que había seducido.Aquel beso había revelado sus verdaderas intenciones.Y ella había sido lo bastante estúpida como para no pensar en todos los detalles con anterioridad. Pero desde aquel beso habían empezado a salir a la luz, así que al diablo con las consecuencias. No estaba dispuesta a permitir que siguieran aprovechándose de ella.-No esperaba que lo hicieras -dijo Ryan con una fría sonrisa. -Ya te he dicho que tengo asistenta. Y en cuanto al desayuno, puedo hacérmelo yo.-Qué amableRyan frunció el ceño-Y ya que estamos hablando de cómo van a funcionar las cosas, te diré que muchas veces me quedo trabajando hasta muy tarde.-Gracias por decírmelo -dijo Devon-Y Frank y yo solemos irnos de copas el viernes por la noche-Qué bien-Muchas veces me tengo que ir de viaje y estoy fuera un par de días.-Hum, estoy segura de que tienes una vida muy ajetreada.Le daban ganas de agarrarla por los hombros y sacudirla, pero tenía la sensación de que era lo que ella estaba buscando. Así pues respiró profundamente y trató de tranquilizarse.-¿Y tú? ¿Qué pasa contigo? -le preguntó.-¿Qué pasa conmigo?-¿Qué tengo que saber de tus idas y venidas?-No se me ocurre nada.-¿No sales con tus amigos?-No.-¿Quieres decir que no sales con nadie, que no vas a ninguna parte?Devon se rió.-No seas tonto. Claro que salgo.El semblante de Ryan se ensombreció.-Maldita sea, eso es lo que acabo de preguntarte. Te he dicho mi horario, ahora me gustaría saber cuál es el tuyo.-¿Por qué?-¿Cómo que por qué? Porque... porque me parece que tengo que saberlo, porque es lo más civilizado.-No estoy de acuerdo. Ha sido idea tuya decirme tu horario, Ryan. No pienso preguntarte cómo pasas el tiempo y espero que tú no me preguntes cómo paso el mío.Había ido demasiado lejos. Se dio cuenta al ver el gesto de Ryan, un segundo antes de que cubriera la distancia que los separaba, pero, aparte de arrimarse al rincón, y se habría enfrentado a un tanque antes que darle esa satisfacción, no podía hacer nada.Las manos de Ryan se aferraron a sus hombros como si fueran garras y a pesar de su intención, dio un respingo.-¿Qué tontería es ésta, maldita sea? Eres mi mujer y espero que me muestres el debido respeto.-Soy tu boda en un contrato de leasing -respondió Devon. Le palpitaba el corazón, pero se las arregló para mantener un tono de voz tranquilo- No haré nada de lo que puedas avergonzarte y espero que tú hagas lo mismo conmigo. También colaboraré haciendo lo que creas necesario por el bien de tu abuelo, pero aparte de eso, no quiero tener nada que ver contigo. ¿Está claro?Ryan apretó los dientes.-Veo que has pensado en todo detenidamente.Devon lo miró a los ojos. No había pensado en nada hasta hacía poco rato, pero no había ninguna razón para que él lo supiera.-Por supuesto -dijo.“Por supuesto, por supuesto”, aquellas palabras resonaron en la cabeza de Ryan. ¿Cómo podía estar ella tan tranquila, cuando él...?Apretó las manos. Había maneras para que aquel brillo ligeramente burlón desapareciera de su mirada. Una era sacudirla como a una muñeca de trapo. Otra era besarla hasta que le rogara compasión, hasta que se echara en sus brazos y le pidiera que le hiciera el amor, allí mismo, en el suelo de la cocina. Le desgarraría la ropa y le haría el amor hasta que dijera su nombre entre gemidos y le rogara que no la abandonara nunca.Pero maldiciendo en silencio, se apartó de ella y retrocedió.-Hay una habitación para invitados en el último piso -dijo. Tiene su propio baño y un pequeño cuarto de estar. Estoy seguro de que te parecerá adecuada.

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Devon asintió. Le seguía palpitando el corazón, le dolían los hombros donde él la había agarrado, pero no quería demostrar ninguna reacción.-Seguro -dijo, y salió de la cocina.No fue fácil subir su maleta por las escaleras, pero no pidió ayuda. Una vez en la habitación, con la puerta cerrada con pestillo, respiró más relajadamente.El cuarto era más que adecuado, era elegante. Bajo otras circunstancias habría apreciado la chimenea de mármol, la cama con dosel y el jardín que había bajo la ventana. Pero aquella era su noche de bodas, y estaba cola.No era una auténtica noche de bodas, todo era una farsa. Eso le había dicho a su madre cuando Bettina insistió en meter un camisón de seda en su maleta.-No creo que te necesite -le dijo con un gesto de desdénPero era una pena, debería haberlo necesitado. La noche de bodas debía ser algo maravilloso para una mujer.«Y ésta podía haberlo sido», se dijo. Podía haber pasado la noche en brazos de Ryan. No importaba lo poco que se gustaban, no había duda de la fuerte atracción sexual que había entre ellos. Incluso en la cocina se había dado cuenta de que la violencia contenida de Ryan muy bien podía convertirse en pasión.Se alejó de la ventana y sollozó con desesperación. Se desnudó rápidamente se puso un viejo camisón de franela y se metió en la cama.Seis meses, pensó tirando de la manta, no era demasiado tiempo.Pero una noche podía durar una eternidad cuando era tu noche de bodas y la pasabas sola.

CAPITULO 7ERA VIERNES, el comienzo del largo fin de semana del 4 de julio.Ryan creía que la mitad de los habitantes de Manhattan estaría camino de los Hamptons en el este, o camino del norte, a Connecticut, pero no le dio esa impresión al entrar en el Watering Hole. Juzgando por la música y la presión de los cuerpos, el bar estaba tan atestado como todas las noches de los viernes.Ryan trató de llegar hasta la barra, pero al paso que iba le llevaría la mitad de la noche hacerlo.-Hola.Bajó la mirada. Una mujer morena y bajita, con los ojos marrones, una boca muy sensual y un escote que casi llegaba hasta el suelo, le sonreía.-Hola -dijo Ryan.-Cuánta gente, ¿verdad?Alguien empujó a la morena.-Oh -exclamó ella riendo al caer contra Ryan-. Perdona.Ryan sonrió. La morena tenía la cabeza inclinada hacia atrás y le brillaban los ojos. Tenía las manos apoyadas sobre el pecho de Ryan y también los pechos.Aquella noche algún hombre sería muy feliz con ella, pero no lamentaba lo más mínimo el hecho de que no fuera a ser él.-Lo siento, cariño - le dijo- He quedado con alguien.-Oh -dijo ella sin dejar de sonreír-, qué suerte para esa persona.Ryan apretó los labios.-Ya -dijo él y le dirigió una sonrisa de disculpa, luego siguió avanzando hasta la barra.Vio a Frank un poco más allá, sentado en una banqueta y defendiendo valientemente otra. Ryan se acercó a él sonriendo.-¿Tienes idea de la suerte que tienes por haber quedado conmigo? -le dijo.Frank quitó su chaqueta de la banqueta que tenía reservada para Ryan y le dirigió una mirada ceñuda.-Ya es bastante malo que haya tenido que pasar los últimos quince minutos enfrentándome a las amenazas de muerte de todo el que quería quitarme el sitio. Así que no esperarás que entone un cántico de bienvenida y te mire con ojos tiernos, ¿no?Ryan se rió y se sentó junto a su amigo.-Siento llegar tarde. Tenía mucho trabajo -dijo y asintió agradeciéndole a Harry que le sirviera la copa de siempre.-Bueno, ¿cómo te va?Frank se encogió de hombros.-Depende. Los negocios van bien, pero mi vida amorosa está por los suelos.-¿Qué ha pasado?-He roto con Emma.-¿Tu última novia? -dijo Ryan sonriendo- Sé que siempre me dices cómo se llaman y me las describes, pero ...-... pero últimamente no me has prestado atención, muchacho -dijo Frank-. Sí, Emma era mi mujer del mes.-¿Qué ha pasado?-Lo de siempre. Empezó a hablar de que quería una relación duradera y todo eso -dijo Frank a hizo una mueca de repulsión. Y a nosotros no nos gusta eso, ¿o sí?-No -respondió Ryan después de una pausa casi imperceptible-. No, claro que no.-¿Y qué tal te va a ti? ¿Sigues trabajando tanto como siempre?

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Lo que hacía, pensó Ryan, era pasar mucho tiempo sentado en su despacho después de terminar la jornada de trabajo, porque no tenía ningún sentido irse a casa temprano.Si llegaba a casa a las siete, Devon y él acababan cenando juntos, ella en un extremo de la larga mesa del comedor y él en el otro. Le preguntaba cómo le había ido el día y ella le respondía que había ido bien, luego ella le preguntaba cómo había ido el suyo, y se sumían en el mismo silencio que los había rodeado desde el día de la boda.Frunció el ceño y se aclaró la garganta.-Sí, sigo trabajando como siempre. Me... me gusta trabajar por la noche, cuando todos se han ido y no suena el teléfono.Frank asintió.-Bueno, ¿por qué no? No tienes ninguna razón para volver pronto a casa -dijo, y miró a Ryan con una sonrisa- A no ser, claro, que la situación haya cambiado y estés haciendo todo lo posible para aprovechar que tienes una esposa temporal bajo tu techo.Ryan lo miró con ira.-¿Qué demonios quieres decir con eso?-Eh, tranquilo. Me preguntaba si seguíais manteniendo los términos del contrato.Ryan se calmó un poco.-Sí, claro. Perdona Frank ha sido una semana muy dura.-No pasa nada, hombre. Me lo imagino.No, Frank no podía imaginar cómo eran las cosas.Frank no compartía una casa con una mujer que parecía un fantasma. El nunca entraba en una habitación en la que ella estuviera sólo para que le sonriera y se marchara. Él no tenía que toparse con el inesperado olor de su perfume al cruzar un pasillo. Él no tenía que oír su suave risa mientras hablaba por teléfono y fuego pasarse las horas volviéndose loco, preguntándose quién demonios la hacía reír de aquella manera cuando él no podía hacerlo.No, Frank no podía imaginar la vida que llevaba. Tampoco se tendía solo en la cama, noche tras noche, en un estado febril al saber que la mujer más hermosa del mundo estaba sola en la suya, un piso más arriba.-... tu abuelo?Ryan se aclaró la garganta.-Lo siento, Frank. ¿Qué has dicho?-Te preguntaba que si Devon y tú seguís haciendo el peregrinaje semanal a la casa de tu abuelo o la cosa se ha relajado después de cinco meses y medio.-¿Bromeas? Es lo más importante. Brimley y él nos esperan a la una de la tarde todos los domingos.-¿Y mi viejo amigo sigue contento y feliz?-Ah, sí, claro - dijo Ryan sonriendo- Está loco con Devon. Y, lo creas o no, a ella le cae muy bien, ahora que lo conoce mejor.Bueno, ¿y qué va a pasar cuando dentro de una semana el contrato termine? Porque va a terminar, ¿no?Ryan dio un largo trago.-Por supuesto.-¿Y qué va a decir tu abuelo?-¿Qué puede decir? Le hablé del contrato que habíamos firmado Devon y yo. Nunca le miento, ya lo sabes.Sí, pero seguro que tiene esperanzas de que continúe.-Claro, pero es muy pragmático. Quería que me casara y lo hice, pero si el matrimonio no ha funcionado...-C' ést la vie, como dicen en Brooklyn.Ryan se rió.-Exactamente.-Bueno, siempre puedes decirle que es culpa suya. No te encontró la esposa apropiada, ¿o sí?-No -dijo Ryan al cabo de un minuto-, no, supongo que no.-Ahí la tenías todo dulzura, alegría y deseos de complacer, ¿y qué ha ocurrido? Que resulta que tiene un humor endiablado y que es una perra que parece seductora pero es tan ardiente como un frigorífico...Ryan se abalanzó sobre Frank con tanta rapidez que cuando la gente se dio la vuelta no supieron que había ocurrido. Sólo podían estar seguros de que un segundo antes había dos hombres hablando tranquilamente y un instante después el más alto y guapo de los dos se había levantado, había agarrado del cuello al otro y lo había tirado contra la barra.-Ten cuidado con lo que dices.-Eh, eh -dijo Frank abriendo y cerrando la boca como un pez. Estaba de puntillas contra la barra y se agarraba a las muñecas de Ryan-. ¿Qué te pasa?-Estás hablando de mi esposa, Frank. ¡Mi esposa! Y será mejor que no lo olvides.-Está bien, está bien. No te preocupes, ¿vale?Los dos hombres se miraron a los ojos. Frank estaba sofocado, Ryan estaba pálido.Lentamente, Ryan soltó a Frank y la terrible expresión de sus ojos se suavizó.-Demonios -dijo entre dientes.

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Frank volvió a sentarse en su banqueta. El murmullo de la gente, que había descendido, volvió al nivel normal.Ryan se sentó. Le temblaba la mano al llevarse el vaso a la boca. Apuró la bebida, dejó el vaso en la barra y miró a Frank.-Es mi esposa –dijo- Devon es mi esposa. ¿Lo entiendes?Se fue sin dar tiempo a que Frank pudiera responderle, se abrió paso entre la gente y se sumergió en la noche.Devon estaba sentada en el salón con una revista sin abrir en el regazo.Otra noche de viernes, pensó. Otra noche tratando de no imaginar a Ryan pasando la noche en la ciudad junto a su amigo soltero.Devon frunció el ceño, dejó la revista en la mesita y se levantó. No era asunto suyo, lo que hiciera Ryan no tenía por qué importarle. Excepto por aquel trozo de papel que habían firmado, era tan soltero como su amigo.La casa estaba en completo silencio y ella todavía no se había acostumbrado a eso. Cuando Ryan no estaba en casa por la noche, que era casi siempre, ella se paseaba de habitación en habitación. Algunas veces, al oírle abrir la puerta, le palpitaba el corazón y tenía que esforzarse para no bajar las escaleras corriendo y...Pero era natural, nunca había vivido sola. De niña había compartido muchos pisos cochambrosos con su madre. En el colegio, había compartido una habitación con otra chica y después de graduarse había compartido un piso que era más pequeño que la habitación en la que dormía.Sonó el teléfono y se sobresaltó. Tal vez fuera Jill, la modelo que había tratado de detenerla cuando se enfrentó a Ryan en Montano's. Se habían encontrado en la Quinta Avenida hacía poco menos de un mes.-¿Qué tal te va? -le había preguntado Jill y Devon, después de vacilar un instante, le había dicho que seguía igual que siempre y se habían intercambiado el número de teléfono. Jill era muy divertida y siempre la hacía sonreír y, de vez en cuando, reír.Pero no era Jill, era Bettina.-Hola, cariño -le dijo- Nunca me acuerdo de que en Nueva York es una hora distinta a la de California. ¿Interrumpo algo entre Ryan y tú?Devon suspiró. Su madre siempre le preguntaba lo mismo una y otra semana, aunque cambiaba las palabras.-No, no interrumpes nada, madre. Ryan ni siquiera está en casa.-¿A estas horas? ¿Dónde está?-Con un amigo, creo. No estoy segura.-¿Cómo que no estás segura? Es tu marido.-Madre, por favor. ¿Por qué tenemos que fingir? Sabes que Ryan y yo no vivimos como un matrimonio. El tiene su vida y yo la mía.-¡Así no puede funcionar un matrimonio!Devon se hundió en el sofá. Era difícil saber qué tenía más gracia, si Bettina dándole consejos matrimoniales o Bettina fingiendo que su matrimonio era real.De cualquier modo, Devon no estaba de humor para reír.-¿Has llamado por algo en particular, madre?Bettina suspiró.-Una madre no necesita una razón específica para llamar a su hija, pero ya que lo preguntas, tienes que decirle a ese marido tuyo que en esta casa hace falta otro calentador.Devon suspiró.-Ryan no va a pagar el mantenimiento de esa casa toda la vida, ¿sabes? ¿No crees que es hora de que busques trabajo?-Él lo haría -dijo Bettina molesta-, si tú hicieras que ese matrimonio funcionara.¿Cómo iba a funcionar un matrimonio que no era un matrimonio?, pensó Devon.-Ryan es un partido fantástico, Devon. Si juegas bien tus cartas, puedes quedarte con él.Devon soltó una carcajada.-Lo dices como si fuera un coche.-¿Es difícil vivir con él?Devon pensó en los muchos días que pasaban sin que se intercambiaran más que un educado “buenas días” y un igualmente educado “buenas noches”.-No -dijo ella con suavidad-, no lo es.-Entonces, ¿cuál es el problema? No me digas que es un tacaño.¿Tacaño? Devon pensó en las innumerables tarjetas de crédito que le había dado, tarjetas que ella nunca usaba. Pensó en las sumas de dinero que depositaba cada semana en su cuenta y en los fondos de inversión, enormes cantidades de dinero que ella no tocaba.-No, madre. Ryan es muy generoso.-No te hace cocinar ni limpiar, ¿verdad?Devon no pudo evitar una sonrisa. Cocinar y limpiar era la idea que Bettina tenía del fin del mundo.-Tiene asistenta -dijo.-Entonces, ¿dónde está el problema? -dijo Bettina-. ¿No haces lo que tienes que hacer para complacerlo en la cama?

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Devon se sonrojó y se puso de pie de un salto.-Madre, tengo que colgar. Creo que Ryan está llamando a la puerta.-Es eso, ¿verdad? Es un problema sexual. Devon, no puedes portarte como una santa si quieres que un hombre como Ryan sea feliz. Déjate de timideces. Alquila algunos vídeos, compra lencería. A los hombres les encanta la seda negra y los ligueros, y los zapatos de tacón alto.-Adiós, mamá, ya hablaremos.Le ardían las mejillas al colgar el teléfono.Genial, era genial. Consejos matrimoniales de una experta con lecciones de educación sexual gratis.¿Por qué no le había dicho a Bettina la verdad, que Ryan y ella no se acostaban juntos?Porque Bettina se habría reído en su cara. Le habría llamado idiota por no acostarse con un hombre tan guapo y atractivo como Ryan.Pero Ryan era algo más que guapo y atractivo. Tenía un maravilloso sentido del humor. Devon le había sorprendido bromeando con la asistenta una mañana. La señora Cruz no paraba de reírse con él mientras intercambiaban bromas, en lo que parecía el comportamiento normal en aquella casa.-Su marido es muy simpático -le había dicho la señora Cruz con una risita que la hacía parecer veinte años más joven y veinte kilos más delgada.Era una opinión que parecía compartir con los propietarios de las tiendas del barrio que decían que Ryan era maravilloso. Su abuelo pensaba lo mismo. Devon se daba cuenta del orgullo y del cariño que sentía por él siempre que lo miraba. ¿Y quién podía culparle? Cuando estaba con su abuelo, Ryan era amable y afectuoso.Era así con todo el mundo excepto con ella. Pero era lo mejor. Que el resto del mundo viviera engañado, ella sabía que Ryan era... que Ryan era...-¿Qué puedo hacer? -susurró con desesperación, ocultando el rostro entre las manos.A1 cabo de un momento, se limpió los ojos y se levantó. Otra semana, no tenía que soportar más que otra semana y entonces aquella charada acabaría. Siete días más y no tendría que volver a verlo.Ya no tendría que fingir que no se alegraba cuando volvía a casa, especialmente en las pocas noches en las que volvía a tiempo para que cenaran juntos, ni tenía que ocultar su pena cuando tardaba en volver, cuando pasaban las horas y no le oía abrir la puerta ni subir las escaleras.¿Cuántas noches había permanecido despierta en la cama, esperando que llegara, preguntándose si subiría aquel último tramo de escaleras que conducía a su habitación?Se puso en pie de un salto. ¿Qué le estaba pasando? Estaba a punto de volverse loca. Tenía que hacer algo o se volvería loca.Un paseo. Daría un paseo.Pero era viernes. Las calles estarían llenas de parejas que salían a pasar la noche fuera, tomados de la mano, sonriendo, felices.Bueno, bajaría al gimnasio y se metería en el Jacuzzi. Era una de las pocas cosas de la casa que no se sentía culpable de usar, aunque sólo to utilizaba durante el día, cuando no había peligro de que Ryan la encontrara a11í.Ryan había sido muy educado al decirle que era libre de usar todas las comodidades de la casa, pero la idea de que la viera en traje de baño la asustaba.Por eso nunca usaba el Jacuzzi de noche.En aquellos momentos no tendría ningún problema. Era viernes y eran menos de las siete y Ryan no llegaría a casa antes de medianoche. Normalmente, Devon se limitaba a tumbarse en la cama, esperando oírle llegar, preguntándose dónde habría estado y con quién.Antes de que se le ocurrieran más pensamientos estúpidos, fue a su habitación, se puso un bañador blanco y bajó al gimnasio.Ryan abrió la puerta y dejó las haves en la mesita del vestíbulo.-¡Devon!Su voz resonó en el silencio de la casa.-¡Devon! ¿Estás en casa?La buscó por todas las habitaciones. En el taxi no había podido evitar cierta excitación al pensar que llegaría a casa y la encontraría a11í.La excitación estaba dando paso a la decepción al darse cuenta de que no estaba.Devon no estaba en casa.Tal vez debería haberla llamado para decide que había cambiado de planes y que pasaría la noche en casa.Pero nunca la llamaba, nunca le decía si se quedaría en casa o no. O estaba o no estaba, así había sido desde el principio. No sólo era lo que había querido, sino lo que había exigido.Además, ¿qué le habría dicho? ¿Que volvía a casa porque se había portado como un cerdo con Frank? ¿Que se había puesto furioso al oír lo que Frank pensaba de ella cuando era lo mismo que él había dicho muchas veces?Sus pasos sobre la escalera de mármol resonaron en toda la casa. Miró en la biblioteca, en la habitación de música y en la de juegos. Tal como suponía, no estaba a11í.

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Las escaleras que conducían al cuarto de Devon desaparecían entre las sombras. Ryan agarró la barandilla y miró hacia la puerta cerrada de la habitación.¿Estaba a11í? Era donde pasaba la mayor parte del tiempo cuando él estaba en casa; muchas veces oía la música que solía poner en el compact disc. Había tenido tiempo de conocer sus gustos, le gustaban Gershwin y Rachmaninov. Sonrió al pensar que antes de que ella llegara él pensaba que nada compuesto antes de los sesenta merecía la pena.Pero aquella noche ninguna música provenía de su habitación. Debía de haber salido. Era temprano, la noche era agradable y las terrazas estaban abiertas. Debía de haber salido a dar un paseo o haber quedado con alguna amiga, o con quien fuera.Dejó escapar un largo suspiro. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué importaba que Frank hubiera hecho algún comentario grosero con respecto a ella? ¿Por qué había vuelto a casa con la estúpida esperanza de que, cuando lo viera entrar por la puerta, ella le sonreiría y...?¿Y qué?, se preguntó Ryan chascando la lengua. Probablemente ella se alegraba tanto como él de que sólo les quedara una semana para llegar al acuerdo de que no había ninguna causa razonable para considerar la renovación del contrato.Lo que le había dicho a Frank era la verdad, pensaba mientras bajaba las escaleras otra vez. La semana había sido larga y dura. Lo que necesitaba era relajarse, darle un descanso a sus músculos agarrotados, y a su cabeza.Se quitó la chaqueta y la corbata. Una hora haciendo gimnasia sería lo mejor, se dijo quitándose la camisa. Una hora de gimnasia y luego media hora de Jacuzzi.Abrió la puerta que conducía al gimnasio y frunció el ceño. ¿Se había dejado la luz encendida aquella mañana?, se preguntó bajando las escaleras. ¿Qué era aquel ruido? Debía de haber olvidado apagar el mecanismo de la bañera.Empujó la puerta del gimnasio y se le cortó la respiración.Una nube de vapor se elevaba del agua caliente, y entre aquella niebla, como la ninfa de una leyenda inmortal, emergía Devon.Ryan la observó con detenimiento. El agua empapaba su piel cremosa, que brillaba como si estuviera cubierta de diamantes. Su cabello, descendiendo por la espalda, era como una cascada de oro blanco. Llevaba un traje de baño blanco muy sencillo que le permitía ver su cuerpo. El agua había vuelto la tela transparente y Ryan podía ver los pezones erguidos que coronaban sus pechos y una débil sombra oscura entre sus piernas.Pero fue su rostro lo que capturó su atención a hizo palpitar su corazón. Lo que lo mantenía transfigurado no fue el gesto de sorpresa de Devon, con los ojos muy abiertos y los labios separados: sino la alegría que pareció apoderarse de sus hermosos rasgos en el instante de verlo.-Ryan -dijo Devon con voz grave-. ¿Qué haces aquí?Ryan se aclaró la garganta antes de hablar.-He... he cancelado mis planes para esta noche -dijo-. Quería... quería verte.Devon se humedeció los labios nerviosamente.-No habría usado el Jacuzzi si... si hubiera sabido que... Mira, deja que me seque y me vista y...-No.-Ryan, por favor...La frase se ahogó en la garganta cuando Ryan avanzó hacia ella. Le temblaron las piernas y se estremeció.Era tan guapo y tan masculino. Llevaba la camisa abierta casi hasta la cintura, revelando su cuerpo musculoso y bronceado, el pecho cubierto de vello. Nunca había visto sus ojos tan oscuros, ni tan ardientes.-Devon - le dijo deteniéndose ante ella.-No -susurró ella-. Por favor, no.Y al cabo de un instante estaba entre sus brazos, mirándolo a los ojos.Su boca era cálida y exigente hasta el punto de que Devon debía sentir miedo. Pero cómo podía sentir miedo cuando estaba sucediendo lo que durante tantas noches había soñado. El tacto de sus labios, el empuje de su lengua, el pellizco de sus dientes.Susurró su nombre y le echó los brazos al cuello. Enterró las manos en sus cabellos y luego le acarició el pecho y la espalda.-Sí -dijo él sin dejar de besarla-, sí, cariño, sí.Gimió y se apretó contra ella. Sintió el palpitar del corazón de Devon, la redondez de sus pechos. Al contacto con su cuerpo se sentía más vivo. Le excitaba el tacto de sus piernas, la ligera inclinación hacia él de su cadera. Le apretó el trasero y la atrajo hacia él, poniéndola sobre sus caderas.-Tanto tiempo -murmuró dejando caer una lluvia de besos sobre su cuello-, he esperado tanto tiempo para esto.Le acarició el pelo y le tomó la cara entre las manos. Miró el rubor de sus mejillas y el brillo de sus ojos y supo que ella lo deseaba con la misma intensidad que él a ella.-Ryan -susurró ella-. Ryan, por favor, quiero... quiero...La tomó en brazos, sin dejar de besarla nunca y la llevó escaleras arriba, rompiendo el silencio de la casa y, en la oscuridad, la tendió sobre su cama.Le quitó el bañador y ella se estremeció desnuda entre sus brazos. Se quitó la ropa apresuradamente y se tendió en la cama junto a ella.

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Era tan hermosa... Se echó hacia atrás para poder verla bien. Tenía los pechos erguidos y redondos, la cintura estrecha y las caderas femeninas y redondas.Lo quería todo, todo. Quería tocarla, acariciarla con la punta de los dedos, recorrer su cuerpo entero con las manos. Besarla en todas partes hasta que su sabor formara parte de él. Y sobre todo quería hundirse en la calidez y suavidad de su vientre.-Devon - le dijo-. Devon...Le tomó la cara entre las manos y la besó en la boca. Le paso la lengua por los labios y luego buscó la lengua de Devon. Su respuesta era seductora, sintió que se estremecía y, a su vez, le metía la lengua en la boca.Estaba a punto de estallar. Nunca había deseado tanto a una mujer.Pero esperaría. Esperaría aunque eso le matase, no para prolongar su éxtasis, sino porque sentía que había algo oculto tras la pasión de Devon, una vacilación que le hacía pensar... que casi le hacía desear...-Ryan -susurró ella, y el deseo de su voz fue su perdición.Ryan tomó los pechos con ambas manos y le acarició el pezón con el pulgar.-Qué pechos tan bonitos -dijo con voz grave-, qué dulces...Inclinó la cabeza y le besó los pezones, luego se los metió en la boca y sintió un gran placer al oír el gemido de Devon. Se estremeció entre sus brazos y se apretó contra él, suplicante.Se puso tensa cuando la caricia de Ryan descendió hasta su vientre y le agarró la mano, pero él la calmó con un susurro, la besó en los párpados, en la boca y en el cuello y, lentamente, deslizó la mano sobre el suave vello que escondía el corazón de su sensualidad. Una feroz exaltación se apoderó de él al sentir la humedad del vello púbico. Se estremeció y le separó las piernas, abriendo los pétalos de los labios vaginales con la punta de los dedos.La acarició lenta y suavemente, moviendo el dedo sobre su carne hinchada hasta que Devon arqueó las caderas y murmuró su nombre.Entonces, finalmente, se puso sobre ella y se arrodilló entre sus piernas.-Devon -le dijo-, mírame.Y cuando lo hizo, se inclinó sobre ella y la penetró lentamente... hasta que encontró lo que hacía unos momentos imaginó que encontraría.Pero imaginar era una cosa y la realidad otra muy distinta. El tacto de aquella frágil barrera contra la punta de su sexo casi lo desconcertó. Quiso retroceder pero Devon se lo impidió, reteniéndolo con las manos y arqueando las caderas.-No me dejes ahora -le rogó-. Me moriría si me dejas ahora, Ryan, me moriría.«Yo también me moriría», pensó Ryan. “Moriría ante la idea de no estar contigo, de no haberte dicho que...”Deslizó las manos bajo las caderas de Devon, la atrajo hacía sí y penetró el dulce, suave y anhelante cuerpo de su esposa.

CAPITULO 8DEVON yacía en brazos de Ryan, tranquila, saciada de pasión y casi exhausta de amor. Pensó en los meses que llevaba casada con Ryan, viviendo en la misma casa y diciéndose a sí misma que lo odiaba.Pero amarlo era peligroso. Su corazón había estado a salvo antes de aquella noche.Era difícil recordar que una vez lo había considerado arrogante y engreído. Y no era ni una cosa ni otra.Era decidido, seguro de sí mismo, amable, maravillosamente masculino, encantador, brillante y muy divertidoEra todo lo que una mujer puede soñar que sea un hombre, y era su marido, aunque en realidad no lo era.Se le llenaron los ojos de lágrimas. Había cometido una estupidez enamorándose de un hombre con el que no tenía ningún futuro. Sólo temporalmente formaba parte de la vida de Ryan, así lo habían querido los dos.Que hubieran hecho el amor no cambiaba nada. Ryan nunca había fingido que no quisiera acostarse con ella. Ella, sin embargo, había fingido que no le interesaba cuando en aquellos instantes su corazón susurraba que, de un modo que nadie podría explicar, había amado a Ryan desde el principio.Aquella noche, en un simple instante, se había dado cuenta do que se había estado engañando a sí misma.Fue en el instante en que salía del Jacuzzi y lo vio en la puerta del gimnasio, mirándola.Ante aquella mirada, aquella mirada salvaje y llena de deseo, tenía que haber sentido miedo, pero en lugar de eso sólo había sentido excitación.Sabía muy bien lo que Ryan había visto. Su cuerpo bajo el bañador empapado, pegado a su piel como si fuera seda mojada. Y tampoco había podido ocultar su reacción, porque al verlo se le habían erizado los pezones y su respiración se había agitado.«Cúbrete», le había dicho su cerebro. «Deja que mire», le había pedido su corazón. «Deja que vea lo que te pasa sólo con verlo, deja que sepa que lo deseas tanto como él a ti».

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Era la primera vez que se había atrevido a admitir la verdad. Y, a la luz de esa verdad, se había dado cuenta de que en algún momento entre aquel primer y desastroso encuentro en Montano's y aquella misma noche, se había enamorado perdidamente de Ryan Kincaid.Y lo quería con todo su corazón.El había temblado con el calor que surgió entre ellos. La tensión se había relajado hasta que Devon fue tan incapaz de huir de él como de impedir que el sol saliera cada mañana.Con un gemido de rendición se había echado en sus brazos y lo había besado con todo el deseo de su alma.Y él había recibido aquel deseo y lo había saciado, llevándola de la temblorosa inocencia al gozo pleno de la satisfacción sexual.Pero aquel gozo empezaba a disiparse. Estaba entre los brazos del hombre al que ameba y trataba de contener el llanto.Ryan había llevado su felicidad más a11á de lo imaginable. Y ella le había dado placer. Él se lo había dicho con sus besos, con sus caricias, con palabras que la habían estremecido y sonrojado.Pero no había dicho las palabras más sencillas de todas, aquellas por las que suspiraba su corazón. No le había dicho «te quiero».¿Por qué iba a hacerlo? Ella formaba parte de su vida sólo por accidente. Él no la había querido, no había querido a ninguna mujer por esposa. Las circunstancias y el honor le habían obligado a un matrimonio que no era un matrimonio, una alianza que muy pronto terminaría.No pudo evitar un sollozo. Se mordió el labio, pero era demasiado tarde.Ryan la estrechó entre sus brazos.-¿Qué pasa, cariño?Ella negó con la cabeza y esbozó una sonrisa.-Nada -susurró.Ryan sabía que le ocurría algo. En la difusa luz de la lámpara del pasillo que los iluminaba, podía ver el brillo de las lágrimas en los ojos de Devon. Pensó en el momento de penetrarla, en el delicado hilo de sangre que descendió por sus muslos y sintió remordimientos.-Te he hecho daño -dijo abrazándola con fuerza-. Devon, cariño, lo siento. No quería...-No dijo ella-. Oh, no, Ryan, no me has hecho daño.La ternura de su abrazo, el gozo de tenerlo a su lado, le hizo sonreír.-Lo que ha pasado... ha sido maravilloso.Ryan le devolvió la sonrisa.-Habría ido más lentamente si lo hubiera sabido. Pero no lo sabía, no esperaba...-¿Que fuera virgen? -dijo Devon tímidamente, acariciando con un dedo los labios de Ryan-. ¿He estado...? ¿Ha estado...? ¿Te ha decepcionado?-¿Decepcionado?Recordó el momento de darse cuenta de que era el primer hombre que le hacía el amor. Incluso al pensar en ello le palpitaba el corazón. Volvió a desearla, con tanta intensidad como la primera vez, pero era demasiado pronto. A pesar de lo que había dicho, se había dado cuenta de que Devon tenía una huella de tristeza en la mirada. Así que se contentó con besarla con dulzura.-¿Cómo puede un hombre estar decepcionado ante un regalo tan maravilloso? -murmuró.Devon se sonrojó.-No lo sé -susurró-. La gente dice... quiero decir, que se dice que la experiencia es muy importante, ¿no?A Ryan se le hizo un nudo en el estómago. No se trataba de la gente, pensó, sino de Bettina. Bettina debía de haberle dicho algo así.¿Pero por qué tenía que pensar en Bettina en aquellos momentos? Ella había sido la causa de que Devon aceptara aquel matrimonio, pero estaba seguro de que no tenía nada que ver con que estuviera entre sus brazos es aquellos momentos.-Lo que acababa de ocurrir era su particular y privado milagro.-No veo a nadie más en esta cama aparte de tú y yo -dijo suavemente-. Has estado maravillosa. Y en cuanto a la experiencia... me encantará enseñarte todo lo que hace falta saber, te lo prometo.Devon le devolvió la sonrisa, pero seguía teniendo una mirada solemne.-Supongo que pensabas, que asumías... considerándolo todo...-Olvida lo que yo pensaba-le dijo Ryan apartándole el cabello de la cara-. A veces me comporto como un cerdo.Le complació ver que la oscura sombra de sus ojos empezaba a disiparse.-Por otro lado -prosiguió sonriendo-. No pondría ninguna objeción si me dijeras que mi opinión de mí mismo está equivocada.Devon se rió.-Bueno, yo no diría que eres un cerdo.-¿No?-No. – Dijo Devon acariciándole el pelo y besándolo.-Eres demasiado guapo para compararte con un cerdo.Ryan Sonrió.

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-Gracias -dijo y se tendió de espaldas sin dejar de abrazarla. Al cabo de un rato chascó la lengua.-¿Qué? – dijo Devon levantando la cabeza de su hombro-Estaba pensando en Frank-¿En Frank? ¿Por qué?-Es una larga historia, cariño, digamos que llevaba mucho tiempo hecho un lío y Frank fue el pobre tipo con la mala suerte de ser el que me abrió los ojos. Creo que cuando he explotado el ni siquiera ha sabido por qué.Devon cruzó los brazos sobre el pecho de Ryan.-¿Te has peleado con Frank? ¿Por eso has venido?-Sí. No. – dijo Ryan y enredó un dedo en el pelo de Devon.-He discutido con Frank, si, pero no he vuelto a casa por eso. He venido por ti porque era hora de admitir la verdad.A Devon le palpitaba el corazón.-¿Qué verdad?Ryan la abrazó-Que tenía tantas ganas de hacer el amor contigo que no podía pensar con claridad -susurró y le acarició la cintura. Todos estos meses diciéndome que no te deseaba, pero tumbado en la cama volviéndome loco imaginando qué ocurriría si subía a tu habitación y te estrechaba entre mis brazos...Devon se sonrojó.-Yo... yo imaginaba lo mismo.Una llama brilló en las profundidades de los ojos de Ryan.-¿Sí?-Noche tras noche -susurró Devon.Ryan la atrajo hacia sí y la besó.-Se acabaron las habitaciones separadas, cariño. Y las camas separadas. Hemos perdido demasiado tiempo.Sí, pensaba ella, sí, habían perdido demasiado tiempo, y sólo les quedaba una semana.-Eres mía -le dijo Ryan casi con rabia- ¿Lo entiendes? Me perteneces a mí, a nadie más.Para siempre, Ryan, para siempre. “Por favor”, pensó, «por favor, di las palabras que lo harán realidad».Pero Ryan no las dijo, en lugar de eso se deslizó hasta llegar a besarle el vientre.-Separa las piernas -le dijo acariciándola.-Ryan -dijo Devon con un susurro roto- Ryan...Y entonces Ryan la besó en el vientre y ella se perdió en sus besos.A la mañana siguiente se despertaron muy temprano, todavía abrazados.-Mmm -murmuró Ryan contra el cuello de Devon.-Mmm -suspiró Devon enredando los dedos en sus cabellos.Después de unos largos y dulces momentos, Ryan se sentó y dejó suavemente a Devon a su lado.-Pero bueno -dijo Devon con indignación.-¿Cómo qué bueno? -dijo Devon y fue a subir las persianas- Es de día, señora. ¿Sabes lo que significa eso?Devon sonrió y se arrebujó bajo de las sábanas.-¿No podemos dormir otros veinte minutos?-Hay que desayunar -dijo Ryan volviendo a la cama. Retiró las sábanas, ignorando las quejas de Devon y la tomó en brazos. -Bacon, huevos y tostadas.-¡Ryan! ¡Suéltame! -dijo Devon riendo y le dio unos puñetazos en el pecho, mientras él la llevaba al baño.-Y cubos de café -le dijo Ryan entrando en la ducha. Sosteniéndola con firmeza con un solo brazo, abrió el grifo-. Has consumido mi energía. Necesito comer para recuperar fuerzas.Devon se dio la vuelta, y lo miró sin dejar de reír, mientras el agua caliente caía sobre ellos.-¿Es eso todo lo que necesitas? -le dijo.Se le cortó la respiración al ver que Ryan dejaba de sonreír.-No -le dijo él agarrándole el trasero-, no, cariño, necesito mucho más. Necesito...La levantó en el aire y la besó. Devon lo rodeó con las piernas y a partir de aquel momento sólo se oyó caer el agua y los suspiros de dos personas haciendo el amor.

-Así que así es Nueva York un fin de semana de vacaciones, ¿eh? -dijo Ryan.Devon lo miró y sonrió. Estaban en Central Park, paseando tomados de la mano por Sheep Meadow. Era un día caluroso y soleado y el parque estaba lleno de neoyorquinos tumbados al sol disfrutando del primer fin de semana de vacaciones del verano.-¿Qué clase de comentario es ése viniendo de un neoyorquino?-Bueno, no soy un verdadero neoyorquino. Nací aquí, pero me fui a vivir con James a Long Island cuando era muy pequeño.Devon asintió.-Lo sé. ¿Tus padres murieron?

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-No, no fue nada tan dramático -dijo Ryan con una sonrisa-. Mi madre decidió que era más divertido viajar a través de la selva que criar a un hijo, y mi padre pensó que, si ella se marchaba, él podía decir adiós a la responsabilidad y disfrutar de la vida.Devon dejó de sonreír.-¿Quieres decir que te abandonaron?-Suena peor de lo que fue, cariño. Cuando se fueron yo había vivido mucho tiempo con mi abuelo. Siempre estaban de viaje, y yo me quedaba con él.-¿Entonces Gordon y tú os fuisteis a vivir con James?-Gordon estaba en la universidad. Tenía doce años más que yo.-Hum -dijo Devon-. ¿Sabes, me pregunto si...?-¿Qué?-Nada. Es sólo que, bueno, una vez, cuando estaba en casa de vacaciones, Gordon me preguntó si era feliz lejos de casa. Me dijo que conocía a otro chico del que sus padres no se habían ocupado.-¿Quieres decir que se refería a mí? -le preguntó Ryan con sorpresa.Devon se encogió de hombros.-Puede ser, ¿no?Era más que posible, pensó Ryan. Era lógico; eso explicaría por qué Gordon tenía tanto interés por Devon, porque se sentía culpable por no haber cuidado más de ella.«Yo nunca la defraudaré», dijo Ryan. Miró a Devon. Una suave brisa agitaba sus cabellos, y ella se apartó el pelo de los ojos. Era la más simple de las acciones, pero él sintió una gran emoción.Entrelazaron sus dedos.-¿Qué hay de ti? -le preguntó.Devon lo miró y sonrió.-¿Qué hay de mí?-¿Cómo fue tu infancia? -le dijo Ryan sonriendo-. Apuesto a que eras una niña muy seria con una sonrisa dulce y tímida.-Bueno, sí, era muy tímida -dijo Devon y su sonrisa se tiñó de tristeza-. Lo único que recuerdo bien de mi infancia es que nos mudábamos mucho: de San Francisco a Los Ángeles, de Los Ángeles a Reno, de Reno a Las Vegas.-¿Por qué?-Supongo que porque Bettina siempre estaba buscando un futuro mejor. Era camarera.-De un local de alterne.-Sí -dijo Devon y miró a Ryan. Su comentario le hizo adquirir una actitud desafiante-. Hizo cuanto pudo. Su actitud puede ser discutible, pero no era fácil criar a una niña.Y estoy seguro de que te lo decía siempre que podía.-¡No! Bueno, sí. Lo hacía, pero tenía razón. Quiero decir...-Cariño -dijo Ryan agarrándola por los hombros-. Perdóname. No quería que te pusieras a la defensiva. Sólo que... trataba de imaginar lo que había sido para ti ir de ciudad en ciudad y luego vivir en un colegio interna.Devon suspiró y apoyo la cabeza en el hombro de Ryan.-En realidad -dijo ella suavemente-, el colegio no fue tan horrible. Era estirado, y estúpido, y las chicas eran horribles, todas se conocían, venían del mismo ambiente. Se llamaban Buffy y Muffy y cosas así -dijo riendo.-Y cuando hablaban era como si tuvieran un chicle en la boca -dijo Ryan sonriendo.-Exacto. Pero a pesar de todo, era feliz. Me iba a la cama y me despertaba en el mismo lugar todos los días, y por la noche no tenía por qué preocuparme de si la puerta estaba cerrada con cerrojo o de a qué hora volvería Bettina.O de si no volvería, pensó Ryan sombríamente. Abrazó a Devon. Nunca tendría que preocuparse por nada. Él cuidaría de ella y la protegería.-Quien dijo que la infancia era un paraíso -dijo Ryan tratando de sonreír- nunca fue niño.Devon sonrió.-No lo sé -dijo- Esos niños parecen muy felices -dijo señalando con la cabeza a unos niños que corrían hacia ellos con un cachorro de cocker spaniel-. Mira ese perro, Ryan. ¿No es adorable?De repente a los niños se les soltó la correa y el perro corrió hacia ellos.-¡Señora! -gritó uno de los niños-. ¡Señora! ¡Agarre al perro, por favor!Riendo, Devon se soltó del brazo de Ryan y corrió hacia el perro.Ryan se metió las manos en los bolsillos de atrás y observó cómo Devon corría detrás del perro que la esquivaba a derecha a izquierda. Era difícil saber quién era más encantador, si el cachorro o ella.Sonrió al pensarlo. No era en absoluto difícil. Devon era la más encantadora. Era increíblemente guapa. No llevaba maquillaje y la cara se iluminaba con sus risas. El cabello flotaba sobre sus hombros como un halo de plata.Era un gozo mirarla. Ver sus graciosos movimientos, saber la sensualidad que se ocultaba bajo los vaqueros desgastados que llevaba. Unos vaqueros que eran de Ryan, como la sudadera que casi le llegaba a las rodillas.

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-¿Qué haces? ¿Ésos son mis vaqueros? -le había dicho él al ver que se los ponía aquella mañana.Devon se sonrojó y le explicó que en el colegio eran tan estrictos con la vestimenta que ella nunca se había atrevido, ni siquiera después de graduarse, a ponerse nada tan frívolo.-¿Frívolo? -había dicho él con incredulidad y había sacado una sudadera de un cajón.Devon se había vestido después de pedirle que se pusiera de espaldas.-No seas tonta -le había dicho Ryan, cruzándose de brazos y esforzándose por parecer molesto ante una demostración de modestia femenina que le había encantado-. No sabrás ni que estoy aquí.Y así fue hasta que oyó que subía la cremallera de los vaqueros y no pudo resistirlo más. Con un suave quejido decidió que el desayuno podía esperar y se acercó a ella por la espalda, le metió una mano bajo las braguitas y la otra bajo su camisa.-Maldita sea -murmuró en medio de Central Park. No era lugar para recordar una cosa así, sobre todo porque aquel recuerdo lo estaba excitando visiblemente.Trató de concentrarse en otra cosa. Miró a Devon, que había agarrado al perro y se lo estaba dando a los niños. Luego se dio la vuelta y volvió junto a él, y al ver su hermoso rostro y su cuerpo, Ryan estuvo perdido.-Maldita sea -volvió a exclamar y se sentó en la hierba.-¿Qué? -dijo Devon jadeando y echándose en sus brazos.-Nada -dijo Ryan con una mueca. Vio la expresión de sorpresa de Devon y se rió suavemente-. No puedo creer el efecto que tienes sobre mí. Aquí estoy, pensando en lo atractiva que estás con esos pantalones vaqueros y me pongo a recordar el momento en que te los pusiste esta mañana, y ahora no estoy como para que me vean unos niños o un cachorro de cocker spaniel.-No estás como para que... -dijo Devon y se sonrojó al darse cuenta de lo que Ryan quería decir-. ¿En serio?-¿En serio, dices? Estoy a punto de dar el espectáculo -dijo Ryan riendo, pero, de repente, dejó de reír-. Devon, ¿alguna vez te ha parecido que todo a tu alrededor se detenía y has pensado: nunca en mi vida he sido tan feliz?.Devon contuvo el aliento cuando su mirada se cruzó con la de Ryan. Quería decirle que nunca había sentido algo así hasta aquella mañana, al darse cuenta de lo mucho que lo amaba.-Sí -le dijo-, sí que me ha pasado.Ryan asintió, tenía una expresión solemne.-Es lo que siento ahora -dijo acariciando el pelo de Devon-. Todo es... perfecto.Cuando sus labios se encontraron de nuevo, Ryan supo que la extraña que había vivido con él durante cinco largos meses, había dejado de ser una extraña para siempre.Era su esposa, y estaba profunda, apasionadamente, enamorado de ella.

CAPITULO 9¿CÓMO LE decía uno a una mujer que se había enamorado de ella?Ryan nunca había dedicado mucho tiempo a aquellos pensamientos, quizás porque nunca había imaginado que pudiera enamorarse.Pero si un hombre quería hacerlo, no debía de ser muy difícil. Después de todo, ¿dónde estaba la dificultad de mirar a una mujer a los ojos y decirle «Cariño, te quiero»?No sabía por qué, pero le resultaba muy difícil. Para empezar, se ponía nervioso sólo con pensar que tenía que decir aquellas palabras. El corolario a “te quiero” era «quédate a vivir conmigo y seremos felices para siempre y no había ningún problema con ello, sólo que después de llevar una vida entera convencido de que no había un «para siempre» cuando se trataba de asuntos del corazón, ¿quién podía culparle si quería asegurarse de que efectivamente no había ningún problema antes de dar aquel paso definitivo?Quería velas, música suave y rosas. Un escenario privado y romántico para el que iba a ser el momento más importante de su vida.Sheep Meadow, en mitad de Central Park, una calurosa tarde de un sábado 4 de julio, rodeados de moscas, de radios a todo volumen, de niños y de perros, no era el mejor sitio para hacerlo.El pequeño jardín de su casa sí lo era. O mejor todavía, un restaurante de la calle 57. Un lugar pequeño y apartado con una iluminación discreta con maravillosa comida francesa y una estupenda carta de vinos. No iban adecuadamente vestidos para La Salamandre, pero el dueño era amigo suyo. No sólo los recibiría afectuosamente, sino que probablemente daría saltos de alegría al saber que su pequeño negocio iba a ser testigo de un hecho tan importante.Ryan se levantó y le tendió la mano a Devon.-Ven -le dijo-, vámonos.Devon le agarró de la mano con alegría. Se levantó sonriendo y le quitó una brizna de hierba del cabello.-¿Adónde?Ryan le devolvió la sonrisa y la agarró por la cintura. -A comer, ¿quieres?Devon lo agarró también a él de la cintura.-Estupendo. ¿Te he dicho alguna vez que hago el mejor sandwich de atún en pan integral?

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-¿Pan integral? -dijo Ryan haciendo una mueca de asco.-Ya veo. No te gustan las comidas sofisticadas -dijo Devon sonriendo.-Ya, bueno, estaba pensando en algo mejor.-Y yo. Creo que podríamos ir a casa y...-¿A casa?Devon se le quedó mirando.-Lo siento -se corrigió-, quería decir que podemos volver a tu casa y...-Me gustaría más que la consideres nuestra casa -dijo Ryan suavemente, dándole un beso en la sien-. Pero quiero llevarte a un sitio especial.Devon sonrió.-¿Adónde?Ryan sonrió misteriosamente.-Ya lo verás.Salieron por una puerta del parque que daba a la Quinta Avenida y bajaron paseando al centro de la ciudad. Ryan no dejaba de pensar en lo que diría.«¿Cómo le dices a tu propia esposa que en lugar de divorciarte quieres volverte a casar?» Y aquella vez con todas las consecuencias, las mismas de las que había renegado durante años.Quería una iglesia, con el sol entrando por las vidrieras, flores en el altar y un órgano, y violines y un violonchelo y un coro. Padrinos y damas de honor, pero sobre todo quería que Devon llevara un vestido de novia blanco y un velo de tul.Se dirían los votos y se pondrían los anillos. Le había dado a Devon un anillo de oro en la ceremonia que se había celebrado hacía unos meses, pero no había significado nada para ninguno. El anillo que le daría en aquella ocasión lo elegiría ella misma, y sería un complemento perfecto para el anillo de compromiso de diamantes que él le regalaría para proclamar su amor.Por supuesto. Así tenía que hacerlo. No le diría que la amaba, todavía no. Primero le compraría un anillo, tan bonito como ella. Reservaría sitio para cenar en La Salamandre, no, haría algo mejor, llamaría a Alain y reservaría todo el maldito restaurante.Y cuando llegara el momento oportuno, sacaría el anillo del bolsillo, le agarraría la mano y diría...-Oh, Ryan, ¿quién pensaría que nos encontraríamos aquí?Ryan estaba tan perdido en sus pensamientos, imaginando la nueva vida que iba a llevar con Devon, que al principio ni siquiera reconoció la voz de la mujer, ni su rostro.Pero cuando ella volvió a pronunciar su nombre, parpadeó y la recordó.-Sharon -dijo esforzándose por sonreír-. Me alegro de verte.Sharon le sonrió a él, como si no se hubieran tirado los trastos a la cabeza la última vez que se vieron, hacía ya seis meses.-Tienes muy buen aspecto -dijo Sharon alegremente. Antes de que él pudiera retroceder, le echó los brazos al cuello, se puso de puntillas y le dio un beso en la boca. -Bueno, como siempre.Ryan miró a Devon por encima de la cabeza de Sharon. Sonrió incómodamente a hizo un gesto con las cejas.Devon no reaccionó. Se quedó en silencio, helada. Ryan había visto reaccionar así a una mujer muchas veces, siempre que alguna pensaba que tenía derecho sobre él.Pero el caso era que Devon sí tenía derechos sobre él. Ella era su... era su...-Ryan, cariño -dijo Sharon-, ¿no vas a presentarnos?-Ah, sí, claro -dijo Ryan y se sacó a Sharon de encima agarrándola por los hombros- Ah, creo que no conoces a mi... a mi...¿Qué le estaba pasando? Devon era su esposa. Quería pasarse el resto de su vida diciendo que era su esposa, pero allí estaba, balbuceando la primera vez que tenía que hacerlo.-Sharon -dijo con firmeza-, ésta es Devon, mi esposa.Extendió el brazo. Devon le observó durante lo que pareció una eternidad antes de aproximarse a él. Él la agarró por los hombros.-Hola -dijo sonriendo educadamente.Sharon le respondió con una sonrisa igualmente educada.-¿Cómo estás, Yvonne? Me alegro de conocerte.-Es Devon -dijo Devon-, y yo también me alegro de conocerte.-Tu mujer es muy guapa, Ryan -dijo Sharon, y sonrió todavía más- ¿Por qué la tenías tan escondida?-No he estado... Quiero decir, he estado muy ocupado, ya sabes cómo son las cosas...Maldijo en silencio. Estaba tartamudeando como un adolescente, pero no sabía por qué. Sharon no significaba nada para él y Devon lo era todo. Era sólo que le resultaba extraño estar entre su antigua amante y su esposa, sobre todo cuando hacía menos de veinticuatro horas, habría podido decirse que no estaba casado.-Ah, ya veo. Es Devon la que te ha tenido escondido -dijo Sharon con una risita-. No tienes que hacer eso. Hemos echado mucho de menos a Ryan.-No lo he tenido guardado en ninguna parte -dijo Devon, sonriendo forzadamente a Ryan-. ¿No es verdad, Ryan?-Bueno... bueno...

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-¿No es encantador? ¿A Ryan se le ha comido la lengua el gato? -dijo Sharon parpadeando-. ¿Tan atado te tiene, cariño?-No lo tengo atado -le espetó Devon-. De hecho, Ryan y yo tenemos una relación muy moderna.-¿De verdad? -dijo Sharon.-De verdad -dijo Devon, lidiando una batalla perdida por controlar su temperamento.Era difícil saber con quién estaba más enfadada, si con aquella... aquella mujer fatal, o con Ryan, que estaba a su lado como un gorila.¿Cómo se atrevía Ryan a dejar que aquella mujer se metiera con ella de aquella manera? Ella era su esposa, ¿por qué no actuaba en consecuencia?Pero ella no era su esposa, pensó Devon de repente. Fue como si un viento helado soplara en sus entrañas. Ella no era su esposa. Ella lo sabía, Ryan lo sabia y, pensándolo mejor, Sharon también parecía darse cuenta.-¿Sabes, cariño? -dijo Sharon-. Me quitaste a este hombre justo cuando lo tenía a mi disposición.-Sharon -dijo Ryan, aclarándose la garganta-. No creo que Devon esté interesada en...-Pasamos juntos un fin de semana. Bueno, para ti era normal, ¿verdad, Ryan? Tú y yo pasamos juntos muchos fines de semana -dijo Sharon y suspiró-. Y entonces, un domingo, me dijiste adiós y se acabó. Una semana después abrí el New York Times y 1eí que te habías casado.-Sharon -dijo Ryan fríamente-, no querríamos molestarte.-No me estáis molestando. Sinceramente, me alegro mucho de verte, y de ver a tu encantadora esposa. ¿Lavonne? Pídele a Ryan mi número de teléfono y llámame. Podemos quedar a comer -dijo. Se echó el pelo hacia atrás y sonrió-. Y podremos hablar de Ryan. ¿No te parece que puede ser divertido?-Muy divertido -dijo Devon entre dientes.Ryan apretó con fuerza los hombros de Devon.-Adiós, Sharon -dijo y se apresuró a seguir su camino sin soltar a Devon. «Diablos», pensó, «sólo Dios sabe lo que Devon estará pensando ahora».Se detuvieron en un semáforo.-Zorra viciosa -dijo Ryan entre dientes.-No sé por qué lo dices -dijo Devon dulcemente-. A mí me ha parecido muy simpática.Ryan soltó un bufido.-Tan simpática como una cobra.Devon lo miró. Apretaba los dientes y tenía los labios fruncidos.-Tiene que haberse sentido muy molesta al enterarse de nuestra boda de esa manera.El semáforo se puso en verde y ella avanzó, librándose del brazo de Ryan.-No fue como ella dijo.-¿No?-No, maldita sea, no fue así. Nuestra relación había acabado antes de que tú y yo...Qué extraño que nunca la mencionaras.-No es tan extraño -dijo Ryan fríamente-. Yo nunca te pregunté si habías tenido alguna relación antes de que... firmásemos el contrato, ¿o sí?No, pensó Devon, ciertamente, no. ¿Por qué iba a habérselo preguntado? Su matrimonio no era un matrimonio. Ni siquiera en aquellos momentos, después de una noche de intimidad, ninguno de los dos se atrevía a pronunciar aquella palabra.Se le hizo un nudo en la garganta. Además, ¿qué podría haber dicho incluso si hubiera querido decírselo? ¿Que había habido una mujer muy atractiva en su vide? ¿Que había salido con ella, hasta el momento en que su abuelo le había obligado a celebrar un bode que el no quería?Llevaba meses enfadada con Ryan, enfadada consigo misma, negándose que se había enamorado de él, y en todo ese tiempo, ni una sola vez se le había ocurrido pensar que Ryan podía haber dejado a una mujer para firmar aquel maldito contrato.Había pensado muchas veces que muchas mujeres tenían que haber sentido una gran decepción al leer el anuncio de la boda en el Times. Un hombre tan apuesto y viril como Ryan tenía que haber tenido muchas mujeres.Pero había un mundo de diferencia entre el singular y el plural de la palabra. Aquellas «mujeres» no tenían rostro, pero esa « mujer» tenía un rostro y un nombre. Era una mujer hermosa, sofisticada y atractiva que se llamaba Sharon y que le hacía sentirse fea y estúpida.-Escucha -dijo Ryan bruscamente-, olvídate de Sharon.Devon asintió.-Claro-¿Dónde quieres comer?-¿Comer?-Sí, comer. Eso es lo que íbamos a hacer antes de que nos tropezáramos con Doña Víbora.-La verdad es que no tengo hambre.-Yo sí -dijo Ryan.-Bueno, entonces... -dijo Devon señalando con la cabeza hacia un puesto de perritos calientes que había en la siguiente esquina- ¿Por qué no te tomes un perrito caliente?

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-No quiero un perrito caliente -dijo Ryan con irritación.Maldijo a Sharon. Hacía diez minutos estaba paseando con una mujer dulce y sonriente, sintiéndose el dueño del mundo.En aquellos momentos iba por la Quinta Avenida con un dragón a punto de estallar a su lado y su buen humor parecía cosa del pasado.¿Por qué había dejado que Sharon soltara toda aquella basura? Su dulzura fingida, toda aquella pantomima de no decir el nombre de Devon correctamente no había sido más que una muestra de mala intención. Pero él había estado tan ocupado en tratar de parecer un marido, en lugar del personaje de una farsa, que no había hecho nada al respecto.Y en aquellos momentos Devon estaba demostrando unos celos que le ponían furioso.«Está bien», se dijo, “vamos a hablar claramente de una vez por todas, aquí y ahora”.Miró a un lado y a otro, vio la marquesina de un restaurante un poco más allá y agarró a Devon de la muñeca.-¿Adónde vamos? -le dijo ella.-A comer -gruñó Ryan-, y a hablar como dos personas civilizadas.En cuanto abrió la puerta del restaurante pare que Devon entrara, supo que se había equivocado de lugar.Era uno de los restaurantes más modernos y exclusivos de Manhattan. Él había estado allí una vez, pero con una vez tenía bastante. No le impresionaban los sitios con pretensiones, y aquel era uno de esos, lleno de cristal ahumado, luces tenues y camareros muy refinados.Iba a darse la vuelta y salir de allí, pero antes de que lo hiciera, vio que el portero miraba con desprecio el atuendo de Devon, vaqueros, sudadera y zapatillas de deporte.Considerando que estaba de un humor de perros, después de aquello no le moverían de a11í.Un camarero se acercó a ellos y los observó con desdén.-¿Tienen reserva, señor?Ryan miró a través del recibidor. El restaurante tenía un montón de reservados de cuero negro, la mayoría estaban vacíos.-No -dijo fríamente.-Bueno, entonces, me temo que...-El restaurante está casi vacío. No veo la necesidad de hacer una reserva. Llévenos a una mesa y tráiganos la carta, por favor.-Señor, incluso ignorando nuestra política de reservas, no van ustedes vestidos...-¿Está diciendo que la señora y yo no estamos vestidos?Devon se mordió el labio-Ryan – murmuró – de verdad no tengo hambreRyan la agarró del brazo y lo apretó con fuerza. -Llévenos a una mesa, haga el favor.-De verdad, no puedo.-De verdad, sí puede.-Señor, ya le he dicho...-Ya sé lo que ha dicho -dijo Ryan apretando los dientes y con un brillo furibundo en sus ojos-. Y sé lo que he dicho yo. Ahora, ¿qué va a ser amigo? ¿Una mesa o una pequeña charla hombre a hombre?El camarero se sonrojó. Giró sobre sus talones, pasó junto a algunos clientes que habían seguido la conversación y los llevó a una mesa.Devon mantuvo la cabeza erguida y la mirada fija hasta que se sentaron. Entonces se inclinó hacia delante y miró a Ryan con furia.-¿Eres incapaz de comportarte civilizadamente?-Soy incapaz de aguantar tonterías. ¿Qué quieres comer?-¿Qué te molesta tanto, Ryan? Yo creía que un hombre de mundo como tú no se inmutaría si se tropezara con su querida llevando a su... a mí a su lado.-Sharon no es mi querida.-Lo siento, me he equivocado, ¿está bien amante?-No es mi amante. Como ella te dijo, nuestra relación terminó hace mucho tiempo.-Sí -dijo Devon sonriendo, aunque se sentía como si tuviera un puñal clavado en el corazón -. Cinco meses y tres semanas, para ser exactos.Ryan la miró con dureza. -Escucha...Un camarero dejó caer dos cartas sobre la mesa. Ryan lo miró. Su expresión era todavía más hosca que la del otro camarero.-¿Qué van a comer?-¿Cómo vamos a pedir nada ahora -dijo Ryan entre dientes-, si acaba de traer la carta, y por correo aéreo?-Ryan, por favor -dijo Devon.Ryan respiró profundamente.-Está bien, ¿qué quieres?Devon negó con la cabeza.-No... no tengo hambre, ya te lo he dicho. Me habría gustado tomar un...-Un perrito caliente -dijo Ryan. -¿Se trata de una broma, señor?

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-¿Tengo aspecto de estar bromeando? -dijo Ryan-. La señora va a tomar un perrito caliente, y yo también. Con mostaza y tomate.-Pero... -dijo el camarero y cruzó una mirada con Ryan-. Por supuesto.Ryan respiró cuando el camarero se marchó. Maldijo en silencio y se preguntó por qué estaba tan enfadado, por qué estaba Devon tan enfadada. Maldijo a Sharon por haberle traído problemas.Se inclinó sobre la mesa.-Devon, escúchame. Sharon no es importante, vamos a olvidarnos de ella.Devon vaciló. Quería creerlo, pero primero quería hacerle una pregunta. Cada fibra de su ser le decía que no la hiciera, pero no podía callársela por más tiempo.-Ryan. ¿Estabas con ella? -le preguntó débilmente. -Todas las noches que llegabas tarde, ¿estabas con ella?Ryan retrocedió, como si le hubiera dado un puñetazo.-No, claro que no.-Yo creía que...-¿Qué creías?Ryan estaba furioso. Muy furioso. Había respetado los votos del matrimonio, a pesar de que, gracias al frío rechazo de Devon, esos votos no significaban nada. ¿Cómo se atrevía a acusarlo de infidelidad?-¿Qué creías? -repitió- ¿Que después de meses de obligarme a vivir como un monje, de repente tienes el derecho a preguntarme qué hago y adónde voy?-¡Yo no te he obligado a vivir como un monje! Desde el primer día sabías que no tenía intenciones de... que tú fueras... fueras célibe. Y en cuanto a lo de preguntarte dónde ibas, aunque tenía todo el derecho a hacerlo, nunca lo hice.-¿Cómo que tenías derecho? Tengo noticias que darte, nena. Firmaste para ser mi mujer no mi perro guardián.-Un hombre como tú necesita un perro guardián. Una esposa se moriría de ganas de divorciarse. Te pasas el tiempo yendo y viniendo cuando te da la gana y nunca das una explicación ni llamas por teléfono.-Tienes mucha razón. Un hombre tiene el privilegio de vivir su vida como quiera.No si vive con una mujer a la que ama, pensó Devon con desesperación, no si le importa la felicidad de esa mujer.-No si está casado -dijo.-Pero es que yo no estoy casado. ¿Recuerdas que tú me lo dijiste? Y tenías razón. Tengo un trozo de papel que dice que dentro de una semana seré libre por completo.Ryan se dio cuenta del profundo efecto que sus palabras habían hecho en Devon. «Oh, Dios, ya la he hecho», pensó. «Soy tonto, soy un imbécil.»-Devon, yo no quería...-Por supuesto que querías -dijo Devon.«No llores», se dijo. «¡Maldita sea, no llores!»-Te agradezco mucho que me hayas devuelto a la realidad -dijo y se dispuso a levantarse- Ahí estaba yo, diciéndome que podía morderme la lengua y pasar la próxima semana sin gritar, pero...-¿Qué quieres decir?-Quiero decir que ya he tenido bastante -dijo Devon.Suspiró profundamente. Se le estaba rompiendo el corazón, pero Ryan nunca debía saberlo. Nunca.-Llevo meses soportándote, soportando tu arrogancia, tu egoísmo, tu vanidad.-¿Tú? ¿Qué has soportado tú? He sido yo el que he tenido mucho que soportar, maldita sea.-Anoche, justo antes de que llegaras a casa, llamó mi madre. Me recordó que... que sería conveniente para mí, y para ella, que renováramos el contrato. Así que, anoche, decidí incluso...Rompió a llorar y Ryan la agarró por la muñeca.-No -dijo él con una suavidad que no pudo ocultar la furia contenida que palpitaba en cada músculo de su cuerpo- No digas más, Devon, te lo advierto.Devon se soltó y se levantó de la mesa, erguida, decidida a que él no viera su dolor ni se diera cuenta de que había mentido.-En vista de las circunstancias -dijo-, creo que podíamos concluir que las cláusulas del contrato se han cumplido y podemos darlo por terminado.Se dio la vuelta y salió del restaurante y de la vida de Ryan.

CAPITULO 10SEGURO que no quieres más asado? -dijo James Kincaid sonriendo a Ryan, que estaba al otro lado de la mesa-. Brimley se ha superado a sí misma, ¿no te parece?Ryan miró a Agnes Brimley, que estaba de pie a su lado, con su habitual mirada de desaprobación.-Hay de sobra, para quien quiera repetir -dijo la señorita Brimley de repente.Ryan sonrió educadamente, pero negó con la cabeza.-Gracias, pero ya he comido bastante.Brimley empezó a recoger la mesa. Cenar en casa de su abuelo se había convertido en una aventura. De hecho, Ryan empezaba a desear que volvieran a cenar arroz blanco sin sal.

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Aunque, pensaba mientras observaba a su abuelo iniciar el ritual de fumar un puro, como hacía después de cada cena, el cambio de dieta no parecía haberle hecho ningún daño al anciano. En todo caso, James parecía más sano que antes. Últimamente, cuando llegaban las nueve y media, en lugar de decir que era hora de acostarse, se quedaba charlando.Desde hacía tres meses el tema siempre era el mismo. Había abandonado los tópicos de:“El mundo era mucho mejor hace setenta años» y «Consejos para dirigir mejor Kincaid Incorporated»; y el que empezaba con las palabras «El tiempo pasa», y terminaba con la advertencia a Ryan de que estaba a punto de cumplir treinta y tres años y era hora de sentar la cabeza.No, pensó Ryan apretando la mandíbula. Desde julio, en que había finalizado su contrato con Devon, la charla que los Kincaid celebraban la noche de los viernes comenzaba con la misma pregunta...-¿Sabes algo de Devon?Ryan miró a su abuelo. Allí estaban aquellas palabras, pensó sonriendo. Negó con la cabeza y dio la misma respuesta de siempre.-No, señor, no la he visto.-Ah. ¿Ninguna carta? ¿Ninguna llamada de teléfono?-No.-¿Y no has intentado ponerte en contacto con ella?-No, abuelo, no lo he intentado.James asintió.-¿Vamos a la biblioteca?Ryan suspiró. Se acabó la conversación, pensó con alivio.-Claro -dijo-, deje que le ayude.-No -dijo James-, gracias, pero puedo yo solo.Se levantó de la silla con dificultad pero con una rapidez increíble para un hombre de ochenta y siete años.-Llama a esa vieja bruja, ¿quieres, Ryan? Dile que nos sirva el café junto a la chimenea y dile que será mejor que haya hecho la tarta de chocolate, como le dije.Ryan sonrió.-Se lo diré.Fue a la cocina y comunicó a Brimley la petición de su abuelo, en una versión mucho más educada. Cuando entró en la biblioteca, James estaba sentado en su sillón favorito con una copa de coñac en la mano.-Sírvete, muchacho.Ryan lo hizo y se sentó en otro sillón.-¿Por qué no lo has hecho?-¿Por qué no he hecho qué?-Ponerte en contacto con ella. Con Devon, quiero decir.Ryan frunció el ceño.-No tiene sentido.-¿La esposa de un hombre huye de su casa y él piensa que no time sentido llamarla y preguntarle qué ha pasado? Qué extraño es el mundo moderno, muchacho. Qué extraño.Ryan suspiró y se levantó.-Abuelo -dijo amablemente-, creo que está algo confundido. Devon no huyó, simplemente se marchó. Tranquilamente, con calma, después de pensarlo muy bien. Y le diré por qué...-Sí, sí, ya me lo has dicho. Porque ya no quería seguir casada contigo.-Ni yo tampoco con ella. En realidad no era mi mujer, abuelo. ¿Se acuerda? Le hablé del contrato que firmamos ella y yo. Se lo dije antes de la boda, y me dijiste que lo comprendías. Dijiste...-Por el amor de Dios, Ryan, no soy idiota. Sé lo que dijiste y sé lo que dije yo -dijo y frunció el ceño-. También sé lo que cualquier idiota podría ver, que te enamoraste de esa chica y que sigues enamorado de ella.Ryan se sonrojó y dejó la copa de coñac sobre la repisa de la chimenea.-No sea tonto.-Yo no soy tonto, jovencito.-Mira, abuelo, sé que tenía en la cabeza el sueño de que encontrara a la mujer perfecta, me casara con ella y tuviéramos hijos, pero...-Y encontraste a la mujer perfecta -dijo James-. Y dejaste que se marchara.-La única “perfección” de Devon era su habilidad para fingir.-Tonterías. Te adoraba.Ryan soltó una carcajada.-Adoraba mi dinero, querrá decir.-Ryan, eres mi nieto y te quiero, pero algunas veces me pregunto si no heredarías la inteligencia de la familia de tu madre. Adoraba tu dinero, qué tontería. Si era así, ¿por qué no ha tocado sus fondos?-¿Y yo que sé?-Y sus cuentas, ¿las has cancelado?Ryan frunció el ceño.-Probablemente olvidó que las tenía.

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-Ah, sí, eso sería muy lógico, ¿no? Es normal que una criatura tan avariciosa olvide que tiene cuentas con crédito ¡limitado y una cuenta con fondos a su nombre.-Dos.-¿Qué?-Dos cuentas con fondos a su nombre. Yo le abrí una. Me pareció que era lo más correcto.-Mucho mejor -dijo James-. No ha tocado dos cuentas ni las tarjetas de crédito. Sí, encaja con el perfil de una mujer avariciosa que se casó contigo por dinero.-Se casó conmigo porque era lo que quería su madre -dijo Ryan con un todo cortante-.Créame, abuelo, Devon demostró una gran devoción por su madre, del principio hasta el final.-Seguro que eso tiene un significado oscuro y profundo dijo James-, pero hace agua por todas partes, considerando que Devon no ha visto a su madre desde que dejó Nueva York.Ryan frunció el ceño.-¿Cómo lo sabe?-Bettina me llamó, no paraba de llorar.-Apuesto a que quería dinero.-Quería saber lo que había pasado aquí, si habíamos puesto a su hija en contra suya. Parece ser que la chica sólo la escribe de vez en cuando, y apenas la llama.-¿Qué quiere decir? ¿Por qué iba Devon a escribirle cuando las dos viven en San Francisco?-No viven las dos en San Francisco, Ryan. La chica vive en otro sitio.-¿Dónde?-¿Cómo voy a saberlo?Ryan miró a su abuelo con el gesto sombrío.-¿No se lo dijo Bettina?-Tal vez.-Abuelo, maldita sea, ¿le dijo Bettina dónde vive Devon o no?El anciano se encogió de hombros.-En Chicago, creo.-¿En Chicago? ¿Qué diablos está haciendo allí? ¿De qué vive, no ha tomado dinero de los fondos? ¿Conoce a alguien en Chicago?James enarcó las cejas.-¿A qué quieres que te responda primero? Aunque no importa, tengo la misma respuesta para las tres preguntas: no tengo ni idea. Pero, ¿por qué te importa tanto?Ryan abrió la boca, luego se dio la vuelta, se sirvió más coñac, y volvió a hablar con su abuelo.-Era sólo curiosidad. Después de todo, cuando lleguen los papeles del divorcio tendré que mandarlos a alguna parte. Todo este tiempo pensé que se los podía mandar a Bettina, que Devon estaba...-¿Que Devon estaba qué? ¿Viviendo con su madre? ¿Te las imaginas a las dos riéndose de lo tonto que habías sido enamorándote de ella?-¡Maldita sea, abuelo! ¡Yo no me he enamorado de ella!-Bueno, me alegro de oír eso -dijo James tranquilamente-. Odiaba pensar que lo habías convertido en un eremita porque seguías enamorado de tu propia esposa.-Porque seguía... -dijo Ryan y se rió-. ¿De dónde sacó esa idea?-Del hecho de que desde entonces has venido a cenar todos los viernes en vez de poner excusas para poder salir con tu amigo Frank.-Sigo viendo a Frank, sólo que... Mire, llega un momento en la vida de un hombre en que se aburre de andar por ahí...-Tu secretaria dice que siempre te quedas trabajando hasta muy tarde y que te pasas en el despacho la mitad de los fines de semana.-Qué tontería. Y además, si trabajo hasta tarde, es asunto mío. ¿Qué derecho tiene a preguntarle a Sylvia y qué derecho tiene ella a decirle qué hago con mi tiempo?.James sonrió-No me lo dijo. Lo he dicho por decir, a ver si había suerte.Ryan miró a su abuelo, luego empezó a reírse.-Es un viejo diablo. Pero se equivoca con respecto a Devon, no estoy enamorado de ella.-¿No?-No, de ninguna manera.-Vaya, es un alivio -dijo James aceptando la copa de coñac que le ofrecía Ryan-. Temía que salieras corriendo a Chicago y te pusieras en ridículo cuando supieras que está saliendo con alguien.-¿Qué?-He dicho...-¡He oído lo que ha dicho, maldita sea! ¿Cómo va a estar saliendo con alguien? Todavía está casada conmigo.-Técnicamente supongo que sí pero...-¿Con quién? ¿Con quién está saliendo? ¿Se lo ha dicho Bettina?James suspiró y se recostó sobre el respaldo del sillón.-¿Cómo iba Bettina a saberlo? -dijo- Ya te he dicho que la chica apenas habla con ella.

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Bueno, ¿entonces cómo sabe que está saliendo con alguien?-No lo sé.Ryan se quedó muy quieto.-¿Perdón?-No lo sé -dijo su abuelo, y esbozó una sonrisa llena de humor-. Pero está claro que he tocado tu punto débil ¿eh, muchacho?-Maldita sea, si no fuera mi abuelo, le... le...-Déjate de tonterías, Ryan, y trata de admitir la verdad por una vez. Te enamoraste de Devon y sigues enamorado de ella.Ryan miró fijamente a su abuelo, luego suspiró y se dejó caer en su sillón.-De acuerdo -dijo suavemente-, si quieres saberlo... sí, la quiero. Pero ella no lo supo, gracias a Dios.-¿Te alegras de que no lo supiera?-¡Sí, señor, maldita sea! -dijo Ryan y volvió a ponerse en pie. Le hervía la sangre- Escuche, viejo astuto, será mejor que deje de jugar a ser Dios. Demonios, me ha metido, y a Devon también, en un buen 1ío.-Enamorarse nunca es sencillo – dijo James-¿Sencillo? ¡Es un infierno! ¿Cómo se cree que me siento yo sabiendo que he perdido la cabeza por una mujer que piensa que soy un imbécil?-Ryan, Ryan, hijo. ¿Qué pasó? Lo único que me dijiste fue que discutisteis la última vez que os visteis, pero no me dijiste por qué.-Demonios -dijo Ryan mesándose los cabellos-. Demonios, ¿y yo qué sé de qué discutimos? Me acusó de no haber sido sincero con ella y yo me enfadé y dije algunas cosas... –suspiró. Sentía que el mundo se me venía encima. Sé que tú no puedes entenderlo, pero...-Por supuesto que te entiendo. Igual me sentía yo cuando le pedí a tu abuela que se casara conmigo, hace ya sesenta y tres años -dijo James, y se rió- Es lo que siento ahora sabiendo que se lo voy a pedir a esa vieja bruja que está en la cocina.Ryan se quedó boquiabierto.-¿A Brimley? ¿Hablas en serio?James sonrió.-Un hombre necesita a su lado a una buena mujer, Ryan. Una mujer con espíritu y determinación, una mujer que te quiera lo bastante como para soportar tu mal humor y arrojártelo a la cara.-Pues Devon encaja en todos esos apartados -dijo Ryan frunciendo el ceño- También me tomó por imbécil. Admitió que, bueno, no importa lo que admitió. El caso es que sólo fingió que yo le importaba para poder renovar nuestro contrato de matrimonio.-¿Por qué?-¿Por qué cree usted? Por dinero.-Ah -asintió James-. Claro, así habría podido tener acceso a mucho más dinero que tampoco habría tocado nunca. Sí, la verdad es que tiene mucho sentido.Ryan sacudió la cabeza.-Escuche. sé qué está tratando de hacer y se lo agradezco, abuelo. De verdad. Pero incluso si me olvido de que quería dinero, lo que ocurrió el último día sólo prueba que no me quería.-Por ejemplo.-Bueno, por una sola cosa. Nos tropezamos con una antigua novia mía. Devon me acusó de que la engañaba con ella.-¿Y tenía razones para pensar que era cierto?-Por supuesto que no. Sharon, la otra chica, hizo una actuación muy interesante, pero...-Entonces es que Devon estaba celosa.-¿Celosa? ¿Y por que iba a estar celosa?James sonrió.-Tal vez porque te quería.-Ya -dijo Ryan-. Eso me dije yo, pero entonces empezó a decirme que había estado fuera muchas noches y que ella nunca sabía dónde estaba.-Típicamente femenina.-Sí, maldita seas. Típicamente femenina -dijo Ryan y dio un puñetazo sobre la repisa de la chimenea -. Y lo peor de todo es que habría vendido mi alma si de verdad le hubiera importado por qué yo llegaba tarde. ¿Por qué no podía entender que después de conocerla nadie más me importaba?-Las mujeres presumen de ser el sexo intuitivo, muchacho, pero yo creo que a veces hace falta decides ciertas cosas.-Si yo hubiera pensado por un momento que ella quería que estuviera en casa, habría ido a casa todas las noches. Lo era todo para mí, abuelo. Todo lo que siempre he querido...Ryan guardó silencio. A1 cabo de un momento su abuelo se aclaró la garganta.-La vida es corta -le dijo-. Antes de que te des cuenta, mirarás a tu alrededor y te darás cuenta de que todo ha pasado. Encuéntrala, Ryan. Dile lo que sientes por ella.Ryan asintió. Quería decir algo, pero tenía un nudo en la garganta.-Gracias por todo, señor -dijo por fin.

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-No seas tonto. Soy un viejo entrometido. Los dos lo sabemos muy bien.Ryan sonrió.-Tienes razón. Y eso me recuerda... quería preguntarle qué pasó con el diagnóstico que los médicos le dieron pace meses.-¿Sospechas de mi sinceridad, Ryan?-Sí, señor. Bastante.A James le brillaron los ojos.-Lo que te dije era cierto. Me dijeron que me quedaba poco tiempo y que lo mejor sería arreglar mis asuntos -dijo y sonrió. -Pero, ¿no te parece que ése es el consejo que un buen médico tiene que darle a un hombre que está a punto de cumplir los noventa años?Ryan trató de mirarlo con severidad, pero le resultó imposible. A1 cabo de un momento, empezó a sonreír.-Espero que llegue a los cien, abuelo. ¿Qué harían mis hijos si no estuviera usted para hacerles la vida imposible?Los dos hombres se miraron y sonrieron. Luego, Ryan abrazó a su abuelo.-Te quiero -le dijo, y se marchó.

Chicago estaba en plena ola de calor.El ardiente aire de la pradera había soplado sobre la ciudad hacía unos días, dejando una calima que no daba señales de retirada. Cada día, la temperatura era más elevada.Devon no estaba, definitivamente, con el mejor humor.Durante la noche, el ventilador de su pequeña y mal ventilada habitación había dado su último estertor, despidiendo un humo negro.Y aquel día, había pasado lo mismo con el aire acondicionado de Holdridge's, los grandes almacenes en los que trabajaba, convirtiendo el lugar en una sauna.Los clientes no eran idiotas y salieron volando, pero el personal estaba atrapado, y además, llevaba uniforme.Era un uniforme de lo más estúpido, pensaba mientras ordenaba una pila de jerseys en el departamento de caballeros. Un traje negro con el escudo de Holdridge's en el bolsillo de la chaqueta, una blusa blanca, medias y zapatos de tacón alto. Un uniforme adecuado para el invierno.En un día como aquél, aquellas ropas eran una tortura.Llevaba la blusa empapada y con el calor se le habían hinchado los pies, que le dolían a cada paso.No, pensó Devon doblando un jersey tras otro, no estaba de buen humor. Aunque, en realidad, llevaba así mucho tiempo.-Te lo digo en serio, Devon -le había dicho la última de las muchas compañeras de piso que había tenido durante los últimos tres meses- Yo que tú, volvería, me enfrentaría al tío que te mandó a paseo y le diría «te quiero» o le daría un puñetazo en 1a mandíbula. Tal vez así volvieras a ser una persona sociable.-Nadie me mandó a paseo -había replicado Devon. -Y además, no lo quiero, y ya le di un puñetazo en la mandíbula.Aunque debía darle otro, pensó Devon con furia. Su compañera de piso probablemente tenía razón. Tal vez por eso estaba tan enfadada.Llevaba enfadada desde que se marchó de Nueva York, lo que hizo una hora después de salir de aquel estúpido restaurante y de la vida de Ryan Kincaid, todavía más estúpida. Había hecho el equipaje y se había dirigido a la terminal de autobuses.-Quiero un billete de ida en el primer autobús que salga de Nueva York.Así había aterrizado en Chicago. ¿Qué importaba dónde? No tenía ningún lugar al que quisiera ir, sólo sitios de lo que quería huir, como San Francisco y Nueva York.Y Chicago era un buen lugar para ir. Era grande e impersonal, encontraría empleo y un lugar para dormir y muy pronto el desagradable recuerdo de Ryan Kincaid se borraría de su mente para siempre.Era patético que una vez hubiera llegado a pensar que estaba enamorada de él.Hizo una mueca y dobló otro jersey. ¿Enamorada de Ryan Kincaid?-Ridículo -murmuró.Había estado enamorada de la idea de estar enamorada. Pensar eso era más digerible que aceptar la verdad, y la verdad era que desde el primer día había querido acostarse con él.Bueno, se había acostado con él. ¿Y qué? El sexo había resultado ser... divertido. Sí, pensó, doblando otro jersey, esa era la palabra, divertido. Todo lo demás, la magia, el misterio, el gozo, había sido producto de su imaginación.Y en cuanto a Ryan, si volvía a verlo algún día, haría lo que le había sugerido su última compañera de piso, le daría un puñetazo. Tal vez así dejara de perder el tiempo pensando en él, viéndole en cada hombre alto y moreno, oyendo su voz en...-Buenas tardes, señorita.Le dio un vuelco el corazón. Otra vez igual, otra vez estaba oyendo la voz de Ryan. Lo maldijo en silencio una vez mas-Señorita. ¿Puede ayudarme, por favor?-No -dijo Devon sin darse la vuelta- No puedo ayudarle. Estoy ocupada, como puede ver.

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-Lo que veo es que es usted muy maleducada. Creo que voy a ir a quejarme al director.Devon respiró profundamente.-Hágalo -dijo y se dio la vuelta- Hágalo y verá... y verá...«Oh, Dios mío, es Ryan.» Alto, guapo, tal como le recordaba.-Cerdo – dijo y cayó de espaldas sobre el jersey.Ryan, riendo, la tomó entre sus brazos, sujetándole las muñecas con una mano. Con la otra le acarició el pelo, deshaciéndole el moño.-Cariño -dijo Ryan-. Me pegaste una vez y con esa vez basta.-Eres una rata, un mono, un...-¡Es esa forma de saludar a tu marido!Devon lo miró con furia-¡Tu no eres mi marido!Pues yo creo que sí. En el bolsillo tengo un trozo de papel que lo dice.-Ryan, maldita sea, deja que me vaya.Ryan sonrió.-NoDevon intentó zafarse de él.-Si sigues moviéndote así -le dijo con suavidad-, soy capaz de echarte sobre esos jerseys y dame una demostración gráfica de nuestro estatus matrimonial.Devon se sonrojó.-¿Qué haces aquí? ¿Cómo me has encontrado?-Bettina me dio tu dirección. -Sí. Te echa de menos, Devon. Casi me ha convencido de que debajo del maquillaje hay una mujer que está deseando portarse como una madre -dijo Ryan y apoyó la cara sobre los cabellos de Devon-. Dios -murmuró-, casi me había olvidado de lo bien que hueles.-Sigues sin explicarme to que estás haciendo aquí, Ryan.-¿Tú qué crees? He venido a llevarte a casa.-Ahora estoy en casa. Ahora vivo en Chicago.Ryan sonrió.-Tu casa está en Nueva York, conmigo.Devon se estremeció con un ligero terror. «No, por favor, pensó, no me hagas esto, no me dejes concebir esperanzas».-¿Qué pasa? - le dijo- ¿Han encontrado tus abogados algún problema con el contrato?-¿Qué cotrato?-No juegues conmigo, Ryan. Sabes muy bien qué contrato, y te lo advierto, no me importa lo que digan tus abogados, cumplí el contrato y...-En realidad no lo cumpliste.-Sí que to bite. Tenía que pasar seis mews contigo y los pasé.-Pasaste cinco meses tres semanas y un día -dijo Ryan sonriendo-. Me debes por los menos cuarenta y tres años más.Ryan le tomó la cara entre las manos y le besó.Al principio, Devon se opuso, moviendo la cabeza de un lado a otro, pero Ryan insistió. La calidez de sus labios y la dulzura de su lengua eran tan maravillosas como ella había soñado noche tras noche desde que to abandonó.Con un pequeño gemido se abandonó a los besos.Al cabo de largo rato, Ryan se separó, lo suficiente para mirarla a los ojos.-Es el tiempo que mis abuelos estuvieron casados susurró Ryan-. Cuarenta y tres años y un par, de meses, pero estoy decidido a batir ese récord.-Ryan -dijo Devon, y no pudo evitar echarse a llorar-. Ryan, no me hagas esto. No comprendo to que quieres.-A ti. Te quiero a ti. Te quiero con todo mi corazón.-Pero... pero dijiste...-Dije muchas cosas, y tú también.Devon se sonrojó.-Lo sé, pero estaba enfadada, y dolida, no quería...-Yo tampoco -dijo Ryan acariciándole el labio-. Aquel día en Central Park iba a decirte que te quería.-Pero... ¿por qué no me lo dijiste?Ryan suspiró y apoyó la frente contra la de Devon.-No lo sé. Quería buscar el mejor sitio para hacerlo y al mismo tiempo me daba miedo -dijo Ryan sonriendo -. Ya sabes que los solterones somos una raza especial, nos cuesta mucho ceder.Devon se rió.-Ya lo veo,-De todas formas, allí estaba yo, soñando con una mesa para dos, con velas, música y un anillo de diamantes del color de tus ojos. Y zas, nos tropezamos con Sharon.Devon sonrió temblorosamente y le echó los brazos al cuello.-La odiaba -susurró- Era tan guapa, iba tan bien arreglada.-Nunca significó nada para mí, Devon. Nadie significó nada para mí hasta que apareciste tú.

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-Oh, Ryan, to quiero tanto.Ryan la besó intensamente. Luego se separó de ella y sacó una cajita de] bolsillo.-Ábrela.Devon la abrió. Le temblaron las manos. Era una sortija con una amatista, con un brillo tan intenso como el de sus ojos, y diamantes alrededor.-Ryan, oh, Ryan...-Pensé en comprarte un diamante -dijo Ryan poníéndole la sortija-. Pero pensé que tus ojos eran más hermosos y misteriosos que cualquier diamante.-¡Señorita Franklin! ¿Qué ocurre aquí?Devon dio un respingo.-Es el señor Nelson -dijo en voz baja-, el director.Ryan se giró, pero mantuvo un brazo alrededor de los hombros de Devon. Miró al hombre alto y delgado con un reluciente traje negro que se acercaba a ellos.-¿Qué tal está, señor Nelson? -dijo Ryan tendiéndole la mano- Me llamo Kincaid.El director le estrechó la mano con cautela.-¿Hay algún problema, señor Kincaid?-No -dijo Ryan sonriendo-, no hay ningún problema.Nelson frunció el ceño y miró a Devon.-¿Señorita Franklin? ¿Puede darme una explicación?-Bueno -comenzó a decir Devon, pero Ryan la interrumpió.-La explicación es muy simple -dijo y la estrechó contra sí-. He venido a llevarme a mi mujer a casa.-¿Su mujer?-Eso es. Verá, señor Nelson, esta señorita no se llama Devon Franklin, se llama Devon Kincaid.A Devon la embargó la felicidad, sonrió y miró a su marido a los ojos.-En realidad, soy la señora de Ryan Kincaid.Y se echó en brazos de Ryan, el lugar al que siempre había pertenecido.

EPILOGONOVENTA y cinco velas en un pastel de cumpleaños! -exclamó James con irritación-. -¡Bastantes como para quemar la casa!Agnes Brimley Kincaid miró a su marido con desaprobación.-Apaga las velas, James, deprisa, por favor -dijo y su expresión se suavizó al ver al niño en brazos de Ryan-. El pequeño Jamie quiere un trozo, ¿verdad, muchachito?-El pequeño Jamie, que tenía once meses y era el bebé más hermoso del mundo, se agitó alegremente.-Lo mimas demasiado, Agnes -le dijo Ryan tratando de adoptar un tono severo.Agnes Kincaid se inclinó sobre su bisnieto abriendo mucho los ojos. Hizo una mueca agarrándose las orejas y sopló al pequeño en la cara. Jamie se echó a reír.-¿Te gusta lo que le hace la abuela a su precioso hombrecito? -dijo Agnes con deleite.Ryan cruzó una mirada con su abuelo y los dos sonrieron. Luego James se inclinó hacia delante, tomó aire y apagó las velas de su tarta de cumpleaños.-Ya está -dijo-, hecho. Probablemente me muera de un ataque cardíaco en los próximos treinta segundos.-Siempre quejándose -dijo su esposa, pero se dio la vuelta y dio a James un sonoro beso en la boca-. Feliz cumpleaños, viejo gruñón, y que tengas muchos más.-Tonterías -dijo James entre dientes y sonrió.Jamie, ignorado por más tiempo del que le parecía correcto, agarró del pelo a su padre y le dio un tirón. -¡Ay! -exclamó Ryan-. A ver si le tienes más respeto a tu padre, pequeño.-Jamie, eres un diablo.Devon Franklin Kincaid trató de no reírse. Llegó desde la cocina con un bol de helado casero.-¿Qué le estás haciendo a tu padre?-Me está dejando calvo antes de tiempo -dijo Ryan . A ver qué puedes hacer para quitar la mano de mi hijo sin arrancarme el pelo.Devon dejó el helado en la mesita y se acercó a su marido.-Nuestro hijo, no seas egoísta -dijo sonriendo-. Inclínate un poco y a ver qué puedo hacer.Ryan inclinó la cabeza y Devon se puso de puntillas para soltar la mano de su hijo. Era muy guapa, increíblemente guapa. Incluso al cabo de ocho años de matrimonio, le palpitaba el corazón cada vez que la veía.-Sigues insultándome, ¿eh, señora Kincaid?-le dijo.-Sólo cuando te lo mereces. Bueno, ya está.-Me duele -dijo Ryan mintiendo-. Tendrás que darme un beso para que me sienta mejor.Devon sonrió y lo miró a los ojos. ¿Cómo podía sentir lo que sentía después de ocho años de matrimonio y dos hijos? Pero así era. Algunas veces, cuando veía a su marido entrar por la puerta, parecía como si el corazón fuera a salírsele del pecho.-Bueno, como quieras -susurró.-Aquí -dijo Ryan, dándose unos golpecitos en la boca.

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Devon le rozó con los labios.-Eso no es un beso -dijo Ryan.-¿No os parecen asquerosos? -dijo alguien.Todos se rieron. Una niña con el pelo negro de Ryan y los ojos de Devon, entró corriendo en la habitación.Papá, me prometiste que iríamos a buscar ranas.-Ryan le dio el niño a Devon y se agachó junto a su hija de cinco años. La niña tenía el pelo revuelto y la barbilla sucia, y al mirarla pensó que cuando se hiciera mayor sería tan guapa como su madre.-Y vamos a ir, nena. Pero ahora, quiero que vayas a lavarte la cara y las manos.Susannah Kincaid, que había recibido el nombre de su abuela paterna, miró a su padre con enfado.-¿Por qué?-Porque tienes que hacerlo, sobre todo si quieres un trozo de la tarta de cumpleaños de tu abuelo.Su hija vaciló. Pensaba si merecía la pena rebelarse o aceptar que sus padres no tolerarían más tonterías. A Ryan le resultaba difícil no reírse. Su hija era una miniatura de su mujer: independiente, rebelde y adorable.-Vale -dijo Susannah suspirando-. ¿Puedo comer la tarta con el helado?-Por supuesto, preciosa -dijo Agnes antes de que Ryan interviniera, y le tendió la mano-. Ven con la abuela, cariño. Te ayudaré a lavarte y luego decides si quieres helado de vainilla o de fresa.Ryan se levantó y suspiró observando cómo Agnes se llevaba a su hija.-Abuelo -dijo-, ha encontrado su media naranja.James sonrió.-Por eso me casé con ella, muchacho. ¿Cómo iba a dejar escapar a una mujer así?Ryan sonrió y se sentó a su lado.-Bettina vendrá a visitarnos el mes que viene -le dijo.-Me alegro. Llevábamos tiempo sin verla.-Sí, desde que nació Jamie.-¿Y Devon? ¿Le apetece verla?-Fue idea suya. No creo que lleguen a quererse de verdad. Quiero decir, su relación no va a convertirse en una relación madre hija normal, pero han hecho las paces.James le dio a Ryan unas palmaditas en la mano. -Me alegro de oírlo, hijo. Cuanto más viejo se hace uno, más estúpido parece mantener las viejas rencillas.-Hola a todos.Se trataba de Frank Ross, que sonreía nerviosamente desde el umbral de la puerta.-Frank -dijo Ryan alegremente. Se levantó y fue a estrecharle la mano-. Me alegro de que hayas venido. ¿Qué tal en...'?Ryan guardó silencio al ver a una mujer bajita, pelirroja y muy guapa detrás de su amigo.-Hola -dijo la chica-. Espero no molestar. Le dije a Frank que no hay nada peor que llevar a alguien a una fiesta a la que no está invitado, pero insistió.Se hizo el silencio. Entonces Devon le dio su hijo al abuelo y se acercó.-Claro que no molestas -dijo tendiéndole la mano-. Soy Devon Kincaid. Mi marido, Ryan; su abuelo, James; y ese pequeño revoltoso es nuestro hijo, Jamie.La pelirroja sonrió a todos y estrechó la mano de Ryan.-He oído hablar mucho de ti... Es como si te conociera, como si os conociera a todos. Me llamo Sarah. Y soy... soy...-Es mi mujer -dijo Frank sonrojándose.Ryan miro a su viejo amigo y empezó a sonreir.-¡Viejo sin vergüenza! Así que has estado guardando secretos.Frank se sonrojó todavía más.-Sí, bueno, no quería decir nada hasta no estar seguro de que ella me aceptara.Sarah hizo una mueca.-Como si le hubiera dado la oportunidad de escaparse -dijo y le dirigió a su marido una sonrisa llena de amor La sonrisa que Frank le devolvió habría derretido los casquetes polares.-Y entonces -dijo Frank-, pensamos en anunciar nuestro compromiso y casarnos dentro de un par de semanas, pero me acordé de vuestra boda -dijo y miró a Ryan-, y de to nervioso que estabas y... Oh, lo siento,-Devon, lo siento, no quería decir que...Devon se rió y se agarró del brazo de Sarah.-No te preocupes -dijo- No estábamos nerviosos, estábamos muertos de miedo. Venga, vamos a buscar al resto de la tropa y, cuando volvamos, tu marido y el mío se habrán recuperado de la conmoción.Ryan esperó a que las mujeres desaparecieran. Entonces le dio a Frank una palmada en la espalda.-Así que lo hiciste, muchacho -le dijo.-Es una chica maravillosa, Ryan. Espera a que la conozcas.-Seguro que lo es. Y estoy seguro de que vas a ser muy feliz.

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Frank sonrió.-Sí -dijo y miró a James-. Hola, señor Kincaid. Feliz cumpleaños.James sonrió.-Hola, Frank, enhorabuena. Me alegro de que hayas encontrado una esposa por fin.-No es sólo una esposa, señor -dijo Frank-, es la esposa perfecta para mí.Ryan se rió, pero su sonrisa se desvaneció al mirar al otro lado de la habitación.La puerta de la cocina se abrió permitiendo que se reunieran las personas que más amaba en el mundo. Su abuelo, la mujer de su abuelo, su mejor amigo y su esposa, que encontraría su lugar en aquella gran familia.Y miró a las tres alegrías de su vida. Su hermoso y sano hijo, su hija, guapa y saludable...Y Devon.Cruzó con ella una mirada y se le hizo un nudo en la garganta. «Mi esposa», pensó, «mi exquisita y maravillosa esposa».El alborozo general fue descendiendo cuando él se aproximó a ella. Devon sonrió cuando él la agarró par la cintura y la llevó a la cocina. Ryan cerró la puerta y Devon se echó a reír cuando él la estrechó entre sus brazos.-¿Qué? -susurró.Ryan la besó. Su alma y su corazón estaban en aquel beso, y ella lo rodeó con sus brazos y lo besó con la misma intensidad y dulzura.-Te quiero -dijo él y Ryan sonrió y volvió a besarla y se preguntó cuánto tiempo le llevaría a Frank averiguar lo que él y James y cualquier hombre que había amado a una mujer siempre habían sabido en lo más profundo de su corazón.No existía la esposa perfecta.Tan sólo había una mujer en todo el mundo que Dios había creado sólo para él. FIN