lectoescritura

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utilizar esta habilidad para comprender los es- critos habituales que circulan por su entorno y, por lo tanto, no pueden beneficiarse de la lec- tura y de la escritura, ni para promover su desa- rrollo personal ni para poder participar en la comunidad. Hoy sabemos que se trata de un aprendi- zaje complejo en el que intervienen procesos diferentes, según si se trata de leer o de escribir. Para leer, hay que combinar estratégicamente procesos de bajo nivel, como descodificar o re- conocer palabras, con otros de alto nivel, como emitir hipótesis, anticipar, distinguir la informa- ción relevante de la secundaria o interpretar. Para escribir, en cambio, los procesos que hay que poner en marcha son los de planificar el texto a partir del tema que se escribe, del objeti- vo que se quiere conseguir y del destinatario, textualizar para dar forma escrita al mensaje y re- visar el texto que se va produciendo de forma recurrente. Además de desarrollar estas activi- dades mentales y aprenderlas, hay que apren- der, también, las funciones y los usos que la sociedad realiza de cada tipo de texto escrito. Para aprender una cuestión tan compleja como la que acabamos de describir, se necesita, entre muchas otras cosas, tiempo. Sí, sobre todo tiempo, pero todos sabemos que dedicar tiempo para conseguir lo que uno se propone no enca- ja con los valores de rapidez e inmediatez que Reflexión Una de las funciones que todas las sociedades y todas las culturas atribuyen a la escuela es la de enseñar a leer y escribir. De hecho, la escue- la nació por este motivo, lo que puede explicar en parte por qué todos le dan tanta importan- cia. A menudo, una de las preocupaciones de las familias (y de los maestros) es saber a qué edad han de aprender a leer y escribir los niños y si el centro que han elegido para sus hijos e hijas plantea este aprendizaje correctamente y cuando toca, si no es que ya han escogido la escuela en función de esta característica. ¿A qué edad se aprende a leer y escribir? Para poder dar respuesta a esta inquietud, debemos tener en cuenta, en primer lugar, que saber leer y escribir no es sinónimo de dominar el código. Para leer y escribir, conocer el código es una condición necesaria pero totalmente in- suficiente, porque convierte a los aprendices en analfabetos funcionales. Entendemos por anal- fabetas funcionales aquellas personas que, a pesar de poder descifrar un texto, no pueden A menudo, una de las preocupaciones de las familias (y de los maestros) es saber a qué edad han de aprender a leer y escribir los niños. En este artículo se reflexiona sobre ello. LECTURA Y ESCRITURA [3–6] Despacito y buena letra Montserrat Fons de 38 | Aula de Infantil Núm. 45. Septiembre-Octubre 2008

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LEER Y ESCRIBIR EN EDUCACIÓN INFANTIL

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utilizar esta habilidad para comprender los es-critos habituales que circulan por su entorno y,por lo tanto, no pueden beneficiarse de la lec-tura y de la escritura, ni para promover su desa - rrollo personal ni para poder participar en lacomunidad.

Hoy sabemos que se trata de un aprendi-zaje complejo en el que intervienen procesosdiferentes, según si se trata de leer o de escribir.Para leer, hay que combinar estratégicamenteprocesos de bajo nivel, como descodificar o re-conocer palabras, con otros de alto nivel, comoemitir hipótesis, anticipar, distinguir la informa-ción relevante de la secundaria o interpretar.Para escribir, en cambio, los procesos que hayque poner en marcha son los de planificar eltexto a partir del tema que se escribe, del objeti-vo que se quiere conseguir y del destinatario,textualizar para dar forma escrita al mensaje y re-visar el texto que se va produciendo de formarecurrente. Además de desarrollar estas activi-dades mentales y aprenderlas, hay que apren-der, también, las funciones y los usos que lasociedad realiza de cada tipo de texto escrito.

Para aprender una cuestión tan complejacomo la que acabamos de describir, se necesita,entre muchas otras cosas, tiempo. Sí, sobre todotiempo, pero todos sabemos que dedicar tiempopara conseguir lo que uno se propone no enca-ja con los valores de rapidez e inmediatez que

Reflexión

Una de las funciones que todas las sociedadesy todas las culturas atribuyen a la escuela es lade enseñar a leer y escribir. De hecho, la escue-la nació por este motivo, lo que puede explicaren parte por qué todos le dan tanta importan-cia. A menudo, una de las preocupaciones delas familias (y de los maestros) es saber a quéedad han de aprender a leer y escribir los niñosy si el centro que han elegido para sus hijos ehijas plantea este aprendizaje correctamente ycuando toca, si no es que ya han escogido laescuela en función de esta característica.

¿A qué edad se aprende a leer y escribir?

Para poder dar respuesta a esta inquietud,debemos tener en cuenta, en primer lugar, quesaber leer y escribir no es sinónimo de dominarel código. Para leer y escribir, conocer el códigoes una condición necesaria pero totalmente in-suficiente, porque convierte a los aprendices enanalfabetos funcionales. Entendemos por anal-fabetas funcionales aquellas personas que, apesar de poder descifrar un texto, no pueden

A menudo, una de las preocupaciones de las familias (yde los maestros) es saber a qué edad han de aprender aleer y escribir los niños. En este artículo se reflexionasobre ello.

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Despacito y buena letraMontserrat Fons

de

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prevalecen en nuestra sociedadtecnificada. Por eso quizá resultadifícil entender y hacer entenderque para el proceso de conoci-miento del funcionamiento del

código escrito, ampliamente estudiado y con-trastado, ya tenemos que admitir un margenamplio de 3 años, normalmente entre los 4 y los7 años. Es decir, empezamos a reconocer indi-cios de escritura en las producciones de losniños hacia los 3 y 4 años; durante aproxima-damente tres años estos niños, en contacto conel mundo escrito y con los adultos que lo utili-zan, van realizando distintas aproximaciones alfuncionamiento del código, hasta que en tornoa los 7 años lo entienden. Cada niño y niña rea-lizará su proceso en más o menos tiempo den-tro de esta franja de edad, y entender cómofunciona el código a los 5 o a los 7 años no con-diciona en absoluto si después serán buenos es-critores y escritoras y buenos lectores y lectoras.

Nos gusta compararlo, a pesar de lasdistancias, con aprender a andar, un aprendiza-je también complejo para cuya consecución,también, se requiere una franja amplia de tiem-po y en el que todo el mundo reconoce que tanbuen corredor puede ser quien haya empezadoa andar a los diez meses como el que lo hayahecho a los catorce meses. Queda claro, portanto, que la edad de aprender a leer y a escri-bir abarca una franja amplia, que va de los tresa los siete años, que hay que dar el tiempo ne-cesario para alcanzar este conocimiento y queleer con autonomía más tarde o más tempranodentro de esta franja no condiciona los resulta-dos posteriores. En cambio, lo que condicionalos aprendizajes posteriores es cómo se lleva acabo este aprendizaje.

Con demasiada frecuencia vemos cómoniños de 3 años, a veces incluso menores, son

empujados a escribir bien, correctamente, sunombre, o a identificar el nombre de los com-pañeros de la clase, o a identificar una determi-nada letra: la i, la m, etc. Nos parece que existemucha confusión entre reconocer lo que hace elniño que crece en un entorno alfabetizado enel que tiene posibilidad de interacción, y ense-ñar las letras, aunque sean las de su nombre.Lo primero, reconocer, es siempre motivo deformación de un autoconcepto ajustado de símismo que genera confianza para aprender yuna buena autoestima. Lo segundo, enseñar lasletras antes de que el niño o la niña pueda en-tender la unidad mínima de análisis –el sonidoaislado y su representación gráfica, la letra–,es siempre motivo de desajustes, de angustias einquietudes quizá no manifiestos pero muy amenudo mal resueltos y, en consecuencia, de laformación de un autoconcepto negativo y unabaja autoestima. Parece poca cosa, pero es muyimportante. No nos cansaremos de decir que nohay que precipitar aprendizajes –cada cosa asu tiempo y cada niño y niña a su ritmo– y quetener que afrontar propuestas fuera de sus po-sibilidades, aunque no nos lo parezca porqueellos intentan resolverlo como sea, afecta pro-fundamente a las ganas de afrontar el procesode aprender a leer con autonomía, afecta a laimagen que se van construyendo de lo que sig-nifica leer y escribir, afecta a la formación de suautoestima, afecta a que después sean personasque saben leer y escribir y nada más o que seanpersonas que además de saber leer son buenaslectoras y escritoras.

¿Cómo se enseña a leer en educación infantil?

Ésta es la cuestión esencial, el cómo.Cuando nos planteamos el cómo de cualquier

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Reflexión

La edad de aprender aleer y a escribir abarca unafranja amplia, que va delos tres a los siete años

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aprendizaje, vamos siempre más allá de lacuestión puramente técnica, porque en todarelación educativa, además de tener en cuen-ta el objeto de aprendizaje, tenemos en cuentaa cada persona que aprende. Buena parte delos problemas que nos surgen al enseñar estánprovocados porque confiamos más en la téc-nica que en las personas. Buscamos la técnicaque nos solucione todos los problemas y, porsupuesto, la técnica se valora en términos derapidez y exactitud, valores opuestos al proce-so largo y complejo que comporta el aprendiza-je de la lectura y de la escritura que acabamosde describir. Para enseñar a leer y a escribir,podemos aplicar diferentes técnicas, pero nose trata solamente de eso, porque el reto delos inicios de la alfabetización no es enseñar aleer y a escribir, sino formar personas lectorasy escritoras.

Una de las cuestiones que hay que teneren cuenta en el cómo se puede enseñar a leer ya escribir es que este aprendizaje se desarrollade forma natural en la medida en que el niño oniña convive en un entorno donde circulan tex-

tos escritos de tipos diferentes (desde marcasde productos diversos hasta carteles, cuentos,diarios, ordenador, etc.) y ven cómo los usan laspersonas adultas. Este entorno, que llamamosalfabetizador, es el que permite que los niños ylas niñas muestren curiosidad y empiecen a in-dagar y a preguntar cómo se usan, para qué sir-ven y cómo funcionan los textos que tienen asu alcance. Pondremos un ejemplo para dejarbien claro lo que queremos decir. Cada maña-na, muchas escuelas realizan la actividad depasar lista y un encargado coloca los cartelitoscon los nombres de los niños y niñas en un pla-fón, según si han ido a la escuela o si se hanquedado en casa. Con el cartelito del nombrede los niños y niñas «se aprovecha» para reali-zar todo tipo de actividades de reconocimientode la grafía que toca según la programación delaula. Así, se les hace buscar todos los nombresque contienen la i, la u, etc. Este ejemplo nospuede servir para ver cómo una actividad plan-teada como uso de la escritura para ver si es-tamos todos, quién falta y qué le ocurre, e irayudando a tomar conciencia de grupo, setransforma en una actividad de entrenamientode una habilidad aislada como es el conoci-miento de las grafías, lo que desvirtúa en granparte el objetivo de pasar lista, que es hablar dequién somos y de las letras. Además, cuando lamaestra plantea enseñar la i de Ismael y deInma, por ejemplo, está abortando la posibili-dad de que los niños la descubran. De algunamanera, la maestra confía más en su técnica deenseñar la i que en la potencialidad de losniños y, sin darse cuenta de ello, va convirtien-do a su alumnado en un alumnado pasivo quesiempre espera a que la maestra les diga enqué tienen que fijarse.

Sin embargo, no todos los maestros y lasmaestras tenemos la capacidad de esperar, por-

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AULA

DEIN

FANT

IL

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niña realiza el trabajo de comprender lo queoye, además de irse habituando a la sintaxis deltexto escrito, muy distinta del oral al que estáacostumbrado.

Finalmente, lo que debe tener muy pre-sente la familia y también el profesorado es nocomparar al hijo o la hija que está aprendiendoa leer con el hermano mayor o con la vecina,porque cada cual sigue un proceso muy singu-lar. Podemos comparar lo que sabe hacer ahoracon lo que hacía el año pasado o el mes pasa-do él mismo, no en referencia a los demás, por-que cada niño nos interesa dentro de suevolución. Conviene valorar cada momento delproceso que sigue la niña o el niño. Y lo llama-mos claramente proceso, un proceso, como yahemos dicho, largo, en el que podemos apre-ciar tanto las ganas de hacerlo, como el es-fuerzo, como las preguntas, etc. Y si todavía nole sale como a los mayores, le ayudamos acrearse la conciencia de que está aprendiendopoco a poco y no que no sabe nada.

Las familias y los docentes tenemos laoportunidad de disfrutar de cada proceso, por-que cada niño es diferente y único ¡y porque aleer solamente se aprende una vez! Si las per-sonas adultas mostramos confianza y satisfac-ción por cada pequeño paso, el niño o la niñatambién lo vivirá así y entre todos lograremosque, despacio, aprenda a leer y a escribir, conbuena letra.

HEMOS HABLADO DE:� Lectura y escritura.� Lengua y sociedad.

Montserrat FonsUniversidad de [email protected]

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que, como el resto de la socie-dad, estamos invadidos por elvalor de la rapidez y nos precipi-tamos llenando el tiempo conactividades enfocadas a ense-ñanzas parcializadas, que danresultados inmediatos, pero que,evidentemente, acaban des-

orientando tanto a niños y niñas, como a lasfamilias, como a la propia escuela. Necesitamosrealizar un buen ejercicio de voluntad para se-guir ofreciendo situaciones funcionales de es-critura y estar atentos a las preguntas y losdescubrimientos de cada uno para compartir-los, porque, si bien los aprendizajes no se pro-ducirán nunca durante la semana en que loquisiéramos, ni todos en el mismo día, seguro queel conjunto del alumnado adquirirá el conoci-miento dentro la franja de edad prevista, cuan-do esté preparado, tanto a nivel cognitivo comoafectivo.

Y en casa, ¿cómo les ayudamosen este proceso?

Existen dos aspectos esenciales en la co-laboración de las familias: uno se refiere aacercarlas al mundo de la escritura de formapositiva, el otro tiene que ver con la aprecia-ción del proceso de aprendizaje de cada hijoo hija.

La actividad que más ayuda a aprender aleer y a escribir es leer un rato para el hijo o lahija cualquier libro de conocimientos, de cuen-tos, de poemas, de adivinanzas, etc. Leer unpoco a su lado. El niño o la niña va captandoque leer es algo tan interesante que la madre oel padre «pierden» su tiempo, ya que mientrasse lee no se puede hacer nada más, para leerlea él. Mientras la persona adulta lee, el niño o

La actividad que másayuda a aprender a leer y aescribir es leer un ratopara el hijo o la hija cual-quier libro de conocimien-tos, de cuentos, de poe-mas, de adivinanzas, etc.