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Noviembre 2017 No. 10 La ética del cuidado de las mujeres para el cuidado de todos

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Noviembre 2017 No. 10

La ética del cuidadode las mujeres

para el cuidado de todos

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VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO.

Give your child a head start in English

A complete programme in learning English•designed for children

• internationally recognised certificates

•engaging materials to motivate learning

• interactive and online resources•achieving international standards

www.cambridgeenglishschools.org

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ALIANZA ESTRATÉGICA GIMNASIO LOS ANDES - CAMBRIDGE

VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO.

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825

2JUNTA DIRECTIVA GIMNASIO LOS ANDES

María Claudia ArévaloEdith Martínez

Olga Lucía MartínezJuan Pablo Acevedo

Roberto Pineda

RECTORApolinar Mendoza Muñoz

DIRECTOR REVISTAJorge Luis Rodríguez Laguna

COMITÉ EDITORIALApolinar Mendoza Muñoz

Jorge Luis Rodríguez LagunaSamuel Forero Piñeros

ASESORÍA CIENTÍFICAÁlvaro Moreno Durán

Universidad Santo Tomás

Yolanda Sierra LeónUniversidad Externado de Colombia

COLABORADORES DE ESTE NÚMEROCarol Gilligan

María Eugenia Ibarra MeloMaría Eugenia Trujillo

Vera Carvajal, Guiomar Alarcón CastroJavier Ernesto Cardozo Ramírez

Alexander Cano Henao

TRADUCTORRodrigo Patiño Jiménez

CORRECCIÓN DE ESTILOEinar Rubio Vega

REVISORES EDITORIALESJuan Carlos GodoyAlexander Cano

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓNYeimi Ayala Torres

PRODUCCIÓN Dirección de Comunicaciones

Gimnasio los Andes

FOTOGRAFÍABanco de imagenes123.rf/ Freepik

Gimnasio los Andes

PORTADADirección de Comunicaciones

DISTRIBUCIÓNGimnasio los Andes

IMPRESIÓN - Nomos Impresores

REVISTA PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNNo. 10 NOVIEMBRE 2017 BOGOTÁ-COLOMBIA

EDITORIAL

LA HERMOSA COSTUMBRE DE CRIAR

EL DAÑO MORALY LA ÉTICA DEL CUIDADO

ENTREVISTAMARÍA EUGENIA TRUJILLO

ÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR

LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA:UNA ÉTICA FEMINISTADEL CUIDADO

VIOLENCIADE GENERO:

SINTOMADE UN MUNDO

ENFERMO

LA VIOLENCIACONTRA LAS MUJERESEN EL TIEMPO

LA REBELIÓN DE LAS RISAS

5

66

ALIANZA ESTRATÉGICA GIMNASIO LOS ANDES - CAMBRIDGE

VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO.

EDITORIALJorge Luis Rodríguez LagunaDIRECTOR REVISTA

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VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO. PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

La violencia contra la mujer es una forma de discriminación y una violación de los derechos huma-nos. Causa enormes sufrimientos, cercena vidas y deja a incontables mujeres viviendo con dolor y te-mor en todos los países del mun-do. Causa perjuicio a las familias durante generaciones, empobrece a las comunidades y refuerza otras formas de violencia en las sociedades. La violencia contra la mujer les impide alcanzar su plena realización personal, restringe el crecimiento económico y obs-taculiza el desarrollo (Naciones Unidas, 2006).

C on esta cita presentamos la idea de que es necesario educar en una nueva cultura que permita

a niñas y niños, varones y mujeres hacer suyos otros valores y otras formas de representarse el mundo y manejarse en él. En este proceso de transformación existen muchas agencias implicadas, y la educación es una de ellas.

Si partimos de que una de las características de la educación es su es-píritu democrático, pues ella trae consigo el compromiso de alcanzar la igualdad de género a través no sólo de acciones diri-gidas a desarrollar una experiencia edu-cativa libre de prejuicios fomentando la plena participación de las niñas y mujeres, sino también a través de la incorporación de valores como el de la conservación y el cuidado de la vida y de las relaciones personales (Vásquez, 2009).

un entorno en el que las mujeres puedan vivir libres de la violencia por motivos de género. El progreso en la elaboración de normas jurídicas, estándares y políticas internacionales, no ha estado acompa-ñado por un progreso comparable en su aplicación en Colombia, que, a propósito, sigue siendo insuficiente y desigual en todas las partes del mundo. Al leer el documento de la investigadora María E. Ibarra de la U. del Valle, publicado en este número, se entiende en parte porque, si bien en los últimos años han aumentado significativamente los datos sobre la naturaleza, la prevalencia y la incidencia de todas las formas de violencia contra la mujer, todavía la información no es completa.

Lo que se evidencia cuando no hay recursos suficientes dedicados a en-frentar a la violencia contra la mujer y un entorno político y social en el que no se tolere la violencia contra ella, es que no hay voluntad política por parte de los es-tados. Así mismo, es necesario que como hombres nos comprometamos eficazmen-te en la labor de prevenir y eliminar esa violencia, y hacer frente a los estereotipos y las actitudes que perpetúan la violencia masculina contra la mujer.

Las dos historias de la escritora Vera Carvajal, que encontrarán al inicio y final de la revista, nos muestra que la violencia contra la mujer no se limita a una cultura, región o país en particular, ni a grupos específicos de mujeres dentro de una sociedad. Las diferentes manifestaciones de esa violencia y las experiencias personales de las mujeres dependen, no obstante, de factores como

el origen étnico, la clase social, la edad, la orientación sexual, la discapacidad, la nacionalidad y la religión. Existen muchas formas diferentes de violencia contra la mujer: física, sexual, psicológica y econó-mica. Algunas cobran más importancia, mientras que otras las van perdiendo, a medida que las sociedades experimentan cambios demográficos, reestructuración económica y transformaciones sociales y culturales. Por ejemplo, las nuevas tec-nologías pueden generar nuevas formas de violencia, como el acoso por internet o por teléfonos móviles.

La mujer que es objeto de violencia padece muy distintos problemas de salud y disminuye su capacidad para obtener ingresos y participar en la vida pública. Sus hijos corren muchos más riesgos de tener pro-blemas de salud, bajo rendimiento escolar y trastornos de la conduc-ta. (Naciones Unidas, 2006).

Es necesario comprometer proacti-vamente a los hombres y los niños en la elaboración y la aplicación de estrategias para la prevención de la violencia mas-culina contra la mujer. Las actividades de promoción, en especial las campañas encaminadas a exponer la violencia contra la mujer y transmitir el mensaje de que es inaceptable, siguen siendo un medio para estimular los cambios y constituyen una buena práctica. Elevan el nivel de concien-cia de las mujeres acerca de sus derechos y de los recursos y servicios disponibles.

La educación debe y puede ser utilizada como espacio coyuntural para

No se puede ocultar la forma gene-ralizada y el alcance de la violencia contra la mujer que ponen de manifiesto el grado y la persistencia de la discriminación con que siguen tropezando las mujeres. Por consiguiente, sólo se puede eliminar aca-bando con la discriminación, promoviendo la igualdad y el empoderamiento de la mujer y velando por el pleno ejercicio de los derechos humanos de la misma.

Esa violencia constante contra la mujer demuestra que los Estados aún no encaran el problema con compromiso po-lítico, con responsabilidad moral y social y con los recursos necesarios. La violencia contra la mujer debe y puede reducirse radicalmente y llegar a eliminarse, si se actúa de esa manera. Pues esa violencia no se puede aceptar. En nuestro país se presenta en reiteradas ocasiones, ya sea cometida por el Estado y sus agentes, por parientes o por extraños, en el ámbito público o privado, o, cómo sucedió en las últimas décadas, en tiempos de conflicto o en tiempo de paz.

Por eso la intención de la revis-ta en esta ocasión. Llamar la atención acerca de que la violencia contra la mujer sigue siendo uno de los más vergonzosos desafíos que tenemos actualmente.

No obstante, en los últimos años se han venido creando leyes, construyen-do instrumentos, bases de datos; hay un cúmulo de conocimientos y experiencias que habrá que usar de manera sistemá-tica, responsable y eficaz para poner fin a todos los actos de violencia contra la mujer.

Al mismo tiempo, sigue siendo necesario hacer mucho más para crear

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VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO.

elevar el nivel de conciencia acerca de la violencia contra la mujer y erradicar los estereotipos de género. Una práctica que puede llegar a ser útil es que desde los mismos planes de estudio se erradiquen los estereotipos de género; los programas de sensibilización de los maestros respecto de las cuestiones de género; la creación de un entorno escolar que rechace la violencia.

El Gimnasio los Andes ha implementado un programa deno-minado Ética del cuidado. Una de sus precursoras, Carol Gilligan, generosamente, a través de la fundación Victor Grifols en Barcelona, nos cedió dos artículos en donde se describe el origen de la misma. Igualmente, el departamento de psicología de la institución, presen-ta en esta edición, la forma en que la ética del cuidado se despliega en la institución.

Por eso, consideramos como finalidad valiosa para el sis-tema educativo la creación de prácticas escolares libres de sesgos de género y defensoras de una nueva cultura de la relación entre los sexos, la naturaleza y el mundo en general. El aporte de las éticas del cuidado es que como paradigma ético buscan recuperar las voces invisibilizadas de las mujeres y darles un status político y humano

En definitiva, como dice Vásquez (2009):

Las experiencias y valores, considerados femeninos, se sitúan en el centro de unas teorías éticas que se defi-nen por ser de carácter no androcéntrico. Las éticas del cuidado consideran que el impulso moral no obedece a principios prescriptivos, sino al sentimiento ético.Las éticas del cuidado se distinguen por interpretar e in-tervenir en el mundo con un corazón diferente; que viene a definir un nuevo paradigma de carácter más intuitivo, complejo, circular y contextualizado, y menos jerárquico, homogeneizador y lineal.

REFERENCIAS

Vázquez V. Victoria. (2009). La educación y la ética del cuidado en el pensamiento de Nel Noddings. (Tesis doctoral). Universidad de Valencia. Facultad de filosofía y ciencias de la educación. Facultad de filosofía y ciencias de la educación. Departamento de Teoría de la Educación. Valencia, España.

Unesco. (2006). Poner fin a la violencia en la escuela: Guía para los docentes.

EDITORIAL

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VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO.

La hermosa costumbre DE CRIAR

EDITORIAL

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CUENTO LA HERMOSA COSTUMBRE DE CRIAR

* * * * * * * * *

Vera CarvajalEscritora, periodista digital desde 2002. Autora de los libros Días de Cosecha, Días de Guerra y Érase una mujer.

Tallerista en temas de género. Editora de contenidos de Astrolabio, Imagen Web Ltda, (2002-2014)

La hermosa costumbre DE CRIAR

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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNCUENTO LA HERMOSA COSTUMBRE DE CRIAR

ÉRASE UNA MUJER PARA LA QUE TODO EN EL

UNIVERSO ERA PARIENTE CERCANO.

P ara ella, Inti, el Sol, era su Tai-ta, su padre. Y Pachamama, la Tierra, era su madre. Las es-

trellas eran hermanitas, era evidente que tenían el mismo coqueto titilar en sus ojos.

Todos los seres estaban hechos de la misma esencia amorosa, todos distintos y complementarios, todos ne-cesarios: el agua y el fuego; la luz y la sombra… Todos eran criados por unos y criaban a su vez a otros, así como en familia se cría, se cuida.

Las mujeres gustaban de criar se-millas, en especial gustaban de la Madre Maíz, a la que criaron tan amorosamente, que se vistió de todos los colores; no era simple cereal, era madre que alimentaba cuerpo y sueños.

En sus tejidos, las mujeres escri-bían historias. Historias de sus hijos, de las siembras y las cosechas, historias de las memorias floridas, como las retamas. Solían tejer como arte fino:

-La vida se hace puntada a pun-tada –decían.

Mientras tejían le hablaban bonito a Madre Coca, le pedían consejo para la salud, para el amor, le preguntaban sobre el futuro.

Pero el futuro llegó con los que venían de ultramar: hombres de corazón opaco, centauros enfurecidos, hambrien-tos de oro y enceguecidos. Invadieron, saquearon, mataron, envilecieron.

Todo cambió.

Fue el tiempo en el que las lágrimas nublaron el titilar de los ojos de las mujeres y de las estrellas. Pachamama recibió en su seno a sus hijos en trozos esparcidos. Era tanta la crueldad que hasta el viento enmudeció.

Pero había una mujer y otra mujer y otra mujer que sabían que todo el universo era pariente cercano.

-¿Quién amarra al río? ¿Quién silencia al trueno? ¿Quién le impide al sol que alum-bre cada mañana?

Los calendarios de los humanos son pequeños al lado de los tiempos del universo, y las mujeres siguieron haciendo lo que sabían hacer: la hermosa costumbre de criar.

Algunas fueron a la batalla junto con sus hombres para seguirlos criando; otras, cuando en sus huacas se edificaron catedrales, siguieron criando a sus huacas: nunca sin flores, nunca sin quintus, nunca sin las dulces notas de las chayñas. Vírgenes Pachama-mas; santitos Mallquis; arcángeles Apus.

-Jesús, María y José y toda su cohorte son nuestros ahora también –decían.Memoria, puntada tras puntada; maicito en mesa, gratitud y coquita en boca. Lo

que los invasores creyeron muerto, estaba vivo.

La conquista de España y Portugal en el Abya Yala,en el continente americano, costó cincuenta y seismillones de vidas. Las mujeres andinas resistieronjunto a sus hombres a la peor barbarie; la que naceen los ojos de la codicia. Entendieron que las verda-deras guerreras no son las que vencen en la guerra,sino las que logran preservar la vida. Gracias alsincretismo hecho con la Iglesia Católica, su cosmo-visión sobrevive hasta nuestros días.

“En sus tejidos, las mujeres escribían historias. Historias

de sus hijos, de las siembras y las cosechas, historias de

las memorias floridas, como las retamas”

EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

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CUENTO LA HERMOSA COSTUMBRE DE CRIAR

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

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Carol GilliganMaterial proporcionado por:

Cuadernos de la Fundación Víctor Grífols i Lucas. Barcelona. (1936, Nueva York)

Es una feminista, filósofa y psicóloga estadounidense. Gilligan es ampliamente conocida por su libro In a different voice: psychological theory and women’s development (Harvard University press, Cambridge, Ma. 1982) en el cual difiere de la interpretación que diera Lawrence Kohlberg de los resultados en psicología experimental acerca del supuesto desarrollo moral diferenciado entre niñas y niños.

Gillingan, C. La ética del cuidado. Barcelona: Fundación Víctor Grífols i Lucas; 2013.

RESUMENCon la invención de la ética del cuidado, Carol

Gilligan ha conseguido dar un giro al marco

conceptual del patriarcado y diseñar un nuevo

paradigma que ensancha el horizonte de la éti-

ca y de la democracia. Un paradigma destinado

a eliminar el modelo jerárquico y binario del

género, que durante siglos ha venido definiendo

el sentido y las funciones de la masculinidad y

la feminidad.

A través del estudio y el análisis directo del sen-

tir y el razonar de las niñas, Gilligan descubrió

el valor del cuidado, un valor -afirmó en el libro

mencionado- que debiera ser tan importante

como la justicia, pero no lo era porque se de-

sarrollaba sólo en la vida privada y doméstica

protagonizada por las mujeres.

ABSTRACTWith the invention of the ethics of caring,

Carol Gilligan has managed to change the

conceptual framework of patriarchy and design

a new paradigm that broadens the horizon of

ethics and democracy. A paradigm designed to

eliminate the hierarchical and binary model of

gender, which for centuries has been defining

the meaning and functions of masculinity and

femininity.

Through the study and direct analysis of girls’

feelings and reasoning, Gilligan discovered

the value of care, a value - he affirmed in the

book mentioned - that should be as impor tant

as justice, but it was not because it developed

only in private and domestic life starring

women.

PALABRAS CLAVEética del cuidado, género, valor del cuidado

KEYWORDSethics of care, gender, value of care

El daño moral Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

H an transcurrido cuarenta años desde que John Berger escribiera «nunca más se

volverá a contar una sola historia como si fuera la única»; treinta desde que La moral y la teoría. Psicología del desarrollo femenino replanteara el debate en torno al Yo y a la moralidad como una conversa-ción sobre la voz y las relaciones; quince desde que Arundhati Roy acuñara en su novela El dios de las pequeñas cosas la frase «las leyes del amor», que dictaban «a quién debía quererse, y cómo, y cuánto» y resultaban no ser tan poca cosa.1

Mientras tanto, un cambio de paradigma se ha ido extendiendo gra-dualmente por las ciencias humanas. Los hallazgos empíricos que continúan acumulándose en los campos de la psi-cología del desarrollo, la neurobiología y la antropología evolutiva han llevado a contemplar bajo un nuevo prisma los que hasta ahora se consideraban momentos clave del desarrollo. La separación entre el Yo y las relaciones y la escisión entre pensamiento y emociones, lejos de repre-sentar formas sanas de maduración, son indicativas de un daño o reacciones a un trauma.2

En su obra La edad de la empatía, publicada en 2009, el primatólogo Frans de Waal insta a «una revisión completa de los postulados sobre la naturaleza humana», al observar que «la empatía forma parte de nuestra historia evolu-tiva; no es una capacidad reciente, sino muy antigua». En Mothers and Others, la antropóloga evolutiva Sarah Blaffer Hrdy advierte que la capacidad de «empatía, telepatía y cooperación» era, y puede

seguir siendo, fundamental para la super-vivencia de nuestra especie. En El error de Descartes, el neurobiólogo António Damásio explica que nuestros sistemas nerviosos están configurados de modo que conectan pensamientos y emociones. En su libro posterior, La sensación de lo que ocurre. Cuerpo y emoción en la cons-trucción de la conciencia, observa que, en el cuerpo y en las emociones, lo que captamos es la música, o la «sensación de lo que ocurre», la cual se reproduce luego en la mente y en los pensamientos. Si separamos la mente del cuerpo y el pensamiento de las emociones, podemos razonar de forma deductiva y resolver problemas lógicos, pero perdemos la habilidad de darnos cuenta de nuestra experiencia y de movernos por la esfera social del ser humano3.

Desde principios de la década de 1980, los investigadores comenzaron a observar a lactantes no ya solos, sino en compañía de las personas que los cui-daban, y descubrieron a un niño que no habían imaginado, un niño que, de forma activa, buscaba y participaba en relaciones receptivas. Desde una edad muy tempra-na, prácticamente desde el nacimiento, el bebé humano escudriña los rostros, esta-blece contacto visual y capta la atención de otros. Se da cuenta de la diferencia entre la experiencia de la relación –estar en con-tacto con otra persona– y la apariencia de la relación –cuando alguien que aparenta mantener una relación no está realmente en contacto.4

Estas observaciones obligan a invertir los interrogantes en torno al de-sarrollo humano. En vez de preguntarnos

cómo adquirimos la capacidad de cuidar de otros, cómo aprendemos a adoptar el punto de vista del otro y cómo supe-ramos la búsqueda del interés propio, nos vemos impelidos a cuestionarnos cómo perdemos la capacidad de cuidar de otros, qué inhibe nuestra facultad de empatía y nuestra sensibilidad hacia el clima emocional de nuestro entorno, por qué somos incapaces de percibir la dife-rencia entre estar o no estar en contacto y, lo que resulta aún más doloroso, cómo perdemos la capacidad de amar.

Estos cambios en la forma de ver la naturaleza y el desarrollo humanos surgieron en un principio a raíz de la escucha de mujeres. Esta «voz diferente» tenía un sonido distinto y se identificaba como «femenina» porque compaginaba razón y emoción, individuo y relaciones, porque era personal en vez de impersonal y estaba inserta en un contexto espacial y temporal. Escribí In a different voice con la intención, en parte, de demostrar que los problemas que los psicólogos identifi-can en mujeres lo eran únicamente en el marco de su interpretación. Las que se consideraban limitaciones en el desarrollo de las mujeres (la preocupación por los sentimientos y las relaciones, una inteli-gencia emocional además de racional) son en realidad ventajas humanas. Al nombrar la voz en la teoría psicológica y moral y al cambiarla, In a different voice provocó un desplazamiento en el modelo cognitivo, a raíz del cual la voz «diferente» de la mujer dejó de percibirse como tal para recono-cerse simplemente como voz humana.

Sabiendo entonces que, como humanos, somos por naturaleza seres

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

receptivos y relacionales, nacidos con una voz –la capacidad de comunicarnos– y con el deseo de vivir en el seno de relaciones, ¿cómo hablamos de ética? Disponemos en nuestro interior de los requisitos tanto para el amor como para la ciudadanía en una sociedad democrática. ¿Qué se interpone en el camino?

Las guerras culturales que se han desatado en Estados Unidos responden a los progresos alcanzados en las décadas de 1960 y 1970 para una realización más plena de los ideales y valores democráticos. Durante su campaña por la reelección, el presidente Barack Obama declaró: «Estos comicios ofrecen al pueblo americano la posibilidad de elegir entre dos visiones muy diferentes para nuestro futuro».5 «¿Estáis solos?», preguntó, «¿o estamos todos juntos? ¿Estáis solos o todos dependemos los unos de los otros? Lo cierto es que estamos todos juntos porque, como el poeta W. H. Auden nos recuerda,

y nadie existe en soledad;el hambre no deja opciónal ciudadano ni a la policía;debemos amar al prójimo o morir».6

Comenzaré con el daño moral –la destrucción de la con-fianza que amenaza nuestra capacidad de amar. Luego procederé a describir tres estudios que muestran cuándo, cómo y por qué las capacidades básicas humanas se encuentran amenazadas y ponen de manifiesto a su vez la existencia de una facultad de re-sistencia. Por último, trataré las leyes del amor como algo que no tiene nada de pequeño y en absoluto de privado. Como demues-tran las batallas sobre las leyes del amor, las guerras culturales representan la lucha entre la democracia y el patriarcado. Las leyes del amor son uno de los pilares del patriarcado. La ética del cuidado y su interés en la voz y las relaciones es la ética del amor y de la ciudadanía democrática. También es la ética de la resistencia al daño moral.

I. EL DAÑO MORAL

En Achilles in Vietnam, el psiquiatra Jonathan Shay escribe sobre el daño moral.7 Durante su trabajo con veteranos de la guerra de Vietnam, Shay identificó en sus trastornos de estrés

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

postraumático una pérdida de la con-

fianza. Sucedía tras la traición a «lo que está bien» en una situación donde había mucho en juego, estando dicha traición sancionada por las autoridades.

Shay observa que la superación del trauma depende de la «comunaliza-ción del trauma –poder contar la historia a alguien que escucha con la seguridad de que puedes confiar en que vuelva a re-latarla fielmente a otros en la comunidad». La recuperación comienza, pues, con la escucha, por lo que, continúa Shay, «antes de analizar, antes de clasificar, antes de pensar, antes de intentar hacer nada, deberíamos escuchar»8

No es fácil escuchar a un veterano de guerra. En uno de los ejemplos que relata Shay, el excombatiente era miem-bro de una patrulla de reconocimiento de largo alcance que, por un error de inte-ligencia, perpetró una matanza de civiles inocentes («muchos niños y pescadores»). El veterano lo relata así:

Lo que nos dejó con la cabeza hecha un puto lío es que, en ese momen-to te vuelves al equipo y les dices: «No pasa nada. Todo va del carajo». Porque eso que lo que te llega de arriba.

El hijoputa del coronel dice: «No pasa nada. Ya nos ocupamos nosotros». ¿Sabes lo que te digo?, «¡Tenemos el número de bajas!» «¡Tenemos el número de bajas!». Y empiezas a darle vueltas a la cabeza.

En el fondo sabes que está mal, pero en ese momento tus superiores te están diciendo que no pasa nada. Así que, pues no pasa nada, ¿no?

Así es la guerra, ¿no?...Nos querían dar una puta

mención honoraria, los mierdas esos. Repartieron un montón de medallas. A los tenientes les dieron medallas y sé que el coronel se llevó su puta meda-lla. Y con sus ceremonias de entrega y todo, ¿sabes? Y yo allí de pie como un gilipollas mientras repartían las putas medallas por matar a civiles.9

«¡Escúchame!», insisten los vete-ranos de guerra cuando cuentan a los profesionales de salud mental lo que ne-cesitan saber para trabajar con ellos, con lo que quieren decir «escucha la historia antes de intentar entenderla». Porque, en realidad, las historias no tienen sentido; son historias sobre sentirse «confuso», en las que la confusión empieza a «darte vueltas en la cabeza», porque «en el fondo sabes que está mal», pero tus superiores te están diciendo que «no pasa nada». Y no sólo no pasa nada, sino que se premia con medallas de honor. En palabras de uno de los veteranos, estas historias son «sagradas».10

Muy a menudo, afirma Shay, «nuestra forma de escuchar degenera en una clasificación intelectual en la que el profesional se dedica a cazar las palabras del veterano y a meterlas en cajones mentales». Damos por hecho que sabe-mos lo que estamos escuchando, que en realidad no tenemos que escuchar, que ya lo hemos oído antes. Somos «como los visitantes de museos que limitan su experiencia a decir mentalmente ‘¡Eso es cubista...! ¡Eso es un Greco!’ pero nunca ven nada de lo que están mirando». Shay

observa que «esta manera de escuchar destruye la confianza».11

Me impresionaron las observacio-nes de Shay en torno a la forma de escu-char, ya que tienen una gran similitud con el método adoptado en mi investigación. Para oír una voz «diferente» –es decir, una voz carente de sentido según las ca-tegorías interpretativas predominantes– fue imprescindible emplear una forma de escuchar que generase confianza. Esa forma de escuchar resultó tan esencial para el proceso de descubrimiento que, junto a mis alumnos de doctorado, elabo-ramos una «guía de escucha» en la que establecíamos nuestro método para que lo siguieran otros investigadores.12

Pero me sorprendieron las resonancias que encontré en la descrip-ción que Shay hizo del daño moral. En el estudio del desarrollo, un contexto radicalmente distinto, los compañeros y yo habíamos oído algo parecido al daño moral –la destrucción de la confianza tras producirse una traición a «lo que está bien» en una situación donde hay mucho en juego, estando dicha traición sanciona-da por las autoridades. También nosotros habíamos observado la presencia de con-fusión junto a señales de angustia –no de la magnitud descrita por Shay, pero que, aún así, se ajustaban a la descripción.

Cuando quiso transmitir lo que observaba, Shay se dio cuenta de que

Ni una sola palabra inglesa abarca toda la magnitud del concep-to de lo que está bien y lo que está mal en una cultura; usamos términos como: orden moral, costumbre, ex-

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

pectativas normativas, ética y valores sociales generalmente aceptados. La palabra del griego clásico que Home-ro usaba, themis, comprende todos estos significados.13

«Lo que está bien» es la expresión que usa Shay como equivalente de la themis. Capta mejor que otros términos, como «orden moral» o «ética», la idea de que tenemos una brújula interior que nos avisa cuando hemos perdido

el rumbo –cuando estamos ha-ciendo algo que en el fondo sabemos que está mal.

El estudio sobre el desarrollo en chicas que siguió a In a different voi-ce14 se centró en la adolescencia como momento en que las niñas llegan a una encrucijada en la que su brújula interior apunta en una dirección y la autopista señala la opuesta. Las chicas tienen que desprenderse de sus brújulas o ignorar-las para seguir la ruta marcada con deci-sión. En su reticencia a hacerlo, mi equipo de investigación y yo vimos una resisten-cia asociada a indicios de resiliencia y fortaleza psicológica. Pero la encrucijada se caracteriza por la confusión, ya que en este momento del desarrollo, el buen camino no es el buen camino.

La tensión entre desarrollo psi-cológico y adaptación cultural se puso de manifiesto en la forma de una crisis de conexión. Iris, alumna del último año de bachillerato, reflexiona así: «Si dijera lo que siento y pienso, nadie querría tener nada que ver conmigo, mi voz sonaría demasiado fuerte», y añadía a modo de explicación: «pero tienes que relacionarte

niños muy pequeños, dice, tienen más mente que otra cosa porque «no tienen mucho cerebro». Pero luego el cerebro «empieza a desarrollarse y eso es como la forma en que te han criado... Y creo que, pasado un tiempo, como que te ol-vidas de la mente, porque te han estado llenando el cerebro con montones de cosas».15

A sus trece años, Judy es una alumna de secundaria reflexiva que se debate con la disociación y se esfuerza por aferrarse a lo que sabe. Se enfrenta a una voz investida de autoridad moral, una voz que percibe como intrusa y controla-dora. Puede que no hagas caso de lo que te dice la mente, expone, pero la «forma más profunda de saber», la sabiduría que asocia a su corazón y a su alma y a sus pensamientos y sentimientos verdaderos, no los puede cambiar nadie diciendo: «No, esto está mal; esto está bien». Por muy intenso que sea el proceso de iniciación, aunque se relacione con la astucia, la inteligencia y la educación y todo lo que implican, el «sentimiento es sólo tuyo», una sabiduría que se encuentra en las entrañas, enterrada quizás, pero no perdida.

El estudio sobre el desarrollo da un enfoque ligeramente distinto a la obra de Shay sobre el daño moral. Retoma al-go que dijo el excombatiente: en el fondo sabía que estaba mal. Existen postulados de lo que está bien y lo que está mal, de lo que es loable y lo que es condenable, firmemente arraigados no ya en la cultu-ra, sino en la humanidad. Reflexionando sobre el título de su libro Achilles in Viet-nam, Shay observa que...

con la gente». Le digo que estoy de acuer-do y luego le pregunto: «Pero si no dices lo que piensas ni lo que sientes, ¿dónde estás tú en esas relaciones?». Iris se da cuenta de la paradoja que representa su afirmación: ha silenciando su propia voz para poder relacionarse con otra gente. Se trata de una medida adaptativa que se recompensa socialmente; Iris es la alumna más aventajada de su clase y ha sido admitida en la prestigiosa universidad de su elección. Cuenta con el aprecio de profesores y compañeros. Sin embargo, lo que describe es incoherente desde el punto de vista psicológico.

Judy, una chica de trece años, describe las presiones a las que se siente sometida para no hacer caso de lo que le dicta la mente. Se señala la tripa y explica que la mente «está conec-tada con el corazón y el alma y con los sentimientos internos y verdaderos». Se enfrenta al dilema de cómo mantener el contacto con ese saber interno y con lo que se considera sabiduría, pero conci-be una solución muy ocurrente. Judy no separa la mente del cuerpo, sino del ce-rebro, el cual sitúa en la cabeza y con el que relaciona la astucia, la inteligencia, la educación. Dice que la gente puede controlar lo que te está enseñando y decir te: «Esto está bien y esto está mal». Es un control como del cerebro. Pero el sentimiento es sólo tuyo. El sentimiento no lo puede cambiar alguien que quiere que sea de una manera. No se puede cambiar diciendo: «No, eso está mal; esto está bien, esto está mal».

Al término de la entrevista, Judy expone su teoría del desarrollo. Los

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

El contenido específico de la

themis de los guerreros homéricos

era a menudo muy distinto al de los

soldados americanos en Vietnam,

pero lo que no han cambiado en

tres milenios son la ira violenta y el

aislamiento social que surgen cuando

se violan postulados muy arraigados

sobre «lo que está bien».16

Vivimos en cuerpos y en culturas,

pero también contamos con una psique

–una voz y una facultad de resistencia. A

lo largo del tiempo y en las distintas cultu-

ras, la respuesta de la psique a la traición

a lo que está bien ha sido ira y aislamien-

to social, y también, como describe Shay,

volverse loco, perder la cabeza, porque

algo ha ocurrido que, psicológicamente,

carece de sentido.

II. UN TRÍPTICO SOBRE EL DESARROLLO

La palabra «traición» aparece en

repetidas ocasiones en el libro de Niobe

Way titulado Deep Secrets. La emplean los

chicos adolescentes entrevistados en sus

estudios para explicar por qué han dejado

de tener un amigo íntimo, por qué ya no le

cuentan sus secretos a nadie. La traición

en sí no se acaba de especificar nunca.

Justin la describe como algo que «sim-

plemente pasa»; no sabe si es «normal

o lo que sea». Pero la destrucción de la

confianza es inconfundible. Como apunta

Joseph, «Hoy en día no te puedes fiar de

nadie».17

[ 17 ]

EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

Algo había sucedido. Justin y Joseph se encontraban entre la mayoría de los chicos de los estudios de Way –chicos de diver-sas extracciones culturales (hispana, portorriqueña, dominicana, china, afroamericana, inglesa, musulmana, rusa, etc.)–, quienes «hablaban de contar con amistades íntimas con otros chicos y de querer estas relaciones y luego de ir perdiéndolas poco a poco, a la vez que iban dejando de confiar en los compañeros». Durante el primer y el segundo año de secundaria, Mohammed dijo que le contaba todos sus secretos a su mejor amigo; cuando se le en-trevistó en el tercer año, dijo: «No sé. Últimamente... He cambiado un poco, ¿sabes lo que te digo? No mucho, pero ahora creo que no necesito soltarlo... Puedo guardármelo [lo que siento]. He madurado lo suficiente».

Fernando dio la misma explicación. A la pregunta de cómo creía que era el amigo ideal, respondió: «Tienes que ser gracioso, sincero, me tengo que divertir contigo, tú sabes», pero luego añadió, más vacilante y en forma de pregunta: «Esto... tengo que poder... ¿contar contigo? No sé... No quiero sonar demasiado como mariquita… Creo que he madurado en algunas cosas... He aprendido a ser más hombre».18

En los primeros años de instituto, los chicos se resisten a la construcción binaria del género que convierte la confianza en otra persona y el deseo de poder contar con alguien en algo «como mariquita». Pero al final del bachillerato, como informa Way, la intimidad emocional y la vulnerabilidad tienen un sexo (feme-nino) y una sexualidad (homosexual). Ser un hombre significa estoicidad e independencia.

Vemos, por tanto, las consecuencias de una cultura organizada en torno a un modelo binario y jerárquico ba-sado en el género –la cultura del patriarcado en la que ser hombre significa no ser mujer ni parecer mujer, además de encontrarse en la cumbre. Lo que antes resultaba cotidiano –«la confianza, el respeto y el amor» que se encuentran «tan dentro que son par te de ti… son par te del ser humano», como afirma Justin a sus quince años– se ha conver tido en algo complicado. Justin no sabe si la distancia que siente ahora es «normal o lo que sea», pero lo que sabe es que «pasa, quieras o no».19

Los chicos de los estudios de Ways saben perfectamente lo que vale un amigo íntimo. George dice que sin un buen amigo

a quien confiarle tus secretos, te volverías «majareta». Chen dice que sin un amigo íntimo, «te vuelves loco». Otros chicos describen la ira que se les acumula dentro cuando no tienen un buen amigo con quién hablar. Los hay que hablan de tristeza, de soledad y de depresión.

La investigación con chicas ocupa la hoja central del tríp-tico ya que las niñas que se expresan bien son capaces de narrar su experiencia de iniciación dejando claro qué sucede, cómo y por qué. Los estudios con chicas arrojan luz sobre un proceso de iniciación que se había tomado erróneamente por desarrollo. Las separaciones y pérdidas que se calificaban de naturales o in-evitables resultaron estar impuestas por la cultura y sancionadas por la sociedad.

Del mismo modo que un cuerpo sano ofrece resistencia a la infección, una psique sana se resiste al daño moral. La inves-tigación con chicas aclaró tanto la existencia de una facultad de resistencia como el mecanismo de la traición.

La cabeza se separa del corazón; la mente, del cuerpo; y la voz personificada, la voz que transmite «el sentimiento de lo que sucede» se escinde de las relaciones y se acalla. Tanya re-flexiona a sus dieciséis años: «La voz que defiende mis creencias está enterrada muy dentro de mi». Tanya no ha perdido la voz de la integridad, pero su silencio ensombrece sus relaciones y mer-mará sus facultades para ejercer de ciudadana en una sociedad democrática.20

Las chicas que saben expresarse, como Tanya y Judy, describen sus estrategias de resistencia –separar la mente de la educación, guardar la voz verdadera dentro. «No sé», dicen las chicas; «Me da igual», proclaman los chicos de los estudios de Ways. Sin embargo, las chicas sí saben, y a los chicos no les da igual, aunque puede que se vean obligados a mostrarse ignoran-tes o indolentes.

La interiorización de este modelo binario del género que menoscaba la capacidad de saber en las chicas y la capacidad de preocuparse por los otros en los chicos señala el momento de ini-ciación de la psique para entrar en un orden patriarcal. Siempre que nos encontramos ante una construcción binaria del género –ser hombre significa no ser mujer ni parecerlo (y viceversa)– y una jerarquía de género que privilegia «lo masculino» (la razón, la mente y el Yo) sobre «lo femenino» (las emociones, el cuerpo

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

y las relaciones), sabemos que se trata de un patriarcado, se llame como se llame. Como orden vital basado en la edad y el sexo, donde la autoridad y el poder emanan de un padre o unos padres en la cumbre, el patriarcado es incompatible con la democracia, la cual se sustenta en la igualdad de la voz y en una presunción de equidad. Pero también se encuentra en conflicto con la misma naturaleza humana. En el patriarcado, al bifurcarse las cualidades humanas en «masculinas» o «fe-meninas», se producen cismas en la psique, pues se separa a todos los individuos de partes de sí mismos y se socavan sus capacidades humanas básicas. El proceso de iniciación a las normas y los valores del patriarcado prepara el terreno para la traición de «lo que está bien»21

Para entender qué se pierde y por qué, no tenemos más que escuchar a las niñas antes de que comience el proceso de iniciación. Mientras conversamos sobre si hay ocasiones en que mentir está bien, Elise, una alumna de once años que cursa sexto en un colegio público urbano, dice: «Mi casa está empapelada de mentiras». Cuando voy a su casa a recoger una autorización firmada, entiendo lo que quiere decir y veo que me observa mientras me voy dando cuenta. Tengo delante un cuadro de paz doméstica que encubre un triángulo sexual explosivo.

La voz de Elise es la voz del sinfín de chicas preadoles-centes de las novelas y las obras de teatro escritas a lo largo del tiempo y en culturas muy distintas. Al principio de Jane Eyre, Jane, que tiene diez años, le dice a su tía Reed:

«Dices que soy una mentirosa. No lo soy. Si lo fuera te habría dicho que te quiero, y no lo he dicho... La gente te cree muy buena, pero en verdad eres mala y tienes el corazón de piedra. Le voy a contar a todo el mundo lo que has hecho». También es la voz de Ifigenia en la tragedia de Eurípides, de Scout en Matar a un ruiseñor, de Frankie en Frankie y la boda, de Rahel en El dios de las pequeñas cosas, de Claudia en Ojos azules, de Tambú en la obra de Tsitsi Dangaremba Condiciones nerviosas, y de Annie John en la novela del mismo nombre… La lista es infinita. Conocemos esta voz y, sin embargo, cuesta no escucharla como las propias niñas acabarán describiéndola, de «maleducada» o de «tonta» o, en palabras de Ana Frank, de «desagradable» e «insufrible».

La voz presenta modulaciones culturales, pero sigue sien-do igual de reconocible. Una chica en el umbral de la edad adulta

que ve a lo que se enfrenta y dice lo que ve. «A los niños hay que corregirlos», dice la tía Reed a Jane en la novela de Charlotte Brontë, a lo que responde la sobrina: «La falsedad no es uno de mis defectos». Precisamente esa es la cuestión: esta voz se debe corregir; de lo contrario, las mentiras quedan al descubierto. Una vez que la corrección ha tenido lugar, son muy pocos los que preguntan: «¿Dónde se encuentra la voz honesta?».

Millones de lectores devoran el diario de Ana Frank sin tener la menor idea de que lo que están leyendo no es su diario, sino una versión del mismo editada por la misma Ana. La cadena radiofónica Radio Free Orange, que emitía a los Países Bajos desde Londres, anunció que el Gobierno holandés en el exilio tenía pensado crear un museo después de la guerra y que estaba interesado en diarios, cartas y colecciones de ser-mones que retrataran la vida cotidiana de los holandeses bajo las duras condiciones del conflicto. Ana quería ser una escritora famosa y aprovechó la oportunidad escribiendo de nuevo más de trescientas páginas de su diario entre mayo y agosto de 1944. Sus versiones editadas son las que leemos la mayoría, sin darnos cuenta de lo que Ana había omitido: el placer en su propio cuerpo, con los cambios que iba experimentando y sus «dulces secretos»; el placer con su madre y su hermana –«Mami, Margot y yo volvemos a ser inseparables»–, y su co-nocimiento de que la mayoría de las historias que los adultos cuentan a los niños sobre la pureza y el matrimonio «no son más que cuentos». Ana sabía lo que hacía y por qué lo hacía: quería que eligieran su diario.22

La genialidad de la disociación como respuesta al trau-ma es lo que se disocia, lo que se separa de la conciencia y se mantiene oculto, no se pierde. Como escribe Eavan Boland en su poema: «Lo que perdimos está aquí en esta habitación/ En esta tarde velada».23 Cuando la disociación da paso a la asociación –el monólogo interior, el roce de una relación– tenemos la sensación de encontrarnos con algo que nos resulta familiar a la vez que nos sorprende. Algo que conocíamos aún sin saberlo.

En When Boys Become Boys, Judy Chu estudia a niños de cuatro y cinco años desde la perspectiva de las ciencias natu-rales.24 Al observarlos durante su paso del preescolar al primer curso de primaria, los vio convertirse en «chicos». Los niños de preescolar que se expresaban tan bien y eran tan atentos, tan

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

directos y tan auténticos en sus relacio-nes con los compañeros y con ella se convirtieron poco a poco en chicos que se expresaban con dificultad, poco atentos, forzados e indirectos en estas mismas relaciones. Chu observa la resistencia de los niños a este proceso de iniciación, el «disimulo estratégico de su capacidad de empatía, su inteligencia emocional y su deseo de intimidad». Las facultades relacionales de los niños se pierden. «La socialización de los chicos conforme a construcciones culturales de masculini-dad definidas como contrapuestas a la feminidad parece reforzar principalmente la división entre lo que los niños saben (sobre sí mismos, sobre sus relaciones o sobre el mundo, por ejemplo) y lo que muestran».

Una vez que se gana la confianza de los chicos, Chu se entera de la existencia del “Club de los Brutos” –un grupo para niños creado por los niños con el objetivo manifiesto de «enfrentarse a las niñas». El Club de los Brutos ha establecido una masculinidad que se define como opuesta y contraria a una feminidad asociada con portarse bien y ser simpáticos. Por tanto, la actividad principal del Club de los Brutos consiste en «molestar a la gente».

Chu ve lo irónico de la situación de los chicos: las mismas capacidades relacionales, la empatía y la sensibilidad emocional que aprenden a ocultar en su deseo de ser uno más entre los chicos se encuentran entre las habilidades necesa-rias para hacer realidad la intimidad que ahora buscan en otros chicos. Al embru-tecer u ocultar estas capacidades, hacen que sea imposible alcanzar esa intimidad.

En el epílogo de Thirteen Ways of Looking at a Man, el psicoanalista Donald Moss narra su propia experiencia durante el primer curso de primaria. Los niños aprendían todas las semanas una canción nueva y les dijeron que al final del año ca-da uno podría elegir su favorita y cantarla acompañado por el resto de la clase, pero tenían que guardarla en secreto. Moss sabía perfectamente cuál iba a elegir: «La única canción que me encantaba era una nana de la ópera Hansel y Gretel». Todas las noches la cantaba en su cuarto. Como en la nana, un coro de ángeles acudía a salvarlo de sus terrores nocturnos y Moss se quedaba dormido. «Era la canción más bonita que jamás había escuchado y siempre lo será».25

Se aprendieron la nana a princi-pios de otoño y, a finales de primavera, cuando a Moss le tocó elegir canción, se puso de pie delante de toda la clase. La maestra le preguntó qué canción había elegido. Moss recuerda la escena:

Empecé a decirle «es la nana... » Pero, inmediatamente, vi por el rabillo del ojo la reacción de los chicos de la primera hilera de pupitres. Las caras expresaban su asombro... Supe, al instante, con com-pleta claridad y certeza, que lo que iba a hacer, la canción que iba a elegir, la decla-ración que estaba a punto de realizar era un error enorme e irrevocable... Lo que los chicos me estaban enseñando, lo que debía haber sabido entonces y siempre, es que una nana no podía ser mi canción favorita, que era inaceptable, que lo que pegaba era otra cosa. En un abrir y ce-rrar de ojos, en señal de agradecimiento, no a mis ángeles sino a mis compañeros,

cambié de elección. Sonreí a la maestra,

le dije que era broma y anuncié que iba

a cantar con toda la clase el himno de los

marines, From the Halls of Moctezuma to the shores of Tripoli…26

Moss dice de su libro que se «pue-

de entender como un intento ampliado

de descubrir ese momento delante de la

clase e, indirectamente, de pedir perdón

a mis ángeles por traicionarlos». Les

había sido «infiel», los había «repudiado

en público y seguiría haciéndolo durante

muchos años». Lo que le quedó fue una

melancolía asociada al conocimiento del

niño de que…

lo que hizo «realmente» con

esa fatídica apertura al exterior era a

la vez conservar y traicionar su amor

original hacia los ángeles, afirmando y

renegando de su nuevo amor por los

otros chicos; al fin y al cabo, ahora

estaban juntos en la búsqueda en

otras partes de los ángeles que en su

día todos podrían haber tenido.27

Sin embargo, a pesar de su trai-

ción, los ángeles «siguen allí».

Moss recuerda así el proceso de

iniciación observado por Chu. El himno

de los marines bien podría ser la canción

del Club de los Brutos. Lo que Moss nos

muestra con una precisión asombrosa

es cómo esta iniciación en los chicos

les lleva a reinventar su historia: «lo que debía haber sabido entonces y siempre es que una nana no podía ser mi canción

favorita». Y, sin embargo, lo era y «siem-

pre lo será».

[ 20 ]

EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

III. LAS LEYES DEL AMOR

En un pasaje que a menudo se pasa por alto hacia la mitad de Ana Karenina, oímos la voz callada de Karenin, que se lamentaba de «no haber conocido su propio corazón antes del día en que había visto a su mujer moribunda».28 Como La letra escarlata, de Hawthorne, la novela de Tolstói nos traslada al territorio de las leyes del amor. La palabra «patriarcado» se repite en varias ocasiones en La letra escarlata –«privilegio patriarcal», «figura patriarcal», «cuerpo patriarcal»–, junto a una descripción de «el padre de la Aduana, el patriarca», quien «no tenía ni alma, ni corazón, ni mente».29 Se parece a Karenin, también funcionario del gobierno.

Los personajes principales, Ana Karenina y Hester Pryn-ne, son tan deslumbrantes, están tan vivos que acaparan nuestra atención. Destacan entre las demás mujeres –las matronas–, que son grises e imperceptibles comparadas con las protagonistas. Ana y Hester son mujeres que infringen las leyes del amor, arras-tradas por una «pasión ilícita». Queremos saber qué les sucede.

Pero en cierto modo hacen las veces de señuelos que nos dis-traen de lo que Tolstói y Hawthorne revelan en cuanto al precio que los hombres pagan por vivir en un patriarcado. Los nombres de los protagonistas masculinos de Hawthorne –Dimmesdale y Chillingworth– nos dan una idea. La A escarlata de Hester llama tanto la atención que puede que pasemos por alto otros inte-rrogantes que se derivan de la situación: ¿Cómo se convierte Chillingworth, un hombre de bien –worth– en un témpano de hielo –chilling–?; ¿Cómo se convierte Dimmesdale, un hombre de la naturaleza, del valle –dale–, en un ser obtuso –dim–?

Tolstói es quien llega hasta el fondo de la cuestión. Ana está a punto de dar a luz a una hija fruto de la relación con su amante, Vronsky. Enferma de gravedad, envía un telegrama a su marido, suplicándole que acuda a su lado y la perdone, para morir en paz. Karenin da por hecho que se trata de una treta y no siente más que desdén; pero le preocupa que, si no va y su mujer muere, «esto sería no sólo cruel, sino imprudente, y daría motivo para que me juzgasen con severidad».30 De modo que va.

[ 21 ]

EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

Los lectores suelen olvidar, o no

acaban de comprender, que en este mo-

mento crítico en la novela, Karenin ofrece

a Ana tanto su libertad como a su hijo.

Consiente en divorciarse de ella y en asu-

mir él mismo la deshonra, con lo que haría

posible la readmisión de Ana en sociedad y

la custodia de Sergio. Al final, Ana no acep-

ta la propuesta. Su decisión no se explica.

En una novela donde se nos cuenta lo que

piensa hasta el perro, el rechazo de Ana

al divorcio, que confirma su ruina, se narra

enigmáticamente en un párrafo muy breve:

«Un mes más tarde, Ana y Vronsky mar-

chaban al extranjero. Karenin quedó solo

en su casa con su hijo. Había renunciado al

divorcio para siempre».31

Sin embargo, se nos cuenta con

todo detalle qué le sucede a Karenin

cuando, junto al lecho de su esposa,

«se entregó por primera vez en su vida

al sentimiento de humillada compasión

que despertaban siempre en él los sufri-

mientos ajenos y del que se avergonzaba

como de una perjudicial debilidad». De

repente, siente...

no sólo terminado su sufri-

miento, sino, además, una tranquili-

dad de espíritu nunca experimentada

antes. Notaba que, de repente, lo que

había sido origen de sus dolores se

convertía en origen de la alegría de

su alma. Lo que pareciera insoluble

cuando condenaba, reprochaba y

odiaba, le resultaba sencillo ahora

que perdonaba y amaba.32

Ana no se muere. Karenin perdo-

na a Vronsky y le dice:

Puede usted pisotearme en

el barro, hacerme objeto de irrisión

ante el mundo; pero no abandonaré a

Ana y no le dirigiré jamás a usted una

palabra de reproche. Mi obligación se

me aparece ahora con claridad: debo

permanecer al lado de mi esposa y

permaneceré. Si ella desea verle, le

avisaré.33

Karenin se instala en la casa y comienza a observar a la gente a su al-rededor: la nodriza, la institutriz, su hijo. Se arrepiente de no haber prestado más atención al niño y «acarició la cabeza de su hijo». Hacia la niña recién nacida expe-rimenta «un sentimiento especial, mezcla de piedad y ternura». Y luego: «sin darse cuenta, empezó a querer a la pequeña». La cuida temeroso de que vaya a morir: «Muchas veces al día entraba en el cuarto de los niños y allí permanecía sentado largo rato», observándola con atención. «En ocasiones pasaba hasta media hora mirando la carita rojiza como el azafrán, fofa y aún arrugada, de la pequeña» y se «sentía más sereno que nunca en aquellos momentos; estaba en paz consigo mismo; no veía nada de extraordinario en su si-tuación ni creía que tuviera que cambiarla para nada».34

Pero...

a medida que pasaba el

tiempo, iba reconociendo con claridad

que, por muy natural que a él pudiera

parecerle tal estado de cosas, los

demás no permitirían que quedasen

así. Además de la bondadosa fuerza

moral que guiaba su alma, había otra

tan fuerte, sino más, que guiaba su

vida, y esta segunda fuerza no podía

darle la tranquilidad pacífica y humilde

que deseaba. Advertía que todos le

miraban con interrogativa sorpresa

sin comprenderle, como esperando

algo de él.35

A lo largo de quince páginas, Tolstói repite las frases «fuerza incon-trastable», «fuerza misteriosa», como si quisiera asegurarse de que los lectores las vayamos a retener, como la dentadura blanca y poderosa de Vronsky. Frente a esta fuerza, Karenin se siente impotente. «Sabía de antemano que todos estaban contra él y que no le permitirían hacer lo que ahora le parecía tan favorable y natural. Adivinaba que iban a forzarle a hacer lo que, siendo peor, a los demás les parecía necesario».

Lo que a Karenin le parecía «favorable y natural», a juicio del resto del mundo, era malo e impropio. La fuerza incontrastable y misteriosa que «contrapesando su estado de ánimo, guiaba su vida obligándole a ejecutar su voluntad», que llevaba a Karenin a avergonzarse de ese «sentimiento de humillada compasión que despertaban siempre en él los sufrimientos ajenos » y a tildarlo de «perjudicial debilidad», es el patriarcado. Ana había violado las leyes del amor. Pero al hacerlo, liberó el amor, el suyo propio y, al final, también el de Karenin. Nos enteramos de que Karenin tuvo una infancia triste de huérfano. Te-niendo en cuenta este dato, su obsesión por el rango y el honor se entienden co-mo un intento de llenar un vacío interno.

[ 22 ]

EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

Era un hombre temeroso del sentimiento,

marginado del amor, avergonzado de su

humanidad. Hasta que, de repente –frase

que también repite en este pasaje–, su

corazón se abre ante la llamada de Ana

y de la recién nacida; una apertura que

vive como una experiencia clara, sencilla,

natural y buena.

Escribe a Ana: «Dígame usted

misma qué es lo que puede procurarle la

dicha y la paz del espíritu». E invirtiendo el

orden de la jerarquía patriarcal, dice: «Me

entrego a su voluntad y a su sentimiento

de justicia».36 En este momento, ambos

personajes se muestran sencillamente

humanos: él, con sentimientos de ternura

y compasión; ella, con voluntad y sentido

de la justicia. Pero el mundo que habitan

se rige por una fuerza cruel. Karenin

sacrifica su amor; Ana, su voluntad y su

deseo de libertad. Y con estos sacrificios,

la tragedia resulta inevitable. Cuando

Ana se marcha sin obtener el divorcio y

renuncia a la libertad que deseaba y que

habría hecho posible su vida con Vrons-

ky, al permitir a ambos ser recibidos en

sociedad y no separarla de su hijo, todo

lleva directamente a su muerte en las vías

del tren.

El amor es la fuerza con el poder de desequilibrar el orden patriarcal. Al

traspasar las fronteras –en la novela

de Roy, un hombre intocable toca a una mujer tocable– se desmantelan las jerar-

quías de raza, clase, casta, sexualidad y

género. Por tanto, el amor se debe trai-

cionar o acabar en tragedia para que el

patriarcado continúe. De ahí que existan las leyes del amor, la asociación del pa-

triarcado con el trauma y el daño moral,

porque como muestra Tolstói en el personaje de Karenin, la traición al amor es la traición a lo que está bien.

La posición privilegiada de los hombres en el patriarcado puede impedir que vea-mos lo que nos muestran estos novelistas. La resistencia ferviente que procede de dentro en vez de alguien que se encuentra al margen de la cultura es la resistencia de Vronsky, quien declina en repetidas ocasiones la oportunidad de reincorporarse a su regimiento y ascender en la jerarquía y opta en su lugar por quedarse con Ana. En este sentido, es como el Antonio de Shakespeare, quien dice de Egipto y Cleopatra: «¡Deja que Roma en el Tíber se disuelva (…)! ¡Aquí está mi lugar»!

Dimmesdale, amante de Hester y padre de Perla, también es insumiso por natura-leza: «Por su manera de ser, amaba la verdad y odiaba la mentira como pocos». Viviendo como vivía una mentira, «odiaba a su desdichado ser».37 Chillingworth, que se compara con el diablo y lo personifica al martirizar a Dimmesdale, también es la persona que, al final, deja su fortuna –que según nos cuentan es cuantiosa–, a Perla, que no es su hija.

Tolstói y Hawthorne narran una historia dominante. Nos enseñan el precio que supone liberar el amor en un orden patriarcal, pero también lo que se paga por su con-tención. En las voces calladas de los hombres, observamos indicios de un daño moral cuando se les obliga a traicionar lo que está bien en una situación donde hay mucho en juego, contando con la sanción del mundo como lo propio y lo correcto. El amor, escribe Hawthorne, «cuando acaba de nacer o cuando surge de un letargo parecido a la muerte, debe producir siempre una luz que llena el corazón de fulgores, a tal punto que desbor-dan sobre el mundo exterior».38 También observa: «Ningún hombre, durante un periodo considerable de tiempo, puede tener una cara para sí mismo y otra para la multitud, sin confundirse al final respecto a la verdadera».39

IV. LA ÉTICA DEL CUIDADO

En la edad de la posmodernidad resulta complicado hablar de una voz honesta o de una cara auténtica. El respeto hacia las diferencias culturales complica aún más la búsqueda de una verdad moral. ¿Podemos defender los valores de la libertad individual y de culto sin traicionar nuestro compromiso con los derechos humanos? En estos debates, la situación de las mujeres ocupa una y otra vez un primer plano. ¿Puede una sociedad democrática sancionar o hacer la vista gorda a la subordinación de las mujeres en el patriarcado? ¿Ofrece la ética del cuidado un camino a través de este embrollo? ¿Nos puede servir de guía para impedir la traición a lo que está bien?

Paula Gunn Allen, poeta y erudita de la tribu Pueblo de Laguna, escribe, «la raíz de la opresión se encuentra en la pérdida de la memoria».40 Las actividades propias del cuidado –escuchar, prestar atención, responder con integridad y respeto– son actividades relacionales. La memoria y la relación son las que quedan destruidas por el trauma. La traición a lo que está bien puede llevar a la ira violenta y al aislamiento social, pero tam-

[ 23 ]

EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

bién puede acallar la voz honesta, la voz de la integridad.

Con el cambio de paradigma pro-ducido en las ciencias humanas, resulta más fácil reconocer que hemos confun-dido el patriarcado con la naturaleza mediante la naturalización de su modelo binario y jerárquico del género, el refuer-zo de sus leyes del amor y la vigilancia de sus fronteras. Sin embargo, como la pri-mavera árabe demostró de un modo tan visceral, el ansia de tener una voz y de vivir en democracia es un deseo humano. La presencia de mujeres en la plaza de Tahrir, en El Cairo, era impresionante; se encontraban entre los líderes de la resis-tencia. Una vez que los Hermanos Musul-manes asumieron el protagonismo de la revuelta, las mujeres desaparecieron de la vida pública. Las mujeres son un faro, la veleta en la lucha entre democracia y patriarcado. La situación de las mujeres marca la dirección en que sopla el viento.

Sarah Hrdy demuestra que la familia patriarcal no es ni tradicional ni original desde el punto de vista evoluti-vo. «Las ideologías patriarcales que se centran en la castidad de las mujeres y en la perpetuación y el aumento del linaje masculino debilitan la tradición de dar prioridad al bienestar de los menores».41 Arundhati Roy tiene razón. Desde una perspectiva evolutiva y desde el respeto de los derechos humanos, las leyes del amor no tienen nada de pequeño y se deben impugnar. Relegar a las mujeres a la esfera privada donde la igualdad es incierta y donde los derechos no tienen vigencia es ignorar la realidad de que precisamente en la esfera privada es don-de las mujeres corren mayor riesgo.

La ética del cuidado no es una ética femenina, sino feminista, y el femi-nismo guiado por una ética del cuidado podría considerarse el movimiento de liberación más radical –en el sentido de que llega a la raíz– de la historia de la humanidad. Al desprenderse del modelo binario y jerárquico del género, el feminis-mo no es un asunto de mujeres, ni una batalla entre mujeres y hombres, sino el movimiento que liberará a la democracia del patriarcado.

In a different voice identificó la reivindicación de una voz libre como un punto de inflexión en el desarrollo moral de las mujeres, al liberar a las mujeres de las garras de una moralidad femenina que hacía de trampa. En el nombre de la bondad, las mujeres habían silenciado su

voz. Para muchas de las mujeres a las que entrevisté, la liberación de una voz honesta sucedía tras el reconocimiento de que la abnegación, a menudo conside-rada máxima expresión de la bondad fe-menina, en realidad, moralmente resulta problemática, al implicar la renuncia a la voz y la evasión de las responsabilidades y las relaciones.

Conviene insistir en el papel que la sociedad y la cultura pueden desempeñar en permitir o impedir que la gente expre-se o que sea consciente de lo que sabe. Mi estudio con embarazadas que se plan-teaban la posibilidad de abortar se llevó a cabo inmediatamente después de la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos en el caso de Roe contra Wade. Al otorgarles una voz firme, la máxima ins-

[ 24 ]

EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO

tancia judicial del país animó a las mujeres a preguntarse qué implicaba el sacrificio de una voz en aras de la bondad. Janet, una de las entrevistadas, expresa el cam-bio en su manera de pensar producido cuando a su preocupación por el tema de la bondad se sumó una preocupación por la verdad. Tienes que saber lo que estás haciendo, dice, tienes que ser «sincera, no ocultar nada, sacar todo lo que sientes», antes de saber si lo que estás haciendo es «una decisión honesta además de bue-na; una verdadera decisión».42

Un momento decisivo parecido en el desarrollo de los hombres se produce cuando un hombre se da cuenta de que ha estado viviendo una vida falsa y escu-driña su traición al amor en nombre del honor y la masculinidad. Donald Moss, al reflexionar sobre su deslealtad a sus ángeles nocturnos, dice que «renegó de ellos en público y que siguió haciéndolo durante años». Pero también había sido infiel a sí mismo porque, en realidad, la nana era su canción favorita.

En el libro Are You Not a Man of God?, Tova Hartman y Charlie Buckholtz describen la resistencia que surge dentro de la tradición –en parte debido a una devoción a la misma tradición.43 La crítica social no tiene por qué venir de fuera. Centrándose en historias de gente que mantiene relaciones con personas en puestos de autoridad, adoptan el punto de vista de estos personajes secundarios, desde el cual interpretan narraciones tradicionales. Observan que la misma tradición mantiene estas voces insumisas, aunque a menudo se silencian o se en-cubren y se relegan a los márgenes. Los personajes secundarios...

discuten con sus padres,

con sus maridos, con su madres,

con sus hermanos, con sus amigos.

Se encuentran con gente con la que

mantienen relaciones íntimas –nor-

malmente con personas de autoridad

que personifican los valores culturales

más elevados– en el acto de trasgre-

sión de estos mismos valores.

En un pasaje que recuerda a Shay, Hartman y Buckholtz observan que las reacciones de los personajes secunda-rios «al trauma de estas transgresiones desconcertantes suelen ser intensas y viscerales».

La súbita toma forzosa de

conciencia de la existencia de profun-

das grietas morales en sus amigos,

en sus familiares y en sus redes

culturales de referencia se presenta

a menudo como una contradicción

discordante de sus convicciones más

arraigadas –unos valores que se han

asimilado hasta tal punto que son

apenas distinguibles del Yo.

Estas «explosiones destructoras de la identidad detonadas en los már-genes de las narrativas tradicionales» llevan a los personajes secundarios a ofrecer resistencia frente a las perso-nas de autoridad, aunque mantengan lealmente su relación con las mismas. A Hartman y Buckholtz les parece curioso que «los transmisores de la cultura, los moldeadores del canon, consideren esto como un tipo de resistencia –resistencia,

podríamos llamar, a través de la relación– que merece la pena mantener».

Las traiciones escandalosas son las del amor. Agamenón sacrifica a su hija Ifigenia para recuperar el honor griego; Abraham se dispone a inmolar a Isaac para mostrar su lealtad a Dios. Sus actos cuentan con la sanción de la cultura y se recompensan con honor. En la tragedia de Eurípides, Ifigenia acusa a su padre de locura y desafía la cultura que pone el honor por encima de la vida. En la Biblia, Isaac no tiene voz, pero los autores del canon midrásico de los comentarios bí-blicos–preguntándose, al parecer, dónde está– le dan una. Mientras que a la vez acepta y rechaza la decisión de su padre, Isaac dice: «Pero lloro por mi madre».

Lo desconcertante de estas trai-ciones no resulta únicamente de su viola-ción de la themis de la cultura, sino de su ruptura con la experiencia. La experiencia que Ifigenia e Isaac tenían de sus padres se enmarcaba en su relación con ellos. En la obra de Eurípides, Ifigenia recuerda a Agamenón las palabras que le había dirigido, el amor que le había profesado y la intimidad que compartían. Pero de re-pente, es como si estas palabras y estas acciones no tuvieran ningún significado. La traición viola postulados muy arraiga-dos de lo que está bien; es espeluznante porque socava los mismos cimientos de la experiencia y destruye nuestra capacidad de confiar en lo que sabemos. Una vez que perdemos la confianza en la voz de la experiencia, somos prisioneros de la voz de la autoridad.

La ética del cuidado nos guía para actuar con cuidado en el mundo humano

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

y recalca el precio que supone la falta de cuidado: no prestar atención, no escuchar, estar ausente en vez de presente, no responder con integridad y respeto. En el documental The Gate-keepers, se entrevista a seis antiguos jefes de Shin Bet, la agen-cia de seguridad interior israelí, sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Al final, estos hombres aguerridos y recalcitrantes sólo ven una solución: hablar con los enemigos. «Yo hablaría con cualquiera», dice el mayor de todos, «hasta con Ahmadineyad». No está hablando de negociar la paz, sino de algo más elemental. Se refiere a revelar la humanidad propia de cada uno.44

He contado muchas historias, enlazando voces tan diver-sas como las de veteranos de guerra, niñas y mujeres, niños y hombres, Jane Eyre y Karenin. Las tensiones interculturales se expresan dentro de las culturas y también dentro de nosotros mismos. Parafraseando a John Berger, nunca más se volverá a escuchar una sola voz como si fuera la única. En los debates sobre ética podríamos preguntarnos: ¿cómo consigo escuchar una voz que se guarda en silencio, una voz sometida a coacción, ya sea de índole política, religiosa o psicológica? ¿Cómo consigo escuchar en una mujer la voz honesta de la niña de once años, o en un hombre la facultad perceptiva del niño de cuatro años emocionalmente inteligente? ¿Qué asociaciones devuelven las experiencias disociadas al terreno de la conciencia? Del mismo modo que el amor, el arte es capaz de traspasar fronteras y abrir puertas que parecían selladas. ¿Qué sucede cuando sustituimos el juicio crítico por la curiosidad? En vez de ponernos en el lugar del otro, mejor nos vendría ponernos en nuestro propio lugar y dirigirnos al otro para que nos enseñe el suyo.

Concluyo con Jonathan Shay: «Si queremos vivir entre iguales con fuerza y franqueza, entre gente con “ojos libres y ge-nerosos”, como dice Eurípides, la comprensión del trauma puede erigirse en una base firme sobre la que construir una ciencia de los derechos humanos». Como dice este mismo autor: «Esta visión de una vida buena para un ser humano es una elección ética y no se puede coaccionar. Sólo puede surgir del diálogo, la educación y la atracción intrínseca»45

1 Berger,John. G. Madrid: Alfaguara, 1994, 2012. (1ª ed. inglesa publicada en 1972); Gilligan, Carol. La moral y la teoría. Psicología del desarrollo femenino. México: Fondo de Cultura Económica, 1985. (1ª ed. Inglesa publicada en 1982 con el título In a different voice); Roy, Arundhati. El dios de las pequeñas cosas. Barcelona: Anagrama, 2000 (1ª ed. Inglesa publicada en 1997).

2 Para un análisis más amplio de la confusión entre desa-rrollo y trauma, véase Gilligan, C. El nacimiento del placer. Una nueva geografía del amor. Barcelona: Paidós Ibérica, 2003; Gilligan, C. Joining the Resistance. Cambridge, Rei-no Unido: Polity Press, 2011.

3 De Waal, F. La edad de la empatía. Barcelona: Tusquets, 2011; Blaffer Hrdy, S. Mothers and Others: The Evolutio-nary Origins of Mutual Understanding. Cambridge: Mas-sachusetts, Harvard University Press, 2009; Damasio, A. R., El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano. Barcelona: Destino, 2011; Damasio, A. R., La sensación de lo que ocurre. Cuerpo y emoción en la construcción de la conciencia. Madrid: Debate, 2001.

4 Véase al respecto Murray, L.; Trevarthan, C. «Emotional Re-gulation of Interaction between Two-Month-Olds and Their Mothers», en Social Perception in Infants. T. M. Fields y N. A. Fox (Eds.). Norwood, Nueva Jersey: Ablex, 1985; Murray, L.; Trevarthan, C. «The Infants Role in mother-infant com-munication», Journal of Child Language 13 (1986); Hrdy, S. Mothers and Others; Tronick, E. «Emotions and Emotional Communication in Infants», American Psychologist 44, nº 2 (1989); Stern, D. El mundo interpersonal del infante. Buenos Aires: Paidós Ibérica, 1991; Gopnik, A. El filósofo entre pañales. Revelaciones sorprendentes sobre la mente de los niños y cómo se enfrentan a la vida. Madrid: Temas de Hoy, 2010.

5 Obama, B. Discurso de aceptación del 6 de septiembre de 2012 en la ConvenciónNacional Demócrata.

6 Auden, W. H. «1 de septiembre de 1939», en Canción de cuna y otros poemas. Barcelona: Lumen, 2006.

7 Shay, Jonathan. Achilles in Vietnam: Combat Trauma and the Undoing of Character. Nueva York: Scribner, 1994.

8 Shay, J. Op. cit., p. 4.9 Ibid. pp. 3-4.10 Ibid. p. 511 Ibid. p. 512 _Para una descripción del método de la guía de es-

cucha, véase Gilligan. C, Spencer, R., Weinberger, K. y Bertsch, T. «On the Listening Guide: A Voice-Centered, Relational Method», en Camic, P., Rhodes, J. E. y Yardley, L. (Eds.). Qualitative Research in Psychology: Expanding Perspectives in Methodology and Design. Washington DF: American Psychological Association Press, 2003.

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EL DAÑO MORAL Y LA ÉTICA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

13 Shay, J. Op. cit., p. 514 Véase Brown, L. M. y Gilligan, C. Meeting at the Crossro-

ads: Women’s Psychology and Girls’ Development. Cam-bridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1992; Gilligan, C., Rogers, A. G. y Tolman D. (Eds.). Women, Girls, and Psychotherapy: Reframing Resistance. Nueva York: Hayworth Press, 1991; McLean Taylor, J., Gilligan C. y Sullivan, A. Between Voice and Silence: Women and Girls, Race and Relationship. Cambridge,

Massachusetts: Harvard University Press, 1995. Gilligan, C., Lyons, N. P. y Hanmer, T. J. (Eds.). Making Connections: The Relational Worlds of Girls at Emma Willard School. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1990.

15 Para un análisis más amplio de Judy, véase Brown L. M. y Gilligan, C. Meeting at the Crossroads, «Losing Your Mind», véase también Gilligan, C. Joining the Resistance, cap. 2, «Where Have We Come From and Where are We Going?»

16 Shay, J. Op. cit., p. 5.17 Way, N. Deep Secrets: Boys’ Friendships and The Crisis of

Connection. Cambridge, Massachusetts: Harvard Univer-sity Press, 2011.

18 Ibid., p. 242.19 Ibid., pp. 1, 19.20 Los estudios sobre el desarrollo en chicas se prolonga-

ron más de diez años y comprendieron a chicas de una variedad de extracciones éticas y sociales, de colegios públicos y privados, mixtos y sólo de niñas. La investiga-ción se realizó dentro del Proyecto Harvard sobre psico-logía de las mujeres y desarrollo en niñas y se publicó en un gran número de artículos y libros, entre los que cabe citar: Gilligan, C. «Joining the Resistance:

Psychology, Politics, Girls and Women», Michigan Quar-terly Review 24, 4, 1990; Brown y Gilligan, Meeting at the Crossroads; Gilligan, C., Rogers, A. G. y Tolman, D. (Eds.). Women, Girls, and Psychotherapy Reframing Resistance. Binghamton, Nueva York: Hayworth Press, 1991; McLean Taylor, J, Gilligan, C. y Sullivan, A. Between Voice and Silence, Op. cit., n. 14.

21 Para un análisis más amplio de las tensiones entre de-mocracia y patriarcado, véase Gilligan, C. El nacimiento del placer; Gilligan, C. y Richards, D. The Deepening Darkness: Patriarchy, Resistance, and Democracy’s Future. Nueva York: Cambridge University Press, 2009 y Gilligan, C. Joining the Resistance.

22 Para un análisis más amplio de la edición de Ana Frank de su diario, véase Gilligan, C. El nacimiento del placer, segunda parte, «Regiones de luz».

23 Boland, E. «What We Lost» de Outside History. Nueva York: W.W. Norton & Co., 1990.

24 Chu, J. When Boys Become Boys: Development, Relation-ships, and Masculinity. Nueva York, New York University Press (en prensa).

25 Moss, D. Thirteen Ways of Looking at a Man: Psychoa-nalysis and Masculinity. Nueva York: Routledge, 2012, p. 137.

26 Moss, D. Ibid, p. 140.27 Ibid. p.141.28 Tolstói, L. Ana Karenina. Editorial Medí, 2010.29 Hawthorne, N. La letra escarlata. Santiago de Chile: An-

drés Bello, 1996.30 Tolstói, L. Op. cit.31 Ibid.32 Ibid.33 Ibid.34 Ibid.35 Ibid.36 Ibid.37 Hawthorne, N. Op. cit.38 Hawthorne, N. Op. cit.39 Ibid.40 _Gunn Allen, P. «Who is your Mother? Red Roots of Whi-

te Feminism», en Simonson, R. y Walker, S. (Eds.). The Graywolf Annual Five: Multicultural Literacy. St. Pual, Graywolf Press, 1988, p. 18.

41 Hrdy, S. Mothers and Others, p. 287.42 Gilligan, C. La moral y la teoría. Psicología del desarrollo

femenino. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.43 Hartman, T. y Buckholtz, C. Are You Not a Man of God:

Devotion, Betrayal, and Social Criticism in Jewish Tra-dition. Nueva York: Oxford University Press (próxima publicación).

44 The Gatekeepers, 2012. Documental dirigido por Dror Moreh.

45 Jonathan Shay, Op. cit., p. 209.

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ÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLARy coadyuvante en la formación de la teoría de la mente como estrategia para la prevención de la violencia y el favorecimiento de conductas prosociales

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ÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

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Guiomar Alarcón CastroPsicóloga; magíster en educación

Javier Ernesto Cardozo RamírezPsicólogo, especialista en psicología educativa

RESUMENDurante el recorrido a través de este docu-mento, el lector se encontrará con algunos postulados teóricos desde la sociocogni-ción en relación con la Teoría de la Mente. Asimismo, algunas comprensiones respecto al potencial de su educación en el escena-rio escolar, dada la necesidad de resignifi-car procesos de interacción y socialización. Además, la manera como la Teoría de la Mente puede ser comprendida desde la perspectiva de la Ética del Cuidado y cómo su alianza estratégica se podría constituir en una ruta formativa, de cara a la preven-ción de formas de conducta violenta y la promoción de conductas prosociales.

ABSTRACTThroughout this document, the reader will explore several theoretical postulates from social cognition, related to the Theory of Mind. Additionally, it contains some

reflections on its educational potential on school settings, in light of the need for the resignification of socialization and interaction processes. Likewise, it shows how the Theory of Mind can be unders-tood from the Ethics of Care and how the strategic alliance between the two may turn into a formative roadmap for the prevention of violent conducts, as well as the promotion of prosocial behaviors.

PALABRAS CLAVEÉtica del cuidado, conducta prosocial, cooperación, estado mental, predicción, emoción, simulación, manipulación, pensamiento, teoría de la mente, socioa-fectividad.

KEY WORDS:Ethics of care, prosocial behavior, coope-ration, mental state, prediction, emotion, simulation, manipulation, thinking, Theory of Mind, social affectivity.

ÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLARy coadyuvante en la formación de la teoría de la mente como estrategia para la prevención de la violencia y el favorecimiento de conductas prosociales

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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

ÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLARy coadyuvante en la formación de la teoría de la mente como estrategia para la prevención de la violencia y el favorecimiento de conductas prosociales

Hace ya varias décadas, la humanidad se ha venido preguntando por los proce-

sos de formación afectiva y valorativa de las nuevas generaciones, en un afán de entender las formas de socialización que en la actualidad caracteriza a los individuos, así como los perfiles reque-ridos socialmente para proyectarse de manera exitosa en un mundo globalizado y cambiante producto de una postmoder-nidad avasallante. Valores tales como la solidaridad, la tolerancia, el altruismo, la filantropía entre otros, parecieran haber quedado en la exclusividad de algunos que, ligados a carismas de fe o religiosos en particular, hacen de estos patrones de vida. No obstante, surge la pregunta ¿son estos valores condiciones exclusivas para algunos seres humanos o algunos sectores de la humanidad?

Al respecto se afirma que la escuela podría facilitar contextos que propicien vivencias significativas en los individuos a través de las cuales estos puedan desarrollar sus dimensiones social, afectiva, cognitiva, psicomotriz, comunicativa y volitiva; no obstante, el desconocimiento para aproximarse al ja-lonamiento de tres de ellas: social, afecti-va y volitiva, desemboca en una tarea que se le delega a muchos, pero que se asu-me por pocos, es decir, le corresponde a padres, maestros y demás estamentos sociales que inciden en los procesos de desarrollo socio afectivo, pero infortuna-damente, cada uno las ajusta desde su propio entendimiento e inclusive experti-cia y finalmente pareciera no lograrse el objetivo: individuos competentes en su

dimensión socio afectiva, capaces de relacionarse con el mundo tomando en consideración las existencias de los otros y la responsabilidad que implica entrar en condiciones de diálogo, bondad y compasión. A este respecto Ángel Riviere (1996) afirma: “La separación excesiva entre un polo cognitivo y un polo social del desarrollo es inconsciente, además conduce a una visión muy limitada de la inteligencia” (p. 7)

En este sentido, al interior de las instituciones educativas, esta preocupación no es distinta, pues en un afán de calidad se ha hecho én-fasis al desarrollo del pensamiento y las capacidades intelectivas, pero no se ha atendido con la misma fuerza al desarrollo socio afectivo y como lo afirmaba Vygotsky: “Las funciones superiores de la mente tienen un origen social” (Riviere, 1996, p.7)

En consecuencia, son mu-chos los estudios que se han venido desarrollando desde hace ya varias décadas con respecto a los com-portamientos y actitudes sociales, no obstante, desde la década de los años ochenta, se le ha dado gran importancia al estudio de lo que se denominó Teoría de la mente (Habi-lidades mentalistas) y lo que hoy es una de las áreas de investigación más productivas en el estudio de la psicología evolutiva y la cognición, concretamente la cognición social. Por esta misma época, Carol Gilligan en 1982, también desde la psicología y la filosofía, introdujo la concepción

de la ética del cuidado; ésta reivindica la importancia de tener en cuenta la diver-sidad, el contexto y la particularidad, así mismo, dicha concepción de la moral se preocupa por la actividad de dar cuidado, centra el desarrollo moral al entendimien-to de la responsabilidad y las relaciones, así como la concepción de moralidad co-mo imparcialidad une el desarrollo moral al entendimiento de derechos y reglas.

De igual manera, en sus inves-tigaciones reveló la existencia de unas perspectivas diferentes que se caracte-rizaban por definir la moral en términos de relaciones interpersonales en lugar de hacerlo centrándose en las reglas o prin-cipios abstractos propios de la ética de la justicia. (Gilligan, 1985, p.42 en Cortés P. y otros 2010).

En consecuencia, se lee desde este momento en la historia una invitación a la comprensión del cuidado por encima de la regulación y el control en donde el diálogo y la posibilidad de comprender las situaciones contextualizadas abren posibilidades para la configuración de culturas de no violencia y empatía.

Es así, como la Teoría de la mente ocupa un lugar trascendental en esta manera de concebir el razonamiento moral, en tanto esta, estudia y explica la comprensión de los niños acerca de los estados mentales, tales como, emocio-nes, sentimientos, deseos, intenciones y creencias. Parafraseando a Rivieré, lo an-terior se debe a que inicialmente los niños tienen al parecer una inteligencia social, antes que física, que tiende hacia la com-prensión del mundo con instrumentos intelectuales que se utilizan al interpretar

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ÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

las acciones e interacciones humanas. (Rivière y Núñez, 1996). Los descubrimientos producidos en este campo, han

contribuido a una mejor comprensión de los aspectos socio-cognitivos del desarrollo de los niños y consecuentemente del ser humano.

En este sentido, la Teoría de la mente se ha definido como un subsistema conceptual el cual se diferencia de otros sistemas que tienen instrumentos intelectuales como la operacionalización del pensamiento, pues se basa en la noción como instrumento in-telectual, que es anterior a la primera operación que se da antes del periodo concreto. De la noción como instrumento intelectual de la Teoría de la mente, surge la inferencia o la predicción sobre la conducta propia y ajena, todo ello influye directamente en las interacciones sociales y en la comunicación y según los resulta-dos de las investigaciones desarrolladas en este punto, todo esto sucede en el desarrollo evolutivo alrededor de los cuatro a los cinco años de edad.

Sin embargo, la característica particular y esencial de la Teoría de la mente, es la de atribuir mente a los demás y como

consecuencia de ello, poder definir el individuo su vida mental y representar las acciones dadas en la intersubjetividad humana como eventos significativos que tienen implícita una intención. Es así, que atribuir mente, permite determinar situaciones en las que “ponerse en la piel del otro” genera experiencia en la interacción social, esta, puede estar determinada por la convicción cultural y los valores sociales, apuntando a favorecer el desarrollo de un pensamiento social evidenciado en conductas cooperativas e incluso el altruismo. Sin embargo, esta misma experiencia puede ser usada con el fin de aprovecharse de los demás, aumentan-do así las relaciones competitivas, e individualistas, adviértase en este punto el valor formativo y de alto impacto de procurar escenarios educativos en donde los principios del cuidado, la protección, el amor y la responsabilidad como lo planteo Gilligan, constituyan los derroteros en el cultivo y favorecimiento de con-ductas altamente cooperativas.

En la misma línea, La teoría de la mente ha sido concep-tualizada desde dos modelos explicativos. El primero de ellos corresponde al enfoque emocional cuyos exponentes directos

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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

han sido Paul Harris y Peter Hobson. Ha-rris (1992) explica la Teoría de la mente como la capacidad que el niño tiene para imaginar estados emocionales propios y ajenos. Esa capacidad de comprender lo que otra persona está sintiendo surge a partir de la observación y la imaginación de la emoción que el otro pueda estar experimentando, y también a partir de lo que sentiría quien se imagina en el lugar de ese otro. A esto es lo que el autor denomina emoción “como sí” o emoción simulada. (Gómez, González y Vásquez, 2003).

Igualmente, este autor observa que con la edad los niños van poco a poco comprendiendo distintos tipos de estados mentales; comienzan por recono-cer los signos externos de las emociones hasta comprender la experiencia de la emoción y con esto, llegan a lograr el control sobre sus propias emociones. Riviére (1996) citando a Harris (1992, 1993) propone que, para el logro de este desarrollo, se dan cuatro periodos evolutivos relacionados con el sistema de simulación -imaginación y que contribuyen al desarrollo de las habilidades mentalis-tas así: Los niños de poco menos de un año solo son capaces de reproducir en su propio sistema perceptivo o emocional, las intenciones de otras personas en relación con objetivos o metas presentes.

Entre el primer y segundo año, se produce el paso de la reproducción a la atribución de actitudes hacia objetivos presentes. Los niños muestran hacia los 18 meses, una capacidad simuladora primitiva sobre lo inmediato, ligada a los contextos presentes.

Por tanto, la capacidad simula-dora primitiva se convierte propiamente en imaginación, es decir, se desliga de los objetivos presentes inmediatos. Ya hacia los tres años, el niño puede realizar una simulación imaginando situaciones o metas ficticias y al llegar a los cuatro años y medio, el desarrollo de la capacidad imaginativa le permite al niño simular ac-titudes intencionales hacia objetivos con-trarios a lo que él mismo percibe (p.91).

En consecuencia, el comprender al otro mediante la propia experiencia ínter subjetiva ligada a las emociones y a la imaginación, supone procesos cogniti-vos internos como las representaciones, entendidas como estados mentales que median las actividades de cada hombre en el mundo. Es aquí donde entra el segundo enfoque denominado Cognitivo-representacional y cuyo principal expo-nente es Joseph Perner.

Perner (1994), propone que una representación es una actividad o proceso mental como pensar, imaginar y creer, y que tiene sus referentes en el mundo real o en mundos ficticios. Las represen-taciones poseen un carácter intencional, se hallan dirigidas a un objeto generado interiormente o percibido por la conciencia interior mediante una experiencia subjetiva. Es decir, las creencias, deseos o emociones siempre son sobre algo. Es importante anotar que la principal propiedad de las representaciones es su carácter mental, no obstante, el mundo exterior tiene in-fluencia sobre los estados mentales, pues cada sujeto se reconoce como parte de un contexto donde establece relaciones deter-minadas y confronta sus propios deseos,

creencias y sentimientos con otros, lo cual le proporciona siempre las pautas necesa-rias para interactuar con éstos.

Así mismo, Perner (1994), pro-pone que la teoría de la mente posee un carácter evolutivo y en este sentido el desarrollo de la mente en el niño pasa por la adquisición de formas cada vez más complejas y poderosas de repre-sentación; distinguiendo tres momentos importantes así:

Modelo único: se refiere a las re-presentaciones primarias que desarrollan los niños desde el primer año de vida y permiten un nivel básico de comprensión de relaciones, estas representaciones se hallan mediadas por procesos percepti-vos donde la representación es fiel copia de la realidad.

Modelos múltiples: se dan desde el segundo año y aquí el niño es capaz de manejar dos o más modelos simultáneos en relación con las mismas situaciones. Por ejemplo: la relación medios-fines, la permanencia del objeto, el juego simbóli-co (desarrollo de capacidades de simula-ción e imaginación).

Y finalmente, las metarepresen-taciones que aparecen entre el cuarto y quinto año. Aquí, el niño es capaz de re-presentar la relación de representaciones que tiene otra persona de una situación. Cuando el niño comienza a dar forma a una teoría de la mente, es capaz de represen-tar estados mentales propios y de otros, otorgándoles contenido a éstos mediante el establecimiento de hipótesis, anticipacio-nes o predicciones de posibles conductas.

En suma, desde el Enfoque Cogniti-vo Representacional, metarrepresentar es

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ÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

la base de la Teoría de la mente y solo a

partir del conocimiento y la reflexión sobre

los propios estados mentales se puede

considerar posibles los estados mentales

de los otros seres humanos. Desde este

mismo enfoque, a partir del momento en

que los niños entienden la función repre-

sentacional de los estados mentales (4 a 5

años), su comprensión de la mente merece

llamarse “Teoría de la mente”, por lo que

el individuo tiene la capacidad de atribuirse

estados mentales así mismo y a los demás.

Ya desde el Enfoque Emocional, la

Teoría de la mente se explica a partir de la

capacidad que tiene el niño para imaginar

estados emocionales propios y ajenos. De

aquí se deriva el supuesto fundamental de

la imaginación como la actividad cognitiva

primordial en el proceso de construcción

de las habilidades mentalistas.

En esta misma dirección, Hobson

plantea que el conocimiento de las personas

o la captación conceptual de la naturaleza

de las mentes, se adquieren a través de la

experiencia individual de relaciones mol-

deadas afectivamente y coordinadas ínter

subjetivamente con otras personas, lo cual

significa que las capacidades de relación

interpersonal juegan un papel fundamental

sobre el desarrollo de la comprensión de

lo mental por parte del niño. Por tanto, el

hombre construye sus representaciones

mentales sobre el entorno social que le

rodea teniendo en cuenta elementos sobre

sí mismo y sobre los otros.

Un punto de confluencia impor-

tante de los enfoques anteriores, radica

en el hecho de que las habilidades menta-

listas al igual que muchos otros procesos

intelectivos, se desarrollan y pueden incidir

en la conducta cooperativa de los niños con lo cual es posible afirmar que el uso de mediaciones apropiadas, permitirá el adecuado desarrollo de las habilidades mentalistas en éstos y es aquí en donde surge el papel protector de las mismas frente a conductas de alto riesgo y el con-texto escolar se abre como el mejor de los escenarios para procurar estos aprendiza-jes y favorecer el desarrollo de conductas que se orienten al cuidado, la protección, la libertad, la responsabilidad y el transcurrir del desarrollo al sentido de vida.

CONDUCTA PROSOCIAL EN EL MARCO DE LA ÉTICA DEL CUIDA-DO Y EL AMBIENTE ESCOLAR

Enmarcado dentro del componen-te social, el niño y el adolescente de hoy a gran escala presentan dificultades en sus formas de relacionamiento, en donde la agresividad, la poca y difícil aceptación a la norma, pobres o inadecuadas habi-lidades para establecer relaciones con los otros, inestabilidad emocional, baja autoestima, bajo nivel de tolerancia a la frustración e inhabilidad para expresar sentimientos positivos son constantes que definen sus perfiles; a esto se añaden algunas particularidades como: bajo ren-dimiento académico, brotes de violencia intrafamiliar, búsqueda de afecto y acep-tación fuera de su núcleo familiar, pobre nivel de creatividad y con frecuencia ausencia de repertorios alternativos para la solución de problemas.

Tal panorama evidencia entonces las dificultades que se presentan a estas edades para emplear conductas prosocia-

les, lo que deja entrever que a pesar de

poseer las habilidades mentalistas no se

saben poner al servicio de sí mismos o en

beneficio de la convivencia diaria, dada la

incorrecta implementación en contexto de

dichas habilidades, ya que se les dificultad

comprender los estados mentales de los

otros, es decir, predecir y simular estados

mentales, así mismo poder atribuir inten-

ciones, deseos, creencias o anticiparse

y prever conductas y sentimientos que

podrían tener otros.

Basta lo anterior, para evidenciar

la importancia que la escuela tiene en la

educación de conductas prosociales en el

niño, tales como, la cooperación, la ayuda,

la compasión, la bondad y la responsabi-

lidad en el cuidado de sí mismo, de otros

extraños y conocidos y del mundo natural

y artificial, teniendo en cuenta que en el

contexto escolar se encuentra con dos

agentes de socialización: los adultos y sus

pares. De esta manera el desarrollo per-

sonal de los valores sociales y el apren-

dizaje de conductas pro sociales se logra

en razón de las específicas condiciones

de interacción que la escuela ofrece, es

decir, las interacciones con los iguales y

las interacciones con los adultos. Desde

luego, la escuela permite la capacidad de

asignarle a otros estados mentales ya que

a través de distintos medios el niño va

adquiriendo formas de ver y aproximarse

al mundo por lo cual tiene creencias, de-

seos, intenciones y emociones, además,

por la interacción inherente que se da en

el medio educativo con niños de su misma

edad o edades diferentes y también, en

las relaciones con los adultos tanto do-

centes como miembros de la familia.

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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

TEORÍA DE LA MENTE Y LAS IMPLICACIONES EDUCATIVAS.

La escuela ha sido un estamento social y cultural que ha

promovido siempre el desarrollo y la adquisición del pensamiento

lógico por medio del uso de símbolos y artefactos intelectuales,

que, con la cooperación y la concertación arbitraria del conoci-

miento, han surgido en comunidad. Sin embargo, frente al de-

sarrollo del pensamiento social, la escuela ha obviado mediarlo,

así como el altruismo cooperativo, condiciones necesarias para

una convivencia en la que se construye socialmente y se crea en

colectivo. Aparentemente, se cree que el niño en la convivencia

y la cotidianidad de la escuela, desarrolla estrategias sociales,

sin embargo, las situaciones de conflicto que se presentan en el

medio educativo, se ligan a asuntos disciplinarios que se refieren

únicamente a la conducta, a la acción frente a la norma o para

ser más cotidianos a dificultades de aprendizaje concretas como

trastornos de hiperactividad, déficit de atención, impulsividad o

sencillamente agresividad. Se deja a un lado la pregunta sobre

lo que sucede al interior del niño, ¿qué pasa en sus represen-

taciones, en sus estados emocionales? y ¿cómo se enseña la

comprensión de las situaciones, la concertación con el otro?

Una alternativa a esta ausencia de los sistemas educativos es

la educación de habilidades mentalistas en el marco de la ética

del cuidado, pues, en la posibilidad de ponerse en la situación de

otro, “en los zapatos del otro”, se amplía la disposición del niño

a la comprensión de las situaciones, a hacer una lectura eficaz

del otro y a actuar con un sentido cooperativo, contextualizado y

particularizado, que se inscribe en el tránsito de lo ínterpsíquico

a lo íntrapsíquico, es permitirle al niño que tome en consideración

los estados mentales del otro y superar así los entrenamientos

comportamentales que supuestamente le permiten adaptaciones

sociales.

Por tanto, fortalecer el desarrollo del pensamiento

social desde el punto de vista mentalista, significa conectarse con

la realidad mental del otro. Así, en la escuela se daría la oportu-

nidad de reflexionar anticipadamente en situaciones de conflicto,

de encontrar múltiples interpretaciones a las situaciones, de

coordinar estrategias sociales para lograr la comprensión y la

cooperación con el otro, es decir darle vida a la ética del cuidado

en la praxis. Entonces, el niño aprenderá a usar el conocimiento, creando y creciendo con el otro para beneficio del otro y el suyo propio.

En conclusión, si se impactan las habilidades mentalistas o la Teoría de la Mente se impactan las relaciones sociales como la conducta cooperativa y se inicia el ejercicio de una formación real en la dimensión socio-afectiva, en lo prosocial. Por lo tanto, se debe llevar al niño a la conciencia de dichas habilidades y a hacer uso de estas a través de la toma en consideración del otro, la predicción, la simulación y la manipulación para impactar la mente propia y la del otro, a través de la acción y la toma de decisiones.

Como derivadas finales de los aportes educativos, se su-giere que la escuela desarrolle la dimensión social desde lo socio cognitivo, lo que se traduce en llevar al currículo el desarrollo del pensamiento social, de manera programada, secuencial, intencionada y explícita, que fortalezca la comprensión del otro y la conducta cooperativa. De esta manera se hace necesario vincular la teoría de la mente como un aspecto socio cognitivo y ontológico, que permite determinar el desarrollo cognitivo y

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ÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

social en los niños en la infancia, especialmente desde su edad preescolar. Así mismo, se propone determinar mediaciones que atiendan al desarrollo y uso adecuado de la Teoría de la mente y por ende, generar conductas reflexivas en el desarrollo de las estrategias sociales.

Como se advierte, la escuela es un gran contexto de socialización y un escenario apropiado para que se propicien aprendizajes de conductas prosociales y el desarrollo de las habilidades mentalistas que se logra en razón de las específicas condiciones de interacción y participación que la escuela ofre-ce, es decir las interacciones con los iguales y con los adultos. Añádase a esto, que la interacción social con compañeros juega un papel muy importante en el aprendizaje poniéndose de mani-fiesto que:

• Desde muy temprana edad los individuos son muy sensibles a los modelos que les ofrecen los compa-ñeros, a través de los cuales aprenden pautas de comportamiento social (Bandura y Kupers, 1964).

• Cuando interactúan sujetos de diferentes edades, la imitación se da teniendo en cuenta modelos de la misma edad o superior (Brody y Stoneman, 1981).

• Los estudios de los psicólogos del aprendizaje so-cial, confirman que compañeros -especialmente los mayores- y profesores son tanto modelos como agentes de refuerzo de la conducta prosocial del individuo. (Garaigordobil, M. 1994. P. 146).

Así, las conductas prosociales de carácter altruista re-quieren del componente cognitivo, específicamente del desarrollo de las habilidades mentalistas y que el punto de encuentro entre éstas habilidades y la conducta prosocial aparece a los cinco años de edad, y tiene su pico de desarrollo hacia los 12 años aproximadamente, edad precisa en donde por la etapa evolutiva que se suscita, la prevención cobra un valor preponderante en la formación de un individuo.

Es de suma importancia no olvidar que la función social de la escuela se configura en la posibilidad de generar tareas que favorezcan las conductas prosociales de carácter cooperati-vo, donde se tenga en cuenta al otro en la construcción de cono-

cimientos y relaciones, lo que implica que la escuela se preocupe por el desarrollo socio-cognitivo del niño, lo que les permitirá tener mayores habilidades para comprender al otro, entendiendo que las creencias del otro tienen el mismo valor que las suyas.

Dentro de este contexto, la escuela se convierte en un escenario particularmente importante ya que las teorías cogni-tivas del desarrollo sugieren que la oportunidad de colaborar con otros en actividades en las que existen metas comunes, y la oportunidad de negociar desacuerdos y participar en las decisio-nes grupales estimula el desarrollo de la conducta prosocial, he aquí una maravillosa comprensión de escenarios escolares donde ontológica y psicológicamente se fundamenten sus construccio-nes curriculares en perspectiva del cuidado, la responsabilidad y la ética hecha praxis, en otras palabras poder vivir la ética del cuidado.

TEORÍA DE LA MENTE Y CONDUCTAS DE ALTO RIESGO

En este orden de ideas, cabe entonces la pregunta del papel protector del desarrollo y uso adecuado de las habilidades mentalistas frente a conductas de alto riesgo como la violencia en cualquiera de sus manifestaciones (bullying, violencia de género, exclusión, entre otros) o conductas de autosaboteo.

La búsqueda de gratificadores o satisfactores en el contexto se vuelve una necesidad constante para los seres hu-manos desde muy temprana edad, pero así mismo una amenaza permanente cuando factores como presión de grupo, altas exi-gencias medioambientales -en cuanto a lo social, lo económico y lo cultural- y la búsqueda de pertenencia constante, se convier-ten en el niño y el adolescente de hoy en las razones primeras a las que hay que atender para poder desarrollar su identidad y sentirse incluido y aprobado socialmente y lo que es peor, reco-nocido afectivamente.

Ante este panorama el no poseer un desarrollo de ha-bilidades de comprensión social y aún peor el no dar un uso adecuado de estas se configura en un factor de riesgo ante tantas variables a controlar en los diversos ambientes en los que se expone un individuo, pero si fuese al contrario y estas habilidades se usaran en beneficio de una lectura anticipada

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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

de estados mentales ajenos, de atri-bución de intenciones en los otros y se permitiera la predicción de estados emo-cionales, se podría entonces disminuir la probabilidad de fracasos sociales en la intersubjetividad y promover en cambio acciones intencionadas favorecedoras en la configuración de redes de apoyo social en donde las conductas proso-ciales se constituirían en los elementos fundamentales que medien las dinámicas sociales, pues el afán cambiaría el norte y el objetivo no se ubicaría en el terreno de la inclusión por conveniencia o inte-reses en común, sino que se extendería al terreno explícitamente de lo humano en cuanto al ser, más que al saber y aún más lejos del saber hacer.

Finalmente, hacerlo como cons-tantemente la teoría y las investigaciones lo sugieren le corresponde a la escuela, pues es el terreno adecuado y conve-niente dado a que en este espacio se logran establecer los primeros pasos en el desarrollo del pensamiento social y cotidianamente se propician pretextos que aprovechados “convenientemente” estructurarían un amplio repertorio de conductas prosociales y de vínculos em-páticos que desembocarían en redes de apoyo social y tejido humano fortalecedo-res de la condición gregaria de la especie y que disminuirían así la probabilidad de conductas amenazantes y destructivas por parte de la misma.

En suma y a manera de ejemplo, que bueno lograr lo que han logrado los Bosquimanos del Kalahari, pues el éxito de su comunidad depende de sus habili-dades de comprensión social.

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ÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

Finalmente, y como conclusiones generales dentro de las posibles implicaciones educativas que puede tener el desarrollo y uso adecuado de la Teoría de la mente frente a fenómenos de alto riesgo en el marco de la prevención se encuentran:

• La articulación de la emoción con la teoría de la mente, da la posibilidad de comprender a otros seres humanos.

• Los ideales de comportamiento social pueden dejar de ser ideales.

• Se atiende y fortalece a un sector de la educación al que se le descuida y poco se le privilegia en acciones contun-dentes en el terreno de la prevención. (preescolar)

• El desarrollo de la teoría de la mente es una forma de educar las emociones, comprender mejor a otros seres humanos a través del fortalecimiento de conductas pro-sociales como el consuelo, la cooperación y la empatía.

• El desarrollo de la Teoría de mente indicaría formas de comprensión del ser humano que podrían ir desde lo cooperativo, hasta inclusive lo manipulativo.

• La educación de las emociones podría fundamentarse en el desarrollo de la comprensión imaginativa (compren-diendo al más complejo).

• Entender y fomentar dentro de los grupos sociales la diferencia.

• Promover la comprensión del otro por parte del adulto (profesores y familia).

• La Teoría de la mente se puede conseguir a través de distintos medios como son el drama, la literatura, el arte o el cine, y a través de mediaciones concretas como los juegos de ficción, los juegos de rol, los títeres, entre otros. De manera que se dibujen realidades posibles.

• Aceptar que en una práctica real de la ética del cuidado se configuran de manera natural y sólida las habilidades de comprensión social, pues estas responden directa-mente a los tres pilares de dicha ética: la compasión, la interacción y el cuidado.

• Finalmente, la escuela como sistema educativo que se ha caracterizado por ser un elemento homogenizante, normativo, rígido y sancionatorio, es decir que surge de nuestras idealizaciones como adultos -siempre estamos pensando en cómo lo haría yo-, no permite entender el cómo lo hace el otro -imaginar otros mundos posibles-, disminuyendo así la capacidad de comprensión de éste,

se permitirá entonces repensarse como un nicho favo-recedor en el desarrollo integral del individuo a partir de la comprensión de ese otro y de las necesidades que se develan en el actuar, y representar a través de un gesto o un comportamiento que simplemente es sancionado o avalado pero que pierde su impacto al no tener clara la intención del mismo ni de la consecuencia de este, entonces, estamos llamados al cambio y desde nuestras propias representaciones mentales en cuanto a la atribu-ción de estados mentales propios y ajenos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Garaigordobil, Maité, (1994). Psicología para el Desarrollo de la Cooperación y de la Creatividad. Biblioteca de Psicología. Editorial Descleé de Brouwer.

Gilligan, C. (1985). La moral y la teoría: Psicología del desarrollo femenino. México D.F: Fondo Cultural Económico de México.

Gómez, D. González, L. Vàsquez, S. (2003). La Ficción Narrativa para la comprensión del otro. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Educación, Bogotá.

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Riviere, A. y Núnez, M. (1996). La Mirada Mental: Desarrollo de las Capacidades Cognitivas Interpersonales. Argentina: Editorial Aique, Grupo Editores S.A.

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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNÉTICA DEL CUIDADO EN LA VIDA ESCOLAR Y COADYUVANTE EN LA FORMACIÓN DE LA TEORÍA DE LA MENTE...

EntrevistaMARÍA EUGENIA TRUJILLO

VIDEO ENTREVISTA

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ENTREVISTA MARÍA EUGENIA TRUJILLO

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María Eugenia Trujillo (Pereira, Colombia 1953)

María Eugenia Trujillo es una artista colombiana, interesada en explorar a través de su obra los tabúes del sexo femenino. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás de Aquino de Cartagena (1989) Bellas Artes En la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá (1976).

Sus obras han sido expuestas, entre otras, en el Palacio de la Inquisición en Cartagena, la Galería La Escalera en Bogotá, la Universidad CES en Medellín y el Museo de Caldas en Manizales.

La artista comenzó a emplear el bordado y el uso de maniquíes, como piezas artísticas, elementos que se consolidaron en Mapas ilimitados en 2007 y Las vírgenes en 2010. Con estas últimas exposiciones los temas más relevantes de su trabajo pasaron a ser las diferencias de género y las concepciones tradicionales de la sexualidad en la sociedad contemporánea. De ahí surge el proyecto Mujeres en custodia en 2013, una obra

que explora la forma como la mujer ha sido custodiada, enclaustrada, y sometida.

EntrevistaMARÍA EUGENIA TRUJILLO

RESUMENEntrevista concedida por la ar tista María Eugenia Trujillo sobre el trabajo que por varios años viene desarrollando alrededor de la forma como la mujer ha sido vulne-rada por diferentes agentes de la historia.

ABSTRACTInterview given by the ar tist Maria Eugenia Trujillo about the work she has been developing for several years around the way women have been violated by different agents in history.

PALABRAS CLAVECuerpo, mujer, género.

KEYWORDSBody, woman, gender.

Entrevista hecha por Adriana Peláez. Docente de arte del Gimnasio los Andes.

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ENTREVISTA MARÍA EUGENIA TRUJILLO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

Pues hice una obra después de la universidad que tenía que ver más con lo que estaba ocurrien-

do en el momento a nivel de disciplina. En ese momento era grabado, era dibujo, pe-ro trabajaba sobre la mujer, trabajaba el vestuario. Vengo de una familia que tenía que ver mucho con la costura, entonces para mí era algo natural hacerlo. Era un trabajo, un dibujo casi hiperrealista, pero después de los cuarenta años hago todo un tipo de reflexión, paso de lo bidimen-sional a lo tridimensional, entonces en vez de utilizar un soporte de un plano, de un lienzo o de una cartulina o de un papel, paso a un maniquí que se me convierte en el soporte y sobre todo maniquíes feme-ninos. Yo no he hecho sino una sola obra que tiene que ver con el maniquí masculi-no, pero entonces me pareció interesante este maniquí, pero de confección que era más que el de exhibición de una vitrina.

Sobre esos maniquíes de con-fección elaboro una gran serie que se llama Mapas ilimitados que se continúa haciendo. Esa obra tiene fácilmente veinte años de ejecución. Me llamó muchísimo la atención trabajar sobre lo que se consi-deraban las artes menores. Las artes menores tienen que ver con lo que en al-gún momento se llamaban manualidades, costura. Entonces, me pareció que los hilos se me convertían en el color, que la aguja se me convertía en el lápiz y empe-cé a trabajar en estas disciplinas, sí que fue una apertura maravillosa hacia esas nuevas disciplinas y dejar de hacer el arte de los genios, el gran arte de las grandes pinturas y de los grandes temas. Enton-ces pasé a hacer arte de la cotidianidad

y arte de la cotidianidad femenina, pero también con muchísimas preguntas del porqué estábamos así, por qué hacíamos esto así. Yo he sido una gran lectora, me encanta sobre todo la lectura de género y descubrí por ejemplo que la mujer no se representaba a sí misma sino que eran los hombres los que las representaban a ellas, pero el imaginario de los hombres, de lo que ellos consideraban que debería ser una mujer, y la mujer es otra cosa, la mujer es otro sujeto, la mujer se siente y se representa a sí misma diferente. Entonces mi obra también parte desde un hecho de lo que digamos es ser mujer y cómo me represento.

La custodia no nace per se, nace desde una obra anterior, nace desde Ma-pas y de Ilimitados, empiezo a hacerme una pregunta ¿Por qué la posición de la mujer y el maltrato a que ha sido someti-da en la sociedad patriarcal? Y de eso veo que mucho tiene que ver la iglesia católi-ca, uno de esos grandes entes que hace que la mujer sea un ciudadano de segun-da categoría, que no puede ni siquiera votar, que no puede decidir por sí misma y debe ser orientada. Entonces nace de un hecho conceptual, nace del hecho de que la mujer debe ser custodiada y debe ser vigilada.

En algún momento leía que las mujeres en el corazón tenemos, por así decirlo, nuestra matriz y no es solamente la matriz la que produce los hijos sino que hay mujeres que, por ejemplo, hacen la adopción y dicen que su matriz es el co-razón, entonces el corazón yo lo concebí en esas vírgenes como la matriz. ¿Y si la matriz es la que da la vida por qué nos te-

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ENTREVISTA MARÍA EUGENIA TRUJILLO

nemos que sentir las mujeres como algo menos? Entonces, me pareció que La Custodia, como un elemento sacro, como un elemento que es com-pletamente masculino, que la parte central de toda custodia, esa parte redonda se llama viril y que solamente la podían tocar los hombres, que se utilizaba para mostrar después de que las hostias eran consagradas en el cuerpo de Cristo, entonces me dije ¿Por qué no podemos mostrar los órganos de los seres humanos, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, entonces

por qué no podemos mostrar algo que podía ser de algo sagrado, entonces por qué no puedo mostrar también ciertas partes o ciertos lugares de la anatomía femenina y también masculina para poderlo sacralizar.

Entonces lo que hago yo es trasgredir una imagen que se seguía utilizando como fue la custodia y lo trasgredo y coloco en ellas, bordo en ellas en realidad, imá-genes de vulvas pero también un corazón, coloco también unos ojos, hago también las metáforas de lo que se consideraba también el órgano femenino, la vulva se con-sideraba también como una flor, entonces coloco flores. No es colocar de una manera descarnada porque tampoco mi trabajo es así, porque no me interesa sino que sea sutil, que sea algo que tú llegas y dices ¿qué es esto? ¿Es una flor o es una vulva? ¿Qué es? Entonces a eso fui y utilicé entonces ahí medios. El bordado lo hago con hilos o el bordado lo hago con mostacillas, o creo el objeto del corazón de terciopelo, utilizo otras cosas, tanto así que las custodias que yo hice no son custodias reales, las venden en los almacenes religiosos, pero yo voy en búsqueda de esos objetos que son pies de unas lámparas, pies de candelabros de bronce, entonces yo voy armando.

Soy una buceadora de los mercados de pulgas, de los lugares de antigüeda-des, en donde voy buscando cosas, voy buscando los objetos. Entonces ¿qué hago? Yo cojo y me voy para, yo no voy a lugares donde vendan cosas de arte, yo me voy para la pajarera, me voy para donde venden bisutería, chatarrería. Estos son exvotos mexicanos, estos es un exvoto brasilero, ellos llevan, meten el nombre de la persona y lo ponen en las iglesias.

El exvoto es un objeto que lo utiliza la gente del común. El exvoto tiene algo maravilloso y es que no necesitas un intermediario para tener una relación con Dios, o con tu dios. El exvoto está en casi todas las religiones porque este objeto es el acercamiento a Dios pero a pedir por algo, a esa divinidad o para dar las gracias.

Ensamblo estos exvotos, maniquíes, mando ensamblar las custodias, hago muchas otras cosas, yo soy realizadora de objetos artísticos, entonces me decías es que tú bordas, tú haces bisutería, haces joyería, haces dibujo, haces pintura ¿Eso qué es? Son objetos artísticos entonces soy realizadora de esos objetos artísticos.

ENTREVISTA MARÍA EUGENIA TRUJILLO

La resistencia a la injusticia:UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO

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RESUMENEl ar ticulo plantea como objetivo pro-poner una ética feminista que apor te los valores del cuidado de sí mismo, y de los demás, y la proximidad concreta con la justicia. El feminismo ha señala-do una insurrección del orden patriar-cal; como antítesis de la democracia. El feminismo es, además de una crítica a la discordancia entre géneros, una línea reivindicativa de los derechos de las mujeres. La ética de la justicia ha de ser completada por una ética del cuidado, asentada en la interdepen-dencia y no mera elección individual, como un valor social transformador de la convivencia.Todo lo anterior, abordado desde el deseo de resolver las siguientes

La resistencia a la injusticia:UNA ÉTICA FEMINISTADEL CUIDADO

Carol GilliganMaterial proporcionado por:

Cuadernos de la Fundación Víctor Grífols i Lucas. Barcelona. (1936, Nueva York)

Es una feminista, filósofa y psicóloga estadounidense. Gilligan es ampliamente conocida por su libro In a different voice: psychological theory and women’s development (Harvard University press, Cambridge, Ma. 1982) en el cual difiere de la interpretación que diera Lawrence Kohlberg de los resultados en psicología experimental acerca del supuesto desarrollo moral diferenciado entre niñas y niños.

Gillingan, C. La ética del cuidado. Barcelona: Fundación Víctor Grífols i Lucas; 2013.

inquietudes al indagar a diferentes mujeres que hacen par te de la inves-tigación: ¿Por qué sigue amenazada la ética del cuidado?, ¿qué se discute realmente en el debate académico en-tre justicia y cuidado? y ¿qué relación tiene todo esto con las mujeres y, de manera más general, con la vida de las personas?

ABSTRACTThe ar ticle aims to propose a feminist ethic that provides the values of caring for oneself, and others, and concrete proximity to justice. Femi-nism has signaled an insurrection of the patriarchal order; as antithesis of democracy. Feminism is, in addition to a criticism of the disagreement

between genders, a claiming line of women’s rights. The ethics of justice must be complemented by an ethic of care, based on interdependence and not mere individual choice, as a social value that transforms coexistence. All the above, addressed from the desire to solve the following concerns when investigating different women who are par t of the research: Why is the ethics of care still threatened? What is really discussed in the academic debate between justice and care? And how does all this relate to women and, more generally, to people’s lives?

PALABRAS CLAVEEthics, feminist ethic, justice, caring.

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

A principios de los años se-tenta, en una época en que daba clases sobre teorías

de la identidad y del desarrollo moral, empecé a prestar atención al modo en que la gente percibe e interpreta los conflictos y las alternativas éticas a las que se enfrenta. Me fui dando cuenta de dos cosas: el silencio que existía entre los hombres y la ausencia de resonancia cuando las mujeres decían lo que sen-tían y pensaban verdaderamente. Al in-dagar sobre aquello que los hombres no decían y procurar una cierta resonancia para las mujeres, escuché una voz que se había guardado en silencio. Era como si hubiera cambiado de frecuencia y de repente estuviera escuchando una emi-sora que había estado interferida.

Me di cuenta de los silencios que había en las teorías del desarrollo psicológico y moral –lo que no se decía, a quien no se escuchaba, lo que no se consideraba un problema ético– y comprendí por qué las voces de las mujeres sonaban a menudo confusas o irrelevantes. Los filósofos morales discuten sobre si la ética se basa en la razón o en la emoción. Los psicólogos hablan del Yo como de un ente separa-do, y del desarrollo como de un paso de la dependencia a la independencia. La voz «diferente» –aquella que oí por primera vez al escuchar a mujeres– unía la razón con la emoción, y al Yo con las relaciones. En su narrativa, las vidas de la gente estaban conectadas y eran interdependientes. Desde este punto de vista, lo contrario de la dependencia era el aislamiento.

Escribí In a different voice con la idea de cambiar el marco conceptual. Quería explorar el cambio en los paráme-tros del conflicto y la elección moral que se producía al partir de un postulado de interdependencia. En aquel momento, el debate sobre el aborto era encar-nizado y se encarcelaba a médicos por homicidio. ¿Está vivo el feto? Recuerdo la cara de confusión que se les ponía a las mujeres. El debate estaba planteado de modo que descartaba la posibilidad de decir que un feto estaba vivo sin decir también que el aborto era un asesinato. En 1973, después de que el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminara en el caso de Roe contra Wade que el aborto era legal, comencé a entrevistar junto con Mary Belenky a mujeres emba-razadas que se planteaban la posibilidad de abortar. ¿Cómo enmarcaban el dilema moral? ¿Cómo veían las alternativas en-tre las que habían de elegir?

Sharon, una mujer de treinta y tantos, respondió así a la pregunta de cuál era la mejor formar de tomar deci-siones morales:

Sólo conozco una manera y es esforzándote por mantenerte todo lo despierta que puedas, por conocer los distintos sentimientos que te provoca; intentar tener en cuenta todo lo que entra en juego, estar al tanto de lo que pasa, ser todo lo consciente que puedes de dónde estás pisando.

Cuando se le preguntó qué prin-cipios le servían de guía, explicó:

El principio estaría relacionado con la responsabilidad; la responsa-bilidad y el cuidado de mí misma y de los demás. Pero no se trata de elegir entre ser responsable o ser irrespon-sable. De las dos maneras puedes ser responsable. Por eso no hay un solo principio al cual te aferras y ya está todo resuelto. El principio que pones en práctica en este caso no hace que desaparezca el conflicto.1

Escuchar a Sharon implicaba salir-se del marco. No hablaba de derechos. No separaba el sentimiento del pensamiento. No lo interpretaba como una elección en-tre ella y otros. No buscaba justificarse –decía que de las dos maneras podías ser responsable. Al cuidar de ella misma y de los demás, sabía que un principio no se lo iba a resolver todo. Podía servirle de guía a la hora de tomar la decisión y ponerla en práctica, pero seguiría dejándola con un conflicto. Su dilema radicaba en cómo actuar frente al conflicto; cómo actuar de un modo responsable y cuidadoso. Y para Sharon, esto implicaba estar despierta, conocer los distintos sentimientos que se tienen, tener en cuenta todo lo que entra en juego, ser consciente de dónde se pisa.

En un libro donde narra su viaje al interior del Congo tras los pasos de Conrad, el periodista sueco Sven Lindqvist describe a un hombre que vio cargando con un marco enorme.

Lo enmarca entero, sólo sobresa-len la cabeza y los pies. Resulta extraña la forma en que el marco lo separa, lo real-za, sí, y hasta lo eleva. Cuando se detiene

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO

un instante para pasarlo de un hombro

a otro, parece salirse del marco. Parece

como si fuera lo más sencillo del mundo.2

Con In a different voice, también yo me

salí del marco. Al principio, parecía muy sencillo.

A la pregunta «¿Cómo te describirías

si tuvieras que presentarte a ti misma?»,

una estudiante de medicina respondía:

Esto suena un poco raro, pero

creo que de un modo maternal, con

todas sus connotaciones. Yo me veo

en un papel de cuidadora y educadora,

quizá no ahora, pero en el futuro, co-

mo médica, como madre... Me cuesta

pensar en mí misma sin pensar en

otras personas a mi alrededor a quie-

nes aportar algo.

Esta mujer no carecía de un senti-

do de su propia persona, pero le sonaba

«raro» describirse a sí misma como una

persona conectada a otras, en vez de se-

parada de las demás. Con esto nos ponía

sobreaviso de una cultura en la que se

supone que el Yo es una entidad separada,

así como de la diferencia entre su voz y

la de otra entrevistada que responde a la

misma pregunta diciendo: «Me describiría

como una persona entusiasta, apasionada

y ligeramente arrogante. Soy una persona

con preocupaciones, comprometida, pero

ahora mismo estoy muy cansada porque

anoche no dormí lo suficiente».3

Dos voces distintas: una habla de

relaciones cuando se describe a sí misma;

la otra, no.

Al final resultó que no era tan

fácil salirse del marco. El esquema de

referencia regresaba una y otra vez como

un ordenador que se reinicia: los hombres

son autónomos y las mujeres viven en

relaciones; los hombres son racionales, y

las mujeres, sentimentales; los hombres

son heroicos, y las mujeres, ángeles de

la guarda; los hombres son justos, y las

mujeres, bondadosas.

¿De dónde venía este marco? ¿Qué

lo sujetaba?

Hasta que no vi a los niños entrar

en el marco y me di cuenta de lo que estaba

en juego no empecé a atisbar el contorno

de una nueva estructura de referencia.

Entonces, comencé a plantearme otras

preguntas y a centrarme en la relación

entre psicología y cultura, en la interacción

entre nuestros dos mundos, el interior y el

exterior. Me llamaron la atención la capa-

cidad de los niños de ofrecer resistencia a

una autoridad falsa y también los indicios de

una disociación –nuestra capacidad para

sacar del estado consciente fragmentos de

nuestra experiencia de modo que podamos

conocer y también desconocer lo que real-

mente sabemos.

En esta conferencia voy a plantear

tres cuestiones:

1. Teniendo en cuenta el valor que repre-

senta el cuidado y el precio que supone

la ausencia del mismo, ¿por qué sigue

amenazada la ética del cuidado?

2. ¿Qué se discute realmente en el debate

académico entre justicia y cuidado?

3. ¿Qué relación tiene todo esto

con las mujeres y, de manera más

general, con la vida de la gente?

¿Siguen siendo tan importantes las

voces de las mujeres a la hora de

llamar la atención sobre este tema?

La ética del cuidado apremia ahora incluso más que hace treinta años, cuando escribí por primera vez sobre este tema. Vivimos en un mundo cada vez más cons-ciente de la realidad de la interdependen-cia y del precio que acarrea el aislamiento. Sabemos que la autonomía es ilusoria –las vidas de la gente están interrelacionadas. Como dijo Martin Luther King, «Estamos atrapados en una red ineludible de re-ciprocidad, ligados en el tejido único del destino. Cuando algo afecta a una persona de forma directa, afecta indirectamente a todas».4 Conocemos mejor el trauma y có-mo puede alterar nuestra neurobiología y afectar a nuestra psicología hasta el punto de causar una pérdida de la voz y de la memoria y, por tanto, de la capacidad de narrar nuestra propia historia verazmente.

En el cuento El traje del empera-dor, es un niño pequeño quien revela la desnudez del emperador. En la novela de Hawthorne La letra escarlata, Perla, a sus siete años, ve lo que las matronas y los puritanos no son capaces de discernir: la conexión entre su madre y el clérigo. En mi investigación, fue una niña de once años quien respondió a mi afirmación de «esta entrevista queda sólo entre tú y yo» aña-diendo «y tu grabadora». Cuando le expli-qué que la cinta sólo la escucharían otros miembros del equipo de investigación, me preguntó: «Entonces, ¿por qué no entran todos en la habitación?». Las preguntas eran problemáticas. Necesitaba que acep-tara sin más lo que le estaba diciendo para poder continuar con mi trabajo, y de hecho se sometió a mis condiciones y eligió el seudónimo que quería que usáramos en el estudio. Pero a partir de entonces empezó

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

a sonar deprimida. El precio de mantener la relación conmigo era callar –no decir lo que veía– y simular –actuar como si lo que le había dicho tuviera sentido.

No podía seguir trabajando así. Al ceñirme a las conven-ciones existentes en el campo de la investigación psicológica, es-taba pidiendo a niños que simularan no saber lo que en realidad sabían y estaba ignorando yo misma la evidencia. En una clase de quinto curso de primaria, durante las fiestas de Halloween, observé que las niñas de diez años fijaban la vista en las venta-nas o en el techo mientras su profesora les leía un cuento detrás de otro en que se estrangulaba o se maltrataba de algún otro modo a una mujer. Le tenían cariño a la maestra y sabían que no quería que se dieran cuenta de ese detalle.

La resistencia que me llamó la atención era la resistencia a la disociación. Al transformarse en mujeres, las chicas eran conscientes de las presiones que existían para que se ajustaran a maneras de ver y de hablar que exigían descartar sus propias percepciones y desconfiar de su propia experiencia, pero también las resistían. Al explorar la resistencia de estas chicas, vi que

suponía un desafío a un proceso de iniciación sancionado por la cultura e impuesto por la sociedad. Desde muchos puntos de vista, admirar el traje del emperador y no ver que el clérigo de la novela de Hawthorne, quien profesaba amar la verdad, «vivía una mentira», como él mismo reconocía, era una medida adaptativa que podría considerarse incluso indispensable.

No me había dado cuenta de que la palabra «patriarcado» aparecía en repetidas ocasiones a lo largo de La letra escarlata. Había leído la novela como tragedia de amor y como parábola so-bre las consecuencias del pecado. Pero ahí estaba el patriarcado, impreso en la página: «privilegio patriarcal», «figura patriarcal», «cuerpo patriarcal», junto con la confesión:

Yo solía observar y estudiar su figura patriarcal (el padre de la Aduana), con más curiosidad que la de cualquier forma humana que hubiese visto nunca. Era, en verdad, un raro fenómeno, tan perfecto desde cierto punto de vista, tan superficial, tan contradictorio, tan impalpable y de una nulidad tan absoluta desde todos los demás.

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Hasta entonces, había asociado el patriarcado con la antropología y el estudio de tribus antiguas, además de con un tipo de feminismo que veía a los hombres como monstruos. Sin embargo, al escribir con mi hijo una obra de teatro inspirada en La letra escarlata y al convertir el guión en un libreto para una ópera titulada Perla, a ambos nos sorprendió la clarividencia de Hawthorne sobre lo que se suele pasar por alto acerca del dilema americano: la tensión entre la visión radical protestante de unas relaciones sin me-diación alguna con Dios, a quien se puede rendir culto cualquiera y en cualquier lugar –en casa, en el bosque o en la iglesia–, y la perpetuación de una jerarquía clerical exclusiva-mente masculina; entre la visión de una sociedad democrática, la «ciudad resplandeciente» de la colina, y la continuación del privilegio y el poder patriarcal. En un aria de la ópera, nos preguntábamos: «Si Dios es amor, ¿cómo puede ser pecado amar?».

El patriarcado es la antítesis de la democracia, pero también se encuentra en tensión con el amor. Al final de su novela, a todos los que acudían en busca de consejo o consuelo, Hester Prynne confesaba su firme convicción de que «en alguna época mejor en que el mundo llegase a su madurez y en que el reino de los cielos imperase, se revelaría una nueva verdad, para establecer un nuevo vínculo entre el hombre y la mujer sobre una base más firme de felicidad mutua».

En su primera aparición ante el Con-greso, el presidente Obama habló de deja-dez –y de sus consecuencias en la sanidad, la educación, la economía y el planeta– y de la necesidad de sustituir la actual ética del beneficio propio por una ética del cuidado y de la responsabilidad colectiva. Durante la campaña, pronunció un discurso conmo-vedor en el que instaba a los americanos a comprender y luego a dejar atrás diálogos tan antiguos como amargos sobre la raza. Pero este alegato no estuvo acompañado por otro a favor de un nuevo diálogo sobre el género. ¿Por qué?

¿Por qué sigue amenazada la ética del cuidado? ¿De qué va realmente el debate entre justicia y cuidado? ¿Qué relación tiene todo esto con las mujeres y, de manera más general, con la vida de la gente?

Los estudios sobre el desarrollo de las chicas, junto con un estudio reali-zado con niños y una investigación nueva sobre la infancia, han arrojado luz sobre las facultades relacionales del ser humano. Los niños pequeños escudriñan el mundo humano que los rodea, experimentan emo-ciones y pensamientos, tanto propios como ajenos, y los interpretan. Los hallazgos em-píricos sobre el desarrollo convergen con nuevos descubrimientos en los campos de la neurobiología y la antropología evolutiva en la demostración de que, en ausencia de trauma o lesión cerebral, nuestros sis-temas nerviosos conectan las emociones con el pensamiento, y que la facultad de comprensión mutua –de empatía, telepatía y cooperación– forma parte de nuestra historia evolutiva y es fundamental para la supervivencia de la especie. Como observó recientemente Alison Gopnik:

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

Creíamos que los bebés y los niños pequeños eran irracionales, egocéntricos y amorales; que su pen-samiento y experiencia eran concretos, inmediatos y limitados. Sin embargo, los psicólogos y los neurocientíficos han descubierto que los bebés no sólo aprenden más, sino que imaginan más, cuidan más y experimentan más de lo que creeríamos posible. En cierto mo-do, los niños pequeños son más listos, imaginativos, bondadosos e incluso conscientes que los adultos.5

Al parecer, la historia que habíamos estado contando sobre nosotros mismos era falsa.

En El nacimiento del placer, me planteaba esta pregunta: ¿cómo llegamos a perder el conocimiento de lo que sabemos? ¿Por qué nos atraen las historias de amores trágicos? Las voces de las adolescentes en entornos contemporáneos –de las chicas que par-ticiparon en mis estudios– recordaban a las voces de las jóvenes de las novelas y las obras de teatro escritas en épocas y culturas muy distintas. Antígona e Ifigenia, la Viola de Noche de Reyes y la Miranda de La tempestad. Son todas chicas con voces sinceras y valientes, que contestan al padre, que cuestionan la voz de la autoridad. Antígona desafía la decisión de Creonte de dejar el cuerpo de su hermano sin sepultura; Ifigenia acusa a Agamenón de locura por pensar en sacrificarla y cuestiona una cultura que da más valor al honor que a la vida; Viola enseña a amar a Orsino, y Miranda pregunta a Próspero: «¿Tu motivo para

desatar esta tempestad? » y «¿No tenía yo cuatro o cinco mujeres atendiéndo-me?» ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Y dónde están las mujeres?

En el pasaje bíblico sobre la expul-sión del Paraíso, Eva come del fruto prohi-bido y se lo ofrece a Adán, el fruto del árbol de la ciencia, del bien y del mal. Se trata de una historia sobre el saber moral. Dios expulsa a Adán y a Eva del Paraíso. Desde entonces, se ganarán el pan con el sudor de la frente. Pero Dios también ata el deseo de Eva al de Adán, de modo que, a partir de entonces, sólo querrá lo que él quiera y sólo sabrá lo que él sepa: «desearás a tu marido y él te dominará”. Dios está por encima de Adán; Adán, a su vez, por encima de Eva, y la serpiente se encuentra abajo del todo. La palabra «patriarcado » significa jerarquía, el gobierno de los sacerdotes, donde el hieros, el sacerdote, es un pater, un padre: la voz de la autoridad moral.

Con El nacimiento del placer, situé mis estudios del desarrollo en un marco histórico y cultural más amplio. Lo que se había calificado de desarrollo –la separa-ción del Yo y las relaciones, de la mente y el cuerpo, del pensamiento y la emoción– era un proceso de iniciación que exigía la disociación. Al escuchar a las chicas narrar sus experiencias en el paso a la edad adul-ta, me enteré de sus dilemas entre saber y no saber. ¿Podían decir lo que veían, escuchar lo que oían, ser conscientes de lo que sabían y vivir en relación con otros? Si no decían lo que sentían y pensaban, en-tonces no se encontraban en una relación con otros.

En un estudio con hombres y muje-res que habían llegado a un punto muerto

en su relación de pareja, descubrí que era posible abrir camino entre la maleza escuchando en las mujeres la voz sincera y valiente de la niña de once años y, en los hombres, la voz franca y emocionalmente inteligente del niño de cuatro años. Escribí El nacimiento del placer para demostrar que poseemos un mapa de resistencia en forma de una narrativa muy antigua. El mito de Psique y Cupido cuenta una historia de amor destinada a la tragedia que se convierte en otra que acaba en un matrimonio justo y equitativo y en el nacimiento de una hija llamada Placer. La semilla de la transformación se encuentra entre nosotros.

El modelo binario y jerárquico del género es el ADN del patriarcado, la base sobre la que se erige el orden patriarcal. Ser hombre significa no ser mujer, ni parecerlo, y estar encima. En The Dee-pening Darkness,6 observé, junto a David Richards, que lo que excluye el patriarcado es el amor entre iguales, por lo que hace imposible la democracia, que se funda en dicho amor y en la libertad de expresión que fomenta.

Me incorporé al debate en torno a las mujeres y la moralidad en los años setenta, en el momento más álgido del movimiento feminista. Entrevisté a mujeres embarazadas que se planteaban la posibi-lidad de abortar justo después de que el Tribunal Supremo de Estados Unidos diera una voz decisiva a las mujeres en el caso de Roe contra Wade, y las escuché calificar lo que querían hacer (ya fuera tener el niño o abortar) de «egoísta», mientras que consideraban bueno hacer lo que los otros querían que hicieran. Recuerdo a Nina

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO

diciéndome que iba a abortar porque su novio quería terminar

la carrera de derecho y dependía del apoyo que ella le daba.

Cuando le pregunté qué quería hacer ella, me miró con cara de

sorpresa: «¿Qué tiene de malo hacer algo por alguien a quien

quieres?». «Nada», le contesté, y repetí mi pregunta. Después de

varias iteraciones de esta misma conversación, con la palabra

«egoísta» resonándome en los oídos, empecé a preguntar a las

mujeres: «Si es bueno sentir empatía hacia los otros y responder

a sus deseos y preocupaciones, ¿por qué es egoísta responder

a ti misma?». Y en ese momento histórico, una mujer tras otra

respondía: «Buena pregunta».

Las mujeres estaban sometiendo a escrutinio la morali-

dad que les había ordenado volverse «abnegadas» en nombre

de la bondad, teniendo en cuenta que esa abnegación implicaba

la abdicación de la voz y la elusión de la responsabilidad y la

relación. No era sólo algo problemático desde el punto de vista

moral, sino también incoherente desde una perspectiva psicoló-

gica: estar en una relación significa estar presente, no ausente. El

sacrificio de la voz era un sacrificio de la relación.

Después de escuchar a estas mujeres, establecí una

distinción crucial para comprender la ética del cuidado. En un

contexto patriarcal, el cuidado es una ética femenina. Cuidar es

lo que hacen las mujeres buenas, y las personas que cuidan rea-

lizan una labor femenina; están consagradas al prójimo, pendien-

tes de sus deseos y necesidades, atentas a sus preocupaciones;

son abnegadas. En un contexto democrático, el cuidado es una

ética humana. Cuidar es lo que hacen los seres humanos; cuidar

de uno mismo y de los demás es una capacidad humana natural.

La diferencia no estaba entre el cuidado y la justicia, entre las

mujeres y los hombres, sino entre la democracia y el patriarcado.

Cuando escribí In a different voice, describí el desarrollo

moral de las mujeres en forma de progresión de un interés por

el Yo a una preocupación por el prójimo y de ahí a una ética del

cuidado que abarcaba al Yo y al prójimo. En el marco conceptual

dentro del cual trabajaba, el desarrollo moral se veía como el

paso del pensamiento pre-convencional al convencional, y del

convencional al post-convencional. Para las mujeres, suponía la

transición de la maldad (egoísmo) a la bondad (abnegación),

y de ahí a la verdad, a raíz del reconocimiento de que tanto el

egoísmo como la abnegación son retiradas de las relaciones y

suponen restricciones al cuidado. La escolar de once años Amy, la

única niña tratada con detenimiento en el libro, fue la primera que

me llevó a cuestionar este marco. La oposición entre egoísmo y

abnegación no condicionaba la noción que tenía de sí misma ni su

manera de pensar en temas de moralidad. No era capaz de tra-

zar una línea que conectara la voz de Amy con la de las mujeres

del libro. El problema con el que estaban lidiando simplemente no

era un problema para Amy. Amy estaba fuera del marco.

La comprensión mutua –una estructura horizontal– es

intrínsecamente democrática. Para convertir lo horizontal en ver-

tical, con superiores e inferiores, resulta imprescindible que se

produzcan varias escisiones. Si la facultad de comprensión mutua

–empatía, telepatía y cooperación– es innata, como confirman

ahora los hallazgos en los campos de la psicología del desarro-

llo, la neurobiología y la antropología evolutiva, esta capacidad

se debe romper o, como mínimo, relegarse a la periferia. Este

es el objetivo del proceso de iniciación al patriarcado que, de

tener éxito, instala en la psique elementos ajenos a la naturaleza

humana.

Los niños y las niñas dotados de una mayor resiliencia

lograrán resistir a las presiones a las que se les somete para

que separen la mente del cuerpo, el pensamiento de las emo-

ciones, la noción de sí mismos de las relaciones. Son presiones

que piden enterrar la voz honesta, una voz que supuestamente

no existe en nuestra cultura posmoderna. En este contexto, a la

gente le resulta difícil saber lo que el cuerpo y las emociones

conocen sin sentirse perdidos. Y decir lo que saben puede causar

problemas tanto a otros como a sí mismos.

Anna, una alumna de catorce años, escribió dos redac-

ciones sobre la leyenda del héroe: «una es una leyenda cursilona,

y la otra, la que en realidad quería escribir». Entregó las dos

redacciones junto con una nota en la que explicaba a la profesora

sus motivos. «Me puso sobresaliente en la normal. Le entregué

la otra porque tenía que escribirla. Estoy un poco cabreada».

Siendo testigo de cómo su padre y su hermano recurrían a la

fuerza bruta en momentos de frustración, Anna se había dado

cuenta de que la necesidad de parecer heroicos podía llevar a los

hombres a ocultar su vulnerabilidad con la violencia. Desde esta

perspectiva, la leyenda del héroe le parecía comprensible, pero

peligrosa.

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

Al optar por discrepar abierta-mente con su profesora y por no vender su mente ni «cometer adulterio cerebral»,7 como diría Virginia Woolf, Anna se volvía in-sumisa. Su profesora le parecía «estrecha de miras» por ceñirse rígidamente al con-cepto de héroe de Joseph Campbell como alguien «que fue y salvó a toda la huma-nidad». Al contemplar a este héroe desde otra perspectiva, Anna dijo que tenía que escribir la redacción: «Tenía que escribirla para explicárselo, ¿entiendes? Para que comprendiera».

Anna, de familia obrera, veía el marco en que se encuadraban los mundos que habitaba. Con gran dolor, se había dado cuenta de las contradicciones que había en la postura de su colegio privado en cuanto a las diferencias económicas –dónde había dinero y dónde no–, de los límites de la meritocracia a la que se adhería. Al darse cuenta de las contradicciones, se obsesionó con la diferencia entre la realidad de las cosas y el nombre que recibían, y jugaba con la provocación de tomárselo todo al pie de la letra en su esfuer-zo por llamar las cosas por su nombre.

Un año más tarde, a los quince, Anna empezó a plantear preguntas literales sobre el orden que no se cuestionaba en el mundo que la rodeaba: preguntas sobre la religión y sobre la violencia. «En el arca de Noé tendría que haber habido un montón de pienso para los animales, ¿no?». Era consciente de que sus preguntas no eran del agrado de muchas de sus compañeras y de que sus opiniones provocaban a menudo un gran silencio. En medio de una discusión muy acalorada en clase, se dio cuenta de toda la gente que no

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO

hablaba: «Había un montón de gente que no hacía más que escuchar, sin moverse».

La relación de Anna con su madre parecía fundamental para su resiliencia. La intimidad con su madre y la franqueza de sus conversaciones eran en ocasiones dolorosas. Anna sentía que los sentimien-tos de su madre la «corroían», y a veces le resultaba difícil saber lo que sentía u opinaba. Se daba cuenta de que el punto de vista de su madre no era más que uno, y no sabía hasta qué punto exageraba. Aún así, veía que gran parte de lo que decía era verdad.8

En uno de los hallazgos más con-cluyentes en el campo de la psicología, los estudios sobre niños y niñas resilientes han demostrado una y otra vez que la mejor protección frente a una situación de estrés consiste en contar con una relación de confianza; es decir, una relación en la que el menor pueda decir lo que piensa y lo que siente. Además de a su madre, Anna tenía unas cuantas amigas con las que podía hablar y que la entendían, aunque no eran muchas. Anna era la directora del periódico del colegio, una alumna de so-bresaliente que cantaba en un coro y que consiguió una beca para ir a la prestigiosa universidad de su elección. Anna ilustra la posibilidad de ejercer una resistencia sana que se trata, además, de una resistencia política. Esta chica encontró un canal eficaz que le permitía expresar lo que sabía, de-nunciar la verdad ante el poder y moverse por los mundos de su colegio y su familia, no sin conflicto, pero de un modo que no ponía en peligro su futuro.

Respondemos entonces a la primera pregunta: la ética feminista del

cuidado está amenazada porque el fe-minismo está amenazado. Las guerras culturales de Estados Unidos han hecho aflorar las continuas tensiones que existen en el seno de la sociedad americana entre el compromiso con las instituciones y los valores democráticos y el mantenimiento del privilegio y del poder patriarcales. Las tensiones entre una ética feminista y una ética femenina del cuidado se han mani-festado en los recientes debates sobre la asistencia sanitaria. Como bien observó mi amigo y politólogo Stephen Holmes, la asistencia sanitaria, propia del género fe-menino, se consideraba demasiado cara y no responsabilidad del Estado (carga que, presumiblemente, asumirían las mujeres y aquellos que realizan labores femeninas), mientras que el gasto militar y Wall Street (propios del género masculino) recibían una vía relativamente libre.

Diversos movimientos cuestionaron estas construcciones patriarcales de la masculinidad y la feminidad en los años sesenta: el antibélico, el feminista y el de liberación gay. Ser hombre no significaba necesariamente hacerse soldado ni prepa-rarse para la guerra; ser mujer no exigía ser madre ni prepararse para tener hijos y cuidarlos. Las sexualidades y las familias podían adoptar formas muy diversas. Pe-ro mientras que el aborto, el matrimonio homosexual y la guerra se convertían en temas candentes de la política americana, quedó claro que estos avances se en-frentaban a otros esfuerzos encaminados a restituir las estructuras patriarcales y a imponer la ley del padre. George W. Bush lo expresó con estas palabras: «Yo soy quien decide».

Con esto llegamos a la llamada «polémica Kohlberg-Gilligan». Quisiera reiterar un punto fundamental: el cuidado y la asistencia no son asuntos de mujeres; son intereses humanos. Para ver este de-bate tal y como es, no hay más que mirar a través de la óptica del género: la justicia se coloca junto a la razón, la mente y el Yo –los atributos del «hombre racional»–, y el cuidado, junto a las emociones, el cuerpo y las relaciones –las cualidades que, como las mujeres, se idealizan a la vez que se menosprecian en el patriarcado. Aunque no se suele reconocer el encuadre pa-triarcal de este debate, el modelo binario y jerárquico del género llama la atención de quien escucha. Con esta división de la moralidad por razón de género, la mas-culinidad ofrece fácilmente un pasaporte al descuido y la desatención, defendidos en nombre de los derechos y la libertad, mientras que la femineidad puede implicar una disposición a renunciar a derechos a fin de preservar las relaciones y mantener la paz. Pero es absurdo sostener que los hombres no se interesan en los demás y que las mujeres no tienen sentido de la justicia.

Identifiqué una voz diferente no a través del género, sino del tema. La diferencia refleja la unión de lo que el patriarcado fragmenta: el pensamiento y la emoción, la mente y el cuerpo, el Yo y las relaciones, los hombres y las mujeres. Al deshacer las rupturas y las jerarquías pa-triarcales, la voz democrática expresa nor-mas y valores democráticos: la importancia de que todos tengamos una voz y que esa voz sea escuchada, por derecho propio y en sus propios términos, y atendida con

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

integridad y respeto. Las voces diferentes, en lugar de poner en peligro la igualdad, son imprescindibles para la vitalidad de una sociedad democrática.

La asociación entre una voz atenta y las mujeres de mi investigación fue una observación empírica que admitía excep-ciones (no todas las mujeres son atentas y cuidadosas) y en absoluto limitada a las mujeres (el cuidado es una facultad humana). Sin embargo, por razones que pasaré a exponer en breve, las mujeres están mejor preparadas para resistirse a la separación entre la noción de sí mismas y la experiencia de las relaciones y para integrar el sentimiento con el pensamiento.

Cuando se considera buena a la mujer relacional, y agente moral de prin-cipios al hombre autónomo, la moralidad sanciona y refuerza los códigos del género de un orden patriarcal. En la cultura del patriarcado, tanto manifiesta como encu-bierta, la voz diferente suena femenina. Cuando se escucha por derecho propio y en sus propios términos, no es más que una voz humana. Como ética relacional, el cuidado aborda tanto los problemas de la opresión como los del abandono. Cuando escuchamos a niños y niñas, oímos sus gritos: «No es justo»; «No te importo». Te-niendo en cuenta que los niños son más débiles que los adultos y dependen de su cuidado para la supervivencia, el interés por la justicia y el cuidado forma parte integral del ciclo vital humano.

Los problemas psicológicos surgen cuando la gente no puede decir lo que siente en lo más profundo de su ser, o ex-presar lo que le parece más real y verda-dero. A sus diecisiete años, Gail reflexiona:

independientes en el terreno emocional, se caractericen por muestras de sufrimiento psicológico. Son momentos en que los chi-cos y las chicas sienten una gran presión para interiorizar el modelo binario y jerár-quico del género con la idea de convertirse en una mujer buena («lo que debería ser») o de hacerse hombre. Pero esta inducción a los códigos y los guiones del género pa-triarcal sucede a una edad más temprana en la vida de los niños, alrededor de los cuatro o cinco años.

En su próximo libro, When Boys Become Boys, Judy Chu describe el grado de atención, locuacidad, autenticidad y franqueza de los niños de cuatro y cinco años en sus relaciones con ella y entre unos y otros. Pero a medida que sigue el paso de los niños desde el preescolar hasta el primer año de primaria, asiste a su transformación gradual en niños más desatentos, menos expresivos, más falsos e indirectos entre sí y con ella. Se convier-ten en «chicos».10

Las chicas disponen de más margen para cruzar el modelo binario del género, hasta llegada la adolescencia. En-tonces es cuando se enfrentan a la división entre niñas buenas y malas, y también a un modelo de la realidad construido desde hace siglos principalmente por hombres, en el que la experiencia humana y la condición humana se interpretan en gran medida desde un punto de vista masculino. Tienen que hacer frente a una crisis de conexión, de vínculo: ¿cómo mantener el contacto consigo mismas, ser conscientes de su propia experiencia y respetar sus ideas, y a la vez mantener el contacto con el mundo que las rodea?

«Tiendo a guardarme lo que pienso, lo que me preocupa y todo lo que se interpone ante mi idea de lo que debería ser; me lo meto dentro, como una esponja que lo absorbe todo».

El proceso de iniciación al patriar-cado se guía por el género y se impone con las armas de la deshonra y la exclu-sión. Los signos delatores son una pérdida de la voz y de la memoria que pone en peligro nuestra capacidad de vivir en rela-ción con nosotros mismos y con los demás. Así pues, la iniciación de menores al orden patriarcal deja un legado de pérdida y algunas de las cicatrices que asociamos al trauma. Becka, de doce años, una de las chicas que aparece en Meeting at the Crossroads, un libro sobre la psicología de las mujeres y el desarrollo de las niñas que escribí junto con Lyn Mikel Brown, habla de perder su noción de sí misma:

No estaba contenta, ni estaba segura de mí misma... No estaba... conmigo, ni estaba pensando en mí misma. Sólo quería tener este grupo de amigos... Estaba perdiendo la con-fianza, perdiéndome de vista, ya no me reconocía a mí misma.9

Al final del bachillerato, los chicos de los estudios de Way hablaban de perder a los amigos íntimos, aquellos con los que compartían los secretos. Nick, un alumno del último año, decía: «Ahora no tengo intimidad con nadie».

No es de extrañar que estos momentos en el desarrollo en los cuales las chicas hablan de no reconocerse a sí mismas, y los chicos de volverse estoicos e

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO

En Deep Secrets, Niobe Way describe una crisis parecida entre los chicos en los últimos años de bachillerato. En la primera adolescencia, con el despertar de la subjetividad y el renaci-miento del deseo de intimidad emocional, los chicos describen amistades estrechas con otros chicos –amistades en las que comparten secretos. Justin, un chico de quince años, dice de su mejor amigo:

[Mi amigo y yo] nos queremos... no hay más... porque es algo muy hondo que tienes dentro y no se puede explicar. Es como si supieras que esa persona es esa persona... Creo que en la vida, a veces dos personas se entienden muy bien y se tienen confianza, respeto y cariño. Es una cosa que sim-plemente pasa, es parte del ser humano.

Pero hay otra cosa que «simplemente pasa» y que Justin describe dos años más tarde, en su último curso de bachillerato. Como la mayoría de los chicos de los estudios de Way, ya no tiene

ningún amigo íntimo. A la pregunta de cómo han cambiado sus amistades, contesta:

No sé, quizá no mucho, pero creo que el que era tu mejor amigo pasa a ser un colega, y luego los colegas son amigos sin más, y luego los amigos sin más acaban siendo conocidos... Si hay distancia, si es normal o lo que sea..., pues yo qué sé, pero pasa, quieras o no.11

Lo que pasa, como demuestra Way, es que los chicos han interiorizado un modelo binario del género, junto con la homo-fobia que socava la confianza de los chicos en sus compañeros y que convierte el deseo de cercanía emocional y de amistades íntimas en algo propio de chicas u homosexuales.

La historia falsa es la que se escribe después de que esto sucede –una historia narrada, por así decirlo, después de la caí-da. La disociación ya se ha producido y la historia se reescribe. Cuando esto sucede, las mujeres se olvidan de la voz sincera y

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

valiente de la niña de once años que dice, «Mi casa está empape-

lada de mentiras», o lo oyen como una estupidez o una grosería.

Los hombres no recuerdan la franqueza y la inteligencia emocio-

nal del niño de cuatro años que pregunta a su madre, «Mamá,

¿por qué sonríes si estás triste?», o del de cinco años que dice a

su padre, «Te da miedo de que si me pegas, cuando sea mayor

yo también voy a pegar a mis niños», o del de quince que dice

que, sin un amigo del alma, alguien a quien le puedes contar los

secretos, «Te vuelves loco». Desde este punto de vista, resulta

más fácil comprender la tenacidad de los códigos y las costum-

bres patriarcales, incluso en sociedades comprometidas con

las instituciones y los valores democráticos. Las estructuras de

dominación se vuelven invisibles porque han sido interiorizadas.

Una vez incorporadas en la psique, no parecen manifestaciones

de la cultura sino parte de la naturaleza, de nosotros mismos.

Entre los cinco y los siete años, aproximadamente, en la

época en que se produce la iniciación de los niños y su trans-

formación en un «machote» o un «chico como Dios manda», el

momento en que los niños cruzan las fronteras del género y

se les llama niñas o mariquitas o cobardes o niños de mamá,

abundan los casos de trastornos del habla y del aprendizaje, de

problemas de atención y diversas formas de desconexión o de

comportamiento descontrolado. Los niños muestran más signos

de depresión que las niñas hasta la adolescencia, momento en

que comienza la iniciación de éstas, junto a prácticas a menudo

viciosas de inclusión y exclusión. Durante la adolescencia es

cuando la resiliencia de las chicas se encuentra bajo una mayor

amenaza y se produce repentinamente una incidencia elevada

entre las niñas de depresión, trastornos de la alimentación, auto-

lesión u otros comportamientos destructivos. En los últimos años

de bachillerato, cuando Nick decía, «Ahora no tengo intimidad

con nadie», la tasa de suicidios aumenta rápidamente entre los

chicos, lo mismo que la tasa de homicidios.

Con esto llegamos a la última de las preguntas que

planteaba: ¿por qué las mujeres? ¿Siguen siendo las voces de

las mujeres cruciales a la hora de llamar la atención sobre estos

temas? No es una cuestión de esencialismo. Las mujeres no son

esencialmente diferentes de los hombres en cuanto a sensibilidad

o inteligencia emocional; ni son todas las mujeres iguales. Como

tampoco se trata de un problema en sí mismo de socialización.

Más bien es la edad más tardía de iniciación de las niñas a la vida bajo las leyes del padre, con su modelo binario y jerárquico del género. Las mayores capacidades cognitivas en la adolescencia, junto con una mayor variedad de experiencia, implican que las chicas son más propensas a ver el desfase entre la realidad de las cosas y la versión que se da de las mismas. Por tanto, las mu-jeres son más proclives a reconocer la falsedad de la narrativa patriarcal, en la que además tienen un menor interés.

Sarah Blaffer Hrdy, reflexiona así sobre sus descubrimien-tos en el campo de la antropología evolutiva: «Las ideologías patriarcales que se centraban en la castidad de las mujeres y en la perpetuación y el aumento del linaje masculino debilitan la tradición de dar prioridad al bienestar de los menores». Observa que la familia nuclear no es ni tradicional ni original desde el pun-to de vista evolutivo; hemos evolucionado como «criadores colec-tivos»; ni la familia nuclear ni el cuidado exclusivo de la madre se encuentran en nuestra codificación genética, pero sí lo están las familias extendidas y la comprensión mutua, que son fundamen-tales para la supervivencia de la especie humana. Teniendo en cuenta los avances médicos y las distintas condiciones sociales, a Hrdy le preocupa que...

Si la empatía y la comprensión se desarrollan única-mente bajo determinadas condiciones de crianza, y si una proporción cada vez mayor de la especie no se encuentra con estas condiciones, pero aún así sobrevive y se repro-duce, poco importará lo valiosas que fueran las bases para la cooperación en el pasado. La compasión y la cuestión del vínculo emocional desaparecerán lo mismo que la vista en los peces de las cavernas.12

Hrdy cita estudios que muestran que las condiciones óptimas para criar hijos y fomentar sus capacidades de empatía y comprensión son aquellas en que éstos disponen de al menos tres relaciones próximas y seguras (del sexo que sean), lo que implica tres relaciones que transmiten claramente el mensaje: «Te vamos a cuidar, pase lo que pase».

Sandra Laugier, filósofa moral que ha escrito sobre la ética del cuidado, observa que «las teorías del cuidado, como muchas de las teorías feministas radicales, padecen de falta

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO

de reconocimiento... porque a diferencia de los enfoques generales de “género”, una ética del cuidado auténtica no puede existir sin una transformación social».13 En la transformación que imagina, la ética del cuidado se desprende de su posición subordinada dentro de un esquema basa-do en la justicia. Al dejar de considerarse una cuestión de obligaciones especiales o de relaciones interpersonales, se reconoce como lo que es: fundamental para la su-pervivencia humana.

En The Testament of Mary, el novelista irlandés Colm Tóibín se imagina a la Virgen María de anciana, viviendo sola en la ciudad de Éfeso, muchos años después de la crucifixión de su hijo y aún empeñada en comprender los sucesos que se convir tieron en la narrativa del Nuevo Testamento y de la fundación del Cristianismo. Los autores del Evangelio son sus guardianes, le procuran refugio y alimento y la visitan a menudo con la intención de que su historia se ajuste a la de ellos. María no acepta que su hijo sea el Hijo de Dios, ni que el «grupo de in-adaptados que congregó a su alrededor, hombres que no mirarían a una mujer a los ojos», fueran sus santos discípulos. Se condena sin piedad por abandonar a su hijo para salvar su vida propia, en vez de permanecer a los pies de la Cruz hasta su muerte. Al final de la novela, dice: «Yo estuve allí». Y luego oímos su veredicto:

Huí antes de que acabara, pero si quieres testigos, yo soy uno, y te di-go ahora que, cuando dices que salvó al mundo, yo te diré que no merecía la

pena. No merecía la pena.14

En un artículo escrito para The New York Times, «Our Lady of the Fragile Huma-nity», Tóibín reflexionaba sobre su proyec-to. «Quería darle una voz, dejarla hablar... Quería crear una mujer mortal, alguien que ha vivido en el mundo. Su sufrimiento tenía que ser real; su memoria, exacta; su tono, urgente». Tenía que imaginar la vida de Ma-ría –la casa donde vivía, el tono de su voz. Las fuentes –los cuatro evangelios– «no solían ser de gran ayuda. Tenía que crear su versión de la historia. Tenía que encon-trar su voz y seguirla, respetarla, pero también blandirla y moldearla». Esta gran proeza de la imaginación adoptó primero la forma de obra de teatro, interpretada en una producción de taller en el Festival de Teatro de Dublín. Tóibín recordaba: «Jamás olvidaré el silencio del teatro cuando el público se dio cuenta de que Mullen, la figura sobre el escenario, era la Virgen María en toda su humanidad». Más tarde reescribió el texto, lo amplió y lo publicó en forma de novela. Para la producción de esta primavera en Broadway, retomó la obra de teatro original y la reescribió, «con unas imágenes más austeras, una voz más urgente y cargada de dolor humano».15 El estreno tuvo lugar a mediados de abril y, después de diecisiete representaciones, la obra se clausuró.

Asistí a la última función y recuerdo el silencio que reinaba en la sala cuando cayó el telón. Las últimas palabras de la obra –«No merecía la pena»– permanecían en ese silencio. Son las palabras más radicales que jamás haya oído pronunciar sobre un escenario.

¿Qué sucedería si las madres de los hombres, entre las que me incluyo,

concluyeran que el sacrificio de sus hijos por salvar al mundo, o por vivir una u otra versión de la leyenda del héroe, no merece la pena? En la novela de Tóibín, los escri-tores del Evangelio se marchan, y en los últimos párrafos, María reflexiona así:

Se marcharon esa noche en una caravana, camino de las islas, y en la manera y el tono advertí un nuevo distan-ciamiento, algo parecido al miedo, aunque quizá más próximo a la pura exasperación. Pero me dejaron dinero y provisiones y con la sensación de que seguía bajo su protección. Me fue fácil mostrarme amable. No son tontos. Me parece admirable su determinación, la precisión de sus planes, su dedicación… Les irá bien, triunfarán, y yo moriré...

El mundo se ha aflojado, como una mujer que se prepara para irse a la cama y deja que el pelo le caiga sobre los hombros. Y yo susurro las palabras, por-que sé que las palabras son importantes, y sonrío mientras las pronuncio ante las sombras de los dioses de este lugar, que permanecen en el aire para guardarme y escucharme.16

Comencé a trabajar en la ética del cuidado con el objetivo de descifrar las vo-ces de las mujeres cuando sus conceptos del Yo y de la moralidad no encajaban en los cajones mentales dominantes. Quería demostrar que lo que se había calificado de debilidad propia de mujeres o se había percibido como una limitación a su desarrollo, se podía interpretar en cambio como virtud humana. Ahora reconocemos el valor de la inteligencia emocional, una inteligencia que une el sentimiento con el pensamiento, que procura estar todo lo

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

despierta que puede, al tanto de cuanto sucede, consciente de donde pisa, recepti-va y responsable, que cuida de uno mismo y de los demás.

Los dilemas éticos se han enmar-cado «así como problemas de matemáticas con humanos» –en palabras de Jake, un niño de once años. Respondiendo a la pre-gunta de Kohlberg –¿Debería un hombre, cuya mujer se está muriendo de cáncer, ro-bar un medicamento demasiado caro para salvarle la vida?–, Jake aísla las exigencias morales, sopesa el valor de la vida frente al valor de la propiedad y la ley, y concluye que Heinz debería robar la medicina por-que la propiedad es reemplazable y la vida no y, además, «la ley se puede equivocar ». A sus quince años, todavía puede hacer el cálculo, pero cuando dice «Tienes que preguntarte cómo se sentiría un hombre al que se le está muriendo la mujer y que tiene que enfrentarse a eso, que su mujer se está muriendo », el problema de matemáticas se ha convertido en una historia humana.

Las voces de las mujeres y las niñas siguen abriendo debates éticos que, de lo contrario, podrían guardarse en silencio. Las mujeres son quienes primero hablaron del abuso sexual y la violación, permitiendo así a los hom-bres denunciar también sus propias experiencias de violación. Por eso co-nocemos la magnitud de las violaciones sexuales de niños por par te de sacer-dotes, entrenadores y jefes scout. Las mujeres son quienes sacaron a la luz los abusos sexuales que proliferan en el ejército estadounidense, quienes han renovado el llamamiento a favor del

cambio en la estructura del mercado laboral para permitir a la gente trabajar pero también cuidar de sus familias. Las mujeres han puesto en marcha muchísimos pro-yectos a fin de salvar vidas y transformar la sociedad. En Estados Unidos, madres contra la conducción bajo los efectos del alcohol y madres contra la contaminación ambiental son dos de tantos. Another Mother for Peace es otro grupo que movilizó a las mujeres americanas para unirse a los hombres contra la guerra de Vietnam, una protesta que se originó dentro del propio ejército y que se ha conver tido en un movimiento internacional para acabar con la violencia contra las mujeres al que se han sumado muchos hombres.

En la introducción a In a different voice, aplacé la explicación de las diferencias que encontré entre las voces de hombres y mujeres: «No se sostiene pretensión alguna sobre los orígenes de las diferencias descritas ni de su distribución en una población más amplia, en distintas culturas o a lo largo del tiempo». Me di cuenta de la interacción entre estas voces dentro de las mujeres y de los hombres y observé que «su convergencia marca momentos de crisis y cambio».17

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO

en temas de moralidad de un modo que difería de su verdadera forma de pensar, pero albergaba ambas voces en su interior.

El silenciamiento de las mujeres se convirtió en causa célebre del movimiento feminista, símbolo de la presión de las mujeres. Los silencios de los hombres, en su mayoría, pasaron desapercibidos. En Violence: Reflections on a National Epidemic, mi marido, James Gilligan, identificó la vergüenza como la causa necesaria, aunque no suficiente, de la violencia. Dentro de los códigos de honor de la masculinidad patriarcal, la violencia es un modo de borrar la vergüenza y restaurar el honor; es una forma de establecer o restaurar la hombría.18

Liberar a los hombres de las restricciones de un modelo binario e inflexible del género y de la violencia asociada a la hom-bría patriarcal supone un empeño voluble, ya que en la transición de la hombría patriarcal a las masculinidades democráticas, los hombres se exponen a la vergüenza. La hombría se pone en evidencia. Y cuando la hombría se ve amenazada, la violencia es inmanente, como ha demostrado la historia una y otra vez, desde la guerra de Troya hasta la guerra de Irak que siguió a los aten-tados del 11 de septiembre, pasando por el ascenso de Hitler. En algún nivel de la conciencia, las mujeres lo saben y, cuando detectan la vulnerabilidad de los hombres, pueden retirarse co-mo medida de autoprotección o para mantener la olla tapada en una situación explosiva.

En las elecciones presidenciales de 2004 que siguieron a los atentados del 11 de septiembre, la diferencia de género en la votación desapareció por primera vez en más de veinte años. Las mujeres se sumaron a los hombres para reelegir a George Bush. Pero la pausa fue temporal. En 2008, la brecha volvió a aparecer y, en 2012, alcanzó un máximo histórico con un 70% de las mujeres solteras votando a favor de la reelección de Barack Obama. Sólo las mujeres casadas y los hombres blancos dieron a Romney la mayoría; las mujeres, por un margen muy pequeño.

Necesitamos un debate nuevo sobre el género y otro también nuevo sobre la ética. Desde el Holocausto, las teorías del desarrollo moral se han visto cuestionadas a raíz del reconocimien-to de que los marcadores habituales del desarrollo –la inteligencia, la educación y la clase social– no constituyen barreras contra la atrocidad. Sin embargo, incluso en las sociedades totalitarias que apuntan a la psique en su ataque, siempre hay gente a quien no engañan las mentiras y que denuncia la verdad ante el poder.

La investigación con chicas preadolescentes y con niños de cuatro y cinco años proporcionó un marco para explicar lo que había visto y oído. Las diferencias de género en la voz moral no son producto de la naturaleza o de la crianza en sí, sino del modelo binario y jerárquico fundamental para el establecimiento y la conservación de un orden patriarcal. Los requisitos de amor y ciudadanía en una sociedad democrática son una misma cosa: tanto la voz como el deseo de vivir en relaciones inherente a la naturaleza humana, junto a la facultad de detectar una autoridad falsa. Los psicólogos que estudiaron a los hombres y generaliza-ron sus hallazgos a todos los humanos, o que enmarcaron sus teorías desde una perspectiva masculina, confundieron el patriar-cado con la naturaleza.

¿Quieres saber lo que pienso o quieres saber lo que pienso de verdad?, me preguntó una mujer al principio de la investigación. Le había pedido que respondiera a uno de los dile-mas hipotéticos que los psicólogos usan para evaluar el desarro-llo moral. Su pregunta implicaba que había aprendido a pensar

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LA RESISTENCIA A LA INJUSTICIA: UNA ÉTICA FEMINISTA DEL CUIDADO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

Escuchamos a mujeres que asumieron grandes riesgos durante el régimen nazi –Magda Trocme, la mujer del pastor de Le Chambon-sur-Lignon que respondía a los judíos que llamaban a su puerta con un «Adelante»; o Antonina Zabinska, la mujer del guarda del zoológico de Varsovia que escondió a más de trescientos judíos en pleno centro de la ciudad ocupada– quienes, cuando les pre-guntaban cómo obraron de aquella manera, respondían que eran humanas. Hicieron lo que cualquier otro habría hecho en su lugar. Sabían el riesgo que asumían, pero no cuidar de estas personas les parecía un riesgo aún mayor. Y no estaban solas. André Trocme, el pastor, rescató a niños judíos; Jan Zabinski, el guarda del zoológico, sacó a judíos del gueto vigilado por los nazis. Durante la entrevista que le hizo la prensa israelí cuando el matrimonio recibió el título de Justos entre las Naciones en Yad Vashem, Jan explicó: «No fue un acto de heroísmo, sino una simple obligación humana». 19

Ahora sabemos que el patriarcado deforma la naturaleza tanto de las mujeres como de los hombres, aunque de maneras distintas. También sabemos cuándo, cómo y por qué lo hace. Pero, al igual que un cuerpo sano combate la infección, una psi-que sana se resiste a elementos ajenos a la naturaleza humana. Los hallazgos empíricos en los distintos campos de las ciencias humanas convergen en un mismo punto convincente: somos, por naturaleza, homo empathicus en vez de homo lupus. La coopera-ción está programada en nuestros sistemas nerviosos; nuestros cerebros dan más luz cuando optamos por estrategias cooperati-vas en vez de competitivas –la misma región cerebral que se ilu-mina con el chocolate20. Los descubrimientos en neurobiología y antropología evolutiva se suman a los de la psicología del desa-rrollo para transformar el paradigma cambiando la pregunta. En vez de plantearnos cómo adquirimos la capacidad de cuidar, nos preguntamos: ¿Cómo perdemos nuestra humanidad?

1. Gilligan, C. La moral y la teoría. Psicología del desarrollo femenino. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.

2. Lindqvist, S. Exterminate All the Brutes. Nueva York: The New Press, 1996, citado en Gilligan, C. El nacimiento del placer. Una nueva geografía del amor. Barcelona: Paidós Ibérica, 2003.

3. Gilligan, C. Op. cit.4. Luther King, M. «Carta desde la cárcel de Birmingham», 16

de abril de 1963. (Citado por Salil Shetty en «Los derechos humanos no conocen fronteras», prol. a AA.VV. Informe 2013: el estado de los derechos humanos en el mundo, Madrid: Ed.

Amnistía Internacional, 2013, p. 11.)5. Gopnik, A. El filósofo entre pañales. Revelaciones sorprendentes

sobre la mente de los niños y cómo se enfrentan a la vida. Madrid: Temas de Hoy, 2010.

6. Gilligan, C. y Richards, D. A. J. The Deepening Darkness: Patriarchy, Resistance, and Democracy’s Future. Nueva York: Cambridge University Press, 2009. p. 19.

7. Woolf, V. Una habitación propia. Barcelona: Seix Barral, 2001.8. Para un análisis más amplio de Anna, véase «Identifying

the Resistance», cap. 4, Gilligan, C. Joining the Resistance. Cambridge, Reino Unido: Polity Press, 2011 y Brown, L. M. y Gilligan, C. Meeting at the Crossroads: Women’s Psychology and Girls’ Development. Cambridge, Massachusetts:

9. Harvard University Press, 1992, pp. 185-195. 9. Brown, L. M. y Gilligan, C. Meeting at the Crossroads: Women’s Psychology and Girls’ Development. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1992.

10. Chu, J. When Boys Become Boys: Development, Relationships, and Masculinity. Nueva York: New York University Press (en prensa).

11. Way, N. Deep Secrets: Boys’ Friendships and the Crisis of Connection. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2011, pp. 1, 19.

12. Blaffer Hrdy, S. Mothers and Others: The Evolutionary Origins of Mutual Understanding. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2009, pp. 287, 293.

13. Laugier, S. «Care et Perception: L’éthique comme attention au particulier», en Laugier, S. y Papperman, P. (Eds.), Le souci des autres: Étique et politique du care. París, Éditions de l’École des hautes études en sciences sociales, col. «Raisons pratiques», 2005.

14. Tóibín, C. The Testament of Mary. Nueva York: Scribner, 2012, p. 80.

15. Tóibín, C. «Our Lady of the Fragile Humanity». The New York Times (4 de abril de 2013).

16. Tóibín, C. The Gospel of Mary, p. 81.17. Gilligan, C. La moral y la teoría. Psicología del desarrollo

femenino. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.18. Gilligan, J. Violence: Reflections on a National Epidemic. Nueva

York: Vintage, 1997. 19. Hallie, P. P. Lest Innocent Blood be Shed: The Story of the

Village of Le Chambon and How Goodness Happened There. Nueva York: Harper and Row, 1979; Ackerman, D. La casa de la buena estrella. Barcelona: Ediciones B, 2008; Aviva Lori. «Code Name: Fox». Ha’Aretz (22 de febrero de 2008).

20. Rilling, James K.; Gutman, David A.; Zeh, Thorsten R.; Paqgnoni, G.; Burns, Gregory S.; Kilts., C. «A Neural Basis for Social Cooperation», Neuron, 35, 2 (julio de 2002)

VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO.

Violencia de género:

síntoma de un mundo

enfermo

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VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO. PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

* * * * * * * * *

Alexander Cano HenaoDocente de Lengua, Lenguaje y Literatura.

RESUMENHistóricamente el concepto femineidad ha estado relacionado con la sumisión frente a la masculi-nidad y lo que a esta palabra socialmente atañe: protección, veeduría filial, proveer. Desde la época aristotélica, la idea de lo femenino está ligada a la aceptación y resignación que su condición biológica, generadora de vida, le ha brindado como núcleo del hogar, protectora de la casa y responsable de la crianza de los hijos. El afán de encontrar discrepancias ha llevado desde los más grandes pensadores hasta científicos de renombre a buscar, mediante estudios miles, diferencias marcadas entre las posibilidades intelectivas entre hombres y mujeres sin poder encontrar disparidades que vayan más allá de componente morfológicos inherentes a su sexualidad.

Las mutaciones sociales han obligado a redise-ñar los roles profesionales y a incluir a la mujer en los mismos. A pesar que la mujer cumple cabalmente con su asignación laboral, no han contribuido a posicionarla como un componente esencial de la sociedad. La discriminación de género sigue manifestándose con un agravante: el maltrato físico y psicológico en su contra per-vive a pesar de las modificaciones a las leyes y a la visibilización de este mal por parte de los medios. Aún persiste la violencia de género como una forma de subyugar los avances alcan-zados por las mujeres y todavía existen el mie-do y la violencia como mecanismos eficaces de

thousands, marked differences between the intellectual possibilities between men and women without being able to find differences that go beyond the morphological component inherent in their sexuality.

Social mutations have forced to redesign professional roles and to include women in them. Although the woman fully complies with her work assignment, they have not helped to position her as an essential component of society. Gender discrimination continues to manifest itself with an aggravating circumstance: the physical and psychological mistreatment against it persists despite the changes in the laws and the visibility of this evil by the media. Gender violence persists as a way to subjugate the advances achieved by women and there is still fear and violence as effective mechanisms of control, revealing a society that, arguing violence as part of itself, has used this discourse as an excuse to keep gender violence alive without any relevant measures being taken to eradicate it.

PALABRAS CLAVEViolencia, género, familia, masculinidad, femi-neidad.

KEYWORDSViolence, gender, family, masculinity, femininity.

Violencia de género: síntoma de un mundo enfermo

control, poniendo de manifiesto una sociedad que, argumentando la violencia como parte de sí, ha usado este discurso como una excusa para man-tener viva la violencia de género sin que se hayan tomado medidas relevantes para su erradicación.

ABSTRACTHistorically, the concept of femininity has been related to submission to masculinity and what this word socially concerns: protection, filial oversight, provide. From the Aristotelian period, the idea of the feminine is linked to the acceptance and resignation that its biological condition, generator of life, has given it as the nucleus of the home, protector of the house and responsible for the upbringing of children. The desire to find differences has led from the greatest thinkers to renowned scientists to seek, through studies

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montan tradiciones que, en medio de la cotidianidad, permiten mantener este tipo de violencia, podrá existir la esperanza de su erradicación. Por eso me resulta valioso este escrito.

Para dar inicio es importante incursionar en la palabra género y su definición. Ya en su escrito El género en disputa, Judith Butler exponía cuán complejo resulta separar este término del sexo, pues este atañe a mecanismos estrictamente biológicos y a los compo-nentes relacionados con la procreación; el género atañe a otros componentes.

“¿Existe «un» género que las personas tienen, o se trata de un atributo esencial que una persona es, como lo expresa la pregunta; «¿De qué género eres?» Cuando las teóricas feministas argumentan que el género es la interpre-tación cultural del sexo o que el género se construye culturalmente, ¿cuál es el mecanismo de esa construcción? Si el gé-nero se construye, ¿podría construirse de distinta manera, o acaso su construcción conlleva alguna forma de determinismo social que niegue la posibilidad de que el agente actúe y cambie? ¿Implica la «cons-trucción» que algunas leyes provocan diferencias de género en ejes universales de diferencia sexual? ¿Cómo y dónde se construye el género?” (Butler, 2007) La sexualidad está inmersa en el género, es una de sus partes. Por ende, el concepto género es más complejo:

El género define el conjunto de características diferenciadas que cada so-ciedad asigna a hombres y mujeres. Como la asignación se realiza en el nacimiento, en función de los genitales externos,

“Hola amor: Espero que al recibir esta carta; mi carta, te encuentres bien dentro de lo que cabe y que tus herma-nos, hijos y padres estén bien, eso es lo que más deseo. Yo estoy mal dentro de lo malo. Estoy pero muy triste sin tu amor, sin ti, porque tú lo eres todo para mí, sin ti no tengo vida. Te echo mucho, mucho de menos, solo Dios sabe lo mucho que te extraño de menos. Te adoro, y te echo tanto de menos que no quiero seguir sufriendo y viviendo así. Escríbeme pronto por Dios y la Virgen. No puedo olvidarte en ningún momento. ¡Pichu! Que no sé qué hacer con mi vida, no sé si todavía sientes algo por mí, yo sí lo siento en mis entrañas dentro de mi ser”

Fragmento de carta real de un maltratador (Extraído de Violencia de género)

No resulta fácil escribir sobre violencia de género. Y no es por falta de material de

consulta. Lo difícil es realmente eso: la cantidad de información al respecto; y de datos: alarmantes, preocupantes, vergonzosos. Escribir sobre violencia de género es reconocer a un sistema social que claramente está mal, a un estado in-capaz, incompetente para proteger a las víctimas que han sido vulneradas en sus derechos, en sus cuerpos y en sus almas. A una sociedad enferma que, en medio de la permisividad y la complicidad, ha transformado esperanzas en pesadillas y las ha puesto en una balanza de barbarie. Sin embargo, escribir sobre violencia de género puede ser un punto de partida para su eliminación, porque si se des-

tiende a confundirse sexo con género, por lo tanto, biológico con lo social. Es una categoría universal que atañe a todos los seres humanos, que predeterminará nuestras vidas desde el nacimiento. Las características y valores asignados a mu-jeres y hombres son distintos según las diferentes sociedades, pero todas tienen en común que los hombres han de tener valor, fortaleza autoridad y dominio; y las mujeres, en el polo opuesto, han de ser fundamentalmente buenas, en el sentido de obedientes y sumisas (Ruíz, 2004)

¿De dónde proviene esta asignación de roles? Al hablar del rol femenino encarnado en la figura de la mujer fácilmente se detecta una situación histórica que tiene sus raíces en esferas socio –culturales e incluso científicas. Ya Aristóteles atribuía el término hombre incompleto a la mujer. Para el filósofo la mujer era un ser inferior con incapacidad política de ciudadanía. En la edad media la idea de Eva como ser derivado del hombre y orientador hacia el camino del pecado se convirtió en una construcción colectiva social. Simone de Beauvoir recuerda cómo las escrituras cargan consigo ciertas miradas discriminatorias hacia la mujer:

Y si el matrimonio es con-siderado como una institución que exige recíproca fidelidad, parece evidente que la esposa estará to-talmente subordinada en el mismo al esposo: a través de San Pablo se afirma la tradición judía, feroz-mente antifeminista. San Pablo or-dena a las mujeres recogimiento y discreción; fundamenta en el Anti-

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guo y en el Nuevo Testamento el principio de la subordinación de la mujer al hombre. Porque el varón no es de la mujer, sino la mujer del varón; y porque tampoco el varón fue criado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. (Beauvoir, 2005)

En los albores del siglo XII los arreglos matrimoniales exigían la dote de parte de la familia de la novia, pues el esposo proveería cuidado, protección y sustento. Era un favor que se le hacía a la novia y por tal razón su familia debía pagar. En la mitad del siglo XVI el Concilio de Trento declaró al matrimonio un sacra-mento por lo que los contactos prematri-moniales y la cohabitación se tornaron en acciones que generaban discriminación y apartamiento social, caso en el cual se cernía con fiereza dicha discriminación en la figura femenina pues sus posibilidades de sustento y trabajo eran prácticamen-te nulas debido a la imposibilidad de acceder a tierras. Durante el siglo XVI la figura femenina fuera de la casa era relacionada con actuares específicos: religiosa, prostituta y vagamunda. En el siglo XIX en España se generalizó la idea, desde el ámbito médico, de que la mujer era un ser sometido a su complexión, a su característica corpórea; en otras pala-bras, estaba supeditada a la procreación. El argumento más sólido era la capacidad de ser madre desde la pubertad. Este pa-recer clínico descartaba a la mujer como un ser útil una vez llegaba la menopausia, época en la cual se convertía en un ente inservible.

Incluso, hay un dato particular que manifiesta la discriminación a la que ha sido sometido el género femenino desde la mirada instructiva. En 1762 Rousseau presenta su libro Emilio, o de la educación, un tratado filosófico en el cual se exponía su mirada con respecto a la educación, donde se manifiesta nue-vamente la discriminación. En palabras de Pilar Matud:

“Para Rousseau, Emilio debía desarrollar una independencia intelectual y tener un alto concepto de sí mismo y exhibir su talento, mientras que Sofía había que educarla en la dependencia y a seguir los dictados de su madre de niña, y de su esposo cuando fuere adulta”. (Matud, 2009)

Existen cientos de ejemplos más que permiten tener una mirada amplia acerca de cuáles han sido las condiciones sociales, culturales, políticas y religiosas que han transformado la percepción que se tiene de la mujer. Incluso, en medio de la obsesión por identificar rasgos diferenciales entre hombres y mujeres se han hecho mediciones y pesos cerebrales en una búsqueda perdida por identificar características más allá de las biológicas que den fe de que hay una verdadera diferencia cognitiva y de valor entre lo masculino y lo femenino. Sin embargo, al momento de hablar de violencia aflora una diferencia clara y está relacionada no solo con el rol de género que se asume dentro de un sistema social sino el cómo las sociedades reaccionan cuando este tipo de situaciones acontece.

En este momento es necesario hacer una salvedad en lo que concierne

a violencia de género y es importante aclarar que no toda violencia hacia la mujer es violencia de género. Es posible desde la mirada de género hablar de dicha violencia en entornos netamente masculinos. Casos como la violación a soldados que han sido secuestrados por el enemigo son actos que menoscaban la dignidad masculina y ondean la bandera de superioridad del agresor. En este caso la violencia de género expone cómo este tipo de violencia es trascendente a la femineidad, no obstante juega un rol de-terminante en la violencia de género que atañe a la mujer. De hecho, autores como Mark Juergensmeyer proponen teorías relacionadas con el patrón sexual frus-trado de la masculinidad como detonante de la violencia doméstica en donde los roles femenino y masculino inciden en la generación de violencia pública. Además, puede establecerse una relación de la conexión existente entre la violencia de hombres contra mujeres con la violencia de unos hombres hacia otros y cómo es-tos actos radiografían la violencia hacía el género humano.

La violencia entonces va más allá de la concepción de género y, al normalizarse aquella que se da en el ámbito masculino, empieza a tornarse invisible debido a la sobreexposición dada en los medios masivos, en el cine, en la literatura, en los videojuegos hasta mutar en nuevas formas que trascienden la familia, los espacios académicos y laborales en donde empiezan a desarro-llarse nuevos mecanismos de agresión que terminan de manera indefectible afectando a la mujer.

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VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO.

LA FAMILIA: UN PUNTO DE PARTI-DA DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Mentía a mi madre y a mi hermana sobre los moretones que tenía de vez en cuando en los brazos, al igual que mentía mamá a su familia y amigos/as en su mo-mento. Estaba todo el día enfadada y no dejaba que nadie se metiera en mi vida. Me engañaba a mí misma diciéndome que yo no me quedaba quieta y que devolvía los golpes. Me estaba engañando porque al igual que mi madre yo lloraba por las noches. Pero ¿por qué ahora no quería contar lo que me estaba sucediendo? Ahora era tan difícil… Ahora tendría que reconocer que me había equivocado de persona. Pero no era tan fácil como cuan-do fui a denunciar a mi padre. A mi padre no lo había elegido yo. A éste sí.

Fragmento de testimonio de una víctima de maltrato (Extraído de Violencia de género)

La violencia gestada al interior de la familia fue un asunto exageradamente personal, privado. La hipocresía pública de mirar hacia otro lado facultó durante años la posibilidad de agresión en los hogares, especialmente en aquellos en donde existía un único proveedor, quien tomaba las de-cisiones en lo relativo a las dinámicas de gasto, consumo, pagos, recreación y roles dentro la sociedad filial. Debido a procesos de transición y complejidades económicas resultó indispensable la consecución de empleo de parte de la mujer. La labor administrativa y organizativa del hogar se mantuvo en las manos de la mujer, pero

con la aprobación masculina. Esta transfor-mación económica mostró a la mujer como un peligro competidor para el hombre, pues ella está acostumbrada a trabajar por malos salarios.

Esta autoridad entonces ha sido una constante que atraviesa las diversas esferas sociales y que determina el derro-tero por el cual transitan las decisiones en lo concerniente a conflictos de género. La dinámica social colombiana aún gira en torno a la posibilidad de procesos de conciliación luego de un ejercicio de maltrato. En la edición de julio 06 de 2016 del diario El Espectador se alerta acerca de una propuesta de ley que de haber sido aprobada permitiría procesos conciliatorios en casos de violencia. Uno de los aspectos que más impacto causa radica en la posibilidad de archivar el caso cuando la víctima así lo decida:

“Hasta julio de 2012, un caso de

violencia intrafamiliar en Colombia podía

archivarse así. Una reforma al Código

de Procedimiento Penal cambió esa

situación y determinó que todo hecho

de violencia intrafamiliar que se conozca

debe investigarse de oficio, es decir,

independiente de si la víctima quiere que

la justicia actúe. Así se arman, por ejem-

plo, los expedientes por homicidio. Tres

años después de haber cambiado la ley,

la Fiscalía argumentó que es tal la des-

proporción entre las denuncias versus

las condenas, que resulta un sinsentido

evitar que la víctima desista del proceso

si lo desea. En 2012 se presentaron

30.110 casos, pero sólo 552 terminaron

en sentencia condenatoria”.

¿Qué situaciones llevan a una mujer a abdicar sus denuncias? ¿Por qué hace del silencio su cómplice? ¿Por qué hace presencia en la sociedad el maltratador? ¿Qué condiciones se dan para que esta práctica no sea erradicada y pareciese que fuese en aumento? Se debe revisar el modelo socio–cultural que enfoca su atención en los escenarios que subyacen a la violencia para poder dar luces a estos cuestionamientos. A partir de una óptica social la violencia es algo común: no resulta algo extraño, anómalo. Es claro que la sociedad ha aceptado la subordinación de la mujer como un componente esencial de su dinámica y ha utilizado la idealización de la pareja de parte de la mujer como un mecanismo de control que contribuye a la modelación de un sujeto que requiere de un compañero romántico, afable, proveedor y defensor de la familia. Desde la mirada social externa el acceder a un sujeto con estas características establece un sentido de éxito y de identidad femeni-na sin importar lo que surja al interior de dichas relaciones, lo cual resulta lamen-table. De hecho, las relaciones familiares determinan los procesos emocionales de los hijos, sus habilidades relacionales con sus pares y las posibilidades de triunfos a nivel laboral y académico. Las carac-terísticas comportamentales que se dan al seno de la familia fácilmente resultan replicables en sus nuevas relaciones, sus matrimonios y sus roles como padres y madres. Lo anterior manifiesta la simiente de las relaciones que dan inicio al actuar de sumisión y control desde la familia y por ende la relevancia de esta sociedad como eje de los diversos estudios sobre violencia de género.

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VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO. PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

La asignación de roles deriva en múltiples dinámicas que potencian nuevas formas de control. Entre estos la pobreza tiene un puesto especial. No se hace alusión a la carencia de dinero; la pobreza trasciende este concepto básico y se relaciona mejor con la situación en la que el individuo ve disminuida de forma notable la satisfacción de sus necesidades básicas que van más allá de las de supervivencia, sino que puede determinarse como la carencia de oportunidades y opciones más básicas del desarrollo humano: vivir una larga vida, saludable y creativa; tener un nivel de vida decente; disfrutar de dignidad. Todas estas opciones se ven su-peditadas a la presencia y decisiones masculinas por razones que apuntan desde el control económico (la madre no podría sostener sola a los hijos lo que legalmente daría potestad al padre) a la manipulación por temor que resulta el mecanismo más efectivo para eclipsar los problemas de violencia:

“En el juzgado aún estoy muerta de miedo. Cuando se sienta a mi lado, no sé, siento que voy a desmayarme. Él me mira

y sonríe. Una vez se lanzó a pegarme ahí, pero uno de los policías lo pudo coger antes de que lo hiciera. Si lo hace ahí sé que en cualquier parte lo hará”

Es posible escribir miles de páginas alrededor de situa-ciones como estas en diversos estratos, condiciones sociales, espacios geográficos, etc. Más que hacer una recopilación de ac-tos de violencia, es necesario empezar a llamar la atención de las mujeres, que en medio de pensamientos ingenuos, incorporan en sus dinámicas de vida la violencia de género como una condición aceptable en los diversos espacios a los que acceden: chistes so-bre las mujeres, comentarios obscenos, burlas de sus compañeros escolares, universitarios o de trabajo, imposición forzosa de ideas.

Existen cientos de ideas erróneas en lo que respecta a la violencia de género relacionadas con que los agresores son per-sonas con dificultades psicopáticas. Un individuo que es trabajador, responsable y que cumple roles sociales sin ningún problema, in-cluso con altos grados de simpatía, difícilmente podrá ser diagnos-

CUENTO LA REBELIÓN DE LAS RISAS

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VIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO.

ticado como psicópata. También persiste en el constructo social que la violencia de género no es una situación generalizada, que sus casos son situaciones aisladas. Nada más alejado de la realidad. El hecho de haberse camuflado en las familias ha hecho difícil ver su verdadero impacto. Es importante desmontar ciertas ideas que surgen de la idea clásica de la familia. No es cierto que se demande de un padre para salir adelante, que los hijos requie-ran a su padre a pesar de que sea violen-to; todo lo contrario, la permanencia de un padre agresivo va en contravía de una vida emocional y física sanas. Lo anterior no significa entonces que aquella mujer que es maltratada obliga a que sus hijos padezcan este mal. Es necesario aclarar que en ocasiones resulta harto difícil que la mujer abandone a un maltratador. Ya se habló de condiciones económicas, pero además existe la presión social y de las propias familias de la víctima que inciden en la permanencia en un entorno peligroso. Por eso es una actitud simplista e ignorante suponer que la acción más fácil es abandonar a la pareja. La violen-cia filial no se da al inicio de la relación. Es luego de la consolidación de los lazos afectivos que empieza a manifestarse. De hecho existen casos puntuales en los que la mujer decide dejar atrás el capítulo del maltrato y abandonar a su agresor que han terminado con la muerte de las víctimas.

Si usted no es para mí, no es para nadie”. Esa fue la advertencia que Aleizer Villabona Blanco, de 37 años, le hizo hace una semana a Yusmedy Yilibeth Pico, de

32, en medio del proceso de separación que afrontaban, luego 18 años de convivencia en los que tuvieron tres hijos. El hombre, cotero de profesión, cumplió con sus amenazas y ayer, a las 6:00 de la mañana, en presencia de una de sus hijas, asesinó a su expareja y luego se quitó la vida de un disparo en la cabeza. El trágico cuadro pasional se registró en el apartamento 502 del edificio Omaga 5, ubicado en la calle 12 con carrera 24 del barrio San Francisco, en Bucaramanga. (Vanguardia.com)

Es necesario entonces, más allá de señalamiento de responsables o causantes de las situaciones de violencia de género, establecer mecanismos en nuestros espacios de convivencia escolar (espacios de trato diario y prolongado) para contrarrestar la cultura de violencia de género. Convocar a toda la comunidad a participar de manera activa en la construcción de sujetos capaces de rechazarla a partir de reflexiones alrededor de lo que involucra el término género, las implicaciones de los términos hombre –mujer, aprender a identificar los posibles casos de maltrato de género, y así iniciar procesos de atención, compañía y seguimiento a estos casos. Hay un mito en lo que respecta a la violencia del ser humano pues se piensa que es biológica, es inherente al ser. Realmente la violencia es un acto aprendido, de lo contrario todos reaccionaríamos de manera violenta a cualquier situación que esté en contravía de nuestros intereses.

No, no somos violentos por naturaleza. La violencia es un aprendizaje social; es construcción humana. En nuestras manos está la posibilidad de fortalecerla o de eliminar-la. No es un sino, es una elección que puede tomarse, pero también es una actitud que puede ser erradicada.

BIBLIOGRAFÍA:

Beauvoir, Simone. El segundo sexo. Madrid: Ediciones Cátedra. 2005Butler, Judith. El género en disputa. México: Ediciones Paidós Ibérica. 2007 Matud, María. Violencia de género. Madrid: Castelló de la Plana. 2009Redacción Judicial (7 de abril de 2016) Tragedia pasional: asesinó a su pareja y se suicidó.

Vanguardia. Recuperado de http://Vanguardia.comRuíz Consue. La violencia contra las mujeres. España. 2004 Ruíz, Eva. Violencia de género y procesos de empobrecimiento. Córdoba 2004

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La violencia CONTRA LAS MUJERES

en El Tiempo

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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNCUENTO LA REBELIÓN DE LAS RISASVIOLENCIA DE GÉNERO: SÍNTOMA DE UN MUNDO ENFERMO.

La violencia CONTRA LAS MUJERES

en El Tiempo

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO

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María Eugenia Ibarra MeloSocióloga, doctora en Ciencias Sociales, profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle,

coordinadora del Grupo Acción Colectiva y Cambio Social, ACASO, integrante del Centro de Investigación y Estudios de Género, Mujer y Sociedad.

RESUMENEste artículo presenta un análisis de las noticias de prensa que publicó el periódico El Tiempo entre 2008 y 2014 referidas a la violencia contra las mujeres para dar cuenta del cómo se utilizan las cifras institucionales para exponer la permanencia del fenómeno y cómo se habla de la atención estatal que reciben las víctimas. Para ello, nos concentramos en determinar quiénes son las víctimas y los agresores para este medio; cómo se refiere a los distintos tipos de violencia que ha reconocido la Ley 1257 de 2008 y de qué modo informan sobre los espa-cios y escenarios en los que ocurre la agresión; también nos fijamos en las fuentes citadas. El corpus documental está compuesto por 211 noticias, que se procesaron en una base de datos de Excel, teniendo en cuenta las catego-rías señaladas atrás. Palabras clave: violencia contra las mujeres, prensa, mujeres.

ABSTRACTThis article presents an analysis of the news published by El Tiempo newspaper between 2008

and 2014, about violence against women in order to present it as a result on how the institutional numbers are used to expose the phenomenon permanence, and how is used the state attention that victims receive. For this we were focus in determine who are the victims, and offenders for this source; as is referred in the different kinds of violence that has been accepted by the 1257 law of 2008, and how they report about these spaces and scenarios, in which the aggression occurs; but also we looked on detail in the quoted sources. The documentary corpus is composed by 211 news that were processed in an Excel database, taking into account the categories presented before.

PALABRAS CLAVE

Violencia contra las mujeres, prensa, mujeres.

KEYWORDSviolence against women, press, women.

La violencia CONTRA LAS MUJERES

en El Tiempo1

1. Este ar tículo es un producto parcial de la investigación La respuesta institucional a la violencia contra las mujeres: entre cifras y ficciones, financiada por la Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad del Valle y de la Dirección de Investigaciones de Universidad de los Andes, 2016. Por la importancia del monográfico al que fue convocada la autora, ésta admite su publicación en el estado actual. La versión final del mismo está en proceso porque contempla una discusión teórica más amplia.

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

La violencia CONTRA LAS MUJERES

en El Tiempo1

PRESENTACIÓN

L a producción de las cifras sobre violencia contra las mu-jeres tiene límites de diverso

orden, conceptuales, técnicos y, por su-puesto, políticos. Por ello, en el proyecto La respuesta institucional a la violencia contra las mujeres: entre cifras y ficciones, reali-zada por investigadores/as del Centro de Estudios e Investigación en Género, Mujer y Sociedad de la Universidad del Valle y el Departamento de Derecho de la Univer-sidad de los Andes, llamamos la atención sobre la necesidad de complementar el análisis de los datos, mediante diversas fuentes de información, que todavía siguen dispersas y que escasamente son analiza-das en conjunto (García e Ibarra, 2017). En el presente artículo nos referimos a la difusión de esas cifras en el diario El Tiem-po, mediante el seguimiento a los reportes, informes y columnas en las que se expone el fenómeno. Seleccionamos este periódico, entre otros criterios, porque es un diario de circulación nacional, que goza de amplio reconocimiento por diferentes sectores de opinión pública; tiene una plataforma vir-tual que permite hacer consultas en tiempo real y porque en los últimos años se ha comprometido en importantes campañas para denunciar la violencia contra las mu-jeres. En parte porque su editora judicial, Jineth Bedoya, fue víctima de secuestro y violación sexual, en su ejercicio periodístico. Ella se ha convertido en una representante de las víctimas en Colombia y hoy lidera la campaña No es hora de callar, que esta casa editorial apoya desde sus páginas; lo cual le ha dado mayor visibilidad al asunto.

Para este ejercicio se realizó una búsqueda de noticias en el archivo digital del periódico El Tiempo, utilizando como palabras clave: violencia contra la mujer, violencia sexual, feminicidio y violencia de género. El marco temporal cubre los años 2008 a 2014; la fecha inicial correspon-de a la promulgación de la Ley 1257 de 2008 y la final el año en que fue aprobado el mencionado proyecto de investigación2. Esta búsqueda arrojó 434 resultados, se encontraron artículos sobre las dis-cusiones que adelanta el Congreso para ampliar las penas para los agresores; pronunciamientos de políticos y funcio-narios sobre la necesidad de mejorar la atención del Estado, sobre todo en lo que se refiere a los servicios médicos y la recepción de las demandas; noticias que resaltan la participación de las organiza-ciones de mujeres en la denuncia y visi-bilidad del fenómeno, varios reportes de casos llamativos en la India, Londres y los países islámicos y, por supuesto, un gran número de casos concretos en los cuales se proporcionan detalles de víctimas, agresores, móviles, circunstancias y cifras de homicidios y lesiones que aumentan de manera desproporcionada. Aunque todas estas noticias permitían comprender el contexto en el que se enmarca el fenóme-no, se descartaron varias de ellas porque el interés de la investigación se concen-traba en las cifras de la violencia contra las mujeres y en el modo en que ellas son utilizadas, reportadas y difundidas por este medio de comunicación.

Después de la depuración de esos registros, se construyó una base de datos en Excel que contiene 211 noticias,

referidas a hechos concretos de violencia contra las mujeres, de acuerdo con la de-finición acogida en esta investigación3. Se aclara que varios de reportes de prensa hacen seguimiento a la misma noticia, durante varios días; en esos casos la noticia se contabilizó una sola vez. Esta base de datos contiene las siguientes ca-tegorías de análisis: víctima, agresor, tipo de violencia, espacios y escenarios en los que ocurre la agresión, fuente citada (personal o institucional. Por supuesto, en ella también se incorporan otros datos de interés como la fecha de publicación, el tí-tulo de la noticia, el autor, las definiciones que contiene, entre otras observaciones.

Con el seguimiento a las noticias se buscaba información que destacara los rasgos de las mujeres que fueron agre-didas, violadas y en general victimizadas por su sexo y su identidad de género4. Se excluyeron aquellas noticias que hacían referencia a atracos, que murieron por causas relacionadas con un desastre natural o por accidentes de tráfico, en las cuales no era evidente que su deceso estuviera relacionado con la condición sexual o de género. En este recuento aparecen varios ítems para el análisis y por ello diferenciamos las características demográficas de las víctimas, teniendo en cuenta variables relevantes como la edad o el ciclo de vida, el estado civil, la depen-dencia económica, la ocupación, la perte-nencia étnica, entre otras características sociales. Por mi interés particular en la participación política o en las adscripcio-nes ideológicas que tienen las mujeres, también indagamos por aquellos casos en los que las líderes fueron victimizadas,

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO

pero como indicamos más adelante estos casos fueron escasamente tratados en el medio.

Respecto al agresor, se buscaron datos referidos a la representación que tiene el medio del o los victimario/s y de la manera como describe sus conductas y prácticas sexuales. En cuanto al tipo de violencia, se intentó establecer los cambios que se han incorporado en el lenguaje para nombrar los hechos de violencia y en las ideas (científicas, reli-giosas, filosóficas) que circula el medio, a través de las cuales se representa tales comportamientos. También fue im-portante determinar el modo en que se reporta el lugar de ocurrencia del hecho victimizante o el escenario en el que éste se produjo. Por último, la revisión se detuvo en las fuentes a las que acude el medio de comunicación para referirse a la violencia contra las mujeres. El interés recae en las personas o instituciones que consulta, cómo cita las cifras, qué tipo de cálculos hace y qué comparaciones esta-blece, entre otros aspectos de interés. A continuación presentamos el análisis que se extrae de este ejercicio.

LA UBICACIÓN DE LA NOTICIA EN EL DIARIO

De los 211 registros, 45 se en-contraron en la sección de Bogotá, 43 en las páginas nacionales y 21 en las

noticias de Justicia. En las páginas de Otros y Mundo se hallaron 12 noticias en cada una y cuatro más estaban ubicadas en la sección de Política. En cuanto a las demás ciudades del país, El Tiempo registró cinco casos en Cali5, tres en Cartagena, tres en Bucaramanga, dos en Barranquilla, uno en Boyacá, Pasto, Tunja y Medellín, respectivamente6. 54 noticias no se archivan en una sección específica (recordamos que la versión digital no es igual a la impresa).

EL REPORTE DE LOS HECHOS DE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

En este acápite se describen los principales hallazgos de esta indagación, atendiendo principalmente a los siguien-tes ítems: tipo de violencia, modalidades, víctimas y victimarios.

2.1 LOS TIPOS DE VIOLENCIA

Este diario reportó 124 casos

de violencia física contra las mujeres,

que incluye: a) recibir golpes con objetos

contundentes (martillos, bates, piedras),

patadas, puños, empujones, mordiscos y

cachetadas, b) ser apuñaladas con cuchi-

llo, machete, bisturí u otras armas corto

punzantes, c) recibir heridas con arma de

fuego (legales y hechizas), d) ser quema-

das con ácido, gasolina, cigarrillos y carbón

encendido, e) ser arrastradas por su casa o la calle haladas del cabello y otras partes de su cuerpo f) obligadas a consumir dro-gas, g) marcadas con tatuajes y navajas, h) recibir tortura física infligida con armas blancas y de fuego, ataduras, mordazas, intentos de asfixia, ahogamiento y enve-nenamiento, i) ser intimidadas y recibir hostigamiento permanente en su vivienda, ser perseguidas en su trabajo y en la calle, chantajeadas o manipuladas; entre otras modalidades de violencia menos usuales, pero igual de graves7.

Cuando se reportan homicidios, los testimonios de los testigos y de la Policía señalan que los asesinatos es-tuvieron precedidos de amenazas. En la mayoría de casos, la víctima había denun-ciado ante las autoridades, pero estas no actuaron con la debida diligencia. En estas noticias se proporciona información de cómo se encontró el cuerpo. Se aclara que el cadáver apareció enterrado, en-vuelto en bolsas, al aire libre, incinerado, escondido entre hojas o a la vista de los transeúntes, etc. Entre los detalles que se proporciona sobre estos hechos, están los tipos de heridas que exhibía el cadáver, o el modo en que se perpetró el crimen: se habla de descuartizamiento, desmembramiento, estrangulamiento y empalamiento. Los informes exponen la extrema crueldad con la que se cometió el crimen (“Fue apuñalada 16 veces por su esposo en su cama”, “le asestó 32 pu-ñaladas delante del pequeño hijo”, “sufrió 26 cortaduras en el tórax, el abdomen y la región lumbar”) y puntualizan los casos en los que la víctima sufrió agresión se-xual, antes del asesinato.

1

2

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

Del total de estos actos de vio-lencia, 11 corresponden a ataques con ácido, una modalidad de agresión rela-tivamente nueva en Colombia. El Tiempo registró la primera noticia sobre estos casos en 2011. En 2012 las noticias son más recurrentes y reportan más de un caso de víctimas con quemaduras, que han instaurado denuncias o que reclaman a las EPS y al Estado mejoras en la aten-ción médica y refuerzos a sus esquemas de protección. Varias de estas notas se refieren a la debilidad de las leyes que condenan este delito y puntualizan en la grave situación de las sobrevivientes de estos ataques, a las que se ha desfigura-do sus rostros y cuerpos.

En el período estudiado, El Tiempo registró 94 casos de abuso sexual (con-templa manoseo, acceso carnal, violación, entre otros vejámenes al que es sometido el cuerpo de la mujer); 16 de maltrato psicológico; cinco casos de acoso sexual (estos incluyen lenguaje soez y vulgar con alto contenido sexual) y dos casos de pros-titución forzada, que aludían a mujeres de zonas rurales, bajo el control de actores armados irregulares. La noticia que infor-ma sobre este hecho señala que la Fiscalía tiene conocimiento de 119 casos de ex combatientes de las FARC, que denuncia-ron aborto forzado, prostitución forzada, violencia física y abuso sexual). Sólo en dos casos de violencia contra las mujeres se destaca su condición de desplazadas8. 40 noticias se refieren a casos de mujeres que a lo largo de su vida han sido víctimas de diferentes tipos de violencia: abuso sexual, violencia física, acoso sexual, maltrato psi-cológico y violencia verbal.

Este medio de comunicación divul-ga con frecuencia las noticias relaciona-das con la violencia sexual que causan los actores armados. Los juicios de la prensa parecen más severos cuando los pre-suntos responsables son agentes de la Fuerza Pública, como agentes, soldados y otros miembros la Policía y el Ejército. En esos casos se individualiza la acusación, por ejemplo: “Ejército destituyó a subofi-cial acusado de violar a diez mujeres” (El Tiempo; 27/01/2011). Por el contrario, en los casos que involucran a miembros de las guerrillas, las bandas criminales y los miembros de las AUC, se habla de un actor colectivo, como lo exponen los siguientes titulares: “Paramilitares del Catatumbo tenían esclavas sexuales” (El Tiempo; 14/08/2011); “Violación, arma de guerra que no da tregua en el país”(El Tiempo; 27/06/2010); “Violencia sexual, la principal causa del desplazamiento de mujeres” (El Tiempo; 28/11/2011); Paramilitares, autores de violencia sexual contra las mujeres”.

Se encontró pocos reportes sobre acoso sexual en el ámbito laboral. No obstante, algunas noticias evidencian el crecimiento de las denuncias, a pesar del subregistro de casos que reconocen las autoridades. En una de estas notas llama la atención que los varones sean los denunciantes por acoso sexual en el tra-bajo. Las noticias presentan la narración en primera persona de mujeres que han vivido incómodas situaciones en la ofici-na o en las fábricas, que siempre están acompañadas de intimidación, palabras y caricias ofensivas. La constante es que quien se atreve a denunciar casi siempre

abandona su empleo: “Fui víctima de acoso sexual” (El Tiempo; 25/05/2011).

A la modalidad de violencia econó-mica o patrimonial sólo se aludió en una oportunidad, a pesar del reconocimiento jurídico que esta tiene como tipo penal. Aunque esta se presenta cuando un miembro de la pareja amenaza al otro de retirarle el apoyo monetario, no importa si se trata de parejas con ingresos altos, medios o bajos9, El Tiempo anunció el siguiente titular: “Violencia económica, la nueva modalidad de maltrato en los es-tratos 4, 5 y 6”. Pese a que sigue siendo una modalidad de violencia soterrada, la Defensoría del Pueblo reporta que las de-nuncias por esta razón van en aumento, porque ella está presente en todos los sectores y, en buena medida, se propicia por la dependencia económica que to-davía mantienen algunas mujeres de sus esposos y que las hace más vulnerables a sufrir esta violencia.

A medida que transcurre la im-plementación de la Ley 1257 de 2008, el diario proporciona más información sobre las variadas modalidades de violencia contra las mujeres10. Esto acontece, en parte, por las continuas acciones que pro-mueven colectivos, organizaciones y redes de mujeres que se movilizan en diferentes escenarios, pero también por la nutrida presencia de funcionarios internacionales en foros, encuentros, seminarios y demás eventos públicos, donde se discute esta problemática. Así mismo, el medio hace eco de los reportes institucionales que muestran la calidad de la información que recopilan las entidades encargadas del seguimiento y monitoreo del asunto; las

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO

discusiones planteadas en diferentes instancias para responder a la gravedad de los hechos; presentan síntesis de los planes y programas formulados por el Gobierno nacional y los gobiernos locales, entre otras intervenciones estatales.

No obstante, los avances en materia legislativa, jurídica y de política pública, además de los aportes de la discusión aca-démica para entender la violencia, las interpretaciones del medio sobre la violencia contra las mujeres suelen descuidar el contexto social de las relaciones de poder en las que esta se produce.

2.2 LUGARES DONDE OCURRE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

65 noticias dan cuenta de la ocurrencia de los mis-mos casos en el espacio público. Las noticias se refieren,

principalmente, a calles, puentes, vías, potreros, ríos, lotes

baldíos, parqueaderos, edificios en construcción, humedales

y parques, como sitios muy peligrosos para el tránsito de las

mujeres. De acuerdo con las apreciaciones de los informantes

y de los periodistas, estos sitios estarían vedados para ellas.

Llama la atención que algunos de estos informes se refieran

a la supuesta imprudencia de las mujeres al transitar a horas

“inadecuadas”, lo que justificaría el suceso. En otras, por el

contrario, se señala que las mujeres deben asumir riesgos

muy altos para transitar en el espacio público, debido a la

desatención de las autoridades (Policía y administraciones

municipales) para enfrentar el deterioro de algunos sectores,

los cuales son propicios para el consumo de sustancias alu-

cinógenas, y para la conformación de grupos de delincuentes

que operan en ellos.

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

Tal como se reporta en las noti-

cias, las horas de la noche son propicias

para que ocurran actos violentos contra

las mujeres. Algunas veces los informes

señalan que las mujeres estaban expues-

tas “por estar en el lugar equivocado”

o por llevar atuendos “no adecuados”,

indicando que habría sitios vedados para

ellas, o que habrían seducido y provoca-

do de alguna manera a sus agresores.

Ninguna de estas justificaciones y/o

condenas de la violencia, cuestiona la

desigualdad de las relaciones de género

y en éstas cómo cier tas características

se repiten y tienen una considerable

continuidad histórica y transcultural.

Como plantea Walby (2002), aunque,

haya suficientes rasgos comunes e

interconexiones convertidas en rutina

que permiten hablar de una violencia

patriarcal11, los autores de las noticias

parecen obviarlas.

El periódico también registra

casos de violencia contra las mujeres en

otros espacios públicos cerrados, por

ejemplo, la cárcel, las instituciones educa-

tivas (colegios, universidades y jardines

infantiles) geriátricos, hospedajes, hoteles

y residencias, templos religiosos de dife-

rentes credos, hospitales, oficinas públicas,

estaciones de policía, discotecas e incluso,

vehículos de servicio público y particulares.

En varias circunstancias, las mujeres se

desempeñaban como asalariadas en estos

espacios. Este aspecto amerita mayor

atención porque ese rasgo ha modificado

las relaciones patriarcales en las que ellas

están inmersas. En Colombia poco se ha

documentado estos hechos, pero el caso

de ciudad Juárez, en México, de las traba-

jadoras en maquilas presenta evidencias contundentes para catalogar los asesinatos de mujeres como feminicidios.

No obstante lo anterior, es paradójico que 62 casos de violencia y agresión sexual ocurran en la vivienda de la víctima y que los implicados sean personas de su entorno cercano: sus esposos, ex parejas, padres, hermanos y otros familiares. En varios de ellos se trata de relaciones incestuosas que se ocultan a las autoridades y que se encubren en la privacidad de las relaciones filiales y de parentesco.

2.3 ¿QUIÉNES SON LAS VÍCTIMAS?

Vale la pena señalar, que El Tiempo destaca unas características de las víctimas más que otras. Ello depende de la gravedad del caso, de la coyuntura en la que se pre-senta y de la repercusión que éste tenga en el medio social y político. Así mismo, estas condiciones determinan la extensión de la noticia, que incluye la descripción de los hechos (circunstancias en las que ocurrieron), los móviles, la referencia a casos similares, el aporte de cifras y pronunciamientos de funcionarios o activistas.

No todas las noticias se refieren a una víctima particular y por ello no es fácil referirse a un rasgo específico que permita caracterizar a las mujeres. Sin embargo, en los datos que aportan los testimonios, la descripción de los hechos y el reporte de las autoridades, se puede señalar que de 2008 a 2014, El Tiempo registró en sus páginas los casos de violencia contra mujeres, de acuerdo con las siguientes representaciones de las víctimas:

• Se resalta su condición de vulnerabilidad y en ciertos casos su exposición a sufrir la agresión. Los informes realzan la indefensión de un tipo particular de víctima, como aquellas que padecen discapacidad cognitiva, que viven en condiciones de abandono, que están expuestas a maltrato permanente, en las que se evidencia la precariedad de la situación económica del hogar donde ocurren los hechos.

• Son recurrentes los juicios morales respecto a sus actuaciones públicas, a las relaciones que sostenía con algunas personas e, incluso, al modo en que se pre-sentaba en la vida cotidiana. Estos juicios indican que ellas pudieron propiciar la violencia o haberla prevenido.

• Con respecto a la edad de las víctimas, el periódico resalta 74 casos de menores que sufrieron violencia física y una de ellas de abuso sexual. Sorprenden los casos de dos niñas menores de dos años que fueron violadas. Entre estas noticias, 25 casos corresponden a mujeres entre los 18 y los 26 años; 10 entre los 27 y 34 años; 17 entre los 35 y los 50 y cuatro de más de 51 años de edad. Estos datos permiten deducir que la mayoría de las víctimas registradas en estos artículos son menores de edad y de adultas jóvenes.

[ 72 ]

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO

• Se reportan más noticias de

hechos que acontecieron en el

mundo urbano que en el sector

rural, salvo en los casos asocia-

dos a la violencia que producen

los actores armados, lo cuales

acontecen, por lo general en el

campo. Se registraron en 12

casos de víctimas dedican a la-

bores agrícolas, que tenían bajos

ingresos económicos.

• En las noticias sobre maltrato,

agresiones sexuales y violencia

física es recurrente que se asocie

este comportamiento masculino

a la pobreza de los hogares de

los que proceden tanto víctimas

como victimarios. Por lo tanto,

cuando estos casos ocurren en-

tre parejas de mayor ingreso, o

mujeres con alto nivel educativo

o vinculadas al mundo artístico:

la televisión, el modelaje, la mú-

sica) la noticia tiende a exagerar

la excepcionalidad del hecho, por

tratarse de un fenómeno o rasgo

de “los pobres”.

• En escasos reportes se pro-

porcionan los nombres de las

víctimas. En la mayoría de los

casos la denominación es mujer

y un calificativo que alude al ciclo

de vida (joven, niña, madre, em-

barazada), al estado civil o a la

relación con el victimario (espo-

sa, novia, ex amante, ex esposa).

• En cuanto a las ocupaciones,

pocas noticias registran datos

específicos. No obstante, entre

esas que si lo proporcionan se

identificó la alusión a una perio-dista, una fotógrafa, una diseña-dora de modas, una abogada, dos vendedoras de chance, una funcionaria de la Policía y una del ICBF, dos obreras, una manicurista, una mesera y varias trabajadoras sexuales. También se encontraron ocho casos en los que sobresale su condición de estudiantes universitarias; en un caso la víctima era menor de edad (17 años) y en tres se señala que las estudiantes fueron víctimas de violencia física y abu-so sexual en el campus universi-tario.

• Sólo en cuatro casos los repor-tes señalan como característica especial su liderazgo en dife-rentes campos: el sindicato de maestros, un cabildo indígena, una organización defensora de derechos humanos y un colectivo que trabaja por los derechos de las mujeres.

Aunque este último antecedente es especialmente importante, El Tiempo lo reporta poco. De acuerdo con los datos de la Defensoría del Pueblo, de la Unidad de Víctimas y del propio INMLCF, estar vinculado al activismo por la defensa de los derechos humanos ha incrementado los riesgos que asumen las mujeres cuando salen del espacio doméstico. En parte, por las consideraciones que ya hemos descrito en otros estudios, la en-trada al espacio público se convierte en una transgresión de los estereotipos de

género, la cual expone a las mujeres a la

violencia de los actores armados (Ibarra

2011a) (Ibarra, 2011b), como también

a la violencia de pareja. En el primer

caso, más a la violencia homicida y en el

segundo a la física y simbólica, o incluso

patrimonial.

Al ocultar estos casos, dedicar

menos espacio a las notas o incluso

restarle importancia al hecho, se esconde

el carácter público de estas mujeres y

la importante función que desempeñan

en la defensa de sus derechos. Algunos

comentarios de periodistas y columnistas

reproducen las justificaciones moralistas

de la Iglesia y de sectores tradicionales

y misóginos que señalan a las víctimas

como responsables de los hechos al

abandonar la casa para dedicarse al

activismo político. Para varios de estos

comunicadores, las mujeres tienen la

obligación de ser buenas novias, esposas

amorosas, complacientes y dedicadas a la

relación sentimental, al hogar y a la fami-

lia. Al incumplir estos mandatos estarían

expuestas, entre otros, a los castigos que

les infligen los varones de la familia, o del

medio social, que están dispuestos a re-

cordarles que su lugar se ubica en hogar.

Paradójicamente, como lo muestran los

datos, tampoco allí están a salvo, pues

las cifras comprueban que la casa es uno

de los escenarios donde más violencia se

produce contra ellas.

Otro dato de interés que proveen

las noticias es la relación entre víctima y

victimario. En 53 registros se señala que

el vínculo era cercano. En 33 de estos

casos víctima y victimario sostenían una

relación amorosa (matrimonio o no-

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

viazgo); 17 de los agresores eran los ex esposos o ex novios de las víctimas. En cinco casos, uno o varios miembros de la familia política o familia consanguínea de los esposos y novios también participaron en las acciones violentas contra ellas. En tres casos se reporta que el victimario era un amigo y en dos casos que fue el padre de la víctima.

Salvo contadas excepciones, se proporcionan datos sobre la preferencia sexual, la filiación política, las creencias religiosas o la etnia de la víctima. Tampoco se proporciona mayor informa-ción de las mujeres que han sido víctimas de desaparición for-zada, que en un buen número de casos no tienen antecedentes de activismo político12, ni de aquellas que se suicidan por causa de la violencia permanente que han sufrido. Estas ausencias en la descripción de la noticia impiden mejorar la comprensión de quiénes son las principales víctimas, o están en riesgo de serlo en una sociedad como la colombiana.

2.4 ¿QUIÉNES SON LOS VICTIMARIOS?

Respecto a las características de los victimarios o agre-

sores, una de las más nombradas es su vínculo institucional,

organizativo, o el estatus social que poseen. Por ejemplo, en 41

de los casos se alude su participación en un grupo armado, ya

sea regular o irregular. En 24 casos están involucrados para-

militares, miembros de las FARC o de las BACRIM y delincuentes

comunes vinculados a pandillas. En 17 casos los implicados son

integrantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía (soldados,

cabos, tenientes y otros funcionarios de rangos medios). En

estos casos, la prensa también habla del miedo de las víctimas

a denunciar a sus agresores, por las represalias que estos pue-

den tomar contra ellas o sus familias, dado el poder que tienen

las armas.

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO

Generalmente, cuando se abre un expediente judicial al victimario, las noticias lo identifican con nombre o alias. En 25 reportes El Tiempo proporciona los datos de figuras públicas, entre ellas aparecen dos concejales, un jugador de futbol, un ex alcalde, deportistas, sacerdotes católicos y pastores de otros credos, un coronel del Ejército, un pa-trullero, un ex diputado, algunos agentes de policía, funcionarios del ICBF y varios profesores de primaria y secundaria. Cuando se trata de estos ejemplos, el diario mantiene informada a la audiencia sobre el juicio al agresor, la aparición de nuevas pruebas o testigos y subterfugios de los abogados defensores para reducir las penas, etc. En otras oportunidades, la noticia contextualiza el caso para ejem-plificar el incremento de las cifras en una ciudad o departamento del país.

En otros casos se describen ras-gos sociodemográficos como la edad (por ejemplo, aparecen citados un menor de edad, cinco victimarios entre los 18 y 26 años, ocho entre los 27 y 34, siete entre los 35 y 50 y nueve hombres mayores de 51 años de edad); las características fe-notípicas (color de piel, de cabello y ojos, estatura, marcas en la piel y discapacida-des). En la mayoría de casos, la víctima conoce o conocía a su agresor.

En otros reportes se hace énfasis sobre los agresores reincidentes. Pocas veces se los denomina violadores en se-rie, pues los móviles parecen adecuarse a la oportunidad que éstos tienen para per-petrar el delito. Las noticias se refieren a ellos como atacantes sexuales o depra-vados y centran la atención en el modus

operandi y en el número de denuncias por las que serán sindicados o condenados. La mayoría de estos violadores son des-critos por la prensa como personas co-munes: trabajadores de la construcción, comerciantes, transportadores, entre otros oficios conocidos, pero también in-formaron de un pastor de Iglesia, un falso médico y un falso chaman que se aprove-charon de sus feligreses, de las pacientes y las clientes. El asunto que más sorpren-de de estos ejemplos se relaciona con el número de imputaciones que tiene cada uno de ellos, las cuales oscilan entre tres y 50 casos. Llama la atención que en 12 casos el victimario tiene una posición de poder y autoridad sobre la víctima y se aprovecha de ella para infringir violencia, por ejemplo, profesores, médicos, líderes religiosos y jefes. Estas cifras contribuyen a que el periodista o el autor de la colum-na muestre su indignación y aproveche el medio de comunicación para cuestionar la Ley, la forma en que opera la Justicia en el país y para solicitar aumento de penas para los responsables.

La prensa destaca que entre los subterfugios, que utilizan los perpetra-dores de estos crímenes, sobresalen la intimidación, la amenaza, el engaño, las ofertas laborales y la prestación de ser-vicios (médicos, psíquicos, de transporte, entre otros), con los que logran que sus víctimas accedan a acompañarlos hasta los lugares donde ejecutan las agresio-nes sexuales. En casi todos estos casos se hace referencia a la brutalidad con la que operan y al uso de armas de fuego o corto punzantes para agredir a niñas y mujeres. Se resalta el caso de un celador

que abusó de tres generaciones de muje-res de su familia y otro que tatuaba a sus víctimas después de violarlas. Aunque se reportan menos casos, hay algunas noti-cias que informan sobre hechos de abuso y violación, en los que están involucrados más de un hombre, en varios de estos las víctimas fueron asesinadas.

Cuando el agresor es un miembro de un grupo armado irregular, las noticias ponen énfasis en el abuso de la autoridad y en la “indefensión de las mujeres que están vinculadas a estos grupos”. Tam-bién se refiere a otros casos relaciona-dos, que son procesados por la Fiscalía. En el caso de la guerrilla es reiterativo referirse a los abortos forzados y las re-laciones oprobiosas de los comandantes con las menores de edad y en el caso de los paramilitares y bandas armadas a la prostitución forzada a la que someten a menores y mujeres, en varios casos como venganza contra la guerrilla y contra los que ellos denominan sus auxiliadores.

En varios casos, el reportaje/informe destaca que el acto violento es consecuencia del consumo de alcohol, el amor, los celos, la condición económica o la salud mental por la que atravesaba el agresor cuando cometió el delito. Las mo-tivaciones son descritas como detonantes de los hechos violentos, el periodista o el periódico describe la violencia que afecta a las mujeres como ‘crímenes pasionales’, como puede observarse en los siguientes titulares: “Van 10 muertes por celos en un mes”, “Celos y demencia, las causas de las 12 agresiones con ácido en Bo-gotá”. En las noticias es recurrente que se señale la premeditación del acto por

[ 75 ]

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

rabilidad de las mujeres ante los deseos sexuales desenfrenados de los varones. Son usuales las siguientes expresiones: “Seis hombres en estado de ebriedad cometieron el hecho”, “entró en ira in-controlable cuando le dijo que no quería seguir más su lado”, “poseído por la ira de unos celos ardorosos…” y “Amores que matan/ Esos celos que enloquecen”. Las razones que proporcionan para “explicar” porque ocurren estos actos muestran el desconocimiento de una serie de estructuras y prácticas que sostienen esa violencia contra las mujeres.

LA EXPOSICIÓN DE LAS CIFRAS DE VIOLENCIA CONTRA LAS

MUJERES

En esta parte se muestra cómo El Tiempo usa las cifras tanto en titulares, como en el cuerpo de la noticia. También se muestra el uso de otras fuentes, como la consultas a expertos, el seguimiento a casos, la discusión legislativa y desarrollo de acciones estatales para atender a las víctimas, entre otros aspectos, que se derivan precisamente de las cifras de la violencia contra las mujeres.

Los siguientes son ejemplos del uso de las cifras en los titulares de El Tiempo:

“Cada día, doce personas son agredidas sexualmente

parte del agresor. Estos argumentos son respaldados por el diagnóstico médico y psiquiátirico que relaciona estas con-ductas de los agresores con patologías psíquicas.

Al aludir al comportamiento de los agresores, se resaltan los supuestos rasgos de la masculinidad exacerbada que propicia el maltrato físico y psicoló-gico hacia las mujeres, de la sexualidad indisciplinada e irregular de los varones y de su presumible desenfreno sexual. En varias oportunidades, el autor de la noticia califica al agresor como un per-turbado psíquico o un pervertido y llama a las instituciones competentes para que apliquen los correctivos necesarios para evitar la propagación de casos. Las exi-gencias van desde el disciplinamiento y la imposición de sanciones más severas, hasta la regulación del comportamiento sexual, tal como se hizo en otras épocas, de acuerdo a la descripción de Foucault (1998) en la Historia de la sexualidad. Parodiando a este autor, en los informes de prensa se invoca menos la enormidad del crimen que la mounstrosidad del cri-minal, su incorregibilidad y la salvaguarda de la sociedad, ante el peligro que él representa (Foucault 1998, 167).

A estas confusiones se suma el escaso conocimiento que demuestran algunos reporteros sobre la gravedad que comporta la violencia contra las mujeres. En sus informes emplean pobres argumentos para referirse a las causas de los hechos. En varias oportunidades se refieren a que el móvil de la agresión está relacionado con los celos, con el fin de un vínculo sentimental, o con la vulne-

en Bogotá”, “Es una cifra alarmante: cada tres días matan a una mujer en Cali”; “En 2012, 438 mujeres han sido víctimas en Boyacá”, “Doce casos silenciosos de abuso sexual que producen indignación”, “La violencia afecta a 867 mujeres en Villavicencio”, “114 mujeres fueron asesinadas en el 2011, casi la mitad del total registrado en el Valle del Cauca”, “En lo que va del año, se han registrado 488 capturas por abuso sexual”, “Tan solo una de cada 11 denuncias de abuso sexual termina en condena”, “Van 38 capturas por violencia sexual en el Meta”, “Por celos y machismo, van 47 crímenes este año en Bogotá”, “Alerta en Bogotá por aumento de cifras de abuso sexual” “Con 119 casos, se abre capítulo de violencia sexual de las Farc”, “Bandas tienen 61 investigaciones por violencia sexual”.

Como se puede apreciar en esas

frases, las cifras se presentan en propor-

ciones y frecuencias, privilegian la infor-

mación sobre la localidad en la que ocu-

rre el hecho y resaltan más los casos de

violencia sexual, que otros tipos. Un buen

número de noticias presenta compara-

ciones entre localidades (principalmente

municipios y departamentos), años, tipo

de violencia y actor. A continuación se

presenta un ejemplo:

3

[ 76 ]

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO

sexual como arma de guerra y como forma de reducir a la víctima e imponer autoridad, sobre ella y sobre los obser-vadores, como lo han hecho algunos actores armados.

Otro obstáculo significativo para

hacer seguimiento al fenómeno en las

noticias, sobre todo al inicio del período

establecido, lo constituye la poca claridad

que tienen los autores de notas, reportes

y columnas para nombrar la violencia

contra las mujeres. Esta falencia impedía

establecer la especificidad en algunos

hechos. Sin embargo, a medida que pa-

san los años, los avances son notorios

en algunos reportajes e informes, que

van incluyendo las denominaciones acto

sexual diverso, acceso carnal violento y

acto sexual abusivo (manipulación de ge-

nitales). Por ejemplo: “Procuraduría des-

tituyó a dos docentes por abuso sexual

de menores”; “Investigan presunto abuso

sexual contra siete alumnas de un colegio

de Usme” y “Conductor de ambulancia es

señalado de abuso sexual”.

Cada vez más, los periodistas usan

el léxico jurídico que proviene del código

penal18, para referirse a la violencia sexual

y utilizan términos como acceso carnal vio-

lento, acceso carnal abusivo y acto sexual

abusivo (manipulación de genitales). En la

medida en que la Ley se va difundiendo, los

periodistas también incorporan el lenguaje

que utilizan los juristas, los funcionarios y

las organizaciones dedicadas a la denun-

cia: por ejemplo, el femicidio o feminicidio

para referirse a los crímenes contra las

mujeres, sólo por su condición sexual. No

obstante, el uso de estas denominaciones

Según datos del Observatorio Social, entidad adscrita a la Secretaría de Gobierno de Cali, 114 mujeres fueron asesinadas el año pasado en la ciudad, casi la mitad del total registrado durante el mismo período en Valle (256), el departamento con mayor índice de asesinatos de mujeres en el país: 11,2 por cada 100.000. Le siguen Antioquia, con un índice de 8,2 por cada 100.000, y Bogotá, con 3,5.

Cuando se presentan cifras13,

la principal fuente de El Tiempo es el

Instituto de Medicina Legal y Ciencias

Forenses, IMLCF. El medio obtiene estas

cifras de forma directa, consultando sus

informes anuales, principalmente Fo-

rensis, para contextualizar un caso, dar

cuenta de la evolución del problema o

situar a los lectores en la discusión que

están planteando algunas instituciones o

las organizaciones y el movimiento social

de mujeres sobre el incremento de casos,

las acciones que emprende el Estado o

el cumplimiento de los pactos que exigen

los organismos internacionales. En otros

casos, las cifras son reproducidas de las

alocuciones que realizan los funcionarios,

representantes de esos organismos o las

voceras de las organizaciones sociales,

ONG nacionales y globales y miembros de

la academia; entre otras personalidades

que se refieren al tema, en los espacios

que se han generado para la exposición

del problema en el país. También recurre

a la Policía, la Fiscalía14 el Observatorio

Social de la Alcaldía de Cali, las perso-

nerías municipales (Grupo de Atención

Oportuna de la Personería) y oficinas

de la presidencia de la República, como

Acción Social, entre otras15.

El periódico hace eco de la mirada

externa de la violencia contra las mujeres

en Colombia y publica pronunciamientos

de los funcionarios internacionales. A

nuestro modo de ver, estas opiniones

han visibilizado más la violencia contra

las mujeres que los reportes de las ins-

tituciones productoras de cifras. Como

se mostró en el artículo “Detrás de las

cifras de violencia contra las mujeres

en Colombia” (García e Ibarra, 2016) el

Estado ha mejorado, sustancialmente, en

la captura de datos, en la sistematización

y en la presentación de informes sobre

las circunstancias en que se produce la

violencia contra las mujeres, los móviles,

los responsables y en los lugares donde

ocurre el hecho victimizante. Sin embar-

go, la mayoría de los ciudadanos accede

a esta información a través de las noticias

radiales, escritas y televisadas, que la

presentan de manera parcial, con análisis

superficiales y, en la mayoría de los casos,

sin las explicaciones previas que requiere

su exposición al público. Algunas veces,

estos medios trivializan la violencia, al

enfocarse en la espectacularidad del

detalle (Braud 2006), más que en la

incidencia de este problema en la vida de

las mujeres, sus familias, su comunidad y

la sociedad.

Por lo anterior, cada vez más,

como muestran las mismas noticias, las

organizaciones sociales y las redes de

mujeres se valen de la intermediación de los funcionarios internacionales, diplomáticos y personalidades públicas para denunciar el incremento de casos, la impunidad que encubre a los agresores y la escasa atención que presta el Estado a las víctimas. Sólo para ilustrar los aliados que ellas han encontrado, a continuación listamos las últimas visitas que hicieron representantes de organismos internacio-nales, premios nobel de paz, entre otros, durante el período de estudio16 y que fueron publicitados por la prensa.

3.1 QUITEN EL VELO DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES…HABLAN LOS FUNCIONARIOS

INTERNACIONALES

Varias de las visitas de funcionarios internacionales, que trabajan en la defensa de los derechos humanos y de las mujeres, se realizaron en noviembre de cada año, para conmemorar el día de la No violencia contra las mujeres (día 25). Sobresalen las visitas de 2012, cuando llegaron al país la directora del Departamento de Salud Reproductiva de la Organización Mundial de la Salud, OMS, Marleen Temmerman; Jody Williams, la Nobel de paz (1997) reconocida por su lucha contra las minas antipersonales; la secretaria ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet; Margot Wallström, Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Violencia Sexual en los Conflictos Armados, y Marcelo Pollack, investigador de Amnistía Internacional. En 2015 se des-tacó la visita de Shirin Ebadi, primera mujer

[ 77 ]

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

musulmana en obtener el premio nobel de paz, y Jody Williams,

activista estadounidense por los derechos humanos; la directora

ejecutiva de ONU Mujeres, Mlambo-Ngcuka y Zainab Hawa Bangu-

ra, representante especial del Secretario general sobre la violencia

sexual en los conflictos, de la ONU

Estas funcionarias advierten sobre el incremento de los

casos de violencia contra las mujeres en Colombia, sobre todo en

aquellos lugares donde hacen presencia los actores del conflicto

armado. Insisten en la importancia de incluir a las mujeres en las

negociaciones entre las FARC y el Gobierno en tanto son víctimas

directas del conflicto armado colombiano y requieren garantizar

el acceso a la justicia, la asistencia institucional y para el caso

de las excombatientes la reintegración a la sociedad. Algunas

reconocen el amplio marco legal para garantizar los derechos

de las mujeres que tiene el país, pero también denuncian que su

implementación no es efectiva.

La mayoría de estas funcionarias se reúne directamente

con el presidente de la República a quien comprometen con los

acuerdos, pactos y resoluciones internacionales para asegurar la

protección de los derechos de las mujeres. Pero también acom-

pañan eventos organizados por mujeres del movimiento y las

organizaciones sociales. En estas visitas también se debatieron

las circunstancias de la violencia sexual relacionada con el conflicto

armado interno y se reconoce el progreso de las acciones para

prevenir y responder a este crimen y entender los desafíos.

Como se puede observar en los anteriores planteamien-

tos, la coyuntura política que propiciaron los diálogos de La

Habana, creó un conjunto de oportunidades para posicionar las

reivindicaciones de las colombianas. Varias representantes de

organismos internacionales, que visitaron el país durante este

período (2010-2015), reconocen que las presiones del movi-

miento de mujeres y feminista ha puesto en marcha un impor-

tante mecanismo para asegurar la incorporación de la perspec-

tiva de género en las negociaciones, lo que propició la creación

de una subcomisión de género, integrada por representantes

de las FARC y del Gobierno Nacional. A la par, las líderes de este

movimiento reconocen que sin el acompañamiento de estos

organismos, de las agencias de cooperación, de otras orga-

nizaciones sociales y de la voluntad de los negociadores, esta

subcomisión no habría sido posible. Por ello, mantuvieron un

diálogo permanente con diplomáticos, funcionarios y recono-

cidos activistas de derechos humanos, entre otras cosas, para

posicionar en la agenda pública la discusión sobre la violencia

contra las mujeres en Colombia17. A estas acciones se sumó

la incorporación de un buen número de mujeres víctimas del

conflicto armado, entre ellas mujeres abusadas sexualmente,

entre las 60 que hicieron parte de la delegación que viajó a la

Habana para apoyar los diálogos de paz.

3.2 EL LENGUAJE DE LAS CIFRAS DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

En algunas ocasiones, cuando las cifras de homicidios

de mujeres se incrementan, las noticias se refieren a la violencia

como a una epidemia (dramas temporarios de la muerte multi-

plicada). En otras oportunidades, se refieren al problema como

una enfermedad social, utilizando los términos foucaultianos, sus

reportes aluden más a

las endemias, es decir, la forma, la naturaleza, la

extensión, la duración, la intensidad de las enfermedades

reinantes de la población. Enfermedades más o menos

difíciles de extirpar y que no se consideran, como las epide-

mias, en concepto de causa de muerte más frecuente sino

como factores permanentes (…). En suma la enfermedad

como fenómeno de población (Foucault 2010, 221).

En sólo 15 noticias, los informes o notas de prensa utilizan

algunas definiciones de violencia, que han sido acuñadas por las insti-

tuciones que proveen las cifras. En las 196 restantes se refieren a la

violencia contra las mujeres, de género, a la intrafamiliar o de pareja

sin definirlas. En dos casos, el periódico señala que el homicidio de

estas mujeres es un “crimen pasional”, en cuatro casos se habla de

“celos que matan”. No es claro que esta justificación sea intencional,

pero es preocupante que el autor de la noticia excuse al victimario

por el dolor que éste siente ante la pérdida del amor”.

Del estilo anterior, es ejemplar aquella noticia que se

refiere al ejercicio del trabajo sexual y otras profesiones que

exponen a las mujeres a la violencia sexual. El titular “De mujeres

[ 78 ]

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO

en muchos casos es impreciso. Por ejemplo, utilizan como sinónimo de violencia contra las

mujeres, la violencia de pareja o violencia intrafamiliar.

A pesar de los avances en el tratamiento del tema, no sobran las noticias que muestran cierta confusión de los periodistas para referirse a la violencia contra las muje-res. Algunas veces los titulares incorporan esa expresión, pero su contenido muestra que el hecho violento obedece a otros factores. Por ejemplo, al robo, los ajustes de cuentas, la vinculación de las víctimas a pandillas y organizaciones delictivas, a las balas perdidas, accidentes de tránsito, etc.

Pero a pesar de esas imprecisiones, en algunas oportunidades sus notas logran conmocionar a la sociedad colombiana y como ellos mismos reportan la noticia propicia acciones colectivas en varias ciudades: “Solo por ser mujeres”, “Alarma por impunidad en maltrato contra mujeres” (El Tiempo; 21/10/2011), “Aumentó el número de femini-cidios en Bogotá”, “Feminicidio: un crimen de odio impune (El Tiempo; 21/10/2015)19. Entre estos casos, se cuentan el asesinato de Rosa Elvira Cely, violada y empalada en el parque Nacional (mayo del 2012); el de Alejandra Díaz Lezama (2012), asesinada por su esposo, el exconcejal Vladimir Melo, después de un ciclo de violencia; el de doña Emperatriz Romero, de 94 años, violada, empalada y asesinada por su nieto, en el 2013; el de Vivian Urrego, quien murió tras recibir 28 puñaladas que le propinó su

“decentes” e “indecentes” cuestiona

el trabajo sexual y pareciera justificar

las agresiones que sufren un grupo de

mujeres dedicadas a él, en El Placer (Pu-

tumayo). De ningún modo, estas razones

validan o justifican el abuso sexual, el

maltrato psicológico y el desplazamiento

forzado, no obstante estas se presentan

de un modo en que ese rasgo sería un

atenuante para recibirla. Además, en 11

noticias, se observa que el periodista

llama la atención, señalando al victimario

como un “demente” y haciendo énfasis en

características de los crímenes como “fue

atacada a machete y quemada por su

exnovio”, “capturan a presunto descuar-

tizador de una mujer” o “fue usada como

escudo humano”.

Pese a las deficiencias detectadas

en el tratamiento de los hechos, cabe

destacar el esfuerzo de El Tiempo por

indagar más sobre la violencia contra

mujeres y consultar a investigadores y

activistas de los derechos de las mujeres.

Un ejemplo de estos avances se presenta

en la noticia sobre el manoseo en el siste-

ma de transporte masivo de la ciudad de

Bogotá (Transmilenio). En ella se acude

a una experta, Iliana Espitia, para que

defina esta práctica y el modo en que esta

constituye un tipo de violencia contra la

mujer. También se destacan las noticias

que recurren las definiciones de los espe-

cialistas en derechos de las mujeres, las

que han elaborado Organismos como la

ONU y la OMS o las institucionales, con las

cuales se construyen las estadísticas.

Esto es muy importante porque

permite visibilizar, por ejemplo, la gra-

vedad de la violencia física y la violencia

[ 79 ]

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

esposo frente a su hijo de ocho meses,

en (2012) además de otros 1.444 casos

registrados en el 2011.

Con el término feminicidio la

prensa designa los crímenes de mu-

jeres perpetrados por sus esposos,

novios, ex esposos, ex compañeros y

ex novios; como en el caso de Clarena

Acosta que fue asesinada a tiros por su

esposo, a pocos metros de sus hijos, y

que es considerado como uno de los 20

feminicidios registrados en los siete de-

par tamentos de la Costa Atlántica, en lo

corrido del año 2010. Pero la aper tura

del medio al tratamiento de este asunto

no ha sido fácil, en ello ha jugado un

papel crucial la columna de opinión

que mantiene Florence Thomas, una

reconocida psicóloga feminista, que ha

contribuido a incorporar este lenguaje

en la prensa, así como a precisar los

términos con los que se debe nombrar

esas formas de violencia y exclusión

que sufren las mujeres en Colombia.

Además de la denuncia y la reivindi-

cación permanente que esta feminista

realiza en su espacio de opinión, en

otras opor tunidades es consultada

como exper ta. Ese lenguaje de los

derechos de las mujeres, utilizado por

ella y por otras activistas consultadas,

se va introduciendo en las noticias, que

lo vuelven cotidiano y de uso común.

Además se debe reconocer también

el esfuerzo de las instituciones en la

capacitación de funcionarios y de perio-

distas para que incorporen en su léxico

un lenguaje no sexista e igualitario, tal

como establece la Ley 1257 de 2008.

3.3 FUENTES E INFORMANTES

Cada vez es más frecuente que las

noticias muestren diferentes mediciones,

estadísticas y modos en que son judicia-

lizados los casos en otros contextos. Las

principales fuentes son las institucionales

(Fiscalía, Policía, Instituto Nacional de

Salud, IMLCF, ICBF, Defensoría del pueblo,

entre otras), pero también se apoyan en

los datos que reportan los Organismos

internacionales, a través de las distintas

agencias como UNFPA y ONU mujer, así

como en los informes generados por las

ONG de mujeres, principalmente.

Las noticias están acompañadas

de interpretaciones de profesionales,

especialmente de médicos, que explican el

tipo de lesiones que sufrieron las víctimas;

de psicólogos y psiquiatras que explican

el comportamiento de los agresores y el

de la víctima frente a la violencia. Cuando

se consulta a los abogados, estos hablan

del tipo de delito en el que incurren los

agresores. Las defensoras de DDHH y de

los derechos sexuales y reproductivos de

las mujeres se refieren a la importancia

de implementar las leyes y de garanti-

zar derechos. Presentan las cifras que

demuestran el incremento de casos y

balances críticos respecto al cumplimiento

de la ley. Aprovechan el espacio para

convocar a la movilización social, por me-

dio de diferentes repertorios de acción

reconocidos: marchas, concentraciones,

plantones y otros actos simbólicos para

repudiar la violencia contra las mujeres.

También se refieren a los logros que ha

obtenido el movimiento feminista y de

mujeres en Colombia y en el mundo y

hacen llamados para generar mayor con-

ciencia sobre las pérdidas que genera la

violencia. Aprovechan para lanzar algunas

consignas del movimiento y recuerdan

fechas emblemáticas para conmemorar

algún acontecimiento.

En varios de estos informes

relatan historias de vida de víctimas y es-

tablecen comparaciones con experiencias

locales, resaltando que en otras latitudes

la violencia es más cruenta que en el país.

Se destacan los casos emblemáticos,

icónicos, como aquel episodio en el que

un alemán violó a su hija y engendró con

ella siete niños, mientras la mantenía en

cautiverio en el sótano de su casa. La

prensa busca casos similares en el país

y reitera en la necesidad de denunciar,

pero también destaca cómo la sociedad

colombiana ha permanecido en silencio

ante estas situaciones.

OTRAS REFLEXIONES QUE SE DERIVAN DE REVISIÓN

DE PRENSA

Más que informar sobre los sesgos o desigualdades de género en la operación de la justicia, el periódico la califica, constantemente, como inoperante e injusta. Se vale de los casos que cita para “demostrar” que no funciona o tiene múltiples deficiencias para garantizar los derechos de las mujeres. Por ejemplo, se refiere a las denuncias interpuestas por las mujeres antes de ser asesinadas

4

[ 80 ]

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO

por sus parejas o ex compañeros senti-mentales. Informa sobre la impunidad que encubre los hechos y la reincidencia de los responsables y describe la re victimi-zación a las que son sometidas las muje-res en las instituciones (“Denunciar es un calvario”) o el miedo que ellas expresan para interponer una denuncia.

Así como critican a fiscales, jueces, senadores y funcionarios del gobierno, los periodistas y columnistas felicitan al Congreso cuando promulga leyes que en-durecen las penas y al Gobierno cuando crea nuevas instituciones y programas de atención a las víctimas, ya sea para recibir sus denuncias o acceder a servicios de salud y protección. En sus notas, el perió-dico aprueba las reuniones institucionales para tratar el tema y celebra que el Go-bierno promueva visitas de funcionarios de organismos y agencias internacio-nales, ONG y otras personalidades que se ocupan de campañas para reducir la violencia contra las mujeres. En varias oportunidades, sus páginas promocionan servicios estatales y visibilizan la labor de ONG, fundaciones y organizaciones de mujeres que lideran la denuncia y la atención de casos de violencia. En otras ocasiones, elogian los fallos y sentencias de jueces y magistrados, cuando estos son artífices de avances jurídicos para garantizar los derechos de las mujeres y las niñas, y felicitan la labor de la De-fensoría del pueblo cuando protege esos derechos.

En varias de estas notas, el periódico le exige al Estado colombiano acoger los estándares internacionales de protección de los derechos de las

mujeres, endurecer las penas para quienes cometan crímenes contra ellas, agilizar las capturas de responsables y atender con mayores recursos a las víctimas, sobre todo, a quienes el ácido desfiguró sus rostros y su cuerpo. Estos pronunciamientos se instalan en el dis-curso “fraternal” moderno, que trata a las mujeres como objetos o recipientes de las políticas más que como sujetos que pueden intervenir en su definición. Por ello, Pringle y Watson (2002), seña-lan que “lo que tienen que afrontar las feministas no es un Estado que repre-sente “los intereses de los hombres” contra los de las mujeres, sino un go-bierno conducido como si los intereses de los hombres fueran los únicos que existieran” (Pringle y Watson 2002, 71).

***

Como es previsible en estos

casos, la escala es muy importante. Lo

que pasa en lo local tiene repercusiones

en lo global y viceversa. En algunas pu-

blicaciones de El Tiempo se establecen

correlaciones entre los casos de violencia

en Colombia con los que acontecen en

otros lugares del mundo. En especial se

narraron dos casos de violencia contra

las colombianas residentes en República

Dominicana, otros dos casos en Argentina

y un caso en Estados Unidos, que reflejan

la recurrencia de hechos de violencia con-

tra colombianas que se emparejaron con

extranjeros a través de internet. También

se reportaron casos de trata de mujeres,

la gran mayoría vinculadas a la redes de

prostitución en diferentes países.

Varias noticias se dedicaron a

narrar la historia de Malala, la niña pa-

quistaní que fue abaleada por defender el

derecho de las niñas a la educación. En

estas notas están presentes los juicios de

autoridades mundiales que aprovechan el

asunto para señalar la brutalidad con la

que operan los extremistas islámicos en

contra de quienes defienden los derechos

humanos occidentales20. Este evento

convirtió a Malala en una líder mundial,

que más adelante ganó el Premio Nobel

de la Paz. Como en este caso, también se

brindó amplia información acerca de una

mujer india violada por cuatro hombres, la

cual murió días más tarde en una clínica.

El hecho despertó la conciencia de miles

de personas en el mundo que condenaron

la violencia contra las mujeres en ese país

y exigieron sanciones más severas para

los responsables. Otra noticia que tuvo

varios reportes fue la de Oscar Pistorius,

un atleta sudafricano famoso por el uso

de prótesis mecánicas, quien asesinó a su

novia en su propia casa.

En ese mismo plano interna-

cional, las noticias de África ocuparon

grandes espacios en el periódico, sobre

todo por la trascendencia que adquirió

el secuestro de más de 200 niñas por el

grupo islámico Boko Haram en el Estado

de Borno a las que después vendieron,

violaron o mantuvieron en cautiverio; o la

noticia del afgano que mató a su esposa

por dar a luz a una niña, para mencionar

sólo dos ejemplos. En estas noticias, se

defiende la supuesta superioridad de los

valores occidentales sobre los de otras

culturas en la defensa de los derechos

[ 81 ]

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

fundamentales. Sin embargo, en una democracia como la colombiana, los casos aumentan con tanta sevicia y crueldad, como la que se reporta en Oriente, en países con dictaduras o que mantienen un conflicto armado irregular como el de Siria. No obstante, la de fuera será siempre peor que la interna, de acuerdo con algunos periodistas.

***Ante la cantidad de hechos de violencia contra las mujeres tan parecidos y reitera-

tivos, El Tiempo trató con cierto esencialismo que la violencia también se esté produciendo en las comunidades indígenas, como si estas se estuvieran contagiando de las prácticas mestizas urbanas, sin reconocer las continuidades históricas que estos hechos tienen en esas culturas. En esta oportunidad incorporó en la discusión las competencias de las auto-ridades indígenas para impartir justicia en los resguardos, ante algunos casos de impunidad que se han presentado. En las notas, jueces y magistrados reclaman el traslado de los casos a la justicia ordinaria para hacer efectiva la protección de las víctimas. Una segunda noticia que involucró a los indígenas indicaba que en el Pacífico colombiano, las menores de edad eran víctimas de ablación del clítoris o mutilación genital y, de nuevo, se reclama al Gobierno, que actúe a favor de las víctimas. La noticia causó conmoción porque se suponía que esta práctica sólo se presentaba entre los musulmanes.

***Aunque son pocas, algunas noticias se refieren a la participación de las mujeres

en actos de violencia contra otras mujeres, resaltan los casos de aquellas que vinculan a adolescentes y niñas en la prostitución; que permiten que sus compañeros sexuales abusen de ellas; de quienes las maltratan, permiten el maltrato y tratos degradantes de sus padres y padrastros. Otras notas periodísticas señalan a las mujeres de actuar de manera violenta por celos, de haber participado en el asesinato de las amantes o esposas de sus compañeros sentimentales, de contratar asesinos o de engañar a algunas jóvenes para raptarles sus hijos. Estas son presentadas como malas mujeres, desalmadas, enfermas, temerarias etc.

Otras tres referencias a mujeres que propiciaron violencia contra otras mujeres fueron la noticia sobre Sor Teresa Gómez Álvarez, vinculada a la casa de los hermanos Castaño, fundadores de las AUC. Una mujer que atemorizó a los campesinos de Córdoba y Urabá y que fue sindicada de asesinar a Yolanda Izquierdo, líder campesina que en-torpeció su plan de despojo de tierras en la Costa Caribe. La otra historia compromete a Fanny Gruesso Bonilla, alias La Chili, la propietaria de las viviendas de Buenaventura, donde la banda criminal del Clan Úsuga realizaba el desmembramiento de personas. De acuerdo con las noticias, militó en las FARC y posteriormente en el Bloque Calima de las AUC. La noticia se refiere a prontuario criminal y a su captura en Chile. La tercera mujer es presentada como una temeraria guerrillera. Su nombre es Elda Neyis Mos-quera García, alias Karina, una comandante de las Farc, que se acogió al proceso de desmovilización y a la cual se acusa de múltiples crímenes y actos de terrorismo.

Al final del periodo estudiado se reportan noticias relacionadas con las desapariciones de mujeres, al parecer sin motivaciones políticas ni económicas. Va-rias de ellas aparecen luego asesinadas, cuando la noticia aporta fotos de las fa-llecidas se puede notar que la mayoría de ellas son mujeres jóvenes, que cumplen con los cánones de belleza establecidos por la sociedad de consumo, son volup-tuosas, exhiben cirugías, han alisado y tinturado su cabello, están maquilladas y posan sus atributos físicos, con prendas ceñidas al cuerpo.

***Para finalizar, debemos reconocer

que la prensa contribuye a visibilizar la violencia contra las mujeres como un gra-ve problema que deben afrontar la socie-dad principalmente en haber promovido campañas, en generar mayor res como un grave problema que deben afrontar no spliaciy el Estado. Su aporte principal está en haber promovido campañas, como la denominada No es hora de callar; en generar mayor interés de columnistas, políticos y funcionarios en el problema, los cuales opinan y lo posicionan aún más como un asunto público, que cada vez se incluye en las agendas de las corporacio-nes públicas, de las instituciones, de la academia y de los movimientos sociales.

Durante este período, no sólo las mujeres escribieron sobre el tema, tam-bién varios columnistas, reporteros y fun-cionarios se involucraron en la discusión sobre las medidas que se deben tomar para evitar el incremento de las muertes, para persuadir a las víctimas a denunciar

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO

y para no naturalizar la situación. En varias notas hablan acadé-micos, agentes de policía, representantes de Naciones Unidas y Agencias de cooperación, magistrados, fiscales, funcionarios de Bienestar Familiar, las personerías, la Defensoría y la Procuradu-ría General de la Nación. También se informa sobre la realización de múltiples eventos: foros, conversatorios, reuniones, visitas de personalidades y funcionarios, presentación de informes, creación de nuevos programas, debates en el Congreso, manifestaciones, marchas y plantones, entre otras formas de acción colectiva para denunciar la situación de las víctimas y exigir la atención estatal, para concientizar a la población. En esos reportes e informes se deja claro que las víctimas cada vez más “dan la cara”, muestran sus rostros desfigurados por los golpes o el ácido, idean formas de expresión y participan en el debate público para evitar que la violencia “golpee” a más mujeres en el país.

No obstante lo anterior, como expresó Charles Tilly, en un periodo tan corto como el que aquí se analiza no es posible mostrar grandes recurrencias empíricas ni oleadas de acción colectiva, ciclos u otros aspectos que si se puede advertir en períodos de larga duración. Pero ese no era el interés de este artículo, la pretensión era más modesta y, tal como se esperaba, los resultados muestran que esta fuente es complementaría para estudios como el que aquí se planteó. Con estos hallazgos no se puede establecer constantes, pero si algunas tendencias; tampo-co se podrían realizar estadísticas sobre la violencia contra las mujeres con los casos reportados, pues en algunas noticias se reportan casos pasados, que serían doblemente contabilizados. Por ello, las cuentas que presentamos son sólo indicativas de la magnitud del problema, que reflejan las noticias.

2 Agradezco especialmente a la socióloga Mariella López el apoyo en la búsqueda de las noticias y en la primera clasificación de los datos.

3 La violencia contra las mujeres está transversalmente mediada por relaciones jerárquicas de dominación fundamentadas en divisiones de género construidas socialmente. No es sólo aquella que ocasiona daño físico a las mujeres, también compromete daños y perjuicios más sutiles o menos visibles, a saber, psicológicos y emocionales y se produce tanto en el ámbito público como en el privado (García 2016).

4 A pesar de la amplia discusión que introduce el feminismo

académico sobre la noción unitaria de mujer, la mayoría de las noticias se refiere a ellas en relación con las funciones que desempeñan en la familia: cocinar, hacer limpieza y cuidar los hijos. Otras pocas centran su atención en la sexualización de su cuerpo en el contexto de carreras de éxito e independencia sexual y económica.

5 Si se tiene en cuenta que Cali es una de las ciudades en las que más se registraron asesinatos y agresiones contra las mujeres, en el periodo establecido, de acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, INMLCF, el subregistro de casos es uno de los principales problemas de hacer seguimiento a un fenómeno local a través de un diario nacional.

6 Llama la atención que una noticia sobre un asesinato se ubique en la sección de Entretenimiento: el caso de Clarena Acosta, diseñadora de modas de las tiendas Laura V, asesinada en Barranquilla

7 Por ejemplo, el de una mujer que fue lanzada por su esposo desde un cuarto piso o el de otra que fue atropellada intencionalmente por el padre de sus hijos. Varios de estos vejámenes condujeron a la muerte de las víctimas.

8 Habría que indagar de forma más minuciosa en las noticias sobre conflicto armado y violencia contra las mujeres, puesto que los datos de la Unidad de Víctimas demuestran la estrecha relación entre la decisión de desplazarse y la violencia que han sufrido las mujeres en las zonas controladas por los actores armados. Estos hechos, son escasamente tratados por los medios.

9 Esta violencia no debe confundirse con la discriminación económica que sufren algunas mujeres en el ámbito laboral.

10 Entre esas noticias se destacan, un caso de manoseo en el transporte de servicio público y un caso de regulación abusiva de la vida social: un grupo de policías le exige a una pareja de lesbianas, que se están besando, retirarse del sitio porque con sus muestras de afecto incomodan a los residentes.

11 Para Walby 2002), “las seis estructuras principales que constituyen un sistema patriarcal son: el trabajo asalariado, el trabajo doméstico, la sexualidad, la cultura, la violencia y el Estado. Las relaciones entre estas producen diferentes formas de patriarcado” (Walby, 2002: 51)

12 A finales de diciembre de 2015, las noticias de un violador que reconoció haber asesinado a 16 mujeres en Bogotá, sorprendió al país porque la primera información que entregaron los medios fue que ninguna de ellas era buscada por las autoridades, a pesar de las denuncias que habían instaurado sus familiares. Esto demuestra, como señala (Braud 2006), que la calidad de las víctimas hace que unas sean más importantes que otras y, de ese modo, las

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL TIEMPO PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓN

instituciones atiendan mejor a aquellas con mayor estatus o reconocimiento social, por ejemplo políticos, artistas, miembros de la élite económica.

13 En las notas que se refieren a un caso particular, la fuente es la Policía, el médico que atendió el caso, la víctima o sus familiares, vecinos o compañeros de trabajo.

14 En esta entidad varias dependencias proporcionan datos, una de ellas es el Centro de Atención Integral a Víctimas de Violencia Intrafamiliar de la Fiscalía.

15 Entre los consultados sobresale Gilma Jimenez, la senadora del Partido Verde que se convirtió en la principal defensora de los niños y que promovía la ampliación de la pena para violadores y el historiador y sociólogo Gonzalo Sánchez, director del Grupo de Memoria Histórica, GMH, y coordinador de varias investigaciones sobre la violencia que producen los actores armados. Los estudios del GMH le han permitido al país conocer el modo en que actúan estos grupos y la manera como se ensañaron con los cuerpos de las mujeres.

16 El periodo de estudio es 2008-2014, pero dada la importancia que adquirió el asunto y la calidad de las intervenciones que realizaron algunas funcionarias internacionales que visitaron a Colombia en 2015, incluimos algunas de estas voces en este apartado.

17 Aunque los funcionarios y funcionarias se refieren más a la violencia que producen los actores armados en el marco del conflicto colombiano, el cual capta más su interés por las víctimas, también se refieren a la violencia prosaica, esa que ocurre sin motivos aparentes, pero que cobra muchas más vidas y lesiona más a las mujeres.

18 Así como en estos casos utilizan los términos jurídicos, para describir el tipo de heridas se basan en el leguaje de los profesionales de la salud, extraído de los dictámenes médicos. En su lenguaje también es frecuente el uso de calificativos sensacionalistas como: “fue agredida brutalmente”, “sufrió lesiones gravísimas”, “la violencia sexual se convierte en un arma de guerra”. No obstante estas alusiones, el desarrollo de la noticia generalmente no profundiza en las causas estructurales de la violencia, sino en la particularidad de la situación que vive la víctima.

19 En 2015, el Congreso crea la Ley 1761de 2015 “por la cual se crea el tipo penal de feminicidio como delito autónomo y se dictan otras disposiciones” y la denominó Rosa Elvira Cely, en honor a la mujer asesinada en el parque Nacional de Bogotá.

20 De estas, hay al menos tres noticias más en las que se pone énfasis en la “brutalidad de la violencia”, de los musulmanes, por ejemplo, hablan de los castigos de los radicales y fundamentalistas a las mujeres por su participación en política, o del asesinato de una niña por su negativa a casarse con su primo, etc.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Braud, Philippe. Violencias políticas. Madrid: Alianza, 2006.Foucault, Michael . Defender la sociedad. Buenos Aires: Fondo de

cultura económica, 2010.Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. Vol. I. Madrid: Siglo

XXI, 1998.García, María Alejandra. Tras los bastidores de las estadísticas de

la violencia contra las mujeres en Colombia. Un análisis desde la Sociología de la cuantificación. Cali: Trabajo de investigación, Maestria en Sociología: Universidad del Valle, 2016.

García-Otero, María A, y Ibarra-Melo, María E. (2017, enero-junio). Detrás de las cifras de violencia contra las mujeres en Colombia. Sociedad y economía, (32), 41-64

Ibarra-Melo, María E. “Mujeres, verdad, justicia y reparación en Colombia.” Universitas Humanística, 2011: 247-273.

Pringle, Rosemary, y Sophie Watson. «“Los intereses de las mujeres” y el Estado postestructuralista» En Desestabilizar la teoría. debates feministas contemporáneos, de Phillips Barrett y Anne Phillips, 67-87. Mexico: Universidad Nacional Autónoma de México, Paidós, 2002.

Walby, Silvia. «¿Pos-posmodernismo? Teorización de la complejidad social» En Desestabilizar la teoría. Debates feministas contemporáneos, de Michèle Barrett y Anne Phillips, 45-66. México: Páidos- Universidad nacional Autónoma de Mexico, 2002.

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CUENTO LA REBELIÓN DE LAS RISAS

La rebeliónDE LAS RISAS

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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNCUENTO LA REBELIÓN DE LAS RISAS

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Vera CarvajalEscritora, periodista digital desde 2002. Autora de los libros Días de Cosecha, Días de Guerra y Érase una mujer.

Tallerista en temas de género. Editora de contenidos de Astrolabio, Imagen Web Ltda, (2002-2014)

La rebeliónDE LAS RISAS

LA REBELIÓN DE LAS RISASÉRASE UNA MUJER DE SONRISA

LUMINOSA.

E l tirano creyó ver entre las líneas de algún libro sagrado que la risa de las mujeres

ofendía a toda la creación. No dudó por lo tanto, ni un momento, en emitir un mandato supremo en el que prohibía reír a todas las mujeres que habitaban su reino.

-Seré benigno –dijo a todos-: podrán reír en privado, donde no puedan alterar la recta moralidad. Pero si son vistas, escuchadas o hay sospechas de que ríen en público, tendrán un castigo ejemplar.

Las mujeres se miraron entre sí y aguantaron la respiración por un segundo. Son-rieron y después, sin que nadie pudiera impedirlo, rieron. No solo rieron, se carcajearon:

-Kahkaha, kehkehe, kihkihi, kohkoho, kuhkuhu.Fue tanta y tan sonora, que a la risa cantarina de las mujeres se unieron las risas

de los girasoles y de las sandías, de las campanas y de las palomas, que se encargaron de transmitir a todos las últimas noticias.

-La risa ha sido prohibida por el tirano: kahkaha, kehkehe, kihkihi, kohkoho, kuhku-hu – era la respuesta en todo el reino.

Como es bien sabido, la risa es altamente contagiosa, así que ya no solo reían mujeres, sandías, pájaros, campanas; los hombres comenzaron a reír. Reían con la boca, reían con los ojos, con la panza y con las manos batidas al aire…

- Kahkaha, kehkehe, kihkihi, kohkoho, kuhkuhu.Aun las estrellas de cielos milenarios reían con su titilar.El tirano, que no se daba por vencido, gritaba desde su pedestal:-¡Las mujeres no pueden reír! ¡Su risa está proscrita!Pero todos seguían riendo con cada respiración, ya sin poder escuchar tan necia

voz. Reían hasta llorar y rieron de todo y, por supuesto, de sí mismos. Reían también por escrito y en todos los idiomas.

-¡Hahahaha, hehehehe, hihihihihi, hohohoho, huhuhuhu!…-¡Jajajajaja, jejejejeje, jijijijiji, jojojojojo, jujujujuju! Cuando el ataque colectivo de risa fue cesando, el eco de los hechos les siguió

haciendo cosquillas por un buen tiempo.

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CUENTO LA REBELIÓN DE LAS RISAS

Todos terminaron con una felicidad inédita, ingrávida. La risa es rebelión, descubrieron.

Sobra decir que el tirano fue derrocado. Nadie quería que repi-tiera, por si acaso, su pésimo mal chiste.

En julio de 2014, el Viceprimer Ministro de Turquía,Bülent Arinç, prohibió la carcajada de las mujeres enpúblico. “Las mujeres no tienen que reírse en públicoporque tienen que ser castas”, declaró Arinç.

Como respuesta inmediata, las mujeres turcas no solorieron sino que se carcajearon aprovechando las redessociales y los medios de comunicación. En Twitter hubo más de trescientos mil mensajes con el término“kahkaha”, la palabra turca para “risa”; así como los hashtags #direnkahkaha, “la risa de la resistencia” y #direnkadin, “mujeres que resisten”.

“Todos terminaron con una felicidad inédita, ingrávida.

La risa es rebelión, descubrieron”

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PERSPECTIVAS EN EDUCACIÓNCUENTO LA REBELIÓN DE LAS RISAS

Para el Gimnasio los Andes es motivo de orgullo presentar los dos nuevos acuerdos que funcionarán a partir del 2018 Cambridge For Schools y British Council, estos se establecen para fortalecer todos los procesos del proyecto de bilingüismo. Con estos acuerdos el Gimnasio Los Andes espera llevar a cabo el estudio detallado del currículo académico y cultural de las diferentes asignaturas que hacen parte del proyecto de bilingüismo en la institución. Realizar evaluaciones diagnósticas a estudiantes y docentes para medir su nivel de lengua y a partir de ahí generar planes específicos de mejora. El trabajo con los textos sugeridos y reconocidos por ambas organizaciones, alineados a nuestro currículo, nos permitirán mejoras académicas significativas en el corto, mediano, y largo plazo. De esta manera, seguiremos con nuestro plan de fortalecimiento del proyecto de bilingüismo, en donde los principales beneficiados serán nuestros estudiantes.

ALIANZAS ESTRATÉGICAS CON CAMBRIDGE Y EL BRITISH COUNCIL

Gimnasio los Andes

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CUENTO LA REBELIÓN DE LAS RISAS

@GimandesGimnasio Los Andes