historias de vida final

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Conocí a Francisca, en el año 2010, cuando visite el municipio de Marale, en el departamento de Francisco Morazán. Al escuchar su relato de vida me motivo su espíritu de mujer feliz, me capturó su fortaleza y creatividad para encarar los problemas que traen consigo el ser mujer rural, madre, abuela, cuidadora, agricultora y productora, además de buscar ser parte de una organización para salir adelante ella, su familia y su grupo .de la Caja Rural Es así que surge este libro, enriquecido con dos historias de mujeres rurales de Santa Bárbara e Intibucá, el levantamiento de información, redacción de textos y una parte de las fotografías estuvieron a cargo de Armando José Ramos.

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Unión Europea

Page 4: Historias de vida final

Para mayor información comunicarse a: Proyecto Food Facility Honduras Un proyecto ejecutado por la FAO con el apoyo financiero de la Unión Europea (UE) Col. Loma Linda Norte, ½ cuadra al sur Blvd. Suyapa, casa 2301, Tegucigalpa, Honduras, Centro América Tels. (504) 2235-3331 / 3182 / Fax: (504) 2232-2976 http://www.ueffhonduras.org

Textos y ensayo fotográfico: Armando José Ramos

Fotografías: Proyecto Food Facility

Colaboración:Ing. Edmundo Morales / Coordinador regional FAO-Santa BárbaraIng. Cándido Alfonso Alvarado / Responsable agencia Ceguaca, Proyecto EUFFIng. Carlos Bonilla / Responsable agencia San Marcos de la Sierra, Proyecto EUFF Técnico Servilio HernándezLic. Nora Sagastume

Primera edición: julio de 2011

Diseño e impresión: Comunica

Impreso y hecho en Honduras

La presente publicación ha sido elaborada con la asistencia de la Unión Europea. El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva del Proyecto Food Facility Honduras, y en ningún caso debe considerarse que refleja los puntos de vista de la Unión Europea.

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Contenido

Acerca del proyecto / 5

Historia de vida de doña Liceth Margarita Zelaya / 7

Semblanza / 9

Apoyo técnico brindado / 19

Historia de vida de doña Francisca Pastora Cruz / 27

Semblanza / 29

Apoyo técnico brindado / 33

Historia de vida de doña Catalina Núñez / 37

Semblanza / 39

Apoyo técnico brindado / 45

A manera de epílogo / 49

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Acerca del proyectoEl Proyecto Food Facility Honduras (EUFF) es parte de la alianza mundial establecida por la

Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Unión Europea

(UE) a través de su Mecanismo Alimentario.

Esta iniciativa de apoyo se orienta a los países con problemas de inseguridad alimentaria, pobreza

y variantes condiciones climáticas que afectan las producciones y los sistemas de cultivo sobre todo

de las poblaciones rurales, con énfasis en los pequeños agricultores, con el fin de brindar ayuda

inmediata para recuperar sus medios de subsistencia.

En Honduras, el Proyecto Food Facility es ejecutado por la Organización de las Naciones Unidas para

la Agricultura y la Alimentación (FAO) con el apoyo financiero de la Unión Europea, en coordinación

con la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG), a través de la Dirección de Ciencia y Tecnología

Agropecuaria (DICTA), y con organismos no gubernamentales (ONG) y otros socios estratégicos en las

zonas de actuación.

La población atendida es de 24,650 familias rurales vulnerables y afectadas por la sequía del año

2009 en la región seca de Honduras y familias desplazadas por el terremoto de 2007 en el municipio

de Marale, en el departamento de Francisco Morazán.

Las intervenciones del proyecto EUFF tienen presencia en 62 municipios, en siete departamentos del

país: El Paraíso, Choluteca, Francisco Morazán, Valle, La Paz, Intibucá y Santa Bárbara.

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El proyecto atiende las necesidades de insumos (semillas, fertilizantes, sistemas de microrriego, cría

de aves y silos metálicos) para recuperar los sistemas productivos familiares afectados; mejorar la

capacidad familiar de almacenamiento de granos en los hogares; y promover la enseñanza de buenas

prácticas y tecnologías adaptables al trópico seco que ayudan a mitigar el cambio climático.

Las familias incorporadas a las intervenciones del Proyecto Food Facility Honduras no tienen

acceso a fuentes mayores de agua para fines de riego, por lo que en aquellas fincas familiares con

disponibilidad de agua se promueve el establecimiento de minirriego, partiendo de la construcción

de pilas almacenadoras o cosechadoras de agua y tanques plásticos como alternativa para incorporar

pequeñas áreas de cultivos; y, con ello, la capacitación de recursos humanos (técnicos, paratécnicos,

artesanos locales y productores).

Estas acciones están contribuyendo a lograr producciones continuas de granos básicos, hortalizas

y frutales para mejorar las condiciones de inseguridad alimentaria, y están ayudando a mejorar los

activos y medios de vida de las familias y el capital social humano en las comunidades de actuación.

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Historia de vida de doña Liceth Margarita Zelaya

Y es que a doña Nena, como la llaman sus

vecinos, le apasiona lo que hace y lo que dice;

siempre está pendiente de la necesidad de sus

semejantes, de las necesidades prioritarias de

su aldea y su terruño adoptivo, ella es una líder

natural que se ha formado trabajando en las

duras y tediosas labores del campo junto a la red

de mujeres y hombres que ella lidera.

Nos recibe en su casa que está ubicada en lo

alto del cerro, donde con una sóla mirada se

puede observar el valle. De entrada lo primero

que nos ofrece es una taza de café de palo,

recien salido de la ornilla, y tajaditas de guineo

maduro, como ella suele decir. Habla de los

futuros proyectos que se pueden realizar en su

comunidad, de la familia, de las cosas comunes,

de la casa, de la azarosa vida de una comunidad

lejana y sin mucho porvenir.

E l Aguaje es una aldea fundada en las

faldas de la montaña. Inserto en medio

de vivas serranías y laderas se encuentra

este poblado donde, hasta hace algunos días,

llegó la carretera. Después de tantas gestiones

por fin el Aguaje tiene una brecha. De todas

formas, no es fácil llegar hasta esta apartada

comunidad, quizás una de las aldeas más pobres

y olvidadas del municipio de Santa Rita, en el

departamento de Santa Bárbara.

Allí encontramos a doña Liceth con su

acostumbrada sonrisa, gestos espontáneos,

ademanes suaves y con la alegría permanente

que caracteriza a esta mujer del campo, de piel

cobriza, de hablar certero y mirada profunda,

una mujer con una alegría a flor de rostro.

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Su casa está construida de adobe y con techo de

zinc, el piso está adornado con céramica, tiene

una casa muy limpia y ordenada, con un fogón

mejorado para cocinar, rodeada de un pequeño

huerto, donde ella y su familia han cultivado

árboles frutales, caña de azúcar, malanga, café,

aguacates y nances; tiene también un espacio

adecuado para el gallinero, un pequeño jardín

de flores oxaqueñas matizadas de colores muy

vistosos, que su esposo Aníbal ha plantado en

un pequeño arriate del solar.

A Aníbal le apasionan las flores, su familia y la finca

de café que posee, que es una de las mejores de la

zona; juntos han construido una familia ejemplar

de cinco hijos, todos estudian, todos trabajan,

desde el más pequeño hasta el más grande.

Doña Liceth conoce su trabajo y sus

responsabilidades, es conocedora de la

organización a la que pertenece y le dedica la

mayor parte de su tiempo, igual que a sus hijos

y a su compañero de hogar; conoce la historia

de la red y de las cajas rurales, la historia de su

comunidad, porque ella ha sido cofundadora de

las mismas, por eso nos habla con certeza de

cómo se han desarrrollado.

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Semblanza Me llamo Liceth Margarita Zelaya y nací en

Tegucigalpa, mi papá era de Colón y mi mamá

de origen olanchano. Mi mamá emigró de

Olancho para Tegucigalpa, creo que en el año

treinta y dos, en tiempos de guerra. Mis raíces

están en Olancho y en Colón. Mi mamá se llama

Liduvina Zelaya y mi papá, Margarito Fuentes; mi

madre vive aún, mi papá murió.

Mi hermana se vino a vivir aquí al Aguaje, se la

trajo un hombre para este lugar. Con los años mi

mamá vino buscando a mi hermana, mi mamá

venía muy molesta por la actitud de mi hermana.

Me vine cuando apenas tenía doce años

siguiendo a mi herma Araceli. Yo estaba en

sexto grado, en la escuela Once de Junio, en la

Colonia Nueva Suyapa de Tegucigalpa. Yo no

quería venirme porque quería estudiar, quería

ser maestra, me gustaba el magisterio.

Para que yo viniera a este lugar mi mamá me

dijo que si me gustaba que me quedara y sino

que me fuera a Tegucigalpa de nuevo. De tanto

suplicarme me animé. Me vine con mi cuñado y

con mi hermana con el son de venir a conocer

y también con la ilusión de seguir estudiando

en Santa Bárbara, pero luego surgió el amor y

allí comienza otra historia. Y desde ese tiempo

hasta la fecha vivo en esta comunidad.

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La aldea era muy pequeña en aquellos años,

vivían en ese entonces como veinte familias, era

una aldea con casas desperdigadas, sólo estaba

poblada la parte de abajo, arriba en el cerro no

había casas.

Esta aldea tiene más de cien años de fundada

y tomó el nombre del Aguaje porque había un

pozo donde iban los vecinos a aguar la bestias.

A mí me gustó el lugar porque la gente era muy

amigable, aquí me enseñaron a trabajar el junco

y así me fui quedando a vivir, pero siempre con

el sueño de estudiar.

La aldea está ubicada en una tierra privada, el

dueño tiene título pero ya no puede reclamarla

porque ya está poblada, por eso es que aquí

nadie es dueño de la tierra.

Soy madre de ocho hijos, tres en mi primer

matrimonio y cinco con mi actual esposo

Aníbal Pineda Jiménez, nosotros le decimos

Chepito. Juntos hemos logrado construir una

familia muy unida y eso nos ha permitido salir

adelante. Hacemos el trabajo juntos, en equipo,

la buena convivencia, la buena relación con

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mi compañero hace la familia más unida; es

necesario que nosotros aprendamos a vivir y a

tomar en cuenta nuestra pareja, todo debe ser

de mutuo acuerdo. Aunque yo soy mayor que

mi esposo todo ha salido bien, al principio nos

costó adaptarnos.

Ya se sabe que no hay escuela para hogares,

una aprende en el camino. Yo cuento con él,

juntos nos volvemos responsables de los hijos.

Mis hijos comenzaron a estudiar gracias a

Educatodos en 2006. Había un programa del

Fondo Cristiano, mis hijos estaban afiliados

allí. Con el tiempo a mis hijos los dejaron fuera

del programa y se quedaron sin estudiar, sólo

habían terminado el sexto grado pues no

teníamos dinero para mandarlos a Santa Rita.

Con otra señora amiga mía siempre estábamos

pensando cómo nosotras hacíamos para que

nuestros hijos pudieran estudiar, era muy difícil;

pero lo logramos gracias a una gestión que yo

realicé y a una encuesta que realizamos en la

comunidad para que el programa viniera hasta

aquí a impartirnos clase.

Levantamos el listado y juntamos veinte

alumnos, y así fue como don Álvaro, un español,

no recuerdo su apellido, que era el representante

de una organización que impartía clases a niños

de primaria, me convocó para que estudiara.

Terminé mi tercer curso, estudiaba junto con

mis hijos, el programa estaba financiado por la

Cooperación Española, en ese tiempo yo era

facilitadora de Educatodos.

Mis hijos ahora estudian en el colegio de Santa

Rita. Mi deseo es seguir estudiando, pero

la prioridad son mis hijos, tengo cinco hijos

estudiando, dos en segundo y uno en primero

de carrera y dos en la escuela primaria.

Hemos logrado cultivar una pequeña finca de

café, el café nos ha permitido mejorar la casa,

pagar deudas y cubrir gastos. Por lo menos

este año, hemos recibido apoyo técnico para

mantener la finca por parte del técnico de FAO.

La caja rural de la aldea del Aguaje se fundó en

el año de 1999 cuando vino una señora llamada

Ramona Claros, a organizar grupos de mujeres.

En un principio se llamaba Grupo la Fraternidad.

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Comenzamos con una organización que se llama

AHMUC (Asociación Hondureña de Mujeres

Campesinas), luego empezamos a trabajar como

socias, como pequeñas empresarias, levantando

un vivero de café; pero no dio resultado porque

no teníamos experiencia para trabajar en eso del

café, para tratarlo y cuidarlo. La organización se

fue alejando de nosotros y el grupo de mujeres

se fue quedando solo.

En el 2007 llegó por estos rumbos don Luis

Hojas. Él era un ciudadano del Perú, que

trabajaba con PESA (Programa Especial de

Seguridad Alimentaria). Llegó buscando grupos

de mujeres organizadas, supo que aquí había

un grupo y se abocó a mí. Su idea era trabajar

con los que ya estuvieran establecidos, no

venía a formar grupos, ellos pretendían darle

seguimiento a esos grupos. Así fue como

comenzamos a trabajar con don Luis.

Empezó ayudándonos con un pequeño

préstamo de insumos, un quintal de fertilizante

y una arroba de semillas de maíz, esa fue la

primera ayuda. Seguimos reuniéndonos con él

y después surgió la idea de formar una red de

mujeres; en aquel tiempo no sólo formábamos

parte del grupo organizado Nuevos Horizontes,

sino también de los grupos organizados de

Santa Rita. Formamos una Red la cual llamamos

Red Santa Rita, esta red sólo era del municipio

de Santa Rita con sus aldeas, sin contar el

Gengibral, sólo estaba San Fernando, El Aguaje,

Buenos Aires, El Teosinte y el casco urbano.

Eran cinco comunidades y comenzamos a

trabajar con veinte grupos, algunos grupos se

fueron retirando porque tenían la idea de que

se podía solicitar préstamos en efectivo; pero

cuando se dieron cuenta de que los préstamos

eran en insumos, estos grupos se fueron

retirando. Por la radio se decía que lo que el

gobierno daba a los grupos era donado y que

no teníamos que capitalizar nada. Cuando

nosotros empezamos a cobrar los préstamos

y a capitalizar, a la gente no le gustó y se fue

retirando.

En el manejo de la caja rural nosotras no

hallábamos un horizonte, cuál era el fin, cuál era

la visión. Con el tiempo nos dieron capacitación,

y hemos aprendido a manejar los fondos. Soy

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la tesorera de la caja rural de mi comunidad y

dentro de la red soy la coordinadora general a

nivel municipal.

Logramos ordenar su funcionamiento. Los

préstamos se solicitan en una reunión de

asamblea, si hay quórum los préstamos se

aprueban inmediatamente y se entregan.

Pero antes hay que cumplir ciertos requisitos.

Los préstamos son de cuatro mil lempiras

máximo y el mínimo de quinientos o mil

lempiras.

Los que deciden otorgar los préstamos son

la asamblea, la junta directiva y el comité de

crédito. El comité de crédito examina si la

persona puede pagar, pues con el dinero no hay

que usar el corazón sino que la cabeza.

Y si alguien no puede pagar es mejor evitar el

enemigo, antes que tenerlo después.

Todo lo que se presta lo hacemos con garantía

hipotecable, con documentos, escrituras de

tierras, una garantía para recuperar el dinero de

la caja en caso de que alguien no pueda pagar.

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Se acostumbra prestar para el año, porque el fin

es que la persona no regale la cosecha, el fin de

la organización es que el producto valga para

que la persona tenga como pagar el préstamo

y, además, tenga excedente para el gasto de la

casa.

En la caja rural del Aguaje somos trece socios,

todos somos ahorradores, el ahorro mensual

son diez lempiras por socio. El requisito para

ser socio es que uno sea honrado y que viva

en la comunidad, y si se ha retirado de otra

comunidad, debe traer constancia del porqué

se ha retirado.

Ahora para entrar hay que pagar cien lempiras,

hay que pagar acciones, ese es un requisito.

En nuestro grupo sólo hay cuatro hombres.

Antes sólo éramos mujeres, pero cuando

entramos con PESA nos exigieron equidad de

género; entonces nos comenzaron a enseñar

que era importante la presencia del hombre y

que ésto era bueno para la organización.

Así fue como empezamos a abrir las puertas y a

decirle a los varones que había cupo para ellos

para que se afiliaran. No hallábamos cómo hacer

porque trabajar con varones cuesta mucho,

entre mujeres nos comprendemos mejor.

En este caso hay una gran contrariedad porque

aquí son los hombres los que se han integrado

con nosotras. Siendo un grupo de mujeres, son

los hombres los que tienen que adaptarse, y al

varón le cuesta mucho por el machismo, porque

siempre dice que no le gusta trabajar con

mujeres, ellos dicen “a mí las mujeres no me van

a mandar”. Pero aquí mandamos todos, porque

quien manda es la asamblea, las decisiones

las toma la directiva, la asamblea, hombres y

mujeres. Y a nadie se le exige ni se le obliga que

esté aquí; sólo si tiene voluntad, si le parece, se

queda.

PESA nos brindó apoyo; nos enseñaron a

manejar granos básicos, desde cómo se siembra

maíz. Era complicado, nos desmoralizábamos un

poco, pero aprendimos.

Así fue como empezamos a ver la diferencia en

la cosecha, ésto nos animó, nos dieron asesoría

técnica en manejo de cultivos, aprendimos a

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cultivar junto con nuestros esposos, porque la

asesoría técnica era para ambos, aprendimos

a tratar los granos básicos, prueba de eso es

que ahora siempre tenemos granos, sabemos

cuidarlos y sembrarlos, hemos aprendido y

hemos aprovechado la capacitación.

Nosotros no hemos poseído tierras, cuando

sembramos nos las alquilan y las tierras donde

sembramos están bastante retirado de la

comunidad, a casi una hora de camino, y se

pagan hasta cuatrocientos pesos por manzana

o sino se entregan dos cargas de maíz por

manzana.

Hemos comenzado desde abajo sacando

préstamos para comprar unas pequeñas parcelas

para sembrar café. El préstamo lo sacamos acá

en el grupo, pagamos en base a la cosecha, por

cuatro mil lempiras pagamos 120 mensual.

Las cajas rurales son una bendición para los

pobres de la comunidad porque ayudan a

resolver los problemas más urgentes de la gente

necesitada.

En el 2009 en esta comunidad hubo escasez de

alimentos. La falta de trabajo y la sequía provocó

la escasez, había habido un verano inclemente

que acabó con las cosechas; se secaron la

milpas, los frijolares, no hubo cosecha y lo que

se cosechó duró muy poco, no había nada

para comer. La carga de maíz costaba más de

mil quinientos lempiras y no había dinero para

comprar, fue una experiencia triste. En nuestra

casa no nos sobra la comida pero tampoco

nos falta, y a mi casa venían niños a buscar

un lempira de tortillas. Dolía el alma porque

nosotros sólo teníamos para el sostenimiento de

la familia, y lo que yo hacía era darles guineos

verdes, porque gracias a Dios tenemos una

pequeña finca y sembramos guineos, yuca,

malanga. Fue una situación muy complicada.

La gente me contaba que lo único que habían

comido eran mangos. Entonces me nació la idea

espontánea de hacer una solicitud, un S.O.S.

para conseguir alimento. Hice una solicitud

dirigida al ingeniero Edmundo Morales, director

del Programa PESA en Santa Bárbara, para que

nos ayudara. Inmediatamente él vino a nuestra

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comunidad, vino con Susan López, ella era una

nutricionista, evaluó a los niños y vio que el

problema era latente y que en realidad los niños

de la comunidad estaban padeciendo de grave

desnutrición.

Entonces ella empezó a investigar qué comían,

cómo estaba la gente, ellos vieron que aquella

nota que yo había enviado era una realidad, iba

avalada por la verdad.

El equipo técnico de PESA se movilizó y empezó

a coordinar con una organización que se llama

CEPUDO (capacitación, educación, producción

unificación, desarrollo, organización) para

solventar el problema y nos enviaron pequeñas

raciones de alimento para veinticinco familias,

siempre y cuando esas familias asearan bien

los niños, hirvieran el agua o usaran cualquier

método de purificación y mantuvieran limpia la

casa; enseguida me recomendaron que buscara

las familias más necesitadas.

Con los meses nos llamaron y nos comentaron

que venía un programa que se llamaba Food

Facility. Los grupos organizados y las mujeres

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organizadas empezamos a animar a la gente a

que participara para recibir ayuda en insumos.

El Programa comenzó el año pasado a cargo del

ingeniero Raimundo Morales y fue el ingeniero

Cándido Alfonso Alvarado quien vino a trabajar

con nosotros, él es por ahora el encargado de

este municipio, él ha venido a capacitar a la

gente, a enseñarles cómo se siembra el maíz

cómo se fertiliza, cómo se surquea, las técnicas

de cultivo.

La gente ha aprendido a cultivar mejor gracias

al proyecto, la gente está pendiente de recibir

los insumos para la siembra, y de pagar los

préstamos de los insumos anteriores para

no perder la ayuda. Ponemos cincuenta por

ciento cada uno, nos dan tecnología y nosotros

capitalizamos en la caja rural. La semilla la

ponemos nosotros porque es semilla de altura,

no del bajío, los insumos los ponen ellos.

Hemos recibido capacitación y ahora sabemos

administrar los granos básicos, sabemos

manejarlos. El hombre cultiva pero la mujer

cuida las semillas, de eso depende nuestra

subsistencia y nuestra vida, el hombre cultiva y

trae el alimento a la casa, pero todo depende

de la mujer para cuidar el alimento, que no se

desperdicie y que alcance para todos.

Aquí hemos aprendido a utilizar los elementos

que la naturaleza nos brinda; no desperdiciamos

nada ni siquiera las cáscara de guineo pues de

eso se puede elaborar un rico platillo natural.

Todo se puede aprovechar aprendiendo a

cocinar y a cultivar. La tierra es bien agradecida.

El Food Facility nos ha enseñado a fomentar el

método de ahorro, Food Facility ayuda a que

las cajas se capitalicen, pensando no sólo en el

presente sino también en el futuro. Un día estas

organizaciones se tendrán que ir y si nosotras no

capitalizamos lo que ellos nos dan, no vamos a

tener como comprar nuestros insumos,

es así como nos han enseñado y nos han hecho

hincapié que a nadie se le da regalado, siempre

nos han hablado de capitalizar a las cajas.

El día de mañana que el programa se vaya,

el grupo queda con cierto capital para trabajar,

no es mucho pero se puede solventar el

problema y el socio pueda comprar los insumos

y seguir trabajando.

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El desarrollo humano ha sido integral, hemos

aprendido a respetarnos, hemos aprendido

a tomar en cuenta a todos, aquí los hombres

ejecutan el trabajo y las socias son las que

solicitan el dinero, pero siempre de mutuo

acuerdo, aquí se respetan las creencias religiosas

y las tendencias políticas. No hay distinción, aquí

es prioritaria la necesidad de las personas y el

interés que tengan de estar organizadas.

El programa ha sido respetuoso de las

costumbres y tradiciones de nuestra comunidad,

cada quien o cada grupo realiza sus festividades,

el papel que ha jugado el proyecto Food Facility

aquí es en volver responsable la gente para que

pague y capitalice, el técnico ha sido parte de

esa enseñanza y nosotros también.

No es suficiente el dinero sino la voluntad de

cambiar y tener una actitud positiva, puedo

tener mucho dinero, pero si yo no quiero

cambiar, de nada sirve el dinero. De nada sirve

sino se hace nada por las comunidades, lo

importante es hacer algo por los demás, por una

sociedad más justa.

A partir del 2007 la mujer del campo,

especialmente en nuestra comunidad, ha

tomado un valor diferente, antes sólo éramos

amas de casa, ahora nosotras somos las

que lideramos y nos reunimos dentro de la

Red, todas somos tomadas en cuenta a nivel

organizativo, a nivel nacional. Ahora nos

sentimos más libres, el desarrollo dentro de los

grupos nos ha ayudado a ejercer el liderazgo, a

tomar en cuenta nuestras propias decisiones y

podernos desarrollar como lo que somos.

Ahora me siento más comprometida con el

trabajo. Ser ama de casa, tener compromisos,

ser esposa, madre de familia y encima de todo

ejercer un trabajo de organización es bastante

difícil, pero una siente gran satisfacción y un

compromiso con la comunidad, en mi caso y en

el caso de las mujeres que me rodean, de las

directivas de la Red, nos sentimos bien.

Debido al liderazgo que se me ha dado, he

participado en directrices políticas y he estado

como candidata a vicealcaldesa de un partido

político, que eso en la llanura no lo hubiera

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logrado, porque nunca me hubiera dado a

conocer.

Hemos salido, visitado grupos, organizado otros

grupos, hemos recibido capacitación, la gente

me ha ido conociendo; creo que estoy en todo,

trabajo con mujeres, he dirigido el patronato

de mi comunidad, logramos hacer obras, formo

parte del comité de transparencia municipal, y

formo parte de la iglesia y eso me permite tener

un compromiso más cercano con mi comunidad.

Toda mi vida le he servido a mi comunidad. Me

he ido convirtiendo en una persona que puede

liderar.

Apoyo técnico brindado

Entrevista al Ing. Edmundo Morales Coordinador Regional del Programa Especial de Seguridad Alimentaria (PESA) Arada, Santa Bárbara

¿Qué es el proyecto Food Facility?

Dentro de los Programas de FAO en la región

de Santa Bárbara tenemos un proyecto llamado

Proyecto Food Facility Honduras, éste es un

Proyecto de emergencia de ayuda alimentaria

con una duración de dieciocho meses,

mediante el cual logramos concertar un plan

de capacitación modular tanto para el equipo

técnico como para los productores. El plan

de capacitación para los técnicos ha venido

a fortalecer su capacidad para realizar más

eficientemente el trabajo en el campo, porque

no sólo se capacita en el área tecnológica sino

también en el ejercicio de buenas prácticas

metodológicas.

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¿En qué consiste la capacitación?

Hay que resaltar dos cosas en el plan de

capacitación de las familias, la primera es

que el noventa por ciento de la capacitación

de las familias se ha realizado a través de

giras de campo, giras de observación, días

de campo en donde los productores tienen

la oportunidad de ver, de oler, de sentir y

palpar; esa práctica les permite transferirla a

su terreno, a sus sembrados; pero también

hemos tenido oportunidad de capacitarlos en el

tema del desarrollo humano. Para nosotros es

más importante la finca humana, esa es la que

realmente perdura en la mente de cada uno de

los productores.

Nosotros siempre mencionamos a los

productores el tema de la finca humana, eso

gusta muchos a los productores; solemos decir

que la espiritualidad de la persona debe crecer

junto al conocimiento tecnológico, al final nos

hemos dado cuenta que la pobreza es mental,

tenemos muchas riquezas en nuestro país,

y en nuestra mente; entonces en los módulos

de capacitación rescatamos el crecimiento

tecnológico y el crecimiento espiritual y esto

refleja el cambio de actitud en las personas.

Y si hablamos de las mujeres, ellas hoy en

día han tenido un cambio de actitud que nos

sorprende, y el cambio de actitud ha sido cómo

estar mejor cada día con su familia.

Cuando los técnicos salgan de aquí, no

importa en qué institución trabajen, siempre

van a pensar en eliminar el paternalismo, en

hacer un mejor tejido social en cada una de

las comunidades; van a saber que tienen que

trabajar en alianzas con las municipalidades

y todas las instituciones presentes, que el

protagonismo institucional no sirve de nada,

que todos tenemos que seguir aprendiendo, que

nosotros somos enseñanza-aprendizaje con los

productores, que aprendemos de todos, que

cada día debemos tener más humildad para

aprender y desaprender cuando sea necesario,

para enseñar y transferir las mejores prácticas

a nuestros productores y a nuestros líderes.

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contrapartes, con las ONG, sectores que nos han

apoyado decididamente.

¿Cuáles son los antecedentes de esta intervención?

Hay un tejido social que fue desarrollado por la

Asociación de Mujeres Campesinas de Honduras,

en colaboración directa, y por la AIN-C

(Atención Integral a la Niñez en la Comunidad).

Comenzaron con pequeños huertos escolares

y huertos familiares, a los que nosotros dimos

asistencia técnica, especialmente con especies

menores, cuando PESA viene al sur de Santa

Bárbara.

En Santa Rita se formaron grupos de

capitalización por lo menos en seis

comunidades, un grupo por comunidad,

y otros cuatro grupos en el centro de Santa Rita,

con la finalidad de brindar apoyo, principalmente

en insumos para siembra de granos básicos, bajo

el acuerdo de capitalización al cien por ciento.

En la medida en que la organización creció, las

mujeres decidieron organizar una red de cajas

rurales a nivel municipal, una experiencia que

vale la pena sistematizar.

¿Qué relación se estableció entre el Proyecto Food Facility y las cajas rurales?

El Food Facility vino a dar un respiro a las

cajas rurales, llegó a dar un apalancamiento,

a reforzar el capital económico y el capital

humano, eso se va a reflejar en la sostenibilidad

de los grupos, es una ayuda directa con

participación comunitaria, en cada una de las

comunidades, con los alcaldes, con instituciones,

con las ONG. Esta relación nos ha permitido

seleccionar la gente que está más pobre,

la gente que tiene menos recursos, la más

vulnerable.

¿Cuál ha sido el papel del equipo técnico?

El éxito en Santa Bárbara lo debemos en

parte a un equipo técnico que se ha logrado

integrar, donde todos hablamos el mismo

idioma, todos estamos comprometidos; y

siempre tenemos presente que somos FAO,

organismo internacional responsable. Hemos

logrado credibilidad en la zona, hemos logrado

respeto en la parte técnico agrícola, en la parte

metodológica, en la parte institucional, en la

parte humana, con las municipalidades, con las

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Esta fue una iniciativa de las mujeres, donde

sólo participaban mujeres, ahora, a solicitud, se

han integrado hombres a la red, lo cual resulta

interesante porque hay equidad de género,

permite mayor capitalización, hay participación

de ambos, hay mayor compromiso porque los

apoyos representan insumos, apoyos en semillas

de granos básicos; y, generalmente, la persona

responsable de la milpa es el hombre.

El éxito del Food Facility, que es un proyecto

de emergencia aquí en la zona de Santa

Bárbara, es porque se desarrolló sobre la

institucionalidad creada por PESA en alianza

con las municipalidades y otras instituciones del

sector, mediante mesas sectoriales donde todos

hemos colaborado; y nos ha permitido mejorar

el servicio de extensión a las familias, hacer más

práctico y más eficiente el trabajo con los líderes

de las comunidades.

Entrevista a Cándido Alfonzo Alvarado, Técnico agrícola del Proyecto Food Facility Honduras

¿Por qué apoyar las cajas rurales?

Uno de los pilares de la seguridad alimentaria

es la disponibilidad al acceso, al consumo, a

la utilización biológica y al fortalecimiento

institucional, al apoyo a cajas rurales, para

mejorar el acceso de las personas a los alimentos

y a los insumos.

Al apoyar las cajas rurales, sus miembros tienen

mayor disponibilidad de dinero puesto que se

les brinda un capital semilla, a través de semillas

y granos, a través de insumos varios; y luego

ellas capitalizan un porcentaje de esa ayuda a la

misma caja rural de su comunidad.

Mediante la capacitación que se les imparte,

aprenden a manejar ese dinero para que lo

presten con bajo intereses y vayan haciendo

otras actividades que les generen ingresos.

De esa forma nosotros estaríamos mejorando

el acceso a los alimentos.

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¿Cómo trabaja el Proyecto?

Este es un proyecto alternativo para dar tres

apoyos seguidos a la misma familia, con la

intención de que esta familia salga de su grado

de pobreza; es decir que si están debajo de

los límites de subsistencia, llevarlos al nivel

de subsistencia y si están en esa etapa pues

llevarlos a ser productores excedentarios.

Ese es uno de los objetivos del proyecto, todo

es un proceso que se ha venido trabajando con

mucho criterio.

Al productor no sólo le entregamos los insumos,

también lo capacitamos para el manejo de

semillas e insumos y la forma de cultivar. Ellos

están acostumbrados a manejar semillas criollas,

conocen los distanciamientos de siembra, las

épocas de siembra; pero se les está entregando

materiales, fertilizantes, semillas certificadas, que

tienen otro requerimiento, otro manejo, otras

necesidades nutricionales. Por lo tanto, damos

capacitación como apoyo para el desarrollo

de sus capacidades productivas y desarrollo

humano.

En Santa Rita vemos que hay bastantes mujeres

involucradas en el trabajo. Originalmente se

apoyaban más de ciento noventa mujeres y a

ningún hombre, todas las cajas rurales estaban

conformadas por mujeres. Luego se dio la

necesidad de darle apertura al hombre, por

cuestiones de equidad de género. Al principio

hubo cierta reticencia porque ellas estaban

afiliadas a la AHMUC, pero luego de algunas

pláticas se llegó a un entendimiento para

desarrollar proyectos participativos e integrales;

y darle oportunidad a nuevos grupos y admitir la

presencia de los varones.

El fuego y la quema es cultural y hay que

luchar en contra de esas prácticas ancestrales.

Trabajamos con el productor para que poco

a poco tome conciencia de que en su parcela

tiene que haber árboles, que para sembrar en

una parcela no debe matar los árboles, que

los debe podar y cuidar; que los árboles deben

permanecer allí mismo y deben cumplir un ciclo

y una función y así no perjudicamos tanto al

medio ambiente.

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Cuando la gente toma un grado de conciencia,

cuando ya poseen información sobre aspectos

técnicos y de desarrollo humano, los proyectos

se vuelven sostenibles.

La capacitación es integral pues a la gente

no sólo se le debe enseñar a cultivar, hay que

enseñarle la cultura del ahorro, la siembra, la

no quema, la cultura del trabajo organizado, el

manejo del agua para el consumo de la familia,

el manejo de los animales, la vivienda digna, el

cuidado de la naturaleza.

En la comunidad del Aguaje, por ejemplo, hubo

escasez de alimento. La lideresa local, doña

Liceth Zelaya, realizó gestiones ante PESA pues

25 familias no tenían nada que comer, era

una situación de emergencia. Y como la FAO

no regala alimentos, éstos se gestionaron a

través de otra organización, pero se les solictió

algo a cambio, se les pidió que mejoraran su

entorno social, su vivienda, que mejoraran su

cocina, que realizaran una campaña de limpieza,

que limpiaran las cunetas de las calles de la

comunidad, que lavaran el tanque recolector de

agua, y eso es positivo.

¿Por qué un proyecto de emergencia?

En la zona de Santa bárbara hay un alto grado

de desnutrición, anda alrededor del cuarenta

y tres por ciento, en el mapa aparece en rojo

casi todo el Departamento. El año pasado se

vivieron cosas extremas, en la etapa de siembra

de primavera hubo exceso de lluvia y hubo

perdida de un treinta por ciento de la cosecha,

por maíz muerto, maíz esponjoso, no apto para

el consumo humano, ni siquiera para consumo

animal; luego en la etapa de postrera no llovió,

pasaron cincuenta y cinco días sin llover. Hubo

exceso de lluvia en primavera y un verano

prolongado que afectó bastante los cultivos y

los rendimientos. Aquí se justifica ese tipo de

proyecto de emergencia.

¿Cómo debe ser la actitud de un buen técnico?

El éxito de un técnico es conocer el entorno

social de la comunidad, saber sus necesidades,

respetar su cultura, sus costumbres, ser abierto,

respetar sus tradiciones, su ideología, aspectos

religiosos, respetar sus principios y no polemizar,

tampoco imponer criterios. Hay que incidir en

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la gente para que la gente cambie de actitud,

de repente la gente cree que todo está bien en

su comunidad, porque ya está acostumbrada a

mirar los niños desnudos, sucios, desnutridos o

descalzos, entonces uno como técnico tiene que

ejercer un grado de influencia, porque sino no se

estaría haciendo nada.

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Historia de vida de doña Francisca Pastora Cruz

U n día emprendió su camino para

Planes, una aldea lejana metida en

lo más hondo de las montañas de

Marale, en aquellos años sólo había un camino

de herradura para arribar a la montaña,

sorteando cuestas empinadas en medio de

la espesa arboleda, lodo y el mal tiempo

imperante de la zona.

Se fue con su compañero de hogar porque allá

arriba en la montaña había tierra para cultivar,

allá había tierra fértil para sembrar de todo,

café, maíz y hortalizas.

El paisaje de la montaña es hermoso, el clima

es frío y húmedo, la montaña es tupida y

arrogante, hay árboles gruesos e inmensos,

muchos animales de monte, infinidad de

pájaros con plumajes coloridos, flores silvestres

desconocidas que aún no tienen nombre, frutas

montesinas de sabores delicados y exquisitos.

Allá vivió doña Francisca Pastora gran parte de su vida hasta que un día el huracán Mitch, la catástrofe que azotó a Honduras inmisericordemente en 1998, acabó con lo poco que su familia poseía: la finquita de café, la casa, la milpa y todo lo que a su paso encontró el huracán y la lluvia torrencial. Fue así como doña Francisca tuvo que regresar a Marale nuevamente y enfrentar su propia realidad.

Pero esta campesina de cabellos blancos, de ojos claros y mirada lejana, de piel requemada por el sol, con casi seis décadas de vida en su espalda, y con una entereza que da envidia, sigue empecinada sembrando la tierra y cosechando para vivir, para tener algo.

Doña Francisca no es expresiva, es muy reservada cuando platica, entre el recuerdo y el olvido va tejiendo su historia, sonríe cuando habla de sus recuerdos y su mirada se pierde en la distancia, como queriendo huir del pasado.

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Cuando cuenta con nostalgia y alegría esa parte

de su vida, le brillan los ojos y casi derrama

lágrimas, ella no sabe leer ni escribir, nunca

fue a la escuela, nunca tuvo una maestra

que pudiera enseñarle. Desde niña tuvo que

fajarse trabajando para ganarse la vida, siendo

adolescente cortaba café allá en las fincas que

están ubicadas en las altas montañas de Marale.

Ni la pobreza ni la catástrofe la han hecho

desistir en su empeño de vivir, ahora siembra

la tierra y cosecha maíz, y en el traspatio de la

casa posee un huerto cultivado de todo tipo

de árboles frutales: mangos, papayas, guineos,

aguacate, ciruelo, limones naranjas, naranjo

agrio, guayaba, caña de azúcar.

doña Francisca ama el campo, le gusta el

campo, lo sabemos, ella es feliz sembrando su

parcela. Al repuntar el día se encamina hacia

su labranza, armada de coraje, con machete

y azadón, trabaja hasta que las sombras van

tiñendo el color de la tarde, su vida es el campo,

así lo manifiesta, la tierra es su alegría desde que

aprendió a cultivar… Y con su labranza ella ha

realizado el milagro de multiplicar las mazorcas y

los granitos de maíz.

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SemblanzaYo nací en Marale un nueve de octubre del

año 1953, mis padres se llamaban Juana Castro

y Alfonso Cruz, la niñez la pasé en una aldea

cerquita de Marale, cuando niña jugaba con

muñecas y trastes y cajitas de cartón.

Fui cortadora de café en el tiempo que pagaban

diez lempiras por galón. Yo tenía dieciocho años

y allí conocí a Tulio, él también cortaba café.

Nos casamos y nos fuimos para la montaña, allá

viví veintiséis años, allá tenemos una tierrita,

allá con lo fresco de la tierra es mejor, la tierra

es blandita para sembrar y aunque no llueva

se puede sembrar, aquí la tierra es dura. En

la montaña sembrábamos ayotes, chiverros,

patastes y cuidábamos gallinas, teníamos café.

Vivíamos muy a la orilla del río, y la lluvia nos

llevó la casa, los animales, la milpa, el cafetalito,

la huerta. Las lluvias del Mitch se lo llevaron

todo, quedamos sin nada. Me dio decepción, y

les dije a mis hijos que me iba y que vieran ellos

si me seguían.

Me vine de regreso para Marale, y entonces

busqué posada con mis hermanos en una casa

del barrio Las Flores.

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En esta casa tengo como doce años de vivir, esta

casa fue una ayuda de CRS (Servicios Católicos

de Ayuda), ellos las construyeron, nosotros

pusimos trabajo, jalamos bloques, piedra,

arena; pusimos dinero y trabajo, trabajamos

organizados en grupos.

Aquí donde vivo antes era una zacatera, y

cuando criaba gallinas el gato de monte se las

comía. Ya no aguantaba al gato de monte y me

puse a chapodar, y al final se fue el gato porque

limpié y limpié con el machete. La maderita que

corté la ocupé para cercar el terrenito, para que

las gallinas no se comieran el maíz.

Yo trabajo la tierra desde hace cinco años. Para

sembrar vendí casi todas las gallinas, las que me

dejó el gato de monte, con ese dinero pagué

mozos.

Este lugar se llama Toncontín, no sé porque

le pusieron así. Vinieron los técnicos y me

preguntaron que si quería trabajar y yo les dije

que sí.

Con la llegada del programa de Food aprendí a

sembrar, antes sembraba a la buena de Dios.

Comencé sembrando maíz y frijoles. Los del

Proyecto Food Facility me dieron maíz y frijoles

para sembrar y me dieron fertilizante, pero los

frijoles se perdieron porque no llovió.

Me dieron charlas, los técnicos del proyecto

me enseñaron a sembrar y a cuidar los granos,

yo ya podía sembrar, pero no así como ellos le

enseñan a uno, cómo se siembra de largo el

maíz entre macanazo y macanazo; a no quemar,

yo no quemé, no tumbé los palos. Aprendí de

todo, aprendí a sembrar maíz, a cuidarlo,

a curarlo con pastillas, a almacenarlo.

Estamos aprendiendo a no quemar, a que es

mejor no quemar. Nos dijeron que el maíz se

pega mejor, así rinde más y es más pesado;

que se produce buena mazorca.

El maíz que yo sembré se pegó macanudo,

yo coseché sólo maíz grande, yo no saqué maíz

chiquito. Sembré y coseché solita, lo tapisqué,

destusé y desgrané, lo puse a asolear y lo soplé

para guardarlo limpio, después lo metí en los

costales, y tengo un silo donde guardarlo.

Es mejor sembrar que comprar.

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Yo siembro sola, me levanto a las cuatro de la

mañana a prender el fogón y a preparar el café

y luego hago el desayuno y después me voy a la

parcela, yo trabajo con el machete y el azadón.

Mis padres ya murieron, mi marido está enfermó,

y mis hijos todos están trabajando afuera,

están lejos, ellos viven en San Pedro Sula y en

Tegucigalpa. Tuve once hijos, pero sólo tengo

seis vivos.

Me encanta trabajar en el campo, sale mejor

trabajar para cosechar el granito de maíz que

comprarlo. Mucha gente me dice que no trabaje

mucho que me voy a enfermar, pero estoy

acostumbrada a trabajar, trabajo todos los días,

entro a las siete y salgo a las cinco de la tarde,

descanso los domingos y salgo a leñar para el

fogón.

No tengo tierra para sembrar, la gente se admira

porque siembro. Al comienzon me decían que

cuándo iba yo a limpiar, ¡y limpié¡ Que cuándo

iba a sembrar; y yo les decía: ¿apostamos a que

siembro? Eso me decían las otras mujeres que

tienen sus maridos y ellos siembran.

Cuando mis hijos me mandan dinero no me

lo como, lo guardo, para sembrar. Cuando me

mandan mil lempiras, gasto 500 y guardo 500.

Con ese dinero compro azúcar, frijoles, arroz;

también compro herbicidas para el cultivo, para

echarle a la tierra y deshierbar.

Estoy en el grupo de mujeres y tengo dos años

de estar organizada con la caja rural. Me dijeron

que querían hacer un grupo de la FAO para que

trabajáramos las mujeres con los hombres y yo

dije que sí. Nos alegramos mucho porque uno

no quiere estar sufriendo, y organizado es mejor

para trabajar. Yo pongo dinero para la caja y voy

alzando el pistillo para comprar.

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Ahora que estoy en un grupo, estoy bien. Con

la ayuda que nos dan podemos cosechar, el

año pasado sembré cuatro medidas de maíz,

y coseché doce quintales. Pago el arrendo de

la tierra para sembrar, siembro maíz, ayotes.

El maíz lo guardo, sólo vendí una carga para

comprarle medicina a mi marido.

El año pasado no sembré frijoles porque la tierra

estaba muy seca, estaba muy dura para sembrar,

no se podía arar… Este año voy a sembrar sólo

maíz, ya busqué la tierra y tengo el pisto para

pagar, pago mil lempiras por manzana y la pago

adelantada.

Tengo también maíz, el maíz que tengo

guardado lo coseché yo, lo tapisqué, lo cargué

en la cabeza y lo traje a la casa. El maíz está

curado para que no se pique. Lo guardo en

costales y cuando lo echo en los costales pongo

la pastilla para curar en el fondo del costal, una

pastilla por saco…, así no se arruina, ni se lo

comen los ratones. Lo cuido mucho, cuidándolo

aguanta, tengo maíz para todo el año.

El Mitch nos asustó mucho, el río creció tanto

que yo pensé que nos íbamos a ahogar, ahora

aquí tenemos que comer, sé sembrar la tierra

y eso es bonito. La gente que no siembra, me

busca mediditas de maíz, me ruegan que les

venda maicito y yo les vendo, hay que venderle,

para que Dios le ayude a uno.

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Apoyo técnico brindado

Entrevista a Servilio Hernández Muñoz Técnico agrícola del Proyecto Food Facility Honduras

¿Cómo inicia el Proyecto Food Facility Honduras en Marale?

El Proyecto Food Facility llega a Marale el cuatro

de mayo de 2010. Este proyecto se coordinó con la

colaboración de la municipalidad, se buscaron enlaces

con la OCH (Organización Campesina de Honduras),

con 131 socios en la parte baja del municipio y nueve

en la parte alta.

Por ejemplo, doña Francisca Pastora pertenece a un

grupo de mujeres de Marale centro, originalmente

ella pertenecía al grupo de Marale Dos, “Crecer

Campesino”, pero últimamente ellos se han

integrado en un solo grupo porque vieron que no

era conveniente tener dos grupos o dos cajas rurales

en la misma comunidad. En la última etapa del

proyecto Food se unieron las cajas con el nombre

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de Amor Campesino, a esta caja se asocia doña

Francisca que antes era socia de la OCH.

La ayuda del Food Facility era limitada, desde el

principio, a 350 familias. La necesidad rebasaba

pues habían dos grupos, Marale Uno y Marale

Dos, dos grupos mixtos, dos cajas rurales con

noventa y seis socios. Se dio un paquete de

ayuda, entonces se apoyó con media manzana,

un quintal de fórmula, cincuenta libras de urea

y veintidos libras de semilla de maíz por socio.

Brindamos capacitaciones sobre organización

y normas parlamentarias, manejo de suelos y

agua para tomar, contabilidad básica, manejo

integrado de plagas, selección de semillas

artesanales y elaboración de reglamento interno.

En el casco de Marale dimos un paquete de

ayuda a cada uno de los productores, aquí

habían 96 productores y el apoyo era para 46

familias, para cubrir entonces dividimos por

mitad el apoyo que le correspondía a cada

productor.

El apoyo consistía en un saco de fórmula,

cincuenta libras de urea y doce libras y media de

semilla de maíz amarillo de bajillo, aparte de eso

había un paquete para apoyar a las mujeres con

veinticinco silos.

¿Qué otros apoyos se han brindado?

Dimos una capacitación sobre poscosecha a

todas las cajas rurales. Sus integrantes tienen

claro cuál es el proceso que se debe de seguir

en la preparación del grano, el secado, el tipo de

almacenamiento, el manejo que tiene que darle

al silo, cómo usarlo, cómo protegerlo, cómo

cuidarlo, hay buena orientación en cuanto al

manejo de poscosecha.

Impartimos una capacitación a todas las

cajas rurales sobre manejo de huertos, que

continuará con la parte técnica cuando empiece

el periodo de lluvia. Algunas familias tienen sus

huertos establecidos, pero les falta un poco de

ordenamiento. Se dará seguimiento de cómo

deben manejarlo y aprovechar los productos

que están cosechando, dar un mejor manejo al

producto del huerto.

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En el caso de doña Pastora, se trabajará en

mejorar la instalación del huerto, cómo ordenar

y utilizar los desechos de la cosecha y ordenar

la basura, realizar una clasificación de la basura

en el huerto. También existe la posibilidad de

apoyarla con un galponcito para las aves de

corral.

¿Había requisitos para ser parte del Proyecto?

Para recibir el apoyo del Proyecto la gente debía

cumplir cuatro requisitos:

z Estar organizada en una caja rural

z Recibir capacitación

z Capitalizar el cincuenta por ciento como

mínimo en una estancia financiera o en una

caja rural.

z Poner en práctica las tecnologías

recomendadas por el proyecto.

¿Por qué contar la historia de vida de doña Francisca Pastora Cruz?

A doña Francisca Pastora Cruz se le incluye

en este proyecto de historia de vida por una

especial razón, ella aplicó las tecnologías

recomendadas por el proyecto.

La parcela en donde ella trabajaba fue elegida

para una supervisión por parte del proyecto

que constató la aplicación de las tecnologías

adecuadas. Y, además, por ser una mujer

agricultora que elevó la productividad en sus

cultivos.

Ella puso en práctica el manejo de rastrojos, cero

quema, cero labranza en pendiente y sistema

agroforestal, distanciamiento de siembra y

fertilización sembrada, cuidado de las semillas

y manejo de granos básicos, ella fue una de las

mejores del proyecto, doña Francisca fue una de

las productoras que más aprendió.

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Historia de vida de doña Catalina Núñez

H an pasado varias décadas desde

que doña Catalina, siendo aún

adolescente, abandonó su tierra

natal para buscar empleo como trabajadora

doméstica con su tía en la ciudad de Marcala,

departamento de La Paz. Esta mujer de

descendencia lenca, que ahora cuenta con

una familia, desde niña aprendió a trabajar y a

defenderse, pocos años fue a la escuela y con

dificultades, siendo ya una mujer adulta, terminó

el sexto grado.

Doña Catalina ahora tiene una tierra que la ha

adoptado, vive en Rancho Quemado, una aldea

muy cercana al pueblo de San Marcos de la

Sierra, tiene una familia, una casa, tierra donde

cultivar y, lo más valioso, el respeto de su gente.

¿Y quién no conoce a doña Catalina aquí en la

aldea?

Manifiesta que está contenta de pertenecer a

grupos organizados y de asistir a las reuniones,

a las capacitaciones que se realizan. Ella es una

líder y habla con alegría de todos los avances

que ha habido en su comunidad gracias a la

gestión del grupo organizado en la caja rural

donde ella es la tesorera.

En su casa ella es la que trabaja, posee una

pequeña finca de café y un amplio terreno en

donde ha cultivado árboles frutales. Mientras su

esposo está fuera de la casa trabajando como

técnico, ella es la encargada del hogar, de los

cultivos y del cuidado de los animales.

En sus terrenos siembra de todo y cosecha de

todo, una huerta bien surtida de guineos, piñas,

limones; ella produce lo que necesita.

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La tierra es para cultivarla nos dice, solo hay que

sembrarla, ponerle la semilla, lo demás lo hace

ella y la lluvia y uno que tiene que cuidar los

cultivos cuando están chiquitos.

Muchas de las mujeres lencas son artesanas

y también se les ve en el campo cultivando

la tierra, la mayoría de las casas donde viven

siempre tiene un patio con flores y hortalizas

cultivados en tiestos de barro.

Ella es una mujer que no se queja del pasado

y no se le dificulta realizar cualquier actividad,

el tiempo le ha enseñado a lidiar con la vida,

alterna el afanado trabajo del hogar con el

ajetreo del campo.

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SemblanzaMe llamo Catalina Núñez y soy originaria de

Santa María, departamento de La Paz. Mi papá

murió cuando yo apenas era una niña y no me

acuerdo muy bien de él; entonces mi mamá,

que se llama Desideria Núñez, quedó viuda y se

juntó con otro hombre y a mí me regaló con mi

tía Cristina, ella fue mi mamá de crianza, éramos

cinco hembras y un varón y nos queríamos como

hermanos.

De niña, donde yo me crié, me pusieron a la

escuela. La escuela donde estudié se llamaba

José Trinidad Cabañas, recuerdo que la maestra

de primer grado se llamaba Lorenza Flores y el

profesor Omar, no recuerdo el apellido.

Semanas iba a la escuela y semanas a cortar

café. Del dinero que me pagaban compraba

los cuadernos y los libros, así, sólo hice quinto

grado. En la época del corte de café me pasaba

en los cafetales, yo cortaba café donde don

Agustín Santos y donde doña Victoria Morales.

Con mis demás hermanas ganábamos pisto,

cortábamos todas juntas. Del dinero que

ganaba, una parte era para mí y la otra parte

para mi mamá.

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No me gustaba el modo de mi papá de crianza,

él era muy bolo y nos sacaba en carrera de la

casa a todos. Una vez fuimos a dormir a un

cementerio.

Yo me fui de la casa a los catorce años, me fui

a buscar trabajo, me fui a donde otra tía que

tenía en Marcala. Allí busqué trabajo como

empleada doméstica haciendo el oficio de la

cocina. Trabajé también donde una enfermera

que se llamaba Ana Ruth, era de San José de la

Paz. Trabajé así dos años y después me pasé a

hacer tortillas al batallón, así fue como conocí a

mi esposo. Él era militar.

Mi hijo nació allá, mi hijo ya tenía un año

cuando él salió de baja. Mi esposo ahora trabaja

en Hondutel, es técnico, se llama José Felipe

Díaz Amaya. Él es un hombre bueno, buen

esposo; él me deja trabajar, me da libertad,

hemos hecho buen equipo, me respeta.

Tengo siete hijos, cinco mujeres y dos varones,

tengo un hijo en el ejército y de allí todas están

estudiando en el colegio, en la escuela, y unas ya

salieron de maestras.

A mi mamá verdadera no la he vuelto a ver

jamás, dicen que vive en Cane. Dicen que

todavía vive, pero yo no la visito. Yo le crié

más amor a la señora que me crió. La que

me crió me enseñó a costurar ropa, ella tenía

una máquina, y nos decía que practicáramos.

Aprendí a costurar cuando tenía nueve años.

Ahora yo costuro, tengo máquina de coser, hago

faldas y trajecitos.

Aquí vine a hacer el sexto grado con

EDUCATODOS, pero no seguí estudiando porque

tengo mucho trabajo, porque los cipotes están

estudiando y yo quedo sola, tengo maizal y unos

animalitos.

Yo llego a San Marcos de la Sierra porque mi

esposo me trajo de Marcala, vine a vivir con mis

suegros, ellos eran muy buenos conmigo, era

parte de la familia, me convertí como en una hija

para ellos, yo disponía de lo que ellos tenían,

siempre me apoyaron, me llevaba bien con mis

cuñados.

Con el tiempo construimos esta casa, un cuarto

pequeño, después la fuimos haciendo más

grande.

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Yo hago todos los trabajos aquí, todo es trabajo

mío, él me da el dinero para pagar mozos,

pero yo estoy al cuidado de todo, pendiente de

los mozos porque ellos solos no hacen nada.

También trabajo en el campo limpiando con

el pando, pues aquí no se puede limpiar con

azadón por la pendiente y porque hay mucha

piedra.

A San Marcos vinieron organizaciones y

comencé a organizarme. Vino un proyecto por

parte de la alcaldía y entonces una señora me

dijo que en la alcaldía estaban apuntando y

dando seis mil plantas de café. Fui donde el

alcalde y me dijo que querían gente de trabajo y

que si yo quería trabajar enseguida me apoyaba

y me dio el café.

Y en el puro verano mantuve las plantitas verdes,

ponía la manguera y las regaba todos los días,

se secaron muy pocas, y de allí todo lo sembré,

tengo sembrada una plantilla.

Comencé a integrarme en las organizaciones

desde el año 1996. Las organizaciones me

toman en cuenta porque participo en las

reuniones de trabajo, en giras de trabajo.

Hace un año comenzamos el proyecto del Food.

El técnico ha sido de gran apoyo para nosotros.

Nos han dado diferente tipos de capacitación,

nos han dado capacitación en manejo de aves

de corral, y nos ha brindado enseñanzas para

cultivar.

Ellos promocionaron los gallineros y el

mantenimiento. Nos dieron las gallinas, nos

dieron los utensilios para los comederos de las

gallinas, los ponederos, y aprendimos a realizar

concentrado para las gallinas. Hemos realizado

giras para ver otras experiencias y así aprender y

compartir ideas.

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Antes las gallinas andaban sueltas en el terreno

y en la casa. Hoy el gallinero está seguro y si

usted quiere comerse una gallina, está sana,

el gallinero está cercado, las gallinas no andan

al aire libre y el lugar está limpio, la casa

se mantiene limpia también porque no hay

animales viviendo con nosotros y echando

sucio. Las gallinas están seguras, bien cuidadas,

vacunadas, el local donde están se limpia cada

quince días, los ponederos están limpios, y para

el mal olor y que no hayan moscas regamos

ceniza. Las gallinas están bien resguardadas

de los animales que se las quieren comer. De

aquí recojo más de 50 huevos a la semana, nos

alimentamos nosotros y vendemos, y la gallinaza

sirve para el abono.

El proyecto Food Facility nos ha capacitado para

poder sembrar y hacer abono, hemos realizado

las parcelas demostrativas.

El año pasado hicimos unas parcelas de maíz

demostrativas, nos dieron fertilizante pero

siempre capitalizando un fondo. Antes recibimos

capacitación sobre el manejo y administración

de cajas rurales, manejo de suelos en labranza

mínima, en ladera con nivel A y nivel de cuerda.

Recibimos capacitación para hacer aboneras

orgánicas, hemos aprendido mucho, hemos

aprendido nuevas cosas como hacer insecticidas

naturales de una hoja que se llama madreado

para echarle a la plaga del maíz.

Hace algunos días recibí una maya para realizar

el huerto familiar, ya tengo la tierra preparada

para sembrar y tengo semilla.

El técnico ha estado con nosotros y esa ha

sido la ventaja, él no se anda yendo, está aquí

en San Marcos, está puntual haciendo visitas

domiciliarias, siempre está pendiente.

Yo soy tesorera de la caja rural Unión y Esfuerzo.

Trabajamos con libros, yo llevo el libro de control

de contabilidad, otra persona lleva el libro de

actas. Cada treinta del mes hacemos reuniones

y hacemos fiscalización para ver si el pisto se

está trabajando bien o si hace falta algo, pero

hasta la vez no he fallado, siempre he entregado

cuentas claras. Tengo más de tres años de ser

tesorera y no quieren cambiarme, he tratado de

administrar bien los fondos, por eso no quieren

cambiarme.

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Cuando sacamos algún préstamo nos reunimos

todo el grupo para tomar decisiones. Los socios

pagan el tres por ciento por préstamo, pero

si es un particular se cobra el diez por ciento.

Se necesita un aval, o dejar algún documento

o alguna prenda, y si la persona no cancela lo

que debe en el tiempo pactado se le recoge la

prenda, eso pasa a ser el pago. Hay préstamos

para comprar útiles escolares o para una

emergencia en alguna enfermedad, el máximo

préstamo es de seis mil lempiras.

Nosotros capitalizamos a la caja, pero también

tenemos nuestros propios ahorros. Lo que

capitalizamos es de todo el grupo, cuando

capitalizamos en la cooperativa, si son digamos

tres mil lempiras, dejamos mil quinientos para

la cooperativa y mil quinientos para el FOSANI

(Fondo de Seguridad Alimentaria y Nutricional, de

Intibucá para San Marcos de la Sierra).

Yo participo en los cabildos abiertos, la gente

me busca porque me llevo con todos, me sé

llevar con toda la gente, es importante tener

buen carácter y no ser egoísta, varios grupos

fracasan por el egoísmo. En nuestro grupo

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sólo queremos gente de trabajo, siempre que

vamos a una gira aprendemos y la gente viene

entusiasmada y venimos a poner en práctica lo

que aprendemos allá.

Los gallineros me han servido mucho para

alimentarme, pero también puedo vender lo que

sobra en el huerto que tengo en la casa, tengo

árboles frutales y siembro algunas verduras.

Siembro en ollas, pero ahora que tengo el

huerto organizado voy a sembrar mejor.

Como mujer lenca que soy he cambiado mi

manera de vivir y también mis experiencias,

porque solo organizado se puede aprender

muchas cosas, solo la gente que está organizada

logra los proyectos, cuando uno está solo no lo

apoyan, es mejor en grupo, así nos escuchan y

nos hacen caso, las instituciones solo trabajan

con grupos organizados, a nadie atienden de

manera individual, la gente que no se organice

no va a lograr nada de ahora en adelante.

El haberme organizado ha sido de gran provecho

para mí.

Cuando uno pone en práctica lo que aprende

le va bien en la vida, las cosas se aprenden por

etapas, yo estoy aprendiendo poco apoco, la

mejor enseñanza es con el ejemplo. Yo les digo

a mis hijos que estudien porque uno como

campesino le cuesta salir adelante.

Y aquí no se pierde el tiempo, se aprende y se

aprovecha el tiempo para salir adelante.

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Apoyo técnico brindado

Entrevista a Carlos Bonilla Cruz Técnico agrícola del Proyecto Food Facility Honduras

¿Cuándo y cómo comenzó el Proyecto?

El Proyecto comenzó en mayo del 2010, el primer

apoyo para los productores fue semilla para el

cultivo del maíz. Posteriormente se repartieron

los insumos, fertilizante para el cultivo de maíz,

fertilizante para el cultivo de frijol y maicillo.

Este apoyo que se brindó en el año 2010 ha sido

mediante la metodología de capitalización.

A medida que se fueron desarrollando las

actividades de capitalización, también se fueron

creando estructuras de segundo piso, en este

caso el FOSANI (Fondo de Seguridad Alimentaria

y Nutricional, de Intibucá para San Marcos de la

Sierra), cada una de las capitalizaciones de los

miembros de las cajas iba destinada al fondo,

este fondo es un aporte de todas las cajas, es

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un fondo común. Si en algún momento una caja

no tiene los fondos suficientes puede optar a un

financiamiento mediante el fondo del FOSANI y así

suplir las demandas que tengan los grupos.

La caja rural de la comunidad de Rancho

Quemado se llama Unión y Esfuerzo, está

constituida por veintisiete miembros, esta caja

comenzó a funcionar en 2004, con el proyecto de

FAO, PESA. Ellos siguieron trabajando durante dos

años, el proyecto salió de la comunidad pero ellos

continuaron trabajando.

Con el Proyecto Food Facility se retomó la caja

y se comenzó a facilitarles las capacitaciones

correspondientes para que la volvieran más

competitiva en gestiones de proyectos e insumos

necesarios para que se puedan capitalizar.

¿Por qué San Marcos de la Sierra?

El motivo principal de intervención en San

Marcos de la Sierra es porque este municipio

se encuentra en punto problemático, es la

interrelación entre una zona lluviosa y una zona

seca, que crea un mayor cambio de terreno;

y porque está clasificado como el segundo

municipio más pobre de Honduras.

El Proyecto Food Facility, que es un proyecto de

emergencia, toma como referencia lo anterior, y

tiene la obligación de dar el apoyo a las familias

más necesitadas de este municipio para que

puedan incrementar la capacidad, por lo menos

que tengan alimento en su mesa, ya que el

objetivo del programa es llevar alimento a cada

familia.

¿Qué metodología han empleado?

La metodología de este proyecto ha sido

dar conocimientos prácticos y aplicables a

la zona. En este sentido se creó un paquete

de capacitaciones para el desarrollo de

capacidades, para que la gente ponga en

práctica los conocimientos obtenidos y los usen

y mejoren sus parcelas.

Las actividades de siembra se han realizado

contando con los conocimientos de los

productores, para no interferir tanto en las fases

lunares que ellos manejan, como también en

el manejo del bosque. Se ha hecho hincapié

en la no quema, en promover la producción de

árboles y en el cuidado de la fauna.

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San Marcos de la Sierra en este momento está

atravesando una situación bastante complicada

con la falta de disponibilidad del recurso agua.

En este caso el manejo agroforestal de los

cultivos y la mayor preservación de los recursos

suelo y agua han sido el mayor problema y

donde se ha hecho mayor énfasis.

El proyecto es un creador de conciencia

ecológica, de conciencia social, de solidaridad y

de compañerismo. Las actividades son realizadas

de manera grupal, con colaboración de todos,

no se hacen las cosas aisladamente, es la

asamblea la que toma las decisiones, y para traer

una nueva metodología, lo más sano que se está

haciendo es socializando con todos los sectores.

¿Cuál es la participación de doña Catalina en el Proyecto?

Con doña Catalina tenemos una experiencia

muy importante, ella es una de las líderes de la

comunidad, y cualquier actividad que nosotros

realizamos, ella siempre está anuente a apoyarla,

por ejemplo para la construcción de silos brindó

facilidades a quien vino a construirlos sin pedir

nada a cambio, ella es una voluntaria. En la

adopción de tecnologías, ella ha puesto en

práctica las metodologías que el proyecto ha

recomendado por esa razón se seleccionó para

compartir su historia de vida.

Con ella estamos gestionando la creación de

una finca integral; además, ella es una líder

con muchas fortalezas, es una persona que

mantiene muy fuerte sus creencias y valores

en la comunidad, ha sabido inculcar educación

de calidad a sus hijos, también sus hijas se han

incorporado a la caja, por lo tanto es una buena

referencia de buenas prácticas aquí en la zona,

¿Principales características de la experiencia?

El trabajo de Food Facility ha sido integrador, esa

ha sido la base fundamental de este proyecto.

La idea es que ellos se sientan dueños de su

caja y si ellos administran bien su caja, la caja

va a salir adelante. El proyecto ha respetado

las tradiciones, las costumbres. Y uno de los

métodos para mantener las costumbres es la

socialización de todas las actividades. No se

imponen actividades que estén en contra de lo

que ellos creen, y si la actividad que nosotros

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proponemos es favorable y ellos están renuentes

a su adopción, creamos parcelas demostrativas.

Y si ellos ven que se adapta a sus necesidades,

lo pueden realizar en toda la parcela.

Hemos realizado giras de una comunidad a

otra para que ellos vean que con las mismas

condiciones se está haciendo un mejor trabajo,

los hemos llevado a giras, a fincas integrales,

para que conozcan que la finca integral es

manejada con productos locales que ellos

tienen, con la diferencia de que se necesita un

poco más de trabajo.

¿En qué consiste el apoyo?

En el municipio de San Marcos está el apoyo para

insumos; para granos básicos, ya sea para semillas

y fertilizantes; para la instalación y construcción

de pilas cosechadoras de agua, la instalación de

sistemas de riego con tanques de rotoplás;

la construcción de silos metálicos; y la

construcción de gallineros, todos manejado de

manera comunal, para que sean capitalizados.

Éstos son proyectos un poco más caros y no

se capitalizarán de manera completa, pero si

es importante una contraparte para que ellos

participen.

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A manera de epílogo

E ste es un documento de historia local,

se puede decir un hecho testimonial.

Documentar tres historias de vida

no fue fácil porque estas mujeres, además de

vivir en distintos puntos del país, permanecen

ocupadas tanto en las labores de la casa como

en el campo, no están acostumbradas a perder

su tiempo y a brindar entrevistas, amanecen

trabajando y anochecen trabajando, su descanso

es el trabajo, para ellas no hay días de fiestas, ni

domingos.

La tarea fue buscar tres mujeres campesinas

que estuvieran involucradas en el trabajo

organizado de sus comunidades, y lograr que

nos contaran un poco de su vida, de su trabajo,

de su familia y de su entorno; mujeres que nos

hablaran sobre sus mayores dificultades para

poder superarse o sobre cómo poner en práctica

algunas experiencias que les fueron útiles en

algún momento de su vida; que nos contaran de

viva voz todo lo realizado hasta ahora; la forma

de cultivar la tierra y la manera sencilla pero

eficaz de hacer la cosas, las vicisitudes que las

han transformado en mujeres ejemplares, y con

cierto grado de felicidad que se puede percibir

cuando cuentan sus experiencias.

Las tres historias de vida aquí presentadas tienen

mucha similitud: el trabajo a temprana edad, el

quedarse huérfanas sin un padre que las proteja,

el emigrar de un sitio a otro en busca de mejores

derroteros, el tener responsabilidad de familia a

temprana edad, el no poder seguir estudiando

en la escuela por la dificultades económicas y

la falta de oportunidades, y, aun así, el haber

salido adelante.

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