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BOLETÍN 2012 9 FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD “MODELO DE ESPIRITUALIDAD DE LA EVANGELIZACIÓN EN SANTA MARÍA DE GUADALUPE” Mons. Salvador Diez de Sollano y Ortega E s imposible e impensable una misión evangelizado- ra sin una ESPIRITUA- LIDAD SUBYACENTE, como lo es el alma al cuerpo. La evangelización y la espiritualidad son inseparables; sin la santidad del evangelizador la evangelización fracasa. La misión evangelizadora exige una espiritualidad específica, de la que la Virgen Santa María de Guadalupe es un modelo perfecto. La espiritualidad evangelizadora de Santa María de Guadalupe en el Acontecimiento Guadalupano se manifiesta vivamente en toda su persona y en la riqueza de sus signos, se realiza en su Comu- nión con la Santísima Trinidad. En sintonía con la misión de Cris- to surge en el momento mismo de la encarnación. Como perfecta dis- cípula de Cristo, por su obediencia al Padre y llena de la Gracia por el MEDITACIÓN EN PREPARACIÓN AL AÑO DE LA FE 2012-2013. Y LA ASAMBLEA GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS SOBRE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Espíritu Santo se hace portadora de Cristo, lo muestra y lo entrega. La espiritualidad de Santa María de Guadalupe no tiene nada de intimismo pietista y subjetivista, sino que la compromete en la mi- sión de Cristo y de su Iglesia hacia el mundo. Se trata de una espiritualidad que deriva de la misión que recibe de encarnar a la Palabra de Vida y que tiene como objetivo comunicar- la al estilo de Cristo evangeliza- dor, quien ha querido asociar a su Madre. La espiritualidad de San- ta María de Guadalupe es “vida

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BOLETÍN • 2012 • 9

FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD

“MODELO DE ESPIRITUALIDAD DE LA

EVANGELIZACIÓN EN SANTA MARÍA DE

GUADALUPE”Mons. Salvador Diez de Sollano y Ortega

Es imposible e impensable una misión evangelizado-ra sin una ESPIRITUA-LIDAD SUBYACENTE,

como lo es el alma al cuerpo. La evangelización y la espiritualidad son inseparables; sin la santidad del evangelizador la evangelización fracasa. La misión evangelizadora exige una espiritualidad específica, de la que la Virgen Santa María de Guadalupe es un modelo perfecto. La espiritualidad evangelizadora de Santa María de Guadalupe en el Acontecimiento Guadalupano se manifiesta vivamente en toda su persona y en la riqueza de sus signos, se realiza en su Comu-nión con la Santísima Trinidad. En sintonía con la misión de Cris-to surge en el momento mismo de la encarnación. Como perfecta dis-cípula de Cristo, por su obediencia al Padre y llena de la Gracia por el

MEDITACIÓN EN PREPARACIÓN AL AÑO DE LA FE 2012-2013. Y LA ASAMBLEA GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS SOBRE

LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Espíritu Santo se hace portadora de Cristo, lo muestra y lo entrega. La espiritualidad de Santa María de Guadalupe no tiene nada de intimismo pietista y subjetivista, sino que la compromete en la mi-sión de Cristo y de su Iglesia hacia el mundo.

Se trata de una espiritualidad que deriva de la misión que recibe de encarnar a la Palabra de Vida y que tiene como objetivo comunicar-la al estilo de Cristo evangeliza-dor, quien ha querido asociar a su Madre. La espiritualidad de San-ta María de Guadalupe es “vida

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en Dios” (Rom 6,11) y “vida en Cristo” (Gal 2,20), fidelidad al Espíritu Santo; es una “vida se-gún el Espíritu” (Rom,8,4.9) del cual está llena y lo irradia en todo su ser (cf. Gal 5,25). Realiza su misión evangelizadora con plena docilidad al Espíritu y “comunión íntima con Cristo”, al que lleva en su ser (cfr. EN 75-82 y RMi 87-92). Toda auténtica espiri-tualidad evangelizadora es vida, oración, comunión, contempla-ción y compromiso. Así es Santa María de Guadalupe.

Su espiritualidad es una “vida real-mente evangélica”, expresada en fidelidad generosa, siempre cohe-rente en su peregrinar de la Fe, con-

corde a la llamada y a las exigencias de la misión. Evangelii nuntiandi presenta un conjunto de “actitudes interiores” del apóstol evangeliza-dor, que María posee (EN 74-80): fidelidad a la vocación (n.74), fi-delidad al Espíritu Santo (n.75), autenticidad y testimonio (n.76), unidad y fraternidad (n.77), ser-vicio de la verdad (n.78), caridad apostólica (n.79-80).

Las diversas dimensiones de la espiri-tualidad de Santa María de Guadalu-pe son necesariamente complemen-tarias desde su dimensión fontal: trinitaria, cristológica, pneumato-lógica, por medio de su dimensión eclesial, litúrgica, contemplativa, misionera, escatológica, insertada en

“La evangelización y la espiritualidad son inseparables.”

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la realidad humana (dimensión an-tropológica, social e histórica).

La espiritualidad evangelizadora de Santa María de Guadalupe que “nos muestra y entrega con todo su amor a su Hijo”, deja traslucir en Ella el misterio de Dios-Amor manifestado en Cristo, que llama a la contemplación de la Palabra, al seguimiento evangélico, al com-promiso de la Caridad, sobre todo a la predilección por el pobre, a la vida de comunión eclesial y a la disponibilidad misionera.

Se puede decir, pues, que la espi-ritualidad evangelizadora de Santa María de Guadalupe se concreta especialmente en su testimonio de

la experiencia del Dios de la Vida y la Verdad traducida en anuncio, servicio de caridad, de promoción humana, por parte de Ella, como fidelidad a la acción actual del Espí-ritu Santo en la Iglesia y en el mun-do, para que las semillas del Verbo lleguen a su madurez en Cristo. La espiritualidad de la evangeli-zación, que consiste en “actitudes interiores” del apóstol (EN 74) a la luz del evangelio, es la base indis-pensable para discernir y afrontar los retos de la problemática de la inculturación que Santa María de Guadalupe lleva a cabo. La acción evangelizadora reclama una ac-titud relacional con Cristo, vivi-da en dimensión trinitaria: en el Espíritu, por Cristo, al Padre (cf. Ef 2,18). Pero la “espiritualidad” no es simplemente interioridad, sino un camino de entrega que se dirige a la realidad integral del hombre y de su historia personal y comunitaria. La espiritualidad evangelizadora de María de Gua-dalupe se hace inserción (“encar-nación” e inculturación) en la realidad, a imitación del Hijo de Dios hecho hombre.

No habría espiritualidad cristiana sin referencia vivencial (afectiva y efectiva) a la Iglesia misterio, comunión y misión. Santa Ma-ría de Guadalupe, como modelo de la Iglesia y en comunión con ella, comunica su misión al obispo pastor, la construcción de la mis-ma Iglesia, “su Casita”; por eso su “espiritualidad” y perfección se hace servicio evangelizador de la “Iglesia sacramento universal de salvación” (cfr. LG 48; AG 1).

“La espiritualidad evangelizadora

se manifiesta vivamente en toda

su persona y en la riqueza de sus signos, se realiza en su Comunión con la Santísima

Trinidad.”

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Su espiritualidad evangelizadora elimina la dicotomía entre vida interior y misión. De esta espiri-tualidad nace espontáneamente su sentido de comunión maternal y el compromiso misionero, para orientar toda la humanidad hacia la de Cristo y, por tanto, hacia el amor, la solidaridad, la libertad, la igualdad, la justicia y la paz.

En María de Guadalupe la espiri-tualidad “se encarna”: Juan Pablo II invitó a “rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e indivi-dualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad, ni con la lógica de la Encarnación” (Novo

milennio ineunte, n.52). Encarnar-se, como el Hijo de Dios, significa que la espiritualidad asume el es-tilo de vida, los gustos y el modo de ser de las personas amadas. La inculturación del Evangelio es la encarnación de la espiritualidad. Y no hay verdadera encarnación de la espiritualidad sin una actitud re-ceptiva y contemplativa del mun-do externo. Al pasar a la acción, la espiritualidad es embellecida con las características que recibe del lu-gar concreto en el que se ejerce la evangelización, es decir, de la cultu-ra de la gente a la cual se sirve.

La espiritualidad encarnada de Santa María de Guadalupe la hace ser abierta a las personas tal como son en su contexto concreto, pres-tándoles una atención maternal, bondadosa, entregada, tierna y con-vencida de que son verdaderamente importantes para su propio cora-zón. La vida espiritual no es sólo contemplación de Dios, sino tam-bién contemplación del hermano y del mundo que resulta de la in-teracción entre los seres humanos, y que se realiza en el diálogo, en el encuentro, en la escucha y en la ob-servación detenida en medio de la actividad evangelizadora (cfr. Novo milennio ineunte 56). Precisamente porque es dócil al Espíritu Santo, artífice primero de toda auténtica espiritualidad, está siempre atenta a la contemplación del prójimo, a la admiración de lo que el Espíri-tu hace en la vida del mundo y a dejarse enriquecer por lo que hay de bueno fuera de sí. Está enamo-rada de Dios y de la humanidad. Es un “éxtasis” místico de amor ante Dios y ante el mundo.

“La acción evangelizadora

reclama una actitud relacional con Cristo, vivida

en dimensión trinitaria.”

Detalle de la Tercera apariciónde la Virgen de Guadalupe, patrona de la Nueva EspañaAnónimo novohispanoSiglo XVIIIÓleo sobre tela