extracto de la novela el canalla sentimental

3
Extracto de la novela El Canalla Sentimental, de Jaime Bayly (Planeta, 2008) Había esperado ese momento muchos años, siete para ser exactos. Tenía que rendir un examen de conocimientos básicos sobre los Estados Unidos con un oficial de inmigración de ese país. Si pasaba la prueba, sería ciudadano norteamericano. Esperé mi turno pacientemente. La noche anterior me había desvelado estudiando. Podía decir los estados de la unión con sus respectivas capitales, los eventos históricos más importantes del país, todos los presidentes en orden cronológico, los nueve jueces de la corte suprema, las bases del ordenamiento jurídico, el número de senadores y representantes y muchos otros datos de esa índole. Mi cabeza estaba atiborrada de información que no recordaría una semana después. Tras una larga espera, dijeron mi nombre. Cuando me senté a solas frente a mi examinador, leí su nombre en la placa que colgaba de su camisa celeste: Phil. Era gordo, mofletudo, de pelo negro, cejas espesas y ojos fatigados. Phil me preguntó en inglés si estaba listo y le dije que sí. Luego me miró, leyó unos papeles y me miró más intensamente, como si me conociera o intentase recordar la circunstancia en que me había conocido. A continuación me preguntó si había nacido en el Perú y si era periodista y escritor. Le dije que sí. Entonces sonrió y dijo: —Jaimito, hermano, qué haces tú por aquí! Esto último lo dijo en un español cuyo acento era indudablemente peruano, de modo que comprendí que estaba frente a un compatriota o ex compatriota o nuevo compatriota. —¿Eres peruano? —pregunté, sorprendido. —¡Claro, pues, compadrito! —dijo él, poniéndose de pie—. ¡Peruano como el ceviche! Me puse de pie y Phil me dio un abrazo. Luego dijo: —¡El Niño Terrible! ¡Te pasas, oye, Jaimito! ¡Yo desde chico veía tu programa! Y mi señora madre, que en paz descanse, mucho se reía con tus locuras. —Hombre, muchas gracias, Phil —dije, abrumado por tanto afecto—. Qué suerte la mía que justo un peruano me tome el examen. —Entre peruanos tenemos que ayudarnos —dijo él. —No te preocupes, que he estudiado —dije—. Pregúntame lo que tengas que preguntarme. —Pero el que haces las preguntas eres tú, pues, hermanito —dijo él, juguetón. Luego, imitando mi tono de voz, dijo: «Buenas noches, bienvenidos al programa» y soltó una carcajada que yo secundé. —¿Llevas tiempo viviendo por acá? —pregunté, apenas volvimos a sentarnos. —Más de veinte años —dijo él, compungido—. Me fui porque allá no había trabajo.

Upload: leticia1986

Post on 01-Jul-2015

226 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Extracto de la novela El Canalla Sentimental

Extracto de la novela El Canalla Sentimental, de Jaime Bayly (Planeta, 2008)

Había esperado ese momento muchos años, siete para ser exactos. Tenía que rendir un examen de conocimientos básicos sobre los Estados Unidos con un oficial de inmigración de ese país. Si pasaba la prueba, sería ciudadano norteamericano.

Esperé mi turno pacientemente. La noche anterior me había desvelado estudiando. Podía decir los estados de la unión con sus respectivas capitales, los eventos históricos más importantes del país, todos los presidentes en orden cronológico, los nueve jueces de la corte suprema, las bases del ordenamiento jurídico, el número de senadores y representantes y muchos otros datos de esa índole. Mi cabeza estaba atiborrada de información que no recordaría una semana después.

Tras una larga espera, dijeron mi nombre. Cuando me senté a solas frente a mi examinador, leí su nombre en la placa que colgaba de su camisa celeste: Phil. Era gordo, mofletudo, de pelo negro, cejas espesas y ojos fatigados. Phil me preguntó en inglés si estaba listo y le dije que sí. Luego me miró, leyó unos papeles y me miró más intensamente, como si me conociera o intentase recordar la circunstancia en que me había conocido. A continuación me preguntó si había nacido en el Perú y si era periodista y escritor. Le dije que sí. Entonces sonrió y dijo:—Jaimito, hermano, qué haces tú por aquí!Esto último lo dijo en un español cuyo acento era indudablemente peruano, de modo que comprendí que estaba frente a un compatriota o ex compatriota o nuevo compatriota.—¿Eres peruano? —pregunté, sorprendido.—¡Claro, pues, compadrito! —dijo él, poniéndose de pie—. ¡Peruano como el ceviche!Me puse de pie y Phil me dio un abrazo. Luego dijo:—¡El Niño Terrible! ¡Te pasas, oye, Jaimito! ¡Yo desde chico veía tu programa! Y mi señoramadre, que en paz descanse, mucho se reía con tus locuras.—Hombre, muchas gracias, Phil —dije, abrumado por tanto afecto—. Qué suerte la mía que justo un peruano me tome el examen.—Entre peruanos tenemos que ayudarnos —dijo él.—No te preocupes, que he estudiado —dije—. Pregúntame lo que tengas que preguntarme.—Pero el que haces las preguntas eres tú, pues, hermanito —dijo él, juguetón.Luego, imitando mi tono de voz, dijo: «Buenas noches, bienvenidos al programa» y soltó una carcajada que yo secundé.—¿Llevas tiempo viviendo por acá? —pregunté, apenas volvimos a sentarnos.—Más de veinte años —dijo él, compungido—. Me fui porque allá no había trabajo.—Comprendo —dije—. ¿Y te hiciste ciudadano?—Claro, Jaimito —respondió, muy serio—. Ya tengo años como ciudadano.—Te felicito —dije—. ¿Y de qué parte del Perú eres?—De la selva, de Oxapampa —dijo, con orgullo.—Nunca fui, pero dicen que es lindo —mentí.—Es bellísimo mi pueblo —dijo Phil—. Sueño con volver allá cuando me retire.—Qué curioso que te pusieran Phil en Oxapampa —dije, corriendo un cierto riesgo.—No, no —se rió él—. Yo me llamaba Filomeno pero acá no conviene, pues, hermano. Por eso cuando me hice gringo me puse Phil nomás. Porque los gringos no podían decir Filomeno. Nos reímos y luego Phil dijo:—Tengo que hacerte algunas preguntas, flaco.—Cómo no —dije, muy serio—. Todas las que sean necesarias.Phil tomó aire y preguntó:—Dime, hermanito, ¿cómo está nuestro querido Perú? No imaginé que esa sería la primera pregunta del examen. Me tomó por sorpresa. Me apresuré en responder:—Bueno, tú sabes, igual que siempre.—¿Has estado por Lima ahora último? —preguntó.—Sí, hace una semana —respondí.—¿Cómo están las cosas? —preguntó.—No muy bien —dije—. La gente no está contenta con el gobierno.—Oye, Jaimito, y tú que eres un conocedor de la política, ¿quién crees que se la lleva en las elecciones? —preguntó.—Bueno, la cosa está difícil, todavía no se ve un claro favorito —respondí.

Page 2: Extracto de la novela El Canalla Sentimental

—Dime una cosa, flaco —dijo él—. ¿Tú crees que vamos al mundial de fútbol?—No, imposible —dije.—¡Pero ese entrenador es una desgracia, pues! —se impacientó Phil—. ¡Y cobra una fortuna! ¡No hay derecho, hermano!—No hay derecho —repetí.Phil levantó el teléfono, marcó un número y dijo:—Rosita, mi amor, adivina quién está acá conmigo. Miré incrédulo.—Adivina, pues, chola —dijo Phil.Luego añadió:—El Niño Terrible.Yo sonreí como si estuviera orgulloso de que me llamasen así.—Acá te paso con Jaimito —dijo Phil.Luego susurró:—Es Rosita, mi señora, de Chachapoyas, tu hincha número uno, flaco.Tomé el teléfono y dije:—Hola, Rosita, qué gusto saludarte.¡Jaimito! ¡Qué emoción! —dijo Rosita—. ¿Qué haces con el Filomeno?—Acá, dando el examen —dije.—Ay, flaquito, qué bueno que te hagas gringo, es lo mejor para tu futuro, porque con nuestro país nunca se sabe, oye.—Sí, pues —dije.—Oye, Jaimito, pero tengo que decirte algo.—Sí, dime, Rosita.—Has engordado, oye. No me gusta que salgas así con tanta papada en televisión.—Voy a hacer dieta, Rosita —prometí.—Oye, Jaimito, por favor, mándales saludos en tu programa a mis hijitas Rosemary, Kimberley y Britney Purificación.—Ya, Rosita. Mañana les mando saludos. Acá te paso con Phil —dije.Phil le dijo a Rosita:—Ya, cholita, hazme un buen ají de gallina para cuando llegue a la noche.Luego colgó y dijo:—Oye, Jaimito, buena gente eres, bien sencillo, no pensé que eras así, en televisión pareces más sobrado.—Gracias, Phil —dije.—Flaco, mándales saludos a la chola y a mis cachorritas, pues. Te pasarías, hermano. Ellas son tus fans.—Seguro, Phil, cuenta con eso —dije.Luego se puso de pie y dijo:—Listo, Jaimito, aprobaste el examen.Me levanté y pregunté, sorprendido:—¿Pero no vas a preguntarme nada?Phil se puso muy serio y dijo:—Sólo una pregunta.—Listo —dije.—¿Cuál es la ciudad más bella del Perú?—Oxapampa —dije.—Aprobado, Jaimito —dijo Phil, y me dio un gran abrazo.Luego añadió, sonriendo:—Welcome to the United States of America.