ética personal

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Un pequeño artículo acerca de la ética en cuanto a la perfección del hombre

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  • tica personal: los inicios del camino de la vida buena

    La vida buena puede ser descrita como una situacin existencial del yo que nace de su vocacin o tendencia natural hacia la beatitud personal y que encuentra su ms perfecta realizacin en el Ideal prctico, es decir, con la dignidad y valor de persona del prjimo.

    Sin embargo, no es raro que en el momento de plantear la reflexin tica se separen la primera y la segunda de estas aspiraciones (la beatitud personal y la realizacin del Ideal prctico), ya que sus fines respectivos son errneamente entendidos como realidades independientes o incluso antagnicas. Es, pues, oportuno iniciar el estudio de la tica personal o individual tratando de fijar con mayor precisin cul es la actitud ticamente racional del yo consigo mismo (respecto al propio bien) y en relacin a los dems (respecto al bien del prjimo).

    1. LA ACTITUD ETICAMENTE RACIONAL DEL YO ANTE EL BIEN PROPIO Y AJENO

    a) El verdadero altruismo como apertura al bien comn

    Recordaba hace poco que un nmero notable de concepciones ticas (entre las que destaca la kantiana), por lo dems muy diferentes entre s, estn de acuerdo en un punto: el hombre, sostienen, debera evitar que la bsqueda de la beatitud personal sea el motivo determinante de su comportamiento. Esta actitud, explican, debera rechazarse porque es egosta y, en consecuencia, origen de elecciones no conformes a las exigencias de una vida moralmente buena. Lo propio de la vida buena, en realidad, es estar constituida por acciones desinteresadas, puramente altruistas.

    La experiencia tica del hombre comn percibe tras estas afirmaciones un fondo de verdad, que no sera correcto negar. Me parece claro, sin embargo, que esta experiencia y esta verdad pueden y deben ser descritas de una manera bastante ms exacta.

    Ser necesario, principalmente, reparar en el hecho de que la bondad tica del desinters personal ha de ser necesariamente entendida y convenientemente integrada a la luz de otra verdad ms universal, concerniente a la naturaleza misma del amor humano. Deberemos, en efecto, tener en cuenta que el amor humano tiene siempre por objeto, entre otras cosas, la persona misma del que ama, ya que consiste en un querer mediante el cual el sujeto amante se encamina y se emplaza en un estado de unin intencional con la realidad amada (es un querer estar con el objeto/persona que yo amo). Ahora bien, esto implica que no es posible un amor humano puramente desinteresado: el amor humano, cualquiera que sea su cualidad tica (buena o mala), es por naturaleza un querer indigente, un querer cuyo resultado final es siempre el enriquecimiento intencional del amante, la comunin de su yo con el objeto amado.

    Por esta razn, ha podido hacernos notar S. Agustn con su habitual perspicacia que si observis con atencin, veris que todos los hombre al amar parten del amor de si, y en funcin de s mismos aman todas las otras cosas [...], y no puede ser de otro modo (Ep. 368). Entonces, en qu sentido se puede afirmar que las acciones buenas, ticamente racionales, son acciones desinteresadas o altruistas? Deber ser, necesariamente, en un sentido tal que el desinters, el altruismo del sujeto tico, no anule su natural (necesario)

  • inters personal. Y es precisamente esto lo que ocurre cuando el sujeto, comportndose en armona con las exigencias objetivas de la vida buena, busca realizar el bien comn a si mismo y a las personas implicadas en su accin. Si el fin objetivo del sujeto es la beatitud, la verdadera felicidad de su yo, este movimiento lo llevar directamente a la comunin con el Bien ltimo y con el valor de persona del prjimo, y por tanto a interesarse por el bien de stos como si del propio bien se tratase; es ms, precisamente porque del propio bien se trata (el hombre bueno, al convertirse en amigo, se transforma en un bien para aqul del que se ha hecho amigo: Aristteles, tica Nicomquea VIII, 5).

    La nica salvedad que ha de hacerse a este respecto se refiere al hecho de que el Bien ltimo est implicado en las acciones buenas de una forma del todo peculiar. En efecto, slo desde nuestro punto de vista podemos decir que existe un bien comn al hombre y a el Bien ltimo. Hablando con propiedad, ninguna criatura puede aadirle o quitarle a ese Bien perfeccin alguna. Podra sin embargo pensarse, y de hecho se ha pensado, que es precisamente una vez realizada la comunin con aquel Bien y con el valor de persona del prjimo cuando el sujeto podra y debera tratar de desinteresarse del propio bien y pensar nicamente en el bien de los dems. Esta pretensin comporta, en realidad, una autentica contradiccin. La causa formal de la beatitud es la comunin con los dems, con su yo y finalidad propia, de la que surge naturalmente en el sujeto el empeo por respetar y en lo posible promover su bien; por eso, el sujeto nicamente podra prescindir de su beatitud si al mismo tiempo interrumpe la comunin con ellos que la causa y, en consecuencia, deja de interesarse por su bien.

    Es fcil prever que, a pesar de estas aclaraciones, seguiremos sintiendo una cierta repulsin hacia la idea de un egosmo bueno o por decirlo con la terminologa de Aristteles hacia el egosmo autentico por el que el sujeto se atribuye a si mismo las cosas ms bellas y los bienes autnticos (cf. tica Nicomaquea IX, 8). Este rechazo se debe, en mi opinin, a una cierta filosofa que se ha transformado poco a poco en cultura, con races muy lejanas en el tiempo, y que ha definido el amor de amistad (gape) por oposicin al amor interesado (eros). Aunque, en realidad, tal oposicin no siempre se da, como lo prueba no solo la reflexin que acabo de proponer, sino la misma experiencia del hombre comn en la medida en que no haya sufrido el influjo distorsionador de esa filosofa y de esa cultura. En algunos casos somos todava efectivamente capaces de reconocer cmo solo en el contexto de una tica de la beatitud son posibles comportamientos verdaderamente buenos, amistosos o si se quiere autnticamente altruistas.

    Con el fin de ilustrar esta ultima afirmacin reproduzco a continuacin, con algunos cambios, un ejemplo particularmente esclarecedor ideado por M. Stocker.

    Imaginemos, escribe este autor, que nos encontramos ingresados en el hospital y que recibimos la visita de un amigo. Supongamos, adems, que al agradecerle su cortesa, recibisemos una respuesta de este tipo: Lo he hecho desinteresadamente, por puro altruismo. El sentido tico del hombre comn se niega a juzgar altruista, plenamente buena, una actitud (interior y exterior) de este tipo e incluso la considerara egosta, expresin de un deseo de autoafirmacin contrario a la racionalidad tica. Buena, autnticamente amistosa y altruista, es la actitud que lleva a realizar el inters o bien comn y que por ello nos hace vivir interiormente y expresar con palabras la experiencia siguiente: No te preocupes, no tienes por que agradecrmelo: lo he hecho

  • no obstante haya tenido que superar algunas dificultades porque soy feliz de poder estar contigo.

    b) Altruismo y afirmacin de la propia personalidad (identidad)

    Las mismas consideraciones nos permiten salir al paso de las criticas, de signo opuesto, que la concepcin individualista ha dirigido a la tica clsica, especialmente a la de races cristianas. Su objecin principal consiste en el rechazo de la idea de que la vida del hombre pueda tener como sentido la persona y el bien de los dems, ya que se nos dice un objetivo semejante implica que el individuo humano tendra el (insensato) deber de comportarse buscando la propia aniquilacin o en el mejor de los casos la alienacin caracterstica de quien vive totalmente en y para los dems, careciendo de una vida propia. Esta manera de actuar es contraria al valor del individuo, a su emplazamiento en el punto ms alto de la jerarqua de los seres creados, pues como reconoce la misma tradicin clsica cuanto ms abajo esta un ser vivo, tanto ms su ser se disuelve en las exigencias del genero al que pertenece; cuanto ms en alto, tanto ms su inclinacin natural le lleva a afirmarse como individuo (R. Guardini 1939).

    La realidad es que en el pensamiento clsico dejando de lado ciertas afirmaciones algo hiperblicas, aunque justificadas, hechas con el fin de recalcar el profundo sentido relacional de la persona se ha sostenido siempre que la vida buena implica, si , un cierto darse o donarse, pero no para desaparecer o alienarse, sino para compartir, para vivir en comunin con el amado.

    Aun ms: solamente a la luz de esta doctrina clsica, ser posible justificar racionalmente el valor que todo sistema de pensamiento y toda autentica cultura deberan reconocer al individuo humano en cuanto tal, en su identidad singular. Es as por un claro motivo de orden metafsico e, inseparablemente, tico: el hombre solo llega a ser objetivamente algo ms que un simple ejemplar de la especie humana gracias a su trascendencia relacional. Esta trascendencia como ya sabemos es la que se deriva de su ser por el intelecto y la voluntad: sujeto de una (cierta) perfeccin infinita. Pues bien, justamente en virtud de esta trascendentalita aadimos ahora es tambin el nico ser creado que posee una ver- dadera identidad o personalidad, siendo idntico solo a si mismo y no intercambiable con ningn otro ser. Si quisiramos explicar este hecho de manera grafica, se podra decir que la riqueza metafsica de cada hombre es tanta que no hay espacio suficiente en la realidad para otros entes que puedan ser considerados como otros ejemplares con esa misma, idntica perfeccin, ni puede por tanto relativizarse cuantitativamente su valor tico (un hombre vale x euros, o la mitad que dos hombres), compensando en su caso la eliminacin de un individuo humano con otros beneficios o con la preservacin de otros individuos de la misma especie (la destruccin de una persona queda compensada si el beneficio es alto o si hace posible la supervivencia o el mayor bienestar de otra u otras).

    Sintticamente, y con palabras de R. Guardini, es una ley fundamental de la existencia humana el hecho de que precisamente en el desinters, en la falta de egosmo, el yo alcance no solo su plenitud, sino tambin la autenticidad de su ser el mismo (1939).

    Con un alcance menos radical, el pensamiento individualista ha objetado tambin que el ideal greco-latino de la vida buena, tanto por su contenido alienante como por la

  • unicidad de los comportamientos que impone, llevara a perder la variedad y riqueza de los valores humanos tpicos de las sociedades individualistas. A este propsito, se puede ante todo constatar en el terreno de los hechos, como han notado muchos socilogos, que la misma dinmica social se ha encargado de desmentir esas afirmaciones. La informacin de las culturas y de los estilos de vida individuales (su globalizacin, en el significado negativo de este concepto) es un fenmeno que se ha acentuado en la sociedad contempornea, en la que predominan precisamente los proyectos de vida individualistas y hedonistas.

    En realidad, este fenmeno no debera sorprendernos si se tiene en cuenta la caracterstica de los sentidos y, por tanto, de la existencia que se construye sobre los valores puramente sensoriales, as como el hecho de que la lgica individualista lleva a modelar al prjimo segn los propios deseos. Por el contrario, el ideal de vida buena propuesto por el pensamiento clsico, sobre todo cuando no renuncia a enriquecerse con los valores del pluralismo y de la tolerancia sobre los que tanto ha insistido la modernidad, manifiesta poseer un contenido mucho ms rico y variado, tanto porque se encuentra abierto al orden de los valores inmateriales, como porque es el nico capaz de fundamentar el respeto y promocin de la diversidad como un deber/derecho absoluto.

    c) Conclusin: la humildad

    Las especificaciones hechas hasta aqu nos permiten individuar en la virtud que el pensamiento clsico cristiano ha llamado humildad, la actitud ticamente racional respecto a los dos objetos (inseparables) hacia los que se dirige la intencionalidad de quien busca la beatitud: el propio yo y las dems personas.

    Explica justamente la tica clsica que ha de ser considerada humilde la persona que se estima a si misma como corresponde a la realidad y no ms, aunque tampoco menos (cf., por ejemplo, Tomas de Aquino, Summa theologiae II- II, 161, 6, c.). El hombre humilde se tiene gran estima porque, a diferencia de la persona desmoralizada o alienada, es perfectamente consciente de la propia dignidad y la aprecia en su valor relacionalmente infinito. Pero, precisamente porque es consciente del carcter relacional de esa dignidad, el hombre humilde reconoce tambin su total indigencia respecto Bien ltimo y respecto al prjimo, y por eso a diferencia del soberbio lucha con resolucin por amarlo y amarlos cada vez ms.

    As pues, como explica magnficamente V. Soloviev, la mentira y la maldad de la soberbia la actitud contraria a la humildad no consisten absolutamente en el hecho de que una determinada persona se atribuya una importancia excesiva y pretenda tener una dignidad ilimitada: en esto tiene razn, porque todo sujeto humano, en cuanto potencia (posibilidad) de perfeccionamiento infinito, en cuanto ser que es capaz de contener en la propia conciencia y en la propia vida la verdad absoluta, tiene un valor y una dignidad incondicionales, es absolutamente insustituible y no puede atribuirse a si mismo un valor excesivo. Sin embargo, este valor incondicional tiene de por si un carcter exclusivamente potencial: es solamente una posibilidad que requiere ser realizada. El hombre en general, y cada individuo en particular, es de hecho una cierta cosa y no otra, y por tanto puede hacerse todas las cosas solo si elimina de la propia conciencia y de la propia vida los limites que lo separan de los dems. Esto puede ser todo solo junto con los dems, solo con ellos puede el realizar su valor absoluto (cf. V. Soloviev, El significado del amor II, 3).

  • Una ultima cuestin: la humildad debe ser considerada una de las virtudes? En sentido estricto, no: se trata, ms bien, de una dimensin fundamental de todas las virtudes ticas. La humildad acta, en efecto, como un substrato natural en el que pueden germinar las primeras acciones buenas y como una predisposicin que se desarrolla conforme el sujeto acta bien. Por este motivo he considerado preferible presentarla como la actitud ticamente racional respecto al yo y respecto a los dems.