aristóteles. ética a nicómaco, 1139-1143

11
LI RO V 1 Puesto que hemos dicho que se debe elegir el término medio y no el ni lo la razón anaJi cemo s esto. En toda s las disp osici ones morales de que hemos hablado así c omo en las demás hay un blanco mirando al cual pone en tensión o afloja su actividad el que pos ee la regla justa y hay u n cierto limite de los· términos medios que decimos se encuentran entre e l exceso y el defecto y son corlforme a l a recta razón. Esta afirmación es sin duda verdadera .pero no es clara y a que también tratándose de otras ocupaciones de las que hay ciencia puede deci rse con ve rdad que no se debe intensifica:r ni aflojar el esfuerzo más ni menos de lo debido sino un tér mino medio y co mo lo prescribe l a regla justa. P ero si lo se tllviera esto no s e sabría más por el lo ; por eje mplo no sabría mos qué clase de remedio s debemos aplicar a nuestro cuerpo si alguien nos dijera que los que aconseja la medicina y como lo dice el que la posee. Por eso también cuando se trata de las disposiciones del alma no bas ta con que sea verdad 10 u ~ hemos dicho sino que hay que defi nir además cuál es la ~ct razón o regla y c uál s u límite. Al analizar las virtudes del alma diji mos que unas era n propias del 39 carácter y otr as del intelecto. Las morales las hemos estudiado; de las demás vamos a tratar ahora después e hablar del alma. Dijimos hemos de dividir de la misma manera la racional. Demos por sentado que son dos las pa rte s racionales: una aquella con l a cual contempla- mos la clase de ~ n t s cuyos principios no pueden ser de otra manera y otra con que contemplamos los que tienen esa posibilidad; porque corres pondiéndose con objetos de distinto género las partes del alma que naturalmente se corresponden con cada úno son también de dis tinto género y a que es por .cierta seme janza y parentes co con ellos por lo que los pueden c onoc er. Llamemos a la primera la científica ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco, 1139-1143

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ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco, 1139-1143

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LI RO

V

1

Puesto que hemos dicho que se debe elegir el término medio y no el

exceso

ni

el defecto y que el término medio es lo que dice la recta

razón anaJicemos esto.

En

todas las disposiciones morales de que hemos

hablado así como en las demás

hay

un

blanco mirando al cual pone

en tensión o afloja su actividad el que posee la regla justa y

hay

un

cierto limite de los· términos medios que decimos se encuentran entre

el

exceso y el defecto y son corlforme a la recta razón. Esta afirmación

es sin duda verdadera .pero no es clara ya que también tratándose

de otras ocupaciones de las que

hay

ciencia puede decirse con verdad

que no se debe intensifica:r ni aflojar el esfuerzo más ni menos de lo

debido sino

un

término medio y como lo prescribe

la

regla justa. Pero

sisólo se tllviera esto no se sabría más por ello; por ejemplo no sabría

mos qué clase de remedios debemos aplicar a nuestro cuerpo si alguien

nos dijera que los que aconseja la medicina y como lo dice el que la

posee.

Por

eso también

cuando

se

trata

de las disposiciones del alma

no basta con que sea verdad

10 u ~

hemos dicho sino que

hay

que defi

nir además cuál es la ~ c t razón o regla y cuál su límite.

Al analizar las virtudes del alma dijimos que unas eran propias del

39

carácter

y

otras del intelecto. Las morales las hemos estudiado; de las

demás vamos a tratar ahora después

e

hablar del alma. Dijimos

antes que el alma tiene dos partes: la racional y la. irracional; ahora

hemos de dividir de la misma manera la racional. Demos por sentado

que son dos las partes racionales: una aquella con

la

cual contempla-

mos la clase de

~ n t s

cuyos principios no pueden ser de otra manera

y otra con que contemplamos los que tienen esa posibilidad; porque

correspondiéndose con objetos de distinto género las partes del alma

que naturalmente se corresponden con cada úno son también de dis

tinto género

ya

que es por .cierta semejanza y parentesco con ellos

por lo que los pueden conocer. Llamemos a la primera la científica

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y a la segunda, la calculativa,

ya

que deliberar y calcular son lo mismo,

y nadie delibera sobre lo que no puede ser de

otra

manera. De suerte

que la calculativa es una parte de la racional. Hemos de averiguar, por

tanto, cuál es la mejor disposición

de

cada una de estas partes, pues

esa será. la virtud de cada una, y la virtud será relativa a la obra propia

de cada una.

2

Tres cosas son

en

el alma las que rigen la acción y

la

verdad:

la

sen

sación, el entendimiento y el deseo. De ellas la sensación no es principio

de acción alguna, y esto resulta claro por el hecho de que los animales

tienen

sens .ción,

pero no participan de acción. Lo que en el pensamiento

son

la

afirmación y

la

negación, son en el deseo

la

persecución y la

huída;

de

modo que, 'puesto que la virtud moral es una disposición

relativa a la elección y

la

elección es

un

deseo deliberado, el razona

miento tiene que ser verdadero y el deseo recto

para

que

la

elección sea

buena, y tiene que ser lo mismo lo que la razón diga y lo que el deseo

persiga.

Esta

clase de entendimiento y de verdad es práctica. Del enten

dimiento teorético

y

no práctico ni creador, el bien y el mal son, res

pectivamente,la

verdad y la falsedad (pues en esto consiste

la

opera

ción de todo lo intelectual), mientras que el bien

de

la parte intelectual

pero práctica es

la

verdad que está de acuerdo con el deseo recto.

El prmcipio de

la acción-aquello

de donde

parte

el movimiento,

no el

fin

que

persigue-es

la' elección, y el de

la

elección el deseo y

la

elección orientada a un fin.

Por

eso ni sin entendimiento y reflexión,

ni disposición moral hay elección. La reflexión de por si no pone

nada

en movimiento, sino

la

reflexión orientada a

un fin

y práctica;

ésta, en efecto, gobierna incluso al entendimiento creador, porque todo 1139

el que hace una cosa, la hace con vistas a algo, y la cosa hecha no es

fin absolutamente hablando (si bien es

un

fin relativo y de algo), sino

la acción misma, porque es' el hacer bien las cosas lo que es fin, yeso es

el objeto del deseo. Por eso la elección es o inteligencia deseosa o deseo

inteligente, y esta clase de principio es el hombre. Nada que haya ocu-

rrido

ya

es objeto de elección, por ejemplo, nadie elige que Troya

haya

sido saqueada; porque tampoco se delibera, sobre lo pasado, sino sobre

lo futuro y posible, y lo pasado no puede no haber ocurrido; por eso

dice bien Agatón:

«De esto sólo se ve privado hasta Dios:

de

poder

hacer que no

se

haya

producido

lo

que

ya

está

hecho

1).

(1) Fragmento 5. Es una g lÓme que aparece en muchas formas' en diversos

autores

(cf.

Burnet, ed. cit.).

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91

La operación de las dos partes intelectivas es, por consiguiente, la'

verdad; por tanto,' las disposiciones que más favorezcan en una y en

otra la realización de la verdad, ésas serán las virtudes de ambas.

3

Einpecemos, pues, por el principio 1 volvamos a hablar de ellas.

Demos por sentado que aquéllas por las cuaJes el abna realiza la verdad

mediante la afirmación o la negación son en número de cinco, a saber:

el arte, la ciencia,Xa prudencia, la sabidurla y el intelecto; con la supo

sición, en efecto, y con la opinión, puede engañarse. Qué es la ciencia,

resulta clarode estas consideraciones-si hemos de proceder con exac

titud

y no dejarnos guiar por semejanza -: todos pensamos que aquello

de que tenemos ciencia no puede ser de otra manera; de lo que. puede

ser de. otra, manera, cuando tiene lugar fuera

q.el

alcance de nuestra

observación, no sábemos si es o no. Por consiguiente,

lo

que es objeto

de ciencia es necesario. Luego es eterno, ya que todo lo que es absolu

tamente necesario es eterno, y lo eterno, ingénito e imperecedero. Ade

más, toda ciencia parece ser susceptible de ser enseñada, y todo

lo

que

es objeto de ella, de ser aprendido. Y toda enseñanza parte de lo ya co-

nocido, como decimos también en los Analiticos

2),

unas veces por in

ducción y otras por silogismo. La inducción es principio inCluso de lo uni-

versal, mientras que el silogismo parte de lo universal. Hay, 'por consi

guiente, principios de los que parte el silogismo que no se alcanzan

mediante el silogismo; luego se obtienen por inducción. Por tanto

la

ciencia es una d i . s p o s i c i ó n d e m o s t r a ~ i v a c o n todas llÍs demás determi

naciones que añadimos a ésta erilos Analiticos; en efecto, cuando uno

tiene de alguna manera seguridad sobre algo y le son conocidos sus

principios, sabe científicamente; porque si no

los

conoce mejor que la

conclusión, tendrá ciencia sólo por accidente. Quede, pues, definida

la ciencia de esta manera 3).

4

\

Entre las cosas que pueden ser de otra manera están

lo

que

es 1140 a

objeto de producción y lo que es objeto de acción o actuación, y una ,

cosa

es

la producción y otra la acción (podemos remitirnos a propósito

de ellas incluso a los tratados esotéricos); de modo que también la

disposición racional apropiada para la acción es cosa distinta de la dis

posición racional para la producción. Por tanto, tampoco se incluyen

la una a la otra; en efecto, ni la acción

es

producción, ni la producción

es acción. Ahora bien, puesto que la construcción

es

una técnica

y

,es

2) Analíticos Posteriores 71 a l

3) .cr.

ibid

71 b 28 ss.

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92

precisamente

una

disposición racional para la producción, y no hay

técnica alguna que no sea una disposición racional para la producción

ni disposición alguna de esta clase que no sea una técnica, serán lo

mismo la técnica y

la

disposición productiva acompañada de la razón

verdadera. Toda técnica versa sobre el llegar a ser, y sobre el idear y

considerar cómo puede producirse o llegar a ser algo de lo que es sus

ceptible tanto de ser como,de no ser ycuyo principio está en el que lo

produce y no en lo producido. En efecto, la técnica no tiene que ver

ni con las cosas que son o se producen necesariamente, ni con las que

son o se producen de

una

manera

natural

porque estas cosas tienen su

principio en si mismas.

Como

pro.ducción y acción son cosas distintas,

la técnica o arte tiene que referirse a la producción, no a la acción.

Yen cierto modo el azar y el arte tienen el mismo objeto, como dice

Agatón: «el arte ama el azar, y el azar al arte» 4).

El

arte o técnica es,

pues, como queda dicho, una disposición productiva acompañada de

razón verdadera, y la falta de arte, por el contrario, una disposición

productiva acompañada de razón falsa, relativas a lo que puede ser

de otra manera.

5

En cuanto a la prudencia, podemos comprender su naturaleza con

siderando a qué hombres llamamos prudentes. Pues bien, parece propio

del hombre prudente el poder discurrir bien sobre

lo

que es bueno y

conveniente para él mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo, para

la salud, para la fuerza, sino para vivir bien en general. Señal de ello

es

que incluso en un sentido determinado los llamamos prudentes

cuando razonan bien con vistas a algún fin bueno de los que no son

objeto de

ningún

arte. De modo que también, en términos generales,

es

prudente el hombre reflexivo. Pero nadie reflexiona o delibera sobre

lo que no puede ser de otra manera, ni sobre

lo

que no puede hacer.

De suerte que, si

toda

ciencia

va

acompañada de demostración, y no

hay demostración de las cosaá cuyos principios pueden ser de otra ma

nera porque todas ellas pueden también ser de otra manera), y asi-

mismo tampoco ,es posible deliberar sobre

lo

que es necesariamente,

1140

la prudencia no podrá ser ciencia ni arte o técnica; ciencia, porque la

acción o actuación puede ser de otra manera; arte, porque la acción y la

producción son de distinto género. Tiene que ser, por tanto, una disposi-

ción racional verdadera y práctica respecto de

lo

que es bueno y malo

para el hombre. Porque elfin de la producción es distinto de ella, pero el

de la acción 1 t p c i ~ L ~ ) no puede serlo: la buena actuación misma es un fin.

Por eso pensamos que Pericles y los que son como él son prudentes

porque pueden ver lo que es

b u e ~ o

para ellos y para los hombres, y pen-

samos que ésta es una cualidad propia de los administradores y de lós

4)

Fragmento

6.

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93

pollticos; de ahí también que demos a

la

continencia .el nombre de

O 6) PPO«7ÓaTj, porque salvaguarda

la

prudencia c : , ~

O CÍlt:OllO otV T - l ¡ ~ ~ 6 V 1 j O L V ) ,

y lo que salvaguarda es

la

clase de jUicio a que nos hemos referido;

porque el placer y

el

dolor no destruyen ni perturban toda -clase de

juicio,

por

ejemplo, el

de

si los ángulos del triángulo valen o n() dos

rectos, sino los prácticos, que se refieren a

la

actuación.

En

efecto, los

principios de laacci6n son los fines por los cuales se obra; pero el hom

bre corrompido por el placer o el dolor pierde la percepci6n clara del

principio, y ya

no

ve la necesidad de elegirlo todo y hacerlo todo con

vist s a tal fm o por tal causa: el vicio destruye el principio. De modo

que, necesariamente, la prudencia es una disposici6n racional verda

dera y práctica respecto de lo que es bueno para el hombre.

Además, mientras existe una excelencia del arte, no la

hay

de la

prudencia, y en el arte el que yerra voluntariamente es preferible, pero

tratándose de la prudencia no, como tampoco tratándose de las v i r t u ~

des. Es claro, por tanto que la prudencia es una virtud y no

un

arte.

y

siendo dos las partes racionales del alma, será

la virtud de

una

ellas,

de la

que forma opiniones, pues tanto

la

opini6n como

la

pruden

cia tienen por objeto lo que puede ser de otrl; ,tpanera. Pero es exclu

sivamente una disposici6n racional, y señal de ello es que

una

dispo

sición asl puede olvidarse, y la prudencia, no.

6

Puesto que

la

ciencia es un juicio sobre lciuniversal y lo que es nece

sariamente, y hay unos principios de lo demostrable y de toda ciencia

(porque la ciencia es racional), el principio de lo cientifico

no

puede

ser objeto

de

ciencia, ni

de

técnica o arte, ni de prudencia; porque lo

cientifico es demostrable, y l técnica y

la

prudencia versa sobre lo

qlle p u e ~

s ~ r

ªe

~ p r a

I D , ~ n e r a . Ta.iripoéo son objeto de sabidütia, pues 4

es propio

del

sabio usar de la demostraci6n a prop6sito de algunas

cosas. Si, por tanto las formas de conocimiento mediante las cuales

a l c a n a ~ o s

la

verdad

y

nunca nos engañamos sobre lo que no puede,

o puede ser de otra manera, son la ciencia, la prudencia,

la

sabiduría

y el mtelecto, y

tres de

ellas (es decir, la ciencia, la prudencia y

la

sabi-

duria) no pueden ,tener por objeto los principios, forzosamente serán

objeto del intelecto;

7

La sabiduria la atribuimos en las artes a los más consumados en

ellas, por ejemplo, a Fidias como escultor y a Policleto como creador

de estatuas, no mdicando con ello smo que

la

sabid.uría es

la x c e l e ~ c i a

de un arte. Pensamos de algunos hombres que son sabios en general,

y no en

un

sentido parcial o determma.do, como dice Homero en el

J aTgUe8:

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Nicallador l hicieron los dioses n labrador

n sabio en ninguna otra oosa. 5)

94

De modo que es evidente que la sabiduría es el más perfecto de los

modos de conocimiento. l sabio, por consiguiente, no sólo debe cono-

cer

lo

que deriva, deJos principios, sino poseer además la verdad sobre

los principios. De suerte que la sabiduría será intelecto y ciencia, por

asl decirlo, la ciencia capital de los objetos más estimados. Seria absurdo

considerar la politica, o la prudencia,como

la.

más excelente si el hom-

bre no

es lo

mejor delmundo. Y si

lo

sano y

lo

bueno son distintos para

los hombres y para los peces pero lo blanco y lo recto son siempre lo

mismo, todos admitirán que lo sabio es siempre lo mismo, pero lo

prudente varia; efectivamente,

;le

llama prudente el que puede exami;::

nar bien todo lo que se refiere a si mismo

yeso

es lo que se confiará

a la prudencia. Por eso también se dice que son prudentes algUnos ani-

~ s aquellos que parecen tener cierta facultad de preyisión para su

propia vida.

s

evidente también que no pueden la sabiduría y la poli-

tica ser lo mismo, pues si se llama sabiduría al conocimiento de lo que

es útil para mio mismo, habrá muchas sabidurías, porque no habrá una

sola acerca de lo que es bueno para todos los animales, sino una dife-

rente para cada uno, lo mismo que no hay una sola medicina para

todos. Y lo mismo da para el caso que el hombre sea el más excelente

de todos los animales, porque también hay otras cosas de naturaleza·

mucho más divina que la del hombre, como es evidentísimo por las

1141

que constituyen el mundo. De lo dicho resulta claro que la sabiduría

es ciencia e intelecto de

10

que es más excelente por naturaleza. Por

eso de Anaxágoras, de Tales y de los hombres como ellos, dice la gente

que son sabios, no prudentes, porque ve que desconocen su propia con

veniencia, dice de ellos que saben cosas extraordinarias, admirables,

dificiles y divinas, pero inútiles, porque no buscan

los

bienes humanos.

La prudencia, en cambio, tiene por objeto lo humano y aquello sobre

lo

que se puede deliberar; en efecto, afirmamos que operación del

prudente consiste sobre todo en deliberar bien, y nadie delibera sobre

lo que no puede ser de otra manera, ni sobre lo que no tiene un fin, y

éste consistente en un bien práctico. l que delibera bien absoluta-

mente hablando es el que se propone como blanco de sus cálculos la

consecución del mayor bien práctico para el hombre. Tampoco versa

la prudencia exclusivamente sobre lo universal, sino que tiene que cono-

(5) Poema atribuido a Homero en la antigüedad, atribución aceptada por ,

Aristóteles (er.

Poética

1448 b 28 ss.).

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95

cer también lo particular, porque

es

práctica y la acción tiene que

Ver

con lo particular. Por esta razón también algunos, sin saber, son más

prácticos que otros que saben, sobre todo los que tienen experiencia;

así si uno sabe que las carnes ligeras son digestivas y sanas, pero no

sabe cuáles son ligeras, no producirá la salud, sino más bien el que sepa

que

las

carnes de ave son ligeras sanas.

La

prudencia es práctica,

de modo que se deben poseer ambas, o preferentemente la prudencia.

Pero también. por lo que a ella se refiere deberla haber una funda-

mentación.

8

La

política y la prudencia coinciden en cuanto a la disposición, pero,

sin embargo, su ausencia no es la misma. Cuando

la

prudencia se aplica

a la ciudad, la que es,por así decirlo, fundamental es la prudencia legis-

lativa, y la que por así decirlo tiene por objeto lo particular, lleva el

nombre común, política.

sta

es práctica y deliberativa; en efécto, el

decreto es lo práctico en extremo; por eso sólo de

los

que se ocupan en

ésta se dice que hacen política, pues ellos son los únicos

ql:.e

actúan a

la manera de los obreros manuales.

Pero la prudencia parece referirse sobre todo a uno mismo y al indi-

viduo, y ésta es la forma que lleva el nombre común, prudencia; las

demás se llaman economía, legislación y política, ya deliberativa, ya

judicial. Habrla, por tanto,

' lIla

forma de conocimiento consistente en

saber lo que a uno le interesa (aunque es muy diferente), y parece que

el que sabe lo que le concierne y actúa

e n

consecuencia. es prudente,

1142 a

mientras que a.los políticos se los considera entrometidos. Por

eso

dice

Eurlpides: ..

¿Oómo

ib yo 8er JYIudente, yo que sin dificult d habría

podido,

contando

como

uno de tanto en el ejército,

tener

un parte

como la

de

108

demás?

PQl que

108

que o l w e ~ a l e n

y actúan má8

que

108

otro8 • (6)

Buscan, pues, los prudentes su propio bien, y se pieÍlBa que es eso lo

que debe h a c e r s e ~ De esta opinión ha venido el que se c o ~ i d e r e pru-

dentes a ésos preéisamente. Sin embargo, quizá no es posible el bien

de uno mismo sin administración doméstica y sin régimen político.

Además no es claro cómo debe uno gobernar lo suyo, y hay que con-

siderarlo. Señal de lo dicho es que los jóvenes pueden ser ge6metras

matemáticos, y sabios en cosas de esa naturaleza, y, en

c a m b i ~ n o

(6) Véase la. recoDstrucciónde esta cita en Burnet, ed, cit.

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9

parece que puedan ser prudentes. La causa de ello es que la prudencia

tiene por objeto también lo particular, con lo que unollega a familia

rizarse por la experiencia, y el joven no tiene experiencia, porque es

la cantidad de tiempo lo que produce la experiencia. Uno podría pre

guntarse también por qué un niño puede indudablemente ser matemá_

tico y no sabio, ni físico.

i o

será porque los objetos matemáticos son el

resultado de una abstracción mientras que los principios de los otros

proceden de la experiencia, y de cosas así los jóvenes hablan sin

convicción, mientras que les es patente el ser de los primeros?

Además en la deliberación se puede errar respecto de lo universal

o respecto de lo particular: en que todas las aguas gordas son malas,

o en que esta agua es gorda.

Que la prudencia no es ciencia, es evidente. En efecto, se refiere a

lo más particular, como se

ha

dicho, porque lo práctico

es

de esa natu

raleza. Se opone, por

tanto,

al intelecto, ya que el intelecto tiene por

objeto los principios.o límites de los cuales no

hay

razonamiento,

la prudencia se refiere al otro extremo, a lo más particular, de lo

cual no hay ciencia, sino percepción sensible, no la de las propiedades,

sino una semejante a aquélla por la cual vemos que este objeto particu

lar es

un

triángulo; en efecto,

también

aquí hay

un

límite. Pero

la

última mencionada es más bien percepción que. prudencia; ésta es de

otra

especie.

9

El

indagar y el deliberar son diferentes, si bien la deliberación es

una espeéie de indagación.

Es

preciso averiguar también qué es la

buena deliberación: si ciencia, opinión, buen tino, o algún otro género.

Ciencia, sin duda, no es, porque no se indaga lo que se sabe, y la buena

deliberación es una especie de deliberación, y el que delibera, indaga y 1142

( alcnÍa. Tampoco es buen tino, porque el buen tino es algo que no

necesita razonar, y rápido, mientras que la deliberación requiere mucho

tiempo, y se dice que debe ponerse en práctica rápidamente lo que se

ha resuelto tras la deliberación, pero deliberar lentamente. También

es otra cosa la precisión que la buena deliberación: la precisión es una

especie de buen tino. Tampoco consiste la buena deliberación en nin-

guna clase de opinión. Pero puesto que el que delibera mal yerra y el

que delibera bien lo hace rectamente, es claro que la buena delibera-

ción consiste en una especie de rectitud, que no es propia ni de la cien-

cia ni de

la

opinión. Efectivamente, a

la

ciencia no le pertenece

la

rec- .

titud, como tampoco el yerro, y la rectitud de la opinión es la ,verdad,

y además todo aquello de que hay ~ p i n i é l J está ya, ipso {acto deter-

15

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·97

minado. Por otra parte, tampoco es posible la buena deliberación sin

razonamiento. Luego tiene que consistir en la rectitud del discurso;

ésta, en efecto, no es todavla afirmación,

y

mientras que la opinión

no es indagación, sino ya una especie de afirmación,

el

que delibera,

tanto si delibera bien como si lo hace mal, indaga y calcula.

Pero

la buena deliberación es

una

especie de rectitud de la delibe-

ración, por

tanto

hay que averiguar primero qué es y sobre· qué versa

la deliberación: Dado que la rectitud tiene muchos sentidos, es claro .

que no se trata de cualquiera, porque cl incontinente y el malo alcan-

zarán con el razonamiento lo que se proponen, si son hábiles, de modo

que su deliberación habrá sido recta en ese sentido, pero lo que han

logrado con ella, un gran mal, y se considera que es un bien

el

haber

deliberado bien, puesto que es a

esta

clase de rectitud en la delibera-

ción a la que se

da

el nombre de buena deliberación, a

la

que alcanza

o logra

un

bien. Pero también

es

posible alcanzarlo mediante

un

razo-

namiento falso, y alcanzar lo que se debe hacer, pero no por los

medios debidos, sino por

un

término medio falso; de modo que no

será buena deliberación ésta en virtud de la cual se alcanza ciertamente

lo que se debe,· pero no por el camino debido. Es posible, además, que

uno lo alcance deliberando durante mucho tiempo y otro rápidamente;

por consiguiente,

tampOCO

la primera será

una

buena deliberación,

sino que la rectitud consiste en una conformidad con lo conveniente,

tanto

por lo que se refiere al objeto de la deliberación, como al modo y

al

tiempo. También se puede hablar de buena deliberacióJ;l en sentido

absoluto y respecto de

un

fin determinado; buena deliberación abso-

lutamente hablando es la que se

endereza

al fin, sin más; y una buena

deliberación determinada es la que se endereza a

un

fin determinado.

Por tanto; si el deliberar bien es propio de los prudentes, la buena deli-

beración consistirá en una rectitud conforme a lo conveniente

para

el

fin aprehendido por la verdadera prudencia.

1

El

entendimiento,

y

el buen entendimiento, en virtud de los cuales

decimos que los hombres son inteligentes o están dotados de buena 1143

inteligencia, no son

im

absoluto lo mismo' que la ciencia o la opinión

(en esté caso, todos serían inteligente ?), ni son tampoco una de las cien"

cias particulares, como la medicina sobre

lo

concerniente a

la

salud o

la geometría sobre las magnitudes, porque el entendimiento no se

aplica a lo que es siempre e inmóvil, ni lo que de

un

modo u otro

llega a ser, sino a lo que puede presentar dificultadas y ser objeto de

deliberación.

Por

tanto

se aplica a

lo

mismo que la prudenoia, pero

no son lo mismo entendimiento y prudencia. En efecto,

la

prudencia

es normativa: qué se debe hacer o no, tal es

el

fin que se propone;

mientras que el entendimiento es sólo discriminativo, pues son lo mismo.

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entendimiento y buen entendimiento, inteligentes y dotados de buena

inteligencia. El entendimiento no consiste en tener prudencia

ni

en

alcanzarla, sino que, lo mismo que el aprender se llama entender

tra-

tándose de la ciencia, asi el entendimeiento es lo que

se

ejercita en la

opinión

para

juzgar acerca de las cosas que son objeto de prudencia

cuando habla otro,

y para

juzgar rectamente, pues ebien» es lo mismo

que (erectamente». Y de ahi viene el nombre de «entendimiento» en

virtud del cual se habla de hombres

<dotados

de buena inteligencia»,

del entendimiento o inteligencia que se ejercita en el aprender; en

efecto, al aprender lo llamamos muchas veces entender.

11

La

llamada comprensión, en virtud de la cual decimos de alguien

que es comprensivo y que tiene comprensión, es el discernimiento recto

<le

lo equitativo. Señal de ello es que llamamos comprensivo sobre

todo al equitativo, y equitativo a tener comprensión sobre algunas

cosas, y juicio comprensivo al que discierne rectamente lo equitativo,

y rectamente quiere decir de acuerdo con

la

verdad.

Todas estas disposiciones convergen. lógicamente a lo mismo. En

efecto, al hablar de comprensión, entendimiento, prudencia e inteij.

gencia

\ l O ü ~ ) ,

atribuimos. a las mismas personas el tener comprensión

o inteligencia, asi como el ser prudentes o tener· entendimiento; porque

todas estas facultades tienen por objeto lo extremo e individual,

yes

en saber discernir sobre lo que es objeto de prudencia en lo que con

siste el ser inteligente, buen entendedor o comprensivo, porque la

equidad es común a todos los hombres buenos en sus relaciones con los

demás. Ahora bien, toda¡; las cosas prácticas son del número de las

in

dividuales y extremas, y asi no sólo tiene que conocerlas el hombre,

prudente, sino que el entendimiento y la comprensión versan

tam-

bién sobre las cosas prácticas, que son extremos. La ip.tuición tiene

también

por

objeto

lo

extremo en las dos direcciones, porque

tanto

de

los limites primeros como de los últimos hay intuición y no razona-   43 h

miento;

la

intuición que se ejercita en las demostraciones tiene por

objeto los limites inmóviles y primeros; y la de las cosas prácticas,

lo extremo, lo contingente y la segunda premisa. Estos son, en efecto,

los principios del fin, ya que es partiendo de lo individual como se

llega a

lo

universal; de estas cosas, pues, hay que tener percepción sen-

sible, ,y ésta es la intuición. . .

Esta es la razón también de que parezca que estas disposiciones son

naturales, y que, si bien nadie es sabio por naturaleza, si se tiene por

naturaleza comprensión, entendimiento e intuición. Señal de ello es

que creemos que también son consecuencia de la edad, y que tal edad

tiene intuición y cómprensión, como si la naturaleza fuera la causa de

, ellas.

Por

eso la intuición

es

principio y fin, porque las demostracio]les

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parten de estas cosas y ellas son su objeto). De modo que no se debe

hacer menos caso de los dichos y opiniones de los experimentados,

ancianos y prudentes, que de las demostraciones, pues la experiencia

les

ha dado vista, y por eso ven rectamente.

Queda dicho, pues, qué es la prudencia y la sabiduría, y cuál

es

el

objeto de cada una de ellas, y que cada una es la virtud de una

parte

distinta del alma.

12

Podría uno preguntarse a propósito de ellas cuál es su utilidad,

. puesto que la sabiduría no considera nada de

lo

que puede hacer feliz

al hombre, y la prudencia, si bien tiene esto, iPara qué

es

necesaria?

Si

la prudencia tiene por objeto lo

q ue

es justo, honroso y bueno para el

hombre, y esto es lo que es propio del hombre bueno hacer, el conocer

estas cosas no nos hará más capaces de practicarlas si las virtudes

son efectivamente dispósiciones, lo mismo que tampoco nos sirve de

nada conocer lo sano y lo saludable en el sentido, no de lo que produce

la salud, sino de lo· que es consecuencia de una disposición sana; en

efecto, no somos en modo alguno más capaces de practicarlo por el hecho

de poseer la ciencia médica y la gimnástica. Si por otra parte no debe

decirse que el hombre prudente lo es para eso, sino para llegar a ser

bueno, la prudencia no servirá de nada a los que ya son buenos, pero

tampoco a los que no la tienen. Porque lo mismo dará que la tengan ellos

o que obedezcan a los que la tienen, y sería suficiente para nosotros

que nos comportáramos como cuando se trata de la salud: aunque

queremos estar sanos, no por eso aprendemos la medicina. Además de

esto, podría parecer absurdo que, siendo inferior a la sabiduría, tuviera

primacía sobre ella, porque lo que hace, manda y ordena sobre lo

hec.ho.

De estas cuestiones, pues, hemos de hablar. Ahora no hemos hecho

sino.

proponerlas.

En

primer lugar, ,digamos que estas disposiciones son necesaria- 1144

mente elegibles por sí mismas por ser cada una de ellas la virtud de

una parte del alma, ¡aun en el caso de que no produzcan nada ninguna

de ellas. En segundo lugar, de hecho producen algo, no como la medi-

cina produce la sahtd,. sino como la produce la salud misma: de igual

. modo produce la sabiduría felicidad; .en efecto, como es una parte de

la virtud total, hace feliz al hombre con su posesión y su ejercicio.

Además, el hombre lleva a cabo su obra mediante la prudencia y

la virtud moral, porque

la

virtud

hace recto el fin propuesto y

la

pru

dencia los medios que a él conducen.

La

cuarta parte del alma, la nu

tritiva, no tiene virtud de esta clase, pues no hay nada que esté en su

poder hacer o no hacer.

En

cuanto a que la prudencia en nada nos capacitará más para la