el milenarismo franciscano en mÉxico y el profeta...

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EL MILENARISMO FRANCISCANO E N MÉXICO Y EL PROFETA DANIEL Elsa Cecilia FROST El Colegio de México HAY ENTRE LOS LIBROS del Viejo Testamento uno que parece ser un compendio de problemas. Si empezamos por la iden- tidad del autor, nos encontramos con que según la evidencia interna el libro no pudo haber sido escrito durante el si- glo vi a.c. como se había venido creyendo hasta el siglo pasado 1 y p o r l o tanto, no puede atribuirse al profeta Daniel. Si época y autor son problemáticos, no lo es menos su redac- ción, puesto que en él se mezclan las narraciones (caps, i-vi) y las visiones proféticas (caps, vii-xn), escritas e n u n estilo muy diferente. Los seis primeros capítulos cuentan, en forma muy sencilla y en tercera persona, la vida de un joven hebreo —Da- niel— en la corte de Babilonia y el ascendiente que logró alcanzar sobre Nabucodònosor gracias a su facultad de in- terpretar los sueños. El relato termina en la época de Ciro el Persa. En los capítulos siguientes, el propio Daniel des- cribe, usando un lenguaje complicado y deliberadamente oscuro, una serie de terribles visiones cuya interpretación da él mismo. Los dos últimos capítulos (xni y xiv) retoman el hilo del relato y, haciendo caso omiso del tiempo transcurrido —que puede precisarse por la sucesión de reinados—, Daniel i Para este análisis me baso principalmente en GROLLENBERG, 1971, pp. 295-308. Cf. también BARSOTTI, 1967, pp. 9-17, 291-301, y la "In- troducción a los profetas" de la Biblia de Jerusalén, versión de la que se han tomado todas las citas. Véanse las explicaciones sobre siglas y referencias al final de este artículo. 3

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E L MILENARISMO FRANCISCANO E N MÉXICO

Y E L PROFETA D A N I E L

E l s a C e c i l i a FROST El Colegio de México

H A Y E N T R E LOS LIBROS d e l V i e j o Tes tamento u n o que parece

ser u n c o m p e n d i o de problemas. S i empezamos por l a iden­t i d a d d e l autor , nos encontramos c o n que según l a ev idenc ia i n t e r n a e l l i b r o n o p u d o haber sido escrito durante e l s i ­g l o v i a.c. como se h a b í a v e n i d o creyendo hasta e l siglo p a s a d o 1 y p o r l o tanto, n o puede atr ibuirse a l profeta D a n i e l . S i época y autor son problemáticos, n o l o es menos su redac­ción, puesto q u e en él se mezclan las narraciones (caps, i -vi) y las visiones proféticas (caps, v i i - x n ) , escritas en u n est i lo m u y diferente . L o s seis pr imeros capítulos cuentan, en f o r m a m u y senci l la y en tercera persona, l a v i d a de u n j o v e n hebreo — D a ­n i e l — en l a corte de B a b i l o n i a y e l ascendiente que logró alcanzar sobre Nabucodònosor gracias a su facul tad de i n ­terpretar los sueños. E l re lato t e r m i n a en l a época de C i r o e l Persa. E n los capítulos siguientes, e l p r o p i o D a n i e l des­cribe, usando u n lenguaje c o m p l i c a d o y del iberadamente oscuro, u n a serie de terribles visiones cuya interpretación d a él m i s m o . L o s dos últ imos capítulos ( x n i y x iv ) r e t o m a n e l h i l o de l re lato y, hac iendo caso omiso de l t i e m p o t ranscurr ido —que puede precisarse p o r l a sucesión de reinados—, D a n i e l

i Para este análisis me baso principalmente en GROLLENBERG, 1971, pp. 295-308. Cf. también BARSOTTI, 1967, pp. 9-17, 291-301, y la "In­

troducción a los profetas" de la Biblia de Jerusalén, versión de la que se han tomado todas las citas. Véanse las explicaciones sobre siglas y referencias al final de este artículo.

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se vuelve a presentar como u n j o v e n cuya sabiduría le per­m i t e t r i u n f a r sobre e l m a l .

C o m o vemos, en el l i b r o se entremezclan temas y esti­los ; a e l l o se añade otra d i f i c u l t a d : ta l como ha l legado hasta nosotros, ha sido t r a d u c i d o de tres lenguas distintas, hebreo, arameo y griego. L o s exegetas h a n q u e r i d o expl i car esta d ivers idad recordando que, tras el destierro, e l arameo fue convirtiéndose en l e n g u a p o p u l a r , en tanto que el he­breo quedó reservado a l a l i t u r g i a . P o r e l lo , sería de esperar q u e los relatos estuvieran escritos en arameo, en tanto que p a r a las visiones se usara e l hebreo. S i n embargo, el esquema n o se ajusta a l a rea l idad , y a que el l i b r o se i n i c i a en hebreo y sólo en el capítulo n (a l a m i t a d d e l versículo 3) empieza a ut i l izarse e l arameo que abarca hasta el capítulo VII com­pleto . L a s visiones siguientes aparecen e n hebreo y, como p a r a c o m p l i c a r más e l t rabajo d e l traductor , las b ib l ias ca­tólicas añaden los dos relatos finales, tomados de l a versión griega, l o m i s m o que las bellísimas oraciones intercaladas e n el capí tulo n i .

A esta confusión de lenguas aún h a de agregarse que l a mayoría de los relatos y las visiones l l e v a n u n a fecha que, a pesar de algunas incongruencias ( ¡nunca existió u n ' D a ­r í o e l M e d o " ! ) , p e r m i t i e r o n establecer u n a cronología pre­c isa : de l re inado de Nabucodònosor (605-562) a l de C i r o (553-529). D e aquí que, como d i j e a l p r i n c i p i o , durante si­glos se haya considerado —sin d u d a de acuerdo con l a i n ­tención de su autor— que e l l i b r o era u n a crónica contem­poránea de los sucesos descritos. H a y , empero, algunos datos que h i c i e r o n que esta idea fuera abandonada . D a n i e l carece de u n o de los rasgos más característicos de los escritos pro­fetices, a saber, l a vaguedad de todos los enunciados refe­rentes a l fu turo , que n o son n u n c a afirmaciones sino más b i e n sugerencias veladas, e n contraste con l a precisa descrip­ción de l presente. E n D a n i e l parece darse e l caso contrar io , pues todo lo referente a l a v i d a de l profeta mismo resulta poco claro, a u n concediendo q u e el autor n o quisiera entrar e n más detalles. P o r contra , e l f u t u r o aparece ní t idamente

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d i b u j a d o y hasta puede decirse que gana en exac t i tud en l a m e d i d a en que se aleja de l presente. Esto convierte a D a n i e l en u n caso especial, pues vendría a ser e l único pro­feta c o n u n conocimiento exacto d e l f u t u r o . Esta inversión d e términos fue l o que hizo sospechar a l a exégesis que l o q u e aparece en el l i b r o c o m o presente l o fuera en rea l idad y se empezó a considerar que D a n i e l debe clasificarse n o entre los l ibros proféticos stricto sensu, s ino entre los escri­tos apocalípticos.

C o n e l l o nos enfrentamos a u n nuevo p r o b l e m a : el de l a l l a m a d a l i t e ra tura apocalíptica. L a s obras así consideradas —los apocalipsis de Enoc , Noé, A b r a h a m , Moisés, Isaías, Esdras y D a n i e l — surgieron durante los siglos n y i a.c. c o m o respuesta a u n a de las mayores crisis que el pueblo j u d í o h a tenido que arrostrar a l o largo de su his tor ia . F u e éste e l m o m e n t o en que Ant íoco I V Epi fanes suprimió los sacrif ic ios d iar ios en el t e m p l o y erigió " l a abominación de l a desolación" . F u e l a época en q u e los Macábeos se levan­t a r o n cont ra los soberanos seléucidas a f i n de recobrar l a l i b e r t a d re l ig iosa y polít ica de su p u e b l o . F u e l a época, en suma, en que el j u d a i s m o se sintió amenazado p o r u n nuevo e n e m i g o q u e l o atacaba insidiosamente n o desde fuera —aun­q u e tampoco esto le faltara—, sino desde dentro . E l hele­n i smo, aceptado y a por las clases altas, amenazaba con l a corrupción total de l a v i d a y las costumbres judías. A n t e esta n u e v a prueba , u n a más en l a larga serie de desastres, derrotas, ex i l ios y dispersiones que tan m a l se avenía con su conc ienc ia de ser el p u e b l o elegido, los judíos reacciona­r o n mediante los apocalipsis, es decir , las "revelaciones" de D i o s a su p u e b l o . Puede decirse que todos ellos t ienen u n m i s m o tema : el a n u n c i o de l t r i u n f o f i n a l que el "resto f i e l " alcanzará a l cumpl i rse los t iempos. Y p a r a dar mayor peso y c r e d i b i l i d a d a este anuncio , las revelaciones se atribuye­r o n , c o m o vimos , a algún personaje venerado del pasado. D i o s , ese D i o s que había escogido a Israel y l o había resca­tado de los pel igros anteriores, h a b l a por boca de estos h o m ­bres y r e a f i r m a q u e su poder está p o r e n c i m a de cua lquier

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poder t e m p o r a l ; los judíos deben recordar que h a a c u d i d o u n a y o t r a vez en su a y u d a y que también ahor a l o hará . N o hay que perder l a fe, pues esta crisis, estos sufr imientos son v a t i c i n i o de que el f i n está ya cerca. Yavé aniqui lará a sus enemigos y consolidará su poder sobre e l m u n d o . L o s justos vivirán entonces en u n nuevo edén. A h o r a que, b i e n visto, toda esta l i t e r a t u r a apocalíptica plantea aún otro pro­b lema, pues, como dice G r o l l e n b e r g : 2 " ¿cómo se v a a i n ­culcar l a conf ianza en l a asistencia de Dios , valiéndose p a r a e l l o de un relato ficticio sobre u n a l iberación o b r a d a p o r D i o s ? " Y n o cabe d u d a de que sus contemporáneos sabían q u e se trataba de u n relato f ic t ic io , de u n a profecía " h e c h a h a c i a atrás" .

Sea c u a l fuere l a respuesta a este ú l t imo interrogante, e l l i b r o de D a n i e l —a pesar de todos los problemas q u e plantea, a lgunos únicos y otros, c o m o vimos , compart idos con e l género a l que pertenece— h a ten ido u n a suerte dis­t in ta a l a de sus congéneres. Este escrito oscuro y difícil , enigmático y " s e l l a d o " p o r su p r o p i o autor, es e l único apo­calipsis q u e fue aceptado dentro d e l canon d e l A n t i g u o Tes­tamento y su i n f l u e n c i a penetró en ta l m e d i d a l a l l a m a d a c u l t u r a cr is t iana que apenas si habrá h o m b r e c u l t o c r iado dentro de esta tradición que n o haya oído h a b l a r d e l festín de Baltasar y de l a misteriosa escr i tura en l a pared, que n o sepa l o o c u r r i d o a Susana con los viejos y a D a n i e l e n e l foso de los leones o que n o haya usado a l g u n a vez, p a r a referirse a l a f r a g i l i d a d de las cosas humanas , e l símil d e l " ídolo de los pies de b a r r o " . Y éste —que en r e a l i d a d n o es u n ídolo, s ino u n a estatua y que paradój icamente h a demos­trado u n a resistencia a l t i empo que desmiente l o quebradizo de su sostén— es e l protagonista de este artículo.

Recordemos los versículos en que hace su aparic ión:

T ú , oh rey, has tenido esta visión: una estatua, una enorme estatua, de extraordinario brillo, de aspecto terrible,

2 GROLLENBERG, 1971, p. 304.

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se levantaba ante ti. L a cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla. T ú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pul­verizó. Entonces quedó pulverizado todo a la vez: el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se con­virt ió en un gran monte que llenó toda la tierra. T a l fue el sueño; ahora diremos ante el rey su interpretación. T ú , oh r e y . . . tú eres la cabeza de oro. Después de ti surgirá otro reino, inferior a ti, y luego un tercer reino, de bronce, que dominará la tierra entera. Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que todo lo pulveriza y machaca; como el hierro que aplasta, así él pulverizará y aplastará a todos los otros. Y lo que has visto, los pies y los dedos, parte de arcilla y parte de hierro, es un reino que estará dividido; tendrá la solidez del hierro, según has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla. Los dedos de los pies, parte de hierro y parte de arcilla, es que el reino será en parte fuerte y en parte frágil. Y lo que has visto: el hierro mezclado con la masa de arcilla, es que se mezclarán ellos entre sí por simiente humana, pero no se mezclarán el uno al otro, de la misma manera que el hierro no se mezcla con la arcilla. E n tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir u n reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá eternamente: tal como has visto des­prenderse del monte, sin intervención de mano humana, la piedra que redujo a polvo el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro. E l Dios grande ha manifestado al rey lo que ha de suceder. E l sueño es verdadero y su interpreta­ción digna de confianza. 3

S u interpretación es, además, c lara y fácil de p u n t u a l i ­zar. S i l a cabeza de o r o es e l r e i n o b a b i l o n i o , e l pecho y los

3 Dn ii , 31-37, 39-45.

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brazos de p l a t a será el de los medos, e l v ientre y los lomos de bronce el de los persas, las piernas de h i e r r o el de A l e ­j a n d r o M a g n o y los pies de h i e r r o y a r c i l l a e l i m p e r i o d i v i ­d i d o de sus herederos. (Nótese, por o t r a parte, cómo los reinos contemporáneos de D a n i e l se despachan en unas cuan­tas l íneas y los detalles v a n en aumento conforme se " p r o ­fe t iza" e l futuro.) L a p iedra que se desprende de l monte, " s i n intervención de m a n o a l g u n a " , es, desde luego, símbolo de l a intervención decisiva de D i o s para salvar a su p u e b l o e i n a u g u r a r el r e i n o de los justos que " l lenará toda l a t i e r r a " . S i n embargo, como todos sabemos, esta interpretación tan " d i g n a de c o n f i a n z a " y tan c lara n o tuvo c u m p l i m i e n t o . P o r e l contrar io , en vez de l surgimiento d e l r e i n o mesiánico, l o que los judíos t u v i e r o n sobre sí fue l a amenaza r o m a n a , m u ­cho m a y o r que cua lquiera de las anteriores. A l g o andaba m a l en l a interpretación, puesto que n o era posible poner en d u d a l a profecía m i s m a . L a d i f i c u l t a d se superó de m o d o m u y s i m p l e . M e d o s y persas se c o n v i r t i e r o n en u n solo i m ­per io , el macedonio pasó a ser el de bronce y R o m a p u d o ident i f icarse con e l siguiente, " d u r o como el h i e r r o " . L a esperanza e n l a l iberación se m a n t u v o in tac ta y l a estatua siguió e n pie hasta l a aparición d e l cr is t ianismo.

Éste n o modif icó el esquema interpre ta t ivo salvo en u n p u n t o : ident i f i có l a p iedra con C r i s t o . Este reconocimiento de Jesús como el Mesías esperado d i o or igen a u n a nueva concepción de l a h is tor ia . A h o r a n o únicamente se postu­laba, c o m o en el judaismo, u n a creación y u n f u t u r o f i n de l m u n d o , s i n o que se h izo de l a muerte de C r i s t o l a consuma­ción de l a h i s tor ia . D e hecho, e l t i e m p o —la his tor ia— h a l legado a su f i n , puesto que todas las promesas de D i o s se h a n c u m p l i d o en C r i s t o . C o n s u m a d a l a o b r a redentora, el f i n d e l m u n d o n o puede estar ya en u n f u t u r o indetermi­nado, s ino m u y próximo. C o m o confirmación de el lo , con­taban los crist ianos n o sólo c o n el texto de D a n i e l y con toda l a tradición profética, s ino con el N u e v o Testamento . ¿Acaso n o af i rmó el p r o p i o Jesucristo que su segunda ve­n i d a , a l f i n a l de los tiempos, era inminente? L a p r i m e r a

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generación cr is t iana vive en u n tenso c l i m a espir i tua l apenas i m a g i n a b l e para sus descendientes, y todo suceso histórico es in terpre tado en función de l a parusía. P o r e jemplo , se ve e n las persecusiones de l t i empo de Nerón el c u m p l i m i e n t o de u n pasaje d e l l l a m a d o " D i s c u r s o escatológieo" de Jesús . 4

Y cuando las frases q u e el E v a n g e l i o presenta como heraldos d e l j u i c i o f i n a l : " Jerusa lén cercada p o r e jérc i tos" , 5 y " l a abominación de l a desolación, a n u n c i a d a p o r e l profeta D a ­n i e l , e r ig ida en el L u g a r S a n t o " , 6 se i d e n t i f i c a r o n c o n l a caída de Jerusalén en manos romanas, l a expectación llegó a l máximo, pues el texto d e san L u c a s añade: " c u a n d o veáis que sucede esto, caed e n cuenta de que e l R e i n o de D i o s está cerca. Y o os aseguro que n o pasará esta genera­c ión hasta que todo esto suceda" . 7

Es fácil i m a g i n a r el desasosiego y l a frustración de los fíeles a l ver q u e l a segunda parte de l a profecía parecía retrasarse i n d e f i n i d a m e n t e . L a s bases mismas de l a fe se­m e j a b a n tambalearse, pues a l n o h a l l a r c u m p l i m i e n t o el suceso que debía cerrar l a h is tor ia , ésta perdía todo sentido. L a solución de l e n i g m a se hal ló mediante u n a lec tura c u i ­dadosa de l m i s m o capítulo de san M a t e o que había hecho pensar q u e l a parusía estaba próxima. E n efecto, algunos versículos antes, san M a t e o asienta que : "Se proclamará esta B u e n a N t i e v a de l R e i n o en el m u n d o entero para d a r test imonio a todas las naciones. Y entonces vendrá e l f i n . " 8

E l t i e m p o histórico debe proseguir , así l o exige l a necesidad de que el evangel io l legue a todos los pueblos y a todos los hombres p a r a dar a cada u n o l a o p o r t u n i d a d de aceptar o rechazar l a salvación ofrec ida p o r l a pasión y muerte d e l

4 Cf. Le xxi, 12-19. E l "Discurso escatológico" aparece en Mt xxiv-xxv, Me XIII y Le xxi; cito indistintamente de uno u otro de ios sinóp­ticos, según la claridad del texto.

5 Le xxi, 20. 6 Mt xxiv, 15. 7 Le xxi, 31-32. 8 Mt xxiv, 14.

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Mesías. L a h is tor ia pasa a ser, pues, u n " i n t e r v a l o " , u n compás de espera, hasta que l legue e l m o m e n t o de separar e l t r igo de l a cizaña. Después de que D i o s se hizo h o m b r e y m u r i ó p o r toda l a h u m a n i d a d , l o único que puede esperarse es que l a fe l legue hasta los más remotos r incones de l orbe. Sólo entonces, cuando l a p a l a b r a haya l legado a todos, podrá presentarse e l f i n , en e l m o m e n t o dispuesto p o r D i o s y que i rrumpirá de pronto , pues "de aquel día y hora , nadie sabe nada, n i los ángeles en e l c ielo, n i e l H i j o , sino sólo e l P a d r e " . 9

S i n embargo, u n a cosa es encontrar l a solución de u n p r o b l e m a y o t r a m u y d i s t i n t a lograr que sea aceptada p o r todos, en especial, tratándose de temas tan escurridizos como los teológicos. P o r grande que fuera l a a u t o r i d a d de l a igle­sia sobre las conciencias y p o r muchas exhortaciones, ser­mones y amonestaciones que los mayores padres y doctores d i r i g i e r a n a los fieles, l o cierto es que n u n c a p u d o acabarse c o n las especulaciones escatológicas. E l afán por ident i f i car las señales que preludiarán l a consumación de los t iempos resultó i n e x t i n g u i b l e y su persistencia n o puede atr ibuirse a u n a mera c u r i o s i d a d malsana. E n t iempos de tr ibulaciones todos tendemos, l o m i s m o q u e los judíos, a buscar u n a vía de escape, u n a l i v i o . Y l a h i s t o r i a d e l cr is t ianismo h a cono­c ido muchas crisis.

P o r l o q u e se refiere a l a profecía de D a n i e l , debe aña­dirse que l a lec tura de l capítulo x x de l A p o c a l i p s i s de san J u a n —surgido, como su contrapar t ida veterotestamentaria, para consolar a los perseguidos—, capítulo e n el que se m e n ­c i o n a e l r e i n o de m i l años, l levó a muchos a i d e n t i f i c a r l o c o n ese o t ro r e i n o que "subsistirá eternamente" . E l m i l e n a -r i s m o nace precisamente de esta identif icación y es en v a n o que san Agustín l a l l a m e " f á b u l a r i d i c u l a " , p r o d u c i d a p o r u n m a l e n t e n d i m i e n t o de los textos . 1 0

9 Me xra, 32.

10 San Agustín, lib. xx, cap. vil.

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L a h i s tor ia de l a iglesia es pródiga en episodios mi lena­ristas, v io lentos unos, conmovedores otros. S ig lo tras siglo, c a d a vez que l a situación real se hace intolerable , surge u n n u e v o v idente insp i rado que in terpre ta los sucesos contempo­ráneos de acuerdo con su deseo de u n m u n d o más justo. L a s imágenes de D a n i e l y de l A p o c a l i p s i s i r r u m p e n siempre de n u e v o en los escritos milenaristas y son descifradas por el " p r o f e t a " e n turno sea para hacer u n l l a m a d o a l a peni tencia — " p o r q u e e l re ino de los cielos está cerca"—, sea para aca­bar c o n los pecadores a f i n de que, tras este baño de sangre, C r i s t o establezca su r e i n o terrenal . C o m o es lógico, estos mo­v i m i e n t o s p r o l i f e r a n a l acercarse e l a ñ o 1000, pero aunque e l J u i c i o n o se realice, l a fe n o t i tubea, pues siempre puede encontrarse a lguna explicación de l a demora . Así, los pro­fetas mi lenar is tas se suceden i n i n t e r r u m p i d a m e n t e a l o largo de toda l a e d a d m e d i a . P a r a c o m p r o b a r l o basta con echar u n a o jeada a l estudio de C o h n , En pos del milenio.11 T o ­davía a p r i n c i p i o s d e l siglo x v i , e l l l a m a d o " r e v o l u c i o n a r i o d e l A l t o R i n " i d e n t i f i c a en e l Libro de los cien capítulos los cuatro imper ios sucesivos de D a n i e l con F r a n c i a , Ingla­terra, España e I ta l ia , profe t izando que A l e m a n i a sería ese q u i n t o i m p e r i o " q u e j amás será d e s t r u i d o " . 1 2 O l o que es l o m i s m o , l a estatua seguía en pie .

D a d o s estos antecedentes, ¿habremos de sorprendernos p o r q u e e l descubr imiento de América h ic ie ra resurgir l a es­peranza, e n este caso enteramente or todoxa , en l a p r o x i m i ­d a d de l a parusía? S i ésta se había detenido, p o r así dec ir lo , hasta que e l evangelio se hubiese predicado a todos los hombres , ¿no auguraba l a recién h a l l a d a redondez del m u n ­d o q u e e l c i c lo está p o r cerrarse y cercana l a terminación d e l " i n t e r v a l o " ? L o s primeros evangelizadores de l a N u e v a España, atónitos ante l a presteza de los i n d i o s para aceptar e l b a u t i s m o —y aquí n o tenemos p o r q u é detenernos en los

11 C O H N , 1972.

12 C O H N , 1972, p. 132.

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móviles que los l l e v a b a n a e l lo— creyeron que n o estaba ya le jano el día en que habría , por f i n , " u n solo rebaño y u n solo pastor" .

Quizá sea necesario aclarar, desde ahora, por qué he d i ­cho que esta esperanza es enteramente or todoxa . N i n g u n o de nuestros franciscanos puede ser clasif icado como u n exal tado, n o hay entre ellos ningún fanát ico mi lenar i s ta que p r e d i ­q u e l a cercanía de l r e i n o p o r campos y ciudades, arrastrando tras de sí m u l t i t u d e s dispuestas a l arrepent imiento o a esta­blecer, p o r m e d i o de l a espada, e l q u i n t o i m p e r i o ; n i n g u n o se arroga el papel de profeta, todos son respetuosos de los mandatos de l a iglesia y de su p r o p i a regla . S o n sencil la­mente hombres de su siglo que in terpre tan los aconteci­mientos q u e les toca v i v i r a l a l u z de sus conoc imientos bíblicos y esto produce en ellos u n cierto estado de ánimo, u n a cierta renovación de l a esperanza escatológica que, p o r l o demás, n u n c a puede estar ausente en l a v i d a de c u a l q u i e r a q u e tome en serio las palabras de C r i s t o : " E s t a d alerta y v i g i l a d , p o r q u e ignoráis cuándo será e l m o m e n t o / ' 1 3 Así, n o sólo los sucesos de carácter pos i t ivo —la conversión de los indígenas, p o r ejemplo—, sino a u n los de carácter nega­t i v o ent ran en el esquema y son explicados a p a r t i r de él. A nosotros, l a muerte de miles de aborígenes, p o r las epi ­demias o p o r q u e "se de jaban m o r i r " , nos l levaría quizá a l a desesperanza e n cuanto a l a cristianización de l m u n d o . E n cambio, l a fe de los franciscanos se robustece c o n esto, pues si l a población d e l N u e v o M u n d o está p o r desaparecer, esto sólo puede s igni f icar que, c u m p l i d a y a aquí l a misión, e l próx imo paso es l a evangelización de A s i a , usando estas nuevas tierras c o m o u n m e r o puente. Y n o son sólo los sucesos americanos los que a l i m e n t a n esta fe, s ino también los europeos, entre ellos, u n o que podía haber puesto f i n a c u a l q u i e r esperanza de que l a fe l legara a ser verdaderamente universa l : e l c isma provocado p o r L u t e r o . ¿Cómo podrían

13 Me xiii, 33.

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c u m p l i r s e las palabras de Cr i s to si naciones enteras, que hasta entonces le habían sido fieles, se volvían en contra de su iglesia? E l pensamiento teológico español une, en busca de l a solución, dos acontecimientos s in relación a l parecer y a f i r m a que l a P r o v i d e n c i a entrega América a l a iglesia jus to p a r a que las almas de los neófitos indígenas ocupen e l l u g a r que de jan los descarriados. Así, según M e n d i e t a , L u ­tero y Cortés nac ieron e l m i s m o año, "aquél para turbar e l m u n d o y meter debajo de l a bandera d e l d e m o n i o a m u c h o s de los fieles que de padres y abuelos y muchos t iem­pos atrás eran católicos, y éste p a r a traer al gremio de l a igles ia i n f i n i t a m u l t i t u d de gentes que p o r años sin cuento hab ían estado ba jo el poder de S a t a n á s " . . . , de m o d o que e n este N u e v o M u n d o se restaurase y compensase a " l a igle­s ia católica c o n conversión de muchas ánimas, l a pérdida y d a ñ o grande que e l m a l d i t o L u t e r o había de causar en l a m i s m a sazón y t iempo en l a ant igua c r i s t i a n d a d " . 1 4 N o de o t r a manera había obrado D i o s cuando los judíos rechaza­r o n a l Mesías, pues de jando de l a d o a su p u e b l o elegido, se suscitó o t ro entre los gentiles.

P e r o vo lvamos a l a estatua soñada por Nabucodònosor, a l a que encontramos p r o n t o en estas tierras, dado que en l a car ta -a legato 1 5 q u e u n o de los doce, Motol inía , d i r ige al emperador aparece ya e n íorma m u y explícita. L o extraño es e l contexto en el que se presenta, pues el f i n perseguido p o r fray T o r i b i o es deshacer los engaños de l de L a s Casas o Casaus y n o ocuparse de vanas especulaciones milenaristas . S i n embargo, tras de demostrar paso a paso l a fa l ta de cari ­d a d que h a d i s t i n g u i d o todos los actos de fray Bar to lomé —"hombre t a n pesado, i n q u i e t o e i m p o r t u n o " — y s in que n i el texto anter ior n i los Tratados de Las Casas den pie para e l lo , Moto l in ía encuentra algo n u e v o de qué acusarlo: " e l

14 MENDIETA, 1971, lib. m, cap. i . 15 MOTOLINÍA, 1971, pp. 403-423; fechada en Tlaxcala el 2 de enero

de 1555.

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de L a s Casas en lo que dice quiere ser a d i v i n o o profeta y será n o verdadero profeta, porque dice el Señor: 'será pre­d i c a d o este evangelio en todo e l universo antes de l a con­sumación d e l m u n d o ' . " E inmediatamente después pasa a hacer u n apasionado r e q u e r i m i e n t o a l emperador para que se dé pr i sa en l a predicación de l a B u e n a N u e v a . V u e l v e s i n transición a lguna a su tema p r i n c i p a l y echa en cara a L a s Casas " e l decir que todos los tr ibutos son y h a n sido m a l l l e v a d o s " y p a r a c o n f i r m a r l a l e g i t i m i d a d de l a tributación c i ta p o r extenso e l capítulo n de D a n i e l :

Y este reino de Nabucodònosor fue la cabecera de oro de la estatua que él mismo vio, según la interpretación de Daniel, cap. 2?; y Nabucodònosor fue el primero monarca y cabeza del imperio. Después, los persas y medos destruyeron a los babilónicos en tiempo de Ciro y de Darío, y este se­ñorío fueron los pechos y brazos de la misma estatua. Fueron dos brazos, conviene a saber, Ciro y Darío , y persas y me­dos. Después, los griegos destruyeron a los persas en tiem­po de Alejandro Magno, y este señorío fue el vientre y los muslos de metal, y fue de tanto sonido este metal, que se oyó por todo el mundo, salvo en esta tierra, y salió fama y temor del grande Alejandro, que está escrito siluit terra in conspectu eius. Y como conquistase Asia, los de Europa y África le enviaron embajadores y le fueron a esperar con dones a Babilonia, y allí le dieron la obediencia. Después, los romanos sujetaron a los griegos, y éstos fueron las pier­nas y pies de hierro, que todos los metales consume y gasta. Después, la piedra cortada del monte sin manos, cortó y disminuyó la estatua e idolatría, y éste fue el reino de Cristo. 1 6

C o m o vemos, l a interpretación d e l texto de D a n i e l es l a usua l , l o e x t r a o r d i n a r i o es e l uso que le d a e l franciscano, ya q u e en todos los versículos a que hace referencia n o se h a b l a p a r a n a d a de tr ibutos y l a c i ta n o parece ajustarse a l i n t e n t o de Motol in ía . Pero l o más sorprendente es que des-

i« MOTOLINÍA, 1971, p. 412, § 19.

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pues de menc ionar de nuevo l a respuesta de C r i s t o cuando se le preguntó si era l íc i to pagar t r ibuto a l César, fray T o r i -b i o se desentiende d e l prob lema, que remite , j u n t o con e l de l a g u e r r a justa, a l consejo real , y vuelve al texto profé-t ico :

Mas es de notar lo que el profeta Daniel dice en el mismo capítulo; que Dios muda los tiempos y edades, y pasa los reinos de un señorío en otro; y esto por los pecados, según parece en el reino de los cananeos, que lo pasó Dios en los hijos de Israel con grandísimos castigos; y el reino de Judea, por el pecado y muerte del Hi jo de Dios, lo pasó a los ro­manos y los imperios aquí dichos. L o que yo a vuestra majes­tad suplico es que el quinto reino de Jesucristo, significado en la piedra cortada del monte sin manos, que ha de henchir y ocupar toda la tierra, del cual reino vuestra majestad es el caudillo y capitán, que mande vuestra majestad poner toda la diligencia que sea posible para que este reino se cumpla y ensanche y se predique a estos i n f i e l e s . . . 1 7

L a impresión general que deja l a lec tura de estos pará­grafos es q u e Motol in ía —casi a pesar suyo— se ve arrastrado a d a r expresión a su preocupación escatológica. D e allí las frases f inales de exhortación a Car los V , cuyo i m p e r i o es i d e n t i f i c a d o con el q u i n t o re ino , es decir , c o n el r e i n o m i ­lenar io .

P e r o si este texto es desconcertante, m u c h o más l o es e l que encontramos en los Memoriales, aunque l o sea p o r u n m o t i v o d i s t i n t o . Pues si b i e n aquí aparece, m u y lógicamente, d e n t r o de u n a exposición sobre las edades d e l m u n d o , lo que M o t o l i n í a dice nos t o m a completamente p o r sorpresa. C o n g r a n cautela , porque "s iempre hemos de h u i r de nuevas invenciones y op in iones que son contra l a c o m ú n " y que hasta p u e d e n acarrearnos l a pena de excomunión, e l fran­ciscano asienta:

17 MOTOLINÍA, 1971, p. 412, § 19.

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Donde no me quiero entremeter ni disputar cuántos años ha que comenzó el mundo, n i si es a los hombres incierto su principio o incógnito como el día del j u i c i o . . . los católicos varones y santos dividen este tiempo en seis edades, 1 8 dejada la división poética que es en cuatro edades; la primera lla­man edad de oro, la segunda de plata, y la tercera de metal y la cuarta de hierro, que esto es habido [a] otro respeto, con­forme a la estatua que vido San Francisco, que tenía la cabeza de oro, los pechos de plata, el cuerpo de metal y los pies de hierro. 1 9

Si el propósito de Moto l in ía h u b i e r a sido e l de dejarnos perplejos, dif íci lmente h u b i e r a p o d i d o h a l l a r u n m o d o m e j o r d e hacerlo. T e n e m o s aquí los elementos y a conocidos: l a preocupación tempora l y l a estatua de diversos metales usa­d a desde ant iguo como esquema p a r a l a interpretación de l a his tor ia , pero ahora resul ta que esta estatua n o es f r u t o d e l sueño de l rey de B a b i l o n i a , s ino que fue vista, también e n sueños, p o r e l P o b r e c i l l o de Asís. ¿Podemos a t r i b u i r l o a u n error de fray T o r i b i o ? N o es probable , puesto que a l o largo de toda su o b r a h a d a d o ampl ias muestras de conocer b i e n a los autores bíblicos. ¿Podría tratarse entonces de u n c a m b i o deliberado? T a m b i é n a esta pregunta habría que contestar negativamente, pues l a cautela de que Motol in ía d a prueba siempre que trata estos temas n o se aviene con u n a súbita y d e l i b e r a d a tergiversación que, por l o demás, n o parece c o n d u c i r a nada . ¿Se tratará entonces de u n error de copia? Esto resul ta asimismo difícil de aceptar, pues n o hay entre los nombres de Nabucodònosor y Francisco seme­janza a lguna que p u d i e r a e x p l i c a r e l lapsus calami. L a

18 Fue san Agustín quien dividió la historia en seis edades según el modelo de la vida humana: infancia, niñez, juventud, virilidad, ma­durez y ancianidad, modelo que corresponde también a los seis días de la creación. E l cristianismo, la plenitud de los tiempos, es la sexta edad y el fin está ya cerca. La bienaventuranza equivale al séptimo día de la creación. C/. san Agustín, lib. xxi, cap. xxx.

19 MOTOLINÍA, 1971, pp. 387-388, § 785.

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única hipótesis aceptable parecería ser, en consecuencia, que se trata de u n episodio de l a v i d a de San Francisco, poco c o n o c i d o p a r a nosotros, pero que fuera m o n e d a corriente entre los franciscanos de entonces y que puede tener g r a n i m p o r t a n c i a porque resultaría u n enlace directo entre l a esperanza mi lenar is ta y l a tradición franciscana.

L a única manera de solucionar l a incógnita es, por l o tanto , invest igar si en algún m o m e n t o se atribuyó tal sueño a l santo. L a s Florecillas, e l Espejo de perfección y l a Leyen­da de los tres compañeros, que parecerían ser l a fuente más p r o b a b l e , n a d a d icen a l respecto, como tampoco l a Vida primera, escrita por el beato T o m á s de C e l a n o (1229). S i n embargo , e l p r o p i o C e l a n o escribió algunos años más tarde (1246-1247) o t ra biografía, conoc ida sencil lamente como Vida segunda, q u e es, según sus editores, u n a obra de tesis. E n efecto, a lgunos años antes, durante el gob ierno de fray E l ias (1232-1259), habían empezado a aparecer algunos síntomas d e escisión dentro de l a orden . E l t ropiezo p r i n c i p a l n o era o t r o q u e l a amada D a m a Pobreza de san Francisco, a q u i e n sus seguidores consideraban i m p o s i b l e amar en l a m i s m a m e d i d a . F u e r o n muchos los que pensaron que l a d i s c i p l i n a q u e Francisco se exigía a sí m i s m o era i m p o s i b l e de t raducir a u n a reg la general . L o que se pedía, por l o tanto, era u n a c ie r ta suavización d e l vo to de pobreza. L o s l lamados "ob­servantes" o "celantes", empero, v i e r o n en este voto el fun­d a m e n t o m i s m o de l a o r d e n y consideraron que todo fran­ciscano debe seguir l o más f ie lmente que le sea posible los pasos d e l f u n d a d o r . Esta l u c h a i n t e r n a h i z o necesaria l a e laboración de l a nueva biografía d e l santo, en l a que el a u t o r insiste u n a y o t ra vez en el lazo i n d i s o l u b l e que l i g a a los frai les menores con l a pobreza.

Pues b ien , en l a segunda parte de esta Vida 2 0 encontra­mos u n encabezado que reza: "Vis ión referente a l a po­b r e z a " ; si a pesar de que e l t í tulo es tan poco prometedor

20 San Francisco, 1971, pp. 388-389.

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c o n respecto a nuestro p r o b l e m a seguimos leyendo, nos to­

paremos de súbito con l a solución. E l texto dice así:

Cierta noche, terminada ya la larga oración, quedóse poco a poco dormido. Su santa alma fue introducida en el santua­rio de Dios, y en sueño vio, en compañía de otras muchas, una gran señora, vestida de la siguiente manera: su cabeza parecía de oro; sus pechos y brazos, de plata; el vientre, de cristal, y lo restante, de hierro; su estatura era alta; el talle, esbelto; la proporción, armoniosa. Mas la señora ocultaba sus delicadas formas con asqueroso manto . . .

L a s diferencias con e l texto bíbl ico son evidentes: C e l a n o

h a b l a de u n a mujer , n o de u n a estatua, cuyo vientre es de

cristal y n o de meta l como dice Motol inía , n i de bronce

como a f i r m a D a n i e l , agregándole además el detal le d e l m a n ­

to. Pero sigamos con el texto. Se nos dice que san Francisco

contó su sueño a fray Pacífico, " p e r o s in desentrañar e l sig­

n i f i c a d o " , p o r l o que los discípulos i n t e n t a r o n in terpre tar lo

cada u n o a su manera . P a r a fray Pacíf ico:

Esta gran señora de egregias formas representa el alma de san Francisco. L a cabeza de oro significa su contemplación y su conocimiento de las verdades eternas; el pecho y los brazos de plata son las palabras de Dios meditadas en el corazón y llevadas a la práctica; la transparencia del cristal figura la sobriedad y hermosura de la castidad; el hierro significa la fir­me perseverancia, y el raquítico y sucio manto, el despreciable cuerpecillo en que aquella preciosísima alma estaba envuelta. Sin embargo, otros muchos, poseedores del espíritu de Dios, interpretan y dicen que dicha señora, cual esposa del santo, es la pobreza. E l premio de la gloria, explican, la hizo de oro; la voz de la fama, de plata; una sola profesión sin man­chas de dentro y de fuera, cristalina, y la final perseverancia, de hierro. Y el manto asqueroso de tan excelsa señora creyeron ser la falsa reputación de los hombres carnales. Muchos apli­caban este oráculo a la religión, según su sucesión de los tiempos, a estilo de la interpretación de Daniel. Pero lo más probable es que significara alguna cosa tocante al santo padre,

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quien, para evitar todo peligro de vanagloria, no quiso nunca autorizar su interpretación. Sin duda, si ella hiciera referencia a la orden, no la hubiera pasado en silencio.

C o m o vemos, tanto C e l a n o como los anónimos intérpre­tes d e l sueño se d a n p l e n a cuenta de su semejanza c o n e l sueño de Nabucodònosor y hasta consideran que l a inter­pretación puede ser l a m i s m a , pero n o pasan de allí y e l tema n o vuelve a ser m e n c i o n a d o en este texto. Es más, a lgunos años después, el capítulo general r e u n i d o en N a r -b o n a decidió que era necesaria u n a nueva biografía de l santo —tarea que recayó en el n u e v o general de l a orden, san Buenaventura—, pero en e l la , l a l l a m a d a Leyenda mayor de san Francisco (1261), que sería l a o f i c ia l , n o hay l a m e n o r alusión a l sueño.

S i n embargo, cerca de tres siglos después l o vemos resur­g i r , modi f i cado , en los escritos de u n o de los evangelizadores de l a N u e v a España. L a s modif icac iones son importantes : h a de jado de ser u n ser h u m a n o para convertirse e n estatua: e l v ient re de cr istal se h a endurec ido hasta volverse metál ico; h a p e r d i d o e l m a n t o q u e l a i d e n t i f i c a b a con l a pobreza y, en suma, h a quedado a s i m i l a d a —salvo por e l detalle de los pies— a l a soñada p o r el rey b a b i l o n i o , convirtiéndose así en símil d e l proceso h i s tór i co . 2 1 ¿Cuándo y dónde sufrió estos cam­bios? E n u n lapso de tres siglos pueden suceder muchas cosas y perderse muchas huel las , pero creo probable que los autores de las modif icac iones h a y a n sido los "espir i tuales" francis­canos que, i n f l u i d o s p o r los escritos de J o a q u í n de F i o r i , v i e r o n en el santo de Asís a l h e r a l d o de l a tercera edad, l a d e l Espír i tu Santo, que debía preceder a l m i l e n i o . Desde

21 Este sueño de la estatua debe haber sido muy conocido entre los franciscanos de la Nueva España, ya que en el Colegio de Guadalupe, en Zacatecas, existe una pintura con este tema dentro de la serie sobre la vida del santo. He tenido noticias orales de otros cuadros semejantes, sin que mis informadores me hayan podido precisar en qué iglesias se encuentran.

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luego, el q u e san Francisco haya l legado a ser el centro de muchas especulaciones proféticas, casi n o puede causar ex-trañeza. S u u n i c i d a d , n o sólo dentro d e l género h u m a n o , s ino a u n d e n t r o de l o que pudiéramos l l a m a r l a especie " s a n t o " , le hace difícil de entender a u n p a r a sus contempo­ráneos. D e allí que ya a pocos años de su muerte se empe­zara a ver en él algo más que u n h o m b r e o u n santo, e l n u e v o Mesías profetizado por J o a q u í n . Sabemos, por otra parte, que los "espir i tuales" f u e r o n excomulgados a p r i n c i ­p ios d e l s iglo x i v y, en teoría, esto debió poner f i n a cual­q u i e r tendencia mi lenar is ta entre los franciscanos. Pero, como ya di je antes, legislar en mater ia teológica es siempre asunto espinoso y algunas ideas "pel igrosas" se las arreglan para seguir vivas a u n dentro de l a o r t o d o x i a , sobre todo cuando lo " p e l i g r o s o " radica tan sólo en el mat iz que se dé a ciertas palabras o a ciertos giros. Si a todo esto agregamos que las ideas, como los microorganismos, p u e d e n permanecer laten­tes hasta encontrar el m e d i o adecuado, n o nos resultará ya t a n e x t r a ñ o ver cómo e l sueño de san Francisco reaparece tres siglos después y a completamente as imi lado a l de N a b u ­codònosor. Pues ¿qué ambiente más p r o p i c i o podían pedir todos estos anhelos milenaristas y apocalípticos que el mo­m e n t o en que el surgimiento de u n m u n d o nuevo hizo pen­sar que , a l f i n , se alcanzarían los "cielos nuevos y l a t ierra n u e v a " profetizados en l a B i b l i a ? A m i ver, esto expl i ca que e l o p t i m i s m o de Motol in ía l o l leve, a pesar de su cautela, a adoptar e l papel que reprocha a l de Las Casas ( "adiv ino o profeta") y en u n m o m e n t o d a d o se s irva de las imágenes apocalípticas p a r a instar a l emperador a real izar las viejas esperanzas.

Si de Motol in ía pasamos a fray J e r ó n i m o de M e n d i e t a —cuyo m i l e n a r i s m o consciente y expreso h a sido magistral-mente estudiado p o r Phelan—, el p a n o r a m a cambiará por c o m p l e t o para proporc ionarnos nuevas sorpresas. L o p r i ­mero que l l a m a l a atención es q u e M e n d i e t a , en vez de apoyarse en los textos tradicionales, parezca rehuir los . Su a r g u m e n t a c i ó n se basa, sobre todo, en l a parábola de " L o s

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invi tados descorteses" que aparece en el capítulo x i v de san Lucas y que fuera usada en muchos de los grandes debates teológicos d e l c r i s t i a n i s m o , 2 2 pero que n o tiene u n a conno­tación expresamente mi lenar i s ta . A n t e s de M e n d i e t a —y en el contexto americano— l a emplearon tanto L a s Casas como Sepúlveda p a r a defender sus respectivos puntos de vista acer­ca de l m o d o de convert i r a los indígenas a l a fe de C r i s t o . P e r o es M e n d i e t a q u i e n hace de e l l a l a imagen de u n a mo­narquía universa l , redondeando su interpretación con citas de los Salmos, los Evangel ios y e l Apoca l ips i s . L o sorpren­dente es q u e tales citas n o se ref ieren n u n c a a los pasajes más característ icamente milenaristas . N o toma e n cuenta e l Discurso escatológico en n i n g u n a de sus versiones y apenas si encontramos u n a que otra mención a l a imaginería apo­calíptica —batallas, dragones, ángeles, bestias, serpientes o estatuas— q u e acicateara l a fantasía de los m o v i m i e n t o s m i ­lenaristas durante tantos siglos. Este " m i l e n a r i s t a e l i t i s t a " —según l a definición de P h e l a n — parece h u i r del iberada­mente de todas las imágenes que p u e b l a n los escritos de los milenaristas revoluc ionar ios . Quizá porque n o quiere ser con­f u n d i d o c o n ellos, n i despertar las sospechas de sus superio­res. Se ha d i c h o que l a obra dé M e n d i e t a es "ca l ladamente subvers iva" y esto e x p l i c a tal vez su cuidadosa evitación de los textos más controvert idos, las visiones más enigmáti­cas, los giros más violentos . Y esto l o hace, s in d u d a , m u c h o más o r i g i n a l . N o reinterpreta , a l a l u z de los sucesos con­temporáneos, los viejos pasajes bíblicos en los que se expresa el ansia h u m a n a de l iberación, s ino que construye su teoría con materiales " n u e v o s " , p o r así dec i r lo . M e n d i e t a tiene, i n ­dudablemente , u n g r a n conoc imiento de los textos apocalíp­ticos n o sólo bíblicos, sino m e d i e v a l e s 2 3 y se sirve de ellos,

22 P H E L A N , 1972, pp. 18 ss.

23 Quizá fuera conveniente aclarar que de ningún modo considero que sólo Daniel, el Discurso escatológico y el Apocalipsis onecen apoyo a l milenarismo. Los textos apocalípticos y milenaristas abundan tanto en el Vie jo como en el Nuevo Testamento, pero lo notable en M e n -

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pero sólo corno u n a especie de trasfondo. N u n c a nos enfrenta abiertamente a ellos. Son referencias sutiles, veladas. " E l que lea, que l o ent ienda . "

L legamos , por úl t imo, a fray J u a n de T o r q u e m a d a y a l a Monarquía indiana. P o c o es l o q u e se puede añadir —sea e n elogio o v i t u p e r i o — sobre este h o m b r e y su obra . Sería, s i n embargo, injusto pasarlo p o r alto, y a que en este breve e x a m e n hemos i d o de sorpresa en sorpresa, v iendo surgir las alusiones apocalípticas donde menos las esperábamos y com­p r o b a n d o que es posible levantar u n a teoría mi lenar is ta s in ins is t i r demasiado en ellas. Veamos, pues, qué nos ofrece T o r q u e m a d a , este h o m b r e realista, tan alejado de l o p t i m i s m o de Motol in ía como de l a visión pesimista de M e n d i e t a .

P o r l o pronto , e l t í tulo m i s m o de l a obra resulta suge-rente: Monarquía indiana, es decir , u n a más en l a larga serie de intentos h u m a n o s por establecer u n d o m i n i o " u n i ­versa l " . A u n q u e , quizá, sea sólo l a pernic iosa i n f l u e n c i a de l a estatua de Nabucodònosor —a l a que hemos vis to in t ro ­ducirse subreptic iamente e n l a tradición franciscana a tra­vés d e l santo d o r m i d o — l a que nos l leve a interpretar lo así. Desde luego, si el t í tulo fuera l o único que nos hic iera pen­sar en las monarquías mencionadas p o r D a n i e l , ¡aviados estábamos! pues sería tanto como ver "moros con tranchete" p o r todas partes. C r e o , empero, que hay algo más en qué apoyarnos.

Antes de seguir adelante, tenemos que mencionar e l p r o b l e m a a d i c i o n a l de establecer cuáles son las opiniones propias de T o r q u e m a d a . T o d o s sabemos que l a Monarquía indiana está construida a base de otras crónicas y sólo l a pac ienc ia de muchos estudiosos h a l legado a poner en cla­r o qué capítulos o q u é partes de u n capítulo pertenecen a esta o a q u e l l a fuente, ya que n o son muchas las veces que

dieta es la sutileza con la que presenta su pensamiento. Ci ta a Danie l , pero sólo las partes narrativas. Menciona a la bestia apocalíptica, pero de pasada y entre paréntesis. Utiliza a Jeremías, pero no destaca su connotación milenarista.

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f ray J u a n se toma l a molest ia de señalarlas. S u negl igencia l l e g a a tanto que hasta se o l v i d a de cambiar las oraciones escritas e n p r i m e r a persona. Y así son m u y numerosos los " y o " que n o se ref ieren a l autor, sino, p o r l o común, a M e n -d i e t a . P e r o hecha esta salvedad y p r o c u r a n d o n o caer en u n a t r a m p a , resul ta fácil establecer el propósito general de este f ranc iscano y ver cómo las partes tomadas de otros autores f u e r o n recortadas hasta ajustarías a ese propósito. Así, pues, será éste e l que nos s irva de h i l o conductor .

P a r a T o r q u e m a d a , como para todos los historiadores cris­t ianos anteriores, l a h is tor ia es l a h i s tor ia de l a salvación, de l a q u e n o puede quedar e x c l u i d o n ingún pueblo . D e ahí e l p r o b l e m a tan grave que p lantean los moradores de estas t ierras —desconocedores d e l E v a n g e l i o durante más de q u i n ­ce siglos— y que cada cronista trata de resolver a su m o d o . A l g u n o s les p r o p o r c i o n a n antepasados judíos (sea que pro­v e n g a n de las tr ibus perdidas o de l a dispersión provocada p o r T i t o ) , otros creen encontrar e n su religión rastros de u n a predicación apostólica —pervert ida y o l v i d a d a por el a i s lamiento— y otros más sostienen que se trata de los l l a ­mados en l a " h o r a postrera" p o r e l esfuerzo de l pueblo ele­g i d o : España. T o r q u e m a d a toma, a su vez, u n a especie de c a m i n o i n t e r m e d i o . N i e g a que haya h a b i d o u n a predicación anter ior y acepta que España h a s ido elegida p o r D i o s para evangelizar estas tierras, pero en cierta f o r m a se desvía de l p r o b l e m a y toda su obra resulta u n in tento por demostrar que si b i e n estas gentes n o t u v i e r o n j amás contacto con el m u n d o conoc ido —son precisamente " o t r o s " pueblos— y eran tan ignorados por l a cr i s t iandad como ignorantes de e l la , n a d a i m p i d e que u n a vez descubiertos providencia lmente l l e g u e n a ocupar su puesto dentro de l a ecumene cr ist iana. A base de u n a erudición bíbl ica y clásica que parece inago­table, fray J u a n v a trazando el parale lo entre los indios y los pueblos de l a antigüedad a f i n de demostrar que tan capaces f u e r o n unos como otros de construir u n a gran c u l ­tura . Reconoce que cayeron en muchos errores desde luego, pero ¿qué p u e b l o ant iguo o contemporáneo h a estado l i b r e

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de ellos? Y lo que es más importante , desde e l m o m e n t o en que l a conquista los incorporó a l a corriente general de l a histor ia , h a n probado saber v i v i r e l cr ist ianismo tan b i e n o mejor que muchos "crist ianos vie jos" . Q u e d a n pues excul ­pados " d e l t í tulo de bestial que nuestros españoles les ha­bían d a d o " . 2 4

A h o r a b ien , si el propósito de T o r q u e m a d a es, por así decir lo , mostrar l a p l e n a h u m a n i d a d de "esta pobre gente i n d i a n a " mediante e l examen de sus logros pasados y pre­sentes, le q u e d a aún p o r exp l i car por qué estuvieron tantos siglos fuera de l a ley evangélica y por qué u n pequeño g r u ­p o de españoles p u d o someter a tantos. E n cuanto a l p r i m e r problema, fray J u a n n o parece querer arriesgarse en sus procelosas aguas y se contenta con decir que son cosas re­servadas a l a sabiduría d i v i n a , 2 5 a u n cuando más adelante asiente que "es l o cierto que todos estos hombres moradores de esta N u e v a España, estaban ignorantes de los misterios altos de nuestra santa fe, de los cuales carecían, n o por fa l ta de haberlos en e l m u n d o y ser su predicación ya hecha en él, s ino porque , p o r culpas que cometían, les había hecho D i o s i n d i g n o s de tan grandes m e r c e d e s . . . " , 2 6

L a l legada de Cortés es, en consecuencia, de acuerdo con el cronista franciscano, el hecho prov idenc ia l que había de d a r a los vencidos l a mayor de las mercedes, e l conoc imiento de l a fe católica. D e ahí l a i m p o r t a n c i a d e l l i b r o i v , el l l a ­m a d o l i b r o " D e l a conquis ta " , verdadero eje de toda l a Mo­narquía indiana, pues en él h a de explicarse, en l o que cabe, l a acción de l a P r o v i d e n c i a sobre estos pueblos. Y a hemos visto que T o r q u e m a d a hace suya l a imagen de Cortés como h o m b r e p r o v i d e n c i a l , mero ins t rumento en manos de D i o s que l o usa n o sólo p a r a a b r i r las puertas a l a evangeliza-ción, s ino p a r a castigar los pecados de esta gente. L a respues-

24 T O R Q U E M A D A , 1969, "Prólogo general y primero a tocia la Mo­narquía indiana", in fine.

25 Cf. T O R Q U E M A D A , 1969, lib. xv, cap. XLVII.

26 TORQUEMADA, 1969, lib. xv. cap. XLIX.

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ta a l segundo problema, que se encuentra en los dos últimos capítulos de este l i b r o i v , es p o r tanto que n o fue el puñado de españoles el que venció a l a monarquía mexicana, s ino sólo D i o s , "debajo de cuyo a m p a r o los nuestros h i c i e r o n esta t a n ins igne guerra y ganaron l a v ic tor ia , siendo ésta i m p o ­s i b l e " . 2 7 Cayó así el i m p e r i o azteca como cayó Israel y las monarquías de los caldeos, de los babi lonios , de los griegos y de los romanos. " T o d a s —asegura T o r q u e m a d a — a l f i n h a n t e n i d o f i n y entre ellas, aunque n o h a sido de las que m e n o s cuentan, esta m e x i c a n a acabó, como acabaron las otras; y acabando unas, comienzan otras, haciéndose e l m u n ­d o batanero y en el batán de l a v i d a , c u a n d o deja caer u n mazo, l evanta o t r o . " 2 8 T o r q u e m a d a e x p l i c a así, como b i e n d ice P h e l a n , l a caída de T e n o c h t i t l a n " e n términos de u n a dialéct ica medieval de l a h i s t o r i a " . 2 9 D i o s es e l único señor d e l acontecer histórico y usa hombres y pueblos según con­viene a sus fines. A q u e l l o s que l o o l v i d a n n o tardan e n sentir e l castigo que corresponde a su soberbia, " q u e cuando h a n estado en su m a y o r y más crecida pujanza, h a n caído de l a c u m b r e más s u b i d a de su a l t e z a " . 3 0

P e r o T o r q u e m a d a n o se c o n f o r m a con esta explicación y pasa a hab l ar de nuestra v ie ja conocida, usándola, es cier­to, c o m o símil de l o perecedero y n o como imagen apoca­l ípt ica :

. . . porque aunque parecen poderosos [los imperios] y fuertes, que comienzan en cabeza de oro, pechos de plata, muslos y piernas de bronce y hierro . . . acaban en pies y dedos de ba­rro, por ser sus poseedores hombres mortales, hechos de t i e r r a . . . 3 1

27 T O R Q U E M A D A , 1969, lib. iv, cap. cv.

28 T O R Q U E M A D A , 1969, lib. iv , cap. cv.

29 P H E L A N , 1972, p. 161.

so TORQUEMADA, 1969, lib. rv, cap. cv.

31 T O R Q U E M A D A , 1969, l i b . iv, cap. cv.

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C o m o vemos, aunque cite al profeta D a n i e l y enumere las monarquías t radic ionalmente ident i f icadas con las par­tes de l a estatua, sólo a f i r m a q u e el sueño pronost icaba " m u d a n z a s y traslaciones de re inos" ; n i u n a pa labra sobre l a q u i n t a monarquía . N i tampoco peligrosas especulaciones apocalípticas. S i n embargo, hay algo que T o r q u e m a d a , por cauteloso que fuera, n o podía evitar —y además debe haber conoc ido su i m p o t e n c i a al respecto— y era que otros se lan­zaran a las especulaciones apocalípticas a l a s imple mención de este texto. C o m o dice P h e l a n a l exp l i car el empleo de ciertas citas bíblicas en M e n d i e t a : " a l lector m o d e r n o puede escapar el verdadero s ignif icado de las alusiones de M e n ­die ta a J e remías y a l caut iver io b a b i l o n i o , q u e tenían conno­taciones específicas para los que eran conscientes de l apoca­l ips i s en e l siglo x v i " . 8 2 C r e o que l o m i s m o puede decirse de l a estatua d e l sueño de Nabucodònosor, sobre todo cuando el p r o p i o P h e l a n reconoce páginas más adelante e l papel q u e l a concepción de D a n i e l desempeñó en l a secta m i le na -r ista inglesa conocida como los " H o m b r e s de l a q u i n t a mo­n a r q u í a " y entre los milenaristas portugueses de ese m i s m o siglo x v i i . 3 3

¿Sería, pues, m u y arriesgado pensar que a u n el sensato y r a c i o n a l T o r q u e m a d a tenía inc l inac iones milenaristas? ¿Es esta c i ta de D a n i e l y el t í tulo m i s m o de l a obra algo i n o c u o o son i n d i c i o s de que también él, como sus hermanos fran­ciscanos, creyó en algún m o m e n t o que su misión en estas nuevas tierras era e l a n u n c i o de l a consumación de los tiempos?

32 P H F X A N , 1972, p. 148. 33 P H E L A N , 1972, pp. 165-168.

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