el ciervo en la pintura rupestre esquemática

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  • 7/27/2019 El ciervo en la pintura rupestre esquemtica

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    I N F O R M A C I N I N F O R M A T I O NR E S U M E N

    R S U M

    Estudio del ciervo en la pintura rupestre esquemtica neoltica de Espaa des-

    de perspectivas antropolgicas. Se observa la vinculacin del ciervo con signos

    de agua, con figuras de carcter chamnico, con rboles del Paraso y con ritos

    de paso.

    Etude du cerf dans la peinture rupestre schmatique nolithique dEspagne

    partir de perspectives anthropologiques. On observe la relation du cerf avec des

    signes deau, des figures relatives au chamanisme, des Arbres du Paradis et avec

    rites de passage.

    El ciervo en la pintura rupestre esquemtica:escenas con carcter simblico

    Deer in Schematic rock paintings: Scenes with symbolicfeatures

    Juan Francisco Jordn Montes

    Palabras clave

    Ciervo, Signos de agua, Chamn, rbol del Paraso,

    Ritos de paso.

    Recibido mayo 2008

    Aceptado noviembre 2008

    Mots Clef

    Cerf, Signes deau, Chaman, Arbre du Paradis,

    Rites de passage.

    Reu mai 2008

    Accept novembre 2008

    ISSN 1699-0889http://www.cuadernosdearterupestre.es/

    Cuadernosdearterupestre, 5, (2008-2010): 59-70

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    1. INTRODUCCIN Y JUSTIFICACIN

    Recientemente presentamos una pequea aportacin so-

    bre el valor sacral de los ciervos en el arte rupestre natura-

    lista de la Pennsula Ibrica (Vias y Saucedo 2000; Utrilla y

    Martnez-Bea 2005-2006 ), obviando en aquella ocasin las

    alusiones de los ciervos tanto en el arte rupestre paleoltico

    (Martnez-Pealver 1984-85; Menndez y Quesada 2008),como en el esquemtico, por cuestin de espacio. Y aunque

    ya habamos ofrecido breves referencias a dichos ciervos

    esquemticos, desebamos aprovechar ahora la convoca-

    toria del II Congreso de Arte Esquemtico, para incidir en los

    aspectos simblicos y alegricos de los ciervos en el Arte

    rupestre Esquemtico (ARE), ya que adems han aparecido

    nuevas estaciones sumamente interesantes que amplan los

    asuntos a tratar y permiten perfilar mejor las cuestiones an-

    tropolgicas o de los mitos que creemos se estn narrando

    en tales escenas.

    Al margen de este preliminar, hemos de insistir, forzosamen-te, en el valor religioso que los pueblos primitivos suelen otor-

    gar al ciervo, ya que es una especie que acta como animal

    psicopompo, oracular, gensico, (Eliade 1985: 150 y ss.)

    2. CIERVOS ASOCIADOS A RBOLES EN EL ARTE

    RUPESTRE ESQUEMTICO

    2.1. El ciervo con cuernas arboriformes del ro Zumeta:

    Tinada del Ciervo I (Nerpio, Albacete)

    Recientemente el equipo de Soria Lerma y Lpez Payer,

    mas tambin el de Mateo Saura (Soria y Lpez 1999; Soria

    y Lpez 2000; Mateo y Carreo 2001), han realizado sendos

    estudios sobre las pinturas rupestres del rea del ro Zumeta,

    afluente del Segura. De sus aportaciones nos interesa espe-

    cialmente el magnfico ciervo con cuernas arboriformes de

    la estacin Tinada del Ciervo I (Fig. 1), porque, en efecto,

    fue esta preciosa figura la que nos permiti intuir que en la

    imagen del ciervo haba algo ms que carne de caza. Se

    trata, en apariencia, de una escena cinegtica, en la que un

    arquero, acompaado de tres cnidos y apuntado con sus

    flechas al herbvoro, acosa a un ciervo. Pero sus cuernas no

    son habituales, naturales, sino que sus candiles o ramifica-

    ciones caractersticas mudan en forma de un rbol y cons-tituyen sin duda una alegora del rbol Primordial del Para-

    so. Las ramificaciones o candiles del ciervo son nueve por

    cada lado, abiertas en abanico. El nmero nueve no es una

    eleccin aleatoria del artista; de ello estamos razonablemen-

    te seguros, porque en la Espaa rural tradicional dicha cifra

    se vincula a ritos funerarios. En esta escena, por otra parte,

    se aprecia con nitidez la ntima vinculacin csmica y mtica

    entre el ciervo psicopompo y el rbol de la vida.

    Ciertamente, el ciervo es con frecuencia alegora del r-

    bol, ya que sus cuernas se renuevan anualmente, como

    las ramas y hojas de los vegetales (Chevalier-Gheerbrandt

    1986: 287 y ss.). As, el ciervo pintado del ro Zumeta se

    nos podra presentar como un mensajero de la divinidad

    que anuncia la existencia del sagrado rbol del Paraso

    y la promesa de regeneracin de la vida. No creemos,

    en consecuencia, que se trate de una escena cinegtica

    dramtica y sangrienta, sino que alude a un simbolismo

    muy bien planteado por aquellos habitantes de serrana

    del Neoltico. En efecto, en la escena donde se inserta el

    ciervo con cornamenta tan fecunda, el arquero en actitud

    de caza, y sus perros, se integran en un relato de caza ri-

    tual que es en realidad, segn Mircea Eliade, una alegora

    de un rito de trnsito; o bien una bsqueda y fundacin de

    una nueva tierra tras la aventura de la persecucin de los

    animales. El acoso del ciervo con cuernas arborescentes

    se podra entender como el descubrimiento sagrado de un

    nuevo territorio de caza, desconocido y virgen; por tanto

    pletrico de vida, de animales y carne. El ciervo, que posi-

    blemente sea una metfora de una divinidad, es el que en

    realidad descubre la ruta y el nuevo paisaje idlico y para-disaco, introduciendo a la Humanidad en el nuevo mundo.

    En Tinada del Ciervo II, aparecen los restos de las corna-

    mentas arborescentes similares de otro ciervo.

    2.2.- Otro ciervo con candiles arborescentes en Caa-

    ca del Calar III (Moratalla, Murcia)

    Estos ciervos tan singulares, con candiles arboriformes, se

    reiteran en el municipio colindante de Moratalla, aunque con

    menor nitidez (Carbonell 1969; Walker 1969; Mateo 2005:

    137). El ciervo de Caaca del Calar (Fig. 2) aparece aso-

    ciado a series de puntos, antropomorfos y a un soliforme que

    levita sobre un animal. La escena de Moratalla no sabemos

    si es posible equipararla plenamente con la cacera con ca-

    nes sobre ciervo de Nerpio; pero el modelo iconogrfico del

    ciervo es semejante en ambas estaciones, aunque ms des-

    dibujado e imperfecto en la covacha murciana.

    Figura 1 Tinada del Ciervo I (Nerpio, Albacete). Calcos de Mateo yCarreo (2001)

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    Es de justicia rescatar viejas citas de Jord Cerd, cuando

    afirma que las representaciones de arboriformes o ramiformes

    se pueden vincular a creencias chamnicas (Jord 1983: 11).

    Pero estos ciervos de Caaca del Calar presentan un vn-

    culo ms inquietante y es con signos soliformes, que les ase-

    mejan enormemente a los ciervos que encontramos trazados

    en las cermicas tipo Ciempozuelos de Las Carolinas (custo-

    diadas en el Museo Arqueolgico Nacional de Madrid). Esta

    relacin ha sido resaltada recientemente por Mateo Saura

    (2009: 51-52, fig. 16). Por otra parte, los smbolos soliformes

    son extremadamente frecuentes en la cermica neoltica an-

    daluza: Cueva de la Murcielaguina (Priego, Crdoba) (Ga-

    viln 1989), Cueva de los Murcilagos (Zuheros, Crdoba)

    (Gaviln y Vera 1993), Cueva de Nerja (Pellicer 1995), Cuevadel Muerto

    2.3. Otros ciervos esquemticos y naturalistas con candi-

    les arborescentes en Ciudad Real, Cuenca, Teruel y Huesca

    Lo ms interesante es que en el otro extremo septentrional

    de la Pennsula Ibrica aparece un ciervo con una comple-

    ja y tosca cornamenta arboriforme. Nos referimos al ciervo

    de Barfaluy III (sector 2), (Lecina, Huesca) (Baldellou et al.

    1986-89). Aunque la pintura aparece mutilada y hay prdi-

    das de otras figuras, lo esencial es la similitud de ciervos

    con cuernas arborescentes en la pennsula, lo cual revela la

    existencia de un mito narrado que se extendi por toda ella.

    Otros ciervos con candiles arborescentes se encuentran

    en La Coquinera (Obn, Teruel) (Perales y Picazo 1998; Pi-

    cazo 1992), donde los ciervos esquemticos se vinculan a

    orantes seminaturalistas superpuestos a los animales. O en

    Regacens -zona B, sector 2- (Asque, Huesca) (Baldellou

    1993, 1999). Esto resulta muy interesante porque establece

    una continuidad territorial en la distribucin del motivo icono-

    grfico del ciervo con rbol en su testa.

    De mayor semejanza formal es la escena naturalista de La

    Hoz de Vicente (Minglanilla, Cuenca), estudiada por Mart-

    nez y Daz-Andreu (1992). Aqu, dos arqueros apuntan y aco-

    san con sus armas a un ciervo naturalista con unas enormescuernas arborescentes; cada individuo elige un extremo de

    la escena para cercar al animal. Lo que importa de esta es-

    tacin son dos elementos que se mantendrn intactos pos-

    teriormente en el arte esquemtico: la caza del ciervo con

    candiles ramiformes muy exagerados, que recuerdan no las

    cuernas del animal, sino el rbol primigenio.

    En Aznarn (Chilln, Ciudad Real), aparece otro ciervo con

    falo erecto y con cuernas tan verticales y simtricamente ra-

    mificadas, que permite sospechar que se trata en verdad de

    la representacin de un rbol (Rodrguez 2009: 118).

    Incluso en el rea del Estrecho de Gibraltar, en la SierraMomia (Benalup, Cdiz), aparecen estos ciervos con ten-

    dencia al esquematismo acompaados de cuernas arbores-

    centes (Mas y Finlayson 2001: 189).

    2.4. Los precedentes del ciervo asociado al rbol en el

    arte rupestre levantino

    En el arte levantino ya exista esta estrecha vinculacin

    entre ramas de rboles y ciervas, como es el caso de Las

    Bojadillas I (Nerpio, Albacete) (Alonso y Grimal 1996; Jor-

    dn 2006: 27 y ss.), lo cual contribuye a sostener que el mito

    del ciervo asociado a un rbol es antiqusimo. Veamos otros

    ejemplos que corroboran la afirmacin.

    Un ciervo del cual brota un rbol lo hallamos en otro ejem-

    plo del arte rupestre levantino, en concreto en una muy com-

    pleja escena de difcil interpretacin en el Barranc de Famor-

    ca (Santa Maira, Castell de Castells, Alicante) (Hernndez

    et al. 1998: 53 y ss.) y que ya intentamos analizar en otras

    aportaciones en las que creamos observar la occisin de un

    jefe (Jordn 2004-05: 71 y ss.; Hernndez et al. 2007). No

    obstante, es evidente que un rbol nace y brota del dorso del

    herbvoro (abrigo VI, panel 1).

    De semejante inters en el arte rupestre levantino, es la

    asociacin de ciervo y rbol que encontramos en el Barran-co Estercuel (Alcaine, Teruel) (Beltrn y Royo 1994) y que

    nosotros propusimos como elementos de una ceremonia de

    carcter chamnico (Jordn y Molina 1997-98: 61 y ss.; Jor-

    dn 1998: 129; 2001).

    2.5. La continuidad en el tiempo del relato

    En definitiva, en Tinada del Ciervo de Nerpio, o en cual-

    quiera de las estaciones que ya hemos indicado de Murcia,

    Cuenca, Teruel o Huesca, nos podemos hallar ante un muy

    interesante relato de carcter mtico, en el que el autor pre-

    tendi ilustrar la cacera simblica e inicitica, la cual permi-

    ta recordar a los visitantes la historia de un rito de trnsito

    hacia el otro mundo, real o sagrado, y cuyo itinerario era

    trazado por el ciervo de cuya cabeza brotaba el rbol pri-

    mordial del Paraso. El ciervo de Tinada del Zumeta es un

    animal perseguido por un arquero; indudablemente, como

    Figura 1 Caaca del Calar III (Moratalla, Murcia). Calcos de Mateo yCarreo

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    suceda en la Hoz de Vicente de Cuenca. Pero su significado

    es trascendente ya que acta como animal gua y oracular,

    revelador de nuevos espacios de caza y de nuevos tiempos

    de prosperidad, para el cazador que le persigue y para la

    comunidad a la que pertenece.

    La existencia de escenas de arte naturalista levantino en

    las que participan ciervos vinculados a rboles, tanto en la

    serrana de Alicante, como en el Sistema Ibrico, nos estindicando que el motivo, con las variantes y matices que se

    deseen, es sumamente antiguo y procede, al menos, del

    mundo de los cazadores y recolectores del mesoltico espa-

    ol. Posteriormente, las sociedades agropecuarias que de-

    sarrollaron el arte esquemtico recibieron, y asumieron como

    propio, el relato. No sabemos si con significados

    nuevos. Pero la gramtica general del mismo y

    su iconografa esencial, se mantuvieron.

    El ciervo, por otra parte, siempre es el evoca-

    dor del espacio sagrado (Eliade 1994: 30), en

    esa nostalgia permanente que el hombre sientepor el Paraso y en el que el ser humano entiende

    el lenguaje de los animales, porque ellos son sus

    maestros y l es amigo de ellos, ya que de algu-

    na forma comparten dignidad y cualidades (Elia-

    de 2001a: 74 y ss.). Para los hombres primitivos

    dedicados a la caza, como relata Campbell, tal

    actividad no es, como en nuestra civilizacin,

    una cruel masacre mediante medios tcnicos

    desproporcionados sobre animales indefensos,

    ante lo que poco pueden hacer con sus cualida-

    des fsicas (Campbell 2000: 335; 2002: 18): ...

    la caza misma es un rito de sacrificio, sagrado,

    y no un grosero asunto secular. Los animales en-

    tregan generosamente su cuerpo para el susten-

    to de los hombres y por ello son reverenciados

    (2000: 335).

    A nosotros, en Espaa, tambin nos sirven

    las preciosas observaciones realizadas por el

    ingls Gerald Brenan, cuando en Al Sur de Granada1 dice

    as respecto al trato que los habitantes de la Espaa rural

    de antes de mediados del siglo XX ofrecan a los animales:

    Se puede matar un animal o emplearlo en la fuerza del

    trabajo, pero no se le puede privar de su dignidad de cria-tura viva sin perder algo de la propia. Recuerdo una mujer

    anciana y muy pobre que tena una gallina mimada y que

    se excusaba por no ponerla en el puchero cuando dejara

    de poner huevos, diciendo que era muy noble. Nadie con-

    sideraba absurda esa manifestacin, ya que la nobleza es

    la cualidad que hace respetable al hombre, y los animales y

    los pjaros pueden tambin alcanzar esa cualidad.

    3. CIERVOS Y HOMBRES INSECTO ESQUEMTI-

    COS EN LOS RGANOS (SANTA ELENA, JAN)

    Hay en el tenebroso desfiladero de Despeaperros (L-

    pez y Soria, 1988), que es trnsito entre la Meseta Cen-

    tral Espaola y Andaluca, en Los rganos de Santa Elena

    1. Siglo XXI, Madrid, 1987, pg. 109

    (Jan), un curioso ciervo esquemtico, en actitud de be-

    rrea, con cuernas a modo de estilizada lira, que orienta su

    hocico al rostro de un ser sobrenatural (Fig. 3). Este muestra

    una silueta en forma de reloj de arena, y su cabeza recuer-

    da a la de una langosta o a la de una abeja: antenas que

    nacen de la cabeza, cilios que brotan del sitio del cuello y

    boca, y unos grandes ojos. Son mscaras rituales? A su

    costado aparece otro hombre-insecto de semejantes carac-tersticas. Los pies y manos de estos seres antropomorfos

    muestran con nitidez unos dedos muy marcados que re-

    cuerdan, empero, al de las aves, porque su apariencia es

    de garritas y no de manos humanas. Estas garritas de ave

    tambin se aprecian en unos antropomorfos esquemticos,

    con cilios en la cabeza a modo de insectos, que se encuen-

    tran en la Penya de l`Ermita, en Altea (Alicante) (Galiana y

    Torregrosa 1995).

    Semejantes a los personajes descritos, aparecen en Arro-

    yo Helln (Chiclana de Segura, Jan) (Soria et al. 2001: 297).El modelo es idntico: seres humanos esquemticos con

    ojos redondos y radiados y de cuyos cuellos nacen pares

    de cilios. Cruzan sus bracitos a la altura de las caderas y

    muestran el perfil de reloj de arena (Fig. 4).

    Del mismo modo, en Cantos de la Visera II (Yecla, Murcia)

    (Breuil y Burkitt 1915), en medio de los dos sectores con

    pinturas rupestres levantinas, surgen varias figuras esque-

    mticas. Entre ellas, un personaje de semejante aspecto

    y morfologa, con antenas horizontales, grandes ojos que

    conforman al mismo tiempo la cabeza, y sendos pares de

    brazos que actan cual cilios (Fig. 5). Lo interesante es

    que hacia este personaje se aproxima un ciervo de cuernas

    ramiformes, como ocurra con el caso de Los rganos de

    Santa Elena (Jan).

    Marija Gimbutas (1996: 237, 239 y 241) nos recuerda

    que estos seres-insecto, con cuerpos bitriangulares, son

    Figura 3 Los rganos (Santa Elena, Jan). Calcos de Lpez y Soria (1988)

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    representaciones de la vulva regeneradora, ya que de

    los tringulos brota la vida. Para esta investigadora, tales

    figuritas humanas en forma de reloj de arena simbolizan

    ... son smbolos de la Diosa en su epifana de ave de pre-sa y, tpicamente, se encuentran en cuevas y monumentos

    sepulcrales (bid.). Y aade que estas figuras de reloj de

    arena simbolizan a la Diosa de la Muerte y de la Rege-

    neracin (bid: 239).

    Al mostrar los hombres-insecto de Despeaperros los ojos

    redondos y saltones, como nos seala Marija Gimbutas (bid:

    51 y 192 ss.) acaso indican omnisciencia clarividente y orcu-

    lo o fuente divina (Garca 2006).

    Marija Gimbutas insiste continuamente en estos aspectos

    y sugiere que la duplicacin y la triplicacin de un elemento,

    en este caso los cilios de la cabeza, indicaran potencia vital

    que emana y brota de la cabeza de la divinidad (Gimbutas

    1996: 170 y 89 ss.; Jordn 2001: 109 y ss.). La hibridacin

    contenida en los antropomorfos esquemticos nos parece,

    por aadidura, evidente: cabeza de insecto, garras de ave,

    cuerpo humano.

    Jord Cerd vio en esta escena la

    representacin de una danza religiosa

    ante una divinidad (Jord 1983. 10).

    La vinculacin de estos singulares

    seres-insecto con el ciervo psico-

    pompo adquiere, adems, un valor

    trascendente y de enorme inters.

    El ciervo, itiflico, excitado por la be-rrea de Los rganos, se convierte as

    en perfecto paradigma de poderoso

    gua espiritual y oracular de los otros

    dos seres antropomorfos que le acom-

    paan en la escena, cuyo significado

    completo no alcanzamos a entender.

    Pero observamos que el ciervo brama

    al costado de los antropomorfos, como

    si deseara transmitir un sonido que es

    mensaje; no berrea de forma aislada,

    como ciervo en celo. Observamos, poraadidura, que la cabeza del ciervo

    presenta rasgos de ave, as como los

    pies del ser humano, lo que le confie-

    re a la escena, todava ms, un valor

    sacral y un significado de elevacin

    espiritual, de trascendencia.

    Esta extraa aproximacin de un

    ciervo al rostro de un antropomorfo

    esquemtico, encuentra un paralelis-

    mo cercano en la Pea del Castellar

    (Villar del Humo, Cuenca), aunque

    en este caso es un cprido (Alonso

    1982: 138).

    Igualmente, algunos dolos oculados

    del Abrigo de los dolos, manifiestan una

    semejanza que intuimos: grandes ojos,

    antenas sobre la cabeza, cilios que na-

    cen del cuello

    4. LOS CIERVOS O CENTAUROS ARBORIFOR-

    MES ESQUEMTICOS DE NUESTRA SEORA

    DEL CASTILLO (ALMADN, CIUDAD REAL)

    Un poco ms al Norte, en Virgen del Castillo (Almadn,

    Ciudad Real), aparecen unos sobrecogedores y enigmticos

    seres arborescentes esquemticos (Caballero 1983, plano

    32, roca 2), que podramos incluir en el grupo de ciervos de

    pobladas cuernas (Fig. 6); mas tambin recuerdan a centau-

    ros con dobles brazos. Sus cabecitas son crculos o trin-

    gulos, y de sus brazos abiertos en cruz o en uve cuelgan

    trazos verticales, cual flecos, acaso alegoras de una lluvia

    benfica. La multitud de sus patas sugiere velocidad, ubicui-

    dad mltiple. Adems, parecen corretear sobre unas lneas

    quebradas, acaso nueva alegora del agua primigenia.

    Algunos autores consideran que estos ciervos arboriformes

    se podran identificar con el dios ciervo Cernunnos de Valcamo-

    nica, en el mundo celta (Grande 1987: 173 ss.).

    Nosotros vemos, de nuevo, una ntima vinculacin entre el

    ciervo y el rbol. Existe esta comunin en el arte rupestre le-

    Figura 4 Arroyo Helln (Chiclana de Segura, Jan). Calcos de Soria et al. (2003).Figura 5 Cantos de la Visera II (Yecla, Murcia). Calcos de Breuil y Burkitt (1915)

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    vantino. Nos referimos al magnfico ciervo de Alcaine (Teruel)

    (Beltrn y Royo 1997), infrapuesto a un rbol esquemtico, a

    cuya copa han trepado dos figuras humanas esquemticas

    y de la cual pende una bolsa, donde, a su vez, se albergan

    otras figuritas femeninas diminutas. En su da afirmamos, y lo

    sostenemos plenamente convencidos hoy, que se trataba de

    una escena con numerosos elementos de carcter chamnico

    (Jordn 2000; 1998).En cualquier caso, las figuras de Nuestra Seora del Cas-

    tillo constituyen un ntido ejemplo de seres hbridos, proba-

    blemente dispensadores de la fertilidad en prados y cam-

    pos. Estamos, en consecuencia, ya lejos de los mundos de

    cazadores y recolectores del arte rupestre levantino.

    5. TOROS RECONVERTIDOS EN CIERVOS. LAS

    METAMORFOSIS DEL CANCHAL DE LAS CABRAS

    PINTADAS (LAS BATUECAS, SALAMANCA).

    En otros estudios ya resaltamos en su da la trascendencia

    del carcter chamnico que presentaban, a nuestro juicio, los

    toros-ciervo naturalistas de la Cueva de la Vieja de Alpera (Al-

    bacete) (Breuil, Serrano y Cabr 1912) o de Cantos de la Vise-

    ra en el Monte Arab de Yecla (Murcia) (Breuil y Burkitt 1915)

    o incluso en Las Bojadillas (Alonso y Grimal 1996). En estos

    casos, los prstinos bvidos experimentaron una curio-

    sa mutacin pictrica por parte de los artistas, quienes

    alargaron las astas de los toros y las transformaron en

    generosas cuernas de ciervos con numerosos candiles.

    Jord Cerd sugiri un cambio de la actividad econmi-

    ca de aquellos artistas y sus tribus (Jord 1976, 201). Sin

    desestimar es opcin, nosotros pensamos que podra-

    mos estar asistiendo a un ritual de iniciacin chamnica,en el que el chamn accede a esferas trascendentes al

    recurrir a animales gua que se muestran adems como

    hbridos (toros reconvertidos en ciervos), incrementando

    as su poder espiritual.

    Pues esa metamorfosis, acaecida en algn momento

    del Mesoltico, entre pueblos cazadores y recolectores,

    y por razones oscuras, se encuentra tambin en al arte

    esquemtico, segn nos describe con minuciosidad

    Grande del Bro (1987: 163) en el Canchal de las Cabras

    Pintadas (Batuecas, Salamanca) (Fig. 7). Este autor re-

    capacita incluso sobre el color blanco de las figuras delos dos ciervos mutantes y recuerda, creemos que con

    acierto, la cierva blanca de Sertorio y los animales albi-

    nos que son oraculares.

    6. HOMBRES CON MSCARAS DE CIERVOS

    6.1.- Cueva del Gitano (Yeste, Albacete)

    Sumamente espectacular es la pareja esquemti-

    ca de antropomorfos de la Cueva del Gitano (Yeste,

    Albacete) (Fig. 8), en el ro Zumeta, en concreto en su

    panel I (Prez Burgos 1988; 1996) o Grupo 3 (Soria

    y Lpez 2000), en la que ambos seres muestran una

    cornamenta abierta de ciervo macho sobre sus cabe-

    zas. Los calcos de Soria y Lpez creemos que son

    fidedignos; si bien los de Alonso no nos permiten una

    identificacin con candiles de ciervo tan ntida ni son

    tan favorecedores a nuestros propsitos.

    Si en la estacin de la Tinada del Ciervo (Nerpio, Alba-

    cete), el animal estaba asociado al rbol primordial del Pa-

    raso, aqu, en la estacin del Gitano (Yeste, Albacete), muy

    prxima geogrficamente y en el mismo ro Zumeta, es el

    ser humano el que experimenta una mutacin con rostro y

    cornamenta de crvido. En consecuencia, pensamos queciertamente hubo una sintona y homogeneidad de creencias

    entre los cazadores y recolectores que visitaban o recorran

    la cuenca del Zumeta y, en definitiva, del Alto Segura.

    Rememoremos igualmente el antropomorfo itiflico, en

    el mismo arte esquemtico, con mscara y cornamenta de

    carnero de la Cueva de los Letreros (Vlez Blanco, Almera)

    (Breuil 1935; Castillo 1989; Jordn 2000: 100 y ss.; 2001: 106

    y ss.), el que porta en sus manos sendas hoces y de uno

    de cuyos cuernos de cprido pende un fruto, tocado en su

    extremo inferior por una de las hoces, de tal suerte que se

    nos presenta como un posible estimulador de las fuerzas fe-

    cundantes de la tierra (Fig. 9).

    6.2. Precedentes mesolticos de mutaciones de hom-

    bres en ciervos o en toros en el arte levantino

    Existe una extraordinaria y singular escena de arte ru-

    Figura 6 Centauros arboriformes de Nuestra Seora del Castillo (Almadn,Ciudad real). Calcos de Caballero Klink (1983).Figura 7 Reconversin de toro en ciervo: Canchal de las Cabras Pintadas(Batuecas, Salamanca).Calcos de Grande (1987)

    6

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    pestre levantino con mutacin en Las Bojadillas (Nerpio,

    Albacete) (Alonso y Vias 1977: 203). En ella aparece un

    ciervo rampante que posa sus pezuas delanteras sobre

    una figura antropomorfa con posible cabeza de ciervo. La

    pequea figura de aspecto naturalista podra aludir a ce-

    remonias de fertilidad, en un sentido amplio del trmino.

    Por otra parte, el ciervo que eleva sus pezuas sobre la

    cabeza del antropomorfo acta como un protector y cus-todio del ser humano. Pero, en cualquier caso, hay una

    evidente sintona entre el ciervo y el menudo antropomor-

    fo con rostro de ciervo. (Jordn 2006: 29 y ss.). Semejan-

    te ciervo rampante aparece en el abrigo de Les Ermites

    (Ulldecona,Tarragona), si bien, aunque se manifiesta pues-

    to de pie, se enfrenta, que no cobija, a un arquero que

    avanza hacia l (Vias et al. 2009: 53). No sabemos, por

    tanto, si se trata del mismo relato mtico.

    Recordemos tambin los antropomorfos levantinos con

    mscaras de toros del Cingle de La Mola Remigia (Ga-

    sulla) o de Rac Molero (Ares del Maestrat, Castelln),ambos con mscara o rostro de toro (Pericot 1966; Jord

    1976: 209; AA.VV. 1982: 101). Herbert Khn consider en

    su tiempo que una de esas figuras era en realidad un he-

    chicero disfrazado de animal (Khn 1957: 73), opinin a

    la que luego se sumaron Ripoll (1963: 53) y Beltrn (1965:

    125). Ripoll afirm incluso que participaban en danzas pro-

    piciatorias y religiosas. Vias y Martnez incidieron en la

    escena de El Cingle y con excelente intuicin (Vias y Mar-

    tnez 2001: 371 y ss.) destacaron que nos encontrbamos

    ante un Espritu del Bosque o un Seor de los Animales,

    acompaado de un chamn que luca un tocado al que

    se le haba aadido un prtomo de animal y que agita-

    ba dos instrumentos alargados. Ambos autores, adems,

    centraron su atencin en otros dos personajes masculinos,

    itiflicos, de Cueva Remigia, y anunciaron que estbamos

    asistiendo a una escena de iniciacin chamnica, donde

    se apreciaba un vmito por parte del nefito o iniciado y

    una cola de zorro lucida por el maestro. Ambos blanden

    armas arrojadizas por encima de sus cabezas. Nos mos-

    tramos totalmente de acuerdo con este tipo de interpreta-

    ciones y consideramos que son necesarias, en especial al

    provenir de expertos que estn acostumbrados a discernir

    los entresijos de las pinturas rupestres, tanto en Espaacomo en Mxico.

    Recientemente el equipo de Pilar Utrilla y Valentn Villa-

    verde hallaron en el abrigo de La Vacada (Castellote, Teruel),

    un par de arqueros con sendas colas que los autores atribu-

    yen semejanza con la de un caballo (Martnez Bea 2004: 95;

    Utrilla y Villaverde 2004). Del mismo modo, el equipo de Bel-

    trn detect en los ltimos calcos realizados en la Cueva del

    Agua Amarga (Valdealgorfa, Teruel), un enmascarado ante

    un ciervo (Beltrn et al. 2002: 146).

    Otro ser, muy corpulento y de gran tamao, con mscara

    de bvido, lo encontramos en La Sarga (Alcoy, Alicante), en

    la covacha II, panel 13, figs. 11-13, dentro del estilo macroes-

    quemtico (Hernndez et al. 1988, 1994; Jordn 2001: 104

    ss.) y que Jord Cerd relacion con unos crculos concn-

    tricos inmediatos que l entenda como chozas o cabaas de

    iniciacin (Jord 1976: 210).

    6.3. Ms pervivencias de narraciones mesolticas

    Lo importante de todas estas alusiones es comprobar

    cmo se mantienen los relatos postpaleolticos en socieda-

    des agrcolas, ganaderas y con cermicas. Las mutaciones

    de rostros y de seres humanos cazadores y recolectores

    que durante el Mesoltico peninsular se nos presentan con

    relativa frecuencia en el Sistema Ibrico o en la serrana del

    Segura de las Bticas, traspasa las fronteras del tiempo y se

    instalan en comunidades sedentarias de las mismas zonas,

    al menos en el Alto Segura.

    Hemos de recordar que, con frecuencia, los seres huma-

    nos con mscaras suelen vincularse a sociedades secretas

    y ritos de trnsito; o bien tales ocultaciones del rostro se aso-

    cian a cultos de los antepasados o a comunicaciones con se-

    res mticos (Eliade 2001b: 67; 1993: 143 y ss.). Pero tambin

    Figura 8 Antropomorfos con mscaras y cuernas de ciervo: Cueva delGitano (Yeste, Nerpio). Calcos de Soria y Lpez (2000).Figura 9 Cueva de los Letreros (Vlez Blanco, Almera) Calcos de Breuil

    (1935)

    8

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    en antropologa se considera que las mscaras actan como

    elementos protectores de los individuos cuando se presen-

    tan ante las divinidades o ante los poderes ctnicos (Allard y

    Lefort 1988.95). Igualmente, las mscaras constituyen instru-

    mentos idneos para evocar la presencia de espritus aliados

    o bien para expulsarles del territorio si son espritus hostiles

    (Vazeilles 1995: 47). Aadamos que, segn Mircea Eliade, es

    frecuente el caso de chamanes que se metamorfosean enanimales-espritu (Eliade 1993: 89, 91 y ss., 100 y ss.) y las

    mscaras seran uno de los recursos utilizados para facilitar

    ese trnsito o esa mutacin.

    7. CIERVOS (SIN METAMORFOSIS) VINCULADOS

    AL AGUA

    7.1. Los ciervos y las lneas en zig-zag: los cursos de agua

    en el trnsito hacia el Ms All. El ciervo como animal gua

    Grande del Bro relacion con habilidad, en la Cueva

    del Gabar (Vlez Blanco, Almera) (Breuil 1935), la figu-ra esquemtica de un ciervo con una serie de cuatro l-

    neas quebradas que

    son, acaso, alegora del

    agua. Este curso fluvial

    pintado sin duda signi-

    fic para sus artistas, y

    para la comunidad a la

    que servan, un carcter

    trascendente, un trnsito

    desde la muerte fsica

    del individuo hacia las

    dimensiones de la eter-

    nidad (Fig. 10).

    7.2. Ondas y ciervos

    en el arte levantino

    En el arte rupestre le-

    vantino ya observamos

    esa estrecha vinculacin

    entre ciervos y lneas

    quebradas que podran

    significar la presencia del

    agua primordial y salut-fera. As, la encontramos

    en la Cueva de la Vieja

    (Alpera, Albacete) (Breuil, Serrano y Cabr 1912), donde

    un ciervo con lneas discontinuas en su cuerpo, listado, se

    asocia a un arquero con arco horizontal, indicando una es-

    trecha vinculacin entre hombre y animal, al igual que ocurre

    en el Abrigo Grande de Minateda (Helln, Albacete). Pero el

    ciervo de Alpera orienta su cabeza hacia una triple lnea que-

    brada de desarrollo vertical que acaso pueda representar el

    trnsito alegrico de un ro sagrado. El conjunto iconogrfico

    es sumamente interesante porque, adems, las lneas que-

    bradas de agua se confunden o metamorfosean en la cuer-

    da vertical por la que asciende un animal o un antropomorfo

    hacia un probable panal de miel (Jordn y Gonzlez 2002).

    A su vez, dicha cuerda+lneas quebradas brotan y nacen de

    las astas-candiles de uno de los toros-ciervos sobre el que

    levita el chamn con plumas en la cabeza y arco y flechas

    no en actitud de caza, sino en posicin ritual. El chamn,

    que algunos autores, como Ripoll Perell, estimaron como

    hroe mitolgico o divinidad guerrera (Ripoll 1968: 171-172;

    Jord 1966: 60 y 64-65), porta las tres flechas con las puntas

    hacia abajo, en un haz sujeto por una mano, y el arco suje-

    to delicadamente por uno de los extremos y con la cuerda

    hacia el exterior. No hay manera fsica de explicar que uncazador acte de esa guisa. Tal personaje con penacho de

    plumas y pene erecto, en consecuencia, est en una danza

    o en un rito inicitico y trascendente. Por otra parte, mayor

    y mejor unidad y compenetracin ciervo y ro/trnsito y cha-

    mn y miel, es imposible y creemos que revela un conjunto

    narrativo bien definido, e intencionado, por el artista que lo

    ejecut. En suma: una laberntica pero innegable vinculacin

    de ciervo, lneas quebradas (agua), cuerda, trepador y miel.

    Igualmente el toro reconvertido en ciervo en Cantos de la

    Visera II, del Monte Arab (Yecla, Murcia) (Breuil y Burkitt

    1915), muestra tras sus cuartos traseros una serie de lneasparalelas en zig-zag y en cascada y una retcula, tal vez alu-

    sin al trnsito ya realiza-

    do hacia otras dimensio-

    nes. No desconocemos

    los graves problemas que

    plantea la superposicin

    de figuras y elementos

    iconogrficos de este

    conjunto y que han sido

    analizados recientemente

    por Anna Alonso Tejada y

    Alexandre Grimal.

    Con un esquema seme-

    jante, en las Cuevas de

    la Araa (Bicorp, Valen-

    cia) (Hernndez-Pacheco

    1924), un esplndido

    macho ciervo muestra

    sus poderosos candiles

    tocando a unas lneas ver-

    ticales en zigzag, las cua-

    les, corren paralelas a sus

    cuernas y, curiosamentecomo aconteca en La

    Vieja de Alpera, tambin

    se vinculan a las cuerdas por donde trepa la recolectora de

    miel y corren paralelos a sus cuernas.

    Los ciervos de La Sarga (Alcoy, Alicante) aparecen prxi-

    mos a signos curvilneos o serpentiformes de trazos parale-

    los muy gruesos, pertenecientes al arte llamado macroes-

    quemtico (AA.VV. 1998: 28-29).

    Ms al norte todava, en Labarta (Adahuesca, Huesca)

    (Baldellou 1987; Beltrn 2000), una serie de siluetas de cr-

    vidos se superponen a varios signos esquemticos en forma

    de v invertida, pero en disposicin de cascada.

    7.3. La perpetuacin de la iconografa, en el tiempo y su

    difusin en el espacio

    Comprobamos otra vez la persistencia de la memoria ico-

    Figura 10 Ciervo ante ro y aguas primordiales: Cueva del Gabar (Vlez Blan-co, Almera). Calco de Breuil (1934)

    10

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    nogrfica entre cazadores recolectores y sedentarios, no

    como indicacin de sincrona cultural, sino como pervivencia

    de mitos narrados de fuego en fuego y de boca en boca. Pro-

    bablemente el elemento iconogrfico de las ondas o de las

    lneas quebradas, entendidas como agua, se asoci desde

    siempre al ciervo. Y es un recurso que aparece en la Biblia,

    seal inequvoca de un acervo sumamente arcaico: Como

    el ciervo brama por las corrientes de agua, as clama por ti,oh Dios, el alma ma (Salmos, II, 42:1).

    8. LA PERPETUACIN DE LA ICONOGRAFA EN

    EL TIEMPO Y SU DIFUSIN EN EL ESPACIO

    Tras esta revisin de las estaciones rupestres, podemos

    establecer dos observaciones primordiales:

    La pervivencia en el tiempo de los motivos iconogr-

    ficos, desde las bandas mesolticas de cazadores y

    recolectores hasta las sociedades sedentarias y agro-

    pecuarias del Neoltico. La dispersin en el espacio peninsular y la acepta-

    cin por parte de las comunidades que ocuparon el

    territorio, ya dentro del mbito Neoltico, de muchos

    de estos motivos.

    Tras la revisin del mapa 1, igualmente, es posible estable-

    cer una serie de anotaciones breves y muy sencillas:

    Los ciervos con cuernas arboriformes constituyeron

    parte de la tradicin del mundo esquemtico-abs-

    tracto y neoltico: Tinada del Ciervo en Nerpio y Ca-

    aca del Calar en Moratalla, en la serrana del Alto

    Segura y Aznarn, en las planicies de Ciudad Real.

    Esta presencia indica que se recogieron herencias

    del mundo de los cazadores y recolectores, ya que

    los ciervos vinculados a los rboles aparecen con

    frecuencia por toda la geografa del arco mediterr-

    neo: Las Bojadillas en el ro Segura, Santa Maira en la

    sierra de Alicante y Barranco Estercuel, en la serranade Teruel, ya cerca del Ebro.

    Los seres humanos con mscaras de animales, ya

    fueran de ciervos, de toros o de machos cabros,

    existieron en diversas ceremonias desde las bandas

    de los cazadores y recolectores: las encontramos en

    Las Bojadillas, en el ro Segura, y se extendan hasta

    el Maestrazgo, inmediatamente al Sur del Ebro. Mas

    luego se mantuvieron durante el Neoltico, en socie-

    dades agropecuarias y de productores, como se de-

    muestra en la Cueva del Gitano en Yeste, pertene-

    ciente a la cuenca del Segura, o en la Cueva de LosLetreros, en la serrana de Almera.

    Por el contrario, el tema de los hombres insecto,

    con sus peculiares cuerpecitos bitriangulares, con

    ojos saltones y cilios en la cabeza, y a los que se les

    aproxima un ciervo psicopompo, parece que no exis-

    ti en el Mesoltico, entre los cazadores y recolectores

    nmadas o itinerantes en el territorio de depredacin.

    A tenor de lo que se observa en el mapa, creemos

    que fue un mito de creacin neoltica, ya que nica-

    Mapa 1 Ciervos con cuernas arborescentes (): 1- Aznarn (Chilln, Ciudad Real), 6- Tinada del Ciervo I (Nerpio, Albacete) y Caaca del Calar III(Moratalla, Murcia), 12- La Hoz de Vicente (Minglanilla, Cuenca), 13- La Coquinera (Obn, Teruel), 17- Barfaluy III (Lecina, Huesca); Centauros arbori-formes (): 2.- Virgen del Castillo (Almadn, Ciudad Real); Ciervos levantinos vinculados a rboles ( ): 7.- Las Bojadillas (Nerpio, Albacete), 10.- SantaMaira (Castell de Castells, Alicante), 14.- Barranco Estercuel (Alcaine, Teruel); Seres humanos con mscaras de animales (): 5.- Las Bojadillas (Nerpio,Albacete) y Cueva del Gitano (Yeste, Albacete), 8.- Cueva de Los Letreros (Vlez Blanco, Almera), 11.- La Sarga (Alcoy, Alicante), 15.- Val del Charco delAgua Amarga (Alcaiz, Teruel), 16.- El Maestrazgo (Castelln). Hombres-insecto (): 3.- Los rganos (Santa Elena, Jan), 4.- Arroyo Helln (Chiclana deSegura, Jan), 9- Cantos de la Visera II (Yecla, Murcia), 18- Penya de l`Ermita (Altea, Alicante).

    42

    40

    38

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    0 50 100 200 300 km

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    mente, de momento, se le encuentra en Los rganos

    del desfiladero de Despeaperros, en el gollizo que

    une Castilla con Andaluca, en Chiclana de Segura,

    en plena serrana de Jan. Y en una curiosa y ex-

    tensa prolongacin que alcanza hasta el altiplano de

    Jumilla-Yecla, en Cantos de la Visera de Yecla (Mur-

    cia) y la serrana de Alicante, en Altea.

    9. EPLOGO

    En esta menuda aportacin en ningn momento hemos

    pretendido replantear las cuestiones tratadas desde antiguo

    por Pilar Acosta (Acosta 1968, 1983; Hernndez 2006).

    Tampoco hemos deseado abordar asuntos tan complejos

    como la distribucin territorial de diferentes estilos dentro del

    ARE o los agrupamientos y tipologas de las estaciones rupes-

    tres (Jord 1983; Martnez 1998, 2000; Torregrosa 2000-01).

    Los problemas derivados, a su vez, de la fijacin de una

    cronologa o de las fases que se observan en las composi-ciones esquemticas, as como sus relaciones con el ARL a

    partir de superposiciones o infraposiciones de las figuras y

    motivos o a partir de la vinculacin con yacimientos arqueo-

    lgicos neolticos con cermica, han sido debatidos en mul-

    titud de ocasiones por mejores especialistas (Ripoll, 1983;

    Baldellou, 1983, 1994, 1999; Llavor 1988-89; Baldellou y

    Utrilla 1999; Alonso 1999; Torregrosa y Galiana 2001; Mateo

    2001), as como tambin los influjos culturales y espirituales

    procedentes del mbito mediterrneo (Beltrn 1983).

    Por otra parte, es extremadamente interesante y crucial

    buscar paralelos iconogrficos y relaciones de las pinturas

    rupestres con la cermica eneoltica y con los grabados ru-

    pestres en roca, ya sea al aire libre, en monumentos mega-

    lticos o en el seno de las cuevas, con unos paralelos icono-

    grficos que en absoluto son fortuitos, sino que reflejan una

    misma cronologa y mentalidad; mas siempre sin olvidar las

    posibles intrusiones medievales (Fortea 1970-71; Martnez

    2003; Gmez-Barrera 2003; Alonso 2003).

    Recientes y sugestivas aportaciones procedentes de Fran-

    cia, pero que aluden tambin al ro Vero en Aragn, sugieren

    la posibilidad de que algunas covachas, singularizadas por

    su acceso extraordinariamente peligroso o difcil, constituye-

    ran lugares de aislamiento y reclusin espiritual, de iniciacinde ciertos individuos, en medio de un paisaje o arquitectura

    natural con un contenido simblico (Hameau 2007; Hameau

    y Painaud 2009).

    Por nuestra parte, mantenindonos fieles a nuestra trayec-

    toria, el objetivo primordial de esta comunicacin ha sido des-

    tacar el protagonismo del ciervo como animal con una profun-

    da simbologa religiosa. Curiosamente Pilar Acosta, hace ya

    mucho tiempo, se extraaba de la persistencia de los motivos

    de animales potencialmente cinegticos (ciervos, cabras) y

    de instantneas de caza, en el arte rupestre esquemtico.

    La razn no estriba, en nuestro corto entender, en una

    persistencia de la actividad depredatoria en sociedades

    sedentarias de agricultores y ganaderos, que se conserv

    para complementar la dieta. Ni siquiera es posible entender

    esas escenas de caza como un deporte como sealaban

    algunos investigadores o como una actividad que otorgaba

    prestigio social, como sugieren oros. No. La persistencia de

    escenas de acoso de animales y la presencia de animales

    salvajes, fue porque pervivieron los mitos narrados al amparo

    de los campamentos, del fuego que congregaba a las gen-

    tes de las bandas o de las aldeas.

    Ya hemos comprobado cmo determinadas escenas del

    arte rupestre levantino, o ciertos elementos de ellas, persis-

    ten en escenas del arte rupestre esquemtico, lo que nosindica que relatos semejantes se seguan narrando en comu-

    nidades agropecuarias y que haban heredado de la memo-

    ria de las bandas de cazadores y recolectores.

    Al mismo tiempo que se observa una perduracin el tiem-

    po de los motivos iconogrficos desde el Paleoltico y el

    Mesoltico (que ya hemos detectado en otras ocasiones en

    el tema de los caballos o de los propios ciervos), de igual

    manera, se advierte una difusin espacial y territorial de los

    motivos iconogrficos por todo el mbito del arte rupestre

    circunmediterrneo.

    Las incesantes e intensas prospecciones que se estnrealizando, con rigor y con acierto, en diferentes territorios

    de las Espaas (Collado y Garca, 2005), seguramente nos

    ampliarn en el futuro prximo el catlogo de posibles esce-

    nas esquemticas. Tales circunstancias nos permitirn corro-

    borar lo aqu expuesto o, sencillamente, obviarlo.

    6. BIBLIOGRAFA

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