facies esquemática

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LA FACIES ESQUEMÁTICA En la periferia o superpuestos a los frescos naturalistas o seminaturalistas de ciertos lugares de las regiones orientales de la Península se encuentran figuras de claro carácter esquemático o abstracto evidentemente más modernas. Constituyen la manifestación de otra fase artística, ya de la plena Edad de los Metales, que se extiende, de forma abundante, por la casi totalidad del territorio peninsular, en abrigos abiertos y en ocasiones, casi a la intemperie. Los núcleos más densos se hallan en las provincias de Almería y Cádiz, en toda Sierra Morena, en Extremadura y algunas zonas de La Meseta, como Soria y Salamanca. Muchos centenares de frisos pintados contienen representaciones zoomorfas y antropomorfas convencionales que, en ocasiones, por su grado de abstracción, parecen signos de una escritura arcaica (ciertos autores les reservan el nombre de «pictografías»). La temática de la facies esquemática está derivada, en buena parte, de la correspondiente a la facies levantina, pero tendiendo a la simplificación (Fig. 104). Es muy posible que hubiera momentos en que estadios próximos de ambas facies fueran contemporáneos (en el sentido que mientras un artista todavía pintaba de forma seminaturalista, otro pudo hacerlo de una forma más sintetizada, más esquemática; el hecho puede acentuarse cuando los artistas están separados por centenares de kilómetros y viven en un medio socio- ambiental diferente, por ejemplo, entre los agricultores de los pequeños valles entre montañas y entre los agricultores los ganaderos de espacios más abierto, como los extremeños). El resto de las figuras -símbolos solares y estelares, ídolos, símbolos del agua, etc.- parecen corresponder a la implantación de una nueva mentalidad religiosa, en parte, al menos, llegada del Mediterráneo oriental. En el aspecto funerario, esta forma de religión estaría representada por los monumentos megalíticos en las regiones donde éstos existen, así como en algunas cuevas sepulcrales y en las llamadas «estelas del sudoeste». El conocimiento científico de esta etapa tardía del arte rupestre pospaleolítico parte de Manuel de Góngora Martínez en su libro de 1868. Los estudios fundamentales se deben al abate Henri Breuil, Juan Cabré Aguiló y E. Hernández-Pacheco en la primera mitad del siglo XX. En los últimos decenios son notables las aportaciones de Pilar Acosta, T. Ortego, J. Gómez Barrera, L. Díez-Coronel, A. Caballero Klink, Rosario Lucas, J. Bécares, J. Carrasco Rus, E. Costa Goberna, E J. González-Tablas, R. Grande del Brío, M. López Payer, M. Soria Lerma, Julián Martínez García, M. Martínez Perelló, M. Mas Cornellá, H. Collado y L. Sanchidrián, entre muchos otros. Además de su dinámica evolutiva propia -al igual que todo el arte postpaleolítico peninsular como conjunto-, parece que esta facies esque- mática se extendió desde el sudeste de la Península al resto de la misma. Hay que añadir que sus frisos se encuentran algunas veces asociados a no lejanos lugares de habitación. Con los nuevos elementos iconográficos respecto a la facies levantina, la temática principal de la facies esque- mática sigue siendo la cinegética, aunque hay un claro contraste en el consumo de animales salvajes y de animales domésticos -mucho mayor éste-, hecho atestiguado por los yacimientos que cabe poner en relación con las pinturas. Se puede suponer que ante sus grupos de grafemas tendrían lugar ceremonias en relación con ritos funerarios y de vínculos familiares, de la fecundidad vegetal, animal y humana, propiciatorios, venatorios, etc. Muchas de las imágenes debieron tener al mismo tiempo, un carácter votivo. Uno de los abrigos donde mejor se puede observar la transición o «frontera», pero también la coexistencia entre las facies levantina y esquemática es el abrigo de La Hoz de Vicente (Minglanilla, Cuenca), con super-

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Page 1: Facies esquemática

LA FACIES ESQUEMÁTICAEn la periferia o superpuestos a los frescos naturalistas o seminaturalistas de ciertos lugares de las regiones orientales de la Península se encuentran figuras de claro carácter esquemático o abstracto evidentemente más modernas. Constituyen la manifestación de otra fase artística, ya de la plena Edad de los Metales, que se extiende, de forma abundante, por la casi totalidad del territorio peninsular, en abrigos abiertos y en ocasiones, casi a la intemperie. Los núcleos más densos se hallan en las provincias de Almería y Cádiz, en toda Sierra Morena, en Extremadura y algunas zonas de La Meseta, como Soria y Salamanca. Muchos centenares de frisos pintados contienen representaciones zoomorfas y antropomorfas convencionales que, en ocasiones, por su grado de abstracción, parecen signos de una escritura arcaica (ciertos autores les reservan el nombre de «pictografías»).

La temática de la facies esquemática está derivada, en buena parte, de la correspondiente a la facies levantina, pero tendiendo a la simplificación (Fig. 104). Es muy posible que hubiera momentos en que estadios próximos de ambas facies fueran contemporáneos (en el sentido que mientras un artista todavía pintaba de forma seminaturalista, otro pudo hacerlo de una forma más sintetizada, más esquemática; el hecho puede acentuarse cuando los artistas están separados por centenares de kilómetros y viven en un medio socio-ambiental diferente, por ejemplo, entre los agricultores de los pequeños valles entre montañas y entre los agricultores los ganaderos de espacios más abierto, como los extremeños). El resto de las figuras -símbolos solares y estelares, ídolos, símbolos del agua, etc.- parecen corresponder a la implantación de una nueva mentalidad religiosa, en parte, al menos, llegada del Mediterráneo oriental. En el aspecto funerario, esta forma de religión estaría representada por los monumentos megalíticos en las regiones donde éstos existen, así como en algunas cuevas sepulcrales y en las llamadas «estelas del sudoeste».

El conocimiento científico de esta etapa tardía del arte rupestre pospaleolítico parte de Manuel de Góngora Martínez en su libro de 1868. Los estudios fundamentales se deben al abate Henri Breuil, Juan Cabré Aguiló y E. Hernández-Pacheco en la primera mitad del siglo XX. En los últimos decenios son notables las aportaciones de Pilar Acosta, T. Ortego, J. Gómez Barrera, L. Díez-Coronel, A. Caballero Klink, Rosario Lucas, J. Bécares, J. Carrasco Rus, E. Costa Goberna, E J. González-Tablas, R. Grande del Brío, M. López Payer, M. Soria Lerma, Julián Martínez García, M. Martínez Perelló, M. Mas Cornellá, H. Collado y L. Sanchidrián, entre muchos otros.

Además de su dinámica evolutiva propia -al igual que todo el arte postpaleolítico peninsular como conjunto-, parece que esta facies esquemática se extendió desde el sudeste de la Península al resto de la misma. Hay que añadir que sus frisos se encuentran algunas veces asociados a no lejanos lugares de habitación. Con los nuevos elementos iconográficos respecto a la facies levantina, la temática principal de la facies esquemática sigue siendo la cinegética, aunque hay un claro contraste en el consumo de animales salvajes y de animales domésticos -mucho mayor éste-, hecho atestiguado por los yacimientos que cabe poner en relación con las pinturas. Se puede suponer que ante sus grupos de grafemas tendrían lugar ceremonias en relación con ritos funerarios y de vínculos familiares, de la fecundidad vegetal, animal y humana, propiciatorios, venatorios, etc. Muchas de las imágenes debieron tener al mismo tiempo, un carácter votivo.

Uno de los abrigos donde mejor se puede observar la transición o «frontera», pero también la coexistencia entre las facies levantina y esquemática es el abrigo de La Hoz de Vicente (Minglanilla, Cuenca), con superposiciones de gran interés (Fig. 105). Los conjuntos del Tajo de las Figuras (Benalup, Cádiz), la Cueva de la Graja (Jimena, Jaén) y el covacho de Los Letreros (Vélez Blanco, Almería), se cuentan entre los más típicos de esta etapa. En el último citado, entre muchas otras figuras, se encuentra la estupenda representación de un hombre con unos grandes cuernos de macho cabrío que empuña una hoz en una de sus manos y que podría, por su simbología al propio tiempo agrícola y cazadora, ser considerado como emblemático de esta facies artística que se encuentra ya en las fronteras de la Protohistoria (Fig. 106). Entre los conjuntos extremeños destacan los de Los Buitres (Capilla, Badajoz), con representaciones de carros, y los diversos del Risco de San Blas (Alburquerque, Badajoz), en los que hay excelentes figuras humanas esquemáticas con complicados tocados.

Como se ha dicho, las manifestaciones de la facies esquemática cubren la casi totalidad de la geografía peninsular desde los sitios de la cornisa cantábrica -como la roca de Peña Tu (Llanes, Asturias), con un magnífico ídolo grabado y pintado junto a otras figuras- hasta los ya citados de La

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Meseta, los del territorio portugués y la gran densidad de los andaluces que culminan en el interesante grupo de la comarca vecina al Estrecho de Gibraltar.

No existe una segura ordenación cronológico-estilística de los varios momentos de la facies esquemática. En líneas muy generales se puede decir al respecto lo que sigue. Lo más antiguo serían las figuras de cérvidos y caprinos de estilo subnaturalista; pronto se pasaría a un estilo subesquemático, que incluye figuras de équidos y de bóvidos; les seguiría una fase completamente esquemática, con diversificación de los antropomorfos y diversos signos. Todo ello correspondería a un Neolítico tardío. Durante el Eneolítico se incorporarían al repertorio los símbolos que, al menos en par-te, son de origen oriental. En la plena Edad del Bronce, con muchas evoluciones regionales, se produjo la época clásica del arte esquemático. Para un momento avanzado de este período, seguramente hay que poner en relación muchos frisos pintados de Extremadura y de la Sierra Morena central v occidental con las llamadas «estelas del Sudoeste». La decadencia llegaría con el Bronce final e incluso tendría perduraciones posteriores.

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Fig. 112. Conjunto de las figuras y grabados del abrigo de Cogul (Les Garrigues, Lérida) (según M. Almagro Basch, 1952). No están representados los grafitos ibéricos y latinos.

Lectura de un friso con arte postpaleolítico: Cogul

La ilustración aneja presenta el conjunto del panel pintado y grabado de Cogul (Les Garriges, Lérida) (fig. 112), con la numeración de sus figuras y sin los grafitos ibéricos. Calco según Martín Almagro Basch (1952).

Lo más antiguo son los tres grandes bóvidos con abiertas astas en «creciente lunar», en la parte central (nos. 12, 16 y 17), análogos entre sí, pero diferentes en el tratamiento de su interior, uno en rojo, otro en negro y un tercero con una combinación de los dos (fase A, 2). Vienen a continuación las nueve figuras femeninas, rojas y negras, con las largas faldas típicas de la facies levantina (nos. 30 a 39), que no forman una escena como a veces se ha dicho, sino que fueron pintadas por parejas (fases B y C) (la figura masculina de en medio es posterior, como se dirá). Les siguen los caprinos y el ciervo de la parte central y derecha, unos estáticos (fase B) (nos. 9 y 20 a 26) y otros en movimiento (fase C) (nos. 18 y 19), o sea, aproximadamente de la misma época que las representaciones femeninas. Hasta aquí la facies levantina.

De la facies esquemática tenemos el hombre itifálico, de color negro, entre las mujeres (n.° 29), emparentado por la forma con el arquero que caza un animal indeterminado en la parte superior dere-cha del friso. Estilísticamente más evolucionada en su esquematismo es la escena de un ciervo cazado por un pequeño arquero (nos. 3 a 6) y, un poco más arriba, un ciervo derribado y con las patas hacia arriba (n.º 2), todo en color rojo. Obsérvese que, excepto el hombre itifálico, las demás figuras esquemáticas se hallan en la periferia.

Los grabados (nos. 1, 10, 11, 15 y 42 a 45) son de época tardía, seguramente contemporáneos de los letreros. En el calco no aparecen estas inscripciones en caracteres ibéricos y latinos que son abun-dantes en la parte central y superior izquierda del friso. Se trata de letreros votivos. En uno de los ibéricos (una frase de 74 signos) se lee la palabra iltirten, indudablemente una mención de las gentes de la antigua Iltirda (la actual Lérida) o a la tribu de la región, los ilergetes.