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CONCILIO VATICANO I CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI FILIUS Cristo prometió acompañar a su Iglesia hasta el fin del mundo. Esta promesa se ha verificado durante toda su historia para el bien del Pueblo de Dios, sobre todo en la comprensión y definición de la doctrina cristiana a través de los concilios ecuménicos. De entre ellos sobre sale el tridentino, que trajo para la Iglesia una gran renovación disciplinaria, dogmática, litúrgica, pastoral y espiritual. Sin embargo después de él se han propagado muchas herejías, que niegan la autoridad de la Iglesia para interpretar la Sagrada Escritura y definir la fe auténtica. Sobresale entre estas doctrinas la del racionalismo que pretende excluir a Cristo de la vida personal y social de los pueblos. El rechazo de la religión cristiana ha traído como consecuencia la proliferación del panteísmo, materialismo y el ateísmo, minando con ello el orden moral de la sociedad. Dicha desgracia ha caído incluso sobre varios miembros de la Iglesia con el peligro de distorsionar la fe auténtica e íntegra, por lo que ella misma se esfuerza en continuar enseñando y defendiendo la verdad de Dios que guía a toda la humanidad. CAPÍTULO I: SOBRE DIOS CREADOR DE TODAS LAS COSAS La Iglesia Católica confiesa una fe monoteísta, en un Dios creador, eterno, incomprensible, trascendente y perfectísimo. Él que creó de la nada, tanto la realidad espiritual como la material, no para aumentar su felicidad, sino para manifestar su perfección en la bondad que comparte con sus creaturas, mediante su protección y gobierno. CAPÍTULO II: SOBRE LA REVELACIÓN Así mismo la Iglesia afirma que mediante la creación se puede conocer a Dios mediante la razón natural. Sin embargo, Dios mismo quiso revelarse a sí mismo y su voluntad al hombre por la vía sobrenatural, enseñando al hombre con certeza lo que no excede su propia capacidad. Dicha revelación divina no era necesaria, sino que fue dada la bondad infinita de Dios, que quiere que el hombre

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Page 1: Concilio Vaticano i

CONCILIO VATICANO I

CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA

DEI FILIUS

Cristo prometió acompañar a su Iglesia hasta el fin del mundo. Esta promesa se ha verificado durante toda su historia para el bien del Pueblo de Dios, sobre todo en la comprensión y definición de la doctrina cristiana a través de los concilios ecuménicos. De entre ellos sobre sale el tridentino, que trajo para la Iglesia una gran renovación disciplinaria, dogmática, litúrgica, pastoral y espiritual. Sin embargo después de él se han propagado muchas herejías, que niegan la autoridad de la Iglesia para interpretar la Sagrada Escritura y definir la fe auténtica. Sobresale entre estas doctrinas la del racionalismo que pretende excluir a Cristo de la vida personal y social de los pueblos. El rechazo de la religión cristiana ha traído como consecuencia la proliferación del panteísmo, materialismo y el ateísmo, minando con ello el orden moral de la sociedad. Dicha desgracia ha caído incluso sobre varios miembros de la Iglesia con el peligro de distorsionar la fe auténtica e íntegra, por lo que ella misma se esfuerza en continuar enseñando y defendiendo la verdad de Dios que guía a toda la humanidad.

CAPÍTULO I: SOBRE DIOS CREADOR DE TODAS LAS COSAS

La Iglesia Católica confiesa una fe monoteísta, en un Dios creador, eterno, incomprensible, trascendente y perfectísimo. Él que creó de la nada, tanto la realidad espiritual como la material, no para aumentar su felicidad, sino para manifestar su perfección en la bondad que comparte con sus creaturas, mediante su protección y gobierno.

CAPÍTULO II: SOBRE LA REVELACIÓN

Así mismo la Iglesia afirma que mediante la creación se puede conocer a Dios mediante la razón natural. Sin embargo, Dios mismo quiso revelarse a sí mismo y su voluntad al hombre por la vía sobrenatural, enseñando al hombre con certeza lo que no excede su propia capacidad. Dicha revelación divina no era necesaria, sino que fue dada la bondad infinita de Dios, que quiere que el hombre participe de sus propios bienes eternos. Esta revelación sobrenatural está contenida en la Sagrada Escritura, que es inspirada por el Espíritu Santo y en la Tradición de la Iglesia.

CAPÍTULO III: SOBRE LA FE

La fe es principio de la salvación virtud sobrenatural, que por la ayuda de la gracia, permite al hombre creer como verdadero lo que Dios ha revelado, por la autoridad del Él mismo y someterle en entendimiento y la voluntad. Por tal motivo se deben creer todas las verdades contenidas tanto en la Sagrada Escritura como en la Tradición de la Iglesia, la cual fue fundada por Dios por medio de su Hijo con el fin de custodiar y enseñar la divina revelación.

La Iglesia fue es enriquecida por Dios con todo lo necesario para que fuera creíble la fe cristiana, prueba de ello es la santidad de muchos de sus miembros, la fecundidad de su actividad y su invencible estabilidad. Ella invita constantemente a todos los hombres a abrazar la fe verdadera en su seno.

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CAPÍTULO IV: SOBRE LA FE Y LA RAZÓN

La Iglesia afirma que existen dos medios de conocimiento con objetos diferentes. Uno es el de la razón natural y el otro es el de la fe divina, que permite al hombre conocer misterios escondidos por Dios, revelados en Cristo. El hombre solo por la razón no puede llegar al conocimiento pleno de las verdades reveladas y aceptadas, muchas veces sobrepasando el entendimiento por medio de la fe. Porque el contenido de la fe cristiana no es producto de descubrimientos filosóficos, ni puede ser perfeccionado por la inteligencia humana, dado que es un depósito que Dios ha revelado y confiado a su Iglesia.

Sin embargo, no existe contradicción entre fe y razón, aunque la primera esté por encima de la segunda, dado que ambas provienen de Dios y son dadas por Él a los hombres para conocerlo. Así pues la fe y la razón se complementan, dado que la razón demuestra los fundamentos de la fe y las realidades divinas y la fe ilumina a la razón proveyéndola de nuevos conocimientos. Ahora bien, por la misión que la Iglesia ha recibido de Cristo, posee el derecho y el deber de condenar toda falsa doctrina o aparente verdad emanada de la ciencia que niegue o contradiga una verdad revelada. Así mismo, la Iglesia promueve y aplaude el desarrollo de las ciencias y las artes que traen ventajas para la vida humana, siempre y cuando no pretendan sobrepasar sus propios límites y ocuparse de cuestiones de fe que no les corresponde.